el final del paleolÍtico en los espacios cantÁbricos: … · de las sociedades del. paleolítico...

28
KOBIE (Serie Anejos). Bilbao Bizkaiko Foru Aldundia- Diputación Foral de Bizkaia N.° 8, pp. 309 a 336, año 2004. ISSN 0214-7971 Web http://www.bizkaia.eus/kobie EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: EL AZILIENSE The End of the Palaeolithic in Cantabrian Spain: the Azilian Juan Antonio Fernández-Tresguerres Velasco (*) RESUMEN Se presenta una síntesis de la información disponible sobre las sociedades que poblaron la región cantábri- ca durante el Aziliense, período que corresponde a la parte final de la última glaciación y a los inicios del Holo- ceno. Tras muchas décadas de pesimismo respecto a la pujanza de aquellas sociedades, sin duda marcadas por la desaparición del gran arte paleolítico y de los brillantes ajuares magdalenienses, el panorama actual, fruto de la intensificación de los trabajos de campo desde los años 70, se nos revela radicalmente distinto. Esas transfor- maciones, tanto del arte como de las industrias, no se conciben ya como una "revolución" en negativo, en la línea de lo apuntado por Breuil en los albores de la investigación, sino como producto de la evolución cultural de las sociedades del. Paleolítico superior final, en un momento en el que quizá los esquemas tradicionales deja- ron de resultar eficaces. A su vez, la supuesta uniformidad del registro aziliense va perdiendo enteros a medida que avanza la investigación, y cada vez resulta más evidente la existencia de una marcada variabilidad, tanto en el plano diacrónico como en el sincrónico. Palabras clave: Región Cantábrica, Aziliense, Tecnología, Poblamiento, Subsistencia, Simbolismo. ABSTRACT This paper presents a summary of the available information about the human groups who occupied Canta- brian Spain during the Azilian, the period corresponding to the final stages of the last Ice Age and the start of the Holocene. After many decades of pessimism regarding the vitality of these groups, without doubt marked by the disappearance of the great Palaeolithic art and the brilliant Magdalenian assemblages, the current situa- tion is totally different, as a result of intense fieldwork carried out since the 1970s. The transformations, in both the art and the assemblages, is no longer seen as a «revolution» in reverse, as suggested by Breuil in the early days of research, but rather as the consequence of the cultural evolution of the groups at the end of the Upper Palaeolithic, when the traditional strategies may not have been efficient any more. At the same time, the suppo- sed uniformity of the Azilian record is losing strength as research progresses, and it is becoming evident that clear variability existed, both diachronically and synchronically. Key words: Cantabrian Spain, Azilian, Technology, Population, Subsistence, Symbolism. (*) Universidad de Oviedo

Upload: others

Post on 26-Feb-2020

3 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: … · de las sociedades del. Paleolítico superior final, en un momento en el que quizá los esquemas tradicionales deja-ron

KOBIE (Serie Anejos). Bilbao Bizkaiko Foru Aldundia-Diputación Foral de Bizkaia N.° 8, pp. 309 a 336, año 2004. ISSN 0214-7971Web http://www.bizkaia.eus/kobie

EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: EL AZILIENSE

The End of the Palaeolithic in Cantabrian Spain: the Azilian

Juan Antonio Fernández-Tresguerres Velasco (*)

RESUMEN

Se presenta una síntesis de la información disponible sobre las sociedades que poblaron la región cantábri-ca durante el Aziliense, período que corresponde a la parte final de la última glaciación y a los inicios del Holo-ceno. Tras muchas décadas de pesimismo respecto a la pujanza de aquellas sociedades, sin duda marcadas por la desaparición del gran arte paleolítico y de los brillantes ajuares magdalenienses, el panorama actual, fruto de la intensificación de los trabajos de campo desde los años 70, se nos revela radicalmente distinto. Esas transfor-maciones, tanto del arte como de las industrias, no se conciben ya como una "revolución" en negativo, en la línea de lo apuntado por Breuil en los albores de la investigación, sino como producto de la evolución cultural de las sociedades del. Paleolítico superior final, en un momento en el que quizá los esquemas tradicionales deja-ron de resultar eficaces. A su vez, la supuesta uniformidad del registro aziliense va perdiendo enteros a medida que avanza la investigación, y cada vez resulta más evidente la existencia de una marcada variabilidad, tanto en el plano diacrónico como en el sincrónico.

Palabras clave: Región Cantábrica, Aziliense, Tecnología, Poblamiento, Subsistencia, Simbolismo.

ABSTRACT

This paper presents a summary of the available information about the human groups who occupied Canta-brian Spain during the Azilian, the period corresponding to the final stages of the last Ice Age and the start of the Holocene. After many decades of pessimism regarding the vitality of these groups, without doubt marked by the disappearance of the great Palaeolithic art and the brilliant Magdalenian assemblages, the current situa-tion is totally different, as a result of intense fieldwork carried out since the 1970s. The transformations, in both the art and the assemblages, is no longer seen as a «revolution» in reverse, as suggested by Breuil in the early days of research, but rather as the consequence of the cultural evolution of the groups at the end of the Upper Palaeolithic, when the traditional strategies may not have been efficient any more. At the same time, the suppo-sed uniformity of the Azilian record is losing strength as research progresses, and it is becoming evident that clear variability existed, both diachronically and synchronically.

Key words: Cantabrian Spain, Azilian, Technology, Population, Subsistence, Symbolism.

(*) Universidad de Oviedo

Page 2: EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: … · de las sociedades del. Paleolítico superior final, en un momento en el que quizá los esquemas tradicionales deja-ron

31() JUAN ANTONIO FERNÁNDEZ-TRESOUERRES VELASCO

LABURPENA

Azil aldian zehar Kantauri aldeko eskualdean bizi izan ziren gizarteetaz dagoen informazioaren laburpena aurkezten da; Azil aldian azkeneko izoztaroaren amaieraren eta Holozenoaren hasieraren garaia da. Gizarte haien goraldiari buruz ezkortasu.nez hamarkada luzetan behatu ondoren, arte paleolitiko handia eta Magdalen aldiko hornidura distiratsuak desagertzeak eraginda ziurrenik, oraingo panorama, 70. hamarkadatik hona landa lanak izugarri gehitu direnez, erabat desberdin ageri zaigu. Aldaketa horiek, bai artearenak bai industrienak, ez dira jada, Breuilek ikerlanaren hastapenetan iradoki zuenaren haritik, okerrerako "iraultza" modura ikusten, amaierako goi paleolitikoko gizarteen kultur bilakaeraren ondorio modura baizik, eskema tradizionalek eragin- kor izateari utzi zioten unean. Aldi berean, erregistro azildarraren ustezko bateratasuna ere indarra galduz doa ikerkuntzak aurrera egin ahala, eta gero eta agerikoagoa da aldakortasun handia egon dela, bai diakronikok.i. bai sinkronikoki.

Gako-hitzak: Kantauri aldeko eskualdea, Azil aldia, Teknologia, Populatzea, Biziraupena, Sinbolismoa.

La concepción del Aziliense, cultura que marca la desaparición del Paleolítico superior y el inicio del Epipaleolítico, de modo implícito o explícito durante una buena parte del siglo XX, estuvo en sus orígenes dominada por la confusión en su interpretación en lo que se refiere a su papel en la evolución de las cultu-ras del final del Pleistoceno e inicios del Holoceno, y por una definición pesimista presentada de modo resumido por H. Breuil en 1912. como una "revolu- ción" casi en negativo. Los niveles azilienses excava-dos durante ese período, desde el centro de la región cantábrica hasta su extremo oriental, son relativa-mente numerosos: La Paloma en Soto de las Regue-ras, Cueto de la Mina en :Bricia, La Riera en Posada de Llanes, las tres en Asturias; Cueva Morín en Villa-nueva de Villaescusa, El Pendo en Escobedo de Camargo, El Castillo en Puente Viesgo, El Valle en Rasines, todas ellas en Cantabria; Santimamiñe en Cortezubi, Vizcaya y Urtiaga en Deba, Guipúzcoa, etc. Fueron investigados por el conde de la Vega del Sella, J. Carballo, E. Hernández Pacheco y J. M. de Barandiarán. Aunque perfectamente representativos de ese momento, su definición descansaba sobre todo en la industria ósea y, de modo especial, en los arpo-nes que destacaban el carácter de los niveles, por un lado descendientes del Magdaleniense, por otro des-tacando la ruptura con él y mostrando una marcada degradación con respecto al mismo. A partir de los datos obtenidos en esas capas no se percibía ningún elemento que pudiera hacer sospechar la existencia de una clara evolución dentro de ese conjunto cultu-ral y las mismas relaciones con el período anterior, el Magdaleniense superior final, eran observadas a tra-vés de la continuidad de algunos elementos (lamini-llas de dorso, la persistencia transformada de los arpones). En general, lo que se apreciaba sobre todo era el marcado tono de decadencia de la industria azi-liense.

Este análisis de la realidad aziliense persiste aún en los años 60 del mismo siglo. Aproximadamente a partir de 1970, se inicia un conjunto de excavaciones que permitieron mostrar una imagen nueva de los momentos .finales del Paleolítico cantábrico. Se abrieron nuevos yacimientos descubiertos en esas fechas o se revisaron antiguos trabajos; destacan sitios de notable importancia como son la Cueva de La Paloma (Martínez Navarrete 1976; Hoyos et al. 1980), La Riera (Straus y Clark 1986) y Los Azules (Cangas de Onís) (Fernández-Tresguerres 1980) en Asturias; Cueva Morín (González Echegaray y Free-man 1973), El Rascaño (Mirones, Miera) (González Echegaray y Barandiarán 1981) en Cantabria; Urtia-ga (Barandiarán, J,M., 1947, 1948), Arenaza I (San Pedro de Galdames, Vizcaya) (Apellániz 1977, 1978; Apellániz y Altuna 1975) y Santimamiñe (Aranzadi y Barandiarán 1935) en el País Vasco; Abauntz (Arraiz) (Utrilla 1979, 1982), Berroberría (en Al.kerdi de Urdax; excavada por el marqués de Loriana en 1939, posteriormente, entre 1959 y 1964, por J. Maluquer de Motes y, finalmente, por I. Baran-diarán a partir de 1977) (Barandiarán 1990) y Zato-ya (Abaurrea Alta) (Barandiarán y Cava 1989, 2001) en Navarra. En fechas posteriores, el descubrimiento y los trabajos en Anton Koba (Oñate, Guipúzcoa) (Armendáriz 1997), Laminak II (Berriatua, Vizcaya) (Berganza y Arribas 1994), Santa Catalina (Lekeitio, Vizcaya) (Ibáñez et al. 1992) en el País Vasco; el Abrigo de la Peña del Perro (Santoña) (González Morales y Díaz Casado 1991-92), el Mirón (Straus et al. 2002; Straus y González Morales 2003) y El Hor-no (ambas en Ramales de la Victoria) (Fano 2005), en Cantabria. Tendrán especial interés las investiga-ciones realizadas en Ekain (Cestona) (Altuna y Meri-no 1984), Cueva Oscura de Ania (Las Regueras) (Gómez Tabanera et al. 1975; Pérez y Pérez 1977), La Lluera (Rodríguez Asensio 1990, 1992), La Cue-

KOBIE (Serie Anejos n.' 8), año 2004_ Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica

Page 3: EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: … · de las sociedades del. Paleolítico superior final, en un momento en el que quizá los esquemas tradicionales deja-ron

100 o

kilómetros

50 Altitud en metros

0 400 1000

La Paloma Oscura de Ania

La Lluera I Oscura de Perán

Cava Rasa El Cierro

Cueto de la Mina La Riera

Balmori

Piélago I, II Rascaño

El Pendo El Perro La Fragua

San Juan Santancer Arenaza

Atxeta Sanlmamiñe

Santa CatalinalLumentxa

Laminak II Ermittia

Urtiaga

La Meaza La Pila

Gijón Aitzbitarte IV

rIP Ptkaitdita: Abaunlz

1Antan.I

San Sebastián

EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: EL AZILIENSE 31 I

va de La Pila (Cuchía, Mogro) (Bernaldo de Quirós et al. 1992), la Cueva de Los Azules (Fernández-Tresguerres 1989), y Zatoya (Barandiarán y Cava 1989, 2001), ya que en ellas se han estudiado niveles que nos aproximan a los inicios del Aziliense o des-cubierto series de capas con industrias pertenecientes a esa cultura que abarcan, de un modo más o menos claro, el desarrollo del período desde un momento tardío a lo que podrían ser los instantes iniciales del mismo. Las investigaciones sobre la climatología, los cambios en la vegetación y la fauna y, especial-mente, las dataciones de C14, permitieron un plan-teamiento nuevo y más amplio y coherente acerca de este episodio final del Paleolítico, que dejó de ser un conjunto más o menos uniforme, bastante estático en su desarrollo, y mostró una marcada variabilidad en el tiempo y en el espacio, provocada por sus antece-dentes y, sin duda, por el conjunto de transformacio-nes en el sistema económico, la organización social y, de modo especial, la estructura mental.

El notable aumento del número de yacimientos trajo corno primera consecuencia un importante cambio en la percepción del espacio aziliense (Fig. 1). Por los datos que ahora tenemos, la ampliación hacia el sur de ese espacio se produce durante el transcurso del Aziliense a través de la cordillera hacia la zona situada entre el nacimiento del Sella y del Nalón; eso parecen indicar los datos obtenidos en la Cueva de la Uña (La Uña, León); la cueva del Espertín, Burôn, León, cuya industria fue definida en

principio corno perteneciente al Magdaleniense superior final posteriormente fue definida como un epipaleolítico próximo al de la Cueva de los Canes (Bernaldo de Quirós y Neira 1992,. 1993; Neira- Campos et al. 2004). Otra expansión epipaleolítica, con distinto origen, se produce hacia las zonas de la Meseta. El descubrimiento de un arte estilísticamen-te próximo al Aziliense de cuevas francesas (como por ejemplo Espelugues, Rochedane o el Mas d'Azil) en Estebanvela (Segovia), pero alejado de los modelos conocidos en el Cantábrico hasta el momento presente, y localizado por Ripoll López y Muñoz Ibáñez, en un aparente Magdaleniense supe-rior-final, muestra la expansión de las culturas fina-les del Paleolítico hacia el interior de la Península Ibérica desde los Pirineos (Ripoll y Muñoz Ibáñez 2003). La mejora climática, que supone a nivel euro-peo un aumento del espacio habitable, pudo propi-ciar una mayor dispersión de la población, causando al mismo tiempo una diversificación de las indus-trias, junto con una intensificación en ciertos tipos de explotación (como los marinos) que, con el tiempo, irá ampliándose.

1. EL MARCO CRONOLÓGICO Y AMBIENTAL DEL AZILIENSE

Éste es uno de los aspectos que más se han modi-ficado en la percepción del Aziliense. Aunque ya algunos investigadores (como González Echegaray

MAR CANTÁBRICO

Figura 1. Distribución de los yacimientos azilienses en la región cantábrica.

KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica

Page 4: EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: … · de las sociedades del. Paleolítico superior final, en un momento en el que quizá los esquemas tradicionales deja-ron

312 JUAN ANTONIO FERNÁNDEZ-TRESGUERRES VELASCO

1966, 1975) habían colocado el momento de la tran-sición Magdaleniense final — Aziliense en el Allerod, ahora las dataciones absolutas obtenidas han peniúti-do situar a esta última industria en una banda crono-lógica más amplia que la admitida anteriormente, en la que se le limitaba a ser un episodio prácticamente surgido de los cambios climáticos del Dryas III y del Preboreal. Las fechas radiocarbónicas obtenidas para el Aziliense marcan un límite superior en una fecha algo posterior al 11.500 BP (Cuadro 1). Ciertamente algunas dataciones señalan un momento anterior a esa frontera (Anton Koba Nivel VIII: 11700 ± 180; Nivel VIII: 11800 ± 330; El Horno 0: 11630 ± 170; La Pila: Nivel III-3:.11700 ± 70 BP), que no deja, por lo que veremos, de manifestar una ligera arbitrarie-dad. El límite inferior se puede colocar, aproximada-mente, hacia el 9500 BP. Si algunas de las dataciones superiores no dejaban de solaparse con algunas del Magdaleniense superior-final, en el límite inferior otras están muy próximas a las más antiguas del Asturiense -industria muy distinta en todos sus aspec-tos a la aziliense —, o incluso alguna se aproxima al Boreal.

Las dataciones —así como los análisis sedimento-lógicos y polínicos— muestran que el Aziliense no es el producto de un cambio climático posterior a la desaparición de los glaciares europeos. Teniendo en cuenta que Allerod supone el momento de la transfor-mación tecnológica y de los modos de representación artística, parece obligado ver en el cambio más el pro-ducto de una dinámica interna de la cultura del Paleo-lítico superior final que la presión ejercida por la desaparición de unas determinadas condiciones cli-máticas y ambientales, por lo demás cambiantes a lo largo de todo el proceso de Würm IV. No obstante, si algunas de las fechas más antiguas no son aceptables, tampoco en todas las ocasiones resulta posible la pre-cisa definición de las industrias. De hecho conjuntos definidos como "azilienses" en un momento determi-nado de la investigación fueron después etiquetados como pertenecientes al Magdaleniense superior-final por estudios posteriores; ese es el caso de los niveles I y II de Silibranka (Fernández Eraso 1983). Por ello, si bien se pueden situar en una secuencia y un contex-to estratigráfico precisos, no es fácil señalar los ini-cios reales del Aziliense, por lo que, en varios luga-res, algunos niveles antiguos tienen que limitarse a ser definidos ambiguamente como "Magdaleniense superior-final/Aziliense", lo cual en un proceso de transformación no carece de lógica. Incluso, como señala J. L. Arribas (1990), y para dificultar más la cuestión, en ocasiones el Magdaleniense superior-final y el. Aziliense aparecen dentro del mismo con-junto sedimentológico haciendo más difícil la identi-ficación.

En los casos en que se ha podido definir el Azi-liense antiguo, se aprecian los rasgos que, desde el punto de vista de la sedimentología, lo sitúan en la fase Allerod — Cantábrico VIII, separados del perío-do de ocupación anterior por capas de arcilla, o con matriz arcillosa, en zonas vaciadas anteriormente por la erosión provocada por reactivaciones kársticas (Hoyos 1995). Lo vemos en Cueva Oscura de Ania (Horizonte Ob), en el nivel A de Cova Rosa, en el nivel 5 de Los Azules, situación que podría ser tam-bién la del nivel 3.2.b de la Cueva de la Pila, así como la del nivel 4.1 de la misma cueva (Magdaleniense superior-final), Esto supone que todo el proceso de transición del Magdaleniense final al Aziliense se produce durante este período climáticamente más favorable, pero que, en ocasiones, fue total o parcial-mente borrado del registro estratigráfico. Zatoya II con un Magdaleniense final/Aziliense se desarrolla en este mismo marco del Allerod (Barandiarán y Cava 2001).

Cronológicamente esta fase de atemperamiento climático, que se encuentra localizada, según Hoyos (1995) entre 12000-11800 (ó 11700) y el 10750 BP, se caracterizó por un acrecentamiento de la humedad, que provocó en algunas cuevas un aumento de la cir-culación del agua o encharcamientos (Hoyos 1995), causando importantes fenómenos de erosión que difi-cultan el estudio del proceso de desarrollo de esta industria.

La mejoría climática de Allerod supuso el aumen-to de las especies arbóreas, dominando el pino, o robledal mixto y avellano -aunque con índices mucho más bajos en proporción que en épocas posteriores al Tardiglaciar—, según las zonas, y con una notable pre-sencia de las filicales. Este aumento de bosque, observado en Berroberría y en Ekain, yacimiento éste donde, según Dupré (1984), se correspondería ya con el final de Alleród, y sufre un notable descenso de las especies más templadas, aunque no su desaparición total, en el episodio siguiente Dryas III, si bien este hecho depende de la localización más o menos abri-gada de las zonas.

La mayor concentración de fechas azilienses la encontramos en esta última fase del Pleistoceno, Dryas III — Cantábrico IX, durante la cual se desarro-lló la mayor parte del Aziliense clásico. Sus inicios se situarían con probabilidad a finales del episodio cli-mático anterior. El Dryas III se caracterizó, según los datos sedimentológicos aportados por M. Hoyos, por un frío menos intenso que en las fases anteriores, menos húmedo en sus comienzos, pero intensificán-dose hacia el final (Hoyos 1995). El final del Azilien-se llega con los momentos iniciales del Preboreal,

KOB1E (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la region cantábrica

Page 5: EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: … · de las sociedades del. Paleolítico superior final, en un momento en el que quizá los esquemas tradicionales deja-ron

KO

BIE

(Serie

Ane

jos n.° 8 ),

añ o 2004.

Las soci ed

ades del P

aleolítico

en la

re gión can

Yacimiento Nivel Método Mat. Datado Laboratorio Fecha BR cal BC, 2 sigma Adsc. Cultural Ref. Bibliograf.

Los Azules 3a 14C cony. hueso CSIC-216 9430 ± 120 9180-8425 (0,98) Aziliense F.-Tresguerres 1976 Oscura de Ania lia 14C cony. carbón CSIC-6362 9440 + 90 9142-8536 (0,98) Aziliense Pérez y Pérez 1992 Ekain IV base/V !4C cony. hueso I-9239 9460 ± 185 9249-8323 (1) Aziliense Altuna y Merino 1984 Los Azules 3d 14C cony. hueso CS IC-260 9540 ± 120 9251-8607 (0,99) Aziliense F.-Tresguerres 1976 Ekain 1.1 14C cony. hueso 1-11666 9540 ± 2I0 9398-8295 (0,99) Aziliense Altuna et al. 1984 La Fragua 3 14C cony. carbón GrN-20966 9600 ± 140 9300-8607 (0,99) Aziliense González Morales, 2000 Arenaza I Il-D 14C cony. carbón CSIC-173 9600 ± 180 9447-8440 (0,99) Aziliense/ Apellániz y Altuna 1975

Mesolítico EI Valle GI, superficial 14C cony. carbón GX-24639 10120 ± 280 10809-9123 (0,99) Aziliense Garcia-Gelabert 2000 El Perro 2a/b 14C cony. carbón GrN-18116 10160 ± 110 10229-9362 (0,98) Aziliense Glez.Morales y Díaz

Casado 1991-92 Arenaza I D 14C cony. BM-2371 10160 ± 400 Aziliense Apellániz y Altuna 1975 Berroberría D superior 14C cony. hueso BM-2371 10160 + 410 10916-8720 (1) Aziliense Barandiarán 1990 El Mirón 305 14C AMS hueso GX-24467 10207 ± 50 10146-9763 (1) Aziliense Straus et al. 2002 Urratxa III 14C cony. hueso Ua-11433 10240 ± 100 10/111-9648 (0,97) Aziliense Muñoz y Berganza 1997 La Lluera Il :14C cony. hueso Ly-2938 10280 ± 230 10769-9328 (1) Aziliense Rodriguez Asensio 1990 Piélago 1 MC cony. asta OxA-953 10280 ± 120 10680-10491 (0,08); 10467-9652 (0,9) Aziliense González Sainz 1989 Arenaza I I:II 14C cony. hueso CSIC-174 103(0 ± 180 10752-9 /1 (0,99) Aziliense Apellániz y Altuna 1975 Laminak II 12-3 14C cony. hueso Ua-2361 10380 t 140 10817-9803 (1) Aziliense Berganza y Arribas 1994 Los Azules 3d base 14C cony. hueso BM-1879 10400 ± 90 10710-10041 (1) Aziliense Fdez.-Tresguerres 1989 El Cierro ¿conchero? 14C cony. carbón Gak-2548 10400 ± 500 11268-8761 (I) Aziliense Clark 1976 Los Azules 3e 1 14C cony. hueso BM-1875R 10480±210 10915-9744 (0,99) Aziliense González Echegaray y

Barandiarán 1981 Rascaño 1.2 14C cony. hueso BM-1449 10486 ± 90 10797-10156 (1) Aziliense González Echegaray y

Barandiarán 1981 Rascaño 1.3 14C cony. hueso BM-1448 10558 ± 244 11007-9661 (0,99) Aziliense González Echegaray et al.

1981 La Riera 27 sup. 14C cony. hueso BM-1494 10630 ± I20 10910-10390 (0,95) Aziliense Straus y Clark 1986 Piélago 4 14C cony. asta OxA-954 10710 ± 100 10936-10614 (0,9); 10559-10449 (0,1) Aziliense González Sainz 1989 Los Azules 3e 2 14C cony. hueso BM-1876R 10880 ± 210 I 1 295-1 0402 (0,99) Aziliense Fdez.-Tresguerres 1989 Los Azules 3f 14C cony. hueso BM-1878R 10910 ± 290 11443-10096 (1) Aziliense Fdez.-Tresguenres 1989 El Valle GDSS, I 14C cony. carbón GX-23798 I 1040 ± 150 11277-10859 (1) Aziliense García-Gelabert 2000 El Valle GDSS, I 14C cony. carbón GX-23799 11050 ± 150 11280-10865(.l) Aziliense García-Gelabert 2000 El Valle 01C2, II.2 14C cony. carbón GX-24638 11130± 170 11357-10878 (1) Aziliense García-Gelabert 2000 Cualventi t a.4 14C cony. ? GrN-13774 11270 + 150 MSF/ García Guinea 2000

Azilense Los Azules 3e 3 14C cony. hueso BM-1877R 11320 ± 360 12056-10638(0,99) Aziliense Fdez.-Tresguerres 1989 Laminak ii 1 14C cony. hueso 1-15438 11460 ± 860 13801-9155 (1) Aziliense Berganza y Arribas 1994 El Horno 0 I4C cony. hueso GX-26410 11630 ± 170 11869-11234 (1) Aziliense Fano 2(X)5 El Mirón 306 14C AMS hueso GX-24468 11650 ± 50 11705-11415 (1) • Aziliense Straus et al. 2002 Laminak TI II 4 14C cony. hueso Ua-2362 11700 t 140 11867-11328 (1) Aziliense Berganza y Arribas 1994 La Pila 111-3 14C cony. hueso Gif-8148 11700± 70 11778-11441 (I) Aziliense Bernaldo de Quirós et al.

1992 Anton Koba V111 I4C cony. hueso 1-17479 11700 ± 180 11966-11274 (1) Aziliense Armendáriz 1997 El Mirón 11.1 14C cony. hueso GX-23391 11720 ± 140 11886-11337 (1) MSF/ Straus et al. 2002

Aziliense Anton Koba VIII 14C cony. hueso 1-16236 11800 ± 330 12727-11071 (1) Aziliense Armendáriz 1997 Oscura de Ani.a Ob 14C cony. carbón GIF-5102 11880 ± 200 12216-11343 (1) Aziliense Pérez y Pérez 1992

Cuadro I. Dataciones disponibles para el período considerado en el capítulo. La calibración de las fechas obtenidas corresponde a la curva IntCalO4 (Reimer et al. 2004), y para el cálculo de la calibración se ha utilizado el programa CALIB, versión 5.0.1 (Stuiver y Reimer 1993), indicándose en cada caso la fracción de la probabilidad. Los intervalos con una fracción de probabilidad inferior a 0,05 han sido desestimados.

EL

FIN

AL

DE

L PA

LE

OL

Í TIC

O E

N L

OS

ESPA

CIO

S CA

NT

ÁB

RIC

OS:

EL

AZ

ILIE

NS

E

Page 6: EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: … · de las sociedades del. Paleolítico superior final, en un momento en el que quizá los esquemas tradicionales deja-ron

314 JUAN ANTONIO FERNÁNDEZ-TRESGUERRES VELASCO

episodio más templado y húmedo, en el cual las espe-cies arbóreas caducifolias y las filicales pasan de nue-vo a ser el rasgo dominante. A este momento parece corresponder, entre otros, el nivel "aziloide" de Abauntz (Utrilla 1979, 1982). La industria aziliense será pronto sustituida en el Cantábrico por el variado conjunto de culturas epipaleolíticas con microlitos geométricos en el oriente y por el Asturiense en las zonas costeras occidentales. El Aziliense es un puen-te entre el mundo del Paleolítico superior final y las culturas epipaleolíticas; sin embargo, no en todas las regiones se percibe con nitidez esa continuidad; es el caso de Asturias y del occidente de Cantabria y su peculiar cultura epipaleolítica.

Este proceso supone que esta industria se desen-volvió en un período de aproximadamente 2.000 años, y en un marco ambiental cambiante. No obstan-te, los niveles azilienses representados en las cuevas rara vez presentan un desarrollo estratigráfico impor-tante. En la mayoría de los casos ni siquiera se puede hablar de una secuencia aziliense, aunque los proble-mas de definición de las ambiguas industrias del Magdaleniense superior-final posiblemente ocultan una parte considerable de la realidad.

2. EL HÁBITAT Y EL POBLAMIENTO

No se han encontrado restos azilienses fuera de las cuevas. Posiblemente este vacío en la información se debe más a las limitaciones de la investigación; la cueva es un hecho perfectamente delimitado que cap-ta fácilmente la atención de los investigadores, mien-tras que el hallazgo de yacimientos al aire libre es el resultado de un azar que no se produce fácilmente. Sólo en algunos casos el espesor de los depósitos azi-lienses —como en la cueva de Los Azules—, la notable abundancia de restos de talla, utensilios y huesos, hace suponer una ocupación más o menos estable, quizás especialmente ligada a un nuevo sistema de explotación del territorio, pretendiendo abarcar el máximo posible de biotopos con el fin de ampliar el espectro económico. No obstante, la ausencia de documentación fuera de las cuevas limita de modo drástico la comprensión del fenómeno de la ocupa-ción aziliense.

Ya en el Magdaleniense superior-final y a lo largo del desarrollo del Aziliense, el espacio ocupado pare-ce ampliarse, al ser más favorable el clima, hacia zonas del interior más montañoso; así podemos encontrar cazaderos que podrían controlar espacios amplios. Es el caso de Santa Catalina (Ibáñez et al. 1992), o Zatoya (Barandiarán y Cava 2001), ocupa-ciones que podrían estar relacionados con otros

núcleos de ocupación. Otro caso es el ya citado de Los Azules. La cueva se encuentra en la proximidad de la confluencia de dos ríos -Güeña y Sella—, y a los pies de la Cordillera que cierra por el sur el valle, y frente a los pasos que ascienden hacia la Meseta (La Uña se encuentra entre las zonas de nacimiento del Sella y del Nalón) (Fig. 2). Pero a través de los ríos o de las mon-tañas de menor altitud que se alzan al norte, también parece extender sus relaciones a la costa, alcanzando la zona de Posada de Lianes (donde se localiza una serie de yacimientos, entre ellos el de La Riera) y la de Ribadesella. El descubrimiento de un arpón azi-liense en El Covarón (Ribadesella), una cueva destrui-da próxima a la ría (comunicación personal de Jorge Camino Mayor), permite sospechar la ocupación de un sistema de relaciones en un territorio amplio y con explotación de biotopos muy diferenciados. No cabe duda de que esta expansión puede estar también rela-cionada con un aumento de la población que presiona-ría para buscar nuevos territorios en los que estable-cerse. No obstante, las dificultades para determinar el territorio, las relaciones entre los cazaderos y el cen-tro de la ocupación de un grupo, son enormes (Fano 2005) y, por ahora, difícilmente soslayables.

, 3. LA TECNOLOGIA

Ya señalamos las dificultades para definir como azilienses algunos de los niveles hallados en cuevas cantábricas; en general se utiliza como criterio, de modo implícito o explícito, la presencia del "fósil director" aziliense por excelencia: el arpón de sección aplanada. No es raro que el resto de la industria parezca un tanto confuso, de modo especial cuando no es muy abundante; los elementos microlíticos (puntas de dorso) o los raspadores de pequeño tama-ño unguiformes aparecen tanto en los niveles del

Figura 2. Vista del valle de Cangas de Onis. La localización de la cueva de Los Azules permitió a los grupos azilienses el control del valle, de los ríos y de los pasos hacia la Meseta.

KOB1E (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica

Page 7: EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: … · de las sociedades del. Paleolítico superior final, en un momento en el que quizá los esquemas tradicionales deja-ron

EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: EL AZILIENSE 315

Magdaleniense superior-final corno en el Aziliense; la inversión de los índices de buril/raspador no nece-sariamente —aunque sí a menudo— son un criterio de diferenciación, como luego indicaremos.

Frente a la marcada unidad tecnológica con la que, casi por definición, aparecía siempre el Azilien-se, hoy se percibe una mayor diversidad tanto sincró-nica como diacrónica, si bien en la región cantábrica aún falta mucho para poder definir con absoluta cla-ridad las diferencias, que vienen marcadas por la ocu-pación de territorios distintos o producto de la heren-cia de tradiciones diferentes. Pese a todo, podemos hablar ya de un primer episodio "Aziliense antiguo" y un segundo que podemos denominar "clásico" (ya que, en líneas generales, se atiene al modelo tradicio-nal presentado por Breuil) o "reciente".

3.1. La industria lítica

3.1.1. El Aziliense antiguo

Si en la región pirenaica podemos observar en varios yacimientos la progresiva transformación del Magdaleniense, como es el caso de Urtiaga DI, en la cornisa cantábrica no encontramos aún demasiadas referencias para este período. Las más evidentes se encuentran en las cuevas asturianas de La Lluera I (San Juan de Priorio) nivel IIA (IIB parece correspon-der al Magdaleniense superior final) (Rodríguez Asensio 1990,. 1.992), Cueva Oscura de Ania (Hori- zonte Ob) (Adán et al. 1999,. 2001), Los Azules 5 (Fer- nández-Tresguerres 1989, 1995) y el nivel 2 de la cue-va de la Paloma, en el mismo contexto geográfico que Cueva Oscura de Ania o La Lluera I nivel IIA. Ekain presenta una secuencia importante del paso del Mag-daleniense superior-final al Aziliense (niveles VIII), pero desgraciadamente la muestra del nivel V es esca-sa. Entre otras, las secuencias del Magdaleniense superior-final de La Riera (Straus y Clark 1.986), La Pila (Bernaldo de Quirós et al. 1992; Lagüera 1991) y Zatoya (Barandiarán y Cava 2001) son buenos ejem-plos de la lenta azilianización de las culturas cantábri-cas. Es evidente que existen casos que presentan cier-ta resistencia a ser definidos con los criterios que se manejan habitualmente (especialmente el de la indus-tria ósea), y esto se hace patente cuando encontramos interrupciones estratigráficas entre las capas magdale-nienses y azilienses, o secuencias no bien diferencia-das sedimentológicamente; de ese modo se dificulta, en numerosos casos, la clara definición de los conjun-tos. Es el caso del ya citado Ekain, de Urtiaga DI y de Ermittia (Ormazábal 1995).

La larga evolución se diluye en períodos de cam-bio en una marcada ambigüedad. Así, el arpón encon-

trado en el nivel IV2 de La Pila se aproxima a tipos encontrados en el Magdaleniense superior-final de los Pirineos, con una tendencia marcada al aplanamiento y a no diferenciar de modo muy señalado los dientes del fuste de la pieza (p.e. nivel 7 de Troubat) (Barba-za 1995; Barbaza y Martzluff 1995). Y ya en el ámbi-to de la industria lítica, un síntoma de este largo pro-ceso señalado por C. González Sainz (1989), es el descenso del número de láminas de tamaño medio y grande a partir de los momentos finales del Dryas II, hasta el momento en que lleguen a predominar los ele-mentos microlíticos en el Aziliense. Es cierto que las diferencias corno elementos definidores entre el ins-trumental óseo y el lítico son acentuadas y significati-vas. En estos casos las materias primas influyen de distinta manera para marcar las diferencias. El asta o el hueso son iguales en todos los yacimientos, por lo que los distintos modos de realizar los utensilios tie-nen un significado distinto que las diferencias entre los utillajes líticos, las cuales pueden deberse a mate-rias primas de calidades y cualidades distintas. Por tanto, en lo que se refiere a la industria trabajada en asta o hueso, la capacidad de elección de formas pue-de ser mayor que la que se le impone al productor de instrumental lítico que se enfrenta, como sucede en algunas partes de la región cantábrica, con un material de peor calidad —aunque es evidente que la elección del mismo puede ser también un hecho determinado por la falta de interés por unas formas elaboradas.

La industria de Los Azules 5 marca los caracteres de este momento ya plenamente definido en la zona occidental de la región aziliense cantábrica, junto con los conjuntos de Cueva Oscura de Ania y La Lluera. En la primera de estas cuevas la localización estrati-gráfica señala un corte evidente entre los niveles del Magdaleniense final (Nivel 6, con arpones caracterís-ticos de ese período) y los que corresponden al Azi-liense clásico. Las capas magdalenienses habían sufrido una erosión importante en el centro y fondo del vestíbulo de la cueva (otras erosiones habían alte-rado profundamente en algunas otras zonas de la cue-va los niveles pertenecientes a esa industria, hasta el punto de que de ellos apenas quedan testigos míni-mos), dejando una cubeta que fue rellenada con los primeros vestigios azilienses. Sin embargo, las carac-terísticas de esta industria son lo suficientemente acentuadas como para destacar sus diferencias tanto con las capas magdalenienses subyacentes, como con los del Aziliense del espeso conjunto del nivel 3. Aparte del hecho de que este nivel 5 aparece separa-do del Aziliense clásico por un nivel de arcillas esté-riles (nivel 4).

El conjunto del nivel 3 de Los Azules destaca por la enorme cantidad de restos que se acumulan en cada

KOBIE (Serie Anejos n.° 8). año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica

Page 8: EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: … · de las sociedades del. Paleolítico superior final, en un momento en el que quizá los esquemas tradicionales deja-ron

316 JUAN ANTONIO FERNÁNDEZ-TRESGUERRES VELASCO

una de sus capas; el nivel 5, por el contrario, es más parco en restos (y parecen representar un momento de ocupación más fugaz que los más densos posterio-res). Dividido en tres subniveles, separados por finas capas de sedimentos y de cenizas, que manifiestan diferencias entre ellos en lo que se refiere a las indus-trias. En nivel 5c proporcionó puntas de dorso anchas y espesas, de tamaño muy pequeño, mientras que los niveles que lo cubren abundan en puntas más alarga-das, estrechas, con un doble dorso (en uno de los late-rales total, mientras que en el otro puede ser parcial). No es raro que presenten un retoque plano directo o inverso en la parte distal. Pese a todo es la industria de hueso, que luego veremos, la que señala con abso-luta claridad la diferencia entre los tres momentos: el Magdaleniense final, el Aziliense antiguo y el Azi-liense clásico.

El resto de la industria se encuentra formado, jun-to con los denticulados y muescas, por raspadores cortos de tendencia más o menos circular, que se encuentran también representados en el nivel 6 (Mag-daleniense final). No obstante, este nivel 5 que defi-ne los caracteres del Aziliense antiguo, no tiene una continuidad clara que permita seguir su evolución hacia el clásico. La ruptura entre ambos está perfec-tamente dibujada por el citado nivel 4 estéril.

Cueva Oscura de Ania (Las Regueras) fue excava-da en un momento anterior al descubrimiento del nivel 5 de la Cueva de Los Azules, sin embargo la publicación detallada y la interpretación de los nive-les que corresponden a este mismo período no se rea-lizó hasta muchos años más tarde (Adán et al. 2001), aunque algunas indicaciones, realizadas por uno de los excavadores, destacan en la industria ósea rasgos que apuntan a un parentesco más próximo con el Magdaleniense (Pérez y Pérez 1977). El denominado Horizonte Ob fue definido como Aziliense antiguo basándose tanto en las características de su industria lítica como en las peculiaridades de los arpones de este nivel: arpones de pequeño tamaño, de sección aplanada, sin perforación pero con una protuberancia en su base. El conjunto lítico exhibe unas tendencias similares a las que vernos en Los Azules 5: laminillas con un dorso rectilíneo en un número apreciable, otras con doble dorso y puntas también con un doble dorso, no faltando algunas biapuntadas.

El otro yacimiento citado con un nivel de estas características dentro de este marco central y oriental de la regiôn asturiana lo encontramos en la cuenca media del río Nalón, en La Lluera I. Aunque en él el conjunto de piezas es menos numeroso, sin embargo, son también lo suficientemente claras como para ads-cribirlo al mismo momento cultural. La industria líti-

ca del Nivel IIA, aunque someramente reseñada, habla de la presencia de laminillas y puntas de doble dorso y de raspadores circulares de pequeño tamaño y algunos nucleiformes. Es cierto que esta escueta cita de los utensilios no permitiría adscribir el nivel al Aziliense antiguo si no fuera por la presencia de un arpón plano con una decoración que recuerda la de Los Azules y Cueva Oscura Horizonte Ob, que vere-mos luego (Fortea et al. 1990).

Para acabar con los datos que indican la presencia de un momento más antiguo del Aziliense sólo nos cabe citar los niveles de la Cueva de la Riera. Son interesantes en la medida que señalan las limitaciones que existen para definir los inicios de esta industria. Los niveles 25 y 26 de esta cueva —con las reservas señaladas por M. Hoyos— es posible que se formaran en un momento más húmedo y templado, climática-mente similar al que el mismo investigador señalaba para el Nivel 5 de Los Azules: Alleród — Cantábrico VIII (mientras que el 27 ya correspondería con mayor certeza a la fase fría Dryas III — Cantábrico IX) (Hoyos 1995).

El problema, bastante normal, es la adscripción cultural de la industria de estos niveles. El nivel 28 fue definido como aziliense por el hallazgo de un arpón plano. Por otra parte el nivel 24 fue considera-do Magdaleniense superior por la presencia en él de un arpón magdaleniense de dos filas de dientes (con una cronología C14 bastante tardía: 10890 ± 430 BP, GaK-6982). Esto deja en el aire la clasificación de los niveles 25 y 26 que, dada la escasez de restos no ayu-da a su definición. La industria de los niveles 24-26 es bastante similar, pero esto no permite afirmar ni la identificación ni la diferencia, teniendo en cuenta que en el nivel 25 apenas hay restos retocados (escasa superficie excavada) y el 26 proporcionó elementos de difícil adscripción, aunque están presentes los ras-padores circulares y son abundantes las laminillas y las puntas de dorso (que siguen apareciendo en meno-res proporciones hasta el nivel 28); la industria en hueso encontrada en este nivel tampoco permite acla-rar la cuestión (González Morales 1986).

Por lo que se refiere a la región asturiana parece clara la existencia de un momento antiguo del Azi-liense, en el que éste comienza a definirse a través de ciertas tendencias y caracteres; pero sobre todo por la más que destacada disminución del número de buri-les y la mayor inclinación al buril de ángulo sobre rotura.

En Cantabria la cueva de La Pila (Bernaldo de Quirós et al. 1992) puede ser un ejemplo de la trans-formación de las industrias del. Magdaleniense final

KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica

Page 9: EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: … · de las sociedades del. Paleolítico superior final, en un momento en el que quizá los esquemas tradicionales deja-ron

EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: EL AZILIENSE 317

al Aziliense. El nivel IV subdividido en cuatro subni-veles manifiesta cambios en la industria lítica que van desde un Magdaleniense terminal al claro Aziliense del nivel III. Los porcentajes parecen manifestar esa transformación, sin que esto haya que tomarlo más que como indicio de tendencias (Lagiiera 1991). Si observamos el comportamiento del más antiguo de los subniveles (IV-4), vemos que en él los raspadores son escasos (5,78 %), pero son mayoritarios los fabri-cados sobre lasca, sin embargo los buriles doblan ese porcentaje (11,56 %); y el utillaje microlaminar alcanza ya el 36,42 %. En IV-3 los raspadores siguen siendo escasos (8,54 %), pero los buriles se hacen más raros (6,10 %), y el utillaje microlaminar llega al 54,88 %. En IV — 2 los primeros ya alcanzan un por-centaje elevado (17 %) mientras que los buriles comienzan a ser casi irrelevantes (5,92 %); el utillaje microlaminar (49,19 %) va acompañado de un con-junto de puntas azilienses que supone el 3,01 % del conjunto, porcentaje que desciende al 1,83 %. Las tendencias del subnivel IV-1 siguen la misma tónica de IV-2.

En el caso del nivel V de la Cueva de Ekain, a pesar de su posición estratigráfica y de la datación de C14, no resulta muy útil para definir esta etapa anti-gua del Aziliense a causa del bajo número de utensi-lios encontrados. Con cantidades más bajas de lami-nillas de dorso y puntas cortas de dorso con respecto a los niveles posteriores IV y III, y el mayor porcen-taje de buriles, a pesar de la escasa industria parece definirse, con su ambigüedad característica, como un momento del proceso de cambio entre el Magdale-niense superior-final y el Aziliense.

La transición Magdaleniense — Aziliense no se manifiesta de modo totalmente claro más que en la industria ósea. En la industria lítica hay una transfor-mación sin grandes rupturas, por lo que puede llegar a ser indiferente la definición que le demos, Magda-leniense final o Aziliense. En numerosas ocasiones, lo único que hacen esas etiquetas es destacar un momento de esa evolución, en la que no sería fácil establecer un corte, si no fuera porque en algunos casos lo que realmente se percibe son interrupciones de la secuencia debida a las erosiones y los abando-nos del lugar de ocupación. Ciertamente en Los Azu-les 5 se puede percibir un cambio de comportamien-to en lo que se refiere a la elección de materias primas para la fabricación de los utensilios líticos, pero sería necesario hacer una evaluación de este hecho compa-rándolo con el análisis de los modos de actuación en otros yacimientos.

Otro hecho importante: los únicos yacimientos que han proporcionado una definición clara del perío-

do que llamamos Aziliense antiguo (Los Azules y Cueva Oscura de Ania), sobre todo por su industria ósea, son asturianos. Fuera de ellos no encontramos una manifestación tan clara de este momento. Es posible que la interpretación de este fenómeno exija verlo como la primera muestra, en lo que se refiere al Aziliense, de una diversidad regional que, en ciertos aspectos técnicos, se acentuará con el tiempo, tanto en la industria lítica como en la ósea.

3.1.2. El Aziliense clásico o reciente

Aunque mejor definido en sus formas, hay que tener presentes las diferencias que se establecen entre la zona occidental cantábrica (aproximadamente des-de el centro de la región asturiana hasta la zona cen-tral de Cantabria) y la oriental (hasta los Pirineos, en los que también se manifiestan tendencias regiona-les), estimuladas ya sea por la funcionalidad, por las distintas calidades de las materias primas, por tradi-ciones mantenidas dentro de los grupos o bien por las influencias de zonas próximas.

Esos caracteres generales —destacando la mayor limitación de los tipos presentes en las colecciones de este momento— se han descrito ya en numerosas oca-siones: tendencia general al predominio de los micro-litos, aumento de las laminillas de dorso (con nume-rosas subvariantes), relativo aumento de las puntas pequeñas con dorso (que también presentan abundan-tes variedades), disminución del tamaño de los raspa-dores con predominio absoluto de los trabajados sobre lascas (unguiformes, circulares, simples sobre lasca). De modo especial destacan los porcentajes muy bajos de buriles, lo que contrasta con las indus-trias del Magdaleniense superior-final, aunque algu-nos de los elementos señalados para el Aziliense tam-bién están presentes en él.

Otro aspecto también destacable, y la investiga-ción lo tuvo presente aunque no siempre de un modo consciente, es la factura descuidada de esta industria — tanto en lo que respecta a la industria lítica como a la ósea. En el análisis de H. Breuil es uno de los ele-mentos que marca la diferencia con respecto a los conjuntos magdalenienses, que se unía, como ya señalamos, a la drástica desaparición del gran arte paleolítico, a la plena disolución de sus formas sim-bólicas.

Hoy contamos con un número mayor de yaci-mientos en toda la región cantábrica (y comienzan a aparecer algunos en las zonas limítrofes), publicados con suficiente amplitud para permitir una mejor caracterización de este momento.

KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica

Page 10: EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: … · de las sociedades del. Paleolítico superior final, en un momento en el que quizá los esquemas tradicionales deja-ron

13

11

14

12

17 18

Nivel 2a

Q 5cm

6 19

318 JUAN ANTONIO FERNÁNDEZ-TRESGUERRES VELASCO

En los conjuntos analizados se observa una ten-dencia común que, como ya indicamos, es incluso apreciable en aquellos niveles que la fuerza de la indefinición nos obliga a denominar como Magdale-niense superior-final/ Aziliense: un debilitamiento —aunque no total desaparición— del uso de hojas como soportes para imponerse sobre todo el de las lascas - por lo general, de tamaño mediano o pequeño— y el de las laminillas. Esto da corno resultado una industria de talla menor a la que se suele encontrar en el. Mag-daleniense y, también, generalmente más descuidada en su factura.

Los raspadores son elementos muy destacados en el conjunto de las industrias azilienses. Lo vemos prácticamente en todos los niveles tanto de la Corni-sa cantábrica como de los Pirineos. Todo el conjunto del nivel 3 de Los Azules manifiesta esa tendencia a la fabricación de -raspadores sobre lasca, con soportes anchos y cortos (que ya se manifiesta no sólo en las capas con Aziliense antiguo sino, incluso, en el nivel 6 correspondiente al Magdaleniense final) (Fig. 3: 1-23). En el Abrigo de la Peña del Perro 2b y 2a se observa igualmente el aumento del número de los ras-padores dentro del conjunto de la industria, junto con la tendencia a una diversidad tipológica bastante reducida, predominando los tipos trabajados sobre

Figura 3. Cueva de Los Azules: industria lítica del nivel 3 (Aziliense clásico).

soportes cortos con retoque en el extremo o en torno a todo el borde de la lasca (Fig. 4: 1-10 y 23-26) (González Morales y Díaz Casado 1991-92). Esa misma tendencia se percibe incluso en niveles defini-dos por necesidad de modo ambiguo, como sucede en Zatoya IIb (Barandiarán y Cava 2001), o incluso en la Cueva del Espertín que, posteriormente, se revelará como un epipaleolítico próximo al estadio tecnológi-co estudiado en la Cueva de Los Canes (Neira et al. 2004).

Los buriles es el aspecto que más puede descon-certar la definición cuando nos encontramos con niveles sin industria ósea típica del Aziliense (Fig. 3: 26-27, 29-32 y 33-35; Fig. 4: 11-12; Fig. 5: 7-10). Es normal que la abundancia de ellos incline la balanza hacia el Magdaleniense superior-final. Pero no siem-pre se reproduce esa inversión — índice de raspador superior al de buril; tenemos los casos de los niveles III y IV de Ekain, Arenaza I nivel V y Urtiaga, don-de los índices de buril son más elevados que los de raspador.

Los microlitos forman de modo habitual el bloque más destacado y abundante en las colecciones del Aziliense clásico. En este sentido es preciso destacar

Figura 4. Abrigo de la Peña del Perro: industria lítica del nivel 2 (González Morales y Díaz Casado1991-92).

KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica

Page 11: EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: … · de las sociedades del. Paleolítico superior final, en un momento en el que quizá los esquemas tradicionales deja-ron

27 0 3 emir=immi

17 11 15 ' 16

14 ~ é

/t 26

13

EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: EL AZILIENSE

319

que las excavaciones recientes, más exhaustivas en la recolección de restos, han hecho más patente este fenómeno. Están presentes las microgravettes (de hecho predominan en yacimientos como Morín), aun-que el elevado número de las laminillas de dorso, con porcentajes que superan en ocasiones el 50 % (por ejemplo en La Pila, el 60,34 %), se convierte en dominante en casi todas las capas azilienses. Es cier-to que en algunos lugares excavados recientemente pueden aparecer en proporciones menores pero siem-pre son significativas; es el caso del Abrigo de la Peña del Perro (Fig. 4), Abauntz, Piélago, La Riera. Su tipología es bastante diversificada: con bordes marginalmente retocados más o menos rectilíneos, parcialmente retocados, con dos bordes retocados o con retoques abruptos más profundos abarcando total o parcialmente uno de los laterales. En el nivel VIII de Anton Koba se encuentran también piezas de dor-so rectilíneo en ocasiones con un "retoque comple-mentario" en la extremidad distal (Fig. 5) (Armendá-riz 1997), pero, quizás debido a la materia prima local, se encuentran más láminas retocadas de un tamaño notable de lo que es habitual en la zona occi-dental de la región cantábrica (Fig. 5: 11-12).

En este conjunto de los microlitos, y en proporcio-nes menores, aparecen las puntas azilienses, con variantes que se alejan del tipo formalmente definido de puntas gruesas y cortas; esto se debe a que, al estar trabajadas fundamentalmente sobre laminillas, es posible un retoque menos profundo o, en ocasiones, rectilíneo aproximándose, sin llegar a serlo, a las microgravettes.

Un hecho a tener en cuenta es la aparición, aunque en proporciones muy bajas, de elementos geométri-cos en la zona oriental de la región cantábrica. Este fenómeno marca una división entre lo que podríamos llamar el Aziliense occidental y el oriental. Estos geométricos (triángulos, segmentos de círculo y tra-pecios) aparecen en Valle, Piélago II, Santimamiñe nivel V, Ekain II — en éste en un Aziliense que se con-sideró ya con influencias sauveterrienses y con técni-ca de microburil (Altuna y Merino 1984) — y, más raramente, en otros yacimientos. En la parte oeste de esta región no aparecen ni siquiera en las grandes colecciones, como es el caso de Los Azules, y hay que esperar a períodos posteriores, a un epipaleolíti-co postaziliense, para ver la aparición de ese tipo de microlitismo (por ejemplo en la Cueva de Los Canes) (Arias Cabal y Pérez Suárez 1992).

Aparte de estos aspectos que definen los conjun-tos característicos del Aziliense clásico, todos los niveles proporcionaron un abundante número de esos tipos que se mantienen a lo largo de todo el Paleolíti-

Figura 5. Anton Koba: industria lítica del nivel VIII (Armendáriz 1997).

co: raederas, piezas de escotadura, denticulados y piezas esquirladas, además de un número normal-mente alto de piezas de retoque continuo.

3.1.3. Las materias primas líticas

Algunos análisis publicados -y aunque no siempre los criterios de análisis son los mismos— muestran formas de comportamiento técnico aziliense que difiere del habitualmente seguido por las poblaciones magdalenienses. Es posible que este hecho esté liga-do a la tendencia general de la industria aziliense a un trabajo más rápido y con fines exclusivamente utilita-rios que los que intuimos en su antecesora. Pero tam-bién son la mayor o menor abundancia de sílex en una región (hecho que sucede en la región asturiana), la mayor o menor facilidad de acceder a las fuentes de materias primas y la calidad de las mismas, las que determinan el carácter de la industria y marcan dife-rencias regionales entre el oriente y el occidente de la región aziliense cantábrica.

En lo que se refiere a la selección de los materia-les el cambio de comportamiento entre los niveles del Magdaleniense final y los del Aziliense en la Cueva

.KOBIE (Serie Anejos n.° 8). año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica

Page 12: EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: … · de las sociedades del. Paleolítico superior final, en un momento en el que quizá los esquemas tradicionales deja-ron

320 JUAN ANTONIO FERNÁNDEZ-TRESGUERRES VELASCO

de Los Azules es muy claro. La enorme acumulación de restos de talla en la cueva es un claro indicio de la persistencia en la fabricación de utensilios en el sitio mismo, por lo que todos los pasos de la cadena ope-rativa están representados. La variedad de calidades de materia prima usada manifiesta criterios de selec-ción diferenciados según el tipo de trabajo que se desea realizar; los desplazamientos necesarios para aprovisionarse de esas materias con frecuencia se limitan a la simple recogida de cuarcitas en el río, pero también movimientos hacia zonas (no siempre identificadas) en las que se puedan encontrar distin-tos tipos de sílex de calidad: negro mate y brillante, color ocre, blanco o gris, de consistencia coherente y normalmente sin grietas que dificulten la perfección del producto de talla; más abundante es la radiolarita rojiza con una contextura interna irregular con fractu-ras, que no siempre permite obtener productos regu-lares ni, en la mayoría de las ocasiones, de gran tama-ño. También en proporciones pequeñas se encuentra representado el cuarzo.

La selección de materiales difiere en los distintos niveles: si el Magdaleniense y el Aziliense antiguo tienen una preferencia por los de buena calidad, no sucede lo mismo en el Aziliense clásico. Otro rasgo es el diferente aprovechamiento de la materia según su calidad: el sílex se aprovecha al máximo, mientras que la radiolarita y la cuarcita se desperdicia en can-tidades notables. Todo radicaba en la dificultad de aprovisionamiento. Se observan los cambios en el comportamiento al calcular las distintas proporciones en que aparecen en los niveles azilienses. Si en el Aziliense antiguo las diversas clases de sílex (75,24 %) son preferidas a la cuarcita (24,24 %), los porcen-tajes se modifican en los niveles del Aziliense clási-co (50,29 % para el sílex, 48,23 % la cuarcita). El cuarzo escasamente presente en el nivel 3 de Los Azules (1,47 %) está prácticamente ausente en el 5 (0,50 %), pero reaparece con fuerza en el 6 (Magda-leniense superior), pero casi exclusivamente en la forma de pequeñas lasquitas producto del retoque. El uso que se hace de esas diferentes materias no es aleatorio; normalmente se seleccionan teniendo en cuenta el útil que se desea fabricar, aunque, en este caso de Los Azules, las diferencias de comportamien-to entre los niveles 3 y el 5 son notables. Así tenemos que en el 3 el uso de la cuarcita para la fabricación de piezas como denticulados, escotaduras y piezas esquirladas, es mucho más elevado (40,43 %), que en el nivel 5 (14,58 %) en el que normalmente predomi-na el sílex o la radiolarita. Sin embargo, para la fabri-cación de raspadores o de laminillas, tanto en un nivel como en el otro, se prefiere casi siempre el sílex -sea éste de buena o de mala calidad—, aunque se encuen-tren algunas de cuarcita en el Aziliense clásico. No

obstante es fácil comprender por qué, en lo referente a la fabricación de laminillas de dorso y puntas, la cuarcita es prácticamente inexistente en los dos nive-les.

Es posible que estos cambios en la elección de los materiales estén relacionados con la transformación del concepto de útil y, también es probable, con una percepción y uso distintos del territorio, prefiriendo con el paso del tiempo materias más próximas aunque sean de peor calidad, y que son utilizadas de una manera menos cuidada a medida que avanzamos en el Aziliense. Fenómeno perceptible en la talla: los por-centajes de laminillas recuperadas entre los restos del nivel 3 (5,69 %) presentan valores bastante más bajos que los del Magdaleniense superior (11,51 %) y del Aziliense antiguo (11,25 %); y, desde los inicios del período hasta su desaparición, los núcleos para la obtención de laminillas se hacen más escasos, se uti-lizan hasta el agotamiento.

Hay que señalar, sin embargo, que el masivo uso de la cuarcita en los niveles paleolíticos asturianos contrasta con el más restringido, o incluso con la ausencia, de esta materia en los depósitos azilienses del oriente de la región cantábrica, en la que predomi-na de modo absoluto el sílex de calidad, normalmen-te presente en las proximidades de los yacimientos (como se ha visto en el Abrigo de la Peña del Perro y en la Cueva de Zatoya) (Barandiarán y Cava 1989, 2001). En el caso del primero de estos dos yacimien-tos se encuentra también, aunque en escasa cantidad, la ofita procedente de lugares próximos al mismo abrigo. También en este mismo Abrigo de la Peña del Perro se cita el cuarzo para la fabricación, entre otras piezas, de algunas laminillas de dorso (González Morales y Díaz Casado 1991-1992).

Es importante tener en cuenta el aspecto esencial de todo útil: su uso. No abundan los estudios de las huellas dejadas por el uso en los útiles líticos de este período, por ello presentan un notable interés los estudios realizados sobre piezas del yacimiento de Santa Catalina (Ibáñez et al. 1992). En algunos pun-tos el análisis de las huellas de los útiles azilienses presenta una desviaciôn con respecto a la pauta mag-daleniense. Parece que en el Aziliense, por diversas posibles razones, se da una mayor limitación en el tipo de trabajos sobre asta, pero no sobre hueso, lo que, en definitiva, refleja las características de la industria ósea de este período. El trabajo sobre madera desciende, pero es más amplio el trabajo de carnicería y sobre pieles, especialmente frescas. Al tratarse de análisis sobre un único yacimiento las conclusiones son necesariamente muy limitadas (Fig. 6).

KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica

Page 13: EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: … · de las sociedades del. Paleolítico superior final, en un momento en el que quizá los esquemas tradicionales deja-ron

::~ ::.:.: =::•::: . .... :::..ï:: ...: . .: .: :.: ?.;..?:•: ': ~}ÿ,'•: ;:¡:.;~~•::::•,'•:::::}::...•:;::•:;??;;>::•.;•?: •:•ir.,n;;¡?, r ¿;:'•fiai{;G~.?%?~:?v ::r, ~:? ~' j: }}: ~:::: }'::5:: {s•:.r~::(:;':::::;:;::L:ÿ$!

~••'•}J•f.. ..... }li~ ~;....•t~ ~

.:,

70-7-4773775 701j, ~<,.,::?:?:•~:::~:::}::ï ......................:

, ~~;;;x: : :%;: ~=.`•s~:`~ :~:;;~;: ; ~

......`:{ ;< :•}:= : ~:$...,:¡••:?•ŕ?:j; ï;:•Y¡i:;r;;:i .:.~ .ï y::: :•i. r•}::::.:4 ï ~•:??? ~;¿::??•:v..::. ..?ï.: •.:: i:•:•'i}:?:::•:•:•;•: ~: ~::•:•:::~ ::_. iai•~r~t~ï::ií•~i.i`S'v ~ '

~•} .• ¡•: ~~•:/•Ï::'Ÿ::ti:: J j }L:;1f} ~: ~ ::•:•! •:•:ti :̀?:;: l:• ¿J}~.;ff:•:f• f::~:}~;:ti~f•f::•::•~if~.ti ŕ:':::~}f:

:.}.: . • . ........ .. .......

•.:••:r:::::ï .:ï::.:;ï:::. ~:::•::: ?.:::..:???;:i??.::.: .:: ~::.;:~:.:;~~:•~... .:.:. :~n:?~.::•>?;•.......

0 5

1

10 15 20

EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: EL AZILIENSE 321

Caza

Camiceria

Piel/Came

Piel Fres

Piel

Piel Seca

y Vegetal

Madera

Asta

Asta/Hueso

Hueso

Piedra

Blanda

Dura

lndeterrn.

Porcentaje de aciones realizadas

Magdaleniense :• ... Aziliense

Figura 6. Materias trabajadas en la cueva de Santa Catalina según el análisis funcional del utillaje lítico (Ibáñez et al. 1992).

3.2. La industria sobre asta y hueso

A lo largo del extenso proceso de evolución del Magdaleniense superior-final al Aziliense, la indus-tria ósea sufre transformaciones que permiten seguir con una precisión algo mayor su evolución. Ya en el

Magdaleniense VI comienzan a aparecer arpones con una tendencia al aplanamiento junto con elementos líticos que apuntan a los tipos azilienses (Mons 1979). La presencia de instrumentos fabricados con asta o hueso es mucho menor en los niveles azilien-ses, y en muchos de los yacimientos la presencia de este tipo de documentos es bastante irrelevante. Pero incluso en aquellos en los que este tipo de utillaje es relativamente abundante, se observa de modo inme-diato la drástica reducción del número de tipos y el uso de elementos óseos casi sin transformación o con un trabajo muy sumario. Por no hablar de la rareza de elementos decorativos que dan un evidente atractivo a los restos magdalenienses.

Un yacimiento que proporciona suficiente abun-dancia de materiales y una secuencia relativamente amplia para comprender la historia de la industria ósea aziliense, es el de la Cueva de Los Azules. Tam-bién encontramos, en menor volumen, restos de industria ósea significativos en Cueva Oscura de Ania. Por el contrario, el resto de los yacimientos proporcionan indicios más escasos, lo que dificulta el análisis de la evolución de esta industria al estar, con frecuencia, representado el Aziliense en el sitio por un único nivel.

3.2.1. El Aziliense antiguo

El mayor interés de estos niveles radica en el hecho de que expresan la relación con el mundo mag-daleniense a través de la persistencia de los elemen-tos que unen aún de modo tenue ambas concepciones. Son los arpones los que manifiestan de modo más claro ese distanciamiento, pero al mismo tiempo señalan la continuidad entre ambos períodos. Por des-gracia no aparecen en todos los yacimientos con industrias que pueden ser definidas como de transi-ción. Son tres los sitios que han proporcionado estos elementos típicos del período inicial: Cueva Oscura de Ania, La Lluera y Los Azules. Tipológicamente los arpones de estas capas antiguas del Aziliense se diferencian tanto del momento precedente como de los elementos producto de la evolución posterior del período. En el caso de Los Azules 5 todos tienen una tendencia al aplanamiento (observada ya en algún ejemplar del nivel 6); sin embargo, difieren unos de otros: mientras que en una de las piezas que se han conservado completas la sección tiende a ser rectan-gular, en la otra es planoconvexa (similar a la del arpón de doble fila de dientes de La Chora publicado por González Echegaray y otros (1963) (Fig. 7: 9). Los fragmentos de otros dos arpones parecen corres-ponder más al modelo clásico aziliense, especialmen-te por el tipo de aplanamiento de la sección; en un caso podemos afirmar que se trata de un arpón típica-

KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica

Page 14: EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: … · de las sociedades del. Paleolítico superior final, en un momento en el que quizá los esquemas tradicionales deja-ron

0 5 cm

2

322

JUAN ANTONIO FERNANDEZ-TRESGUERRES VELASCO

Figura 7. Arpones azilienses. 1-5: Cueva de Los Azules, nivel 3e; 6: Cueva de Los Azules, nivel 3f; 7: Abrigo de la Peña del Perro, nivel 2a; 8: Abrigo de la Peña del Perro, nivel 2b (González Morales y Díaz Casado1991-92); 9: Cueva de Los Azules, nivel 5.

mente aziliense no sólo por su sección, sino también por la forma de los dientes recortados en un ángulo agudo, mientras que en las otras piezas tienden a ser más en forma de gancho. Los que se conservan com-pletos presentan una longitud mayor (media 171 mm.) que la de los arpones del nivel 3 (media 83,35 mm.). En este sentido contrastan con los pequeños arpones del Horizonte Ob de Cueva Oscura de Ania (unos 55 mm. de longitud), aunque el fragmento de un arpón decorado pertenecía a uno de tamaño mayor (Adán et al. 1999, 2001). Otra característica destaca-ble que señala las diferencias con los arpones azilien-ses clásicos, es la marcada protuberancia localizada en la base. Este rasgo es muy claro en uno de los frag-mentos de Cueva Oscura de Ania. Resulta interesan-te la posible relación entre esta peculiaridad de los arpones del Aziliense antiguo y la que aparece en el arpón magdaleniense del nivel IV-2 de la Cueva de La Pila. Por último, la perforación de la única pieza de Los Azules 5 en la que se puede observar este ras-go, es circular, lo que lo aproxima al arpón del nivel 2 de La Paloma. La perforación puede verse como un

elemento de continuidad ya que aparece en el Magda-leniense, aunque sea de un modo bastante escaso (por ejemplo en Bricia, La Pila, El Castillo, El Pendo El Otero y Urtiaga). Sin embargo carecen de perforación los pequeños arpones de Cueva Oscura de Ania Ob y la gran pieza decorada de Los Azules 5 (Fig. 8).

El rasgo más chocante es la presencia de decora-ción, observado sobre varios de estos arpones (uno en La Lluera II A, uno en Cueva Oscura de Ania Ob, y tres piezas en Los Azules 5). El motivo es en casi

Figura 8. Cueva de Los Azules: arpón decorado del nivel 5.

KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica

Page 15: EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: … · de las sociedades del. Paleolítico superior final, en un momento en el que quizá los esquemas tradicionales deja-ron

EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: EL AZILIENSE 323

todos ellos similar (paralelas con trazos cortos per-pendiculares inscritos en ellas, en forma de escala), aunque dispuesto de manera distinta en cada una de las piezas. En Los Azules 5 no cubre los dientes gan-chudos del arpón, mientras que en las otras piezas cubre parte de ellos. Pero en el caso de Los Azules todos los dientes, menos el de la extremidad distal, están cubiertos por incisiones oblicuas. Esta misma pieza presenta otro rasgo interesante: la presencia de una decoración anterior en forma de rameado de pequeños trazos incisos que, en varios puntos, está casi borrada. Sin embargo, un fragmento de arpón de ese mismo nivel 5, fue decorado con un motivo dis-tinto: pequeñas líneas oblicuas adosadas a otras obli-cuas.

De estos documentos parece deducirse un hecho. El Aziliense tiene una presencia amplia en el mundo pirenaico desde donde pudieron difundirse algunos rasgos hacia el Cantábrico —uno de ellos sería el nue-vo tipo de arpón plano aziliense (González Sainz 1989). No obstante, al- menos en lo que se refiere a los arpones asturianos del Aziliense antiguo, podrían derivar localmente del prototipo magdaleniense. No podemos hacer la misma afirmación del arpón del Aziliense clásico. En la misma Cueva de Los Azules existe una amplia capa estéril (nivel 4) entre el Azi-liense antiguo y el característico del nivel 3.

El resto del utillaje óseo de los niveles con Azi-liense antiguo es muy escaso y simple (punzones, alguna "alfiler"), pero no presenta ni la variedad ni el acabado de la industria de hueso del período anterior. Quizás sea éste uno de los rasgos más sobresalientes que manifiestan la ruptura con el Magdaleniense. Pero como por otra parte tampoco son muy amplios los niveles excavados que correspondan a este perío-do, el hecho de la disminución de tipos o la ausencia de ellos tienen un valor relativo. Sin embargo, pese a esa reducción de formas con respecto al Magdale-niense, en el Aziliense clásico parece que se encuen-tra una mayor diversidad de ellos que en el período antiguo.

3.2.2. El Aziliense clásico o reciente

Ese fenómeno posiblemente se deba a la mayor abundancia de yacimientos a lo largo de toda la Cor-nisa cantábrica con niveles correspondientes a este período. En algunos (corno Cueva Oscura de Ania, Los Azules, Santa Catalina) no sólo la muestra de utensilios es suficientemente abundante, sino que también se encuentra un amplio número de restos de huesos y astas en proceso de fabricación, lo que nos permite una mejor aproximación al conocimiento de la industria ósea.

El arpón sigue siendo el útil característico de este período. Aparece a lo largo de toda la región, aunque es normal que en los niveles azilienses el número de piezas sea bastante bajo, en ocasiones un fragmento de un único ejemplar. Sólo algunos yacimientos pro-porcionaron un número mayor de estos útiles. Las diversas capas del nivel 3 de la Cueva de Los Azules suministraron una cantidad suficiente de piezas como para permitir un análisis más minucioso del tipo y sus transformaciones a lo largo del período. No obstante, debido a lo reducido de la muestra en otros yacimien-tos el valor de las conclusiones es limitado.

Los arpones del Aziliense clásico se describen como planos en su sección, dientes angulosos recor-tados, base que continúa el perfil de la astilla trabaja-da —desapareciendo la protuberancia basal que proce-día de piezas del Magdaleniense superior— y perfora-ción oval. Hay un hecho que diferencia el sector occi-dental y el oriental de la región cantábrica: en la pri-mera de ellas (centro y oriente de Asturias) los arpo-nes presentan siempre una sola hilera de dientes. En la zona de Cantabria (La Meaza, La Pila, Morín, El Valle, El Piélago) y el País Vasco (Agarre, Pikandita, Anton Koba) (Fig. 9: 5), se encuentran tanto arpones

15

Figura 9. Industria &sea. 1-8: Anton Koba, nivel VIII (Artnendáriz 1997); 9-15: Los Azules, nivel 3.

o 11111111=711111

13

KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica

Page 16: EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: … · de las sociedades del. Paleolítico superior final, en un momento en el que quizá los esquemas tradicionales deja-ron

324 JUAN ANTONIO FERNÁNDEZ-TRESCUERRES VELASCO

con una hilera de dientes como de dos, aunque el mayor número de ejemplares corresponda a yaci-mientos de la región cántabra. Estas dos formas apa-recen frecuentemente en los Pirineos, en Mas d' Azil, Troubat o La Vache, por citar tres ejemplos claros. Un hecho no desdeñable en la tipificación de esta pieza es la ausencia absoluta de decoración en las piezas del Aziliense clásico.

Las variaciones en el tipo introducidas durante el transcurso del Aziliense son perceptibles en el análi-sis de las aproximadamente cien piezas y fragmentos hallados en Los Azules 3: los elementos diferencia-dores más notables son la localización de la perfora-ción (siempre en ojal) en la pieza, y el número de dientes (Fig. 7: 1-6). En lo que se refiere al primero de los hechos citados observamos que en el momen-to más antiguo (3h) la perforación tiende a ser colo-cada en el centro de la base de la pieza; en las capas inmediatamente posteriores (3g, f y e) se desplaza hacia el centro de la pieza, por encima del diente infe-rior. En los momentos finales del Aziliense vuelve de nuevo a estar localizada en la base. El número de dientes también suele ser mayor en los arpones de esas capas antiguas del nivel 3, alcanzando en dos ejemplares a seis y siete.

En cuevas con un único nivel y, en consecuencia, con dificultades para situarlos en una secuencia evo-lutiva más amplia —entre otras cuestiones por la regionalización de las características del mismo Azi-liense —, resulta mucho más complicado establecer las variantes del tipo. En el Abrigo de la Peña del Perro, aunque la muestra se reduce a dos piezas, observamos también el desplazamiento de la perfora-ción según la antigüedad de la capa: en el arpón más reciente (nivel 2a) la perforación aparece desplazada hacia el fuste de la pieza, ligeramente por encima del diente inferior, mientras que en el más antiguo (2b) se encuentra en la parte superior de una base más desa-rrollada (González Morales y Díaz Casado 1991-92) (Fig. 7: 7-8). En Piélago II hay también variaciones en la localización de la perforación aunque no apare-ce en una secuencia clara como sucede en Los Azu-les, ya que se mezclan los dos tipos; el fragmento de arpón hallado en la zona de contacto entre el nivel 1 y el 2 presenta la perforación en la base, pero en el nivel 2 en tres piezas completas aparece tanto en la base como en el centro de la pieza, y en el nivel 3 dos de las piezas fueron perforadas en la base mientras que otra lo fue a la altura del primer diente (García Guinea 1985).

El resto de la industria ósea del Aziliense ofrece tipos ya presentes en niveles magdalenienses — e incluso a lo largo de todo el Paleolítico superior —,

por lo general muy simples y de modo habitual en proporciones mucho menores. Encontramos azagayas en un número reducido en La Paloma, Cueva Oscura de Ania, Los Azules, Abrigo de la Peña del Perro, Piélago, Ekain, etc., con secciones ovales aplanadas, circulares, subcuadragulares o subtriangulares. En Ekain se -encuentra una con bisel simple. En raros casos, como también en Ekain, aparecen con algún tipo de decoración, consistente en incisiones profun-das o finas, longitudinales u oblicuas.

Abundan más los punzones, que en algunos casos conservan la diáfisis del hueso, y dos de ellos con incisiones paralelas en todo el contorno de la pieza (Los Azules y Anton Koba); en el caso de Los Azu-les se aprecia la presencia de ocre en el fondo de esas incisiones (Fig. 9: 1-2 y 12). El segundo ejemplar hallado en las capas inferiores de Los Azules 3, pre-senta incisiones profundas paralelas perpendiculares al eje, y otras en zigzag dispuestas longitudinalmente (Fig. 9: 12). En Anton Koba, un largo punzón mues-tra también incisiones en zigzag, pero perpendicula-res al eje de la pieza (Armendáriz 1.997). Los punzo-nes estrechos y alargados no son abundantes ("alfile-res" en Los Azules; un fragmento de punzón fino o aguja fue hallado en Ekain). Sin embargo, lo más habitual en una buena parte de los niveles azilienses cantábricos, es encontrar huesos simplemente aguza-dos y de una factura bastante tosca.

Las espátulas aparecen raramente; están trabaja-das sobre un fragmento largo de hueso, conservando la diáfisis, o también sobre costillas y con extremidad redondeada que aparece desgastada por el uso. Algu-nas exhiben incisiones más o menos paralelas, en la parte interior convexa de la costilla (Los Azules 3 y Anton Koba VIII) (Fig. 9: 3, 9-11 y 15). En ocasio-nes son piezas muy elaboradas. En una pieza un tan- to excepcional de Los Azules 3 la decoración se extiende por toda una cara con largas alineaciones de puntos. Próximo a ella está el "puñal" del Horizonte o de Cueva Oscura de Ania, pero la extremidad distal es más apuntada que redondeada.

Los anzuelos, esquirlas de hueso biapuntadas y bien pulidas, no se encuentran con demasiada abun-dancia en las capas azilienses. Aparecen en Los Azu-les 3 (Fig. 10) y en el Abrigo de la Peña del Perro.

Queda otro elemento que aparece en raros yaci-mientos. La presencia del jabalí se intensifica a lo lar-go del Aziliense. Parece difícil que los largos colmi-llos de este animal fueran desperdiciados; sin embar-go el número de restos de aprovechamiento de este material es escaso, salvo en niveles postpaleolíticos. En Los Azules su presencia es manifiesta a lo largo

KOBIE (Serie Anejos n.° 8), ario 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica

Page 17: EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: … · de las sociedades del. Paleolítico superior final, en un momento en el que quizá los esquemas tradicionales deja-ron

EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: EL AZILIENSE 32.5

Figura 10. Los Azules: anzuelos del nivel 3.

de todo el nivel 3 en forma de piezas estrechas recor-tadas y raspadas en la parte interior del canino (Fig. 11). Aparecen también algunos restos trabajados con diversas técnicas (percusión, calentamiento, aserra-do) en niveles postpaleolíticos de Marizulo y Santi-mamiñe (Mujika 1993). En Zatoya II (Barandiarán y Cava 2001) una especie de paleta fue fabricada con este material. Tampoco son tan abundantes, ni apare-cen con algún tipo de decoración -como no era raro en el Magdaleniense— los colmillos perforados de animales, especialmente los de ciervo (Fig. 9: 6-8).

Todo este repertorio, muy limitado, define clara-mente el carácter de la industria aziliense. Se ha aban-donado paulatinamente el gusto por las piezas cuida-das y, sobre todo, por la decoración. Este último hecho puede estar en relación con transformaciones en las estructuras sociales y territoriales provocadas en el Aziliense.

4. LA ECONOMÍA

La economía aziliense gira en torno a la caza y la recolección, los mismos elementos que la del Paleo-lítico superior, aunque parece percibirse una posible ampliación del sistema de explotación.

La caza sigue siendo la base de la subsistencia, pero las especies capturadas y los porcentajes de las mismas se modifican según los sitios, dependiendo del medio en el que los grupos humanos estaban ins-talados. Siempre hay una presencia masiva de ungu-

lados. De modo general puede afirmarse que la expansión del bosque y el control de la montaña modifican la selección de las especies abatidas. En los yacimientos en los que antes había aparecido el reno (caso del nivel e de Abauntz), aunque nunca en número importante, éste desaparece totalmente; este hecho contrasta con la presencia del mismo en el sur de Francia en el Aziliense (Duruthy). Delpech desta-ca la presencia de manadas de renos en la Dordoña y en la Gironda en los comienzos del período (Aram-bourou 1978).

Varios de los yacimientos excavados (Ekain, Zatoya, por ejempo) son considerados como cazade-ros estacionales, ocupados brevemente en las etapas más frías y ampliando el tiempo de ocupación en las más templadas. La edad de los animales abatidos en Zatoya (en los niveles lIb y II) muestra que la ocupa-ción del sitio se producía durante las etapas más cáli-das del año (Barandiarán 1995). En la Riera se obser-va también un fenómeno similar.

Desde Asturias hasta el País Vasco y Navarra, los porcentajes de restos de ciervo son dominantes en casi todas las capas azilienses, (salvo en Piélago II, donde domina la cabra y el sarrio). Con frecuencia esos porcentajes son muy elevados. Parece clara la preferencia de los grupos humanos azilienses por esa especie, aunque no exclusiva. En algunos yacimien-tos está acompañado de importantes porcentajes de

Figura I I. Los Azules: colmillos de jabalí, punzones y fragmento de espátula del nivel 3.

KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004, Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica

Page 18: EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: … · de las sociedades del. Paleolítico superior final, en un momento en el que quizá los esquemas tradicionales deja-ron

326 JUAN ANTONIO FERNÁNDEZ-TRESGUERRES VELASCO

corzo, sarrio y cabra. Y, en casos como La Riera, se perciben cambios en las especies capturadas, provo-cadas sin duda por las transformaciones del medio; la cabra va disminuyendo paulatinamente hasta alcan-zar un porcentaje mínimo en el nivel 28, sustituida en este nivel por el corzo; pero siempre con el ciervo como presencia dominante (Altuna 1986).

El jabalí es cada vez más abundante en los yaci-mientos azilienses y epipaleolíticos posteriores. Es la expansión del bosque la que favoreció la presencia cada vez más amplia de esta especie, por lo que no es raro que acabe convirtiéndose en una preferencia para los cazadores epipaleolíticos (Altuna 1972, 1992, 1995).

Los escasos porcentajes de bóvidos (no siempre es factible distinguir eI bisonte del uro) y caballos (presentes sin embargo en Abauntz, Zatoya, Morín, Piélago II y La Riera), disminuyen su presencia. Pero no es raro tampoco que los restos de estas especies estén totalmente ausentes de los yacimientos. Fenó-meno muy significativo si tenernos en cuenta el papel de estos animales tanto en la economía de los perío-dos anteriores al Aziliense, como su papel central en el sistema simbólico.

Aunque no es frecuente encontrar restos de aves, sí aparecen en los niveles superiores de Ekain con especies que fueron producto de la caza, como son los ánades (Altuna y Merino 1984).

Si bien carecemos de datos sobre la recolección de frutos o raíces, propiciada por la mejora climática y la expansión del bosque caducifolio, que aportaría abundancia de ellos -con posibilidad de hacer acopio y conservarlos durante un tiempo relativamente amplio—, tenemos, por el contrario algunos datos sobre la explotación de los medios costeros, fenóme-no no ausente de niveles del Paleolítico superior. Pero la alteración de los niveles marinos puede proporcio-nar una visión distorsionada de la cuestión.

La actividad recolectora en zonas costeras es manifiesta por la presencia de moluscos marinos en muchos de los niveles azilienses, si bien en algunos casos no supera el interés ornamental. Pero teniendo en cuenta que algunos de los hallazgos se hicieron en yacimientos del interior, como sucede con los escasos restos hallados en Anton Koba, el hecho adquiere interés ya sea por la relación directa con la costa, ya por la existencia de intercambios entre grupos coste-ros e interiores. En Los Azules 3 se observa una mayor atención al entorno costero. El volumen de moluscos marinos, nunca muy amplio si tenemos en cuenta que se trata de un yacimiento situado en un

valle del interior, va aumentando a medida que nos aproximamos al final de la ocupación. Entre los moluscos marinos se encuentran Patella aspera, P vulgata, P depressa, un conjunto abundante de trivias perforadas y una agrupación de modiolas (Modiolus trZ0d1Cl/ts barbatr.ts L.) de un tamaño notable deposi-tados en un enterramiento. En las capas inferiores del nivel 3 aparece Littorina littorea, Helcion pel1acie1t.1s, Nassa reticulata, Trivia europaea (lógicamente reco-gidas para servir de adorno) y Littorina obtnsata. En los niveles inferiores están prácticamente ausentes. Fenómenos similares de aumento del volumen de moluscos a medida que transcurre el Aziliense los encontramos en Ekain IV, III y H. Las especies más abundante son Monodonta lineata y diversas especies de Patella. Ekain III manifiesta, pese a ser un fenó-meno esporádico, que de algún modo la alimentación comienza a incluir este tipo de fauna, aunque nunca en el volumen y con la importancia decisiva que observamos en los yacimientos costeros del momen-to posterior.

En Cantabria, Piélago II puede ser también un ejemplo de este interés creciente por la explotación de los recursos de la costa (García Guinea 1985). La secuencia del Abrigo de la Peña del Perro proporcio-nó nuevos datos para ilustrar este comportamiento económico, con el aumento de la presencia de molus-cos marinos desde un momento avanzado del Magda-leniense (nivel 2c) —aunque aún son escasos los res-tos— al nivel 1 postaziliense. En este sentido, estos niveles muestran también un cambio o ampliación de las zonas de explotación desde zonas de costa rocosa y poco batidas a otras de ría (González Morales y Díaz Casado 1991-92).

No obstante, este interés no es nuevo si considera-mos la abundante presencia de moluscos marinos for-mando incluso concheros, en cuevas de períodos anteriores (ya señalados por el conde de la Vega del Sella en 1916 en su publicación de Cueto de la Mina; Clark 1976); un ejemplo de ello, pero no el único, lo tenemos en el nivel 8a Magdaleniense III de El Juyo en Cantabria, no lejos de la costa actual. Pero si no es nueva la atención prestada hacia estos recursos coste-ros, en una secuencia como la de Los Azules parece intensificarse durante el transcurso del Aziliense. Incluso desde el punto de vista simbólico la presencia de un número importante de modiolas en la tumba parece insinuar que la costa era un centro de atención durante este período.

Por el contrario, no siempre es fácil evaluar el sig-nificado de los concheros de Helix nemoralis, ya que pueden deberse a una formación ajena a la voluntad humana.

KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica

Page 19: EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: … · de las sociedades del. Paleolítico superior final, en un momento en el que quizá los esquemas tradicionales deja-ron

EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: EL AZILIENSE 327

La pesca es otro de los aspectos que se desarrollan durante el Aziliense, aunque tampoco es ajena al momento anterior Magdaleniense final (Zatoya II-bam y Ilb) (Barandiarán y Cava 2001). Los arpones y anzuelos pueden ser una manifestación de este fenó-meno. Por el momento parece que la actividad en este terreno se limita a la pesca fluvial. Los Azules 3, dominando dos ríos -Sella y Güeña — desarrolló de un modo amplio esta actividad. Los restos de salmón y trucha son extraordinariamente abundantes y su presencia se va intensificando a medida que transcu-rre el tiempo.

Estas tendencias hacia una economía en la que se da una mayor intensificación de la explotación del máximo de recursos del territorio puede ser la causa de los cambios en la percepción del espacio, sobre todo teniendo en cuenta que en la región cantábrica desde algunos puntos se puede controlar una notable extensión de territorio con una diversidad acentuada de biotopos (Fernández-Tresguerres 1995; González Morales 1995). No es, sin embargo, una novedad. L.G. Straus destaca (1992) esa propensión a diversi-ficar los medios de subsistencia como una constante desde el Solutrense. Pero parece acentuarse a medida que transcurre el tiempo y la implantación del bosque templado permite la ampliación de los sistemas de explotación.

5. ASPECTOS SIMBÓLICOS

Desde su descubrimiento el Aziliense se percibió ya como el tiempo de la destrucción del universo sim-bólico creado y precisado a lo largo del Paleolítico superior. Los espectaculares logros en el terreno de la expresión simbólica ligada en parte a un arte natura-lista habían sido, en apariencia y de modo definitivo, barridos de las preocupaciones humanas, quedando sólo algunos rescoldos confusos. En realidad las estructuras simbólicas estaban tan arraigadas que, en los inicios del período y en algunas escasas regiones, aún pervivieron los restos de un arte naturalista mobi-liar o, más raramente, parietal, unidos a industrias señaladas con la característica acentuada ambigüedad del momento Magdaleniense final/Aziliense. Es el caso de abri Murat (Lot), abri Dufaure (Landas), abri Morin (Gironda), Pont d'Ambon (Dordoña) y La Borie del Rey (Lot-et-Garonne), y aún al sur de los Pirineos (San Gregori de Falset, Priorato, Tarragona) (Lorblanchet 1989; Fullola y Couraud 1988). Lo des-tacable de ese desvanecimiento del arte naturalista radica en que éste se había impuesto como el soporte de la transmisión de una particular percepción y apro-piación del mundo. En el Aziliense dejaron de existir los grandes conjuntos y con ellos un lenguaje con

profundas relaciones sintácticas y semánticas. A par-tir de ahora hasta los signos, pintados o grabados, ais-lados sobre cantos, plaquetas y huesos, pierden sus formas y cambian su significado; la compleja sintaxis paleolítica queda reducida a un sistema, quizás de mayor simplicidad, pero más opaco e inaccesible. En el Cantábrico las muestras de representación de figu-ras animales (caso de Arenaza, Apellániz 1982) son tan escasas que pueden ser consideradas como inexis-tentes.

Es ahí donde se manifiesta el núcleo de las crisis del mundo paleolítico, de la paulatina disolución de sus sistemas sociales y, en consecuencia, territoriales. Si el resultado de ello se hace más perceptible en el desarrollo de las culturas posteriores al mismo Azi-liense, ya durante el transcurso de éste se observa una cierta tendencia en el sector occidental del cantábrico a cerrarse en sí mismo (lo que acabará dando lugar a su propia cultura), mientras la zona oriental permane-cerá culturalmente más próxima al sudoeste francés y a los Pirineos.

Esa transformación del arte, y su desarticulación estilística y temática -tan manifiestas en el escaso arte aziliense encontrado en las cuevas del Cantábrico—, parecen, al menos en hipótesis, mostrar una tendencia a la reducción del sistema de relaciones intergrupales amplias. Claro está que esto depende de la interpreta-ción que le demos al conjunto de las representaciones parietales y a su papel estructurador de la cohesión social de las sociedades del Paleolítico superior.

Son pocas las cuevas que hayan proporcionado, y casi siempre con escasos ejemplares, restos de arte aziliense. Importantes sin duda, ya que en algunos casos parecen que podrían definir lo que podemos denominar un territorio simbólico, no exclusivamen-te económico sino fundamentalmente social (Fernán-dez-Tresguerres 2003). Es el caso de ese motivo decorativo formado por series de puntos adosados a un trazo longitudinal que aparece dentro de una comarca bien definida en Cantabria; hallado sobre soportes diferentes y, al parecer, en momentos distin-tos como Magdaleniense final y Aziliense (espátula de Rascaño, colgantes de Morín, La Chora y Piélago, Cueva de San Juan) (González Sainz 1982). Ya acos-tumbrados a esos saltos en el espacio de algunos ele-mentos artísticos, a veces difíciles de explicar, ese mismo motivo lo encontramos también en otro espa-cio alejado (en Gouërris en Lespugue, Haute-Garon-ne). Algo similar se percibe en el motivo decorativo que se graba sobre los arpones del Aziliense antiguo asturiano, que parece ligado al corredor central de esta región que la recorre desde el oriente hasta el centro.

KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica

Page 20: EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: … · de las sociedades del. Paleolítico superior final, en un momento en el que quizá los esquemas tradicionales deja-ron

328 JUAN ANTONIO FERNÁNDEZ-TRESGUERRES VELASCO

En consecuencia, si percibimos una cierta unifor-midad en la expresión aziliense -en la tendencia a la abstracción—, analizada de cerca observarnos una diversificación regional. Destaca en el Cantábrico la escasa presencia que parecen tener en la vida de las comunidades azilienses los elementos simbólicos (al menos desarrollados sobre materias que hayan permi-tido su supervivencia) y la relativa marginación de técnicas y motivos que se distribuyen en Francia has-ta los Pirineos y que, curiosamente, reaparecen en la interior de la Península (Estebanvela, Ayllón, Sego-via) (Ripoll López y Muñóz Ibáñez 2003). Ya en el Aziliense antiguo los restos artísticos son tan escasos que no permiten demasiadas conjeturas. Pero tampo-co lo son los del Aziliense clásico, reducido a algunos cantos pintados (el grabado es muy raro) con esque-mas muy simples (sobre todo las puntuaciones en Los Azules y simples líneas paralelas pintadas, en Una-txa, Orozko, Vizcaya) (Fernández-Tresguerres 1994; Muñoz y Berganza 1997), y escasa tendencia a los motivos geométricos complejos y a las combinacio-nes de signos. Esta simplicidad contrasta de modo notable con la abundancia de elementos hallada en los Pirineos; la comparación con Mas d'Azil es escla-recedora. Esta tendencia a la marginación de los ele-mentos artísticos (que se ahonda en el Epipaleolítico posterior) es, posiblemente, una manifestación de la regionalización progresiva de las culturas del norte de la Península.

El único contexto claro que podernos atribuir a algunas de estas pobres manifestaciones artísticas es el funerario, ligado al enterramiento hallado en la cueva de Los Azules. Éste proporcionó algunos ele-mentos para establecer esa conexión, pero no hay que olvidar que otros cantos pintados fueron encontrados fuera de ese contexto.

La sepultura fue abierta junto a la pared oeste de la entrada de la cueva y delimitada con algunos blo-ques de piedra que rodeaban al difunto (Fig. 12-13); la fosa era poco profunda y su fondo teñido con ocre. El difunto estaba tendido sobre su espalda y rodeado de un ajuar bastante elocuente: útiles líticos (raspado-res, laminillas de dorso, buriles), junto con algunas lascas, núcleos y percutores Qmateriales para fabri-car otros útiles?), y arpones acompañados de frag-mentos de asta de ciervo. A estos elementos técnicos hay que añadir un cráneo de tejón colocado junto a la pared y un amontonamiento de modiolas encajadas unas en otras (Fernández-Tresguerres 1976, 1980). El interés del hallazgo de cantos pintados dentro de la tumba radica precisamente en que, al menos en este caso, les proporciona un contexto funerario. Los temas son simples: puntos pintados con colorante negro, y en un caso un punto rodeado parcialmente

Figura 12. Los Azules: Localización de la sepultura en la entrada de la cueva.

con una corta línea curva. El hecho de que el difunto presentase acentuadas patologías óseas que le impe-dían cualquier actividad (y eso desde la infancia), es una muestra de la posible existencia de una fuerte solidaridad que mantiene incluso a aquellos que care-cen de una capacidad de participar en las actividades económicas del grupo que, ciertamente, no es la úni-ca forma de utilidad social.

Figura 13. Los Azules: detalle de los restos in situ del varón adulto inhumado en la cavidad.

KOBIE (Serie Anejos n.° 3), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica

Page 21: EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: … · de las sociedades del. Paleolítico superior final, en un momento en el que quizá los esquemas tradicionales deja-ron

EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: EL AZILIENSE 329

BIBLIOGRAFÍA

Adán, Alvarez, G., García Sánchez, E., Quesada López, J.M.

1999 El Aziliense de Cueva Oscura de Ania (Las Regueras, Asturias): primera aproximación y su contexto en la cuenca del Nalón. Espacio, Tiempo y Forma 12: 215-267.

2001 Cueva Oscura de Ania (Las Regueras, Asturias). Contribución al conocimiento del Aziliense Antiguo Cantábrico. Complcrtum 12: 9-32.

Altuna J. 1972 Fauna de mamíferos de los yacimientos prehistóricos de Guipúzcoa. Munibe XXIV: 1-464.

1986 The mammalian faunas from the prehistoric site of La Riera. En Straus, L. G., Clark, G. A. (eds.), La Riera Cave. Stone Age Hunter-Gatherer Adaptations in Nortern Spain, pp. 237-274. Anthropological Research Papers 36. Arizona State University, Tempe.

1992 Asociaciones de macromamíferos del Pleistoceno superior en el Pirineo occidental cantábrico. En A. Cearreta, F. M. Ugarte (eds.), The Late Quaternary in the Western Pyrenean Region, pp. 15-28, Universidad del País Vasco, Bilbao.

1995 Faunas de mamíferos y cambios ambientales durante el Tardiglacial cantábrico. En A. Moure, C. González Sainz (eds.), El Final riel Paleolítico cantábrico. Transformaciones ambientales y culturales durante el Tardiglaciar y comienzos riel Holoceno en la Región Cantábrica, pp. 199-224. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cantabria, Santander.

Altuna, J., Merino, J. M. (eds.)

1984 El yacimiento prehistórico de la cueva de Ekain (Deba, Guipúzcoa). Sociedad de Estudios Vascos. Sociedad de Ciencias Aranzadi, San Sebastián.

Apellániz, J. M.

1977 Las campañas (IV y V) de excavaciones en la cueva de Arenaza I (S. Pedro de Galdames, Vizcaya), año 1977. Kobie 8: 113-114.

1978 Avance a la Memoria de la VI campaña de excavaciones arqueológicas en la cueva de Arenaza I (S. Pedro de Galdames, Vizcaya), años 1975 y 1976. Kobie 7: 43-44.

1982 El arte prehistórico del País Vasco y sus vecinos. Desclée de Brouwer, Bilbao.

Apellániz, J. M., Altuna, J.

1975 Excavaciones en la cueva de Arenaza (San Pedro de Galdames). Primera campaña 1972. Neolítico y Mesolítico final. Noticiario Arqueológico Hispánico ( Prehistoria) 4: 123-156.

Arambourou, R.

1978 Le gisement préhistorique de Duruthy, cr Sorde-l'Abbaye. Bilan cíes recherches de 1958 d 1975. Mémoires de la Société Préhistorique Française, tome 13, París.

KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica

Page 22: EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: … · de las sociedades del. Paleolítico superior final, en un momento en el que quizá los esquemas tradicionales deja-ron

330 JUAN ANTONIO FERNÁNDEZ-TRESGUERRES VELASCO

Aranzadi, T. de, Barandiarán, J. M. de 1935 Exploración en la caverna de Santimamiñe (Basorulo-Cortézubi). 3" memoria 1923 a 1926:

yacimientos azilienses v paleolíticos. Diputación de Vizcaya, Bilbao. En J.M. de Barandiarán, Obras completas IX, pp. 245-344. La Gran Enciclopedia Vasca, Bilbao (Reedición de 1976).

Arias Cabal, P., Pérez Suárez, C. 1992 Las excavaciones arqueológicas de la Cueva de Los Canes (Arangas, Cabrales). Campañas de 1987

a 1990. Excavaciones Arqueológicas en Asturias, 1987-1990, 2: 95-101.

Armendáriz, A. 1997 Anton Koba: cazadores azilienses en la sierra de Aizkorri (Guipuzkoa). En R. de Balbín Berhmann,

P. Bueno Ramírez (eds.), II Congreso de Arqueología Peninsular: Paleolítico y Epipaleolítico, Tomo I, pp. 297-310. Fundación Rei Henriques, Zamora.

Arribas, J. L. 1990 El Magdaleniene superior/final en el País Vasco. Mttnibe 42: 55-63.

Barandiarán, J. M. de 1947 Exploración en la cueva de Urtiaga (en Itziar, Guipúzcoa) II. Con un estudio de cráneos prehistôricos

comparados entre si. Gernika-Eusko Jakintza, Bayona: 113-128, 265-271, 437-456 y 674-696. En J. M. de Barandiarán, Obras completas XII, pp. 171-234. La Gran Enciclopedia Vasca, Bilbao (reedición de 1976).

1948 Exploración en la cueva de Urtiaga (en Itziar, Guipúzcoa). Gernika-Eusko Jakintza, Bayona: 285- 330.

Barandiarán, J. M. de, Altuna, J. 1977 Excavaciones en Ekain (Memoria de las Campañas 1969-1975). Munibe 23: 3-58.

Barandiaran, I. 1990 Revisión estratigráfica de Berroberría. Datos en 1990. Veleia 7: 7-33.

1995 Los establecimientos de cazadores de la Prehistoria Navarra. Del Paleolítico medio a inicios del Neolítico. Cuadernos de Arqueología de la Universidad de Navarra 3: 53-84.

Barandiarán, I., Cava, A. (coord.) 1989 El yacimiento prehistórico de Zatoya (Navarra). Evolución ambiental y cultural a fines del

Tardiglaciar y en la primera mitad del Holoceno. Trabajos de Arqueología Navarra 8: 8-354.

Barandiarán Maestu, I., Cava, A. 2001 El Paleolítico superior de la cueva de Zatoya (Navarra): actualización de los datos de 1997. Trabajos

de Arqueología Navarra 15: 5-99.

Barbaza, M. 1995 Le Magdalénien supérieur final et l'Azilien dans les Pyrénées centrales. La grotte-abri du Moulin à

Troubat (Hautes-Pirénées) et son contexte. En H. Delporte, J. Clottes (eds.), Congrès National des sociétés historiques et scientifiques : Arts et Sociétés, 118e PAU 1993, pp. 311-326. Éditions CTHS, París.

Barbaza, M., Martzluff, M. 1995 Épipaléolithique et Mésolithique au nord des Pyrénées. X Col.loqui Internacional d'Arqueologia de

Puigcerdà. 20 Anvs d'Arqueologia Pirinenca: 177-187.

Berganza, E., Arribas, J. L. 1994 El asentamiento de Laminak II. Excavación, cronología, análisis de las industrias lítica y ósea. Kobie

21: 7-83.

Bernaldo de Quirós, F., Neira, A. 1992 Mountain occupation sites in the Cantabrian Range (Spain). Preistoria Alpina 28: 49-58.

KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica

Page 23: EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: … · de las sociedades del. Paleolítico superior final, en un momento en el que quizá los esquemas tradicionales deja-ron

EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: EL AZILIENSE 331

Bernaldo de Quirós, F., Neira, A.

1993. Paleolítico Superior final de alta montaña en la cordillera cantábrica (Noreste de León). Pyrenae 24: 1 7-22.

Bernaldo de Quirós, F., Gutiérrez Sáez, C., Heras, C., Lagüera, M. A., Pelayo, M., Pumarejo, P., Uzquiano, P.

1992 Nouvelles dones sur la transition Magdalénien supérieur-Azilien: la Grotte de La Pila (Cantabria, Espagne). En J.-P. Rigaud, H. Laville, B. Vandermeersch (eds.), Le peuplement Magdalénien. Paléogéographie physique et humaine, pp. 259-269. Éditions du CTHS, París.

Clark, G. A.

1976 EI Asturiense cantábrico. Bibliotheca Prehistorica Hispanica, XIII. C.S.I.C., Madrid.

Dupré, M.

1984 Palinología de los niveles VII a II del yacimiento de Ekain. En J. Altuna, J. M. Merino (eds.), El yacimiento prehistórico de la cueva de Ekain (Deba, Guipúzcoa), pp. 61-63. Sociedad de Estudios Vascos, Sociedad de Ciencias Aranzadi, San Sebastián.

Fano, M. A.

2005 El final del Magdaleniense en la cuenca del río Asón. Nuevos datos procedentes de la Cueva de El Horno (Ramales de la Victoria, Cantabria). En N. Ferreira Bicho (ed.), O Paleolítico. Actas do IV Congr•esso de Arqueologia Peninsular; septiembre de 2004 (sesión 23: El Magdaleniense Cantábrico: nuevas perspectivas, coordinada por M. S. Corchón), pp. 109-122. Universidade do Algarve, Faro.

Fernández Eraso, J.

1983 El yacimiento paleolítico final de Silibranka (Vizcaya). Kobie 13: 7-57.

Fernández-Tresguerres Velasco, J. A.

1976 Enterramiento aziliense en la Cueva de los Azules I, Cangas de Onís, Oviedo. Boletín del Instituto de Estudios Asturianos 87: 273-288.

1980 El Aziliense en las provincias de Asturias 1> Santander. Monografías del Centro de Investigación y Museo de Altamira, no 2. Ministerio de Cultura, Santander.

1989 Thoughts on the transition from the Magdalenian to the Azilian in Cantabria: Evidence from the Cueva de Los Azules, Asturias. En C. Bonsall (ed.), Mesolithic in Europa. Papers presented at the Third International Syrr-lposiuin Edinburgh 1985, pp. 582-588. John Donald Publishers LTD, Edinburgh.

1994 El arte aziliense. Conmplutucrn 5: 81-95.

1995 El Aziliense de la región cantábrica. En A. Moure, C. González Sainz (eds.), El Final del Paleolítico cantábrico. Transformaciones ambientales y culturales durante el Tardiglaciar y comienzos del Holoceno en la Región Cantábrica, pp. 199-224. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cantabria, Santander.

2003 Arte y territorio durante el periodo aziliense en el occidente Cantábrico. En R. de Balbín Behrmann, P. Bueno Ramírez, P. (eds.), El arte prehistórico desde los inicios del siglo XXI. Primer Symposium Internacional de Arte Prehistórico de Ribadesella, pp. 255-261. Real Instituto de Estudios Asturianos, Ministerio de Educación y Tecnología, Oviedo.

Fernández-Tresguerres Velasco, J. A., Junceda Quintana, F.

1994 Los arpones azilienses de la cueva de Los Azules (Cangas de Onís, Asturias). En J. A. Lasheras (ed.), Homenaje al Di: Joaquín González Echegaray, pp. 87-95. Museo y Centro de Investigación de Altamira, monografía 17. Ministerio de Cultura, Madrid.

KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica

Page 24: EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: … · de las sociedades del. Paleolítico superior final, en un momento en el que quizá los esquemas tradicionales deja-ron

332 JUAN ANTONIO FERNÁNDEZ-TRESGUERRES VELASCO

Fortea, J., Corchón, M. S., González Morales, M. R., Rodríguez Asensio, J. A., Hoyos, M., Laville, H., Dupré, M., Fernández-Tresguerres, J. A. 1990 Travaux récents dans les vallées du Nalón et du Sella. En J. Clottes (ed.) L'Art ries objets au

Paléolithique. Colloque International, Foix-Le Mas d'Azii, 1987, pp. 219-244. Actes des colloques de la Direction du Patrimoine, Paris.

Fullola i Pericot, J. M., Couraud, C. 1988 Le galet peint de l'Abri du Filador (Catalogne, Espagne). L'Anthropologie 88: 119-123.

García Gelabert, M. P. 2000 Excavación de la Cueva del Valle (Rasines). En R. Ontañón (ed.), Actuaciones Arqueológicas en

Cantabria 1984-1999, pp. 315-317. Gobierno de Cantabria, Santander.

García Guinea, M. A. 1985 Las cuevas azilienses de El Piélago (Mirones, Cantabria) y sus excavaciones de 1967-1969. Sautuola

IV: 11-154.

2000 Excavación arqueológica, protección y acondicionamiento del yacimiento de la cueva de Cualventi (Oreña, Alfoz de Lloredo). En R. Ontañón (ed.), Actuaciones Arqueológicas en Cantabria 1984-1999, pp. 15-18. Gobierno de Cantabria, Santander.

Garralda, M. D. 1978 Datación absoluta y restos humanos en la Península Ibérica. En M.. Almagro Gorbea, M. Fernández

Miranda (eds.), C-14 y Prehistoria de la Península Ibérica, pp. 7-15. Fundación Juan March, Madrid.

1980 El esqueleto aziliense del la Cueva de Los Azules I (Cangas de Onís, Oviedo). En C. Esteva (ed.), I Congreso Español de Antropología, pp. 573-580. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Barcelona, Barcelona.

1981 Las mandíbulas de Balmori y Mazaculos II (Asturias). Estudio antropológico. Boletín del Instituto de Estudios Asturianos 103: 595-603.

1982 El cráneo asturiense de Cuartamentero (Llanes, Oviedo). Kobie 12: 7-29.

Garralda, M. D., Galera, V. 1994 Microevolución de las poblaciones cántabras. En J. A. Lasheras (ed.), Honienaje al Dr: Joaquín

González Echegaray, pp. 163-171. Museo y Centro de Investigación de Altamira, monografía 17, Santillana del Mar.

Gómez Tabanera, J. M., Pérez, M., Cano Díaz, J. 1975 Première prospection de "Cueva Oscura de Ania" dans le bassin du Nalón (Las Regueras, Oviedo)

et connaissance de ses vestiges d'art rupestre. Bulletin de la Societé Préhistorique de l'Ariège XXX: 59-60.

González Echegaray, J. 1966 Sobre la cronología de la glaciación de würmiense en la costa cantábrica. Ampurias 28: 323-327.

1975 Clima y ambiente durante el Paleolítico. En M. A. García Guinea, M. A. Puente (coord.), La Prehistoria de la Cornisa Cantéibrica, pp. 35-62. Institución Cultural de Cantabria, Santander.

González Echegaray, J., Barandiarán Maestu, I. 1981 El Paleolítico superior de la cueva del .Rascaŕro (Santander). Centro de Investigación y Museo de

Altamira, Monografía n° 3. Ministerio de Cultura, Santander.

González Echegaray, J., Freeman, L.G. (eds.) 1973 Cueva Morín. Excavaciones 1969. Publicaciones del Patronato de las Cuevas Prehistóricas de la

Provincia de Santander, Santander.

González Echegaray, J., García Guinea, M. A., Begines Ramírez, A., Madariada de la Campa, B. 1963 Cueva de La Chora (Santander). Excavaciones Arqueológicas en España, 26. Ministerio de

Educación, Madrid.

KOBIE (Serie Anejos n ` 8). alto 2004_ Las sociedades del Paleolítico en la región cannibrica

Page 25: EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: … · de las sociedades del. Paleolítico superior final, en un momento en el que quizá los esquemas tradicionales deja-ron

EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: EL AZILIENSE 333

González Morales, M. R. 1986 La Riera bone and antler artifacts assemblages. En Straus, L. G., Clark, G. A. (eds.), La Riera Cave.

Stone Age Hunter-Gatherer Adaptations in Nortern Spain, pp. 209-218. Anthropological Research Papers, 36. Arizona State University, Tempe.

1995. La transición al holoceno en la Región Cantábrica: el contraste con el modelo del Mediterráneo español. En V. Villaverde (ed.), Los últimos cazadores. Transformaciones culturales y económicas durante el Tardiglaciar y el inicio del Holoceno en el ámbito mediterráneo, pp. 63-78. Instituto de Cultura Juan Gil — Albert, Alicante.

2000 La prehistoria de las Marismas: excavaciones en la Cueva de la Fragua (Santoña). Campañas de 1990, 1991, 1993, 1994 y 1996. En R. Ontañón (ed.), Actuaciones Arqueológicas en Cantabria 1984-1999, pp. 177-179. Santander, Gobierno de Cantabria.

González Morales, M., Díaz Casado, Y. 1991-92 Excavaciones en los abrigos de la Peña del Perro (Santoña, Cantabria). Estratigrafía, cronología y

comentarios preliminar de sus industrias. Veleia 8-9: 43-64.

González Sainz, C. 1982 Un colgante decorado en cueva Morín (Santander). Reflexiones sobre un tema decorativo de finales

del Paleolítico Superior. Ars Praehistorica I: 151-159.

1989 El Magdaleniense superior-Final de la región cantábrica. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cantabria y Ediciones Tantin, Santander.

1994 Sobre la cronoestratigrafía del Magdaleniense y Aziliense en la región cantábrica. Munibe 46: 53-68.

Hoyos Gómez, M. 1995 Paleoclimatología del Tardiglacial en la Cornisa Cantábrica basada en los resultados

sedimentológicos de yacimientos arqueológicos kársticos. En A. Moure, C. González Sainz (eds.), El final del Paleolítico Cantábrico, pp. 15-75. Universidad de Cantabria, Santander:

Hoyos Gómez, M., Martínez Navarrete, M. I., Chapa Brunet, T., Castaños, P., Sanchiz, F. B. 1980 La Cueva de La Paloma, Soto de las Regueras (Asturias). Excavaciones Arqueológicas en España,

116. Ministerio de Cultura, Madrid.

Ibáñez Estévez, J. J., González Urquijo, J. E., Ruiz Idarraga, R., Berganza, E. 1992 Huellas de uso en sílex en el yacimiento de Santa Catalina. Consideraciones sobre la manufactura

del utillaje óseo y la funcionalidad del asentamiento. En M. Otte et al. (eds.), Tracéologie et fonction: le geste retrouvé. Colloque internacional de Liège, pp. 1-10. ERAUL, col. 50, Liège.

Lagüera García, M. A. 1991 La tipología del utillaje lítico del yacimiento de La Pila (Cuchía, Mogro, Cantabria). Espacio,

Tiempo y Forma IV: 37-92.

Lorblanchet, M. 1989 De l' art naturaliste des chasseurs de rennes à l' art géométrique du Mésolithique dans le sud de la

France. Almasor 7: 95-124.

Martínez Navarrete, M. I. 1976 La cueva de la Riera (Posada de Llanes, Asturias). Boletín del Instituto de Estudios Asturianos 87:

231-257.

Mons, L. 1979 Les harpons aziliens du Mas d'Azil. Étude préliminarie. En D. Sonneville-Bordes (ed.), La fin des

Temps Glaciares. Colloques Internationaux C.N.R.S., pp. 623-635. C.N.R.S., Burdeos.

Moure Romanillo, A. 1970 Problemas generales del Magdaleniense superior cantábrico. Boletín del Seminario de Arte y

Arqueología 36: 353-382.

KOBIE (Serie Anejos n.' 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantúbrica

Page 26: EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: … · de las sociedades del. Paleolítico superior final, en un momento en el que quizá los esquemas tradicionales deja-ron

334 JUAN ANTONIO FERNÁNDEZ-TRESGUERRES VELASCO

Muñoz Salvatierra, M., Berganza, E.

1997 El yacimiento de la cueva de Urratxca Ill (Orozko, Bizkaia). Universidad de Deusto, Bilbao.

Mujika Alustiza, J.

1993 Técnicas de extracciôn de soportes de colmillo de jabalí durante el postpaleolítico. Veleia 10: 57-70.

Neira Campos, A., Fuertes Prieto, N., Fernández Rodríguez, C., Bernaldo de Quirós, F.

2004 Le gisement mésolithique de la "Cueva del Espertín", León, Espagne. Actes du XIVe1te Congrès UISSP. Université de Liège, Belgique 2-8 septembre 2001, pp. 129-136. BAR Internacional Series 1302, Oxford.

Ormazábal, A

1995 Problemas de adaptación al modelo aziliense clásico de los yacimientos de ambas vertientes del Pirineo occidental. En Congrès National des sociétés historiques et scientifiques 118e PAU 1993. pp. 187-1.92. Editions CTHS, París.

Pérez y Pérez, M.

1977 Presentación de algunos materiales procedentes de Cueva Oscura de Ania, Las Regueras, (Oviedo). En Actas del XIV Congreso Nacional de Arqueología, Zaragoza: 179-196.

1992 Un hueso grabado de «Cueva Oscura de Ania» (Las Regueras, Asturias). Boletín del Instituto de Estudios Asturianos 140: 625-650.

Reimer, P. J., Baillie, M. G. J., Bard, E., Bayliss, A., Beck, J. W., Bertrand, C. J. H., Blackwell, P. G., Buck, C. E., Burr, G. S., Cutler, K. B., Damon, P. E., Edwards, R. L., Fairbanks, R. G., Friedrich, M., Guilderson, T. P., Hughen, K. A., Kromer, B., McCormac, F. G., Manning, S. W., Ramsey, C. B., Reimer, R. W., Remmele, , S., Southon, J. R., Stuiver, M., Talamo, S., Taylor, F. W., van der Plicht, J., Weyhenmeyer, C. E.

2004 IntCal04 terrestrial radiocarbon age calibration, 0-26 kyr BP. Radiocarbon 46/3: 1029-1058.

Ripoll López, S., Muñoz Ibáñez, F. J.

2003 El arte mueble del yacimiento de Estebanvela (Estebanvela — Ayllón, Segovia). En R. de Balbín Behriann, P. Bueno Ramírez, P. (eds.), El arte prehistórico desde los inicios del siglo XXI. Primer Symposium Internacional de Arte Prehistórico de Ribadesella, pp. 263-278. Real Instituto de Estudios Asturianos, Ministerio de Educación y Tecnología, Oviedo.

Rodríguez Asensio, J. A.

1990 Excavaciones arqueológicas realizadas en la cueva de «La Lluera» (San Juan de Priorio - Oviedo). Excavaciones Arqueológicas en Asturias 1983-1986, 1: 5-17.

1992 Excavaciones arqueológicas en la Cueva de La Lluera II. San Juan de Priorio. Oviedo. Excavaciones Arqueológicas en Asturias 1987-1990, 2: 29-32.

Straus, L.G.

1988 Chronostratigraphy of the Pleistocene/Holocene Boundary: the Azilian Problem in the Franco- Cantabrian region. Palaeohistoria 27: 89-122.

1992 Iberia Before the Iberians. Stone Age Prehistory of Cantabrian Spain. University of New Mexico, Albuquerque.

Straus, L. G., Clark, G. A. (eds.)

1986 La Riera Cave. Stone Age Hunter-Gatherer Adaptations in Nortern Spain. Anthropological Research Papers, 36. Arizona State University, Tempe.

Straus, L.G., González Morales, M. R., Fano Martínez, M. A., García Gelabert, M. P.

2002 Last Glacial Human Settlement in Eastern Cantabria (Northern, Spain). Journal of Archaeological Science 29: 1403-1414.

Straus, L. G., González Morales, M. R.

2003 El Mirón Cave and the 14C Chronology of Cantabrian Spain. Radiocarbon 45 (1): 41-58.

KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica

Page 27: EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: … · de las sociedades del. Paleolítico superior final, en un momento en el que quizá los esquemas tradicionales deja-ron

EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: EL AZILIENSE 335

Stuiver, M., Reimer, P. J.

1993 Extended '4C data base and revised CALIB 3.0 14r age calibration program. Radiocarbon 35/1: 215-230.

Utrilla Miranda, P.

1979 Exoovooioues eolucuevaúcAbouotz(Arraz).Cunzpuüude l977. I}nbokmd« Aa7ueo/ooúx8 avo/o/ 1: 61-71.

1982 El Yacimiento de la cueva de Abauntz (Arraiz Navarra). Trabajos de/\oJueo/ogú/ Navarra 3: 203- 345.

KOBIE (Serie Anejos n.° 8), afio 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantabrica

Page 28: EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: … · de las sociedades del. Paleolítico superior final, en un momento en el que quizá los esquemas tradicionales deja-ron