eduardo sarmiento

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82 Reflexión Crisis mundial y cambio de modelo Eduardo SarmiEnto P alacio puede sostenerse indefinidamente. La rápida desvalo- rización configuró un monumental exceso de ahorro en la economía de los Estados Unidos, que provocó el desplome del producto y el empleo, y sitúo la tasa de interés cerca de cero. La síntesis clásica – keynesiana parte de la presunción de que el ahorro se iguala a la inversión, que es to- talmente inapropiada para una recesión originada en la desvalorización de activos, estimada en cerca de US$14 billones, algo así como el PIB anual de E.U., y libera una cifra similar de ahorros. Esta eventualidad se excluye en las teorías convencionales, y se ha presen- tado con relativa frecuencia en América Latina. Las cri- sis cambiarias, que han sido una constante de la región, se manifiestan en excesos de ahorro que quiebran la demanda y tumban la producción y el empleo. El exceso de ahorro impide que la ampliación del cré- dito sea aceptada por el público. Por eso, la tasa de in- terés se acerca a cero. Por su parte, la política fiscal no está en capacidad de subsanar el monumental exceso de ahorro que, a la luz de las cuantiosas desvalorizacio- nes, bien puede llegar a representar el PIB de un año. En suma, la economía esta desprovista de medios para regular la actividad productiva. La política monetaria es infructuosa y la fiscal insuficiente. Aún más grave, la baja de la tasa de interés a cero detuvo el ahorro que venía del resto del mundo. Los países deficitarios quedaron desprovistos de medios para adquirir los bienes provenientes de los países su- peravitarios. Los excesos de ahorro se trasladaron a los países del resto del mundo, en particular de Asia, y las balanzas de pagos se equilibraron en forma forzada. Todas las economías quedaron expuestas a excesos de ahorro sobre la inversión y al cierre de los mercados internacionales. El resultado es una caída generalizada de la producción y el empleo que se refuerza y rebota de un lugar a otro. En el Consenso Macroeconómico, reflejado en la sín- tesis clásica - keynesiana, el sistema tiende a una acti- vidad cercana al pleno empleo y tasas de interés posi- tivas. Las imperfecciones pueden ser corregidas con acciones menores de tasas de interés y liquidez. Así, el sistema se autorregula o lo regula el banco central autónomo. La organización descrita opero satisfactoriamente en Estados Unidos entre 1982 y 2001. Los brotes inflacio- narios y recesivos fueron inferiores a los del pasado, de corta duración y, en cualquier caso, se contrarrestaron con éxito y eficacia por la Reserva Federal. El modelo hizo aguas en agosto de 2007, con el colap- so de las hipotecas subprime. El diagnóstico predomi- nante en el debate y en las soluciones es que la crisis resulta de la ruptura de la burbuja financiera y, como ocurre usualmente, el público se traslada a los activos líquidos y los bancos experimentan grandes pérdidas de capital. La cartilla se siguió al pie de la letra sin ma- yores resultados. La acción de las autoridades econó- micas en los dos frentes ha coincidido con el aumento de las quiebras y pérdidas bancarias, el desplome de la producción nacional, y el disparo del desempleo y su extensión a lo largo y ancho del universo a velocidades aterradoras. En realidad, la crisis mundial no era un problema de liquidez ni de solvencia que se pudiera resolver aumen- tando la emisión o autorizando rescates bancarios. El origen es mucho más profundo. La verdadera razón es la desvalorización de los activos, ocasionada por la valorización durante veinticinco años consecutivos y el exceso de ahorro mundial. El mundo se montó en una estructura en que los países emergentes colocan los salarios por debajo de la productividad para configu- rar superávit en cuenta corriente, que se manifiesta en ahorros sobrantes que se trasladan a Estados Unidos para colocarlos en la valorización de los activos, que no

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En el Consenso Macroeconómico, reflejado en la sín- tesis clásica - keynesiana, el sistema tiende a una acti- vidad cercana al pleno empleo y tasas de interés posi- tivas. Las imperfecciones pueden ser corregidas con acciones menores de tasas de interés y liquidez. Así, el sistema se autorregula o lo regula el banco central autónomo. E duardo S armiEnto P alacio

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Refle

xión

Crisis mundial y cambio de modelo Eduardo SarmiEnto Palacio

puede sostenerse indefinidamente. La rápida desvalo-rización configuró un monumental exceso de ahorro en la economía de los Estados Unidos, que provocó el desplome del producto y el empleo, y sitúo la tasa de interés cerca de cero.

La síntesis clásica – keynesiana parte de la presunción de que el ahorro se iguala a la inversión, que es to-talmente inapropiada para una recesión originada en la desvalorización de activos, estimada en cerca de US$14 billones, algo así como el PIB anual de E.U., y libera una cifra similar de ahorros. Esta eventualidad se excluye en las teorías convencionales, y se ha presen-tado con relativa frecuencia en América Latina. Las cri-sis cambiarias, que han sido una constante de la región, se manifiestan en excesos de ahorro que quiebran la demanda y tumban la producción y el empleo.

El exceso de ahorro impide que la ampliación del cré-dito sea aceptada por el público. Por eso, la tasa de in-terés se acerca a cero. Por su parte, la política fiscal no está en capacidad de subsanar el monumental exceso de ahorro que, a la luz de las cuantiosas desvalorizacio-nes, bien puede llegar a representar el PIB de un año. En suma, la economía esta desprovista de medios para regular la actividad productiva. La política monetaria es infructuosa y la fiscal insuficiente.

Aún más grave, la baja de la tasa de interés a cero detuvo el ahorro que venía del resto del mundo. Los países deficitarios quedaron desprovistos de medios para adquirir los bienes provenientes de los países su-peravitarios. Los excesos de ahorro se trasladaron a los países del resto del mundo, en particular de Asia, y las balanzas de pagos se equilibraron en forma forzada. Todas las economías quedaron expuestas a excesos de ahorro sobre la inversión y al cierre de los mercados internacionales. El resultado es una caída generalizada de la producción y el empleo que se refuerza y rebota de un lugar a otro.

En el Consenso Macroeconómico, reflejado en la sín-tesis clásica - keynesiana, el sistema tiende a una acti-vidad cercana al pleno empleo y tasas de interés posi-tivas. Las imperfecciones pueden ser corregidas con acciones menores de tasas de interés y liquidez. Así, el sistema se autorregula o lo regula el banco central autónomo.

La organización descrita opero satisfactoriamente en Estados Unidos entre 1982 y 2001. Los brotes inflacio-narios y recesivos fueron inferiores a los del pasado, de corta duración y, en cualquier caso, se contrarrestaron con éxito y eficacia por la Reserva Federal.

El modelo hizo aguas en agosto de 2007, con el colap-so de las hipotecas subprime. El diagnóstico predomi-nante en el debate y en las soluciones es que la crisis resulta de la ruptura de la burbuja financiera y, como ocurre usualmente, el público se traslada a los activos líquidos y los bancos experimentan grandes pérdidas de capital. La cartilla se siguió al pie de la letra sin ma-yores resultados. La acción de las autoridades econó-micas en los dos frentes ha coincidido con el aumento de las quiebras y pérdidas bancarias, el desplome de la producción nacional, y el disparo del desempleo y su extensión a lo largo y ancho del universo a velocidades aterradoras.

En realidad, la crisis mundial no era un problema de liquidez ni de solvencia que se pudiera resolver aumen-tando la emisión o autorizando rescates bancarios. El origen es mucho más profundo. La verdadera razón es la desvalorización de los activos, ocasionada por la valorización durante veinticinco años consecutivos y el exceso de ahorro mundial. El mundo se montó en una estructura en que los países emergentes colocan los salarios por debajo de la productividad para configu-rar superávit en cuenta corriente, que se manifiesta en ahorros sobrantes que se trasladan a Estados Unidos para colocarlos en la valorización de los activos, que no

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Los hechos se han encargado de mostrar que las polí-ticas tradicionales de bajar la tasa de interés e inyectar liquidez y entregar generosos rescates resultan infruc-tuosos y la política fiscal insuficiente. Por otra parte, los elementos centrales del capitalismo, o si se quiere de la globalización, dejaron de existir. La inmovilización de los flujos financieros y el cierre de los intercambios de bienes constituyen un severo cuestionamiento a las concepciones clásicas y neoclásicas.

Quiérase o no, se plantea la necesidad de una teoría que incorpore los excesos de ahorro y el cierre de los mercados de intercambio comercial. Los fracasos rei-terados y la reformulación teórica revelan que el ver-dadero origen de la crisis está en un monumental des-balance externo, ocasionado por el abultado consumo de Estados Unidos y el excesivo ahorro de los países emergentes. La solución de fondo está condicionada a un nuevo modelo que elimine el déficit en cuenta co-rriente de Estados Unidos, eleve el consumo y el sala-rio de los países emergentes, esclarezca la dimensión de las exportaciones y suministre condiciones favora-bles para fortalecer los mercados internos.

No obstante que la crisis del orden internacional es el resultado de la globalización y el modelo único de libre mercado, las salidas se buscan dentro de las mis-mas teorías y soluciones fallidas. Como ocurrió en el pasado, los líderes temen adoptar un nuevo modelo que reduzca el consumo de Estados Unidos, erradi-que la especulación y modifique el modelo exportador montado en excesivo ahorro y bajos salarios. Tanto el tema de la devaluación del dólar y la nueva moneda de reserva, como el del fortalecimiento de los merca-dos internos de los países emergentes, que constituyen partes esenciales para superar la crisis, brillaron por su ausencia en el BID y el G20.

El panorama es alarmante. Los líderes mundiales no revelan voluntad para cambiar las concepciones teó-ricas y las instituciones tradicionales. En el fondo, pre-

tenden resolver la crisis dentro del mismo modelo que la causó. No se ha avanzado en un diagnóstico de con-senso sobre el origen internacional de la crisis, ni en un plan conjunto para superarla. Las soluciones giran alrededor de acciones aisladas que resultan infructuo-sas o insuficientes.

Frente a esta realidad, los países emergentes tienen que actuar con sus propios medios para contrarres-tar los efectos colaterales de la propagación de la crisis que adquiere la forma de colapso cambiario mundial. Las economías como la colombiana se enfrentan a excesos de ahorro y cierre en los mercados interna-cionales, que las precipitan en recesión y en déficit en cuenta corriente de más de 5% del PIB .

No es un estado que se pueda enfrentar con las políti-cas convencionales. Se requiere un cambio drástico e inmediato de modelo económico, encaminado a darle prioridad al mercado interno. Hay que configurar un déficit fiscal de más 4% del PIB financiado, en buena parte, con emisión y orientado a la infraestructura in-tensiva en mano de obra y al gasto social, intervenir el tipo de cambio en forma anunciada, subir los aranceles de los bienes finales y bajar los de las matarías primas, elevar considerablemente el salario mínimo y bajar el IVA a los productos de primera necesidad.

BiBliografía

Sarmiento Palacio, E. Economía y Globalización. Bogotá: Norma.

Sarmiento Palacio, E. El nuevo paradigma De la estabilidad, el crecimiento y la distribución del ingreso. Bogotá: Norma.

Krugman, P.; Stiglitz, J.E.; Azua, J.; Toffler, A.; Steinberg, F.; Soros, G.; Gorbachov, M.; Cardoso, F. H.; Sarmien-to Palacio, E.; Brown, G.; García Herrero, A.; Op-penheimer, A.; Samuelson, P. La Crisis Económica Mundial. Bogotá: Norma.