el amor en la literatura
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EL AMOR EN LA LITERATURA
Profesor Baudilio Hernández Cifuentes
Desmayarse, atreverse, estar furioso,áspero, tierno, liberal, esquivo,alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;
no hallar fuera del bien centro y reposo,mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,satisfecho, ofendido, receloso;
huir el rostro al claro desengaño,beber veneno por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño;
creer que un cielo en un infierno cabe,dar la vida y el alma a un desengaño;esto es amor, quien lo probó lo sabe.
Félix Lope de Vega
Constante más allá de la muerteCerrar podrá mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día, Y podrá desatar esta alma mía
Hora, a su afán ansioso lisonjera;
Mas no de esotra parte en la ribera Dejará la memoria, en donde ardía: Nadar sabe mi llama el agua fría, Y perder el respeto a ley severa.
Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido, Venas, que humor a tanto fuego han dado,
Médulas, que han gloriosamente ardido,
Su cuerpo dejará, no su cuidado; Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado. Francisco de Quevedo
Suspiros tristes, lágrimas cansadas,Que lanza el corazón, los ojos llueven,Los troncos bañan y las ramas mueven
De estas plantas, a Alcides consagradas;
Mas del viento las fuerzas conjuradasLos suspiros desatan y remueven,
Y los troncos las lágrimas se beben,Mal ellos y peor ellas derramadas.
Hasta en mi tierno rostro aquel tributoQue dan mis ojos, invisible mano
De sombra o de aire me le deja enjuto,
Porque aquel ángel fieramente humanoNo crea mi dolor, y así es mi fruto
Llorar sin premio y suspirar en vano.
Luis de Góngora
Para una cubana Rubén DaríoPoesía dulce y mística
busca a la blanca cubanaque se asomó a la ventanacomo una visión artística.
Misteriosa y cabalística,puede dar celos a Diana,con su faz de porcelana
de una blancura eucarística.
Llena de un prestigio asiático,roja, en el rostro enigmático,
su boca púrpura finge,
Y al sonreírse vi en ellael resplandor de una estrella
que fuese alma de una esfinge.
Éramos los elegidos del sol Y no nos dimos cuenta
Fuimos los elegidos de la más alta estrella Y no supimos responder a su regalo
Angustia de impotencia El agua nos amaba La tierra nos amaba
Las selvas eran nuestras El éxtasis era nuestro espacio propio
Tu mirada era el universo frente a frente Tu belleza era el sonido del amanecer La primavera amada por los árboles Ahora somos una tristeza contagiosa
Una muerte antes de tiempo El alma que no sabe en qué sitio se encuentra
El invierno en los huesos sin relámpago Y todo esto porque tu no supiste lo que es la eternidad
Ni comprendiste el alma de mi alma en subarco de tinieblas
En su trono de águila herida en infinito. Vicente Huidobro
POEMA 5
Para que tú me oigas mis palabras
se adelgazan a veces como las huellas de las gaviotas en las playas.
Collar, cascabel ebrio para tus manos suaves como las uvas.
Y las miro lejanas mis palabras. Más que mías son tuyas.
Van trepando en mi viejo dolor como las yedras.
Ellas trepan así por las paredes húmedas. Eres tú la culpable de este juego sangriento.
Ellas están huyendo de mi guarida oscura.
Todo lo llenas tú, todo lo llenas.
Antes que tú poblaron la soledad que ocupas, y están acostumbradas más que tú a mi tristeza.
Ahora quiero que digan lo que quiero decirte para que tú las oigas como quiero que me oigas.
El viento de la angustia aún las suele arrastrar. Huracanes de sueños aún a veces las tumban.
Escuchas otras voces en mi voz dolorida. Llanto de viejas bocas, sangre de viejas súplicas.
Ámame, compañera. No me abandones. Sígueme. Sígueme, compañera, en esa ola de angustia.
Pero se van tiñendo con tu amor mis palabras. Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas.
Voy haciendo de todas un collar infinito para tus blancas manos, suaves como las uvas.
FAREWELL
Desde el fondo de ti, y arrodillado, un niño triste, como yo, nos mira.
Por esa vida que arderá en sus venas tendrían que amarrarse nuestras vidas.
Por esas manos, hijas de tus manos, tendrían que matar las manos mías.
Por sus Ojos abiertos en la tierra veré en los tuyos lágrimas un día.
Yo no lo quiero, Amada.
Para que nada nos amarre que no nos una nada.
Ni la palabra que aromò tu boca, ni lo que no dijeron las palabras.
Ni la fiesta de amor que no tuvimos, ni tus sollozos junto a la ventana.
3
(Amo el amor de los marinerosque besan y se van.
Dejan una promesa.No vuelven nunca más.
En cada puerto una mujer espera:los marineros besan y se van.
Una noche se acuestan con la muerteen el lecho del mar.
4
Amo el amor que se reparteen besos, lecho y pan.
Amor que puede ser eternoy puede ser fugaz.
Amor que quiere libertarsepara volver a amar.
Amor divinizado que se acercaAmor divinizado que se va.)
• 5
Ya no se encantarán mis ojos en tus ojos, ya no se endulzará junto a ti mi dolor.
Pero hacia donde vaya llevaré tu miraday hacia donde camines llevarás mi dolor.
Fui tuyo, fuiste mía. Qué más? Juntos hicimosun recodo en la ruta donde el amor pasó.
Fui tuyo, fuiste mía. Tú serás del que te ame, del que corte en tu huerto lo que he sembrado yo.
Yo me voy. Estoy triste: pero siempre estoy triste. Vengo desde tus brazos. No sé hacia dónde voy.
... Desde tu corazón me dice adiós un niño. Y yo le digo adiós.
El Fornicio. Gonzalo RojasTe besara en la punta de las pestañas y en los pezones, te turbulentamente
besara,mi vergonzosa, en esos muslos
de individua blanca, tocara esos piespara otro vuelo más aire que ese aire
felino de tu fragancia, te dijera españolamía, francesa mía, inglesa, ragazza,
nórdica boreal, espumade la diáspora del Génesis, ¿qué más
te dijera por dentro?¿griega,
mi egipcia, romanapor el mármol?
¿fenicia,cartaginesa, o loca, locamente andaluza
en el arco de morircon todos los pétalos abiertos,
tensala cítara de Dios, en la danza
del fornicio?
Te oyera aullar,te fuera mordiendo hasta las últimas
amapolas, mi posesa, te todavíaenloqueciera allí, en el frescor
ciego, te nadaraen la inmensidad
insaciable de la lascivia,riera
frenético el frenesí con tus dientes, mearrebatara el opio de tu piel hasta lo ebúrneo
de otra pureza, oyera cantar a las esferasestallantes como Pitágoras, te
lamiera,te olfateara como el león
a su leona,parara el sol,
fálicamente mía,¡te amara!
¿Qué se ama cuando se ama?¿Qué se ama cuando se ama, mi Dios: la luz terrible de la vida
o la luz de la muerte? ¿Qué se busca, qué se halla, qué es eso: ¿amor? ¿Quién es? ¿La mujer con su hondura, sus rosas,
sus volcanes, o este sol colorado que es mi sangre furiosa cuando entro en ella hasta las últimas raíces?
¿O todo es un gran juego, Dios mío, y no hay mujer ni hay hombre sino un solo cuerpo: el tuyo,
repartido en estrellas de hermosura, en partículas fugaces de eternidad visible?
Me muero en esto, oh Dios, en esta guerra de ir y venir entre ellas por las calles, de no poder amar
trescientas a la vez, porque estoy condenado siempre a una, a esa una, a esa única que me diste en el viejo paraíso.
Perdí mi juventud en los burdeles...Perdí mi juventud en los burdeles
pero no te he perdidoni un instante, mi bestia,
máquina del placer, mi pobre noviareventada en el baile.Me acostaba contigo,
mordía tus pezones furibundo,me ahogaba en tu perfume cada noche,
y al alba te mirabadormida en la marea de la alcoba,
dura como una roca en la tormenta.Pasábamos por ti como las olas
todos los que te amábamos. Dormíamoscon tu cuerpo sagrado.
Salíamos de ti paridos nuevamentepor el placer, al mundo.
Perdí mi juventud en los burdeles,pero daría mi alma
por besarte a la luz de los espejosde aquel salón, sepulcro de la carne,
el cigarro y el vino.
Allí, bella entre todas,reinabas para mí sobre las nubes
de la miseria.A torrentes tus ojos despedían
rayos verdes y azules. A torrentestu corazón salía hasta tus labios,latía largamente por tu cuerpo,
por tus piernas hermosasy goteaba en el pozo de tu boca profunda.
Después de la taberna,a tientas por la escala,
maldiciendo la luz del nuevo día,demonio a los veinte años,
entré al salón esa mañana negra.Y se me heló la sangre al verte muda,
rodeada por las otras,mudos los instrumentos y las sillas,y la alfombra de felpa, y los espejos
copiaban en vano tu hermosura.
Un coro de rameras te velabade rodillas, oh hermosa
llama de mi placer, y hasta diez velashonraban con su llanto el sacrificio,
y allí donde bailastedesnuda para mí, todo era olor
a muerte.No he podido saciarme nunca en nadie,
porque yo iba subiendo, devoradopor el deseo oscuro de tu cuerpo
cuando te hallé acostada boca arriba,y me dejaste frío en lo caliente,
y te perdí, y no pudenacer de ti otra vez, y ya no pude
sino bajar terriblemente soloa buscar mi cabeza por el mundo.