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Memorial de INFANTERÍA ESPAÑOLA. Núm. 82. I. 2021 1 EL GRAN CAPITÁN Y LA REVOLUCIÓN MILITAR MODERNA (6). EL APOGEO DE LA INFANTERÍA. EL INICIO DEL S. XV Teniente Coronel, Reserva, D. Ramón Meléndez-Valdés Navas Bayaceto, el peligro turco. En Nicópolis impartió a los cruzados una clase magistral sobre cooperación interarmas. No aprendieron. Foto. Commons 1. INTRODUCCIÓN Durante el siglo XV, en una Europa que se recupera lentamente de la peste negra, continúa el desarrollo tecnológico del armamento tradicional como arcos, ballestas, armas de asta, espadas, armaduras y bardas, pero sobre todo el de las armas de fuego, cuyo uso se va generalizando y comienza una progresiva diversificación, primero con piezas de artillería y luego con armas portátiles. Ambos tipos convivirán durante la centuria. El conflicto de mayor interés en la zona occidental sigue siendo la guerra de los Cien Años, de la que los grandes reinos ibéricos se van a inhibir respecto al siglo anterior, a excepción de las unidades navales. Portugal, que se adueña

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EL GRAN CAPITÁN Y LA REVOLUCIÓN MILITAR MODERNA (6).

EL APOGEO DE LA INFANTERÍA. EL INICIO DEL S. XV

Teniente Coronel, Reserva, D. Ramón Meléndez-Valdés Navas

Bayaceto, el peligro turco. En Nicópolis impartió a los cruzados una clase magistral sobre cooperación interarmas. No

aprendieron. Foto. Commons

1. INTRODUCCIÓN

Durante el siglo XV, en una Europa que se recupera lentamente de la peste negra, continúa el desarrollo tecnológico del armamento tradicional como arcos, ballestas, armas de asta, espadas, armaduras y bardas, pero sobre todo el de las armas de fuego, cuyo uso se va generalizando y comienza una progresiva diversificación, primero con piezas de artillería y luego con armas portátiles. Ambos tipos convivirán durante la centuria. El conflicto de mayor interés en la zona occidental sigue siendo la guerra de los Cien Años, de la que los grandes reinos ibéricos se van a inhibir respecto al siglo anterior, a excepción de las unidades navales. Portugal, que se adueña

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de Ceuta, inicia su aventura atlántica hacia el sur y luego a oriente como avanzada de la gran expansión europea a partir del XVI. Castilla conquistaría lentamente Canarias y culmina la Reconquista con la guerra final en Granada (1482-92), en tanto que Alfonso V de Aragón, cuya vida pide a gritos un buen guion, consolida sus posesiones mediterráneas y Nápoles. A diferencia de los acontecimientos políticos, las batallas campales de la península no son especialmente relevantes, la guerra de frontera sigue sus propios derroteros casi hasta el final de siglo. Al otro extremo, el Imperio otomano ha puesto definitivamente un pie en Europa y se encamina a su mayor esplendor. La caída de Constantinopla (1453), con su épica resistencia simbolizó un final digno para el Imperio romano, y constituyó un aldabonazo sobre la magnitud del peligro turco hoy menospreciado y entonces terrible y, aparentemente, inexorable. Al norte, la Orden Teutónica, que ya había sufrido reveses en guerras asimétricas, va a ser detenida definitivamente por la gran Polonia-Lituania en Tannenberg/Grünwald (1410), donde la potencia de choque de la caballería pesada de los primeros iba a ser neutralizada por una combinación de tropas y derrotada por la superior maniobra de los jinetes lituanos, más ligeros. En definitiva, el hecho bélico presentó numerosas variantes durante el Cinquecento, respondiendo a escenarios con características propias y condicionado por sus protagonistas individuales y, de forma creciente, colectivos. Los distintos tipos de fuerzas (caballería pesada, ligera, piqueros, ballesteros, arqueros y hombres de armas a pie) estuvieron presentes en la mayor parte de los teatros (incluidas las armas de fuego), pero en proporciones muy diferentes. El siglo comenzó culminando tendencias anteriores, especialmente el sistema inglés, para luego ir sembrando los cambios que germinarán en el XVI, de mayor profundidad que las innovaciones tácticas y armamentísticas. 2. LA GRAN CARGA

«La cruzada de Nicópolis fue una reminiscencia de las originales en su atractivo pan-europeo (que incluso trascendió el Gran Cisma) […] la completa victoria otomana sobre el contingente multinacional fue un golpe decisivo a la Cristiandad en los Balcanes»1.

Los cruzados, mayoritariamente franco-borgoñones, pero con contingentes de todos los rincones de la cristiandad, asediaron Nicópolis en 1396. La prolongación del sitio permitió al gran Bayaceto realizar una aproximación magistral para aparecer, de improviso, sobre el campo de batalla. Despreciando los consejos de los húngaros que, conocedores del enemigo, querían enviar delante a su infantería, cargaron a caballo. Las tropas ligeras turcas2 cumplieron su función, desorganizándolos, desgastándolos y haciendo de pantalla a la infantería (probablemente genízaros3). Amparada esta tras

1 Trim, D. J. B., en European Warfare 1350-1750 (VVAA), Cambridge University Press (2010), pág. 284. 2 Incluían cristianos de Anatolia y Balcanes, y excelente caballería pesada serbia. 3 Nicolle, David, European Medieval Tactics. The revival of the Infantry (1260-1500).

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una protección de estacas, detuvo las dos cargas principales e iniciaron el contraataque. Absortos por combate adverso, la visión de túnel a través de los visores no dejó a los cruzados apercibirse de la llegada en tromba de la caballería pesada servo-turca, hasta entonces desenfilada, que embestía sus dos flancos. Algunos alemanes y húngaros avanzaron a pie, heroicos, hacia la lucha; mientras la mayoría escapaba de la catástrofe de la que, magro consuelo, habían advertido previamente.

El rey Segismundo escapa en Nicópolis ayudado por sus caballeros. Foto. Commons

3. EL REY, LA FORTALEZA, EL CABALLERO Y EL DESAFÍO

«La razón por la que Enrique […] no participó en ninguna forma de combate simulado es que estaba demasiado ocupado con el auténtico». Juliet Barker. Agincourt.

La guerra de los Cien Años se había aletargado unos años por los problemas internos de Francia e Inglaterra. A diferencia de su rival Carlos VI de Francia, que sufría episodios de locura, el rey inglés, Enrique V, inteligente, responsable, y acostumbrado desde muy joven a las responsabilidades de la política y la vida pública, iba a cambiar radicalmente el panorama, aglutinando previamente a Inglaterra. Profundamente religioso, creía en lo que hacía y decía; y el ejercicio ejemplar y eficaz de la administración en vida de su padre le ganó el Parlamento, que sufragó una expedición exhaustivamente planeada. En 1414 inició una ofensiva diplomática para hacer valer sus

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derechos en Francia, dirigida a preparar la recuperación de las ganancias de Eduardo III4. Enrique era un líder carismático, capaz de agrupar diferentes personalidades e intereses y un profesional de la milicia, un auténtico jefe. Gravemente herido en Shrewsbury, con dieciséis años, fue capaz de impulsar el duro asalto hacia la cumbre y la victoria. Salvó la vida, entre horribles padecimientos, gracias a que su médico personal ideó un sistema para ampliar la herida, acceder a la punta de la flecha en la base del cráneo, aprehenderla con fuerza y desenroscarla sin provocar daños irreversibles, para luego desinfectarla lentamente. Dos cosas, sin duda, le habían quedado claras: la letalidad de los arqueros (los rebeldes le aventajaban y sus flechas «ensombrecieron el cielo») y sus importantes limitaciones defensivas.

Los ingleses habían perdido Normandía, producto de la presión indirecta constante

4 Recuérdese Crecy y, sobre todo, Poitiers.

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Los ingleses venían proyectando fuerzas, con las que hacían espectaculares cabalgadas o incursiones profundas, un arma de doble filo, porque causaron miedo y empobrecimiento, y desprestigiaron a los gobernantes adversarios, pero no generaron adhesión ni ventajas políticas decisivas. Evitando las batallas, los franceses habían avanzado lenta y metódicamente, aprovechando oportunidades para conquistar fortalezas. Enrique hizo un planteamiento radicalmente distinto, dirigido a asegurar una base mediante la conquista de puertos y ciudades, que permitiese llevar a cabo sucesivas operaciones para recuperar Normandía. Necesitaba Harfleur que, próximo a Ruan y París, era la clave del dominio marítimo y de Normandía. Contaba con 2000 hombres de armas y 6000 arqueros, una proporción nunca vista, así como con un avanzado tren de artillería. La ciudad combinaba la fortaleza natural del río y una zona inundable, con fuertes construcciones (foso, torres y bastiones delante de éstas). El alma de la defensa era De Gaucourt, veterano cruzado prisionero en Nicópolis, como el mariscal Boucicault, y modelo de vida entregada a los ideales caballerescos. Tenía una dilatada experiencia militar que incluía la toma de Milán ocho años atrás. Puso en juego todos los recursos defensivos, incluyendo una salida audaz y bien ejecutada, que consiguió retrasar considerablemente a los ingleses. En una angustiosa carrera contra el tiempo, con parte del foso y un bastión ya tomados, Enrique aumentó la presión psicológica con un bombardeo continuo y consiguió quebrar la moral de la población. Se pactó un plazo para la rendición, que se ejecutó al no llegar los refuerzos a tiempo. Pero al reiniciar las operaciones, los ingleses habían perdido un tercio del ejército entre la guarnición de Harfleur, las bajas de combate y la disentería. La conquista había despertado un incipiente pero creciente sentimiento «patriótico» francés: los nobles locales se habían volcado en el hostigamiento a los sitiadores. Finalmente, Carlos decidió actuar mediante el envío de un ejército avanzado para mantener el contacto y la movilización de otro principal.

«El sentimiento de consternación y de vergüenza que inspiró en toda Francia la rendición de Harfleur ante los ingleses fue tan grande que los que no sabían nada de las circunstancias se apresuraron a condenar y culpar a De Gaucourt y a sus hombres». Juliet Baker.

Enrique envió al valeroso De Gaucourt junto con el preceptivo heraldo a entregar un desafío al delfín (heredero al trono que nada hizo por socorrerle), con el que se evitaría el derramamiento de sangre. Esto confirió al reto un carácter propagandístico: si aceptaba «el juicio de Dios» daría mayor legitimidad a sus pretensiones; si, como era probable y sucedió, rehusaba, avivaría el rencor y el desprestigio de Carlos entre los suyos.

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Enrique V integró la artillería en un plan integral en Harfleur. Esta imagen (poco representativa) se refiere a Nicópolis, Museo del Louvre. Wikipedia

Commons

4. PROLEGÓMENOS Y PLAN FRANCÉS

Las opciones de Enrique eran: regresar con un éxito relevante pero pobre en relación al esfuerzo invertido, realizar cabalgadas, o lo que hizo: atravesar Normandía para dirigirse a Calais. Era un desafío directo y, aunque contaba con el apoyo del duque de Borgoña, asumía un enorme riesgo. Los franceses podían: rehuir el desafío volviendo a la probada estrategia de desgaste lento o aceptarlo. Mientras el principal ejército francés se concentraba en Rouen, Boucicault, trataba con otro de mantener el contacto y detenerle, o retrasar la progresión. Se anticipó y se preparó para interceptarle sobre los pasos del río, pero Enrique detectó el dispositivo y lo soslayó campo a través. La captura de unos exploradores reveló el plan francés5: un contingente de caballería pesada anularía a los arqueros en los flancos, favoreciendo el choque decisivo en el centro mientras también se atacaba el tren de víveres y bagajes. Enrique ordenó a los arqueros cargar con estacas para asegurar su protección inmediata con independencia del momento y lugar del combate. Forzó el paso del Somme frente a un destacamento de caballería, elevando providencialmente la moral6. Ganar y conservar Normandía (propósito final)

5 Se ha conservado el plan original francés, un caso excepcional en la Edad Media. 6 Hall, Bert S., Weapons and Warfare in Renaissance Europe, Hopkings University Press (2009), con más detalle en Barker, Juliet Agincourt. El arte de la estrategia, págs. 294-300, Ed. Ariel 2009.

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imponía un precio: la prohibición de saquear los campos y villas; así que marchaban calados sobre un barrizal, prácticamente sin comida. Al fin localizaron a los franceses. Otro cruce de río, un último esfuerzo hasta la cresta… la impresionante, la descorazonadora visión de un enemigo «numeroso como langosta» bloqueaba el camino a escasos ochocientos metros.

Plan francés capturado, materializado en el despliegue real en Agincourt

5. LOS INFANTES ACORAZADOS

Ya vimos la perenne dificultad de atacar con una carga de caballería a una formación de infantería disciplinada y preparada, así como que una fuerza combinada sí podía triunfar, especialmente si contaba con capacidad de choque y tropas «lanza-proyectiles» para prepararlo y apoyarlo. También que esto trajo un aumento general de la proporción de infantes (s. XIV). La guerra seguía ofreciendo oportunidades a los caballeros, pero en los asedios nunca habían sido los protagonistas y en los choques culminantes ya no eran el elemento principal. La proporción de caballería necesaria para explotar el éxito o infligir el golpe final era menor; pero los caballeros seguían ocupando la cúspide social militar así que, lejos de quedarse cruzados de brazos

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optaron, como también vimos, por reinventarse como «infantería acorazada». Este cambio, que ha recibido comparativamente poca atención, va a alcanzar su apogeo en esta fase. El arco inglés era difícil de manejar, y exigía un largo aprendizaje y constante práctica que lo hacían difícil de exportar. Su ventaja respecto a la ballesta, además del alcance y cadencia, es el disparo por el segundo sector, por encima y, por tanto, protegidos por las tropas propias. Muy potente, su capacidad de penetración dependía del arma concreta, la distancia y la consistencia, dureza e inclinación de la coraza. Pruebas recientes han demostrado que podía atravesar las armaduras de la época en determinadas condiciones, por ello constituían la principal amenaza a distancia para los hombres de armas a pie. Estos cruzaban lentamente la zona batida, presentando un blanco más reducido que los caballos y, normalmente, conseguían llegar al choque. Una imagen arraigada, pero falsa, es el caballero blindado que yace a merced del adversario7. La armadura, de ergonomía mejorada, equivalía al equipo de protección moderno: disminuía, pero no anulaba la agilidad. La protección y el entrenamiento propio de los caballeros permitían penetrar un «muro de escudos» y defenderse bien de un ataque de infantería tradicional. En ambos casos, su protección permitía aprovechar mucho mejor el apoyo de los arqueros. El éxito no residía en la reiteración de rápidas cargas ‒donde todo se decidía en un instante‒ sino que creaban o aprovechaban los huecos provocados por los proyectiles, ampliándolos progresivamente manejando lanzas, alabardas, mazas o espadas, a una o dos manos, sin el embarazo del escudo; este era realmente eficaz en formación cerrada. 6. MANDO Y DESUNIÓN

«Si quieres que algo sea hecho, nombra un responsable. Si quieres que se demore eternamente, nombra una comisión». (atribuido a Napoleón).

El consejo de regencia presidido por la reina que, en la práctica, gobernaba Francia, decidió alejar al trastornado monarca del campo de batalla y también al delfín, no precisamente un modelo de líder. La intermitente guerra civil entre armañacs y borgoñones lastraba a una Francia que, de no ser por su desunión, podría haber expulsado a los ingleses8. Enrique explotó a fondo esta debilidad. Una primera e importante expedición al mando de su hermano el duque de Clarence había apoyado a los armañacs, pero estos (los grandes nobles) terminaron dirigiendo el gobierno, así que el nuevo aliado debía ser Juan sin Miedo, líder borgoñón, que no acudiría a la batalla. Otros grandes, como el duque de Berry (anciano) y Anjou (jefe armañac), bien por no abandonar París a sus rivales, bien para proteger al rey ‒próximo a la zona‒ tampoco lo harían.

7 El mismo John Keegan, en su extraordinario análisis de Agincourt, y en fecha relativamente reciente la da por válida. Una cosa es un caballero derribado del caballo en los instantes iniciales hasta que se repone y otra cuando actúa directamente a pie. 8 Curry, Anne, La Guerra de los Cien Años, Ed. Osprey (RBA), Barcelona, 2011, pág. 56.

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El delfín y Juan de Borgoña (aliado de Inglaterra). La división en Francia sería explotada a fondo por los ingleses. Foto.: Museo del Louvre y Bridgeman Art Library. Dominio Público.

Wikipedia Commons

«Los miles de franceses que habían respondido voluntariamente a la llamada de las armas en defensa de su país se encontraron con un ejército que, a pesar de su abrumadora superioridad numérica y armamentística, carecía de lo único que era absolutamente esencial. No tenía líder. Y estaba a punto de enfrentarse a un enemigo cuya única ventaja era que estaba extraordinariamente bien liderado». Juliet Barker.

Enrique dispuso a sus hombres de armas en el centro y los arqueros a ambos lados protegidos tras las estacas y en una sola línea (unos cuatro a seis en fondo). Con las pocas tropas que tenía, era su única posibilidad para dar suficiente consistencia al despliegue. Los detalles son todavía discutidos por los historiadores, debido a que algunas fuentes afirman que había cuñas de arqueros situadas entre los hombres de armas y algo adelantadas. Su presencia ayuda a explicar parte de la batalla, pero plantea otras dificultades. El problema principal del consejo de guerra francés no fue el enemigo, sino el reparto de puestos, ya que los nobles querían (y consiguieron) estar en la primera línea, donde tendrían lugar las hazañas y se ganaba la gloria. La reserva quedó abandonada de sus mandos naturales. Estaban convencidos de la victoria y, aunque los más sensatos ‒como Boucicault‒ abogaron por mantenerse a la espera y dejar que el hambre obligase a los ingleses a un movimiento forzado, carecían de autoridad para imponerse. Así las cosas, se recurrió al dinámico (pero descubierto) plan existente, diseñado para un ejército más reducido y una situación fluida. Se desplegó en dos líneas (batallas), dos alas de caballería y una reserva fuerte en esta. El contraste con los ingleses no podía ser mayor: los señores encabezaban contingentes constituidos por personal del mismo señorío o villa, todos conocidos, muchos con lazos familiares, personas a las que no podían fallar. Meses de esfuerzo, triunfo y enfermedades habían endurecido al ejército y potenciado esta cohesión orgánica. Enrique, además, escogió cuidadosa y

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expresamente a los mandos más adecuados para cada una de fracciones en que lo desplegó. Ambos bandos permanecieron inicialmente a la defensiva. Llegó la noche, que los franceses pasaron despreocupados, en tanto que Enrique aprovechó para realizar un minucioso reconocimiento, con el que tomó el pulso al estado anímico del adversario y que le permitió evaluar el embarrado terreno en detalle. 7. «WE FEW, WE HAPPY FEW, WE BAND OF BROTHERS»

«Las batallas medievales siempre han fascinado igualmente a los historiadores y al público en general […] las batallas de este periodo son difíciles de estudiar. Muchas de las descripciones de las crónicas, con independencia de haber sido escritas por testigos presenciales o de fuentes secundarias, estaban politizadas. La descripción y explicación de los hechos se realizaba con el deseo de asignar la culpa o realizar alabanzas por los hechos valerosos». Anne Curry9.

Agincourt, a diferencia de la mayoría de las batallas medievales, cuenta con un número de testimonios que permiten conocer con seguridad el desarrollo general del combate. Algunos detalles, no obstante, siguen planteando problemas sobre los que no es posible dar un veredicto cerrado.

La mañana de Agincourt. John Guilbert, (Guild Hall Art Gallery). No hubo caballos, pero – lejos de poses heroicas - refleja bien el estado de los duros, hambrientos y empapados veteranos ingleses, que sabían a

lo que se iban a enfrentar. No fallarían

9 Curry, Anne: «Where are the dead of medieval battles? A preliminary Survey». Journal of Conflict Archaeology. Vol. 11-2016, Issue 2-3.

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La visión del gran ejército francés y sus numerosas hogueras, canciones y risas nocturnas habrían impedido a muchos el descanso; sobre todo habría hecho interiorizar a aquellos cuya vida no valía un rescate10, la mayoría, que las opciones eran vencer o morir. Enrique, al despuntar el día, tras oír tres misas ‒una de ellas general‒ supervisó las líneas y arengó a todos11, mientras los capellanes contribuían a la preparación psicológica poniendo a punto las almas para enfrentarse al destino. Desmontó. El primer infante, el rey. ¡Todos los ingleses iban a combatir a pie! Al desprenderse de su montura, como todos los nobles, renunciaba públicamente a la posibilidad de escapar si venían mal dadas. No trataba de pasar desapercibido, su distintivo atuendo y el estandarte servirían de estímulo y ejemplo. Separados por nacimiento, estaban ligados por la patria común, las vivencias y el destino: vivirían o morirían juntos. Esto es lo que hacía de ellos una verdadera «banda de hermanos»12. 8. «FUEGO»

Entumecidos por la noche a la intemperie, los ingleses acumulaban el agotamiento de la marcha y el hambre del racionamiento. Enrique necesitaba forzar un desenlace rápido y dio la orden de avanzar hasta distancia eficaz de tiro de arco (230-280 m) y donde el terreno despejado se estrechaba más. Era arriesgado porque tenían que hacerlo despacio, ordenadamente, para clavar nuevamente las estacas, y podían ser atacados. Pero los franceses solo salieron de su letargo al recibir la primera de las andanadas. La caballería francesa inició el movimiento por su cuenta. Boucicault debió quedarse atónito cuando cientos de cascos pisotearon el plan bajo el barro de la línea de partida. Los esfuerzos ya no podrían aplicarse de forma simultánea. ¡Solo quedaba batirse! Los arqueros, profesionales, apuntaban bien, causando algunas bajas, e introduciendo desorientación y desorden entre los atacantes. Los disciplinados veteranos, parapetados tras las estacas, consiguieron en su mayoría dominar el pánico. No debió ser fácil; algunos franceses sostuvieron la apuesta y metieron los caballos entre las estacas y unos pocos, no pudiendo sortearlas, los empalaron. Un macabro homenaje a su excepcional y noble obediencia. Allí esperaba la rendición o la muerte. Los arqueros aprovecharían la posibilidad de esquivar el choque y atacar al caballo, o disparar a un blanco lento, seguro. El enemigo, al volver grupas para romper

10 No era totalmente imposible que salvaran la vida, pero sí muy improbable. 11 Un recurso asequible y común mientras los ejércitos combatían reunidos, utilizado por muchos grandes capitanes, aunque no sería tan poético como lo escribió Shakespeare. La amplitud del despliegue podía recorrerse fácilmente a pie o a caballo. 12 Una escena parecida (arenga a caballo para combatir a pie) se representa en Braveheart: Braveheart: Freedom Speech - YouTube (11/02/21). De ella se hace una reconstrucción ficticia en: The King (2019) Netflix Film - Battle Speech - YouTube y la del propio Shakespeare (con una idea que, esencialmente, es también expresada por nuestros infantes escritores infantes del Siglo de Oro), en: Henry V - Speech - Eve of Saint Crispin's Day - HD - YouTube.

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el contacto, quedaba desprotegido y en su repliegue algunos caballos atravesaron la primera batalla que avanzaba inexorable13, desorganizándola.

El avance inglés coloca al enemigo en la zona batida (gris), provocando su ataque. Reduce el ancho y, sobre todo la profundidad, maximizando el efecto de sus numerosos

arqueros

9. CHOQUE, DISPAROS, MOVIMIENTO

Un ejército mayor y con mejor protección como el francés, podía imponerse ganando un número suficiente de combates individuales. Para ello había que salvar la zona batida, pero los arqueros de los extremos habían quedado libres. Desde su posición tenían alcance sobre los flancos del avance y, la suma de efectos (real y psicológico) provocó un movimiento hacia el centro del despliegue. El terreno embarrado dificultaba el orden del avance, ya alterado por el repliegue de la caballería. Algunos caían heridos o tropezaban14. Llegaron finalmente al choque, animándose con gritos y con el máximo impulso para sembrar el miedo en los defensores. Pero la formación inglesa estaba

13 El lector encontrará fácilmente una excelente descripción en El rostro de la batalla de John Keegan,

páginas 108-111 (Ediciones Ejército). 14 Esta había sido secularmente la misión de la infantería y caballería ligeras, desorganizar, aquí pudo ser realizada exclusivamente por los proyectiles ingleses.

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preparada, esperando desde el primer momento, y cedieron un poco, tal vez deliberadamente15. La línea no se rompió. Los hombres de armas podían abrir huecos entre las lanzas, pero esto exigía que dispusieran de algún espacio para manejar, no solo empuñar, su armamento. Penetrando el sistema defensivo en múltiples puntos, podrían hacer valer de forma práctica su superioridad numérica. Esto iba a impedirlo la presión hacia el centro y hacia delante, que era consecuencia del empuje en busca del, para ellos, centro de gravedad inglés (los hombres de armas cuyo desmoronamiento les daría la batalla16), el afán por combatir y el ansia por escapar a los proyectiles, contra los que nada podían hacer.

Presión sobre el avance francés

Para colmo, los ingleses contaron la ventaja adicional de unas lanzas más largas en el choque inicial17, que atraparon a los franceses entre ellas y la pared humana que avanzaba. Necesitaban detenerse para encontrar puntos débiles, buscar una solución para manejar sus armas adecuadamente. Los que caían ensartados o eran heridos comenzaban a obstaculizar al resto no podían ser retirados.

15 En esa época, en Inglaterra también se llevaron a cabo «torneos» entre combatientes a pie (no descabalgados), que podían ayudar a desarrollar y comprender técnicas más sofisticadas que el choque. En todo caso, la línea pudo ceder por el impulso francés o hacerlo deliberadamente (mucho más difícil) haciendo «perder pie» y el impulso, como razona Keegan. 16 Era erróneo porque lo que realmente marcaba la diferencia eran la acción de los arqueros. 17 Keegan, op. cit., pág. 155.

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Enrique V en Agincourt. Un recital de mando. Foto. (Dominio público): http://www.britishbattles.com/100-years-war/agincourt.htm

Las optimistas expectativas francesas se habían derrumbado y los cambios desfavorables pusieron a prueba su cohesión y moral. El combate dependía cada vez más de la habilidad, y del valor individual y colectivo. Consiguieron producir algunos huecos y oportunidades. Un grupo de caballeros, juramentados para eliminar a Enrique, llegaron a alcanzar su corona. Pagaron cara la hazaña, pero pudieron haber influido en el desenlace18. Ahora eran los franceses quienes necesitaban cambiar el curso de la batalla. Por esta razón, o de forma espontánea, la segunda batalla avanzó directamente al frente. Sin maniobra, fue un esfuerzo estéril. Entre ambos ejércitos se habían apilado los muertos. Los franceses tenían que trepar sobre una «plataforma inestable» y, al coronarla, presentaban un buen blanco a los arqueros, pero si seguían avanzando o los habían sorteado, quedaban en minoría dentro de la posición enemiga. Recordemos que en Hastings y en Courtrai, individuos con mazas se encargaban de cerrar los huecos, manteniendo la línea e infligiendo bajas. En el primer caso era una fuerza de élite, pero no en el segundo. La capacidad de hacerlo requería mando de pequeños escalones, iniciativa y acometividad. Los arqueros las demostraron empleando las mazas con eficacia para atacar a los caballeros desde sus posiciones19. El ataque cedió, probablemente de forma descoordinada. Los ingleses habían capturado numerosos e importantes prisioneros, como el duque de Orleans.

18 Podía conducir a la derrota (más probable), pero no siempre se daba este caso, ya que a veces la reacción de venganza era superior a la desorientación y esto dependía, sobre todo, de los mandos y la moral. 19 Crónica del religioso de San Denis, apud Curry, La Guerra de los Cien Años, pág. 62. 3.

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10. LA GRAN INFAMIA

Uno de los grupos de caballería franceses tenía como objetivo capturar el tren inglés y así lo hicieron mediante un rodeo mayor. Sea por esta causa, por movimientos de la reserva o por la presencia de una fuerza que se incorporó tarde al campo, Enrique percibió una grave amenaza y dio la orden de asesinar a los prisioneros. Resistida o ignorada por muchos, designó inmediatamente un destacamento de arqueros para ejecutarla. Estaba ante un dilema, pues un contraataque en un momento en que las fuerzas no están plenamente concentradas en la defensa podía cambiar rápidamente las tornas. A nuestros ojos es moralmente injustificable, pero en aquella época el captor disponía de los prisioneros y la posibilidad de rescate, lo que les salvaba la vida; tal vez por ello ni siquiera las fuentes francesas de la época se lo echaron en cara, pero fue un hecho insólito a esta escala en Europa Occidental. No hay información suficiente para una evaluación táctica de la decisión, pero conviene tener presente que, al impacto psicológico del combate cuerpo a cuerpo, se añadían el cansancio físico y la relajación tras la retirada enemiga20. En algún momento se consideró pasado el peligro y se detuvo la matanza. 11. CONSECUENCIAS INMEDIATAS: NORMANDÍA Y LA CORONA

Los restos del ejército francés abandonaron el campo. Enrique regresó triunfalmente a Inglaterra con gran parte de la fuerza, dejando al duque de Clarence, su hermano, al mando. Obtuvo del Parlamento un apoyo financiero sin precedentes. Batalla de Baugé. Clarence conoció el despliegue del ejército franco-escocés por un prisionero y lanzó inmediatamente a sus hombres de armas a caballo sin esperar a los arqueros, para sorprender a los aliados. Bloqueados en un puente por solo cien arqueros escoceses, cuando finalmente consiguieron forzar el paso chocaron con los hombres de armas desmontados y preparados, con el resultado previsible. Solo la llegada de los arqueros ingleses por un itinerario alternativo permitió escapar a los hombres de armas ya cercados. Los ingleses no eran invencibles. Enrique regresó en 1417 con un ejército aún mayor y fue conquistando plazas, ayudándose de una buena artillería, no sin resistencia en las mayores como Ruan (seis meses). Los armañacs asesinaron a su aliado Juan sin Miedo, provocando una reacción indignada que terminó con la toma de París por sus aliados borgoñones. Entonces amplió sus aspiraciones a toda Francia. El Tratado de Troyes le nombraba heredero y regente de Carlos VI, desplazando al delfín y, como en los cuentos, se había casado felizmente con la princesa Catalina de Valois, cuyo heredero podría consolidar la doble corona.

20 Así sucedió reiteradamente en la SGM en el frente occidental, donde los alemanes en inferioridad sacaron partido reiteradas veces de la relajación que sigue al triunfo inicial.

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Pero el dominio inglés en su cúspide, tenía los pies de barro21. Enrique moriría de disentería quedando frustrados sus últimos y más ambiciosos proyectos. Otro hermano, el duque de Bedford, recogió el mando del ejército y la regencia. Era un excelente jefe y diplomático, cuya reciente victoria naval había permitido controlar la costa, asegurando temporalmente las comunicaciones y, con ellas, la capacidad de proyección y el comercio. Fue el alma de la alianza con una Borgoña progresivamente menos implicada y continuó ampliando sistemáticamente, fortaleza tras fortaleza, pese a la defección de Bretaña y una revuelta22. 12. EL CÉNIT DE LA INFANTERÍA. VERNEUIL (1424)

Un ejército franco-escocés, con mercenarios lombardos y españoles, trató de levantar el asedio de Ivry, pero llegó tarde. Como consecuencia se produjeron discrepancias, ya que los franceses preferían retirarse una vez fallido el objetivo y sus aliados atacar. Presionados por estos, decidieron finalmente dar batalla en Verneuil. Repetirían el plan de Agincourt, pero ahora en una zona despejada. El ejército aliado contaba con unos efectivos de unos 14 000 combatientes, una parte de los cuales (lombardos y franceses) se mantuvieron a caballo. El número de ingleses era ligeramente inferior, pero contaban con unos 10 000 arqueros, dispuestos en las alas y con una reserva en segunda línea.

Verneuil. Vigilias del Rey Carlos VII. Biblioteca Nacional de Francia. Ilustra el combate de los “hombres de armas” acorazados a pie (en las batallas campales) y algunas armas (lanzas y espadas)

21 Hay un cierto consenso sobre las intenciones iniciales y su desarrollo. La estrategia inglesa y sus problemas está muy bien explicada en La Guerra de los Cien Años de Christopher Allmand, Ed. Crítica,

Barcelona, 1990, págs. 52-62 para esta fase y sus consecuencias posteriores. 22 Hooper, Nicholas y Bennett, Mathew, en La Guerra en la Edad Media, Atlas ilustrado (Ed. Black, Jeremy). Akal, Madrid, 2001.

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¡Los aliados iniciaron nuevamente el ataque! El centro avanzó, pero sus tropas lanza-proyectiles, que al menos esta vez sí se utilizaron, eran inferiores a los arqueros ingleses. Los escasos dos mil hombres de armas de Bedford consiguieron mantener la línea con su apoyo. La caballería francesa sorprendió a una parte de los arqueros del flanco derecho con las estacas sin colocar o mal dispuestas, derrotándolos y poniéndolos en fuga (aquí no tenían un bosque a mano). La caballería lombarda, sin embargo, pasó de largo a los arqueros del flanco contrario y se lanzó directamente sobre el tren inglés. Este se encontraba bien desplegado en círculo para la defensa y los rechazó. La caballería francesa, por su parte, trató de profundizar, pero fue derrotada por la segunda línea de arqueros, que sí estaban bien preparados. La caballería desapareció; los arqueros regresaron. A partir de este momento, quedaban libres para apoyar a los hombres de armas en lo que ahora se había convertido en una batalla exclusiva de infantería. Primero huyeron los mercenarios y luego los franceses hacia Verneuil, pero los escoceses aguantaron. Bedford mantuvo la disciplina, consiguió evitar una persecución prematura y maniobró, con una fracción de sus tropas, contra la retaguardia escocesa. La conjunción de movimiento, «fuego» y choque derribó finalmente la moral escocesa. Era el cénit de dominio del infante inglés sobre el campo de batalla, frente a un ejército equilibrado. Las victorias de Bedford habían dejado expedito el camino para las ofensivas de Maine y del Loira23, que culminarían en el sitio de Orleans. 13. REFLEXIONES Y LECCIONES

Abandonado el choque a caballo a toda costa, permanecía en Francia la cultura que lo impulsaba, mucho más difícil de cambiar. Repitieron los errores del s. XIV, eso sí, esta vez preferentemente a pie. Se siguió minusvalorando a las tropas de baja extracción en la batalla. En Nicópolis y Agincourt, los franceses ni siquiera les asignaron cometidos. Chauvinismo: confundiendo experiencia y cobardía, desechaban los consejos de los que, como los húngaros, conocían bien al enemigo. El mando es la función más importante y nexo de unión de todas. Su influencia fue clave antes (organización, moral, cohesión) y durante las operaciones (conducción y cohesión). Los franceses tenían muchos líderes y cargados de iniciativa individual, pero no una cadena de mando. En Agincourt estuvieron, pero no ejercieron: la peor opción posible.

23 Curry, op. cit., pág. 63.

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Enrique V (National Gallery) y Carlos VI cerca de Le Mans (autor desconocido). Dominio Público.

http://www.bnf.fr/enluminures/manuscrits/aman4/i3_0085.htm

Enrique utilizó a su favor sesgos culturales, jugando con ellos en episodios, como el desafío al delfín y la marcha por Normandía. Sostuvo por todos los medios la moral y mantuvo una férrea disciplina. Potenció el conflicto entre franceses apoyando siempre al bando contra el rey. Tener un propósito (ambos lo tenían) y asignar cometidos es insuficiente. Se necesita un concepto de la operación conocido por los mandos o por todos, que permita una actuación coherente de todos los escalones. Solo hay que cambiarlo cuando pierde vigencia, pero en la práctica (salvo total superioridad) hay que adaptar a él las acciones parciales. Para ello hay que subordinar el individualismo ¿cuál es misión? a la acción de conjunto ¿cuál es mi contribución? Actuación por procedimiento único (NOP) para resolver un «problema táctico», independientemente de las circunstancias y sin ni siquiera adaptarlo. Este tipo de recetarios sustitutivos de la toma de decisiones, lo crea el lector o no, se intentan imponer incluso hoy día (contra la propia definición de NOP). Fue el caso de los franceses en Agincourt. Así, por ejemplo:

¿Para qué escalonaron sus fuerzas? Algunos franceses incluso habían sufrido una demostración directa de su utilidad en Nicópolis. Nada aprendieron. Ya recogimos la constatación histórica de la opinión de Liddell Hart sobre la reiteración de esfuerzos. Pero el componente

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físico del combate real en la Edad Media producía un desgaste por cansancio que podía hacer que se pudiese tener éxito contra un enemigo formado en una sola línea, especialmente unido a la relajación que puede producir una victoria inicial (y que hace que muchos contraataques de pequeña unidad hayan podido alcanzar éxitos).

¿Qué hizo la caballería francesa, una vez se replegó? Podía haber rodeado el bosque, como hizo la fracción que atacó los trenes. ¿Qué hizo la reserva? ¿No podría al menos presionar a los arqueros de los flancos e impedir que atacaran al esfuerzo principal? ¿No podían actuar a pie? Se limitaron a sus cometidos iniciales.

Adaptación constante, el concepto de la operación, perseverancia, iniciativa:

Los arqueros ingleses en Agincourt: se defendieron, luego atacaron a la columna de infantería y luego se unieron al combate cuerpo a cuerpo. En Verneuil, tras su derrota inicial, a diferencia de la caballería (ni allí, ni en Agincourt) regresaron al combate.

Empeñarse en un plan que ha perdido vigencia no es una cuestión de nacionalidades. Clarence también se encadenó a sus esperanzas en Baugé. Su idea de aprovechar la velocidad para obtener la sorpresa mediante un ataque inmediato a caballo era una posibilidad, audaz pero posible (lo hizo contra el criterio de sus capitanes, tal vez lo conocían). Cuando falló, pudo haber defendido el puente cambiando las tornas y atacar posteriormente con todo el ejército por donde lo hicieron los arqueros. La iniciativa fue de estos, que cumplieron la orden de incorporarse: el «qué», pero no el «cómo», pues el mandato era acudir lo más rápidamente posible en apoyo de la caballería. Se desviaron para atacar desde otra dirección en vez de seguir el camino más corto, sacándose de la manga la maniobra de conjunto (que corresponde al jefe). Esto permitió salvar el día con una derrota menor.

«En el análisis militar con frecuencia es necesario concentrarse en algún aspecto particular del combate. Sin embargo, el resultado del análisis enfocado de cerca, debe ser evaluado después en el contexto de las brutales, múltiples, superpuestas realidades de la guerra». T. N. Dupuy. La Comprensión de la Guerra.

Falsas lecciones: hay que analizar la causa última, pero a diferencia del método general en las LLAA (descomposición en acciones parciales, más fáciles de analizar), una batalla consiste en una compleja superposición de acciones simultáneas con una resultante para el conjunto de ellas. La importancia relativa de cada una de ellas en su interrelación varía en cada ocasión, como lo hacen los factores para el planeamiento inicial. Baugé generó un optimismo injustificado en los escoceses, a pesar de que ya habían sido vencidos varias veces por el «sistema inglés». Extrajeron una conclusión absurda: su valor o habilidad superior les había dado el triunfo, «somos mejores». La victoria se debió al error del contrario, al terreno y a la superioridad numérica, aumentada por la ventaja de una táctica inicialmente defensiva. Solo derrotaron a una fracción del ejército enemigo que actuó aislada. No prestaron atención a la eficacia posterior de los arqueros.

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Innovación y flexibilidad: Bedford ya había derrotado a la «Antigua Alianza»24 en Cravant en 1423 (también parece que se olvidó). En este caso, la proporción de arqueros ingleses era menor, pero las piezas borgoñonas contribuyeron a su victoria. La aparición de la artillería sobre el campo de batalla (limitada a los sitios por falta de movilidad) fue otra innovación junto al obstáculo portátil (las estacas, lejano precedente de la dispersión de minas por la artillería) y el despliegue circular de los carromatos de los trenes ingleses (Baugé). Protección: la caballería podía derrotar a los arqueros, ya se había hecho. Enrique no solo tuvo en cuenta las capacidades, sino también las limitaciones (desprotección) y tomó medidas al respecto, asumiendo servidumbres (las estacas). Realismo, atención al enemigo: Enrique lo respetaba y utilizó todos los recursos disponibles en Harfleur (artillería de torsión y pólvora contra las murallas y la ciudad, anulación de defensas de agua, bloqueo naval, asaltos, apertura de galerías, etc.). En Agincourt se deshizo de los prisioneros, mantuvo el despliegue durante la noche previa, realizó un reconocimiento exhaustivo, etc. Asumió considerables riesgos, pero siempre calculados: al adelantar la posición provocó el ataque (llegado a ese punto necesitaba la batalla lo más pronto posible, en un terreno favorable y en defensiva), desplegó en una única línea, pero lo más fuerte posible, no la debilitó para disponer de caballería, renunciando con ello a una posible persecución. De igual forma Bedford impidió que se desencadenara una persecución o un saqueo prematuro antes de acabar con los escoceses, pese a la huida de gran parte del enemigo.

La integración de las armas en sistemas de combate eficaces es más difícil que su adquisición. Se da muy raras veces. Extractado de T.N. Dupuy. La comprensión de la Guerra

Concentración de esfuerzos: la mera acumulación de fuerzas no siempre es oportuna. Lo que interesa es multiplicar los efectos que estas pueden producir. La concentración de personal francés en la zona de batida en Agincourt aumentaba las probabilidades de hacer blanco de los arqueros, las bajas desorganizaban su propio contingente, y las sucesivas filas empujaban

24 Así se llamaba a la franco-escocesa.

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contra las lanzas (más largas) a una masa apretujada que no podía desenvolverse individualmente por falta de espacio. El efecto era el mismo o menor. El de las flechas inglesas (cuyo radio de acción es limitado), mayor desde cada una de sus posiciones. Los ingleses no habían renunciado a la caballería; de hecho, no solo los hombres de armas tenían montura –más de una–, sino también muchos arqueros, la proporción de caballos era muy alta. No los utilizaban solo como transporte rápido (los arqueros sí). Sencillamente los empleaban cuando convenía, valorando diferentes posibilidades y no ateniéndose a un único patrón. De hecho, la carga más decisiva de la guerra había sido la inglesa en Poitiers. Los turcos mantuvieron su caballería pesada en reserva y oculta hasta el momento oportuno en Nicópolis, con la enemiga fijada, y desgastada por su infantería y jinetes ligeros. Fueron precisamente los franceses, «la mejor caballería de Europa», los que la emplearon casi siempre al principio, buscando el puesto de honor de la vanguardia y el choque directo, con los resultados que hemos visto. Este problema del momento para emplear cada recurso, en vez de hacerlo a toda costa de acuerdo con ideas preconcebidas (que pueden ser válidas, pero solo en algunas circunstancias) va a ser muy importante para nuestra futura Infantería con el aumento de la proporción de VCI. Desembarcar siempre fue una decisión clave y comprometida, que depende principalmente –no en exclusiva‒ de la combinación terreno/enemigo. ¿Y dónde debe situarse el jefe? ¿embarcado o pie a tierra? ¿y pensamos decidirlo por adelantado y para siempre? A lo mejor tenemos algo que aprender de los comandantes del pasado como Enrique. ¡Y no digamos de Gonzalo!