el discurso en william blake
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El hombre que necesita de la constante discursiva de los contrarios: atracción/repulsión, razón/energía; amor/odio, pues de ellos nace como bien señala Blake, el bien y el mal, debido a que el bien es lo pasivo que obedece a la razón, y el mal es lo activo que surge de la energía. Entonces, no hay mal sin bien y bien sin mal, pues requerimos de la energía activa para desbordar la pasividad encerrada en la razón.TRANSCRIPT
El Discurso en William Blake
Cuando tratamos la dualidad de dios/diablo; bien/mal; claridad/oscuridad;
valores/pecado, es una constante discursiva encontrar que la mayoría de los individuos, tratan de
aproximarse a la noción del bien, de la claridad, siendo así su aproximación a DIOS, - o a lo que
ellos creen y conciben como tal- vida con ausencia de pecados, cargada de valores finiseculares,
entonces se presenta individuos como William Blake que simplemente rompen con esa tonalidad
discursiva, agrietan su sonoridad y cadencia, y colocan en primer plano una serie de valores, - nada
indica que no lo son- conforme a una óptica poco usual, viendo el mundo desde afuera de uno
mismo, y en consecuencia observando el discurso desde el palco de espectador y no desde el
asiento del productor del mismo.
El Diablo concebido como una extensión de ti mismo, en la medida en que eres hombre,
pero no necesariamente el señor con cola, cachos, tridente, con efectos especiales de azufre y
fuego alrededor, sino desde el verdadero esquema del hombre sintiente, de ese que comete
errores, que se sabe finito y decidió vivir con sus ideas, ponerlas en práctica y dejar algo de si,
aquel que se desprendió de ciertos valores éticos/morales producidos desde una sociedad
influenciada por las ideas del cristianismo y que tiene una permanente hambre y sed del absoluto.
El hombre que necesita de la constante discursiva de los contrarios: atracción/repulsión,
razón/energía; amor/odio, pues de ellos nace como bien señala Blake, el bien y el mal, debido a
que el bien es lo pasivo que obedece a la razón, y el mal es lo activo que surge de la energía.
Entonces, no hay mal sin bien y bien sin mal, pues requerimos de la energía activa para desbordar
la pasividad encerrada en la razón.
Para William Blake la dualidad de dios/diablo implica que cuando apareció un hombre que
venía del desierto, predicando algo diferente a lo cotidiano, que se enunció como hijo de Dios, que
se identificó como Jesús, y a todos sus seguidores les fue colocando un nombre y les dio una
determinada función dentro de la estructura de orden que estaba creando, además de
reconocerse en ellos y reconocerlos a ellos, dejó sentado que para que Dios pudiera estar cerca
de los hombres, debía ser uno igual que ellos, reconocerse en ellos, y no estar sobre ellos, de allí
que su relación con el Demonio – Blake-, es de redención, de fraternidad amorosa que purifica y
salva. Cristo se hace Demonio (también se hizo hombre, que a veces es lo mismo).
No obstante, Blake requiere posicionarse fuera de su propio pensamiento, necesita dejarlo
gravitar en torno de sí mismo y en relación con la totalidad. Es como una suerte de esfera de
cristal, a la que batimos para ver caer la nieve, proceso que podemos repetir una y otra vez, como
en una especie de eterno retorno, que hace infinito al discurso, a pesar de la finitud de quien lo
elabora y emite.
De esa manera Blake construye su discurso, siendo emisor del mismo, se sustrae de su
propio discurso tomando la silla del espectador, y desde allí visualiza como las ideas allí contenidas
van teniendo efecto sobre otros, es decir, su discurso queda inserto dentro de un domo, pero el
queda fuera del mismo, no de manera improvisada, sino con la intencionalidad necesaria, para
representarse como una especie de eco susurrante, de voz de conciencia que se escucha a lo lejos,
fuera de uno mismo, pero que es parte de la totalidad que representamos.
Esta forma de visualizar el propio discurso como una externalidad es algo similar a lo que
sucede con la triada poeta-poesía-poema, el poeta delinea la poesía a través del poema con la
suerte de una voz que sobre sale de si, el llamado hablante lírico que se encarga de decir lo que el
poeta quiere decir, pero que solo lo puede expresar a través de su poética, llenando de significado
y simbología cada palabra que van tejiendo e hilvanando para producir un verso, el cual se
entreteje con otro, forma una estrofa, otra estrofa y así al infinito un poema.
Deriva el discurso del genio poético, ese que le da vida a todos los objetos sensibles, los
cuales fueron descubiertos por los cinco sentidos, y de allí que le arrogaron un carácter infinito a
todos los objetos considerados como dioses, haciendo mimesis, trayendo el mundo externo al
interno, proyectándolo desde lo natural. De acuerdo con la percepción de cada sentido, así le
fueron insuflando una característica a cada bien sensible del mundo, pero proyectando desde la
naturaleza, madre creadora y origen de todo lo que existe y desde el corazón humano. Es
entonces el genio poético aquel ser lleno de la capacidad, siendo finito, de encontrar la infinitud
de las cosas, a través de la percepción sensorial.
Maribel Lucrecia Toro Rojas