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Prólogo y notas de César A. Rodríguez Garavito EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA NEOLIBERALISMO, CLASES SOCIALES Y TRANSNACIONALISMO ALEJANDRO PORTES

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Prólogo y notas de César A. Rodríguez Garavito

EL DESARROLLO FUTURODE AMÉRICA LATINANEOLIBERALISMO, CLASES SOCIALESY TRANSNACIONALISMO

ALEJANDRO PORTES

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ISBN: 958-

Traducción: Libardo Ariza

Revisión de textos: Emma Ariza

Diseño y preparación editorial: Marta Rojas - Publicaciones ILSA

Impresión: Ediciones Antropos

© ILSA, Alejandro Portes

Calle 38 Nº 16-45, Bogotá, ColombiaTeléfonos: (571) 2884772, 2880416, 2884437Fax: (571) 2884854Correo electrónico: [email protected]

Bogotá, Colombia, mayo de 2004

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PRÓLOGO .......................................................................................... 9César A. Rodríguez Garavito

CAPÍTULO 1Introducción: La conceptualizacióndel desarrollo nacional y sus problemas ............................................. 15

CAPÍTULO 2Las estructuras de clases sociales en América Latina:Su composición y cambio durante la era neoliberal ............................ 21

CAPÍTULO 3El neoliberalismo y la sociología del desarrollo:Tendencias emergentes y hechos inesperados .................................... 71

CAPÍTULO 4La sociología en el hemisferio: Convergencias pasadasy una nueva agenda de alcance intermedio ...................................... 113

CAPÍTULO 5El capital social: Promesas y obstáculos para su papelen el desarrollo ................................................................................ 149

CAPÍTULO 6El transnacionalismo de los inmigrantes: Convergencias teóricasy evidencia empírica a partir del estudio de los colombianos,dominicanos y salvadoreños en Estados Unidos ............................... 173

CAPÍTULO 7Pasado y futuro del neoliberalismo en América Latina:Entrevista con Alejandro Portes ....................................................... 199

CONTENIDO

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Alejandro Portes. El desarrollo futuro de América Latina. Neoliberalismo, clases sociales y transnacionalismoColección En Clave de Sur. 1ª ed. ILSA, Bogotá D.C. Colombia, mayo de 2004

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PRÓLOGO

César A. Rodríguez Garavito*

LA OBRA DE PORTES Y SU CONTRIBUCIÓNAL PENSAMIENTO SOBRE LAS ECONOMÍASY LAS SOCIEDADES LATINOAMERICANAS

Este libro recoge una muestra del trabajo reciente de Alejan-dro Portes, uno de los pensadores sociales latinoamericanos más

sobresalientes de las últimas tres décadas. La obra de Portes es, sinduda, una de las contribuciones más originales y rigurosas al estu-dio de las economías y las sociedades latinoamericanas contemporá-neas. Como lo muestran los ensayos incluidos en este volumen, elcarácter excepcional de su obra está fundado en al menos tres rasgospoco comunes en la investigación social tanto en América Latina comoen otras regiones. En primer lugar, contra la tendencia dominante ala especialización en el estudio de un país determinado y a la acepta-ción del Estado-nación como unidad de análisis exclusiva, el trabajoinvestigativo de este autor ha atravesado las fronteras nacionales yregionales, y ha teorizado y estudiado empíricamente el efecto de losacontecimientos globales sobre los países latinoamericanos. Una rá-pida mirada a los estudios de Portes desde comienzos de los añossetenta revela un esfuerzo sin paralelo por indagar las tendenciaseconómicas, políticas y sociales en múltiples países latinoamerica-nos, siempre con una perspectiva regional comparada y atenta a laescala global. Para mencionar sólo algunos ejemplos, la trayectoriainspirada en esta perspectiva ha llevado al autor a los barrios de in-vasión de Santiago de Chile (Portes 1970), a las ciudades en expan-

* ILSA y Universidad de Wisconsin-Madison.

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sión del Caribe (Portes y Dore 1996) y a los enclaves de inmigranteslatinoamericanos en los Estados Unidos (capítulo 6, Portes y Stepick1993). De igual forma, ha dado lugar a numerosos análisis regiona-les de fenómenos esenciales en las sociedades latinoamericanas, ta-les como el crecimiento de la economía informal (Portes 1995a; Portes,Castells y Benton 1989), la evolución de las clases sociales (capítulo2) y la urbanización acelerada (Portes y Browning 1976, Portes yLungo 1992).

En segundo lugar, contra la tendencia a la especialización des-mesurada, el trabajo de Portes logra un equilibrio adecuado entre laamplitud temática y la consistencia de los intereses de investigación.En efecto, el autor aplica el mismo rigor teórico y metodológico a te-mas diversos que ofrecen múltiples ángulos de visión sobre la des-igualdad social y otras preocupaciones centrales descritas en suintroducción a este volumen. El resultado de esta apertura temáticaes una rica obra que incluye, entre otros, estudios sobre desarrolloeconómico (capítulo 3, Portes y Kincaid 1994), inmigración, trans-nacionalismo y globalización (capítulo 6, Portes 1995b, 1996), movi-mientos sociales (Portes 1971), teoría social e investigación sociológica(capítulo 4, Portes 2000) y división internacional del trabajo (Portesy Walton 1981). Al desarrollar esta tarea, Portes aplica herramien-tas de la sociología y entra en diálogo con otros saberes en relacióncon temas que generalmente son reclamados como exclusivos porotras disciplinas, especialmente la economía. En este sentido, uno delos aportes más importantes de su obra en general y de este libro enparticular es el examen crítico y empíricamente fundado de fenóme-nos socioeconómicos fundamentales, a partir de una perspectiva que,a diferencia de la dominante en la economía, se centra en el contextosocial y está abierta al examen empírico crítico del funcionamientode los mercados. Esto explica, por ejemplo, que las investigacionesde Portes hayan hecho avanzar nuestro conocimiento sobre temas quela economía ha marginado o ha asimilado con sus prejuicios ideológi-cos y metodológicos, tales como la economía informal (Portes 1995a,Portes, Castells y Benton 1989), el capital social (capítulo 5) y el de-sarrollo económico (capítulo 3).

En tercer lugar, la originalidad de la obra de Portes resulta delhecho de que supera dos fronteras que están sólidamente estableci-das y que obstaculizan el avance de las investigaciones sociales enAmérica Latina. De un lado, como lo muestran los ensayos conteni-

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dos en este libro, la perspectiva analítica y metodológica del autorlogra un equilibrio entre la reflexión teórica y la investigación empí-rica. Según lo explica el autor en el capítulo 4, el pivote de este equi-librio es el uso de conceptos de alcance intermedio que son a la vezsuficientemente abstractos como para promover el avance teórico ylas generalizaciones, y suficientemente concretos como para ser úti-les en la investigación social y ser revisables con base en los resulta-dos de éstas. Dada la tendencia en nuestros países a la separaciónentre el análisis de coyuntura sin referente teórico y la gran teoríasin referente empírico –esta última representada por corrientes muydiversas que van desde la teoría económica neoclásica hasta las versio-nes más especulativas de la teoría social crítica–, la vía intermediapropuesta e ilustrada en este libro es una contribución especialmenteimportante del trabajo de Portes.

De otro lado, el autor franquea la sólida frontera entre los estu-dios sobre países del Sur y del Norte. Tanto los objetos de estudiocomo la bibliografía de las investigaciones de Portes tienen la excep-cional característica de combinar elementos del Sur y del Norte, es-pecialmente de América Latina y los Estados Unidos. En esto, la obrarefleja la propia trayectoria académica del autor, que ha armonizadouna carrera destacada en la sociología estadounidense con una pre-sencia constante en los debates latinoamericanos. Pero probablemen-te la contribución más llamativa de Portes a la superación de lafrontera geográfica y científica entre el Sur y el Norte ha sido su es-fuerzo por teorizar y documentar las conexiones entre los fenómenossociales que ocurren en uno y otro lugar. En este sentido, su trabajoreciente sobre transnacionalismo (capítulo 6), que examina las co-nexiones entre los inmigrantes latinoamericanos en los EstadosUnidos y sus comunidades en los países de origen, implica un avancefundamental en el estudio de los lazos transfronterizos que losanalistas de la globalización han tendido a teorizar sin suficiente ilus-tración empírica. Dada la creciente importancia de esos lazos paralas economías y las sociedades latinoamericanas, los trabajos recien-tes de Portes y otros autores sobre el transnacionalismo de los inmi-grantes encarnan el tipo de investigación transfronteriza que seránecesaria para entender y moldear los fenómenos sociales, políticosy económicos del nuevo siglo.

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CLAVES DE LECTURA

Los ensayos contenidos en este volumen ilustran con claridad el po-tencial de las perspectivas teóricas y analíticas descritas en la sec-ción anterior, que el propio autor reseña al describir el hilo conductordel libro en el capítulo 1. En esta sección, siguiendo el formato de losvolúmenes de la colección En Clave de Sur, me limito a esbozar elorden de los capítulos y a sugerir algunas estrategias de lectura.

El capítulo 2 contiene un análisis detallado de la evolución de laestructura de clases sociales en América Latina en la era neoliberal.Al ocuparse de la forma en que la composición de las clases socialesse ha polarizado durante las dos décadas de ajuste estructural, Por-tes actualiza en este texto su análisis clásico sobre el tema (Portes1985). Dada la ausencia de estudios económicos que utilicen la cate-goría de clase social y de estudios sociológicos que documenten cui-dadosamente este fenómeno desde una perspectiva regional, estecapítulo llena un vacío importante en los debates actuales sobre lasconsecuencias sociales del neoliberalismo y sobre las perspectivaspara el surgimiento gradual de una era posneoliberal.

En el capítulo 3, el autor continúa su exploración del neolibera-lismo, esta vez haciendo énfasis en la forma en que éste ha influidoen el curso de los estudios sobre desarrollo económico. En este senti-do, este ensayo puede ser leído a la vez como un sondeo de la biblio-grafía reciente sobre la sociología del desarrollo y como un análisiscrítico de la creencia infundada en el desarrollo económico basado enla sola apertura al mercado mundial.

El capítulo 4, donde se hace un balance de la sociología en lasAméricas, con énfasis en la sociología de los fenómenos económicos,ilustra la superación de las barreras entre teoría e investigaciónempírica y entre el Norte y el Sur, señalada anteriormente. El capí-tulo puede ser leído por lo menos desde dos puntos de vista. Desde laperspectiva de la teoría social, la epistemología y la sociología delconocimiento, propone el uso de conceptos de alcance intermedio ca-paces de crear un puente entre la reflexión teórica y la investigaciónsocial. Desde la perspectiva de la sociología económica y la sociologíadel desarrollo, los conceptos analizados en este capítulo plantean unainteresante agenda de investigación sobre fenómenos sociales comola globalización, el desarrollo nacional y el transnacionalismo.

El capítulo 5 se concentra en un concepto que ha dado lugar anumerosos estudios y debates en los últimos años: el capital social. A

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través de la reconstrucción de la genealogía del concepto y sus apli-caciones, el autor muestra lo inadecuado de algunas versiones delconcepto para describir y explicar el desarrollo económico, y a la vezseñala el potencial de una concepción rigurosa del capital social parael análisis académico y la formulación de políticas públicas.

El capítulo 6 condensa los estudios de Portes sobre el transna-cionalismo de los inmigrantes, a los que se hizo alusión anteriormente.Además de una discusión general del significado del concepto detransnacionalismo, el ensayo presenta en términos accesibles losresultados de un complejo estudio sobre el transnacionalismo de losinmigrantes colombianos, salvadoreños y dominicanos en los Esta-dos Unidos. Este estudio, sin paralelo en la bibliografía disponibleen español, abre el camino para investigaciones futuras sobre un fe-nómeno de creciente importancia académica, política y social.

Finalmente, el capítulo 7 contiene una entrevista reciente con elautor en donde se exploran las tendencias actuales de las economíaslatinoamericanas y se hace un balance sobre el descrédito del mo-delo neoliberal, evidente a lo largo y ancho de la región. En este sen-tido, la entrevista puede ser vista como una profundización yactualización del análisis ofrecido en los capítulos precedentes (es-pecialmente los capítulos 2, 3 y 4), a la luz de los acontecimientos delos primeros años del nuevo siglo en América Latina.

SOBRE LA COLECCIÓN EN CLAVE DE SUR

Este libro es el séptimo volumen de la colección En Clave de Sur deILSA. Esta colección ha sido diseñada para promover el estudio delas sociedades, el derecho y las economías latinoamericanas desdeuna perspectiva interdisciplinaria y crítica. La colección busca divul-gar trabajos escritos por autores latinoamericanos –o por autoresextranjeros cuyo trabajo sea especialmente relevante en AméricaLatina– que combinen la reflexión teórica rigurosa con el estudio siste-mático de las prácticas sociales en la región. En particular, los librosde la colección son aportes a las discusiones sobre teorías, institucio-nes y movimientos orientados hacia la transformación social.

Por las razones anotadas en las páginas anteriores, el trabajode Alejandro Portes encarna de forma ideal los propósitos de la co-lección. ILSA se complace en publicar este libro como parte de la co-lección y de impulsar así la difusión del valioso aporte del autor a losdebates latinoamericanos contemporáneos.

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BIBLIOGRAFÍA

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______ (1985). “Latin American Class Structures: Their Composition andChange during the Last Decade.” Latin American Research Review, 20, 7-39.

______ (1995a). En torno a la informalidad: Ensayos sobre teoría y medición dela economía no regulada. México: Flacso.

______ (ed.) (1995b). The Economic Sociology of Immigration. Essays onNetworks, Ethnicity and Entrepeneurship. New York: Rusell SageFoundation.

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______ and Harley Browning (eds.) (1976). Current Perspectives in LatinAmerican Urban Research. Austin: University of Texas.

______ and John Walton (1981). Labor, Class, and the International System.New York: Academic Press.

______, Manuel Castells, and Lauren Benton (eds.) (1989). The InformalEconomy: Studies in Advanced and Less Developed Countries. Baltimore:Johns Hopkins University Press.

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CAPÍTULO 1

Introducción: La conceptualizacióndel desarrollo nacional y sus problemas

Los ensayos que se incluyen en este libro no constituyen una teo-ría general sobre la sociedad o el desarrollo sino una serie de con-

tribuciones teóricas y empíricas al análisis de algunos aspectos es-tratégicos de la realidad social. Como se señala en el capítulo 4, entrelos intelectuales latinoamericanos, y entre muchos europeos y norte-americanos, ha sido común lamentar el “fin de los paradigmas”, estoes, la ausencia de narrativas teóricas globalizadoras capaces de ex-plicar deductivamente amplios aspectos de la realidad. Ejemplos detales paradigmas fueron, desde la sociología norteamericana, la es-cuela funcionalista y, desde el marxismo, diversas teorías de la de-pendencia y el imperialismo.

En ese capítulo argumento que tales lamentos son infundadosporque las narrativas globalizantes, más que contribuir al progresocientífico y a la comprensión integral de la realidad, los retardan. Estoes así por dos razones. Primero, porque estas teorías producen expli-caciones “fáciles” sobre la naturaleza y determinantes de toda unagama de fenómenos, desestimulando al mismo tiempo la investiga-ción empírica de los fenómenos y el desarrollo de explicaciones alter-nativas. Segundo, porque las grandes teorías se constituyen enuniversos cerrados que tienden a privilegiar la lealtad a sus postula-dos antes que su problematización. Las grandes escuelas teóricasdegeneran inevitablemente en el escolasticismo: sus adherentes “todolo saben” con base en la aplicación deductiva de ideas generales acualquier fenómeno y se muestran más interesados en atacar a quie-nes cuestionan tales ideas que en averiguar si efectivamente expli-can aspectos puntuales de la realidad.

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Por el contrario, en el mismo capítulo 4 señalo que es en el nivelintermedio donde la teoría realmente da frutos para el avance cien-tífico y la comprensión de la sociedad. Este nivel intermedio es el delos conceptos e hipótesis suficientemente abstractos como para esca-par de la tiranía del detalle, pero a la vez suficientemente concretoscomo para ser falsificables o modificables a partir de investigacionesrigurosamente diseñadas. Es en este nivel, como señaló Robert Mer-ton, donde se da un diálogo útil entre lo empírico y lo teórico, lo sin-gular y lo general, de tal forma que los conceptos influyen y guían lainvestigación de fenómenos, a la vez que los estudios de estos modi-fican y hacen avanzar el desarrollo conceptual.

En ese capítulo ofrezco una serie de ejemplos de teorías de nivelintermedio que pueden ser puestas a prueba y guiar investigacionessobre el desarrollo en América Latina. Sin excepción, el resto de loscapítulos abordan aspectos de esta realidad a partir de conceptos denivel intermedio de generalidad. Tales son los conceptos de estruc-tura de clases y su evolución temporal, capital social y sus efectos enel entorno comunitario, políticas de desarrollo y su interacción conla estructura de clases y la “calidad” de los Estados que las aplican,y transnacionalismo inmigrante y su papel en el proceso de globali-zación y en el futuro de las naciones de origen.

Muchos otros conceptos y teorías similares podrían haber sidoobjeto de análisis. Es este nivel intermedio el que produce la divisiónnatural de toda disciplina en especialidades, en nuestro caso entresociología económica, sociología política, sociología de la cultura, etc.Es dentro de cada una de estas ramas donde ocurre una interacciónfructífera entre los diversos aspectos del quehacer científico y se gene-ran explicaciones válidas y bases confiables para políticas sociales.

LA DESIGUALDAD

Aparte de su estilo y metodología de análisis, la desigualdad es elproblema central que subyace tras todos los ensayos que conformanlos capítulos de este libro. Es un lugar común que la desigualdad existeen todas las sociedades. Sin embargo, en las latinoamericanas revis-te características únicas que requieren atención especial.

Existen dos tipos generales de desigualdad social: la absoluta yla relativa. La desigualdad absoluta se centra en la existencia desegmentos de la población de un país que no acceden al ingreso míni-mo para hacer posible una existencia modesta pero digna. De acuer-

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do con la filosofía de John Rawls, lo que importa es el “piso”, no el“techo” de las distribuciones de ingreso y riqueza. Una sociedad jus-ta se basa, de acuerdo con este marco filosófico, en el acceso de todossus miembros a un nivel mínimo de recursos que garantice su super-vivencia material y oportunidades de avance social y económico. EnAmérica Latina, las clases dominantes (descritas en el capítulo 2) raravez alcanzan a ser una décima parte de la población económicamen-te activa. Este “decil privilegiado” se apropia de tal cantidad de re-cursos que crea una brecha insalvable con el resto de la sociedad yconfina a una parte importante de la población, a menudo su mayo-ría, a la pobreza.

En la mayor parte de los países latinoamericanos, el trabajadorinformal promedio no recibe ingresos que le permitan superar la lí-nea de pobreza. Esto significa que, al contrario de lo que ocurre encasi todo el mundo desarrollado, ser trabajador en América Latinageneralmente supone ser pobre. Esto quiere decir que el esfuerzo hu-mano que en otras sociedades se ejercita para escapar de la precarie-dad, la desnutrición y la falta de oportunidades, no logra hacerlo enLatinoamérica por la distribución tan sesgada de la remuneración altrabajo. Uniformemente, desde la perspectiva de Rawls, éstas no sonsociedades justas.

La desigualdad también es relativa. De acuerdo con los progra-mas de ajuste económico inspirados en la teoría neoliberal e imple-mentados, en mayor o menor medida, en todos los países de la región,la desigualdad relativa es de importancia secundaria. El crecimien-to económico que estos programas persiguen debe beneficiar teórica-mente a todos los miembros de la sociedad como “una marea que elevaa todos los botes”. Por tanto, aun cuando las desigualdades persis-tan, el crecimiento incide directamente en la reducción de la pobrezaabsoluta.

Aparte de los muy desiguales resultados del programa neoliberalen la generación de crecimiento económico, tal análisis no toma encuenta que las desigualdades relativas pueden tener efectos socialestan o más amplios que las absolutas. El descontento es similar o mayoral de la situación anterior cuando, mientras que los grupos dominan-tes detentan y ostentan niveles de consumo que nada tienen queenvidiar al de los países desarrollados, los trabajadores consiguenempleos con los que rebasan la línea de pobreza absoluta pero que noles dan capacidad alguna para satisfacer las nuevas expectativas de

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18 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

consumo. En un “océano de pobres” donde todos dedican todas susenergías a la supervivencia material, la comparación con el estilo devida de los pocos privilegiados es una consideración menor. Cuandose logra acceder a un mínimo estable que garantice la supervivencia,la comprensión de la enorme distancia que separa este tipo de vidadel de las clases altas es una fuente creciente de frustración. A estose le llama “privación relativa”.

Chile es el único país latinoamericano donde la implementaciónde políticas de ajuste neoliberal derivó, después de varios ensayosfracasados, en un ritmo de crecimiento económico sostenido y unaeventual disminución significativa de la pobreza. Allí, la “marea” sílogró levantar todos los botes pero de manera muy desigual. La enor-me distancia entre ricos y pobres creció y esto ha dado lugar a unamayor privación relativa. Dos de los ensayos que siguen, sobre es-tructura de clases (capítulo 2) y la sociología del desarrollo (capítulo3), analizan las particularidades de la experiencia chilena.

El punto a destacar es que tanto la privación relativa como laabsoluta tienen consecuencias sociales importantes, tales como lascrecientes tasas de deserción escolar entre jóvenes de las clases des-poseídas, la proliferación del tráfico de drogas en áreas populares yla ola de crímenes contra la propiedad y las personas. Esta última esobra, en su mayoría, de jóvenes desempleados o precariamente em-pleados que buscan acceso a los bienes de consumo moderno que vendesplegados en la televisión y en las calles y que jamás podrán al-canzar por vías legales.

La desigualdad en todas sus formas representa una de las caracte-rísticas definitorias de las sociedades latinoamericanas. Las alterna-tivas para superarla, ya sea a través de políticas estatales superioresa las que hasta hoy se han ensayado o de la movilización misma delos sectores populares, constituye una prioridad central para el futu-ro. Esta es la línea temática común de los capítulos que siguen.

LA ECONOMÍA Y LA SOCIOLOGÍAEN BÚSQUEDA DE LA EQUIDAD

La aplicación del modelo neoliberal en las últimas dos décadas re-presentó no sólo un cambio drástico en las políticas de desarrollo delos países latinoamericanos sino también el ascenso de la economíaortodoxa a una posición de hegemonía absoluta sobre las demás cien-

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19INTRODUCCIÓN: LA CONCEPTUALIZACIÓN DEL DESARROLLO NACIONAL Y SUS PROBLEMAS

cias sociales. Hubo mucho de arrogancia en el desdén con que los adep-tos a esta doctrina rechazaron las precauciones y reservas provenientesde otras disciplinas para implementar impávidos las mismas políti-cas de privatización y apertura unilateral en un país tras otro.

Cuando se le compara con sus promesas, el resultado de tan radi-cales reformas es muy poco halagador. Aun en Chile, la implemen-tación ortodoxa de las prescripciones neoliberales por los famosos“Chicago Boys” bajo la dictadura de Augusto Pinochet condujo a su-cesivas catástrofes económicas sólo superadas por la fuerza de lasarmas. Como diversos analistas lo han señalado, sólo después de va-rios de estos fracasos fue cuando un cambio de rumbo hacia políticasmás eclécticas y menos doctrinarias consiguió al fin hacer resurgirla economía chilena y situarla en el camino del crecimiento. En otrospaíses, el resultado fue aún peor. El empecinamiento de DomingoCavallo y sus seguidores en convertir a la Argentina en país desa-rrollado de la noche a la mañana a través de la apertura de mercados yla paridad cambiaria condujo al desastre económico por todos conocido.

Como ya hice notar y se describe en varios de los siguientes capí-tulos, el costo social de estos experimentos ha sido muy alto en tér-minos de desempleo, desigualdad y deterioro de la calidad de vida yla legitimidad del Estado. No es que las teorías económicas sean ne-cesariamente falsas o que no contengan prescripciones útiles paraimpulsar procesos de desarrollo. Es que su aplicación a países muydiversos no se compadece con las diferencias históricas entre ellos,las características específicas de sus estructuras de clases, la compo-sición étnica y la legitimidad del Estado nacional.

Todas estas son variables que condicionan la aplicación de cual-quier modelo económico e inciden en sus resultados. Como lo ha se-ñalado Ravi Kanbur, destacado economista y exfuncionario del BancoMundial, los logros de las políticas neoliberales han sido tan erráticosy los análisis cuantitativos sobre las relaciones entre crecimiento,desigualdad y pobreza tan contradictorios, que los economistas no hantenido más remedio que echar mano de las “instituciones” como de-terminantes del éxito o fracaso de tales políticas.

Pero las instituciones son entes sociales y su comprensión cientí-fica escapa al arsenal conceptual o metodológico de la economía mo-derna. Cuando los economistas se adentran en este campo tienden acometer serios errores. Es por ello que la colaboración entre econo-mía y sociología –y, en algunos aspectos, la ciencia política– es cen-

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tral para la implementación exitosa de modelos de crecimiento conequidad. En algunos de los siguientes capítulos se discuten concep-tos y teorías recientemente elaboradas por la sociología del desarro-llo y la sociología económica que son útiles para el análisis de las hoydenominadas “instituciones”. Tales son los conceptos de redes socia-les, capital social, Estado “weberiano”, cadenas de productividad, acu-mulación causal y transnacionalismo.

La inserción de estos y similares conceptos en el análisis del de-sarrollo económico conduce a una mejor comprensión de dónde y cómoaplicar determinadas políticas, y a mayores posibilidades de éxito delas mismas. El desafío para la sociología y otras ciencias sociales noeconómicas consiste en refinar sus conceptos para aplicarlos no soloa posteriori a las experiencias de éxito o fracaso en el pasado sino, enforma proactiva, a las del futuro. La construcción de indicadores so-ciales tales como calidad de los Estados nacionales, nivel de corrup-ción, civismo de la población, actividad empresarial y legitimidad delas autoridades ante la sociedad civil se vislumbras como acompa-ñante necesaria de los indicadores económicos que hoy en día exis-ten. El análisis del contexto institucional previo a la aplicación decualquier política económica ha de convertirse en paso indispensa-ble para asegurar sus posibilidades de éxito y evitar los desastres delpasado. Los conceptos y teorías de nivel intermedio a que hice refe-rencia al comienzo de esta introducción pueden jugar un papel crucialen la elaboración de tales diagnósticos.

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CAPÍTULO 2

Las estructuras de clases socialesen América Latina: Su composición y cambiodurante la era neoliberal*

Durante la última década del siglo XX, Latinoamérica experimen-tó un cambio trascendental cuando los países de la región aban-

donaron el anterior sendero de la industrialización autónoma defen-dido por sus propios intelectuales y adoptaron un modelo de desarrollobasado en la apertura económica y la competencia global. El neolibe-ralismo, como se llama a este modelo, en realidad es un retorno auna era más temprana en la cual los países latinoamericanos parti-cipaban en la economía mundial sobre la base de sus ventajas dife-renciales como productores de bienes primarios, al tiempo queimportaban manufacturas y tecnología del mundo industrializado.Las políticas neokeynesianas de sustitución de importaciones fuerondiseñadas para superar la vulnerabilidad de estas economías de ex-portación frente a las subidas y bajadas de los mercados externos(Prebisch 1950, Furtado 1970)1.

Las políticas defendidas por la resucitada ortodoxia liberal y el“Consenso de Washington” que le dieron su ímpetu ideológico han sidodescritas con detenimiento en la bibliografía contemporánea de las

* Versión original: Alejandro Portes y Kelly Hoffman, “Latin American Class Structures: TheirComposition and Change during the Neoliberal Era” Latin American Research Review 2003,Vol. 38 (1). Agradecemos a Emilio Klein por su ayuda en la recolección preliminar de datospara este escrito y a Peter Evans, William Smith y Susan Eckstein por sus comentarios a unaversión anterior del mismo.

1 Además de las materias primas y los productos alimenticios que constituyeron las mercancíasde exportación básicas de Latinoamérica en un primer momento, el modelo de exportacióncontemporáneo resalta las exportaciones industriales, producidas generalmente por multina-cionales subsidiarias y otras empresas de propiedad extranjera en las zonas de procesamien-to de exportaciones. Las formas que asume esta nueva inserción de los países periféricos enlas cadenas globales de mercancías han sido analizadas detalladamente por Gereffi (1989,1999), Castells (1998), Castells y Laserna, (1989) y Korzeniewicz y Smith (2000).

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ciencias sociales (Sunkel 2001, Robinson 1996, Portes 1997). Otro tan-to ha sucedido con las consecuencias de dichas políticas, en términostanto de crecimiento económico como de equidad social (Filgueira1996, Roberts 2001, De la Rocha 2001). Los efectos de esta profundareorientación de las estructuras sociales de los países latinoamerica-nos y, en particular, de los patrones de estratificación social de largoplazo han recibido menos atención. La estructura de clase de estassociedades no podría permanecer ni ha permanecido incólume a estoscambios significativos en su organización productiva y en los patro-nes del comercio global. Aunque algunos organismos internacionalescomo la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la ComisiónEconómica para América Latina y el Caribe (Cepal) han rastreado laevolución de la pobreza y la desigualdad en la región, su aproxima-ción analítica les ha impedido analizar sistemáticamente estas ten-dencias desde una perspectiva de clases sociales (Cepal 2000, OIT2000).

Estas publicaciones oficiales usualmente excluyen el concepto declase debido a su origen marxista y a su consecuente evocación delas nociones de conflicto, privilegio y explotación (Grusky y Sorensen1998, Wright 1997). Esta omisión oscurece aspectos significativos delas dinámicas sociales contemporáneas y nos priva de una herramien-ta analítica valiosa. En este capítulo se pretende corregir este defec-to mediante la recuperación de un marco explícito de clase para elanálisis de las sociedades latinoamericanas contemporáneas, queofrece estimaciones empíricas de sus distintos componentes y exa-mina cómo han variado entre los distintos países a través del tiem-po. Este análisis puede ser leído como una extensión y revisiónexplícita de un artículo anterior, publicado hace casi veinte años, quebuscaba esbozar las estructuras de clase de las sociedades latinoa-mericanas durante el final del periodo de sustitución de importacio-nes (Portes 1985).

LAS ESTRUCTURAS DE CLASEEN EL CENTRO Y LA PERIFERIA

El concepto de clase social hace alusión a categorías de la poblacióndiscretas y duraderas, caracterizadas por un acceso diferencial a losrecursos que otorgan poder y a las oportunidades que derivan de estos.En las sociedades capitalistas, los recursos que definen la clase es-tán ligados explícitamente a los mercados y a la habilidad de los in-

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dividuos para actuar eficazmente en ellos (Weber [1922] 1965, Veblen[1899] 1998, Mills 1959). Mientras que las teorías marxistas ortodoxascomúnmente restringen los recursos de clase a la posesión de capitaly los medios de producción (en contraste con la propiedad de la manode obra), teorías recientes han adoptado una aproximación más flexi-ble que incluye otros recursos que otorgan poder, tales como el con-trol sobre el trabajo de otros y la posesión de destrezas laboralesescasas (Grusky y Sorenson 1998, Wright 1985, Carchedi 1977, Pou-lantzas 1975).

La ventaja común del análisis de clase, tanto clásico como con-temporáneo, radica en que se concentra en las causas de la desigual-dad y la pobreza y no sólo en sus manifestaciones superficiales, comousualmente lo hacen las publicaciones oficiales estándar. Las clasestambién resultan esenciales para entender las relaciones estratégi-cas de poder y conflicto entre grupos sociales y la manera como es-tas luchas moldean las oportunidades con que cuentan de susmiembros (Dahrendorf 1959; Hout, Brooks y Manza 1993; Portes2000). Cuando explora la estructura de clase de sociedades particu-lares, el analista busca develar no sólo aquellos grupos sociales cla-ves, definidos por las oportunidades compartidas por sus miembros,sino también la forma en que ciertos grupos intentan conscientementeestabilizar el orden social para defender sus privilegios y la maneraen que otros grupos intentan subvertirlo para ampliar su participa-ción. Este énfasis conduce directamente al análisis de la política y lamovilización política (Hall 1997).

Los análisis sistemáticos de la estructura de clase de las socieda-des avanzadas han estado basados en el criterio fundamental delcontrol sobre los medios de producción, el control sobre la mano deobra de otros y el control sobre los activos intelectuales escasos. Conbase en estos criterios, autores como Wright (1985, 1997), Goldthorpe(2001), y Clark y Lipset (1991) han intentado delinear la configura-ción básica de las clases en los Estados Unidos, el Reino Unido y otrospaíses europeos. Latinoamérica se diferencia de las sociedades avan-zadas en tanto una proporción significativa de la población no estáincorporada a las relaciones laborales completamente mercantilizadasy legalmente reguladas, sino que sobrevive al margen de éstas en unaamplia variedad de actividades económicas de subsistencia semi-clandestinas. A estas actividades generalmente se les denomina sec-tor informal (Bromley 1978, Roberts 1989, Tokman 1987).

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En términos marxistas, la diferencia entre los centros económi-cos globales y la periferia (v. gr. Latinoamérica) yace en el desarrolloimperfecto de las relaciones capitalistas modernas en esta última y,como consecuencia, en la coexistencia de diferentes modos de produc-ción –moderno, pequeño empresarial y de subsistencia–. Para ungrupo de autores pertenecientes a esta tradición, la articulación en-tre estos distintos modos de producción es el elemento clave paracomprender las dinámicas del capitalismo periférico y la emergenciadel intercambio desigual entre las colonias y las semicolonias y loscentros capitalistas globales (Luxembourg 1951, Arrighi 1972, Hop-kins y Wallerstein 1977, Wolpe 1975)2.

Sin importar si se emplea este u otro marco teórico, persiste elhecho de que en las sociedades avanzadas las clases sociales (por ejem-plo, el “proletariado”) pueden ser definidas como entidades relativa-mente homogéneas, en tanto que en la periferia éstas se encuentransegmentadas debido a su limitada incorporación a una economía to-talmente monetizada y legalmente regulada. Wallerstein (1976, 1977)denomina semiproletariado a los trabajadores que están parcialmenteincorporados a las relaciones capitalistas modernas, aunque los pe-queños empresarios también se pueden encontrar en ambos lados deesta división estructural (Capecchi 1989, Roberts 1978).

Al yuxtaponer los criterios para definir la clase en las sociedadesavanzadas con las condiciones estructurales que se encuentran en elcapitalismo periférico se obtiene la gama de activos de clase presen-tada en la fila superior de la tabla 1. Al indicar si los individuos tie-nen acceso (+) o no (-) a cada uno de estos activos, se puede presentaruna tipología de la estructura de clases básica de las sociedades lati-noamericanas. Esta tipología sigue una lógica semejante a la deGuttman, en la que cada clase inferior es definida por la carencia deuno o más de los recursos disponibles para sus predecesores. El es-quema proporciona una clasificación séxtuple cuyas característicasse describen a continuación.

2 Este tópico –la articulación entre modos de producción y sus consecuencias para la estructu-ra de las sociedades periféricas– fue discutido con detenimiento en el anterior artículo dePortes (1985) sobre las clases sociales latinoamericanas.

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25LA

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Tabla 1La estructura de clase latinoamericana*

Clase Subtipos Criterio definitorio

Control decapital ymedios deproducción

Control defuerza detrabajoimpersonal yorganizadaburocráticamente

Control dehabilidadesescasas de altovalor

Control dehabilidadessubsidiarias,técnico-administrativas

Protegido yregulado por laley

Modo deremuneración

% de lafuerzalaboral*

I. Capitalistas Propietarios ysociosadministradoresde empresasgrandes/medianas

+ + + + + Utilidades 1,8

II. Ejecutivos Gerentes yadministradoresde empresasgrandes/medianas y deentidadespúblicas

_ + + + + Salarios 1,6y bonos ligadosa las utilidades

III. Trabajadoresde élite

Profesionalesasalariadoscon formaciónuniversitariaen entidadespúblicas oempresasprivadasgrandes/medianas

_ _ + + + Salarios ligados 2,8a habilidadesescasas

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IV. Pequeñaburguesía

Tabla 1 (continuación)Clase Subtipos Criterio definitorio

Profesionalespor cuentapropia ytécnicos;microempresarioscon empleadosdirectos

+ _ +/_ + +/_ Utilidades 8,5

Va.Proletariadoformal nomanual

Técnicos yempleados decuello blancoasalariados ycon formaciónvocacional

_ _ _ _ + Salarios sujetos 12,4a la regulaciónlegal

Vb.Proletariadoformal manual

Trabajadoresasalariadoscalificados y nocalificados concontratos detrabajo

_ _ _ _ + Salarios sujetos 23,4a la regulaciónlegal

VI.Proletariadoinformal

Trabajadoresasalariados sincontrato,vendedoresambulantes ytrabajadoresfamiliares noremunerados

_ _ _ _ _ Salarios no 45,9regulados,utilidadesirregulares,compensaciónno monetaria

* Información ponderada promedio de ocho países latinoamericanos cuyo conjunto constituye tres cuartos de la población económicamente activade la región. Los países son presentados en la tabla 2. Los datos no suman 100% porque el 3,6% de los trabajadores de la población económicamente

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27LAS ESTRUCTURAS DE CLASES SOCIALES EN AMÉRICA LATINA: SU COMPOSICIÓN Y CAMBIO

LA ESTRUCTURA DE CLASES LATINOAMERICANADURANTE LA ERA NEOLIBERAL3

Al igual que en las sociedades avanzadas, las clases sociales domi-nantes en Latinoamérica están definidas por el control dentro delmercado capitalista de los recursos claves que confieren poder. Paraefectos del análisis de datos, este grupo, identificado con el nombrede capitalistas, es definido como los empleadores de empresas priva-das medianas y grandes. Los estudios basados en las encuestas dehogares que representan tres cuartos o más del total de la poblaciónlatinoamericana indican que el tamaño de esta clase fluctúa entre el1% y el 2% de la población económicamente activa (PEA) en cada país(Cepal 2000, 63).

Los altos ejecutivos son los administradores de más alto nivel deempresas privadas y públicas medianas o grandes y de institucionesestatales. A pesar de que no son los dueños directos del capital, ma-nejan organizaciones importantes que controlan una vasta fuerzalaboral burocráticamente organizada. Junto con los empleadores,comúnmente reciben los ingresos promedio más altos. Las estima-ciones disponibles para diferentes países latinoamericanos les asig-nan un tamaño que está entre el 1% y el 5% de la PEA. El siguienteescaño en la estructura de clases está ocupado por los profesionales,definidos como los trabajadores de élite con educación universitariaque son empleados por empresas privadas e instituciones públicaspara ocupar posiciones administrativas de alta responsabilidad. Nocontrolan grandes cantidades de capital ni dirigen a muchos traba-jadores, pero derivan su ventajosa posición de los conocimientos quetienen, que son escasos en el mercado y que son requeridos por lasempresas privadas y las entidades gubernamentales. Los cálculossobre la presencia relativa de profesionales en la población de algu-nos países llegan hasta el 10%, pero de acuerdo con las investigacio-

3 Los lectores que conocen el artículo de 1985 notarán muchas diferencias con la presenteconceptualización de las clases sociales. Ellas reflejan tanto una revisión de la tipología origi-nal con base en la información más refinada con que ahora se cuenta, como los propioscambios que han tenido lugar durante las dos últimas décadas en Latinoamérica. Por ejem-plo, la información disponible permite realizar una distinción entre altos ejecutivos y profe-sionales universitarios que antes no se podía efectuar con las series de datos disponibles. Porotra parte, la clase de los pequeños empresarios, que durante el periodo de industrializaciónde sustitución de importaciones podría haber sido incluida con confianza dentro del sectorinformal, se ha hecho mucho más heterogénea y se ha convertido en un refugio para losprofesionales y trabajadores capacitados desplazados del empleo en el sector formal. Estoscambios son analizados en las siguientes secciones.

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28 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

nes más recientes sobre la región como un todo no representan másdel 5% de la PEA (Cepal 2000, 64-5).

En conjunto, los grandes y medianos empleadores, los altos eje-cutivos y profesionales, dan forma a las clases dominantes en todoslos países latinoamericanos (con excepción de Cuba). Como se anali-zará más adelante, la remuneración que reciben supera ampliamen-te el promedio en sus respectivas naciones aunque asuma distintasformas: los capitalistas reciben utilidades, los ejecutivos devengansalarios y bonos ligados a las utilidades y el desempeño de la organi-zación que dirigen, y los profesionales reciben un salario equivalen-te al valor y escasez de las habilidades profesionales que tienen.Aunque la presencia relativa de estas clases fluctúa en países espe-cíficos, para Latinoamérica como un todo representan aproximada-mente el 10% de la PEA. Se puede esperar que este porcentaje seencuentre en la cima de la distribución del ingreso nacional y regio-nal. Las clases sociales señaladas más adelante corresponden a ladescripción marxista clásica de la “pequeña burguesía”, aunque enlas sociedades periféricas ésta asume una forma distinta. Dicha for-ma está determinada por la coexistencia del capitalismo moderno yvarios modos informales de organización económica. Las principalescaracterísticas de este grupo –comúnmente denominado comomicroempresarios– son la posesión de ciertos recursos monetarios;ciertas habilidades profesionales, técnicas o artesanales, y el empleode un pequeño número de trabajadores directamente supervisados.En Latinoamérica, la clase microempresarial tradicionalmente hadesempeñado la función de vincular la economía capitalista moder-na, dirigida por las tres clases anteriores, con la masa de trabajado-res informales que se encuentran en lo más bajo del mercado laboral.Los microempresarios organizan este tipo de trabajo para producir abajo costo bienes y servicios para los consumidores e insumos bara-tos por encargo de las empresas más grandes. Muchos autores hansostenido que esta función constituye un factor clave que permitetanto la supervivencia de los pobres como la continuación del proce-so de acumulación capitalista bajo la forma que asume en las econo-mías periféricas (Birkbeck 1978, Fortuna y Prates 1989, Portes yWalton 1981).

Durante la década de los años noventa, la pequeña burguesíaasumió un rol nuevo en Latinoamérica como un lugar de refugio paralos servidores públicos, los profesionales asalariados y otros trabaja-dores capacitados desplazados por las políticas de ajuste estructural

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promovidas por el modelo neoliberal (Sunkel 2001). Como veremosenseguida, el empleo en el sector público, que en muchos países cons-tituía el soporte de la clase media urbana, declinó significativamentedurante la última década. Esta pérdida no fue compensada por uncrecimiento del empleo formal privado, lo que forzó a los empleadosdesplazados a crear sus propias soluciones económicas a través de lapequeña empresa. Por tanto, este tipo de adaptación económica seha convertido en la principal fuente de creación de empleo en la re-gión. En 1989, las microempresas dieron cuenta del 100% de los nue-vos empleos urbanos (Klein y Tokman 2000, 17). Entre 1990 y 1998,de cada 100 nuevos empleos urbanos, 30 fueron creados en pequeñasempresas y otros 29 en el autoempleo, proporciones que son muchomayores a las presentadas durante los años de la industrializaciónde sustitución de importaciones (OIT/Lima 2000, Klein y Tokman2000). El proletariado formal corresponde a los trabajadores de laindustria, servicios y agricultura que se encuentran protegidos porel derecho laboral existente y cobijados por sistemas obligatorios deseguridad social, incapacidad profesional y jubilación. Esta clasepuede ser dividida, a su vez, en un escalón superior compuesto portrabajadores y técnicos oficinistas asalariados, y en uno inferior com-puesto por trabajadores administrativos de la industria y los servi-cios y por trabajadores rurales en empresas agrícolas modernas. Enconjunto, esta clase representa aproximadamente el 35% de la PEAlatinoamericana regional en el año 2000 aunque, como se mostrarámás adelante, existan variaciones importantes entre los países.

Durante la era de sustitución de las importaciones, el empleo for-mal creció de manera constante, aunque nunca logró absorber el grue-so de la fuerza laboral latinoamericana (Prealc 1990, Pérez-Sainz1992, Roberts 1989). Entre 1950 y 1980, el 60% de los nuevos em-pleos se generaron en el sector formal, de los cuales el 15% fueroncreados por el gobierno y el restante 45% por las grandes empresasmodernas (Klein y Tokman 2000, 18). Durante la década de los añosnoventa, la situación cambió drásticamente, pues el sector formalmoderno redujo su participación en la creación de empleo al 20%, entanto que el sector público se encogió. Como resultado, la clase detrabajadores formales no se expandió, como había sucedido en elpasado, sino que permaneció estancada o de hecho disminuyó enmuchos países (Cepal 2000, 67-8).

La mayoría de las descripciones de las estructuras de clases delas sociedades avanzadas terminan con el proletariado formal, defi-

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nido como aquella clase que carece de acceso a los medios de produc-ción y que sólo puede vender su propia mano de obra (Wright 1997,Grusky y Sorensen 1998). En Latinoamérica, como en otras regionesperiféricas, esta explicación resultaría insuficiente debido a la pre-sencia de una vasta masa de trabajadores excluidos del modernosector capitalista que deben ganarse la vida a través del empleo noregulado o de actividades de subsistencia directas (Tokman 1982,Lomnitz 1977). Durante la década de los años sesenta, esta clase detrabajadores fue denominada como la masa “marginal” para resal-tar su exclusión de la economía moderna (Nun 1969, Germani 1965).Investigaciones posteriores mostraron los vínculos entre estos tra-bajadores y la economía moderna y las múltiples formas en que susactividades contribuían a la acumulación capitalista (Beneria 1989,Peattie 1982, Roberts 1976, Birbeck 1978). Una de estas formas con-siste en proveer la mano de obra para las empresas organizadas pormicroempresarios, las cuales, a su vez, suministran bienes y servi-cios a bajo costo a los consumidores e insumos baratos a las empre-sas del sector formal (Castells y Portes 1989). Por esta razón, estaclase puede denominarse más adecuadamente como proletariadoinformal. En las investigaciones empíricas, esta clase es definida comola suma total de los trabajadores por cuenta propia (menos los profe-sionales y técnicos), trabajadores familiares no pagados, serviciodoméstico, y trabajadores asalariados sin seguridad social y otrasprotecciones legales en la industria, los servicios y la agricultura. Lagran mayoría del trabajo en las microempresas es informal, pero enlas grandes y medianas empresas también existen trabajadores in-formales. Estos son principalmente trabajadores temporales emplea-dos sin contratos escritos y que no aparecen en los libros de lasempresas (OIT/Lima 2000).

La evolución del proletariado informal en América Latina esopuesta a la de su contraparte formal. La proporción de trabajadoresinformales se redujo, lenta pero constantemente, durante el períodode industrialización de sustitución de importaciones. El sector mo-derno generó la mayor parte de los nuevos empleos durante esteperiodo, pero resultó insuficiente para absorber una fuerza laboralque crecía rápidamente. En consecuencia, durante esta era existióuna inmensa pero decreciente clase trabajadora informal. El períodode ajuste neoliberal ha presenciado una contracción del empleo for-mal en tanto el sector público se encogió y el moderno sector indus-trial se arruinó a causa de las importaciones baratas cobijadas por la

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31LAS ESTRUCTURAS DE CLASES SOCIALES EN AMÉRICA LATINA: SU COMPOSICIÓN Y CAMBIO

nueva doctrina de la “apertura económica” (Sunkel 2001, Díaz 1996).Como resultado, el proletariado informal no continuó con su declive,sino que por el contrario creció durante la última década. De acuer-do con la OIT, el empleo informal alcanzó el 44% de la PEA urbanalatinoamericana en 1990 y el 47,9% en 1998 (OIT/Lima 2000). LaCepal suministra datos similares. El aumento del proletariado infor-mal es reproducido en casi todos los países de la región y esinterpretable como la contraparte popular del “empresariado forzo-so” al que fueron inducidos los extrabajadores asalariados por lasnuevas políticas económicas. Una proporción significativa de la cla-se trabajadora informal está conformada por trabajadores y vende-dores por cuenta propia y por personas con poca capacitación, forzadosa sobrevivir a través de las formas empresariales menos lucrativas.

LA MEDICIÓN DE LA ESTRUCTURA DE CLASESLATINOAMERICANA

Como ya se señaló, las estadísticas oficiales no utilizan el términoclase social, ni reportan datos basados en él. Por esta razón, no esposible llegar a cálculos precisos sobre el tamaño y la evolución delas diferentes clases con base en los censos. En años recientes, dife-rentes agencias internacionales han venido realizando estudios so-bre el sector informal en los países latinoamericanos que suministranaproximaciones útiles a la clase trabajadora informal (Prealc 1989,1990). Más significativamente, la Cepal ha llevado a cabo un estudiodetallado de la estratificación ocupacional y del ingreso en ocho paí-ses latinoamericanos que en conjunto reúnen al 73,5% de la pobla-ción regional. Las detalladas tabulaciones ocupacionales producidaspor este estudio constituyen la base de los cálculos regionales pre-sentados en la tabla 1 y además permiten realizar aproximacionesbastante cercanas al tamaño de cada una de las clases en cada país.Estos cálculos se presentan en la tabla 2.

La clase capitalista es representada en los cálculos por los pro-pietarios de empresas de más de cinco trabajadores. Lo anterior esuna sobrestimación, dado que los pequeños empleadores –los dueñosde empresas que emplean entre 5 y 20 personas– probablemente seacercan más a la categoría de microempresarios que a la de verdade-ros capitalistas. Incluso tomando en cuenta esta sobrestimación, entodos los países la proporción de la PEA representada por la clasecapitalista es mínima. Si los pequeños empresarios son excluidos,

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Tabla 2La estructura de clases de países latinoamericanos seleccionados, 2000*

Clase Brasil Chile Colombia Costa Rica El Salvador México Panamá Venezuela

% % % % % % % %I. Capitalistas 2,0 1,5 2,2 1,7 1,2 1,6 0,8 1,4II. Ejecutivos 1,8 1,1 0,8 2,4 1,5 1,3 5,2 2,5III. Profesionales 1,4 6,9 7,7 3,2 2,3 2,8 5,2 10,0Total clases dominantes 5,2 9,5 10,7 7,3 5,0 5,7 11,2 13,9

IV. Pequeña burguesía 7,4 9,4 9,3 10,8 11,8 9,4 8,3 11,2

Va. Proletariado formalno manual 12,7 16,2 7,9 14,1 10,5 13,7 16,3 9,2Vb. Proletariado formalmanual(I) 25,3 33,7 31,9 32,8 27,5 30,9 23,8 33,6(II) 20,7 29,0 27,1 28,2 22,5 25,4 20,9 27,2

VI. Proletariado informal(I) 43,5 30,2 40,1 34,3 45,0 40,2 40,1 31,6(II) 48,1 34,9 44,9 38,9 50,0 45,7 43,0 38,0

Sin clasificar 5,9 1,0 0,1 0,7 0,2 0,1 0,3 0,5

Totales 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0

* Porcentajes de la población nacional trabajadora de 15 años de edad o más.Fuentes: Cepal (2000, tabla 11); OIT/Lima (2000, tabla 8-A).

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33LAS ESTRUCTURAS DE CLASES SOCIALES EN AMÉRICA LATINA: SU COMPOSICIÓN Y CAMBIO

estas estimaciones de por sí bajas se reducirían en un 50% o más.Las dos clases siguientes son definidas empíricamente como ejecuti-vos y administradores de empresas privadas que emplean más decinco trabajadores (Clase II) y como profesionales asalariados emplea-dos por las mismas agencias o empresas (Clase III). Nuevamente estasson sobrestimaciones por las mismas razones dadas anteriormentepero, incluso después de tener en cuenta este sesgo, la suma total delas tres clases dominantes escasamente alcanza el 10% de la pobla-ción, siendo aun menor en muchos países y superada por un pequeñomargen en tan sólo tres.

Los datos disponibles no permiten distinguir entre los microem-presarios formales e informales. Estudios detallados en ciudadesparticulares muestran que una amplia proporción de microempresasson completamente informales y que otras operan en una zona gris,cumpliendo algunas normas, pero eludiendo otras (Itzigsohn 2000,Cross 1998). Klein y Tokman (2000, 17) muestran que, en 1998, en-tre el 65% y el 80% de los trabajadores de estas empresas no teníanseguro médico ni seguridad social. Los propietarios de dichas empre-sas, que emplean hasta cinco trabajadores, así como los profesiona-les y técnicos por cuenta propia conforman la pequeña burguesía. Estarepresenta el 10% de la PEA latinoamericana. A pesar de su hetero-geneidad interna, el tamaño relativo de esta clase es notablementeconstante en los ocho países estudiados. Estos resultados implicanque las clases subordinadas, definidas ampliamente, comprendenaproximadamente el 80% de la población latinoamericana. Sin em-bargo, estas clases no son homogéneas y deben ser desagregadas paraque se puedan entender cabalmente las dinámicas que están en jue-go. La clase trabajadora formal no manual, compuesta por técnicosasalariados y empleados administrativos subordinados, da cuenta delotro 15% de la PEA regional, aunque los datos fluctúen entre los paísesdesde un 8% hasta un 16%.

Para calcular el proletariado formal manual se utilizaron dosmedidas. La primera corresponde a la suma total de los trabajadoresasalariados de empresas urbanas pequeñas, medianas y grandes máslos trabajadores agrícolas de modernas empresas medianas y gran-des. Los datos anteriores asumen que todos estos trabajadores estáncobijados por contratos laborales y por las normas legales existen-tes. Dicha suposición probablemente da lugar a una sobrestimación,debido a que, como se vio anteriormente, algunos trabajadores deempresas formales reciben un salario que no se registra y carecen de

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protección legal. El estudio de la Cepal no proporciona datos quepermitan ajustar estas series. No obstante, un segundo conjunto detabulaciones realizadas por la OIT presenta la proporción de traba-jadores en el sector formal (definido como empleados gubernamen-tales y trabajadores de empresas privadas pequeñas, medianas ygrandes) que no aportan al sistema de seguridad social .

La cobertura del sistema de seguridad social puede ser utilizadacomo una aproximación razonable al empleo formal. La coberturapromedio para los trabajadores de empresas del sector formal es del80% y esta cifra es notablemente consistente en distintos años y paí-ses. Esta estadística sugiere que aproximadamente una quinta par-te de la fuerza laboral en el sector de la economía estimado es formaly está conformada por trabajadores sin protección social. Si se utili-zan los datos nacionales sobre cobertura de la seguridad social paraajustar los cálculos iniciales, se obtienen los resultados en la siguientefila de la tabla 2. Basados en estos datos, el proletariado formal ma-nual fluctúa entre el 20% y el 30% de la población adulta trabajado-ra, y en ningún país supera un tercio de la PEA. Bajo la suposiciónmás generosa de cobertura legal para todos los trabajadores de em-presas pequeñas, medianas y grandes, los datos se incrementaríanentre un 4% y un 5% en cada nación.

Los cálculos de la proporción de la población trabajadora repre-sentada por el proletariado informal son la otra cara de estos datos.Nuevamente se utilizan dos medidas. La primera representa la sumatotal de los trabajadores por cuenta propia –menos los profesionalesy técnicos–, más los trabajadores de las microempresas urbanas, pe-queñas empresas rurales, trabajadores domésticos y trabajadores fa-miliares no remunerados. Estos datos subestiman al proletariadoformal por la misma razón dada con anterioridad, es decir, la exclu-sión de los trabajadores de empresas grandes no protegidos. La se-gunda serie ajusta esta menor contabilización con los mismos datosusados para volver a calcular a la clase trabajadora formal. De acuerdocon estos cálculos, el proletariado informal fluctúa entre un tercio yla mitad de la población empleada, sin que esta cifra sea menor a untercio en ningún país. Lo anterior hace que en todas partes los traba-jadores informales sean la clase mayoritaria. En otras palabras, elsegmento numéricamente más significativo de la población emplea-da en Latinoamérica es aquel que está excluido de las relaciones ca-pitalistas modernas y que debe sobrevivir por medio del trabajo noregulado y actividades directas de subsistencia.

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35LAS ESTRUCTURAS DE CLASES SOCIALES EN AMÉRICA LATINA: SU COMPOSICIÓN Y CAMBIO

Tan importante como la composición actual de la estructura declase es su evolución a través del tiempo. Especialmente, interesasaber en qué medida y bajo qué formas la transición de la era de lasustitución de importaciones a la de la apertura económica ha afec-tado la estructura de clase de países individuales. Infortunadamente,el estudio detallado de la Cepal sobre estratificación ocupacional delcual se derivaron los anteriores cálculos ofrece sólo una fotografía deun punto preciso en el tiempo y carece de datos comparables paraperiodos anteriores. Las series de tiempo disponibles suministradaspor los censos nacionales y por documentos de la ONU no son lo su-ficientemente detalladas como para permitir estimaciones igualmentefiltradas. Además, las mejores estimaciones disponibles están limi-tadas a la PEA urbana y no a la total, lo que hace que estos datos nosean comparables con aquellos que fueron presentados anteriormente.Teniendo en cuenta estos impedimentos, aun es posible llegar a uncálculo simplificado, una “forma reducida”, de la evolución de la es-tructura de clases en Latinoamérica durante las dos últimas déca-das. Los datos, tomados de publicaciones recientes de la Cepal, midenla clase “capitalista” como los propietarios y empleadores de empre-sas que cuentan con cinco o más trabajadores (la definición varía li-geramente entre los países, pero nunca es menor a cinco trabajadores).Las otras clases dominantes no pueden ser estimadas por separado,sino que son fusionadas en la categoría de ejecutivos asalariados ytécnicos/profesionales, sin importar el tamaño de la empresa. Unavez más, lo anterior dará lugar a sobrestimaciones, dado que se in-cluye a los propietarios y al personal asalariado de empresas peque-ñas, quienes usualmente son más representativos de la pequeñaburguesía que de la verdadera clase capitalista. Aún así, después detener en cuenta este sesgo, la clase dominante sigue representandouna pequeña fracción de la PEA urbana de cada país. La pequeñaburguesía es considerada como la suma de los dueños de microem-presas, que emplean menos de cinco trabajadores, además de los téc-nicos y profesionales por cuenta propia. Los datos disponibles nopermiten diferenciar entre los segmentos manuales y no manualesdel proletariado formal (Clases Va y Vb). No obstante, nos permitendiferenciar entre sus componentes según sean del sector público oprivado. Los trabajadores formales del sector público son los emplea-dos de las entidades gubernamentales locales y nacionales, más lasinstituciones de propiedad estatal; los trabajadores formales del sec-tor privado son aquellos que son empleados por empresas con cinco o

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Tabla 3La estructura de clase urbana de América Latina, 1980-1998

País Año Capitalistas1 Profesion.1 Pequeños Trabajadores formales Trabajadores informales Total

Ejecutivos2 empresar.3 Públicos Privados4 Subtotal Micro- Por cuenta Servicio

empresas5 propia6 doméstico Subtotal

Argentina 1980 2,1 3,3 4,3 — 44,2 10,1 32,2 3,9 46,2 100,0(Gran Buenos 1990 1,6 6,9 6,4 — 41,1 44,8 11,6 23,0 5,7 40,3 100,0Aires) 1998 1,4 6,9 5,6 5,0 46,1 15,7 19,6 4,8 40,1 100,0

Bolivia 1989 1,1 4,3 3,9 17,9 13,5 31,4 12,3 41,0 5,8 59,1 100,01994 1,4 6,8 7,8 12,8 15,5 28,3 13,8 36,8 5,2 55,8 100,01997 2,0 6,7 6,9 10,5 14,3 24,8 11,0 44,9 3,6 59,5 100,0

Brasil 1979 1,5 7,5 3,8 — 49,7 10,7 19,3 7,5 37,5 100,01993 2,2 4,6 3,3 14,4 31,5 45,9 8,5 26,4 8,2 43,1 99,11997 2,5 4,9 3,9 13,3 31,3 44,6 9,7 25,8 8,6 44,1 100,0

Chile 1990 1,6 12,9 2,7 — — 45,7 9,4 20,6 7,0 37,0 100,01994 1,5 15,4 6,2 — — 44,9 8,6 17,4 6,1 32,1 100,01998 1,6 17,0 7,2 — — 43,4 9,7 15,2 5,9 30,8 100,0

Costa Rica 1981 1,5 2,7 3,4 28,0 32,1 60,1 10,0 16,7 5,5 32,2 100,01990 1,1 6,1 6,5 25,0 29,5 54,5 9,7 17,6 4,4 31,7 100,01998 1,6 8,8 8,9 19,7 30,2 49,9 10,6 15,4 4,8 30,8 100,0

Ecuador 1990 1,4 4,5 4,2 17,5 21,8 39,3 11,3 34,5 4,5 50,3 99,71994 1,4 5,6 8,5 13,7 21,8 35,5 12,2 32,1 4,7 49,0 100,01998 1,9 6,0 7,5 11,7 22,3 34,0 13,1 32,0 5,5 50,6 100,0

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Tabla 3 (continuación)

País Año Capitalistas1 Profesion.1 Pequeños Trabajadores formales Trabajadores informales Total

Ejecutivos2 empresar.3 Públicos Privados4 Subtotal Micro- Por cuenta Servicio

empresas5 propia6 doméstico Subtotal

El Salvador 1990 1,7 3,4 3,1 13,8 26,3 40,1 13,3 33,3 6,1 52,7 101,01995 1,3 7,2 5,9 12,5 27,2 39,7 10,5 31,1 4,4 46,0 100,01998 0,5 8,0 4,1 12,1 28,7 40,8 12,1 30,3 4,3 46,7 100,0

Honduras 1990 0,5 4,9 2,3 14,4 26,3 40,7 13,2 31,7 6,7 51,6 100,01994 1,2 6,8 4,3 11,3 30,5 41,8 11,0 29,5 5,4 45,9 100,01998 0,9 7,0 5,2 9,5 29,5 39,0 11,7 31,4 4,6 47,7 99,8

México 1984 0,2 6,2 3,3 — — (63,1) — 24,7 2,6 — 100,01989 0,5 9,0 4,4 — — (64,7) — 18,9 2,7 — 100,21998 0,9 6,6 5,8 14,2 33,1 47,3 14,9 20,5 4,1 39,5 100,0

Panamá 1979 2,1b 4,6 — b 35,8 34,1 69,9 — 17,3 6,1 — 100,01991 0,8 7,4 3,6 26,6 27,0 53,6 5,2 22,4 7,0 34,6 100,01998 1,0 10,8 3,6 23,5 29,9 53,4 6,4 18,2 6,6 31,2 100,0

Paraguay 1986 1,7 6,1 7,8 12,0 23,3 35,3 12,0 23,8 13,3 49,1 100,0(Asunción) 1990 2,1 5,5 8,3 11,9 24,9 36,8 15,6 21,2 10,5 47,3 100,0

1997 1,4 4,8 8,5 10,9 22,1 33,0 12,5 29,4 10,3 52,2 100,0

Uruguay 1981 1,6 3,9 4,6 22,8 33,0 55,8 8,8 17,7 7,5 34,0 100,01990 1,9 5,1 5,0 21,8 30,1 51,9 10,3 19,0 6,9 36,2 100,01998 1,7 6,5 5,9 16,3 32,0 48,3 10,6 19,9 7,2 37,7 100,0

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Tabla 3 (continuación)

País Año Capitalistas1 Profesion.1 Pequeños Trabajadores formales Trabajadores informales Total

Ejecutivos2 empresar.3 Públicos Privados4 Subtotal Micro- Por cuenta Servicio

empresas5 propia6 doméstico Subtotal

Venezuela 1981 1,5 5,2 6,4 23,9 19,6 43,5 20,2 18,0 6,1 44,3 100,91990 2,6 5,8 6,0 21,4 30,0 51,4 6,5 21,4 6,3 34,2 100,01994 1,9 6,1 6,1 18,1 27,1 45,2 9,2 27,4 4,0 40,6 100,0

1 Propietarios de empresas con cinco o más empleados.2 Administradores asalariados, profesionales universitarios y técnicos de empresas con cinco o más empleados.3 Propietarios de empresas con menos de cinco empleados, más profesionales contables y técnicos.4 Trabajadores asalariados de empresas con cinco o más empleados.5 Trabajadores asalariados de empresas con menos de cinco empleados.6 No incluye profesionales y técnicos.Fuente: Cepal (2000, tablas 4 y 10).

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más trabajadores, sin importar el grado de destreza. Por las razonesya mencionadas, estos datos constituyen sobrestimaciones debido aque una porción de los trabajadores de dichas empresas laboran sinprotección legal. En este caso, no obstante, no poseemos datosconfiables que permitan corregir esta sobrestimación para cada paísy cada año de censo. En consecuencia, es inevitable presentar lasseries sin ajustar. Con base en los cálculos presentados en la tabla 2,se sigue que el tamaño actual del proletariado formal en muchospaíses es probablemente un 5% o 7% más bajo que en las medicionesexistentes.

El proletariado informal es definido como la suma de trabajado-res por cuenta propia, menos los profesionales y técnicos, empleadosdomésticos, y trabajadores de microempresas remunerados y no re-munerados. Vale la pena repetir que estas cifras están basadas en laPEA urbana y no en la total. Las estimaciones finales son represen-tadas en la tabla 3. Para evitar la repetición, en lo que sigue no secomenta el tamaño relativo de las clases, sino que se hace énfasis ensu evolución a través del tiempo.

Los datos muestran cuatro tendencias principales. Primero, se haproducido un declive consistente de los trabajadores del sector pú-blico, observable en todos países de la región. Segundo, ha existidoun declive paralelo del proletariado formal como un todo en la totali-dad de países, con la excepción de Argentina (los datos se restringenal área metropolitana de Buenos Aires)4. El declive no es uniforme,pero es más evidente en aquellos países donde los datos se remiten alos años ochenta. Los ejemplos incluyen a Brasil (50% en 1979 y 45%en 1997), Costa Rica (60% en 1981 y 50% en 1998) y Uruguay (56%en 1981 y 48% en 1998). En el caso de Venezuela, de hecho el empleoformal se incrementó entre 1981 y 1990, pero luego cayó estrepito-samente durante la década de los años noventa. En casi todos los casos,el declive observable del proletariado formal se debe al estancamientodel empleo en el sector privado, unido a una contracción significati-va del empleo en el sector público. La tercera tendencia principal esel surgimiento de la clase de los pequeños empresarios y la cuarta esel estancamiento o incremento del proletariado informal. La peque-

4 La gran crisis económica que experimentó Argentina desde el 2001 hace que sea probableque estos datos no reflejen la situación actual. Con el desempleo arriba del 25% de la PEA yel subempleo en aumento, es probable que la debacle del modelo neoliberal en esta naciónhaya caído más pesadamente en su clase trabajadora de lo que estos datos muestran. Esteresultado simplemente exacerbará las tendencias aquí señaladas.

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40 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

ña burguesía permanece en dígitos pequeños en muchos países, perose produjo un aumento considerable durante la década de los añosnoventa. En muchos casos, este aumento es uniforme y va desdeaproximadamente el 5% de la PEA urbana en los años ochenta hastacerca del 10% a finales de los noventa. Esta tendencia refleja de nue-vo la práctica empresarial forzosa a la que se han visto abocados losantiguos trabajadores asalariados debido al declive del empleo en elsector formal. De manera semejante, el proletariado formal no decli-nó durante el periodo neoliberal, sino que de hecho creció en muchospaíses. Los datos no proporcionan ninguna evidencia que demuestreque esta tendencia se debe exclusivamente a los trabajadores asala-riados en microempresas. Como se puede observar en la tabla 3, eltamaño relativo de cada uno de los tres componentes del proletaria-do informal varía de país a país, lo que sugiere que, algunas veces, eltrabajo por cuenta propia fue la forma clave de ajustarse a la ausen-cia de trabajos regulares, mientras que en otros casos fue el trabajoremunerado o no remunerado en microempresas y en el servicio do-méstico.

LOS INGRESOS LABORALESY LA ESTRUCTURA DE CLASE

Es bien sabido que América Latina como un todo presenta la distri-bución más desigual de la riqueza y el ingreso del mundo (Robinson1996, Galbraith 2002, Korzeniewicz y Smith 2000). Un vistazo a estasituación desde una perspectiva de clase ayuda a esclarecer cómoestán ubicados en esta distribución sectores particulares de la pobla-ción y cómo ha cambiado su condición a lo largo del tiempo. Paraempezar, vale la pena anotar que la desigualdad en el ingreso du-rante los años del experimento neoliberal se incrementó significati-vamente en la región y, con excepciones, en cada país por separado.En 1998, el índice Gini regional de la desigualdad aumentó un pocohasta alcanzar el mismo valor que tenía en 1970 (0,52). Esto quieredecir que el 5% más alto de la población recibió ingresos que equiva-lían a dos veces los de aquellos del grupo comparable en los paísesmás desarrollados (los pertenecientes a la Organización para la Co-operación y Desarrollo Económico), mientras que el 30% más bajosobrevivió con el 7,5% del ingreso total o con sólo el 60% de la propor-ción respectiva en las naciones avanzadas. No obstante, si el índiceGini se computa en el 90% más bajo de la población de Latinoamérica,

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su valor sólo sería 0,36, el cual es similar al de los Estados Unidos(Klein y Tokman 2000, 20).

Debido a que, como se observó en la sección anterior, las tres cla-ses dominantes comprenden máximo un 10% de la población, esteresultado es interpretable como un indicador de que toda la excesivadesigualdad en el ingreso de la región es atribuible a la participacióncombinada en el ingreso recibido por estas clases. De manera simul-tánea, esto produce una situación en la que el 75% de la poblaciónempleada, que corresponde aproximadamente a la suma del proleta-riado formal e informal, no genera el suficiente ingreso a partir desu empleo como para superar el umbral de la pobreza (Cepal 2000,19). Esto implica que, con pocas excepciones, ser trabajador enLatinoamérica significa ser pobre.

El mismo estudio de la Cepal sobre ocho países latinoamericanos,citado anteriormente, divide la PEA nacional en cuatro categoríasútiles que corresponden a posiciones distintas en la estructura declases. Las tres clases dominantes (empleadores, ejecutivos/directi-vos, profesionales universitarios) comprenden el 9,4% de la fuerzalaboral de estos países y reciben una remuneración promedio equi-valente a 13,7 veces el ingreso mínimo para estar por encima delumbral de pobreza. Las clases medias –pequeños empresarios y tra-bajadores formales no manuales (técnicos, profesionales con un ni-vel bajo de educación, empleados administrativos)– dan cuenta del13,9% de la fuerza laboral y reciben remuneraciones equivalentes acinco veces el umbral de pobreza.

El proletariado manual (formal e informal) recibe ingresos cua-tro veces menores al umbral de la pobreza, un nivel demasiado bajopara sacar de la pobreza a una familia promedio5. Esta categoría essubdividida por el estudio de la Cepal en dos subgrupos: (a) los tra-bajadores urbanos del comercio y los trabajadores administrativos yartesanos (incluyendo una mezcla de proletariado formal e informal)representan el 38,7% de todas las personas empleadas con ingresospromedio equivalentes a 3,5 veces el umbral de la pobreza; (b) los

5 El umbral o línea de pobreza es calculado con base en el costo de la canasta familiar para elindividuo promedio. En tanto los hogares de la clase trabajadora en promedio tienen más decuatro miembros en todos los países considerados, un ingreso de quien sostiene la familiamenor a cuatro veces el umbral de la pobreza resulta insuficiente para sacarla de la pobreza.Las familias responden ante esta situación por medio de actividades alternativas para ganardinero, como enviar a otros de sus miembros a la fuerza laboral o involucrarse en la ventaambulante u otras actividades informales (Roberts 1989, González de la Rocha 2001).

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trabajadores del sector servicios y trabajadores agrícolas (abruma-doramente informales) dan cuenta del 34,5% de la fuerza laboral yreciben ingresos que equivalen tan sólo a dos veces el umbral de lapobreza.

Es posible, con base en estos datos, calcular los ingresos prome-dio que reflejan las principales divisiones en la estructura de clasesde países individuales. Los resultados de este cálculo se presentanen la tabla 4.

Dos hechos resultan evidentes de inmediato: primero, las enor-mes disparidades en los ingresos entre las clases dominantes, espe-cialmente capitalistas, y el resto de la población; segundo, la ampliavariación entre los países. Los niveles promedio de ingresos de lasclases dominantes son subestimados porque incluyen a propietariosy gerentes de microempresas que forman parte de la pequeña bur-guesía y que reciben ingresos mucho más bajos. Incluso después deincluir a los microempresarios en la clase empleadora, la proporciónentre los ingresos de este grupo como un todo y la de los trabajadoresinformales equivale a 6 veces en México, 10 veces en Chile y 11 vecesen Brasil.

Dentro de este panorama general existen variaciones significati-vas entre los países. La nación más igualitaria obviamente es CostaRica, en donde tanto los trabajadores formales como los informalesreciben los ingresos relativos más altos y en donde la proporción en-tre estos y el promedio de las clases dominantes es menor a tres. Enel otro extremo, tenemos a Brasil y Chile, con la importante diferen-cia de que en Brasil el ingreso promedio de los trabajadores informa-les es menor que el doble del umbral de pobreza, mientras que enChile es casi cuatro veces dicha figura. Chile posee el ingreso ocupa-cional absoluto más alto de todos los países estudiados, lo cual con-duce a una situación en que la desigualdad extrema coexiste con lareducción gradual de la pobreza entre las clases subordinadas (Cepal2000, 76-77). Este no es el caso de Brasil, o ni siquiera de México, endonde aquellos que se encuentran en los más bajos deben subsistircon salarios que, en ausencia de otras fuentes de ingreso, los conde-nan a la indigencia.

Los datos disponibles además permiten vislumbrar la evoluciónde la desigualdad en el ingreso dentro de la estructura de clases du-rante las últimas dos décadas. Aunque las series se encuentran dis-ponibles para un amplio número de países, contienen severas

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Tabla 4Ingreso promedio por clase social en ocho paísesde América Latina, 1997*

Clases Brasil Chile Colombia Costa Rica El Salvador México Panamá Venezuela

DominantesEmpleadores 18,4 34,6 9,4 8,8 8,1 14,0 15,6 11,4Ejecutivos/gerentes 12,3 16,2 9,0 12,1 11,3 11,0 10,2 6,6Profesionales 20,5 15,4 6,8 11,3 8,8 7,8 13,0 4,9

Intermedias**Trabajadores no manuales (técnicos 5,7 7,0 4,1 7,0 5,0 4,1 5,7 2,4 ***

y empleados de cuello blanco)

Subordinadas**Proletariado cuasiformal 4,1 4,8 2,9 4,9 2,8 2,6 4,5 3,4(empleados manuales y trabajadores/artesanos del comercio)Proletariado informal 1,7 3,4 2,4 3,8 1,9 2,2 3,6 2,9(trabajadores de servicios y agrícolas)

Total: 4,5 7,4 3,5 5,7 3,3 3,4 5,2 3,7

* En múltiplos del umbral de pobreza nacional.** Promedios balanceados.*** Incluye sólo empleados administrativos.

Fuente: Cepal (2000, tabla 4).

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limitaciones que reducen su utilidad. En primer lugar, los datos es-tán limitados a las áreas urbanas y, en los casos de Argentina y Pa-raguay, a la capital. En segundo lugar, son reportados para diferentesaños, dependiendo del momento en que haya sido realizado el censonacional o las encuestas de hogares. Tercero, están basados en cate-gorías que oscurecen los niveles de ingresos relativos acumulados porlas diferentes clases. Particularmente, la categoría “empleadores” in-cluye a los propietarios de empresas de todos los tamaños. Los mi-croempresarios, que superan por mucho a los empleadores medianosy grandes, inundan estos datos, lo que lleva a subestimaciones signi-ficativas de los ingresos reales de la clase capitalista. De manera si-milar, la categoría “profesionales y técnicos” combina, en proporcionesdesconocidas, trabajadores élite, trabajadores capacitados por cuen-ta propia y miembros del proletariado formal no manual. Estas limi-taciones hacen que las series de datos disponibles sean casiinutilizables para estimar la evolución de los ingresos de las clasesdominantes.

De mayor utilidad resultan los datos para los ingresos promediototales y microempresarios, trabajadores del sector formal y los dife-rentes integrantes del proletariado informal. Estas categorías son de-finidas consistentemente a través de los años y entre países. A pesarde que no corresponden perfectamente a las definiciones de las cla-ses subordinadas, identifican ciertos componentes específicos de es-tas últimas. Además, los datos sobre ingresos promedio totales muestranel nivel relativo de enriquecimiento o empobrecimiento experimen-tado por la clase trabajadora como un todo durante este periodo.

Las series de datos disponibles son presentadas en la tabla 5.Estas indican que, para muchos países latinoamericanos, los ingre-sos urbanos promedio o se estancaron o disminuyeron durante elperiodo del ajuste neoliberal. En Brasil y México, declinaron leve-mente y pasaron de ser equivalentes a 5,6 y 4,8 veces el umbral depobreza per cápita a principios de los años ochenta a ser equivalen-tes a 5,0 y 4,1 veces dicho umbral a finales de la década de los noven-ta. En Uruguay y Venezuela, no obstante, el declive fue mucho másdramático, y redujo los ingresos promedio en un tercio en Uruguay yen más del 50% en Venezuela.

La excepción clara a este patrón es Chile, donde los ingresos seincrementaron en un 57% durante la década de los noventa. Comoreflejo de este escenario favorable, los ingresos de todas las clases

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Tabla 5Evolución del promedio de ingresos laborales por clase social en América Latina*

País Año Total Empleadores** Profesionales/ Micro- Trabajadores Trabajadores informales

técnicos empresarios formales Trabajadores Por cuenta Empleados

*** **** asalariados propia domésticos

*****

Argentina 1980 6,9 19,3 15,6 18,4 6,6 5,1 5,2 3,1(Buenos Aires) 1990 6,4 20,6 9,4 18,4 4,5 3,6 7,2 3,5

1997 7,2 24,2 — 23,1 — — — 2,6

Bolivia 1989 4,2 16,2 7,7 11,8 3,6 2,7 3,8 1,61994 3,5 10,3 7,3 8,1 2,7 2,0 2,2 1,01997 3,6 10,1 8,8 7,1 3,2 2,2 2,3 1,1

Brasil 1979 5,6 21,8 9,4 16,6 4,8 2,5 5,2 1,11990 4,7 16,1 8,2 11,3(1993) 3,8 2,6 3,4 1,01996 5,0 19,1 10,7 14,0 3,9 2,5 3,7 1,5

Chile 1990 4,7 24,8 7,4 19,0 3,5 2,4 5,0 1,41994 6,2 33,7 9,6 18,0 4,0 2,9 6,3 2,01998 7,4 33,8 11,7 24,5 4,3 3,0 8,6 2,2

* Sólo áreas urbanas. Las cifras están dadas en múltiplos del umbral de pobreza per cápita para cada año/país.** Todos los empleadores, incluyendo los microempresarios.*** Propietarios de empresas con cinco o más empleados.**** Trabajadores de empresas con cinco o más empleados.***** Trabajadores de empresas con cinco o más empleados.

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Tabla 5 (continuación)

País Año Total Empleadores Profesionales/ Micro- Trabajadores Trabajadores informales

técnicos empresarios formales Trabajadores Por cuenta Empleados

asalariados propia domésticos

Colombia 1980 4,0 17,1 8,3 — 2,2 — 3,7 2,11994 3,8 13,1 7,9 — 2,6 — 3,0 1,71997 3,8 10,9 6,9 — 2,7 — 2,9 1,6

Costa Rica 1981 6,6 13,1 11,4 12,9 4,8 3,5 6,9 1,81994 5,2 10,8 8,4 9,2 4,4 3,6 4,0 1,61997 5,6 8,4 9,0 7,4 4,8 3,2 3,6 1,8

Ecuador 1990 2,8 4,8 6,0 4,0 2,9 2,3 1,9 0,81994 2,9 6,6 5,2 6,1 2,6 1,9 2,0 0,91997 3,0 6,6 5,7 6,5 2,9 1,8 2,1 0,9

México 1984 4,8 14,8 8,8 13,3 4,4 — 1,7 4,11994 4,4 18,3 9,5 13,8 3,0 1,7 1,2 3,31998 4,1 18,2 6,9 11,7 3,1 1,9 1,3 2,6

Panamá 1979 5,6 6,5 13,6 — 5,0 — 2,9 1,41991 5,0 11,8 9,4 7,7 4,1 2,6 2,3 1,31997 5,6 15,4 10,0 11,6 4,1 2,6 3,4 1,4

Paraguay 1986 3,1 9,0 6,9 7,6 2,6 1,7 2,2 0,7(Asunción) 1990 3,4 10,3 4,7 8,2 2,6 1,8 3,8 0,8

1996 3,6 10,6 6,5 7,2 3,1 2,3 2,8 1,2

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Tabla 5 (continuación)

País Año Total Empleadores Profesionales/ Micro- Trabajadores Trabajadores informales

técnicos empresarios formales Trabajadores Por cuenta Empleados

asalariados propia domésticos

Uruguay 1981 6,8 23,6 10,0 19,9 4,1 3,0 1,8 8,11990 4,3 12,0 7,6 8,9 3,7 2,5 1,5 5,11997 4,9 11,5 9,8 9,8 4,6 3,0 1,8 3,5

Venezuela 1981 7,6 11,6 14,9 11,0 6,9 6,7 4,9 4,11990 4,5 11,9 6,6 9,5 3,6 2,5 4,3 2,11997 3,6 11,2 5,8 9,4 2,4 1,7 3,9 1,4

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aumentaron de acuerdo con la expectativa económica convencionalde que “una ola grande impulsa y hace flotar todos los botes” (Fire-baugh 1999, Galbraith 2002). No obstante, el “impulso” fue más biendesigual: los empleadores como grupo incrementaron su participa-ción de 25 veces el umbral de pobreza per cápita a 34 veces, mientrasla de los trabajadores del sector formal sólo aumentó de 3,5 a 4,3.Como resultado, la brecha de ingresos entre los dos grupos aumentóde una proporción de 7 a 1 a una de 8 a 1. En esta economía expandi-da, los microempresarios y los autoempleados tuvieron mejor suerteque los trabajadores asalariados (formales o informales). Como con-secuencia, los ingresos relativos de los microempresarios se incre-mentaron levemente, de 7,9 veces los de los trabajadores informalesa 8,2 veces éstos. Con esta excepción, la evolución de los ingresos delos microempresarios y de los diferentes sectores que componen elproletariado informal reflejaba el desempeño total de las economíasurbanas de la región: en casi todos los casos, los ingresos de estasclases o bien se estancaron o disminuyeron durante las dos últimasdécadas. Lo mismo puede decirse del proletariado formal, de nuevodefinido como los empleados de empresas que contratan cinco o mástrabajadores. En Brasil, los ingresos del proletariado formal dismi-nuyeron de 4,8 a 3,9 veces el umbral de la pobreza; en México, de 4,4a 3,1, y en Venezuela, de 6,9 a 2,4. En todos estos países, los ingresosde los trabajadores informales siguieron una tendencia negativaparalela.

Los datos consignados en la tabla 5 muestran una cercana simi-litud y una evolución similar entre los ingresos de las categorías deempleadores y microempresarios. Esto se debe a que los primerosincluyen una amplia porción de los últimos. Por esta razón, no esposible establecer si los ingresos de la verdadera clase capitalista (v.gr. los propietarios de empresas medianas y grandes) también seestancaron durante este período o si, por el contrario, se incremen-taron en términos relativos. Los crecientes índices Gini de la desigual-dad en el ingreso y medidas relacionadas indican, no obstante, quela última alternativa es la más plausible. En 1997, el detallado aná-lisis de la Cepal de ocho países muestra que mientras los ingresosocupacionales promedio de todos los empleadores representaban 15,8veces el umbral de pobreza, los de los empleadores medianos y pe-queños llegaban hasta 30 veces dicho umbral (Cepal 2000, 3). Comoresultado, la proporción entre el ingreso de la verdadera clase capi-talista y el del proletariado formal en estos países fue de 10 a 1; la

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49LAS ESTRUCTURAS DE CLASES SOCIALES EN AMÉRICA LATINA: SU COMPOSICIÓN Y CAMBIO

proporción correspondiente entre la cima y el fondo de la estructurade clases (trabajadores informales) fue de 15 a 1.

Klein y Tokman (2000) analizaron la evolución de la desigualdaden el ingreso en nueve países latinoamericanos con base en los cam-bios en la proporción entre el ingreso acumulado por el 20% más altode la población y el recibido por el 40% más bajo. Sus resultados es-tán resumidos en la tabla 6. Ellos muestran que en cada país, conexcepción de Panamá, los ingresos del quintil más alto de la pobla-ción crecieron más rápido (o disminuyeron menos) que los recibidospor los dos quintiles más bajos. Como consecuencia, el coeficiente dedesigualdad entre los dos grupos se incrementó significativamenteen ocho o nueve países.

Los datos suministrados por Klein y Tokman son una subestima-ción de la disparidad en el crecimiento económico entre las clasesdominantes y el proletariado formal e informal. Esto es así porque el20% más rico de la población equivale a aproximadamente dos vecesel tamaño de las tres clases dominantes combinadas. Dado que, comose vio antes, los ingresos de las demás clases, incluyendo a los pe-queños empresarios, disminuyeron o se estancaron durante este pe-riodo, la ventaja del 20% más rico de la población tiene que deberse

Tabla 6Crecimiento y distribución del ingreso en nueve paíseslatinoamericanos durante los noventa

Tasa de crecimiento anual

del ingreso* (1990-1996) Coeficiente de desigualdad**

40% más pobre 20% más rico 1990 1996

Argentina 3,5 6,4 7,0 8,0Brasil 1,3 1,5 19,2 21,5Chile 4,1 5,9 9,4 10,4Colombia 2,5 3,9 4,3 4,6Costa Rica -0,6 2,7 3,0 3,4México -3,8 0,2 6,0 7,1Panamá 2,6 2,2 4,7 4,7Perú 2,7 3,0 7,9 8,5Venezuela -11,5 -9,1 4,7 7,6

* Tasa de crecimiento del ingreso en precios constantes de cada país.** Cociente entre el ingreso promedio del 20% más rico de la población y el ingreso del40% más pobre.Fuente: Klein y Tokman (2000), tablas 5 y 6).

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exclusivamente a las ganancias acumuladas por aquellos que se en-cuentran en lo más alto. Suponiendo que los ingresos del siguiente10% más alto permanecieron estancados durante la década de losnoventa (una suposición que es plausible gracias a los resultadospresentados en la tabla 5), la tasa de crecimiento del ingreso de lasclases dominantes, representada por el 10% más rico, debería seraproximadamente el doble de la presentada por estos autores.

En síntesis, los resultados del análisis muestran que: (a) con laexcepción de Chile, los ingresos promedio de la fuerza de trabajo ur-bana latinoamericana se estancaron o disminuyeron en términosreales durante los años del ajuste neoliberal; (b) los ingresos prome-dio de todas las clases subordinadas, incluyendo a la pequeña bur-guesía urbana, también disminuyeron; (c) los ingresos de las clasesdominantes aumentaron más rápido que el promedio en todos lospaíses, con la excepción de Panamá, pero incluyendo a Chile; (d) comoresultado, la proporción del ingreso recibido por estas clases en rela-ción con las varias clases proletarias se incrementó durante este pe-riodo, exacerbando lo que ya era una brecha en la condición económicay las oportunidades de vida entre los ricos y los pobres. Más que nuncase reafirmó el hecho de que en Latinoamérica no es necesario estardesempleado para ser pobre. La inmensa mayoría de la poblacióntrabajadora recibe salarios que la condenaría a la pobreza, en partedebido al subdesarrollo generalizado de sus economías nacionales,pero también a causa de la muy sesgada distribución del productoeconómico.

OTRAS FORMAS DE EMPRESARIADO

El crimen

La contracción del empleo formal y el crecimiento de la desigualdaden el ingreso resultantes del modelo económico neoliberal han ido dela mano con otras respuestas menos pacíficas que las pequeñas em-presas y la creación de autoempleo. En el nuevo mercado libre paratodos, promovido por la ideología dominante, no resulta sorprenden-te que algunos de los miembros más desaventajados de la sociedadbusquen remediar su situación ignorando el marco jurídico existen-te. Por tanto, las percepciones de los niveles de criminalidad e inse-guridad ciudadana han aumentado en la mayoría de las grandesciudades latinoamericanas. Según un informe de la Cepal (2001, 208)sobre la materia,

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51LAS ESTRUCTURAS DE CLASES SOCIALES EN AMÉRICA LATINA: SU COMPOSICIÓN Y CAMBIO

Latinoamérica y el Caribe han experimentado un crecimientodel crimen y la violencia. La situación es tal que la tasa de mor-talidad asociada con sucesos violentos ha empezado a afectarla tasa de mortalidad general. La delincuencia ha crecido entodas las ciudades latinoamericanas y es identificada como unproblema creciente en todas las encuestas de opinión pública.

Como lo señala otro reporte del Banco Interamericano de Desa-rrollo sobre el mismo tema,

el crimen se ha convertido en una característica central de mu-chas ciudades latinoamericanas. Los atracos, hurtos, robos deautos e incluso homicidios ocurren con una frecuencia alarman-te e impunidad apabullante en muchos centros urbanos a lolargo de la región. (Gaviria y Pagés 1999, 3)

Para respaldar estas afirmaciones, este último reporte presentadatos sobre la evolución de la tasa de homicidios por cada 100.000habitantes, reproducidos en la tabla 7. Estos datos muestran un in-cremento generalizado de los homicidios en la región como un todo,aunque con diferencias nacionales significativas. La tasa regional dehomicidios alcanzó el 20 por 100.000 habitantes en 1995, lo que hacede Latinoamérica la región más violenta del mundo. Los datos regio-nales se ven afectados por las tasas extraordinarias de Colombia yEl Salvador. Los países del Cono Sur junto con Costa Rica todavía

Tabla 7Tasas de homicidio por cada 100.000 habitantesen países seleccionados

País ca. 1980 ca. 1990 ca. 1995

El Salvador — 138,2 117,0Colombia 20,5 89,5 65,0Brasil 11,5 19,7 30,1Venezuela 11,7 15,2 22,0México 18,2 17,8 19,5Perú 2,4 11,5 10,3Panamá 2,1 10,9Ecuador 6,4 10,3Argentina 3,9 4,8Costa Rica 5,7 4,1Uruguay 2,6 4,0Chile 2,6 3,0

Fuentes: Ayres (1998, tabla 1); Arriagada y Godoy (2000, tabla 2).

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52 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

mantienen tasas bajas, pero los homicidios han crecido en los paísesde la Región Andina, particularmente en Venezuela y también enBrasil.

El deterioro de la situación referente a los crímenes violentospuede ser apreciado gráficamente en la figura 1. Además de los ho-micidios, otros crímenes violentos han aumentado, especialmente elsecuestro, aspecto en el que Colombia se encuentra en la cúspide deestas negras estadísticas con 10 secuestros por cada 100.000 mil habi-tantes al año durante la década de los noventa. Estas tasas tambiénse han incrementado en Guatemala, México y Brasil (Ayres 1998,Cepal 2001).

Los datos cuantitativos disponibles sobre la criminalidad langui-decen cuando se les compara con las reacciones de la ciudadanía, lacual, encuesta tras encuesta, resalta el crimen y la seguridad comounas de sus principales preocupaciones (Arriagada y Godoy 2000).Un estudio basado en las encuestas de Latinobarómetro a mediadosde los años noventa presenta tasas aterradoras de victimización.Como se muestra en la figura 2, más del 40% de los hogares urbanosen cinco países (Perú, Ecuador, Guatemala, México, Venezuela y ElSalvador) tienen por lo menos un miembro que ha sido víctima de uncrimen durante el año anterior. En Guatemala, la tasa de victimiza-ción supera el 50% de los hogares urbanos. Para Latinoamérica como

0

5

10

15

20

25

30

35

40

Latinoaméricay el Caribe

el Caribe Latino Países Andinos Países del ConoSur

1980 1991

Figura 1Homicidios por cada 100.000 habitantes, América Latina

Fuente: Cepal (2001, figura 6.2).

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un todo, la tasa se estabilizó en el 38%, que equivale a más del doblede la tasa reportada para España y siete veces la de los Estados Uni-dos (Gaviria y Pagés 1999, 6 y 10).

La reacción de las clases dominantes frente a esta situación no seha hecho esperar. En Ciudad México, Río de Janeiro y São Paulo, eincluso en Buenos Aires, se ha presentado un rápido crecimiento delas comunidades-fortalezas en donde los ricos se autoaíslan del restode la población. De manera similar se ha producido un crecimientoexplosivo de los servicios de seguridad privada, especialmente enColombia, pero también en otros países andinos, Brasil y México. EnSao Paulo, el número de guardias privados casi triplica el de poli-cías; en Guatemala, se estima que el gasto privado total en seguri-dad supera en un 20% el presupuesto público de seguridad (Arriagaday Godoy 2000, 179; De Roux 1993).

0 10 20 30 40 50 60

Guatemala

El Salvador

Venezuela

México

Ecuador

Argentina

Perú

Brasil

Costa Rica

Honduras

Nicaragua

Colombia

Bolivia

Paraguay

Chile

Panamá

Uruguay

España

Estados Unidos

Figura 2Tasas de victimización por país, ca. 1995

Fuente: Latinobarómetro 96-98, en Gaviria y Pagés (1999, 32); U.S. Bureau of the Census(2000b, tabla 240).

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54 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

Mientras el pequeño segmento de la población que pertenece alas clases dominantes se protege a sí mismo dentro de comunidadescerradas y contrata guardias privados, todos los estudios existentescoinciden en que los autores de los crímenes y a menudo las víctimasdel crimen urbano son hombres jóvenes que pertenecen a familiaspobres, son desempleados o tienen un empleo informal. En 1996, enChile, el 94% de aquellos que fueron identificados como responsablesde robo armado eran hombres jóvenes, el 60% tenía entre 15 y 24 añosde edad y el 75% o estaba desempleado o tenía un trabajo manual.En el mismo país, dentro de aquellos que fueron capturados por ho-micidio, el 87% eran hombres, el 46% tenía menos de 25 años y el77% estaba desempleado o empleado informalmente (Fundación PazCiudadana 1998).

No existe una correspondencia perfecta entre los niveles de des-igualdad en el ingreso y las tasas de crimen violento. Aquí tambiénlas estadísticas regionales están sesgadas por la extraordinaria vio-lencia en Colombia y, en menor medida, en El Salvador. En todo caso,hay un patrón discernible en el que una menor desigualdad en el in-greso está asociada con menos crímenes violentos y con un aumentomenor, o incluso un declive, de las tasas de criminalidad a lo largodel tiempo. Costa Rica y Uruguay son los principales ejemplos de estepatrón. En contraste con esto, los países con grandes y crecientes ni-veles de desigualdad generalmente se han visto afligidos por un sig-nificativo incremento del crimen; los casos más notables son Brasil,México y Venezuela.

Todos los estudios mencionados sobre las causas determinantesde la criminalidad violenta en Latinoamérica coinciden en identifi-car la desigualdad económica como uno de los factores más impor-tantes (Londoño 1996, Bourguignon 1999, Arriagada y Godoy 2000).La desigualdad creciente, más que la pobreza en sí misma, ha sidoasociada consistentemente con el crimen, una tendencia que concuer-da con conocidas teorías sociológicas sobre el papel de la privaciónrelativa en el surgimiento del comportamiento delictivo (Merton 1968,Sullivan 1989). En tanto los niveles de desigualdad han aumentadoen toda la región, no resulta sorprendente que los grados de crimina-lidad y las tasas de victimización hayan seguido un camino semejan-te. A pesar de toda la seguridad privada pagada por los ricos, las tasasde victimización reportadas –especialmente el robo y otros crímenescontra la propiedad– son más altas entre el segmento más alto delingreso de la población. La victimización también es más alta en las

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grandes ciudades, en donde generalmente viven los miembros de lasclases dominantes y se hace más evidente el contraste entre sus es-tilos de vida y la lucha diaria de las clases proletarias para subsistir(Gaviria y Pagés 1999, De Roux 1993).

No se puede demostrar de manera empírica que la implementacióndel modelo neoliberal sea la causa directa del aumento del crimenurbano, objetiva o subjetivamente medido. Es igualmente posible queotros factores, como el crecimiento del tráfico de drogas o las luchaspolíticas internas, también hayan influido. No obstante, existe tantouna coincidencia temporal entre los dos procesos como una afinidadobvia entre el espíritu y el carácter de las políticas neoliberales y ladecisión tomada por algunos de los más oprimidos de arreglar lascosas por su propia cuenta. Los programas de ajuste neoliberal leshan quitado un sinnúmero de protecciones a las clases proletarias,desde los subsidios para la alimentación, energía y transporte hastalos programas de creación de empleo (Díaz 1996, Sunkel 2001). Lanueva ideología predica la iniciativa individual y la autonomía en uncontexto de pobreza generalizada y desigualdad creciente. Sin acceso alempleo y con programas compensatorios que se desvanecen, promovi-dos por un Estado distante, no resulta sorprendente que una minoríade los pobres haya llegado a la conclusión de que el único medio parasobrevivir consista en la apropiación de recursos por medios ilegales.

Esta interpretación resulta consistente con el hecho de que elgrueso de los responsables de crímenes violentos y contra la propie-dad provengan del proletariado urbano, dado que esta es la clase quemás ha sufrido la contracción del empleo y la desaparición de laspolíticas compensatorias. En un contexto de visible desigualdad cre-ciente, lo que quizás resulta notorio es por qué tan pocos miembrosde la clase social más grande –el proletariado informal– han elegidosacar provecho de las oportunidades empresariales del crimen. Apesar del deterioro relativo y a menudo absoluto de su situación, laamplia mayoría de los trabajadores informales continúa trabajandofatigosamente en un servicio doméstico mínimamente remunerado,en empleos no protegidos dentro de microempresas o inventando al-guna forma de actividad económica marginal.

La migración

Para los profesionales, los empleados administrativos y algunostrabajadores capacitados que han sido desplazados de posicionesasalariadas en el sector privado o público, una alternativa al microem-

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presariado forzoso en sus propios países es buscar fortuna en el exte-rior. La alternativa de la emigración no está abierta para todos debi-do a las restricciones impuestas por las naciones receptoras y al costode la travesía y del proceso inicial de asentamiento. Por esta razón,y con las excepciones ya anotadas, este sendero no es accesible parael proletariado informal, sino para las clases que poseen un aval másgrande –los trabajadores capacitados no manuales, los artesanos ylos miembros de la pequeña burguesía–. Abandonar el país propiosupone una decisión trascendental que es tomada sólo bajo circuns-tancias difíciles. Diferentes fuentes de datos coinciden en señalar quedurante los años noventa se presentó un aceleramiento de la migra-ción desde Latinoamérica y una diversificación del flujo migratorio,que ahora incluye a miembros de las clases medias. Ecuador es unejemplo claro de esto. Durante la década de los noventa, cerca de unmillón de personas (el 8% de la población) abandonaron el país. Lamayoría viajó a los Estados Unidos y creó así enormes concentracio-nes de ecuatorianos en la ciudad de Nueva York (estimadas en 600.000habitantes), y en Los Ángeles y Chicago (cada una con 100.000 habi-tantes). Además hay cerca de 300.000 mil ecuatorianos en España yun número cercano en Italia. En el año 2000, el Banco Central repor-tó que las remesas de los expatriados habían alcanzado los US $1,4billones, tan sólo US $200 millones menos que el petróleo, principalproducto de exportación del país (Latin American Weekly Report 2002,56).

Para 1997, 13,1 millones, o cerca del 50% de la población extran-jera de los Estados Unidos, había nacido en Latinoamérica. Aunquelos datos están fuertemente influidos por la inmigración mexicana,que corresponde a más de la mitad del total, también existen con-centraciones significativas y en aumento que provienen de Suda-mérica (1,5 millones), Centroamérica (1,8 millones) y del Caribe latino(2,8 millones) (U.S. Bureau of the Census 2000a). Considerables co-munidades de inmigrantes que provienen de países que no exporta-ron o exportaron pocos inmigrantes antes de la década de los noventahan emergido en los Estados Unidos. Estas incluyen a Brasil (Levitt2001), Ecuador (Kyle 2000) y Perú (Boswell y Skop 1995). Muchosinformes recientes de los países de origen indican salidas masivashacia los Estados Unidos, España e Italia desde Argentina, Colom-bia, Ecuador, Perú y la República Dominicana (Latin American WeeklyReport 2002, 56-57, Criado 2001; Itzigsohn 2000; Guarnizo, Sánchezy Roach 1999).

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Junto con la aceleración de la migración, los estudios muestranque la formación académica y la experiencia laboral de los inmigrantesrecientes es diferente a la de inmigrantes anteriores. La mejor informa-ción proviene de los Estados Unidos, aunque las estadísticas totalesse ven sesgadas por la presencia masiva de inmigrantes mexicanos.México comparte una larga frontera terrestre con los Estados Uni-dos y su proximidad geográfica ha facilitado tanto el reclutamientolaboral como la consolidación de canales migratorios transnacionales(Massey y Durand 2002). Como resultado, la migración de trabaja-dores rurales y, crecientemente, de trabajadores urbanos de Méxicoa los Estados Unidos ha continuado casi ininterrumpidamente pormás de un siglo (Roberts, Frank y Lozano-Asencio 1999).

La situación es bien diferente para los países latinoamericanosque, debido a la distancia geográfica y los costos de transporte, nopueden exportar a los Estados Unidos una porción significativa desu proletariado urbano o rural. En estos casos, la migración ha sidoabrumadoramente urbana y ha provenido principalmente de la cla-se media. Para la década de los años noventa existe información quemuestra que la composición de la migración hacia los Estados Uni-dos se diversificó, incluyendo una proporción más alta de profesio-nales y personas con grados escolares dentro de los inmigranteslegales, pero también abarcando un número creciente de inmigrantesilegales. Aunque la composición educativa y ocupacional de la pobla-ción ilegal resulta difícil de determinar, estudios anteriores sugierenque la mayoría de estos inmigrantes son miembros del proletariadourbano formal y tienen un nivel promedio de educación modesto (Kyle2000, Margolis 1994, Guarnizo y Díaz 1999).

Las tablas 8 y 9 proporcionan información preliminar sobre estatendencia. La tabla 8 muestra que la proporción de profesionalesuniversitarios y de ejecutivos/administradores entre los inmigrantessudamericanos con empleo se elevó significativamente durante ladécada de los noventa. Aunque parte de este cambio es atribuible ala Ley de Inmigración de 1990 que promovió una selectividad ocupa-cional más alta para los inmigrantes legales (Portes y Rumbaut 1996,Fix y Passel 1991), los cambios en los requisitos de admisión no pue-den explicar por sí solos una tendencia que continuó durante toda ladécada. La creciente proporción de personas con cualificaciones su-periores dispuestas a emigrar es un reflejo del deterioro de las con-diciones económicas y las oportunidades en sus países de origen.

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Tabla 8Profesionales y administradores suramericanos admitidosen los Estados Unidos como inmigrantes legales, 1990-1999*

País Ocupación 1990 1994 1997 1999

% % % %

Argentina Profesionales 17,4 35,7 33,3 43,4Ejecutivos 14,8 16,2 13,4 17,3Total 32,2 51,9 46,7 60,7

Brasil Profesionales 18,8 31,0 24,9 43,4Ejecutivos 10,2 16,0 18,2 17,3Total 29,0 47,0 43,1 60,7

Chile Profesionales 11,4 30,7 21,0 30,8Ejecutivos 9,5 9,8 9,8 21,3Total 20,9 40,5 30,8 52,1

Colombia Profesionales 3,2 15,4 14,4 22,7Ejecutivos 3,9 4,9 6,2 5,9Total 7,1 20,3 20,6 28,6

Ecuador Profesionales 4,1 10,6 10,3 16,8Ejecutivos 3,3 3,5 4,4 4,2Total 7,4 14,1 14,7 21,0

Perú Profesionales 8,5 15,9 13,1 21,8Ejecutivos 6,9 8,2 5,4 6,7Total 15,4 24,1 18,5 28,5

Venezuela Profesionales 26,8 40,4 27,1 38,9Ejecutivos 16,8 22,9 17,8 24,8Total 43,6 63,3 44,9 63,7

* Como porcentaje de la población de 25 o más años.Fuente: U.S. Bureau of the Census (1995-2000, tabla 4.4).

En consecuencia, la composición educacional y ocupacional pro-medio de la población latinoamericana residente en los Estados Uni-dos se elevó un poco durante la década de los noventa. Como se señaló,los datos están fuertemente influidos por la presencia de inmigrantesmexicanos, muchos de los cuales son trabajadores urbanos y ruralescuyos niveles educativos son igualmente bajos. Como se muestra enla tabla 9, esto genera un modesto nivel promedio de logros educati-vos entre la población latinoamericana inmigrante como un todo. Losbachilleres representan aproximadamente el 10% de esta población,o menos de la mitad del promedio de 24,7 de los Estados Unidos en

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1999. Entre los inmigrantes sudamericanos, no obstante, los datosestán a la par del promedio de los Estados Unidos y, significati-vamente, han venido creciendo. Entre los hombres inmigrantes suda-mericanos la proporción de bachilleres aumentó del 25 al 30% en laúltima mitad de la década de los noventa, disminuyendo marginal-mente al 29% en el año 2000. Estos datos muestran además un in-cremento del 5% en la proporción total de bachilleres entre losinmigrantes sudamericanos durante los mismos años.

Otros datos (que no se muestran) indican un incremento paraleloen la proporción de profesionales, administradores y técnicos entrelos inmigrantes suramericanos ocupacionalmente activos. De mane-ra conjunta, estos resultados refuerzan la impresión de que la mi-gración desde estos países incluye un número significativo demiembros de las clases medias mejor educadas y que su presencia haaumentado con el tiempo. Estos datos, aunque preliminares, concuer-dan con las versiones de los países de origen que reportan un aumentode las salidas de profesionales y otros trabajadores con grados univer-sitarios como respuesta a las severas contracciones en las oportunida-des de acceder a un empleo formal (Guarnizo y Díaz 1999, Margolis 1994).

No obstante, las estadísticas oficiales sobre la inmigración sóloalcanzan a atisbar hasta qué punto la migración se ha convertido enla estrategia económica preferida por un número creciente de latinoa-

Tabla 9Nivel de formación académica de la población originaria deLatinoamérica que vive en los Estados Unidos, 1995-2000*

Año Nivel de escolaridad Población latinoamericana Población suramericana

Hombres Mujeres Total Hombres Mujeres Total

% % % % % %

1995 Menos que secundaria 55,0 54,4 54,7 15,3 21,9 18,9Con grado universitario 9,9 8,3 9,1 24,9 17,1 20,7

1997 Menos que secundaria 53,9 51,9 53,0 20,4 24,1 22,4Con grado universitario 10,1 10,1 10,1 26,9 20,5 23,5

1999 Menos que secundaria 52,9 50,9 51,9 19,5 22,8 21,3Con grado universitario 10,8 10,8 10,8 30,4 23,2 26,5

2000 Menos que secundaria 51,1 49,8 50,4 18,9 21,6 20,4Con grado universitario 11,6 10,8 11,2 28,6 23,7 25,9

* Como porcentaje de la población de 25 o más años.Fuente: U.S. Bureau of the Census (1995-2000, tabla 4.4).

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mericanos. Por ejemplo, el Servicio de Inmigración y Naturalizaciónde los Estados Unidos reporta que el número total de latinoamerica-nos deportables aprehendidos durante los años noventa fue aproxi-madamente de 6.000 por año (INS Statistical Yearbooks 1990, 1995,1998). Durante el mismo período, el Departamento de Planeación dela Ciudad de Nueva York informó que los ecuatorianos indocumen-tados, que apenas aparecían en las estadísticas durante los añosochenta, alcanzaban una cifra cercana a los 30.000 y que se acerca-ban rápidamente a los dominicanos como la minoría latinoamerica-na más grande de la ciudad (Kyle 2000, 36). A lo largo del tiempo,este flujo se ha diversificado de manera importante, variando desdelos pequeños granjeros y artesanos urbanos hasta los profesionalesy técnicos.

Se ha hecho evidente que la magnitud y el significado social de laopción de la emigración para los latinoamericanos durante la últimadécada sólo puede ser apreciada completamente a través de estudiosrealizados en ciudades o regiones específicas. En su investigaciónsobre cuatro barrios populares y de clase media de Santo Domingo(República Dominicana), Lozano (1997, 160) muestra que entre el 61%y el 82% de los hogares de estas zonas tienen miembros que han emi-grado, principalmente a los Estados Unidos. El promedio total de laciudad fue del 77%. En su estudio de Governador Valladares, unaciudad de unos 270.000 habitantes en Minas Gerais (Brasil), Levittmuestra que, hacia 1994, unas 30.000 personas habían emigrado,principalmente a Boston y otras ciudades de Massachusetts.

La fuerte conexión entre Valadares y Massachusetts es amplia-mente conocida en todo el país. El que “no hay una sola casaen Valadares que no tenga una familia en Boston” es un refránconstantemente mencionado... los migrantes y los no migrantesdependen social y económicamente los unos de los otros en for-mas tales que han transformado la ciudad emisora. (Levitt2001, 201)

Un estudio detallado realizado por Kyle sobre la provincia ecua-toriana de Azuay llega a resultados semejantes. El 45% de los hoga-res de esta provincia tiene por lo menos un familiar en el extranjero;el 20% de la población ha abandonado la región durante los tres añosprecedentes. Entre los estudiantes de secundaria que fueronencuestados en la provincia a mediados de los años noventa, el 44%estaba planeando o considerando abandonar definitivamente su país(Kyle 2000, 64).

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61LAS ESTRUCTURAS DE CLASES SOCIALES EN AMÉRICA LATINA: SU COMPOSICIÓN Y CAMBIO

Para ver información adicional sobre la importancia creciente dela emigración latinoamericana, retornemos a los datos sobre remesas.El Banco Interamericano de Desarrollo informó que las remesas rea-lizadas por expatriados latinoamericanos superaban los US $23 milmillones en el año 2000 y que podrían haber superado los US $25 milmillones si se hubieran reducido las tasas para las transferenciasmonetarias. Esta cifra supera la suma total de la ayuda extranjerapara toda la región y un tercio o más de la inversión extranjera total.Las remesas equivalieron al 17% del producto interno bruto de Hai-tí; al 14,4%, del de Nicaragua y al 10% del de Ecuador y la RepúblicaDominicana. El BID estima que estas transferencias crecerán hastacerca de los US $70 mil millones en diez años (Latin American WeeklyReport 2002, 56).

Existen, en consecuencia, suficientes elementos para recon-ceptualizar la migración como una de las estrategias claves adopta-das por los miembros de las diferentes clases sociales en respuesta ala contracción del empleo de la última década*. Junto al empresariadoforzoso impuesto a la creciente pequeña burguesía y al empleo porcuenta propia al que se forzó a los miembros de un creciente o estan-cado proletariado informal, abandonar el propio país se ha converti-do cada vez más en una opción para aquellos que cuentan con losmedios para hacerlo. Enfrentados a un modelo macroeconómico quesimultáneamente incrementa la desigualdad y abandona a los quepierden en el mercado a su propia suerte, muchos miembros de lasclases medias y subordinadas han optado por partir. Como señalórecientemente un sociólogo salvadoreño, “la emigración y las remesasson el verdadero programa de ajuste económico para los pobres enLatinoamérica” (Ramos 2002).

CONCLUSIÓN

Mi análisis inicial (Portes, 1985) sobre la estructura de clases lati-noamericana concluyó señalando la notable estabilidad del proleta-riado informal, el cual, a diferencia de lo que ocurrió en los paísesdesarrollados, no disminuyó significativamente durante el períodode rápido crecimiento industrial de la región (1950-1980). El artícu-

* Para un análisis detallado de las consecuencias sociales, políticas y culturales de la migraciónlatinoamericana a los Estados Unidos, véase el capítulo 6, además de otros trabajos sobre eltema incluidos en la bibliografía, en los que el autor examina este problema bajo el conceptode “transnacionalismo”. [Nota del editor]

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lo también señaló que la creciente desigualdad económica duranteeste período se debió por completo a la ascendiente disparidad entrela participación en los ingresos que recibían las clases dominantes yel proletariado informal. Las clases medias, en particular la clase tra-bajadora formal, se beneficiaron de un aumento lento pero constanteen las cifras y de un modesto, pero tangible, incremento de su parti-cipación absoluta y relativa en el ingreso. A principios de la décadade los ochenta, cuando el artículo fue escrito, había evidencia crecientede que esta situación cambiaría para mal:

el alarmante declive económico de muchos países latinoameri-canos y el cambio regional a tasas negativas de crecimiento pa-rece conducir a una rápida expansión de las clases informales...aunque la evidencia sigue siendo incompleta, los datos dispo-nibles indican que este efecto negativo ha adoptado una formadual: el deterioro de los niveles de salario real y la expulsiónde una parte del proletariado formal hacia distintas formas deempleo no protegido. (Portes 1985, 35)

Lo que en su momento fue una conjetura, ahora se ha convertidoen realidad. El nuevo modelo económico, promovido con un inusita-do vigor por las agencias del gobierno de los Estados Unidos, los ban-cos multinacionales y las organizaciones financieras internacionales,prometió un retorno rápido al crecimiento a través del libre comercioy un alivio constante de la pobreza por medio de una dinámica nuevade la economía de mercado que, con el tiempo, “sacaría a flote todoslos botes” (Galbraith 2002, Sunkel 2001). El nuevo consenso se asen-tó rápidamente y las políticas de ajuste fueron implementadas por lamayoría de los gobiernos en toda la región.

Un cambio de esta magnitud en las políticas públicas tenía quepresentar consecuencias trascendentales para las sociedades sujetasa él. Estas consecuencias se han materializado, pero no son las quepredijo el modelo. Una clase trabajadora formal en reducción y unproletariado informal estancado o creciente niega las prediccionessobre la capacidad del nuevo modelo económico para absorber la manode obra y reducir la pobreza. Con excepción de Chile, la mayoría delos trabajadores de la región, sin importar donde están empleados,reciben salarios que por sí solos son insuficientes para sacarlos de lapobreza. La contracción del sector estatal y del empleo formal priva-do ha obligado a que una porción importante de las clases medias ysubordinadas busquen estrategias económicas alternativas. El nue-vo régimen de apertura económica, por lo general, ha favorecido a

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aquellos que cuentan con los recursos necesarios para tener éxito enél, dejando que los demás se las arreglen por sí mismos. Las microem-presas, el autoempleo marginal, el crimen violento y la migración enaumento han acompañado al nuevo modelo como estrategias de adap-tación ante sus consecuencias económicas.

Un efecto inesperado de los cambios forjados en la sociedad civila lo largo de este periodo es la consolidación de formas alternativasde movilización política y protesta popular. Como Kenneth Roberts(2002) lo ha anotado, los partidos basados en ideologías de clase hansufrido un declive notable en Latinoamérica, en particular los parti-dos marxistas y populistas de izquierda. Al contrario de lo que po-dría esperarse, la creciente polarización de clases no ha conducido aun fortalecimiento de los partidos de clase, sino a un estilo emergen-te de política que presenta o bien alianzas multipartidistas que atraenel apoyo de diferentes segmentos de la población o bien los anterio-res partidos populistas cuyas ideologías se desdibujan cada vez másal buscar un apoyo multiclasista. Las alianzas de gobierno multipar-tidistas en Brasil y Chile son ejemplos de la primera tendencia, y laevolución del Partido Peronista argentino, del Partido SocialistaChileno y del PRI y PRD mexicanos, de la segunda.

En lo que se refiere a la movilización política, el primer artículomostró cómo los regímenes militares de los años setenta concentra-ron sus esfuerzos represivos en los sindicatos, lo que condujo a for-mas de protesta comunitarias alternativas (Portes 1985, 31-33). Elretorno de la democracia en muchos países de la región generó la ex-pectativa de una recuperación de la fuerza de los sindicatos. Esta ex-pectativa ha sido negada por un adversario que, aunque pacífico, hademostrado ser mucho más efectivo que la represión militar abierta.Los cierres de fábricas, la precariedad del empleo, la subcontratacióny la creación de zonas especiales de exportación –todo como parte delnuevo modelo– han debilitado severamente al proletariado formal y,al mismo tiempo, su capacidad para sustentar partidos políticos declase. Como lo anota Roberts (2002, 22):

el nuevo modelo económico concentra muchos menos trabaja-dores en relaciones estables... la fragmentación laboral ha he-cho que para los trabajadores sea extremadamente difícilinvolucrarse en acciones colectivas en su lugar de trabajo o enla esfera de los partidos, lo que mina severamente la dimen-sión organizacional de las clases sociales.

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El resultado es la consolidación de formas comunitarias alterna-tivas de movilización popular, siguiendo los precedentes fijados du-rante las dictaduras militares. Las favelas, las villas miseria y otrasformas de asentamientos ilegales junto con las áreas de bajos ingre-sos de las zonas céntricas pobres han sido los lugares clave de movi-lización en contra del aumento de precios, la eliminación de lossubsidios estatales o el deterioro generalizado de los servicios públi-cos. Estas son las áreas donde se concentra el proletariado informal.Sus condiciones de empleo atomizadas rara vez proporcionan la basepara la formación de sindicatos fuertes. Aunque los vendedores am-bulantes y otros trabajadores algunas veces han sido capaces de or-ganizar asociaciones de protección (Cross 1998), éstas resultaninsuficientes para apoyar partidos de clase viables. Al contrario delproletariado industrial durante el período de sustitución de impor-taciones, bajo el neoliberalismo el proletariado formal no tiene unpartido propio.

Las movilizaciones y protestas populares cada vez más tienen unabase comunitaria porque un destino común de pobreza y privaciónque incluye tanto al proletariado formal como al informal proporcio-na la base para la acción colectiva. Al contrario de las actividadesconstantes de los partidos basados en sindicatos, las movilizacionescomunitarias tienden a ser erráticas y reactivas ante eventos especí-ficos: los organizadores rara vez son los activistas de partido sino lasorganizaciones no gubernamentales y los líderes comunitarios es-pontáneos (Roberts 2001, Katzman 2002). La política latinoamerica-na durante la era neoliberal presenta así la paradoja de sociedadescon clases cada vez más polarizadas, de las que emergen partidospolíticos ideológicamente difusos y formas erráticas de movilizaciónde base. El descontento de las clases subordinadas ha alimentadoconstantemente el éxito de líderes políticos neopopulistas quienes,una vez en el poder, cambian de rumbo o demuestran ser incapacesde implementar un modelo alternativo de desarrollo coherente6 .

En este sentido, el neoliberalismo ha probado tener más éxito comomodelo político que como modelo económico, en tanto las transfor-maciones que ha forjado en la sociedad han debilitado las bases parala lucha de clases organizada y los canales para la movilización efec-

6 La experiencia de Argentina bajo Menem, Perú bajo Fujimori, Ecuador bajo Bucaram y Vene-zuela bajo Chávez son algunos ejemplos. Para un análisis del cambio de rumbo ideológico delos regímenes populistas una vez llegan al poder, ver Roberts (2002) y Sunkel (2001).

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tiva del descontento popular. En todo caso, las dislocaciones creadaspor la nueva ortodoxia económica en las sociedades latinoamerica-nas –la desigualdad creciente, el aumento del crimen y la inseguri-dad, el empresariado forzoso y la migración– permiten pensar que lasituación actual será insostenible y que emergerán nuevas formasde organización popular y política. En este sentido, las revueltasmasivas en Argentina que derrocaron a uno de los gobiernos que máscuidadosamente buscó adherirse a la ideología neoliberal, bien po-drían representar no un incidente aislado, sino un presagio de lascosas que están por suceder.

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CAPÍTULO 3

El neoliberalismo y la sociologíadel desarrollo: Tendencias emergentesy hechos inesperados*

A comienzos del nuevo milenio, un tema que durante los últimos50 años ha preocupado a los científicos sociales y a los políticos

ha asumido un giro inesperado. Se trata de la persistente desigual-dad social y económica entre los países del mundo avanzado y mu-chos países del pasado Tercer Mundo colonial y semicolonial. El giroinesperado es el abandono de esfuerzos y programas que, inspiradosen distintas perspectivas teóricas, buscaban reducir esas desigual-dades. En lugar de ello, ha ganado fuerza la idea de que la desigual-dad está aquí para quedarse y que, de hecho, puede tener un impactopositivo en el funcionamiento y crecimiento de la economía global.En este contexto transformado, la sociología del desarrollo, preocu-pada como lo estaba por los mecanismos que reproducían la desigual-dad y por los medios para superarla, parece haber perdido en buenamedida su razón de ser. Esta pérdida tiene sus raíces en el dominiode una aproximación al tema del desarrollo nacional que privilegiael mercado y promueve la disposición de los gobiernos para seguirlos dictámenes políticos de las organizaciones financieras internacio-nales que tienen la misma perspectiva.

En este capítulo me propongo presentar tres argumentos: (1) laevolución actual de la economía global y la cada vez más débil pre-ocupación por el desarrollo nacional corroboran las predicciones deciertas teorías sociológicas del pasado; (2) resulta necesaria una pers-

* Versión original: Portes, Alejandro (1997). “Neoliberalism and the Sociology of Development.”Population and Development Review, 23(2), 229-59. El autor agradece los comentarios y lassugerencias a versiones anteriores del capítulo hechos por Enrique Baloyra, Rolando Franco,Manuel A. Garretón, A. Douglas Kincaid y Bryan Roberts.

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pectiva sociológica, que incluye un énfasis en los factores demográfi-cos, como contrapeso analítico a la teoría y a la política basadas en lasuposición de la libre competencia en el mercado; y (3) el concepto de“arraigo” (embeddedness)* de la acción económica, canales sociales,efectos acumulativos y consecuencias inesperadas –tomadas de lanueva sociología económica– representan puntos de partida útilespara este esfuerzo teórico. Para exponer estos argumentos, resumobrevemente la evolución de la sociología del desarrollo y la serie dehechos de la vida real que la llevaron a su impasse actual.

CONTROVERSIAS DEL PASADO:PERSPECTIVAS SOCIOLÓGICAS RIVALES

Robert Bellah, en su estudio de 1958 sobre la modernización de Tur-quía y Japón, contrastó las experiencias de estos dos países de la si-guiente forma:

El joven samurai que llevó a cabo la Restauración Meiji utilizóel valor central de la lealtad al emperador para legitimar losinmensos cambios que estaban haciendo en todas las esferasde la vida social y para justificar el abandono de muchas pres-cripciones del orden tradicional aparentemente sagradas... Aquíobservamos un movimiento ideológico, de naturaleza esencial-mente política, cuyo objetivo fue el fortalecimiento y la moder-

* El concepto de “embeddedness”, aquí traducido como “arraigo”, es una de las nociones fun-damentales de la sociología económica y la economía política contemporáneas. El conceptose basa en una crítica a la visión neoclásica de las interacciones económicas y el mercado,dominantes en la economía como disciplina académica. De acuerdo con esta visión simplifi-cada, los individuos y las empresas toman decisiones económicas sólo apoyados en un cálcu-lo racional de costos y beneficios, con base en las señales (precios) dadas por el mercado. Enel modelo neoclásico, el mercado, a su vez, es visto como una esfera autónoma de interacciónsocial en la que los resultados son determinados únicamente por dichos cálculos racionalesde los agentes económicos, independientemente del contexto social e institucional. Lasinteracciones económicas y los mercados, por tanto, no tienen raíces –o, en la afortunadaterminología escogida por el traductor, no están “arraigados”– en la sociedad. Contra estavisión, la sociología económica y la economía política han resaltado el papel fundamental delcontexto social en la operación de los mercados. En el nivel macro, el análisis clásico de KarlPolanyi en La gran transformación (1944) muestra cómo el liberalismo económico de enton-ces –igual que el neoliberalismo contemporáneo– buscó debilitar en la teoría y la práctica elcontrol de la sociedad sobre el mercado y, por tanto, el arraigo de éste en aquélla. En el nivelmicro, la “nueva sociología económica” –fundamentalmente a partir del artículo pionero deMark Granovetter (1985), “Economic Action and Social Structure: The Problem of SocialEmbeddedness”– ha teorizado y estudiado empíricamente la forma como las interaccioneseconómicas son moldeadas por el contexto social (por ejemplo, por lazos de amistad entrecontratantes, por la segmentación de los mercados laborales con base en criterios no econó-micos como la raza y el género, etc.). Junto con los aportes provenientes del neoinstitucio-nalismo dentro de la economía, estas aproximaciones han enriquecido considerablemente elestudio teórico y empírico de las economías contemporáneas. (Nota del editor)

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nización de Japón, que adoptó un cariz religioso mucho másabierto que en el caso de Turquía (Bellah 1958, 5).

La conclusión de Bellah refleja la confianza con la que los sociólo-gos, por lo menos los norteamericanos, se aproximaron a la cuestióndel progreso nacional en los años cuarenta y cincuenta. El desarrolloera cuestión de inculcar las orientaciones “correctas” –valores y nor-mas– en las culturas del mundo no Occidental, de tal manera quepermitiera participar a sus habitantes en la moderna economía crea-dora de riqueza y en las instituciones políticas del Occidente avan-zado. Para ponerlo en términos de Max Weber, los sociólogos seproponían identificar cuáles podrían ser tales ideologías moderni-zadoras –los equivalentes funcionales de la ética protestante–. Elshintoísmo japonés, el secularismo estatal turco bajo Kemal Ataturke incluso ciertas versiones del confucionismo chino fueron identifica-dos como probables candidatos (Bellah 1958, Levy 1966, Weiner 1965).

Esta primera perspectiva sociológica predijo correctamente ladifusión de las orientaciones occidentales modernas y sus formasinstitucionales hacia tierras menos desarrolladas. De hecho, poste-riormente toda una escuela sociológica se concentró en esta difusiónglobal de las formas institucionales de los centros avanzados haciala “periferia” del sistema internacional (Meyer 1987, Meyer y Hannan1979). Dentro de estas predicciones no fue menos importante la ex-pectativa de que los factores demográficos responderían a la moder-nización y que, en especial, las tasas de fertilidad disminuirían (Stycos1971). Los acontecimientos recientes han confirmado sobradamentedicha expectativa. Sin embargo, las teorías de la modernización nopredijeron de manera adecuada otras consecuencias de este procesode difusión. En lugar de un crecimiento económico sostenido y ma-yor igualdad social, la modernización de las sociedades del TercerMundo produjo muchas consecuencias negativas inesperadas, talescomo el aumento prematuro de estándares de consumo poco relacio-nados con los niveles locales de productividad, la división estructu-ral entre las élites con capacidad para participar en el consumomoderno y las masas conscientes de su existencia pero excluidas deél, y la intensificación de las presiones migratorias, en tanto los indi-viduos y las familias buscan acceder a la modernidad trasladándosedirectamente a los países de donde emana (Portes y Walton 1981, Alba1978, Roberts 1978).

La reacción ante los errores de presagio de la perspectiva de lamodernización no provino en un primer momento de la sociología

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norteamericana sino de su contraparte latinoamericana, fuertemen-te influenciada en esa época por la economía política marxista. Des-de este punto de vista alternativo, la modernización no era más queel disfraz ideológico del capitalismo occidental, cuyas incursiones enel resto del mundo lo mantenían en un estado de retraso permanente.El subdesarrollo no era, de acuerdo con esta perspectiva, el pecadode omisión de los países que estaban al margen de la industrializa-ción moderna, sino un proceso activamente administrado en el quelos términos de intercambio fueron establecidos en detrimento de losproductores de bienes primarios y los Estados débiles. La tesis del“desarrollo del subdesarrollo” fue defendida en los Estados Unidospor economistas marxistas como André Gunder Frank (1967) y PaulBaran (1973). Estos, junto con el influyente trabajo de muchos inte-lectuales latinoamericanos, como el brasilero Fernando HenriqueCardoso y el chileno Osvaldo Sunkel, dieron lugar a una nueva pers-pectiva sobre el desarrollo en la sociología norteamericana, denomi-nada “escuela de la dependencia” (Cardoso y Faletto 1979, Sunkel1972, Furtado 1970).

Con sus raíces intelectuales firmemente asentadas en la econo-mía política marxista, los ensayos de la dependencia dejaron de ladolas consideraciones sobre los valores y las ideas e imputaron la res-ponsabilidad de la pobreza del Tercer Mundo directamente a lasempresas multinacionales y a los gobiernos que simpatizaban conéstas. Gran parte de esta bibliografía mostró cómo a largo plazo elcapital que fluye desde Occidente, en lugar de ayudar al desarrollode los países periféricos, producía en ellos estancamiento económicoy desigualdad social. Desde esta perspectiva, las características de-mográficas de las sociedades del Tercer Mundo, como la baja expec-tativa de vida y la alta fertilidad, eran consecuencias directas de susubordinación externa (Amin 1974). La alta fertilidad, en particular,representaba una adaptación funcional de las poblaciones ruralesempobrecidas ante las inseguridades exteriores y no una causa autó-noma del subdesarrollo. La teoría de la dependencia predijo correcta-mente la creciente hegemonía global de las empresas multinacionalesy de las instituciones capitalistas internacionales. De hecho, desdemediados del siglo XX en ningún momento los países periféricos, comoaquellos de Latinoamérica, África y parte de Asia, han dependidotanto como hoy de los flujos externos de capital y de la orientacióneconómica de las organizaciones financieras internacionales (Castellsy Laserna 1989, Portes y Kincaid 1989).

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No obstante, la escuela de la dependencia fracasó en predecir dostendencias importantes que contradicen sus expectativas originales:primero, el desempeño errático de los modelos de desarrollo de sus-titución de importaciones que intentaron contrarrestar la penetra-ción capitalista externa con la intervención vigorosa del Estado y lapromoción de la industrialización autónoma; segundo, la experien-cia exitosa de algunos de los países asiáticos más “dependientes”, que,a través de una habilidosa reinserción en el mercado global, explota-ron diversas ventajas en su propio beneficio (Amsdem 1989, Evans1995, Gold 1986). Sin embargo, el fracaso de las políticas de sustitu-ción de importaciones podía ser explicado desde el punto de vista dela escuela de la dependencia. Esta explicación responsabilizó a lasempresas multinacionales que se saltaron las barreras arancelesproteccionistas para competir directamente con las empresas loca-les y, al hacerlo, subvertir la lógica del modelo de sustitución de im-portaciones. Esta fue la queja repetidamente pronunciada por eleconomista argentino Raúl Prebisch, fundador de la Cepal y uno delos defensores más apasionados de la industrialización nacional au-tónoma (Prebisch 1964, 1986).

Resultó mucho más complicado para los dependentistas explicarlas experiencias de los “tigres asiáticos” –países que lanzaron exitosasoleadas de industrialización precisamente abriéndose al mercadoglobal y promoviendo vigorosamente exportaciones industriales a bajocosto–. El “milagro brasilero” de la década de los sesenta también sebasó en una exitosa oleada de exportaciones, restricción fiscal y lacreación de un ambiente más favorable para la inversión extranjera.La publicación en 1979 del libro Dependent Development, de PeterEvans, que narraba la experiencia brasilera, puso punto final a lasuposición de que la dependencia y el desarrollo, por lo menos ensentido económico, eran incompatibles. La perspectiva de que lospaíses pobres podrían superar su dilema precisamente explotandolas “ventajas de la dependencia” minó severamente las premisas dedicha teoría y obligó a una reorientación del análisis sociológico deldesarrollo.

Entre las perspectivas sociológicas existentes, se puede decir quela escuela del sistema mundial fue la que estuvo más cerca de prede-cir la tendencia general de los eventos acaecidos durante el últimocuarto del siglo XX. El fundador de la escuela, Immanuel Wallerstein,y sus seguidores nunca se cansaron de argumentar que la única uni-dad de análisis “real” era la economía mundial capitalista que se ori-

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ginó dentro del sistema estatal europeo del siglo XVI y que llegó aabarcar al mundo entero. La evolución de este sistema mundial creónaciones, incluyendo las del Tercer Mundo, y determinó su posiciónrelativa en la jerarquía internacional. En consecuencia, tenía pocosentido hablar de desarrollo nacional pues la única entidad que real-mente se “desarrolla” es la economía mundial capitalista (Wallerstein1974, Hopkins y Wallerstein 1977, Chase-Dunn 1982).

Al igual que sus predecesores analíticos, la perspectiva del siste-ma mundial asignó poco peso causal a los factores poblacionales,excepto en la medida en que la cantidad de habitantes pudiera inci-dir en el poder relativo de los Estados. El foco de atención seguía sien-do firmemente dirigido a otras variables, como los flujos comercialesentre naciones, sus ventajas geopolíticas relativas, y su fortalezamilitar y tecnológica (Wallerstein 1991). Como lo predijo esta teoría,los últimos 25 años han presenciado un aceleramiento a escala uni-versal de los flujos de información, tecnología, comercio y trabajado-res, acercando cada vez más a las poblaciones de regiones dispares.El colapso de los Estados socialistas de Europa del Este, además,corroboró la tesis de Wallerstein de que el socialismo del antiguoBloque Soviético no era en absoluto un contrasistema. Por el contra-rio, representaba una estrategia audaz –pero en últimas fallida– deascender dentro del sistema capitalista global (Hopkins y Wallerstein1977, Chase-Dunn 1982).

Sobre todo los últimos 25 años han estado marcados por una nue-va etapa de intensa competencia entre las multinacionales asenta-das en varios países avanzados y por el surgimiento de nuevasestrategias de acumulación capitalista ligadas a tecnologías que acor-tan las distancias entre diferentes lugares y personas (Sassen 1988,Castells y Portes 1989, Fernández-Kelly 1983).

A diferencia de las prescripciones provenientes de la teoría de ladependencia, que recomendaban un retiro parcial frente a la economíamundial, hoy en día la prioridad para los países menos desarrolladoses insertarse en las cadenas de mercancías y círculos financierosglobales para evitar la marginalización económica y política. La bús-queda de la “competitividad” nacional dentro de una economía glo-bal cada vez más unida resulta acorde con la perspectiva del sistemamundial y sitúa esta aproximación en una posición teóricamenteprivilegiada para analizar las tendencias actuales. Aun así, debido asu férrea concentración en la evolución histórica, esta escuela no ha

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logrado capitalizar dicha ventaja. El postulado de una unidad uni-versal de análisis constituye una gran debilidad porque el nivel don-de tienen lugar muchos problemas, dilemas y decisiones del desarrolloes el intermedio, esto es, el de las naciones y comunidades que bus-can adaptarse a las restricciones de sus situaciones particulares. Enconsecuencia, paradójicamente, la perspectiva sociológica que estu-vo más cerca de predecir las tendencias actuales resulta marginalpara las estrategias políticas específicas diseñadas para enfrentarlas.

Al rehusarse a abrirse a niveles diferentes al de la generaliza-ción global, los teóricos del sistema mundial permanecen por fuerade estos debates políticos concretos y su influencia ha debilitado lasociología del desarrollo. Para recuperar el terreno perdido y situarel estudio sociológico del desarrollo directamente en la realidad ac-tual, debemos abandonar los debates modernización versus depen-dencia e ir más allá de las generalizaciones históricas. Para lograr loanterior es necesario aprovechar los aportes de otras tendencias teó-ricas. Semejante cambio supone prestar mayor atención a los facto-res de orden doméstico, incluyendo las características de los Estados,la relación de los Estados con las clases en la sociedad civil, y el ta-maño y la densidad de la población. Es en este nivel donde los avan-ces recientes en la sociología económica resultan prometedores puesofrecen herramientas tanto para superar las limitaciones de las an-tiguas teorías como para dialogar con modelos macroeconómicos decrecimiento nacional que están en boga. Para entender cómo estaperspectiva teórica puede ayudar a elucidar los temas actuales deldesarrollo, ahora complemento el anterior repaso teórico con unadescripción de los acontecimientos que condujeron al dominio actualde la perspectiva orientada hacia el mercado.

¿QUÉ CAMBIÓ?

Como en otras áreas de estudio, el análisis teórico en el campo deldesarrollo nacional refleja e interactúa con los eventos en el mundoreal. Las escuelas de la modernización y la dependencia surgieron ycompitieron en un contexto que presentaba muchas característicasdiferentes. Primero, los Estados Unidos eran considerados el centroincuestionable de la innovación tecnológica y la acumulación capita-lista. Dependiendo de las perspectivas, la hegemonía norteamerica-na era descrita o como la fuente de influencias beneficiosas quepromovían la innovación y el cambio en países menos desarrollados

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o como la causa principal de su estancamiento. Segundo, en ese mo-mento estaba presente la experiencia relativamente reciente de paí-ses como Alemania y Japón, cuya exitosa industrialización podía serrazonablemente imputada a una estrategia de sustitución de impor-taciones. Después de que los economistas de la Escuela HistóricaAlemana le dieron forma teórica, en especial Friedrich List (1885),estas experiencias demostraron ser una inspiración para aquellos queen Latinoamérica y otras partes del mundo buscaban un senderoautónomo hacia el desarrollo (Prebisch 1950, Amin 1974). Tercero, lapresencia del Bloque Soviético proporcionaba no sólo un contrapesopolítico sino una alternativa ideológica a Occidente, en tanto los paí-ses comunistas privilegiaban el papel del Estado para promover elcrecimiento de las economías nacionales. Comparado con esta alter-nativa radical, el modelo de la industrialización a través de la susti-tución de importaciones como forma de salir de la dependencia ofrecíaun camino ecléctico y razonable. Aunque su orientación seguía sien-do capitalista, por este camino se buscó fomentar industrias nacien-tes a través de la protección arancelaria y de un fuerte apoyo estatal,de manera semejante a como lo había hecho Alemania y luego Ja-pón. El mismo contexto global que presenta una jerarquía estable deun único país hegemónico, una capa intermedia compuesta princi-palmente por países europeos y un vasto sector de tierras empobre-cidas coloniales y semicoloniales, sirvió de inspiración para el conceptode un único sistema mundial (O’Brien 1975; Kahl 1976; Portes yWalton 1981, Capítulo 1).

A partir de los años setenta, este contexto empezó a cambiar conel desafío económico del Japón en resurgimiento, luego Europa Occi-dental y finalmente los países asiáticos recién industrializados. Eldesafío no fue militar ni científico, sino que se concentró en la aplica-ción eficiente de conocidas tecnologías a la producción de bienesmanufacturados con un creciente valor agregado. Japón, en especial,se destacó en esta estrategia con base en sus grandes grupos empre-sariales solidarios, la estrecha coordinación de estos con las entida-des estatales y una fuerza laboral altamente capacitada y disciplinada(Arrighi 1994). El reto tomó por sorpresa a los Estados Unidos, quehasta ese momento se habían concentrado en dos estrategias rela-cionadas. En primer lugar, se concentraron en contener y eventual-mente neutralizar el poder militar de la Unión Soviética por mediode inversiones masivas en innovación científica y tecnológica orien-tadas hacia actividades militares. En segundo lugar, hicieron énfa-

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sis en la estabilización de las relaciones de clase domésticas a travésde la incorporación de la clase obrera organizada dentro del marcoinstitucional del país y la creación de una clase trabajadora indus-trial bien pagada y segura (Edwards, Reich y Gordon 1975, Edwards1979, O’Connor 1973).

Las grandes empresas industriales de los Estados Unidos podíanacceder a las demandas de sus empleados y, al hacerlo, crear una gran“clase media” trabajadora porque el control oligopólico de los merca-dos les permitía transferir los salarios altos y otros costos a los pre-cios cobrados por sus productos. El mismo control privilegiado de losmercados les permitió a estas empresas concentrarse en la expan-sión a través de la publicidad y por medio de cambios cosméticos enlos productos, en lugar de mejorar la calidad de los mismos. El resul-tado final de este doble proceso fue el crecimiento de un vasto com-plejo industrial productor de bienes militares de alta calidad bajocondiciones monopólicas, un sector oligopólico de bienes de baja y me-diana calidad producidos masivamente para los mercados domésti-cos y de exportación, y el surgimiento de una clase trabajadoraindustrial “primaria” asociada a los dos sectores y que obtenía bene-ficios materiales de la estabilidad laboral. La división de la clase tra-bajadora estadounidense en un sector “primario” protegido y en ungrupo marginal “secundario” de trabajadores sujetos a los caprichosdel mercado fue tardíamente reconocida por los economistas labora-les (Piore y Sabel 1984, Gordon 1972). Su hallazgo llegó justo en elmomento en que esta estructura empezó a desintegrarse.

El ingreso de Japón como competidor global hizo más que propo-ner un reto creíble a las empresas multinacionales de los EstadosUnidos. Alteró radicalmente la forma como los países avanzados en-tendían el manejo de sus economías y los países del Tercer Mundointentaban desarrollar las suyas. La proliferación de los competido-res industriales internacionales, que era liderada por las compañíasjaponesas pero incluía también un número creciente de actores eu-ropeos y asiáticos, cuestionó tanto la creencia en el crecimiento eco-nómico basado en una expansión sostenida de la demanda en lospaíses desarrollados como la idea del desarrollo basado en la susti-tución de importaciones con apoyo estatal en los países periféricos.En ambas regiones de la economía mundial, el principal perdedor fue,y sigue siendo, el segmento organizado de la clase trabajadora.

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En los Estados Unidos, la amenaza creciente de la competenciaextranjera llevó a cierto número de grandes empresas a echar por laborda el pacto social sobre el que había sido construido el sector “pri-mario” del mercado laboral. La noción keynesiana de que la expan-sión de este sector de empleos bien pagados impulsaría el crecimientoa través de incrementos sostenidos en la demanda de consumo fueabandonada debido a que se hizo evidente que gran parte de esa de-manda era ahora satisfecha por productores extranjeros más eficien-tes (Sassen 1988, Gereffi y Korzeniewicz 1994, Hill y Fujita 1995).Existen diferentes escuelas de pensamiento sobre los factores queprecipitaron el desmonte de distritos industriales enteros en los Es-tados Unidos y el consiguiente arrasamiento de su protegida fuerzalaboral industrial, pero todas concuerdan en que la causa inicial fuela conmoción producida por la competencia extranjera y la rápidapérdida de la cuota de mercado (Bluestone y Harrison 1982, McKenzie1984, Jaffee 1986, Storper y Walter 1989).

Las tesis que sostenían que la desindustrialización se debía acostos comparativos más altos fueron reemplazadas por la perspec-tiva de que sus principales factores determinantes estaban basadosprecisamente en el éxito anterior de las empresas estadounidensescon plantas verticalmente integradas que producían bienes bajo con-diciones de oligopolio. Una clase trabajadora industrial protegida erasimplemente parte de este complejo donde los productos eran masi-vamente comercializados con precios que se establecían sin tener encuenta seriamente a los competidores externos. Como lo señalanRomo y Schwartz (1995, 888):

... la pérdida de la cuota de mercado en muchas industrias (in-cluyendo la automovilística, fotocopiadoras y los implementosagrícolas) se debió en gran medida al fracaso de las empresasestadounidenses a la hora de comparar sus productos y adop-tar nuevas metodologías de producción ... Ofrecían un productoinferior a un precio más alto porque sus tecnologías y sistemasde producción estaban rezagados.

Atrapadas en este predicamento, muchas corporaciones norteame-ricanas recurrieron a la “cura espacial” (Harvey 1982), esto es, a tras-ladar la producción hacia áreas de bajos salarios para compensar, porlo menos temporalmente, sus tecnologías de producción inferiores.En este proceso, dejaron detrás a gran parte de su clase trabajadora“primaria” y a las prósperas comunidades edificadas a su alrededor.La arremetida de las empresas japonesas impresionó tan profunda-

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mente a varios analistas occidentales que algunos llegaron a decla-rar el final de la hegemonía de los Estados Unidos y el comienzo de una“nueva era” del capitalismo. Para Arrighi (1994, 335), por ejemplo:

La rapidez y alcance de la conquista japonesa de una gran partedel ingreso y la liquidez mundiales no tiene paralelo en la eco-nomía mundial contemporánea. Esto sitúa a la clase capitalistajaponesa en la categoría de verdaderos herederos de las clasescapitalistas genovesas, holandesas, británicas y estadouniden-ses en el momento en que éstas dieron el gran salto para con-vertirse en los líderes de procesos sistémicos de acumulaciónde capital.

En los países periféricos como los de Latinoamérica, una incipienteclase trabajadora industrial creada tras las barreras de la sustitu-ción de importaciones sufrió un destino similar. Un país tras otrobuscaron emular el éxito económico de los “tigres asiáticos” y, así,cedieron a las presiones de las organizaciones financieras interna-cionales para que abrieran sus economías (Balassa et al. 1986,Williamson 1994). La quiebra de muchas empresas domésticas inca-paces de soportar la competencia internacional redujo la clase traba-jadora industrial protegida, al tiempo que los triunfos laborales deépocas anteriores y las barreras impuestas a la “competencia” exter-na se vieron bajo una inclemente presión. En algunos países, comoChile, los estándares laborales y los salarios mínimos fueron drásti-camente reducidos por los regímenes militares. En otros, los gobier-nos intentaron evadir su propia legislación laboral por medio de lacreación de zonas “especiales” de exportación en donde estas leyes no seaplicaban. El proceso puede ser resumido de la siguiente manera:

... si México se rehusara a que las escurridizas industrias es-tadounidenses en la región fronteriza desconocieran los pactosfirmados con sindicatos mexicanos, estas industrias simple-mente se trasladarían a otro lugar, y el proceso de industriali-zación se detendría ... (L)os países recién industrializados seinformalizaron a sí mismos en relación con sus competidorespara obtener una ventaja competitiva para su producción frentea las áreas más reguladas de la economía mundial. (Castells yPortes 1989, 29)

En todas las regiones del sistema capitalista internacional –tan-to avanzadas como periféricas– los procesos de reconversión indus-trial, reestructuración y reubicación han sido justificados con baseen las amenazas y exigencias de la competencia global. Aunque al-gunos actores de la clase trabajadora “primaria” han hecho una te-

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naz defensa de sus privilegios, la amenaza de cierres adicionales deplantas y de reubicaciones en el exterior les ha permitido general-mente a las compañías mantener sus reducidas fuerzas laboralesdisciplinadas. Una clase trabajadora relativamente segura y bien pa-gada dejó de ser la norma o por lo menos la meta tanto en los paísesavanzados como periféricos, dando paso en su lugar a una mezcla desistemas de producción “flexibles”, a la subcontratación a bajo costocon empresas no sindicalizadas y a un aumento espectacular delnúmero de personas empleadas en las zonas “especiales” de exporta-ción (Bluestone y Harrison 1982, Piore y Sabel 1984, Sassen 1989,Itzigsohn 1994).

Para los propósitos de este capítulo, el punto central es que lascondiciones creadas por la nueva competencia global en el sector delos bienes industriales y, posteriormente, en el de los servicios finan-cieros se hicieron cada vez más incompatibles con las teorías que an-teriormente habían dominado el pensamiento económico –esto es, elkeynesianismo en el centro y la sustitución de importaciones antide-pendencia en la periferia–. Del mismo modo, estas condiciones con-tribuyeron a la resurrección de las viejas teorías económicas. Elnotable retorno de la aproximación neoclásica al desarrollo se acele-ró debido a su correspondencia con las nuevas realidades económi-cas y a la vigorosa actividad de sus proponentes para fomentar dichaconvergencia. Los cierres de plantas y las reubicaciones en el exte-rior eran inimaginables para los defensores de una “política indus-trial” nacional, pero fueron perfectamente compatibles con una teoríaque consideraba que las fuerzas laborales protegidas eran una res-tricción para la competencia en el mercado. Para este último puntode vista, es posible que la remoción de los subsidios estatales y de lasbarreras arancelarias hayan afectado adversamente los estándaresde vida de los trabajadores y las perspectivas de crecimiento de cier-tos sectores industriales en la periferia, pero constituían la medicinaque se necesitaba para lograr precios “correctos” (Williamson 1994).Puede ser que la competencia externa haya devastado el mercado detrabajo primario en los países avanzados, pero, según esta visión,benefició a sus consumidores a través del acceso a bienes baratos.

A mediados de la década de los ochenta, un equipo de economis-tas conservadores, liderados por Bela Balassa del Banco Mundial,produjo el equivalente a un manifiesto capitalista para llevar el cre-cimiento a los países del Tercer Mundo, particularmente a los lati-noamericanos. El documento contenía una letanía ortodoxa de quejas

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contra las políticas de sustitución de importaciones y proclamó queel camino hacia el desarrollo estaba marcado por un modelo radical-mente nuevo: eliminar unilateralmente las barreras arancelarias,abolir los subsidios al consumo, retirar al Estado del manejomicroeconómico y promover el influjo del capital externo bajo todassus formas (Balassa et al. 1986). Este manifiesto neoclásico, decidi-damente promovido por el Banco Mundial y la Agencia Estadouni-dense para el Desarrollo Internacional (AID), circuló ampliamentepor toda Latinoamérica y proporcionó la justificación y la inspiraciónpara un creciente bando de reformistas “liberales”. En Latinoaméricael término “liberal” es utilizado en un sentido opuesto al que es usualen el discurso político norteamericano. Los liberales latinoamerica-nos equivalen a los conservadores estadounidenses, en tanto predi-can que el mercado contiene la solución para los problemas económicosy sociales y defienden un papel del Estado drásticamente reducido.Esta utilización del término corresponde a su significado original,asociado con la Escuela Británica y su defensa clásica del libre mer-cado (Bruton 1960).

Para finales de la década de los ochenta, el desmonte del BloqueSoviético dio el empuje final a la consolidación del dominio de la teo-ría neoclásica, que se convirtió así en el enfoque principal sobre eldesarrollo nacional. Con el total descrédito de las estrategias de creci-miento más estadocéntricas (las de los antiguos Estados comunistas),el camino estaba allanado para la expansión global del capitalismo y,junto con él, para la hegemonía de la escuela teórica más orientadahacia el mercado. En Latinoamérica, la implementación formal deesta perspectiva fue catalogada como ajuste “neoliberal” y consistióen siete pasos básicos: (1) la apertura unilateral al comercio exterior;(2) la creciente privatización de las empresas estatales; (3) ladesregulación de los mercados de bienes, servicios y trabajo; (4) laliberalización del mercado de capitales, con una privatización pro-funda de los fondos de pensiones; (5) el ajuste fiscal, basado en unareducción drástica del gasto público; (6) la reestructuración y reduc-ción de los programas sociales apoyados por el Estado, que pasó aconcentrarse en esquemas compensatorios para los grupos necesita-dos; y (7) el fin de la “política industrial” y de cualquier otra forma decapitalismo y concentración estatal en el manejo macroeconómico(Díaz 1996).

Junto con estos pasos económicos formales, el neoliberalismo tam-bién provocó cambios socioculturales de carácter más difuso pero

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igualmente importantes: (1) la revaluación de la creación capitalistade ganancias como algo deseable y congruente con los intereses na-cionales; (2) la devaluación concomitante del trabajo organizado y dela industria protegida como “refugios rentísticos” perjudiciales parala eficiencia económica; (3) el apoyo a la inversión extranjera comoun elemento necesario para el crecimiento sostenido; (4) una fe reno-vada en el mercado para reducir la desigualdad social, vía los efectosindirectos de “goteo”*; y (5) la reorientación de los recursos de orgu-llo nacional desde la resistencia ante la hegemonía extranjera haciasu reinserción audaz en los círculos del comercio mundial (Castells yLaserna 1989, Evans 1995, McMichael 1995).

La difusión de estas orientaciones valorativas junto con el pro-grama económico que impulsaban dejaron muy poco espacio para unareconceptualización del desarrollo en otros términos que no fueranlos del éxito en el mercado. Aun así, la implementación de las políti-cas de ajuste neoliberal en muchos países del Tercer Mundo ha pro-ducido consecuencias inesperadas, algunas de ellas contrarias a lasmetas originales del desarrollo. Lo anterior muestra las limitacionesdel actual modelo hegemónico y la necesidad de una perspectiva teó-rica alternativa.

¿QUÉ SALIÓ MAL?

El programa neoliberal, aunque promovido en todas partes por lasorganizaciones financieras internacionales y uniformemente aplica-do en los países del Tercer Mundo, ha terminado surtiendo efectosdispares. La estampida de precios ha sido controlada en todos lospaíses que experimentaron este tratamiento económico. En otrosaspectos, no obstante, los resultados han sido inciertos y, en ocasio-nes, contrarios a los esperados. Ni los individuos ni las institucioneshan reaccionado uniformemente a la aplicación de estas políticas; enconsecuencia, las predicciones sobre el comportamiento de categoríaseconómicas tales como “empresarios”, “consumidores” y “ahorradores”a menudo no se han materializado.

* Los efectos de “goteo” (trickle-down effects) postulados por la visión neoliberal hacen alu-sión a la tesis según la cual la riqueza de las élites empresariales y profesionales promovidapor un mercado desregulado eventualmente “gotea” hasta llegar a las clases trabajadoras ymarginales de la sociedad –por ejemplo, mediante la contratación de trabajadores que pres-ten servicios suntuarios apetecidos por las clases altas–, sin necesidad de que el Estado inter-venga para redistribuir el ingreso. (Nota del editor)

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En esta sección se examinan numerosos aspectos de estas difi-cultades de predicción como ejemplos de un tema más amplio, las limi-taciones de una aproximación exclusiva al desarrollo nacional desdeel punto de vista del mercado. Para adelantar el núcleo de la tesis: lasuposición del interés personal racional y de la búsqueda no restrin-gida de ganancias que subyace a las políticas de ajuste neoliberaldesconoce el contexto histórico en el que las políticas son implemen-tadas. Las características específicas de estos contextos y la maneracomo moldean el comportamiento institucional interactúan con laspolíticas formales para generar una amplia variedad de resultados.El análisis de los diferentes resultados requiere un aparato conceptualque haga énfasis en el arraigo de la acción económica en las estruc-turas sociales, incluyendo los factores demográficos y políticos, y enel papel de la clase y las redes en la orientación de las estrategiascolectivas. Este es el terreno teórico de la sociología económica.

Las bases sociales ocultas del éxitoy del fracaso neoliberales

Un análisis desapasionado de la aplicación del pensamiento neoclásicoal desarrollo nacional muestra tanto logros como fracasos. En Lati-noamérica, Chile y Perú bajo el presidente Fujimori son ejemplos cla-ros de lo que pueden lograr los programas neoliberales. Pero en losvecinos Ecuador y Bolivia, los esfuerzos para impulsar la economíaacudiendo a políticas similares se han atascado o han producido re-sultados ambiguos. En Argentina, los siete años de ajuste neoliberalbajo Domingo Cavallo, un ministro de economía fuertemente respal-dado por el Fondo Monetario Internacional, generaron una inflaciónmuy baja, pero también un crecimiento errático con un crecienteendeudamiento externo (Filgueira 1996, Cepal 1990, Latin AmericaWeekly Report 1996 a)1.

El fracaso más significativo del modelo probablemente es Méxi-co, donde, bajo la administración Salinas, una política de aperturaexterior unilateral y privatizaciones rápidas culminó con una mone-da sobrevaluada que envió al país dando trompos hacia la depresión.La crisis mexicana probablemente desequilibró el delicado balanceeconómico hemisférico y su efecto de amplificación fue evitado sólo

1 Al final, el fracaso de Cavallo para cumplir con sus propias metas de desempeño forzaron surenuncia y la reorientación parcial de la política económica argentina (Latin America WeeklyReport 1996b).

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gracias a una fuerte inyección de capital y a las garantías para lospréstamos por parte del Tesoro de los Estados Unidos. Semejanteacción intervencionista de los Estados Unidos va directamente encontra de las prescripciones neoclásicas que proscriben la interven-ción del Estado en el funcionamiento libre de los mercados.

Cuando quiera que se presentan incidentes semejantes, los de-fensores del ajuste neoliberal los imputan a su aplicación imperfectao argumentan que se requiere más tiempo para que sus efectos ten-gan lugar. Pero estas justificaciones son sólo una petición de princi-pio. Si el modelo neoliberal sólo es aplicado apropiadamente cuandogenera logros e inadecuadamente cuando fracasa, el argumento sehace totalmente circular. De igual manera, la petición de más tiem-po puede ser interminable y hacer imposible el falseamiento de cual-quier predicción. En el caso de México, las agencias financierasinternacionales y otros defensores del ajuste neoliberal proclamabansu éxito hasta el momento mismo en que se derrumbó, revelando asílas “imperfecciones” de su aplicación. En Argentina, las reiteradaspredicciones del ministro Cavallo sobre el fin del déficit fiscal y lallegada del crecimiento sostenido nunca se cumplieron, expandiendoindefinidamente el horizonte de tiempo para que los anunciados be-neficios se materializaran.

Una estrategia más adecuada es examinar cuáles factores no es-tán presentes en el análisis neoclásico de los elementos determinan-tes del desarrollo, de tal manera que los resultados puedan serpredichos con mayor confianza en lugar de ser ignorados. Mi tesisinicial sobre la importancia del contexto sociohistórico donde sonaplicadas las políticas puede ser ahora ampliada por medio de la es-pecificación de algunos de los principales factores contextuales. Es-tos pueden ser resumidos en la siguiente hipótesis, la primera de lasmuchas que serán presentadas en lo que resta de este capítulo:

1. Los resultados de cualquier programa comprehensivo de desa-rrollo económico dependerán de las características internas delEstado y de sus relaciones externas con la estructura de clases dela sociedad civil.

Esta amplia proposición puede ser especificada adicionalmente pormedio de la identificación de dichas características y relaciones. Parahacerlo de manera adecuada, no obstante, es necesario mostrar lasdinámicas que están en juego por medio de ejemplos concretos. Enaras de la brevedad, sólo acudo a dos ejemplos: el primero –Chile–

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que generalmente es considerado como un episodio exitoso del ajusteneoliberal, y el segundo –México– como uno de sus principales fracasos.

Chile. En Chile, un país de 14 millones de habitantes, la aproxi-mación neoliberal al desarrollo fue implementada por un Estadoautoritario surgido de un golpe militar. Hoy por hoy se ha convertidoen un lugar común señalar la paradoja que supone que una ideologíaque proclama los mercados libres y la libertad de elección sólo hayapodido ser impuesta a la sociedad chilena por la fuerza de las armas(Foxley 1983). Dos puntos igualmente importantes resultan menosobvios: el primero, que el experimento neoliberal chileno no “liberó”los mercados sino que más bien los creó partiendo de cero con losrecursos del Estado; y el segundo, que dicho proceso fue fuertementeauxiliado por las políticas impulsadas por los dos gobiernos anterio-res, incluyendo el de la alianza entre socialistas y comunistas.

El neoliberalismo chileno fue lanzado por una élite tecnócrata,entrenada en las universidades norteamericanas y que gozaba delapoyo militar bajo el régimen del general Pinochet. La primera apli-cación “ortodoxa” del modelo empezó con la conmoción económica deabril de 1975, que culminó con la crisis económica de 1982 a 1983.Durante estos últimos años, el desempleo en Chile alcanzó el 19.1%,quintuplicando la cifra que había en el momento del golpe militar, altiempo que el producto interno bruto permanecía estancado. Los crí-ticos del régimen anunciaron rápidamente el fin del experimentoneoliberal, mientras que incluso aquellos que lo apoyaban reclamanmodificaciones realistas de la rígida ortodoxia de los “Chicago Boys”2

(Meller 1981; Foxley 1981, 1983).

La primera década del gobierno militar destruyó gradualmenteel orden social ligado al anterior modelo de desarrollo. Los tecnócra-tas a cargo de la economía sobrevivieron a las debacles provocadaspor sus teorías, no sólo gracias a la vigorosa represión militar en con-tra de la clase trabajadora y del campesinado, sino porque otros ad-versarios mucho más poderosos, los industriales y terratenientes,habían sido fuertemente debilitados por las políticas de las anterio-res administraciones. La reforma agraria de la Democracia Cristia-

2 Este fue el término popular aplicado a quienes en ese momento dirigían la política económi-ca chilena. Hacía referencia a la capacitación de muchos de ellos en el Departamento deEconomía de la Universidad de Chicago y a la adhesión de todos a las teorías de los econo-mistas de la Universidad de Chicago, en especial a las del ganador del premio Nobel MiltonFriedman.

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na, realizada durante la presidencia de Eduardo Frei, ayudó a trans-formar el viejo orden rural, neutralizando el poder de la oligarquíaterrateniente. La ola de nacionalizaciones de las industrias bajo laadministración Allende debilitó a la burguesía industrial creada porlas políticas de sustitución de importaciones, colocando en manos delEstado un poder económico que superaba ampliamente el de cual-quier actor económico privado (Valenzuela 1978, Díaz 1996, Puryear1994).

De este modo, los tecnócratas chilenos se encontraban en la posi-ción privilegiada de ser simultáneamente inmunes a las presionesde la sociedad civil y de contar con los recursos para reconfigurar elcapitalismo chileno tal como lo imaginaban. No restauraron la pro-piedad de los anteriores terratenientes ni se alinearon demasiadoestrechamente con los viejos industrialistas del periodo de sustitu-ción de importaciones. En cambio, utilizaron la influencia políticacreada por las políticas de las administraciones anteriores para im-pulsar una nueva clase agrícola comercial en el campo y una nuevaclase empresarial industrial y financiera en las ciudades. Los mer-cados de tierras y financieros y la competencia entre las empresasno fueron regulados por el gobierno chileno, sino que éste los creódeshaciéndose de los masivos recursos que controlaba.

La élite tecnócrata chilena fue capaz de soportar retrocesos y fra-casos que hubieran desacreditado su liderazgo si estos hubieran su-cedido bajo condiciones democráticas. Tras aprender las limitacionesprácticas de sus teorías y adoptar una posición más realista, utiliza-ron la privatización de las empresas estatales para crear nuevos gru-pos empresariales y luego protegerlos selectivamente, rememorandoasí el viejo modelo de sustitución de importaciones3. Esta segundaetapa ecléctica de la política económica siguió a la crisis de 1982 a1983 y produjo mucho mejores resultados. Para el momento en queel régimen militar abandonó el poder, los principales indicadoreseconómicos habían rebotado, dando inicio a un periodo de crecimien-to sostenido con baja inflación (Piñera 1994). Esta tendencia conti-nuó durante las dos sucesivas administraciones de la DemocraciaCristiana, que no adoptó el neoliberalismo sino que buscó adaptarlo

3 De manera conveniente, la compañía estatal que explotaba el cobre, Codelco, nunca fue pri-vatizada pues su contribución a las arcas estatales ayudaba a financiar el nuevo capitalismode Estado y a la promoción de las zonas de exportación claves. En 1995, Codelco pagó másimpuestos al gobierno central que la suma de todas las empresas privadas chilenas.

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Tabla 1Chile: Indicadores económicos básicos, 1973-1995

Indicador 1973 1983 1989 1995

Índice del PIB (precios de 1997) 100,0 113,5 156,5 230,5Índice del PIB per cápita (precios de 1977) 100,0 103,0 128,9 172,8Inflación anual (porcentaje) 376,5 27,3 14,7 8,1Desempleo (porcentaje)a 3,8 19,1 8,3 5,3Índice de salarios reales 100,0 166,1 172,8 216,8Exportaciones (millones de dólares)b 1.309 3.831 3.804 15.980Importaciones (millones de dólares)c 1.288 3.171 4.291 15.914

a. Porcentaje de la población económicamente activa desempleada y en busca de tra-bajo.

b. Free on board.c. Costos, seguros y fletes.Fuente: Díaz (1996, 9).

a la realidad chilena. La tabla 1 presenta los indicadores básicos quemuestran la evolución de la economía chilena de 1973 a 1990.

Para nuestros propósitos, la principal lección del caso chileno esel singular contexto histórico heredado por la nueva élite tecnócrata.Como lo señala el sociólogo Álvaro Díaz (1996, 8):

La Democracia Cristiana y especialmente la derecha chilenafortalecieron el Estado y, por medio de la destrucción del viejoorden oligarca, allanaron el terreno para que las élites neoli-berales iniciaran su programa de reformas radicales de unamanera que nunca habrían logrado por sí mismas, pues éstaspodrían haber destruido sus propias bases de apoyo político.

México. El contexto social e histórico en México, un país muchomás grande y complejo con cerca de 90 millones de habitantes, eramuy diferente al de Chile. El Estado mexicano no era menos auto-crático que el chileno en el momento de aplicación del modeloneoliberal. Pero mientras este último basó su pretensión de podermanteniéndose distanciado de la sociedad civil y en la represión dela oposición, en México el Estado buscó perpetuar su hegemonía abar-cando a toda la sociedad a través de complejas redes de patronazgo.El régimen mexicano, que nació de un levantamiento revolucionariocontra la dictadura aristocrática, prestó mucha atención a las deman-das de base y rápidamente cooptó o reprimió a los disidentes (Camp1993, Centeno 1994).

El corporativismo mexicano es un sistema de representación deintereses que integra a los individuos dentro del Estado a través de

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organizaciones de masas que canalizan sus demandas y que son aten-didas por las autoridades. El poder está altamente concentrado en larama ejecutiva, especialmente alrededor del presidente, pero el Par-tido Revolucionario Institucional (PRI) fue capaz de mediar entre elejecutivo y distintos sectores de la sociedad civil. Para lograrlo, el PRIestá organizado sectorialmente y sus federaciones “populares” decampesinos y trabajadores dan forma a los principales canales parala articulación de intereses (Manning 1996, Portes 1977). No sólo lossectores empobrecidos, sino los grupos de clase media que incluyen aempleados estatales, profesores y empresarios son incorporados den-tro de esta estructura corporativista. Como resultado, un sistema depatronazgo e intercambios recíprocos basado en las conexiones per-sonales se institucionalizó como el modus operandi del PRI y delEstado mexicano.

A finales de la década de los setenta, la antropóloga mexicanaLarissa Lomnitz afirmó que el orden urbano del país consistía en laimbricación de tres estructuras jerárquicas: el sector gubernamen-tal/partidista, el sector corporativo privado y el sector laboral. Den-tro de cada uno predominan las relaciones verticales de clientelismo,de forma tal que cada capa sucesiva de autoridad funciona como pa-trón de aquellos que están más abajo. La lealtad y obediencia de lossubordinados era intercambiable por promociones y prebendas. En-tre los sectores, el intercambio de favores basado en las conexionespersonales era la norma. Aquellos dentro de estas tres estructurassituados en niveles de poder relativamente iguales, a menudo entra-ban en este intercambio, orientados por normas de estrecha recipro-cidad (Lomnitz 1982).

Esta estructura de poder estaba sostenida por un modelo de de-sarrollo basado en la protección de la industria doméstica y en laintervención del Estado en todos los sectores de este vasto país a tra-vés de las empresas de propiedad pública. Este modelo de sustitu-ción de importaciones le proporcionó al gobierno mexicano lainfluencia necesaria para mantener un sistema de legitimidad basa-do en las concesiones selectivas y el patronazgo, pero también debi-litó sus recursos. Durante la década de los setenta, el gobierno fuecapaz de mantener el statu quo a través de la suscripción de grandespréstamos en el extranjero respaldados por las reservas petrolíferasrecién descubiertas. No obstante, una caída en el precio del petróleoa comienzos de los ochenta mostró la vulnerabilidad financiera sub-

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yacente de la economía mexicana y forzó a las autoridades a decla-rar unilateralmente la suspensión de pagos (Camp 1993, Ayala yDuran 1986).

El apretón de la deuda de 1982 sumió a la economía mexicana ensu más profunda recesión desde los años treinta y creó las condicio-nes para un cambio rápido en la política económica. Sometida a unapresión creciente por parte del gobierno de los Estados Unidos y delFondo Monetario Internacional, la administración entrante del pre-sidente Miguel de la Madrid dio los primeros pasos hacia el senderoneoliberal (Manning 1996). La diferencia en relación con Chile en estacoyuntura económica es digna de atención. Mientras que la dictadu-ra de Pinochet abolió todos los vestigios del populismo chileno, elgobierno del presidente De la Madrid dio inicio a su experimentoneoliberal, cargando con los compromisos y restricciones de un siste-ma corporativista profundamente arraigado. La magnitud de Méxi-co no facilitó las cosas, en tanto multiplicó las formas en que semanifestaba esta imbricación entre el Estado y la sociedad civil.

El problema se agravó a causa de las contradicciones entre lasmetas de la política neoliberal y los pactos sociales previos sobre losque descansaba la legitimidad del régimen. La nueva política pre-tendía “sacar al Estado de la economía” por medio de la reducción delas protecciones arancelarias para el capital doméstico, recortandolos subsidios al consumo para las clases medias y bajas y desmante-lando las oportunidades de conseguir empleo en empresas estatales.Estos eran precisamente los pilares que sostenían la estrategia polí-tica de inclusión y cooptación del régimen. No resulta sorprendenteque los sectores afectados, dentro y fuera del gobierno, resistieran. Adiferencia del caso chileno, su tamaño y capacidad para la moviliza-ción eran más grandes y estaban intactos, por lo que fueron capacesde organizar un contraataque efectivo, protegiendo sus intereses yminando el modelo económico (Centeno 1994, Manning 1996).

Como era de esperarse, la arremetida neoliberal de la adminis-tración de De la Madrid perdió ímpetu. Mientras que el gobierno tuvocierto éxito en reducir la inflación y el déficit presupuestal, la fugade capitales continuó y la balanza comercial negativa y el estanca-miento económico persistieron, lo cual fue exacerbado por el terre-moto de 1985. La administración entrante del presidente Salinas deGortari mantuvo el modelo neoliberal, dando pasos agresivos paraprivatizar las empresas estatales, reducir los subsidios al consumo y

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fortalecer la recaudación de impuestos. La suscripción del Nafta seconvirtió en la piedra angular de la política económica mexicana, entanto el gobierno intentó dejar atrás el modelo de sustitución de im-portaciones y apoyarse en los flujos de inversión de capital exteriorbajo el nuevo régimen de libre comercio. Los tecnócratas que mane-jaban el nuevo modelo estaban dispuestos a pagar el precio diezmandola industria mexicana, con niveles crecientes de desempleo y pobre-za y una oposición en aumento dentro del partido gobernante(Córdova 1994). Ellos esperaban que las nuevas políticas obtuvieranuna pronta recompensa a través de un crecimiento rápido que per-mitiera proporcionar una nueva base de legitimidad para el gobier-no y los “modernos” sectores del PRI.

Pero nuevamente la imbricación del gobierno y del partido conlos sectores de la sociedad civil proporcionó un espacio mucho másreducido para las iniciativas tecnócratas. Los tratos de corrupción yreciprocidad entre los miembros del gobierno y los arraigados inte-reses privados no amainaban. Además, los tecnócratas mexicanos notenían la libertad de sus similares chilenos para reconocer grandeserrores políticos, recuperarse y cambiar el curso. Por el contrario, elmodelo tenía que “mostrar resultados” y hacerlo en un periodo rela-tivamente corto (Cook, Middlebrook y Horcasitas 1994). Por esta ra-zón y para proteger la confianza de los inversionistas extranjeros, dela que dependía en gran medida el éxito, las autoridades mexicanasapoyaron una moneda sobrevaluada, exacerbando el déficit comer-cial y la falta de competitividad de las exportaciones nacionales. Esteesfuerzo desesperado –que, no por casualidad, condujo al sacrificiode las reservas de moneda dura– demostró ser fútil. Tal como en 1982,pero por razones diferentes, el castillo de naipes financiero se derrum-bó, forzando una repentina y brusca devaluación. La devaluación de1994 envió la economía mexicana a un abismo que tuvo peores con-secuencias que las sufridas doce años antes.

La tabla 2 presenta los indicadores económicos básicos de Méxi-co hasta el año siguiente a la crisis de la devaluación. Mientras quelos signos de recuperación económica han sido detectados desde en-tonces, los sucesos que llevaron a este gran fracaso de la política sonsuficientes para ilustrar un punto teórico central. Las experienciasneoliberales comparadas de México y Chile muestran inequívocamen-te cómo los factores sociales e históricos interactúan con la aplica-ción de un paquete político uniforme para producir diferentesresultados. El tamaño del país, la composición de su población, su

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93EL N

EOLIBERA

LISMO

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LLO: TEN

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Tabla 2México: Indicadores económicos básicos, 1975-1995

1975 1980 1983 1989 1992 1994 1995

Índice PIB 100,0 213,4 241,3 253,9 280,4 281,0 —-Índice PIB per cápita 100,0 184,3 135,0 163,1 198,4 200,2 195,9Inflación anual (porcentaje) 11,31 29,78 80,77 20,1 15,5 7,1 48,5Desempleo (porcentaje) a 6,4 3,9 6,8 2,9 2,8 3,4 6,4Subempleo (porcentaje) b 18,9 11,5 20,1 8,6 8,3 10,0 18,9Índice de salarios reales (1990=100) 88,04 128,3 97,4 96,5 114,3 129,1 112,0Índice de salarios mínimo 100,0 91,2 67,6 44,9 20,2 20,0 15,8Exportaciones d (en millones de dólares) 2.992 15.307 22.312 22.763 46.196 60.879 79.543Importaciones e (en millones de dólares) 6.570 21.087 11.848 34.766 62.130 79.346 72.454Déficit actual (en millones de dólares) -5.459 -8.162 5.403 -5.825 -24.806 -28.863 —-

a. Porcentaje de la población económicamente activa sin trabajo y en busca de trabajo.b. Porcentaje de la población económicamente activa que se encuentra desempleada o involuntariamente empleada en ocupaciones menores ajornada completa.c. Pesos nominales por hora ajustados por la inflación anual.d. Free on board.e. Costos, seguros y fletes.Fuente: Pozas (1996).

PO

RT

ES

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estructura de clases y el carácter del Estado cumplen un papel im-portante en el proceso. Es posible, sobre la base de estas experien-cias y de otras similares, presentar una segunda proposición teóricasobre el papel que cumplen los factores contextuales en el desarrollonacional:

2. Cuanto más grande sea el poder del Estado frente a la sociedadcivil y más débiles sean los lazos de reciprocidad y patronazgoque vinculan a los administradores estatales con los actores eco-nómicos privados, más coherente será la aplicación de las políti-cas de ajuste y mayores serán las oportunidades de éxito del modeloneoliberal de desarrollo o de cualquier otro.

Evans (1995) se refiere a la operación conjunta de los dos facto-res –el poder relativo del Estado y la libertad frente a los gruposrentísticos privados– como indicadores de la “autonomía” relativa delEstado. En Chile, este arquetipo fue solventado por los militares ytecnócratas, quienes, en una sociedad relativamente homogénea,fueron capaces de zafarse de las presiones de los antiguos sectoresde élite (Piñera 1994). En México, las tendencias similares de inno-vación tecnócrata enfrentaron la poderosa oposición de un complejosistema de patronazgo político. La crisis de la deuda mexicana de 1982obligó a la expedición de drásticas medidas de austeridad. Pero suimplementación, así como la introducción subsiguiente de un agresi-vo modelo neoliberal bajo el presidente Salinas, fue resistida por laestructura corporativista creada durante gobiernos anteriores y queno fue desmantelada tras la crisis. El caso mexicano proporciona labase para una tercera proposición que complementa la anterior:

3. Cuanto más fuerte sea la estructura de clases de la sociedad civily mayores sean los recursos organizacionales de sus distintos sec-tores en relación con el Estado, será más difícil implementar losmodelos de ajuste que estén en desacuerdo con los intereses econó-micos establecidos y la práctica institucional4.

4 Una etapa más reciente de este proceso es el fracaso del gobierno ecuatoriano en la in-troducción de un drástico programa neoliberal. El anuncio de tal programa desató una oleada deprotestas masivas en la muy movilizada sociedad ecuatoriana, que condujo, en unos cuantosdías, a que el presidente Bucaram abandonara el poder (Latin America Weekly Report 1997).

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Promesas fallidas: La igualdad a través de los efectosde “goteo”

Desde su formulación clásica por W. Arthur Lewis, la doctrina econó-mica ortodoxa sobre el desarrollo nacional ha enfatizado que la re-compensa “social” de los programas de ajuste bajo la forma de menospobreza y desigualdad debe provenir del mercado y no de la inter-vención estatal. La teoría de Lewis se basaba en una analogía hidráu-lica en donde la mano de obra fluía desde un sector tradicionalestancado hacia uno dinámico y moderno. Si no se imponían restric-ciones artificiales a este flujo a través de tasas de salarios respaldasestatalmente y protecciones laborales, se esperaba que eventualmenteel desarrollo secaría el pozo del trabajo desempleado, punto en el cuallos salarios empezarían a subir (Lewis 1959, Bairoch 1973).

Este modelo es compatible con la famosa curva de Kuznets quedescribe la relación entre el desarrollo económico y la desigualdaden el ingreso. La desigualdad aumenta en las primeras etapas deldesarrollo (cuando el sector tradicional es alterado y el trabajo abun-da) y se reduce en etapas posteriores (cuando la sobreoferta de tra-bajo empieza a desaparecer y los salarios aumentan) (Kuznets 1955).Los estudios históricos y contemporáneos que están basados en elmodelo de Kuznets han comprobado dicha predicción, pero tambiénhan registrado excepciones (Nielsen y Anderson 1995). Estos casosexcepcionales son importantes en tanto señalan otros factores queafectan la evolución de la desigualdad en el ingreso. Igualmente, elmodelo de Lewis, considerado entre la ortodoxia económica como unartículo de fe, ha registrado muchas anomalías.

La literatura empírica muestra que las fuerzas sociales y políti-cas, muchas de las cuales no tienen nada que ver con la imposiciónestatal de salarios artificialmente altos, pueden retardar o descarri-lar el proceso de absorción laboral. Las empresas se resistieron a lasconsecuencias esperadas de una oferta de mano de obra reducida yutilizaron su poder político y económico para mantener los salariosartificialmente bajos. Sudáfrica y muchos países del Sudeste Asiáticosuministran ejemplos dicientes (Wolpe 1975, Deyo 1989, You 1988). EnLatinoamérica, la experiencia de dos décadas de políticas diseñadas paraliberar los mercados no es alentadora. El sociólogo uruguayo CarlosFilgueira (1996, 13) resume la experiencia de la siguiente forma:

Después de más de 15 años de experimentación con las políti-cas de ajuste estructural y estabilización a lo largo y ancho del

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continente, los resultados económicos esperados son cuestio-nables y los efectos sociales han sido decididamente negativos... En 19 países latinoamericanos, el porcentaje de personas bajoel umbral de la pobreza alcanzó en 1990 el 46% del total. Estedato es superior a los registrados en 1970, 1980 y 1986. Enparticular, en la década de los ochenta se incrementaron los pro-blemas de pobreza y desigualdad con una notable regularidad.

Podría argüirse que estos 15 años representan el periodo inicialde desarrollo sostenido en los que aumenta la desigualdad en tantolos mercados son desregulados. Una mirada más detenida a las ex-periencias de países individuales, no obstante, muestra amplias di-vergencias en la evolución de la pobreza y la desigualdad:

La información disponible muestra que la desigualdad en elingreso entre 1980 y 1992/94 sigue creciendo en seis de los docepaíses latinoamericanos para los que existen datos. El incre-mento más importante del coeficiente Gini se presentó en lostres países más grandes de la región –Argentina, México yBrasil–. Colombia mejoró notablemente su distribución delingreso entre 1980 y 1986 y desde entonces se ha mantenidoconstante, mientras que Uruguay siguió con un proceso regu-lar y continuo de disminución de la desigualdad. (Filgueira1996, 15)

El impacto del ajuste neoliberal en las tasas de desempleo pre-senta el mismo panorama mixto. Sobre todo, la predicción de Lewissobre una rápida absorción de la mano de obra como resultado de laliberalización del mercado no se materializó, aunque nuevamente losdatos muestran variaciones significativas. A mediados de 1996, Ar-gentina, uno de los más fervientes seguidores de la ortodoxia liberal,tenía una tasa oficial de desempleo del 16%, 10 puntos porcentualesmás que la registrada cinco años antes y más del doble de la tasa queexistía cuando el modelo empezó a ser implementado. Otros cuatropaíses registraban tasas de desempleo que superaban el 10%, y losdatos permanecieron estables o se incrementaron durante la décadade los noventa, como lo muestran los datos más actualizados del ca-pítulo 2. En el otro extremo, cuatro países –tres de ellos en Centroa-mérica– registraron disminuciones en el desempleo de 2 a 3 puntosporcentuales durante el mismo periodo (Latin America Weekly Report1996c).

En Chile, el país en donde el desempleo disminuyó más y dondelos efectos de goteo aparentemente tenían mayores posibilidades dematerializarse, los datos muestran un resultado paradójico. Como se

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indicó en la tabla 1, tanto el empleo como el salario real crecieronsustancialmente entre 1983 y 1995. Aun así, la desigualdad no dis-minuyó porque el nivel de ingresos del 10% más pudiente de la po-blación creció todavía más rápido. Como resultado, Chile continúateniendo una de las distribuciones del ingreso más desiguales delhemisferio. En 1994 su coeficiente Gini de .479 fue sólo un poco me-nor al de Brasil, el país con la distribución más desigual del ingreso dela región y quizás del mundo (Cepal 1995, tabla 11; Filgueira 1996, 16).

Un segunda consecuencia, más sutil, del levantamiento de lasprotecciones laborales estatales y del advenimiento del libre merca-do es el aumento de las prácticas de explotación en el lugar de traba-jo. Chile nuevamente constituye un ejemplo diciente, pues losbeneficios del crecimiento económico –empleo y salarios más altos–han sido acompañados por la inseguridad laboral y por la crecientesujeción de los trabajadores a la autoridad arbitraria:

El derecho chileno no protege a los trabajadores –especialmentea las mujeres, los jóvenes y los ancianos– de las recesiones,racionalizaciones ni de la reorganización productiva. Tampocolos protege de los jefes autoritarios que siguen existiendo enmuchas empresas chilenas y quienes han hecho que en muchasde ellas aumente la intensidad del trabajo y la probabilidad deaccidentes. (Díaz 1996, 25)

Estudios sobre otros países generan una complicación adicional,al cuestionar no sólo las consecuencias de las transferencias de manode obra del sector tradicional al moderno, sino la dirección misma dela transferencia. En particular, allí donde el sector moderno estácompuesto por compañías que basan su estrategia en el uso intensi-vo de mano de obra y que enfrentan una fuerte competencia externa,se dan todos los incentivos para reducir los salarios y las condicioneslaborales. En estos casos, muchos trabajadores prefieren las activida-des tradicionales al trabajo severo mal pagado en el sector “moder-no”. Este es el caso de República Dominicana, donde las condicionesen las recientemente creadas zonas de exportación son demasiadoprecarias como para impulsar un considerable flujo de retorno labo-ral hacia el autoempleo informal. En su estudio comparativo de losmercados laborales en el Caribe, Itzigsohn (1994, 257-258) describeeste retroceso:

… el relajamiento de las leyes que protegen a los trabajadores,cuando llega a extremos, conduce a un total desvanecimientode las líneas que separan la economía formal de la informal;

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las empresas informales han adquirido una renovada impor-tancia, si no como un camino para la movilidad social, por lomenos como una fuente de cualquiera de los estándares de vidadisponibles para muchas personas en las ciudades periféricas.

En la bibliografía académica, la economía informal generalmen-te es definida como un refugio para aquellos que son incapaces deencontrar trabajo en el sector moderno de la economía. En Latinoa-mérica, este fue el uso común que se le dio durante el periodo de laindustrialización a través de la sustitución de importaciones (Portesy Schauffler 1993, Pérez-Sainz 1991, Tokman 1982). Resulta irónicoque el advenimiento del neoliberalismo haya revertido la anteriorrelación entre los dos sectores, convirtiendo la informalidad en unrefugio para protegerse de la depredación del libre mercado. La teo-ría neoclásica carece del aparato conceptual necesario para acercar-se a esta realidad y, por esta razón, tiende a justificarla. La perspectivaalternativa que surge de las teorías sociológicas de la economía re-sulta útil aquí como fuente de una familia diferente de tesisverificables. Para el caso que nos ocupa, esta reconceptualización delas transferencias laborales conduce a la siguiente hipótesis:

4. En situaciones de sobreoferta de trabajo, la eliminación de lasprotecciones estatales tiende a hacer que el precio del trabajo seamínimo. Los trabajadores que se hallan en esta situación com-pensan la baja remuneración de su capital humano con la movi-lización de su capital social –esto es, la habilidad para controlarrecursos escasos gracias a la pertenencia a redes de parentesco yamistad5 –. Las oportunidades económicas que estas redes pro-veen comúnmente se hallan en la economía informal, llevandoasí a un flujo laboral revertido hacia este sector.

Escapando del efecto de goteo:La transnacionalización de los trabajadores

Cuando intentaron romper las barreras del comercio exterior en be-neficio de la naciente burguesía industrial, los economistas políticosbritánicos de principios del siglo XIX tenían en mente un mundo enel que las mercancías y el capital fluían libremente a través de lasfronteras nacionales, mientras que los trabajadores permanecíaninmóviles. Esta visión provenía, en cierta medida, de la realidad de

5 Sobre el concepto de capital social, ver el capítulo 5, así como Coleman (1988) y Portes ySensenbrenner (1993).

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una época en que eran excepcionales las migraciones masivas de tra-bajadores a través de las fronteras nacionales y, en cierta medida,del legado del mercantilismo. De hecho, para David Ricardo y otrosprominentes representantes de la escuela clásica, la batalla para queInglaterra se abriera a los cereales extranjeros baratos estaba basa-da en la necesidad de reducir los costos de reproducción del inmóvilproletariado urbano, haciendo de esta forma que los productos indus-triales británicos fueran más competitivos en el extranjero (Dobb1981, Letiche 1960).

Aunque desde entonces el tamaño y origen de las migracioneslaborales internacionales han cambiado dramáticamente, la teoríaeconómica ortodoxa ha permanecido firmemente asentada en trespostulados que provienen del periodo clásico: (1) los trabajadores, porlo general, son inmóviles; (2) cuando se presentan migraciones, és-tas siguen al capital en busca de empleo; y (3) las migraciones estánconformadas por trabajadores sin propiedades que buscan salariosmás altos. Estos postulados dan forma al núcleo de la teoría según lacual los trabajadores emigran o permanecen en sus países con baseen un cálculo racional de intereses, el cual es determinado por el mo-vimiento previo del capital. El estudio clásico de Brinley Thomas so-bre la migración transatlántica, por ejemplo, postulaba unacorrelación con intervalos entre estos dos movimientos (Thomas 1973,Parte III).

Los mismos postulados, hoy por hoy, sustentan la aplicación delas políticas de ajuste neoliberal en Latinoamérica y otros países delTercer Mundo. Se cree que la apertura de estas economías al capitalextranjero aumentará las oportunidades locales de empleo, dirigien-do la mano de obra hacia ellas y reduciendo los incentivos para emi-grar. Aquellas personas que sigan emigrando serán, por lo general,trabajadores sin propiedad atraídos por los altos salarios en el exte-rior. Algunas de estas expectativas son corroboradas por la literatu-ra empírica reciente, pero otras no.

Como se verá en mayor detalle en el capítulo 6, aquellos queemigran rara vez son los más pobres entre los pobres, y muchos es-tudios muestran una creciente participación de profesionales y em-presarios en estos flujos. Además, los inmigrantes no van siempredonde existe demanda laboral, sino donde se concentran sus compa-triotas. Un número considerable de ellos ni siquiera toman un em-pleo asalariado, sino que acuden rápidamente al autoempleo.

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Finalmente, no existe ninguna evidencia que demuestre que la apli-cación del modelo neoliberal haya reducido los incentivos para la emi-gración, y, en países como México y República Dominicana, de hechose ha incrementado (Acevedo y Espenshade 1992, Goldring 1992,Guarnizo 1994). En general, el origen y las formas de migración in-ternacional contemporánea escasamente corresponden a las predic-ciones basadas sólo en un cálculo individualista de costos y beneficiosy en expectativas ortodoxas sobre las dinámicas de los movimientosde capital y trabajo.

Es posible elaborar una explicación alternativa de la migracióninternacional desde la perspectiva de la sociología económica. Enlugar de un trabajador aislado que persigue el capital tanto en sunación como en el extranjero, se tiene una situación mucho más com-pleja en la que los canales sociales son utilizados para hacer frente alas restricciones y oportunidades creadas por el modelo neoliberal.Como se mencionó, los tipos de empleos generados por las nuevasindustrias de exportación, creadas bajo el estímulo de este modelo, confrecuencia son tan poco atractivos que muchos trabajadores prefierenel autoempleo informal. Otros se adaptan viajando al exterior. Seme-jante decisión, no obstante, rara vez puede ser implementada aislada-mente sino que debe estar arraigada en una red de recursos familiaresy comunitarios. Esta razón explica por qué los grupos familiares, nolos individuos aislados, tienden a emigrar y por qué los inmigrantesescogen a menudo destinos que no concuerdan con aquellos dondeexiste demanda laboral sino con los lugares donde están ubicados suscanales (Massey y Espinosa 1996, Portes y Bach 1985, Tilly 1990).

Una vez en el exterior, frecuentemente los inmigrantes se dancuenta de que los tipos de empleos y salarios disponibles son tam-bién precarios. Este es el caso de los emigrantes caribeños que hoyen día llegan a la ciudad de Nueva York. Aunque fuertes canales so-ciales los conducen allí, la economía desindustrializada de la ciudadles ofrece principalmente empleos de baja categoría y con bajos sala-rios en el sector servicios (Sassen 1984, Waters 1994). Como se mues-tra en el capítulo 6, para escapar a semejante situación, muchosinmigrantes utilizan nuevamente su capital social, esta vez paraobtener los recursos necesarios para establecerse como pequeñosempresarios (Light y Bonacich 1988, Zhou y Bankston 1995). Comoera de esperarse, muchas de estas empresas están basadas en conexio-nes con el país de origen, lo que genera un patrón migratorio y co-mercial de ida y vuelta (Basch 1992).

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El resultado de este proceso no es la absorción laboral a través deinversión extranjera en los países del Tercer Mundo sumada a la ab-sorción de los inmigrantes, gracias a la fuerte demanda laboral enlos países del Primer Mundo. Esto sucede, pero junto con otros re-sultados inesperados, incluyendo el surgimiento de una red de pe-queñas empresas transnacionales. Este proceso requiere fuertescanales sociales que atraviesen las fronteras nacionales y el desarro-llo de altos niveles de confianza entre los inmigrantes empresarios ysus socios en el país de origen (Kyle 1995, Mahler 1995). El perfilque surge de estas interacciones coloca a las grandes empresas en lacima de la economía mundial, transplantando las instalaciones deproducción a las zonas de exportación en países periféricos, al tiem-po que los trabajadores de estos mismos países intentan eludir sudestino de proveedores de mano de obra barata involucrándose en elautoempleo informal en su país de origen y en las actividadestransnacionales en el extranjero. Esta última característica de lamigración contemporánea generalmente no ha sido atendida por losespecialistas en desarrollo. Los siguientes ejemplos pueden ayudara esclarecer el punto.

En República Dominicana hoy en día existen cientos de peque-ñas y medianas empresas fundadas y operadas por exinmigrantesde los Estados Unidos. Dichas empresas incluyen pequeñas fábricas,establecimientos comerciales y agencias financieras. Lo que hace queestas empresas sean transnacionales no sólo es que hayan sido crea-das por exinmigrantes, sino que su propia existencia depende de la-zos estables con los Estados Unidos. Un estudio sobre 113 empresasde este tipo realizado a finales de los ochenta mostró que su princi-pal inversión de capital inicial fue sólo 12.000 dólares y que aproxi-madamente la mitad continuaba recibiendo transferencias periódicasde capital desde el exterior que en promedio alcanzaban los 5.400dólares. Las remesas eran enviadas por familiares y amigos que per-manecían en los Estados Unidos pero que eran socios o copropieta-rios de las empresas. Durante el desarrollo del trabajo de campo paraeste estudio, se descubrió un segundo mecanismo de reposición decapital: los viajes periódicos del propietario al exterior para animara potenciales inversionistas. Estos viajes también eran usados porlos propietarios y gerentes para vender parte de su producción(Guarnizo 1992, 1994).

Los propietarios de pequeñas empresas de ropa viajan con fre-cuencia a Puerto Rico, Miami y Nueva York para vender sus mercan-

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cías. Cuando regresan, llenan sus maletas vacías con los suministrosnecesarios para el negocio, como diseños textiles, tejidos y agujas.Para el ojo no entrenado, estos viajeros internacionales parecen emi-grantes comunes que traen regalos para sus familiares. En realidad,están involucrados en una forma de comercio internacional informalen crecimiento. La información necesaria para este tráfico invaria-blemente es transmitida a través de canales de familiares y amigosque reducen la distancia entre el lugar de origen y destino.

Una historia similar, pero con un giro cultural, es narrada porDavid Kyle (1995) en su estudio sobre la comunidad indígena deOtavalo de los altos Andes ecuatorianos. Tradicionalmente, la regiónde Otavalo se ha especializado en la producción y comercializaciónde prendas de vestir, desarrollando y adaptando nuevas destrezasproductivas desde el periodo colonial. Durante el último cuarto desiglo, los miembros de la comunidad empezaron a viajar al exteriorpara vender sus coloridas prendas en las principales ciudades deEuropa y Norteamérica. Al hacerlo, se apropian del valor de cambioque en otros lugares captan los intermediarios. Tras muchos años deviajes al exterior, han empezado a aparecer enclaves semiperma-nentes de otavalanos en ciudades como Nueva York, París y Áms-terdam. Su característica distintiva es que estos inmigrantes no seganan la vida por medio del trabajo asalariado o del autoempleo lo-cal sino gracias a la venta de productos traídos desde Ecuador. Man-tienen una comunicación constante con su ciudad natal para restituirsus insumos, supervisar los telares y comprar tierras. De acuerdo conKyle, los otavalanos han descubierto el valor comercial de su folcloremusical, y en años recientes grupos de músicos se han presentadocada vez más en las calles del Primer Mundo.

La venta de los coloridos ponchos y otros artículos de lana, acom-pañada por las lastimeras notas de la quena, ha resultado bastantelucrativa. El éxito económico de estos emigrantes indígenas se haceevidente en su rechazo casi universal a aceptar un trabajo asalaria-do en el extranjero y en la prosperidad de su ciudad. En este aspecto,Otavalo resulta bien diferente de otras regiones de los Andes. Al re-tornar, sus empresarios indígenas y emigrantes forman una granporción del estrato alto local, revirtiendo el tradicional dominio delas élites blancas.

Un tercer ejemplo de transnacionalización muestra otra facetade este proceso, la influencia política y económica que los grupos de

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inmigrantes pueden adquirir sobre sus comunidades natales. Esteejemplo está basado en el estudio de Robert Smith sobre la ciudad deTicuani, una pequeña comunidad de agricultores en la región mixtecaal sur de México. Smith narra la emoción de los miembros del Comi-té de Agua Potable de Ticuani tras saber que el nuevo acueducto habíallegado y, con él, la solución harto esperada al problema de agua dela población. Inmediatamente, los miembros realizaron planes parainspeccionar los nuevos materiales y organizar su instalación. Smith(1992, 1) comenta:

En apariencia, esto no es más que un proyecto cívico ordina-rio... Pero cuando tenemos en cuenta otros aspectos de la esce-na, el significado es bien diferente. El Comité y yo no estamosparados en Ticuani, sino en una congestionada intersección deBrooklyn... Los miembros del Comité no van simplemente a lasafueras de la ciudad para revisar el acueducto, sino que se di-rigen al Aeropuerto JFK para tomar el vuelo vespertino haciala Ciudad de México, desde la cual hacen por tierra un viaje decinco horas a su pueblo, consultan con sus autoridades y con-tratistas, para regresar a sus trabajos en la ciudad de NuevaYork el lunes por la tarde.

El proyecto de agua potable fue el último de una serie de obraspúblicas en Ticuani iniciadas y pagadas por sus inmigrantes de Nue-va York. Para este proyecto particular, la comunidad expatriada con-tribuyó con más de 50.000 dólares que fueron reunidos por sus líderesa través de donaciones de 100 dólares o menos. La obra del aguapotable también señaló el vigésimo aniversario de la exitosa culmi-nación del primer proyecto público transnacional, y para esta oca-sión el Comité de Nueva York dio a conocer su nuevo lema, el cualdebe ser utilizado en los futuros proyectos públicos y de correspon-dencia. El lema dice: “Por el progreso de Ticuani: Los ausentes siem-pre presentes, Ticuani y Nueva York” (Smith 1992, 1-2; 1995).

He proporcionado estos ejemplos para darle credibilidad a un fe-nómeno que, cuando fue descrito inicialmente, forzaba la imagina-ción. Muchos ejemplos similares podrían haber sido usados (verBasch, Schiller y Blanc 1994). El principal punto que dejan claro esque la emigración desde países menos desarrollados es un procesomucho más complejo que el analizado por las teorías que postulanun efecto mecánico de atracción de mano de obra hacia los paísesdesarrollados, y que sus nuevas características están invariablementearraigadas en el contexto social y cultural de las comunidadesinmigrantes. Cuando las empresas multinacionales derribaron las

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barreras entre los países para buscar ganancias, también abrieronespacios que le permiten a la gente común buscar nuevos mecanis-mos para mejorar su precaria condición y evitar el empleo sin futuro.

Los inmigrantes que se transforman en empresarios transna-cionales, del mismo modo en que los exempleados de las zonas espe-ciales de exportación se transformaron en comerciantes informales,proporcionan una prueba en contra de los efectos de goteo constan-tes. Estos trabajadores no han esperado a que sus dudosos efectos sematerialicen, sino que han enfrentado con sus recursos personales ysociales la condición a la que han sido empujados por el neoliberalismoy la globalización. Su experiencia puede ser resumida en la siguien-te proposición final:

5. La búsqueda en el Tercer Mundo de mano de obra industrial ba-rata por parte del capital no conduce a un proceso uniforme deabsorción de fuerza de trabajo. Cuanto más se organicen las con-diciones del mercado de trabajo en contra de los trabajadoresperiféricos, más movilizarán estos grupos su capital social parabuscar alternativas. La globalización económica en sí misma abrenuevas oportunidades, de las que se apropian los inmigrantesempresarios por medio de la utilización de sus canales. El creci-miento del empresariado transnacional es un resultado directode este proceso.

CONCLUSIÓN

En este capítulo se resumen las perspectivas teóricas de la sociolo-gía del desarrollo y se esboza la concatenación de acontecimientos enla economía global que conducen a la resurrección y hegemonía deuna aproximación al desarrollo basada en el mercado. Esta perspecti-va, que anima las políticas estándar aplicadas en muchos países, tie-ne méritos considerables. Uno de ellos es el conjunto coherente deexpectativas sobre el comportamiento de los actores económicos in-dividuales y la posibilidad de someter estas predicciones al escruti-nio empírico. Aun así, muchos simpatizantes de estas ideas tienen latendencia a no tomar en cuenta las fallas de predicción, o a justifi-carlas de manera circular. El resultado es una nueva forma de esco-lasticismo en donde se hace que los hechos concuerden con la teoría yno al contrario, lo que tiene serias consecuencias prácticas potenciales.

Tanto en relación con los resultados macroeconómicos como conlos efectos sobre la absorción de mano de obra y la equidad social, la

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aplicación del modelo neoliberal enfrenta una serie de contingenciasque generalmente no son interpretables con base en el marco con-ceptual que las inspira. Estos factores alternativos van desde el ca-rácter del aparato estatal y su relación con los diferentes sectores dela sociedad civil, hasta el tamaño y composición de la población y ladensidad de los canales sociales entre sus sectores menos privilegia-dos. Estas fuerzas hacen que se presenten variaciones en los resul-tados de un paquete uniforme de políticas neoliberales aplicado endiferentes contextos nacionales y que surjan respuestas inesperadaspor parte de los grupos más directamente afectados.

El análisis de estas fuerzas y sus efectos pertenecen al dominiode la sociología del desarrollo. La incorporación de las innovacionesconceptuales provenientes de teorías sociológicas más generales dela economía debería ayudar a que este campo produzca descripcio-nes precisas de las condiciones políticas, demográficas y sociales quelimitan la aplicación de los modelos de desarrollo y de las reaccionesprobables de diferentes sectores de la población. Sin este tipo de tra-bajo y sin su difusión dentro de los círculos de políticas públicas, esprobable que las políticas de ajuste neoliberal sigan generando “sor-presas” y que el cumplimiento de las metas desarrollistas de creci-miento sostenido e igualdad social siga siendo incierto.

De la misma manera, a falta de este tipo de trabajo, las cienciassociales no económicas seguirán estando confinadas al margen de losdebates políticos del desarrollo, donde actualmente permanecen ydonde no deberían estar. Un renovado énfasis sobre el significadopráctico de las tendencias demográficas, las estructuras sociales einstituciones, debería proporcionar el tan necesario correctivo parael sesgo individualista del paradigma dominante.

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CAPÍTULO 4

La sociología en el hemisferio:Convergencias pasadasy una nueva agenda de alcance intermedio*

En este capítulo me propongo alcanzar dos objetivos. En primerlugar, llamar la atención sobre la existencia de ciertos temas

comunes en la práctica sociológica en ambas partes del hemisferio–Norteamérica, incluyendo a los Estados Unidos y Canadá, y Latinoa-mérica, incluyendo a México–, a pesar de sus diferentes historias yorientaciones. En segundo lugar, presentar una agenda teórica quedifiera de las grandes teorías que en el pasado han sido populares enLatinoamérica y sobre Latinoamérica. Dicha agenda está basada enun conjunto de teorías de alcance intermedio** que resultan prome-tedoras para la reflexión teórica en el tema del desarrollo.

Autores como Briceño-León y Sonntag (1998), Quijano (1998) yGarretón (1995), entre otros, recientemente han elaborado estudiossobre el estado de la sociología latinoamericana. Me baso en ellos,así como en estudios similares realizados en Norteamérica que in-tentan identificar aquellos temas generales que, a pesar de las am-plias diferencias en las tradiciones intelectuales, nos permiten hablarde la sociología como “la misma” empresa practicada en una u otraparte del hemisferio. Me embarco en este esfuerzo con la plena con-ciencia de que será parcial y subjetivo, y que el conjunto de conver-

* Versión revisada de la ponencia inaugural del Congreso sobre Sociología Latinoamericana,Universidad de Florida, 19-20 de abril de 2000. Agradezco a Charles Woods, Patricia Fernández-Kelly y Bryan Roberts por sus comentarios.

** Aunque el término utilizado por el autor es “middle-range concepts”, a lo largo de este capí-tulo se traduce como “teorías de alcance intermedio” para guardar unidad con la traducciónal español ya establecida en la obra de Merton. Al respecto, ver la introducción del propioMerton a Teoría y estructuras sociales (pp. 15-20 y 283) (traducción de Florentino M. Torner).México: Fondo de Cultura Económica, 1964. [Nota del traductor]

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114 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

gencias que serán discutidas a continuación podrán ser criticadas porincompletas e incluso inadecuadas. De cualquier modo, presento es-tas reflexiones con la esperanza de estimular la discusión y sortearla brecha, en mi opinión demasiado amplia, que ha separado a lospracticantes de la disciplina en las dos Américas. El análisis de estostemas comunes conduce naturalmente a considerar cuál puede serla agenda teórica más fructífera para los estudios en y sobreLatinoamérica en el futuro.

CONVERGENCIAS

Impertinencia

Pierre Bourdieu señaló que la sociología, para ser pertinente, debeser impertinente. Con lo anterior se refiere al cuestionamiento no sólode las estructuras de poder existentes, sino también de todas las su-posiciones cómodas de los diferentes grupos e instituciones acerca dequé son y cuáles deberían ser sus objetivos (Wacquant 2000, 105-119).Al contrario de la ciencia política y la economía, la sociología siem-pre ha tenido una predilección por el cuestionamiento de los as-pectos “superficiales” de los fenómenos sociales. La inclinacióndisciplinaria común no es aceptar los pronunciamientos y los rasgosde las organizaciones, sino buscar las razones reales y las motivacio-nes que les subyacen.

Por tanto, mientras que un economista podría estar bastante deacuerdo con la diferencia entre los “mercados” y las “jerarquías”empresariales –esto es, entre transacciones impersonales y estruc-turas formales de autoridad organizadas de manera claramente es-calonada–, un sociólogo miraría cómo las interacciones reiteradas“arraigan” las transacciones del mercado en redes personales y cómootras redes subvierten y modifican el funcionamiento de las jerar-quías formales (Granovetter 1985, 481-510; Portes 1998a, 1-41). Demanera similar, mientras que un politólogo observaría los procesosformales que conducen a la aprobación de una ley y asumiría que estaúltima surtiría su efecto previsto, un sociólogo inmediatamente ob-servaría el conjunto de fuerzas que afectarán la implementación dedicha ley y que pueden generar consecuencias bien diferentes a lasinicialmente previstas (Tilly 1996, 589-601; Portes 2000a, 1-18).

La vocación por el cuestionamiento de los postulados aceptadosno surgió por casualidad, sino que tiene sus raíces en los orígenesmismos de la disciplina. Dicha vocación está ciertamente presente

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115LA SOCIOLOGÍA EN EL HEMISFERIO: CONVERGENCIAS PASADAS Y UNA NUEVA AGENDA

en la mirada impertinente de Marx que, indagando más allá de lossermones piadosos en defensa de la democracia burguesa, encuentrael “laboratorio oculto” de la producción capitalista (Portes 2000a)1.De manera diferente, también está presente en Durkheim cuandoseñala cómo las acciones y eventos que parecen estar guiados pormotivaciones trascendentales reflejan de hecho la actuación de fuer-zas sociales más profundas. Así, las instituciones religiosas que apa-rentemente buscan la salvación de los fieles en el otro mundo, de hechoexisten para cumplir funciones latentes, no reconocidas, de solidaridadgrupal y reafirmación normativa (Durkheim 1961, 1964; Collins 1994).

La impertinencia sociológica no supone una posición negativa odesdeñosa ante las instituciones o procesos objeto de estudio, sinoun esfuerzo para ir más allá de sus manifestaciones superficiales. MaxWeber siempre tuvo respeto por las religiones del mundo y, al mismotiempo, investigó ampliamente sus profundos y no intencionados efec-tos sobre el comportamiento económico (Weber 1963, 1985; Bendix1962). Esta orientación común de la disciplina se aplica no sólo a losfenómenos exteriores sino a sí misma, pues la sociología es tambiénuna institución social. A diferencia de la economía neoclásica orto-doxa que tiende a aceptar sin cuestionamientos su propio paradig-ma teórico e incluso a identificarlo con la realidad misma, la sociologíaes propensa a cuestionar su propia sabiduría y se pregunta, por ejem-plo, en qué medida las teorías dominantes reflejan intereses econó-micos ocultos o biografías personales.

Esta vocación de impertinencia de la disciplina es ilustrada poruno de los grandes triunfos de la sociología latinoamericana. Enfren-tados con una sabiduría recibida desde el Norte que identificaba elprogreso nacional con la adopción masiva de los valores y prácticasoccidentales, los sociólogos latinoamericanos procedieron a removerlos cimientos de la “teoría de la modernización”, exponiendo sus sesgosocultos y proponiendo un marco causal alternativo. Este marco sos-tuvo que la penetración de las instituciones y valores occidentalesen el Tercer Mundo no era una precondición para el desarrollo, sinocon frecuencia una causa de su estancamiento, al introducir distor-siones y contradicciones en la estructura de estas sociedades. Elmensaje de la modernización difundido por instituciones como laAgencia de Desarrollo Internacional de los Estados Unidos (Usaid)

1 La referencia original al “laboratorio secreto” del capitalismo proviene del primer volumen deEl Capital. Ver Karl Marx (1967, 176).

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fue literalmente detenido por esta contraofensiva teórica lanzadadesde el Sur. La aproximación de la teoría de la dependencia queresultó de este esfuerzo inspiró a dos décadas de sociología latinoa-mericana y tuvo un impacto significativo en la disciplina en el mun-do (Cardoso y Faletto 1979; Jaguaribe, Ferrer, Wionczek y Dos Santos1970; Quijano 1998; Portes y Kincaid 1989).

Marginalidad

Junto con la predilección por el cuestionamiento de las ideas y es-tructuras dominantes se encuentra el hecho de que la sociologíamundial tiende a habitar un terreno alejado de los centros de poder.Las burocracias políticas y económicas dominantes se sienten incó-modas con esta indagación despiadada sobre sus verdades acepta-das y, por esta razón, relegan la investigación sociológica a unaposición marginal, cuando no la suprimen por completo. La sociolo-gía ha sufrido este destino a manos de regímenes autoritarios de iz-quierda y derecha. Como nos lo recuerda Marcia Rivera, una de lasprimeras decisiones de las autoridades universitarias chilenas bajoel general Pinochet fue suprimir la carrera de sociología y declararla economía como la única ciencia social “verdadera” (Rivera 1998).Algo semejante sucedió en Cuba, donde la sociología fue eliminadadel currículo universitario durante veinte años, para ser reemplaza-da por clases de maxismo-leninismo (Portes 1998b).

Debido a que la sociología es practicada no sólo lejos, sino a me-nudo en contra de los centros de poder, necesita un medio ambientepolítico democrático para funcionar adecuadamente. En este senti-do, la disciplina no sólo es hija de la Ilustración, sino que dependeestrechamente de la institucionalización de los derechos civiles queeste movimiento intelectual presentó originalmente. Existe una co-rrelación casi perfecta entre la democracia política y el crecimientode la sociología. Bajo regímenes autoritarios, la disciplina languide-ce y su producción se hace profundamente pobre cuando se ajusta alas directrices oficiales o se ubica expresamente en su contra. Lassociologías argentina, brasilera y chilena durante los regímenes mi-litares de la década de los setenta proporcionan ejemplos bien cono-cidos. La sociología cubana proporciona otro ejemplo diciente y todavíaen marcha.

La marginalidad frente al poder tiene dos importantes corolarios.En primer lugar, produce un apoyo precario para la investigaciónsociológica. A diferencia de la economía, ungida por el poder como la

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“verdadera” ciencia social, la sociología rara vez tiene una fuerte in-fluencia en los círculos gubernamentales y debe o bien competir conlas ciencias “duras” por los fondos asignados por el gobierno nacio-nal para el apoyo científico general, o bien depender de las donacionesfilantrópicas privadas. Afortunadamente para la sociología norteame-ricana, el tamaño de los presupuestos de la Fundación para las Cien-cias de los Estados Unidos (U.S. National Science Foundation) y delas agencias oficiales relacionadas es enorme y los recursos disponi-bles en fundaciones privadas son similares, lo que permite la finan-ciación de una empresa de investigación vasta y diversificada.

En Latinoamérica la situación es mucho más precaria, debido aque los montos asignados por el gobierno a la investigación científicasuelen ser ínfimos y a que las asociaciones filantrópicas nacionalescomúnmente están orientadas hacia la “caridad” tradicional y no alos emprendimientos científicos. Bajo estas condiciones, la investi-gación sociológica a gran escala o no existe o es realizada gracias afuentes externas de financiación. De hecho, la cooperación interna-cional en gran medida fue la responsable de la supervivencia de ladisciplina durante los largos años de la dictadura militar en los paí-ses del Cono Sur y Centroamérica. El retiro de este apoyo –cuandolos donantes internacionales asumieron que los gobiernos democrá-ticos recién establecidos se harían cargo de la harto olvidada finan-ciación– explica, de acuerdo con Rivera (1998), la crisis actual demuchos centros de ciencias sociales de la región.

La segunda consecuencia de la marginalidad de la sociología hasido su orientación hacia la pobreza y la desigualdad como los tópi-cos de investigación privilegiados. Nuestro famoso colega FernandoH. Cardoso alguna vez señaló que los intelectuales en Latinoaméricason las voces de aquellos que no puedan hablar por sí mismos. Enverdad, gran parte de los estudios sociológicos de la región duranteel último siglo han intentado documentar los orígenes de la desigual-dad, las consecuencias para sus víctimas y los mecanismos sociales ypolíticos que hacen que permanezca. Con más consistencia que laIglesia Católica, que acuñó el término, la sociología latinoamericanaha ejercido su “opción por los pobres” y ha documentado las vastasinjusticias sociales en la región y defendido modelos de desarrollo quepodrían reducirlas (Quijano 1998).

Aunque la sociología norteamericana ha sido menos resuelta enesta búsqueda, también existe una fuerte tendencia igualitaria enella, que está acompañada por un amplio componente investigativo

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concentrado en el análisis de la desigualdad y sus consecuencias.Teniendo en cuenta las características de una nación rica, la sociolo-gía estadounidense no se ha concentrado en documentar la pobrezageneralizada, sino aquellas desigualdades persistentes definidas porel género, la etnicidad y, sobre todo, la raza, que segregan a ciertosgrupos en lo más bajo de la sociedad, de manera similar a lo que su-cede en los sistemas de castas2. Por este motivo, la raza (y no las cla-ses sociales) ha sido el tema dominante en la investigación sociológicade la desigualdad en los Estados Unidos.

A pesar de las diferencias, el énfasis común en el destino de losoprimidos por parte de los sociólogos de distintas zonas no surgió porcasualidad. Como la impertinencia y marginalidad de la disciplina,los orígenes de esta orientación se remontan hasta el siglo XIX. Aquíresulta útil una comparación con la economía. Como lo señala Heil-bronner, la economía clásica no surgió como una teoría científica, sinocomo una defensa polémica de las clases comerciantes. Smith y es-pecialmente Malthus y Ricardo actuaron como los voceros intelectua-les de los intereses de la naciente burguesía industrial. El suyo fueun discurso desde el poder y, desde esa perspectiva, los pobres eranesencialmente un problema: si les elevas sus salarios, se multiplica-rán y crearán problemas de escasez de tierras y disminuirán las ga-nancias; si les proporcionas un bienestar “excesivo,” no trabajarán,lo que disminuirá los incentivos para nuevas inversiones de capital(Heilbronner 2000).

La economía moderna ha abandonado estas suposiciones, pero hamantenido su orientación general. A su marco teórico le resulta difí-cil incluir una preocupación por los pobres o por la implementaciónde políticas para reducir la desigualdad, pues estas últimas se pue-den convertir en un estorbo para la competencia en el mercado. Unateoría que consagra al mercado competitivo y que critica cualquierintento de reducir los productores ineficientes necesariamente estáinclinada a mirar con sospecha los programas de bienestar o cual-quier otro intento de rescatar a los “perdedores”.

Por el contrario, la preocupación de la sociología por la desigual-dad y por las condiciones de los oprimidos se remonta a los estudiosempíricos de Quetelet y al énfasis teórico de Marx y Weber en lasdinámicas de clases, estatus y poder (Collins 1994, Bendix 1962,

2 Ver el volumen sobre estratificación social editado por David B. Grusky (2001), posiblementehoy la colección más completa de la sociología en los Estados Unidos.

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Heilbronner 2000). La manera en que Marx sacudió las bases de laeconomía neoclásica, con Ricardo a su cabeza, es bien conocida y nonecesita una explicación adicional. No obstante, vale la pena recor-dar que la sociología de Weber se basó en dos temas fundamentales:las formas en las que los distintos recursos del mercado condicionanlas diferencias de clases en la sociedad y los medios a través de loscuales el poder de las clases dominantes se hace legítimo. Las fuer-zas que mantenían a las víctimas del mercado en su posición y quehacían que éstas se conformasen con su propia explotación dan for-ma al núcleo de la sociología política de Weber y, en particular, a suanálisis de las fuentes de la autoridad (Weber 1947).

Esta orientación atravesó el Atlántico e inspiró los primeros es-tudios empíricos de la sociología norteamericana. Tras abandonar elevolucionismo spenceriano, la Escuela de Chicago liderada por RobertPark y Ernest Burgess se embarcó en una serie de trabajos de campoacerca de la metrópoli industrial y de las minorías étnicas e inmi-grantes que se encontraban en ella. Esta escuela produjo una seriede estudios como Street Corner Society y The Social Order of the Slum,que han tenido una influencia perdurable en la disciplina (White 1943,Suttles 1968).

En Latinoamérica, la sociología a comienzos del siglo XX se inicióbajo una fuerte influencia francesa, particularmente de Comte yDurkheim. La sociología era enseñada principalmente en las facul-tades de Derecho y no contaba con un referente empírico. Sin embar-go, tan pronto como la sociología latinoamericana abandonó losprotegidos confines de la universidad para volcarse al estudio de larealidad que la rodeaba, la injusticia social se convirtió en el temapor excelencia. Briceño-León y Sonntag (1998, 12) resumen conmo-vedoramente esta vocación de la disciplina en la región:

...la sociología experimenta una importante metamorfosis en-tre nosotros: su norte no es el equilibrio sino el cambio... La so-ciología se presenta como un asombro ante la pobreza y demásdesigualdades e inequidades, pero lo hace con un compromisocomo resultado de una forma de expresar la ira, la rebeldía oel malestar ante las grandes desigualdades y el dolor del otro.

Apertura

Un tercer rasgo común digno de atención es la apertura de la sociolo-gía a las influencias externas y su disposición para incorporarlas. Loanterior se ve reflejado en la popularidad y en la aceptación de la

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noción de “interdisciplinariedad” entre los sociólogos de todas par-tes, lo que indica su disposición para establecer relaciones de coope-ración entre los distintos campos. En muchos países, a menudo resultadifícil decir cuál es la diferencia entre un sociólogo, un politólogo yun antropólogo social. Este desvanecimiento de las líneas disciplina-rias no sólo es algo que sucede, sino que a menudo es bienvenido comoun signo de una empresa científica común.

En los Estados Unidos la sociología conserva un perfil distintivo,pero incluso allí los llamados para la teoría e investigación inter-disciplinarias por lo general son bienvenidos. Immanuel Wallersteinha llegado incluso a proponer una ciencia social unificada que rom-pería, de una vez por todas, las barreras que separan la sociología dela historia, la ciencia política y la economía (Wallerstein 1995). Estaorientación complementa las otras dos características de la discipli-na que he descrito: formamos parte de una empresa intelectual quele habla al poder desde una posición crítica, que insistentementecuestiona las manifestaciones superficiales de las cosas y que en símisma está abierta a la crítica e influencia externas. Como diceWallerstein:

...El llamado que parece hacerse no se dirige tanto a intentartransformar las fronteras organizacionales, sino más bien aampliar la organización de la actividad intelectual sin prestaratención a los límites disciplinarios actuales. Después de todo,tener una perspectiva histórica no es la tarea exclusiva de laspersonas llamadas historiadores. Es una obligación de todoslos científicos sociales. Tener una perspectiva sociológica no esla tarea exclusiva de las personas llamadas sociólogos. Es unaobligación de todos los científicos sociales. (Wallerstein 1995, 104)

En las facultades de sociología no es inusual encontrar individuosformados en otras disciplinas –antropología, historia, incluso econo-mía– que han buscado refugio dentro de los confines de la más hospi-talaria de las ciencias sociales. Todavía más común es la presenciaen esas facultades de sociólogos con muchas orientaciones diferen-tes –funcionalistas, marxistas y neomarxistas, weberianos y positi-vistas– que son capaces de coexistir sin que ninguno de ellos cuestionesus credenciales como miembros bona fide de la disciplina.

Ciertamente existen razones para celebrar la apertura y hospi-talidad de la sociología, pero quisiera finalizar esta sección desde otropunto de vista. A pesar de la simpatía que despierta el término“interdisciplinario” y al contrario del llamado de Wallerstein a elimi-

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nar todas las distinciones entre las ciencias sociales, creo que es va-lioso reafirmar el núcleo disciplinario de la sociología. La herenciaintelectual recibida de los fundadores de la disciplina es una pers-pectiva distinta sobre los fenómenos sociales. La perspectiva no es nimás comprehensiva ni mejor que la de otras disciplinas, simplemen-te es diferente. Su contribución radica en que presenta los eventossociales desde una óptica distinta y, al hacerlo, explica elementos cla-ves que desde otra perspectiva podrían haber sido oscurecidos.

En consecuencia, cuando las teorías dominantes en la economíay, de manera creciente, en la ciencia política afirman la primacía delas preferencias individuales, la sociología afirma la primacía del con-texto social y de las relaciones sociales. Mientras estas disciplinashermanas intentan explicar los eventos en la sociedad como el resul-tado de un comportamiento racional con arreglo a medios y fines, lasociología se concentra en las consecuencias involuntarias de dichaacción intencionada debido a los efectos de las redes sociales y lasgrandes estructuras. Mientras que la economía asume que el “mer-cado” es una realidad axiomática, la sociología lo examina como unainstitución construida, concentrándose en las estructuras normati-vas y de autoridad que lo sostienen. Mientras que la ciencia políticatoma las jerarquías formales de poder dentro de grandes institucio-nes como algo dado, la sociología se concentra en las jerarquías in-formales de estatus e influencia que emergen dentro de ellas y quecon frecuencia subvierten la autoridad formal (Granovetter 1992,Hirsch et al. 1990, Portes 1998a).

La perspectiva de la sociología se centra en la dialéctica de la vidasocial, concentrándose en sus interacciones y consecuencias invo-luntarias (Portes 2000a). Creo que es importante defender el valorde esta perspectiva y la importancia de las contribuciones que puedehacer. Basados en ella, los sociólogos pueden formular explicacionesy predicciones sobre los fenómenos sociales que son originales y dife-rentes de aquéllas que surgen desde otras ópticas. No puede existiruna empresa interdisciplinaria viable si no existe primero una pers-pectiva disciplinaria clara y bien delineada. La sociología cuenta conla suya y debe usarla.

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LA CUESTIÓN DE LA TEORÍA

Las grandes narrativas

En ambas partes del hemisferio, y posiblemente en el mundo entero,resulta común oír a los sociólogos lamentar “la crisis de los paradig-mas”. Por lo anterior entienden la rápida pérdida de aceptación delas grandes teorías capaces de proporcionar interpretacionescomprehensivas de los fenómenos sociales (Garretón 1995, Barrios yBrunner 1998, Rivera 1998, Portes y Kincaid 1989). En sus respecti-vas épocas, tanto el funcionalismo estructuralista norteamericanocomo el estructuralismo marxista y neomarxista europeo proporciona-ron tales marcos teóricos generales. En Latinoamérica, la perspectivade la dependencia, desde su transformación de posición original críti-ca a una interpretación histórica general, cumplió un papel similar.

La “crisis de paradigmas” es lamentada porque dejó a la discipli-na desprovista de orientación. Al carecer de una narrativa general,la investigación sociológica es representada como una empresaatomizada, capaz sólo de captar un cúmulo de hechos sin sentido. Estolleva a una búsqueda para recobrar o descubrir el siguiente marcoteórico global que pudiera unificar y dar coherencia a toda la empre-sa. Creo que dichas quejas están equivocadas y son innecesarias.Aunque es cierto que existe una “crisis de paradigmas”, entendidacomo la caída en desgracia de las grandes teorías, su desmonte nohace retroceder la sociología sino que de hecho la impulsa. A pesarde su engañoso atractivo, estos amplios marcos interpretativos re-tardan el progreso científico por tres razones.

La primera razón es que las grandes teorías reemplazan una ló-gica empírica/inductiva por una teórica/deductiva. Armado con estagrandiosa espada, el gran teórico puede atacar cualquier problemasin albergar ninguna duda. No importa cuál sea su naturaleza –des-de la inmigración del campo a la ciudad en el Tercer Mundo, pasandopor las persistentes desigualdades raciales en el Primer Mundo, hastael surgimiento de las empresas multinacionales alrededor del mun-do–, la espada es lo suficientemente poderosa como para cortarlostodos por igual. Todo lo que se necesita es un poco de informaciónpara reinterpretar el problema y situarlo con toda seguridad dentrode los bastiones de la teoría. En los Estados Unidos, el funcionalismoestructuralista produjo relativamente muy poca investigación empí-

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rica porque se pensaba que esta teoría era lo suficientemente ampliacomo para explicar casi cualquier fenómeno social3.

El segundo inconveniente de las grandes teorías es la desproble-matización del mundo. Debido a que, desde esta perspectiva, los fe-nómenos sociales pueden ser fácilmente explicados deductivamente,existe muy poca necesidad de hacer estudios empíricos. Protegido coneste grandioso escudo, el gran teórico puede repeler exitosamentecualquier ataque del mundo empírico, ya sea ignorándolo o forzán-dolo a entrar dentro de las categorías preexistentes. Esta tendenciauniversal de todas las grandes teorías hizo que fueran constantementesorprendidas por los acontecimientos en el mundo real. De acuerdocon José Joaquín Brunner, esto fue justo lo que le sucedió a la socio-logía en Chile durante el periodo de hegemonía marxista:

A partir de 1970, el sociólogo se convierte en un ideólogo pormedio de la utilización de un nuevo paradigma (el marxismo)que le permite romper con la sociología “académica” sin aban-donar la pretensión de verdad... Las jerarquías académicasahora son determinadas por el reconocimiento político... Así, lainterpretación y aplicación de la teoría marxista se convirtióen el objeto central del trabajo sociológico, dotándolo de unsentido exegético y del ritualismo arcano propio de todas lashermenéuticas textuales. (Brunner 1988, 238-239)

En tercer lugar, las teorías generales llevan a la reificación de losconceptos. Debido a su carácter globalizante, las grandes teoríasadquieren vida propia allí donde los conceptos no encajan con la rea-lidad. La “competencia de mercado”, los “costos de transacción”, el“equilibrio social”, la “introspección normativa”, el “valor agregado”,la “lucha de clases” –para tomar sólo una muestra de conceptos– dejande representar construcciones mentales creadas con el fin de inter-pretar los fenómenos sociales y pasan a ocupar el lugar de estos últi-mos (Nagel 1961)4. Anticipándose en casi 70 años al panorama sombríodibujado por Brunner para Chile, Max Weber decía lo siguiente acercadel paradigma marxista en su Ensayos sobre metodología sociológica:

La significación heurística eminente, y hasta única, de estostipos ideales cuando se les emplea para la comparación de la

3 Ver también la crítica mordaz de C. Wright Mills (1959) a esta tradición. Para un intento igual-mente famoso de defender el funcionalismo estructuralista como paradigma viable para lainvestigación sociológica, ver Robert K. Merton (1949).

4 Para un análisis del problema de la reificación en relación con la teoría clásica, ver Portes(2000b).

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realidad respecto de ellos, y su peligrosidad en cuanto se losrepresenta como “fuerzas operantes”, “tendencias”, etc., quevalen empíricamente o que son reales (esto es, en verdad, me-tafísicas), he aquí cosas que conoce quien haya laborado con losconceptos marxistas. (Weber [1904] 1959, 92)

Los paradigmas en tanto grandes narrativas están en camino dedesaparecer. La sociología tiene su propio paradigma, que consisteapenas en unos cuantos principios axiomáticos: la autonomía de losfenómenos sociales frente a sus manifestaciones individuales, laimportancia de las normas sociales y los valores para la orientaciónde la acción humana, la construcción social de las instituciones, ladurabilidad y fuerza constrictiva de las estructuras de poder, el arrai-go de las iniciativas personales y colectivas en un contexto de rela-ciones sociales. Más allá de estos postulados, todo es objeto deproblematización y de investigación. El papel adecuado de la teoríadentro del paradigma sociológico es servir de guía para las investi-gaciones. En lugar de asfixiar los resultados de las investigaciones,las teorías deben ser modificadas a partir de ellos.

Las contribuciones latinoamericanasa las teorías de alcance intermedio

La alternativa a una “gran teoría” no es dejar de hacer teoría, sinoformular teorías que tengan un nivel suficiente de abstracción comopara organizar y guiar la investigación empírica al tiempo que sigansiendo lo suficientemente concretas como para ser modificables eincluso falseables por la investigación. La aspiración desacertada demuchos teóricos es alcanzar un nivel de generalidad lo suficientemen-te alto como para que sus pronunciamientos eludan la confrontacióncon los hechos, adquiriendo la falsa apariencia de la propia realidad.El resultado de lo anterior son los tratados exegéticos y las herme-néuticas textuales a las que se refería Brunner.

Una característica clave de una buena teoría es precisamente quesea falseable. En sus Ensayos sobre metodología sociológica, Weberllama “tipos ideales” a estos conceptos necesarios y explica condetenimiento su origen inductivo, naturaleza heurística y sus múlti-ples usos como guías para la investigación científica (Weber [1904]1959). A mediados del siglo XX, Robert Merton volvió al mismo tema,refiriéndose a este nivel de teorización como de “alcance intermedio”(Merton [1949] 1968). Una mala interpretación común del argumen-to de Merton es considerar que las teorías de alcance intermedio son

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proposiciones que se limitan a fenómenos o instituciones sociales muyespecíficas –los movimientos políticos, la criminalidad, las escuelaso las empresas–. Esta interpretación es incorrecta. El alcance inter-medio no se refiere al tema específico al que es aplicado la teoría sinoa su nivel de abstracción relativo: se trata de un punto medio entrelas leyes omnicomprensivas y las generalizaciones empíricas concre-tas. Así, la propia teoría de Merton de las “expectativas de duraciónsocialmente compartidas”, acuñada para denotar la temporalidadnormativa de los eventos sociales, es empíricamente medible y apli-cable en múltiples escenarios (Merton 1984). Aquellos que despre-cian las teorías de alcance intermedio y las califican de limitadas omediocres cometen un grave error, porque es a este nivel que la teoríagenera conocimiento y es una guía para las investigaciones futuras.

A pesar de su propensión a las grandes narrativas, la sociologíalatinoamericana ha contribuido a las teorías de alcance intermedio.Como lo señala González Casanova (1998), la teoría de la margina-lidad, introducida por Gino Germani en la Universidad de BuenosAires, esclareció ciertas características de la pobreza en la región ysus dinámicas particulares. La teoría era lo suficientemente abstractacomo para abarcar una gran cantidad de información empírica, perolo suficientemente precisa para ser medible y sujeta a modificación,tal y como sucedió en muchos estudios detallados en Argentina, Bra-sil, Chile y otros países (Nun 1969, Desal 1969).

En la misma categoría se encuentra la teoría del colonialismointerno que debe mucho a varios sociólogos latinoamericanos, inclu-yendo a González Casanova. Los estudios en países con una alta pre-sencia indígena fueron terrenos fértiles para el surgimiento de dichateoría, en la medida en que se caracterizaban por una profunda seg-mentación de esta población mayoritariamente rural en relación conla población dominante urbana de origen europeo. La brecha superóen distintas formas las diferencias normalmente asociadas con lasclases sociales en sociedades industrializadas: la población indígenacolonizada ni experimentaba una movilidad ascendente entre gene-raciones ni era considerada por los grupos dominantes como partede la “misma” sociedad (González Casanova 1969, Stavenhagen 1965,Roberts 1978). La condición servil de estas colonias internas jugó unpapel clave para la consolidación de sociedades altamente desigua-les en la región.

La tercera de estas teorías es la tipología “centro-periferia”, de-sarrollada originalmente por Raúl Prebisch (1950, 1964, 1986). Tal y

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como lo utilizó el economista argentino, el “centro-periferia” no eraun deus ex machina que podía explicar todo lo que iba mal en Lati-noamérica, sino un medio para demostrar las diferencias sistemáti-cas en la organización del capitalismo y en los mecanismos para laapropiación de la plusvalía en el mundo industrializado y en los paí-ses periféricos. Así, mientras que en el centro las ganancias produc-tivas eran parcialmente convertidas en salarios altos, en la periferiase convertían principalmente en utilidades empresariales adiciona-les. Y mientras las manufacturas de exportación del Primer Mundogozaban de una demanda elástica continua, las exportaciones agrí-colas del Tercer Mundo enfrentaban una inelasticidad creciente, loque generaba perennes desbalances comerciales (Prebisch 1986, Por-tes y Walton 1981).

Las teorías que las ciencias sociales latinoamericanas introduje-ron, desarrollaron o popularizaron tienen en común un énfasis en lacondición de subdesarrollo y sus distintas manifestaciones en la re-gión. La teoría de la marginalidad se concentró principalmente enlos pobres urbanos, definidos como una población económicamenteredundante; la teoría del colonialismo interno cumplió un papel si-milar frente a los indígenas pobres de las zonas rurales, definidoscomo una subclase permanentemente explotada que crea gananciaspara los terratenientes nacionales y extranjeros. Finalmente, latipología del “centro-periferia” tomó a la región como un modelo, con-centrándose en su inserción particular y económicamente subordi-nada en la economía global. El énfasis en el diagnóstico de los malesdel subdesarrollo fue compartido por la gran teoría que dominó lasociología latinoamericana a finales del siglo XX, la teoría de la de-pendencia (Dos Santos 1970, 180).

MIRANDO HACIA DELANTE:UNA AGENDA CONCEPTUAL

Uno de los problemas de una ciencia social aprisionada en grandesteorías es su tendencia a presentar proyectos futuros demasiado ge-neralizados que a menudo se van a pique en su etapa de implemen-tación. Así, las versiones más radicales de la teoría de la dependenciaconcluyeron que la única solución para el subdesarrollo era la revo-lución popular y la autarquía económica. Semejantes intentos deretirarse de la economía mundial produjeron muchas consecuenciastrágicas y no condujeron, en ningún ejemplo conocido, a sus fines

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declarados. Más recientemente, los seguidores de una ideología opues-ta, la economía neoclásica, han impulsado la liberalización del mer-cado y el desmonte de la presencia estatal en la economía comofórmulas mágicas que llevarían a un crecimiento sostenido y al ple-no empleo. El capítulo 2 de este libro y otros estudios (Filgueira 1996,Sunkel 2001, Portes 1997) documentan ampliamente los resultadosde dichas políticas y su tendencia a incrementar la desigualdad so-cial y a degradar las condiciones de las clases trabajadoras.

Siempre hay un atisbo de verdad en toda gran narrativa. El pro-blema con las fórmulas demasiado generales que proponen es quecarecen de una verdadera perspectiva sociológica. El contexto juegaun papel importante, y políticas idénticas pueden tener éxito o fra-casar dependiendo de las estructuras sociales en las que sean inser-tadas. En lugar de esta aproximación fallida, deberíamos considerarla aplicación de muchas teorías de alcance intermedio recientemen-te introducidas en la sociología económica y en la sociología del desa-rrollo que cuentan con el potencial para dar nuevo vigor a la disciplinay proporcionar herramientas para diseñar programas de desarrolloefectivos. Estas teorías no forman un único marco, sino que deberíanser concebidas como una “caja de herramientas” de tipos ideales úti-les. Esta aproximación pragmática a la teorización parece ser prefe-rible, por las razones que ya hemos visto, a los paradigmas generalesdel pasado.

El capital social/cultural

Como se explica en mayor detalle en el capítulo 5, los conceptos ge-melos de capital social y cultural, introducidos por el sociólogo fran-cés Pierre Bourdieu, llaman la atención sobre los recursos con quecuentan los individuos y las comunidades en virtud de sus lazos so-ciales, y sobre el carácter intercambiable de estos recursos con elcapital monetario. Los actores que cuentan con redes sociales exten-sas y diversificadas y que han aprendido los modos “adecuados” pue-den movilizar recursos económicos mucho más fácilmente que otraspersonas en los mismos círculos. Las comunidades que están dota-das de lazos densos de reciprocidad y solidaridad pueden reservarrecursos para poner en marcha emprendimientos comerciales viables,lo que conduce al crecimiento sostenido (Bourdieu 1980, 1985).

El valor heurístico de estos conceptos llevó a su popularizaciónpor parte de académicos mucho menos cuidadosos que Bourdieu y a

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su transformación en una explicación fácil para los temas másdisímiles. Así, el politólogo Robert Putnam adquirió notoriedad alatribuir a la ausencia de capital social resultados tan variados comoel fracaso de la democracia en los países de Europa del Este, la po-breza y violencia de los guetos urbanos de los Estados Unidos y elestancamiento económico de las ciudades del sur de Italia. Dichasexplicaciones tienden a ser tautológicas porque infieren la presenciao ausencia del capital social de los propios resultados que le son atri-buidos. En consecuencia, si una ciudad o nación es próspera y estábien gobernada, es porque tiene capital social; si se está en presen-cia del caso opuesto, entonces es obvio que se carece de este recurso(Putnam 1993).

En este grado de abstracción, el capital social es un sinónimo de“espíritu cívico” y no es un concepto muy útil. Resultan más útileslas aplicaciones de esta teoría a comunidades delimitadas, como lospueblos o los barrios. Esto se debe a que, en este grado de abstrac-ción, la densidad relativa de las redes sociales dentro de las comuni-dades objeto de estudio puede ser medida y el origen histórico de susolidaridad interna, así como la presencia o ausencia de confianzainterpersonal pueden rastrearse.

El capital social en las comunidades puede ser definido como losrecursos para ellas disponibles en virtud de la existencia de redessociales y estructuras sociales más amplias de las que forman partesus miembros. El capital social comunitario tiene dos manifestacio-nes principales y observables: la solidaridad delimitada es el nivelde lealtad manifestado por los miembros entre sí, es una especie de“sentimiento común” que genera un comportamiento de apoyo mu-tuo en las relaciones con el mundo exterior; la confianza exigible esla seguridad de que las obligaciones individuales serán respetadas,gracias al poder sancionador de la comunidad. En comunidades quecuentan con niveles altos de capital social, hay muy poca necesidadde recurrir a contratos formales o abogados, pues la amenaza delostracismo u otras sanciones sociales actúan como garantes del com-portamiento normativo (Portes y Sensenbrenner 1993, Portes 1995).

El capital cultural puede ser definido como el repertorio de cono-cimiento del que disponen comunidades específicas para adaptarsea su medioambiente físico y social y para alcanzar sus metas. Éstecrece a partir de una historia compartida y es transmitido por mediodel proceso de socialización. El capital cultural incluye la educación

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formal y una amplia gama de destrezas informales prácticas y socia-les transmitidas de generación en generación (Bourdieu 1985). Aun-que menos teorizado que el capital social y hasta ahora menosutilizado en las investigaciones empíricas, el capital cultural tambiénes medible y susceptible de ser incluido en hipótesis relacionadas conla receptividad a las innovaciones y con la viabilidad de las iniciati-vas de desarrollo comunitario. Estudios más recientes han indagadosobre “el lado malo” de este fenómeno y sus posibles consecuenciasnegativas. Por ejemplo, niveles altos de capital social en un grupoparticular pueden facilitar su acceso a recursos privilegiados, exclu-yendo al mismo tiempo a los demás grupos. La existencia en unacomunidad de confianza exigible requiere niveles altos de supervi-sión mutua que pueden sofocar la iniciativa individual y la libertad.Las orientaciones culturales y las “formas de hacer las cosas” de ungrupo particular transmitidas intergeneracionalmente pueden resul-tar inútiles de cara a las innovaciones tecnológicas y crear barreraspara una adaptación exitosa a ellas (Portes y Landolt 1996, Portes1998c). Así, al igual que otros procesos sociales, la presencia de capi-tal cultural puede generar tanto beneficios como costos latentes yproducir consecuencias divergentes para actores situados en posicio-nes diferentes. La figura 1 resume gráficamente estas dinámicas.

Positivo:• Apoyo mutuo en

actividades• Proyectos económicos y

de infraestructura viables• Articulación política

efectiva de exigencias

Tradiciones empresariales/artesanales; movilizaciónpolítica pasada

Orígenes étnicos comunes;resistencia al colonialismo

Capital cultural• Educación formal• Repertorio de

destrezas informales

Figura 1Capital social, capital cultural y desarrollo comunitario

Capital social• Solidaridad vinculada• Confianza exigible

con una serie deconsecuencias queincluyen:

Orígenes históricos que generan

Negativo:• Exclusión de los

extraños• Restricciones a la

libertad individual• Resistencia a las

innovaciones culturales/tecnológicas

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Estos conceptos gemelos suministran un punto de partida útilpara el análisis del cambio social en el nivel de la vida comunitaria ypara una agenda de investigación diversificada sobre sus orígenes yefectos. En Centroamérica, Pérez-Sainz ha hecho estudios pionerossobre la introducción teórica y aplicación empírica del capital social.Sus estudios sobre este fenómeno y sus efectos en varios pueblos ycomunidades de Costa Rica y Guatemala representan una alternati-va que vale la pena seguir (Pérez-Sainz 1994, 1996). Aunque menosutilizado hasta ahora, el capital cultural también resulta promete-dor para el estudio de las hasta ahora inexploradas diferencias entrelas clases sociales, las instituciones y las comunidades locales.

Las cadenas globales de mercancías

Una cadena de mercancías es definida como la variedad de actividadesrequeridas para el diseño, producción y mercadeo de un producto. Demanera creciente, las cadenas de mercancías se han globalizado, nosólo en el mercadeo del producto final, sino también en su produc-ción y diseño. Las cadenas de mercancías son importantes porquerepresentan el “funcionamiento interno” del desarrollo económico.Mientras que las grandes teorías y los expertos en política puedenparecer muy elocuentes cuando hablan sobre los méritos relativos dediferentes modelos de desarrollo, lo que en verdad determina los cam-bios de un país en materia de crecimiento económico y absorción la-boral es la forma como está organizado su aparato de producción ycomo se inserta en los círculos globales de comercio5.

Gary Gereffi y sus colaboradores han llevado a cabo un amplioprograma de investigación basado en esta teoría de alcance interme-dio, vinculándolo tanto con las políticas de sustitución de importa-ciones como con aquellas orientadas hacia la exportación en Asia yLatinoamérica. Su investigación los ha llevado a muchas conclusio-nes importantes. De acuerdo con ellos, los países en proceso de in-dustrialización de Asia y Latinoamérica no se diferenciaron muchoentre sí en la adopción de las políticas de sustitución de importacio-nes diseñadas para proteger a los productores domésticos, a las quesiguió un giro hacia la promoción de las exportaciones. Mientras queel factor tiempo puede haber sido diferente, la evolución de los mo-delos de política económica fue la misma. La verdadera diferencia

5 Ver la colección editada por Gary Gereffi y Miguel Korzeniewicz (1994).

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significativa fue el carácter de las cadenas de mercancías implanta-das en cada región (Gereffi y Korzeniewicz 1994, Gereffi 1989).

Gereffi formula una distinción clave entre las cadenas “impulsa-das por el productor” y aquellas “impulsadas por el comprador”. Comolo ilustra la figura 2, las cadenas impulsadas por el productor sonaquellas en las que las grandes empresas multinacionales intentancontrolar todos los aspectos de la producción –desde el suministro dela materia prima hasta el mercadeo final del producto–. Esta“internalización” de las diferentes etapas de la producción y la ventaes característica de los grandes conglomerados automotrices, aero-

Figura 2La organización de las cadenas de mercancías impulsadaspor el productor y por el comprador

Cadenas de mercancías impulsadas por el productor

Subsidiarias ysubcontratistas domésticos

y extranjeros

Fabricantes Distribuidores Minoristas ydistribuidores

➤ ➤

➤ ➤ ➤ ➤

MERCADOESTADOUNIDENSE

EXTERIOR

Mercados de marcas

Minoristas

Fabricantes de marca

Fuente: Adaptado de Gary Gereffi (2001).

Comerciantes

Compradores exteriores

Fábricas

Cadenas de mercancías impulsadas por el comprador

➤➤

➤➤

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náuticos y de semiconductores. Dichas empresas no sólo controlan elproducto final sino que además emplean múltiples capas desubcontratistas organizados en “escalafones” sucesivos por tamañoy complejidad. Por otra parte, las cadenas impulsadas por el com-prador son aquellas industrias en las que los grandes comerciantesal por menor y las empresas basadas en el mercadeo de su marcacumplen un papel clave y subcontratan la producción de toda la ca-dena con plantas ubicadas en el Tercer Mundo. Como se muestra enla figura 2, estas son “empresas sin fábricas” cuyo papel descansa enla fase inicial del diseño y en las etapas finales del mercadeo, peroque en realidad no producen nada (Gereffi 1999).

Este patrón de la industrialización impulsada por el compradorse ha hecho común en los bienes de consumo de trabajo intensivo comoropa, calzado, juguetes y artículos electrónicos. La diferencia claveentre los dos tipos de cadenas yace en el locus de control y apropia-ción de las ganancias. En las cadenas impulsadas por el productor,éste descansa en la empresa industrial central –Ford, GM, Toyota,Boeing, etc.–. En las cadenas impulsadas por el comprador, yace enlos comerciantes –sean grandes almacenes de cadena como Sears oWal-Mart o marcas como The Gap o Nike–. El hecho de que estascompañías no produzcan nada no les impide apropiarse de la mayorparte de los beneficios. Su fórmula es simplemente “comprar barato”a contratistas dispersos del Tercer Mundo y “vender caro” a los clien-tes en los mercados del Primer Mundo (Gereffi 1999).

El surgimiento de las cadenas de mercancías impulsadas por elcomprador dio lugar a la paradoja, enfatizada por Arrighi, de que hoyen día un país puede industrializarse por completo y seguir siendopobre debido a que el grueso del valor agregado que produce es des-viado al extranjero (Arrighi 1994). Esta nueva forma de intercambiodesigual crea una paradoja para los gobiernos de las naciones en in-dustrialización: para fomentar el crecimiento y el empleo debeninvolucrarse en los círculos de comercio global, usando cualquier re-curso que los haga competitivos; si tal recurso es únicamente el tra-bajo abundante y barato, dicha inserción puede perpetuar la pobrezade su país: de productores de alimentos y materias primas a bajo costo,simplemente pasarían a ser productores de bienes industriales a bajocosto, mientras que el grueso de las ganancias fluyen hacia el exterior.

En este punto, Gereffi hace una segunda distinción clave entreproducción de ensamblaje, manufactura original de equipos (MOE)

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y manufactura original de marcas (MOM). La producción de ensam-blaje es la más simple y es el “punto de entrada” en las cadenasglobales, en donde las plantas del Tercer Mundo apenas ensamblanproductos de consumo como prendas de vestir, calzado y juguetes apartir de partes y diseños traídos del exterior. La MOE refleja unescenario más avanzado de la subcontratación (outsourcing), dondelas empresas industriales tienen la capacidad para subcontratar lo-calmente la elaboración de partes y para fabricar todo el productosegún los estándares internacionales de calidad. Esta etapa común-mente incluye un cambio cualitativo desde los productos simples,como la ropa, hasta unos que tengan mayor valor agregado, como losartículos electrónicos de consumo. Por último, las empresas MOMrepresentan una fase más avanzada de la manufactura de exporta-ción, en la cual las empresas productoras son lo suficientementemaduras como para diseñar sus propios productos y comercializar-los bajo sus propias marcas. El cambio de las grandes empresas in-dustriales japonesas hacia esta modalidad señaló la transformacióndel país en uno de los principales actores de la economía mundial(Gereffi 1989, 1999). Hasta ahora, sólo Japón y en menor medidaCorea del Sur se las han arreglado para irrumpir en esta fase dedesarrollo de sus propias cadenas impulsadas por el productor.

Esta tipología de alcance intermedio demuestra ser útil para en-tender las diferencias entre los países asiáticos y latinoamericanos,y para proporcionar un marco dentro del cual analizar los resultadosde los diferentes modelos de desarrollo. Hasta ahora, la exportaciónlatinoamericana de manufacturas ha sido relegada o bien a activida-des de ensamblaje o bien a un papel subordinado en las cadenas im-pulsadas por el productor y controladas por las multinacionalesextranjeras, como las de automóviles y electrodomésticos. Hay muypocos productores MOE que subcontraten la plena producción deartículos electrónicos de consumo o vestido para los minoristas delPrimer Mundo. Las “marcas” latinoamericanas en el mercado mun-dial están limitadas a bienes estrechamente ligados con la agricultura,como vinos, café y cigarrillos. Incluso en los anteriores, la apropia-ción de las ganancias es desviada hacia los mayoristas o minoristasfinales. Posiblemente, el único ejemplo exitoso de producción MOEen la región es la empresa brasilera Embraer, una fábrica de avionesiniciada por el Estado. El ingreso de Embraer en la competencia glo-bal ha estado acompañado por muchos intentos realizados por com-petidores del Primer Mundo que buscan, en esencia, hacer que Brasil

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regrese al estatus de exportador industrial subordinado (LatinAmerican Weekly Report 2001, 65).

En síntesis, el marco de las cadenas de mercancías ofrece un puntode partida para la comprensión de las posibilidades económicas lati-noamericanas que va mucho más allá de los análisis basados en laperspectiva clásica de los “modelos de desarrollo”. También abre unaserie de temas importantes acerca del futuro de los países latinoa-mericanos en una economía cada vez más globalizada. Como lo seña-la Gereffi, dichos temas incluyen

... los mecanismos mediante los cuales las empresas aprendendentro de las redes de comercio, las trayectorias típicas entreroles de exportación y las condiciones organizacionales quefacilitan el proceso de ascenso industrial, tales como el paso delas redes de ensamblaje a las de producción completa. (Gereffi1999)

El transnacionalismo

Como se explica con detenimiento en el capítulo 6, aunque es utiliza-do en diferentes contextos y con significados distintos, el concepto detransnacionalismo se usa cada vez más para describir los campossociales creados por las personas que migran a países avanzados yreducen así la brecha existente entre sus comunidades actuales y susnaciones de origen. Debido a su condición económica subordinada enel sistema global, Latinoamérica no sólo se ha convertido en unexportador de materias primas, alimentos y productos ensambladossino también de personas. El carácter cada vez más transnacionalde estas economías supone no sólo su creciente dependencia de laexportación, sino también mayor información y acceso de su pobla-ción a las condiciones de vida en el extranjero (Portes 1996, 1999).

La acometida implacable de las empresas multinacionales paraexpandir su cuota de mercado conduce a su presencia creciente enlos países menos desarrollados, lo que expone a sus ciudadanos a laatracción del consumismo, los precios bajos, el crédito y el acceso almundo avanzado por medio de la comunicación electrónica o los via-jes aéreos baratos. No debería ser motivo de sorpresa que aproxima-damente un décimo de la población de países como México, ElSalvador, República Dominicana y Haití viva en el extranjero. Muchospaíses latinoamericanos tienen su “segunda ciudad” (por número dehabitantes) en los Estados Unidos –principalmente en Nueva York,Los Ángeles y Miami (Guarnizo y Smith 1998, Landolt et al. 1999).

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Aunque la emigración desde los países suramericanos no alcan-za los niveles de la proveniente de México y el Caribe, también estácreciendo rápidamente. La migración colombiana hacia los EstadosUnidos, que se analiza en mayor detalle en el capítulo 6, se ha ma-sificado, impulsada por la violencia y la inestabilidad económica delpaís. Estudios recientes han descubierto varias ciudades y regioneslatinoamericanas que se han transformado por completo por la emi-gración masiva. Este es el caso de Governador Valadares en Brasil yde Otavalo y Cuenca en Ecuador (Levitt 2001, Kyle 1999).

En el pasado, la migración no aparecía de manera significativaen los análisis económicos o sociológicos del desarrollo latinoameri-cano. Desde el punto de vista público y oficial, los primeros inmi-grantes fueron considerados casi como desertores. Cuando el flujoincluyó una cantidad sustancial de profesionales y técnicos, se ledeploró como una “fuga de cerebros” que privaba a los países pobresde sus miembros talentosos en beneficio del mundo desarrollado(Glaser y Habers 1974, Oteiza 1971). Estas perspectivas no tuvieron encuenta la posibilidad de que los migrantes pudieran regresar y es-tablecer redes cada vez más fuertes entre sus lugares de origen ydestino. Las mismas tecnologías de comunicación y transporte quefacilitaron su salida permitieron que los migrantes desarrollaran unflujo continuo de información y recursos de ida y vuelta que trans-forma el carácter tanto de sus comunidades de origen como de suslugares de asentamiento en el extranjero.

El trasnacionalismo es el concepto acuñado en la teoría sociológi-ca para referirse a este fenómeno, y “comunidades transnacionales”es el término bajo el que se estudian sus consecuencias más visibles6 .A diferencia de las actividades “multinacionales” de las empresasglobales y de las relaciones “internacionales” dirigidas por los Esta-dos, el “trasnacionalismo” abarca los contactos transfronterizos nooficiales iniciados y sostenidos por inmigrantes y sus contrapartesen el país natal. Los campos sociales así creados incluyen empresaseconómicas que buscan capitalizar las oportunidades en las áreasemisoras y receptoras, así como las movilizaciones políticas, los even-tos culturales y los intercambios religiosos. Las comunidades indí-genas pueden encontrar una voz poderosa para expresar sus

6 Ver la colección de artículos de investigación editada por Alejandro Portes, Luis E. Guarnizoy Patricia Landolt, bajo el título “Transnational Communities,” Ethnic and Racial Studies, 22,número especial, marzo de 1999.

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reivindicaciones al publicitarlas por intermedio de sus migrantes alPrimer Mundo. Las ciudades empobrecidas pueden encontrar un ca-mino para evitar la inercia gubernamental gracias a la financiaciónde las muy necesitadas obras públicas por parte de sus diásporas.Las iglesias, católica y protestante por igual, ingresan en el campotransnacional y proporcionan guía y protección para sus feligresesen el extranjero y, a cambio, canalizan sus remesas y donaciones haciaproyectos religiosos en casa (Smith 1998, Popkin 1999).

La investigación sociológica reciente sobre el trasnacionalismo es-tablece el crecimiento y alcance de este fenómeno y también explorasus principales causas. La figura 3 presenta la serie de tipos y conse-cuencias observados tanto en las áreas de asentamiento migratorioen los países del Primer Mundo como en los países y comunidades deorigen. Como se verá en el capítulo 6, los estudios acerca de los facto-res determinantes del transnacionalismo establecen que los contex-tos de salida y recepción de flujos particulares de inmigrantes afectandecisivamente los tipos de actividades en las que éstos se ven involu-crados. Los mismos estudios indican que son los inmigrantes mejoreducados y legalmente más seguros, y no aquellos que se encuentranen una situación más marginal, quienes cuentan con una mayor pro-babilidad de involucrarse en actividades transnacionales, sean estaseconómicas o políticas (Landolt 2000, Itzigsohn et al. 1999, Guarnizoy Portes 2001).

El concepto es adecuado para guiar un programa de investiga-ción útil: es lo suficientemente abstracto como para abarcar una vas-ta serie de fenómenos empíricos y lo suficientemente concreto comopara ser modificado y refinado por estudios de los mismos temas. Entanto los gobiernos de los países emisores se involucran en el campotransnacional al otorgar la doble nacionalidad y el derecho al voto asus nacionales en el extranjero, intentando influenciar sus lealtades,los estudios de este fenómeno adquieren una importancia que raravez fue notada por las teorías del desarrollo (Smith 1998, Levitt 2001,Landolt et al. 1999). Los gobiernos de los países de origen se han vis-to obligados a actuar debido al tamaño de las remesas de inmigrantes–que en algunos casos se acercan o superan el valor de las exporta-ciones tradicionales– y por la creciente influencia política y culturalde los expatriados. A su vez, los intentos gubernamentales para co-optar y canalizar estas iniciativas esencialmente de base originan unacompleja dinámica que conduce a numerosos resultados inesperados.

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Figura 3Tipos y consecuencias del transnacionalismo inmigrante

Escenario Tipogeográfico Económico Político Religioso Cultural

•Creación degrupos teatralesy musicalespara actuaren lascomunidadesde emigrantes.

País natal

Exterior •Empresariadotransnacionalcomoalternativa altrabajo desalario bajo.

•Movilizacionesen beneficio decausas en elpaís natal.

•Establecimientode ramas“extranjeras”de partidospolíticos.

•Reorganizaciónde las iglesiaslocales pararesponder a laspreocupacionesmigratorias.

•Festivalesartísticosy musicalesorganizadosen lascomunidadesinmigrantes.

Comunidadnatal

•Inversiones delos inmigrantesen bienesraíces,construcción ycomercio.

•Comités cívicosde planeacióny fondos paraobras públicas.

•Autoridadeslocaleselegidas con elapoyo deemigrantes.

•Parroquiaslocalesfortalecidas porlas donacionesde emigrantes.

•Viajes alextranjero demiembros de laiglesia localpara asistir alos expatriados.

•La industriamusical esreorganizadabinacionalmente.

•Se adoptaniniciativasgubernamentalespara apoyar ladifusión de laculturanacional en elextranjero.

•Las iglesiasorganizanintercambiosbinacionales declérigos ysacerdotes.

•Aprobación deleyes quegarantizan ladoblenacionalidad yel derecho alvoto parafortalecer laslealtades de losmigrantes.

•Las remesas deemigrantes seconvierten enuna fuenteclave deintercambioexterior.

Roberts y sus colaboradores han realizado una prometedora in-cursión en estos procesos, aplicando una versión modificada de lafamosa trilogía de Hirschman de la salida, voz y lealtad (Roberts etal. 1999). Como lo señalan estos autores, las formas en que se pre-senta la interacción entre el gobierno y las comunidades de migrantesson novedosas y paradójicas: los migrantes adquieren una nueva “voz”en la política nacional precisamente “saliendo” de sus países nativos;

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aunque su “lealtad” puede seguir firmemente apegada a sus comuni-dades de origen, este sentimiento no se extiende necesariamente algobierno o partido gobernante. Los gobiernos fortalecen sus diásporascomo un aliciente para preservar sus lealtades y contribuciones fi-nancieras pero, al hacerlo, se exponen a las movilizaciones de baseimpulsadas por los migrantes, quienes buscan cambiar, subvertir oincluso derrocar el sistema político actual (Roberts et al. 1999,Fitzgerald 2000). Estas dinámicas requieren más investigación yreflexión teórica, especialmente por parte de los investigadores delas naciones de origen.

El Estado arraigado/weberiano

Los estudios sobre el desarrollo económico en Latinoamérica hanenfatizado de manera consistente el papel del Estado, bien como unmotor o un obstáculo del crecimiento. La visión positiva del Estadoen el desarrollo está estrechamente asociada con el trabajo de RaúlPrebisch y con la defensa temprana de la industrialización por partede la Cepal, a través de la sustitución de importaciones (Prebisch1950, Cardoso y Faletto 1979, Sunkel 2001). Como lo comenté en elcapítulo anterior, la visión negativa que ha llegado a prevalecer enlos círculos políticos refleja el resurgimiento de la teoría neoclásica yde una desconfianza “smithniana” en la intervención del Estado enlos mercados (Portes 1997, Evans 1989). En cualquiera de las versio-nes, el Estado es comúnmente representado como un ente uniformeo monolítico –una caja negra institucional sin diferencias que se es-pera que actúe de manera similar en todos los países.

Los estudios de caso sobre el papel de las entidades estatales enel desarrollo han mostrado de manera reiterada cuán equivocadasestán estas perspectivas. Existe mucha contingencia e inconsisten-cia en el carácter y consecuencias de la acción estatal, por lo que elmismo “modelo” de desarrollo puede generar resultados exitosos enalgunos países y fracasar en otros. Al intentar explicar estas diferen-cias, Evans enfatiza el carácter del propio aparato estatal, es decir,el reclutamiento y funcionamiento de las burocracias gubernamen-tales centrales. Inicialmente, Evans desarrolló una tipología que ibadesde los Estados “depredadores” que saquean sin más consideraciónpor el bienestar de la ciudadanía que la que tiene un depredador porsu presa (Evans 1989, 562), hasta los Estados “desarrollistas” queson capaces de lanzar e implementar iniciativas empresariales a lar-go plazo. Zaire bajo Mobutu Sese-Seko fue utilizado como el ejemplo

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paradigmático del primer tipo, y Singapur y Japón como ilustracio-nes del segundo.

Esta tipología no fue lo suficientemente lejos en la identificaciónde cuáles características del Estado jugaban un papel clave en lageneración de estancamiento o crecimiento sostenido. En un trabajosubsiguiente, Evans desarrolló dos conceptos que cumplieron esteimportante papel diferenciador: la “weberianidad,” esto es, la medi-da en que un aparato estatal se aproximaba al tipo ideal de Weber dela burocracia como una organización meritocrática, internamentecohesionada y orientada por las reglas, y el “arraigo” (embeddedness),esto es, la medida en que dicha burocracia es capaz de cultivar, guiary coordinar las iniciativas empresariales privadas* .

En la medida en que el aparato estatal se acerque al tipo idealweberiano adquiere un esprit de corps mayor y se hace resistente ala corrupción. Liberándose a sí mismas de los intereses rentísticosprivados, las agencias oficiales son capaces de implementar iniciati-vas a largo plazo que requieren una orientación e inversión sosteni-das. No obstante, el costo de esta autonomía es que el Estado se tornacada vez más distante de la sociedad y pierde contacto con sus ele-mentos más dinámicos. Es en este punto donde el “arraigo” entra enescena con poderosas agencias estatales que patrocinan y cultivan eldesarrollo de empresas privadas competitivas. La historia del MITI,el Ministerio Japonés de Industria y Comercio, investigada meticu-losamente por Chalmers Johnson, es utilizada por Evans como elejemplo arquetípico de la “autonomía arraigada” del Estado (Evans1995). La figura 4 resume el argumento de Evans como una serie derespuestas a los sucesivos dilemas que se enfrentan durante el pro-ceso de desarrollo nacional.

Existen problemas lógicos con la propuesta teórica del “arraigo”porque Evans no ha podido proporcionar indicadores empíricos queno provengan de casos exitosos de desarrollo, lo que hace que el ar-gumento sea parcialmente circular (Portes 2000a). La “weberianidad”descansa sobre bases más sólidas porque es posible, en principio, crearmedidas independientes sobre la calidad de las burocracias estata-

* Sobre el significado del concepto de “arraigo” (embeddedness) en la sociología y la econo-mía política contemporánea, ver la Nota del editor al comienzo del capítulo 3. En la teoría deEvans, el término denota específicamente el arraigo de la burocracia estatal en la sociedad,esto es, los vínculos y flujos de comunicación entre los agentes estatales y los agentes econó-micos privados que pueden permitir el avance de un plan coordinado de desarrollo económi-co que involucra a los sectores público y privado. [Nota del editor].

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les. De hecho, esto fue lo que Evans hizo en su trabajo de investiga-ción subsiguiente a través de una escala de “weberianidad” que ela-boró para cerca de 40 países menos desarrollados con base en criterioscomo el reclutamiento a través de exámenes públicos, los escalafo-nes de carrera que recompensan la ocupación a largo plazo y los sa-larios competitivos (Evans y Rauch 1999).

Evans y Rauch mostraron que su escala de “weberianidad” en lamuestra no sólo se correlacionaba de manera importante con el cre-cimiento del PIB per cápita, sino que mantenía un significativo efec-to positivo sobre el crecimiento del PIB una vez se controlaba el efectode variables independientes tradicionales tales como el PIB inicial,la educación promedio de la población adulta y las tasas de inversiónde capital. La figura 5 muestra el punto de localización de los paísesindividuales en la escala, ilustrando la baja calidad de la mayoría delos Estados latinoamericanos.

La autonomía arraigada ofrece un valioso punto de entrada con-ceptual para el análisis de la paradoja que ha plagado las grandes

Figura 4La teoría de Evans de la autonomía arraigada

Solución: Abrir la economía alas fuerzas del mercado.

Solución: Involucrar al Estadoen la economía como protectorde las nuevas industrias.

Solución: Construir unaburocracia estatal de “tipoweberiano”.

Solución: “Arraigar”selectivamente al Estado en lasociedad civil, cultivandosectores económicosestratégicos.

Problema: ¿Cómo provocar elcrecimiento de las economíasnacionales?

Problema: ¿Cómo evitar laespecialización en exportacionescon bajo valor agregado?

Problema: ¿Cómo evitar quelos intereses privados acaparenlos privilegios estatales?

Problema: ¿Cómo evitar elaislamiento de la sociedad y unaorientación egoísta por parte dela burocracia?

Resultado: Competitividadinternacional y crecimientoeconómico sostenido(Japón, Corea del Sur, Taiwán).

Fuente: Portes (2000a), basado en Evans (1995).

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narrativas del desarrollo, sin importar su origen ideológico. Es unhecho que, a pesar de una posición común de subordinación y de unacarencia inicial de recursos, algunos países han sido capaces de avan-zar más rápidamente que otros. Aunque indudablemente las condi-ciones económicas externas y las restricciones son importantes, cadavez resulta más evidente que los factores institucionales endógenostambién juegan un papel clave. Dentro de estos, no hay otro másimportante que el carácter de las burocracias estatales y su habili-dad para reorganizar y liderar la sociedad, en lugar de dejarse atra-par por los intereses rentísticos privados. La “weberianidad” de Evanses un buen término, no sólo porque honra a uno de los fundadores dela disciplina sino porque alberga la promesa de una sólida contribu-ción sociológica al análisis del cambio económico.

Figura 5“Weberianidad” del Estado y crecimiento del PIB per cápita(1970-1999)

Nota: La figura muestra la relación entre la escala de weberianidad (eje X) y el cambioporcentual del PIB per cápita que no es explicado por las variables tradicionales (PIB yescolaridad en 1965) (eje Y).Fuente: Evans y Rauch (1999).

-200

300

200

100

0

-100

0 2 4 6 8 10 12 14

KeniaNigeria

Ecuador

Haiti

ArgentinaZaire Perú

Chile

Filipinas

Costa Rica

Grecia

Colombia India

Tailandia

Sri Lanka

Guatemala

Repúb l i caDominicana

Portugal

Siria

Marruecos

TurquíaBrasil

Egipto

IsraelCosta de Marfil

Pakistán

Malasia

Hong Kong Korea

Taiwan

Singapur

Túnez

México

Uruguay

Cam

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España

Escala de weberianidad“ ”

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CONCLUSIÓN

Los conceptos estudiados en este capítulo hacen parte de la propues-ta de una nueva agenda teórica y de investigación. Aunque no fueronpresentados siguiendo un orden particular, tienen dos característicascomunes. En primer lugar, como se señaló, proporcionan un asideroanalítico para aproximarse a vastas cantidades de material empíri-co, a la vez que pueden ser modificados por los resultados de la in-vestigación. Al contrario de las grandes narrativas, una característicaclave de los conceptos de alcance intermedio es que orientan la in-vestigación al llamar la atención sobre ciertos aspectos del fenóme-no objeto de estudio, sin anticipar el resultado. De esta forma dejanespacio para los hallazgos inductivos que fueron marginados por elrazonamiento deductivo del pasado.

En segundo lugar, este conjunto de conceptos está orientado ha-cia el futuro. En otras palabras, no se dirige principalmente a lasraíces históricas del subdesarrollo sino que busca explorar los me-dios para superarlo en el entorno comunitario o nacional. La pers-pectiva de la dependencia nos dio elementos demasiado generalesacerca de los orígenes de la pobreza y la subordinación de Lati-noamérica. Por el contrario, la familia de conceptos que se acaba dereseñar señala caminos concretos de acción para evitar las restric-ciones impuestas por el atraso económico y político.

Bajo ciertas condiciones, las comunidades pueden movilizar sucapital social y cultural para superar la escasez material a través deesfuerzos para mejorar el consumo colectivo y desarrollar empresaseconómicas viables. El ingreso en una cadena de mercancías repre-senta el primer paso de un proceso de aprendizaje que, cuando estádirigido adecuadamente, puede llevar a la innovación tecnológica, alas exportaciones con mayor valor agregado y a la competitividad enel comercio global. Una burocracia estatal que se acerque al tipo idealweberiano se encuentra en una posición mucho mejor para imple-mentar estrategias de desarrollo a largo plazo que las institucionesestatales típicamente corruptas y personalistas que pueden encon-trarse en el Tercer Mundo. El punto general es que, en un mundo enel que la riqueza de las naciones y el bienestar de sus individuosdependen de una inserción inteligente en una economía globalizada,la tarea de la sociología no puede limitarse a diagnosticar lo que sa-lió mal en el pasado, sino que además debe incluir la identificación ymovilización de mecanismos concretos para superar estos males.

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En conclusión, muy pocas cosas han cambiado desde que Weberpublicó hace un siglo la “Objetividad en las ciencias sociales” (Weber[1904] 1959). Como lo presagió Weber, los logros de la disciplina nohan consistido en la acumulación de leyes generales invariables, sinoen la interpretación de los fenómenos históricos concretos bajo laorientación de los tipos ideales. A mediados del siglo XX, Merton nosrecordó el mismo punto. De algún modo, olvidamos estas reglas en elcamino y regresamos a la acumulación disparatada de hechos histó-ricos y estadísticos o a la igualmente infructuosa búsqueda de la pie-dra filosofal. A comienzos de un nuevo siglo, la sociología en el Nortey el Sur haría bien en recordar y reconstruir los principios meto-dológicos que hacen parte de su propia herencia. Las oportunidadesde progreso de la disciplina y su propia justificación como una em-presa intelectual pueden depender de ello.

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CAPÍTULO 5

El capital social: Promesas y obstáculospara su papel en el desarrollo*

El propósito de este capítulo es triple. En primer lugar, revisar elorigen y la definición del concepto de capital social en el sentido

en que ha sido desarrollado en la bibliografía reciente. En segundolugar, examinar las limitaciones de este concepto cuando es interpre-tado como una fuerza causal capaz de transformar las comunidadesy las naciones. En tercer lugar, presentar varios ejemplos relevantestomados de los estudios empíricos recientes sobre la urbanización ymigración latinoamericanas. Estos ejemplos muestran la importan-cia de las redes sociales y del monitoreo comunitario para la viabili-dad de las iniciativas económicas de base y, al mismo tiempo, ladificultad para institucionalizar dichas prácticas.

El interés actual por el concepto de capital social en los estudiossobre el desarrollo económico nacional surge de las limitaciones deun enfoque exclusivamente económico sobre la consecución de lasmetas básicas del desarrollo: crecimiento sostenido, equidad y demo-cracia. Como lo mostré en los capítulos 2 y 3, la historia de la aplica-ción de las políticas de ajuste neoliberales en los países menosdesarrollados muestra resultados mixtos, incluso cuando es evalua-da con base en criterios exclusivamente económicos. En algunos paí-ses las políticas ortodoxas de ajuste han generado una inflación bajay un crecimiento sostenido, mientras que en otros han fracasadoespectacularmente y generado crisis monetarias, devaluaciones einestabilidad política (Portes et al. 1997, Centeno 1994). El paquetede políticas económicas de “una misma talla sirve para todos”, pro-

* Versión original: Alejandro Portes y Patricia Landolt (2000). “Social Capital: Promises and Pit-falls of its Role in Development.” Journal of Latin American Studies (vol. 32).

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movido por el Fondo Monetario Internacional y el Tesoro de los Esta-dos Unidos en países que tienen niveles de desarrollo muy diferen-tes, ha propiciado una serie de resultados contradictorios que la propiateoría económica ortodoxa es incapaz de explicar (Filgueira 1996, Díaz1996, Castells y Laserna 1989).

Como manifesté en el capítulo 2, en el terreno social la experien-cia ha sido aún más problemática, en tanto la remoción de las pro-tecciones estatales que dio paso libre a las fuerzas del mercado haproducido una creciente disparidad en el ingreso y una atomizadasociedad civil marcada por la erosión de los controles normativos. Elaumento del crimen y la corrupción generalizada de las institucio-nes públicas, incluyendo las encargadas de conservar el orden públi-co, ha estado asociado con este declive normativo. En el nuevo medioambiente de “sálvese quien pueda”, promovido por el libre reinadodel mercado, hay muy pocos incentivos para que los funcionariospúblicos se adhieran a estándares de probidad, o para que los pobresrespeten el orden social que los ha abandonado. En lugar de promo-ver el crecimiento con justicia, las actuales políticas de liberalizaciónde los mercados pueden estar conduciendo a un problema hobbesianoen el orden público, en tanto los individuos luchan por su supervi-vencia bajo las duras condiciones en las que se ven envueltos (Díaz1996, Castells y Portes 1989).

Aunque la situación en muchos países del Tercer Mundo y en es-pecial de Latinoamérica aún no ha alcanzado este nivel crítico, latendencia es lo suficientemente visible para los políticos como paraque busquen la manera de reinstituir o crear nuevamente lazos co-munitarios e instituciones sociales. Es en este contexto donde la no-ción de capital social ha hecho su aparición, albergando la promesade una alternativa de base frente a las políticas jerárquicas promo-vidas en el pasado reciente por las instituciones financieras interna-cionales. En las versiones más optimistas, el surgimiento del capitalsocial desempeñaría una tarea doble como contrapeso para el indivi-dualismo irrestricto del mercado y, de manera simultánea, como unmedio para obtener ventajas dentro de él (Putnam 1993, 1995). Es-tas visiones halagüeñas no han pasado desapercibidas y de hecho hansido sometidas a una extensa crítica. En las secciones siguientes re-pasamos el origen del concepto de capital social, su evolución de serun rasgo individual a una característica de las comunidades y suslimitaciones como un posible nuevo modelo de desarrollo.

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EL CAPITAL SOCIAL: ORÍGENES Y DEFINICIONES1

Gran parte de la controversia que rodea al concepto de capital socialtiene que ver con su aplicación a problemas con diferentes niveles deabstracción y su utilización en teorías que abarcan unidades de análisisdiferentes. Su desarrollo sistemático original por parte del sociólogofrancés Pierre Bourdieu (1979, 1980) y del sociólogo estadounidenseJames Coleman (1988 y 1990) se concentró en los individuos o gru-pos pequeños como unidades de análisis. Con algunas variacionesimportantes, los dos sociólogos se concentraron en los beneficios querecibían los individuos o las familias en virtud de sus lazos con otros.El tratamiento del concepto por parte de Bourdieu, en especial, fueinstrumental, en la medida en que el sociólogo francés asegura quelas personas construyen intencionalmente sus relaciones, teniendoen cuenta los beneficios que éstas podrían traerles posteriormente.En unas cuantas páginas brillantes, Bourdieu trata las interaccionesentre el capital monetario, el capital social y el capital cultural, ydefine este último como la combinación de las credenciales de educa-ción formal que posee un individuo y un complejo intangible de valo-res y estilos de comportamiento. El principal aporte de Bourdieu fuemostrar que estas tres formas de capital son fungibles, que puedenser intercambiadas unas con otras y que de hecho requieren dichosintercambios para su desarrollo (Bourdieu 1980). Así, un capital so-cial considerable rara vez puede ser adquirido sin la inversión de cier-tos recursos materiales y sin la posesión de algún saber cultural, loque le permite al individuo establecer relaciones con otras personasque tienen capitales valiosos.

La mayor parte de la bibliografía posterior siguió estas directri-ces y se concentró en el tipo de recursos que las personas reciben através de sus lazos sociales. En la sociología en particular se estudióuna familia tripartita de efectos en la medida en que los investigado-res exploraron las implicaciones del concepto. El capital social llegóa ser definido como: (1) una fuente de control social, (2) una fuentede beneficios mediados por las familias y (3) una fuente de recursosmediados por redes no familiares. Esta última utilización –uno decuyos ejemplos son las conexiones personales que facilitan el accesoa empleos, información mercantil o préstamos– fue la más cercana ala definición original del concepto por parte de Bourdieu.

1 Esta sección está basada en Portes (en prensa).

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Por su parte, Coleman le prestó especial atención al primer usodel capital social, es decir, en tanto fuente de control. En los últimosaños de su vida se preocupó por la desintegración de lo que denomi-nó los lazos sociales “primordiales” que garantizaban el cumplimien-to de las normas. Para Coleman, dicha desintegración produce todauna gama de patologías, desde el crimen y la inseguridad en las ca-lles hasta la holgazanería de profesores y estudiantes en las escue-las públicas estadounidenses. Coleman siguió un doble sendero,buscando remedios para estas enfermedades sociales. En primer lu-gar, escribió en defensa y celebración de los lazos comunitarios quecontinuaban vigentes. En segundo lugar, defendió el reemplazo delas estructuras sociales primordiales que habían desaparecido pororganizaciones “intencionalmente construidas” donde los esquemasde incentivos tomaban el lugar de un capital social en desvanecimien-to (Coleman 1990 y 1993).

LAS FUENTES DEL CAPITAL SOCIAL2

La noción de capital social como la habilidad para adquirir recursosgracias a la pertenencia a redes o grandes estructuras sociales re-presenta hoy en día la definición más aceptada del término. La defi-nición no está exenta de problemas. En primer lugar, comúnmentese tiende a confundir la habilidad para adquirir recursos a través deredes con los recursos mismos. Lo anterior puede llevar fácilmente arazonamientos tautológicos, en los que un resultado positivo indicanecesariamente la presencia de capital social, y uno negativo su au-sencia. De hecho, la capacidad de un actor para obtener recursos pormedio de sus conexiones no garantiza un resultado positivo. Tenien-do en cuenta la distribución desigual de la riqueza y los recursos enla sociedad, los actores pueden contar con lazos de confianza y soli-daridad y aun así tener acceso a recursos limitados o de pobre cali-dad. Sostener que sólo poseen capital social aquellos que obtienen desus asociados bienes deseables equivale a decir que sólo los exitosostienen éxito.

En segundo lugar, la bibliografía en este tema tiende a hacerénfasis en las consecuencias positivas de los lazos sociales y excluyesus consecuencias menos deseables. Pero los mismos mecanismosapropiables por unos individuos bajo la forma de capital social pue-

2 Esta sección está basada parcialmente en Portes (1996 ) y Portes y Landolt (1998).

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153EL CAPITAL SOCIAL: PROMESAS Y OBSTÁCULOS PARA SU PAPEL EN EL DESARROLLO

den generar un conjunto de consecuencias negativas para otros. Es-tudios recientes han identificado por lo menos cuatro consecuenciasnegativas del capital social: la exclusión de los extraños, el exceso deexigencias a los miembros del grupo, las restricciones a la libertadindividual y las normas de nivelación por lo bajo (Portes y Sensen-brenner 1993). Por ejemplo, los mismos fuertes lazos que permitenque los miembros del grupo obtengan un acceso privilegiado a recur-sos impiden que otros accedan a los mismos activos. La preferenciaparticular que se les otorga a los miembros de un clan o círculo deamigos normalmente se hace a expensas de los derechos universalesde los demás. Para estos últimos, la situación equivale a un capitalsocial negativo y a menudo recurren a las instancias legales paraderribar las barreras erigidas por estos íntimos lazos sociales(Waldinger 1995).

De manera similar, bajo ciertas condiciones, la clausura comuni-taria puede impedir el éxito de las iniciativas de negocios, al hacerque los empresarios tengan que cumplir con exigencias excesivas.Geertz (1963), por ejemplo, mostró cómo en Bali los negociantes exi-tosos eran abordados constantemente por parientes en busca deempleo y préstamos, bajo la fuerza de normas comunitarias que pre-dicaban la asistencia mutua. El resultado fue impedir el crecimientode las iniciativas de negocios y en ocasiones la quiebra de algunas deellas. En las montañas ecuatorianas, muchos artesanos textiles ymarroquineros se han convertido al protestantismo. El motivo tienepoco que ver con sus convicciones religiosas o su afinidad con la “éti-ca” protestante, sino más bien con su necesidad de escapar del con-junto de obligaciones exigidas por las cofradías católicas. Para estosmuy trabajadores artesanos, el capital social negativo adopta la for-ma de repetidas exigencias para que financien las celebraciones reli-giosas y asuman el costo de la bebida y la comida del resto de lacomunidad (Portes y Landolt 1996).

En tercer lugar, la definición de capital social anteriormente dadadeja sin teorizar la motivación de los donantes en estas transaccio-nes. Desde el punto de vista de los receptores, los recursos adquiriblespor medio de los lazos sociales tienen el carácter de “regalos”. Lasmotivaciones de los donantes, sin embargo, resultan más problemá-ticas. Fundamentado en las observaciones de Durkheim, Marx, Webery Simmel sobre las dinámicas de grupos, he identificado cuatro fuen-tes de capital social distinguidas con base en la presencia/ausenciade estructuras generales que definen el carácter de la transacción

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(Portes y Sensenbrenner 1993). Las fuentes altruistas del capitalsocial incluyen: (1) otorgar recursos a otros sin obligación moral (v.gr., los regalos de padres a hijos y las limosnas a los pobres.); estosgestos están basados en valores interiorizados por los individuosdurante el proceso de socialización. (2) Otorgar recursos a otros sinque exista solidaridad entre miembros de la misma comunidad terri-torial, étnica o religiosa (solidaridad vinculada); esta fuente no se basaen valores generales, sino en las lealtades particulares hacia el inte-rior del grupo (v. gr., conceder una beca para los jóvenes de la mismaetnia, donar tiempo a un sindicato de compañeros trabajadores).

Además, las fuentes instrumentales del capital social son dobles:(1) transacciones recíprocas cara a cara que traen consigo la expecta-tiva de un reembolso equivalente por parte del beneficiado (recipro-cidad simple), (2) transacciones de recursos arraigadas en estructurassociales que actúan como garantes de un reembolso pleno a los do-nantes por parte del beneficiado o de la comunidad (confianza exigi-ble). Esta última fuente es ilustrada por el otorgamiento de préstamossin garantía a miembros de la misma comunidad bajo la expectativade que los controles comunitarios garantizarán el pago y, adicional-mente, generarán estatus y aprobación para el donante3.

3 Este es además el mecanismo que subyace a la asociación rotativa de crédito o mutualidades,

Figura 1Capital social individual: Fuentes y efectos

•Cumplimiento de lasnormas (control social)

•Apoyo familiar

•Beneficios económicosmediados por redes

Instrumental:

•Reciprocidad simple

•Confianza exigible

Altruista:•Introspección de

valores

•Solidaridad vinculada

Habilidad para obtenerrecursos a través de redesu otras estructurassociales

Fuente: Adaptado de Portes (1998).

Fuentes Definición Consecuencias

•Cierre de oportunidadesexitosas a terceros

•Exigencias excesivasa los miembros exitososdel grupo

•Restricciones a lalibertad individual

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155EL CAPITAL SOCIAL: PROMESAS Y OBSTÁCULOS PARA SU PAPEL EN EL DESARROLLO

La confianza existe en aquellas situaciones precisamente porquees exigible por medio del poder de la comunidad. Esta fuente de capi-tal social está cercanamente asociada con el énfasis que hizo Colemanen las estructuras comunitarias como mecanismos de control social.De hecho, este fue el tema que atrajo a los académicos en otras disci-plinas cuando transformaron el capital social en un remedio para lasenfermedades sociales, sin ser conscientes de sus efectos negativosni de la distinción entre sus causas y efectos. La distinción y el ante-rior análisis están resumidos en la figura 1.

EL CAPITAL SOCIAL COMO UNA CARACTERÍSTICADE LAS COMUNIDADES Y LAS NACIONES4

Para Bourdieu, Coleman y otros sociólogos, los lazos comunitarioseran importantes debido a los beneficios que generaban para los in-dividuos bajo la forma de expectativas confiables. Una sutil transi-ción tuvo lugar cuando el concepto fue exportado a otras disciplinasdonde el capital social se convirtió en un atributo de la comunidadmisma. Con este nuevo atuendo, sus beneficios eran recibidos no tantopor los individuos sino por la colectividad, bajo la forma de menores ta-sas de criminalidad, corrupción pública más baja y mejor gobierno.

Esta elasticidad conceptual, liderada por el politólogo RobertPutnam, hizo posible hablar de la “cantidad” de capital social poseí-do por las comunidades, e incluso las naciones, y de los consecuentesefectos estructurales en su desarrollo. El capital social como unapropiedad de las ciudades o naciones es cualitativamente distinto desu versión individual, hecho que explica por qué las respectivas bi-bliografías se han hecho divergentes. Existen numerosas diferenciasentre estas dos formas, que deben ser examinadas cuidadosamente.En primer lugar, la transición del concepto desde ser un recurso in-dividual hasta convertirse en una característica comunitaria o na-cional nunca fue teorizada explícitamente, lo que generó el estado deconfusión actual acerca del significado del término. En una frase, elcapital social es un recurso de familias intactas; en la siguiente, es

en donde los miembros se reúnen periódicamente para contribuir con dinero a un fondocomún que es otorgado por turnos a cada uno de ellos. Sin la presencia de obligacionescontractuales escritas, la única razón para esperar una contribución adicional de aquellosque ya han recibido el dinero es la amenaza del ostracismo y la pérdida de estatus para lostramposos. Ver Ivan Light (1984).

4 Esta sección se encuentra parcialmente en Portes (en prensa).

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un atributo de las redes de comerciantes, y, en la que sigue, se con-vierte en la explicación de por qué ciudades enteras son bien gober-nadas y económicamente prósperas. El valor heurístico disminuyeigualmente, en tanto corre el riesgo de convertirse en un sinónimode todas y cada una de las cosas que en la vida social son positivas odeseables.

Esta confusión resulta evidente cuando nos damos cuenta de quelas definiciones individuales y colectivas del concepto, aunque com-patibles en algunos aspectos, están en franca oposición en otros. Porejemplo, las “conexiones” correctas permiten que ciertas personastengan acceso a contratos públicos lucrativos y a que evadan las re-gulaciones en otros. En estos casos, el capital social individual con-siste precisamente en la capacidad para socavar el capital socialcolectivo, definido como el “espíritu cívico” y basado en la aplicaciónimparcial de la ley. Para citar otro ejemplo, los fuertes vínculos desolidaridad en las familias de la mafia y en las pandillas confierenbeneficios a sus miembros a expensas del orden público y la paz(Gambetta 1993).

En segundo lugar, las causas y efectos del capital social como unacaracterística de las comunidades no fueron desenmarañados, lo queha dado lugar a muchos razonamientos circulares. El trabajo preli-minar realizado por Bourdieu y sus colaboradores impidió que loanterior le sucediera al capital social como un rasgo individual. Eneste nivel, las fuentes del capital social fueron estrechamente aso-ciadas con las redes de una persona, incluyendo aquellas que ellaconstruyó explícitamente con tal propósito, mientras que los benefi-cios fueron ligados a una gama de ventajas materiales e informativas.

El concepto de capital social colectivo o “espíritu cívico” carece deesta distinción. En tanto propiedad de las ciudades y las naciones,que puede ser medida en “cantidades”, se asegura que el capital so-cial hace que haya mejor gobierno y su existencia es inferida simul-táneamente de estos mismos resultados. Cuando no es por completocircular, el argumento adopta la forma de un truismo:

En todo sistema político (ciudad, nación, etc. ...),

si las autoridades y la población están imbuidas en un sentido deresponsabilidad colectiva y altruismo,

entonces, el sistema será gobernado mejor y sus políticas serán máseficientes.

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157EL CAPITAL SOCIAL: PROMESAS Y OBSTÁCULOS PARA SU PAPEL EN EL DESARROLLO

Resulta difícil pensar que podría ser de otro modo. Aun así, para-dójicamente, este carácter autoevidente del argumento ha hecho quesea popular en los círculos políticos: La “verdad” contenida en seme-jante afirmación es inmediatamente comprensible sin que sea nece-sario recurrir a una explicación compleja. En consecuencia, si algunasciudades son mejor gobernadas y más ricas que otras, es debido a queestán “bendecidas” con cantidades sustanciales de capital social. Estaapelación intuitiva del argumento disimula pero no elimina su de-fecto lógico básico.

Una tercera consecuencia del giro en la definición del capital so-cial es que deja muy poco espacio para la consideración de otras cau-sas posibles. En especial, la afirmación de que el “espíritu cívico”generalizado conduce a mejores resultados políticos oscurece la posi-bilidad de que causas ajenas expliquen tanto el comportamiento al-truista de la población como el carácter efectivo de su gobierno. Elnivel de educación de la población, su concentración geográfica y unahistoria de movilizaciones populares en el pasado son posibles cau-sas que pueden afectar simultáneamente, por una parte, el compor-

Mayor contacto con losmedios de comunicación

Mayor número deasociaciones cívicas

Mayores expresiones deconfianza

Mayor “espíritu cívico”capital social colectivo

Educación promediode la población

Ingreso promedio

Historia de luchaspor la democracia

Hipótesis de relación causal

Relación causal espúrea

Contacto con los medios

Asociaciones

Confianza

Mejores resultadospolíticos (buengobierno, políticasefectivas, crecimientoeconómico, etc.)

Resultados políticos“Espíritu cívico”

➤➤

➤➤

➤➤

Figura 2Patrones causales alternativos del capital social comocaracterística de las colectividades

I.1 2 3Factores pasados Capital social colectivo Mejor gobiernosin teorizar

II.

➤➤

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tamiento cívico y, por otra, la eficiencia gubernamental. La figura 2ilustra el argumento sobre la falsedad potencial de los efectos delcapital social como resultado de factores históricos básicos.

Estas limitaciones deben tenerse en cuenta cuando se intentaaplicar el concepto de capital social al tema del desarrollo. En estecaso la distinción básica que se debe considerar es entre correlacióny causalidad. Es posible hallar muchos casos en los que niveles altosde solidaridad comunitaria van unidos a un crecimiento económicosostenido o a otros resultados desarrollistas positivos. La falacia máscomún es concluir que uno es la causa del otro sin tener en cuenta laposibilidad de que ambos estén determinados por causas externascomunes. Es posible que sean esas causas externas, no el capital so-cial, las que juegan un papel clave en el proceso. Los casos exitosostampoco excluyen la posibilidad de que los vínculos comunitariosfuertes puedan ser asociados, en otros casos, con efectos negativos.La búsqueda de resultados desarrollistas positivos que puedan servinculados con una historia de capital social es una manera particu-larmente dañina de prejuiciar los resultados por seleccionar los ca-sos a estudiar con base en la variable dependiente.

El punto clave es que se debe ser cauteloso al examinar el papeldel capital social como factor causal independiente en el desarrollo oal generalizar con base en ejemplos exitosos. Hay casos en donde losvínculos fuertes entre miembros de una comunidad han producidoefectos positivos importantes, y han sido analizados en la bibliogra-fía existente. Aún así, sigue presente el interrogante de si estos ca-sos son generalizables, o si cabe la posibilidad de crear estos vínculosen lugares donde no existen. En general, los casos exitosos de desa-rrollo impulsados por el capital social han sido precedidos por pro-longados y peculiares procesos históricos que requieren una evoluciónde años o décadas (Capecchi 1989, Kyle 1995). No ha sido inventadaaún la fórmula para transportar estos resultados a otros contextos.Con esta consideración en mente, a continuación se reseñarán diver-sos ejemplos tomados de los recientes estudios urbanos sobreLatinoamérica.

EXPERIENCIAS LATINOAMERICANASCON EL CAPITAL SOCIAL

Los años ochenta fueron la década perdida de Latinoamérica. Empe-zando con el declive económico generalizado de la región impulsado

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por el incremento en los precios del petróleo en 1973, los países lati-noamericanos abandonaron las estrategias de industrialización pormedio de la sustitución de importaciones (ISI) y se movieron hacia lapromoción de exportaciones como mecanismo para aliviar el déficiten la balanza de pagos y para cumplir con la creciente deuda exter-na. Las políticas de ajuste estructural y la consecuente transforma-ción de la relación de Latinoamérica con la economía global han tenidomuchas consecuencias, a menudo no deseadas, en la vida social, eco-nómica y política. En la Cuenca del Caribe, la década de los ochentadio paso a crecientes disparidades en el ingreso, a un desempleo abier-to, a la erosión de la clase media y a la masiva emigración hacia losEstados Unidos. La sociedad civil se desmoronó bajo el peso de ladelincuencia rampante, la violencia política y la desesperanza (Por-tes et al. 1997). Ante la crisis y la consecuente reestructuración de lasociedad latinoamericana han surgido múltiples respuestas políticasy económicas de base que dan testimonio del protagonismo históricode los grupos subordinados. Como lo sugiere la evidencia recogidaen los estudios sobre el tema, las microempresas surgidas duranteeste periodo muestran la importancia del monitoreo comunitario enla prosperidad económica. De manera semejante, la evidencia reco-gida en investigaciones sobre asociaciones civiles de migración inter-nacional ilustra los obstáculos históricos para construir la confianza.

El cambio del modelo de desarrollo ISI por la industrializaciónorientada a la exportación (IOE) provocó una transformación impor-tante tanto en la función como en el carácter de la economía infor-mal (Itzigsohn 1994). Lo más notorio fue que las empresas informales,tradicionalmente vinculadas a través de una relación de subordina-ción con las empresas nacionales que elaboraban productos para elmercado doméstico, empezaron a establecer acuerdos de subcon-tratación con manufactureras transnacionales que producían parael mercado global de exportaciones. El resultado fue el surgimientode nuevas oportunidades, aunque limitadas, para las actividadesinformales vinculadas con la economía global. Los talleres de produc-ción de ropa de San Pedro Sacatepéquez (Guatemala) y las empre-sas informales de empaque de frutas de Jamaica representanejemplos de los nuevos tipos de microempresas que funcionan comocontratistas de las empresas internacionales. A la luz de la experien-cia europea de casos exitosos de desarrollo informal, este campo deestudio se concentra en analizar en qué medida estas microempresastienen suficientes destrezas, capital e integración en redes de coope-

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ración fuertes como para indicar la existencia de un potencial de cre-cimiento (Capecchi 1989). Los dos casos anteriores, tomados de unestudio comparativo más amplio sobre la economía informal en laCuenca del Caribe, muestran tanto la importancia como las limita-ciones estructurales del monitoreo comunitario en el empresariadolocal (Portes et al. 1997).

San Pedro Sacatepéquez es un pequeño centro urbano cerca deCiudad de Guatemala habitado por una población maya cuya lenguapredominante es el cakchiquel (Pérez-Sainz 1997). San Pedro es ade-más un lugar tradicional de elaboración artesanal de vestidos. En losaños ochenta, la tradición fue transformada cuando los talleres reor-ganizaron la producción para funcionar como subcontratistas deempresas nacionales e internacionales ubicadas en Ciudad de Gua-temala. En San Pedro existen tres tipos de establecimientos textiles:empresas medianas y pequeñas subcontratadas por compañías ex-tranjeras, establecimientos semiempresariales subcontratados pormanufactureras nacionales y establecimientos informales subcon-tratados por comerciantes nacionales. El vínculo de San Pedro conla producción destinada a la exportación se estableció en 1987 cuan-do un empresario de Ciudad de Guatemala se acercó a los producto-res locales. A partir de este contacto inicial se han desarrolladorápidamente acuerdos posteriores y se han extendido por toda lacomunidad, con base en recomendaciones hechas entre familiares yamigos. Los vínculos de subcontratación son el factor clave para eléxito porque las empresas internacionales estimulan los talleres paraque actualicen su tecnología y les otorgan préstamos para hacerlo.

Los microempresarios de San Pedro se benefician de una ampliared que se extiende más allá del grupo familiar para abarcar a todauna comunidad en la que la identidad maya, y no los lazos familia-res, es el elemento que une. Las extensas redes sociales que ligan alos microempresarios de San Pedro facilitan el flujo de distintos re-cursos. El aprendizaje en los talleres de familiares, amigos o conoci-dos representa el primer paso para el establecimiento de un grupoindependiente. La asistencia financiera para la apertura de un ta-ller típicamente es otorgada por parientes, y una vez se abre un ta-ller, los amigos y familiares en San Pedro recomiendan al nuevoempresario a las empresas internacionales con las que han estadotrabajando.

En San Pedro Sacatepéquez, las fuentes altruistas e instrumen-tales del capital social facilitan que el conocimiento, los préstamos

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de capital y los contactos de negocios con empresas manufacturerassean compartidos. La solidaridad vinculada, expresada como “maya-nidad”, se ha convertido en el punto de partida de un ciclo de acumu-lación en el que el éxito económico de cualquier sacatepequenseconstituye una reafirmación de la identidad del grupo. La confianzaexigible es generada y sostenida por la estructura de la red social enla que tienen lugar las transacciones mercantiles no reguladas. Lacomunidad confiere estatus a los empresarios exitosos que compar-ten sus recursos y contactos, y ejerce una presión tanto normativacomo económica para garantizar la reciprocidad y el reembolso porparte de los beneficiarios. Aquellos que burlan el sistema ponen enriesgo su permanencia en la comunidad y se exponen a ser excluidosde las oportunidades de subcontratación futuras. La comunidad comoun todo es la garante del cumplimiento de las obligaciones normativas.

A pesar de su relativa prosperidad, los microempresarios de SanPedro enfrentan restricciones en el mercado que no pueden superarcon base simplemente en relaciones económicas de cooperación. Lostalleres de San Pedro están atrapados en el eslabón final de la cade-na de producción transnacional. Debido a que carecen de toda vía deacceso independiente a los mercados de consumo, su dinamismo eco-nómico depende de la buena voluntad de los intermediarios. En teo-ría, la situación de los productores de San Pedro podría mejorarsepor medio de la diversificación de sus mercados internacionales. Perolos problemas estructurales que enfrentan los productores de SanPedro claramente se extienden más allá de los límites de su pueblo yson sintomáticos del proyecto de desarrollo impuesto desde afuera aGuatemala. Aunque la estructura social de relaciones puede garan-tizar el éxito de las transacciones no contractuales entre sacatepe-quenses (v. gr., préstamos, aprendizaje, contactos de negocios), nopuede derribar las barreras estructurales que entorpecen el creci-miento autónomo y la acumulación de sus microempresarios.

La industria de empaquetamiento de fruta tropical de Jamaicapresenta un segundo caso de productores informales ligados a em-presas formales dentro de una cadena de subcontratación casual(Gordon et al. 1997). La industria de procesamiento de alimentos deJamaica es un tanto compleja. La cadena de producción tiene cuatroniveles que empiezan con (1) las grandes compañías nacionales dedistribución de alimentos que reciben suministros de (2) pequeñasempresas que procesan y empacan frutas. Uno de los productos pro-cesados y empacados por las empresas pequeñas es el ackee, plato

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típico de Jamaica. Las pequeñas empresas compran el ackee a (3)transportistas y comerciantes que contratan a (4) recolectores portemporada para que recojan la fruta del ackee. Dos complicacionesadicionales están presentes en esta cadena de producción: en primerlugar, el ackee crece silvestre y no es cultivado en huertos, por lo quesu suministro es irregular y, en segundo lugar, el ackee contienehipoglicina, prohibida desde 1972 en los Estados Unidos, donde estáel grueso del mercado de exportación. Típicamente, tanto las peque-ñas empresas como los comerciantes tienen más de un contacto parala compra y venta de sus respectivos productos. A pesar de que noexisten relaciones contractuales en esta cadena de producción decuatro eslabones, existen acuerdos informales entre los actores quegarantizan un mínimo de estabilidad.

Entre los pequeños productores informales existen muchas fuen-tes de desconfianza. El establecimiento implacable de precios cuan-do se compite por una oferta limitada de ackee genera tensiones ydisputas. El contrabando de drogas es además una de las principalesfuentes de desconfianza. Es bien sabido que los traficantes de drogasofrecen sobornos significativos a los empresarios y a sus hombres deconfianza, a cambio de que pongan a su disposición las plantas deempaquetamiento para las actividades de contrabando. Los empre-sarios, además, han tenido malas experiencias cuando han negocia-do de manera independiente con grandes exportadores extranjeros.Se sabe de casos en que los exportadores hacen pedidos a las empre-sas pequeñas y, tras recibir el producto, no pagan el monto completo.Incluso, eliminan todo tipo de contacto con el proveedor, quien se veobligado asumir la pérdida. La naturaleza no regulada del suminis-tro de ackee y sus sistemas de distribución internacional fomentanla competencia incesante, la sospecha y la atomización social.

Aunque los empresarios suelen resaltar situaciones que les hanhecho desconfiar de otros productores y distribuidores, la verdad esque estas pequeñas empresas comparten ciertos servicios. Los ejem-plos de comportamiento basado en la confianza incluyen: empresasque se prestan entre sí el servicio de enlatado en épocas de escasez,la remisión de productos a otra empresa para que sean enlatadoscuando su maquinaria se avería, servicios de mantenimiento com-partidos, asistencia en la capacitación de nuevos empleados y siste-mas para compartir órdenes grandes que superan la capacidad deprocesamiento de una sola empresa. En esencia, dentro de la indus-tria, la única fuente de capital social que facilita las transacciones de

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recursos son simplemente los actos mutuos de reciprocidad, con laplena expectativa de un retorno equivalente. Los empresarios indi-viduales, en todo caso, se benefician de las redes personales de ami-gos y familiares que han sido instrumentales para la formación y éxitocontinuo de su empresa. En cada caso, los amigos, la familia y loscompañeros de parroquia han sido motivados por la solidaridad vin-culada a proveer el capital inicial necesario para lanzar la iniciativade negocios del microempresario.

La prosperidad económica de la industria de exportación de fru-tas de Jamaica está ligada a su capacidad para acaparar un nicho demercado internacional de consumidores especializados (las comuni-dades de inmigrantes jamaiquinos en Canadá, los Estados Unidos yel Reino Unido) que generan una demanda de productos de su tierranatal. Aun así, el principal obstáculo para transformar la industriade exportación de frutas de Jamaica en un punto focal de crecimien-to autónomo es la ausencia de una confianza exigible que pueda sus-tentar las relaciones de colaboración entre los productores a lo largode los eslabones de la cadena de producción. Los empresarios de laindustria jamaiquina de frutas no tienen una historia de acción co-lectiva, ni alguna forma de identidad de grupo que pueda servir comobase para la construcción de redes de negocios basadas en la confian-za. Además, las características de la industria –varias de cuyas ope-raciones tienen lugar entre la legalidad y la ilegalidad– dificultan laconstrucción de relaciones de confianza. La reciprocidad existe, peroes limitada. En verdad, en una cadena de producción tan irregular,sólo bastan unos pocos casos conocidos de corrupción para que todoslos productores actúen con un creciente recelo.

Conservando la esperanza de que el dinamismo y la capacidadempresarial puedan erigirse como pilares potenciales para sostenerestrategias de desarrollo futuras, las microempresas se han convertidoen el emblema de una política económica que celebra la informali-dad como la “irrupción del mercado” en unas economías latinoameri-canas que de otro modo estarían totalmente reguladas (De Soto 1989).La mayoría de los programas existentes de promoción de microem-presas toman al empresario o empresa individual como su blanco deacción. Mi análisis de las redes personales y de negocios del empre-sario, y de los múltiples derechos y obligaciones a los que están vin-culadas, sugiere la necesidad de adoptar un rumbo alternativo. Laspolíticas económicas deben basarse en las formas de cooperación ysolidaridad comunitarias ya existentes. La promoción por parte de

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un agente externo de relaciones de colaboración entre microem-presarios resulta más bien problemática. Los agentes externos de-ben tener en cuenta la manera como un contexto social histórico y laestructura de una industria particular facilitan o dificultan el surgi-miento de la confianza y la cooperación. También debe reconocerseque la cooperación local por sí sola no puede superar los obstáculosmacroestructurales para la estabilidad económica, el crecimientoautónomo y la acumulación.

Un segundo resultado del desplazamiento económico causado porla crisis económica de la década de los años ochenta y del cambiosubsiguiente de la ISI por la IOE es la migración internacional masi-va, principalmente hacia centros urbanos. A su vez, la migración in-ternacional contemporánea muestra nuevas tendencias que son ensí mismas un producto de la reorganización global de la producción.En especial, los viajes más asequibles y la difusión de las tecnologíasde comunicación, desarrolladas en primera instancia como respues-ta a las exigencias del capital internacional, permiten a los inmi-grantes mantener lazos intensos y regulares a través de las fronterasnacionales (Basch et al. 1994, Smith y Guarnizo 1998). Como se veráen detalle en el capítulo 6, el resultado de todo esto es la emergenciadel transnacionalismo, definido como las ocupaciones y actividadesque para su implementación requieren contactos sociales regularesy sostenidos entre fronteras nacionales a lo largo del tiempo (Porteset al. 1999).

La migración salvadoreña contemporánea es un claro ejemplo dela transnacionalización de la experiencia migratoria. En el caso deEl Salvador, la emigración ha sido un elemento definitorio del ordensocial desde el comienzo del siglo XX. Durante la década de los añosochenta, los conflictos civiles y las dislocaciones económicas asocia-das a él perturbaron los patrones migratorios establecidos y forza-ron a más de un millón de salvadoreños a buscar un refugio seguroen Canadá y los Estados Unidos (Zolberg et al. 1989). Durante esteperíodo, una confluencia de factores locales y globales hizo que lossalvadoreños prefirieran las estrategias de incorporación social yeconómica transnacionales a las nacionales. Los migrantes salvado-reños superaron la distancia y las adversidades legales y económi-cas para fraguar una variedad de relaciones y compromisos con suslugares de origen (Landolt et al. 1999).

Una de las formaciones transnacionales salvadoreñas más ubi-cuas es la asociación de la ciudad natal o “comité del pueblo”, com-

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puesto por un núcleo de entre cinco y veinte miembros y una ampliabase de contribuyentes. Los comités están conformados típicamentepor inmigrantes provenientes del mismo lugar de origen que organi-zan eventos sociales y culturales en la comunidad salvadoreña deinmigrantes para conseguir fondos destinados a proyectos en sus ciu-dades natales. Al llevar a acabo estos proyectos, los miembros de laasociación crean oportunidades para tender la mano no sólo a susciudades natales, sino también a sus compatriotas que viven en otroslugares de los Estados Unidos. De esta forma, el comité construye am-plias redes sociales entre los migrantes y refuerza e institucionalizalazos culturales, económicos y políticos con sus lugares de origen.

La atención de los funcionarios públicos y los académicos se hadirigido a estas asociaciones por dos razones. En primer lugar, ellasencarnan un esperanzador proyecto para el proceso de reconstruc-ción de El Salvador de la posguerra. Reaccionando en contra de lamuy tensa situación política en el país, los comités típicamente pro-mueven la tolerancia y la cooperación dentro de su propia orga-nización y enfatizan la importancia de construir instituciones losuficientemente flexibles como para sustentar una membresía polí-ticamente diversa. El potencial económico de los comités no es intras-cendente. Se sabe que las asociaciones han llegado a conseguir US $50.000 en efectivo y en especie para sus proyectos de desarrollo. Lascondiciones de vida en los municipios que reciben “ayuda trans-nacional de base” confirman la relevancia económica de esta estrate-gia colectiva de remesas. Las ciudades que cuentan con una asociaciónde este tipo han pavimentado carreteras además de tener electrici-dad y edificios públicos recién pintados. A pesar de que uno puedacuestionar las prioridades de desarrollo de los comités, es un hechoque la calidad de vida en las ciudades transnacionales es mejor(Landolt 1997).

En segundo lugar, los comités salvadoreños son excepcionalesporque demuestran la capacidad de los individuos para superar elmiedo y el recelo, para promover relaciones sociales de confianza ysolidaridad, y para fraguar redes sociales de cooperación. Existenmuchas fuentes contemporáneas de recelo que ponen en peligro laformación de las relaciones de confianza necesarias para la construc-ción de asociaciones de ciudades natales transnacionales. En El Sal-vador, una historia de violencia política patrocinada por las élitessofocó a la sociedad civil y cultivó el cinismo y el recelo en todas lasrelaciones sociales (Browning 1984). Durante la guerra civil, el te-

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rrorismo sistemático y la militarización de la sociedad llevaron a quelos salvadoreños percibiesen el medio ambiente y a sus semejantescomo potencialmente hostiles y peligrosos (Martín-Baró 1990). En losEstados Unidos, la estructura de oportunidades para los inmigrantessalvadoreños se caracteriza por la inestabilidad legal y económica(Repak 1995, Menjivar 1997). Una pobreza general de recursos hacobrado víctimas en los hogares inmigrantes y en sus redes socialesde apoyo mutuo. Esto ha llevado a la mercantilización de los lazossociales y a la fractura de los intercambios recíprocos (Mahler 1995,Menjivar, en prensa).

Numerosos factores explican cómo los salvadoreños han supera-do estas condiciones adversas para dar forma a las redes sociales quese necesitan para sostener las asociaciones de ciudades natales. Enprimer lugar, la migración es un proceso de creación de redes queincita a los individuos a crear nuevos roles y relaciones sociales quepueden adaptarse a la ciudad anfitriona y ser transplantados a otroslugares (Massey et al. 1987). Una dimensión de la identidad de gru-po acentuada por la migración es el paisanaje o el sentimiento de per-tenencia a una misma comunidad de origen. En efecto, la experienciamigratoria sirve como un antídoto parcial contra la historia de mie-do y desconfianza presente en el país de origen. Un sentimiento deobligación respecto de los familiares y amigos que aún viven en ellugar de origen, que se edifica sobre esta base frágil y coyuntural,finalmente deriva en la construcción de los comités salvadoreños.

Como lo explican algunos miembros de la asociación, tras unaprolongada ausencia de sus lugares de origen, la suscripción de losAcuerdos de Paz de 1992 y una situación legal más estable en losEstados Unidos, les permitieron regresar a casa. Sobrecogidos por ladestrucción y la pobreza causada por la guerra, decidieron apoyarlas reparaciones, contribuyendo o conformando el comité local. En elcaso de los miembros centrales del comité, la obligación moral es re-forzada por un sentido de solidaridad vinculada, generalmente fra-guado durante los años de permanencia en el extranjero. Losmiembros fundadores de la asociación a menudo tienen una historiaprevia de movilización colectiva en los Estados Unidos, alrededor detemas como los derechos de los inmigrantes, igualdad en el acceso ala vivienda o la cooperación en las aventuras empresariales. Adicio-nalmente, muchos individuos que participan de manera activa en loscomités cuentan con una historia personal de activismo en El Salva-dor.

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Aunque las asociaciones de ciudades natales salvadoreñas exhi-ben un gran potencial como instrumentos de reconstrucción y re-conciliación, dos debilidades fundamentales ponen en peligro sudinamismo a largo plazo. En teoría, la solidaridad vinculada que fo-menta la formación de estas asociaciones está en consonancia con lamayoría de “paisanos” en casa y en el exterior. En la realidad, laslealtades hacia un grupo son demasiado particulares y más bien ines-tables. En las comunidades de inmigrantes se presenta una erosiónconstante de la membresía. Los paisanos transnacionales empobre-cidos, que soportan la carga de conjuntos competitivos de relacionesy obligaciones y que experimentan las lealtades cambiantes típicasde la experiencia inmigratoria, abandonan la asociación. En El Sal-vador, debido al desplazamiento interno forzado causado por la gue-rra, los residentes “natales” de la posguerra a menudo son reciénllegados y no conocen bien la población emigrante que coordina lasactividades del comité. Igualmente, con frecuencia se muestran rea-cios a involucrarse en los proyectos del comité y sienten que no com-parten su visión sobre lo que constituye un proyecto de desarrollocomunitario.

El segundo reto que debe ser enfrentado por las asociaciones deciudades natales es la construcción de una red social estable con unaamplia base que pueda permitir la circulación transnacional de re-cursos. En la actualidad, la red que promueve las actividades de lasasociaciones de ciudades natales típicas es simplemente una fusióncoyuntural de lazos sociales personales de los miembros directivos.En consecuencia, para los comités resulta fácil aparentar o llegar aser vehículos para el ascenso de su grupo de directivos. La naturale-za transnacional de las actividades de la asociación tiende además afomentar las sospechas y acusaciones sobre corrupción y abuso defunciones. Las asociaciones de ciudades natales intentan mitigar estaspreocupaciones albergando sus actividades dentro de organizaciones,como la iglesia o el centro comunitario, que cuentan con mucha máslegitimidad y con los recursos para mantener un sistema de monitoreotransnacional.

En la práctica, el problema que subyace a los temores sobre lacorrupción de la asociación es la incapacidad de los directivos parapresentarse como los genuinos representantes de la “comunidad”. Amenudo, los comités trabajan en proyectos que no concuerdan con elcomplejo conjunto de intereses económicos, políticos y sociales exis-tentes en los lugares de origen. El resultado es que, independiente-

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mente de lo que haga un comité para disipar los temores, siempre dala sensación de que está fomentando los intereses de unos pocos.Aunque han luchado por el establecimiento de una estructura demo-crática de toma de decisiones y por la creación de mecanismos paramonitorear sus actividades, las asociaciones salvadoreñas transna-cionales han sido incapaces de constituirse como la voz representan-te por fuera de sus ciudades natales.

La historia de desconfianza y desintegración social y el contextofragmentado en el que operan las asociaciones conspiran en contradel surgimiento de una visión más singular del desarrollo comunita-rio que pueda estar apoyada por una base más amplia. Aunque lasasociaciones de ciudades natales tienen potencial para convertirseen un vehículo para el desarrollo local, en la actual coyuntura sufuncionamiento a largo plazo está en duda. Esta experiencia mues-tra la dificultad que supone construir la confianza en áreas con pa-sado reciente de conflicto armado. Además, previene a los agentesexternos sobre la existencia de líderes locales egoístas que aseguranrepresentar a “la comunidad” y su agenda de prioridades de desarro-llo, a la vez que ocultan sus agendas personales.

CONCLUSIÓN

Los anteriores ejemplos muestran simultáneamente tres aspectos delcapital social bajo su segunda definición, es decir, como conjunto devínculos de solidaridad dentro de una comunidad. En primer lugar,que dicho capital puede ser un factor importante para las iniciativaseconómicas y políticas populares; en segundo lugar, que resulta biendifícil de establecer, y, en tercer lugar, que en el proceso de construc-ción de las precondiciones requeridas a menudo surgen consecuen-cias inesperadas. Por lo general, la bibliografía reciente no apoya losintentos de “ingeniería social” que buscan construir redes de solida-ridad cuando existen muy pocas o ninguna. La mayoría de las veces,dichos intentos acaban fracasando, o bien por el individualismo dealgunos participantes o bien porque las estructuras comunitarias sedebilitan rápidamente tras el retiro del apoyo externo (Portes eItzigsohn 1994, Coleman 1990). En lugar de esto, es aconsejable cons-truir sobre lo que ya existe, esto es, reforzar los lazos sociales y tra-bajar con el diagnóstico hecho por los miembros de la comunidad yno tratar de imponer otro desde afuera (Roberts 1995).

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Es igualmente importante prestar atención al factor tiempo dedos maneras. Primero, las situaciones cambian y el éxito mismo delos esfuerzos colectivos para alcanzar ciertas metas hoy, puede cam-biar o disminuir la motivación futura de los participantes (Mangin1970). Segundo, con el tiempo, las estructuras de liderazgo puedenafianzarse profundamente y convertir las elevadas metas inicialesen justificaciones para líderes egoístas. La “ley de hierro de la oligar-quía” de Michels (1949) funciona tan efectivamente a nivel de basecomo en la cumbre de las estructuras políticas.

Tercero, no se debería albergar mucho optimismo respecto de loque pueden lograr a nivel colectivo la confianza exigible y la solidari-dad vinculada, en especial cuando hacen falta recursos materiales.El capital social puede ser una fuerza poderosa que promueva losproyectos grupales pero, como se señaló, consiste en la habilidad deordenar recursos a través de redes sociales, no en los recursos mis-mos. Cuando estos últimos son escasos, la capacidad de una colecti-vidad para alcanzar metas es restringida, sin importar cuán fuertessean sus vínculos internos. Esta es otra forma de decir que, al con-trario de las expectativas de algunos políticos, el capital social no sus-tituye la provisión de crédito, la infraestructura material ni laeducación. Lo que el capital social puede hacer es incrementar el “ren-dimiento” de tales recursos, al reforzarlo con las contribuciones vo-luntarias de los participantes y con su capacidad para monitorear yevitar las conductas tramposas.

No existe una fórmula generalizada para utilizar los lazos socia-les en provecho del desarrollo. Los proyectos exitosos deben ser lo-grados uno por uno, combinando las redes de base existentes con elsuministro cuidadoso de recursos y asesoría externa. Esto último nopuede simplemente bajar desde lo alto, bajo la forma de fórmulas dedesarrollo, sino que debe estar arraigado en el ambiente local e in-corporar sus diagnósticos y sus prioridades. Limitado de esta mane-ra, el capital social puede jugar un papel importante en el desarrolloy puede ayudar a multiplicar la ganancia colectiva generada por losrecursos invertidos con este propósito.

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171EL CAPITAL SOCIAL: PROMESAS Y OBSTÁCULOS PARA SU PAPEL EN EL DESARROLLO

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CAPÍTULO 6

El transnacionalismo de los inmigrantes:Convergencias teóricas y evidencia empíricaa partir del estudio de los colombianos,dominicanos y salvadoreñosen Estados Unidos*

INTRODUCCIÓN: ¿QUÉ ES EL TRANSNACIONALISMO?Las relaciones personales de tipo material y simbólico que conectana las sociedades a través de las fronteras nacionales alcanzaron nive-les históricos durante el último tercio del siglo XX. Estas conexionestrasnacionales afectan simultáneamente a más de un Estado-nacióny suelen ser generadas desde abajo por la migración humana (GlickSchiller, Basch y Blanc 1992; Basch, Glick Schiller y Blanc 1994; Por-tes 1996; Smith y Guarnizo 1998), los movimientos sociales (Smith,Chatfield y Pagnucco 1997; Tarrow 1998) y las organizaciones nogubernamentales (Keck y Sikkink 1998, Boli y Thomas 1999). Laproliferación de los lazos transnacionales de base por todo el mundoes un fenómeno de mucha importancia pero, hasta ahora, ha recibi-do poca atención. El objetivo de este capítulo es analizar las activi-dades transfronterizas de carácter económico, político y socioculturalrealizadas por los inmigrantes contemporáneos que afectan a lascomunidades, los partidos e instituciones estatales de los países deorigen. A partir de este análisis se extraen lecciones generales quemodifican la creencia común acerca de lo que es un inmigrante y delos procesos de adaptación a la sociedad receptora.

* Este capítulo es una versión levemente modificada del artículo “Theoretical Convergenciesand Empirical Evidence in the Study of Immigrant Transnationalism.” International MigrationReview, 37(3). La sección introductoria se tomó de L. Guarnizo, A. Portes y W. Haller,“Assimilation and Transnationalism: Determinants of Transnational Political Action amongContemporary Migrants.” American Journal of Sociology, 108(6). En este último artículo seencuentra un análisis estadístico avanzado del fenómeno específico del transnacionalismopolítico. Dado el carácter no técnico de este libro, y a petición del autor, en este capítulo nose han reproducido las explicaciones detenidas de las técnicas estadísticas utilizadas en elproyecto empírico que le sirve de base. [Nota del editor]

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La principal finalidad de este estudio es indagar el alcance, lasimplicaciones y los determinantes sociales de las relaciones trans-fronterizas iniciadas y mantenidas por los migrantes contemporáneoshacia los Estados Unidos. El análisis se concentra específicamenteen las actividades transnacionales de tres de los principales gruposde inmigrantes que residen en cuatro grandes áreas metropolitanasde los Estados Unidos. Se busca establecer qué tipos, escala e inten-sidad de compromiso económico, político y sociocultural prevalecenentre estos inmigrantes y determinar los factores individuales y so-ciales que dan forma a dichas actividades.

En años recientes, el adjetivo “transnacional” se ha incluido demanera visible en los títulos de congresos y paneles de discusióndurante encuentros académicos en los Estados Unidos y Europa. Noobstante, esta oleada de interés ha estado acompañada por un au-mento de la ambigüedad teórica y la confusión analítica en la utili-zación del término. En consecuencia, mientras algunos académicoshan empezado a adoptar y poner en marcha el concepto en su traba-jo, otros han respondido con un intenso escepticismo. Al intentaraclarar el significado del término, muchos académicos han formuladodefiniciones explícitas de la “migración transnacional” y de los “campostrasnacionales”. Por ejemplo, para Glick-Schiller y Fouron (1999, 344):

La migración transnacional es un patrón de migración en el quelas personas, aunque atraviesen las fronteras nacionales y seasienten y establezcan relaciones en un nuevo Estado, conti-núan manteniendo conexiones sociales con la comunidad polí-tica de la que son originarios. En la migración transnacionallas personas literalmente viven sus vidas a través de las fron-teras nacionales. Dichas personas pueden ser definidas mejorcomo “transmigrantes”.

El problema de esta definición es que no establece un criterioespecífico para diferenciar entre quién participa en estas activida-des y quién no lo hace. Si el simple acto de enviar remesas a las fami-lias o viajar al hogar ocasionalmente cualifica a una persona como“transmigrante”, el campo como un todo está sujeto a que se le tildede banal pues es bien sabido que los migrantes transnacionales siem-pre se han visto involucrados en estas actividades (Foner 1997).

La principal dificultad que se presenta en el campo del transna-cionalismo, como ha sido desarrollado hasta ahora, es que su baseempírica descansa casi exclusivamente en estudios de caso1. Aunque

1 Los estudios sobre varias actividades transnacionales en el pasado han sido realizados sobre

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resultan útiles, estos estudios incluyen sólo a quienes participan enlas actividades de interés, excluyendo a aquellos que no lo hacen. Elresultado es una exageración del alcance del fenómeno, pues da laimpresión de que todas las personas de la comunidad estudiada es-tán involucradas. Mientras que el viaje ocasional al país de origen olas contribuciones financieras esporádicas a un partido político delpaís natal ciertamente ayudan a fortalecer el campo transnacional,por sí mismas no justifican el acuñamiento de un nuevo término. Loque yace en el núcleo del fenómeno que este campo intenta resaltary estudiar es el surgimiento de una nueva clase de personas, empre-sarios o activistas políticos que de manera regular realizan activida-des transfronterizas2. Estos son, para emplear un término de GlickSchiller y Fouron (1999), los verdaderos “transmigrantes”.

CONVERGENCIAS TEÓRICAS EN EL ESTUDIODEL TRANSNACIONALISMO

Las siguientes cinco conclusiones parecen haber generado un ciertoconsenso entre los especialistas en este campo:

1. El transnacionalismo representa una nueva perspectiva, no unfenómeno nuevo

El debate de si en realidad hay “algo nuevo” en las prácticas hoy ca-talogadas como transnacionales parece que ha sido resuelto con elreconocimiento de que existen muchos precedentes en la historia dela inmigración. Lo que faltaba era una perspectiva teórica convin-cente que iluminara sus similitudes de tal forma que pudieran seridentificadas como parte del “mismo” fenómeno. A falta de esta pers-pectiva, dichos casos seguirían siendo episodios aislados que no ge-

distintos grupos de inmigrantes. Estos incluyen a los brasileros (Margolis 1994), centroameri-canos (Hamilton y Chinchilla 1991, Mahler 1995, 1998, 1999), dominicanos (Grasmuck y Pessar1991, Portes y Guarnizo 1991, Graham 1997, Sorensen 1998), ecuatorianos (Kyle 2000), mexi-canos (Massey et al. 1987; Massey, Goldring y Durand 1994; Massey y Parrado 1994; R.C.Smith 1994, 1998; Goldring 1998), haitianos (Glick Schiller et al. 1995; Glick Schiller y Fouron1999, 2001), filipinos (Basch, Glick Schiller y Blanc 1994, Wolf 1997), chinos (Zhou 1992, Smarty Smart 1998) e indios (Lessinger 1992). Con la excepción de los estudios de Massey y suscolaboradores y el trabajo de Kyle sobre los ecuatorianos, la mayoría de la bibliografía no escuantitativa y está basada en evidencia etnográfica.

2 Aún así la participación en actividades transnacionales no se limita únicamente a las activida-des en la esfera pública. Los actores transnacionales también incluyen a los miembros defamilias u hogares en más de un país que mantienen relaciones constantes entre sí (por ejem-plo, proporcionando apoyo económico, social y emocional, y manteniendo vivas las relacio-nes familiares, las lealtades y la obligaciones) a través de las fronteras (ver, Kyle 2000, 102-12;Glick Schiller y Fouron 2001, Capítulo 4; Gardener y Ralph Grillo 2002).

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neran conocimiento acumulativo y, por tanto, no contribuyen al de-sarrollo de nuevas tipologías o predicciones. En este punto vale lapena recordar el clásico análisis de Merton sobre la “falacia de la an-ticipación”, en virtud de la cual las ideas novedosas son sometidas ala acusación contradictoria de que si son nuevas, no son verdaderaso, que si son verdaderas, realmente no son nuevas. Como lo diceMerton, “una vez que la idea ha sido formulada con tal claridad yénfasis que no puede ser ignorada, se vuelve fácil encontrar precur-sores de ella” (Merton 1968, 16). Robert Smith trae a colación estepunto, al señalar que “si la vida transnacional existió en el pasadopero no fue considerada como tal, entonces los lentes transnacionalescumplen la nueva función de proporcionar un medio para ver lo queexistía y no podía ser visto” (Smith 2003, 1).

Un punto de acuerdo subsidiario pero importante es el reconoci-miento de que, aunque se pueden encontrar muchas variedades detransnacionalismo en la historia de la inmigración, el fenómeno haexperimentado un gran impulso gracias al advenimiento de nuevastecnologías en el transporte y las comunicaciones, que facilitanenormemente la comunicación rápida a través de las fronteras na-cionales y entre grandes distancias. Sin importar cuán fuertes fue-ran las motivaciones de los primeros inmigrantes para mantener suslazos –económicos, políticos o culturales– con sus países de origen,los medios de los que disponían eran exiguos si se les compara conlos que cuenta el residente temporal de hoy. Esto explica en granparte, si no completamente, la densidad y complejidad alcanzada porel transnacionalismo inmigrante contemporáneo y en gran medidaes el responsable de su descubrimiento como un fenómeno digno deatención académica (Guarnizo 2003, Levitt 2001, Kivisto 2001).

2. El transnacionalismo es un fenómeno de base

A pesar de las numerosas tipologías que en el pasado distinguían entreel transnacionalismo “desde arriba” y “desde abajo”, refiriéndose elprimero a las actividades de los gobiernos y empresas multinaciona-les, el grueso de esta bibliografía se concentra en las iniciativas de lagente común para establecer lazos duraderos de diverso tipo a tra-vés de las fronteras nacionales. Del mismo modo se reconoce, comolo deja claro el trabajo de Vertovec (2003), que los inmigrantes no sonlos únicos actores privados involucrados en este tipo de empresa. Lasorganizaciones no gubernamentales de base y los activistas por losderechos humanos, el medio ambiente y otras causas globales tam-

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bién han contribuido a la proliferación de las redes transfronterizas“desde abajo” (Keck y Sikkink 1998).

Por esta razón es plausible una tipología que distinga entre lasactividades de los Estados nacionales, las instituciones globalesmulticéntricas y los actores privados no empresariales. Esta tipología,que es reproducida en la figura 1, diferencia las actividades interna-cionales de los gobiernos y otras instituciones identificadas con unEstado-nación particular, las iniciativas multinacionales de institu-

a) Actividadescaritativas de baseque promueven laprotección y cuidadode los niños en lasnaciones más pobres.b) Elección de reinasde belleza y elecciónde grupos artísticosen las comunidadesde inmigrantes paraparticipar en losfestivales anuales dela ciudad natal.

a) Boicotsorganizados poractivistas de base enlos países del PrimerMundo para exigirque lasmultinacionalesmejoren sus prácticaslaborales en el TercerMundo.b) Empresasestablecidas por losinmigrantes paraexportar/importarbienes desde y haciasus países natales.

a) ONG establecidaspara monitorearglobalmente losderechos humanos.b) Asociaciones cívicasde ciudades natalesestablecidas porinmigrantes paramejorar lascondiciones de suscomunidadesemisoras.

Transnacionales

La ONU y otrasagenciasinternacionalesencargadas demonitorear y mejoraráreas especializadasde la vida global.

Actividades deproducción ymercadeo deempresas globalescuyas gananciasdependen demúltiples mercadosnacionales.

Escuelas y misionespatrocinadas por laIglesia Católica y otrasreligiones globales enmúltiples países.

Multinacionales

Internacionales Establecimiento deembajadas yorganización demisiones diplomáticasen el extranjero porlos gobiernosnacionales.

Exportacionesimpulsadas pororganizacionesagrícolas, ganaderasy pesqueras deun país particular.

Programas de viajese intercambiosorganizados poruniversidadesubicadas en un paísespecífico.

Figura 1Activismo transfronterizo por diferentes tipos de actores

Actividades Áreas

Política Económica Sociocultural

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ciones globales como la Iglesia Católica y varias agencias de las Na-ciones Unidas, y las actividades transnacionales de miembros de lasociedad civil que no son gubernamentales ni empresariales. Eltransnacionalismo de los inmigrantes estaría ubicado en esta últimacategoría.

Claramente, como lo indica Bauböck (2003), no hay nada sagra-do en esta tipología y pueden ser desarrolladas otras complementa-rias o alternativas. No obstante, los objetivos que la impulsaron siguensiendo válidos, sin importar qué modificaciones sean realizadas. Ellasirve para destacar dos puntos. En primer lugar, el concepto de trans-nacionalismo, tal y como es utilizado en la bibliografía contemporá-nea, se refiere principalmente a las actividades transfronterizas delos actores privados de base, incluyendo a los inmigrantes. Segundo,es necesario un lenguaje que distinga estas actividades de las reali-zadas por las grandes burocracias y otras instituciones que desde hacemucho tiempo han formado parte de la escena global. Si no se haceesta distinción, el concepto de transnacionalismo se convierte en unamezcolanza de los más diversos tipos de fenómenos y pierde su valorheurístico para denotar un proceso social diferente y limitado.

3. No todos los inmigrantes son transnacionales

El conjunto antropológico de estudios que lanzaron efectivamente eltransnacionalismo como una perspectiva novedosa sugería que ésteera un fenómeno generalizado entre las comunidades inmigrantescontemporáneas. Lo anterior justificó, en cierto modo, que los inmi-grantes fueran rebautizados como “transmigrantes” en la medida enque habían dejado de seguir el camino tradicional de la asimilaciónpara involucrarse sistemáticamente en actividades “multivinculadas”a través de las fronteras nacionales (Basch et al. 1994).

No resulta sorprendente que el inicial entusiasmo intelectual vin-culado con el descubrimiento de este fenómeno hiciera que se exage-rara su alcance. Ya se ha señalado que el problema de tomar muestrassobre la variable dependiente, asociado con el método del estudio decaso, es el responsable de haber oscurecido la ausencia del transna-cionalismo en la vida cotidiana de muchos emigrantes (Smith 2003,Portes 2001). Las investigaciones subsiguientes han indicado que laparticipación regular en las actividades transnacionales, incluso laparticipación ocasional, no es una práctica universal (Guarnizo 2003;Landolt 2001). Aunque actividades tales como el envío ocasional deuna remesa o visitar el país natal indudablemente forman parte de

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lo que es catalogado como transnacionalismo, difícilmente puedenjustificar por sí solas el acuñamiento de un nuevo término. Estas sonactividades en las que los inmigrantes han participado desde tiem-pos inmemoriales. Así, tenemos la paradoja de que el transnacio-nalismo, como una nueva perspectiva teórica en el campo de lainmigración, está basado sólo en las actividades de una minoría demiembros de su población.

4. El transnacionalismo de los inmigrantes tiene consecuenciasmacrosociales

A pesar de su limitado carácter numérico, la combinación de un cua-dro de activistas transnacionales regulares con las actividades oca-sionales de otros inmigrantes se suman para dar lugar a un procesosocial que tiene un impacto económico y social importante en las co-munidades e incluso en las naciones. Mientras que desde una pers-pectiva individual, el acto de enviar una remesa, comprar una casaen la ciudad natal del inmigrante o viajar allí ocasionalmente tienenuna consecuencia puramente personal, cuando estas acciones sonagregadas pueden modificar la suerte y la cultura de estas ciudadese incluso de los países de los que forman parte. Estas y otras accio-nes similares, multiplicadas por miles, se traducen en un flujo dedinero que puede convertirse en la principal fuente de intercambioexterior de los países emisores, en inversiones que sostienen la in-dustria constructora natal en estas naciones y en nuevas prácticasculturales que modifican radicalmente los sistemas de valores y lavida cotidiana de regiones enteras (Levitt 2001, Itzigsohn et al. 1999,Ostergaard-Nielsen 2001).

Guarnizo (2003) señala la diciente ironía de que las remesas fa-miliares de un inmigrante que trabaja por el bienestar de su familiason aprovechadas por el gobierno del país de origen como una fuenteconfiable de divisas e incluso son utilizadas como garantía para lasolicitud de préstamos internacionales. Los magos financieros quedirigen el mundo capitalista han aprendido a contar no sólo con lasremesas presentes, sino con la expectativa de flujos futuros sosteni-dos como un criterio para determinar los merecimientos crediticiosde los Estados naciones y su elegibilidad para realizar nuevas inver-siones. De este modo, las diásporas creadas por una multitud de de-cisiones independientes de hombres y mujeres que buscan mejorarsus oportunidades de vida individuales, con el tiempo se transformanen una “exportación” clave de las naciones emisoras y en uno de los

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principales medios para mantener su integración en la economíamundial (Guarnizo 2003, Roberts et al. 1999, Goldring 1992).

Esta es la principal razón que explica por qué en los últimos añoslos gobiernos de los países de origen de los inmigrantes se han inte-resado con tanto entusiasmo por sus expatriados, apurándose paraaprobar la legislación sobre doble nacionalidad y ciudadanía y ga-rantizando la representación de los migrantes en los parlamentos.Las investigaciones existentes coinciden en este punto y muestranque el conjunto más diverso de países, de Eritrea a Colombia y deTurquía a México, ha adoptado medidas para mantener vínculosduraderos con sus diásporas y para promover sus contribuciones einversiones (Al-Ali et al. 2001; Guarnizo et al. 1999; Ostergaard-Nielsen 2001, 2003, Fitzgerald 2000; Smith 1998). Este activismo gu-bernamental suscita otro giro paradójico de los hechos, ya descritopor Roberts y sus colaboradores (1999). Utilizando la famosa tipologíade Hirschman, estos autores señalan que, con anterioridad a su via-je al exterior, los inmigrantes eran desatendidos e incluso reprimi-dos; su salida eventualmente los dotó de la voz política de la quesiempre carecieron como resultado directo de los esfuerzos de losgobiernos natales que procuran preservar la lealtad de los inmi-grantes hacia su país.

Las acciones decididas de los gobiernos para promover y apoyarel transnacionalismo, particularmente en el campo económico, po-drían sugerir a algunos que las políticas oficiales son la principal causade estas actividades. Esta sería una conclusión errónea porque elcomienzo de las actividades transnacionales en todos los campos seha debido a las iniciativas de los propios inmigrantes, quienes hanmovilizado con este objetivo sus redes de larga distancia. Como loseñala Vertovec (2003), los conceptos de red social y capital socialencuentran en el campo de los estudios acerca del transnacionalismoaplicaciones excepcionalmente fructíferas, en la medida en que es-tas actividades están asentadas y son apoyadas de manera invaria-ble por recursos sociales de base que compensan la escasez de recursoseconómicos y políticos.

Los gobiernos generalmente han ingresado en el campo sólo des-pués de que se han consolidado un conjunto de actividades transna-cionales como fruto de la iniciativa popular. Su ingreso no ha estadoexento de problemas: mientras que políticas oficiales aparentemen-te amistosas pueden promover y expandir las iniciativas transnacio-

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nales, también pueden poner en riesgo su viabilidad a través de in-tentos de cooptación y manipulación. Por esta razón las organizacio-nes cívicas y caritativas, creadas por medio de los esfuerzos de basede los activistas transnacionales, de manera resuelta siguen siendo“no políticas” y buscan mantener su distancia respecto a las tenta-ciones oficiales, que pueden poner en peligro sus metas (Landolt etal. 1999, Smith 1998).

5. El alcance y las formas del activismo transnacional varían deacuerdo con los contextos de salida y recepción

Este punto ha sido menos discutido, pues desde el principio se hareconocido que las actividades transnacionales son heterogéneas yvarían entre las comunidades de inmigrantes, tanto en popularidadcomo en carácter. Uno de los principales factores que determinan estavariación es el contexto de salida y recepción de los grupos particula-res, el cual condiciona su propensión para intervenir en actividadestransfronterizas o incluso para adoptarlas como su principal meca-nismo de adaptación económica. Uno de los resultados iniciales delestudio que se resume en la siguiente sección es que los inmigrantesde áreas urbanas que llegan escapando de una situación de violenciageneralizada en sus países de origen tienden a buscar la integraciónrápida en la sociedad anfitriona y a evitar la participación activa enla que dejan tras de sí. Los inmigrantes colombianos son una buenailustración de este fenómeno (Guarnizo et al. 1999). Por otra parte,los inmigrantes que provienen de ciudades pequeñas y áreas ruralescuyo país está en paz son significativamente más propensos ainvolucrarse en la acción política y cívica transnacional para apoyara sus comunidades natales. Los inmigrantes salvadoreños en losEstados Unidos constituyen un conocido ejemplo de este fenómeno(Landolt et al. 1999, Landolt 2001, Menjivar 2000).

La manera como los inmigrantes son incorporados a la sociedadanfitriona también afecta su propensión a participar en actividadestransnacionales. La evidencia existente sugiere que los inmigrantesque se dispersan y pasan desapercibidos protegiéndose de la discri-minación son menos propensos a participar en estas actividades. Porotra parte, las actividades transnacionales florecen en las comuni-dades altamente concentradas, especialmente en aquellas que hansido sometidas a una recepción hostil por parte de las autoridades yciudadanía de la sociedad anfitriona. Las grandes concentracionesétnicas crean múltiples oportunidades para las actividades trans-

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nacionales, en tanto que la creciente discriminación exterior hace queel grupo mire hacia adentro y fomente así contactos duraderos consus comunidades natales.

En tales contextos, las actividades culturales trasnacionales y lasasociaciones cívicas ofrecen una fuente de consuelo contra la hostili-dad externa y protegen la dignidad personal de sus amenazas. Laexperiencia de los haitianos, dominicanos y mexicanos en los Esta-dos Unidos y de los emigrantes de India y Pakistán en Gran Breta-ña, reportada en numerosos estudios etnográficos, suministraevidencia de estas tendencias (Glick Schiller y Fouron 1999, Stepick1998, Stepick et al. 2001, Itzigsohn et al. 1999, Goldring 1992, Robertset al. 1999, Ballard 2000).

EVIDENCIA CUANTITATIVA

Esta sección resume los resultados del Comparative ImmigrantEntrepreneurship Project (CIEP), el estudio más grande realizadohasta ahora que fue diseñado para reunir datos sobre las activida-des transnacionales económicas, políticas y socioculturales de losgrupos inmigrantes. Se presentan aquí para ilustrar los argumentosteóricos previos. El CIEP constituyó un esfuerzo mancomunado, rea-lizado por universidades de los Estados Unidos, que incluía un tra-bajo de campo cualitativo y cuantitativo llevado a cabo entre el 1996y 19983.

La fase inicial del estudio consistió en entrevistas con 353 infor-mantes claves en seis áreas de concentración de inmigrantes en losEstados Unidos (dos para cada nacionalidad) y en seis ciudades ex-tranjeras, incluyendo la capital de cada país de origen seleccionado.La segunda fase del proyecto consistió en un estudio de las tres co-munidades de inmigrantes en su principal área de concentración enlos Estados Unidos. El estudio fue realizado en dos etapas. La pri-mera consistió en una muestra aleatoria multinivel, basada en lascuadras de la ciudad como las principales unidades de muestreo(PUM) y una muestra aleatoria sistemática de cabezas de hogar delas nacionalidades seleccionadas en cada cuadra. La segunda fue unamuestra referencial, basada en los datos obtenidos de los informan-

3 Este proyecto se basó en un acuerdo de colaboración entre la Universidad Johns Hopkins, laUniversidad de California-Davis y la Universidad de Brown. En sus etapas finales, el proyectotuvo su sede en el Center for Migration and Development de la Universidad de Princeton.

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tes durante la primera fase y recolectada a través de múltiples cade-nas de acumulación. Esta parte del estudio fue designada como el“estrato especial” (Kish 1967, 409) y buscaba identificar a losinmigrantes que estaban involucrados en actividades empresarialesen general y en actividades transnacionales en particular. Este es-trato asegura la presencia de un número suficiente de empresariostransnacionales para el análisis cuantitativo, pero sesga la muestraen su dirección.

Para compensar este sesgo, los análisis estadísticos de la infor-mación CIEP balancearon los casos referenciales con la proporciónque representaban los autoempleados en la población de adultos tra-bajadores cabeza de familia de la nacionalidad relevante en cada áreade muestreo. Este procedimiento evita la pérdida de informaciónvaliosa, a la vez que previene las estimaciones sesgadas que resul-tan de diferentes probabilidades de selección (Kish 167, 407-409;Sudman 1983). Las muestras balanceadas resultantes pueden serconsideradas como representativas de las nacionalidades inmigrantesobjeto de estudio en sus áreas de concentración respectivas. No obs-tante, las probabilidades de selección varían entre estas áreas debi-do al tamaño desigual de las comunidades de inmigrantes presentesen cada una de ellas. Para solucionar este problema, en los análisisde la muestra total desarrollamos una segunda serie de balances. Loanterior es lo contrario de la fracción de muestreo, definida como larazón entre la muestra y la población de cabezas de familia de lanacionalidad objeto de estudio en cada área. El Censo de Población yVivienda de los Estados Unidos en 1990 proporcionó la informaciónnecesaria para calcular estas fracciones de muestreo (Frankel 1983,Sudman 1983).

La tabla 1 presenta las muestras, las poblaciones relevantes, lasfracciones de muestreo y las tasas de autoempleo (para balancear elestrato referencial de empresarios). La muestra ajustada puede serconsiderada representativa de los 187.228 hogares colombianos, do-minicanos y salvadoreños en cinco áreas diferentes de concentración.En parte, estas nacionalidades fueron seleccionadas debido a su ta-maño, en tanto se estima que actualmente cada una supera el millónde personas y que, conjuntamente, representan cerca de un quintodel total de inmigrantes latinoamericanos en los Estados Unidos(Farley 2001, Landolt 2001, Portes y Guarnizo 1991, Guarnizo et al.1999). Lo que resulta más importante es que a pesar de sus orígenesculturales y lingüísticos comunes, los contextos de salida y recepción

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de cada uno de estos grupos son bien diferentes. Esto permite exa-minar cómo estas variables macrosociales –las condiciones en el paísnatal y las formas de incorporación a la sociedad anfitriona– afectanel inicio y el carácter del transnacionalismo.

Las siguientes tablas presentan un resumen de los resultadostomados de la muestra CIEP, la mayor parte basados en su versiónbalanceada. Las fuentes son indicadas allí donde resulta apropiado.La tabla 2 muestra el alcance del transnacionalismo económico, po-lítico y sociocultural entre las tres nacionalidades de inmigrantes.La tabla incluye cifras que corresponden a una definición “amplia”del concepto que comprende tanto las actividades regulares como lasocasionales y a una definición “estricta” basada únicamente en laparticipación regular. En el campo económico los empresariostransnacionales están limitados a individuos autoempleados que res-pondieron afirmativamente a una de las siguientes preguntas:

- “El éxito de mi empresa depende de contactos regulares con paí-ses extranjeros”.

- “El éxito de mi empresa depende de un contacto regular con Co-

Tabla 1Distribución de la muestra CIEP por origen nacional,área y tipo de actividad económica

Origen nacional Número de casos Fracción Porcentaje de

y lugar del estudio de muestreo autoempleados

Muestra Población Censo de 1990

ColombianosQueens, NY 311 26.750 1,16 8,0

DominicanosProvidence,Rhode Island 159 2.296 6,92 4,0WashingtonHeights, Nueva York 259 88.930 0,29 7,8

Subtotal 418 91.226 — 7,7

SalvadoreñosLos Ángeles 240 57.076 0,42 7,4Washington 233 12.176 1,91 5,3

Subtotal 473 69.252 — 7,0

TOTAL 1.202 187.228 0,64 7,5

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Tabla 2Actividades trasnacionales en tres comunidades inmigrantes en los Estados Unidos

Actividad Participación regular Por lo menos participación ocasional1

Colombia- Dominica- Salvadore- Total Colombia- Dominica- Salvadore- Total

nos % nos % ños % % nos % nos % ños % %

EconómicaEmpresarios transnacionales 4,3 4,8 5,3 5,1 — — — —Empresarios transnacionales como porcentajede los autoempleados 37,5 52,5 76,2 57,9 — — — —

PolíticaMiembro de un partido político del país natal 10,0 12,6 7,6 9,9 18,7 22,8 14,3 18,3Da dinero a un partido político del país natal 2,3 10,8 5,6 7,2 5,1 15,8 9,8 11,5Participa en las campañas y manifestaciones políticasdel país natal 3,2 12,4 5,2 7,7 10,6 18,8 10,7 13,8

Sociocultural2

Miembro de una asociación cívica de la ciudad natal 7,1 9,6 19,3 13,7 18,0 19,9 37,5 27,7Da dinero para proyectos comunitarios en el país natal 6,1 8,5 12,8 10,1 18,7 18,4 33,6 25,4Miembro de una asociación caritativa en el país natal 13,2 6,4 21,5 14,3 29,9 21,6 40,3 31,4Viaja para asistir a los festivales públicos en el paísde origen 3,5 7,6 5,8 6,2 13,5 19,5 16,2 17,1Participa en clubes deportivos locales vinculadoscon el país natal 5,5 9,7 7,6 8,1 10,0 18,9 19,7 17,9

1 Incluye tanto la participación regular como la ocasional.2 Las tres primeras actividades incluidas en esta categoría también pueden ser conceptualizadas como políticas en el ámbito local, en la medida enque suponen interacción e influencia respecto de las autoridades y acontecimientos locales (ver Guarnizo et al. 2002).Fuente: Muestra Ponderada CIEP.

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lombia /República Dominicana /El Salvador” (De acuerdo con elpaís de origen del encuestado).

Así definidos, los empresarios transnacionales representan unapequeña minoría de la muestra balanceada, que no supera el 6% enningún caso. Esta cifra difiere claramente de las descripciones reali-zadas por los estudios etnográficos que algunas veces hacen creer quelas empresas transnacionales se han convertido en la principal for-ma de adaptación económica entre los inmigrantes contemporáneos.No obstante, es necesario señalar que los transnacionales represen-tan una gran proporción de todas las personas autoempleadas en estascomunidades. En consecuencia, en la medida en que los inmigrantesse convierten en empresarios, un número significativo lo hará apo-yándose en sus contactos con el exterior, particularmente con suspropias naciones natales.

Se llega a la misma conclusión general cuando se consideran lasactividades políticas o socioculturales. Los activistas políticos trans-fronterizos regulares representan una pequeña minoría, sin superarel 10% en la muestra balanceada total y el 15% entre el grupo inmi-grante más orientado hacia este tipo de participación (los dominica-nos). Mientras que la participación ocasional es más común, en casitodas las instancias no alcanza a superar un quinto de la muestra.La participación en actividades cívicas es ligeramente más común,especialmente entre los salvadoreños pero, en la muestra completa,tan sólo un tercio ha participado por lo menos ocasionalmente.

Tomados como un todo, estos resultados demuestran que eltransnacionalismo no es la forma normativa o dominante de adapta-ción de estos grupos de inmigrantes. La mayoría de sus miembrosparecen continuar con sus vidas en su nuevo país, olvidándose rela-tivamente de aquellos que dejaron tras de sí. En esta medida se co-rrobora la posición “canónica” en la teoría de la inmigración que haceénfasis en la asimilación de los inmigrantes en la sociedad recepto-ra. Adicionalmente, el reconocimiento de que el transnacionalismono es un fenómeno universal debe ser extendido para aceptar que,por lo menos entre algunos inmigrantes, es casi ausente.

Los datos muestran que las actividades transnacionales son rea-les, que existe un núcleo de empresarios y activistas transnacionalescomprometidos, y que una minoría considerable de inmigrantes par-ticipa por lo menos ocasionalmente. Adicionalmente, los resultadospresentados en la tabla 3 agregan una cualificación importante a la

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aceptación demasiado rápida de los principios asimilacionistas conbase en simples distribuciones de frecuencia. Esta tabla resume losresultados sobre los factores determinantes del transnacionalismoeconómico, político y sociocultural. En el caso de los dos primeros, elanálisis se concentra en la participación regular y sostenida; en elcaso del transnacionalismo sociocultural, incluye tanto la participa-ción regular como la ocasional. Los métodos de análisis también difie-ren: en el caso de las actividades económicas, los efectos de predicciónson indicados por coeficientes logísticos binarios y sus probabilida-des asociadas; en el caso de la participación política, éstos provienende regresiones binarias negativas (RBN) y de los cambios porcentua-les asociados en el conteo de la participación transnacional regular;para el transnacionalismo cultural, los efectos sobre un índice com-puesto de la participación regular y ocasional son dados por los coefi-cientes que se derivan de una regresión ordenada con base en elmétodo logit.

A pesar de estas diferencias, existe una convergencia significati-va en lo que los resultados dicen acerca de los factores determinan-tes del fenómeno. La perspectiva convencional de la asimilaciónconduce a la expectativa de que las actividades transnacionales se-rán transitorias y que estarán asociadas con los sectores más recien-tes y marginales de una comunidad de inmigrantes, los menoseducados y los que sufren de mayor movilidad descendente. Estos sonlos individuos que tendrían todos los incentivos para mantener lazosregulares con sus países natales. Los datos indican lo contrario: sinimportar la actividad que sea considerada, los inmigrantes educadosson los que tienen una mayor probabilidad de participar. Cada añode educación incrementa la probabilidad del empresariado trans-nacional en un 1% y un diploma de educación secundaria conduce aun incremento del 173% en el número de las actividades políticastrasnacionales regulares.

Todavía más dicientes son los efectos de las variables asociadasconvencionalmente con la asimilación. La adquisición de la ciudada-nía estadounidense no reduce la participación transnacional y los añosde residencia en los Estados Unidos; de hecho, la incrementa. Porejemplo, cada año adicional en los Estados Unidos genera un aumentodel 3,5% en el número de las actividades políticas transnacionalesregulares. De manera semejante, la movilidad ocupacional descen-dente no surte ningún efecto sobre el transnacionalismo político y dehecho reduce la posibilidad de convertirse en un empresario trans-

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Tabla 3Factores determinantes del transnacionalismoentre los inmigrantes latinoamericanosen los Estados Unidos, 1998

Factores Económico Político Sociocultural4

de predicción1 (empresarios transn.)2 (definición estricta)3

Demográficos Coeficiente p5 Coeficiente Cambio

porcentual6 Coeficiente

Edad 0,13 — ,101 *** 10,6 -,008Edad ajustada — — -,001 *** -0,1 —Sexo (masculino) 1,035 * *** ,08 1,209 ** 235,3 ,697 ***

Estado civil ,440 * *** ,03 ,118 *** 12,6 —Número de hijos -,049 — — — ,120 **

Capital humanoEducación (años) ,114 **** ,01 — — ,402 ***

Bachiller — — 1,003 **** 172,7 —Universitario — — ,324 *** 38,3 —Antecedentesprofesionales/ejecutivos 1,191 **** ,10 — — ,375

AsimilaciónAños de residenciaen los E. U. ,036 ** ,003 ,034 **** 3,5 ,018*

Ciudadaníaestadounidense — — -,041 — ,141Experienciasdiscriminatoriasen los E. U. ,308 — — — ,287 **

Movilidaddescendente7 ,402 *** -,03 -,058 — —

Redes socialesTamaño ,111 **** ,01 0,95 **** 10,0 —Alcance8 ,226 — -,084 — —Probable regreso — — ,440 **** 55,3 ,303 **

Nacionalidad9

Colombiana -1,519 **** -,05 -1,212 *** -70,2 —Dominicana — — — — ,661 ***

Salvadoreña 1,097 **** ,09 -,018 — ,920 ***

Constante -6,235 -5,813 —Seudo R2 ,256 ,104 ,167

1 Los factores de predicción que no están incluidos en cada regresión son señaladoscon un guión en la columna “Coeficiente”. Se omiten algunos factores de predicción dela regresión del transnacionalismo sociocultural.

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nacional. En consecuencia, las actividades transnacionales no son elterreno de los pobres y marginalizados, sino que están consisten-temente asociadas con mayores recursos de capital humano: máseducación, más años de experiencia en los Estados Unidos y unestatus ocupacional más alto.

Los coeficientes presentados en la tabla 3 completan la descrip-ción sobre los factores determinantes del transnacionalismo. Indicanque, en gran parte, estas actividades son impulsadas por hombrescasados. El género en sí mismo tiene una influencia decisiva, pueslos hombres tienen una mayor representación entre los empresariostransnacionales y entre los activistas políticos y sociales transna-cionales. Los inmigrantes masculinos superan la participación feme-nina en las actividades transfronterizas en un 200%. Este dominioes complementado por el estado civil, como lo indican los fuertes co-eficientes del matrimonio y número de hijos en las diferentes formasde transnacionalismo.

Tabla 32 Regresión logística de las probabilidades del empresariado transnacional. Fuente:Portes et al. (2002).3 Regresión binaria negativa del número de actividades políticas, electorales y cívicasen las que los encuestados están involucrados regularmente. Fuente: Guarnizo et al.(2002).4 Regresión logit ordenada del índice aditivo de participación regular u ocasional enel conjunto de actividades socioculturales enumeradas en la tabla 2. La participaciónregular en las tres primeras actividades también está incluida en la definición deltransnacionalismo político. Muestra CIEP sin ponderar. Fuente: Itzigsohn y Saucedo (2002).5 Aumento/disminución en la probabilidad neta del transnacionalismo económico aso-ciada con un incremento de una unidad en cada factor de predicción. Los efectos nosignificativos son omitidos.6 Aumento/disminución en el porcentaje de las actividades políticas transnacionalesregulares en las que los entrevistados participan, asociado con un incremento de unaunidad en cada factor de predicción. Los efectos no significativos son omitidos.7 Cociente entre la última ocupación en el país de origen y la primera en los EstadosUnidos, codificadas a lo largo de una escala jerárquica de 5 puntos.8 Coeficiente entre los vínculos locales y no locales en la ciudad de residencia delencuestado.9 La nacionalidad de referencia es indicada por un guión en la columna denominada“Coeficiente”. Para las regresiones del transnacionalismo económico y político, Domini-canos es la categoría de referencia. Para las regresiones del transnacionalismo socio-cultural, Colombianos es la categoría de referencia.* p<.10** p<.05*** p<.01****p<.001

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Finalmente, no sólo el capital humano sino también el capitalsocial cumple un papel significativo en el proceso. Los inmigrantesque cuentan con mejores redes tienen una mayor probabilidad deconvertirse en activistas transnacionales. Cada vínculo adicionalincrementa la probabilidad del empresariado transnacional en un 1%y en un 10% el número de las actividades políticas transnacionalesregulares. Lo que resulta interesante es que no es el tipo de vínculossociales sino su número absoluto lo que cumple un papel dominante.No importa mucho si las redes de un inmigrante son locales o extra-locales; lo que cuenta para el activismo transnacional es su tamaño.Estos resultados se ven complementados por el hallazgo de que losinmigrantes cuyos parientes y amigos esperan que regresen a sushogares (“regreso probable”) tienen una probabilidad significativa deinvolucrase en iniciativas socioculturales en su país de origen.

Una vez se ha tenido en cuenta y controlado estadísticamente estaamplia gama de factores de predicción, todavía se presentan grandesdiferencias entre las tres nacionalidades inmigrantes en el estudioCIEP. Utilizando a los dominicanos como la categoría de referencia,encontramos que los salvadoreños tienen una mayor probabilidad deconvertirse en empresarios transnacionales y que los colombianostienen una mucha menor. Los dominicanos y los salvadoreños no di-fieren mucho entre sí en el número total de las actividades políticastransfronterizas en las que participan, pero ambos grupos tienen unamayor tendencia a involucrarse que los colombianos. Con este últi-mo grupo como referencia, tanto los dominicanos como los salvado-reños muestran una mayor predisposición para apoyar iniciativassocioculturales que los vinculen con su tierra natal.

Estas diferencias concuerdan con los contextos conocidos de sali-da y recepción de los tres grupos. Lo anterior ha sido explicado condetenimiento en otros lugares (Portes et al. 2002, Landolt 2001,Guarnizo et al. 2003, Itzigsohn y Saucedo 2002). Para nuestros pro-pósitos, lo importante es que estos resultados apoyan el consenso teó-rico sobre la heterogeneidad fundamental del transnacionalismo delos inmigrantes. Este consenso se refiere principalmente a las for-mas que asume el fenómeno. Los resultados arrojados por su estudiolo extienden, indicando que sus fuentes también son heterogéneas yvarían sistemáticamente de acuerdo con los orígenes nacionales.

En general, estos hallazgos ofrecen una sobria lección de reali-dad no sólo para los defensores de la teoría convencional de la asimi-

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lación, sino además para aquellos autores que han visto en eltransnacionalismo una herramienta nueva y poderosa en manos delos pobres y desposeídos del planeta. Mientras que nuestros resulta-dos muestran que las experiencias discriminatorias en la sociedadanfitriona incrementan de manera significativa algunas formas deltransnacionalismo y mientras que otros resultados indican que es-tas actividades pueden mejorar la suerte de las familias pobres encasa, la evidencia actual muestra claramente que los inmigrantes queestán más involucrados en las iniciativas transfronterizas no son losmás explotados o marginalizados. Por el contrario, las diferentesformas de transnacionalismo que emergen del análisis son el resulta-do de las actividades de hombres de familia sólidamente estableci-dos –educados, con buenas conexiones y firmemente arraigados enel país anfitrión–. Son ellos, en lugar de los recién llegados y los quesufren de una movilidad descendente, quienes organizan las empre-sas transfronterizas, quienes apoyan a partidos políticos y comitéscívicos en su país de origen y quienes dirigen las festividades cultu-rales, los deportes y los eventos religiosos que vinculan a cada diás-pora emigrante con su nación respectiva.

SÍNTESIS Y CONCLUSIONES

A pesar de la participación limitada de los inmigrantes en el campotransnacional, es aconsejable continuar con la investigación sobre estetema por tres razones. En primer lugar, la existencia de este campocrea un sendero alternativo de adaptación socioeconómica y políticaen la sociedad receptora que no había sido vislumbrado por los mo-delos tradicionales de la asimilación. Como lo muestra la evidenciaempírica presentada, no se trata de que la asimilación y el trans-nacionalismo sean fenómenos opuestos pues suelen ser los inmi-grantes mejor establecidos y que cuentan con mayor seguridad losque se involucran en este tipo de actividades. En su lugar, la empre-sa transnacional y el activismo político pueden ofrecer formasnovedosas de integración simultánea en la nueva sociedad junto conuna participación renovada en el país y comunidad de origen. Enalgunas ocasiones, como es el caso de las empresas transnacionalesexitosas, estas actividades pueden ayudar a la adaptación exitosa delos inmigrantes y sus hijos en su nuevo país (Portes et al. 2002).

En segundo lugar, las iniciativas transfronterizas, incluso cuan-do son realizadas ocasionalmente, son de gran importancia para el

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desarrollo de las naciones natales. Como lo enfatiza Guarnizo (2003),las remesas e inversiones de los inmigrantes han dejado de ser unfenómeno marginal para convertirse en uno de los pilares de la esta-bilidad financiera y de las perspectivas de desarrollo de los paísesemisores. El significativo impacto que pueden tener las remesas ycontribuciones de los expatriados en el desarrollo de las comunida-des locales ha sido bien documentado en trabajos de campo en ElSalvador (Landolt 2001), Brasil (Levitt 2001), México (Fitzgerald 2000,Massey et al. 1987) y Eritrea (Al- Ali et al. 2000), entre otros países.

En tercer lugar, las ramificaciones del fenómeno y las formas quepuede asumir en diferentes países aún no han sido completamente com-prendidas. Como lo muestra Levitt (2003), el campo del transna-cionalismo no está compuesto exclusivamente de transaccioneseconómicas y políticas. La religión juega un papel clave en muchos ca-sos y el alcance de su presencia e impacto en las naciones emisoras yreceptoras aún necesita investigación adicional. El estudio de otras for-mas de vinculación transnacional como los movimientos culturales, loslazos profesionales/científicos, el arte y los deportes aún está en su in-fancia. Al igual que en el caso de las variaciones entre naciones, el des-cubrimiento de que grupos tan cercanos lingüística y culturalmente comolos colombianos, dominicanos y salvadoreños difieran tanto en el alcan-ce y carácter de su vida transnacional proporciona una base para anti-cipar variaciones mucho más grandes de este fenómeno en el mundo.

Como ya ha sido señalado, el estudio del transnacionalismo se habasado principalmente en trabajos etnográficos. Mientras que elmétodo del estudio de caso tiene sus méritos, incluyendo la capaci-dad para descubrir realidades tras las apariencias y su capacidad paraproporcionar descripciones ricas de un fenómeno social particular,también tiene sus limitaciones. Es necesario realizar estudios com-parativos y cuantitativos adicionales acerca del transnacionalismoque estén basados en encuestas o estadísticas oficiales agregadas, portres razones. En primer lugar, para poner en perspectiva el fenóme-no e indagar cuáles son sus verdaderas dimensiones. Las cifras so-bre el tamaño absoluto y relativo de las remesas resumidas porGuarnizo (2003) proporcionan una noción autorizada respecto al pesode estas transferencias. De manera similar, el análisis de los datosdel CIEP proporciona una primera estimación confiable acerca delverdadero número de inmigrantes involucrados en estas actividades.

Segundo, los estudios cuantitativos comparados resultan necesa-rios para comprobar las hipótesis sobre los factores determinantes,

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las formas y consecuencias del transnacionalismo. Los conceptos teó-ricos analizados por Vertovec (2003) como relevantes para el estudiodel fenómeno, como el arraigo, las redes sociales y el capital socialhan sido ilustrados en varios estudios de caso. Aún así, la evidenciaetnográfica no resulta suficiente para establecer la verdadera impor-tancia causal de estos conceptos en casos nacionales específicos ogenerales. Por ejemplo, ¿cuál es el papel del capital social en el iniciodel empresariado transnacional una vez se han tenido en cuenta laedad, el género y la educación? ¿Cuál es la importancia de las redessociales para la organización de programas efectivos de asistencia ala ciudad natal, una vez se tiene en cuenta la distancia geográfica yel contexto político de los países emisores? Nuevamente, los resulta-dos antes resumidos proporcionan evidencia sobre estas preguntas,pero es necesario realizar abundante investigación adicional.

Tercero, se necesita información longitudinal para examinar eltema crucial de la transmisibilidad generacional. ¿Es el transnacio-nalismo un fenómeno que ocurre principalmente en la primera gene-ración o se puede esperar que los hijos de los inmigrantes participaránen cantidades significativas? Muchas opciones se sugieren: desde laperpetuación del campo transnacional a través de generaciones has-ta el uso instrumental de estas actividades para facilitar la integra-ción exitosa de los jóvenes de la segunda generación en la sociedadanfitriona. Ya existe cierta evidencia anecdótica sobre cada una deestas opciones pero, a falta de estudios longitudinales más represen-tativos, puede decirse muy poco sobre su importancia.

Al final, una combinación de métodos –desde el análisis de losdatos y censos oficiales existentes, pasando por los estudios longitu-dinales hasta el trabajo etnográfico– ofrece la mayor promesa paraimpulsar el estudio del transnacionalismo. Las investigaciones pa-sadas han mostrado de manera convincente que el transnacionalismode los inmigrantes existe y que puede adoptar múltiples formas.También conducen a la serie de convergencias señaladas al principiode este capítulo. Para ir más allá de este escenario y para tener unainfluencia perdurable tanto en las políticas de desarrollo como en lasciencias sociales, en los años venideros se necesitará una aproxima-ción metodológicamente más diversificada.

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CAPÍTULO 7

Pasado y futuro del neoliberalismoen América Latina:Entrevista con Alejandro Portes

César A. Rodríguez Garavito*

Chicago, 4 de abril de 2003

C.R. Profesor Portes, con base en su reciente trabajo sobre las con-secuencias del neoliberalismo en la estructura de clases socia-

les, la desigualdad y la pobreza en América Latina, ¿qué balance ylecciones nos dejan las dos décadas de programas de “ajuste estruc-tural”?

A.P. Creo que una de las lecciones más importantes es que la ideade que los países pueden ser desarrollados desde fuera, a través dela dinámica de los mercados, ha probado ser una ilusión en la totali-dad de nuestros países. No hay alternativa a un esfuerzo sostenidodel Estado nacional por modificar la situación y, en ese sentido, in-sertar al país, eficiente e inteligentemente, en la economía global. Lapura apertura es problemática. Al mismo tiempo, como todos sabe-mos, el mercado, cuando es abandonado a sus propias fuerzas, puedeser en algunos casos (pero en otros no) una fuente de crecimiento eco-nómico. Lo que sí constituye ciertamente es una fuente inevitable dedesigualdad social, entre los ganadores y los perdedores en el mercado.

En el caso de nuestros países, en América Latina, el problema esque los grandes capitales no son endógenos sino que vienen de fuera.Por tanto, el proceso de enriquecimiento que genera el mercado noes apropiado necesariamente por las sociedades nacionales, sino quefrecuentemente es exportado. Es decir, el valor adicional producidopor nuevas industrias de exportación se apropia en los centros y noen las zonas de la periferia como América Latina. Por tanto, la ideadel mercado como creador de riqueza para nuestros países es proble-

* ILSA y Universidad de Wisconsin-Madison.

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200 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

mática, y la idea del mercado como generador de desarrollo es impo-sible de creer cuando se ha comprobado que en general ha sido lafuente de enorme desigualdad. En ese sentido, lo que vemos al cabode veinte años de experimentos de ajuste estructural es una pérdidade poder por parte de los Estados nacionales, una pérdida del con-trol de la situación de los países, y una creciente desigualdad socialentre una minoría globalizada que se ha beneficiado ampliamentedel proceso de expansión mercantil y una mayoría que se encuentracada vez más en situación precaria.

C.R. Chile, un país que usted ha estudiado en profundidad, es pre-sentado con frecuencia como un caso de éxito de los programasneoliberales. ¿Chile es una excepción a las tendencias que usted se-ñala? ¿Es en verdad un modelo a seguir que puede ser replicado?

A.P. Curiosamente, cuando Chile trató de implementar el mode-lo neoliberal en forma ortodoxa, en los años setenta y principios delos ochenta, fracasó rotundamente, llevando a enormes niveles dedesempleo abierto y a situaciones de extrema pobreza que ese paísnunca había conocido. Solamente después de repetidos intentos, fueposible por el hecho de que había un gobierno militar –lo que permi-tía errar una y otra vez sin tener que pagar las consecuencias–, has-ta que al final el último modelo implementado –por cierto, no poreconomistas neoliberales sino por un oficial del ejército de una for-ma más pragmática–, efectivamente dio en el clavo y empezó a gene-rar un proceso de desarrollo económico sostenido.

Es cierto, sin duda, que la experiencia chilena, primero, ha sidorelativamente exitosa y, segundo, ha sido presentada como un ejem-plo del éxito del modelo. Pero no fue el modelo el que funcionó, fueuna aproximación extremadamente pragmática, después de variosfracasos. Una aproximación, por ejemplo, que llevó a la creación des-de el Estado chileno de grupos económicos privados, que no existíananteriormente, utilizando para ello los recursos industriales que es-taban en manos del Estado, precisamente porque habían sido expro-piados anteriormente por el gobierno socialista. También implicó lapreservación de instrumentos clave de manejo económico tales comola Corporación del Cobre, que nunca fue vendida, en clara violaciónde los preceptos neoliberales. Chile tampoco se plegó a la exigenciadel Fondo Monetario Internacional de que hiciera lo mismo que Ar-gentina, que dolarizara su economía, resistió fuertemente la presión.Es decir, lo que vemos en el caso chileno es, primero, probablemente

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el Estado nacional de mejor calidad que existe en el continente, queutilizó de forma pragmática una serie de recortes para promover elcapital nacional, para atraer capitales extranjeros pero en forma talque pudieran ser controlados efectivamente y para utilizar el discur-so de los mercados al mismo tiempo que implementaba una políticamás bien de corte keynesiano, de intervención estatal en la sociedady en los mercados con relativo éxito.

En resumen, yo le atribuyo el éxito del modelo chileno, primero,al hecho de que el proceso de experimentación tuvo lugar bajo unadictadura militar que permitió cometer errores hasta el punto tal dellegar a una aproximación pragmática y, segundo, a la calidad delEstado nacional, menos corrupto, menos permeado y penetrado porintereses dentro de la sociedad civil, que con cierta calidad ha logra-do hacer lo que un Estado nacional debe hacer en este momento, esdecir, combinar pragmáticamente una situación que sea atractiva alos capitales nacionales y extranjeros con una promoción de intere-ses estratégicos de la economía y de la sociedad civil. En ese sentido,el caso chileno contrasta claramente con el argentino, donde al pare-cer creyeron que simplemente abriendo el país al exterior, los merca-dos desde afuera iban a desarrollar a la nación.

C.R. A propósito de Argentina, en una conferencia reciente, LuisCarlos Bresser Pereira1 afirmaba que con Argentina –e incluso an-tes, con la crisis asiática de 1997-1998 y la llegada de la crisis a Bra-sil– se había acabado el período del neoliberalismo, había entrado ensu crisis final. ¿Usted está de acuerdo? ¿Estamos ya en un períodoposterior al neoliberalismo?

A.P. No. Creo que todavía, aunque el neoliberalismo está muydebilitado, la defensa de los mercados y la política de permitir a laeconomía mundial y a los intereses globalizados penetrar en los paí-ses no ha terminado, en parte porque esta no es una política que reflejesimplemente un consenso intelectual. El Consenso de Washington noes consenso de intelectuales. Es un consenso de grandes interesesexistentes en la economía política de los países centrales. En ese sen-tido, aun cuando se diga esto, es muy poco probable que el FondoMonetario Internacional cambie sus recomendaciones hacia los paí-

1 Economista brasilero, exministro de Hacienda, de Ciencia y Tecnología, y de Administración yReforma del Estado de Brasil. La conferencia a la que se hace alusión tuvo lugar en el Congre-so de la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA) en Dallas, Estados Unidos, en mar-zo de 2003.

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ses latinoamericanos y las modifique para tolerar una acción másproactiva por parte de los gobiernos.

Vemos que en cada caso la misma receta que hemos estado pre-senciando durante las últimas dos décadas –reducción de la inter-vención estatal, manejo macroeconómico estable, disminución de lainflación a cualquier precio– todavía sigue siendo dominante. EnBrasil, por ejemplo, el país de Bresser Pereira, la expectativa delgobierno actual de centro-izquierda de implementar una política máspopulista, más de defensa de los intereses nacionales, más de apoyoa la economía y a las empresas brasileñas –es decir, un modelo máskeynesiano– se encuentra a cada paso con que los mercados le cie-rran el camino, los mercados que le dictan al banco central una polí-tica antiinflacionaria, que es al mismo tiempo profundamentenegativa para la promoción del desarrollo. Hay una lucha dentro delEstado brasilero entre los intereses del poder ejecutivo que tratande promover una economía más adecuada a los intereses de la na-ción, de un lado, y los intereses de los mercados representados por elbanco central, del otro.

C.R. Teniendo en cuenta estas limitaciones, y con base en sus in-vestigaciones sobre el desarrollo económico, ¿qué margen de manio-bra le queda a los gobiernos nacionales y locales en América Latinapara promover políticas públicas diferentes a las neoliberales?

A.P. Más del que parece. A mi modo de ver, hay margen de manio-bra aun en los gobiernos locales. El gobierno de Curitiba no es igualal gobierno de São Paulo; el gobierno de Bogotá no es igual al gobier-no de Cali. Por lo tanto, hay margen de maniobra incluso local. Laeconomía globalizada es un enorme mecanismo que efectivamentelleva a situaciones y a opciones parecidas, pero el manejo de esassituaciones y de esas opciones depende en gran medida de la calidad,la astucia y el conocimiento de los actores nacionales.

Nuestros países, como todos los países de la periferia –y, en rea-lidad, como todos los países que se han desarrollado–, dependen deun actor fundamental, el Estado, para manejar sus economías, y lacapacidad de maniobra es mucho más amplia de lo que a veces sepiensa. Por ejemplo, para poner algunos casos, Brasil y Chile resis-tieron los embates y las demandas del Fondo Monetario Internacio-nal para que hicieran lo mismo que Argentina, cuando Argentinaparecía ser el gran modelo latinoamericano a principios de los no-venta. Si uno tuviera una visión mecanicista de la historia y la eco-

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nomía, diría que Brasil y Chile habrían tenido que adoptar las mis-mas políticas, pero no lo hicieron. Es decir, el Estado nacional puedeno hacerlo. Y ya hemos visto claramente que las recomendaciones ylas recetas del Fondo Monetario Internacional pueden llevar al de-sastre.

Por tanto, no hay quien pueda actuar con mayor efectividad en latarea de promover el desarrollo nacional que un Estado capaz y com-prometido con el país. Obviamente, muchas veces eso no ha pasadoen América Latina porque los funcionarios con capacidad de decisiónse han preocupado más por sus intereses individuales, sus interesescortoplacistas, que por los intereses de la nación. Pero cuando se tie-nen estos últimos en mente, es posible actuar dentro del contexto delas limitaciones de una economía globalizada para privilegiar áreasde desarrollo estratégico, para educar a la población de forma tal quesu capital humano sea suficiente para poder funcionar y crear em-presas de alta tecnología, para crear un ambiente donde lo que seatraiga hacia el país no sean simplemente empresas coreanas o chi-nas buscando la mano de obra más barata posible, sino empresas dealta tecnología que aunque busquen un abaratamiento de sus costos,también busquen, precisamente por su nivel de competencia, trans-ferir tecnología e ir creando las bases para un desarrollo nacional.

Ahí está, por ejemplo, el caso centroamericano, que muestra esasdiferencias. Uno puede ver países como Guatemala o República Do-minicana, que son fundamentalmente fuentes de mano de obra ba-rata, de producción industrial de exportación de bajo valor agregado,intensiva en mano de obra barata y con poca capacidad de transfe-rencia tecnológica. Esto contrasta con el ejemplo de Costa Rica, queha sabido atraer recientemente enormes inversiones de alta tecnolo-gía de computación (Intel, etc.), que no podrían haberse realizado siel Estado costarricense no hubiese invertido por muchos años en elmejoramiento del capital humano de la población. En ese sentido, yosoy optimista y creo que a medida que nuestros países maduren yque el Estado nacional mejore, vamos a tener mucha más capacidadde maniobra que la que parecería derivarse de las teorías del siste-ma mundial formuladas desde los países centrales, en las que lospaíses de la periferia aparecen simplemente como marionetas guia-das por la lógica del capital internacional.

C.R. Para agregar una última pieza a este conjunto institucionaly económico, ¿cuál le parece que puede ser el impacto del ALCA, si

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llega a ser aprobado, en la capacidad del Estado en el manejo de laeconomía?

A.P. Creo que depende de a qué tipo de pacto se llegue en las ne-gociaciones del ALCA. En general, veo con cierto escepticismo la po-sibilidad de un tratado interamericano de libre comercio dominadopor Estados Unidos, por el hecho de la enorme asimetría que existeentre los Estados Unidos y el resto de los países. Por otra parte, unaversión latinoamericana del mercado integrado puede tener un efec-to positivo, como lo tuvo Mercosur durante buena parte de su exis-tencia. Mercosur tuvo problemas solamente a partir de que Argentinadecidió abrir sus mercados completamente, rompiendo el modelo yponiendo en riesgo la viabilidad de Mercosur como pacto regional.

Claramente, a medida que nuestros países se industrializan, lasposibilidades de una mayor compenetración, y al mismo tiempo deuna mayor amplitud del mercado, son prometedoras. En ese sentido,yo creo que conviene profundizar en ellas. El caso mexicano es pecu-liar porque México ha entrado en este tratado de libre comercio conEstados Unidos y Canadá (el Nafta), que lo aleja notablemente deAmérica Latina. Vamos a ver si en el futuro esa es una ruta viablepara México o si eventualmente el país regresa a una cooperaciónlatinoamericana. Ahora bien, para el resto de América Latina, el pro-ceso de integración ha sido hasta el momento más benéfico que per-judicial –el mercado común andino, el Mercosur– y convendríaampliarlo.

C.R. Terminemos con una pregunta relacionada con los eventospolíticos más recientes en América Latina, que tienen impacto direc-to en el campo económico. En varios países latinoamericanos, lospartidos y movimientos de izquierda han logrado avances importan-tes, en parte canalizando el descontento popular frente a los efectosdel neoliberalismo. ¿Cuál es su impresión sobre esta tendencia? ¿Quésignifica el resurgimiento de la izquierda para el futuro delneoliberalismo en la región?

A.P. En general, me parece que claramente los electorados lati-noamericanos están a la búsqueda de alternativas. No les complaceel modelo neoliberal ni sus consecuencias sociales. El modelo ha de-mostrado repetidamente ser impopular, y por tanto está perdiendoen las urnas. Sin embargo, la debilidad de los Estados nacionales yla presión internacional hasta ahora han sido tales que repetidamenteen nuestro continente hemos visto candidatos elegidos con una pla-

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taforma progresista o populista que, una vez en el poder, dan unavuelta de 180 grados para cumplir con los dictados de los mercados yde las agencias internacionales. Podemos citar el caso de Fujimorien el Perú, el caso de Fox en México, el de Menem en Argentina, el deLucio Gutiérrez en Ecuador y está por verse el caso de Lula en elpaís más importante del continente. Esa tendencia se ha vuelto casigeneralizada. O sea, una agitación electoral populista y anti FondoMonetario y antineoliberalismo, pero luego, una vez alcanzado el po-der, un viraje notable para cumplir con los compromisos existentes.En ese sentido, la izquierda se ve muy debilitada por la caída de lospartidos de izquierda más coherentes que existían en el pasado, locual a su vez se debe al debilitamiento del proletariado formal. Sepodría decir que el proyecto neoliberal, que no ha tenido éxito econó-mico, sí ha tenido éxito político al debilitar a sus adversarios y a aque-llos que podrían implementar una agenda alternativa coherente.

Parte de esta cuestión, me parece a mí, tiene que ver con el hechode que aunque el modelo actual se ve como impopular e ineficaz, hastaeste momento no se ha logrado elaborar alternativas. Muchos de es-tos partidos y candidatos no tienen una idea muy clara de lo que podríaser la alternativa y sospechan mucho de lo ocurrido en el pasado, esdecir del populismo anterior. Pero me parece que estamos maduran-do. En nuestro continente claramente hay una creciente percepción deque un modelo neokeynesiano que recupere y revalore el papel delEstado para intervenir en la economía y en la sociedad, un Estadocapaz de dialogar con los intereses extranjeros, un modelo que com-bine algunos aspectos importantes que hemos aprendido en este tiem-po de neoliberalismo (como el balance macroestructural) con unaacción proactiva por parte de los Estados nacionales, es hacia dondedebemos ir.

El caso argentino es muy curioso en ese sentido, porque despuésde la debacle claramente promovida por el modelo neoliberal, el go-bierno pos De la Rúa, pos Cavallo, simplemente llevado por la nece-sidad, implementa una serie de iniciativas que hace mucho tiempoese país debería haber implementado: ajuste monetario para hacerla moneda competitiva, apoyo a la industria nacional, promoción delturismo, solidaridad y fortalecimiento del Mercosur. Todas esas co-sas fueron abandonadas en aras de la ideología neoliberal que con-dujo a la Argentina de ser un país en vía de desarrollo sostenido auna pobreza generalizada. Lo que está pasando en Argentina actual-mente, el esfuerzo de Brasil por no llevar a cabo una política de corte

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populista pero sí una política responsable de apoyo a la industrianacional y de apoyo a los sectores sociales más deprimidos, todo estoes hacia donde debemos ir y eso claramente, a mi modo de ver, impli-cará a mediano plazo un abandono del Consenso de Washington. Nocreo que sea correcto decir que ya abandonamos el neoliberalismo,pero creo que vamos en camino de ello.

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