el ¡aroma es .. - revista de la universidad de méxico · túa el cuidado en la minucia, el...

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"campo negro, donde el ojo de cíclope del tren brillaba CClIIlO el ojo de una fiera". No importa nada particular, ni que Santos casi sus funciones en sólo tener novia, ni que Schneider higos. La comunidad es importan. te, el conglomerado que se agolpa y <fu. . tiende, el grupo constituido de la que se vuelca desde Madrid para pasar el fm de semana a la orilla del río, el Jarama que recibe al río de gente, los viajerps que son en SU! aguas el estrépito .vivo del propio río. Los personajes son el Jarama. Todo sucede en un día, una noche y un amanecer. El presente es la única verdad: "Cuando nos casemos será otro día. Lo de hoy vale por hoy." Solamen- te a Mely le imRDrta que pase el tiempo; a los demás, lo mismo que a la carretera mala: "-¿Cuándo la arreglarán defIni· tivo? -Nunca." Quien alardea que hizo más que el otro cuando era joven, ¿cuán- do?, cuando era joven; el que cuenta vagones, por gusto; lQS que fueron a pasar el día, a pegarse un bañito. Todo es presente, aunque el hombre de los za· patos blancos tiene lo que aquí significa decir que no se cas6. Lucio, con aplomo, dueño de la hostería, piensa un poco en el pasado, y se queja del que afirme que nadie le quita lo bailado: Pues ahí está el asunto! que yo digo es que me lo den, ¡ que me devuel· van lo bailadol" Todo es presente, todo, porque nadie tiene historia ni pretende futuro. Y el presente es banal. Se acen· túa el cuidado en la minucia, el detalle en la conversaci6n, a zonas tan mínimas que las vidas y las cosas se muestran en el corte más superficial, contradictoria· mente revelador: ce-Vamos a hablar de ·otra cosa'- -¿De qué? -No lo sé. De otra cosa." La conversaci6n sobre co- ches, repetidas después de varios perio- dos, sobre coches y la magnificencia dd Peugeot, es una muestra de la ocupación oral del mundo entero. El presente se suaviza, se alarga en los usuales copre- téritos de las acotaciones que dan la sen· sación de estíraniiento. de longitud leJlo ta, en que todo estaba, se decía, pasaba. La hostería de Lucio es lugar obligado a parar; el otro es el río. El paisaje se repite una y otra vez desolador por SUl durezas, sus metáforas, su plasticidad: "Bajaba el sol. Si .tenía el tamaño de una bandeja de café, apenas unos seis o siete metros lo separaban ya del hori· zonte." O bien, antes: .ce ••• con la es- tridencia de las voces y eL eco, más arri· ba, de los gritos agigantados y metálicO! bajo las bóvedas del puente". En un interés por asir las cosas y la gente, d paisaje se esfuerza en la objetividad Y se recalca en la certeza geográfica. Por Jorge Arturo Ojeda > el ¡aroma es .. 8 ..,.. -Ha preguntado por ti como "aquél que cantaba" -dice una' voz que po- demos ignorar. Quien hace la referencia no es Lucio, el hostelero, ni Fernando. Es cualquiera: Paulina, que tiene una bicicleta, .o su novio Mauricio; Carmela o Santos, también cada uno con bicicle- ta; o el Dani, la Mely, o el hombre so- bre el riel. Las personas se desdibujan más y más, pues nadie importa como ca- rácter particular, como caso único. To- dos pertenecen al conglomerado en que difícilmente se diferencian. Carmelo de- fiende y expone el cante jondo, y Felipe Ocaña llega con Petra, que él pronuncia exposa, con equis, como si ya no lo fue- ra. Aniano, el bachiller, discute larga- mente para que en la hostería, al fin, los mayores le recomienden que se de- dique más a la vida. Atrapo casi todos los nombres antes de que se zambullan: Miguel, Tito, Alicia, Fernando, Santos, Carmen, Paulina, Sebastián. Sólo Mely y Lucita se quedan en la orilla, frente al estruendo de cuerpos y espuma. Todos son jóvenes pero ninguno es representa- tivo de la juventud, ninguno es dechado de defectos o virtudes, ni tampoco es una expresión singular y novedosa que pre- tenda extenderse como paradigma. Gen- te simple, confundida en la gente. Se hacen amigos de la mesa de junto, que pertenece a muchachos de otro barrio de Madrid, preguntan éstos si ellos co- nocen a un tal Eduardo, dan noticias de muchos Eduardos pero ninguno es conocido de ambos grupos, y es bueno aclarar que también hay muchos Pepes en el barrio de Legazpi. Se nos escapan los jóvenes, pero también los viejos en la hostería, y sólo nos quedan sus nom- bres como única diferencia entre los de- más. Si acaso, la catalana se hace visible y sonora cuando su marido le aclara 'lue está en Castilla: "Di nosotros (ha dicho nosaltres) como Dios manda." Se dis- tinguen por algo que portan consigo, como el hombre de los zapatos blancos, abreviado en z.b.; aún más, el ser hu- mano se asemeja a los animales, para producir una impresión más certera, y son humanos los buitres que se ciernen en ronda sobre los espectadores; el pe- rrito tiene las mismas maneras que su amo el Chamarís, la niña tiembla como un perrito, y el niño es un conejo; Ania- no sale como un toro; junto a los niños que se pelean frente al heladero, una mujer grita: Y usted es igual que ellos! ¡ Otro animal!" Y la respuesta: "Animales lo somos todos." No solamen- te animales, también cosas parecen ser los personajes. El dueño del taxi no ha entablado una amistad mayor que la edad de su coche. La máquina personifi- cada se asemeja al animal en aquel terizaclOn. Con esa tendencia introspec- tiva -apuque con mucha mayor tración- escribió Unamuno tamblen su Abel Sánchei, "historia de una pasión" (la' de la envidia, que él quiso, con aque- lla su petulancia nacional masoquista, una pasión específicamente espanola). Pascual Duarte es un Joaquín Monegro que no reflexiona (más que en capilla), que no razona. Un astrólogo diría que ambos son del mismo signo, pero Duarte de nivel inferior. Lo que Unamuno ve como pasión, Ortega lo ve como vitali- dad. Y viene aquí a cuento lo del sche- leriano "desbordamiento de la vida" término que España se ha apropiado también para ella sola y que a Ferra- ter le intranquiliza bastante porque, a la postre, como bien dice, en España, "esa famosa 'vida' se nos volatiliza muy pron- to" . .. Y, si no, que lo diga Pascual Duarte. Y, del lado de la realidad, tan- tísimos españoles ... La solución para Marañón (y acaso para Cela) es la religión; que es como rizar el rizo de todo ese irracionalismo. "Con un rayo de luz mística -dice Ma- rañón-, con un solo vislumbre de ese rayo, el caso moral de Duarte se hubie- ra aclarado y ordenado milagrosamente. Pero ese rayo -ese rayo tan español- le faltó a nuestro héroe infeliz. .. ¡Qué le vamos a haced" ¡ Pobre España!: la "vida" desbordada, la "pasión" indómita, el "instinto" pri- mitivo, el "rayo de luz mística" (i tan español!), contra toda la historia. Es- paña parece hecha para un análisis sin- crónico estructuralista, ni más ni menos que un totem. Y siempre descomunal, fuera de lo común; y siempre enorme; fuera de la norma -como dice gozosa- mente Unamuno-; y siempre ---como dice Ferrater- fuera de madre ... El lector latinoamericano transpondrá un poco este giro y, después de leída la novela, dirá que este Pascual Duarte "es de madre"... Con lo que no dirá nada nuevo: todos coinciden, críticos y lectores, en que el héroe de Cela es tre- mendo; más aún: que su novela es "tre- mendista". Si alguien toma las cosas "por la tremenda", ése es Pascual Duarte. Y aquí residen otros dos pecados del autor: el facilismo de lo violento, de lo trucu- lento, de lo brutal, no siempre en la lógica del proceso épico; y el haber re- vivido esa forma de narcisismo español que hace de lo tremendo, una vez más, algo nacional distintivo, en que se tras- luce una forma peculiar española de aris- tocratismo al revés, de pensamiento ter- camente reaccionario. No es, pues, extraño, que esa suma de irracionalismo, tremendismo y "españo- lidad" vertida en una prosa de calidad indudable, gustara, en la oportunidad impar de 1942, como "apertura" de una nueva etapa en la narrativa peninsular. Ni que provoque desde hace algunos años no pocas impugnaciones. Es lo que va de la época de la penumbra (según definición de Juan Marichal) a la mu- cho más visible de hoy en la que, al parecer, España intenta de nuevo "acer- tar la mano con la herida". /

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"campo negro, donde el ojo de cíclopedel tren brillaba CClIIlO el ojo de unafiera". No importa nada particular, nique Santos ~uya casi sus funcionesen sólo tener novia, ni que Schneiderven~a higos. La comunidad es importan.te, el conglomerado que se agolpa y <fu.

. tiende, el grupo~ constituido degrupos~ la~ que se vuelca desdeMadrid para pasar el fm de semana a laorilla del río, el Jarama que recibe alrío de gente, los viajerps que son en SU!

aguas el estrépito .vivo del propio río.Los personajes son el Jarama.

Todo sucede en un día, una noche yun amanecer. El presente es la únicaverdad: "Cuando nos casemos será otrodía. Lo de hoy vale por hoy." Solamen­te a Mely le imRDrta que pase el tiempo;a los demás, lo mismo que a la carreteramala: "-¿Cuándo la arreglarán defIni·tivo? -Nunca." Quien alardea que hizomás que el otro cuando era joven, ¿cuán­do?, cuando era joven; el que cuenta l~

vagones, ~ por gusto; lQS que fueron apasar el día, a pegarse un bañito. Todoes presente, aunque el hombre de los za·patos blancos tiene histo~ lo que aquísignifica decir que no se cas6. Lucio, conaplomo, dueño de la hostería, piensa unpoco en el pasado, y se queja del queafirme que nadie le quita lo bailado:"¡ Pues ahí está el asunto! ~ que yodigo es que me lo den, ¡ que me devuel·van lo bailadol" Todo es presente, todo,porque nadie tiene historia ni pretendefuturo. Y el presente es banal. Se acen·túa el cuidado en la minucia, el detalleen la conversaci6n, a zonas tan mínimasque las vidas y las cosas se muestran enel corte más superficial, contradictoria·mente revelador: ce-Vamos a hablar de·otra cosa'- -¿De qué? -No lo sé. Deotra cosa." La conversaci6n sobre co­ches, repetidas después de varios perio­dos, sobre coches y la magnificencia ddPeugeot, es una muestra de la ocupaciónoral del mundo entero. El presente sesuaviza, se alarga en los usuales copre­téritos de las acotaciones que dan la sen·sación de estíraniiento. de longitud leJlota, en que todo estaba, se decía, pasaba.

La hostería de Lucio es lugar obligadoa parar; el otro es el río. El paisaje serepite una y otra vez desolador por SUldurezas, sus metáforas, su plasticidad:"Bajaba el sol. Si .tenía el tamaño deuna bandeja de café, apenas unos seis osiete metros lo separaban ya del hori·zonte." O bien, antes: .ce ••• con la es­tridencia de las voces y eL eco, más arri·ba, de los gritos agigantados y metálicO!bajo las bóvedas del puente". En uninterés por asir las cosas y la gente, dpaisaje se esfuerza en la objetividad Y

se recalca en la certeza geográfica.

Por Jorge Arturo Ojeda > •

el ¡aroma es ..8 ..,..

-Ha preguntado por ti como "aquélque cantaba" -dice una' voz que po­demos ignorar. Quien hace la referenciano es Lucio, el hostelero, ni Fernando.Es cualquiera: Paulina, que tiene unabicicleta, .o su novio Mauricio; Carmelao Santos, también cada uno con bicicle­ta; o el Dani, la Mely, o el hombre so­bre el riel. Las personas se desdibujanmás y más, pues nadie importa como ca­rácter particular, como caso único. To­dos pertenecen al conglomerado en quedifícilmente se diferencian. Carmelo de­fiende y expone el cante jondo, y FelipeOcaña llega con Petra, que él pronunciaexposa, con equis, como si ya no lo fue­ra. Aniano, el bachiller, discute larga­mente para que en la hostería, al fin,los mayores le recomienden que se de­dique más a la vida. Atrapo casi todoslos nombres antes de que se zambullan:Miguel, Tito, Alicia, Fernando, Santos,Carmen, Paulina, Sebastián. Sólo Melyy Lucita se quedan en la orilla, frente alestruendo de cuerpos y espuma. Todosson jóvenes pero ninguno es representa­tivo de la juventud, ninguno es dechadode defectos o virtudes, ni tampoco es unaexpresión singular y novedosa que pre­tenda extenderse como paradigma. Gen­te simple, confundida en la gente. Sehacen amigos de la mesa de junto, quepertenece a muchachos de otro barriode Madrid, preguntan éstos si ellos co­nocen a un tal Eduardo, dan noticiasde muchos Eduardos pero ninguno esconocido de ambos grupos, y es buenoaclarar que también hay muchos Pepesen el barrio de Legazpi. Se nos escapanlos jóvenes, pero también los viejos enla hostería, y sólo nos quedan sus nom­bres como única diferencia entre los de­más. Si acaso, la catalana se hace visibley sonora cuando su marido le aclara 'lueestá en Castilla: "Di nosotros (ha dichonosaltres) como Dios manda." Se dis­tinguen por algo que portan consigo,como el hombre de los zapatos blancos,abreviado en z.b.; aún más, el ser hu­mano se asemeja a los animales, paraproducir una impresión más certera, yson humanos los buitres que se ciernenen ronda sobre los espectadores; el pe­rrito tiene las mismas maneras que suamo el Chamarís, la niña tiembla comoun perrito, y el niño es un conejo; Ania­no sale como un toro; junto a los niñosque se pelean frente al heladero, unamujer grita: "¡ Y usted es igual queellos! ¡ Otro animal!" Y la respuesta:"Animales lo somos todos." No solamen­te animales, también cosas parecen serlos personajes. El dueño del taxi no haentablado una amistad mayor que laedad de su coche. La máquina personifi­cada se asemeja al animal en aquel

terizaclOn. Con esa tendencia introspec­tiva -apuque con mucha mayor .~ene­

tración- escribió Unamuno tamblen suAbel Sánchei, "historia de una pasión"(la' de la envidia, que él quiso, con aque­lla su petulancia nacional masoquista,una pasión específicamente espanola).Pascual Duarte es un Joaquín Monegroque no reflexiona (más que en capilla),que no razona. Un astrólogo diría queambos son del mismo signo, pero Duartede nivel inferior. Lo que Unamuno vecomo pasión, Ortega lo ve como vitali­dad. Y viene aquí a cuento lo del sche­leriano "desbordamiento de la vida"término que España se ha apropiadotambién para ella sola y que a Ferra­ter le intranquiliza bastante porque, a lapostre, como bien dice, en España, "esafamosa 'vida' se nos volatiliza muy pron­to" . .. Y, si no, que lo diga PascualDuarte. Y, del lado de la realidad, tan­tísimos españoles ...

La solución para Marañón (y acasopara Cela) es la religión; que es comorizar el rizo de todo ese irracionalismo."Con un rayo de luz mística -dice Ma­rañón-, con un solo vislumbre de eserayo, el caso moral de Duarte se hubie­ra aclarado y ordenado milagrosamente.Pero ese rayo -ese rayo tan español­le faltó a nuestro héroe infeliz. .. ¡Quéle vamos a haced"

¡ Pobre España!: la "vida" desbordada,la "pasión" indómita, el "instinto" pri­mitivo, el "rayo de luz mística" (i tanespañol!), contra toda la historia. Es­paña parece hecha para un análisis sin­crónico estructuralista, ni más ni menosque un totem. Y siempre descomunal,fuera de lo común; y siempre enorme;fuera de la norma -como dice gozosa­mente Unamuno-; y siempre ---comodice Ferrater- fuera de madre ...

El lector latinoamericano transpondráun poco este giro y, después de leídala novela, dirá que este Pascual Duarte"es de madre"... Con lo que no diránada nuevo: todos coinciden, críticos ylectores, en que el héroe de Cela es tre­mendo; más aún: que su novela es "tre­mendista". Si alguien toma las cosas "porla tremenda", ése es Pascual Duarte. Yaquí residen otros dos pecados del autor:el facilismo de lo violento, de lo trucu­lento, de lo brutal, no siempre en lalógica del proceso épico; y el haber re­vivido esa forma de narcisismo españolque hace de lo tremendo, una vez más,algo nacional distintivo, en que se tras­luce una forma peculiar española de aris­tocratismo al revés, de pensamiento ter­camente reaccionario.

No es, pues, extraño, que esa suma deirracionalismo, tremendismo y "españo­lidad" vertida en una prosa de calidadindudable, gustara, en la oportunidadimpar de 1942, como "apertura" de unanueva etapa en la narrativa peninsular.Ni que provoque desde hace algunosaños no pocas impugnaciones. Es lo queva de la época de la penumbra (segúndefinición de Juan Marichal) a la mu­cho más visible de hoy en la que, alparecer, España intenta de nuevo "acer­tar la mano con la herida".

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-José María Moreno Galván

sobre--estampa popular española"

de cuando me aburro de cuando medivierto." La confrontación de hombre amujer es de igualdad y se argumenta enesta escala de valores: la mujer saca sufuerza de su debilidad; la novia formalno ve razón para que los hombres tenganmás libertades que ellas. Se entablan lasdiscusiones preñadas de gazmoñería, re­matadas por el incidente de los guardiasque reprenden a Mely por ir indecorosa,puesto que está prohibido apartarse de lavera del río sin vestirse totalmente; Fer­nando la defiende, meloso, prometiendoque no volverá a suceder; pero' Mely seenoja con Fernando por su sumisión yse pone al tú por tú, arguyendo que élno tendría que pagar la multa : "Yo nome dejo pagar ninguna multa de nadie."Hay que divertirse. La conversación tocatodos los temas, a Marilyn "rubia portodas partes" y los carnavales de Cuba yBrasil, que se hacen con la venta de

-Valdés

Hay un sentido nuevo en la palabra "realismo", éste es el primer datoa considerar. Consiste en haber transformado en tendencia lo que antesno era más que una consecuencia. Es decir que, refiriéndonos a los es­pañoles, ser "realistas" equivale a una voluntariedad que sustituye y mo­difica a la antigua fatalidad que quedaba implícita en una frase tanconocida de todos nosotros como "los españoles son realistas por natu­raleza". La voluntad española actual por hacer realismo supone la de­cisión de no querer ser realistas de derecho divino, sino por una decisiónpersonal y voluntaria.

Pero hay más: el realismo sabe que todo arte, sea o no voluntariamenterealista, es el testimonio de una realidad. Cualquier arte, en la medidaque lo es verdaderamente, puede responder a esta pregunta: ¿ Por qué?El realismo no entra a discutirle la legalidad de su respuesta, ni siquieraahora, cuando tantas situaciones límites han precipitado tantas posicionesen el límite de la tendenciosidad, con la apariencia de un caos informey desmedulado. El realismo -al menos español- 10 único que pretendees añadir a esa respuesta que el arte ya hace espontáneamente otrarespuesta más comprometida, la que presupone esta previa pregunta:¿ Para qué? El realismo responde: Para comunicarnos, para entendernos,para crecernos y multiplicarnos haciendo nuestra la voz de los demás yofreciéndoles a los demás nuestra propia voz.

Evidentemente, por esa tentativa es por lo que la asociación de laspalabras "realismo" y "social" adquiere plena coherencia.

se. Un siglo divertido es, como lo indicala etimología, un siglo que se vierte le­jos. Resulta gravísima, honda, la opiniónde Felipe Ocaña acerca de que torerocomo Juan Belmonte no ha habido. Loimportante es bailar y bailar, duranteesa única noche del fin de semana, alson del gramófono, cambiando del tangoal pasodoble. Los jóvenes se divierten,se esfuerzan por divertirse; la verdad esque salen de la capital porque se abu­rren, que si estuvieran a gusto no sal­drían esos miles y miles. La diversiónpersonal causa un anodino beneplácitosocial: "Te diviertes. No sabes cuántome alegro." Mely, la muchacha másvigorosa y con mayores intereses, clama:"¡ A ver qué vida! ... Estoy tratandopor todos los medios de divertirme unpoquito en el día de hoy." Esto es mu­cho, porque a Miguel no le cuesta nin­gún trabajo decir: "Yo no sé distinguir

El autor de El ¡arama es RafaelSánchez Ferlosio; apenas rebasa los cua­renta años y -hace trece, en 1955, estanovela fue laureada. Muchos de los per­sonajes son casi la mitad más jóvenesque el autor, no han visto' ni un instantede la guerra civil. Tirando las cascarillasypelando más cacahuates: "Pues el añocuarenta y el cuarenta y uno hacían elcafé con cositas de éstas... Así era elcafé de asqueroso." Y Santos dice: "Esono era café ni era nada." Definitivamen­te patética es la siguiente alusión, pe­queñísima como las demás: "Pues enguerra creo que hubo muchos muertos eneste mismo río." Por ningún azar el au­tor escogió este lugar de recreo que fueescenario violento, pero ni a flor de pielse percibe lo que fue la tragedia. "Dntia mío, un hermano de mi madre, cayóen la ofensiva, justamente en Titulcia,por eso lo sé yo. Lo supimos cenando, nose me olvida." Quizá no' puede habermemoria más patética, pues se pierdeen la nadería lo que costó tanta sangrede hermanos. También sirvió esa luchapara la prueba de valores, la prueba altemple humano, la privación de lo forzo­so o la renuncia a algo voluntariamente.Claudio dice: "Mi suegra... que seguardó un kilogramo de arroz toda laguerra, sin gastarse un grano, sólo porno sentir que le faltaba y poderle decir asus parientes ricos y amistades que 'ella,desde luego, tenía arroz. Y después tuvoque tirarlo, cuando vino la liberación, demohoso que estaba." Así, apenas valeel hecho de que esa mujer tuvo la satis­facción de saber que podía llenarse labarriga.

Lo extranjero salta a la vista, con laprimera mención que viene a cuento, porlos yanquis, que van a construir un aero­puerto. La asociación es absurda en larespuesta: "Pues no. La política a mí. ..Yo sólo leo las carteleras de los cines."Para mayor ironía, Schneider es mues­tra de la labor alemana, vendiendo higosyotras frutas, a la edad de setenta años;no hay tanto desdén, pues se aprecia elresurgimiento de Alemania con un re­proche a sí mismos: "-Ya; ¡ parecidoa nosotros! - Desde luego; por la otrapunta ... " En actitud francamente hos­til, como la tribu ante el visitante des­conocido, cuenta aquél de los hombres"que venían hablando forastero, y no losquisieron dar de comer en la fonda, por­que decían si eran protestantes". Perodespués el mismo cura estuvo enseñándo­les ruinas a estos forasteros. Todo espa­ñol tiene una raíz tendida a América yno es posible eludir que "¿ a lo mejor estode América no lo hemos pensado todoel mundo alguna vez, _con más o menosdosis de convencimiento?". El pastor,que es más congruente les advierte quehablar de América es algo más que cru­zar el charco, ni medida tenéis del océa­no; si toca retirada ¿cómo volveréis?yafirma que los que vuelven con dineroes porque han trabajado duro, igualque en España o Pekín, y sólo vuelvenpara dar ideas falsas.

La única razón del siglo xx es divertir-

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vicios Brasil con el café y Cuba con eltabac~ (nótese que la tradición oral es­pañola aprecia el ~abaco cub.ano comoen la época colomal, y no mcluye alazúcar). Sus vicios son menores, pues losgrandes son insostenibles. El único besoen la novela causa remordimientos delqué dirás de mí; aún más, cuando unhombre se acerca pidiendo lumbre, lasmuchachas se enojan, suponiendo unatreta para ser vistas. Nadie es arrebata­do en el gozo; la buena vida puede con­sistir en que le limpien los zapatos a uno,en alarde de superioridad. Es imperiosala diversión, es forzosa; pero triunfa elaburrimiento que desmedidamente sobre­llevan en Madrid y que prolongan alinfinito en páginas y páginas a la orilladel río, en tierra, en la hostería, en lamisma noche de baile desarreglado.

España cultiva ahora, respecto a His­panoamérica, otra literatura. Leo a losescritores españoles de este siglo con lamisma actitud que a los suecos o italia­nos, y a veces las identificaciones son me­nores. Por sus técnicas, por su mundoexpresivo, Rafael Sánchez Ferlosio per­tenece a otra literatura, de la que sinembargo no necesitamos traducción puesescribe en el mismo idioma. Hispanoamé­rica aún no termina de nombrar sus ciu­dades, aún no comienza a nombrar mu­chas, a descubrir sus paisajes y su gente;a pesar de nuestro acervo, decimos nues­tra historia y este día por primera vez,estamos inventando y por inventar nues­tra propia literatura. Pero en España,Benito Pérez Galdós, entre otros poste­riores al Siglo de Oro, sienta un pre­cedente para enfilar la literatura en underrotero distinto. Algunas palabras nun­ca han llegado acá, como gramola porgramófono. En Marruecos dicen vacilar"como una juerga, pero en pacífico",del mismo modo que se usa en Méxicopero que extraña a los españoles. Lajerga del fútbol ha invadido otros usos("¡ Estás en orsay, tú! Yo vine antes")o los anuncios comerciales por radio,para tranquilizarse ("Quien dice Síngerdice garantía"). El idioma regional esmejor que el nacional, que es mejor queel de otro país, según piensa cada indi­viduo. El americano se siente agredidopor la fuerza del acento peninsular, peroel español aconseja no terminar hablan­do chapurrado como en América, comoJorge Negrete o Cantinflas. Pero en estanovela se plantea un problema mayor yuniversal: la incomunicación, pero noen el rango elevado de las palabras quehan perdido riqueza conceptual o quehan adquirido diversos valores semán­ticos. No. La incomunicación del mundoestándar, en serie, indiferenciado, depersonas que ni siquiera pueden darcuenta. y razón cabal de una anécdota,como sucede con Mely, quien sostieneel parlamento más largo, no mayor dedos cuartillas, sin que persona conscien­te reciba el mensaje. Incomunicacióntotal, pues quien más habla, lo hace tanpoco que apenas prueba esa facultadhumana; y quien más comunica, no re­basa lo inmediato, al alcance.

En este transcurrir llano, acontece latragedia: Lucita se ahoga .de noche.Había ido a enjuagarse los pies paraquitarse la arena. La noticia es recibidacon un sobresalto sólo momentáneo. Elhombre de los zapatos blancos opina quela pena es de los padres; ella ya descan­só. El alcarreño opina al revés, pues lospadres, entrados en años, pueden olvi­dar el dolor, en cambio la chica todolo perdió. Los razonamientos de éste yotros lados concuerdan en un solo pa­recer: el río la trae con los madrileños;cada año muere uno o más. La muerte,como un hecho capital de la vida, se re­cibe semejante a una información leja­na. Una mujer pregunta: "¿Alguienfamilia de ustedes?". Un nutrido semi­círculo de personas ve el cadáver enla arena." ¿Novia? ¿Hermana?-Amistad simplemente." El juez llega allugar, sin darse cuenta de que aún traeen la solapa el clavel de la fiesta, queluego arroja a la ciénaga, antes de or­denar el levantamiento del cadáver. Ra­fael declara que se topó con él al rasdel agua, sin vida ya. Corno no haylugar para la víctima, Aurelia lo recibe,a pesar de que teme por los clientes delestablecimiento. Ponen el cadáver en labodega, entre cubas, barriles, tinajas debarro y tinglados de albañilería. La na­rración del ahogamiento es fría, es .laque redacta el secretario de lo que es­cucha de los declarantes. Sabemos ahoraque Lucita despachaba un puesto dehelados en la casa Ilsa. A Paulina le co­rresponde la declaración compungida;llora y tiembla sobre el pecho de Se­bastián. Tito, el novio, escucha la voz delguardia, a la luz de los merenderos:"Ande, compóngase muchacho. Son des­gracias. No hay que arrastrar con ellas."

Tito se restriega, llorando, en el hom­bro de Daniel, jura no volver nunca ensu vida al río. Gumersindo Calderóninforma al teléfono: " ... señor Secre-

-Hernández Pijuan

tario. .. en 'la ... lile hoy le ha pro.d~cido un ahogari.ento, de cuyo ah~.ffilento ha,~ siniatrada-c-mujer joven,~~ iildiclos vecinau:Madrid...".DtntID, 101 clientes juegannaipes y. alguieD lamenta que el tabacoChester de Lucita le haya mojado. Elrecuento de bienes de Lucita es unamiseria de objetos de plástico. El grupopiensa cómo dar la bicicleta a la madre.Así la muerte le diluye.

Transcurren las aguas del Jarama,siempre del mismo color, siempre así,corno el dia presente en el epígrafe deLeonardo da Vmci, como las aguas pos.treras de las que se fueron y primerasde las que vendrán. El lio es la metáforapedecta que Jorge Manrique da a lasvidas, que van a dar al mar. Eliot ofre.ce: "El Mississippi de Mark Twain nosólo es el lio que conocen los que viajanpor él o viven en sus orillas, sino el ríouniversal de la vida humana." Más im.portante es la variabilidad, el cambio yla permanencia. Quevedo dijo, en un 10­

neto, que no contempla nada del ImperioRomano, sino el no Tiber, CÓIDprobandoque "solamente / lo fugitivo permanecey dura". Es imprescindible remontarnos aHeráclito para repetir' que sólo el cam·bio es constante: ''No puedes embarcardos veces en el mismo lio, pues nuevasaguas' corren tras las aguas." RafaelSánchez Ferlosio ha hecho la gran me·táfora de la vida común que fluye porlo que en un tiempo fue campo de baotalla y que sin duda dejará de ser Jugarde esparcimiento. Solamente le quedala precisión geográfica. As1 comienza:"Describiré brevemente y por su ordenestos nos, empezando por Jarama: susprimeras fuentes se encuentran en dgénesis de la vertiente•.. " Leem~ al fi·nal de la última página:' " ... entregasus aguas al Tajo, que se las lleva haciaOccidente, a Portugal y al· OcéanoAtlántico". En medio está la novela.

'-~~_'-7Ic-_ra ... _ .. . _