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4 [128 ] REVISTA DE EDUCACION - ESTUDIOS LXIV .186 zaje de contenidos, sino el adiestramiento en es- tados espontáneos. Llegamos con esto a dos efectos fundamenta- les aplicados a la televisión: el hallazgo de su fisonomía expresiva y el hallazgo de su metodo- logía cultural. Supuesta como condición indispensable del que- hacer televisivo, la imagen al servicio de la es- pontaneidad humana abre nuevas y ricas pers- pectivas profesionales. Moreno, preocupado con exceso por los problemas de la psicoterapia de grupo, muestra una visión parcial, excesivamen- te técnica y exenta de toda otra profesionalidad que no sea la suya, al tratar de aplicar la tele- visión a sus experiencias de psicodrama. A mi modo de ver, la aplicación debe ser in- versa. Un estudio a fondo del problema podría arrojar conclusiones esclarecedoras con vistas a la formulación y desarrollo de una docena de tests proyectivos, de extraordinaria utilidad en los cursillos de formación de productores y rea- lizadores de televisión. Por lo que toca a su metodología cultural, la televisión, capaz de fundar una «cultura» de «analfabetos», debe comprender que el adveni- miento de una verdadera cultura en nuestra so- ciedad de masas no puede, en manera alguna, desentenderse de la metodología del cambio cul- tural. Esta incluye como factores básicos: la necesi- dad de una verdadera promoción; el cambio cul- tural implica un compromiso humano y una respuesta en bloque de la sociedad; una meto- dología válida reclama apertura a la sincretiza- ción (es decir, no puede aceptarse el prejuicio como método); la nueva cultura no podrá ab- jurar de ninguno de los valores culturales, por- que no es aceptable ni admisible que los autén- ticos valores pierdan su vigencia; el cambio exige una tensión permanente y continua; el espíritu humano está llamado a tomar posiciones ante cada uno de los cambios ae nuestra era tecnocrá- tica para incorporarlos al «nomos» vital de la cultura. «Un aspecto de nuestra educación está conce- bido como si hubiera en nuestra vida, lo mismo que en un escenario, un número determinado de papeles y de símbolos en un número determinado de estructuras situacionales», ha dicho Moreno. Pero la vida es fluidez, y si la vida es fluidez, las técnicas de la vida tienen que ser las técnicas de la espontaneidad. En esta encrucijada, como signo de contradic- ción, y de cara a la posibilidad de un nuevo hu- manismo, la televisión aguarda la respuesta que nosotros, profesionales de la nueva técnica, sea- mos capaces de arbitrar para nuestra sociedad del fututro. (Continuará.) Educación cívica JOSE ANTONIO PEREZ-RIOJA Doctor en Filosofía y Letras, bibliotecario, director de la Casa de la Cultura de Soria Con otros temas de los que me vengo ocupan- do en esta revista —aspecto social de la lectura, educación del ocio, educación de adultos, etc.— se relaciona estrechamente el que hoy da título a estas páginas. Por otra parte, la complicación creciente de las obligaciones ciudadanas y su repercusión en la vida individual y social del hombre hacen im- prescindible el planteamiento de la urgente ne- cesidad de una educación cívica más extensa e 'intensa. CULTURA Y EDUCACION Por muy conocidos o repetidos que se nos apa- rezcan, conviene precisar una vez más, y siquiera sea brevemente— los conceptos cultura y edu- dación. Mientras la naturaleza es aquello que existe sin que el hombre lo transforme o lo modifique, la cultura es, en su más amplio sentido, cuanto el hombre hace. conforma o crea. La existencia humana —desde los tiempos más remotos— su-

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zaje de contenidos, sino el adiestramiento en es-tados espontáneos.

Llegamos con esto a dos efectos fundamenta-les aplicados a la televisión: el hallazgo de sufisonomía expresiva y el hallazgo de su metodo-logía cultural.

Supuesta como condición indispensable del que-hacer televisivo, la imagen al servicio de la es-pontaneidad humana abre nuevas y ricas pers-pectivas profesionales. Moreno, preocupado conexceso por los problemas de la psicoterapia degrupo, muestra una visión parcial, excesivamen-te técnica y exenta de toda otra profesionalidadque no sea la suya, al tratar de aplicar la tele-visión a sus experiencias de psicodrama.

A mi modo de ver, la aplicación debe ser in-versa. Un estudio a fondo del problema podríaarrojar conclusiones esclarecedoras con vistas ala formulación y desarrollo de una docena detests proyectivos, de extraordinaria utilidad enlos cursillos de formación de productores y rea-lizadores de televisión.

Por lo que toca a su metodología cultural, latelevisión, capaz de fundar una «cultura» de«analfabetos», debe comprender que el adveni-miento de una verdadera cultura en nuestra so-ciedad de masas no puede, en manera alguna,desentenderse de la metodología del cambio cul-tural.

Esta incluye como factores básicos: la necesi-dad de una verdadera promoción; el cambio cul-tural implica un compromiso humano y unarespuesta en bloque de la sociedad; una meto-dología válida reclama apertura a la sincretiza-ción (es decir, no puede aceptarse el prejuiciocomo método); la nueva cultura no podrá ab-jurar de ninguno de los valores culturales, por-que no es aceptable ni admisible que los autén-ticos valores pierdan su vigencia; el cambio exigeuna tensión permanente y continua; el espírituhumano está llamado a tomar posiciones antecada uno de los cambios ae nuestra era tecnocrá-tica para incorporarlos al «nomos» vital de lacultura.

«Un aspecto de nuestra educación está conce-bido como si hubiera en nuestra vida, lo mismoque en un escenario, un número determinado depapeles y de símbolos en un número determinadode estructuras situacionales», ha dicho Moreno.Pero la vida es fluidez, y si la vida es fluidez, lastécnicas de la vida tienen que ser las técnicasde la espontaneidad.

En esta encrucijada, como signo de contradic-ción, y de cara a la posibilidad de un nuevo hu-manismo, la televisión aguarda la respuesta quenosotros, profesionales de la nueva técnica, sea-mos capaces de arbitrar para nuestra sociedaddel fututro.

(Continuará.)

Educación cívicaJOSE ANTONIO PEREZ-RIOJA

Doctor en Filosofía y Letras,bibliotecario,director de la Casa de la Cultura de Soria

Con otros temas de los que me vengo ocupan-do en esta revista —aspecto social de la lectura,educación del ocio, educación de adultos, etc.— serelaciona estrechamente el que hoy da título aestas páginas.

Por otra parte, la complicación creciente de lasobligaciones ciudadanas y su repercusión en lavida individual y social del hombre hacen im-prescindible el planteamiento de la urgente ne-cesidad de una educación cívica más extensa e'intensa.

CULTURA Y EDUCACION

Por muy conocidos o repetidos que se nos apa-rezcan, conviene precisar una vez más, y siquierasea brevemente— los conceptos cultura y edu-dación.

Mientras la naturaleza es aquello que existesin que el hombre lo transforme o lo modifique,la cultura es, en su más amplio sentido, cuantoel hombre hace. conforma o crea. La existenciahumana —desde los tiempos más remotos— su-

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pone un movimiento, un gran esfuerzo que vadesde la naturaleza a la cultura. En oposición aaquélla, cultura es cuanto implica una obra librey consciente del hombre para el logro del mejo-ramiento de sus facultades físicas, morales, inte-lectuales, estéticas o sociales. De aquí el que cadaclase de esfuerzo o de cultivo del hombre dé lu-gar a esos o a otros tipos de cultura.

Pero, además, la cultura se nos presenta comouna herencia social, como un conjunto de creen-cias. ideas y tradiciones, de fines morales, inte-lectuales o estéticos —es decir, de valores—, queuna sociedad determinada considera como pro-pósito y configuración de su quehacer y evolu-ción histórica. En este sentido, la cultura es «for-ma de vida», es aquello que del pasado del hombrepermanece en su presente para modelar o con-figurar su futuro.

Por otra parte, en una sociedad de masas comola actual, hemos de procurar que la cultura seatambién algo enseriable y comunicable, mediantela difusión de sus más diversas manifestaciones.Se convierte, de un lado, en una herencia social,en un bien patrimonial, y, de otro, es o debe serun ambiente, un intercambio y una preparaciónpara las manifestaciones del espíritu a la vezque para la convivencia, no sólo de una ciudado de un país, sino del mundo entero, ya que, comoxiecia Emerson, «el gran triunfo de la cultura essobrepujar lo nacional».

En su dimensión social, podríamos entender lacultura como un gran proceso de humanización.caracterizado por el esfuerzo colectivo hacia elmás pleno desarrollo de las facultades morales,intelectuales y estéticas del hombre.

Conviene distinguir, ademas —y los alemanesvienen diferenciando, ya desde Kant, los concep-tos Kultur y Zivilisation—, esa dimensión de ma-yor elevación o autonomía espiritual que se asig-na a la cultura, frente a unas características denecesidad material y de progreso técnico, pro-pias de la civilización. En un claro esquema, Mar-cuse nos ofrece los siguientes ejemplos (el pri-mero de civilización, de cultura el segundo): tra-bajo manual y trabajo intelectual, día laborabley día de vacación, trabajo y ocio, necesidad ylibertad, materia y espíritu, pensamiento funcio-nal frente a pensamiento ideal.

Se deben distinguir, ademas, otros conceptosque, por su relación, suelen usarse como sinóni-mos de cultura: la enseñanza, o transmisión delos saberes; la instrucción, o recepción de éstosen sus diversos grados, y la educación, que im-plica —como desarrollo de una función formati-va— la preparación, la incorporación o promo-ción a la cultura.

Hoy, en general, no se concibe un sistema deenseñanza que no eduque. Recordemos, a modode ejemplo, cómo nuestro antiguo Ministerio deInstrucción Pública se ha transformado, despuésde 1936, en Ministerio de Educación. Se tiende,pues, a impregnar a la mera instrucción o re-

cepción de conocimientos un contenido educativo,esto es, formativo y humano, a la vez que laeducación—en sus distintos aspectos— es unafunción preparatoria para la promoción cultural.

DESEQUILIBRIOENTRE EL LEGADO CULTURAL

Y LA CONDUCTA CIUDADANA

A lo largo y a lo ancho del mapa de nuestropaís, incluso en aquellas regiones o ciudades demayor solera cultural, observamos muchas vecesun evidente desequilibrio entre la cultura here-dada o patrimonial (viejas costumbres, arte ehistoria, etc.) y ciertas formas de vida actualrelativas al comportamiento ciudadano: desde losbancos, las farolas o los rótulos de paseos, plazaso calles que se rompen, se apedrean o se arran-can, a las cáscaras de frutas que se arrojan sobreel asfalto, pasando por otras manifestaciones ex-ternas —gritos, voces o expresiones de mal gus-to, actitudes chabacanas o groseras— u otrasmenos visibles —porque van por dentro, comoencubiertas o soterradas—, aunque tan decepcio-nantes y negativas como aquéllas: las que vandesde la inhibición y el indiferentismo a la faltade seriedad y de responsabilidad.

Desgraciadamente, tales contrastes entre unelevado panorama cultural —como herencia cul-tural, a la vez que como dinámica promoción ala cultura— no sólo se dan en nuestro país, sinoen cualquier parte del mundo, adquiriendo a ve-ces mayor virulencia incluso en los de mayornivel económico, técnico y social. Así, no es ex-traño que en grandes ciudades del extranjero,junto a ciertos detalles ejemplares de limpieza,honradez y compenetración ciudadana, presen-ciemos lamentables espectáculos de alcohólicos yde snobs callejeros, tan estúpidos y exhibicionis-tas, no sólo inadmisibles para nuestra especialidiosincrasia española cuanto para la más ele-mental y universal dignidad humana. ¿Se trata,en ciertos casos, de unos determinados tipos, deciertos grupos juveniles, que, bajo diversos nom-bres en cada país, hacen alardes de protesta yprorrumpen en gestos y violencias iconoclastaspara mostrar un descontento que ya no se sabebien si es contra el ambiente o contra ellos mis-mos? Si en el extranjero la mayor desvinculaciónfamiliar entre padres e hijos llega, con frecuen-cia, a producir tal estado de desarraigo y talescambios bruscos en la estimativa de unos valorestradicionales, entre nosotros, estos brotes de loque hemos dado en llamar «gamberrismo» sonmás bien —al menos, hasta ahora— debido a lazafiedad, a la ignorancia, a la rusticidad de cier-tos ambientes.' y, en general, a la carencia o a lainsuficiencia de una adecuada educación familiary social. cívica y estética.

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LA EDUCACIONES HUMANA Y CIVICA

Porque la educación es, ante todo, educaciónhumana y. como tal, eminentemente social. Laeducación no es sólo para el individuo, pues elhombre —según lo definía ya Aristóteles—es un«animal social»; la educación es, por tanto, parael hombre en sociedad.

Si. por una parte, las sociedades producen —enfunción de su historia y de su estructura— tiposdeterminados de educación, ésta, a su vez, es lapalanca más poderosa para configurar y perfec-cionar a las sociedades.

Un gran especialista en la educación cívica, elprofesor alemán Georg Kerschensteiner, dice queaquélla, «rectamente comprendida, no es sino laeducación misma, la cual encierra todos los me-dios y fines de la formación del hombre». De aquíque el objetivo primordial de la educación cí-vica consista en educar a los ciudadanos de ma-nera que sus actividades —consciente o incons-cientemente, directa o indirectamente— se pon-gan al servicio de la comunidad —familia, grupoprofesional, municipio, estado— que ellos mismosconstituyen. Como signos esenciales del civismo,destaca el autor citado estos dos: 1. 0, el va/ormoral, movido por el sentimiento de la justicia,y 2.°, la buena voluntad desinteresada, regida porel sentimiento de la equidad. He aquí, pues, cómola educación cívica es una educación moral delcarácter y de la conducta, cuyo fin es el de pre-parar a los individuos para que el grupo, mu-nicipio y estado a que pertenezcan vaya aproxi-mándose a formas y realizaciones en consonanciacon las normas y los ideales morales, jurídicos,económicos, sociales y culturales de la pro pia co-munidad.

EDUCACION CIVICAY EDUCACION POLITICA

Pero hay que distinguir el concepto de educa-ción cívica del de educación política. Mientras laprimera puede definirse como la educación delhombre en su condición de ciudadano, la edu-cación política —que comprende sus derechos ydeberes de este carácter— es sólo una parte deaquélla. También hay que distinguirla de la edu-cación social, que está vinculada a la conviven-cia humana.

El hombre es miembro de una colectividad na-cional y, a la vez, de otras más reducidas o res-tringidas (profesionales, culturales, deportivas,etcétera). De ahí surge un conjunto de relacio-nes jurídicas cuya máxima representación es elEstado. Aceptar y coordinar esas normas y rela-ciones y ser capaces de ponerlas en practica porpropia convicción es, en suma, la esencia del

civismo a la vez que la finalidad practica de laeducación cívica, la cual supone un aspecto dela educación integral exigido por la formaciónsocial y ética.

HACIA UN EQUILIBRIOEDUCATIVO

Hasta no hace mucho, la educación ha consti-tuido un privilegio, y bastante gente se resigna-ba a la ignorancia. Tal dificultad de acceso a laeducación ha venido implicando una tara moralmás triste, y a veces de mayores repercusionessociales, que la misma pobreza económica. Aun-que hoy este problema haya sido superado, toda-vía se hace preciso acabar del todo con esa enor-me distancia que aún separa a hombres deniveles intelectuales diferentes, por ser anticris-tiana y porque supone también una injusticiasocial, un peligro que atenta contra la paz uni-versal. Conviene recordar a este respecto aquelconocido comentario del político francés AndréTardieu: «Ayer estuve en Madagascar con unindígena que me habló de Racine; luego me metíen mi coche, y, no sé por qué, me pareció queel indígena era de Tours o de Angulema y quemi chófer había nacido en Tananarive o en cual-quier poblacho de la isla.» Y entonces, como al-guien le preguntara si prefería una sociedad desabios, Tardieu contestó nada más, pero nadamenos, que esto: «Me agradaría una sociedad degentes que hablaran en idiomas relativamentesemejantes.» Pensemos nosotros —como Tardieu-en que es ya urgente salvar esas enormes dife-rencias que aún existen en los niveles de edu-cación, todavía más difíciles de salvar que lasdiferencias de nivel económico.

Hoy, por fortuna, el acceso a la educación y ala formación profesional y técnica, así como lapromoción a la cultura es un derecho de todos,que no sólo se reconoce —viniendo a ser la másprofunda conquista de las masas en la historiacontemporánea—, sino que se fomenta y se ex-tiende progresivamente. Pero he aquí que, comoconsecuencia del rápido progreso de nuestra épo-ca, toda formación resulta pronto insuficiente odesfasada. Por otra parte, los planes de desarrolloeconómico lo son también de desarrollo social,por cuanto la educación, a la vez que un idealelemento de formación moral e intelectual, seconvierte asimismo en un instrumento indispen-sable del desarrollo económico-social. En este sen-tido. viene a ser un proceso en virtud del cual elpueblo invierte en sí mismo, ya que es un factorde desarrollo en un doble aspecto: como instru-mento de consumo —con positivos efectos sobresu propio nivel cultural— y como inversión ren-table a largo plazo, con muy favorable influen-cia sobre el rendimiento o la productividad.

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EXIGENCIA DE UNAEDUCACION PERMANENTE

Para llegar a una plena y eficaz educación cí-vica se requiere una educación global y perma-nente.

Hasta ahora, para hacer frente a las cada vezmás exigencias de la educación, lo más corriente—cuando era posible— ha sido aumentar poco apoco los presupuestos. Pero, con ser esto muyimportante, hoy ya no es suficiente. Porque re-sulta necesario, además, estudiar a fondo la es-tructura de la sociedad actual, sus cambios, susproblemas y, como consecuencia, reformar losmétodos y el concepto mismo —a veces trasno-chado. envejecido— de la educación al uso.

«Debemos reconocer —ha dicho recientementeun experto de la Unesco— que la educación esprisionera de una inercia que la ha mantenidoen el propósito de asegurar la simple transmisión

-de conocimientos de una generación a otra, evi-tando y temiendo toda innovación. Su peor de-fecto radica seguramente en su fragmentación...Compartimentada y excesivamente especializada,la enseñanza no se mantiene ya en contacto conlos valores humanos, la vida, el mundo del tra-bajo y de los ocios... Lo mismo si ha cursado ochoque veinte arios de estudios, el adolescente, al sa-lir de la escuela, o el joven, al salir de la univer-sidad, descubre un mundo para el que no fuepreparado. Aunque profesionalmente esté califi-cado para hacer una magnífica carrera, humana-mente no es más que un individuo que aún noha salido de la infancia. La tarea fundamentalde la enseñanza —añade el profesor Gamarra-es formar adultos, capaces de desarrollarse cons-tantemente, por sus propios medios. De ahí quese imponga cada vez más claramente, tanto alos especialistas como a la opinión pública, elprincipio de una educación que. sin rechazar nada

,de las tradiciones y experiencias del pasado, pre-pare al individuo para enfrentarse en todo mo-mento con las múltiples exigencias de la vida o,dicho de otro modo, el principio de una educa-ción global y permanente que, luego de una for-mación media y de la propia formación profesio-nal, estimule a cada individuo a cultivar sus afi-ciones, afinar su juicio, utilizar inteligentementesu tiempo libre, perfeccionarse en su profesión oen su oficio y elevar también el sentimiento dela convivencia o respeto mutuo y de la coopera-ción o comunidad de esfuerzos para el logro deuna vida más grata, mas bella y más perfecta.»

Hasta ahora la vida del hombre se ha divididoen dos partes —dos compartimientos estancos—diferentes y desiguales: la primera parte de suvida, dedicada a la instrucción (primaria o me-dia. superior o profesional), considerada como elmínimo imprescindible para que el individuo pu-diera ocupar un puesto en la sociedad, y la se-gunda —la más larga en la vida del hombre—,-en la que éste —salvo honrosas y nunca excesivas,excepciones— ha venido utilizando los conoci-

mientos, las prácticas o las rutinas que adquirióen su adolescencia o juventud, como si cortarael cupón de tales conocimientos o empirismos, sinapenas renovarse, con escasos estímulos paraacrecentar su curiosidad científica, técnica o in-telectual, sin aumentar su sentido de responsa-bilidad, sin el acicate de su propia exigencia per-sonal, sin aspirar —en su carrera, en su profe-sión, en su oficio— a la que Eugenio d'Ors llama-ba «la obra bien hecha»... Tal estado de cosas hadado lugar a una multitud de hombres apagados,anquilosados, desfasados, en choque cada vez másviolento y ostensible con las últimas generacionesque, por la sola razón biológica de su juventud,tienen que pensar de otra manera, y, tanto más,si esas otras generaciones inmediatas con las quecoexisten —que no conviven—se anquilosaronpronto por su propia inercia o dejadez. Hoy yano es posible abandonar la formación profesional,intelectual y cultural en la adolescencia o en lajuventud. Hoy, y de cara al futuro, la educacióndebe continuarse a lo largo de la vida del hombre.

LA EDUCACION CIVICACOMO PARTE DE LA EDUCACION

INTEGRAL Y PERMANENTE

Por ello, la educación cívica no depende tansólo de unos programas, de unos textos o de laacción —más o menos benemérita y acertada—de unos profesores, sino que depende, en parteprincipalísima, de nuestras costumbres y hábitossociales, de nuestras familias, de nuestros cen-tros de estudios, trabajo y relación, de los mediosinformativos, de los modelos de conducta que flo-tan en nuestro ambiente, de nuestras propias as-piraciones como grupo, como ciudad, como na-ción, como ciudadanos del mundo de nuestrotiempo.

Todos, por tanto, desde la familia hasta el mu-nicipio y el estado —pasando por la escuela y losdemás centros de enseñanza, pasando tambiénpor la misma calle, donde cada ciudadano cons-ciente debe sentirse un guardián voluntario de laeducación social y de las buenas maneras—, to-dos debemos tener una participación mas eficazy más activa en la educación cívica que, en rea-lidad, es complemento de la educación familiar eintelectual; es la extensión de unas normas derespeto y de comprensión hacia los demás; esllevar los principios de un hogar cristiano hastala misma calle; es la observancia estricta de lasdisposiciones legales no sólo cumpliéndolas unomismo, sino contribuyendo a que las cumplan losdemás; es, o debe ser también, pensar en unaciudad mejor,.en un estado mejor, a lo que noses posible contribuir poniendo lo mejor de nues-tros afanes, de nuestro trabajo, de nuestra hon-radez profesional, de nuestra inteligencia y denuestra responsabilidad, porque, en definitiva, lasciudades y los estados, como todas las cosas, son

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lo que nosotros queramos que sean, y si nos la-mentamos porque no son mejores, nos hallamos,en realidad, con aquello que nos merecemos.

Si nos fijamos bien, en el fondo más oculto dela educación cívica —o, mejor aún, en el fondode toda educación— hay un latido religioso que seinicia en nosotros inconscientemente con esasoraciones primeras que nos enserian nuestras ma-dres y que, de muy pequeños, balbucimos sin com-prenderlas aún, pero que van creando ese primi-tivo y sano «temor de Dios» —el cual iremos trans-formando luego en «amor a Dios»— y que va dan-do así nacimiento a nuestra conciencia, y estambién, o debería ser, el respeto a nuestros ma-yores y al buen ejemplo que hayamos visto enellos, y es, si hemos tenido la suerte de que senos haya inculcado —¡ qué papel mas importantees el de la mujer, el de la madre en esta primeracélula de la educación!— el sentido del deber yde la responsabilidad que, en mi opinión, ha deser siempre anterior y aún mas fuerte que el denuestros derechos. ¡Los derechos del hombre!, senos dirá después. ¡Bien! Pero, ¿y los deberes?¿Es que merece el hombre la plenitud de dere-chos, si no ofrece antes, si no cumple sus propiosdeberes? «Dad y recibiréis» es el precepto de Cris-to. Y un humanista nuestro del Renacimiento,Alonso López Pinciano, dijo algo tan exacto y tanactual como esto: «Menester es el hombre en-tero.»

Tratemos, pues, de formar ese «hombre ente-ro», de cuerpo y de alma, que tanta falta hace.Procurémosle esa educación cívica —una facetaintegrante de la educación integral y permanen-te— que tanto necesita.

Para contribuir a ello —o, al menos, a pensaren ello—, yo me permitiría hacer algunas suge-rencias o recomendaciones que, de arriba abajo,podrían dirigirse al mismo Estado, a los munici-pios, a los docentes y a todos y cada uno de losespañoles:

1. Convendría que el Estado, a través del Con-sejo Nacional de Educación y de sus organismoscompetentes, prestara una mas urgente y mayoratención a la educación integral y permanente, y,dentro de ella, a la educación cívica, si no po-niéndola como asignatura en los distintos gradosde la enseñanza —porque podría recargarlos aúnmás de lo que ya están y porque se podría recaeren una nueva rutina con textos—, sí como acti-vidad diaria y obligada, complementaria de lasclases —desde la escuela primaria a la universi-dad—. pero sin libros de texto. ni memorismos, niexámenes en mayo y en septiembre, sino en con-tinuadas charlas y coloquios con los alumnos me-diante encuestas y tests psicológicos, a través devisitas dirigidas a parques, iglesias, calles y pa-seos, museos, bibliotecas, fábricas y talleres, ci-nes, teatros. conciertos y exposiciones para ense-riar a los niños, adolescentes y jóvenes a ver, amirar, a oír, a sentir. a respetar todo aquello quees bello y útil, cuanto está ordenado y es necesa-rio para la colectividad.

2. También convendría que el Estado —a tra-vés del Ministerio de Información y Turismo—acometiera una mayor y más estudiada difusiónde los valores permanentes de la cultura, así comounos programas o espacios de educación cívica—bien realizados y armoniosamente dosificados—en esa poderosa palanca sobre las masas que esla televisión, y también, en la radio y en la pren-sa, muy especialmente en las revistas infantiles,las cuales, por desgracia —y este es un mal uni-versal—. no suelen estar a la altura de las cir-cunstancias y no cumplen, con la tónica y el cui-dado necesarios, esa difícil tarea —llena de res-ponsabilidad—. que consiste en deleitar y educaral mismo tiempo a niños y adolescentes. Por elcontrario, en esos tebeos, en esos coyotes, en tan-tos anodinos engendros que se llaman revistas opublicaciones infantiles abundan las inconvenien-cias y las necedades, las chabacanadas y las vio-lencias extranjerizantes, sin que se lleve a caboen este aspecto —tan fundamental para la edu-cación— esa labor formativa de una concienciamoral, estética y cívica de esos hombres en po-tencia que son los niños.

3. Convendría, asimismo, a través de todos losmedios de información —carteles, folletos, char-las, recomendaciones de toda índole— intensificarel respeto hacia las viejas piedras y los monu-mentos y las iglesias, las ruinas de los castillos,los documentos y los libros, los cuadros y los ob-jetos de arte, los parques, los jardines y los rin-cones típicos de nuestros pueblos y ciudades, es-timulando a gran escala su conservación, su lim-pieza, su embellecimiento, y no tanto por una uti-litaria finalidad turística —nada despreciable —cuanto por crear una auténtica conciencia nacio-nal de amor al pueblo o a la ciudad en que cadauno ha nacido o donde vive.

4. Seria conveniente también la modificacióno actualización del título IV. artículo 101, le-tra fl, sobre «Instrucción y cultura» de la ley vi-gente de Régimen local, a fin de que estableciese—de manera determinada y concreta, mediantebaremos o porcentajes bien estudiados— unas ne-cesidades mínimas, pero obligatorias, de educa-ción integral y cívica y de promoción cultural,que, por hoy, ni se preceptúan ni se citan si-quiera.

Tengamos en cuenta que cuando se dictaron lasbases de esta ley de Régimen local fue ya hacemás de veinte arios, en 1945; luego, en 1953. serefundieron en la ley vigente, cuando nuestropaís aún se resentía del destrozo material de unalarga guerra civil, y cuando maltrecha nuestraeconomía, no habían surgido aún los planes dedesarrollo económicosocial. Entonces era lógicoque se viera antes la necesidad de construir vi-viendas y de reponer farolas que la de evitar quelos ocupantes de aquéllas pudieran, por su faltade civismo, no ser dignos de tales viviendas, po-blados o barriadas a ellos destinados. Era lógico,en fin, que entonces apremiase, por encima detodo, la mera reconstrucción material; pero, aho-

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ra y en adelante, es preciso conservar a la vezque dignificar toda obra material mediante unaeducación, paralela y plena, de la personalidadhumana y merced a una ambiciosa promoción delas masas a la cultura.

5. Como consecuencia, se hace preciso que losmunicipios presten una mayor atención presu-puestaria a este concepto de la educación cívicay de la promoción cultural, lo cual podría obte-nerse ya por las atribuciones que pudiera darlesesa deseable modificación o actualización de laley de Régimen local a que he apuntado, yamediante presupuestos extraordinarios (que, porotra parte, nunca serían tan altos como los deotras obras materiales), ya mediante suscripcio-nes voluntarias de los vecinos, e incluso, aunqueesto último siempre resulta impopular, medianteimpuestos a este fin destinados. El hecho mismode que, en este caso, resultara impopular tal me-dida impositiva ya nos daría idea —como un ter-mómetro espiritual— de la baja temperatura cí-vica del país, y, por consiguiente, se resolvierade esa u otra forma confirmaría su urgente ne-cesidad.

6. Otra sugerencia a las corporaciones localeses la de que, si hoy existen en las ciudades —capi-tales o poblaciones importantes planes de orde-nación urbanística, se impone también un estudioa fondo en todas y en cada una de aquéllas quepermita la realización de planes de educacióncívica y coordinación cultural. si aspiramos nosólo a una configuración futura de España enlo material , sino también en lo espiritual.

En esos planes de educación cívica y de coor-dinación cultural habría que partir, por ejemplo:

a) Del estudio social, económico y cultural delas ciudades o poblaciones, en relación con suprovincia respectiva, y con la perspectiva futurade un decenio o quinquenio al menos.

b) Del estudio de las necesidades de educa-ción integral y cívica y las de carácter culturalprevisibles y en armonía con las del desarrolloeconómicosocial para el periodo próximo de 1968-72. y

c) De la planificación y coordinación de unprograma de realizaciones (educación y cultural)en armonía con tales necesidades previsibles, conlos medios para acometerlas y con el carácterpropio de los organismos, entidades y asociacio-nes o particulares capaces de colaborar. En talplanificación habría que considerar también lamayor prioridad de ciertas necesidades educativaso culturales sobre otras, conforme al previsibleaumento de la población, a la progresiva indus-trialización, a las corrientes emigratorias, etc.,procurando la compenetración u homogeneizaciónde ciertos grupos sociales, fomentando el espíritude empresa y el de cooperación, elevando la for-mación técnica, estimulando el gusto por «la obrabien hecha>, etc., todo ello, en fin, concebido comounos objetivos educativos y culturales básicos enapoyo del desarrollo económico y social de la ciu-

dad y provincia en ese decenio o quinquenio quepudiera abarcar dicha planificación.

7. Se hace, asimismo, necesaria una cada vezmás intensa colaboración entre los maestros yprofesores con los más diversos organismos (ate-neos, casas de cultura, bibliotecas, salas de expo-siciones, etc.), a fin de promover y encauzar vi-sitas dirigidas y estimular en otros casos la es-pontánea asistencia de los estudiantes a confe-rencias, audiciones, conciertos, exposiciones, cinedocumental, etc. En este sentido, convendría ha-cer más frecuentes ciertas preguntas o determi-nados ejercicios escritos y tests, así como la or-ganización de coloquios que estimulen la capaci-dad de captación de los muchachos, su facultadde pensar y discurrir por cuenta propia, a la vezde ampliar su curiosidad intelectual y estética.

8. Con esta misma finalidad de educación de lasensibilidad es urgente que se extienda no sóloa uno o dos teatros subvencionados de Madrid,sino de modo general a todos los teatros, salasde conciertos e incluso aquellas salas de cine ode otros espectáculos donde se ofrezcan46ras oprogramas de calidad artística o literattä, bienla modalidad de funciones en días y horas espe-ciales a precios reducidos, o bien la rnodalidatihoy extendida en Francia y en otros paises deEuropa de tarifas con el 30 por 100 al 50 por 100de descuento para estudiantes universitarios, ex-tensible —creemos— y según el carácter de losprogramas o las obras, a preuniversitarios, alum-nos de enseñanzas medias, técnicas o laborales,etcétera. El teatro, el ballet, la ópera, la música,el buen cine deben ser cada vez más asequibles ala juventud, la cual no puede verse privada deasistir a algunos de los espectáculos enumeradospor una mera razón económica. Si es preciso queel Estado subvencione determinadas funciones oejerza una intervención impositiva a estos finesde la mayor divulgación posible de ciertos espec-táculos de elevada categoría —principalmente en-tre la juventud, y, en general, también entre e/público medio— creo que es hora ya de abordary resolver este problema sin miopías, sin egoís-mos por parte de los empresarios, sino como unaalta misión de promoción cultural, necesaria parala mejor educación cívica del país, y

9. También se hace preciso ayudar a muchospadres, a diversas familias más necesitadas deorientación, en esta empresa de la educación so-cial o ciudadana. Por desgracia, la falta de voca-ción y de preparación en unos casos y los pro-blemas económicos u otras circunstancias negati-vas, sitúan a numerosos padres en una posiciónde manifiesta inferioridad para una actuaciónpositiva y eficaz. ¿Por qué no intentar aquí, conla intensidad conveniente —como se hace ya enItalia y en otros países—, cursos para adultos, y.en especial, para padres de familia, en los que seaborden —en charlas, conferencias y coloquios—temas en torno a las relaciones entre padres ehijos, a la psicología infantil y juvenil, la elecciónde oficios y carreras, el sentido de la convivenciay de cooperación, etc.?

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REVISTA DE EDUCACION - ESTUDIOS LXIV . 186

Las sugerencias podrían seguir. Tan sólo he in-tentado apuntar algunas entre las que se puedenconsiderar como más urgentes o necesarias. Bas-ten, pues, como unos botones de muestra.

Pero téngase en cuenta que, por su propia com-plejidad, y porque las empresas del espíritu sonmucho más lentas y difíciles que las empresasmateriales, se trata en este caso de la educacióncívica y de la promoción de las masas a la culturade una siembra a plazo largo. la cual supone. porotra parte, el llegar a un profundo cambio dementalidad que llegue a producir en todos los es-pañoles una auténtica conciencia cívica y cul-tural.

Ya he recordado en otra ocasión —como simbo-lo expresivo de lo larga que es esta siembra cul-

tural— la línea argumental de Los Buddenbrook,de Thomas Mann, a la que podríamos denominarla novela de las tres generaciones: la primera deestas generaciones buscó denodadamente el di-nero; la segunda —que había logrado ya la ri-queza—trató de conseguir una respetable posi-ción social, y la tercera generación —nacida enla opulencia y el prestigio familiar— pudo consa-grar su vida a la más espiritual de las artes: ala música.

Pues bien: en este concierto de la educación in-tegral y permanente y de la promoción a la cul-tura, la educación cívica debe de ser algo así comola mejor sinfonía que nos lleve a todos a unapaz y a una convivencia constantes, a las cualeshemos de aspirar con ahínco todos los españoles.

La formación profesionalFRANCISCO GONZALEZ ARIZMENDI

Ingeniero superior. Ex profesor de la OficinaInternacional de Trabajo

I. LA FORMACION PROFESIONALEN LA PROMOCION SOCIAL

En la Hoja del Lunes se publicó un comentariode Francisco Casares, titulado «Lección social enun ámbito universitario». Se refería al discursodel ministro de Trabajo en la Universidad de LaLaguna, en la que, entre otras cosas, dijo: «Esabsolutamente preciso corregir el desajuste queexiste entre la preparación intelectual y las con-diciones para la mayor parte de las actividadeslaborales. Por ello, se hace cada vez más indis-pensable intensificar la formación profesional.Ahora bien, la realidad indica, sin posibilidad deduda, que es de toda necesidad la reforma delsistema docente actual. Hay que conjugar la teo-ría y la práctica a través de una educación co-mún». En otro párrafo dice: «Tiene evidente sen-tido de urgencia el suprimir la fricción entre laeducación clásica, carente de objetivos profesio-nales, y la formación práctica, a la que falta lapreparación de tipo cultural».

Es indudable que estas palabras del ministroreflejan criterios muy acertados de alto nivel yapuestos en práctica en otros países con inmejo-rables resultados en el campo social, técnico ylaboral. Pero es indudable también que las esca-las de orden inferior quedan influenciadas y di-

rigidas por aquel nivel hasta en sus más míni-mos detalles de ejecución. A éstos pertenece laenseñanza misma y a ella es a la que me voy areferir, respaldado y apoyado por los altos con-ceptos expuestos en la Universidad de La Lagu-na por la máxima autoridad que dirige la Pro-moción Social.

En la ejecución de la enseñanza profesional, ypara lograr a través de ella una promoción so-cial. es necesario considerar tres aspectos: Laformación técnica, la formación humana y laformación cultural. La unión de ellos da la for-mación social necesaria para promocionar den-tro de una Sociedad Industrial Desarrollada comola que hoy vivimos. De los tres aspectos enun-ciados, solamente me voy a referir al aspectotécnico ya que éste es aun hoy bastante desco-nocido como factor integrante de la promociónsocial.

La evolución de la enseñanza profesional vie-ne impuesta, quiérase o no. por tres realidadesque no se pueden ignorar: el progreso técnico.la promoción profesional y la evolución social.

El progreso técnico lleva rápidamente a uncambio de actividad profesional, lo que exige unapolivalencia de conocimientos y unos programasde readaptación de adultos para evitar el paro.La promoción profesional es necesaria, no sólocomo problema humano, sino también como pro-