el comité nacionalista de jalisco. un análisis...

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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA Unidad Azcapotzalco División de Ciencias Sociales y Humanidades Posgrado en Historiografía _______________________________________________________ El Comité Nacionalista de Jalisco. Un análisis historiográfico T E S I S Que para obtener el grado de: MAESTRA EN HISTORIOGRAFÍA Presenta: AÍDA SOFÍA PADILLA SANTA CRUZ Directora de tesis: Mtra. Carmen Imelda Valdés Vega Esta investigación fue realizada gracias al apoyo y patrocinio económico del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) Ciudad de México, Septiembre 2017.

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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA

Unidad Azcapotzalco

División de Ciencias Sociales y Humanidades

Posgrado en Historiografía

_______________________________________________________

El Comité Nacionalista de Jalisco.

Un análisis historiográfico

T E S I S

Que para obtener el grado de:

MAESTRA EN HISTORIOGRAFÍA

Presenta:

AÍDA SOFÍA PADILLA SANTA CRUZ

Directora de tesis:

Mtra. Carmen Imelda Valdés Vega

Esta investigación fue realizada gracias al apoyo y patrocinio económico del

Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt)

Ciudad de México, Septiembre 2017.

El Comité Nacionalista de Jalisco. Un análisis historiográfico

Índice

Introducción .......................................................................................................................... 1

Capítulo I. De derechas, nacionalismos y xenofobias. Un problema de identidad-

alteridad ............................................................................................................................... 10

El Comité Nacionalista de Jalisco y su conformación in-group ....................................... 23

Capítulo II. El discurso del Comité Nacionalista de Jalisco .......................................... 29

Categorías conceptuales .................................................................................................... 30

a) Nación y patria ....................................................................................................... 30

b) Raza: extranjeros indeseables ................................................................................ 40

c) Estereotipos y conceptos de enemigo .................................................................... 43

Capítulo III. La alteridad judía......................................................................................... 48

La comunidad judía de México ......................................................................................... 48

Los prejuicios y su impacto discursivo ............................................................................ 55

Conclusiones ........................................................................................................................ 66

Fuentes ................................................................................................................................ 71

Anexos .................................................................................................................................. 82

1

Introducción

La presente investigación parte de la inquietud por entender el surgimiento de un comité en

Guadalajara con un discurso antisemita y patriótico en aras de un proyecto y una campaña

nacionalista a principios de los años treinta, que proclamaba la protección de lo propio y

aquello que constituía la “esencia” de la mexicanidad.

El 8 de julio de 1932, el Comité Nacionalista de Jalisco difundió sus propósitos a

través de un desplegado de toda una plana en El Informador, el diario más importante del

occidente del país para la primera mitad del siglo XX. Después de su fundación, el 26 de

mayo del mismo año, fue la primera manifestación pública que hizo el Comité dirigida “al

pueblo de Jalisco” para exponer sus propósitos en defensa de la patria y la raza mexicana

frente a los judíos. En ella advirtió vigorosamente que “ante la saña judía, sucumbirá la

raza.” Días después, el 15 de julio, el Comité hizo una invitación en el mismo diario a todos

los tapatíos para participar “por patriotismo y por espíritu de justicia y de conservación” en

la “Gran Manifestación Nacionalista”, organizada con el fin de pedir la salida de los

extranjeros indeseables del Estado de Jalisco.

En un horizonte epocal donde el mestizaje se aceptó como ideología oficial de

Estado, donde las políticas migratorias categorizaban la deseabilidad o indeseabilidad de las

razas, y donde se promovió una fuerte Campaña Nacionalista para proteger al trabajador y

el comerciante mexicano; el discurso del Comité Nacionalista de Jalisco no parece ser

desatinado. Empero, esta investigación no busca solamente entender la configuración

2

sociohistórica y discursiva del Comité como reflejo de su contexto,1 que desde luego otorga

sentido a la enunciación del discurso; sino la comprensión de una problemática

historiográfica más amplia: el problema de la identidad y su “alter ego”, la alteridad.

El discurso del Comité Nacionalista de Jalisco está permeado por una serie de

conceptos y valores mediante los cuales se expresaron distintas experiencias identitarias

que dieron sentido a lo “propio” y al mismo tiempo categorizaron al “otro”. Es así que esta

investigación tiene como objeto realizar un análisis discursivo mediante aquellas categorías

conceptuales que reflejan la identidad-alteridad, esto es, cómo se construyó a sí mismo el

Comité a través de un discurso que aseguraba la pertenencia de sus miembros y su

continuidad grupal a través de la exclusión del judío en un entorno nacionalista que lo

legitimaba.

Cabría agregar que los conceptos además de reflejar los valores y procesos

fundamentales de una época, también pueden ser estudiados en relación con las expresiones

identitarias experimentadas o que se espera se experimenten de acuerdo con los anhelos o

miedos de quien los utiliza. Es aquí donde la historia conceptual se vincula con los espacios

de experiencia y horizontes de expectativa koselleckianos2 que enlazan los distintos

tiempos históricos. Para el Comité Nacionalista de Jalisco la patria y la nacionalidad

1 Para Silvia Pappe, el contexto histórico como “certeza del conocimiento” y como solución práctica a la que

recurren los historiadores para situar y comprender su objeto de estudio termina siendo una construcción

discursiva, es decir, una ilusión. En sus propias palabras: “El contexto histórico específico es aquella parte de

este conocimiento que se relaciona aparentemente en forma directa con el objeto de estudio, y con lo que lo

acerca a la ilusión de realidad, de pasado, de hechos, de certeza.” Ver Silvia Pappe, “El contexto como ilusión

metodológica,” en Reflexiones en torno a la historiografía contemporánea. Objetos, fuentes y usos del

pasado, coords. José Ronzón y Saúl Jerónimo, Serie Historia/Historiografía (México: UAM-Azcapotzalco,

2002), 33. 2 El espacio de experiencia se refiere a las experiencias que las colectividades reúnen para orientar sus

acciones, y el horizonte de expectativa, a las posibilidades que plantean las aspiraciones o deseos. Son

categorías del pasado en el presente, y del futuro visualizado en el presente, respectivamente, que guían el

sentido por el cual se puede entender y cohesionar la forma en cómo los grupos sociales se relacionan con su

tiempo. Reinhart Koselleck, Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos (Barcelona: Paidós,

1993).

3

representaban esos “vínculos sagrados” que se comparten a través de un pasado común, es

decir, un pasado hispano-indígena que se proyectó en la defensa de lo propio. A esto se

sumó las secuelas de la lucha revolucionaria y de una fuerte crisis económica, desatando

una suerte de miedos y paranoias xenófobas que se convirtieron en la causa y esfuerzo del

Comité para expulsar a los judíos del país.

La alusión a los judíos como objeto de exclusión, me llevó en la investigación a

contemplar su propia conformación identitaria y los imaginarios que han girado en torno a

ellos. Las características culturales, grupales y religiosas de este grupo étnico no eran

compatibles con las de los mexicanos, sobre todo en un entorno nacionalista que pugnaba

por lo mestizo. Desde su llegada al país en los años veinte con las oleadas migratorias, los

judíos –obligados a salir de sus países de origen por las distintas circunstancias

sociopolíticas imperantes en Europa– se convirtieron tanto para el Estado mexicano como

para ciertos grupos nacionalistas-xenófobos en una “amenaza” y un “problema” por sus

supuestas características psicológicas y morales así como por el tipo de actividades a las

que se dedicaban.

A la difusión de prejuicios y estigmas raciales se sumó la idea inherente del otro, es

decir, del extranjero ajeno a lo propio. El Comité Nacionalista de Jalisco percibió a los

judíos a través de una imagen de extranjería permanente y carente de vínculos, y que

además, ese extrañamiento los convertía en una amenaza a su propia identidad-integridad y

la de la nación.3 El judío encarna la alteridad por antonomasia.4

3 Judit Bokser, “El antisemitismo: recurrencias y cambios históricos,” Revista Mexicana de Ciencias Políticas

y Sociales XLIV, no. 182-183 (2001): 103-115. 4 Pablo Yankelevich, “Judeofobia y revolución en México,” en Inmigración y racismo: contribuciones a la

historia de los extranjeros en México, coord. Pablo Yankelevich (México: El Colegio de México-Centro de

Estudios Históricos, 2015), 198.

4

A partir de lo anterior, planteo algunas preguntas eje: ¿en qué sentido la patria y la

nación actuaron como elementos identitarios de lo “propio” y como recursos legitimadores

para la exclusión del “otro”?; en tanto que el nacionalismo asumido por el Comité implicó

la exclusión de todos aquellos que no formaban parte de lo propio, ¿hasta qué nivel los

judíos actuaron como un calificador de identidades, proyectando experiencias pasadas,

expectativas, miedos e imaginarios?; y ¿de qué se nutrieron las representaciones sobre los

judíos vertidas en el discurso del Comité Nacionalista de Jalisco?.

Cabe hacer dos aclaraciones. Pese a que el objeto de estudio remite a una región en

particular –Jalisco– que determina y condiciona ciertos rasgos identitarios y de

enunciación, así como a una clase social específica de empresarios; no pretendo posicionar

esta investigación dentro de una historiografía local5 y el análisis de redes económicas y de

poder. Por el contrario, busca entender cómo el Comité Nacionalista obra y se concibe en

función de un espacio simbólico: la patria. Es importante mencionar que el Comité no habla

de una “Patria chica”6 como he localizado en otros comités para la misma localidad, en

especial el Comité Pro-Industria. El espacio simbólico representa entonces, aquellos

vínculos históricos, afectivos, legales y étnicos que otorgan identidad y sentimiento de

pertenencia a los individuos y grupos. En el México posrevolucionario, estos vínculos se

expresaron en la ideología mestiza como forma de alcanzar una identidad cultural y étnica

homogénea.

Por otra parte, aclarar que el surgimiento del Comité Nacionalista de Jalisco no es

un caso aislado. Alicia Gojman de Backal identifica alrededor de 50 grupos con discursos

5 Uso el término de “local” y no de “regional” porque el Comité Nacionalista de Jalisco es un movimiento

urbano, de la ciudad de Guadalajara. Hablar de región implicaría incorporar otras áreas como es el Bajío. 6 Según el Diccionario de la lengua española, la patria chica es: “Lugar, pueblo, ciudad o región en que se ha

nacido.” Real Academia Española, Diccionario de la lengua española, 23a ed. (2014).

5

nacionalistas y xenófobos en todo el país para la década de los treinta.7 Tomar como caso

particular a este comité local permite entender los discursos y expresiones nacionalistas y

racistas como principio dominante de una época8 que posibilitó y legitimó, evidentemente,

la aparición de esta gran cantidad de agrupaciones. La xenofobia, empero, no sólo se

manifestó en los judíos. Muchos de los extranjeros considerados “no deseables” –categoría

que valoraba ciertos grupos inmigrantes como amenazas a la unidad cultural y biológica de

las sociedades receptoras– como los chinos, gitanos, japoneses y africanos;9 también fueron

grupos étnicos discriminados. El caso chino es un buen ejemplo de ello. Al igual que los

judíos, los chinos fueron blanco de acoso y lucha por parte del Estado y de comités racistas

para expulsarlos del país, especialmente en el norte. No obstante, los chinos vivieron una

experiencia previa que marcaría su proceso migratorio en México: la masacre de 1911 en

Torreón.10 El genocidio es el grado más extremo al que puede llegar el racismo.

De igual forma, a pesar de que el Estado tomó como ideología oficial el mestizaje y

trató de incluir a los indígenas en el proyecto de nación –aunque abandonaran su cultura e

identidad–, excluyó a todos los “indios rebeldes” que no quisieran, o no pudieran, formar

parte de este proceso de fusión racial y construcción nacional. Desde esta postura, se tratase

7 Alicia Gojman de Backal, Camisas, escudos y desfiles militares. Los dorados y el antisemitismo en México

(1934-1940), Sección de Obras de Historia (México: FCE, UNAM, 2000), 174-175. 8 Todo discurso está determinado por marcas culturales y recursos conceptuales empleados a través de los

cuales una sociedad indaga. Ver Silvia Pappe, “El concepto de principio dominante en la historiografía

crítica,” en Política, identidad y narración, coord. Gustavo Leyva (México: UAM, CONACyT, Porrúa,

2003). 9 David Scott FitzGerald y David Cook-Martín, “Elegir a la población: leyes de inmigración y racismo en el

continente americano,” en Inmigración y racismo: contribuciones a la historia de los extranjeros en México,

coord. Pablo Yankelevich (México: El Colegio de México-Centro de Estudios Históricos, 2015), 45. 10 Para el caso chino ver José Jorge Gómez Izquierdo, El movimiento antichino en México (1871-1934):

problemas del racismo y del nacionalismo durante la Revolución Mexicana, Colección Divulgación (México:

INAH, 1992) y Catalina Velázquez Morales, Los inmigrantes chinos en Baja California 1920-1937

(Mexicali, Baja California: UABC, 2000).

6

de las categorías de indios rebeldes o de razas indeseables, eran “obstáculos” a la

conformación de la nación homogénea y por tanto enemigos de la patria.11

Corpus documental

Los discursos analizados en la investigación son en su mayoría, notas y desplegados

periodísticos. A continuación enlisto y describo el corpus documental de la tesis clasificado

de acuerdo a su naturaleza:

1. Discursos firmados por el propio Comité:

a) Cartas o comunicaciones. Carta localizada en el Archivo Histórico de Jalisco

(AHJ) donde el Comité dicta sus tendencias fundamentales a fin de solicitar el

apoyo tanto moral como económico de la Cámara Agrícola Nacional Jalisciense.

Esta carta es respondida afirmativamente.

b) Inserciones pagadas en El Informador. Se han localizado dos: la “Declaración

de sus propósitos” que es la primera manifestación pública que hace el Comité

después de su fundación, dirigida “al pueblo de Jalisco” para exponer sus

propósitos en defensa de la patria y la raza mexicana frente a los judíos; y su

invitación a todos los tapatíos para participar en la “Gran Manifestación

Nacionalista”, organizada con el fin de pedir la salida de los extranjeros

indeseables del Estado de Jalisco.

2. Notas periodísticas informativas El Informador:12

11 Federico Navarrete, Las relaciones interétnicas en México, Colección La pluralidad cultural en México,

núm. 3 (México: UNAM, 2004), 94. 12 Las notas informativas también pueden expresar o contener la posición ideológica del Comité.

7

a) Notas alusivas al Comité Nacionalista de Jalisco. Se trata de tres notas que

relatan la fundación del Comité, los adeptos que iba ganando conforme a su

labor, y sobre la manifestación nacionalista que organizó.

b) Notas alusivas a los miembros directivos del Comité. Diversas notas sobre la

participación de sus fundadores Ramiro Magaña y Gilberto Moreno Castañeda

en variados actos sociales, que indican sus redes comerciales e industriales.

3. Notas periodísticas editoriales El Informador.13 Se ha localizado en el mismo diario

una nota en la “Sección editorial” referente a la “Gran Manifestación Nacionalista”

organizada por el Comité.

Los documentos firmados por el Comité Nacionalista de Jalisco corresponden

únicamente al año de 1932, periodo en que se fundó este grupo y año crucial en la Campaña

Nacionalista impulsada por el efímero gobierno de Pascual Ortiz Rubio (1930-1932). No

localicé discursos previos ni posteriores a esta fecha. Entonces, ¿cómo deducir la

durabilidad del Comité?. La durabilidad del comité local se puede inferir por el estado

general de los diversos comités nacionalistas xenófobos en el país para la época, y las

situaciones que los llevó a claudicar. Hay dos respuestas al respecto: 1) los grupos radicales

fueron estrictamente una reacción contra la revolución y posteriormente contra la crisis, y

“tuvieron un escaso margen para construir una ideología alternativa frente a la amplitud de

la ideología de la revolución mexicana;”14 2) con la política cardenista, esto es, el

establecimiento de la reforma agraria, el anticlericalismo, la reforma al artículo tercero y el

13 La importancia de las notas editoriales radica en dos cuestiones. Por un lado, la importancia de un evento o

suceso en tanto que lo que tiene relevancia inmediata se envía a la sección editorial; y por el otro, las posibles

lecturas que pueda tener ese evento o suceso. 14 Nicolás Cárdenas García, “La extrema derecha en México (1920-1940): De la beligerancia al compromiso,”

Argumentos 21 (diciembre 1994): 38.

8

sindicalismo; los intereses de clase de los comités nacionalistas xenófobos quedaron

marginados dentro del proyecto nacional. Inclusive, estas agrupaciones fueron condenadas

por el gobierno cardenista.

Estructura de la tesis

La tesis está estructurada en tres capítulos que a continuación describo:

Capítulo I. Consiste en la ubicación historiográfica y espacio-temporal del Comité

Nacionalista de Jalisco. Este capítulo gira en torno al estado del arte en general, en

un primer momento sobre el lugar del Comité dentro del universo conceptual de la

derecha: ¿por qué a estas agrupaciones se les ha ubicado dentro de este campo?,

¿qué estudios se identifican al respecto?, ¿desde qué mirada disciplinar, teórica y

metodológica se han realizado dichos estudios?. En segundo término, la discusión

teórica sobre la identidad-alteridad que constituye el problema historiográfico en el

discurso del Comité Nacionalista de Jalisco.

Capítulo II. Aquí se expone la mayor parte del análisis discursivo del corpus

documental a través de tres categorías conceptuales: 1) patria y nación, 2) raza y

extranjeros indeseables, y 3) conceptos de enemigo. Estas categorías reflejan la

construcción de una identidad a partir de vínculos con los imaginarios nacionalistas

de la época como forma de conservar los intereses identitarios y argumentar la

exclusión de los judíos.

Capítulo III. Este capítulo sitúa aspectos de la identidad-alteridad judía y el lugar

social de su comunidad con dos objetivos: por un lado, trazar cuáles eran las

circunstancias que vivían los judíos en el periodo u horizonte en que el Comité

9

Nacionalista de Jalisco emitió su discurso; y por el otro, entender por qué o con base

en qué el comité local representó a los judíos de forma discriminatoria.

10

Capítulo I. De derechas, nacionalismos y xenofobias. Un problema de identidad-

alteridad

Al realizar la búsqueda y revisión de textos referentes al Comité Nacionalista de Jalisco, mi

objeto de estudio, me di cuenta que no podía eludir el enfoque y eje conceptual desde el

cual se han abordado los estudios en relación a los movimientos nacionalistas y xenófobos:

el campo político de la “derecha”. Naturalmente, este espectro conceptual resulta ser una

ruta que pocas definiciones concretas brinda y que, como todo campo semántico, genera

más preguntas que respuestas. En este sentido, la revisión de los distintos estudios

realizados para el periodo de análisis, años treinta, me ha permitido plantear algunos

problemas historiográficos –a la vez que aclaraciones– y ubicar mi investigación dentro de

determinadas coordenadas tanto semánticas como temáticas.

En primer lugar, diría que la derecha representa por sí misma un problema

historiográfico en lo que a su amplitud y definición conceptual se refiere. Resulta muy

complejo precisar el significado del término derecha pues en él se hace referencia a la

derecha, la ultraderecha y el conservadurismo de manera indistinta. El ir y venir entre estos

distintos términos me sugirió que hay una línea muy delgada entre cada uno y que esta

ambigüedad supera los objetivos propuestos en la investigación, pues como bien señala

David Castillo: “Cada uno de estos términos tiene su propia trayectoria y carga simbólica,

lo que parece conducir a quien busca definiciones exactas y acabadas de estos términos, a

un laberinto sin aparente salida.”1 Por otra parte, señalaría que la derecha mexicana no

puede ser una. Según Soledad Loaeza, a pesar de las visiones monolíticas de la reacción

1 David Benjamín Castillo Murillo, “A la extrema derecha del conservadurismo mexicano: El caso de

Salvador Abascal y Salvador Borrego,” (Tesis de Doctorado, UAM-Azcapotzalco, 2012), 20.

11

mexicana, después de la revolución se observa una sociedad desarticulada que genera un

proceso de pluralización social2 en el que los diversos grupos sociales exigían ser parte de

la dinámica nacional. De esta forma, no se puede usar indistintamente el concepto de

derecha en tanto que pueden caber en él agrupaciones religiosas, empresariales,

intelectuales o políticas. Al respecto, Loaeza dice:

Dentro de la imaginería política mexicana la derecha es una nebulosa en la que se entremezclan toda

suerte de males: contrarrevolucionarios emboscados, nostálgicos del porfiriato, empresarios,

católicos militantes, el eje Vaticano-Washington, fantasmagóricos coroneles golpistas, amas de casa

irritadas por la inflación, campesinos fanáticos, poblanos, regiomontanos, provocadores disfrazados

de comunistas y de columnistas y otras quimeras.3

Ante a esta heterogeneidad de grupos sociales surgidos en el periodo

posrevolucionario, distintos autores han tratado de definir y clasificar aquellos sectores que,

desde intereses muy particulares,4 se convirtieron en verdaderos grupos beligerantes.

Muchos de estos grupos estaban conformados por individuos afectados por el mismo

movimiento revolucionario que se convertirían posteriormente en los estratos medios de la

sociedad.5 Miguel Abruch Linder, Hugh Campbell, Nicolás Cárdenas García, Víctor Muñoz

Patraca, Ricardo Pérez Montfort, Octavio Rodríguez Araujo y Patricia Valles coinciden

efectivamente que la derecha surgió como una reacción a los cambios políticos,

2 Soledad Loaeza, “Conservar es hacer patria: (la derecha y el conservadurismo mexicano en el siglo XX),”

Nexos 64 (abril 1983), consultado el 28 de marzo, 2016, doi: http://www.nexos.com.mx/?p=4172. 3 Loaeza, “Conservar es hacer patria.” 4 Octavio Rodríguez Araujo señala que los impulsos derechistas para hacer valer sus postulados pueden ser

por intereses personales o por razones ideológicas. Octavio Rodríguez Araujo, Derechas y ultraderechas en

México, Col. Política y Sociedad (México: Orfila, 2013), 15. 5 La investigación realizada por Soledad Loaeza sobre las clases medias en México refiere que en el periodo

posrevolucionario “el discurso oficial acusó a las clases medias de ser remanentes del Antiguo Régimen, y se

redujeron considerablemente las ventajas asociadas con la pertenencia a ese grupo social, entre otras razones

porque éste fue excluido en gran medida del poder.” Soledad Loaeza, Clases medias y política en México. La

querella escolar, 1959-1963 (México: El Colegio de México, 1988).

12

económicos y sociales emanados de la revolución, vistos como una amenaza al statu quo.6

Sin embargo, la derecha posrevolucionaria poco se dedicó a construir una ideología

alternativa que cobrara mayor fuerza frente a la hegemonía ideológica de la revolución

mexicana, que hasta los años noventa se desmantelaría7 en aras de una dinámica neoliberal.

Siguiendo a los autores mencionados, la derecha de los años treinta se fundamentó y

caracterizó principalmente por su: a) nacionalismo exacerbado, b) xenofobia y

antisemitismo, c) anticomunismo, d) clericalismo, e) exaltación de la raza, f) defensa de los

intereses de clase, g) moralismo, h) tradición y amor a la familia.8 Desde luego, algunos

grupos asumían o se identificaban más con ciertas posturas, por lo que la derecha ha sido

clasificada en la historiografía tradicional en dos amplias ramas, a saber, la religiosa y la

secular. No obstante, dentro de la producción historiográfica sobre la derecha que

identifiqué entre 1976 y 2013, acaso es el texto de Roger Bartra9 y los ya citados estudios

de Cárdenas García y Rodríguez Araujo que matizan con mayor claridad lo anterior. De las

distintas vertientes señaladas por dichos autores, retomo aquí tres que a grandes rasgos

pudieran denominarse como una derecha católica, una anticardenista y una nacionalista-

6 Miguel Abruch Linder, “La derecha en México: Lineamientos para su estudio,” Multidisciplina 6, no. 6

(enero-marzo 1982): 84. Hugh G. Campbell, La derecha radical en México, 1929-1949, SepSetentas, 276

(México: SEP, 1976), 8. Cárdenas García, “La extrema derecha en México (1920-1940),” 38. Víctor Manuel

Muñoz Patraca, “La derecha en el México post-revolucionario: una propuesta de caracterización,” Estudios

Políticos 24 (septiembre-diciembre 2011): 12-13. Ricardo Pérez Montfort, “Por la patria y por la raza”. La

derecha secular en el sexenio de Lázaro Cárdenas, Col. Seminarios (México: UNAM-Facultad de Filosofía y

Letras, 1993), 42. Rodríguez Araujo, Derechas y ultraderechas en México, 11. Patricia Valles, “La derecha

radical,” en Movimientos sociales 1929-1940, coord. Laura Patricia Romero, Tomo V (Guadalajara, Jalisco:

Gobierno del Estado de Jalisco, Universidad de Guadalajara, 1988), 217. 7 Cárdenas García, “La extrema derecha en México (1920-1940),” 38. Margarita Carbó, “Derecha e izquierda.

La difícil adecuación mexicana de la teoría a la realidad,” Estudios Parlamentarios del Congreso (septiembre-

octubre 1997): 31. 8 En este punto agregaría el texto de Alicia Gojman Goldberg, “La xenofobia en la prensa de derecha en

México 1930-1945,” Revista de la Universidad de México 434 (marzo 1987): 28. 9 Roger Bartra, “Viaje al centro de la derecha,” Nexos 64 (abril 1983), consultado el 9 de febrero, 2017, doi:

http://www.nexos.com.mx/?p=4177.

13

xenófoba. A continuación expongo tanto sus principales organizaciones como los estudios

que se han aproximado a ellas:

1. Vertiente católica. Si bien el antilaicismo posrevolucionario podría rastrearse en la

oposición a la Constitución de 1917 y el movimiento cristero entre 1926-1929, para

los años treinta es sin duda alguna el Sinarquismo la organización política-católica

más conocida y la que más estudiosos ha generado. Entre ellos cabe destacar los

trabajos de Jean Meyer, Hugh H. Campbell, Rubén Aguilar y Guillermo Zermeño,

Leonor Ludlow, Manuel Rodríguez Lapuente y Pablo Serrano Álvarez.10

2. Vertiente anticardenista. La mayoría de los estudios identifican la proliferación de

grupos de derecha para el periodo cardenista dado su reformismo revolucionario.

Las políticas públicas de Cárdenas no tardaron en generar diversas reacciones en los

estratos medios de la sociedad, por lo que algunos autores inclusive, han preferido

nombrarla simplemente como “oposición”.11 La organización más emblemática es

el Partido Acción Nacional, que al igual que la Unión Nacional Sinarquista, ha

10 Véase Jean Meyer, El Sinarquismo, ¿un fascismo mexicano? 1937-1947 (México: Editorial Joaquín Mortiz,

1975). Campbell, La derecha radical en México. Rubén Aguilar y Guillermo Zermeño, Religión, política y

sociedad. El sinarquismo y la iglesia en México (México: Universidad Iberoamericana, 1992). Leonor

Ludlow, “Formación de una disidencia: el nacimiento de la Unión Nacional Sinarquista y el Partido Acción

Nacional,” Estudios Políticos nueva época 8 (julio-septiembre 1989). Manuel Rodríguez Lapuente, “El

sinarquismo y Acción Nacional: las afinidades conflictivas,” Foro Internacional 29, núm. 3 (enero-marzo

1989). Pablo Serrano Álvarez, La batalla del espíritu: el movimiento sinarquista en El Bajío, 1932-1951

(México: Conaculta, 1992). Para estudios más recientes al respecto véase: Jean Meyer, El sinarquismo, el

cardenismo y la iglesia: 1937-1947 (México: Tusquets Editores, 2003) y José Gustavo González Flores, “Los

motivos del sinarquista. La organización y la ideología de la Unión Nacional Sinarquista,” Culturales 3, núm.

1 (enero-junio 2015). 11 Véase Javier Garciadiego, “La oposición conservadora y de las clases medias al cardenismo,” Istor 6, núm.

25 (2006). Martha Loyo, “Las oposiciones al cardenismo,” en El Cardenismo, 1932-1940, coord. Samuel

León y González, Colección Historia, Serie Historia Crítica de las Modernizaciones en México, 5 (México:

CIDE, INEHRM, Conaculta, FCE, Fundación Cultural de la Ciudad de México, 2010). Ricardo Pérez

Montfort, “Cárdenas y la oposición secular,” en Los empresarios alemanes, el Tercer Reich y la oposición de

derecha a Cárdenas. Tomo II, Brígida Von Mentz et al., Miguel Othón de Mendizábal, 12 (México: CIESAS,

SEP, 1988). Elisa Servín, La oposición política. Otra cara del siglo XX mexicano, Colección Historia, Serie

Herramientas para la Historia (México: FCE, CIDE, 2006).

14

generado mucho interés en las investigaciones sobre la derecha.12 También cabe

destacar el estudio del Partido Revolucionario Anticomunista y la Confederación de

Clase Media que agrupaba, a su vez, otras asociaciones.13

3. Vertiente nacionalista y xenófoba. Es esta vertiente de la derecha la que me interesa

particularmente porque son las dos tradiciones que más simbolizan al Comité

Nacionalista de Jalisco. El discurso nacionalista por un lado, y su discurso

antisemita por el otro. Se trata de una de las vertientes más “defensivas” de la

derecha por su conformación comercial-empresarial y por su legitimación en el

proyecto nacional. Posiblemente, una de las cuestiones que más la distingue de las

otras dos vertientes es que nunca llegó a constituirse en partidos políticos.

Pese a la gran diversidad de grupos nacionalistas y xenófobos surgidos desde finales

de los años veinte hasta 1940,14 en la revisión bibliográfica localicé pocos estudios

que se abocaran a ellos y, prácticamente, todos remitían a un solo movimiento: la

Acción Revolucionaria Mexicanista (ARM) mejor conocida como “Los Camisas

Doradas” surgida en 1934. Cabe mencionar entre ellos los textos de Javier Bruno

Sánchez, Alicia Gojman de Backal, Ricardo Pérez Montfort y María del Rosario

Zúñiga González;15 quienes señalaron su marcado discurso fascista y su enérgica

oposición al gobierno, a los comunistas y judíos.

12 Uno de los estudios más completos sobre el PAN es el de Soledad Loaeza. Véase Soledad Loaeza, El

Partido Acción Nacional: la larga marcha, 1939-1994. Oposición leal y partido de protesta (México: FCE,

1999). 13 Véase Martha Loyo, “El Partido Revolucionario anticomunista en las elecciones de 1940,” Estudios de

Historia Moderna y Contemporánea de México 23 (enero-junio 2002). 14 Véase Gojman de Backal, Camisas, escudos y desfiles militares, 174-175. 15 Véase Javier Alejandro Bruno Sánchez, “Los Camisas Doradas (1934-1940). Un movimiento fascista

dentro de la derecha radical mexicana,” (Tesis de Licenciatura, UNAM, 2013). Gojman de Backal, Camisas,

escudos y desfiles militares. Ricardo Pérez Montfort, “Los camisas doradas,” Secuencias 4 (enero-abril 1986).

María del Rocío Zúñiga González, “¿Una organización fascista en México? ʻLos Camisas Doradasʼ 1934-

1940,” (Tesis de Licenciatura, UAM-Iztapalapa, 1998).

15

La mayoría de los textos citados anteriormente, son estudios de corte monográfico

que se enfocan en el proceso de pluralización social registrado durante los años 1920-1940

y que intentan caracterizar aquellos movimientos que no se definían en función del

entendimiento revolucionario oficial, poniendo en el debate otro horizonte que no se había

contemplado en los análisis historiográficos de la posrevolución. Para el caso de los textos

de Rodríguez Araujo, Servín, Bartra y Loaeza podemos decir que son estudios más globales

–los dos primeros con una escritura narrativista de la historia y los dos últimos de corte

ensayístico–16 que muestran a la ideología de derecha como un constante problema del

siglo XX y reflexionan sobre sus repercusiones en las políticas actuales.

Cabe aclarar que las tres vertientes descritas sobre la derecha: la católica, la

anticardenista y la nacionalista xenófoba, pueden entenderse como directrices dentro de

este campo político y semántico pero que, en un nivel taxonómico, son términos que actúan

como etiquetas conceptuales.17 Una agrupación puede ser antilaica, anticomunista,

nacionalista y xenófoba a la vez. Además, el binomio derecha-izquierda que ha prevalecido

como una estructura de entendimiento político desde la Revolución Francesa pudiera

limitar la comprensión de los contrastes y de la conformación de identidades en los

procesos sociohistóricos. La pregunta es: ¿la caracterización y definición de la derecha o las

derechas posibilita la comprensión de las prácticas, las experiencias y las identidades de los

sujetos que se desenvuelven en el devenir histórico? Erika Pani, estudiosa del

conservadurismo en México, ha hecho una fuerte crítica a las divisiones conceptuales que

16 Los artículos ensayísticos de Bartra y Loaeza fueron publicados en 1983 en un número de la revista Nexos

que tenía como tema la derecha. 17 Erika Pani, “‘Las fuerzas oscuras’: El problema del conservadurismo en la historia de México,” en

Conservadurismo y derechas en la historia de México. Tomo I, coord. Erika Pani, Colección Biblioteca

Mexicana, Serie Historia y Antropología (México: FCE, Conaculta, 2009), 15.

16

hoy día imperan en nuestro entendimiento del pasado. En su introducción a la obra

Conservadurismo y derechas en la historia de México, señala:

“Conservador”, “liberal”, “de izquierda”, “de derecha”, son etiquetas. Como tales, imponen una

definición a priori, más o menos rígida y atemporal, a las ideas, discursos y prácticas políticas de

hombres que tenían que lidiar con los vaivenes e incertidumbres, las oportunidades y retos, la

violencia retórica y real de una política competitiva –que en México desembocó en cuatro

sangrientas guerras civiles en menos de 150 años–, de legitimidades contingentes y de fronteras

desdibujadas.18

Desde esta perspectiva, diría que los distintos grupos nacionalistas xenófobos y el

Comité Nacionalista de Jalisco en particular, no por ser defensores de la clase comercial y

empresarial –como más adelante expondré– ni por ser antisemitas, pueden considerarse

necesariamente de derecha. Hay empresarios y antisemitas de derecha, de izquierda y de

centro, de la misma forma que Jean Meyer afirma que “hay católicos de derecha, de

izquierda y centristas.”19 Habría que entender al Comité Nacionalista de Jalisco entonces,

no sólo a partir de las características que se le asignan a las derechas, sino en función de su

propio origen y de su ubicación respecto de los cambios sociopolíticos; que en términos

historiográficos lo plantearía como su horizonte de enunciación y la historicidad de su

conformación. Entonces, ¿cómo entender la “derecha” nacionalista y xenófoba en relación

con dichos problemas historiográficos?.

El nacionalismo de los años treinta conservó un fuerte soporte ideológico construido

en el siglo XIX que hizo eco en el modelo porfirista: el liberalismo. Según Loaeza, la

tradición liberal seguía siendo la referencia ideológica central de las clases medias

mexicanas, representadas por la clase empresarial, que se vieron beneficiadas durante la

18 Erika Pani, “‘Las fuerzas oscuras’,” 15. 19 Jean Meyer, “La iglesia católica en México,” en Conservadurismo y derechas en la historia de México.

Tomo II, coord. Erika Pani, Colección Biblioteca Mexicana, Serie Historia y Antropología (México: FCE,

Conaculta, 2009), 600.

17

estabilidad política y el crecimiento económico del porfiriato.20 Con el movimiento

revolucionario, la clase media comenzó a verse fuertemente afectada por las reformas en

materia agraria y social emanadas de ella, aunado a que algunos grupos –particularmente

comerciantes– se sintieron amenazados por el creciente número de extranjeros que

ingresaban al país a causa de las oleadas migratorias de principios de los años veinte. La

clase media, que entre sus múltiples definiciones puede ser entendida como “grupos de

presión para objetivos particulares,”21 tenía más de un motivo de lucha: la defensa de la

propiedad privada como derecho natural y, sobre todo, la defensa del pasado.22 Como se

verá en la investigación, este elemento tendrá un valor fundamental en el Comité

Nacionalista de Jalisco a través de su identificación con la “patria”, en tanto concepto

previo al movimiento revolucionario y a la inmigración judía.

Sobre la continuidad económica con el modelo porfirista, la revisión documental

que realicé en el Archivo Histórico de Jalisco indica que el Comité local estaba agremiado

a la Cámara Agrícola Nacional Jalisciense, de la cual recibía tanto su aprobación como

apoyo económico. Dicha Cámara era una organización que se fundó en 1879, es decir,

dentro de las políticas del porfiriato a fin de reunir a los propietarios de terrenos agrícolas y

modernizar su producción. Con el advenimiento de la revolución y su movimiento por

eliminar la hacienda, la Cámara se organizó para limitar las demandas agrarias en Jalisco y

sirvió como instrumento de defensa de los viejos intereses amenazados.23 Álvaro Matute

señala que “varias instituciones modernizadoras del porfiriato sobrevivieron, aunque sea

20 Loaeza, Clases medias y política en México, 69. 21 Eric J. Hobsbawm, Marxismo e historia social, Colección Filosófica, 16 (México: Universidad Autónoma

de Puebla-Instituto de Ciencias, 1983), 72. 22 Carbó, “Derecha e izquierda,” 29. Loaeza, Clases medias y política en México, 70. 23 Rubén Rodríguez García, La Cámara Agrícola Nacional Jalisciense. Una sociedad de terratenientes en la

Revolución Mexicana, Regiones (México: Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución

Mexicana, 1990).

18

algunos años, la emergencia revolucionaria. Algunas se transformaron y otras

desaparecieron después para no sobrepasar el sexenio cardenista. Sin embargo, durante su

vigencia o permanencia, funcionaron en favor de viejos y nuevos intereses.”24 Se trata en sí

de una organización conservadora que refleja las tensiones propias del periodo pre y

posrevolucionario, es decir, entre la tradición y la reticencia al cambio; y en su continuidad

institucional arropó a aquellos grupos que se vieron afectados por situaciones que

amenazaban sus causas e intereses.

Pero además de las reformas emanadas de la revolución, hubo otro factor que

influyó directamente en el surgimiento de las agrupaciones nacionalistas xenófobas: la

Gran Depresión del ´29. De acuerdo con Moisés González Navarro, esta depresión

económica repercutió fuertemente a nivel social debido a que, por un lado, numerosos

mexicanos fueron repatriados de Estados Unidos y por lo tanto en México se decidió

prohibir la entrada de extranjeros; y por el otro, a que se inició una intensa campaña en pro

de la raza, la economía y la cultura nacional.25 Dichos efectos lo llevaron a afirmar que

“este nacionalismo adquirió en algunos lugares matices de exagerado e injusto

antiextranjerismo.”26

El otro gran soporte ideológico del Comité Nacionalista de Jalisco que se puede

rastrear desde el siglo XIX es el nacionalismo. Las distintas invasiones extranjeras a lo

largo de la historia en México generaron una postura de protección y defensa del

patrimonio y cultura del país, especialmente por parte de activistas de derecha. Fue en la

Reforma cuando se estructuró y se concretó el proyecto de una nación “sin ambiciones

24 Álvaro Matute, “Sobre Rubén Rodríguez García, La Cámara Agrícola Nacional Jalisciense. Una sociedad

de terratenientes en la Revolución Mexicana,” Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México 14

(1991): 291. 25 Moisés González Navarro, “Efectos sociales de la crisis de 1929,” Historia Mexicana 19, núm. 4 (abril-

junio 1970), 537. 26 González Navarro, “Efectos sociales de la crisis de 1929,” 543.

19

conquistadoras pero respetable y respetada como una entidad autónoma” que aún hoy día

alienta el ánimo popular.27 Pero para el periodo que aquí me ocupa, se retoma el

nacionalismo en México como una herramienta ideológica para construir una nueva

identidad e implementar mecanismos de unificación social impulsados por el Estado, una

identidad que como bien señala Daniela Gleizer, “debe vincularse con el esfuerzo de

gobernabilidad de este último, para centralizar el poder que, apenas finalizada la

Revolución, todavía seguía disgregado en manos de varios de los caudillos que habían

participado en ella.”28

Esta nueva identidad empero, se institucionalizó desde el Estado no sólo como una

conciliación de las diferencias entre los caudillos y sus plataformas, sino bajo el estandarte

de un nacionalismo defensivo para protegerse de “ambiciones” y “degeneraciones” que

portaban determinadas razas,29 y se tradujo en tres recursos principalmente:

1. Políticas inmigratorias restrictivas. Las leyes de inmigración carecían de criterios

claros, pues se regulaban bajo argumentos subjetivos como es la asimilación de

razas y la difusión de prejuicios étnicos. Gleizer y Pablo Yankelevich han

enfatizado que la selección de los extranjeros en aquella época bajo criterios

discrecionales y sin definir su indeseabilidad, asoman las vertientes más xenófobas

que asumió la política nacionalista del Estado.30 La clasificación de los extranjeros

en “deseables” e “indeseables” respondió a políticas de exclusión que obedecían a

cuestiones económicas en cuanto a la competencia que implicaban para el

27 Francisco Martínez de la Vega, presentación a La ultraderecha en México, por Manuel Buendía (México:

Océano, Fundación Manuel Buendía, 1985), vii-viii. 28 Daniela Gleizer, El exilio incómodo: México y los refugiados judíos, 1933-1945 (México: El Colegio de

México, UAM-Cuajimalpa, 2011), 54. 29 Pablo Yankelevich, “Revolución e inmigración en México (1908-1940),” Anuario 24 (2012): 49. 30 Gleizer, El exilio incómodo, 49. Yankelevich, “Revolución e inmigración en México,” 50.

20

trabajador y el empresario mexicano, pero sobre todo, a prejuicios meramente

raciales.

2. Campañas protectoras de la producción nacional. Debido a los efectos

socioeconómicos de la Gran Depresión en el país, se inició en 1931 la Campaña

Nacionalista impulsada por las autoridades con objeto de convencer a la sociedad de

que la solución a la crisis y el desempleo era el consumo de productos nacionales y

la expulsión de los extranjeros.31 El racismo en contra de los judíos encontró en esa

crisis económica un clima favorable.32 Dicha Campaña se articuló entonces como

un nacionalismo xenófobo en el sentido de desplazar a los comerciantes extranjeros

para asegurar la autonomía y prosperidad económica. No obstante, esta idea

segregacionista se dirigió específicamente en contra de ciertas razas siguiendo la

clasificación antagónica mencionada en el punto anterior.

3. Ideologías excluyentes. Para el proyecto nacional, la pluralidad étnica y las

desigualdades socioculturales significaban la inexistencia de una patria fuerte y

unida, por lo que la homogeneidad racial y cultural se convirtió en gran medida en

su fundamento. El mestizo se colocó como el ideal social y étnico de la fusión,

como síntesis de la herencia hispánica e indígena, así como en el factor de

unificación racial e identidad nacional.33

El nacionalismo posrevolucionario por tanto, traducido en dichos recursos de

ingeniería social, se instaura como un nacionalismo defensivo para proteger a la patria de

31 Gojman de Backal, Camisas, escudos y desfiles militares, 194. 32 Catalina Velázquez Morales, “Xenofobia y racismo: los comités antichinos en Sonora y Baja California,

1824-1935,” Meyibó 1, Nueva Época (enero-junio 2010): 46. 33 Gleizer, El exilio incómodo, 52.

21

supuestas ambiciones y degeneraciones externas, y aunque el Comité Nacionalista de

Jalisco surge fuera del marco legal estaba íntimamente relacionado con él, pues sus

discursos tienen una línea claramente nacionalista y excluyente al igual que el proyecto

político de Estado y su marco jurídico. Es por todas las características mencionadas hasta el

momento que las asociaciones nacionalistas y xenófobas no deben entenderse sólo en

función de las políticas cardenistas o bajo ciertas coordenadas derechistas, como la

historiografía en estos terrenos ha intentado explicar, sino que debe ser estudiado en

relación con los imaginarios nacionalistas de la época que remiten a la identificación de lo

que se concibe como propio y lo que se excluye.

Martín Sagrera refiere que el nacionalismo se puede definir como una endogamia

cultural y una ideología propiamente racista que excluye todo aquello que no forma parte

de la identidad nacional.34 En palabras de Carl Schmitt diríamos que la nación, en tanto

concepto político, remite a la distinción amigo-enemigo que actúa como un mecanismo

para proteger lo propio y conservar los privilegios de grupo y, por lo tanto, se plantea en

términos identitarios.35 Los discursos de exclusión racial y exaltación nacional del Comité

Nacionalista de Jalisco aludían a elementos propios como defensa de los intereses de clase

de sus integrantes, expresando normas, valores y actitudes identitarias que aseguraban su

pertenencia y continuidad grupal a través de la exclusión del “otro” en un entorno

nacionalista que los legitimaba.

La identidad, de acuerdo con Dominick LaCapra, es normativa y por lo tanto

posiciona o reconfigura el papel social del “otro”. Parto entonces de la idea de que la

alteridad judía, vista como amenaza a la integridad de la sociedad cuya defensa se arrogaba

34 Martín Sagrera, Los racismos en las Américas. Una interpretación histórica (España: IEPALA, 1998), 31. 35 Carl Schmitt, El concepto de lo político (Madrid, España: Alianza, 2009).

22

el Comité, despertó y estimuló rasgos culturales e identitarios; o en términos del propio

LaCapra, plantearía que dicha alteridad actuó a manera de un “calificador de identidades”,

esto es, como principio organizador de sentidos en la confrontación, deconstrucción,

refuncionalización o afirmación de la identidad.36

No existe una definición de la identidad propia sino es a través de la diferencia y la

diferenciación del otro. Desde aspectos como la raza, la experiencia pasada, la memoria, la

pertenencia, las costumbres y la religión, los grupos de derecha construyeron su propia

identidad y categorizaron al resto. De acuerdo con LaCapra, es posible pensar que en el

proceso de posicionarse a sí mismo se “normaliza” al otro. Es así que el “nosotros” y “los

otros” son categorías excluyentes como forma de cohesionar e identificar al grupo al que se

pertenece, pero también de reforzar que las características inferiores de las otras razas son

inapelables.

El pasado, el espacio y la memoria son mecanismos de significación que

profundizan la percepción del nosotros y los otros. Los miembros de una colectividad

comparten un territorio, una historia y una cultura específicos que los hace sentirse

“iguales” y que “les despierta el sentimiento de pertenencia y el de diferencia respecto de

los otros para que, a su vez, ésos los reconozcan ʻdiferentesʼ.”37 Esta diferenciación va más

allá de la sola conciencia de “sangre”, está configurada por valores territoriales,

económicos, políticos, culturales y de clase atravesados por la inherente historia –

historicidad– de la propia cultura. Atendiendo a las nociones de espacio de experiencia y

horizonte de expectativa de Reinhart Koselleck, podemos decir que los miembros de un

36 Dominick LaCapra, Historia en tránsito. Experiencia, identidad, teoría crítica, Colección Historia (Buenos

Aires, Argentina: FCE, 2006), 60. 37 Olivia Gall, “Identidad, exclusión y racismo: reflexiones teóricas y sobre México,” Revista Mexicana de

Sociología 6, núm. 2 (abril-junio 2004): 223-224.

23

grupo no son receptores pasivos del pasado común, sino que éste es usado como recurso

para crear un presente y un futuro compartido.38 El retorno y la rememoración de un pasado

hispano-indígena constituyen en buena medida la expresión identitaria del Comité local –y

de los diversos grupos nacionalistas que surgieron en esa época– como un elemento que

influyó en sus discursos de exclusión.

Cabría matizar dos aspectos del binomio identidad-alteridad para el caso que nos

ocupa. Por un lado, es preciso señalar que la relación con los otros, con los judíos,

configura ciertos rasgos de la identidad de quienes integraron las asociaciones nacionalistas

xenófobas y no todos sus rasgos, pues asumir este determinismo invisibiliza la propia

experiencia e historicidad grupal. En este sentido, planteo aquí que la alteridad del judío

despertó y estimuló rasgos culturales e identitarios de los miembros del Comité bajo

análisis. Por otro lado, no se debe olvidar que la situación imperante era desfavorable a sus

intereses de clase; o en términos de LaCapra, plantearía que dicha alteridad les permitió

articular esos intereses en la forma de una identidad que los afirmaba en sus demandas y

refuncionalizaba en términos de una supuesta confrontación racial las amenazas que

percibían a su condición social.39

El Comité Nacionalista de Jalisco y su conformación in-group

A la luz de lo anterior y como he venido señalando, no se puede obviar la propia

conformación del Comité, que dado su origen comercial y empresarial, se vio mayormente

afectado por la crisis económica. En este sentido, participó activamente en la Campaña

Nacionalista para expulsar a los extranjeros indeseables que representaban una competencia

38 Koselleck, Futuro pasado. 39 LaCapra, Historia en tránsito, 60.

24

“como jamás se había observado en contra de los mexicanos”40 y una amenaza a los

intereses económicos locales.

El Comité Nacionalista de Jalisco se constituyó “por un grupo de comerciantes e

industriales”41 el 26 de mayo de 1932 en la ciudad de Guadalajara, con los siguientes

propósitos fundamentales:

a) Intensificar el consumo de los artículos nacionales,

b) Trabajar por la industrialización del Estado de Jalisco y principalmente de Guadalajara,

c) Realizar una campaña enérgica en contra de los elementos extranjeros indeseables que se han

venido apoderando en el país, de una manera innoble en las principales actividades

productoras.42

Días después, el 1° de junio, El Informador43 hizo pública la fundación del Comité

en un artículo donde destacó su valía comercial y la labor que haría en contra de los

extranjeros indeseables que monopolizan

[…] toda clase de actividades comerciales, lo mismo estableciendo fábricas de ropa, calzado, medias,

etc. dándose a la venta en portales, calles, mercados, plazuelas y en cuantos sitios lo han creído

oportuno para los fines que persiguen, lo mismo artículos de ropa, muebles, herramienta, batería de

cocina, varilla, conservas y frutas que dedicarse a la atención de fondas, refresquerías y, en una

palabra cuanto es de explotarse.44

40 Redacción, “Quedó fundado en esta ciudad el Comité Nacionalista de Jalisco,” El Informador, junio 1,

1932, 1. 41 El Comité Nacionalista de Jalisco estaba ubicado en la Av. 16 de Septiembre y Prisciliano Sánchez

(Edificio La Nacional) Despacho no. 13, 1er. Piso, Guadalajara, Jalisco. Archivo Histórico de Jalisco-

Fomento-Industria y Comercio-1932, Carpeta 10, 720, junio de 1932. 42 AHJ-F-9-1932, Carpeta 10, 720, junio de 1932. 43 Éste es el diario considerado más importante de la prensa de Guadalajara para la época debido a su

trayectoria histórica y su capacidad de circulación. Fundado el 5 de octubre de 1917 por Jesús Álvarez del

Castillo Velasco, El Informador forma parte ya del desarrollo completo del periodismo de 1904 a 1943,

caracterizado por su producción masiva debido a su gestación en el álgido periodo revolucionario. Celia del

Palacio, “La prodigalidad de las prensas: de Mariano Valdés a la Organización Editorial Mexicana. La prensa

en Jalisco, 1792-1950,” en Siete regiones de la prensa en México 1792-1950, coord. Celia del Palacio Montiel

(México: Universidad de Guadalajara, Porrúa, 2006). 44 Redacción, “Quedó fundado en esta ciudad el Comité Nacionalista de Jalisco,” 1.

25

En esa misma nota quedó evidenciado, además, el apoyo que el gobierno brindaría

dentro del marco legal a la incipiente asociación tanto por sus propósitos como por sus

ideales nacionalistas, debido sobre todo a que los extranjeros contra quienes va encausada

la labor del Comité “están obrando de una manera ilícita en sus actos comerciales,

comenzando porque eluden el pago de las contribuciones al fisco, favoreciendo de paso los

contrabandos: abusan de la pobreza de muchos operarios, y dentro de la forma como esos

extranjeros viven en nuestro medio, constituyen una rémora social.”45 Asimismo, el Comité

recibía apoyo de la Cámara Agrícola Nacional Jalisciense como ya relaté previamente, del

ex gobernador del Estado de Jalisco Margarito Ramírez (1927-1929), así como del

presidente de la Liga Nacionalista y el Bloque Revolucionario de la Cámara de Diputados,

Rafael Melgar, el mismo promotor y presidente de la Campaña Nacionalista.46

La mesa directiva del Comité Nacionalista de Jalisco estaba integrada por Ramiro

Magaña como presidente y por Gilberto Moreno Castañeda como secretario, además de

Ramón Covarrubias como tesorero y Julio Barbosa, J. Jesús Vaca, José García, Fausto

Ramírez, Miguel Arellano y Francisco Gutiérrez como vocales, y contaba con el apoyo de

Felipe Reyes y J. Jesús Rivera entre “muchos otros bien conocidos en el mundo de los

negocios.”47 Efectivamente, la revisión de notas en el diario El Informador sobre el papel

que desempeñaban los directivos, nos indica que tenían predominio en las actividades

socioeconómicas de la ciudad entablando redes con otras asociaciones comerciales. Casi

todas las notas fueron localizadas en la sección “De la sociedad tapatía”, parte del periódico

dedicada a la publicación de acontecimientos y eventos de sectores medios y altos de la

45 Redacción, “Quedó fundado en esta ciudad el Comité Nacionalista de Jalisco,” 1. 46 Redacción, “En manifestación de nacionalistas, ayer, reinó completo orden,” El Informador, julio 18, 1932,

1. Gojman de Backal, Camisas, escudos y desfiles militares, 173-77. 47 Redacción, “Quedó fundado en esta ciudad el Comité Nacionalista de Jalisco,” 1.

26

sociedad. Así, se encontró que Ramiro Magaña, presidente del Comité, asistía como

invitado especial a importantes eventos organizados por la Unión Nacional de Industria y

Comercio, donde se exponían los proyectos y las actividades de la institución “que día a día

avanza por el camino del progreso y extiende sus radios de acción en las esferas

comerciales e industriales.”48

Pero además de las redes y del apoyo con el que contaba el Comité Nacionalista de

Jalisco, se afiliaron a él comerciantes y empresarios que pretendían trabajar “con todo

empeño por contrarrestar las actividades febriles de extranjeros indeseables que se dedican

al comercio por todos los medios imaginables, con grave perjuicio de los establecimientos

serios y acreditados.”49 De nuevo, el diario local registró los adeptos que se sumaban a la

causa del Comité de la siguiente manera:

En el seno de dicho Comité se designaron comisiones para que desempeñaran diversas encomiendas

relacionadas con los postulados de la agrupación, y al efecto, ya se ha logrado que se adhieran a él

numerosos comerciantes e industriales, respondiendo al llamado que se les hizo desde al principio y

en la última sesión celebrada por el mencionado cuerpo nacionalista.50

Según la nota informativa “Tiene sus adeptos el Comité Nacionalista”, destaca entre

estos comerciantes e industriales la Sociedad Mutualista de Comerciantes en Pequeño, que

se adhirió al Comité presentando la lista completa de sus socios.

El Comité Nacionalista de Jalisco logró combinar su aparición en medios de

comunicación con la realización de grandes manifestaciones públicas. Esta organización se

dio a conocer a través de la prensa donde se dirigía “al pueblo de Jalisco” con la intención

de dar a conocer sus propósitos y, conjuntamente, manifestar sus temores respecto de los

48 Redacción, “Lúcido ágape,” El Informador, junio 21, 1935, 5. 49 Redacción, “Tiene sus adeptos el Comité Nacionalista,” El Informador, junio 15, 1932, 1. 50 Redacción, “Tiene sus adeptos el Comité Nacionalista,” 1.

27

judíos concluyendo que “ante la raza judía, sucumbirá la raza.”51 Posteriormente

convocaron a una manifestación que recibió el apoyo de varias agrupaciones obreras e

industriales; su objetivo era exigir al gobierno la salida del país de los extranjeros

indeseables por lo que no sorprendió que en dicho evento tuvieran cabida expresiones

antisemitas y menciones en contra de los judíos.52

Esta manifestación se realizó con motivo de la celebración del “Día Nacionalista”,

el 15 de julio de 1932, que organizó la Campaña Nacionalista en todo el país.53 Al igual que

dicha campaña, que pretendía con este evento y otros programas organizados “asegurar el

éxito de la venta de artículos nacionales y contrarrestar el consumo de productos

extranjeros,”54 el Comité Nacionalista de Jalisco preparó “varias demostraciones elocuentes

del resultado de sus trabajos en pro del objetivo que lo anima, y que tiende a consolidar la

tendencia que debe preferir nuestros propios elementos para acabar con engaños y

especulaciones indebidas.”55 En efecto, en la manifestación pública los integrantes del

Comité dieron a conocer “los postulados de la Campaña Nacionalista”, así como “el trabajo

que han emprendido desde hace poco tiempo para lograr fines netamente nacionalistas” y

“la forma en que se pretende hacer triunfar el nacionalismo en nuestro medio por ser de

vital interés para el porvenir de la patria.”56

A la Campaña Nacionalista se sumaba la propia labor proteccionista de Jalisco. El

mismo año, el Congreso del Estado de Jalisco decretó la Ley de Protección a la Industria

como parte de una nueva dinámica de trabajo entre el Estado y los industriales a fin de

51 Comité Nacionalista de Jalisco, “El ‘Comité Nacionalista de Jalisco’ al pueblo de Jalisco. Declaración de

sus Propósitos,” El Informador, julio 8, 1932, 6. 52 Editorial, “Nacionalismo y xenofobia,” El Informador, julio 20, 1932, 3. 53 Redacción, “Tiene sus adeptos el Comité Nacionalista,” 2. 54 Citado en Gojman de Backal, Camisas, escudos y desfiles militares, 176. 55 Redacción, “Tiene sus adeptos el Comité Nacionalista,” 2. 56 Redacción, “En manifestación de nacionalistas, ayer, reinó completo orden,” 1-2.

28

responder al importante papel que se le otorgaba al desarrollo de las actividades industriales

en la región.57 Esta iniciativa fue promovida por el gobernador Sebastián Allende (1932-

1935) no sólo para “establecer un principio para la amplia labor de industrialización de esta

Entidad (ib.)” sino también el “medio más eficaz para conjurar la difícil situación

económica que nos abate, así como para prevenir las futuras (ib.).”58 Según Patricia Arias,

dicha Ley se declaró de utilidad pública promoviendo el establecimiento de nuevas

industrias nacionales y el desarrollo de las ya existentes, pero también la restricción al

capital extranjero.59

Como se revisará en el siguiente capítulo, el Comité Nacionalista de Jalisco nunca

evidenció en sus discursos públicos su origen comercial-empresarial. Por el contrario, éste

quedó velado por la causa patriótica y por la supuesta amenaza que representaba el judío,

no para sus propios intereses económicos sino para el interés nacional.

57 Patricia Arias, “Un conflicto industrial en los años treintas,” Relaciones IV, núm. 15 (1983): 119 58 Arias, “Un conflicto industrial,” 119. 59 Arias, “Un conflicto industrial,” 120.

29

Capítulo II. El discurso del Comité Nacionalista de Jalisco

Como ya enfaticé en el capítulo anterior, los discursos de los movimientos nacionalistas y

xenófobos fueron producidos en un horizonte epocal marcado por políticas inmigratorias

restrictivas, ideologías excluyentes y por una crisis económica que devino en campañas

protectoras; pero también se produjeron desde una serie de valores identitarios,

especialmente de clase, que bajo el ejercicio del poder y la exclusión, representaron al otro

reduciéndolo a esquemas normalizadores. El Comité Nacionalista de Jalisco apareció en la

escena pública con motivo de combatir un enemigo: el judío. Así, su discurso articuló la

autodeterminación de un “nosotros” frente a los “otros” para exaltar los “sagrados

vínculos” de la nación así como para subrayar sus propias causas patrióticas.

La construcción de lo propio y lo ajeno, raíz del discurso tanto de los movimientos

nacionalistas xenófobos como del Estado, forma parte de un proceso que Joel Flores

Rentería llama realidad histórica imaginaria, esto es, la invención y exaltación de la nación

y su pasado en un discurso que identifica al extranjero como el culpable de todos los males

para luego convocar a la unidad en nombre de la patria.1 El Comité Nacionalista de Jalisco

hizo un llamado sobre bases emocionales e imaginarias como la patria, la raza, la sangre y

“todos los más nobles sentimientos de cuantos tengan aún el orgullo de llamarse

mexicanos”2 para salvar a la nación de aquellos que la “amenazaban” porque no formaban

parte de un mismo origen. Ontológicamente, el judío era su enemigo porque poseía una

identidad racial distinta a la que la noción de mestizaje construyó para la época, y bajo esta

lógica, no compartía los mismos valores, usos y costumbres del mexicano. Empero y como

1 Joel Flores Rentería, Totalitarismo. Revolución y negación del pasado, Breviarios de la investigación, 37

(México: UAM-Xochimilco, 2003), 10. 2 Comité Nacionalista de Jalisco, “El ‘Comité Nacionalista de Jalisco’ al pueblo de Jalisco,” 6.

30

se verá más adelante, también intervinieron otros imaginarios como fue la estigmatización

del judío, alimentada por una suerte de prejuicios religiosos, étnicos, culturales y

económicos que han conducido a la difusión del supuesto poder judío y a su

estigmatización como amenaza asociada a aquel poder así como a su alteridad.3

Dicha realidad histórica imaginaria que se sustentaba en la supuesta competencia y

amenaza judía y por la que se generó toda una suerte de estereotipos, fue la que permitió en

gran medida reafirmar la identidad y la causa del Comité que se expresó discursivamente a

través de tres categorías conceptuales que localicé en sus desplegados: 1) patria y nación, 2)

raza y extranjeros indeseables, y 3) una serie de adjetivos y estereotipos sobre el judío que

lo plantearía en términos de Koselleck como “conceptos de enemigo”.4 Estas categorías se

convirtieron en el valor supremo, en el fundamento del grupo y en el móvil de acción.5

Como se podrá observar en el análisis, sus discursos fueron transmisores por un lado, de

creencias, valores e identidades; y por el otro, de representaciones y estigmas de un grupo

racial no sólo en un marco social determinado, sino en su historicidad.

Categorías conceptuales

a) Nación y Patria

En primera instancia, los conceptos de “patria” y “nación” parecen estar íntimamente

vinculados, pues como la Real Academia Española los define en su última edición,6 nación

es el “conjunto de los habitantes de un país regido por el mismo Gobierno” o el “conjunto

3 Bokser, “El antisemitismo,” 125-126. 4 Además de la experiencia sociohistórica y de la suma de relaciones teórico-prácticas que contienen estos

conceptos, en términos formales y cuantitativos dichas categorías semánticas fueron identificadas por el

número de veces que se repite el término, pues la repetición de una palabra indica su importancia y denota

que en términos socioculturales está cargada de sentido. Asimismo, consideré aquellas palabras puestas con

mayúscula pues determinan aún más su importancia y el énfasis que se les quiere otorgar. 5 Flores Rentería, Totalitarismo, 90. 6 Real Academia Española, Diccionario de la lengua española.

31

de personas de un mismo origen y que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una

tradición común”, y patria es la “tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se

siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos.” Aunque en el

imaginario social son considerados muchas veces como sinónimos en tanto que remiten al

lugar en que uno ha nacido, existen profundas diferencias de orden semántico e histórico.

Ello no indica empero que sean opuestos –aunque para Maurizio Viroli lo sean–,7 pues se

trata sobre todo de entender a cada concepto desde sus propios usos y significaciones.

Como afirma Mieke Bal: “Los conceptos son flexibles: cada uno de ellos forma parte de un

marco, de un conjunto sistemático de distinciones, no de oposiciones.”8

Dos cuestiones se observan en el discurso del Comité Nacionalista de Jalisco en

relación a dichos conceptos. Por un lado, que el Comité aludía más al concepto de patria

que al de nación,9 pese a que la agrupación se autonombraba “nacionalista” y no

“patriótica”. Pero al mismo tiempo se observa que ambos conceptos se utilizan de forma

contigua pero no como sinónimos, sino como términos acompañados que le otorgan mayor

énfasis a la intencionalidad del discurso. Lo que pretendo aquí es conocer el sentido que se

le da a cada uno y resaltar, historiográficamente hablando, cómo dichos conceptos –en su

historicidad– se han convertido en una forma hegemónica y excluyente de identidad

colectiva así como en la principal fuente de legitimación del poder político.10

Según Koselleck y Viroli, el concepto de patria tiene un adherido sentido de lo

antiguo y se vincula más a los lazos emocionales y afectivos del lugar de nacimiento, en los

7 Maurizio Viroli, “El sentido olvidado del patriotismo republicano,” Isegoría 24 (2001). 8 Mieke Bal, “Conceptos viajeros en las humanidades,” Estudios Visuales 3 (enero 2006): 28-29. 9 El concepto de patria se repite doce veces, mientras que el de nación seis. Cabe mencionar que consideré los

términos asociados a cada uno, es decir, para el concepto patria, los términos “patriótico” y “patriotismo”; y

para el caso de nación, “nacional” y “nacionalidad”. 10 Eric Hobsbawm, Naciones y nacionalismo desde 1780 (España: Crítica, 1998). Tomás Pérez Vejo, “La

construcción de las naciones como problema historiográfico: el caso del mundo hispánico,” Historia

Mexicana 53, núm. 2 (2003).

32

que la tierra y la sangre se vuelven criterios de una vida política; mientras que el concepto

de nación está basado en la búsqueda de la homogeneización cultural, lingüística y étnica11

como legitimación del Estado político. Ambos conceptos son hijos de la modernidad

aunque en realidad la patria es precursora de la nación: –el primer concepto de nuestra

modernidad dice Koselleck–.12

Siguiendo a Viroli, los patriotas consideraban el amor a la patria como una pasión

artificial que debe ser estimulada a través de medios políticos, en tanto que para los

nacionalistas se trataba de un sentimiento natural que ha de protegerse de la contaminación

y la asimilación cultural.13 La aparente naturalidad de la nación le ha dado más vigor

político que la intensidad y pasión de la patria, y pareciera entonces ser este último un

término en desuso. Koselleck demuestra lo contrario: “Las barreras que antes se

legitimaban en nombre del patriotismo […] se renombran y erigen de nuevo en sistemas

más grandes pero en ningún caso desaparecen.”14

Si bien tanto el concepto de patria como el de nación eran usados desde la

antigüedad, no tenían la connotación que en la modernidad se les atribuyó. En el mundo

grecolatino la nación tenía un sentido de descendencia o estirpe con un marcado carácter

biológico y étnico;15 sin embargo, para finales del siglo XVIII se usaron recursos

inventivos recuperando la cultura, la lengua, la historia, las tradiciones y esencialmente la

11 Reinhart Koselleck, Historias de conceptos. Estudios sobre semántica y pragmática del lenguaje político y

social, Colección Estructuras y Procesos, Serie Ciencias Sociales (Madrid, España: Trotta, 2012), 143-144.

Maurizio Viroli, For Love of Country. An Essay on Patriotism and Nationalism (New York: Clarendon Press,

Oxford, 2003), Kindle edition. 12 Koselleck, Historias de conceptos, 143. 13 Viroli, “El sentido olvidado del patriotismo republicano,” 8-11. 14 Koselleck, Historias de conceptos, 160. 15 Pérez Vejo, “La construcción de las naciones como problema historiográfico,” 279.

33

territorialidad, para la construcción de la identidad y la conciencia nacional.16 Es en el

marco de los albores del capitalismo, como bien ubican Benedict Anderson y Ernest

Gellner, que esta construcción nacional se logra a partir de un proyecto de

homogeneización cultural planeado por los Estado-nación para impulsar el desarrollo

industrial, mercantil y político.17 La palabra patria por su parte, también ya era usada por

los griegos y romanos como referencia a los antepasados, la familia y el lugar de origen,

pero como concepto moderno nace a principios del siglo XVIII cuando surgieron de forma

masiva periódicos en Francia, Inglaterra y Alemania con el nombre de “patriota” como

sentido de compromiso ciudadano y amor por la tierra en la que se nace, transformando

indudablemente el ejercicio político.

El discurso del comité local infiere que en efecto, la patria tiene un sentido más

emocional y abstracto que lo motivaba a actuar, y la nación se refiere al territorio sobre el

que rige un gobierno y a la realidad jurídica que comparten las personas. Esta idea explica

el comienzo de su Declaración de propósitos cuando enfatizaba que el Comité Nacionalista

de Jalisco fue “fundado con el nobilísimo y patriótico fin de ser un baluarte de la

nacionalidad mexicana” (Ver Anexo 1).18

Resulta interesante que el Comité hiciera énfasis en el término “nacionalidad” como

fruto de su concepto madre, la nación. La nacionalidad puede ser definida como un vínculo

jurídico que une a una persona con un Estado,19 o como señalan Jean Heffer y William

Serman, la nacionalidad se refiere a aquellas comunidades culturales “dotadas de una

16 Ernest Gellner, Naciones y nacionalismo, Historia, 532 AU (España: Alianza Universidad, 2001).

Hobsbawm, Naciones y nacionalismo. 17 Benedict Anderson, Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo,

Colección Popular, 498 (México: FCE, 1993), 63-76. Gellner, Naciones y nacionalismo, 35-58. 18 Comité Nacionalista de Jalisco, “El ‘Comité Nacionalista de Jalisco’ al pueblo de Jalisco,” 6. 19 Eduardo J. Ruiz Vieytez, Minorías, inmigración y democracia en Europa. Una lectura multicultural de los

derechos humanos, Derechos Humanos, 8 (España: Tirant lo Blanch, 2006), 168. Real Academia Española,

Diccionario de la lengua española.

34

conciencia clara o difusa de su originalidad, y que tienden a consolidar sus lazos de

solidaridad, a consagrar su especificidad y a gozar de su autonomía constituyéndose en

sociedades políticas bajo la égida de un Estado particular para cada una de ellas.”20 En este

sentido, la nacionalidad se sustenta en los vínculos institucionales y políticos tanto del

sujeto con el Estado, como los que son compartidos entre las distintas personas que habitan

el mismo espacio geográfico que está sujeto a un orden jurídico-institucional. Pero sobre

todo, poseer una nacionalidad otorga derechos por encima de los extranjeros. De modo que

cuando el Comité Nacionalista de Jalisco hablaba de nacionalidad hacía un llamado a todos

los mexicanos a “fortificar esos sagrados vínculos”, como se puede observar en la siguiente

cita:

[…] haremos un llamado a todos los más nobles sentimientos de cuantos tengan aún el orgullo de

llamarse mexicanos; acudiremos a la Prensa; emplearemos la tribuna; el periódico, el libro, el radio y

todos los medios de difusión para hacernos oír y llevar a todas las almas de nuestros compatriotas, la

conciencia de este supremo peligro que nos amenaza, y despertar en sus corazones el fuego del

entusiasmo para que vengan con nosotros a fortificar esos sagrados vínculos de la nacionalidad

[cursivas propias].21

Asimismo, cuando el Comité afirmaba que los ataques lanzados contra los judíos

fueron inspirados “en un supremo interés público, en un supremo interés social, en un

supremo interés nacional”, queda claro que la nacionalidad y el carácter nacional eran

equivalentes al interés público y social, mientras que la patria no. Podría decirse que el ser

“patriota” es una elección propia, pero no sucede lo mismo con la nacionalidad en tanto que

esta última es dada por el lugar de nacimiento. Ya señalaban Anderson y Gellner que en la

20 Jean Heffer y William Serman, De las revoluciones a los imperialismos, 1815-1914, Iniciación a la

Historia, 8 (Madrid, España: Akal, 1989), 207. 21 Comité Nacionalista de Jalisco, “El ‘Comité Nacionalista de Jalisco’ al pueblo de Jalisco,” 6.

35

modernidad todos tienen y deben “tener” una nacionalidad, convirtiéndose casi en un

atributo inherente al ser humano.22

Desde esta perspectiva, el “nobilísimo y patriótico fin” por el que se fundó el

Comité Nacionalista de Jalisco era una elección propia y una identidad que se apropió

discursivamente. De aquí pudiera explicarse su entrega, su amor y su causa por la patria, en

sí, su “patriótico deber.” Esto lo expresa ante la supuesta acusación por parte de la Colonia

Israelita a un miembro del Comité “como autor de una labor criminal de injurias y

difamación contra personas de extranjeros honorables”: “Esta acusación infundada, signo

seguro de debilidad y de derrota, que se ha hecho pública por medio de la prensa, nos

impone el patriótico deber [cursivas propias] de hacernos oír, para patentizar lo noble de

nuestro esfuerzo, la alteza de nuestras miras, lo elevado de la misión que nos impusimos, en

defensa de los sagrados intereses de nuestra Patria.”23

Como ya mencioné anteriormente, desde el origen del término ser “patriota” llevaba

implícito el sentido de compromiso ciudadano y amor por la patria, tal como Koselleck

señala en Historia de conceptos:

Este término [patriota] se convirtió en una figura clave de la Ilustración política, comprometida

conscientemente con el “patriotismo”, con un amor activo a la patria que los patriotas plasmaron en

este innovador concepto. Toda la semántica política se modificó con la aparición del patriota. Entre

la autoridad y el súbdito se intercaló esta nueva clase. El patriota como miembro de su sociedad no

era simplemente un ciudadano […] sobre todo era un buen ciudadano.24

Efectivamente, para el comité el patriotismo no era un asunto que se tomara a la

ligera, constituía una misión que debía cumplirse y el hecho de no practicarlo era un acto de

“cobardía” y una “traición a la Patria.” Sobre “cualquier interés privado se está el supremo

22 Anderson, Comunidades imaginadas, 22. Gellner, Naciones y nacionalismo, 19. 23 Comité Nacionalista de Jalisco, “El ‘Comité Nacionalista de Jalisco’ al pueblo de Jalisco,” 6. 24 Koselleck, Historias de conceptos, 145.

36

interés nacional, el supremo interés de la Patria”, por lo que aquel miembro del comité local

acusado por los judíos era movido por un noble impulso a “lanzarse a esta campaña

patrióticamente generosa y esforzada.” Con tono heroico relataban:

Así inspirado ese impulso, no puede nunca entrañar la comisión de ningún delito, porque sobre

cualquier interés particular, sobre cualquier interés privado, se está el supremo interés nacional, el

supremo interés de la Patria, que es el noble impulso que movió a nuestro compañero de esfuerzos,

de sacrificios y de peligros a lanzarse a esta campaña patrióticamente generosa y esforzada.

Este primer obstáculo, este primer escollo, ni nos hará desistir, ni nos hará desmayar y cejar

y el Comité Nacionalista proseguirá con nuevos bríos la misión que se ha impuesto; porque una

misión patrióticamente propagada no se rehúye, se cumple. Rehuirla sería cobardía, sería casi una

traición a la Patria.25

Sin embargo, cabe mencionar que el amor y la entrega a la patria no sólo se trata de

apego a la tierra sino que encuentra sentido, sobre todo, en el concepto de pueblo, y no

pueblo entendido como el total de la población de un territorio o una clase de personas (las

masas no privilegiadas), sino como un conjunto de personas unidas bajo el signo de una

nación, es decir, una comunidad política.26 Para el Comité Nacionalista de Jalisco

cohesionar al pueblo formaba parte de sus propósitos de acción, pues creía firmemente que

la unión del pueblo y “el esfuerzo colectivo de todos los jaliscienses” los llevaría a la

victoria contra el enemigo: “Con tan nobles propósitos, con tan altas miras, con tan elevada

misión, seguramente que el esfuerzo colectivo de todos los jaliscienses estará con nosotros

y así estaremos seguros de la final victoria.”27 En esta cita se observa que la retórica usada

para exaltar y enaltecer la misión del comité, era con miras a convencer al pueblo de unirse

a su causa; pero no una causa privativa de él, sino que su misión debiera ser la de todos en

tanto que la patria era de interés común y su defensa un “acto de civismo.”28

25 Comité Nacionalista de Jalisco, “El ‘Comité Nacionalista de Jalisco’ al pueblo de Jalisco,” 6. 26 Koselleck, Historias de conceptos, 147. 27 Comité Nacionalista de Jalisco, “El ‘Comité Nacionalista de Jalisco’ al pueblo de Jalisco,” 6. 28 Comité Nacionalista de Jalisco, “Invitación,” El Informador, julio 15, 1932, 1.

37

De igual manera, sus desplegados que eran dirigidos particularmente “al pueblo de

Jalisco”, tenían la finalidad de concientizarlo sobre el peligro judío que los amenazaba

usando todos los medios de comunicación posibles y, en especial, despertando su orgullo y

sus sentimientos. Así lo expresaban:

Moveremos todos los sectores de la Opinión Pública; haremos un llamado a todos los más nobles

sentimientos de cuantos tengan aún el orgullo de llamarse mexicanos; acudiremos a la Prensa;

emplearemos la tribuna; el periódico, el libro, el radio y todos los medios de difusión para hacernos

oír y llevar a todas las almas de nuestros compatriotas, la conciencia de este supremo peligro que nos

amenaza, y despertar en sus corazones el fuego del entusiasmo para que vengan con nosotros a

fortificar esos sagrados vínculos de la nacionalidad y salvemos a nuestra Patria, del peligro que la

amenaza.29

Llama la atención en el extracto anterior, que no se habla de ciudadanos sino de

“compatriotas” dado que compartían los mismos vínculos de la nacionalidad, y sólo por

medio de estos “sagrados vínculos” podrían unirse y salvar a su misma patria. Como señala

Anderson, la nación es una comunidad política imaginada en tanto que sus miembros “no

conocerán jamás a la mayoría de sus compatriotas, no los verán ni oirán siquiera hablar de

ellos, pero en la mente de cada uno vive la imagen de su comunión.”30

La integración o unificación social, representada en la noción de pueblo, expresa su

singularidad a través de dos elementos: primero, un profundo arraigo en el pasado, el cual,

muchas veces remite a los orígenes míticos de las naciones; segundo, la identificación de

un enemigo común.31 Lo anterior lo podría explicar en los conceptos teóricos indisociables

de identidad-alteridad. Tanto el término de patria como el de nacionalidad usados en el

discurso del Comité Nacionalista de Jalisco son un claro ejemplo de ello, especialmente

29 Comité Nacionalista de Jalisco, “El ‘Comité Nacionalista de Jalisco’ al pueblo de Jalisco,” 6. 30 Anderson, Comunidades imaginadas, 23. 31 Flores Rentería, Totalitarismo, 60-64.

38

cuando aparecen yuxtapuestos y, como ya mencioné con anterioridad, le dan mucho mayor

énfasis al sentido del discurso.

Patria y nacionalidad representaban lo “propio”, esos vínculos sagrados que se

comparten a través de un pasado común, es decir, un pasado hispano-indígena que para la

época se expresó en el mestizaje. Si bien los mestizos nunca constituyeron una identidad

cultural y étnica homogénea, la ideología del mestizaje –como doctrina racial y nacionalista

impulsada por diversos intelectuales a finales del siglo XIX y principios del XX y que se

convertiría en la ideología oficial del Estado mexicano–,32 cobró vital importancia en un

marco de búsqueda por encontrar comunes denominadores y factores de identidad nacional.

Pero, ¿a qué se refería el comité local cuando hablaba de vínculos sagrados? Además de la

raza mestiza, los lazos sagrados también se expresaban en la historia, en la lengua, en las

tradiciones y en la religión; elementos que los judíos naturalmente no compartían. Esta

identidad arraigada al pasado se expresaba en una identidad hispanista que se asemejaba a

la corriente falangista en lo que refiere a la exaltación de la raza y el origen español. Al

respecto, Pérez Montfort señala: “Para el hispanismo, no era simplemente cuestión de

sangre; la cultura, la historia, las tradiciones, la religión, y el lenguaje formaban parte

imprescindible de lo que nombraban ‘la patria es espiritual’, que incorporaba todos los

territorios en donde España tuvo un régimen colonial.”33

32 Federico Navarrete enfatiza sobre la necesidad de distinguir dos tipos de mestizaje: por un lado el mestizaje

como ideología, esto es, un “mestizaje elitista, impulsado desde el Estado, que ha intentado disolver las

comunidades y su identidad étnica para imponer su noción exclusivista de la ciudadanía étnica”; y por el otro

el mestizaje social, como proceso de cambio histórico, cultural y social en el que los grupos indígenas han

cambiado de lengua e identidad cultural para participar en la vida nacional y defender la continuidad de sus

comunidades. Ver Navarrete, Las relaciones interétnicas en México, 77-101. 33 Ricardo Pérez Montfort, “Hispanismo y Falange, el México conservador que recibe a los trasterrados,”

Omnia, Revista de la Coordinación General de Estudios de Posgrado 5, núm. 13-14 (diciembre-marzo 1988-

1989): 46.

39

La retórica anclada en el pasado con miras a transformar el presente y el futuro, se

refleja también en la alusión que hace el Comité Nacionalista de Jalisco a valores muy

cercanos al catolicismo como es el caso de la “moral” y la “decencia”. Pese a que afirmaba

estar circunscrito a dichos valores –así como a los límites de la ley– sin intención de

lastimar a alguien en particular, de fondo, se trata de una estructura de poder que legitima la

exclusión y la dominación de un grupo social sobre otro.34 En la siguiente cita se observa

cómo los valores y una serie de adjetivos calificativos exaltan la naturaleza de su campaña:

En esa campaña implacable contra todos los que amenazan nuestra nacionalidad, seremos siempre

correctos, caballerescos, hidalgos, que el coraje y el valor nunca excluye la decencia y por eso

nuestros ataques jamás herirán personalidades ningunas, en concreto, ni lastimarán individuo alguno

en particular, estando siempre circunscritos a los límites de la decencia, de la moral y de la ley.35

En opinión de Flores Rentería, exaltar el pasado es otra forma de negar el pasado

“pues con ello se inventa la historia gloriosa que conviene a la nación; una y otra forma de

negación llevan a la ruptura con el presente”, que permitirá a su vez forjar una identidad

nueva: una identidad entre el individuo y la nación a partir de la identificación del

enemigo.36 La construcción de lo propio contrastaba con la categorización de lo ajeno. Para

el Comité Nacionalista de Jalisco patria y nacionalidad constituían lo que era “antes”, el

país previo a la aparición de la amenaza de los judíos, esa

[…] turba de extranjeros indeseables, que además de amenazar nuestras instituciones con su

propaganda disolvente y debilitar nuestra economía con sus procedimientos desleales, constituyen el

más grave peligro para la Nacionalidad misma, para la Patria misma [cursivas propias], se cree en el

deber de dejar oír públicamente por primera vez su voz, haciendo una declaración sincera de sus

elevados propósitos, en ocasión y en fecha memorable para esta nuestra ciudad querida.37

34 Flores Rentería, Totalitarismo, 78. 35 Comité Nacionalista de Jalisco, “El ‘Comité Nacionalista de Jalisco’ al pueblo de Jalisco,” 6. 36 Flores Rentería, Totalitarismo, 64. 37 Comité Nacionalista de Jalisco, “El ‘Comité Nacionalista de Jalisco’ al pueblo de Jalisco,” 6.

40

La supuesta avanzada de los judíos se sumaba a la situación desfavorable que vivían

los integrantes del comité en su presente: una crisis económica y un movimiento

revolucionario que tuvo gran impacto en los estratos medios de la sociedad –ya señalado en

el primer capítulo–. Como bien señala Koselleck, el patriotismo no se refiere “solo al país

en el que se vive y que por eso se ama, sino también a su situación.”38 He aquí el miedo del

Comité. Este miedo estaba lleno de experiencias vividas que se convirtieron en su causa y

en su esfuerzo para expulsar a los judíos del país.

Como se puede observar, los conceptos reflejan los valores y los procesos

fundamentales de una época, pero también pueden ser estudiados en relación a las

significaciones identitarias experimentadas o que se espera se experimenten de acuerdo a

anhelos o miedos. Es aquí donde la historia conceptual se vincula con los espacios de

experiencia y horizontes de expectativa que enlaza los distintos tiempos históricos.

b) Raza: extranjeros indeseables

Aunque mi intención inicial no era abordar el concepto de “raza”, me di cuenta que

mínimamente tenía que enunciarlo puesto que nación y raza están íntimamente vinculados.

La idea de raza encuentra su justificación en los legados del pasado, exaltando los valores y

costumbres de la cultura nacional. Para los años treinta en México, la raza se convirtió en el

concepto que definiría la identidad del mexicano a través de una en particular: la mestiza.

Esta unión racial, es decir, la indígena y la hispana, fue asignada como la que mejor

representaba el origen común de la nación y la que posibilitaba la cohesión social, “pues

congrega a los individuos en torno de un patrimonio común: todos descienden de una

38 Koselleck, Historias de conceptos, 144.

41

estirpe de hombres portadores de una cultura específica, con valores y virtudes propias, las

cuales transmiten a su progenie.”39

No obstante, así como el mestizaje se convirtió en símbolo de identidad nacional

también fungió como una ideología excluyente, tanto en su planteamiento teórico como en

su aplicación legislativa. El fenómeno del racismo, con base en determinismos y diferencias

biológicas entre diversos grupos humanos, ha legitimado el dominio de un grupo sobre los

otros. La creencia de que existían diferentes razas, unas superiores a otras, extendida tanto

por científicos como por políticos desde mediados del siglo XIX hasta los años cuarenta del

siglo pasado, fue usada para sustentar dicho dominio. México no fue la excepción y el

Comité Nacionalista de Jalisco tampoco. Desde esta perspectiva, fue normal la elaboración

de leyes de inmigración fundadas en criterios de selección racial40 así como la tipificación

de los inmigrantes con base en su “deseabilidad” o “indeseabilidad”.

Que un extranjero fuera deseable o no, recaía en meros prejuicios raciales así como

en argumentos económicos. Los “extranjeros deseables” eran aquellos que tenían la

capacidad de asimilarse a la población nacional o los que contribuían a mejorar las

condiciones económicas del país;41 por el contrario, los “extranjeros indeseables” eran

aquellos inmigrantes nocivos para el pueblo y para la patria por su moral, sus costumbres y

sus prácticas. Entre estos últimos eran clasificados los judíos. El discurso del comité se

refería a ellos efectivamente como “una turba de extranjeros indeseables” que “además de

amenazar nuestras instituciones con su propaganda disolvente y debilitar nuestra economía

con sus procedimientos desleales, constituyen el más grave peligro para la Nacionalidad

39 Flores Rentería, Totalitarismo, 66. 40 Scott FitzGerald y Cook-Martín, “Elegir a la población.” 41 Daniela Gleizer, “Políticas inmigratorias en la construcción de la identidad nacional mexicana,” en

Identidades: explorando la diversidad, coord. Akuavi Adonon et al. (Barcelona, España: Anthropos, UAM-

Cuajimalpa, 2011), 233.

42

misma, para la Patria misma.”42 La siguiente ocasión en la que el comité enuncia la

tipificación de extranjeros indeseables, vuelve a manifestar el peligro que representan los

judíos para los “sagrados intereses” de la patria,

tan seriamente amenazados por esa turba de extranjeros indeseables [cursivas propias], que burlando

la generosa y franca hospitalidad del pueblo mexicano atacan solapadamente las instituciones

sembrando las ideas más disolventes, arruinan nuestro comercio y nuestra industria, con su desleal

competencia y con su proceder deshonesto, fuera de toda ética y toda moral; oprimen a nuestros

obreros y a nuestros empleados y defraudan los intereses del Fisco, burlando con el contrabando y

con el fraude el pago de todos los impuestos, y finalmente, constituyen las más terribles avanzadas

de la conquista económica y política de nuestra Patria.43

Es evidente que el Comité Nacionalista de Jalisco se escudaba en que la

indeseabilidad del judío constituía una amenaza para la patria y no para sus posibles

problemas in-group. En sí y en tanto discurso divulgativo, la intención era que por medio

del sentimiento patriótico y racial el lector sintiera que era un peligro para él y que por

tanto también era su causa.

El concepto de raza en el discurso del comité44 tenía una doble alusión, a saber, en

sentido positivo cuando se apuntaba a la “propia” raza, y en sentido negativo cuando se

aludía a la “otra”, la judía. En el primer caso, el comité comenzaba su discurso diciendo ser

un soporte de la nacionalidad y de la patria para fortalecer y preservar la raza frente a los

extranjeros indeseables, y lo finalizaba con una frase llamativa –tipológicamente hablando–

y contundente: “‘Ante la saña judía, sucumbirá la raza’.” Lo anterior era claramente una

advertencia: si no actuaba el pueblo jalisciense la raza mexicana desaparecería frente a la

intención “dañina” y “cruel” de los judíos. En el sentido negativo, la raza judía va

acompañada de adjetivos que determinan no sólo la alteridad de su significación, sino de su

42 Comité Nacionalista de Jalisco, “El ‘Comité Nacionalista de Jalisco’ al pueblo de Jalisco,” 6. 43 Comité Nacionalista de Jalisco, “El ‘Comité Nacionalista de Jalisco’ al pueblo de Jalisco,” 6. 44 El término de raza se repite cinco veces.

43

descalificación como “raza maldita” y “raza de víboras”, en tanto sentencias raciales que la

marcarán “a través del tiempo y del espacio.”

c) Estereotipos y conceptos de enemigo

Koselleck afirma en “Conceptos de enemigo” que “toda la historia, no cada historia

particular, puede ordenarse en función de las distintas constelaciones dentro-fuera. Un

umbral es traspasado cuando el otro, el extranjero, se experimenta o concibe como un

enemigo al que hay que combatir o cuando se lo define como inhumano para ser

eliminado.”45 Ya previamente Schmitt reconocía que la esencia de lo político es la

distinción amigo-enemigo.46 En este sentido, cabría hacerse algunas preguntas: ¿qué es el

enemigo?, ¿quién era el enemigo para el Comité Nacionalista de Jalisco?, ¿qué pretendía

con la identificación del enemigo y el uso de dichos conceptos?.

El enemigo es aquel que no comparte los valores, usos y costumbres de la

“comunidad imaginada” –por usar el término de Anderson– y por tanto, no pertenece a ella;

más aún, es un agente extraño que “amenaza” la existencia de la nación y posee la

capacidad para “dominar” a la comunidad.47 Los conceptos de enemigo pretenden en

efecto, resaltar lo anterior. Semánticamente hablando y siguiendo a Koselleck, los

contraconceptos son generadores de hostilidad.48 Para el comité el judío es el enemigo por

antonomasia, en tanto que “constituyen las más terribles avanzadas de la conquista

económica y política de nuestra Patria” pues burlaban, arruinaban, oprimían y defraudaban

45 Koselleck, Historias de conceptos, 190. 46 Schmitt, El concepto de lo político. 47 Flores Rentería, Totalitarismo, 77 y 110. 48 Koselleck, Historias de conceptos, 191.

44

la hospitalidad del mexicano, el comercio y la industria, los obreros y empleados así como

al fisco. Así lo expresaba:

[…] los sagrados intereses de nuestra Patria, tan seriamente amenazados por esa turba de extranjeros

indeseables, que burlando la generosa y franca hospitalidad del pueblo mexicano atacan

solapadamente las instituciones sembrando las ideas más disolventes, arruinan nuestro comercio y

nuestra industria, con su desleal competencia y con su proceder deshonesto, fuera de toda ética y

toda moral; oprimen a nuestros obreros y a nuestros empleados y defraudan los intereses del Fisco,

burlando con el contrabando y con el fraude el pago de todos los impuestos, y finalmente,

constituyen las más terribles avanzadas de la conquista económica y política de nuestra Patria.49

De igual manera, los judíos eran sus principales enemigos y los que mejor

representaban a los extranjeros indeseables por ser la invasión más peligrosa con su

propaganda disolvente y sus procedimientos desleales: “Contra esta turba se han

enderezado los primeros ataques, de este Comité, que inicia sus actividades contra la

invasión semita y judía, la más peligrosa por ser la más solapada y la más astuta.”50

Todo lo anterior lo resumían en dos conceptos fuertemente hostiles: “raza maldita”

y “raza de víboras”, de los cuales expondría dos explicaciones. Una de ellas es que no sólo

era resultado de opiniones que los grupos nacionalistas y xenófobos se formaron de los

judíos en un horizonte epocal determinado, sino de arraigados prejuicios y estereotipos que

sobre los judíos se han difundido milenariamente y que el comité retomó. Este último,

naturalmente, se justificó en ello. No inculpaba a un individuo en particular, por el

contrario, era una “sentencia racial” que la misma biblia dictaba –la religión funge como

autoridad moral aquí– y peor aún, que la misma historia determinaba; como se puede

observar en la siguiente cita:

49 Comité Nacionalista de Jalisco, “El ‘Comité Nacionalista de Jalisco’ al pueblo de Jalisco,” 6. 49 Comité Nacionalista de Jalisco, “El ‘Comité Nacionalista de Jalisco’ al pueblo de Jalisco,” 6. 50 Comité Nacionalista de Jalisco, “El ‘Comité Nacionalista de Jalisco’ al pueblo de Jalisco,” 6.

45

Se llamó a la Raza Judía, con la sentencia bíblica, con la sentencia que hace veinte siglos pesa sobre

ella, como un estigma que a través del tiempo y del espacio y en todos los climas y en todas las

latitudes, ha marcado su frente con su huella de fuego: “RAZA MALDITA”, “RAZA DE

VÍBORAS”, y esta sentencia racial, no se imputó a nadie en particular; con ella no se designó en

concreto, individuo alguno, ni a persona alguna, que pudiera ni remotamente sentirse aludido o

mencionado directa y concretamente.51

La segunda explicación es que el enemigo se reduce a algo muy por debajo del

humano para posicionarse por encima de él. El Comité Nacionalista representaba a los

judíos como “víboras”. Esto es muy bien historizado y analizado por Koselleck. El autor

refiere que en la modernidad, cuando la humanidad ocupó el lugar de Dios y se elevó al

sujeto como constructor de su propia historia, el enemigo adquirió nuevos campos

semánticos. Así, “el enemigo de los hombres ya no es humano, sino inhumano o, de forma

aún más radical, es un subhombre comparado con el superhombre […] se lo coloca por

debajo del umbral de lo humano, en sentido literal se lo deshumaniza, se lo condena

potencialmente a la no existencia, <<sin derecho a la vida>>, y por eso se lo elimina.”52

La forma de eliminar a los judíos y la solución al “problema” semita en el país era

expulsándolos. Con este motivo, el Comité Nacionalista de Jalisco organizó una “Gran

Manifestación Nacionalista” para pedir la salida de los extranjeros indeseables. La

invitación decía: “El Comité Nacionalista de Jalisco invita a todos los tapatíos, sin

distinción de clases sociales, a la Gran Manifestación Nacionalista […] Por patriotismo y

por espíritu de justicia y de conservación, debe usted asistir a este trascendental acto de

civismo” (Ver Anexo 2).53 Su patriotismo, que identificaba a los ciudadanos por encima de

cualquier diferencia entre ella la de clase social, pretendía la unificación de todos para

resistir la amenaza del enemigo previamente identificado.54

51 Comité Nacionalista de Jalisco, “El ‘Comité Nacionalista de Jalisco’ al pueblo de Jalisco,” 6. 52 Koselleck, Historias de conceptos, 192-193. 53 Comité Nacionalista de Jalisco, “Invitación,” 1. 54 Flores Rentería, Totalitarismo, 78.

46

De fondo, la señalización del “otro” y los conceptos hostiles no es otra cosa que una

instrumentalización política55 y de clase: una forma de autolegitimarse, de imponerse y de

situarse por encima del enemigo. La invención de este último siempre permitirá reafirmar la

identidad propia y distinguir lo que pertenece o no a la nación. En este sentido, el discurso

del Comité Nacionalista de Jalisco, desde un proceso cultural-identitario, manifiesta una

categorización esencialista que reduce al individuo a representaciones inamovibles del

grupo o raza a la que pertenece; el otro se torna en centro de imaginarios y de una serie de

atributos y estigmas que conllevan a la exclusión simbólica y que justifican las acciones y

discursos emprendidos contra él.56

A la luz de lo anterior, podría decirse que tanto la patria-nación como la

estigmatización del otro permitieron al comité afirmar su superioridad y descalificar a los

judíos como personas de raza inferior o como subhumanos. ¿En qué sentido actuaron como

recursos legitimadores en el Comité Nacionalista de Jalisco? Algunas razones teóricas que

explican este proceso identitario son:

1. La identidad nacional, además de ser el mejor argumento para excluir a los

extranjeros indeseables, tiene un origen que va ligado a la legitimación o lo que

Zygmunt Bauman llama “garantía de continuación”. Sin la identidad nacional como

garantía, los grupos sociales y el Estado se sentirían inseguros de su pasado e

indecisos ante su presente y ante un futuro incierto.57 Tanto para el Comité como

para el proyecto nacional en general de la época, el nacionalismo como ficción

55 Koselleck, Historias de conceptos, 196. 56 Judit Bokser Misses, “Recurrencias y cambios históricos: racismo y antisemitismo,” en Memoria del

Seminario Internacional sobre tolerancia, eds. Liz Hamui y Judit Bokser (México: CNDH, 2001), 258. 57 Zygmunt Bauman, Identidad (Buenos Aires, Argentina: Losada, 2005), 51.

47

legitimaba su discurso y al mismo tiempo unía las experiencias y expectativas que

constituyen la condición no únicamente de continuidad, sino de posibilidad en el

tiempo.

2. El nacionalismo en tanto ideología de masas, es capaz de unificar a los individuos

de una comunidad y de llevarlos a actuar como si se tratara de un solo individuo; en

pocas palabras, posibilita “el anonimato de sus miembros” que obran y se conciben

en función de la patria y la nación. Si bien los desplegados públicos del Comité

Nacionalista de Jalisco llevaron siempre su firma, nunca se evidenció en ellos los

nombres ni las actividades empresariales e industriales de sus integrantes. Por el

contrario, quedaron velados por la causa patriótica. Nuevamente Flores Rentería es

muy ilustrativo al respecto:

En un movimiento nacionalista, hombres y mujeres actúan en beneficio de la nación. El individuo se

diluye en la comunidad: es la nación quien actúa, razón por la cual es necesaria la existencia de

mujeres y hombres anónimos, ya que las glorias, las hazañas, los triunfos y las virtudes deben

corresponder no a individuos particulares sino a la nación, a la comunidad en su conjunto.58

3. El patriotismo les otorgaba un sentido de posición y pertenencia ligado a su vida

comunitaria y su tradición. Esto, como problematiza Norbert Elias, tenía el fin de

preservar algo que ellos consideraban de gran valor, cerrar las filas contra los

extranjeros, protegiendo, así, su identidad como grupo y afirmando su superioridad.

O lo que Elias llama “la complementariedad del carisma de grupo (el propio) y la

deshonra de grupo (el de los otros).”59

58 Flores Rentería, Totalitarismo, 89. 59 Norbert Elias y John L. Scotson, Establecidos y marginados. Una investigación sociológica sobre

problemas comunitarios, Sección de Obras de Sociología (México: FCE, 2016), 35-36.

48

Capítulo III. La alteridad judía

Este capítulo pretende entender el otro horizonte historiográfico que compone el discurso

del Comité Nacionalista de Jalisco, es decir, el “objeto” de la representación: la alteridad

judía. ¿En qué recaía la inherente alteridad judía?, ¿en qué sentido dicha alteridad influyó

en la representación discursiva que el Comité Nacionalista de Jalisco realizó sobre los

judíos?, ¿cuál era el miedo o fobia del Comité ante la comunidad judía?.

Situar aspectos de la identidad-alteridad judía y el lugar social de su comunidad

tiene dos fines en la investigación: por un lado, trazar cuáles eran las circunstancias que

vivían los judíos en el periodo u horizonte en que el Comité Nacionalista de Jalisco emitió

su discurso; y por el otro, entender por qué o con base en qué el comité local representó a

los judíos de forma discriminatoria. Estos objetivos son pensados aquí como una forma de

comprender de dónde parte el discurso del Comité así como de problematizar la

coexistencia y la tensión en la expresión de dos identidades: la mexicana y la judía.

La comunidad judía de México

Los propósitos del Comité Nacionalista de Jalisco, expuestos en el primer capítulo,

muestran muy claramente que trabajar por la industrialización y el comercio principalmente

local, representaba al mismo tiempo luchar contra los extranjeros –los indeseables en

particular– que intentaban “apoderarse” de las actividades económicas y productoras del

país. Por lo que el problema que el Comité decía tener con los judíos era su supuesta

competencia económica y monopolización de los negocios. En una nota publicada en el

diario El Informador se afirmaba: “Están obrando [los judíos] de una manera ilícita en sus

actos comerciales, comenzando porque eluden el pago de las contribuciones al fisco,

49

favoreciendo de paso los contrabandos: abusan de la pobreza de muchos operarios, y dentro

de la forma como esos extranjeros viven en nuestro medio, constituyen una rémora social.”1

Como efectivamente señalaban los grupos nacionalistas xenófobos, el sector

económico al que se incorporó el judío llegado a México fue el comercio,2 contrario a los

proyectos de inmigración del gobierno que pretendían su labor en la agricultura. El grueso

de los inmigrantes que conformaron la comunidad judía contemporánea llegó a partir de las

oleadas migratorias de judíos en la década de los años veinte. En realidad, estos migrantes

no se dirigían a México. Procedían sobre todo de Europa Oriental, Turquía y los Balcanes

de donde salieron debido a las repercusiones de la gran guerra y la revolución rusa, el

surgimiento de pogroms,3 y la opresión de las minorías frente al fortalecimiento de los

nacionalismos; se dirigían a Estados Unidos persiguiendo el “sueño americano”. Empero,

ese país les cerró las puertas con la emisión de las leyes de restricción inmigratoria de 1921

y 1924.4 Naturalmente, los judíos venían sin dinero y sin oficio pero con la esperanza de

que una vez en México podrían cruzar la frontera. Muchos no lo lograron.5

Dos factores ayudaron al establecimiento de los migrantes en el país y a la

conformación de la comunidad judía contemporánea. Por una parte, la comunidad

incipiente favorecida por la xenofilia porfirista,6 actuó como grupo central y como líder en

1 Redacción, “Quedó fundado en esta ciudad el Comité Nacionalista de Jalisco,” 1. 2 Silvia Seligson señala que el origen de la prevaleciente actividad comercial en los judíos viene desde su

confinamiento en guettos, “ya que no podían pertenecer a las guildas o gremios de las ciudades ni tenían

acceso a la tierra.” Silvia Seligson Berenfeld, Los judíos en México: un estudio preliminar, Cuadernos de la

casa chata, 88 (México: CIESAS, SEP-Cultura, 1983), 21. 3 En español “progromo”, es definido como la “masacre, aceptada o promovida por el poder, de judíos y, por

extensión, de otros grupos étnicos.” Real Academia Española, Diccionario de la lengua española. 4 Corinne A. Krause, Los judíos en México. Una historia con énfasis especial en el periodo de 1857-1930

(México: UIA-Departamento de Historia, 1987), 149-150. 5 El rabino Zielonka, radicado en El Paso, Texas, logró que todos los judíos que fueran capturados entrando

ilegalmente a Estado Unidos los deportaran a México y no a un difícil regreso a Europa; además de asegurar

la vida de diversas familias judías en México. Krause, Los judíos en México, 156-157. 6 Moisés González Navarro, “Xenofobia y xenofilia en la Revolución Mexicana,” Historia Mexicana 18,

núm. 4 (abril-junio 1969): 579.

50

la ayuda de su propia etnia aunque terminó siendo insuficiente tanto en número como en

recursos para solucionar el problema de la gran cantidad de inmigrantes.7 Debido a esto,

existe otra razón de mayor peso que contribuyó al establecimiento judío en México: el

programa de política abierta a inmigrantes por parte de Álvaro Obregón (1920-1924) y

Plutarco Elías Calles (1924-1928).8 La pérdida de una gran masa de la población durante la

revolución mexicana, el descenso de la natalidad y la expatriación,9 incitó a los gobiernos

posrevolucionarios a promover la llegada de inmigrantes para activar el proceso de

reconstrucción nacional. Consideraban fundamental la inversión o el trabajo extranjero para

mejorar el agro y la industria así como modernizarlos.10

Pese a que estas políticas favorecieron la inmigración judía, a lo largo de la década

de 1920-1930 se fue manifestando un racismo profundo y excluyente hacia ésta y otras

“razas” consideradas indeseables por sus características étnicas, religiosas y culturales. Aún

con ello, los inmigrantes judíos se organizaron en comunidades de acuerdo al lugar del cual

provenían, conformando así tres principales grupos culturales: ashkenazis, europeos

orientales hablantes de yiddish; sefarditas, originarios de España, Grecia y Turquía,

hablantes de ladino; y árabes, procedentes de Medio Oriente y hablantes de árabe.11 Cada

uno creó su propio entramado institucional para resolver sus necesidades religiosas,

económicas, sociales y culturales, pero sobre todo para asegurar su continuidad comunitaria

7 Krause, Los judíos en México, 150. Se calcula que entre 1915 y 1924 más de medio millón de judíos

emigraron tan solo de Europa oriental. Ariela Katz de Gugenheim, presentación a Los judíos en México. Una

historia con énfasis especial en el periodo de 1857 a 1930, por Corinne A. Krause (México: UIA-

Departamento de Historia, 1987), xviii. 8 Debido a esta invitación, la oposición católica llamó al presidente Calles “Judío Calles”. 9 Según Javier Garciadiego, el costo social de la Revolución mexicana fue de 2.1 millones de personas

fallecidas: 1.4 millones por muertes extras (violencia y epidemias), 550 mil no nacidos y 200 mil personas

emigraron. Redacción, “La Revolución Mexicana y su costo demográfico,” El Universal, octubre 21, 2016. 10 Gleizer, El exilio incómodo, 42. 11 Guadalupe Zárate Miguel, “Integración económica e ideológica de los judíos en México, 1920-1930,”

Revista de Humanidades: Tecnológico de Monterrey 9 (2009): 84.

51

y reproducción cultural. La conformación de comunidades de acuerdo a su lugar de origen

y lengua materna, forma parte de un modelo de organización social que responde a la

necesidad de adaptación e integración que han tenido los judíos diacrónicamente como

grupos discriminados.12

Más que sus instituciones, quisiera resaltar aquí las actividades económicas a las

que se dedicaron los judíos en tanto que éstas tendrán correspondencia con el discurso del

Comité Nacionalista de Jalisco. Como ya mencioné, pese a las expectativas del gobierno

mexicano los primeros judíos que se establecieron en el país no vinieron como grandes

comerciantes o inversionistas, sino como vendedores ambulantes que ofrecían sus

mercancías en abono, casa por casa o en puestos de tianguis.13 Los inmigrantes que se

dedicaron a esta actividad se denominaron “aboneros” o “buhoneros”, ya que introdujeron

el sistema de pagos a plazos en sus transacciones comerciales principalmente entre las

clases populares. Ariela Katz de Gugenheim refiere que los aboneros,

[..] fueron un elemento importante para la economía del país, pues se volvieron representantes del

pequeño comercio y expandieron la utilización de toda clase de artículos por los que anteriormente se

necesitaba pagar al contado. Además, los precios de los aboneros fueron mucho más bajos que los de

las grandes tiendas, pues no tenían grandes gastos y se conformaron con pequeñas ganancias. De esta

forma contribuyeron al aumento del consumo, al crecimiento de la producción nacional y a la

elevación general del nivel de vida del país.14

En una segunda y tercera etapa que abarca el periodo de 1925-1930, los

comerciantes lograron adquirir un puesto en el mercado y finalmente tiendas o pequeñas

fábricas en los pueblos y ciudades de México. Los judíos que tenían oficio iniciaron un

12 Liz Hamui Sutton, “El modelo social de la Comunidad Judía en México: estrategias de continuidad grupal”

(documento presentado en el International Borders Conference, El Paso, Texas, Marzo 27-30, 2006). Linda

Hanono Askenazi, Linaje y vida empresarial: el caso de una familia judeo-mexicana (México: Eón, UAM-

Azcapotzalco, 2007), 40. 13 Fernando Martínez Réding, Los tapatíos un modo de vivir, Colección Raíces Tapatías (Guadalajara, Jalisco:

Ayuntamiento de Guadalajara, 1987), 272. 14 Katz de Gugenheim, presentación a Los judíos en México, xxiv.

52

negocio propio, y aquellos que tenían más capital comenzaron a desarrollar industrias

donde fabricaban productos como ropa, zapatos, muebles, entre otros.15 Como se puede

observar, en el lapso de una década los judíos alcanzaron no sólo establecimiento

institucional y seguridad económica, sino éxito en sus actividades comerciales y

empresariales (Ver anexo 3).

A raíz de lo anterior, se dio un enfrentamiento importante entre los comerciantes

establecidos y los ambulantes por el control del mercado interno. Los comerciantes

establecidos argumentaban que los ambulantes extranjeros realizaban competencia desleal

puesto que no pagaban impuestos y abrían los domingos, además, estaban desconectados de

la vida económica nacional y no contribuían a generar riqueza al país. Posteriormente, con

el establecimiento de talleres-fábricas representaron competencia también paras las

industrias locales y nacionales a mayor escala. La crisis de 1929 vino a exacerbar estos

efectos.

Cuatro cuestiones influyeron en la integración de los judíos a la economía

mexicana: 1) el propio desarrollo capitalista mexicano, dado que fue en la segunda mitad de

los años veinte que se inició la recuperación económica después del movimiento

revolucionario; 2) la cultura judía de ayuda mutua por parte de organizaciones creadas para

ese fin; 3) la innovación y vitalidad de los inmigrantes judíos para adaptarse y salir adelante

en nuevos espacios; y 4) el propio antisemitismo que actuó como un fuerte aliciente para

iniciarse en las manufacturas y crecer en ambientes difíciles.16

Sobre este último punto, es fundamental resaltar que las expresiones y ataques

antisemitas que vivieron los judíos por parte de la sociedad mexicana y de las mismas

15 Krause, Los judíos en México, 260-261. 16 Zárate Miguel, “Integración económica e ideológica,” 84-85. Krause, Los judíos en México, 168.

53

políticas oficiales no impactaron negativamente ni de forma significativa a la comunidad

debido a su solidez institucional y económica, como resaltan Liz Hamui y Corinne

Krause.17

En el caso concreto de Guadalajara diría que se vivió el mismo proceso y efecto

descrito previamente. Para el año en que surge el Comité Nacionalista de Jalisco (1932), el

establecimiento de comercios, talleres e industrias de judíos iba en aumento. Cabe

mencionar entre ellos: El Famoso 33 (bonetería de importación), Las Novedades,

Mueblería Americana, Varón y Meyohas (bonetería), Las Tres BBB (zapatería) y Zapatería

Alemana del señor Wolf Orenstein.18 Además del sistema de venta a crédito con el que

formaron estos negocios, los judíos implementaron la modalidad de los agentes viajeros

para colocar mercancías al mayoreo no sólo en los poblados jaliscienses sino también en la

región occidental.19 Como señala Cristina Gutiérrez en un estudio único y pionero sobre la

Comunidad Israelita de Guadalajara: “Para finales de los años veinte parecía haber ya una

competencia comercial entre las grandes casas francesas [El Nuevo Mundo, El Nuevo

París, La Ciudad de México] y los pequeños negocios de judíos.”20 Es así que la campaña

contra los judíos en Guadalajara, como sostiene más adelante Gutiérrez:

Fue encabezada por los grandes comerciantes agrupados en la Cámara Nacional de Comercio,

Industria y Minería de Guadalajara y por los pequeños comerciantes organizados [y adheridos al

Comité Nacionalista de Jalisco] en la Unión de Comerciantes en Pequeño Pro-Raza, la Liga de

Comerciantes en Pequeño de Guadalajara, la Liga de Resistencia de Comerciantes en Pequeño y la

Unión de Abarroteros Detallistas del Estado de Jalisco. Estos comerciantes organizados se sentían

afectados por la competencia “desleal” que les hacían los ambulantes, en particular el ejercido por

extranjeros, entre los que estaban los judíos y los libaneses, y estuvieron presionando a las

17 Hamui Sutton, “El modelo social de la Comunidad Judía.” Krause, Los judíos en México, 168. 18 Cristina Gutiérrez Zúñiga, La Comunidad Israelita de Guadalajara. Una historia tapatía (Zapopan, Jalisco:

El Colegio de Jalisco, 1995), 41 y 63-64. 19 Gutiérrez Zúñiga, La Comunidad Israelita de Guadalajara, 43-44. 20 Gutiérrez Zúñiga, La Comunidad Israelita de Guadalajara, 45.

54

autoridades municipales para que reglamentaran el ambulantaje gravándolo con impuestos

especiales, retirándolo de la vía pública, etc..21

Empero cabría preguntarse por qué a pesar de que los franceses tenían igual o

mayor posicionamiento comercial e industrial que los judíos, el racismo se intensificó en

contra de estos últimos. Respondía sobre todo a la defensa del proteccionismo mercantilista

y a la vinculación de prejuicios ideológicos.22 Desde la selección de los extranjeros

expresada en las leyes migratorias mexicanas, los franceses eran vistos como elementos

útiles y de solvencia económica que podían ser factores de un “verdadero” progreso

industrial y espiritual. En general eran representados como personas inversionistas,

progresistas y asimilables racialmente. Por el contrario, los judíos eran identificados como

indeseables dada su inclinación a prácticas “inmorales” como la usura, la opresión de los

pueblos y la infracción de las leyes.

Distintos autores exponen, desde la tradición histórica y en relación a la judeofobia

del periodo posrevolucionario, que el judío ofreció un “chivo expiatorio” ideal tanto a los

nacionalismos excluyentes como al resentimiento de determinadas clases sociales.23 Aquí

muestro algunas de estas tesis:

a) En opinión de Alan Knight, la xenofobia de los grupos de derecha tuvo que ver más

con la educación, el conservadurismo y el catolicismo, que con el sentimiento

nacionalista y la penetración económica extranjera;24

21 Gutiérrez Zúñiga, La Comunidad Israelita de Guadalajara, 62. 22 Scott FitzGerald y Cook-Martín, “Elegir a la población,” 36. 23 Al respecto, Koselleck dice: “A los enemigos excluidos se les hace culpables de algo de lo que no pueden

tener la culpa, a saber, de hablar una lengua que han heredado y de tener sus propios nombres.” Koselleck,

Historias de conceptos, 195. 24 Alan Knight, La Revolución Mexicana. Del Porfiriato al nuevo régimen constitucional, Colección Historia

(México: FCE, 2010), 444.

55

b) Para Pablo Yankelevich, es posible sospechar que el judío en México para esa época

“fue perseguido más por extranjero que por judío a pesar de la imprecisión en el

trazado de la frontera que separa a uno y otro;”25

c) Claudio Lomnitz dice que el antisemitismo en México tiene una raíz en una

construcción fantasmagórica que en un correlato real;26

d) Jean Meyer y Pérez Montfort por su parte, han enfatizado que la irracionalidad

discursiva de estos grupos que apelaba a conceptos instintivos e irreales sobre los

extranjeros indeseables solo servían como elementos de oposición y autodefensa;27

e) Asimismo, Alicia Gojman de Backal refiere que “el judío fue aprovechado dentro

de la coyuntura política como chivo expiatorio de los problemas que aquejaban al

país, culpándolo de la situación económica.”28

Si bien es cierto que al judío se le culpó de la crisis económica para justificar

problemas sociales y argumentos racistas como se ha expuesto en la investigación,

considero que el Comité Nacionalista de Jalisco retomó prejuicios religiosos, étnicos,

culturales y económicos que sobre los judíos se han difundido históricamente para enunciar

su discurso y legitimar la exclusión de aquellos.

Los prejuicios y su impacto discursivo

25 Pablo Yankelevich, “Extranjería y antisemitismo en el México posrevolucionario,” Interdisciplina 2, núm.

4 (2014): 156. 26 Claudio Lomnitz, El antisemitismo y la ideología de la Revolución Mexicana (México: FCE, 2010). 27 Jean Meyer, “Religión y nacionalismo,” en El nacionalismo en México, ed. Cecilia Noriega Elío (México:

El Colegio de Michoacán, 1992), 706. Pérez Montfort, “Por la patria y por la raza”, 82. 28 Alicia Gojman de Backal, “La Acción Revolucionaria Mexicanista y el Fascismo en México: los Dorados,”

s/d, 302.

56

En ¿Qué es política?, Hannah Arendt afirmó que no existe ninguna forma de sociedad que

no se base en los prejuicios mediante los cuales se admite a unas personas y se excluye a

otras; sin embargo –y he aquí el problema–, “los prejuicios no tienen una evidencia tal,

tampoco para aquel que les está sometido, ya que no son fruto de la experiencia.”29 La

imagen que el Comité tenía del judío, como ya he mencionado, se sustentaba en una serie

de prejuicios milenarios que, en tanto prejuicios, se antepusieron al conocimiento y el

entendimiento del ser judío imputándole como “huella de fuego” conductas y formas de ser

en los tiempos y espacios históricos.

Jacques Attali y Jean Delumeau coinciden en la existencia de dos prejuicios que han

marcado la representación histórica del pueblo judío: la acusación del deicidio y de la

práctica de la usura.30 Estas dos acusaciones lo han llevado a ser por antonomasia el

“pueblo maldito”. El deicidio por un lado, inventado y reproducido por medios

eclesiásticos, responsabiliza al pueblo judío de la muerte de Jesús.31 Según la tesis de

Delumeau, el temor a los judíos en los inicios de la modernidad se situó en un plano

religioso, es un “racismo religioso” –dice– que provocó no sólo sentimientos hostiles sino

prácticas y actitudes de rechazo. Entre los siglo XIII y XVIII la voluntad de cristianizar va

acompañada de la denuncia del “pueblo deicida”, la catequesis y sus distintas

representaciones difundieron el antisemitismo.32 Las alusiones del Comité Nacionalista de

Jalisco a la raza judía “con la sentencia bíblica, con la sentencia que hace veinte siglos pesa

29 Hannah Arendt, ¿Qué es política? (Barcelona, España: Paidós, 1997), 53. 30 Jacques Attali, Los judíos, el mundo y el dinero: historia económica del pueblo judío, Sección de Obras de

Historia (Buenos Aires, Argentina: FCE, 2011), 480. Jean Delumeau, El miedo en Occidente (Siglos XIV-

XVIII). Una ciudad sitiada, Pensamiento (Madrid, España: Taurus, 2005), 445. La RAE define el deicidio

como la “acción de dar muerte a Dios, referido especialmente a la de Jesucristo.” Real Academia Española,

Diccionario de la lengua española. 31 La idea de que los judíos son los “asesinos de Dios” se difundió en la época de la segunda cruzada.

Delumeau, El miedo en Occidente, 445. 32 Delumeau, El miedo en Occidente, 431.

57

sobre ella”33 como “raza maldita” y “raza de víboras”, son parte de este antisemitismo

religioso. En México, “los viejos odios inculcados por tres siglos de enseñanza católica

española no desaparecieron con la Revolución.”34

Pero así como a los judíos se les percibe como “asesinos de Cristo”, al mismo

tiempo se les imputa ser “explotadores”, “parásitos”, “acaparadores” y “usureros”. La

acusación de la usura judía, divulgada en el bajo pueblo y los medios comerciales,35

proviene de las actividades económicas a las que tradicionalmente se dedicaron los judíos:

comerciantes, representantes de mercaderes, agentes, recaudadores de impuestos y

prestamistas. Attali dice que como prestamistas son considerados “una especie de diablo

que tienta al prestatario y crea las condiciones para su ruina”;36 y en tanto comerciantes se

les supone ser “temibles competidores de los artesanos cristianos”37 que con frecuencia

temen su aptitud para producir mejor y más barato.

Lo anterior tiene un sustento histórico. Durante la Europa feudal católica y en el

proceso de formación de las comunidades judías producto de la Diáspora,38 se determinó

que la tierra sólo podía pertenecer a señores feudales o eclesiásticos y que los judíos podían

dedicarse únicamente al sector terciario (servicios), por lo que los judíos no aspiraban a ser

propietarios o pertenecer a gremios de artesanos.39 En consecuencia, los judíos se vieron

33 El Nuevo Testamento dice: “Porque vosotros, hermanos, vinisteis a ser imitadores de las iglesias de Dios en

Cristo Jesús que están en Judea; pues habéis padecido de los de vuestra propia nación las mismas cosas que

ellas padecieron de los judíos, los cuales mataron al Señor Jesús y a sus propios profetas, y a nosotros nos

expulsaron; y no agradan a Dios, y se oponen a todos los hombres, impidiéndonos hablar a los gentiles para

que éstos se salven; así colman ellos siempre la medida de sus pecados, pues vino sobre ellos la ira hasta el

extremo” (Primera Epístola del Apóstol San Pablo a los Tesalonicenses, 2:14-2:16). 34 Krause, Los judíos en México, 247. 35 Delumeau, El miedo en Occidente, 445. 36 Attali, Los judíos, el mundo y el dinero, 168. 37 Attali, Los judíos, el mundo y el dinero, 175. 38 Con la destrucción de Jerusalén en el año 70 por los romanos, Babilonia se convirtió en el principal núcleo

judío mientras que el resto de los exiliados se dispersaron a lo largo de Europa y el borde del Mediterráneo. 39 Mario Matus G., “Trayectoria de la usura y el lucro en el judaísmo,” Cuadernos Judaicos 30 (diciembre

2013): 114.

58

obligados a dedicarse como medio de supervivencia a actividades que los cristianos

consideraban reprobables como es el caso del préstamo de dinero con interés. Sin embargo,

esta condena cristiana40 así como la posterior prohibición civil a la práctica de la usura que

se legisló en el año 789, no impidió que los cristianos ejercieran como prestamistas.

Banqueros y jerarcas de la Iglesia actuaban como agentes de crédito, pero como bien señala

Mario Matus: “Normalmente esos prestamistas volcaban su acción hacia grandes

prestatarios, por lo que pequeños créditos entregados a comerciantes, artesanos y

campesinos quedaban en manos de prestamistas judíos, razón por la que seguramente

quedó en el imaginario popular que los únicos prestamistas medievales eran judíos.”41 De

aquí provienen muchas de las imputaciones económicas asignadas a los judíos.

Dichas imputaciones parecen intensificarse durante las crisis económicas en las

distintas sociedades mayoritarias. El caso mexicano expuesto someramente en esta

investigación no es la excepción. Efectivamente, en un estudio previo sobre la

representación de judíos en la prensa mexicana por parte de grupos nacionalistas y

xenófobos en el periodo posterior a la revolución y la crisis económica de 1929,42 muestro

cómo en este periodo se retomaron y reforzaron estos prejuicios. Localicé

aproximadamente 20 estereotipos que dada su frecuencia de aparición, se clasificaron de la

siguiente forma:

a) Competidores ilícitos, desleales, desiguales, ventajosos, ruinosos, deshonestos e

insostenibles

40 Paradójicamente, el endurecimiento de las normas cristianas a la práctica de la usura se inspiró en fuentes

mosaicas, pues la cultura judía fue la primera civilización que la condenó y que creó un cuerpo teórico al

respecto. Ver Matus G., “Trayectoria de la usura,” 118. 41 Matus G., “Trayectoria de la usura,” 115. 42 Ver Aída Sofía Padilla Santa Cruz, “Los grupos nacionalistas ante los judíos: Representaciones a través de

la prensa. El caso de El Informador (1930-1940)” (Tesis de Licenciatura, Universidad de Guadalajara, 2012).

59

b) Extranjeros indeseables

c) Invasores

d) Peligro y amenaza

e) Monopolizadores y dueños de fuertes capitales

f) Explotadores y degenerados

g) Raza astuta y solapada

h) Rémora y escollo social

El Comité Nacionalista de Jalisco como ya se refirió en el segundo capítulo, usó

gran parte de estos estereotipos para descalificar a su enemigo, el judío. Gracias a esta

imagen limitada y anclada en el pasado que resultaba de imaginarios religiosos y

económicos, el Comité justificó la necesidad de expulsarlos del país. De ahí sus

declaraciones y manifestaciones públicas. Esta “solución” al problema judío es muy bien

explicado por Delumeau. Históricamente se han emprendido tres soluciones en Europa y

sus dependencias que van en incrementum: 1) Convertirlos. Se consideraba que el bautismo

y las liturgias cristianas borraban todos los vicios del pueblo deicida.43 2) Aislarlos. La

política del apartheid promovida en los siglos XII y XIII, consignó que los judíos debían

llevar ropas distintas, no cohabitar con los cristianos y no ocupar funciones públicas. 3)

Expulsarlos. No bastando lo anterior y la búsqueda de impedir el mínimo contacto entre

ambos elementos, a partir del siglo XIV los celos tanto de artesanos como de burgueses así

como el temor a la usura judía, motivó su expulsión.44 El análisis del autor llega hasta el

siglo XVIII, por lo que no incluyó la solución más atroz a la que se llegaría en el siglo XX:

exterminarlos. El nazismo optó por el holocausto para acabar con el pueblo “maldito”.

43 Aunque después se puso en duda la virtud del bautismo y se pensó que el judío, aún converso, conservaba

la herencia de los pecados de Israel. Esto se debió a que los nuevos conversos lograron carreras más brillantes

que las que antes podían ejercer, generando recelos por parte de los cristianos. Delumeau, El miedo en

Occidente, 461-462. 44 Delumeau, El miedo en Occidente, 451-461.

60

A estos prejuicios milenarios que prevalecen en los imaginarios sociales y que

indiscutiblemente influyeron en el discurso del comité local, se sumó la ideología nazi-

fascista de la época que como ya ha advertido Pérez Montfort actuó como fuente del

discurso nacionalista.45 Las similitudes entre el discurso del nacionalsocialismo y el del

Comité Nacionalista de Jalisco son bastantes. No es el fin aquí analizar la influencia que

pudo llegar a tener el nazi-fascismo en el caso mexicano –como algunos estudios pioneros

proponen–, pero sí quisiera destacar dos cuestiones. Por un lado, considerar que existe un

discurso para la época que prioriza la nación y que incluso se “obsesiona” por cuestiones

como la “pureza de sangre” y el avance “invasivo” del enemigo;46 y por el otro, enmarcar el

vínculo estrecho en las estructuras discursivas tanto del nacionalsocialismo como de los

distintos comités nacionalistas y xenófobos47 pero articulados estos últimos con base al

contexto nacional predominante: crisis económica por la depresión de 1929, legislaciones

restrictivas al ingreso de extranjero en el país y campañas de protección a los intereses

nacionales.48

Ya es sabido que el enemigo más claro del régimen nazi era el judío, contra el cual

usó todo tipo de agresiones valiéndose de representaciones estigmatizadas por cuestiones

tanto económicas como raciales para desvirtuarlo; estas son: excelente predisposición para

el comercio, astucia y perspicacia para la especulación, el íntimo goce del poderío y de los

placeres que ofrece una posición social elevada.

45 Pérez Montfort, “Por la patria y por la raza”, 81-92. 46 Ver Karl Schlöegel, En el espacio leemos el tiempo. Sobre historia de la civilización y geopolítica (Madrid,

España: Ciruela, 2007), 56-63. 47 Pérez Montfort aclara que aunque se reconocieron los paralelismos, “difícilmente se podría comprobar con

intercambio de documentos una relación directa entre ambas estructuras.” Pérez Montfort, “Por la patria y

por la raza”, 83. 48 Véase capítulo 2.

61

Al igual que el discurso nazi, el Comité Nacionalista de Jalisco hablaba de una

lucha: “el Comité Nacionalista proseguirá con nuevos bríos la misión que se ha impuesto;

porque una misión patrióticamente propagada no se rehúye, se cumple. Rehuirla sería

cobardía, sería casi una traición a la Patria”, y en esta lucha identificaba al enemigo:

“contra esta turba se han enderezado los primeros ataques, de este Comité, que inicia sus

actividades contra la invasión semita y judía, la más peligrosa por ser la más solapada y la

más astuta.” Como los nazis, el Comité afirmaba actuar bajo una autoridad moral: “ese

ataque lanzado contra los judíos indeseables, fue inspirado en un supremo interés público,

en un supremo interés social, en un supremo interés nacional”; aludía a una serie de

prejuicios y estereotipos: “arruinan nuestro comercio y nuestra industria, con su desleal

competencia y con su proceder deshonesto, fuera de toda ética y toda moral; oprimen a

nuestros obreros y a nuestros empleados y defraudan los intereses del Fisco”; y

comprobaba su verdad: “seremos siempre correctos, caballerescos, hidalgos, que el coraje y

el valor nunca excluye la decencia […] estando siempre circunscritos a los límites de la

decencia, de la moral y de la ley.”49

Los prejuicios y estereotipos, que forman parte importante en el análisis de la

configuración ideológica y discursiva del Comité Nacionalista de Jalisco, desembocan en la

incapacidad de imaginar a los otros desde su propia identidad y experiencia histórica.

Según Arendt, el peligro del prejuicio está en su anclaje al pasado que impide tener una

verdadera experiencia del presente.50 Esto es, los prejuicios limitan la capacidad de

imaginar y comprender a los otros. Elaine Scarry señala que “la forma en la que actuamos

49 Ver Pérez Montfort, “Por la patria y por la raza”, 83. 50 Arendt, ¿Qué es política?, 53-54.

62

con los <<otros>> está configurada por la forma en la que los imaginamos,”51 y por tanto,

la forma y la facilidad con la que se ofende y se infringe daño,

[…] demuestra la dificultad de conocer a otras personas. Existe una relación circular entre la

comisión del daño y el problema de la alteridad. La dificultad de imaginar a los otros es a la vez la

causa de, y el problema evidenciado por, la acción de dañar. La acción de dañar ocurre precisamente

porque nos resulta problemático creer en la realidad de otras personas.52

No obstante, esta limitación también provenía directamente del nacionalismo como

ideología, tanto del Comité Nacionalista de Jalisco como del proyecto de Estado para los

años treinta en México. El nacionalismo no es otra cosa que la imaginación limitada que la

misma nación impone, en tanto que esta última puede ser entendida como una comunidad

política imaginada con límites, por usar los términos de Anderson. Este autor define a la

nación como comunidad dado que independientemente de la desigualdad, existe un

compañerismo profundo; imaginada porque aunque la mayoría de sus compatriotas no se

conocerán jamás, en cada uno existe la imagen de su unión; y limitada pues tiene fronteras

finitas, “ninguna nación –dice Anderson– se imagina con las dimensiones de la

humanidad.”53 En pocas palabras, la nación en la modernidad se imagina a sí misma como

una comunidad limitada a un espacio fijo y las personas que han nacido en él, por lo que

resulta difícil imaginar al resto de las naciones, de las personas, de las culturas.

En este sentido, las características culturales, grupales y religiosas de los judíos no

eran compatibles con las de los mexicanos, sobre todo en dicho entorno nacionalista que

pugnaba especialmente por el mestizaje, esto es, la mezcla de lo hispano y lo indígena.

51 Elaine Scarry, “La dificultad de imaginar a otras gentes,” en Los límites del patriotismo. Identidad,

pertenencia y “ciudadanía mundial”, comp. Martha C. Nussbaum, Estado y Sociedad, 67 (España: Paidós,

1999), 121. 52 Scarry, “La dificultad de imaginar a otras gentes,” 125. 53 Anderson, Comunidades imaginadas, 23-25.

63

Como bien señala Gleizer, el rechazo a los extranjeros indeseables no afectó sólo en

términos migratorios, sino que excluyó a todos los grupos de extranjeros del relato histórico

y de la memoria en la conformación moderna de la sociedad mexicana.54

Ontológicamente, el extranjero no comparte ni compartirá los supuestos

“homogéneos” y “coherentes” de lo que Alfred Schutz llama la “pauta cultural de la vida

grupal”, es decir, aquellas valoraciones, instituciones, sistemas de orientación y guía

peculiares de la identidad propia.55 Podría decirse que la pauta cultural de la vida de un

grupo se construye por un pasado común que proyecta un futuro con miras a dirigir,

cohesionar y fortalecer la identidad de un pueblo. En México, el judío no compartía ese

pasado hispano-indígena mediante el cual el Estado mexicano construyó la idea de nación.

Intrínsecamente, por razones raciales e identitarias el judío no podía ser incluido en dicha

idea, especialmente por no ser católico. Ello no indica sin embargo, que por vivir un mismo

tiempo y espacio los judíos desearan formar parte del proyecto nacional. Cabe recordar que

para los años treinta la comunidad judía se consolidó en el país –como mencioné

previamente–, y es muy posible, que sus expectativas no fueran las de asimilación sino las

de crecimiento y adaptación a las circunstancias de aquel país “extraño” al que llegaron.

Desde luego, la tolerancia o las reacciones por parte de la sociedad o el Estado mexicano

tomaron un papel trascendental en este proceso de crecimiento y adaptación.

A esto se sumaba un imaginario totalmente distinto al que promovía el Estado-

nación mexicano, comenzando porque los judíos carecían de nación en términos

54 Gleizer, El exilio incómodo, 55. 55 Alfred Schutz, “El forastero. Ensayo de psicología social.” Versión digital extraída de Alfred Schutz,

Estudios sobre teoría social (Buenos Aires, Argentina: Amorrortu Editores, 1999).

64

territoriales, políticos y legales,56 no pertenecían al país del que emigraron, pero tampoco

eran considerados mexicanos porque no se les incluía en la “mexicanidad” como identidad

que postulaba el mestizaje. Schutz dice:

El forastero aborda al otro grupo como un recién llegado, en el verdadero sentido del término. A lo

sumo puede estar dispuesto a (y en condiciones de) compartir el presente y el futuro con el grupo al

que se incorpora, en experiencias vividas e inmediatas; pero en todas las circunstancias permanecerá

excluido de tales experiencias de su pasado. Desde el punto de vista del grupo al que se incorpora, él

es un hombre sin historia.57

Pese a su condición de apátridas, simbólica e identitariamente los judíos mantenían

entre sí un lazo más fuerte que, no obstante su dispersión histórica, han mantenido a lo

largo de los siglos y que está representado por vínculos religiosos, culturales, históricos,

comunitarios y educativos. Desde que fue escrita la biblia, los judíos se concibieron como

“el pueblo de Israel” –y posteriormente en la Europa Medieval como “el pueblo de Dios”–;

y asumirse como pueblo acentuó la antigüedad y continuidad de la nacionalidad que

buscaban construir.58

Entretanto, las culturas nacionales decimonónicas relacionaron el término “pueblo”

con el de “raza” hasta considerarlos complementarios. El pueblo judío se vinculó a lazos de

sangre así como a un pasado lingüístico y un origen biológico.59 A partir de esta noción, los

antisemitas vieron a los judíos como una raza. Es en este tenor que el Comité Nacionalista

de Jalisco señaló a los judíos bajo sentencias raciales como “Raza Judía”, “RAZA

MALDITA” y “RAZA DE VÍBORAS.”

56 El Estado de Israel no se fundaría sino hasta 1948. Pero aún cuando los judíos no tenían un territorio

común, ellos compartían características culturales e identitarias que les permitían reconocerse como parte de

una nación. 57 Schutz, “El forastero.” 58 Shlomo Sand, La invención del pueblo judío, Cuestiones de antagonismo, 65 (Madrid, España: Akal, 2012),

39. 59 Sand, La invención del pueblo judío, 40.

65

Un discurso con tono heroico y regido por conceptos que exaltaban lo propio –como

patria, nación y raza mexicana–, y aquellos que descalificaban al otro –como raza judía y

los distintos conceptos de enemigo–; sirvió al Comité como un medio para autolegitimar su

existencia, imponerse y situarse por encima del judío. Como ya se expuso a lo largo de la

tesis, la invención del enemigo siempre permitirá reafirmar la identidad propia y distinguir

lo que pertenece o no a la nación.

66

Conclusiones

La hipótesis que inicialmente pensé para el análisis historiográfico del Comité Nacionalista

de Jalisco, consistía en indagar qué tanto la representación negativa del judío vertida en el

discurso del comité local respondía a un fenómeno real o si era una cuestión de miedos e

imaginarios. Esto es, si la competencia económica de la que se acusaba a los judíos era

tangible en términos estadísticos o si obedecía a una serie de arraigados prejuicios y

estereotipos antisemitas. Se requeriría, no obstante, de un estudio abocado al análisis del

papel económico que tuvieron los judíos y otros grupos de inmigrantes recién llegados al

país, y la competencia que pudieron ejercer frente a los mexicanos.1 Esta labor supera los

fines planteados inicialmente en la investigación, pero posiblemente abra los de otra.

Si bien resulta importante rastrear con mayor evidencia –tanto en datos históricos

como demográficos y sociológicos– la relación y la tensión de estas formas concretas de

exclusión, tal como afirman Schmidt Nedvedovich y Velázquez Caballero,2 la presente

investigación no se centró en discernir o comprobar ambos fenómenos, sino en entender

qué condiciones epocales y representacionales influyeron en el discurso del Comité

Nacionalista de Jalisco y por qué fueron interpretadas de determinada forma.3 Por lo que la

hipótesis se tornó después en revelar que el discurso del Comité recurrió a prejuicios

religiosos, étnicos, culturales y económicos dando pie a una representación del judío como

1 Gleizer, El exilio incómodo, 72. 2 Samuel Schmidt Nedvedovich y Diego Martín Velázquez Caballero, “La judeofobia mexicana: raíces y

consecuencias en la derecha política,” El Cotidiano 185 (mayo-junio 2014): 48. 3 Agradezco a la Dra. Danna Levin la elucidación de esta idea.

67

una raza “peligrosa y astuta”, con el fin tanto de situarse por encima de los judíos como de

legitimar su lucha para expulsarlos del país.

Por otra parte, además de la importancia que adquirieron dichos prejuicios en la

representación que realizó el comité local sobre los judíos, las condiciones del marco

histórico determinaron en gran medida su discurso. Como se destacó a lo largo de los

capítulos, hubo tres factores cruciales: 1) una fuerte crisis económica a finales de la década

de los veinte que repercutió directamente en la creación de la Campaña Nacionalista en

1931 para impulsar el consumo de productos nacionales y la expulsión de los extranjeros –

especialmente aquellos considerados “indeseables”– que “competían” con el trabajador

mexicano; 2) un proyecto nacionalista como herramienta ideológica para construir una

nueva identidad e implementar mecanismos de unificación social y gobernabilidad

impulsados por el Estado apenas finalizado el movimiento revolucionario; 3) la ideología

del mestizaje y su influencia directa en la implementación de políticas inmigratorias

restrictivas, en tanto que se consideraba que la pluralidad étnica y las desigualdades

socioculturales significaban la inexistencia de una nación homogénea.

Los términos “patria”, “nación”, “raza” y los distintos “conceptos de enemigo”

analizados a través de la historia conceptual, son reflejo de este horizonte epocal. En los

conceptos se proyecta una visión del mundo así como la resignificación que los grupos

sociales hacen del poder, del espacio y del tiempo. En sí y en palabras de Koselleck, en los

conceptos “están contenidos los instrumentos propiamente lingüísticos que debe poseer

quien quiere comprender su mundo o influir en él.”4

En este sentido, la riqueza del estudio del Comité Nacionalista de Jalisco radica por

un lado, en un discurso que proyecta una forma de concebir su entorno en un determinado

4 Koselleck, Historias de conceptos, 28.

68

horizonte histórico y de enunciación. Dada su conformación comercial y empresarial, el

Comité se vio afectado con las reformas agraria y social emanadas del movimiento

revolucionario. A esto se sumó una fuerte crisis económica a partir de la cual comenzó a

sentirse amenazado por el creciente número de extranjeros que ingresaban al país a causa

de las oleadas migratorias de principios de los años veinte. De ahí la emisión de sus

desplegados y la organización de manifestaciones públicas para pedir la salida de los

extranjeros indeseables del país que implicaban una “amenaza” a la integridad económica y

nacional.

Por otro lado, la importancia del discurso del Comité está en el papel de la memoria.

Los conceptos analizados en esta investigación y que fueron usados por la agrupación como

instrumentos de legitimación y dominación, son depósitos de un pasado mítico bajo el cual

la nación mexicana se construyó. Esto es, la patria y la nacionalidad son “vínculos

sagrados” –en palabras del Comité– que se comparten a través de un pasado y una raza en

común: la mestiza. Hablar de memoria no obstante, es también hablar de omisiones y

vacíos que pueden estar ligados al miedo y el olvido, o bien, al deseo y el poder.5 El Comité

Nacionalista de Jalisco no hablaba públicamente de su propio origen grupal, y sus llamados

a la movilización social remiten únicamente a la causa patriótica pero nunca a sus raíces

comerciales y empresariales. En cambio, sí exponían la condición semita y usaban el

recurso de la historia para justificar los estigmas que se les atribuyen a los judíos “a través

del tiempo y del espacio y en todos los climas y en todas las latitudes.”

Es así que el presente estudio ha tratado de abonar desde los anteriores elementos y

problemas historiográficos. Sin embargo, aún quedan muchas cuestiones por resolver y

5 Marcela Suárez Escobar, “Discursos y formas de representar el pasado,” 5.

69

reflexionar que se convierten a su vez en posibilidades y futuras líneas de investigación,

como expongo a continuación:

Si bien un aporte en mi investigación ha sido analizar el discurso de un comité

inexplorado históricamente, refleja también la necesidad historiográfica de estudiar

la gran cantidad de grupos nacionalistas xenófobos surgidos para la época. Empero,

dicha necesidad no estriba en indagarlos como casos aislados, sino desde su

incorporación a la Campaña Nacionalista, los vínculos entre los distintos grupos,

redes de poder, participación con las distintas cámaras de comercio nacionales –

como arrojó mi búsqueda en el AHJ–, las características grupales que compartían y

su relación con la ideología oficial del Estado.

Es una necesidad investigativa pensar a los judíos no sólo como la “otredad”

simbólica y discursiva construida por los grupos nacionalistas y el Estado, sino

como otro horizonte historiográfico que tiene sus propias miradas, experiencias y

expectativas. A partir de esto, es posible pensar no en un “espacio” sino en los

“espacios”, en plural, que están conformados por la diferencia y la diversidad. O al

menos, pensar no en un espacio único que se constituye por un “nosotros” que

cierra las puertas a otros horizontes enunciativos. En términos historiográficos,

reconocer al otro es abrir las posibilidades de análisis, o diría, repensar y

reconfigurar aquellos espacios que se dan por sentado; sobre todo, los Estados-

nación que tienen el peso de una tradición histórica de ordenamiento territorial

según los discursos de poder. A la par que se multiplican los espacios, también “los

70

actores históricos, sus voces y sus lugares de enunciación.”6 Esto es, reconocer la

existencia de diversos grupos raciales que formaban parte del territorio nacional y

de la multiculturalidad.

La historicidad del discurso del Comité Nacionalista de Jalisco además de

analizarse en su pasado, en su presente epocal y en su futuro, también puede

observarse en mi propio horizonte con la existencia de grupos con discursos

nacionalistas y de exclusión racial. Tal es el caso del Frente Nacionalista de

México, Movimiento Nacional México, Unión Accionista Jalisco Tradicionalista, e

Hispanidad. Pese al principio de la supuesta globalización que impera en nuestro

orden socioeconómico, la patria sigue siendo un argumento bajo el cual algunos

sectores plantean sus proyectos y legitiman su existencia. Además de plantearse

como un posible estudio comparativo, llama la atención el predominio y

continuidad de estos discursos, si bien en dos entornos muy distintos, que aluden a

la defensa de lo propio a partir de la exclusión de elementos ajenos y supuestamente

incompatibles culturalmente.

6 Silvia Pappe, “La problematización del espacio y el lugar social del historiador,” en El espacio. Presencia y

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2009), 41.

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82

Anexos

1. Declaración de propósitos del Comité Nacionalista de Jalisco

83

2. Invitación a la “Gran Manifestación Nacionalista”

3. Actividades y sectores en los que se desempeñaron los judíos

Sector Terciario

Fines del siglo XIX-1930 aprox.

Sector Secundario

A partir de la década de 1930

Comercio ambulante

Abonos-contado

Comercio establecido

Mayoreo-menudeo

Industria

Taller-fábrica

Mercancías: Importadas y

del país.

Telas, ropa, zapatos,

artículos de bonetería y

ferretería, medias, ropa

interior.

Mercancías: Importadas y

del país.

Telas, ropa, zapatos,

muebles, ropa interior,

prensas de piel…

Producción: Nacional.

Prendas de vestir, textiles,

tejidos de punto, zapatos, ropa

interior, medias, plásticos,

aparatos eléctricos…

Bienes de consumo Fuente: Guadalupe Zárate Miguel, México y la diáspora judía (México: INAH, 1986), 127.