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26 UNtVERStDAD DE MEXICO El autor de "Pedro Páramo". Fotografías de Ricardo Sa/a:::ar R1I/fo i'n c01ll,'(lIiío di' S1I f01/1;/:.1 ARTEMIO DE VALLE ARIZPE, Horizontes iluminados. Tra- diciones, leyendas y sucedi- dos del México virreyrtal. Edi- torial Patria, S. A. México, 1954. 256 pp. El romanticismo de Valle Arizpe toma la forma de "tra- dición", modalidad que inau- guró Ricardo Palma en Amé- rica, con quien tantos puntos de contacto y a quien tan hábilmente mimetiza. Pal- ma da la fórmula de su inven- ción, del método : mo ... ". y sólo Pedro no llegó nunca al confesionario "a acu- sarse de algo" y desmentir de rodillas la fuerza ciega de su albedrío. Incólume, continúa siendo la enéarnación y el pres- tigio de la infamia. Pero, como un Adán sin paraí o, que crea la vida en torno, a tiempo ha advertido que "todos se van" y que por encima de su indeclinable voluntad el triun- fo postrero pertenecerá a la muerte. El asesino paternal, hecho a batallas e intransigen- cias, se ve obligado a resignar- se ante el espectáculo cotidiano de la desaparición. En el esquema sobre que Rulfo se basó para escribir es- ta novela se contiene la falla principal. Primorc1 ia lmen te, Pedro Páramo intenta ser una obra fantástica, pero la fanta- sía empieza donde 10 real aún no termina. Desd'e el comienzo, ya el personaje que nos lIeva a la relación se topa con un arriero que no existe y que le habla de personas que murie- ron hace mucho tiempo. Des- pués la llegada del muchacho al pueblo de Comala,desapa- re6do también, y las subsi- gui,ntes peripecias -concebi- das sin delimitar los planos de los varios tiempos en que transcurren- tornan en con- fusión lo que debió haberse estructurado previamente cui- dando de no'caer· en el adverso' encuentro entre un estilo pre- ponderantemente realista y una imaginación dada a lo irreal. Se advierte, entonces, una de- sordenada composición que no ayuda a hacer de la novela la unidad q).le, ante tantos ejem- plos que la novelística moder- na nos proporciona, se ha de exigir de una obra de esta na- turaleza. Sin núcleo, sin' un pasaje central en que concu- rran los demás, su lectura nos deja a la postre una serie de escenas hiladas solamente por el valor aislado de cada una. Más no olvidemos, en cambio, que se trata de la primera no- vela de nuestro joven escritor y, dicho sea en su desquite, esos diversos elementos reafir- man, con taritos momentos im- presionantes, las calidades úni- cas de su prosa. la especie. En ese huerto, los mejores frutos los corta Pedro Páramo. Promesas, insinuacio- nes, dinero y muerte son los argumentos que emplea para colmar su devoción por la exis- tencia. Frente a él y los demás, el sacerdote católico -que es la conciencia secreta dr hom- bres y mujeres-- también des- ciende a su propia naturaleza humana y desde el refugio del trmplo mira, rencorosamente, pasar la ráfaga de PedroPára- mo como un signo vital que atropella la calma de aquel de- sierto. "Me acuso, padre, que ayer dormí con Pedro Páramo. Me acuso de que tuve un hijo de Pedro Páramo. De que le presté mi hija a Pedro Pára- mo si fuera 1: n montón de pie- Páginas antes, al con- emplar el paso de un cortejo fúnebre, Pedro Páramo había pensado: "Todos escogen el mismo camino. Todos se van". y esa razón, constante siem- pre, resume en su persona el general de la novela. Crispa, también aqui como en los cuentos de El llano en llamas, el enamoramiento de ;Rulfo por las formas primiti- was de ciertas relaciones que de la soledad el origen del encantamiento. El hOl11bre y la mujer aparecrn tan cerca- nos uno del otro y tan pro- pensos al pecado, que semejan sólo el engañoso emblema de la naturaleza para reproducir cosa. En ella no valen idénticas armas. La hermana mayor del género exige tratamielltos que apoyen una historia si no más dilatada sí menos sujeta a l1n acontecimiento único. Rulfo ha pasado ahora de sus desvelos en el cuento a los de la .novela. Su Pedro Páramo, acabado de editar por el Fondo de Cul- tura Económica, es la primera prueba de ese ensanchainiento en el cual, sin desme{ltir los aciertos arriba señalados, se arriesga a abordar temas muy conocidos por él pero estruc- turados en diferente forma. Vuelve aquí sobre análogas cuestiones: recrea en términos de sangre los más atroces su- cedidos, alienta en sus proce- dimientos monologales un si- milar espíritu y rescata de! ha- bla coloquial giros que avivan las descripciones. En conjunto, Pedro Páramo resucita sin desmerecimientos las cualida- des El llano en llamas. Al buen escritor pocas pala- bras bastan: "Vine a Camala porque me dijeron que acá vi- vía mi padre, un tal Pedro Pá- ramo. Mi madre me 10 dijo." y desde la entrada, tras estas breves frases, el viejo Páramo, padre pral í fico, amo y .señor de aquellas tierras estériles, do- mina .Ios sucesos. Pero quizá no sea del todo su figura cacique despiadado la princi- pal de la novela. Tampoco po- dría serlo el hijo que describe algunas de las aventuras ni las viejas histéricas que pueblan el relato. Como trasfondo, el pue- blo de Camala resulta la más perdurable presencia y son sus derruidos muros la mayor ver- dad de esta obra imagina ria. Por sus caPes dan traspiés los borrachos. rn sus casas se conspira contra la tranquili- dad, en su cementerio sobrevi- ven las voces de quienes som- brearon con sus cuerpos y sus pasiones rI de pasadas épocas. Con violentos impulsos plásticos, Rulfo evoca -y su nove.la no ·es otra cosa que mera evocación-- un enjambre \de rumores que animan a Co- mala, y los trae al presente co- mo si auténticamente estuvir- ran ocurriendo. La muerte de un hijo de Pedro Páramo deja en libertad su hermoso caballo que continúa corriendo y chando por obra y magia de los espectros que invaden los capítulos. Los ladridos de pe- rros ausentes encienden la im- pasibilidad de la noche. Las blasfemias proferidas decenios atrás se adelantan en el tiempo y siguen derramándose fervo- rosamente. Las campanas son las mismas que antaño dobla- ron a muerto. Y el viejo, al tra- vés del libro, persiste en el umbral de su casa, sentado en el camada equipal desde el que habría de desmoronarse "co-

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Page 1: el · en los cuentos de El llano en llamas, el enamoramiento de;Rulfo por las formas primiti ... La estructura de estos cuen

26 UNtVERStDAD DE MEXICO

El autor de "Pedro Páramo". Fotografías de Ricardo Sa/a:::ar

R1I/fo i'n c01ll,'(lIiío di' S1I f01/1;/:.1

ARTEMIO DE VALLE ARIZPE,

Horizontes iluminados. Tra­diciones, leyendas y sucedi­dos del México virreyrtal. Edi­torial Patria, S. A. México,1954. 256 pp.

El romanticismo de ValleArizpe toma la forma de "tra­dición", modalidad que inau­guró Ricardo Palma en Amé­rica, con quien tiern~ tantospuntos de contacto y a quientan hábilmente mimetiza. Pal­ma da la fórmula de su inven­ción, del método tradicionis~a :

mo ...". y sólo Pedro no llegónunca al confesionario "a acu­sarse de algo" y desmentir derodillas la fuerza ciega de sualbedrío. Incólume, continúasiendo la enéarnación y el pres­tigio de la infamia. Pero, comoun Adán sin paraí o, ·~l quecrea la vida en torno, a tiempoha advertido que "todos sevan" y que por encima de suindeclinable voluntad el triun­fo postrero pertenecerá a lamuerte. El asesino paternal,hecho a batallas e intransigen­cias, se ve obligado a resignar­se ante el espectáculo cotidianode la desaparición.

En el esquema sobre queRulfo se basó para escribir es­ta novela se contiene la fallaprincipal. Primorc1 ia lmen te,Pedro Páramo intenta ser unaobra fantástica, pero la fanta­sía empieza donde 10 real aúnno termina. Desd'e el comienzo,ya el personaje que nos lIevaa la relación se topa con unarriero que no existe y que lehabla de personas que murie­ron hace mucho tiempo. Des­pués la llegada del muchachoal pueblo de Comala,desapa­re6do también, y las subsi­gui,ntes peripecias -concebi­das sin delimitar los planosde los varios tiempos en quetranscurren- tornan en con­fusión lo que debió haberseestructurado previamente cui­dando de no' caer· en el adverso'encuentro entre un estilo pre­ponderantemente realista y unaimaginación dada a lo irreal.Se advierte, entonces, una de­sordenada composición que noayuda a hacer de la novela launidad q).le, ante tantos ejem­plos que la novelística moder­na nos proporciona, se ha deexigir de una obra de esta na­turaleza. Sin núcleo, sin' unpasaje central en que concu­rran los demás, su lectura nosdeja a la postre una serie deescenas hiladas solamente porel valor aislado de cada una.Más no olvidemos, en cambio,que se trata de la primera no­vela de nuestro joven escritory, dicho sea en su desquite,esos diversos elementos reafir­man, con taritos momentos im­presionantes, las calidades úni­cas de su prosa.

la especie. En ese huerto, losmejores frutos los corta PedroPáramo. Promesas, insinuacio­nes, dinero y muerte son losargumentos que emplea paracolmar su devoción por la exis­tencia. Frente a él y los demás,el sacerdote católico -que esla conciencia secreta dr hom­bres y mujeres-- también des­ciende a su propia naturalezahumana y desde el refugio deltrmplo mira, rencorosamente,pasar la ráfaga de PedroPára­mo como un signo vital queatropella la calma de aquel de­sierto. "Me acuso, padre, queayer dormí con Pedro Páramo.Me acuso de que tuve un hijode Pedro Páramo. De que lepresté mi hija a Pedro Pára-

mo si fuera 1: n montón de pie­~lras". Páginas antes, al con-emplar el paso de un cortejo

fúnebre, Pedro Páramo habíapensado: "Todos escogen elmismo camino. Todos se van".y esa razón, constante siem­pre, resume en su persona el~entido general de la novela.

Crispa, también aqui comoen los cuentos de El llano enllamas, el enamoramiento de;Rulfo por las formas primiti­was de ciertas relaciones que~1acen de la soledad el origendel encantamiento. El hOl11brey la mujer aparecrn tan cerca­nos uno del otro y tan pro­pensos al pecado, que semejansólo el engañoso emblema dela naturaleza para reproducir

cosa. En ella no valen idénticasarmas. La hermana mayor delgénero exige tratamielltos queapoyen una historia si no másdilatada sí menos sujeta a l1nacontecimiento único. Rulfo hapasado ahora de sus desvelosen el cuento a los de la .novela.Su Pedro Páramo, acabado deeditar por el Fondo de Cul­tura Económica, es la primeraprueba de ese ensanchainientoen el cual, sin desme{ltir losaciertos arriba señalados, searriesga a abordar temas muyconocidos por él pero estruc­turados en diferente forma.Vuelve aquí sobre análogascuestiones: recrea en términosde sangre los más atroces su­cedidos, alienta en sus proce­dimientos monologales un si­milar espíritu y rescata de! ha­bla coloquial giros que avivanlas descripciones. En conjunto,Pedro Páramo resucita sindesmerecimientos las cualida­des d~ El llano en llamas.

Al buen escritor pocas pala­bras bastan: "Vine a Camalaporque me dijeron que acá vi­vía mi padre, un tal Pedro Pá­ramo. Mi madre me 10 dijo."y desde la entrada, tras estasbreves frases, el viejo Páramo,padre pral ífico, amo y .señorde aquellas tierras estériles, do­mina .Ios sucesos. Pero quizáno sea del todo su figura d~

cacique despiadado la princi­pal de la novela. Tampoco po­dría serlo el hijo que describealgunas de las aventuras ni lasviejas histéricas que pueblan elrelato. Como trasfondo, el pue­blo de Camala resulta la másperdurable presencia y son susderruidos muros la mayor ver­dad de esta obra imagina ria.Por sus caPes dan traspiés losborrachos. rn sus casas seconspira contra la tranquili­dad, en su cementerio sobrevi­ven las voces de quienes som­brearon con sus cuerpos y suspasiones rI pais~,je de pasadasépocas. Con violentos impulsosplásticos, Rulfo evoca -y sunove.la no ·es otra cosa quemera evocación-- un enjambre\de rumores que animan a Co­mala, y los trae al presente co­mo si auténticamente estuvir­ran ocurriendo. La muerte deun hijo de Pedro Páramo dejaen libertad su hermoso caballoque continúa corriendo y relin~chando por obra y magia delos espectros que invaden loscapítulos. Los ladridos de pe­rros ausentes encienden la im­pasibilidad de la noche. Lasblasfemias proferidas deceniosatrás se adelantan en el tiempoy siguen derramándose fervo­rosamente. Las campanas sonlas mismas que antaño dobla­ron a muerto. Y el viejo, al tra­vés del libro, persiste en elumbral de su casa, sentado enel camada equipal desde el quehabría de desmoronarse "co-

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UNJVERSIDAD DE MEXICO

"Algo, y aun alg?s, de menti­ra, y tal cual dosIs de verd~?,por infinitesimal u homeopatt­ca que ella sea, muchísimo deesmero y pulimiento en el len­ruaje, y cata la receta para es­~ribir Tradiciones ..." Asimis­mismo, en Horizontes ilumina­dos, Valle Arizpe ofrece al lec­tor una deliciosa mezcla derealidad y fantasía s(\zonadacon un peculiar léxico, en elque abundan las esp~cias lin­aüísticas de la Coloma; ame-b , 1ricanismos', arcalsmos, neo 0-gismos, cultismos y popularis­mas; pero siempre dentro delos dictados de una sabia doc­trina gramatical. Son últiles laspalabras de Anderson Tmbert:"Valle Arizpe no se desviónunca de su rumbo: pintar be­llos cuadros artísticos con elpolvo de los archivos, los mu­seos y las bibliotecas de la épo­ca colonial".,

Aunque las "tradiciones" deHorizontes iluminados se ex­tienden por todas las latitudesde la Nueva España, el centrogeográfico de éstas, como en larealidad colonial, es la ciudadde México. Los héroes de es­tas aventuras tienen por resi­dencia la capital, o bien partende allíén busca de fortuna. Va­lle Arizpe, el colonialista, de­dica numerosas páginas a ladescripción de los templos y lospalacios. Don Manuel Tolsá enla Inquisición, más que la his­toria de su proceso, es una ex­cusa literaria para describir lasobras 'coh que embelleció laCiudad de 10sPa!acios. En de­lito con su castigo, no se des­aprovecha oportunidad, mien­tras que el sacrílego es casti­gado, para enumerar las be-llezas arquitectónicas. .

La principal fuente de ValleArizpe es el archivo de la In­quisición mexicana, y tambiénotras muchas, como textos dehistoria, pero no siempre sonidentificables, ya que a vecesprovienen de las oscuras trad!­ciones populares. De los arch¡­vos de la Inquisición sale a laluz 1m personaje famoso. ·Mar­tín Garatuza o Martín Droga,quien con sus apodos enrique­ció la lengua popular: engara­tuzar, estar endrogado.' Susaventuras verídicas constan enel proceso que se le instruyó,ya que Garatuza sin necesidadele ningún tormento c<?~fesóabiertamente su culpabllIdad.Con' lágrimas en los ojos ymuy arrepentido de sus peca~

dos, dijo a sus jueces, que és­tos los había cometido, y muygrandes, pero sólo por igno­rancia y por ser un gran peca­dor, y que jamás había come­tido herejía ninguna, que lasmisas y las confesiones que leimputaban haber celebrado, só­lo habían sido un artificio su­yo para estafar a lo~ ~it;l,es. EnHidalgo y la Inqut.nnon conespíritu más serio, se aclaran

algunos puntos OSCuros delproceso 'del .cura de Dolorestendientes a demostrar que Hi~dalgo no cometió herejía, sinosólo se le condenó por seramante de la libertad. Y asítermina juzgando a la Inquisi­ción: "que no fué nunca untribunal terrible, sino un armapolítica de secúndaria impor­tancia".

La estructura de estos cuen­tos es muy-variada y comple­ja. Casi siempre la narraciónse deforma o se olvida, a cau­sa de los documentos, que SOl'los que determinan el rumbode la historia, y a veces, éstasólo es un débi( puntal que sir­ve de sostén a voluminosos do­cumentos, como los recibos enlos que se especi fican en pesosy reales. El costo de un e1'1­tieno.

En las narraciones existenhechos fantásticos. los que ellector no llega a creer verosí­miles, ya que Valle Arizpe po­see un espíritu burlón que nologra comunicar sino risa antelos hechos u1traterrenos. Esmuy significativo el desenlacede Al'ma en pena, en el que e!ter¡-ible fantasma resulta serun c1éi-igo con piernas de palo.y también los versos finalesde -Es con ayuda oportuna co­nto se sirve mejor: "sí, lectordijerdes (sic) ser contento, /como me 10 contaron. te 10cuento". Pero en estas "tradi­ciones" no hay un verdaderocuento. La pasión del anticua­rio domina sobre la del literato.

C. V.

GUADALUPE DUEÑAS, Las ratasy otros cu.entos. Bajo el signode A bside. México, 1954. 24pp.

Guadalupe Dueñas evita loslugares comunes de la literatu­ra realista. Dotada de UlJasingular mezcla de fantasía ybuen humor que a veces to­ca la frontera metafísica delo macrabro, explota el am­plio universo de la creación ar­tística, en el que recrea nue­vas formas de la realidad pa­ra presentar perspectivas sor­prendentes. Estos cuentos sonde pequeñas dimensiones, decorto aliento. v revelan el afánde perfecciól~' form'al de laautora. Pero su estructura esdébil, el conjunto no respon­de a una intuición, sino a unaidea, a una ocurrencia, a undeseo de novedad arti ficiosa,que a veces cae él la alegoríaintelectual, en el final sor­prendente, con el que ciertapreceptiva literaria pretendereanimar al lector' adormeci­do. Su' expresión abunda enrecursos retóricos, sobre todoes obvia la tendencia de cons­truir un lenguaje poético, me­nudean los "tal", "como", "se­mejante", términos compara­tivos :que no siempre resultanverdaderos¡, en estas prosas,

:~

cuyos lineamientos sQn un tan­to barrocos por el uso f recuen­te del color y del ingenio, y sufecundidad imaginativa y ver­bal. Estos cuentos no están'enmarcados dentro de un cua­dro de tiempo y espacio pre­cisos, 5ólo de vez en cuandoun dato hace suponer su iden­tidad con nuestra época y conla realidad mexicana: pero des­de luego que las pistas son me­ramente incidentales, no estánen el plan de trabajo.

Las' mtas, se inicia con lasangrienta caricatura de unpersonaje. La ciescripción lodespoja 'de toda' humanidad ylo convierte en un monstruoque cuenta una historia maca­bnl: la~ ratas devorando ca­dáveres. Aparentemente, el re­lato está dominado por un sen­timiento de terror y asco, peroen el fondo alguien ríe' con

"grotescas carcajadas: "Inme­diatamente que se cierra unafosa, corre un rümor como si!gi¡'aniza ra; cla r?;1l1eI1!te puededistinguir'se que se atropellanlas pisadas por los 'c'strechoslaberintos subterráneos, dondecual potros salvajes cimbran laca rrera sobre las propias tum­bas". Y el cuento teri11ina enuna moraleja: "y recordé quepronto yo también sería devo­rada, engullida por millares deesas bestias". Pero hay algoalógico en esta moral. La ex­presión "cual pott'os salvaj@s"le resta beligerancia a la futu­ra amenaza de las ratas.

El correo, es un' cuento: me­nos grotesco, más humano. secontenta con satirizar una ins­titución humana, y como talrisible, expuesta a error. Lacomicidad llega a! absurdo:"esta carta es la única que siva a llegar, porque me la escri­bí a mi: y por si no llegara.ya 'me quedé con 1111a copia".

Los piojos, es una extrañamezcla de crueldad e ironía.Descubre el universo en mi­niatura de los insectos: "Des­orientados en el nuevo planetaduro e inhospitalario añorabanel sudor agrio de sus dueños".Una niña se divierte queman­do a los piojos en un braceri­to: pero la última de sus víc­timas: "vengó a sus·hermanos,cla\'ando en la sangre. de Cami­la su tí fico aguijón irremedia­ble. que impidió que la tiernaniña pudiera llegar a los quin­ce . . ."

M i chimpancé. Aqu í se ex­pone un símbolo que de tanobvio degenera en alegoría: lalucha entre el alma y el cuer­po, el carcelero y el chimpan­cé. Ayuda el cómico parecidoque existe entre el mono y elhombre. El cuento termina enel triunfo del hombre sobre bbestia: "El decía que era mi.fuerza, siendo mi laxitud: queera mi prisionero, cuando sehabía erigido en mi tirano."

C. V.

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TOMÁS SEGOVIA, Prill1a~'era 11111­

da. Los Presentes. México,1954. 76 pp.

El relato de Segovia se des­a rrolla dentro del mundo pro­blemático del adolescente. AJi­tonio es el personaje central,a su alrededor se agrupanvarios personajes secundariosque existen sólo en función delprotagonista, quien vive lashoras de una adolescencia a tor­mentada. Padece los síntomilSca racterísticos del cambio dela niñez a la mayoría de edad,y no sabe realmente qué es loque le hace ufrir. sólo hastacasi el final de la obra, descu­bre el por qué de su crónicomili humor. Antonio recibe unadesilusión amorosa que lo obli­ga a reflexionar y a descubrirsu mundo interior: "porquesentía confusamente que todaaquella desesperación incuba­da desde hacía días, era UII

mal más profundo que el c1~'haber sido traicionado. Su de­sesperación, se con fundía casicón su esencia, y pronto él nosería otra cosa que su propiadesesperación". y Juego da conlas causas ontológicas de sumal: "Lo que le producía esasorda rebelión, era el fuertesentimiento de lo absurdo quesu vida, una vida tan ineal asus ojos, se acabara exacta­menil, como si hubiera sidoreal". Pero Antonio es un sernormal, y pronto vrnce la cri­sis de su adolescenci,a; no ti~­ne otro remedio que resignar­se: "consentir en esta silencio­sa. existencia". Hasta aquí latrama. En cuanto a la historiaesta se reduce a relatar' un'o~a.morío~ sin mayor importan­cIa. EXIsten numerosos cuentossentimentales de este' tipo, cu­yo límite carnal es la porno­grafía y, el espiritual, el orgu­llo herido de los amantes. P1'i­mavera Mu.da no tiene otroselementos narrativos con quecligni ficarse.

Segovia es un joven culto.sabe lo que está haciendo; nofalta en su obra un conceptosob¡-e la literatura. Afirma, es­cribir es com,?: "morir y yol­ver a nacer, el escntor alcrear sufre profundos fCllc'¡­menos espiritu;¡ics: "se yacíade todo lo que durante añosha acumulado en su interior yque necesita salir". y una vc'zdesligado de sus ideas y senti­mientos vuelve a ellos para re­crearlos. Estas operacioncsson, pues, los equivalente' psi­cológicos de una muerte y deun nacimiento. Segovia, fiel asus ideas, no ofrece en su na­rración, sino vivencias perso­nales, y subordina la fantasíaa la experiencia. Su mundo l'S

real y tangible, burgués y co­tidiano. Obtiene la impn'siónde verosimilitud por medio dedetalles, observaciones psico­lógicas, diálogos banales, tono.