el comparatismo de eliade y pettazzoni
TRANSCRIPT
Eloy Hernández Silveira
EL COMPARATISMO DE ELIADE Y PETTAZZONI:
DOS VISIONES CONTRAPUESTAS
El ambiente académico actual, dominado en la mayoría de los campos por una
necesidad acuciante de especialización paroxística, ha llevado a los estudiosos de las
religiones en concreto a centrarse en una o, a lo sumo, unas pocas religiones de un ámbito
geográfico y cronológico común, a las cuales poder acceder con la mayor rigurosidad
posible desde el conocimiento riguroso de las lenguas de expresión de las sociedades a
las que pertenecen las susodichas religiones. Se trata de una aproximación totalmente
válida, pero que, desde nuestro punto de vista, carece de la amplitud de miras necesaria
para entender los fenómenos religiosos en toda su plenitud. Así, un especialista en religión
egipcia, por ejemplo, interesado en la institución del sacerdocio, probablemente entenderá
mejor las singularidades del caso egipcio si conoce las manifestaciones análogas del
sacerdocio en otras religiones contemporáneas (o no contemporáneas). Es decir, que por
medio de la comparación sistemática de hechos religiosos análogos se puede llegar a una
comprensión más profunda de los mismos.
Esta idea en apariencia tan obvia pero que cada día pierde fuerza ante el auge
pavoroso de la especialización, fue el motor de los estudios religiosos que predominaron
hasta las décadas de los sesenta o setenta del siglo pasado, en dos formas básicas, a saber,
la de la fenomenología de la religión y la de la historia comparada de las religiones, que
vamos a intentar exponer y confrontar a través de los métodos de dos de las vacas sagradas
de los estudios de las religiones, esto es, Mircea Eliade y Raffaele Pettazzoni. La vocación
holística de estas disciplinas (si es que puede considerárselas disciplinas independientes
y no sólo métodos distintos de enfocar un mismo objeto), es decir, su voluntad de explicar
los hechos religiosos de una forma totalizadora que supere las perspectivas parciales y
llege a la enjundia de los mismos, les llevó a la práctica y depuración de un método
comparativo complejo bien distinto, como veremos, en ambas disciplinas.
Para empezar, puede llamar la atención la elección de Eliade como representante
del método fenomenológico. De hecho, él nunca se consideró a sí mismo un
fenomenólogo, pero, como tendré ocasión de demostrar, su concepción de la religión es
muy cercana a la de reconocidos fenomenólogos a los que el sabio rumano criticó
duramente como, por ejemplo, Gerard van der Leeuw. En efecto, Eliade hablaba de su
Eloy Hernández Silveira
método en términos de “morfología”, en cuanto que el fundamento de la comparación de
hechos religiosos se encuentra en su comunión bajo un arquetipo, bajo una forma o
estructura que reconcilia la disparidad de los hechos históricos empíricamente analizables
y diferenciados entre sí por los condicionantes culturales en los que se han originado1. El
origen de esta forma de entender el estudio de los hechos religiosos está profundamente
enraizada en una particular concepción de la religión y lo sagrado, de timbre
fenomenológico y claramente deudora de lo que poco antes había expuesto Rudolf Otto
en su ya clásica Das Heilige. Como el autor alemán, Eliade pensaba de forma apriorística
en la religión como una categoría sui generis irreductible y atemporal2, y por tanto
necesitada, o mejor, merecedora, de un disciplina autónoma que la estudie en y por sí
misma3. En efecto, Eliade consideraba que la posibilidad de comparar los hechos
religiosos radicaba, más que en cualquier otra cosa, en la universalidad de la experiencia
religiosa, es decir, en la semejanza fundamental de toda experiencia de lo trascendente
(concepción que probablemente toma de Nae Ionesco) basada en la unicidad de lo divino-
sagrado como categoría autónoma que necesariamente percibimos desde sus plurales
manifestaciones históricas4.
Pero como puede sugerirse de lo apuntado, el recurso a los hechos religiosos
históricos por parte de Eliade va a ser sólo secundario y con la finalidad de constatar con
los ejemplos la idea que ya previamente se había formado de los mismos y que depende
de su concepción del homo religiosus en contacto con la realidad transhistórica de lo
sagrado. No es necesario, en consecuencia, analizar los hechos en su contexto histórico
preciso y singular, sino que la comparación está totalmente abierta, pues la singularidad
de lo sagrado, por oposición ontológica a lo profano, determina la comparabilidad de
fenómenos históricamente incomparables. Así se observa, por ejemplo, en una de sus
mejores obras, El mito del eterno retorno. Allí argumenta que lo sagrado, esa realidad,
tremenda y fascinante había dicho ya Otto, frente a la que toda religión, cada una a su
manera, toma una determinada posición y está en una determinada relación, hace de todo
1 SPINETO, pp. 97-98. Por otra parte, vemos que algunas de sus obras hablan preferentemente, ya desde sus
títulos, de historia de las religiones, lo que se debe, en la mayoría de los casos, a criterios estrictamente
editoriales o a mera adecuación a los ambientes académicos del país de publicación. 2 VELASCO (2005) p. 230. Cf. BIANCHI 15. 3 PETTAZZONI p. 217. 4 Además de la unidad de lo divino, el primer Eliade, el de las obras anteriores a la guerra, postulaba
también, como explicación de la necesaria semejanza de la experiencia religiosa, la idea de un alma humana
común a todos los hombres, y, por ello, una igual recepción en la conversación hombre-sagrado que
representa la experiencia trascendente. Aunque luego lo considerará un “error metodológico”
Eloy Hernández Silveira
lo que no participa de ella una mera nada, transitoria y pasajera. El hombre arcaico, dice
Eliade, que tiende a lo sagrado, busca conferir una realidad a sus acciones y
padecimientos, al substraerlas del mero azar inexplicable. Lo sagrado es, pues, lo eterno
e inmutable, el Ser por antonomasia que se opone a la frágil precariedad del devenir. De
estas premisas extrae Eliade la conclusión de que el hombre arcaico (identificable sin
más, según nuestra opinión, con el homo religiosus, pues sus comportamientos, según
esta interpretación, se encontrarán también, aunque velados, en las experiencias religiosas
“no arcaicas”), instalado en este régimen ontológico de lo eterno, persigue una
asimilación al orden imperecedero, mítico, sagrado para él, que los ciclos de la naturaleza
manifiestan. Esta huida de lo temporal, ese “terror a la historia” de que habla Eliade, será
por tanto la motivación profunda de la hierofanía en cualquiera de sus versiones.
Eliade encuentra necesariamente un arquetipo en una serie creencias y rituales que
manifiesta el hombre arcaico, ya sea indistintamente en las religiones imperiales de
Mesopotamia o Egipto o en las religiones étnicas de la actualidad, pues la historia no es
lo importante, sino la pertenencia a un tipo. Todos los ejemplos son asimilables bajo un
mismo arquetipo que los subsumiría y que se fundamentaría, como hemos visto, en la
unidad de lo divino que se manifiesta en la historia, en el mundo profano5. Sin embargo,
tal posición no es en absoluto aceptable desde la perspectiva que afortunadamente se ha
generalizado en la actualidad y que reclama una labor crítica exhaustiva como requisito
de la comparación. Si se despeja nuestro horizonte de la concepción parateológica de lo
sagrado que observamos en la fenomenología, la posibilidad de una comparación
indiscriminada se desvanece, y se vuelve necesario analizar los fenómenos en su contexto
histórico y cultural, atender a su génesis y desarrollo y no entenderlos como un todo
inmutable e inconmovible al paso del tiempo. Los peligros de basar la comparación en
una supuesta universalidad de la experiencia de lo trascendente, de la hierofanía de lo
sagrado en el mundo inmanente por medio de la cual el homo religiosus da sentido a su
mundo, son enormes. Como señala Spineto6, desde este punto de vista el análisis de los
hechos históricos está previamente condicionado por el resultado que el propio Eliade
5 ELIADE, M. (1992)8, Lo sagrado y lo profano, p. 170: “Cualquiera que sea el contexto histórico en que
esté inmerso, el homo religiosus cree siempre que existe una realidad absoluta, que transciende este mundo,
pero que se manifiesta en él y, por eso mismo, lo santifica y lo hace real”. 6 SPINETO p. 107: “Dans le archetype, la structure que le chercheur construit est la meme structure à travers
laquelle les objets de son étude se présentent; la comparaison, enfin, est rendue posible par l´archétype, que
est en même temps le résultat de l´application de la méthode comparative. C´est à l´intérieur de ce cercle
herméneutique que le comparatisme éliadien est à considérer: un cercle herméneutique qui donne un sens
à la recherche d´Eliade et qui définit, en même temps, ses limites.
Eloy Hernández Silveira
presupone, por su adecuación a una estructura o arquetipo que, a fin de cuentas, ha
decidido su misma elección como ejemplos. Es decir, que el arquetipo precede a los
mismos hechos históricos concretos analizables empíricamente, del mismo modo y desde
el momento en que lo sagrado se concibe como un ente autónomo y transhistórico.
En el polo opuesto se sitúa la disciplina de historia de las religiones a la que Raffaele
Pettazzoni, a pesar de muchos obstáculos, consiguió otorgar un puesto no sólo en la
universidad italiana sino también por toda Europa gracias a su fama e influencia en el
terreno del estudio de las religiones7 (que culminaría con su presidencia de la Asociación
Internacional de historia de las religiones). Para conseguirlo tuvo que hacer frente a la
corriente filosófica imperante en la Italia del momento, esto es, al historicismo de nada
menos que Benedetto Croce, para el cual la idea de comparación histórica era un
oxímoron en sí misma, pues la historia es precisamente la expresión de la singularidad,
de la irreversibilidad del acontecer que no puede darse de nuevo y, por tanto, es
incomparable con cualquier otro hecho histórico. En este terreno intelectual nada propicio
para un intento como el suyo, Pettazzoni consigue hacerse un hueco y crear la cátedra de
historia de las religiones en la Universidad de la Sapienza, desde la que impartirá
magisterio de forma continuada casi hasta su muerte.
La disciplina que funda Pettazzoni comparte con la fenomenología imperante en el
resto de Europa esa voluntad holística mencionada y, con ello, una alta valoración de la
comparación como medio para la comprensión global de los fenómenos. También
defiende Pettazzoni la singularidad de los hechos religiosos y, por tanto, la pertinencia de
una ciencia de estudio autónoma, que sería la historia de las religiones, no reductible a la
filología o a la arqueología. Ahora bien, y esto es de especial importancia, la historia
comparada de las religiones que encabeza Petazzoni parte de una autonomía sólo relativa
de los hechos religiosos en relación con las otras formas culturales8, por lo que reniega
del estudio de los hechos religiosos en sí mismos9, enfatizando, en cambio, su carácter
histórico y la necesidad imperante de entenderlos, por ello, como productos de la historia
con un origen y un desarrollo determinados que los acercan o los alejan de otros productos
religiosos aparentemente análogos. Esta concepción se resume magníficamente en la
7 Cf. SALVATORELLI p. 2. 8 PETTAZZONI p. 216: “The history of religion therefore studies religious data in their historical connections
not only with other religious data but also with those which are not religious, whether literary, artistic,
social or what not”. 9 Compárese con la autonomía absoluta de la religión propugnada por Eliade y basada en la concepción de
lo sagrado como realidad transcendente independiente del hombre.
Eloy Hernández Silveira
famosa frase que acuñó el propio Pettazzoni: “todo phainomenon es un genomenon”. Su
oposición a la aproximación fenomenológica queda patente con esta máxima tan
contundente en la que se expresa la imposibilidad de concebir y comprender los
fenómenos (religiosos, entiéndase) sin atender a ellos como productos históricos, como
genomena (del griego gígnomai “nacer, ser”), es decir, como fenómenos surgidos en un
momento y en unas circunstancias socioculturales determinadas. Sólo la comparación que
tenga en cuenta el contexto histórico en el que surgen los hechos religiosos, cómo ha sido
su desarrollo desde su aparición y bajo qué circunstancias se ha producido dicho
desarrollo, podrá llegar a una correcta intelección de los fenómenos religiosos y discernir
escrupulosamente las analogías ilusorias de las esenciales, evitando el riesgo de atribuir
a un fenómeno un significado incorrecto precipitado por la analogía aparente con otro
hecho distinto10.
A pesar de su oposición de fondo a la fenomenología de las religiones, en sus
publicaciones dedicadas al método ésta nunca es demasiado explícita e intenta, en
cambio, conciliar ambas posturas sobre la base de que no son, o no deberían ser, dos
ciencias irreconciliables, sino dos caminos que acaban encontrándose motivados por el
mismo objeto de estudio11. Sin embargo, en mi opinión, y aunque Pettazzoni no expusiese
nunca de forma rigurosa e in extenso el método a seguir en esta disciplina suya (sino que
fue configurándolo y puliéndolo a lo largo de sus obras), la antihistoricidad declarada del
método fenomenológico hace irreconciliables ambas posturas. Sólo hay una manera de
conciliar ambas y es desde la perspectiva de aquellos que intentando privilegiar la
fenomenología sobre la perspectiva histórica, hacen de ésta última una suerte de ciencia
propedéutica previa a la verdaderamente fructífera investigación, la de la fenomenología,
que desvelaría las estructuras esenciales compartidas por la variedad de determinados
fenómenos religiosos. Ahora bien, no podemos sino oponernos a una visión tan
reduccionista, que entiende la historia de las religiones como la primera aproximación
descriptiva de las religiones particulares, sin dar el paso siguiente del análisis y la
interpretación comparativos que quedaría reservado para los fenomenólogos12. Tal
10 PETTAZZONI, p. 216: “Does not phenomenological judgment (Verstehen) run a risk on occasion of
ascribing a like meaning to phenomena whose likeness is nothing but the illusory reflexion from a
convergence of developments different in their essence; or, on the contrary, of not grasping the similar
meaning of certain phenomena whose real likeness in kind is hidden under an apparent and purely external
dissimilarity? 11 BLEEKER p. 37 refiriéndose a las palabras de PETTAZZONI en pp. 217-219. 12 Así BLEEKER p. 52: “In my opinión you can only study history of religion fruitfully if you apply this
method of phenomenology of religions, that means that you try to find the religious value, the structure, the
Eloy Hernández Silveira
concepción, en efecto, no hace honor a la verdad, pues precisamente el mayor mérito de
la Escuela Romana de historia de las religiones ha sido, al menos hasta la muerte de
Angelo Brelich, su vocación generalista y comparativa constatada de forma excepcional,
por ejemplo, en los estudios de Pettazzoni sobre L´onniscienza di Dio o La confessione
dei peccati.
Como se ha intentado demostrar, la búsqueda eidética pretendida por la
fenomenología es imposible desde los presupuestos antihistóricos desde los que parte. Si
bien las ciencias humanas no son ciencias exactas, la polaridad existente entre ambos
métodos y sus resultados supondría la existencia incompatible e irreductible de un
significado histórico de los fenómenos y de otro significado fenomenológico. Pero
mientras el método histórico encuentra en la comparación ese significado supraindividual
respetando siempre el sentido histórico de cada hecho concreto, la fenomenología
renuncia de principio a toda pretensión de historicidad en busca de un significado
“superior”, el de la experiencia interior incontestable. Que cada uno juzgue por sí mismo
la validez de cada método. El curso de los estudios religiosos en los últimos años prueba
ya cuál es la disciplina triunfante.
essence of the phenomena. Las palabras de WIDENGREN p. 14 reflejan una postura semejante de la
fenomenología como culminación de la aproximación histórico-crítica: “La méthode phénoménologique,
en se basant sur la philologie et la méthode comparative, comprend donc les stades suivants: 1. Description
des faits [que sería la labor reservada a la historia-filología]. 2. Arrangement des faits dans un ordre
systématique. 3. Interprétation des faits pour en comprendre la signification. 4. Essai d´étabilir un type, une
structure, un mécanisme, sans en aucune manière violer les faits historiques, mais aussi sans confondre
phénoménologie et histoire.
Eloy Hernández Silveira
BIBLIOGRAFÍA
BIANCHI, U. (1972), “The definition of Religion: On the Methodology of Historical-
Comparative Research”, en Bianchi, Bleeker y Bausani (eds.), Problems and methods of
the history of religions, Leiden, Brill.
BLEEKER, C. J. (1972), “The Contribution of the Phenomenology of Religion to the Study
of the History of Religions”, en Bianchi, Bleeker y Bausani (eds.), Problems and methods
of the history of religions, Leiden, Brill.
DÍEZ DE VELASCO, F. (2005), La historia de las religiones: métodos y perspectivas,
Madrid, Akal.
― (2006) “Religión y fenomenología: aproximaciones y críticas”, en Mª C. Marín
Ceballos y J. San Bernardino Coronil (eds.), Teoría de la historia de las religiones: las
escuelas recientes, Sevilla, Universidad de Sevilla.
ELIADE, M. (1992)8, Lo sagrado y lo profano, Barcelona, Labor.
― (2011)3, El mito del eterno retorno, Madrid, Alianza.
PETTAZZONI, R. (1954), Essays on the history of relgions, Leiden, Brill.
SALVATORELLI, L. (1972), “La personalitá morale di Raffaele Pettazzoni”, en Bianchi,
Bleeker y Bausani (eds.), Problems and methods of the history of religions, Leiden, Brill.
SEGAL, R. A. (2001), “In defense of the comparative method”, Numen 48, fasc. 3, 339-
373.
SMITH, J. Z. (2001), “A twice-told tale: the history of the history of religion´s history”,
Numen 48, fasc. 2, 131-146.
SPINETO, N. (1997), “Le comparatisme de Mircea Eliade”, en F. Boespflug y F. Dunand
(eds.), Le comparatisme en histoire des religions, Paris, Cerf.
WIDENGREN, G. (1972), “Le méthode comparative: entre philologie et phénoménologie”,
en Bianchi, Bleeker y Bausani (eds.), Problems and methods of the history of religions,
Leiden, Brill.
Eloy Hernández Silveira.