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El contubernio de Múnich, un puente hacia la democracia sobre el río de sangre español Alumno: Francisco Gracia Asignatura: Historia de la Integración Europea Profesor: Antonio Moreno Juste

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Resumen de una conferencia impartida por Fernando Álvarez de Miranda y Carlos Bru, protagonistas del famoso "Contubernio de Múnich"

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Page 1: El contubernio de múnich

El contubernio de Múnich, un puente hacia la

democracia sobre el río de sangre español

Alumno: Francisco Gracia Asignatura: Historia de la Integración Europea Profesor: Antonio Moreno Juste

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El contubernio de Múnich, un puente hacia la

democracia sobre el río de sangre español

Memoria del IV Congreso del Movimiento Europeo, celebrado en

Múnich en junio de 19621

El contubernio como recuerdo de sus protagonistas

En el año en que se cumple el cincuenta aniversario del famoso

“Contubernio de Múnich”, he tenido la fortuna de asistir a una conferencia

impartida por dos de sus protagonistas, Don Fernando Álvarez de Miranda y

Don Carlos Bru Purón, ambos representantes moderados de la derecha y la

izquierda española, respectivamente. Dos demócratas sin tacha que en los

años 60 militaron juntos en Izquierda Democrática, partido que aglutinaba

sectores de la Democracia Cristiana y la Socialdemocracia. Aunque

posteriormente uno terminara en UCD y el otro en el PSOE, si miramos el

conjunto de su carrera política veremos dos líneas comunes, la democracia

y Europa, que surgen de un tiempo y de un lugar concreto, Múnich 1962.

Si bien desde el primer momento la propaganda franquista intentó

descalificar la reunión de Múnich convirtiéndola en una traición a su España

y, hasta hace bien poco, la historiografía de la transición, con alguna

excepción2, ninguneó la importancia de esta reunión, basta con conocer el

nombre de algunos de los 118 delegados españoles asistentes al Congreso

(38 del exilio y 80 del interior, como bien recordó Fernández de Miranda)

para intuir que lo que sucedió en Múnich fue más que una simple reunión.

Si además de mirar esa lista de nombres, nos preocupamos de conocer

tanto las declaraciones oficiales del momento como las que han guardado

en su memoria los protagonistas, podremos entender y comprender la

importancia de tal evento.

Álvarez de Miranda dice de Múnich que fue un intento idealista para

promover la democratización, que el encuentro fue muy difícil de realizar y,

si se hizo, fue por la voluntad de unos hombres inquietos que no veían

futuro en el Franquismo. Destaca la importancia de la Universidad

Complutense y el Colegio de abogados de Madrid, muchos de cuyos

1 Resumen de la conferencia impartida por D. Fernando Álvarez de Miranda y D. Carlos María Bru Purón,

participantes en el IV Congreso del Movimiento Europeo, conocido popularmente como “Contubernio de Múnich”. La conferencia tuvo lugar en Sala de Juntas de la Facultad a las 12 de la mañana, el 17 de mayo de 2012, en el marco de la asignatura Historia de la Integración Europea, impartida por D. Antonio Moreno Juste. 2 Otro de los protagonistas del “Contubernio” José Vidal-Beneyto, hace un breve repaso a como la historiografía ha tratado este hecho, proponiendo hasta cuatro enfoques distintos en función de la importancia que conceden al Contubernio como influyente o no en el proceso de democratización español. En VIDAL-BENEYTO, J.: Memoria democrática. Madrid, Ed. Foca. 2007 Págs. 36-44.

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miembros fundaron, en 1954, la Asociación Española de Cooperación

Europea (AECE), compuesta al principio por un grupo muy reducido que

poco a poco se amplía con personas de diversas ideologías. Álvarez de

Miranda rememora algunos nombres como el de uno de sus primeros

directores, Francisco de Luis, o el de José Llanguas, Catedrático de derecho

internacional. Por el lado del exilio estaba el Consejo Federal del Movimiento

Europeo, que funcionaba desde 1948, primero presidido por Salvador de

Madariaga y luego por Rodolfo Llopis, del que también formaban parte un

nutrido grupo de representantes del exilio próximos al nacionalismo vasco y

catalán.

Desde las universidades de Zaragoza, Oviedo, Sevilla, y Granada, y desde

la AECE se propone un encuentro con el Consejo en el exilio para estudiar si

la unidad europea puede servir para democratizar España. Pero como

apunta Álvarez de Miranda ni siquiera sacar adelante el encuentro fue tarea

fácil, ya que recuerda hasta tres intentos para celebrarlo. El primero en

Estrasburgo, cuya celebración es impedida por la diplomacia española, un

segundo intento en Palma de Mallorca, que tras ser previamente autorizado

finalmente se prohíbe, hasta que al tercer intento consiguen reunirse en

Múnich, en el Congreso Internacional del Movimiento Europeo, al que son

oficialmente invitados esos 118 españoles por Maurice Faure y Robert Van

Schendel, dos personalidades relevantes del Movimiento Europeo.

Pero no será solo este el escollo que los protagonistas de este encuentro

tengan que superar. Para los representantes del interior es un paso que

saben los va a poner en peligro. “A pesar de todo” – cuenta Álvarez de

Miranda- “el ideal tenía que empujar la realidad vivida”. Así, con la fuerza y

la convicción de los ideales, fueron a Múnich a encontrarse con quienes

tuvieron que abandonar España para poder ser libres, para poder evitar, en

muchos casos, su desaparición física.

Por eso no es de extrañar que recuerden con tanta viveza los primeros

momentos de tensión ya que, no en vano, se reunían personas que apenas

20 años antes se estaban pegando tiros entre ellas. Había miedo, sí, pero

también había emoción “por romper ese muro entre la España Republicana

y el interior, por tender un puente sobre el río de sangre que había

separado a los Españoles”. Fundamental para poner los primeros ladrillos

de ese puente recuerda que fue la visita a lo que había sido el campo de

concentración nazi de Dachau por parte de miembros que habían estado en

los dos bandos de la Guerra Civil. Era fundamental para terminarlo que

fueran conscientes de que si unos, por querer la libertad se quedaron sin

tierra, otros, por quedarse en su tierra perdieron su libertad.

Es aquí donde comienza el relato de Europa como espejo democrático. Los

demócratas del interior habían encontrado en Europa el espejo en que

mirarse, pero para llegar a esa Europa sobraba Franco y el franquismo,

hacía falta libertad, elecciones, sindicatos, etc. Para los exiliados,

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representantes legítimos de los valores republicanos y democráticos, era la

forma de devolver a España la libertad perdida en 1939 y que nadie les

ayudó a restaurar en 1945.

Porque si algo no hay que olvidar es que, como bien recuerda Carlos Bru, el

Franquismo fue totalitario, sobre todo para los no franquistas. Hay veces

que teorizamos demasiado, nos introducimos en discusiones bizantinas (o

interesadas) sobre el carácter del franquismo, sobre si fue fascismo o no,

sobre si fue totalitario o “solo” autoritario, discusiones que pueden tener

una rápida respuesta si acudimos a la voz del protagonista, ya que para el

historiador tanta importancia tiene el relato de lo que pasó como el

significado de lo que pasó, y para el Sr. Bru (y muchísimos miles de

personas más) el Franquismo fue totalitario.

Para Bru, tal vez lo más importante de Múnich fue “ese sacrificio de juntarse

y superar las diferencias de ser de dos partes antagónicas”, ya que si para

los exiliados suponía reunirse con quienes habían terminado con la

democracia en España, la imagen del exilio para los del interior era la que

les llegaba a través de la propaganda franquista, en las que aparecían

retratados como “el demonio”.

Ambos protagonistas recuerdan y nos trasladan vívidamente como fue el

transcurso de las reuniones de Múnich, cómo superan las desconfianzas y

los recelos iniciales, que les hacen trabajar en dos comisiones distintas

para, finalmente, avanzar y ejecutar en lo que había acuerdo, pasando por

alto o renunciando a condiciones que podían dificultar la elaboración de una

declaración conjunta. Ejemplo de esta generosidad fue la actitud de Rodolfo

LLopis que, a pesar de su Republicanismo, no se opuso tajantemente a la

posibilidad de una monarquía parlamentaria y democrática. El papel del

movimiento europeo fue el de facilitador, sin intervenir directamente en la

negociación pero ayudando a que discurriera por los cauces de

entendimiento adecuado. Finalmente el Movimiento Europeo aprueba la

declaración conjunta por aclamación. Para la historia quedan las palabras

que pronunció Salvador de Madariaga en las que proclamó que Múnich

supuso el fin de la Guerra Civil. Algo que a primera vista puede parecer

exagerado, puesto que luego veríamos que al Franquismo le quedaban

todavía unos cuantos años de buena salud, pero a la vista de quienes

fueron capaces de trabajar juntos y consensuar un plan de futuro

democrático para España, no parece que las palabras de Madariaga estén

fuera de lugar.

Porque a pesar de la fortaleza del régimen, el contubernio de Múnich sirvió

para que el Franquismo se retratará de nuevo como lo que era, una

dictadura monolítica que tenía miedo a cualquier disidencia. La reacción

extrema por parte del régimen nos da la medida de la importancia de la

reunión de Múnich porque si tanto para la derecha histórica, representada

por Gil Robles, como para la izquierda histórica, representada por Llopis

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este encuentro escenificaba el cierre de la herida de la Guerra Civil,

entonces, ¿qué sentido tenía el franquismo? Porque es en la larga duración

del Franquismo en lo que de verdad España se diferencia de Europa, porque

la radicalización de izquierdas y derechas en los años 30 no es un hecho

diferencial español, ni siquiera el triunfo de la derecha lo fue. Por eso,

consciente de su excepcionalidad, el Régimen reaccionó duramente contra

los participantes en aquella “traición”, condenándoles a un exilio interior o

exterior, tan duro e injusto el uno como el otro, a pesar del buen trato que

recibió Fernández de Miranda por parte del pueblo de Lanzarote.

El contubernio en la historia de construcción de la democracia en

España

Si cada país tiene que construir su propio relato europeo que sume y no

reste al relato nacional, los españoles tenemos la suerte de poder iniciar ese

relato no en 1986, cuando se hizo efectiva nuestra entrada en la UE, sino

en el corazón de Alemania, en Múnich, cuando personas de bien de este

país dieron por terminada la guerra civil, algo a lo que hicieron oídos sordos

los sectores inmovilistas del régimen y buena parte de la sociedad española.

La derecha más derecha, la heredera de Franco, la que vivía “plácidamente”

durante el franquismo no tuvo la necesidad de abrazar esta Europa, lo que

nos puede ayudar a comprender la falta de actitud europeísta de ciertos

líderes de la derecha española y su entusiasmo a la hora de abrazar una

política exterior con la mirada puesta al otro lado del Atlántico.

El relato de reconciliación que retomó el contubernio3 no termina con la

represión franquista de sus protagonistas, sino que impregnará el proceso

de transición española, que ambos protagonistas reviven como un momento

emocionante, como el fin de un camino que iniciaron en 1962 y que culmina

con la firma de la Constitución de 1978.

Una vez conocido el relato de los hechos por la memoria de los

protagonistas, y tras completarlo con una breve bibliografía, me llama la

atención, como apuntaba al principio, como la historiografía canónica de la

transición había concedido tan poca importancia a la reunión de Múnich.

Afortunadamente, en este momento Múnich es indisociable del relato de la

transición, por eso es injusto, cuando se hacen ciertas casi-hagiografías de

la Transición, hablar de pilotos y naves, incluso hablar de continuidades,

porque, como recuerda Tomas y Valiente, la transición fue “una sinfonía

coral sin partitura, que se interpretó en un concierto sin espectadores,

porque nadie se quedó fuera del escenario4” por lo que no hubo ningún

director, ningún piloto, pero todos supieron encontrar y hacer sonar el

3 Uso la palabra retomar porque, en mi interpretación, este intento por la reconciliación nacional lo podemos retrotraer al famoso discurso pronunciado por Don Manuel Azaña, “Paz, Piedad y Perdón” de 1938. 4 CASANOVA, J. y GIL, C.: Historia de Espala en el s. XX. Ariel. Madrid 2009. Pág. 368

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instrumento adecuado, que muchos afinaron, sin duda, tomando el ejemplo

de Europa.

Al relato que he tenido la suerte de escuchar solo le faltaría algo de

contexto histórico, un recordatorio a esas huelgas de la minería que se

produjeron en ese tiempo, o a la posterior ejecución de Julián Grimau.

Incluso analizar una vez que se hizo la transición, si se dejaron algo por el

camino, porque a pesar del éxito del proceso, está claro que dejó algunas

grietas que todavía no hemos sido capaces de arreglar.

Pero por encima de esta pequeña laguna, me gustaría destacar, por un

lado, la generosidad mostrada por las personas que estaban en el exilio, por

otro, el valor de quienes desde el interior no tenían porque arriesgar, que

podían haber vivido plácidamente, pero optaron por la dignidad, optaron por

vivir de pie y así poder mirar a los ojos a la generaciones futuras, como

hicieron un 17 de mayo de 2012 en la Facultad de Geografía e Historia de la

Universidad Complutense. Ahora su relato es mi relato, su “obligación

moral” de transmitir esa pasión por la democracia ha de ser también la de

los futuros historiadores e historiadoras allí presentes. Con este texto, que

ahora mismo subo a mi blog, espero contribuir a esa tarea.