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1 EL CORTEJO DEL SILENCIO (I) (publicado en Milenio Azul nº 50. Edición digital, noviembre 2006) Iván García Vázquez Arqueólogo e historiador Treinta y tres años, la argéntea edad de los héroes Treinta y tres años de edad contaba José Antonio cuando le fue arrebatada la Juventud. Dicen que es la edad de los héroes, de los mártires. Con los dos treses sucumbieron Alejandro el Grande de Macedonia, Garcilaso de la Vega y también fue la edad con la que crucificaron a Nuestro Señor Jesucristo. El 20 de noviembre de 1936, era fusilado José Antonio Primo de Rivera, Jefe Nacional de Falange Española de las JONS, tras haber sido recluido sucesivamente en la Cárcel Modelo de Madrid, y posteriormente en la Prisión Provincial de Alicante. Si bien es verdad que fue un asesinado más de la Guerra Civil que asoló a España entera, la gran perdedora, su peso político (había formulado una nueva manera de entender al hombre) e histórico (era hijo del General Primo de Rivera y fue Diputado a Cortes) favorecieron que su imagen en vida y su destino en muerte fueran manipulados interesadamente por algunas esferas de poder. Se trataba de elevar al hombre, que a buen seguro se hubiera hecho enterrar con el hábito más pobre existente a imagen de San Francisco de Asís o Santo Domingo de Guzmán, al más alto lugar iconográfico de la España de los tiempos contemporáneos. Sus exequias fueron hiperbólicas. Tal vez él hubiera querido ser inhumado de forma más humilde, incluso, que su padre el General Don Miguel Primo de Rivera, por quien tanta admiración sentía. El mismo caso varios siglos después que Felipe II, quien prefirió ser coronado Rey en lugar de Emperador para no igualar su gloria a la de su Padre Carlos V. Sin duda alguna su retrato oficial, la apropiación del movimiento político por él formulado y de los símbolos y algunas normas de la primitiva FE de las JONS por parte del Régimen favoreció la

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Primera parte del artículo referido a la muerte de José Antonio Primo de Rivera, y a sus exequias.

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EL CORTEJO DEL SILENCIO (I)

(publicado en Milenio Azul nº 50. Edición digital, noviembre 2006)

Iván García Vázquez

Arqueólogo e historiador

Treinta y tres años, la argéntea edad de los héroes

Treinta y tres años de edad contaba José Antonio cuando le fue arrebatada la Juventud. Dicen

que es la edad de los héroes, de los mártires. Con los dos treses sucumbieron Alejandro el Grande de Macedonia, Garcilaso de la Vega y también fue la edad con la que crucificaron a Nuestro Señor Jesucristo.

El 20 de noviembre de 1936, era fusilado José Antonio Primo de Rivera, Jefe Nacional de Falange Española de las JONS, tras haber sido recluido sucesivamente en la Cárcel Modelo de Madrid, y posteriormente en la Prisión Provincial de Alicante.

Si bien es verdad que fue un asesinado más de la Guerra Civil que asoló a España entera, la gran perdedora, su peso político (había formulado una nueva manera de entender al hombre) e histórico (era hijo del General Primo de Rivera y fue Diputado a Cortes) favorecieron que su imagen en vida y su destino en muerte fueran manipulados interesadamente por algunas esferas de poder. Se trataba de elevar al hombre, que a buen seguro se hubiera hecho enterrar con el hábito más pobre existente a imagen de San Francisco de Asís o Santo Domingo de Guzmán, al más alto lugar iconográfico de la España de los tiempos contemporáneos. Sus exequias fueron hiperbólicas. Tal vez él hubiera querido ser inhumado de forma más humilde, incluso, que su padre el General Don Miguel Primo de Rivera, por quien tanta admiración sentía. El mismo caso varios siglos después que Felipe II, quien prefirió ser coronado Rey en lugar de Emperador para no igualar su gloria a la de su Padre Carlos V.

Sin duda alguna su retrato oficial, la apropiación del movimiento político por él formulado y de los símbolos y algunas normas de la primitiva FE de las JONS por parte del Régimen favoreció la

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adhesión entusiasta de la juventud, unos jóvenes que en medio de la confusión, se encontraban generacionalmente más cerca de José Antonio que del General Franco, a quien realmente parecían servir. Por ello, los ajetreados viajes de sus restos no siempre fueron aplaudidos por todos, a pesar de que el Régimen consiguió que, con sus tres exhumaciones y dos de sus tres entierros, convirtieran a José Antonio en un mito interesado. Hoy lo quieren volver a trasladar… y José Antonio, sigue sin descansar en Paz. Estado de la cuestión

Historiadores y cronistas no fueron demasiado pródigos en cantar las pompas fúnebres de aquel

hombre, que supo sugerir unas nuevas soluciones técnicas basadas en el respeto humano, una reivindicación en la ortodoxa línea católica de la dignidad humana, y un movimiento superador de clases, exclusiones políticas y disgregaciones nacionales.

La prensa de la Nueva España se encargó de relatar la primera exhumación del cadáver de José Antonio, en Alicante. Aquel patetismo de los primeros momentos estuvo narrado con minuciosidad casi arqueológica. José Antonio estuvo en el cementerio de Nuestra Señora de los Remedios hasta el tercer aniversario de su muerte, en que fue llevado a hombros desde la ciudad del Turia hasta el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial por sus camaradas. Esta larga y enlutecida procesión, fue narrada con espectacular maestría por nada menos que los Camisas Viejas Samuel Ros1, escritor y poeta, y por Antonio Bouthelier2, sindicalista y literato.

Del reportaje gráfico se encargó Jesús Nuño3, fotógrafo por aquel 1939, que fue testigo directo del primer traslado de sus restos desde Alicante a Madrid, y plasmó con su cámara el fervor con el que los falangistas de la época portaron el féretro en procesión religiosa y militar hasta su segundo que no último, descanso en el monasterio escurialense. Las imágenes hablan por sí solas.

Además, el NO-DO, realizó un documental de 23 minutos de duración, dirigido por José Luis Sáenz de Heredia4, primo de José Antonio, y que fue un resumen de las once jornadas del traslado. En él se puede ver el paso del cortejo fúnebre por las localidades y ciudades España: Alicante, Albacete, Ciudad Real, Cuenca y Madrid.

En los últimos años, desde que se inauguró el “José Antonio como sujeto histórico” a raíz de la publicación por parte de Stanley G. Payne de su Falange: Historia del fascismo español, obra superada ampliamente posteriormente por el mismo Payne y por otros autores,5 se han prodigado biografías que ahondan de una manera u otra en la muerte del Ausente. La última novedad editorial, bajo la tutela empresarial del Diario El Mundo es el primer volumen de la obra El franquismo año a año

6, donde se ahonda en la cuestión, narrando lo ya sabido, y con la única aportación de varios planos infográficos de aceptable calidad por lo novedoso.

En cuanto a la poesía, no cabe adentrarse en el ritual que encierran los fastuosos funerales de José Antonio, sin leer posteriormente el librillo de 1939, Corona de sonetos en Honor de José Antonio

1 Ros, Samuel y Bouthelier, Antonio. A hombros de la Falange: historia del traslado de los restos de José

Antonio. Madrid: Ediciones Patria, 1940 (Gráf. Informaciones). 246 p. 2 Antonio Bouthelier aparece en el documento de fundación de la Junta de Mando de Falange Española como vocal. (Acta de Constitución de la Junta de Mando de FE. 2-11-33). Anteriormente perteneció al Frente Español de Alfonso García Valdecasas y ya en los años 40 se dedicó a labores literarias y sindicales. 3 “Un cadáver inquieto”, en Revista Adiós, núm. 7. Diciembre de 1997. pp. 48-51. 4 La Fundación Salvar la Memoria editó en 2003, con motivo del centenario de José Antonio, un vídeo en formato VHS en el que recoge el documental ¡Presente! Próximamente se espera la edición en formato DVD. 5 Ian Gibson, En Busca de José Antonio (Barcelona: Planeta, 1980); Enrique de Aguinaga con José

Antonio Primo de Rivera (Madrid: Ediciones B, 2003. colección cara y cruz.); Julio Gil Pecharomán con

José Antonio, retrato de un visionario (Madrid: Temas de Hoy, 1996); o la mejor de las biografías hasta la fecha, del hispanista y politólogo francés Arnaud Imatz José Antonio y la Falange Española. 6 “El Penúltimo viaje de José Antonio”, en El Franquismo año a año. 1939-1940 Franco-Hitler: diálogo

de sordos en Hendaya. Madrid: Unidad Editorial, 2006.pp. 78-85.

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Primo de Rivera, de ediciones Jerarquía, en la que intervienen primeros nombres del verso de postguerra7. En cuanto al mundo de la radio, cabe destacar la labor realizada por el programa La Rosa de los Vientos, que dedicó un monográfico a José Antonio, y en televisión a Sánchez Dragó, que emitió nada menos que dos programas de Negro sobre Blanco que le valieron su destitución pocos meses después a manos de la tolerancia sociópata del PSOE. José Antonio muere dos años después

A pesar de que hoy es por todos conocido que el fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera

tuvo lugar en el amanecer del 20 de noviembre de 1936, hasta dos años después no se publica la noticia de forma oficial. Hasta entonces, sobre la figura de “El Ausente”, como era conocido por los que ansiaban su vuelta, se había especulado de manera casi fantasiosa: evasión del presidio hasta Orán, liberación, rescate a través de un comando, asesinato, reclusión… Sobre estas anécdotas debe consultarse, entre otros, a Ximénez de Sandoval en su Biografía Apasionada

8, donde relata las más disparatas teorías acerca del paradero del Jefe Nacional que circulaban por aquellos años en los mentideros militares, políticos y de espionaje.

Pero es el 16 de noviembre de 1938, casi dos años después, cuando Francisco Franco firma un Decreto por el cual el gobierno reconoce de forma oficial la muerte del fundador de Falange: “El día 19 de noviembre de 1936 fue asesinado, en Alicante, José Antonio Primo de Rivera. El Estado

español, que surge de la guerra y de la Revolución Nacional por él anunciada, toma sobre sí, como

doloroso honor, la tarea de conmemorar su muerte. El ejemplo de su vida, decisivamente consagrada a

que fuese posible la grandeza de España, por la honda y firme comunidad de todos los españoles, y el

ejemplo de su muerte, serenamente ofrecida a Dios por la Patria, le convierten en Héroe nacional y

símbolo del sacrificio de la juventud de nuestro tiempo. Su llamamiento a esta juventud española, cuya

alma partida supo ver con dolorosa pasión, será motivo de perenne recuerdo para que heroicamente

combate en los campos de batalla”.9

Aquí es donde comienza el periplo de José Antonio. Aún faltan unos meses para que concluya la guerra fratricida, y sobre el Fundador de Falange Española empieza a alzarse el tupido velo del mito. El traslado de Alicante a El Escorial

El traslado desde Alicante a San Lorenzo de El Escorial (Madrid) del cuerpo de José Antonio

Primo de Rivera fue una de las ceremonias funerarias más emotivas de la reciente historia de España. Todo empezó con su temprana muerte, a las 6:20 horas del 20 de noviembre de 1936, en el patio de la cárcel de Alicante. Su primer entierro se produjo en una fosa común, hasta que después de dos años y medio pasó al nicho número 515 del cementerio de Nuestra Señora de los Remedios, en esa misma ciudad. Allí reposó hasta que sus restos fueron conducidos a Madrid.

El 19 de noviembre de 1939, a las tres y media de la tarde, sus restos fueron exhumados por segunda vez para iniciar una marcha ininterrumpida de diez días a hombros de sus seguidores. Unas largas andas, cubiertas de terciopelo negro, cambiaban de porteadores cada diez kilómetros; porteadores que no eran otros que los mandos y militares de las cincuenta Jefaturas Provinciales de Falange. Cada uno de los relevos iba acompañado con salvas de cañón, toques de campana de los templos e iglesias cercanas y disparos de fusil. En palabras de Samuel Ros “La ceremonia de los relevos será clara y desnuda, como

son todos los ritos de la Falange. Cada jefe provincial entregará al mando del cortejo y el cuerpo de José

Antonio con el ritual de estas palabras ´José Antonio Primo de Rivera´ y el otro responderá ´Presente´”.

7 Escribieron en esta obra Antonio Tovar, Ignacio Agustí, José María Alfaro, Manuel Augusto, Álvaro Cunqueiro, Gerardo Diego, Manuel Díez Crespo, Carlos Foyaca, Román Jiménez de Castro, Pedro Laín Entralgo, Eduardo Llosent y Marañón, Manuel Machado, Eduardo Marquina, Eugenio Montes, Alfonso Moreno, Eugenio D´ors, Leopoldo Panero, José María Pemán, Fray Justo Pérez de Urbel, P. Pérez Clotet, Dionisio Ridruejo, Félix Ros, Luis Rosales, Juan Sierra, Adriano del Valle y Luis Felipe Vivanco. 8 Ximénez de Sandoval, Felipe. José Antonio, biografía. Madrid: Ed. del autor, 1942. 9 Decreto de 16 de noviembre de 1938.

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Nos encontramos en la larga jornada del 20 de noviembre de 1939. El Luto Nacional ha sido declarado en las escuelas. A las 7:45 horas de la mañana, el cuerpo de José Antonio es despertado de nuevo.

En silencio, desgarrador, austero, respetuoso, misericorde, miles de falangistas se dan el relevo día y noche para portar el féretro del ya eterno Jefe Nacional. Las hogueras, los faroles con cirios y los hachones de fuego iluminan la comitiva a lo largo del viaje. José Antonio es recibido con honores de Capitán General. El espectáculo es sobrecogedor. Miles de camisas azules: obreros, campesinos, estudiantes, ferroviarios, militares, hombres y mujeres anónimos que quieren despedir al Jefe Nacional en su último viaje.

La entrada a las ciudades goza el patetismo clásico de los griegos. Multitudes incalculables corta el paso a la comitiva. Todos quieren verificar que los restos del Ausente han sido exhumados. Narraba Arriba que algunos acudían en peregrinación hasta Alicante para coger tierra de la que cubrió el cuerpo sin vida del fundador de Falange.

La comitiva avanza lentamente. A paso marcial. El silencio les acompaña. Se van pasando aldeas, pueblos y ciudades. El día 21 se llega a Elda, que recibe al Jefe a las dos de la madrugada de una fría noche. A Villena se llega el 22, y al día siguiente a Almansa. El 24 a Albacete, al día siguiente La

Roda, a las 8:15 de la mañana, donde Serrano Suñer mete el hombro en un par de ocasiones. No tiene fin esta larga línea azul que camina sin descanso. En El Provercio, se incorporan el Subsecretario de Trabajo y el General Moscardó. El 27 llega a Villatobas, donde a las 19:45 se da el relevo. Al día siguiente a los falangistas se les amanece en Ocaña, y a mediodía llegan a la villa de Aranjuez, otrora morada de los caducos reyes de una ya caducada dinastía. Allí, en agosto de 2006, el Ayuntamiento socialista retiró los hitos que recordaban la llegada de los restos de José Antonio. Este mismo día, se recorre Madrid, la gran metrópoli capital de imperios. Una multitudinaria muchedumbre saluda brazo en alto, a dar el último adiós al camarada. Aquí se representó la parte oficial del trayecto, con el Gobierno en pleno y la jerarquía de la recién creada FET y de las JONS en la Plaza de España y con la cúpula militar en la Ciudad Universitaria. En tres relevos sucesivos, los altos mandos de los tres ejércitos, Armada, Aviación y Tierra, portaron las andas del féretro.

A las 16:00 horas se llega a Aravaca. Por la noche, a Las Rozas, donde el General Yagüe, reconocido falangista (llevaba la camisa azul bajo el uniforme del Ejército español) se incorpora a la comitiva. Y al fin… El Escorial

La llegada al Monasterio de El Escorial se produjo el 30 de noviembre del 36 y el lugar elegido

no pareció ser el más correcto, porque, según frase de la época, “llenó de orgullo a los falangistas y de

asombro a los monárquicos”. La fachada del Monasterio se cubrió con grandes lienzos negros, lazos con la bandera de España y emblemas imperiales y coronas de laurel. 1.500 banderas y 50.000 falangistas en formación recibieron los restos de Primo de Rivera. Algunas telas muestran retratos del finado. Pilar Primo de Rivera, al frente de una Delegación de la Sección Femenina, llega rayando la una de la tarde. Francia, Alemania e Italia envían representantes oficiales. La prensa recoge el momento “Todas las

fuerzas militares y de Falange se hayan formadas en la lonja y en la carretera que las circunda. La

amplia explanada norte del monasterio ofrece un aspecto en verdad impresionante”.10

Llega el féretro con la cohorte de honor. La Falange de Marruecos recoge el relevo, compartido con la de Alicante que no ha cejado en los once días de acompañar el ataúd. Los cantos litúrgicos de la Sección Femenina envuelven el momento en un halo místico.

Tras este penúltimo relevo, se hacen cargo del féretro los Consejeros Nacionales, al mando del Presidente de la Junta política, y meten el hombro el joven Dionisio Ridruejo, el bueno de Rafael Sánchez Mazas y su compañero de la infancia Raimundo Fernández Cuesta. Agustín de Foxá, le dedica unos versos:

10 La Vanguardia Española, 1-12-1939.

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“Uniendo vas, con la serena tristeza de tus despojos,

a los hombres y a las tierras de España que desunió la revolución y la guerra.

Bien mereces la cúpula católica de un monasterio y,

entre el sueño de los Reyes, tu joven sueño”.

La comitiva avanza lentamente por el patio. Va acompañada por los hermanos supervivientes de José Antonio, Pilar y Miguel, y por Serrano Suñer, su amigo desde los tiempos de estudiantado. Allí quedaron congeladas las largas horas de estudio en el Casón del Buen Retiro. El último relevo se produce frente a la escalinata, y el General Franco recibe la consigna del presidente de la Junta Política.

A las cinco en punto de la tarde llega al altar mayor donde los Camisas Viejas condecorados con la Palma de Plata lo custodian. Tras los funerales, que han durado una hora y cuarto, el féretro es depositado en el sepulcro abierto bajo la bóveda, al pie del altar mayor de la Capilla de los Reyes y bajo una losa de 3.500 kilos que sella la tumba.

El Jefe del Estado da las últimas palabras: “José Antonio, símbolo y ejemplo de nuestra juventud:

en los momentos en los que te unes a la tierra que tanto amaste, cuando el horizonte de España que

alborea el bello resurgir que tú soñaras, repetiré tus palabras ante el primer caído: Que dios te dé su

eterno descanso y a nosotros nos lo niegue, hasta que hayamos sabido ganar para España la cosecha que

siembre tu muerte.”

Sobre dos dinastías de reyes españoles descansaron veinte años los restos de José Antonio Primo de Rivera. Hasta que, en 1959, fue despertado de nuevo para trasladarlo al Valle de los Caídos.