el fin de la soledad

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ElMalpensante.com Artículos El fin de la soledad William Deresiewicz Lejos de los otros, pero con su permanente compañía imaginaria, la generación de internet y las redes sociales ha crecido sin darse cuenta de lo que es estar solos un instante. Antes de que sea completamente desterrada de nuestras vidas, el autor vuelve los ojos hacia la casi extinta soledad. Imprimir | A- A A+ ¿Qué quiere el yo contemporáneo?La cámara ha creado una cultura de la celebridad; el computador está creando una cultura de la conectividad. Al tiempo que convergen (la web pasa del texto a la imagen gracias a la banda ancha y las redes sociales extienden cada vez más el tejido de la interconexión), las dos tecnologías revelan un impulso común. Tanto la celebridad como la conectividad son formas del reconocimiento. Eso es lo que el yo contemporáneo quiere. Quiere ser reconocido, quiere estar conectado: quiere visibilidad. Si no ante millones de personas, como en un reality o en El show de Oprah, entonces ante cientos de ellas en Twitter o Facebook. Ésta es la característica que nos define, así es como nos volvemos reales ante nosotros mismos: al ser vistos por otros. El gran pavor contemporáneo es el anonimato. Si Lionel Trilling tenía razón, si la característica que definía al yo en el romanticismo era la sinceridad, y en la modernidad era la autenticidad, entonces en el postmodernismo es la visibilidad. Vivimos exclusivamente en relación con los otros y lo que desaparece de nuestras vidas es la soledad. La tecnología nos arrebata nuestra privacidad e intimidad así como nuestra capacidad para estar solos. Aunque no debería decir “nos arrebata”. Eso lo hacemos nosotros mismos; estamos renunciando a ese derecho muy fácilmente. La tía de una adolescente que conozco me contó que ésta había enviado hacía poco tres mil mensajes de texto en un mes. Es decir, cien por día o uno cada diez minutos mientras estaba despierta (mañana, tarde y noche), todos los días de la semana, en clase, durante el almuerzo, mientras hacía las tareas y se cepillaba los dientes. En promedio nunca está sola más de diez minutos seguidos. Esto es, nunca está sola. Una vez les pregunté a mis alumnos sobre el lugar que ocupaba la soledad en sus vidas. Uno admitió que ve tan angustiosa la posibilidad de estar solo que prefiere estar acompañado incluso si tiene que hacer un trabajo. Otra preguntó, ¿a quién se le ocurre estar solo? Para esa sorprendente pregunta, la historia ofrece algunas respuestas. Es cierto que el hombre es un animal sociable, pero la soledad tradicionalmente ha tenido un valor social. En particular, el hecho de estar solo se ha entendido como una dimensión

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La soledad en la era de la conectividad

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  • ElMalpensante.com Artculos

    El fin de la soledad William Deresiewicz

    Lejos de los otros, pero con su permanente compaa imaginaria, la

    generacin de internet y las redes sociales ha crecido sin darse cuenta de

    lo que es estar solos un instante. Antes de que sea completamente

    desterrada de nuestras vidas, el autor vuelve los ojos hacia la casi extinta

    soledad.

    Imprimir | A- A A+

    Qu quiere el yo contemporneo?La cmara ha creado una cultura de la celebridad; el

    computador est creando una cultura de la conectividad. Al tiempo que convergen (la

    web pasa del texto a la imagen gracias a la banda ancha y las redes sociales extienden

    cada vez ms el tejido de la interconexin), las dos tecnologas revelan un impulso

    comn. Tanto la celebridad como la conectividad son formas del reconocimiento. Eso

    es lo que el yo contemporneo quiere. Quiere ser reconocido, quiere estar conectado:

    quiere visibilidad. Si no ante millones de personas, como en un reality o en El show de

    Oprah, entonces ante cientos de ellas en Twitter o Facebook. sta es la caracterstica

    que nos define, as es como nos volvemos reales ante nosotros mismos: al ser vistos por

    otros. El gran pavor contemporneo es el anonimato. Si Lionel Trilling tena razn, si

    la caracterstica que defina al yo en el romanticismo era la sinceridad, y en la

    modernidad era la autenticidad, entonces en el postmodernismo es la visibilidad.

    Vivimos exclusivamente en relacin con los otros y lo que desaparece de nuestras vidas

    es la soledad. La tecnologa nos arrebata nuestra privacidad e intimidad as como

    nuestra capacidad para estar solos. Aunque no debera decir nos arrebata. Eso lo

    hacemos nosotros mismos; estamos renunciando a ese derecho muy fcilmente. La ta

    de una adolescente que conozco me cont que sta haba enviado haca poco tres mil

    mensajes de texto en un mes. Es decir, cien por da o uno cada diez minutos mientras

    estaba despierta (maana, tarde y noche), todos los das de la semana, en clase,

    durante el almuerzo, mientras haca las tareas y se cepillaba los dientes. En promedio

    nunca est sola ms de diez minutos seguidos. Esto es, nunca est sola.

    Una vez les pregunt a mis alumnos sobre el lugar que ocupaba la soledad en sus vidas.

    Uno admiti que ve tan angustiosa la posibilidad de estar solo que prefiere estar

    acompaado incluso si tiene que hacer un trabajo. Otra pregunt, a quin se le ocurre

    estar solo?

    Para esa sorprendente pregunta, la historia ofrece algunas respuestas. Es cierto que el

    hombre es un animal sociable, pero la soledad tradicionalmente ha tenido un valor

    social. En particular, el hecho de estar solo se ha entendido como una dimensin

  • esencial de la experiencia religiosa, aunque restringida a unos cuantos elegidos. A

    travs de la soledad de espritus excepcionales, el colectivo renueva su relacin con lo

    divino. El profeta y el ermitao, el sadhu y el yogui van tras sus iluminaciones, buscan

    sus trances en el desierto, en el bosque o en la cueva. Porque la voz calmada y tenue

    solo habla en el silencio. La vida social es un ajetreo de asuntos insignificantes, una

    embestida de preocupaciones cotidianas, y las instituciones religiosas no son la

    excepcin. Uno no puede escuchar a Dios cuando la gente parlotea y la palabra divina

    (a pesar de las intenciones de esas instituciones) se resiste a descender sobre el

    monarca o el sacerdote. La experiencia comunitaria es la ley humana, pero el

    encuentro solitario con Dios es el acto sobresaliente que renueva esa ley

    (sobresaliente, porque nadie es profeta en su tierra. Tiresias sufri la injuria y luego

    fue declarado inocente, santa Teresa de vila sufri el interrogatorio pero luego fue

    canonizada). La soledad religiosa es una especie de mecanismo social autocorrector,

    una forma de acabar con la maleza del hbito moral y la costumbre espiritual. El

    vidente regresa con nuevas tablas de la ley o con nuevas danzas, su cara iluminada con

    la verdad eterna.

    Al igual que otros valores religiosos, la soledad fue democratizada por la Reforma y

    vuelta secular por el romanticismo. De acuerdo con Marilynne Robinson, el calvinismo

    cre el yo moderno al centrar el alma en la introspeccin, dejndola al encuentro con

    Dios, como el antiguo profeta, en profundo aislamiento. A la lista de Calvino,

    Margarita de Navarra y Milton, como los pioneros de la modernidad, podemos agregar

    a Montaigne, Hamlet e incluso a don Quijote. Esta ltima figura nos advierte sobre el

    papel esencial de la lectura en esa transformacin, y de la imprenta, que en el

    siglo XVI y posteriores cumple una funcin anloga a la de la televisin e internet en el

    nuestro. La lectura, en palabras de Robinson, es un acto de inmensa introspeccin y

    subjetividad. El alma se encuentra consigo misma en relacin con un texto, primero

    el Gnesis o san Mateo y luego El paraso perdido u Hojas de hierba. Con el

    protestantismo y la imprenta, la bsqueda de la voz divina estuvo al alcance de todos e

    incluso fue de incumbencia colectiva.

    Pero es con el romanticismo cuando la soledad alcanza su ms grande notoriedad

    cultural al volverse tanto literal como literaria. La soledad protestante todava es

    figurativa. Rousseau y Wordsworth la volvieron fsica. El yo no se encuentra ahora en

    Dios sino en la naturaleza y para estar en la naturaleza hay que ir a ella. Y eso se debe

    hacer con una sensibilidad especial: el poeta desplaz al santo como vidente social y

    modelo cultural. Pero ya que el romanticismo tambin hered la idea dieciochesca de

    la compasin social, la soledad romntica se dio en relacin dialctica con la

    sociabilidad: no tanto por Rousseau y aun menos por Thoreau, el ms solitario de

    todos, sino por Wordsworth, Melville, Whitman y muchos otros. Para Emerson, el

    alma se rodea de amigos para acceder a un mayor autoconocimiento o a una mayor

    soledad; y luego se queda sola por una temporada, para engrandecer su conversacin o

    a la sociedad. La prctica romntica de la soledad es a todas luces una expresin de la

  • sinceridad planteada por Trilling: creer que el yo se reafirma por una congruencia

    entre actuacin pblica y esencia privada, aquella que estabiliza su relacin consigo

    mismo y con los otros. Especialmente, como seala Emerson, con el otro bien amado.

    De ah las famosas parejas de amistad del romanticismo: Goethe y Schiller,

    Wordsworth y Coleridge, Hawthorne y Melville.

    Pero la modernidad elimin esta dialctica. Su concepto de la soledad era ms severo,

    ms contradictorio, ms aislante. Como modelo del yo y de sus interacciones, la

    compasin social de Hume dio paso a la fuerte barrera de la personalidad de Pater y al

    narcisismo de Freud: la nocin de que el alma, encerrada en s misma e inabordable

    para el mundo, no tiene otra opcin que la soledad. Con algunas excepciones, como

    Woolf, los modernos evitaron la amistad. Joyce y Proust la menospreciaron; D. H.

    Lawrence no se fiaba de ella; las parejas de amistad de la modernidad (Conrad y Ford,

    Eliot y Pound, Hemingway y Fitzgerald) en general fueron ms tranquilas que sus

    contrapartes del romanticismo. El mundo se entenda ya como un asalto al yo, y con

    toda razn.

    El ideal romntico de la soledad se desarroll en parte como reaccin al surgimiento de

    la ciudad moderna. En la modernidad, la ciudad no solamente es ms amenazante que

    nunca, sino que se ha vuelto inevitable, se ha convertido en un laberinto: la Londres de

    Eliot, la Dubln de Joyce. La turba (la masa humana) oprime. El infierno son los otros.

    El alma es obligada a recluirse en s misma: de ah el advenimiento de una forma ms

    austera, de una forma ms agresiva de autoconfirmacin, la autenticidad de Trilling,

    donde la relacin esencial es solamente con uno mismo. (As como hay pocas buenas

    amistades en la modernidad, tambin hay pocos buenos matrimonios.) La soledad se

    convierte, ms que nunca, en el terreno del autodescubrimiento heroico, un viaje por

    reinos interiores convertidos en vastos y aterradores gracias a las visiones de Nietzsche

    y de Freud. Alcanzar la autenticidad es mirar de frente esas visiones sin estremecerse.

    El mejor ejemplo de Trilling es Kurtz. El autoexamen protestante se convierte en el

    anlisis freudiano y el hroe de la cultura, que alguna vez fue un profeta de Dios y

    luego un poeta de la naturaleza, es ahora el novelista del yo: un Dostoievski, un Joyce,

    un Proust.

    Pero ya no vivimos en la ciudad moderna y nuestro ms grande miedo no es la asfixia

    de la masa sino el aislamiento de la manada. La urbanizacin dio lugar a la

    suburbanizacin y con sta vino la amenaza universal de la soledad. Lo que exacerb

    las tecnologas del transporte podamos vivir cada vez ms separados fue restaurado

    por las tecnologas de la comunicacin podamos estar cada vez ms cerca. O por lo

    menos, eso es lo que hemos credo. La primera de estas tecnologas, el primer

    simulacro de proximidad, fue el telfono con su Conectando a la gente. Pero durante

    los setenta y los ochenta, nuestra soledad se acrecent. Los suburbios, cada vez ms

    alejados, se convirtieron en exurbios, es decir, en reas rurales habitadas. La familia se

  • hizo cada vez ms pequea o se disgreg, las mams dejaron el hogar para irse a

    trabajar. De la chimenea electrnica pasamos al televisor en cada cuarto. Incluso en la

    niez, y por supuesto en la adolescencia, todos estbamos atrapados en nuestro propio

    nido. Los altos ndices de criminalidad y, peor an, las crecientes tasas de pnico

    moral, desterraron a los nios de las calles. La costumbre de salir por el barrio con tus

    amigos, habitual en el pasado, se haba vuelto algo impensable. El nio que creci

    entre las dos guerras mundiales, como parte de una extensa familia ubicada en una

    comunidad urbana bien unida, se convirti en el abuelo de un nio que se sienta solo

    frente a un enorme televisor, en una enorme casa, en una enorme zona. Estbamos

    perdidos en el espacio.

    En medio de esas circunstancias, internet lleg como una bendicin sin paralelo. No

    podemos negarlo. Internet ha permitido que gente aislada se comunique entre s y que

    personas marginadas se encuentren entre ellas. El padre ocupado puede estar en

    contacto con sus amigos lejanos. El adolescente gay ya no se tiene que sentir un

    extraterrestre. Pero como el tamao de internet ha crecido, se ha vuelto inabarcable en

    muy poco tiempo. Hace diez aos escribamos correos en computadores de escritorio y

    los transmitamos a travs de una conexin telefnica. Ahora enviamos mensajes de

    texto desde nuestros celulares, montamos fotos en Facebook y somos seguidores de

    completos extraos en Twitter. Un constante flujo de contacto mediado, virtual,

    imaginario o simulado nos mantiene conectados al enjambre electrnico: aunque el

    contacto, o por lo menos el contacto persona a persona, resulta cada vez menos

    importante. Parece que la meta ahora es simplemente ser conocido, convertirse en una

    especie de celebridad en miniatura. Cuntos amigos tengo en Facebook? Cuntas

    personas leen mi blog? Cuntas entradas aparecen en Google con mi nombre? La

    visibilidad asegura nuestra autoestima y se vuelve un sustituto del contacto real. No

    hace mucho, era fcil sentirse solo. Ahora es imposible estarlo.

    El resultado es que hemos perdido ambas partes de la dialctica romntica. Qu

    significa la amistad cuando tienes 532 amigos? De qu manera hay ms intimidad

    cuando leo en Facebook que Sally Smith (a quien no he visto desde el colegio y de

    quien no era tan amigo tampoco) est haciendo caf y mirando fijamente al infinito?

    Mis estudiantes me dijeron que ya les queda poco tiempo para la intimidad. Y por

    supuesto ya no tienen tiempo para la soledad.

    Pero al menos la amistad, si no la intimidad, es algo que todava ellos quieren. Aunque

    el nuevo orden pueda resultar molesto para alguien con treinta o cuarenta aos, el

    problema real es que se ha vuelto completamente natural para los adolescentes o para

    los jvenes de veinte. Parece que los jvenes de hoy no desean la soledad, no saben qu

    es eso, no se imaginan qu valor pueda tener. De hecho, su forma de utilizar la

    tecnologa (o para ser justos, nuestra forma de utilizar la tecnologa) parece involucrar

    un esfuerzo constante por evitar la posibilidad de la soledad, un intento continuo,

    cuando nos sentamos solos en nuestros computadores, de mantener la presencia

  • imaginaria de los otros. Hacia 1952 Trilling escribi acerca del miedo moderno de ser

    marginado del grupo social incluso momentneamente. Ahora estamos equipados con

    los medios para prevenir que ese miedo llegue a ser una realidad. Lo que no significa

    que lo hayamos desterrado. Todo lo contrario. Recuerden a mi estudiante que no era ni

    siquiera capaz de hacer sola un trabajo. Entre ms alejada tengamos la soledad, menos

    preparados estaremos para enfrentarla y ms aterradora se volver.

    Me parece que existe una analoga con la experiencia del aburrimiento de la generacin

    anterior. Las dos emociones, la soledad y el aburrimiento, estn relacionadas

    estrechamente. Tambin tienen la caracterstica de ser modernas. Las primeras citas

    de cualquiera de ellas en el Oxford English Dictionary, por lo menos en el sentido

    contemporneo, datan del siglo XIX. La suburbanizacin, al eliminar la estimulacin y

    la sociabilidad de la vida urbana o del pueblo tradicional, exacerb la propensin hacia

    el aburrimiento y la soledad. Pero creo que la gran poca del aburrimiento lleg con la

    televisin, precisamente porque sta se dise para paliar ese sentimiento. El

    aburrimiento no es la consecuencia necesaria de no tener nada que hacer, es

    nicamente la experiencia negativa de ese estado. La televisin, al obviar la necesidad

    de aprender cmo lidiar con la falta de ocupacin, le impide a uno descubrir cmo

    disfrutarla. De hecho, convierte esa condicin en algo aterrador, su posibilidad en algo

    intolerable. Tienes miedo de sentirte aburrido, entonces prendes el televisor.

    Hablo desde la experiencia. Crec entre los sesenta y los setenta, la poca de la

    televisin. Me entrenaron para sentirme aburrido; sembraron en m el aburrimiento

    como si fuese un precioso cultivo. (Se ha dicho que la sociedad de consumo nos quiere

    condicionar para sentirnos aburridos ya que el aburrimiento crea un mercado para la

    estimulacin.) Me llev aos descubrir que no tener nada que hacer no es

    necesariamente algo malo (mi sistema nervioso jams lo aceptar; todava tengo que

    luchar contra el aburrimiento, an me siento golpeado por l). Pero la alternativa para

    el aburrimiento es lo que Whitman llam la vagancia: una receptividad pasiva hacia el

    mundo.

    Lo mismo sucede con la experiencia de la soledad de la generacin actual. se es

    precisamente el reconocimiento implcito en la idea de la soledad, que es al sentirse

    solo lo que la vagancia al aburrimiento. Sentirse solo no es la ausencia de compaa, es

    el dolor por esa ausencia. La oveja perdida se siente sola; el pastor no. Pero internet es

    una mquina tan poderosa para producir soledad como la televisin lo es para fabricar

    aburrimiento. Si seis horas de televisin al da crean la disposicin para el

    aburrimiento la incapacidad para estar en paz, cien mensajes de texto al da crean la

    disposicin para sentirse solo la imposibilidad de estar con uno mismo. Se espera

    cierto nivel de aburrimiento y de soledad, sobre todo entre la gente joven, debido a la

    forma en que nuestros ambientes humanos se han reducido. Y la tecnologa ampla

    esas tendencias. Cuando era adolescente poda llamar a mis compaeros del colegio,

  • pero no los poda llamar cien veces al da. Cuando estaba en la universidad poda

    reunirme con mis amigos, pero no siempre que quera, por la simple razn de que no

    siempre los encontraba. Si el aburrimiento es la gran emocin de la generacin de la

    televisin, sentirse solo es la gran emocin de la generacin de internet. Nosotros

    perdimos la habilidad de estar sin hacer nada, nuestra capacidad para la vagancia.

    Ellos han perdido la habilidad de estar solos, su capacidad para la soledad.

    Y al perder la soledad, qu han perdido? Primero, la inclinacin hacia la

    introspeccin, ese examen del yo que los puritanos, los romnticos y los modernos

    (adems de Scrates) pusieron en el centro de la vida espiritual, de la sabidura, de la

    conducta. Thoreau la llam pescar en la laguna Walden de [nuestras] propias

    naturalezas, poniendo por cebo a la oscuridad. Tambin han perdido la

    correspondiente inclinacin por la lectura prolongada. Internet llev el texto hacia el

    mundo televisual pero lo llev en los trminos dictados por ese mundo. Es

    decir, reestructurando nuestra capacidad de atencin. Ahora leer es saltar y hacerlo

    por encima; cinco minutos en la misma pgina web se considera una eternidad. Eso no

    es leer; no al menos como lo plantea Marilynne Robinson: el encuentro con otro yo en

    el silencio de la soledad mental.

    Pero ya no creemos en el alma solitaria. Si los romnticos tenan a Hume y los

    modernos a Freud, el modelo psicolgico actual (y eso no debera sorprender) es el de

    la mente social o interconectada. La psicologa evolucionista nos plantea que nuestro

    cerebro se desarroll para interpretar complejas seales sociales. Segn David Brooks,

    ese referente indispensable del espritu cientfico-social, los cientficos cognitivos nos

    dicen que nuestro poder de decisin se ve influenciado fuertemente por el contexto

    social; los neurocientficos, que tenemos mentes permeables que funcionan en parte

    gracias a un proceso de profunda imitacin; los psiclogos, que estamos

    organizados por nuestros apegos; los socilogos, que nuestro comportamiento se ve

    afectado por el poder de las redes sociales. Lo que implica primordialmente que no

    hay espacio mental que no sea social (la ciencia social contempornea encaja aqu con

    la teora crtica postmoderna). Una de las cosas ms sorprendentes acerca del modo en

    que los jvenes se relacionan entre s, hoy en da, es que ya no parecen creer en la

    existencia de la oscuridad de Thoreau.

    La pgina de MySpace, con tipografa chillona e imgenes relumbrantes, ha

    reemplazado el diario y la carta como formas de crear y comunicar la propia nocin del

    yo. La idea no es solamente que tal comunicacin se haga al mundo en general (ms

    que a uno mismo o a las personas ntimas), o grfica ms que verbalmente, actuando

    ms que narrando o analizando, sino tambin que esa comunicacin se puede hacer de

    un todo y por todo. Los jvenes de hoy parecen sentir que pueden ser conocidos por

    otros de una manera total. Parecen carecer de una conciencia de sus propias

    profundidades y del valor de mantenerlas en secreto.

  • De otra manera, entenderan que la soledad nos permite asegurar la integridad del yo,

    as como explorarlo. Pocos han demostrado esto ms bellamente que Woolf. Hacia la

    mitad de la novela La seora Dalloway, entre su periplo por las calles y la

    organizacin de la fiesta, entre la embestida urbana y el ajetreo social, Clarissa sube a

    su tico como una monja en retirada. Como una monja: regresa a un estado que ella

    misma ve como una especie de virginidad. Eso no quiere decir que sea una mojigata.

    Tradicionalmente la virginidad se ha entendido como la seal exterior de la

    inviolabilidad espiritual, del yo no tocado por el mundo, del alma que ha preservado su

    integridad al rechazar el descenso al caos y a esa separacin de s misma que implican

    las relaciones sexuales y sociales. sa es la seal del santo y del monje, de Hiplito, de

    Antgona y de Juana de Arco. La soledad es a la vez la imagen social de ese estado y los

    medios por los cuales podemos llegar a l. Y la imagen suprema de la dignidad de la

    soledad misma en La seora Dalloway es la anciana con la cual Clarissa se topa a

    travs de su ventana. Aqu haba uncuarto, piensa, all otro. No somos solamente

    seres sociales. Tambin somos seres individuales, solitarios, cada uno en nuestro

    propio cuarto, encerrados milagrosa y misteriosamente en esa individualidad.

    Tener presente eso, separarse de la sociedad, es tratar de ir ms all a nuestro modo.

    Emerson dijo sobre la soledad que es para el genio la amiga severa. Quien deba

    inspirar y liderar a su raza debe estar exento de viajar con las almas de otros hombres,

    de vivir, respirar, leer y escribir en el diario y deteriorado yugo de sus opiniones. Hay

    que tomar distancia del consenso intelectual y moral: especialmente, como agreg

    Emerson, durante la juventud. Dios est solo, dijo Thoreau, pero el Diablo no; vive

    rodeado de mucha compaa; l es legin. La universidad deba ser ensalzada, crea

    Emerson, solamente porque proporcionaba una habitacin y una chimenea: el

    espacio fsico de la soledad. Por supuesto que hoy en da las universidades hacen todo

    lo posible para que sus estudiantes no se encuentren solos, para que no cometan actos

    autodestructivos y, tambin quizs, para que no tengan pensamientos que vayan en

    contra de la corriente. Pero ninguna excelencia real, personal o social, artstica,

    filosfica, cientfica o moral, puede surgir sin la soledad. El santo y el poeta buscan la

    privacidad, dijo Emerson, para los fines ms pblicos y universales. Volvemos al

    vidente que busca seales para el futuro en un maravilloso aislamiento. La soledad no

    es fcil y no es para todo el mundo. Indudablemente no ha sido el hogar sino de unos

    pocos. Creo, dijo Thoreau, que los hombres todava le tienen miedo a la oscuridad.

    Santa Teresa de vila y Tiresias siempre sern las excepciones, o para hablar en

    trminos ms relevantes, los jvenes (que todava existen) que prefieren vagar y

    contemplar su alma, que marchan al ritmo de otro tambor. Pero si la soledad

    desaparece como concepto y valor social, seguir habiendo excepciones? Incluso uno

    no tiene el poder de echar para atrs el rumbo de la cultura. Lo nico posible es la

    propia salvacin: y pase lo que pase, eso siempre ser posible. Pero hay que tener

    mucha voluntad para no querer ser popular.

    Lo ltimo que hay que decir sobre la soledad es que no es muy amable. Thoreau saba

    que el desdoblamiento que la soledad promueve, la capacidad para permanecer a

  • distancia y observar la vida desapasionadamente, tiende a volvernos antipticos ante

    los dems, sin mencionar la ofensa implcita que representa el evitar su compaa.

    Pero en su momento, l tampoco se preocupaba mucho por la cordialidad. Incluso no

    le agradaba la idea de tener que hablarle a la gente tres veces al da durante las

    comidas; a duras penas nos podemos imaginar qu habra hecho con los mensajes de

    texto. Nosotros, sin embargo, hemos hecho de la cordialidad (la sonrisa tenue, la

    atencin corts, la invitacin falsa) una virtud esencial. La amistad puede estar

    desapareciendo de nuestras vidas, pero ser amigables es algo universal. No por nada

    gregario significa parte de la manada. Pero Thoreau entendi que para lograr la

    confianza en s mismo, bien valan unos cuantos sentimientos heridos. l pudo haber

    alejado a sus vecinos pero al menos contaba realmente consigo. Aquellos que

    encuentren la soledad no deben temer a quedarse solos.

    The Chronicle of Higher Education, 2009

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