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El Código Dresde Se supone que este código data del año 1250 y está compuesto por 39 láminas escritas por ambos lados con 72 ilustraciones y nadie sabe como fue que llegó hasta Alemania. Aparentemente es el más antiguo de los códices mayas en existencia, que son cuatro y se encuentran en ciudades europeas en España, Francia, y Alemania. En sus láminas los expertos estudiosos de la cultura maya encontraron las claves del calendario utilizado por ellos y los textos se refieren principalmente a observaciones astronómicas y astrológicas, tablas de lunaciones y la descripción de un eclipse de Venus, igualmente hay algunas menciones a determinadas cosechas y a medicina herbolaria.

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Page 1: El Código Dresde - WordPress.com · Web view, eran cosa del demonio. Obviamente su cerrado criterio o falta del mismo, le impidió ver el daño que causaba (arqueológicamente hablando)

El Código Dresde

Se supone que este código data del año 1250 y está compuesto por 39 láminas escritas por ambos lados con 72 ilustraciones y nadie sabe como fue que llegó hasta Alemania.

Aparentemente es el más antiguo de los códices mayas en existencia, que son cuatro y se encuentran en ciudades europeas en España, Francia, y Alemania.

En sus láminas los expertos estudiosos de la cultura maya encontraron las claves del calendario utilizado por ellos y los textos se refieren principalmente a observaciones astronómicas y astrológicas, tablas de lunaciones y la descripción de un eclipse de Venus, igualmente hay algunas menciones a determinadas cosechas y a medicina herbolaria.

Inclusive, en este código se mencionan relatos de los mejores tiempos para sembrar, algunas predicciones respecto al movimiento de los astros en el cielo y una plétora de deidades mayas que regían el Universo como por ejemplo K’in Ahau (dios

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Sol), Naal, (dios del maíz) Chaak (dios de la lluvia) y Lahun P’et (dios de los sacrificios humanos).

Algunos historiadores reconocidos atribuyen este Código al periodo posclásico estableciendo que bien pudo haber sido escrito en la ciudad de Chichén Itzá.

Está elaborado a base de hojas de higuera, entrelazadas, planchadas y preparadas según procedimientos desaparecidos y tiene una extensión de 2 metros 56 centímetros.

Desgraciadamente no se sabe con certeza acerca de muchos acontecimientos relativos a los mayas, pues entre otras cosas el 12 de julio de 1572, Fray Diego de Landa realizó el llamado “Auto de fe de Maní”, uno de los mayores, más famosos y más lamentables que se recuerdan en la historia de la conquista de América.

Fue calificado en esa terrible forma por el daño tan grande causado a una antigua civilización precolombina tan importante (que sólo con muchos esfuerzos pudo recuperar parte de su tesoro cultural), y por la espectacularidad del acontecimiento, como se podrá apreciar a continuación:

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Cuando llegó a Yucatán, Diego de Landa pensaba que todos esos objetos, sagrados para los mayas, eran cosa del demonio.

Obviamente su cerrado criterio o falta del mismo, le impidió ver el daño que causaba (arqueológicamente hablando) ya que su celo o fanatismo católico tenía preeminencia sobre cualquier otra consideración.

No se puede, ni se debe, culpar a este Fraile por esos excesos, sino atribuirlos al fanatismo religioso de la época, fanatismo que matizó de crueldad muchas de las acciones de La Conquista y no solamente las acciones militares.

 No podemos olvidar que muchos de los pueblos indígenas eran caníbales y como

parte de sus creencias, estaban los sacrificios humanos y la ‘idolatría’.

Por supuesto que estas características no justifican ni disculpan muchas acciones, pero hacen más ‘comprensible’ el porque fueron atacadas y combatidas con tal ferocidad.

Según las crónicas de esos tiempos y años inmediatamente posteriores, prohibido, como estaba el ejercicio de la religión maya para los nativos, también estaba perseguida por las leyes españolas toda expresión vinculada con sus tradiciones, especialmente religiosas, y el evento que nos ocupa bien pudo empezar el día en que el portero del convento de Maní salió de caza.

Los perros que Pedro Che llevaba consigo entraron en una cueva y sacaron un pequeño venado que acababa de ser degollado; penetró a su vez el indio estimulado por la curiosidad y vio con gran sorpresa un altar, y allí varios ídolos ensangrentados, señales evidentes de que se habían ofrecido sacrificios a las divinidades paganas.

Pedro Che (portero del Convento) volvió a Maní e hizo un detallado relato al guardián del convento, y éste al provincial de la orden franciscana.

Después de conferenciar con Quijada, (Alcalde Mayor), el Obispo Landa llegó al escenario de los hechos en junio de 1562 para proseguir con las averiguaciones.

Prontamente quedó constituido un tribunal religioso que abriría juicio contra los culpables, y otros frailes fueron despachados a los pueblos próximos con el fin de indagar la extensión de la idolatría, castigar sobre el terreno a los transgresores menores y remitir a Maní a los que hallaran reos de crímenes importantes.

En Mérida se había acordado también que el provincial tuviera el apoyo de la autoridad civil.

Quijada nombró a Bartolomé de Bohorques alguacil con la misión de asistir a Landa, ejecutar sus órdenes, prender a los indios y cumplir sus autos y sentencias.

Cuando Landa encontró a Bohorques le requirió bajo pena de excomunión para que aceptara el cargo de alguacil mayor de la inquisición ordinaria, una exageración muy de la época e innecesaria pues Bohorques compartía esa aversión hacia la idolatría.

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El 11 de junio Landa mandó apresar a treinta indígenas prominentes,

incluyendo caciques, principales y gobernadores de varios lugares en las semanas siguientes: había dado comienzo uno de los más célebres episodios de persecución de idolatría en la América hispana.

El auto de fe se abrió con una procesión de españoles e indios penitenciados que marchaba a los sones del salmo “Miserere mei, Deus”.

Los mayas responsables fueron trasquilados, encorozados y ensambenitados; el escarmiento resultó tan penoso que algunos se ahorcaron en los bosques o huyeron despavoridos tratando de evitar el rigor de los castigos.

Pero más doloroso quizá que las torturas o cualquier padecimiento físico fue para los indígenas tener que presenciar con estupor la destrucción de sus objetos religiosos; una famosa lista publicada por el doctor Justo Sierra en el siglo XIX sostiene que en Maní se rompieron o quemaron 5,000 ídolos de diferentes formas y dimensiones, 13 grandes piedras utilizadas como altares, 22 piedras pequeñas labradas, 27 rollos con signos y jeroglíficos, toneladas de libros (¡quien sabe de donde salieron esa mediciones y esas cifras!) y 197 vasijas de todos los tamaños.

Los herederos de la vieja civilización centroamericana estaban consternados ante este espectáculo inaudito, y el fraile (que más tarde ayudaría poderosamente con sus informes a la recuperación del pasado de Yucatán) permanecía impasible mientras el fuego devoraba decenas de preciosos testimonios de la antigüedad, no toneladas como después se aseguró.

Sus palabras fueron: "Hallámosles gran número de libros de estas sus letras, y porque no tenían cosa en que no hubiese superstición y falsedades del demonio, se los quemamos todos, lo cual sentían a maravilla y les daba pena".  

      El evento tuvo grandes repercusiones, y no solo culturales, hasta el punto de que en abril de 1563 Fray Diego de Landa debió acudir a España, llamado por el rey Felipe II, para que diera las explicaciones pertinentes.

Al final, aunque duramente reconvenido por las autoridades, quedó absuelto por una cuestión formal ya que pudo demostrar que reunía los requisitos legales para actuar como Inquisidor y sus acciones, fueron calificadas únicamente como ‘excesivo celo por combatir la idolatría’ y fue ‘regresado’ a sus antiguas funciones como Obispo de Yucatán.

         Fray Diego de Landa, no obstante, al volver a Yucatán y en su madurez, se dedicó al estudio de la cultura maya, sin que se conozca a fe cierta si esa decisión fue producto de un cierto arrepentimiento por lo ocasionado, o por genuino interés en aprender la cultura maya.

Escribió un texto intitulado “Relación de las cosas de Yucatán” que si bien tiene como mayor defecto que mezcla las informaciones objetivas con sus opiniones personales y que lo redactó valiéndose de sus recuerdos, no obstante resulta una referencia obligada e imprescindible para todo aquel que desee conocer la cultura maya.

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Como cuentan los historiadores, muchos científicos lo catalogan como el mayor inepto Inquisidor de la historia mexicana, ya que, con su insignificante criterio eclesiástico, tomó esa enajenante decisión y privó a la humanidad de testimonios valiosísimos sobre la cultura maya.

Por estos antecedentes y la ignorancia generalizada sobre los mayas, resulta absurda la pretensión de un matemático alemán (Joachim Rittsteig) quien asegura haber descubierto en el Código Dresde indicaciones precisas que conducirían a un gran tesoro depositado en las aguas del lago Izabal en Guatemala.

Un popular diario madrileño publica ‘la noticia’ de la siguiente forma: Por Uno Noticias, http://www.unonoticias.com/, :

Descifran en Alemania un código maya

“Un científico alemán asegura haber descifrado el llamado Código Maya de Dresde y descubierto en uno de sus capítulos indicaciones precisas que conducirían a un gran tesoro de oro de una cultura desaparecida de Guatemala”.

"El Código Maya de Dresde conduce a un gigantesco tesoro en Guatemala de ocho toneladas de oro puro", afirma el matemático Joachim Rittsteig, desde hace 40 años estudioso del documento, en declaraciones que publica hoy el rotativo alemán Bild”.

Es decir, el diario madrileño cita al rotativo alemán Bild, sin siquiera molestarse en verificar la autenticidad del reclamo del matemático, que no debe tener mucho que hacer y si contar con una gran fortuna que le permite ocupar más de 40 años estudiando el documento, y que se sepa, este matemático no ha hecho ninguna contribución significativa a lo que sobre astrología o astronomía maya se refiere, por lo que se infiere que ha ‘invertido’ 40 años de su vida, para desarrollar un complejo de Indiana Jones.

El reportaje madrileño añade que "en la página 52(del Códice) se habla de la capital maya de Atlan, que resultó destruida por un terremoto el 30 de octubre del año

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666 antes de nuestra era”. “En la ciudad se guardaban 2.156 tablas de oro en las que los mayas grabaron sus leyes". “El tesoro se hundió junto a la ciudad en las aguas del lago de Izabal, situado al este de Guatemala, cuyos restos han sido localizados por el científico alemán gracias a imágenes de radar tomadas en la zona”.

"En ellas pueden verse claramente los restos de la ciudad”. “En las ruinas de una fortaleza se aprecia el sarcófago de piedra en el que podrían encontrarse las 2.156 tablas de oro”. “Los datos de que dispongo muestran el lugar con un margen de error de 10 centímetros", asegura Rittsteig.

Sin que nadie sepa como fue que paró en sus manos, en 1739 el Código fue donado a la Biblioteca de Dresde por un acaudalado comerciante de Viena (Johann Christian Götze) quien lo obtuvo de un propietario desconocido, y ahí permanece bajo protección de gruesos cristales blindados.

Este extraño libro escrito en lengua maya, llegó a manos de un erudito alemán en 1880, el cual tras años de dura labor, desentraño el Código del Calendario Maya, dando acceso de este modo a la traducción de muchas de las antiguas inscripciones que fueron encontradas investigaciones arqueológicas en distintos lugares y artefactos de la civilización Maya.

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Como dato anecdótico podemos decir que este antiguo documento ha sido utilizado por la astronomía moderna, proporcionando detalladas tablas de eclipses lunares y otros fenómenos astronómicos.

En 1986, Maurice Cotterell que durante largo tiempo había investigado sobre el

campo magnético del sol y sus efectos directos sobre la tierra, descubrió mediante el Código de Dresde, que el calendario maya no era nada arbitrario sino que basaba sus conocimientos en el sistema solar.

Esto explicaría el porque los mayas se centraban tan estrictamente en los largos ciclos del tiempo y su creencia en los procesos de generación y destrucción de las 4 edades anteriores del hombre.

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El Código Maya de Dresde contiene gran parte de los conocimientos de la cultura maya, entre ellos los astronómicos o médicos, y en su última hoja describe el Apocalipsis o fin del mundo, que debería tener lugar el 21 de diciembre de 2012, lo que como todos sabemos ha dado lugar a infinidad de especulaciones.

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El (ahora experto Rittsteig), busca actualmente patrocinadores para una expedición a Guatemala, calculando que "solo el valor del oro de las tablas asciende actualmente a 211 millones de euros" (unos 290 millones de dólares).

Con este argumento, apelando al ‘patrioterismo’ o nacionalismo absurdo y a la codicia, Rittsteig y los que le apoyan y hacen difusión de este ‘descubrimiento’ quieren ‘recuperar un tesoro guatemalteco’, (del que no se ha probado su existencia) por lo que el proyecto en si suena hasta risible y fuera de lugar.

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Es claro y obvio, que se trata de una noticia ‘sensacionalista’ un reportaje periodístico derivado de otro, una interpretación en búsqueda de ‘vender’ más periódicos.

Está claro que tal tesoro no existe, y que solo es una ‘nota sensacionalista’.

Está perfectamente claro y comprobado que el Código Dresden contiene textos astrológicos, y referencias a medicina herbolaria, y en ninguna de sus 39 páginas, estudiadas hasta el cansancio por ‘eruditos y conocedores’ hay mención a leyes, normas, formas de gobierno o tesoros ocultos, pero hay una vena en el ser humano que acepta esas argumentaciones con fundamento en que ‘todo es posible’ y ‘debemos explorar’ y ‘llegar a los límites del conocimiento’ y una serie de discursos por el estilo que pueden ser muy válidos y hasta un impulso al ‘progreso’, pero que en esta ocasión, no son aplicables.

Por todas partes se está especulando sobre este asunto en una forma que más parece promoción para una película de Hollywood que cualquier otra cosa y mucho menos una investigación con base en la lógica y la misma ‘ley de las posibilidades’.

Lo curioso del caso es que esta noticia (si es que se le puede llamar así) –aunada a la promoción de la película 2010- (que aquí entre nos no vale la pena gastar dinero para ‘hacer cola’ y ver esta malísima producción comercial) ha tratado de convertir en diferente lo ya muy trillado, y en esta ocasión, ha despertado de nuevo el debate referente a los tesoros de la antigüedad que por una u otra causa están fuera de sus países de origen.

De todos es son conocidos los intentos del gobierno del depuesto Hosni Mubarak por ‘repatriar’ tesoros arqueológicos egipcios, de las constantes peticiones y repetidas negativas del gobierno alemán de devolver la estatua de Nefertiti que fue ‘sacada’ de Egipto por procedimientos ilegales y cuya historia en otra ocasión relataremos.

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Ya me puedo imaginar al Vaticano o a Francia devolviendo los obeliscos de Luxor que adornan la Plaza de San Pedro o la plaza de la Concordia, o que resulten en algo positivo los esfuerzos de algunos ‘particulares’ mexicanos por lograr la repatriación del denominado Penacho de Moctezuma.

Por cierto, y ya que se menciona el ‘reclamado’ penacho, algunos ‘estudiosos’ ha determinado que el objeto no era un penacho, sino un pectoral y que haya pertenecido a Moctezuma se duda aún más con el paso del tiempo.

A estos reclamos (ya ‘viejos’) se unen las hoy recientes promociones de países económicamente débiles como Guatemala y Belice que quieren incrementar su industria turística a base de la repatriación de centenares de piezas arqueológicas de la cultura maya diseminadas por todo el mundo.

Ojala logren su propósito pues en principio, la riqueza cultural pertenece a los pueblos de cuya cultura emanaron, pero no se va a cambiar lo que se ha hecho o hecho mal desde que el mundo es mundo…….. lo hecho, hecho está.

Y Joachim Rittsteig disfrutará de sus 15 minutos de fama, y de cierta notoriedad momentánea.