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Oralidad, Narración oral, cuentacuentos

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El rbol de las PalabrasJesus Lozada GuevaraBabieca Editores [email protected]

El rbol de las PalabrasOralidad y Narracin Oral Contempornea

Jess Lozada Guevara (Compilacin)

Seleccin de Jess Lozada Guevara Prlogo de Adolfo Columbres

Edicin: Laura lvarez Cruz Diseo y composicin: Juan Carlos Cuba Jess Lozada Guevara, compilador, 2012 Adolfo Colombres, prlogo, 2012 Juan Carlos Cuba, diseos, 2012 Sobre la presente edicin: Babieca Editores, 2012 Babieca Editores Aula de Teora y Pensamiento Foro de Narracin oral del Gran Teatro de La Habana Cuba [email protected] www.babiecacuba.blogspot.com www.babiecacuba.wordpress.com

Edicin especial por los 50 aos como narradora oral de Mayra Navarro.

ndiceEL PEQUEO ARBUSTO DE LA GRATITUDNota del compilador

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EL FUEGO DE LA PALABRAA manera de prlogo Adolfo Colombres. Argentina

LA ORALIDADAlexandra lvarez Muro. Venezuela

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TRADICIN, PERO CUL Y PARA QUIN?Ruth Finnegan. Inglaterra

REFLEXIONES ANTROPOLGICAS SOBRE EL ARTE DE LA PALABRA: FOLKLORE, LITERATURA Y ORALIDADLus Daz G. Viana. Espaa

56 72 85

GNEROS Y ESTTICAS EN LA LITERATURA TRADICIONALLuis Beltrn Almera. Espaa

LECTORES Y OIDORES EN EL SIGLO DE OROMargit Frenk Alatorre. Mxico

ALGUNOS ASPECTOS DE LA MULTICULTURALIDAD EN LAS LITERATURAS NOVOHISPANAS: ESPAA, FRICA Y AMRICA. 109Mariana Masera. Mxico

HACIA UNA POTICA DEL CUENTO FOLCLRICOngel Hernndez Fernndez. Espaa

126 145

PATAKN: LITERATURA SAGRADA DE CUBARogelio Martnez Fur. Cuba

CARRETERAS PELIGROSAS Y LOCOS QUE CORTAN CABEZAS: DE UN CUENTO EN SNCRITO DEL SIGLO XII A LA LEYENDA URBANA DE LA MUERTE DEL NOVIO 157Jos Manuel Pedrosa. Espaa

LAS LEYENDAS MODERNAS Y LA TRANSMISIN DE VALORESJos Manuel de Prada-Samper. Espaa

178 194 203 221

INDAGACIN SOBRE EL NARRADOR ORALJess Lozada Guevara. Cuba

LA COMPOSICIN Y LA EXPLORACIN EN LA NARRACIN ORALLuis Martn Trujillo Flrez. Colombia

LOS OIDORES: GIROS DE LA ORALIDADPrimera aproximacin al fenmeno de la nueva tradicin oral como re-arraigo de significados simblicos.

Alexander Daz G. (MATEO). Colombia

LA MARCA INDIVIDUAL DEL NARRADOR ORALRescate de la tradicin oral Fabiano Moraes. Brasil

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DEL FOGN AL ESCENARIOApuntes para una conceptualizacin del gnero Ana Padovani. Argentina

243

EL CONTADOR DE HISTORIAS: UNA NUEVA PROFESINFelcia de Oliveira Fleck. Brasil

247 257 279 305

EL NARRADOR ORAL Y SU REPERTORIO: TRADICIN Y ACTUALIDADMarina Sanfilippo. Italia

LAS MODALIDADES DEL CUENTO ORAL Y LOS NUEVOS NARRADORESCristina Lavinio. Italia

LOS CAMINOS DEL TEATRO NARRAZIONEEntre la escritura oralizante y la Oralidad-que-se-convierte-en-texto Gerardo Guccini. Italia

LA HORA DEL CUENTOEmociones y hallazgos de la palabra viva Mayra Navarro. Cuba

331

LUIS CARBONELL CUENTA A LA VEZ TIL, FTIL E INSTRUCTORHassane Kouyat. Burkina Faso

347 357 360

LA NARRACIN ORAL EN LA ENCRUCIJADA DE LA CULTURANarrar para que el mundo vuelva a existir cada da Rodolfo Castro. Argentina

EL PODER DE LOS CUENTOSJuan Pedro Romera. Espaa

363 372 382 388

EN EL TIEMPO EN QUE NO HABA TIEMPORegina Machado. Brasil

CUENTOS PARA CRECER EN COMPAARoser Ros Vilanova. Espaa

LOS CUENTOS COMO TERAPIAPep Durn. Espaa

CONTADORES DE HISTORIAS. LOS GUARDIANES DE LA CULTURA POPULAR 397Benita Prieto. Brasil

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LA MUSICALIDAD DE LAS PALABRASRafo Daz. Per

400 407 416 424 428 435

TODAVA NO S DE DNDE VIENE MI PALABRAUry Rodrguez.Cuba

DEL TEATRO AL CUENTOCarlos Genovese. Chile.

PORQUE CONTAR ES UN PRIVILEGIOCoralia Rodrguez. Cuba

BAJO EL RBOL DE LA PALABRABonifacio Ofogg conversa con Jess Lozada

PALABRA DE CUENTERONicols Buenaventura Vidal. Colombia

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El pequeo arbusto de la gratitudNota del compiladorGracias a los directores y editores de las revistas Signa1 de Espaa y la Revista de Literaturas Populares2 de Mxico, doctores Jos Romera y Margit Frenk Alatorre, que pusieron en mis manos materiales valiossimos. A Marina Sanfilippo, autora del dossier de Signa sobre narracin oral y traductora al castellano de los textos de autores italianos. A Adolfo Colombres, generoso en sus saberes y en el corazn. A Nuccio Santoro, traductor de las citas y notas en italiano. A Fabiano Moraes que me pas la mayora de los textos brasileros que traduje yo mismo. A Coralia Rodrguez que tradujo al francs el cuestionario que dio lugar al texto de Hassane Kouyat y que coloc en nuestra lengua las palabras de ese hombre grande, poseedor de la Madre de los cuentos. A Mayra Navarro que tanto ha hecho por el arte de narrar y que a m me hizo volver a confiar y a creer. A Mariana Masera y Alexandra lvarez, que no solo aportaron sus ensayos sino otras bondades. A Laura lvarez Cruz, la editora, que hizo aparecer derecho lo torcido. A los narradores orales que me alentaron cuando la mala sangre nos atragantaba las palabras. A mi mujer y a mi hijo, por darme fuerza y razones. A todos los lectores por venir, ya los presiento, que sern muchos y buenos. Gracias!!!

De Signa (no. 16, 2007. Dossier sobre Narracin oral coordinado por la Dra. Marina Sanfilippo) son los textos de Sanfilippo, Daz Viana, Pedrosa, Prada-Samper, Lavinia y Guccini. 2 De la Revista de Literaturas Populares son tomados los textos de Masera, Hernndez Fernndez y Beltrn Almera.1

El fuego de la PalabraA manera de prlogoAdolfo Colombres. Argentina1 En un principio, se sabe, era el verbo, es decir, la palabra que ilumina la sombra, brotando como un manantial inteligente. En la gran Nada primordial irrumpe la palabra en la boca de los dioses, los que sin ella no podran haber creado al mundo ni a los hombres. Es el viento de la palabra, con su tono imperativo, el que engendra el universo. Entre la palabra pronunciada y el acto no poda haber, en esos luminosos orgenes a los que se remonta el mito, distancia alguna. Pero existe algo anterior a la palabra, sin la cual esta resulta impensable: la misma voz que la sustenta con una infinidad de recursos expresivos, a los que acompaa el lenguaje autnomo de los gestos. La voz transport a la palabra como un carro sagrado hasta que la escritura la decret prescindible, al fundar un lenguaje sin voz, privado de una gran cantidad de elementos semnticos y estticos que no solo eran usados como recursos del xtasis, sino tambin como criterios de verdad poco falibles, como si la verdad nada tuviera que ver con quien la enuncia. Es que la voz, en tanto sonido, no puede dejar de registrar la estructura interna del cuerpo que la produce. Al juzgar esta transmutacin, conviene tener presente que la aventura humana no se funda en la escritura, artificio sacralizado por la civilizacin occidental, la ms grafocntrica de todas, sino en la palabra, que es fuego nombrador, poder generador y normativo. Esta palabra-fuego de los orgenes est siendo suplantada hoy por la palabra-juego que tanto gusta al pensamiento y sentimiento nicos, porque no bucea en busca del numen de las cosas sino que se despliega en efectos autocomplacientes que nada revelan. Gaston Bachelard, en su obra Psicoanlisis del fuego, afirmaba que el signo de la profundidad es el calor, no la luz, pues esta re y juega sobre la superficie de las cosas, mas solo el calor penetra. Por ser un atributo del fuego, llega hasta lo ms ntimo de ellas y desnuda su esencia. Y ya que hablamos de la verdad del ser, no podemos dejar de referirnos, y menos en los tiempos que corren, al amplio territorio de la mentira, colindante al de la palabra-juego,

(Tucumn, Argentina, 1944). Se gradu en Derecho y realiz varios estudios de filosofa, literatura y antropologa. Como narrador public catorce novelas y ha sido premiado por ellas. Premio Brocal y Premio Nacional de Etnologa y Folklore, ambos en 1999, por su libro Celebracin del Lenguaje. Hacia una teora intercultural de la literatura, con ediciones en Argentina y Cuba. Posee una vasta obra antropolgica.1

representando, segn los africanos, esa palabra que no se parece a la palabra, y que corresponde a la inmadurez, la vacuidad, la insensatez y la injuria. El poeta no es all un prestidigitador, sino un hechicero que busca el secreto de las hondas comunicaciones, de los grandes incendios. Si la palabra verdadera crea el ser de las cosas, la mentira no constituir apenas un simple mal hbito, sino algo abominable, puesto que puebla el mundo de seres falaces, siembra rencores, confunde los lmites, degrada lo sagrado y quiebra el equilibrio de la vida. Deca Octavio Paz que cuando una sociedad se corrompe, lo primero que se gangrena es el lenguaje. En mi libro Celebracin del lenguaje, recientemente publicado en Cuba en una nueva versin, cuestionaba ya la pretendida universalidad de la concepcin occidental de la literatura, para proponer un sistema que incluyera a todas las literaturas escritas del mundo, y sobre todo a los tesoros de la oralidad. Un sistema basado en la palabra viva y no en la escritura; en el lenguaje en s antes que en el texto impreso. El desafo pasa entonces por construir una teora comprensiva de todas las formas del lenguaje extra-cotidiano, tanto escritas como orales. Tal nuevo orden debe establecer relaciones simtricas entre sus partes, es decir, no jerrquicas, considerando lo enriquecedor que result siempre el dilogo entre la palabra viva y la escritura, por sus continuos intercambios. Esta ciencia de la literatura a crearse sobre dicho cimiento ser verdaderamente universal, por reconocer a todas las prcticas narrativas y poticas del lenguaje. Adems de la historia y la crtica literarias, tomar en cuenta la antropologa, la sociologa, la filosofa, la semiologa y la teora del arte. Devendr as algo profundo, que no se quedar en el mero comparativismo. O sea, se trata de hacer lo que la literatura comparada no logr, acaso por haber descartado en su misma base metodolgica (definida en 1951 por Marius F. Guyard) los contextos sociales y las situaciones de dominacin. Consider precisa tan larga introduccin, que resume mis puntos de vista, para asumir la tarea difcil de prologar este libro-ro que se abre en mltiples brazos, como un delta tropical, o este baobab corpulento y frondoso que se nos presenta a la vez como un rbol inicial y final, que une planos superpuestos y permite una comprensin ms totalizadora de las artes del lenguaje. Se lo puede equiparar tambin, por qu no, a una maravillosa Caja de Pandora, con ese cautivante desorden que caracteriza a la vida en su estado puro, por ms que contenga numerosas piezas de carcter acadmico que intentan normalizar un cauce tan tumultuoso como errtico, por su arraigada desconfianza a los bordes. Surge aqu que no es un libro con sistema, pero cualquier narrador oral o amante de la palabra viva encontrar en l las piezas que les permitirn ajustar su propio corpus terico para explicar sus prcticas narrativas, todo lo que ya viene experimentando tal vez desde hace aos, sin atinar an a conceptualizarlo.

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Se podra arriesgar que en este volumen est todo, o casi todo, y que, como esos buenos mercados populares, puede satisfacer los ms diversos gustos e inquietudes. Es como si se hubiera propuesto no dejar problemas en el aire, o sea, no alcanzados por las flechas de sus diestros arqueros, dispuestos a abatir a los pjaros del sentido. En este vasto territorio encontramos al Siglo de Oro espaol, al que se refiere Margit Frenk Alatorre, de Mxico, cuya potica toc el extremo ms alto del lenguaje castellano, tras abrevar de las refinadas fuentes rabes, y que por ms volcada al papel que est mantiene toda la respiracin y el encanto de la palabra viva. Ana Padovani, de Argentina, y Luis Beltrn, de Espaa, ahondan en la conceptualizacin de los gneros literarios, mostrando cmo mutan al pasar al sistema de la oralidad. El colombiano Luis Martn Trujillo Flores aborda en su enjundioso ensayo, entre otros temas, el de la construccin del estilo, al que tambin otros aluden. No faltan, claro, anlisis del cuento folklrico, a cargo de los espaoles ngel Hernndez Fernndez y Luis Daz G. Viana. La inglesa Ruth Finnegan se refiere a la tradicin en s, y del concepto de oralidad se ocupa, entre varios otros, la venezolana Alexandra lvarez Muro. El brasileo Fabiano Moraes se extiende sobre la necesidad de salvaguardar a la tradicin oral, proponiendo mecanismos conducentes. La italiana Cristina Lavinio estudia la relacin entre narracin oral y teatro, mientras que Rogelio Martnez Fur vuelve sobre la africana de Cuba y el Caribe, tema que siempre lo desvel, para hablar aqu de la literatura sagrada de su pas. Para los escritores, y tambin para quienes trabajan en volcar los relatos orales a la escritura, resulta de especial inters el texto de Gerardo Guccini titulado Entre la escritura oralizante y la oralidad que se convierte en texto. Asoma a menudo entre estas pginas Garzn Cspedes con su teora de la narracin oral escnica, la que si bien resulta til en varios aspectos, al convertirse en moda alej a mi juicio a los narradores orales de las fuentes annimas de la cultura de su pueblo, apuntalando lo urbano y el pase al lenguaje oral de textos escritos por autores de prestigio, con lo que acerca al narrador al concepto de autor y lo que llamo esttica de la subjetividad, contrapuesta a la comunitaria. Son muy instructivas las pginas que ponen a dialogar la gran historia con la pequea historia cotidiana que nos toca vivir, lo que nos enfrenta a la rica dialctica entre realidad y ficcin. Por tal va terminamos comprobando que nada es ms real que la ficcin, pues esta se presenta colmada de sentido, convertida en el aceite esencial de la existencia humana, mientras que la llamada realidad se parece finalmente a ese cuento contado por un idiota, lleno de sonido y furia, del que hablaba Shakespeare, y tambin, se podra aadir, de una sucesin interminable de actos anodinos, que no merecen permanecer ni un par de minutos en la memoria, por ser meros residuos producidos por una mecnica en la que no cabe el pensamiento y menos an el significado.

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Para que el auditorio pueda disfrutar un relato, quien la imagina y escenifica debe padecer un dolor de alma y huesos, la soledad esencial del acto creativo, esa angustia propia de quien exhuma cadveres y trata de imaginarse en un hmero el brazo de una bella muchacha o la fuerza de un guerrero. Lo conmovedor es que pasan los siglos y las palabras siguen saltando de boca en boca como febriles langostas, siempre despreocupadas de la suerte de los fugaces labios que la enuncian, los que ms tarde o ms temprano volvern al polvo original. Lo que resta, en definitiva, es la palabra. Vocablos hechos versos o frases que durante siglos sirvieron para transmitir cosmovisiones y sentimientos, para enamorar a parejas que luego se casaron, engendraron hijos que a su vez engendraron otros hijos, dejando atrs un esplendoroso rastro de cenizas. El mago que arm este juego calidoscpico es mi fiel amigo Jess Lozada Guevara, quien ms que perseguir su propia gloria, devorando cientos de textos para escribir su gran ensayo totalizador (creo que esto vendr despus), prefiri juntar primero toda suerte de papeles relacionados con la narracin oral y el sistema mismo de la oralidad, y abrir luego el portal a su jardn de las palabras, dando ciudadana a todas las voces que conoca, procedentes de los ms diversos lugares del mundo y especialidades. Tal indagacin empez en la Cuba prxima, que nos pertenece a todos, y sigui por otros pases de Amrica. Hace un buen sitio a los autores europeos, y en especial a sus cmplices espaoles e italianos, conocidos en los innumerables encuentros de cuenteros a los que este predicador llamado tambin Jess, al igual que el Nazareno, asisti como narrador, o directamente lo organiz como pudo en Santiago de Cuba y otras partes de la Isla, como quien arma una sabrosa fiesta. Pero acaso su mayor sagacidad, la mejor prueba de su sabidura, fue reservar un buen espacio a frica, ese continente deslumbrante que en mi caso particular me permiti percibir, tras compararlo con el resto del mundo, dnde radica la verdadera universalidad de los procesos simblicos, o sea, la base transcultural de una teora de la literatura y el arte. Estn all esas vibrantes pginas sobre el silencio de Hassane Kouyat, de Burkina Faso, y otras lcidas enseanzas de los griots del frica Occidental, una tradicin que se remonta a ms de mil aos y produjo numerosas epopeyas que estn siendo volcadas a la escritura, cuya narracin se acompaa con instrumentos musicales. Creo que quien llegue al final de este libro y alcance a asimilar sus contenidos podr jactarse de haber realizado un posgrado en la humilde y flotante, aunque harto esclarecedora, universidad de Lozada Guevara, personaje de cuento que reparte las horas robadas a la medicina entre el oficio de narrar y el de ayudar a todos los narradores, cualquiera sea su origen y pelaje, a que comprendan lo complejo y deslumbrante de este arte. Entreg as su vida a ello, con una

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pasin omnvora que no vi en otros narradores, a veces muy hbiles en el arte de narrar, pero que no se contienen ms que a s mismos. Jess predica, socializa todo lo que cae en su enorme marmita, desde la teora de la musicalidad de la palabra al cuento como terapia. La narracin en la escuela no puede faltar en estas pginas, pues sin una verdadera transmisin ese gran ro, ya en peligro, se perder en el Mar Muerto del Consumo Global. A veces me lo imagino, dicharachero, impartiendo una clase en un aula colmada de prvulos sobre los recursos de la emocin, aunque ms lo veo escuchando con los odos bien abiertos o entregado a un dilogo profundo, pues como deca el gran Guimaraes Rosa, maestro no es quien siempre ensea sino el que de pronto aprende. Con ese nimo abri sus sentidos a las enseanzas de Luis Carbonell, recogidas en los largos caminos de su vida cubana, o sea, un destilado puro de la experiencia. Y en esas marchas y contramarchas busca soldar mejor los puentes entre el relato oral tradicional y la nueva oralidad, para que aquel no deje de nutrirse en esa sabidura antigua, tan admirablemente expresada por el hermoso cuento de un griot de Burkina Faso (aunque tambin circula por la India y China) que cierra este largo recorrido con una maravillosa reflexin sobre el tiempo, y que recomendara como portal de lectura. Entre lo que su torrente omiti estara un homenaje a Scherezade, esa mujer que podra ser puesta en el pinculo de la aventura del Homo sapiens sapiens sobre la Tierra. Porque si el hombre es un animal de lenguaje (un animal simblico, al decir de Cassirer), y el lenguaje no se manifiesta en la esttica de un voluminoso diccionario sino en la palabra viva que se pone en movimiento para narrar algo, qu mejor ejemplo que el de esa talentosa muchacha que mantuvo en vilo a un sultn asesino durante casi tres aos, noche sobre noche, con la pura magia de la palabra, hasta que se dio por vencido y olvid la herida de sus cuernos, por las que tantas jvenes haban perdido la vida antes de que ella apareciera en la escena. Ni la llamada realidad, con su pobreza congnita, ni la gran literatura, con sus deslumbres, nos proporcionaron hasta ahora un paradigma ms perfecto de la especie. Adems de abrir espacio a tantas culturas y aspectos de la oralidad, Jess Lozada se nos revela tambin como un buen ensayista, con una conceptualidad madura y clara. En su indagacin sobre el narrador oral, separa las aguas del Narrador Oral Contemporneo (NOC), que es urbano y perteneciente a una cultura ilustrada que lo acerca al concepto de autor, del cuentero popular, que persigue ms el objetivo de narrar algo que viene de la tradicin o ha compuesto sobre esta base que un resultado esttico, aunque a mi juicio no hay que menoscabar a los estilos tradicionales en este plano, pues suelen alcanzar una gran complejidad asombrosa, como en el caso de los griots, entre muchos otros. Pero en el plan de este libro no est desplegarse extensamente como terico, sino juntar, como se dijo, todas las voces y papeles a

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su alcance, lo que viene a ser una prueba de su generosidad. Gracias a esfuerzos como este, la savia del rbol de las palabras subir con fuerza desde las races, deteniendo la destruccin del lenguaje que hace ya medio siglo denunciara George Steiner, y que hoy toma visos alarmantes. Confiamos es que este verdadero torrente de pensamiento sobre la palabra viva dar tal golpe en Nuestra Amrica al grafocentrismo de Occidente, que no quedar ms opcin para todo terico de la literatura honesto y esclarecido que sumarse a esta tarea de despejar el camino a ese nuevo sistema literario al que hice antes referencia. Porque en esta era de la palabra devaluada, adocenada, domesticada, se vuelve urgente recuperar ese valor mgico, numinoso, que an posee el lenguaje de muchos pueblos mal considerados perifricos, sistemas de pensamiento que guardan claves capaces de salvar al mundo de la desertificacin del sentido. Y se trata de una cuestin medular, pues una palabra vaciada de sentido no puede tener ya vnculos con la accin, o solo sirve para poner trabas a todo acto capaz de transformar la realidad, como se observa con harta frecuencia. Celebrar al lenguaje es hoy celebrar al Homo sapiens sapiens, es decir, a ese bpedo insatisfecho que, en su afn de conocer el mundo, invent millones de palabras para dar cuenta de los ms sutiles matices al inteligir la realidad o expresar un sentimiento. El Homo consumens, por el contrario, no experimenta ningn deseo de profundizar, de saber, ni posee sentimientos especiales que expresar y menos an las palabras para hacerlo. Por el contrario, hizo de su renuncia al lenguaje una llave mgica que le abrir las puertas de una felicidad tan pobre como ilusoria, cifrada en una acumulacin depredadora de los ecosistemas y la herencia moral humana. Como bien dice Baudrillard, la cultura de masas en que esa visin del mundo cristaliza, excluye de plano la cultura y el saber.

Adolfo Colombres Buenos Aires, abril de 2011

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I

La oralidad1Alexandra lvarez Muro. Venezuela2

Cuando el gallo menudea la garganta se me afina y se me aclara la idea. Yo soy como el espinito que en la sabana florea: le doy aroma al que pasa y espino al que me menea. (Florentino y el Diablo, Alberto Arvelo Torrealba)

Nuestra comunicacin diaria es oral, pero sabemos menos sobre ella que sobre la escritura, que ha alcanzado mayor prestigio y por ello haba acaparado hasta hace muy poco la atencin de los estudiosos. Aqu nos detendremos sobre algunas caractersticas de la oralidad y sobre la paradoja que significa trascribirla para poder analizarla con mayor facilidad. Hablaremos sobre la relacin de la escritura con el poder y de las interferencias que se producen en los textos de quienes sabemos leer y escribir. Oralidad y cotidianidad La vida en sociedad ha requerido de un sistema eficiente de comunicacin y ha sido precisamente el lenguaje lo que ha promovido la socializacin; dentro de las modalidades de lenguaje, es la oralidad la forma ms remota y a la vez la que se adquiere, individualmente, primero. A la vez, es el lenguaje lo que distingue al hombre de los animales: la aparicin de la oralidad, como realizacin de la expresin, es muy antigua, y se corresponde con otrasEste texto fue publicado como captulo del libro Potica del habla cotidiana. Universidad de Los Andes, Mrida, 2008. Doctora en Sociolingustica y master en Lingstica por la Universidad de Georgetown. Licenciada en Letras por la Universidad Central de Venezuela y actualmente profesora titular de la Universidad de Los Andes, Mrida. Sus lneas actuales de investigacin son los estudios discursivos de la cortesa y de la identidad de la regin andina venezolana. Adems de sus artculos se cuentan, entre sus libros, Malab Maticulamb: Estudios Afrocaribeos (1987); Potica del Habla Cotidiana (2000) reeditado en (2008); Cortesa y descortesa: teora y praxis de un sistema de significacin (2005) y Textos Sociolingsticos (2007).1 2

caractersticas de la especie humana, tales como el andar erguido y el uso de instrumentos, todo lo cual data de alrededor de un milln de aos (Lenneberg 1967, Halliday 1989). Para Calsamiglia y Tusn (1999), la funcin principal de la oralidad consiste en permitir las relaciones sociales, pues la mayora de las actividades cotidianas se llevan a cabo a travs de ella,3 tanto es as que las relaciones se interrumpen cuando se deja de hablar a alguien (p. 29). A pesar de lo anteriormente dicho, la escritura es el sistema de expresin que mayor prestigio tiene, sin tomar en cuenta que los conceptos de oralidad y escritura hacen referencia solamente a dos maneras de produccin del lenguaje, cada una con sus caractersticas y, sobre todo, con sus normas propias de funcionamiento. Ong (1987) seala el hecho de que se considera prehistoria a todo aquello que sucede antes de la aparicin de la escritura. La aparicin del lenguaje parece estar ntimamente ligado con la aparicin de la sociedad. El lenguaje ha sido definido como un hecho social por ser exterior con relacin a las conciencias individuales, en el sentido de que lo adquirimos como algo que ya existe cuando nacemos y porque ejerce una accin coercitiva sobre esas mismas conciencias, de modo que el adquirir una lengua y no otra modela de alguna manera nuestra forma de pensar (Durkheim 1974, 1993). Ya Whorf (1964) haba sostenido que el pensamiento era un proceso lingstico y cultural (p.129), lo cual significa que tambin las modalidades de la expresin la oralidad y la escritura moldean nuestra forma de ver el mundo. Por ello, al proponernos el estudio de la oralidad llevamos con nosotros el prejuicio que implica el proceder de oralidades secundarias. La oralidad es un sistema simblico de expresin, un acto de significado dirigido de un ser humano a otro u otros, y es quizs la caracterstica ms significativa de la especie. La oralidad fue durante largo tiempo el nico sistema de expresin de hombres y mujeres y tambin de transmisin de conocimientos y tradiciones. Hoy, todava, hay esferas de la cultura humana que solo operan oralmente, sobre todo en algunos pueblos, o en algunos sectores de nuestros propios pases y quizs de nuestra propia vida. Pensemos, por ejemplo, en la transmisin de tradiciones orales como la de los cuentos infantiles en Europa antes de los hermanos Grimm, o en la transmisin de la cultura de los pramos andinos en Venezuela, o en las culturas indgenas latinoamericanas. La oralidad y la escritura, para Halliday (1989), no son nicamente formas distintas de hacer lo mismo, sino formas de hacer cosas diferentes (p. XV). An para quienes leen y escriben, muchos saberes pasan de unos a otros por va oral, como la historia familiar y las tcnicas hogareas. Oralidad y escritura son diferentes formas de aprender porque son tambin3

En los sordos, los modos gestuales de expresin podran equivaler a la produccin oral de los oyentes.

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diferentes formas de saber (Halliday 1989: 97). As tambin se desarrollan de manera independiente y se han ido separando cada vez ms. Si la escritura se limit alguna vez a transcribir lo oral, ya no es as; sirven a propsitos diferentes. En algunos grupos sociales, la oralidad convive con la escritura, en otros no. El primer tipo de oralidad ha sido llamado por Ong (1987) oralidad secundaria, mientras el primero se considera oralidad primaria. En nuestras sociedades, la oralidad y la escritura pertenecen a mbitos distintos que tienen funciones diferentes, de modo que generalmente tambin la escritura pertenece al mbito de la educacin formal, a travs de la cual se adquiere, y que suele tener prestigio. El hecho de haber nacido en un medio en el cual la escritura es parte de nuestra cotidianidad nos confiere una determinada estructura cognitiva de la que no podemos deshacernos para comprender cabalmente la oralidad. En otras palabras, a pesar de nuestros esfuerzos cientficos por abarcar la oralidad, no estamos limpios del vicio de la escritura.4 La descripcin del lenguaje oral no es posible sin lo escrito, ya que mal podemos recordar grandes fragmentos de oralidad sin recurrir al otro sistema; pero adems el procedimiento de descripcin tie de escritura la gramtica que elaboramos de la lengua oral. De ah que muchas veces las categoras que le atribuimos a la oralidad estn transferidas de la escritura, sin que se adecuen a menudo a esta tarea (Blanche-Benveniste 1998). Halliday (1989), por su parte, afirma que estamos tan rodeados de la lengua escrita que apenas podemos concebir la vida sin ella. Ello tiene muchas desventajas, pero tiene tambin una ventaja desde una visin etnogrfica de la produccin del habla y es que el proceder de la otra cultura, en este caso de la cultura escrita, nos permite cierta distancia para estudiar la cultura oral: somos, en cierta forma, observadores participantes de esa cultura. Sin embargo, debemos ser conscientes de que, al transcribir, convertimos a la oralidad, que representa la experiencia como proceso, en escritura, que la representa como producto; de alguna forma entonces cosificamos la oralidad que es, esencialmente, dinmica (Halliday 1989: 81). A los lingistas nos persigue particularmente el estigma de querer definir la oralidad como lo secundario, no consumado, con respecto a la escritura. Los prejuicios hacia la oralidad pueden deberse a varias razones; en primer lugar, a la relacin evidente que hay entre la filogenia y la ontogenia, esto es, entre el origen del lenguaje y su adquisicin. Se entiende, al parecer, que lo que se adquiere ms tarde y con ms trabajo es mejor. Otros de estos prejuicios se relacionan con el proceso mismo del estudio de la lengua. Para estudiar el lenguaje distinguimos, desde Saussure, entre lengua y habla: la primera, social en su esencia e4

Tampoco las transcripciones de la oralidad captan todos los aspectos de la lengua oral.

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independiente del individuo y, la segunda, individual; la primera, un producto que el individuo interioriza pasivamente y la segunda, un acto de voluntad y de inteligencia: de creacin. El conocimiento de la lengua no puede llevarse a cabo sin un proceso de abstraccin; para el conocimiento del habla, del uso tanto oral como escrito, tenemos datos concretos. Cuando hablamos de escritura, tendemos a confundir o bien a relacionar la escritura con la lengua por el prestigio que tiene esta ltima, olvidndonos de que tanto oralidad como escritura son facetas del habla, no de la lengua como sistema, por ser instancias del uso del lenguaje, en cuanto produccin o recepcin. La abstraccin de la competencia lingstica nos lleva asimismo a postular la perfeccin de la lengua, simplemente porque el anlisis lleva a la simplificacin y a la generalizacin que realizan, tanto los lingistas, como los nios; en otras palabras, a la bsqueda del sistema subyacente de las reglas del lenguaje. Chomsky, por ejemplo, define el uso de la lengua como inacabado con respecto a su conocimiento, debido a las hesitaciones y errores que cometemos en la realizacin de la misma. Distingue as entre la competencia, el conocimiento que el hablante-oyente tiene de su lengua, y la performancia, el verdadero uso del lenguaje en situaciones concretas. Solamente en casos ideales, sera la performancia reflejo ideal de la competencia (Chomsky, 1965: 4). En cambio, con relacin a la supuesta imperfeccin de la oralidad y lo acabado de la escritura, Blanche-Benveniste (1998) propone que los inacabamientos, titubeos, repeticiones, etc., que pudieran aparecer a primera vista como apuros de la produccin pueden ser ms bien reveladores de funcionamientos esenciales de la lengua (p. 28). La escritura, por estar despojada de una serie de caractersticas que provienen del sonido, como por ejemplo la entonacin, se interpreta como lo perfecto, y la oralidad como lo imperfecto, problemtico y difcil de estudiar. Domnguez (2005), por su parte, recuerda que el proceso de idealizacin de la escritura y de rechazo de la oralidad se ha hecho con no pocas confusiones intermedias: As Juan de Valds afirmar su famoso "sin afetacion ninguna escrivo como hablo" y mostrar intuitivamente que hay al menos una diferencia entre la oralidad y la escritura, mientras su contrincante Antonio de Nebrija encontrar que "no es otra cosa la letra, sino figura por la cual se presenta la boz", y entonces dedicar el primer libro de su gramtica a la ortografa en la cual expone detalladamente, en una fonologa temprana, el modo como se "pronuncian" las letras. (p. 57)

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Domnguez (2005) afirma que la suerte de estas dos modalidades de la expresin ha sido dispareja, porque se ha idealizado la escritura en perjuicio de la oralidad, y seala: Cada vez ms, el habla oral se distanciar de la escritura: la lengua es la lengua de Cervantes. As la hemos llamado, orgullosos, para hacer notar que esta es la lengua que tambin habl y escribi Cervantes, pero hemos terminado creyendo que tenemos que hablar (y escribir?) como l (p. 59). Lo que est en discusin es no solamente el prestigio de la escritura sobre la oralidad, sino tambin otros aspectos que se han considerado como obvios, como el origen de la escritura de la oralidad y no en la pintura por ejemplo, la necesidad de la escritura para la preservacin de la memoria y, no por ltimo menos importante, el hecho de que una de ellas se considere como ms natural y ms propia del gnero humano que la otra. Muchos de los prejuicios que tenemos sobre la oralidad nos vienen del prestigio que ha tenido la escritura en los estudios escolares; otra hubiera sido la historia si la hubiramos asociado ms a la msica. La oralidad es secuencialidad sonora, una lnea en el tiempo que se transmite entre hablante y oyente, una lnea de sonidos que se desvanecen al desaparecer la emisin. Al igual que la msica, su vida es efmera, a menos que se traduzca al medio escrito o se conserve por medio de los mtodos de grabacin. El hablante transmite un mensaje que debe modularse con una meloda, estar acompaado de un cierto ritmo y seccionarse con espacios libres, tambin al igual que la msica. La lengua hablada acompaa su mensaje con la entonacin, el ritmo y la pausa, de forma muy semejante a la voz que canta. Por lo tanto, pensar desde la msica y no desde la escritura, nos hubiera llevado quizs ms lejos en la comprensin de la lengua de todos los das. Segn Blanche-Benveniste (1998), partir de la escritura para estudiar la oralidad permiti que se arrastrara la tradicin de la lengua escrita a la lengua oral. Por ejemplo, en la elaboracin de unidades como palabra, frase o prrafo, que no tienen una directa correlacin con las unidades del habla. La misma oracin podra no ser una unidad fundamental de la oralidad, sino de la escritura. Segn esta escritora, del estudio de la oralidad se derivar la revisin de muchos de los principios de anlisis. Ella sugiere revisar tanto las unidades de la oralidad como otros conceptos tales como coordinacin, complemento, etc. Esta transposicin se da tambin a nuestro modo de ver en el concepto de paratono, cuando se entiende que en el discurso oral hay unidades estructurales que adoptan la forma de prrafos del habla (Brown y Yule 1993: 133), o prrafo prosdico (Hildalgo Navarro 1997: 75-81) que refiere a una unidad de la escritura. Es posible que la pausa que correspondera al espacio en blanco del papel entre prrafos pueda tambin sealar el

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cambio de tema en la oralidad, pero no es de extraar que haya otros elementos que tambin marquen estos cambios. En efecto, como lo sugiere Rojas (2007), un elemento esencial en la codificacin de la organizacin tpico-discursiva es la prosodia. Su estudio muestra como un hablante cambia el tempo (las velocidades de habla y elocucin) y la meloda (promedio, contorno y registro de la frecuencia fundamental) cuando narra el pasado Venezuela en 1924 y cuando argumenta sobre el presente Venezuela en 1990. El segundo fragmento result ms rpido, ms agudo, de contorno menos plano y menor registro que el primero. Este contraste es crucial para la ubicacin del tema y quizs tambin del tipo de texto involucrado en su intervencin, lo cual hace pensar que quizs el desarrollo de un tema en la oralidad est ms cerca del movimiento musical que del prrafo escrito. Escritura y poder La escritura implica poder. Cumboto, la novela de Daz Snchez sobre la vida en una hacienda venezolana en una zona de poblacin negra, seala la diferencia entre el mundo de la biblioteca, el de los blancos, y el de los negros, fuera de ella. La puerta de la misma marca la frontera entre el mundo de los amos y el de los esclavos. Natividad describe a Federico, su amo blanco, en estos trminos: Yo le miro desde la penumbra de la biblioteca y detallo una vez ms sus puros rasgos adelgazados por la intensa vida interior; y se pregunta A cul de los dos mundos perteneca yo? Al del alegre sol que dora los mangos y ennegrece la pulpa del coco hacindole brotar el aceite, o al de la blanca penumbra que resbala sobre los pisos brillantes y fros? (Daz Snchez 1973: 19). La lengua escrita tiene ms prestigio que la oral, transmitido del poder que sostienen quienes manejan la palabra escrita sobre quienes no lo hacen. La brecha se hace enorme en sociedades donde la distancia existe no solamente entre quienes usan la escritura para fines cotidianos y quienes la utilizan profesionalmente, sino entre quienes la conocen y quienes, o bien no la conocen para nada, o bien manejan apenas rudimentos de ella con fines elementales. Los hablantes suelen considerar su propio lenguaje como defectuoso, antigramatical, deformado, impropio y deficiente de una manera u otra (Kress 1979: 66). Estos juicios se derivan de concepciones de la lengua escrita y no de la hablada. Kress (1979) opina que el analfabetismo estigmatiza y, por ello, los analfabetos ocultan su desconocimiento de la lengua escrita. Presenci una conversacin entre un ingeniero y una campesina cuyo dialecto me llam la atencin: la mujer era de Los Nevados, un pueblo de la

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Sierra Nevada de Mrida en los Andes venezolanos, de muy difcil acceso. Ella le pregunt si conoca algn trabajo para su hijo, que cuidaba bestias. El ingeniero le coment que haba visto varios avisos en el diario Frontera, de la zona, que poda comprar en Tabay, una poblacin que le quedaba en el camino, y que ciertamente llegara a tiempo para adquirir un ejemplar en un quiosco ese mismo da. La mujer le respondi Cuando usted lo vea, entonces, dgale que mi hijo sabe cuidar animales. El ingeniero le repiti que l no conoca a la persona que ofreca el trabajo, sino que haba visto un aviso clasificado en el diario. Al fin intervine porque cre que la seora no haba odo bien o no haba entendido debido a diferencias dialectales, puesto que el ingeniero hablaba un dialecto urbano diferente prosdicamente del de la anciana. Despus de varios rodeos me respondi: Le voy a decir a mi sobrino que compre el diario maana, l s sabe leer, mi hijo, no, a lo que supuse que ella tampoco saba leer y que, lejos de ser ella la que no haba comprendido, era yo quien no entenda que el diario no le habra servido de nada, pues no era una manera eficiente de transmitir la informacin en este contexto cultural. Quienes poseen el cdigo de la escritura, en las sociedades donde subsiste el analfabetismo, tienen ms poder que los que no lo tienen. No tienen acceso a la informacin que se transmite por va escrita.5 Segn Kress, este uso activo de la lengua escrita escribirla antes que leerla solamente la tienen los miembros de los grupos socioeconmicos ms altos. Es posible tambin que esos grupos lean apreciablemente ms que los grupos ms bajos, y aun que lean ms de lo que escriben. La distancia que existe entre oralidad y escritura puede entenderse como un tipo de diglosia una situacin de bilingismo estable en la que un mismo grupo comparte dos cdigos uno de los cuales tiene un estatus sociopoltico inferior: el cdigo alto cumple entonces las funciones de gobierno, educacin, religin, etc. y el bajo queda relegado al hogar, a la familia y a los amigos. Esto, evidentemente, entre quienes conocen la escritura. Hacia quienes no la comparten hay una distancia social importantsima pues la justicia, por ejemplo, se lleva a cabo, en la casi totalidad de sus instancias, en forma escrita solo recientemente se comienza a instaurar el juicio oral lo cual representa una clara desventaja para todo aquel que no maneje hbilmente la escritura, y lo seguir siendo a pesar del cambio en la forma judicial, debido a que tambin para ese tipo de oralidad formal se necesita una instruccin muy especial. Generalmente, se da una correlacin entre el analfabetismo y la pertenencia a una clase social urbana no favorecida, o al campesinado.

Es un crculo vicioso porque no tienen el poder que da la lectura, pero tampoco tienen los medios para acceder a la educacin.5

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Esta correlacin pareciera darse solamente cuando en la misma sociedad coexisten los dos cdigos, pero no existe siempre en las sociedades orales. Ejemplos de esto son la alta estima social que tiene en Ghana la clase de los griots, los narradores orales portadores de la historia y la tradicin, y el prestigio del que gozan en los llanos venezolanos los copleros o versificadores. El poema de Florentino y el Diablo, de Arvelo-Torrealba (1967), es un enfrentamiento fustico entre Florentino, un cantador, y el diablo en un duelo cantado: el saber cantar bien o hablar poticamente es en el llano una forma de poder que permite vencer hasta a aquel que no bebe agua nunca (Espar 1998). Es un duelo desigual, porque es Florentino quien sabe de coplas y corros, y el llanero muestra su superioridad ante las fuerzas de la naturaleza y el mismo seor de los infiernos cuando dice: El trueno y el desafo me gusta escuchar el rayo aunque me deje aturdo me gusta correr chubasco si el viento lleva trono guila sobre la quema, reto del toro bravo. Cuando esas voces me llaman siempre les he respondo. Cmo me puede callar coplero recin vesto! (Arvelo-Torrealba 1967, en Espar 1998: 125)

La escritura conforma tambin la capacidad de abstraccin, la forma de pensar y la forma de estructurar el discurso. Son conocidos los estudios de Luria (1979) sobre la capacidad de abstraccin que tienen quienes participan del cdigo escrito, porque la escritura conforma tambin la estructura del pensamiento (Ong 1987). Como veremos ms adelante en la seccin sobre figuras discursivas, la oralidad configura una cierta forma de contar, as como la escritura configura otra, diferente. Collins y Blot (2003) consideran que el hecho de saber leer y escribir, adems de una capacidad para comprender textos es inseparable de los valores, el sentido de s mismo y el

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poder (p.

XVIII).

La literalidad se relaciona con otras formas significantes para grupos

especficos (p. 3) y, por ser modelos sociales que incorporan a la vez variables histricas y culturales. Los autores se distancian de la llamada tesis de la literalidad, segn la cual la escritura es una forma superior de la civilizacin y asumen la posicin de que los textos orales y escritos son complementarios y estn en un continuo (p. 30). Asumen, tambin que la importancia de la literalidad contribuye a distinguir grupos dentro de la sociedad y que las civilizaciones de la oralidad deben luchar para mantener su identidad dentro de las naciones donde prevalece la literalidad como forma de vida. Muchas veces, los hablantes que viven en la oralidad poseen una mente ms plstica, ms artstica que quienes viven en la escritura. Sin embargo, si bien esto podra tomarse como una ventaja de quienes manejan bien la oralidad sobre quienes estn contaminados por la escritura, la sociedad no lo ve as. Segn Roberts y Street (1998), la estigmatizacin de la iliteralidad es parte de un discurso ideolgico ms amplio que devala las literalidades vernculas y las variedades no estndares como prcticas orales. Estos autores consideran que la existencia de un estndar, o una norma, implica la no-tolerancia de la variacin lingstica. Al imponerse un estndar, este es mantenido por los guardianes de la lengua, que controlan y prescriben las reglas del juego tambin en la economa poltica (Roberts y Street 1998: 175). Algunas estructuras de la oralidad, como el paralelismo, por ejemplo, son rechazadas por la sociedad de la escritura, quizs incluso inconscientemente, y tienen prestigio, en todo caso, aquellas formas de hablar que se asemejan ms a la escritura. Especial atencin merece, dentro de la escritura, el discurso literario, puesto que requiere de una valoracin social para ser considerado como tal. Para Chumaceiro (2001) es preciso, primeramente, que se materialice en la escritura, que est respaldado por la tradicin esttica de una poca y un grupo social. Adems, otras caractersticas que la autora atribuye al texto literario como es el estar liberado de la funcin utilitaria, lo sitan en el mbito del disfrute. Por ello, el discurso literario, segn la autora, no lo es solo por sus caractersticas formales, difciles de determinar, sino por la valoracin que se hace de l, por lo que podra considerarse como uno de los discursos de las esferas de la sociedad que tienen poder. El carcter de lo literario depende, segn Eagleton (1988), no de las caractersticas mismas de los textos, pues el valor de las obras literarias no est asegurado y menos permanentemente, sino de la valoracin del entorno. Por su parte, van Dijk (1987) sustenta la naturaleza cultural y social de la literatura y afirma que su funcin social est en el hecho de procurar placer. Para este autor, el texto literario tiene carcter institucionalizado y es ritual, al igual que otros tipos de textos como los chistes o las canciones. Lo que los distingue es, sobre todo, el

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estatus de los textos y el de sus autores. Es por ello que, para Chumaceiro (2007), es evidente que para considerar un texto como literario debe tener ese valor en la sociedad en el que se produce. Oralidad y escritura Oralidad y escritura son, segn Ong (1987), dos formas de produccin del lenguaje que se distinguen profundamente la una de la otra. La escritura, segn este autor, es un sistema secundario, en el sentido de que la expresin oral existe sin la escritura, pero la segunda no existe sin la primera. Biber (1988), en cambio, sostiene que el origen de ambos cdigos se pierde en la prehistoria y que por lo tanto no puede determinarse cul es el ms caracterstico de la humanidad. El tema de las diferencias y semejanzas entre oralidad y escritura ha sido estudiado desde diversos puntos de vista. Para estudiarlas hay que partir de que, si bien algunas de las diferencias entre ambos cdigos se deben a su propia esencia, otras muchas derivan de las distintas maneras de usarlos y, sobre todo, de las normas generadas para ese empleo, muchas de las cuales se refieren a lo que se considera correcto, apropiado o hasta de buen gusto. Biber (1988) minimiza las diferencias entre uno y otro cdigo y sostiene que en todo caso, muy pocas son absolutas, considerando que no hay un solo parmetro de variacin lingstica que distinga entre los gneros hablado y escrito (p. 55). El autor se concentra en el estudio de cartas personales, cercanas a la conversacin, y en las conferencias, cercanas a la prosa expositiva, y sostiene que, si bien hay rasgos de la oralidad o de la escritura que no se encuentran menos frecuentemente en el otro cdigo, esto no significa que no puedan variar en los distintos registros. Varios investigadores (Barrera y Fraca 1999; Barros 1997, 2000; Domnguez 2005) vuelcan su atencin hacia las diferencias entre oralidad y escritura. Barrera y Fraca hacen una detallada descripcin de las diferencias entre oralidad y escritura en diversos campos, que tienen que ver con la relacin entre los participantes, la adquisicin de ambas en diferentes etapas de la vida, y la interrelacin de ambas modalidades de habla. La diferencia ms notoria estara en las diferencias fsico-formales entre ambos modos de codificacin, que parten del hecho de que las unidades segmentales mnimas de ambos son distintas. El texto oral se percibe a partir de sonidos que operan como instancias concretas de un sistema de unidades abstractas, los fonemas. Por ejemplo, el fonema /s/ se actualiza en los alfonos [s], [h] y [], mientras que la unidad mnima distintiva de la lengua escrita es

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el grafema que se actualiza en las variantes, o letras: A, a, a. La oralidad y la escritura les plantean a los usuarios exigencias distintas. En la lengua oral estn presentes, segn Barrera y Fraca (1999) estrategias prosdicas que no se dan en la lengua escrita salvo en la descripcin explcita del escritor, o en marcas como los signos de interrogacin y admiracin, o en las reglas para la tilde en algunos idiomas. A esto hay que agregarle, en nuestra opinin, la enorme riqueza de la oralidad en cuanto a sus medios de expresin, puesto que se vale en lo suprasegmental tanto del sonido como del gesto. La prosodia y los gestos tienen una funcin que a menudo podra considerarse icnica. Barros (1997, 2000) propone ver las diferencias entre oralidad y escritura en relacin a una serie de caractersticas relacionadas con el comunicacin, y son los siguientes: TIEMPO: [ planificacin (previa)]; [ presencia de las marcas de formulacin y reformulacin]; [ continuidad] / [integracin]. ESPACIO: [ presencia de los interlocutores]; [ presencia del contexto de situacin]. ACTORES: [ construccin colectiva del texto]; [ distanciamiento de la enunciacin]; [ formalidad]; [ simetra entre los interlocutores]. En cuanto al tiempo, Barros (2000) considera tres elementos pertinentes: en primer lugar la planificacin previa, esto es, la eleccin del tema a ser tratado que, en la escritura, se da en mayor medida que en la oralidad porque, si bien es cierto que se puede fijar el tpico de una entrevista por televisin, como dice la autora la mayor parte de las elecciones temticas se da durante la conversacin. En relacin con la presencia de las marcas de formulacin y reformulacin, estas se dan en la oralidad ms no en los tipos de escritura ms cuidada y ms formal.6 Barros (2000) aade a estos rasgos el de fragmentacin para la oralidad y la continuidad o no fragmentacin para la escritura, entendiendo por ello que la escritura se caracteriza por un tiempo continuo y tiene unidades ms largas y complejas que la oralidad, que se realiza en un tiempo discontinuo como unidades de ideas con contornos entonativos propios y delimitados por pausas (p. 60). El espacio tambin es diferente en oralidad y escritura, en cuanto a la presencia simultnea de los interlocutores que dialogan cara a cara en la oralidad y la ausencia de estos en la escritura. Barros hace notar que en la comunicacin en Internet la escritura se aproxima ms a la6

TIEMPO,

el

ESPACIO

y los

ACTORES

de la

Domnguez (2005) examina en profundidad el tema de las correcciones y reformulaciones.

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oralidad porque, aunque las personas estn en espacios diferentes se oyen y ven por una pantalla, pero es una presencia relativa. La presencia del contexto situacional en la oralidad se traduce en la escritura con descripciones de aquel y en los medios cibernticos con emoticones y otros medios; y sigue siendo una caracterstica distintiva entre ambas modalidades. El concepto de actor est relacionado con la asuncin de roles discursivos. Sobre este particular, considera Barros (2000) que hay una construccin colectiva del texto oral, mientras que el texto escrito tiene un actor individual (p. 67). Como todo lo que concierne al lenguaje en uso, esto tambin puede relativizarse si pensamos en trabajos cientficos de dos o ms coautores, o en el monlogo interior, donde la instanciacin del texto es, al menos, individual; sin embargo, como anota Barros, el efecto de sentido que proporciona el texto escrito es el de su realizacin individual. Lo mismo ocurre en relacin con el rasgo aproximacin versus distanciamiento de la enunciacin en la escritura, sobre todo con las nuevas tecnologas; si bien la conversacin tiende ms al rapport (Tannen 1989) o enganche (Domnguez 2005) que la escritura, estos son casos pueden considerarse, en palabras de Barros (2000), como posiciones intermediarias. Tambin en relacin con el actor del texto, est la formalidad o informalidad del mismo: la conversacin ntima estara en el extremo informal del continuo y el ensayo acadmico, en el extremo formal. Entre las posiciones intermedias, Domnguez (2005) seala, entre la conversacin casual y el texto escrito para ser ledo por el receptor otras instancias, como la conversacin planificada o entrevista muchas veces dicha para luego escribirse el texto escrito para ser dicho, como las noticias televisadas, y el texto escrito para ser ledo por el autor, como las ponencias acadmicas o, inclusive, los poemas. Barrera y Fraca (1999) se refieren a otras diferencias que apuntan a lo psicolingstico debido, por una parte, a que el proceso de adquisicin y desarrollo de la lengua oral est sujeto a una serie de factores cognoscitivos y de maduracin del individuo. Por otra parte, se pierde en el texto escrito el contexto situacional de origen; asimismo, en lo operativo, la escritura se ha convertido en soporte de la memoria mientras que, para garantizar la permanencia de la oralidad, hacen falta recursos mnemotcnicos o bien tecnologas como la cinematografa, el video o las grabaciones de audio. Asimismo, presenta Barros los rasgos simetra y asimetra relacionados con la igualdad social de los participantes, emisor / receptor por un lado y escritor /lector por el otro, adjudicndose la simetra ms frecuentemente a la oralidad que a la escritura, aunque tambin sobre esto se puede discutir. De manera pues que, si bien estos criterios dan luz sobre las caractersticas

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diferentes de oralidad y escritura, y son instrumentos invalorables para el anlisis, debemos tomar en cuenta que ambas modalidades son realizaciones de la misma lengua, a veces en situaciones similares y con los mismos actores: pinsese en la descripcin de oralidad y escritura que hace Domnguez (2005) con base en sus producciones oral cuando explica este tema a sus alumnos y escrita. Oralidad y escritura son, en definitiva, como seala Barros (2000: 74), distintas sustancias de la expresin. Diferentes sustancias conducen tambin a una percepcin distinta y si escritura y oralidad divergen en sus maneras y en sus fines, quienes solo hablan, y quienes tambin escriben, divergen en sus formas de ver el mundo. Esto se observa cuando se miran los procesos de percepcin en ambos cdigos: la percepcin es linear en la oralidad y planar en la escritura, la recepcin es sucesiva en la oralidad y ms bien simultnea en la escritura pues un buen lector lee prrafos y no palabras. A nuestro modo de ver, la diferencia esencial entre uno y otro cdigo deriva de la insercin de la oralidad en el eje temporal y de la escritura en la espacialidad, por ello la oralidad parece estar emparentada con la msica, y la escritura, con el dibujo. No debe menospreciarse tampoco el desarrollo independiente que han tenido ambos cdigos, de tal forma que se dan gneros en la escritura que no existen en la oralidad, como el ensayo o la novela y, a la inversa, gneros de la oralidad como la conversacin coloquial, que no existen en la escritura. Como actualizaciones de la misma lengua, cada uno de estos cdigos cumple funciones diferentes. Lo formulario Ong (1987) habla de la profunda diferencia entre ambos cdigos que se deriva de lo formulario de la oralidad y de la carencia de la misma en la escritura. Hay que recordar, sin embargo, que lo formulario juega un rol en la estructuracin del poema, de modo que tampoco aqu hay regularidades.7 Se trata de la recurrencia de frmulas o grupos de palabras empleadas regularmente en las mismas condiciones mtricas para expresar una idea esencial que le confiere a ciertos tipos de oralidad un carcter ms bien circular (Parry 1971: 272), citado en Ong 1987: 32); veremos esta circularidad en textos del pramo de la cordillera de Mrida. En efecto, uno de los retos de la lengua oral es el de colaborar con la comprensin y con la memoria del interlocutor; a la memoria contribuyen la formularidad, la repeticin y, por qu7

Esta observacin se la debo a Rosa Amelia Asuaje.

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no, la esttica. Segn Serrano (1992), el lenguaje potico sera la estrategia ms importante elaborada por las culturas orales a fin de almacenar mayor cantidad de informacin. La composicin de las obras de Homero se ha tenido como altamente formularia y se piensa que esta caracterstica se debe a que estas obras deban ser repetidas por entero ante la audiencia. En la escritura, en cambio, no es necesario contribuir a la retentiva, por lo que se desarrolla, sobre todo, la funcin de representacin implcita en el lenguaje (Ong 1987). En todo caso, la repeticin en la escritura remite otros propsitos como, es, por ejemplo, el nfasis. Por otra parte, la relacin de la escritura con la memoria no puede reducirse a la limitacin individual, sino que debe relacionarse ms bien con la memoria social. La escritura contribuye a la integracin y a la preservacin de los grupos sociales. La frmula, como repeticin de un texto o de un segmento, se evala de distinta manera segn la situacin comunicativa y el tipo de texto; si en prosa no se aprecia, en poesa se cultiva. La cita textual es un invento tardo en la historia de la humanidad, antes mucho ms generosa en compartir su propiedad intelectual que ahora; anteriormente, la oralidad empleaba frmulas que se repetan para darle ritmo al canto y tambin para ayudar a la memoria, como en las canciones de hoy en da. La Grecia homrica cultivaba, como una virtud potica e intelectual, lo que nosotros hemos considerado como un vicio (Ong 1987: 32). Quizs la crtica de Platn a los poetas, en el Fedro, se debe al nacimiento de la escritura y con ella el choque de la mente moldeada por esta con la mente de la oralidad. Hay un tipo de frmula, llamada por Biber et al. (1999: 1049) grupo lxico (lexical bundel) formado por secuencias prefabricadas de palabras. Pensemos en las expresiones de saludo. Al saludar, repetimos ciertos segmentos, tales como hola, qu tal? cmo ests?cmo va todo? y esperamos en la respuesta otros como hola, bien, bien gracias, y t qu tal?, etc. Estas expresiones se encuentran aisladas o agrupadas y significan nicamente te saludo, no esperndose encontrar ninguna informacin referencial en ellas. Ms bien sirven a la economa del lenguaje, en el sentido de que no necesitan de mucha creatividad. Coulmas (1981) las llama rutinas y las define como expresiones funcionalmente especficas destinadas a la realizacin de pasos conversacionales recurrentes que garantizan la habilidad de anticipar los eventos sociales y as incrementar la cooperacin entre los interactuantes. Tambin se emplea la repeticin en la conversacin, cuando un hablante repite exactamente, o con variaciones, lo que ha dicho el otro. Biber et al. (1999: 1049) la han llamado repeticin local (local repetition) y sirve tanto a la planificacin de lo que se va a decir como a la creacin del enganche entre los hablantes. En la escritura literaria, el lector no espera normalmente encontrar estos fragmentos, aunque

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es habitual en algunos estilos de cartas como mencionamos anteriormente o en los escritos jurdicos, donde la frmula identifica el tipo de documento, pero donde tambin la informacin nueva est reducida al mnimo. La frmula, aunque no transmita informacin nueva como mensaje, transmite informacin dada, porque le especifica al hablante el campo de la comunicacin. As las frmulas judiciales, en s mismas, le comunican al hablante de lo que se trata y, puede llevar la carga elocutiva del acto de habla. En la literatura, es quizs menos frecuente, por lo cual el lector espera ver la idea escrita como nunca tan bien expresada (Pope, An Essay on Criticism, citado en Ong (1987: 30). En cuanto a la repeticin, Brown y Yule (1993) hacen referencia a la necesidad de repetir para ayudar a la memoria, en el caso de la lectura de noticias, tanto en la radio como en la televisin. Los espacios noticiosos, que constituyen la lectura de textos escritos, implican tambin una intromisin de la oralidad en la escritura: comienzan generalmente con la lectura de los titulares, siguen con el desarrollo de la noticia en s y retoman antes de terminar los temas de las noticias ms importantes, como para recordarle al oyente o televidente lo que se ha presentado en la emisin. Sin embargo, es notable que esta manera de recordatorio se encuentre tambin, no solo en las noticias de los diarios, sino en escritos muy formales como los artculos cientficos, donde el resumen inicial y las conclusiones cumplen en gran medida la funcin de recapitular; de ah que como se dijo anteriormente la repeticin no sea solamente un auxiliar de la memoria, sino que tenga funciones retricas. La planificacin Brown y Yule (1993) recuerdan la exigencia que se hace al hablante de realizar una serie de operaciones, en el momento, para poder cumplir con la comunicacin, aunque este tiene la ventaja frente al escritor de poder cambiar el prximo texto en funcin de la reaccin que ha manifestado el oyente hacia el actual; por eso se puede hablar de la construccin cooperativa del texto oral. El hablante tiene que controlar lo que acaba de decir y determinar si concuerda con sus intenciones, al mismo tiempo que enuncia la expresin en curso, la controla y plantea simultneamente su siguiente enunciado para ajustarlo al patrn general de lo que quiere decir, mientras vigila adems no solo su propia actuacin, sino su recepcin por parte del oyente. No posee un registro permanente de lo que ha dicho antes, y solo en circunstancias especiales puede tener notas que le recuerden lo que va a decir a continuacin (p. 23). El texto es definitivo en literatura, sobre todo a partir de la creacin de la imprenta, y solamente se expresan dudas con respecto a textos anteriores en los estudios filolgicos. En

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la literatura clsica y en las literaturas medievales, un texto puede haber variado segn la sucesin de copistas que haya intervenido en su difusin, segn las diversas convenciones ortogrficas y, asimismo, segn la procedencia dialectal de estos obreros de lo escrito, quienes podan influir en la transmisin del original. Hay que recordar que hasta hace muy poco la fidelidad del texto era una virtud desconocida. Blanche-Benveniste (1998) propone el trmino pre-texto para los borradores y los estados intermedios que asume un texto escrito antes de ser puesto en circulacin y dice la mayor parte de las producciones orales deben ser tratadas como pre-textos (p. 22). Este concepto tiene una fuerza descriptiva indudable desde el punto de vista del analista y quizs para lo que es la sensacin que experimenta el hablante, en todo caso de aquel que sabe escribir, de emitir algo inacabado. El concepto de planificacin discursiva se hace corresponder, tradicionalmente, con la lengua escrita. Se dice que la lengua hablada es espontnea e instantnea, mientras que la escritura planificada no es espontnea y est sujeta a revisin (Kress 1979: 70). As tambin la lengua escrita, a diferencia de la lengua oral, presupone un proceso de elaboracin previa. Si colocramos en paralelo dos continuos: lengua escrita / lengua oral y lengua planificada / lengua no planificada, podra pensarse que en la lengua escrita se da la planificacin y en la oralidad la falta de aquel la, pero esto no es necesariamente cierto. En los extremos de lo escrito y de lo planificado se encontrara, por ejemplo, un artculo cientfico: se hacen mltiples revisiones, se cuida el contenido pero tambin el estilo. En el extremo de la oralidad y de lo no planificado tendramos la conversacin informal. Sin embargo, aqu tambin hay momentos de planificacin, como son las pausas silenciosas y sonoras (Blondet 1999), de modo que la correspondencia entre oralidad y espontaneidad, y entre escritura y planificacin se da solo a veces. En lo escrito, tambin est presente lo no planificado o lo menos planificado: una lista de compras, una nota personal, una nota electrnica podran encontrarse en este extremo; asimismo, lo oral puede planificarse hasta tal punto que se puede incluso calcular la entonacin: pensemos por ejemplo en un discurso poltico en el parlamento, o en una oracin fnebre, o en recursos de lo cotidiano, como lo es la cortesa: para ser corteses cantamos ms, acentuando la variabilidad meldica, hablamos generalmente en un tono ms alto y posiblemente de manera ms rtmica (lvarez y Blondet 2003).8

En un trabajo reciente, Blondet y Rojas (2007) han mostrado que en el sistema de cortesa/descortesa sugerido por lvarez (2005) la descortesa presenta an mayor variabilidad meldica y una duracin silbica mayor y sugieren que el sistema de la des(cortesa) juega con las medidas de duracin y meloda para textualizar la cortesa o la descortesa.8

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Domnguez (2005) insiste en que tanto oralidad como escritura se planifican, puesto que hablantes y escritores deben tomar decisiones sobre la situacin, la interlocucin, las razones de ser del discurso y deben seleccionar las opciones ms adecuadas para realizar su objetivo, de manera que la espontaneidad no es exclusiva de lo oral, ni la planificacin de la escritura. La diferencia es que en la oralidad estas decisiones coinciden con el momento de la produccin, mientras no coinciden en la escritura. Los rasgos plan previo, coincidencia temporal entre la planificacin y la produccin o incluso evidencias de la planificacin presentes en el texto, forman un continuo en el que una conversacin "casual" estara en el extremo de menor planificacin y un texto escrito para ser ledo estara en el extremo de mayor planificacin. Por ello afirma la autora (2005: 58): De esta manera el rasgo fundamental que las diferencia esLA TACHADURA

y define la

oralidad como la realizacin de la lengua que deja ver las evidencias de la planificacin que tiene lugar (2005: 62). La tachadura son esos trazos que se ponen encima de lo escrito para borrarlo, pero que a veces dejan ver lo que haba anteriormente. Por ello la tachadura no afecta, segn la autora, la comprensin de la oralidad y puede, incluso, ser interpretada como 'otro sentido'. En efecto, la escritura puede revisarse, ciertamente, y el primer boceto de un escrito podra considerarse como intuitivo e imperfecto, aunque tenemos un esquema previo para escribir una carta, tanto, que las misivas personales de quienes manejan deficientemente el cdigo escrito se valen de frmulas algo estereotipadas y acartonadas para resolver el saludo inicial: Espero que al recibo de la presente te encuentres bien. Tambin las despedidas entran en estos esquemas, como la formularia, pero hermosa, de la Carta de Agostino, en 1564: Y con esto pongo fin. Cristo sea con todos y quedo rogando a dios que nos de gracia, que nos podamos ver y nos deje acabar en su santo servicio [...] De parte de aquel que ms os quiere, Vuestro Marido y mejor amigo (RAE 2000). Nuevas formas de escritura, como el chateo, carecen de ese plan previo que la escritura presume tener y el emilio o email normalmente es un mensaje pensado y producido ms rpidamente que una carta con sobre y estampilla, lo cual no exime a estos nuevos gneros de ir paulatinamente creando sus nuevas normas; cada vez ms se elimina el saludo inicial propio de la carta para entrar directamente al tema y, cuando est presente el saludo, este suele ser informal. Lo natural

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Tambin hay rasgos relativos al contexto en el cual se conversa: estos son los rasgos coloquializadores, es decir, aquel los asociados a la situacin y al contexto comunicativo que favorecen el empleo del registro coloquial (Briz 1998). Estos son: la relacin de igualdad, la relacin vivencial de proximidad, el marco discursivo familiar, y la temtica no especializada (p. 41). Resulta muy complicado para hablantes de culturas diferentes conocer el manejo de los turnos conversacionales: saber cundo deben entrar en la conversacin; la impericia en este manejo puede convertirse en un motivo de ruptura de la conversacin o de enojo entre los participantes. Es sabido que los judos neoyorquinos manejan la interrupcin como muestra de acuerdo (high-involvement-style), mientras que otros norte-americanos esperan el trmino del turno del otro participante para comenzar a hablar (Tannen 1984). En Venezuela, esto se percibe como una marca dialectal: los andinos parecen respetar los turnos conversacionales, mientras que los hablantes centrales interrumpen al interlocutor para manifestar lo que Tannen (1989) ha llamado rapport: el acuerdo, la comunin, el buen xito de la conversacin. Todo esto nos lleva a la conclusin de que la naturalidad de la oralidad tambin es relativa, porque los nios aprenden o adquieren el arte de conversar de respetar los turnos de contar chistes, de hablar por telfono, al igual como se entrenan en el uso de otros tipos de texto, por ejemplo, en los escolares. Calsamiglia y Tusn (1999: 28) opinan al respecto: A pesar de que existe un pensamiento ampliamente difundido que considera que la lengua oral se adquiere de forma natural y que la lengua escrita se aprende de forma artificial, hay que tener en cuenta que con ello se puede llegar a una extrapolacin que establezca una dicotoma total entre lo que corresponde a la biologa y lo que corresponde a la cultura. A este respecto afirma Hjelmslev (1984) que no se est muy claro sobre cul de las dos formas de habla es la derivada, ni cul la ms antigua, debido a que tambin la escritura alfabtica se pierde en la prehistoria, de modo que la afirmacin de que aquel la se apoya en el anlisis fontico es solo una hiptesis diacrnica. Es por ello difcil determinar cul de las formas del hablar es la ms natural a la especie humana: no podemos perder de vista que el lenguaje es una institucin creada por el hombre y es la esencia de su vida en la sociedad. Ahora bien, tambin la oralidad tiene esquemas segn los cuales se rige. Me atrevera a decir que el aprendizaje de la cultura se hace por medio de estos esquemas: ellos nos ayudan a actuar en sociedad, pero tambin nos permiten reconocer las situaciones en las que nos encontramos. Poco hay de novedoso en nuestras conversaciones a la hora del desayuno, cuando se repiten da a da preguntas como quieres caf? cmo dormiste?quieres desayunar? te sirvo un jugo?me pasas el azcar? o frmulas como buenos das, que tengas un buen da, etc. Lo

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mismo ocurrir con el saludo en la oficina, o con la entrada en una clase, o la visita a un velorio. Sabemos cmo se hacen esas cosas porque tenemos planes previos que nos ha conferido nuestro contacto con el contexto cultural en el que vivimos. Esos modelos, esquemas o planes pasan a formar parte de nuestra competencia comunicativa: si tuviramos que inventar todos los das nuestra conversacin matinal, no saldramos de la casa sino con mucho retraso. Por otra parte, si miramos tanto en la tradicin del arte de la conversacin, como en los estudios que se han hecho al respecto, la conversacin no parece estar libre de normas. Eso nos lo dicen los antiguos lxicos de la conversacin, donde se daba informacin sobre ciertos temas que podan ser tpico de las conversaciones elegantes, con una actualizacin sobre el conocimiento general de la poca.9 No todos los temas se tratan libremente en todas las sociedades ni en todas las conversaciones; existen restricciones regionales en cuanto a los temas relacionados con la familia, el sexo o el dinero. Muchas de estas normas son explcitas y se prescriben en los manuales de cortesa. Dicho esto, podemos discurrir tambin sobre cul es, en lo que concierne la oralidad, la forma primaria de comunicacin: hay algunos que consideran la narracin como la forma ms natural, otros, la conversacin. Barrera Linares (2003) cree que narrar es la actividad comunicativa humana por excelencia, y por ello es, para el autor, la narrativa una de las formas ms naturales de la comunicacin, y el fenmeno comunicacional de ms relevancia para la especie (p. 10). Para Halliday y Hasan (1990), en cambio, es la conversacin la forma paradigmtica de la oralidad (p. 46). La conversacin no parece ser menos elaborada entre las formas de comunicacin: el hecho mismo de implicar una alteridad solo parece hacerla propia de etapas ms avanzadas en la evolucin del lenguaje infantil: el dilogo parecera posterior al monlogo. Adems, hay una serie de normas que tomar en cuenta para que una conversacin sea exitosa: los turnos, tpicos de conversacin, intensidad de la voz, y hasta el ritmo son apenas algunas de ellas. Por todo ello sera la conversacin un gnero ms elaborado que la narracin. La argumentacin, otro gnero comn al lenguaje cotidiano de los adultos es an ms complicado, pues implica tambin lo dialgico, sin que necesariamente deban estar dos personas frente a frente. Una prueba de la elaboracin y complejidad que pueden llegar a tener las conversaciones se encuentra en los manuales de cortesa. Carreo (1999) trata extenssimamente la

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En Alemania se conoce, desde 1808, el Konversationslexikon de la editorial Brockhaus.

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conversacin en su Manual de urbanidad y buenas maneras. Si bien el autor se concentra en el tema de la cortesa toca, al hacerlo, asuntos relacionados con el lenguaje. Se considera, por ejemplo, la conversacin como una forma de comunicacin, pero tambin como un instrumento constitutivo de la sociedad: sin ella careceramos del medio ms pronto y eficaz de transmitir nuestras ideas, y de hacer ms agradable y til el trato con nuestros semejantes (p. 174). Su consideracin abarca varios niveles del lenguaje: la fontica, el lxico, el estilo y la proxemia: Nada hay que revele ms claramente la educacin de una persona, que su conversacin: el tono y las inflexiones de la voz, la manera de pronunciar, la eleccin de los trminos, el juego de la fisonoma, los movimientos del cuerpo, y todas las dems circunstancias fsicas y morales que acompaan la enunciacin de las ideas [...] (Carreo 1999: 174).

Carreo (1999) comenta sobre la competencia del hablante en la conversacin en varios aspectos. En primer lugar, en la eleccin del lxico, el dominio de las emociones, la eleccin de palabras cultas, pero a la vez simples y no rebuscadas. En segundo lugar, en la dinmica interpersonal, debiendo cuidarse por ejemplo el que esta sea general cuando el grupo es pequeo, pero permitindose los dilogos cuando los grupos son grandes. El tema es uno de los problemas ms reglamentados: los tpicos permitidos deben ser generales, pero excluyendo lo que se refiere a la familia, a la persona, a las enfermedades, a los conflictos, a los negocios y a las materias profesionales; haciendo referencia a la coherencia en la conversacin. Otro aspecto es que la gesticulacin que la acompaa es natural y expresiva, pero, lo que es ms importante, debe haber una coherencia entre esta y el sentido de las palabras. Tambin se ocupa de la narracin y sus circunstancias, los turnos y los perodos de habla, as como la atencin hacia el hablante por parte de los escuchas (p. 187). Para Halliday (1989), la lengua oral no es menos estructurada ni menos organizada que la escrita. As, llega a afirmar: Contrariamente a lo que piensa mucha gente, la lengua hablada es, en su totalidad, ms compleja que la lengua escrita en su gramtica y la conversacin informal y espontnea es, gramaticalmente, la ms compleja de todas (p. 47). Sin embargo, las razones de la complejidad de esta ltima son diferentes. Si la escritura es esttica y densa, la oralidad es dinmica e intrincada; el imbricamiento gramatical de la oralidad toma el sitio de la densidad lxica de la escritura (p. 87). 28

El continuo oralidad / escritura Oralidad y escritura se sitan en un continuo, como se ha dicho anteriormente y ha sido estudiado por varios autores (Domnguez 2005, Barros 2000, entre otros). Podra hablarse tambin de intertextualidad entre ambas realizaciones del lenguaje, en el sentido de Bakhtin (1997). Se habla, en efecto, de intertextualidad como forma de produccin y de percepcin de los discursos. Segn esta teora, el significado es social e interactivo, de tal forma que tambin el uso de la lengua es bsicamente social. Hay intertextualidad entre las formas orales de produccin del lenguaje y las formas escritas; aunque distintas, estn relacionadas. Hay quienes hablan como si estuvieran leyendo y, por el contrario, muchos textos de la literatura contempornea imitan formas orales; formas escritas como las del chat muestran caractersticas de la oralidad. Siempre dentro de la oralidad, comparemos dos textos del habla de Mrida, el uno de una persona que, por su profesin, tiene explcita relacin con la escritura, un juez. El otro, de una mujer sin profesin acadmica, que ha trabajado toda su vida como ayudante en los oficios del hogar. El primero de los textos (1) es de un hablante merideo de clase alta, de unos sesenta aos, a quien el entrevistador ha saludado como Buenos das doctor C. M., usted es actualmente es profesor universitario y juez superior penal, en Mrida, verdad? tiene cunto tiempo ejerciendo la profesin de juez superior? y le pregunta luego Me podra explicar en qu consisten esas funciones de... juez penal? El entrevistado responde lo siguiente: (1) El Juez Superior... es que le corresponde, dentro... de la escala del poder judicial, conocer en alzada... de las consultas... consultas y apelaciones de las decisiones que dicta... los... jueces de primera instancia, es decir, cuando un juez dicta una sentencia, bien sea interlocutoria o definitiva, en casi todos los casos debe consultar esa decisin con el Juzgado Superior en el cual puede confirmarla, puede revocarla o puede modificarla. En otros casos las decisiones... dictadas... por los jueces de instancia estn sujetas a apelaciones por parte de... la persona que se est procesando, en algunos casos puede ejercer ese recurso el propio procesado o su defensor y nuevamente sube la sentencia, la decisin, al Juzgado Superior quien, al igual que en consulta puede confirmarla, puede revocarla o puede modificarla (D y M:10 195). El segundo texto (2) es de un hablante de clase baja, tambin mayor de sesenta aos, que apenas pas por la escuela y ha servido en los oficios del hogar:10

Domnguez y Mora (1998), siempre D y M.

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(2) Ay no, s fui, a la escuela, no fui a la escuela, pero una madrina ma era muy brava, una madrina ma, y entonces nos mandaba a la escuela y nos banos para los potreros como le cont, nos banos para los potreros y bajbanos los bichos eso que... tienen la matas? y nos... banos por esa falda rodando y las cabuyas las ponanos por dos palos, para mecernos, y... la otra parte nos banos a comer cnoras, que haban cosechas, y la otra parte nos banos a buscar mortios... para comer, para que se nos pusiera la lengua morada (D y M: 322). El primer texto muestra una planificacin previa del discurso: el informante le est dando a la entrevistadora una explicacin sobre las funciones del Juez Superior, un tema que obviamente ha estudiado, y de cuyo conocimiento est seguro y, podra decirse que presume, puesto que ese saber forma parte de la construccin de su papel como jurista. Es un texto continuo como la escritura: podra pensarse que lo est leyendo, o bien porque se lo sabe de memoria, o bien porque lo ha repetido tantas veces ante los alumnos que ya no necesita pensarlo. La nica repeticin conocer en alzada... de las consultas... consultas y apelaciones... tiene la funcin de especificar, no puede decirse que es formularia. El segundo texto (6), en cambio, no parece haber estado planificado porque la hablante hesita Ay no, s fui, a la escuela, no fui a la escuela pero una madrina ma [...] en decir que s fue a la escuela, pero que iba porque la obligaba su madrina, por lo que prefera pasar el tiempo rodando las faldas de las montaas, recogiendo bromelias y comiendo frutas del lugar. Este texto es fragmentado por las pausas y por la yuxtaposicin y coordinacin de clusulas que comienzan generalmente con un adjunto, la conjuncin y, que sirve aqu de marcador para empaquetar la informacin. Ambos pasajes se asemejan en cuanto a la presencia de los interlocutores y, si ambos refieren a tpicos no presentes en la situacin comunicativa el primero un tpico jurdico, el segundo un tema del pasado, mucho ms cercano le resulta al investigador el tema cotidiano que el tema acadmico considerando, sobre todo, que ambos participantes son de la regin andina. El primero de los hablantes es quizs ms consciente de su construccin como persona a travs del discurso y de su conciencia de la norma escrita que la segunda entrevistada, que se presenta ms naturalmente al interlocutor. Con ello tambin se da un distanciamiento entre los participantes en la situacin comunicativa del primero de los textos y un acercamiento con el segundo porque si el oyente nunca hubiera sabido de leyes, probablemente habr rodado alguna vez por la ladera de una montaa y se habr trepado a los rboles, como hacen los muchachos de la zona, y se habrn mecido con mecates entre los rboles, recogiendo elementos de la flora regional. As tambin el primero de los textos muestra una formalidad que no tiene el segundo y construye a travs de ella tambin la asimetra entre ambos. El primero da esa impresin de individualidad que

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reclama Barros (2000) para los textos escritos, pero el segundo, en cambio, se acerca al investigador a travs de afirmaciones como le cont y preguntas esos, que ... tienen las matas? construyendo el conocimiento compartido entre ambos. La repeticin formularia es tambin un elemento de comunin entre ambos participantes, porque la comprensin no se queda en lo racional sino que se vuelve tambin rtmica: Se repite el tema nos banos siempre con un rema nuevo: para los potreros, por esa falda rodando, a comer cnoras, a buscar mortios. Hay paralelismos sintcticos y nos banos, y bajbanos y se da una alternancia rtmica entre unidades entonativas cortas y largas y que se pueden apreciar ms claramente cuando se observa el mismo texto transcrito en lneas como en (1). Desde el punto de vista sintctico, en el primero de los textos predominan las construcciones hipotcticas, que elaboran el significado (Halliday y Matthiessen 2004: 495) mientras que, en el segundo, predominan las paratcticas que extienden el significado (p. 501). En resumen, podemos decir que el texto de quien conoce la escritura y que vive dentro de ella se acerca en el continuo ms al extremo de lo escrito en expresin y contenido, mientras que el de alguien que apenas conoce la escritura puede situarse en el extremo de la oralidad.

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Tradicin, pero cul y para quin?1Ruth Finnegan. Inglaterra

Es un honor y un placer ser invitada para ofrecer la Conferencia Parry de 1989-1990. Intentando analizar el concepto de tradicin y cmo es usado, espero que, como explicar ms adelante, haya seleccionado un tema que est a la altura de las perspectivas y enfoques que debemos ofrecer a Milman Parry. Es mi intencin introducir las preguntas en el ttulo de mi conferencia haciendo un comentario sobre la palabra tradicin. Este trmino, y su adjetivo tradicional han sido por largo tiempo conceptos centrales en mi propia disciplina, la Antropologa, y han sido utilizados para constantemente diferenciar y clasificar fenmenos, y desde luego, ambos son bsicos para el ttulo de esta publicacin y para el Centro de Estudios de la Tradicin Oral que la patrocina. No obstante, tradicin es tambin un concepto que genera muchas interrogantes. Mi plan, por lo tanto, es discutir algunos de los problemas y suposiciones que se esconden detrs de los usos de tradicin y tradicional y acerca de su importancia para el conocimiento. De ah pasaremos a comentar algunos enfoques novedosos en otras disciplinas Antropologa, Folclor e Historia Oral, en particular que conjuntamente nos convidan a revisar estos trminos que en algn momento fueron bsicos. Despus de eso, regresar a Milman Parry. Algunos significados y usos del trmino tradicin Tradicin es una palabra de uso comn y, como muchas palabras comunes, es escurridiza. Precisamente por ser considerada bsica y obvia en muchos sentidos, ha sido soslayada y no discutida. Es sumamente instructivo ver como la palabra aparece en trabajos de referencia estndar o en los diccionarios y notar con qu frecuencia est ausente (en el sentido de no tener una referencia propia); apareciendo, desde luego, en la discusin de otros trminos. Uno busca en vano entre Trading stamp2 y Trafalgar3 en la Micropaedia de

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Texto ledo en la Conferencia Milman Parry sobre Tradicin Oral. (1989-1990) aparecido en Oral Tradition, 18/1 (2003): 84-86. Traduccin de P.B.C. 2 Sello comercial, de correo. Si no se indica lo contrario, todas las notas a pie de pgina son del traductor. (N. del T.). 3 Plaza en Londres, Reino Unido.

la edicin de la Encyclopedia Britnic