el hombre del ropero

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EL HOMBRE DEL ROPERO (I)”, por Cristina Bajo Nació en Belfast en 1898, y fue bautizado como Clive Staples Lewis. Fue reconocido por sus contemporáneos como uno de los grandes escritores de su época; escribió narrativa, ensayo fantasía científica, crítica literaria, estudios religiosos; también sobre literatura inglesa medieval y moderna, y varias obras donde analiza, “en una contenida sátira” , como dice un estudioso, a la sociedad inglesa. Lo cierto es que Lewis tiene un buen ganado lugar en la literatura anglosajona para adultos, estudiantes, niños, filósofos, adolescentes, antropólogos, señoras solitarias pensantes y otros admiradores. Sus libros se vendieron por millones, pues no sólo era un erudito de prosa impecable y contenido profundo, sino que llegaba a todos, pues poseía la virtud de desarrollar análisis complejos con una sencillez encantadora. Fue profesor de literatura en Canbridge, pero hizo trabajos a pedido de la Universidad de Oxford. Era feliz en los claustros. Quien no vio la película Tierra de Sombras, con Anthony Hopkins, no sabe de quien hablo; quien la vio, que la vea de nuevo, porque la historia que relata es hermosa, nos hace llorar sanamente y está bien actuada, bien dirigida y bien narrada. Pero Tierra de Sombras nos acerca sólo a una parte de varias circunstacias de la vida de este hombre. No sólo fue un excelente catedrático: fue un hombre profundamente bueno. Él mismo cuenta que, nacido casi en el siglo XX, se vio marcado por la falta de fe en la Primera Guerra Mundial, Freíd y otros filósofos arrastraban. No le costó dejar la religión, era agnóstico por naturaleza, aunque un hobre de ética y preocupado por los que lo rodeaban. Junto a un amigo con el que partió a la guerra, hicieron un trato: el que sobreviviera, debía hacerse cargo de los padres del que muriera. El joven cayó en la trinchera, Lewis se presentó en su casa y se convirtió en el sostén de la madre y la hermana de su amigo. Convivió con ellas y mientras trataba de estudiar para rendir en la universidad, lavaba los platos si era su turno, hacía las compras y hasta cocinaba. Para su propio asombro, rindió bien y partió a estudiar, pero mantuvo la promesa de por vida. Al parecer, se lo eximió de pelear en la Segunda Guerra Mundial, y cuando regresó su hermano del frente, por el que sentía un gran cariño, decidieron vivir juntos. Seguramente su hermano había sido herido, porque Londres todavía soportaba el bombardeo alemán. Por entonces, muchas familias mandaban a sus hijos al interior del reino, donde los aviones enemigos no llegaban, así que los dos solterones se ofrecieron a encargarse de algunos niños. Cuando llegaron a la estación de tren, se encontraron con varias criaturas-chicos y chicas- entre los 5 y los 13 años. Los niños se veían nerviosos, callados, sólo preguntaban por sus padres y cuándo iban a regresar a Londres. Cuando llegaron a la casa, Lewis les mostró sus habitaciones, su hermano preparó el té y, mientras lo tomaban, pidieron a los niños que se sintieran como si fueran dueños del lugar. Los niños- creo que eran hermanos-, necesitados de ejercicios y demandantes de atención, entraban y salían del escritorio de Lewis jugando al escondite mientras él trataba de preparar las clases; a veces; la más pequeña bajaba llorando porque sus hermanos la asustaban con un ropero que temían abrir. Un día los reunió en la salita; iba a contarles un cuento, les advirtió, y les pondría sus nombres a los protagonistas. Así nació El león, la bruja y el ropero, primer tomo de las Crónicas de Narnia, escrito para unos chicos inquietos que extrañaban el hogar. Tarde tras tarde, cuando Lewis llegaba de las aulas, los niños esperaban junto al fuego para que les contara la historia que luego él pasaría a papel. Editado el libro, a medida que los padres se los leían a sus hijos, se fueron fascinando por el universo mágico en el que se desarrollaba la historia más vieja del mundo: la de aquél que se sacrifica por nosotros, para renacer de su martirio. Dicen que en la primera mitad del siglo XX, en las galerías de Oxford, en el campus de Cambridge, entre los que esperaba el partido de cricket, en los pasillos de la Cámara de los Lores y en la última fila de la de los Comunes, se veían hombres de toga, de hábito, de traje oscuro y sombrero bombín con alguno de los tomos en la mano. Y en el mercado, en la tienda, en la estafeta postal, o sentadas ante la ventana mientras, como Mrs. Marple, tejían sin mirar las agujas, señoras de cárdigans desabotonados, docentes de traje sastre y ancianas con la bolsa de la compra, pedían en las librerías El león, la bruja y el ropero. Aquel libro, por unas horas diarias, hizo olvidar a Gran Bretaña la tristeza de la posguerra que aún arrastraba. ________________________________________________________________________“EL HOBRE DEL ROPERO (II)”, por Cristina Bajo Como comentaba la semana pasada, C. S. Lewis fue un hombre excepcional, no sólo por sus méritos académicos, intelectuales y literarios, sino como ser humano. Toda su vida estuvo marcada por actos

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El Hombre Del Ropero

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EL HOMBRE DEL ROPERO (I), por Cristina Bajo

Naci en Belfast en 1898, y fue bautizado como Clive Staples Lewis. Fue reconocido por sus contemporneos como uno de los grandes escritores de su poca; escribi narrativa, ensayo fantasa cientfica, crtica literaria, estudios religiosos; tambin sobre literatura inglesa medieval y moderna, y varias obras donde analiza, en una contenida stira , como dice un estudioso, a la sociedad inglesa.Lo cierto es que Lewis tiene un buen ganado lugar en la literatura anglosajona para adultos, estudiantes, nios, filsofos, adolescentes, antroplogos, seoras solitarias pensantes y otros admiradores.Sus libros se vendieron por millones, pues no slo era un erudito de prosa impecable y contenido profundo, sino que llegaba a todos, pues posea la virtud de desarrollar anlisis complejos con una sencillez encantadora.Fue profesor de literatura en Canbridge, pero hizo trabajos a pedido de la Universidad de Oxford. Era feliz en los claustros.Quien no vio la pelcula Tierra de Sombras, con Anthony Hopkins, no sabe de quien hablo; quien la vio, que la vea de nuevo, porque la historia que relata es hermosa, nos hace llorar sanamente y est bien actuada, bien dirigida y bien narrada. Pero Tierra de Sombras nos acerca slo a una parte de varias circunstacias de la vida de este hombre.No slo fue un excelente catedrtico: fue un hombre profundamente bueno. l mismo cuenta que, nacido casi en el siglo XX, se vio marcado por la falta de fe en la Primera Guerra Mundial, Fred y otros filsofos arrastraban. No le cost dejar la religin, era agnstico por naturaleza, aunque un hobre de tica y preocupado por los que lo rodeaban.Junto a un amigo con el que parti a la guerra, hicieron un trato: el que sobreviviera, deba hacerse cargo de los padres del que muriera. El joven cay en la trinchera, Lewis se present en su casa y se convirti en el sostn de la madre y la hermana de su amigo. Convivi con ellas y mientras trataba de estudiar para rendir en la universidad, lavaba los platos si era su turno, haca las compras y hasta cocinaba. Para su propio asombro, rindi bien y parti a estudiar, pero mantuvo la promesa de por vida.Al parecer, se lo eximi de pelear en la Segunda Guerra Mundial, y cuando regres su hermano del frente, por el que senta un gran cario, decidieron vivir juntos. Seguramente su hermano haba sido herido, porque Londres todava soportaba el bombardeo alemn.Por entonces, muchas familias mandaban a sus hijos al interior del reino, donde los aviones enemigos no llegaban, as que los dos solterones se ofrecieron a encargarse de algunos nios. Cuando llegaron a la estacin de tren, se encontraron con varias criaturas-chicos y chicas- entre los 5 y los 13 aos. Los nios se vean nerviosos, callados, slo preguntaban por sus padres y cundo iban a regresar a Londres. Cuando llegaron a la casa, Lewis les mostr sus habitaciones, su hermano prepar el t y, mientras lo tomaban, pidieron a los nios que se sintieran como si fueran dueos del lugar. Los nios- creo que eran hermanos-, necesitados de ejercicios y demandantes de atencin, entraban y salan del escritorio de Lewis jugando al escondite mientras l trataba de preparar las clases; a veces; la ms pequea bajaba llorando porque sus hermanos la asustaban con un ropero que teman abrir.Un da los reuni en la salita; iba a contarles un cuento, les advirti, y les pondra sus nombres a los protagonistas. As naci El len, la bruja y el ropero, primer tomo de las Crnicas de Narnia, escrito para unos chicos inquietos que extraaban el hogar.Tarde tras tarde, cuando Lewis llegaba de las aulas, los nios esperaban junto al fuego para que les contara la historia que luego l pasara a papel.Editado el libro, a medida que los padres se los lean a sus hijos, se fueron fascinando por el universo mgico en el que se desarrollaba la historia ms vieja del mundo: la de aqul que se sacrifica por nosotros, para renacer de su martirio.Dicen que en la primera mitad del siglo XX, en las galeras de Oxford, en el campus de Cambridge, entre los que esperaba el partido de cricket, en los pasillos de la Cmara de los Lores y en la ltima fila de la de los Comunes, se vean hombres de toga, de hbito, de traje oscuro y sombrero bombn con alguno de los tomos en la mano. Y en el mercado, en la tienda, en la estafeta postal, o sentadas ante la ventana mientras, como Mrs. Marple, tejan sin mirar las agujas, seoras de crdigans desabotonados, docentes de traje sastre y ancianas con la bolsa de la compra, pedan en las libreras El len, la bruja y el ropero.Aquel libro, por unas horas diarias, hizo olvidar a Gran Bretaa la tristeza de la posguerra que an arrastraba.________________________________________________________________________EL HOBRE DEL ROPERO (II), por Cristina Bajo

Como comentaba la semana pasada, C. S. Lewis fue un hombre excepcional, no slo por sus mritos acadmicos, intelectuales y literarios, sino como ser humano. Toda su vida estuvo marcada por actos altruistas llevados a cabo casi en silencio y, para su mayor mrito, yendo en contra de su acendrada necesidad de paz y tranquilidad para trabajar.Contra su propia naturaleza, pero gozosamente, tom sobre s responsabilidades fuera de lo comn, como cuidar de la madre y la hermana de un amigo que muri cuando ambos peleaban en la Primera Guerra Mundial, o hacerse cargo de una media docena de nios durante los bombardeos de Londres.Lleg un momento en que este descredo, que se senta cmodo en su propia compaa, que gustaba de dar largos paseos por el bosque que rodeaba su casa, not que la mayora de los autores a los que lea y admiraba profundamente eran cristianos. Y no slo eso, la mayora de sus ms queridos amigos -Tolkien , entre otros-, con los que se juntaba una vez a la semana para hablar de literatura o leer en voz alta sus ingenios, eran cristianos.Su conversin haba comenzado durante la Primera Guerra cuando, herido en Francia, tuvo que permanecer internado en el hospital algn tiempo. Alguien le alcanz un libro de Chesterton para que se entretuviera; Lewis no saba siquiera quin era ese autor y, por todo lo que comentaba su biografa, no deba ser una persona a la que pudiera admirar, ni acercarse siquiera a su forma de pensar. Sin embargo, durante esos das en los que permaneci internado, Chesterton, el ms improbable enlace con la fe que pudiera aceptar su agnosticismo, le llen de dudas la cabeza y de angustias el corazn, las que acarre consigo, como una pesada maleta, a Inglaterra.En un libro que titul Sorprendido por la alegra, describi su conversin. Haca das que luchaba contra el pensamiento de Dios y sali a caminar por el bosque con un libro en la mano. Despus de un largo recorrido, a una hora imprecisa de la tarde, se detuvo y levant la cabeza para observar el sol que encenda en rojos el follaje de varios rboles que le cortaban el camino. De pronto se sinti traspasado de dolor y de alegra al mismo tiempo y, an renuente, luchando contra esa fe que lo iba llenando como a un cntaro, esperando que aquel pensamiento y ese gozo que lo apabullaba desaparecieran de l, regres a su casa. Ya no era el mismo. Esa noche escribi: ...dej de resistirme y admit que Dios era Dios y yo era el menos entusiasta y el ms reacio converso de toda Inglaterra. Tena entonces la misma edad que San Agustn al convertirse.Aos despus, concluida la Segunda Guerra, recibi la carta de una mujer que le llam la atencin. Era una estadounidense de origen judo; haba ledo casi toda su obra y, debido a aquel libro sobre la alegra, se haba convertido al cristianismo. Helen Gresham, firmaba; le deca que pronto viajara a Inglaterra y que quera conocerlo. Hasta su hermano se sorprendi cuando Lewis le contest que se encontraran para conversar mientras tomaban el t. Ella aclar que viajara con dos hijos adolescentes, entusiastas de las Crnicas de Narnia, que tenan muchas preguntas para el hombre del ropero.Uno de ellos, Douglas, escribi en el prlogo del libro de Lewis Una pena observada, donde cuenta la relacin que uni al escritor con Helen: Ella fue quiz la nica mujer que conoci que fuera equivalente a l en trminos intelectuales, que hubiera ledo tanto como l y recibido una educacin anloga. Compartan, adems, una memoria absoluta.Helen, nacida Davidman, provena de un medio socialmuy distinto al de Lewis. Hija de judos de clase media baja, se cri en Bronx, distinguindose por su inteligencia, fue comunista, activista poltica y acadmica. Su hijo Douglas, quien los am entraablemente a ambos, dijo que Una pena observada es el reconocimiento del gran amor que se tuvieron: Se amaban hasta un punto de casi visible incandescencia: daban la impresin de caminar dentro de un fulgor generado porillos mismos. Ambos llegaron a Cristo por caminos difciles que los condujeron sucesivamente por el atesmo y el agnosticismo y despus por el tesmo hasta el cristianismo.Siento que el libro fue escrito con valenta por un hombre desaconstumbrado a mostrar sus sentimientos, decidido a explicar el gozo de estar junto a esa mujer que lleg a su vida cuando haba perdido toda esperanza de hallarla, y el dolor de perderla tras meses de sufrimiento.Cuando Helen entr en agona, Lewis rog, desesperado: Si te es permitido, ven a m cuando me encuentre en mi lecho de muerte ; ella respondi, con un paso de comedia, que el Cielo no podra impedrselo. Luego se volvi hacia el capelln, dijo que estaba en paz xon Dios y sonri, pero no a m , se duele Lewis. En el desconcierto que sigue a la prdida, nos deja una frase inolvidable: Lo sublime quiz sea lo que menos entendemos.