el campesinado en cuba frente a la crisis del modelo de

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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA UNIDAD XOCHIMILCO DIVISIÓN DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES POSGRADO EN DESARROLLO RURAL. NIVEL MAESTRÍA EL CAMPESINADO EN CUBA FRENTE A LA CRISIS DEL MODELO DE AGRICULTURA CONVENCIONAL: EL DEBATE ENTRE LOS TRANSGÉNICOS Y LA AGROECOLOGÍA COMUNICACIÓN IDONEA DE RESULTADOS QUE PARA OBTENER EL GRADO DE MAESTRO EN DESARROLLO RURAL PRESENTA: SOEL MICHEL RONDÓN CABRERA DIRECTOR: DR. FRANCISCO LUCIANO CONCHEIRO BÓRQUEZ CODIRECTOR: DR. IVÁN JIMÉNEZ MAYA Ciudad de México, 26 de noviembre de 2017.

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Page 1: EL CAMPESINADO EN CUBA FRENTE A LA CRISIS DEL MODELO DE

UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA

UNIDAD XOCHIMILCO

DIVISIÓN DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES

POSGRADO EN DESARROLLO RURAL. NIVEL MAESTRÍA

EL CAMPESINADO EN CUBA FRENTE A LA CRISIS DEL

MODELO DE AGRICULTURA CONVENCIONAL: EL DEBATE

ENTRE LOS TRANSGÉNICOS Y LA AGROECOLOGÍA

COMUNICACIÓN IDONEA DE RESULTADOS

QUE PARA OBTENER EL GRADO

DE MAESTRO EN DESARROLLO RURAL

PRESENTA:

SOEL MICHEL RONDÓN CABRERA

DIRECTOR:

DR. FRANCISCO LUCIANO CONCHEIRO BÓRQUEZ

CODIRECTOR:

DR. IVÁN JIMÉNEZ MAYA

Ciudad de México, 26 de noviembre de 2017.

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2

A Adán, Amalia y Diana,

Por su amor que me dio fuerzas.

Page 3: EL CAMPESINADO EN CUBA FRENTE A LA CRISIS DEL MODELO DE

3

Al Dr. Francisco Luciano Concheiro Bórquez,

Al Dr. Iván Jiménez Maya,

A la Universidad Autónoma Metropolitana.

Gracias por la oportunidad y la confianza.

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4

INDICE GENERAL

Introducción............................................................................................................................ 9

Capítulo I. Elementos teóricos para el debate en torno al campesinado y las estrategias

campesinas en el contexto de la agricultura latinoamericana ............................................... 15

Capitulo II. Elementos históricos para el debate en torno al campesinado y la crisis del

modelo agrícola convencional en Cuba ................................................................................ 36

2.1. Génesis y evolución del modelo agrícola convencional en Cuba. El rol del

campesinado previo a la Revolución................................................................................. 36

2.2. Transformaciones revolucionarias de la agricultura en Cuba. El rol del campesinado

posterior al triunfo de la Revolución .................................................................................. 50

2.2.1. Primera Ley de Reforma Agraria del 17 de mayo de 1959 .................................. 50

2.2.2. Segunda Ley de Reforma Agraria del 3 de octubre de 1963 ............................... 59

2.3. La consolidación del modelo de agricultura convencional en Cuba y el rol del

campesinado en las nuevas condiciones de la agricultura socialista ................................ 64

Capítulo III. Crisis del modelo de agricultura convencional en Cuba y el rol del campesinado

durante la crisis. El debate en torno a la agroecología y los transgénicos ............................ 77

3.1 Estrategias campesinas frente a la crisis del modelo de agricultura convencional en los

años noventa .................................................................................................................... 78

3.2 Buscando soluciones a la crisis: el debate en torno a los transgénicos en Cuba ........ 82

3.2.1 La tecnología de transformación o modificación genética ..................................... 82

3.2.2. Posturas a favor de la tecnología transgénica para la agricultura en Cuba .......... 85

3.2.3. Críticas a la postura de los transgénicos para la agricultura en Cuba y propuestas

de un nuevo modelo: la agroecología ............................................................................ 89

3.2.4. El rol del campesinado en el debate en torno a los dos modelos. La postura de

las organizaciones y de los campesinos ........................................................................ 92

Conclusiones ........................................................................................................................ 99

Referencias ........................................................................................................................ 104

ANEXOS ............................................................................................................................ 115

ANEXO 1 Lugares donde se ha sembrado cultivos transgénicos en Cuba ......................... 115

ANEXO 2 Estado actual del desarrollo de la tecnología transgénica en Cuba .................... 116

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5

INDICE DE TABLAS

Tabla 1. Distribución de las tierras cultivables según el tipo de explotación, 1946. .............. 43

Tabla 2. Estimación de la tierra afectada por la Reforma Agraria cubana en sus dos primeros

años de realización (mayo de 1959 a mayo de 1961) y conceptos por los cuales fue

afectada. .............................................................................................................................. 54

Tabla 3. Distribución estimada de tierras afectadas por la Primera Ley de Reforma Agraria 55

(Junio de 1961). ................................................................................................................... 55

Tabla 4. Composición del sector de tenentes privados (mayo de 1961). .............................. 56

Tabla 5. Composición del sector agropecuario al concluir la aplicación de la primera ley de

reforma agraria (1962). ........................................................................................................ 58

Tabla 6. Comparación de la estructura de tenencia de la tierra antes y después de la

aplicación de la Segunda Ley de Reforma Agraria de 1963. ................................................ 62

Tabla 7. Estructura social en el medio rural después de aplicada la Segunda Ley de Reforma

Agraria de 1963. ................................................................................................................... 63

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INDICE DE FIGURAS

Figura 1. Antiguos hatos en una región de la provincia de Mayabeque, Cuba. ..................... 39

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7

SIGLAS Y ACRÒNIMOS

1 Posteriormente este centro pasa a llamarse Instituto de Investigaciones de Viandas Tropicales

(INIVIT).

AC Asociaciones Campesinas.

ANAP Asociación Nacional de Agricultores Pequeños.

ANPP Asamblea Nacional del Poder Popular.

BIOCUBAFARMA Organización integrada por 31 empresas biotecnológicas y

farmacéuticas.

CAME Consejo de Ayuda Mutua Económica.

CCS Cooperativa de Créditos y Servicios.

CEMA Centro de Mecanización Agropecuaria.

CENSA Centro de Investigaciones de Semillas Agámicas1.

CENSA Centro Nacional de Sanidad Animal.

CIGB Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología.

CIMA Centro de Investigaciones de Mejoramiento Animal.

CITMA Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente.

CPA Cooperativa de Producción Agropecuaria.

CUBASOY Empresa Cubana de la Soya.

ECCC Estación Central de Café y Cacao.

FAO Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la

Alimentación (por sus siglas en inglés).

ICA Instituto de Ciencia Animal.

IICF Instituto de Investigaciones de Cítricos y Frutales.

IIF Instituto de Investigaciones Forestales.

IIHLD Instituto de Investigaciones Hortícolas Liliana Dimitrova.

IIMA Instituto de Investigaciones de Mecanización Agropecuaria.

IIPF Instituto de Investigaciones de Pastos y Forrajes.

IIRD Instituto de Investigaciones de Riego y Drenaje.

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IISF Instituto de Investigaciones de Suelos y Fertilizantes.

IIT Instituto de Investigaciones del Tabaco.

INCA Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas.

INICA Instituto de Investigaciones de la Caña de Azúcar y sus Derivados.

INISAV Instituto de Investigaciones de Sanidad Vegetal.

INIVIT Instituto de Investigaciones de Viandas Tropicales.

INRA Instituto Nacional de Reforma Agraria.

M-D-M Mercancía-Dinero-Mercancía.

MINAG Ministerio de la Agricultura.

OPS Organización Panamericana de la Salud.

PAC Política Agrícola Común.

PNAN Programa Nacional de Acción para la Nutrición.

SDPE Sistema de Dirección y Planificación de la Economía.

SPA Sociedad de Producción Agropecuaria.

UAM Unión Agropecuaria Militar.

UBPC Unidad Básica de Producción Cooperativa.

UEC Unidad Económica Campesina.

URSS Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

USC Unidad Socioeconómica Campesina.

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Introducción

La agricultura en Cuba se diferencia en muchos aspectos de la agricultura que

predomina en el resto del mundo, tales como el fomento estatal a las pequeñas

unidades de producción y a las cooperativas entre pequeños productores, la

estimulación de prácticas agroecológicas, la participación del Estado en la

producción agrícola y la mejora de los recursos genéticos nacionales sin la

intervención de transnacionales.

En este marco, hay actores dentro de la isla que consideran que los cultivos

transgénicos pueden ser un aporte importante a la producción alimentaria nacional

fuera de la égida de lucro de las empresas transnacionales. Sus argumentos se

basan en la incapacidad de la agricultura, sobre bases agroecológicas, de satisfacer

los requerimientos alimentarios de toda la población, el déficit de fuerza de trabajo en

el agro cubano, el riesgo de atraso tecnológico, la subutilización de las capacidades

científicas creadas, la alta dependencia de la importación de alimentos y los bajos

rendimientos de la agricultura nacional.

Sin embargo, para otros actores, los transgénicos representan una amenaza no sólo

a los logros ya obtenidos por otras formas de producción alimentaria, sino también a

la salud y al medioambiente; incluso afirman que los transgénicos, aún sin

transnacionales, constituyen un paradigma opuesto a formas de desarrollo social,

ambiental y económicamente sustentables, pues repiten exactamente la filosofía

desarrollista de la Revolución Verde, tendente al monocultivo y a la alta dependencia

de insumos externos (Ribeiro, 2008), lo que atenta contra la diversidad y complejidad

que ha alcanzado el campo cubano y limita la autonomía del agricultor, modelo de

agricultura que ya se superó hace muchos años en Cuba.

De modo que, más allá de la tecnología que motiva la discusión, nos encontramos

actualmente ante un debate en torno a dos modelos de agricultura contrapuestos, a

dos visiones divergentes sobre las formas de producir alimentos y del papel que

deben de jugar en este proceso el modelo tecnológico y los demás factores

productivos. Estamos así, frente a dos formas distintas de buscar soluciones a los

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10

problemas actuales y futuros de la agricultura en Cuba que reservan roles muy

diferentes para el campesinado.

La agricultura cubana, actual, se caracteriza por una mayor diversificación,

heterogeneidad y autogestión de los actores y prácticas productivas, como resultado

de sucesivos procesos de recampesinización, de cooperativización y de

descentralización estatal llevados a cabo desde la década de los años noventa y,

que buscaron una mayor seguridad y soberanía alimentaria en un contexto adverso

donde la escasez de recursos hizo inviable el modelo de agricultura convencional

altamente especializado, centralizado y consumidor de recursos importados que

prevaleció en las décadas de los años setenta y ochenta del siglo pasado.

Hoy, junto con la empresa estatal socialista (actor preponderante en el modelo

anterior), encontramos en el campo cubano una multiplicidad de actores como las

Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC), las Cooperativas de

Producción Agropecuarias (CPA), las Cooperativas de Créditos y Servicios (CCS),

los agricultores privados no asociados a cooperativas, las empresas mixtas con

capital extranjero y los contratos de asociación económica internacional. Estos

diferentes actores, realizan una agricultura de diverso tipo, desde la convencional a

gran escala como la cañera, hasta la de pequeñas producciones con métodos

agroecológicos como las hortalizas y las flores, tanto en el campo como en las áreas

urbanas y periurbanas.

En este contexto los campesinos recuperaron el papel protagónico de los primeros

años de las trasformaciones agrarias revolucionarias (1959-1963), pues demostraron

mayor capacidad de adaptación a las nuevas circunstancias, proceso que se ha

descrito como “de expansión orgánica, heterogeneización interna, reproducción

sostenida y fortalecimiento económico del grupo” (Espinosa, 2004, p. 1). De hecho, el

campesino individual propietario o usufructuario de tierras asociado o no a las

Cooperativas de Créditos y Servicios constituye hoy el actor más dinámico de la

agricultura cubana. Entre 1993 y 2013 este grupo experimentó un crecimiento en su

membresía equivalente al 203,4% y un aumento en la estructura de tenencia del

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suelo, según formas de propiedad, del 12% al 34%. Actualmente, más del 90% de

las viandas2, leguminosas, tabaco, frutas, cacao, café y cereales son producidos por

este sector.

Es preciso señalar, que la producción de alimentos en Cuba es una asignatura

pendiente desde hace muchos años, la insuficiencia para el autoabastecimiento

agrícola convirtió a la mayor de Las Antillas en el principal comprador

latinoamericano de productos para la alimentación procedentes de los Estados

Unidos de Norteamérica, incluso por encima de países como Venezuela y México.

Cuba importó en 1958, 159 millones de dólares en alimentos (20.46% del total de sus

importaciones), 70 millones más que Venezuela, el doble de lo importado por México

y cuatro veces más que el conjunto de los 10 países latinoamericanos menos

importadores (Del Toro, 2003). Para esa fecha, la producción nacional de productos

agrícolas básicos en la alimentación popular como los cereales, legumbres y

hortalizas, sumados sus porcentajes, representó apenas el 17% de la producción

total de alimentos, no alcanzó siquiera a la mitad de la caña de azúcar (41.6 %),

incluso si añadimos los frutales (2.0%).

La dependencia de la importación de alimentos se va a mantener durante el periodo

revolucionario. En 1970 las importaciones cubanas de alimentos ascendieron a 262

millones de dólares, el 19.98% del total de las importaciones, en 1980 a 746 millones

(16.12%) y en 1985 a 889 millones, el 11.06% del total, acentuándose aún más

después de la crisis de los años noventa. En el año 2001 se importaron 842.9

millones, para un 17.5% del total de importaciones, en el 2006, 1,328.6 millones,

igual al 14.1% y en el 2007 se importaron 1,600 millones de dólares en alimentos lo

que representó el 21.25% del total de importaciones (Menéndez, 2010).

En esta situación, el cultivo de granos y cereales adquiere particular relevancia, pues

son los alimentos que en mayor cantidad importa el país (90% de la soya y 74% del

maíz) y por los cuales se eroga la suma de divisas más importante. Lo que ha

2 Se conoce por viandas en Cuba a los frutos y tubérculos comestibles que se sirven guisados como la

yuca (mandioca), el ñame, la malanga, el boniato (camote), el plátano, etcétera.

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motivado que se concentren en su desarrollo las investigaciones agrobiotecnológicas

más importantes, especialmente en el maíz y la soya, autorizándose en el 2009 el

cultivo con fines comerciales de la primera variedad transgénica de maíz obtenida en

Cuba, el maíz FR-Bt1 y, posteriormente, en el año 2015 la soya transgénica CIGBL-

1.

De la soya no existen experiencias importantes en torno a su cultivo en la isla y su

desarrollo actual se ha concentrado, esencialmente, en el centro del país por

empresas militares que cultivan grandes extensiones con poca o casi nula

participación de campesinos individuales y cooperativas. Sin embargo, para el caso

del maíz, históricamente no se ha cultivado en grandes extensiones (donde, según

sus promotores, ha demostrado ser más eficiente la tecnología transgénica), sino

que ha sido cosechado por los campesinos en parcelas relativamente pequeñas con

métodos de cultivos tradicionales; por lo que resulta urgente y necesario, analizar los

distintos criterios en torno al debate sobre los transgénicos en Cuba y el rol que

juega el campesinado dentro de este modelo.

A tal fin, la presente persiguió como objetivo de investigación analizar los distintos

criterios en torno al debate sobre los cultivos transgénicos en Cuba, con especial

énfasis, los relacionados con la pertinencia de tecnología transgénica para los

pequeños campesinos, como contribución al debate sobre la conveniencia de la

adopción de esta tecnología para la agricultura cubana.

Para alcanzar el objetivo propuesto, inicialmente se sistematizan diferentes

perspectivas teórico-metodológicas sobre la condición campesina, privilegiando

aquellas que dan herramientas para analizar con mayor claridad las condiciones del

campesinado en los países de Latinoamérica, con una fuerte composición de

campesinos que desarrollan una agricultura en pequeña escala y, facilitan la

comprensión de su proceso de reproducción social en la realidad cubana actual.

La mayoría de los autores analizados parten del análisis de los contextos sociales,

pues éstos imprimen referencias específicas a los sujetos sociales campesinos, pero

al mismo tiempo se esfuerzan por delinear un concepto, es decir, no abandonan la

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preocupación que sitúa el problema en el plano de la teoría. En este aspecto, se

asume la postura de Chayanov y Armando Bartra pues reconocen al campesino

como sujeto social y actor político y, sostienen su persistencia dentro del sistema

capitalista.

Posteriormente, se caracterizan los principales enfoques que prevalecen en la

literatura latinoamericana sobre el análisis de las cosmovisiones, las racionalidades y

las estrategias campesinas y, las relaciones dialécticas que establecen entre estas

categorías. Y se identifican las estrategias relativamente compartidas por los

campesinos descritas por la mayoría de los autores; entre las cuales, se toma el

enfoque de reproducción social por mostrar una mayor congruencia con la realidad

latinoamericana.

Esta perspectiva es útil para la comprensión de la lógica que articula las decisiones

de las unidades domésticas campesinas (Chayanov, 1974; Bartra, 2006), así como

para el estudio de las dinámicas específicas de esta llamada “clase incómoda”

(Shanin, 1983); por ello, sus alcances no se restringen al ámbito local o familiar, sino

que se extienden a las complejas relaciones en que se articula lo global con lo local,

como aparece de manifiesto en las dinámicas migratorias de las unidades

campesinas. Resulta también pertinente para la comprensión de las estrategias de

resistencia, entendidas como una expresión particular de las estrategias de

reproducción social dirigidas a develar una multiplicidad de formas por las que una

diversidad de actores rurales se opone a la instauración del régimen sociotécnico

que acompaña a la globalización de la agricultura.

En el segundo capítulo se analiza cómo se estableció la agricultura convencional en

Cuba y el papel que jugó el campesinado en este proceso, desde su formación como

clase hasta la etapa de consolidación del modelo de agricultura socialista. Este

análisis permitió identificar cuáles son los factores de tipo social, económico e

histórico que conducen a la crisis del modelo de agricultura convencional y sus

expresiones más visibles en los últimos años, a través del testimonio de los actores,

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los cuales son confrontados con información estadística oficial y opiniones de

importantes investigadores cubanos.

Finalmente, a partir del perfil del campesino descrito por Chayanov (1974) y A. Bartra

(2006), el enfoque de la reproducción social que explica la lógica de sus estrategias y

la caracterización del contexto socioeconómico de la agricultura cubana actual, se

realiza un análisis de los argumentos de las diferentes posturas dentro del debate

sobre la cuestión transgénica en Cuba, haciendo especial énfasis en aquellas que

explicitan las disímiles actitudes asumidas por los campesinos ante el cultivo de

alimentos transgénicos. Lo cual permite tener una dimensión del fenómeno

transgénico en Cuba y aportar elementos importantes para la comprensión de las

cosmovisiones y las racionalidades de los nuevos campesinos cubanos y, sus

estrategias de reproducción social, especialmente aquellas asociadas a los procesos

de adopción o adaptación a nuevas prácticas, a nuevas tecnologías y a los procesos

de legitimación/deslegitimación vinculados a éstas.

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Capítulo I. Elementos teóricos para el debate en torno al campesinado y las

estrategias campesinas en el contexto de la agricultura latinoamericana

La realidad compleja de los mundos campesinos ha sido captada de manera

desigual en amplitud, en profundidad y en exactitud por los distintos investigadores,

dando como resultado una significación diversa y con frecuencia imprecisa de la

palabra campesino3. Autores como Chayanov (1974, 1981), Van der Ploeg (2008),

Lamarche (1993), y A. Bartra (2006, 2008), sostienen la crítica al fin del

campesinado, a la universalidad -en diferentes perspectivas- de la racionalidad

capitalista y hacen importantes análisis que permiten comprender las formas de

existencia y las posibilidades de reproducción social de estos sujetos. Estudian estos

autores la condición campesina a partir del análisis de los contextos sociales que les

imprimen referencias específicas, al tiempo que se esfuerzan en delimitar atributos

generalizantes para una interpretación que vaya más allá de los casos empíricos, no

obstante, reconocer los límites y las posibilidades de la construcción de una

categoría genérica de designación de campesinado, así como del reconocimiento de

la diversidad de modos de existencia.

Chayanov (1974) toma como unidad de análisis a la comuna rusa (Mir) de fines de

siglo XIX e inicios del XX, a partir del estudio de un cúmulo de datos disponibles.

Gracias a que los zemstvos (formas de gobierno local), luego de la reforma en Rusia,

recogieron de forma sistemática datos sobre la superficie de las explotaciones, el tipo

de cultivos, el tamaño de las familias y la composición por sexo y edad, las pautas de

consumo, etcétera, que le permitieron realizar un análisis más allá de la contabilidad;

además de considerar estudios rusos y europeos similares4.

3 Autores como Warman (1972), Shanin (1979) y A. Bartra (2006) definen al campesino como un

pequeño agricultor que produce, primordialmente, para su propio consumo. Por su parte R. Bartra (1974) lo concibe como un pequeño agricultor mercantil o como productor mercantil simple. El campesino como cultivador (mercantil o no) de una parcela que resulta suficiente para su sustento, esto lo encontramos en textos de Chayanov (1974, 1981), Bulgakov (1900) y Engels (1974); y como miembro de una comunidad agraria en las obras de Warman (1972), Hertz (1899) y Chayanov (1974). Van der Ploeg (2008), Lamarche (1993) y Kautsky (1970) incluyen en sus definiciones de campesino a los pequeños farmers modernos, al contrario de Wolf (1971) y Shanin (1979) que los excluyen.

4 Otros estudios revisados por Chayanov son los de A. N. Chelincev, N. P. Makarov y B. D. Bruckus.

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A principios del siglo XX el Mir constituía la organización social y económica

predominante en el campo ruso. De modo de producción mercantil simple,

“mercancía-dinero-mercancía” (M-D-M), tanto por la configuración interna como por

su relación con el mercado, este régimen permitía un grado de autonomía campesina

en relación a las dimensiones de la tierra otorgada por el sistema de propiedad

comunal (adecuación del tamaño de la explotación a las fases del ciclo doméstico) y,

se caracterizó por una lógica propia de alternatividad con el mercado y de

persistencia frente a los procesos de modernización capitalista primero e innovación

y tecnificación socialista después.

Para Chayanov (1974), la explotación agrícola familiar a la cual define como “unidad

económica campesina” (UEC) es:

“La explotación agrícola familiar, la familia, equipada con medios de

producción, emplea su fuerza de trabajo en el cultivo de la tierra y

recibe como resultado de un año de trabajo cierta cantidad de bienes

(…). Este producto (bruto) del trabajo familiar es la única categoría

de renta posible (…) y, variará según la situación del mercado, la

localización relativa de la unidad en relación al mercado, la

disponibilidad de medios de producción, el tamaño y composición de

la familia, la calidad de la tierra y otras condiciones de la unidad

económica”. (pp. 137-138).

Destaca como atributos de estructuración y delimitación de la UEC: la tierra; el

trabajo familiar, el cual no puede evaluarse en términos de lucro; la no acumulación

de capital; la autonomía, mediante una dinámica de equilibrio interno entre la

producción y el consumo; derivando en una orientación por la subsistencia; y la

autoexplotación de la fuerza de trabajo basada en la intensidad del trabajo -

dimensión subjetiva-, es decir, en el grado de intensidad y penosidad del trabajo

según el esfuerzo.

En relación a la interesante tesis sobre la dinámica de equilibrio producción-

consumo al interior de las unidades económicas campesinas sostenida por él,

afirmó:

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“(…) este punto de equilibrio es muy variable. Se alcanza del

siguiente modo: por una parte, las condiciones específicas reales de

la producción de la unidad, su situación de mercado y, por la

ubicación de la unidad en relación con los mercados (que determinan

el grado de fatiga del trabajo); por otra parte, por el tamaño y

composición de la familia y la urgencia de sus necesidades, que

determinan la elevación del consumo”. (Chayanov, 1981, p 55).

Ahora bien, mientras la familia campesina no encuentre ese punto de equilibrio, es

decir, mientras estime la fatiga, debida al trabajo, inferior a la importancia de las

necesidades a satisfacer mediante él, proseguirá su actividad económica. Por el

contrario, cuando se equiparan no tiene sentido seguir trabajando, ya que, todo

gasto ulterior de energía de trabajo es más difícil de soportar que renunciar a sus

efectos económicos, puesto que:

“(…) el campesino trabajador al advertir el aumento de la

productividad del trabajo inevitablemente equilibrará antes los

factores económicos internos de su explotación, o sea con menos

autoexplotación de su capacidad de trabajo. Satisface más

cabalmente las necesidades de su familia con menos gastos de

trabajo, y así reduce la intensidad técnica del conjunto de su

actividad económica”. (Chayanov, 1981, p. 57).

De modo que, para Chayanov (1974, 1981) los rasgos distintivos que marcan la

especificidad de la economía campesina son: el carácter familiar de la unidad de

trabajo y el cálculo económico particular de este tipo de unidades, que consiste en el

logro de una relación de equilibrio entre el consumo familiar -los bienes necesarios

para satisfacerlo- y el esfuerzo que ello requiere. En consecuencia, el límite de la

reproducción campesina estará definido por la intensidad de trabajo familiar (grado

de autoexploración de la familia) necesario para satisfacer las necesidades de la

unidad de producción familiar en tanto necesidades de subsistencia y no de

ganancia.

Van der Ploeg (2008), crítica la parcialidad y homogeneidad de las definiciones

pretéritas sobre el campesinado por sus “lagunas y agujeros negros”. Plantea que no

existe aún una teoría adecuada para comprender y desentrañar la naturaleza de los

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distintos grupos agrarios, dificultad que señalara Chayanov (1974) y, a partir de la

pregunta que este último se planteó en su época ¿Entonces, qué es el

campesinado?, propone una definición envolvente de campesino:

“Las características fundamentales de la condición campesina (1) la

lucha por la autonomía que se realiza en (2) un contexto

caracterizado por relaciones de dependencia, marginalización y

privaciones. Esa condición se concretiza en (3) la creación, y

desarrollo de una base de recursos auto-controlada y auto-

gerenciada que permite (4) la co-producción entre hombre y

naturaleza viva que (5) interactúan con el mercado (6) permiten la

sobrevivencia y perspectiva a futuro y (7) se realimentan en la base

de recursos y la fortalecen, mejorando el proceso de co-producción y

fomentando la autonomía así (8) reducen la dependencia”. (Van der

Ploeg, 2008, p. 40).

Dependiendo de las particularidades socioeconómicas dominantes, de sobrevivencia

y el grado de desarrollo de la base de recursos Van der Ploeg (2008, p.40) agrega

que: “(…) podrán ser fortalecidos a través de otras actividades no agrícolas”.

Finalmente, -sostiene- “existen patrones de cooperación que regulan y fortalecen

esas inter-relaciones” (Van der Ploeg, 2008, Ídem).

Van der Ploeg (2008), centra su análisis en los cambios ocurridos en la Europa del

siglo XXI, luego de la crisis del modelo modernizador, proceso que denomina de

recampesinizacion y, en las luchas en torno a la sustentabilidad y el impacto de las

nuevas reglamentaciones supranacionales sobre los territorios. Toma como unidad

de análisis las políticas públicas del sector agrario en la Unión Europea que entran

en conflicto con nuevas formas de campesineidad y los datos que maneja son

obtenidos de informes técnicos sobre experiencias de desarrollo rural donde participa

como parte de los comités de evaluación y de estadísticas oficiales de los países

estudiados (Holanda e Italia).

La nueva campesineidad, según Van der Ploeg (2008), está vinculada a los procesos

migratorios de la ciudad hacia el campo de fines de los años noventa e inicios de

siglo en Europa y a la reconversión productiva, promovida mediante créditos de la

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Política Agrícola Común (PAC)5, para la generación de ingresos provenientes de

otras actividades no agrícolas. Visión que subyace y prevalece en su enfoque de

resistencia del campesinado y la agricultura familiar y, sobre el cual argumenta uno

de sus ejes centrales: la heterogeneidad de la condición de campesino y de las

formas de hacer agricultura.

Identifica, el autor citado, como atributos de estructuración y delimitación de la

condición campesina: una base de recursos autocontrolada (tierra, medios de

trabajo); la coproducción, entendida como una relación de producción que involucra

hombre-naturaleza; relación con los mercados, que determinan los grados de

campesineidad; la autonomía; la orientación por la supervivencia, sobre el cual

argumenta la pluriactividad y la diversidad de formas de hacer la agricultura; y la

intensificación basada en el trabajo.

Se le critica, sin embargo, que si bien establece una línea de demarcación a nivel

conceptual para identificar al empresario del campesino, el primero aparece como un

sujeto idealizado y homogéneo, es decir, que aquello que critica de la perspectiva de

quienes toman al campesinado como una unidad homogénea, no es incorporado de

la misma manera crítica en su análisis en relación al empresario agrícola. Otro

elemento cuestionado, es que el régimen de relaciones globales, en tanto sistema de

posiciones, por ejemplo, en relación a la agroindustria (y a toda penetración del

capitalismo en el agro) quedan fuera del eje de análisis, el sistema global o

“globalización” aparecen externos y un tanto fantasmagóricos (Diez, 2013).

Huges Lamarche (1993) centra su interés en la evolución de nuevas formas sociales

de producción agrícolas, especialmente en la transformación y en el surgimiento de

nuevos actores más allá de los campesinos. Desde su perspectiva, la articulación

social -con la agroindustria- no excluye la posibilidad tanto de la persistencia como

de la transformación de los campesinos en la economía capitalista. La

5 La PAC es una de las políticas más importantes y uno de los elementos esenciales del sistema

institucional de la Unión Europea. La PAC gestiona las subvenciones que se otorgan a la producción agrícola en la Unión Europea.

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heterogeneidad que presenta la explotación agrícola familiar se encuentra en

relación a su integración con la economía de mercado, es decir, que el campesino y

el agricultor familiar, antes que ser diferentes, son fases de un proceso histórico más

bien que a objetos diferentes. En tal sentido expresó:

“Esas situaciones particulares, vinculadas a historias y a contextos

socioeconómicos y políticos diferentes, revelan la enorme capacidad

de adaptación de este objeto sociológico que es la explotación

familiar”. (Lamarche, 1993, p. 13).

Lamarche toma como unidad de análisis el sistema capitalista a escala mundial, ya

que -en su opinión- la explotación familiar está presente en todo el mundo. Se nutre

de los resultados de una encuesta aplicada por un equipo internacional, a partir de

un trabajo previo de adecuación de datos cualitativos y cuantitativos, donde se

seleccionaron casos ejemplares con criterios que aportaran diversidad y posibilidad

de comparación en cada uno de los terrenos. Estos casos ejemplares se

construyeron en base a modelos típico ideales e intentan salir de la dicotomía

campesino vs empresario, estableciendo grados de integración en el mercado según

la mencionada tipología6.

Para Lamarche (1993) la explotación familiar es:

“(…) una unidad de producción agrícola donde la propiedad y trabajo

están íntimamente ligados a la familia. La interdependencia de esos

tres factores en el funcionamiento de la explotación agrícola

engendra necesariamente nociones más abstractas y complejas,

tales como la trasmisión del patrimonio y la reproducción de la

explotación”. (p.15).

Precisa además que:

“Es necesario en cada caso (de explotación familiar), considerar los

diferentes niveles de realidad (…) la explotación familiar es al mismo

6 El trabajo comparado que coordinó Lamarche sobre la realidad de la producción familiar fue

realizado en Brasil, Francia, Canadá, Polonia y Túnez. Publicado en dos volúmenes “A agricultura familiar: Uma realidade multiforme” y “A agricultura familiar: do mito à realidade” en 1993 y 1998 respectivamente.

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tiempo una memoria, una situación, una ambición y un desafío. Del

valor atribuido a cada uno de esos elementos dependerán sus

características, sus exigencias y su futuro”. (Lamarche, 1993, p. 22).

En relación a otros autores, como Chayanov (1974) y Van der Ploeg (2008), el

sociólogo francés incorpora una dimensión particular que tiene que ver con el

proyecto, es decir, las motivaciones y proyecciones políticas de estos actores

además de las relaciones estructurales (relación con el mercado, la sociedad

nacional, etcétera). Desde este enfoque, la coexistencia de diferentes formas de

campesinado se vincula no solo con dimensiones de la lógica interna de la UEC sino

también a la orientación de los propios agricultores familiares.

Otorga una crucial importancia a la agroindustria en la conversión de campesinos a

agricultores familiares, no obstante, distinguir diversas orientaciones de reproducción

social de la explotación campesina (explotación empresarial, de subsistencia,

etcétera) y reconocer que, en contextos de mayor dominación de la economía de

mercado la explotación familiar verá restringida su capacidad para asegurar su

reproducción (Lamarche, 1993).

Identifica como atributos de estructuración y delimitación de la explotación agrícola

familiar: la propiedad, entendida como patrimonio sociocultural; el trabajo familiar; la

vinculación con la economía de mercado; la autonomía; la orientación por un

proyecto; el ciclo doméstico; y el modelo ideal de explotación agrícola familiar

(proyecto), que considera tanto la posición (explotación agrícola real) como el

sistema de valores.

Armando Bartra toma como unidades de análisis a las familias que -en palabras del

autor- “con más frecuencia encontramos en el medio rural mexicano” (Bartra, 2006,

p. 281). Afirma que, aunque la gran mayoría de las unidades campesinas de México

no tipifican la empresa agrícola íntegramente mercantil y contratadora sistemática de

fuerza de trabajo, muy próxima en su lógica interna a la empresa capitalista, tampoco

encuadran dentro de la pequeña explotación familiar, básicamente, autoconsuntiva y

muy cercana a la economía natural. Puesto que, son en alguna medida mercantiles

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sin abandonar el autoconsumo y se basan esencialmente en la fuerza de trabajo

familiar, no obstante, reconocer que en muchos casos recurren al auxilio eventual de

mano de obra externa (Bartra, 2006).

Su análisis se centra en lo que denomina la unidad socioeconómica campesina

(USC) pues las comunidades, donde por lo general se encuentran físicamente

agrupadas las USC en México, no cumplen la función de células socioeconómicas

que han desempeñado en otras épocas o en otros lugares y, las zonas donde existe

una tradición de propiedad comunal y trabajo colectivo ésta se ha debilitado y

muchos de los actuales centros de población se crearon ya sin ella. Por otra parte,

las formas ejidales o comunales de tenencia de la tierra con mucha frecuencia son

sólo hechos jurídicos que no están acompañados de relaciones comunales

significativas en la producción y la apropiación.

“En el modo de producción capitalista lo primero que se distorsiona y

somete a la lógica del sistema es la comunidad, mientras que la

célula de reproducción campesina se repliega al reducto familiar”.

(Bartra, 2006, p. 282).

Para Bartra (2006) la unidad socioeconómica campesina (USC) es:

(…) una célula de producción y consumo constituida por la unidad

orgánica de fuerza de trabajo y medios de producción. Es

estrictamente campesina toda unidad rural de producción que a)

emplee en lo fundamental el trabajo de sus propios miembros y b)

ejerza un control real sobre una dotación mínima de medios de

producción, entre ellos la tierra. Eventualmente es posible que la

unidad socioeconómica campesina recurra al trabajo externo, e

igualmente puede suceder que parte de su fuerza de trabajo tenga

que ejercerse a jornal con medios de producción ajenos. Sin

embargo, seguirá siendo una célula económica campesina en la

medida en que la labor desarrollada con su propio trabajo y sobre

sus propios medios de producción siga siendo el elemento regulador

de su actividad económica” (p. 285).

Identifica como atributos de estructuración y delimitación de la unidad

socioeconómica campesina: la fuerza de trabajo, la tierra, medios de producción

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distintos a la tierra; la autonomía; los ingresos, que tienen como destino el fondo de

consumo vital, el fondo ceremonial, el fondo de reposición y ampliación de los

medios de producción y, las transferencias hacia el exterior.

Destaca que la unidad socioeconómica campesina se diferencia de la empresa

capitalista, en primer orden, porque es una unidad de producción y a la vez, de

consumo final o improductivo. Segundo, porque el trabajo que despliega, con sus

propios medios de producción, no constituye consumo de la fuerza de trabajo como

mercancía cuyo valor pueda medirse a través del salario; y tercero, porque el trabajo

está orientado a satisfacer las propias necesidades, constituyéndose en el elemento

organizador de la producción.

Sostiene que, mientras en el modo de producción capitalista la producción es

fundamentalmente social y la racionalidad económica de las diversas unidades está,

a través del mercado, en función de la producción y el consumo de la sociedad en su

conjunto, la economía campesina no es intrínsecamente social. Para la USC, el

mercado, cuando no es puramente local y un simple complemento de su

autoconsumo, se le impone como una forma externa y ajena de socializar su

producción.

“En última instancia, la imposibilidad de que la USC sea una unidad

de producción intrínsecamente socializada (dentro de un modo de

producción cuya socialidad se logra por la operación automática del

mercado) radica en que ésta concurre al mercado básicamente en

los términos de la fórmula M–D–M y esto es así por cuanto en ella no

se han separado las finalidades de la producción y las del consumo

“improductivo” (Bartra, 2006, p. 289).

En tanto el campesino como productor directo, toda la producción se funda,

estructura y organiza en función del proceso de trabajo. Recurso -la fuerza de

trabajo- determinado cuantitativamente por la composición de la unidad familiar, por

lo que no es una mercancía que pueda adquirir en el mercado como la empresa

capitalista. En consecuencia, el campesino no es impasible a la calidad de las

acciones que realiza, ni valora de la misma manera los esfuerzos sucesivos

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acumulados. Para él, el trabajo no es homogéneo ni indiferenciado, sino que está

cualitativamente definido y su ejercicio en el tiempo cobra valores subjetivos distintos

y crecientes (Bartra, 2006)7.

Ahora bien, para Armando Bartra (2006) la proporcionalidad de los factores que

constituyen la USC está determinada no sólo por su naturaleza y calidad, sino

también por la lógica que preside las decisiones del campesino como sujeto

socioeconómico. Lógica muy relevante mediante la cual establece cierto equilibrio

interno ante la presencia de uno o más factores dados y constantes, apelando -como

tendencia- a las variables que si puede controlar.

Dos factores tienen particular relevancia en este equilibrio: la fuerza de trabajo

familiar y el fondo de consumo vital. Ante la pregunta ¿cuál es y cómo se establece

la proporción definida entre trabajo y consumo en el interior de la USC? Recupera la

hipótesis de Chayanov (1974), según la cual, la USC establece un equilibrio entre la

magnitud del trabajo invertido y la cantidad de necesidades satisfechas evaluando

los efectos de uno y otro factor sobre el bienestar familiar entendido como calidad de

vida. Asumiendo que, después de satisfechas las necesidades mínimas para la

supervivencia física, la satisfacción de las necesidades subsiguientes se tienden a

valorar de manera decreciente. En otras palabras, cuanto mayor es el número de

necesidades satisfechas por una familia, menor es la satisfacción que reportan los

últimos bienes o servicios adquiridos (Bartra, 2006).

7 A tales fines Armando Bartra propone tres hipótesis muy interesantes:

1. “Si todos los demás factores son iguales, el campesino optará entre dos o más inversiones de trabajo cuantitativamente idénticas pero de distinta naturaleza, atendiendo a la valoración subjetiva del contenido cualitativo de cada una de ellas;

2. cuando considere aportaciones sucesivas de trabajo de una misma calidad, le dará un valor creciente a cada nueva aportación por cuanto, aun siendo cuantitativamente iguales, cada nueva dosis significa un esfuerzo mayor dado el mayor desgaste acumulado, y

3. una nueva aportación de trabajo de la misma calidad que las dosis anteriores -o un nuevo esfuerzo de diferente naturaleza- puede ser eventualmente rechazada por el campesino, quien puede preferir mantenerse desocupado, atendiendo, entre otros factores, a la desigual valoración de labores cualitativamente distintas y de aportaciones sucesivas de trabajo” (Bartra, 2006, p. 299).

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Finalmente expone, en relación a la autonomía de la unidad socioeconómica

campesina, se manifiesta de manera relativa, pues la lógica de su pequeña

producción se encuentra subsumida en el proceso de valorización del capital.

Subsunción que se expresa en una relación de doble explotación, por cuanto, en el

proceso inmediato de producción el campesino genera un excedente que en el

momento de la circulación es transferido al capital, pero a la vez, en este proceso se

reproduce a sí mismo como explotado (Bartra, 2006).

De manera general, se resalta que los autores analizados sostienen la persistencia

del campesino y la agricultura familiar en el sistema económico capitalista, con otra

lógica -Chayanov (1974, 1981) y Bartra (2006)- o con diferentes lógicas gestionadas

como estrategias de desarrollo alternativo -Van der Ploeg (2008)-, o bien como otra

forma diversa de existencia -Lamarche (1993)-. Parten del análisis de los contextos

sociales, pues éstos imprimen referencias específicas a los sujetos sociales

campesinos, pero al mismo tiempo cada uno se esfuerza por delinear un concepto,

es decir, no abandonan la preocupación que sitúa el problema en el plano de la

teoría. En este sentido las definiciones analíticas coinciden en destacar como

atributos de estructuración y delimitación de la condición de campesino: la

autonomía, el trabajo familiar, una base de recursos autocontrolada (tierra,

instrumentos de trabajo, saberes), la orientación por la sobrevivencia y la

autoexplotación de la fuerza de trabajo.

Este examen general permite analizar las principales estrategias adoptadas por estos

sujetos en distintos contextos, la lógica o racionalidad sobre las cuales se estructuran

y las cosmovisiones que las dotan de sentido, puesto que alrededor de los atributos

anteriormente descritos se construyen las distintas dinámicas campesinas, en tanto

presupuestos y, a la vez, límites de tal condición.

En el ámbito de las estrategias campesinas en la bibliografía científica

latinoamericana prevalecen dos enfoques diferentes: las “estrategias de vida o

livelihoods” y las “estrategias de reproducción social”. El primer enfoque se ha

implementado en la mayoría de los programas y proyectos gubernamentales y de la

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cooperación internacional, incluyendo a la Organización de las Naciones Unidas para

la Agricultura y la Alimentación (por sus siglas en inglés, FAO). Sin embargo,

constituye un enfoque formal-discursivo con pretensiones pos-agrarias que no

permite reconocer la realidad latinoamericana, justo caracterizada por la densidad

histórica de lo agrario. Aunado a este desfase epistemológico, exhibe un problema

metodológico mayúsculo con respecto al tema del actor-red, que en un esfuerzo por

ocultar el concepto de víctimas coloca en las arenas del juego político a participantes

que supuestamente tendrían las mismas posibilidades de ejecución y acción en la

esfera de la distribución de los beneficios; se soslaya así, que las relaciones de

poder hacen imposible la participación simétrica de los actores en el juego político,

debido a las formas de dominación, exclusión y explotación, mismas que se

expresan en el ámbito local y global (Ávila, et al., 2014).

Por el contrario, el enfoque de las estrategias de reproducción social muestra gran

pertinencia para los estudios rurales latinoamericanos, debido a la importancia

demográfica que mantienen las formas de vida campesinas e indígenas. Más allá de

los recursos metodológicos a su alcance, es útil para enriquecer la comprensión de la

lógica que articula las decisiones de las unidades domésticas campesinas

(Chayanov, 1974, Bartra, 2006), así como para el estudio de las dinámicas

específicas de la llamada clase incómoda (Shanin, 1983); por ello, sus alcances no

se restringen al ámbito local o familiar, sino que se extienden a las complejas

relaciones en que se articula lo global con lo local, como aparece de manifiesto en

las dinámicas migratorias de las unidades campesinas.

Resulta también sugerente la noción de estrategias de resistencia, entendidas como

una expresión particular de las estrategias de reproducción social dirigida a develar

una multiplicidad de formas -más allá de las reacciones defensivas- por las que una

diversidad de actores rurales, no sólo los más pobres, se oponen a la instauración

del régimen sociotécnico que acompaña a la globalización de la agricultura (Craviotti,

2012, p. 658).

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El enfoque de las estrategias de reproducción social tiene como referente teórico

principal a Marx, luego a Schütz con la fenomenología como proceso significante y

que fue consolidado por Bourdieu a fines del siglo XX. En Latinoamérica destacan las

aportaciones de Echeverría (1984), De Oliveira y Salles (1988, 1989) y, Yazbek

(1995). Desde esta perspectiva, el concepto de reproducción tiene varias

acepciones: reproducción de las clases sociales; reproducción humana; reproducción

económica (reproducción del modo de producción, reproducción de la fuerza de

trabajo, reproducción de las relaciones de producción), reproducción cultural,

etcétera.

Los autores más contemporáneos han integrado estos posicionamientos en tres

grandes grupos: (1) la reproducción biológica, que en el plano familiar significa tener

hijos y en el plano social se refiere a los aspectos socio-demográficos de la

fecundidad; (2) la reproducción cotidiana, o sea, el mantenimiento de la población

existente a partir de las tareas domésticas de subsistencia; (3) la reproducción social,

todas las tareas extraproductivas dirigidas al mantenimiento del sistema social

(Herrera, 2015). En este sentido Passeron (1983, p. 433-434), expresó: “(…) el

modelo de reproducción social es un patrón con respecto al cual se miden los

cambios registrados para concluir que se ha permanecido o no dentro del mismo

caso de referencia, que no se ha salido del tipo de estructura descrito”.

Ahora bien, la reproducción, como proceso, no es solamente la posibilidad de repetir

el modelo hegemónico, sino la posibilidad de adaptarse a las nuevas condiciones

sociales y resistir la violencia simbólica de otros grupos o clases. Es un proceso

construido histórico y culturalmente donde los capitales que intervienen en la

interacción habitus-campo son fundamentales. Aquí, la adaptabilidad puede

contraponerse a un patrón arbitrariamente construido y ejercido por quienes ostentan

el poder, pero sobre todo, la reproducción social de una clase puede mantenerse en

condiciones donde factores económicos o de producción se constituyen en prácticas

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28

establecidas pero no la transforman a nivel simbólico, pues no se constituyen en

prácticas legítimas, no se constituyen en capital específico8.

En este ejercicio de poder las prácticas asociadas a las relaciones de producción

forman un conjunto de características auxiliares que, a modo de exigencias tácitas,

pueden funcionar como principios de selección o de exclusión reales sin ser jamás

formalmente enunciadas (Bourdieu, 1984). Una de estas “exigencias tácitas”, que

funcionan como principios de inclusión-exclusión, son las representaciones sociales,

las cuales forman parte junto a los conocimientos cotidianos, categorías y

significados de las cosmovisiones o mundos de sentido de los conjuntos sociales, por

medio de los cuales los sujetos ordenan y dan sentido a su realidad humana9.

Las representaciones sociales definen la identidad de los grupos y operan -siempre

socialmente contextualizadas e internamente estructuradas- como marcos de

percepción e interpretación de la realidad y como guías de los comportamientos y de

las prácticas de los agentes sociales (Jiménez, 1997). Prácticas que casi nunca son

aleatorias o caprichosas, sino que responden a una determinación lógica o

racionalidad. Por lo general: "(…) las prácticas están ligadas al operador. No son

arbitrarias ni estrictamente individuales, sino que reenvían a una regla de

comportamiento subyacente" (Cittadini, R. y Pérez, R, 1996, p. 36).

Tomando en consideración que las acciones de los miembros de un grupo social

tienden a permanecer estables a lo largo del tiempo en contextos específicos, 8 Según Bourdieu (1986) los capitales son bienes materiales y simbólicos acumulados a lo largo del

tiempo y poseedores de una estructura de distribución que se relaciona con los mecanismos de reproducción. Entre las diferentes especies de capital están los siguientes: económico, cultural, social y simbólico. “El capital económico es entendido como cualquier tipo de bien directamente convertible en dinero; también institucionalizado en la forma de derechos de propiedad; el cultural, que puede existir en tres estados: incorporado (disposiciones, habilidades y capacidades del cuerpo y de la mente), objetivado (bienes culturales) e institucionalizado (títulos académicos); el social, entendido como la capacidad de los agentes de movilizar recursos a partir de su red de relaciones sociales y el simbólico, comúnmente llamado prestigio, reputación o renombre” (Bourdieu, 1986, p. 243).

9 Las representaciones sociales -según Jodelet (1989, p. 36)- son “una forma de conocimiento

socialmente elaborado y compartido, y orientada a la práctica, que contribuye a la construcción de una realidad común a un conjunto social” Ellas tienen también por función situar a los individuos y a los grupos en el campo social “[...], permitiendo de este modo la elaboración de una identidad social y personal gratificante, es decir, compatible con sistemas de normas y de valores social e históricamente determinados” (Giménez, 1997, p. 15).

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Landini (2011, p. 5), definió racionalidad como el “conjunto de principios o reglas

subyacentes que se actualizan y presentifican en sus conductas, dando cuenta de su

sentido y sus razones”. La racionalidad, entendida así, como principios o reglas de

acción que subyacen a las prácticas de los sujetos surgirá, entonces, de la

concretización de las cosmovisiones (representaciones-exclusiones) y se expresará

como lineamientos de acción de cada grupo o actor social en el marco de las

condiciones estructurales en las que les ha tocado vivir.

Coherente con esta visión -y recuperando a Foucault (1979) cuando señala que la

palabra estrategia hace referencia a un conjunto de opciones o elecciones que se

realizan para alcanzar un objetivo- la estrategia se traducirá en patrones de

conductas, relativamente, estables que se orientan a reproducir y a mejorar las

condiciones de existencia de los sujetos en sus particulares contextos, a partir de la

puesta en práctica de los principios de acción que conforman las racionalidades. De

esta forma, los mundos de sentido (representaciones-exclusiones) de los distintos

actores y grupos sociales se expresarían en racionalidades, entendidas como

conjuntos de principios de acción, los cuales se convertirían en estrategias al

concretizarse en prácticas más o menos estables destinadas a alcanzar la

subsistencia, la reproducción social o la mejora de las condiciones de vida en

contextos sociales y materiales específicos (Landini, 2011).

Para Bourdieu (1995, p. 89) las acciones que ejecutan los agentes a fin de reproducir

su posición social pueden ser aprehendidas a través de la noción de estrategia,

entendida como “(…) las líneas de acción objetivamente orientadas que los agentes

sociales construyen continuamente en la práctica y que se definen en el encuentro

entre el habitus y una coyuntura particular del campo”. Con ello reconoce las

coacciones estructurales que pesan sobre los agentes y, a la vez, la posibilidad de

respuestas activas a esas coacciones; por lo que las estrategias de reproducción

social resultan “(…) conjuntos de acciones ordenadas en procura de objetivos a más

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o menos largo plazo, y no necesariamente planteadas como tales, que los miembros

de un colectivo tal como la familia producen” (Bourdieu, 2011, p. 34)10.

Así, desde esta perspectiva, puede entenderse por estrategias campesinas a las

opciones regulares o relativamente estables que toman las familias de pequeños

productores para alcanzar la subsistencia material y la reproducción social, teniendo

en cuenta las constricciones estructurales, entre las cuales se destacan la

disponibilidad de mano de obra familiar y los precios relativos de los mercados

agrícolas, así como las características productivas de la zona y los recursos

económicos disponibles. A continuación se sistematizan algunas de estas estrategias

relativamente compartidas por los campesinos y las correlativas racionalidades que

les subyacen y que retomamos más adelante para el caso cubano.

1. El Trabajo familiar, como principio organizador de la economía campesina, puede

emplearse de manera diversa, expresándose en estrategias diferenciadas en

contextos territoriales y familiares diferentes. Puede incluir incluso a aquellos

integrantes cuya fuerza de trabajo tiene un costo de oportunidad cercano a cero,

como niños y ancianos. Es así que, en caso de colocar productos en el mercado, los

campesinos pueden competir con las empresas capitalistas, de mayor productividad,

mediante una sobreexplotación de la mano de obra familiar (Chayanov, 1974, A.

Bartra, 2006). De modo que, cobra un lugar central la composición del núcleo

doméstico y el momento del ciclo vital en que se encuentran sus integrantes (Van der

Ploeg, 2008).

"Se trata de utilizar de la manera más adecuada el insumo fuerza de

trabajo familiar, por lo que todos sus miembros encuentran una

función útil, ya sea bajo el esquema de producción o de reproducción

dentro de la unidad, o bien mandándolos a trabajar fuera de ella"

(Madera, 2000, p. 151).

10

Según Craviotti, la noción de habitus le permite a Bourdieu resolver el dilema entre agente y estructura, pues el tipo de racionalidad que atribuye a las prácticas está socialmente limitada por las condiciones que produjeron el habitus: “(…) lo que los agentes aprehenden en relación a sus condiciones materiales de existencia y los condicionamientos que éstas les imponen, les hacen delimitar lo potencialmente posible y descartar prácticas imposibles que, en rigor, son impensables” (Craviotti, 2012, p. 655).

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Desde este enfoque, la unidad de producción campesina no pueda ser entendida por

fuera de la familia campesina (Cáceres, 1995, 2003; Manzanal, 1993) ya que los

fines económicos de la primera estarán imbricados con los sociales y afectivos de la

segunda.

2. Los campesinos para la obtención del máximo ingreso global posible no dividen o

separan su producción en rubros, pues perciben la actividad económica y productiva

como una totalidad articulada, lo que dificulta pensar los rubros o las diversas fuentes

de ingreso como independientes. Por ejemplo, cuando se cultivan granos para

alimentar aves y vacunos, que a su vez son utilizados como carne, como fuerza de

trabajo o como fertilizante a partir de sus excrementos (Chonchol, 1990)11.

Cabe mencionar también, la articulación que existe entre ingresos prediales y

extraprediales, ya que usualmente es a partir de la suma de ambos que la

subsistencia se hace posible, no pudiendo ser alcanzada por ninguno de ellos de

manera independiente. Así, dada esta indivisibilidad entre rubros productivos y entre

ingresos prediales y extraprediales, pueden observarse transferencias de recursos

de unas actividades a otras, llegándose incluso a subsidiar con los ingresos de las

más rentables aquellas que no lo son (Barkin, 2006).

3. La actividad económica campesina se orienta a la subsistencia familiar y no a la

obtención de ganancias sobre el capital invertido, ya que se realiza en condiciones

donde el acceso a recursos como tierra y capital es limitado (Van der Ploeg, 2009, A.

Bartra, 2006, Chayanov, 1974). El campesino, a través de diferentes estrategias,

busca como principal objetivo alcanzar la subsistencia de su familia, en términos

generales alimentación y un ingreso económico básico, lo cual no significa que un

ingreso adicional o una ganancia no sean deseados. Pero, en todo caso, no es una

condición necesaria para iniciar la actividad productiva como sí sucede en el caso de

las empresas capitalistas (Bendini et al., 1993; Cáceres, 1995).

11

Esto diferencia al sistema campesino de la empresa agropecuaria, en la cual cada rubro se maneja y evalúa por separado pudiéndose tomar decisiones a partir de una consideración cuantitativa de los beneficios diferenciales, generándose usualmente estrategias centradas el monocultivo.

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4. Dadas las condiciones en las que se encuentran inmersos, caracterizadas por un

alto grado de imprevisibilidad, los campesinos prefieren controlar y/o reducir los

riesgos antes que maximizar los ingresos. Lo que implica, por ejemplo, preferir

variedades con menores rendimientos pero que soporten mejor condiciones

climáticas adversas o evitar innovaciones o proyectos que “podrían ir mal”

(Henningsen, 2001).

La diversificación, ya sea de productos, de fuentes de ingreso o de épocas de cultivo,

representa la estrategia más extendida de reducción de la incertidumbre en la

economía campesina (Bartra, 2009). También se incluyen dentro de la tendencia a la

diversificación y a la reducción de riesgos el trabajo extrapredial y la migración, en

tanto fuentes alternativas de recursos. O, incluso, la búsqueda de planes sociales,

los cuales suelen ser particularmente valorados frente al ingreso agrícola por ser

seguros y no depender del clima ni de los vaivenes de los mercados (Cáceres,

2003).

5. Los campesinos tienden a organizar y a evaluar sus actividades económicas y

productivas priorizando el corto plazo. Son varios los aspectos de la vida campesina

que llevan a estos productores a evaluar su realidad y a organizar su accionar en

términos de corto plazo. En principio, la situación real de pobreza en que vive la

mayor parte de los campesinos hace de la supervivencia material algo que está en

juego y debe resolverse día a día. Usualmente, los campesinos no cuentan ni con un

ingreso fijo ni con ahorros o reservas que les permitan tener una mirada estratégica

de largo plazo, lo que unido a los vaivenes de los precios en los mercados, las

inclemencias climáticas y las plagas, pueden llevarlos a perder su producción por

completo dejándolos en la miseria.

En segundo término, esta mirada centrada en el presente se ve reforzada por la falta

de control que percibe el campesino sobre su ambiente de vida. Como señalan

Plunkett y Buehner, (2007), citados por Lambini, (2011), cuando los individuos

perciben que el ambiente en el que se mueven está en buena medida fuera de su

propio control, tienden a valorar mucho más los beneficios actuales o inmediatos que

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33

los futuros y a restar importancia a los problemas o consecuencias negativas que

podrían sobrevenir con el paso del tiempo.

6. Los campesinos poseen parámetros, prioridades y objetivos propios para generar,

valorar y adoptar (o no) innovaciones tecnológicas u organizativas que no suelen

ajustarse a los de extensionistas y expertos. A diferencia de lo que muchos pueden

suponer, los campesinos no se resisten ni oponen a priori al cambio tecnológico o a

la adopción de nuevas prácticas productivas. Lo que sucede, es que ellos evalúan

las propuestas de los extensionistas desde otro marco conceptual, el saber local, y a

partir de otros objetivos, premisas y prioridades (Landini, 2011).

Se trata de saberes que poseen una lógica diferente a la de los conocimientos

técnicos y científicos. En efecto, los saberes locales se desarrollan a partir de la

observación minuciosa y no controlada de la naturaleza en contextos de vida reales

y, son transmitidos de generación en generación por la tradición oral en entornos

informales directamente vinculados con la práctica (Gómez Espinoza, J. y Gómez

González, J., 2006). Se trata, además, de conocimientos parciales, difusos y aún

contradictorios que usan de la metáfora y del carácter simbólico del lenguaje para

comunicar (Medina, 1996).

Los campesinos toman decisiones teniendo en cuenta, muchas veces, sistemas de

valores que no se identifican con la racionalidad capitalista, priorizando elementos de

la dinámica comunal y familiar por sobre la obtención de utilidades (Patiño, 2000). O,

como se señaló anteriormente, prefieren reducir los riesgos antes que maximizar las

ganancias. Así, una propuesta técnica orientada al aumento de los beneficios no

necesariamente será bien recibida si aumenta la incidencia de factores que el

campesino percibe fuera de su control.

Muchas veces se observa que las propuestas son sometidas a procesos de ensayo y

error a pequeña escala, con el objetivo de evitar riesgos y fracasos, generándose

muchas veces formatos tecnológicos híbridos que articulan prácticas tradicionales y

modernas, priorizándose aquellas cuyos resultados son más valorados, no

necesariamente por ser las más eficientes o rentables.

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34

7. Los campesinos, para desarrollar su vida y su actividad productiva, esperan contar

cada vez con más bienes y servicios que sólo pueden adquirirse con dinero. La

imagen del sentido común del campesino tiende a representarlo como un sujeto

autosuficiente que se organiza en torno al trabajo familiar y a la producción de

autoconsumo. No obstante, en el contexto de las sociedades actuales resulta

indiscutible que las economías campesinas se encuentran hoy en un proceso de

creciente mercantilización (Cáceres, 1995; Chonchol, 1990), lo que lleva a las

familias de productores a requerir montos crecientes de dinero para desarrollar sus

actividades y para hacer frente a nuevas necesidades y obligaciones. Como señala

Verónica Bennholdt-Thomsen, (1988), citado por Landini, (2011) "los actuales

campesinos de México [y los de la mayor parte de los países] son todos productores

de mercancías, debido a que nadie puede subsistir sin dinero" (Landini, 2011, p. 24).

Los factores que llevan a la mercantilización de las economías campesinas son

múltiples, entre ellos cabe destacar: la disminución de la producción de

autoconsumo; el incremento de las expectativas de vida, lo que lleva a la demanda

de artículos que sólo pueden ser comprados con dinero (heladeras, motos, celulares,

etcétera.); y la aparición de nuevos insumos como semillas y agroquímicos,

crecientemente demandados por estos productores. Así, a una menor disponibilidad

de bienes que pueden reemplazar las compras, principalmente de alimentos, un

aumento del requerimiento de insumos o herramientas que generalmente sólo

pueden obtenerse en el contexto del mercado (semillas, agroquímicos, etcétera) y la

expectativa de contar con comodidades propias de la vida moderna, se combinan

para que las familias campesinas se sientan en la necesidad de generar estrategias

para acceder a montos crecientes de dinero.

Como señala Cáceres (1995), el núcleo de estas estrategias parece reestructurarse

a partir de una reorientación del perfil productivo de las explotaciones agropecuarias,

incrementándose los rubros orientados al mercado y los trabajos extraprediales y

reduciéndose aún más los productos de autoconsumo.

Page 35: EL CAMPESINADO EN CUBA FRENTE A LA CRISIS DEL MODELO DE

35

Como ya se dijo, desde este entramado teórico-conceptual y tomando en cuenta la

especificidad del agro cubano, abordaremos la génesis y evolución del campesinado

desde antes de la revolución hasta la crisis del modelo agrícola que definimos como

“convencional”.

Page 36: EL CAMPESINADO EN CUBA FRENTE A LA CRISIS DEL MODELO DE

36

Capitulo II. Elementos históricos para el debate en torno al campesinado y la

crisis del modelo agrícola convencional en Cuba

2.1. Génesis y evolución del modelo agrícola convencional en Cuba. El rol del

campesinado previo a la Revolución

Se estima que el sistema agrícola más comúnmente empleado por los aborígenes

cubanos era el de “roza, tumba y quema”, también conocido como “roza”. Consistió

en el desmonte de segmentos de los bosques a través de la tala y quema de árboles,

el terreno desmontado era removido con varas cavadoras o “coas”12 y la tierra suelta

se acumulaba junto a materia orgánica en pequeños montículos donde plantaban la

semilla o la yema de la planta en cuestión. Este método fue el más empleado para

establecer cultivos a pequeña escala, especialmente de yuca, base de su

alimentación.

Además de la yuca, los pueblos originarios cubanos cultivaban el maíz, el boniato

(batata), la malanga, el ají, la piña, el maní o cacahuate, el algodón y otras fibras

textiles que eran empleadas para confección de las redes de pesca, los vestuarios,

las hamacas en las que dormían y otros enseres. La producción agrícola también

incluía el tabaco, del cual se fumaban sus hojas secas y torcidas, que también

trituraban hasta convertirlas en polvo aspirado durante ciertas ceremonias religiosas.

De acuerdo con Oscar Zanetti (2013), la yuca amarga (mandioca) constituía la base

de la alimentación aborigen cubana, hasta el punto de sustentar una cultura que

sería compartida por casi todas Las Antillas y otras áreas rivereñas del Caribe. La

raíz se rallaba y una vez extraído su tóxico jugo, se le secaba hasta constituir una

especie de harina (catibía) con la cual se amasaba una torta finalmente cocina en un

recipiente plano de arcilla llamado “burén”, para obtener así un delgado pan (caçabí)

que podía conservarse por cierto tiempo.

12

La “coa” era un instrumento de madera con punta afilada que los pueblos originarios cubanos la utilizaban para abrir huecos donde depositaban las semillas. Otra versión tenía la punta plana para remover la tierra, por ejemplo, para hacer los montones en que sembraban la yuca, o para abrir cavidades mayores para enterrar los horcones y parales de las viviendas (Ríos, 2014, p. 8).

Page 37: EL CAMPESINADO EN CUBA FRENTE A LA CRISIS DEL MODELO DE

37

La ampliación de la producción agrícola, la aparición de excedentes, el intercambio y

la especialización conllevó a la sedentarización de las comunidades originarias en

zonas propicias para los cultivos y a la complejización de su organización social.

Algunas de sus prácticas organizativas tenían repercusión en la agricultura, como las

llamadas “naborías”, obligación familiar de trabajo colectivo por parte de los niños y

los jóvenes en labores agrícolas, que desaparecía cuando éstos se convertían en

adultos, se casaban y adquirían, por tanto, otro estatus más independiente (Ríos,

2014). No obstante, no existen evidencias de que se practicase una agricultura de

tipo familiar. Si bien la base fundamental de las relaciones comunitarias se construía

sobre los vínculos de parentesco, otros factores como las jefaturas, rangos,

privilegios y las alianzas influían en las dinámicas sociales de las primeras

comunidades cubanas (Zanetti, 2013).

A la llegada de los españoles a Cuba en 1492, las naborías fueron interpretadas a

partir de las rígidas jerarquías de la sociedad española, como una especie de

servidumbre o esclavitud para determinados miembros de la comunidad. En

consecuencia, el término fue empleado, posteriormente, por los peninsulares para

denominar las encomiendas sobre los aborígenes encargados del servicio personal a

los conquistadores por un tiempo determinado, como se puede apreciar en el

siguiente fragmento de un juicio de residencia tomado a Gonzalo de Guzmán,

funcionario español, en 1530.

“Yo Juan de la Torre, escribano de Su Majestad y del juzgado del

teniente de gobernador de la isla Fernandina13, doy fe que Gonzalo

de Guzmán, lugarteniente de gobernador y repartidor que fue de los

caciques e indios de esta isla Fernandina, después que tuvo el dicho

cargo hasta que lo dejó en mi presencia, encomendó y depositó en

vecinos y moradores de esta dicha isla indios de repartimiento y

naborías de casa en la manera siguiente:

13

Actual República de Cuba. Originalmente los aborígenes cubanos le llamaban Cuba, pero a la llegada de los españoles, por Real Cédula, el 28 de febrero de 1525, el propio regente de España determinó el cambio de nombre por el de “Fernandina”. “(…) yo he mandado que de aquí en adelante esa isla que hasta aquí se llamaba de Cuba, se llame Fernandina, porque pareció que el que tenía era algo fuera de propósito; bien será que de aquí en adelante se llame por este nombre. Yo el Rey” (Schlachter, 2011, s.p.).

Page 38: EL CAMPESINADO EN CUBA FRENTE A LA CRISIS DEL MODELO DE

38

A seis de junio de 1526 años este día depositó en Francisco

Ravanal, vecino de la Villa de San Salvador14, un indio que se dice

Alonsico, naboría que fue de Cristóbal Ávila, y, otro indio que se dice

Francisquito, naboría que fue del adelantado Diego Velázquez, y,

una india que se dice Magdalena, las cuales dichas naborías se le

depositaron hasta cuando otra cosa se provea” (Mira Caballos, 1997,

p. 415).

Como colonizadores, los españoles se convirtieron rápidamente en terratenientes.

Toda la tierra conquistada a los aborígenes cubanos fue declarada propiedad del

Rey de España y entregada en usufructo a perpetuidad a los conquistadores a través

de las llamadas “mercedaciones” que incluyeron, además, la “encomienda” de los

pueblos originarios que habitaban en ellas a los fines de su “evangelización”.

Las encomiendas resultaron un despiadado sistema de explotación que condujo al

genocidio de los aborígenes cubanos. Los aborígenes de las Antillas Mayores -y

entre estos los de Cuba- poseían un desarrollo técnico y productivo, así como una

organización social bastante más elemental que la de sus congéneres del continente,

en particular los de Mesoamérica y la Región Andina; de ahí su menor resistencia, no

solo en el plano bélico sino en el cultural, así como la desaparición relativamente

rápida de esa población (Zanetti, 2013).

El exterminio de los aborígenes cubanos en las primeras décadas de conquista

favoreció la introducción de esclavos procedentes del continente africano, que hasta

ese momento había sido poco relevante, empleados en labores domésticas,

fundamentalmente; no obstante, este proceso no alcanza su auge hasta indicios del

siglo XVIII con la expansión de las plantaciones azucareras.

Conforme al derecho español de la época, para poder acceder a tierras y a “indios”

había que tener residencia y ser vecino de alguna de las villas fundadas, las cuales

estaban encabezadas por cabildos. Entre las facultades de los cabildos en materia

agropecuaria estaba determinar las tierras de uso comunal, delimitar la tala y venta

14

Actual ciudad de Bayamo, originalmente llamada: “San Salvador de Bayamo”.

Page 39: EL CAMPESINADO EN CUBA FRENTE A LA CRISIS DEL MODELO DE

39

de madera y, mercedar tierras para la construcción de viviendas, para las labranzas y

para la cría de ganado en los terrenos circundantes.

Las mercedaciones se hicieron empleando sistemas básicamente integrados

denominados hatos, corrales y estancias. Un hato tenía comúnmente el equivalente

actual de 22,600 ha y era empleado para la crianza de ganado cimarrón15, aunque el

término fue utilizado también para denominar a las extensiones deslindadas. El

corral, por su parte, tenía el equivalente a 5,600 ha y era otorgado para ganado

menor, donde predominó la crianza libre de cerdos. Los hatos y corrales por lo

regular tenían forma circular, lo cual condujo a que los espacios ubicados entre

estos, al no tener dueños, fueran ocupados por vecinos sin tierras lo que trajo

conflictos que se produjeron hasta mediados del siglo XX. La figura 1 muestra un

mapa actual de una región de la provincia Mayabeque en el que los círculos grandes

son los restos de los antiguos hatos. Por lo regular, en su borde exterior los dueños

colocaban cercas de piedras alrededor de las cuales se establecían caminos, hoy en

su mayoría convertidos en carreteras.

Figura 1. Antiguos hatos en una región de la provincia de Mayabeque, Cuba.

15

En los siglos XVI y XVII se le denominó en Cuba ganado cimarrón a las reses que vivían silvestre en los campos. Después de la conquista del continente la isla sufrió un fuerte despoblamiento, lo que condujo a que la incipiente agricultura y ganadería fuera abandonada y proliferara en los campos el ganado mayor de manera silvestre. En consecuencia, el valor de los hatos se medía por la cantidad de ganado cimarrón que pastaba en ellos.

Page 40: EL CAMPESINADO EN CUBA FRENTE A LA CRISIS DEL MODELO DE

40

Fuente: Ríos, A. (2014). La Agricultura en Cuba, INFOIIMA, La Habana, p.11.

Otros dos tipos de repartos de tierras fueron la entrega de “solares” para la

edificación de viviendas dentro de las villas y de tierras de labor o “estancias” en las

inmediaciones de éstas. Algunos de los solares eran lo suficientemente amplios

como para plantar vegetales y viandas que garantizaran la subsistencia a los vecinos

no estancieros. A las estancias o partes de éstas en que se sembraban cultivos

autóctonos se les denominaba “conuco” y “huerta” cuando producían cultivos

introducidos de Europa. Por lo regular se llamaba “vega” a la finca dedicada al cultivo

del tabaco y “sitio” a las siembras de otros cultivos, de modo que la estancia podía

ser “conuco”, “huerta”, “vega” o “sitio” según su tipo de cultivo, por lo general muy

inferior en superficie con respecto a los hatos y corrales.

Surgió así el veguero, el sitiero, el conuquero, el pequeño campesino, que laboraba

personalmente la tierra, los cuales se sentían más independientes y siempre dieron

muestras de rebeldía frente a la opresión colonial, mientras que los latifundistas, por

lo regular peninsulares, explotaban los grandes hatos con mano de obra esclava y

constituían un sólido puntal del dominio de la metrópoli. La transición de la agricultura

indígena a la nueva forma implantada por los españoles en los siglos XVII y XVIII

Page 41: EL CAMPESINADO EN CUBA FRENTE A LA CRISIS DEL MODELO DE

41

puede considerarse el primer paso del proceso de estratificación social en el medio

rural cubano y del surgimiento del campesinado cubano.

La restauración del Rey Fernando VII en el trono español en 1814, tras la derrota de

los ejércitos franceses, así como el auge de los movimientos revolucionarios,

nacionalistas y liberales en América Latina, favoreció un nuevo pacto de poder en

Cuba más favorable a la incipiente burguesía criolla y que a la peninsular establecida

en la isla, el cual se tradujo en importantes reivindicaciones económicas, “(…) había

que satisfacer algunas de sus demandas para que no se alzaran como estaba

ocurriendo en otros países americanos” (Ríos, 2014, p. 32).

En 1818 se estableció la libertad de comercio y en 1819 se reconoció como legítimos

dueños de la tierra a los que la poseían por otorgamientos hechos por las

autoridades coloniales, así como su desvinculación, o sea, su venta. Esto último

favoreció a los grandes latifundistas, no al veguero, al sitiero, ni al conuquero, los

cuales, por lo general, ocupaban pequeñas parcelas de tierra sin documentación

alguna. Las reformas incluyeron la disminución de los impuestos que frenaban el

fomento de ingenios, cafetales y otras producciones agrícolas, en especial la

supresión de impuestos a los ingenios que se fomentasen.

La irrupción del capital en la agricultura exigía la liquidación del sistema jurídico

asentado en las antiguas mercedes, el régimen de bosques y los mayorazgos y

vínculos concedidos a perpetuidad, instituciones de carácter feudal que inmovilizan la

tierra, impidiendo que se convierta en mercancía apta para ser comprada por los

poseedores de dinero.

Los hacendados comenzaron a luchar por apoderarse de las mejores áreas ya

ocupadas por los vegueros, sitieros, estancieros y conuqueros y, a tratar de que

éstos se incorporaran a las nuevas haciendas azucareras como fuerza de trabajo, lo

cual condujo, en el mejor de los casos, a la migración de los pequeños productores a

tierras menos fértiles. En la mayoría de las ocasiones, al no poder acreditar la

titularidad sobre la tierra, pasaron a regímenes de arrendamiento o aparcería, dando

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42

lugar al surgimiento de un ejército de campesinos arrendatarios, aparceros y

precaristas que caracterizarían el paisaje rural cubano hasta mediados del siglo XX.

A finales del siglo XVIII y principios del XIX, la agricultura experimentó un rápido

desarrollo con la llegada de la producción azucarera y tabacalera a gran escala (Le

Riverend, 1971; Marrero, 1984; Funes-Monzote, 2009a). La Revolución Haitiana de

1791 dio a Cuba la oportunidad que necesitaba para comenzar a competir con las

colonias francesas como el principal productor y exportador de azúcar del mundo; el

consecuente establecimiento de plantas procesadoras (ingenios) de azúcar en el

campo cubano condujo a la transformación radical de la estructura agrícola y al salto

definitivo de la economía colonial cubana.

Entre 1775 y 1862 el número de ingenios se triplicó, pasando de 478 unidades hasta

1,531 en 1862 y el volumen de producción de azúcar se multiplicó por 96 veces, el

20% de la producción mundial. El aumento de la producción de azúcar de caña hizo

que los grandes hatos dedicados a la ganadería fueran subdivididos en propiedades

más pequeñas, de entre 20 y 40 caballerías (268,4-536,8 ha), en las cuales se hacía

una explotación de la tierra de modo intensivo, básicamente monoproductoras de

caña de azúcar. También conllevó a una sobre explotación de mano de obra esclava,

la producción del dulce creció en proporción al incremento demográfico de la

esclavitud, alrededor de 436 500 hombres y mujeres, llegando a constituir el 43% de

la población de la isla para 1841.

La concentración y la centralización de la producción azucarera continuaron durante

el siglo XX. Luego de que Cuba alcanzó la independencia de España en 1898, el

capital norteamericano estableció grandes latifundios azucareros en el oriente del

país, que hasta ese momento había sido el área menos explotada con fines agrícolas

y se encontraba completamente devastada por la guerra. Las empresas azucareras

norteamericanas se apoderaron de las mejores tierras y llegaron a poseer en Cuba

más de 1,342,000 ha obtenidas a precios irrisorios, el equivalente el 10% de la

superficie toral del país. Alrededor de 1925, la mayor parte de las llanuras cubanas

estaba plantada de caña. Las propiedades más extensas, que ocupaban el 70% de

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43

la tierra agrícola, se dedicaban básicamente a la ganadería y a la caña de azúcar.

Poco más del 1% de los propietarios poseía el 57% de las tierras, mientras el 71%

tenía solo el 11% (Valdés, 2003). La tabla 1 muestra la distribución de las tierras

cultivables según el tipo de explotación para el año 1946.

En la primera columna (tabla 1), de izquierda a derecha, se relacionan los tipos de

fincas según la cantidad de hectáreas, en este sentido, la tabla se divide en dos

grandes grupos: el primer grupo constituido por la fincas menores de 9.9 ha hasta las

fincas de 74.9 ha, consideradas pequeñas y el segundo grupo constituido por las

fincas de 75 ha hasta 5 mil y más hectáreas, denominadas mediadas y grandes,

respectivamente. En las columnas contiguas se describe el número de fincas por

grupos, el por ciento que representa en relación al total de fincas, el área total según

el grupo de fincas y, el por ciento y el área total de una finca por grupos de fincas,

respectivamente.

Tabla 1. Distribución de las tierras cultivables según el tipo de explotación, 1946.

Grupo de fincas

según cantidad de

tierra(ha)

No. de

fincas

% del

total de

fincas

Área total según

grupos de

fincas(ha)

% del área

total de una

parcela

Área total de

una finca en

(ha)

Hasta 9,9 62,500 39,1 296,738,9 3,2 4,7

De 10ª24,9 48,748 30,5 725,070,9 8,0 14,8

De 25ª 74,9 32,058 20,0 1,278,362,5 14,1 39,8

Subtotal 14,3336 89,6 1,647,602,3 25,3 59,3

De 75 a 499,9 14,286 8,9 2,523,281,1 27,7 176,6

De 500 a 4999,9 2,222 1,4 2,436,030,9 26,9 10,96,3

De 5000 y mas 114 0,1 1,817,602,0 20,1 15,943,8

Total 159,958 100 9,077,086,3 100 17,276

Nota: Censo Agrícola de 1946.

Puede apreciarse aquí, cómo todos los agricultores pequeños y medios (142 mil)

tenían, aproximadamente, la misma cantidad de tierra que la que poseían 114

grandes magnates agrarios (1,647,602.3 hectáreas y 1,817,602.0, respectivamente).

Desequilibrio que se acentúa, si tomamos en consideración que había un número

Page 44: EL CAMPESINADO EN CUBA FRENTE A LA CRISIS DEL MODELO DE

44

importante de tenentes medios y pequeños poseían la tierra en condiciones de

arrendatarios, subarrendatarios, aparceros o precaristas.

José Manuel Hernández, campesino individual y presidente de la Cooperativa de

Créditos y Servicios (CCS) Humberto Hernández, del municipio Güines, Mayabeque,

cuenta:

“Mi papá era arrendatario del Central Amistad. Se hizo arrendatario

por mi abuelo, que era arrendatario también. (…) Mi abuelo le

arrendó al central mediante una renta, que le cobraban todos los

años. En aquel entonces malamente la caña daba para pagar la

renta. Cuando aquello la caña se pagaba muy barata y si usted no

atendía la caña no había otra forma de hacer dinero.

La venta de la caña (…) el central le liquidaba por cantidad de

arrobas de caña que usted molía en el central, según el precio que

tuviera le liquidaba la caña al campesino. Pero en la mayoría de los

casos con el abono (…) y el impuesto que le ponían y, aparte la

renta, yo recuerdo que el viejo mío el último año que liquidó le

quedaron 200 y pico de pesos (…). La renta se la descontaban de la

liquidación de la caña (…) le rebajaban todos los gastos que tuviera

esa caña, el corte, porque ellos le suministraban al campesino, le

daban como un crédito. Y todo eso se lo rebajaban al campesino de

la caña”. (Deere, et al., 1998, p. 25).

Como resultado de este proceso histórico de despojo de la propiedad campesina casi

las dos terceras partes de las tierras dejaron de ser trabajada por métodos

“campesinos”, observándose un incremento de los proletarios y semiproletarios

agrícolas, el 57.6% de la fuerza de trabajo agrícola (345 mil estaban ocupados en la

caña de azúcar y 100 mil en la ganadería), de ellos solo el 10% de manera

permanente. El resto de la fuerza de trabajo estaba compuesta por un número

mayoritario de pequeños campesinos y un número menor de campesinos medios y

ricos. De modo que, la estructura socioclasista agraria en la Cuba pre-revolucionaria

se caracterizaba por la polarización de dos grupos: los grandes y medios

hacendados (norteamericanos y cubanos) y, los pequeños campesinos y jornaleros

agrícolas.

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En el escalón más bajo de esta estructura se encontraba el campesino precarista y el

jornalero agrícola, los cuales no poseían tierras en ninguna condición jurídica. En

esta situación se encontraba para entonces la familia de Roberto Pineda:

Yo era jornalero. Trabajaba a jornal, pero no se ganaba nada.

Nosotros ayudábamos al viejo (…) según íbamos saliendo nos

incorporábamos al trabajo. Éramos cuatro varones (…).

La Finca Pedroso pertenencia a Catalina. Era de Justiniano Reyes

(…). En el trabajo él si no era fácil para ganarle un peso. No había

quien se lo ganara (…). Los surcos de caña aquellos tenían seis

cordeles de largo. Esos surcos valían “diez quilos” (centavos, N. de

A.). Salía el día a 30 o 40 quilos (…). En cuestiones de trabajo si no

había quien viviera con él. No era fácil.

En la finca tenía trabajo tres o cuatro meses nada más, cuando se

acababa la zafra y la limpia (…) inventar por ahí, buscar trabajo

fuera, pa’ la costa a cortar arroz; pa’ las fincas grandes esas que

habían en la costa, de arroceras por ahí (…). Eso es La Pedrera. Esa

finca era de Evelio Peña, que tenía una arrocera ahí (…). Tres pesos

era el jornal de ocho horas. Tenía que ir y venir todos los días a

caballo, irme hasta Güines y aquí cogía una guagua.

Ahí trabajaba hasta que se acababa el corte de arroz. Desde que se

acababa había que inventar pa’ otro lao. Así era la vida antes (…)

pasé mucho trabajo. Yo solamente no, el viejo mío y mis hermanos.

Ese mismo que murió hace dos meses y pico, eso pasó trabajo que

eso fue horrible. Fíjate, que no sabía ni leer ni escribir. Lo primero

que salió, el viejo le echó mano enseguida pa’ trabajar, eso no vio

escuela ni vio nada.

(Cuando terminaba el corte de arroz se iban) pa’ ahí, pa’ la finca a

esperar que nos dieran trabajo de nuevo. El viejo empezando por

ahí, haciendo su negocito, hasta piedra cargaba en las alforjas pa’

Guira pa`la gente echar relleno en las casas (…). Y hasta piedra

cargaba a caballo (…)” (Deere, et al, 1998, p. 29).

De manera general, el campesinado cubano de la primera mitad del siglo XX se

basaba en la propiedad privada o explotación directa no propietaria de la tierra

(arrendatarios, aparceros y precaristas) y, participaba en ella con su trabajo personal

y el de su familia. No obstante, como clase social el campesinado tampoco era un

conjunto homogéneo, en su composición articulaba diversos grupos o capas

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sociales determinadas por factores tales como extensión de la tierra, calidad y

ubicación de esta, medios que empleaba para explotarla, tipo de cultivo, así como la

cercanía al mercado y el empleo o no de fuerza de trabajo asalariada; y que

expresaban diferentes grados de fortaleza, de formas de manifestación y de

actuación con relación a los rasgos que definen la clase. De tal forma podíamos

encontrar las siguientes capas: campesinos ricos, campesinos medios y pequeños

campesinos.

Los campesinos ricos explotaban grandes haciendas, como norma, contratando a

varios jornaleros. Su relación con el campesinado sólo estaba dada por su nivel

cultural poco elevado y por su modo de viva rural, por su parte, los campesinos

medios eran aquellos agricultores que poseían a título de propiedad o arriendo

pequeñas parcelas de tierra que le proporcionan no sólo el rendimiento necesario

para sostener a su familia, sino también la posibilidad de obtener cierto excedente,

que podía, en los años mejores de cosecha, convertirse en capital. En ocasiones

estos campesinos medios recurrían también al empleo de fuerza de trabajo

asalariada, aunque en pequeña escala.

La ganadería era una actividad que aglutinaba a un número importante de mediados

campesinos. Por ejemplo, Pedro Franco, quien en la década del 40 heredó nueve

caballerías de tierra de su abuelo y su padre, en la zona de Rodrigo, Santo

Domingo, Las Villas, se dedicaba a la compra y venta de ganado.

“Yo tenía un negocio de compra y venta de ganado. Chico, salía y

compraba un lote de gana’o y, había veces que le ganaba 500 pesos

al día (…) lo mismo iba a Corralillo, Rancho Veloz, por aquí todas

esas cosas, Calabazar, Encrucijada (…) montaba a caballo de aquí a

Cartagena, a Cascajal, en lindero de la provincia de Matanzas.

Compraba mucho gana’o, yo salía de aquí por la madrugada pa`allá

y hacía el viaje en el día. El lote, lo mismo podía ser 30, que 50, que

100 cabezas (de ganado, N. de la A.).

Vamos a suponer, compraba 50 reses, 50 añojos, a 50 pesos y había

veces que en el camino los vendía a 60. Y ganaba 500 pesos en el

día. Yo voy solo y lo compro, y digo a tal día vengo a buscarlo, si me

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hacían falta dos peones, llevaba dos conmigo. Ese era el giro,

compra y venta.

Ordeñaba vacas (…) compraba un lote de novillas, 100 novillas, me

parieron (…) las iba engordando, iba y las vendía. Tenía ese negocio

de venta. Yo vendí mucha vaca, ¡pero mucha! Comprar lotes de

vacas a 70 pesos y venderlas a 140 a los cuatro o cinco meses. Me

parían, y ganarle mitad por mitad. Yo ganaba siete mil u ocho mil

pesos al año. Venían de Santa Clara, gente que tenía vaquerías, le

vendía y se las atendía. De Santo Domingo venía uno que le hacía

falta cinco vacas y se las vendía” (Deere, et al., 1998, p. 146).

Los pequeños campesinos eran los que poseían una pequeña parcela de tierra y la

trabajaban personalmente o con el concurso de su familia, utilizando sus propios

instrumentos de trabajo. Dentro de estos existían gradaciones o modalidades de

acuerdo a su relación con el medio de producción, de acuerdo a si era propietario o

no de la tierra que cultivaba y, en ello se ponía de manifiesto la permanencia de los

rezagos semifeudales como la aparcería y el precarismo en convivencia con las

formas de explotación capitalistas predominantes en el agro.

La historia de la familia de Tomás Durán Castro refleja en cierta medida cuán difícil

era para el pequeño campesino tener acceso a un pedazo de tierra para el

autoconsumo y la inseguridad de esta práctica. Durán nació en Bijagual, Oriente, en

la finca del colono Antonio Domínguez, vivía en una estancia de 0.50 caballerías en

el centro de la finca que tenía cincuenta y tantas caballerías de potreros. Nunca

tuvieron propiedad ni contrato de arrendamiento sobre esa tierra.

Vivieron en esa finca hasta 1945 cuando la vendieron. Antonio Domínguez le dijo a

los nuevos dueños:

“Yo te vendo aquí, pero quiero que me dejes a esos vecinos aquí en

la finca, que han vivido toda la vida aquí conmigo, son una buena

gente y más bien le cuidan la finca”. (Deere, et al., 1998, p. 247).

A los tres meses los nuevos dueños crearon problemas y los sacaron de la finca:

“Le dieron candela a un tronco hueco que había en la finca, ellos

mismos. Nosotros corrimos pa`allá, pero llegaron ellos y dijeron que

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48

habíamos sido nosotros. Trajeron a la Guardia (Rural) y le dijeron:

“estos fueron los que le dieron candela”, yo no sé con qué fin. Y el

viejo los dijo: no, chico, cómo yo le voy a dar candela al tronco si yo

me estoy beneficiando de la finca”. Y ellos dijeron: “no, estos fueron y

hay que sacarlos de aquí, porque ellos me están estorbando aquí

adentro”. (Ídem).

Como consecuencia de la inseguridad en la posesión y la desprotección de los

derechos de los pequeños campesinos, el desalojo fue una constante en la primera

mitad del siglo XX en la isla, del cual estaban encargados los órganos represivos del

Estado, en particular la tristemente célebre “Guardia Rural”16.

La campesina Orfelina Pérez, entrevistada por Niurka Pérez (1998), expresó que

sufrió el desalojo siendo una niña:

“Mi padre trabajaba en la finca de un señor de apellido Balmaseda.

La finca era antes de Vicentico Portuondo. Él se la vendió a

Balmaseda con la condición de que a mi papá lo dejara tranquilo en

la finca, pero al verse dueño de la propiedad, vino con una pareja de

guardias y preguntó por mi papá: “Díganle que tiene 24 horas para

abandonar, si no, mire, lo colgarán de esa mata”. Mi mamá le mando

razón con una gente que eran amigos y vinieron con un camión a

buscarlo y nos sacaron antes de que vinieran los guardias y, pudimos

llevarnos los animales, la casa no. Fuimos a un pedacito de tierra de

un tío, después a donde Manuel Labrada”. (Deere, et al., 1998, p.

268).

De los 142 mil agricultores, aproximadamente, que ocupaban hasta 5 caballerías (67

ha), 94 mil no eran dueños de la tierra que trabajaban (el 66%) y eran obligados a

pagar abusivas rentas en dinero o en especie, viéndose forzados a entregar una

buena parte de la cosecha, que además, se correspondía con la de mejor calidad,

constituyendo esto una forma de explotación directa al pequeño agricultor; y si dentro

de este último grupo analizamos a aquellos que poseían menos de 2 caballerías de

16

La Guardia Rural fue una fuerza montada que operó en todo el territorio nacional desde 1898 a 1958. Creada por el primer gobierno interventor norteamericano en 1898, su misión era mantener el orden interior en las zonas rurales de Cuba, pero en la práctica fue instrumento de ocupación que facilitó la aplicación de las políticas de intervención en el campo y la protección de los intereses de los grandes hacendados norteamericanos y cubanos. (EcuRed, 2017).

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49

tierra (26.84 ha), que por lo general, dentro de los pequeños campesinos eran los

que peor vivían o sobrevivían, tenemos que 85 mil campesinos (el 84,15%)

trabajaban en extensiones inferiores al mínimo vital17.

Al analizar esta situación, Fidel Castro expresó:

“(…) Hay doscientas mil familias campesinas que no tienen una vara

de tierra donde sembrar unas viandas para sus hambrientos hijos y,

en cambio, permanecen sin cultivar, en manos de poderosos

intereses, cerca de trescientas mil caballerías de tierras productivas.

Más de la mitad de las mejores tierras de producción cultivadas está

en manos extranjeras.

(…) quinientos mil obreros del campo que habitan en los bohíos

miserables, que trabajan cuatro meses al año y pasan hambre el

resto, compartiendo con sus hijos la miseria, no tienen una pulgada

de tierra para sembrar.

(…) el ochenta y cinco por ciento de los pequeños agricultores

cubanos está pagando renta y viven trabajando una tierra que no es

suya (…) para morirse sin llegar a poseerla, que tienen que pagar por

sus parcelas como siervos feudales una parte de sus productos, que

no pueden amarla, ni mejorarla, ni embellecerla, plantar un cedro o

un naranjo, porque ignoran el día que vendrá un alguacil con la

guardia rural a decirles que tienen que irse (…)” (Castro, 1993, p. 34

).

Unido a esta situación, el pequeño productor agrícola era explotado también por

intermediarios y mayoristas a través de precios miserables por sus cosechas; por

ejemplo, el pago al productor de tomate era 32 veces inferior al precio promedio de

venta minorista y en otros productos como los granos, las legumbres y las hortalizas,

las diferencias oscilaban desde 8 hasta 25 veces. Tampoco se fomentaba la

producción agrícola nacional, pues la importación de grasas comestibles era del 88

%, de vegetales 33 %, de cereales 40 %, de cárnicos 63 % y conservas 84 % (Ríos,

2014, p. 19). Unido a ello, el analfabetismo, la falta casi absoluta de servicios

17

La Primera Ley de Reforma Agraria estableció el derecho gratuito a dos caballerías de tierra (27 ha) a los campesinos que la trabajaban en condiciones de tenencia distintas a la propiedad, al cual se le llamó mínimo vital, puesto se consideró como los mínimos necesarios para satisfacer las necesidades de una familia campesina de la época (1959).

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50

médicos y de educación y, la creciente represión militar y política caracterizaban las

zonas campesinas. Esta desfavorable situación influyó considerablemente en el

triunfo de la Revolución Cubana de 1959, de carácter agrario, popular y

antiimperialista.

2.2. Transformaciones revolucionarias de la agricultura en Cuba. El rol del

campesinado posterior al triunfo de la Revolución

2.2.1. Primera Ley de Reforma Agraria del 17 de mayo de 1959

Después de varios años de lucha, en enero de 1959 quedó instaurado un gobierno

revolucionario y un ejército popular encabezados por Fidel Castro Ruz,

restableciéndose los derechos individuales y las conquistas sociales que habían sido

derogadas por la dictadura de Fulgencio Batista; al mismo tiempo, se promulgó la

Ley Fundamental de la República de Cuba, mediante la cual se dotaba al Consejo de

Ministros de las facultades legislativas y se reproducían los artículos referidos a la

función social de la propiedad y a la reforma agraria contenidos en la Constitución de

194018.

La dirección de la Revolución comprendió, tempranamente, que la transformación de

la sociedad cubana en su conjunto, requería de una radical redistribución de las

riquezas y la supeditación de toda propiedad al interés social; en consecuencia, la

necesidad de formular una nueva política dirigida a modificar las condiciones

existentes y promover otras favorables al desarrollo económico y social del campo se

hizo muy latente. Pavó (2007) refiriéndose a esta especial coyuntura expresó:

“Por primera vez en la historia de Cuba se conjugaban las

condiciones de una vanguardia política en el poder, un movimiento

18

La Constitución de 1940 fue uno de los textos más avanzados entre los promulgados hasta entonces en América. Proscribió el latifundio y promovió la reversión de las tierras a los cubanos; reconoció la función social de la propiedad y la intervención estatal en la economía; el dominio exclusivo de la República sobre el subsuelo y recogió las principales demandas del movimiento sindical; estableció la creación de importantes instituciones como el Banco Nacional, el Tribunal de Garantías Constitucionales y Sociales y el Tribunal de Cuentas.

Page 51: EL CAMPESINADO EN CUBA FRENTE A LA CRISIS DEL MODELO DE

51

de masas y un programa de transformaciones profundas de la

sociedad. La reforma agraria se presentaba como el primer cambio

fundamental estructural de dicho programa y a su vez, como la

principal reivindicación nacional y la prueba de la voluntad política de

la dirección de la Revolución, de llevar adelante el Programa del

Moncada” (p. 106).

En este contexto y cumpliendo con el mandato de la Constitución de 1940, el 17 de

mayo de 1959, el Gobierno Revolucionario dictó la primera Ley de Reforma Agraria.

Los propósitos fundamentales de esta Ley se pueden resumir a los siguientes:

1. Modificar la estructura agraria mediante la proscripción del latifundio, la

supresión de ciertas formas de explotación como la aparcería, el

otorgamiento de la propiedad de la tierra a sus poseedores y asegurar un

mayor aprovechamiento de la tierra.

2. Sustituir preferentemente la producción latifundaria por formas de producción

más técnicas y eficientes como las cooperativas.

3. Impedir la enajenación futura del patrimonio rústico nacional por extranjeros.

4. Elevar y diversificar el producto agrícola, a fin de asegurar un incremento de

las exportaciones, el abasto de materias primas a la industria nacional y

cubrir las necesidades del consumo, así como elevar el nivel de vida y de

consumo de la población.

5. Asegurar el progreso del país mediante el crecimiento y diversificación de la

industria, así como eliminar su dependencia del monocultivo agrícola.

A tales fines, la Ley fijó un límite máximo de propiedad para una persona natural o

jurídica de 30 caballerías (402 ha), las superficies excedentes de ese límite serían

expropiadas para su posterior distribución a campesinos y obreros agrícolas sin

tierras y, en lo sucesivo la propiedad rústica no podría ser adquirida por personas o

sociedades extranjeras. No obstante, se exceptuaban las áreas sembradas de caña

de azúcar, arroz, o dedicadas a la explotación agropecuaria, que por sus

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52

rendimientos se considerase pudieran poseer hasta 100 caballerías de tierra (1,342

ha).

También reconoció el derecho de propiedad sobre la tierra a las personas que las

trabajaran en virtud del principio “la tierra pertenece a quien la trabaja” y proscribió

toda forma de tenencia no propietaria, como el usufructo, la renta, el contrato de

aparcería, etcétera; identificando la propiedad con la posesión, con la única condición

de su explotación efectiva. De este modo, la Ley benefició a más de 100 mil colonos,

arrendatarios, aparceros y precaristas que carecían de tierras. Otras disposiciones

del texto legal contenían mandatos referidos al fomento de cooperativas, la

conservación de los suelos y los bosques, la imprescriptibilidad de la acción del

Estado para reivindicar sus tierras, la creación de zonas de desarrollo agrario, entre

otras, encaminadas a garantizar su aplicación.

Joaquín Vega, quien desempeñó diversas responsabilidades en la ANAP (Asociación

Nacional de Agricultores Pequeños) durante 17 años, describe la Primera Reforma

Agraria en los términos siguientes:

“La Reforma Agraria fue acogida por todos los campesinos aquí,

por aquellos precaristas, aparceros, arrendatarios, que con esa Ley

de la Revolución se hicieron propietarios de las tierras que antes

trabajaban. Antes tenían que darle un porciento al dueño de la

finca; unas veces le daban la mitad, otras la tercera parte. Otras

veces el propietario lo explotaba, le daba un pedazo para que se lo

dejara en condiciones y se lo quitaba cuando ya estaba en

condiciones, y le daba otro más para adelante (…). Y la Ley de

Reforma Agraria no solo benefició a esa gente, sino a todos los

obreros del campo”. (Deere, et al., 1998, p. 280).

Un análisis de estas disposiciones nos sugiere que la Ley, si bien proponía una

reforma sustantiva de la estructura agraria, lo hacía en el contexto jurídico

preexistente, en interés de diversas clases y grupos sociales y en medio de un

amplio pluralismo político. En la práctica, afectaba solamente al 1,5% de los

propietarios, pero éstos poseían más del 50% del área nacional de fincas agrícolas y

ganaderas, lo que generó la reacción y oposición de los sectores dominantes y el

Page 53: EL CAMPESINADO EN CUBA FRENTE A LA CRISIS DEL MODELO DE

53

imperialismo norteamericano, acelerando el ritmo de su aplicación y ampliando el

contenido de los cambios propuestos en su articulado.

La Ley agudizó hasta las últimas consecuencias la lucha política y de clases e hizo

irreconciliables los intereses del pueblo y el de los sectores dominantes. A partir de

este momento la oligarquía azucarera, los terratenientes, los comerciantes, el

imperialismo norteamericano y sus agentes sellaron una alianza

contrarrevolucionaria orientada a derrocar el poder revolucionario y a revertir las

conquistas populares. Como expresó Fidel Castro: “apenas se dictó la Ley de

Reforma Agraria, Estados Unidos comenzó a dar los primeros pasos para organizar

una operación militar contra Cuba” (Castro, 1976, p 57).

Nivario Orta, participó en la aplicación de la Primera Ley de Reforma Agraria en el

municipio de Güines, Mayabeque, comentó:

“La reacción en la zona a la Reforma Agraria fue muy buena. La

gente estaba muy contenta, menos los dueños de las fincas, como

es lógico. No podían aceptar que le quitaran lo suyo. A partir de ahí

comenzó la contrarrevolución (…) a nosotros nos pusieron hasta

ocho bombas en una noche (…). El día de la procesión de la

crucifixión de Cristo se formó una manifestación

contrarrevolucionaria y hubo que darle; nos hirieron a dos o tres

compañeros. Entre los contrarrevolucionarios estaba Bebo, el

dueño de la finca La Quinta y el dueño de Caraballo, que era de un

abogado” (Deere, et al., 1998, p. 44).

En este contexto de lucha, el Gobierno Revolucionario dictó nuevas legislaciones que

afectaban la propiedad rústica por motivo de las nacionalizaciones a empresas de

propiedad o copropiedad norteamericana; por la nacionalización de empresas

capitalistas nacionales; y por motivo de actividades contrarrevolucionarias,

colaboración con ellas o abandono del territorio nacional, las cuales superaron el

nivel de afectación previsto inicialmente por la Reforma Agraria. El estimado de dicha

afectación aparece reflejado en la Tabla 2.

En la primera columna de la Tabla 2 se relacionan los conceptos por los cuales fue

afectada la tierra por la Primera Ley de Reforma Agraria y en la siguiente las

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54

superficies afectadas por conceptos, expresadas en caballerías y hectáreas y, el por

ciento que representa en relación a la totalidad de la tierra afectada por la Ley.

Tabla 2. Estimación de la tierra afectada por la Reforma Agraria cubana en sus dos primeros años de realización (mayo de 1959 a mayo de 1961) y conceptos por los cuales fue afectada.

Concepto Superficie afectada

Caballerías Hectáreas %

Ley de Recuperación de Bienes Malversados (confiscación)

12,161 163,214 3,7

Ley de Reforma Agraria (expropiación) 89,358 1,199,184 27,0

Donaciones del INRA19 24,038 322,590 7,3

Compraventa voluntaria 43,350 581,757 13,1

Ley de Nacionalización Nº 851 (expropiación forzosa) 94,003 1,261,587 28,4

Ley de Nacionalización Nº 890 (expropiación forzosa) 67,850 910,547 20,5

Total: 330,760 4,438,879 100

Nota: Departamento Legal del INRA, La Habana, 1961

El fondo de tierras afectadas por la Reforma Agraria -incrementado por la legislación

expropiatoria de la propiedad norteamericana, de los grandes capitalistas cubanos y

por actividades contrarrevolucionarias- se distribuyó entre los beneficiarios de la Ley

y entre los nuevos tenentes colectivos, como las cooperativas y granjas del pueblo

creadas al efecto. El resultado estimado de este proceso redistributivo puede

apreciarse en la Tabla 3.

En la primera columna se relacionan los nuevos tenentes colectivos creados a

afectos de la Ley y en la siguiente el área distribuida por ente colectivo expresada en

hectáreas y por cientos.

19

Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA), creado en virtud de la Primera Ley de Reforma Agraria para aplicarla y llevar a cabo la política del Estado en materia agraria.

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55

Tabla 3. Distribución estimada de tierras afectadas por la Primera Ley de Reforma Agraria

(Junio de 1961).

Unidad agraria Área distribuida

Ha %

Granjas del Pueblo 2,433,449 54,8

Cooperativas Cañeras 809,454 18,2

Cooperativas campesinas y fincas de propietarios individuales 1,195,976 27

Total 4,438,879 100

Nota: Valdés, Juan (1997b). “Procesos Agrarios en Cuba 1959-1995”.Editorial Ciencias Sociales.

La Habana.

Un examen del cuadro anterior nos revela las magnitudes en que fueron distribuidas

las tierras afectadas por la Reforma Agraria y las nuevas formas de tenencia

surgidas de la misma, como la propiedad individual, la cooperativa y la estatal. Al

respecto Valdés (2011) señaló:

“La propiedad individual, originada en la Reforma Agraria- menos de

un tercio del total- fue fundamentalmente pequeña campesina, como

consecuencia de hacer propietarios a unos 70 mil campesinos

arrendatarios, precaristas, aparceros y partidarios, poseedores de

fincas con áreas inferiores a 2 caballerías (27 ha) y a otros 30 mil

poseedores con áreas entre dos y cinco caballerías (67 ha),

principalmente colonos cañeros” (Valdés, 2011, p. 3)

Esta situación obedeció a la modificación del concepto del mínimo vital en función de

los ingresos sociales comunes a toda la población -supresión del pago de renta,

gratuidad de la salud y la educación, abaratamiento de otros servicios públicos,

supresión del comercio intermediario, etcétera-, a las limitaciones de tierras locales

en los lugares con concentraciones parcelarias caso de los vegueros, pequeños

colonos, horticultores y, a la decisión del Estado de mantener indivisas las grandes

unidades agrícolas, lo cual redujo la distribución de tierras para completamiento de

las dos caballerías (27 ha) de entrega gratuita y para la venta de hasta cinco

caballerías (67 ha) a peticionarios, tal como prescribía la Ley, según las

posibilidades; como se puede observar en la Tabla 4. En la primera columna se

relacionan los distintos tipos de predios privados resultados de la aplicación de la

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56

Ley, en la siguiente el número de propietarios por tipo de fincas y en la tercera el por

ciento que representan en relación a la totalidad de tenentes particulares de tierras.

Tabla 4. Composición del sector de tenentes privados (mayo de 1961).

Concepto Número de

Propiedades Porcentaje

De 0 a 67 ha 150,140 93,8

De 67 a 134 ha 3,335 2,8

De 134 a 402 ha 5,970 3,8

Total: 159,445 100

Nota: Departamento Legal del INRA, La Habana, 1961

Como se puede apreciar, más del 90 por ciento de estas fincas privadas

correspondían a campesinos con áreas inferiores a cinco caballerías (67 ha), las tres

cuartas partes de los cuales eran beneficiarios de la Reforma Agraria. Es importante

señalar que esta propiedad privada quedó liberada de toda forma de renta como

resultado de su nueva condición (propiedad individual) y de la condonación de los

pagos de restitución al gasto público de la indemnización por áreas mayores a 67

hectáreas.

Las cooperativas cañeras se organizaron con los obreros agrícolas de las

plantaciones cañeras segregadas sobre el límite de tenencia o expropiadas por su

condición de cañas en administración20, las cuales mantuvieron su estructura técnico

-organizativa y su carácter indiviso con administración designada por el INRA, tal

como se preveía en el artículo 44 de la Ley. Totalizaron casi una quinta parte de

todas las tierras afectadas. Para agosto de 1960 había unas 450 cooperativas y unas

600 a fines de 1962.

Las granjas del pueblo ocuparon más de la mitad de las tierras afectadas. Estas

fueron un tipo de empresa agrícola de propiedad pública surgida, primeramente de la

recuperación de bienes malversados y con posterioridad como respuesta al sabotaje

20

Las cañas en administración eran las cañas de azúcar propiedad de los centrales azucareros, objeto duras luchas puesto que en épocas de crisis los centrales priorizaban la molienda de sus cañas en detrimento de las cañas de los colonos, lo cual provocaba su ruina (Naranjo, 2009, p. 217).

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57

económico de los grandes colonos y hacendados ganaderos, arroceros y otros, que

exigió la pronta intervención y expropiación de sus tierras pero preservando su

organización técnico-económica a gran escala, con el fin de asegurar la continuidad y

efectividad de sus actividades. Estas empresas se basaban en el trabajo asalariado,

el financiamiento público y la administración y dirección estatales. Su creación dio

lugar al surgimiento de un sector estatal de la agricultura no previsto en la Ley de

Reforma Agraria, se trató de la asunción de una realidad socioeconómica que se

impuso a los reformadores.

En opinión de Garea (2007) la constitución de cooperativas cañeras y de las granjas

del pueblo fue el resultado de un criterio dirigido a preservar indivisamente las

grandes unidades agropecuarias de explotación capitalista. En este sentido expresó:

“A diferencia del enfoque redistributivo sustentado por la izquierda

tradicional -basado en la experiencia histórica e internacional de

parcelación, primero de los latifundios y cooperativización después

de los campesinos- esta fue una de las contribuciones más

importantes de Fidel Castro al proceso revolucionario contemporáneo

al entender a tiempo que en Cuba esa solución no era inevitable y

que existían en nuestro país circunstancias específicas que nos

permitan dar un salto audaz hacia formas de estatización de la

propiedad agraria que nos acercaran mucho más al Socialismo”

(Garea, 2007, p. 123).

Circunstancias que se vinculaban con la historia rural del país, el desarrollo relativo

del capitalismo agrario y la organización técnica y del trabajo alcanzado en las

principales producciones agrícolas, particularmente en la caña de azúcar. También

se relacionaban con los objetivos de la transformación agraria en ese momento: en lo

económico, preservar e incrementar el producto agropecuario, constituir una

agricultura intensiva moderna y asegurar el carácter social de la inversión; en lo

político, preservar la conciencia de clase y la capacidad organizativa del proletariado

rural; en lo social, el empleo y la elevación de las condiciones de vida de la mayor

parte de la población del campo.

Page 58: EL CAMPESINADO EN CUBA FRENTE A LA CRISIS DEL MODELO DE

58

“Con este propósito, una vez asegurada la demanda histórica del

campesinado (más de100 mil nuevos propietarios), las tres cuartas

partes de las tierras rescatadas al latifundio fueron organizadas en

Cooperativas Cañeras, como una fórmula transitoria, y en Granjas

Estatales21 como la forma representativa del sector socializado de la

agricultura” (Garea, 2007, p. 123).

La Tabla 5 muestra la composición del sector agropecuario al concluir la aplicación

de la Primera Ley de Reforma Agraria (1962). En la columna de la izquierda se

describen los distintos tipos de tenentes de tierras conforme quedaron después de la

aplicación de la Ley, ya sean estos colectivos o particulares y en las columnas

siguientes el área ocupada por cada grupo de ellos en miles de hectáreas, el por

ciento en relación a la totalidad nacional, el por ciento de la producción agrícola, el

por ciento de la producción animal y el por ciento de la producción agropecuaria que

representan.

Tabla 5. Composición del sector agropecuario al concluir la aplicación de la primera ley de reforma agraria (1962).

Descripción

Área en miles de

ha

% del área nacional

% de la producción

agrícola

% de la producción

animal

% de la producción

agropecuaria

Sector Estatal

Granjas del Pueblo

2,632 29 19 36 24

Granjas Cañeras 1,089 12 16 6 13

TOTAL 3,721 41 35 42 37

Sector Privado

Fincas menores 67 ha

3,540 39 - - -

Fincas mayores de 67 ha

1,815 20 - - -

Total 5,355 59 65 58 63

21

El carácter artificioso de las Granjas del Pueblo, constituidas por obreros agrícolas sin interés por la tierra, la necesidad de un alto financiamiento estatal y el carácter estatal de su administración y dirección hicieron que evolucionaran hasta convertirse en Granjas Estatales en 1962, mediante el voto mayoritario de sus trabajadores en asambleas convocadas al efecto en todo el país.

Page 59: EL CAMPESINADO EN CUBA FRENTE A LA CRISIS DEL MODELO DE

59

Total nacional 9,076 100 100 100 100

Nota: Informe de Cuba a la FAO en 1962, presentado por el Capitán Antonio. Núñez Jiménez.

2.2.2. Segunda Ley de Reforma Agraria del 3 de octubre de 1963

La Primera Ley de Reforma Agraria tuvo un carácter nacionalista, democrático y

popular, no obstante, el impacto sobre la estructura de la propiedad, de la economía

y de clase, rompió su eventual equilibrio acelerando la desafección de los sectores

sociales afectados o amenazados por la dinámica de la Revolución y por su

confrontación con el imperialismo norteamericano. La ampliación del proceso de

cambios con la subversión del régimen de propiedad privada y el surgimiento de un

sector socialista bajo gestión estatal agudizó la lucha política y de clases. La

colectivización creciente de la sociedad desde mediados de 1960 y, la declaración

del carácter socialista de la Revolución, en abril de 1961, dieron a esta confrontación

su sesgo ideológico definitivo.

En el plano de la agricultura esta confrontación se expresó, fundamentalmente, en

las agresiones bacteriológicas que buscaron fracasar la producción de alimentos

mediante el empleo de medios químicos bélicos. Un ejemplo de ello fue la

introducción en 1962 la enfermedad de “Newcastle”, de origen viral que afectó a más

de un millón de aves de corral en las provincias de Pinar del Río, La Habana y

Matanzas, que causó grandes pérdidas en la producción de huevos así como alta

mortalidad e inhibición en el desarrollo de las aves.

En el plano económico, la prohibición de exportar productos agropecuarios hacia

Estados Unidos, especialmente el azúcar, así como de importar insumos,

maquinarias e instrumentos de ese país y de terceros países, siempre que tuvieran al

menos un 10% de componentes norteamericanos, buscaron estrangular la economía

cubana.

Es en este contexto de agresiones la Revolución desarrolla, defiende y profundiza las

reformas iniciales a través de nuevas transformaciones como la nacionalización de la

banca, el comercio exterior e interior, la elaboración de planes económicos y la

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60

formulación de políticas de desarrollo; el equipamiento de las fuerzas armadas; el

racionamiento de los bienes de consumo y la integración de todas las fuerzas

políticas revolucionarias en un partido único. En tales circunstancias, y a lo largo de

este proceso, la burguesía agraria subsistente y amparada por la Primera Ley de

Reforma Agraria evolucionó hacia posiciones contrarrevolucionarias, mediante la

resistencia económica y la oposición política y armada. Bajo este influjo de

acontecimientos, se produjo una nueva y profunda modificación de la estructura de

tenencia de la tierra, el 3 de octubre de 1963 fue promulgada por el Consejo de

Ministros la Segunda Ley de Reforma Agraria.

Esta Ley tuvo como propósito expreso abolir la propiedad agraria capitalista con el

objetivo de favorecer el desarrollo socialista de la economía y suprimir a la burguesía

agraria como grupo de apoyo a la contrarrevolución y a la agresión imperialista e

incompatible con los intereses de la Revolución. A tales fines dispuso la

nacionalización y, por consiguiente, la adjudicación al Estado cubano, de todas las

fincas rústicas con una extensión superior a 5 caballerías (67 ha). Sólo se

exceptuaron las fincas explotadas en común por varios hermanos, con un área per

cápita inferior al límite de las 67 hectáreas y casos calificados por el Instituto

Nacional de Reforma Agraria como de excepcionales condiciones de productividad y

disposición a cooperar con los planes de desarrollo agrario del Estado.

En esta ocasión no se expropió la diferencia del área sobre el límite de tenencia, sino

todas las fincas comprendidas, con todos sus bienes. El traspaso de las fincas

expropiadas al sector estatal elevó al 60,1% el fondo de tierras en manos de este

sector, dándole el predominio en la economía agropecuaria. En opinión de Garea

(2007), la radicalidad de esta medida no se derivaba tanto de la condición de clase

de la burguesía rural como de su posición contrarrevolucionaria. “A pesar de las

contradicciones objetivas, una burguesía rural nacionalista hubiera hallado su lugar y

participación en el nuevo régimen económico-social” (Garea, 2007, p. 129).

Ramón López, campesino de Güines afectado por la Segunda Ley de Reforma

Agraria, en entrevista con Niurka Pérez (1998) expresó:

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61

“En octubre de 1963 se personaron (…) y entonces pues (…) que

estábamos intervenidos por una razón del Gobierno y de ahí más

nada (…) Todo, todo, todo (…) inclusive hasta un jeep, que era de un

hermano mío que trabajaba conmigo (…).

Tenía una finquita de cuatro caballerías, otra de dos y tres cuartos y,

una de una caballería y tres besanas (…).

Yo me puse ciego al ver que tenía mis fincas en muy buenas

condiciones y lo primero que llegaron a decir eran que estaban

abandonadas (…) Una finca chiquita bien preparada y tenía de todo,

tractores, camión, bueyes, carretas, de todo (…).

Está bien, si el Estado la necesita, pues está bien. Pues el Estado se

ocupe de darme a mí para vivir, pero no fue así. Me pagaron 100

pesos (mensuales, N.A) durante 10 años.

Yo tenía 41 años cuando me limpiaron completo, estaba empezando

a vivir. Tenía una base hecha nada más y estaba construyendo sobre

esa base. El sueño mío era hacerme de una finquita, de una buena

casa (…) No pensábamos que esto pudiera pasar. (Deere, et al.,

1998, p. 52).

Producto de esta nueva reforma, al concluir el año 1963, la estructura de tenencia de

la tierra se había simplificado significativamente. En la Tabla 6 se puede apreciar el

cambio de la estructura de tenencia de la tierra antes y después de la aplicación de

la Segunda Ley de Reforma Agraria. En 1962 el sector estatal de la agricultura

poseía el 44% de la superficie agrícola, mientras el privado el 56% restante, en 1963

esta relación se invirtió, el estatal pasó a poseer el 60.1% y el privado el 39%. Para

entender esta transformación la primera columna de la tabla describe los sectores

tenentes de tierra y las siguientes las áreas poseídas por estos en virtud de las dos

leyes de reforma agraria expresadas en miles de hectáreas. Al final de cada columna

relativa a las áreas se describe esa relación en por cientos.

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62

Tabla 6. Comparación de la estructura de tenencia de la tierra antes y después de la aplicación de la Segunda Ley de Reforma Agraria de 1963.

Sector

Primera Ley de Reforma Agraria diciembre, 1962

Segunda Ley de Reforma Agraria diciembre, 1963

Área (miles de hectáreas)

% Área (miles de

hectáreas) %

Sector Estatal 3 903 44 5 514 60,1

Sector Privado 5 174 56 3 563 39,3

Menores de 67 ha 3 331 36 * *

Mayores de 67 ha 1 863 20 * *

Nota: Instituto Nacional de Reforma Agraria, 1963.

* Resulta interesante que el INRA, ni el Registro Nacional de Tenencia de la Tierra después,

publicaran la cantidad de fincas de más de 5 Cab. (67 ha) que no fueron expropiadas; pues de un

simple análisis del cuadro anterior se deriva la existencia posterior a 1,963 de fincas superiores a ese

límite en 252 mil ha (aproximadamente 626 predios).

La disolución económica y política de la burguesía agraria redujo el sector privado de

la agricultura a los pequeños campesinos, poseedores de 155,000 fincas que

comprendían el 39.3% de las tierras laborables del país. Lo más significativo de esta

cifra no era solamente el número de propiedades, sino el hecho de que casi el 80%

de las mismas no poseían superficies superiores a las dos caballerías (27 ha) y que

en realidad el área promedio por campesino no era superior a las 15 ha que se

explotaban con carácter directo y familiar, teniendo su peso fundamental en el

tabaco, café y frutos menores.

Por su parte, el sector estatal pasó a poseer las dos terceras partes de las tierras

nacionales, mediante las cuales el Estado garantizaba el predominio del sector

estatal sobre la sociedad rural, dicho sector se convirtió en el principal receptor de

inversiones destacándose su peso en la agricultura cañera, arrocera y en la

ganadería; extendiéndose después al fomento de la citricultura, la papa y el plátano.

Otra consecuencia resultante del proceso de reformas de la Primera y la Segunda

Ley, fue la definitiva modificación de la estructura social, con la supresión de todos

los grupos basados en la posesión de medios de producción y la explotación de

fuerza de trabajo ajena; la simplificación de los subgrupos campesinos y el

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63

surgimiento de nuevos subgrupos basados en el sector socializado de la agricultura.

La Tabla 7 muestra la estructura social en el medio rural cubano después de aplicada

la Segunda Ley de Reforma Agraria. La primera columna relaciona los grupos

sociales más importantes, la segunda los subgrupos dentro de cada uno de los

grupos sociales dominantes y la tercera los grupos sociales según las condiciones de

tenencia de la tierra y de trabajo.

Tabla 7. Estructura social en el medio rural después de aplicada la Segunda Ley de Reforma Agraria de 1963.

Grupos Sociales

Subgrupos Grupos según las condiciones de

tenencia y de trabajo

Campesinos Campesino pequeño

Campesino mediano

Productor individual

Productor cooperativo

Proletario agrícola

Manuales

Operarios

Jornaleros

Empleados

Otros grupos sin tierra

Trabajadores directos

Trabajadores indirectos

Artesanos

Trabajadores administrativos y de Servicios.

Dirigentes y Técnicos

Trabajadores por cuenta propia

Nota: Valdés, Juan. (1997b): “Procesos Agrarios en Cuba 1959-1995” Editorial Ciencias Sociales. La

Habana.

El examen de esta estructura de clase revela su reducción a dos clases básicas -

campesinado y proletariado rural- y a otros pequeños grupos sociales vinculados a la

producción material. Las proporciones demográficas de estas clases y grupos

sociales reforzaron su tendencia histórica con una lenta disminución del

campesinado durante las siguientes décadas de la Revolución y un incremento

absoluto y relativo del proletariado. Otros grupos directos o indirectos también

sufrieron un acelerado crecimiento como efecto inducido por el desarrollo de la

estructura técnico-económica de la agricultura. Valdés (1997a), en un análisis de

estas clases y grupos sociales por separado, concluye que:

El campesinado, como propietario de sus medios de producción y como

trabajador directo, quedó consolidado como clase social. Acorde con sus

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64

niveles de ingreso, calidad de la tierra, área y tipo de cultivo, tecnologías,

etcétera, se podían agrupar en pequeños y medianos campesinos.

Los grupos rurales en transición como los semipropietarios quedaron

disueltos, reforzando su condición campesina o constituyendo otros grupos de

trabajadores -obreros, empleados- con parcelas de autoconsumo.

El proletariado agrícola se consolidó, en su seno se originó una diferenciación

por la calificación, el condicionante del ingreso y el status.

Otros grupos rurales sin tierra, vinculados al trabajo directo o indirecto,

conformaron un sector creciente de la población rural, acorde con el desarrollo

técnico económico de la producción y los servicios.

Las condiciones de vida de estos grupos se vieron profundamente

modificadas con la redistribución del ingreso, la extensión masiva de los

servicios sociales a las áreas rurales, la alfabetización, la creación de

infraestructura, etcétera.

2.3. La consolidación del modelo de agricultura convencional en Cuba y el rol

del campesinado en las nuevas condiciones de la agricultura socialista

Tras la aplicación de la Primera Ley De Reforma Agraria, se constituyeron las

Asociaciones Campesinas (AC) que agruparon a los pequeños propietarios surgidos

con la Ley y a obreros agrícolas sin tierras. Consideradas como una forma de

cooperación primaria, su dinámica se caracterizó por un rápido crecimiento en

unidades y socios, para 1966 existían 2,695 entidades de base con 154, 600 socios y

1,8 millones de hectáreas, lo que representaba el 41 % del área total de las fincas

privadas (Herrera, 1999). Las AC se concibieron no sólo para agrupar a los

pequeños campesinos, sino como vehículos del Estado para llevar al campo los

programas de carácter educacional, sanitario, social y cultural que tanta falta hacían.

Se desarrollaron sobre todo en las provincias orientales donde los latifundios cañeros

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65

impusieron un régimen de explotación muy fuerte del campesinado, que vio en las

AC azucareras un estímulo para mejorar sus condiciones de vida.

En Las Estancias, Majibacoa, Oriente, zona en la que abundaba el minifundio, se

crearon dos asociaciones campesinas: la Miguel Fernández y la José Fernández.

Angelito González, quien fuera miembro de la última, expresó:

“Los campesinos se organizaron para trabajar por una vía, para que

ellos supieran como se vendía la mercancía, cómo se podía hacer.

Eso se forma (la AC) para que cada campesino supiera a quien

venderle y cómo. Antes vendíamos en Las Tunas, en un lugar

llamado La Plaza, todas las zonas llevábamos mercancías para

venderlas allí. Después se crearon los acopios, donde se compraba

directamente la mercancía en la casa. Los acopios los hicieron por

Base. Se nos dio bastante ayuda después del triunfo de la

Revolución, crédito y todo. Mi papá llegó a coger crédito. Casi todos

los campesinos los llegaron a usar”. (Deere, et al., 1998, p. 287).

En las provincias centrales y occidentales se desarrollaron las CCS, fundadas en

áreas donde predominaba la pequeña propiedad especializada en el cultivo del

tabaco (Pinar del Río y Las Villas). Las vegas de tabaco siempre fueron atendidas

por los vegueros individualmente, que se encontraban mayormente bajo el régimen

de aparcería. Una vez reconocida la propiedad sobre la tierra, los campesinos la

siguieron explotando individualmente pero con créditos e insumos estatales recibidos

a través de la dirección de la CCS. A diferencia de las AC, las cuales fueron

consideradas por el gobierno como una vía para el fortalecimiento del sector estatal,

que era el prioritario, las CCS estaban compuestas exclusivamente por pequeños

propietarios privados y abrieron a partir del 1961 a todas las especialidades

productivas. En 1966 contaban con 923 unidades, 61,200 campesinos asociados y

544,000 hectáreas (Herrera, 1999).

Paralelamente, en zonas especializadas en producción pecuaria de La Habana se

constituyeron las Sociedades de Producción Agropecuaria (SPA). La SPA fue una

forma de propiedad colectiva intermedia entre el gran latifundio convertido en Granja

Estatal y el minifundio (fincas agrupadas en AC o CCS). Los campesinos ponían a

Page 66: EL CAMPESINADO EN CUBA FRENTE A LA CRISIS DEL MODELO DE

66

disposición del colectivo la tierra privada, los animales y los implementos agrícolas,

los frutos del trabajo colectivo se repartían al final según las aportaciones de cada

cual. Crecieron hasta el año 1963 donde alcanzaron 345 unidades con 4,429 socios

y 47, 319 hectáreas, luego declinaron por falta de apoyo estatal y poca experiencia

de los socios, en 1977 apenas quedaban funcionando en el país 43 unidades, puesto

que la actividad pecuaria se hizo monopolio del Estado.

Victorino Herrera, con apenas 24 años de edad fundó, junto a su padre y un tío la

SPA “Mártires de Santo Domingo”, en Santo Domingo, Las Villas. En torno a su

experiencia comentó:

“Para formarla hubo orientaciones del municipio. Las orientaciones

eran por el Partido, pero la ANAP era la que dirigía eso, era el

organismo superior de los campesinos (…). Nosotros estuvimos de

acuerdo en formar la sociedad porque veíamos algunas ventajas. Se

nos limpió la tierra, el Estado nos dio buldócer, equipos de regadío y

una pila de cosas que no teníamos. Daban créditos, más o menos

igual que ahora, después había que pagarlo (…).

No sé por qué se disolvió la sociedad, porque estaba dando

resultado, pero había dos aquí que se disolvieron, creo que en todos

los lugares se disolvieron. Después que se desintegró los

campesinos volvieron con la misma tierra otra vez, aquello duro tres

años, no mucho”. (Deere, et al., 1998, p. 173).

Mario Hortelio, quien era presidente de la ANAP en Santo Domingo, Las Villas, en

esa época, señala que las SPA tuvieron poca atención: “fueron disueltas por el mal

trabajo de sus socios, discrepancias y descontentos entre ellos mismos. Ninguna de

estas sociedades llegó a repartir utilidades, ya que a duras penas pudieron pagar al

banco los equipos que habían adquirido”. (Ídem).

Los campesinos que no quisieron organizarse, llamados por las autoridades de

entonces como “campesinos dispersos”, al no existir nuevas ofertas de tierras en ese

periodo y la imposibilidad de poder enajenar la adquirida por la Reforma Agraria,

salvo al Estado o a los herederos, comenzaron a declinar, paulatinamente, hasta

finales de 1980. Esta situación también conllevó a una reducción del área promedio

Page 67: EL CAMPESINADO EN CUBA FRENTE A LA CRISIS DEL MODELO DE

67

de las fincas campesinas, pues por lo general en cada sucesión los fundos eran

divididos entre los herederos.

En 1975 empieza una nueva etapa para los pequeños campesinos -en ese momento

ocupaban el 20 % de la tenencia de la tierra cultivable del país-, se fomentan dos

tipos de asociación: las CCS y las Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA).

A finales de 1978 existían 1,159 CCS y 3,571 AC., al año siguiente el número de

CCS había subido a 2,154 y el de las AC disminuido a 318. Esta inversión en las

proporciones tiene su explicación en la implementación del Sistema de Dirección y

Planificación de la Economía (SDPE) en el año 1979, el cual requería de entidades

económicas más fuertes. A tales fines y bajo el título de Cooperativas de Créditos y

Servicios, el Estado fusionó diferentes formas de tenencia existentes con funciones

iguales o similares a fin de fortalecerlas orgánicamente, aunque en realidad las AC

habían perdido fuerza a partir de la aplicación de los planes estatales especializados

por cultivo (1967-1970), incorporando las tierras de los campesinos (en zonas de

monocultivo como los cítricos, la caña y el ganado) por medio de un arrendamiento

perpetuo pagado por el Estado.

Sin embargo, el movimiento de constitución de las Cooperativas de Producción

agrícola (CPA) obedece a otra lógica, la de pasar a una fase superior de

cooperativización: implementar colectivos productivos de mediana superficie para

Cuba, alrededor de 600 ha, agrupando tierras privadas para constituir grandes

parcelas donde fuera más eficiente el empleo de maquinaria y técnicas de regadío.

El Estado apoyó este movimiento con créditos, insumos, servicios públicos como

electricidad, acueductos, educación, salud pública y construcción de viviendas. Los

productores privados que son favorables, ya con cierta edad, aportaron su tierra e

implementos y organizaron la producción de manera colectiva bajo la supervisión de

entidades estatales. La nueva cooperativa tenía personalidad jurídica, empleaba los

trabajadores adicionales que necesita y tenía autonomía de gestión, adentro de las

reglas que le impuso la ley.

Al respecto Félix Ramón Trujillo, narra:

Page 68: EL CAMPESINADO EN CUBA FRENTE A LA CRISIS DEL MODELO DE

68

En la zona de Dos Ríos no hubo problemas, los campesinos que

quedaban allí entraron fácil (a la CPA), sin discutir mucho, porque

hay una parte de campesinos que entregaron tierras, vendieron las

tierras por el retiro. Ya estaban viejos. Quedaba otra parte más

nueva que fue la que entró a la cooperativa.

(…)

Nosotros fundamos la cooperativa con 17. Nos plantearon que las

tierras unidas se trabajaban mejor, más tranquilo; que viviendo y

trabajando juntos se pasaba menos trabajo. Era mejor para uno, que

nos iban hacer casas, que nos iban a poner la luz.

Allí en Dos Ríos eran casas muy malas, de piso de tierra, de techo

de guano. Eran bajareques22. No tenía nada en mi casa. Tenía tres

tabureticos, por allí por la cocina están de recuerdo, una mesita y la

cama, nada más. Llegué aquí y pegué a trabajar y cada vez que

cogía un balance decía: “esto lo quiero para esto y esto para lo otro”

y me nivelé. Yo le digo sinceramente fue así”. (Deere, et al., 1998, p.

194).

El proceso de cooperativización fue rápido y culminó en 1983 con 1,472 entidades,

82,611 socios y 938,200 ha; posterior a esta fecha el proceso se ralentiza llegándose

a estancar a finales de la década de los años 80.

Entre las causas de esta desaceleración y posterior paralización se señala que, las

CPA derivaron en un gigantismo de dimensiones incontrolables a lo interno, que a la

larga contribuyó a su improductividad. Carente de correspondencia entre la

inmensidad de sus terrenos y el número de asociados, en la práctica no lograron los

resultados productivos esperados y, en no pocas ocasiones, ante la falta de

rentabilidad manifiesta, el Estado tuvo que correr con las deudas contraídas

(González, 2010).

El principio de la democracia electiva: un socio un voto, libre expresión en torno a la

gestión cooperativa y la toma de decisiones de manera colectiva, se instituyó en su

estructura jurídica; sin embargo, se vio limitado por falta de adecuación de los

mecanismos de participación dentro de las CPA a las características culturales de las

22

Sistema de construcción de viviendas a partir de palos o cañas entretejidas y barro recubriéndolos (América del Sur). En Cuba se le denomina así a las casas muy pobres o en mal estado constructivo.

Page 69: EL CAMPESINADO EN CUBA FRENTE A LA CRISIS DEL MODELO DE

69

comunidades campesinas en que se instituyeron, expresándose a través del espíritu

de desconfianza de los asociados hacia sus directivos, la no preparación de estos

para defender sus intereses y en las prácticas corruptivas que desestimularon a los

campesinos que las conformaron, que en muchos casos fueron abandonando estos

proyectos y a la larga ha sido una causante más del déficit de mano de obra de que

han padecido. En este sentido González (2010) expresó:

“La cooperativa como hecho de socialización ideo-cultural tampoco

se logró, no se formó una cultura cooperativa, es decir, una identidad

con principios cooperativos. Principios que de hecho no existían

como antecedentes, lo cooperativo está asociado a valores

espirituales que si no existen, no existe tampoco la cooperativa, aun

aunque esta tenga resultados económicos favorables. Todo ello

impidió la conformación de objetivos comunes, lo que tiene que ver

con el hecho de que el cooperativismo se desarrolló en Cuba, sin

estudiar el contorno cultural, es decir, sin determinar si este era

propicio o no y sin entender las estrategias de vida de las

comunidades campesinas” (González, 2010, p. 9).

Aunque la incorporación no fue forzosa, la propuesta se presentó como un llamado

de la patria y del socialismo, de hecho un compromiso para el campesino

revolucionario. Por otra parte, y aunque no existen estudios que lo avalen, puede

afirmarse que en las CPA entraron, como tendencia, familias cuyos hijos habían

elegido ocupaciones urbanas y vivir en los pueblos o en la grandes ciudades, los

padres con una edad avanzada se incorporaron, no tanto por las ventajas

productivas, sino por obtener un retiro y vivir un poco más cómodos en los

asentamientos construidos a tales fines, muchos con el tiempo se arrepintieron de su

decisión, así como sus hijos, llegando a reclamar que les devuelvan las parcelas.

“Se puede considerar, como una hipótesis muy plausible, que el

movimiento de socialización que significó la creación de las CPA, fue

más una respuesta a una intencionalidad política y de solución de

circunstancias sociales, que el resultado de necesidades económicas

de intencionalidad cooperativa de quienes lo integraron, pues el

modelo de agricultura campesina privada no había agotado sus

potencialidades económicas de crecimiento” (González, 2010, p. 10).

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70

Por otra parte, en las CPA se establecieron pésimas relaciones con el medio

ambiente natural: destruyeron las cercas vivas que dividían los predios de las fincas

campesinas, establecieron una dependencia excesiva de la maquinaria agrícola y del

combustible fósil, eliminaron, progresivamente, las barreras de piedras que impedía

la erosión excesiva del suelo; los resultados ambientales de este modo de

producción significó la pérdida de biodiversidad, la destrucción de los suelos y un

cambio del paisaje tradicional campesino. El intento de incorporar estilos productivos

de la “Revolución Verde” no tenía nada que ver con las prácticas productivas

campesinas (González, 2010).

En este sentido, según Francisco Donate, en el caso de los campesinos que se

dedicaban a la producción no cañera, este proceso se daba de la forma siguiente:

“El Estado llegaba aquí, un funcionario del Estado y decía vamos

hacer los planes de siembra del próximo año (…) ¿Qué cosa pueden

sembrar ustedes? Aquí nosotros podemos sembrar, por ejemplo,

0.40 caballerías de malanga, 0.30 de boniato, tomate, yuca, todos los

cultivos varios. Se hacía un modelo, que yo ya sabía lo que iba a

sembrar el año que viene, en coordinación con ellos (…). En algunos

casos se hacía un poco de presión; por ejemplo, algunos cultivos que

al Estado le era beneficioso, que les eran necesarios (…)” (Deere, et

al., 1998, p. 77).

El concepto de objeto social exigido desde el Estado, para guiar el desempeño de las

cooperativas, según el cual, una cooperativa agrícola debe desarrollar solo

producciones agrícolas y no debe beneficiarse de ninguna otra labor ya sea de

procesamiento industrial o artesanal, afectó la realización exitosa de las prácticas

cooperativas, limitando, además, la incorporación de la mujer al trabajo. Hay factores

externos que jugaron también un papel en la no realización exitosa de las CPA, entre

los que se encuentran los siguientes:

1. La no existencia de una política de precios de mercado estable y realista, así

como la política de centralizar el mercado, donde los cooperativistas estaban

obligadas a vender sus producciones al Estado como único comprador, lo que

afectó el desempeño económico de estas organizaciones.

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71

2. La presencia de la economía informal, principalmente después de la década

del 90, que permite ingresos superiores o más “fáciles” a los que se obtienen

como trabajador de la CPA, las personas eligen dedicarse al comercio ilícito,

muchas veces hijos de cooperativistas, que a trabajar en ellas. El resultado es

que un fenómeno externo, nacido de las estructuras de la economía nacional,

genera un impacto en el déficit interno de fuerza de trabajo y en los resultados

económicos (Valdés, 2003).

Paralelo al desarrollo del movimiento cooperativo, el Estado fomentó el desarrollo de

un sector socializado de la agricultura bajo administración estatal, el cual surge a

partir de la aplicación de la Primera Ley de Reforma Agraria con las Granjas del

Pueblo, las cuales devinieron muy rápidamente en Granjas Estatales dado el

carácter estatal de su financiamiento y administración, entre otros factores.

La Granja Estatal es de hecho la primera forma organizativa de la agricultura

socializada no prevista en la Ley, pero impuesta por la realidad socio-económica que

constituyó, sin lugar a dudas, otra de las reformas agrarias. Empresa agrícola de

propiedad pública, basada en el trabajo asalariado, con financiamiento y

administración estatal, resultó el pivote fundamental para la introducción de la

“revolución técnica” en la agricultura cubana.

José Ramón Dita, entrevistado por Niurka Pérez (1998) comenta sobre su

experiencia con las granjas estatales en la zona del central Washington, Santo

Domingo, Las Villas:

“Nosotros miramos los recursos que tenían en aquellos momentos

las granjas, tenían más recursos que las cooperativas. Y quizás por

desconocimiento planteamos que las granjas sí, quizás era un error

nuestro en aquella época, pero se planteó erróneamente ese criterio

en la consulta que nos hicieron (…).

Las cooperativas que se funden con las granjas se hacen más

poderosas por los recursos que tenían, pero se hace más porque

tenían más facilidades. La otra mejoría grande es que se humaniza el

trabajo; la caña se empezó alzar con alzadoras, fue lo primero,

Page 72: EL CAMPESINADO EN CUBA FRENTE A LA CRISIS DEL MODELO DE

72

después vinieron las combinadas (cosechadoras). Ningún obrero

pierde su trabajo”. (Deere, et al., 1998, p. 176).

Esta “revolución técnica” tenía como principal soporte la selección genética de

nuevas variedades de cultivo de alto rendimiento, asociada a la explotación intensiva

permitida por el riego y el uso masivo de fertilizantes químicos, pesticidas, herbicidas,

tractores y otra maquinaria pesada. A tales fines se creó en 1975 la Red de Centros

de Investigación de la Agricultura, integrada por los siguientes institutos:

1. Instituto de Investigaciones del Tabaco (IIT).

2. Instituto de Investigaciones de la Caña de Azúcar y sus Derivados (INICA).

3. Instituto de Investigaciones de Suelos y Fertilizantes (IIS).

4. Centro de Investigaciones de Semillas Agámicas (CENSA), después Instituto

de Investigaciones de Viandas Tropicales (INIVIT).

5. Instituto de Investigaciones Forestales (IIF).

6. Instituto de Investigaciones de Cítricos y Frutales (IICF).

7. Instituto de Investigaciones Hortícolas Liliana Dimitrova (IIHLD).

8. Instituto de Investigaciones de Riego y Drenaje (IIRD).

9. Instituto de Investigaciones de Sanidad Vegetal (INISAV).

10. Instituto de Investigaciones de Mecanización Agropecuaria (IIMA).

11. Instituto de Investigaciones de Pastos y Forrajes (IIPF).

12. Centro de Investigaciones de Mejoramiento Animal (CIMA).

13. Estación Central de Café y Cacao.

14. Instituto de Ciencia Animal (ICA).

15. Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas (INCA).

16. Centro Nacional de Sanidad Animal (CENSA).

17. Centro de Mecanización Agropecuaria (CEMA).

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73

También se crearon numerosas estaciones experimentales de tabaco, arroz, suelos,

fertilizantes, cítricos y otras, como la Estación Experimental de Pastos y Forrajes

Indio Hatuey, en Matanzas. La agricultura estatal a gran escala propició:

1. La introducción y el desarrollo de la mecanización en la agricultura cañera y en

especial en la cosecha, humanizando el trabajo manual de corte, alza y tiro de

la caña.

2. La introducción de la mecanización de la producción arrocera eliminando,

prácticamente, las labores manuales en este cultivo.

3. La mecanización de los otros cultivos.

4. La construcción de obras hidráulicas, presas y la instalación de máquinas de

riego, eliminando los riegos y efectos de la sequía en grandes zonas

productoras.

5. La construcción de obras pecuarias, la introducción del ordeño mecánico, la

genética vacuna y la inseminación artificial.

6. El desarrollo de la avicultura y la porcinocultura.

7. La introducción de variedades y la producción de semillas de calidad.

8. La utilización de fertilizantes químicos, de pesticidas y herbicidas.

A pesar de que el gobierno expresó, oficialmente su propósito de diversificar la

agricultura, en la práctica imperó el monocultivo a gran escala. Los compromisos de

exportar materias primas como azúcar, cítricos, café, tabaco y otros al Consejo de

Ayuda Mutua Económica (CAME) del bloque de países socialistas, forzaron a Cuba a

cumplir planes quinquenales con altos costos ambientales. De ahí que la

dependencia de alimentos procesados importados de Europa del Este alcanzara

niveles sin precedentes (Espinosa, 1992).

La aplicación de los conceptos de la Revolución Verde fue posible gracias a las

fuertes relaciones con la URSS y los países socialistas de Europa. Como política

nacional, Cuba adoptó la tendencia mundial de sustituir capital por fuerza de trabajo

Page 74: EL CAMPESINADO EN CUBA FRENTE A LA CRISIS DEL MODELO DE

74

y así aumentar la productividad. La adopción del modelo industrializado de

agricultura, junto con el incremento de las importaciones de alimentos, permitió

elevar el consumo energético per cápita de 10.7 MJ/día a 11.9 MJ/día. El consumo

proteico per cápita también aumentó en el mismo período: de 66.4 g/día a 76.5 g/día.

A pesar de este progreso, las tasas de consumo per cápita fueron insuficientes para

las necesidades nutricionales, calculadas en 12.4 MJ/día de energía y 86.3 g/día de

proteína (Pérez Marín y Muñoz, 1991).

Durante los años ochenta, el 87% del comercio exterior se desarrolló con los países

socialistas de Europa a precios favorables y solo el 13% con otras naciones a precios

del mercado mundial (Lage, 1992). En 1988, Cuba envío el 81.7% de todas sus

exportaciones al bloque socialista, mientras el 83.8% de sus importaciones totales

provinieron de esos países (Pérez Marín y Muñoz, 1991). El acuerdo con el CAME

permitía a Cuba vender sus productos en el mercado socialista a altos precios,

mientras las importaciones se realizaban a bajos costos.

La dependencia de unos pocos productos de exportación fue alta y la tierra dedicada

a cumplir estos propósitos era considerable. Tres de los principales cultivos de

exportación -azúcar, tabaco y cítricos- cubrían el 50% de la tierra agrícola. La

importación en grandes cantidades de petróleo, maquinaria y diversas materias

primas resultaba favorable para Cuba en términos económicos, pero no para su

autosuficiencia alimentaria. Bajo estas condiciones, el país importaba el 57% de sus

requerimientos de proteína y más del 50% de la energía, aceites comestibles,

productos lácteos y carnes (PNAN, 1994). También se importaban fertilizantes,

herbicidas y concentrados para alimentar el ganado y sostener una producción

agropecuaria altamente subsidiada.

Ya en la década de 1970, las instituciones de investigación cubanas comenzaron a

estudiar los conceptos de disminución y sustitución de insumos externos. Las

políticas y la investigación comenzaron a prestar atención a las implicaciones

económicas de la sustitución de materias primas locales por importadas. Sin

embargo, a finales de los años ochenta, la agricultura cubana continuaba

Page 75: EL CAMPESINADO EN CUBA FRENTE A LA CRISIS DEL MODELO DE

75

caracterizándose por una alta concentración de la tierra en manos del Estado (80%

del área total pertenecía al sector estatal), altos niveles de mecanización (un tractor

por cada 125 hectáreas de tierra agrícola), especialización agrícola y alto uso de

insumos (1,3 millones de toneladas de fertilizantes, 80 millones de USD en

pesticidas, 1,6 millones de toneladas de concentrados para la alimentación animal y

13 millones de toneladas de petróleo por año) (Lage, 1992).

La continua aplicación de este modelo agrícola acarreó severas consecuencias

económicas, ecológicas y sociales. Entre las más importantes se encuentran la

salinización (un millón de hectáreas afectadas), la erosión del suelo de moderada a

severa, la compactación del suelo con su consiguiente infertilidad, la pérdida de

biodiversidad y la deforestación de la tierra agrícola (CITMA, 1997). Entre 1956 y

1989 se produjo un acelerado éxodo hacia áreas urbanas, lo que provocó una

disminución de la población rural de 56 a 28%, y a menos de 20% a mediados de los

años noventa (Funes, et al., 2001).

Como resultado de este conjunto de factores, a finales de la década de 1980 los

rendimientos agrícolas y ganaderos comenzaron a decrecer y, en consecuencia,

también disminuyó la eficiencia económica (Pérez y Muñoz, 1991). El modelo

agrícola convencional, que había sido aplicado más o menos por espacio de

veinticinco años, demandaba mayores cantidades de insumos químicos y de capital

para mantener estables sus rendimientos.

La depresión de la producción agrícola provocó la escasez en los mercados. Para

aliviar esta situación y cubrir la demanda interna, se inició un programa alimentario

con la intención de recuperar la infraestructura y el volumen de la producción (ANPP,

1991). Originalmente, este programa se basó en el enfoque convencional de altos

insumos, pues podía contar con abundantes recursos traídos del exterior. Incluso

cuando la desintegración del Socialismo en Europa del Este y la Unión de Repúblicas

Socialistas Soviéticas (URSS) derivó en la pérdida de estos insumos, el gobierno

decidió “continuar desarrollando el Programa Alimentario a pesar de lo difíciles que

puedan ser las condiciones que debamos enfrentar” (ANPP, 1991). Por supuesto, sin

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76

la ayuda esperada, sería necesario ajustar seriamente la tecnología y la estructura

de producción.

Page 77: EL CAMPESINADO EN CUBA FRENTE A LA CRISIS DEL MODELO DE

77

Capítulo III. Crisis del modelo de agricultura convencional en Cuba y el rol del

campesinado durante la crisis. El debate en torno a la agroecología y los

transgénicos

El inesperado derrumbe de los países socialistas europeos y de la URSS en

particular, puso en evidencia las contradicciones y vulnerabilidades del modelo

agrícola que Cuba había desarrollado. La isla perdió sus principales mercados y las

garantías que estos países le habían proporcionado en el pasado. La capacidad de

compra en el extranjero se redujo drásticamente de 8,100 millones de USD en el año

1989 a 1,700 millones en 1993, una disminución de casi el 80%. En ese año se

destinaron 750 millones de USD a la compra de combustible para la economía

nacional y 440 millones a alimentos básicos (Lage, 1992; PNAN, 1994).

Las áreas cultivables que se manejaban con métodos de altos insumos,

industrializados y a gran escala, colapsaron dramáticamente. Al respecto Yolexis

Imas, económico de la CPA cañera Antonio Rojas de Güines, explicó la caída de los

rendimientos de la cooperativa en esta etapa como sigue:

“La caída de los rendimientos es violenta. Nosotros estuvimos a 59

mil y este año estimamos unas 41 mil (arrobas). Y así está todo el

CAI, la provincia (…) la recuperación cañera que tanto se esperó, no

se obtuvo.

Por ejemplo, nosotros en esta zafra rebasaremos medio millón nada

más. Una cooperativa que cortaba dos, y dos millones y pico de

arrobas de caña (…). Todo el mundo ha descendido los rendimientos

(…). Cuando llegó el fertilizante no era el momento óptimo para

fertilizar. Además vino para pocas áreas.

Al no haber petróleo, se pudo dar muy poco cultivo. No pudimos dar

riego todo el año. (Deere, et al., 1998, p. 96).

Uno de los primeros efectos fue la deficiencia calórica, la consecuente pérdida de

peso extendida entre la población y la aparición de muchas enfermedades como

resultado del bajo consumo de ciertos nutrientes (Arnaud et al., 2001; OPS, 2002).

Sin embargo, las consecuencias de la crisis en la seguridad alimentaria habrían sido

mucho más dramáticas sin el sistema de racionamiento gubernamental, que aseguró

Page 78: EL CAMPESINADO EN CUBA FRENTE A LA CRISIS DEL MODELO DE

78

el acceso equitativo a los alimentos y evitó una hambruna (Rosset y Benjamin, 1994;

PNAN, 1994; Wright, 2005).

En respuesta a la precaria situación alimentaria, se estableció el Programa Nacional

de Acción para la Nutrición (PNAN). Su objetivo era paliar las consecuencias de la

crisis a través de las siguientes estrategias básicas (PNAN, 1994):

Fortalecer la política agraria mediante la descentralización de la tenencia y

gestión de tierra, y diversificar la producción agrícola.

Motivar a la población a participar en las labores agrícolas.

Incentivar la creación de autoabastecimientos o huertos familiares con el

objetivo de satisfacer las necesidades de áreas residenciales e instituciones

públicas.

Promover el desarrollo sostenible y compatible con el medioambiente.

Reducir las pérdidas post‐cosecha a través de la venta directa de productores

a consumidores en las ciudades (agricultura urbana).

Incorporar los objetivos nutricionales a los programas de desarrollo agrícola.

Muchas de estas medidas tomadas por el Estado contribuyeron a la proliferación de

una agricultura más sustentable. Sin embargo, el éxito de estas estrategias fue

ensombrecido por varios factores, entre ellos la dificultad para adaptar la agricultura

especializada de gran escala a las nuevas prácticas, la falta de recursos financieros y

materiales para promover estas soluciones y la limitada fuerza de trabajo en el

campo.

3.1 Estrategias campesinas frente a la crisis del modelo de agricultura

convencional en los años noventa

La escasez de recursos obligó al Estado cubano a la recampesinización de la

agricultura en busca de una mayor seguridad y soberanías alimentarias; etapa que

se ha descrito como “de expansión orgánica, heterogeneización interna,

Page 79: EL CAMPESINADO EN CUBA FRENTE A LA CRISIS DEL MODELO DE

79

reproducción sostenida y fortalecimiento económico del grupo” (Espinosa, 2004, p.

1). Un balance mínimo sobre el proceso en cuestión arroja que entre 1993 y 2013 los

campesinos se reafirmaron como el actor más dinámico de la agricultura cubana al

experimentar un crecimiento de su membresía equivalente al 203,4%,23 en tanto

durante ese mismo período su participación relativa en la superficie agrícola total

llegó a ser predominante al ascender del 12% al 34% en la estructura de tenencia del

suelo según formas de propiedad. Hacia 2013 más del 90% de la producción de

viandas, cereales, leguminosas, tabaco, frutas y cacao se generó en el sector no

estatal, donde ocupa una posición preeminente el pequeño agricultor.

La clave que explica la atracción que ejerce este grupo sobre la fuerza de trabajo

agrícola y no agrícola ubicada en otras formas de propiedad es la eficiencia

económica que ha logrado alcanzar. Y todo parece indicar que, de acuerdo al sentido

que toman los cambios, el desarrollo de la producción agropecuaria y de la economía

en general, no podrá prescindir del aporte de este estamento tan significativo del

campesinado cubano; no obstante algunos estudiosos opinan que:

“Tuvieron que desacralizar la granja estatal pues se le vino la crisis

encima, no fue derivado de un proceso de reflexión sobre la experiencia

histórica, pero muchos piensan que volverán tiempos mejores y las

volverán armar, porque el compañero Fidel dijo en el primer congreso

del partido: las granjas estatales son los ojos de la Revolución, los que

nos comparaba con ventaja, lo que nos hace sui géneris es la granja

estatal” (Juan Valdés Paz, comunicación personal, 31 de agosto de

2016).

En este entorno, caracterizado por la incertidumbre, los pequeños productores han

adoptado una serie de estrategias con vistas a la búsqueda de alternativas que les

permitan la reproducción de sus condiciones materiales y espirituales de existencia;

las cuales resultan del cotejo de innumerables variables que buscan, en lo

fundamental, la maximización del valor de la producción, incluyendo el autoconsumo,

o de la minimización de los factores de riesgo externos a la producción.

23

En términos absolutos el total de socios pasó de 121 103 a 367 487 en el período indicado. Este grupo representa más del 90% del total de campesinos en Cuba actualmente.

Page 80: EL CAMPESINADO EN CUBA FRENTE A LA CRISIS DEL MODELO DE

80

Una de ellas es la obtención de las tierras no para producciones tradicionales en la

localidad, sino para otras con fines comerciales y que tengan más demanda en el

mercado e incluso con vista a su inserción en el mercado de frontera (turismo). La

legislación agraria operante en el marco de las políticas actuales, al autorizar la

ampliación de la superficie en usufructo, posibilita la diversificación de la producción

teniendo en cuenta la demanda y los precios y, favorece el aprovechamiento de una

parte de las tierras agrícolas en cultivos que presentan una alta demanda comercial.

Otras interesantes estrategias es la búsqueda de fuentes de financiamiento para

inversiones más allá de las posibilidades contenidas en la política crediticia,

expresadas, fundamentalmente en forma de remesas procedentes del exterior; la

introducción de nuevas tecnologías a partir del capital cognitivo, la potenciación de

capacidades y la articulación de actores, entre los que se incluyen aquellos vinculados

a asociaciones de la sociedad civil y la cooperación internacional; la constitución de

grupos con funciones diversas asociadas a fisuras en los servicios estatales de

comercialización y asistencia técnica dirigidos al pequeño agricultor, como por

ejemplo la prestación de servicios de roturación de tierras, de cosecha, de beneficio y

de transporte de las producciones agropecuarias, entre otros (Leyva, 2015).

La expansión de la explotación campesina individual favoreció no solo la

reproducción sostenida de sus representantes, sino también una revalorización de la

cultura y los saberes campesinos, como el empleo de abonos orgánicos, el control

biológico de plagas, el uso de tracción animal, el mejoramiento genético tradicional,

entre otras prácticas que habían sido paulatinamente sustituidas por la Revolución

Verde. Sin embargo, este auge agroecológico durante la década de 1990, -al igual

que la recampesinización-, no fue un cambio deliberado en la forma de pensar de las

personas con respecto a la producción agrícola, sino que fue forzado por la falta de

agroquímicos y combustible y, por la necesidad de autosuficiencia. No existió una

política institucional destinada a priorizar este enfoque frente a estrategias más

industrializadas (Wright, 2005). Juan Valdés Paz señala:

Page 81: EL CAMPESINADO EN CUBA FRENTE A LA CRISIS DEL MODELO DE

81

“(…) el modelo (Revolución Verde) se derrumbó cuando desapareció el

socialismo real, no renunciamos nosotros y todavía está en la cabeza

de los dirigentes de la agricultura (Ministerio) y, se sigue enseñando en

las universidades de este país. El modelo agroecológico está en

desventaja pues no está en las estructuras del MINAG (…) Como no

teníamos recursos no nos quedó más remedio que hacernos

agroecológicos, cuando hubo recursos se recuperó la agricultura a gran

escala” (Juan Valdés Paz, comunicación personal, 31 de agosto de

2016).

A partir del año 2000, la recuperación de la economía cubana permitió una mayor

disponibilidad de recursos para la agricultura, lo cual favoreció la recapitalización de

todo el andamiaje científico-tecnológico construido durante la Revolución Verde y el

regreso acelerado a los grandes planes productivos. Como parte de este proceso, en

el año 2009 el gobierno cubano autorizó el cultivo de la variedad transgénica de maíz

FR-Bt1 obtenida por el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología de La Habana

(CIGB).

Desde su liberación hasta la fecha se estima se han cultivado más de seis mil

hectáreas con fines comerciales en cinco provincias del país, prevaleciendo el maíz

y, posteriormente, la soya transgénica CIGBL-1 (Anexo no.1); alcanzando el pico de

superficie cultivada en el año 2011 cuando se sembraron 4,896 hectáreas de maíz

FR-Bt124. Luego, su cultivo declinó al no continuarse sembrando maíz FR-Bt1 por

demostrar ser ineficaz a la insecto resistencia de la Spodoptera frugiperda (Palomilla

del Maíz), plaga contra la cual fue diseñado y que evolucionó más rápidamente de lo

previsto, adaptándose a los nuevos maíces Bt (Téllez-Rodríguez, et al., 2014). No

obstante, a la ineficacia de la tecnología Bt en las condiciones del trópico cubano,

actualmente el CIGB continúa trabajando intensamente en la modificación, mediante

ingeniería genética, de diversos cultivos (Anexo no. 2), entre ellos el maíz, previendo

24

Se calcula, por la cantidad de superficie cultivada y el rendimiento promedio obtenido por los distintos tipos de productores, se produjeron más 20 mil toneladas de maíz transgénico en todo el periodo comprendido desde su autorización hasta su retiro, las cuales fueron destinadas no solo a la producción de piensos para la alimentación animal, sino para el consumo humano, lo que a precios de acopio del periodo representó un ingreso para los productores superior a los 261 millones de pesos cubanos.

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82

la reintroducción de tres nuevas variedades de maíz transgénico híbrido en enero de

2017 (Elizalde, 2016).

El uso comercial de la soya CIGBL-1 se autoriza a partir del año 2014, periodo en el

que se sembraron 500 hectáreas. Hoy la superficie cultivada asciende a 720

hectáreas en manos de una sola empresa, CUBASOY, perteneciente a la Unión

Agropecuaria Militar (UAM). A diferencia del maíz, en el cual participaron de su

cultivo aproximadamente 103 productores de distinta naturaleza, entre ellos,

empresas estales del Ministerio de la Agricultura, Unidades Básicas de Producción

Cooperativa y Cooperativas de Créditos y Servicios, la soya ha sido concentrara en

un solo productor, se presume, entre otros factores, para evitar las críticas que

supuso en su momento la liberación del maíz, la cual estuvo acompañado de una

campaña de promoción que encandiló el debate sobre su pertinencia y supuso la

ruptura definitiva entre los que rechazan y quienes abogan por la explotación de esta

novedosa tecnología en la isla.

3.2 Buscando soluciones a la crisis: el debate en torno a los transgénicos en

Cuba

3.2.1 La tecnología de transformación o modificación genética

La tecnología de transformación o modificación genética conocida como “tecnología

transgénica” o “tecnología de genes o genética”, en ocasiones denominada también

“tecnología de ADN recombinante” o “ingeniería genética”, consiste en la

modificación de la estructura genética de la planta mediante transgénesis u otra

tecnología de recombinación de ADN, transfiriéndole ADN de otro organismo o célula

(transgen) sin que haya reproducción natural, o modificando un gen con el fin de

cambiar su nivel de expresión. A diferencia de las tecnologías convencionales de

fitomejoramiento puede aplicarse a todo tipo de organismos, desde los virus y

bacterias hasta las plantas y animales. Las técnicas más empleadas para la

modificación genética de cultivos mediante ingeniería genética son:

Técnica de transferencia genética con “Agrobacterium tumefaciens”.

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83

Técnica de transferencia genética "pistola de genes" también conocido como

bombardeo con microproyectiles o biolística.

Técnica de transferencia genética con protoplastos.

La técnica de transferencia genética por Agrobacterium tumefaciens se basa en el

empleo de la bacteria del mismo nombre, notable especie que vive en el suelo y tiene

la capacidad de infectar las células de las plantas con un fragmento de su ADN

provocando una enfermedad llamada “Agalla del cuello”25. Cuando el ADN bacteriano

se integra en un cromosoma de la planta, se apodera efectivamente de la maquinaria

celular de ésta y la usa para asegurar la proliferación de la población bacteriana.

Para utilizar “A. tumefaciens” como vector del transgen los científicos eliminaron la

sección del ADN-T inductora de tumores, conservado las regiones fronterizas y los

genes “Vir”. El transgen es insertado entre las regiones fronterizas del ADN-T desde

donde es transferido a la célula de la planta para integrarse en los cromosomas de

ésta. Esta bacteria es considerada la ingeniera genética natural. Esta técnica ha sido

practicada con éxito en dicotiledóneas (plantas de hojas anchas como la soya y el

tomate) durante muchos años, pero sólo recientemente ha sido efectuada en

monocotiledóneas (gramíneas y sus parientes). En sentido general el método con

Agrobacterium es el más empleado ya que es considerado preferible a la pistola de

genes porque la frecuencia de inserciones en un solo sitio del ADN extraño es

mayor, lo cual facilita la vigilancia.

El método de "pistola de genes" es, especialmente útil en la transformación de

especies de monocotiledóneas como el maíz y el arroz. Es un método físico que usa

pequeñas partículas (oro o tungsteno) que llevan adheridas a su superficie el

material genético de interés (genes). Estas partículas, con la ayuda de un dispositivo

25

En 1970 se planteó la hipótesis que la enfermedad de las plantas denominada “Agalla del cuello” podría ser producida por la transferencia de material genético entre una bacteria Agrobacterium tumefaciens y células vegetales, comprobado después en 1973 por Schell quien descubrió en una cepa de esta bacteria que el plásmido Ti (del inglés Tumour inducing) era el portador del carácter patógeno. “La comprensión de este proceso natural de transformación, junto con la idea de que cualquier porción de ADN foráneo colocada entre las secuencias borde del ADN-T puede ser transferida a células vegetales, llevó a la construcción del primer vector y sistema bacteriano de transformación vegetal” (Hooykaas, P. y Shilperoort, R., 1992, pp. 15-38).

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84

especial, son aceleradas sobre el tejido o la célula a modificar insertando la

información genética de interés en el núcleo celular.

El método de transferencia genética con protoplastos se ideo inicialmente para

generar plantas transgénicas gramíneas porque la formación de agallas no se

producía en prácticamente ninguna monocotiledónea, presentando gran resistencia

al “Agrobacterium tumefaciens”. Hay tres técnicas fundamentales de inserción de

genes mediante protoplastos:

La electroporación. Consiste en someter el protoplasto a descargas eléctricas

creando diminutos poros en la membrana de la célula por los cuales puede

penetrar el ADN

Polietilenglicol: Consiste en introducir ADN en un protoplasto empleando el

polietilenglicol, sustancia que desestabiliza la membrana celular facilitando la

entrada de los genes a insertar.

Otro método consiste en emplear liposomas que contengan el ADN a

transferir26.

La dificultad principal que plantea este método estriba en el escaso desarrollo de las

plántulas generadas a partir de protoplastos. En 1988 se obtuvo por primera vez

cereales transgénicos a partir de la regeneración de protoplastos con genes

exógenos en medio de cultivo para células vegetales. Otros métodos empleados,

pero con menos éxitos son la transformación directa y la microinyección27.

26

Mediante la transformación directa se deposita una solución de ADN a transferir y de polen sobre los estigmas. De esta manera se supone que el ADN penetraría a través del tubo polínico durante su desarrollo en el estigma. Los resultados conseguidos no han superado, hasta ahora, las pruebas de la expresión de los genes en la descendencia. (Fenwick, 2001)

27 Consiste en inyectar en una célula vegetal una solución de ADN bajo control microscópico y con

microcapilares. La microinyección resulta poco efectiva porque las puntas de los microcapilares se rompen y obstruyen con facilidad, además se necesitan inyectar al menos 10 000 células una a una, para tener la seguridad de que al menos una de ellas ha incorporado el material genético (Fenwick, 2001).

Page 85: EL CAMPESINADO EN CUBA FRENTE A LA CRISIS DEL MODELO DE

85

3.2.2. Posturas a favor de la tecnología transgénica para la agricultura en Cuba

Entre los actores que apuestan por los transgénicos en Cuba resaltan las empresas

biotecnológico farmacéuticas, encabezadas por el Centro de Ingeniería Genética y

Biotecnología de La Habana (CIGB), perteneciente a la empresa BIOCUBAFARMA,

holding estatal que controla las empresas más importantes del sector. Investigadores

como Liantet Cabrera de esta importante institución, líder de la tecnología en el país,

sostienen que los transgénicos que Cuba desarrolla desde los años noventa tendrán

un impacto positivo en la economía cubana ya que están encaminados a elevar los

rendimientos agrícolas o a diversificar la calidad del producto final, sobre la base de

problemáticas que no se pueden resolver en estos momentos por otra vía que no sea

la transgénesis de plantas.

“(...) El empleo de plantas transgénicas en los países

subdesarrollados podría constituir una de las herramientas más

importantes para satisfacer los problemas alimentarios de una

población que crece cada día” (Arencibia y Oramas, 1999, p. 7).

“Sería tonto y suicida no aprovechar las herramientas que posee la

ciencia cubana para hacer frente a esa situación, siempre y cuando

se demuestre que es seguro. (...) El riesgo de no utilizar la tecnología

es quedarnos atrás en la producción de alimentos, ser ineficaces en

la producción de alimentos, tener inseguridad alimentaria, tener que

importar cada vez más alimentos (...). El objetivo fundamental del

CIGB con los transgénicos es contribuir a la seguridad alimentaria

nacional” (Freyre y Chang, 2009, p. 29).

Con respecto a las críticas en este último aspecto sostienen:

“(…) estamos convencidos que es el uso inadecuado de la tecnología

y no la tecnología en sí misma donde está el problema. Si no hay

opciones generadas dentro del sector público con un enfoque

diferente, lo que ha sucedido y sucederá, es la expansión cada año

mayor de estos cultivos transgénicos en manos de unas pocas

transnacionales en el mundo. (…) Es muy riesgoso tener más del

80% de los transgénicos en manos de una sola empresa” (Borroto,

2010, p. 2).

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86

Los fundamentos de los defensores de la tecnología son la incapacidad de la

agricultura agroecológica y la agricultura familiar, en un país donde menos del 14%

de la población económicamente activa está empleada en la agricultura28, para

satisfacer las necesidades de alimentos de la población; y en la inviabilidad de un

único tipo de agricultura, proponiendo la coexistencia de varios modelos conforme a

la disponibilidad de mano de obra, de insumos, de agua, del tipo de forma productiva,

la calidad de los suelos y los climas.

“No puede ser la misma forma de producir la que aplica un agricultor

en una pequeña parcela, que la de una Cooperativa de Producción

Agropecuaria (CPA), una Unidad Básica de Producción Cooperativa

(UBPC) o una Granja Estatal. (…) una receta única, no es solo

inviable, si no que nos conduciría a una dependencia de la

importación de alimentos de forma indefinida”. (Borroto, 2010, p. 3).

La alta importación de alimentos y los bajos rendimientos de la agricultura nacional

son factores que se esgrimen para argumentar la defensa de la tecnología en el país.

Cuba importa, aproximadamente, el 80 % del maíz y de la soya que consume,

principalmente de países como Estados Unidos, Brasil y Argentina, importantes

productores de transgénicos; “(…) en el caso de la soya, el 100% de los análisis que

hemos hecho en los últimos cinco años de la que nosotros compramos, es

transgénica y del maíz más o menos el 80%” (Borroto, 2010, p. 3).

El Estado es un actor importante en la promoción de la tecnología transgénica,

financista de las investigaciones biotecnológicas más importantes del país, como

parte de una política de sustitución de importaciones y de exportación de productos,

así como de servicios de alto valor agregado. En materia agropecuaria, la prioridad

es la búsqueda de variedades de mayor rendimiento. En el año 2011 el director del

Programa Nacional de Biotecnología Agropecuaria, Carlos Borroto (2011) afirmó:

28

Aunque el índice de población rural no es el indicador exacto para saber la población empleada en la agricultura si da una medida ya que es su fuente principal. En 1953 representaba 48.6% de los habitantes del país, en 1970 pasó al 39.5%, en 1981 al 31%, en el 2000 al 26% y apenas superaba el 14 % de la población económicamente activa del país, no obstante después de los servicios sociales y personales es el sector que más personas ocupa (Bello, 2005, pp. 21-22).

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87

“(…) según datos oficiales de la FAO (Organización para la

Agricultura y la Alimentación, por sus siglas en inglés) y el Ministerio

de la Agricultura el rendimiento promedio (…) del maíz seco es el

equivalente a 0,92 ton/ha, ese es el promedio de los rendimientos del

maíz en Cuba (…). El promedio mundial es 5,1ton/ha. ¿Cuáles han

sido los resultados? (del cultivo de la variedad de maíz FR-Bt1).

(…)

En la campaña de este año se sembraron unas 4 mil hectáreas en

áreas dependientes del Ministerio de la Agricultura y se sembraron

con la Agropecuaria Militar 896 hectáreas. Ellos obtuvieron en las

variedades convencionales un rendimiento promedio de 1 y

1.47ton/ha respectivamente, mientras que en las áreas donde se

sembró el maíz transgénico los rendimientos fueron de 2.38 y 3.67

ton/ha respectivamente” (Borroto, 2011, p. 64).

En las grandes empresas agrícolas estatales, autorizadas para el cultivo de maíz y

soya transgénica, la postura de sus directivos es favorable a la explotación de la

tecnología ya que aumenta sus volúmenes productivos. Para agrónomos como Dável

Espinosa, fundador de CUBASOY (Empresa Cubana de la Soya) y uno de los

especialistas en cultivo de la soya más reconocidos en el país:

“(…) yo le pregunto a los agroecólogos: ¿Cómo van a alimentar a 11

millones de personas? Esa agricultura es viable a pequeña escala,

para autoconsumo, pero no cuando tú tienes que alimentar a

ciudades como La Habana, con más de 2 millones de habitantes y

que las tierras productivas le quedan a más de 50 km”(Espinosa, D.,

comunicación personal, 16 de enero de 2016).

Gabino, jefe de producción de la empresa CUBASOY expresó:

“Nosotros estamos sembrando la soya CIGBL-1 con buenos

resultados, este es un programa prioritario del país y estamos

contribuyendo, el CIGB nos pidió que probáramos con esta soya.

También experimentamos con el maíz, incluso lo cruzamos con

variedades híbridas, pero no nos dio los resultados esperados”

(Gabino, comunicación personal, 6 de enero de 2016).

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88

Para la Empresa Agroindustrial de Granos Valle de Caonao las mejores cosechas

históricas fueron con el maíz transgénico, alcanzando volúmenes de hasta 3.4

ton/ha:

“Eso aquí nunca se había visto, nosotros no llegábamos nunca ni a

una tonelada por hectárea, 0.89 era lo que más cosechábamos (…)

pero con este maíz llegamos en algunas granjas, como Batey

Colorao, a cosechar hasta 3.4 ton/ha. El año pasado nos dijeron que

sembráramos híbridos, fue un desastre!, la producción se nos cayó”

(Iván Morales, comunicación personal, 20 de febrero de 2015).

Ante la presión de la comunidad académica y el movimiento agroecológico cubano,

firmemente opuestos a la utilización de los transgénicos en la agricultura, el

Ministerio de la Agricultura definió en el 2011 una serie de requisitos para el cultivo

de organismos genéticamente modificados en el país, destacan entre ellos utilizar las

plantas transgénicas como una herramienta más en el marco de una agricultura

sostenible, es decir, la coexistencia de distintos modelos de agricultura “aplicando

todos los principios de una agricultura ecológica en función del sistema productivo de

que se trate”. (Comité Técnico Asesor del Ministerio de la Agricultura, 2011).

Establecer un mecanismo para la aprobación caso a caso de cada evento

transgénico propuesto, -aspecto que no está explícitamente definido en las

regulaciones legales vigentes- y, solo en dos tipos de cultivos comerciales en los

próximos años: soya y maíz. Utilizar las ventajas de esta tecnología,

fundamentalmente en los polos productivos (grandes extensiones).

En el caso del maíz, solo aprobar eventos en híbridos para explotar mejor las

ventajas de la tecnología y lograr un control mayor sobre su diseminación. Nunca

sembrar más del 30% de cultivos transgénicos de cada especie y prohibir la siembra

de cultivos transgénicos en las provincias orientales por el modelo agrícola y mayor

biodiversidad presente en estos territorios. Por último, priorizar las investigaciones

para obtener plantas resistentes a la sequía y la salinidad (Comité Técnico Asesor

del Ministro de la Agricultura, 2011).

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89

3.2.3. Críticas a la postura de los transgénicos para la agricultura en Cuba y

propuestas de un nuevo modelo: la agroecología

Las críticas más contundentes al modelo de agricultura que se intenta restablecer,

provienen de organizaciones de la sociedad civil, como la Asociación Cubana de

Técnicos Agrícolas y Forestales (ACTAF) y la “Fundación Antonio Núñez Jiménez

Por la Naturaleza y el Hombre”. Entre los cuestionamientos más importantes, está su

alta dependencia de insumos externos que limitan la capacidad de tomar decisiones

al agricultor, creándole un vínculo de dependencia con las empresas proveedoras de

insumos, así como su tendencia homogeneizadora que atenta contra la diversidad y

la complejidad que ha alcanzado el campo cubano, modelo de agricultura que ya se

superó hace muchos años en Cuba. En este sentido Delgado (2009) expresó:

“(…) repite exactamente la filosofía de la concepción desarrollista de

la agricultura «moderna», y manifiesta con claridad los signos

distintivos del enfoque tecnológico «de arriba hacia abajo», legado

por la Revolución Verde. (…) resulta que la tecnología es nueva por

la modificación genética que implica, pero completamente anticuada

por el modelo de relación tecnología-sociedad, y de «gran

producción», donde el agricultor es pasivo, debe ser pasivo y se le

obliga contractualmente a ser pasivo, a atenerse a las

reglamentaciones y a la disciplina tecnológica, a ejecutar al pie de la

letra lo que el diseño tecnológico indica” (Delgado, 2009, p. 66).

Desde el punto de vista ecológico se llama la atención que la liberación de maíz

transgénico en Cuba implica la contaminación de las variedades criollas, que

tenderán, inevitablemente, a perderse. La desaparición de los usos y costumbres de

los campesinos y la agricultura tradicional traerá como consecuencia pérdida de

biodiversidad, degeneración y erosión genética. La contaminación con el polen de

una variedad transgénica provocará que todas las variedades contengan el gen Bt,

por lo que lejos de diversificar el cultivo, se desarrollará una forma de monocultivo.

Para la salud humana, se cuestiona que la introducción de genes ajenos a los

cultivos puede provocar alergias en algunas personas (Acosta, 2007), aumento de

nivel de toxinas, antinutrientes y modificación de las cantidades de nutrimentos en los

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90

alimentos, riesgo de transferencia horizontal de genes de resistencia a antibióticos,

ingestión de ADN extraño y problemas de salud a largo plazo.

Un ejemplo clásico de alergia en las personas fue el caso del maíz “Star Link” en los

Estados Unidos de Norteamérica. El maíz fue genéticamente modificado para

producir un insecticida derivado de la bacteria Bacillus thuringiensis, pero a diferencia

de otros maíces Bt producía una toxina llamada Cry9C, una versión ligeramente

distinta de la proteína Cry1A. En las pruebas de digestión artificial exigidas por la

EPA (Environment Protection Agency) la Cry9C tardó más que la Cry1A en

descomponerse, despertando las sospechas de los inspectores de la agencia,

autorizándolo excepto para consumo humano. Esta decisión de aprobar el llamado

“riesgo dividido” ha sido objeto de muchas críticas; si bien Aventis, la empresa

propietaria de “StarLink”, prometió hacer que los agricultores firmaran acuerdos de

que su maíz no terminaría como alimento, en la práctica fue muy difícil de garantizar

ya que la mayoría de los granjeros en ese país no tienen en silos separados el maíz

de consumo humano y el maíz usado como alimento para animales (Taylor, 2008).

Otros de los temores en relación a la salud humana es el empleo de marcadores de

resistencia a antibióticos en el desarrollo de cultivos transgénicos, que ha despertado

inquietudes acerca de la posibilidad que los cultivos transgénicos promuevan la

pérdida de capacidad para tratar las enfermedades con medicamentos antibióticos.

En varias etapas del proceso de laboratorio se emplean ADN que codifica la

resistencia a ciertos antibióticos y este ADN a menudo se convierte en una

característica permanente del producto final, a pesar no servir para ningún propósito

más allá de la etapa en el laboratorio. Entre las variedades modificadas con

resistencia a antibióticos se encuentran el tomate “FlavrSavr” de Calgene y del maíz

Bt 176 de Ciba-Geigy (Rondón, 2008).

En relación al proceso de aprobación se cuestiona que la introducción del maíz

transgénico en Cuba se ha desenvuelto en lo que han denominado “escenario de

aprobación”.

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91

“(…) se construye socialmente mediante la idea de que se está

dando solución tecnológica a un problema tecnológico, por lo que

cualquier discusión no debería trascender a los medios, pues podría

generar inseguridad o reproducir los imaginarios negativos que

acompañan la tecnología de los transgénicos en los debates públicos

que tienen lugar en el mundo” (Delgado, 2009, p. 71).

La falta de información sesga el debate en menoscabo de quienes se oponen a la

tecnología.

“Así, en este escenario los procesos transcurren de forma suave y

tranquila, evolutiva, sin grandes conmociones, dentro de un silencio

que se rompe levemente en la prensa con informaciones esporádicas

cuando se alcanza algún hito” (Delgado, 2009, p. 72).

Desde el punto de vista legal se cuestiona la ausencia de una Ley que regule la

utilización de los organismos genéticamente modificados y las falencias de la

normativa vigente, consistentes en un conjunto de resoluciones de diferentes

organismos de la administración central del Estado que regulan distintos aspectos sin

articulación entre sí; no obstante, declarar estas normas que persiguen un enfoque

precautorio. Este marco normativo actual adolece de deficiencias jurídico formales y

de disposiciones relativas a la participación pública, a la coexistencia, a la

trazabilidad, a la responsabilidad y al etiquetado, instituciones sobre las cuales existe

cierto consenso a nivel mundial y experiencia de regulación (Rondón, 2011).

La Resolución 180 del Ministerio de Ciencia Tecnología y Medio Ambiente exime de

autorizaciones a las importaciones de transgénicos que no constituyen riesgo para la

salud humana y el medio ambiente, demostrado en un período de tiempo superior a

diez años (en otros países, en otros contextos y mediante otros procedimientos, lo

que de facto es aplicable a la mayoría de los organismos genéticamente modificados

importados). Este sentido se critica suponer que los procesos de aprobación en otros

países garantizan certezas de seguridad:

“Al considerar el asunto de los transgénicos y su introducción en

Cuba, los científicos, la comunidad académica y política, y la

ciudadanía deberían tener en cuenta que los procesos de aprobación

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92

que han ocurrido en otros países tienen el sesgo de una

biotecnología y una ciencia biológica que no es neutral. Es una

ciencia influida por el capitalismo, que está sometida a su hegemonía

(…) y que ha buscado siempre vías expeditas para hacer posible una

biotecnología que sea simultáneamente negocio agrobiotecnológico”

(Delgado, 2009, p. 51).

Desde el punto de vista político se objeta la congruencia de política transgénica del

gobierno cubano con el tradicional apoyo prestado a los movimientos revolucionarios,

campesinos y anticapitalistas, especialmente de América Latina.

“¿Hasta qué punto la apuesta por esta tecnología colocaría en tela

de juicio el prestigio que Cuba se ha ganado entre los movimientos

sociales, campesinos, civiles y de izquierda que alzan sus voces en

contra del statu quo transnacional, neoliberal y capitalista, que usa

los transgénicos como punta de lanza para consolidar su dominio

imperial?”(Freyre y Chang, 2009, p. 28).

También se llama la atención sobre el vínculo de dependencia con las grandes

trasnacionales de agroquímicos, especialmente con las norteamericanas, por lo que

ello implica para la seguridad nacional del país.

“En teoría, por el paquete, tendríamos mayor producción con los

transgénicos pero atraeríamos todos los demás problemas que el

mundo tiene entorno a ellos. (…) La apertura a los transgénicos nos va

a exponer a la influencia de las grandes transnacionales y por extensión

a los gringos que son los dueños, nos va hacer más dependiente de los

gringos en la importación de los alimentos, a su influencia en las

relaciones bilaterales” (Juan Valdés Paz, comunicación personal, 31 de

agosto de 2016).

3.2.4. El rol del campesinado en el debate en torno a los dos modelos. La

postura de las organizaciones y de los campesinos

El discurso de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), única

organización campesina de la isla, es favorable a la agricultura agroecológica

(aunque no ha declarado que se oponga a los transgénicos), postura que encuentra

concreción a través del “Movimiento Agroecológico de Campesino a Campesino”

Page 93: EL CAMPESINADO EN CUBA FRENTE A LA CRISIS DEL MODELO DE

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(MACAC) y experiencias como la agricultura urbana y suburbana, sin embargo, entre

los campesinos las posiciones son heterogéneas.

La mayoría de los campesinos desconocen que son los cultivos transgénicos, solo

los más documentados y los ubicados en las áreas donde se cultivan estas

variedades son los que tienen conocimientos sobre el tema. Entre los campesinos

con conocimiento del tema, los de edad más avanzada se oponen a su cultivo, en

espacial al cultivo de maíz transgénico, pues consideran que la aplicación de los

paquetes tecnológicos prediseñados que lo acompañan, dejan poco o casi nada a la

autogestión de los agricultores. Sin embargo, este grupo etario, en las CCS Benilde

Orozco, Camilo Cienfuegos, José Arteaga Hernández y Rubén Martínez Villena,

reconoce aplicar agroquímicos como pesticidas, plaguicidas y fertilizantes sintéticos.

Al respecto, Eloy Herrera Martínez, de 55 años de edad y socio de la CCS Camilo

Cienfuegos, ante la pregunta de por qué aplicaba estos productos, qué beneficios les

veía, comentó: “Yo llevo más de 15 años en el cultivo del tabaco, de viandas

hortalizas y granos y aplico estos productos porque aumenta el rendimiento y

favorece el crecimiento de la planta” (Herrera, E., comunicación personal, 19 de

noviembre de 2017). Reinaldo Chávez Ayala, de 57 años y socio de la CCS Benilde

Orozco Aroche, plantea que el combina los productos químicos y los biológicos con

excelentes resultados, sobre todo con los bioestimulantes como Tricoderma,

Balforam y otros. (Chávez, R., comunicación personal, 17 de noviembre de 2017).

Para la mayoría de los nuevos usufructuarios entrevistados que declaran conocer los

cultivos transgénicos, el cultivo de estos productos es una oportunidad de mercado,

de precios de incentivo e insumos necesarios para la producción29.

Carlos Rafael Palma Tamayo, usufructuario de 37 años de edad y miembro de la

CCS Camilo Cienfuegos, cultiva hortalizas y granos, al respecto expresó: “Si, los he

utilizado con resultados positivos porque son altamente productivos. Beneficia los

29

El cultivo de transgénicos, al ser un programa estatal, cuenta con apoyos importantes en materia de créditos, insumos, capacitación, etcétera, además que el Estado garantiza la compra de la totalidad la producción.

Page 94: EL CAMPESINADO EN CUBA FRENTE A LA CRISIS DEL MODELO DE

94

rendimientos pero lo difícil es adquirirlo, no veo impacto en el medio ambiente”

(Palma, C., comunicación personal, 18 de noviembre de 2017). Por su parte, Amaury

Guerra Avilés, de 42 años de edad y socio de la CCS Benilde Orozco plantea que

este tipo de cultivos “desarrolla el fruto y coge más tamaño” (Guerra, A.,

comunicación personal 19 de noviembre de 2017).

Para explicar esta situación -más allá de los debates éticos en torno a la tecnología-

hay que tener en cuenta que en el contexto cubano el uso y la tenencia de la tierra

condiciona en primera instancia el capital económico del campesino individual, el

resto de los bienes se adquieren a partir de su capacidad productiva, las formas de

propiedad de los medios de producción y de distribución de los ingresos. De modo

que el grado de afectación que la tecnología implique en el libre uso y la explotación

de sus tierras, en los ingresos asociados a estas, en el riesgo económico, etcétera,

influirá en la postura del campesino en relación a los organismos vivos modificados.

Si bien a inicios de la década de los años noventa la mayoría de los nuevos

productores se convirtieron en campesinos con rasgos psicológicos e identitarios

propios de esta clase, lo que permitió un proceso de adhesión orgánica al seno del

campesinado individual (Martín, et al., 2009)30, en el actual contexto agrario los

productores usufructuarios se reproducen y diferencian en proporciones cuantitativas

y cualitativas distintas. La visión de desarrollo que subyace en los nuevos

usufructuarios estudiados es la modernización, a alcanzar mediante la utilización de

la tecnología como requisito sine quanom para el incremento de la producción-

ingresos-nivel de vida, entendido este último como un mayor acceso a productos y

servicios de mayor calidad, mejores viviendas, etcétera. En consecuencia, muchos

no son muy celosos de modificar sus hábitos de trabajo, ni de abandonar

determinadas prácticas, so pena de la pérdida de tradiciones productivas, si este

30

Estudios revelan que en el sistema de autorepresentación propio de este primer grupo de productores se manifestó la autodefinición como campesinos y un elevado sentido de pertenencia tanto por la tierra y los demás medios, como por la producción misma; y desapareció de su subjetividad los rasgos característicos de su posición socioestructural anterior, expresando, en la gran mayoría de los casos la firme determinación de no volver atrás y de dedicar el mayor de sus esfuerzos a desarrollar la economía (Martín, et al., 2009).

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cambio implica una mejoría en sus condiciones materiales de existencia; lo que dice

de una postura muy flexible relación al entorno y al cambio tecnológico31.

Aunque, toda regla tiene su excepción y es el caso del campesino Luis Bartolo

Moreno Ayala, de 72 años de edad y socio de la CCS Rubén Martínez Villena,

Bartolo expresó: “Aquí se conocen poco (los cultivos transgénicos), yo los he

cultivado pero porque me lo han traído de Occidente por vía indirecta. La producción

es mayor pero como no llegan los químicos a tiempo se corren riesgos”. (L. Moreno ,

comunicación personal 18 de noviembre de 2017).

No se debe soslayar que los nuevos campesinos usufructuarios se han nutrido

básicamente de obreros y empleados del sector estatal motivados por razones

económicas, un número importante de ellos es menor de 35 años edad y con escasa

experiencia en las actividades agropecuarias32. Tampoco sustraerse de la escasez

de insumos y deprimidos precios de acopio que han padecido durante años los

31

“El cambio tecnológico, considerado como un instrumento de desarrollo rural, se logra a partir de tres componentes básicos: la generación (proceso de investigación para obtener conocimientos nuevos que origina bienes y servicios que se incorporan a la tecnología); transferencia (considera como el conjunto de actividades, actividades y servicios organizados. Necesarios para entregar a los usuarios una tecnología adecuada e incorporable a sus procesos productivos o a su vida diaria); y la adopción (proceso por el que los usuarios valoran y hacen uso de la tecnología transferida). Es por ello que no basta con adaptar una tecnología a las condiciones locales, sino también debe de tenerse presente el proceso mediante el cual las personas lo adoptan e incorporan a sus prácticas cotidianas. Radulovich y Karremans indican que para estimar el nivel de adopción de una tecnología introducida deben considerarse al menos cuatro aspectos: opinión, uso, adaptaciones y difusión espontánea” (Cruz & Tehuitzil, 2009 en Espinosa y León, 2009, p. 219).

32 Los integrantes de esta segunda progenie se distinguen de sus antecesores y entre sí por la

diversidad de perfiles productivos (ganadería, legumbres y hortalizas, arroz, producción forestal, frutícola, etcétera) predominantes en sus fincas, la ubicación y calidad del suelo, su conexión con distintos tipos de mercado (de alimentos distribuidos localmente, de distribución nacional, de exportación, informales, etcétera); lo cual condiciona la estructura y volumen de sus ingresos y, las formas organizativas de la producción a que se vinculan (cooperativas de campesinos, de obreros con propiedad colectiva y de obreros con propiedad estatal-cooperativa, así como a granjas estatales). Su diferenciación podría tomar en cuenta otros criterios como el carácter nominal o real con que gestionan la finca, el interés por asentarse con su familia definitivamente o no en el campo y, la cultura productiva que poseen en relación con las labores agropecuarias y el manejo sostenible de agroecosistemas (Leyva, 2015).

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96

campesinos cubanos producto de la crisis económica que atravesó la isla, factores

que influyen en la postura de los actores analizados33.

Ahora bien, dentro de esta postura flexible relación al entorno y al cambio

tecnológico, la cual entra, si tomamos en consideración las críticas a la tecnología,

en aparente contradicción con la tendencia campesina anteriormente expuesta: (1)

de controlar y/o reducir los riesgos antes que maximizar los ingresos y, (2) evaluar

con parámetros, prioridades y objetivos distintos la adopción (o no) de innovaciones

tecnológicas u organizativas; encontramos diferentes matices.

Algunos productores, con una orientación puramente mercantil, no repararon en

cultivar inmediatamente, pues “era lo que estaba dejando en esos momentos”, lo que

se puede traducir en “es lo que más dinero está rindiendo”, por el contrario, otros

experimentaron inicialmente en pequeñas “puntas de maíz”34, con “uno o dos

jarros”35, lo que desde el punto de vista del manejo del cultivo, según el paquete

tecnológico, es una flagrante violación, incluso del ordenamiento legal específico. Sin

embargo, era su forma de comprobar las bondades de la tecnología, dando lugar un

formato tecnológico híbrido que articulaba las prácticas tradicionales y las modernas

y, que les permitió priorizar aquellas cuyos resultados fueron más valorados. Por lo

que observamos que los campesinos no se resisten ni oponen a priori al cambio

tecnológico o a la adopción de nuevas prácticas productivas, sino que las asumen

desde una lógica diferente a la de los conocimientos técnicos y científicos.

La influencia de la capacidad organizativa de los campesinos, del comportamiento

familiar, la división social y sexual del trabajo, las formas de organización de la

33

Puesto que la mayoría de los pequeños productores no conocen en detalle que es la tecnología transgénica. Al iniciar el proceso de introducción se organizaron talleres en las distintas cooperativas a fin de explicarles los requisitos de manejo del cultivo pero en muchos casos no asistieron por las propias dinámicas de las labores en que se encuentran insertos.

34 Se le denomina “punta de maíz” en Cuba a la porción de la finca que se dedica a este cultivo. Por lo

general, los pequeños campesinos siembran en sus predios frijoles y otros granos en combinación con el cultivo del maíz en sistemas integrados muy similares a la milpa mesoamericana.

35 Se le denomina “Jarro” en Cuba a la jarra de boca ancha y una sola asa que se utiliza para servir el

agua. En el campo es utilizada, además, como unidad de medida. El jarro más común es el “jarro de cinco libras” que se utiliza para medir los granos como el arroz, el maíz, los frijoles etcétera.

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97

producción comunitaria y extracomunitarias, las redes territoriales, todos

componentes del capital social, se tomaron en cuenta también para el presente

análisis, pues a diferencia de otros contextos la adopción de los nuevos patrones

tecnológicos no han sido violento. En Cuba el cultivo de cultivos transgénicos forma

parte de un programa integral que persigue el aumento de la producción alimentos y

de los ingresos de las familias campesinas para desacelerar el despoblamiento y

envejecimiento del campo, así como la incorporación de jóvenes a las actividades de

la agricultura, móviles nobles sobre los cuales existe consenso, no así en las vías

para alcanzarlos.

En este sentido, resulta interesante destacar que la mayoría de los que reconocen

haberlos cultivado señalan que trabajan sus fincas con la ayuda de hijos, hermanos y

en algunos casos con ayuda de la esposa y uno de ellos lleva más de 20 años

siendo socio de su cooperativa. Todos reconocen, además, el empleo de productos

biológicos y orgánicos como bioestimulantes, los cuales son aplicados de conjunto

con productos sintéticos.

Resulta interesante también, que como promedio estos productores “transgénicos”,

no rebasan las 4 ha de tierras, lo cual contradice toda la lógica de la tecnología y su

promocionada fiabilidad para no transgredir los límites impuestos por la norma y el

paquete tecnológico.

Otro resultado importante es que ninguno de los actores identifica como solución a

los problemas que padecen hoy sus labores agrícolas, así como sus cooperativas y

comunidades, a los cultivos transgénicos. Sus necesidades y aspiraciones de mejora

van en torno a:

- Una mayor disponibilidad de maquinarias para las cosechas y mejor calidad

en los herbicidas, que lleguen los insumos a los campesinos (Rodríguez, V.,

comunicación personal, 18 de noviembre de 2017).

- Más combustible para la preparación de la tierra (L. Ayala, comunicación

personal, 18 de noviembre de 2017).

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98

- Transporte para comercializar las producciones y distribuir los recursos

(Chávez, R., comunicación personal, 17 de noviembre de 2017).

- Que lleguen en tiempo y forma los paquetes tecnológicos de cada cultivo.

(Moreno, L., comunicación personal, 18 de noviembre de 2017).

- Mayor disponibilidad de financiamiento para las cooperativas. (Palma, C.,

comunicación personal, 18 de noviembre de 2017).

- El transporte para comercializar las producciones y para la entrega de

insumos y recursos a tiempo. (M. Téllez, comunicación personal, 19 de

noviembre de 2017).

- Que en las cooperativas haya más recursos materiales, recursos humanos

con preparación y financieros (A. León, comunicación personal, 19 de

noviembre de 2017).

- Sistemas de riego y la nivelación del terreno porque el drenaje en algunas

tierras es malo. (E. Herrera, comunicación personal, 19 de noviembre de

2017).

- Mejorar el transporte y los recursos financieros. (O. Ayala, ,comunicación

personal, 19 de noviembre de 2017).

De manera general, para la sociedad cubana actual el campesino individual es, entre

los sujetos productores de alimentos, quien ha demostrado mayor capacidad de

mantener su lugar en la estructura social y un creciente papel en la recuperación

económica. Es decir, goza de una elevada significación social, lo puede traducirse un

importante capital simbólico y, hasta ahora, por la escala aún pequeña del fenómeno

transgénico apenas esa percepción social ha cambiado, aunque es poco probable un

cambio significativo en los próximos años, por los argumentos anteriormente

expuestos.

Page 99: EL CAMPESINADO EN CUBA FRENTE A LA CRISIS DEL MODELO DE

99

Conclusiones

PRIMERA: Los estudios sobre el campesinado, de los autores analizados, coinciden

en destacar como atributos de estructuración y delimitación de la condición de

campesino a la autonomía, el trabajo familiar, una base de recursos autocontrolada

(tierra, instrumentos de trabajo, saberes), la orientación por la sobrevivencia y la

autoexplotación de la fuerza de trabajo. No obstante se precisan dos cuestiones -

entre otras- en las cuales hay diferencias importantes entre los autores.

En primer orden, la autonomía, entendida como la posibilidad de decidir, al interior de

la unidad económico campesina, explotación familiar, agricultor familiar o unidad

socioeconómica campesina según el caso, sobre sus distintos componentes como la

utilización de la fuerza de trabajo familiar, la tierra y demás medios de producción,

etcétera. Se considera más acertada la postura de Chayanov y Bartra al afirmar que

hay autonomía pero es relativa, puesto que, está condicionada primero, a una

particular dinámica de equilibrio interno entre el consumo familiar -los bienes

necesarios para satisfacerlo- y el esfuerzo que ello requiere. En consecuencia el

grado de autonomía estará definido por la intensidad de trabajo familiar (grado de

autoexploración de la familia) necesario para satisfacer las necesidades de la unidad

de producción familiar en tanto necesidades de subsistencia y no de ganancia.

Segundo, la lógica de su pequeña producción se encuentra subsumida en el proceso

de valorización del capital. Subsunción que se expresa en una relación de doble

explotación, por cuanto, en el proceso inmediato de producción el campesino genera

un excedente que en el momento de la circulación es transferido al capital, pero a la

vez, en este proceso se reproduce a sí mismo como explotado.

En segundo orden, el trabajo familiar, se percibe como un común elemento

estructurador sobre el cual recaen las actividades productivas campesinas, aunque

se reconoce el empleo eventual de mano de obra externa cuando se excede la

capacidad de trabajo de la familia y así como la venta de fuerza de trabajo familiar

cuando no se consume toda en la explotación familiar. En este sentido se considera

más pertinente la postura que sostiene el trabajo familiar como autoexplotación de la

Page 100: EL CAMPESINADO EN CUBA FRENTE A LA CRISIS DEL MODELO DE

100

fuerza de trabajo orientada a la subsistencia a fin de alcanzar el equilibrio

anteriormente expuesto al ser una unidad de producción y consumo.

SEGUNDA: Dentro de las estrategias campesinas, el enfoque de reproducción social

es el que muestra mayor pertinencia para los estudios rurales latinoamericanos, pues

sus alcances no se restringen al ámbito local o familiar, sino que se extienden a las

complejas relaciones en que se articula lo global con lo local y las hegemonías con

las resistencias. -El trabajo familiar se reconoce aquí como principio organizador de

la economía campesina que se emplea de manera diversa, expresándose en

estrategias diferenciadas en contextos territoriales y familiares diferentes-. En este

enfoque, la unidad de producción campesina no puede ser entendida por fuera de la

familia campesina ya que los fines económicos de la primera estarán imbricados con

los sociales y afectivos de la segunda. Las actividades económicas y productivas

campesinas son percibidas como una totalidad articulada orientadas a la

subsistencia familiar y no a la obtención de ganancias.

Desde esta perspectiva, puede entenderse por estrategias campesinas a las

opciones regulares o relativamente estables que toman las familias de pequeños

productores para su reproducción social, teniendo en cuenta las constricciones

estructurales, entre las cuales se destacan la disponibilidad de mano de obra familiar

y los precios relativos de los mercados agrícolas, así como las características

productivas de la zona y los recursos económicos disponibles.

TERCERA: El modelo de agricultura convencional en Cuba es el resultado de un

largo proceso histórico que tiene sus raíces que la sustitución de la agricultura

autóctona por la europea importada por los españoles. Como resultado de esta

colonización agrícola se va desarrollar una agricultura criolla deformada en la cual

van a prevalecer los cultivos comerciales orientados a la exportación, como la caña

de azúcar y en menor medida el tabaco, sobre los cultivos básicos para la

alimentación, derivando en una dependencia crónica de la importación de alimentos

Page 101: EL CAMPESINADO EN CUBA FRENTE A LA CRISIS DEL MODELO DE

101

hasta nuestros días. Esta situación se acentuó durante el periodo republicano y

posteriormente durante las tres primeras décadas de la Revolución. En la primera

mitad del siglo XX como resultado de la inserción de Cuba en el mercado

norteamericano, a través de la penetración de capitales extranjeros encaminados al

desarrollo de la industria azucarera y en la segunda mitad, como consecuencia de la

incorporación de Cuba al CAME, si bien en mejores términos de intercambio, reservó

para la isla el papel de proveedor de materias primas para los países socialistas

europeos, en especial para la URSS. Este intercambio favoreció el desarrollo de un

modelo de agricultura ajena a las condiciones económicas de Cuba, altamente

consumidor de recursos energéticos importados, el cual colapsó una vez

desaparecido sus proveedores y compradores naturales, el bloque socialista.

Ante esta coyuntura, el país se ve constreñido a la búsqueda de alternativas que

permitan satisfacer las necesidades básicas de alimentación de la población y define

varias líneas estratégicas, entre ellas la recampesinización de la agricultura y la

promoción de un modelo agrícola más sustentable económica y ambientalmente. En

este contexto el campesinado recupera el papel protagónico de los primeros años de

la Revolución y se producen grandes avances en el campo de agroecología.

Al mismo tiempo, Cuba invirtió cuantiosos recursos en esferas como la biotecnología

con el objetivo de desarrollar variedades transgénicas más productivas adaptables a

las condiciones del trópico, las cuales estuvieron confinadas hasta tanto no se dieran

los condiciones requeridas para su liberación, especialmente las condiciones

económicas que proveyeran los recursos necesarios para su generalización. Al

existir la disponibilidad de recursos Cuba liberó estos cultivos, generando un fuerte

debate en torno a su conveniencia a partir de las experiencias negativas del modelo

anterior que esta tecnología puede nuevamente reproducir. En este nuevo escenario,

el campesinado juega un papel central, pues es el actor social más importante en la

agricultura cubana actual.

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102

CUARTA: En el contexto socioeconómico cubano actual el campesino individual es el

propietario o usufructuario de tierras que explota los medios de producción propios,

cuyos ingresos fundamentales provienen de su trabajo y el de su familia, el que se

complementa con el uso de fuerza asalariada en forma permanente o temporal,

como generalidad y, establece relaciones de cooperación en el trabajo según sus

necesidades y posibilidades.

Sus estrategias de reproducción resultan del cotejo de innumerables variables que

buscan, en lo fundamental, la maximización del valor de la producción, incluyendo el

autoconsumo, o de la minimización de los factores de riesgo externos a la

producción. Entre estas destacan la diversificación de la producción teniendo en

cuenta la demanda y los precios, la búsqueda de fuentes de financiamiento para

inversiones más allá de las posibilidades contenidas en la política crediticia,

expresadas fundamentalmente en forma de remesas procedentes del exterior, la

introducción de nuevas tecnologías, la pluriactividad para búsqueda de nuevas

fuentes de ingresos, el beneficio de las producciones primarias y la prestación de

servicios dirigidos al pequeño productor asociadas a fisuras en los servicios

estatales.

En las cooperativas analizadas algunos campesinos individuales, en espacial los

más jóvenes, encontraron en el cultivo de maíz transgénico un modo de reproducir

sus modos de vida, posturas que en la mayoría de los casos se vinculan a los

impactos del periodo de especial en la agricultura y a las vicisitudes asociadas a él

experimentadas por estos sujetos, unido a las bondades crediticias, de insumos y de

mercado de la tecnología, así como la seguridad en la posesión de sus predios

tradicional en Cuba; considerándose que su adopción fue más por los apoyos que la

tecnología conlleva, que por las potencialidades intrínsecas de la misma.

Sin embargo, resulta interesante que todos los campesinos reconocen aplicar

productos biológicos en sus prácticas, en la mayoría de los casos combinados con la

aplicación de productos químicos tradicionales y que no relacionan el cultivo de

variedades transgénicas con el futuro de sus actividades, es decir, no la identifican

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103

como necesidad, ni como solución para superar los problemas que atraviesan, en

este sentido, siguen señalando problemas tradicionales como la falta de insumos, de

financiamiento, de medios de transporte, etcétera.

De modo que, más allá del debate en torno a los dos modelos de agricultura

contrapuestos, el campesino cubano es, entre los sujetos productores de alimentos,

quien ha demostrado mayor capacidad de mantener su lugar en la estructura social y

un creciente papel en la recuperación económica, derivado de sus acertadas

estrategias de reproducción social, por lo que goza de un elevado reconocimiento

social.

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104

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ANEXOS

ANEXO 1 Lugares donde se ha sembrado cultivos transgénicos en Cuba

Nota: Elaboración propia con datos del CIGB, 2017.

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ANEXO 2 Estado actual del desarrollo de la tecnología transgénica en Cuba

Nota: Elaboración propia con datos del CIGB, 2017.