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EL GR ANO EN LA ESPIGA EL OGIO DEL . MAESTRO RURAL E L día que la cultura en México arraigue, y la planta crezca t?O co.mo un sino como substancia misma de la tierra, la his- toria nacional dejará de ser el simple novelón por entregas, donde, y en una danza fatigosa, exhi- ben los bandos sus violencias, y a scenderá hasta ser, nada menos, la auténtica biografía -épica y lírica fundidas-, de los afanes todos de la na- ción en su lucha formidable por alcanzar la han;1onía y la superioridad de otras civilizacione?. -En tonces, sólo entonces, cercana a la proeza be- lica o política, y denotándola como brotada del mismo impulso vital, heroica en no menor grado, la histor ia podrá advertirnos la gesta de todos los orde nadores, los oscuros obreros de una pa- tr ia fu er te y mejor, recién re-descubierta. ·La hazaña de tal fábrica, de sus obreros to- ! Y entre sus filas, el educador, el más mo- desto, aquel que no por cstaturado a l os ojos afectos a las grandes actitud es . de. m> recer el silencio, por más que en el se mueva y el silencio sea su ambiente pr ed tl ecto: el maestro ruml. Precisa, digamos, una valoración autén tica este tipo, indispensable por de pronto en los ensayes ele las civilizaciones nuestras, en que el sabe:. catalogad? máximum! al .calor el e la intensidad del febchtsmo, y patnmomo de unos cuantos monjes, laicos y desilusos, ma intermediarios y sueña en la red de tendida como puente, y que hagan reahdad la vida de sus fórmulas, llevándola, hasta confun- dirla, a las almas toclas de los hombres todos del país. Precisa, en verdad, tma valoración legíti- ma este lÍéroe. Yo he visto a los maestros, los oscuros misio- neros, a esos jóvenes discípulos de un Buda que dice mejor de la sabiduría como un tósigo, capaz éste no ya de suprimir el deseo ele vida, sino de acrecerlu; les he visto ir, a caballo también, y cruzarnos en esas llanuras sin trazas de huma- nos, y en las que prosperan, apenas, en la car- bonización de todo otro vegetal, los cáctos y las malezas, entre uno que otro árbol crucificado. ¡Los maestros! Y he pensado, al dejarles, ahí dond e la historia del hombre y la patria es algo más que una delectación libresca, en la trascen- dencia de sus vidas, consagradas a fundir, har- monizando contrarios aparentes, la vida y la cultura, en toclas sus consecuencias, en esta hora que el espíritu amenaza agon!a y recla,n:a trasplant e, hundido en la I_narea. ma de los especialismos, y sm deltcadeza m Im- pulsos de altura. Por •de pronto, mientras tal se vierte, aneguémosnos en el entusiasmo mtsmo, secreto y '!.pagado, pero no por esto menos gran- de que si caminase sobre estruendos .. que mueve a esas fuerzas creadoras de la patna, y recor- démosles aquí, también discretan;ente. Seguramente, en lo futuro, sera de me- ditación esa su empresa, absoluta y decistva un país donde el saber, por un lado, desarratgado

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EL GRANO

EN LA ESPIGA •

EL OGIO DEL . MAESTRO RURAL

E L día que la cultura en México arraigue, y la planta crezca t?O co.mo un prod~cto exóti~o, sino como substancia misma de la tierra, la his­toria nacional dejará de ser el simple novelón por entregas, donde, y en una danza fatigosa, exhi­ben los bandos sus violencias, y ascenderá hasta ser, nada menos, la auténtica biografía -épica y lírica fundidas-, de los afanes todos de la na­ción en su lucha formidable por alcanzar la han;1onía y la superioridad de otras civilizacione?.

-Entonces, sólo entonces, cercana a la proeza be­lica o política, y denotándola como brotada del mismo impulso vital, heroica en no menor grado, la historia podrá advertirnos la gesta de todos los ordenadores, los oscuros obreros de una pa­tria fuerte y mejor, recién re-descubierta.

·La hazaña de tal fábrica, de sus obreros to­do~ ! Y entre sus filas, el educador, el más mo­desto, aquel que no por meno~ cstaturado a los ojos afectos a las grandes actitudes. h~ de. m> recer el silencio, por más que en el siien~IO se mueva y el silencio sea su ambiente predtlecto: el maestro ruml. Precisa, digamos, una valoración auténtica este tipo, indispensable por de pronto en los ensayes ele las civilizaciones nuestras, en que el sabe:. catalogad? ~1 máximum! al .calor ele la intensidad del febchtsmo, y patnmomo de unos cuantos monjes, laicos y desilusos, :e~la­ma intermediarios y sueña en la red de e~pmtus tendida como puente, y que hagan reahdad la vida de sus fórmulas, llevándola, hasta confun-

dirla, a las almas toclas de los hombres todos del país. Precisa, en verdad, tma valoración legíti­ma este lÍéroe.

Y o he visto a los maestros, los oscuros misio­neros, a esos jóvenes discípulos de un Buda que dice mejor de la sabiduría como un tósigo, capaz éste no ya de suprimir el deseo ele vida, sino de acrecerlu; les he visto ir, a caballo también, y cruzarnos en esas llanuras sin trazas de huma­nos, y en las que prosperan, apenas, en la car­bonización de todo otro vegetal, los cáctos y las malezas, entre uno que otro árbol crucificado. ¡Los maestros! Y he pensado, al dejarles, ahí donde la historia del hombre y la patria es algo más que una delectación libresca, en la trascen­dencia de sus vidas, consagradas a fundir, har­monizando contrarios aparentes, la vida y la cultura, en toclas sus consecuencias, en esta hora que el espíritu amenaza agon!a y recla,n:a trasplante, hundido en la I_narea. mtelectu~.l ~ si­ma de los especialismos, y sm deltcadeza m Im­pulsos de altura.

Por •de pronto, mientras tal :valoració~ se vierte, aneguémosnos en el entusiasmo mtsmo, secreto y '!.pagado, pero no por esto menos gran­de que si caminase sobre estruendos .. que mueve a esas fue rzas creadoras de la patna, y recor­démosles aquí, también discretan;ente.

Seguramente, en lo futuro, sera te~1~ de me­ditación esa su empresa, absoluta y decistva ~n un país donde el saber, por un lado, desarratgado

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y medrando ora aquí, ora allá, deambula sin programa, y, por el otro, amenazante las masas · amputarlo ·u hombre en Jo c. piritu~ l , simple­mente v<'gctan . us horda·, t·n detrimento de i\I 'xic , cuya na ionalidad infmmc urge ha. e., profundas para integran;·, y la ultura superior .,e la · niega. Porque. pnxi. am<.>ntc aquí, <.>n e~­to. parrre estar la •alencia del mac -tro. de tc.xb~ u. legiones mi~iotH.·ras . Pur · ~ ¡ la J' evolurióu

deb er estudiada como ft•nóm no d int ·gración nacional, in iciada & la, . i se ob~en·a, a trav ' ; rle la gran e n ntra 'ÍÓn de fu r.r..h humana· lograd n la · ciwl;uk ·, <1 nd la tn ificación de la conciencia de lo me. icano M' oper.t, l'nton­rc ·, también cleh~mos \'cr n Jos ma • tn• , :obrr• todo •n aqu llos cuya ac< ión • ~tiencl · al agro, a los mi ·i n ros cuyo ·píritu conduce IOL l'llCo­micncla de hacer extt•n iva tal ronr¡uista de la unificación ocial, en mom •ntos qut• c singular­ni nt • clifkil, '11 ~1 ', iro, di temlcrse lllits all.'t ti •1 im•a d • 1 citadino.

• laimna, quix:'t , stt t•. fm·r1.o, i •ualmcn l ·. 11 ·­•u • a (quiparar al d • aqu ·llo.· otro , h',·rm n..; también, los p:írrcx:o. cli ipulo d lo<; más no­hit• mi ion ·ro hisp;tno., y l'll ·a lah 1r con. i ·ti'. t'Jl lo . i •lo d la 'ole nia. d · prendidos t·oano ,. tnhan tl c la. ·ottllpdom·s ello l1)s pod •roso de l.t lgl i .. t'n pr par, , t'll la f vcnl. d ra, la ima­~ina ·i'tl 1 ata d tralnjo oticlianu el· la g utc.~. y anti i¡ ar, a. i, ideas el · r ti nciún al pu hlo del 1 aí .• t:uiana ...• •e otro. ahora, por de pron­to, ,.,¡ n m su 1 :¡zaií. di r ·ti ima t•n la y ne­ra i1;n dt• · lo. rtn •Ion~:. La pr pia cultura, que lo. ma . tr . m • tn hora difunden, l'lmbi ~n nY\· iiana, h rha arn ·n d 11 ·rp d ~léxico, a ·ti­mi r:i l. empre a de significar d valor de us lrahajo , el •,tacárldolo cr mo los •·mhradon•s rl ~ la ci\'ilizaciún y lo jornaleros d · la nueva patt'i:L.

d d de alria

P u r 1{ .\ ~1 () • LO !'E Z ELARDE

EJ fU 1 > LOPT:Z T'F.LJNI>li. ho,ulo y di -rrt'lo, el cantor por c •, r !enria del ubjctivo Ita::: ele la frtn!incia. 011 glo os y sugC's/ionrs, IÍtilcs no sá/o al c•ruditn f• ra la IIIC'jor comp1 C'IISÍtÍu de SI' obra lj,·ica . .s.:11o indi tcn,,ables tumbih1 al so­ciólogo de 111rc /Jo in.lunlc, f ,úpC':: 1 ·elarde mar­ca ·u itinerario hu .·c. y parece signifirar. e11 el repc>w uoblc dC' sus trosas. 111ur Í11•¡uiclud llllÍs en rl ro11orimicnlo de la patria. n iolla }' mestí:::a, y ron salpicaduras indí!Jcnas, al auscultar/a.

EL desc.an o material del paí., en tr inta aiios ck· p~z. _coady~tvó a la i<l":t de vna Patria pompo. a, n~l·ltuntllonana, honorahlc ('11 d pr ·ente y epo-1 ' ica en d ¡m~do. lT an ~ido preciso lo· atios dd sufrimiento 1 ara onccbir una Patria meno e'­trrn;¡. m:i · mod" ta) probablemente má · precio·a.

El in. tan te actual del mundo, con todo y lo de. ­camado de la lucha, parece er un in tante ubjeti-

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vo. ¿Qué mucho, pues, que falten los poetas épi­cos, hacia afuera?

Correlativamente, nuestro concepto de la Patrh es hoy hacia dentro. Las rectificaciones de la ex­periencia, contrayendo a la justa 1wdida la fann de nuestras glorias sobre espaiiolcs, yankee y franceses, y la celebridad de nuestro republicanis­mo, nos han revelado una Patria no histórica ni política, sino íntima.

La hemos descubierto a través de sensaciones y reflcxionrs diarias, sin tregua, como la oració;, continua inventada por San Silvino.

I ,a miramos hecha para la vida de cada LUJO.

Individual, sensual, resignada, llena de gestos, inmune a la afrenta, así la cubran ele sal. Ca i h confundimos con la tierra.

* * * o es que la ele pojemos de su ropaje moral y

co tumbri ta. La amamo típica, como las damas he ha polvo-si su polvo existe-qt!e contaban el tiempo por cabañuelas.

n gran artista o un gran pensador podrían dar la fórmula de esta nueva Patria. Lo innomina­do de su sér no nos ha impedido cultivarla en ver­. os, uadro y música. La boga de lo colonial, hasta en 1 s edificios de los señores comerciantes, indica •l regreso a la nacionalidad.

De ella habíamos salido por inconsciencia, en viaje periféricos in otro sentido, casi, que el del dinero. A la nacionalidad volvemos por amor ... y pobreza.

Hijos pródigos de una Patria que ni siquieril abemos definir, empezamos a observarla. Cas­

tellana y morí ca, rayada de azteca, una vez que ra pamos el e su cuerpo las pinturas de olla de sindicato, ofrece-digámoslo con una de esas lo­cucione pícaras de la vida airada-el café con leche de su piel.

Literatura, exclamará alguno de los que no comprenden la función real ele las palabras, ni ~o ·pechan el sistema arterial del vocabulario. Per0 poseemo , en verdad, una Patria de naturalez;¡ culminante y. de espíritu intermedio, tripartito, en el cual se encierran todos los sabores.

El país se renueva ante los estracros v ante mi­llones de pobladores que no tiene~ ot;·os ejerci­cios que los ele la animalidad. ¿Por virlud de qué fibras se operará esta adivinanza?

* * * En las pruebas ele canto, los jurados charlan,

indiferentes a las gargantas vulgares. Hasta q te una alumna los avasalla. Es el momento arcano de la dominación ferneni !la por la voz. Así ha sonado, desde el Centenario, la voz de la nacionalid:"l •

Hay mucl10s desatentos. Gente sin amor, fas­tidiada . con prisa de retirar el mantel, ele pone;· las silla sobre la mesa, de irse.

Tampoco escasean los amantes, fieles en rada rompe y rasga, calaveras de las siete noches de 1.1 semana, prontos a aplaudir las contradiccionc­mismas, diseminadas por el territorio, que se resu­men en la Ya ta contracli cióu ele la capital.

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En este tema, al igual que en todos, sólo por la corazonada nos aproximamos al acierto. ¿ Có­mo interpretar, a sangre fría, nue tra urbanidad genuina, melosa, sirviendo de fondo a la violen­cia, y encima las germinaciones actuales, azarosas al modo de semillas de azotea?

Un futuro se agita en la placitlez diocesana de nuestros hábitos. A veces, creetúos que va a morir el primor del mundo. Que la turbamulta famélica aniquilará los diamantes tradicionales, los balan­ces del pensamiento, los finiquitos de la emoción.

¿Quedará prudencia a la nueva Patria? Su3 puertas cocheras guardan todavía los landós en que pasearon aquellas señoras, camarlengas de las Vírgenes, y las famili<tS que oyen hablar de Le­ninc se alumbran con la palmatoria del Barón de la Castaña ...

La alquimia del carácter me.· icano no reconoce ningún aparato capaz ele precisar sus componentes de gracejo y solemnidad, heroísmo y apatía, desen­fado y pulcritud, las virtudes y los vicios que tiem­blan inermes ante la amenaza extranjera, como en los Santos Lugares ele la niñez temblábamos al paso del perro del mal.

* * * Bebiendo la atmósfera ele su propio enigma, la

nueva Patria no cesa de ·solicitarnos con su voz ronca, pectoral. El descuido y la ira, los dos ene­migos del amor, nada pueden ni intentan, contra la pródiga. Unicamente quiere entusiasmo.

Admite de comensales a los sinceros, con un solo grado de sinceridad. En los modales con que llena nuestra copa, no varía tanto que parezca descastada, ni tan poco que fatigue; siempre esta­mos con ella en los preliminares, a cualquiera ho­ra oficial o astronómica. No comentamos la atro­cidad ele poner las sillas sobre la mesa.

La Música entre las Artes

Por SALVADOR DE MADARIAGA

Encargados dfl la sección, ju:::gamos pertinente, de acuerdo con propósitos y finalidades didácti­cas, iniciar con ésta, toda una serie de publica­dones eliJa seriedacl, e1v las cuestiones de las­artes o las ciencias, así como su sencillez en !a exposición, las /raga dignas de figurar en nues­tras páginas, que entrañan tm fondo claro y no­ble de divulgación. Advertimos adecuados estos renglones, que versan sobre el arte de la música, al espíritu de nuestro pueblo, cuya hermosa in­tuición da carla de capacidad a sus hombres, C1l

materia de comprensión. Perte11ecen a la inteli­geute pluma del t>Srritor espaiíol don SAL VA­DOR DE MADARIACA.

P ARA situar la música entre las artes, acaso convenga comenzar por definir las artes.

N o· hay quizás vocablo de uso más laxo en todo el lcn¡;uaje. Obras de arte son la N ovc.:n:t

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Sinfonía, la Torre Eiffel, un mantón de Manila, una negociación diplomática feliz, una tarta de boda y hasta un crimen bien logrado. Sólo una definición puede convenir a todas estas aplica­ciones : arte es el dominio sobre los materiales que se manejan. Donde no hay dominio sobre los materiales, no hay arte. Así defin_ido, el vocablo se aplica a todas las artes- Bellas, U ti les y l'.f alas.

En las Bellas Artes, el dominio sobre los ma­teriales se propone por definición un fin estético. Buceando en esta idea se da con otra definición : el fin estético es la transmisión de un estado ele ánimo.

En su sentido estricto la obra de arte presu­pone, pues, un estado de ánimo que el arte trans­mite. Llámase inspiración al soplo Yital que da unidad y vigor al estado de ánimo; y arte, como hemos dicho, al dominio sobre los materiales por medio de los cuales se transmite el estado de ánimo. Donde no hay estado de ánimo, no hay obra de arte, porque no hay inspimción. Donde no hay transmisión, no hay ohra de arte, porque no hay arte.

Con menos rigor, es todavía lícito extender el concepto de obra ele arte a las expresiones lo­gradas del espíritu humano. En este sentido lati), arte viene a ser la vivificación de la materia por el espíritu; la transmisión del espíritu por medio de lo material.

* * * Las bellas artes son, pues, formas diversas ele

una misma función-varias en los materiales, son una en su esencia.

Su variedad además se complica por admitir cada una distintos grados de utilidad. Entiéndase por utilidad la aptitud para cumplir otros fines que los estéticos, es decir, que los ele transmisión de un estado de ánimo. Así, por ejemplo, una comedia cuyo fin sea el enseñar el bien; un poe­ma que se proponga explicar el sistema solar; un cuadro que tenga por objeto fines religiosos. La arquitectura es quizás la más utilitaria, ya que es raro el caso--si existe--de edificios sin otro fin que el puramente estético. Las artes plás­ticas y la literatura admiten toda una gama de utilitarismo. La música es el arte menos utili­tario.

Gama similar ocurre en cuanto a lo que pu­cnéramos llamar la densidad material de las ar­tes. Si las artes son transmisión de espíritu por medio de materia, cabe concebir una jerarquía de las artes, según la mayor o menor densidad de materia que necesitan para cumplir su función. La arquitectura, la escultura, la pintura, la lite­ratura, b música-graduación ascendente desde la piedra, el hierro y el cemento, pas~ncl o por l~s materias colorantes hasta la voz articulada y fi ­nalmente el sonido puro--. Aquí también la mú­sica ocupa el supremo lugar.

Y aun q uecla una tercera escala de las artes, • según ha meneste~ .moldear el espíritu en forma

más o menos dehmda para mamfestarlo. Ya se echa de ver que la más pura y libre de las artes será aquella que transmita y exprese el espíritu con el mínimo de formas. ideas o conceptos. T.:~

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arquitectura en lo que tiene de arte plástica Y las artes pr píamente plá tica han menester de formas concreta ·. Los e ·fuerzo del cubi m o para dar con una pintura ab tracta, alt~que fructuo os como auxilio y renuevo de la pmtura concreta, no han dado r ultado en í. La lit. rat.u;a, aun en u rama m[t · pura qu e · la .1~oe 1a hr!c~, ne­ce:;ita de concepto .• \quí tambJ n la mu tea es el arte upremo. . •.

A í en las tr · j rarqma . la m u ·¡ca e el arte más c~rcano al e ·píritu, el má lihre, 1 m:í puro.

* * •

* * * Todo 1 hombr t:'t t•n la mu ·tca. Del e píri-

tu al xo. D 1 ang •l a la bestia. A í en las de­má arte . Pero en la mú. ica, más claro y trans­parente por : r más tenue el vel< mater.ial en que el spiritu, xpre úmlose, se oc_ulta. Ptedra , m tales, color • , palabras y pensam1ento. revelan

ultand . La materia musical e.- aire qu • vihra. ¿E piritu? Todavía no. Pero casi.

• * • Término de purifica ión, meta del camino de

perf ción de las arte , la mú ica surge cuand el espíritu e ha de pojad sucesivamente de us velo materiales: masa, olumen, color, idea, han caído uce ·ivamente. Y ya no quedan para cu­bri rlo y r velarlo in o lo · velo· má utiles: tim­bre, número y ritmo.

E l timbre e de los t re el má material. in el timbre, la mú ica no podría darno ilusiones de material-ya vi ual · (color y calidades pic­tórica ) , ya tactile · o onoras-. Y en cuanto al número, intelectual, y al ritmo, vital, no son ya plena mat ria. ¿Espíritu ? Todavía no. Pero casi.

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* * * La música no es, pues, la esencia de. las ,arte: ,

pero sí el arte más cercan~ ~ la esenc1a. El n~­mero y el ritmo, los dos ultunos velos que e~­presan el espíritu. o~ultándolo,, 1? revelan ya mas que lo cubren. Luctdos, trasluctd?s velos que, ~~ no ven, permiten vislumbrar la vtda que los am ~ ma y mueve. Y, precisamen~e por no ser ya ca.;¡ materiales, el número y el ntmo, l o~ dos elemen­to má musicales, no son ya exclusivamente mu-icalc . Afines a la esencia de las artes, que es

una en todas ellas, laten más o menos os~u:a­mente en todas las artes. Bajo la forma plastJca que nos atrae, todas las obras d~ arte oc~ltan, pu s, un alma musical hecha de nume!·? y n~n!o. y r o, el recuerdo de una cmocwn estettc:t - ya ca de una catedral o de un cuadro, de una

tátua de un poema-se prolonga en la ma-moria en ible como una soledad sonora.

EducaciÓn

Po r BERTRAN D RUSSE LL

Del fu erte libro "Pri·ncipios de Reconstruc­ción", del pmsador inglé~ Bert;and Russell .. to· mamas las siguientes constderacton'es, de.l cap1tttlo 'Educación". Valiente en verdad la tes1s del no­table filósofo conte·mporáneo, y que és~~ lz~cc descansar sobre la base de una educacwn un­partida con el criterio de tma absoluta reverencia al alma del niño y el joven, con miras ella, a la su perarivn absoluta del hombre en el ho71lbre.

LA evitación de la libre investigación no puede ser impedida en tanto que el propósito de la edu­cación ea el de producir creencias más bien qu_c peusamiento, obligar al joven a mantener opt­niones positivas sobre materias dudosas, más bien que a ver lo dudoso alentándole para la indepe~~ ­dencia mcutal. La educación debe animar el deseo de la verdad, 110 la corrvicción de que cierto credo particular es la verdad. Pero son los credos los que mantienen a los hombres unidos en las orga­nizaciones combatientes: Iglesias, Estados, Par­tidos políticos. Es la intensidad de creencia en un credo lo que produce la eficiencia en el combate: la victoria va a aquellos que sienten más fuerte­mente la certidtunbre en materias sobre las cuales la duda es la actitud más racional. Para produ­cir esta intensidad de creencia y esta eficiencia en la lucha, se desvía la naturaleza del 11iño y SL'

constrhie s1t libre criterio, cultivando las inhibi­cione para que fracase ante ellas el progre·o de la nuevas ideas. En aquellos cuyas mente· no son muy activa • el resultado es la omnipoteucia del prejuicio, en tanto que aquellos pocos cuyo pensamiento no puede ser totalmente muerto se hacen cínicos, desesperanzados, intelectualmente, critico destructivos, aptos para hacer qt~e todo lo

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que es viviente parezca una locura, impotentes en cuanto a sí mismos para aprovechar los impulsos creativos que destruyen en lo demás.

El éxito en la lucha que se lleva a cabo por la supresión de la libertad de pensar es verdadera­mente indigno. En el largo transcurso, el vigor mental es tan esencial para el éxito como para una vida buena. La concepción de la educación como una especie de surco, como un medio de producir la unanimidad por la esclavitud, es muy común y está defendida principalmente sobre la base de que lleva a la victoria. Los que gustan de los paralelos con la historia antigua señalarán la victoria de Esparta sobre Atenas para fortalecer su moral. Pero fue Atenas la que tuvo poder sobre los pen­samientos y la imaginación de los hombres, 110

Esparta: cualquiera de nosotros, si le fuera da­ble nacer otra vez en aquella época del pasado, querría mejor nacer en Atenas que en Esparta. Y en el mundo moderno i e requiere tanta inte­ligencia para los negocios prácticos, que hasta la victoria exterior es más probablemente gana­da por inteligencia que por docilidad. La educa­ción en la credulidad conduce a pasos rápidos a la decadencia mental; sólo manteniendo vivo el espíritu de libre investigación es como puede ser realizado el mínimo indispensable de progreso.

Ciertos hábitos mentales están inspirados co­múnmente por los que tienen la misión de educar: obediencia y disciplina, crueldad en la lucha por el éxito mundial, desprecio para los grupos ad­versarios y una inquebrantable credulidad, una aceptación pasiva de la sabiduría del maestro. Todos estos hábitos van contra la vida. En vea de la obediencia y de la disciplin'a debemos as­pirar a conservar la independencia y el impulso. En vez de la crueldad, la educación debe intentar desarrollar la justicia en el pensamiento. En vez del desprecio, debe inspirar la reverencia y ia úttención de comprender. Hacia las opiniones de los más debe producir, no necesariamente la aquiescencia, sino solamente tma oposición que esté combinada con la aprehensión imaginativa y una clara realización de las bases de la oposi­ción. En vez de la credulidad, el objetivo debiera ser estimular la duda constructiva, el amor a la, aventura mental, el sentido de los mundos que hay qtte conquistar por el espíritu de empresa y la intrepidez etl el pensamiento. La satisfacción con el stattt quo y 1a subordinación de cada cole­gial a fines políticos, debido a la indife rencia por las cosas de la mentalidad, son las causas inme­diatas de estos males; pero tras estas causas hay una más fundamental; el hecho de que la educa­ción sea tratada como un medio de adquirir po­der sobre el educando, no de concurrir a su pro­pio progreso. En esto es donde se demuestra la falta de reverencia, y sólo por una mayor reve­rencia puede efectuarse una reforma fundamental.

Se supone que la obediencia y la disciplina son indispensables si se ha de mantener el orden y se ha de dar la instrucción en una clase. Hasta cierto punto, esto es verdad; pero en mucha me­nor extensión de la que creen los que consideran la obediencia y la disciplina como deseables en sí mismas. La obediencia, la cesión de la volun­tad de uno a la dirección externa, es la antítesis

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de la autoridad. Ambas pueden ser necesaria'> en ciertos casos. Los niños refractarios, lunáticos y criminales requieren autoridad y muchos nece­sitan que se les obligue a obedecer. Pero siempre que esto es necesario se trata de una desgracia: lo que se ha de desear es la libre elección de las final,idades en las que no sea necesario interpo­nerse. Y los reformadores de la educación han demostrado que esto es tanto más posible cuanto nuestros padres lo han creído siempre así.

Lo que hace que la obediencia parezca nece­saria en las escuelas, es la longitud de las clases y el sobretrabajo de los maestros, exigido por una falsa economía. Los que no tienen experien­cia de la enseñanza son incapaces de imaginar el desgaste de espíritu que va anexo a una ins­trucción realmente vigorosa. Creen que se puede esperar razonablemente de los maestros un traba­jo de muchas horas, como de los escribientes de banca. La fatiga intensa y los nervios irritables son el resultado, y una absoluta necesidad ele realizar la tarea del día de un modo mecánico. Pero esta tarea no puede ser realizada mecánica­mente, a no ser exigiendo obediencia.

Si tomamos la educación en serio y creemos que es tan importante mantener vivas las mentes de los niños (;()mo asegurar la victoria en la guerra, debemos conducirnos en la educación de manera completamente diferente: debemos estar seguros de realizar el fin, aunque los gastos sean cien veces más grandes de lo que son. Para mu­chos hombres y mujeres una pequeña parte en la enseñanza constituye un deleite y puede ha­cerse como una distracción nueva y con una vi­vacidad que se toma más interés por los edu­candos sin necesidad ninguna de disciplina. Los pocos que no se interesen pueden ser separados del resto y se les puede da:r un género diferent.! de instrucción. Un maestro debe tener solamente tanto que enseñar cuanto pueda, en los más días posibles, con un placer diario en el trabajo y con el cuidado de las necesidades mentales de lo:; discípulos. El resultado será tma relación am.is­tosa, en vez de una hostilidad, entre el maestro y el discípulo, una comprobación por parte de h mayoría de los discípulos de que la educación sirve para desarrollar sus propias vidas y no es meramente una imposición externa interponién­dose entre los juegos y exigiendo cada vez más horas de sujeción. Todo lo que se necesita para este fin es un gasto mayor de dinero, a fin de asegurar a los maestros más tiempo disponible y más amor a la enseñanza.

La disciplina tal como existe en las escuelas, es en gran parte un mal. Hay una especie de disci­plina que es necesaria para casi todas las rea­lizaciones y que quizá no está suficientemente va­lorada por aquellos que rechazan ia disciplina, puramente externa, de los métodos tradicionales. La clase de disciplina deseable es la que procede del interior, que consiste en el poder de per;;eguir un objeto distante. constantemente, pasando por encima de muchas cosas en el empeño. Esto im­plica la subordinación del menor impulso a l.t voluntad, el poder de dirigir la acción de los de­seos más ampliamente creativos aún en los mo­mentos en (¡ne no están vivamente CIJ. actividad

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Sin esto, ninguna ambición cría, buena o mala, e puede realizar, ningún propósito con i tentc

puede dominarse. Esa clase de di:;ciplina e muy nece ·aria; pero solamente puede dar re ultado, habi ndo fuertes de eo. encaminados a fines no a ·t·quible · en el pres nt , y ola mente puede pro­ducirse por la educación, si e ·a educación alimen­ta eso deseos, lo que actualmente es raro. Esta dbciplina emana de la propia voluntad de 11110

mismo, no de una autoridad exterior. 1 o e. de esta cla e la que ·e muestra en la mayoría ele la -; scuclas y no es la que me par ce un mal.

• 'i bien la educad 'n elt•m ntal anima c.ta dis­ciplina iad ·s •ablc qu • consi . t • n la obedie:nci.1 pa iva, y apt nas . i hay algo n la edtt ·aciún rl · hoy c¡u ali ·nt · l. di . ~iplina moral d la propi.t di t r iún l'nn~i kntt·, hay tit•rta ·. p ·cic el • dbci­plina pUl. m nt • nwntal, que l'.lÚ producida por la l"clttcaric'm sup~o• rior tradicional. La da. e ele cli ·­l iplina a qu · me rdicro e~ l:t c¡11 pon a un h m­br · 11 ondi iom•s de (011(1'11/rar su ft'll.l"rrlilien/o, a 7•o/unlad, t•n una materia c¡11c ha tcnicln a-iún ele aprl' ·i. r, indifer ·nt a 1 s pn•ot up: riolll'~,

f. tidio:-. u difi ultacl•s iut •1 • lll~lle:< . Esta rttali­cl el atHHJttt• no ti ·11 • una t' ·n llor~cia intríns en intpml ntl, ·nalttt'~ grand~o•mt nt l. l'fi ·it•tt~·ia d • la 111 nt com in~tnun nto. Ell.- • · la qttc p r­lllit · • un . bogado domin. r lo. detalle. cit•ntífi-o de un e so 1 at nt , qu • olvid. tan pront

como • ha pronunciado ·1 jui i ; a ttll •n!plca­do civil ocu1 ar \'Ív. nwnt · el vari cuc ·ti 11 ·~ a<! mini t rativ. s clif •r •ntcs, una tras otra. Es 1:1 que p •rmit · a 1 . homhrt•,. lvidar h s uida<l el h vida primcla dumut la~ h ras d tral ajo. En un mundo mpli ·ad · unn facultad muv 11(' aria 1 r. aqu •11 . cuvo tral aj r quicr una l' Cm entra ión mental. -

Fl •. ·ito en producir la di iplina mental e el p_rin ·ipal mérito 1 • la u ci 'n uperior tradi­n na l. Dud qu · pueda 1 grar ·e i no bligan­do o ¡>et·suadi •nd la aten ión activa · bre un tra­h:tjo pr crito. Por ta raz 'n principalmente e. p r lo que yo no cr o qu m ;todo tale · e mo el de Mme .• font ori can aplicable d pué de que ha pasado la edad infautil. La es ncia de su m ~todo consi t n ciar a elegir la ocupacione • alguua d la uale ineresa a la ma ·oría de lo niño , y icndo toda in·tru tiva. . La atención d ·1 ·~iti e· completammte cspontá11ca, como en su· JUC os· g za adquiriendo con imiento por e te medio · n adquiere otro conocimiento que d qu d ca. E toy e ny ncido de que é ·te e el ~1cjor método de edu ación para h niño peque­no : lo· r ·ultad actuale ha en impo iblc pen­sar d otro mo<lo. Pero e dificil ver ómo e te método traería una intcrv nción voluutaria de la atención. lucha e ~a· que se deben en ·eííar caree n de interé-, y aun aquella: que . on inte­rc. ·ntes al principio e hacen fr uent mente fa tidiosa • antes d que e la con idcre en tod,l la e.·tensión ncce,·aria. El poder de prestar w1a

atención prolongada es muy iiuportaute :v difícil ele ser adquirido f>h'namenle i n c. por un há­bito inducid originariamente r una prc >1on c,·terior. Algun poco muchacho:, verdad e, til"lll'll uficientcs de~ : in telectuales para qu ·rar

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sostenerse todo lo que es preciso por su propi":l iniciativa y libre voluntad; pero para todos lo,; demás se requiere una inducción externa en or­den a hacerles aprender algtma cosa a fondo. Entre los reformadores de la educación hay cier­to temor a exigir P"randes esfuerzos, y en una gran parte de la gente una falta de voluntacl para la molestia . Ambas tendencia tienen su lado bueno, pero también tienen sus peligros. J ,a di ciplina mental que se arriesga puede ser ))I"C ·crvada por el simple consejo, sin la compul­sión externa, siempre que el interés y la ambición illtelectuales de tm niño estén suficientemente estimulado. . n buen maestro estará en condi­cione · para hacer esto con un muchacho que e capaz de mucha ejecución mental, y para muchos el • lo:; otr ·, la educación pre ente, puramente libresca, no es probablemente la mejor. Por este camino, en tanto que se comprueba su importan­cia, la di ·ciplina ment~ puede ser alcanzada pro­habl •m •nt , iempre que sea asequible, por una ap ·!ación en el discípulo a la consciencia de sus propias necesidades. En tanto que los maestros n • p •rcn 1 grar el éxito es fácil que vayan <kslizúndose en una estúpida pereza y recriminen a su di cípul . , cuando la falta es de ellos real­m ntc.

La inhumanidad en la lucha económica será ra i i11evitablemeute euseñada en las escuelas eJl

tanto que la estructura económica de la sociedad, 110 sea cambiada. Este debe ser particularmente 1 caso de la e cuelas de la clase media, que de­

penden para el númem de sus discípulos de la buena pinión d los padres y se aseguran la bue­na pinión de los padres. procurando el éxito de los dicípulos. Esta es una de tantas cosas en las que la organización competentiva del Estado es perjudicial. El deseo espontáneo y desinteresado de conocimiento 110 es verdaderamente poco co­mún en los jóvenes, y es fácil de provocar en mucho de aquellos en quienes permanece latente. Pero es implacablemente reprimido por los maes­tros, que sola'mente piensan en e.xámettes, diplo­mas y grados. N o se da a los niñort más listo. ti mpo para pensar; tiempo para la indulgencia del paladeo intelectual· desde el primer día que van a la e cuela hasta que dejan la Universidad. De de el primero hasta el último momento, no hay más que unas largas faenas de simulacros de e-xamen y de hechos de libros de texto. Los má inteligentes quedan al fin disgustados de la enscilanza, de eando solamente olvidar y esca­par de ella a la vida de acción. Aun aquí, como ante , la máquina económica los mantiene prisio­neros y todos sus deseos espontáneos son pul­verizado e impedidos.

El i tema de los exámenes y el hecho de que la in trucción sea tratada como para ganar l,l subsistencia hace que los jóvenes consideren los onocimientos desde el punto de vista puramente

11/ilitario, como el camino a la riqueza y 110 como la puerta de la sabiduría. Esto no importaría tan­lo i afectara solamente a aquellos que no tieaen ningún interés intelectual genuiuo. Pero, de gra­ciadamente, afecta más a aquellos cuyos intereses intelectual s son más fuertes, pues sobre ellos

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es ·obre e¡ uiénes la presión ele los exámenes re­cae con más severidad. Más a éstos, pero a todos en cierto grado, se les presenta la educación como un medio de adc¡uirir la superioridad subrc los otros; e tá infectada ele e ·tremo a ext remo con la inhumanidad y la glorificación de la desigual­dad social. 'l'ocla libre y desinteresada conside­ración demuestra que, cualesqu iera que sean las desigualdades que puedan permanecer en la U to­pía, las cuales desigualdades son casi todo lo contrario de la justicia . Pero nuestro si stem~ educacional tiende a cuitar esto por entero, a no ser en sus lados débiles, puesto que los qu~ suben están en camilJo de aprovecharse de las desigualdades, animados por completo para ello por Jos hombres que han dirigido su educación .

La a_ccptación pasiva de la sabiduría de los maestros es fácil para la may.oría de los niños y de las niñas . N o implica niugún esfuer:::o de pen­samiento indepen·diente y parece racional porque el maestro sabe más que sus discípulos; es, por otra parle, el camino para ganarse el favor del maestro, a menos que éste sea un hombre muy excepcional. También el h6bito de la aceptación pasiva es 11 n hábito desastroso en la primera vida. Es cau a de que los hombres busquen un conduc­tor y acepten como tal a cualquiera que esté esta­blecido en aquella posición. F arma el poder de las Iglesias, gobiernos, conventículos de partido y de todas las demás organizaciones que engaiían a los hombres sencillos para que soporten lo3 viejos sistemas que son dañosos para la nación y para ellos mismos. Es posible que no hubiera mucha independencia de pensamiento aunque la educación hiciera todo lo posible por promoverla; pero verdadera1!1ente, habría más de la q.u; hay ahora. Si el objeto fuera hacer que los dtctpulos pensará11, más bien que hacer que acepten cier­tas conclusiones, la educación se llevaría de un modo completamente distinto: habría menos ra­pide:: de instrucción y más discusión, más .oca-iones en que los dicípulos se encontraran amma­

dos a expresarse por sí mismos, más probabili­dades de hacer que la educación concerniera a las materias por las que los discípulos sintieran algún interés.

Sobre todo, habría un esfuerzo en levantar y estimular el amor a fct avwtura menlal. El mun­do c11 que vivimos es vario y asombrosos alguuas de las cosas que más sencillas nos p~recen se hacen más diÍíciles cuanto más las co1zstderam?s: otras cosas que nos parecía creer totalmente wt­posibles de descubrir h~n sido, .siu em?orgo, pues­tas en daro por el gelllo y la. wdustrza. El poder del pensamiento, las vastas regiones que puede dominar. las regiones, mucho más vastas, que puede solamente sugerir de un modo oscuro a ht im;¡rrinación dan a todos aqu Jt os cuya mente

-b , ,

ha viajado más allá del cami'no de toc!;>s los dms una sorprendente riqueza de materwles, uu~ puerta de escape de la trivial,idad y del ~burr;­micnto de la rutina familiar que llena ele mtcres toda la vida, y son derribadas las paredes de la prisión de la vulgaridad. El 'mismo amor a la aventura, que lleva a los hombres al Poi~ Sur; la mism.a pasión por un tribunal conclusivo de

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fuerza que hace que los hombres den la bienvenida a la guerra, puede hallar en el pensamiento erra­ti vo una salida qne 110 es destructora ui cruel, ::.ino que aumeuta la dignidad del hombre por encarnar en la vida alguno de los brillantes es­plendores que el espíritu humano extrae de lo desconocido. Dar este placer, en ww medida má~ o men·os grande, a todos los que son capaces de él, es el supremo fin por el que ha de ser valo­rada la educación de la mente.

Se dirá que el placer de la aventura mental es raro, que hay pocos que puedan apreciarle y que la educación ordinaria no puede tener en cuenta un bien tan aristocrático. Yo no lo creo así. El

• placer de la aventura mental es más comú.n en los jóveues que en las personas mayores. Entre los uilios es 1mty común y crece naturalmente sobre el período de la formación de creencias y de la fan­tasía. Los hombres temen al pensamiento como 110 temen ninguna otra cosa sobre la tierra: más que la ruina, más aun que la 'muerte. El pensa­miento es .s14,bversivo y revolucionario, destructivo y ten-ible; el pensamiento es impiadoso para el pri­vilegio, las instituciones establecidas 3' los hábitos confortables; el pensamiento es anárquico y sin ley, indiferente a la autoridad y no se le da ningún

· cuidado de la decantada sabiduría de las edades. El pensamiento contempla el pozo del infierno y no tiene miedo. Ve al hombre, una débil mota, 1'0-

deado de insmtdables abismos de silencio; se man­tiene soberbiamente, tan impasible como si fuera el señor del universo. El pensamiento es grande, rápido y libre; la luz del mundo y la gloria princi­pal del hombre.

Pero si el pensamiento ha de hacerse posesión de muchos, 110 el privilegio de unos pocos, tendre­mos que hacer frente al temor. Es el temor el que mantiene a los hombres atrasados: temor a que se pruebe que sus creenciCJ,s queridas son errores; te­mor a que se pruebe que son dañosas las institu­ciones por que viven; temor a que se pmebe que ellos mismos no so11 dignos de respeto en el grado que habían supuesto serlo. "¿Pe11sará el hombre libremente acerca de la propiedad? Entonces, ¿qué será de nosotros los ricos? ¿Pensarán los jóvenes y las jóvenes lib1·emente acerca del sexo? Enton­ces, ¿qné será de la moralidad? ¿Pensarán los sol­dados libremente acerca de la guerra? IJntonces, ¿qué será de la disciplina militar? ¡Fuera con el pensamiento! ¡Atrás, a las sombras drl prejuicio, no sea que se ponga en peligro la propiedad, la mo­ral J' la guerra! Mejor es que los hombres sean estúpidos, perezosos )' oP1'esores, que no que sus pensamientos sean libres. Porque si sus pensamien­tos fu eran libres 110 pensarían como nosotros peu­samos. Y este d sastre debe ser evitado a toda cos­ta". Así argumentan los adversarios del pensa­miento en los abismos inconscientes de sus espí ri­tus. Y así obran e11 sus iglesias, en s11s escHPlas y en sus universidades.

N ingu,11a institución inspirada por el temor pue­de vivir en el más allá. La esperan:::a, no el 'miedo, es el principio creativo en las cuestiones humana,;. Todo lo que ha hecho grande al hombre ha bro­tado del intento de asegurar lo que es bueno, no de la lucha por evitar lo que se piensa que es ma-

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lo. Por e tar raramente in pirada la educación mo­derna por una gran c. pcranza, e por lo que ra­ramcnt produce un gran re ultado. El deseo di! prcsrn;ar rl pa odo, más bien que la esperau~a de crear el futuro, dowiun la mctlt<'s ~~. aquello· CfUl' intervicu n <•n la e~scitanza de lo .. JOVene • .: L 1 t•cluca ión no dehc a ptrar, a una pa ·¡va en enan-1<t de hecho· muertos. :ino a una actividad dirigi­da ltaria el lllltlldo c¡ue han de crear 11uestros es­fucr::os. Dchc .·tar _insp~rada, 110 por 1111 ansia_ rc­[lrt'SÍ<!a p r la· cxtmgUtda hclle~~. de ~recta y d('} T't·na imi ·nto, si11o por 1111a 1!/SWII lmllaufe de la sncirdod l[lt ha dr. ser, por los friuufos que el f'c·nscuniulfo /tu ele lograr •n lo ti mpo. por venir y por 1111 lwri:;nute cada 7'r~ más ~11cho de la 1 rs-' ¡ th·a dt·l 111~in r o ante ~o. oJo. dd ~~ . mbrc. Aqu /los a qrtr ucs ,fe' rttrllt' t'll rsfe csp1nfu e·­fcmin 1/ nos ú 1.•ida .\' spcra11::a )' alr[JrÍa, apiCIS parc1 lomar w parir. rn la obm d ft'Ot r la flu­lllllllidad 1111 p01 •c u ir mrnos snml río lflll' rl pa .,,. do, con fc rn la rfloria 1/UI' punl.· crear 1 e.lfurr::o htrtiiOIIO,

a lll rr 1 ] lud 111

'' r A l· 1 L r:. z

nrl scrrno libro " a11ta .l11na". dr/lido a la c.r­('rritltrntada plrtma drl escritor Jllr.ricatlo dott R.-1: F. WL r. MU/'OZ. frarwo.t esta brrv S /ICÍ[Jt-1/0S. Del tumulto mi ·mo de los acnnterimiellfos, a los qur ru <•irtud de 11 gra11 mi111rli 1110 se acopla Santa , lnna. rs dable adt•rrtir. c11 el libro, rl ha-1/a::go uo tanto de la tortuosa, si11o mejor de !a rsotrridi::a psicología de este personaje, reprcscll­fafi'l·o, por otro lado, de toda una fpoca de 111/l'S­

/ra historia.

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EL \'icnto cid 'ortt trar rumnrr de tn•¡ !l.=' rn marrha y 1lor a p(,Jmra: al <k plr~ar la ha·t­dera cstrdlada d' In 1· •. tado: l' nido~. ha e q11e u ~omhra ·e proyt·ctr ohr • ~t; ·ico, <'n. angren­

tado por la g-u rra civil. Los diplomático: callli­uan de fraca!>o rn fracaso. Cn proyecto para que ~~ éxico r<'<'OtHlzca la indep ndrncia ele Te ·a., 1·on la concli iém dr que é. ta no pa"e a formar ¡ art · dr la 'nión . mericana. t · r chazado por amha parte·.

El 1<:' el· marzo ele 1 -t-.-. el ungre o Ameri­lano d rlara h an xión rl<' Tex;"· Y el ~Iini tr mexicano en \ Yá hinaton. luan ·• • .. \ !monte, quien había anunciado que tai me ida provocada un ca u helli. prote ta airado y e retira. E l • Ji­ni tro americano en Mé. ·ico pide 1 bién w pa­.aportes.

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Paredes Arrillaga el mismo Parede que ha fracasado dos veces ~n la caza de la Presidencia, tiene el mando de una colunma en San Lui Pt)­

tosí. I,anza el grito de "¡Guerra!" ¿ C~)lltra los E tados Unidos? ¡N o ! Contra el Gobterno. Se le llama en el Concrreso "pícaro, borracho, mise­rable" . E poco. "1t'raidor." Es poco todavía. Más exacto e el pueblo, aplicánd~le . califi.cativos que ti enen cerrada la puerta del dtcctonano. Pronun­·iamicntos contra el Gobierno en Veracruz, Aguas­calientes, Zacatecas, Guadalajara. Los calificati­vo e agotan.

Parede Arrillaga ha puesto su divi ión en marcha. ¿Hacia la frontera? ¡No! Hacia la capi­tal. La guarnición e pone sobre las armas. El g n ral Valencia se instala en la Ciudad~la. Pi'~­tcnd quitar nuevamente a Paredes la oportun1~ dad de s •ntar e en el trono que encargó IturbÍ­dc. Todo 1 jército .se moviliza; unas divisiones en favor d Paredes, otras en :favor de Valencia, muy pocas n favor del Presidente de la Repú­blica. I ,o f d ralistas quieren el poder; los trl<i· 11arqui la 1 tflle vltelvcn a pensar en un Príncipe extranj ero, quiet·en el poder; los simpatizadores d una di t:tdura quieren el poder. Paredes quie­r el pode!'. yatctttla quiere d podef ... Y los :antam tas qtueren el poder para su Jefe . •.

uando e ha. con umido en estas maniobras t'l millón de pe o reunido para la guerra, don Jo é JoaqttÍII ele Het•rcra renuncia. Paredes hace a un lado a Valencia, hace a otro lado a los san­tani tas, aparta a los federalistas; y se sienta en la i11a Pre id ncial. Sus palabras son definitivas: " engo re uelto a hacer triunfar mis ideas o pe­r cer en la demanda; y así como estoy determina­do a no per eguir a nadie por sus hechos anterio­re he de fu ilar a cualquiera que me salga al pa 'o para oponer e, sea arzobispo, general , minis­tro o cualquier otro".

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Lo E tado nidos movilizan su armada a blo-quear lo puertos de México. El general Zaca­I'Ía 1' aylor, quien desde junio de 1845 !ie ha ins­talado en 'l'exa ·, avanza hacia la frontera. J ,os haJ bitante. m xíca1iOS del "Frontón de Santa h<L~ bel'' queman sus casas, stts granjas, sus árhole3 frutale y su sembrados, matan sus animale , to­man a sus hijo . llaman a sus mujeres y e van. Suenan lo primeros tiro ; los rancheros cazall a los americanos y los dispersan. El coronel Cro , •· jefe valiente e in truído", es la primera baja del ejército de lo · Estados Unidos.

un para Paredes el dilema es de guerra u oprobio. Afirmándose en el sentimiento nacional. anuncia que no tiene facultades para declarar la guerra, pero que ha dado órdenes . a t?dos J.o · iefes militares para repeler cualqmer mvas1on por medio de la fuerza.

Olor a pólvora. olor a contienda, olor a san­gre. Olor también a desastre,

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t".TJVERSIDAD

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¿Y Santa Auna? ¡Ah ! ¡ Su Excelencia, el be­nemérito de la patria, general de división den Autonio López de Santa Anna!. . . Allá está en Cuba asistiendo a las recepciones de los diplomá­ticos, a los saraos y banquetes del capitán gene­ral ... Jugando a los gallos y ganándoles a los es­pañoles y cubanos, que conocen menos que él las trampas del juego, 30,000 pesos en oro ...

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Comienzan los desastres: Palo Alto. Tres mil contra 3,000. Mariano Arista contra Zacarías Taylor. Arenga de artista, banderas al viento, música v entusiasmo. Una hora dura la cañona­da. Los· americanos incendian el pasto para ocul­tar sus movimientos: ha nacido el camouflaje. Dos cargas de caballería mexicana son disueltas. Los americanos se acercan al amparo del humo. Noche. No hay más fuego que el del incendio. Retirada de Arista hacia la Resaca de Guerrero. Batalla entre los pantanos, bosques y matorrales que estorban todo movimiento. Fuego terrible. Carga de caballería con Arista a la cabeza, disuel­ta. El ejército se retira y llega a Matamoros con cuatro quintas partes de lo que era, es decir, casi completo y sin explicarse cómo ha perdido las batallas.

Matamoros no es defendible. F.vacmción. Re­tirada de once días por el desierto. Se destruye el parque, se abandonan los heridos, se olvida la artillería. Mueren de sed los caballos, y los dra­gones marchan con sus monturas a cuestas. Se odian los jefes entre sí, se odian los soldados, se­gún sus jefes. De 3.000 hombres que combatieron en Palo Alto, 1.800 llegan a Monterrey. Arista es clestituído y sujeto a proceso.

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.. radie aguanta a Paredes, qne huele a mo­narquista. Su partido es un cono parado de pun­ta, al revés del federalista. "ele inmensa base, pew de poca altura". El ejército firma actas !lama'1-do a Santa Ar111a para C}tH' restablezca la Consti­tución de 1824, y acaudille la defensa del territo­rio nacional. La guarnición de México pone pre­so a Paredes y lo envía a Perote, a la misma cel­da oue ocupó Santa Anna. El general Miñón, cománclante de la fortaleza , anuncia a Paredes que le dará un pistoletazo si intenta fugarse. U•ta semana es Presidente interin o el general Nicolás Bravo. Después los santanistas, prevaleciendo de­cididamente. llevan al sillón presidencial al ge­neral l\fariano Salas. Es el momento de que el benemérito ·termine su destierro.

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El 16 de ago to, en el vapor merrante inglés "Arah", que contrasta con las fragatas americanas de alto bordo, se presenta Santa Anna frente a Veracruz. Se le pcrmite el paso, con sorpres:t incontenible del pueblo. Recibimicnto frío. C:l~ i hostil. Los oradores que se dirigen a él, más lo

regañan que lo ensalzan. N o se han olvidado su,; barbaridades, aunque se le hace el favor de con­siderarlas como errores y no como delitos. Se busca y .se acepta su cooperación, porque no hay otra meJor. Entre todos los sargentos encarama­dos al generalato no hay uno que le iguale en energía y resolución para imponerse a la tropa. El es un general de verdad: mal director de ha­taHas, pero un gran organizador. El único ante quien se inclinan sus enemigos. El que puede ga­nar una batalla. Campaña que él pierda, es por­que nadie más podría ganarla. El panorama dtl ejército es desolador: no hay nadie que pued·t asumir el mando supremo si no es Santa Anna.

Comprende que se le admite de nuevo sólo por la gravedad de la situación y trata de conquistar al pueblo, aceptando el restablecimiento de la Constitución de 1824. El grito de "Federación y Santa Anna" no era, pues, absurdo. Sin embargo, no se decide a presentarse inmediatamente en la capital. Alegando sus enfermedades, se refugia en ''El Encero", su nueva, más grande y más sun­tuosa hacienda. Espera nuevas instancias para que se haga cargo de la situación, cuando ésta empeore. Ahora es nada más necesario. Esper,1 a ser el indispensable.

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Cuando don Antonio se dispone a emprender la marcha a México, el comandante militar de V eracntz le envía un ckstacamento para que le dé guardia; pero él lo rechaza con gesto de far­sa, anunciando que se considera seguro en medio del pueblo. Instado para admitir una escolta, "la pide de los milicianos de Xico, y son los que quedan a su lado". Se trata de aquellos "herma­nos indios" que lo apresaron y que lo querían matar.

Presenciando la contienda entre los partidos, todavía deja correr unas semanas. Puede adver­tir que el federalista, que de nuevo tiene al frente a don Valentín Gómez Fa rías, es el más fuert.:-; que no tendría éxito cualquier oposición de él a su programa democrático ; que no es conveniente q~1e asuma la presidencia. Se da cuenta de que se le quiere para combatir y no para gobernar, qw~ debe salir inmediatamente a campaña. Y cuando ha formado su decisión, que no comunica ni ;.t

sus más íntimos depositarios de su confianza, se pone en marcha anunciando que no tocará la ciudad de México, sino que llegará a Tacubaya.

E l Gobierno y los federalistas le envían com;­siones a suplicarle que se digne pasar por la ca­pital. Se hace el resentido por la actitud pasada del pueblo hacia él y rehusa. Insistencia. Cede poc:o a poco. E! general Salas, para compromr­terlo, da un decreto anunciando que don Anto­nio ocupará la presidencia tan luego como llegnc. E l manda anunciar solemnemente que no lo ha­rá . Gómez Farías le comunica que considera como un rompimiento con el pueblo el no entrar en la ciudad. E ntonces "Santa Anna se docilitó'' .

La entrada : ni un repique, ni un c.-<ñonazo, ni un uni forme. La comi tiva se compone únicamen­te de coches civiles, ocupados por civiles.

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"Santa Anna venía en la carroza del Gobierno, abierta, umido en un rin ón del a iento princi­pal, llevando a u derecha el cuadro con la Cons­tituc-ión federal de 1824, plantado en un asta, y que tanto por su tamaño como por la profu ión de banda~ tricolor y li tone ·, apena· le dejaba lugar para entarse. Fa ría· iba n el asiento dc­lant ·ro y en lugar opuest , quedando enfrente de la Con ·titu ·ión, amho callado:, y que más pa­recían víctimas que triunfador . anta Anna ve~­tía muy democráticamente: palf'tÓ de camino, pantalt~!l blanco, y nada de cruces ni de relum­bront•s .

.'e manticn • fim1e ·n no ocup.."lr la pre iden­ria. r n ficre dedicar: • in m ·diatament. a orga­nizar 25,000 hombrt· ¡ ar la gu ·rra. P ro se •ncu(•nt ra l'on e¡ 1 • en la 'J' •:;or ría hay nada m á. l. 30 p >s. 'l'it·n~ c¡u• t' perar 1.3 día par n·unir <l() 000, y de ¡m{ de n ihit la lwndidón n la H;t-ili •t d • :uadalup•, ¡¡. rtt• a .'an I.ui · a improvi­ar su t•j ~tl'ito.

. \ la matiana siguiente lo: a m ·ricann. han ocu­p;'ldo cerro. con i leraclo: como inacce ible . De-­de ahi. ·on u: aii.ones. dominan la ciudad. de-111: • • han ortado el camino de retirada. e com­bat · todo •1 día ~ el ::;igui •nte. ba tión por ba -tión calle por calle. cas.1. por casa. uando no hay n!a~ remedio, Ampudia capitula. aldrá el ejér­ctt con t la. us armas. y los americanos no pa­:arán n siete emana. dt> la línea :\fonterrev­T.inare!i-\ ·ictoria. Tiemp0 para negociar la p:Íz. Los habitante· de :\Ionterrev abandonan su. ho­garc · y ·iguen al ejército hásta altillo a pie.

( .1 riosa derrota.

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Fn amino anta Anna re ihe la mala Yas. \ presura el ,·iajc y trata de proce!iélr a

nue­m-

V~ I VERSIDAD

pudia ; mas los jueces cierran la ca u a . .. T o hay motivo''. Bien, otra cosa: a fortificar San Lui . Todos ayudan, señorones y señoritos, obrero· y

campesinos. Cuando hay que destruir ca ·a y hor­taliza para hacer defensas, los propietarios de aquélla cooperan jubilosamente. Todos ofrecen sus vívere y sus carros. Los que pueden batirse, e alistan entusiastas. Q ui nce mil hombres piden

armas e instrucción militar. Pero . .. En México la situación es distinta: lo partido

iguen luchando por el poder, como si no se die­ran cuenta ele que un ejército extranjero ha en­trad y avanza. Se han dividido en exaltados o 'puros" y moderados. Salas forma su Gabinete

con moderados, y los "puros" lo atacan llamán­dolo traidor. anta Anna mantiene con los bandos w1a corre pondcncia equívoca. Tiene que equili­brar la situación política y al mismo tiempo orga­nizar u •jército. Labor tremenda. Reunir, vestir, armar, di ~ iplinar. Salas ayuda enviando dinero. 'e impr visa una fábrica de vestuario porque lo;

redl'l<' · están de ·nudos y el invierno es cruel como nun a.

L s enemig de Su Excelencia comienzan a •ri lar. ue por qué no triunfa, que por qué no

ava11za, <¡ue por qué no combate. Públicamente lo acw;a 1 clt• trai ión, ele haber pactado con el en-.­migo para entregar el país. Se recuerda qtte los barc s enemigo · lo dejaron pasar. Los inconfor­mcs h11hicran querido que Santa Anna entrara rn V •racntz por el ai re, que volara de San Luis en hu. ca del ncmigo, que lo venciera con un ejér­cito en enero que no sabe manejar el fusil.

Para e lmo. don Antonio comete el error de or­d nar la vacuac ión ele Tampico. Hacen falta 800 he tias para tran·portar todo el material de guern que hay ahí y se reunen apenas 300. Caíiones, barril es de pblvora, cajas de rifles, equipo, son arroj.1do al río Pánuco. Las fortificaciones son arra!iétda .. \ 'alencia y Santa Anna se disgustan a mu ·rtr porque aq uél quiere atacar y éste no lo deja. o e un traidor pero aparenta serlo. Cuando arrecia la grita de sus enemigos, se encoge rle h mhro.

La V aJuntad de un PueJ)lo La Educación en el Japón

ne 111/a substallciosa re7Jista del sur latino­GIIIl'rirm/0, tomamos este interesantr artículo. cu­~·o objt'to no es otro que traeruos u11a lección, a todo lo largo :11 lo ancho rle nuestro Conti11enle, sobre la forma en que, co;¡scientempufe, leal e11 todo a su destino, se edifica en forma integral 1111 pueblo poderoso .

LTTIO:XS TDAD DE LA CULTlRA Pl"­BLICA

E ... • el Japón, m{!s de 20% de sn población total. son estudiantes. Según la estadí tica de mar­zo de l ~29, había en el Imperio 46,906 cscud.ts

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y colegios de todas clase y categorías, con un cuerpo de profesorado de 324,162 personas de am­bo exo para enseñar y dirigir un formidable ejército de 12.39-1-,900 alumnos. Su composición era la siguiente :

Nq de Categorías Escuelas Maestros Alumnos

Jardines de Infantes. 294 3 . 919 107 . 200 Escu-elas Primarias .. 25 . 606 229. 1!l8 9 . 680.700 Escudas Normales .. 104 2 827 48.900 Escuelas Normales Su-

periores. 4 315 2 .600 Institutos de Profeso·

rados. . ..... 60 587 3 . 200 Escuelas Medias (Col.

1 ac.). 546 13 377 343 .700 Escuebs Superiores pa-

ra JI.Iujeres (Liceos) 940 14 . 330 359 . 300 Ese. Superior (Pr-ep.) 31 1 . 359 19 . 600 Universidades. o. 40 4 . 910 61 . 500 Escuel. Espec. (Supe-

rior). . ..... 102 4 623 64 . 100 Ese u el. Espec. Indus-

tria1es, Comerciales. Agríe. Su p. . .. . . 51 880 20 600

Ese u el. Espec. Ca t. Secund. . .... 911 13 . 188 267 .000

Ese u el. Espec. Ca t. Común. . .... 15 . 297 17 . 796 . 181 900

Escuelas Sordo-M u-dos, Ciegos. o o o 11'9 918 7 .200

Otras Escuelas. . ... .795 14 .945 227. 100

Totales ....... 46 906 3 24 162 12 .394 900

PROCLAMA DE U1 EMPERADOR

l\iei ji Ten no, el mús il ustre de los Emperado­res ha hielos en la historia del Japón, cuyo reinado duró desde 1868 a 1912, aconsejado por los leales servidores del Estado, proclamó ante sus súbditos, en 1872 (2), "qne era preciso ins­turise · (•Ue no debía existir en todo el Imperio,

, ~ o l ninrrnna aldea con una familia ignorante, m ac-mitfr que hubiera una familia co1: miembro sin instrucción". Los millones de súbditos, le obede­cieron con su acostumbrada di ciplina, como un batallón a las órdenes de su jefe. La confianza a la autoridad y el respeto a las leyes han sido, sin duela, las causas fundamentales del progreso moderno del Japón. Esta condición del pueblo que es el fruto de su educación tradicional .. ~ni­da al espíritu curioso y el carácter amb1c!oso de la raza nipona, y convenientemente gmada por las autoridades competentes, han hecho que ~1 esfuerzo común del gobierno y del pueblo dieran por resultado una evolución que sorpren­dió al mundo.

LA INS'fRUCCION ES AMPLI MENTE P ,plJT,AR

J ,e bastó al Japón 50 años para conseguir que todo el pueblo fuese instruí do. N o existen, pnes,

11

prácticamente, analfabetos entre los niños de la edad escolar en el Japón de hoy, aunque según se ha constatado en 1928, había entre los varones de 20 años, un 0.52 por ciento (cinco por mil) de literatos.

Es verdaderamente maravilloso este resultado de la educación popular del Japón, máxime cuan­do se considera que, hasta hace 60 años, la ins­trucción constituía una condición de privilegio social. Es forzoso admitir, que la voluntad es la madre de las graneles obras. Los esfuerzos de las autoridades también fueron grandes; calcu­le el lector el trabajo de los maestros que tienen que enseñar a leer y escribir millares de signos jeroglíficos en vez de veinte y tantas letras del alfabeto, los cuales los niños deben aprender de memoria.

Es notable también la generalización de la instrucción femenina, como puede verse por las cifras arriba citadas. Hay más mujeres en los liceos que varones en las escuelas medias, lo que se explica, por otra parte, que los varones tienen, además de esas esencias, muchas otras de ca­rácter especial dentro de la categoría secunda­ria. La costumbre y la necesidad se han impues­to de tal modo que, la mujer japonesa de la clase media no puede dejar de tener la instrucción se­cundaria.

La evolución económica que ha industrializa­do al Japón ha sido paralelamente acompañada con la evolución de la enseñanza técnica. Cuen­ta hoy el Japón con escuelas especiales, de toda índole, industriales, comerciales y agrícolas que satisfacen las necesidades cada vez más crecien­tes.

PRF.S PUESTO EDUCACIONAL Y PRE­SUPUESTO DE GuERRA

El mundo e tá acostumbrado a oir de las fa­bulosas sumas de dinero que gasta el Japón en cuestiones militares; pero no sabe que su educa­ción requiere mayores erogaciones que lo que le cuesta el ejército y la marina juntos. Los gastos educacionales del Imperio, sin inchíir los de las colonias, en el año fiscal 1928-1929, fueron de 626 millones de Yens, mientras que los presu­puestos de Guerra y Marina, incluso extraordina­rios, eran de 517 millones.

GASTOS EDUCACIONALES DEL JAPON

Gobierno Imperial .. .... ... . Preefcturas. . . . . ........ . Comunales ............... .

Total. ........ .

Y en i 50.490.()()() ,. 117.589.000 ,. 358.026.000

Yen 626.105.000

GASTOS M1LIT ARES

Ministerio de la Guerra ..... . Ministerio de Marina ....... .

Yen 249.105.0(}') 268.130.000

Total.......... Yen 517.235.000

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(El valor de cada 100 yen o~c ila entre 99 y 110 ¡w::.o moneda nacional argen tina) .

El gnhierno del japón presta a la educación la atención que la significación de la palabra edu­car implica: no ·e han creado escuela mera men­te pa.ra in truir. La educación moral y e ·pi ri tua l ha mt·n· ·iclo. desde lo· comienw · de la democnt­tizaciún dt· la instrucción, la adecuada atención de parte dt· la autoridadt•s r¡u , con.-riente · de la res­pon. •thilidnd que ·•· contraían al tomar a su cargo a lo niiio · ~illpitron imprimir la norma conv('­nicnte. tt•ttit·tHio a la vt•z el cuidado necesario para la \:ultura fj,¡ a de lo mi. mo .

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dt• rl:arl(• la cultura y l'l car: tn n · t•sarios )Xlra 1 , futuro h 111!tr dt• rb t' tnt,>dia o .·upaior y

• prlllllO\' •r la pr:i ti<-1 dt• la· Yirtu­in titucinrws sHpl'ri rt•s contintl:ll t

taml i{n t'Oll l:t t•durncic'lll de Ir• t•stucli:mtt·s. de n 111 rdo ron las ig tit•ntt• nstrucciollt's i\1 ini-;­t rial• qm· d:~tn rle J<)()CJ:

.. J•: ,.l~rc1ad qtu~ lns ahtnlnns h~ln r('cibido ya b dtu:;u;<Ín mnral durante sus t·stucl io. en la. c. ­nH·la, "''~"lt:Jtlaria · y prim:1ria:.: pero, sin emlnr­""• ca '<'t't•n tocln\'Ía ele la iirnwza llrceo;.;"l.ria en us idt>a,.. rl · h ~tira y están. por lo tanto, ·ujetos a t'r ,·íctima · dt· In. t<:ntariollt's. mientras atravic-

n <' ·t período <le a 'idn. t 11 que precisan ci­mentar la cultura m<~r:tl". . . "E· de!'rahle. por C"ousi~uiu •. que las autorirlaclc> · de las Iu:ti tu­ónnt·-. Supt·ríon• <k la T-:duca~ióll desplieguen un:i mayor c.:llt'r~ia rn la l'clucación moral de stB t•,;tudiante", para alen tar y fnrnnr en su e. pí­ritu: la. icka · mnrale:. no !-iolam:'tltc con h. cnn­ft•n:nci:t n ~lamcutari~ <k lo· horarios, .·ino en todo., le s m~mc.:nto,; y en toda: las oportunidacle.;; <Jtlt' st• prc te 11 a tal efecto. pwcurando de ese tn lo. qut lns jówn~s crezt-.ul con la idea bien fitm ·. re m·lto.· a practicar lo qu · se le· ha in­n•kadn d <k . u nii· z 1'11 d h gar y en la t•s-.. , Cllt'l:l .

U~IVERSTDAD

Dos Soneto s

Por JOSE EUSTASIO RIVERA

El gran colombiano fOSE E['ST ASIO RT­V ERA (1889-1924), auto: en la lit~ratu~o drl Continente, del texto alu.cmado y pnmordzal de " La V orági11e", es el poeta, igua~n~ente, _de estos maguíficos souetos. De st~ obra ltrzca, d!spersa e iuco11clusa, sabemos apenas un poco, y esto, gra­cias al libro "Tierra de Promisión", que tambzht es producto del paso de la vid~ ,visiollarfa. de Ri­z•rra, y sus empresas, e11 la regw11 amazomca.

E~ta noche 1 paisaje soñador se niquela con h blanda caric ia de la lumbre lunar: en el monte hay cncuyos, y mi balsa que riela va borrando luceros sobre el agua estelar.

m fo~ún de la prora con su alegre canrleh. llll' enciende en oro trémulo como a un dtn:>

( t11telar: y un indios desnudos, con curiosa caut"la, van cmricndo en la playa para verme pasar.

poyaclo en el remo .. a:'izoro el vací?· y la luna prolonga 1111 sllueta en el no; me contemplan los ciclos, y del agua al rn­

( mor

alzo tri . tes cantares en la noche pl'rplPja. v a la voz del bambuco que en la omhra sP. . (~~~ la montaña responde con un vago clamor.

* * * En l::t tórrida playa, sanguinario y astuto, mueve un tigre el espanto de us garras de

(acera: ya wnció la jauría pertinaz. y al arquC'ro reta con un gruñido enigmático y bruto.

::\[anchas de oro, vivaces entre manchas rle (hzt ;l,

en u felpa ondulante dan un hrillo ligcw: magnetiza las frondas con el ojo hechicero, y su cola es más ágil y su ijar más enjuto.

Tras las verdes palmichas. distendiendo st!

(hraw. templa e! indio desnudo la vibrante correa, y se quejan las brisas al pasar el flechazo ...

R uge el tigre arrastrando las sangrienta.:; en­( trañas.

y agoniza. ¡Y al verlo que yacente se orea. baja el ·~ol. como un buitre, )JOr las altas mon­

( taiias!