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EL CONOCIMIENTO DE LO FÍSICO SEGÚN L. POLO

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  • EL CONOCIMIENTO DE LO FSICO SEGN L. POLO

  • JUAN A. GARCA GONZLEZ (ED.)

    EL CONOCIMIENTO DE LO FSICO SEGN LEONARDO POLO

    Cuadernos de Pensamiento Espaol

  • CUADERNOS DE PENSAMIENTO ESPAOL

    M Idoya Zorroza DIRECTORA

    David Gonzlez Ginocchio

    SECRETARIO

    ISSN: 1696-0637 Depsito Legal: NA-2517-2011

    Pamplona

    N 45: Juan A. Garca Gonzlez (ed.), El conocimiento de lo fsico, segn Leonardo Polo

    2011

    Juan A. Garca Gonzlez (ed.)

    SERVICIO DE PUBLICACIONES DE LA UNIVERSIDAD DE NAVARRA. S.A.

    31080 Pamplona. Tfn.: 948 42 56 00. Fax: 948 42 56 36

    GRAPHYCEMS. Pol. Ind. San Miguel, 31132 Villatuerta. Navarra

  • NDICE

    Presentacin.................................................................................................................. 7

    PARTE I II JORNADAS CASTELLANAS DE FILOSOFA

    DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS FILOSFICOS LEONARDO POLO EL MTODO DE LA GNOSEOLOGA II: INTRODUCCIN AL TOMO IV DEL CURSO DE TEORA DEL CONOCIMIENTO DE LEONARDO POLO Fernando Haya 1. Cudruple caracterizacin del mtodo trascendental ...................................... 13 2. Analtica del mtodo en sus momentos de sentido direccional: descenso y

    ascenso. ................................................................................................................... 17 3. El desdoblamiento metdico como solucin a la apora de la prosecucin ... 19 4. Anlisis trascendental del comienzo ................................................................. 27 EL CONOCIMIENTO DEL UNIVERSO: LA METAFSICA JUNTO A LA CIENCIA Juan A. Garca Gonzlez

    1. El universo como una esencia, la esencia extramental, y el mundo como totalidad objetiva .................................................................................................... 34

    2. El conocimiento racional de la realidad fsica ................................................. 37 3. La luz fsica ........................................................................................................ 41 4. Forma, esencia y fin........................................................................................... 43 5. Consideracin metafsica y antropolgica del saber fsico ............................. 44 LA VIDA DESDE LA CONCAUSALIDAD Urbano Ferrer.............................................................................................................. 47 1. Analtica de la causalidad en el viviente .......................................................... 47 2. Comentario de las sentencias aristotlicas sobre la vida ................................. 51 3. La causa final en el ser vivo .............................................................................. 53

  • ndice 10

    PARTE II ESTUDIOS SOBRE LA FSICA

    LA DISTINCIN ENTRE FSICA Y METAFSICA Juan Fernando Sells 1. Planteamiento ..................................................................................................... 59 2. Potencia y acto; esencia y ser; fsica y metafsica ........................................... 61 3. Los temas de la fsica......................................................................................... 62 4. Los mtodos de la fsica .................................................................................... 64 5. Los temas de la metafsica................................................................................. 67 6. El mtodo de la metafsica ................................................................................ 71 7. Los riesgos de la fsica....................................................................................... 73 8. Los riesgos de la metafsica............................................................................... 74 9. Una ltima distincin entre fsica y metafsica ................................................ 76 CONVERSACIONES SOBRE FSICA: EL MOVIMIENTO CIRCULAR Leonardo Polo 1. El tema de la circunferencia .............................................................................. 79 2. El principio antrpico y la correspondencia real de las nociones de la fsica 81 3. El formalismo fsico ante la negacin del principio antrpico ....................... 85 4. El ajuste de nuestro conocimiento de lo fsico................................................. 88 5. La circunferencia como absoluto fsico............................................................ 91 6. Aristteles y Newton ......................................................................................... 93 7. El movimiento circular ...................................................................................... 97 8. El movimiento circular en la concausalidad .................................................... 102 9. Forma, eficiencia y fin: el efecto formal del fin .............................................. 103

  • PRESENTACIN Los socios del Instituto de estudios filosficos Leonardo Polo decidieron en

    su asamblea general, celebrada en Mlaga el 6 de febrero de 2010, organizar unas jornadas de estudio sobre algunas de las obras de Leonardo Polo, empe-zando por el Curso de teora del conocimiento1.

    Esas jornadas fueron concebidas como das de lectura, dilogo y estudio de la obra poliana. Y, al mismo tiempo, como das de convivencia entre amigos, que slo convienen al ao en contadas ocasiones; y tambin, claro est, como das de descanso, quien lo tuviere con su cnyuge; se buscaba ocio y estudio de la obra poliana, en lugares monumentales, y aliados con buena gastronoma.

    De ese proyecto sali el primer Seminario de profesores sobre el libro de Polo Curso de teora del conocimiento, volumen III (Leibniz y Polo), que se celebraron en Segovia los das 29 y 30 de mayo del 2010; y cuyas actas, que editaban las intervenciones que se prepararon al efecto, se publicaron en el n 30 (2010) de la revista del instituto: Miscelnea poliana.

    En este ao 2011, asimilada esa incipiente experiencia, se proyect el segun-do Seminario de profesores sobre el libro de Polo Curso de teora del conoci-miento, volumen IV, que, ya bautizado por los propios asistentes como las II Jornadas castellanas de filosofa del instituto, se han celebrado en vila los das 28 y 29 de mayo.

    Debemos a ngel Luis Gonzlez la posibilidad de publicar en este cuaderno del Anuario filosfico las actas de esas jornadas, prepublicadas en su primitiva versin en el n 34 (2011) de la revista del instituto: Miscelnea poliana. El ins-tituto de estudios filosficos Leonardo Polo no puede sino manifestar aqu su gratitud al profesor ngel Luis Gonzlez por este ofrecimiento.

    Se incluyen en este cuaderno las tres ponencias ledas en esas jornadas de vila. La de Fernando Haya, y desde la profundidad que le caracteriza, trata de la dimensin metdica de la razn, tal y como la entiende Polo. Por tanto consi-dera el comienzo de la actividad intelectual y su prosecucin; y, como sta se ejerce en una doble direccin, hace falta mostrar por qu: por qu la prosecu-

    1 El Curso de teora del conocimiento, dividido en 4 volmenes, ha sido publicado en Eunsa, Pamplona: tomo I, 1984, 20063; tomo II, 1987, 20064; tomo III, 1988, 20063; tomo IV (publicado primero en dos volmenes y luego reunido en uno slo): 1994-6, 20042.

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    cin operativa de la inteligencia no puede ser unilateral, slo en la direccin que marca la generalizacin, sino que cabe ejercer la prosecucin que devuelve el abstracto a su realidad extramental. Porque las virtualidades del comienzo no las agota el pensamiento: se precisa la prosecucin racional. Estas consideracio-nes enmarcan muy bien el tomo IV en la serie de volmenes que componen el Curso de teora del conocimiento de Polo, y dan razn tambin de la temtica y estructura del tomo III.

    Las otras dos contribuciones que siguen a sta son ms bien temticas. La re-dactada por quien suscribe, al margen de una discutida tesis de interpretacin, expone las nociones bsicas de la explicitacin racional de la realidad fsica: los elementos, el movimiento circular, la luz, las categoras, etc. Y la contribucin de Urbano Ferrer examina con detenimiento la explicacin de la vida que Polo incluye en su tomo IV de la teora del conocimiento, en particular las dos sen-tencias aristotlicas que Polo glosa en la leccin 2 de ese tomo.

    Nos hemos permitido aadir a las actas de aqullas jornadas castellanas una segunda parte que recoge dos estudios sobre la ciencia fsica. El primero lo es-cribi Juan Fernando Sells para la revista Miscelnea poliana, y fue prepubli-cado en el n 33 (2011) de esa revista. Como, conforme a su estilo analtico y esquemtico, el autor presenta una exhaustiva comparacin entre la fsica y la metafsica de Polo2, nos ha parecido til incluirlo en este libro, como para diri-gir el estudio del tomo IV del Curso de teora del conocimiento3 hacia El ser I: la existencia extramental4: de lo categorial a lo trascendental.

    El texto final es un indito de Polo, que precisa de la siguiente aclaracin. D. Jorge Mario Posada ley sus tesis doctorales dedicadas a Polo, una sobre

    la abstraccin y otra sobre la razn, los aos de 1996 y 1995; en 1996 public, a partir de la segunda, su conocido libro La fsica de causas en Leonardo Polo5, que estudia la razn en Polo, especialmente en su fase conceptual.

    Para preparar esos estudios D. Jorge Mario Posada pas unos aos en Pam-plona, coincidiendo con esa temporada en que Polo estudia especialmente la ra-zn humana: entre la publicacin del tomo III del Curso de teora del conoci-miento en 1988, y la de las dos partes del tomo IV en 1994 y 1996. Y sabemos, porque incluso asistimos a alguna de ellas, de esas largas conversaciones que sostuvieron D. Jorge Mario y D. Leonardo hablando de la fsica. Don Jorge Ma-

    2 Con todo, me permito insistir en que el autor mantiene su empeo por invertir el significado de las abstracciones formal y total. Aunque la metafsica exige alguna separatio, o remite el hbi-to de los principios; para la fsica aquella distincin no es indiferente. 3 L. Polo, Curso de teora del conocimiento, t. IV, Eunsa, Pamplona, 22004. 4 L. Polo, El ser I: la existencia extramental, Eunsa, Pamplona, 21997. 5 J. M. Posada, La fsica de causas en Leonardo Polo, Eunsa, Pamplona, 1996.

  • Presentacin

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    rio Posada conoca ya a don Leonardo de su pas natal, por las frecuentes visitas de Polo a Colombia; y ya all mantuvo distintas tertulias y conversaciones con don Leonardo acerca de cuestiones diversas, tambin sobre fsica.

    Pues bien, don Jorge Mario grababa todas esas conversaciones, de manera que en el archivo de la obra poliana en Pamplona se conservan ms de un cente-nar de cintas con esas conversaciones, algunas de ellas todava sin transcribir.

    Por su coincidencia con el tema de las jornadas que aqu se publican, espe-cialmente al tratar del movimiento circular, hemos buscado la transcripcin de cinco cintas (exactamente las rotuladas MV, movimiento y vida; y numeradas del 35 al 39 ambas incluidas) que reproducen una conversacin sostenida entre don Jorge Mario y don Leonardo el 21 de octubre de 1988. Estaban transcritas y preparadas por el propio don Jorge Mario, y yo slo las he corregido para fusio-narlas y que produjeran un texto escrito, y para que se leyera bien; aunque, con todo y con ello, conserven el tono de su fuente coloquial.

    Aunque de suyo no sea cuestionable la fuente, las grabaciones y las trans-cripciones de esas conversaciones, no podemos tampoco obviar que este no es un texto indito de Polo con todo el rigor de la expresin: Polo no ha escrito este texto. Y adems, en una conversacin, con frecuencia ms que expresar el propio pensamiento se busca hacer luz en la mente del interlocutor; tambin ocurre que las preguntas, objeciones o aclaraciones de don Jorge Mario pueden orientar la conversacin en una u otra direccin, eventualmente ajena al inters de don Leonardo. Con todo, cualquiera comprobar que el contenido de este es-crito responde plenamente al pensamiento, y hasta a los giros lingsticos, de Polo. Adems, aade puntos interesantes sobre la fsica a los ya publicados en otras obras (tanto el tomo IV como el libro El conocimiento del universo f-sico6). Con estas precisiones se entrega al lector.

    Esperamos que todo este material constituya un cuaderno que resulte til a los estudiosos de la fsica, y a los del pensamiento poliano.

    Juan A. Garca Gonzlez

    Vicepresidente del IEFLP

    6 L. Polo, El conocimiento del universo fsico, Eunsa, Pamplona, 2008.

  • PARTE I

    II JORNADAS CASTELLANAS DE FILOSOFA

    DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS FILOSFICOS LEONARDO POLO

  • EL MTODO DE LA GNOSEOLOGA II1: INTRODUCCIN AL TOMO IV DEL

    CURSO DE TEORA DEL CONOCIMIENTO DE LEONARDO POLO Fernando Haya

    1. Cudruple caracterizacin del mtodo trascendental

    El comienzo del comentario de este tomo IV del Curso2 debera reducirse a conclusin muda: quien ha ledo esta obra magna del maestro tiene muy poco que decir por su cuenta. Y, no obstante, Polo jams ha deseado de parte de sus discpulos la mera repeticin doctrinal. Al igual que Kant, ha procurado ense-ar, antes que filosofa, a filosofar. De las clases de Polo se puede decir como de las conferencias de Jaspers: su desarrollo resultaba impredecible porque el maestro pensaba en acto lo que iba exponiendo.

    La coherencia doctrinal en Polo exige esa solidaridad in actu entre mtodo y tema. En mi contribucin del pasado ao a estas mismas jornadas castellanas unas jornadas que hoy convertimos en tradicin insist en este punto. Deca entonces, en glosa del tomo III, que el ejercicio gnoseolgico es metdico y trascendental. La expresin mtodo trascendental alude a la conexin de lo sa-bido con el saber, es decir, expresa el emplazamiento de la doctrina en el des-pliegue metdico del pensar. El pensamiento se acta como prosecucin, en cierta serie de operaciones y hbitos. Examinaremos a continuacin una cudru-ple caracterstica derivada a mi parecer de la solidaridad trascendental entre m-todo y tema.

    A la luz de semejante solidaridad se comprende la inconveniencia de la mera recitacin o repeticin de la doctrina. Bien entendido: no se trata de que el disc-pulo interponga como el prurito de la originalidad personal. Tal fatuidad no se aviene con el ejercicio filosfico. Ms bien lo contrario: no impedir el libre de-senvolvimiento del acto cognoscitivo con la intromisin del yo. Lanzarse a pen-

    1 La primera parte de este trabajo: El mtodo de la gnoseologa. Una introduccin al tomo III del Curso de teora del conocimiento de Leonardo Polo (conferencia en las I Jornadas castellanas de filosofa, Segovia 2010) fue publicada en Miscelnea polaina, IEFLP, Mlaga, 2010 (30), pp. 11-23. 2 L. Polo, Curso de teora del conocimiento, IV, Eunsa, Pamplona, 22004.

  • Fernando Haya 14

    sar por cuenta propia por decirlo as no exige entrometer el yo; el abandono metdico del lmite pide la libre retirada de la suposicin del yo. Polo insiste en alejar al sujeto del dominio de la gnoseologa. El acto cognoscitivo se llama propio en cuanto personal; pero el adjetivo propio significa tambin la ndole especfica propia del acto: el acto cognoscitivo no precisa a diferencia del voluntario la asistencia reforzadora del sujeto3.

    El precepto metdico que prohbe la interferencia de una instancia ajena en el acto puede denominarse detencin. He aqu una primera caracterstica del mtodo trascendental, a la que se unen otras tres que respectivamente llamara-mos distribucin, acompaamiento y ascenso: una cudruple caracterstica que desglosa la solidaridad trascendental del mtodo con su tema.

    La detencin expresa en el acto evita la precipitacin que salta sobre la ndo-le propia del acto cognoscitivo o la pasa por alto. Pero el conocimiento humano se distribuye en diversidad de operaciones y hbitos. La esencia del acto se dis-tribuye en formalidades activas cada una de las cuales acta a su modo propio la virtualidad cognoscitiva del acto. De manera correlativa, se distribuye la aten-cin detenida del mtodo. La detencin distributiva sondea el alcance de cada una de las formas esenciales en que se distribuye la vigencia del acto de conoci-miento. sta ltima se toma con referencia al tema, que es la realidad principial inteligible. As la detencin no se aparta sino que despliega el valor trascen-dental del mtodo.

    La caracterstica que llamo acompaamiento reviste importancia especial. De una parte el acompaamiento da la pauta para discernir el significado met-dicamente fructfero de la detencin. Quiero decir: la detencin del mtodo es toto coelo distinta de la detencin en que colapsa el conocimiento incapaz de proseguir. De ah que la detencin metdica en acompaamiento se dirija preci-samente a detectar los nudos de aquella detencin enervante. Se trata, casi dira-mos, de forzar, de provocar o convocar las aporas que encadena la prosecucin del pensamiento, con vistas a su apertura, a su remedio.

    La prosecucin del pensar se escalona paulatinamente, salva las detenciones en ascenso. El ascenso es accesible en acompaamiento; de otro modo, es decir, desde la misma direccin cognoscitiva que se detiene, la detencin es insalva-ble, es apora. El acompaamiento equivale, pues, hace valer, la dimensin me-

    3 Me parece encontrar en esta direccin cierta coincidencia con el mtodo de la reduccin feno-menolgica en la interpretacin de Max Scheler: la reduccin eidtica prescinde de los ingredien-tes subjetivos ajenos a la esencia del acto cognoscitivo que es su valor intencional puro. La fe-nomenologa de Scheler acierta en mantener al sujeto al margen de la teora del conocimiento y en la consiguiente rectificacin del idealismo husserliano. Vid. mi trabajo Tiempo y mtodo en Max Scheler, Cuadernos de Anuario Filosfico, Serie Universitaria, n 234, Servicio de Publica-ciones de la Universidad de Navarra, Pamplona, 2011.

  • El mtodo de la gnoseologa II

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    tdica denominada descenso en la mencionada ponencia del pasado ao. En se-guida veremos ms despacio esta cuestin. Reparemos por ahora que la nocin de acompaamiento metdico permite sortear la objecin de filosofismo al plan-teamiento gnoseolgico de Polo.

    Filosofismo sera el vicio de la doctrina filosfica que en lugar de explicar la realidad la suplantara a beneficio de coherencia sistemtica. La objecin de filo-sofismo a Polo surgira de la cierta dificultad que plantea la posicin del mtodo con referencia al ejercicio natural del conocimiento. La objecin se extendera adems al conjunto de la propuesta metdica, al abandono del lmite mental en sus distintas dimensiones.

    La objecin se formulara en los trminos del dilema siguiente: las opera-ciones y hbitos de que trata el Curso son ejercidas por todos (en el transcurso de la dinmica cognoscitiva natural) o bien y por el contrario slo por aque-llos que emplean el mtodo propuesto? Porque por un lado este mtodo parece bastante difcil, pero por otro Polo habla de las operaciones intelectuales con nombres tradicionales: abstraccin, generalizacin conceptuacin, juicio, opera-cin de fundar. En suma: la operatividad expuesta en el curso es natural o su-perpone una modalidad especfica de conocimiento accesible a muy pocos? En este ltimo caso, puesto que la doctrina parece seguirse del mtodo, habra tam-bin filosofismo.

    La objecin toma como base la posicin del mtodo, su estatuto con referen-cia al acto natural de la inteligencia. Pues bien, a mi modo de ver, las caracters-ticas del mtodo que consideramos conjuran la dificultad. Se ha dicho, en efec-to, que tales caractersticas explanan la ndole trascendental del mtodo, y que sta ltima consigna la solidaridad trascendental entre el mtodo y el tema. De aqu deriva el que en filosofa primera y la gnoseologa es filosofa primera haya de evitarse la escisin del mtodo, es decir, su consideracin al margen del tema de la filosofa, que son los principios.

    Por lo tanto la genuina posicin del mtodo prohbe separar el conocimiento, hacerlo consistir aparte de su tema real. Denomino rendimiento del mtodo a su alcance o valor de incremento cognoscitivo. Este incremento se toma en funcin de la novedad y la cualidad del conocimiento accesible (desde el mtodo). M-todo trascendental significa en este contexto investigacin sobre el rendimiento del conocimiento humano con referencia a los principios. Eso quiere decir tam-bin que el mtodo no se aade desde fuera, no se superpone. Con tal conside-racin comenzbamos: el mtodo no difiere del acto natural de la inteligencia sino que es su explanacin. El mtodo es el abrir paso o dar de s del acto inte-lectual interno al acto mismo en direccin a los principios.

    Por eso la detencin metdicamente fecunda impulsa la prosecucin. El m-todo no se aade, no se superpone, sino que detiene la atencin, ampla interna-mente el acto, da de s a su dominio. Esta tesis es solidaria con la que impide

  • Fernando Haya 16

    que la filosofa tenga un comienzo absoluto. No hay comienzo filosfico abso-luto sino segn la expresin empleada en la ponencia anterior ampliacin del comienzo. El comienzo intelectual es la abstraccin. El Curso no propone otro comienzo sino aquilata el naturalmente puesto. Se comienza pensar (filosfica-mente) en el comienzo. Se prosigue en ampliacin del comienzo. La prosecu-cin gnoseolgica es metdica, no se superpone ni elimina la abstraccin sino que ajusta su alcance, se detiene para echar cuentas con ella. La insuficiencia abstractiva es remediada de acuerdo con dos lneas prosecutivas distintas aun-que no escindibles. El tomo IV se ocupa de la segunda, de la operacin prosecu-tiva racional.

    La detencin metdica sondea el alcance del acto distributivamente conside-rado en ascenso. La detencin gnoseolgica en sentido peyorativo es el colapso, la imposibilidad de proseguir. En esta acepcin la detencin del acto es su ago-tamiento o desbordamiento por parte del tema. La apora es la frmula que se si-gue de un desbordamiento semejante. Por el contrario, la detencin metdica es fecunda como detencin acompaada. La detencin metdica nota as la insufi-ciencia operativa de modo que adems la eleva a tema. Tema no significa en es-te contexto objeto, porque la advertencia a que nos referimos es habitual.

    La inteligencia crece al advertir su insuficiencia operativa. En el epgrafe si-guiente nos detendremos en la distincin entre ambas lneas prosecutivas, pero no conviene separarlas. La segunda lnea, la razn, nota la insuficiencia del co-nocimiento abstractivo de los principios reales; la primera se refiere a la capaci-dad misma del saber: es posible saber ms que el abstracto (de entrada no hay un solo abstracto). Ambas direcciones prosecutivas son solidarias, enlazan, puesto que el saber crece al advertir de su insuficiencia como conocimiento de los principios reales.

    El hbito que sigue a la operacin es el notar de su insuficiencia y en cuanto tal principio formal operativo. Como tal principio, el hbito vence la detencin operativa, detectada como agotamiento del acto (en relacin con el tema) e im-pulsa la prosecucin. La distribucin escalona en ascenso el alcance del acto, su rendimiento en la direccin de lo inteligible. Pero la distribucin exige que lo inteligible no se tome en bloque sino en duplicidad, escalonamiento y ascenso.

    La gnoseologa recorre un camino ascendente, contrapuesto y a la vez en ajuste con el descenso que baja desde la advertencia de los primeros principios. Este proceder metdico, ya expuesto en la ponencia anterior, resulta an ms claro en el tomo IV. El examen detenido en operacin racional, distribuye en serie ascendente las etapas de su ejercicio con vistas a tensar al mximo el ren-dimiento de cada una. La culminacin del desarrollo muestra que la modalidad operativa del conocimiento no da ms de s en la explicitacin del fundamento.

  • El mtodo de la gnoseologa II

    17

    2. Analtica del mtodo en sus momentos de sentido direccional: descenso y ascenso

    Describo as el mtodo de la gnoseologa: detencin que impulsa en ascenso,

    segn el ajuste con que acompaa en descenso la advertencia de los primeros principios.

    La apora es el planteamiento en que el tema pensable excede del ejercicio metdico empleado. La apora detiene la prosecucin del pensar en funcin de cierta dislocacin trascendental. sta ltima concierne a la nocin que eventual-mente se entrecruza y colisiona. Llamo emplazamiento trascendental de una no-cin a su lugar en la disposicin distributiva de la forma esencial del pensa-miento. La rectificacin trascendental de un emplazamiento dislocado desob-tura la apora en que el ascenso del pensar queda detenido.

    Desde la misma apora no se acierta a seguir; el estado mental correspon-diente a la apora es la perplejidad. En cambio, la apora expresamente convo-cada adquiere funcin metdica. La apora expresamente convocada est en cuanto tal controlada. Este control hace valer la dimensin hegemnica del m-todo el descenso que asiste y a este ttulo equivale al notar de la insuficiencia. La apora convocada y controlada expresa la detencin que impulsa en seala-miento del ascenso. Puesto que el impulso se distribuye en etapas, hablamos de mtodo distributivo en serie de las aporas de principio.

    El ascenso se escalona como distribucin en serie de aporas temticas. Las aporas son temticas se refieren a la realidad inteligible, pero adems han de vincular el problema de principio de otro modo no ataen al mtodo de la filo-sofa primera. Los sentidos direccionales en descenso y ascenso no resultan es-cindibles sino que ajustan a modo de momentos de un mismo mtodo, segn la denominacin que hemos empleado.

    El momento descendente del mtodo avala el ascenso cognoscitivo, pero slo en el sentido de asegurar que no se pierda la heurstica de los principios. Asegu-ramiento heurstico significa que el aval del descenso es exclusivo; no positivo. El aseguramiento se refiere en exclusiva a la eliminacin de los obstculos opuestos a la prosecucin (en direccin a los principios). La aportica expresa-mente convocada slo puede ser fecunda en el sealamiento de los nudos tem-ticos que la prosecucin exige desatar.

    La distribucin ascendente pide ajuste escalonado. El ajuste mide en cada es-caln la insuficiencia del ascenso. La medida es advertencia que desciende en sealamiento de la direccin obturada. De ah que el mtodo de la gnoseologa sea metafsicamente derivado. El tema de la metafsica es el ser, no el conoci-miento. La advertencia del ser es heurstica, es decir, no cuenta con un protoco-lo previo, asegurador. No cabe anteponer un mtodo a la advertencia del ser. El

  • Fernando Haya 18

    mtodo no antecede sino que acompaa. La advertencia es descubrimiento e in-mediatamente descenso: se descubre y se desciende. Se desciende porque no cabe ascenso metdico puro hacia los primeros principios.

    La nocin de descenso metdico responde a la necesidad de hacer compati-ble el descubrimiento la heurstica de los principios con el aseguramiento me-tdico de esa misma advertencia. El aseguramiento heurstico exige del mtodo una asistencia en descenso que elimine reglada o protocolariamente los obs-tculos. Se trata de despejar el camino en la direccin que asciende hacia lo des-cubierto. Se trata de evitar que el propio mtodo obstaculice. Slo de este modo, a mi juicio, existe mtodo protocolo de la filosofa primera: en un sentido ex-cluyente, reductivo. Protocolo, en este contexto, no designa un procedimiento constante que antecede, sino ms bien: una gua que acompaa en cuanto detec-ta y reduce los obstculos.

    El mtodo de la filosofa primera no antecede a su tema sino lo acompaa. El acompaamiento es ejercido en reiterada reduccin, acortamiento del propio mtodo, en la medida en que el procedimiento lgico tiende a interponerse. In-terpuesto, el mtodo queda suspendido, en ausencia de tema trascendental, y se invalida como acceso a los principios. Este acceso no puede ser tampoco exclu-sivamente tentativo. A mi modo de ver, carece de sentido la expresin siguien-te: tantear por si acaso comparecieran los principios. Una pura tentativa carece de orientacin, de suerte que elimina a radice la posibilidad de comparecencia de los principios. Cualquier otra cosa podra comparecer si acaso, menos justa-mente y a fortiori los primeros principios.

    Por lo tanto: la metafsica no carece de mtodo. No hay metafsica sin mto-do. Pero se trata de un mtodo trascendentalmente solidario, dual respecto de su tema. Es decir: primariamente heurstico y descendente en ajuste con el corres-pondiente ascenso. La dimensin ascendente del mtodo filosfico primero es propiamente gnoseolgica. La dimensin descendente del mtodo asegura la dualidad trascendental en lo ms alto de la advertencia del ser. La dualidad en cuestin no se cancela, no se cierra ni se enrosca, no admite conformacin circular, porque en el punto, por as decir, en que se curva sobre s, pierde el te-ma. La dualidad es trascendental, exige aseguramiento porque de otro modo el mtodo se interpone y oculta inevitablemente los principios, los sustituye.

    Con relacin a la temtica del conocimiento el asunto de la gnoseologa la metafsica desciende. La gnoseologa no cuenta de suyo con un protocolo met-dico que asegure su ascenso. Si as fuera, si se contara con esa patente, el cono-cimiento metafsico quedara gnoseolgicamente asegurado, pero eso es justo lo prohibido por la solidaridad trascendental del mtodo. La gnoseologa tantea porque no se ocupa en directo de los primeros principios, sino de su conoci-miento. La expresin conocer tentativamente los primeros principios carece a

  • El mtodo de la gnoseologa II

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    mi juicio de sentido; pero s lo tiene esta otra: tanteo asistido con vistas a fran-quear a desobturar el ascenso terico.

    El ascenso gnoseolgico obtiene ganancia metafsica. Ms an: la filosofa primera es incompatible con el descenso puro, que sera inefable. Un descenso puro designara otro tipo de saber, revelado o mstico, no filosofa. Como expre-sin del lgos, la filosofa est obligada a tematizar su descubrimiento, a verter-lo en concepto (en el sentido ms amplio de este trmino). Ajustar el descenso con el acenso equivale a la propuesta de una arquitectnica para las formas de apertura de acceso a lo primero.

    El ascenso en tanteo no es ciego si cuenta con la gua del descenso. El acom-paamiento que desciende seala escalonadamente la insuficiencia del ascenso en la direccin de los principios. Insisto en el carcter excluyente negativo, en este sentido del acompaamiento que desciende. El acto cognoscitivo desem-peado en tal direccin o tematizado a travs de tal nocin fragua en apora. La apora metdicamente convocada es fecunda porque muestra la insuficiencia del acto de conocimiento en una determinada direccin. La luz de semejante adver-tencia juega como desdoblamiento metdico.

    3. El desdoblamiento metdico como solucin a la apora de la prosecucin

    La prosecucin operativa de la inteligencia se topa con una dificultad polifa-ctica, a la que responden las nociones metdicas presentadas en la Introduc-cin del tomo IV. Tales son las nociones de compensacin, pugna y conoci-miento en pugna, o ms propiamente, explicitacin en pugna. Procurar expo-nerlas a continuacin desde la perspectiva de las consideraciones precedentes. Al anlisis del mtodo en momentos de sentido direccional (descenso-ascenso) se aade el que atiende a la prosecucin, en correspondencia con la orientacin temtica. El mtodo se desglosa pues en otra duplicidad de dualidades: deten-cin y prosecucin (o impuso) con arreglo a doble insuficiencia en la operacin incoativa. Hay dos operaciones prosecutivas: la generalizacin y la razn.

    El mtodo que avala la prosecucin de la inteligencia se abre paso en desdo-blamiento. Se prosigue en cuanto la detencin detecta insuficiencia. La deten-cin impulsora se distingue en absoluto de aquella otra en que el seguir de la in-teligencia fragua en apora o colapsa. La detencin metdica, por el contrario, sale al paso de la dificultad, convoca expresamente la apora, de manera que el ascenso queda acompaado, asistido por el descenso. La aportica as convoca-da es fecunda porque seala por exclusin el camino del ascenso. El mtodo se desdobla: sin descenso no hay ascenso, sin detencin metdica no hay impulso y, por ltimo, sin prosecucin racional, la prosecucin negativa es estril.

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    La prosecucin operativa remedia la insuficiencia de la operacin incoativa (la abstraccin) en un doble respecto. Eso significa: advertir la insuficiencia de la abstraccin en condiciones tales que se remedie es decir, de manera que se opere la prosecucin exige atencin a la doble razn de la insuficiencia. Este ltimo desdoblamiento es temtico porque orienta hacia el mbito al que la pro-secucin debe dirigirse. El desdoblamiento hace valer, por lo tanto, la solidari-dad trascendental del mtodo con el tema. Hemos insistido en este punto: el ase-guramiento trascendental mantiene la orientacin del pensamiento hacia los principios. Por eso se habla de ascenso.

    Pero el sentido direccional en ascenso se pierde si la atencin se recluye en uno solo de los respectos de la insuficiencia incoativa. El tomo III constituye una amplia glosa de semejante extravo filosfico: aqul unilateralmente empe-ado en la implementacin negativa del saber. Adems de perderse de vista la perspectiva de ascenso, el empeo es inane porque la operacin negativa no col-ma la insuficiencia del comienzo, es decir, es inhbil para sustituir el comienzo del pensar4. Hay que decir, contra semejante intento que el comienzo del pensar queda firmemente asentado justo a ttulo de la propia razn de su insuficiencia. De ah que la prosecucin haya de compaginar el remedio de la insuficiencia abstractiva con la firmeza del comienzo intelectual, cuyo estatuto no admite re-mocin.

    1. Desde aqu se comprende la nocin metdica de compensacin, destinada

    a equilibrar la prosecucin con el comienzo. La compensacin impide el derribo retrospectivo de la operacin incoativa. La filosofa comienza en el comienzo, la inteligencia prosigue si ha comenzado, en prosecucin que aquilata el comienzo del pensar. O correlativamente: no cabe un comienzo absoluto del pensar. La operatividad infinita de la inteligencia enunciada en el axioma D, segn la cual la inteligencia no opera si no se destina a seguir es solidaria del axioma del ac-to operativo: si se conoce se ha conocido. Sin la compensacin la firmeza del comienzo quedara removida; de manera que tampoco es admisible que la pro-secucin operativa culmine.

    La operatividad prosigue porque no se ha conocido suficiente. Pero la insufi-ciencia en cuestin no colisiona con el axioma del acto: si se conoce se ha cono-

    4 En El acceso al ser y en el tomo III del Curso discute Polo con Hegel a este propsito. En la ponencia del pasado ao me detuve en la vertiente modal del intento hegeliano. Hegel piensa el tiempo como la pura variacin negativa interpretacin especulativa del tiempo con vistas al lo-gro de la plena articulacin presente. Un protocolo metdico asegurado en ascenso segn se ha dicho exige derribar el comienzo cuyo estatuto es incompatible con pensar todo lo pensable. La eliminacin del comienzo reduce a cero el contenido inteligible la determinacin directa, el abs-tracto de Polo bajo la pauta dialctica que lo repone entero y articulado en el resultado.

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    cido; de modo que el estatuto de lo ya conocido debe preservarse. El proseguir de la inteligencia ha de ser tal que no derribe la vigencia de la operacin incoa-tiva, que no barra o lance el comienzo hacia delante, como propone Hegel. He-gel elimina la determinacin del comienzo por lo mismo que pretende una pro-secucin absoluta, es decir, vertida por entero al resultado.

    Dice Polo: Conocer algo ms que un abstracto con una operacin (esto es, ir ms all, generalizando, con un tipo de prosecucin operativa, y, con el otro, devolviendo el abstracto a la realidad), slo es posible si el conocer algo ms se corresponde con el conocer algo menos. Es sta la nica manera de no concul-car la constancia de la presencia mental. Y slo si se puede conocer ms y cono-cer menos de dos maneras, caben dos tipos de prosecucin operativa. Asimis-mo, siendo la abstraccin la primera operacin, no en ella, sino entre lo que co-noce cada operacin prosecutiva y tal operacin se entabla, en virtud de la cons-tancia de la presencia mental, cierta pugna []. Los objetos de las operaciones prosecutivas son compensaciones5.

    La solidez del estatuto del comienzo exige compensacin: la operacin pro-secutiva conoce ms porque conoce menos, y de ninguna manera conoce ms porque arrastre (como en Hegel) la posicin de la operacin precedente o incoa-tiva dice grficamente Polo que la escalera no se tira. Se conoce ms porque la nueva operacin pugna con lo ya conocido por la operacin precedente en rela-cin con la cual tributa una compensacin. Se conoce ms en tanto se conoce menos equivale a se conoce ms en tanto ya se ha conocido. Se prosigue en re-serva del ya. Reserva del ya es constancia del lmite en el transcurso de la pro-secucin operativa de la inteligencia. Esta ltima no traspasa, no vierte a objeto el ya, es decir, avanza dentro del estatuto que Polo denomina ocultamiento que se oculta. El lmite es constante, se oculta en la prosecucin. La contrapartida positiva de la constancia por decirlo as es la salvaguarda del estatuto opera-tivo de la inteligencia. De otro modo la prosecucin barrera el comienzo, lo lanzara como en Hegel hacia el resultado.

    Compensacin quiere decir que se conoce ms con tributo de un menos. O bien: que se conoce ms en concesin de lo suyo a la operacin precedente. Como esto suyo pertenece a la operacin incoativa en virtud de su estatuto, el tributo compensatorio se paga en definitiva a este ltimo que queda, segn se ha dicho, en reserva. Se conoce ms se prosigue en reserva del lmite operativo que se mantiene constante. La prosecucin acta el seguir conociendo menos el ya.

    Advirtase ahora: proseguir conociendo menos el ya es poseer igualmente objeto, y en este sentido detencin. El constante ocultamiento del lmite detiene de suyo la prosecucin cognoscitiva. Naturalmente: si lo que sigue es operacin

    5 L. Polo, Curso de teora del conocimiento, IV, p. 16.

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    tambin ser detencin en objeto. Pero entonces: la dificultad conjurada de par-te de la operacin proseguida la compensacin salvaguarda su estatuto parece afectar al mtodo: Cmo referirse a una detencin que impulsa o a un impulso detenido?

    2. La apora que atenaza la prosecucin se renueva pues del lado de la ope-

    racin que prosigue. El dilema parece ser ste: o se conoce ms que lo conocido y entonces se prosigue pero no hay nuevo objeto; o bien hay de nuevo objeto, pero entonces se detiene como tal la prosecucin. Cmo equilibrar pugna con compensacin de manera que el avance se mantenga? Me parece importante lla-mar la atencin sobre este punto.

    Afirma expresamente Polo que el conocimiento en pugna es propio de la ra-zn, no de la generalizacin: Las operaciones no pugnan entre s sino en lo que mira a sus respectivas conmensuraciones con los objetos. Por consiguiente, las pugnas se deben a la constancia de la presencia mental, la cual es compatible con el axioma de la jerarqua, el cual rige en el orden de las operaciones de la inteligencia sin mengua de la constancia (ninguna operacin constituye su obje-to). En definitiva, la jerarqua pone en juego la conmensuracin y, por tanto, la intencionalidad. Ms an: en tanto que se conoce en pugna (lo que es propio de las operaciones racionales) no se conoce objetivamente. Claro est que las pug-nas obedecen al conocimiento habitual, que no es objetivo, pues desoculta la presencia mental6. E insiste Polo: Repito que es propio de las operaciones ra-cionales, no de las generalizaciones, conocer en pugna. Lo as conocido es lo explcito7.

    Este texto sale, a mi modo de ver al paso del dilema que hemos planteado, concerniente al mtodo cuya detencin es impulso. Debe distinguirse entre pug-na y conocimiento en pugna. Cualquier operacin prosecutiva pugna en compa-racin con la incoativa (no en directo, sino en lo que mira a la respectiva conmensuracin con el objeto); pero no cualquier operacin prosecutiva ejerce el conocimiento en pugna. La operacin prosecutiva es pugna en cuanto cono-cer ms que lo abstractamente conocido. Esa pugna que la propia operacin pro-secutiva es, queda compensada en su respectivo objeto. El objeto de la nueva operacin es la nueva detencin con que se compensa su pugna, segn ha que-dado expuesto. En cambio, debe entenderse de distinto modo el conocimiento en pugna.

    El conocimiento en pugna se llama propiamente explicitacin en pugna y es exclusivo de la prosecucin racional. Acabamos de leer que la explicitacin en

    6 L. Polo, Curso de teora del conocimiento, IV, p. 17, n. 5. 7 L. Polo, Curso de teora del conocimiento, IV, p. 17, n. 5.

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    pugna obedece al conocimiento habitual, que no es objetivo, pues desoculta la presencia mental. El conocimiento en pugna no es ejercido en la prosecucin generalizante. La razn, en cambio, acta el conocimiento en pugna: es decir de manera expresa, explcitamente, mide su propio alcance con referencia a la de-tencin que compensa. Es decir, pugna expresamente por saltar sobre esta mis-ma detencin, lo cual equivale a notar su propia insuficiencia. La razn prosi-gue, es decir, avanza o vence la detencin en la medida en que la expresa pugna da de s est al alcance de la operacin. El acto operativo puede describirse co-mo transparencia inmediatamente posesiva de objeto. Del conocimiento en pug-na puede decirse que la operacin da de s en cuanto su transparencia es inter-namente iluminada por una luz de orden superior. Esa luz es el hbito que sub-sume la operacin bajo el acompaamiento expreso del intelecto agente.

    No hay en consecuencia una solucin en bloque a la apora de la prosecucin Por qu no? Porque el par compensacin-pugna no basta para salvar la dificul-tad de la prosecucin operativa. No basta para vencer la detencin operativa puesto que la pugna compensada equivale a detencin. Esa insuficiencia equi-vale a la del planteamiento del problema de la prosecucin en trminos exclusi-vamente generales, a modo de una cuestin general. La cuestin prosecutiva confinada bajo el dominio de la generalizacin es insoluble.

    La prosecucin es avance, ascenso. Luego la detencin notativa de insufi-ciencia ha de precisar el sentido direccional del ascenso. No basta: se conoce ms en cuanto se conoce menos (pugna compensada). Hay que notar el valor re-lativo del ms con relacin al menos, esto es, la polaridad precisa en que se tra-za el sentido del avance. Hay que advertir que este valor relativo es doble: el in-cremento cognoscitivo puede ponerse en funcin de una doble polaridad para el ms y el menos. El discernimiento de esa duplicidad es imprescindible para que la detencin en la insuficiencia impulse.

    Ms no se toma exclusivamente como valor de incremento de la capacidad de saber, sino tambin como penetracin en la ndole de los principios reales. Procede aludir de nuevo al rendimiento heurstico del mtodo. El rendimiento trascendental no se establece con relacin a la capacidad de saber. De hecho puede decirse que el planteamiento hegeliano y en general, idealista del cono-cimiento anula el rendimiento metdico del que elimina a priori cualquier nove-dad, cualquier ganancia pura. Est claro que si el saber se colma desde dentro por decirlo de este modo no cabe valor alguno de incremento cognoscitivo con referencia a los principios.

    Por lo tanto: el sentido hegemnico del ascenso cognoscitivo no se orienta a la plenitud misma del saber sino a la penetracin en los principios. Vuelve a mostrarse el desdoblamiento metdico: el avance precisa de asistencia. No hay modo por tanto de enderezar un ascenso puro. Por eso mismo no existe tampoco respuesta general a la pregunta: cmo es posible la prosecucin operativa de

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    la inteligencia? As formulada es decir, en el mbito general del preguntar la pregunta no hace pie, no sabe lo que pide. En suma: generalizacin y razn no son casos de prosecucin operativa, sino que la prosecucin se desdobla en per-secucin del tema. El tema es la realidad inteligible, cuyo ltimo fondo el fun-damento es el primer principio creado.

    La prosecucin es por lo tanto problemtica sin discernimiento del sentido del avance, la orientacin. La detencin autoriza a marcar etapas en el ascenso pero no da cuenta de este ltimo al margen de la asistencia en descenso. Por eso la nocin de conocimiento en pugna o pugna explicitante es la solucin al di-lema apuntado. La solucin renuncia a despejar en bloque el problema de la prosecucin, acude al desdoblamiento de la atencin metdica.

    El problema de la prosecucin tiene solucin si se distribuye en correspon-dencia con el tema trascendental, no de otro modo. Se ha insistido en que la detencin cognoscitiva acta la validez trascendental del mtodo y en que seme-jante validez exige no perder de vista el tema. Tema significa realidad inteligi-ble. Realidad inteligible, adems, en sentido metafsico, que incluye la penetra-cin en el valor real de los principios. El enfoque general o nico de la prosecu-cin queda excluido por el desdoblamiento del mtodo. La prosecucin se bifur-ca en dualidad de direcciones que orientan distributivamente a la insuficiencia del comienzo.

    La dificultad mencionada cmo proseguir si a la par hay compensacin no se plantea igual en el plano de la operacin negativa y en el de la operacin racional. De hecho, en este ltimo el problema es ms agudo. Las dos lneas prosecutivas no constituyen casos de un mismo dinamismo. Se yerra el tino me-tdico si no se discierne la ndole propia de la operacin racional. La prosecu-cin se confa entonces a la esfera lgica donde carece de solucin, porque no lo es convertir como hace Hegel la lgica en metafsica. El planteamiento exclu-sivamente general de la prosecucin deja escapar el tema (no se sabe en relacin con qu hay que proseguir). En tales trminos la apora de la prosecucin es in-soluble8.

    El planteamiento hegeliano es inverso. Es del siguiente tenor: Cmo es compatible proseguir con que el saber es absoluto? Respuesta: porque la prose-cucin se convierte con el resultado, es colmarse a s misma. Es decir: porque el proceso converge de suyo, cuenta con un protocolo asegurador. Por eso excluye

    8 Si se objetara que exigir la solucin de la apora en el plano diverso sealado por la prosecu-cin racional supone sta ltima, entonces, a mi modo de ver, no se estara comprendiendo el asunto. Se estara solicitando de la metafsica del conocimiento una lgica. La acusacin se vol-vera contra s misma: se estara objetando (al planteamiento de la doble prosecucin) incurrir en peticin de principio cuando es la propia objecin la que supone que cabe plantear en general (en una pregunta) el problema de la prosecucin en desconocimiento de la orientacin del avance.

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    cualquier antecedencia o determinacin en su comienzo. Nada escapa al prose-guir que se colma en resultado. Represe en ello: no es que el proceso dialctico haga pie en la indeterminacin pura del comienzo, sino que precisa esa inde-terminacin para no hacer pie, para lanzar hacia delante: fa todo avance al di-namismo infalible de la prosecucin.

    El pensar dialctico se afirma como convergencia infalible hacia el resultado protocolo asegurador en ascenso, y a tal propsito debe proporcionarse l mismo su propio comienzo, el comienzo absoluto. El resultado slo l avala retrospectivamente el comienzo: como una pura exclusin, el ser indeterminado, vaco. El tratamiento hegeliano de la prosecucin operativa usurpa el lugar del ser. Polo dice expresamente que el primer principio creado el ser se propor-ciona su antes; este antes es la causa material, el incesante no comenzar9. El proceso del pensar de ningn modo se proporciona su antes sino que avanza en ajuste de cuentas con la insuficiencia de su comienzo. La caracterizacin de la causa material en estos trminos, como incesante no comenzar es su fijacin, su avistamiento como insustituible por y para el pensamiento. La dialctica en cambio no admite la insuficiencia del comienzo (del pensar) lo que equivale a ponerla como pura insuficiencia. Pero en la insuficiencia del comienzo del pen-sar se asienta la diferencia respecto del ser.

    El comienzo intelectual se asienta como determinacin directa. Se prosigue en el comienzo. El ajuste del comienzo no lo conmueve, no lo astilla, sino que prosigue echando cuentas. La rectificacin de Hegel pasa por distribuir el senti-do de la prosecucin. Eso significa tambin no ceir la cuestin a si se puede conocer ms sin conocer menos. O dicho de otro modo: reparar en que la pro-secucin no se refiere slo a la posibilidad de conocer ms sino a la penetracin en el valor real de los principios.

    No hay peticin de principio en esta exigencia de desdoblamiento en la pro-secucin. Recordemos: se asciende en tanto que se ha descendido. El descenso significa aqu: se ha notado el lmite mental en condiciones tales que cabe su abandono. En tanto que detectado se desciende y se procede a un abandono ma-tizado, en ascenso. La nocin de abandono matizado del lmite expresa, a mi modo de ver, la solucin conjunta del cmulo aportico de la prosecucin cog-noscitiva. La prosecucin operativa es aportica en la medida en que su formu-lacin vuelva la espalda al sentido de su orientacin. La generalizacin no re-suelve el problema metafsico del conocimiento.

    3. La formulacin correcta del problema toma en cuenta el tema. No basta

    considerar la suficiencia, la satisfaccin o plenitud del conocimiento sino su

    9 L. Polo, Curso de teora del conocimiento, IV, p. 321.

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    alcance de penetracin en la ndole de los principios reales. La insuficiencia que ha de notarse es el ocultamiento de esa ndole en la presencia de la diferencia abstracta. La diferencia oculta es denominada por Polo diferencia interna. La apora de la prosecucin que se detiene en compensacin se vuelve fecunda en el desdoblamiento que penetra en la direccin de la diferencia interna. Advirta-se. La pregunta pertinente es ahora otra: cmo proseguir si lo operativamente sabido como tal no accede al valor de principio oculto como tal en lo presente como sabido?

    El problema de la diferencia interna de lo actualmente conocido es pues el significativamente relevante en la exposicin del ascenso metdico. Aqu es oportuna la nocin de pugna explicitante, quiere decirse: aporta la direccin del ascenso con referencia a su propio nudo aportico y opera desde arriba la aper-tura de la precedente formulacin del problema. El desdoblamiento metdico impulsa el ascenso en cuanto advierte su autntica direccin.

    El desdoblamiento opera de entrada cierta inversin del signo del ms y el menos. Cmo se puede saber ms si la compensacin exige saber menos?: es-ta pregunta es ciega, porque de entrada, qu se entiende aqu por ms y por me-nos? Puesto que ms y menos debe tomarse con relacin al saber en dos senti-dos que invierten recprocamente los signos. Si se considera el estatuto de lo sabido en cuanto tal, saber como tal es ms que ser real. Pero si se considera que saber es saber de lo real entonces se sabe ms si se descubre la virtud del acto real inferior que la presencia.

    La prosecucin no atiende slo a la posesin formal del cognoscente en la que adems no cabe plenitud sino al valor principial en lo real inteligible. La pugna explicitante es en un nuevo sentido descenso. Descenso quiere decir aho-ra abajamiento o despojo del estatuto operativo. Pugnar en explicitacin sera todo lo contrario que acaparar ms idea de lo conocido, por expresarlo de este modo. Es lo inverso: desaferrar, entregar, abdicar de una posicin de privilegio. Mantener la prosecucin explicitante es saltar sobre este ms que exime de la virtud causal del menos. El menos es el acto real, inferior que la presencia, con la que la presencia pugna en orden al ascenso.

    En esta direccin la diferencia interna invierte el sentido del ms y el menos. El estatuto del objeto conocido es de suyo ms alto que la virtud del principio oculto en la diferencia manifiesta. Pugnar es abajarse, descender o insistir en la renuncia. Se renuncia a encontrar la conexin de los principios reales en lo ya manifiesto. El desdoblamiento metdico es abajamiento o plegarse del pensar que detecta un estatuto cabalmente distinto del suyo propio. Manifiestamente ha detectado este estatuto de otro modo siquiera se ve el problema y como el de-tectar no se detiene en la detencin no asoma el lmite, ha de hablarse de acompaamiento descendente.

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    El descenso ilumina, sondea, por as decir, al alcance de la operacin en esta pugna que invierte los signos del ms y el menos. Explicitar lo conocido por la operacin en pugna, a saber en salto o abandono de lo ms excelente inmediata-mente (ya) ofrecido. La caracterstica del mtodo denominada aqu distribucin permite comprender que este recorrido se efecte por etapas. Cada etapa sondea el alcance de la pugna con relacin a una fase de la operacin racional. En los intersticios entre fases el concepto, el juicio, etc. juega el descenso que ilumi-na la insuficiencia operativa. De acuerdo con ella, el hbito correspondiente re-lanza la operatividad intelectual en una modalidad distinta y ms intensa. De es-te modo las dos direcciones de la prosecucin operativa se enlazan, puesto que la pugna que desciende precisa del crecimiento de la potencia intelectual, es decir, de su formalizacin habitual.

    Fijemos ahora la atencin en los parmetros con relacin a los cuales se esta-blece la pugna, se procede a la explicitacin en cada etapa racional. Indudable-mente, uno de ellos es el tiempo. La distribucin metdica impide que se salte de una a otra fase sin haber agotado lo que una etapa operativa da de s. Este agotamiento marca el final de cada etapa. La devolucin a lo real de la diferen-cia manifiesta persigue la diferencia interna, en despojo de su estatuto objetivo, que es la presencia mental. Pero la presencia mental se describe como articula-cin entera del tiempo. El tiempo no es el nico parmetro medidor de la pugna. La multiplicidad, el orden y la diferencia analtica juegan tambin como ndices de principiacin ms all por decirlo de este modo del estatuto presencial del objeto. Pero para nosotros, el tiempo adquiere un valor indicativo peculiar.

    4. Anlisis trascendental del comienzo

    Denomino tratado del ser temporal a la metafsica del ser creado bajo el n-dice metdico de la distribucin y esclarecimiento de las articulaciones y senti-dos del tiempo. El estudio del tomo IV es a este propsito imprescindible por-que contiene la doctrina de Polo sobre el estatuto fsico del tiempo. Pero, ade-ms, porque su examen justifica la eleccin del tiempo como gua de la distribu-cin de las temticas de principio. Un criterio heurstico as supone conceder a la temtica del tiempo una posicin de privilegio.

    Este carcter privilegiado -debe advertirse en seguida es paradjico. En efecto, la explanacin temtica del tiempo es ndice metafsico en el decaimien-to del estatuto ontolgico de la temporalidad. El decaimiento en cuestin es la confinacin temtica del tiempo, y a su vez esta ltima correlativa con la expul-sin del tiempo fuera del dominio perteneciente al mtodo. Eso significa reparar suficientemente en que el tiempo es lastre del pensamiento metafsico. No con-

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    finado temticamente, no reducido, el tiempo se interpone, obstaculiza en lo que denomino su posicin metdica. La explanacin de la ndole temporal es en cambio su confinamiento a la exclusiva posicin de tema. En la medida en que la ndole temporal no es temticamente emplazada, la suposicin del tiempo es-torba la metafsica.

    La suposicin de la esencia fsica en el tiempo articulado en presente. se es el lmite mental cuya detectacin requiere abandono. El abandono del lmite no es inmediato o fulminante sino matizado, esto es, metdico. La matizacin me-tdica se versiona temticamente con referencia a la posicin real del tiempo. La pugna, con referencia al tiempo, significa descenso. El trmino descenso sig-nifica aqu renuncia sostenida a adelantarse o articular en presente. El adelan-tamiento es articulacin presencial del tiempo, ostensin de la esencia inte-ligible en el horizonte que la exime de sus principios reales, ocultando su dife-rencia interna. La renuncia sostenida a adelantarse desciende y se sumerge en la esfera interna del tiempo.

    En esta esfera que llamo interna el tiempo no queda supuesto. La suposicin del tiempo es consistencia -en presente de la esencia fsica. En cuanto pensada, la esencia fsica queda liberada de su propia condicin de efecto con relacin a los principios reales, las causas predicamentales inferiores a la presencia men-tal. Por lo tanto, desde el abandono del lmite, las causas predicamentales confi-nan tiempo, perfilan un marco que elimina la suposicin del tiempo. En la inte-rioridad de la esfera del tiempo, el tiempo cesa de suponer junto con la esencia fsica exhibida en su articulacin entera.

    La matizacin del abandono del lmite incluye la atencin al tiempo, pugna con l en renuncia de la articulacin que la presencia introduce. La confinacin temtica del tiempo es la explicitacin de sus principios, es decir, el desplo-marse de su estatuto como articulacin presente. En la renuncia a adelantarse la suposicin temporal retrocede y se desploma. El retroceso del tiempo se expresa temticamente como carencia de futuro. En el interior del tiempo fsico no cabe futuro. Tampoco presente. El presente es la articulacin del tiempo abstractiva-mente iluminado. El desplomarse del tiempo es el enervarse de la unidad entera que es horizonte inteligible de la esencia fsica. Tal es la condicin de la esencia pensada, no de la esencia real. El estatuto del tiempo se enerva en la explicita-cin de su esfera interna. La suposicin cede si el tiempo mismo se avista como efecto de principios superiores en el propio orden de la esencia fsica.

    Estos principios son las causas predicamentales, bajo cuyo dominio causal debe confinarse el tiempo. De manera inmediata el tiempo se retrae al movi-miento. El tiempo cede inmediatamente su puesto en la explicitacin del movi-miento. Este primer retroceso -del estatuto temporal es advertido por Aristte-les, quien sin embargo no acierta a despejar la jerarqua de prioridades en rela-cin con el movimiento. Polo denomina enigma objetivo a la reiterada solicita-

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    cin de comienzo fsico. La posicin del comienzo fsico resbala, se desliza ha-cia antes, en la medida en que no se ha explicitado la analtica del comienzo trascendental. Esta analtica fija la causa material a modo de no comenzar ince-sante.

    La analtica del comienzo trascendental es el ncleo de la metafsica del tiempo. Se ha dicho en efecto que el tiempo es ndice metdico en la medida de su expulsin, de su confinamiento a la posicin del tema. La exclusin metdica del tiempo exige el discernimiento analtico del comienzo trascendental, con re-lacin al cual el pensar es diferencia pura. El problema de la prosecucin aqu estudiado no es ajeno a la elucidacin del comienzo, como subraya el contraste con el planteamiento hegelino. Si no se advierte que el comienzo del pensar es diferencia pura respecto del ser como comienzo se corre el riesgo de suplan-tar el ser en el tratamiento terico de la prosecucin. La prosecucin debe ejer-cerse en ajuste de cuentas con la insuficiencia del comienzo (del pensar). Esa misma insuficiencia avala la diferencia pura entre comienzos. El comienzo del pensar exime a la esencia de ser. Pero la exencin no es sustitucin. De ah que tambin quepa la pugna habitual en que se fija el antes a modo de no comenzar incesante.

    Ser es comienzo que no cesa ni es seguido. Polo describe el primer principio creado, la persistencia, de este modo: comienzo que no cesa ni es seguido. En glosa directa de la doctrina metafsica de Polo podramos describir al pensar co-mo comienzo eximente del antes, fijo a modo de incesante no comenzar. Ambas frmulas aluden a comienzo.

    a) Pero en la primera el comienzo es trascendental, ser como comienzo, pri-mer principio cuya ndole es el comenzar. Comenzar es ser creado, vigente con la Identidad que en modo alguno comienza. Ser como comienzo es ser creado: ste es el sentido metafsico del tiempo que yo llamo ser temporal y que a su vez se distingue del sentido fsico o propio del tiempo. Ser temporal es ser co-mo comienzo que no deja de ser comienzo, o no contradiccin. No dejar de ser comienzo prohbe consistir al margen de la vigencia causal con la Identidad (eso es la contradiccin). Ser como comienzo es persistencia, no detencin o in-sistente volcarse a despus. Por eso la persistencia, el ser como comienzo no contradictorio significa despus.

    b) El pensar es tambin comienzo pero de otro modo, segn cierto desdobla-miento: comienzo eximente significa comienzo que suple o descarga exime a otro: ese otro comienzo eximido es el ser. El pensar comienza en cuanto exime de ser a la esencia pensada. No conviene emplear el verbo sustituir que repro-chamos en el planteamiento de Hegel; si el pensar sustituyera el ser no lo cono-cera. El pensar no sustituye sino que exime: la esencia pensada es eximida de su principio trascendental en cuanto conducida por el pensar a su comienzo.

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    c) La frmula propuesta para el pensar precisa: comienzo eximente del antes. Significa: pensar es comienzo que exime a la esencia pensada de ser al traerla a su propio comienzo. Ahora bien: el comienzo suplido es el ser como comienzo o persistir descrito como despus. A este despus que es el ser creado o per-sistencia corresponde un antes. Este antes es la causa material, la cual no an-tecede al ser creado no es temporalmente anterior al ser (eso sera una contra-diccin) sino que expone uno de los significados causales que analizan la per-sistencia: la causa material.

    El antes es la causa material, descrita por Polo como incesante no comenzar. El incesante no comenzar es el principio derivado de la persistencia con relacin al cual se establece el retraso, que es el significado propio del tiempo fsico. El ser creado no se pone en el tiempo, sino el tiempo en la esencia creada como efecto del retraso que la causa material introduce. La causa material retrasa, in-troduce el tiempo a modo de lastre del comienzo real. La causa material no est antes del comienzo, sino que es el antes albergado en el comenzar que se re-trasa. La causa material no es comienzo sino lo opuesto: incesante no comenzar, incesante lastre del persistir, opuesto a su volcarse en el despus de la persis-tencia; determinante por tanto de la esfera de anterioridad perteneciente a la esencia fsica. Esa esfera es la del movimiento. En cuanto el movimiento fsico se establece en el retraso introducido por la causa material, no sale del antes. El movimiento fsico, dice Polo, carece de despus.

    Hemos dicho: el pensar comienza en cuanto exime a la esencia de su propio comienzo. Ahora bien, de acuerdo con este ltimo, el ser es comienzo puro persistencia y alberga su antes, es decir, incluye en su anlisis el incesante no comenzar. Si el pensar es comienzo ha de serlo en repulsin de ese no comenzar incesante. El comienzo que suple emprende la marcha en cuanto repele o exclu-ye de s el antes que se fija a modo de no comenzar incesante.

    d) Excluir el antes que se fija como no comenzar incesante es adelantarse a l. La esencia fsica quedara en la esfera de su propio comienzo retrasada por su antes si el pensar no la trajera a su propio comienzo en la victoria de su ade-lantamiento. Este adelantamiento es la presencia eximente, y la exencin repele el antes, fijo a modo de no comenzar incesante. Si el pensar es comienzo, ha de serlo en victoria sobre este incesante no comenzar.

    Ahora bien, slo al ser mismo, a la persistencia, cabe albergar este no co-menzar incesante y slo en cuanto que de ella misma deriva o en ella misma se agota. Al pensar no cabe esta derivacin, sino cabalmente la fijacin del antes. El pensar comienza en cuanto vence la oposicin del no comenzar incesante, es decir, la excluye o repele en suplencia. Pero, correlativamente, el pensar en su prosecucin debe echar cuentas con esa exclusin, acudir al ajuste (en pugna) de su insuficiencia: la insuficiencia se refiere a su propia suplencia o repulsin del no comenzar incesante, al que l mismo no puede albergar. Si la prose-

  • El mtodo de la gnoseologa II

    31

    cucin operativa no slo venciera sobre el incesante no comenzar sino que ni si-quiera hubiera de tenerlo en cuenta, no habra en definitiva menester de esta victoria. Es decir: si la prosecucin colmara la insuficiencia de su comienzo, la duplicidad de este ltimo estara de ms y pensar sera ser.

    e) El antes que se fija a modo de no comenzar incesante significa: imposibi-lidad de sustitucin del ser avistada por el pensar. Si el antes es fijo no es en modo alguno comienzo, y al comienzo del pensar no le es dada la sustitucin. El comienzo del pensar se distingue puramente del comienzo trascendental, es diferencia pura respecto del ser como comienzo. Esa distincin se hace valer co-mo suplencia sin sustitucin, como exencin del comienzo trascendental, es de-cir, como articulacin presente del tiempo. Se comienza a pensar en articulacin presente del tiempo, quiere decirse: en exencin del comienzo que no cesa ni es seguido. La pugna en cambio significa fijacin del no comenzar incesante, es decir, anlisis trascendental o devolucin del antes al ser.

  • EL CONOCIMIENTO DEL UNIVERSO: LA METAFSICA JUNTO A LA CIENCIA

    Juan A. Garca Gonzlez La tesis de que parto es que el fin del universo es ser conocido por el hom-

    bre. Una tesis de la que encuentro tres antecedentes: 1. El primero es la cosmovisin aristotlica que busca una unidad si-

    multnea de los seres del universo, y slo la encuentra en una inteligencia que los contemple; por lo que funda en inteligencias separadas los movimientos cir-culares de los astros, que causan los terrestres y constituyen su unidad y fi-nalidad.

    Posteriormente se olvid la correspondencia entre circunferencia e inteligen-cia, y se pens que esa simultaneidad de los seres del universo ms que en la inteligencia se basaba en la materia: en el espacio y en la percepcin sensible del hombre; y se busc alternativamente una unidad entre los seres del universo ms sucesiva que simultnea, basada en el tiempo ms que en el espacio.

    Y as hoy los integramos en una secuencia que va desde el Big-Bang, con la constitucin de la materia y la aparicin de la luz, y mediante la posterior for-macin de los sistemas galcticos, estelares y planetarios, hasta el origen de la vida y su evolucin hacia el organismo humano; de tal modo que logramos una representacin temporal de cmo se ha gestado el universo hasta su configura-cin actual.

    2. El segundo antecedente de mi tesis, un poco ms desplazado, es la Enci-clopedia de las ciencias filosficas hegeliana: que, despus de la alienacin, otorga al tiempo el sentido de realizar el concepto fuera de su elemento lgico. Esa realizacin exige el espritu humano, y por tanto ese tiempo es el tiempo histrico. Aqu est el desplazamiento: en salirnos de la cosmologa hacia la an-tropologa. Es un desplazamiento con el que terminaremos este trabajo; pero que en Hegel es prematuro. Y eso le conduce a aniquilar la metafsica redu-cindola a lgica; o a negar la realidad de lo que no es espiritual.

    3. Y el tercero, y ms preciso antecedente, es la sentencia tomista del co-mienzo de la Suma contra los gentiles que reza que el fin del universo es la ver-dad; y aado: la verdad que el hombre posee al conocer.

  • Juan A. Garca Gonzlez 34

    Cuando he expuesto esta tesis (especialmente en mi prlogo al libro de Polo El orden predicamental) la he expuesto, ms que como doctrina de Polo, como opinin ma; pero no porque as lo piense, sino para no arrojar ms problemas a la comprensin de la fsica de causas de Polo, bastante difcil de suyo. En todo caso, ahora es el momento de aclarar este extremo: porque no slo pienso que, nuclearmente, es una tesis poliana; sino que adems, ahora sospecho que lejos de dificultar facilita la comprensin del tomo IV del Curso de teora del cono-cimiento de Polo.

    La tesis, entonces, es que el fin del universo es ser conocido por el hombre. Siempre que se respete escrupulosamente la separacin entre lo fsico y lo

    lgico que defiende Polo y que piden las cosas mismas. El fin es posedo por la operacin cognoscitiva, pero el valor causal del fin est fuera del conocimiento: es el orden, la ordenacin de las causas fsicas al fin; es decir entre s: tal que cumplan el fin. As el universo est ordenado a su conocimiento por el hombre, que es quien posee el fin. Por eso dice Polo que el fin no se cumple por entero, puesto que su cumplimiento corre a cargo de las otras causas. Por entero no se cumple, sino que se posee cognoscitivamente; en cambio, el cumplimiento del fin es la tetracausalidad, la concausalidad fsica completa: bicausalidades y tri-causalidades ordenadas; por el fin, o por s mismas hacia el fin.

    1. El universo como una esencia, la esencia extramental, y el mundo como totalidad objetiva

    Si se desconoce eso: que el fin del universo es ser conocido por el hombre, o

    si no se toma en consideracin, se reduce lo fsico a su realidad meramente fc-tica. Realidad fctica es realidad extrainteligible; ininteligible por quedar fuera del mbito del logos, o por establecerse a espaldas del conocimiento humano.

    Polo ha ejemplificado esa clase de realidad (que denominamos fctica, pero podramos llamar tambin emprica, positiva) glosando el sum del cogito carte-siano: ininteligible, porque previamente se ha vaciado al cogito mediante la duda de todo posible contenido inteligible. Y tambin glosando el est del Dios anselmiano: ininteligible, porque a Dios se lo define como el mximo pensable, id quo maius cogitari nequit; luego el afirmar su existencia no puede aadirle ninguna inteligibilidad ms que la ya incluida en esa nocin.

    La mera existencia fctica de los seres del universo se debe al haberles pri-vado de algo que les resulta esencial: su referencia al cognoscente humano. Una privacin que hurta al cosmos tambin su finalidad y su unidad.

  • El conocimiento del universo

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    a) Finalidad Si ser conocido es el fin del universo, eso es lo que lo define; y al margen de

    ello, el universo pierde su finalidad. La crtica de la nueva ciencia tardomedieval incoada en aquella via moder-

    norum a las causas finales, late en este estrechamiento de la realidad del uni-verso, que lo reduce a un mero conjunto de hechos empricos, positivos. Como los individuos singulares del nominalismo; frente a los cuales los universales l-gicos son meros nombres. Con ello la razn humana y la ontologa pierden su sentido; y han de ser sustituidas por la intuicin, por la observacin emprica, y por las otras operaciones mentales con las que hacemos la ciencia: ideas ge-nerales y determinaciones particulares, y luego las medidas matemticas.

    Pero ese conjunto de hechos empricos es ms bien el mundo, no el universo; y el mundo, como conjunto de lo emprico, se distingue del universo por carecer de finalidad, como decimos (al prescindir de su estar conformado para ser cono-cido por el hombre); pero tambin por carecer de unidad.

    b) Unidad Porque aqu no se trata slo de la finalidad de un proceso determinado, como

    el viviente es el fin de su semilla o el ojo se ordena a la visin; sino del fin del universo como tal: cualquiera que sea la forma que adopte y los seres que lo compongan.

    El fin es, entonces, la unidad del universo por encima de la diversidad de sus integrantes. Porque el universo es uno, sin ser siempre el mismo; es uno, al mar-gen de qu diversidad de seres integre y de cmo se configure a travs del tiem-po.

    La unidad del universo no es entonces la de una sustancia como pens Spi-noza, cuyos atributos pudieran variar con el tiempo; ni la de una naturaleza, o un organismo vivo como lo dijo Empdocles, que atravesara perodos de sa-lud y enfermedad; sino la unidad de orden: la unidad de que dota al universo su direccin, su ordenacin a un fin.

    La unidad es en parte intrnseca, pues es la ordenacin de las causas entre s, de modo que cumplan el orden. Y, de otra parte, es tambin la ordenacin a un fin extrnseco: porque la posesin del fin corresponde al conocimiento, y es cometido especfico del hombre; sin el hombre, el universo estara inacabado, sera imperfecto.

  • Juan A. Garca Gonzlez 36

    Para Kant, el mundo tampoco es meramente fenomnico; porque en el orden de los objetos de experiencia nos aparece algo del mundo, pero no todo el mun-do en su unidad. La unidad y totalidad de los fenmenos objetivos no es emp-rica, sino una idea trascendental: la idea de mundo, que es un ideal de la razn.

    Cuyo valor regulativo, como principio incondicionado del saber humano so-bre el entero orden objetivo, es lgico y propio del hombre. Pero en su uso puro, tomada la idea de mundo como contenido de un saber estricto, es una idea il-gica; porque la unidad y totalidad del mundo no son fenmenos de experiencia, a los que aplicar conceptos. La cosmologa, para Kant, no es ciencia; y por eso, cuando toma al mundo entero como su objeto de conocimiento, aparecen anti-nomias irresolubles.

    c) Esencia Pero es que la unidad y totalidad del mundo como consideracin del entero

    mbito objetivo, como el conjunto de los hechos empricos, se reduce a una idea general que los abarca, y eso ni es trascendental ni siquiera racional. En cambio, al afirmar que la realidad de lo fsico es conformar un universo, alcanzamos su especfica unidad y comprendemos su propia finalidad; no como un ideal pen-sado, sino encontrando con la razn su realidad ontolgica: la forma de ser que tiene, el ente que es. La razn humana descubre as que el universo es una esen-cia, caracterizada por ser extramental; el universo es un ser exterior al hombre, pero referido finalmente a su conocimiento. Y eso lo es, esencialmente; es eso lo que lo define como el ente que es: su esencia propia.

    Con todo, entender el universo como una esencia, o reducirse a considerar el mundo como un mero conjunto de hechos objetivos, en su realidad fctica, no establece entre la ontologa y la ciencia positiva una disyuntiva que obligue a la eleccin. Y esto aunque, como metafsicos, nos sintamos muy proclives a la ontologa, y desconozcamos bastante o marginemos la ciencia emprica.

    Porque, como terico del conocimiento, tambin de la nocin de hecho ha dado cuenta Polo, al examinar la intencionalidad de las ideas generales sobre esa parte de los abstractos a la que remiten, y de acuerdo con la cual se determi-nan aqullas y se considera a stos particulares; es la lgica extensional, distinta de la especficamente racional. La generalizacin y determinacin de la idea general, a las que corresponden la idea de totalidad y el sentido ms usual de la nocin de hecho emprico; y por otro lado la razn, que logra principalmente con el hbito judicativo la contemplacin del orden del universo, la considera-cin del universo como una esencia, son dos dinmicas distintas de la inteligen-cia humana: ambas posibles y hacederas, aunque no equivalentes. Adems, se-

  • El conocimiento del universo

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    gn Polo, estn las matemticas: un tercer tipo de operaciones intelectuales exclusivamente unificantes; pues anan los objetos de la razn y los de la gene-ralizacin, al numerar y establecer funciones entre ellos.

    Por tanto, nuestro conocimiento de lo fsico no es exclusivamente racional: tambin est el conocimiento intencional de l, el que obtenemos con las otras operaciones intelectuales distintas de la razn. Conviven, pues, la ontologa y la ciencia, con la mediacin aadida de las matemticas.

    Pero la razn es la operacin mental superior, porque el conocimiento de la realidad que logra torna a sta explcita encuentra la causalidad extramental por contraste con lo lgico, y no slo la alcanza mediante ideas lgicas. Con es-ta posicin epistemologa, se rectifica la crtica kantiana al mundo como ideal de la razn; y con ella se plantea tambin la fsica de causas de Polo.

    2. El conocimiento racional de la realidad fsica

    Vayamos entonces con el conocimiento racional del universo fsico. Los ac-tos centrales de la razn, segn Polo, son el concepto y el juicio.

    La tercera operacin de la razn, el raciocinio que Polo llama fundamenta-cin, es de menor importancia porque el conocimiento del ser que con ella se logra es imperfecto; ya que no distingue los primeros principios, sino que ms bien los confunde los macla con la nocin de fundamento. El ser, la existen-cia del universo, es el fundamento del conocimiento humano que procede de la abstraccin.

    Pero si el universo es creado, o si en l se distinguen su esencia y su existen-cia, ms tendr que ver con Dios que con el humano conocer. Su acto de ser, la persistencia del orden cumplido, no es la identidad y plenitud del ser, pero tam-poco es contradictoria. Es una criatura; y lo es por depender existencialmente del ser originario, y no por su esencial referencia al cognoscente humano. La distincin real del ser y la esencia del cosmos aqu implicada, o la distincin y conjuncin entre s de esos dos primeros principios del entendimiento (la identi-dad y la no contradiccin) excede a las operaciones racionales del hombre; y compete al hbito innato de los primeros principios. As se distingue la metaf-sica, de orden trascendental, respecto de la ontologa predicamental.

    El hbito de los primeros principios excede a la razn humana por ser un de-rivado de la sabidura personal: la cual no versa sobre la realidad material, sino sobre la espiritual. Y es que la creacin del universo no es tanto la causacin de cierta realidad que fuera su efecto; pues ms bien es el ser del universo la causa trascendental de cuanto en l ocurre, y as uno de los primeros principios (el ter-

  • Juan A. Garca Gonzlez 38

    cero que aqu mencionamos). La creacin es ms bien una donacin interper-sonal. El orden al fin es entonces un designio divino. Que no slo se cumple, si-no que el hombre acepta, y devuelve: al elevar el universo a su perfeccin, y continuarlo con la cultura.

    Pues bien, como el fin del universo es ser conocido por el hombre, el sentido de la razn, globalmente considerado, es ste: devolver lo abstracto el fin po-sedo a su realidad extramental, causal.

    En mi opinin, y para resumir a Polo, ello exige de sus dos actos centrales, concepto y juicio, estos dos pasos bsicos: (1) explicar la materialidad, la previa exterioridad, de la forma abstracta; a lo que se dedica la fase conceptual de la razn (y la primera parte del tomo IV del Curso de teora del conocimiento de Polo); (2) y explicar despus cmo una forma materializada exteriormente se ha comunicado, se ha trasladado desde sa su previa ubicacin fsica hasta el or-ganismo humano, para ser abstrada y conocida por el hombre; es la fase judica-tiva de la razn, y el contenido de la segunda parte del susodicho tomo IV.

    a) La concepcin de sustancias materiales La materia, con ser considerada en s misma la anterioridad temporal, no

    puede darse aislada, sin forma; de acuerdo con ello, se distinguen materia pri-mera y segunda. La materia primera es aquella cuyas formas son elementales; y cuya explicacin es conceptual. La segunda est ya formalizada, por lo que sus-tenta nuevas formas compuestas, complejas, mixtas; y su explicacin es ya judi-cativa, pues implica (al menos por exigir determinada cantidad para la compo-sicin formal) la distincin entre sustancia y accidentes. En cambio, los ele-mentos son tan tomos que no se distinguen en ellos sustancia y accidentes. Los universales, por tanto, no son las categoras: son explcitos conceptuales, no ju-dicativos.

    La filosofa clsica hablaba al respecto de cualidades y de alteraciones sustanciales. Porque entenda que esos mnimos de la realidad material deban corresponderse con los mnimos de la sensacin humana, como lo dijo Platn en el Timeo. Y ellos son las cualidades tctiles de lo fro y lo caliente, lo seco y lo hmedo; de su combinatoria resultan los cuatro elementos fsicos. Polo, en cam-bio, llama a los elementos taleidades, porque son algn tal; y designa as nocio-nalmente aquellas sustancias que carecen de accidentes: pues son tales, pero no cuntas ni cules. Se elevan as los elementos a concepto, fuera de su represen-tacin sensible.

    Para esta representacin que forj el mundo griego, despus de las cualida-des sensibles de los elementos venan sus lugares naturales, el geocentrismo y la

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    causalidad mecnica de los motores astrales sobre los movimientos terrestres. La heurstica poliana de la fsica aristotlica rectifica esta deriva representativa: convirtiendo el concepto no a la experiencia sensible, sino al ser, a los princi-pios inteligibles de la realidad; que son las causas predicamentales (y luego los primeros principios: fsica y metafsica).

    Los elementos no son sensibles porque no actan (ni se relacionan), precisa-mente por elementales. Porque, al ser tan tomos, de ellos no se separa especie impresa alguna, son incapaces de emitir cualquier seal, ni en general de ejecu-tar ninguna accin. Carecen de eficiencia, porque son meramente hilemrficos: bicausalidades de materia y forma. Los elementos tambin por esto no son sen-sibles, sino concebibles.

    Pero, si por ser tomos, son incapaces de actuar, entonces slo materialmen-te pueden ser principios de las sustancias compuestas, las que s actan ya sobre nuestra sensibilidad.

    Los elementos, que son la materia primera del universo, son tan tomos que no slo son incapaces de actuar, en particular sobre nuestra sensibilidad para darse a conocer, sino que tambin son incapaces de padecer.

    Por ambas razones los elementos son inestables: una vez generados, no se mantienen por s mismos; y, ante cualquier eficiencia recibida, se corrompen; y entonces sus formas se desplazan.

    Remiten pues a otra realidad que los explica, porque es su causa: el movi-miento continuo, cintico. Una tricausalidad de forma, materia y eficiencia, que es la tricausalidad mnima e inferior. Explcita al concebir, porque sin ella no ocurren los elementos; ya que las sustancias elementales son trminos de los movimientos continuos.

    Y a travs de la diversidad de estos movimientos los elementos se generan y se renuevan. Al fin, tras esos procesos y los consiguientes desplazamientos for-males recprocas generaciones y corrupciones entre ellos, los elementos son universales: una forma en muchos trminos; no simultneos, sino sucesivos.

    Por su parte, los movimientos continuos entre los elementos remiten a su causa, que es el movimiento circular: un movimiento discontinuo, que se inte-rrumpe cuando se producen los movimientos que causan los trminos del uni-versal, y reaparece elongndose hasta estos cuando se renuevan. El movimiento circular, un movimiento entre los trminos, es un efecto del fin: para ordenar los elementos, que de suyo son caticos. Son ajenos al fin, puesto que no se dirigen hacia el conocimiento del hombre; pero se ordenan hacia l, de un modo indi-recto, cuando el movimiento circular asegura su continuidad.

    Las sustancias elementales y los procesos que las generan son los explcitos conceptuales. Y el movimiento circular, que se interrumpe cuando causa esos movimientos y a su travs los elementos universales, es el implcito manifiesto

  • Juan A. Garca Gonzlez 40

    por el hbito conceptual; ya que unifica la pluralidad de los conceptos. Porque no hay concepto de la pluralidad de conceptos; sino el movimiento circular que, a travs de los movimientos continuos, causa la multiplicidad de los universa-les; slo ese movimiento integra esta pluralidad, con una forma de unidad (la analoga) tan slo implcita en l y cuya explicitacin acabada exigir ya la afir-macin judicativa: la sustancia categorial y los accidentes.

    El movimiento circular asegura, en definitiva, la continuidad de los elemen-tos mediante los procesos que los generan y renuevan; as se consigue el mante-nimiento de la materia prima para el despliegue del cosmos. Es lo que haba que explicar para concebir una realidad extramental, tal que luego permita devolver a ella nuestros abstractos.

    De manera que el primer acto de la razn no es la devolucin de un abstracto a su realidad, sino la concepcin de cmo ha de constituirse la materialidad tal que soporte luego las sustancias categoriales, exigidas para la posterior devolu-cin de los abstractos.

    El primer abstracto devuelto es el que, por otra parte, es inferior: la circunfe-rencia; que es la forma de ese movimiento discontinuo, implcito en la explica-cin conceptual de los elementos universales, y que el hbito conceptual mani-fiesta como la mnima forma de ser efecto fsico, una forma dinmica: el movi-miento entre los trminos.

    Para devolver los dems abstractos a su realidad extramental se requiere la distincin de categoras y la afirmacin judicativa. La cual es posible como un inverso de la comunicacin real que traslada la informacin desde la realidad exterior al humano cognoscente; pero ello exige ya sustancias compuestas y accidentes.

    b) La afirmacin de las naturalezas que cumplen el orden Para que la informacin del exterior llegue al hombre, y el universo cumpla

    su fin, no slo es precisa la materialidad exterior de las sustancias elementales, y los movimientos que exige; sino tambin otras dos cosas: (1) la composicin de las sustancias categoriales, que se forman a partir de los elementos; (2) y su actividad para transmitir al hombre la informacin.

    Ambos extremos remiten al mismo tema: la comunicacin. Pues hay que co-municar a los elementos universales la forma de constituir sustancias compues-tas; y luego estas sustancias han de comunicar su forma de ser a su operatividad, para desplegar los accidentes segn su propia naturaleza. Mediante estos, y de acuerdo con su naturaleza, comunican entre s las sustancias categoriales; y as

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    finalmente explican el envo de informacin al organismo humano, que est entre dichas sustancias y facultado para recibir su informacin.

    La comunicacin de formas se requiere entonces, ante todo, para constituir sustancias compuestas a partir de los elementos: son las sustancias categoriales. Ello ocurre cuando, adems de causar los movimientos continuos, y a su travs los trminos, el movimiento circular se les comunica, les comunica la forma la nueva forma compleja, no la inferior de ser efecto fsico. Entonces, la forma circular no se interrumpe al causar movimientos, sino que se propaga; y es cap-tada por los trminos efectuados, cuando concausa con el fin, para formar la sustancia compuesta; o bien, si en esa concausalidad es captada por los movi-mientos, entonces se forma un viviente.

    Y la comunicacin de formas se requiere tambin despus para desplegar, concausando tambin con el fin, los accidentes de esas sustancias y vivos, que constituyen su naturaleza propia. Sin este despliegue de su naturaleza, los seres del universo no podran comunicar entre s, ni por tanto trasladar informacin al hombre.

    Pues este tema de la comunicacin, que como decimos est en el fondo de la realidad fsica de las categoras, es justamente la luz fsica: pues la luz es la pura comunicacin formal, la que permite la transmisin y generacin de for-mas complejas.

    3. La luz fsica

    Y hay tres estatutos de la luz fsica. La luz es, ante todo y en su estatuto primario, la propagacin del movimiento

    circular que es la forma de ser efecto fsico cuando no se interrumpe al causar movimientos continuos. Al propagarse, permite su comunicacin a los movi-mientos continuos y a sus trminos, aunque para esta comunicacin se requiere adems la concausalidad de la luz con el fin que permite su captacin.

    Por tanto la luz es la tetracausalidad completa, pero en cuanto que potencial; y es un requisito para que, activada en concurrencia con el fin y no como mero efecto suyo, sea captada constituyendo sustancias categoriales.

    El propagarse de la luz deriva directamente de la persistencia del orden, es decir, del acto de ser del universo; y no es, como el movimiento circular, un efecto del fin (para ordenar, indirectamente,