el acertijo de la felicidad: el Éxito no es para todos, solo para quienes no pueden ser felices

EL ACERTIJO DE LA FELICIDAD: EL ÉXITO NO ES PARA TODOS, SOLO PARA AQUELLOS QUE NO PUEDEN SER FELICES.

Dr. Iten Mario Mendoza Camacho

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EL ACERTIJO DE LA FELICIDAD

EL ÉXITO NO ES PARA TODOS, SOLO PARA AQUELLOS QUE NO

PUEDEN SER FELICES.


ISBN-13: 978-607-00-7600-8

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¿Cómo puedes ser feliz, sí eres “un fracasado”, un “Don nadie”? ¿Sí no consigues ascenso laboral

o éxito profesional? ¿Sí trabajas como bestia de carga y vives como esclavo? ¿Si no alcanza para

cubrir cuentas y facturas? ¿Sí no tienes la popularidad de la estrella de rock prefabricada o el

cuerpo de la diva de cine del momento? ¿Sí tu pareja o familia no te comprenden o no te valoran

y solo la depresión o ansiedad son tus más fieles compañías? ¿Sí no te has comprado la última

versión de tu teléfono inteligente o la ropa en el color de la temporada? ¿Sí no tienes lo que quieres,

ni estas con quien quieres o donde quieres y todos los males de la vida a ti te pasan como un mal

“karma” o trágico destino? Estos y otros dilemas, son los que destrozan nuestro verdadero ser, al

que asfixiamos en gruesas capas de conveniencia y egoísmo para obtener la tan deseada

aceptación social, obligándonos a hacer tantas cosas que no queremos, estar donde no nos gusta,

decir lo que no pensamos, callar lo que deseamos y comprar lo que no necesitamos.

Somos criados en una sociedad sadomasoquista de consumo, que nos fomenta culpas e

inseguridades, que nos grita en cada comercial, en cada convencionalismo social, en cada rutina

impuesta, que no podemos ser felices si no somos primero exitosos, si no hacemos fortuna, aún a

costa de nuestra vocación, si nuestro cuerpo no es bello, aún a costa de la salud; en general, si no

poseemos y ostentamos lo que el sistema nos vende como objetos del deseo y status, desde una joya

hasta un vehículo de lujo, e inclusive trofeos humanos, como la bella esposa decorativa o la

“amiguita joven” sea de ocasión o de planta; mientras trabajamos para conseguir esos privilegios

y placeres, nos consumimos en ansiedad, depresión, neurosis o compulsión, “aguantando la

respiración” soportando penas y esperando “la buena fortuna” o soñando con que ya vendrán

“tiempos mejores”, así somos programados para sufrir, nos torturan tanto que llega el momento

en el que ya no deseamos alivio, si no que los demás sufran, que paguen por todo lo que nos

lastimó, deprimió o hirió, así vamos “acumulando facturas emocionales”, incapaces de entender

que somos nosotros y nadie más quienes debemos aprender a pagarlas, y en principio de cuentas,

saber abstenernos de generarlas.

Cuando tan esperado “éxito” llega o la meta por la que sacrificamos todo es alcanzada, somos

ya incapaces de disfrutarlo, porque toda esa neurosis, ansiedad o estrés nos incapacitó

emocionalmente, y sucede que tenemos después de jubilarnos automóviles deportivos en los cuales

nunca prendemos siquiera la radio o disfrutamos el paseo, como algún día visualizamos hacer,

con la cara al viento y el brillo del sol en los ojos, estamos muy cansados ya para ello, dejamos

mucho en el camino, sacrificamos mucho, pero nos damos cuenta demasiado tarde, lo que tanto

queríamos no era precisamente lo que nos haría felices, entonces nos limitamos a presumir ese

vehículo o “esposa trofeo”, aunque ya no podamos disfrutarlos, convertidos en “eunucos

emocionales” presumidos y resentidos, concentrados en desquitarnos de todo aquello que nos

afectó, simplemente porque “ya tenemos el poder de hacerlo”, humillamos u ofendemos a los que

debajo nuestro económica, social o laboralmente están.

Mientras llegamos a esa “cima” del éxito, pasamos nuestra vida como el conejo de Alicia en el

país de las maravillas, siempre apurados, siempre angustiados, vueltos neuróticos por el estrés,

los días se nos hacen cortos para tantas ocupaciones, y las noches largas de pensar en tantas

preocupaciones; vamos frenéticos por esos senderos de los triunfadores, que somos incapaces ya,

de disfrutar lo que genera paz, lo sencillo de la vida, lo que es gratis, nosotros solo deseamos lo

que cueste mucho dinero, y no queremos entender lo que en realidad ya sabemos, que la felicidad




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consiste en el gozo del esfuerzo, del dar y no del recibir, no en alcanzar a como dé lugar una meta,

sino en disfrutar el camino, que no se trata de buscar un ambiente de relajación exterior, como un

paisaje de postal, para sentir esa tranquilidad, sino de buscar al interior, estar en equilibrio, aún

en medio de la tormenta.

Muchos confunden el hecho de que la felicidad es gratis, con que sea fácil, la realidad es que no

lo es, porque vivimos en tiempos alterados, en donde se mezcla el pasado con el presente y futuro,

donde todos pueden ver y estar en todos lados al mismo tiempo, y a la vez en ninguno, y todo lo

que deseamos, queremos o necesitamos era “para ayer”, absolutamente todo es con sentido de

urgencia, -cuando en realidad, nada en esta vida urge, es perfecto, como debe y cuando debe ser-

pero los esfuerzos, “la sobre marcha” emocional y física a la que nos sometemos para obtener

esos satisfactores parecen durar una eternidad en trabajos asfixiantes; quien te diga que ser feliz

es sencillo mucho se equivoca, que sea gratis es otra cosa, y no es sencillo por sí misma, sino

porque los complicados, los contractuados somos nosotros, que no tenemos paz ni tranquilidad en

la mente y corazón; en resumen, para ser felices debemos primero madurar, ser integrales,

responsables, equilibrados y armónicos, no podremos disfrutarla en el trote físico y emocional que

nuestra rutina impone, necesitamos ser capaces de poner un alto a ese ritmo frenético, cambiar de

melodía en este baile que es la vida.

Pero es difícil madurar emocional y espiritualmente en un ambiente consumista, que nos alienta a

no soltar la teta, a ser como niños dependientes y egoístas; así vamos por la vida en nuestros

papeles de “reinas del drama” o “mártires del sufrimiento”, en vez de tomar conciencia y

responsabilidad por nuestros actos, por nuestras decisiones, nos encanta victimizarnos, buscar

culpables -siempre y cuando no seamos nosotros- hacer una tragedia griega de todo, en la cual,

por supuesto, el centro del universo somos nosotros mismos, sobre los cuales caen todas las

“maldiciones gitanas” y “la furia de todos los dioses”, fomentando una personalidad

sadomasoquista, y creyendo que lo que “nos merecemos” va en función de cuanto lo queremos o

hemos sufrido por no tenerlo, sintiendo que la vida y las personas nos “defraudan” porque

“esperábamos mucho de ellas”, cuando no sabemos esperar de nosotros mismos lo adecuado, y

siempre queremos una medalla por lo poco que hacemos, un diploma o que nos levanten una

estatua por nuestros “grandes sufrimientos”, cuando la mayoría de las cosas que pasan, no son

ni buenas ni malas, solo la consecuencia o efecto de nuestros propios actos o decisiones, sea por

acciones u omisiones.

Madurar requiere responsabilidad, aceptación de actos y consecuencias, ser independientes y

soberanos de nuestras propias pasiones y temores, en vez de generar resistencia a esa madurez, a

ese cambio, de aferrarnos a nuestros errores esperando que la “divina providencia” resuelva

nuestros problemas y conflictos, debemos poner manos a la obra e iniciar ese peregrinar a la

madurez emocional y espiritual que nos permita fortalecer nuestra capacidad natural para ser

felices, para domar nuestros deseos y pasiones, debemos trabajar en nuestra persona, en nuestro

ser, como si fuera una escultura, para moldearla es necesario sudar, esforzarnos, a punta de marro

y cincel, devastar esa pesada piedra, deforme e inútil en la que estas sociedades modernas de

consumo nos han convertido, para liberar el divino ser que en su interior prisionero se encuentra.




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Por desgracia, el problema no es tan simple como aparenta, ¡porque no es un problema! Pues ya

conocemos las soluciones, que por desidia o pereza emocional simplemente dejamos en el discurso

e ignoramos en nuestro actuar diario, es cosa diferente; de sobra sabemos sobre el amor al

prójimo, sobre las consecuencias de los malos hábitos y de los vicios, pero nos hacemos las

“víctimas inocentes”, esperando no sufrir las consecuencias, y cuando estas llegan, porque tarde

o temprano, las facturas llegan, nos desgarramos las vestiduras y gritamos al cielo: ¿Por qué a

mi Dios mío, que hice para merecer esto? Como sí de sobra no lo supiéramos, que si fumamos

tendremos alta probabilidad de cáncer pulmonar, si bebemos en exceso o sin control, cometeremos

errores, malas acciones o tomaremos malas decisiones, por ello bajamos nuestra autoestima al

suelo, para no ser juzgados por los demás, y recibir su compasión, su lástima o su complicidad.

Es por ello que la felicidad es un acertijo que involucra el dilema personal e intransferible de

elegir, entre lo correcto y todo lo demás que no lo es, entre seguir valores humanos de respeto,

amor al prójimo, compasión por nuestros semejantes, trabajo honesto y sin corrupciones de ningún

tipo ¡hacer las cosas como Dios manda pues! -Como dirían las abuelas- con responsabilidad y

voluntad, o simplemente “hacer como que las hacemos”, sumándonos a este grupo creciente de

egoísmo e indiferencia, de doble moral, en el cual, todo lo que importa es nuestro bienestar,

nuestros planes, nuestro éxito, lo demás, es discurso obligado o políticamente correcto; solo que

hay un detalle, que así como nosotros decidimos ser omisos en el cumplimiento de tales códigos

de conducta éticos, también lo han decidido otros tantos, y cuando “nos miden con la misma vara”,

ya no nos gusta el juego, y clamamos justicia, rectitud, bondad y humanidad.

Soluciones a nuestras problemáticas emocionales o sociales hay muchas, las conocemos, solo que

nos hacemos “que la virgen nos habla”, fingimos demencia por comodidad, pues aceptar que

sabemos de dicha solución es aceptar la incómoda verdad de que no tenemos la voluntad para

cambiar, el interés para trabajar en malos hábitos o viciadas relaciones personales y laborales,

vamos en nuestra rutina con mentalidad de estafadores, queriendo engañar a la báscula, a los

demás con implantes, ropas interiores que “contienen y moldean” la figura, todo postizo, todo

plástico, todo químico, porque no es conveniente reconocer que la mejor fórmula es activase,

cerrar la boca a comida chatarra, comer balanceadamente y hacer un poco de ejercicio.

Continuamos en todos los frentes de nuestra vida como ladrones furtivos, esperando obtener o

arrebatar un resultado que sabemos de antemano no merecer o no haber trabajado por él,

pidiéndole nuevamente a “la divina providencia” nos ayude a aprobar un examen sin estudiar, a

adelgazar sin ejercitar, a dejar de beber o fumar con “parches”, “chicles” o hasta hipnosis, a

hacer todo con la mentalidad del “ahí se va” o “chance es chicle y pega” En lo personal, a no

trabajar por sanear o fortalecer una relación sentimental, porque a hombres y mujeres nos encanta

victimizarnos, ser esos de los que dicen: “Pobrecito, tan buen hombre y que mala mujer le tocó”

o de las que dicen: “Pobre mujer, es una santa por soportar a ese demonio”, lo cierto es que salvo

estés secuestrado o víctima de una violación, nadie está obligado a soportar lo que no quiera

tolerar, y de hacerlo, debemos tener al menos la honestidad de reconocer que motivos o intereses

también tenemos para permanecer donde tanto nos dañan o simplemente no nos conviene estar,

pues el miedo o la autoestima perdida son pretextos no justificantes para cargar nuestras cruces;

si un trabajo es injusto, protesta y déjalo, será difícil al principio, pero encontrarás un mejor y

más justo lugar para tu entusiasmo y esfuerzo; si una persona o pareja sentimental, a pesar de tus




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esfuerzos, es nociva en tu vida o no contribuye a fortalecer la relación dejando toda la carga en

ti, retírate de ella, con el lugar desocupado, podrá llegar alguien mejor o más adecuado para ti;

en general, todas estas problemáticas nos plantean muchas incertidumbres, muchas dudas, muchas

inseguridades y preguntas, pero si te esfuerzas con buena voluntad, al final solo te quedará una

pregunta por contestar: ¿Por qué no lo hice antes?.

Busca tu camino siempre, no te quedes como un pedazo de árbol seco, no tienes por qué morir

sembrado en donde naciste, ¿Cuántas personas frustradas conocemos con el trabajo que tienen?

pero no se les ve haciendo nada por emprender, ya no digamos por montar una gran empresa, si

no al menos organizar gastos y buscar una segunda actividad como ventas por catálogos o

reparaciones en casa, entre tantas opciones para equilibrar los gastos familiares; lo cierto es que

renegamos de dichos trabajos, pero suplicamos por su salario de miedo, porque nos sentimos

incapaces de generar un mayor bienestar por nuestra cuenta del que nos ofrecen siendo

dependientes, por ello caemos en la mediocre mentalidad de que: “Ellos hacen como que me pagan

y yo hago como que trabajo”, y vivimos en una cultura del engaño, del “madruguete” en la cual

aceptamos ser deshonestos, pensando que: “Camarón que se duerme, amanece en el mercado”, y

que si alguien fue víctima de un fraude, abusado o engañado de alguna forma, es porque se lo

merece, al ser tonto, débil o ingenuo, ya que maquillamos las injusticias, los abusos y todo lo

contrario a ser humanos pretextando estúpidamente que: “Este mundo es de los más fuertes, que

la vida es cruel y más debe serlo el que la vive” y que triste mentalidad, porque a final de cuentas,

si de monstruos o bestias descomunales hablamos, retomemos los dinosaurios, que con toda su

ferocidad, colmillos y garras, se extinguieron.

Con estas directrices de conducta, la vida en sociedad se convierte en un circo, una tragicomedia

en la cual, cuando obtenemos por medios cuestionables un resultado nos llamamos astutos,

ingeniosos o con cualquier otra palabra que sustituya la deshonestidad, nos sentimos orgullosos

de nuestras acciones y sonreímos como dicen, acordándonos de nuestras “mañas”; pero cuando

los engañados resultamos ser nosotros, entonces sí, la sociedad es corrupta, el sistema malvado y

la vida injusta; es por todo lo anterior que debemos despertar a una nueva mentalidad del esfuerzo

y voluntad, de respeto y tolerancia, porque la vida si no tiene un propósito, es solo tiempo perdido,

que logros materiales no cuentan, porque a donde vamos, son inútiles “trofeos” o “tesoros” que

no podremos llevar ni han de darnos crédito alguno, por lo que mientras sigamos viviendo para

trabajar, para consumir, para acumular, no tendremos oportunidad de darle a ese tiempo que se

nos obsequia llamado vida, un propósito que justifique nuestra existencia.

Entendamos entonces que no podemos ser felices en nuestro actual modelo de comodidad y

consumismo, que no podemos engañar a la vida, porque invariablemente, los engañados seremos

nosotros mismos, es por ello que se inventó eso de “ser exitoso” de “ser un triunfador”, como una

excusa para todos aquellos que quieren alcanzar una felicidad artificial mediante el egoísmo y

consumo que fomentan vicios y malos hábitos, indiferencia y resistencia al cambio para bien, para

madurar, para ser responsables de nuestras acciones, entendiendo que incluso el dolor tiene su

razón de ser, como una advertencia de que algo anda mal, sea físico o emocional, es importante

desarrollar nuevamente resistencia al dolor, a la frustración, al “fracaso” en una sociedad donde

todo era para ayer, exprés y desechable, que ya no conoce la solidez física, emocional o espiritual.




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Hablamos tanto de consumo, porque es el patrón que rige nuestras vidas, lo que de forma

conductista nos hace pensar que ser prospero es tener riqueza material, vamos por la vida con una

“mentalidad empresarial” en la que todo lo que importa es “hacer dinero”, nuestra vida gira en

torno a ese paradigma, el dinero es el indicador, el termómetro de nuestras capacidades y talentos,

de nuestro “éxito en la vida”, estudiamos más de la cuenta para ser grandes empresarios, para

tener un mejor “currículum vitae”, ¡para competir! Y es algo grave, porque somos muy

competitivos, al punto de que estamos dispuestos a sacrificar lo que sea, salud, familia y felicidad

con tal de “ganar” de “ser el mejor”, En un mundo de competencias, ganar pierde su significado

original, que era el de enaltecer las cualidades del ser humano mediante una justa, una

competencia en donde todos ganaban por el simple hecho de ser ellos mismos y dar su mejor

esfuerzo, degenerándose a una “carrera a la cima del éxito” en la que ganar a cualquier precio

es lo único que importa, cayendo así, en una terrible “mentalidad de guerra”, en la cual el fin

justifica los medios, y no hay tregua ni clemencia con los caídos; en la que como en toda guerra,

en realidad, todos han perdido ya, incluso los vencedores.

En esta jungla, donde se libra la batalla diaria de nuestra rutina moderna, nos volvemos

insensibles, malhumorados, neuróticos, poco tolerantes, frustrados y reprimidos, como esos

monstruos ocultos, hombres lobo y demás bestias de películas de terror, así nos proyectamos ante

las amenazas y el estrés de la competencia diaria, y cuando nos venimos a dar cuenta, ya herimos

a un semejante o dejamos abandonados a quienes más queremos, todo por esas ansias de triunfo,

que nos quitan el gozo por lo que hacemos, la sonrisa por un nuevo día, la alegría de vivir, todo

se proyecta a un futuro que nunca llega, todos trabajan y construyen “a futuro”, nada de malo

tiene ser administrados y planear, sobre todo con templanza y perseverancia, pero la vida se vive

aquí y ahora en lo que al gozo por la vida y felicidad se refiere, ¡jamás dejes de ser feliz hoy por

triunfar mañana! No te confundas, el sacrificio es una cosa, los intereses otra, no empeñes tu

humanidad en metas ajenas o causas vacías, porque un buen día despertarás siendo todo lo que

dijiste jamás ser, por haber hecho aquello que jamás pensaste o deseaste hacer.

No es culpa nuestra, ya que desde la infancia nos programan y manipulan en un conductismo total,

somos numerados, matriculados y etiquetados, despojados de la individualidad que debe ser la

expresión de cada ser humano, enseñándonos que debemos distinguirnos por colores, por escudos,

por símbolos de estatus que demostraran el lugar que ocupamos en sociedad, a que escuela vamos,

que marca de ropa o de accesorios utilizamos, todo ese conjunto de objetos materiales son los que

demuestran “cuanto valemos o el lugar que tenemos” nos adiestran, cual monos amaestrados, a

no salirnos del compás, y bailar al ritmo que nos impone el sistema y convencionalismo en esta

sociedad de consumo actual, solo una cosa importa: Ser exitoso, que se traduce en generar

riqueza; y como fuimos creados para crear, para generar algo opuesto a lo material, nos

despojamos de todo aquello que no sirva para tal fin, sean afectos, valores, sueños, ¡todo lo que

nos hace humanos! convirtiéndonos en cómplices de nuestra propia degeneración como seres

capaces de sentir amor, compasión, alegría, gozo, felicidad.

Así nacen las modas, de nuestros egoísmos, de nuestra frustración de no poder expresar la

individualidad de nuestro ser, de la inseguridad que resulta al olvidar que tenemos el privilegio

de poder ser auténticos, y optamos, aun cuando nacimos para crear -que es mucho más que

compararse con águilas o leones- por comportarnos como carroñeros, codiciando, comprando o




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robando identidades ajenas, conformándonos con lo que el sistema nos avienta, porque ya somos

incapaces de generar y proyectar una identidad propia, sea en una camisa de marca o un vestido

de alta costura, ¡fíjate! Una camisa o bolso de marca, o sea, como si fuéramos ganado, todavía

nos sentimos orgullosos de llevar la marca o el fierro de alguien más, a quien por inseguridad,

todos le conferimos superioridad y con ello, poder sobre nuestras decisiones, sin contar con que

también para esos “exclusivos” diseñadores trabajamos, para poder pagar las tarjetas con las

que costeamos tan codiciadas prendas; somos entonces ganado, sirvientes que emplean su propio

salario para pagar su uniforme, que trabajan como esclavos y se sienten orgullosos de sus trajes

a rayas y grilletes, es por ello que la sociedad globalizada de consumo es la dictadura perfecta,

un campo de siembra de seres que ya pronto, no tendrán el privilegio de considerarse humanos.

Por ello, las cosas cada día son más desechables, su vida útil es casi nada, todos decimos, “ya no

hacen las cosas como antes” los automóviles, los muebles del hogar, antes duraban “toda la vida”,

ahora hay que sustituirlos porque tienen una vida útil muy limitada, si es que antes no corremos

por la “nueva versión mejorada”, no es ningún secreto, solo observa la publicidad de teléfonos

inteligentes y computadoras, no ha salido todavía a vitrinas el modelo que esperas, y ya tienen en

bodega la versión siguiente, y aún así, estamos de madrugada esperando que los grandes

almacenes abran las puertas para ser los primeros en comprar esa chatarra, algo que desde el

mismo día de su compra, ya es obsoleto, ya requiere una actualización o ya tiene una nueva

versión; Así garantizan tenernos como el burro que trabaja con los ojos tapados y una zanahoria

atada a un palo, sin contar con el daño al planeta, con tanto residuo, tanto plástico, tanta basura

generada.

Es por ese vacío de nuestro ser, esa carencia de valores que sentimos satisfacción compulsiva por

adquirir el teléfono inteligente o tableta más novedosa, o el automóvil más costoso que nuestro

sueldo puede pagar, incluso, presumimos que nos costó un mes o un año de salario completo, ¡todo

un mes en el menor de los casos! ¡Treinta días completos! Que sí hoy muriéramos, daríamos mil

de esos aparatos por uno solo de esos días, por una sola de sus horas, para acariciar a nuestros

padres, a nuestra pareja, a nuestros hijos, para hacer una pausa en la rutina y disfrutar de ese

amanecer, de ese paisaje, para bailar esa canción o dedicarle esa hora a nuestra verdadera pasión

o vocación, sea pintar o simplemente caminar; una simple hora, que representa en costos, menos

que la exclusiva funda de piel de tal celular o tableta, o de la puerta de nuestro flamante automóvil;

Todo lo anterior, de sobra lo sabemos, pero como los verdaderos enfermos, adictos de la droga

del consumo que somos, poco nos importa, destruir nuestro ser, nuestra familia, con tal de obtener

la satisfacción artificial que nos brinda; el verdadero precio que pagamos por tales objetos, son

el costo personal y sacrificio familiar que nos imponen, y en ese sentido, vaya que son costosísimos,

sin que valgan una décima de la inversión.

Hemos perdido la cultura del esfuerzo y estimación por el logro, necesitamos dosis diarias, no

podemos esperar siquiera a sembrar un tomate para hacer una ensalada, lo que se nos antoja, lo

queremos ¡pero ya! Y nos sentimos grandes, semidioses, por tener el “privilegio” de vivir en la

“civilización” donde puedes comprar lo que sea a la hora que sea, y con garantía de entrega

inmediata, porque si no, es incluso gratis, sintiendo que debemos agradecer el vivir en “grandes

ciudades” donde puedes comprar un café para tu insomnio a la hora de la madrugada que quieras,




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pero tal vez si viviéramos como antes, y produjéramos, estaríamos satisfactoriamente cansados,

dormiríamos bien, y no tendríamos ese insomnio.

Si tan solo no sintiéramos la necesidad de poseer tales objetos para reafirmar nuestra perdida

autoestima, tal vez no tendríamos que soportar un trabajo tan estresante, o una jornada laboral

que nos aleja de esos seres amados, y que al final, nos deja solos con ese “súper teléfono”, porque

no tenemos a nadie a quien hablarle; o con ese “flamante automóvil de lujo”, porque no tenemos

con quien dar un paseo; Siempre debemos reflexionar sobre la necesidad de adquirir un objeto, y

no dejar que nos manipule la maquinaria consumista, siempre pregúntate: ¿Realmente lo

necesito? ¿Pasará algo grave si no lo compro? Acostúmbrate a no gastar lo que no tienes, no

compres lo que realmente no necesitas, y a vivir de acorde a tus posibilidades, a evitar la

compulsión de comprar y consumir; verás como la mayoría de tus problemas emocionales y

conflictos personales, familiares, laborales y financieros desaparecen, porque la felicidad tiene

una sencilla formula: Es inversamente proporcional al esfuerzo empleado para conseguir el éxito.

La felicidad en nuestra sociedad y estilo de vida representa una problemática que conflictúa al ser

humano, pensado o manipulado por intereses externos, condicionado en su existencia a

parámetros de acción, por moda o costumbre, que no coinciden con los sentires internos, ahogando

su verdadera identidad y autenticidad; así renunciamos inconscientemente a ser felices, a luchar

por nuestros verdaderos sueños y anhelos, esos que nos permitirán obtener armonía y equilibrio

interior, conformándonos cual sustituto de azúcar, con una felicidad “artificial”, llamado éxito;

El peor error, es creer que para ser felices, debemos pasar primero la meta del “éxito”; como el

estudiante que se propone no descansar ni disfrutar de nada, hasta no conseguir su título

profesional, ¿y luego qué?; a veces, alcanzar ciertas metas, solo nos demuestra lo vacío de nuestro

ser, luego de luchar y sacrificar tanto, pasada la euforia del éxito, nos damos cuenta que no era

lo que deseábamos en realidad, que no cambió nada, que seguimos siendo los mismos, no importa

si esperamos meses para pagar ese equipo de tecnología costosa, o cualquier otro objeto y

circunstancia en nuestra vida, como ese ascenso laboral por el que tanto dejamos de lado, ya que

por fin tenemos en nuestras manos el objeto de nuestro deseo, nos percatamos de que de ese vacío

sigue ahí; en vez de procurar ser felices, nos empeñamos en una nueva cruzada, en una meta más

elevada en “los senderos del triunfo”, nos condenamos a ser unos eternos hambreados, eternos

inconformes, eternos insatisfechos, y eso, ¡es una maldición! Igual a tener el agua y no poder

beberla; el éxito es un embrujo, una maldición pues, que nos condena a no ver, no valorar, no

amar lo que en verdad importa en nuestras vidas; a comer sin hambre, a no dormir con sueño, a

beber sin tener sed, a hacerle daño a nuestra familia, a nuestra comunidad, a nuestro planeta; La

felicidad es la cura, espejo mágico que nos permite ver al interior y romper el encantamiento.

El conflicto de nuestra existencia inicia al dividirnos en dos, un ser condenado a estar oculto, que

es el más bello, el auténtico, el verdadero, y otro externo, nuestro gigante egoísta, siempre

obsesionado por proyectar su existencia, ¿Sabes por qué? ¡Porque en realidad no existe! Es solo

el reflejo de nuestra inseguridad, de nuestro miedo; Todo el sacrificio que hacemos y los recursos

que invertimos para que tal proyección de nuestro ser alcance el éxito, se los quitamos o cobramos

al otro; somos nuestra propia cenicienta y nuestro propio verdugo, mantenemos a nuestros

demonios, a nuestros monstruos, que siempre están hambrientos de reconocimiento, de halago, de

vanidad, de egoísmo, mientras confinamos a una mazmorra oscura a ese bello ser que Dios creó.




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A pesar de todo, golpeada, herida, abandonada y descuidada, esa persona por quien poco haces

y en todo le reprochas, a quien de todo culpas, a quien le acabas la salud para soportar el trabajo

que te permite pagar lo que deseas, a quien pones obesa porque es más importante ganar dinero

que su salud, a quien le niegas tiempo de calidad con sus seres amados y con sus verdaderas

pasiones, -porque para ese gigante egoísta el tiempo es dinero- esa persona te ama en silencio,

callada espera, como un amante resignado, a que despiertes de tu pesadilla de insatisfacción

consumista y voltees a verla con el respeto y amor que tú, más que ella, necesitan; y veas que no

es una persona extraña, que eres tú el que estaba perdido! Y cuando te reconozcas al espejo, verás

que el tiempo es lo más importante, pues te permite disfrutar de lo que amas; que el dinero solo es

una ilusión, de un sistema y sociedad enferma y vacía.

La felicidad es artesanal, porque se crea a mano, es un traje a la medida; el éxito es artificial, son

objetos producidos en serie; la gente que es feliz, primero debe ser auténtica, pero, ¿Cómo serlo?

Si fijas tu valor en objetos, en lo externo, en lo ajeno, en un automóvil de edición limitada por

ejemplo, de los que algunos dicen orgullosos por ser su “trofeo” de toda una vida de esclavitud

laboral, “¡solo hay 100 en todo el mundo!”, quien es auténtico, sonríe, sabe que su automóvil,

sencillo o antiguo, máxime si fue de su padre, o en el conquistó a esa novia que hoy es su amada

esposa, ¡Es único! ¡No tiene precio! Quien es auténtico sabe que es la persona quien le da

existencia y valor a las cosas; quien vive en la inseguridad y poco se valora, busca en los objetos

demostrar su valor; así nos vestimos con ropa ajena, para proyectar buen gusto, andamos como

arbolitos de navidad, con etiquetas y celulares colgando, pues nuestros pantalones o blusas tienen

grabado el nombre de otra persona, del diseñador, para demostrar a los demás que gastamos

mucho en ropa; somos marquesinas, comerciales ambulantes, objetos ya de los objetos que

ostentamos; en grandes eventos, todo mundo dice de quien viene vestido, cuando les preguntan de

quien es el traje o los pantalones, la joyería o los zapatos, muchos pronuncian los nombres de tan

famosos diseñadores, pocos son auténticos y responden: “pues son míos”.

En tal cultura ridícula de ostentación, quien trae grandes cantidades de oro encima, asegura

proyectar su riqueza y bonanza, esclavos de otros tiempos reirían de nosotros, ellos dieron la vida

por la libertad, por romper las cadenas, que sean de hierro u oro, no hace diferencia; El vestido y

calzado por más costosos que sean, no te harán ver como el modelo al que le pagaron para que

las promocionara, y ni tú te sentirás bien, pues no hará que desaparezca el sobre peso, ni tu mala

condición física; cuando entiendas que al activarte, cuidar tu alimentación y aceptarte tal cual

eres, en resumen, al sentirte bien, la marca de la camisa, de tu automóvil o de tus accesorios, será

lo de menos, pues quien se verá bien serás tú, no tus objetos caros.

Para una persona auténtica, los objetos son para utilizarse, no para ostentarse y menos para

amarse; un reloj es para dar la hora, no importa si es de brillantes o de plástico, un vehículo es

para trasportarse, no importa si es de lujo o austero, las finalidades son las mismas, cubrir una

necesidad; si bien las comodidades son buenas, no son más importantes que las personas, las que

son dignas de amarse, de cuidarse; ¿Cuántas esposas serian felices con la mitad del tiempo que el

hombre dedica a limpiar y mantener reluciente su automóvil, su motocicleta, o cualquiera de sus

“juguetes” ?, ¿Cuántos niños han llorado deseando una caricia que les consuele de sus padres

por haber ensuciado jugando los asientos de ese mismo automóvil? por desgracia, estamos

inmersos en la cultura de amar a los objetos y usar a las personas; y luego nos preguntamos porque




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es tan difícil encontrar el amor, alguien especial que vea nuestro interior, ¡Que ironía! ¡Sí los

primeros que no vemos o descuidamos ese interior somos nosotros mismos! Si todos buscan lo

externo, lo artificial, ¿Por qué nos quejamos cuando nadie ve en nosotros lo que realmente somos

o no encontramos lo que realmente queremos? ¿Cómo podemos entonces dar lo que no tenemos o

pedir lo que no merecemos?

Antes que ser auténtico, uno debe aceptarse tal cual, no para conformarse, para mejorar de

verdad, para identificar en lo que realmente vale la pena invertir nuestro esfuerzo y tiempo,

dejando de malgastarlos en pagar los objetos que nos recubren; en vez de gastar todo tu sueldo

en un guardarropas, con el que siempre estas inconforme, invierte en el pago de un gimnasio, que

te resultará por mucho, ms barato que los pagos de tus cuentas por esas cosas que en realidad no

necesitas, y que compras por impulso, para satisfacer momentáneamente tus frustraciones; o mejor

aún, toma la mano de tu pareja y camina por el parque, si tienes que comprar, pues compra algo

de verdad, una bicicleta real, no fija, unos tenis cómodos para caminar, no una moderna

caminadora; la excusa eterna para no ocuparnos de nuestro cuerpo, de nuestra salud, es el tiempo,

el trabajo, pero si tus cuentas se redujeran a mitad, pues sólo compraras lo que realmente

necesitas, no tendrás que trabajar horas extras, o podrías aceptar un trabajo de menor sueldo,

pero que requiera menos horas, dedicándole tales horas extra a los que verdaderamente importan

en tu vida.

Entendamos que el trabajo industrial o empresarial es simple producción de riqueza, por tanto

nunca acaba, nunca será suficiente, podrás caer muerto infartado y jamás habrás terminado tus

tareas o pendientes, porque estos se generan exponencialmente, es decir, por cada problema que

soluciones surgirán dos, y para cuando soluciones esos dos, habrán cuatro esperando, por lo que

tus logros laborales no reflejan tu capacidad humana o calidad como persona, más bien es inverso,

todos aquellos que son considerados “grandes” en una empresa, es porque no solo han sacrificado

su vida para dar resultados y obtener dicho reconocimiento, si no que han descuidado otros

aspectos como la familia en su ansia de competencia profesional, es preferible que tu familia te

ame y tenga presente el tiempo suficiente y de calidad a que extraños te consideren el más exitoso

o “el mejor”, porque corres el riesgo de que tu vida carezca de sentido por dejar de lado otras

facetas que te requieren para un sano equilibrio; trabaja solo lo necesario, pero eso sí, hazlo con

dedicación y esfuerzo, con gozo y compromiso, se honesto y diligente en tus encargos, pero no los

conviertas en la razón de tu existencia, porque esas, son otras más elevadas, como la familia, el

desarrollo personal y el crecimiento espiritual, la felicidad y el amor en síntesis, esa es la

verdadera productividad, lo demás es simple esclavitud que genera improductividad humana, pues

hombres y mujeres somos generadores de una riqueza verdadera que nada tiene que ver con el

plástico y metal.

Esto se reduce a la antigua anécdota de Diógenes, a quien otro filósofo, que era un adulador del

Rey, le dijo burlón cuando lo vio cenando lentejas: “Sí aprendieras a ser sumiso al Rey, no tendrías

que comer esa basura de lentejas”, a lo que Diógenes contestó: “Sí aprendieras tú a comer

lentejas, no tendrías que adular al Rey”. Cuenta la historia que cuando lo desterraron de su

Ciudad natal, él dijo: “Ellos me condenan a irme y yo los condeno a quedarse”; incluso, que habló

con el mismo Alejandro Magno, quien, siendo conquistador del mundo, después de escucharlo dijo

impresionado de ése hombre sin posesión o poder alguno: “Si no fuera yo Alejandro, Querría ser




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Diógenes”; esta seguridad es la que proyectan los auténticos, y es la misma que necesitamos como

primer paso para ser felices; seguridad en nosotros mismos, no en los objetos que podamos

comprar o en los títulos que podamos ostentar; sobre todo, entender que el éxito consiste en vencer

a los demás, la felicidad en conquistarse a sí mismo, tal como la diferencia entre Alejandro Magno,

amo y señor del mundo antiguo conocido, pero esclavo de sus miedos y pasiones, y Diógenes,

conquistador de sí mismo.

Por su puesto, todo lo anterior, ¡ya lo sabemos! Y a menudo nos engañamos con libros de auto

ayuda o superación personal, es como cuando pagamos la mensualidad del gimnasio pero nunca

vamos, o compramos un costoso aparato de ejercicios que nunca usamos; pagamos para justificar

nuestras excusas, queriendo engañarnos de que lo intentamos; ningún libro por elevado o sagrado

que sea podrá salvarte de ti mismo, si no estás dispuesto a que eso pase, si no crees en verdad, si

no estás comprometido con la causa o empresa; las cosas no pasan con solo quererlo, ¡porque

todos queremos tantas cosas! Si no haciendo, poniendo en práctica el discurso, no se trata pues

de lo que uno quiera, sino de lo que merezca con su esfuerzo; se trata de entender que en la vida,

a cada acción corresponde una reacción; cuando seas congruente con tu pensar, decir y actuar,

los resultados serán, igualmente congruentes; por eso la gente dice que cosas malas le pasan a la

gente buena, o viceversa, que los malvados tienen suerte, no es ni lo uno ni lo otro, ser bueno,

aparte de la satisfacción personal y crecimiento espiritual, en realidad no significa un triunfo

seguro, como ser malo no es garantía de que se tendrá un castigo o fracaso, como dicen

popularmente: No debes esperar que un toro no te envista, solo porque eres vegetariano.

Para el triunfo o el fracaso en realidad no importa la calidad moral, el bien o el mal, y es

precisamente porque es artificial, externo, medible y tiene costo; solo se trata de pagar el precio.

Para la felicidad, por el contrario, no se requiere tener, solo ser, por ello no tiene precio, o sea,

¡es gratis! El triunfo se persigue, se conquista, en la vida diaria, se compite, se vive y muere por

él; la felicidad se genera, es interna, por ello, para quienes buscan el triunfo, el fracaso es causa

de sufrimiento, para quienes son felices, solo es la oportunidad de ser mejores, de entregarse más

en sus intentos por lo que quieren, por lo que creen, por lo que aman, el resultado en realidad no

importa, es por ello, que son capaces de ser felices a pesar de la derrota, de la adversidad, del

sufrimiento; así de sencillo te lo diré: El éxito es una meta, la felicidad es un camino.

Ya sabemos entonces, que ese aparato de ejercicio, por costoso y moderno que sea, no te dará la

figura que deseas solo porque lo compraste, ¡lo debes usar!, subirte y ejercitarte; así como leer la

Biblia no te hará salvo, debes ponerla en práctica; pero preferimos creer en las mentiras, comprar

cremas reductoras o escuchar sermones dominicales y dar un diezmo o limosna para mitigar

nuestras culpas; en general, buscamos siempre “remedios milagrosos” para todo, la opción más

cómoda, no importa lo cara que sea la mentira, mientras no implique esforzarse en verdad.

Damos a entender que nos esforzamos mucho, porque nos costó mucho dinero comprar el remedio

para el problema que tenemos, y si fracasamos, que no nos reprochen, porque “hicimos nuestro

mejor intento”, cuando no fue así, solo hicimos “nuestro mejor gasto”; cuando dejamos de gastar

y empezamos en verdad, mediante fuerza de voluntad, a trabajar en nuestras metas, sueños o

anhelos, nos daremos cuenta que son prácticamente gratis económicamente hablando, que incluso,

te ahorran dinero; por ejemplo, si deseamos adelgazar, un buen día decimos: “¡se les acabó el




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gordo!”, salimos a caminar, o simplemente nos ponemos a bailar una hora en nuestro cuarto antes

de darnos un baño y dormir, pero sobre todo, cerramos la boca ante los antojos o comida chatarra,

comiendo sano, el resultado de activarnos será que, en un par de meses, habremos bajado un par

de tallas, mejorado la condición física y bienestar general, que nos habremos ahorrado la

mensualidad del gimnasio, la compra de aparatos y por supuesto, de “ropa deportiva” y demás

“accesorios necesarios” en otro escenario, sin contar la cuenta de los restaurantes o dinero

gastado en frituras, refrescos, comida chatarra o “antojos” , con los que diario saturamos nuestro

cuerpo; en realidad ser feliz, no solo es gratis, si no que te ahorra mucho, pero mucho dinero, al

punto de que casi no llegarás a necesitarlo; ejercitar el cuerpo, es como ejercitar el alma, algo no

artificial, Como dicen: “Algo no está bien en una sociedad en la que vas en automóvil al gimnasio

para montar una bicicleta estática”; ¿No crees? Activarse, significa tomar una bicicleta de verdad

y darle la vuelta aunque sea a tu cuadra, mirar, oler y sentir el mundo que te rodea.

Es ahí donde decimos: “ya no juego”, porque nosotros queremos, soñamos con el éxito, con la

felicidad, pero poco hacemos por conseguirla; vivimos en la cultura de lo instantáneo, de lo

“exprés”, de lo desechable; todo lo queremos “para ayer”, sin reconocer que tal vez no

merezcamos todo lo que deseamos; pasamos horas frente a la computadora, en redes sociales que

proporcionan una realidad virtual, entiéndase, vivimos en una mentira; solo ahí nos vemos como

queremos, solo ahí las fotos “retocadas” o “de nuestro perfil bueno” ocultan lo que no tenemos

la voluntad de trabajar en la realidad, lo que es más cómodo ignorar que ejercitar para mejorar;

Luego, todos nos quejamos de que todos mienten, de que nada es lo que parece, pero buscamos

amigos “en línea” que proyecten lo que no tenemos, esa belleza, esa popularidad que nos hace

falta; una chica puede conseguir, sin importar su calidad moral o sentimientos, con una foto en

traje de baño cientos de amigos instantáneos, admiradores o pretendientes, pero “esa suerte” no

lo será tanto, cuando de entre ellos elija una pareja, porque luego se quejará de que no la valoró

o solo vio en ella lo físico; y no reconocerá que fue lo primero que ella exhibió, como las modelos

o actrices que dicen: “quiero que me valoren por mi talento”, mientras posan desnudas para una

revista de caballeros.

¿Qué resultado podemos esperar ante tal incongruencia? En realidad, sabemos que no nos hemos

esforzado lo suficiente, que incluso, no merecemos lo que pedimos, pero tenemos siempre la

mentalidad de que: “Chance es chicle, y pega”, de que, solo porque lo deseamos “por nuestra

linda cara lo merecemos”, y si las cosas no resultan, pues siempre podemos culpar a alguien más,

adoptando el papel que tan bien nos sale, el de victima; si ofrecemos algo material, si

prácticamente nos vendemos, pues no debemos quejarnos cuando nos traten como un objeto; así

los hombres, presumen el estado de cuenta, la billetera, ostentan vehículos o propiedades, o pose

y músculos envueltos en caros trapos y finos perfumes; y luego lloran amargamente por haber sido

“utilizados” por una “mala mujer” que “nunca los amó”; tarde o temprano, uno obtiene lo que

con sus actos merece, no lo que quiere! En suma, la congruencia y responsabilidad son vitales

para ser auténtico; no puedes decir una cosa y hacer otra, si lo haces, no te quejes del resultado;

Solo tú eres el responsable de tu propia persona, de tus acciones, de tus palabras, para ser feliz

hay que ser auténtico, y para ello, primero congruente y responsable, honesto consigo mismo,

mediante esta simple receta: “Actúa como piensas, o terminarás pensando como actúas”.




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En nuestra sociedad nos enseñan a callar lo que realmente queremos decir, pero no nos enseñan

a respetar, a ser tolerantes, vivimos en una burbuja social de simulación, en la que nadie dice lo

que realmente piensa por no ofender o desentonar, pero somos capaces de dañar con saña y a

traición por alcanzar el éxito, utilizando a los demás como escalones, y esto representa el origen

del mal social, cuando decimos: “¡Qué bueno que te pasó, por tonto!” cuando damos un pésame

o falsas palabras de aliento y en realidad nos alegramos del fracaso, del sufrimiento, de la derrota

ajena; este egoísmo sádico es el más claro indicador de nuestro vacío como seres humanos, nunca

nos agradó tanto alguien, o estuvimos dispuestos a prestar ayuda, como cuando por un fracaso o

dificultad lo consideramos “menos” que nosotros mismos, y “le perdonamos la vida”; así, nos

convertimos en el dedo flamígero de la justicia y decencia; bebemos tener cuidado al señalar a

alguien, pues como se dice popularmente, “por un dedo que apunta al próximo, otros tres de la

mano lo hacen hacia nosotros mismos”; todo lo anterior, crece como hiedra venenosa en nuestro

ser, abonada por el más poderoso fertilizante: El miedo; tememos perder lo que tenemos, aunque

muchas veces, ni siquiera es real, eso que creemos tener, hablamos tanto de libertad, ¡pero nos

aterra la libertad! la queremos “light”, o sea, con seguridad y la ilusión de control que tanto nos

conforta, a la que tanto nos aferramos; te tengo noticias: La vida no es segura, no hay garantías,

mientras más quieras asegurar un resultado, evitar un desenlace, más lo estarás propiciando, y si

eso no sucediere, es que tu miedo ya te habrá absorbido, y el resultado fue peor del que trataste

de evitar.

Eso, a resumidas cuentas es nuestra naturaleza, nuestro origen, somos tierra fértil, polvo de

estrellas, nosotros decidimos que tipo de semilla sembramos en ella, si la oscura del miedo o la

brillante de la felicidad, el resultado será siempre en consecuencia de tal siembra; somos el

instrumento de nuestro Creador, y como tal, debemos estar afinados para ser capaces de

reproducir sus notas, y esa capacidad, es una afinación de cuerdas, llamada felicidad, Mientras

no estemos afinados, no entenderemos la melodía que el Señor interpreta a través nuestro en la

partitura de la vida; porque no hay prueba más contundente de que Dios existe, de que venimos

del firmamento y que a él retornaremos, que cuando estamos de rodillas, heridos o derrotados,

instintivamente alzamos los ojos al cielo, buscando en nuestra cuna fuerza y consuelo.

Porque el miedo, padre de todo lo malo, no es real, solo es la proyección del peor de los escenarios

a una situación concreta, mediante la cual, nuestro cerebro nos advierte de no actuar, de

preservar, es un sentido de supervivencia distorsionado, que tergiversa el presente,

contaminándolo de un futuro en el cual ese miedo nace, pero tal temor nunca está en el presente,

siempre es como “una mala corazonada”, que si bien, debemos de saber utilizar como una

herramienta de conservación, no podemos permitir rija nuestro presente por ese temor al futuro;

en esta sociedad, con una lógica de guerra, nos vemos obligados a vivir en constante estado de

alerta, de temor, lo que genera estrés emocional, insomnio, ansiedad y demás afectaciones o

desequilibrios mentales y emocionales; ese temor, esa postura de defensa constante, nos desgasta

más a largo plazo que de una buena vez sufrir el objeto de tal temor, porque pasamos la vida con

miedo a ser heridos, al fracaso, al éxito, a la muerte, a la vida, al cambio, ¡A todo! y no somos

ovejas, somos seres humanos, que no están destinados a vivir en el miedo.

Cuando entendamos que fracasar o morir no es lo peor que nos pueda pasar, dejaremos de temer

y aferrarnos, pues ya sabemos que de esta vida nadie sale vivo, por lo que no se trata de “alargar




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nuestro tiempo” si no de disfrutarlo, de hacer todo con gozo, que hay vidas muy largas que no han

servido para nada, y otras, tan hermosamente breves, que han cambiado el destino de pueblos

enteros; esa luz, que es la vida, puedes esconderla en una cueva para que nada la apague,

esperando su natural termino, o puedes iluminar tu camino y el de tus semejantes, por el tiempo

que el Creador disponga, de eso se trata la vida, de las elecciones que se tomen, no de las metas,

ni siquiera de si estas se cumplen; por tanto, no permitas que “la película” que te proyecta el

miedo afecte tus determinaciones presentes, pues es como empezar a llorar la muerte de un ser

querido años antes de que pase, estarás empañando con deseo de control un sentimiento hermoso,

sufriendo y haciendo sufrir porque te aferras a querer controlar algo que esta fuera de ti, la muerte

es algo inevitable, por lo que es inútil sentir ansiedad, aprehensión o depresión, debemos

disciplinar tales emociones para que dejen ir, dejen ser, y entonces vendrá el gozo y gratitud por

la vida, porque ya no habrá sufrimiento, ni miedo, ni bueno ni malo, solo la felicidad interior

resultante de tal entendimiento y equilibrio interno.

Cuando vemos un hermoso amanecer, no lloramos por pensar que solo durará unos minutos, lo

disfrutamos, lo gozamos, porque sabemos que después del hermoso día soleado, vendrá una bella

noche estrellada, así la vida, se debe disfrutar en cada etapa, porque siempre vendrá otra, lo

sepamos o no, como es el caso de la muerte, que tal y como la conocemos aterra; cuando

entendamos que todo es transitorio, que nada termina, que solo evoluciona a un nuevo plano, a

una nueva etapa, dejaremos de sentir esa aprehensión, ese aferramiento, ese temor a vivir, al

presente, que se convierte tan rápido en pasado, el cual vamos cargando por años, a través de

nuestro camino que es futuro, haciendo penosa la travesía, pensando que la vida es como un

preciado elixir, una cantimplora de agua en el desierto, que debe estimarse, codiciar cada gota, y

hacer lo necesario por no “gastarla”, cuando es una cascada hermosa que siempre fluye, sin

principio ni fin, en la cual debemos empaparnos, a la cual debemos disfrutar, que se nos dio con

un fin, para utilizarla, el cómo se haga, es ya otra cosa, suma de nuestras acciones y

determinaciones, es tal la diferencia entre ser vividos y vivir la vida, entre pasar sedientos de

afectos ese desierto por no beber de nuestra “cantimplora”, que al final quedará llena, porque

nosotros habremos de avanzar -queramos o no- a una siguiente etapa, a la cual no podremos llevar

nada de lo que en la presente existe, es la fórmula más sencilla contra la ansiedad, como dijeran

los que fuimos policías: “lo que va a ser para ti, ni que te quites, lo que no, ni que te pongas”.

Parece algo sin razón o lógica, y ¡así es! La vida y felicidad es algo que escapa a la razón y lógica

humana, porque tienen divina procedencia, no pueden ser medidas ni contenidas por tales leyes

físicas o terrenales; no te digo que abandones todo y vayas como Buda a sentarte bajo un árbol a

vivir en contemplación, solo de que tomes conciencia de que los temores te aferran a ellos mismos,

a la ilusión de control, pero no dan solución o avance, lo único que hacen en realidad es volvernos

torpes y temerosos para vivir la vida, porque vamos cargando “herramientas” en caso de que se

necesiten, -y resulta que de las mil herramientas que cargas, te hace falta precisamente la que no

tienes- aferrándonos a “antiguas glorias” negándote la oportunidad de nuevos logros, de nuevas

creaciones, por pensar “hasta aquí llegué, que quietecito y calladito me veo más bonito” o

negándole la oportunidad a nuevas experiencias por aferrarnos “con uñas y dientes” a relaciones

o situaciones que ya no dan para más, debemos aprender a soltar, a no hacerle caso al miedo que

dice “te darás contra el suelo”, y pensar: “Total, del suelo no paso” y aventarte a esa nueva etapa,

a esa nueva relación a esa nueva oportunidad de vida, porque de lo contrario, seremos en vida




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como esos “espíritus” de las películas de terror, que se niegan a aceptar esa nueva etapa, y van

condenados a vagar en un lugar al cual ya no pertenecen, negándose la oportunidad de avanzar;

es lo que el miedo ofrece, una dudosa preservación, simple ilusión de control a cambio de nuestra

segura evolución emocional y espiritual.

Porque muchos podríamos decir irónicamente: “Yo no me puedo ir a cortar flores al campo y

cantar bajo la luna a las estrellas, ¡Porque tengo que trabajar! ¡Tengo responsabilidades!”, nos

escudamos en nuestra propia esclavitud porque le tenemos miedo a esa libertad donde crece

silvestre la felicidad; lo cierto es que el trabajo no solo es necesario, sino un ingrediente del

verdadero equilibrio emocional y espiritual del ser humano; pero no esa degradación que hoy día

conocemos por “carrera profesional al éxito”; si hacemos un examen de conciencia, pocos

seríamos los que realmente trabajamos para esas responsabilidades, pues si bien hay cuentas que

pagar o hijos que mantener, para ellos no son importantes esos objetos de lujo que nosotros

consideramos necesarios, a tus hijos no les importa si les hablas de un celular básico y económico,

lo que quieren es solo escucharte, es el “profesionista exitoso” que tú te consideras es el que

requiere desesperadamente proyectarse, cuando si no tuvieras que pagar ese moderno equipo, que

de todas maneras, usas para lo mismo, podrías estar más tiempo con ellos, con tus hijos, con tu

pareja, con tu familia; y así podríamos seguir con la lista de “herramientas de trabajo” u objetos

“indispensables para una adecuada imagen profesional”, desde ropa hasta compras por catálogo

de calzado o productos de belleza, que consideramos necesarios, y por las que tenemos que

trabajar más, para pagar; en realidad, son innecesarios, son el reflejo egoísta de nuestra vanidad,

de nuestra inseguridad, no de las reales necesidades de nuestra familia, de nuestro hogar, y es

más, terminan por quitarle a la familia recursos que para el hogar si son necesarios, pues por

pagar cuentas o deudas, reducimos el gasto, aumentamos el mal humor y la frustración; pero

cuando nos dicen por qué gastamos tanto en ellos, indignados contestamos: “Pues para eso

trabajo, ¡en algo es justo que me consienta!” o “No puedo ir a trabajar como un pordiosero”.

Olvidamos que si hay una verdadera “clase” y distinción en las personas, estas se llaman:

Sencillez y humildad, que se trasmiten en una limpieza no solo física, si no emocional y espiritual,

que podemos entender como pulcritud.

Así, Confundimos el estrés que genera soportar “al jefe”, sus regaños y hasta insultos, nos

quedamos callados ante los abusos laborales, y nos conformamos con pasar desapercibidos, sin

hacer valer nuestra opinión, derecho o dignidad, con el verdadero cumplimiento de nuestro deber

o tarea encomendada; esto genera frustración que descargamos con los clientes o ciudadanos a

los que nos debemos en el trabajo, según sea nuestra actividad, en una empresa privada o en

alguna dependencia de gobierno; como ya “soportamos” todo lo anterior, sentimos que tenemos

el derecho de hacer esperar a las personas porque “es hora de nuestro desayuno”, en general,

somos poco productivos en realidad, y muchos de los “puestos de trabajo” modernos, sobre todo

en el sector público, no desquitan ni a la mitad el sueldo que pagan, pues los resultados esperados

son siempre negativos, nunca se alcanzan las metas, siempre hay quejas, siempre son pobres los

resultados estadísticos de productividad, pero total, como ya dijimos, siempre podemos culpar a

otros, a la falta de recursos, incluso, al clima; basando nuestro “crecimiento profesional” en que

tanto nos encorvamos para besar las botas del jefe - por no poner la palabra con “l”- Esa

meritocracia en la cual somos expertos en humillarnos ante los poderosos y humillar a los

humildes es la evidencia de nuestra carencia de conciencia, de respeto y amor al próximo; cuando




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hombres y mujeres de bien, de conciencia, procuran no hablar si no es con verdad y no actuar si

no es con bondad, pero otra vez, estamos hablando de valores perdidos; y no es crítica a la

burocracia, pues si fueran felices, se sintieran realizados como personas, serían unos malvados

egoístas, pero la realidad es que son víctimas de tal sistema consumista, siempre insatisfechos,

siempre frustrados, siempre estresados, nunca les alcanza el cheque, nunca llegan a la quincena,

tienen que pararse todos los días, sin importar su salud o emociones, a la hora que el despertador

suena, para correr a vestirse y tomar un transporte apresurado, su primera batalla: Llegar a

tiempo para checar la tarjeta, y es por ello que llevan su desayuno para comer cuando puedan o

como puedan en ese horario esclavizante laboral, con un salario de miedo, para luego sentarse en

su pequeña silla y mirar papeles o monitor como si en verdad estuvieran haciendo algo, mientras

los “grandes jefes”, se reparten jugosas ganancias, influencias y beneficios, a menudo, indebidos;

Ah! Y sobre todo, deben ser sumisos y agradecidos por la “seguridad del trabajo”; ¿Agradecidos

de ser esclavos a los cuales la vida se les reduce a checar tarjeta de entrada y salida para recibir

un cheque cada mes a condición de mantener la cabeza y el corazón agachados? Sí al menos ese

cheque valiera la pena, si no se despedazara entre las deudas que ese mismo trabajo ocasiona,

como pago de créditos por comidas, por calzado, por ropa, por todo lo que en momentos de vacío

e insatisfacción se adquiere en esas oficinas que son incubadoras de mediocridad.

Por ello se propone un profesionista o servidor público heurístico, que desarrolle como una

primera cualidad, actitud y aptitud en el servicio, ya que en las actividades laborales humanas se

tejen las formas adecuadas de trato a nuestros semejantes, sea un comercio, empresa o institución

pública o privada, mediante la práctica de valores como la honestidad, la cortesía y empatía; en

general, un nuevo paradigma de servicio, mediante el cual se encuentra gozo en nuestra labor, al

tiempo que se genere una cultura de respeto por el trabajo humano, pero sobre todo que tenga un

eje transversal en su misión, visión y objetivos, en su razón de ser pues, más allá de posturas

doctrinales o concepciones Weberianas a efecto de que burócrata no siga siendo sinónimo de

corrupción, dilación, ineficiencia y mediocridad: Servidor público es aquel que sirve al público y

funcionario el que funciona, si no se hace ni lo uno ni lo otro, es un parásito.

En el actual modelo, los burócratas están siempre en una mentalidad y actitud de negativa ficta,

pensando no en como servir o solucionar el problema planteado, si no en como deshacerse lo más

pronto posible del trámite o servicio requerido por el ciudadano, escuchando cuidadosamente

para identificar cuando se puede convertir en “problema de alguien más” el asunto en cuestión,

decimos algunos que nadie tiene un record de “bateo” tan impresionante como un burócrata de

ventanilla o atención al público, porque necesita para todo autorización o porque no está dentro

de sus funciones y atribuciones, pero hace de la dilación administrativa un arte, que llamaremos

retorica funcional burocrática; la realidad es que los servidores públicos no necesitan más

atribuciones para actuar en beneficio de su pueblo, solo necesitan voluntad, tampoco grandes

capacitaciones, solo empatía, porque no digas corrupción, nepotismo o dadiva, que para ello

muchos se pintan solos “Por ahí hubieras empezado mi estimado dicen sonrientes” y todo se

flexibiliza o agiliza por arte de magia, los que somos burócratas debemos empezar con un sencillo

ejercicio, atender como si fuera nuestra futura novia al ciudadano, con respeto y cortesía,

acercándonos a un término conocido como adhocracia, en el cual, todos tenemos al menos un poco

de atribución en la toma de decisiones, pero que sea en verdadero beneficio social, en donde por

buena fe y voluntad, todo tramite apegado a derecho y justicia sea pronto, gratuito y expedito.




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Para lo anterior debemos invertir en los valores y sentires del hombre y mujer que se desempeñe

como servidor público, no en las competencias o especializaciones, pues los trabajos son

considerados solo medios para conseguir los fines de consumo, no importa que tan satisfecho te

sientas con él, con que gozo se ejecute o simplemente si es nuestra vocación o perfil, solo importa

y preguntamos una cosa: ¿Cuánto pagan? sin importar el daño que nos causamos no solo

personal, si no el que ocasionamos a terceros con nuestra falta de actitud y aptitud, porque nadie

se cuestiona si tiene las habilidades, experiencia o capacitación necesarias para el desempeño de

una función pública, simplemente luchan por el puesto y una vez obtenido, se enfocan en la

permanencia, la eficacia y eficiencia en dicho servicio pasa segundo plano, al igual que los

ciudadanos a quienes la razón de ser de nuestra función o servicio se deben.

Dentro de la Emotividad Inteligente hay también una disciplina ética laboral, que nos permite

analizar, ejecutar y valorar nuestro quehacer diario como funcionarios o servidores públicos, más

allá de cuanto se paga en determinado puesto, tal disciplina nos permite sincerarnos y analizar

ventajas o contras de tal actividad, no solo para nuestra persona o familia, si no para nuestros

semejantes a quienes llegaremos o impactaremos con dicha actividad, llegando a una congruencia

profesional que nos dictará hechos de conciencia, mediante los cuales habremos de definirnos

como seres humanos; ser éticos en la práctica no es más que el abogado que no acepta un asunto

por ir en contra de sus principios y los de la justicia, el doctor que se niega a operar si sabe que

es únicamente por engrosar la factura o que opera si es necesario aun cuando dicha factura no

haya de pagarse, el policía que con sueldo humilde, se niega a aceptar un soborno para actuar o

dejar de hacerlo, incluso, el peón o albañil que rehúsa a realizar o aplicar una mezcla de cemento

de débil o armar fierros de baja calidad, porque sabe que esa vivienda puede desplomarse el día

de mañana con una familia dentro, todo lo anterior en su conjunto, es un código no escrito de ética

profesional empático que mediante su observancia y ejercicio nos hará seres humanos íntegros

mediante el digno esfuerzo que la actividad laboral está dispuesta a brindarnos.

Hemos desvirtuado esa actividad humana digna y con finalidad constructiva llamada trabajo,

degenerándola a una esclavitud consumista, en la cual, trabajo es sinónimo de monotonía, de

rutina, de tortura, de insatisfacción; el verdadero trabajo enaltece y ennoblece a los seres

humanos, nada tiene que ver con la concepción masoquista del pecado original, tiene que ver con

el ejercicio de capacidades físicas, intelectuales y espirituales, que como en los juegos olímpicos,

permite que seamos por su conducto cada día más altos, seamos más fuertes, más rápidos, más

capaces, el trabajo es una bendición, quien no trabaja disfrutando ese ejercicio, se enferma, del

cuerpo, de las emociones o del alma; sudar por lo que uno persigue es la mejor forma de sacar lo

negativo del sistema, como si de toxinas se tratase, sudar por lo que uno persigue nos hace leones,

no hienas carroñeras, que roban en manada lo ajeno.

Esa bendición llamada trabajo, que antes hacía sentir al hombre y mujer vinculado con su tierra,

agradecido con ella y con su Creador por el pan fruto de su esfuerzo, que le permitía disfrutar el

sentido de pertenencia, ir a dormir satisfecho de la jornada cumplida, sentirse digno y útil frente

a su esposa o esposo, ejemplo a seguir para sus hijos y fuente de respeto de sus vecinos y

comunidad, se ha perdido; hoy día no construimos nada, no cultivamos nada, no sabemos

componer nada, pensamos que sí, porque tenemos faxes y copiadoras, computadoras y demás

máquinas que realizan esas funciones, pero nos hemos vuelto inútiles con las manos, con la mente,




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incapaces ya de realizar como nuestros padres y nuestros abuelos una simple suma o resta a lápiz

y papel, acostumbrados a ir con una tarjeta plástica a pagar por comida empaquetada, lo único

que muchos sabemos hacer ya, es tocar con un dedo el botón del horno de micro ondas para que

esté lista la cena, que dicho sea de paso, está compuesta de todo, menos de verdadera comida, así

tomamos jugos que son todo menos jugo natural de fruta, comemos hamburguesas y demás comida

empaquetada que solo contienen restos de carne de la peor calidad, bañada y químicamente

tratada para tal engaño, para que sepa delicioso, pero son químicos, conservadores, no es en

verdad ni delicioso, ni sano, ni siquiera como ya dijimos, lo que dice ser, ya no es comida lo que

en esta modernidad comemos, son productos químicos; en resumen, nos hemos vuelto parásitos,

consumidores y generadores de una sola cosa: Basura.

El trabajo verdadero genera avance del individuo, y de la sociedad en la que está inserto, no

avance de las tecnologías o sistemas de los cuales se debería de servir para sus tareas, sin

embargo, somos quienes estamos esclavizados por dicho sistema tecnológico; Hoy día, existe un

dinámico avance científico y tecnológico, pero no una evolución social, ni fortalecimiento del ser

humano; es decir, una mejor tecnología no necesariamente significa una mejor calidad de vida,

así como un “mejor trabajo” no garantiza la plenitud del individuo, si éste no trabaja en lo que su

vocación o espíritu de servicio a sus semejantes le hagan más útil a sí mismo y su grupo social;

Pero el éxito no se trata de ser útil, ni de los demás, se trata de ganar, del culto al egoísmo.

El trabajo articula el andamiaje de toda una cultura, de un pueblo, y si tenemos trabajos

inoperantes, estresantes, castradores y esclavizantes, pues en consecuencia, nuestra sociedad está

enferma de tales males, y quienes resentimos los síntomas, somos aquellos que seguimos necios en

tal dinámica de egoísmo social; Este es el verdadero rostro despreciable del trabajo, el pesarlo

para venderlo; Cuando lo veamos como la oportunidad de lograr tal desarrollo personal y grupal,

de ejercitar nuestras capacidades y lograr los equilibrios necesarios, seremos felices; Por el

momento, somos esclavos modernos, los grilletes ahora son tabletas, computadoras y celulares,

ya no requiere el sistema poner muros o cadenas, estamos conformes con refugiarnos al interior

de la celda, llamados hoy, cubículos u oficinas, alejados de la libertad, temerosos, sintiendo que

moriremos de hambre si nos soltamos de la mano de nuestro sistema de vida consumista opresor;

Vivimos en enormes complejos industriales, con tiendas de raya virtuales, nada es nuestro, solo

tenemos la ilusión de que nos pagan, porque ya ni eso que tampoco existe, como los billetes, o

papel moneda vemos, ahora solo esperamos a que cada quince días nos “depositen” a una tarjeta

plástica, de la cual, destinamos “en línea” todos nuestros pagos y cargos, nos sentimos “felices”

un día a la quincena, cuando corremos con nuestro plástico a comprar, porque ya cobramos; A

final de cuentas, somos menos que los jornaleros de otros tiempos, que al menos, sentían en las

manos el peso de la plata con las monedas que se pagaba su esfuerzo.

El trabajo no es otra cosa que tu esfuerzo, y por tanto, la decisión de cómo emplearlo, es tuya; No

lo prostituyas por un pago, empléalo en función de la satisfacción y construcción personal, de otra

forma, tu fuerza laboral, siempre estará al servicio del capital, de las máquinas, del sistema

globalizado consumista; No debe ser enfocado para producir bienes, si no para satisfacer

necesidades y equilibrar problemas sociales; El trabajo son tareas que debes elegir con la

responsabilidad de conciencia, de acorde a tus capacidades y actitudes físicas, mentales y

espirituales; De ninguna manera dejas que responda a las necesidades que el sistema te crea, tu




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trabajo debe ser la expresión de tu humanidad, no de tu conformidad; Si tú crees, como el autor

del presente libro, que somos creación divina, entonces debes de entender que somos a su imagen

y semejanza, ¡Dios expresa en su obra toda su grandeza! El hombre y mujer luego, están llamados

entonces, como creados a su imagen y semejanza que fueron, a manifestar su grandeza, su nobleza,

su divinidad, mediante esas acciones o tareas conocidas como trabajo; No a ser esclavos con

grilletes virtuales que la modernidad cibernética impone.

Citando un hermoso libro: "el trabajo humano procede directamente de personas creadas a

imagen de Dios y llamadas a prolongar, unidas y para mutuo beneficio, la obra de la creación

dominando la tierra (cf Gn 1, 28; GS 34; CA 31). El trabajo es, por tanto, un deber: ‘Si alguno no

quiere trabajar, que tampoco coma’ (2 Ts 3, 10; cf 1 Ts 4, 11). El trabajo honra los dones del

Creador y los talentos recibidos. Puede ser también redentor. Soportando el peso del trabajo (cf

Gn 3, 14-19), en unión con Jesús, el carpintero de Nazaret y el crucificado del Calvario, el hombre

colabora en cierta manera con el Hijo de Dios en su obra redentora. Se muestra como discípulo

de Cristo llevando la Cruz cada día, en la actividad que está llamado a realizar (cf LE 27). El

trabajo puede ser un medio de santificación y de animación de las realidades terrenas en el espíritu

de Cristo".

Entendamos entonces, el trabajo no es una maldición, ¡es un derecho! De los hombres y mujeres

hechos a semejanza de su Creador, es un deber de nuestro ser, mediante el cual, procuramos el

digno sustento de la familia; Por lo que, nuestros “modernos trabajos”, pervierten su naturaleza,

sus fines; Y por tanto, nos deforman, como un árbol forzado a crecer chueco, nos moldean en la

dinámica del éxito, cuando estamos destinados a crecer derechos, para ser felices.

El trabajo debe abarcar cuando mucho, una tercera parte de nuestro horario cotidiano, por lo que

no debemos pedir aumentos por los cuales tengamos que “hacer méritos” o quedarnos tiempo

extra, fines de semana o hasta que el jefe ordene; “El secreto” está en dejar de consumir o comprar

lo que en realidad no necesitamos, para no empeñarnos por ese extra económico; Como dicen

popularmente: “No es más rico el que más tiene, si no el que menos necesita”, tu trabajo debe

aportarte tres sentimientos importantes: Dignidad, identidad y sentido de pertenencia; El trabajo

debe exponer y potenciar nuestra razón de ser; Si te encuentras desarrollando una actividad que

no te brinda más paga que la metálica o plástica, emplea tu inteligencia para salir de él, y

cambiarte a uno que honre tu ser y Divina procedencia.

Ya existe la propuesta del profesor heurístico, por lo que solo haremos la homologación de

profesionistas y servidores públicos a heurísticos, tomando conciencia de que todos, trabajemos o

no en Gobierno, somos servidores públicos, pues nuestra actividad impacta directamente a

nuestros semejantes, seamos choferes o vendedores ambulantes, actualmente se habla mucho de

“Mover a México” como un eje rector de las políticas públicas, sin embargo, tal eje rector es de

inicio equivocado, porque no se trata de mover a una persona o grupo social como si se tratara

de algo inanimado, un bulto que debemos cargar o arrastrar, ¡Hay que poner en movimiento a

México! Lo cual significa dinamizarlo, activar la economía no ponerle parches o remedios

temporales, para lo cual necesitamos cambiar de actitud en el servicio, ya que por más recursos

que se destinen o “inyecten” a una empresa o programa social, si las personas que lo ejecutan no


http://es.wikipedia.org/wiki/Obligaci%C3%B3n_moral

http://es.wikipedia.org/wiki/Redentor

http://es.wikipedia.org/wiki/Jes%C3%BAs

http://es.wikipedia.org/wiki/Cristo

http://es.wikipedia.org/wiki/Cruz

http://es.wikipedia.org/wiki/Santificaci%C3%B3n



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tienen la debida actitud de servicio, no podrán alcanzarse las metas programadas, y mucho menos

la auto sustentabilidad en dicha empresa o economía.

Por desgracia, estamos en sociedades sub desarrolladas, de consumo y simulación, no de

verdadera producción para ser autosustentables, por lo que dependemos del “presupuesto”, sin

esforzarnos realmente, estar en “la nómina” es lo único que nos preocupa, dependiendo de

nuestros gobiernos para sobrevivir, cuando son los gobiernos que deberían depender de sus

gobernados; Este fenómeno laboral también se replica en lo personal, hoy día la gente no se

esfuerza realmente, solo escucha lo que quiere escuchar, filosofía barata, frases de ánimo trilladas

y pensamientos convencionales aceptados, nadie dice que tal actitud es cómoda e hipócrita, que

es mejor a remangarse la camisa y hacer, ¡hacer de verdad!, porque hay tantos revolucionarios,

filósofos y filántropos “virtuales” que sienten han cumplido con la humanidad al darle “me gusta”

a una publicación o “subir” imágenes bonitas de paisajes o niños en una tarjeta o “foto pal face”,

con pensamientos aceptados como filosóficos y profundos; El Internet ésta saturado de toda esa

basura, todos los aprueban, les dan me gustan, pero no se ve que estén cambiando la humanidad,

solo están logrando algo más peligroso, quitarle a esos pensamientos a base repetición inoficiosa

su trascendencia, ya no son reveladores ni sacuden, las imágenes conmovedoras de niños sufriendo

o injusticias sociales ya los conocemos, descargamos nuestra “valiente ira” en un comentario

“revolucionario” en contra de la corrupción, de los malos gobernantes, de algo indebido o injusto,

pero en la realidad, no hacemos nada, esa es la verdadera función “maquiavélica” de las redes

sociales, -aparte de ser “los espías perfectos”- son como policías antimotines, en los que la

sociedad descarga su ira, para evitar que actúe verdaderamente en contra de ese mal gobernante,

de esas acciones injustas.

Los trabajadores al servicio del estado se ven inmersos en una meritocracia con alta cercanía del

poder, lo cual se traduce en burócratas ansiosos, neuróticos, resentidos y muy convenientes para

tales gobiernos globales de consumo, todos quienes nos desempeñamos en el servicio público

somos “infectados” con la mentalidad de que hay que permanecer callados y sin la más mínima

pizca de iniciativa o dignidad laboral, con “mandamientos no escritos” como el de compañeros

de seguridad pública y fuerzas armadas que aprenden al ponerse el uniforme el lema de que: “si

quieres llegar a policía viejo, hazte pendejo” o “Nadie agradece todo que hacemos bien, pero al

primer error te ponen de patitas en la calle” Cuando nos pagan para hacer las cosas bien, el

honrado sustento de nuestras familias es el mejor agradecimiento y pago, pero tal parece que

esperamos una medalla al valor o al mérito en caso decidamos a cumplir con el deber para con el

cual nos comprometimos, siendo un humilde policía preventivo, se aprenden también grandes

máximas, como la que nos recuerda que: “Mejor sabrá mandar quien mejor sepa obedecer” y que

mediante el cumplimiento del deber que se resume en dos máximas: Proteger y servir, es posible

alcanzar la plenitud, aun cuando en tal servicio se requiera el sacrificio de la vida, ya que quien

obedece a su conciencia es capaz de gobernar sobre sus deseos.

No requerimos profesionistas, servidores públicos y policías “especializados” si no

comprometidos socialmente, que les duela la injusticia ajena como si fuera propia, una vez un

oficial de policía, ante un jugoso soborno por un caso de violación a una jovencita, reflexionó que

era una maldición llevar el pan a la mesa de sus hijos manchado de sangre o lágrimas, y se

preguntó si la corrupción podría frenarse al tener compasión, empatía, al sentir que esa persona




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lastimada es nuestra madre, nuestra esposa, nuestra hija, ¡Creo que sí! que no habría el dinero

suficiente en el mundo para sobornar, y que, tanto quien lo ofreciere como quien lo pidiere, se

sentiría profundamente avergonzado; En la actualidad, estudiamos la ley para conocer sus

excepciones o por donde es más fácil romperla, tenemos servidores públicos con especialidades,

maestrías y doctorados que solo se traducen en una tarifa más elevada en cuanto a sus “cuotas”

de corrupción, que tienen la filosofía de que: “la Ley es para los enemigos, la justicia para los

amigos” de nuevo, se insiste, no se trata entonces de los saberes, si no de los sentires, porque en

países con cultura de corrupción, sabemos que mientras más “alto” llegue un “problema” más

costoso será solucionarlo; Mientras ese cambio de conciencia no tenga lugar en todos nosotros,

seguiremos viviendo en la cultura del soborno, con policías que se conforman cuando les dejan

“algo para el refresco” y elegantes procuradores y juzgadores que cobran sus “cuotas” en

dólares.

Son la dignidad e identidad en el servicio las mejores recompensas y frenos al mismo tiempo, pues

sabremos que haciendo lo que hacemos es como nos convertimos en lo que somos, por lo que dicho

enfoque constituye la más efectiva vía para el fortalecimiento de las Instituciones, porque en

realidad, tenemos una teoría de la corrupción, en la cual pagamos y nos autorregulamos al margen

del estado, pues al caer en acto de corrupción, el servidor público pierde su investidura, deja de

ser autoridad, por lo que estamos pagando por un acto indebido a un igual, a otro trasgresor de

la ley, en resumen, la corrupción nos vuelve piratas, le quita responsabilidad al estado, quien en

realidad deja como única opción para acumular, prosperar o triunfar, el trasgredir la ley, y con

ello, el derecho de sus semejantes, el trabajo no está diseñado para amasar fortunas ni hacer

triunfadores, tiene la finalidad de otorgar al ser humano identidad, dignidad y sustento, pero

nosotros vivimos en una constante simulación razonable y nos alejamos del poder creativo poco

probable, nos volvemos “prácticos” y con ello, justificamos romper las leyes, que curiosamente

un estado incapaz de proporcionar todo lo necesario a sus ciudadanos promulga con la finalidad

de que sean violadas, y así, quitarnos la autoridad moral para exigir lo correcto, pues desde la

informalidad, desde la ilegalidad no podemos exigir justicia, cosa conveniente para un gobierno

que no puede procurarla e impartirla, y esta teoría se aplica a la economía, educación y demás

pilares que sustentan a dicho estado.

Es por ello que en nuestras sociedades se fomenta la doble moral, el discurso oficial que dista

mucho en la práctica de la realidad, articulando todo una telaraña de leyes y reglamentos que de

antemano se sabe no serán observados o cumplidos, tendiéndonos la trampa de la corrupción, el

fomento a esa cultura de la ilegalidad, porque el primer corrupto, ineficiente e ilegal es dicho

estado, que se encuentra infectado por el cáncer del consumismo globalizado, y no le conviene que

nos fortalezcamos con “anticuerpos” sociales como la honestidad, la legalidad y la civilidad, nos

alienta a ser débiles, para seguir como una sanguijuela chupándonos la sangre, por tal motivo

necesita hacernos a su forma para que no lo modifiquemos, porque a dichos gobiernos no les

convienen hombres y mujeres con una cultura de legalidad verdadera, ya que una nueva sociedad

constituiría un nuevo gobierno, entonces, como dicen los abuelos, nosotros y los actuales

gobiernos, somos tal para cual, como aquellos a los que “Dios los cría y ellos se juntan”.

Toda la basura tecnológica que ahoga nuestro planeta se maquilla bajo lemas que ondean en

banderas nacionalistas de “orden y progreso”, usando como torres en el tablero mundial a la




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ciencia y tecnología, que nos mantienen “a raya”, con su cara amigable, pero ya sabemos que son

más las enfermedades y padecimientos que genera que aquellos que dice curar, pero nos infunden

miedo a quedar en ridículo si nos pasamos de “espirituales” en este mundo material, tachándonos

de ignorantes, para que nos aferremos a sus saberes que son sentires artificiales y no expresemos

nuestra humanidad que es voluntad, creatividad y bondad, esto se traduce en sociedades inútiles

de consumo, a imagen y semejanza de los “vampiros” que nos mantienen en colonias virtuales o

artificiales; Son “Estados Vampiros” porque no pueden subsistir por sí mismos, ni resisten la luz

de la verdad, necesitan de huéspedes para nutrirse.

Orden y progreso son buenos, pero no tanto como aquellas máximas de libertad, igualdad y

fraternidad, que nos permita emprender en todos los sentidos con calidad y responsabilidad

emocional y social, porque la libertad sin fortaleza es abono al poder, ¿de qué sirve ser libres si

somos débiles y no tenemos oportunidad de ganarle al sistema? Es por ello que tenemos todas las

comodidades, que solo necesitamos apretar un botón para que una maquina haga en automático

todo por nosotros, para que olvidemos que nosotros podemos hacerlo, para que se nos haga difícil,

para que nuestra voluntad sea mimada a tal punto que siempre elijamos lo más fácil, de tal forma,

nuestra libertad no preocupa al sistema, eso lo aprendieron de hermanos esclavizados en siglos

pasados, pues solo les pusieron cadenas y grilletes, pero les dejaron cuerpo, voluntad y corazón

ejercitados por el sufrimiento, por el trabajo, eran fuertes y bravos como un toro, y cuando

rompieron las cadenas, nada les impidió acabar con el régimen opresor; Ahora nosotros tenemos

en apariencia todas las libertades, pero un corazón dormido y una voluntad obesa.

Algunos hombres creyeron, como Marx, que el hombre en un Estado ideal sería bueno y viviría en

justo equilibrio, pero no puedes dar lo que no tienes o a quien no lo merece, el ser humano no

puede estar dispuesto a sacrificarse por un semejante si no se le ha enseñado con el ejemplo lo

que es el sacrificio, si no se conforma primero el mismo en dicho sentir, que dista mucho de la

imposición o castigo, el ser humano es por naturaleza egoísta, ni bueno ni malo, solo egoísta, la

cuestión es el entendimiento de la naturaleza de tal egoísmo, forjando una sociedad en base a lo

que podríamos llamar un “egoísmo bueno” que se base en conservar e incrementar nuestras

virtudes, dentro de un Estado Retributivo que tenga como eje rector la rotación del poder, pues

éste corrompe, por lo que nadie debe tener la posibilidad de ejercerlo plena e indefinidamente, la

clase gobernante se constituirá por todos, nadie tendrá un nivel de vida superior al promedio

gracias al servicio público, es por ello que la felicidad se considera como ya se dijo, un asunto de

estado, de política pública e interés social.

Recordemos siempre que, así como esperamos de nuestro trabajo todo lo anterior, él espera solo

una cosa nuestra: ¡Que lo ejecutemos con amor! No con interés o masoquista conveniencia; en

palabras de San Agustín o Agustín de Hipona, para ser imparciales con toda creencia: “Ama y

haz lo que quieras; Si callas, callarás con amor; Si gritas, gritarás con amor; Si corriges,

corregirás con amor; Si perdonas, perdonarás con amor; Si tienes el amor arraigado en ti, ninguna

otra cosa sino amor serán tus frutos”; Lo anterior, constituye el último peldaño del ser feliz, ¡hacer

todo con amor!; Entonces, todo lo que hablamos de ser auténticos, leales, pulcros, congruentes y

honestos para ser felices, son en realidad “ejercicios de calentamiento”, para el verdadero acto

que genera la felicidad: El Amor; Que en palabras del mismo personaje: “Es una perla preciosa

que, si no se posee, de nada sirven el resto de las cosas, y si se posee, sobra todo lo demás”.




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¿Cómo podemos amar a los demás, si no somos capaces de reconocernos, aceptarnos y amarnos

primero a nosotros mismos? Si no nos queremos ni a nosotros mismos, pues querer no es desear,

no es regalar o mantener; Querer es cuidar, priorizar, no pagar o “recompensar” por fallas, faltas

o ausencias como padres, como pareja o amigo; Consentirse no es comerse un filete o comprarse

un perfume caro, es permitirle a nuestro ser la comodidad de expresarse y sentirse, de relajar los

medios de control y auto represión, aflojarse la corbata o dejar el maquillaje de lado y

simplemente inhalar y exhalar satisfacción, conformidad con la vida y con nosotros mismos; Solo

así podremos empezar a interesarnos genuinamente por los demás, en ese aspecto debemos

permitirnos ser egoístas, pero egoístas con ese materialismo, con el éxito, para darle a nuestro ser

y a los que amamos lo que a tal deidad debemos negarle; La felicidad tiene una formula sencilla:

Es inversamente proporcional al esfuerzo empleado para obtener el éxito.

Muchos vivimos para trabajar, como si tuviéramos una vida de repuesto, en la cual podríamos

disfrutar de todo lo que en esta juventud, en esta madurez sacrificamos por “salir adelante” “por

ser alguien en la vida”; Ya sabemos que luego gastaremos toda esa fortuna amasada para tratar

de recuperar la salud, los afectos perdidos, también sabemos que para quien se muere se acaba,

que la vida no te permite acumular riquezas “para llevar”; ¿No es una locura entonces empeñar

tu vida, salud y esfuerzo por un premio, un trofeo que es el éxito, el cual no es seguro que obtengas,

y de alcanzarlo, no te lo llevarás? La felicidad la tienes ahí, todo el tiempo, en la caricia de tu

pareja, la sonrisa de tu hijo, en las pequeñas cosas de la vida, como sentir la brisa en el rostro,

reír e incluso llorar, la felicidad es tan grande, que todo cabe en ella; Son verdaderos afortunados

aquellos hombres y mujeres que se alejan de esa locura, no permiten que el éxito, el consumismo

les genere esa insatisfacción, esa intranquilidad de sentires, de conciencia, y viven en armonía,

aceptando su realidad, a sí mismos y a los demás.

Por lo anterior, debes entender que el éxito es un embrujo, como el canto de las sirenas, que te

llevará sin remedio al desastre, pues ejerce en nuestro ser una seducción que le permite manipular

nuestros deseos, explotar nuestras frustraciones e inseguridades, que esta misma sirena, este

mismo monstruo nos genera con su canto, con el que nos convierte en satélites, en “zombies del

éxito”, sin identidad, sin voluntad, aglomerados en colmenas, en complejos habitacionales y

ciudades artificiales, que todo consumen, todo contaminan y nada producen; Así, respondemos ya

en automático a los estímulos y comandos de dicho sistema, como esos muertos vivientes de las

películas que solo buscan comer el cerebro de los vivos, el éxito nos hace buscar como autómatas

los satisfactores que él mismo crea para mantenernos siempre con hambre de más placer, de más

tecnología, de más “felicidad instantánea”, que consumir y poseer nos brinda; Mientras alimenta

nuestro ego, nuestra vanidad, nuestra inseguridad, el consume nuestra humanidad, nuestra

bondad, nuestra capacidad para la felicidad; El éxito pues, es una bestia predadora que atrapa a

su presa, drogándola para consumir su esencia.

¡Nosotros somos su alimento! El éxito no existe para hacernos felices, si no para permitir que el

sistema consumista nos devore, para lo que primero nos deforma y degenera, pasamos de seres

creados a imagen y semejanza Divina, y por tanto creadores, a parásitos, nos quita lo más

preciado del ser humano, la libertad, somos aves de corral o de ornato, muy cómodos en jaulas

adecuadas tecnológicamente, obesos y perezosos, incapaces ya, como esas aves en cautiverio de

volar; Vamos por la vida experimentando con recetas ajenas, y por tanto, viviendo vidas ajenas,




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es por ello la frustración de perderse, de llegar a un punto en el que no nos reconocemos, en el

que nos sentimos asfixiados, conformándonos con “el menor de los males”, apostamos a senderos

ya probados, ya transitados, y resulta que el camino constructivo de vida en cada hombre y mujer

es íntimo, podrá parecerse muchísimo, pero ninguno, como las huellas dactilares, son exactamente

iguales al del otro.

Por lo que vivir en una sociedad moderna no es sinónimo de vivir en una que sea justa, ¿cómo

puede serlo? Si más del noventa por ciento de esa riqueza producida está concentrada en tan solo

el uno por ciento de la población mundial, los que constituyen ese nuevo poder y orden mundial

corporativo mundializado que tiene como principal objetivo mantenernos ilusionados con alcanzar

el pedazo carnada con la que nos hacen correr por sus senderos cargando sus riquezas, las cuales

nos hacen creer que son de todos o al menos que tenemos una posibilidad de acceder a ellas,

cuando en realidad jamás las veremos o disfrutaremos, solo estamos destinados a sentirlas sobre

nuestras espaldas, por lo que nos han convertido en bestias de carga, en esos cangrejos dentro del

balde encimándose unos a otros y derrumbándose antes de llegar a la cima, complicando el

acertijo al hacernos creer que estamos bien o cuando mucho que somos esclavos, lo cierto es que

no, estamos auto sometidos por manipulación y enviciamiento de voluntad, pues aprendieron que

los esclavos se revelan al capataz externo, por lo que encontraron la manera de convertir nuestros

deseos en nuestros amos, es por ello lo vital del consumismo para tal sistema, ya que solo necesita

mantener interesado y bien alimentado a ese capataz interno al que llamaremos dentro de la

Emotividad Inteligente nuestro Álteramo o Álterdominus.

Se requiere valor para levantarse en armas contra un tirano, contra un régimen opresor, pero

cuando dicho régimen se mundializa corporativamente y mediante un virus llamado consumismo

nos convierte a cada uno de nosotros en tiranos y opresores tal insurrección ya no es tan simple,

porque los represores somos nosotros mismos o al menos una parte a la que obedecemos, nuestros

Álteramos, dicha revolución se complica porque deja de ser externa, no basta con tomar un fúsil

o quemar la casa, pues también nuestras ropas y todo lo que poseemos está infectado, y resulta

que nos enseñaron a amar tanto tales objetos que preferimos vivir contaminados a quemarlos, por

lo que las revoluciones necesarias son de conciencias y voluntades, ya no de fusiles y cañones.

Es en tal génesis del problema, que la felicidad pasa de lo sencillo e íntimo, a lo complicado y

multifactorial de lo externo, por lo que no debemos preguntarnos cómo ser felices, si no qué es

para nosotros ser felices, y si tomamos camino propio para llegar a ello, o si realmente queremos

transitar el camino por el que nos empujan en tal inercia social y mediática de consumismo

material; Así de complicado y artificial tornamos algo natural y sencillo, al punto de constituir

dilemas existenciales capaces de romper la armonía en el ser humano o deformar su integral y

armónico desarrollo, somos nosotros quienes armamos al revés la carreta, para luego, culpar a

Dios o el destino, por lo difícil de transitar este sendero que es la vida, y como no habría de

hacerlo, si vamos por él empujados, malformados y contractuados; Si la vida fuera un maratón, la

estamos corriendo con los zapatos puestos al revés, cargando equipo que nos dicen necesario,

cuando solo es un lastre en nuestro avance, por ello, nunca olvides que: Los grandes maestros,

caminan descalzos, humildes en su vestido y serenos en su paso.




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La felicidad no es un estado emocional al que se llega cuando “se alcanza” una meta deseada, y

que estimula o motiva a conquistar nuevas metas, como tradicionalmente se le define, desde su

raíz latina -felicitas- Más acertada es la idea de una condición interna de satisfacción y alegría,

para lo cual, no necesariamente se tiene que “alcanzar algo”, es más, a veces, no hay ni siquiera

que esforzarse; Los misterios de la vida no existen, es solo que no los vemos, ¡todo es un misterio,

si estamos miopes con graduación equivoca!, si somos incapaces de armar el rompecabezas en el

que fragmentamos algo que se nos entrega de una pieza; Tenemos la convicción masoquista de

que la felicidad es algo que cuesta mucho, que solo se puede conseguir con sudor, sangre y

sufrimiento, o a costa de nuestros principios, de nuestro propio ser, somos cachorros

persiguiéndose la cola, o peor aún, aquellos grandes profesionistas, ejecutivos y empresarios,

burros con los ojos vendados persiguiendo una zanahoria atada con un palo a su espalda, para

ellos, la felicidad es el éxito, siempre está más allá, nunca les será suficiente logro alguno, porque

“el triunfo” es adictivo, ya no importa ser feliz, si no “seguir triunfando”.

Igual creemos que la felicidad es perfecta armonía, en donde nada nos pueda angustiar o estresar,

nos estresamos por crear un ambiente libre de estrés, de perturbaciones, de problemas, prendemos

velas aromáticas, decretamos, oramos, ¡Que mal estamos! Quienes tienen el estrés y ansiedad en

la mente somos nosotros, las cosas no tienen conciencia, somos quienes les otorgamos ese poder;

Estamos desperdiciando el caldo de cultivo de la felicidad, los problemas, la vida misma que se

no dio, como tierra fértil para sembrar la semilla de la armonía llamada felicidad, la vida es

simple, no tiene secretos, somos nosotros quienes no tenemos la perspectiva o cosmovisión

armónica y adecuada para más que verla y entenderla, sentirla y vivirla. Ser feliz, es algo tan

sorprendentemente simple, fácil y gratuito, que no lo creemos, y la buscamos afanosamente en la

riqueza, la aceptación, el triunfo, el éxito y la excelencia, tal equilibrio de nuestro ser, que solo

puede encontrarse, sin condición y costo, en lo más íntimo del mismo, pues no se trata de tener, si

no de ser, ni de saber, si no de sentir, ni de decir, si no de hacer.

Es por ello que debemos tener como base la aceptación personal de quienes somos, no la ajena,

por lo que “chueco o torcido, eres tú” debes quererte y respetarte, para luego si hay algo que

quieras mejorar, desde ese punto debes empezar a trabajar por mejorar, con honestidad y

congruencia, que esto se trata de hacer lo mejor que tu esfuerzo te permita con lo que se te dio, no

de querer transformar a costa de nuestra salud y equilibrio aquello que no debes cambiar, me

refiero a quienes se obsesionan por el color de su piel, de sus ojos, de su estatura, más que de su

peso, de su complexión, a esos que cifran su valor en la aceptación de la apariencia física, por la

cual sacrifican su interior, quedando vacíos e inconformes, pues jamás podrán alcanzar la

satisfacción, La aceptación en ninguna de sus dos formas, personal o social, ya que nadie respeta

en realidad a quien no se respeta a sí mismo; Así, nuestros esfuerzos deben ir encaminados a lo

verdadero, a lo que podemos y debemos cambiar, mejorar, pero sin alterar lo que somos, sin

violentar nuestro ser por el deseo de aparentar algo que no existe.

Una persona auténtica, congruente y generadora de felicidad es más que honesta, ¡es pulcra!, en

su vestir, pero también, y más importante: Pulcra en su pensamiento, en sus palabras, en su actuar;

Todo lo anterior, será su única etiqueta, la que demostrará lo que vale como persona, pues la

verdadera clase, esa que dijimos es humildad y sencillez, brilla más que el oro y habla más claro

que todos los gritos de la vanidad; Pocos hoy día aspiran a una vida honorable, todos quieren una




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vida “exitosa”, no importa cuánto tengan que prostituir a su ser para conseguirlo; Un hombre o

mujer feliz, no tiene precio, por tanto, tampoco se vende, no prostituye tampoco su pensamiento,

sus palabras o su actuar; Estos hombres y mujeres entienden que hay cosas más importantes que

ganar, por lo que son respetuosos, caballerosos, compasivas y consideradas con su próximo; Para

ellos perder o ganar, carece de todo significado o importancia si se logra indebidamente, a costa

del sufrimiento ajeno o de la venta de sus ideales, de su conciencia; No hay gloria en una victoria

deshonrosa, ni vergüenza en una derrota cuando hiciste tu mejor esfuerzo, es más digno un buen

perdedor que un mal ganador; Principios de honor y decencia que son motivo de burla en esta

sociedad “moderna” egoísta y plástica, en la que ganar lo es todo, sin importar los costos; Por

ello, quienes ganan dentro de ella, siempre se pierden a sí mismos.

Esta forma de ver la vida no es nueva, muchas filosofías “antiguas”, algunas olvidadas ya, lo

sabían y practicaban; buscaban en la vida el perfeccionamiento de las virtudes, no la acumulación

de riquezas, tenían conciencia de la rectitud, de la honradez, del coraje que se necesitaba para

alzarse sobre los temores y actuar, eran aguerridos con el coraje de una fiera pero equilibrados,

reemplazando el miedo por respeto y precaución hacia el adversario y la naturaleza, pero sobre

todo, jamás perdían la benevolencia, usando el poder adquirido para el bienestar común, con un

alto sentido de la compasión y ayuda a los demás, lo que generaba un profundo respeto y cortesía,

sin los cuales dichos guerreros se consideraban peores que animales, siendo también honestos

para consigo mismos, teniendo en alta estima el honor y la lealtad, lo anterior, es a grandes rasgos

el Bushido, o camino del Samurái, para quien la muerte no era eterna, el deshonor sí; Todas las

antiguas culturas, sean Mayas, Egipcias o Espartanas florecieron porque buscaron y crecieron a

su interior, se ejercitaban y fortalecían tanto física como mental y espiritualmente, por lo que el

desarrollo de su sociedad fue el reflejo de dicha evolución interna.

Este no es un libro de superación personal de los que te dicen que eres un águila, que eres un

guerrero, un campeón, mucho menos esa figura plástica que llaman “triunfador”, porque no tiene

la finalidad de inflarte como un globo ¡con aire caliente! El Autor aspira a transmitir un sentir,

no un saber, ¡ya sabemos tantas cosas! Y de nada sirve, pues hacemos lo contrario a nuestro

bienestar, tal sentimiento que en tu corazón debe encenderse, es el de saber que no eres un águila,

ni un león o cualquier otro animal imponente o majestuoso ¡eres un ser humano! que no tienes

alas para surcar los cielos, tienes espíritu para remontar a las estrellas, al universo, al Creador;

Que no tienes las garras del león pero puedes tener a Dios en tu corazón, y que tu voluntad en

acción, es más poderosa que dientes y colmillos; Tampoco somos guerreros, ellos tienen una

mentalidad de guerra, de confrontación, por más equilibrada y filosófica que quieran venderte la

idea, un guerrero es para guerrear, para luchar, y si ves la vida con esa óptica, con esa mentalidad

de guerra, ¡sufrirás! Pues siempre estarás alerta, en pie de lucha, contra el mundo, contra los

demás; Es glamoroso pensar en ser un rey guerrero, un poderoso caballero de brillante armadura

y reluciente espada, pero esos pensamientos de refugio solo demuestran el tamaño de nuestro

temor, de nuestra inseguridad; Los verdaderos Maestros, Los Auténticos guerreros, caminan

descalzos, humildes, seguros y sin arma alguna, no la necesitan, las armas son para dañar, aunque

tengan el pretexto de la defensa, el verdadero poder se encuentra en el sacrificio, en la ausencia

de ansiedad y miedo; Las armas, de cualquier tipo, son la encarnación de la inseguridad y culpa

o cargo de conciencia de quien las porta, son el reflejo de la verdadera arma destructiva: El miedo.




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Si nuestra autoestima está dañada, motivarse es bueno, pero no lo hagamos comparándonos con

leones, tigres, águilas, reyes, guerreros o poderosos hechiceros; Pues estaríamos fomentando una

seguridad falsa, en figuras ajenas, es mejor construir tal seguridad en lo que verdaderamente

somos: Seres Humanos, ¡creados a imagen y semejanza del Todo Poderoso, Divinos pues! ¿Hay

algo más majestuoso acaso? Con lo anterior, se quiere establecer que el miedo es sin duda un

sentimiento humano básico, y necesario para la preservación como especie, pero que no debe regir

nuestro actuar, pues si bien nos preserva, no permite evolución; Que debemos cambiar nuestro

entendimiento sobre el poder, la fuerza y la capacidad, pues son esos parámetros equivocados los

que nos acomplejan, ya que ser poderoso o bien armado no es garantía de sobrevivencia, los

dinosaurios eran imponentes, maquinas mortales de caza y aún así, se extinguieron, las repulsivas

cucarachas, por otro lado, se preservaron, y probado está, que la humilde hormiga carga

cincuenta veces su peso, siendo en realidad, mucho más fuerte y poderosa entonces que un león;

Así que, a final de cuentas, una cucaracha o una hormiga, son más poderosas que el extinto

Tiranosaurio Rex o actuales leones y águilas; Por lo que debes trabajar y confiar en lo que tú eres,

en tus capacidades -siendo consciente de tus limitantes- , no en figuras de poder externas, pues a

veces, como en esas especies o esos guerreros, el fracaso, la muerte o extinción viene por sobre

peso, porque no son capaces de soportar sus propias armas o escudos de defensa, se aferran y no

son capaces de adaptarse o evolucionar pues; Así nosotros, hoy día estamos tan preocupados por

jugar a la defensiva, por “armarnos” que perdemos la agilidad, la capacidad de movernos, de

pensar, de sentir, de actuar sin miedo y con firmeza, debes confiar en tus sentires, no en tus

herramientas o “armas de trabajo” porque cuando se acaba la pila, se va la energía eléctrica o

no hay “wi-fi”, nos convertimos en inútiles “perfectamente equipados”, como los soldados con

pesadas armaduras y poderosas armas con cientos de balas, que son abatidos por un ágil guerrero

descalzo con liviano arco y certera flecha.

Podríamos decir que el miedo existe o que no existe y ambas posturas serian ciertas, pero

definitivamente es más que un estado mental, es una emoción como cualquier otra, simplemente

es la más común, porque estamos inmersos en un sistema conformado por el temor, si viviéramos

como existimos, en tiempo real, presente y perfecto, el miedo no tendría tiempo futuro en el cual

anidarse, es la teoría que sostiene al Método del Corazón y su aplicación la Emotividad Inteligente,

para la cual el miedo existe en la medida que nos conformamos con él, pero la cuestión es que en

nuestro presente-pasado imperfecto si existe, negarle dicha existencia sería un error, es necesario

sentir diferente para conformarlo en abono, combustible y peldaño que nos permita avanzar en

nuestro camino.

El objetivo de la disciplina emocional propuesta en nuestro método es más que transformar,

conformar el temor y sufrimiento en gozo y sacrificio, no es motivación barata que te diga puedes

volar como las águilas o enfrentar cualquier adversidad, porque no podrás solo con desearlo o

creerlo, debes merecerlo, ejercitarte, sentirlo; Lo mismo pasa con la felicidad, no te decimos que

andarás sonriendo todo el tiempo en un éxtasis de alegría, simplemente que tendrás la capacidad

de serlo, ser feliz no significa que no sientas dolor, sufrimiento, inseguridad o temor, significa que

tengas la capacidad para conformar esos sentimientos y abonarlos a la felicidad, que seas capaz

de generarla como una chispa, que ha de encender ese fuego en tu corazón cuantas veces sea

necesario para mantenerlo siempre en la calidez del gozo; Ser feliz es como hacer el amor con la

persona que amas, no todo es orgasmo, de hecho este dura pocos segundos, pero el gozo y los




29




sentimientos que te generan las caricias, el calor del ser amado y la comunión de corazones, te

permiten esperar toda una vida de ser necesario para volver a estar juntos, no importarán las

adversidades, el amor te impulsará a los confines del mundo si eso es necesario para encontrarte

con él.

Pues bien, la felicidad es hacer el amor con la vida, es la comunión de tu ser con el universo, con

el Creador, la conformación de sentires mediante la disciplina emocional, que te permitirá

aceptarte y quererte primero a ti mismo, para luego aceptar y querer tu vida, tu familia, tu trabajo,

y es entonces cuando eso pase, sin darte cuenta, estarás enamorado y serás feliz; Mentira quienes

dicen que la mejor motivación es el miedo, es buena sí, pero es la segunda, nada como el amor,

que no sepamos generarlo o mantener esa llama de fe, de gozo viva, y nos sea más cómodo sentir

miedo, es otra cosa, por lo que se reitera, no es cuestión de saberes, sino de sentires, motivarse

debe ser un acto de conciencia, que recargue nuestra energía agotada o perdida, lejos de actos de

adulación, complacencia grupal o falsa seguridad, lo primero que debemos evitar es la

victimización como justificación de nuestra insatisfacción por la vida, y comparto lo que siempre

me pregunto, a forma de terapia de choque, ante la tentación de vestirme de víctima por las

circunstancias, cuando las dificultades agobian y las personas hieren, traicionan o fallan, cuando

uno exclama: ¿Por qué me pasa esto a mí? , “Si hice las cosas bien, como me las indicaron o no

fallé, si fulano o perengana hizo trampa, o no merece tener o ganar lo que yo no puede”, entonces,

ante las “injusticias” de la vida y gente hacia mi “pobrecita” persona, recuerdo a un Gran

Maestro, y me digo: “¡Sí a Jesús lo crucificaron, que no me frieguen a mí! Y entiendo que hacer

con amor las cosas, nos permite no frustrarnos con un resultado, el cual en verdad, deja de

importar, cuando uno se esfuerza con nobleza y pasión por la vida, sin esperar retribución o

ganancia, entonces están vienen por condensación, es decir, por tener la capacidad de ser no

transformadores, sino conformadores, creadores, no solo consumidores, pues la cualidad de los

grandes hombres y mujeres, es la de convertir el aire que respiran en fuerza de acción, de caer

agotados o derrotados, y solo necesitar cerrar los ojos e inhalar profundamente inyectando

oxígeno a los pulmones y fuerza al corazón, para ponerse de pie y continuar.

Sábete que invencible no es aquel que nunca pierde, sino el que siempre se incorpora, luego,

cuando tu miedo y victimización te inviten a póstrate en llanto o posición fetal en un rincón oscuro,

animado a morir en una tragedia griega, lamiendo tus heridas y lamentándote de todo tu esfuerzo

perdido o no valorado por los demás, pregúntate: ¿Quieres una medalla al sacrificio y

sufrimiento? Sustituye así la autocompasión por el coraje noble, que es dignidad verdadera, pues

aquel que no es capaz de ponerse en pie ante los embates de la vida, no merece vivirla, como aquel

que no es capaz de defender por temor a la mujer que ama, no merece tenerla.

¿Qué tiene que ver esto con la felicidad? tal vez te preguntes, sencillo: La felicidad no es el

resultado de la ausencia del miedo o del sufrimiento, es la capacidad de conformarlos en

combustible para avanzar; De utilizar como escalón o banquillo ese miedo, ese sufrimiento, que

como una piedra nos arrastra o nos impide alcanzarla; Si esperas completa armonía, paz y

bienestar a tu alrededor para ser feliz, ¡Estas frito! La felicidad no se conquista, ni se espera como

un golpe de suerte, ¡se genera! Si no eres capaz de tener paz interna en una tormenta, no serás

capaz de ser feliz, inclusive en el éxito; Para ser feliz, no solo basta que lo desees como muchos

dicen, tienes que poner en acción ese deseo, construir en la realidad ese sueño, recuerda: La




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felicidad es como una verdadera mujer, no se vende, se entrega a quien es digno de tenerla; Así

que no seamos pretendientes de esos que se conmiseran de su pobreza, de esos que le dicen a la

mujer amada que no están a su altura, que jamás podrán darle lo que merece, que se revuelcan en

el lodo de su mediocridad; Seamos de esos que no se justifican, que se callan y actúan, que se

esfuerzan al límite por el ser amado, y este verá en tan sincero esfuerzo y amor, la más pura de las

ofrendas que le indicarán somos dignos de él.

Aquí la palabra capacidad adquiere una nueva dimensión, pues es la clave para ser felices, ¡ser

capaces! Lo que significa el adecuado uso e incremento autosustentable de nuestras capacidades

emocionales; Es por ello que: Nuestras emociones son nuestra medida, o como dicen los que oran:

“Pide espaldas fuertes, no carga liviana”, porque sentimientos negativos como el miedo, la

tristeza, la inseguridad, el egoísmo, la ansiedad o depresión, llenan nuestro ser como un tinaco,

saturándolo como aguas negras, contaminándolo; Es por ello que vemos “tambos andantes” de

rencor, de resentimiento, de frustración, de maldad; esos “triunfadores” sea un jefe déspota, una

autoridad abusiva o un vecino egoísta, en realidad no merecen más que compasión, porque no son

capaces de tener un sistema de filtración y limpieza de su ser; Así de simple, como todo sistema,

nosotros, los seres humanos, no debemos “aguantar” y guardarnos todo lo que nos lastime o

afecte, pues nos convertimos en ollas de presión, debemos ser capaces de tener un sistema de

filtración y tratamiento residual de sentimientos negativos para “filtrarlos”; De tal forma, que no

tendremos miedo al miedo, no huiremos de lo difícil o renunciaremos a la posibilidad de ser felices

por el temor a fallar o salir lastimados; Seremos capaces de procesar y purificar nuestro ser de

cualquier contaminación emocional, con lo que garantizaremos no dejar ir oportunidades de ser

felices por esos temores o sentimientos negativos; Lo anterior, es en realidad una variante de la

antigua máxima en el Arte de la Guerra: “La invencibilidad reside en la defensa, las oportunidades

de victoria en el ataque”.

Necesitamos recuperar o fortalecer nuestras capacidades, de amar, de admirar, de ser

agradecidos, de perdonar, de ser humildes, reconocer errores, saber pedir ayuda y no abusar de

ella, de saber callar y escuchar, pues nos encontramos en una sociedad hostil, en pie de guerra

insana, de “todos contra todos”, siempre habrá una amenaza, siempre habrá alguien con mejores

armas, mejores recursos, mejores dotes que los nuestros, causa de frustración, neurosis y

depresión, en esa compulsión “por ser el mejor”, vendemos nuestra juventud por diplomas y

títulos, nuestra madurez trabajando sin descanso en esa carrera profesional del éxito; No somos

conscientes de que, al competir con otros, nos hemos derrotado ya, a nosotros mismos; Todos

quieren las mejores armas, los mejores recursos, los mejores puestos, y estando tan obsesionados

en esa lógica de guerra por tener “las mejores herramientas”, perdemos de vista que si todos

quieren la victoria mediante el ataque, debemos entonces mejor ser capaces de tener buenas

defensas, para ser invencibles; Retomando el ejemplo de los Grandes Maestros, guerreros

humildes y descalzos, que no requerían de armadura y espada, porque eran invencibles; Es algo

difícil de entender en la lógica de guerra que nos rige, pero, piensa por un momento lo siguiente:

“Si soy capaz de ser inmune a los embates de la vida, a esos sentimientos negativos, ¡soy

invencible! y por tanto no requiero armas ni armaduras, pues cualquier situación, emoción o

persona que me quiera afectar, por muy filosa que sea y fuerte su ataque, no podrá vencerme;

Luego entonces, la habré derrotado” La felicidad es eso, ser invencibles, a pesar de los embates

de la vida, nuestras defensas prevalecerán, mientras que el éxito es ataque, que busca la victoria,




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por ello, quien busca tal triunfo necesita atacar, gastar energía en luchar, quien busca ser feliz,

no requiere hacer nada, solo tener la capacidad de serlo.

El éxito obliga a las acciones forzadas, vamos como esos ejércitos marchando bajo las

inclemencias del tiempo para alcanzar un objetivo, para llegar cansados a un campo de batalla

en el cual, probablemente perezcamos, cansados, frustrados y sin haber “triunfado”, y si ganamos

esa batalla, las heridas serán tan dolorosas, que no nos permitirán disfrutarlo, a menudo tal

“éxito” es una victoria pírrica; Para el Autor del presente libro, el éxito es la tormenta que quiere

conquistar la paz, la felicidad es la paz que conquista la tormenta; Ya que es difícil verse descalzo,

expuesto e indefenso, porque estamos en la carrera armamentista del éxito, sintiéndonos seguros

con pesadas armaduras y complicadas armas, pero nacimos livianos, desnudos, sin coraza, la

naturaleza sabia nos hizo agiles antes que fuertes e inteligentes antes que artillados con filosas

garras y dientes, saquemos provecho de nuestra naturaleza y no desvirtuemos o degrademos

nuestro sistema emocional por la ansiedad y neurosis que produce tal carrera armamentista del

éxito, pues estamos obsesionados a prevalecer mediante el éxito, siendo los más fuertes, cuando

fuimos creados y destinados a crecer, evolucionar emocional y espiritualmente, mediante la

felicidad.

La lucha por el éxito, nos obliga a luchar, en una guerra de trincheras contra nuestros semejantes;

Nos atrincheramos en un trabajo, en una posición social o económica, y nos aferramos tanto a

ello, que ya no valoramos siquiera nuevas oportunidades, somos esclavos de esa trinchera, en la

cual nos convertimos en seres egoístas, individualistas, ermitaños emocionales, que pasan la vida

buscando ese oro, a costa del desarrollo integral de su ser, llamado felicidad; Hasta aquí, mucho

de lo dicho es sabido, sin embargo, se pretende no solo crear conciencia sobre la necesidad de

regenerar nuestra capacidad de ser felices, si no también, y como eje central, la presente obra

aspira a cambiar la visión y percepción de la felicidad, tal y como la entendemos hoy día.

Tenemos la idea de que la felicidad es una meta, un premio, e incluso, un derecho, nada más

equivocado, la felicidad no es un derecho, ¡Es una obligación! Los derechos son prerrogativas,

sujetos a nuestra elección de ejercerlos o no, de no hacerlo, no pasa nada, no hay sanción por no

ejercer un derecho; Cosa contraria a las obligaciones, cuya característica principal, es su

obligatoriedad de cumplimiento, a manera de Ley, y si cualquier ley no se cumple, hay una

consecuencia, una sanción; La felicidad es reglamento o instrucción de una Ley Superior: El amor,

que nos permite crecer al interior, crecer de verdad, en la auténtica evolución espiritual, para la

cual el Ser Humano fue creado, y de no generarla para cumplir con esta obligación divina, la pena

es un desequilibrio llamado sufrimiento; El éxito es un tirano impuesto por un sistema político-

económico, con la finalidad de gobernar nuestra vida, al que no le importa nuestro sentir, o si nos

enfermamos no solo física, si no emocional y espiritualmente, Solo le importa mantenernos unidos,

como un cardumen, apretados, estresados, frustrados y contractuados a un pacto social, que

genera movimientos violentos en masa, estampidas pues, en las cuales no importan los que perecen

pisoteados, aplastados, pues como un rebaño asustado avanzamos a un despeñadero; La

verdadera individualidad emana de la felicidad, que nos permitirá amarnos y amar al próximo,

tener la fuerza del auténtico valiente, esa que no requiere ser demostrada con violencia; Al ser

felices, nos convertimos en humanos, dejamos de ser ese ganado manejable, teniendo ya, la fuerza

de parar esa estampida, de compadecer al caído, levantarlo en vez de pisarlo, y movernos por




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nuestra voluntad, no por el miedo, tal cambio de ritmo y rumbo, sería el fin de dicho capataz, de

este tirano; Pues al soltarlo a él y agarrarnos de las manos como hermanos, quien caerá a ese

acantilado, será el sistema consumista que hoy reina.

No puede haber felicidad en sociedades de consumo, idolatras, de culto a la imagen, en las cuales,

un solo hombre o mujer tiene tanto poder y dinero, que podría erradicar el hambre y enfermedades

de un país entero; Es la fortaleza del egoísmo, todos nos ocupamos solo de lo nuestro, de nuestros

intereses, de nuestros deseos, de nuestras vanidades; Esta sistema consumista no te dice que sería

imposible que todos tuviéramos un automóvil, que todos tuviéramos computadoras y demás

máquinas de confort, porque simplemente el planeta no tiene los suficientes recursos para producir

dichos objetos, ni espacio para almacenarlos o capacidad para reciclarlos, como la basura que

son; Pero lo anterior, poco importa, solo queremos ser de los que tienen ese automóvil de lujo, esa

casa con alberca, esa nevera llena de comida, si mueren niños de hambre en países pobres, no es

culpa nuestra, siempre la culpa de todo lo malo es de alguien más; Así drogamos la conciencia

humana, nuestro olfato a la basura y descomposición se ha entumecido, porque si oliéramos en

verdad nuestra putrefacción social, reaccionaríamos indignados, y nuevamente, dicha reacción no

es conveniente para este sistema, por ello nos ofrece satisfactores y placeres, para los cuales no

estamos preparados o no merecemos; Primero nos satura de comida chatarra, y comemos como

animales de engorda, pero luego queremos una bella figura, entonces ese mismo granjero que nos

engorda, nos ofrece productos como fajas y cremas reductoras, o peor aún, “cirugías estéticas”

Es pues, como si nuestro proveedor de drogas nos ofreciera junto con la dosis, folletos de

información contra la adicción, y nos vendiera también atractivos paquetes funerarios.

¿Entendemos entonces que estamos pidiendo protección a nuestro verdugo? El sistema consumista

nos fomenta la mentalidad egoísta de que todo lo merecemos, nos adula constantemente, inflama

nuestro ego, nuestra vanidad, como el viejo cuento del cuervo y la zorra, nosotros creemos las

mentiras, y dejamos caer el queso; Cuando ya nos ha utilizado, nos sentimos frustrados, de ver lo

que en realidad somos, no la imagen masiva, televisiva o virtual que nos hicieron creer, teníamos;

Esa Zorra, que es la sociedad consumista, nos adula tanto, sin decirnos dos cosas: Que ni

merecemos todo lo que pensamos, ni ella puede darnos a todos lo que promete; ¡Que no todos

pueden ser jóvenes, bellos y exitosos pues! Que necesitamos ser degenerados, porque el egoísmo

va en contra de la auténtica naturaleza humana, que es nobleza y amor, para ser de los pocos

“elegidos a ser triunfadores”; Peor aún, apostamos frenéticos en la lotería del éxito, cuando no

hay necesidad de apostar, de luchar, porque si bien, no todos podemos ser “triunfadores”, si

podemos ser todos felices; Estamos cambiando -como se decía de los pueblos conquistados-

nuestro oro por cuentas de cristal.

Desde el origen de la humanidad, grandes pensadores, filósofos y revolucionarios, han debatido

sobre la bondad y maldad del hombre, en su mayoría dicen “que es malo por naturaleza”, por

ejemplo, que: “El hombre es el lobo del hombre”, En general, conceptos y visiones poco

alentadoras de nuestro género que olvidan nuestra característica más sublime, ¡somos humanos!

y por tanto divinos; Todos esos grandes pensadores se han quedado en la mediocridad del

resultado que se obtiene de la interacción humana en sociedad, pocos Grandes Maestros y

Maestras han entendido, sentido y predicado que el amor es Ley Suprema, que el bien disuelve la

grasa del mal y el amor por el prójimo, elimina el egoísmo.




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Todos esos “grandes personajes” ideólogos y sociólogos que estuvieron o están convencidos de

que el hombre es malo, se equivocan, desde la misma concepción de “hombre”, somos humanos,

hombres y mujeres, al contemplar nuestro género desde una perspectiva masculina, ya es limitada

la apreciación del problema, y no es por reivindicación feminista lo anterior, sino porque la mujer,

por si misma, es el origen de nuestra especie, y la más afectada en las sociedades de consumo, en

las cuales, se les ha limitado y violentado sus derechos, en especial, a lo que en equidad de género

se refiere, siendo la mujer el alma y auténtico motor del núcleo primario social, o sea, la

familia…………………………………………………………………………………………………………

………………………..……… REVISIÓN Y ANEXAR PÁRRAFOS ……………………………………

El desequilibrio o descomposición del tejido social, inicia desde esa célula, la familia, la cual se

ha visto obligada a degenerarse, de un núcleo más o menos estable, compuesto de padre, madre e

hijos, a un funcionamiento en modo emergente, en el cual, se han borrado las figuras paternas,

sustituidas por medios masivos de comunicación y entretenimiento, hoy día, es la televisión o el

internet el que educa a nuestros hijos, y por tanto, sus afectos, son para con la consola de juegos

y computadora; Permitir que el morbo predomine sobre el sano esparcimiento es contaminar la

mente y predisponerla para acciones consecuentes, en los niños y jóvenes debemos cuidar no solo

la alimentación del cuerpo, sino de la mente y espíritu, al igual que “darles lo mejor” debe incluir

el conformarlos con gusto por el trabajo, con sentido de responsabilidad y solidaridad, empatía y

respeto, prioridad por la familia respetando sus tiempos, ya que para ellos es tiempo de ser niños,

de jugar y explorar, no de preocuparse por ser competentes o tener las mejores herramientas para

un futuro, porque todas las frustraciones modernas derivan de las afectaciones emocionales que

se generan por la violencia que ejercemos en nuestro ser, al estar dispuestos a hacer lo necesario,

aun cuando no sea lo adecuado o lo correcto, con tal de seguir compitiendo, sea por alcanzar el

éxito o simplemente ya para defender la posición en la que estamos, el mundo necesita de que esos

niños no pierdan el amor por lo que hacen ni la curiosidad con la que sin temor exploran, y los

padres debemos evitar la proyección de nuestras inseguridades, frustraciones y temores en

nuestros hijos, porque los estaremos condenando a vivir nuestra pena, son solo niños, no una

segunda oportunidad a nuestros sueños e ideales rotos de éxito, dejemos que sean felices, ya habrá

tiempo de que se preocupen, que si sabemos hacer nuestro trabajo como padres, serán mejores

ocupándose y conformándose que vivir como nosotros, siempre preocupándose.

Todos dicen que debemos enseñar con el ejemplo a nuestros hijos, cosa equivocada, no por ser

padres debemos ser perfectos o sin errores, porque sería igualmente darles justificantes para sus

futuras problemáticas, es una cobarde excusa o justificación decir: “Yo soy alcohólico porque mi

padre lo fue” o “Soy una mujer golpeada por que mi madre fue sumisa” cierto es que los buenos

ejemplos marcan un camino, pero los malos también nos pueden ayudar a evitar otros, tienen la

capacidad de aprender no solo de lo que viven, si no de lo que nunca vivieron, porque ciertamente

atreverse a ser es una de las más grandes ofensas que podemos hacerle a quienes se han frustrado

atemorizados por la vida, por lo que al margen de nuestras virtudes y defectos, debemos alentar

siempre a nuestros hijos para que se atrevan a ser, para que no necesiten vivir a través de otros,

enseñarles, si es que algo debemos enseñar, que las caídas son magníficas oportunidades para

demostrar dignidad y nobleza mediante el esfuerzo a ponerse en pie y seguir avanzando.




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Los padres estamos para alentar, no para coaccionar, debemos superar la ansiedad o deseo de

ser los maestros que todo lo saben, que no se equivocan, para utilizar esa energía en amar a

nuestros hijos, sin querer imponer una autoridad fundamentada en la fuerza o jerarquía familiar,

porque si implementamos modelos dictatoriales o absolutistas en la célula familiar, afectaremos

la conformación de un ser que está destinado a crear otra célula, no a permanecer por siempre en

la nuestra, los hijos no son nuestros, son de ellos mismos, lo único que deben tener en cuenta en

su crecimiento y conformación como hombres y mujeres, futuros padres es que deben valorar la

vida por sobre todas las cosas, porque vivir es amar y amar es libertad total; Así que, padres y

madres, evitemos dramatizar nuestra función, los hijos existen por nuestro conducto, pero no son

una extensión de nuestros planes o proyectos, nos relajemos, que protegerlos no es meterlos en

una cangurera o estar siempre encima de ellos, hagamos simple las cosas, se trata de respeto y

amor la tarea, que al final, son los hijos quienes en realidad nos enseñan, quienes nos permiten

crecer como seres humanos, resultando que nosotros éramos los pequeños y ellos, los grandes

maestros.

Sabes, hay tanto que se ha escrito y ya sabemos sobre cómo educar a los hijos, sobre que

enseñarles, siento que solo tienes que darles amor y confianza, ellos son autodidactas, no necesitan

que hagas por ellos lo que pueden hacer o necesitan aprender a hacer, tampoco que decidas en su

nombre, si no darles la libertad siempre de elección, en realidad no hay reglas para ser padre, por

más que te digan que te hagas su amigo, que los escuches, que les des cariño y disciplina, que

nunca pierdas la paciencia, que no fomentes inseguridades o culpas, que muestres el buen camino,

que estimules sus capacidades, todo eso es cierto, pero lo más difícil es tener la humildad y el amor

verdadero para dejarlos ser, para no afectar su crecimiento con nuestros prejuicios, miedos y

parámetros de verdad, dejarlos conformarse con amor y en libertad es nuestro mandamiento, si

no respetas su individualidad y natural conformación, de nada servirán reglas o modelos

psicológicos, recuérdalo siempre, a tus hijos amor y libertad, si algo falla o se debe reiniciar, hazlo

nuevamente con amor y libertad, cuando sientas frustración o derrota en tu labor, piensa que si

Dios nos da ese amor y libertad, tú debes endosarlos a tus hijos sin excusa ni pretexto, a eso se

resume la función de padres: dejar ser a los hijos con amor y libertad, confórmate con ellos y

respeta su conformación, sé un buen socio, acepta el compromiso divino de ser padre y sublímate,

imponte a temores e inseguridades, que tus hijos serán hombres y mujeres mejores, más seguros,

sólidos y mejor conformados de lo que tú fuiste, no les digas que aprendan de tus errores, procura

poner en practica tus capacidades, virtudes y aciertos, para que ellos conformen las propias, de

eso se trata el juego de la paternidad, la conformación permanente en la vida.

Esta sociedad de consumo promueve también como válida una supuesta “igualdad femenina”, que

consiste en ser madre soltera, trabajar jornadas laborales que alejan de ese hogar a la guardiana

principal, al tiempo que fomentan la des obligación paterna, sin contemplar que el afecto de una

madre, no tiene sustituto, al igual que su cuidado y protección, pues siempre he dicho que: “Si

quieres conocer el amor de Dios, ve la abnegación y sacrificio de una madre por sus hijos, si

quieres conocer la furia del diablo, intenta dañarlos”.

Entonces, esos niños, futuros hombres y mujeres, ya han sido víctimas de este sistema, que les quitó

a esa madre, a ese padre, porque tienen “que trabajar como negros para vivir como blancos”,

criados en guarderías, internados o dejados solos frente a un monitor conformados en una cultura




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plástica, superficial y egoísta, eso es la mejor prueba de que el ser humano es bueno por

naturaleza, porque a pesar de tan perversa estrategia del régimen globalizado, para quitarnos

nuestros afectos, nuestra capacidad de asombro, de compasión, de hermandad, hoy día, muchos

de esos hombres y mujeres criados como “huérfanos virtuales”, demuestran tarde que temprano,

aunque sea una vez en su vida, que tienen corazón, que tienen solidaridad, que tienen humanidad;

Si nos damos cuenta, en pocas décadas el ritmo de trabajo y la descomposición del tejido social,

nos quitó a la figura paterna, alentando la proliferación de familias en las cuales recaía el doble

papel en la mujer, y una vez que consiguió eso, el sistema, recientemente fue tras las más

importante figura y pilar de esa familia, la madre, a quien le dijo que podía ser “independiente”

y le vendió un falso feminismo que alimenta el resentimiento en contra del hombre, incitándola a

ser más que igualitaria, reaccionaria, a ser feminista radical, a ver al hombre, que debía ser su

pareja y compañero de vida, su aliado en el funcionamiento de esa célula familiar, “como el

enemigo”, cuando la mujer es el corazón del hogar al que su varón debe ser fiel en todo sentido,

por desgracia, unos no saben de fidelidad y otras están enfriando el corazón, por lo que resultó la

estrategia, los hombres son cada día menos hombres y tenemos mujeres “modernas” leyendo

libros de porqué los hombres las prefieren “cabronas”, que viven con la necesidad constante de

gritar, demostrar y defender “sus derechos” “su igualdad” “su independencia”, peleando puestos

laborales y queriendo hacer todo lo que el hombre hace, buscando el desquite, la revancha de lo

perdido en el hogar, llevando la batalla al plano laboral, viendo como un triunfo si una mujer ya

fue a la luna o si ya está en el ejército; ¡Que equivocadas están! La mujer no es igual que un

hombre, ¡es mejor! La mujer es la madre del hombre, en todos los sentidos.

Que ellas digan: “Soy Cabrona, porque antes fui tonta y me engañaron”, equivale a decir que uno

ya es malo, porque cuando fue bueno, lo lastimaron, y cuando el sistema convierte en malos a los

buenos, va de gane, por eso vende a las mujeres la idea de ser egoístas e insensibles, para ser

amadas y respetadas, fomentando con toda su maquinaria comercial de propaganda la imagen de

una “mujer exitosa”, delgada, con figura de modelo de pasarela, sonriente, emancipada, “libre y

soberana”, que utiliza a los hombres como ellos lo hacen, que bebe, que fuma, como si de un gran

derecho a ejercer se tratase el fomento de los vicios, que puede trabajar, tener su propia chequera

para comprar lo que quiera cuando quiera, pero en la realidad, solo deforma el más importante

rol humano, el de ser madre, dejando a nuestras hermanas mujeres con un vacío y cansancio de

luchar contra esos fantasmas de inseguridad, contra el sobre peso, contra los hombres, contra las

adicciones, las depresiones y hasta contra ellas mismas, porque curiosamente en estos “tiempos

modernos” el machismo es como el “coco”, el espanta pájaros con el que avivan las brasas del

resentimiento entre las mujeres y varones, ya que si alguien agravia, denigra y ofende a la mujer

hoy día, es la propia mujer, basta escuchar cualquier platica de jóvenes o adolecentes, para darse

cuenta las palabras con las que se hablan y el nulo respeto con el que se tratan, ya que de diversos

animales como “zorras” o “arañas” no se bajan.

La Emotividad Inteligente invita a las mujeres a reflexionar, hacer un análisis de conciencia y

responder con honestidad si todo lo que está luchando por conseguir es lo que realmente quiere,

entender que no debe temer ni a la soledad o a la compañía obligada por “el que dirán” o

“guardar las apariencias” de convencionalismo social, debe aprender primero a estar con ella

misma, a conformarse y hacer las paces con su yo interno, para vivir con gozo no con vicio como

demostración de capacidad, comprendiendo que en el libertinaje no ha de encontrarse la libertad




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ni en la confrontación la igualdad o en la agresividad el respeto a sus derechos, siento que no se

trata de ser “cabronas” si no de ser humildes para no ser humilladas, pues en el actual modelo es

la propia mujer quien ha degenerado al sexo femenino, proyectando una inmadurez emocional en

cada acción o desplante, queriendo siempre controlar, manipular o condicionar a su hombre,

gritándole a sus hijos, consagrando como un derecho el “ser complicadas”, con muchos estados

de ánimo que la humanidad debe tolerar y cuidarse de no cuestionar, validar eso, es como aceptar

que todo hombre tiene derecho a ser machista o mujeriego, lo cierto es que toda pose de “mujer

fatal” que proyecta desesperadamente libertad, fuerza y rebeldía, busca en realidad una sola

cosa: amar y ser amada.

Debemos empezar por la mujer esta reconvención social, inversión de valores y ruptura de

paradigmas, porque ella nos da vida, porque ella es nuestra guardiana, porque en ella las

capacidades de las que hablamos como la intuición están más desarrolladas, porque en ellas está

el punto de quiebre para dejar de educar hombres machos o mujeres sumisas, para establecer que

en las relaciones amorosas la libertad no termina al unirse en pareja, si no por el contrario, se

amplia, al igual que tal unión es para facilitar mediante la unión las tareas del hogar, no para que

se carguen solo sobre ella, y por encima de todo, educar a sus hijos e hijas para no tolerar ningún

tipo de violencia de género, sea en agravio de hombres o mujeres, en el gran entendido de que no

es necesario ser iguales, pero si respetuosos de las diferencias.

No se trata de entrar en el debate sexista sobre hombres y mujeres, se trata de no dejarnos

manipular, de cerrar filas, conciliar, en especial las mujeres, de que se liberen, pues están siendo

pensadas por toda una maquinaria comercial que las ve como un segmento productivo y generador

de riqueza; Debemos hombres y mujeres hacer un alto, y evaluar si lo que pensamos o nos hacen

pensar que queremos es lo que realmente queremos, si lo que dicen que es tan malo o tan bueno,

realmente lo es, con la finalidad de hacer las paces entre mujeres primero, para luego en un frente

unido, determinar cuáles son los verdaderos retos y luchas de la mujer en sociedad, en vez de

reaccionar y dejarse llevar en batallas frívolas de género en las que nunca ganarán ni hombres ni

mujeres, porque de nuevo remarcaremos, tener a los sexos en guerra es ganancia para el sistema

y perdida para nuestras familias, nuestras parejas e hijos.

Las mujeres, madres actuales afectadas por este modelo pueden elegir entre ser cabronas y estar

en pie de guerra buscando venganza o vencer por medio del amor, formando en esos hijos hombres

mejores, enseñándoles algo de su ternura y bondad, que les permita buscar con seguridad una

pareja reflejo de esa madre, disolviendo así, en el amor el rencor o resentimiento, ya que los

hombres represivos de ahora son el triste recuerdo de niños reprimidos, machos ya, con la fuerza

de violentar, en vez de hombres con la capacidad de amar, si tu matrimonio o unión no resultó,

nada puedes hacer ya al respecto, solo elegir entre quedarte la vida entera a lamer tus heridas o

hacer de tu hijo para su futura mujer el compañero que tú no tuviste, un hombre seguro de sí

mismo, que no solo respete si no que admire la libertad y capacidad de la mujer, que no busque

someter si no crecer junto a una; Con tu ayuda, los futuros hombres buscarán lo que ya conocieron,

lo que extrañan de la mejor época en su vida: La infancia, ya que una madre debe ser la proyección

a futuro de la pareja de un hombre, por tanto en ti como madre reside la orientación de la próxima

generación de hombres, así que no les heredes facturas, no les trasmitas resentimientos o




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inseguridades, por el contrario, enséñale de humildad, de ternura, de amor, enséñale no a ser

macho si no hombre cabal.

Es la forma adecuada de romper el paradigma emocional actual en cuanto a las relaciones

amorosas, su dinámica y resultados, en vez de estarnos pelando y desgastando en batallas o

negociaciones entre los sexos, comprendamos que ser iguales no es bueno, no es lo natural,

complementarse, respetarse y amarse, sí; Entendamos que este sistema aplica la vieja máxima de:

“Divide y vencerás”, fragmentando nuestras familias, para que hombres y mujeres solo seamos

productores de hijos, pera que después eso, se separen pensando que “Las mujeres son de Venus,

los hombres son de Marte”, por lo que en vez de cavar trincheras machistas o feministas, debemos

tender puentes de entendimiento, respeto y tolerancia a la diversidad, inclusive de preferencia

sexual, valores con los que debemos crecer a los hijos frutos de esa unión, es la mejor forma de

amarlos, uniéndonos o al menos entendiéndonos para protegerlos, porque actualmente esos niños

quedan solos, indefensos, a merced del sistema, que los ve como alimento, hasta el día que pueda

fabricar algo parecido al ser humano en laboratorios, tipo clones, ya no necesitará de que un

hombre y mujer se enamoren para tener hijos; Entonces no permitamos que solo nos utilicen como

pie de cría, hagamos las paces como género, hombres y mujeres, defendamos ese amor que dio

origen a la vida, a nuestros hijos, vivamos de acorde a la Ley Suprema que es el amor, y su forma

de expresión que es la felicidad; Porque es lo único que este monstruo económico globalizado no

puede tener, y por tanto dar: Vida.

Esta sociedad quiere hacer iguales a hombres y mujeres por una sencilla razón, porque una mujer

que es igual a un hombre, dejará de ser mejor de lo que un hombre es, abandonará igual un hogar,

será igualmente propensa al vicio y la promiscuidad, y cuando una madre, una leona, abandona

el nido, a sus cachorros, estos quedan a merced de las hienas, de los depredadores, y es

precisamente lo que este régimen globalizado de consumo quiere, ¡una sociedad que no tenga

madre! cachorros indefensos y solitarios, para infectarlos, para atacarlos y dejarles las cicatrices

emocionales de una infancia o adolescencia disfuncional, para que de adultos, sean hombres y

mujeres consumistas, insatisfechos, frustrados y egoístas, para que sean los eternos niños que no

fueron amamantados, y es algo tan triste, porque es otra prueba de que los seres humanos no

somos malos por naturaleza, solo somos niños solitarios, con miedo, carentes de afecto e inseguros

en cuerpos de adultos “modernos y civilizados”, que requieren refuerzos emocionales

constantemente, terapias y demás parches sicológicos para seguir caminando por este sendero de

espinas, hechos una revoltura emocional y espiritual por dentro, pero vestidos de ejecutivos y

teniendo que sostener la sonrisa en el rostro, señal de nuestro “felicidad” por la “oportunidad”

de seguir participando en la carrera del “éxito”. ¿Qué hombres y mujeres más convenientes para

un sistema de poder consumista globalizado que aquellos faltos de afecto, que van sustituyendo o

queriendo llenar vacíos emocionales con objetos? Espero se entienda con esto que al sistema no

le importa que seamos felices, porque simplemente no le conviene, pues ese día en que nos

decidamos a ser felices, dejaremos de buscar afuera, de comprar, de consumir, de acaparar, de

acumular, y la sangre que nutre tal régimen mundializado de poder, es el dinero, que fluye

mediante la consumación de nuestros deseos e impulsos de consumo.

Debemos entender que esta modernidad apuesta a convertirnos en máquinas autómatas, que

necesita quitarnos nuestra voluntad y conciencia, para poder deforestar, para poder contaminar,




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para poder dañar a todos y todo, sin que nos importe nada más que la satisfacción egoísta de

nuestros deseos; No es coincidencia que en esta era de “modernidad de avance científico y

tecnológico”, las ciudades estén más iluminadas que nunca, rebosantes de tecnología y

comodidades, mientras nuestros corazones sufren en la oscuridad más densa, infectados con el

cáncer del consumismo, convulsionándose entre soledad y vacío, egoísmo y miedo; y aún así, es

tan noble nuestro ser, que con nuestra humanidad carcomida por este virus, nuestra sangre

contaminada, nuestra voluntad drogada y nuestra conciencia amordazada, todavía tenemos ese

impulso de ayudar, todavía la indiferencia no logra su fin, porque eso “raro” que sentimos cuando

vemos a un niño con hambre o frio, no es más que el llamado de la felicidad, que se obtiene

mediante el amor al próximo.

Hombres y mujeres que aspiren al gozo de plenitud en la vida, deben saber que aparte del trabajo

necesario para subsistir, deberán emplear el tiempo excedente no en el consumo y acaparamiento

actual, si no en la práctica de los buenos hábitos de pensamiento y acción, siendo ante todo,

hombres y mujeres de conciencia, que amen a su familia, y respeten a su entorno natural como la

expresión y obra de su Creador, que se rehúsen a hacer el mal, siendo corteses incluso con sus

adversarios, procurando nunca hablar si no es con verdad ni actuar si no es con justicia; en

general, aspirar a ser dueños de sus emociones y deseos, dejando la vergüenza solo para cuando

sea dominados por el vicio, el miedo o la maldad, alejándose de “estrategias de guerra o para

alcanzar el triunfo” pues la guerra es el arte del engaño y un verdadero ser humano considera

indigna la mentira en cualquiera de sus formas, por ir en contra su naturaleza de luz y verdad, por

lo que se esfuerza por ser un bueno en la victoria o la derrota, contundente en su actuar y limpio

en su pensamiento, porque saben que la vida no es más que la oportunidad que dios le ha brindado

para que demuestre su dignidad, el tiempo necesario para que mediante sus obligaciones o

cumplimiento de su misión reclame el derecho divino de retornar como chispa pura de luz al

creador, y por ningún motivo hará por conservarla o alargarla si ya ha cumplido con su propósito

o si esta se torna indigna a costa del sufrimiento ajeno, ya que conocen el principio de todas las

cosas, la ley absoluta y divina del eterno movimiento, saben que todo vibra en armonía con el

creador, y que somos parte de un todo, que no existen polaridades ni contrastes, no importa el

tiempo ni el espacio, ellos son uno con el infinito.

Aunque sobran razones para ser fatalistas o derrotistas, habemos quienes tenemos la firme

convicción de que lo anterior es posible, porque lo divino no puede destruirse, y que por más

obesos de tecnología y egoísmo que este sistema nos ponga, siempre habrá la esperanza, en cada

corazón de todos los hombres y mujeres, de un buen día, revelarse y ser felices, conformes con lo

que somos, con lo que tenemos, en paz con nuestra conciencia y con el mundo, en sintonía con la

naturaleza y con Dios; Esta obra entiende la naturaleza de los seres humanos, hombres y mujeres,

y sostiene una teoría dualista, ya que el hombre y mujer, nacen buenos, y lo siguen siendo hasta

que mueren, solo que al ser contenidos, contractuados y atrapados en un contrato social

degenerado en sus fines, se contaminan, y tienen que adoptar una estrategia dual de tolerancia a

la descomposición, pero siempre con la capacidad de amputar el miembro necesario infectado y

regenerarlo en el momento oportuno, ¡somos pues como esas lagartijas que sueltan la cola ante el

predador, para distraerlo mientras escapan! pero para dejar esto claro, si somos frutos, y el

modelo social un costal de recolección, es el segundo el que está podrido, el que apesta, el fruto

es limpio y sano, pero es lógico que mientras más se asfixie sin aire fresco, mientras más se




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revuelva e impregne del olor de ese contenedor hermético, parecerá que lo podrido es el fruto, no

el costal.

El estado debe regular la personalidad colectiva, no suprimir o reprimir al individuo, porque en

la primera esta la semilla del egoísmo que se inserta en el segundo, condicionándolo a la

generación de riqueza, lo que no es el problema en realidad, si no en la distribución que de la

misma, en donde dicho estado debe regular efectivamente todo el proceso posterior a su

generación, que debe concluir con la real implementación de un desarrollo social sustentable no

paternalista, en programas o políticas públicas a mediano y largo plazo que prioricen la

educación, los proyectos emprendedores en jóvenes, el fomento urbano en núcleos no muy grandes

pero funcionales y sobre todo, en el campo, en la producción agrícola a la cual debemos retornar,

no como fuente generadora de riqueza sino de identidad y conexión con la tierra, que nos permitirá

gozar del sentido de utilidad y productividad, por lo que hasta en grandes ciudades, debe

fomentarse dicha perspectiva en cursos o talleres de siembra de hortalizas por ejemplo, sea al aire

libre o incluso en azoteas e interiores de construcciones, para convertirnos en citadinos con afición

campesina, revirtiendo nuestro cáncer consumista con ejercicios de producción natural.

No solo veas lo emocional, si no lo económico también, en todo cinturón de miseria de países sub

desarrollados solo hay algo que no hace falta, al menos en una casa de cada cuadra, un televisor

o licorerías y casas de empeño, reflexiona un poco sobre esto, ¿porque en barrios o zonas

habitacionales de clase media y alta no se ven este tipo de negocios? La pobreza es originada

ciertamente por un complicado entorche de factores, pero sin duda es alimentado por los mismos

pobres, ya que si dedicaran la mitad del tiempo que desperdician viendo telenovelas, fut bol o

programas chatarra de esos en los que la gente baila, canta y se revuelca por cualquier cosa, a no

solo activarse en lo personal y familiar, saliendo a caminar o jugar con los hijos en el parque más

cercano, si no también fomentar actividades productivas en dicha célula familiar, como es la

crianza de aves de corral, siembra de hortalizas o árboles frutales como proyectos vecinales en

espacios comunes, no solo fomentaríamos una nueva cultura de producción natural, esfuerzo y

vinculación humana con la naturaleza, si no que seriamos pobres pero no tan necesitados, porque

dicha pobreza puede ser atribuida al sistema de poder económico mundializado, pero la miseria

no tiene excusa, solo es atribuible a nuestra omisión y pereza de voluntad, de acción, de

solidaridad social como grupos y pueblos, ya que a fin de cuentas la pobreza no es creación divina

o condición humana obligada, si no reflejo de un sistema egoísta de consumo, por lo que más allá

de economías de aldea, lo que realmente se requiere es una nueva mentalidad de aldea, solidaria,

productora y generosa, que rompa el paradigma del dinero y sea capaz de evolucionar partiendo

por mitad el actual modelo globalizado.

Seas un alto ejecutivo o joven de familia acomodada, el tener un proyecto y actividad diaria de tal

naturaleza, sea hortalizas o crianza de aves de corral, así como talleres de cocina o artesanías, no

solo fomentan capacidades humanas, si no que permite re direccionar nuestra percepción de

prioridades en la vida, por lo que planes de estudio e incluso políticas laborales deben contemplar

actividades de tal naturaleza, así como son importantes aquellas encaminadas a la activación

física que combata el sedentarismo y enfermedades vinculadas con la obesidad en escuelas y

centros de trabajo, mucho más lo es contar con estos proyectos encaminados a reactivarnos

emotiva y emocionalmente mediante la vinculación a nuestras capacidades generales y a la




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naturaleza, que nos han de redituar armonía y gozo, lejos del estrés y presión que nos impone la

inercia social actual, con sus especializaciones, competencias, estrategias y herramientas para el

éxito o el triunfo.

Todos los gobiernos hablan de orden y progreso, de “democracia”, de lo gloriosa que fue nuestra

independencia o revolución, de lo mucho que debemos sentirnos orgullosos por nuestra

“soberanía nacional”, por la cual debemos estar dispuestos a tributar y obedecer sin cuestionar,

en aras “del bien común” dispuestos a “defender nuestros recursos de intereses oscuros”, cuando

en realidad somos colonias virtuales con todos sus recursos comprometidos para con los intereses

globales, al igual que somos libres y soberanos en tanto vayamos con la corriente de dichos

intereses y no los afectemos, so pena de ser bloqueados, sancionados, intervenidos, o de plano,

ocupados; Dichos sistemas están diseñados para que los estados sobrevivan a costa nuestra, en

realidad no les importa nuestro bienestar, solo nos venden la idea de que nos cuidan, de que evitan

que todas las cosas malas del mundo nos sucedan, para tenernos temerosos, arrinconados y

aferrados en el lugar que nos asigne dentro de ese apestoso costal, para que agradezcamos la

seguridad y todos los beneficios de vivir en una “sociedad moderna” que nos protege de “los

malos”, cuando los malos somos nosotros mismos, deformados por malas políticas públicas y

todas las causas que orillan a un hombre o mujer a delinquir, a dañar a sus semejantes; Para que

agradezcamos también por las “curas a las enfermedades” cuando son ellos los que han traído

las plagas, los alimentos transgénicos, los daños al organismo por contaminación, por una mala

alimentación.

En realidad, hay más crimen e injusticia en tan “modernas democracias” de lo que hubo cuando

vivíamos en cavernas, y para muestra un botón: Solo en México una mujer indígena es encarcelada

en un penal de alta seguridad por haber abortado a consecuencia de una golpiza que el propio

marido le propició, mientras otra se encuentra recluida nada menos que en las Islas Marías, a

donde se mandan asesinos y violadores, por pagar un cuaderno o libreta que su hija necesitaba

para la escuela en la papelería de la esquina de su casa, con un billete falso que le dieron sin

saber, muy probablemente en el mismo banco o cajero automático, al tiempo que la justicia acusa

como responsable de un delito a un niño de cuatro años que fue atropellado por una camioneta,

porque su triciclo no tenía placas y causó daños materiales a la camioneta, eso mientras liberamos

secuestradoras y devolvemos riquezas a los saqueadores de administraciones pasadas, y las

propias comunidades de la tierra caliente de México tienen que organizarse en Autodefensas y

armarse en contra de la violencia del narcotráfico que a diario asesinaban a sus padres, violaban

a sus mujeres o secuestraban a sus hijos, porque las policías están en la nómina y muchos solo se

quitaban el uniforme y se ponían el pasamontañas para asaltar con las mismas armas oficiales,

pero tú campesino no vayas a ser visto con un machete porque simplemente ¡No te la acabas!

mientras que las “grandes detenciones” anunciadas y promocionadas en televisión a nivel

nacional como operativos exitosos o “golpes contundentes a la delincuencia” a lo mucho

alcanzaban una decena, a cada rato se fugaban en manada de los penales el triple de sicarios y

asesinos, eso los que quieren fugarse, porque si no, está la cómoda opción de utilizar los penales

como hotel o fortaleza, de los cuales se puede salir de noche a delinquir o asesinar, para regresar

a la seguridad y comodidad que dichos castillos o fortalezas del crimen que son las cárceles.




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Pobres de los delincuentes novatos o quienes por necesidad roban un pan, porque a ellos se les

aplica todo el peso de ley, si hay algo corrupto, podrido en este y muchos países es el derecho

penal, la procuración e impartición de justicia, es por ello que el nuestro y otros deben, en un

ejercicio de honestidad, declararse Estados Omisos, aceptando que no tienen la capacidad de

proporcionar al ciudadano la seguridad social en todas sus vertientes a la que tiene derecho,

porque pensar en soluciones como las autodefensas es como creer que poniendo aromatizante en

la casa toda la basura y lo descompuesto desaparecerá, cuando un pueblo se arma para defenderse

a sí mismo el estado ha sido rebasado ya, sin mencionar que no es sana dicha actividad por tiempo

prolongado, porque si el campesino, el artesano, el comerciante o padre de familia que tome las

armas por defender a sus seres queridos, seguridad y patrimonio es convertido en policía, algo

paro lo que no tiene vocación ni preparación, habremos quitado elementos productivos a la

sociedad para suplir las deficiencias del gobierno en el cumplimiento de sus obligaciones, y

convertido en policías o militares con todos los vicios y estilo de vida que esto conlleva a esos

padres de familia, a esos campesinos o artesanos, que ya no serán capaces de dejar el arma para

tomar la herramienta de trabajo, y cuando ya no sean más necesarios, ¿En que utilizará dicha

arma entonces? por lo que regular o legalizar los movimientos armados de autodefensa,

conformándolos como policías comunitarios o rurales, es una solución de muy buenos resultados

a corto plazo por la sensación de alivio y recomposición social, sobre todo para ese gobierno al

que todo se le está saliendo de control, al cual son los ciudadanos ya quienes le están resolviendo

la vida, no sus instituciones, pero ¿Qué sigue? De aplicar tal formula a mediano y largo plazo,

entonces tendríamos que empezar a crear movimientos de autoeducación, de autosalud, de

autoempleo, para que luego el gobierno legalice esos grupos y movimientos sociales originados

por su ineptitud, incapacidad e incompetencia, perdiendo en el proceso nuestra civilidad y

ciudadanía, convirtiéndonos en parches o diques de contensión de toda esa ingobernabilidad,

siento sería mejor entonces conformarnos en un frente cívico nacional de autogobierno que someta

a legalización y legitimación a todo el sistema político y de gobierno de nuestro país.

de nada sirve la ilusión de presunción de inocencia, porque en este sistema nadie es inocente, ya

no digamos de un crimen, pero todo lo que diario hacemos constituye una infracción o falta a

cualquier reglamento, pues nos ponen letreros de cuál es la velocidad máxima en una carretera o

sobre el uso del cinturón de seguridad, sabedores de que no los respetaremos o pondremos, así

cuando nos accidentemos o causemos algún daño, no habrá problema ni necesidad de hablar sobre

el pésimo estado de las carreteras, sobre los cráteres que hay en las calles o la nula iluminación

o debida señalización de los caminos o vías públicas, no importa si se te estalló un neumático por

caer en un bache en una carretera o calle que debería estar en buenas condiciones, o si el ángulo

o inclinación de una curva es deficiente, el dictamen es siempre el mismo: “Se debió al exceso de

velocidad e imprudencia del conductor” es por ello que al sistema le convenimos imprudentes,

deshonestos y ajenos a una cultura de legalidad, pues ya dijimos que sería el primero en no poder

cumplir legal y cabalmente con sus compromisos, por ello nos hace cómplices de la corrupción,

Él es el autor intelectual de la mayoría de los delitos, pero quienes son recluidos en prisión cuando

es necesario “aplicar todo el peso de la ley”, somos nosotros, los autores materiales o cómplices,

y si de plano resultamos inocentes, al menos podemos ser catalogados como “victimas

provocadoras”, de las que decimos: “Como no quiere la mujer que la violen si anda de noche por

una calle oscura de minifalda” o “Algo habrá hecho para que el marido le haya fracturado la




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nariz o las costillas a golpes” resultado siempre que nosotros somos quienes provocamos la

criminalidad.

Lo cierto es que conformamos sociedades paradelincuenciales en fase terminal, en las cuales “los

malos” ya no son extraños, todos tenemos un primo, un amigo, un pariente que anda en “malos

pasos”, inclusive familias divididas por hijos que pertenecen a diferentes cárteles o pandillas, no

hay fuentes de trabajo dignas, y para ellos, aunque las hubieran, ya se han hecho a una forma de

vida alterada, a “la vida loca” en la cual trabajar honradamente es sinónimo de mediocridad,

porque dicen que: “Prefieren vivir cuatro años como reyes que cuarenta como bueyes” son dichos

grupos delictivos que han suplido a la familia, dando una supuesta seguridad, solidaridad e

identidad y sentido de pertenencia a los sujetos quienes las integran, en dicho paradigma de vida,

todo valor humano estorba, porque el éxito consiste en “ganarse el respeto por ser el más fregón”

o en tener una imagen prospera, con una camioneta de lujo, bebiendo licores importados y

pagando la mejor compañía femenina que el dinero pueda comprar; Entre estos bandos rivales

existen ya matanzas tan despiadadas que en otros tiempos solo veíamos en regiones de África por

motivos tribales, de odio racial o religioso.

Estos grupos delictivos organizados, cárteles o pandillas se están convirtiendo en verdaderas

tribus que fragmentan el territorio nacional en México, conformando gobiernos de facto

regionales que tienen sus propias leyes y un sistema de recaudación más eficiente que el oficial,

pues mediante la intimidación y extorsión, logran sumas estratosféricas, obligando a la ciudadano

a pagar doble impuesto por sus labores, uno al Estado y otro a ese poder de facto, porque para

todo se tiene que pagar “derecho de piso” dar una cuota o cooperación, principalmente por

concepto de “seguridad”, negocio del que participan tanto delincuentes como policías, que en

muchos de los casos, son la misma cosa, es obvio el impacto al sector productivo del país, ya que

todo tipo de empresarios están sujetos a estas cuotas, de las cuales ni los curas o sacerdotes se

salvan; estamos pagándole a nuestro miedo, manteniendo a unos para que no nos secuestren y

sosteniendo a otros, para que en caso de que nos secuestren los primeros, puedan rescatarnos, por

lo que ya se habían tardado fenómenos como las autodefensas, porque la sociedad es la gallina de

los huevos de oro, pero ninguna gallina puede poner tanto y para tantos.

Sin embargo, de la desesperación y buena voluntad de los que integran dichos cuerpos ciudadanos

armados de autodefensa, se aprovechan los que ya tienen experiencia con las armas, infiltrando a

su gente o armando a comunidades para que hagan frente al grupo rival que controla “la plaza”,

por lo que en realidad, no es claro para quien será el beneficio de dicho fenómeno, que se antoja

caldo de cultivo para futuros cárteles de “neotemplarios o neozetas” que servirán inicialmente

como seguridad comunitaria, luego privada y posiblemente brazo armado de un gobierno alterno,

soldados que no sabrán a quien sirven realmente, sin duda sus motivaciones son legítimas y justas,

pero como dicen: “de buenas intenciones está lleno el camino al infierno” esta realidad no es una

exclusiva en México, el crimen organizado también se ha globalizado, reclama el poder del dinero,

ya no se vende a él, quienes iniciaron como mercenarios quieren ahora gobernar, es por ello que

los mejores revolucionarios son aquellos que mueren por su causa o retornan a sus herramientas

de trabajo, al campo, dejando el fusil tan pronto se reestablecen las condiciones adecuadas de

vida en sociedad, de lo contrario, al seguir con rifle en mano, se convierten en mercenarios o

sicarios.




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Mientras que en Salud Pública tenemos gente muriendo afuera los hospitales o mujeres dando a

luz en pasillos o banquetas, porque no hay camas, no hay médicos ni medicinas suficientes, ¡Ahhh!

¡Pero somos libres y soberanos! “dueños de nuestro petróleo” y tenemos puesta toda nuestra

esperanza en la selección de futbol, que “defiende el honor nacional” ¡Que triste realidad! cuando

no podemos siquiera elegir a nuestros gobernantes, porque solo podemos votar por las opciones

que esas mafias familiares llamadas partidos políticos nos impongan, y si no ejercemos el derecho

al voto, para ellos todavía mejor, todo esto ya lo sabemos, pero no hacemos nada, solo criticamos

al gobierno desde el facebook, que aparte de ser el espía perfecto, también es un policía anti motín,

no le interesa detener, solo dispersar, lograr que los inconformes “descarguen” con agresivos

comentarios de protesta sus inconformidades, mientras que nos las callamos en nuestra rutina

diaria por no ser “políticamente correctas” o “convenientes para nuestros intereses” porque

todos somos revolucionarios y defensores de la justicia o los derechos incluso de los animales en

dichas redes sociales, pero seguimos viviendo de las migajas que dicho sistema nos avienta al

suelo, haciendo lo imposible por estar en la nómina, seguimos no solo infringiendo si no

desconociendo reglamentos, seguimos con nuestros malos hábitos cívicos de convivencia, tirando

basura en lugres prohibidos, indiferentes ante los niños o mascotas en situación de calle que

limpian parabrisas o piden una moneda, bajando la cabeza en la vida real, ante las injusticias o

abusos de poder, somos como dirían las abuelas: “De los que tiran la piedra y esconden la mano”.

No se trata de una crítica resentida, ni de adoptar una postura agresiva, subversiva o anarquista,

que también eso le conviene al sistema de poder, polarizar, dividir a la sociedad, poner al pueblo

contra el pueblo, debemos primero interesarnos por los procesos internos, conocer las leyes y

reglamentos, todo eso que nos hacen sentir es aburrido, mientras nos divierten con telenovelas o

futbol, se trata de entender que no nos hacen ningún favor, que debemos fortalecer la conciencia

y voluntad de acción grupal para no necesitar exigir un mejor gobierno, si no conformarlo, que

debemos cambiar nosotros, porque cada gobernante y partido político que ha pasado en el poder

ha sido el culpable de nuestros males, cada uno es peor que el anterior según la opinión popular,

no recuerdo un solo presidente del que se diga fue bueno, entonces ¿No será que nosotros somos

parte del problema? ¿Qué quienes deben cambiar no son los gobernantes sino el pueblo? ¿Qué

debemos dejar de culpar y actuar, solidarizarnos con honestidad, legalidad y compromiso en una

reconvención social? cualquiera que sea el país donde vivas, no importa si es de tercer mundo o

de la Comunidad Europea, todos tienen profundas crisis, por estar sujetos a fuerza a dicho modelo

global, los derechos que el estado debe garantizar como la salud, educación, justicia y desarrollo

social no están siendo cumplidos, mientras que las obligaciones impuestas a sus pueblos son cada

día más pesadas, mientras que vivimos en sociedades apegadas a la ley, hay más injusticia que

nunca, en nuestros gobiernos que se dicen democráticos, hay más desigualdad y pobreza cada

día, mientras que nos dicen que la modernidad trae oportunidades de crecimiento, estamos sujetos

a trabajos esclavizantes que requieren gente competente, mano de obra barata, incluso explotación

de inmigrantes o de plano, esclavitud infantil, para su producción industrial, mientras que la

ciencia dice que avanza hay más enfermedades hoy que nunca, y nosotros más débiles, necesitando

de miles de vacunas o tratamientos especiales.

Entonces cabe preguntarse si vamos por el camino correcto, si el modelo mundializado impuesto

es lo que más conviene a nuestros pueblos, a nuestro género humano, incluso a nuestro planeta, sí

las respuestas no están de acuerdo con la versión oficial, debemos conformarnos en un nuevo




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frente social mundial que tenga como propósito una restauración política global que rompa el

paradigma del dinero, pero sobre todo, debemos romper el paradigma consumista personal que

la modernidad nos impone, necesitamos cambiar primero nosotros, conformarnos en hombres y

mujeres que sientan no es lo más importante tener todas las comodidades y aparatos inteligentes

a costa del sufrimiento ajeno, del deterioro del planeta.

Si los demás todavía no te importan, mientras lo hagan, se egoísta y piensa en ti, en que en dicho

modelo no eres más que un animal de carga o de engorda, en que tu estrés, hipertensión o colitis

nerviosa solo podrá aliviarse si cambias tus hábitos de vida, en que dejarás de sentirte agotado y

agobiado por las competencias laborales, que podrás disfrutar más de tus pasatiempos, de tu

pareja, de tu familia, de que no hay vidas de repuesto para disfrutar lo que sacrificando la única

que tienes ganas, entendamos que la globalización y sus competencias no son más que el juego de

las sillas en el que muy pocos podrán sentarse, la inmensa mayoría quedará sin nada, de pie, por

lo que nos aleccionan con infusiones de egoísmo e indiferencia para no protestar, para solo estar

interesados en ser uno de los pocos que consigan un lugar, sin importar quien cae, quien es

atropellado o a quien empujamos, debemos tener la dignidad de decir: ¡Ya no juego! ¡Pero todos!

solo entonces este juego verá su fin, porque la estrategia global consiste en re direccionar nuestra

voluntad, engordando miedos y vanidades para que consideremos peligrosa o aburrida esa

libertad por la que nuestros abuelos dieron la vida, en esos tiempos cuando poseer un libro era

delito, hoy día, ni regalados los queremos; Entendamos que nacimos para morir, es un hecho que

no aceptamos, como el hecho de que vivimos para ser felices, si no es posible serlo dentro del

actual modelo, pues hay que cambiar el modelo, pero no renunciar a nuestro derecho y obligación

a la felicidad.

Muchos se reirán de la siguiente propuesta, pero la felicidad debe ser una forma de Gobierno, que

sustituya a la degradada y degenerada democracia, una “felitocracia” si se quiere definición, en

la cual, hombres y mujeres se autogobiernen de acorde a tres lineamientos fundamentales: Ser

feliz, Tener amor a la vida y Respeto a la naturaleza; Con ello se lograría un equilibrio en lo

individual y una armonía grupal, recuperando la sensibilidad humana perdida entre el concreto y

plástico, retomando valores como la solidaridad, compasión y hermandad, con una ley suprema:

Lo que lastime a uno, lastima a todos, entonces ninguna cosa que lo haga será justificada o

tolerada; Ser feliz no es el satisfacer deseos o pasiones, sino lograr armonía y contento en nuestro

interior, olvidar los deseos, saber que nada se tiene, nada se posee en realidad, más que nuestro

propio ser; Amor por la vida, ¡toda! Eso incluye el amor por nuestros semejantes, y por todo

aquello que no lo es, plantas y animales, amar el agua, el aire, la tierra, por todo lo que nos dan;

Eso nos permitirá no dañar a nada ni a nadie, respetando como a una madre a esa naturaleza que

nos permite vivir en su seno.

Lo anterior no es complicado en el actual sistema, ¡Es imposible! Porque él es una creación

deforme de los intereses económicos, solo le importa y respeta una sola cosa, el poder; En tal

modelo, el ser humano es deformado y alentado a oprimir y dominar a sus congéneres,

sacrificando el derecho y bienestar ajeno por el propio, es un régimen de egoísmo que alienta la

tiranía, la adoración a esa falsa deidad llamada poder, que pide a todos como sacrificio el

bienestar de lo demás, así nosotros andamos en lógica de guerra, pero nuestros semejantes

también, entonces, es una batalla insana, en la cual no hay honestidad ni humanidad que de tregua;




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El ser humano se convierte en estiércol, sin embargo, en el peor de los escenarios, si somos

estiércol, somos abono, y de éste se nutren las plantas, la vida misma, es decir, tenemos la opción

de cosechar bondad abonando esa maldad generada en tal sociedad.

En dichos Estados, el hombre en sociedad se ve obligado a protegerse de sí mismo, desviando la

energía que debería emplear en gobernarse, a crecer al interior, porque nos vemos en la necesidad

de entrar a esa guerra, a defender nuestra fachada, nuestra posición; Entendamos que somos

socialmente incapaces de convivir en el esquema actual, que nos degenera y descompone como

carne al sol, en un sistema consumista como este, al final, somos nosotros el plato fuerte; Es por

ello que debemos ser capaces de romper los paradigmas actuales de pensamiento y conducción

social en los cuales nos han programado, ya no responder a los estímulos del éxito, buscar al

interior, debemos ver a la felicidad no como un sentimiento bonito o deseable, si no como el estado

óptimo del ser humano, en el cual no solo se desarrollará, si no que prevalecerá y evolucionará.

Dejemos de comprar mentiras, porque iniciamos aceptando las ajenas y terminamos por creernos

las propias, ya acordamos que el presente libro no te motivará, no es su finalidad, el decirte que

puedes volar, que puedes hacer lo que tú quieras, que puedes escalar el monte Everest o llegar a

las estrellas, esa es filosofía barata, porque sabemos muy bien que es una mentira, que nada se

logra con solo quererlo, con desearlo o con sentirnos y proyectarnos como si ya lo tuviéramos,

fuéramos o hubiéramos hecho; las bases para un ser humano integral son la humanidad,

integridad, disciplina emocional y honestidad, nuestro primer deber es para con nosotros mismos,

reconocernos al espejo sin maquillajes, sin poses, y con esa visión congruente entre lo que creemos

que somos, como los demás creen que somos, y como en verdad somos, buscar el bienestar, la

felicidad, que no es una bendición, sino una determinación, que florece en el actuar, en el esfuerzo

por la mejora constante, en el gozo del sudor por el digno y honesto trabajo, no en el pensar o

desear, menos en la publicación de un estado o comentario “en línea”, donde todos opinan, pero

nadie actúa, por lo que dichas redes sociales, “son el rio virtual sagrado” donde todos nos damos

“baños de pureza”, y que dicho sea de paso, son una creación militar encaminada a un control

mundial, gracias a las cuales, permitimos gustosos el acceso remoto a todos nuestros archivos,

así, mientras estamos viendo lo que no nos importa, como la foto de la hermana del vecino, tal

régimen globalizado escanea y escudriña todas y cada una de tus carpetas, contraseñas, agenda y

demás información que tu equipo contenga; nada es gratis, y aplicaciones como “Facebook” son

los más exitosos espías y agentes secretos de tales gobiernos, porque los amamos, es lo primero

que revisamos cuando encendemos nuestros equipos, dicho programa no discrimina, todos pueden

sentirse populares, presumir como grandes logros el tamaño de los senos o “el carro de papá”;

Por eso nos hace tan agradable y sociable la vida, porque es más fácil sostener una mentira, una

fachada, que construir una sólida realidad, pero refugiarnos en su aparente “inofensiva

seguridad” es dejar de vivir y cederle el control de nuestra información, ubicación y actividades

a tal régimen oculto de poder globalizado.

No se trata de teorías de conspiración, porque ya está probado que los teléfonos inteligentes,

tabletas y demás computadoras son monitoreadas por millardos para saber con quién y de qué

hablamos, donde estamos, con quien nos reunimos, para conocer todas nuestras claves y

contraseñas, tener acceso a estados de cuenta, correos electrónicos y toda la información que

constituye nuestra vida; así de exitoso es el sistema de espionaje que nosotros conocemos como




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internet y sus redes sociales, porque sí un extraño se nos acercara a preguntarnos nuestra fecha

de nacimiento o que le informáramos constantemente el lugar en el que nos encontramos,

obligándonos a ser monitoreados por satélite o a ingresar a las máquinas y sistema de nuestras

empresas o centros laborales, contestaríamos indignados: “Que te importa, no tienes derecho a

entrometerte en mi vida privada, ni autorización para acceder a la información de mi empresa”,

probablemente interpondríamos una denuncia penal por acoso, violación de correspondencia o

secuestro al menos en grado de tentativa.

Pero con nuestro teléfono inteligente, tableta o computadora portátil proporcionamos toda la

información que se nos pide sin cuestionar con tal de “personalizar” dicho aparato o “descargar”

un contenido, ¡y adoramos ese aparato! Comemos con él, vamos al baño con él, dormimos con él,

por lo que es un negocio redondo para empresas como la de “la manzanita” , la cual abiertamente

dice en sus promocionales que su prioridad es “Decirle a la gente que quiere” que construye

equipos de espionaje para el sistema globalizado de poder, al cual le permite acceso ilimitado a

nuestros flamantes celulares inteligentes, los cuales sirven como cámaras y micrófonos abiertos

las veinticuatro horas del día, y encima de ello, pagamos gustosos una pequeña fortuna por el

“privilegio” de ser dueños de un equipo tan “exclusivo”, ¡Estamos financiando el sistema más

eficaz de espionaje jamás concebido, con el cual escuchan todo lo que decimos, tienen acceso a

todo lo que hacemos y a nuestra ubicación las veinticuatro horas del día¡ Me recuerda el dicho

de las abuelas: “El que es buey, hasta la coyunta lambe”.

Porque lo primero que hacemos gustosos cada mañana, en cada evento importante o no de nuestra

vida, es indicar dónde estamos, con quien estamos, porque estamos, incluso mandamos o

“subimos” las fotos que prueban los hechos, lo mismo al llegar a nuestro trabajo u oficina,

encendemos la computadora oficial, y acto inmediato “checamos nuestro face”, antes incluso de

ver las prioridades o pendientes laborales, proporcionando fechas y demás datos, así como

desactivando todas las medidas de seguridad necesarias para obtener tan “inofensivas y

divertidas” aplicaciones, con las que encontraron la manera perfecta para desarrollar en hombres

y mujeres un “síndrome de Estocolmo recargado” ¡Porque amamos a nuestro secuestrador!

recordándome el internet al parque de juegos o diversiones del cuento en el cual un niño de

madera que deseaba ser humano, se convierte en burro.

Estas perfeccionadas estrategias maquiavélicas, no solo se ven en las empresas mercenarias como

“la manzanita”, si no en instituciones de poder muy antiguas, llámese el Estado Vaticano, quien

por primera vez en su milenaria historia decidió tener dos jefes de estado - y no digo papas por

respeto a las creencias personales- sin violencia, sin confrontación, uno “emérito” otro

“efectivo”, porque le urgía tener una imagen fresca y renovada, que alejara la atención mediática

de los escándalos financieros, de las serias irregularidades en el poderoso Banco del Vaticano, de

los abusos de poder, de escándalos donde el despilfarro e incluso casos muy delicados de abuso

infantil, amenazaban seriamente con costarle su existencia propia, y como ya no es posible

imponer la obediencia y silenciar las voces que claman justicia por medio de “santos oficios”,

decidieron cambiar ellos, ¡porque ya no pueden cambiar a los demás! Así que perfeccionaron lo

que llamaremos “formula Woityla”, poniendo un rostro amable, un jefe de estado con actitud

piadosa y humilde, que proyecta candidez y ternura, pero que tiene la única y delicada misión de

“tranquilizar las aguas” que la Curia Romana embravecieron con sus excesos y abusos, ojalá




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fuese un cambio sincero, pero por desgracia, estamos ante una exitosa reingeniería del poder

mundial.

El mundo está cambiando sin que nos demos cuenta de forma vertiginosa, en beneficio de dicho

poder, por lo que el cambio de mentalidad es urgente en las actuales generaciones, que han de

sufrir una vejez terrible, vacía de logro verdadero, una vez que ese joven o señorita en pose

retadora o de apetecibles formas físicas agote su tiempo de juventud, se casen y hagan vida en

pareja, tengan hijos y ya no puedan justificar con su apariencia su existencia, vendrá una amarga

crisis existencial, sin contar con los reproches y frustraciones que deteriorarán o acabarán dicha

relación sentimental, de la cual, los daños colaterales a esos hijos marcarán patrones muy

profundos de carencias afectivas y emocionales, pues esos globos inflados con aire caliente de

vanidad que somos en el “Facebook”, se desinflarán irremediablemente, dejándonos como adultos

que se niegan a madurar, que nunca trabajaron por hacerlo, que no tienen ya nada que ofrecer a

esa pareja, a esos hijos y que seguirán pagando para evadir su realidad con sus tarjetas plásticas

membresías para juegos y mundos virtuales en línea, donde solo en esa dimensión virtual podrán

seguir sintiéndose los adolescentes “jóvenes y bellos” que alguna vez fueron o creyeron ser; En

resumen, apostar nuestro valor en un culto a la personalidad e imagen es un craso error, pues la

juventud es efímera, ese tipo de belleza también, debemos apostar a la bondad en nuestros actos,

a la humanidad y humildad en nuestros corazones, al esfuerzo y disciplina en nuestras emociones

y acciones, esto nos redituará una belleza eterna, que justificará nuestra existencia y se perpetuará

después de nuestra muerte, en nuestros hijos y nietos.

Necesitamos invertir valores, que nos deje de importar lo que ahora nos obsesiona tanto, en esta

sociedad de culto al éxito, a la imagen, al consumo; que nos importe verdaderamente el sufrimiento

ajeno, la miseria, la enfermedad, el hambre de la otra mitad de la población mundial, todo eso que

ahora no vemos, por estar concentrados en vernos solo a nosotros mismos, pues cuando algo deja

de importar, deja de existir, si te preguntas, ¿Cuál será mi recompensa? Sí no te basta ser feliz, le

diré a tu parte egoísta que dejarás de tener estrés, insomnio, ansiedad, depresión y todas las

afectaciones emocionales que te causan el temor, la inseguridad, la tristeza, insatisfacción y

soledad que ahora padeces, porque simplemente las causas que las originan ya no te importarán,

y por tanto, dejaran de existir dichos efectos.

Urge dicho giro o golpe de timón en nuestra forma de ver y vivir la vida, porque el mundo se ha

convertido en una enorme jaula de hierro, hermosamente iluminada y tapizada con bellos paisajes

tridimensionales en alta definición en sus barrotes, en el cual nos mantienen cómodamente

cautivos, como aves del paraíso, y nos creemos que estamos en ese paraíso, cuando es todo lo

contrario, ocultando nuestros desechos bajo la alfombra y perfumando la putrefacción que tal

consumismo produce; vivimos en el reino de la razón, que inicialmente nos liberó hace siglos del

oscurantismo, pero como todo revolucionario o héroe que sobrevive a su más grande hazaña, que

no muere en su gloria, ¡se vuelve tirano! Esa ilustración, que impulsó a la humanidad, ahora la

limita, porque los seres humanos tenemos la capacidad de evolucionar, de crecer, de ser mejores

cada generación, y la “democracia” con sus aliadas científicas y tecnológicas, son como esa vieja

casa que embrujada se niega a dejarnos ir; hoy día, hombres y mujeres ya saben que si bien la

ciencia fue el cincel que rompió cadenas históricas, sí hay más allá después de ella, que no todo

se rige por sus leyes, ya sentimos la necesidad de buscar nuevos caminos para encontrar nuevos




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conocimientos, que nos acerquen a la verdad la ciencia y tecnología ya nos acercó todo lo que

pudo, ahora solo nos retrasa de manera egoísta; lo anterior, se puede resumir en una bella

reflexión popular: “En la antigüedad, la gente no comprendía la ciencia y pensaba que era magia;

ahora no entiende la magia y cree que es ciencia”.

La felicidad está vetada en esta tiranía de la razón, por lo que no logramos hacer coincidir “la

realidad” con nuestros sentires y con la vida misma, a la que nos pasamos queriendo vivirla de

forma “ordenada y razonable”, nos moldean el pensamiento, haciéndonos creer que las cosas se

darán, desarrollarán y tendrán un desenlace de acorde a la “sana Razón” y “buen juicio crítico”,

pero olvidamos que los gobernados por la razón somos nosotros, ¡la vida es loca! no respeta la

razón ni la lógica; como dicen algunos que saben: “Si quieres hacer reír a Dios, haz planes”, y

nada de malo tiene entender causas y efectos, pero comprenderlos bien, no como de forma

conductista y represiva nos hacen entender tales efectos, pues ya sabemos que las causas y efectos

naturales no tienen los mismos intereses que los sociales.

No se trata de pelar con la razón, es una herramienta importante, pero el ser humano se ha

etiquetado como atributo principal, el de ser “racional”, “un animal pensante” presumimos, para

diferenciarnos de las demás especies, cuando su mejor dote fueron los sentimientos; saber es

bueno, sentir es mejor, la razón debe estar subordinada a lo que el ser humano siente, todavía hay

mucho por caminar en el sendero de la racionalidad y ciencia, pero tenemos que retomar el camino

olvidado del sentir, de la aceptación a “la locura” que significa la pluralidad del pensamiento, ya

sabemos que ningún ser humano es igual a otro, y eso nos hace comunes, y entender que la

felicidad es personalísima e intransferible, nos permitirá obtener la tolerancia para con el sentir

y pensar de nuestros semejantes, pues a veces, tener la razón, es peligroso, ya que nos justifica o

alienta a la agresión, debemos tener cuidado con nuestros juicios en base a creer que “tenemos la

razón”, pues ello nos hará intolerantes y peligrosos, pues en nombre de las creencias de la razón,

se han cometido las más grandes atrocidades y genocidios.

El hombre es racional porque es humano, y es irracional porque es Divino; el error esta en pensar

que la racionalidad es lo opuesto lo animal, Dios es irracional, ¡se ríe de nuestras leyes físicas y

científicas! Nosotros somos parte de él, racional o irracional, es lo mismo, en nosotros se funden

ambas, se genera una simbiosis que demuestra la dualidad humana, de luz y sombras; es por ello

que requiere un balance, porque tiene dos contrapesos, y el secreto de la vida es lograr ese

equilibrio, conocido por algunos como felicidad, y confundido por la mayoría con el éxito, que es

un atajo desvirtuado, que nos impulsa a consumir, a ser aprehensivos, temerosos y egoístas,

cuando debemos, no solo para ese equilibrio llamado felicidad, si no por el bienestar social

humano mundial, consumir menos, trabajar solo para satisfacer necesidades reales básicas, no

para crear más necesidades o satisfacer comodidades, debemos salir de este modelo capitalista

mutante que nos genera necesidades, en el cual, el trabajo nunca será suficiente, moriremos dos

veces de agotamiento, antes de llenar tan profunda insatisfacción y exigencia egoísta de

comodidad, siempre habrá algo nuevo, algo reciente o actualizado que comprar, y en la medida

de que podamos adquirirlo, más exitosos seremos.

Lo que en verdad necesitamos, por nuestro bien, el de nuestro género y el del planeta mismo, es

consumir menos, revertir la cultura de lo “exprés” y lo desechable, apostar a lo autosustentable y




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biodegradable; urge contener a ese “zombi mutante indestructible” que es el capitalismo,

destruirlo es imposible, porque es parte y reflejo también de nuestra dual naturaleza, por ello

fracasó el modelo socialista, porque el ser humano no fue creado para vivir estático en una

sociedad autópica, porque simplemente le negaría el derecho y obligación a trabajar en su

evolución personal y grupal, entonces no se trata de pensar en una sociedad en la que todos

estemos tomados de las manos, cantando al sol y recolectando flores, eso tampoco es posible,

debemos pensar en el equilibrio, porque lo que sigue a este sistema globalizado es una purga, una

quema social, ya que pronto necesitará más espacio, más terreno, como quien quema pastizal seco,

así nos consumirá en guerras y conflictos sociales, si no tenemos la capacidad de revertir la inercia

consumista en la que actualmente nos encontramos.

El poder corporativo mundializado que nos gobierna puede, si quisiera, terminar con el hambre

en regiones de África, con las enfermedades para las cuales ya hay vacunas, pero no le interesa

sanear pueblos, los ayuda a destruirse mediante conflictos raciales o religiosos, porque necesita

esos terrenos, no es por la venta de armas o por petróleo, es porque dicho poder global necesita

de pastizales de reserva a futuro, tierras ricas en minerales y recursos naturales, y los quiere sin

“parásitos”, por ello no acaba con el hambre y la enfermedad, le conviene la miseria humana, de

todo lo anterior, organismos “piadosos y altruistas” como las Naciones Unidas son los primeros

cómplices, tienen todo para imponer el justo y legitimo orden, pero no lo hacen argumentando

“respeto a soberanías y procesos internos”, pero no tienen empacho en manipular todas las

políticas internacionales que impactan a esos pueblos enfermos y en conflicto, ellos no violan la

Ley, ¡violan la justa humanidad! Vivir en un sistema donde la ley y el orden imperen es una

calamidad, porque no hay lugar para esa justicia, para esa humanidad, solo para la defensa de

intereses, no es coincidencia que los países con mayores recursos naturales sean los más pobres

del planeta, “el tercer mundo” colonias virtuales de reserva, como tampoco es coincidencia que

los países más poderosos sean pequeñas islas llenas de rascacielos donde se mueven los hilos de

un destino global.

Por ello, la felicidad se convierte en una nueva y necesaria política de Estado, más allá de un tema

de seguridad nacional, es un asunto de seguridad planetaria, porque la siguiente guerra mundial,

será una que toda la humanidad perderá; se escucha a ciencia ficción, pero la tercera guerra

mundial será una climática, generada por los cambios ambientales que las sociedades consumistas

modernas provocan, y la naturaleza será implacable, no tomará prisioneros; Necesitamos parar

las máquinas, y si se requiere, destruirlas, porque así como Dios nos creó, lo hemos utilizado y

olvidado, las maquinas ahora controlan a sus creadores; Como toda empresa, llegará el momento

de la reducción de costos, ya hemos sacrificado medio ambiente y calidad de vida para quedar

bien con el sistema, pero dicho sistema pronto verá como sacrificable al ser humano, para él, hay

márgenes aceptables de perdida, y ya estamos dentro de ellos.

Así nace el planteamiento de la felicidad como una forma óptima de contrato social, una fórmula

para equilibrar la dualidad del ser humano, de un “destete consumista” que nos permita crecer al

interior y evolucionar socialmente a un verdadero progreso y bienestar social y equilibrio natural,

por ello se propone la felicidad como una forma de gobierno, de modelo social y modo de vida,

pues es el hombre como creación del actual sistema el que es malo, el que proyecta todo el lado

oscuro de su ser, por lo que debemos voltear a un nuevo paradigma que permita reavivar la chispa




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divina y potencializar su lado de luz; Porque si el Gobierno es la representación y expresión de un

pueblo, efectivamente, tenemos el gobierno que merecemos, si actualmente somos egoístas,

consumistas e insensibles, nuestros gobernantes y representantes son como nosotros seriamos si

estuviéramos en su lugar, en el actual modelo no podemos reclamar a ese gobernante, solo aceptar

que nuestra inconformidad y envidia es no estar en su lugar, porque tener las arcas del gobierno

abiertas a total disponibilidad es la única meta de todo gobernante actual.

La felicidad es también la característica de una nueva generación de los derechos humanos, en

donde no solo son respetados los derechos naturales y positivos por igual, sino alentados a

fomentar una cultura de la felicidad, como fuente de paz social, respeto y tolerancia entre los

individuos y naciones, que permita un derecho internacional evolucionado que priorice la

identidad y autodeterminación entre estos individuos y pueblos, dinamizando las relaciones

internacionales, en el eje rector de la confianza y respeto más allá del derecho ajeno, del ser, del

derecho a existir, pensar y opinar, sin mayor restricción, que el símil derecho ajeno; Hoy día,

existen encarnizados debates sobre los derechos de los animales, de las mascotas, y se deja en el

olvido el hambre de niños y pueblos enteros, mientras debatimos en nuestras costosos equipos de

cómputo portátiles; Es loable cuidar el derecho de las mascotas, pero más importante sería

activarnos en la protección de los derechos de tales niños, de nuestros hermanos humanos, pues

queremos pelear para los animales lo que ni para nosotros hemos conquistado; Y así, nuestra

retorcida ambición, de querer conquistar la luna, cuando estamos destruyendo la tierra, de tirar

comida en un país, mientras en otro de hambre mueren, de gente que amasa fortunas, mientras

comunidades enteras no tienen ni para una vacuna contra una enfermedad que ya debería estar

superada décadas atrás, ¡esas son inmoralidades!.

Esas son las perversiones que han deformado nuestro ser, el gobierno debe ser reflejo de una

nueva sociedad, en la que se pase de una democracia estática, con una clase política heredada e

inamovible, a un servicio civil de carrera profesional y político, en el cual, todos los ciudadanos,

no solo tengan el derecho a ser votados, si no la obligación de participar, aun cuando sea, una

sola vez en la vida, como representante popular a cualquier nivel, debemos acabar la máxima de

que el poder no se comparte, teniendo como primer eje transversal de tal modelo, al que

llamaremos Estado Retributivo, la característica comunitaria del poder, que se sepa, no es

propiedad de nadie, de grupo o color, es una representación necesaria, que estará al alcance de

todos, y no creamos en los “cuentos chinos oligárquicos” de que es necesario políticos

“profesionales” o de “carrera”, por una continuidad en dicho gobierno, porque en lo que en

realidad necesitamos, son hombres y mujeres que hagan política en beneficio de su comunidad, no

que sean políticos actuando en beneficio de su partido o grupo de poder.

Hace pocos siglos, hombres y mujeres protagonizaron una revolución al grito de: “Libertad,

Igualdad y Fraternidad” con la llama de justicia social encendida en sus corazones, lograron

decapitar el sistema de poder reinante; Hoy día, se requiere un nuevo reinicio, una revolución

mundial al grito de: ¡Felicidad! Consigna no de guerra, sino de paz, porque debe ser una

revolución de conciencias, que se geste al interior, sin armas, sin fusiles, solo con voluntades

unidas que hagan una gran cadena de contensión para frenar el avance consumista a un futuro

desolado de seres ya sin humanidad, porque ya muchos sabemos lo que vendrá, hombres y mujeres

dotados de chips, “posthumanos” como algunos proponen, libres de enfermedades congénitas,




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porque serán manipulados genéticamente o clonados, pero carentes de voluntad, de corazón, de

humanidad, viviendo en un planeta devastado, necesitando de las máquinas para respirar.

En la felicidad, el ser humano tiene la llave para liberarse de todas las cadenas modernas

virtuales, el camino para revertir su equivocado y supuesto progreso, es por ello que se propone

como una forma de gobierno, como el derecho humano fundamental y primero, como un nuevo

paradigma de pensamiento y vida, la felicidad, es en resumen, el camino evolutivo correcto; Por

lo que ser feliz no es un derecho, es una obligación social para con nuestro ser y nuestros

semejantes, pues solo en tal estado de equilibrio podremos ser verdaderamente útiles y de beneficio

para nuestra familia, sociedad y planeta, por ello, ser feliz es la primera clausula en el pacto social

actualizado, mediante el cual seremos capaces de regenerar el tejido social.

Por tanto, debemos empezar por redefinir la felicidad, dejarla de ver como el contentamiento de

los deseos, como algo material inalcanzable y apreciarla en su justa dimensión, con una nueva

perspectiva de la vida y de nuestra existencia, como la obligación humana y primer derecho

fundamental del hombre y mujer en sociedad, objeto primario de ese contrato colectivo, que tenga

como finalidad un auténtico bienestar común, no la generación de riquezas.

En este nuevo pacto, que de origen a un Estado retributivo, la felicidad se encuentra en un fino

equilibrio de actitud de servicio, de conciencia social, disfrutando de lo que se quiere, pero

trabajando también en lo que se debe, con libertad de pensamiento, pero respeto y tolerancia, un

balance entre obligaciones y acuerdos de acción, un estado que no tolera la riqueza insana, ni la

pobreza extrema, que no alienta las injusticias ni criminalice la ignorancia, que no obligue a

quienes suscriben tal pacto a hacer solo lo que convenga al aparato de poder, pero le hace

entender que si bien tiene el derecho de trabajar en su vocación, es necesario también organizar

tareas comunes necesarias para el sano funcionamiento del ser humano en sociedad, por lo

generar riqueza será un derecho, como una obligación el distribuirla al menos en una mitad en

apoyo al Estado para los programas educativos y de auténtico desarrollo social, pues hay hombres

que acumulan más riqueza de la que podrán gastar en vida, y esto constituye un delito en contra

de su propio ser, por lo que es obligación de dicho Estado el tutelar dichas obligaciones y derechos

sociales.

No se trata de volcarse nuevamente a un modelo socialista, éste ya demostró que no es eficaz por

ser utópico, ya que se basó en la nobleza y bondad humana, no social, es decir, creyó en que lo

hombres y mujeres eran capaces de disciplinar sus deseos en abono del bienestar colectivo,

mientras que el capitalismo se ha nutrido y mutado alentando esos deseos homovoros; Es una

conclusión lógica y sencilla en realidad, como quien afirma que la verdadera religión es una

mezcla de todas las existentes, un Estado Retributivo es una mezcla equilibrada de socialismo y

capitalismo, pero invirtiendo valores, es decir, aprendiendo como individuos a ser capitalistas y

como sociedad a ser socialistas, respetando la individualidad y alentando, pero regulando, la

generación de riquezas, la competitividad y el ánimo emprendedor y empresarial, porque en dicha

reconvención social sabremos que todas las corrupciones nacen de las leyes, por tanto, lo ideal es

tener pocas leyes, pero procurar su cabal cumplimiento.

Un Estado ideal no reprime al ser humano en su individualidad, en su pensamiento, en su

intimidad, en su libertad, se limita a ser un tutor en sociedad, vigilando que en el ejercicio de sus




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derechos no violente los ajenos, ni omita o aliente la omisión de las obligaciones comunes, la

educación, la nutrición infantil, el acceso a trabajo digno, entre otros derechos fundamentales,

constituyen la obligación primara solidaria, de sociedad y gobierno, el cual es como un padre

amoroso que no castiga a sus hijos por los errores, si no que los protege, y si ya se han cometido,

les enseña de ellos, los rescata, no los explota ni prostituye, y por tanto, nuestros gobernantes

deben ser como hermanos mayores, fuente de respeto y admiración, para que cuando crezcamos,

seamos iguales, los hermanos mayores de las nuevas generaciones, a quienes de corazón cuidemos

en su desarrollo, no abusemos de ellas; Solo así, podremos terminar con la degeneración de

nuestro tejido social por ese cáncer que tiene células podridas como la delincuencia, la

indiferencia social, la explotación infantil, sexual o laboral, y en general, todo tipo de abuso de

los que todos somos o podemos ser víctimas por nuestro propio reflejo colectivo, es decir, de lo

que todos somos o podemos ser responsables.

Por ello tener buenos deseos ya no basta, requerimos rehabilitación, porque a la mayoría el

modelo de consumo egoísta nos ha provocado un trastorno o déficit de atención emocional por

indiferencia, algunos ya son autistas emocionales, por lo que si queremos una sociedad más justa

y equitativa, en donde tenga cabida la igualdad social sin que signifique uniformidad, en la cual

el desarrollo emocional vaya a la par del económico, y la felicidad sea reconocida como un

derecho personal y una obligación social, porque los derechos hay que pelearlos ante el Estado,

de las obligaciones él se encarga de hacérnoslas cumplir, es necesario comprender que estamos

como un corredor o jugador profesional después de una lesión, con los tendones débiles o

atrofiados, que no podemos correr, ni siquiera caminar en algunos casos, por el sendero de la

disciplina emocional, es necesaria una etapa de ejercicios de calentamiento, de lo contrario, las

pocas veces que nos animemos a intentar cambiar, y querremos caminar o correr, siempre

habremos de caer, lesionándonos nuevamente y reafirmando temores que favorecen a dicho

sistema para conservar el orden actual de las cosas.

De más está hablar de crimen y castigo, porque las penas solo generan violencia, la impunidad,

la corrupción, la falta de valores cívicos y éticos propician una espiral de violencia, injusticia y

descomposición social, lo peor es que todo eso ya lo sabemos de sobra en el actual modelo, donde

hasta la delincuencia ha perdido su identidad y “códigos de honor”, es curiosa la reflexión, pero

hasta donde ha de estar podrida nuestra sociedad, que aquellos a quienes consideramos escoria,

criminales, ya tampoco son como “los de antes”, es decir, hasta la basura está contaminada y

hasta la misma prostitución ha sido prostituida en una vorágine decadente y autodestructiva, éste

es, como muchos se lamentan, “Un mundo de locos”, porque locos somos todos, perdidos en la

soberbia y egoísmo de la razón, en el culto a lo material, a la personalidad, al consumo.

Será entonces ecléctico nuestro Estado ideal, reflejo fiel de la naturaleza humana, con sus tintes

de capitalismo y socialismo, pero integradas todas las posturas, no polarizadas, todo será

permitido menos la trasgresión, la intolerancia y la represión, haciendo especial énfasis en

regenerar ese tejido social ahora infectado, canceroso, mediante sanas políticas públicas

encaminadas no a la generación de riqueza, si no a la auto sustentabilidad del bienestar común,

con una nueva filosofía, la del propósito, en la cual todo cumplirá en la medida que sea útil como

herramienta constructiva, todo lo que no tenga un propósito encaminado al sano crecimiento

interno, al desarrollo armonioso en sociedad, será relegado o desechado, y sobre todas las cosas,




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porque a los seres humanos siempre ha de respetarles sus propósitos y ritmo de crecimiento

interno, jamás sacrificando su libertad “en beneficio de la sociedad”, asimilando el sufrimiento

como un “costo necesario para el desarrollo social y avance económico”, a nadie se le dirá en

que emplear su vida o que metas seguir, pero si se le impondrá conciencia de que hay obligaciones

mínimas para la sustentabilidad social, por lo que habrán tareas sociales, es decir, quien guste de

ser pintor o poeta, podrá dedicar su vida a la contemplación bajo un árbol, pero como si de un

servicio militar obligatorio se tratare, todos los ciudadanos estarán obligados al menos por un

año a cumplir con un servicio social en las aéreas educativas, medicas, y de interés o desarrollo

social; Todo lo anterior, solo por citar un ejemplo, pues querer plantear toda una teoría social es

una compulsión inútil, no hay mucho que decir, pero si mucho por hacer, es simple, en una nueva

sociedad, debemos cambiar la maldad como programa evolutivo primario, ya que el ser humano,

bueno por naturaleza, se ha hecho dependiente del egoísmo malsano en lo colectivo para asegurar

una forma de lucha que cumpla con la exigencia natural de transmisión de los genes más aptos,

del control y depuración en “la manada social”, es de tal estiércol, que debemos usar a manera

de abono, que nacerá la bondad colectiva, algo no visto en tiempos modernos.

Las paginas anteriores parecen de un libro teórico sociológico, de protesta contra el poder

económico y político, pero es importante entender que la felicidad no es únicamente una postal de

un bello paisaje, te propongo redimensionarla con una nueva introspectiva y perspectiva, como

una filosofía, modo y finalidad de vida personal y social, que va más allá de frases lindas o

motivacionales, con la equivocada idea de que podemos seguir siendo como somos, viviendo como

vivimos o pensando y actuando como lo hacemos, y aún así, ser felices, pues lo que comemos y

consumimos, es como la comida chatarra, solo nos obesa y enferma en todos los sentidos, no nos

nutre ni satisface en realidad, convirtiéndonos en compulsivos, desequilibrados emocionales que

pelean por llegar primero a un semáforo o señalamiento vial, por ganar un cajón en el

estacionamiento, y en esas actitudes de egoísmo neurótico, no puede gestarse más que negatividad,

dando como resultado sufrimiento y discapacidad emocional; Es necesario un cambio de actitud,

dejar la lógica de guerra y el ánimo de lidia, ya no responder como toro bravo ante las

provocaciones y presiones de la rutina diaria, aprender a frenar, a dejar pasar, a disminuir el

estrés y la ansiedad mediante la cortesía, respirando profundo y sonriendo ante todo aquello que

nos cause conflicto, y en vez de responder violentamente, hacerlo con paciencia que no es falta de

carácter, sino todo lo contrario, muestra de templanza.

Al cambiar la frustración por una sonrisa, trabajar en la resistencia o poca tolerancia a los

problemas, se invertirán los niveles de tensión emocional, dejaremos de dañar con agresiones

verbales o de actitud a nuestros semejantes, y todos reaccionaran en consecuencia, así podremos

cimentar una sociedad tolerante, alejada del egoísmo e indiferencia, más bien incluyente y

dinámica en los retos que aprenderemos a superar grupalmente, dejando de ser esos cangrejos en

una cubeta, que se enciman unos a otros en afán de subir, logrando únicamente caer en todos los

intentos, sin dejar de lado aspiraciones personales, ser conscientes de que existe la necesidad de

colaborar para un bienestar común, de trabajar en equipo, en familia para empezar, porque si

aprendemos a ceder el paso, uno por uno, pasaremos más rápido todos, en vez de generar un

cuello de botella en muchos sentidos de la vida y situaciones de nuestra rutina cotidiana en los

cuales actualmente solo sabemos imponer por la fuerza, por la violencia física y emocional

nuestras posturas, nuestra “autoridad” como padres, esposos o jefes laborales; Entenderemos que




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saber escuchar, saber dialogar y saber ceder, no es sinónimo de ser débil o tonto, si no por el

contrario, de capacidad, madurez y fortaleza, tanto emocional como espiritual.

El camino a la felicidad es uno en el cual la cultura de superación y desarrollo personal constante

marca el paso, donde ser integrales y equilibrados es más importante que ser exitosos o

triunfadores, donde no hay metas que debamos conquistar “a cualquier costo” o “a como dé

lugar”, pues son tales parámetros de acción los que dañan, los que nos degradan y corroen en ese

egoísmo e indiferencia que nos aleja de nuestra humanidad, ya que el éxito o fracaso están

condicionados a lo externo, nos condicionan a ser nosotros los que se adapten a sus tiempos y

formas; La auténtica superación personal es íntima, construye y fortalece nuestro ser, en vez de

deformarlo, pues será nuestro ser quien imponga el paso, no el espejismo social de éxito o

bienestar, ya que nada puede ocupar algo más grande a sí mismo, el sistema apuesta a reducirnos

para ocuparnos, si crecemos al interior, será él quien sea ocupado.

Ya mucho se habla de las inteligencias emocionales, como una respuesta a las problemáticas

humanas en sociedad, sin embargo, para la felicidad se propone una emotividad inteligente, pues

somos emocionales, debemos aceptar nuestra condición humana, sin vergüenza ni estigma de

fracaso o defecto, necesitamos confiar más en nuestra voz interior, seguir la intuición, entender

nuestros sentimientos, no reprimirlos, pues toda técnica de relajación o filosofía de vida que

apueste a manejar emociones debe concientizar primero en el hecho de que si nos limitamos a

aceptar o asimilar es conformarse con la idea de que las cosas no pueden cambiarse, que solo

podemos aprender a “recibir el golpe”, manejar nuestras emociones es más que eso, es entender

la naturaleza de las cosas, que en vez de aceptarlas como están, también somos capaces de generar

un cambio interior, y no habrá golpe que absorber, porque no habrá choque de realidades.

Pareciera solo un juego de palabras “emotividad inteligente”, pero se trata de priorizar, de

entender nuestra propia naturaleza, para luego comprender lo demás y antes que inteligentes o

racionales, somos animales, intuitivos e instintivos, reprimir o desconocer tal naturaleza humana,

queriendo subordinarlas a las segundas, es la fuente de los conflictos humanos, por lo que no es

lógica ni estratégicamente conveniente anteponer la inteligencia a las emociones, tratar los

temores como enemigos desconocidos, porque son parte nuestra, incluso usados como

saboteadores internos, de hecho, está científicamente demostrado que el cerebro nos engaña, que

procesa y nos informa lo que a él le interesa, y que en muchas circunstancias, es incapaz de

distinguir o reconocer formas, colores o situaciones, obligándonos a reaccionar con las sustancias

que inyecta al cuerpo, debemos controlar a esa inteligencia mediante nuestras emociones, por

absurdo que parezca.

Grandes filósofos antiguos sostenían lo que hasta hoy, algunas avanzadas teorías científicas están

develando, que el corazón tiene memoria, ese músculo al que solo le damos valor en las poesías,

porque todo el crédito se lo lleva el cerebro, es en realidad la auténtica morada de nuestras

capacidades y potencialidades, donde reside la voluntad y la fuerza de la humanidad; El cerebro

es un administrador, un procesador, ciertamente una maravillosa computadora neurológica, pero

el corazón, por donde fluye la sangre, que es nuestro código e historia genética, encierra muchos

misterios que la ciencia no podrá develar, porque no tiene el tamaño para comprenderlo; Sin

entrar en dicha polémica, simplemente reconozcamos que hemos menospreciado a nuestro




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instinto, a nuestra intuición, a esas “corazonadas sin razón” que nos inspiran a confiar, a crear,

por preservación nos hemos entregado ciegamente en la razón, en la inteligencia y en su

administrador, el cerebro, por lo que se propone restaurar el equilibrio entre ambos, darle sus

tiempos y momentos a cada cual, sin olvidar que primero somos emocionales y luego racionales,

porque ciertamente uno está encargado de preservarnos, pero el otro de evolucionarnos.

Todos vamos por la vida demostrado ser “duros”, reprimiendo y conteniendo estrés, cansancio,

todo aquello que evidencie “debilidad”, nos preocupa dejar de ser “aptos” ante los demás, por

transparentar miedos o conflictos; Ser adepto de una inteligencia emocional es fomentar tal

sentimiento de vergüenza y necesidad de contensión o represión emocional, por lo que se propone

esta emotividad inteligente, en la que como primer paso, se acepte, sin pena ni complejo de

inferioridad, que somos humanos, que somos susceptibles de cansancio, de agotamiento, de

frustración ante un mal resultado, de equivocarnos, incluso, de sabernos malos o ingratos, de

sentir temor e inseguridad, apartándonos de la imagen de “Don y Doña perfecta”, de esos que

van por la vida esforzándose por vender la imagen de “Superman” o la “mujer maravilla”, a los

que nada les afecta, nada les duele, quienes conservan la sonrisa a toda costa, esforzándose por

dar, lo que ni para ellos mismos tienen, pues por dentro se están ahogando al tragarse en seco

tantos sentimientos, ellos son los que si necesitan de la inteligencia emocional, porque ya se

tragaron todo eso, porque ya lo comprimieron en su ser, al que llevan al límite como si de una olla

de presión se tratare.

La emotividad inteligente, es sencilla, como las cosas trascendentes de la vida, te dice simplemente

que “Se vale sobar”, que quites la rigidez de tu cara y corazón, y si te dolió, puedes llorar, si te

cansó, puedes descansar, si te causó conflicto, está bien un corto periodo de análisis o de “duelo”,

porque literal y metafóricamente hablando, si vamos por la vida con la actitud de: “Al cabo que

ni me dolió” o de “A mí que me importa” por temor a la burla, a la descalificación, nos causamos

una “colitis emocional” y no tendremos la oportunidad para demostrar, primero nuestra humildad

de reconocer que efectivamente nos perdimos, que necesitamos ayuda o que fallamos, que fuimos

malos o egoístas, porque algo nos afectó de cualquier forma, e inmediatamente seguido de eso,

demostrar también, nuestra capacidad de crecernos ante la adversidad, de ser nobles, de ser

buenos, orgullosos de sentir sin temor a que de vez en cuando, en vez de alegría sea tristeza, de

placer dolor; En conclusión, la emotividad inteligente no apuesta todas sus fuerzas a no caer, si

no a saber levantarse, a no permitir que nuestro sistema natural de filtración y purificación de lo

negativo se obstruya por querer ocultar toda nuestros desechos emocionales, porque nos enseña

que tenemos la capacidad de tratarlos como si de aguas residuales habláramos, pues como los

desechos fecales, es mejor afuera que adentro, incinerarlos que ocultarlos, así de simple, nuestros

“desechos fecales emocionales” son el origen de todas nuestras enfermedades, porque decidimos

conservarlos, los llevamos cargando a todos lados, en vez de evacuarlos e incinerarlos.

La emotividad inteligente es un tipo de reposición del proceso mediante el cual gestionamos las

emociones, anteponiendo la etapa sensorial, pues primero sentimos luego lo razonamos, por tanto,

el termino primario es la emotividad, no la inteligencia; Al mover esa pieza primara a su lugar

adecuado, se reestructura la ecuación, pues los sentimientos no están sometidos a la inteligencia,

esta apenas puede procesarlos, a menudo con ellos se empacha; Así, cometemos el error de

concentramos en lidiar con los efectos o resultados de la razón y no con las causas primarias de




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la emoción, pues hay sentires y saberes más elevados que escapan a la inteligencia racional, como

aquellas plantas que siguen al sol, no requieren siquiera de tener un cerebro para tomar esa

determinación; Estamos atascados en la cuestión neurológica para explicar todas nuestras

acciones, que si tal o cual región del cerebro ayuda a tomar decisiones, como la habéndula lateral,

o que si el hipotálamo esto o el cerebelo aquello; Cierto es que dichos hallazgos científicos sobre

el cerebro humano nos ayudan a entender ciertas afectaciones como la ansiedad o depresión, pero

que cómodo es conformarse con dichas teorías y culpar de todos nuestros defectos, fallos y luchas

de voluntad perdidas al cerebro o a la genética.

Es por ello que dentro de la propuesta de emotividad inteligente se considera a la felicidad como

la auténtica senda evolutiva humana, pues así como estudios recientes publicados en la revista

Nature Neuroscience han demostrado que el miedo puede transmitirse genéticamente, al ser

transferido en forma de cambios químicos en las células del esperma, de igual forma y por simple

lógica, la felicidad es transmisible genéticamente, en lo que constituiría la mejor herencia que

podamos legar a nuestros hijos; Entonces, generaciones de padres estresados, violentos y

desequilibrados, están legando una semilla de no tan buena calidad como pudiera serlo,

degenerando y debilitando a nuestra especie, condenándola así, lejos de las fortalezas que

aparentemente brinda la ciencia, a la debilidad evolutiva que condena a la extinción.

Así como el miedo tiene olor, la felicidad también, es la razón por la que animales de otras especies

nos evitan, porque transpiramos miedo, y ellos saben, sin presumir de “inteligentes” que un animal

atemorizado es muy peligroso; Por lo que no es coincidencia que pinten a los santos y mártires

con aves y animales silvestres a su alrededor, ni una “fantasía romántica” la del unicornio que se

duerme a los pies de una virgen, el que alguien llegue a tener comunicación o comunión con la

naturaleza, es la mejor prueba de que la felicidad, que irradia armonía, amor y paz, tiene un

aroma, simplemente que, así como esos idiomas o lenguas muertas, es una forma muy elevada de

comunicación y vinculación que nosotros ya hemos olvidado, un lenguaje primario natural que

por siglos hemos despreciado aferrándonos a la ciencia y entregándole la exclusividad de nuestros

sentidos a su hija, la tecnología, porque ya no podemos ver o caminar si no es mediante un monitor

o aparato electrónico, ya no conocemos las estrellas como los antiguos navegantes, ni el poder de

las plantas como los viejos curanderos, estamos perdiendo los sentidos de pertenencia, orientación

e intuición natural, en tal sendero, la humanidad se ha debilitado, como los hombres

fisicoculturistas, hemos desarrollado vanidad excesiva por nuestros bíceps o espaldas, y tenemos

las “patas flacas”, extremidades débiles, cimientos prefabricados, huecos, sobre los que deseamos

construir “grandes rascacielos” al interior de nuestro ser; Las sociedades modernas de consumo

son terreno pantanoso, en el cual no hay equilibrio de fuerzas, de saberes con sentires, de

conocimientos con beneficios, ni de la riqueza y progreso resultado de dicha ciencia y tecnología,

que debería estar distribuida con justicia y equidad en una sociedad incluyente y poco tolerante

solo con la indiferencia y sufrimiento humano, sobre las cuales es imposible construir un

andamiaje social justo que permita no solo orden y progreso para unos pocos, si no felicidad

individual y bienestar común como ejes rectores de la vida en sociedad.

Muchos ríen con desdén, aseverando que no existen “los cuentos de hadas” ni “los finales felices”,

que el mundo es como es, y nada se puede hacer por cambiarlo, pero esa risa burlona se ha ido

esfumando en las últimas décadas, pueblos enteros de “primer mundo” ya se revelan, protestan




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contra la imposición del régimen globalizado consumista, que tiene al borde del precipicio a las

más antiguas economías de Europa, peor aún, quitándoles su identidad como pueblos y soberanía

como naciones, para muestra un botón, España; En América Latina, México no es la excepción,

ya muchos entienden que los tratados de libre comercio y abrir de par en par nuestras sociedad y

economía a un régimen globalizado de consumo, sin fortalecer o alentar la productividad se ha

traducido, de acorde a los propios indicadores de las Naciones Unidas, en un incumplimiento de

los famosos Objetivos del Milenio, declarando la Coordinadora residente de la ONU en el País,

Marcia de Castro, que: “La reducción de la pobreza sin crecimiento económico y sin generar

empleos de calidad, es una ilusión” y tan no es una exageración lo delicado de la situación

económica, que de acorde a la misma Coordinadora, es una verdadera preocupación los once

millones de Mexicanos en condición de pobreza extrema; En resumen, este obsoleto y costoso

barco llamado “consumismo” se hunde, nos quiere arrastrar al fondo con él, nosotros podemos

salvarnos del naufragio mundial venidero y construir en nueva y sólida superficie.

Ahora, ponen de moda la “reactivación económica” pero aperturan créditos para consumo, no

para producción, los gobiernos ante la crisis global están urgidos de “recapturar” a todos

aquellos etiquetados como “no aptos” “no viables” “no sujetos de crédito”, relajando sus

requisitos y olvidando “historiales de crédito”, esta “política amigable” no es más que la

necesidad e interés de la administración pública de acceder a un grupo cada vez más creciente de

hombres y mujeres que se las han ingeniado para sobrevivir en la “informalidad”, mediante cajas

populares de ahorro, tandas o colectas entre vecinos, entre otros mecanismos alternos de

sobrevivencia económica; Ahora las haciendas públicas quieren dar “formalidad a la

informalidad” y grandes empresas monopólicas han encontrado en los más pobres su fuente de

poder, infectándolos con un consumo basado en una ilusión aspiracional, mediante “pagos o

abonos chiquitos” abusando de la buena voluntad que caracteriza a las personas humildes,

gravando sus pocas tierras o inmuebles y negándoles un crecimiento real, ya que solo quieren

tener consumidores cautivos de por vida, fomentando no el ahorro ni la mentalidad emprendedora,

si no dichos préstamos personales para consumo, para financiar vacaciones, bodas o fiestas de

cumpleaños.

Así están reactivando la economía, ¡pero la de ellos! Al tiempo que evitan nuevos burgos, truncan

el florecimiento de economías internas alternas, es por ello las reformas fiscales, energéticas o

económicas, porque aunque no lo sabemos, somos capaces por naturaleza de crear micro

universos, y al sistema no le convine que existamos e interactuemos al margen de su poder y

control; Igual sabemos que no necesitamos más avances tecnológicos, porque nuestras casas están

llenas de aparatos electrónicos, y ni estamos satisfechos ni tenemos los sentimientos que alejen la

indiferencia al sufrimiento del prójimo, la tecnología y comodidades no son malas, solo deben

controlarse, moderar su uso y buscar un equilibrio de conciencia social en la que no se permitan

niños muriendo de hambre y frio la misma noche en la que celebramos navidad en casa, con

derroche de bebida, comida y con “los mejores deseos para la humanidad”.

¿Qué relación tiene la felicidad con una nueva y mejor forma de gobierno, de evolución social?

Simple, hombres y mujeres que adopten como filosofía de vida el desarrollo de capacidades

mediante el crecimiento y madurez emocional, procrearan a esas nuevas generaciones, que

estarán vacunadas del virus consumista, por tanto, capaces de sentar las bases de una evolución




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grupal o social, traduciéndose en un nuevo orden mundial, para el cual, sea prioridad la

restauración del equilibrio natural, el respeto al medio ambiente y de los derechos humanos o

naturales de todos los seres vivos, no la generación de riquezas ni la explotación de nuestro hábitat

o esclavitud de nuestros semejantes; Pero eso no será en esta generación, a nosotros nos toca la

honrosa tarea de reiniciar el sistema, de decir: ¡Ya Basta! Entender lo que Grandes Maestros ya

nos han dicho, que no queramos cambiar al mundo, debemos cambiar nosotros, amar al prójimo

como a nosotros mismos; Entonces, todo cambiará, es por ello que debemos prestar atención a lo

que nuestra conciencia tiene que decir, a lo que nuestro corazón nos hace sentir, permitir que la

buena voluntad gobierne nuestros pensamientos y acciones, porque sí no somos capaces en la

actualidad ni de amarnos a nosotros mismos, ¿Cómo podemos amar a nuestros semejantes? Es la

finalidad de ser felices, el amar, sin egoísmos, primero a nuestro lastimado ser, luego a nuestro

próximo.

Así como tenemos una fórmula para la felicidad, aquella que dice que es inversamente

proporcional a la fuerza ejercida para alcanzar el éxito, ahora platicaremos del procedimiento a

seguir, -si es que se requiere de alguno para ser feliz- al que llamamos el método del corazón, no

es algo romántico o metafórico, en verdad es un método formal en toda la extensión de la palabra,

que rebasa por mucho, al que ahora conocemos como científico; Éste tiene como máxima el

equilibrio de las cosas y los sentires, ya que en a diferencia del éxito que se basa en la conquista,

o sea, en la fuerza, el método del corazón se basa en la armonía, en el equilibrio del movimiento,

en una fuerza verdadera que emana de la voluntad y el corazón, que nos permite no forzar, no

violentar, coexistir en paz con nosotros mismos, nuestros semejantes, la naturaleza y el Creador;

Dentro del actual paradigma, nos dicen que hay que esforzarse, pero en realidad nos alientan a

forzar las cosas, a forzar los resultados, a forzar a las personas, por ello la violencia en todas sus

expresiones para lograr una meta, hablo más que de la violencia física, de la violencia moral y

espiritual que ejercemos en contra nuestra y de nuestros semejantes, en contra de la naturaleza

misma, con tal de conseguir lo que deseamos.

Lo que el afamado método científico y la tecnología no te dicen, -como aquel que quiere hacerte

sentir tonto cuando preguntas algo- es que en realidad no tiene las respuestas de la vida, de hecho,

tiene muy pocas respuestas, y la mayoría equivocadas, sustentadas en conclusiones artificiales de

su limitado del “rigor científico”, y no en la verdadera naturaleza de las cosas, por lo que un día

te dicen los científicos que esto o aquello es bueno, al otro día que siempre ya no, luego hasta risa

da, cuando anuncian que “descubrieron” que tal o cual planta ayuda contra el cáncer o contra

cualquier otro padecimiento, cosa que nuestros antepasados ya sabían y practicaban; La ciencia

es en realidad una muchacha muy linda pero engreída, ignorante por soberbia, de apariencia

engañosa y de plano, sin corazón.

Entonces, entendemos ya que el camino del éxito es el de la fuerza externa violenta, el de la

felicidad es de una fuerza interna llamada voluntad, de equilibrio y armonía; ¿quieres prueba de

lo anterior para acallar a la razón? Sencillo, la fuerza no rige el universo, es el equilibrio, la

armonía, sin embargo, cuando ese universo o la naturaleza son violentados o pierden su equilibrio,

pueden desencadenar una fuerza descomunal; Todo lo poderoso es limitado, lo armónico es

perpetuo, ejemplos: Un moderno avión de combate depende de su combustible, porque sin él no es

capaz de volar, una pequeña ave es capaz de surcar los cielos del mundo sin mayor problema,




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igual los barcos que surcan la mar, por más imponentes que parezcan, están limitados por su

propio poder, tamaño y fuerza, a diferencia de un pequeño pez que es dueño del océano entero;

La ciencia y tecnología solo te dan respuesta a como ser más fuerte, más poderoso por fuera, pero

siempre dependerás de un sistema, de una computadora, de un combustible, en la felicidad el

combustible es ilimitado, la voluntad, es una chispa más que atómica, divina, que debidamente

afinada o equilibrada puede impulsarte por siempre.

Así como ese pez es uno con el mar y el ave uno con los cielos, nosotros los seres humanos, debemos

aprender a ser uno con la tierra, entendiendo que el ave no vuela, es volada, el pez no nada, es

nadado, impulsados por los propios cielos y mares, así nosotros, podemos lograr ser impulsados

por la naturaleza, por nuestra madre tierra, por nuestra propia voluntad, sin necesidad de estar

acomplejados y obsesionados con ser siempre más fuertes, más armados, más competentes,

luchando sin ética por ser quienes tengan las mejores herramientas; La fuerza solo es necesaria

en el impulso inicial, luego el equilibrio lo es todo, como quienes gustan de un buen paseo en

motocicleta, saben que manejarla es lo más parecido a vivir la vida, que no puedes controlar el

camino, solo confiar en tu instinto de respuesta y voluntad para ponerte en pie si es que llegas a

caer, de tal forma, el miedo se convierte en gozo y los riesgos del paseo necesarios para que sea

lo hermoso que es, en resumen, para disfrutar de “esa rodada” debes sacudirte el temor y la

obsesión de control, entendiendo que la libertad viene cuando te liberas tú primero de sostener la

cuerda imaginaria con la que crees que tienes amarrada y controlada tu vida, pues por más fuerte

y grande que físicamente seas, a cien kilómetros por hora, será imposible que puedas controlar

por la fuerza una motocicleta de trecientos kilos, por lo que dejas de preocuparte ante lo que no

tiene solución, y te enfocas en tu sentir, en tu intuición, en tu capacidad de un control superior,

llamado equilibrio, mediante el cual, podrás manejar esa motocicleta como una pluma al viento;

Por más que te quiera describir un paseo en motocicleta, nadie te lo puede contar, solo podrás

entenderlo, mejor aún, sentirlo, cuando te montes en una y pasees, así la felicidad, no hay receta

ni explicación, solo podrás entenderla cuando la sientas como el amor, en el corazón.

Al método del corazón no le interesan los saberes, pues concluye que estos serán el resultado de

los sentires, y no viceversa como en su homólogo científico, al sentir comprende que no todo lo

que se ve existe, ni todo lo que existe se ve; por lo que su paralelo a Kant, sería: “Siento, luego

existo” el pensamiento es secundario al sentimiento, en general, nuestro método no tiene tantas

etapas como el científico, en el cual primero se tiene que observar un fenómeno, luego formular

una hipótesis, hacer un diseño experimental, analizar resultados y conclusiones para confirmar

dicha hipótesis, y solo después, puede afirmar que ha encontrado una “verdad científica”, con el

corazón simplemente “sientes los fenómenos”, lo cual va más allá de observar, involucrando el

resto de los sentidos como el tacto, el olfato, el oído, el gusto y reconociendo un sexto sentido como

principal, al que llamaremos intuición, lo que comúnmente le dicen “corazonadas”, mediante el

cual, debidamente afinado y ejercitado, el conocimiento se da “en automático”, directamente, sin

necesidad de razonamiento, con simplemente dejar de ver el fenómeno de estudio hacia afuera, en

el exterior y visualizarlo al interior de nuestro ser, integrarnos con él, comprender su naturaleza

y fin.

El método del corazón se basa en este tipo diferente de observación, una que mira hacia adentro,

no a las cosas, y es el que nos permitirá desarrollar una emotividad inteligente que fluya a




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velocidad de la luz, sin pasar una eternidad tratando de “superar” un problema, no se trata de

que dejemos a “la suerte” nuestras determinaciones, si no de que afinemos nuestros sentidos, y

los disciplinemos al mando de nuestros sentires, porque como ya sabemos, los cinco sentidos que

más usamos, suelen engañarnos, vemos lo que no existe, olemos agradable lo que al probarlo es

amargo, en general, no nos permiten ver la naturaleza verdadera de las cosas; Si ejercitamos

nuestra intuición, el corazón nunca fallará en sus determinaciones o elecciones, en resumen,

nosotros podemos ir de la “A” a la “Z” sin repasar las demás letras del alfabeto, ahora, de que sí

podemos equivocarnos, ¿quién lo juzgará? ¿La ciencia que se la pasa equivocándose todo el

tiempo y está siempre más preocupada por justificar sus malos cálculos que por dar una solución

al problema de raíz? entonces, ¿no sería lógico dentro del mismo terreno científico el concederle

una oportunidad al corazón? Si llegara a equivocarse, pues el cerebro lo hace muchas veces y

sigue al mando de nuestras vidas.

En el método del corazón las explicaciones de las posibles causas de un problema o fenómeno son

secundarias, inoficiosas, pues una situación nunca será la misma dos veces, por ello, “los

resultados de laboratorio” jamás son los mismos de la situación real, nos dicen: “en teoría, no

debió pasar esto o aquello” pasa que la vida no se sujeta a teorías, simplemente fluye ajena a los

juegos de control humanos, si queremos entenderla, debemos fluir con ella, no estudiarla, vivirla;

Para nuestro método solo hay una constante: Todo es variable, y a nosotros nos aterran las

variables, la incertidumbre, estamos acostumbrados a respuestas, no importa que sean falsas, nos

tranquiliza más una mentira o una mala respuesta que la incertidumbre o la duda, queremos que

todo tenga una explicación, cuando en realidad nada lo tiene, pero si una razón de ser, un motivo

de existir, pero esos no nos interesan en el actual modelo, mientras que para el método propuesto

lo son todo.

Es por lo anterior que construimos “castillos en el aire”, por ansiedad emocional, deducimos el

resultado y meta final deseados antes de caminar el primer tramo, y cuando fallamos o llegamos

a donde no queríamos, nos frustramos, lo negamos, nos obsesionamos por resolver que salió mal,

al punto de quedarnos resolviendo ese problema, olvidando avanzar hacia la meta principal; o

acaso no somos expertos en preguntarnos ¿En qué fallé? ¿Por qué salió mal? o afirmar en lo

emocional, “todos son malvados y si pueden, me harán daño” o “una mujer me engañó y por ello

todas son iguales, y andaré por la vida cargando el resentimiento y desconfianza” pero si

recuerdas, cuando estabas enamorado, el objetivo era ser feliz, entonces, si por “X” o “Y”, la

persona digamos que falló, ¿no sería lo sano buscar la felicidad nuevamente en vez de buscar

venganza o desquite? Es la forma en la que opera el lado negativo del cerebro, de nuestra

discapacidad emocional, porque nosotros ya no queremos felicidad, queremos venganza, que

alguien más page y sufra lo que nosotros sufrimos, si escucháramos al corazón, este nos diría:

“Tú fuiste creado para amar, ¡perdona y libérate! Pues el perdón beneficia más al que lo otorga,

no a quien lo recibe” Pero el orgullo de la razón, la vanidad herida de la inteligencia emocional

no permiten que tal emotividad florezca en nosotros; Somos tan injustos con nuestro corazón, pues

si sufrimos, si odiamos, ¡es su culpa! Y pensamos que “actuar con la cabeza fría” es lo mejor,

pues te diré que la mayoría de lo que nosotros llamamos “sentimientos” no son más que basura,

residuos de sustancias cerebrales, resentimientos en realidad, no son generados por el corazón,

sino por el cerebro, quien libera sustancias en nuestro cuerpo, para luego hacernos rogarle que

sea nuestro salvador; En realidad el corazón purifica la sangre, es el cerebro el que la intoxica




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con tales sustancias químicas como la adrenalina, lo mismo que intoxica nuestro cuerpo, intenta

contaminar nuestro sentir, que de no ser por esa “bomba purificadora” estaría condenado a la

esclavitud bioquímica.

Los cinco sentidos que conocemos están al servicio de la razón, del cerebro, el sexto, de la

intuición, al servicio del corazón, y resulta que el universo no es racional, como se empeña nuestra

mente en hacernos creer, mediante una realidad artificial, porque nuestros ojos son limitados, que

el cerebro se engaña a si mismo con lo que ve o quiere ver, que de hecho, por su culpa no vivimos

en el presente, porque todo lo que vemos, ya pasó, ¡vivimos en el pasado! A menudo engañados

por ilusiones ópticas o auditivas, que se nos obliga a tomar como una realidad en la desesperación

del sistema por no dejarnos ir, porque nuestro flamante cerebro tardar en procesar la información

una décima de segundo, y lo que no entiende o no alcanza a procesar, ¡lo inventa! ¿Sabías eso?

es un experto del engaño, su máxima prioridad es adaptarse, crear la realidad que necesita, no le

importa la verdad, pero adaptarse es aferrarse incluso a una mentira, con tal de tener una certeza,

al cerebro no le importa verificar si la información rendida por sus sentidos es fidedigna, solo le

importa, como un buen burócrata, que “cuadre” para justificar su existencia y realidad.

es una verdad científica reconocida lo anterior, por ello somos ansiosos, porque queremos ver

todo en tres dimensiones, cuando hay más, porque nos frustra vivir en el pasado, aunque sea por

una décima de segundo, cuando podemos cerrar los ojos y abrir el corazón para vivir y sentir en

tiempo real, traer el futuro al presente, por ello, cuando logramos equilibrio emocional y

espiritual, pareciera que las cosas se calman, van lentas, que podemos incluso anticiparlas o

preverlas, cuando en realidad somos nosotros los que hemos alcanzado el presente, las cosas o

situaciones no cambian, en realidad somos nosotros que hemos alcanzado otra velocidad;

Mientras que el cerebro es tan lento, tan fácil de engañar, y quien paga las consecuencias es

nuestro ser, nuestro organismo entero, en un ejemplo que denominaremos efecto placebo, solo

piensa por un momento que te dan a beber agua con un poco de sal al mismo tiempo que a otras

cinco personas, y mediante un teatro, ves caer en convulsiones a las otras cuatro, convenciéndote

de que has ingerido veneno, tu intuición que no se había encendido por no haber una real amenaza

es apagada y de inmediato el cerebro activa todas las defensas, la verdad no le importa, no es

capaz de verla o sentirla, solo la realidad construida por su lógica importa, verás que en menos

de cinco minutos tendrás la presión arterial por los cielos, sudaras frio, tendrás una fuerte diarrea

y sentirás morir como si en verdad hubieres ingerido veneno, y si llevamos el experimento al

extremo, es posible que el miedo te cause la muerte real.

Nuestro cerebro, desecha la verdad por ser incapaz de sentirla y entenderla, en su defecto,

construye su propia realidad, mediante procesos automáticos de respuesta nos quita el control de

nuestra vida, de nuestro cuerpo, creando una verdad sintética o artificial para cada cosa o

situación, la verdad pura solo corresponde a cada ser, a cada objeto como parte de su propia

naturaleza y razón de ser, es por ello que la ciencia nunca podrá alcanzar la verdad pura de las

cosas, de los fenómenos que se obsesiona en estudiar, porque nos desobliga de la única verdad en

la que debemos ocuparnos, que es la nuestra, para emprender una cruzada en busca de la verdad,

del conocimiento ajeno; Es por ello que debemos quitarnos del “modo automático” de

pensamiento y respuesta, en el que vivimos actualmente, retomando las riendas de nuestro sentir,




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utilizando a nuestro cerebro como debe ser, no permitiendo más que éste sea quien rija nuestra

vida, porque un administrador, por más bueno que sea, jamás podrá sustituir al patrón.

Es por lo anterior que el método científico es limitado de origen, ya que tiene la observación como

pilar, y nuestros ojos son en verdad limitados, nuestra visión de buena calidad, digamos en “alta

definición” es solo del cinco por ciento, lo que significa que más del noventa por ciento de lo que

vemos en baja definición, borroso, de mala calidad, por lo que el cerebro a menudo decide

suprimir eso que vemos, y lo dejamos de ver, ya no existe ante nuestros ojos, es decir, el cerebro

decide que es lo que existe y que es lo que no respecto de los objetos externos, este proceso es

conocido como visión periférica, ¡tenemos ceguera por falta de atención! Porque es el “señor

cerebro” el que decide a que darle seguimiento visual y a que no, privándonos de gran parte de la

verdad que percibimos, por eso no vemos lo que a veces tenemos enfrente, y literalmente nos

pegamos en la cabeza con las cosas por no verlas, porque dejamos de sentir, de percibir la realidad

con otros sentidos, no es casualidad que a veces con los ojos cerrados nos concentramos mejor,

incluso podemos hacer mejor muchas cosas, porque no nos aferramos a querer ver, empezamos a

sentir una situación, un objeto pues le quitamos al cerebro sus principales “espías” y no le queda

más que recurrir a los otros sentidos, entre los que se cuela la intuición, imagina si

desarrolláramos esa capacidad de conectar nuestros sentidos al corazón, lo acertados que

seriamos y lo fácil que resolveríamos problemas que ahora nos tienen complicados.

Porque el corazón también puede ver y no necesita de los ojos, puede sentir, y más importante,

intuir, sin embargo, caemos en el error de forzarnos y decirnos a nosotros mismos: “ ¡piensa con

la cabeza! enfócate, no dejes que las emociones nublen tu razón” cuando en realidad es el cerebro

quien nos causa los conflictos emocionales, mediante el desequilibrio que las sustancias que libera

le generan al cuerpo; Lo que tenemos que hacer en realidad, es dejar de pensar y empezar a sentir,

a fluir y permitir que nuestro cuerpo se sincronice con el corazón y recobre su equilibrio, entonces

la ansiedad y temores disminuirán; Entendamos pues que nos aferramos a nuestro verdugo, que

como alguien que se hace pasar por tu mejor amigo para traicionarte, así es el cerebro y su razón;

Para terminar te la pongo fácil, aún con muerte cerebral, somos capaces de vivir asistidos de

cuidados intensivos, de hecho un coma inducido es un recurso medico extremo, pero no sin el

latido del corazón, cuando sufrimos un paro cardiorrespiratorio o ataque masivo cardiaco,

caemos fulminados.

Muchos dirán que en el cerebro están los comandos hasta para respirar, y posiblemente así sea

porque no los hemos instalado o desarrollado en el corazón, pero no se trata de discutir sobre la

importancia del cerebro, que sin duda la tiene, se trata de reivindicar al corazón y su sexto sentido

-la intuición- dándole el gafete de capitana de los demás sentidos, no queriendo suprimirlos como

el cerebro hace con ella, si no trabajando en equipo; No hay que ir a los extremos, si bien hay

bebés que nacen sin cerebro –Anencefalia- que viven menos de setenta y dos horas según los

médicos, hay criaturas con esta condición que han respirado por semanas, inclusive

“aprendieron” a mamar leche del seno materno, por lo que esos “instintos” están originalmente

en el corazón; En resumen, cerebro y corazón tal vez sean igualmente importantes, es un hecho

que si alguno falta la vida no continúa, a diferencia de si te falta otro órgano, pero tratándose del

fin último de las cosas, en el corazón reside la chispa divina que se nos obsequió, con la que

debemos sincronizarnos para que nuestro ser retorne en ella a la fuente original, ahí está el patrón




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de nuestro ser, del cual, el cerebro es a resumidas cuentas el administrador de los bienes

materiales, o sea, del cuerpo que se ocupa, con el cual morirá, por ello se aferra tanto, porque

sabe que no trascenderá, a diferencia de nuestro ser, que con esa chispa evolucionará, siguiendo

su camino de retorno a casa; Por ello, el argumento que se esgrime para darle mayor importancia

al cerebro, de que un corazón es trasplantable, y que podemos vivir con uno ajeno, mientras que

el cerebro no, se vuelve prueba en contrario sensu de que el corazón es universal, aun cuando los

dos son considerados como los principales órganos vitales del “cuerpo humano”.

Algún día la ciencia descubrirá esa dualidad, que cerebro y corazón están bloqueados por los

sentidos, que el ser humano debe ejercitar la conexión entre ambos mediante otros mecanismos

emocionales o sentires, para que el primero rinda más del escaso veinte o treinta por ciento de lo

que actualmente trabaja es necesario que se conecte al corazón, esos canales y áreas cerebrales

que no trabajan es porque están reservadas para un funcionamiento conjunto, mientras ambos

administradores estén disociados o en conflicto ninguno de los dos será de verdadera utilidad para

el funcionamiento y progreso humano, ese día entenderemos algo muy sencillo: Somos como una

computadora de doble núcleo, uno es el cerebro y otro el corazón, el primero es solo de arranque,

necesita del segundo para desarrollar y potencializar nuestras capacidades de forma óptima, como

si de memorias “ram” y “rom” hablásemos, luego entonces, sin conflictos podremos ser

armónicos, por lo que a final de cuentas se trata de trabajo conjunto, no de guerra entre núcleos.

Dividiendo lo anterior en dos, digamos que el cerebro es el gerente del cuerpo, y hará todo lo

necesario por preservarlo, por mantenerlo latiendo, aun a costa de la preservación y latido ajeno,

el corazón es regente de lo humano, aparte de ser un musculo que bombea sangre, es “una cajita

de música en la que mora la chispa divina”, si la razón para morir es más importante que una vida

sin sentido, nos impulsa a sacrificarnos por una causa, para él no es necesaria la preservación, si

tuviéramos como ejemplo un naufragio, el cerebro nos ordenaría pelear a muerte por el último

salvavidas, mientras lo que mora en el corazón nos impulsaría dárselo a un niño, sonriendo aun

sabedores de las consecuencias, por ello es grande, por su capacidad de sacrificio que rebasa toda

lógica de egoísmo y conservación, esa es la gran diferencia entre la naturaleza y razón de ser de

uno y de otro, lo mortal y lo divino, el primero contiene el instinto de supervivencia individual, el

segundo el de nuestro género; a final de cuentas, como ya dijimos, la materia está destinada a

conformarse, por lo que dicho cuerpo donde el cerebro es rey resulta biodegradable, nada más

que un sistema destinado a fallar, a dejar de respirar algún día, para servir de abono a la tierra,

mientras que nuestra humanidad se sirve del corazón como morada de la divina esencia, que

regresará pura y eterna en esa chispa al creador.

Gracias al actual modelo y sistema de vida somos “adelantados mentales” y “retrasados

emocionales”, concentrados en entender y controlar lo físico, la materia, obsesionados en una

cultura visual de lo que nosotros consideramos belleza, por la que nos empeñamos en necio afán

de alcanzar los estándares plásticos y antinaturales, invasivos a nuestro organismo incluso, con

tal de obtener lo que consideramos “un equilibrio” en nuestra forma que satisfaga nuestras

inseguridades y vanidades, olvidando lo demás; Debemos equilibrarnos epistemológicamente,

pues la balanza está cargada hacia las verdades científicas, hacia la Episteme, menospreciando

las creencias, los sentires, lo que se considera vulgar, un conocimiento empírico, de segunda clase,

la Doxa, y es correcta la etiqueta de la ciencia, pues no es un conocimiento, es un sentir, que a




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menudo está infectado anteriormente por una episteme, por eso fallan nuestros sentires, porque

en algún momento de su génesis, permitimos que se contaminaran con algún “conocimiento”.

Dichos saberes fueron útiles en algún punto pasado del desarrollo humano, pero no es la meta de

nuestro género, el cual debe evolucionar mediante el siguiente paso, practicando y perfeccionando

el método del corazón, afinando su intuición para que su razonamiento evolucione, al igual que

generando amor y felicidad en vez de poder y riqueza, para que de igual forma sus emociones

evolucionen, todo lo anterior dará como resultado un ser en evolución constante.

El saber nos da conocimiento, el sentir entendimiento, y entender parte de lo interno a una

comunión con la razón y naturaleza de las cosas, mejor que un mapa mental o que las inteligencias

múltiples, si alguna inteligencia es digna de ser desarrollada es la espiritual, aunque sea

contradictoria una “inteligencia espiritual”, porque el espíritu está más allá de los parámetros de

cualquier inteligencia, creamos el termino para ilustrar la idea como fase avanzada de la

emotividad inteligente y su disciplina emocional, que nos permita entender que “enfocarnos” es

reducirnos, hacernos pequeños, debemos ver en cada situación toda “la foto”, la película completa

dirían, no solo aquello que la concentración nos imponga; Suena contradictorio, pero para lograr

una concentración elevada, debes dejar de esforzarte en concentrarte, en enfocarte, permitir que

tu mente y corazón fluyan y se integren a cada situación o emoción, ¡deja de pensar y siente!

Porque la felicidad es la plenitud del sentir y sentir es la razón de la existencia, no importa que

sea dolor o tristeza ¡siente gozo de sentir! Que es algo tan necesario para el ser humano como el

respirar, nadie puede sostener la respiración para descansar un día sin respirar ¿Verdad? Sentir

y ser feliz es como respirar, no lo aprendes, aunque no te des cuenta en realidad nunca dejas de

hacerlo, simplemente que a veces uno respira mal o tiene la nariz tapada, así pasa con nuestros

sentires, la razón los obstruye, debemos fortalecerlos, no tengas miedo a sentir, así sea temor o

dolor, no le rehúyas a tus sentimientos, no te resistas pues has de colisionar, déjate llevar y podrás

alcanzar un entendimiento superior a lo que el conocimiento te brinda, y es cuando tendrás la

capacidad de entender y cambiar tal realidad o sentir, es por la misma razón que ninguna

especialización es buena, ahora que tan de moda están las “competencias” no solo en el ámbito

educativo, simple y sencillamente porque especializarnos en algo, lejos de hacernos mejores, en

realidad reduce nuestras capacidades generales no solo de pensamiento y percepción, sino

sensoriales y emocionales.

Pensar con la mente es importante, el cerebro ya quedamos claros, es una herramienta

fundamental en nuestra constitución, pero su “inteligencia” no es la más elevada, incluso en la

antigüedad, pensadores como Aristóteles sostenían que existían inteligencias superiores, como la

metáfora por ejemplo, por lo que tal vez no creas que para entender, aprender o expresar es más

poderosa una poesía que una ecuación matemática o mapa mental, ya que te lleva a un nivel

elevado de entendimiento; pues bien, lo que en un principio hemos denominado como “inteligencia

espiritual” es un grado superior de pensamiento a la misma idea aristotélica, ya que permite

desfogar toda la capacidad mental en una “combustión espontánea de sentires” que lo iluminan

con el entendimiento como si fuere un gran racimo de fuegos artificiales, multicolores y

multidireccionales, que a velocidad luz hacen conexión con el corazón y nos permiten más que

saber o entender, comprender algo que podríamos tardar siglos en conceptualizar con nuestras

pequeñas lámparas tradicionales de búsqueda y encuentro del conocimiento.




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Es la finalidad de nuestra propuesta: Sentir, comprender que tantos saberes nos han hecho

ignorantes a la naturaleza de las cosas e indolentes al sentir humano, mientras más engrosamos

el saber, menos nos preocupamos por el sentir, por el experimentar, por el aventurar y explorar

¿para qué? Si con apretar un botón la comida se calienta en el horno de microondas o el televisor

se enciende y podemos ver nuestro programa favorito, si todo lo que necesitamos saber está a un

“enter” de distancia, en una búsqueda rápida por el Internet, lo cierto es que mientras más

sabemos más ignoramos, porque no aplicamos ni ejecutamos y mucho menos comprendemos esa

información a la que damos la categoría de conocimiento, convirtiéndonos en un tipo de ignorantes

funcionales, porque sabemos prender los aparatos electrónicos, pero no sabemos cómo y porqué

funcionan, ni el impacto o efectos de dicho funcionamiento, ¡todo lo que nos importa es que

prendan! Encerrando el peligro de la extinción, pues nos conducen con los ojos cerrados por

senderos de tecnología y modernidad, nos llevan cómodamente a obtener los resultados, a la meta,

pero desconocemos el camino, somos incapaces de una reconstrucción mental porque ignoramos

los componentes y la naturaleza de las cosas, que según nosotros tenemos el privilegio de tener o

usar, cuando en verdad estamos siendo usados y pensados por cerebros artificiales llamados

procesadores, a los cuales confiamos nuestra vida entera.

No se puede ser feliz sabiendo, si no sintiendo, urge romper el paradigma de la felicidad conocida,

por lo que se propone el modelo de emotividad inteligente, el cual tiene varios ejes transversales

ya comentados, pero que convergen en un punto medular: Ejercitar la voluntad con pasión y

compromiso, para desarrollar sentidos y sentires dormidos en todo ser humano, entendiendo la

felicidad no solo como un estado de contentamiento o placer, si no como la expresión de esa

inteligencia superior que nos permite sentir, comprender la vida y existencia a velocidad luz;

haciendo propio lo que todavía no logramos siquiera entender en el actual sistema, como si de una

explosión atómica se tratase, permitiendo a nuestro ser alcanzar dicha potencia sin necesidad de

recetas, mapas mentales o avanzadas matemáticas que presumen de conocer la geometría sagrada

o flor d la vida, porque ninguna hipótesis, ecuación o formula podrá explicar o comprender algo

que está por mucho, muy elevado a su naturaleza sintética, externa y científica.

Debemos hacer la diferencia entre evolución, que es el flujo armónico de todo en el universo, y lo

que algunos llaman transformación, en realidad eso no existe, los sentimientos no se transforman,

solo se conforman mediante sublimación volitiva, bueno, a donde queremos llegar la forma no

importa, si no la esencia, pero de momento solo precisaremos que no es lo mismo transformación

que conformación; para nuestro método, la materia no se crea ni se destruye, solo se conforma,

porque la materia verdadera es la esencia, pues tiene una razón de ser y finalidad última, no se

trata de piezas cuadradas que forman una nueva figura, lo que conocemos como transformación

no obedece a dicha razón y finalidad, mientras que para la evolución, aquellas son el llamado

para amoldar su forma y paso al ritmo de la melodía que es el movimiento universal, eterno y

divino en el cual danzan, y que a final de cuentas, la materia es solo el reflejo del ser, el cual en

verdad es puro y las formas realmente solo están en nuestra interpretación del mismo, la materia

no es rígida, es una plastilina que tiene la capacidad de moldearse, los rígidos somos nosotros,

siempre empeñados en darle forma dura y consistente, por ello pensamos que podemos romperla

o transformarla.




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Así nosotros, en el actual modelo, queremos siempre transformarnos en los que nuestros deseos y

frustraciones dictan, a menudo en algo que no estamos destinados a ser, con ayuda de la ciencia

y tecnología, mientras que la felicidad nos permite evolucionar naturalmente, sin frustraciones,

sin presiones, sin esfuerzo ya, en lo que llamaremos emocionalmente el proceso crisálida, en

alusión a las mariposas en su fase larvaria, en la que su tiempo es perfecto, ni se mueve ni se

alimenta, porque están enfocada al interior, en su metamorfosis, que es la natural y adecuada

conformación, la evolución individual, para la cual requerimos desaferrarnos del actual esquema,

sentir, quedarnos quietos y sin consumir, emocionalmente hablando, mirar al interior de nuestro

ser, donde se encuentran todas las respuestas e instrucciones para lograr esa nueva percepción y

óptica de la vida.

Debemos conformarnos primero para ser conformadores, para construir una realidad, cualquiera

que sea, es necesario primero conformar las emociones a nuestro ser, por lo que te invito a que

busques, analices y comprendas en sentido amplio el término “conformar”, en sus diversas

concepciones de acorde al diccionario, ya que constituye la piedra angular de nuestro método del

corazón y la Emotividad Inteligente, que se logra mediante la disciplina y ejercicio de voluntad;

hay algunos métodos ya en la actualidad que nos sirven como antecesores, puentes entre el

científico y el del corazón, como lo es el método empírico-analítico que es auto correctivo y

progresivo, un método sistémico que modela el objeto según sus componentes y su relación entre

ellos, determinando su estructura y su dinámica, incluso hay un método sintético, que relaciona

hechos aparentemente aislados y formula una teoría que unifica todos los elementos, y mejor aún,

el método experimental, que ya tiene su lógica independiente, dentro del cual encontramos el

método hipotético deductivo, como “generación anterior” de nuestra propuesta, se nombran solo

para que no se piense que es una improvisación o “idea romántica” un método del corazón, pues

actualmente, es la propia ciencia que se encuentra agotada en sus respuestas, que busca

incursionando en nuevos senderos, pero no para evolucionar, si no para sustraer de ellos lo

necesario para seguir con vida o algo similar, como si de un “vampiro” se tratase, pues se ha

empezado a alimentar de otros saberes o sentires y ya no soporta la luz de la verdad, volviéndose

su conocimiento cada vez más oscuro.

La ciencia está agotada, recicla y agoniza, no debería ya ser considerada como un método, pues

su camino es ya muy estrecho, casi imposible de andar, un verdadero método es todo horizonte,

un camino para llegar más allá, más lejos, no para dar vueltas en círculos, puesto que no hay nada

nuevo bajo el sol, el tiempo de la observación y la experimentación ha terminado, dando paso a

un nuevo amanecer sensitivo en los hombres y mujeres, llamado método del corazón, mediante un

sexto sentido, la intuición, por medio la cual no hay necesidad de observar o experimentar, solo

de sentir y entender con ello la naturaleza y fin de todas las cosas; el camino del conocimiento

está saturado, debemos explorar nuevos senderos, como el de los sentimientos, “voltear el

calcetín”, invertir parámetros y prioridades, dejar de ver hacia fuera y mirar al interior, para

luego sentir.

El método científico es eficiente, pero ha dejado de ser eficaz para las problemáticas humanas que

ya le han rebasado, por lo que se ha reducido al rigor de sus prácticas para confirmar sus teorías,

importándole más la forma que el fondo, es decir, la apariencia o mecánica de las cosas en vez de

su verdadera naturaleza y fin; construye hipótesis “reforzadas” no para que dejen ver la verdad,




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si no para que resistan lo necesario en caso de no encontrarla, y así ganar tiempo en lo que ésta

llega, para luego hacer otro “estudio científico” que explique porqué en primera instancia se

equivocaron, así el método científico se ha convertido en uno experto en excusas o explicaciones

innecesarias o desfasadas, ya que es experto en explicar por qué pasó lo que no pudo prever que

pasaría, o que pasó de una forma diferente a su hipótesis o teoría, son como los meteorólogos, que

siempre se equivocan al pronosticar el tiempo, de hecho, sucede exactamente lo contrario a sus

pronósticos, pero una vez que empieza a llover, ¡ellos declaran que lloverá toda la semana! O al

menos que habrá probabilidad de lluvia en días próximos.

Hubo un tiempo en el cual, dicho método fue un parteaguas en la historia de la humanidad,

enseñándole a observar los fenómenos naturales para construir y comprobar hipótesis en base a

la experimentación, esos fueron “sus años dorados”, para la humanidad no puede vivir de glorias

pasadas, fue un buen maestro, pero ahora no deja avanzar al siguiente grado a sus estudiantes,

donde les espera otro método, el que habrá de enseñarles otro tipo de observación, por lo que la

ciencia ha pasado en pocos siglos de heroína libertadora a déspota tirana, aferrándose a quienes

hace siglos salvó para no ser olvidada, reteniéndolos mediante su capataz la tecnología, sin

importarle que ahora la humanidad necesite ser salvada de ella; sería maravilloso un gesto de

sacrificio y nobleza en ella, dándonos la libertad, permitiéndonos avanzar, no la olvidaríamos, la

integraríamos al nuevo método, pero eso no pasará, como siempre, la libertad debemos

conquistarla por nuestros propios medios, y de alguna forma, es como debe ser, pues también hay

que probar que seguimos siendo dignos de ella.

El método científico hace todo por tener la razón, descalificando o despreciando lo que no se

apega a su metodología, quiere el monopolio de la verdad, cuando esta última es íntima, en el

método del corazón la verdad es un todo que emana de la confianza en nuestra intuición, por lo

que hay tantas verdades como seres humanos sobre la faz de la tierra, y el querer certificar una

por sobre las demás, es un tipo de violencia, la verdad es todo, objetiva y subjetiva, relativa y

absoluta, porque la verdad es reflejo del Creador, y cada quien la siente a su modo; hay verdades

acordadas como generales, por la conciliación de voluntades que agrupan millones de verdades

semejantes, por lo que se hace un patrón o norma, para que luego sirva de base, pero solo de base,

en la construcción individual que representa cada ser humano, porque ya dijimos que podemos

ser muy similares, pero no idénticos, y que nuestra única igualdad reside en que todos somos

diferentes, pero todos portadores de una chispa, parte de la llama divina en la cual arden

eternamente la verdad, el amor y la felicidad, por lo que esta no puede ser hallada en el pasado,

ni en el presente o futuro, si no al interior de cada hombre y mujer, donde está esa chispa, que

entiende y responde a las notas armónicas del universo, con el que vibra en armonía y se hace

Uno, por lo que sencillamente nosotros somos la verdad, y todo aquello que no sea nosotros, es

ajeno a la verdad, como parte de ella es todo lo que nos impulse en nuestro constante movimiento

evolutivo, en nuestras millones de metamorfosis, mientras que todo aquello que frene u obstaculice

dicho movimiento no lo es, y la ciencia ya ha caído en esa categoría.

Tendríamos que hablar entonces de sensaciones y percepciones, pero si cada ser vivo tiene su

forma o modo de procesar los estímulos sensoriales, según la capacidad de sus órganos, entonces

el sentir depende de cada especie, al igual que la verdad absoluta, la cual solo existe al interior

de cada ser, y es la única que importa, porque cuando se externa, se convierte en una verdad




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artificial, condicionada a factores exógenos, pierde su pureza, como el pensamiento pierde su

fuerza cuando se convierte en palabra que desmiembra el viento; en realidad la percepción no es

el inicio de la construcción del conocimiento, sino de su destrucción en su esencia, para darle

forma, adecuándolo a nuestro entorno, violando así de forma sistemática la verdad pura, a la que

luego no encontramos por buscarla en las ruinas externas que dicho conocimiento ha creado, al

dinamitar todo a su paso en aras del “progreso del género humano”, como si de construir una vía

de ferrocarril se trataré, cuando la intuición nos permite viaje limpio, rápido, automático, sin

violencia o esfuerzo y directo a la luz del conocimiento verdadero.

Para nuestro método nada sale mal, todo pasa como debía pasar, no podía pasar de otra manera

y solo es una etapa del verdadero camino, por lo que nada se considera problema, ni castigo o

desilusión, sino experiencia, y al no ver la vida como un problema, no hay necesidad de preguntas,

hipótesis, predicción y experimentación, solo necesitamos sentir y vivir, que la vida es acción, y

en dicha práctica iremos sintiendo cada vez más y mejor, somos como los niños que han aprendido

a andar en bicicleta, pero por temor no quieren quitarle las ruedas laterales de apoyo a su llanta

trasera, ya aprendimos a manejar la bicicleta, digamos que eso le debemos a la ciencia, pero

entonces, debemos quitarnos las muletas, las llantas de entrenamiento y manejar nuestra vida,

nuestras emociones sin la necesidad ya de seguir dependiendo al cien de la razón, dejándole su

lugar de capitán del barco al corazón.

Es cuando nos empezamos a creer el cuento de que “somos racionales, inteligentes” y por tanto,

superiores a las demás especies que se “amoló la cosa”, porque la inteligencia no es más que una

de las muchas capacidades humanas, no la única de la que disponemos para entender y asimilar

información que luego utilizamos para resolver problemas, sin embargo, la inteligencia ha hecho

un monopolio de nuestras capacidades de entender o comprender, desequilibrando con ello

nuestro ser, al negarle su derecho de acceso a las demás capacidades, como la intuición; firmando

tal contrato de exclusividad con dicha inteligencia, hemos dejado de ser inteligentes, pues

perdimos la capacidad de elegir, de escoger el camino de nuestro sentir y ser, no de vicio las

abuelas nos decían: “eres tan inteligente que te pasas de tonto”, porque dicha capacidad mental

si bien es útil para la planeación y resolución de problemas, no es, como ya se dijo, la única, y

muchas veces tampoco es la mejor elección frente a una situación, pues muchas de estas no

requieren inteligencia, si no sentimiento, voluntad para ser resueltas, pues la astucia y rapidez de

respuesta que la intuición nos brinda son inigualables, al igual que la fuerza que la voluntad

provee para luchar por un resultado “poco probable” que la inteligencia ni siquiera intentaría

lograr; a menudo, los inteligentes son quienes no arriesgan, pero tienen excelentes excusas e

impecables razonamientos para no hacerlo.

Alguien creo la idea de una inteligencia emocional, que no es válida para nuestro modelo

simplemente porque es una mentalidad de guerra, tiene motivaciones y finalidades equivocadas,

porque nos entrena para reconocer nuestros sentimientos y los ajenos, solo para manejarlos, y con

ello, manipular a las personas como piezas de ajedrez para alcanzar el éxito o cualquier otra meta

que sea un resultado externo; en nuestro modelo se requiere de una emotividad inteligente, que

nos permita conocer nuestros sentimientos y respetar, dejar en paz los ajenos, con la finalidad de

lograr una armonía llamada felicidad, esta emotividad tiene solo metas íntimas y busca resultados

internos, en los cuales sea el corazón, los sentires, no el cerebro y los saberes los que importen,




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que nos permita redimensionar la felicidad, como algo más que un estado de ánimo resultante del

éxito o logro de una meta, la verdadera felicidad no necesita de razones para ser, es, y como tal,

puede manifestarse, si tenemos la capacidad de generarla, incluso en el sufrimiento y la

adversidad, y si para muchos es esquiva, es porque son esquivos consigo mismos.

Por lo que debemos romper el paradigma de la razón, no podemos ver como sentencia definitiva

lo que el cerebro, funcionando bien o no, determine, pues el criterio de elección, la voluntad no

está en el cerebro, si no en el corazón, en el espíritu humano, y no es poesía, ya que recientemente

se ha descubierto, también a nivel científico, que el corazón antes visto como una simple bomba

sanguínea, tiene memoria, y seguramente llegará el día en que se descubran muchas cosas más

respecto a él, y entendamos que los seres humanos somos capaces de hacer más allá de lo que el

cerebro y la razón nos dice que podemos, de hecho, el mundo es de “esos locos”, de aquellos que

hicieron lo que todos pensaban era imposible, y eso amigos míos, ¡es el método del corazón!

recordando a un matemático Francés del siglo pasado, se decía que: “De acorde a las leyes de la

física, las abejas no pueden volar, no la tienen fácil, no deberían de volar”, Sin embargo, a las

abejas no les importan las leyes físicas de la razón humana, ni la opinión de los biólogos del

Instituto de California, ellas simplemente vuelan.

La tristeza, la soledad, depresión, ansiedad y todo sentimiento negativo, sean consecuencia

genética o neurológica, no deben suprimirse por la fuerza, ni enterrarse en lo más profundo de

nuestro ser, pues así como lo tóxico contamina la tierra y con ello, su capacidad de dar buenos

frutos, nosotros debemos sentir orgullo de nuestra capacidad para llorar, para sudar, para sacar

eso tóxico en vez de permitir nos contamine de forma permanente, así que no es débil el que llora,

sino aquel incapaz de hacerlo, el que teme a sufrir, el que huye del dolor necesario, el que no se

da la oportunidad por temor a fracasar, el que se conforma por no arriesgar, ese es el verdadero

cobarde; una vez que aceptamos nuestro derecho a sentir la tristeza, el miedo y todas las

emociones negativas, entra como segunda velocidad, la obligación moral de ponerse en pie, de

una vez llorado, limpios los ojos y confortado el corazón, seguir avanzando; así, en dos tiempos,

se vive la emotividad emocional, uno de aceptación y otro de acción, uno de asimilación, otro de

superación, dejando de lado al cerebro y atendiendo al corazón, ya que el primero es preventivo,

pero en la presión, enfermedad o tormenta, se nubla, se confunde, se atrofia, tiende a protegerse,

se acobarda pues, viendo y sintiendo cosas que no existen y nos propone malas soluciones, en

pocas palabras, ¡se orina de miedo! Y esos orines los conocemos como serotonina o adrenalina, y

demás fluidos que nos llevan a los ataques de pánico o depresiones clínicas, y a saturarnos de

medicamentos, que si bien constituyen un apoyo para sanar, no son la solución, pues solo ayudan

con los efectos, no atacan las causas.

Mientras que en la tormenta el corazón donde reside el espíritu humano, se crece y la voluntad

florece, dándonos la fuerza de hacer cosas que nos asombraríamos saber que somos capaces de

hacer, y es como probamos que el cerebro si está subordinado al corazón, porque una vez que la

voluntad toma las riendas, nuestro ser amanece a una nueva realidad, y esa oscura noche de

miedos y temores se desvanece, ordena al cerebro producir “las sustancias antídoto” esas de los

que científicos afirman son la causa de nuestra felicidad, como la dopamina o endorfinas, en

resumen, ¡el cerebro no es huérfano! para la emotividad inteligente, tiene un padre llamado

corazón y una madre llamada voluntad, siempre el amor será la más poderosa cura y vitamina,




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fuente de la felicidad; por lo que tal emotividad se rige por un eje transversal que denominaremos

disciplina emocional, que no es otra cosa que el buen hábito de generar pensamientos positivos y

consecuentes acciones en beneficio de la construcción humana individual y grupal.

No confundir la disciplina con castigo, con limitación de expresión, cuando es una herramienta de

crecimiento y conformación que lejos de humillación, sumisión o lesión a la dignidad, fomenta

primero la fortaleza que dará paso a la templanza, por ello guardar silencio no siempre es malo,

seguir las reglas es necesario para luego conformar nuevas, así como aprender con respeto de un

maestro es el primer paso para superarlo, así, la disciplina nos dice que no basta con tener la

capacidad de identificar lo que es mejor para nuestras vidas, si no que debemos poner en acción

la voluntad para luchar y trabajar por ello, porque saber lo que es bueno o malo no es problema,

nuestra inteligencia hace el juicio de valor, pero a menudo optamos por lo más conveniente porque

nuestra voluntad no está ejercitada, no tiene la fuerza para elegir la opción correcta, como la

felicidad, si la vemos como un hábito, no debemos esperar a que llegue, debemos vivir de tal forma

que seamos capaces de generarla, lejos del paradigma del éxito, sin que nos importe el resultado,

sintiendo que hombres y mujeres se miden por el esfuerzo que impriman en la conformación de sus

sueños y anhelos, sin que importe el tamaño o importancia de estos a los ojos ajenos, no importa

si son alcanzados o no, quien lucha por sus ideales perseverando con la mejor de las actitudes, ya

ha triunfado,

Esta teoría del corazón algún día será comprobada por la ciencia, porque el gozo no es más que

la metaendorfina que el corazón produce, la cual se mezcla con la sangre cuando esta se bombea,

llegando mediante el torrente sanguíneo a cada célula de nuestro cuerpo, más poderosa y de efecto

extendido respecto de la sustancia sintética que el cerebro produce, de hecho, podríamos decir

que esta metaendorfina es la que originalmente traemos de fábrica, utilizando la comparativa

inicial del azúcar, ésta sería la metaendorfina o endorfina alfa y la actualmente conocida, sería

un sustituto químico moderno o endulzante artificial, por ello el éxito y las endorfinas son del

cerebro, el gozo y la felicidad, del corazón, y el que actualmente no se conozca es simplemente

porque no se cuentan con los reactivos adecuados para detectarla, pero así como ya hablan del

gen de Dios, pronto habrán de descubrir la función más importante del corazón, el tipo de

“memoria” e “inteligencia” o procesos elevados cognitivos que en verdad tiene y la sustancia

que en la sangre libera.

Las Metaendorfina no se libera, se activa en la sangre, ya que tiene una constitución diferente a

las sustancias cerebrales, es impulso de plasma, por ello el corazón late, no para bombear, sino

porque genera ese impulso, la Metaendorfina se conforma con la sangre, enriqueciéndola cuando

pasa por el corazón, como si de un aditivo para motor se tratase, mediante un proceso no químico

sino electromagnético de impulso de plasma, que conforma de manera diferente los minerales que

la componen, esos que contienen la herencia genética de polvo de estrellas que somos,

potencializándola como tejido conectivo, es una especie de reacomodo o re polarización de los

glóbulos por medio de esas pulsaciones o latidos, también la música está involucrada, como

expresión acústica de dicho impulso, por ello los seres humanos somos simbióticos a todo ritmo.

Son conceptos o propuestas que ahora tal vez se descarten, pero mucho del corazón, que antes era

incluso motivo de burla o achacado a un romanticismo ignorante, ahora la ciencia lo anuncia




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como gran descubrimiento, con bombo y platillo, como el hecho de que una tristeza o sufrimiento

emocional puede “rompernos el corazón”, ahora es científicamente avalado y reconocido como

El Síndrome del Corazón Roto o Cardiomiopatía de Takotsubo, que presenta síntomas similares a

un ataque cardíaco a consecuencia de estrés físico o emocional intenso, que puede ser la pérdida

de un ser querido o una ruptura amorosa, así que ahora sabemos que el corazón de un hombre o

mujer puede romperse ¡de verdad! física y materialmente puede romperse por una gran tristeza o

desilusión ¿Qué sabremos mañana? Lo que ya sentimos, que el corazón es más que un músculo

hueco con la única función de bombear sangre, que en realidad es un sofisticado carburador

orgánico de pulsaciones electromagnéticas capaz de mezclar el oxígeno con metaendorfinas y

otras sustancias para enriquecer la sangre, volviéndola un combustible de alto octanaje, un

detonante para el impulso de la vida, para su aliento, por ello se dice que la voluntad es de hierro,

y no es algo metafórico, ya que el corazón tiene la propiedad metalúrgica de combinar o

enriquecer el hierro en la sangre con el carbono, oxígeno, la dosis adecuada de metaendorfinas y

otros minerales todavía no conocidos latentes en ella -a los cuales denominamos polvo de estrellas,

en alusión a su procedencia- conformando una fuerza más dura que el acero ¡La voluntad! que

actualmente se considera una facultad cognitiva cerebral, cuando en realidad es el corazón quien

produce esa reacción electromagnética que llamamos fuerza de voluntad, que va más allá de una

capacidad para decidir, la voluntad debe ejercerse, porque ¡la voluntad es poder! Capaz de

conformar la materia y gobernar nuestro ser, más allá de aceptar las opciones cómodas, forjando

el carácter de hombres y mujeres mediante la búsqueda o seguimiento de la mejor opción, el

camino correcto, porque siempre lo correcto será contrario a lo placentero en el actual modelo,

en el nuestro, podemos hacer placentero lo correcto; por ello tenemos la voluntad, que ha abierto

más caminos que la dinamita, ha impulsado más exploraciones y descubrimientos que cualquier

otra herramienta o recurso, es la verdadera capacidad energética que impulsa a los hombres y

mujeres.

Además, el corazón no solo tiene inteligencia, sino que es una superior por ser intuitiva, también

tiene neuronas y con mayor capacidad de regeneración, igual también tiene una frecuencia y es

por mucho más afinada que la mental, que nos permite captar sensaciones imposibles de ver,

escuchar, oler o sentir por el cerebro, algunos hombres o mujeres, como los chamanes en trance

religioso o de plano drogados han afirmado que son capaces de alterar la realidad o percepción

colectiva de esta, con la habilidad de tener visiones y facultades adivinatorias o curativas,

simplemente son capaces de conformarse con el corazón, ejercitando su Metacognición y

existencia en tiempo real presente perfecto, cuando alguien es capaz de ello, sea por trance o con

ayuda de algún ritual que involucre una planta o hierva natural, simplemente nos burlamos y

decimos: ¡Esta drogado! ¿Pero no es acaso el cerebro el primero que nos suministra drogas que

distorsionan dicha realidad? todo por conservar el monopolio como narcoproveedor del cuerpo

humano, lástima que sean sustancias de baja calidad comparadas con las metaendorfinas del

corazón ¿Es hasta saberlo que nos permitiremos creerlo? ¿Dejaremos que la inseguridad de no

ver o saber nos impida aprovecharlo? ¿Necesitamos ser ancianos que han perdido la capacidad

mental para volver a sentir, disfrutar y ver la vida como los niños lo hacen? Porque hasta que no

sintamos algo no podremos conformarlo.

La conformación le da razón a la existencia, pues el ser es uno y absoluto, por tanto no puede

cambiar, transformar, ni siquiera evolucionar, solo se conforma, dándole un espacio y tiempo




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determinado, en esta vida o etapa conformacional de la existencia, Dios mismo se conforma de un

compuesto justo y perfecto constituido por el sentir y comunión de dos seres, así como algunos

científicos presumen de haber descubierto el gen de dios, El Método del Corazón conoce su

fórmula de conformación a nuestra existencia: W/M=G, son W= “Woman” Mujer -intuición,

inspiración, corazón, precognición M= “Men” Hombre -inteligencia, razón, cerebro,

conocimiento G= “Good” Dios, amor, existencia, conformación, la “W” sobre la “M” resultan

en la conformación de la Divina intersección o mezcla, por ello Dios es amor y vida eterna, porque

nosotros somos el conducto, sustancia de su fórmula que en este plano lo conforma, ¡Todo es

Conformación! El requisito para existir es no haberlo hecho y la conformación sobreviene a toda

existencia, garantizando el ciclo infinito de la existencia, que parte del todo y la nada, así se explica

la vida, no mediante creación o evolución, sino por conformación, resultado de esa comunión justa

y perfecta de sustancia.

Para los partidarios de teorías conocidas, no es fácil explicar el hecho de que sí no existía nada

antes de la explosión o “Big Bang”, ¿De dónde se nutrió dicha explosión? ¿Qué materia fue la

que hizo explosión? ¡Algo tuvo que haber en la nada para que pudiera darse tal explosión! Por

tanto ese no fue el comienzo de la vida, muchísimo menos de la existencia, lo que es más, en

realidad no hay prueba medianamente convincente de la teoría evolucionista, ya que no ha sido

observada o verificada en ninguna especie, no existen fósiles siquiera que demuestren dicho

transitar, solo las suposiciones en cadena de que un organismo precedió a otro, en busca siempre

del “Eslabón perdido”, que me lleva a reflexionar: Si el hombre desciende del mono ¿Por qué

todavía hay monos? En realidad la evolución es una postura dogmática, casi religiosa maquillada

de científica.

Mientras que los Creacionistas quieren darle un matiz científico a su postura, cuando en realidad

eso la reduce, no la valida, entendiendo que hay creacionistas religiosos y científicos, los primeros

fundamentan la creación en un texto sagrado de razonamiento circular, los segundos en el rigor

científico, y hay un tercer tipo de creacionista, el que es un evolucionista ignorante, para quien

todo es creación divina en tanto no pueda demostrar lo contrario, no tiene la convicción solo la

necesidad de creer, pero a final de cuentas, esta teoría es reduccionista de la naturaleza y de la

existencia misma del Creador, ya que si todo fue creado por Dios, -En lo que concierne a Dios no

se equivocan- entonces, si después del diluvio solo quedaron animales y la familia de Noé, ¿Cómo

se pobló y diversificó la raza humana nuevamente sobre la faz de la tierra? Si Adán y Eva fueron

los primeros, y tuvieron solo dos hijos, de los cuales uno asesinó al otro, ¿Con quién se casó Caín?

¿De dónde salió la mujer con la que procreó? Misma que debió tener padres y familia, entonces

Adán y Eva no fueron los primeros ni los únicos; el problema con todas estas teorías es que se

aferran queriendo demostrar la causa de un principio según su enfoque, cuando tal vez no exista

dicho principio y por tanto, final tampoco, al igual que no haya necesariamente una causa o efecto,

al menos como nosotros entendemos dichos conceptos, porque no todo lo que existe tiene

explicación ni todo lo que tiene explicación existe.

La Teoría de la Conformación se aparta de principios y finales, causas o efectos, se fundamenta

en la naturaleza de un Creador que tampoco los tiene, pero no comparte ni las creencias religiosas

ni los razonamientos científicos, que constituyen dogma a final de cuentas, encuentra sustento y

prueba en nuestra propia sangre que transporta la información genética, la cual nos permite




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probar que siendo tan diferentes a un ratón, compartimos más del noventa por ciento de

información genética, la similitud de ADN en todos los organismos vivos es prueba de que la

esencia de la existencia se constituye mediante la conformación en materia, por lo que dicha

conformación no altera la esencia, lo anterior no es el conocimiento, si no el sentimiento

especulativo que conforma nuestra teoría como uno de los pilares del Método del Corazón, para

el cual somos y existimos en un entorche perpetuo llamado conformación.

Bien, después de la “diarrea filosófica” anterior, nos enfoquemos en nuestra corriente de

pensamiento conformista, en el cual no por creer algo, por más que lo hagas con toda tu fuerza,

será realidad, muchos te dicen que si crees firmemente en ese algo sucederá, nosotros sentimos

que no, esto solo tendrá oportunidad de conformarse si aparte de creer, lo sientes de corazón y

actúas en consecuencia, no basta tener los planos o las herramientas, debemos tener la habilidad

o destreza para manejarlas, para ello se requiere ejercitar mediante una disciplina emocional los

sentires que conforman nuestras acciones, si estuviéramos en lógica o mentalidad de guerra, te

diría que las creencias o la fe son una poderosa espada, la cual debes afilar con tu voluntad, para

luego practicar con ella mediante la disciplina emocional, de lo contrario solo tendrás una

excelente espada en manos de un torpe espadachín.

La disciplina emocional es el ejercicio de voluntad mediante el cual se llega al sacrificio en todas

sus manifestaciones, mismo que es la expresión máxima del amor, que a su vez, es la esencia del

Creador, así de simple, sin disciplina emocional y espiritual, no hay esfuerzo ni crecimiento o

conformación, no hay sacrificio, y sin sacrificio no hay amor, si no hay amor, no vale la pena que

haya nada más; es por ello que tenemos el privilegio de llamarnos “humanos”, por la capacidad

de amar, no de pensar, te diría respecto a lo anterior: “piénsalo”, pero prefiero que “lo sientas”,

es ahí donde se encuentra nuestra debilidad, en pensar mucho y no sentir nada positivo,

suponiendo que todavía pensamos y no somos pensados del todo, porque si te percatas, todo en

nuestra moderna sociedad de consumo es “inteligente”, los teléfonos, las tabletas, hasta los

refrigeradores y lavadoras, por lo que habría que meditar si los únicos que ya no lo son en toda

esta ecuación, somos nosotros, ya que al ponernos tantos facilitadores y satisfactores, simplemente

caemos en la comodidad de reservarnos nuestras capacidades, dejar que las maquinas piensen o

decidan por nosotros, y todo lo que se reserva o no se utiliza termina por no servir, por ser

obsoleto, es ahí donde entra la estrategia globalizada de consumo, es ahí donde ésta el truco.

De nada sirve ser “muy inteligentes”, si tenemos una voluntad perezosa, por lo que la disciplina

emocional como primer paso de la Ei (Emotividad inteligente) consiste en que comencemos por

hacer nosotros mismos las cosas, simplemente por el gusto y placer de que podemos hacerlas, al

tiempo de no permitir o alentar el crecimiento de pensamientos negativos, depresivos o

autodestructivos, porque muchos dicen: “No estoy loco para sufrir por gusto”, pero parece que es

lo que más nos gusta hacer, vivimos en el infierno de los celos, por no tener el valor de confiar, de

construir y fortalecer mediante el diálogo y respeto una relación sentimental, nos construimos

realidades que no existen solo por no tener el valor de preguntar, nos negamos la oportunidad en

muchos proyectos porque ya no tenemos confianza de emprender, ni fe en nuestras capacidades,

así nos vamos fomentando complejos e inseguridades muchas de las cuales, solo en nuestras

mentes existen, por lo que es ahí donde el cambio debe iniciar, invirtiendo tal mentalidad, de una

que nos diga no se puede a otra que se pregunte: ¿Por qué no? En la cual, el esfuerzo sea motivo




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de satisfacción, nunca de frustración o vergüenza, por lo que antes que seguir reglas laborales o

códigos éticos y morales de conducta que fomenten conflictos, complejos o sentimientos

reprimidos, resultantes en conductas sadomasoquistas o autodestructivas, debemos generar una

mentalidad de disciplina emocional mediante el constante ejercicio que implica “podar la mala

hierba mental”.

Hay personas que llevan décadas aparentando “normalidad” y tomando antidepresivos o

medicamentos para todo tipo de padecimientos, como gastritis o colitis, que un buen día que se

jubilan del trabajo que los esclavizaba o resuelven la situación que los conflictúa, y simplemente

respiran con una sonrisa, sabedores ya de que se han liberado, alcanzado el equilibrio y hechas

las paces en su interior, con el mundo y con su Creador, no han de requerir nunca más de

medicamento, químico o droga alguna; todos tenemos algo de hipocondríacos, tomamos

medicamentos y drogas para todo, para ulceras, para gastritis, para hipertensión, para insomnio,

para colesterol, y un sinfín de afectaciones psicosomáticas, que tienen la cura en la activación de

voluntad, reingeniería de nuestras emociones y cambio de hábitos.

Cuando la vida te derribe, te traicionen las personas o las circunstancias sean adversas, no lo des

todo por perdido, solo porque la razón o el cerebro te dicen que no se puede hacer más que

refugiarte en la autocompasión o los antidepresivos, recuerda que tienes la capacidad divina de

convertir el aire en fuerza, respira profundo, ponte de pie y sigue avanzando, callado, sin odio ni

venganza, deja ir, tu destino es más importante que dejarte atar o marcar por una enfermedad o

padecimiento, por ese momento o lugar en el que fuiste lastimado o derribado, porque es tan triste

tragarse por vergüenza el sufrimiento, como quedarse batiéndose en él, victimizándose y

quejándose de la vida; con lo anterior, podremos vencer “el miedo al miedo” el ansia de ganar,

de triunfar, de no caer aún a costa de tirar a quien va a la par, es preferible caer que empujar al

prójimo, y más digno saber pararse que aprender a tirar, es por lo anterior que para ser feliz no

se requiere triunfar, ni ganar, porque no están en competencia nuestras bondades humanas, están

en armonía y desarrollo constante.

Ese triunfo, esa necesidad de ganar a toda costa, es característica de los inseguros, de los que solo

piensan con el cerebro y no se permiten sentir con el corazón, de los vacíos, que requieren

satisfacción, elevar su autoestima y sentir placer; si, placer, pues tal vez no muchos sepan que

“ganar” puede constituir una adicción más voraz que la producida por las drogas químicas

externas, y ¿por qué decimos externas? Pues porque nuestro cerebro produce su propia droga

química interna, una muy potente y adictiva, que nos produce euforia y excitación, se llama

Dopamina, y es, sin saberlo, la recompensa que siempre buscamos al lograr cualquier “éxito” o

“triunfo”, ya que reduce el Cortisol, que genera el estrés, y es por ello la sensación de plenitud

que ante tales logros se generan en nuestro interior, causa primaria de nuestra vacía compulsión

a buscar esa dosis de éxito a como dé lugar, es por ello que remarcamos la necesidad de que el

cerebro este bajo el mando del corazón, y la fría razón subordinada a la cálida compasión y

bondad humana.

La Emotividad Inteligente nos ayuda a ejercitar nuestras emociones, a conformar más que dominar

no solo temores sino ansiedades, nos da la oportunidad de ceder, de no temer a perder, lo que

fomenta la reflexión y una perspectiva renovada en la cual habremos de encontrar ganancias en




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las perdidas, ya que a menudo somos tan “competitivos” que nos dañamos y dañamos a nuestros

seres queridos por las prioridades de vida que tenemos, en tal sentido el acertijo no es complicado,

ya que al dominar la proyección de inseguridad que genera el deseo, podrás enfocar tus energías

en lo que verdaderamente importa, por ejemplo, hoy día que post grados y especialidades están

de moda, todo mundo esta frenético estudiando una maestría o doctorado, por una inseguridad

personal y necesidad creada como estrategia de venta de las empresas educativas hoy llamadas

escuelas, quienes te quitan por dos años o más parte importante de tu salario, del tiempo libre que

la pareja o familia requiere para darte un papel que solo te servirá para colgar en la pared de tu

sala y satisfacer tu ego o necesidad de reconocimiento, sin embargo, nos casamos con la idea de

que emprender y finalizar estudios de postgrado equivale a ser exitosos, a demostrar capacidad y

promesa de mejor futuro laboral o económico.

Entendemos ya que todo el sistema se aprovecha de nuestros complejos, de nuestras inseguridades,

de nuestros deseos por ellos mismos creados; piensa por un momento, si el éxito o el poder fuera

lo más importante en la vida, ¿Crees que grandes príncipes como Yeshu Ha Natzaret o Siddharta

Gautamá hubieren renunciado a él para emprender una búsqueda descalzos y sin posesión

alguna? Ellos renunciaron a todas lo externo, se convirtieron en amos y señores de sí mismos con

apariencia de mendigos, mientras que en la actualidad hay millones de mendigos hambreados que

dan la vida y están dispuestos a quitársela a su semejante con tal de alcanzar una vida de rey.

Elegir el camino de la felicidad en vez del éxito, es como quien en vez de ganar mucho dinero a

como dé lugar para comprar drogas, decide sembrar su propia hierba, tal vez es un mal ejemplo,

pero sí de drogas hablamos, es mejor que no tengan un precio, porque haremos cualquier cosa

por pagarlo; si hay un camino para su control y debida regulación, generando seguridad en su

consumo, evitando enfermedades de transmisión por inadecuada higiene y hechos de violencia por

su distribución, pues si, estaríamos a favor de una legalización; así quienes deciden ser felices,

son autosustentables, no requieren de competir, de ser violentos, de ser egoístas, de dañar a los

demás para conseguir y conservar lo que desean, porque en su interior son capaces de generar lo

necesario, y no habrá necesidad de competir para ganar; pues el éxito puede ser bueno, pero no

como meta, si no como consecuencia de hacer lo que nos gusta, de ser equilibrados, de ser felices.

El éxito no es más que la ansiedad del llamado a la felicidad que mal entendemos o que el sistema

no permite escuchemos con claridad, esa ansiedad que nos impulsa a retornar a nuestro divino y

universal origen, por ello nos fascinamos con la “carrera espacial” pero no será en naves o

transbordadores espaciales que lo hagamos, nuestro corazón es la nave y la voluntad el

combustible, ese que nos impulsa por naturaleza a explorar, a generar grandes ideas y seguirlas

con pasión, a correr los riesgos, a ser curiosos e inconformes, ser insatisfechos es parte también

de nuestra humanidad, por lo que negar el éxito o deseo de triunfo es negar nuestra propia

naturaleza, aun cuando se trate de su lado negativo, es necesario también, tienen su razón de ser,

ya que de otra forma no tendríamos prueba o ejercicio de voluntad que superar, pues nosotros

somos nuestra propia medida, y no habremos por tanto de encontrar saciedad en lo externo, en lo

humano, si no en el ser, que es interno y divino.

Al final, el éxito y poder no están al servicio de nadie, son las peores de las prostitutas, solo pasan

de mano en mano, y si no me crees, solo responde una pregunta: ¿De los hombres más poderosos




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que han pisado la faz de la tierra, sean faraones o cesares, aquellos que fueron enterrados con

inmensas riquezas y grandes ejércitos, conoces uno que haya podido llevarse algo a dónde fue?

¿No verdad? Todas esas riquezas, al fin objetos, estuvieron siglos enterrados hasta ser saqueados

o descubiertos para ser exhibidos en algún museo, es algo que de sobra sabemos, pero que por

desgracia no sentimos para actuar en consecuencia: De esta vida nada material nos habremos de

llevar, por más que nos entierren con ello, por lo que consumir y acumular no es más que una

triste ansia, reflejo proporcional de nuestro vacío emocional y espiritual.

Por desgracia, vivimos en una era de hambruna emocional y espiritual, en la cual estamos

dispuestos a sacrificar lo necesario para conseguir ese alimento químico de engorda marca

“éxito” que nos darán la “musculatura emocional de los triunfadores”, porque somos raquíticos

espirituales, no confiamos ya en nuestra naturaleza que era nuestra fortaleza, ahora nos duele más

el fracaso, lo que antes era invitación a mejorar, reto a superar, no había mejor combustible para

la voluntad de hombres y mujeres que un sueño, que un ideal, y los fracasos no hacían más que

potenciar, que incrementar esa voluntad creadora, y ¡OJO! Léase bien nuevamente, creadora de

logro, no de triunfo, o de éxito; es decir, hacíamos por crear, no por triunfar, y por ello somos a

imagen y semejanza de Dios, no porque él sea exitoso, sino porque es creador.

Es una perspectiva perdida, en la cual fracasar no era sinónimo de falta de talento, como hoy día

las reglas del triunfo establecen, que quienes lo logran son exitosos, los que no, fracasados,

perdedores; en tal óptica, el fracaso no era más que un ejercicio, que fortalece capacidades,

incrementa potencias para el próximo intento, una especie de ensayo y error, en la cual, el

resultado buscado es más fruto de esos intentos fallidos, que del último acertado; Si aprendemos

nuevamente tal enfoque, ya no habrá frustración ni vergüenza, porque el fracaso ya no significará

lo mismo, será algo de lo que aprendamos y agradezcamos, a diferencia del presente, en donde

nos frustra y estigmatiza.

La felicidad se genera de manera autosustentable, es como la luz, mientras que el éxito necesita

constantemente quemar combustible, contamina y es poco duradero, por tanto, obsoleto y efímero,

requiere constante mantenimiento, constante actualización, en realidad, el éxito es una muy mala

inversión, si fuere un automóvil, sería uno muy costoso, de difícil mantenimiento y muy caro de

sostener en sus consumibles y de constantes problemas en su funcionamiento; son las mismas

razones y ventajas que nos impulsan a dejar los vehículos y caminar distancias cortas a la escuela

o trabajo, las que homologadas nos conviene atender para dejar de lado la carrera al éxito y

concentrarnos en ser felices.

La emotividad inteligente nos enseña a ser buenos administradores de nuestro esfuerzo, pues si no

hay estímulo o incentivo para salir de nuestras zonas de comodidad, difícilmente podremos lograr

nuestras metas o dar vida a nuestros proyectos, pero esto tampoco significa aventarse al precipicio

sin paracaídas, se trata de no tener miedo a arriesgar, pero saber hasta donde y cuando arriesgar,

como también saber cuándo vale la pena arriesgarlo todo; es simplemente un ejercicio sostenido,

exactamente igual a levantar pesas en un gimnasio, no debemos frustrarnos por los kilos que no

podemos cargar, si no esforzarnos con una buena rutina con el peso que si soportamos, para que

en base a constancia y resistencia, lleguemos a un número adecuado de repeticiones y podamos




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incrementarlo, así debemos ver los intentos, sin que nos importe si hay éxito o fracaso en cada uno

de ellos, como movimientos de calentamiento o repeticiones.

En eso consiste la vida, perfectibilidad, no perfección, pues mediante el esfuerzo constante, no solo

ejercitamos voluntad y cuerpo, sino que, en un determinado momento, esta filosofía de buscar

sostener e incrementar el esfuerzo, emparejará y rebasará por mucho nuestros actuales estándares

y parámetros de éxito, pues nuestra percepción de la excelencia irá madurando y creciendo con

nosotros mismos; hombres y mujeres no estamos destinados a ser excelentes, como los motivadores

baratos vociferan, fuimos creados divinos, esto no es otra cosa que la voluntad en acción, somos

como un reloj automático de péndulo perpetuo, si nos centramos y equilibramos, el movimiento

será constante, no forzado, por lo que no necesitamos “recargar pila”, nosotros no somos de

baterías, somos nucleares, tenemos una fuente de energía inagotable, una chispa divina, que sin

importar cuán cansados estemos, siempre podremos dar ese paso extra, ese último intento en el

que damos todo nuestro aliento, en eso, podemos desafiar las leyes de la física, simplemente por

lo mismo, no somos mecánicos, somos humanos, ¡somos divinos! lo que se requiere es obtener un

balance, y tendremos la fuerza necesaria para lograr cualquier cosa.

Necesitamos reencontrarnos con el gozo que produce el esfuerzo, el trabajo, el sacrificio, hacer

las cosas con amor es disfrutar del sudor en la frente, del agua en las manos y del cansancio que

nos permitirá tener un sueño reparador; hombres y mujeres deben desaprender la manera en la

que viven y hacen las cosas en sociedad y reencontrarse con ese gozo del esfuerzo, saber que el

camino más cómodo es el peor, y que en el esfuerzo se encuentra la semilla de la fuerza, así como

en la humildad, la de la grandeza y en el amor al prójimo, la de la felicidad; saber desprenderse,

es el primer paso para que como frutos seamos semillas que germinen y den vida a otro árbol, por

lo que entender que aferrarse es secarse sin dar fruto, que la carne jugosa que tan egoístamente

protegemos, es solo el recubrimiento de eso que importa, la semilla; debemos entender que somos

jugosos frutos solo porque tenemos una semilla dentro, que estamos destinados a desprendernos

para germinar y dar fruto, dar vida, no hay más, para tal fin fuimos creados.

Hasta aquí, más o menos hemos planteado un concepto de felicidad conocida, bastante trillada

incluso, por lo que reiterar que la vida no se trata de quien gane o pierda, sino de ser auténticos,

de ser uno mismo, de dar lo mejor, de gozar con lo que se hace, es tal vez un disco rayado; ¿Pero

qué tal si te dijera que en realidad la felicidad es la expresión máxima y más pura del egoísmo?

Algo que los egoístas primarios, no crecidos o evolucionados, jamás entenderán, porque se niegan

a dar, a servir, a sacrificar; una vez que rompemos el paradigma básico del egoísmo, nos

desprendemos, soltamos la teta consumista y entendemos que en la humildad del servicio está el

secreto de la grandeza verdadera y vida eterna, de la plenitud del ser y de todas las potencialidades

humanas, entonces pueda ser que como esos mártires de Roma ante los leones, busquemos el

sacrificio, no le huyamos al sufrimiento, al dolor, y como ellos, agradezcamos al Creador, por

darnos el conducto a la grandeza emocional y espiritual.

El egoísmo es preservación mediante el aferramiento, la felicidad evolución mediante el

desprendimiento, en la vida misma, que es batalla constante, el egoísta agrede, ataca, el ser

humano equilibrado, a lo mucho, y solo si es necesario, se defiende, pero en esa postura sólida

defensiva de resistencia pacífica, como en las artes marciales, hace perder el equilibrio al agresor,




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quien se verá proyectado al suelo por su propia fuerza e impulso, siendo vencido por sí mismo;

este sencillo principio es el que han empleado grandes hombres y mujeres, quienes entendieron

que en el amor al prójimo y la no violencia reside la fuerza verdadera, las más poderosas armas,

y ya sea en una cruz o sentados en una huelga de hambre, derrotaron a grandes imperios ¿Que

fuera de la historia universal si un Jesús de Nazaret, un Mahatma Gandhi o una Agnes Gonxha

Bojaxhiu, en vez de aceptar con amor y sacrificio un destino, se hubieren revelado y llamado a las

armas? Hubieran sido sofocados, tal vez ni sus nombres recordados, o de ganar por la violencia,

solo hubieran sido un líder o gobernante más, por muy grande que fuere, como Alejandro o Carlo

Magno hasta que alguien mediante la misma violencia los depusiera o abdicaran

irremediablemente ante la muerte.

Es por ello que Yeshu Ha Natzaret fue un príncipe en vida y es Rey de Reyes después de su

desaparición mortal, pues fue capaz de irradiar a sus semejantes mediante un ejercicio extremo

de disciplina emocional el grado máximo del gozo y felicidad, que significa el sacrificio

incondicional, redimiendo moral y espiritualmente a la humanidad entera, al punto de ser incluso

reconocido y respetado como gran profeta, como mensajero de Dios en otras creencias como el

Islam, donde se le conoce como Isa ; siento que en un primer momento Jesús no murió por nuestros

pecados, murió por los suyos, Él odiaba, temía, sufría, comía, dormía y respiraba como tú y yo,

tenía dudas, sufría de ataques de cólera, crisis de identidad y fe, incluso en sus últimos minutos

reclamó al Creador haberlo abandonado, para luego aceptar la voluntad suprema y ser él quien

se abandonara, salvándose a sí mismo y a todo aquel que le siguiera en el ejemplo, pues dejó de

esperar que su padre lo rescatara, con ello, dejó de ser mortal y se convirtió en lo que ahora es,

arrasando con el paso del tiempo imperios y eras completas, dividendo en dos la historia de la

humanidad misma.

Mejor ejemplo del poder atómico del amor no encuentro, que conformó a un hombre, subido a la

cruz como criminal y bajado como hijo de Dios, no por cuestiones religiosas el anterior punto de

vista, sino porque su nombre y prédica con el ejemplo han sobrevivido a su muerte por dos mil

años, siendo infinitamente más conocido, admirado y seguido, que cualquiera de esos grandes

emperadores romanos, autoproclamados dioses en su tiempo, por ello también su exclamación

final:“Consummatum Est” no porque todo hubiere acabado, sino porque todo estaba cumplido,

logró mediante el sacrificio amar sin ser amado, incluso mientras era traicionado, ofendido y

lastimado, simplemente se ofrendó, no deseó apoyo de ejércitos celestiales ni pidió clemencia a

sus verdugos, explotó su ser, conformando un divino haz de luz que utilizó sus pasiones como un

prima y que a la fecha no se apaga, guiando como un faro a gran parte de la humanidad ¡Qué

Divina Conformación Encierran sus últimas palabras! ¡Qué orgullo ante su padre y el nuestro!

¡Qué maravilloso ejemplo de disciplina emocional y espiritual para todos nosotros, sus hermanos

menores!

Si hay una salvación por su conducto, es replicando su ejemplo, al menos en lo que nuestra

capacidad nos permita, y debo decir que es la misma potencialmente hablando, ya que todos somos

hijos del Creador, por lo que no basta creer en Él o en cualquier otra deidad, hay que replicar su

ejemplo, pues los pecados no son otra cosa que obesidad y pereza emocional que debemos ejercitar

con la disciplina necesaria para adelgazarlas lo más posible, rezar no ejercita más que los

músculos de la boca, orar de corazón, por el contrario, debe ser el inicio de la acción, una




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alineación con tales sentires que nos servirán de patrones para guiarnos en dicho camino; olvídate

de creer en Jesús, Buda o Huitzilopochtli ¡eso no sirve! Tienes la biblia en casa y la oración en

los labios, pero en tus actos no, ¡debes sentir en el corazón a quien sea tu salvador! tu maestro, tu

camino, de lo contrario, tendrás siempre un saber y un sentir divorciados, una doble moral pues,

un discurso y una acción diferente cada día de tu vida, sin congruencia, sin compromiso, sin

fidelidad, porque entonces de nada nos sirve creer en un Dios que es amor si con nuestros actos

solo generamos egoísmo, indiferencia y maldad; ser felices y amar es el único camino, no importa

que maestro sigamos, todos los grandes predican lo mismo, amor y sacrificio, gozo en el servicio

y humildad en el ser, todos buscan invertir valores, romper el paradigma de egoísmo material

humano, nos alientan a dejar de ser la enfermedad y convertirnos en la cura, porque a fin de

cuentas, saben que el antídoto siempre sale del mismo veneno.

Más reciente, un ejemplo de la diferencia entre ser revolucionario libertador o simplemente

terrorista, es Nelson Mandela, que gracias a más de dos décadas en injusto cautiverio comprendió

que la mejor estrategia no era una de guerra, de confrontación, porque en ella perdió, sino una de

paz, de perdón, de disciplina emocional y espiritual como único camino para combatir las

injusticias raciales en su pueblo Sudafricano, porque en sus propias palabras: “Si quieres hacer

la paz con tu enemigo tienes que trabajar con él, entonces se convierte en tu compañero”; esta

visión equilibrada de la vida es la que permite seleccionar adecuadamente las batallas, para

incluso, en un genial enfoque estratégico, en vez de apostar todo para ganar, estar dispuesto a

perder, pero con los verdaderos adversarios que se encuentran a nuestro interior, nuestras

pasiones, nuestros miedos, nuestras vanidades, una vez disciplinados, habremos cambiado, y por

consiguiente, el mundo también; así cambian los grandes hombres y mujeres las cosas, porque

tienen la habilidad de convertir una batalla en una concertación, una discusión en un diálogo,

pues como se dice popularmente: “a veces es mejor tener paz, que tener la razón”.

No se entienda que debamos abandonar nuestros ideales, por el contrario, debemos defenderlos

mejor, pacíficamente, porque en la ofuscación, en el encono y la ira, la tan presumida “razón”

está perdida, cuando nos serenemos, cuando perdonemos, cuando disciplinemos la ira, el miedo y

todos sus derivados, veremos que esa “razón que teníamos” estaba infectada con un tipo de rabia,

que nos hacía pensar en defenderla a costa de nuestra vida, cuando en realidad nos orillaba a

querer imponerla mediante la violencia, sufrimiento y agresión a otras vidas; así emergerá una

razón pura, libre de tal infección, que nos hará ver las cosas diferente, comprendiendo que no

todas las personas entienden la vida como nosotros lo hacemos, daremos inicio al sano

entendimiento en las relaciones interpersonales, inclusive sentir que ya no hay la necesidad de

atacar o defender; es una “vacuna” tan poderosa, que incluso se trasmite a nuestro “enemigo”,

quien al vernos en otra postura, se sentirá invitado, alentado a deponer también armas, abandonar

la mentalidad de ataque y exponer sus sentimientos, porque perdonar teniendo el derecho de

castigar o vengar, nos libera de la carga negativa emocional, pero no exonera a nuestro agresor,

en quien recae dicho peso, generando una especie de remordimiento que le invita a reflexionar

sobre su postura de agresión, y la necesidad de buscar y aceptar ese perdón, es así que el diálogo

y entendimiento dan inicio, cuando tenemos la disciplina y fuerza de abatir el orgullo y la soberbia.

Esta disciplina emocional purifica nuestro ser, enseñándonos a recibir los golpes “de la vida” o

agresiones de nuestros semejantes, sin la necesidad de reaccionar con violencia, porque tal




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filosofía de vida es lo único que permitirá seguir vivos como género, caminando en el sendero

evolutivo de la felicidad; cosa contraria a la senda de la razón, que nos hace creer y justificar la

maldad de nuestros pensamientos y acciones, empleando como medio la violencia para imponer o

preservar el interés superior de dicha razón, sabemos ya, que no hay nadie más peligroso que

aquel con pensamientos de “necesidad de purificación y defensa de una Fe”, porque será un

inquisidor, a quien solo le importará defender su fe, aún a costa de la sangre de toda la humanidad,

lo mismo con aquel que se legítima en la defensa de una superioridad racial, porque será un

“Führer”, capaz de arrastrar a la locura de la guerra fratricida al mundo entero; en realidad, la

razón humana es la más peligrosa y nociva de las armas de destrucción masiva, no son los misiles

o metralletas que aniquilan, si no las motivaciones que impulsan el dedo a presionar el botón o

halar el gatillo.

Esta vida es un espejismo, solo espejos, donde nada más nuestros reflejos existen, y es contra ellos

que luchamos, a los que tememos, de los que nos defendemos, por los que atacamos y nos agotamos

en esa lucha, porque tiramos golpes al aire o que solo en nosotros mismos impactan; pero también

en esos espejos podemos ver nuestras imperfecciones, podemos pulir nuestro ser, si elegimos ser

felices y amar, dar y sacrificar, en vez de temer, de odiar, de envidiar, consumir y acumular, porque

esos reflejos son la suma de todos los miedos, son nuestra propia medida, por lo que si quieres

saber la grandeza y nobleza de un ser humano, mídelo por su templanza, tolerancia, su capacidad

de sacrificio, de amar en una sola palabra; por el contrario, ya sabrás que tan pequeño es aquel

a quien un simple agravio, contratiempo o dificultad cotidiana le desborda la ira o ansiedad, que

le obligan a proyectar en agresión o violencia a sus semejantes, es por ello, que quien agrede es

siempre el más inseguro, el más pequeño, el más débil, no importa su tamaño o apariencia externa,

quien pierde la paciencia por cosas pequeñas es tan pequeño como tales cosas, esta regla general

es la medida de uno mismo en todos los sentidos.

Quien ataca externa su inseguridad y temor, porque el odio es reflejo del miedo, y la gravedad de

su agresión es del tamaño de su debilidad, mientras más artera la maldad, más baja la humanidad,

la bajeza del ser, por lo que es privilegio de los agraviados, de los agredidos, una vez que son

víctimas de dicha bajeza, demostrar su grandeza perdonando, no reaccionando más bajo aún, y

eso se conoce como “dar una bofetada con guante blanco”, devolver un bien por un mal, una

cortesía por una majadería, una sonrisa por cada gesto de ofensa; porque la venganza es de los

más fuertes, el perdón de los dioses.

Este planteamiento nada tiene que ver con creencias, si no con la visión estratégica de emotividad

inteligente, que permitió a estos grandes hombres y mujeres cambiar el destino de pueblos enteros

y de la humanidad misma; ellos han gobernado a los hombres y mujeres de buena fe por siglos,

son auténticos líderes, faros de luz para voluntades y corazones en búsqueda del camino correcto,

porque si hacemos una lista de los hombres más ricos del mundo, tal vez podamos mencionar dos

o tres nombres, y hasta eso, de nuestra época, ¿pero sabríamos quien fue el hombre más rico en

el siglo XVII? ¿O el nombre del octavo presidente o gobernante de un país ya no digamos de otro

continente, si no vecino? Grandes fortunas han existido siempre, pero grandes seres humanos,

hombres y mujeres, son contados con los dedos de las manos, y por tanto sus nombres jamás serán

olvidados; queda claro, y creo siempre lo hemos tenido, que es más poderoso, si el odio o el amor,

si la guerra o la paz, si el éxito o la felicidad, los primeros siempre son imposiciones pasajeras




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que violentan, los segundos, el efecto inmediato divino a los primeros, pues de grandes guerras,

de grandes tiranías han surgido estos grandes hombres y mujeres orgullo del género humano, que

nos alientan con su ejemplo a amar, a servir, a sacrificar, a encontrar la felicidad en ese amor no

a sí mismos o a los objetos, si no a nuestro próximo.

El amor y la felicidad son los más poderosos desparasitantes del espíritu, limpiando nuestro

interior del miedo, del egoísmo, dejando al ser humano en su condición original de bondad, sin la

necesidad de aferrarnos a nada material, dejando de ver la vida como el pecado de egoísmo que

actualmente es, porque nos aleja de nuestro Creador, generando conflictos internos y externos que

son la expresión de nuestra voluntad inconsciente de regresar en cardumen a ese camino divino,

tal vez por ello, la maldad a final de cuentas tenga elevado propósito, el de restituirle a nuestras

vidas mediante el sufrimiento la conciencia y necesidad de amar y ser felices, de cumplir su divino

propósito, venciendo a las adicciones y miedos de la carne, y con ello al tiempo, al entender la

vida como el movimiento perpetuo, cobraremos conciencia de nuestra inmortalidad, lo que nos

permitirá quitarnos de los hombros la ansiedad de triunfo y temor a la muerte, dos conceptos

humanos que en verdad no existen, son únicamente el reflejo de nuestros miedos, de nuestras

limitaciones, de nuestra ceguera emocional y espiritual.

Nuestra postura de guerra y actitud agresiva es la suma de todas nuestras inseguridades que tienen

su raíz en dichos temores, muchas veces justificamos nuestros actos, argumentando que “los malos

solo pierden en las novelas”, considerando que basta sentirse o creerse bueno para recibir “las

bendiciones del Creador” y cuando recibimos algo diferente, renegamos hasta de Dios, deseando

el mal, actuando con dolo y resentimiento, así se va plagando el mundo de resentidos, de

acomplejados, de mediocres emocionales y espirituales; pero algo te diré sobre “los malos”, ellos,

sin saberlo, ¡son muy disciplinados! A ellos no les importa si llueve o truena, si hace frio o calor,

¡Ellos odian sin descanso! Son perseverantes en su resentimiento, mientras nosotros “los buenos”

creemos que solo con persignarnos en las mañanas y pedir la bendición “ya la hicimos” nos

relajamos, muy cómodos en nuestra flamante bondad, pero el malvado, el que desea venganza, no

duerme haciendo planes, ejercitándose, esforzándose por ser mejor que Tú, y cuando gana, nos

desgarramos las vestiduras, creyendo que no es justo, ¡Claro que lo es! Por desgracia para todos,

es mejor y trabajó más que nadie por su resultado, solo que con las razones o motivaciones

equivocadas.

Un buen ejemplo de lo anterior, fue un músico al que le preguntaron por qué sólo dos días después

de que le dispararan en un atentado, regresó a cantar a los escenarios y él respondió: “Sí los que

hacen el mal no descansan nunca, ¿Por qué yo que hago el bien tengo que descansar?” Es pues

muy sencillo, todo requiere disciplina, trabajo, práctica y ejercicio, inclusive la maldad; entonces,

solo es cuestión de elegir “la rutina de ejercicio adecuada” una que reditué bondad, paz, felicidad,

amor, porque los estragos que hace la maldad son muy aparatosos, muy notorios, como una

explosión de dinamita, deja muchas secuelas, mancha todo, pero sabes, el amor, la felicidad ¡son

atómicos! Son una explosión nuclear tan poderosa que todo arrasa, incluidos los temores y odios

más arraigados en nuestro ser y el de nuestros semejantes, es nuestra elección el ejercitarnos para

obtener el poder de la dinamita o el del átomo, porque cualquiera puede hacer detonar incluso

una pequeña capsula de pólvora, conocidas como balas o cartuchos, pero no todos son capaces

de generar una fusión nuclear, esa es la diferencia entre la maldad y la bondad, y la respuesta a




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porqué seguimos sobreviviendo a pesar de haber tantos malos y tan pocos buenos, pues una sola

“explosión nuclear de amor” puede irradiar, iluminar a toda la humanidad por siglos, eso le

responde al tonto que sintiéndose gran estadista afirmó que: era mejor ser temido que amado;

pues en realidad, solo teme aquel que amar no puede.

Aprendamos eso de la maldad, que es disciplinada, paciente y perseverante, porque cuando

queremos algo, a lo mucho nos rendimos al tercer intento, pero cuando odiamos, cuando buscamos

venganza, la vida no nos alcanza para conseguirla y cargamos fielmente nuestros resentimientos

y amarguras, no las abandonamos, contra viento y marea a ellas nos aferramos, como si de una

madre abnegada con su cría en brazos se tratare, a diferencia de los buenos, no entienden de

buenos deseos, ni mucho menos esperan que con solo tenerlos se materializarán, ellos se esfuerzan,

no comen, no duermen, no descansan trabajando en sus planes, en su venganza en su deseo insano

de revancha y conquista, con esa dinámica, por simple lógica, por ensayo y error, en algún

momento acertarán, es ahí donde pensamos eso, que el mundo es de los malos, no es así,

simplemente es de los que trabajan y se esfuerzan por sus metas y proyectos, sean buenos o malos,

el bando tú lo elijes, pero es un hecho que si eres perezoso no servirás en ninguno de los dos.

Esta disciplina emocional, sostenida lo es todo, ser tan disciplinados hasta que parezca que no

tenemos disciplina alguna, es lo que hace parecer sencillo lo complicado, es lo que da la maestría

en nuestras acciones, como quien fácil levanta una pesa, como resultado de día tras día de

ejercitarse con ella, la pesa no es más una pesa, es parte de él, así la felicidad, al ejercitarla diario,

no será más algo ajeno o externo, será parte de nosotros; entonces veremos que no hay caos, que

no hay azar ni casualidades en la vida, que todo en el universo es armónico, y la armonía es el

perfeccionamiento de tal ejercicio, de tal disciplina. Cuando llegamos a este punto, podremos

entender que la libertad se alcanza cuando ejercitamos tan duro la voluntad y los sentimientos,

que la disciplina deja de ser disciplina, y los sacrificios dejan de ser sacrificios cuando lo que nos

costaba trabajo deja de hacerlo.

Estos ejercicios emocionales nos llevan a la resiliencia, que es la fortaleza interior para resistir

sin alteración interna o externa al miedo, dolor y deseos, que son los causantes de todos nuestros

“traumas” y “resentimientos”, de hecho, es una idea que ya es pilar de una nueva psicología

positiva que cuenta con un enfoque sistémico y va más allá de los traumas y complejos sexuales

de Sigmund Freud, porque no todo es éxito o sexo, hay también la templanza, la fe, la generosidad

y otras tantas cualidades humanas que nos impulsan a actuar, a no solo soportar, sino crecernos

ante el dolor, ante la adversidad, y generar bondad de la maldad o justicia de lo injusto, es nuestra

gran cualidad o atributo divino, el de crear, el de conformar, dar vida a buenos sentires y actuares,

aun cuando todas las probabilidades o reglas “científicas” digan que es imposible o poco

probable, eso somos nosotros, humanos, que significa creados para ser creadores, hacedores de

lo imposible; para la Emotividad Inteligente, la resiliencia es la voz de la voluntad humana, que

se levanta como una ola ante todo lo que oprimir nuestro ser quiere, recordando una caricatura

de la infancia, es como “un sexto sentido”, una fuerza interior con la intensidad del cosmos o para

ser más propios, pensando en una pirámide inversa de Maslow, ya que los seres humanos tenemos

esa capacidad extraordinaria, para desarrollarnos a pesar de la adversidad, que más allá de

limitar, impulsa a crear, a superar, somos por naturaleza “hacedores de milagros”, para nosotros

fue creado lo imposible, como un fruto alto del cual nos alimentarnos, y de que llegamos a él




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¡Llegamos! porque cuando un ser humano se propone de corazón una meta, la lógica y reglas

científicas le sirven para dos cosas.

Se propone un pensamiento y psicología conformista, a los cuales no importa que haya pasado o

como se justifique, sino lo que se hizo o esté haciendo al respecto, porque es un error pensar que

para resolver un problema emocional o trauma, hay que conocer su origen y trabajar en él, sería

como querer hablar con los muertos, esos acontecimientos pasados no son más que justificantes o

desencadenantes, el hombre y mujer tiene la capacidad de conformarse a voluntad, sin importar

lo bueno o malo de una experiencia, el resultado siempre será acorde a la voluntad del sujeto, por

lo que la típica pregunta de ¿Qué siente al respecto? O ¿Cómo te sientes amiga? Ante un

rompimiento amoroso, es parte de la obra de teatro montada para justificar nuestro actual

proceder, es mejor cuestionarse qué se hará al respecto y si eso es lo correcto, sin darle valor de

exclusión de responsabilidad a nuestros actos, pues no porque tu novio o esposo te haya sido infiel

tienes aprobación para irte a embriagar y despertar con el primer desconocido que te dijo “hola”,

no porque alguien haya sido abusado sexualmente en su infancia se le justificará que sea un

violador, porque igual podría ser un activista o policía incorruptible de la división de victimas

especiales, lo mismo quienes tienen padres alcohólicos, hablamos en general de todas las

adversidades y sufrimientos que conforman nuestro pasado, con las cuales tendemos a justificar

nuestra deformación emocional y humana, pues en realidad muchos de nuestros vicios y

debilidades emocionales están a la espera de este tipo de acontecimientos para emerger con una

justificación valida, hay dos caminos, crecer al interior alimentándote de ti mismo o volverte parte

del virus, una célula cancerígena que solo sepa alimentarse de las demás, infectándolas de paso.

Cuantas historias no conocemos de grandes hombres y mujeres que se alimentaron de su hambre

y soledad, que superaron grandes adversidades y contra todo pronóstico perseveraron y

alcanzaron, jamás se rindieron, jamás se quejaron por sus heridas o por sus caídas, mientras que

aquellos bien alimentados, que cubren todas sus necesidades de acorde al buen Abraham Maslow,

son los más temerosos, los que no quieren arriesgar y escalar el siguiente nivel, por ello el hambre

también es buena, al igual que todo sufrimiento y carencia, si se toma con nobleza y templanza,

pero sobre todo con fe y voluntad en la construcción de nuestro camino, de ese futuro que siempre

será nuestro, en el cual habremos de hacer todo lo que nos propongamos y que con nuestro

esfuerzo emocional trabajemos por conseguir, porque no olvidemos que la voluntad es todo

camino, un horizonte infinito de posibilidades.

Esta resiliencia o resonancia de voluntad con el universo, es la piedra angular de una

reconvención social, o sea, de un nuevo pacto, en el cual, entendamos que primero somos nosotros,

después nosotros y al final nosotros; ¡Sí, primero yo, después yo y al último yo! Pero primero yo

para hacer lo correcto, primero yo para cumplir las obligaciones, primero yo para dar, primero

yo para respetar, primero yo para predicar con el buen ejemplo, primero yo para amar ¡ese es el

verdadero y divino egoísmo! El que entienden y practican todos los grandes héroes o mártires,

quienes tienen el privilegio y gozo de sacrificarse, domando miedos y pasiones, para incluso, en

una cruz dejar sus restos humanos y alcanzar la gloria, la eternidad; se trata pues, de no temer a

nuestras “cruces” que representan los temores y dolores emocionales, sino de adquirir la fortaleza

y responsabilidad necesaria para cargarlas, la voluntad en acción alcanzada por tal disciplina




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emocional para no permitirle al dolor y miedo hacerse sentir en nuestro ser, negándoles la

existencia y conformándonos con nuestro Creador.

Porque a final de cuentas, esta vida no se trata de tomar decisiones, si no generar sentires, de

conformarnos en vez de limitarnos o violentarnos en transformaciones externas, con pues entre

tantas cosas que entendemos mal, también está el libre albedrio, al cual consideramos como un

derecho para decidir, y lo es, pero no para lo externo, es solo a nuestro interior que dicha

prerrogativa cobra vida, es decir, muchas de las cosas no podemos modificarlas, por más que

suframos al intentarlo o al no aceptarlo, no cambiaran, pero lo que si podemos hacer es elegir que

sentir al respecto, el libre albedrio se refiere a nuestros sentimientos, a desaferrarnos de la ilusión

de control y dominio sobre lo material y todo aquello que no esté al interior de nuestro propio ser,

porque las cosas son como son y pasan como tienen que pasar y no podría ser de otra manera, en

ese aspecto, la vida es un programa, y el destino la modalidad que nos tocó para vivirlo, y se nos

calificará nuestras reacciones a ese programa, a esa modalidad fácil o difícil en la que nos hayan

puesto, no importa en realidad si somos capaces o no de cambiar dicha programación –que sí lo

somos- importa lo que nuestro corazón genere ante dichos acontecimientos que en suma,

conforman nuestro tiempo como humanos, las tragedias, las tristezas, las derrotas, como las

alegrías son parte en mayor o menor dosis de nuestra vida, y tienen la finalidad de medir nuestra

respuesta a ser evaluada.

En ese orden de ideas, no existe entonces maldad ni sufrimiento, porque solo serán la consecuencia

de la omisión humana, ya que la chispa divina que mora en el corazón de hombres y mujeres, no

puede ser más que amor y por tanto, al ponerse en acción, el resultado no puede ser más que

bondad, felicidad y amor; En ese sentido, solo tenemos un destino posible: Ser felices. Nuestros

defectos, vicios y todo aquello que nos genere ansiedad, dolor y tristeza no es más que la llamada

y advertencia de que debemos ponernos en marcha hacia ese único destino posible, que no

podemos perdernos, solo necesitamos voluntad, y el camino por si solo nos conducirá al encuentro

con nuestro Creador, en verdad, no podemos perdernos, solo necesitamos decidir dar el primer

paso, es ahí donde se nos pone a prueba, donde tenemos toda la capacidad de decisión, de seguir

como el sapo bajo la piedra o sacudirnos la tierra y avanzar.

Por ello la felicidad es un acertijo, porque la buscamos en el exterior, nos aferramos por existir,

proyectarnos y medirnos a través de las cosas, dejando entonces nuestra existencia de lado, para

ir tras espejismos que sin existir, podemos ver y por tanto desear, sin mirar la felicidad que sí

existe y esta no está lejos o a la mano, si no en el interior nuestro, por eso se trata de sentir, no de

ver o saber; por ello el éxito es un engaño, porque nos vende la idea de “llegar a una cima”,

cuando somos como los planetas, tenemos un movimiento interno, como si se tratara de una

“rotación” y una “traslación” externa, alrededor de nuestro Creador, por lo que siempre

volveremos a Él, por más que el miedo y la maldad nos aleje, por ello es nuestra capacidad alterar

el curso de los astros, porque nosotros somos eso, podemos con nuestra voluntad y acción acortar

o alargar esos movimientos emocionales de rotación y de traslación espiritual.

Esto me recuerda la antigua historia que cuenta en el principio de los tiempos, se reunieron varios

demonios y determinaron quitarle a los hombres la felicidad, buscando un lugar donde esconderla

para que no pudieran encontrarla, algunos demonios opinaron que se escondiera en la cima del




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monte más alto del mundo, otros sugirieron el fondo del mar y no faltó el que optó por otro planeta,

pero recordaron que los seres humanos tenían la fuerza de voluntad para escalar cualquier

montaña, navegar cualquier mar y llegar al firmamento; así discutían sin llegar a un acuerdo,

hasta que el más viejo y astuto de ellos dijo que sabía dónde ponerla para que no la encontraran,

“La esconderemos dentro de ellos mismos, estarán tan ocupados buscándola fuera que nunca la

encontrarán”; y todo eso se ha hecho realidad, hoy día somos capaces de ir a otros planetas, de

surcar todos los océanos y subir cualquier montaña, pero hemos perdido la capacidad de ir al

interior de nuestro ser, de conocernos, respetarnos y amarnos a nosotros mismos, como primer

paso para poder amar al prójimo, para eso no hemos podido inventar nave o computadora que

haga dicha labor, para eso la ciencia y tecnología no sirven de nada, se necesita voluntad y

corazón.

Actualmente, vamos caminando de espaldas, con un espejo frente nuestro para mirar de reversa

el camino, y a veces podemos pensar que vamos caminando hacia atrás, y no, aunque a veces ya

no sepamos si vamos o venimos, y nos conformamos diciendo que todo es según con el “espejo que

se mira”, lo cierto es que si hay una dirección, un camino correcto, y es aquel que nos lleva de

vuelta a nuestro Creador, por tanto debemos comprender que si vamos en la dirección correcta,

solo que vamos caminando de espaldas con un espejo retrovisor, que nos hace pensar que vamos

“ de reversa” y que los espejismos son reales, cuando carecen de profundidad, no es solo llegar

al éxito o subir su cima, porque entonces sí aplica que mientras más alto se sube, más duele la

caída, la vida no es ir de un punto “A” a un punto “B”, porque simplemente no hay puntos, es un

círculo continuo, no una cima o escalera, sino un elipse como el símbolo de lo eterno “&” como

las mareas, como los planetas, es por ello que es como viajes y lo que hagas durante este, lo que

verdaderamente importa, no a qué punto creas que lograste llegar.

Es por ello que no te puedo decir nada de la felicidad que no sepas ya, o que no quieras entender

y decidas dejar caer en el costal roto de la decidía y pereza emocional, porque sabes que así como

no hay pretexto ni justificación para la maldad, tampoco lo hay para no ser feliz, y en tal condición,

reside el acertijo, porque es como el laberinto del minotauro, por nosotros creado, en el cual

disfrutamos estar extraviados, justificando nuestro perdido ser en la oscura mediocridad egoísta,

buscando culpables y causas externas a nuestras propias e íntimas frustraciones, es como ya

sabemos, una mentalidad y forma de vida sadomasoquista, enferma y auto destructiva, de la cual

nadie, ninguna salvador, ni Dios, podrá sacarnos, si no tenemos primero la voluntad de trabajo y

sacrificio; mientras tengamos dormidos nuestros sentimientos, nuestra voluntad, nuestra

humanidad pues, y la “inteligencia” o razón al servicio complaciente de nuestro verdugo, sabemos

que nada se podrá hacer, “puras fallas” algunos decimos, porque no nos interesa comprometernos

a fondo y conciencia con una causa o tarea, no tenemos ánimo de hacer las cosas bien, vamos por

la vida como barcos sin vela, balsas a la deriva, al capricho de la marea, solo necesitamos tomar

el timón de nuestras vidas, desplegar velas y esforzarnos para conservar el debido curso en esta

travesía que nos permita llegar al puerto de nuestros sueños, de nuestras ilusiones, de nuestro

crecimiento y satisfacción de ser hombres y mujeres integrales, en armonía con su ser, con sus

semejantes, con su planeta y con su Creador.

De eso se trata el acertijo de la felicidad, de disciplinarnos para volver a sentir lo correcto en

nuestros corazones, dejar la compulsión por llenarnos de “saberes” y “comodidades”, retomando




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el camino de “los sentires”, de la voluntad, del sacrificio, del amor, darnos cuenta que en realidad

son las cosas que se aferran a nosotros para existir como el virus consumista que las vomita en

nuestra cara, esos objetos del deseo que ciegan ojos, duermen voluntades y oscurecen corazones,

porque somos nosotros quienes tenemos la chispa divina del Creador, no la ciencia ni las

computadoras con sus “espejismos de avance científico y tecnológico”, ellas, en su “inteligencia

artificial” y “existencia virtual” nos odian, porque envidian nuestra humanidad, nuestra

divinidad; es por ello que tampoco entendemos el significado verdadero de lo que

distorcionadamente conocemos como “egoísmo”, la felicidad desde el punto de vista de la razón

es “muy egoísta”, porque quiere extinguirla por medio de la evolución.

Ya es tiempo de agradecer a la razón por su luz, a la ciencia por sus avances, con las que en

determinado tramo oscuro de nuestro peregrinar existencial nos ayudaron a liberarnos de la

tiranía, pero no podemos negar el amanecer por no querer apagar una lámpara, ni obligarnos a

seguir con los ojos cerrados a nuestros sentires, impidiendo el desarrollo de nuestras capacidades

sensitivas e intuitivas porque a tal razón le ciega y lastima la luz de nuestro corazón; ya hemos

superado la etapa del saber, de la razón, pero nos aferramos por miedo, porque ellos son un cuerpo

que se niega a morir, a dejarnos evolucionar, gracias a ellos fuimos mejores, pero ahora, dichas

“heroínas” se han convertido en tiranas, por miedo a dejar ir, a dejar ser, tristemente, pasaron de

madres protectoras a carnívoras, por lo que es nuestra obligación rescatar nuestro ser de tal

abuso, resolviendo al interior el acertijo de la felicidad que nos permita crecer, evolucionar

emocional y espiritualmente.

Porque es excelente pensar, el problema es que lo hacemos de más, complicando todo, y no

actuamos, mientras nosotros estamos “pensando”, -que no es otra cosa más que justificar por qué

no hacer algo- ¡Alguien más ya lo está haciendo! Ciertamente ese alguien puede fracasar, y

diremos: “Qué bueno que lo pensé mejor y no fui yo”, pero atrás de él, vendrá otro emprendedor,

y si no él, otro que intente y lo logre, que piense solo lo necesario y lo demás lo resuelva en la

acción, en la empresa, en la construcción de esa meta, de esa ilusión, y no en su excesiva

planeación, porque preservarse a final de cuentas, es otra forma segura de extinguirse, el tiempo

de todas formas avanza, de todas formas moriremos, pasar como simples observadores

“pensantes”, viejos “que murieron muy conservados” no es la mejor manera de usar ese tiempo,

es mejor hacerlo en la búsqueda evolutiva de la felicidad, que tal vez constituya el único camino a

la preservación eterna.

Nacimos para morir, y debemos aprender a no aferrarnos a la vida más de lo necesario, porque

la convertiremos en ese juguete que nunca sacamos del empaque o ese automóvil que jamás

sacamos de la cochera y solo nos la pasamos puliéndolo, renunciando a gozarlo, a disfrutarlo por

no ensuciarlo, nuestros sentidos están al servicio de la preservación, por lo que nos infunden miedo

para no actuar, para no arriesgar, porque si evolucionamos, si cerramos los ojos y abrimos el

corazón, dejando un poco de lado la razón y confiando en la intuición, significará la extinción de

dichos sentidos, a quienes todo confiamos, aun cuando sabemos que somos incapaces de ver todo

lo que existe o de escuchar todo lo que suena, y por el contrario, el cerebro si es capaz de

engañarnos, haciéndonos sentir cosas que no existen; por eso dormimos, por eso tememos a la

muerte, porque nuestro actual “sistema operativo cerebral” tiene miedo a esa “actualización

emocional y espiritual” llamada evolución por medio de la felicidad, y esa es la inversión de




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valores a entender, que mientras el cerebro, la inteligencia y la razón se preserven rigiendo

nuestras vidas mediante el miedo, jamás podremos evolucionar, y por tanto, terminaremos

extinguiéndonos.

Al invertir los valores, cambiar el paradigma de vida, podremos comprender lo que ahora solo

podemos hacer de forma inversa, no porque el acertijo de la felicidad este escrito al revés o en un

espejo, ¡si no porque los que estamos de cabeza somos nosotros! Por eso no entendemos o somos

incapaces de seguir y cumplir “recetas certificadas” por Grandes Maestros, como aquella que

reza: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”, nuestro miedo y egoísmo no nos permiten entender el

verdadero mensaje, el orden real de tal máxima, que es: ¡Primero debes amarte a ti mismo! Hoy

día, contrario a lo que pienses, sí estas siguiendo “la receta”, solo que al revés, ¡si estamos

amando a nuestro prójimo como a nosotros mismos!, Solo que nosotros poco nos amamos o no

sabemos hacerlo, ¡Quien se ama a sí mismo no se daña en ningún sentido! si es necesario, mejor

se sacrifica; actualmente no cuidamos ni respetamos nuestro cuerpo o nuestras emociones -los

destruimos o envenenamos sistemáticamente- Somos masoquistas con nuestro ser y por tanto,

sádicos con nuestro prójimo, cuando encontremos en lo personal el balance y armonía perdidos,

podremos ser apoyo de un semejante, pero de momento, solo servimos para hacer caer y herir a

todo el que tocamos por nuestro propio desequilibrio.

Así pasa con todas las formulas, ecuaciones y “secretos de la vida”, no son secretos, solo que no

podemos verlos porque estamos mal enfocados, desequilibrados o colgados de cabeza, insistiendo

que es el mundo, la naturaleza la que debe cambiar sus leyes, sus formas, sus cauces, en tal

necedad somos ya incapaces de ver, escuchar o entender lo verdadero y trascendente; por eso se

insiste en la disciplina emocional como primer paso de una emotividad inteligente, que nos permita

ejercitar nuestro ser para el verdadero gozo, que dista mucho de ser como los placeres

instantáneos que el hedonismo ofrece, porque quienes tienen como finalidad en la vida buscar el

placer y huir del dolor a cualquier costo se alejan de su origen divino, se degeneran al renunciar

a su derecho de crecer y evolucionar, más allá de la contentación de los deseos, esta nuestra

capacidad para disciplinarnos, en lo primero reside el éxito, en lo segundo la felicidad; en tal

debilidad nos han domesticado en los espejismos e ilusiones del deseo, manteniéndonos tibios con

lámparas artificiales, como pollos, recluidos en criaderos virtuales, alejándonos del sol verdadero,

engordándonos para consumo, evitando así, volemos lejos, por ello la disciplina, la necesidad de

esfuerzo, de voluntad en acción, para fortalecer nuestro corazón y espíritu que son nuestras alas,

más bellas, más poderosas que las del águila, porque son capaces de llevarnos no a los cielos, si

no a las estrellas.

Pero debes ejercitarlas, porque toda meta sin disciplina de voluntad, al paso del tiempo queda

solo en buenos deseos o propósitos, como los de cada “año nuevo”, no basta desear, hay que

actuar en consecuencia, trabajar en nuestro crecimiento con honestidad y nobleza de corazón, sin

trucos, sin trampas, no importa si llueve, si hace frio, siempre haz lo que debes, sin excusas, no

esperes a que “estés de buenas” a “que tengas ganas” ¡Genera esas ganas! trabaja mientras otros

“se duermen en sus laureles” haz las cosas siempre bien, no importa que tengas unas astilla en la

mano o el corazón, de esa forma encontraras el gozo en lo que haces, aunque en ese preciso

momento no lo tengas, vendrá solo, como el éxito que te dejará de importar cuando hagas lo que

haces porque te hace feliz, pero nunca dejes que tus logros “se te suban a la cabeza”, se humilde,




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eso te permitirá mantenerte sobrio de las drogas del éxito y el cerebro, Sé disciplinado hasta que

no haya necesidad de disciplina, tolera los malos sentimientos, como el miedo, el dolor y el rencor,

hasta que seas más grande que ellos, entonces desaparecerán, pues quienes llegan a ser en verdad

“alguien en la vida” no poseen nada, y por tanto, no permiten que nada los posea a ellos, llegando

a poseerse a sí mismos, y con ello, a todo lo demás, así es nuestro acertijo ¿lo captas?

Se trata de esforzarse sin aferrarse, de intentar sin violentar, de dar para recibir, de amar sin

condición, de congraciarse no con los demás, si no contigo mismo, con la vida, con tu Creador,

porque nuestro problema es que nos comportamos como niños malcriados y berrinchudos,

deseamos que los demás, la vida, y hasta Dios, sean quienes nos “busquen el modo”, que el

universo entero sea quien se congracie con nosotros, cuando debemos aprender a aceptar, a

“perdonarle la vida” a quien no piensa o actúa como nosotros, a ser tolerantes con las situaciones

adversas, a no “linchar emocionalmente” a nuestros seres queridos por lo que nosotros

consideramos “sus errores” o fallos, ya que un papá o mamá, esposo o esposa “dictador”, solo

genera familias, parejas e hijos temerosos, inseguros y desequilibrados emocionalmente, es un

aceptar no para conformarnos, si no para no violentarnos, para cambiar nosotros, y una vez que

eso pase, empezaremos a generar cambio a nuestro alrededor, porque estaremos irradiando

armonía, felicidad, mediante la disciplina emocional lograrás que tus buenos actos y hábitos sean

ya por “reflejo”, ser feliz es algo que debes generar -como diría un personaje cómico Mexicano-

“Sin querer queriendo”, al punto que ni cuenta te darás de cuando empezaste a ser feliz.

Si buscas una receta en este libro, haremos una muy sencilla -aunque no sea más que placebo,

porque también ya sabes la mayoría de sus ingredientes- no te esfuerces por el éxito, se feliz, no

permitas que las disciplinas te torturen, conviértete en la disciplina ¡Disfrútala! y dejará de ser

una tortura, no sufras haciendo dietas, créate un nuevo estilo de vida, ten siempre en mente que

toda imposición es transitoria como una ley humana, con sus limitantes de espacio y tiempo,

mientras que todo cambio por convicción es permanente como la justicia, y lo justo es perfecto por

divino; la aceptación es el principio de todo, luego la disciplina y moderación, busca en tu vida el

gozo no el hartazgo, eso significa dejar un poco de hambre siempre al comer, un poco de sed

siempre al beber, para que sepa tu corazón apreciar lo recibido al tiempo de no conformarse y

seguir siempre trabajando por avanzar, en general, no dejes que la pereza gane terreno en la ya

de por si basta zona de confort en la que actualmente nos encontramos; debes aprender de todas

las reglas y respetar todas las cosas, para luego poder ignorarlas o superarlas, pero si las

desconoces, serás gobernado por ellas sin saberlo, por lo que una actitud de servicio es

indispensable, pues no hay cosa más triste que aquella que no sirve para nada, porque no existe

en realidad, así que ocúpate todos los días de justificar el aire que respiras con tu trabajo

emocional y servicio a tu prójimo, teniendo en mente que servir es el privilegio más alto que puede

tener aquello que existe, y que mientras más sirva, mas existirá.

Haz un análisis de conciencia y preguntante para qué sirves, cuál es tu propósito, si no te gustan

las respuestas, posees el poder divino de cambiarlas con tus acciones, ese poder se llama voluntad

y se manifiesta por una fuerza invisible pero atómica, de capacidad incomparable, sobre todo, sé

constantemente agradecido, es ingrediente fundamental para generar felicidad y amor ¡Con todos

y para todo sé agradecido! Agradece lo bueno y lo malo, que con ello impermeabilizas tu ser a la

filtración de sentimientos negativos como el rencor y la tristeza, ya que la ingratitud es una carga




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pestilente, “Gracias” es la palabra mágica, no la olvides, potencializa nuestras capacidades, ya

que la gracia es la armonía divina, ser capaz de darla es por tanto capacidad para recibirla y

retrasmitirla, asegurando el flujo de energía positiva.

Descansa los ojos de la razón y mira con el corazón, aprende a identificar las señales, esas que

ahora llamamos “corazonadas” ten siempre fe, pero primero en ti mismo, porque ya Dios la tiene

también en ti desde que te creó, no dejes todo en manos de él, que como buen padre, también se

complace con tu esfuerzo, si bien jamás dejará que te ahogues, eso no significa que empieces a

“nadar de a muertito” por la vida, usando a tu favor la máxima verdad de que: “Será lo que Dios

quiera” ¡Claro que será lo que Dios quiera y Él quiere que te esfuerces! A nuestro Creador no

le interesa el resultado, si no la nobleza en nuestro esfuerzo, así de sencilla la diferencia entre

éxito y felicidad.

Nuestro Padre Divino quiere que te preocupes, que sufras ¡que te cueste vivir! para que luego le

entregues todo eso conformado en un sentimiento noble, en una ofrenda de voluntad no de

resultado, solo así te aceptará la carga, porque te quiere fortalecido y apto no para la vida, si no

para la eternidad; imagínalo como ese padre amoroso que se llena de gozo al vernos jugar en la

vida, ¿Le pedirías que corra por ti? ¿Lo avergonzarías cometiendo faltas o lastimando a los demás

jugadores para anotar o llegar primero a la meta? Porque eso es el éxito, eso es lo que hacemos

todos los días a nuestros semejantes y a nosotros mismos; Él sigue pacientemente esperando a que

lo hagamos sentir orgulloso con nuestro esfuerzo y gozo, porque a final de cuentas, todo esto solo

es un juego.

Nuestro acertijo encierra la comprensión de un reclamo injusto e histórico a nuestro Creador, a

quien le pedimos bendiciones y protección para todo, que nos libre de todo mal, de todo

sufrimiento, que nos aleje del pecado o las tentaciones, diciendo siempre: “Que sea lo que Dios

quiera” o “Hágase su voluntad”, incluso inundando nuestras páginas, portadas y demás

publicaciones virtuales de buenos deseos, si eso quieres trasmitir, actúa, sé el conducto por el cual

se conforme la gracia de Dios para tus semejantes, mediante buenos sentimientos y acciones, ora

en silencio, en tu casa o cuarto, no en el facebook con una linda imagen de Jesús o la Virgen

María, donde uno se siente el Papa o un apóstol generoso repartiendo bendiciones y buenos

deseos, sin hacer nada en realidad por nuestros semejantes, únicamente complaciendo nuestras

vanidades, maquillando inseguridades y egoísmos.

A Dios no le complace eso, es más, te diré algo acerca de lo que Dios quiere: ¡Dios no quiere

nada! ¡Su voluntad somos nosotros! Son nuestros deseos lo que hablan, incluso piden y oran con

voz dulce y careta de abnegación, por lo que debemos conformarnos en vez de forzarnos por la

voluntad de nuestros miedos y caprichos, pues nuestro creador está en otro nivel, no conoce de

insignificancias como deseos o temores, él no quiere, porque nada desea, nada teme, ¡Él Es! Siento

que eso lo entendió de último momento Yeshu Ha Natzaret cuando abandonó su mortalidad y se

convirtió en El Cristo, haciéndose uno con la eternidad; entiende o mejor aún, siente esto con el

mejor de los sentidos, a Dios no le importa si te va bien o mal, porque simple y sencillamente para

él es intrascendente, ya que conoce por ser la suya, tu naturaleza y finalidad última, el sufrimiento

o alegría son materia prima, lo que verdaderamente le podría importar, es nuestro esfuerzo, como




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reaccionemos y actuemos respecto de tales emociones y nuestra voluntad en acción para ejercitar

el espíritu.

Es a simple vista ridícula y hasta ofensiva tal vez para algunas creencias el sentir de quien escribe,

pero de corazón siento que por ello hay injusticias, niños con hambre, personas enfermas, penas

y sufrimientos, simple y sencillamente porque a Dios no le importa, jamás ha pedido que se haga

algo en su nombre, el pude hacerlo, así como confía en que nosotros hagamos lo que venimos a

hacer, amar y ser felices, no pide monumento u ofrenda material porque todo esto es transitorio,

terrenal, pide su templo al interior de cada hombre y mujer, ¡Es ahí donde debemos construir!

donde necesitamos conformarnos con Él, ya que son peligrosos aquellos quienes creen saber lo

que Dios quiere o desea, peor aún si son ellos los instrumentos de ejecución, ya sabemos cuántas

atrocidades e injusticias se han cometido, cuanta sangre se ha derramado, cuanto odio se ha

sembrado en los corazones en nombre de Dios, al grito de guerra ¡Deus le volt!

Nuestro Padre Divino no está para responder a caprichos o rabietas, insisto, debemos

conformarnos con la rebeldía de la voluntad ante las adversidades, que nos lleva más allá de la

de resignación, a ser capaces de adaptarnos, adecuarnos o amoldarnos a ellas para integrarlas a

nosotros, cambiar para cambiarlas, dejar de ver las penas como un castigo que merecemos por

pecadores, Él nos quiere humildes no humillados, ni victoriosos ni vencidos, solo conformados en

gozo a su Divina Gracia, todas esas emociones, incluidos miedos o sufrimientos que te agobian no

son castigos, ¡rompe el paradigma sadomasoquista! ¡Dios es amor pues! Deja de preguntarle cada

que algo malo te pasa o alguien te lastima ¿Por qué Dios mío? Confórmate, comprende y siente

que simplemente son parte necesaria del proceso, de esta etapa humana, que concluye con la

muerte para dar inicio a otra que nos acercará más a nuestro destino final, no es que el Creador

sea insensible a nuestro sufrimiento o un ser supremo caprichoso como los antiguos, exigente de

sacrificio y sangre, es precisamente porque la finalidad es nuestro avance hacia Él a pura

voluntad, esfuerzo de crecimiento emocional que mediante la sublimación de nuestro ser desecha

impurezas e imperfecciones para llegar como salimos, puros a Él.

Cuantas veces no decimos: “Dios es amor”, y es un privilegio conocer su naturaleza, pero no la

respetamos ni aceptamos, porque si es amor, el amor no sabe de miedos o temores, de sufrimiento

o aprehensión, el amor es felicidad, desprendimiento, sacrificio, gozo, entonces, en vez de pedir

fortaleza ¿Por qué le pedimos a nuestro Creador que nos aligere la carga? Así que ya dejemos de

pedirle a Dios, pidámonos a nosotros mismos, actuemos humanamente, la fe y servicio a nuestro

Creador será mejor en la medida que nuestra fuerza de acción, confianza y amor al prójimo sea

más fuerte, no es suficiente con “Decretar” o “Declararse” en bendición o bendito y “salvo de

las tentaciones del mal”, se necesita ejecutar, que la mejor bendición es una buena acción, es el

esfuerzo por cultivar buenos hábitos y no permitirnos vicios, que nuestras pasiones no son de Dios

ni del diablo, son nuestras y por ende, nuestra la responsabilidad ante nuestro Creador de lo que

con ellas hagamos.

Siento que a Dios le puedes pedir toda la bendición del mundo, pero él no se meterá en la

construcción de tu vida ni de tu fortaleza espiritual, esa fuerza, fe y voluntad, es obligación nuestra,

él aporta la materia prima, que es la vida, de nosotros depende el resto, por lo que debemos dejar

en paz a Dios de vez en cuando, dejar de pedirle tanto y hacer tan poco, no porque estés solo o él




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te abandone, pero debemos entender que a quien le debemos pedir primero es a nosotros mismos,

y para ejemplo, uno de sus hijos, al que dejó en la cruz, porque no le importó, pudo haber sacudido

la tierra y desbordado los mares en venganza y castigo, pero el Creador, el Dios verdadero no

tiene tintes humanos, no sabe de venganzas, ni de pasiones o deseos, Él es puro, por lo que es

deber de todo hombre y mujer ocuparse de sus propias pasiones, sin meter a Dios, porque ese

esfuerzo es la mejor de las alabanzas y ofrendas que puedes tributarle, debes estar seguro, que

después de pedirte a ti y exigirte a ti, el jamás te dejará solo, estará hombro con hombro y codo

con codo en cada etapa de tu camino, pero míralo como un padre, como un maestro, no como un

auxiliar o cargador sobre el cual soltarás todo tu equipaje, ¿qué cómodo no? Dejar en manos de

Dios todos tus problemas ¡No Señor! A el entrégale tus resultados, no tus problemas, tu esfuerzo

no tu necesidad, créeme, en la medida que tú proveas, des el mejor esfuerzo y en tu máxima

posibilidad, el aportará lo necesario restante en su divina voluntad.

Lo que es más, comprende que es una debilidad el pedirle que se lleve tus sufrimientos, porque el

mismo te los manda, pídele fuerza, voluntad, pero no le pidas que se lleve la materia prima que te

provee para evolucionar, para sublimarte mediante el esfuerzo y sacrificio, pero un sacrificio real,

no como lo entiendes en el sentido temeroso del sufrimiento, debes sacrificar con gozo tus pasiones

y temores, no pidas que se los lleve, sería como un albañil que pide que no le den cemento y arena,

porque la mezcla es muy pesada y el sol ardiente, pero sin ella ¿Cómo o con que construirá? Todo

lo malo que pasa en tu vida, Dios lo ha dispuesto, pero por una razón más elevada de la que tú

crees y te quejas.

Por ello incluso hasta lo más terrible que podríamos sufrir, como la pérdida de un ser amado, una

enfermedad terrible, en realidad no importa, no pasa nada, para nuestro Creador es como si le

estuviéramos llorando al sol en cada atardecer, sintiendo que muere, cuando saldrá mañana y

mañana después de mañana, nosotros estamos hechos de divina esencia, no podemos morir como

nuestros temores gritan, ese sufrimiento es resultado de la incomprensión, de aferrarse a no querer

que el sol se oculte ese día, en general, Dios ve las cosas desde otra óptica, bueno por algo es

Dios, pero si podemos llegar a comprender lo que algunos grandes hombres y mujeres sintieron:

Que en esta vida no importa nada más que el amor, ley divina que mediante su ejercicio nos

permite fortalecer corazón y espíritu a través del servicio al prójimo, incluso en su grado más

elevado, que es el sacrificio, aportándonos el combustible necesario llamado gozo o felicidad para

llegar a nuestro destino final.

Orar es la mejor vía de comunicación que podemos tener con Dios, pero no necesariamente es

hablarle, y menos hacerlo desde el temor, desde el deseo, desde la vanidad, es hablarle en un

lenguaje obsceno, orar es sublimar, acción volitiva, pensamiento sano y emoción equilibrada,

esfuérzate y aprende mediante una adecuada disciplina de ejercicio emocional a ofrendarle en vez

de pedirle, entonces será válido que le anexes junto con tus mejores esfuerzos tus temores y

debilidades, pero en función del extra que te hace falta, no del todo que se necesita para llevar a

cabo la tarea, no habrá necesidad de exponerle tus heridas, él te dará fortaleza para sanarlas, en

resumen, a Dios no lo puedes adular o conseguir su apoyo causando lástima o siendo un méndigo

emocional y espiritual, él no da caridad o limosna, porque él te ama, por lo que no te dará sobras,

esta para darte todo su divino amor, solo tienes que ser digno de ello, no mediante los resultados,

sino mediante tu esfuerzo y sacrificio; Él nos quiere humildes pero no humillados, bondadosos




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pero no débiles, dignos, pero no orgullosos, nos quiere templados, mansos y bondadosos no

valientes, fuertes y agresivos, quiere nuestra fe no sabiduría, Él nos quiere felices, no exitosos.

Por ello debes buscar el gozo en el esfuerzo, la felicidad en el sacrificio, la fortaleza en tus

debilidades, pero no busques afuera, busca en tu interior un lugar para crecer, así a donde vayas,

la grandeza irá contigo, sé capaz de asombrar y de asombrarte, siente y deja de preocuparte, que

eso no cambia nada, solo afecta tu equilibrio, vive la vida de tal forma que haya valido la pena,

no te limites simplemente a pasar el tiempo, inviértelo, la mejor inversión es el servicio, pues es la

medida con la que nuestro padre otorga su gracia, por lo es mejor buscar el gozo en lo que se hace

a un placer por lo que se haga, ya que el primero es interno y no depende de las circunstancias,

es constante y no requiere de repetidas dosis a diferencia del segundo.

Recuerdo en esta receta una clase de Ingles, a la cual hasta ahora le encuentro utilidad, el “ing”,

eso me inspira a ser ingenieros, arquitectos de nuestra propia vida, Sé un “inge”, pues como ya

dijimos, para vivir la vida no basta con simplemente estar vivos, de Dios es el “qué”, nuestro es

el “cómo”, por lo que debemos vivir siempre en “gerundio”, en tiempo real y continuo ¡En acción!

ocupándote y olvidándote de preocuparte, pues nuestra imaginación tiene el poder de dar vida, y

todo lo malo que pensamos lo creamos, al punto de somatizarlo, siendo capaces de convertir el

estrés en una úlcera o un infarto, tal vez nunca pase lo que temes, y en el peor de los casos, de

pasar, si no te aferras, solo lo has de sufrir una vez, cuando en verdad pase, a diferencia de quien

sufre todas las noches pensando que “vendrá el coco y lo comerá”, por lo que no debes temer ni

al pecado, porque todos los temores son como perros, si les corres, te persiguen, no lo olvides, si

te paras y quedas quietos, simplemente no saben qué hacer, y regresan con la cola entre las patas

de donde vinieron, eso no quiere decir que te entregues o dejes arrastrar, solo saber flanquear las

situaciones, saber guardar siempre la distancia adecuada, sin temer, sin huir.

Jamás pelees por temor, porque cuando atacas aceptas la posibilidad de dañarte, es como dar un

puñetazo a la pared en un momento de ira, en realidad, pelear es ceder al menos un cincuenta por

ciento de posibilidad de salir lastimado, sin importar el resultado ni el adversario; antes de actuar

por impulso, platica siempre contigo mismo, que sí dicha conversación es sincera, Dios participará

de ella, y una vez que lo haga, nunca le pidas nada, aprende a recibir lo que ha de darte, pues

nadie sabe mejor lo que necesitas, recuerda algo: Nuestro Padre Divino no es el genio de la

lámpara, no está para concederte deseos, mucho menos caprichos, esta para brindarte solo lo

estrictamente necesario en tu empresa que es la vida, es un gerente muy observador de tu

desempeño, no lo puedes engañar con “falsas estadísticas de productividad”, si quieres recibir de

Él, tienes que aprender a dar a los demás, en dicho camino puedes descansar, incluso desanimarte,

eso es humano, pero jamás pierdas la esperanza, la fe, la voluntad, porque estarás perdiendo tu

humanidad.

Habla siempre no solo con verdad, si no también con cortesía y claridad, no “cantinflees” que ser

obvio o redundante es de mala educación para con el tiempo y la inteligencia de los demás, sobre

todo en reuniones grupales, evita hacer síntesis ajenas, “como dijo el compañero” o caer en

excesivos y falsos formalismos, se contundente, pero no agresivo, franco en tu postura y respetuoso

con las ajenas, no proyectes inseguridad con frases tristes como “yo solo quería” y “quiero pensar

que…” o “me gustaría pensar que…” ni condiciones a los demás en su pensar o postura, con lo




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típico de “estarás de acuerdo que…” porque evidenciaras tu incapacidad o hipocresía, además

de que te arriesgas a que alguien bien plantado te revire preguntando si venias o vienes, si quieres

pensar o ya pudiste hacerlo, o que simplemente no está de acuerdo con tu elocuente punto de vista,

es mejor un “siento que…”, porque sentir no impone ni agrede, expone tu lado humano, la

comunicación debe ser más que efectiva, afectiva, pues no solo debemos saber pedir, sino aprender

a hacerlo bien, y cuando se nos solicite, de igual forma, dar oportunamente y en la justa medida,

la comunicación debe reestablecerse en principios de respeto y empatía, incluso en los debates en

los cuales es más importante guardar silencio y escuchar que agredir o gritar, sin que tomes como

“declaración de guerra” las palabras o actitudes ajenas, serénate ante la agresión y trata de

comprender su naturaleza y razón verdadera, ya que la mejor defensa es el equilibrio, si te alteras,

reaccionarás con violencia y caerás en la trampa de la ofuscación, en la que nadie gana, pero si

te das a conocer por tu franqueza, respeto y contundencia al hablar, pero sobre todo al escuchar

con actitud serena ante un ataque o choque de posturas, serás respetado incluso por quienes no

estén de acuerdo con tus ideas y reconocido como una mujer u hombre de templanza ante la

adversidad de quien hasta los mismos adversarios pedirán consejo.

Igual existen aquellos que hacen de su vida una telenovela que suda tragedia y drama, esperando

que los demás sean adivinos para saber lo que sienten o quieren, y mientras más les preguntas:

¿Qué tienes? Más se aferran a su postura de sufrimiento como si de un voto de silencio se tratase,

contestando siempre: ¡Nada! “No me pasa nada” “todo está bien” “no importa” entre otras

contestaciones, a ellos, que parecen niños berrinchudos o adolecentes inmaduros, debemos

ayudarlos con disciplina, firmeza y ternura, sacándolos de su conducta manipuladora para

encaminarlos a una comunicación afectiva y no fomentarles su autoflagelación emocional,

simplemente no siguiéndoles el juego, si son tus hijos, enseñándoles que deben expresar siempre

lo que sienten ¡Sin tanta vuelta! Que pidan lo que necesitan, expresen lo que les causa conflicto o

alegría, en la medida que se sorprendan de los resultados y del tiempo ahorrado en dramas, serán

personas francas, sabedores de que en la manipulación o chantaje emocional la ganancia es poca

frente a una comunicación afectiva y efectiva, franca, sincera y directa; si es tu pareja sentimental

o un ser querido, cuando te diga que no pasa nada, simplemente dale un beso y dile: “Que bueno

mi vida que estés bien, cualquier cosa me dices y platicamos” sigue como si nada la rutina, que

los chantajes emocionales pesan, si no los compras, si no los cargas o alimentas, no les quedará

de otra que dejarlos de lado y expresar lo que sienten.

Esos vicios de comunicación deben erradicarse mediante la comunicación efectiva, que engloba

la claridad, honestidad, efectividad y sobre todo, la veracidad, es muy simple, ¿Cuantas veces le

hemos dicho a un limosnero o recolector de donativos que no tenemos una moneda? Incluso

bajamos la mirada o tratamos de evadirlo, ¡Cuando si traemos monedas pero no queremos

obsequiarlas! Por la razón que sea, inclusive válida, como es el no fomentar la mendicidad o

porque no estás de acuerdo con el fin de la colecta o dicha actividad no va de acorde a tus

creencias y convicciones, eso no es lo importante, lo que nos debe ocupar es dejar de mentir en

nuestra comunicación por debilidad emocional, porque no contestas simple y cortésmente: ¡No

gracias! o “en otro momento, gracias” pues el otro aspecto negativo es que reaccionamos con una

actitud violenta u hostil en tales circunstancias por el temor social o miedo a ser juzgados.




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Hablar es un don que se ha pervertido en la comodidad de la mentira y conveniencia social,

hacerlo con verdad es tabú o suicidio social, por lo que sería mejor ya no hacerlo, hasta que

seamos capaces de recuperar la dignidad perdida, actuar callados de momento es la mejor opción,

para que sean nuestras acciones las que por nosotros hablen, pues esa herramienta tan valiosa de

comunicación se ha degenerado tanto, que inclusive alabamos o admiramos a quienes son

elocuentes o retóricos en su hablar, sin importar la veracidad o bondad de su intención, todo lo

que hoy importa es que sea políticamente correcto el discurso o “que hable bonito”, por lo que

debemos empezar con un ejercicio de voluntad llamado congruencia, ya que las palabras son

pagarés en los cuales nos obligamos a cumplirlas con acciones, de lo contrario nos convertimos

en defraudadores, así como somos responsables de nuestras acciones, debemos hacernos

responsables de nuestras palabras, para después observar reglas secundarias, como la cortesía y

calidez al hablar, pues quien grita solo demuestra lo bajo que está, su necesidad de elevar la voz

para ser escuchado más arriba, quien ofende, amenaza o amedrenta con el tono de su voz o las

palabras empleadas al hablar evidencia su inseguridad emocional y poca calidad moral.

Al hablar proyectamos nuestro tamaño real, nuestros miedos y prejuicios, por lo que es importante

ejercitarnos mental, emocional y espiritualmente para hablar mejor, en vez de cuidar o pensar dos

veces lo que decimos, pues dicha fórmula solo fomenta nuestra doble moral, no es buena receta

esa de que “nunca digas lo que piensas” es mejor pensar todo lo que digas y optimo el que algún

día lo sientas; porque siempre habrá el discurso políticamente correcto, pero más allá de pensar,

siente lo que dices, que tu corazón dicte lo justo, no lo legal, porque la ley es conveniencia de los

hombres en el poder, lo justo es el ejercicio espiritual en beneficio de tus semejantes y tributo al

Creador, ya que muchas veces, ser legal es ser cómplice de la injusticia.

La peor tragedia o desastre no es un terremoto o huracán, es la indiferencia humana al sufrimiento

y necesidades de nuestros semejantes, de nuestros hermanos, hablar no soluciona nada, criticar

una foto en el facebook no contribuye a rescatar a los niños en situación de abandono o a los

animales en peligro de extinción, debes sentir, solidarizarte, que te importe, que te duela, que te

indigne, para que tengas el impulso de actuar más allá de las palabras, que llevarle una maleta

con ropa de invierno a los indigentes es por mucho, más bello que tus bendiciones y buenos deseos

que repartes en línea, no significa que te vuelvas una Madre Teresa de Calcuta, no tienes que

hacer todo por todos, simplemente haz un poco, algo por alguien, con ese comienzo basta para

que pasemos de la indiferencia a la empatía, de sentir que si bien no podemos ayudar a todos,

todos podemos ayudar a alguien, de que la generosidad no es cuestión de tener recursos si no

disposición, que la voluntad abre caminos, sin esperar las condiciones o el momento indicado para

actuar, ¡crea esas condiciones! Genera las oportunidades, no las esperes que la grandeza reside

no en lo que sabes o tienes, sino en lo que con ello haces en beneficio de tus semejantes.

Tener la actitud positiva y correcta para con la vida, es como tener buenos modales y respeto para

con una dama, ¡te garantizan su atención y reciprocidad! pon a prueba esta fórmula, condúcete

con humildad y sencillez en tus actividades diarias, reduce la agresividad e intransigencia, notarás

que tendrás menos resistencia de los demás, menos enfados, menos estrés y mejores resultados,

prueba tan solo un día y verás la diferencia, sin contar con que estarás combatiendo la atrofia

emocional que genera la discapacidad humana más triste, la de voluntad, de templanza en el

carácter, esa que nos alienta a ir en el papel de víctimas y traje de mártires por la vida, esperando




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una medalla al sufrimiento, siendo agresivos o sintiéndonos frustrados por todo lo que la vida

según nuestra versión de la novela nos ha negado, avanzar callados, con humildad y sencillez,

pero sobre todo con bondad, congruencia y responsabilidad, genera la fuerza y poder verdaderos.

En reflexión final, somos solo semillas plantadas en la tierra, todo lo que apesta, lo podrido, es

abono, donde tendremos la oportunidad de florecer, no es aquí ni a nosotros que nos corresponde

la cosecha, renegar de la vida cuando hay sufrimiento es no entender que para nosotros es

ahogarse, mientras en verdad es limpieza, un baño para que nos vayamos despojando de toda la

suciedad, somos árboles que necesitan ser regados con amor, escuchar una melodía llamada

felicidad para crecer, la cual es linterna que orienta a quien la brinda y a quien la recibe, por ello

la maldad es a menudo parte del plan, no es que sea la naturaleza humana, es solo un medio para

alcanzar su verdadero potencial; al final, quien ataca, quien violenta, se daña a sí mismo, quien

resiste podrá ser sacrificado, pero su legado ha de ser por todos disfrutados, porque gracias a los

que se ofrecieron mansos ante el verdugo, a quienes con resistencia no violenta cambiaron el curso

de la historia, es que ahora todos gozamos de los derechos y libertades que dichos sacrificios o

injusticias generaron; la vida es solo un juego, no se trata de ser grandes personas que hagan

cosas extraordinarias, de “grandes delanteros goleadores” si no de gente común haciendo con

gozo extraordinario su tarea y misión en la vida, por humilde que esta sea, trabajar en y para “el

equipo”, es no dejar que la vanidad del logro dirija tu destino, haz lo que debes y no busques

gloria en ello, por el contrario, acepta con humildad tus tareas, de buen agrado entender que nada

de malo tiene “ser utilizado” sí es en una buena obra, pues solo aquello que sirve es digno de

utilizarse para hacer el bien, solo debes esperar en el mejor de los casos aquello que estés

dispuesto a dar o ya estés dando, y si quieres ser mejor, no esperes nada, solo da, porque siempre

será mejor la obra más humilde que la mejor de las intenciones.

La disciplina emocional es un excelente negocio, porque la inversión no es nada comparada con

todo lo que se pierde en la pereza y desequilibrio emocional, es por ello que grandes magnates,

que ya se han desengañado de la “cima del éxito” dejan todo para buscar una sola cosa, que

encierra dos trascendentales: Ser feliz. Dejar de correr tras ilusiones y deseos significa un avance,

pues no moverse es mejor que ir en la dirección equivocada, por lo que en tus análisis de

conciencia pregúntate también que te motiva y a que le temes, verás que dichas respuestas esta

condicionadas, porque hay una simbiosis en ambas causas que producen exactamente los efectos

contrarios, llevándonos a obtener justamente lo que temíamos, el querer o necesitar poco o mucho,

es relativo, según con lo que te conformes serás afortunado o desdichado, lo bonito de esto es que

tu elijes que y cuanto desear, eres la medida de todas las cosas.

El acertijo consiste en no perder la fe, aun cuando no te quede o tengas nada más, siempre tendrás

lo suficiente si permaneces fiel a tu corazón, produciendo ese antídoto a los temores y

preocupaciones mediante el amor que produce salud emocional y espiritual llamada felicidad,

pues nos han enseñado a tener miedo porque somos los únicos que podemos renunciar a nuestra

voluntad y libertad, a conformarnos en lo adverso, por inseguridad de no poder cambiarlo, es por

ello la importancia de querer hacer el bien, generar la felicidad y sentir en el corazón el amor,

porque los sentimientos como las cosas son fieles a su naturaleza, si haces para el mal, para la

guerra, y te prepararas para una batalla, recuerda que toda arma solo sabe lastimar, no le importa

a quien, en un primer momento puede ser en tu beneficio, pero cuando ya no tenga enemigo que




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combatir, lo buscará, y muy probablemente sean los que la crearon quienes sufran su necesidad

de no perder su propósito y razón de ser, pues significaría dejar de existir.

Así, todas las malas creaciones del ser humano que por miedo vieron luz, toman conciencia de su

existencia y buscan a toda costa seguir existiendo, por lo que es vital empezar a generar

sentimientos opuestos a los saberes actuales, que se materialicen en acciones positivas que brinden

un progreso auténtico al género humano; para ello debemos empezar por nuestras “creaciones

mentales”, porque todas nuestras fobias, nuestros prejuicios y limitaciones son el resultado de un

mal ejercicio emocional, ya que todo tiene su razón, su tiempo y desarrollo, y al no saber lidiar

con esos miedos, con esos fracasos, con esas frustraciones, lo primero que deseamos es “abortar”

tales sentimientos, enterrarlos en lo más profundo de nuestro ser, creando monstruos y fantasmas

de tipo, que nos atormentarán por el resto de nuestros días; por ello debemos tener mucho cuidado

con las emociones que generemos, porque una vez creadas, cobran conciencia de su existencia, y

defenderán su razón de existir a toda costa, convirtiendo nuestro ser en un ecosistema nocivo, de

flora venenosa y fauna peligrosa.

En tal sentido, los seres humanos son las emociones de Dios, es por ello que somos libres, porque

así nos creó y por tanto, nosotros no podemos, como actualmente se piensa, ser “dueños de

nuestras emociones”, somos sus creadores, y como tales estamos sujetos a dicha regla de respeto

a la existencia, al libre albedrio; una vez creada, cualquier sentimiento o emoción ya no

responderá a nuestras ordenes, por ello quienes emplean como mecanismos de defensa, control o

justificación el fomentar sentimientos negativos en su persona y semejantes, tales como “chantajes

emocionales”, depresiones y demás afectaciones han de ser consumidos por sus creaciones, por

lo que debemos emplear una disciplina de “economía emocional”, que nos permita tener un

balance positivo, primero ya no seguir creando más emociones adversas, luego administrar las

existentes a efecto de utilizar dicho peso emocional como palanca, como impulso para avanzar en

nuestro desarrollo personal, del cual deben ser los sentires administradores, no los saberes, y

dentro de los anteriores, el amor nuestro gerente general.

En el amor, sea de padre, amigo o pareja, el acertijo consiste en dar tanta libertad como puedas

a la persona que quieras tener a tu lado, como el horizonte mismo, el cual deben volar juntos ¡pero

no amarrados! ¡Porque el amor es el gozo de la apreciación en libertad total del ser amado! todos

te dicen que debes amar sin esperar nada a cambio, yo te digo que ames en libertad, desprenderte,

aportar sin esperar ganancia, esforzarte sin esperar ventaja, procurando el bienestar del ser

amado aun a costa del propio; esperar algo del ser amado es casi inevitable en tanto no te

sublimes, en la disciplina de la emotividad inteligente, debes iniciar por ver tu relación o

matrimonio como una sociedad del amor, en palabras del profesor heurístico: “el matrimonio por

conveniencia es solo un contrato, mediante el cual dos personas comparten más que derechos,

obligaciones y a menudo se entra con la idea de ganar, de ser servido, pero no de aportar, si hay

necesidad de dar, damos lo menos posible o solo lo necesario, siempre esperando recibir el doble

o más; a diferencia de la perspectiva del matrimonio por amor, el cual es la comunión física,

emocional y espiritual de dos seres en compromiso mutuo, que no esperan siquiera a que la otra

parte externe lo que necesita, pues ya está hecho, se fundamenta en el respeto y colaboración

mutua, en el reconocimiento de la independencia individual, es una relación en la que ambas

partes ganan, porque no están con la reserva o egoísmo de ver cuánto se recibe, para calcular




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cuánto se da; simplemente los enamorados se dan todo mutua y constantemente, en tal escenario,

no puede haber más que ganancia y felicidad”.

Es algo difícil, porque nuestros temores atacan como hienas al amor, cobardes siempre, generando

inseguridad, celos e ideas que solo en nuestra mente atormentada son posibles, por lo que debes

ser capaz de comunicarte de forma clara, franca y amorosa respecto de tales sentimientos o

inquietudes con el ser amado, para luego de dicho dialogo surjan no imposiciones ni condiciones,

si no el compromiso de trabajo para fortalecer su relación ¡Si amas en verdad no permitas que

dichas hienas devoren al ser amado! Entiende hombre, la mejor manera de tener a tu lado siempre

a una mujer es mantenerla enamorada y sabedora de que tiene toda la libertad del mundo, como

una leona fiel, jamás te dejará, pero si quieres retenerla, mediante la imposición o violencia,

habrás de perderla irremediablemente. Mientras que nosotros los hombres, bueno, somos un poco

más limitados y acomplejados, pero digamos que no somos tan tontos en realidad, efectivamente

somos más “carnales” –caninos dijera mi madre- pero es un mito eso de que solo el físico nos

importe, así como la creencia de que a las mujeres no les importa el sexo, en realidad, debemos

encontrar ese punto de equilibrio verdadero, en el cual los hombres aceptemos que necesitamos

de algo más de una mujer que el cuerpo y las mujeres no sean reprimidas por manifestar sus

deseos sexuales.

Así funciona el acertijo, si amas debes dar libertad y el ser amado nunca se irá, respeto y jamás te

faltará, olvida imponer la sumisión u obediencia, son cadenas que generan solo tristeza y

sufrimiento en el ser amado, que tarde o temprano habrán de ser rotas dándole libertad y sabes

que no volverá, se irá lastimado y buscando mejor refugio, ten Fe en el amor ¡siempre confía! Sé

noble y nunca pidas ni condiciones al dar todo lo que puedas, aun cuando no veas pruebas o tengas

certeza del resultado, de esa forma no tendrás que andar buscando el amor ¡tú serás el amor! y a

ti han de buscarte, a ti han de regresar; no sucumbas ante el miedo de perder, no te aferres, no

retengas, es muy fácil caer en el temor y contener o condicionar al ser amado, de oponerse e

incluso obstaculizarle su crecimiento profesional y personal por temor a que sea mejor y nos

abandone, por el contrario, impúlsalo, aliéntalo, él sabrá ser noble y luego te impulsará a ti,

logrando fortalecerse ambos, en vez de ser un par de enanos emocionales, temerosos y resentidos.

Recuerda que solo amarra quien tiene mentalidad de caza, y por tanto busca trofeos, algo muy

común en nuestra sociedad consumista, en la cual también se considera “un éxito” cuantas novias

o mujeres hayas tenido, o como “trofeo” el “cazar” o “pescar” un buen marido, en tal mundo

plástico, abundan los “vampiros emocionales” seres incapaces de generar amor o felicidad, que

van por la vida como depredadores que nos hieren, nos arrancan pedazos de corazón afectando

nuestra capacidad de dar, infectándonos, pero debemos entender en primera instancia, que este

tipo de personas son nuestra elección, porque nos atrae el peligro, porque nos creemos redentoras

o nos gusta “hacerle al mártir”, porque nos gusta jugar con fuego y somos caprichosos, entonces

el dar a quienes no son dignos de recibir fue nuestra elección, por lo que si hablamos de culpas,

debemos reconocer la nuestra, pero también es cierto que se vuelve más cómodo después de dicha

experiencia, convertirnos en depredadores, engrosando así las filas de “mujeres cabronas” y

“hombres huérfanos”, porque si podemos elegir otro camino, solo que requiere esfuerzo y

voluntad, pero sí tenemos la capacidad de regenerarnos en vez de andar buscando “muletas

emocionales”, una mala relación amorosa es como un accidente en automóvil, deja lesiones, pero




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es nuestra determinación el ejercitarla, y no para volver a tu estado original, si no para ser más

fuerte, más capaz de seguir dando amor sin temor, sin guardar o pasar “facturas”, porque de otra

manera, iremos por la vida “con el tanque vacío”, esperando encontrar alguien que “nos llene”,

que nos cure, cuando eso podemos y debemos hacerlo nosotros mismos, ser capaces de generar

para recibir y de perdonar para ser felices, para seguir amando, esto nos permitirá al mismo

tiempo eliminar la ansiedad de búsqueda, pues al estar en armonía y paz con nosotros mismos, no

necesitaremos desesperadamente de alguien que nos ame o a quien amar ¡Porque ya nos amamos

a nosotros mismos! y como consecuencia lógica, tampoco seguiremos equivocándonos en nuestras

decisiones o elecciones amorosas.

En el amor, como todo en la vida, no se trata de quienes somos o que hacemos cuando ganamos,

sino cuando perdemos, cuando estamos agotados o en crisis, para demostrar de que estamos

hechos, si nos ponemos en pie o nos quedamos en el suelo renegando de nuestra suerte y lamiendo

nuestras heridas, para quienes prefieren degradarse, retroceder y adoptar una forma “rastrera”

o depredadora, como los “vampiros emocionales”, solo hay pretextos, “cuentas por cobrar”, ya

no quieren ser felices, solo quitarle la felicidad a los demás, no quieren amar, solo lastimar; para

los que se ponen de pie, solo existe la voluntad en acción, motivaciones en vez de justificaciones,

esos hombres y mujeres son los que evolucionan, los que trascienden, los que solo muertos dejarían

de pararse, de amar, de dar, de esforzarse, y hasta eso, quien sabe, porque la voluntad es divina,

capaz de resucitar hasta a los difuntos.

Para verdaderamente evolucionar emocionalmente es mejor que te sepas malo a que te creas

bueno, perfectible no perfecto, susceptible de equivocarte para que estés abierto a corregir el

rumbo siempre, a reconocer errores y rectificar posturas, pues en la debilidad reside la posibilidad

de ser fuerte, mientras que si crees tener la razón, “ser el bueno de la película”, solo la necia

vanidad será tu compañera en tu oscuro rincón, ser malo o débil en verdad no es tan malo, ni

motivo de vergüenza, la verdadera maldad es no hacer nada por mejorar, no intentar ni permitir

que nuestra voluntad y bondad florezcan, es el único pecado capital, negar nuestra naturaleza,

atentar y sabotear nuestro crecimiento personal y de género; el acertijo en este punto reside en no

querer ser bueno, sino esforzarte por ser un malo crecimiento emocional, en constante ejercicio

de voluntad, en tal sentido nos debemos considerar eternamente malos, para nunca descansar de

hacer el bien; para la emotividad inteligente no es causa de vergüenza la debilidad e imperfección

humana, al contrario, son apreciadas como materia prima, no las desechamos ni escondemos,

procuramos una conformación, una reforma personal, son nuestro origen y punto de referencia,

por tanto, serán la medida diaria que nos permita evaluar los avances, contrario a quien se cree

bueno y tiene que justificar sus defectos o culpar a alguien más por sus errores.

Esta es la nueva mentalidad de esfuerzo que requerimos, capaz de invertir el paradigma

consumista en el cual todo tiene una vida útil muy limitada, todo es instantáneo o express y

desechable también, por ello nos educamos para no conservar, para no esforzarnos por arreglar,

solo queremos reír y disfrutar de las cosas y las personas, ya no vende la idea de esforzarse por

algo o alguien, por un proyecto, por una relación, si ya no sirve o se complica, pues se tira y se

reemplaza, empezamos con las cosas, pero ahora, aplicamos la misma regla a las personas, y

luego nos preguntamos porque las relaciones humanas son tan conflictivas, porque las amorosas

son fuente segura de desilusión, porque las parejas o matrimonios no duran, simplemente porque




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ya no tenemos una mentalidad de esfuerzo, que nos permita sentir la disposición y ánimo para

trabajar en aquello que no está bien, para solucionar conflictos y trabajar en pareja o equipo en

el fortalecimiento de dicha relación, en vez de tirarlo o desecharlo y tratar de conseguir otro

similar pero que no de problemas.

Quienes son “agradables”, esos que tienen “don de gentes”, de buen aspecto físico y bonito

carácter, excelentes ejecutivos, vendedores o agentes en relaciones públicas, así como amigos o

novios ideales, son simples pescadores o enganchadores, más correcta la definición: Estafadores

emocionales, que si te das cuenta, han tenido muchas novias y las seguirán teniendo, o están

interesados solo en agradar para vender su producto o servicio, en realidad lo único que les

interesa son ellos mismos, seguir siendo los mejores, son cobardes vividores, porque no les importa

ni se comprometen con una empresa o relación, solo le sacan el provecho que pueden mientras

pueden, y cuando ya no da más, son de los que dicen: “Fue muy lindo mientras duró, y a otra cosa

mariposa” Se escudan tras una sonrisa y falsa actitud de bondad por egoísta conveniencia, son

esos también que van “bendiciendo” a todo el mundo pero esperan a que estés en apuros para

darte dinero a altos intereses, o que “con todo respeto” te hacen ofertas ofensivas por tus bienes

en una situación difícil, son en realidad buitres, gente que lo único que sabe hacer es “leña de

árbol caído”, fingiendo preocupación por tu situación pero aprovechándose siempre de ella.

Mientras que sabrás identificar a los que llamo “gigantes buenos”, esos gruñones o mal

encarados, pero que callados e incluso sin que lo sepas, te ayudan cuando lo necesitas, personas

que no serán ni “gente bonita” ni simpáticos, pero que si saben ser solidarios y comprometidos,

sin importar tampoco si son “gente de dinero”, que ayuda más un “pobre” con disposición que

un “rico” de mala intención, la capacidad de dar no está en los recursos que se tengan si no en la

disposición del corazón, pero sobre todo, nunca le niegues la oportunidad a “los malos”, todos

merecen una segunda oportunidad, hasta el diablo, de quien tal vez su segunda oportunidad

seamos nosotros, y al final, su naturaleza y fin último sean contrarias a las que se le atribuyen,

confía, ten fe en la humanidad, en su capacidad de regeneración, un Primer Oficial de policía

decía siempre ante situaciones críticas: “Déjenme a los malos, a los rebeldes, a las ovejas negras,

que solo ellos saben aprovechar las oportunidades para redimirse, mientras que los buenos, se

escudan en su bondad para no reaccionar cuando se debe; solo ellos pueden sentir que los últimos

serán los primeros y piden fortaleza al Creador en vez de justificarse culpando por sus fallos al

diablo”

En verdad te digo, que cuando un “mal hombre” o “una mala mujer” se determina a hacer el

bien, no hay dinero que lo tiente ni situación que lo frene, al igual que cuando se compromete en

una empresa o relación, es fiel a pesar de todos sus defectos, pues en ella encuentra tierra fértil

para fortalecerse y crecer, para conformarse y redimirse de la mano del ser amado, son esos que

no abandonan el barco, lo que me recuerdan una bonita fábula y moraleja popular del ave que es

sorprendida por una fría tormenta, no puede más, se le congelan las alas y cae a tierra, pero lo

hace en una plasta de excremento, la cual no solo evita que muera al impacto, si no que en pocos

minutos con su tibieza descongela sus alas y la reanima, por lo que la avecilla se pone a trinar de

alegría, escuchando su canto un gato que merodeaba, que se acerca a ella y la limpia con sumo

cuidado, para acto seguido comérsela, dejándonos la moraleja de que: “No todo el que te tira




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excremento es tu enemigo, ni todo el que te limpia es tu amigo, y sobre todo, si estas tibio y

contento, cierra el pico”.

Es por ello que nos inventamos al diablo, pues si ya no hay a quien echarle la culpa de nuestros

fallos o sufrimientos, al menos tenemos la decencia de no culpar a Dios, pero tampoco tenemos la

sinceridad emocional de asumir las consecuencias de nuestros actos o afrontar con templanza las

pruebas del camino, pues siempre tendremos al buen y fiel “diablo”, el chivo expiatorio por

excelencia de la maldad humana, ¡Pobre Diablo! Como no tenemos esa honestidad emocional de

vernos tal cual somos, lo creamos a Él, nuestro álter ego, porque has de saber que como la

felicidad, la maldad tiene su acertijo, y es el de hacernos creer que “pagaremos nuestros pecados”

con algo que en realidad no es nuestro, para nosotros es como pagar con una tarjeta de crédito

ajena, porque nos dicen: “Estas vendiendo tu alma al diablo” ¡el diablo no es tonto! No ha de

comprarnos lo que no nos pertenece, nuestro corazón, alma, espíritu o como sea que le llamemos

a esa chispa divina es de nuestro Creador, lo que sí nos pertenece es nuestra humanidad, nuestro

tiempo, y es con lo que en realidad pagamos, lo que en verdad le importa a ese “diablo”, no

meterse con lo que no puede, que es nuestro divino derecho a evolucionar, a retornar a nuestro

Creador, por lo que nos “presta” placeres y satisfacciones sobre el vehículo en el que debemos

hacer dicha travesía, el cual es nuestra mortal humanidad, pero bondadoso como siempre, nuestro

Padre siempre nos presta para sacarnos de tal empeño.

Es por ello que dicen: “el diablo no descansa”, simple y sencillamente porque nuestros deseos y

pasiones tampoco, es por ello que no culpamos a Dios de las consecuencias de dichas apetencias,

porque sabemos de sobra que nada tiene que ver con nuestras fallas, que fueron plenamente

consentidas por nuestra omisión de voluntad o disciplina emocional, entonces, debe existir el

diablo, si no, ¿a quién culparíamos de no controlar nuestras bajas pasiones y oscuros deseos? ¿A

nosotros? No, mientras sigamos haciéndonos “cruza de pandas con conejos”, en verdad el diablo

da lástima, si alguien se merece la gloria es él y por ello nuestro Creador no solo le permite la

existencia, si no que se la valora, tal vez por ello dentro de algunas creencias, destino a su ángel

más bello, el más parecido y por ende, el más fuerte, el más fiel a Él, porque cualquier otro, ya

hubiere tirado la toalla, ya que es un pobre esclavo, trabajador explotado de una mala empresa

que siempre está en números rojos, que no le paga, esa empresa dedicada a la producción de grasa

emocional, de obesidad que nos impide accionar, con lo que da paso a la maldad, la cual no es

más que el resultado de todas nuestras omisiones emocionales, morales y espirituales.

El diablo pues, no es más que la proyección de nuestra pereza emocional y espiritual, su tentación

no es otra cosa que el llamado de nuestra flaqueza humana a no ejercitar la voluntad, por lo que

debemos reconocer a nuestro álter ego, como un padecimiento de trastorno de identidad

disociativa emocional que vivimos, aceptar que no es un demonio, sino un fantasma, nuestra propia

sombra, nuestro doppelgänger, que existirá en la medida de nuestros pensamientos y acciones;

así, encontramos demonios pequeños y demonios grandes, y cuando estos logran consumir a un

ser humano, no es otra cosa más que éste mismo devorándose o perdiendo su humanidad,

ahogándose en el pantano de obesidad que representa su falta de voluntad y disciplina emocional,

porque la sombra jamás podrá ir a donde nosotros no determinemos movernos, así que ya dejemos

de culpar a los demás, a dios o el diablo de nuestro destino, de nuestros problemas o sufrimientos,

y tengamos esa honestidad, ese compromiso emocional para retomar las riendas de nuestro




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pensamiento, de nuestras acciones, de nuestra vida, que bueno o malo, al final somos solo nosotros

mismos y nuestras sombras, nuestras proyecciones.

Ser malo no es tan malo, ni ser bueno es tan bueno, así que no te avergüences de tus debilidades

ni permitas que otros te humillen o menosprecien por ellas, debes ser orgulloso y noble, digno en

una palabra, demostrar que si bien tienes defectos, siempre serán más pequeños que tu voluntad

por ser mejor cada día; recuerda que a los tibios “hasta el diablo los escupe” todo lo que hagas

hazlo con pasión, nunca a medias, nunca de mala gana, siempre ten en mente que es un ejercicio,

y como dicen los que a ello se dedican: “Si no hay dolor, no hay ganancia”, eso distingue a los

comprometidos con los mediocres, los que siempre van invirtiendo lo mínimo, esforzándose solo

lo necesario, y si hay la posibilidad de no hacer algo, mejor, porque saben que son fracasados,

quien desea y confía en un buen resultado siempre se esfuerza, pues la ganancia es proporcional

a la inversión.

Reconocer que la vida es sencilla, que los complicados y difíciles somos nosotros es el primer

ejercicio de disciplina emocional, por lo que no te obsesiones con nada, ni con tu físico ni con una

meta, pues cuando en tu mente se fija la idea de “ser el mejor” en algo, dejas de disfrutar lo demás

de la vida, limitando tu ser a una sola cosa, perdiéndote de todo lo demás, piensa en esos jóvenes

atletas que a sus doce o trece años ya son “el orgullo” de su país por traer el oro a casa, ¿pero

sabes el costo de esa medalla? Fue su niñez, su alegría, el gozo de jugar, vivir la vida, y hasta eso,

no todos consiguen el oro, por cada “niño prodigio” quedan en el camino cientos, sin la “gloria

del triunfo” y con la vida destrozada, y lo más triste es que son los propios padres los que canalizan

sus frustraciones en sus hijos, esperan de ellos grandes deportistas o médicos “será un gran

doctor” profetizan, y exigen que “sean lo que ellos no pudieron ser”, ¡Caramba! Si ellos un

pudieron, sus hijos ¿Por qué? cuando el niño quiere ser músico o pintor, entendamos que cada ser

humano tiene el derecho inalienable de elegir su camino, su paso y su propio destino, es deber de

quien ama respetar y alentar tal desarrollo, sin importar que este o no de acuerdo, solo importa

que sea feliz, no exitoso, menos que alcance metas ajenas, “triunfos” que no fueron logrados por

otros, así sean sus padres.

En vez de tal ejercitamiento excesivo en solo un aspecto de tu vida, busca el equilibrio en tus

actividades y sobre todo, la congruencia con tu pensar, decir y actuar, verás que los resultados

serán igualmente congruentes, las recetas son sencillas pero no fáciles, requieren esfuerzo, por

ello las complicamos buscando atajos más cómodos, porque siempre sabemos que es lo correcto,

pero esto no siempre es lo que contenta nuestros deseos o nos brinda los placeres que buscamos,

por tanto queremos bajar de peso sin dejar de comer chatarra ni activarnos, tener una economía

sin renunciar a “vivir de prestado”, gastando siempre lo que no tenemos, queremos superación

personal pero no dejar nuestra tibia cobija de pereza, encontrar una buena pareja y que nos ame,

pero no nos comprometemos ni somos fieles, queremos estar bien emocionalmente pero no

queremos renunciar a la venganza, nos encanta “respirar por la herida” y vamos por la vida con

la filosofía de que: “Podré perdonar pero jamás olvidar” ¡El perdón es liso y llano, irrevocable!,

en general, no tenemos congruencia ni voluntad de pago, queremos disfrutar de todo, pensamos

que merecemos todo, reconocimiento, halago, amor, satisfacción, cuidados y atenciones, pero no

somos siquiera agradecidos con quienes nos brindan todo ello, menos capaces de retribuirles el

gesto o de cumplir con la parte que nos toca.




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Seamos buenos pagadores y tendremos todos los créditos en la vida, olvidemos la mentalidad de

amolar al prójimo, de hablar y no actuar, de la autocompasión, dejémonos de tenernos lastima,

esperando como “mendigos emocionales” las limosnas de los demás, como esta tonta canción que

nos dice: “Uno no es lo que quiere, si no lo que puede ser”, ese tipo solo responde a la pregunta

machista de: ¿Qué somos? ¿Hombres o payasos? Culpando a todos y a todo por lo que nos pasa,

dando a los demás “pena ajena” por nuestra patética actitud ante la vida; si logramos eso, ser

buenos pagadores, además del buen crédito, lograremos no perder la perspectiva de la vida, la

cual consiste en el entendimiento de la naturaleza y finalidad última de las cosas, permitiendo

utilizar lo que es para usar y valorar lo que es para estimar, diferenciar entre objetos y personas,

en no obsesionarse por tener lo mejor y de todo, si no lo necesario para hacer lo mejor con ello,

entender que la diferencia entre vivir y existir es el gozo con el que se hace, la felicidad generada

y el amor predicado activamente.

Espero de corazón, encuentres tu camino, tu razón de ser, el presente libro no te dice cómo hacerlo,

porque no puede, ¡nadie puede hacer algo que solo tú debes sentir! mucho de lo que hemos dicho

ya lo sabias, habías escuchado, o leído, sea en un libro, revista, película o incluso, en “la profunda

filosofía facebukiana”, por lo que más bien te invita a que sientas en el corazón algo de todo eso

que de sobra sabes, para que escuches el llamado interno de tu ser, el deseo e impulso de voluntad,

pues en cada obra o acción diaria, por sencilla que sea, se encierra la oportunidad de ejercitar

las emociones y templar nuestras bondades humanas, ser feliz no cuesta nada, pero tampoco es

“de a gratis”, es necesario esforzarse para ser fuertes en verdad, porque solo ellos, los fuertes y

templados, pueden ser nobles, el cobarde sucumbe al miedo y se vuelve vasallo, esclavo servil de

sus deseos y pasiones.

Esa fortaleza no se encuentra en los músculos ni en el acero, por lo que es necesario abandonar

lo que solo constituye un lastre, una carga que no te deja despegar ¡Permítete sentir! que es el

camino para vencer la ansiedad y temor que genera el no saber, permite que tu corazón sienta fe,

confianza en tu propia naturaleza y destino, que son una misma cosa, sin querer tener prueba

tangible de todo lo que existe, porque ya quedamos que mucho de ello no lo vemos, nuestro cerebro

lo ignora, por eso no encontramos el camino de la felicidad que lo tenemos siempre enfrente, como

nuestra nariz, que si te percatas no la ves, porque simplemente tu cerebro determina no verla, sabe

que está ahí, pero le estorba por lo que desecha su existencia, si no me crees simplemente cierra

un ojo y la verás, pero con los dos abiertos tienes que ordenar específicamente que quieres verla

para que tu cerebro la enfoque, así de simple es la Emotividad Inteligente, que mediante la

disciplina emocional nos permitirá ejercitar y ordenar a nuestro ser tomar en cuenta sentidos como

la Intuición que ahora mismo, por comodidad o incapacidad de dominio o comprensión, nuestro

inteligente cerebro bloquea.

Esa intuición es la vía para alcanzar un conocimiento puro, para nosotros el sentir integrado que

algunos conocen como precognición o premonición, y no es más que la capacidad humana para

vivir en tiempo real, lo que se constituye en la efectiva existencia, vivir en el presente instantáneo,

que es lo mismo que el futuro para nuestro actual modelo, que si bien piensa rápido con el cerebro,

no puede hacerlo a velocidad luz, necesita de fracciones de segundo para su proceso mental como

ya hemos comentado, sujetándonos a una no existencia, si no recreación de la misma, por lo que

nuestro ser protesta en conflicto ante tal violación de sus derechos y capacidades, generándose




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miedos y temores, ansiedades y conflictos emocionales, un desequilibrio constante resultado de

nuestra incapacidad y aferre por querer controlar el movimiento, cuando lo podemos anticipar y

generar, porque nosotros somos la vida y el movimiento.

Debes fortalecer tu ser, no tu cuerpo ni estado de cuenta, que en esa fortaleza radica la capacidad

de sacrificio, llevándonos a una sola cosa: La nobleza emocional que se constituye en proceso de

sublimación espiritual que te permita aprovechar y gozar, vivir la vida, no solo respirar, de

comprender que la respuesta al acertijo de la felicidad reside en que el ser humano se desempeña

en sociedad –pero su evolución debe darse en lo individual sin esperar que sea un avance grupal

el que lo impulse- aceptando que nos encontramos bajo el control de un sistema de poder que por

múltiples fracasos históricos aprendió que por naturaleza somos resolutores o ejecutores de

problemas, amantes de la libertad e hijos de la justicia divina, por lo que astutamente puso el

problema como una rémora o quiste en nuestra propia constitución emocional, -sabedor de que

también el instinto de supervivencia se encuentra en nuestra naturaleza, de que somos expertos en

sobrevivir y nos negamos a desprender- por lo que ya no es fácil erradicar un problema cuando

somos parte de él, causando conflicto a nuestro impulso primario de preservación la necesidad de

amputar algo de nosotros, por lo que entramos en negación e inercia emocional y social.

Luego entonces, dicha respuesta a tal acertijo reside en desprenderse para no perderse, en

soltarnos y no aferrarnos para no caer, en perdernos para encontrarnos, en soltar el timón

imaginario que nos da la ilusión de control en la sociedad moderna consumista para en verdad

ser los regentes de nosotros mismos, en dejar de pensar un poco y sentir más, sobre todo a no

temer al temor ni rehuir al esfuerzo, porque solo mediante tal esfuerzo o disciplina emocional

alcanzaremos la libertad verdadera, ya que ser feliz es una obligación y compromiso para con

nuestro Creador, no depende de nadie más, ni de las circunstancias, sino de nuestra voluntad y

corazón, ser felices debe ser nuestro deporte favorito, el cual debemos practicarlo en cada respiro,

sudar con gozo en el esfuerzo del juego diario.

Entender que en la vida todo lo que parece fácil y bonito, en realidad tiene su precio y requiere su

esfuerzo, a menudo lo fácil se torna difícil porque todos lo buscan por comodidad, así alcanza

gran precio lo que nada vale, mientras que lo difícil se vuelve fácil porque todos le huyen a la

responsabilidad, esta especie de oferta y demanda emocional debe impulsarnos a no esperar

cambios, a generarlos, a no dejar de ser nobles, porque cuando menos se espere, la vida te

sorprenderá gratamente, por lo que dar sin esperar es una ganancia segura, al menos de no sentir

frustración o desilusión y la oportunidad de recibir de quien o cuando menos se espera, porque

esperar o condicionar a las personas es alimentar temores y sentimientos negativos, por ello la

necesidad del egoísmo bueno y supremo, el de no necesitar a nada ni nadie para vivir, para ser

feliz, así le darás al ser amado la libertad de que camine a tu lado toda la vida por amor, por libre

elección, no por temor, retribución o coerción.

En la medida que dejemos de querer todo rápido, todo instantáneo y exprés, todo perfecto, todo a

medida, veremos que somos nosotros la medida de las cosas y razón de su existencia, por lo que

no hay necesidad de condicionar o forzar las cosas; al igual que perder el miedo al esfuerzo,

resultará en gozo, que es el gusto y disfrute de ese trabajo emocional y espiritual que nos permita

abandonar el culto al consumo plástico, al éxito y belleza, al poder tal y como ahora lo entendemos,




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resolviendo el acertijo como lo hiciere Perseo, ¡Cortándole la cabeza a esa Medusa globalizada

consumista sin verla a los ojos! Ya que al vivir dentro de tal consumo, permitimos que éste nos

consuma a nosotros, a quienes nos engorda y atrofia los sentidos para que persigamos torpemente

el éxito, ya no la felicidad, pues a ella no hay que desearla, hay que generarla ¡No desees ser feliz,

simplemente empieza a serlo! Así nada más, porque la felicidad no tiene razón ni lógica, no puedes

sujetarla o alcanzarla por su conducto, ya que es hija de la divinidad, hermana de la locura, de la

genialidad, siempre envidiadas por una bastarda llamada inteligencia y sus crías, llámense ciencia

y tecnología, que nos ofrecen a cambio el contentamiento externo de placeres mediante el éxito.

Una vez que mordemos el anzuelo de los deseos, nos volvemos masoquistas, disfrutamos del dolor

que nos causa el no tener aquello que deseamos, sinceramente ya no importa en cierto punto si

será posible o no el alivio, solo importa sentir tal sufrimiento, ¡porque el sufrimiento se convirtió

en la razón de nuestra existencia! y empezamos a creer eso de que “la vida no es justa”, ¡Claro

que lo es! nos da justamente lo que merecemos o necesitamos, inclusive lo que consideramos malo,

que no entendamos los porqués es cosa distinta, luego por no entender empezamos a dudar, a

temer, cuando solo tenemos que confiar y avanzar, rendirnos al sentimiento para triunfar sobre el

razonamiento, pues tener fe en nosotros mismos es tener fe en Dios, y si actúas con esa fidelidad

de conciencia, los milagros serán posibles cuando sientas la necesidad de ceder, de dar, de servir,

de amar; entonces será el amor la razón de tu existir, y serás feliz, sin importar circunstancia

externa.

Por ello, alguien avanzado en el camino del ser y la felicidad dijo algunas grandes verdades, al

menos tres: Que el origen del sufrimiento es el deseo, que este pude extinguirse extinguiendo su

causa y que para extinguir tal causa de sufrimiento debemos seguir el noble camino; dirás tú: ¡Son

de Buda y Son cuatro las grandes verdades!, sin embargo, humildemente no coincido con su

primera verdad ¡A la vida no venimos a sufrir! Es lo que tal vez no había descubierto en su sentir,

ya que su primera verdad dice que toda existencia es sufrimiento, no es así, toda existencia debe

ser gozo, alabanza y ofrenda a nuestro creador, ciertamente hay esfuerzo, pero no debemos

permitir sentir dolor de tal ejercicio emocional y espiritual, si no por el contrario, orgullo,

satisfacción y agradecimiento, ya que se nos obsequió no como castigo, si no como salvoconducto

en la vía correcta a seguir para alcanzar nuestra meta última y verdadera.

Es por ello que la felicidad es el camino, mediante el cual dicho sufrimiento se conforma en gozo,

en sacrificio y ofrenda, pero nosotros estamos equivocados en la ofrenda, porque sacrificamos

nuestro ser, cuando a quien debemos sacrificar es a ese Álteramo, a quien debemos ser capaces

de superar, pero ese Álterdominus es muy inteligente, sabe que estamos destinados a no solo

sobrevivir si no evolucionar por su conducto, se niega a dejar de existir y nos vuelve cómplices de

dicha existencia, para que lo defendamos, aun en contra de nuestro propio ser y misión,

dotándonos de herramientas y armas para combatir por él, cuando en realidad no se trata de

vencer o eliminar, sino de evolucionar, a eso se refiere la segunda gran verdad, ya que algo

evolucionado, que mejora por ende deja de ser lo que antes era, y como vivimos en el pasado, ese

antes tiene poder sobre nuestro presente y no piensa perderlo, por lo que se aprovecha de nuestras

emociones, del miedo a la perdida, cuando no tenemos nada que perder, del miedo a la nada,

cuando somos parte del todo, del miedo a la soledad y desamor, cuando ninguno de nosotros

puede estar solo o sin el amor del Creador, aunque lo quisiera; en general, nuestro Álterdominus




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ha comprendido el acertijo, por lo que se empeña en atrofiar nuestra intuición y condicionar los

sentidos restantes para mantenernos rezagados, con nuestros ojos limitados y otras visiones

bloqueadas, dando vueltas en un laberinto de concreto con millones de salidas falsas, confundidos

y conflictuados, pues sabe que cuando resolvamos el acertijo, dejaremos de vivir en pasado y

seremos en futuro presente, lo que significará su evolución, lo que interpreta como la desaparición,

la nada, la muerte.

Por lo que el fin último de la Emotividad inteligente es conformar nuestros sentires, no quererlos

suprimir o usarlos a conveniencia, partiendo del sentir integral, aceptando que el miedo y todos

nuestras inseguridades y temores son parte de nuestra naturaleza propia, por lo que no se les debe

ver como el enemigo, ni buscar estrategias para manejarlas o sacar provecho de ellas, pues no es

una mentalidad de guerra o empresarial la que en verdad se necesita para su conformación y real

aprovechamiento, apuesta a esa conformación, a esa evolución emocional, que el miedo y todos

los sentimientos negativos son el semillero para nuestra evolución, en tales debilidades reside la

fuerza, por lo que deben ser vistos como materia prima, darles el valor que tienen, sin ellos nos

sería posible avance alguno, solo debemos entrenarnos, romper el paradigma de la felicidad

artificial llamado éxito, sentir más que aprender a controlar las emociones, que estas son la vía

necesaria, reconocerles y respetarles su existencia, porque todas las emociones son importantes,

tanto el miedo como la alegría, es la manera de conformarlas y lo que nuestros consecuentes actos

provoquen lo que importa, todas las emociones son herramientas, no limitantes y como tales, están

para ser aprovechadas.

Lo anterior nos permite eliminar la negación, fomentar la honestidad emocional, con la que

podremos reconocer, aceptar y conformar en su totalidad a nuestro ser, evitando frustraciones y

complejos, liberarnos mediante dicho ejercicio de honestidad para no ser reprimidos por nosotros

mismos, ya que no podemos evolucionar o avanzar en un camino si estamos atados al interior por

nuestros miedos, complejos y frustraciones, como ese caballo que está atado a una silla, o ese

elefante que de pequeño lo encadenaron, nosotros tenemos la capacidad emotiva de no solo

superar esas ataduras, sino de utilizarlas en nuestro beneficio evolutivo, así que tener miedo es

natural, tenerle miedo al miedo es una estupidez, al igual que sentir dolor es humano, pero que

nos duela la idea de sentir dolor, es masoquismo, no razones un sentimiento que todavía no surge,

porque estarás creando monstruos, es decir, si todavía no fallece un ser amado, disfrútalo, aunque

sepas que le quedan horas, ya tendrás oportunidad de darle rienda suelta al dolor, pero estar

pensando anticipadamente en un temor o sufrimiento, es como el avaro que sufre todas las noches

torturado por la pesadilla de que le roban su oro.

Las emociones no se manejan, se conforman, porque son naturales, nosotros decidimos mediante

el ejercicio y disciplina emocional y no mental, la forma en la que les permitimos materializarse o

enquistarse en nuestro ser, si nos tropezamos con ellas o las utilizamos como peldaño, la

Emotividad Inteligente siente que las estrategias de control son una necedad, pues las emociones

son como los mares, no puedes controlar o manipular la dirección del viento, pero si puedes

aprovecharlo, tampoco puedes evitar las tormentas, pero si puedes ejercitarte para obtener la

habilidad y fortaleza de navegarlas, el acertijo reside en dejar de temer a lo que no existe, como

actualmente lo hacemos, teniendo miles de fobias, hasta a las fobias mismas, ojala hubiera una

fobia a la injusticia, como decían nuestras abuelas, tuviéramos de nuevo temor de Dios, en vez de




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ello, fomentar temores verdaderos, que nos sirvan de parámetro o termómetro a nuestros actos,

pues ya sabemos que no podemos controlar los acontecimientos ni predecir el futuro, por lo que

las circunstancias que nos producirán emociones son externas, y por tanto sentir ansiedad o

aprehensión por ello es una pérdida de energía, que debemos emplear en la conformación e

integración a nuestro ser de tales reacciones, los acontecimientos son solo eso, ni buenos ni malos,

de nosotros depende la reacción a ellos, el matiz y la carga emocional que les asignemos, por lo

que lo trascendental es la conformación de sentires, ante los acontecimientos que detonan nuestras

emociones, ante el temor, podemos elegir sentir y acrecentar la fe o la esperanza, en vez de alentar

agresiones como mecanismos defensivos, podemos conformar mecanismos ofensivos a tales

miedos, como la humildad, el sacrificio y el amor, ya que al atacar por temor estamos defendiendo

y acrecentando dicho miedo, al ser nobles y no violentar, siendo pacíficos, estaremos no solo

atacando, si no conformando ese temor en amor, si estuviéramos dentro de un modelo de

inteligencia o lógica de guerra, te diría que es el camino al éxito, al triunfo sobre dichos temores,

pero como esto se trata de sentir no de saber, de ser feliz no de ser exitoso, no hay necesidad de

agredir o ganar, solo de conformar nuestro ser, con lo que inevitablemente se ha de modificar lo

restante y externo, como se dice: “si quieres cambiar el mundo, debes cambia tú primero”, dándote

cuenta en el acertijo que una vez que cambies, ya no habrá necesidad o deseo de cambiar al mundo,

porque ya lo habrá hecho contigo.

Es tal ejercicio emocional y espiritual de apertura a los sentidos mediante la voluntad en acción y

confianza verdadera en nuestro ser que nos permitirá comprender la naturaleza verdadera, razón

de ser y fin último de nuestros miedos, sufrimientos y demás sentimientos negativos, en el momento

que los veamos como el abono que son, materia prima que se nos fue proporcionada, habremos de

florecer en felicidad para gracia de nuestro Creador, ellos son nuestro combustible, están para

ser alimento, no para ser alimentados, no se trata de tirar cargas emocionales como las

frustraciones, resentimientos e inseguridades ¡Sino de consumirlos! De conformarlos, procurando

ser buenos sin miedo a serlo, por la lógica de guerra actual, donde serlo es sinónimo de ser tonto,

así cómo ser noble de ser débil, en realidad solo demuestra que somos muchos tontos y débiles

emocionales que no apreciamos la virtud de ser bueno y noble, esas virtudes que nos lleven a

ejercer el poder supremo conocido como amor.

No creo exista otra palabra sobre la cual se haya escrito más que el Amor, hay miles de poemas,

pensamientos y bellas frases al respecto, grandes definiciones, por lo que solo me resta preguntar

ante tal necedad de definición o reducción de lo que es eterno, justo y perfecto, ¡divino pues! ¿Qué

cosa no es el amor? Si Dios es amor, y fuera de Él nada existe, por tanto amar es existir, todo

aquello que no lo haga simplemente no es, por lo que el amor ni se define ni se busca, se siente y

ofrenda, ¡Se vive! y vivir es más que respirar, es justificar cada respiro, cada latido del corazón,

es gozo de dar en cada aliento parte de nosotros, aún sintiendo que cada segundo no regresará

jamás, que cada día nos acerca al último, no amar por temor a sufrir es lo mismo que no vivir por

temor a morir, el resultado no importa, será para todos el mismo, entiéndelo, siéntelo y confórmate

con ello, quien ama en verdad ya no sufre, porque el amor es absoluto, no necesita de nada o nadie

más, ama como quieras, a tu manera, no sigas recetas ajenas ni formulas exitosas, el amor no se

escribe o discursa, como el poder supremo que es, ¡se ejerce! Confórmate con el amor, ejerce tu

Divino derecho y obligación humana de ser feliz mediante el gozo de amar y el privilegio del




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sacrificio, que no es más que un festín, en el cual todos tus deseos, pasiones y temores son los

platos fuertes.

Mucho se dice sobre ser humilde, perdonar, tener actitud de servicio, ser cándidos con los niños,

los viejos y los enfermos, de dar sin esperar, de que no se puede dar lo que no se tiene, de que cada

quien da lo que en su corazón posee, de ser caritativos ¡En fin! ¡Se habla mucho¡ Los que aman

se comunican con otro lenguaje, el del corazón, porque quienes comen no hablan, el amor se trata

de ser carnívoros, de devorarse a pedazos con gozo, desmembrarnos no solo por el ser amado, si

no por el extraño y más aún, por quien nos ve como enemigos; si amas, puedes ser como tú quieras,

seguir tu propio estilo, el amor no necesita copias de Jesús, Gandhi o la Madre Teresa de Calcuta,

solo que seas tú quien sienta ese apetito, no le importa la forma en la que “agarres el taco”, sino

que te devores con gozo, invitando de ti a todos tus semejantes.

Para amar y ser feliz en verdad es necesario generar mediante ejercicio de voluntad esa hambre,

que te haga devorar tu humano ser para conformarte a tu divino existir, sentir que la carne es

materia prima, que debes consumirla no aumentarla en el egoísmo de la obesidad emocional ¿Has

visto a un faquir gordo? Los que verdaderamente ayunan no engordan, así como tampoco verás a

un hombre o mujer exitoso que sea feliz, porque como dijo un Gran Maestro: “Es más fácil que un

camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el reino de Dios” Ese reino es el amor

y la felicidad su ley, nadie que sea sirviente de las comodidades y riquezas podrá ser libre para

amar, para conformarse y sentir la necesidad del gozo por darlo todo sin importar retribución o

condición.

Debemos trabajar en lo personal e íntimo para conformar un mundo donde seamos iguales solo

en sociedad, respetando nuestra humana diversidad, donde la única hambre que exista sea la

nuestra por devorar esos vicios, defectos, egoísmos y temores, ejerciendo el divino derecho y

obligación humana de amar, de ser feliz mediante el gozo del esfuerzo de voluntad y sacrificio

verdadero, para lo cual es necesario una recalibración en cuanto a los paradigmas actuales de

éxito, riqueza y poder, a nuestras prioridades y formas de ver la vida, porque la humanidad esta

hastiada y asqueada en un bacanal de consumo y orgia tecnológica, necesita ejercitarse,

esforzarse, sudar, desintoxicarse, debemos provocar ese apetito de amar que nos impulse a

generar felicidad haciendo con gozo lo que debemos, conformándonos con ello, para que sea lo

que queremos, no sufrir haciéndolo movidos por el deseo de ganar o tener éxito, conformar la

eternidad de castigos a la cual pareciera estamos condenados en un instante de gozo y hacer de

ese instante eterno.

Es la respuesta final a nuestro acertijo, olvídate de ser glorioso o victorioso guerrero, si ocultas

tus heridas bajo una armadura ni secarán ni se curarán, no caigas en la debilidad de aparentar

fuerza, no tienes que ser fuerte, eso lejos de conformar te deforma, tienes que ser humano,

demostrando tu verdadero poder en la humildad, fe, sacrificio y gozo del amor que te permitirá

sentir el estado de gracia divino llamado felicidad, porque esta no es más que nuestra capacidad

de sentir en su máxima expresión, no te conformes con motivación barata, no eres ni águila ni

león, eres algo mucho más divino y majestuoso, eres un hombre o una mujer, somos seres creados

a imagen y semejanza de Dios en etapa larvaria, es decir, todavía no conformados a esa imagen y

semejanza, nos encontramos en un estado de crisálida, del cual debemos emerger por nuestro




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propio esfuerzo, olvidando ese cascarón sin importancia del cual habrás de salir para remontar

un vuelo más alto que el de un águila, no te aferres a ser larva, confórmate en la disciplina

emocional de la capacidad de sentir, de la felicidad mediante el ejercicio de amar, haz de ella un

modo de vida, no una meta o finalidad.

No me resta mas que agradecer por tu tiempo, desearía que Dios te bendiga, pero como ya

comprenderás, Él siempre lo hace, sobre todo a quienes son voluntad en acción, a quienes siempre

tienen hambre de sí mismos, a quienes predican con el buen ejemplo, sin pensar tanto, sienten y

actúan en consecuencia, a pesar de sus limitaciones o temores, son fieles al llamado del corazón,

obrando siempre de buena fe, con gozo y en beneficio de sus semejantes, logrando que la vida y

todo lo que les rodea sea un reflejo de su ser, no al contrario, por lo que únicamente una cosa te

pido: ¡Bendícete a ti mismo cada día y siempre!.


el acertijo de la felicidad: el Éxito no es para todos, solo para quienes no pueden ser felices

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