el dios que no me enseñaron de dwight k. nelson

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Índice

Creditos 2

Dedicatoria 4Agradecimientos 51. Un Dios a quien amar 72. Dios: ¿Padre o tirano? 213. Un Dios de relaciones 344. Mentiras y verdades respecto a Dios 47

5. ¡Si te apuntan, huye! 596. El verdugo 737. El ayatolá y Dios 868. ¿Por qué Dios no puede dormir por las noches? 1009. «No te preocupes, ¡sé feliz!» 114

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Título de la obra original en inglés: Outrageous Grace

© 1998 by Pacific Press® Publishing Association, Boise, Idaho, USA.

ll rights reserved. Spanish language edition published with permission of the copyright owner.

EL DIOS QUE  NO ME ENSEÑARON

es una coproducción de

Asociación Publicadora Interamericana2905 NW 87 Ave. Doral, Florida 33172 EE.UU.tel. 305 599 0037 – fax 305 599 [email protected] – www.iadpa.org

Presidente: Pablo Perla

Vicepresidente Editorial: Francesc X. Gelabert

Vicepresidente de Producción: Daniel Medina

Vicepresidenta de Atención al Cliente: Ana L. Rodríguez

Vicepresidenta de Finanzas: Elizabeth Christian

TraducciónMarcos PassegiEdición del textoEdward AraújoMónica DíazDiseño y portadaKathy PolancoDiagramaciónJaime GoriConversión a l ibro e lectrónicoDaniel Medina Goff 

Copyright  © 2012 de la edición en español

Asociación Publicadora Interamericana

 Está prohibida y penada, por las leyes internacionales de protección de la propiedad intelectual, la traducción  y la

reproducción total o parcial de esta obra (texto, ilustraciones, diagramación), su tratamiento informático  y su transmisión, ya

 sea electrónica, mecánica, por fotocopia, en audio o por cualquier otro medio, sin el permiso  previo  y  por escrito de loseditores.

En esta obra las citas bíblicas han sido tomadas de la versión Reina-Valera, revisión de 1995: RV95 © Sociedades Bíblicas

Unidas. También se ha usado la revisión de 1960: RV60 © Sociedades Bíblicas Unidas, la versión p opular   Dios Habla Hoy:

DHH © Sociedades Bíblicas Unidas, la Traducción en Lenguaje Actual: TLA © Sociedades Bíblicas Unidas, la Biblia de las

Américas: BLA © The Lockman Foundation, la Nueva Versión Internacional: NVI © Sociedad Bíblica Internacional. En

todos los casos se ha unificado la ortografía y el uso de los nombres p ropios de acuerdo con la RV95.Las citas de los obras de Elena G. White han sido tomadas de las ediciones renovadas de GEMA / APIA, que hasta la fecha

son:

  Patriarcas y profetas, Profetas y reyes, El Deseado de todas las gentes, Los hechos de los apóstoles, El conflicto de los

 siglos, El camino a Cristo, Así dijo Jesús (El discurso maestro de Jesucristo), Testimonios para la iglesia (9 tomos) , La

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educación, Eventos de los últimos días, Hijas de Dios, Mensajes para los jóvenes, Mente, carácter y personalidad  (2

tomos) , La oración, Consejos sobre la obra de la Escuela Sabática, Consejos sobre alimentación (Consejos sobre el régimen

alimenticio), El hogar cristiano, Conducción del niño, Fe y obras, Ministerio de curación. El resto de las obras se citan de las

ediciones clásicas de la Biblioteca del Hogar Cristiano.

ISBN 13: 978-1-61161-017-8ISBN 13: 978-1-61161-136-6 (epub )ISBN 13: 978-1-61161-137-3 (mobi )

Impresión y encuadernaciónCorporación en Servicios Integrales de Asesoría Profesional, S .A. de C.V.

Impreso en México

 Printed in Mexico

1a edición: junio 2012

1a

 edición en libro digital: diciembre 2012

Procedencia de las imágenes: ©123RF, ©Thinkstock 

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DedicatoriaA Kirk y a Kristin.

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gradecimientos

En su libro Gracia divina vs. condena humana, Philip Yancey dice queleer una lista de nombres en la página de agradecimientos de un libro esalgo así como oír los discursos de aceptación en la entrega de los Óscar,donde los actores y las actrices agradecen a todo el mundo,   desde susmaestros de preescolar hasta sus  profesores de piano de tercer grado.Bueno, cuando estaba en tercer grado, mi profesora de piano era mi madrey, por supuesto, estoy muy agradecido a ella, ¡y también a mi padre!

Sin embargo, quiero reconocer que este libro es el resultado de un largoviaje compartido con jóvenes y ancianos a los cuales, durante muchos años,he tenido el privilegio de llamar mi familia y mi hogar, ¡lo que de por sí yaes un regalo maravilloso! Fue en la iglesia  Pioneer   Memorial   de laUniversidad Andrews donde se dibujó el contenido de este libro por 

 primera vez en el lienzo de nuestras reuniones de adoración, compartidassemana tras semana. El pastor cuya iglesia es un lugar de diálogo prolíficoy estudio concienzudo de Dios, ha recibido una gran bendición. ¡Me siento

muy agradecido por ello!

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El  bosquejo de un sermón es una cosa, pero el manuscrito de un libro esotra bien distinta. Por eso quiero dar las gracias a Ken Wade, cuyacapacidad profesional como editor le permitió andar la segunda milla, dadoque él no solo leyó todas mis notas, sino que escuchó todas las grabacionesde estos sermones.

Finalmente, deseo reconocer con gratitud al Señor por haberme dado a miesposa Karen y a mis dos maravillosos hijos, uno que  pertenece a la«Generación X» y la otra que le sigue de cerca. Es a partir del viajecompartido con ellos como voy aprendiendo —en ocasiones con lentitud yde manera entrecortada— la verdad sobre el carácter de amor irrenunciabley gracia maravillosa de nuestro Padre celestial. Supongo que desde el

 principio de nuestro mundo formó parte del plan divino que los niños fuera

la ventana a través de la cual dirigimos nuestra mirada hacia el corazón delPadre celestial. Por esta razón les dedico este libro sobre nuestro Padre.

DWIGHT K. NELSON

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¿

Capítulo 1

Un Dios

a quien amar 

Qué puede hacer uno cuando nadie le cree? Lo único que quería el pobreWade Miller era un par de entradas para un partido de voleibol de losJuegos Olímpicos. Pero cuando llamó por teléfono a la oficina de venta deentradas de Atlanta, le sucedió algo insólito. Al dar su dirección de SantaFe, Nuevo México, la agente de ventas lo dejó en espera. Cuando retomó lallamada le anunció que no podía vender entradas a nadie que viviera fuera

de los Estados Unidos. —¡Pero cómo que fuera de los Estados Unidos! ¡Si estoy llamando desdeuevo México! —Lo siento, señor. Tendrá que ponerse en contacto con el Comité

Olímpico de México.

 —¡Pero yo no vivo en México, sino en  Nuevo México! —Lo lamento, pero tendrá que llamar al Comité Olímpico de su país.Durante los siguientes treinta minutos, Wade Miller continuó en la línea,

intentando demostrarle a la agente que 

 Nuevo México estaba en los EstadosUnidos. Pero nada parecía suficiente para convencerla. Miller siguió

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insistiendo: «¿Ha oído usted hablar de Los Álamos, donde se han realizado pruebas nucleares? Está justo al lado de Arizona y debajo de Colorado,

unto a Texas y Oklahoma; pues hay un estado de los Estados Unidos que se

llama Nuevo México. ¿Y Albuquerque? ¿No le suena ese nombre? Pues esuna gran ciudad de Nuevo México». No hubo éxito.

La supervisora tomó el teléfono y le dijo a Miller: «Señor, no importa siestá usted en Nuevo México o en “Antiguo México”. Tiene que pedir sus

entradas al Comité Olímpico de su país». Únicamente cuando Miller les diouna dirección de Phoenix, Arizona, las agentes aceptaron venderle lasentradas.

¿Qué hacer cuando nadie te cree? ¿Qué haríamos nosotros si estuviéramos

en el lugar de Dios y, aun así, nadie nos creyera? ¿Qué tiene que hacer Diosen esas circunstancias? Porque aun cuando la gente cree, muchos, es decir,muchos de nosotros, seguimos creyendo una mentira.

Seamos sinceros: la mayor parte de la humanidad es víctima de una gramentira. Yo mismo la he aceptado más de una vez. Se trata de una mentirade dimensiones tan cósmicas que sus consecuencias, también cósmicas, ha

afectado a todos los seres humanos. «¿A qué mentira se estará refiriendo?»,seguramente te estarás preguntando. Pues a la mentira que vio la luz eaquella gloriosa mañana primigenia cuando, a semejanza de muchosdestellos de oro puro, la luz del sol atravesó las parcelas esmeralda de uhuerto hermoso como ninguno.

El rocío matinal aún se aferraba a las ramas cargadas de frutos. El huerto parecía una generosa fuente de resplandecientes diamantes. Eva ibacaminando por el jardín y se acercó al árbol. Entonces oyó la voz: «Hey,acá arriba», oyó susurrar. La mujer levantó lentamente la vista hacia elverde follaje, y siguió buscando y buscando con la mirada. Finalmente, losojos de ambos se encontraron. Eran los ojos de la primera mujer y los de la

 primera serpiente. La serpiente estaba enroscada y resplandecía. En aquelmomento no era sino un  instrumento en manos del ángel rebelde. Eva yLucifer, juntos en un árbol del huerto del Edén. Fue allí cuando la gramentira se pronunció por primera vez.

«¿Conque Dios os ha dicho: “No comáis de ningún árbol del huerto”?»(Gén. 3: 1). La artera expresión, aparentemente inocente, de la serpiente noera más que la carta de presentación del ingenioso aunque insustancialmodus operand i que le ha funcionado desde el mismo principio, a saber:

limítate a hacer que tu víctima se decida a dialogar contigo, introduce el

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debate, haz que te responda. Funcionó en el caso de Eva y, desde entonces,

le ha funcionado también con todos nosotros.En efecto, entrar en diálogo con el diablo o en discusión con la serpiente

es el camino más seguro para salir derrotado. Querido amigo, queridaamiga, cuando oigas ese «Hey, tú», ni siquiera te detengas a responder.Sabemos que Eva respondió, porque el diablo, astutamente, la entrampó euna discusión. Pero, ¿les había dicho Dios realmente a Adán y a Eva que no

 podían comer de 

ninguno de los árboles del huerto? ¡Por supuesto que no!

De hecho, Dios les había dicho exactamente lo contrario: que podían comer 

de todos los árboles del huerto, excepto de uno.Dios es amor, y nunca forzaría a sus hijos a amarlo. Precisamente por esa

razón colocó el árbol del conocimiento del 

 bien y del mal en medio delhuerto. Aquel árbol era el lugar al cual podían ir Adán y Eva si escogíarechazar el amor de Dios y aceptar la mentira de Lucifer. «Pero, por favor,manténganse alejados de ese árbol, porque lo único que puede ofrecerles esla muerte», les había dicho Dios. No existe ningún tipo de amor (divino,humano, ni de ninguna otra clase) que pueda ser llamado realmente amor sino ofrece la posibilidad de que el objeto de ese amor lo rechace. De ahí

que Dios les diera la libertad de elegir. Por dicha razón puso el árbol de la

vida en medio del huerto, como también el árbol del conocimiento del biey del mal. No obstante, Lucifer, que había tomado el aspecto de una hermosa

serpiente, sacó partido de nuestro libre albedrío presentando a Dios bajo laimagen de un ser arrogante y egoísta: «Lo que pasa es que Dios no quiereque ustedes disfruten de lo bueno», insinuaba implícitamente la engañosa

 pregunta. —No es exactamente así —respondió Eva—. Podemos comer de todos

los árboles del huerto. Dios solo nos ha prohibido comer de este. —¡Patrañas! —le contestó, siseando, la serpiente—. Lo que sucede es

que a Dios le da miedo que si ustedes comen de ese fruto, lleguen a ser como él. ¡Pero mírame a mí! Yo he comido del fruto, y puedo hablar, a

 pesar de que las serpientes no hablan. Si ustedes también lo prueban,llegarán a ser como el propio Dios (ver Gen. 3: 2-5).

La insinuación era magistral: «¿Cómo es posible amar a alguien tan cruelque deja más allá de su alcance algo tan bueno? Y si ustedes no puedeamarlo, ¿cómo podrán entonces confiar en él? Y si no pueden confiar en él,

entonces debe de ser alguien a 

quien hay que tenerle miedo».

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He ahí la mentira que aún hoy se sigue repitiendo; la mentira que

 pronunció la lengua viperina de la serpiente en manos del engañador. Una

mentira descarada que ha sido reproducida miles de millones de veces a lo

largo 

de la historia 

de 

la humanidad. Esta es la mentira: 

 Dios 

es un ser aquien hay que tenerle miedo.

¿Hay que tenerle miedo a Dios?Aquella mentira, que había comenzado con una  pregunta, funcionó a las

mil maravillas, como un hipnótico hechizo. Adán y Eva se creyeron a pies

untillas las palabras del enemigo. En el relato de Génesis 3 vemos queocurre algo inolvidable y desgarrador. Dios se acerca al  huerto para s

acostumbrada caminata vespertina con las  dos criaturas que más ama e

este planeta. Sin embargo, no 

los puede hallar por ninguna parte. En la penumbra de la tarde, el Creador los llama: «¿Dónde están ustedes?». Pero

nadie le responde. «¡Qué extraño! ¿A dónde se habrán ido?» Entonces Diosse da cuenta de que un arbusto se está moviendo, lo cual le resulta un tantoextraño, pues él no ha creado arbustos con la capacidad de moverse por scuenta. En ese momento el Señor llama a Adán, que está ahí con Eva,

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ambos escondidos tras los arbustos. Temblando de miedo, la pareja sale ala luz, y es Adán el que decide hablar primero: «Oí tu voz en el huerto ytuve miedo» (Gén. 3: 10).

He ahí la desvergonzada mentira de Lucifer:  Dios es un ser a quien hay

que tenerle miedo; la mentira con la que Adán y Eva fueron engañados, y por la que sigue siendo engañada toda la especie humana desde aquelfatídico día.

Detente un momento a pensar en ello. Esa mentira forma parte de todas lasgrandes religiones del mundo. Yo nací en Japón y me crié en Asia; he vistola manera en que esa mentira es llevada a la práctica por medio deceremonias budistas, hinduistas y sintoístas basadas en el temor. En lo más

 profundo de las facciones inmóviles de los adoradores, se  encuentra

grabado a fuego un temor sobrenatural que inspira esos movimientosmeticulosos de adoración, que surgen del desesperado anhelo humano deaplacar a Dios, un ser airado y vengativo. Las instrucciones siempre son lasmismas en todo el mundo: lea el Libro —todas las religiones tienen uno–,siga las instrucciones que presenta, obedezca sus exigencias y no pierda laesperanza de estar finalmente entre los salvados. Como un mantra, lasinstrucciones son repetidas una y otra vez hasta el cansancio: lea el Libro,siga las instrucciones y no pierda la esperanza de estar finalmente entre los

salvados.«Dios es un ser al que hay que tenerle miedo». Esta mentira también ha

impregnado el islamismo y el judaísmo. Y es triste decirlo, pero también seha introducido en una gran parte de la cristiandad, ya que el padre de todamentira, el padre de todo temor, el primer engañador, Satanás, no se hadetenido siquiera ante la Biblia, y la ha hecho lucir como una película de

miedo  ante los ojos de muchos seres humanos. Conozco gente que haestudiado detenidamente la Biblia y ha analizado todas las ocasiones en que

Dios castigó a seres humanos, como si con eso pudieran retratar a Dios deuna forma más precisa. Algunos afirman que hay más de sesenta textos en laBiblia donde se presenta a Dios castigando o matando a gente.

Con diabólico regocijo, Satanás ha adulterado el registro del amor deDios y lo ha transformado en un testimonio de miedo. Y con infernal astuciacontinúa susurrando la gran mentira: Dios es un ser al que hay que tenerlemiedo. «Te lo dije —afirma en tono de mofa—. Más te vale que le tengasmiedo, porque si lo haces enojar, ya verás la que te espera».

Así es como los seres humanos, de todas las culturas y religiones, haaprendido a tener miedo a Dios, a huir de él, a aplacarlo con la esperanza

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de que no los azote con el fuego de su ira, el sufrimiento o la tragedia. Ytodo esto, porque han creído la gran mentira.

El castigo y el amor Los que dicen que la Biblia describe a Dios como un ser a quien hay que

tenerle miedo, están pasando por alto una realidad crucial, una piezafundamental en el mosaico que conforma el retrato de Dios. Me refiero a utexto irrefutable que contiene una verdad que echa por tierra la mentira ydesenmascara el engaño satánico. Ese versículo se encuentra en el capítulo12 de la Epístola a los Hebreos, que es el capítulo que sigue al conocidocomo «El salón de la fama de la fe». En Hebreos 11 se hace un repaso de lahistoria de los siervos de Dios, y el capítulo 12 extrae algunas lecciones de

ese relato. Es aquí donde encontramos la lección fundamental que nodebemos ignorar: «Habéis ya olvidado [oh sí, qué fácil es que olvidemos]la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: “Hijo mío, nomenosprecies la disciplina del Señor ni desmayes cuando eres reprendido

 por él, porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo”» (Heb. 12: 5-6).

Hemos leído de manera equivocada el Antiguo Testamento, porque noshemos apoyado en una mentira a la hora de interpretar la verdad. El punto

es que hemos ignorado la siguiente realidad sumamente importante: ¡Losrelatos que presentan a Dios castigando a los seres humanos son relatos que

manifiestan el amor  de Dios!Supongo que casi todos los padres entendemos bien esa verdad. Karen y

yo hemos sido bendecidos con dos hijos maravillosos: Kirk y Kristin.Cuando nuestros hijos eran pequeños, yo tenía que explicarles lo peligrosaque era la avenida que pasaba delante de nuestra casa. Me agachaba paraestar a la altura de ellos, a fin de indicarles con detenimiento las razones

 por las cuales mi esposa y yo habíamos decidido que no fueran más allá dedonde les habíamos permitido caminar y jugar. «Papá y mamá no quiereque salgan a la calle, por favor. Porque un auto podría doblar la esquina yatropellarlos. ¿De acuerdo?». Imaginemos que unos minutos después echo

un vistazo por la ventana y veo a Kirk jugando en  medio de la calle prohibida. ¿Qué tiene que hacer un padre en una situación como esa? Por supuesto, como padre, no me queda de otra que cruzar corriendo el jardíhasta el lugar donde está mi hijo, tomarlo de la mano, regresar al jardín co

él, volver a ponerme a su nivel y, con amor, explicarle nuevamente lasrazones por las que no debe salir a jugar a la calle.

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Ahora bien, si yo miro por la ventana pocos minutos después y veo que mihijo está nuevamente jugando en la avenida, ¿qué haría en ese caso? Lamisma rutina anterior, solo que esta vez me mostraría más vehemente, y elfinal de la situación sería un poco distinto. Debido a que amo a mi hijo y

quiero protegerlo del peligro y de la muerte, estoy decidido a dejar unaimpresión de ese amor en él al permitir que una parte de su anatomía,conocida como «músculo glúteo mayor», sufra cierto enrojecimiento que

 permita que esa verdad quede grabada en otra parte de su anatomía, a saber,en su mente. ¿Me entiendes ahora?

«Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor […], porque el Señor 

al que ama, disciplina» (Heb. 12: 5-6).  Todo padre sabe bien que sirealmente ama a su hijo, tiene que hacer de la disciplina y el castigo una

 parte integral de la demostración de ese amor que busca su bienestar.Un escritor describe la metodología divina en algunos de los relatos del

Antiguo Testamento como el «método de rescate de incendios» de Dios.Cuando un edificio está en llamas, todo bombero sabe bien que no disponede tiempo para ponerse a conversar o razonar con las víctimas atrapadas eese infierno sobre los métodos de rescate que espera aplicar. Cuando deledificio suben grandes columnas de humo y fuego, solo existe una opción detrato con las víctimas: tomarlas y llevarlas a un lugar seguro

inmediatamente. Si están gritando de pánico, se requieren acciones aún másdrásticas: taparles la boca con la mano, levantarlas con el brazo por las piernas aunque pataleen, y llevarlas hasta un lugar donde estén a salvo de lacatástrofe. Más adelante, ya habrá tiempo suficiente para darlesexplicaciones. Actúa ahora, y deja las explicaciones para después.

Precisamente eso fue lo que hizo el Señor a lo largo de todo el Antiguo

Testamento. En muchas ocasiones tuvo que tomar a la gente y llevarla hasta

un lugar seguro, por más que ellos patalearan y gritaran en el proceso. E

esos momentos Dios también tuvo que decir: «Te lo explicaré después».Ycuando lo explicó, fue la aclaración más gloriosa que el universo haya

 podido escuchar alguna vez.

La explicación divinaUna buena pista sobre la explicación divina es la que se esconde tras el

relato milagroso del nacimiento de Juan el Bautista. El anciano Zacarías erasacerdote, y como tal le tocaba un turno para cumplir con los deberes del

templo. Mientras oficiaba en el santuario del Señor en Jerusalén, un ángelresplandeciente se presentó ante su atónita mirada, y le hizo el increíble

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anuncio de que él y su esposa Elisabet iban a tener un hijo.  «Pero eso esimposible —respondió al instante el veterano sacerdote—. ¿No sabesacaso que somos ancianos?». Fue entonces cuando al incrédulo Zacarías sele dio una señal sobrenatural: «Por cuanto no creíste mis palabras […],quedarás mudo y no podrás hablar hasta el día en que esto suceda» (Luc. 1:20). En aquel tiempo su esposa quedó embarazada, y disfrutaría de nuevemeses de paz y tranquilidad hasta que naciera el niño del milagro y sedesatara por intervención divina la lengua de Zacarías. Cuando pudo hablar nuevamente, entonó un cántico de alabanza, un himno que se refiere alMesías. En un fragmento de ese cántico expresa la esperanza de Israel:«[Nuestro Dios] nos permitiría vivir sin temor alguno, libres de nuestrosenemigos, para servirle [al Mesías que pronto habría de venir]» (Luc. 1:

73, 74, DHH).Ahí está la explicación gloriosa que el Señor prometió a lo largo de los

siglos. El Salvador vendría y, cuando eso ocurriera, lo adoraríamos  libres

de temor . Jesús, el Salvador, vendría a contarnos la verdad acerca de Dios,a exponer a la vista de todos la gran mentira, y revelar a la humanidad y aluniverso entero que la idea propagada por el padre de la mentira no era más

que eso, una mentira. Dios no es un ser al que hay que temer. No tenemos por qué tenerle miedo.

Finalmente, nació el Mesías, el Salvador del mundo, Jesús de Nazaret,otro bebé milagroso, que sería llamado Emanuel, «Dios con nosotros». Ycuando el Niño de Belén creció y llegó a ser el Hombre de Galilea, una yotra vez se dedicó a repetir: «Si me conocierais, también a mi Padreconoceríais […]. El que me ha visto a mí ha visto al Padre […]. Yo soy eel Padre, y el Padre en mí» (Juan 14: 7, 9, 11). «Venid a mí todos los queestáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar […]. Aprended de mí,que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras

almas» (Mat. 11: 28, 29). «Al que a mí viene, no lo echo fuera» (Juan 6:37).

En cierta ocasión, una desahuciada prostituta llegó hasta Jesús. Pero nofue por su propia cuenta, sino que fue arrojada por los escribas y fariseos alos pies del Salvador. El relato nos muestra lo que sucede cuando nosacercamos al Señor. La habían encontrado en el acto mismo de adulterio.Los dirigentes eclesiásticos habían buscado la trampa perfecta con la cualhundir de una vez por todas al joven Maestro de Nazaret. Así que aquella

mañana, allí en el templo, arrojaron a la desaliñada mujer a los pies deJesús, y ante la asombrada multitud los escribas y fariseos exigieron a viva

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voz que él les dijera qué recomendaba como castigo. Después de todo, laley de Moisés ordenaba que una mujer adúltera tenía que ser apedreadahasta morir. En realidad, aquella era una verdad a medias, dado que la ley

 prescribía la misma sentencia para ambas partes que habían cometido

adulterio.Con una actitud de suficiencia propia, los religiosos esperaron la

respuesta del Maestro. Si hubiera dicho: «No la apedreen», los ancianos sehubieran vuelto hacia la multitud y hubieran exclamado: «¿No les dijimosque no respeta la ley?». Por otro lado, si Jesús decía: «Apedréenla»,entonces los enemigos del Maestro saldrían corriendo a informar algobernador romano de que había un hombre que asumía la prerrogativa que

solo 

le correspondía a Roma de administrar la pena capital a un 

condenado.

Jesús se encontraba en una situación muy difícil: sería acusado tanto sidecía que sí, como si decía que no. Era la trampa perfecta.

Jesús no respondió, sino que «inclinado hacia el suelo, escribía en tierracon el dedo» (Juan 8: 6). Una bien conocida tradición afirma que lo queJesús escribió en el polvo eran los pecados ocultos de quienes estabaacusando a la mujer. ¡Qué retrato de Dios! Únicamente en dos ocasiones lasEscrituras lo muestran escribiendo con su propio dedo. En la primeraescribió los Diez Mandamientos en dos tablas de piedra, y en la segunda

escribió los pecados de aquellos dirigentes judíos en el suelo del templo.Escribió los mandamientos sobre la piedra para que ni siquiera el tiempo pudiera borrar la verdad de sus santos preceptos. Pero escribió los pecados privados de los hombres sobre el polvo, para que una ligera brisa pudiera borrar su registro. Jesús, el Juez de todos, no quería avergonzar ni siquieraa sus enemigos. ¡Qué amor! ¡Qué Dios!

Cuando terminó de escribir, Jesús se puso nuevamente de pie y, siestridencia alguna, dijo: «El que de vosotros esté sin pecado sea el primero

en arrojar la piedra contra ella» (vers. 7). Cuenta el relato que uno a unocomenzaron a desaparecer, y sus airadas acusaciones fueron silenciadas.Cuando la mujer levantó la mirada, sus ojos descubrieron que Jesúscontemplaba su rostro anegado por las lágrimas y el maquillaje corrido.Entonces el Maestro le preguntó: «Mujer, ¿dónde están los que te acusaban?

¿Ninguno te condenó?» (Juan 8: 10). Ella sacudió la cabeza y, titubeante,

respondió: «Ninguno, Señor». Todos sus acusadores habían desaparecido.Jesús, el Dios encarnado, el Juez de toda la tierra, le dijo: «Ni yo te

condeno; vete y no peques más» (vers. 11).Lo que Jesús demostró aquella mañana, según el relato de Juan, es

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exactamente lo mismo que enseñó a la luz de la luna en el capítulo 3 deJuan. Esta pieza tiene que estar incluida en el retrato de Dios que, pieza a

 pieza, iremos elaborando juntos. ¡Cuánto apreciamos y estimamos el taconocido versículo de Juan 3: 16: «De tal manera amó Dios al mundo, que

ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna»! Pero también tenemos que resaltar elversículo que le sigue: «Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar almundo, sino para que el mundo sea salvo por él» (vers. 17).

Un ser al que no hayque tenerle miedo

«No lo han entendido bien —dice el Hijo de Dios—. Lo que ustedescreen sobre mi Padre es fruto de una mentira. Mi Padre no es un ser al quehay que tenerle miedo, y yo no he venido a condenarlos, sino a darles miamor y mi salvación para demostrarles que no deben tener miedo a Dios».

Por más que muchos no quieran saber nada de él, por más que en últimotérmino muchos decidan darle la espalda, marcharse lejos o huir, aun eesas circunstancias, Dios no deja de extenderles su gracia y manifestarlessu amor. Esta impresionante verdad salió a la luz en toda su maravillosagloria durante el ministerio de nuestro Señor Jesucristo.

Las flamígeras antorchas cabeceaban en la oscuridad, atravesandocruelmente la negrura de una nueva noche de Pascua. Como si de u

enjambre de luciérnagas se tratara, 

las antorchas iban subiendo,apresuradas, por el zigzagueante sendero rocoso que llevaba al jardín de lacolina. Toscas voces rompieron el silencio de la noche que, momentosantes, había servido para ocultar el llanto del Dios encarnado, quelamentaba con lágrimas de sangre las trágicas consecuencias del pecado.

Pero para ese momento, las lágrimas de Jesús ya se habían secado. Y allí

 permaneció, solo en la oscuridad, 

listo para encontrarse con el traidor. No sé si has sido traicionado alguna vez por alguien muy cercano a ti,

alguien a quien querías y en quien confiabas sin reservas. Si has pasado por una experiencia como esta, te pido que recuerdes el dolor que sentiste.Piensa en ese dolor punzante e intenso que va subiendo desde el estómagohasta la garganta; ese dolor que no te abandona por más que llores; esedolor que no desaparece.

Jesús se encontraba en el jardín del Getsemaní, en plena noche, cuando

contempló el inquietante rostro del traidor bajo la tenue luz de la antorcha.

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Al mirar a Judas, que estaba a punto de entregarlo, ¿qué crees que pasó por la mente del Señor? Jesús conocía lo que escondía el corazón de aqueldiscípulo desde el mismo momento en que había puesto sus habilidades alservicio del naciente grupo. ¿Acaso crees que Jesús no sabía quién era el

que robaba los escasos fondos que los discípulos tenían en común? Por supuesto, el Maestro sabía muy bien que Judas había estado robando, peroJesús jamás lo avergonzó en público. En cierta ocasión, relató una parábola

que puso en clara evidencia la culpabilidad de Judas, pero nadie sino eldiscípulo reconoció la enseñanza velada.

Jesús conocía muy bien a Judas, pero el amor divino seguía abogando por llegar a su corazón culpable. En efecto, unas horas antes, aquella mismanoche, el Salvador se había inclinado a lavar los pies del que lo

traicionaría. Pero Judas había ejercido su derecho inalienable a decirle que«no» a Dios. Y así fue. Ahora era de noche. Una noche sumamente oscura.Jesús estaba allí de pie, justo en el momento en que el discípulo de durocorazón —tan duro que ni siquiera respondió al amor más grande quemostró el universo— salió de las sombras y caminó hacia él. Con los

 brazos extendidos, como simulando afecto, Judas le dio un ruidoso beso ela mejilla. En aquel momento, rodeado por los brazos del traidor, ¿qué

 palabras crees que le dirigió el Maestro? ¿Tal vez «tú, corrupto, perdido y

condenado pecador, ¡apártate de mí!»? ¿Habrá sido esa la respuesta delSalvador del mundo? ¡Oh, no! Jesús usó otra palabra para referirse a aquelque lo estaba traicionando. Le dijo «amigo». Lee por ti mismo la pasmosa

evidencia que se registra en Mateo 26: 50: «Amigo, haz lo que viniste a

hacer»  (BLA). ¿Puedes creerlo? Dios miró a los ojos del que lo estabatraicionando y lo llamó «amigo».

Por favor, recuerda siempre esa imagen de Dios, porque vale muchísimomás que diez mil palabras y miles de libros. Cuando Jesús llamó amigo a

Judas, la verdad finalmente salió a la luz: 

 Dios no es un ser al que hay quetenerle miedo; ¡es un ser del cual tenemos que hacernos amigos!

Aquella misma noche, momentos más tarde, Pedro descubrió la mismaverdad después de haber pronunciado las obscenidades más terribles quehabía aprendido en sus años de pescador, y de cortar el aire frío de lanoche con sus palabrotas: «¡No he visto a ese [pi-pi-pi-pi-pi-pip] hombreen mi [pi-pi-pi-pip] vida!». Nadie debía confundirlo con un seguidor y

amigo del condenado Jesús de Nazaret. Pero apenas habían  salido de s

 boca aquellos improperios cuando se escuchó el canto del gallo que

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anunciaba el amanecer y, al instante, Pedro recordó la predicción de Cristo,

que le había asegurado que lo negaría tres veces. Se dio vuelta tímidamente para ver si Jesús había escuchado sus palabras. Lucas describe ese instantedesgarrador: «En ese mismo momento […] el Señor se volvió y miró aPedro» (Luc. 22: 60, 61, DHH). Y la mirada de Jesús le susurró a Pedro loque el Maestro le había dicho antes a Judas: «Amigo».

Jesús utilizó la palabra «amigo» para dirigirse a Judas. Pero como Judasse había criado creyendo esa mentira según la cual Dios es un ser a quie

hay que tenerle miedo, salió de allí y se quitó la vida. Pedro la escuchó, pero como él había aprendido a no tenerle miedo a Dios sino a verlo comoun amigo, no se quitó la vida. Salió de allí con el corazón quebrantado, y

encontró la vida.Si Judas hubiera creído esa misma verdad, habría encontrado el mismo

 perdón que halló Pedro. A Jesús no le importó que Pedro lo negara y lotraicionara. Su gracia es una gracia que nos deja mudos de asombro. ¡Esuna gracia que supera con mucho la mentira de la serpiente!

La persona que ama no tiene miedo. Donde hay amor, no  hay temor,

 porque «el perfecto amor echa fuera el temor» (1  Juan 4: 18). El amor 

 perfecto no es Alguien a quien hay que tenerle miedo, sino Alguien del que

tenemos que hacernos amigos.Ya sin temor alguno, es momento de hacernos amigos. Esa es la diferenciaentre la vida y la muerte.

La muerte de Dag HammarskjoldTe estarás preguntando qué tiene que ver todo esto con la muerte de Dag

Hammarskjold.Dag Hammarskjold nació en Suecia y fue Secretario General de las

 Naciones Unidas entre 1953 y 1961. Era cristiano. Escribió una famosacolección de meditaciones espirituales titulada 

 Marcas 

en el camino.

Muchos consideran que fue el diplomático más destacado del siglo XX y,sin duda, el más distinguido secretario general en la atribulada historia delas Naciones Unidas. Hammarskjold falleció en un trágico accidente deaviación en 1961, y de manera póstuma se le otorgó el Premio Nobel de laPaz.

Durante mucho tiempo, las circunstancias que rodearon su muerte fuero

un misterio. Hammarskjold se encontraba en misión de paz en el Congo,donde por aquel entonces diversas facciones luchaban entre sí. En algú

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momento de la noche del 17 al 18 de septiembre de 1961, el avión en el quevolaba se cayó en Zambia y estalló en llamas. Las causas del accidente eradesconocidas, hasta que los investigadores descubrieron una clave mientrasrepasaban una y otra vez todas las evidencias disponibles. Alguien notó

que, en lo que había quedado de la cabina del avión, había un mapa abiertode Ndolo, que era el nombre del aeropuerto de Leopoldville (actualKinshasa), en el Congo. Era evidente que aquella fatídica noche el pilotohabía estado estudiando las cartas de navegación del aeropuerto de Ndolo,lo que hubiera sido muy apropiado de no ser porque el destino final delvuelo era una ciudad llamada Ndola, en Zambia.

Al ponerse a estudiar el mapa de Ndolo en lugar del de Ndola, el pilotocreyó que aún le faltaba descender trescientos metros antes de aterrizar e

la pista de Ndola. Pero como estaba mirando el mapa equivocado,repentinamente, sin previo aviso, en lo más oscuro de la noche, el avión sedesplomó contra el suelo porque el piloto pensó que aún le faltabadescender trescientos metros. Ndolo, Ndola. Hay una sola letra de diferencia entre esos dos nombres y,

sin embargo, en este caso, la diferencia entre una a y una o fue la diferenciaentre la vida y la muerte.

Algunos creen que no hay grandes diferencias entre tenerle miedo a Dios

o creer que es nuestro amigo. ¿Importa realmente si Dios es un ser al quehay que tenerle miedo o si, por el contrario, es un ser del que tenemos quehacernos amigos? Te invito a analizar conmigo todas las evidencias, porquees imperativo que encontremos el mapa correcto, ya no según la muerte deDag Hammarskjold, sino según la vida y muerte de nuestro Señor Jesucristo. Porque su muerte es la única que tiene poder para poner eevidencia la gran mentira y restaurar la verdad: Dios no es un ser al que hayque tenerle miedo, sino un ser del que tenemos que hacernos amigos.

¿No es hora de que dejemos de lado la mentira y abracemos la verdad?

Para reflexionar y compartir 

•  ¿Qué principios rigen tu conducta, los establecidos por el grupo o losque se encuentran en la Palabra de Dios?

• Cuando ves a alguien cometer alguna falta, ¿qué piensas? ¿Qué actitud

asumes frente a él?•  Tu relación con el Señor, ¿se basa en  cuán bien te portas, o en cuán

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 bueno y misericordioso es Dios?•  ¿Cuál fue la diferencia entre Judas y Pedro? ¿Qué lección podemos

aprender en relación con la idea que ambos tenían de Dios?•A fin de cuentas, ¿es Dios un ser del que vale la pena hacerse amigo?

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Capítulo 2

Dios:

¿Padre o tirano?

Los niños de la iglesia habían estado aprendiendo los Diez Mandamientos yhabía llegado el momento de repasarlos para saber cuán bien conocían elmaterial que se  les había enseñado. En lugar de recurrir a la  simplerepetición de memoria, la maestra decidió presentarles algunos casosconcretos para comprobar la capacidad de sus alumnos para aplicar los

 principios del Decálogo. —Niños y niñas —dijo la maestra—, escuchen atentamente porque les

voy a hacer una pregunta. Juan y María eran hermanos. Una tarde, sus papás

llamaron a Juan y le dijeron: «Tenemos que ir a la ciudad, y María vendrácon nosotros. Mientras estás solo en casa, ¿puedes lavar los platos? Y, por favor, no te pongas a mirar la televisión  hasta que hayas terminado dehacerlo». Juan dijo que sí, pero cuando sus padres y su hermana regresaroa la casa esa noche, él estaba mirando televisión, y no había lavado un solo

 plato. Mi pregunta es: ¿Qué mandamiento tiene que ver con esta historia?

De inmediato, un alumno levantó la mano y, cuando la maestra le permitióhablar, contestó:

 —Honra a tu padre y a tu madre. —Muy bien, Tomás. Ahora les voy a hacer otra pregunta. Cuando María y

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sus padres estuvieron en la ciudad, pasaron por una tienda que tenía muchasgolosinas en el mostrador. María extendió la mano y tomó una sin decir nada a nadie. ¿Qué mandamiento ilustra esta historia?

Otra mano se levantó, y una niña exclamó:

 —¡No robarás! —¡Muy bien, Clarita! ¡Todos están respondiendo muy  bien!Luego la maestra presentó un caso más difícil todavía… Y es que, ¿cómo

se les puede ilustrar a los niños el décimo mandamiento que dice: «Nocodiciarás»? Sabiamente, la maestra preparó la siguiente historia parailustrarlo: —Juan y María coleccionan sellos. Un día, mientras María está sentada

en su cama con su colección de estampillas, Juan pasa por el pasillo y la

ve. Entonces se detiene a observar los sellos de su hermana y se da cuentade que ella tiene uno que a él le falta. «¡Yo quiero ese sello!», le dice. «Note lo  puedo dar, porque no lo tengo repetido», responde María. «¡Pero yoquiero ese sello!», insiste Juan. Sin embargo, María le responde de nuevo:«No, no te lo puedes llevar». Juan sale enojado de la habitación de shermana, pero regresa con el gato en los brazos. «Escúchame bien, María

 —dice—. ¡Si no me das ese sello, le arrancaré la cola al gato!».La maestra se da cuenta de que todos los alumnos están boquiabiertos y

atentos a cada palabra y a cada gesto. Entonces les pregunta: «Díganme,¿qué mandamiento ilustra la situación que les acabo de contar?».

Los niños se quedan sentados sin decir palabra. En esta ocasión, seesfuerzan por tratar de descubrir a qué se refiere la maestra. De pronto, el

 pequeño Álex, que está al fondo del salón, da un salto mientras agita lamano. «¡Yo sé, yo sé la respuesta!»

La maestra le permite hablar, y Álex dice: «¡Lo que Dios juntó, no losepare el hombre!».

¡Este sí que es un mandamiento nuevo! Yo no recuerdo que sea uno de losdiez que menciona el libro de Éxodo, ¿y tú? A pesar de ello, esas palabras

 pronunciadas por Jesús para referirse al matrimonio tienen mucho que ver con la asombrosa gracia de Dios. Nunca hemos de separar nuestracomprensión de lo que es en verdad Dios de la descripción de sasombrosa gracia que se nos ha revelado por medio de la Biblia. Es unagracia que brilla en todo su esplendor cuando jugamos a las canicas coDios.

¿Jugar a las canicas con Dios? ¿No es eso un poco absurdo? Quizás. Pero permíteme explicarlo. Un médico judío amigo mío me prestó un libro que,

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según él, yo debía leer. Es una obra escrita por el exitoso rabino HaroldKushner. Ya el título mismo del libro da mucho que pensar: Cuando nada te

basta. Precisamente mientras leía este libro me familiaricé con lasinvestigaciones y escritos de Jean Piaget, el gran psicólogo suizo que seespecializó en psicología evolutiva. Fui a la biblioteca y me di cuenta deque Piaget había escrito más de veinte libros. Finalmente, tomé prestado  El 

criterio moral en el niño, en el cual Piaget describe de qué manera el niñose relaciona con los conceptos de lo que está bien y lo que está mal, esdecir, de lo que le está permitido y de lo que le está prohibido. Susconclusiones me resultaron fascinantes. Él descubrió, al caminar por lascalles de Ginebra y de los pueblos cercanos, una manera muy ingeniosa dereunir los datos que necesitaba para su análisis: observar a los niños que

estaban jugando a las canicas y hacerles tres preguntas. Esas preguntaseran: ¿Cuántos años tienes? ¿De qué manera juegas a las canicas? ¿Cómosabes que esa es la forma correcta de jugar?

Después de cientos de entrevistas, Piaget llegó a una conclusióreveladora: en el juego de las canicas, los niños van pasando por diversasetapas. Comencé entonces a preguntarme: ¿Pueden estas etapas enseñarnosalgo en relación con nuestra manera de vivir? ¿Pueden ayudarnos a entender cuál es nuestra forma de relacionarnos, o quizás de jugar, con Dios?

Las etapas del juegoEn la primera etapa, los niños más pequeños se dan cuenta de que las

reglas del juego y, por extensión, todas las reglas que se les imponen, hasido impuestas por una «autoridad superior incuestionable», como expresóKushner en su libro.  Para que entiendas el ejemplo, a continuaciótranscribo parte de un diálogo real entre Piaget y un niño suizo de cincoaños llamado Fal. A ver si descubres quién era para ese niño su «autoridad

superior incuestionable».El entrevistador comienza diciendo:

 —Hace mucho tiempo, cuando se estaba comenzando a construir este pueblo de Neuchâtel, ¿jugaban los niños a las canicas de la manera que túme has mostrado? —Sí. —¿Y siempre han jugado de esa manera? —Sí.

 —¿Cómo llegaste a conocer las reglas del juego?

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 —Cuando era pequeño mi hermano me enseñó a jugar. Mi papá le habíaenseñado a él. —¿Y tu padre cómo sabía jugar? —Él ya sabía. Nadie le enseñó.

 —¿Soy yo mayor que tu padre? —No, usted es más joven. Mi papá ya había nacido cuando llegamos a

 Neuchâtel. Mi papá nació antes que yo. —Dime qué otras personas son mayores que tu padre. —Mi abuelo. —¿Y jugaba él a las canicas? —Sí. —Entonces, eso significa que él jugaba antes que tu papá. —Sí, pero no con las reglas. —Dime, ¿quién nació antes, tu papá o tu abuelo? —Mi papá nació antes que mi abuelo. —¿Dónde está Dios? —En el cielo. —¿Tiene él más edad que tu padre? —No, él no es tan viejo.¿Verdad que es interesante este diálogo? Y es sumamente obvio quié

ocupa en la vida de Fal el lugar de la «autoridad superior incuestionable»,ese ser que ha sido el encargado de poner las reglas. Ni el abuelo, nisiquiera Dios, tienen tanta edad como su padre. Llamemos entonces a estafase la etapa de las reglas.

Piaget descubrió, sin embargo, que los niños que juegan a las canicas no permanecen para siempre en esta primera etapa. A medida que vacreciendo, comienzan a cuestionar todas las normas de la niñez y, econsecuencia, comienzan a cuestionar también las autoridades que teníacuando eran más pequeños. «¿Quién dice que tengo que hacerlo de estamanera?». Y así es como los adolescentes atraviesan una etapa de rebeldíacuando establecen sus propias normas, lo que hace que el juego de canicasse torne demasiado fácil o demasiado difícil. Llamemos a este período laetapa de la rebeldía, caracterizada por la rebelión contra la autoridad.

Piaget descubrió que esos mismos jóvenes pasan a otra etapa en la quellegan a la conclusión de que si piensan vivir de acuerdo a sus propiasreglas, es necesario que adopten las que son justas y razonables. Ahora,

según Piaget, se encuentran en el «umbral de la madurez». Las reglas ya no

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son aceptadas simplemente porque se han heredado de una autoridadsuperior. Las reglas buscan el «respeto mutuo», y tienen más que ver con lasrelaciones que con la autoridad. En esta tercera etapa, la relaciótrasciende a la regla; es la etapa de la relación.

Jugar a las canicas con DiosAhora bien, ¿qué tiene que ver Dios con las canicas? ¡Quizá mucho más

de lo que te imaginas!¿Es el descubrimiento de Piaget sobre las etapas por las que pasan los

niños en su relación con la autoridad y las reglas una descripción de nuestro peregrinaje en esta tierra, de nuestra búsqueda de Dios? ¿Será que cada una

de esas etapas está, en realidad, describiendo la manera en que tú y yo nosrelacionamos con Dios? El propio Piaget sugiere que la actitud de los niñosal jugar a las canicas es, en efecto, un modelo de nuestras actitudes comoadultos hacia la autoridad y las normas.

Tras leer y reflexionar sobre las conclusiones de Piaget, me recliné en misillón y comencé a preguntarme si la Biblia  confirmaba o no esasconclusiones de la psicología moral. Mientras me lo preguntaba, casi si

 proponérmelo, recordé una historia muy antigua. Y cuanto más meditaba e

ella, más pude reconocer las tres etapas de Piaget en el relato.Seguramente conoces la historia. Es la de un hijo de granjero que un díaentra apresuradamente a la cocina dando un golpe a la puerta. Su rostro

 brilla con el sudor, pues ha estado realizando las tareas cotidianas de lagranja. Se muestra enojado; su voz denota que está sumamente molesto:«¡Ya no aguanto más! —grita, dirigiéndose a su padre y a su madre, queestán sentados alrededor del mantel cuadriculado de la cocina—. ¡Estoycansado de tanto sudar, estoy harto de este olor nauseabundo, y de los

 pollos y de las vacas! ¡Papá, quiero irme de este lugar! He decididodedicarme a las inversiones bancarias, por lo que me voy a vivir a NuevaYork». Finalmente hace una pausa para respirar, antes de agregar: «¡Voy ahacer fortuna bien lejos de aquí!».

Por un momento, el granjero observa ese rostro joven, ahora tan agitado.Entonces mira hacia el otro lado de la mesa donde se encuentra, atónita, sesposa. Sus miradas se cruzan, pero nadie dice palabra. Tras unos instantes,el padre levanta otra vez la vista y mira a su hijo a los ojos. «Está bien, hijomío, puedes irte. Pero… —y entonces, las manos sucias y callosas delgranjero se estiran hasta apoyarse sobre los hombros de su hijo— 

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escúchame, hijo mío, si alguna vez deseas regresar, siempre tendrás tu lugar en esta casa».

Casi todos hemos oído la parábola del hijo pródigo. A  pesar de ello, siimportar cuántas veces la hayas escuchado, me gustaría invitarte a analizar una vez más esta historia que contó Jesús, y ver si puedes identificar lastres etapas de Piaget en el relato, a saber: la etapa de las reglas, la de larebeldía y la de las relaciones. Y mientras lo haces, probablemente tambiéaprendas una lección muy valiosa en relación con tu propia vida.

¿Y qué tiene que ver conmigo?Volvamos al niño que está en la primera etapa de Piaget. Él ve las reglas

como algo que le ha sido legado por una autoridad superior incuestionable,y se relaciona con ellas como la palabra última y final en lo que respecta ala recepción de las recompensas del sistema: «Si quieres recibir los

 beneficios, más te vale que obedezcas las normas». Esa es la forma naturalde pensar de los niños pequeños. ¿Será diferente en los adultos, o es

 posible que en algunos aspectos aún estemos en la  primera etapa? ¿Quedaráalgún vestigio de esta manera de pensar en la forma en que nosrelacionamos con Dios?

Las personas que se encuentran en esta primera etapa consideran que Dioses un ser estricto, autoritario, y el responsable de haber impuesto lasnormas. Es el que nos obliga a cumplir reglas, y está por encima de todos;recompensa a los obedientes y castiga a los que desobedecen. Sus mensajesse reducen a dos frases: «Haz esto o aquello» o, por el contrario, «Nohagas esto ni aquello». Dios es la autoridad máxima e incuestionable. Siquieres recibir tu parte de la herencia, ¡más te vale vivir de acuerdo con loque él pide! ¡Y si te equivocas, perderás lo que te corresponde!

¿Encaja alguno de los personajes de la parábola del hijo  pródigo en esta primera etapa? Seguramente responderás que el hijo pródigo, pero piénsalo bien. Creo que no hace falta que te cuente la historia otra vez, ¿verdad? Por si no la has escuchado últimamente, puedes ir a la Biblia y repasarla, seencuentra en Lucas 15: 11-32. Pero pasemos por alto parte del relato yvayamos directamente al final. Analicemos las  palabras del hermano mayor,que se encuentran en los versículos 28 al 30. El hermano mayor haregresado del campo, está sucio de fango y bañado en sudor, y exhala uolor desagradable, ya que ha pasado todo el día trabajando. Entonces,comienza a oír risas provenientes de la casa. «¿Qué estará sucediendo?», se

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 pregunta. Así que llama a uno de los sirvientes, que le informa de que shermano menor, el que había estado perdido por tanto tiempo, ha regresadoinesperadamente al hogar. Llegó esa misma tarde, y ahora el padre haorganizado una fiesta para celebrar su regreso. ¿Y cuál es la reacción del

hermano mayor?

Indignado, el hermano mayor se niega a entrar. Así que su padre sale asuplicarle que lo haga. Pero él le contesta: «Tú sabes cuántos años te heservido, sin desobedecerte nunca, y jamás me has dado ni siquiera ucabrito para tener una comida con mis amigos. En cambio, ahora llega estehijo tuyo, que ha malgastado tu dinero con prostitutas, y matas para él el

 becerro más gordo» (Luc. 15: 28-30, DHH).¿Entiendes lo que el hermano mayor le está diciendo a su padre? «¡No teentiendo, papá! Mira lo que has hecho. Todos estos años he estadotrabajando como un esclavo para ti (esas son exactamente las palabras queusa Jesús). He cumplido absolutamente todas tus normas; jamás te hedesobedecido. Nunca he cometido pecados graves, y siempre he asistido ala iglesia. Me he negado muchos placeres, y todo porque suponía que esoera lo que tú querías de mí. Me hubiera gustado darme algunos caprichos devez en cuando, pero no lo hice porque era tu esclavo. ¿Y qué recibo acambio de todos mis esfuerzos? Que te pongas a organizar una fiesta para elinfeliz de mi hermano, que huyó de aquí porque ya no quería estar contigo,gastó tu fortuna y se acostó con todas las mujeres que quiso. Muchas deellas, quizás, con enfermedades contagiosas. ¿Y yo? ¿Qué recibo a cambiode vivir esta vida monótona y sombría de continua obediencia? ¡Nada! ¡Norecibo nada! ¡Ni el becerro gordo, ni la fiesta, ni nada de nada!».

¿Soy yo el hermano mayor?¿Te suena familiar este discurso? ¿Es posible que tú, o yo, en el pasado,

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nos hayamos expresado de manera similar a este hermano mayor? ¿Será queen algún rincón de tu corazón o del mío (o en gran parte de él) nosrelacionamos con Dios  basados en normas, así como el hermano mayor lohizo con su padre? ¿Puede ser que hayamos crecido con una religión quenos ha enseñado a esperar recompensas y castigos de parte de Dios sobre la

 base de nuestra obediencia a sus leyes?El rabino Harold Kushner se plantea estos mismos interrogantes en el

capítulo 7 de su libro Cuando todo lo que usted quiso no es suficiente.Cuenta que ha conocido personas que, en su relación con Dios, al igual queel hermano mayor del hijo pródigo, parecen haber quedado atrapadas en la

 primera etapa. Gente que se tomaba muy en serio la religión, cuyocompromiso religioso era la más poderosa y singular fuerza que daba

sentido a toda su vida, y que, sin embargo, le llevaron a él a preguntarse siaquella religión era buena para ellos. Ha conocido judíos que no pasaban elsábado en serenidad ni sentían una renovación espiritual, sino que estabaconstantemente preocupados por si tal vez estaban haciendo algo  prohibido,hasta que el día llegaba a convertirse en una dura prueba semanal quesuperar. En algunos casos existía una obsesión frenética con el pecado, utemor perpetuo de que quizás, sin quererlo, hubieran quebrantado algunanorma, o hecho algo equivocado y ofendido a Dios, perdiendo así el amor 

del Padre.¿Te suena familiar? ¿Has estado jugando a ser el hermano mayor del hijo

 pródigo? ¿Tal vez has estado obedeciendo a Dios todos estos años comoresultado de un compromiso gravoso, de una obediencia por temor que

 proclama una y otra  vez:  «Si no le obedezco, me va a sacar de su

testamento»?  No  puedo evitar pensar que quizá alguno de nosotros estácumpliendo la función del hermano mayor, y todo porque tenemos uconcepto equivocado de quién es Dios realmente.

 No me malinterpretes. No estoy en contra de las leyes y los mandamientosque Dios nos ha dado. Un Dios de amor, al igual que todo padre amante,obviamente prescribe normas para nuestra protección. Sin embargo, ¿nohabrán estado algunos cristianos obedeciendo a Dios todos estos añosúnicamente motivados por una pesada obligación, sintiendo que trabajacomo esclavos para Dios porque están convencidos de que es la únicamanera de recibir su herencia?

Ese espíritu de sumisión quejosa es como hallarse atrapado en un callejó

sin salida. Puede que un empeño constante en el cumplimiento de las reglas

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deje satisfecha a la máxima autoridad pero, en primer lugar, nunca podremos estar seguros, y en segundo, trabajar como un esclavo para él esdemasiado costoso. No tenemos gozo, ni paz, ni alegría, ni libertad. Loúnico que nos queda es más y más de ese espíritu de quejas mecánicas y

resentidas, sabiendo que tenemos que hacer las cosas aunque lasdetestemos, porque no nos queda de otra. Seamos sinceros: ¿No te pareceque esa sumisión resentida y sombría está muy cerca de la rebelión total?¡Claro que sí! Porque llegará el día en que el hermano, o la hermana mayor descubra la verdad y explote por la carga de frustración y de rebelión. Yentonces también huirá del Padre. O quizá la hermana mayor jamás tengasuficiente valentía para dar muestras externas de que ha huido, aunque por dentro cultivará sentimientos de enojo y su corazón habrá abandonado al

Padre.¿Cómo podría haber algún tipo de paz o de gozo en una vida como esa?

 No es de extrañar que haya tantos rostros ceñudos en la iglesia. Hermanosmayores que jamás han huido de Dios, pero que en realidad han huido de lagracia, el amor y el gozo de la casa del Padre. Hermanos que oyen lamúsica y las danzas que salen de la casa del Padre, pero rehúsan entrar. Loúnico que saben hacer es trabajar como esclavos para Dios. Y todo porqueen realidad no conocen la verdad sobre el Padre.

Los hijos pródigosPiaget descubrió que, por lo general, la segunda etapa del desarrollo se

 produce más o menos cuando se llega a la adolescencia. Un día los niñossienten que ya están cansados de tantas normas, por lo que deciden dejarlasde lado para tratar de jugar sin ellas o, al menos, hacerlo con las suyas

 propias.¿Puedes encontrar algún rebelde de la segunda etapa en la parábola de

Jesús? ¡Por supuesto! El hermano menor, ese que solemos llamar «el hijo pródigo». Él es el perfecto ejemplo de la etapa rebelde. Leamos de quémanera lo describe Jesús en Lucas 15: 13: «No muchos días después,untándolo todo, el hijo menor se fue lejos a una provincia apartada, y allí

desperdició sus bienes viviendo perdidamente».¿Cuál es la actitud de este hijo pródigo, el de la etapa rebelde? Más que

nada se trata de una reacción temeraria a la mentalidad de la primera etapaen la que estaba el hermano mayor. Esta etapa a menudo se manifiesta co

las siguientes expresiones: «Ya estoy cansado de tanto conservadurismo. No soporto más tanta autoridad, tantas restricciones, tantas normas... ¡No

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necesito que nadie me diga de qué manera debo vivir mi vida; ni mi familia,ni la iglesia, ni el colegio, ni el gobierno… absolutamente nadie! Porque,¡mírenme! Ya soy adulto, con libertad de conciencia y autónomo. Además,yo soy el único que sabe lo que realmente tengo que hacer con mi vida. Demanera que me marcho ahora mismo. “¡Hasta la vista, baby!”».

Una vez más, ¿no te resulta familiar? He conocido muchos de estoshermanos y hermanas menores, que no necesariamente son más jóvenesdesde el punto de vista de la edad. Muchos de ellos son sumamente

 brillantes y muy agudos. Cuando observan la iglesia, no ven en ella más queun conjunto de normas. Estos jóvenes (y no tan jóvenes) perciben que laiglesia, y Dios, son demasiado autoritarios y están demasiado interesadosen la obediencia en lugar de concentrarse en el amor. Estos hermanos

menores de la segunda etapa han tomado la decisión de tirarlo todo por la borda, de desterrar  de su vida la iglesia y, en realidad, todo tipo de religióorganizada, o de por lo menos mantenerse un poco al margen, mirando devez en cuando de refilón para compadecerse de los pobres que allí dentrosiguen atados y sobrecargados de obligaciones.

Si no resultara tan triste, sería una imagen divertida. Porque verás, en elfondo, los dos hermanos se parecen muchísimo. Sí, es cierto que los

 pródigos de la segunda etapa tachan de conservadores a sus hermanos

mayores de la primera etapa. Y también es cierto que los hermanos mayoresde la primera etapa —siempre tan obsesivos con las normas— tachan deliberales a sus hermanos menores rebeldes. Pero más allá de  las etiquetasque se cuelgan el uno al otro, ambos hermanos en realidad quieren lomismo: ser libres. Ambos ven al padre como un personaje autoritario quesolo se dedica a imponer normas. Como resultado de ellas, uno de loshermanos se va de la casa y se pierde; el otro se queda en la casa, perotambién se pierde. Ambos están equivocados y ambos están perdidos,

 porque a ambos se les ha escapado la verdad sobre su padre, una verdadque representa una tercera etapa que ninguno de los dos ha descubierto.

¿Relaciones o normas?Lo cierto es que, a la hora de la verdad, más allá de todo lo que se diga o

haga al respecto, el padre valora más las relaciones que las normas.

Fíjate en que el padre sale corriendo de la casa para buscar a  ambos

muchachos. A pesar de que el sol de la tarde le da de frente, alcanza a

divisar a la distancia un estilo de caminar  que le resulta muy familiar. Se da

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cuenta al instante de que es su hijo el que avanza, cansado, por el caminoque lo lleva de regreso al hogar. No olvidemos jamás que ese padre quecorre apresurado por el camino polvoriento con los brazos extendidos paraabrazar y besar a su hijo perdido, es el mismo padre que en las sombras del

anochecer de ese mismo día se dirige a la puerta para dar la bienvenida asu hijo mayor. Es el mismo padre, es el mismo abrazo, es el mismo corazóanheloso y amante.

¿Por qué? Porque la verdad sobre el «Padre» es la misma verdad quesiempre ha existido: tanto en el comienzo como en el fin, lo que más leimporta a Dios es la relación. El padre de la parábola no sale corriendo dela casa para imponer de nuevo las normas que el hijo ha quebrantado. Por el contrario, su corazón busca con premura encontrarse con sus hijos a fi

de  restaurar la relación quebrantada. Porque  el padre valora más larelación que las normas.

Como puedes ver, nos encontramos con la misma verdad: Dios no es user a quien hay que tenerle miedo, sino alguien de quien tenemos que ser amigos. Por esa misma razón el Padre valora las relaciones más que lasnormas. Por supuesto que hay normas. Todo tipo de relaciones se halla

 protegidas por normas que son necesarias. Pero la preocupación de Dios noson las normas; su preocupación son las relaciones.

Lo mismo debería suceder con los hijos de Dios, ¿no te parece? No existeuna iglesia en este mundo cuya misión primordial sea imponer normas. Noobstante, no puedo imaginar una iglesia sobre esta tierra (al menos unaiglesia que siga al Padre) que no haya recibido la misión de restaurar relaciones. Después de todo, ¿no aluden a eso los brazos extendidos delCalvario? Representan el amplio abrazo del Padre y del Hijo a todo aquelque ha huido durante su etapa de rebeldía, y a todo aquel que se concentraúnicamente en las normas. Les dice: «Anhelo que regresen a casa para que

entiendan la verdad sobre mí. No soy un ser al que hay que tenerle miedo,sino alguien que desea ser su amigo, porque valoro las relaciones más quelas normas».

¡Imagínate la libertad que te ofrece la amistad que encierra ese abrazodivino! ¡Cómo no sentir un profundo amor por ese Dios que acepta nuestrocorazón rebelde sin hacer ninguna pregunta sobre nuestro pasado cargadode culpa y resentimiento, libertinaje y vergüenza, porque lo único que leimporta es que hemos decidido regresar al hogar! ¡Cómo no  sentir u

 profundo amor por ese Dios cuyos brazos están extendidos hacia nuestrocorazón resentido y absorto en las normas, con la firme seguridad de que

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todo lo que él tiene siempre nos ha pertenecido! ¿No decidiremos, entonces,abandonar nuestra mentalidad de esclavos para aceptar voluntariamente samistad, y así ingresar una vez más en el seno de su amor, gozo, paz yesperanza? ¡Oh, qué libertad encierra la amistad que nos brinda ese amplioabrazo del Padre!

Y esa, si me permites que repita lo que ya he dicho, es   precisamente lamisión de la iglesia. Es esa imagen del Padre la que nuestro mundo carentede relaciones equilibradas está anhelando ver y conocer. Esa verdad sobreel Padre es la esencia de todo lo que Jesús enseñó y de todo lo que nosquiere transmitir la Biblia. Esa es la verdad sobre sí mismo que ha hechoque Dios literalmente muriera  para compartirla con este planeta en etapa derebeldía. Si tan solo los habitantes del mundo fueran capaces de ver sus

 brazos extendidos, ¿no te parece que decidirían regresar al hogar?

Una fotografía de los brazos abiertos del Padre¿Recuerdas la fotografía en blanco y negro del día en que los primeros

 prisioneros de guerra estadounidenses regresaron de Vietnam en 1973? Sehabía firmado un armisticio, y Vietnam del Norte había liberado a

 prisioneros de guerra. El gigante Hércules C-140 aterrizó en una base de laFuerza Aérea de la costa oeste de los Estados Unidos. La gris aeronavecarreteó hasta salir de la pista de aterrizaje principal y llegar a la zona dedescargas, y se bajó entonces la escalera de la parte trasera del avión hastaque tocó la pista. Salieron los primeros prisioneros. Uno a uno fuero

 bajando por las escaleras y  atravesaron la pista hacia el cordón defamiliares y amigos que los esperaban a la distancia. Nuestras miradas se detuvieron en un soldado en concreto. De estricto

uniforme militar y con la gorra plisada, su rostro estaba un tanto demacrado pero reflejaba satisfacción. El soldado había regresado a su hogar, y había

alguien entre la multitud de admiradores que ya no podía esperar más a quesu padre cruzara toda la pista. Cuando el soldado y padre abandonó lasescaleras de la aeronave, su hija rompió el cerco de la multitud y saliócorriendo hacia él. Su rostro denotaba  gran entusiasmo, y sus largoscabellos oscuros ondeaban al viento mientras corría por la pista. El padreseguramente había oído que ella lo llamaba, porque instintivamente dejócaer su talego sobre la pista y, doblándose sobre sus rodillas, abrió los

 brazos para encontrarse con su hija. Cuando el fotógrafo presionó el

disparador de la cámara, los pies de la jovencita estaban en el aire, y sus

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 brazos buscaban encontrarse con los de su padre. Click . Un momento e blanco y negro detenido para siempre en el tiempo; el retrato de uencuentro inolvidable entre un padre y su hija.

Para que jamás lo olvidáramos, Jesús contó una historia sobre los brazosextendidos de nuestro Padre que está en los cielos. Un par de brazosextendidos para dar a conocer la grandiosa verdad de que lo másimportante para Dios es ver que los hermanos menores y mayores van alencuentro de sus brazos de amor. No se me ocurre una sola razón por la que

 podríamos rechazar ese abrazo. ¿Qué opinas tú?

Para reflexionar y compartir 

• 

¿Con cuál de las etapas mencionadas en este capítulo te identificas tú?• ¿Alguna vez has experimentado el amor perdonador de Dios?• ¿A qué le das más importancia, a las normas o a las relaciones?• ¿Crees que merece la pena servir a un Dios que se preocupa más por 

nuestro bienestar que por nuestro comportamiento? ¿Por qué?• A la luz de tu experiencia personal, ¿es Dios un personaje amigable o

autoritario?

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Capítulo 3

Un Dios

de relaciones

Hace varias décadas que guardo en mis archivos el número del 4 dediciembre de 1978 de la revista Time. En la portada aparece una imageque produce escalofríos a quien se asome a su devastador horror a todocolor. El titular de la portada dice: «La secta de la muerte». En el primer 

 plano de la fotografía puede verse una olla grande y maltrecha que contieneun líquido de color púrpura. Detrás de la olla se ven frascos y envases de

 productos químicos, y dentro de ella se encuentra el   brebaje mortalcompuesto por la mezcla para preparar refrescos,  Kool-Aid , y cianuro de

 potasio. En el resto de la fotografía pueden verse, desparramados por todas partes, los cadáveres de los que siguieron al reverendo Jim Jones hastaJonestown, Guyana.

Donald Neff, corresponsal de la revista Time, voló hasta Jonestown, ydescribió la escena de esta legendaria tragedia con las siguientes palabras:

«El imponente edificio central está rodeado de vivos colores; parece un estacionamiento repleto

de automóviles. Cuando la aeronave se acerca a tierra, vemos que los automóviles en realidadson cuerpos. Hay decenas y decenas de ellos; cientos de cuerpos con vestidos rojos, camisetasazules, blusas verdes, pantalones rosados. Se ven parejas abrazadas, niños que se aferran a sus padres. No se mueve nada. De los tendederos cuelgan prendas lavadas. Los campos han sidoarados hace poco, y los bananos y las vides están en su apogeo. Pero no se mueve nada».

¡Una tragedia de proporciones increíbles! Novecientos trece integrantes

del Templo del Pueblo murieron en un ritual de suicidios en masa yasesinatos. Y todo ello a instancias de un demagogo fanático. Todos

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 bebieron el veneno. Por supuesto, creemos, esto no podría habernos pasadoa nosotros. ¿Quién en su sano juicio renunciaría a la libertad de concienciaen beneficio de alguien que, en último término, nos exigirá tal sacrificiofinal? ¡Jamás beberíamos la poción mortal! Somos demasiado inteligentes,

 poseemos un discernimiento muy agudo y contamos con la suficienteautonomía como para permitir que alguien nos haga algo así, ¿verdad?

Y, sin embargo, no puedo evitar preguntarme: ¿hemos bebido nosotrostambién del veneno?

Letras envenenadas¿Qué podemos decir de las letras envenenadas que forman la palabra p-e-

c-a-d-o? Las Escrituras declaran que ese veneno siempre ha producido — 

sin excepción alguna— algo que ningún juez dudaría en catalogar como uacontecimiento final catastrófico, en otras palabras, la muerte. Ese venenoes más potente e invasivo que el cianuro de potasio. Ese veneno ha afectadoa todos los seres humanos. No parece haber existido nadie con la suficienteinteligencia como para anticiparse y, de alguna manera, evitar la ingestióde ese veneno. Y esto te incluye a ti y me incluye también a mí.

Ya sé, tú me dirás: «Espere un momento. Yo creía que en el capítuloanterior habíamos llegado a la conclusión de que no  vale la pena vivir 

 preocupado por el pecado, ni preguntarse incesantemente si hemos hechoalgo que le resulta ofensivo a Dios. Después de todo, pastor Nelson, la

 premisa misma de su libro es hablar de una gracia que trasciende todo, deese Dios que está más interesado en las relaciones que en las normas.Entonces, ¿qué sentido tiene que nos pongamos a dialogar ahora sobre eltema del pecado y del quebrantamiento de las normas?».

Tengo que admitir que es una buena pregunta. Y supongo que deberíadisculparme por traer a colación este tema del pecado, dado que en estos

días ya nadie habla mucho de él. Cuando escribí por primera vez estecapítulo, en mi propio país se estaba produciendo un debate público en losmedios de comunicación sobre la moralidad o inmoralidad de la conducta

 privada del presidente de turno. Y en esa ocasión, las encuestas señalarocon claridad que la mayoría de los estadounidenses creían que el tema teníaque ser desestimado por tratarse de una incursión innecesaria en la vida

 privada de una personalidad pública.Probablemente la pregunta que el reconocido psiquiatra Karl Menninger 

formuló años atrás en una de sus exitosas obras aún se aplique al presente:

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¿Qué pasó con el  pecado? Esta es la gran palabra que describe el únicoveneno del cual ya nadie habla. Ya nadie llama al pecado por su nombre,nadie dice cosas como «un buen pecado, como los de antes». Y por cierto,aunque el pecado no tiene nada de bueno, tampoco es algo que solo

 pertenezca al pasado.¿Significa esto que ya no existe lo que solía llamarse pecado? ¡De ninguna

manera! El hecho es que, si bien el pecado es algo sumamente popular a lahora de  experimentarlo, no es un concepto muy popular a la hora deexplicarlo, y mucho menos a la hora de hablar sobre él. No obstante, ¿está

 bien que optemos por dejar de lado el pecado para que acumule polvo ealgún rincón de la casa con la esperanza de que, a fuerza de ignorarlo,desaparezca? Difícilmente va a ser así, en especial si volvemos una y otravez a escondidas a ese rincón con el propósito de probar de tanto en tantoun poquito de él, para recordar los viejos tiempos. Pero el hecho es que

 para todos los seres humanos el pecado es tan mortífero como el cianuro.Entonces, ¿no tiene sentido confrontar con coraje esa poción mortal con elobjetivo de determinar cuál es la terrible verdad de su existencia?

¿Qué es el pecado?Entonces, ¿qué es, en tu opinión, el pecado? En la lista que se presenta a

continuación, siéntete libre de marcar todos los puntos que, a tu criterio, so pecado:

•Tomarse una cervecita de vez en cuando.

•Quedarte con dinero de tus padres o de tus jefes.

•Comer un montón de galletas de chocolate.

•Ser adicto al trabajo.

•Tener relaciones sexuales prematrimoniales o extramatrimoniales.

•Gritarles a tus padres o a tus hermanos.

•Hacer trampas y copiar en un examen.

•Matar a un amigo.

•Matar al gato del vecino.

¿Cuántas veces te has preguntado si una acción determinada es pecado?¿Será que la razón por la que no podemos ponernos de acuerdo en qué es yqué no es el pecado se debe a que, en primera instancia, tenemos uconcepto equivocado de la definición de pecado?

Te invito a regresar al relato que analizamos en el capítulo anterior, y a

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analizar a sus tres personajes principales y el concepto que ellos tenían del pecado.

El hermano mayor, obviamente, no entendía nada de nada. No entendíaqué es y qué no es pecado. Imagínatelo de pie en medio del granero, a la

hora del crepúsculo. Allí está, con su camiseta empapada en sudor y las botas llenas de fango. Sus pantalones, e incluso su rostro acalorado,también están manchados con los vestigios de todo un día de trabajo duroen el campo.

Le duele la espalda. Ha pasado todo el día inclinado sobre el volante deltractor. Tiene callos en las manos de tanto luchar con la terca palanca decambios, hacia adelante y hacia atrás, hacia adelante y hacia atrás… todo eldía en eso. Le duele todo, pero en ese preciso instante no siente dolor 

alguno. ¿Sabes por qué? ¡Porque se ha terminado! Se ha acabado el tiempode partirse el lomo trabajando, total ¿para qué? ¿Me puedes decir para qué?¡Ah, sí, ya sabes para qué! Más adelante, detrás de la hilera de álamos quese mecen al viento, se encuentra su dulce hogar. Las ventanas están abiertas;las coloridas luces se proyectan hacia la entrada del granero, hasta casialcanzarlo. El equipo de música está encendido, y se escuchan lascanciones preferidas de su padre.

Apenas puede dar crédito a lo que ve. En realidad, se esfuerza por negar 

lo que está ocurriendo, pero no lo logra. Porque dentro de la casa está papá, mamá y algunos amigos de la  familia. Han organizado una fiesta.¿Puedes creerlo? ¡Y han comenzado la fiesta sin él!

¿Y cuál es el motivo de tanto festejo? Nada más y nada menos que elregreso a casa del inútil e innombrable de su hermano. Ha desaparecidodurante meses. Papá casi termina en la bancarrota para que ese jovencito

 pudiera sentirse libre. Y se fue sin más, y la pasó muy bien; se dio todos losgustos que quiso. Y en el proceso, es probable que haya dormido con todas

las mujeres que quiso. Pero ahora el muchachito se ha cansado de vivir por ahí sin tener a su mamá para que le cocine. Entonces no se le ocurre nadamejor que regresar a casa. ¿Y qué hace su padre? ¿Le da acaso lo que semerece? ¿Le informa de que la familia ya le ha dado todo lo que podíadarle? ¡Oh, no! Papá no hace nada de eso. Al contrario, se llena deentusiasmo. ¡Llama a todos los vecinos, los invita a la casa y organiza unafiesta de bienvenida! Se oyen danzas y cantos, y se preparan platosespeciales… En el patio de atrás ya está encendida la barbacoa.

«¿Y yo? —se pregunta el hermano mayor—. Yo también estoy regresandoa casa, pero no de andar despilfarrando mi vida por ahí. Estoy volviendo a

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casa después de un largo y tedioso día de trabajo en el campo. Pero claro,¿a alguien se le ha ocurrido alguna vez hacer una fiesta en mi honor?¡Jamás! ¡Jamás! La fidelidad, el trabajo duro, seguir siempre un cursodeterminado de acción… Está claro que esas cosas no cuentan en esta

familia. ¿Acaso papá ha salido alguna vez a recibirme  cuando vuelvo detrabajar del campo?».

Justo en ese momento, oye que la puerta trasera de la casa se cierra, ymira por entre las sombras para ver quién anda por ahí. Por supuesto, allíviene su padre, en dirección al granero. El corpulento hermano mayor cruzalos brazos musculosos y bronceados sobre su pecho. Sus botas llenas defango parecen haberse quedado amarradas al piso. Entonces mira a su padrecon el ceño fruncido. La olla a presión que ha estado reteniendo vapor en sinterior durante cada día de trabajo por su padre, y también por su hermano,está a punto de explotar.

El padre ya está cerca, con los brazos extendidos. «Hijo mío —le dice—,estoy tan contento de que hayas regresado del campo. ¿Has oído las buenasnoticias? Tu hermano ha regresado a casa. Ha llegado para quedarse. Verápido. ¡Date un  baño, y únete a la fiesta!».

En el capítulo anterior, vimos cuál fue la respuesta llena de enojo yresentimiento del hermano mayor: «Todos estos años he trabajado como uesclavo para ti. Jamás he violado tus normas. Pero claro, ¿qué he recibido acambio? ¡Ni siquiera un mísero cabrito que pudiera comer una noche comis amigos! ¡Nada de nada! Claro, ahora viene este derrochador, el ineptode mi hermano, ¿y qué se te ocurre hacer? Tiras la casa por la ventana,matas el becerro que habíamos estado engordando, y entonces invitas atodos los vecinos a la gran celebración. No es justo; yo no quiero saber nada de esa fiesta».

¿Qué es lo que entiende el hermano mayor de lo que es  pecado? Seencuentra expresado en Lucas 15: 29: «Tantos años hace que te sirvo, nohabiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito paragozarme con mis amigos». El hermano mayor está absolutamente seguro deque eso es lo que quiere su padre: una obediencia sin ningún tipo decuestionamiento, la ausencia de conductas inapropiadas. Para él, el pecadoes hacer algo incorrecto. De ahí que esté convencido de que si puede

 persuadir a su padre de que jamás ha hecho nada inapropiado, entonces yanada podrá impedirle que reclame la parte de la herencia que le

corresponde.

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De principio a fin, el concepto de pecado que tiene el hermano mayor se basa en la conducta. Para él, la fórmula del éxito es muy simple: la ausenciade conductas inapropiadas. En términos sencillos: no hagas nadainapropiado y recibirás tu recompensa. Sin embargo, el sonido de la música

que traspasa las ventanas de la casa de su padre ha derribado todo ssistema de creencias. Porque he aquí que viene el hermano menor, queliteralmente lo ha hecho todo mal , pero aun así, recibe una recompensa.

Ahora bien, ¿será que el hermano menor tenía una fórmula mejor y másexacta para vivir la vida? ¿Será que entendía mejor lo que es pecado?Volvamos atrás uno o dos días para observarlo y saber un poco en quéestaba pensando. Allí lo vemos, de pie, con una mazorca empapada en cadamano. Tiene las piernas bien abiertas para no caerse, y está metido hasta los

tobillos en la podredumbre hedionda del chiquero. Le arde la  nariz derespirar el hedor nauseabundo que le penetra hasta la garganta y le provocanáuseas.

Está llorando; las lágrimas le corren por las mejillas. ¿Y qué es lo que balbucea en medio de las lágrimas saladas y el moqueo constante? Leamoscómo lo relató Jesús, según se registra en Lucas 15: 13-21:

«No muchos días después, juntándolo todo, el hijo menor se fue lejos a una provincia apartada, yallí desperdició sus bienes viviendo perdidamente. Cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran

hambre en aquella provincia y comenzó él a pasar necesidad. Entonces fue y se arrimó a uno delos ciudadanos de aquella tierra, el cual lo envió a su hacienda para que apacentara cerdos.Deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba. Volviendoen sí, dijo: “¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezcode hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: ‘Padre, he pecado contra el cielo y contra ti.Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros’. Entonces se levantóy fue a su padre. Cuando aún estaba lejos, lo vio su padre y fue movido a misericordia, y corrió yse echó sobre su cuello y lo besó. El hijo le dijo: ‘Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y yano soy digno de ser llamado tu hijo’”».

¿Te das cuenta de qué concepto del pecado tiene el hermano menor?

También se basa en la conducta. Si le pedimos al hermano mayor que noshable de su concepto de pecado, con seguridad nos va a hablar de   la

ausencia de conductas inapropiadas. Si le pedimos al hermano menor quenos explique su propio concento de pecado, seguro que hablará de  la

ausencia de conductas apropiadas.Tanto el hermano mayor como el menor se hallan persuadidos por el

modelo conductual del pecado. Ambos están convencidos de que la manerade mantener o de restaurar una relación que los lleve a alcanzar la

aprobación de su padre se basa en sus conductas. El hijo mayor siente que

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necesita dar muestras de la ausencia de conductas inapropiadas en su vida;el hijo menor espera ganar a su padre empezando a mostrar conductasapropiadas. Sin embargo, el padre pronto les demuestra que ambos estáequivocados. Y nosotros también nos equivocamos al enfocarnos en la

conducta cuando tratamos de entender qué es el pecado.¿Recuerdas la lista de ejemplos de supuestos pecados que mencionamos

anteriormente? Si nos hacemos preguntas como esas para determinar qué es pecado y qué no lo es, estamos dando muestras de que nos hallamos tacentrados en la conducta como lo estaban los hijos de la parábola. Piensauna vez más en la lista. Pecado es: beber vino, malversar fondos, comer cincuenta galletas de chocolate, tener relaciones inmorales… Y esta lista

 podría seguir y seguir hasta el infinito.

¿Estamos creando  listas de pecados  para estar   libres de pecado? ¿Deverdad creemos que si podemos llegar a tener una lista de pecados que sealo suficientemente extensa, y evitamos todas las acciones concretasmencionadas en la lista, seremos libres del pecado?

Ese es el problema que tiene el modelo conductual de entender el pecado.Si creemos que tenemos que entender el pecado como la participación econductas prohibidas, entonces, el remedio para el pecado también habráde ser conductual. No hay duda de que si queremos garantizar que el cielo

organice una fiesta en nuestro honor, hemos de evitar todas las conductasinapropiadas que nos puedan venir a la mente. No obstante, permíteme que te haga una advertencia: esa es la trampa e

la que cayó el hermano mayor. Es la trampa de la justificación por lasobras. Y los cristianos siguen quedando atrapados constantemente en ella.Dado que creen que el pecado es una conducta, la respuesta natural es basar también el camino hacia la salvación en la conducta.

Expertos en pecadosEs precisamente como resultado de esta idea que algunas comunidades,algunos matrimonios, algunas familias, algunas iglesias y algunasinstituciones educativas han llegado a contar con expertos en pecados.¿Conoces a alguno? No me refiero a gente que es experta en participar detodo tipo de conductas que para nosotros son pecaminosas. ¡En el mundoabundan personas como esas! Me refiero a una clase distinta de expertos e

 pecados. Hablo de personas que han hecho, de dedicarse a encontrar y

señalar el pecado ajeno, la misión de su vida. Expertos en pecados, esdecir, en nuestros  pecados, pero jamás en los de ellos.

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Estas son las almas que toman sobre sí la tarea de convertirse en laconciencia de todos nosotros. Rastrean la Biblia y otros libros cristianoscon el objetivo de compilar listas de pecados, y  los catalogan para ser capaces de detectarlos con facilidad. Por  lo general, suelen correspondersecon el modelo del hermano mayor. De lo que no se dan cuenta es de que sactitud negativa y condenatoria a menudo tiene mucho que ver con la razó

 por   la cual muchos —que  se corresponden con el modelo del hermanomenor— deciden huir de la iglesia y de Dios.

Por supuesto, estos «hermanos mayores» jamás huyen de la iglesia ni deDios; al menos, no lo hacen en forma visible. Probablemente sienten deseosno confesados de huir. Quizá darían lo que no tienen por andar de fiesta e

fiesta con los hijos pródigos. Pero no, ellos jamás se atreverán a hacer algo

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así, porque están convencidos de que la única manera de recibir una partede la herencia es quedarse con el padre y probarle la ausencia de conductasinapropiadas. No importa cuánto detesten en realidad las normas, sienteque tienen que aguantar y seguir soportando al padre. ¿No dice acaso la

Biblia «el que  persevere hasta el fin, ese será salvo»? Porque en últimainstancia, los hermanos mayores están convencidos de que las conductasapropiadas, o al menos la ausencia de conductas inapropiadas, les habráde dar la recompensa por la cual han estado trabajando como esclavos.

El problema, como dijimos en el capítulo anterior, es que una actitud deeste tipo conduce a una obediencia resentida. Y eso no puede producir másque una existencia sumamente miserable. Los hermanos mayores lasoportan, y también hacen miserables a todos los que viven con ellos,

 porque la miseria es contagiosa y, créeme, estos hermanos mayores seesfuerzan mucho para agrandar su grupo de miserables. ¡Si yo no puedodisfrutar de eso, más vale que tú tampoco lo disfrutes! Y así extraen una

 potente lupa que llevan a todas partes para identificar pecados.

¡Lo malo de todo esto es que la lupa funciona bien como tal,  pero no sirve para mirar! Jesús describió personas como estas en Mateo 7: 3, cuando preguntó: «¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano y noechas de ver la viga que está en tu propio ojo?».

¿Qué determina a las personas a actuar de esta manera? ¿Qué  impulsa alos esposos a atormentar a sus esposas, y a las esposas a atormentar a susesposos, y a los padres a atormentar a sus hijos, y a los compañeros dehabitación a atormentarse mutuamente, y a los miembros de iglesia aatormentarse unos a otros? ¿Por qué tantos cristianos se muestran taimplacables con los demás una y otra vez?

¿Puede ser que, como los dos hermanos de la parábola de Lucas 15,nosotros también hayamos quedado atrapados en un modelo que concibe el

 pecado sobre la base de la conducta? Si es así, entonces estamos taequivocados respecto a nuestro Padre como lo estuvieron los dos hermanosdel relato respecto al suyo.

El pecado y el PadreAhora bien, ¿te has dado cuenta de qué le preocupa al padre de la

 parábola? Lo que más le preocupa no son las conductas apropiadas oinapropiadas de sus hijos, sino las relaciones. El modelo del pecado que

tienen sus hijos es conductual, pero el modelo del padre es claramente

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relacional . Si les preguntaras a los hermanos qué es para ellos pecado, siduda hablarían de conductas erróneas. Pero si le preguntaras al padre quées para él pecado, hablaría de relaciones rotas. El padre define el pecadomás como una relación que como una conducta.

A pesar de todo, me parece que puedo oír que alguien protesta y dice:«Espere un momento, pastor Nelson. Si usted está infiriendo que el padrede la parábola se asemeja a Dios, entonces, ¿qué hacemos con la clásicadefinición que ofrece la Biblia de que “el pecado es transgresión de la ley”(1 Juan 3: 4)?».  Muy buena pregunta. Y para responder adecuadamentehemos de reflexionar por un momento en la naturaleza de la ley de Dios, losDiez Mandamientos. En último término, ¿no constituyen acaso esas diezórdenes una protección divina de todas las relaciones que resulta

importantes para el ser humano? Los primeros cuatro destacan nuestrarelación con Dios como nuestro Creador, y los últimos seis tienen que ver con las relaciones con nuestros prójimos. En suma, el Decálogo es udocumento relacional.

De manera que si el pecado es la «transgresión» o el quebrantamiento deuno de esos mandamientos que fueron dados para proteger las relaciones,entonces, por definición y extensión, el pecado es, a fin de cuentas, uatentado contra las relaciones mismas. El pecado es, antes que nada, todo

aquello que amenace y quebrante una de esas relaciones protegidas. Es todo pensamiento o conducta que haga peligrar, ya sea mi relación vertical coDios, o mi relación horizontal con otro ser humano. Por tanto, en primerainstancia, el pecado tiene que ver con las relaciones.

Por eso cuando el padre sale apresuradamente de su casa, lo que tiene emente —en ambos casos— no son las conductas equivocadas, sino lasrelaciones rotas. Porque el dolor de la  separación lo ha provocado unarelación rota, y no una conducta inapropiada. Es verdad que los dos hijos

comienzan sus respectivos discursos haciendo referencia a su conducta, pero fíjate en que la respuesta que el padre da a ambos implica descartar elenfoque conductual que le presentan y, mediante sus brazos abiertos,hacerles una oferta relacional. Lo que el padre desea más que nada en elmundo es restaurar una amistad profundamente personal con ambos hijos.

 Nada más.Así son los padres terrenales. Y nuestro Padre celestial actúa de la misma

manera. Lo sé, porque yo también soy padre. Por cierto, no soy un padre

 perfecto, pero sé cuánto amo a mis hijos y cuál es mi reacción cuando secaen o se lastiman.

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Recuerdo lo que sucedió en cierta ocasión, hace ya unos años, cuando mishijos eran pequeños. Una mañana estaba llevando a Kirk, nuestro enérgicomuchachito de segundo grado, a la escuela. Teníamos un pequeño automóvilde dos puertas, y Kirk iba en el asiento trasero, porque su hermanita

 pequeña iba amarrada en su sillita junto a mí. Esto sucedió antes de quetodos los automóviles tuvieran airbag  y llegaran las advertencias sobre lo

 peligroso que puede resultar colocar a los niños en el asiento delantero deesa manera. Cuando llegamos a la escuela, me bajé para deslizar el asientohacia adelante para que Kirk pudiera salir.

Y bien que salió. El único problema era que estaba tan apurado por entrar a la escuela, que al pegar el salto para salir del automóvil no alcanzó a ver mi cinturón de seguridad, que había quedado suelto en el piso del vehículo.

Al dar el salto, se enganchó el pie en el cinturón y voló por el aire, dándosede lleno en la cabeza contra el asfalto. Su lonchera voló también por el airey todo lo que contenía —su manzana, su termo y su sándwich— quedódesparramado por todas partes.

Durante unas décimas de segundo quedó tirado allí, mientras yo lomiraba, paralizado, sin saber qué hacer. Pero entonces abrió la boca ydespués de aspirar todo el aire del universo, dejó escapar un gritodesgarrador.

¿Qué crees que pasó por mi mente en ese momento? ¿Crees que me puse aanalizar cuál había sido la conducta de Kirk? ¿Que me puse a pensar en queél tendría que haber sido más cuidadoso? ¿Te parece que comencé aconsiderar que él había sido muy necio para tropezar y caer de esa manera?¡Por favor! Lo único que tenía en mente en ese instante era que mi hijo sehabía lastimado y que solamente necesitaba una cosa: que yo estuviera a slado, que me agachara y lo recogiera del piso, y que lo tuviera junto a mi

 pecho para asegurarle que todo saldría bien. Lo único que él necesitaba e

ese momento era que yo lo abrazara y lo consolara hasta que dejara desufrir y de llorar. Y eso fue lo que hice como padre. Y eso es lo que nuestroPadre celestial también quiere hacer, no solo cuando nos caemos y noslastimamos físicamente, sino cuando fallamos moral y espiritualmente. No sé si lo sabes, pero cuando un niño se cae, su padre no se dedica a

analizar la caída, solo piensa en levantarlo y sostenerlo junto a su pecho.Un padre sabe bien que lo que transforma a un hijo no es un discurso sobreconducta. Lo que transforma a un hijo es el amor de una relación. Lo mismo

sucede con nuestro Padre celestial. Analicemos qué hace en este relato.¿Por qué crees que salió corriendo por el camino polvoriento y puso en la

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mano del hijo pródigo el anillo de la familia? ¡Porque era necesariorestaurar una relación que estaba rota! ¿Y por qué sale de la casa iluminadaa las sombras de la noche para estar con su hijo mayor? ¡Porque eranecesario restaurar una relación que se había roto! En los dos casos de los

dos hijos, la motivación que impulsa al padre es relacional. En amboscasos, el corazón del padre se pregunta: ¿Qué puedo hacer para restaurar esta relación rota?

Las relaciones y la redenciónLo mismo sucede en el caso de Dios. No dejemos que se nos escape el

 punto más importante de la parábola. El relato de Jesús no tiene tanto quever con la historia de dos hermanos, sino con el Padre. Es un Padre que

observa un planeta lleno de sus hijos. Algunos de ellos han huido del hogar y están perdidos; otros se han quedado en el hogar, pero también está

 perdidos. Todos ellos, sin embargo, tienen algo en común: sus necesidadesmás profundas, su verdadera sed, solo puede ser  satisfecha por el Padre.Agustín de Hipona estaba en lo correcto cuando afirmó: «Nuestro corazóno puede hallar reposo hasta que lo encuentre en ti».

Para que pudiéramos hallar ese reposo que sana, el Padre se inclinó en elCalvario y nos levantó del suelo, nos colocó junto a su pecho y nos ofreció

 por medio de ese abrazo de gracia y amor incondicional toda la sanidad yel reposo que nuestro corazón siempre ha anhelado. «Venid a mí […], y yoos haré descansar» (Mat. 11: 28), es la invitación que nos hacen esos

 brazos extendidos en el madero de la cruz. «Vengan al hogar conmigo,vengan al hogar para que seamos amigos para siempre».

Hace unos años, vi en un diario una fotografía que me emocionó profundamente. Era la fotografía de un letrero misterioso que habíaaparecido clavado a un árbol cerca de Nappanee, Indiana, Estados Unidos.

 No era uno de esos inmensos letreros de una avenida central de NuevaYork, que suelen incluir fotografías de personas sonrientes y frases

 pegadizas. Era un simple letrero que contenía unas cuantas palabras escritasa mano. Y nadie sabía de dónde había salido; ni siquiera el dueño de lafinca donde se encontraba el árbol. De hecho, él ya había quitado el letrerotres veces, pero tres veces había vuelto a aparecer. Era imposible pasarlo

 por alto si viajabas por aquella ruta. Uno no podía sino preguntarse quién lohabía colocado allí. ¿Habrá sido alguna madre quebrantada por la congoja?

¿O un solitario padre en medio de la noche?

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 Nadie sabía quién lo había puesto, pero nadie que lo leyera podíaolvidarse de él. Tenía unas cuantas y sencillas palabras: «Hijo, por favor,regresa». Son las mismas palabras que Dios pintó de color carmesí sobreuna cruz hace ya mucho tiempo. Con ellas nos invitó a ir hacia él mientras

extendía sus brazos sobre el madero: «Hijo, por favor, regresa».¿No es hora de que aceptemos la invitación de esos brazos abiertos, y

caminemos con el Padre de regreso al hogar?

Para reflexionar y compartir 

•  Si has violado uno de los Diez Mandamientos, ¿crees que el Señor estaría dispuesto a perdonarte? A fin de cuentas, ¿cómo consideras quees Dios en este aspecto?

• Si te tocara hacer un comentario sobre el amor de Dios, ¿qué verdades,acontecimientos y acciones resaltarías de él?

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Capítulo 4

Mentiras y verdades

respecto a Dios

El incidente que se produjo en 1989 en un pueblo cerca de Detroit,

Míchigan, Estados Unidos, justo después de Año Nuevo, simplemente debeser catalogado como increíble. Leonard Tyburski era el director de asuntosestudiantiles de una escuela secundaria local. Él y su familia vivían cercade allí, en Plymouth. Sin embargo, en el otoño de 1985, la señora Tyburskidesapareció. Varios días después, Leonard denunció el caso a la policía ydeclaró que ella se había ido sin llevarse nada más que la ropa que tenía

 puesta. Llevaban casados diecisiete años. Leonard afirmó que ella se habíaido de la casa tras una pelea conyugal, y que le había dicho que pensaba ir a

Toledo, Ohio.La policía, por supuesto, sospechó inmediatamente del señor Tyburski,

dado que era la última persona que había visto a su esposa antes de ladesaparición. Le pidieron que  se sometiera al detector de mentiras; élaceptó y pasó la prueba. Sin otras pistas que les permitieran continuar lainvestigación, los detectives concluyeron que era otro caso de las miles de

 personas que cada año deciden irse de su hogar y perderse en la jungla, por así decirlo. Después de todo, en un país libre, la gente tiene derecho de ir 

adonde le plazca. Tras dos años de investigaciones, el caso fue archivado, y

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la señora Tyburski fue colocada en la lista de personas desaparecidas.El asunto pudo haberse quedado ahí, de no ser porque Kelly, la hija de

ambos, comenzó a tener misteriosos sueños sobre su madre. El resto delrelato parece sacado directamente de un cuento de Edgar Allan Poe. Kelly

tenía una pesadilla recurrente en la que veía que su madre se hallaba en ulugar en el que no se podía mover, como si estuviera encerrada o amarrada.Por más que lo intentaba, Kelly no podía sacarse de la cabeza la idea deque los sueños eran algún tipo de presagio sobre la realidad.

En el sótano de la casa había un viejo congelador. Hasta el momento de ladesaparición de su madre lo habían usado para almacenar carne, pero udía la llave había desaparecido. Kelly comenzó a sospechar. Le preguntó asu padre por la llave, pero él le dijo que no recordaba dónde la había

 puesto. Siguió inventando todo tipo de cuentos para justificar la pérdida dela llave. Mientras tanto, Kelly seguía teniendo las mismas  pesadillas.

Finalmente, el lunes 2 de enero de 1989, más de tres años después de ladesaparición de su madre, Kelly decidió investigar por sí misma.Aprovechó que se había quedado sola en la casa, tomó una barra de metal yla usó de palanca para abrir la  puerta del congelador. Nunca hubiera imaginado lo que encontraría allí. En el interior estaba el

cuerpo congelado de su madre. El juez dictó una nueva orden judicial, y

Leonard Tyburski fue arrestado. Poco después confesó que había asesinadoa su esposa.

¡Qué historia tan terrible, espeluznante e increíblemente triste! Pensemosen ese hombre, que vivió tres años con tan horrible secreto guardado bajollave, en el congelador del sótano de su propio hogar. Probablemente tuvocientos de oportunidades de deshacerse del cuerpo de su esposa sin quenadie se diera cuenta. Pero el recuerdo inquietante de su pecado oculto tuvoque haber sido demasiado para él. No lo pudo soportar. Entonces decidió

dejar las cosas como estaban, y enterró su recuerdo y a su esposa en esefrío y oscuro congelador, en las profundidades de ese lugar que él y sushijas consideraban su hogar.

¡Increíble! Sin embargo, parece que aun historias como esta ya ha perdido gran parte de su poder de sobresaltarnos.

 Nuestros congeladores personales¿Qué nos ha quitado la capacidad de sentirnos impresionados o

indignados ante semejante horror? ¿Tal vez el constante bombardeo de

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 programas de televisión? ¿El desfile incesante de violencia que presentalos periódicos y los noticieros? ¿O será más bien que cada uno de nosotrostambién tiene un congelador lleno en lo más profundo de nuestro frío ytenebroso corazón? Quizás tengamos nuestras propias colecciones privadasde temores obsesivos y perturbadoras premoniciones de culpas yansiedades encerradas bajo siete llaves. Y por  si eso no fuera suficiente,también tenemos que enfrentarnos con Dios.

¿Para cuántos de nosotros el recuerdo de Dios es una terrible verdadsepultada en el congelador del sótano? Porque todos tenemos esosmomentos, ¿verdad? Esos momentos solitarios en alguna habitación de uapartado hotel, cuando buscamos a tientas, en la mesita de noche, la Bibliade los Gedeones. Lo único que buscamos es una palabra de esperanza, deseguridad y de paz. Cualquier cosa que nos sirva para alejar la incómodaculpa o el temor que nos asalta. Sin embargo, no hemos avanzado ni diez

 páginas en el Libro cuando nos chocamos de frente con el Dios del AntiguoTestamento. Repentinamente, los cerrojos del refrigerador del sótano, queesconden una gran cantidad de temores, comienzan a vibrar y nos quitan elsueño. Porque tras la tercera página de la historia de la creación comienzauna horrenda letanía de males, enojos y fuegos consumidores, deinundaciones  y voces atronadoras, de zarzas ardientes y vientosabrasadores, de masacres sangrientas y ángeles destructores. Una vez más,nos encontramos con el Dios del Antiguo Testamento. Y con una pesadillacomo esa, ¿quién puede dormir?

¿Quién es el Ser aterrador que protagoniza esas historias del AntiguoTestamento? ¿Cómo es posible llegar a querer a un Dios semejante? ¿Se

 puede convivir con Alguien que es un fuego consumidor?¿Y cómo es posible conciliar este cuadro con lo que hemos dicho

respecto al Padre amante, que espera con los brazos abiertos que sus hijosvuelvan al hogar?

Mientras tratamos de hallar respuestas, te invito a que me acompañes atierras lejanas, en un viaje a dos montañas del  pasado. Son dos picossimilares que vamos a escalar en los siguientes capítulos. Son dos montañasen que los seres humanos se han encontrado con lo divino. Dos montañas,

un solo Dios. Y una sola búsqueda para saber la verdad sobre su persona.*

Historia de tres montañas Nuestra historia comienza en realidad en una tercera montaña, aquella que

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los antiguos llamaban «el monte de Dios».En algún lugar del universo, más allá de los agujeros negros y las

titilantes estrellas, hay un reino que se encuentra  sobre una montañaresplandeciente. Es la ciudad de Dios, donde cierta vez, hace muchotiempo, se encontraba ante la presencia del Rey y Creador del universo unanoble criatura cuya belleza y porte principesco lo distinguía como la cabezade todo lo que había sido creado. Su Padre, el Creador, lo nombró el lucerode la mañana, Lucifer. Y a ese amado hijo suyo le otorgó el rango máselevado dentro de las órdenes angélicas; solo Dios mismo estaba por encima de él.

Lamentablemente, fue en el perfecto corazón de Lucifer  donde germinó elmisterio del mal, surgiendo a la vida para pasar de ser una diminuta yoscura plantita a una maleza parásita asesina que invadió su mente brillantey estranguló su corazón inocente con la locura mortal del orgullo egoísta. Elmisterio de la rebelión del maligno, ¿quién puede entenderlo? Yo no. Loúnico que tenemos es ese relato antiguo y trágico de la demoledora rebeliódel ángel resplandeciente, «el hijo de la mañana», que se convirtió en laserpiente cuyo nombre es Diablo y Satanás (ver Apoc. 12: 7-9).

¿Cómo explicaremos, entonces, el misterio de la rebelión? ¿Podemosecharle la culpa a Dios por lo ocurrido?

En cierta ocasión visité a una familia de mi distrito. Eran dos estimadosancianitos que ya tenían unos cuantos bisnietos. Como sucede en muchoshogares de abuelos cariñosos, tenían una pared llena de fotografías de sushijos, de sus nietos y bisnietos. Entonces, los ancianos se dedicaron arecordar las historias de cada uno de sus siete hijos, deteniéndose en cadauna de sus fotografías de la escuela secundaria para relatarme lo que habíahecho y cuáles eran sus actividades actuales. Eran historias maravillosas deservicio y fidelidad.

Unos minutos después, sin embargo, llegaron al hijo menor, y un deje detristeza se filtró en la voz de la ancianita, que comenzó a contarme lahistoria de ese hijo. El más joven se había criado en el mismo hogar, comoel resto de sus hermanos; había compartido los mismos valores familiares,las mismas normas elevadas, pero por razones que nadie podía explicar,había decidido darle la espalda a todo. Rechazó todo lo que se le habíaenseñado y se rebeló.

Imagina la reunión familiar en esa casa el Día de Navidad. Seis de los

hijos han llegado para pasar ese día especial con sus padres. Alrededor dela mesa hay risas, sonrisas y alegría. El padre se pone de pie para elevar 

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una oración de gratitud pero, ¿qué se escapa de la comisura de los ojos dela madre? ¡Una lágrima! Pero querida mamá, seis de sus siete hijos havenido a casa, ¿no es razón suficiente para estar contenta? ¡Cómo puedesentirse feliz y satisfecho el corazón de una madre cuando le falta uno de

sus hijos!Y lo mismo sucedió con otra familia hace mucho tiempo y  en un lugar 

lejano. Uno de los hijos del Padre se rebeló  contra todos los valores ycreencias que daban sentido a la familia. ¿Qué falló? Todos tenían el mismoPadre; todos vivían en el mismo hogar. Sin embargo, ¡qué resultados mástrágicos y opuestos! Dios y Lucifer. Solo el amor de un padre puedeentender las profundidades de un dolor semejante.

El misterio de la rebeliónTodo comenzó en el cielo. Fue allí donde este ser, el más glorioso de los

hijos de Dios, comenzó a dar sus primeros  pasos sigilosos por el hogar, y acolocar su brazo angélico alrededor del hombro de sus amigos y familiares,

 para susurrarles al oído la insinuación de que Dios en realidad no era todolo que afirmaba ser. De ese modo sembró la duda en  aquellos queestuvieron dispuestos a escucharlo. Les dijo que el Creador no era un Diosde amor; que Dios, en realidad, los había convencido de algo que no eracierto; que, a decir verdad, todos habían sido engañados por el Señor.

«Ahora bien, si yo fuera Dios…». La rebelión esconde de manerainevitable ese supremo deseo. El orgullo no acepta estar en segundo lugar.Y los seductores susurros del ángel rebelde constituían la promesa de unaexistencia superior a lo que cualquier ángel hubiera soñado alguna vez. Les

 prometió que podrían vivir fuera del alcance de las leyes y las normas delPadre, lejos de la «autoridad superior incuestionable» de semejantedictadura. «Síganme —les susurró como si ya fuera la serpiente—, ¡y

seremos iguales a Dios!». Y algunos de ellos decidieron seguirlo. El restoes historia; una triste historia que también se ha combinado con la lúgubrehistoria de este mundo.

Porque, ¿qué se esperaba que hiciera Dios? ¿Qué tenía que hacer el Padrecelestial?

Por supuesto, estaba completamente dentro de sus atribuciones destruir  por completo a Satanás y desmantelar instantáneamente la oposición. Perosi se apresuraba a destruir a su hijo rebelde, Dios saldría perdiendo, ya que

el resto de sus hijos se convencerían de que Lucifer estaba en lo correcto

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cuando había dicho: «Si haces que la autoridad superior incuestionable seenoje, te destruirá». El ángel rebelde había afirmado que el Creador no erael Dios amante que afirmaba ser. Por supuesto, todos lo habrían seguidoadorando, pero habría de ser una adoración que provendría de corazonescarcomidos  por un nuevo enemigo: el temor. Y el temor y el amor no puedecoexistir. En efecto, la Biblia declara que «el perfecto amor echa fuera eltemor» (1 Juan 4: 18).

Libertad de rebelarseEsto hizo que al Dios de amor le quedara una sola opción. Y he aquí que

en la cima de la primera montaña, en la ciudadela cósmica de Dios,recibimos las primeras vislumbres de la naturaleza del Dios del AntiguoTestamento, ese Dios eterno que estaba ahí antes de que se escribiera elAntiguo Testamento.

La única opción de Dios es la siguiente: no destruir a su hijo  rebeldeLucifer. En su lugar, el Señor decide otorgar a su adversario el valioso dode la libertad, de manera que Lucifer pueda recibir tiempo suficiente paraugar todas las cartas que tiene en sus manos. Durante ese tiempo se haría

realidad la manifestación —ante todo el atónito universo espectador— dela locura autodestructiva de un reino erigido sobre el orgullo de laadoración propia. Así el universo se daría cuenta de que el rechazo de laley divina es un rechazo del amor de Dios, que es lo mismo que rechazar laFuente de la vida, lo cual, obviamente, equivale a la muerte.

Luego la historia se trasladó a un planeta recién creado en la giratoria VíaLáctea, que llegó a ser el escenario de una lucha cósmica a vida o muerteentre las fuerzas del bien y del mal, entre el amor y el odio, entre elsacrificio altruista y el instinto de supervivencia. En suma, entre Dios ySatanás.

El resto es historia. Una historia triste, muy triste.Como pastor, en numerosas ocasiones tengo que subir al  púlpito y ver 

desde allí un solitario ataúd y una familia desconsolada. Cada vez que paso por esta situación, siento el dolor de la historia en la cual tú y yo hemosvisto la luz de la existencia. Es la historia de la vida que se convierte emuerte en Génesis 3, con el relato desgarrador de Adán y Eva y del jardíque ambos perdieron; como también la historia de Caín y Abel. No era el

 propósito de Dios que las cosas terminaran de esa manera, pero Lucifer 

ganó el primer asalto de la pelea.

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Desde entonces la raza humana ha sido imbuida de la errónea idea de quees posible alcanzar la realización personal por medio de la adoracióegoísta, de la mentira forjada en el Edén por la lengua viperina de laserpiente. Y la mentira sigue y sigue teniendo éxito: la realización personalse encuentra en creer en la adoración egoísta. Esta historia continúa hastanuestros días. Ahí está la historia del dolor y de la muerte; semejante a udique que se rompe, así también las compuertas de la miseria humana sehan resquebrajado para arrasar este planeta moribundo con sus aguas

 pestilentes y nauseabundas.

 No sé qué pensarás tú, pero yo espero que alguien en el universo estéescuchando y observando en este preciso instante, y tomando nota de estetrágico experimento de rebelión. Hace ya algunos años la NASA lanzó elVoyager II, una nave espacial no tripulada que ahora vuela a toda velocidadhacia zonas más alejadas del espacio, a dieciséis kilómetros  por segundo.

 por si acaso esta nave espacial llegara a encontrar vida inteligente en algúrincón del universo, los científicos de la NASA colocaron a bordo un discorecubierto de oro con los registros de los sonidos del universo (¡siempre ycuando el disco pueda girar a una velocidad de 16.5 revoluciones por minuto!). Por si acaso, el disco está viajando.

El universo observaDesde ahora mismo ya puedo predecir que la vida inteligente del universo

no tiene necesidad de contar con un disco dorado para determinar losterribles resultados  de la rebelión. ¡Lo único  que tienen que hacer esobservar este planeta! Esta es la casa que Lucifer construyó (o usurpó). Quese pongan  a observar un buen rato este  teatro cósmico, para que puedaconocer las deplorables consecuencias del reino que se ha mantenido rehé

del orgullo.

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¿Cuáles son las obras de Lucifer que alcanzan a divisar? ¿Qué obras pueden contemplar de ese rebelde que les prometió el cielo si lo seguían?Te puedo asegurar que no hay ningún disco dorado, sino tan solo unacolección terrestre de campos de refugiados con niños muertos de hambre,con los vientres hinchados y las costillas a flor de piel. Divisarán guerras,con su carnicería que deja por el camino incontables mutilados y muertos etodo el mundo. Verán el mal revelado  en indescriptibles holocaustos quehan dejado boquiabiertas  a civilizaciones enteras. Observarán a sereshumanos, creados a  imagen de Dios, que encierran los cuerpos de sus

 prójimos en el congelador de su sótano. Se les prometió el cielo, pero seles dio el infierno. Y todo porque Lucifer quiso ser Dios. No obstante, podemos preguntarnos: «¿Dónde está Dios? ¿Dónde se

encuentra en medio de esta incesante pena?». Está con el corazóquebrantado, junto al portón de un jardín vacío. Allí está solo, porque sushijos —todos ellos— se han marchado. El mismo Padre que día tras díasalía a esperar a su hijo pródigo, y que oteaba con ansiedad el horizontecon la esperanza inquebrantable e ilógica de que decidiera regresar. Elmismo Padre que salió de la casa apresurado para instar a su hijo mayor aque entrara a la fiesta, a que regresara al círculo del amor familiar. Es elmismo Padre, y aún está allí. Esperando.

Seis capítulos más adelante en la historia del Génesis y aún está allí,aguardando. Y vio el Señor «que la maldad de los hombres era mucha en la

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tierra, y que todo designio de los pensamientos de su corazón solo era decontinuo al mal» (Gén. 6: 5). Porque tan solo unas generaciones después deAdán y Eva, la cosas fueron de mal en peor. Una vez más, el Padre amanteva en busca de sus hijos, pero, ¡qué encuentro tan triste!

«De continuo al mal». ¿Qué tiene que hacer un Dios, un Padre, en un casocomo este? El Señor no pierde los estribos; tampoco le da una rabietadescomunal. ¿Cómo responde, entonces? Leamos el siguiente versículo:«Se arrepintió Jehová de haber hecho al hombre en la tierra, y le dolió esu corazón» (vers. 6).

¿Es esta la imagen de un Dios furioso? No, es la descripción de un Padremuy triste. Un Dios al que se le ha roto el corazón. Un Dios aplastado por eldolor y apabullado por la congoja. ¿Sabes por qué se sintió así? Porquesolo el amor verdadero puede sufrir con el corazón quebrantado. Solo ucorazón que conoce el amor conoce también el dolor. Sin amor, no haydolor. Y el corazón de Dios está lleno de amor. Por eso está tan dolorido.

La mentira sobre DiosA pesar de todo este amor y de todo este dolor del corazón del Padre

celestial, allí, al comienzo mismo del Antiguo Testamento, hemos recibidouna imagen distorsionada de Dios, puesto que hemos recibido la imagen queel diablo mismo ha diseñado para nosotros. Esa imagen ha continuadoextendiéndose a lo largo del tiempo, susurrando insidiosamente en nuestrosoídos, insistiendo en que Dios ha regido la historia humana con crueldad ycon mano dura, y que nos ha arrastrado a la fuerza aun en contra de nuestra

 propia voluntad, sometiéndonos por temor y destruyéndonos según suscaprichos. El diablo nos restriega en la cara que el gobierno divino ha sidoun reinado de terror. Después de todo, ¡fíjense en lo que hizo en ocasión deldiluvio!

Está bien, aceptemos el desafío que nos presenta Satanás. Fijémonos en loque sucedió en ocasión del diluvio. Analicemos por un momento de quéforma ha manejado Dios la historia humana. Reflexionemos sobre el desafíoque el diablo sigue arrojando sobre el rostro mismo de Dios. ¿Qué sucedióen los tiempos del diluvio?

En la Biblia, la historia del diluvio se encuentra inmediatamente despuésde lo que acabamos de leer en Génesis 6: 6, que habla de un Dios cuyocorazón se sentía sumamente dolorido y apesadumbrado.

Dediquemos unos momentos a imaginar juntos esta escena. Imagínatelo de pie junto a la entrada del Edén, en ese mismísimo huerto que con alegría

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había creado para que fuera el paraíso de la nueva raza por toda laeternidad. Un huerto que ahora está tan silencioso como una tumba y que,desde que Adán y Eva fueron expulsados, ya no ha albergado a ningún otroser humano. El Señor se encuentra solo, a las puertas. Y a medida que va

 pasando las generaciones, mira toda la tierra y ve que las inclinaciones delos pensamientos del corazón humano son de continuo al mal. ¡Es imposiblecaer más bajo que tener pensamientos que siempre tienden hacia lo malo!

¿Qué puede hacer Dios? ¿Qué opciones tiene? Si permite que ese cáncer del pecado siga creciendo de manera desenfrenada, se pone en juego lavida misma del planeta.

Tenía que adoptar un plan urgente de acción. Sabía que perdería todo amenos que el cáncer fuera extirpado.

Aún recuerdo el momento cuando, hace algunos años, llamé a un amigo,que en el pasado nos había construido una casa cuando vivíamos en el otroextremo del país. Mientras hablábamos, me contó que unos meses anteshabía comenzado a sentir un dolor en la pierna que no lo dejaba tranquilo.Después de que le realizaran una serie de pruebas en el Centro Médico dela Universidad de Stanford, le diagnosticaron cáncer de hueso. Los doctoresque lo estaban atendiendo tenían dos opciones: dejar que el cáncer siguierasu curso y terminara haciendo metástasis en todo el cuerpo, o adoptar u

 plan de acción urgente e inmediato que les permitiera destruir o extirpar elcáncer.

¿Cuál crees que fue la elección de los médicos y la de mi paciente? Si sele quería salvar la vida, solo había una opción: la erradicación del cáncer antes de que se extendiera por todo el cuerpo.

La verdad sobre Dios¿Habría de ser diferente en el caso de Dios? Permíteme que te recuerde

que el Dios que encontramos en la historia del diluvio es el mismo Diosque había creado a Adán y a Eva para que fueran sus compañeros y amigos

 por la eternidad. Es el mismo Dios que más adelante caminó con Enoc,cuando este también decidió caminar con él. Es el mismo Dios que siempreha estado sediento por el amor de sus hijos, que anhela que todos los sereshumanos sean salvos, que tiene ansias de sentir el compañerismo de todossus hijos. No es de extrañar, entonces, que veamos a ese Dios con elcorazón roto  porque sus hijos prefieren estar bailando con el diablo que

caminando con el Creador del universo. Si fueran tus hijos los que hubiera

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huido del hogar, ¿no tendrías el corazón roto?Sin embargo, no todos sus hijos han abandonado a su Padre celestial. Hay

aún algunos que siguen anhelando el compañerismo y el amor del Padre.Ahora bien, si el Padre permite que el cáncer de la rebelión siga

creciendo hasta llegar a una situación fuera de control, Dios tambiéterminará perdiendo a esos pocos fieles, y perderá entonces a toda la razahumana. Te invito a ponerte en el lugar del médico por un momento. Imaginaque tú tienes que tomar la decisión. ¿Estás dispuesto a erradicar la parteenferma que ya ha sido desahuciada como un esfuerzo desesperado parasalvar la vida del paciente? ¿O prefieres salvar la parte enferma y terminar 

 perdiendo al paciente?

Tú decides Nadie dijo que la decisión fuera fácil. Sin embargo, cuando todo el

organismo ha sido afectado y se dirige sin remedio a una muerte dolorosa,¿qué otra cosa se puede hacer?

Leamos el relato de Génesis 6, y analicemos cuál es la respuesta divina:

«Vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos de su corazón solo era de continuo al mal; y se arrepintió Jehová de haber hecho alhombre en la tierra, y le dolió en su corazón. Por eso dijo Jehová: “Borraré de la faz de la tierra alos hombres que he creado, desde el hombre hasta la bestia, y hasta el reptil y las aves del cielo,

 pues me arrepiento de haberlos hecho”. Pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehová» (Gén. 6:5-8).

Entonces, el Dios que está solo, a la entrada de su huerto vacío, escudriñala tierra en busca de un amigo fiel que le sirva de instrumento para salvar ala raza humana, o al menos a parte de ella. Tiene que ser alguien que puedair a ese mundo perdido para extenderle la invitación divina: «Regresen amí, regresen a casa para estar conmigo, regresen a mí para que alcancen lasalvación». Y en un constructor de barcos de barba blanca llamado Noé,Dios halló ese amigo y logró enviar su invitación al mundo.

Es la misma invitación que escuchamos una y otra vez por medio de los profetas del Antiguo Testamento. Es un llamamiento que se repite de uextremo al otro de la Escritura: «Si quieren vivir y ser salvos, regresen amí. Regresen ahora mismo; no puedo esperar para siempre. Si lo hago, voya perder a toda la humanidad». «Volveos a mí y sed salvos, todos lostérminos de la tierra; porque yo soy Dios, y no hay ningún otro» (Isa. 45:22, BLA).

Estas no son palabras de un Dios consumidor; constituyen la súplica de u

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Salvador compasivo.

Un montón de tablones en forma de arca fue la oferta de su  amor eaquella ocasión. Y en la actualidad dos tablas de madera en forma de cruzson la expresión de su amor.  Nada ha cambiado.

Es el mismo Dios. Es el mismo amor. Es el mismo llamamiento urgente.Es la misma decisión final: hay que cortar el cáncer de raíz antes de quetoda la raza humana se pierda. Es el mismo reloj que señala los segundosde la eternidad. Es la misma imagen de dos brazos extendidos en señal deamor. Es la misma invitación de misericordia. No tiene que asombrarnosque la invitación siga siendo la misma: «Ven a casa. Regresa al Padre antesde que sea demasiado tarde».

Esa es la verdad sobre Dios, sobre el diluvio y sobre el corazón divinoque se vio forzado a tomar la decisión de erradicar la enfermedad antes deque destruyera a toda la especie  humana. Fueron acciones radicales y

 precisas para salvarle la vida. Costó una muerte, la muerte de Cristo.Ven a casa. Regresa al Padre antes de que sea demasiado tarde.

 Nada ha cambiado. Esto significa que la decisión final y última sigueestando en tus manos y en las mías. Puesto que ya sabemos lo que le hacostado a Dios desde el mismo comienzo hacer esta invitación, ¿qué buenarazón podríamos llegar a esgrimir para  no  responder a su oferta de lamisma manera en que lo hizo Noé? ¿Cuál fue la decisión del patriarca?«Caminó Noé con Dios» (Gén. 6: 9).

Para reflexionar y compartir 

• ¿Tienes algún pecado en el “congelador” de tu corazón que te gustaríaconfesarle a Dios ahora mismo?

• 

¿Consideras que el Señor es digno de suprema alabanza y no un ser cruel e injusto como lo presenta Satanás?• ¿Consideras que la cruz es un argumento poderoso contra las mentiras de

Satanás?

 _______________   *Estoy en deuda con el teólogo Alden Thompson por esta metáfora de las dos montañas. Ver su libro

 Del Sinaí al Gólgota (Doral, Florida: APIA, 2011).

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Capítulo 5

¡Si te apuntan,

huye!

Yo era un joven pastor, lleno de entusiasmo por mostrar a los demás quiéera Dios. Impartía clase de Biblia para nuevos conversos; compartía coellos los grandes temas de la Escritura e investigábamos lo que dice sobreDios y sobre cómo hemos de relacionarnos con él. La verdad es quedisfrutábamos mucho. Pero cierto día, uno de los miembros de la clase vinoacompañado de su hermana.

Siempre me gusta recibir visitas, por lo que le di una calurosa bienvenida. No obstante, cuando comencé a presentar el tema, ella levantó la mano. ¡Einmediatamente me di cuenta de que iba a tener problemas!

Me hizo una de esas preguntas difíciles respecto  al Dios del AntiguoTestamento, una pregunta muy parecida a las que hemos analizado en elcapítulo anterior: preguntas sobre la naturaleza y el carácter de Dios a laluz de algunos de los relatos del Antiguo Testamento. Me preguntó qué Diosles estaba enseñando a los integrantes de la clase.

Me quedé perplejo, pero sonreí. No había razón para   preocuparme.Después de todo, yo era un joven pastor recién salido del seminario, dondeme habían instruido bien para tener todas las respuestas. Así que le di una.Y puedo asegurarte que me di cuenta de que mi respuesta no la habíaconvencido. Pero la clase tenía que continuar, y eso fue precisamente lo quehice.

Al concluir me acerqué a ella y, con la cortesía de un joven predicador, le

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ofrecí visitarla la semana siguiente para profundizar más en la pregunta queme había hecho. Yo estaba confiado en que, con un poco más de estudio dela Biblia, ella lograría ver la luz. Aceptó mi propuesta.

Unos días después llegué a su casa, pertrechado con la Palabra de Dios y preparado para hacer que aquel corazón  errante volviera a la sendacorrecta respecto a la verdad de Dios. Se me presentó, sin embargo, una

 pequeña dificultad. ¡Ella se había preparado para el encuentro! Apenas mehabía sentado, cuando percibí que aquella joven buscadora de la verdad no

 pensaba de ninguna manera desempeñar el papel de alumna sumisa y afablea los pies del supuesto gran maestro que ahora escribe estas líneas. ¡Sehabía preparado para descargar toda su artillería! Había hecho la tarea.Había usado la Biblia. ¡Y entonces descargó sin misericordia todos suscañones a quemarropa sobre mis defensas teológicas!

«¿Qué clase de Dios es ese que usted está mostrando a la gente? ¡Es uDios vengativo, iracundo, enojado, sangriento, criticón, cruel…!». Paró

 para respirar. Yo aproveché   para darle apresuradamente una de misrespuestas enlatadas. No surtió ningún efecto. Ella volvió a disparar: «¿Quéclase de Dios es ese que gobierna a sus seguidores por medio de la fuerza yel temor?». Entonces se detuvo para tomar un breve descanso. Una vez más,aproveché para arrojarle otra de mis respuestas. Seguí sin hacerle mella. Al

 poco tiempo entendí que cuando ella tomaba un respiro era para cargarse denuevas municiones y volver a disparar. Y la verdad es que el jove

 predicador se estaba convirtiendo rápidamente en carne de cañón. Por esono me quedó de otra que recurrir a la solución final: ¡Cuanto más rápido mefuera de allí, mejor para mí!

Así que decidí marcharme en franca retirada. Le di a entender que teníaotra cita y regresé a mi casa, con la cola  teológica entre las piernas. Ha

 pasado años desde aquel ignominioso día, pero esos interrogantes no

desaparecieron con tanta facilidad. Eran preguntas muy serias, para lascuales necesitaba encontrar respuestas, respuestas que me satisficieran, quefueran más allá de lo que otros me habían enseñado.

En ese momento no creí que alguna vez agradecería a Dios por aquellamentable encuentro; pero ahora, al mirar atrás, le doy gracias por las

 preguntas que me vi obligado a enfrentar aquel día. La descarga fulminantede mi hábil alumna me forzó a profundizar una vez más en el estudio de laBiblia a fin de encontrar respuestas.

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A la búsquedade mejores respuestas

La verdad es que, a lo largo de los años, he enfrentado   preguntassimilares una y otra vez. ¿Qué clase de Dios es ese que la Biblia nos pideque adoremos, sirvamos y amemos: un Jesús bondadoso, manso y afable, oun Padre iracundo y desenfrenado?

En los años que han pasado desde entonces las preguntas han seguidosiendo las mismas. Lo que ha cambiado son mis respuestas. Porque a travésde los años, mi propia comprensión de Dios ha ido cambiando. Eso nosignifica que ya sepa  todas  las respuestas, pero las que he halladoresponden mejor algunas de las preguntas que yo mismo me he formulado.

Por eso te invito a que me acompañes en esta travesía hacia el corazón yel alma de Dios. Te invito a enfrentar juntos estos interrogantes de maneradirecta y sin tapujos. No salgamos huyendo de ellos.

Analicemos la más terrible teofanía de todas las Escrituras. ¿Sabes quésignifica «teofanía»? Es una palabra proveniente de un término griegocompuesto por dos partes:  theos, que significa Dios, y  phainein, quesignifica mostrar. Se refiere, pues, a la aparición o manifestación de Dios.Durante varios de los siguientes capítulos vamos a enfocarnos en lasteofanías de Dios sobre dos montes muy diferentes.

En el capítulo anterior ya hemos echado un vistazo a un «monte de Dios».Ese era el tercer monte, ubicado en algún lugar incluso más lejano que losCinturones de Van Allen, allá en el espacio exterior. Pero ahora te invito aescalar  un monte aquí mismo, en el planeta Tierra. Es el monte Sinaí, esacumbre escarpada y rocosa donde Dios se presentó ante Moisés paraentregar los Diez Mandamientos a la raza humana. ¡Sin lugar a dudas, es ellugar donde se produjo la teofanía más aterradora que se haya registrado!

El monte del terror Solo tres meses antes de la teofanía del monte Sinaí, en un momento de

completa irracionalidad, los hijos de Israel habían huido por sus vidas.Durante generaciones, habían sido los embrutecidos esclavos de la tierra deEgipto. Pero ahora, bajo el manto de las tinieblas del poderoso éxodo, sehabían convertido en una horda de esclavos liberados, y habían dejado tras

sí una tierra totalmente devastada.Todo había comenzado con la aparición repentina de un pastor de ovejas

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campamento se estremeció. Moisés sacó del campamento al pueblo para recibir a Dios, y ellos se

detuvieron al  pie del monte. Todo el monte Sinaí humeaba, porque Jehová había descendido sobre

él en medio del fuego. El humo subía como el humo de un horno, y todo el monte se estremecíaviolentamente. El sonido de la bocina se hacía cada vez más fuerte. Moisés hablaba, y Dios le

respondía con voz de trueno».

¡Ten misericordia!¿Te ha sucedido alguna vez que te has despertado en medio de la noche e

 plena tormenta?

En el estado de Míchigan, donde vivo, sucede todo el  tiempo durante la primavera. De repente te despiertas de un salto en medio de la noche,terriblemente asustado por el  ruido de un trueno. Y ahí se queda uno,

acostado, asimilando poco a poco la realidad de la tormenta que se hadesatado y que se puede sentir contra los cristales de la ventana. De  prontolas luces de la habitación se iluminan como si estuvieras ante la presenciade la luz intermitente de un letrero de neón. La luz blanca logra atravesar las cortinas, y tú comienzas a contar los segundos de manera instintiva,mientras tratas de calcular a qué distancia se encuentra el rayo que acaba decaer. Pasan cinco segundos y entonces se oye finalmente el feroz trueno,

 pero no te preocupas porque está a más de un kilómetro y medio de

distancia. Sin embargo, dime qué sucede cuando tu habitación se veenvuelta en una luz blanca y terrible en medio de la noche, pero antes deque atines a  contar siquiera hasta uno, el trueno estalla cerquita de tventana.

Sigue con esa imagen mental de luz enceguecedora y truenos estruendosos, pero agrégale un terremoto bajo tus pies de seis grados en la escala Richter y, a eso, añádele un trompetero misterioso que se dedica a hacer sonar sinstrumento a unos niveles sonoros que taladran el oído. Entonces, si lo

logras, habrás reunido en tu 

imaginación todos los componentessobrenaturales de la aterradora teofanía que se produjo en el monte Sinaí eese día inolvidable. ¿No te dan ganas de salir corriendo?

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 No tiene que asombrarnos entonces que a los hijos de Israel se les hubieradado la clara advertencia de que no tenían que tocar o siquiera acercarse almonte, so pena de muerte. Era un lugar sagrado, un lugar aterrador, por obray gracia de la presencia sonora y explosiva de Dios.

Tampoco tiene que asombrarnos que el propio Moisés  temblara en esedía. «Tan terrible era lo que se veía, que Moisés dijo: “Estoy espantado ytemblando”» (Heb. 12: 21). «Porque nuestro Dios es fuego consumidor»(vers. 29).

Ahora, ¿por qué el Señor decide revelarse de esta manera?En los capítulos precedentes hemos visto que Dios es un Padre que nosama profundamente. Siempre está dispuesto  a tener una relación con sushijos y a hacer todo lo que sea necesario para que ellos regresen a él. Noobstante, esta visión que se nos muestra aquí en el monte Sinaí parecehallarse a una galaxia de distancia del Jesús manso, bondadoso y afable quehemos aprendido a amar. Aquí se nos habla de un fuego abrasador yconsumidor.

¿Por qué Dios escogió esta clase de autorretrato para mostrarse ante losmiles de hijos suyos que acababa de liberar de la esclavitud egipcia?

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Sale a encontrarnosdonde estamos

La respuesta a esta pregunta —creo yo— revela una de las verdades más

emocionantes respecto a nuestro Dios.  ¡Sale a encontrarnos donde

estamos, y nos toma así como estamos!

Recordemos con quiénes está tratando el Señor en esta ocasión. ¡Unaturba descontrolada y desordenada de esclavos fugitivos! Una nación queacaba de ser liberada tras casi dos siglos de sangrienta esclavitud. U

 pueblo para el cual cada movimiento, cada pensamiento, ha sido dictado por el látigo. Son personas que, para conservar la sanidad y el instinto desupervivencia, se han visto forzadas a acostumbrarse al temor, la coacció

y la obediencia ciega. Son individuos cuyos reflejos responden mejor a lafuerza bruta.

Por cierto, cuatro siglos antes, su antepasado Abraham había caminadocon Dios, y había llegado a tener incluso una comunión estrecha y personalcon él. Pero a medida que pasó el tiempo, tras la muerte de Isaac, Jacob yJosé, la luz titilante del conocimiento de Dios casi había sido apagada por los amargos latigazos de los capataces de faraón. El sistema litúrgico del

 pueblo había desaparecido. La espontaneidad de la devoción y la adoració

a Dios casi había sido extinguida por la opresión pagana de Egipto.A pesar de todo, Dios no los había olvidado. Había llegado el momento

de hacer que el sueño renaciera, de volver a encender la llama de laesperanza, para restaurar a una nación que pudiera amarlo, confiar en él yseguirlo dondequiera que fueran. Pero los esclavos liberados son elcombustible que alimenta ese sueño. ¿Qué se espera que haga Dios en unasituación semejante? ¿Es ese Dios un verdadero Padre?

Bueno, ese es el Dios que sale a encontrarnos donde estamos y nos toma

así como estamos. Es el Padre de la parábola del hijo pródigo en su tratocon sus dos hijos. Es el Dios de los truenos en su trato hacia sus miles dehijos esclavos.

Ante una nación de esclavos liberados solo tres meses antes, el Señor logra captar la atención plena de cada uno de ellos gracias al más aterrador espectáculo de luces y sonido que este planeta haya presenciado alguna vez.Porque en unos  pocos momentos, él va a proceder a escribir con su propiodedo, en tablas de piedra, los principios eternos de su reino de amor: los

Diez Mandamientos.

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¡Alguien tiene que estar escuchando cuando llegue la hora de dar los DiezMandamientos! De manera que el Señor consigue que le presten atención.Entonces les habla en un lenguaje que pueden entender. Durantegeneraciones han estado viviendo con estrictas prohibiciones. Han sabidoque apartarse un ápice del camino indicado significaba sentir en carne

 propia el castigo del látigo. Entienden muy bien lo que  es una ordeexpresada de manera negativa. ¡No hagan esto… no hagan aquello… o de locontrario morirán!

Finalmente, cuando Dios desciende a encontrarse con sus hijos ahoraliberados, no va hacia ellos para susurrarles al oído en voz baja: «Hoy megustaría expresarles que deseo que sean honestos, amables entre sí, puros,

 bondadosos, porque yo los amo». No estaban listos para algo así. Durantesiglos, no habían visto ejemplos de amor, de honestidad ni de pureza, asíque no estaban listos para imitar.

Por eso Dios dice: «Voy a hablarles en un idioma que puedan entender».Y entonces truena desde lo más alto del monte en medio de fuego, humo y uterremoto, diciéndoles: ¡No roben! ¡No mientan! ¡No maten! ¡No cometan

adulterio! ¡Porque esas cosas los van a llevar a la muerte!

El pueblo respondeY cuando Dios les habló en el idioma que podían entender, ellos captaro

el mensaje: «Ante ese espectáculo de truenos y relámpagos, de sonidos detrompeta y de la montaña envuelta en humo, los israelitas temblaban demiedo y se mantenían a distancia. Así que le suplicaron a Moisés:“Háblanos tú, y te escucharemos. Si Dios nos habla, seguramentemoriremos”» (Éxo. 20: 18, 19, NVI).

Dios no solamente había logrado captar la atención de aquella tropa de

esclavos vagabundos que habían sido liberados, sino que también logróinfundir en ellos «el temor del Señor». Fue tal la reacción de ellos que le pidieron a Moisés que, como representante del pueblo ante Dios, fuera ahablar con el Señor, y les comunicara los mensajes que Dios tenía paraellos. ¡Estaban aterrorizados por completo!

Ahora que Dios había logrado captar su atención, permitió que Moisés pasara a explicarles esta aterradora teofanía. El propósito no era que el pueblo tuviera miedo de Dios. Era tan solo una demostración que tenía por 

objetivo dejar en ellos una huella indeleble de la realidad de la grandeza, lagloria y la santidad de Dios. No era más que una apasionada revelación,

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 propia de quien los había liberado para que se volvieran de los pecadosque aún los esclavizaban, y para que pudieran regresar hacia aquel quetenía poder para que siguieran siendo libres.

Es precisamente por eso que Moisés mismo les dijo a los israelitas que

disiparan sus temores, y entonces él les enseñó la verdad. Escuchemos lareveladora respuesta que dio Moisés cuando el pueblo le expresó su gratemor: «No temáis, pues Dios vino para probaros, para que su temor estéante vosotros y no pequéis» (Éxo. 20: 20).

En otras palabras, Moisés los animó diciéndoles: «No tienen que tener miedo de Dios; teman más bien al pecado. ¡El  pecado es lo que los va amatar!».

¿Hay una mejor manerade hacer las cosas?

¿Por qué Dios no les dio a los israelitas el monte Calvario en el desoladodesierto, en lugar de darles el monte Sinaí? ¿No podría haber hallado Diosuna mejor manera de comunicar su mensaje a su pueblo? ¿Por qué noavanzó y pasó directamente a la cumbre más gloriosa de todos los tiempos?Después de todo, ¿qué revelación podría ser más dramática, tanto paraesclavos como para libres, que ser testigos del momento en que el pecado,de manera sangrienta y brutal, le quitaría la vida al Redentor del mundo?¿Por qué Dios no les dio el corazón quebrantado de Jesús en la cruz delCalvario, en lugar de darles los truenos explosivos de la cumbre del Sinaí?

Para responder esta pregunta, me ayuda pensar en un bufé de ensaladas.Permíteme que te explique lo que quiero decir. Una de las grandes

invenciones de los que administran el negocio de los restaurantes ha sido el bufé de ensaladas. Un generoso y bien provisto bufé de ensaladas significaque es posible comer tan saludable cuando uno anda de viaje como en la

 propia casa. Por eso mi familia y yo solemos refugiarnos en esamaravillosa invención cada vez que cruzamos el país en automóvil.

 No obstante, cuando Kirk y Kristin eran pequeños, mi  esposa y yodescubrimos muy pronto que en lo que respecta a los bufés de ensaladas ylos niños, junto con la bendición viene también la perdición. Porque por logeneral, la mayoría de los bufés de ensaladas viene con un espectacular 

 bufé de postres. Esto significa, por si no te has dado cuenta, que esimposible dejar a los niños sueltos en un bufé de ensaladas sin una estrictasupervisión paterna. ¿Por qué? Porque de tener la opción de elegir, los

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niños siempre optarían por los helados antes que las ensaladas.Y a mis dos hijos les encanta el helado.

Es por eso que cuando nuestros hijos eran pequeños, y  salíamos denuestro pequeño vehículo estirándonos y bostezando para ir a comer algo aun restaurante con un bufé de ensaladas, puedes imaginar qué era lo que losatraía y les hacía desviar la mirada. Por supuesto, la cautivante máquinaexpendedora automática de helados, con su mostrador adjunto con cietipos de coberturas de chocolate, galletas y caramelo.

Ahora bien, supongamos por un momento que yo quería ser un padreamable, dedicado y amante y que, en consecuencia, no quería establecer ninguna regla arbitraria y rigurosa. Podría haberme limitado a llevar simplemente a mis dos hijos al bufé de ensaladas, y allí les podría haber señalado todo el brócoli, las coles y otras verduras mientras me dedicaba aensalzar los méritos maravillosos de las vitaminas, los minerales y lasfibras que contienen esos alimentos.

Podría haberme dedicado a elogiar todo lo bueno de las ensaladas hastaquedar azul de tanto hablar, pero en el caso de mis hijos, les hubieraentrado por una oreja y salido por la otra. Porque lo único que ellos teníaen la mente en aquel momento era la atractiva máquina expendedora dehelados que estaba al fondo del bufé.

De manera que no nos quedaba de otra que darles a nuestros hijos toda lalibertad del mundo para que comenzaran con el brócoli. Si no comía

 brócoli, no había helado. Si no comían coliflor, no había pastel. Y se acabó.¿Cómo pueden ser tan inflexibles y crueles los padres? Ah, claro, esto se

debe a que un padre sabe que su hijo no cuenta con la suficienteinformación como para procesar y tomar   una decisión inteligente que

 beneficie su salud y su vida. No puedo ponerme a exaltar los nutrientes del brócoli ante esa pequeña mente, de manera que me limito a dar una orden.

Pues bien, mis hijos ya han crecido, y ya han aprendido a valorar losméritos del brócoli por su propia cuenta (¡si bien hasta un expresidente delos Estados Unidos dijo en cierta ocasión que prefería no consumirlo!). Misdos hijos han madurado hasta el punto de que pueden tomar una decisióinteligente y sabia toda vez que estén frente a un bufé de ensaladas. Y ya notenemos que darles la orden de que coman lo que es bueno para su salud.

Dios actuó de la misma manera con sus hijos en el monte Sinaí. Si hubieradescendido a ellos como el bondadoso Jesús, es muy probable que lo

hubieran pisoteado en el polvo de ese valle, y hubiesen continuado con sus

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vidas pecaminosas sin pensar en absoluto en ese Dios que les habíademostrado su amor. En términos espirituales, no eran sino niños, y notenían los conocimientos suficientes como para tomar decisionesinteligentes que sirvieran para preservarles la vida. Sin algo que  pudierasacudirlos y atrajera toda su atención, seguramente habrían seguido por sus

 propios caminos y, en sentido espiritual, se habrían muerto de inanición.Por eso Dios, el Padre que es plena sabiduría y amor, tomó las decisiones

del bufé de ensaladas en lugar de ellos, mientras los iniciaba en el caminoque lleva a la salud y la madurez  espiritual. Antes de que pudieraencontrarse con el Salvador, tenían la necesidad de encontrarse con sus

 pecados. De ahí la explicación tranquilizadora que les dio Moisés eÉxodo 20: 20: «No tengan miedo. Dios ha venido para ponerlos a prueba y

 para que siempre sientan temor de él, a fin de que no pequen» (DHH).Ese es el Dios que sale a encontrarnos donde nos encontramos y nos

acepta tal como somos.

¿Quién tiene la culpa?¿Entiendes que, como resultado de ese compromiso, Dios está dispuesto a

llegar a extremos increíbles con tal de comunicarse contigo y conmigo, y deganar así nuestro corazón? Analicemos qué más hace Dios con los hijos de

Israel.¿Sabías que, motivado por el amor hacia esos exesclavos, Dios se cuidó

de omitir toda referencia al ángel caído que había llegado a ser el enemigodel cielo y de la tierra? En efecto, en los primeros cinco libros de Moisés,Satanás no es mencionado ni una vez por nombre. En ninguna parte de losrelatos que dan inicio a las Escrituras Dios menciona a Satanás ni lo acusade ninguno de los males que estaba sufriendo su pueblo. De hecho, Satanáscasi no se menciona a lo largo de todo el Antiguo Testamento.

¿Te has preguntado alguna vez a qué se debe esto?Recuerda por favor una vez más de dónde había salido ese pueblo, esos

hijos suyos a los que les hablaba en el Sinaí. Habían huido de Egipto, unatierra cuya enigmática religión presentaba un panteón de deidades tanto

 buenas como malas.  Ahora que sus hijos han sido liberados de laesclavitud, Dios tiene que liberarlos también de toda tentación hacia el

 politeísmo, es decir, de la adoración de muchos dioses. Así, en lugar demencionar a Satanás por nombre y arriesgarse a que lo adoren como el dios

del mal (algo que hacían las naciones circundantes), el Señor escogió de

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manera deliberada asumir la responsabilidad plena de todo el desorden quehabía causado el pecado. Dios estaba tan comprometido con la misión desalir a encontrarlos donde estaban y de tomarlos así como eran, que se hizocargo de la acusación de que él era responsable de todo el mal.

Por eso en Éxodo leemos que Dios endureció el corazón del faraón, por más que fuera el orgullo destructivo de Lucifer el que había hecho que elcorazón del faraón no respondiera a los llamados de Dios. A través de loscinco libros de Moisés, Dios mismo es el que se hace responsable de laenfermedad, la destrucción y la devastación. Ni una sola palabra se dice delenemigo que ahora sabemos que es la causa de todos los males. El Señor estuvo dispuesto a aguardar con paciencia hasta que sus hijos fueran másmaduros y pudieran entender de manera más completa el problema del

 pecado y  del mal. Mientras tanto, les dejaría que lo acusaran por lasacciones del ángel caído.

¡Y pensar que durante todos estos años tú y yo hemos  señalado con eldedo a ese «Dios del Antiguo Testamento» como el que endureció elcorazón de faraón con el único propósito de darle muerte! Pero nos hemosequivocado por completo en lo que respecta a Dios. Porque todo estetiempo, de  manera pacífica y sin protestar, el Señor ha cargado con  elsufrimiento de nuestra culpa. Y todo porque ama a todos sus hijos

 profundamente.Dios siente tal amor por cada uno de nosotros que está dispuesto a salir a

encontrarnos donde estamos, y a aceptarnos tal como somos. No sé de qué manera lo describes tú, pero a la débil mente que escribe

estas palabras se le ocurre pensar que el Dios que encontramos en el Sinaí,el Dios que podemos ver en todo el Antiguo Testamento, es un Padre cuyocorazón vibra de amor por sus hijos, por cada uno de ellos. Y eso, por supuesto, nos incluye a ti y a mí.

¡Salta o disparo!Esto hace que veamos con nuevos ojos algunos relatos muy antiguos.Pensemos por ejemplo en una historia que solía contar Charles Spurgeo

de un capitán de un gran buque de guerra, que en ciertas ocasiones llevaba asu hijo a alguno de sus viajes  por los océanos. El muchacho tenía un monocomo mascota, y a ambos les gustaba andar de aquí para allá entre  los

aparejos del gran navío.Cierto día se desató una tormenta, pero el mono siguió  saltando y

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correteando entre los aparejos mientras el niño lo seguía de cerca a todavelocidad. Comenzaron a trepar y trepar cada vez más alto por los cabos dela nave, hasta que finalmente llegaron a la parte superior del mástil mayor, yse subieron a su pequeña plataforma.

Una cosa era treparse hasta la plataforma, pero otra muy diferente eradescender. El navío se sacudía con violencia, y cuando el joven trató deregresar, se dio cuenta de que sus  piernas eran demasiado cortas y no lealcanzaban para aferrarse a la parte inferior del mástil. El muchacho estabaatrapado, y solo se limitaba a aferrarse con fuerza de la plataforma. Pero yaestaba cansado de luchar contra los violentos movimientos de la nave, ycomenzó a perder la fuerza con la que hasta el momento había logradomantenerse sin caer al vacío. No podría resistir mucho tiempo más. Cada

sacudida del navío le anunciaba su segura condena, porque sabía que sicaía sobre la cubierta, moriría como resultado del golpe.

El padre miró hacia arriba y vio con horror la terrible situación en la quese encontraba su hijo. Había solo una esperanza. El muchacho tenía quesaltar en uno de los momentos en que el barco se inclinara, para que nocayera sobre la cubierta sino en el océano, donde los marineros podríarescatarlo. De otra forma, no tendría escapatoria; moriría al golpearsecontra la superficie de la cubierta.

De inmediato, el capitán pidió un megáfono y gritó para que su hijo loescuchara: «¡Hijo, la próxima vez que el barco se incline a la derecha,arrójate al mar!».

El joven estaba petrificado. Había una enorme distancia hasta caer sobrelas olas. Por eso no se animaba a soltarse y dar el salto al vacío. Perotambién sabía que no podría aguantar durante mucho más tiempo.

Desesperado, el capitán pidió que le trajeran un arma de fuego. Entonces,tomó el arma, apuntó directamente a su hijo y gritó: «Hijo, la próxima vez

que el barco se incline, ¡más vale que saltes, o te disparo!».El pequeño sabía bien que su padre cumpliría lo que decía, y por eso,

cuando el barco se inclinó nuevamente hacia un lado, dio el salto para caer sobre las rugientes olas, que se  encontraban varios metros más abajo.Pronto se encontró en los fornidos brazos de un marinero, que lo dejó asalvo sobre la cubierta.

En nuestro peregrinaje cristiano, hay algunas ocasiones en las que losrelámpagos y los truenos, los terremotos y el fuego son el único lenguajeque puede salvarnos. Hay momentos en los que se requiere una acció

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sumamente drástica porque es lo único que puede ponernos a salvo yevitarnos la muerte. Este fue el caso de los israelitas. Moisés, describiendola escena del Sinaí, escribe: «Ante ese espectáculo de truenos yrelámpagos, de sonidos de trompeta y de la montaña envuelta en humo, los

israelitas temblaban de miedo y se mantenían a distancia» (Éxo. 20: 18, NVI).

Si te encuentras hoy en una situación semejante, ¡no te des por vencido!Porque en medio de la tormenta hay un Padre que con desesperación estátratando de salvarte. «¡Arrójate al mar, o te disparo!», es el últimollamamiento desesperado, sincero y amoroso de un Dios que busca que nosdejemos caer en sus brazos de amor.

En la cima del monte Sinaí, nos dirigió sus truenos y relámpagos mientras

clamaba: «¡Salten por sus vidas!». Pero en la cima del monte Calvario, lostruenos y los relámpagos estuvieron dirigidos hacia él mismo, mientrasclamaba: «¡Yo soy su vida!». Los truenos y los relámpagos también cayerosobre él.

Esto constituye una prueba suficiente de que, si hoy nos  decidimos aescalar cualquiera de esos dos montes, allá en la cima nos encontraremoscon el mismo amor. ¡No es de extrañar, entonces, que ser amigos de esteDios sea una experiencia reconfortante!

Para reflexionar y compartir 

• ¿Crees que Dios te recibe tal como estás, no importa en las condicionesque te encuentres?

• ¿Cómo te sientes al saber que cuentas con un Dios todopoderoso que teliberta de todo aquello que puede esclavizarte?

•  ¿Te resulta fascinante y alentador saber   que el Dios del AntiguoTestamento es el mismo del Nuevo? Y si es así, ¿cómo influye esto en tuvida?

• ¿Tiene que hablarnos Dios a veces de determinada manera para que le prestemos la debida atención porque de lo contrario no lo haríamos?

• ¿Es posible que al mirar al Sinaí y al Calvario veamos al mismo Dios deamor?

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Capítulo 6

El verdugo

Era el martes 24 de enero de 1989. Un exalumno de la Facultad de Derechoque había abandonado los estudios, vestido con camisa celeste y pantalóazul oscuro, entró al cuarto, en el que había un solo mueble. Llevaba lacabeza y la pierna derecha rasuradas.

Con el terror reflejado en su mirada, caminó directamente a través de lahabitación y tomó asiento en la silla de madera. Varios asistentesaseguraron los cinturones y las hebillas que lo fijaban a la silla, y lecolocaron electrodos en las zonas rasuradas de la cabeza y la pierna.Revisaron entonces los cables que salían de los electrodos y llegaban hastaun panel apartado, y después abandonaron apresuradamente la sala. Elhombre de la silla hizo un gesto a su abogado y otro a su capellán, quehabía  pasado la noche con él en oración. «Quiero que le den mi cariño a mifamilia y a mis amigos», fueron sus últimas palabras. A las 7:06 p.m., seisminutos más tarde de lo previsto, un verdugo anónimo descargó dos milvoltios sobre él. Tras un  cristal, cuarenta y dos testigos presenciaron laescena.

Ted Bundy, el asesino confeso de veintitrés mujeres jóvenes y sospechosode otras decenas de asesinatos, se arqueó ligeramente en la silla eléctrica yapretó con fuerza los puños. Un minuto después se interrumpió el suministrode electricidad. A las 7:16, Bundy fue declarado muerto.

Y el mundo salió a celebrarlo.Fuera de la prisión de Starke, Florida, Estados Unidos, se había reunido

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una multitud de unas trescientas personas, con pancartas que mostrabafrases macabras: «¡Te dedicamos este zumbido!». «Que te calcines en paz».«¡Gracias a Dios que llegó la hora de freírte!». Los residentes de Lake City,Florida, lo festejaron. En esa misma comunidad, en 1978, había

encontrado, en un chiquero abandonado, el cuerpo sin vida de KimberlyLeach, una niña de doce años que había sido víctima de los placeresdementes de Bundy.

El pinchadiscos de una estación de radio de la zona había estadoanimando a sus oyentes a que desconectaran todos sus aparatos eléctricos alas siete de la mañana de ese día, para que al verdugo no le faltara

 potencia. Todo el mundo parecía feliz de haberse quitado de encima a TedBundy.

Bueno, todos menos una persona. A casi cinco mil kilómetros dedistancia, en el otro extremo del país, se encontraba una mujer,

 precisamente la que había recibido la última llamada telefónica de TedBundy. Era su madre. Ella le expresó palabras de seguridad: «Siempreserás mi precioso hijo».

Gracias… ¿a Dios?¿Es a Dios a quien tenemos que darle las gracias? Y no me estoy

refiriendo a la ejecución de Ted Bundy, sino a los seis u ocho perturbadoresrelatos de ejecuciones sobrenaturales que se registran en la Biblia. Relatosen los que un hombre o una mujer mueren repentinamente y el registro

 bíblico lo atribuye a una acción directa de Dios.¿Cómo entender esos relatos, si es que queremos llegar a la verdad sobre

Dios? ¿De qué modo pueden encajar con los otros relatos que hemosanalizado? ¿Cómo conectarlos con  esos pasajes del Padre que sale alencuentro de sus hijos con los brazos abiertos, sin dejar de rogarles que

vuelvan a casa?  ¿Cómo comprenderlos a la luz de ese Dios que sale aencontrarnos donde estamos y nos toma así como somos, con la únicaesperanza de finalmente ganar nuestro corazón y nuestra amistad?

¿Qué podemos decir de estos relatos de ejecuciones? ¿Hemos de aceptar que el proverbial vendedor de automóviles usados recurra a la conocidatécnica de hablar a toda velocidad para distraernos, de manera que noveamos la considerable abolladura que hay en uno de los extremos delvehículo? ¿Utiliza Dios alguna vez las técnicas más conocidas  de u

vendedor de automóviles para vender su imagen?  ¿Tenemos que ocultar 

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esos relatos? ¿O nos atrevemos a ser  sinceros y compartir   todo  lo que laBiblia dice de él? Para decirlo sin rodeos, ¿cómo puede Dios salir indemnede situaciones como esas?

Bueno, tenemos que recordar una vez más que la Biblia no es un jardín derosas. También es un registro de las múltiples caídas de los seres humanos.La pregunta es: ¿Ha caído también Dios?

Una ejecuciónen el Nuevo Testamento

Analicemos detenidamente uno de esos relatos de ejecución. He escogidoeste incidente porque se encuentra en el Nuevo Testamento, tras la muerte,

resurrección y ascensión de Jesús, no entre las sombras más oscuras delAntiguo Testamento. El suceso quedó registrado en el capítulo 5 del librode los Hechos, y se produjo en los días gloriosos y triunfales de  la nuevaiglesia que Jesús acababa de fundar.

Recordemos la situación. Todo parece estar yendo de maravilla para laiglesia. A pesar de las primeras oposiciones y persecuciones, semanifiestan poderes milagrosos y hay un gran gozo. Las cifras decrecimiento son extraordinarias. Los conversos trabajan juntos en paz y

armonía. Entre los cristianos no hay necesitados, porque los que tienecasas y tierras las están vendiendo para distribuir lo recaudado entre loscreyentes. Nadie pasa hambre. ¡Todos están felices! ¡Un  relato de unaejecución en medio de este idilio arruinaría la fiesta!

Y sin embargo, eso es exactamente lo que sucede. Al igual que urepentino cortejo fúnebre, Hechos 5 interrumpe las cintas y los globosespirituales para dejar registrado un relato trágico. Te invito a revivir esemomento y a reflexionar en su significado.

La historia comienza de manera muy simple: «Algo muy diferente pasócon un hombre llamado Ananías. Este hombre y su esposa, que se llamabaSafira, se pusieron de acuerdo y vendieron un terreno» (Hech. 5: 1, TLA).El nombre hebreo de Ananías era Hananiah, que significa «el Señor esmisericordioso» o «el Señor es bondadoso». El nombre de su esposa Safiraes un término que proviene del arameo y que  significa «hermosa». Demanera que tenemos aquí el relato de un hombre llamado   Dios es

bondadoso  y de su esposa llamada  hermosa. ¡Cuán irónica resulta la

 belleza de estos nombres en un relato tan horrible!En el versículo hay una expresión clave que relaciona lo que se va a

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contar con lo que ha sucedido antes. Se dice: «Algo muy diferente», lo queconecta este relato con la parte final del capítulo 4, donde un hombrellamado Bernabé había vendido un campo que era de su propiedad y habíaentregado todo el dinero a los apóstoles. La mención misma de la

generosidad de Bernabé parece indicar que su donación fue mirada coojos muy favorables por esta naciente comunidad de cristianos. Por lo tanto,

 parece ser que parte de la motivación de Ananías y Safira para hacer lo quehicieron se basaba en la posibilidad de disfrutar también de un buen nombredentro de la comunidad. Después de todo, un poco de filantropía de vez ecuando no le hace mal a nadie y mejora nuestra imagen  pública.

Sin embargo, los sucesos se tornan más complejos a partir del versículo2: «Y sustrajo parte del precio, sabiéndolo también su mujer; luego llevó

solo el resto y lo puso a los pies de los apóstoles». Ahora bien, tenemosque reconocer que no hay nada de malo en vender una propiedad y tampocoen  guardarse parte de lo recaudado por la venta. Después de todo,  la

 propiedad les pertenecía. Podrían haberse quedado todo el dinero yestarían perfectamente en su derecho. La acción de llevar parte de lorecaudado a los apóstoles era simplemente una cuestión de generosidad

 personal.A pesar de ello, el relato muestra que no les bastaba una parte: lo quería

todo. Querían el buen nombre ante la comunidad y además quedarse con eldinero. Y fue por eso que idearon un plan: llevar solo una parte del dinero ala iglesia, mientras al mismo tiempo afirmaban estar dando todo para lacausa de Dios. Todo el mundo los felicitaría y les agradecerían por lagenerosidad que habían demostrado, mientras que, sin que los demás losupieran, Ananías y Safira podrían disfrutar por su cuenta de los beneficiosocultos de la transacción. Podríamos decir, en términos técnicos, que susacciones constituyeron una codiciosa compra con financiación ajena e

información privilegiada. Pero se trataba apenas de un poco de dinero a fide tener una reserva para ellos mientras se daban a conocer en detalle susactos filantrópicos.

Es interesante destacar que la palabra que en el versículo 2  se traducecomo «sustrajo», es la misma palabra que se utiliza en la traducción algriego del relato de Acán, el hombre que se quedó con algunos de losdespojos de Jericó y llevó la ruina sobre la recién formada nación deIsrael. Es también un término usado por el apóstol Pablo en Tito 2: 10 para

referirse al robo.

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De alguna forma, con asombroso discernimiento, el apóstol Pedro logradesenmascarar la perfidia de la pareja. Mira entonces a Ananías a los ojosy lee lo que está en su corazón: «Pedro le dijo: “Ananías, ¿por qué llenóSatanás tu corazón para que mintieras al Espíritu Santo y sustrajeras del

 producto de la venta de la heredad? Reteniéndola, ¿no te quedaba a ti?, yvendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por qué pusiste esto en  tu corazón? Nohas mentido a los hombres, sino a Dios”» (Hech. 5: 3, 4).

Pedro le da a Ananías una oportunidad de aclarar la situación. Le hacecuatro preguntas, y ante cada una de ellas,  Ananías podría habersearrepentido y confesado toda la verdad. Pero no aprovecha lasoportunidades que se le presentan. Ya está decidido a seguir un determinadocurso de acción, y nada lo hará cambiar. ¡Está decidido a seguir adelante,

aunque le cueste la vida!Lo que Pedro quiere que entienda es imposible de pasar por alto: «Oh,

Ananías, no pienses que vas a jugar de esa manera con nosotros. Erealidad, estás jugando con Dios, y permíteme decirte que no es ningúuego mentirle al Espíritu Santo». En efecto, Jesús lo llamó «el pecado

imperdonable». En último término, esto se refiere a cualquier pecado quehaga que el corazón humano rehúse responder de manera afirmativa a la vozsuplicante del Espíritu de Dios, que llega hasta nosotros por medio de la

conciencia.El resto del relato es impactante: «Al oír Ananías estas palabras, cayó y

expiró. Y sobrevino un gran temor sobre todos los que lo oyeron. Entoncesse levantaron los jóvenes, lo envolvieron, lo sacaron y lo sepultaron»(Hech. 5: 5, 6). Nuestra primera reacción podría ser atribuir su muerte a uataque cardiaco causado por la sorpresa que le había  producido haber sidodescubierto y, de hecho, sería una conclusión muy verosímil de no ser por el final aún más impactante que presenta la historia: «Pasado un lapso como

de tres horas, sucedió que entró su mujer, sin saber lo que había acontecido.Entonces Pedro le dijo: “Dime, ¿vendisteis en tanto la heredad?”. Y elladijo: “Sí, en tanto”» (vers. 7, 8).

Esta es la segunda oportunidad que tiene Safira de dejar al descubierto eldiabólico ardid. En primer lugar podría haberse opuesto al engaño

 planificado por su esposo, pero escogió permanecer en silencio. AhoraPedro le da la oportunidad de confesar su velado ardid, pero al igual que smarido, ha tomado la decisión de aferrarse a su relato.

Ambos buscaron ser partícipes de la mentira, y también de sus beneficios.

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explicación lógica. Pero no hace falta que nadie nos recuerde que   en  elAntiguo Testamento hay unos cuantos relatos similares. Entre ellos tenemosel de Nadab y Abiú, los dos hijos del sumo sacerdote Aarón. Estossacerdotes fueron destruidos con fuego por ser irreverentes en el santuario.

Pensemos también en el relato de Coré, Datán y Abiram, y en el de susseguidores que se rebelaron contra Moisés. Sabemos que fueroliteralmente enterrados vivos cuando la  tierra se abrió y los tragó. Uzamurió por tocar el arca. Casi doscientos mil soldados asirios murieron emedio de la noche por una acción del ángel del Señor. Todas estasnarraciones presentan esas muertes como causadas de manera sobrenaturalcomo consecuencia directa del juicio divino.

¿Cómo podemos relacionar estos actos de ejecución de 

seres humanoscon lo que parece ser la imagen paralela de un Dios que es un Padresolícito, que suplica y espera a que nos volvamos a él? Jesús mismo dijo:«El que me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Juan 14: 9). ¿Es también el

 bondadoso Jesús el Verdugo divino?Estos interrogantes me han perturbado personalmente, y he tenido que

volver a estudiar y a analizar los relatos, tratando de buscar respuestas a lasintervenciones dramáticas y repentinas de Dios en las que decidió quitar lavida en lugar de darla.

He encontrado finalmente una respuesta que a mí me ha resultadoconvincente, y que me gustaría compartir contigo.

Amor y libertad incondicionalesLa respuesta tiene que ver con la cuestión del amor y la  libertad

incondicionales.Tal vez recuerdes una canción que fue muy popular hace algunos años.

Parte de su letra decía algo así: «Voy a hacer  que me ames, sí lo haré, sí loharé». Pero por favor, ¿hasta dónde puede llegar la estupidez? Es imposible

hacer que otra persona nos ame. De por sí la idea misma es totalmenteridícula. Escúchame bien, si obligas a una mujer a que te ame, eso no seráamor. Para nada. Tú lo sabes, y ella también.

Todos sabemos la verdad sobre el verdadero amor. Y la verdad es que, para que el amor sea verdadero, tiene que garantizar la posibilidad de decir que no, como también el derecho de decir que sí. Si no existe la libertad de

decir que no, el amor verdadero no existe. Así de simple.Incorporemos ahora a este razonamiento las palabras de 1  Juan 4: 8:

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«Dios es amor». Es el amor ágape, que en griego  significa amor incondicional y abnegado. Lo que significa también que Dios sabe bien loque sienten todo marido y mujer que estén tratando de recuperar a scompañero o compañera después de un divorcio.

Como pastor suelo escuchar una y otra vez esas tristes historias que merompen el corazón. Por eso entiendo bien la desesperación de un corazóque ha sido plantado y que quiere recuperar al que se esperaba que fuera scompañero o compañera para toda la vida. Oh, si tan solo el amor pudieraforzarse, entonces el divorcio no existiría en esos casos. Pero la dolorosaverdad es que tampoco existiría el amor. El amor forzado es unacontradicción de términos.

Por eso Dios garantizó a la raza humana el derecho y la libertad de decir que no a su amor. Y por cierto, bien que le hemos dicho que no. Se lo hemosdicho en el Antiguo  Testamento, y se lo hemos dicho en el NuevoTestamento. Y aún se lo seguimos diciendo en el diario testamento denuestra voluntad. ¡No, Dios! O en algunas ocasiones, simplemente: No,Dios.

Gracias a las palabras del profeta Oseas, casi es posible sentir el dolor que experimenta el corazón de Dios cuando clama, al igual que un novio alque dejaron plantado, cada vez que escucha otro rotundo «no» de nuestra

 parte:«Cuando Israel era muchacho, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo. Cuanto más yo los llamaba,tanto más se alejaban de mí. A los baales sacrificaban, y a los ídolos quemaban incienso. Contodo, yo enseñaba a andar a Efraín, tomándolo por los brazos; mas ellos no comprendieron que yo

los cuidaba. Con cuerdas humanas los atraje, con cuerdas de amor; fui para ellos como los quealzan el yugo de sobre su cerviz, y puse delante de ellos la comida» (Ose. 11: 1-4).

Sin embargo, ¿de qué manera respondió el pueblo al amor solícito deDios? «Mi pueblo está aferrado a la rebelión contra mí […]. ¿Cómo podré

abandonarte, Efraín? ¿Te entregaré yo, Israel?» (vers. 7, 8). No es difícilnotar la profunda lucha emocional que se está produciendo en el corazón deDios. «¿Cómo puedo permitir, hijos míos, que se vayan de esta forma?»¡Cuánto desearía ser capaz de ganar nuevamente el amor de aquellos que lohan desterrado de sus vidas y que han huido del abrigo de su amor! Y bieque Dios puede tratar de  atraerlos. Puede tratar de ganarlos nuevamente.Pero hay algo que no puede hacer: forzarlos a regresar. El amor verdaderono fuerza a nadie. Por eso, finalmente tiene que renunciar a ellos.

Y en circunstancias normales, Dios hace simplemente eso: permite que los

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corazones rebeldes y desafiantes lo abandonen. Y así es que miles demillones de corazones humanos le han dado la espalda a través de lossiglos. ¡Cuántos han descendido al sepulcro sin haber sido jamásmolestados u obstaculizados por los juicios divinos! Han ejercido así la

libertad otorgada por el mismo Dios de decir que «no» hasta su últimoinstante de vida. El Señor no les impidió que se alejaran de él.

A pesar de ello, han existido a lo largo de la historia algunos momentosde crisis cuando la supervivencia misma del puñado de hijos fieles de Diosen esta tierra se ha visto amenazada, como sucedió por ejemplo en el casodel diluvio que ya analizamos anteriormente. En situaciones de crisis comoesa, se torna imperativo tomar acciones drásticas. Es el único recurso quele queda a Dios.

Juicios aceleradosPensemos ahora una vez más en los trágicos relatos de ejecuciones, y lo

que yo he dado en llamar los «juicios acelerados» de Dios.¿Qué significa eso de «juicios acelerados»? Significa que el Dios que lee

nuestros corazones tiene la capacidad de ver cada decisión y susconsecuencias. Hoy día, que vivimos en un mundo prácticamente gobernado

 por las computadoras, esta idea no tiene nada de novedosa. Si las

computadoras  pueden calcular las múltiples variables de una circunstanciaen  particular y aun predecir el resultado sobre la base de todas  esasvariables, ¿no es acaso posible que el omnisciente Dios del universo hagalo mismo? ¡Ciertamente!

El hecho es que, al ver la dirección en que nos están llevando nuestrasdecisiones, de vez en cuando el Señor ha decidido interrumpir nuestra vida.Así como en cierta ocasión llegó a usar un asna para llamar la atención deuna persona y cambiar así su curso de acción. ¡Y el método funcionó! Sería

una acción igual de drástica como si tú estuvieras en la sala de tu  casaviendo tranquilamente la televisión y tu perro comenzara repentinamente aconversar contigo. Tenemos que  reconocer que ni tan siquiera uno denosotros, después de más o menos recuperarnos del impacto de semejantesituación, dejaría de escuchar   con suma atención  lo que nuestro perrotuviera que decirnos.

A lo largo de la accidentada historia de los hijos de Dios sobre la tierra,

en ocasiones él ha recurrido a medidas sumamente extremas para captar laatención de ellos e invitarlos a cambiar de dirección. Pero si le sigue

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diciendo que no y no y no, una y otra vez, ¿qué puede hacer Dios? ¿Quéharía como Padre amante? Escuchemos su clamor angustioso ydesesperado: «Efraín es dado a ídolos, ¡déjalo!» (Ose 4: 17). Durante sietesiglos había tratado de atraer una vez más a Israel, al que llama Efraín. Pero

ahora ya no hay nada que pueda hacer. El «no» del pueblo es definitivo.¡Qué día tan triste será aquel cuando el Dios del universo tenga que

 pronunciar las palabras: «¡Se acabó!».«Ya no hay nada que pueda hacer por él». «Ella me ha dicho no para

siempre». «No hay nada más que yo pueda hacer». «Déjenlos solos». No obstante, en medio de todos esos llamados divinos y respuestas

humanas, han existido momentos críticos aislados en los cuales Dios no ha podido darse el lujo de seguir esperando. Ha habido momentos de crisis e

los que estuvo en juego la supervivencia misma de la comunidad de la fe.Fue en esos momentos cruciales cuando se hizo imperativo que Diosinterviniera e hiciera que las consecuencias inevitables se adelantaran. Solos momentos que yo denomino los  juicios acelerados de Dios.

Los relatos de ejecuciones ya mencionados en este capítulo —esosmomentos dramáticos en los que el mismo Dios decidió intervenir y actuar con rapidez causando muertes entre su pueblo— me han llevado a regresar al texto para volver a analizar cada uno de ellos. Al hacerlo, he hallado que

se repiten dos características muy importantes.La primera de ellas es que cada una de esas personas (Nadab, Abiú,

Coré, Datán, Abiram, Uza, Ananías y Safira) había sido testigo de unaintervención divina sobrenatural, ya sea en el éxodo, en el Sinaí, en Canaáo en Pentecostés. Cada uno de ellos conocía bien la conducción amorosa deDios. Cada uno de ellos había aprendido cuáles eran las leyes de amor quetenían como objetivo protegerlos. Pero a pesar de todo lo que habían vistoy de todo lo que sabían, aun así habían decidido darle la espalda a Dios y

decirle «no».Lo que es más, en cada uno de esos casos, Dios les dio más de una

oportunidad para que tomaran la decisión de regresar a él. Pero a pesar detodas las oportunidades recibidas, ellos le dijeron «no» a Dios. Un repasode todas esas vidas presenta suficientes evidencias que nos permiteconcluir que el amor divino había procurado todas las opciones posibles

 para alcanzar sus corazones recalcitrantes. La respuesta que ellos le dieroa Dios vez tras vez fue un rotundo «no».

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Entendamos el corazón de DiosHay también una segunda característica en esas historias de ejecuciones, a

saber: en cada uno de los casos donde se narran ejecuciones, la vida de la

naciente comunidad de la fe estaba en juego. Si Dios permitía que esos«no» se diseminaran, toda la comunidad se habría visto eventualmenteafectada y se habría perdido. ¡Dios tenía que intervenir de manera drásticay veloz!

¿Recuerdas el antiguo proverbio que dice: «Una manzana podrida echa a perder todas las demás»? Cuando cierta vez mencioné ese proverbio desdeel púlpito ante mi congregación universitaria, uno de los profesores de

 biología, el Dr. David Steen, me escribió una carta la semana siguiente

donde me detallaba todas las razones y procesos científicos que le dabasentido a ese conocido proverbio. No pienso aburrirte con los cuatro párrafos que detallan las reacciones químicas que se producen en lasmanzanas, pero aparentemente, un mero vaho de etileno (un contaminantecomún del aire que liberan los automóviles y las industrias, además deotras plantas, dado que es también una hormona de las plantas) puede hacer que una manzana madura pero aún verde ingrese a  la etapa dedescomposición. Y cuando una manzana pasa a esa etapa, el nuevo etileno

que produce puede penetrar en poco tiempo en las demás manzanas, lo quelas lleva a alcanzar una maduración rápida (un eufemismo para decir que se pudren). Como expresó el profesor Steen: «En efecto, es verdad que unamanzana podrida pronto echa a perder a todas las demás. Sin embargo, amenudo sucede que cuando uno halla la manzana podrida, y la retira, ya estarde. El resto de las manzanas ya han sido afectadas por el etileno».

Y lo que es verdad en términos biológicos también lo es en términosespirituales.

Esa es la razón por la cual el amoroso corazón divino se mostró tan prestoa la hora de actuar cuando vio que el deterioro de uno de sus hijosamenazaba con afectar a toda la comunidad. Porque la rebelión escontagiosa.

Sin embargo, ¿acaso prohíbe Dios el ejercicio de la libertad? ¿Acaso notenemos el derecho de rebelarnos?

Oh, sí, por supuesto que sí. Pero ¿tenemos el derecho de privar a otros deno rebelarse? ¿En qué momento tiene que ponérsele fin a mi respuesta

negativa para que otros tengan el derecho a decir que sí? Si se permite quela infección de la rebelión se disemine, todo el organismo quedará

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contaminado.Cuando las células del cáncer comienzan a invadir nuestro cuerpo y a

multiplicarse, tenemos que hacer frente a una decisión similar. ¿Le preservamos la vida a un pulmón canceroso a expensas de todo el cuerpo?

¿O de una vez por todas extraemos la porción enferma con el propósito desalvar el cuerpo? En esencia, ¿acaso no decide siempre el cirujano que

 para salvar la vida al paciente hay que quitarle la vida al pulmón? Si permite que se salve el pulmón, la vida entera se  perderá. Coloca ahoraesta decisión, querido lector, dentro del contexto del amor, y hazte lasiguiente pregunta: ¿Cuál es la respuesta que demuestra más amor: salvar el

 pulmón o salvar la vida?En el caso de Ananías, como en todos los demás que hemos mencionado,

el amor divino no tuvo elección, por lo que tomó la dolorosa decisión dequitar la vida a unos pocos. Todo con el propósito de salvar la vida demuchos.

Es así que en casos como los mencionados, Dios ejecutó   juiciosacelerados. Él ya sabía, ya podía ver hacia dónde se dirigían las decisiones

 personales de cada uno de aquellos individuos. Pero en esos momentos no podía darse el lujo de que las rebeliones siguieran su curso natural, y delimitarse a esperar hasta el juicio final. Había demasiadas cosas en juego.Las vidas de todos sus hijos estaban en peligro. Por eso, de manera simple

 pero drástica, el Señor intervino y aceleró las decisiones de ellos hacia sfin inevitable. Dios dio a los rebeldes lo que ellos habían elegido: laseparación de él. Les dio la libertad última, pero bien sabemos que estar separados de Aquel que es la vida siempre significa la muerte. Esos fuerocasos, en efecto, de juicios acelerados.

Fue la desgarradora decisión de un amor que nunca deja de ser.¿Te parece que fue una decisión difícil? ¿Te parece que fue fácil para

Dios quitar esas vidas?Analicemos por un momento otro relato. Observemos a un hombre, solo,

que se tambalea mientras asciende por la ladera de un monte. Cuando llegaa la cima, se acuesta y estira los brazos, y entonces expira. Allí está,clavado entre el cielo y la tierra, sobre una cruz sangrienta.

¿Por qué tiene que morir?Ese Hombre muere para que un planeta rebelde recuerde para siempre la

desgarradora decisión del amor que nunca deja de ser. La salvación de

muchas vidas costó la vida de Uno. Este fue un juicio acelerado, en tu lugar 

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y en el mío.

Cuando Ted Bundy fue ejecutado, muchos festejaron e  incluso dierogracias a Dios por aquella muerte. Hoy yo  también tengo motivos paraagradecer a Dios por una muerte: ¡Gracias, Señor, por la muerte de Jesús!

Para reflexionar y compartir 

• ¿No resulta irónico que Ananías signifique «el Señor es misericordioso»y, sin embargo, el proceder de Dios no fue para nada misericordioso?

•Cuando piensas en las ejecuciones del Antiguo Testamento, ¿estásconsciente de que estuvieron precedidas de innumerables súplicas de unPadre que quería librarlos del castigo, y no de un Dios cruel que queríaverlos morir?

• Las pruebas que has tenido que pasar, ¿crees que son juicios de Dios omedios a través de los cuales puedes glorificar a tu Padre celestial, ysalir victorioso?

• ¿Cómo reaccionas cuando alguien te reprende, aun percibiendo que fuecon amor?

• ¿Cuánta gratitud sientes al saber que Jesús descendió del cielo solo parasalvar a personas que no lo merecían, siendo tú una de ellas?

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Capítulo 7

El ayatolá

y Dios

Quizás recuerdes la historia de Salman Rushdie, el autor del libro  Los

versos satánicos. Hasta 1989 Salman era un escritor más bien desconocido,un simple ciudadano británico de ascendencia india. En el otoño de 1988,cuando  se publicó su libro, recibió críticas en general muy positivas,aunque no obtuvo grandes ventas. La mayoría de la gente jamás había oídohablar del libro y, dado su título, dudo que muchos cristianos hubiera

salido disparados a adquirir un ejemplar.El libro probablemente habría vendido unos miles de ejemplares y sehabría agotado la edición, como suele pasar con la mayoría de los librosexcepto con los que gozan de una notoriedad totalmente inesperada. Efebrero de 1989, el ayatolá Jomeini,  el líder de los fundamentalistasislámicos de Irán, que por entonces ya tenía ochenta y ocho años, se paróante un micrófono en Teherán y pronunció estas palabras que no

 presagiaban nada bueno: «Sobre el autor del libro  Los versos satánicos,

que es una obra en contra del islamismo, de Mahoma y del Corán, y todoslos que participaron en su publicación y  tenían conocimiento de s

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contenido, recae una sentencia de muerte».Como podrás imaginarte, de la noche a la mañana el libro de Salma

Rushdie se convirtió en un clamoroso éxito de ventas, y desapareció de udía para otro de los estantes de las librerías de todo el mundo. Se agotaro

las existencias. Y Rushdie  probablemente hubiera ido riéndose durante todoel camino desde su casa al banco de no ser por el hecho de que, junto con lasentencia de muerte que pronunció el ayatolá, ¡ofreció también unarecompensa de cinco millones de dólares por la vida del autor! Por si estofuera poco, el ayatolá también dio a conocer una promesa personal de quecualquier musulmán que matara a Rushdie tendría garantizada la entrada — directamente y sin escalas— al Paraíso.

Rushdie, por supuesto, pasó inmediatamente a la clandestinidad, porque el

mundo ha aprendido hace ya mucho tiempo que la amenaza de las brigadasde la muerte islamistas no son precisamente como para reírse. El escritor también hizo prontamente lo más sensato: presentó una disculpa pública por la agitación y el malestar que había causado su libro en el mundo islámico.

El mundo esperó atentamente para saber si el ayatolá suspendería la cazay captura del escritor. Solo un día más tarde, el ayatolá hizo pública lasiguiente declaración: «Aun si Salman Rushdie se arrepiente y llega a ser elhombre más piadoso de todos los tiempos, es responsabilidad de todo

musulmán emplear todo recurso disponible, su vida y sus bienes, paraenviarlo al infierno».

Y para que no vayas a pensar que la vehemente condena que el yafallecido ayatolá hizo en contra de Rushdie ha pasado al olvido, en 1997 larecompensa por acabar con su vida fue doblada, y el fiscal general de Iráratificó su apoyo, y al año siguiente el presidente del Parlamento iraní, AlíAkbar   Nateq-Nouri, expresó en un mensaje al parlamento la renovación dela sentencia de muerte contra el escritor británico como una lección —e

 palabras suyas— para «los que se oponen a Dios y a sus profetas». Siembargo, ese mismo año de 1998 el gobierno iraní se comprometió

 públicamente a no buscar la ejecución de Rushdie. Todo ello no haimpedido que diversos grupos fundamentalistas sigan considerando que lasentencia de muerte ( fatwa) sigue estando vigente, y con sus amenazascontinúan impidiendo que el escritor lleve una vida normal y pueda viajar libremente.

¿Qué clase de dios?

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Esto nos lleva a preguntarnos qué clase de dios ha adoptado y abrazadoun líder religioso como este. ¿Qué clase de dios rehúsa perdonar? ¿Quéclase de dios condena a un hombre enviándolo directamente al infierno sidarle la oportunidad de arreglar las cosas y comenzar de nuevo?

¿Es el Dios de la Biblia un Dios con esas características? ¿Es el Dios dela Biblia un Dios implacable a la hora de castigar el pecado? ¿Es un Diosque no da marcha atrás una vez que pronuncia una sentencia de muerte? ¿Esese Dios la voz suprema en el micrófono de la conciencia humana, queanuncia que no hay indulto posible, y que el condenado se va directamenteal infierno?

Hemos examinado juntos algunos de los relatos difíciles de las SagradasEscrituras. Relatos de ejecuciones y de catástrofes sobrenaturales. Y espero

que, junto conmigo, hayas llegado a la conclusión de que se trata de casosde juicio acelerado, tan solo raras excepciones de los métodos pacientes ymisericordiosos de Dios.

Existen, sin embargo, otros relatos problemáticos que también figuran ela Biblia. Son relatos que no se ajustan tan bien a ese patrón de conducta.Pensemos, por ejemplo, en el que se encuentra en Números 20.

¿Recuerdas a Moisés, el gran legislador de Israel? Él es recordado en lastres grandes religiones monoteístas: el judaísmo, el islamismo y el

cristianismo. Cuando nos encontramos con él en el incidente de Números20, ya es un anciano. Para ser exacto, tiene casi ciento veinte años. En esemomento, ha ofrecido cuarenta años de servicio agotador y dedicado a Diosy a los hijos de Israel. Ha dado vueltas y vueltas  por el desierto como líder de una turba de gente difícil de  tratar y terriblemente obstinada. ¡Y la hasoportado durante cuarenta años! Si hubiera dependido de él, podría haber llegado a la tierra prometida casi treinta y ocho años antes. Pero comoresultado del incrédulo rechazo que mostró el pueblo a su líder Moisés y a

Dios, aún están vagando por el desierto. A pesar de eso, Moisés le harogado al Señor que perdone la vida de esos rebeldes. Y Dios harespondido favorablemente a la intercesión apasionada de su siervo, aunquelos ha sentenciado a vagar durante cuarenta años por el desierto hasta quemuera el último de los rebeldes e incrédulos. Solo entonces Israel habrá deestar listo para seguir a Dios y entrar a Canaán.

Ya han pasado casi cuatro décadas, y Moisés ha tenido que caminar  penosamente por las calientes arenas del desierto, limitándose a esperar,

esperar y esperar. Y aunque los padres y abuelos rebeldes se han idomuriendo poco a poco, Moisés ha heredado sus descendientes. Y permíteme

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decirte que la Biblia deja claro que no son mejores que sus padres.

Sed en el desiertoTengo que confesarte que cuando llego a este relato tan triste que registra

 Números 20, me cuesta mucho, pero que mucho, aceptar el final de lahistoria. Es decir, ¿qué clase de Dios es el que se nos presenta aquí?Moisés ha dedicado cuarenta años a su servicio, y ¡el Señor permite quetermine de esta manera, después de todo lo que Moisés ha hecho!

Te invito a repasar conmigo este difícil relato para aprender algo másacerca de Dios. ¿Es Dios como el ayatolá, duro e implacable? ¿Qué esperaque pensemos al leer una narración como esta?

El relato comienza con la descripción de una crisis: «Como hubo una graescasez de agua, los israelitas se amotinaron contra Moisés y Aarón» (Núm.20: 2, NVI).

Recordemos que casi cuarenta años antes se había producido unasituación muy similar. Y que en aquella ocasión, el Señor había dado laorden a Moisés de golpear la roca y que,  al hacerlo, de ella saldríaraudales de agua pura y fresca, que calmarían la sed y salvarían la vida detodo el pueblo y también del ganado. Eso había pasado cuarenta años antes.Y no es que a partir de ese día hubieran deambulado de aquí para allá todosesos años con la lengua afuera, siempre a punto de morirse de sed. ¡Paranada! El hecho es que Dios  se había encargado todos aquellos años de

 proveer de manera milagrosa para sus necesidades a cada paso delitinerario. No solo se había encargado de que no les faltara el agua, sinoque también les había dado alimento. Y ahora se encontraban casi en lafrontera de la tierra prometida. ¡Solo les faltaba un poquito, y finalmentellegarían al lugar soñado!

Sin embargo, ¡con cuánta rapidez solemos olvidar las provisiones providenciales de Dios! El Señor decide probar la fe de esta nuevageneración. Él hace que parezca que sus provisiones de agua se haagotado. ¿Recordarán esta vez su bondad y su misericordia a lo largo detodos estos años? ¿O se mostrarán exasperados por la situación, y caerán,al igual que sus antepasados, en otro momento de quejas amargas y falta defe?

¡Dios no tuvo que esperar demasiado para conocer la respuesta!

Fieles a las tendencias heredadas, al igual que sus padres, se  vuelvecontra Dios, y corren a las tiendas de Moisés y Aarón con los brazos e

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alto, señalando y mostrándose violentos con esos venerables ancianos,mientras acusan al Señor y a sus siervos por la desdichada situación en laque se encuentran. «Y el pueblo se quejó contra Moisés, diciendo: “¡Ojaláhubiéramos muerto cuando perecieron nuestros hermanos delante deJehová! ¿Por qué hiciste venir la congregación de Jehová a este desierto,

 para que muramos aquí nosotros y nuestras bestias? ¿Y por qué nos hashecho subir de Egipto, para traernos a este horrible lugar? No es un lugar desementera, de higueras, de viñas ni de granados, ni aun de agua para

 beber”» (Núm. 20: 3-5). ¡Cuarenta años después, manifiestan exactamentela misma actitud de sus padres!

¡Pobres Moisés y Aarón! Después de cuarenta años de liderazgo sirecibir ninguna muestra de agradecimiento, ¿a  esto han llegado? ¡Haofrecido su corazón en el servicio, y ahora el pueblo quiere hacerlosdesaparecer! Han sido y están siendo acusados, hostigados y burlados. Laúltima vez que el pueblo se quejó por falta de agua, se habían mostradodispuestos a apedrearlos a ambos.

¿Sabes? Oswald Chambers estaba en lo cierto. En su maravilloso libro,n pos de lo supremo,  describe el elevado precio de la ingratitud que

tienen que enfrentar los líderes: «Si nos dedicamos a la causa de lahumanidad, pronto seremos aplastados y quebrantados, porque a menudoencontraremos que un perro suele ser más agradecido que los sereshumanos». ¡Qué gran verdad encierra esta declaración!

Entonces Moisés y Aarón, esos dos hermanos ya de edad avanzada, loslíderes del pueblo de Dios, salen como pueden de sus tiendas. ¿A dónde

 pueden ir? ¿A quién pueden volverse en ese terrible momento? Ellos solos líderes. Saben muy bien que hay solo Uno al cual pueden acudir en unasituación como esta. Corren entonces por las arenas cálidas y secas, hastallegar al lugar de refugio: a la tienda de reunión, la iglesia en forma de

tabernáculo donde tantas veces se han reunido con Dios. Exhaustos,frustrados y heridos, se postran en la presencia de Dios. ¿Qué nos dice laBiblia de ese momento? «Moisés y Aarón, apartándose de la congregación,fueron a la puerta del Tabernáculo de reunión y se postraron sobre susrostros. Entonces la gloria de Jehová se les apareció» (Núm. 20: 6).

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¡La gloria del Señor se manifestó ante ellos! ¿No es esta una escenaconmovedora? Aquí están, postrados, aparentemente derrotados por completo, pero solo una pequeña parte de la gloria del Señor es como udestello que brilla hasta ellos para recordarles que Dios sigue siendo Diosy que sigue estando al control de todo lo que sucede. Los patriarcas recibe

esa radiante confirmación, por así decirlo, directamente desde el corazóde Dios y dirigida a sus atribuladas y desconsoladas almas. «Está bien,amigos míos. No se preocupen, aún continúo en mi trono. Pueden seguir contando conmigo».

Imagino a Moisés y a Aarón diciendo: «¡Qué Dios maravilloso! Justo eel momento en que pensábamos que habíamos llegado al final de la soga, yasin esperanza, Dios desciende y desciende hasta alcanzar nuestro corazóconfundido y agobiado. Y entonces oímos su voz, que a cada uno nos dice:

“Está bien, amigo mío. Aún sigo siendo Dios. Aún continúo en mi trono ytodavía estoy al control de tu vida. Puedes contar conmigo. ¡Confía en mí!”».

Y con mucha seguridad Dios les da a Moisés y a Aarón instrucciones muy precisas: «Y Jehová dijo a Moisés: “Toma la vara y reúne a lacongregación, tú con tu hermano Aarón, y hablad a la peña a la vista deellos. Ella dará su agua; así sacarás para ellos aguas de la peña, y darás de

 beber a la congregación y a sus bestias”» (Núm. 20: 7, 8).

Dios habla desde su corazón de amor con interés sincero, e instruye aMoisés para que haga lo mismo. Le pide que vaya a la roca y que le hable

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en nombre de él.Y es aquí donde sigo deseando tener la capacidad de volver a escribir el

resto de la historia. Aun si para hacerlo tuviera que correr hasta donde seencontraba Moisés para taparle la boca con la mano antes de que

 pronunciara una sola palabra. Pero lamentablemente, cada vez que leo esteincidente, noto que Moisés abre la boca antes de que cualquier otro tenga la

 posibilidad de detenerlo. Ni siquiera Dios pudo hacerlo.

¡Moisés tiene un momento de furia! Veamos lo que nos  dice el relato bíblico: «Entonces Moisés tomó la vara de delante de Jehová, como él lemandó. Reunieron Moisés y Aarón a la congregación delante de la peña, yél les dijo: “¡Oíd ahora, rebeldes! ¿Haremos salir agua de esta peña paravosotros?”» (Núm. 20: 9, 10). ¡Listo! ¡Fue suficiente! ¡El daño ya estabahecho!

Los ojos de Moisés lanzaban llamaradas hacia aquel océano de rostrosairados. Cuarenta años antes, la mayoría de  aquellos hombres y mujeres,ahora adultos, eran tan solo criaturas cuando habían salido de Egipto. Peroobservémoslos en esta ocasión. Sin dar crédito a lo que veía, Moisésobservó el mar de expresiones agitadas. Uno podría pensar que después decuatro décadas de milagros e intervenciones divinas ya habían aprendido lalección de que se puede confiar en Dios no importa lo que pase.

Sin embargo, ¿habían aprendido la lección?¡Está claro que no!Y así es que el manso y bondadoso Moisés, un anciano de casi ciento

veinte años, llega al límite de su paciencia. ¡El anciano explota! Levantandoel bastón en dirección al cielo, comienza a gritar cada vez más fuerte. Lascuatro décadas de frustraciones acumuladas explotan como el cráter de uvolcán. «¡Escúchenme bien, rebeldes! ¿Qué es lo quieren que nosotros les

hagamos? ¿No los hemos cuidado bien a lo largo de todos estos años? ¿Eh?¿Alguna vez han pasado hambre? ¿Se han muerto acaso de sed? ¡No!¡Jamás! ¿Por qué no? Porque nosotros siempre hemos estado aquí paraayudarlos. Les hemos dado todo lo que han necesitado. Bueno, pues ya mehe cansado. ¡No quiero saber nada más de todos ustedes! ¿Quieren agua?Pues yo les voy a dar agua. Ya van a ver. ¡Atrás,  atrás, rebeldes!».

Acto seguido, el agotado anciano y airado patriarca se da media vueltasobre sus gastadas sandalias y, levantando el báculo sagrado de Dios por 

encima de su cabeza, lo descarga con furia descontrolada sobre la peña deldesierto. Se da vuelta entonces para contemplar a la multitud. Y, cargando

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aún el enojo de cuatro décadas de soportar a aquella turba quejosa dedesagradecidos, el pobre Moisés descarga una vez más con toda la furia lavara contra la roca.

En ese preciso instante de la roca brota una explosión de agua como si

fuera un pozo artesiano.El pueblo comienza a dar exclamaciones de alegría y corre hacia el agua,

danzando, cantando y chapoteando. No muy lejos de ellos, sus vacas yovejas arremeten para refrescarse también en el agua. En medio de risas y

 bramidos, tanto los seres humanos como las bestias se deleitan en el nuevoarroyo recién formado.

Sin embargo, Moisés se queda a un lado. Podemos verlo solo, apoyadosobre su báculo y observando la escena. Todos sabemos bien lo que es estar 

realmente enojado, tan lleno de furia que la adrenalina se lanza a correr por todo nuestro sistema hasta que todo el cuerpo comienza a temblar. No sé durante cuánto tiempo Moisés se quedó allí mirando, pensando y

 preguntándose en qué terminaría ese pueblo necio y falto de fe. Perosabemos que finalmente abandonó la escena, y se dirigió de regreso a stienda, aunque en el camino pasó junto a la tienda de reunión. Y justocuando pasaba junto al tabernáculo, tiene que haber oído la voz de Dios quele hablaba, quizá tan solo en un susurro: «Por cuanto no creísteis en mí,

 para santificarme delante de los hijos de Israel, por tanto, no entraréis coesta congregación en la tierra que les he dado» (Núm. 20: 12). «Comoresultado de sus acciones, yo no les voy a permitir que entren a la tierra

 prometida. Y no se hable más del asunto».¡Qué final desgarrador para una historia que comenzó con dos individuos

que se arrojaron ante la misericordia de Dios y que llevaron a cabo umilagro tan maravilloso de preservación del pueblo de Dios!

La historia llega a su fin con las sombrías pero críticas palabras del

versículo 13: «A estas aguas se les conoce como la fuente de Meriba, porque fue allí donde los israelitas le hicieron reclamaciones al Señor, ydonde él manifestó su santidad» (NVI).

La santidad del Señor ¡El lugar donde el Señor manifestó su santidad! ¿Qué puede significar 

semejante frase? Si esa es la manera como el Señor  muestra que es santo,¿qué diferencia hay entre él y el ayatolá Jomeini? No parece un acto de

usticia, ¿no crees? Moisés y Aarón, líderes durante cuarenta años, con una

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hoja de servicio casi impecable, cometen un solo error, y Dios les dice: ¡Seacabó! ¡Un error, y están descalificados! ¡Se perdieron el viaje a la tierra

 prometida! ¿Qué diferencia hay entre esta actitud y el decreto de muerte que pronunció el ayatolá contra Salman Rushdie, cuando dijo: «No importa si searrepiente, aún merece que lo manden al infierno»?

Aun si tomamos en cuenta todas las evidencias que hemos  examinadountos, ¿hay alguna manera de armonizar esta imagen de Dios con todas las

demás imágenes que hemos contemplado a lo largo de estas páginas? ¿Oserá que esta triste historia es un relato trágico que ha sido conservado elos registros bíblicos con el propósito de enseñarnos que, en apariencia,tenemos que tener cuidado, porque Dios puede castigarnos sin vuelta atrás

 por uno solo de nuestros pecados?

Bueno, te invito a reflexionar conmigo por unos instantes. ¿Es esta erealidad una historia de la violenta reacción de Dios ante un pecadocometido por Moisés y Aarón? ¡De ninguna manera! Si este fuera el relatodel momento en que estos dos líderes fueron castigados de maneradefinitiva por haber cometido un solo pecado, entonces habría llegado u

 poco tarde, ¿no te parece?Pensemos en Aarón. ¡Aarón ya tenía al menos dos grandes fracasos en s

hoja de servicio! Recordemos el momento en que Moisés había ascendido

al monte Sinaí para recibir los Diez Mandamientos de parte de Dios.¿Dónde se encontraba Aarón? Allá abajo, en el valle, moldeando un ídolo,un becerro de oro para los desmemoriados esclavos. Y cuando Moisésregresó y le preguntó a Aarón qué había hecho, todo lo que pudo decir elsumo sacerdote de Dios como patética respuesta fue que, según él, habíaarrojado al fuego las joyas que le había dado la multitud, y como por artede magia, había salido un becerro de oro.

Ese fue un gran pecado, y para colmo, no estuvo dispuesto a admitirlo y a

confesarlo aun cuando Dios le dio la oportunidad de hacerlo. Antes alcontrario, se inventó toda una historia para cubrir su fracaso, de maneramuy similar a lo que hicieron Ananías y Safira muchos siglos después.

Con todo, ese no fue su único pecado. Porque tiempo después delincidente del becerro de oro, Aarón colaboró con su hermana María a lahora de rebelarse contra el liderazgo de Moisés, que había sido establecido

 por el mismo Dios. María se volvió leprosa, y Aarón recibió unareprimenda sumamente severa. No hay duda de que, a través de los años,

Dios se había mostrado muy paciente con el anciano líder.¿Y qué podemos decir de Moisés? En su caso, había sucedido lo mismo.

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consolándose para justificar sus errores? Si entre las filas del pueblo deDios se filtra la trágica noticia de que uno de los líderes ha caído, ¿qué eslo que hacemos todos? Respiramos aliviados y secretamente nosfelicitamos porque nuestros pecados en realidad no son tan malos, o al

menos no son peores que los de él o ella.Permíteme expresar nuevamente: Cada vez que un líder cae, hay una

trágica hemorragia de justicia, una trágica pérdida del bien. Porque un líder rara vez cae solo, pues otros caen junto con él.

Cuando Moisés cayó, se puso inmediatamente en tela de juicio y secuestionaron sus cuarenta años de liderazgo, como también la providenciade Dios durante ese período. Todo lo que él había escrito, dicho y hecho secubrió de un manto de sospecha ante los ojos del pueblo. Con un solo acto

arrebatado de pasión, toda la obra de su vida se vio amenazada. Tal es elresultado del fracaso de un líder. El pueblo finalmente había conseguidotener una excusa para racionalizar sus propios pecados de rebelión contraDios.

Oh, sí, este relato encierra un importante mensaje para los líderes.A pesar de lo mencionado, ¿puede ser que la historia contenga una verdad

aún más grande? ¿Puede ser que, más allá de ser un relato que analiza elcarácter de Moisés y Aarón, sea una historia que presenta una image

convincente de Dios? ¿Y puede ser que esta imagen, en último término, notenga similitud alguna con la conducta del ayatolá?

La verdad sobre DiosLa clave de la verdad que buscamos se encuentra en lo que,  en primer 

término, parece una contradicción. ¿No crees que el  versículo 13 de Números 20 parece estar completamente fuera de lugar? Ese versículo nosdice que en esa ocasión fue manifestada la santidad de Dios delante del

 pueblo. Ahora bien, no nos apresuremos a sacar conclusiones. ¿Quéacababa de decir el Señor en el versículo 12? Al hablarles a Moisés y aAarón, les había dicho que ellos no habían reconocido su santidad e

 presencia de los israelitas. Entonces, ¿cómo es eso? El versículo 12 diceque los líderes no mostraron su santidad ante los demás, pero el 13 dice quefue allí donde se manifestó la santidad de Dios.

¿Cómo es posible reconciliar estos dos versículos?Al luchar una vez más para entender esta historia, me di cuenta de que la

aparente contradicción se apoya en la palabra «santidad». ¿Qué es eso de la

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 santidad  de Dios? ¿No es acaso el carácter de Dios?¿Y qué es el carácter de Dios?Lo hemos oído decir en muchas ocasiones. 1 Juan 4: 8 nos dice: «Dios es

amor». No obstante, ¿cómo es posible hallar amor en este incidente?Analicemos una vez más la situación, porque el amor santo de Dios se

mostró también en aquella ocasión. En realidad, el Señor revela en elincidente su máximo amor y pureza.

Y aquí está la forma en que lo hace: Dios permite que los rebeldes entrea Canaán, pero hace que los líderes se queden del otro lado. De esta manerael pueblo jamás habría de olvidar, mientras viviera, el elevado costo de smaravillosa gracia y de su amor irrenunciable. El Señor permite que el

 pueblo rebelde entre a Canaán pero rehúsa permitir la entrada a los doslíderes.

Es difícil de creer, ¿no te parece? Sin embargo, ¿no es esa la manera deactuar que se corresponde con el carácter de Dios? ¿No es exactamente loque él hizo en el Calvario? ¿No es eso lo que sucedió en la cruz?Permíteme que lo diga una vez más: Dios permitió que los rebeldes sesalvaran, pero hizo que el Líder quedara afuera, fuera de los portales, paramorir en una sangrienta cruz romana.

¡Esto sí que es una demostración de una gracia maravillosa, de un amor sin límites!

Verás, Dios jamás nos trata de otra manera que aquella en la que él deseaser tratado. Él decide que Aarón va a morir sobre la cima de un monte,Moisés ha de morir en la cima de otro monte, y el Señor Jesús morirá sobrela cima de otro monte. Así de maravillosa es su gracia, así de admirable samor.

Finalmente, la historia termina con el relato de la muerte de Aarón en lacima del monte. Y allí Moisés sepulta a su hermano.

Unas pocas semanas después, le llega el turno a Moisés, pero ahora ya nohay otro líder para enterrarlo. Ya no hay nadie, con excepción, por supuesto, de Aquel que ha sido el Líder constante de Moisés, el Señor deMoisés, y el amor de Moisés durante todos estos años. Es como si Diosdijera: «No  tienen que preocuparse de que no haya nadie para enterrar aMoisés, yo mismo voy a enterrar a mi amigo».

Y eso fue precisamente lo que hizo el Señor.En más de una ocasión me he preguntado cómo habrá sido ese momento.

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Quizás has visto el cuadro de Harry Anderson que representa la escena.Allí está Moisés, con las cejas pobladas y la barba gris, apoyándose sobresu gastado cayado en la cumbre del monte Nebo, observando el atardecer desde la cima de la montaña. Con los ojos anhelantes puede ver a la

distancia la tierra prometida. Eso es todo lo que verá de ella. Y como losabe, aprovecha esos momentos para observarla.

Y entonces, con un suspiro profundo y nostálgico, el líder busca el suelo pedregoso y apoya su espalda cansada sobre la roca. ¡La Roca! A lo largode todos esos años de vagar por el desierto, la Roca ha sido el símbolo desu Señor, de su Dios. Y ahora apoya todo el peso de su ser sobre sSalvador. Puedo imaginar que se ha arrepentido cien veces de su pecado. Yotras cien veces se le ha asegurado que ha sido perdonado; de eso tambié

estoy seguro.Ahora llega el momento en que el cansado guerrero se  apoya contra la

Roca y se queda dormido. Se queda dormido en los brazos de Aquel quenunca lo ha de abandonar.

La Biblia nos dice que Dios enterró a Moisés, pero recuerda, ¡tambiénos dice que Dios lo resucitó! El Señor no permitió que Moisés durmiera

 por mucho tiempo. Porque no  pasó mucho antes de que sintiera que unamano le sacudía el hombro y lo levantaba del sueño de la muerte. «¡Moisés,

levántate! ¡Despiértate, amigo mío que duermes! Me he sentido solo sin tcompañía. Por eso, si te parece bien, he venido  para llevarte a casa. Hevenido para que me acompañes a la verdadera tierra prometida. Quiero quecompartas una amistad eterna conmigo. Bienvenido a casa, mi amigo caído.Mi amigo perdonado, ¡entra al hogar!»

¡Qué gracia maravillosa! ¡Qué amor sin igual!Así, cuando tenemos una porción de la Roca, recibimos la promesa del

Redentor. Y esa promesa dura por la eternidad.

Para reflexionar y compartir 

• ¿Cómo se puede armonizar la imagen que Dios presenta de sí mismo alcastigar a los rebeldes y su carácter misericordioso?

• ¿Consideras que el trato que recibieron los israelitas durante cuarentaaños fue justo aunque no se lo merecían? ¿Qué lección  puedes aprender de esto?

• 

Siendo que ser líder conlleva una gran responsabilidad, ¡cuán

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cuidadosos, entonces, debemos ser en el desempeño de nuestrasfunciones! ¿No te parece?

•  El hecho de que Moisés haya perdido la paciencia en un momentocrítico de su vida ¿podría decirnos cuánto necesitamos depender de

Dios constantemente para no perder los estribos, sean cuales sean lascircunstancias?

• ¿Qué reveló más Dios en la cruz: su  justicia, su amor infinito, o ambascosas a la vez?

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Capítulo 8

¿Por qué Dios

no puede dormir  por las noches?

he Road Less Traveled  [El camino menos transitado] ha permanecido elas listas de éxitos de ventas durante más tiempo que ningún otro libro. La

frase con la que su autor, el psiquiatra M. Scott Peck, inicia la obra, tienetan solo cuatro palabras: «La vida es difícil».

 No hace falta ser científico ni psiquiatra para reconocer la verdad de esas

 palabras, ¿no te parece?Yo vivo en una pequeña comunidad rural. Medio pueblo está ocupado por el campus de la universidad, donde trabajo como pastor de la iglesia. Por eso, cada vez que oigo el ruido de las sirenas a la distancia, no dejo de

 preguntarme de manera  instintiva si suenan por alguien que conozco.Siempre hay muchas probabilidades de que sea así.

Una mañana estaba llevando apresuradamente a mis hijos a la escuela,cuando vi las luces rojas y azules intermitentes que anunciaban que en la

calle principal de nuestro pueblo se había producido un accidente. Dejé alos niños en la escuela, regresé al cruce, estacioné el automóvil cerca del

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lugar en que una camioneta y otro vehículo habían colisionado, y salí. Pudedivisar al jefe de policía, que se encontraba allí, en medio de los cristalesrotos y los hierros retorcidos. Como lo conozco, me acerqué rápidamente

 para preguntarle por la identidad de las víctimas. El jefe de policía extrajola licencia de conducir de la mujer que estaba en el vehículo, y me dijo:«¿La conoces?». «Sí, por supuesto». Era la esposa de uno de los profesoresde la universidad. Entonces, el jefe de policía agregó: —Ya que la conoces, te pido, por favor, que localices a su esposo y le

informes de que su esposa está gravemente herida. —¿Cuán grave es la situación? —pregunté.

 —La verdad es que la cosa tiene muy mala pinta—me contestó.Salí corriendo hacia el campus, tomé un teléfono y marqué el número de

su oficina. Cuando el esposo levantó el auricular del otro lado de la línea,traté de que mi voz sonara tan segura como fuera posible: «Bill, tu esposaha sufrido un grave accidente de tránsito. En este preciso instante la estátrasladando en la ambulancia. Te recojo en la puerta de tu casa para llevarteal hospital».

En medio de un silencio angustioso, Bill se sentó junto a mí mientras yomanejaba a toda velocidad hasta la sala de emergencias. Había poco que

decir en aquellas circunstancias. A los dos nos quedaba tan solo elevar unaoración silenciosa. Por  último, en medio del silencio, me dijo: «Dwight,espero por  Dios que no suceda otra vez». (¿Otra vez?, me pregunté). «Ya

 perdimos a nuestro hijo, que fue atropellado mientras andaba en bicicleta… No puedo perderla también a ella».

A las puertas del hospital estaba la ambulancia, vacía. Corrimos haciaadentro. Tras las cortinas, los médicos le estaban administrandofrenéticamente los métodos de resucitación. Bill, que también es u

 profesional de la medicina, corrió las cortinas para ver a su esposa. Perotodos los esfuerzos de resucitación fueron inútiles. No hubo nada que hacer.La esposa de Bill había perdido la vida.

En un silencio sepulcral, me quedé junto a él en una de las salas de esperadel hospital. Había sucedido de nuevo. «La vida es difícil».

Cada sirena que emite su penetrante sonido, cada teléfono que suena, es el precursor potencial de otra confirmación de que Peck sabía lo que decía:«La vida es difícil». Y la muerte es el último de los «choques» que nos

 presenta la vida.Como pastor, no me queda más remedio que enfrentarme a ese enemigo

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universal de la especie humana: un ataúd tras otro… y tras otro. Tresataúdes para tres jóvenes menores de treinta años, que habían ido a esquiar durante un fin de semana al cercano estado de Wisconsin en una avioneta

 privada, cuyos equipos se congelaron al despegar, por lo que se estrelló y

causó tres trágicas muertes prematuras. Tres funerales, uno tras otro. Tresfamilias devastadas.

«La vida es difícil».Un ataúd para un angelito que todavía no había cumplido los cinco años, y

que luchó contra la leucemia hasta el mismo fin. Lo único que dejó fue umar de lágrimas.

La vida puede ser muy difícil.Un ataúd para una muy querida abuela que, en una agradable mañana de

diciembre, había salido a hacer las compras navideñas para sus seresqueridos, hasta que a solo cinco kilómetros de la puerta de su casa chocó defrente con otro automóvil. Con otro agente de policía, unos minutos mástarde, me encontré delante de la puerta de esa casa, y tuve que ser elmensajero de las desgarradoras nuevas a un esposo que apenas podíacreerlo.

Un ataúd para un bebé de tres semanas de vida, cuyo corazósupuestamente tenía que aguantar al menos setenta años, como sucede con la

mayoría de nosotros. Pero no fue así. Y al irse dejó una familia postrada ydoblegada por el dolor.Hay de todo: ataúdes pequeños, ataúdes grandes; ataúdes modernos,

ataúdes antiguos, pero el mensaje es siempre el  mismo: «La vida esdifícil».

¿Dónde está Dios?Entonces, ¿dónde se encuentra Dios en nuestros momentos de angustia?

Mientras el ser humano se retuerce de dolor, ¿dónde está ese Dios que senos ha presentado como un superhéroe? ¿Dónde está la bienaventuradagarantía del Salmo 121? «Alzaré mis ojos a los montes. ¿De dónde vendrámi socorro? Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra. Nodará tu pie al resbaladero ni se dormirá el que te guarda […]. Jehová teguardará de todo mal, él guardará tu alma» (vers. 1-3, 7).

¿Guardará realmente mi vida y tu vida de todo mal? Entonces ¿qué saliómal en todas estas tragedias que te acabo de contar? Todas eran buenas

 personas; hombres, mujeres, jóvenes, niños y niñas que andaban en loscaminos de Dios. Aun así tuvieron que sufrir. Como lo expresó, una vez

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más, el reconocido escritor Harold Kushner: «A la gente buena le pasacosas malas». ¡Cuánto han sufrido estas personas! Pero, ¿por qué?

Todo ese sufrimiento ¿se debió a que Dios estaba dormido? Después detodo, el salmista declara que, dado que él jamás duerme, nosotros no

sufrimos, de manera que se hace evidente que, si en realidad nosotrossufrimos, se debe a que él se ha quedado dormido. Esta explicación parecemuy poco racional a la luz del carácter del Dios que hemos estadoexaminando a lo largo de estas páginas.

Entonces, ¿por qué tanto mal? ¿Por qué la vida es tan difícil? ¿Cómo es posible que defendamos a este Dios en medio de tantos males?

Ese es el interrogante que está implícito en la palabra  teodicea, términoque usan los teólogos para describir los intentos del corazón humano de

defender, de alguna manera y ante la presencia del mal y el sufrimiento, la bondad, la sabiduría y el amor de Dios. El término proviene de dos palabras griegas, a saber,  theos y dike: «Dios» y «justicia». Esto quieredecir que «teodicea» es el esfuerzo humano de defender con justicia a Dios,de manera que a pesar de todo el mal y de todas las   tragedias, él sigasiendo aún el Dios de amor que las Escrituras siempre afirman que es.

 No obstante, ¿es posible defenderlo en medio de tanta masacre? Porque,no nos engañemos: el sufrimiento humano tiene muchas otras sombrasademás de la ominosa sombra de la muerte. En efecto, la muerte no es elsufrimiento más terrible; la muerte es la cesación de la vida, el fin delsufrimiento en esta tierra. Cuando lloramos, no lloramos por el que falleció,sino más bien por los que han sobrevivido. Porque es una gran ironía de laexistencia humana el hecho de que el sufrimiento sea más grande en la vidaque en la muerte.

El teólogo Lewis Smedes, en su clásico  Love Within Limits  [El amor dentro de los límites], define el sufrimiento de la siguiente manera: «Todo

sufrimiento puede ser descrito, en realidad, como la experiencia de algoque definitivamente no queremos llegar a experimentar» (p. 1).

¿Qué es lo que tú, definitivamente, no quieres llegar a experimentar? ¿Quete desaprueben una materia? ¿No encontrar trabajo? ¿Una cita con la

 persona equivocada? ¿Un fracaso matrimonial? ¿Un amargo divorcio?¿Verte obligado a declararte en bancarrota? ¿Sufrir una mastectomía?¿Tener alzhéimer? ¿Llegar a la vejez con achaques? La lista de nuestrosmayores temores no tiene fin, ¿verdad? Añade además los  terribles

sufrimientos de la guerra, el hambre y las plagas que se producen en todo el

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mundo, y tendremos que admitir que no hay idioma ni cultura que no sepa bien qué es el mal.

Tengo que confesar que en este mundo de sufrimientos cada vez peores, latarea de defender a Dios se hace cada vez más difícil, ¿no te parece? A

 pesar de esta impresión contemporánea, es muy probable que jamás hayasido una propuesta fácil. Desde la caída de Lucifer y de Adán y Eva «en el

 principio», Dios ha tenido que enfrentar la epidemia universal  del mal.Pero como ya hemos subrayado en el capítulo 4, la respuesta de Dios anteel mal fue asumir voluntariamente  la culpa y la responsabilidad delsufrimiento humano, haciendo así que el centro de atención se trasladara aél mismo hasta que los creyentes fueran lo suficientemente maduros como

 para desenmascarar al verdadero culpable del mal. Por esa razón en elAntiguo Testamento hallamos muy poco que  pueda librar a Dios de la culpa

 por los males que nos ocurren en la tierra.

Él estuvo allíHay una casi olvidada declaración en el corazón del Antiguo Testamento

que ofrece una vislumbre impresionante de Dios en medio de todo elsufrimiento que nos rodea. Es una sola frase que descorre el velo del

sufrimiento humano y nos permite hacernos un concepto de Dios y llegar aver sus mismos pensamientos en medio de todas las dificultades de la  vida.Isaías lo vio primero, y estoy agradecido de que el profeta haya dejadoregistradas estas palabras para que nosotros también podamos verlo.

Me gusta cómo lo expresa la Versión Reina-Valera de 1995: «En todaangustia de ellos, él fue angustiado» (Isa. 63: 9). La versión popular   Dios

abla Hoy traduce así: «Y él los salvó de todas sus aflicciones. No fue uenviado suyo quien los salvó; fue el Señor en persona» (vers. 8, 9). Si

analizamos el  contexto de este versículo, descubriremos que el profetaIsaías está repasando la historia del Antiguo Testamento y una parte de lasvicisitudes por las que tuvo que pasar el pueblo de Dios. Al tratar deenglobar toda la historia, nos lleva hacia una realidad simple pero

 profunda: cuando el pueblo sentía dolor, Dios sentía dolor; cuando el pueblo sufría, Dios sufría; cuando lloraban, Dios lloraba; cuando estabaafligidos, Dios se afligía.

¿Qué clase de misterio es esta extraña transferencia vicaria del

sufrimiento humano al corazón mismo de Dios? Es el misterio de la paternidad, ¿no te parece?

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Como padre, conozco en carne propia una pequeña parte de ese misterio. No entiendo tanto cómo funciona, pero sí sé que funciona. En ciertaocasión, mi familia y yo estábamos cargando el automóvil para salir de

 paseo. En ese entonces, mi hija Kristin tenía solo tres años, y mientras iba

colocando las cosas dentro del vehículo, abrí con fuerza la puerta de atrás,y noté que de pronto esta se detuvo sobre sus goznes con un golpe suave ysordo. Me di vuelta justo a tiempo para ver que Kristin se cubría el rostrocon las manos. Entonces me di cuenta de que le había dado con la puerta ela cabeza. Fue otro de esos momentos a cámara lenta, cuando uno quedasuspendido como si el tiempo se hubiera detenido. Ella tenía la bocaabierta, y estaba tragando grandes bocanadas de aire que prontotransformarían el irreal silencio en un llanto desgarrador.

Cuando logró tener todo el aire que necesitaba para lanzar el grito dedolor, ya la había alzado y estaba en mis brazos. Y la dejé allí contra mi

 pecho, mientras mi preciosa niñita lloraba para mitigar su inesperado dolor.Y permíteme decirte que, mientras ella lloraba de dolor, me parecía que yotambién estaba experimentando lo mismo que ella. Te lo digo de verdad. Yosentía su dolor, aunque el sufrimiento era solo de ella. Y sus lágrimastambién trajeron algunas lágrimas a mis ojos.

De verdad. En su aflicción yo también fui afligido. No  puedo explicar de

qué manera funciona; solo te puedo garantizar que es así. Y por ello, en unamedida sumamente reducida, creo que yo también puedo entender lo quedice el Señor cuando anuncia por medio del profeta Isaías: «En todaangustia de ellos, él fue angustiado». Es el misterio de la paternidad.

Es el misterio de Dios, que posee un poder trascendente, pero que almismo tiempo siempre está presente conmigo en mi dolor. Elena G. deWhite, en su obra clásica sobre la vida de Cristo,  El Deseado de todas las

 gentes, expresa: «No se exhala un suspiro, no se siente un dolor, ni ningú

agravio atormenta el alma, sin que haga también palpitar el corazón delPadre» (cap. 37, p. 328). En otras palabras, en todas nuestras angustias, éltambién es angustiado.

¿Por qué no le pone fin? No obstante, en este tema de la teodicea hay aún otro  interrogante que

tenemos que enfrentar. Quizá ya te lo has preguntado más de una vez. Es una pregunta obvia, un interrogante que exige una respuesta: si Dios se

identifica tanto con nuestro sufrimiento y al mismo tiempo es tan poderoso,

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¿por qué no detiene el sufrimiento antes de que comience? Todos podemosentender que un padre humano, con todos sus yerros, cierto día puede abrir accidentalmente la puerta del carro y darle un portazo en la cabeza a shijita. Sin embargo, ¿dónde está el Padre omnipotente cuando nuestromundo se desploma por completo? ¿Por qué no detuvo la camioneta paraque no chocara contra el automóvil, e impidió que la avioneta se estrellara,y detuvo la enfermedad para que no avanzara? ¿Por qué no impide quemillones de personas en el mundo se mueran de hambre? ¿Por qué se limitatan solo a tomar la decisión de sufrir junto con nosotros? ¿Por qué no ponefin de una vez por todas al mal y al dolor? ¿Por qué directamente no ponerlefin al problema en lugar de seguir soportando los síntomas?

Estas son preguntas muy buenas y apropiadas. Es justo que nos

 preguntemos esto. Y la respuesta también tiene que ver con el tema de lausticia. Es aquí donde entra en escena el gran relato de la teodicea en las

Escrituras: el libro de Job.Pensemos en Job, el hombre que sufrió tanto, para quien la vida fue e

verdad muy difícil. Es probable que conozcas bien la historia. Cierto díaDios reúne un concilio en el cielo, y aparentemente se le permite a Satanásasistir al concilio como representante de este planeta caído. (Al fin y alcabo, Jesús lo llamó «el príncipe de este mundo»). Al ver que su hijo

rebelde Lucifer también está presente, el Señor le pregunta a Satanás:«¿Has visto a mi siervo Job? ¿Te has dado cuenta de cuán buen amigo es?¡En la tierra, no hay otro que sea tan fiel a mí como mi amigo Job!».

Satanás observa a todos los presentes en el concilio y, mirandodirectamente hacia el trono de Dios, el príncipe rebelde responde: «Sí, SMajestad. Usted está en lo cierto. Es verdad que él es fiel. Pero permítameque le diga  por qué es fiel. Esto se debe a que usted lo ha sobornado por medio de las bendiciones que ha derramado sobre él. Usted ha construido

un cerco de protección a su alrededor, y en este momento Job se siente muyseguro. Pero puedo garantizarle algo: si usted le quita el cerco protector, élserá el primero en maldecirlo en su misma cara. Puede que Job sea samigo, pero le aseguro que, en el mejor de los casos, es amigo solo en las

 buenas».Ese fue el primer puñetazo. Lucifer está presentando un desafío, tanto a la

usticia como a la libertad de Dios. ¿Será que Job seguirá amando a Dioscuando llegue la hora de la verdad y ya no cuente con ningún cerco de

 protección? El Señor observa este desafío diabólico en su misma presencia. Entonces responde al desafío de Satanás: «Está bien; puedes

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 No obstante, a través de todas estas circunstancias, se requiere que, paraconservar el sentido de equidad y libertad, el Señor permita que Satanásejerza su poder destructivo en este planeta. ¿Por qué? Porque Satanás haseñalado a Dios con el dedo, acusándolo de que la única manera en la queél puede hacerse de amigos es sobornándolos por medio de bendiciones.«¡Quítales todas tus bendiciones, y vas a ver como se vienen conmigo!»,

dice Satanás. Y es triste decirlo, pero en gran medida el enemigo está en lo

cierto: ante situaciones adversas, la mayor parte del mundo suele volverse,en efecto, a Satanás.

Lo que está en juego aquí es el tema de la libertad humana y el amor divino. ¿Será que Dios ama lo suficiente a su pueblo como para permitirleque sean libres de tomar sus propias decisiones? Porque la libertad no esverdadera libertad a menos que pueda abusarse de ella. El amor solamentees amor si puede ser rechazado; si no puede ser rechazado, entonces no es

amor. Así, por la naturaleza misma del amor y la libertad, Dios se veobligado a permitir que el amor y la libertad sean desplegados en esta tierra

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 por medio de las decisiones que toman los seres humanos.Tanto Lucifer como Adán y Eva recibieron la libertad de decidir. Y ha

sido sus decisiones, y las incontables decisiones que han tomado los sereshumanos desde entonces, las que han creado el caldo de cultivo del mal y el

semillero de la miseria humana que podemos observar en nuestro planeta.Todos nosotros somos víctimas de esas decisiones.

La única esperanza de Dios es de alguna manera volver a ganar nuestrocorazón para que volvamos a ubicarnos bajo las alas de su amor infinito. Súnica esperanza es llegar hasta nosotros con su mensaje, ese mismo mensajeque Lucifer afirma que no es más que una mentira. Desea que entendamosque él no es un tirano, que no es alguien que nos va a sobornar para que loamemos. Dios es nuestro Padre y nuestro Amigo. Y por eso nos pide que

volvamos a él.Y aun cuando tomamos la decisión de volver a él, seguimos sufriendo los

efectos del mal en este mundo. Entonces, ¿por qué no nos protege el Señor?Te invito a pensar en esto por un momento. ¿Qué pasaría si, tan pronto

como una persona decidiera regresar a Dios, esta se sintiera inmunizada y blindada contra todo tipo de sufrimiento y de mal? ¿Te parece que habríasiquiera alguien que desearía ir al  hogar   a vivir con el Señor? Silográramos hacer un cielo a partir de este infierno, ¿quién quisiera

abandonarlo?C. S. Lewis explicó la situación sobre la tierra de esta manera:

«Dios nos niega —por la misma naturaleza del mundo—, la felicidad y la seguridad estables que

todos deseamos. Pero  también ha derramado liberalmente alegría, placer y regocijo. […] Encambio, unos momentos de amor feliz, un paisaje, una sinfonía, el encuentro alborozado connuestros amigos, un baño o un partido de fútbol no tienen el mismo desenlace. Nuestro Padre nosreconforta procurándonos albergue en posadas acogedoras, pero nos alienta a confundirlas con elhogar» ( El problema del dolor , p. 117).

La realidad del sufrimiento humano nos recuerda de manera continua eseantiguo himno que dice: «El mundo no es mi hogar, soy peregrino aquí; en laciudad de luz, tendré tesoros, sí; eterno resplandor, por siempre gozaré y lavida mundana jamás desearé».

Los profetas estaban en lo cierto. Somos extranjeros y peregrinos yestamos en busca de un mundo mejor. Queremos llegar a ser ciudadanos delreino celestial. Este mundo no es nuestro hogar. Mientras sigamos viviendoen esta tierra, hemos de sufrir la furia destructora del malvado enemigo,quien afirma que el mundo y sus habitantes le pertenecen, porque estamosviviendo detrás de las líneas enemigas.

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 No existe otra manera de entender todas las tragedias que nos tocasoportar. Ahora bien, hay personas bienintencionadas que expresaverdades de Perogrullo como la siguiente: «Bueno, estoy seguro de que por medio de esta tragedia, Dios quiere enseñarle algo a fulanito». Por 

supuesto, yo jamás quisiera negar la capacidad que tenemos todos los sereshumanos de aprender de nuestros sufrimientos, pero el hecho es que, emuchísimos casos, el precio es con mucho demasiado elevado como paraque aprendamos la lección. La posibilidad de aprender lecciones noconstituye una explicación satisfactoria de nuestro dolor y sufrimiento.

Otras almas con buenas intenciones a veces proponen lo siguiente: «Loque sucede, tal vez, es que Dios está tratando de alcanzar a un ser querido,a algún amigo o vecino por medio de esta trágica muerte». Una vez más,

estoy convencido de que la gracia divina tiene la capacidad de triunfar emedio de cualquier tragedia humana y, en efecto, hay personas que han sido«alcanzadas» por medio del sufrimiento de  otros. Pero por favor, notransformemos a Dios en un ser que podría golpearnos en cualquier momento con una muerte trágica, con la esperanza de que nuestradesaparición pueda servir para salvar a otra persona. ¿Cómo es posible quealguna vez nos sintamos seguros si tenemos que estar todo el tiempomirando sobre nuestro hombro para ver qué se trae Dios entre manos? El

 propósito divino de alcanzar a otros tampoco constituye una explicaciósatisfactoria para el sufrimiento humano.

¿Qué razones habremos de dar, entonces, para nuestro sufrimiento? Comodestaca Richard Rice en su libro  Why  Bad Things Happen to God’s

 People? [¿Por qué al pueblo de Dios le pasan cosas malas?], es muy probable que ninguna razón nos termine resultando satisfactoria:

«En una escala universal y cósmica, no existe justificación alguna para el mal. Y no podemosesperar que sus consecuencias a nivel individual siempre tengan sentido. En consecuencia, toda

respuesta al sufrimiento que mire hacia atrás, que vaya detrás del asunto con el propósito de buscar una razón concreta en cada momento, está destinada al fracaso. Y el acto de tratar de

explicar las desgracias que nos acontecen a menudo no hace más que empeorar las cosas»  (p.26).

El hecho es que, si bien como seres humanos sentimos la necesidad deexplicar todas las cosas, de hallar una razón lógica detrás de las tragediasque nos golpean, el mal en realidad no tiene lógica alguna. El mal es elresultado de la locura de Lucifer. Así de simple. Jesús estuvo muy en lo

cierto cuando 

expresó: «Un enemigo ha hecho esto» (Mat. 13: 28, RV60).La única explicación plausible para el sufrimiento humano es que aú

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estamos viviendo detrás de las líneas enemigas.

Dios llora con nosotrosSin embargo, en medio de todos nuestros sufrimientos a menudo

irracionales e inexplicables, recibimos la categórica garantía divina quedice: «En todas nuestras angustias, él  también sufre junto con nosotros».Porque nuestro Dios es un Dios que sufre con sus hijos.

Puede que el Señor no te exprese mucho en palabras. Puede que solo selimite a llorar junto contigo, pero de todas maneras, hay momentos en quelas palabras suenan huecas e insuficientes. En el libro de Richard Rice, élcuenta la historia de un profesor que conoció en el campus de launiversidad donde yo trabajo como pastor. Es una historia de algo quesucedió antes de que yo llegara allí, aunque conozco a la familia a la que serefiere el incidente.

Cierto profesor de la universidad fue golpeado por una tragedia horrible einexplicable. Su hijo falleció de manera trágica en un accidente en el patiode la escuela. El apenado padre y su familia lucharon por aceptar la terrible

 pérdida. Podemos preguntarnos qué decir ante la presencia de unadesgracia semejante en la vida de otras personas. Pero este padre recuerdala acción más reconfortante de la que fue objeto durante esos momentos deintenso dolor y profundo sentimiento de pérdida. Una tarde, mientras el

 padre estaba en su oficina en el campus, un colega, también profesor de launiversidad, fue a verlo. No pronunció palabra. Solamente se sentó en laoficina de su amigo y comenzó a llorar. Y lloró amargamente. Entonces, sidecir palabra, se levantó y se fue.

Más tarde, ese padre sufriente testificó que el hecho de que su amigoestuviera allí, y de que durante unos minutos se dedicara simplemente acompartir su dolor y sus lágrimas, significó más para él que cualquier 

 palabra que le pudiera haber dicho.En tu hora de sufrimiento, es probable que Dios no te diga nada más que:

«Estoy llorando contigo».En todas nuestras angustias, ¡él también comparte nuestra angustia! El

Señor nos sostiene de la mano, y llora con nosotros. No obstante, me gustaría recordarte que la mano que sostiene la tuya es

una mano traspasada por clavos. Porque él ya ha estado en el Calvario. Y éltambién ha bebido los restos amargos del peor dolor humano. ¡Él sufre co

nosotros!

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Jesús fue al Calvario para que, por toda la eternidad, supiéramos que hayAlguien que nos entiende.

Me gusta mucho la manera en que lo expresa Elena G. de White:

«Pocos piensan en el sufrimiento que el pecado causó a nuestro Creador. Todo el cielo sufrió conla agonía de Cristo; pero ese sufrimiento no empezó ni terminó cuando se manifestó en el seno de

la humanidad. La cruz es, para nuestros sentidos entorpecidos, una revelación del dolor que, desdesu comienzo, produjo el pecado en el corazón de Dios» ( La educación, cap. 31, p. 238).

Verás, en este universo hay otro ser que también sufre. Su nombre es Dios.En todas nuestras aflicciones, él también es afligido con nosotros. Porque élya ha pasado por todo ello. Y es por eso que la última palabra en relaciócon el sufrimiento es que, en último término y en lo más íntimo de nuestroser, Dios está con nosotros.

Y sabemos que él tendrá la última palabra, porque llegará el día en que«enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá más muerte,ni habrá más llanto ni clamor ni dolor, porque las primeras cosas ya

 pasaron» (Apoc. 21: 4). El cielo será la última palabra de Dios paracontrarrestar el infierno en el que Lucifer ha tratado de transformar estavida.

En uno de los dos funerales que me tocó dirigir en el caso de los jóvenescuyas vidas fueron segadas trágicamente cuando su avioneta se estrelló una

mañana de invierno, bajé del púlpito al final de la ceremonia paraacompañar a los parientes, que se habían reunido por última vez alrededor del ataúd abierto y dejaban caer muchas lágrimas sobre el cuerpo sin vidade quien había sido su hijo y nieto. En presencia de lágrimas tan llenas deangustia, ¿qué es lo que se puede decir? A mi lado, se encontraba un viejocolega y amigo mío que  también había estado oficiando la ceremonia.Sentíamos que las  lágrimas de aquella gente también se querían colar enuestros ojos y en nuestros corazones.

Después de varios minutos de silencio, él se inclinó hacia mí y me susurrólas palabras que inspiraron el título de este capítulo: «¿Por qué Dios no

 puede domir por las noches?».En medio de semejante suceso, en medio de tan grandes sufrimientos

humanos, él ni duerme, ni se adormece, porque en todas nuestras angustias,él también sufre con nosotros.

¡Qué gracia maravillosa! ¡Qué amor más grande!

Para reflexionar y compartir 

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• En los momentos de dolor, ¿a dónde has recurrido? ¿Has pensado enesos instantes que tienes un Padre celestial que se preocupa  por todostus pesares y angustias?

• 

Si se te pidiera que definieras el sufrimiento, ¿cómo lo definirías?•  Con la Biblia en las manos, ¿cómo justificarías a Dios de los

sufrimientos que ocurren en nuestro mundo?•  ¿Crees que nuestras decisiones son las  que han contribuido en mayor 

medida a la condición de nuestro mundo? Si es así, ¿qué podríamoshacer para tener un mundo mejor?

• ¿Puedes tener fe en que Dios llora a tu lado cuando estás atravesando por un momento muy triste, como la pérdida de un ser querido?

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McFerrin: «Esta es una nueva canción que he escrito, puede que la quierascantar nota a nota: No te preocupes, ¡sé feliz! Cada vida tiene sus

 problemas, pero si te preocupas demasiado, se duplican. No te preocupes,¡sé feliz! Cuando te preocupas, frunces el ceño, y entonces todos se

deprimen. No te preocupes, ¡sé feliz!». Etcétera, etcétera, etcétera.¿Puedes creer que una canción tan infantil y con una filosofía más bie

 bobalicona haya tenido tanto éxito? ¿Y qué podemos decir de su autor? ¿EsMcFerrin una persona feliz? Aparentemente no. Como suele suceder cuandoalgo recibe demasiada atención de los medios, pronto se produjo unareacción, y hasta McFerrin se llegó a cansar de la canción. Según uartículo publicado en la revista  Newsweek   en su edición de febrero de1989, ya para entonces McFerrin había decidido que nunca más la

interpretaría en público.Tenemos que aceptarlo: solo es posible entonar una canción como esa una

cantidad limitada de veces. Solo durante cierto tiempo se puede calmar unamente atribulada antes de que la verdad salga a la luz. Y es que el hecho deno preocuparse, en realidad, no resuelve nada. Tarde o temprano la verdadoculta sale a la luz, y nos lleva a darnos cuenta con tristeza de que ningunode los trillados y vanos lugares comunes de este mundo podrán saciar nuestra sed. El anhelo de nuestra alma es encontrar una seguridad duradera,

sentir una genuina paz interior.  «Don’t Worry, Be Happy!», «No te preocupes, ¡sé feliz!». Sí, suena muy bien, pero no podemos limitarnos aentonar esa canción y esperar que todos nuestros problemas se solucionen.Así no funcionan las cosas en este mundo.

Lo que en realidad queremosConstantemente se hacen encuestas para averiguar qué es lo que realmente

quiere la gente, qué cosas son las que más les preocupan, qué es lo que las

despierta en medio de la noche con un sudor frío.Una de esas encuestas detallaba las diez principales  preocupaciones de

salud de los estadounidenses. No me sorprendieron las tres primeras de lalista, porque estaban dentro de lo que uno espera en un estudio de estascaracterísticas, a saber: permanecer libre de enfermedades, no caer en elvicio del  tabaco y disfrutar de un medio ambiente con aire puro y agua

 potable. Pero lo que sí me causó sorpresa fueron los siguientes puntos de lalista, que parecían no corresponderse con ese tipo de encuesta. A ver si te

 parece que esto tiene que ver con la salud: contar con alguien a quien amar,

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tener una perspectiva optimista de la vida, y tener familiares y amigos queestén a nuestro lado en los momentos de necesidad. ¿Qué crees? No es lo típico que uno esperaría encontrar en un estudio sobre las

 preocupaciones relacionadas con la salud. Pero no cabe duda de que revelalo que se encuentra en las mentes de millones de personas. Y para quienestienen preocupaciones como esas, no les alcanza con que les digamos:«Don’t Worry, Be Happy!». Podrías cantar esa canción hasta quedarte sialiento, pero en lo más profundo de tu corazón seguirías anhelando algo quesea real, alguien que sea real, alguien que esté junto a ti cuando todo lodemás en tu vida te falle.

Cuando nos golpea la tragedia, cuando recibimos malas noticias,queremos saber que podemos acercarnos y tener contacto con una persona

real que responderá con un interés real a nuestra situación. Y agradezco aDios por la gente compasiva y dedicada que todavía podemos encontrar.Hombres y mujeres cuyos corazones generosos nunca están a más de unallamada telefónica de distancia. Personas a las que tú y yo podemos recurrir cuando parece que a nadie más le importa nuestra situación. «Sanadoresheridos», como los describió en cierta ocasión Henri Nouwen, personascuyas propias cicatrices las han capacitado para ser amigos sanadoressiempre que los necesitemos. Son personas que van mucho más allá del

«Don’t Worry, Be Happy» a la hora de buscar la manera de consolarnos.Porque hay ocasiones, en realidad demasiadas ocasiones, en las que hayque llorar y dejar de sonreír, hacer duelo y dejar de danzar. Hay momentosen los que ya no sirve seguir sonriendo y aguantando como si no hubiera

 pasado nada.

El profeta llorónPensemos por ejemplo en el profeta Jeremías. Es probable que este

 profeta sea uno de los escritores más tristes de las Escrituras. Se le llama el profeta llorón, y te puedo asegurar que tenía buenas razones para ello. Siese pobre hombre hubiera vivido en nuestros días, habría tenido quegastarse una buena suma de dinero en pañuelos desechables. En numerosasocasiones derramaba lágrimas no solo con los ojos, sino  también con elcorazón. Jeremías escribió el libro que lleva su nombre, y también el librode Lamentaciones.

Puede que si abres tu Biblia por el libro de Jeremías, tengas que sacudir 

el polvo de sus páginas. No eres el único; en general los cristianos no

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suelen dedicar mucho tiempo al Antiguo Testamento y, si tu corazón prefiereandar por la vida con la canción a la que nos venimos refiriendo en estecapítulo, se me ocurre suponer que Jeremías no ha de ser uno de tus libros

 preferidos, porque en sus páginas hay mucha tristeza y gran cantidad de

 preocupaciones.Durante varios capítulos hemos estado analizando lo que he denominado

«la historia de dos montes». Hemos revivido brevemente los eventos delmonte Sinaí: la espectacular teofanía por medio de la cual Dios nos entregó

 personalmente los Diez Mandamientos en medio de rayos y truenos y uterremoto. Y también hemos estado analizando lo que sucedió siglosdespués en otro monte, el del Calvario (llamado también el Gólgota). Estasson dos cimas importantes para nuestra búsqueda de ese Dios que se reveló

en ambas montañas.En términos históricos y quizás filosóficos, Jeremías es un personaje que

se encuentra en el punto más terrible entre una montaña y otra. Es un profetaque ha sido alcanzado por  el fuego cruzado, por así decirlo. Y por eso, gra

 parte del tiempo lo encontramos derramando abundantes lágrimas. ¿Quéotra cosa podríamos esperar de alguien que se desayuna todos los días cotitulares que solo producen dolor de cabeza?

Jeremías vivió en tiempos traicioneros. Le tocó vivir en un reino que

estaba en sus últimos estertores. El ejército de  Babilonia, enemigo del pueblo de Dios, había acampado literalmente a las puertas de Jerusalén.Refugiados de toda la tierra de Judá llegaban a la ciudad. Era gente

 perseguida, atribulada y aparentemente olvidada por su Dios, que lo únicoque contaban eran historias de terror y masacres demasiado espantosascomo para hallar consuelo. No era momento para que se pusiera a cantar:«Don’t Worry, Be Happy!».

Y eso es lo que hace que el mensaje de Jeremías 31: 3 y 4 nos parezca ta

extraño, tan incongruente, tan fuera de lugar. Te invito a analizarlo por timismo: «Jehová se me manifestó hace ya mucho tiempo, diciendo: “Coamor eterno te he amado; por eso, te prolongué mi misericordia. Volveré aedificarte: serás reedificada, virgen de Israel. De nuevo serás adornada cotus panderos y saldrás en alegres danzas”».

En el capítulo anterior, Jeremías había estado dando advertencias al pueblo sobre las catástrofes, los juicios y la destrucción que habrían devenir, y entonces, de manera repentina, irrumpe con este cántico de amor y

gozo ilimitados de parte del Señor. Parece demasiado bueno para ser verdad, ¿no crees? Casi parece que Dios mismo fuera el que está diciendo:

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«Don’t Worry, Be Happy!».

A todos nos haría bien disfrutar de una experiencia de gozo semejante devez en cuando. Soy el primero en admitir que me beneficiaría la posibilidadde dejar que todas mis  preocupaciones se esfumaran, tomar entonces una

 pandereta y ponerme a bailar. No con los movimientos y giros sensualesque en la actualidad se hacen llamar baile, sino más bien con esascadencias alegres y pletóricas de gozo que irradia la dicha en el Señor.

Eso es lo que Dios está prometiendo en estos versículos, y todos nosotros podríamos disfrutar más de momentos como esos incluso cuando sentimosque las cargas de la vida nos abruman inmisericordes. El único problema esque quizá no estemos tan seguros de cuál debería ser la razón de la danza.¿Cuál tiene que ser nuestra motivación para que disfrutemos de un cánticoen el corazón?

Con amor eternoEl profeta Jeremías encuentra una razón para estar gozoso en este mensaje

que proviene de Dios: «Con amor eterno te he amado; por eso, te prolonguémi misericordia» (Jer. 31: 3). Y ciertamente es motivo más que suficiente

 para ponerse a saltar y bailar. ¡Amor  eterno! ¡Qué concepto! En especial enuestros días, cuando sabemos tan poco del amor. No se trata de un simple amor romántico. Ya sabes cómo funciona ese tipo

de amor. Roberto observa embelesado los ojos seductores de Marta, y lesusurra al oído: «¡Te amaré siempre!». El único problema es que hace solo

tres meses le estaba diciendo lo mismo a Elisa, y es probable que dentro de

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tres meses se lo diga a Susana. Y tiempo después, ¡seguramente se casarácon Liliana!

En realidad no sabemos qué quiere decir amar por la eternidad. Aun en elmatrimonio, el amor a menudo no dura. ¿Qué significa que el Señor nos ame

de esa manera? Repasemos una vez más lo que nos dice: «Con amor eternote he amado […]. Te edificaré de nuevo; ¡sí, serás reedificada! De nuevotomarás panderetas y saldrás a bailar con alegría» (Jer. 31: 3, 4, NVI).

¿Qué significan estos versículos? ¿Podrías decir qué es el amor eterno eeste contexto? Recordemos la historia. Está a punto de desatarse uverdadero infierno sobre la ciudad de Jerusalén. El enemigo,

 Nabucodonosor, ya ha atacado la ciudad dos veces. ¡Un ataque más, y todohabrá terminado! La ciudad va a ser arrasada. En este contexto no podemos

sino  preguntarnos cómo es posible que Dios se ponga a hablar de amor eterno y de bailar al son de las panderetas ante la inminencia de semejantedestrucción.

La única manera en que la promesa de Dios puede tener algún sentido, laúnica manera en que puedo imaginar su aparente «Don’t Worry, Be Happy!»

a pesar de la inminencia de la catástrofe, es llegar a la conclusión de quecuando yo siento que estoy completamente acabado, ¡Dios no lo está!  No

importa cuán mal me vaya o se pongan las cosas para mí, no 

importa elinfierno personal que puedas estar atravesando en este preciso momento, elmensaje que se da aquí es que el amor de Dios es eterno. Lo que, en otras

 palabras, quiere decir que aun cuando yo siento deseos de darme por vencido, ¡el Señor no renuncia a mí!

Puede que dejemos de amarlo, pero él no dejará de amarnos. Puede quedejemos de creer en él, pero él no dejará de creer en nosotros. Esto, comonos recuerda Jeremías, es razón más que suficiente para no empeñar nuestras panderetas ni vender nuestros zapatos de baile. Porque «de nuevotomarás panderetas y saldrás a bailar con alegría» (vers. 4).

Es triste decirlo, pero hay muchas personas que no han escuchado jamásestas buenas nuevas. Algunas estadísticas de los Centros para el Control deEnfermedades de los Estados Unidos indican que cada año más personas

 pierden la vida en ese país por causa del suicidio que por homicidios. Nos preocupa mucho el índice de delincuencia y la posibilidad de ser asesinados por otra persona, pero en realidad, a menudo nosotros mismossomos nuestros peores enemigos. Más gente se provoca a sí misma lamuerte que quienes mueren por la  acción de otra persona. Simplemente

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renuncian a toda esperanza para el futuro y deciden ponerle fin a su vida.

Las estadísticas sobre casos de suicidio infantil y juvenil  resultatremendamente alarmantes. Entre 1952 y 1992, la incidencia de suicidiosentre adolescentes y jóvenes casi se triplicó. Entre 1980 y 1992, el índicede suicidios entre los 10 a 14 años de edad se incrementó en un cientoveinte por  ciento. Cada veinticuatro horas, trece estadounidenses de entre15 y 24 años se suicidan. Y el número de intentos frustrados de suicidio esmucho más elevado. Una estadística que leí  afirma que en los EstadosUnidos, cada setenta y ocho segundos, un adolescente trata de quitarse lavida.

«Don’t Worry, Be Happy». Sin embargo, a pesar del pegadizo mensaje dela canción, en este mundo hay muchas personas con el corazón roto y siesperanza. ¡Hay tantos que deciden darse por vencidos!

Antes de juzgar a esas personas demasiado rápido o con excesivo rigor,admitamos que todos nosotros conocemos bien  ese sentimiento. Erealidad, todos sabemos lo que es renunciar. Seamos sinceros. Sabemosmuy poco de lo que significa  en verdad un compromiso eterno.Renunciamos a nuestro trabajo, renunciamos a los estudios, renunciamos anuestros amigos, renunciamos y nos damos por vencidos en nuestro

matrimonio, renunciamos a nuestros hijos, renunciamos a nosotros mismos,a nuestros sueños más preciados... Dejamos de cantar, dejamos de bailar,dejamos de intentarlo, dejamos de vivir. Simplemente, renunciamos.

Quizás tú mismo estás pensando renunciar en el día de hoy, o mañana, oen este preciso instante. Tal vez ya te has dado por vencido. Pero antes deque lo hagas, permíteme pedirte que mires una vez más el corazón de Dios.

Miremos el corazón de Dios

Después de todo, nadie podía estar en una peor situación que Israelcuando Jeremías dejó registradas esas palabras. El asediado pueblo ya sesentía derrotado y estaba listo para tirar la toalla y darse por vencido. Peroentonces sucedió que, por sobre el estruendo y en medio de la noche másnegra, Dios les dijo: «¡Yo jamás me doy por vencido! ¡Jamás voy a dejar deamarlos! ¡Los amaré  por la eternidad !».

«Con amor eterno te he amado; por eso, te prolongué mi misericordia»(vers. 3).

A un pueblo que ha malgastado su vida y despreciado las oportunidades

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que el Señor les había dado, Dios le promete su amor eterno  para siempre.Por eso, él literalmente murió en la cima rocosa del segundo monte llamadoGólgota para darnos ese mensaje. Cuando Jesús extendió sus brazos y fue

clavado en la sangrienta cruz, sabía que había llegado el momento en quefinalmente podía contar toda la verdad sobre Dios.

¿Has logrado captar el significado de la oración que Jesús pronunció esus horas finales? «Padre —dijo Jesús— perdónalos, porque no saben loque hacen» (Luc. 23: 34). El retrato de Dios jamás resplandeció con mayor 

 brillo que en el momento de su oración de moribundo.Cuando Jesús elevó esa oración, se reveló a nosotros como la verdad

última que todos necesitamos aprender, a saber: Dios es amante y perdonador por naturaleza.

Algunos prefieren pintar una imagen estricta y severa de Dios, aduciendoque necesitó la cruz para pasar de ser alguien que condenaba a alguiedispuesto a perdonar. No obstante, la imagen que refleja la oración que

 pronunció Cristo antes de morir en el Calvario no pertenece a Alguien quetenía necesidad de subir a ese monte para llegar a ser   perdonador. Subió almonte porque ya era perdonador.

Dios no necesitó el Calvario para cambiar lo que pensaba de nosotros.¡Necesitó el Calvario para cambiar lo que nosotros pensábamos de él!

«Con amor  eterno te he amado», nos dice una y otra vez.¡Qué amor sublime! ¡Qué Dios perdonador!Fíjate en que en ese fatídico viernes (que ahora llamamos Viernes Santo)

no hubo un alma sobre el Gólgota que solicitara el perdón, excepto elladrón moribundo hacia el final del día. Pero de todos aquellos por loscuales Jesús pronunció su oración, ni siquiera uno estaba orando pararecibir el perdón. A la hora de maldecir y de burlarse del Perdonador,todos estaban prestos; pero para pedirle que los perdonara, ¡ni uno!

Cuando Jesús miró hacia abajo desde el ensangrentado madero, su miradatriste no halló ningún corazón humano que se acercara a rogarle que lo

 perdonara. A pesar de ello, Jesús miró hacia la turba impenitente ydesgraciada, y elevó de todas formas una oración, diciendo: «Padre, por favor, no importa, perdónalos a todos… Pobrecitos, no saben lo quehacen».

Sea que lo pidas o no, y debido a que Dios es por naturaleza un ser queama y perdona de manera incondicional, él te ofrece su perdón. Punto.

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Enfrentar el pecado¿Entiendes lo que significa esto? Cuando tropezamos y caemos, y nuestros

 pecados manchan nuestro corazón, y nos sentimos abrumados por u

sentimiento de culpa a pesar de que ya hemos confesado el mismo pecadomil veces, cuando  nuestra conciencia torturada nos tienta para querenunciemos y nos demos por vencidos respecto a Dios, no lo hagamos. Esu lugar, recordemos la verdad que dice: Dios es por naturaleza (es decir,no puede ser de otra manera sin dejar de ser él) un ser que ama y perdona.En medio de nuestras angustias y nuestras culpas, ¿por qué no arrojarnos asus brazos abiertos?

¡Si tan solo lo recordáramos cada vez que caemos en pecado! ¡Si jamás

olvidáramos que nuestro Padre es por naturaleza un ser perdonador, y queen este mismo momento podemos ir a él, porque nos espera con los brazosabiertos, porque ya nos ha dado su perdón! ¡Cuántos quebrantos, angustias ysentimientos de culpa podríamos evitarnos si creyéramos esa verdad yviviéramos de acuerdo a ella! Ya no existiría esa sombra ominosa que nosquiere aplastar vez tras vez con un sentimiento de profundo fracaso ydesesperación.

Ahora bien, esta no es una excusa para seguir pecando, sino más bien una

 promesa para el pecador contrito. Nadie —y Dios menos— está buscandocon esto ningún tipo de regateo que nos habilite para decir: «Mientras sigadiciendo que realmente lo siento, puedo seguir pecando». ¡De ningunamanera!

A pesar de ello, la promesa de Jeremías y la oración de  Jesús dejatotalmente claro que Dios es por naturaleza un ser que ama y perdona, yesto no tiene nada que ver con una negociación. Por supuesto, si pecamos,tenemos que confesarle nuestro pecado. No porque alguien tenga que

 persuadirlo de nada, sino porque necesito que me recuerden que el  Calvariofue el precio por  mi  pecado y el lugar para que él me diera su amor.

El suyo es un amor que de veras sí dura para siempre.«Con amor eterno te he amado; por eso, te prolongué mi misericordia

[…]. Te edificaré de nuevo; ¡sí, serás reedificada! De nuevo tomarás panderetas y saldrás a bailar con alegría».

«No estés preocupado: Cuando vengas a mí, ¡alégrate en mi presencia!“Don’t Worry, Be Happy!”».

Cuando oímos la voz de Dios dirigiéndonos estas palabras, no tiene que

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asombrarnos que sintamos deseos de bailar. Porque en una antigua cumbre,hemos encontrado un nuevo cántico en el corazón de Dios.

Es el cántico de un amor irrenunciable. Es la melodía de su maravillosagracia.

Un cántico que todos podemos entonar y compartir con otros por laeternidad.

Para reflexionar y compartir 

• De haber tenido la oportunidad de decirle algo a la gente de Jerusaléncuando estaba sitiada por los babilonios, ¿qué le hubieras dicho?¿Estarían tus palabras cargadas de esperanza?

• 

Si Dios te dijera personalmente: «Con 

amor eterno te he amado», ¿cuálsería tu actitud? O mejor dicho, ¿cómo te sentirías?

• Cuando has recibido una mala noticia, ¿qué es lo primero que piensas?¿Piensas en el poder de Dios para librarte o en tus propios métodos?

• ¿Crees que Dios te está diciendo en todo momento: «No te preocupes, séfeliz» porque él ha hecho todo lo necesario para que así sea?

• ¿Podrías compartir con alguien una experiencia en la que pudiste palpar la maravillosa gracia de Dios?