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Educar en Barataria Heike Freire Alumnos trabajando en el taller de arte de Sands School, escuela situada en Devon, Reino Unido/ Heike Freire El sistema educativo que hoy conocemos (tan arraigado que parece haber existido siempre) nació, en Occidente, hace apenas 150 años, con el objetivo de instruir a grandes masas de población, por entonces analfabetas; y puede decirse que cumplió su función. Siguiendo el modelo industrial, se creó una institución especializada, separada de otros espacios sociales, donde niñas y niños, distribuidos por edades, reciben unas enseñanzas (previamente desmenuzadas y ordenadas) bajo la autoridad del maestro que les califica y clasifica, según su desempeño. Al tiempo que aparecía la llamada escuela convencional , surgieron también sus críticas a las que solemos referirnos como educación alternativa , subrayando así su carácter otro, utópico y, por qué no decirlo, también marginal. Sin embargo, si observamos de cerca esta metafórica isla Barataria, veremos que se trata en realidad de un archipiélago, un conglomerado de teorías y experiencias, a veces sin demasiada relación entre ellas. Poco tienen que ver, por ejemplo, los planteamientos de Montessori, Freinet, Neill, Waldorf, Reggio Emilia, Ferrer i Guardia o la escuela Barbiana…, como no sea el intento de ofrecer nuevas perspecti vas, tratando de superar las limitaciones de la corriente dominante. A lo largo de la historia, estas distintas reflexiones y experiencias han ido alimentando la práctica pedagógica tanto fuera como, también, dentro de la escuela normal . Las escuelas infantiles, por ejemplo, no podrían pensarse, actualmente, sin María Montessori y su enfoque basado en materiales estructurados por rincones. Los diferentes tipos de asambleas escolares que hoy se celebran en muchos centros, con la

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Artículo de HeiKe Freire publicado en Frontera D que hace un recorrido por los cambios y modelos educativos en el siglo XX

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Page 1: Educar en Barataria

Educar en Barataria

Heike Freire

Alumnos trabajando en el taller de arte de Sands School, escuela situada en Devon, Reino Unido/ Heike Freire

El sistema educativo que hoy conocemos (tan arraigado que parece haber existido

siempre) nació, en Occidente, hace apenas 150 años, con el objetivo de instruir a

grandes masas de población, por entonces analfabetas; y puede decirse que cumplió su

función. Siguiendo el modelo industrial, se creó una institución especializada, separada

de otros espacios sociales, donde niñas y niños, distribuidos por edades, reciben unas

enseñanzas (previamente desmenuzadas y ordenadas) bajo la autoridad del maestro

que les califica y clasifica, según su desempeño.

Al tiempo que aparecía la llamada escuela convencional, surgieron también sus

críticas a las que solemos referirnos como educación alternativa, subrayando así su

carácter otro, utópico y, por qué no decirlo, también marginal. Sin embargo, si

observamos de cerca esta metafórica isla Barataria, veremos que se trata en realidad

de un archipiélago, un conglomerado de teorías y experiencias, a veces sin demasiada

relación entre ellas. Poco tienen que ver, por ejemplo, los planteamientos de

Montessori, Freinet, Neill, Waldorf, Reggio Emilia, Ferrer i Guardia o la escuela

Barbiana…, como no sea el intento de ofrecer nuevas perspectivas, tratando de superar

las limitaciones de la corriente dominante.

A lo largo de la historia, estas distintas reflexiones y experiencias han ido

alimentando la práctica pedagógica tanto fuera como, también, dentro de la escuela

normal. Las escuelas infantiles, por ejemplo, no podrían pensarse, actualmente, sin

María Montessori y su enfoque basado en materiales estructurados por rincones. Los

diferentes tipos de asambleas escolares que hoy se celebran en muchos centros, con la

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participación del alumnado, se inspiran en las prácticas de la llamada educación

democrática. Las distintas formas de comunidades de aprendizaje, grupos interactivos

etc… que implican a voluntarios externos (padres, miembros de asociaciones,

profesionales de los servicios públicos, estudiantes…) en los procesos escolares, tienen

su origen en las comunidades educativas de los años 20 y 30, en Alemania.

Más que un espacio aislado e imposible, un sin lugar (u-topos) en la realidad

normalizada del continente, Barataria es una reserva natural, salvaje, de innovación

educativa. Su existencia ha permitido, entre otras cosas, la renovación del modelo

convencional y, con ello, su adaptación a los cambios sociales, a lo largo del tiempo.

Superar la crisis de la escuela: ¿marcha atrás o paso hacia delante?

Hablar de la crisis por la que, desde hace años, atraviesa la institución escolar, se ha

convertido en un lugar común que recoge el consenso de todos los actores, cualquiera

que sea su posición en el sistema o su orientación política.

En lo que ya no están tan de acuerdo analistas y afectados es en las causas de

esta sonada crisis y en sus posibles soluciones: algunos la atribuyen al gobierno y a la

politización de la enseñanza, al exceso de centralización, la mala organización, la

incompetencia pedagógica del profesorado (o su exceso, según los casos), la escasa

implicación de los padres o su implicación inadecuada, las nuevas tecnologías y los

medios de comunicación, la insolencia e indisciplina de la juventud actual, la pérdida de

autoridad y un largo etc.

Hace algunos años, el filósofo francés Luc Ferry, por entonces ministro de

educación, culpaba a las ideas progresista de Mayo del 68 de la situación

desvalorizada y comprometida en que se encontraba la escuela, y propugnaba una

vuelta a los valores republicanos de respeto a la autoridad, competencia académica,

instrucción, esfuerzo y memorización…. En nuestro país, Mario Vargas Llosa ha

sostenido recientemente tesis parecidas, mientras algunos políticos abogan por el

restablecimiento de una férrea disciplina y un poder más enérgico del profesorado,

simbolizado en la tarima, o altillo, que le sitúa clara y visiblemente por encima de los

alumnos…Tal y como lo sugería Comenius, el famoso pedagogo… del siglo XVII.

Curiosamente, como señala Jaume Trilla en una reciente publicación, la mayoría de

estos “nostálgicos” se cuidan mucho de reivindicar también la vuelta de los castigos,

físicos y psicológicos que, con frecuencia, acompañaban el ejercicio de esa auto ridad

absoluta e idílica.

Desde mi punto de vista, las actuales dificultades de la escuela tienen su origen en

las profundas transformaciones que nuestra sociedad ha experimentado en los últimos

50 ó 60 años; transformaciones que se dejan sentir con más fuerza en el ámbito

sensible de la infancia, y apelan a un cambio profundo en la institución educativa. Para

enfrentar estas transformaciones, no creo que sea necesario dar marcha atrás sino,

más bien, un paso hacia delante.

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Otra visión de la infancia, la autoridad y la construcción del individuo

Sin entrar en muchos detalles, voy a tratar de describir, a continuación, algunos de

estos cambios:

1.- Con la desaparición del pater familias (y de la estructura familiar y económica

asociada a esta figura), la liberación de la mujer y la modernización política y

económica, el concepto tradicional de autoridad ha sufrido un revés importante. El

poder ya no procede de Dios o de un linaje, ni se declina ordenadamente a lo largo de

grupos y familias. Viene (idealmente) del acuerdo y la participación de todos, en la

construcción de un proyecto común. Tampoco el saber, mucho más repartido que antes

y accesible a la mayoría, es necesariamente una fuente de poder. La autoridad se

convierte en una noción variable e informal, entendida como “capacidad de hacer con

los otros”, sin que vaya, necesariamente, asociada a una posición, una edad, o a una

determinada competencia... La obediencia da paso a otros valores como la iniciativa y

la creatividad.

Peter M. Fisher/ Corbis

El sociólogo ingles Anthony Giddens define estas transformaciones como el paso

de “relaciones basadas en la autoridad” a “relaciones basadas en la intimidad”: “(…)

donde los individuos determinan libremente las condiciones de su asociación mediante

la negociación, el compromiso y la confianza”. Un paso con numerosas implicaciones en

la moral, la disciplina, la solución de conflictos, etc., sobre las que no voy a extenderme

aquí. Simplemente señalar que, en mis visitas a centros escolares, la mayoría de los

alumnos expresan el deseo de tener relaciones más cercanas con sus profesores y,

cuando esto sucede, se muestran más satisfechos, e incluso progresan mejor en el

aprendizaje. También indicar que esta evolución de las relaciones nada tiene que ver

con la permisividad ni con una pérdida de la identidad o de los derechos del adulto.

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2.- Paralelamente, el concepto de infancia ha conocido profundos cambios, a lo

largo del siglo pasado, que culminaron con la firma de la Convención por los derechos

del niño en Naciones Unidas (1989). El dato más destacable de este texto, además de

su insistencia en la protección de la infancia, es el reconocimiento del niño como sujeto

de pleno derecho, no potencial, sino real y actual. Una persona capaz de participar en

las decisiones que le afectan, y en la construcción y transformación de la sociedad a la

que pertenece. Alguien con derecho a ser ciudadano, no del futuro sino del presente.

Las implicaciones del Convenio en el ámbito educativo son importantes: el niño o la

niña dejan de ser el blanco para la imposición de ideales e ideologías, una materia que

hay que moldear “para asignarle luego un número de serie”, como afirmaba Herbert

Read, ya en los años 50.

Educar(se) es el proceso de construirse el ser humano a sí mismo, construyendo

también con los demás, el mundo que le rodea. La famosa educación para la

ciudadanía, de la que tanto se ha hablado últimamente, tendría que centrarse en

permitir y aceptar la participación de los niños aquí y ahora, en lugar de entrenar y

formar a los ciudadanos del mañana... Los niños y las niñas tienen una experiencia y

unos conocimientos (aunque sean limitados), poseen sabiduría innata; los adultos

deberían escuchar sus ideas y opiniones sobre la organización de las escuelas, y sobre

su propia educación y aprendizaje. Esta es otra de las repetidas, aunque a veces

tímidas, reivindicaciones de los alumnos.

3.- Por último, especialmente en Occidente, la sociedad del bienestar ha logrado

que un alto porcentaje de la población consiga cubrir, hasta cierto punto, sus

necesidades básicas de supervivencia biológica, seguridad y pertenencia a un grupo.

Siguiendo la lógica de la famosa pirámide de Abraham Maslow, la satisfacción de estas

necesidades incita a perseguir otro tipo de metas más intangibles, pero no por ello

menos importantes: son las necesidades de estima y, especialmente, de “auto -

realización” que, según algunas estimaciones, hoy solo alcanza el 2% de la población.

No voy a extenderme sobre las transformaciones sociales, técnicas y económicas que

caracterizan a la sociedad post-industrial en que vivimos. Tan solo señalar que un

número creciente de personas no solo buscan trabajo para ganarse la vida; también

quieren realizarse a través de su actividad, es decir, desarrollar plenamente todo su

talento y potencial, expresar su creatividad, conectar con sus valores y motivaciones

profundas, dar un auténtico sentido a sus vidas. La expresión de estas necesidades

está relacionada con los cambios en la construcción del sujeto moderno, cuya identidad

ya no depende exclusivamente del grupo de origen: él mismo la construye creando su

propia y singular trayectoria vital.

Una escuela distinta para una sociedad diferente

Las escuelas democráticas, presentes actualmente en más de 40 países, y cuyos

referentes históricos pueden encontrarse en Leon Tolstoi, John Dewey, y A.S Neill,

entre otros, representan desde mi punto de vista, una respuesta viable a las tensiones y

conflictos que estos cambios sociales están produciendo. Sus principios, con múltiples

variaciones y matices según los países, las culturas, los grupos y las trayectorias,

pueden resumirse como sigue:

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1.- Para empezar, las gestionan niños y adultos conjuntamente. Cada persona

representa una voz y un voto, con independencia de su edad o su estatus. La asamblea

escolar dirige el centro con la participación de todos y elabora las leyes o normas de

convivencia (así como las correspondientes sanciones, en caso de incumplimiento) que

todos deben respetar por igual. Así se desarrolla una cultura de la responsabilidad, la

negociación y el acuerdo. Los adultos no tienen un poder por encima de los niños, por

lo que no se ven obligados a asumir un rol encorsetado; se sienten más libres para ser

ellos mismos y entran, más fácilmente, en relaciones de confianza con los alumnos.

2.- Las escuelas democráticas defienden los derechos de los niños y especialmente

su derecho a ser protagonistas de su educación, sujetos activos en lo personal, lo social

e incluso lo político. Esto significa que pueden hacer elecciones, tomar decisiones y

actuar sobre sus vidas.

La tarea del profesor/educador consiste en acompañar, más que en dirigir el

aprendizaje; es un “consejero”, al servicio del niño; le ayuda a descubrir sus centros de

interés (del latín inter-essere: ser hacia dentro, y no sólo su acepción bancaria), sus

talentos y motivaciones.

3.- En la mayoría de estas escuelas no existe un currículo obligatorio que, en

definitiva, no es más que una limitada selección de la ingente masa de conocimientos

que la especie humana ha ido atesorando, a lo largo del tiempo; y, si existe, es lo

suficientemente flexible como para validar e incluir los intereses de los niños.

Permitir que cada individuo encuentre sus puntos fuertes, exprese su singularidad y

sea reconocido y aceptado por la comunidad, favorece la cooperación entre iguales (en

lugar de la competencia) y es también una buena forma de prevenir la violencia.

Estudiantes a la salida de clase/ Tim Pannell/ Corbis

Page 6: Educar en Barataria

La metodología de aprendizaje es plural e individualizada, adaptándose a los

estilos y la idiosincrasia de cada persona. Tiene en cuenta la diversidad y plasticidad de

la vida como escenario global del aprendizaje, e incluye el azar, porque es él o la que

aprende, quien dirige su desarrollo, siempre desde dentro hacia afuera.

No voy a caer en la trampa de describir, o peor aún predicar, un nuevo paraíso,

aunque sea el de Barataria. Sin duda, la educación democrática tiene aún mucho

camino por andar, nuevas formas de avanzar por descubrir. Pero, su ejemplo, podría

liberar a muchos niños, jóvenes y adultos, de la terrible sensación carcelaria a la que se

enfrentan cada día..

El principio de igualdad en dignidad humana, sobre el que este enfoque se asienta,

pone el acento en las diferencias entre las personas, no para tratar de eliminarlas, sino

para aprender a respetarlas. Este concepto central de respeto lo convierte en una

propuesta educativa ecológica y sostenible, aplicable tanto a las relaciones entre niños

y adultos como entre hombres y mujeres, blancos y negros o cristianos y

musulmanes…Porque protege, potencia y enseña a convivir con la diversidad y

singularidad de cada ser humano.