el coche no. 13 xavier de montepin

Download El Coche No. 13 Xavier de Montepin

If you can't read please download the document

Upload: vihurt

Post on 27-Dec-2015

1.079 views

Category:

Documents


90 download

TRANSCRIPT

XAVIER DE MONTEPIN Entre los escritores que en la segunda mitad del siglo XIX sededicaron a la literatura folletinesca, figur en primera lneaXavier de Montepin, autor francs que supo hbilmente enfocarlos temas de sus obras hacia el gusto de las, clases populares,planteando en sus novelas complicados dramas familiares y gran-des injusticias, con la lucha emotiva entre la honrados y el vicio,la opulencia y la miseria, el crimen y el castigo. Xavier Aymon de Montepin, conde de Montepin, naci enApremont (Alto Saona), el 18 de marzo de 1824. Estudi en laEscuela de Archiveros-bibliotecarios, de Pars, y se interes porlu poltica y el periodismo. En 1848 fund el semanario le Canardy colabor en los peridicos contrarrevolucionarios le Pamphiet yle Lampin. Luego public, con A. M. de Calonne, les Troisjournes de Fevrier y le Gouvernement provisoire, libelos sat-ricos. Ms tarde abandon estas actividades y se dedic a escribirfolletines, en los que pronto destac por el melodramatismo desus temas y las difciles situaciones en que colocaba a sus per-sonajes, llenas de intriga y emocin. Dotado de una fecundidad asombrosa, supo explotar el extraor-dinario xito que obtenan sus novelas y escribi una larga seriede ellas, que le produjeron gran fortuna. Su fama traspas lasfronteras y muchas, de sus obras fueron traducidas a diversosidiomas, con lo cual se convirti en autor predilecto de aquellagran masa mundial de lectores que por esos aos devorabanfolletn tras folletn, sin exigir a la obra calidades literarias,sino nicamente accin y misterio. Tambin escribi algunos dramas, solo o en colaboracin, lamayora de ellos sacados de asuntos de sus novelas. Como novelista, public las siguientes obras: les Chevaliersdu lansquenet; les Viveurs d'autrefois; les Amours d'un fou; les 6 < XAVIER DE MONTEPIN Confessions d'un bohme; le Brelan de dames; le Loup noir; Mignonne; le Vicompte Raphael; la Reine de Saba; 1'Epe du commandeur; Mademoiselle Lucifer; Genevive Galliot; Un roi de la mode; le Club des hirondelles; les Fis de famille; le Fil d'Ariane; les Oiseaux de nuit; les Valets de coeur; 1'Auberge du Soleil d'0r; Un Gentlhomme de grand chemin; les Amours de Venus; la Perle du Palais-Royal; les Filies de pltre; les Viveurs de Paris; 1'Officier de fortune; Souvenirs intimes d'un garde du corps; la Maison rose; Les Viveurs de province; la Gitane; le Compre Leroux; Un Amour maudit; les Marionnettes du Diable; les Compagnons de la Torche; la Reine de la nuit; les Pirales de la- Seine; les Enfers de Paris; la Ferme des Oliviers; la Filie du meurtrier; la Maison maudite; le Moulin-Rouge; la Voyante; les Drames de 1'adultre; la Femme de Paillasse; les Tragdies de Paris; la Vicomtesse Germaine; le Secret de la comtesse; la Sor- cire rouge; le. Ventriloque; Sa Majest 1'argent; les Drames du mariage; le Medecin des folies; le Chalet des lilas;. Une Dame de pique; le Dernier des Courtenay; les Filies de bronze; le Piacre n.c 13; Jean Jeudi, Justice!; Sceur Suzanne; la Baladine; les Amours d'01iviers; la Maitresse masque; Son Altesse 1'Amour;la Filie de Marguerite; les Pantins de Mme. Le Diable; Mme. deTrves; le Secret de Titn; Simone et Marie; le Dernier ducd'Hallali; les Amours de province; la Demoiselle de compagnie;la Prtense de pain; le Crime d'Asnires; Deux Amours; Hermine,Odile; P. L. M. la Belle Angele; Rigolo; les Yeux d'Emma Rose;les Filies du saltimbanque; les Dessous de Paris (le Marchand dediamants. Une Famille parisienne et le Romn de la misere);Pille de Courtsane; les Debuts d'une toile; le Gros lot; la Peedes saules; le Mariage de Lascar; Martre; la Tireuse de cartes;la Pille du fou; Trois millions de dot; la Dame aux meraudes;1'Homme aux figures de cire; la Voleuse d'amo\it, y Chanteusedes res. Las obras teatrales suyas ms importantes, son: les Trois baisers;les Pleurs animes; le Rossignol des 'salons; les Etoiles, ou leVoyage de la fiance; le Conntable de Bourbon; le Vol la du-chesse; Pauline; les Chevaliers du lansquenet; les Frres corss;la Tour Sant-Jacqes-la-Boucherie; les Viveurs de Paris; la Nuitdu 20 septembre; la Sirne de Paris; 1'Homme aux figures de cire;Lantara; Bas-de-Cuir; 1'Ille des Sirnes; la Magicienne du Palais-Royal; le Medecin des pauvres; Tabarin; le Barnais; la Prtensede pain; la Policiere; le Medecin des folies; la Mendiante deSaint Sulpice; la Joueuse d'orgue, y la Marchande de fleurs. Xavier de Montepin muri en Pars el ao 1902.PRIMERA PARTEABEL Y BERTA Acababan de dar las diez. Una noche esplndida suceda a un. delicioso da del mes de septiembre del ao de 1857. Detrs de las alturas de Belleville, elevbase la luna en el hori- zonte, semejante a un escudo de plata, y sus fulgores, unidos al centelleo de infinidad de estrellas, hacan la obscuridad transpa- rente. En el declive de las fortificaciones cerca de la barrera de la Cha- pellc, haba un hombre tendido sobre la hierba, humedecida por un fino y fresco roco. Sostena su cabeza con ambas manos, y pareca escuchar el msleve ruido y observar con atencin el camino que linda con lasfortificaciones, entre la va del camino de hierro del Norte y lacarretera de Saint-Denis, distante, aproximadamente, quinientosmetros. El vigilante nocturno pareca tener sesenta aos. Cubran sudesnuda cabeza algunos mechones de cabellos blancos. Una barbagris, descuidada, espesa y larga, daba cierto aspecto salvaje a suennegrecido y atezado semblante; sus prpados cados y rojos,ocultaban dos pupilas brillantes. 8 XAVIER DE MONTEPIN Usaba pantaln, de lienzo, blusa sujeta a la cintura por cinturn de cuero, y sobre ello, un levitn viejo de color indefinido. A su ladovease un sombrero de paja bastante usado. Diantre! dijo de pronto el sospechoso desconocido, des-cargando sobre la tierra un puetazo. Que el diablo me llevesi no me falta! Hace ya media hora que deba estar aqu. Quhace que no viene ese zorro viejo? Esta expresin, bastante corriente entre los marinos, podra darmotivo para suponer que el viejo lo haba sido. Nada ,ms lejos dela verdad. Ral Brisson, conocido por Pluma de Ganso, haba sidonotario. Lo cierto puede a veces no parecer verosmil! Ral Brisson disfrutaba en otro tiempo la propiedad, en unapequea poblacin de los alrededores de Pars, de un estudio muysolicitado y que produca bastante; era dueo de alguna fortuna,y un buen matrimonio, caso de que le hubiese contrado, le hu-biera podido hacer cabeza de familia de gentes honradas. La aficin al juego, al vino y a las mujeres, y un deplorable ta-lento para falsificador, haban sido las causas de su perdicin. Procesado y. declarado culpable de muchas falsificaciones, RalBrisson pas de su estudio a la crcel de Brest, no de buen grado,pero ni arrepentido, ni corregido. Este respetable notario reuna, al amor por la caligrafa, elprurito de la imitacin. Reproduca, sin el menor esfuerzo y conmano firme, rbricas prodigiosas, y cifraba su dicha, su vanidady su gloria, en sus aptitudes de falsificador. Complacase en contar, siempre que lo juzgaba oportuno y nosin legtimo orgullo, que cierto da en la crcel haba sido puestoen libertad, gracias a una orden transmitida de Pars y emanadadel ministerio de la Justicia; orden perfectamente en regla con se-llos y firmas oficiales. Firmas y sellos eran falsos, incluso los delcorreo. Ral Brisson fue detenido tres das despus, cuando el telgrafodio cuenta de la prodigiosa mixtificacin de que haban sido vc-timas las autoridades de la crcel. Al abandonar a Brest, donde haba enriquecido su vocabulariocon gran cantidad de expresiones locales, puso su talento al serviciodel primero que lo pagaba; pero lleg a la vejez, la mano principia temblar, y el ex notario descendi a la categora de los ladrones EL COCHE NMERO 13 9 de ltimo orden; de los vagabundos sin patria ni hogar, que viven al da, de lo que producen sus rapias, y duermen en las canteras, y en las casas en construccin, cuando no cuentan con el dinero ne- cesario para pagar el pobrsimo lecho de esos inmundos zaquizamis donde hay camas para dormir. A poco oyronse pasos. El ex notario aument su atencin y fij su vista en el camino que conduce a Saint-Denis. El ruido se haca cada vez ms perceptible; pero con asombro de Ral Brisson, y aunque la noche era clara, no se vea a nadie. In- dudablemente el transente se ocultaba en la sombra que proyec- taban las fortificaciones. Ces el ruido: algunos segundos despus interrumpi el silencio de la noche una voz ronca que pronunci estas extraas slabas, articuladas de una manera especial, y que sirven de sea y de llamada a los merodeadores nocturnos:: Pi... pi... vi...\ . Ral Brisson contest del mismo modo.i Una forma indefinida apareci entonces en el declive donde se hallaba Brisson. Era el recin llegado hombre de cuarenta y cinco aos todo lo ms, de mediana estatura- y delgado hasta la exageracin. Una blusa de barquero, abotonada hasta el cuello, flotaba sobre sus salientes espaldas y su cuerpo agalgado. Sus tibias de esqueleto se movan bajo un pantaln de pao azul muy ajustado. El cabello, que en otro tiempo debi ser rubio, formaba sobre las sienes largos bucles colocados con suma coquetera; el semblante, lleno de manchas y de pecas, era flaco y descolorido; los ojos, pequeos y cubiertos por los arcos de grandes cejas, expresaban al mismo tiem- po la astucia y el cinismo. Una gorra de terciopelo azul, colocada en la parte posterior de la cabeza, descubra una frente muy pronunciada que, segn los adeptos de la ciencia frenolgica, daba a entender en su poseedor una clara inteligencia, pero aplicable exclusivamente al mal.| El ex notario, al reconocer, al resplandor de la luna, la silueta' caracterstica del que esperaba, cambi de postura y se sent con las piernas cruzadas. Rayos y truenos! exclam. Acrcate, rezagado! Empe- zaba a desesperarme. Te has retrasado media hora.10 XAVIER DE MONTEPIN Ms vale tarde que nunca, compadre replic el hombre es-queleto, cuya voz ronca sala de una garganta corroda por el alco-hol. Poco ha faltado para que no viniera. Por qu? Qu ha ocurrido? Que Cuatro-Hilos sostena que l y yo nos bastbamos parael asunto. Momento ha habido en que ha pensado que prescindamosde ti. Hola! murmur Brisson escandalizado y algo intranquilo. Diantrel Estaba en su derecho continu el recin llega-do Bien lo sabes. l ha descubierto el negocio y a l corresponda la eleccin. Y bien? Asunto terminado. He hablado por t; he abogado por tu causa, y la he ganado. Pero, jpor el diablo! que no ha sido sin trabajo. Cuatro-Hilos se hallaba poco dispuesto a complacerme. Qu tiene que decir de m? Que vas siendo viejo; que te falta energa; que en otro tiempo servas para falsificar escritos, pero que hoy, falto de vista y ago- tadas tus energas, no sirves para nada. Ah tienes lo que es en- vejecer. Viejo y todo, no me cambio por nadie. Eso creo; pero Cuatro-Hilos piensa de otra manera. Si fueras moneda de oro, todos te solicitaran. Y qu es lo que habis resuelto? Reunimos con Cuatro-Hilos en el "Pequeo Fign" a las doce menos cuarto. All dispondremos la marcha del negocio. Te ha hablado de l? Ni una palabra. Sabes, sin embargo, de qu se trata? No. nicamente s que se puede sacar provecho y que quiz haya que manejar el cuchillo. El ex notario se estremeci. Asesinarimurmur espantado. He dicho quizs... Pero, qu te importa eso, viejo? Me asusta la sangre. A m no; por mi fe de Juan Jueves! Jams he despachado a nadie por el solo placer de matar, pero si es preciso, mato. Todo puede arreglarse, sin embargo, y si te espanta la muerte, encrgate slo de servir de espa. Hablaremos con Cuatro-Hilos. En marcha, EL COCHE NMERO 13 11 viejo Pluma de Ganso; t por un lado, yo por otro. Importa que no nos vean juntos con frecuencia. Se levant Ral y se dirigi a la izquierda, en tanto que Juan Jueves, que haba tomado la derecha, entraba en Pars y suba, sil- bando un aire conocido, la gran calle de La Chapelle. El "Pequeo Fign" era uno de los centros innumerables de perversin que existan, en la poca en que empieza la accin de esta novela, en los alrededores de las barreras de Pars, que no haban sido trasladadas todava hasta el lugar de las fortificaciones. Este despacho de vino y de licores adulterados, hallbase esta-blecido en un stano de una casa antigua de la puerta de LaChapelle, que formaba parte de una manzana de casas que ame-nazaban ruina, y que fueron derruidas algn tiempo despus porla piqueta de los trastorndores de las instituciones sociales. Se llegaba al establecimiento merced a una escalera de un solotramo. El "Pequeo Fign" daba, bastante que hacer a la polica. Juan Jueves, por otro nombre Ruiseor, descendi la escaleracon la desenvoltura de un antiguo parroquiano, atraves la primerasala, o mejor dicho, la primera cueva, alumbrada por los humeantesmecheros de dos lmparas pendientes de la bveda, y sin preocupar-se de, la presencia de los vagabundos de las barreras que bebanjunto al mostrador, entr en una segunda sala bastante mayo. ,-alumbrada como la precedente. Una mugrienta mesa de billarhallbase en el centro. II A lo largo de los muros haba unas die'- mesas, ocupadas todaspor hombres, en su mayor parte ladrones o encubridores, y de mu-jeres de mala ralea y cuya fealdad corra parejas con su desenvoltura. Cuatro-Hitos jugaba al billar con un joven de diecisiete a diecio-cho aos, de figura hermosa y de una elegancia relativa. Cuatro-Hilos representaba unos veinticinco aos. Era de buenapresencia y de semblante agradable. Nada le haca sospechoso; el ms hbil fisonomista no hubierapodido adivinar, al verle, un bandido capaz de todo, hasta del ase-sinato.12 XAVIER DE MONTEPIN Cuatro-Hilos vesta el traje del obrero acomodado, o del em-pleado en da festivo. Juan Jueves le dio tn golpe en la espalda. Ah! Eres tu? dijo. Vienes solo? S. Y el notario? No tardar. Bueno. Sintate y bebe mientras llega y yo termino mi par-tida. Atiende, Julio, dieciocho... por doce... Juan Jueves tom asiento. Llen un vaso, bebi, y .repiti laoperacin tres o cuatro veces. Cinco minutos ms tarde apareca Ral Brisson, a tiempo deapurar algn vaso de vino en compaa de Juan Jueves y de Cuatro-Hilos, que haba terminado su partida con una Serie de difcilescarambolas. Vamos, muchachos? Dnde nos llevas? Donde podamos hablar a nuestro antojo. A casa de Bib...Bib soy yo. Ir delante para ensearos el camino. En vez de pasar por la primera sala, subir la escalera y aban- donar la taberna, Cuatro-Hilos se dirigi hacia una puerta del muro del fondo que daba acceso a un obscuro corredor. Una vez en el pasillo, pregunt a sus camaradas: Me segus? Vaya! Como un solo hombre! El ex notario y Juan Jueves iban, efectivamente, en pos de l. As anduvieron los tres unos veinte pasos, en medio de una pro- funda obscuridad, apoyando sus manos en las paredes del negro corredor, con objeto de no tropezar o caer. Alto! dijo de pronto Cuatro-Hilos. Hemos llegado. Este es mi nido... provisional. Abri otra puerta, encendi un fsforo y lo aplic a la torcida de una vela. Entonces pudieron ver sus compaeros que se encon- traban en una habitacin pequea y de poca altura, una cueva, propiamente hablando, que reciba luz por un respiradero abierto en el muro de un patio de dos metros cuadrados. La tierra movida serva de piso: las paredes estaban enverdecidas por la humedad. El mobiliario lo constituan una cama de hierro, una mesa de pino sin pintura, una cmoda y dos sillas viejas. ,BL COCHE NMERO 13 13 Sobre la cmoda, y arrimado a la pared, haba un espejo enmo- herido. Sobre la mesa descansaba una maleta bastante grande, en buen estado y hermticamente cerrada. Sentaos dijo Cuatro-Hilos, sealando las dos sillas a sus huspedes y tomando l posesin del lecho. Podemos hablar... No hay nada que beber? interrog con timidez el ex no- tario, ferviente adorador de Baco. No, anciano. Los lquidos son traidores en el instante pre- ciso; pero fumaremos. Ah tenis tabaco. Juan Jueves atasc su pipa. Cuatro-Hilos li un cigarro. Ral Brisson, fiel a sus antiguas costumbres, limitse a deposi- tar una buena cantidad de tabaco en su tabaquera, despus de haber aspirado con delicia el polvo que dejara entre sus dedos. Vamos dijo Juan Jueves, es importante el negocio? Tanto, que debe proporcionarnos diez mil francos por lo menos a cada uno. Diez mil francos! repiti Ral, cuyos ojos brillaron ani- mados por la codicia. Diez mil francos! S, mi viejo Pluma de Ganso, y quiz ms... Con ellos, si te place, puedes establecer una agencia de negocios. Profesin til, porque se adquieren noticias de las que puede sacarse provecho. No digo que no repuso Brisson; pero antes empezara por proveerme de lo que me ha quitado mi negra fortuna. Ea dijo Juan Jueves, no perdamos tiempo; menos pala- bras y ms hechos. De qu se trata? Dnde est el gato? El gato? En la calle de Berln respondi Cuatro-Hilos. En qu casa? En un' pequeo hotel que tiene el nmero 24. Aislado? S: a la derecha hay una casa en construccin, un jardn a la izquierda y a la espalda terrenos incultos rodeados de una empa- lizada. Este sitio es muy seguro, y oculto en l, puede esperarse la hora de salvar un pequeo muro, y penetrar en el hotel por una de las ventanas del entresuelo que no tiene maderas. Perfectamente! exclam Juan Jueves. El procedimientoes sencillsimo. Con un diamante de vidriero y una bola de pezpronto est hecho el agujero. Despus se mete el brazo, se coge lafalleba, y crac!, en dos tiempos y tres movimientos puede intro- 14 XAVffiR DE MONTEPIN ducirse cualquiera en la casa ajena, cuyos individuos duermen a pierna suelta, confiados en que la puerta se halla bien defendida. Mehe valido de este recurso muchas veces, y recuerdo que cierto da,o mejor dicho, cierta noche, no me dio resultado. Hace mucho tiempo de esto? interrog el notario. Veinte aos. En 1837... Ah! vamos; historia antigua. Justamente; no hablemos, pues, de ella, y ocupmonos en el pequeo hotel de la calle de Berln. Crees que el gato est re-lleno? Vaya si lo creo respondi Cuatrb-Hilos. Cmo lo sabes? He visto los billetes. Ah! ya! Cuenta, cuenta. Od. Hace tres das me dirig por la tarde a la estacin delcamino de hierro del Norte. Entr en la de llegada. Aguardabas a alguien? No: esperaba ocasin de aliviar a un viajero cualquiera deuna valija embarazosa, o de un saco de noche pesado, con pretextode hacerle un favor. Y qu? Nada; porque adems de los guardias de las puertas, habaespas de la polica disfrazados de paisano en la sala de espera. Soyun lince en esto de reconocer a los espas. Dispuesto ya a retirarmey emprender otro negocio, percib el silbido de la locomotora, queanunciaba la llegada del tren de Calais. Resolv esperar. Pregun-tis por qu? No lo s. Fue una inspiracin. Como en el juego...dijo el ex notario, tambin hay ins-piraciones. Justo, Pluma de Ganso. El tren conduca pocos viajeros; ases que la salida fue breve. Cre que haba terminado y abandonabaaquel sitio, cuando acert a ver dos seoras en traje de viaje, dosparroquianas de alto copete. No os digo ms. Qu elegancia lasuya, compaeros! Dos seoras de la aristocracia, no es cierto? pregunt JuanJueves. Bonitas? Superiores! La madre, sobre todo, ms hermosa an quela hija, [palabra de honor! Cuarenta y cuatro o cuarenta y cincoaos, cabellos azules a fuerza de ser negros, y unos ojos capaces EL COCHE NMERO 13 15 de incendiar una carbonera. |Ah, diantre! )qu mujer! Si me pide en matrimonio, me caso con ella! Una carcajada 'fue la respuesta de esta grosera que tena algo de terrible, conocidos los proyectos ulteriores del ladrn. Respecto a la joven, que podr tener diecisiete' aos con- tinu Cuatro-Hilos, figuraos una rubita, menuda como un amor- cillo y fresca como una rosa. Una verdadera manzana. La seora de los cabellos negros llevaba en la mano un saco de viaje de tafilete encarnado con broches de plata, que llam desde luego mi atencin. Me aproxim con la gorra en la mano y pregunt: "Hace falta un coche, princesa? "La seora me mir de alto abajo. "Es usted mozo? dijo inmediatamente con acento ingles. "Y a sus rdenes, seora. "Entonces vaya usted a buscar dos coches; uno para m y otro para el equipaje. "En seguida, seora. "Podris creerme. No esper nuevas rdenes. "Terminado el registro en la aduana, me dijo la seora: "Quiere usted encargar a los empleados que despachen pron- to y tomar asiento en el pescante para ayudar a los cocheros a bajarlas maletas, cuando lleguemos a mi hotel? "Con mucho gusto contest. Tiene gracia! dijo sonriendo Juan Jueves. El saco de tafilete encarnado continu Cuatro-Hilos seguallamando mi atencin, tanto ms, cuanto que la seora no se des-prenda un instante de l, ni aun para cambiar de postura. Pruebaevidente de que deba estar repleto de ban\s-notes, como dicen losmilores ingleses. Antes de ascender al pescante, me acerqu a la por-tezuela y pregunte como los lacayos de casa grande: "Dnde, seora? "Calle de Berln, nmero 24. "Los coches pusironse en marcha, y pocos momentos despusllegbamos a un pequeo hotel de dos pisos y de excelente cons-truccin. Las maderas interiores de todas las ventanas se hallabanhermticamente cerradas. Al llegar me ape para ayudar a bajar delcoche a las viajeras.16XAVIER DE MONTEPIN ffl La seora de los cabellos negros anduvo ms lista que yo continu Cuatro-Hilos, pues sin darme tiempo para ofrecerle mis respetos, salt a la acera, y sacando una llave de su bolsillo, abri una puerta del hotel; "Aprovech la ocasin y dije: Si la seora quiere, tendr ese saco que le molesta. "Un segundo que lo hubiera soltado, y el negocio estaba hecho. Desgraciadamente no fue as. "Intil me contest con sequedad. Corra usted los ce- rrojos de esta puerta, y eche los pasadores. "Aunque de bastante mala gana, obedec. Entraron los coches en el patio, se hizo la descarga de los cajones, y la seora, mien- tras tanto, abri todas las puertas. No sali nadie a recibirla? interrog el ex notario. Ni una rata. Y el portero? Y los criados? Nadie! Es raro! , Raro, no; muy sencillo respondi Cuatro-Hilos. Segnla conversacin que o entre la madre y la hija, parece que la ma-dre haba llegado sola a Pars haca ocho das, con objeto de al-quilar la casa en que nos hallbamos. Hecho esto, y duea de lasllaves, haba vuelto a Londres, donde habita, para recoger a suhija... Cmo sabes que vive en Londres? interrog Juan Jueves. Por lo menos de all venan. En todos los bultos del equipajese lea Londres. Luego es inglesa? , Me parece que s. Los rtulos de las maletas lo hacen creer.Su nombre es Dick Thorn. Habla, sin embargo, francs como unprofesor, aunque con un ligero acento... Dick Thorn... repiti el ex notario. El nombre es es-cocs. Ingls o escocs, poco importa. El nombre es lo de menos. Ciertamente. Acaba. EL COCHE NMERO 13 17 Ayud a los cocheros y subimos los cajones al primer piso, cuyas ventanas estaban ya abiertas. El mobiliario era riqusimo. Seda, molduras, alfombras, espejos, todo, en fin, cuanto exige la moda y reclama el buen gusto. La seora pag a los cocheros y se retiraron satisfechos. "Y a usted, amigo mo me pregunt, qu le debo? "Cinco francos, seora. "Tome usted. "Abri el portamonedas y no encontr nada en su interior. "Haba dado a los cocheros las monedas de plata que con-tena. "Pierda usted cuidado continu sonriendo. Pagar a usteden seguida. "Lo creo contest. "Entonces abri su famoso saco de tafilete encarnado, objeto detodas mis. ansias, y que haba puesto sobre un velador. Y qu haba dentro? dijo con impaciencia Juan Jueves. Ah, hijos mos! Aun me dura la emocin que sent en aquelmomento. La seora sac del fondo del saco una caja repleta demonedas de oro de todos los tamaos, j Haba de cuatro a cinco milfrancos! Diablo! No era eso todo, Mientras que la seora me daba una monedade cinco francos en oro, pude observar a mi placer el saco. Y descubriste los billetes de Banco? interrumpi Ral. Cuatro o cinco paquetes y bastante abultados. Lo menos dediez mil francos cada uno. . : / Y no te arrojaste sobre ellos? dijo Juan Jueves. Y las mujeres? Un solo golpe bastaba para aturdiras. S, pero no era posible. Porqu? Los cocheros estaban an en el patio, hubieran vuelto a subiral primer grito, y yo hubiera sido cogido por una bagatela. Tienes razn, sobre que nada hay perdido... Esos billetessern nuestros... Cuenta con ellos como si se hallaran en tu bolsillo ya. Y dices que no hay criados? Aquel da, no... pero al siguiente s. ^ XAVIBR DE MONTEPIN Hombres?... No: dos mujeres. . Ests seguro? Enteramente; como que hace dos das no pierdo de vista el hotel, y observo quin entra y, quin sale. La madre y la hija ocupan el piso primero. La doncella y la cocinera, las buhardillas del piso segundo. Por aqu nada hay que temer. Podemos, por con- siguiente, maniobrar con desahogo maana por la noche. Tenemos la segundad de no encontrar ms que cuatro mujeres, o tal vez dos; la madre y la hija. Bien podramos reducirlas a razn entre los tres, si incurrieran en la majadera de despertarse pensando en nuestra visita, y la poca delicadeza de pedir socorro! Qu os pa- rece la operacin? Que no puede presentarse mejor dijo el ex notario. Juan Jueves no respondi. Meditaba. Qu tienes, vicio? pregunt Cuatro Hilos, Ests in- tranquilo? S. Por qu? Porque no veo claro ese asunto. 1 negocio parceme acepta- ble: taita averiguar si es bueno. Que si es bueno! Respondo de eso -exclam indignado Cuatro-Hdos- No has odo que nicamente hemos de enten- dernos con mujeres? ... Eso es precisamente lo que me inquieta dijo Juan Jueves. Por qu? No temo a los hombres, y las mujeres me causan miedo. A ti? S, a m. Y no sin motivo. Hace veinte anos fui vctima en Neullly de una mujer que me trat como un recluta, se burl de mi, me envenen, hizo que matara a un hombre, y finalmente meabandono,^ no sin pretender antes deshacerse de m. Qu ests diciendo? La verdad. S; una mujer me sorprendi en flagrante delitode fractura, escalo y robo de noche, a mano armada, en una casahabitada. Me era imposible defenderme con un solo cuchillo desus pistolas, y se apoder de m. En vez de entregarme al procu-rador del Rey, se sirvi de m como cmplice, o mejor dicho, comoinstrumento, de acuerdo con su amante, y no hall medio mejor EL COCHE NMERO 13 19despus, para librarse de m, que envenenarme, temerosa, sin duda,de que pudiera encontrarla algn da. Pero no supo hacerlo interrumpi el ex notario, profiriendouna carcajada. Cmo? . Claro! Dices que te envenen hace veinte aos y ests msfuerte que el Puente Nuevo. Tres meses estuve entre la vida y la muerte, y cuando recuer-do cunto he sufrido, me siento desfallecer. Ah tienes explicadopor qu temo a las mujeres. Prefiero verme, despus de un escalo,delante de cuatro hombres, que de dos hembras. El ex notario pareca ser en este instante presa de una pre-ocupacin. Has vuelto a ver dijo de pronto, a la mujer y al amantede que has hablado? Nunca; y eso que les he buscado. Tengo ganas de saldar lacuenta que hay pendiente entre nosotros. Conoces sus nombres? Si los supiera, a estas horas sera poderoso. Dnde vivan? En Neuilly: en una casa alquilada bajo nombre supuesto.Cuando sal del hospital, ya no habitaban en ella, y como nadie losconoca en el pas, no pudieron darme noticias de su paradero. Noimporta! Han pasado veinte anos y espero an. Todos se en-cuentran en el mundo menos las montaas! Soy supersticioso. Creoque la hora de mi venganza ha de sonar, y se aproxima. Quierono slo exigir el pago del crimen llevado a cabo; quiero tambin,y sobre todo, vengarme de cuanto me han hecho padecer esos mi-serables, esos cobardes, esos infames, que despus de haber exigidode m que asesinara a un hombre y a un nio, quisieron a su vezasesinarme para impedir que hablara. El ex notario que escuchaba con mucha atencin, se estremeci. Un hombre? Un nio? exclam. -S murmur Juan Jueves con voz trmula. Tu has debidoor hablar de eso hace tiempo. Cuatro-Hilos es muy joven para quepueda recordar el famoso asunto. El asesinato del puente de Neuilly.as le denominaban los peridicos de aquella poca. El asesinato del puente de Neuilly? exclam Ral Bris-son, eso es, s, eso es! Me acuerdo como si hubiera sido ayer. 20 XAVIER DE MONTEPIN Me acordar siempre. Se acusaba a un hombre de haber dado muer- te a su to, mdico de uno de los pueblos de las cercanas-de Pars no es verdad? ' Si, en Brunoy. En Brunoy, justo. Le los detalles del proceso a mi salida del hospital al dasiguiente del en que Pablo Leroyer, sobrino del anciano mdico,pag con su existencia un crimen que no haba cometido, porquePablo Leroyer era inocente. IV Dices que Pablo Leroyer era inocente? pregunt el ex no- tario. S. De veras? Como que yo fui cmplice del crimen por el cual fue con- denado. Y en el cual intervinieron un hombre y una mujer Jno es verdad? S, la que me dio a beber el veneno, bajo pretexto de prestar- me fuerzas cuando pona en mis manos el cuchillo. Qu trazas tena la mujer? Morena, de regular estatura, semblante agraciado, hermosa cabellera y ops grandes y expresivos; pero su fisonoma revelaba una gran malignidad. Tena el cabello de un negro azulado, eh? S. El hecho sucedi en 1837, hace veinte aos... Justo. En el mes de septiembre? S. El da 24? El da 24, a las once de la noche. -Ah cmo lo recuerdo! -murmur Juan Jueves hondamen-. te afectado. -T te reuniste con el hombre en la plaza de la Concordia Juan Juwes hizo un gesto de estupefaccin, y exclam: EL COCHE NMERO 13 21 Diablo! cmo lo sabes? -Porque fui yo continu Pluma de Ganso quien escribila carta en la cual se citaba al mdico en dicha plaza. Entonces dijo Juan Jueves cogiendo con violencia del brazoa Ral Brisson, t conoces al hombre y a la mujer? Al hombre no... he visto a la mujer una sola vez cuando mepidi la carta. Diez luises me dio por mi trabajo. Si hubiera conoci-do los propsitos que la animaban al escribirla, hubiera pedidoveinte. ' . No se te ocurri seguirla? El ex notario sacudi la cabeza en sentido negativo. Pero al menos conocers el nombre de la persona cuya letray firma imitaste? Firm con iniciales. Las recuerdas? S. Todava me parece que las estoy viendo. Y eran?... ' Duque S. de la T. V. Un duque nada menos? Se trataba de hacer desaparecerel hijo de un duque con el fin de heredar su fortuna? Por sabido se calla. Y t acabaste con el chico? No. ' |Ah! Mat al hombre... iba a ahogar al nio; pero tuve remordi-mientos: sent piedad, no s de qu...; ahora no se trata de eso. Loimportante es averiguar el sentido de las iniciales. No has pro-curado conocer el nombre que ocultaban? S. ' Y lo has conseguido? S; merced al Blasnico. Al Blasnico? No le conozco. Qu es eso? Una especie de Almanaque Boletn de la nobleza y de los grandes ttulos. Y cul es el nombre que corresponde a las iniciales? El duque Segismundo de La Tour Vandieu. Descifr el enig- ma al siguiente da de la muerte del duque. Muri asesinado? No, en desafo. Entonces... no lo comprendo. 2^ XAVIER DE MONTEPIN Pero yo, como notario que he sido, lo enriendo muy bien El nio era hijo del duque. Este tena un hermano; el nio era un obstculo para la herencia; pero, muerto el duque, y el nio tam- bin, entraba en posesin de toda la fortuna el ultimo de los La Tour Vandieu. -Y el ltimo debi ser el prjimo, que despus de haberse va- lido de mi para hallar expedito el camino, encarg a su querida que me envenenara. -Te equivocas. Ni l ni su querida, tal vez. Servidores suyos quizas, y a buena cuenta. ' ' Ah, dara algo por saber algo! Acaso no es posible? , -No ha de seri exclam Cuatro-Hilos, que hasta entonces no haba figurado como actor en el asunto. Me parece que hemos descubierto un filn de oro, una verdadera mina. Hace ^tiempo que creo lo mismo contest Pluma de Gan. so. El filn existe. Lo difcil es explotarle. Por qu? Porque no encuentro manera de introduciros en el eran mundo. -jBah! Ser suficiente para ello que Juan Jueves cuide algo ms de su tocado y se vista con elegancia. Hecho esto, nada ms fcil que introducirse bajo un pretexto cualquiera en casa del duque de La Tour Vandieu, y averiguar si es la misma persona que conoci en Ncuilly. -No hace falta entrar en su casa para saber si es el mismo -respondi Juan Jueves-, sobre que mi timidez natural sera un inconveniente. Basta con saber dnde est. Rondar la casa y tengo la segundad de reconocerle. -No es mala idea -dijo Ral- Comprobada la identidad nuestro compaero podr presentarse de frente, pronunciar su nom- bre, dado caso que el hombre de Neuilly sepa cul es... -El y la mujer lo saben. Yo les cont mi historia y la de mi apodo Juan Jueves. Pero no es a l principalmente a quien quisiera hallar, sino a la mujer. Ella vendr tras l. -Notario -pregunt Cuatro-Hilos- te acuerdas, palabra por palabra, del contenido de la carta que escribiste al mdico de la aldea? Recuerdo el lugar de la cita nada ms. EL COCHE NMERO 13 23 Pero nada ms se deca en el papel? No lo s. Qu lstima! Por qu, si tengo la carta? S?- La copia... Soy hombre prevenido, y nunca dej de copiar,para mi archivo, todos los documentos cuya falsificacin se meencomendaba. Esa carta formaba parte de mi archivo. Y qu ha sido de ella? Est intervenida. Qu significa eso? Que est empeada. Desde cundo? Hace cinco aos. Lo mismo que otros papeles, que ocupantres maletas. Y-en poder de quin estn? En poder del propietario de la casa cuyo inquilinato no pude satisfacer. Es un gran hombre, a pesar de todo. Donde habita? En la calle de la Reynie, nmero 17. Asciende a mucho el empeo? [A muchol A cunto? A quinientos veinticinco francos, sin contar los intereses. ]uan Jueves hizo una mueca. Diantre! exclam. Excelente empeo! ' Hay que recuperarlas dijo Cuatro-Hilos. Hay que desempearlas, querrs decir. Majadero!... Sabes dnde guarda tus cofres el propietario? S; en el cuarto piso de su casa, en una estancia reducida, que destina a sus parientes cuando llegan a Pars. Pues se intenta una visita domiciliaria. Y caeremos en el garlito. .Eh? . Entre su habitacin y el cuarto en que guarda mis maletas media slo un tabique. Ya pesar del tiempo transcurrido conserva en su poder las maletas? S; no hace muchos das vi a Chaboisseau, que as se llama 24 XAVIER DB MONTEPIN ni-acreeor'/ mc dii(>, que n0 tena prisa> y que Ios ba"^ " nabian corrido nesgo alguno. _ -Bien. Despus hablaremos de esto -dijo Juan ]ueves- De ;adme pensar y disponer un plan. Lo importante es contar con algn dinero para obrar, v w con Lo tendremos maana dijo Cuatro-Hilo. Juan Jueves frunci el entrecejo. cuentos1'" ~dijo~' en e1 hote1 de la cuatro Mu'eres' Pero " cuento con eso. iMaldita preocupacin! Que una mujer te haya engaado es motivo suficiente para sospechar de las dems? Hablemos poco, ros0 ^nmos necesari0' Te hallas dlspest0 a ser de los Dues: Vaya si lo estoy, pero desconfo del xito Tranquilzate: respondo de las mujeres. Sin embargo, para dar con el gato ser necesario escudriar dijo ei ex notario. Se har lo que sea preciso. -Y si despiertan las mujeres? -Tanto peor para ellas -dijo Cuatro-Hilos, dando a su cara una expresin feroz- Se las hace dormir a la fuerza . -iNada de saDgre-'- nada de sangre! -exclam Ral- Lacrcel puede aceptarse, pero el cadalso..; brrr... -Cierto, pero no estar de ms que maana nos procuremosSie os; TbTT- ]uan]ueves se encargara de1 dLame dvidriero y de la bola de pez; sta es su responsabilidad. Tu, nota-ro, vendrs aqu a buscar manojos de llaves falsas y ganzas Yollevare una palanqueta. Linterna no es necesaria; con SoiSsobra para encender las bujas del hotel -Donde nos reunimos? -interrog el ex notario.Hilaba de cllchy' en casa de LOUPiat -contest Cuatro. -En "La Espita de Plata", de la callejuela de las Acacias?pregunt Juan Jueves, nacas' -S. EL COCHE NUMERO 13 25 Mucho cuidado. Por qu? La polica vigila mucho esa calle. Y si nos sorprenden... No hay que temer. Nos detendremos escasamente cinco mi- nutos, lo preciso para reconocernos. A qu hora? dijo Juan Jueves. ' i A las once. . Y la visita al hotel? Entre doce y una. Es necesario aprovechar el primer sueo, que es el ms profundo. Juan Jueves se levant. . Hasta maana dijo. Buenas noches. Cuatro-Hlos estrech las manos de sus compaeros y les hizo salir, no por la taberna, sino por una puerta del corredor que daba salida a la calle. Buenas noches dijo Pluma de Ganso a Juan Jueves. Me voy a acostar. . Dnde? En las canteras de Montmartre. All no pago alquiler. Juan Jueves extrajo de su bolsillo una moneda de plata. Toma dijo al ex notario, ah tienes un franco. Las cante- ras de Montmartre son una temible ratonera y podas caer en ella. Gracias. Te devolver el dinero maana despus de la ope- racin. Dormir en el "Pequeo Castillo", calle de Flandes. El sido no puede ser ms excelente. Separronse los dos miserables, y Juan Jueves se dirigi hacia la calle de las Vinagreras, donde viva. Durante su camino por el canal de San Martn fue meditando en todo cuanto Ral Brisson haba dicho con respecto al crimen del puente de Neuilly. Paciencia se deca; he esperado veinte aos. sin xito y. la casualidad ha hecho hoy lo que no haba podido lograr en mis pesquisas. Aprovechar la casualidad, pero con reflexin, con pru- dencia. Es necesario que mi secreto me proporcione, no slo la venganza (qu vale eso!), sino fortuna. Este negocio es de mi pertenencia y yo solo debo aprovecharme de l. El ex notario nos ha dicho que entre sus papeles haba un duplicado de la carta es- crita por l, hace veinte aos, para hacer caer al mdico en el lazo que se le preparaba, del cual no haba de salir con vida. Ese papel es necesario. Deseo tenerlo y lo tendr, sea cualquiera el medio 26 XAVIER DE MONTEPIN de que haya de valerme para hacerme con l. Una vez en mis manos, empezar mis trabajos. ]uan Jueves lleg a la puerta de su casa al concluir su mon- logo. Entr en su zaquizam, se acost y durmi hasta el da con el sueo tranquilo propio de una conciencia pura. Por la relacin de Cuatro-Hilos, conocemos a la seora Dick Thorn y a su hija. Sabemos tambin su domicilio en la calle de Berln; podemos, pues, entrar en el hotel. La hermosa mujer de negros cabellos y de ojos negros, madre de la encantadora, rubia de ojos azules, era de origen franco-ita- liano. Tena el nombre de Dick Thorn, que era el de su marido, rico escocs establecido en Londres,-y el cual, habiendo perdido casi toda su fortuna en atrevidas especulaciones, no tuvo valor suficiente para soportar su ruina, y muri de pesar. Llor su viuda no mucho, y se ocup en seguida, y sin descanso, en recoger los restos del naufragio, es decir, de su fortuna. Su nico deseo, su nica idea era trasladarse a Pars. Los sucesos explicarn pronto los motivos de su deseo. La nia, cuya belleza no haba sido exagerada por Cuatro-Hilos, llambase Olivia. Dos semanas antes de instalarse en la calle de Berln, la seora Dick Thorn llegaba a Pars, donde permaneci nicamente tres das, empleados en la eleccin de hotel en un barrio' de Pars. El de la calle de Berln reuna las condiciones apetecidas; as que, deseosa de tomar posesin de la casa; pag. seis meses dealquiler adelantados, y regres a Londres con objeto de recoger asu hija y su equipaje. Razones particulares la aconsejaron no con-servar a su lado ninguno de Jos criados que antes de la muerte desu esposo se hallaban a su servicio en Inglaterra. Al da siguiente de su llegada definitiva, la hermosa viuda acept,provisionalmente, los servicios de una doncella y una cocinera. Pro-metase en breve tiempo, montar su casa lujosamente y tener ca-ballos y coche, cochero y lacayo. Eran las doce. La seora Dick Thorn, despus de almorzar, se encerr en unaestancia lindsima que le serva de tocador. Sentada delante de unprecioso mueble de bano, con incrustaciones de marfil y de cobre,se ocupaba en ordenar varios papeles que contena una cartera de EL COCHE NMERO 13 27 chagrn negro. Cogi los papeles uno a uno para guardarlos en uno de los cajones del mueble. Eran el acta de su nacimiento, la del de su hija, el acta de defuncin de su esposo, su pasaporte, y los dems documentos denecesaria conservacin, y varias notas y facturas. Hecho esto, abri nuevamente la cartera. Uno de los senos con- tena cartas y un sobre bastante grande, cerrado con tres sellos blasonados con corona ducal. La parte superior del sobre estabarota. La seora Dick Thorn dej el sobre en la cartera, pero antessac algunas cartas y las ley. Vamos! exclam despus en alta voz y con sonrisa de triun- fo; tengo ms de lo necesario para que el duque Jorge de La Tour *Vandieu, sea, cuando me plazca, el servidor ms dcil de su ex n-tima y cmplice Claudia Varni, y doble, como en otro tiempo, su 'cabeza ante mi voluntad y mi capricho. Si lo. ha olvidado todo, peor para l! Yo, en cambio, me acuerdo de todo. La bella viuda abandon su asiento y empez a pasear dandovisibles muestras de febril agitacin. Eres rico, seor duque prosigui, inmensamente rico y nomenos ingrato. Al servirte antes, servame a m misma. Mis aten-ciones estaban inspiradas en una idea egosta. Jams te he amado!Fui partcipe de una pequea parte de la fortuna heredada consangre de tu hermano, y me pagaste con ella tu abandono. En tantoque mi fortuna ha igualado a la que de tal modo adquiriste, nohas odo hablar de m, y convencido, indudablemente, de que todoha concluido para siempre, vives en paz. Y la seora Dick Thorn prosigui con siniestra expresin des-pus de un acceso de risa contenido: Ah, seor duque, cuan equivocado ests! Hoy estoy arrui-nada, y necesito dos fortunas, una. para m y otra para mi hija!Cuento contigo, seor duque, para obtenerlas, y te desafo a queme las niegues! Soy la misma que conociste hace veinte aos. Eltiempo ha transcurrido sin amortiguar mi energa, sin debilitar mientendimiento. Soy la misma de siempre, porque la Claudia DickThorn de hoy es casi tan bella como la Claudia Varni de 1837. Y dicho esto, puso en la cartera las cartas que acababa de leerabri el saco de viaje, que tena a su lado, y tom de l dos pquetes de billetes de Banco y los coloc sobre el mueble de bano. 28 XAVIER DE MONTEPIN ;Toda mi formna! Ochenta mil francos! Una miseria que emplear, en su mayor parte, en amueblar la casa! No hay tiempo que perder. Es necesario ir directamente al objeto, si no quiero verme sin recursos... Por dicha ma, tengo pensado el plan de ataque, y antes de un mes dar sus frutos! La ex Claudia Varni guard los billetes de Banco en el cajn donde antes haba puesto los papeles de familia. Puso la cartera sobre los paquetes, cerr el cajn e introdujo la llave en el llavero, del cual nunca se separaba. En este momento se detuvo un coche en la calle. Son el timbre del hotel, y dos minutos despus llamaban a la puerta del tocador. Quin es? interrog la viuda. . Yo... madre... contest una voz fresca. Entra, nia. Como no abras, es imposible! Est echada la llave! Tienes razn. La seora Dick Thorn levantse para abrir, y dijo despus de abrazar a su hija: Qu ocurre? . Los equipajes, que venan en pequea velocidad, han llegado del ferrocarril. Bien. Voy en seguida. Y sali acompaada de su hija. Los equipajes en cuestin consistan en media docena de co- fres, muy pesados, y en dos anchas y grandes cajas planas, no muy pesadas, sobre las cuales lease en grande caracteres Frgil. Las cajas contenan los retratos de tamao natural de Ricardo D'0donnel Dick Thorn y de Claudia Varni su mujer. Los dos lienzos llevaban la firma de uno de los maestros de la pintura in- glesa, que haba estimado su obra en mil libras esterlinas. Claudia conservaba los retratos por varias razones. Los admi- raba como obra de arte: contemplbase en la' flor de su juventud y de su esplendente belleza cuando Se miraba en el suyo, y, por ltimo, gustaba de exponer la imponente figura del que haba sido su esposo a los ojos de todos, porque Dick Thorn fue durante su vida un caballero muy respetable, y Claudia entenda que algo de aquel respeto se reflejaba en ella.EL COCHE NMERO 1329 VI Los retratos fueron puestos en un saloncito, junto al tocador. Claudia, acompaada de su hija, sali despus del hotel y sedirigi a casa de un negociante en caballos, y despus a la de unalmacenista de carruajes, en la avenida de los Campos Elseos. Compr un tronco de esbeltas jaquitas, y una linda victoriaverde alga con vivos rojos. Tronco y coche, pagados al contado,deban quedar en posesin de Claudia al da siguiente. Madre r. hija dieron un paseo en coche por el Bosque de Bolonia,y volvieron despus a su casa en la calle de Berln. El cansancio propio despus de un da tan agitado aconsej alas viajeras el reposo, as que a las diez de la noche, las dos seentregaban a un sueo reparador. "La Espita de Plata", igual que el "Pequeo Fign" de la barrerade La Chapelle, era una de esas tabernas que sufre una poblacinpeligrosa, siempre en guerra con la sociedad. La concurrencia era numerosa. El ex notario se dirigi a las doce a casa de Cuatro-Hilos, conobjeto de buscar el manojo de ganzas de que haba de servirse enla expedicin proyectada. Pidi a la vez a su colega dos francos,reintegrables con los esperados beneficios, y repleto el bolsillo, sepropuso vaciarlo en la taberna bebiendo copas de coac. Ral Brisson, llamado Pluma de Ganso, era dbil de carcter.No reconoca rival en todo cuanto se refera a falsificar caracteresde letra y firmas, pero careca del valor necesario para hacer unescalo o ejecutar un robo. Para darse valor entr en la taberna, con-fundindose con las gentes de mal vivir que formaban la parroquiadel establecimiento, y apur, en pequeas dosis, una gran cantidadde aguardiente adulterado. A las diez lleg Cuatro-Hilos y se sent frente a frente deBrisson, sin decir palabra. El ex notario pronunci algunas frasesreferentes al asunto que en aquel sio los reuna, pero Cuatro-Hilosle impuso silencio y empez a fumar. 30 XAVIER DE MNTEPIN La confusin que reinaba en la taberna era grande. El alcohol habase apoderado de las cabezas de los concurrentes, y unos cantaban, otros jugaban y beban, y otros disputaban como energmenos. El ruido era verdaderamente infernal. Sin embargo, en una mesa se vea un hombre cuyo rostro, traza y traje denunciaban claramente que era ajeno a la partida de ban- didos que ocupaba-aquella madriguera. Era un hombre de cuarenta aos, de mirada inteligente, rasgos regulares, fisonoma franca y barba negra. Iba vestido con sencillez, pero con esmero y hasta con cierta elegancia. Un abrigo obscuro de entretiempo cubra un traje de color gris. Su pantaln caa gracio- samente sobre unas botas muy bien hechas. Cubra su cabello, en- sortijado, un sombrero de fieltro. El conjunto era simptico y dis- tinguido. Sus manos, blancas y proporcionadas, pero algo encallecidas, re- velaban al obrero. Fumaba un cigarro, y no haba descorchado una botella de vino blanco que encima de la mesa haba. El individuo en cuestin, enteramente desconocido de los clientes, con los que tanto contrastaba, haba levantado sospechas entre ellos, y no levieron entrar en la taberna con buenos ojos. Tomronle, en unprincipio, por un espa, y ya se disponan a increparle, cuando elseor Loupiat, dueo del establecimiento, se dirigi hacia l, ledio un fuerte abrazo, estrech sus manos con efusin, y dandomuestras de alborozo le coloc frente al mostrador. Las sospechasde los concurrentes se alejaron segn haban venido. No es un espa dijronse unos a otros, es un amigo o unpariente del dueo de la casa. Loupiat puso una botella y dos vasos en la mesa que ocupabael desconocido, indudablemente para beber con l; pero las exigen-cias del despacho le obligaron a servir primero a los clientes quele llamaban desaforadamente. Dos mozos, en mangas de camisa y con mandiles azules, multi-plicbanse a las rdenes del tabernero. Adems, la seora Loupiat,detrs del mostrador, colocaba en ordenadas filas los vasos y servavino en pucheros de piedra; era la encargada de ajusfar la cuenta'y dar los cambios. Una breve ausencia de la seora Loupiat obligaba al marido areemplazarla, y esta substitucin complicaba en gran manera elservicio. EL COCHE NMERO 13 31 Entr la seora Loupiat. Desembarazado su marido del cuidadode la contabilidad, se uni nuevamente con el desconocido, y, sen-tndose enfrente de l, dijo apretando fuertemente su mano: La ciudadana se halla en el mostrador. Podemos, pues, char-lar a nuestro antojo y beber una botella de lo aejo, mucho mscuando ha pasado tanto tiempo sin que nos veamos. Y cuidado sihace tiempo! [Aos! Pero no deseo contarlos, porque eso me ha-ra recordar los que yo tengo! Bah! mi buen Loupiat, gracias a Dios nos conservamos fuer-tes todava, y se lo juro, me alegra volver a verle tan animado. Te creo, muchacho. Y puedes estar seguro de que a m mesucede lo mismo. El tabernero llen los dos vasos. A tu salud! exclam apurando el suyo. A la suya, y de corazn! Mi pequeo Renato continu Loupiat. Oyes? Te llamopequeo, es una rancia costumbre, y te tuteo. Te ofende? Ofenderme? Y por qu? Hoy no eres un nio. Eres un hombre... y todo un hombre.A propsito, qu edad tienes? Cuarenta aos. , Cuarenta ya! exclam el dueo de "La Espita de Plata" estupefacto. No te equivocas? No dijo sonriendo el desconocido. [Diantre! An me parece verte, cuando, hace veinticinco aos, fuiste admitido en casa de Pablo Leroyer, el mecnico cuyos talle- res se hallaban al lado de mi establecimiento en el canal de San Martn. S: tena quince aos. [Y no representabas arriba de trece! Como que apenas te apuntaba el bozo. Apareci despus, y no tardar ya mucho en blanquear con- test el llamado Renato. Y qu remedio! Los aos transforman a los hombres. Pero cuntame qu ha sido de t desde entonces. Ya sabe usted que Pablo Leroyer era no slo mi maestro, mi buen maestro, sino tambin mi protector. Cuando perd a mis pa- dres, vel por m como si hubiera sido su hijo. Me ense el dibujo, el ajuste y me dio lecciones de mecnica, de precisin.32 XAVIER DE MONTEPIN S... s dijo Loupiat, lo s. Mucho te quera. Me acuerdode haberle odo decir que estaba orgulloso de U, y tranquilo por tuporvenir, porque eras modelo de obreros, tenas gran corazn, in-teligencia y valor... porque reunas, en fin, todas las cualidades in-dispensables para brillar en sociedad. Pobre y querido hombre! murmur Renato enjugndoseuna lgrima. Ah! tan bueno como era... y le mataron. Muri inocente segn t? interrog Loupiat. Muri mrtir! Renato prosigui despus de una breve pausa: La ruina del maestro haba precedido a su muerte. Cuando laguillotina hizo caer su cabeza, fue vendido todo lo que tena pororden de la justicia. Tuve precisin de buscar otro taller... Seismeses estuve sin trabajar... La industria pasaba entonces por unacrisis: faltaba trabajo, y en lugar de recibir obreros se despeda alos antiguos. Yo no haba hecho economas, y ya comenzaba a sentirlos horrores de la miseria, cuando supe, por casualidad, que en Ingla-terra solicitaban mecnicos franceses. VII Y partiste? pregunt Loupiat. Ya lo creo! Entre morir de hambre en Pars o ganar para vivir en Inglaterra, no haba duda. Y encontraste trabajo pronto? Al da siguiente de mi llegada. Y has permanecido hasta ahora entre los ingleses? Hasta ahora, padre Loupiat. Dos aos en el torno, luego cincoen el ajuste, y despus como contramaestre. nicamente, la muertede mi maestro Jack Polder pud hacer que me resolviera a aban-donar su fbrica. Por -lo dems, y desde que l falt, iba de mal enpeor, gracias a su yerno, hombre muy antiptico, con sus puntasy ribetes de listo, pero que no entenda una palabra de negocios. Estabas en Londres? No, en Portsmouth. Y no pudiste hallar otra colocacin?... S, tres o cuatro casas de Piymouth y de Londres me hicieronproposiciones. Pero yo quera volver aqu. EL COCHE NMERO 13 33 Pars te llama, eh? dijo Loupiat riendo. Tanto qu Pars ofrece siempre atractivos; pero tena otromotivo ms serio que me impulsaba a volver a Francia. El tabernero llen los vasos. A tu salud, muchacho exclam. Comprendo. Alguna pa-sin amorosa. Me equivoco? Completamente. Bah! Querrs hacerme creer que no has inspirado ms deun sentimiento... No. El amor verdadero me ha dado miedo. No hay nadacomparable a la libertad que goza el soltero. Y luego, quin sabela mujer que le est reservada? Puede usted creerme: nunca hepensado en renunciar al celibato. He podido casarme, porque, nome faltaban recursos. . Has ahorrado? En los diecinueve aos que he trabajado, he podido reunircuarenta mil francos que no deben nada a nadie. Diantre! Es casi una fortuna. Podras casarte con una jovenque llevase en dote otro tanto, y te haras rico. Comprendo que un matrimonio as me proporcionara me- dios para establecerme por mi cuenta, pero por ahora pienso otra cosa. En qu? Es una tontera que no comprender usted tal vez. Es una monomana, una idea fija. Di. Encontrar a la viuda de Pablo Leroyer y a su hijos... Lo comprendo; porque, aunque vivo entre lo peor de Pars, no soy un infame. Pablo Leroyer fue en otro tiempo tu protector; deseas mostrarte agradecido con la viuda y con los hijos; es natural y apruebo tu pensamiento. Me parece que no ha de ser difcil que lo realices. Todo lo contrario; muy difcil. Cmo? A mi salida de Pars vi a la seora Leroyer; promet que le escribira; cumpl mi palabra... Y te contest? Jams. Al cabo de dos aos, y como no diera seales de vida, dej de escribir y hace diecisiete aos que no s de ella. Al llegar 34 XAVIER DE MONTEPIN a Pars, hace pocos das, fui a la casa que ocupaba su familia en la calle de San Antonio, despus del proceso de mi maestro. La se-' ora Leroyer haca ya bastantes aos que no viva all, pero el por- tero record su nombre y me indic las seas que haba dejado al mudar de domicilio. Corr en busca suya, impaciente por abrazar a la pobre mujer y a los nios con quienes tanto haba jugado, y sufr una nueva decepcin. La viuda haba dejado aquella casa, y esta vez sin decir dnde se trasladaba. He perdido la pista... lAh! [diablo! Y crees hallarla? An no he perdido la esperanza. Tres hombres recorren Pa-rs en todas direcciones y yo no descanso en mi tarea. Uno de ellos vendr esta noche aqu. Es un buen hombre, le he citado aqu. Y cmo has sabido mi nuevo domicilio? Pregunt en su antiguo establecimiento del canal de San Mar-tn. Donde no hice negocio dijo Loupiat. Aqu no me va maly no puedo quejarme, y eso que la clientela es sospechosa. El mejorde mis parroquianos no me inspira confianza. No ha odo usted hablar nunca de las personas a quienesbusco? No. Despus de la ejecucin de Pablo Leroyer, cerraron lostalleres. Desde aquel tiempo no he vuelto a ver a la viuda ni a lospequeos. Quince aos hace que vivo aqu y que no he puesto lospies en mi antiguo barrio... Por qu no te diriges a la prefecturade polica? He estado ya. Y has sabido algo? Nada. Quizs, me han dicho, haya muerto la seora Leroyer,o tal vez haya abandonado Pars. Y tal vez no necesite de ri; sera lo mejor. S, pero yo necesito de ella repuso el obrero. T? S. Por qu? Para pagar mi deuda. Para ayudarle en su obra de rehabilitarla memoria de Pablo Leroyer, que pag con su vida el crimen co-metido por otro. De modo que ests completamente convencido de la inocen-cia de tu maestro? EL COCHE NMERO 13 35 Acaso le ha credo usted culpable? Yo... qu quieres! haba sus ms y sus menos. Verdad queen un principio dud de que fuera el autor del crimen, porque lehaba conocido siempre honrado, trabajador, ordenado, buen ma-rido y buen padre, y aunque comprometi toda su fortuna en susinventos, y no poda persuadirme de que la miseria le hiciera ase-sino... y asesino de uno de sus parientes ms cercanos; pero al fintuve que rendirme ante la evidencia, como los jueces y como todoel mundo. Oh! exclam Renato. I La evidencia es a veces enga-osa... y lo fue entonces! Eso crees? Eso afirmo. El mdico de aldea asesinado en el puente deNeuilly no lo fue por su sobrino! Por quin entonces? Sera necesario conocer los verdaderosculpables. Los conocer. Empresa ardua! Que realizar, devolviendo la honra al nombre de Pablo Le-royer, mi seguno padre. Me alegrar que lo consigas. Y lo conseguir, por el nombre que llevo. Mientras tanto, si te parece, vaciaremos otra botella. A condicin de pagarla. Hoy no. Deseo celebrar tu .vuelta a Pars. Loupiat se levant para traer otra. botella de vino. Al aproximar- se de nuevo a la mesa con. el frasco del codiciado lquido, vio entrar en la tienda un individuo vestido con el traje de factor o mozo de estacin. El desconocido pase la mirada por el estable- cimiento, como si buscara a alguno de los concurrentes. Advirti Renato su llegada y le llam: Es mi hombre'dijo al tabernero. Qu hay de nuevo? le interrog as que se hubo acercado a la mesa. Nada.. A pesar de las esperanzas que tenas esta maana? S. He ido al lugar donde cre recoger noticias favorables, y nada. Slo he averiguado que hace tiempo vivieron en la casa una viuda y dos hijos suyos, los tres de la edad que usted manifest, pero el apellido no era Leroyer. 36 XAVIER DE MONTEPIN Cul era entonces? Monester. Es posible que la viuda haya ocultado el nombre del reo dijo Loupiat. Efectivamente: es posible contest Renato. Se ha infor- mado usted del domicilio de la seora Monester? No. Ha preguntado los nombres de los jvenes que vivieron eni compaa de su madre? El agente de Renato extrajo una cartera de su bolsillo, la abri, y dijo: Se llaman Abel y Berta. Abel y Berta! repiti Renato con indecible expresin de alborozo. Son ellos! Tena usted razn, padre Loupiat. La infe- liz mujer ha cambiado de nombre en obsequio a sus hijos. Y aadi dirigindose al agente: No le han dado las seas de su nuevo domicilio? - No; pero me han ofrecido datos que podrn ponernos en camino. Bien. Maana iremos juntos, y con la ayuda de Dios los ha- llaremos. Pero si la desgracia nos. persigue, y esta vez, como tantasotras, no conseguimos nuestro objeto, recurrir a otro medio, a mijuicio, infalible. Cul? interrog Loupiat. Visitar el cementerio Montparnasse. El cementerio Montparnasse! repiti asombrado Loupiat. S. Tengo la seguridad de hallar en l a la viuda junto a latumba de su marido. Vamos, camarda, un vaso de. vino. Soy felizen este momento. Abel y Berta viven, y una voz secreta toe diceque he de encontrarlos! VIII Cuatro-Hitos y el ex notario seguan, entretanto, bebiendo, sinhablar palabra. No estaban tranquilos; sus miradas no se apartaban de la puertade entrada. Eran ms de las nueve y Juan Jueves no apareca. EL COCHE NMERO 13 37 Qu podr hacer a estas horas ese zorro viejo? dijo RalBrisson. La cita era para las once murmur Cuatro-Hilos. Tienes confianza en ese hombre? Por qu me lo preguntas? Porque podra ocurrir que, mientras nosotros aqu deplora-mos su ausencia, estuviera l en la calle de Berln, y a favor de tusnoticias se alzase con el gato. Alzarse con el gato l! No hay miedo, conozco bien a JuanJueves desde hace mucho tiempo. Es un buen hombre! Francocomo pocos y amigo de sus amigos como ninguno. Haces mal ensospechar, notario, y no correspondes a su amistad. El confa muchoen u. Ayer, sin ir ms lejos, abog por ti, e hizo que aceptase tuconcurso en el negocio. Lo saba dijo Ral; es buen chico, no lo niego, pero algoveleidoso. Sea lo que fuere, cumple siempre su palabra. En este instante, la puerta que daba a la calle de las Acacias seabri con violencia. Cuatro-Hilos y Ral creyeron que el que llegaba era Juan Jueves. Les esperaba una desagradable sorpresa. Apareci en la tasca un comisario de polica con las insignias de autoridad, seguido de seis; agentes vestidos de paisano. El ex notario y Cuatro-Hilos levantronse. Casi todos los con- currentes hicieron lo mismo, unos medrosamente, otros con asom- bro. El padre Loupiat se separ de la mesa en que estaba Renato Moulin y se puso a las rdenes del- comisario. Pluma de Ganso murmur al odo de Cuatro-Hilos: Es una visita de la polica. Buscan a alguien. Conviene es- capar. Se deslizaron como serpientes entre los grupos de bebedores, y procuraron aproximarse a la puerta de salida conocida slo de los parroquianos. Algunos sujetos, de aspecto nada simptico, les imi- taron. Nueva decepcin. En el instante mismo en que se disponan a salir, abrise la puerta y aparecieron nuevos agentes de polica. Estamos cogidos! exclamaron todos. El comisario haba llegado al centro de la sala, seguido de sus subordinados. 38 XAVIER DE MONTEPIN La prefectura sabe que .sois un hombre honrado y que no protegis a los ladrones, seor Loupiat dijo al tabernero, a quien conoca haca tiempo, pero .esta casa tiene mala reputacin, y no sin fundamento... Sabemos que penados fugados de la cr- cel se encuentran hoy aqu... En nombre de la ley, que nadie salga! Los bebedores acogieron la intimacin con un murmullo. i Silencio en las filas!.exclam el propietario de "La Espita de Plata". Hay entre vosotros hombres honrados, no es esto?... Pues .los que se hallen en ese nmero que se acerquen y con- testen al comisario. Truenos y rayos! murmur el ex notario, no hay es- cape! Que el diablo cargue con Juan Jueves que me ha metido eh esta ratonera. Gran nmero de bebedores se aproximaron al comisario. Ninguno poda acreditar la identidad, pero eran conocidos del padre Loupiat como vecinos del barrio y se les. dej en libertad. nicamente quedaban en la tasca Renato Moulin y unos doce vagabundos. Cuatro-Hilos se adelant con ademan resuelto. Seor comisario dijo, dejadme salir. Soy un ciudadano honrado. Vuestro nombre? Santiago Hebert. Vuestros documentos? No los tengo aqu. No pensaba tener que hacer uso de ellos... pero estoy domiciliado. Dnde? En la calle de la Carbonera. En el "Pequeo Fign", verdad? Vuestro nombre es ClaudioLandry, y se os conoce por Cuatro-Hilos. Seor comisario... replic el ladrn. Os buscaba, precisamente. Quedis detenido. Protesto. Es un atropello. No he hecho nada. Bien; entonces explicaris al juez la procedencia legtima delos. relojes encontrados en el fondo de Una maleta que se ha ha-llado en vuestra casa. Haceos cargo de ese mozo aadi el co-misario, dirigindose a los agentes, si opone resistencia,-atadle; esbastante peligroso. EL COCHE NMERO 13 39 Cuatro-Hilos rechin los dientes y cerr los puos. Al primero que se acerque, le mato! exclam con vozahogada por la ir y sacando un cuchillo cataln que llevaba. Los agentes que le rodeaban vacilaron un instante y retroce-dieron ante el miserable que se dispona a herir. El comisario anim con el ejemplo a los agentes. Tenis miedo de ese mueco? grit, haciendo un gestodesdeoso. Soldado de la ley, desafo el peligro como buensoldado! Mirad!...' y se dirigi hacia Cuatro-Hilos. No os aproximis grit ste, porque os rebano las tri-pas! El comisario segua andando, con la tranquilidad de que habadado pruebas al entrar en la taberna. Cuatro-Hitos dio un salto y levant el brazo para herir. El comisario corra verdadero peligro de muerte; pero un hom-bre dio un salto enorme por encima de las mesas, se arroj sobreel bandido, le sujet con la mano izquierda y con la derecha learrebat el cuchillo cataln. El miserable echaba espuma por la boca. Intent, aunque envano, resistir. En un abrir y-cerrar de ojos fue derribado en tierray sujeto por la rodilla de Renato Moulin, que ya le haba desarmado. Los agentes pusironle esposas y le obligaron a que se le- vantara.. Durante la lucha se desprendieron de los bolsillos de Cuatro- Hilos una palanqueta y un escoplo. Hola! exclam el comisario, veo que no os faltaban ins- trumentos de trabajo. Preparabais para esta noche un golpe, ver- dad? Cuatro-Hilos baj la cabeza, sin responder. Seor comisario exclam uno de los agentes que haba hecho presa del ex notario, el cual no opuso resistencia, ved uno de la cuadrilla. Mirad. Y el agente mostraba los manojos de llaves falsas que acababa de quitar a Ral. El ex notario y el resto'de los vagabundos que no haban po- dido identificar sus personas, fueron atados. Gracias por vuestra intervencin, caballero dijo el comisa- rio a Renato Moulin; gracias a ella he salido sin riesgo de la aventura. Cmo os llamis? 40 XAVIER DE MONTEPIN El obrero dijo su. nombre. ^Seor comisario dijo Loupiat, es un valiente, uno de mis amigos que llega de Inglaterra, y que hoy me ha hecho su primera visita. Vuestra mano prosigui el comisario, ofreciendo la suya a Renato. Jams olvidar que os debo la vida; os ruego que tampoco lo olvidis. Estoy agradecidsimo, y tendr un verdadero placer en pagar la deuda que he contrado. Disponed de m como gustis, siempre que necesitis de m. Gracias a mi vez por vuestros ofrecimientos dijo Renato Mouim Los creo sinceros y los aprovechar si las circunstan- cias me obligan a ello.. ' A una orden del comisario, salieron los agentes de la taberna escoltando a los rateros que haban detenido. Los vecinos del ba-rrio esperaban en la calle la salida de los malhechores. Con la salida de stos coincidi la llegada .de un individuo demal aspecto y de una extenuacin inverosmil, que con paso ace-lerado caminaba en direccin a la taberna de "La Espita de Plata". Se detuvo ante los curiosos que obstruan la calle, y mir lacomitiva con aire de sorpresa. Era Juan Jueves que acuda un poco tarde a la cita de Cuatro-Hitos. Qu ocurre? pregunt a una mujer que peroraba en ungrupo. La interpelada, encogindose de hombros, respondi: Qu ha de ocurrir? Lo de siempre! una visita de la poli-ca. Desde que el padre Loupiat se ha establecido aqu, est po-blado el barrio de gente de mal Vivir; haraganes, ladrones y algopeor... IX Cmo interrog Juan Jueves con un aplomo asombrosose consiente esta gatera en los sitios pblicos? Esto subleva, pa-labra de honor. Exponer as a un hombre honrado, a un buentrabajador, a un obrero confiado a que beba o juegue con lospillos, comprometiendo su nombre y exponindose quiz a undisgusto! EL COCHE NMERO 13 '41 Cierto contest un joven que se haba incorporado al gru- po. Yo estaba en "La Espita de Plata" cuando lleg el comisario con sus agentes. Si no llega a reconocerme Loupiat, como vecino, quin sabe si ahora no formara parte de los detenidos. Dicen aadi otro que no se trata de ladrones en esta ocasin. Pues de qu se trata? interrog Juan Jueves. De un complot poltico. Aseguran los bien informados que han llegado a Pars gentes de Londres con una mquina infernal como en tiempo de Luis Felipe, con el solo objeto de hacer caer al Gobierno. Hacer caer al Gobierno! repiti un obrero sonriendo. Ests fresco, compadre. La tienda del honrado Loupiat es una ratonera, una cueva de ladrones que limpia de cuando en cuando la polica y nada ms. Mira si no esos picaros que conducen los agentes. Tienen facha de conspiradores? Y el obrero contemplaba a los detenidos que, con las esposas puestas, salan, entre los agentes, de la taberna. Juan Jueves tembl. Haba reconocido a Cuatro-Hitos, sujeto po:- fuertes ligaduras, y vigilado por dos agentes. Truenos! se dijo, el imbcil se ha dejado coger. Qu se vaya al diablo.! Inmediatamente despus de Cuatro-Hilos segua el ex notario con la "cabeza baja. Pluma de Ganso tambincontinu Juan Jueves al ver al ex notario. Golpe en vago! Al pasar sus compaeros se ocult con-loable prudencia entre la muchedumbre. Tema que un signo de reconocimiento lla-mara la atencin del comisario de polica. Los agentes y los de-tenidos prosiguieron su marcha entre las burlas y los gritos delos curiosos. Juan Jueves fue el nico que qued en la calle a poco. Qu contratiempo! Un negocio que tan fcil se presenta.ba! Pero la culpa no es ma, ya se lo advert a uno y otro. A quinse le ocurre.una cita en "La Espita de Plata"! Y qu hacer ahora?Todo mi capital redcese a cinco francos. De dnde saco yo eldinero que necesito? Juan Jueves reflexion algunos momentos e irgui despus lacabeza. El abatimiento de que se haba sentido posedo desapa-42 XAVIER DE MONTEPINrecio como por encanto. Brillaron sus ojos como lucirnagas, unasonrisa maliciosa dibujse en sus labios. Ser idiota? dijo. Ya se qu hacer. Tengo todas lasnoticias, todos los datos. Dar yo solo el golpe esta noche, y sisalgo bi-en, que es posible, ir a la calle de la Reynie, nmero 17, a desempear los cofres de Pluma de Ganso, y buscar los papeles de que ha hablado el ex notario, y que en poder de un hombre listo pueden ser un tesoro. Cuatro-Unos y Huma. de Ganso no saldrn de su encierro en algn tiempo y yo desollare el sato. Se- ra torpeza- grande tomar el asunto en serio. Tengo un diamante de vidriero, mi bola de pez y un buen cuchillo... Lo dems lo har la suerte. No es hora an de ir a la calle de Berln. Entrar en casa de Loupiat. La polica no suele repetir las visitas, si ha hecho presa en la primera. Nada se opone a que saboree un pas- tel y eche una copa. con toda tranquilidad... Juan Jueves entr resueltamente en "La Espita de Plata". La taberna se hallaba casi desierta. Slo haban quedado en ella Renato Moulin, el dueo y su mujer. El agente de Renato ha- ca poco que haba salido. Buenos dasdijo Juan Jueves, saludando muy.cortsmen- tg. Medio azumbre del bueno. La seora Loupiat midi el vino pedido y un mozo coloc el jarro en la mesa inmediata a la en que departan amigablemente Loupiat y el obrero. Nada ms? pregunt el mozo a Juan Jueves. S; un poco de queso y pan. Muy bien. De bola o de gruyere? Como quieras. Soy sobrio por temperamento y no bebo sin comer algo. El mozo sirvi el pan y el queso. Juan Jueves interpel a Loupiat. Hace un instante que estaba la calle llena de gente. Qu ha pasado aqu? Alguna disputa?... No contest el tabernero..Detenciones. Calle 1 Ladrones tal vez? S: una cuadrilla de tunos, cuyo jefe, llamado, a lo que pa- rece, Cuatro-Hilos, ha querido hacer armas contra un comisario. Es posible? Como os lo digo. EL COCHE NMERO 13 43 I Vaya un picaro! exclam Juan Jueves. [Ser conducido a Brest o a Toln, como si lo viera, y le estar bien empleado! Una autoridad en el ejercicio de sus funciones es sagrada! Yo venero a los comisarios y respeto a los agentes. Hace mucha falta limpiar Pars de vagabundos. No hay seguridad, y a cada paso asalta el temor de ser robado. Es horrible. Y Juan Jueves coma al decir estas palabras, demostrando ex- celente apetito. Llen el vaso y dijo: A su salud, seores! . A la suya contest Loupiat favorablemente dispuesto hacia el cliente parlanchn. Bueno es el vino exclam Juan Jueves despus de beber. Vaya! replic Loupiat. Joven... pero de cuerpo. Yo creo que le conozco. Y aadi: Vive usted en el barrio? No; pero lo frecuento, y antes de ahora he tenido ocasin de entrar en el establecimiento, cuyo buen servicio me satisfizo en absoluto. Soy dependiente de un quinquillero de la calle de San Antonio, y hago mis excursiones mercantiles a Clichy y las Bat- gnolles. Hubo un momento de silencio. Juan Jueves comenz a toser. Vaya! por poco me ahogo exclam, y el jarro sin vino. Pronto, una botella! Cuidado con ahogarse! exclam Renato, cogiendo la bo-tella que tena delante y llenando el vaso de Juan Jueves. Bebausted en tanto que le sirven. Gracias, caballero! Le devolver la fineza cuando me traiganla botella. Ah! ser intil contest el obrero, riendo. Creo que no se negar a aceptar un vaso de vino blanco... Sea! Pero slo uno... tengo prisa. Vivo lejos de aqu. Dnde te has instalado? pregunt Loupiat. En la fonda del "Plato de Estao", calle de San Martn. Efectivamente, est lejos, y no te detendremos. Yo mismotra'er este caballero la botella. Y el tabernero abandon su asiento.44 XAVIER DE MONTEPIN No viva usted en Pars? pregunto Juan Jueves a Renato. -No; he estado ausente diecinueve aos. Lejos? ' En Inglaterra. En Londres? No: en Portsmouth. Pero no ha estado usted en Londres? Cinco o seis veces. Con sus amigos? No los tena. Mis compaeros de taller solamente. No ssi le he-dicho que soy mecnico. Buena profesin. Si el obrero es hbil puede obtener gran-des rendimientos. Yo he deseado siempre ir a Inglaterra; perosiempre he carecido de medios para verificar el viaje. Conozco auno que ha vivido en Londres y que ha trabajado para un hombremuy rico llamado Dick Thorn. Dick Thorn repiti Renato. Ha odo usted hablar de l? Ese nombre no me es desconocido. Nada tendra de raro/puesto que se trata de un millonario. No recuerdo dnde le he odo pronunciar. Ah! s, en lafonda donde estuve la vspera de mi salida para Francia. Razo-nes particulares me impulsaron a preguntar quines haban ocu-pado el cuarto donde me haba instalado, y precisamente las per-sonas que me haban precedido, eran la seora y la seorita DickThorn. Esto explica mi sorpresa al oir ese nombre. ]uan Jueves escuchaba a su interlocutor con verdadera cu-riosidad, por ms que nada de lo que acababa de escuchar des-mintiera ni confirmara las noticias dadas por Cuatro Hilos. Una frase de Renato Moulin le daba, sin embargo, en qu pen-sar. "Razones particulares me impulsaron a preguntar quines ha-ban ocupado el cuarto donde me haba instalado." Qu significa esto? preguntbase Juan Jueves. Sereste hombre un espa? No lo parece, pero por si acaso, ya hemos ha-blado bastante. EL COCHE NMERO 13 45 Loupiat se haba sentado nuevamente; y haba sido apurada la botella. Cunto debo? pregunt Juan Jueves.. . Est pagado dijo Renato. No exclam Juan Jueves. He. sido yo el que ha invitado y quiero pagar. No soy rico, es verdad, pero s vivir y ahorrar. Espero dentro de poco tener repleto el bolsillo y abandonar mi industria. Va usted a heredar? interrog sonriendo Loupiat. Duda usted... pues nada ms cierto. Mi fortuna depende de bien poco. Tropezar con una mujer, b volverla a hallar; con eso, basta para hacerme rico. Renato Moulin prest atencin. Una mujer? repiti. ' S, camarada: una mujer a la que no he visto desde haceveinte aos... Hace veinte aos! exclam Renato cada vez ms sor-prendido. . Ni ms ni menos. Pero qu le sorprende en esto? La extraa semejanza entre su posicin y la ma. Tambin busca usted a una persona? S. ' A una mujer? A una mujer que hace muchos aos he perdido de vista. Ya! Es raro! pero difcilmente ser la misma. Cmo se llama la persona que desea usted encontrar? -i-interrog el mecnico. No puedo decrselo. Por qu? Porque ignoro Su nombre. Bromista es usted! Nada de eso. Parece broma y no lo es. Necesito, para hallara la prjima en cuestin, tropezar con ella. Es una historia... unahistoria de familia, y ya sabe usted que en las historias de familiahay secretos que la prudencia aconseja guardar. Dispnseme, pues,si no soy ms explcito. Est usted en su derecho contest Renato, convencido deque sus pesquisas y las de su compaero no concurran a un mismofin. .46 XAVIER DB MONTEPIN Y, sin embargo, engabase, porque un terrible lazo una aClaudia Varni y a la viuda del ajusticiado. Hasta la primera dijo ]uan Jueves, abandonando su asien-to. Parece usted un buen muchacho, y celebrar encontrarle otravez aqu para beber juntos. Cuente usted con un buen almuerzo silogro realizar mi herencia. Seran entonces las doce. Juan Jueves pag el gasto que habahecho, sali de la taberna, se encamin a la calle Clichy, entr des-pus en la de Amsterdam y lleg a poco a la de Berln. Esta difera mucho de la actual en la poca en que acontecanlos hechos de esta narracin, pues slo existan ocho o diez casas,no poco distantes unas de otras, y separadas por terrenos incultos,rodeados de empalizadas. Los vagabundos de las barreras' y los indocumentados acam-paban durante la noche en ellos, y abundaba la accin de la po-lica que era ineficaz en aquellos sitios. El hotel arrendado por la seora Dick Thorn estaba situado entres .dos cercados inaccesibles por las enormes piedras acumula- das en ellos y desfinadas a la construccin de nuevas casas. Por la espalda haba otra cerca, separada, del patio por una pared de nueve pies de elevacin. Juan Jueves tena muy presente el nmero revelado por Cuatro- Hilos. Detvose al llegar frente al edificio, cuya fachada examin con detenimiento. Todas las ventanas se hallaban cerradas y las persianas no de- jaban paso al ms pequeo rayo de luz. Humi murmur el bandido; podra jurarse que las ha- bitaciones interiores estn obscuras como la boca de lobo; pero, sin embargo, conviene no fiar mucho en las apariencias. En las grandes casas hay dobles maderas y cortinas de bastante cuerpo para que no dejen pasar la luz. Hay que proceder con mucha prudencia. Me orientar; para ello tendr que saltar la empalizada, y esto es algo expuesto. Si pudiera separar algn tablero, la cosa era ms fcil. Juan Jueves encendi su pipa, y afectando un aire distrado, ech a andar tranquilamente recorriendo la valla y tocando a su paso los tablones, en la esperanza de que uno cualquiera, mal sujeto, ce- diera al peso de su brazo. Todos sus esfuerzos fueron intiles a de- recha e izquierda del edificio. EL COCHE NMERO 13 47 Juan Jueves dobl la esquina de una calle abierta cerca de losterrenos, a la espalda de! hotel. La obscuridad era absoluta. No haba ni Casas, ni faroles, nicaminos. . Diantre! exclam Juan Jueves. No hay miedo de que lapolica me sorprenda en este sirio, y si no encuentro paso por laempalizada, bien puedo escalarla sin temor. Y continu su investigacin. De repente -se detuvo. Acababa la empalizada y empezaba unmuro. Trabajo perdido! No hay hueco alguno. Es necesario saltar;vamos all. Apag su pipa, la guard en su bolsillo, hizo una dominacin debrazos que hubiera envidiado un buen gimnasta y salv la alturade la empalizada, dejndose caer del otro lado sobre el suelo cubiertode hierbas.' Una vez all se orient con facilidad. Encontrbase enfrente dela fachada posterior del edificio habitado por la seora Dicli; Thorn. A su derecha se vean trozos enormes, cubos gigantescos depiedra sin labrar, de una blancura caliza, y a su izquierda un za-gun. Si al menos no hubiera nadie dentro mumur Juan Jueves.Con verlo basta. Se adelant por entre las piedras, amparndose de la sombraque proyectaban, con objeto de evitar ser visto,, si haca la casua-lidad que el zagun estuviera habitado o defendido. En menos de dos minutos lleg al trmino de su exploracin sinel menor tropiezo. Convencido de que nadie haba, se dirigi haciael muro que cerraba el patio del hotel. Por este lado no tenan lasventanas ni maderas ni persianas. En ninguna haba luz. Al pie del muro haba amontonados tiles e instrumentos deconstruccin; tablones, garfios, escaleras, cuerdas, chimeneas, palas,picos, etc., etc. La empresa no me parece difcil exclam el ladrn; peroel muro es algo elevado y la excursin difcil. Desconfo del xito,aparte de que aunque pudiera pasar al otro lado, no me sera fcilvolver a salir, y me cogeran como a ratn en ratonera. Afortunada-mente puedo servirme de estos tiles. Ni de encargo podra ha-llarlos mejores.48 XAVIER DE MONTEPIN Juan Jueves rebusc entre las escaleras la ms larga y trenos pe- sada y la apoy cuidadosamente sobre el muro. Antes de poner el pie sobre el primer peldao toc, sus bolsillospara asegurarse de que no haba perdido ni su diamante de vidriero,ni, su bola de pez, ni el cuchillo de templada y cortante hoja, delcual no pensaba hacer uso sino en caso de absoluta necesidad; esdecir, si una de las mujeres despertaba y peda socorro. Seguro de que nada le faltaba, aadi para s, rascndose lacabeza: . . j Todo esto es bueno, pero no es suficiente! Me hace falta unaherramienta para abrir los muebles y ni siquiera tengo una gan-za. De esto se haba encargado Cuaro-Hilos! Y el caso es queno puedo descerrajar un armario o un cajn con los dedos. Sipudiera hallar algo de qu poder valermc... Y busc entre las materiales de construccin, amontonados cercadel muro, el instrumento que reemplazara al que echaba de menos. El cielo, poco antes sereno, se haba cubierto de nubes. La obscuridad era grande. Juan Jueves tuvo que desistir de suidea, porque las tinieblas hacan imposible el examen de los objetosque buscaba. El bandido tuvo una inspiracin. XI Se dirigi a uno de los chirriones que estaban provistos de linter-na. Sac una del cubo que la' sostena, la abri, se enter de quetena la calderilla para aceite y mecha; encendi un fsforo y loacerc a la torcida. Merced al resplandor que permitan unos cris-tales rayados y mohosos, pudo ver lo que deseaba. Conmovise repentinamente al descubrir una pequea fraguaporttil de las que usan con frecuencia en los talleres de construc-cin, provista de tenazas, palancas, tijeras, limas de todas clases,martillos y garabatos. Cogi una lima y dos o tres ganchos, apag la humosa linternay se aproxim a la escalera. Esto es de buen agero pensaba. Conseguir mi objeto. En un segundo lleg a la albardilla de la pared.. El cielo habase despejado. A favor de un rayo de luna pudo ver EL COCHE NMERO 13 49a sus pies un pequeo palomar en construccin, que se elevaba hastala mitad del muro. Bueno! exclam el ladrn nocturno. Todo me favorece.No tengo que servirme de la escalera. Y deslizse por el muro hasta llegar a la cubierta, dejndose caerdesde su altura al patio. Escuch un instante. Nada se oa. El negocio no poda presen-tarse en mejores condiciones. Faltaba nicamente poder verificarsin contratiempo la entrada por una puerta o por una ventana. En el entresuelo del hotel, junto a la bveda que serva de en-trada a los coches, haba una puerta y tres ventanas. No hay que pensar en la puerta dijo Juan Jueves, a menosque no la hayan dejado abierta desde ayer, y no es lo probable. Intent, no obstante, abrirla, pero la puerta resisti. Estaba seguro! Por fortuna tengo tiles y s manejarlos: detodas maneras se necesita estar muy necesitado y una resolucinheroica para penetrar solo en una casa donde hay cuatro mujeres.Una haba nada ms en Neuilly y me perdi. Rayos y truenos! Qu mujer aqulla! Las armas, el veneno, todo le era igual. Pero, a qu recordar...? Cuando se puede coger un gato bien mantenido,no hay que dejar que- se escape aunque se arriesgue el pellejo... Qu ventana elegir? Cualquiera, la ms cercana. Y se aproxim a una ventana cuyo cristal toc con la ua. Diantre! doble cristal! La operacin va a ser difcil. Juan Jueves sac de su bolsillo el diamante de vidriero y una caja de hoja de lata que contena una bola de pez del tamao de un huevo. Calent la bola con el aliento, la movi entre sus manos hasta que la pez se hizo maleable y adherente. Conseguido esto, apoy el diamante sobre el cristal y procur trazar una incisin circular del dimetro del fondo de un sombrero. El ladrn trabajaba como poda hacerlo un obrero a la luz del da. Hecha la incisin, cogi la bola de pez, la calent nuevamente entre sus manos y la aplic al centro del crculo que acababa de describir. . Persuadido de que la adherencia era suficiente, hizo fuerza sobre el cristal y poco despus se sinti un ligero ruido seco, semejante al que produce el gatillo de una pistola al montar el arma. 50 XAVIER DE MONTEPIN Qued separado un pedazo de cristal. Cogile Juan Jueves, des- prendi la pez que haba quedado adherida a l, la deposit en la caja de hoja de lata, y se dijo sonriendo con un legtimo orgullo y con la tranquilidad del que ha cumplido con su deber: Bravo, muchacho! Esto es trabajar. Ahora slo queda por hacer abrir la ventana. Introdujo su brazo por el agujero, dobl el codo, busc, y en- contr el botn movible con que se substituye la falleba, lo puso en movimiento, y la ventana gir sobre sus goznes sin hacer ruido. Juan Jueves se puso a escuchar inmvil y conteniendo la respira- cin, Nada se oa en la casa. Penetr y se dirigi hacia el interior. Dnde me hallo? se pregunt el ladrn. No veo gota! Hay que andar con pies de plomo! |Si tropiezo con cualquier ob- jeto, estoy perdido! Al breve resplandor de un fsforo pudo mirar en torno suyo. Estaba en la cocina. Llam desde luego.su atencin un cande- lera que haba encima de la chimenea. Lo cogi y encendi la vela que tena. Ahora dijo Juan Jueves, mucha prudencia. La prudencia, en este momento, consista para l en descalzarse. Se quit los zapatos, los coloc cerca de la ventana y dijo: Ya estoy listo! Adelante y buena suerte! Con el candelero en la mano, se dirigi hacia la puerta de la cocina, la abri, pas por la repostera, abri otra puerta, y entr en un comedor lujosamente amueblado. De seguro que hay plata en los armarios... pens el mise- rable. En otras circunstancias me satisfara con ella, pero hoy lo importante es coger los papeles Garat. Dnde se hallarn?...Aqu... no; Cuatro-Hilos dijo que la dama haba dejado el sacoen una habitacin del primer piso... Por dnde diablos estar laescalera? Juan Jueves reconoci el sitio en donde se hallaba y vio tres puer-tas de dos hojas. Abri una de ellas y entr en un espacioso ves-tbulo, cerrado por vidrieras. En el fondo estaba la escalera, cuyoprimer peldao cubra un rico tapiz. All est!... La ocasin es sta. Y tomando gran nmero de precauciones comenz a subir laescalera. En el descanso del primer piso vio muchas puertas. JuanJueves se acerc a la ms prxima, como haba hecho en el piso EL COCHE NMERO 13 51entresuelo. Ya se ocupaba en reconocer la cerradura, cuando sedetuvo, tembloroso, para escuchar. Haba credo percibir un ligeroruido en una de las habitaciones contiguas. El ladrn abri elcuchillo y escuch por algn tiempo, nada tranquilo. El ruido no se reprodujo. Ha sido aprensin! se dijo el bandido, sujetando con losdientes el cuchillo y descorriendo el pestillo. La puerta gir sobre sus goznes y dej paso al gabinete dondela seora Dick Thorn haba puesto los retratos llegados de Lon-dres, el suyo y el de su esposo. Este gabinete preceda al tocador donde la seora Dick Thornhaba guardado los papeles pertenecientes a su familia y los paque-tes de billetes de Banco que representaban el resto de su fortuna.El tocador separaba el saln del dormitorio. La puerta de comunica-cin estaba cerrada. Tranquilo ante el silencio que reinaba a su alrededor, JuanJueves, movido por un impulso de curiosidad, mir algunos mo-mentos con asombro la riqueza del mobiliario. Diantre! exclam guardando el cuchillo abierto en el bol-sillo. Qu bien se tratan estos ricos! Si tropiezo con los picarosde Neuilly, qu vida voy a darme! Adquirir una casa como estay la amueblar con el mismo lujo. No han de faltarme tampococuadros y al expresar este deseo miraba alternativamente a losretratos de Dick Thorn y de su bella viuda. . Al fijar su vista en el de la ltima, retrocedi con horror y porpoco deja caer el candelero que tena en la mano. Aquella mujer, que en la penumbra pareca animarse y cuyasmiradas se fijaban en l, tena para Juan Jueves algo de fantstico yde sobrenatural. Estaba muy afectado: un sudor fro baaba su frente. Rayos y truenos! murmur enjugndose la frente con elpauelo. No hay duda. Estoy despierto... y no he bebido. [Yoconozco esta mujer!... S; es la misma que me puso en la mano un pual y me dijo: Mata! La misma que quiso matarme despus. Es la envenenadora de Neuilly! Aumentaba su agitacin. Un temblor continuado agitaba Su cuerpo, y momento hubo en que pens salir del hotel. Recobr a. poco la serenidad, aunq