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2 Eduardo Browne La vida y logros del destacado director de orquesta chileno.

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EduardoBrowne

La vida y logros

del destacado

director de

orquesta chileno.

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De aprendiz a MAESTRO

Hace 20 años fue aprendiz, hoy es el director renombrado de la Universidad de los Andes

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De aprendiz a MAESTRO

Detrás de unos clarí-simos ojos azules, todo tipo de gesticulación y unos par-lantes expeliendo decibeles por montones, sus clases son, era que no, música para los oídos. A pesar de que siem-pre anda acompañado de un Mac blanco impecable, repleto de música, su mú-sica, a Eduardo Browne no le gustan los iPods. No le

gusta tener esos mp3 en un reproductor para llevarla a cualquier lado. Y no es que no le guste el aparatito más taquilla de todo el merca-do. Es, simplemente, que a Browne no le gusta escu-char música. ¿Cómo es eso de que a un músico no le guste oír música? Que no se malinter-prete: La música para mí

no es una cosa que pueda quedar de fondo. Yo no puedo escuchar música mientras converso contigo, por ejemplo. Me descon-centro. La música tiene que ser central: es demasiado lo que me interesa la músi-ca, y se me va la onda. No puedo hacer otra cosa. Browne es el profe de música hoy por hoy en la Universidad. Imparte cla-

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ses en varias carreras, pero lejos en lo que se le ve más comprometido es con el ci-clo de Apreciación Musical que hace todos los miér-coles en el Aula Magna de Humanidades, y en donde revisa desde música clásica — docta — hasta el hip hop. Sí, un eximio pianista y di-rector orquestal dándole al hip hop.

PRIMERA ESTROFA: EL DIRECTOR DE ORQUESTA Browne entró a estu-diar Licenciatura con Inter-pretación Superior en Piano a la Universidad de Chile y, por supuesto, se graduó con honores. Eso, a pesar de que las mamás de sus pololas de la época lo miraban como bicho raro por no estudiar leyes o ingeniería. Lo que pasa es que yo no lo tengo miedo a ser alternativo. Fui el primero del colegio, entonces podría haber estudiado cualquier carrera, y no te lo digo por

arrogante. Yo soy bien sui generis, soy bien especial. Siempre he sido distinto y me he acos-t u m b r a d o , nunca me ha

preocupado lo que dice la gente, advierte. El piano fue lo pri-mero. En Chile no había lugar donde seguir estu-diando así que se fue a Es-tados Unidos. Completó en un año un Magíster en pia-no en Peabody Conserva-tory of the Johns Hopkins University en Baltimore, Maryland. Y siguiendo con la música, después vino la dirección de Orquesta. Sus estudios de dirección or-questal los hizo en, nada más, nada menos, el me-jor instituto de música del mundo: el Juilliard, en don-de tuvo como Maestro a Otto-Werner Mueller, otro de los capos. Fueron 17 años entre trabajo y estudio en el país del norte y otros países del globo (ver currí-culum), hasta su regreso a Chile. Acá llegó con un afán personalísimo: educar y formar orquestas de jóve-nes, sobre todo en sectores de bajos recursos, gesta que le valió la entrada la Red de Líderes de la Revista del Sá-bado de El Mercurio. ¿Es muy difícil en-señar a tocar un instru-mento a los niños?

Es más difícil for-mar buenos directores de Orquesta. Yo ayudo mucho a las orquestas juveniles, pero ayudo mucho más en la formación de la direc-ción de Orquesta. Siempre digo que las orquestas son como un Porsche: en un auto normal, puedes dar una curva a 70 kilómetros por hora, mientras que en un Porsche puedes darla a 140 kilómetros por hora, sin darte vuelta. Pero si hay un mal conductor ma-nejando el Porsche, no se aprovecha todo el poten-cial y se termina dando vuelta igual, a los mismos 70 kilómetros por hora. Lo mismo pasa en las orques-tas si no hay un buen di-rector: suena chato, mal. Y yo quiero que aprendan a tocar bien. Muy bien. Tienen que ser dis-ciplinaditos, eso sí… Te pongo un ejem-plo: a uno de mis hijos lo sacaron de clases hoy en su colegio para tener dos horas y media de estu-dio de chelo. Y me da lo mismo si lo sacaron de clases de matemáti-cas, si con la discipli-na de un músico las matemáticas son una chuchoca. A todos los alum-nos que han entrado a ese pro-grama, q u e

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instituí yo en ese colegio, les ha ido mejor en sus no-tas.

CORO: Y ES QUE AL FI-NAL, SÓLO SE TRATA DE MÚSICA. Mezclar la pedagogía con la música es una cons-tante en la labor profesio-nal de Browne. Es así como imparte ramos en varias carreras, incluso a alum-nos del ESE. Y si bien es en sus cátedras de apreciación musical donde aparecen los más concentrados, los más doctos y los más cuentea-dos; a los profesionales que hacen posgrados los man-tiene cautivos con sus tra-bajos prácticos. Yo lo he visto hacer bailar y cantar a gerentes muy seriotes… Los obligo a crear una obra musical comple-ta. Y permanentemente los estoy sacando de las casi-llas. La música lo que tiene es que a todo el mundo le gusta, pero nadie sabe ha-cerla, entonces te descolo-ca. Los obligo a saltar, can-tar, gritar, y es ahí cuando rompen todas sus corazas, cuando quedan todos des-nudos. Y eso es notable para hacer trabajo en equi-po. La música es lo que le da de comer. Pero el hombre, Eduardo Browne, también vive de la música.

La música es lo que le da de vivir: La esencia de la música es el poder revolver los sentimientos a la gen-te, porque la gente no está acostumbrada a conectarse con sus emociones, como que tiene un susto a sentir muy fuerte. Las personas se embrutecen si tratan de evitar las emociones que están arraigadas más pro-fundamente. Y la música nos hace sentir profundo. La música nos mantiene vivos. Por eso le cuesta es-cuchar música. Porque lo agota, sensorialmente ha-blando… Exacto. Para mí la música es una experiencia totalmente desgastante. Cuando mis amigos dicen al término de mis concier-tos que salieron relajados, me quedo con la sensación de que toqué mal. Si yo lo-gro emocionarte, no termi-narías relajado. Termina-rías agotado. No podrías seguir escuchando música después de eso… Eduardo Browne, era que no, escucha de todo. No le tiene miedo al hip hop, no le teme al rock pesado. Es más, no le produce guá-catela el reggaetón. ¿El reggaetón? Sí, claro. El reggae-tón también emociona. Mira, yo hice el esfuerzo durante el Festival de Viña de escuchar Wisin y Yandel y lo encontré un show es-

pectacular. ¡Espectacular!. Eso sí, todo era sexual, de lo más básico que hay, pero potente. ¡Potentísimo de emociones! En su cronograma de clases aparece mencio-nado el hip-hop también. ¿Cómo se mezcla a Mozart con el rap, con The Beat-les? La gente le tiene como aversión a la música rap. Pero hay que aprender a escucharla. Y es que es muy fuerte el hip hop, a mí me está gustando mucho. Es intenso. Muy intenso. Además habla de cosas so-ciales muy peludas. Gente que está encarcelada, gente que ha producido desma-nes fuertes, que está en pri-sión por abuso de drogas. Son cosas fuertes, emocio-nes brutales. Vale la pena escucharlas. Perdón, pero yo no me imagino a un director de Orquesta escuchando hip hop. ¿Qué raperos es-cucha? ¡Yo no escucho mu-cho hip hop, así como tampoco escucho mucho a Mozart! No tengo tiempo para sentarme a escuchar-los. Pero no es que me dis-guste, yo escucho de todo (…) Todos estos estilos son igual de válidos. Considero firmemente que los Beat-les son igual de buenos que Mozart. Son otro estilo, pero ambos son genios por igual.