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REVISTA DE LIBROS Viernes 30 de Julio de 2004 Fuego cruzado El ensayo latinoamericano sí existe Roberto Hozven ¿Escasez de ensayos en la tradición hispana o ceguera nuestra ante las formas heterogéneas de su presencia, influencia y trascendencia entre nosotros? Creo que la afirmación reiterada acerca de la futilidad y existencia intermitente del ensayismo hispano (consignando las excepciones conocidas), frente a la respectiva importancia y continuidad del ensayismo francés e inglés (desde Montaigne y Bacon hasta ahora) es descentrada, está hecha desde más allá de los Pirineos. Aplica al ensayismo hispano una visión que no toma en cuenta los orígenes excéntricos del ensayismo español, así como los orígenes heterogéneos del ensayismo hispanoamericano (mestizaje, modernización contradictoria, hibridismo, barroco). Revisemos algunas de las formas históricamente reconocidas de comunicación que ha asumido el ensayo hispano, antes de nombrarse como tal. Primero que nada, la afirmación de que el ensayo hispano acompaña sólo de modo intermitente a su tradición cultural, o de que desaparece de ella durante largos períodos históricos, es cuestionable. No confundamos la ausencia del uso del término "ensayo", en la cultura hispana, con la ausencia de su práctica. Si bien el término se hará frecuente entre nosotros, recién, hacia fines del XIX (Leopoldo Alas se sirve del término para criticar el Ariel, 1900, de Rodó), el ensayo, como género escogido por los escritores para interrogarse sobre la identidad y la cultura, es muy anterior. Entendido como exploración interpretativa original de un tema, el ensayo - sin mostrar su nombre- está presente en la tradición hispana, ya desde la Colonia hispanoamericana, bajo la forma de las crónicas de Indias, escritas tanto por españoles peninsulares como americanos (los "criollos"). Un ejemplo relevante, entre otros, son Los comentarios reales (1609), del Inca Garcilaso de la Vega - nuestro primer escritor mestizo. Sus "comentarios" ya constituyen una primera reflexión personal, inquisitiva, sobre la identidad de un pueblo. Reflexión que adquirirá su plena carta de ciudadanía impugnadora con la interpelación polémica de los artículos periodísticos (1828-33) de Larra o del Facundo (1845), de Sarmiento; quien ya establece que su texto es "ensayo y revelación para mí mismo de mis ideas". El Facundo anticipa así los rasgos del ensayo de identidad nacional que, hoy día, reconocemos en Radiografía de la pampa (1933) de Martínez Estrada, en Chile o una loca geografía (1940) de Benjamín Subercaseaux, en El laberinto de la soledad (1959) de Paz o en Madres y huachos. Alegorías del mestizaje chileno (1991), de Sonia Montecino, entre otros ensayos relevantes de hoy día. Aquí se hace evidente una continuidad cultural del ensayo hispano, de este y del otro lado del Atlántico. Segundo, formas del ensayo, como prosa artística de comprensión personal destinada a informar y a persuadir, - podría argüirse- presidieron el bautismo cultural del Nuevo Mundo. Ahí están las cartas y diario mutilado de Colón (1493-1504), remecidos por la originalidad de la naturaleza y de los habitantes encontrados. "Deformidad hermosa" - exclama el Descubridor ante ellos. Sorpresa que, aunque atenuada por el saber europeo de su época, filtra sin embargo las pesadillas de dominio y los sueños de liberación que, en adelante, inspirarán el imaginario político y los discursos culturales sobre América. Desde entonces, América, la del orbe latino, la que incluye al indio y al negro, la mestiza, buscará su expresión con formas inéditas para la cultura europea: barroco latinoamericano, muralismo mexicano, literatura del "Boom", Brasilia. Y, en el ámbito específico del ensayo, Alfonso Reyes bautizará su originalidad con la expresión: "centauro de los géneros". Híbrido que Colón creyó ver en las nuevas tierras. Tercero, como consecuencia del Descubrimiento, los conquistadores y misioneros españoles acudirán a otras expresiones ensayísticas, con las que meditan y se interrogan sobre el

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REVISTA DE LIBROSViernes 30 de Julio de 2004

Fuego cruzadoEl ensayo latinoamericano s existe

Roberto Hozven

Escasez de ensayos en la tradicin hispana o ceguera nuestra ante las formas heterogneas de su presencia, influencia y trascendencia entre nosotros?

Creo que la afirmacin reiterada acerca de la futilidad y existencia intermitente del ensayismo hispano (consignando las excepciones conocidas), frente a la respectiva importancia y continuidad del ensayismo francs e ingls (desde Montaigne y Bacon hasta ahora) es descentrada, est hecha desde ms all de los Pirineos. Aplica al ensayismo hispano una visin que no toma en cuenta los orgenes excntricos del ensayismo espaol, as como los orgenes heterogneos del ensayismo hispanoamericano (mestizaje, modernizacin contradictoria, hibridismo, barroco). Revisemos algunas de las formas histricamente reconocidas de comunicacin que ha asumido el ensayo hispano, antes de nombrarse como tal.

Primero que nada, la afirmacin de que el ensayo hispano acompaa slo de modo intermitente a su tradicin cultural, o de que desaparece de ella durante largos perodos histricos, es cuestionable. No confundamos la ausencia del uso del trmino "ensayo", en la cultura hispana, con la ausencia de su prctica. Si bien el trmino se har frecuente entre nosotros, recin, hacia fines del XIX (Leopoldo Alas se sirve del trmino para criticar el Ariel, 1900, de Rod), el ensayo, como gnero escogido por los escritores para interrogarse sobre la identidad y la cultura, es muy anterior. Entendido como exploracin interpretativa original de un tema, el ensayo - sin mostrar su nombre- est presente en la tradicin hispana, ya desde la Colonia hispanoamericana, bajo la forma de las crnicas de Indias, escritas tanto por espaoles peninsulares como americanos (los "criollos").

Un ejemplo relevante, entre otros, son Los comentarios reales (1609), del Inca Garcilaso de la Vega - nuestro primer escritor mestizo. Sus "comentarios" ya constituyen una primera reflexin personal, inquisitiva, sobre la identidad de un pueblo. Reflexin que adquirir su plena carta de ciudadana impugnadora con la interpelacin polmica de los artculos periodsticos (1828-33) de Larra o del Facundo (1845), de Sarmiento; quien ya establece que su texto es "ensayo y revelacin para m mismo de mis ideas". El Facundo anticipa as los rasgos del ensayo de identidad nacional que, hoy da, reconocemos en Radiografa de la pampa (1933) de Martnez Estrada, en Chile o una loca geografa (1940) de Benjamn Subercaseaux, en El laberinto de la soledad (1959) de Paz o en Madres y huachos. Alegoras del mestizaje chileno (1991), de Sonia Montecino, entre otros ensayos relevantes de hoy da. Aqu se hace evidente una continuidad cultural del ensayo hispano, de este y del otro lado del Atlntico.

Segundo, formas del ensayo, como prosa artstica de comprensin personal destinada a informar y a persuadir, - podra argirse- presidieron el bautismo cultural del Nuevo Mundo. Ah estn las cartas y diario mutilado de Coln (1493-1504), remecidos por la originalidad de la naturaleza y de los habitantes encontrados. "Deformidad hermosa" - exclama el Descubridor ante ellos. Sorpresa que, aunque atenuada por el saber europeo de su poca, filtra sin embargo las pesadillas de dominio y los sueos de liberacin que, en adelante, inspirarn el imaginario poltico y los discursos culturales sobre Amrica. Desde entonces, Amrica, la del orbe latino, la que incluye al indio y al negro, la mestiza, buscar su expresin con formas inditas para la cultura europea: barroco latinoamericano, muralismo mexicano, literatura del "Boom", Brasilia. Y, en el mbito especfico del ensayo, Alfonso Reyes bautizar su originalidad con la expresin: "centauro de los gneros". Hbrido que Coln crey ver en las nuevas tierras.

Tercero, como consecuencia del Descubrimiento, los conquistadores y misioneros espaoles acudirn a otras expresiones ensaysticas, con las que meditan y se interrogan sobre el sentido y finalidad que puede tener el imprevisto descubrimiento del Nuevo Mundo. Y lo hacen en el sentido de Montaigne: bajo la apremiante sensacin renacentista de que tienen que asumir las nuevas experiencias con sus propias "facultades naturales", frente a la progresiva disolucin del ideal nico de conducta medieval, el que ya empieza a zozobrar ante las experiencias inditas proporcionadas por los viajes y la imprenta.

Y as se siembran los atributos del ensayo en las cartas de relacin escritas por los conquistadores; de las cuales, por supuesto, descuellan las cuatro escritas por Hernn Corts (1519-1526) sobre la conquista de Mxico. Tambin hay ensayo afanoso en los sermones escritos por los misioneros: esos "corderos de corazn de len, gente de terrible independencia" (Alfonso Reyes), quienes inflamados en su proteccin del indio descuellan por la trascendencia poltica y moral de sus escritos. Son los casos de Antonio de Montesinos (Santo Domingo, 1511), de Antonio de Guevara (El villano del Danubio, 1529) o del alucinado Bartolom de Las Casas (Brevsima relacin de la destruccin de las Indias, 1541-2). Todos estos sermones, orales y escritos, suscriben las exigencias bsicas del ensayo a la Montaigne o Bacon: identifican un tema de inters apremiante (objetivo o subjetivo), lo informan de modo inquisitivo, inducen a una reflexin personal, interpelan persuasivamente al auditorio para que asuma una conducta que cambie tal estado de cosas y, por supuesto, se expresan artsticamente.

Cuarto. Y despus vienen las otras crnicas, ensayos sabrosos, escritas durante el XVII y el XVIII peninsular y del Virreinato. Todas ellas, en ms o en menos, cuestionan la autoridad poltica y moral de los administradores pblicos (Caudillo, Sr. Presidente, oligarqua de turno) as como la opinin comn. Fijan un rasgo que distinguir a los grandes ensayistas hispanos del XIX (espaoles e hispanoamericanos por igual): la crtica individual del Estado o de los poderes institucionalizados desde el desamparo del escritorio o el lomo del caballo. As lo hicieron desde Bernal Daz del Castillo a Octavio Paz pasando por el Libertador Bolvar o el "Apostol" Mart, cuyas escrituras co-existieron con la accin que reclamaban, creando as una opinin pblica incipiente paralela a las instituciones que ayudaron a fundar.