el hombre de polo

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el hombre de Polo A lo largo de muchos años, especialmente de los últimos, Polo ha ido pensando una antropología trascendental. Casi desde el inicio de su labor filosófica, desde que estableció las cuatro vías del abandono del límite mental: la tercera y la cuarta dimensiones corresponden, respectivamente, a la persona humana y a la esencia humana. La distinción real de Tomás de Aquino entre el acto de ser y la esencia, también distingue a la persona de su esencia. De manera más bien anecdótica, Polo refiere que: “La primera persona que se dio cuenta de por donde quería ir con mi propuesta del abandono del límite, me dijo: ‘sí, pero eso que quieres hacer no es posible, está fuera de nuestras posibilidades’. Contesté que ‘sí se puede hacer si la libertad es trascendental’. Si es posible o no, me remite a la libertad: si no soy trascendentalmente libre me quedo atado a la actualidad. Un conocimiento actual, que no dependa de una libertad, ni siquiera es posible como conocimiento: el conocimiento o es a priori distinto de todo o no es conocimiento.” La libertad es la clave de la distinción real del ser humano y su esencia. La libertad no es susceptible de prueba lógica y se alcanza como posesión del futuro que no lo desfuturiza; con esta fórmula se propone una primera descripción de la libertad como actividad transcendental. Con el desaferramiento de la presencia mental –que corresponde a la persona, a la tercera dimensión del abandono del límite- se alcanza la no desfuturización del futuro: el futuro en su sentido más estricto: el futuro no deja de serlo: la libertad trascendental es una actividad no terminal. La libertad exige la ausencia de valor determinante de cualquier presupuesto: es incompatible con el influjo de

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el hombre de Polo

A lo largo de muchos años, especialmente de los últimos, Polo ha ido pensando una antropología trascendental. Casi desde el inicio de su labor filosófica, desde que estableció las cuatro vías del abandono del límite mental: la tercera y la cuarta dimensiones corresponden, respectivamente, a la persona humana y a la esencia humana.

La distinción real de Tomás de Aquino entre el acto de ser y la esencia, también distingue a la persona de su esencia.

De manera más bien anecdótica, Polo refiere que: “La primera persona que se dio cuenta de por donde quería ir con mi propuesta del abandono del límite, me dijo: ‘sí, pero eso que quieres hacer no es posible, está fuera de nuestras posibilidades’. Contesté que ‘sí se puede hacer si la libertad es trascendental’. Si es posible o no, me remite a la libertad: si no soy trascendentalmente libre me quedo atado a la actualidad. Un conocimiento actual, que no dependa de una libertad, ni siquiera es posible como conocimiento: el conocimiento o es a priori distinto de todo o no es conocimiento.”

La libertad es la clave de la distinción real del ser humano y su esencia. La libertad no es susceptible de prueba lógica y se alcanza como posesión del futuro que no lo desfuturiza; con esta fórmula se propone una primera descripción de la libertad como actividad transcendental.

Con el desaferramiento de la presencia mental –que corresponde a la persona, a la tercera dimensión del abandono del límite- se alcanza la no desfuturización del futuro: el futuro en su sentido más estricto: el futuro no deja de serlo: la libertad trascendental es una actividad no terminal.

La libertad exige la ausencia de valor determinante de cualquier presupuesto: es incompatible con el influjo de alguna anticipación, equivale temáticamente al mantenimiento exclusivo del futuro.

El futuro, entendido estrictamente como no desfuturizado, es poseído por la libertad trascendental al no ser determinable desde lo previo: por no estar ligada la libertad a ninguna condición de posibilidad.

La capacidad de abrir el futuro por encima de toda prefiguración, o de mantenerlo como tal, es lo peculiar de la libertad humana.

De acuerdo con la libertad trascendental, futuro significa: aquello que no viene desde una región lejana o presupuesta en

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general, ni tampoco deriva de situaciones previas, sino que se equipara a la libertad.

Así queda descrito brevemente el inicio de la antropología y su apertura trascendental a partir de la libertad. El límite se puede abandonar si la libertad es trascendental; la tercera y cuarta dimensiones del abandono del límite corresponden a la persona y a su esencia, que se distinguen realmente como acto de ser y esencia.

El hombre de Polo ya es una criatura bípeda que ha dejado la metafísica para ubicarse en la zona propia de la antropología trascendental. Aunque con la escueta descripción de la libertad como posesión del futuro que no lo desfuturiza hemos visto ya algunas de las notas que la hacen trascendental, intentaremos aclarar ésta noción de que, por un motivo u otro, a menudo queda inaclarada.

Etimología: trascender -de trans, más allá, y scando, escalar-, significa pasar de un ámbito a otro, atravesando el límite que los separa. Lo que está más allá de alguna realidad.

En la tradición filosófica occidental, trascender significa la acción de de pasar de dentro a fuera de un determinado ámbito, superando su limitación o clausura. Es la trascendencia como contrapuesta a la inmanencia. Así se orienta la cuestión de la trascendencia hacia una demostración o prueba de la inmortalidad del alma y de la existencia de Dios, para lo que se recurre a la analogía del Ser.

En la filosofía escolástica, el término se emplea para referirse a las propiedades que derivan del ser en cuanto ser, no de éste o de aquel ente particular, y se aplican a todos los entes: a ese conjunto de propiedades del ser en cuanto ser se las denomina propiedades trascendentales o, simplemente, trascendentales. La doctrina de los trascendentales considera la existencia de las siguientes propiedades trascendentales: ente -ens-, cosa -res-, uno –unum-, algo –aliquid-, verdadero –verum- y bueno –bonum-.

En la filosofía moderna, el término cambia de significado por el uso que Kant hace de él: transforma el trascendental ontológico basado en el ser en un trascendental gnoseológico relativo al conocimiento a priori.

Lo trascendental será el conocimiento que se ocupa no tanto del conocimiento de los objetos, sino del modo de conocer los objetos, en cuanto esto es posible a priori. Lo trascendental deja de designar, pues, una propiedad del ser en cuanto ser para pasar a designar la reflexión sobre los elementos a priori del conocimiento humano.

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Lo que se refiere a la realidad pero excede de los límites de la experiencia. No obstante, al haber utilizado Kant el término, en numerosas ocasiones, como sinónimo de a priori -independiente de la experiencia- es habitual referirse a lo a priori como siendo trascendental. En la tercera parte de la Crítica de la razón pura Kant usará el término trascendental con otro significado: como sinónimo de ilusorio.

E. Husserl desarrolla, a partir de la intencionalidad del conocimiento, su lógica trascendental -ciencia rigurosa que capta en una intuición pura la esencia de las cosas, prescindiendo completamente de su existencia concreta, a través de la epoché o reducción fenomenológica-. La lógica trascendental, que tiende en su constitución trascendental a crear el elemento noético, deriva hacia el idealismo.

Heidegger aplica el método fenomenológico a la existencia humana en relación con el ser. Existir es trascender: superación del mundo como horizonte que proyecta el hombre.

En relación con el uso que Polo hace del término trascendental: “en la división aristotélica según la cual el ente se dice de muchas maneras, y como una de las maneras de decir el ente real, aparece el orden predicamental: según el esquema de las categorías. También hay que tener en cuenta que lo corriente, sobre todo a partir de la Edad Media, es distinguir lo predicamental de lo trascendental, hasta el punto de que lo trascendental es lo transcategorial”.

“Hay que plantear cómo se conoce lo categorial, lo que sugiere un enfoque gnoseológico, a mi modo de ver imprescindible; o quizá no tanto, porque se puede hablar de los asuntos sin decir cómo se conocen, según un tratamiento temático, externo a la teoría del conocimiento. Pero entiendo que el enfoque gnoseológico no se debe esquivar, porque no sabremos si hemos averiguado realmente lo que decimos. Con el enfoque gnoseológico, además, apreciamos qué tiene que ver el orden categorial con el ente en cuanto verdadero, o ens ut verum, que es realmente la otra gran distinción aristotélica: el ente real y el ente en cuanto verdadero”.

“Predicamental es real: una de las maneras de decir el ente real; en cuanto que real, lo predicamental se distingue de lo trascendental. No sólo conocemos las causas predicamentales, sino que conocemos también lo trascendental”.

“Debemos decir que existe un conocimiento de lo trascendental; que lo trascendental en sentido propio no es físico y, correlativamente, que si hay conocimiento de lo trascendental, la metafísica es una ciencia en serio y no por comparación con la física, porque es transfísica”.

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“Trascendental en definitiva significa transcategorial, transfísico, transpredicamental: metafísico y trascendental -desde este punto de vista- son equivalentes, en cuanto que metafísica también es ir más allá de lo físico. Por tanto, el encuadre del tema tiene que ser tal que el objeto trascendental, o el conocimiento de lo trascendental, no sea problemático: eso ante todo. Pero para que no sea problemático es imprescindible que no conozcamos sólo lo físico, directa o propiamente hablando; sino que es menester que el conocimiento de lo físico sea un sector de nuestro conocimiento”.

Hemos visto que el hombre de Polo es ya una criatura bípeda que ha dejado la metafísica para ubicarse en la zona propia de la antropología, con la libertad como posesión del futuro que no lo desfuturiza, lo que nos ha hecho pasar por una corta exposición de la noción de trascendental, que Polo contrapone a predicamental.

Nos conviene ir familiarizándonos con el límite mental, su detectación y el método del abandono, lo que iremos haciendo de manera paulatina y, por el momento, sólo aproximativa: quizá pueda decirse que Kant, Hegel y Heidegger son los filósofos que en los años 52-54 ponen de relieve la aporeticidad a que conduce la filosofía moderna y, quizá por contraste, el empeño de Polo por resolver, según el método del abandono del límite mental, sus propuestas erradas. Sin embargo, conviene insistir en que la detectación del límite y su abandono no están en relación directa con las lecturas de estos y otros autores, sino que es un hallazgo súbito, una novedad sin antecedentes, un descubrimiento que había que desarrollar.

Del mismo modo, en relación con Aristóteles, Polo escribe: “hay que fortalecer el hallazgo del acto real o exterior al pensamiento, que se encuentra en Aristóteles pero con oscilaciones y vacilaciones de la atención”. El Estagirita pasa del acto a la potencia y de la materia a la forma con cierta facilidad, como prueba Polo al estudiar la teoría hilemórfica, la sustancia como acto, el movimiento y su reducción al cambio, la dualidad de acto y potencia, la de materia y forma...

Esa inestabilidad de la atención, Polo la atribuirá a que “Aristóteles nunca encontró un método para su investigación. La continuación del hallazgo es, rigurosamente, el problema del método propio de la metafísica”.

“Lo cual equivale a decir que en Aristóteles no ha comenzado todavía el avance metafísico, es decir, no se ha encontrado el método capaz de desarrollar el saber acerca de la actividad".

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Y añade: “Lo que venimos llamando avance metafísico no se confunde con la idea ordinaria de progreso de saber o adquisición de ideas más precisas o más matizadas que superan a otras anteriores [...] el avance en metafísica sólo puede cifrarse en la ganancia de un estricto mantenimiento del hallazgo de la actividad. A tal mantenimiento llamo temáticamente advertencia del ser”.

Sigamos conociendo al hombre de Polo: la persona, el acto de ser, corresponde a la tercera dimensión del método, en la que el abandono consiste en desaferrarse del límite mental. La persona es trascendental.

La esencia humana equivale al yo, al alma, no es trascendental y depende de la persona, es de la persona. Es chocante que Polo asimile al yo con el alma, sobre todo porque en la antropología informal que se nos ha trasmitido, el alma era el espíritu, mientras que el yo tendía al egoísmo y era una entidad en exceso mundana que convenía contener y mantener a raya.

En el hombre de Polo, en cambio, el alma ha dejado la zona trascendental para hacerse cargo –con el yo, como el yo- de la esencia humana, que corresponde a la cuarta dimensión del método, en la que el límite se abandona demorándose, como quedar creciente en el límite.

Aunque la esencia sea la clase turista, lo más humano del hombre, la zona no trascendental, la teoría del conocimiento es de la esencia, y el método del abandono, que es un método de la metafísica, se localiza asimismo en la esencia.

El siguiente paso nos llevará a la sindéresis, hábito innato que constituye el ápice, la cima, lo más alto de la esencia humana. Hemos explicado cómo Polo cambió el destino de la sindéresis, que Tomás de Aquino había olvidado como primer principio dependiente del intelecto agente. Polo sostuvo que tanto la inteligencia como la voluntad dependen de la sindéresis y, además, de estar perdida entre hábitos, la situó en lo alto del yo, de la esencia, del alma.

Aprovecharemos la estructura dual de la sindéresis para exponer la dualidad, que es una característica del hombre de Polo: es dual, otro de sus grandes hallazgos: el dos, el número 2, es tan propiamente humano y tan frecuente en el hombre, que puede considerarse un cuasi·trascendental. El estudio del hombre se realiza de modo mucho más idóneo a través de dualidades, que se encuentran en todos los ámbitos y niveles de la antropología y de las actividades humanas:

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