el conflicto hispano-alemÁn por las islas carolinas

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EL CONFLICTO HISPANO-ALEMÁN POR LAS ISLAS CAROLINAS JUAN ANDRÉS CABALLERO DÍEZ (*) JULIO 2012 RESUMEN: La España de la Restauración tuvo que enfrentarse a dos importantes problemas internacionales suscitados con dos grandes potencias: el problema de Cuba con los Estados Unidos y el problema de las Carolinas con la Alemania de Bismarck. El incidente de las Carolinas se resolvió por vía diplomática y finalmente culminaría con la venta de las posesiones oceánicas al Imperio Alemán. Este trabajo trata de analizar la situación y los motivos que llevaron a España a adoptar tal disposición. Palabras Clave: Islas Carolinas, Palaos, Filipinas, Bismarck, Ponapé, Yap, Conflicto hispano-alemán. ABSTRACT: The Restoration Spain had to face two major international issues raised with two great powers: the problem of Cuba to the United States and the problem of the Carolinas with Bismarck's Germany. The incident of the Carolinas was resolved by diplomatic and ultimately culminate in the sale of possessions ocean to the German Empire. This paper attempts to analyze the situation and the reasons that led Spain to adopt such a provision. Key Words: Caroline Islands, Palau, Philippines, Bismarck, Ponape, Yap, Spanish-German conflict. (*) Licenciado en Historia por la UNED y Especialista en Historia Militar por el Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado, es autor, propietario y administrador del blog “El Oráculo del Trisquel”, dedicado a temas históricos.

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La España de la Restauración tuvo que enfrentarse a dos importantes problemas internacionales suscitados con dos grandes potencias: el problema de Cuba con los Estados Unidos y el problema de las Carolinas con la Alemania de Bismarck. El incidente de las Carolinas se resolvió por vía diplomática y finalmente culminaría con la venta de las posesiones oceánicas al Imperio Alemán. Este trabajo trata de analizar la situación y los motivos que llevaron a España a adoptar tal disposición.

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Page 1: EL CONFLICTO HISPANO-ALEMÁN POR LAS ISLAS CAROLINAS

EL CONFLICTO HISPANO-ALEMÁN POR LAS ISLAS CAROLINAS

JUAN ANDRÉS CABALLERO DÍEZ (*)

JULIO 2012

RESUMEN: La España de la Restauración tuvo que enfrentarse a dos importantes

problemas internacionales suscitados con dos grandes potencias: el problema

de Cuba con los Estados Unidos y el problema de las Carolinas con la

Alemania de Bismarck. El incidente de las Carolinas se resolvió por vía

diplomática y finalmente culminaría con la venta de las posesiones oceánicas al

Imperio Alemán. Este trabajo trata de analizar la situación y los motivos que

llevaron a España a adoptar tal disposición.

Palabras Clave: Islas Carolinas, Palaos, Filipinas, Bismarck, Ponapé, Yap, Conflicto hispano-alemán.

ABSTRACT: The Restoration Spain had to face two major international issues raised with

two great powers: the problem of Cuba to the United States and the problem of

the Carolinas with Bismarck's Germany. The incident of the Carolinas was

resolved by diplomatic and ultimately culminate in the sale of possessions

ocean to the German Empire. This paper attempts to analyze the situation and

the reasons that led Spain to adopt such a provision.

Key Words: Caroline Islands, Palau, Philippines, Bismarck, Ponape, Yap, Spanish-German conflict.  

(*) Licenciado en Historia por la UNED y Especialista en Historia Militar por el Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado, es autor, propietario y administrador del blog “El Oráculo del Trisquel”, dedicado a temas históricos.

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«No hay que decir cuan profunda y amarga ha sido la impresión de tal acontecimiento realizado con tan poca lealtad por una potencia

amiga con perjuicio y humillación de España».

Mariano Rampolla Nuncio del Papa León XIII en Madrid.

INTRODUCCIÓN

El inaudito atentado de Alemania contra la soberanía de España en las islas Carolinas

y Palaos, y las negociaciones que se siguieron, son hechos conocidos por haberlos

difundido ampliamente la prensa nacional y extranjera, pero en la mayoría de las

ocasiones se desconocen las causas y las motivaciones que llevaron a esa situación de

enfrentamiento.

La España de la Restauración hubo de enfrentar dos problemas internacionales

suscitados con dos grandes potencias: el problema de Cuba con los Estados Unidos y el

problema de las Carolinas con la Alemania de Bismarck. El incidente de las Carolinas

se resolvió por vía diplomática, sin el recurso a la fuerza, y la potencia más fuerte

reconoció el derecho del débil, aun cuando el más fuerte, en este caso, la Alemania

poderosa del Canciller de Hierro que afirmaba la eficacia de la fuerza y el fuego como

fuentes del derecho y como argumentos convincentes en el orden internacional.

Posteriormente se culminaría con la venta de las posesiones oceánicas al Imperio

Alemán.

Este trabajo se ha dividido dos partes, más o menos diferenciadas. En la primera se

analizará la situación y descripción del archipiélago, los antecedentes históricos que

dieron lugar a la ocupación española, y la situación de los grupos residentes en las islas

y sus intereses en ellas. En la segunda se analizará el conflicto hispano-alemán, y la

situación en que quedó la colonia y la representación española hasta su entrega

definitiva a los alemanes.

Se han consultado las obras de Justo Parrilla, Emilio José Butrón y José Montero

Ríos, escritas en los años en que se desarrollaron los hechos, las de María Dolores

Elizalde, verdadera experta en el tema de Filipinas y los archipiélagos oceánicos, y

diferentes obras, artículos y páginas web referenciadas en el texto y en la bibliografía

final.

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LAS ISLAS CAROLINAS

Situación geográfica y descripción.

El capitán de fragata Emilio José Butrón1 describe en su Memoria sobre las islas

Carolinas y Palaos, el Archipiélago consta de 48 grupos, formando en todo muy cerca

de 500 islas, ocupando en longitud unas 450 leguas y en latitud desde los 2° á 7° N. ó

sean 100, de suerte que, con el mar que rodea á dichas islas, viene á tenor el grupo una

extensión de 45.000 leguas cuadradas2. (Butrón, 1885, 4-5).

Y continúa: A pesar de la gran faja de mar que ocupan, la extensión de todas las

Carolinas reunidas (excepción hecha de las islas mayores de Ualam, Panope y Roug) no

contando con los arrecifes, vendrá á ser de unas 25 millas de largo por solos 200 metros

de anchura. Su población total (fuera de Yap y el grupo de las Palaos) vendrá á ser de

unas 3.000 almas. Por ese cálculo resultan unos 500 habitantes por cada milla cuadrada,

tanto por ciento muy superior á el que dan los países más poblados de Europa. (Butrón,

1885, 5).

Justo Parrilla en su Descripción geográfico-histórica de las islas Marianas y de las

Carolinas, describe que aunque la mayor parte de estas islas son bajas y llanas,

compuestas de formaciones de coral, hay hasta cinco grupos basálticos y con elevadas

montañas. El suelo es fértil, siendo pocas las islas donde, como la de Yap, escasea el

agua dulce. El clima de estas islas es benigno por causa de las aguas y las brisas que las

bañan y las temperaturas máximas oscilan entre los 29 y 30 grados3. (Parrilla, 1885, 20).

El color de los habitantes de las islas varía de una parte a otra del archipiélago,

siendo los del Este, moreno-oscuros y algunos casi negros, mientras que los del Oeste

son más claros y se aproximan al color trigueño de los criollos antillanos, o de los

pueblos del Mediodía de Europa, pero aquí predomina el color cobrizo oscuro, y los

rasgos faciales se asemejan a los de Filipinas. Son activos, industriosos, alegres,

afables, gustan mucho del baile, que acompañan con cantos armoniosos y desconocen

los instrumentos de música. La poligamia está admitida aunque pocos la practican. Su

gobierno es oligárquico, y si bien cada una de las islas tiene su jefe, todos reconocen un

Soberano, cuya residencia es Lamurek ó Namurik. (Parrilla, 1885, 21).

1 Emilio José Butrón, Comandante del crucero Velasco, visitó en Í885 las islas de Yap y de Koror, en los archipiélagos de las Carolinas y Palaos, describiendo estos territorios en una interesante Memoria. 2 Según consta en el derrotero del Océano Pacifico, en el general de Horsbourg y en el Diccionario geográfico de M. Vivien de Saint-Martin. 3 Medición realizada por Butrón en la estación del estío

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El primer y más importante grupo de islas es el de Eap, Uyap ó Yap, cuya isla mayor

tiene 40 millas de circunferencia, elevada al Norte y cubierta al Sur de magníficos

bosques de cocoteras. Tiene el puerto de Tomill, en la costa oriental y la extensión es de

150 km2 con una población de unos 2.000 habitantes.

Al SO de este grupo se encuentra el de las islas Ngoli, llamadas también Matelotas,

aunque están habitadas tienen poca importancia. Al NE de Yap está el grupo de Falalep

y al SE el Feis llamado también Uluthi y Mackenzie, al que pertenece la isla de

Mogmog. Al SE, se encuentra el de Sorol o Filip sin importancia, y un poco más lejos,

en la misma dirección, el de Wolea ó Ulíe, compuesto de 22 islas siendo destacable la

de Raul. Después vienen las islas de Lamurek o Namurik, Olimarao y Satawal, siendo

Ulimirek la residencia del Soberano4 de todas estas islas.

Fig. 1. Antiguo mapa grabado de tiempos de la colonia española en micronesia, comprende el territorio las Carolinas y Palaos del R.P. Daubenton. 1750 (Fuente: La casa del libro viejo5)

Siguen los Mártires, Enderby, Namonuito, y el importante grupo de Hologen, Truh o

Ruk, que es uno de los más importantes del archipiélago por posición, extensión y

población. Las islas mayores, de unos 50 km de perímetro, están rodeadas por unas 30 o

40 islas más pequeñas y por arrecifes de coral. Al SE del anterior se halla el grupo de

Lukunor o Mortlock, cuya isla principal tiene el puerto de Chamiso. Luego viene el

grupo de Seniavine, Ponapy o Puynepet, del nombre de la isla mayor del archipiélago,

de abundante agua, vegetación, manglares e islotes con excelentes puertos entre los que

4 Soberanía más nominal que efectiva, aunque reconocida por los pobladores de las islas. 5 http://www.libroviejoymas.com.

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destaca el de Metaleline. A continuación los grupos de Mokil o Duperry, el de Piugelap

o Macaskill y el de Kusaie o Strong, más conocido por Ualang, cuya gran isla es

elevada y muy fértil6. (Parrilla, 1885, 22-23).

En la parte central del archipiélago7, cuyas islas son de las mismas características de

las anteriores, destacan los grupos de Bikini, Rongerik y Pescadores. A todas estas islas

unidas se las llama Archipiélago de Marshall y de Gilbert o Kingsmill al siguiente. El

rey de la mayor parte de estas islas reside en Apemama o Simpson, ciudad de 5.000

habitantes, y es dueño de las tierras que reparte entre sus súbditos y el único que

comercia con los europeos8. El Archipiélago de Marshall está compuesto por las islas

Ralik y Radak, tiene una extensión de 2.000 km2 con una población de unos 10.000

habitantes. Las islas Gilbert tienen unos 660 km2 y una población de unos 40.000

habitantes.

Antecedentes históricos

La presencia española en las islas Filipinas, Carolinas, Marianas y Palaos se remonta

a la época de los grandes viajes de descubrimiento y exploración del mundo realizados a

lo largo del siglo XVI. En dura competencia con los navegantes portugueses, los

expedicionarios españoles se aventuraron por latitudes orientales siguiendo la ruta de las

especias, en busca de nuevas fuentes de riqueza para la Corona española; se sentían

atraídos por la aventura de descubrir y conquistar unas tierras exóticas que parecían

llenas de tesoros por recoger, y de las que deseaban tomar posesión en nombre del rey

de España. (Elizalde, 2001).

El primer navegante del que se tiene constancia que estuvo en el archipiélago de las

Carolinas fue Fernando de Magallanes en su viaje en busca de las especias, quien en

marzo de 1521 se encontró con el archipiélago de las Marianas, que él llamo islas de los

Ladrones. Una vez que tomó posesión de ellas y renovó víveres y fuerzas, prosiguió su

viaje por aquellas aguas desconocidas y reconoció algunos islotes de menor

importancia de las Carolinas, que recibieron por primera vez la visita de unos europeos.

Los navegantes españoles se fueron encontrando con islas del archipiélago de las

Carolinas de paso por la ruta de las Indias y fueron explorándolas poco a poco y

6 A estos grupos de islas se les denominaba como Carolinas Occidentales. 7 Las llamadas Carolinas Orientales. 8 Su palacio está amueblado a la europea, pero rodeado de picas con cabezas siempre frescas de los desobedientes a sus mandatos, y guardado por soldados armados de fusiles y espadas. Tampoco permite la entrada en sus posesiones a los misioneros. Padilla, Compendio de Geografía General, Madrid 1880.

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tomando de ellas en nombre del rey de España. Se producen sucesivamente las

expediciones de: Toribio Alonso de Salazar que, en 1525, descubrió la isla de San

Bartolomé dentro de las hoy llamadas Marshall; Álvaro de Saavedra, en enero de 1528,

recorrió las islas más importantes, como Uluthi, Truk, Ualan, Tugulo, Arrecifes,

Ozolong y Yap; Ruy López de Villalobos, en 1542, descubrió los atolones más

septentrionales los llamó de San Esteban o islas del Coral; Miguel López de Legazpi, en

1564, visitó Yap, Guam y las islas de los Barbudos antes de alcanzar las islas Filipinas.

Así a finales del siglo XVI, los españoles habían explorado y tomado posesión de gran

parte de las islas Carolinas.

Las islas fueron medio olvidadas hasta que en 1686, Francisco de Lezcano volvió al

archipiélago y descubrió una isla grande y fértil —probablemente Ponapé—, a la que

denominó Carolinas en honor del soberano reinante en España, Carlos II, y que por

extensión dio nombre a todo el conjunto que pasó a ser conocido como islas Carolinas.

Desde este momento el archipiélago fue paso habitual en las rutas de navegación y

empezó a ser visitado por barcos de distintos países. (Elizalde, 2001).

En 1708, el padre Bobadilla realizó la primera expedición para evangelizar las

Carolinas, que no tuvo ningún éxito. Lo intentó nuevamente en 1710, también sin éxito.

En 1729, el jesuita Juan Antonio Cántova tampoco tuvo suerte, repitiendo en 1731 e

instalándose, con ocho marineros, doce soldados y un carolino, en la isla de Yap, donde

construyeron una capilla, una escuela y varias casas donde vivir siendo asesinados dos

años más tarde. Se desistió de la evangelización tras varias expediciones frustradas

hasta que en 1887, con la ocupación efectiva del archipiélago se realizó el asentamiento

definitivo de los religiosos.

Con la Ilustración, durante el siglo XVIII y comienzos del XIX, el archipiélago es

recorrido por navegantes y científicos de diferentes nacionalidades, que deseaban fijar

su posición exacta en los mapas, estudiar sus caracteres físicos y observar los modos de

vida de sus habitantes. A finales del XIX, la expediciones eran ya fundamentalmente

militares, y en menor medida comerciantes, con la finalidad de facilitar el dominio

político del territorio, principalmente de Rusia, Francia, Estados Unidos y España.

Entre las expediciones científicas españolas cabe señalar las Egoy (1712), Manrelle

(1780), Wuintano (1796), Juan Ibargoitia, (1800) que recorrió las Palaos, Anacoretas y

otros islotes a los que llamó Cata, Mártires y Anónima, Juan Lafita (1802) que

reconoció las Matelotas y Catrican, Luis Torres (1804) que hizo un plano de las Ulea,

Juan Bautista Monteverde (1806) exploró el grupo de Nugor o Nukuor y la isla de San

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Rafael. Las tres expediciones más importantes fueron las de Juan Álvarez Guerra,

Emilio José Butrón y de la Serna9, y Luis Bayo, durante el último tercio del siglo.

(Parrilla, 1885; Elizalde, 2001).

La expedición de Butrón, enviada para ocupar las islas y crear la primera colonia, se

encontró con dificultades debido a la presencia y actuación de un crucero alemán en la

isla de Yap en el momento en se estaba procediendo a la ocupación española. Esos

sucesos dieron lugar al conflicto hispano-alemán de 1885 que obligó a retrasar la

ocupación efectiva hasta que se resolvió el contencioso con Alemania, que dio origen a

una nueva expedición a cargo de Luis Bayo, que a bordo del Manila, recorrió

detenidamente las Carolinas y las Palaos y en 1886 estableció definitivamente la

soberanía española sobre las islas Carolinas.

Extranjeros residentes en Carolinas e intereses.

El número de extranjeros establecidos en las islas eran de unas quinientas personas

aproximadamente, distribuidos en varios grupos característicos.

El más numeroso era el de los misioneros metodistas norteamericanos, unos

trescientos entre religiosos, maestros y familias, que se asentaron a mediados del siglo

XIX para evangelizar el archipiélago y fue de gran influencia en el área oriental. El

segundo grupo comprendía a los comerciantes alemanes, estadounidenses, británicos y

japoneses, unos cincuenta, que incidieron decisivamente en la vida y evolución de las

islas10. Un tercer grupo, más de un centenar, de extranjeros era de procedencias muy

distintas: marianos, filipinos, chinos, portugueses, etc., que habían llegado a las islas

buscando trabajo, por naufragio, deserciones de barcos, afán de aventuras..., y que en

muchos casos proporcionaron mano de obra responsable y muy apreciada por su

escasez. Y finalmente un último grupo de extranjeros que visitaban asiduamente las

islas, pero que no se asentaron, fueron los navegantes y comerciantes que surcaban

aquellas aguas del Pacífico con diferentes objetivos comerciales y que pertenecían

mayoritariamente a Alemania, Japón, Estados Unidos, Dinamarca, Noruega, Gran

Bretaña y en rara ocasión a Francia. (Elizalde, 1991).

9 La referida expedición de Emilio José Butrón, tenía como objetivo era conocer el estado de las islas, entrar en contacto con sus habitantes y estudiar las necesidades del archipiélago, con el fin de determinar la mejor manera de efectuar la inminente ocupación de las islas, tal como se había aprobado por Real Decreto en enero de ese mismo año 85. 10 El establecimiento de las distintas casas comerciales respondió al interés por el comercio de la copra, pulpa seca del coco de la que se enviaban toneladas a Europa, América y Asia para obtener aceite vegetal e industrial, margarinas y piensos para el ganado.

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El interés de Gran Bretaña por las Carolinas se produce con el establecimiento de

varios comerciantes a finales del siglo XIX y las autoridades coloniales conceden

licencias a las firmas británicas que trabajaban en las islas no ocupadas para el comercio

de copra11.

Alemania ya mostró un creciente interés por las islas Carolinas años antes de hacerse

efectiva la ocupación de la colonia por los españoles, y que le llevó a intentar hacerse

con el dominio del archipiélago en varias ocasiones. Los comerciantes alemanes se

fueron asentando en las islas, así en 1857 la Casa Godeffroy, compañía de Hamburgo,

empezó a comprar tierras en Samoa y dos años más tarde ya monopolizaba el tráfico en

estas islas12. Poco a poco los alemanes fueron haciéndose con el dominio del comercio

en aquella área del Pacífico , y sus compañías fueron el primer síntoma de una política

colonial no organizada ni articulada.

Los cónsules españoles destacados en la zona empezaron a alarmarse ante la fuerza

creciente de los alemanes en sus posesiones del Pacífico, y alertaron al Gobierno

español, que decidió tomar medidas para ejercer una cierta vigilancia en el comercio en

sus colonias que provocó varios incidentes con barcos alemanes.

Los Estados Unidos no tenían interés económico a gran escala en las islas, pero

algunas compañías independientes operaban en el archipiélago. En la década de los

setenta la Casa Crawford, la Compañía de San Francisco de California y la Compañía

del Pacífico se dedicaron a la explotación de la copra en las Carolinas, pero

posteriormente vendieron sus derechos a la Sociedad Jaluit, y quedaron únicamente

pequeños comerciantes independientes ligados de forma personal a las islas. El interés

de Estados Unidos era más bien por su estratégica situación que las convertía en un

sugestivo lugar de escala y de cruce de comunicaciones.

Japón es un caso especial, porque estaba fuertemente interesado por Carolinas, e

intentó en numerosas ocasiones aumentar su influencia, su presencia no fue bien

acogida y tampoco contó con el peso necesario para ser considerado en el concierto

internacional. Hubo dos compañías operando: la de Seki, de Yokohama, que contaba

con establecimientos muy pequeños pero muy extendidos en Truk, Ulea y las Palaos; y

11 La compañía Houlder Brothers&Company, cuyo principal empleado era John Arundel, consiguió permiso en 1871 para operar en las Carolinas para el comercio de copra. Posteriormente formó su propia firma Baker&Howland, con la que continuó comerciando con copra. Instalada la empresa O'Keefe&Co., llegó a ser la casa británica más importante de las islas. 12 Su representante, Theodor Weber, nombrado agente oficial de la Confederación de Alemania del Norte, expandió la firma por los mares del Sur comerciando con café, cacao, azúcar y organizando el negocio del aceite de copra a gran escala, extendiéndose por Carolinas en la década de 1870.

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la Casa de Nonaka, que trabajaba en las Truk. España estaba preocupada por el

desarrollo de Japón y por sus deseos de expansión en el Pacífico13 y para las autoridades

coloniales españolas Japón era una potencia demasiado cercana, cada vez más poderosa,

y con un exceso de población y unas pretensiones comerciales, estratégicas y políticas

que le hacían volver los ojos hacia las islas de su alrededor. Las Carolinas podían

convertirse en un objetivo de su política expansiva.

Por último en 1897 Holanda reclamó sus derechos sobre las islas San David, situadas

en el área más meridional del archipiélago, muy cerca de las Indias Holandesas, y que

nunca fueron visitadas por los españoles. Tomó posesión de ellas en nombre del

soberano de los Países Bajos y por orden del gobernador general de las Indias

Holandesas. España mostró sus títulos sobre el archipiélago, y el conflicto se discutió

por vía diplomática durante varios años, sin conseguir ningún acuerdo positivo antes de

vender las Carolinas a Alemania.

Colonia española

Según la historiografía anglosajona en el verano de 1885, el gobierno español decidió

enviar una flota para tomar posesión de las islas Carolinas ante las intenciones del

gobierno alemán de tomarlas bajo su protección.

La documentación ha demostrado, como bien explica Mª Dolores Elizalde, que los

acontecimientos ocurrieron justamente al contrario. Ya desde hacía años las autoridades

españolas en la zona venían señalando la necesidad de la ocupación de las Carolinas

ante el temor de que alguna gran potencia con intereses en el área intentase hacerse con

los dominios españoles que no estaban ocupados, situación que se acentuó en los años

ochenta ya que desde 1882 el gobierno español había recibido sucesivas peticiones de

que se estableciera en las Carolinas representantes de su administración para mantener

el orden y mediar entre los distintos grupos. (Elizalde, 2001).

La tensión se acrecentó con la expansión colonial de las distintas potencias que hacía

muy difícil mantener el dominio nominal de unas islas basándose en derechos

históricos. La Conferencia de Berlín, celebrada entre noviembre de 1884 y febrero de

1885, había dictado nuevas normas para regular la expansión colonial y se había

establecido que para defender la soberanía sobre un territorio sería imprescindible la

13 Debido a esta preocupación Madrid mandó en junio de 1892 una escuadra a tierras niponas «para calibrar las intenciones de esta potencia sobre nuestras posesiones en Oceanía». El informe que elaboró el Comandante de la expedición, Pita da Veiga, muestra su sorpresa y admiración por el tremendo desarrollo que había adquirido Japón desde 1858.

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ocupación efectiva y el reconocimiento internacional, lo que hacía muy vulnerable la

posición española en las islas Carolinas y Palaos. El gobierno de Cánovas comprendió

la necesidad de establecer en ellas una colonia si quería mantener los territorios bajo

dominio español.

El gobierno español decidió la ocupación de las Carolinas estableciendo en ellas dos

Divisiones Navales, justificadas por razones políticas, estratégicas y económicas. Entre

las primeras la justificación era conservar íntegras las posesiones en el Pacífico

manteniendo la herencia y tradición imperial y reforzando su posición internacional,

evitando así que las ambiciones de otras potencias cada vez más poderosas vulnerarán

sus intereses en el Extremo Oriente y la importancia que las Carolinas tenían en el

sistema colonial de España en el Pacífico, basado en la posesión del triángulo Filipinas-

Marianas-Carolinas. El valor estratégico de las islas como escala habitual de las rutas

que cruzaban el Pacifico, hacía necesario el establecimiento de una estación naval para

reponer carbón y aguada. Finalmente el interés económico recaía en la extracción de

copra y en la exportación de maderas preciosas y frutas tropicales que permitiría la

autofinanciación de la colonia.

Así, en enero de 1885, se dio carta legal a la nueva colonia de las Carolinas y Palaos

mediante una Real Orden y en agosto partió de Filipinas la expedición para ocupar las

Carolinas.

Los dos barcos que componían la expedición, el Manila y el San Quintin, llegaron a

Yap el 21 y 22 de agosto de 1885. En los primeros días los miembros de la expedición

se ocuparon de elegir el lugar donde se erigiría la colonia, de desembarcar los materiales

para construirla y permitir su supervivencia, y de convocar a los naturales y a los

comerciantes y misioneros extranjeros a la solemne ceremonia de toma de posesión de

las islas, que se fijó para el día 26. Pero horas antes de que ello ocurriera, la noche del

25 de agosto, en medio de una tormenta, entró en el puerto goleta alemana Iltis. Al

enterarse su comandante de que los españoles no habían tomado posesión oficial de las

islas, se apresuró a izar la bandera alemana en medio del redoble de los tambores,

declarando solemnemente la creación del protectorado alemán sobre las islas Carolinas

y Palaos14.

14 Montero nos relata en su obra que no es esta la primera vez que la bandera alemana ha ondeado en las Carolinas, pero entonces sucedieron las cosas de muy distinta manera. "En 1874, yendo a Marianas el vapor Patiño, tocó en una de las Carolinas. Al fondear, vio su comandante que el pabellón de Alemania flotaba por encima de un grupo de árboles. Envió a tierra un bote con el contramaestre para que lo hiciese desaparecer, y el pabellón alemán fue arriado en el acto. Bajó a tierra el jefe español, y al presentársele el súbdito alemán, le previno que en aquella isla no había de arbolarse otro pabellón que el español. Así lo ofreció el alemán, consignándose todo en oficio del comandante y

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El asombro entre los españoles fue mayúsculo y el recién nombrado gobernador de

las islas Enrique Capriles quiso defender los derechos españoles por la fuerza si fuera

preciso. El Comandante Guillermo España, al mando de toda la expedición sostuvo que

no se podía iniciar una guerra por las buenas y tras entregar al oficial alemán una nota

reafirmando los derechos españoles sobre las islas y protestando enérgicamente por la

acción alemana, se retiró a Manila para que se resolviera el asunto por vía diplomática.

Se había originado el conflicto hispano-alemán por la soberanía de las islas carolinas y

Palaos.

EL CONFLICTO HISPANO-ALEMÁN POR EL DOMINIO DE LAS CAROLINAS.

El 6 de agosto de 1885 el Embajador de Alemania en Madrid, Conde de Solms, hizo

una notificación verbal al Gobierno español por la que anunciaba que, supuesta la falta

de ningún titular con mejores derechos, el Gobierno Imperial decidía poner bajo su

protectorado el conjunto de islas que componían los archipiélagos de Carolinas y

Palaos. Este anuncio verbal se con firmó en una nota diplomática del día 11, en la que

se expresaba literalmente la pretensión alemana "salvo los derechos bien fundados de

tercero, que el Gobierno Imperial, como ya lo ha verificado en todas las adquisiciones

análogas de territorios sin dueño, examinará y respetará. (Palacio, 1969).

Motivos

Montero Vidal en su obra expresa que lo que alegó el Gobierno alemán, en disculpa

de su proceder, era que las Carolinas y Palaos eran territorios sin dueño, cuya excusa no

puede ser más ridícula y pueril. Y se hace las siguientes preguntas; ¿Quién descubrió

las Carolinas? ¿Qué nación mandó a sus expensas misioneros que pagaron con su vida

el anhelo de civilizar y convertir a la religión católica a los indígenas? ¿Quién ha

ejercido allí, siempre que fue menester, la autoridad, consecuencia de la soberanía?

¿Cómo en Filipinas no ignora nadie, porque en el país es tradicional y corriente, que

las Carolinas y Palaos son posesiones españolas, dependientes en un todo del gobierno

general del Archipiélago?; e interpreta con acierto que: “sí que es cierto que faltaba una

autoridad que representara permanentemente a España en las Carolinas y Palaos, pero

hay que tener en cuenta que es imposible que en una región donde poseemos cerca de respuesta escrita de aquél. El cacique indígena, reconvenido por su conducta, se disculpó con que no tenía bandera española que enarbolar, a lo que se ocurrió en el acto, dejando izado en ella el pabellón nacional". (Montero, 1886, 490).

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2.000 islas haya en todas ellas un delegado del Gobierno, cosa que ningún país del

mundo, por mucha que sea su fuerza y su necesidad de colonias, puede seriamente

sostener, ni aunque escude su ambición tras de conferencias en demasía dúctiles, la falta

de dicha autoridad es bien explicable, bastando con que esos grupos de islas, en los

cuales nuestros Gobiernos, con más o menos acierto, creyeron innecesario establecer

una ocupación constante y efectiva, estuvieran bajo la dependencia del gobierno

político-militar de Marianas o simplemente del general de Filipinas”. (Montero, 1886,

483-484).

Por su parte Mª Dolores Elizalde se pregunta ¿qué pretendía Bismarck con esta

acción? La bibliografía clásica española ha señalado que el Canciller orden de que

barcos alemanes ocuparan Yap, respondiendo a la solicitud en tal sentido le habían

realizado los comerciantes alemanes que operaban en la Micronesia, porque desconocía

los planes españoles de ocupación inmediata y porque pensaba que el Gobierno de

Cánovas no estaba interesado en aquellas islas, ya que nunca había defendido su

soberanía ellas cuando ésta se había cuestionado en los foros internacionales. Hoy esto

no se mantiene y hay constancia de que Bismarck sabía de las intenciones españolas de

establecer la colonia en las Carolinas ya que había sido publicado en Manila y en

Madrid y los representantes consulares estaban al tanto de los preparativos15. (Elizalde,

2001, 330).

Fig. 2. Mapa de la situación de las islas Carolinas y Palaos. Remarcado en verde

el área de conflicto con Alemania en 1885.

15 Por Real Orden de 3 de Marzo de 1885, creando un gobierno P. M. en Yap, cuya noticia insertó el 13 de dicho mes el Norddeutscher Allgemeine Zeitung, de Berlín; y a ello debiese igualmente la consignación del crédito necesario en los presupuestos de Filipinas para el ejercicio de 1885-86, según detalle publicado en la Gaceta de Madrid de 29 de Julio del mismo año. (Montero, 1886, 485).

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Resolución del conflicto

La notificación formal alemana en Madrid de tomar posesión de las Carolinas,

coincidía con la partida de la expedición española de Manila. Al conocerse lo ocurrido

en Yap, en España se produjo una violenta e inesperada reacción popular. Las Carolinas

dejaron de ser, ante los ojos de la opinión pública, unas islas desconocidas y perdidas en

algún océano, para convertirse en un territorio indispensable de la nación, y en la causa

a través de la cual España iba a demostrar que seguía siendo un país fuerte y vigoroso

dispuesto a defender sus derechos frente a cualquier agresión exterior. (Elizalde, 2001).

La respuesta del Ministro de Estado español, Elduayen, fechada en San Ildefonso el

12 de agosto, consignaba su sorpresa y su protesta:

"En vista de esta notificación es para mí un deber imprescindible manifestar de la

manera más explícita y solemne el sentimiento con que el gobierno de S. M. recibe la

inesperada noticia de la declaración del protectorado de Alemania sobre las Carolinas y

las Palaos, que de tan antiguos tiempos pertenecen a España, sin que las disputas

entabladas con el gobierno español por los de Alemania y la Gran Bretaña en

determinadas ocasiones bastasen a menoscabar nuestra soberanía, que, por el contrario,

corroboraban y sancionaban, y en donde el gobierno de S. M. tiene realizados tantos

actos de soberanía con anterioridad a la declaración del protectorado alemán ... No

pudiendo dejar pasar estos primeros momentos sin la necesaria protesta, me apresuro a

contestar de esta forma a la citada nota de fecha de ayer, sin entrar ahora en la detenida

enumeración de los títulos y razones de todo género que abonan y sustentan la soberanía

de España; tarea que el gobierno de S. M. llevará también a cabo inmediatamente para

demostrar con evidencia al de Alemania la justicia de su causa, persuadido de que el

gobierno del Emperador, fiel intérprete de los sentimientos amistosos de éste y de la

nación alemana hacia el Monarca y la nación española, dejará sin efecto un acto que

evidentemente lesiona nuestros justos derechos e intereses". (Palacio, 1969, 433).

Inmediatamente el embajador español en Berlín entraba en conversaciones con el

gobierno alemán. Tras un primer contacto con el Ministro de Negocios extranjeros,

Hatzfeld, el representante español, Francisco Meny y Colom, Conde de Benomar,

consideraba factible el arreglo amistoso. España ofrecía como contrapartida la libertad

de comercio y plantación a favor de los alemanes, en términos análogos a los

convenidos para Joló en el Protocolo de 1877, más una estación naval de carboneo en

alguna de aquellas islas. Según manifiesta el propio conde de Benomar: "La

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negociación presenta buen aspecto y las disposiciones del Ministro de Negocios

Extranjeros son excelentes; importa, pues, mucho evitar que la efervescencia pública

llegue hasta el insulto, porque toda ofensa contra el Emperador o contra Alemania

excitaría la opinión pública en este Imperio contra nosotros y sería gravísimo embarazo

para la negociación"16. (Palacio, 1969).

Contando con la tradicional amistad de las Casas Real e Imperial de España y

Alemania, Cánovas apeló directamente a Guillermo II, para que apoyara una resolución

pacífica del contencioso y aceptara el reconocimiento de la soberanía española, evitando

con ello un conflicto que podría provocar una crisis interna y cuestionar la continuidad

de la Corona, en unas condiciones especialmente difíciles, con Alfonso XII ya muy

enfermo y a punto de entrar en un obligado período de regencia.

Cánovas manifestó su deseo de llegar a un acuerdo amistoso y ofreció a Bismarck

mantener la libertad de comercio y respetar los privilegios adquiridos por los

comerciantes alemanes en aquellos archipiélagos a cambio de que se reconocieran los

derechos prioritarios de ocupación de los españoles. Planteado el problema en estos

términos, el gobierno alemán se mostró dispuesto a negociar amistosamente a través de

la mediación de la Santa Sede. A pesar de que el Gobierno español hubiera preferido

una negociación directa, aceptó la oferta. De esta forma, se llegó al Laudo Pontifíceo17

de octubre de 1885, que otorgaba los derechos de soberanía a España, pero concedía las

ventajas económicas pretendidas por Alemania. (Elizalde, 2001).

Ante la Santa Sede el gobierno español manifestaba que la ocupación material y

continuada no ha sido nunca requerida, siendo muchas las islas en África, Australia y

Oceanía en las que no se ejercía actualmente dominación material sin que por eso se

entienda que están abandonadas; la presencia de misioneros españoles, en 1668 o en

1731, corroboraba esta posesión18.

El Memorándum español iba acompañado de una nota con la réplica a los alegatos

formulados por Bismarck. No podían considerarse territorios sin dueño los que en 1875 16 El conde de Benomar presentó el 27 de agosto un proyecto de modus faciendi al ministro Hatzfeld, para acomodar honorablemente los pasos del arreglo. Se reducía a tres puntos: l. El embajador de España comunicaría en nota oficial un telegrama con las ofertas de estación naval y libertad de comercio en Carolinas, pidiendo al mismo tiempo que Alemania desistiera de llevar adelante el protectorado en aquellas islas. 2. El ministro Hatzfeld aceptarla la proposición española. 3. Posteriormente se negociarían los detalles para el acuerdo. (Palacio, 1969, 435). 17 Ver Anexo I. 18 Los geógrafos de más autoridad las habían inscrito como españolas en sus libros y sus atlas, y algunos las habían titulado Nuevas Filipinas, romo para indicar que eran una hijuela que forma parte integrante del grande archipiélago español.. (Palacio, 1969, 436). La autorizada revista alemana Illustrirte Zeitung, en su número del 4 de Abril de 1885, publicó unos magníficos mapas, en colores, de todas las colonias de naciones europeas. En dichos mapas están perfectamente señaladas, como correspondientes a España en el Pacífico, las del archipiélago de Joló, las Filipinas, Palaos, Marianas y Carolinas. (Montero, 1886, 486).

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fueron señalados como incidentalmente sin dueño, y España no había hecho entonces

una afirmación plena de su soberanía precisamente porque en la nota alemana causante

de la reclamación se declaraba de modo expreso no querer colonias, invitando al

Gobierno español a ejercitar su soberanía en beneficio del comercio en general. Negaba

Madrid que pudiera hacerse extensible el Acta General de la Conferencia de Berlín, que

había tratado del reparto de África, a nuevas adquisiciones fuera de aquel continente.

Por fin, se ratificaba la oferta de una estación naval en el archipiélago a favor de

Alemania, así como de libertad para el comercio y las plantaciones. Consideraba

innecesario el arbitraje para resolver amistosamente el conflicto los dos Gobiernos,

prefiriéndose por parte de España la negociación directa. (Palacio, 1969).

El acuerdo fue confirmado en el Protocolo de Roma de diciembre de 1885 y

establecía que los comerciantes de otros países podrían ejercer libremente sus

actividades, lo mismo comerciales que de explotación de plantaciones, siempre que se

asentaran en puntos del archipiélago no ocupados por los españoles. En este caso,

además, no se verían obligados a pagar ningún tipo de impuesto, a solicitar permiso para

recalar donde quisieran, ni a que sus barcos fueran revisados19. (Elizalde, 2001, 332-

333).

El gobierno español de las islas Carolinas.

Resuelto el conflicto con Alemania, comenzó de forma efectiva la administración

española de las islas Carolinas y Palaos, la cual se mantuvo únicamente quince años, de

1885 a 1899. Durante ese tiempo los objetivos de la acción colonial estuvieron

claramente definidos: mantener la soberanía sobre las islas, conseguir que todos los

grupos que vivían en ellas respetaran las leyes dictadas por el Gobierno español, y

lograr que se acataran los convenios internacionales relativos a la explotación y

comercio en estos archipiélagos.

Se crearon dos Divisiones Navales, una en la isla de Yap para la zona occidental y

Palaos y la otra en Ponapé para la zona oriental20. Servían de base para el control del

resto de islas mediante el uso de los cañoneros que tenían adscritas las Divisiones.

19 Estos beneficios fueron ampliados a Gran Bretaña el 6 de enero de 1886. De manera aún más satisfactoria, Alemania renunció a la estación naval y al depósito el carbón el 20 de agosto de 1886. (http://es.wikipedia.org/wiki/Crisis_de_las_Carolinas). 20 Por Real decreto de 19 de Febrero de 1886, inserto en la Gacela de Madrid del 20, se crean dos gobiernos políticos, uno en la región oriental y otro en la occidental de las Carolinas y Palaos. Y por Decretos de 27 de igual mes, se nombra para su desempeño al capitán de fragata Sr. D. Isidro Posadillo y al teniente de navío de primera clase Sr. Don Manuel Elisa y Vergara, respectivamente. (Montero, 1886, 496)

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Ambas tenían la misma organización, atribuciones y categoría aunque gozaban de

identidad jurídica propia, se gobernaban de forma autónoma y eran independientes una

de otra. Cada una tenía un gobernador político-militar, personal administrativo, marinos,

barcos y destacamentos militares destinados.

Fig. 3. Entrada a la División Naval en la isla de Ponapé situada en el interior

de la colonia (Fuente: Revista La Ilustración Artística Núm. 959 de 14 de mayo de 1900)

Tuvieron un modelo de funcionamiento centralizado y ambas dependían del

Gobierno General de Filipinas, y en última instancia del Gobierno Central de la

Metrópoli. Así el poder político, legislativo, judicial y militar dependía de las

autoridades de Manila y Madrid al que los gobernadores político-militares estaban

obligados a seguir estrictamente, debiendo dar cuenta regularmente de su actuación a las

autoridades de Filipinas. Únicamente en caso de urgencia o necesidad, debido a la

dificultad de las comunicaciones, los gobernadores político-militares tenían capacidad

para modificar y suspender las órdenes del Gobernador General de Filipinas, y para

dictar una nueva línea de conducta dando cuenta de las razones que les había llevado a

tomar tales decisiones.

La organización de la administración colonial en las Carolinas se caracterizó por su

sencillez, estada dotada de muy pocos recursos y personal. Destacaba el predominio del

estamento militar ya que todas las funciones fueron desempeñadas por miembros de la

Armada y del Ejército. No había población civil, ni colonos, ni comerciantes, los únicos

españoles establecidos en las islas eran los gobernadores y las fuerzas bajo su mando

que las administraban y defendían.

En la acción colonizadora colaboraron activamente los misioneros capuchinos dónde

eran los únicos representantes españoles. Su labor, probablemente, fue la que más huella

dejó entre los indígenas de las Carolinas y Palaos a los que enseñaron la doctrina

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católica, formas para mejorar su vida cotidiana, a leer, a escribir y a cultivar la tierra.

Esta acción colonizadora de los religiosos tuvo muchas dificultades según las islas en

las que se realizaba donde los propios indígenas se sublevaban constantemente contra

los religiosos y contra la administración.

Respecto a la población, se siguió una política flexible y conciliadora con los

distintos grupos y sólo hubo enfrentamientos donde se discutió la autoridad española. Se

respetó y mantuvo la estructura indígena original y en aquellas aldeas con las que se

mantenían buenas relaciones se nombró una sistema municipal similar al de Filipinas,

nombrando gobernador al jefe indígena local que organizaba a su pueblo como quisiera

siempre que siguieran y cumplieran las leyes y órdenes del gobierno.

Fig. 4. Colonia de Ponapé. Izda: Vista del pequeño fuerte y depósito de municiones

adosado a la muralla que rodea la colonia. Dcha: Vista exterior de la puerta de Alfonso XIII, abierta en agosto de 1899. (Fuente: Revista La Ilustración Artística Núm. 959 de

14 de mayo de 1900)

Es importante aclarar que debido a los medios con que se contaba, nunca se

consiguió un dominio real sobre la totalidad del archipiélago, ya que se trataba de un

territorio muy extenso con más de 700 islas y una población que rondaba los 30.000

habitantes diseminados en tribus. Los extranjeros estaban asentados en islas no

ocupadas por los españoles donde tenían mayores ventajas en la explotación de sus

negocios y un menor control.

A pesar de estas limitaciones y de la débil implantación efectiva, puede decirse que

la colonización española cumplió su objetivo durante los años que funcionó. Se controló

la vida de las islas, se arbitró en los sucesos más importantes, se evitó abusos y

conflictos entre sus habitantes, se controló a los extranjeros y sus actividades, se

inspeccionó las plantaciones de copra y demás negocios, se reguló el comercio y el

asentamiento en ellas; en definitiva, se administraron las islas siguiendo las leyes

españolas y los tratados internacionales referentes a ellas, y se consiguió el principal

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objetivo: mantener el dominio sobre unas islas que tenían una especial significación en

el sistema colonial de España en el Pacífico. (Elizalde, 2001).

CRISIS Y LA VENTA DE LA COLONIA A ALEMANIA

En 1898 se inició un proceso en la colonia que desembocó en la venta del

archipiélago a Alemania. Primero se produjo la insurrección de los indígenas de Ponapé

por motivos religiosos entre católicos y protestantes y las autoridades de la colonia

tuvieron que proteger a los misioneros capuchinos. Esta revuelta duró un año y medio y

trajo consigo un alejamiento entre los nativos de Ponapé y la colonia española que

obligó a la División Naval a vigilar a los rebeldes descuidando sus obligaciones

cotidianas.

Lo segundo que influyó en la crisis colonial fue la incidencia de la guerra hispano

norteamericana de 1898 que dejó a las carolinas y Palaos aisladas de Filipinas y la

Metrópoli. Fueron unos tiempos de incomunicación, de indefensión y de escasez de

alimentos, medicinas y fondos para cubrir las necesidades más urgentes.

El tercer factos fue la consecuencia de la guerra hispano norteamericana que inició

un proceso de redistribución colonial que cuestionaba el futuro de las posesiones

españolas en el Pacífico, así las Filipinas y las islas de la Micronesia fueron repartidas

entre los países imperialistas que buscaban nuevos lugares donde ejercer su influencia.

España no tuvo otro remedio que aceptar la situación y ceder los últimos restos de su

imperio en el Pacífico. En el verano de 1898, el Gobierno alemán, que previamente

había contactado con norteamericanos y británicos para conocer sus respectivas

posiciones respecto al futuro del Pacífico, inició negociaciones con España relativas a la

venta de las Carolinas, Marianas y Palaos. A pesar de la resistencia española a tomar

ninguna decisión en firme antes de conocer las condiciones finales de la paz con los

Estados Unidos, Alemania consiguió que el 10 de septiembre se firmara un acuerdo

confidencial y secreto, en el que ya se establecía el compromiso de que las islas de

Kusaie, Ponapé y Yap serían cedidas a Alemania mediante una indemnización

monetaria, en el caso de que a España le interesara vender, una vez conocidos los

términos de la Conferencia que se estaba celebrando en París21. (Elizalde, 2001, 337).

21 Firmada el 10 de diciembre de 1898, en la cual España vendió a Estados Unidos la totalidad de las Filipinas y la isla de Guam.

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Finalmente el 13 de junio se presentó a la consideración de la Cortes un Real Decreto

en el que se proponía la venta de los archipiélagos a Alemania, justificándola por «la

carga que para el Tesoro representan las islas poseídas aún por la Corona en el Pacifico;

las responsabilidades y gastos que traería la defensa de tan lejanas posesiones; la falta

de intereses morales y comerciales en el presente y la dificultad de crearlos en el

porvenir sin hacer gastos en desproporción con los resultados que podrían esperarse».

Se resaltaban los derechos que España conservaría en las islas y se fijaba la

indemnización que Alemania tendría que pagar en veinticinco millones de pesetas. El

proyecto fue aprobado por las Cámaras, y en virtud de ello se dictó la ley de 24 de junio

de 1899, autorizando la cesión a Alemania de los archipiélagos de la Micronesia, lo cual

fue ratificado días más tarde, el 30 de junio de 1899, en el Tratado de Venta a Alemania

de las islas Carolinas, Marianas y Palaos22.

Se creó una comisión liquidadora, y finalmente en noviembre de 1899 se entregaron

solemnemente las islas a Alemania. Así acabó la relación colonial que durante más de

trescientos años unió a España, Carolinas, Marianas y Palaos.

Fig. 5. Isla de Yap. Izda: El gobernador alemán de Nueva Guinea leyendo el Acta de Cesión de aquellas islas a Alemania. Dcha: Acto de arriado de la bandera española e

izado de la alemana después de leída el Acta de Cesión. (Fuente: Revista La Ilustración Artística Núm. 959 de 14 de mayo de 1900)

CONCLUSIONES

A modo de conclusión es interesante señalar que las islas Carolinas españolas

interesaron a las grandes potencias coloniales especialmente en el último tercio del siglo

XIX, gracias a su estratégica posición en el Pacífico ya que se trataba de un enclave

situado en el centro de las rutas comerciales del negocio de la copra, servía como puerta

de entrada hacia Filipinas y el continente asiático y porque en la “guerra” de la

22 Ver Anexo II.

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expansión colonial de las grandes potencias era un territorio que aumentaba su

influencia a nivel internacional y proporcionaba una asentamiento como base naval,

telegráfica y de carboneo en el Pacífico.

España que durante décadas había ejercido su influencia en la zona de la Micronesia

desde su principal colonia de las Filipinas, se vio en un momento determinado obligado

a tomar posesión de unas islas que hasta entonces no había necesitado de ocupar

físicamente para mantener sobre ellas su soberanía.

El interés de la Alemania Bismarckiana por las Carolinas y Palaos sobre las que

España mantenía sus derechos históricos produjo un incidente entre ambos gobiernos,

afortunadamente resuelto por la vía diplomática, que culminó con la intermediación de

la Santa Sede. Este incidente conocido como el “Conflicto Hispano-Alemán por la

soberanía de las Carolinas y Palaos” fue un preludio de lo que posteriormente vendría

que fue la venta definitiva del archipiélago a Alemania en 1899 por una cantidad de

veinticinco millones de pesetas.

Si es cierto que durante el tiempo que duró la colonización efectiva de las islas

España puso los medios necesarios de los que dispuso, teniendo en cuenta la situación

española con un vasto imperio colonial y en continuas confrontaciones bélicas en todo

él, cumplió eficazmente con su cometido de evangelización, control, vigilancia y

defensa del archipiélago.

El conflicto con Alemania sirvió también para concienciar a la sociedad española de

la existencia de unos territorios, desconocidos para una gran mayoría de la población,

que a raíz de la injerencia alemana produjo un movimiento social a favor de la colonia

desconocido hasta el momento.

Lo que fue real es el interés que despertaron las Carolinas españolas en el ámbito

internacional y que se manifestó con total plenitud cuando se produjeron las

negociaciones de venta del archipiélago, en las que se entrecruzaron los intereses de

todas las potencias implicadas en las islas.

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ANEXO I

PROPOSICIÓN HECHA POR SU SANTIDAD EL PAPA LEÓN XIII COMO MEDIADOR EN LA CUESTIÓN DE LOS ARCHIPIÉLAGOS DE LAS CAROLINAS Y PALAOS, PENDIENTE ENTRE

ESPAÑA Y ALEMANIA

El descubrimiento hecho por España en el siglo XVI de las islas que forman parte del archipiélago de las Carolinas y Palaos, y una serie de actos llevados á cabo en diversas épocas en esas mismas islas por el Gobierno español, en beneficio de los indígenas, han creado en la convicción de dicho Gobierno y de su nación un titulo de soberanía, fundado en las máximas del derecho internacional, invocadas y seguidas en esta época en el caso de conflictos análogos.

En efecto, cuando se considera el conjunto de los actos mencionados, cuya autenticidad se halla confirmada por diversos documentos de los archivos de la Propaganda, no puede desconocerse la acción benéfica de España respecto á aquellos isleños. Debe notarse, además, que ningún otro Gobierno ha ejercido sobre ellos una acción semejante. Esto explica la tradición constante, que conviene tener en cuenta, y la convicción del pueblo español relativamente á esa soberanía; tradición y convicción que se han hecho manifiestas hace dos meses con un ardor y una animosidad capaces de comprometer por un instante la paz interior y las relaciones de los dos Gobiernos amigos.

Por otra parte, Alemania, y asimismo Inglaterra, han declarado expresamente en 1875 al Gobierno español que no reconocían la soberanía de España sobre dichas islas. El Gobierno imperial opina, por el contrario, que la ocupación efectiva de un territorio es lo que da origen á la soberanía sobre el mismo, y esta ocupación nunca se ha efectuado por parte de España respecto á las Carolinas; en conformidad con este principio ha procedido en la isla de Yap, y en esto, como por su parte lo ha hecho el Gobierno español, el mediador se complace en reconocer toda la lealtad del Gobierno imperial.

En su consecuencia, y a fin de que esta divergencia de miras entre los dos Gobiernos no sea un obstáculo para un arreglo honroso, el mediador, después de haberlo considerado bien todo, propone que el nuevo convenio que se estipule se atenga á las fórmulas del protocolo relativo al archipiélago de Joló, firmado en Madrid el 7 de Marzo último entre los representantes de la Gran Bretaña, de Alemania y de España, y que se adopten los puntos siguientes:

Punto 1º. Se afirma la soberanía de España sobre las islas Carolinas y Palaos.

2º. El Gobierno español, para hacer efectiva esta soberanía, se obliga á establecer lo más pronto posible, en dicho Archipiélago, una administración regular con una fuerza suficiente para garantizar el orden y los derechos adquiridos.

3º. España ofrece á Alemania plena y entera libertad de comercio, de navegación y de pesca en esas mismas islas, como asimismo el derecho de establecer en ellas una estación naval y un depósito de carbón.

4º. Se asegura igualmente á Alemania la libertad de hacer plantaciones en esas islas, y de fundar en ellas establecimientos agrícolas del mismo modo que los súbditos españoles.

Roma, en el Vaticano a 22 de Octubre de 1885. — L. S. (firmado: El cardenal Jacobini, Secretario de Estado de Su Santidad.)

PROTOCOLO

Los insfrascriptos:

El Excmo. Sr. Marqués de Molins, embajador de S. M. Católica cerca de la Santa Sede, y el Excmo. Sr. de Schloezer, enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de S. M. el Rey de Prusia cerca de la Santa Sede, debidamente autorizados para ultimar las negociaciones que los

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Gobiernos de España y Alemania, bajo la mediación aceptada de Su Santidad el Papa, han seguido en Madrid y en Berlín relativamente á los derechos que cada uno de dichos Gobiernos podía haber adquirido á la posesión de las islas Carolinas y Palaos, considerando las proposiciones que Su Santidad ha hecho para que sirvan de base á la mutua inteligencia de ambos, se han puesto de acuerdo sobre los artículos siguientes, conforme á las proposiciones del augusto mediador:

Artículo 1º. El Gobierno alemán reconoce la prioridad de la ocupación española de las islas Carolinas y Palaos y la soberanía de S. M. Católica que en ella resulta, y cuyos límites están indicados en el art. 2º.

Artículo. 2º. Estos límites están formados por el Ecuador y por el grado 11 de latitud Norte y por el 133° y el 164° de longitud Este (Greenvich).

Artículo. 3º. El Gobierno español, para garantirá los súbditos alemanes la plena y entera libertad de comercio, de navegación y de pesca en los archipiélagos de las Carolinas y de las Palaos, se obliga á ejecutar en dichos archipiélagos estipulaciones análogas á las contenidas en los artículos 1º, 2º y 3º del protocolo sobre el archipiélago dejólo firmado en Madrid el 11 de Marzo de 1877, y reproducidas en el protocolo del 7 de Marzo de 1885, á saber:

I. El comercio y el tráfico directo de los buques y súbditos de Alemania en los archipiélagos de las Carolinas y las Palaos, y en todas sus partes, así como el derecho de pesca, serán absolutamente libres, sin perjuicio de los derechos reconocidos á España en el presente protocolo, en conformidad con las declaraciones siguientes.

II. Las autoridades españolas no podrán exigir en lo sucesivo á los buques y súbditos de Alemania que vayan libremente á los archipiélagos de las Carolinas y Palaos, ó de un punto á otro de estos archipiélagos, ó de uno de ellos á cualquiera otro del mundo, que toquen antes ó después en un punto de los archipiélagos ó en otra parte, que paguen cualquiera clase de derechos y se provean de un permiso de aquellas autoridades, las que por su parte se abstendrán de poner impedimento y de toda intervención en el referido párrafo.

Queda entendido que las autoridades españolas no impedirán de manera alguna, ni bajo ningún pretexto, la libre importación y exportación de toda clase de mercancías, sin excepción alguna, salvo en los puntos ocupados, y de conformidad con la declaración III, y que asimismo en los no ocupados efectivamente por España, ni los buques ni los súbditos referidos, ni sus mercancías se someterán á impuesto alguno, derecho ó pago cualquiera, ni á ningún reglamento de Sanidad ó de otra clase.

III. En los puntos ocupados por España en los archipiélagos de las Carolinas y de las Palaos, el Gobierno español podrá establecer impuestos, reglamentos sanitarios y de cualquiera otra clase durante la ocupación efectiva de dichos puntos. Pero España se compromete por su parte á sostener en ellos las dependencias y empleados necesarios para las exigencias del comercio y cumplimiento de los referidos reglamentos.

Queda, sin embargo, expresamente entendido que el Gobierno español, resuelto por su parte á no imponer reglamentos restrictivos en los puntos ocupados, contrae espontáneamente el compromiso de no introducir en los indicados puntos mayores impuestos 6 derechos que los establecidos en los aranceles españoles, ó en los tratados ó convenios entre España y cualquier otra potencia. Tampoco pondrá en vigor en aquellos puntos reglamentos excepcionales que hubieran de aplicarse al comercio y á los súbditos alemanes, que gozarán, bajo todos conceptos, del mismo trato que los súbditos españoles.

A fin de prevenir las reclamaciones que podrían resultar de la incertidumbre del comercio respecto á los puntos ocupados y regidas por reglamentos y aranceles, el Gobierno español comunicará en cada caso la ocupación efectiva de un punto en los archipiélagos de las Carolinas y de las Palaos al Gobierno alemán, y al mismo tiempo informará de ello al comercio por una notificación publicada en los periódicos oficiales de Madrid y de Manila.

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En cuanto á las tarifas y á los reglamentos que hayan de aplicarse á los puntos que estén ó posteriormente sean ocupados por España, queda estipulado que no entrarán en vigor sino después de un plazo de ocho meses, á partir de esta publicación en el periódico oficial de Madrid.

Queda convenido que á ningún buque ó súbdito de Alemania se le obligará á tocar en uno de los puntos ocupados, ni al ir ni al volver de un punto no ocupado por España, y que no podrá seguírsele perjuicio alguno por tal motivo ni por ninguna clase de mercancías destinadas á un punto no ocupado de los archipiélagos de las Carolinas y Palaos.

Artículo. 4º. Los súbditos alemanes tendrán plena libertad para adquirir simientes y para hacer plantaciones en los archipiélagos de las Carolinas y Palaos, para fundar en ellos establecimientos agrícolas, para ejercer toda especie de comercio y efectuar contratos con los indígenas, y para explotar el suelo en las mismas condiciones que los súbditos españoles. Sus derechos adquiridos serán respetados.

Las compañías alemanas que gozan en su país de los derechos de las personas civiles, y especialmente las compañías anónimas, serán tratadas bajo el mismo pie que dichos súbditos.

Los súbditos alemanes gozarán respecto á la partición de las personas y de sus bienes, adquisición y transmisión de sus propiedades, así como para el ejercicio de sus profesiones, del mismo trato y de los mismos derechos que los súbditos españoles.

Artículo. 5º. El Gobierno alemán tendrá el derecho de establecer en una de las islas Carolinas ó de las Palaos una estación naval y un depósito de carbón para la marina imperial. Los dos Gobiernos determinarán de común acuerdo, el sitio y condiciones de este establecimiento.

Artículo. 6º. Si los Gobiernos de España y Alemania no rehúsan su adhesión al presente protocolo en el término de ocho días, á contar desde hoy, ó si se adhieren á él antes de espirar este plazo por conducto de sus respectivos representantes, las presentes declaraciones entrarán inmediatamente en vigor.

Hecho en Roma á 17 de Diciembre de 1885. — (L. S.) Firmado, el marqués de Molins. (L. S.) Firmado, Schloezer.

ANEXO II

MINISTERIO DE ESTADO. CHANCILLERÍA. TRATADO CEDIENDO AL IMPERIO ALEMÁN LOS ARCHIPIÉLAGOS DE CAROLINAS,

PALAOS Y MARIANAS, EXCEPTO LA ISLA DE GUAM

S.M. el rey de España, y en su nombre S.M. la Reina Regente del Reino, y S.M. el Emperador Alemania, Rey de Prusia, en nombre del Imperio alemán, deseando confirmar en forma solemne la declaración relativa á los archipiélagos de Carolinas, Palaos y Marianas, firmada en Madrid á 12 de Febrero del año corriente, y previa la autorización constitucional de los Cuerpos Colegisladores de los dos países, han resuelto celebrar con este objeto un Tratado, y para ello han nombrado sus plenipotencias, á saber:

S.M. el rey de España, y en su nombre S.M. la Reina Regente del Reino, al Sr. Francisco Silvela, Presidente de su Consejo de Ministros y Ministros de Estado; y

S.M. el Emperador Alemania, Rey de Prusia, al Sr. D. José de Badowitz, su Embajador Extraordinario y Plenipotenciario;

Los cuales, después de exhibir sus plenos poderes, hallándolos en buena y debida forma, han convenido en los artículos siguientes:

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JUAN ANDRÉS CABALLERO DÍEZ

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Articulo 1º España cede Alemania la plena soberanía y propiedad sobre las islas Carolinas, Palaos y Marianas (excepto la isla Guam), á cambio de una indemnización pecuniaria 25 millones de pesetas.

Articulo 2º Alemania concede al comercio y á los establecimientos agrícolas españoles en las Carolinas, Palaos y Marianas, el mismo trato y las mismas facilidades que concederá allí al comercio alemán y á los establecimientos agrícolas alemanes, y reconoce en dicha islas á las Órdenes religiosas españolas los mismos derechos y las mismas libertades que reconozca á los Órdenes religiosas alemanas.

Articulo 3º España podrá establecer y conservar, aun en tiempo de guerra, un depósito de carbón para la marina de guerra y mercante en el Archipiélago de las Carolinas, otro en el Archipiélago de las Palaos, y otro en el Archipiélago de las Marinas.

Articulo 4º El presente Tratado se considere rectificado por los plenos poderes otorgados á los firmantes, y entre en vigor en el día de la fecha.

En fe de la cual, los Plenipotenciarios respectivos han firmado y sellado el presente Tratado con el sello de sus armas.

Hecho por duplicado en Madrid á 30 de Junio de 1899.

(L.S.) = Francisco Silvela. (L.S.) = Joseph Vox Badowitz.

Publicado en el número 182 de la GACETA DE MADRID,

Tomo III, página 1 el día 1 de Julio de 1.899

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