el anarquismo en américa latina
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Anarquismo en América LatinaTRANSCRIPT
Rodríguez Trejo Eduardo DanielAmérica Latina II
El anarquismo en Argentina, el caso de La Antorcha
Vivir en monotonía las horas mohosas de lo adocenado, de los resignados, de los acomodados, de las conveniencias, no es vivir la vida, es solamente vegetar y transportar en forma ambulante una masa informe de carne y de huesos. A la vida es necesario brindarle la elevación exquisita de la rebelión del brazo y la mente. (Severino Di Giovanni, Culmine, 10 de enero de 1929).
Nosotros, los anarquistas, militantes de una causa que aspira a suscitar en todas las almas el sentimiento de odio a la injusticia para encender en ellas, a la luz de un ideal, el espíritu revolucionario, no podemos renegar, repudiar ni condenar las explosiones de rebelión popular, tanto individual como colectiva, sin renegar de nuestra causa (La Antorcha, 9 de septiembre de 1928).
Introducción
El pensamiento latinoamericano desde los procesos de independencia hasta el día de hoy ha
abrevado de la intelectualidad europea y, desde principios del siglo XIX, de Estados Unidos. Pero no
considero, a la producción intelectual latinoamericana, dependiente de los modelos «occidentales»,
sino que los pensadores de América Latina tomaron las ideas venidas de fuera con una postura crítica.
Siguiendo la propuesta de Víctor Alba creo que las ideas al llegar a América Latina se «tropicalizaron»,
se adecuaron al pensamiento manado en cada región y dieron respuestas para problemas concretos
de la realidad latinoamericana.
Víctor Alba nos remite a la de lucha entre facciones en la conformación del Estado-nación
latinoamericano a través de tres etapas: 1) la nacionalización de las ideas llegadas de fuera, 2) el
liberalismo anticlerical y 3) las ideas liberales se van convirtiendo poco a poco en conservadurismo.
Después del proceso de consolidación del Estado-nación viene el desarrollo ideológico propio en
cuatro fases: a) La importación: hombres «cosmopolitas» transportaron ideas a América; b) La
inmigración: llegan oleadas de migrantes de toda Europa a América Latina; c) La naturalización: las
ideas traídas por los europeos o por hombres «cosmopolitas» son asimiladas; d) La formación de la
doctrina propia: se asimilan por completo las ideas y se crean nuevas, según las circunstancias
históricas.1
1 Alba, Historia, 1964, pp. 80-81.
1
De tal manera las ideologías, los programas políticos y las teorías sociales aun siendo intelectualmente
«europeas», no dejan de ser distintiva y auténticamente latinoamericanas pues “despreciar estas ideas
políticas y sociales por considerarlas «imitativas» o «derivativas» (…) es convertir en algo
insignificante lo que entonces se tenía por muy significativo, así como tergiversar nuestra compresión
de la historia de América Latina”.2 La misma concepción de nación, Estado, liberalismo son ideas
importadas y atemperadas al carácter americano. Y sería lo mismo con posturas del socialismo.
Muchos elementos de la «intelectualidad» argentina de los años bisagra, entre los siglo XIX y XX,
militaron dentro del anarquismo; tal es el caso del poeta Alberto Guiraldo, Evaristo Carriego, Diego
Abad de Santillán, José Ingenieros y Rodolfo González Pacheco. Este último viajó a México para
participar en la Revolución Mexicana, al igual que el médico Juan Creaghe.
A finales del siglo XIX el liberalismo y su confianza en el individuo, el mercado y el Estado eran ya
moneda corriente en los países latinoamericanos pero se enfrentó a lo que se ha denominado como
positivismo; una fe ciega en la paz, el progreso y el orden. Oponiéndose a ambas corrientes llegó a
América Latina una nueva forma de concebir el mundo, y de involucrarse en su transformación, si bien
a finales del XIX aún no se manifestaban plenamente ya hay algunas huellas de su presencia: el
socialismo en todas sus vertientes. Éste no llegó por medio de la élite intelectual, ni por hombres
sabios europeos. Fueron cientos de seres humanos practicantes del ostracismo de Europa a América
por ser perseguidos por las revoluciones de 1848, la Comuna de París o por la prédica de su
pensamiento; sin nada en las manos, sólo cargados de ideas y sueños por materializarlas. Argentina
se convirtió en el refugio para muchos de ellos.
En la década de los 70 del siglo XIX en la región Argentina ya se habían conformado los primeros
núcleos anarquistas. A pesar de la presencia libertaria y de su arraigo en la zona del Cono Sur, son
exiguos los estudios de la izquierda que mencionan al anarquismo, y los pocos lo hacen de forma
marginal, calificándola como corriente pequeñoburguesa y/o utópica. La historia del socialismo tiene
sus tumbas que no le gusta visitar.
En el presente trabajo me centraré en analizar el movimiento libertario en la región Argentina. A partir
de dos ejes: 1) cómo es percibida América Latina y 2) la violencia de los grupos expropiatorios. Antes
de adentrarme a ello trazaré una línea muy general del anarquismo en dicho país para contextualizar
el proceso de inserción, organización y declive del movimiento ácrata.
2 Hale, “Ideas”, 1991.
2
Argentina y sus peculiaridades sociales
Argentina, a falta de una nutrida población india o negra debió fomentar desde su independencia la
migración. En 1914 unos dos millones y medios de inmigrantes están asentados en la región, en su
mayoría españoles e italianos. Para 1915, debido a la inmensa cantidad de emigrantes la xenofobia se
hizo presente en parte como una reacción de la élite a las hordas de campesinos europeos, algunos
de los cuales prosperaban. Los emigrados se convirtieron en víctimas de las organizaciones
patronales y del gobierno, se decía que ellos eran más propensos a la delincuencia y causantes del
desorden social. Pues el socialismo y, en particular el anarquismo, crecieron junto con la inmigración.
Se les culpó por la agitación laboral ocurrida entre 1900 y 1910. Antes de la ola xenófoba que sacudió
aquel país la burguesía bonaerense promovió en 1902 la Ley de residencia permitiendo al gobierno
expulsar a cualquier extranjero sin juicio previo.
La historia del anarquismo en Argentina comenzó desde las dos últimas décadas del siglo XIX y
encontró su expresión más refinada con la Federación Obrera Argentina (1901) una alianza obrero-
artesanal entre socialistas y anarquistas. En 1904 los socialistas se separaron y los anarquistas
tomaron el control y cambiaron el nombre a Federación Obrera Regional Argentina (FORA). Esto no
significa que los anarquistas hayan estado sólo involucrados en el ámbito de los trabajadores, su
espectro de movilización abrazó una multitud de luchas sociales. Superando en el proceso
organizativo a sus pares europeos. Un antecedente directo de la FORA fue la edición del periódico La
Protesta Humana (1897); el cual lograría sobrevivir hasta 1930 con el grupo editor original, durante las
sucesivas dictaduras en el país cono sureño La Protesta se ha publicado intermitentemente hasta el
día de hoy.
A partir de 1909-10 el movimiento anarquista argentino sufrió varias deserciones por la represión
sufrida después de las huelgas de 1909, suceso conocido como la Semana Roja, y el asesinato de
Ramón Falcón a manos del ruso Simón Radowitzky, en venganza por la muerte de varios obreros. A
ello se agregó la embestida de las autoridades contra los dirigentes sindicalistas y socialistas por los
festejos del centenario de la independencia. Desde esta época proliferaron los grupos de civiles
armados que confrontaban a los anarquistas y obreros mucho antes de hacer su aparición pública la
Liga Patriótica, de tendencia fascista y compuesta por hijos de la burguesía porteña. La ley de Defensa
Social, sancionada en 1910 para reprimir a la izquierda disponía de penas de uno a tres años a
quienes verbalmente, desde la prensa o cualquier otro impreso, hicieran apología del anarquismo. Otro
golpe contra el movimiento libertario fue la promulgación en 1912 de la reforma electoral para fomentar
una cultura nacional, esta medida conocida como Ley Sáenz Peña patentó el voto obligatorio y secreto
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para todos los ciudadanos argentinos mayores de 21 años. Lo cual permitió el triunfo de la Unión
Cívica Radical (UCR) en las elecciones presidenciales de 1916 e inauguró el período de gobiernos
radicales de Hipólito Yrigoyen (1916-1922), Marcelo T. de Alvear (1922-1928) y nuevamente Hipólito
Yrigoyen en 1928. Este último fue interrumpido por el golpe de Estado de 1930.
En 1912 se celebró una asamblea entre la Confederación Obrera Regional Argentina (CORA) nacida
en 1909, y la FORA en la cual se buscó la unidad del proletariado argentino. No se consiguió por la
radicalidad de la FORA y en lugar de ello la CORA decidió disolverse e integrar a todos sus militantes
a la FORA; una maniobra muy hábil pues en su IX congreso la dirigencia anarquista fue desplazada y
los coristas se quedaron con la FORA, y eliminaron las clausulas referentes al comunismo anárquico.
La FORA se dividió entre los denominados del V congreso (anarquistas) y los del IX (sindicalista).
El 7 de enero de 1919 los obreros de la empresa metalúrgica Vasena se fueron a paro, después de
algunos días el ejército, la policía, e hizo su aparición la Liga Patriótica, nacida para hacer frente a la
agitación por la Revolución de Octubre, intervinieron y arremetieron contra los obreros lo cual devino
en la muerte de varios trabajadores. La represión fue ejecutada por el teniente coronel Varela, un año
más tarde asesinaría a 1500 obreros en Santa Cruz, suceso conocido como La Patagonia Trágica. Al
igual que en España, Francia, Rusia e Italia, donde el atentado individual contra los políticos y jefes de
gobierno se realiza por mano de gente identificada con el anarquismo en Argentina brotaron de vez en
cuando personalidades como Salvador Planas, Simón Radowitzky y Kurt Wilckens quienes hicieron
justicia por propia mano, los dos últimos positivamente, en las figuras señeras de la represión: el
coronel Falcón y el teniente coronel Varela.
Los casos de Wilckens y Radowitzky fueron más o menos aislados. A partir de 1925 el caso de los
anarquistas expropiadores: asaltaban bancos y atentaban contra los símbolos del régimen capitalista y
el Estado, se hicieron más comunes. Eran los anarquistas vindicadores que respondieron con el
método de la propaganda por la acción, el cual no necesariamente implicaba el uso de la violencia, la
«propaganda por el hecho» incluía huelgas generales, boicots, el no votar, rechazar el servicio militar,
negativa a pagar alquileres, organizar mítines, marchas, en general cualquier forma de rebeldía
práctica entre ellas el robo, acciones armadas y atentados con bombas. La «propaganda por el hecho»
va a contraposición de la discursiva; se sustituyó la palabra por la «acción directa»; ante la
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desmovilización de los trabajadores y a las acciones cada día más represivas del Estado. El ejemplo
más emblemático fue Severino Di Giovanni, Miguel Arcángel Roscigna y sus respectivos grupos.3
La divergencia entre los grupos anarquistas en si apoyar o no los actos individuales de justicia
perjudicó al ya mermado círculo libertario y enfrentaría a los dos periódicos más representativos en
Argentina: La Protesta y La Antorcha. El grupo Antorcha se desprendió de La Protesta en 1916 por la
denuncia de la conducta administrativa de Apolinario Barrera, administrador del diario, que intentó
sacar provechar de un boicot obrero a una cervecera para beneficiar a otra empresa, lo cual molestó a
muchos que se salieron del periódico para fundar un nuevo impreso en 1921 bajo la dirección de
Rodolfo González Pacheco y Teodoro Antillo: La Antorcha. La ruptura escondía el descontento por la
centralización del movimiento libertario por parte de La Protesta y los foristas. Las diferencias
ideológicas entre los dos grupos se fueron acentuando.
Los antorchistas, eran la izquierda de La Protesta, se vincularon con los grupos expropiatorios;
defendieron y difundieron las actividades vindicativas de los anarquistas mientras que La Protesta las
denunció como delincuencia “el movimiento libertario era un complejo y desordenado mosaico sin
dirección formal en el cual convivían, no siempre armoniosamente, una infinita cantidad de tendencias
que sólo tenían en común la negación de la autoridad, la religión y la política parlamentaria”.4 Los
ataques con bombas, en especial el ataque al consulado italiano en 1928, el asalto a bancos y los
enfrentamientos con la policía lograron poner en primera plana, otra vez, al anarquismo “durante esos
años. El espectáculo de las bombas en Buenos Aires fue tematizado por la prensa comercial y
devolvió al anarquismo a un lugar de visibilidad en la primera plana de los diarios”.5 Para La Protesta
Eran atentados «terroristas y fascistas» que no tenían nada que ver con la propaganda por el hecho; acciones llevadas a cabo en lugares públicos donde era evidente que habría víctimas indeseadas y cuyos autores escapaban a la responsabilidad del atentado no podían considerarse anarquistas. A la condena pública sumaron la denuncia con nombre y apellido de sus autores, a quienes no reconocían como anarquistas desde hacía tiempo.6
Al ampliarse el régimen político y al aumentar el Estado su participación en la esfera social, el
anarquismo perdió su capacidad para articular una respuesta, sumado a los disensos dentro de los
propios grupos anarquistas. Su atractivo para los trabajadores disminuyó de manera dramática siendo
3 Véase la obra de Osvaldo Bayer citada en la bibliografía y la serie, del mismo autor: Los vengadores de la Patagonia trágica. 4 Suriano, Auge, 2005.5 Anapios, "La ciudad”, 2013, p. 1.6 Ibíd., p. 11.
5
reemplazado por un sindicalismo reformista y el comunismo.7 Cuando la dictadura de Uriburu lanzó su
furiosa represión contra los trabajadores los anarquistas habían dejado de ser un contrapeso real.
Siguiendo a Cappelletti podemos situar la desarticulación del anarquismo, mas no su desaparición, en
América Latina por tres motivos “uno: por una serie de golpes de Estado, más o menos fascistoides
(…); dos: la fundación de partidos comunistas bajo el amparo de la Unión Soviética (…); tres: la
aparición de corrientes nacionalistas-populistas”.8 A esto habría de agregar la intervención del Estado
en «la cuestión social». En Argentina después de los sucesos de la Semana Trágica el gobierno cedió
en algunas demandas de los trabajadores e impulsó una política social.
Estos elementos se conjugaron para desviar en gran medida la lucha de las clases populares por su
emancipación; los movimientos nacionalistas y socialistas encaminaron los esfuerzos de los
trabajadores, en su amplia gama, a luchar contra el imperialismo, tanto económico como político, y no
contra el capitalismo y el Estado fuera nacional o foráneo. “El anarquismo tuvo la gran virtud de
representar y defender a los desposeídos así como de poner en locución la cuestión social, y aunque
no logró el ansiado cambio social, se convirtió en un actor político sustancial del mundo del trabajo
cuyo contunden accionar incómodo a los grupos dominantes. Esta presencia era un gran problema
para quienes tenían la convicción de que no había límites para el crecimiento de Argentina”.9
El gran aliento del anarquismo latinoamericano comenzó a disiparse en la década de los 30 del siglo
pasado. Los libertarios se vieron superados con facilidad por la embestida del Estado-populista y las
últimas esperanzas del movimiento ácrata, fueron depositadas en el guerra civil española, 1936-1939,
donde confluyeron muchos argentinos para luchar contra el fascismo. Los casos más emblemáticos
son el de Diego Abad de Santillán y el de Simón Radowitzky. Al caer la república española el
anarquismo se vio menoscabado en todo el mundo, sin embargo si algo ha persistido es “que el
anarquismo ha sido una respuesta directa a la opresión y la necesidad de encontrar nuevos caminos
de auto-organización y liberación”.10
Una de las cualidades del movimiento libertario, dentro de la amplia gama del socialismo, es la
construcción de su sujeto social. El cual está basado en las formas de opresión y no en las relaciones
con los medios de producción; de tal manera elabora un esquema del conflicto más flexible y general
que el marxista, pues la causa de la división social no es tanto un tema del régimen de propiedad y
7 Suriano, Auge, 2005, p. 91.8 Rama y Cappelletti, El anarquismo, 1990, p. XIII.9 Suriano, Auge, 2005, p. 53.10 Ibid., p. 92.
6
salarios como sí de la enorme distancia cultural entre los sectores sociales. Con dicho problema se
excede la contradicción establecida por el marxismo entre clase burguesa y clase obrera para
establecer un antagonismo más amplió entre explotado-explotador; dichos fundamentos ético-
culturales/morales-económicos entre los factores de opresión amplia al grupo de los explotados.
De tal manera la superación del capitalismo no pasa por la simple lucha de clases sino por la
ilustración, el concientizar al individuo de su condición de oprimido no sólo en el aspecto
socioeconómico, al reconocer que el hombre es ante todo un individuo y eso sobrepasa la cuestión
abstracta de clase por lo cual se asumen los ideales de universalidad, se considera que entre la propia
clase existen sujetos, individuos, oprimidos: la mujer, el infante, etc., y esa misma condición es
reproducida en la clase burguesa. Para el movimiento anarquista resulta igual de importante la lucha
de la clase trabajadora, que la de género, el ambientalismo, el antimilitarismo, la lucha contra el
racismo y el fascismo de tal manera el discurso anarquista no tiene como eje central la construcción de
la clase obrera sino la del conjunto de los oprimidos.
El no reducir su apelación a una identidad de clase, permitió al anarquismo percibir la opresión en términos más generales e iluminar tempranamente otras zonas de la vida social que se debían también tener una revolución. El hogar, por ejemplo, las relaciones afectivas y sexuales, la niñez, etc. (…) En este caso, una mirada de mayor alcance habilitó a los libertarios una anticipada y lúcida evaluación de las distintas formas de opresión y una práctica política que intentó explorar otras zonas en las que se desarrollaría una deseada sociedad futura.11
La pluma anarquista, entre el salón y la dinamita
Las revoluciones liberales del siglo XIX pugnaron por la libertad económica y política. Triunfaron y la
libre expresión de ideas y opiniones se amplió y dejó de ser un derecho exclusivo de la burguesía para
insertarse dentro de los sectores populares. La prensa en este sentido jugó un papel importante en la
creación de una opinión pública diversificando las posturas e incentivando el debate ideológico,
impugnar las políticas estatales, oponerse a la cultura esparcida por la burguesía y fomentar la
creación de una cultura popular. La prensa funcionó como centro aglutinador, organizador y difusor de
actividades e ideas.
En Buenos Aires el impacto de la «modernización» iniciada a finales del XIX favoreció la constitución
de un espacio público en el que diversos grupos y sectores intervinieron como mediadores entre la
sociedad y el Estado para presionar por sus intereses de manera directa, una manera de hacerlo fue
mediante la prensa. “Para los anarquistas el periódico era concebido como un instrumento científico
11 Cordero, “Historiografía”, 2014, p. 54-55.
7
puesto al servicio de la emancipación humana y no sólo como un producto específicamente obrero
aunque estuviera dirigido a los trabajadores y fuese leído por ellos”.12 Así, para ellos
El periódico es la acción más universal, más eficaz para la propaganda, la defensa y aún el ataque. Más que la palabra que se lleva el viento robustece a los débiles, da coraje a los tímidos y arraiga con más fuerza las convicciones y el amor hacia los ideales. La palabra impresa obra más y mejor en la conciencia del individuo; le sugiere pensamientos propios, comentarios íntimos que avaloran más los conceptos leídos, y en esa conversión periódica entre él y la hoja impresa, ve conceptos dilatados y nuevos horizontes, el periódico leído viene a ser para él [el lector] un compañero inseparable que presenta luego a los amigos del taller, de la fábrica o del terruño y se identifica con él como carne.13
El periodismo dentro de los grupos anarquistas tenía la función de formar doctrinalmente a las
personas, esparcir la Idea, propiciar la organización y fomentar la revolución. Los impresos ácratas
estaban divididos en secciones fijas y daban información tanto histórica como de actualidad. Se hacía
hincapié en la condición de proletario de los redactores como los que lo leían, en especial de los
tipógrafos e impresores. Al respecto Ana Ribera Carbó dice: “los periódicos tuvieron formatos
parecidos: además de ensayos doctrinales se incluían trabajos literarios, grabados, reseñas
bibliográficas y teatrales, así como columnas especializadas dedicadas a la lucha obrera.
Generalmente se publicaban de manera semanal o quincenal [mensual o bimensual], solicitaban el
apoyo económico de los lectores para mantenerse”.14 Pero también tenía como propósito “aumentar el
nivel cultural de los campesinos y trabajadores; difundir al máximo las ideas y hacer de plataforma de
coordinación entre los diferentes grupos así como servir de apoyo a la lucha frontal contra el Estado y
el capital, dando cabida en sus páginas a la información de las huelgas, las luchas obreras y
campesinas”,15 la liberación femenina, la educación racionalista, el antimilitarismo, etc.
Uno de los elementos característicos del movimiento anarquista en Argentina, a diferencia de toda
Latinoamérica, fue su composición social. Al ser una nación de inmigrantes el Estado se vio obligado a
implementar una política educativa capaz de cohesionar a la población en torno a valores comunes
para forjar la identidad nacional. Como consecuencia de ello resultó la alta alfabetización de su
población. Gracias a lo cual se incrementaron los periódicos y las hojas sueltas. Otro factor para el
auge del anarquismo a través de la palabra fue la colaboración de plumas bastante reconocidas en
áreas como la literatura, la poesía, la dramaturgia, etc. Otra particularidad de la prensa libertaria fue la
divergencia de opiniones dentro del movimiento y la proliferación de impresos los cuales debatían
12 Anapios, “Una promesa”, 2011, p. 10.13 Beltrán, “La opinión”, 2008, p. 172.14 Ribera, “Los periódicos”, 2009, p. 1.15 Madrid, Solidaridad, 2007, p. 19.
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entre sí, no existía homogeneidad dentro del mismo, no había un centro capaz de controlar las
publicaciones, facilitando así su proliferación en algunos casos con escaza duración y en otros en la
creación de empresas editoriales como lo fue La Protesta que durante muchos años logró salir
diariamente y editar un suplemento quincenal.
La Protesta y la FORA fueron la organización anarquista con más peso durante 30 años en Argentina.
Consiguió ser un verdadero contrapeso al eurocentrismo de la Asociación Internacional de los
Trabajadores (AIT). De la cual habían sido promotores para hacer frente a la Profintern, los foristas se
dedicaron a una verdadera tarea de organización continental e internacional para hacer frente al
sovietismo, al fascismo y al imperialismo. Para tal fin convocó a la creación de una Asociación
Continental Americana de Trabajadores (ACAT), la cual nació en Buenos Aires en mayo de 1929. Al
congreso de formación asistieron grupos de toda Argentina, y delegaciones de Paraguay, Bolivia,
México, Guatemala, Brasil y Uruguay. Con la creación de la Continental se reafirmó uno de los
principios del anarquismo que ha sido definido como «el primer y más extendido movimiento
transnacional del mundo, organizado desde abajo y sin partidos políticos formales».
La FORA mantuvo una relación muy estrecha con la Confederación General de Trabajadores (CGT)
mexicana, creada en 1921 con participación plural de anarquistas y comunistas. En 1923, con la salida
de los comunistas y la ruptura con Moscú, la CGT se afilió a la AIT, anarcosindicalista, ampliando sus
contactos con la FORA. “Fracasado el intento de cooptación por parte del comunismo, el
internacionalismo libertario creó su propia organización (la AIT en 1922) y comenzó a pergeñar la
Continental anarquista como forma de hacer frente a «la conquista roja de la América Latina»”.16
Además de eso fomentó la publicación de periódicos en México. Consideraba a México y Argentina
como los dos polos más fuertes del anarquismo latinoamericano y por lo cual debían fungir como
barreras contra los moscovitas, y el imperialismo norteamericano. Incentivaron y patrocinaron la
creación de impresos como Nuestra Palabra (1923-1925). Y también apoyaron a pequeñas
publicaciones como Horizonte Libertario (1922 1925) o Ni Dios Ni Amo (1926).
No sólo financiaron la edición de periódicos en México sino a través de un delegado, Julio Díaz, se
inició una gira por el continente para cohesionar a todo el movimiento anarquista. La FORA y La
Protesta pretendían ser el centro de mando. Aquí percibimos una de las contradicciones del
movimiento anarquista argentino, y por lo cual La Antorcha los criticó de manera vehemente, la
posición centralizadora y el carácter autoritario reinante en el grupo de La Protesta que en sí fungió
16 Migueláñez, "El proyecto”, 2014, p. 78-79.
9
como vocero de la FORA. Aunado a ello se observan ciertos componentes racistas por parte de los
editores de La Protesta al considerar que los países con una población predominantemente indígena
eran menos propensos a recibir de buen grado la ideología ácrata, ante ello se debía hacer mayor
propaganda.
En La Protesta aparecieron una serie de consideraciones sobre las grandes diferencias que en el orden moral separaban al elemento indígena del elemento europeizado vía inmigración (…) se afirmó que «por herencia de sumisión, el indio venera al caudillo político; por espíritu fatalista, cree en las promesas de los demagogos; por incapacidad intelectual, se somete a la tutela de los caciques modernos». Todos estos «elementos psicológicos » que caracterizan al «elemento autóctono -dirán-, todavía sujeto a un estado casi primitivo, representan [...] un pesado lastre, cuya adaptación a nuestras cosas necesita de mucho tiempo y propaganda».17
Simultáneo a esa representación del «autóctono» de manera despectiva apareció otra imagen
idealizada y romántica en la cual era visto como un «anarquista por naturaleza», conocedor y
practicante del comunismo desde los orígenes de su cultura; sentimiento comunitario y antiautoritario
destruido por la llegada de los españoles.
La aspiración de los anarquista porteños de crear una central sindicalista continental se vinieron
truncados “a partir de septiembre de 1930, la dictadura de José Félix Uriburu prácticamente acabó con
la FORA y La Protesta, pero el secretariado de la ACAT logró reconstituirse en Montevideo, donde
continuó publicándose La Continental Obrera, trasladándose posteriormente a Santiago de Chile”.18 No
se recuperaría del golpe y ya no tendrá ninguna influencia decisiva en los años subsecuentes.
La Antorcha19 nació el 25 de marzo de 1921 y el 19 de diciembre de 1932 saldría su última edición.
Vieron la luz 314 números del semanario, el costo era de 10 centavos. El surgimiento del impreso
significó romper con la hegemonía centralista de La Protesta. Desde su aparición se convirtió en un
polo radical del anarquismo, aglutinó la opinión y postura de un importante grupo de libertarios
bonaerenses. El núcleo promotor de La Antorcha eran Rodolfo González Pacheco, Teodoro Antilli y
Alberto Bianchi,20 conocidos por su virulencia propagandística y militante; fogueados en la acción y
poco tendientes a perder el tiempo en disquisiciones filosóficas. Entre sus actividades debe destacarse
las campañas en pro de las liberaciones de Sacco y Vanzetti; Ricardo Flores Magón y Librado Rivera;
17 Ibíd., p. 91.18 Ibíd., p. 9419 Por motivos de espacio decidí sólo analizar algunos artículos sobre México aparecidos en el semanario. Para dicho fin me valí del índice realizado por Omar Cortés quien digitalizó la colección del periódico, el cual puede ser localizado en la siguiente dirección: http://goo.gl/XZ3JgB20 Murió a los pocos meses de la conformación del grupo.
10
Ascaso, Durruti y Jover;21 y, Radowitzky. Dando muestra de la perspectiva internacionalista y su
tendencia hacia el anarquismo de corte expropiatorio, a diferencia de La Protesta, al cual La Antorcha
llamó anarquismo heroico, y poco antes del golpe de Estado, en 1929, hizo un llamado a reivindicar
esa táctica de lucha
Las causas que determinaron las gestas heroicas del ideal libertario parecen no existir ya para algunos en la época presente; prefieren un anarquismo tibio de cordura temporizadora, que mesura renunciatriz, de responsabilidad «legal», acciones a la clara luz meridiana, «movimiento de puertas abiertas», que tengan la virtud de convertir al proletariado en burro de noria de su propia miseria (…) [los esclavos] deben de sujetar sus instintos vitales, domesticarlos, embretarlos si es posible en los bretes del derecho de huelga consagrado por la ley, siempre que tal derecho se circunscriba al triste cruce de brazos sin ultrapasar los límites de la moderación, sin llegar al terreno de las heroicidades.22
A los pocos días de ese llamado, diciembre de 1929, el presidente de la Argentina sufrió un atentado
de la mano del anarquista Gualterio Marinelli, La Antorcha señala que el periódico ya se encontraba en
prensa cuando recibió el aviso e insertó sólo un pequeño anuncio de último momento en el cual refirió
Atentose contra Irigoyen (…) hay pocos detalles. Sólo se sabe que el autor, un hombre del pueblo, llamado Antonio Marinelli y catalogado como anarquista en la policía, resultó muerto acribillado por los disparos que la perrada de investigaciones hiciera contra él. El verdadero caído está ahí: un proletario. El asesinado alevosamente con 20 plomos en el cuerpo. No podía estar más patentizado que con este hecho el pavor de la clase gobernante argentina. No importa, saludemos al caído, y ¡Viva la anarquía!23
En el siguiente número agregó
Un hombre muerto a tiros, salvajemente, con quince plomos en el cuerpo, apuñalado y pisoteado en medio de una vía central de Buenos Aires, por siete y ocho sicarios de investigación. Un presidente de la república, viejo, en el «bluf» de los complots y asonadas, huyendo a los primeros disparos y llorando de miedo ante el propio cuerpo acribillado (…) el 24 de diciembre, a pocas horas del atentado, nosotros, sin conocerlo, pero justificando el hecho contra el gestor directo de las masacres de la Patagonia, la semana de enero, el litoral y San Francisco, saludamos a Gualterio Marinelli el brazo de la justicia popular. Hoy como ayer, volvemos a saludar al caído.24
Por su parte la postura de La Protesta, a la luz de una declaración de Abad de Santillán sobre Di
Giovanni, puede ser sintetizada
21 Estos tres personajes también pasaron por México. Su grupo, conocido como Los Solidarios, era conocido por sus actividades expropiatorias. Gregorio Jover terminaría sus días en México, al igual que Radowitzky.22 El anarquismo heroico, La Antorcha, 1 de noviembre de 1929, Buenos Aires, p. 2.23 Último momento. Atentose contra Irigoyen, La Antorcha, 24 de diciembre de 1929, Buenos Aires, p. 3.24 Gualterio Marinelli, “asesinado dos veces”, La Antorcha, 13 de febrero de 1930, Buenos Aires, p. 2.
11
Di Giovanni (…) ha muerto de una manera valiente, es verdad, pero difícilmente se pueda borrar con eso el recuerdo de cómo ha vivido. Lamento que haya caído bajo la dictadura, pero no creo que para el movimiento anarquista sea una pérdida. ¿Qué importa que a última hora se haya puesto a editar las obras de Reclus? Lo hacía, estoy seguro, para tratar de reivindicarse de algún modo, no porque estuviera de acuerdo con Reclus. Es el primer dinero que iba a la propaganda de los cientos de miles que habían sacado.25
Incluso lo llegó a ligar con el Partido Comunista “Di Giovanni era un espía del partido comunista
italiano que había sido enviado para destruir al movimiento anarquista argentino”.26 Por su parte La
Antorcha le abrió sus páginas, y después de su ejecución brindó sus hojas para homenajearlo, incluso
a un año de su muerte realizó en su tumba un acto conmemorativo.
La desavenencia con los editores de La Protesta llegó a desatar choques en extremo violentos como el
ocurrido con el ataque al periódico Pampa Libre, afín a La Antorcha, en el cual fue agredido por
núcleos anarquistas opuestos y donde resultó muerto un militante de la FORA. La Antorcha dentro del
espectro propagandístico también realizó una labor importante al organizar charlas-debates, mítines,
etc. En el plano cultural, la labor de los antorchitas fue muy significativa pues logró el montaje y
difusión de obras teatrales escritas por González Pacheco.
Analicé algunos números de La Antorcha para vislumbrar la perspectiva latinoamericanista del
impreso, de manera muy general. En este sentido encontramos que la postura internacionalista del
diario está presente desde su primer número pues da noticias de lo que sucede en Rusia. En una
sección dedicada a rescatar el testimonio de «Vilkens, carpintero organizado» quien pasó seis meses
en Rusia, relata lo acontecido en aquel país con respecto a la represión por parte de los bolcheviques
contra el movimiento anarquista. También se pormenoriza la revolución ucraniana liderada por Néstor
Makhno así como lo acaecido en Italia, Francia y, en general, en todo el mundo.
En relación con América Latina se publicó en su noveno número un comunicado de la CGT mexicana
en el cual convoca a una huelga general para apoyar a los ferrocarrileros en paro y hacer valer el
derecho de huelga conquistado por la revolución. Lo interesante de la publicación radica en que el
artículo no fue tomado directamente de la CGT sino del periódico cubano El Progreso.27 De tal forma
podemos observar la triangulación y las relaciones entre el movimiento anarquista argentino, cubano y
mexicano. Según expresa la redacción de La Antorcha la publicación se hace para hacer frente a la
25 Bayer, Severino, 1978, pp. 260-261.26 Ikbídem.27 Méjico y los obreros. Un manifiesto de la Confederación General de Trabajadores, La Antorcha, 20 de mayo de 1921, Buenos Aires, p. 4.
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censura de otro órgano de la izquierda latinoamericana, se refiere al Cuasimodo, quien elogió el
gobierno revolucionario de México y desoyó el pedido de ayuda de los cegetistas.
El intercambio de periódicos y libros anarquistas con otros países de América Latina es constante,
incluso el propio impreso contiene una lista de los que reciben, así como la cantidad. También publican
una lista de los grupos, con sus respectivos impresos, con los cuales tienen estrecha relación. Entre
ellos encontramos: A Pleba, A Vanguardia de Sao Paulo; El Surco de Iquique; El Hombre, La Ruta, La
Batalla y El Libre Pensamiento de Montevideo. Asimismo el semanario anarquista solicita a las
publicaciones «hermanas» un intercambio de publicaciones.
Al discurrir los últimos años de los 20 se hace presente en La Antorcha secciones dedicadas a los
países de Sudamérica. En los pequeños escritos se observa la avanzada de los sistemas autoritarios.
En los escritos se refieren los redactores que el peligro de la tiranía se cierne sobre la región pues la
represión contra el movimiento libertario, obrero, campesino y estudiantil va en aumento.
Por ejemplo analiza la situación en Chile donde el General Ibáñez desarticuló la central sindical más
fuerte de tendencia socialista para dar paso a una asociación afín al gobierno, a los dirigentes de la
nueva central sindical los recompensó con puestos en el parlamento. Tachando este procedimiento de
fascista al imitar el modelo mussoliano de corporativismo. Respecto a la situación en Paraguay refiere
de los enfrentamientos suscitados entre los cuerpos de seguridad y obreros y estudiantes, recalcando
que el movimiento anarquista ha sido el más perjudicado pues se le han confiscado sus locales e
imprentas. Asimismo hace alusión al conflicto religioso en México, a la división en Venezuela y
Colombia por los regionalismos y las pugnas entre liberales y conservadores. Hablan igualmente sobre
la situación que priva en Perú, Ecuador, Uruguay y Brasil. No sólo dieron cuenta de las malas noticias
en muchas ocasiones se congratulaban por el nacimiento de un nuevo grupo.
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Semanario La Antorcha
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