el concepto de iglesia en martín lutero

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1 EL CONCEPTO DE IGLESIA EN MARTIN LUTERO (1483 – 1546) Introducción Los precursores de la reforma: Wyclif y Hus, formularon ya un concepto de Iglesia cuyos elementos esenciales hizo suyo Lutero, dándoles, a su vez, una fundamentación teológica. Lutero basa su definición de la Iglesia en su doctrina teológica sobre la justificación y sobre la fe personal de los verdaderos creyentes que constituyen la communio sanctorum y la congregatio spiritualis. Ir en contra de su Iglesia concreta de su época, y en particular contra sus instituciones sacramentales y jerárquicas. La eclesiología de Lutero rompió definitivamente con Roma. LA CONCEPCIÓN ECLESIOLÓGICA DE LUTERO EN SU HERMENÉUTICA BÍBLICA. Viene a constituir un locus theologicus de su eclesiología. 1. Letra y Espíritu La antítesis letra-espíritu, este binomio es uno de los elementos fundamentales de su teología. Lutero acepta la antítesis paulina letra-espíritu en su sentido hermenéutico bíblico; según Lutero, en el sentido interno del texto, para llegar, a través de la letra, al Espíritu Santo. Para Lutero no es lícito detenernos en la letra del texto de la Escritura, ni contentarnos con un mero escuchar su palabra, sino que es preciso penetrar en el espíritu, es decir en el sentido interno del texto, para llegar, a través de la letra, al Espíritu Santo. Lutero combina los cuatro sentidos: la letra (sentido literal-histórico y literal-profético), mientras que el espíritu abraza los otros tres (sentido alegórico, tropológico y anagógico). Lutero a opta obviamente por la prioridad absoluta de la Iglesia Espiritual. 2. Cabeza – cuerpo – miembros Lutero distingue entre un doble sentido literal (littera), a saber, histórico y profético, que pone en relación con la cabeza, y el sentido espiritual (spiritus), que abraza la alegoría (cuerpo) y la tropología (miembros). El intento de Lutero de combinar el esquema de los tres sentidos y el esquema de los cuatro sentidos y lograr reducirlos a dos sentidos: el literal y el espiritual, por analogía con el binomio eclesiológico cabeza – miembros. A él le interesa, sobre todo, poner de relieve la necesidad de que los miembros se asimilen a su cabeza Cristo. La posición del cuerpo es también posición de los miembros. Puesto que la Iglesia es esposa de Cristo, los miembros son también esposas de Cristo.

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La Iglesia en Martín Lutero

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EL CONCEPTO DE IGLESIA EN MARTIN LUTERO (1483 – 1546) Introducción Los precursores de la reforma: Wyclif y Hus, formularon ya un concepto de Iglesia cuyos elementos esenciales hizo suyo Lutero, dándoles, a su vez, una fundamentación teológica. Lutero basa su definición de la Iglesia en su doctrina teológica sobre la justificación y sobre la fe personal de los verdaderos creyentes que constituyen la communio sanctorum y la congregatio spiritualis. Ir en contra de su Iglesia concreta de su época, y en particular contra sus instituciones sacramentales y jerárquicas. La eclesiología de Lutero rompió definitivamente con Roma. LA CONCEPCIÓN ECLESIOLÓGICA DE LUTERO EN SU HERMENÉUTICA BÍBLICA. Viene a constituir un locus theologicus de su eclesiología. 1. Letra y Espíritu La antítesis letra-espíritu, este binomio es uno de los elementos fundamentales de su teología. Lutero acepta la antítesis paulina letra-espíritu en su sentido hermenéutico bíblico; según Lutero, en el sentido interno del texto, para llegar, a través de la letra, al Espíritu Santo. Para Lutero no es lícito detenernos en la letra del texto de la Escritura, ni contentarnos con un mero escuchar su palabra, sino que es preciso penetrar en el espíritu, es decir en el sentido interno del texto, para llegar, a través de la letra, al Espíritu Santo. Lutero combina los cuatro sentidos: la letra (sentido literal-histórico y literal-profético), mientras que el espíritu abraza los otros tres (sentido alegórico, tropológico y anagógico). Lutero a opta obviamente por la prioridad absoluta de la Iglesia Espiritual. 2. Cabeza – cuerpo – miembros Lutero distingue entre un doble sentido literal (littera), a saber, histórico y profético, que pone en relación con la cabeza, y el sentido espiritual (spiritus), que abraza la alegoría (cuerpo) y la tropología (miembros). El intento de Lutero de combinar el esquema de los tres sentidos y el esquema de los cuatro sentidos y lograr reducirlos a dos sentidos: el literal y el espiritual, por analogía con el binomio eclesiológico cabeza – miembros. A él le interesa, sobre todo, poner de relieve la necesidad de que los miembros se asimilen a su cabeza Cristo. La posición del cuerpo es también posición de los miembros. Puesto que la Iglesia es esposa de Cristo, los miembros son también esposas de Cristo.

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La discusión de Lutero en torno a los tres (cuatro) sentidos bíblicos, enfocada a poner de relieve el sentido espiritual (alegórico y tropológico). ELEMENTOS FUNDAMENTALES DE LA ECLESIOLOGÍA DE LUTERO 1. Autosuficiencia de la Escritura. Lutero hizo de la palabra de Dios en la Escritura como principio autosuficiente del conocimiento teológico, que le sirve como profesor de exégesis a confrontar sus conclusiones teológicas únicamente con la doctrina de la Escritura. La prioridad a la Escritura como fuente de conocimiento, sostenía Lutero que la doctrina de las indulgencias no se probaba con la Escritura. Lutero respondía a los argumentos de la Tradición apoyándose en el principio de la autosuficiencia de la Escritura como única fuente de fe. Lutero opta por la palabra de Dios contenida en la Escritura, que se basta a sí misma e impone al creyente la justa interpretación con eficacia y autoridad, y establece así el encuentro directo del hombre con Dios. 2. La Iglesia, creación de la palabra. Para Lutero el origen y la naturaleza de la Iglesia está en la fuerza creadora de la palabra y su misión fundamental es la proclamación de esta palabra. Al ser ésta proclamada, nacen nuevos cristianos en la Iglesia a una vida nueva. Para Lutero la palabra de Dios es revelación – Escritura – palabra proclamada. Se debe hablar de una misma palabra de Dios operante en la revelación, en la Escritura y en la predicación de la Iglesia. Para Lutero, la palabra es por tanto “portadora del Espíritu Santo”, por lo tanto también es portadora de Cristo. Ella es la virtud poderosa de Dios mismo, colmada de toda su fuerza creadora. La palabra con su virtud salvífica, realiza en el hombre en el hombre la gracia de la predestinación y de la justificación y crea con esto la Iglesia en el sentido de la communio sanctorum y de un cuerpo espiritual, cuyos miembros están incorporados y asimilados a Cristo, y no propiamente como una institución. 3. La Iglesia “católica” y la Iglesia “reformada” La Iglesia primitiva no es solamente el primer período de la Iglesia, sino el fundamento permanente y la norma para todo porvenir, la ley a la que está sujeto el curso entero de la Iglesia. La continuidad histórica de la Iglesia de Cristo era un dato teológico indiscutible para Lutero avalado expresamente por la Escritura.

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¿Era la Iglesia romana portadora de esta continuidad histórica y de la fidelidad fundamental al diseño de Cristo, o lo era la Iglesia reformada? Lutero está orientado a probar que la verdadera Iglesia de los apóstoles es la Iglesia reformada, es decir, la Iglesia nueva. Lutero menciona ciertos elementos que le dan identidad sustancial de la Iglesia reformada con la Iglesia de los apóstoles: la cena eucarística, el poder de las llaves, el ministerio de la palabra, la predicación del Evangelio, la confesión de la fe, etc. Lutero niega a la Iglesia católica – romana su reivindicación de catolicidad y de apostolicidad y al considerarla como Iglesia nueva, la Iglesia romana es una realidad parcial de un todo eclesial. La concepción luterana de la Iglesia, según la cual donde la palabra de Dios sea proclamada y se administren los sacramentos, allí está presente la Ecclesia santa catholica. 4. Iglesia visible – invisible y la “communio sanctorum” Lutero formuló su concepto de Iglesia en un contexto claramente cristológico, recogiendo muchos elementos de la exégesis medieval. Lutero ha adoptado, para designar la Iglesia, la noción tradicional del cuerpo místico de Cristo, que él distingue del corpus verum, naturale, historicum. Lutero parte del presupuesto indiscutible de que la communio sanctorum – la Iglesia – es la creación nueva de Dios y obra de sus manos, que tiene a Cristo por Señor, y, trascendiendo todo límite espacial y temporal, es una realidad mistérica y la casa espiritual de los justos y santos. Para Lutero la invisibilidad de la Iglesia radica en la naturaleza íntima de esta obra (opera-factura) de Cristo, que pertenece a aquella realidad del mundo espiritual y que pueden captarse mystice, o sea, no con los ojos corporales, sino con el sentido del espíritu. La revelación del Deus absconditus alcanza el punto culminante en el evento – Cristo, llegando a concluir que el Deus absconditus es el Deus crucifixus; en otras palabras, el misterio consiste precisamente en revelar al hombre de modo insuperable cómo Dios se oculta. La índole oculta de la Iglesia radica, pues, en la invisibilidad de su cabeza y del contenido de gracia que ella implica: Cristo. Lutero alude, finalmente, a otro factor de la invisibilidad de la Iglesia, en cuanto en ella están ocultas las fuerzas del Maligno, que amenazan constantemente imponerse en el ser y en la acción de la verdadera Iglesia. Lutero ha trazado de la teología de la Iglesia en el misterio del evento – Cristo, da a la teología de la revelación de Dios y de otras realidades sobrenaturales que, como evento del Cristo y de la Iglesia, son ocultas y al mismo tiempo manifiestas al creyente.

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La noción de cuerpo místico de Cristo, enraizado en la eclesiología medieval, para designar la Iglesia – communio sanctorum. Lutero opta por considerarla partiendo de su realidad espiritual, y da una cierta prioridad a la unión mística de los miembros con Cristo en virtud de la gracia y de la acción invisible de la cabeza en los miembros. Lutero llama, justamente, al corpus mysticum nueva creación de Dios (factum Dei), y a sus miembros opera o factura de Cristo, que obra en ellos, su estructura es interna y sólo perceptible por la fe. Al no-creyente, que considera la Iglesia únicamente oculis carnalibus, permanece oculta esta estructura que Dios ha creado en ella. Presenta unas características de la Iglesia que es de importancia para la eclesiología de Lutero: “la absconditas, su índole oculta”: - La invisibilidad de la divinidad de Cristo en su humanidad. En su Iglesia, Cristo está hoy oculto,

como lo estuvo en el cuerpo de María. - El nuevo centro de gravedad pasando de la Iglesia militante a la Iglesia triunfante. - La invisibilidad está sometida a la antinomia, de la realidad interna (abscondita) se manifiesta

en su configuración externa sub contrario. - Concluye Lutero diciendo que no es posible distinguir los verdaderos creyentes, que son

merito miembros de la Iglesia, de tantos otros cristianos sólo numero pertenecientes al pueblo de Dios.

San Agustín había distinguido entre los que pertenecen a la Iglesia terrena merito et numero y los numero sine merito son miembros de la Iglesia. Lutero para explicar la situación del pecador en la Iglesia, lo define como huésped en la Iglesia o está en la Iglesia con el cuerpo, pero no con el alma. La Iglesia militante es por necesidad un corpus mixtum o la congregatio iustorum et iniustorum. El corpus Christi mysticum implica un crecimiento interno no perceptible a los sentidos del hombre; consta, con todo, de miembros y de funciones visibles, a través de los cuales se hace también visible la obra de Dios. Es propiamente su índole de realidad oculta la que exige, juntamente con su estructura espiritual e invisible, otra visible y corporal, como la absconditas de la encarnación implica la humanidad visible de Cristo, ya que Cristo no guía ahora de modo visible su Iglesia. Para el creyente, sin embargo, está él presente en sus representantes, los obispos y los sacerdotes, que le guían ahora visiblemente. A través de ellos tiene la Iglesia garantizadas su existencia y su unidad. Lutero acentúa tan unilateralmente la realidad espiritual e invisible de la Iglesia y de su misión de salvación entre los hombres, sólo perceptibles por la fe. Lutero ha optado por dos Iglesias (y dos reinos), reservando naturalmente para la Iglesia espiritual e invisible el derecho exclusivo de autenticidad y de eficacia para la salvación. Lutero basa su concepto de Ecckesia spiritualis en las palabras del Señor (Jn 18, 32; cf. Lc 17, 20) “Mi reino no es de este mundo”, para el Reformador es inadmisible cualquier tendencia a vincular la cristiandad con Roma y con la autoridad del papado romano.

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La cristiandad ha recibido su nombre de su cabeza Cristo. De aquí se sigue que la cristiandad espiritual, única Iglesia verdadera, no puede tener otra cabeza en la tierra – ni obispos, ni papa – con derecho a regirla; solamente Cristo en el cielo es aquí su cabeza y el único que la rige. El hombre dice Lutero, consta de cuerpo y de alma, pero no es miembro de la cristiandad según el cuerpo, sino el alma por la fe. Es absurdo atribuir a la cristiandad una cabeza visible, con lo sería imaginarse en el alma una cabeza corporal. Lutero adoptó un dualismo eclesiológico que le llevó a hablar de dos Iglesias: una, creación auténtica de Dios y de su palabra, a la cual el hombre tiene acceso por la fe y la gracia de Cristo; otra, compuesta por cuantos reconocen y se someten a su configuración social y jerárquica. La communio sanctorum no puede tener otra cabeza en la tierra que Cristo. Lutero atribuye al papado un origen meramente humano y restringe su función a la Iglesia visible romana, de la que afirma no puede ser la verdadera Iglesia. La Iglesia es creatura verbi, es decir, obra del Evangelio predicado, permanece oculta, ya que su virtud creadora y la fe del creyente no son perceptibles a los sentidos del cuerpo. Argumentos de Lutero: - La distinción de una Iglesia interior y espiritual, de otra exterior y corporal no implica la

separación real de dos Iglesias. Cuando éste habla de dos Iglesias y les da calificativos diversos, no es su intención separar una de la otra.

- La Iglesia es una realidad de fe, fe, a su vez, que pertenece a las entidades que no se ven. - La Iglesia es una realidad espiritual y vinculada con el homo spiritualis. 5. Los dos reinos. Lutero aporta nuevos datos en orden a precisar ulteriormente su concepto de Iglesia, y en concreto el tema de la relación de ésta con el mundo, con la sociedad y con la autoridad estatal. Su pensamiento teológico es una reflexión vital que se opone a todo sistema de escuela. Los dos reinos con los conceptos, tan corrientes en la eclesiología medieval, de Estado y del Corpus christianum. Cada uno de los dos corpórea está sometido a una cabeza: un reino está sujeto a Cristol, del otro afirma frecuentemente Lutero que es el reino del mal, un corpus diaboli. Ambos reinos están en guerra entre sí hasta la victoria escatológica de Cristo, quien entregará entonces el reino al Padre. Lutero sitúa la lucha entre Dios y el maligno en el reino de este mundo, ya que el reino espiritual está penetrado por los dones de Cristo: gracia, libertad y paz. El creyente tiene que realizar su vocación cristiana en el reino espiritual (coram Deo) y en el reino de este mundo (coram hominibus). En el reino espiritual, y bajo la acción soberana de Dios, el cristianismo vive ante Dios su vida de fe en Espíritu, al mismo tiempo está éste sujeto a las leyes y a las intervenciones de autoridad temporal del reino de este mundo.

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Desarrolla Lutero su concepción ético-política en el tema de las relaciones de la Iglesia y del cristianismo con el Estado y con la sociedad. Aquella sociedad libre y basada en la caridad que Dios quiso establecer entre los hombres y que ha logrado una pálida realización entre los cristianos auténticos, el pecado la ha transformado en un orden social jurídico y coactivo. Resumiendo la doctrina luterana sobre los dos reinos, se señala tres dimensiones: - La relación entre Iglesia y Estado como ésta se había establecido en el Medioevo: la potestad

soberana de los obispos y el servicio de la espada temporal en defensa frente a la incredulidad y la herejía.

- La relación entre lo espiritual y lo temporal, así como también entre el reino de Cristo y el reino del mundo.

- La acción del cristiano para sí y para los otros. En su doctrina sobre los dos reinos, Lutero depende, en fin de cuentas, de Agustín, que a diferencia de Lutero, consideró el problema de la civitas terrena y de la civitas Dei prevalentemente en una dimensión. Para Agustín se trataba solamente de la relación fundamental de lo temporal y de lo espiritual o, según su terminología, de la realidad terrestre y celeste. Según Agustín, las dos ciudades viven compenetradas en este mundo, los ciudadanos de estas dos civitates serán separados sólo al final de los tiempos, son dos categorías de personas, dos clases de hombres, de las que una está destinada por Dios a dominar, mientras la otra a perecer con el maligno en el juicio final. Lutero considera también los dos reinos en la perspectiva del eschaton, cuya llegada señalará el momento en el que Dios separará definitivamente estas dos categorías de hombres. El cristiano es ahora, por voluntad de Dios ciudadano de dos mundos. En Agustín, la ciudad de Dios se encuentra aquí, en la tierra (bic in terra), en estado de peregrinación, usufructuando, pero no disfrutando. Lutero desplaza lo propio del bic en terra al reino de este mundo, convirtiéndose éste en un reino espiritual, ya que en él domina Cristo. El enemigo es, para Agustín, la clásica incorporación de la civitas terrena, el Estado romano-pagano; para Lutero, en cambio, la confusión medieval de las dos civitates y, en cierto modo, la única civitas Dei terrena existente en la realidad institucional y jurídica de la Iglesia con el Estado. Resumiendo: - Lutero nos legó la noción de los dos reinos en términos muy imprecisos. - Lutero ha acentuado el principio dualista, uno espiritual y el otro temporal. - Al formular su noción de los dos reinos, estuvo influenciado por la doctrina agustiniana de las

dos civitates. - Las dos nociones de reinos y de regimientos no pueden separarse en los escritos de Lutero. - Para Lutero, el cristianismo es ciudadano de dos mundos.

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6. Sacerdocio de los fieles y ministerio eclesiástico.

Sacerdocio de los fieles.- La primacía dada por Lutero al sacerdocio de los fieles es una implicación directa de su concepto de Iglesia como populus fidelis, convocado por el Espíritu, en el cual radica el ministerio eclesiástico, instituido por Cristo.

Este pueblo nace en el bautismo, a través de la regeneración bautismal, la communio o congregatio sanctorum queda constituida en un pueblo sacerdotal, incorporándose al cuerpo de Cristo.

El sacerdocio de los fieles excluye cualquier significado individualista y sólo tiene sentido en una perspectiva comunicaría. Es sacerdote únicamente en el seno del pueblo de Dios, en comunión con Cristo Sacerdote.

En la concepción eclesiológica de Lutero, el ministerio eclesiástico está fundamentalmente radicado en este sacerdocio de los fieles y queda reducido a ser una mera función específica de éste en servicio de la edificación y de la unidad de la communio sanctorum.

Todos son realmente sacerdotes, pero no todos son párrocos, ministros, presbíteros, obispos (es decir, en el sentido del Nuevo Testamento). Mientras Lutero da gran peso al dato bíblico de la falta del término sacerdote para designar a todos los investidos de una función ministerial, lo hace precisamente para garantizar la unidad del cuerpo eclesial en el sacerdocio de todos los fieles.

Este sacerdocio universal habilita a los miembros del pueblo de Dios a aceptar y desempeñar funciones ministeriales en orden a la edificación de la comunidad. Cuando uno es llamado al ministerio eclesiástico, entonces actúa él como sacerdote, cuyo sacerdocio lo ha recibido en el bautismo.

Lutero formula un par de implicaciones concretas:

- Cualquier fil cristiano, en virtud de su sacerdocio, está habilitado para suplir la falta del sujeto

del ministerio en la administración del bautismo hecha necesaria. - Todo fil cristiano está igualmente capacitado para predicar el Evangelio en la ausencia de los

ministros, pudiendo equipararse su predicación con la de los ministros en cuanto se trate de la proclamación del Evangelio de Cristo.

- El ministerio ha sido instituido por Cristo, pero la comunidad es instrumento de la cabeza de la Iglesia en orden a promover el ministerio eclesiástico, que Cristo ha instituido, de sujetos que lo ejerzan.

- En virtud de este sacerdocio general, la comunidad tiene el derecho y el deber de intervenir contra aquellos ministros que desempeñan el ministerio de la palabra y de los sacramentos traicionando la voluntad de su fundador Cristo.

- Lutero insiste, pues, en la unidad del pueblo sacerdotal y no en la multiplicidad de sus miembros sacerdotes. Un sacerdocio espiritual. Mediante el sacerdocio de Cristo y de su Espíritu somos todos uno en Cristo.

- El sacerdocio de los fieles tiene una función primaria mediar entre Dios y los hombres y proclamar las gestas de Dios en la Historia salutis.

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- Entre los creyentes y los sujetos del ministerio eclesiástico se da solamente una diferencia, a saber, el ministerio como un mandato, que los párrocos ejercen en servicio del pueblo de Dios.

Lutero a todos los cristianos, que, a través de su sacerdocio, han sido constituidos ministros de la palabra. El Ministerio Eclesiástico La función sacramental el ministro es meramente instrumental a disposición de Cristo, cabeza del cuerpo eclesial. Lutero ha optado por seguir una trayectoria nueva divergente de la teología tradicional de los sacramentos. La eficacia salvífica sacramental llega al hombre, en cuanto es Cristo mismo el que a través del Espíritu ejerce su influjo vital en los cristianos, incorporados por el Bautismo en el cuerpo eclesial. Por tanto, según Lutero, debe evitar el hablar de una función mediadora del ministerio eclesiástico. Dios ha llamado al sujeto del ministerio a través del pueblo sacerdotal y el ministro ejerce su función ministerial como su representante. Igualmente, Lutero realiza una serie de “ataques directos” contra algunos de los siete sacramentos. Niega que los sacramentos sean siete, y admite únicamente bautismo, penitencia y el pan eucarístico. Prefiere hablar de un solo sacramento y tres signos sacramentales. Rompe también la doctrina de la Eucaristía, negando la transubstanciación y el sacrifico de la misa. Plantea la doctrina de impanación (después de la consagración el pan sigue siendo pan y el vino vino), este culto es un mero testamento y promesa de Cristo, de ningún modo es una renovación sacramental del sacrificio de Cristo. Esto se torna como una fuerza subversiva. El orden ministerial es una invención de la Iglesia del Papa y ni siquiera es mencionado en el Nuevo Testamento; quien haya recibido el orden no tiene algo que no tenga cualquier laico. Igualmente hace alusión al matrimonio, ya que la intromisión de la Iglesia de determinar los varios impedimentos matrimoniales, ya denota exclusión del mismo. Se plantea de esta forma, la Teología de la justificación por la sola fe. El sacerdocio universal lo poseen todos los fieles, creyentes bautizados, que participan del sacerdocio único de Cristo. Como Sacerdote, intercede Cristo por nosotros ante el Padre. Todos los bautizados forman un pueblo sacerdotal y están capacitados para ofrecerse a sí mismos en sacrificio espiritual, y sus súplicas tienen acceso a Dios, compartiendo todos la potestad de palabra y de sacramento. Hace referencia a la noción paulina de Cuerpo de Cristo, para atribuir a todos los bautizados, las mismas condiciones ministeriales, la igualdad fundamental de todos los miembros del cuerpo eclesial. Aunque es claro en afirmar que “no por esto, todo fiel cristiano está capacitado para ejercitar el ministerio”. Cristo confirió este ministerio, a través de los apóstoles, es decir a la comunidad eclesial, por tanto toda función ministerial radica en la totalidad de los miembros de este pueblo profético y sacerdotal. Por tanto el ministro investido debe ejercerla en nombre y para el bien de la comunidad entera. Por tal razón, Lutero no ignoró el elemento de la ordenación, pues afirma que ésta es un encargo de servicio a la palabra y al sacramento, el ordenante actúa en nombre de la comunidad eclesial y como instrumentos en manos de Dios. La ordenación es necesidad salvífica

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para la Iglesia en cuanto comunidad y puede ser conferida por la comunidad sola sin la cooperación de un sujeto del ministerio. El sacerdocio bautismal es el presupuesto para que se pueda conferir el encargo de ejercer en servicio de la comunidad la potestad ministerial común a todos. Ningún individuo puede atribuirse así mismo esta potestad.

7. Papado y concilio. El Papado La doctrina luterana sobre el Papado es una implicación concreta del concepto que el Reformador nos ha legado del ministerio eclesiástico. Se debe poner en duda que Roma es el centro de la cristiandad. Es mucho más importante que la Iglesia torne a la verdadera teología, a la Sagrada Escritura, a la Cruz de Cristo y a la Doctrina de la Justificación. El Papa guiado por el Espíritu Santo no podía equivocarse, es por es la crítica que Lutero plantea, pues en su época, eran muchos los escándalos que surgían de los prelados y el pontífice. Lutero se muestra propenso a censurar cada día con mayor dureza el lujo y la avaricia del papado y la curia romana. El Papa se puede equiparar con cualquier obispo o sacerdote. Igualmente plantea cómo el concilio y el Papa pueden equivocarse en decisiones de política eclesiástica, es por eso que deben someterse a la Palabra de Dios en la Escritura. No es lícito resistir temerariamente al Papa en su derecho primacial, pues este no se funda en la promesa de Cristo dada a Pedro (Mt 16,18), ya que esta no se dirigía solo a Pedro, sino a toda la Iglesia. Von dem Papsttum, en un escrito manifiesta que Lutero son argumentos nuevos y en un estilo virulento y sarcástico, se propuso demoler radicalmente la idea del papado, al mismo tiempo que establece su nuevo concepto de la ecclesi invisibilis y spiritualis, sin jerarquía, sacerdocio y otras estructuras institucionales. Lutero manifiesta que la Iglesia se distingue de las demás sociedades de este mundo porque ella es incorpórea, es decir que no tiene más que una cabeza espiritual, aun sobre la tierra, que es Cristo, no necesitando otra cabeza corporal, es decir el Papa. La Jerarquía oprime a la cristiandad con gravosas leyes humanas, con impuestos y pago de beneficios, en vez de conducirla a la verdad y a la paz de una vida cristiana conforme a lo establecido en el Evangelio de Cristo. En 1520 escribe Lutero Captivitate babylonica Ecclesiae (Cautiverio babilónico de la Iglesia) donde trata de destruir las tres murallas con las que Roma se defendía: la distinción entre eclesiásticos y laicos, la atribución de que solo el Papa puede interpretar la Sagrada Escritura, y la implicación en la cual el Papa solo puede ser corregido por la comunidad jerárquica reunida en Concilio. Por estas razones, Lutero llega a plantear en cierta forma, no se sabe si directamente, que el Papa es un anticristo, sellando así su actividad negativa frente al papado y Roma. Tanto la persona de Lutero como su doctrina, están caracterizadas por una serie de contradicciones y aspectos paradójicos que pueden fácilmente inducir a sacar de ellos conclusiones falsas. El Concilio Lutero atribuye al Concilio grande autoridad doctrinal en cuanto a tribunal supremo de la fe, siendo así superior al Papa, aunque admite que en decisiones prácticas, tanto el Concilio como el

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Papa pueden equivocarse. Sin embargo, Lutero había tenido palabras de aprecio y de fidelidad al Papa, sólo que no estaba dispuesto a pasar por alto la tesis 58, que negaba al Papa el poder disponer del tesoro espiritual de la Iglesia, constituído por los méritos de Cristo y de los santos, y la tesis 7, en la que se afirmaba que el hombre no se justifica por el sacramento y las palabras del sacerdote, sino por la fe en la palabra de Cristo. Frente a estas cuestiones Lutero decía que “no quiero retractarme mientras no probéis mi error con palabras de la Escritura”. Lutero había reiteradamente afirmado que sometía su doctrina de las 95 Tesis al juicio de la Iglesia, sin embargo, él mismo sabiendo que sus tesis no iban a ser aprobadas, apeló por dos ocasiones al concilio, mostrando su rechazo frente al mismo, prevalece sin embargo su convencimiento de que el concilio general reunido por Espíritu Santo está por encima del Papa. El 10 de Julio de 1520 Lutero declara definitivamente su ruptura con Roma, manifestando que “yo soy mucho más libre, pues tengo por fin la certeza de que el Papa es el anticristo y se ha descubierto claramente la sede de Satanás”. Lutero se identifica con Cristo, mientras que anticristos son el Papa y sus consejeros, “ni el Papa está por encima de los Obispos, ni los Obispos de por encima de los Sacerdotes”, “sólo la Palabra de Dios es infalible”, “se puede creer más a un hombre que tiene su apoyo en la Escritura, que al Papa o al Concilio sin la Escritura”. A. Ebtener resume el pensamiento de Lutero en tres asertos: Los concilios se han equivocado. Al Concilio incumbe el cargo de probar que no se han

equivocado, ni pueden equivocarse. El dictamen sobre la verdad es competencia de los teólogos, que tienen para ello la Escritura

por fundamento. La Iglesia o el Papa no establecen los artículos de Fe, ni normas morales y obras buenas, pues todo ello esta transmitido en la Escritura. El concilio sólo debe ordenar ritos litúrgicos.

El fiel cristiano es libre frente a cualquier autoridad humana, tanto civil como eclesiástica. Las palabras de J. Lortz deben tenerse en cuenta al juzgarse a Lutero: “Él quiere ciertamente ser teólogo, y según esto hablar con la claridad y precisión debidas. Pero él es, ante todo, predicador, profeta y hombre religioso. Este ideal religioso y no la doctrina que lo describe, es para Lutero totalmente prioritario. La formulación teológica es para él un aspecto secundario y capaz siempre de ser reformada”.

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“ECLESIOLOGÍA”.

Por:

Cristhian Alexander Betancur Bermudez

Diego Iván Ceballos Marin

Juan José Mendoza Silva

Presentado a: Pbro. Jhon Jairo Striem Valencia

EL CONCEPTO DE IGLESIA EN MARTÍN LUTERO

SEMINARIO CONCILIAR

INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA SANTÍSIMA

Pereira - Risaralda

Ciclo Teología

2016