el fenÓmeno
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‘EL FENÓMENO’
Ocurre como con el malo de las películas, como con las leyendas, como con aquellos
personajes que han marcado un antes y un después, y cuya alargada sombra permanece ahí,
invisible, pero casi palpable cuando vuelve a pronunciarse su nombre. Ronaldo. Ocurre cuando
hablas de fútbol y pronuncias esas siete letras seguidas. Ronaldo Luiz Nazario da Lima. El
‘nueve’ por excelencia. ‘El Fenómeno’.
El 14 de febrero de 2011, Ronaldo anunciaba su retirada del fútbol después de casi
veinte años de carrera profesional. Lo hacía entre lágrimas, asumiendo que su cuerpo ya no
podía ejecutar las jugadas que su cerebro pensaba. Fue siempre su gran batalla. El genio
contra el físico. Porque la leyenda de Ronaldo no puede entenderse sin sus graves lesiones.
En 1993 un joven brasileño de apenas 17 años ya comenzaba a despuntar en el
Cruzeiro. Esas primeras grandes actuaciones le valieron su primera convocatoria para un
Mundial, el de 1994, en el que Brasil se proclamaría campeona liderada por su máxima
estrella. Otro grande, Romario. Por entonces, Ronaldo era conocido como Ronaldinho. No
disputó ningún minuto en el campeonato, pero el simple hecho de estar en la convocatoria
hablaba ya de su prometedor potencial.
Ese mismo verano dio el salto a Europa. Viajó al PSV,
donde, según cuentan, lo pasó mal durante los primeros meses
por el idioma y el clima. Pero su fútbol no se vio resentido. Sus
55 goles en 57 partidos tras dos temporadas así lo demuestran.
En el segundo de esos años, Ronaldo vivió su primera lesión de
rodilla. Dos meses de baja. Pero pudo volver sin problemas.
Y tanto, porque el FC Barcelona se haría con sus
servicios en el verano de 1996 tras abonar 2500 millones de
pesetas, récord de la época. Un niño de 20 años irrumpió en la
liga española con la fuerza de un huracán. El primer resultado: en invierno gana su primer FIFA
World Player. Yo empecé a admirarlo ahí. Por supuesto, la imagen para el recuerdo de esa
temporada fue la de un gol en concreto. El
estadio, el Multiusos de San Lázaro de Santiago
de Compostela. Ronaldo coge el balón en el
centro del campo, y ningún otro jugador volvería
a tocar el esférico hasta que la jugada finalizara
en gol. Sólo él, aguantando faltas y choques. Si
soy sincero, no sé a cuántos dejó atrás. Bobby
Robson, su entrenador, con 63 años y toda una
vida viendo fútbol, se echó las manos a la cabeza.
Nunca antes había visto nada igual.
Ronaldo en carrera mientras gesta su famoso gol al
Compostela.
A partir de aquí, la historia es bien conocida por todos. 47 goles en 49 partidos con los
culés. ¿Por qué no siguió, entonces? Dicen que la relación entre Núñez y Ronaldo comenzó a
enturbiarse pocos meses después de que empezara la temporada. Sus agentes querían que se
revisara ya su contrato, y el presidente blaugrana no lo aceptaba. El brasileño no se sintió
valorado, y salió por la puerta de atrás. Su destino, el Inter de Milán por 4000 millones. Otro
traspaso récord.
He de confesar que el Ronaldo de la primera temporada en el Inter es el que más me
gusta. No he visto mucho de esa época, pero por algunos vídeos, creo que no jugaba tan en
punta, y sí un poco escorado a las bandas, con lo cual participaba más en el juego, y arrancaba
desde más atrás. Perdió gol, pero era aún más
espectacular. Podía lucirse en mayor medida. Y
fue entonces cuando los italianos acuñaron un
apodo para referirse a él. A partir de ese
momento, Ronaldo sería ‘Il Fenómeno’. En
invierno de 1997 gana su segundo FIFA World
Player, el Balón de Oro, y recibe la Bota de Oro
por su temporada anterior. Esa nueva forma de
jugar merma mínimamente sus estadísticas
goleadoras (34 goles en 47 partidos), pero sigue
siendo el mismo Ronaldo.
Ronaldo corre con los brazos abiertos tras marcar un gol, en la que fue su habitual celebración durante su etapa como culé.
Aquí empieza su verdadero boom mediático. Todos los niños queríamos ser Ronaldo
(yo incluso me rapaba como él), todos queríamos ficharlo en los videojuegos de fútbol ‘FIFA’,
pero no lo encontrábamos, hasta que descubríamos que, dentro del juego, no se llamaba
Ronaldo, sino ‘No. 9’. Cosas de los derechos de imagen.
Además, los spots de Nike, como por ejemplo el de la batalla
del bien y del mal, el del safari en el que el brasileño debe
cazar una portería, o el del aeropuerto, en la que toda la
selección brasileña se marca una jugada dentro de la
terminal, son ya míticos. Pero, sobre todo, uno de ellos. El
eslogan del eterno patrocinador del Inter, Pirelli, le venía
como anillo al dedo. “La potencia sin control no sirve de
nada”. Y la imagen de Ronaldo de espaldas, con los brazos
abiertos, en esa postura clásica suya de celebrar los goles.
Los pies descalzos, uno de ellos levantado enseñando la
suela, que tiene la textura de un neumático. Quién puede
olvidarlo.
Y en medio de todo ello, comienza el Mundial de Francia. Ronaldo, por supuesto, está
de nuevo convocado. Pero esta vez es la estrella de su selección. De ese campeonato del
Mundo sólo me quedan algunas imágenes sueltas. Recuerdo que me impresionó un holandés
con coleta que durante un tiempo creí que era Kluivert. Descubrí su nombre más tarde: Davids.
Espero que se me entienda, sólo tenía 10 añitos. Me acuerdo de la Italia de Christian Vieri, del
Gol de Oro (el primero de la historia) de Blanc contra Paraguay, y del fallo de Zubizarreta ante
Nigeria. Ese primer partido de España fue a la hora de comer, y llegué a casa justo a tiempo
para verlo desde el principio, porque había ido a comprar helados. Por supuesto, de aquel
Brasil recuerdo a Ronaldo, pero también a Leonardo, a Dunga, a Roberto Carlos y al Taffarel
parapenaltis y su polémica en la tanda ante Holanda, porque dijeron que se adelantaba antes
de que chutaran.
La favorita Brasil fue pasando las eliminatorias hasta llegar a la final contra Francia.
Hasta el momento, todo iba a pedir de boca. Pero algo ocurrió la noche de antes. Fue extraño,
y aún hoy día sigue algo difuso. Ronaldo compartía habitación con su gran amigo Roberto
Carlos. Según contaron, el delantero sufrió un ataque con
convulsiones. El resto de compañeros llegó en su auxilio ante los
gritos de desesperación de Roberto. Finalmente no pasó nada,
pero su participación en la final estuvo en duda hasta el último
momento. Unos dicen que casi fue obligado a jugar, otros, que
fue él mismo quien lo pidió. Era la gran noticia del día. Más que
el propio partido, más que el hecho de la reaparición en la
alineación francesa de un jugador de padres argelinos, que se
había ausentado tras ser expulsado en uno de los primeros
encuentros. De cualquier forma, Ronaldo no fue el mismo en
aquella final, y Francia borró a Brasil, seguramente todavía
pensando en lo que ocurrió en la habitación de Ronaldo y
Roberto Carlos, en un partido recordado sobre
todo por los dos cabezazos de Zidane, ese
argelino, a la red. Después de esto, la relación
entre Ronaldo y Roberto se distanció un poco,
parece ser que por algunas declaraciones del
segundo a espaldas del primero, siempre todo
envuelto en la sombra de aquella noche previa a
la final del Mundial, que sería el pistoletazo de
salida de la etapa más oscura de toda su carrera
futbolística.
Una vez ya pasado el mal trago de la cita mundialista, Ronaldo empezó una nueva
temporada con el Inter. Pero algo extraño ocurría. La presión, tanto física como mental, a la
que estaba siendo sometido desde que tenía apenas 20 años, comenzaba a pasarle factura. No
se veía a un Ronaldo fresco. No arrancaba ni explotaba como antes. Y las alarmas se
encendieron cuando, en una de las concentraciones interistas, se vio aparecer a Nilton Petroni,
el mismo fisioterapeuta que ya le había tratado en Holanda tras su primera lesión más o
menos grave. Las rodillas, las malditas rodillas. Los tendones rotulianos de Ronaldo
comenzaban a decir ‘basta’. ‘Il Fenómeno’ tuvo que ausentarse durante gran parte de la
temporada, bien por descanso, bien por las continuas molestias. Y forzó. Quiso forzar su
maquinaria para poder disputar más partidos de los que en realidad tendría que haber jugado.
El balance final de la temporada: tan sólo 28 partidos disputados entre todas las
competiciones, anotando 15 goles.
Al comienzo del siguiente curso futbolístico, todas las miradas están puestas de nuevo
en Ronaldo. ¿Aguantarían sus rodillas? Todo parece ir bien hasta la jornada 10 de liga,
disputada el 21 de noviembre de 1999 ante el Lecce. Ronaldo controla un balón, y sin que
nadie le toque, cae al césped. Su rodilla derecha no ha resistido más. Rotura parcial del tendón
rotuliano. ‘Il Fenómeno’ estaría de baja un tiempo aproximado de 6 a 8 meses. El brasileño
comenzó a trabajar a partir de entonces para que su regreso se adelantara lo antes posible. De
nuevo las prisas, de nuevo forzando. Así, hasta que pasan 5 meses.
Ronaldo, tras perder la final del Mundial 98.
Nos situamos. El día, 12 de abril de 2000. El estadio, el Olímpico de Roma. El partido,
Lazio-Inter, ida de la final de la Copa de Italia. El resultado, 2-1 para los laziales. Marcello Lippi,
técnico interista, mira a su banquillo buscando un revulsivo. Allí está sentado Ronaldo, en un
lugar poco habitual para él. Lippi, que había liderado a la última gran Juve, decide que debe
volver. Es el momento de ‘Il Fenómeno’. El regreso. Ronaldo ingresa en el terreno de juego en
el minuto 58, sustituyendo a Adrian Mutu. Seis minutos después, controla su primer balón.
Es una imagen que hemos visto repetida decenas de veces. Como digo, el brasileño
controla su primer balón en el partido y encara a su defensor, como en tantos otros lances. En
esta ocasión, a Fernando Couto, ex-compañero del Barça. Un amago a la derecha y, al apoyar
la pierna, cae fulminado al suelo. El estadio enmudece. Lo hace el mundo del fútbol entero.
Tan sólo se oyen los gritos de dolor de Ronaldo, que se toca la rodilla derecha con las dos
manos. Los jugadores de ambos equipos le rodean, y los servicios médicos interistas llegan
raudos para atender al brasileño. Panucci, entonces en el Inter, observa y se da la vuelta, con
las manos en la cabeza. Un jugador de la Lazio agita las suyas en un gesto bastante
representativo. Saben lo que ha pasado. “Ya está. Se acabó para él.”
El tendón rotuliano de su rodilla derecha se había roto por completo. En la repetición
se ve claramente cómo el hueso, ya sin sujeción alguna, se mueve por debajo de la piel. Es una
de las imágenes más conocidas de la historia futbolística. La lesión de Ronaldo. El drama del
fútbol. Y la palabra ‘retirada’ apareció en la mente de muchos.
Tras el eco obvio que este hecho provocó en la prensa, Ronaldo desaparecería del
mundo del balompié durante dos años. Fue operado en París, por el doctor Saillant, que tuvo
que reconstruirle el tendón a partir de tejidos de un cadáver. En el tiempo de recuperación, se
le aconsejó que ganara peso y musculatura para fortalecer la zona, y que así no volviera a
producirse una lesión similar. Todo ello en la oscuridad, mientras que el universo futbolístico
seguía avanzando sin él. Dos años. Sin embargo, los aficionados del Inter nunca lo olvidaron.
Siempre quedaba ese atisbo de esperanza de que Ronaldo, ‘Il Fenómeno’, algún día volvería.
Y sí, volvió. Un Ronaldo más corpulento, menos ágil,
con una larga cicatriz adornando su rodilla derecha, pero
igualmente explosivo, e incluso aún más potente y certero
de cara a puerta. Su mítico amago y bicicleta a los porteros
en los uno contra uno no lo había perdido, y además,
durante esos dos años de recuperación, desarrolló una
potencia de disparo superior a la que poseía anteriormente.
Recuerdo, en este sentido, el último de los tres goles que
Barthez encajó en Old Trafford en cuartos de final de la
Champions 2002-2003. Un latigazo que incluso va rápido en
la repetición. También recuerdo que, en su primer partido
con el Inter tras su reaparición, todo San Siro, al unísono,
comenzó a entonar una canción: “Torna a volare, Ronaldo
torna a volare, torna a volare, Ronaldo torna a volare”.
Y como los más grandes de la historia del fútbol, su
verdadera leyenda se forjó en un Mundial. De esta
competición recuerdo el partido inaugural, que Francia perdió 0-1 ante Senegal, una de las
revelaciones del torneo. Ese encuentro no pude verlo en directo. El curso en el instituto se
agotaba, pero aún tenía clase, y vi la repetición del gol senegalés, a pase de un entonces
desconocido Diouf, en una televisión que la policía municipal tenía en el ayuntamiento. Los
tres primeros partidos de España los tuve que escuchar por la radio, también en el instituto.
No pude ver en directo cómo el gran Morientes le cerraba la boca a Chilavert. Me acuerdo de
que el santo Casillas nació en la tanda de penaltis ante Irlanda del Norte, de los sudores de
Chamacho, que se inventó la famosa frase de que “Raúl tira del carro”, que fue portada del
Marca, y por supuesto, del robo de Korea.
El partido fue muy temprano. No pude ver el último penalti, el que daba a Korea el
pase a la semifinal. Tuve que irme a otra habitación. Esa ha sido la única vez que he llorado por
el fútbol. Gamal Gandhour, Ali Tomousange y Michael Ragoonath, los tres árbitros que nos
echaron. Me aprendí los nombres aquel día y no los he olvidado. Nunca lo haré. Ni tampoco la
portada del Marca, con Gandhour agarrando del cuello a Helguera, que se iba a por los
asistentes: “Este Mundial da asco”. Pero no quiero irme por las ramas, aunque, espero que se
me entienda, me es imposible no hablar de lo que recuerdo de este Mundial sin que me hierva
la sangre. Realmente pensaba, y lo sigo pensando, que España podía haber ganado ese
Mundial.
El regreso de Ronaldo a la ‘canarinha’, ante la sorpresa de unos pocos, fue posible con
sólo diez partidos de liga jugados con el Inter, en los que marcó siete goles. Ya querría
cualquier delantero en forma firmar esos números. Para sorpresa de unos cuantos más, entre
los que me incluyo, Ronaldo comenzó como titular en ese Brasil con Marcos, Lucio, Roque
Junior, Edmilson, Cafú, Roberto Carlos, cuya amistad volvía a ser tan fuerte como antes,
Gilberto Silva, Kléberson, un tal Ronaldinho, y Rivaldo, compañero de delantera en la selección
hasta antes de su lesión. La sorpresa fue aún mayor para todo el mundo cuando Ronaldo
marcó en el primer partido, en el segundo, en el tercero, en octavos, y en semifinales, dando el
pase a la final a Brasil. Tan sólo en cuartos de final ante Inglaterra, partido recordado por aquel
Ronaldo, el día de su regreso.
gol de falta de Ronaldinho que se tragó Seaman, el balón no besó las redes empujado por
Ronaldo. Ya quedaba la final, en la que esperaba la Alemania de Oliver Kahn, favorito para
ganar el Balón de Oro del campeonato. Ronaldo dejó al mundo asombrado entonces con ese
corte de pelo que, según dijo, se
le ocurrió mientras su peluquero
le pelaba, cuando sólo le
quedaba esa parte por afeitar.
Ese ‘flequillo’. El partido lo vi en
Fuengirola, sentado en la barra
del chiringuito, rodeado de tíos
gordos sin camiseta que casi no
prestaban atención a la historia,
que se escribía sobre el césped
reflejado en la pantalla. ‘El
Fenómeno’ anotó los dos goles
de esa final, el primero tras el
único fallo de Kahn en todo el
Mundial, y ahuyentó diversos fantasmas del pasado, los de Francia 98 y los de su lesión.
Definitivamente, Ronaldo había regresado al fútbol.
Y entonces apareció en escena otro loco de este glorioso deporte. Florentino Pérez
había completado ya dos temporadas como presidente del Real Madrid. Ese equipo que
entonces empezaba a conocerse como ‘de los galácticos’. En el verano de 2000, Florentino
había conseguido fichar del eterno rival a un Luis Figo que se convirtió en el fichaje más caro
de la historia (10 000 millones de pesetas), y también en su gran baza electoral para ganar las
elecciones a la presidencia. Un año después, conseguía batir otro récord, y se gastaba 12 500
millones para traer a Zinedine Zidane a la disciplina blanca. Y ese verano, tras el Mundial de
Ronaldo anota su segundo gol en la final del Mundial 2002.
Korea, Florentino se fijó otro objetivo. Ronaldo había vuelto. Era ‘El Fenómeno’, el delantero
centro referencia de finales de los 90. Y tenía que jugar de blanco. Tenía que ser el delantero
centro de su Real Madrid. Y al brasileño, que no guardaba una buena relación con su
entrenador en el Inter, Héctor Cúper, ese que había llevado al Mallorca a disputar la final de la
Recopa de Europa, perdiendo ante la Lazio de Vieri, el mismo que hizo que el Valencia
disputara, bajo su mando, la primera final de la Champions de su historia, le sedujo la idea de
Florentino. Quería ser el de antes, quería ser uno de aquellos galácticos.
Pero Massimo Moratti, presidente interista, hijo del gran Angelo Moratti, máximo
mandatario del Inter bicampeón de Europa en los años 60 (una de cuyas finales la ganó al
Madrid, provocando la marcha de Alfredo Di Stéfano del club), no quería dar su brazo a torcer.
No podía desprenderse de Ronaldo. Ni las largas reuniones con Florentino en el barco de éste,
el Pitina II (recuérdese la portada del Marca con la foto captada por un aficionado), ni las
súplicas, entre lágrimas, del propio brasileño que llegó a desplazarse a casa de su presidente
pidiéndole su marcha, hacían que cambiase de opinión. Pero, finalmente, en el último suspiro
del mercado de fichajes, tras una noche de intercambio de faxes, de llamadas interminables,
de nerviosismo absoluto, Florentino conseguía a su ‘nueve’. Recuerdo ese día como si fuera
ayer. Era feria en mi pueblo, y había estado con mis amigos, haciendo el tonto sobre todo. Me
acuerdo de que casi me hago una trencita, en uno de esos típicos puestos de la calle. Tenía 14
años. Mis padres estaban cenando en un bar, en una mesa al aire libre, con más amigos, entre
ellos mi tío Pablo. Fue él quien me lo dijo. Ronaldo ya era jugador del Real Madrid.
Desde el principio se notó que el nuevo jugador madridista no era el mismo que el que
estuvo en el Barça. Su debut no pudo ser mejor, con esos dos goles al Alavés, el primero de
ellos segundos después de ingresar en el campo, a pase de Roberto Carlos, pero en partidos
sucesivos se vio a un Ronaldo que, pese a ser igual de efectivo de cara a puerta, se mostraba
menos activo, menos veloz, menos ‘Ronaldo’.
Su primer gran partido llegaría en
diciembre, en la disputa de la Copa
Intercontinental ante el Olimpia de Asunción. Era
el día anterior al cierre de votaciones para la
entrega del Balón de Oro 2002, y Ronaldo, como
digo, se marcó un partidazo, anotando el
primero de los dos goles con los que el Madrid se
haría con el título. El partido también tuve que
escucharlo por la radio, a la hora del recreo
sentado en mi pupitre. Yo canté el gol al resto de
la clase. Hasta ese momento, Roberto Carlos
encabezaba la lista para conseguir el galardón de
France Football pero, tras dicho encuentro, y con
el peso mediático de la leyenda que resurgió de sus cenizas en el Mundial, Ronaldo le adelantó
en número de votos, consiguiendo su segundo Balón de Oro. Cuentan que, esa noche, Roberto
Carlos lloró.
Hay otra imagen que recuerdo muy bien. El día que a
Ronaldo se le entregó este trofeo en el Bernabéu, parte de la
afición comenzó a corear el nombre de Raúl, lo cual refleja a la
perfección que no había terminado de calar del todo entre la
afición madridista. Sin embargo, el brasileño también
consigue su tercer FIFA World Player, y esa primera
temporada el Real Madrid acaba conquistando la liga en la
última jornada ante el Athletic de Bilbao. Ronaldo, que de
nuevo se había dejado ese flequillo de la final del Mundial,
anotó dos goles, y Roberto uno. El año siguiente se proclamó
‘pichichi’ con 24 goles, y se mostró mucho más participativo en ese Madrid de Queiroz que
comenzó la temporada de forma espectacular.
Luego pasó lo que pasó. En los años siguientes
el equipo no funcionaba bien, y se hablaba de que tan
sólo era sostenido por las paradas de Casillas y los
goles de ‘El Fenómeno’, al que también empezamos a
llamar ‘El gordo’. Su peso fue objeto de debate durante
gran parte de su estancia en las filas del conjunto
merengue.
Y así llegamos al año 2006, y concretamente al
Mundial celebrado en Alemania. Brasil se presenta
como la gran favorita, más aún que en 1998 si cabe,
con un equipo plagado de auténticas estrellas, y
compuesto por Dida, Cafú, Lucio, Juan, Roberto Carlos, Emerson, Zé Roberto, Kaka’,
Ronaldinho, Adriano y el propio Ronaldo. Algunos otros nombres destacaban, como el de
Juninho Pernambucano o Robinho. Sin embargo, y pese a
conseguir el primer puesto en la fase de grupos y eliminar
cómodamente a Ghana en octavos, el equipo no
funcionaba del todo como se esperaba. En cuartos de final
Francia asestaba otro duro golpe a Brasil en una cita
mundialista, y eliminaba a la ‘canarinha’ con un gol de
Thierry Henry. Ronaldo había anotado 3 goles en el
campeonato, y se había convertido en el máximo goleador
de la historia de los Mundiales, con 15.
En ese mismo verano de 2006, un Ramón Calderón
recién llegado a la presidencia madridista, fichaba a Ruud
Van Nistelrooy procedente del Manchester United. Ese fue
uno de mis sueños cumplidos. Incluso una vez,
precisamente cuando Ronaldo llegó al Madrid, envié un
correo electrónico a la web del equipo pidiendo a Florentino que lo fichara. Lo cierto es que
generó muchas expectativas el hecho de poder ver en la misma delantera al grande Ruud y a
Ronaldo. Pero la dupla coincidió en muy pocas ocasiones. El brasileño había terminado
lesionado la temporada anterior, tras una entrada de Perea, el colombiano del Atlético, que
Ronaldo celebra su gol número 15 en los
Mundiales.
introdujo el balón en su propia portería en la
misma jugada, para poner el 0-3 en el marcador.
Esta la había empezado del mismo modo. Se
empezó a hablar mucho de que a Capello, el
entrenador del equipo ese año, no le gustaba su
indolencia a la hora de entrenar. Entre eso y sus
lesiones, como digo, jugó muy poco. Sólo marcó
un gol en siete partidos en liga, que, eso sí, sirvió
para conseguir una victoria ante el Athletic,
junto con otro gol de Roberto Carlos.
Ronaldo abandonó la entidad en el
mercado de invierno. Regresaba a Italia,
concretamente rumbo a Milán, ciudad que ya
conocía bien de antes, con un estadio que le esperaba, otra vez, con los brazos abiertos. Pero
la camiseta sería diferente, la del AC Milan, con la que era presentado el 2 de febrero de 2007.
Lo cierto es que no sentí demasiado su marcha. En su puesto ahora estaba Ruud. De todas
formas, era consciente de quién se iba. Era Ronaldo, al fin y al cabo, y ya formaba parte de la
historia del Real Madrid.
Allí en Milán le dio tiempo a hacer poco, la verdad. En esa primera media temporada
mantuvo un buen porcentaje goleador con 7 tantos en 14 partidos. Uno de ellos se lo marcó a
sus ‘ex’ del Inter, consiguiendo así otro récord, el de haber jugado y anotado en los derbys
Milan-Inter y Real Madrid-Barça con todas las camisetas.
Continuas lesiones y un exceso de peso cada vez más acusado hicieron mella en
Ronaldo durante su etapa en el Milan. La mayor parte del inicio de la temporada 2007-2008 se
la pasó sin poder jugar. El equipo ‘rossonero’ pasaba por una situación difícil, y luchaba por
acceder a puestos Champions en la liga. El 13 de febrero de 2008, en un partido ante el Livorno
que se había puesto difícil para los de Ancelotti, el técnico milanista decide recurrir a Ronaldo
para dar la vuelta al 0-1 que reflejaba el electrónico de San Siro. Tres minutos después de
ingresar en el terreno de juego, ‘El Fenómeno’ salta en el área para rematar un centro desde la
derecha. Pero, de súbito, su vuelo se interrumpe. Ronaldo se retuerce de dolor en el césped,
en una estampa muy parecida a la de ocho años atrás. “No puede ser, otra vez no”. De nuevo
se toca la rodilla, pero en esta ocasión no es la de antes, sino la izquierda. Sin embargo, el
diagnóstico es el mismo: rotura del tendón rotuliano.
Ronaldo y Capello charlando durante un entrenamiento.
Y también otra vez, como en aquella ocasión en el año 2000, la sombra de la retirada
volvió a sobrevolar a la figura de Ronaldo. Aunque ahora sí que parecía de verdad que podía
ser el fin de ‘El Fenómeno’. Sin embargo, él no podía consentir que todo se acabara así. Tenía
que ganarle la última batalla a su cuerpo.
Ronaldo trabajó en su recuperación durante un año, mientras veía que su contrato con
el Milan se acababa en junio de 2008, sin que el equipo rossonero tuviera intención de
renovarlo, por la poca seguridad de que su rodilla se rehabilitara convenientemente. Así,
durante algunos meses se encontró sin equipo, y los rumores sobre cuál sería el próximo
destino de Ronaldo se dispararon. Porque él siempre tuvo claro que tenía que regresar una vez
más. Ese era su deseo, e incluso, como declaró durante ese tiempo, el de un posible regreso a
la selección. Finalmente, en diciembre de 2008 se confirma su fichaje por el Corinthians
brasileño, pero su reaparición no se haría efectiva hasta el 5
de marzo de 2009, en un partido de Copa ante el Itumbiara.
Tres días después, en el estadio de Pacaembú,
Ronaldo debutaba ante su afición. Saltó al campo en el
minuto 63, con el marcador en contra. Ya en el minuto 90, el
balón, puesto en juego desde un córner en la banda
derecha, llega al segundo palo, donde está ‘El Fenómeno’,
que lo empuja al fondo de la red con la cabeza. Como un
poseso, corre a celebrarlo con la afición encaramándose a
las mallas de seguridad. Cuando lo vi, me alegré por él, por
supuesto. Y no pude evitar que una sonrisa se me dibujara
en la cara. Era el enésimo resurgimiento.
Ronaldo completa una buena campaña en cuanto a goles (23 en 38 partidos
disputados), pero su físico cada vez está más mermado. En el año 2010 la barriga se hizo más
visible, y por ello se notaba que, esta vez sí, su final estaba muy próximo. La calidad intacta,
pero el cuerpo de nuevo estaba pudiendo con él. Lo cierto es que no me gustaba verlo así.
Prefería mirar hacia otro lado y recordarlo en mejores momentos.
Así hasta el 13 de febrero de 2011. La noticia comenzó a circular de medio en medio.
Ronaldo había anunciado una rueda de prensa para el día siguiente. No había precisado el
motivo, pero prácticamente todo el mundo coincidió: iba a ser su despedida. Por supuesto,
tuve que levantarme del sillón. Es curioso porque, pese a que como he dicho antes, ya se
empezaba a intuir que la carrera de Ronaldo pronto vería su fin, realmente nunca podía
esperarme escuchar esa noticia. Sabes que ya casi no es futbolista, pero no estás preparado
del todo para ello, hasta que finalmente pasa.
Había jugado su último partido en la Copa Libertadores, ante el Tolima, un humilde
conjunto colombiano que eliminó al Corinthians de la competición. Ronaldo Luiz Nazario da
Lima, ‘El Fenómeno’, no volverá a pisar un terreno de juego. Fue el delantero capaz de hacer
que el fútbol entero gozara con sus goles y se estremeciera con sus lesiones, de crear un gol de
la nada desde el centro del campo. Y está claro que el gol de Maradona fue el primero en ese
Ronaldo celebra enfervorizado su
primer gol con el Corinthians.
sentido, y que hace no tanto Messi lo emuló de forma similar, pero mi generación lo vivió por
primera vez con Ronaldo. Al igual que las bicicletas vinieron con Denilson, las ‘bombas
inteligentes’ con Roberto Carlos y las chilenas con Rivaldo, la imagen del delantero centro de
videojuego con el que podías regatear a todo aquel defensor que se cruzara en tu camino
estaba representada, para nosotros, por Ronaldo. Por eso fue un auténtico boom. Por eso, mis
primeros recuerdos claros de fútbol comienzan con ‘El Fenómeno’.
Adiós, Ronaldo. El mundo del fútbol te dice ‘GRACIAS’.
Manuel A. Ibáñez
20-II-2011