El domingo pasado veíamos que Jesús, Dios, es nuestro Pastor y cuánto nos interesa seguirlo no como alguien extraño externo, sino como hijos.

Hoy, por medio de otra alegoría, se nos dice que no sólo debemos seguirlo, sino vivir entrañablemente unidos a Él. Para poder dar fruto tenemos que estar unidos a Él como una rama está unida al tronco del árbol.

Así nos lo dice hoy Jesús en el evangelio, que es del evangelista san Juan.

Jn 15, 1-8

Dice así:

Yo soy la verdadera vid

A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.

Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros.

Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid,

el que permanece en mí y yo en él,

ése da fruto abundante.

y los echan al fuego, y arden.

Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará.

Palabra del Señor

Jesús en la alegoría habla de la vid, ya que era un arbolito muy abundante en Israel y muy propio para describir nuestra unión con Dios.

La primera realidad es que una rama, para que pueda fructificar, debe estar unida al tronco. Esto se puede decir de toda clase de árboles.

Así nuestra vida, si está separada de la vida de Dios, no sirve para producir frutos de vida eterna.

Como las ramas no pueden fructificar sin la planta

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así tampoco

ustedes, si de mi vida se apartan.

así tampoco ustedes, si de mi vida se apartan.

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Una característica de esta alegoría, refiriéndose al arbolito de la Vid, cuyos frutos son las uvas, es que las ramas de otros árboles, separadas del tronco, pueden servir para algo; pero los sarmientos, que son las ramas de la vid, sólo sirven para el fuego.

Por lo menos debemos ir siempre de su mano.

Por eso no podemos separarnos de Jesús.

La unión primera y fundamental es vivir en gracia. Si hay peligro de separarnos, quizá debemos gritar para que el Señor nos sostenga.

No sólo vivir como hijos de Dios, sino aspirar a tener la más perfecta unidad. Significa compartir la misma

vida, el mismo alimento, como la rama tiene la misma savia del tronco. Debemos tener un mismo sentir con

Cristo Jesús.

Si en Cristo queremos vivir y caminar en su luz

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tengamos el mismo sentir que hubo en Cristo Jesús.

el mismo sentir que hubo en Cristo Jesús.

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Esta unión debe ser permanente. No basta un rato de fervor. El ser permanente no quiere decir que estemos siempre rezando o pensando en Dios, sino que el trabajo y ocupaciones estén impregnados del amor a Dios y dirigidos hacia el bien.

La alegoría de la vid nos indica que nuestra vida servirá si da frutos. Otros árboles pueden servir para dar sombra o de adorno. El arbolito de la vid no serviría si no da fruto. Así nuestra vida debe ser fecunda.

Continua la alegoría con la PODA. La vid, quizá más que otros árboles frutales, necesita que le corten las ramas (los sarmientos). Si se dejasen los sarmientos

viejos producirían unos frutos pequeños y casi inservibles.

Necesita que se los corten. Los nuevos sarmientos, más potentes, producirán buen fruto. Así es

nuestra vida. Tenemos que dejar que Dios corte por donde quiera para que el fruto sea más

exquisito. Nuestra vida suele tener mucho follaje y hojarasca, demasiadas tendencias materiales

que conviene podar.

Además nos dice Jesús en el evangelio que, si estamos unidos con Dios, nuestra oración tiene que ser eficaz, porque nuestros deseos y pensamientos son los de Dios.

Esta unión con Dios no debe ser sólo de palabra sino de verdad y con las obras, que es cumplir los mandamientos, la voluntad de Dios. Así nos lo dice hoy el apóstol san Juan en la 2ª lectura.

1Juan 3,18-24

Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras. En esto conoceremos que somos de la verdad y tranquilizaremos nuestra conciencia ante él, en caso de que nos condene nuestra conciencia, pues Dios es mayor que nuestra conciencia y conoce todo. Queridos, si la conciencia no nos condena, tenemos

plena confianza ante Dios. Y cuanto pidamos lo recibimos de él, porque guardamos sus mandamientos y

hacemos lo que le agrada.Y éste es su mandamiento: que creamos en el nombre

de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, tal como nos lo mandó. Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él; en esto conocemos que

permanece en nosotros: por el Espíritu que nos dio.

San Juan nos señala una consecuencia de la alegoría de la vid: Los sarmientos deben estar unidos entre ellos. No puede decir una rama a la otra: la savia sólo para mi, no para ti.

Debe haber unidad porque tenemos la misma savia. La misma gracia de Dios circula por nosotros.

Mucho tenemos que meditar, en nuestro corazón, sobre esta alegoría de la Vid verdadera, que es Cristo Jesús.

Yo soy la vid verdadera, soy viñador.

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A quienes viven conmigo les tengo amor.

El sarmiento da fruto unido a la vid.

Si tu vives conmigo, yo viviré en ti.

Si te vas de mi, nada haré por ti.

Al vivir en mi, yo seré de ti.

Como el Padre os ama, os amo yo.

Como guardo el mandato que a mi se me dio,

Permanezco en el Padre, yo vivo en su amor.

Tu serás feliz,

al vivir en mi.

Tu tendrás mi amor

al vivir en Dios.

Que María nos presente al viñador, hecho fruto para nosotros.

AMÉN