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EL ARTE RUPESTRE EN EL CONTEXTO DE LA INTERACCIÓN SOCIAL DEL PERÍODO TARDÍO, EN EL VALLE DE LLUTA (ARICA, CHILE) 1 Daniela Valenzuela*, Luis Briones* y Calogero Santoro** Manuscrito enviado a ACTAS DEL 14 CONGRESO NACIONAL DE ARQUEOLOGÍA ARGENTINA. 2002. 1 Resultados proyectos Fondecyt 1000457 y 1980623 * Departamento de Arqueología y Museología, Universidad de Tarapacá. Casilla 6-D Arica, Chile. [email protected] ** Departamento de Arqueología y Museología, Universidad de Tarapacá y Centro de Investigaciones del Hombre en el Desierto (CIHDE), Universidad de Tarapacá.

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EL ARTE RUPESTRE EN EL CONTEXTO DE LA INTERACCIÓN SOCIAL DEL PERÍODO TARDÍO, EN EL VALLE DE LLUTA (ARICA, CHILE)1

Daniela Valenzuela*, Luis Briones* y Calogero Santoro**

Manuscrito enviado a ACTAS DEL 14 CONGRESO NACIONAL DE ARQUEOLOGÍA ARGENTINA. 2002.

1 Resultados proyectos Fondecyt 1000457 y 1980623

* Departamento de Arqueología y Museología, Universidad de Tarapacá. Casilla 6-D Arica, Chile. [email protected]

** Departamento de Arqueología y Museología, Universidad de Tarapacá y Centro de Investigaciones del Hombre en el Desierto (CIHDE), Universidad de Tarapacá.

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El Arte Rupestre en el Contexto de la Interacción Social – www.uta.cl/masma/yuta - 2-

RESUMEN

Presentamos los primeros resultados de un estudio en curso acerca del arte rupestre del valle de Lluta, que pretende contribuir al debate respecto de la relevancia de este registro en la reconstrucción y explicación de procesos socioculturales del Intermedio Tardío y Tardío en los Valles Occidentales de los Andes Centro Sur (ca. 1000 – 1500 d.C.). Desde una perspectiva comparativa, analizamos dos sitios de arte rupestre, Rosario y Vinto, seleccionados en virtud de sus componentes culturales contrastantes. En este análisis, entendemos el arte rupestre como un elemento cultural que integra tanto el aspecto formal de las imágenes rupestres, como el contexto espacial donde se instalan los paneles (características locacionales o de emplazamiento). Al mismo tiempo, consideramos su relación con el comportamiento de otros componentes del registro arqueológico.

1. EL PROBLEMA

Este estudio tiene por objeto vincular el arte rupestre a los procesos socioculturales de los grupos que habitaron los distintos enclaves del valle de Lluta durante los períodos Intermedio Tardío (1000 – 1400 d.C.) y Tardío (ca. 1400 – 1500). Particularmente, se evalúa la relación entre arte rupestre (características formales y espaciales) y variaciones en otros componentes del registro arqueológico (cerámica, asentamiento, arquitectura), con miras a describir y explicar los contextos y espacios sociales posiblemente involucrados en el uso de este rasgo cultural. Nuestro propósito es individualizar y sistematizar las diferencias del arte rupestre y su contexto y, sobre esa base, sugerir una vía de interpretación acerca de su uso en el marco de los procesos sociales de la prehistoria tardía. Partimos del supuesto que diferencias formales y contextuales reflejarían en parte usos sociales y contextos culturales específicos, y que estas diferencias podrían vincularse con el tema de la interacción social entre grupos con tradiciones culturales o modos de vida diferenciados (ver por ejemplo, Podestá et al. 1991). En este nivel del estudio, sin embargo, evitamos hablar de “grupos étnicos” como han sido identificados en las interpretaciones etnohistóricas. Esto, en consideración a que la adscripción étnica a base de los elementos que la comunidad acepta como propios e identificatorios, respecto de otros grupos, es un fenómeno difícil de pesquisar arqueológicamente.

Los Valles Occidentales, subárea de la cual el valle de Lluta forma parte (Figura 1), fueron intensamente poblados en la prehistoria tardía, bajo un dinámico y posiblemente poco estable escenario de interacción social (Bouysse-Cassagne 1988; Hidalgo y Focacci 1986; Santoro 1995; Schiappacasse et al. 1989). Esto debido a que este proceso se desenvolvió en un territorio difícil de controlar dadas las barreras impuestas por su abrupta geografía y los amplios espacios desérticos, un ámbito de suyo complicado de articular, defender y controlar bajo estructuras políticas simples, típicas de las comunidades locales de estos valles, carentes de aparatos centralizados de defensa. Allí se enfrentaban, por una parte, los intereses de diferentes grupos

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por acceder a los distintos enclaves económicos y, por otro, la presión demográfica producto del crecimiento normal de las poblaciones locales y de flujos migracionales desde la sierra y altiplano, lo que gradualmente fue saturando los restringidos e inestables enclaves económicos a lo largo de valles y quebradas (Rothhammer y Santoro 2001; Santoro et al. 2002).

Estimamos que en este escenario de interacción social, participaron por un lado, las poblaciones locales (Cultura Arica), organizadas bajo un sistema político que integraba pequeñas unidades sociales independientes, que trataban de controlar la costa y valles costeros. Por otro lado, estaban los grupos políticos asentados en la sierra y altiplano que, en forma no estructurada al comienzo y mediante flujos migracionales de baja escala, fueron paulatinamente integrándose a las comunidades locales de los valles costeros. Esto pudo realizarse a través de lazos de parentesco (Santoro et al. 2002). En momentos más tardíos, es posible que los flujos poblacionales fueran más masivos, lo que explicaría la aparición de aldeas en localizaciones estratégicas en los valles costeros (p.e. Cerro Sombrero, Camarones–12, Molle Pampa Medio, Molle Pampa Oeste) y poblados defensivos en la sierra y altiplano (p.e. Copaquilla, Chapicollo, Caillama, Visviri).

Sugerimos que en este escenario de tensiones sociales, políticas, y limitaciones económicas y ecológicas, los grupos interactuantes debieron implementar estrategias de control, una de las cuales pudo expresarse en la utilización de manifestaciones materiales e iconográficas altamente visibles en el paisaje desértico, como son los grabados y geoglifos ubicados en distintos sectores del valle. Pensamos que el arte rupestre fue parte de un acto de sacralización del paisaje, con miras a marcar y establecer cierto dominio sobre los espacios de actividades domésticas, económicas, de tráfico, comunicación, ámbitos cruciales para la reproducción de la comunidad pero difíciles de defender y controlar debido a las condicionantes sociales y geográficas (cf. Bradley et al. 1995). Estas estrategias, implicaron la apropiación y utilización del paisaje como un medio material, concreto y efectivo para establecer límites sociales y espaciales, que contribuyeron a regular las relaciones sociales y políticas entre los grupos interactuantes. Consecuentemente, consideramos que en tales condiciones sociales y ecológicas, la sacralización del espacio a través del arte rupestre pudo ser una alternativa viable para enfrentar el problema de “marcar” y “defender” los espacios definidos socialmente como parte de la esfera de una comunidad, en un escenario de interacción y tensión crecientes.

2. EL VALLE DE LLUTA

El valle de Lluta, ubicado en el extremo norte de Chile, a 10 km de la frontera con Perú y a unos 10 km al norte de la ciudad de Arica, corresponde a uno de los Valles Occidentales del área Centro Sur Andina (Figura 1). Con escurrimiento permanente durante todo el año, recorre más de 150 km desde su nacimiento en el volcán Tacora, a más de 5000 msnm en la vertiente occidental de los Andes. La disponibilidad de agua depende casi

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exclusivamente de las lluvias generadas en la alta cordillera (invierno altiplánico) y vertientes de aguas subterráneas que afloran a lo largo del valle. El agua es salobre y con alto contenido de boro, lo que influye en la calidad de los suelos y en un limitado desarrollo de la agricultura desde épocas prehispánicas hasta la actualidad. Comparado con los valles de agua dulce (p.e. Tambo, Caplina, Azapa, Chaca), el valle de Lluta como valle salado (p.e. Locumba, Sama, Camarones) fue, aparentemente, un sector más bien marginal en la prehistoria regional (Álvarez 1991). Su poblamiento más intensivo y de mayor visibilidad arqueológica, ocurrió pocos siglos antes de la invasión europea. Posiblemente, como consecuencia del desborde de la saturación demográfica de los valles aledaños con una historia cultural más intensa y de mayor profundidad temporal.

De acuerdo con los intereses de este estudio arqueológico y en consideración a ciertas características ecológicas, el valle de Lluta se ha dividido en 5 tramos: costero, fértil, intermedio, serrano y altiplánico (sensu Santoro et al. 2002). Los resultados que presentamos en este trabajo provienen de los sitios Rosario y Vinto, ubicados en el valle fértil e intermedio, respectivamente.

3. ANTECEDENTES, MATERIAL Y MÉTODO

El conocimiento respecto a las manifestaciones de arte rupestre en el valle de Lluta, se refería especialmente a geoglifos (Briones 1999; Dauelsberg et al. 1975; Schaedel 1957) y escasamente a grabados o pinturas. El bajo registro se debió, en parte, a que estas exploraciones estuvieron centradas en la búsqueda de sitios funerarios y habitacionales (Dauelsberg 1960; Santoro et al. 2000; Schaedel 1957; Uhle 1922). En la literatura sólo se conocían tres sitios con grabados: Rosario, Intine y Chaquire (Mostny y Niemeyer 1983; Muñoz y Briones 1996; Santoro y Dauelsberg 1985; Uhle 1922). En la última década, el reconocimiento sistemático y catastro de sitios arqueológicos realizado por Calogero Santoro y colaboradores, desde la costa hasta el km 72 en el interior, aunque permitió conseguir un mejor y más completo panorama de la historia ocupacional del valle, sólo incorporó dos nuevos sitios de arte rupestre (Molinos Este y Poblado Millune) (Santoro et al. 2000).

Con esta muestra tan reducida, nos resultaba difícil evaluar el comportamiento del arte rupestre, y parecía extraño que existieran tan pocos sitios de este tipo. Esto, particularmente con relación a las épocas del Intermedio Tardío y Tardío, que es cuando ocurre la ocupación más intensiva del valle2 (Santoro 1995; Santoro et al. 2000).

En una primera etapa, este estudio estuvo orientado a determinar la presencia o ausencia de este rasgo cultural. Consecuentemente, la primera prioridad fue realizar un registro más completo y representativo del arte rupestre del valle de Lluta en el valle costero, valle fértil y valle intermedio, mediante prospecciones dirigidas específicamente a este rasgo. Nuestra prospección cubrió ambas laderas del valle, desde la desembocadura hasta el

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km 72 en la localidad de Vinto, con especial atención a zonas con afloramientos o agrupamientos de roca potenciales para la realización de grabados y pinturas.

En una segunda etapa, se analizó y evaluó la distribución espacial de los registros con relación a: (1) las características formales y locacionales o de emplazamiento de los sitios y, (2) otros componentes del registro arqueológico. Por características formales entendemos aquellos atributos materiales o visuales del arte rupestre en tanto sistema de representación gráfico, como por ejemplo diseños, temas, técnicas, pautas de representación, estilo. Las características locacionales o de emplazamiento se refieren a todos aquellos rasgos del entorno, tanto naturales como culturales, asociados al arte rupestre. Incluye aspectos topográficos, geográficos, características de visibilidad, accesibilidad y rasgos arqueológicos asociados (Aschero 1988; Berenguer 1995).

De un examen preliminar, advertimos variaciones significativas en el arte rupestre del valle de Lluta, desde el punto de vista de la distribución espacial, las características formales y de emplazamiento y los rasgos culturales asociados. En orden a evaluar estas diferencias, consideramos necesario realizar un estudio comparativo de dos sitios aparentemente contemporáneos: Rosario (sitio 38) y Vinto (sitio 93)3. Los sitios fueron seleccionados en virtud de que se ubicaban en escenarios geográficos distintos y presentaban, a primera vista, características formales, locacionales y rasgos culturales contrastantes.

4. ARTE RUPESTRE DEL VALLE DE LLUTA

Nuestras prospecciones han permitido mejorar el panorama de arte rupestre para el valle de Lluta, en la medida que los nuevos sitios amplían el universo conocido hasta la fecha, no sólo en términos de cantidad sino también en la variedad del tipo de manifestaciones. Grabados, pinturas y pictograbados, se añaden a los bien conocidos geoglifos. Desde la desembocadura hasta la localidad de Vinto (km 72), se encuentran alrededor de 29 sitios de arte rupestre, entre geoglifos, grabados, pinturas y pictograbados, que se distribuyen heterogéneamente a lo largo del valle (Figura 2). Entre estos sitios de arte rupestre, se intercalan una serie de asentamientos de los períodos Intermedio Tardío y Tardío, que demuestran una ocupación más intensa del valle respecto de períodos anteriores y que posiblemente den cuenta de gran parte de los sitios de arte rupestre registrados.

En el valle costero, no existen afloramientos rocosos y, consecuentemente, tampoco grabados ni pinturas, en cambio aquí se concentran los geoglifos del valle (11 paneles, casi todos ubicados en la vertiente sur). En el valle fértil, también hay gran cantidad de geoglifos (9 paneles, 8 de ellos en la ladera sur y 1 caso aislado en la ladera norte) y sólo un caso de grabados y pictograbados (sitio Rosario en la ladera sur). Existen

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algunos afloramientos de roca, en la parte este del tramo, que carecen de arte rupestre. El valle intermedio es el que concentra la mayor cantidad de grabados (13 sitios, de ellos 5 en la ladera sur y 8 en la ladera norte) y no existen geoglifos. Los afloramientos son aquí abundantes y de buena calidad.

En primera instancia, podemos señalar que si bien la disponibilidad de materia prima condiciona la presencia de arte rupestre, este factor no es determinante. Por ejemplo, en el valle fértil, existen afloramientos de roca de buena calidad y que, sin embargo, carecen de manifestaciones de este tipo, aun cuando existen sitios arqueológicos que documentan la ocupación prehispánica de estos espacios.

Respecto de los geoglifos, llama la atención su localización circunscrita al curso inferior del valle (valle costero y valle fértil). Casi todos los paneles se ubican en la ladera sur, probablemente debido a su vinculación a rutas de trafico hacia la costa sur de Arica y a la erosión eólica constante que recibe la ladera norte desde el suroeste. Destaca, además, la homogeneidad estilística y la alta estandarización formal de los geoglifos del Lluta4.

5. PETROGLIFOS DE ROSARIO (sitio 38)

El sitio de grabados de Rosario, referenciado en términos generales por varios autores (Muñoz y Briones 1996; Santoro y Dauelsberg 1985; Santoro et al. 2000; Uhle 1922), se localiza en un afloramiento ignimbrítico de orientación este-oeste levantado a unos 15 m sobre la caja del río en la ladera sur del valle. El afloramiento mide aproximadamente 5 m alto y la pared cubierta con grabados se extiende por 360 m, por lo que representa uno de los conjuntos de grabados más grandes y complejos de la zona (Figura 3).

El sitio se ubica a 20 km de la desembocadura, en el valle fértil, donde se encuentran las mejores condiciones ecológicas para la agricultura y el asentamiento humano. El valle alcanza su mayor amplitud, las laderas son altas y de pendientes menos escarpadas que las del interior, condición que fue aprovechada para la instalación de asentamientos prehispánicos localizados a más de 30 m sobre el lecho del río. Las condiciones agrícolas son favorecidas por un clima tropical seco, con menor influencia marítima, suelos menos salinos y buen drenaje, presencia de vertientes y mayor disponibilidad de espacios cultivables que en el resto del valle. La vegetación silvestre es arbustiva y de cactáceas, replegada actualmente a los márgenes de la caja del río por expansión de la superficie agrícola.

Los paneles de arte rupestre aprovechan principalmente la pared rocosa y, en menor cantidad, bloques aislados desprendidos del afloramiento ubicados en el talud de arena bajo la pared. Al este de Rosario, se encuentra un panel de geoglifos en mal estado de conservación. El sitio de grabados no presenta restos de ocupación permanente, pero se encuentra asociado a otros sitios arqueológicos. Sobre el afloramiento (al sur) existe una terraza levemente inclinada en la cual se ubica el poblado prehispánico Rosario 2

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(sitio 36), al cual vinculamos este sitio de grabados debido a su contigüidad espacial (Figura 4).

Este poblado, aunque originado en el Intermedio Tardío, registra mayor intensidad de ocupación durante la época Inka o período Tardío, con un fuerte componente de tradición local (Cultura Arica) y elementos de influencia Inka5 (Romero 2002). La aldea se compone de alrededor de 30 unidades residenciales, grandes pozos de almacenaje y un área funeraria en la parte alta del poblado. Los recintos se levantan sobre plataformas rectangulares, cortadas en el talud del valle. Las plataformas, delimitadas por muros de contención de piedras, están organizadas en hileras separadas por espacios para la circulación (Santoro et al. 2000). El patrón de asentamiento de Rosario 2 corresponde al patrón 2 (“poblados con recintos de totora de planificación compleja”), que en el período Tardío incluyó aldeas de mayor tamaño (ca. 10 há, como Molle Pampa Este), con cierta planificación en su construcción y emplazadas en sectores planos o pendientes suaves (Romero et al. 2000).

El sector de Rosario destaca, además, por constituir un espacio de tránsito y comunicación. Se trata de un punto de convergencia y cruce de senderos relacionados con la ruta este-oeste que une el altiplano con la costa de Arica (Muñoz y Briones 1996). Rosario constituye un desvío de esta ruta en la medida que es posible alcanzar la costa por Azapa a través de la conexión Rosario – Aguada el Gallito en el valle de Azapa, éste último con arte rupestre similar al de Rosario (Muñoz y Briones 1996). Por otra parte, referencias etnohistóricas señalan la vinculación de Rosario a la red vial Inka. De acuerdo con Vázquez de Espinosa (1942:515 [1630]), por este sector, que él reconoce como Cuesta Blanca, pasaba el camino real del Inka desde la costa hacia el interior.

El arte rupestre de Rosario

Se identificó un total de 62 paneles, 39 de ellos ubicados en la pared del afloramiento, mientras que 23 se distribuyen en 15 bloques aislados6. La técnica es principalmente el grabado y hay algunos motivos pictograbados. Predominan los diseños figurativos, con una variabilidad estilística notable. En un mismo panel se representan motivos antropo y zoomorfos de estilos diferentes, lo que dificulta la posibilidad de distinguir y describir patrones específicos (Figuras 5 a 8). Tanta es la variabilidad que suponemos la acción de diferentes manos correspondientes a diferentes grupos y épocas.

El grueso de los paneles de Rosario se ajusta a un patrón de arte rupestre que suponemos del Intermedio Tardío y Tardío (Figuras 5 a 7). Se trata de escenas de camélidos esquemáticos, lineales o de cuerpo lleno, conformando tropas o caravanas con o sin personaje-guía; figuras de aves o personajes alados; figuras antropomorfas seminaturalistas en actitudes dinámicas como los “arqueros” enfrentando a animales; otros antropomorfos dinámicos (“danzantes”); personajes con atuendos o gorros. Todos estos diseños muestran una marcada superposición de variados patrones estilísticos,

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correspondientes a distintas concepciones culturales.

Destaca un panel pictograbado localizado en el extremo más occidental del sitio, que es marcadamente diferente a la mayoría de los paneles en cuanto a tema, técnica, tratamiento y composición (Figura 8). Se trata de una figura antropomorfa compleja, caracterizada por una alta esquematización, una estructura de diseño que se enmarca en una simetría vertical rigurosa y una técnica acabada7. Esta figura, cargada de un gran simbolismo, correspondería al panel más temprano del lugar y, tal vez, del valle, contemporáneo a los que conocemos en Sobraya (Az-3) en el valle de Azapa, posiblemente del Período Medio. El hecho que existan en el sitio pocos grabados estilísticamente similares o emparentados, a lo que se agrega su separación espacial del resto de los paneles de Rosario, nos indica su importancia al encabezar la entrada y salida del sitio. Posiblemente, este panel marca un punto de partida para la instauración de Rosario como lugar sagrado, cuya importancia se mantuvo hasta el período Tardío, dado que la mayoría de los paneles del sitio corresponden a esta época. Hasta ahora, no conocemos motivos en los valles del sur peruano y norte chileno (Caplina, Lluta y Azapa) similares a este.

6. Vinto (sitio 93)

Vinto es un asentamiento prehispánico disperso que incluye un conjunto de nueve bloques grabados, localizado a 1600 msnm y a 72 km de la desembocadura siguiendo el curso del río, en el valle intermedio del valle de Lluta. El clima es cálido y seco, al quedar fuera de la influencia de la nubosidad marítima. Presenta mayor amplitud térmica diaria que se acentúa en invierno sin llegar a temperaturas de congelamiento. El valle es más estrecho y profundo, con laderas rocosas y escarpadas que alcanzan más de 1000 m de altura, lo que hace difícil el tránsito y la habitación humana. El suelo agrícola es más limoso, salino y circunscrito a estrechas terrazas naturales, levantadas pocos metros sobre el lecho del río y, por lo tanto, sujetas a constante erosión. La vegetación silvestre es más densa y variada, y adquieren mayor importancia las especies arbóreas (p.e. molle, sauce, yaro, chañar). A diferencia de lo que ocurre en el sector de Rosario, los espacios habitables se reducen a localizaciones específicas como zonas de ensanchamiento del valle favorecidas por relictos de pequeñas terrazas fluviales, presencia de vertientes y planicies altas protegidas de las crecidas del río.

El sitio se ubica en la ladera norte, en un sector de ensanchamiento del valle, a lo que se agrega la existencia de una extensa terraza fluvial y vertientes de agua dulce, por lo que constituye un enclave doméstico y de buenas potencialidades agrícolas, que ha sido aprovechado desde épocas prehispánicas hasta la actualidad. Sobre la terraza fluvial, destaca una explanada discontinua de aproximadamente 1 km de largo y un ancho variable de 100 m, a 30 m de altura y 250 m de distancia del eje central del lecho del río. La explanada está cortada por estrechas quebradas que bajan por la ladera transversalmente al río producto de aluviones de gran

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turbulencia.

El asentamiento prehispánico, localizado precisamente en esta explanada levantada 5 m sobre la terraza agrícola (Figura 9), se divide en cinco sectores separados por las quebradas transversales. Estos sectores se pueden agrupar en tres unidades culturales, segregadas provisoriamente sobre la base de cerámica diagnóstica hallada en superficie8. Los sectores 1, 2 y 3 exhiben predominantemente cerámica de tradición Negro sobre Rojo (en adelante N/R) y estilos incaicos, en tanto hay notoria baja frecuencia de cerámica Arica. El sector 4 agrupa principalmente cerámica Arica, con baja presencia de Charcollo y N/R. En el sector 5 la cerámica Arica es predominante, escasos fragmentos N/R y ausencia relativa de tipos incaicos.

En Vinto 1 y 2, la cerámica de superficie corresponde mayoritariamente a cerámica fina N/R e incaica (Saxamar, Inca Policromo, Inca Bicromo). También se observó cerámica colonial. La proporción de cerámica Arica es bajísima (alrededor del 5%) en relación con los fragmentos N/R y los tipos incaicos, los que en conjunto alcanzan el 81% del total de cerámica decorada. Esto sugiere que el componente del sitio es fundamentalmente Tardío y más ligado a los desarrollos culturales de tierras altas. Es interesante notar que la cerámica no decorada y N/R tienen una pasta y factura más fina que lo observado corrientemente en el valle (Álvaro Romero comunicación personal 2001).

Los grabados que tratamos aquí se ubican en los sectores 1 y 2, que cubren un área de 8400 m2 (Figura 10). El asentamiento en estos sectores incluye los siguientes rasgos:

a) Área habitacional: En la parte alta (este) de los sectores 1 y 2, cubre un área de 2000 m2. En el sector 1, los recintos son circulares de pirca simple y se ubican entre un corral y una cancha. El sector 2 se compone de aproximadamente 15 estructuras correspondientes a recintos socavados de planta circular, de ca. 2 a 3 m de diámetro, delimitados por alineaciones o pircados simples de piedras. Toda esta área se encuentra extremadamente erosionada como consecuencia de derrubios aluvionales. El patrón de asentamiento es más bien disperso y vagamente recuerda al patrón de “poblados con recintos pircados” (patrón 3), caracterizado por estructuras de piedra emplazadas en terrazas altas de suave pendiente (Romero et al. 2000).

b) Muro exterior: El borde externo de la explanada del sector 1, está delimitado por un muro de piedras discontinuo, de hilada simple sin argamasa, que contiene un bloque con grabados. El muro, alterado por acción aluvional, actúa como muro de contención en el extremo este.

c) Cancha: Espacio plano, limpio y despejado, de aproximadamente 250 m2, ubicado al borde de la explanada en el sureste del sector 1. En esta cancha destaca la presencia de cerámica Saxamar e Inka.

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d) Al oeste de la cancha, se ubican dos pequeños muros de contención separados entre sí por 6 m, de 6 y 16 m de largo, respectivamente. Están formados por una hilada de piedras y tienen aproximadamente 30 cm de alto. Forman una pequeña planicie en cuya superficie se encuentra cerámica prehispánica y colonial. Posiblemente estos muros sean de construcción histórica, a juzgar por su buena conservación y la presencia de vidrio y cerámica colonial.

e) Corral: Recinto circular alargado (13 y 17 m de diámetro), ubicado al noroeste del sector 1. Presenta muros de piedra de hilada simple, sin argamasa. Este corral, de origen prehispánico, ha sido reutilizado y refaccionado en épocas recientes, y posiblemente se vincula a los silos aéreos circulares de piedra y revestimiento de barro, ubicados en la terraza agrícola.

f) Área funeraria: En la parte alta de la explanada (extremo noroeste), en una pequeña hondonada, se observa un área funeraria de pequeñas cistas subterráneas cuadrangulares y circulares, formadas con lajas dispuestas verticalmente y/o adosadas a afloramientos rocosos.

g) Área de grabados: Hacia el oeste del sector 1 hay seis bloques grabados (siete paneles en total), concentrados entre el corral (al norte), el muro del borde de la terraza (al sur), la planicie que forman los dos muros de contención (al este) y una quebrada que divide el sitio (al oeste). Uno de estos bloques forma parte del muro exterior. Otros cuatro se alinean paralelos a la quebrada que corta el sitio. Un sexto bloque se ubica en el extremo sudeste del corral. En el sector 2, hay dos bloques (dos paneles) ubicados a unos 40 m de distancia uno de otro y distribuidos entre los recintos habitacionales.

h) Sendero: Un sendero atraviesa por la parte alta del sitio en sentido este-oeste, conectando los cuatro sectores de Vinto. Recorre entre estos puntos alrededor de 1 km. El trazado, que sigue la topografía sinuosa del terreno, fue producido por el despeje de piedras, con un ancho variable de 60 a 70 cm. Se encuentra en buen estado de conservación, carece de otros rasgos materiales asociados y se sigue utilizando hasta la actualidad.

El arte rupestre de Vinto

La mayoría de los paneles se encuentra en muy mal estado de conservación, producto de la constante erosión eólica, la mala calidad de la roca y la acción de lluvias estacionales. Todos los paneles, tanto del sector 1 como del sector 2, están ejecutados por grabado y consisten fundamentalmente en motivos abstractos (Figuras 11 a 13): líneas sinuosas que a veces presentan ramificaciones, asociadas a horadaciones unidas o separadas de estas líneas; campos rectangulares o semirectangulares alineados en dos columnas, separados por lineaturas paralelas y/o perpendiculares. Estos campos rectangulares están producidos por grabado

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de cuerpo lleno o por espacios “vacíos” en sobrerrelieve delimitados por líneas grabadas. Todos los paneles de Vinto presentan exclusivamente este patrón estilístico. Los paneles, en general, tienen posición relativamente horizontal o inclinada, por lo que no pueden ser vistos desde la distancia. Este patrón estilístico se ha identificado como motivo “chacras” o “cultivos”, tanto en grabados como en geoglifos de los valles del sur peruano y norte chileno (Briones et al. 1999). Se interpretan como chacras simbólicas que representan cochas, acequias, eras, camellones, como una imagen votiva y prefigurativa para la fertilidad de la tierra y la producción agrícola. Hemos observado en el valle de Lluta que este patrón “abstracto” tiende aparentemente a aparecer en bloques dentro de poblados y recurrentemente en el valle intermedio (p.e. Sora Sur, Millune) y también lo hemos observado en otros poblados del curso medio del valle de Azapa (p.e. Chilpe, Achuyo).

7. ANÁLISIS COMPARATIVO ENTRE ROSARIO Y VINTO

De un examen de las características de los sitios descritos, notamos que las diferencias se manifiestan en: (a) características formales del arte rupestre; (b) escenarios ecológicos; (c) emplazamiento o características locacionales; (d) rasgos culturales asociados; (e) filiación cultural, en tanto que Rosario estuvo más relacionado a poblaciones de origen local costero, mientras que Vinto a poblaciones de tierras altas. La semejanza entre ambos sitios estriba en su cronología, en la medida que son contemporáneos en el período Tardío (Tabla 1).

Tabla 1. Comparación sitios Petroglifos de Rosario y Vinto 1–2

Petroglifos de Rosario Vinto 1–2

Ubicación, ambiente – Valle fértil, 350 msnm. Ambiente de mejores posibilidades agrícolas

– Valle intermedio, 1600 msnm. Enclave habitacional y agrícola reducido

Tipo de sitio

– Paneles concentrados en paredón vertical en cantera, flanqueando el costado N de la aldea

– Bloques aislados dispersos en el interior del asentamiento

Topografía – Talud entre la terraza agrícola y la terraza

más alta del asentamiento. Junto al espacio productivo

– Explanada sobre la primera terraza agrícola. Más alejado del espacio productivo

Rasgos culturales asociados

– Ausencia de restos de ocupación permanente; pero se encuentra aledaño al sitio habitacional Rosario 2

– Bloques aislados dispersos dentro de un asentamiento permanente

Características de emplazamiento

Ámbito espacial

– Contexto de interacción, tráfico y movilidad – Contexto doméstico

Componente cultural y cronología del arte rupestre

– Sitio usado desde el Período Medio, con mayor intensidad de ocupación durante el Intermedio Tardío y Tardío. Por contigüidad espacial, estaría asociado a Rosario 2, del período Tardío (cerámica Arica + Inca)

– Larga utilización del sitio en el tiempo – Cronología del tardío pero vinculado

siempre al desarrollo local costero y de valles bajos

– Sitio perteneciente al período Tardío, aparentemente sin ocupaciones previas. Ausencia de cerámica Arica, predominio de N/R, Saxamar y otros estilos Inca

– Corta utilización del sitio en el tiempo – Cronología tardía y vinculad o a los

desarrollos serranos y/o altiplánicos

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Ámbito doméstico asociado al arte rupestre

– Concentrado – Bien estructurado – Plataformas cortadas en el talud con pirca

frontal, silos subterráneos, recintos rectangulares alargados, área de cementerio

– Recintos de totora y caña y postes de madera

– Ocupación más larga en el tiempo

– Disperso – Menos estructurado – Viviendas sobre la ladera sin preparación

de plataforma, explanadas delimitadas por alineamientos de piedras y plazas, no se identificó claramente áreas de almacenaje

– Recintos circulares pircados – Ocupación más corta en el tiempo

Características formales del arte rupestre

– Predominio de motivos figurativos, antropomorfos y zoomorfos. Similitudes con otros sitios de los valles costeros del extremo norte

– Gran variedad estilística y técnica

– Predominio de motivos abstractos. Patrón similar a otros sitios detectados en el tramo medio del valle de Lluta: horadaciones y líneas ondulantes y rectas, sobre paneles horizontales o tendientes a horizontales.

– Homogeneidad estilística

Técnica del arte rupestre – Grabados y algunos pictograbados. Variabilidad en la técnica de grabados.

– Grabados

Ubicación

Rosario se ubica a 350 msnm, a 20 km de la costa, en un sector del valle que permite articular las potencialidades agrícolas, los recursos ribereños (p.e. camarones, totora) y los recursos del mar (pescados, mariscos, algas y fertilizantes). En contraste, Vinto se localiza a 1600 msnm y a 72 km de la costa. Como enclave intermedio entre la cordillera y los valles costeros, presenta un ámbito de articulación espacial más restringido, a lo que se agrega las limitadas condiciones para la habitación y la agricultura.

Emplazamiento

Rosario es un tipo de sitio de arte rupestre que utiliza las paredes verticales de la roca de la ladera, en un sector reconocido como una antigua cantera, de allí que los paneles estén concentrados. En cambio, Vinto es un sitio abierto de bloques dispersos.

La topografía escogida también es distinta. Rosario se emplaza junto al espacio productivo, entre la terraza baja (agrícola) y la terraza alta donde se ubican los asentamientos habitacionales prehispánicos, mientras que Vinto se localiza en una explanada alta sobre las terrazas agrícolas, más alejado del espacio productivo.

Respecto a los rasgos culturales asociados, también se observan diferencias. En el caso de Rosario, el sitio de arte rupestre no presenta restos de ocupación doméstica permanente, pero se encuentra inmediato al sitio habitacional Rosario 2 y asociado directamente a un ámbito de convergencia de senderos y cruce de rutas. En el caso de Vinto, destaca el hecho que los bloques forman parte de un asentamiento permanente.

Componentes culturales

Asentamiento y arquitectura:

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Rosario 2, sitio asociado al arte rupestre, es una aldea bien estructurada que incluye un área habitacional, de almacenaje y cementerio. Los recintos son de totora, caña y postes de madera. El emplazamiento presenta mayor transformación del paisaje (p.e. socavamiento del talud del valle para el levantamiento de plataformas) y una ocupación más larga en el tiempo. Vinto, asentamiento que incluye bloques grabados, difiere de Rosario porque es una aldea menos estructurada, no se observa una sectorización espacial tan marcada y muestra una menor transformación del paisaje. Se diferencia también porque los recintos son de piedra y de ocupación más reducida en el tiempo.

Cerámica :

Sobre la base de la cerámica, Rosario estaría vinculado al período Tardío con un fuerte componente local (Cultura Arica). Vinto (sectores 1 y 2), al igual que Rosario, puede ser adscrito al período Tardío, pero se asocia más estrechamente a tradiciones culturales de tierras altas (serranas o altiplánicas), con un componente local ínfimo.

Cronología:

Ambos sitios parecen ser contemporáneos, correspondiente el arte rupestre al período Tardío (ca. 1400–1500 d.C.). Rosario, sin embargo, incluye un rango cronológico mayor, puesto que el arte rupestre contiene diseños que, a juzgar por la técnica y temática, abarcan desde el Período Medio hasta tiempos posthispánicos. No obstante, considerando que la mayoría de los paneles contiene diseños de los períodos Intermedio Tardío y Tardío y que el sitio de grabados está contiguo a un asentamiento habitacional ocupado fundamentalmente en el Tardío, sugerimos que la actividad más intensa en el sitio de grabados ocurrió durante este período.

En Vinto, la adscripción al período Tardío está sugerida fundamentalmente por la presencia, en superficie, de cerámica de estilos tardíos y la muy baja frecuencia de estilos cerámicos del período Intermedio Tardío de la Cultura Arica. Además, en Vinto no se registra dispersión temporal en los materiales de la ocupación, lo que permite asignarlo con cierta propiedad al período Tardío.

Técnica y características formales del arte rupestre

La técnica es similar, ambos sitios son grabados, sólo que en Rosario hay mayor variedad en las formas del grabado lo que permite distinguir, junto con los temas, diferentes momentos en su ejecución. Rosario, a su vez, incorpora en algunos motivos la técnica del pictograbado.

Respecto de las características formales, se observan diferencias significativas. En Rosario, hay predominio de motivos figurativos antropo y zoomorfos con una gran diversidad de estilos, que presentan similitudes con otros sitios de los valles costeros del extremo norte. Hay escasos motivos

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abstractos y éstos tienen una estilística diferente a los de Vinto, con la excepción de un par de casos aislados del motivo “chacra” en Rosario, ubicado en el margen inferior de un panel, asociado a figuras antropomorfas y camélidos esquemáticos.

En Vinto, por el contrario, hay predominio de motivos abstractos y se observa una homogeneidad estilística notable. El patrón abstracto de Vinto, que se repite en otros sitios del valle intermedio, se caracteriza por horadaciones y líneas ondulantes y rectas, grabados sobre paneles horizontales o tendientes a horizontales, interpretados como “chacras” o sistemas de cultivos.

8. ROSARIO Y VINTO: ARTE RUPESTRE, CONTEXTOS DE USO E IDEOLOGÍA DURANTE EL PERÍODO TARDÍO

Los registros contrastantes del arte rupestre de Rosario y Vinto representan una sugerente línea de evidencia que permite avanzar en la caracterización de los procesos de interacción social de la prehistoria tardía. Se trata de un nuevo ángulo para tratar de identificar los grupos interactuantes y su efecto en la reproducción social de los grupos locales. Las evidencias de Rosario y Vinto muestran que el escenario social en el valle de Lluta era de heterogeneidad y no de homogeneidad cultural. Vinto, un sitio monocomponente, con poca variabilidad interna, se vincularía aparentemente a tradiciones altiplánicas. Rosario, por otro lado, es más heterogéneo en su composición. Pese a que el poblado presenta una fuerte vinculación con lo local (Cultura Arica), la variabilidad de su arte rupestre no se puede explicar exclusivamente en términos temporales, sino que también se debió a la concurrencia de tradiciones culturales diferentes en un espacio de interacción y tráfico. La heterogeneidad cultural del valle de Lluta a la que nos referimos, sin embargo, debe entenderse no sólo en términos de grupos con tradiciones culturales diferentes: aunque contemporáneos, es evidente que ambos sitios representan expresiones rituales diferentes, en la medida en que cada uno se desarrolló en contextos sociales y de uso específicos9.

En el contexto de la interacción social de la época, estos grupos aseguraron su acceso a los espacios productivos sacralizando el paisaje a través del arte rupestre, una expresión material de alta visibilidad, perdurabilidad e inamovilidad. De esta manera usaron un mecanismo ideológico, de fuerte expresión material, para establecer cierto dominio sobre su entorno. Esto, como consecuencia de la distribución discontinua de los espacios productivos a lo largo del valle (parches ecológicos), la baja densidad demográfica y la organización social simple de los grupos interactuantes, lo que limitaba la posibilidad de establecer sistemas de control más estructurados basados en mecanismos represivos de control social. Sostenemos que el arte rupestre de Rosario y Vinto formó parte de las estrategias de control territorial para hacer frente a las condiciones de inestabilidad social, política y medioambiental que caracterizan dicho período. El modo como se implementaron estas estrategias de control, varió según los

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contextos sociales en que estaban inmersos los grupos.

En el caso de Rosario, considerando la gran concentración y visibilidad de los paneles, la variabilidad estilística y su asociación a importantes senderos y caminos regionales, sugerimos que los grabados fueron hechos para ser vistos desde el exterior, no sólo por miembros de la comunidad, sino también por gente foránea. Para los primeros, los grabados funcionaron como un símbolo de confidencia, de seguridad, de protección, mientras que para los segundos, posiblemente funcionó como un signo de poder intimidador, como una barrera o marcador territorial de corte ideológico. A partir del Intermedio Tardío y con mayor fuerza durante el Tardío, los grupos locales debieron idear la manera de defender y controlar un territorio estratégico que se tornaba más “público” o concurrido. La mayor cantidad de paneles corresponde a esta época, lo que refleja el uso intensivo de este espacio durante el Tardío que no debió estar exento de tensión. La población de Rosario, de origen local, habría controlado un espacio estratégico, estratégico en la medida que articuló importantes rutas de tráfico que se entrecruzaban y que constituyó parte de un ámbito productivo con las mejores posibilidades agrícolas del valle.

En Vinto, a diferencia de Rosario y a juzgar por la cerámica, los sectores 1 y 2 corresponderían a una unidad cultural homogénea, derivada de desarrollos culturales de la sierra o altiplano o al menos, que mantenían estrechas relaciones con poblaciones de tierras altas. En este sentido, el asentamiento de Vinto, enclavado en un punto intermedio entre la sierra y los valles costeros, pudo ser un enclave productivo aprovechado por flujos de población rebasados desde el altiplano a partir del 1300 d.C como consecuencia del desmejoramiento de las condiciones ambientales en esa zona (Dauelsberg 1982; Rothhammer y Santoro 2001; ver también Aldunate y Castro 1981; Aldunate et al. 1986)10.

El arte rupestre de Vinto contiene elementos más bien independientes que no forman un conjunto altamente visible, sino más bien pequeñas unidades dispersas vinculadas con las actividades del asentamiento habitacional en el que se localizan. Por el hecho de ser un espacio menos poblado y difícil de habitar, no existía tanta presión social sobre aquellos territorios, por lo que la “exteriorización” del arte rupestre no fue necesaria. El arte rupestre se encuentra aquí estrechamente ligado al espacio doméstico, habitacional, donde se realizan las actividades cotidianas de una comunidad. Los grabados de Vinto están en un espacio más íntimo, oculto, privado, menos expuesto, posiblemente vinculado a actividades rituales comunitarias relacionadas con la fertilidad de la tierra (motivo chacra). La unidad estilística de Vinto podría señalar su estrecha relación con ámbitos cerrados del grupo que los creó, vinculado a la intimidad de un rito dirigido hacia el interior de una comunidad. En Vinto, los bloques no son visibles sino desde el interior del poblado, y comparten el mismo espacio donde se realizan las actividades cotidianas de la comunidad (dormir, comer, almacenaje, reunión, etc.). En este contexto, estos grupos que gradualmente bajaron desde la sierra y altiplano a instalarse en este sector, sacralizaron este espacio desconocido, para ayudar a

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la cohesión social de la comunidad y brindar cierta estabilidad.

En Rosario, esta estrategia de control ideológico fue ejercida marcando un espacio de convergencia de diferentes grupos, con un mensaje hacia el exterior que fortalecía el dominio de los grupos locales. Mientras que Vinto, la estrategia se realizó marcando un espacio nuevo, menos poblado, a través de un mensaje hacia el interior de la comunidad, más fundador que fortalecedor del dominio.

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NOTAS

1 Resultados proyectos Fondecyt 1000457 y 1980623.

2 Los datos arqueológicos disponibles hasta la actualidad, muestran que del total de ocupaciones en los sitios registrados en el valle de Lluta, alrededor del 50% corresponden a ocupaciones de los períodos Intermedio Tardío y Tardío. El resto se reparte entre el Arcaico (3%), Formativo (2%), Período Medio (2%), posthispano (21%) y ocupación indeterminada (22%) (Santoro et al. 2000).

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3 Codificación de los sitios según el Catastro de Sitios Arqueológicos del Valle de Lluta (Santoro et al. 2000).

4 Desde el año 1975, los geoglifos fueron estudiados como expresiones artísticas que pueden ser entendidas desde un punto de vista estético y estilístico, no desvinculadas de su contexto social y cultural (Dauelsberg et al. 1975). Los geoglifos del Lluta constituyen un patrón único, exclusivo en el arte rupestre de esta parte del continente, caracterizado por un motivo altamente estandarizado: la figura antropomorfa, con cabeza de perfil y tocado cefálico en forma de casco, cuerpo frontal con brazos adosados a él, piernas frontales, rectas y semiabiertas, terminadas en pies. Destaca la ausencia de cuello como nexo entre cabeza y cuerpo, y de tobillo como nexo entre piernas y pies. Este rasgo, aparentemente poco significativo, tiene un sentido práctico desde el punto de vista estético, en la medida que la segmentación del cuerpo (cuerpo-cabeza y piernas -pies) permite que la imagen, al ser observada a distancia, no se vea como un bloque monolítico, una figura pesada y poco legible. Esta estandarización de la figura humana y su presencia significativamente marcada en el sector bajo del valle, ha llevado a plantear que estamos en presencia de un estilo artístico (Dauelsberg et al. 1975; Briones 1999). Del total de 19 paneles de geoglifos, 14 presentan figuras antropomorfas de estilo Lluta, las que en conjunto alcanzan casi el 40% del total de figuras de los geoglifos del valle (estimaciones basadas en Fichas de Registro de Luis Briones).

5 Las excavaciones practicadas en el sitio Rosario 2 en 1995 por Calogero Santoro, revelaron una leve ocupación durante el Intermedio Tardío, caracterizado por la presencia de población local. Posteriormente, durante el Tardío, el sitio es intensivamente ocupado, caracterizado por la extensión de la superficie habitada y la mayor densidad de los depósitos de basuras. La mayor parte de los rasgos arqueológicos corresponden a este período y se detectan cambios cerámicos importantes relacionados a la influencia Inka. Un análisis radiocarbónico de carbones proveniente de la base de un muro de piedra de un recinto habitacional, arrojó una fecha calibrada de 1.400 – 1.650 cal. d.C., Beta 101496 (p= 0,95) (calibrados a 2 sigmas con el programa de Stuvier et al. 1993). Esta fecha correspondería al inicio de la ocupación del período Tardío.

6 Los paneles de Rosario fueron relevados por Luis Briones en el año 1980.

7 El motivo se compone de cuerpo, cabeza y extremidades, grabado linealmente con un surco profundo y con aplicación de pigmento “rojo sangre seca” (sensu Niemeyer 1972) en el interior. En la parte superior de la figura, un “sol concéntrico” representa la cabeza, coronado por un apéndice serpentiforme. El cuerpo se encuentra seccionado horizontalmente por tres líneas paralelas, y las dos extremidades inferiores están complementadas con dos gruesas líneas diagonales que podemos interpretar como reminiscencias de alas.

8 Dado que el sitio se encuentra en proceso de estudio, no sabemos si estos sectores forman parte de un solo asentamiento. 9 Entendemos por contexto social el escenario en el que se inserta el arte rupestre y que en cierta medida explica su contexto de uso o su funcionalidad (Aschero 1988 y 1996; Berenguer 1995; Consens 1991).

10 Existe una ruta importante que cruza desde el altiplano boliviano hacia el valle de Caplina (extremo sur peruano) y se conecta con la cuenca superior del Lluta bordeando el alto del valle por el oeste, hacia el sector medio conectando directamente el altiplano con el valle, eludiendo la sierra (ver Muñoz y Briones 1996).

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Figura 1. Valle de Lluta en los Valles Occidentales, área Centro Sur Andina. Sitios Rosario y Vinto.

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Figura 2. Sitios de arte rupestre del valle de Lluta: geoglifos, grabados, pinturas y pictograbados.

Figura 3. Sitio Petroglifos de Rosario.

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Figura 4. Sitios arqueológicos de Rosario. Aldeas Rosario 1, Rosario 2 y Rosario 3, cementerios, geoglifos y petroglifos.

Figura 5. Rosario. Panel C5/I–II. Camélido esquemático, en grabado lineal, unido a personaje antropomorfo esquemático grabado de cuerpo lleno. Dos personajes antropomorfos a la derecha del panel, evocan la planta de maíz.

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Figura 6. Rosario. Panel C16/I. Figura alada, arqueros, “danzantes”, camélidos esquemáticos lineales y de cuerpo lleno.

Figura 7. Rosario. Panel C22/I.

Figura 8. Rosario. Panel C32/I. Motivo antropomorfo esquemático, pictograbado, posiblemente del Período Medio.

Figura 9. Explanada de Vinto.

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Figura 10. Rasgos arqueológicos del asentamiento Vinto, sectores 1 y 2:

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Figura 11. Vinto. Bloque 3/I, sector 1. Panel con “chacras”. Muy erosionado.

Figura 12. Vinto. Bloque 4/I, sector 1. Panel con horadaciones (cochas), lineaturas (canales) y campos rectangulares (campos de cultivo).

Figura 13. Vinto. Bloque 1/I, sector 2. Canales y cochas.