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Edad Media
La Edad Media es el periodo de la historia europea que transcurrió desde la desintegración del Imperio
romano de Occidente, en el siglo V, hasta el siglo XV.
Su comienzo se sitúa tradicionalmente en el año 476 con la caída del Imperio Romano de Occidente y su
fin en 1492 con el descubrimiento de América, o en 1453 con la caída del Imperio Bizantino, fecha que
coincide con la invención de la imprenta (Biblia de Gutenberg) y con el fin de la Guerra de los Cien Años.
No obstante, las fechas anteriores no han de ser tomadas como referencias fijas ya que nunca hubo
reptura brusca en el desarrollo cultural de Europa.
Parece que el término lo empleó por vez primera el historiador Flavio Biondo de Forli, en su obra
―Historiarum ab inclinatione romanorun imperii decades‖ (―Décadas de historia desde la decadencia del
Imperio romano‖), publicada en 1438 aunque fue escrita treinta años antes.
El término implicó en su origen una parálisis del progreso, considerando que la edad media fue un periodo
de estancamiento cultural, ubicado cronológicamente entre la gloria de la antigüedad clásica y el
renacimiento. La investigación actual tiende, no obstante, a reconocer este periodo como uno más de los
que constituyen la evolución histórica europea, con sus propios procesos críticos y de desarrollo. Se
divide generalmente la edad media en tres épocas.
Inicios de la edad media
Ningún evento concreto determina el fin de la antigüedad y el inicio de la edad media: ni los ya
mencionados como referencia aproximada ni el saqueo de Roma por los godos dirigidos por Alarico I en
el 410, ni el derrocamiento de Rómulo Augústulo (último emperador romano de Occidente) fueron
sucesos que sus contemporáneos consideraran iniciadores de una nueva época.
La culminación a finales del siglo V de una serie de procesos de larga duración, entre ellos la grave
dislocación económica y las invasiones y asentamiento de los pueblos germanos en el Imperio romano,
hizo cambiar la faz de Europa. Durante los siguientes trescientos años Europa occidental mantuvo una
cultura primitiva aunque instalada sobre la compleja y elaborada cultura del Imperio romano, que nunca
llegó a perderse u olvidarse por completo.
LA CREACIÓN DE UN NUEVO ORDEN
Desintegración del poder central y vasallaje
El imperio de Carlomagno (742-814) constituyó el primer intento de
crear un nuevo orden después de los graves trastornos que se
habían producido a raíz de las invasiones de los pueblos germánicos
y la decadencia y caída final del imperio romano.
A la muerte de Carlomagno (814) siguieron nuevas conmociones
producidas en gran parte por nuevas migraciones e invasiones: los
germanos del norte o normandos, provenientes de Escandinavia, se
dirigieron a Rusia, Inglaterra, el norte de Francia y el Mediterráneo.
Los pueblos eslavos se extendieron por la Europa centro-oriental.
Los húngaros o magiares, jinetes nómades provenientes del centro
de Asia, recorrieron la cuenca del Danubio. En el curso del siglo X
estos pueblos se hicieron sedentarios y se convirtieron al
cristianismo. Empezaron a formarse los pueblos que en definitiva
determinarían la fisonomía de Europa.
Todos estos cambios se produjeron en medio de una transformación general de las formas económicas,
sociales y políticas. Decayeron las ciudades, disminuyó y casi desapareció el comercio internacional, se
redujo el uso de la moneda y la tierra quedó como la principal riqueza. Los poderes centrales perdieron
toda autoridad y desapareció la organización administrativa burocrática.
Lentamente se formó un nuevo orden que ha recibido el nombre de feudalismo.
Carlomagno
En medio de las interminables guerras los hombres anhelaron por encima de todo poder disfrutar de
protección y seguridad. Como los poderes centrales perdieron toda autoridad se tuvo que recurrir a los
poderes locales. Se generalizó la costumbre de que los vecinos de un lugar se sometieron a quien los
podía defender mejor: a veces un conde, pero muchas veces también algún particular que no poseía
ningún título o cargo oficial, pero que se imponía a los demás por su valentía y su sentido de la autoridad.
A estos hombres se les empezó a llamar señores, mientras que las personas que se encomendaban a su
protección recibieron el nombre de vasallos.
Entre señor y vasallo se estableció una especie de contrato: el señor prometía protección a su vasallo;
éste se comprometía, mediante un juramento de fidelidad, a ciertos servicios. El régimen vasálico se
generalizó a través de toda la sociedad: el rey encabezaba la pirámide: sus vasallos eran los duques,
condes y otros señores poderosos. Éstos, por su parte, recibían la "fidelidad" de las personas más ricas e
influyentes de su región las cuales, a su vez, recibían los servicios de vasallos más modestos. De esta
manera, desde la cima hasta la base de la sociedad, toda persona estaba vinculada a otra.
El feudo
El régimen vasálico constituyó una determinada forma de organización del poder cuyo desarrollo se vio
favorecido por las condiciones económicas imperantes en la época. En aquellos tiempos la tierra era la
única riqueza. Muchas veces los propietarios, al encomendarse a una persona más poderosa, solicitaron
protección no sólo para ellos mismos, sino también para sus tierras. A menudo donaban sus tierras a su
protector, pero conservaban su usufructo. Por otra parte, los señores poderosos, dueños de grandes
propiedades, para recompensar a sus servidores, les daban uno de sus propios dominios y les
permitieron recibir sus productos. El dueño daba su tierra en beneficio o, como se diría luego, en feudo.
En un comienzo se concedieron los feudos ante todo como compensación económica por los servicios
prestados. Más, con el tiempo se generalizó la costumbre de que los señores diesen los feudos a aquellos
que se encomendaban a ellos como vasallos.
El régimen feudal nació de la combinación de vasallaje y feudo.
Régimen feudal
Este sistema de tenencia de la tierra y servicio personal se generalizó en la mayor parte de Europa, si
bien sus formas específicas variaron mucho de un país a otro y, de un siglo a otro.
El acto mediante el cual una persona se convertía en vasallo y recibía un feudo era solemne, lleno de
colorido. El vasallo debía prestar el homenaje: se arrodillaba, con la cabeza descubierta y sin armas, y
colocaba sus manos juntas entre las manos del señor. Luego decía: "Señor, yo seré vuestro hombre". Al
homenaje seguía la fe, el juramento de fidelidad que se prestaba poniendo el vasallo sus manos sobre las
Sagradas Escrituras o una reliquia. Luego seguía la investidura: el señor investía al vasallo del feudo y
con este fin le entregaba un objeto simbólico, una rama o un terrón que representaba la tierra enfeudada.
Mediante el homenaje y la investidura se establecía un contrato que imponía obligaciones recíprocas.
El señor debía al vasallo protección y mantención. El vasallo debía ayuda y consejo. La ayuda más
importante era el servicio militar o servicio de hueste: el vasallo debía presentarse con armadura y caballo
y debía mantenerse con sus propios medios.
Como un señor poderoso tenía a muchos vasallos, el vasallaje le proporcionaba las fuerzas armadas
necesarias para defender sus propiedades y las de sus vasallos y siervos. Con el tiempo, el servicio
militar quedó reducido a cuarenta días al año. El vasallo debía prestar ayuda pecuniaria: para pagar el
rescate del señor que había caído prisionero, para dotar de armadura al hijo primogénito del señor que
era armado caballero, para el matrimonio de la mayor, y para la partida del señor a Tierra Santa. El
servicio de consejo comprendía, ante todo, la asistencia al tribunal del señor.
Con el tiempo no sólo las tierras, sino también toda clase
de funciones y derechos públicos fueron entregados en
feudos. Los condes, que una vez habían sido funcionarios
nombrados por el rey, se convirtieron en vasallos que
ejercían las funciones públicas por derecho feudal. El rey
feudal gozaba de un poder muy limitado. Sólo ejercía
autoridad sobre sus dominios propios y los vasallos
inmediatos, pero no tenía ningún poder directo sobre la
gran masa de la población.
Cada señor gobernaba en sus dominios. Los grandes señores, los duques y condes, eran verdaderos
reyes en sus dominios: mantenían sus propias fuerzas militares, administraban justicia, percibían
impuestos y acuñaban monedas. Y también los vasallos inferiores ejercían funciones públicas que en el
imperio romano habían sido desempeñadas por la administración imperial y que en el Estado moderno
serían desempeñados por los organismos propios del Estado.
El régimen feudo-vasálico fue, pues, una organización del poder político que correspondió a las
condiciones especiales de la Edad Media. El sistema feudal no pudo garantizar plena estabilidad política.
Sin embargo, en tiempos de escaso desarrollo económico y técnico y de mucha violencia, ofreció ciertas
condiciones de paz y justicia e inculcó a los hombres ciertos valores que conservan su sentido hasta la
fecha: el sentido del honor, la virtud de la lealtad, el respeto por la dignidad de la persona, la estimación
de la mujer, la fe en la palabra dada.
La Iglesia en el sistema feudal
La Iglesia recibió por donación o legado extensas tierras que estaban sujetas a las obligaciones feudales.
Los obispos y abades, al mismo tiempo de ser ministros de la Iglesia, se convirtieron en vasallos de los
reyés y en grandes señores.
Cuando moría un vasallo laico sin herederos, la administración del feudo volvía a manos del señor. En
cambio, los feudos de la Iglesia no pertenecían a un obispo o abad en particular. Por eso, cuando moría
un obispo, el contrato feudal no era alterado y la Iglesia conservaba la tierra. De esta manera, las
posesiones de la Iglesia aumentaron cada vez más y finalmente la tercera parte de la propiedad agrícola
en la Europa occidental y central perteneció a la Iglesia.
La sociedad feudal
La sociedad medieval se compuso de grupos sociales fijos, los estados o estamentos: nobleza, clero y
población campesina.
La nobleza feudal estaba formada por el rey y los señores y sus vasallos.
Su estado era hereditario, o sea, era una nobleza de sangre. En tiempos de guerra casi permanente los
mayores honores eran concedidos al hombre que manejaba la espada. La nobleza medieval fue
fundamentalmente una nobleza guerrera. Según el derecho feudal cada persona sólo podía ser juzgada
por alguien que fuese igual o superior. Por eso los nobles sólo podían ser juzgados por otros nobles, sus
pares o iguales.
El clero cumplió, junto con sus funciones religiosas, con importantes funciones sociales y culturales. Los
miembros del clero recibían una educación superior que los capacitaba para asumir la dirección de la
sociedad. Si bien los miembros del alto clero provenían a menudo de la nobleza, la Iglesia estuvo siempre
abierta a todos los grupos de la sociedad, de modo que también humildes campesinos tuvieron la
posibilidad de ordenarse sacerdotes y ascender a los más altos cargos eclesiásticos.
En la base de la escala social se encontraba la población campesina, el tercer estado. Sólo unos pocos
campesinos conservaron la libertad personal, en su mayor parte eran siervos que, por nacimiento y
herencia, dependían de algún señor.
La villa, núcleo básico de la economía medieval
El régimen feudal constituía una organización del poder político que regulaba los derechos y deberes de
los señores y los vasallos. Su base económica era la villa, organización del trabajo agrícola, de la vida de
los campesinos y de las relaciones entre éstos y el señor de la villa.
La villa tuvo sus orígenes en las formas de explotación de los últimos tiempos del Imperio Romano y en
las condiciones que se produjeron a raíz de las invasiones. Durante aquellos tiempos calamitosos muchos
pequeños propietarios prefirieron entregar su tierra a algún propietario poderoso y convertirse en siervos
de éste con el fin de recibir su protección.
El feudo de un gran señor podía comprender a cientos de villas, mientras que un feudo pequeño podía
estar formado por una sola villa. La parte mas importante de la villa estaba formada por la casa señorial
que muchas veces era un castillo fortificado. A su lado se elevaban los almacenes, talleres, establos, los
hornos y los molinos.
Cerca del castillo estaban la capilla o iglesia, la casa del sacerdote y la
aldea con sus angostas callejuelas y las modestas casas de los campesinos
o villanos. Las tierras de la villa estaban divididas en dos partes: una parte,
la tierra señorial o "reserva", era explotada directamente por el señor a quien
correspondían todos los productos. El trabajo era ejercido por los siervos
domésticos y por los villanos que estaban obligados a prestar servicios
personales. La otra parte estaba dividida en lotes o "mansus" que eran
concedidos a los villanos quienes los explotaban en beneficio propio a
cambio de lo cual debían pagar un censo y prestar servicios personales.
El censo se pagaba en especies: granos, carnes, aves, huevos, miel, telas.
Los siervos debían trabajar en las tierras del señor dos o tres días de la
semana y debían aportar sus herramientas y su propia yunta de bueyes.
Además estaban las praderas y los bosques comunes, sobre los cuales el
señor se reservaba algunos privilegios, como el derecho de caza, pero que por lo demás podían ser
aprovechados por todos los villanos para que pudieran llevar allá sus animales y sacar leña.
El señor de la villa ejercía sobre los villanos una autoridad patriarcal y una jurisdicción privada. El siervo
de la gleba estaba, por nacimiento y herencia, ligado a la tierra. No podía abandonar la villa y trasladarse
a otra parte. No podía casarse sin el permiso del señor. Si bien en teoría se encontraban acogidos a la
protección y la justicia del rey, de hecho dependían casi totalmente del señor de la villa.
La villa trataba de ser autosuficiente, esto es, producía lo que necesitaba y consumía lo que producía. Los
mismos villanos hacían el pan, preparaban la cerveza y el vino, hilaban, tejían confeccionaban sus
sencillos muebles. El trabajo tenía el fin de sustentar a todos los habitantes de la villa, pero no servía al
lucro.
Los instrumentos y las técnicas agrícolas eran primitivos: la guadaña, la echona, el molino de piedras, el
arado de palo sin ruedas. No se practicaba una rotación de los cultivos. La mitad o la tercera parte de las
tierras quedaba cada año en barbecho para que el suelo pudiera descansar. El rendimiento era muy bajo.
Por cada grano que se sembraba sólo se cosechaban 4 ó 5 granos. La alimentación era muy poco
variada. El pan era el alimento más importante. A veces se comía carne de ave o chancho. El ganado
vacuno era escaso. Con la poca leche se hacía queso. Las bebidas más importantes eran la sidra, la
cerveza y el vino.
Vida y cultura caballeresca
La vida del señor se desarrollaba principalmente en el castillo, que era habitación y fortaleza y símbolo de
la vida noble. Al medio se elevaba la torre señorial con su atalaya. Los edificios y patios estaban rodeados
por gruesos muros provistos de almenas y troneras y por un profundo foso. Para entrar al castillo había
que bajar el puente levadizo y subir el pesado portón.
El castillo no ofrecía grandes comodidades y la vida transcurría
tranquilamente. Las ventanas, sin vidrios eran pequeñas para
poderlas tapar en el invierno. En invierno se prendía fuego
para protegerse contra el frío. Pero las salas se llenaban de
humo. Recién en el siglo XIV empezaron a construirse
chimeneas.
Para las comidas las fuentes se ponían en la mesa. Cada uno
se servía con los dedos o con una cuchara y cuchillo. No se
conocía el tenedor. Los huesos eran arrojados a los perros que
se colocaban detrás de su amo. Las camas estaban cubiertas por un baldaquino con pesadas cortinas
para protegerse contra el frío.
El día empezaba con la misa. Luego el señor recorría el castillo, se preocupaba de sus caballos y perros y
conversaba con su administrador. Las principales diversiones eran la caza y los ejercicios ecuestres y de
armas. Con regocijo se recibía a los prestidigitadores, comediantes y músicos y, ante todo, a los
trovadores que, en sus poesías y poemas, cantaban la dicha del amor y las épicas hazañas del rey Arturo
y otros valientes caballeros.
La caballería. Originalmente el caballero fue simplemente el
guerrero que luchaba a caballo. A medida que el combate a
caballo se tornó cada vez más complicado, requiriendo de una
preparación especial y de grandes medios económicos, los
caballeros empezaron a erigirse en un verdadero estado y casi
en una orden que constituía la realización máxima de los
ideales que animaban a la nobleza medieval.
Por regla general, sólo el hijo de nobles podía llegar a ser
caballero. Para serlo, debía someterse a un largo aprendizaje
de las armas. Servía a un ilustre caballero como paje y escudero. A la edad de veintiún años era armado
caballero en solemne ceremonia.
Máxima expresión de la vida caballeresca eran los torneos. Pomposas fiestas en que los caballeros, en
presencia de las damas, medían sus fuerzas.
En la caballería medieval se armonizaron la ética heroica de los germanos y los principios de la moral
cristiana. El caballero cristiano debía usar la espada en defensa de la religión y en protección de las
viudas, los huérfanos y todos los pobres y desamparados.
IGLESIA Y SOCIEDAD EN LA EUROPA MEDIEVAL
A diferencia del feudalismo, que se caracterizaba por la existencia de un sinnúmero de poderes locales, la
Iglesia disponía de una fuerte organización centralizada que constituyó la principal fuerza unificadora
durante la Edad Media. Bajo la dirección de la Iglesia, la cristiandad o República cristiana se comprendió
como unidad. La Iglesia ejerció numerosas funciones propias del gobierno civil y tuvo decisiva influencia
sobre todo el desarrollo social y cultural. La Iglesia poseyó también un enorme poder material, ya que
tenía el derecho al diezmo, la décima parte que cada uno debía pagar de sus entradas a la Iglesia y,
además, recibió grandes donaciones de tierras.
La iglesia acompañaba al hombre durante toda su vida. Por medio del sacramento del bautismo el niño se
convertía en cristiano y recibía un nombre cristiano. Por medio de la confirmación el bautizado era
recibido definitivamente en la Iglesia. La confesión y penitencia absolvían al pecador de sus pecados. En
la celebración de la Santa Eucaristía el sacerdote consagraba el pan y el vino en conmemoración de la
Última Cena.
El matrimonio sólo era reconocido cuando recibía la sanción y bendición por medio del sacramento del
matrimonio. El sacramento de la ordenación era conferido a los que se ordenaban sacerdotes. El
sacramento de la extrema unción era dado por el sacerdote antes de la muerte. Los sacerdotes eran
esenciales para la salvación eterna. Los sacramentos los confería la Iglesia por intermedio de sus
sacerdotes.
Durante la Edad Media la Iglesia se esforzó por suavizar las costumbres, suprimir los espantos de la
guerra e imponer el ideal cristiano de la paz. Por medio de la Tregua de Dios la Iglesia logró limitar las
acciones bélicas a ciertos días de la semana, quedando prohibido el uso de la espada en los días
consagrados especialmente a Dios.
La Iglesia mantenía sus propios tribunales con el fin de proteger a los débiles y desamparados y de
castigar a los que violaban los mandamientos religiosos y eclesiásticos. Administraba justicia según el
Derecho Canónigo, el derecho de la Iglesia, una recopilación basada en las Sagradas Escrituras, los
escritos de los Santos Padres, las resoluciones de los Concilios y los decretos de los Papas.
El peor crimen y pecado era la herejía, la creencia en errores que, por ser contrarios al dogma, habían
sido condenados por la Iglesia. La herejía era un crimen contra Dios y la sociedad. El herético se
colocaba al margen de la sociedad religiosa y de la sociedad civil y era castigado por ambas. Para
perseguir y castigar a los herejes, la Iglesia estableció los tribunales de la Inquisición.
Las principales armas que usaba la Iglesia contra quienes la ofendían eran la excomunión, el entredicho y
la destitución de los gobernantes impíos. La excomunión negaba al culpable los servicios de la Iglesia. El
hereje que no se reconciliaba con la Iglesia era entregado a las autoridades civiles que solían condenarlo
a morir en la hoguera. Por medio del entredicho se cerraban las Iglesias y se suspendían los servicios
religiosos en un distrito entero hasta que los culpables, bajo la presión de la población piadosa afectada
por esta terrible medida, deponían su actitud rebelde.
El gobernante que violaba las leves de la Iglesia podía ser destituido por ésta. Los súbditos de un príncipe
excomulgado quedaban absueltos del juramento de fidelidad.
En el curso del tiempo las relaciones entre el poder temporal y el poder espiritual se hicieron cada vez
más estrechas. Los reyes francos y los emperadores alemanes que siguieron a Carlomagno ayudaron a
los Papas. Estos intervenían en la coronación de los emperadores. Los obispos que obtenían algún feudo
debían servir a su señor feudal. Durante el siglo X los emperadores alemanes intervinieron directamente
en Roma con el fin de proteger a los Papas contra la poderosa nobleza y el inquieto pueblo romano. Los
emperadores y reyes se arrogaron el derecho de designar directamente a los obispos y abades.
Durante el siglo XI se produjo un profundo renacimiento religioso que tuvo su origen en la orden
monástica de Cluny que había sido fundada en Borgoña en 910. Los monjes cluniaenses quisieron
reformar los monasterios y la Iglesia entera con el fin de que se pudiera dedicar enteramente a sus fines
religiosos. Para ello era necesario librarla de la dominación de los Príncipes. Había que poner término a
la investidura laica, la designación de los obispos por los reyes.
En el año 1059 se creó el Colegio de Cardenales en Roma, que recibió la función de elegir al Papa con
prescindencia de toda posible influencia por parte de los poderes políticos.
La reforma fue apoyada entusiastamente por el Papa Gregorio VII (1073-1'085). Durante la querella de
las investiduras se produjo un violento conflicto entre el Papado y el Imperio. El emperador Enrique IV
insistió en su tradicional derecho de nombrar a los obispos. Gregorio VII luchó por la libertad de la Iglesia
y excomulgó a Enrique IV. Este se vio obligado a someterse. En el año 1077 Enrique IV apareció en
Canosa, un castillo de los Apeninos, vestido de penitente, y permaneció descalzo durante tres días y tres
noches en la nieve hasta que Gregorio lo absolvió y lo admitió nuevamente en la Iglesia.
En los decenios siguientes la Iglesia pudo imponer ampliamente sus exigencias y el Papado alcanzó un
poder cada vez mayor. Inocencio III (1198-1216) proclamaba que la autoridad del Papa estaba por
encima de todo poder temporal. Los reyes de Inglaterra, Dinamarca, Polonia, Hungría, Aragón y Portugal
se convirtieron en vasallos de San Pedro y juraron fidelidad al Papa.
En el curso de los siglos XII y XIII se produjeron grandes cambios en Europa. Renacieron las ciudades y
el comercio y se fundaron colegios y universidades. Para responder a estos cambios se crearon dos
nuevas órdenes religiosas: la orden franciscano, fundada por San Francisco, y la orden dominicana,
fundada por Santo Domingo. Los monjes de estas nuevas órdenes no se retiraban a la soledad
monástica, sino que se mezclaban con el pueblo. Recorrían las calles y las plazas y predicaban el
Evangelio con el fin de inculcar la fe cristiana y combatir las herejías. Los dominicanos se destacaron
como filósofos y teólogos y muchos de ellos fueron profesores eminentes en las universidades de
Bologna, París, Colonia y Oxford.
Durante cientos de años los peregrinos cristianos pudieron visitar los santos lugares en Palestina, ante
todo los lugares de la Pasión y el Santo Sepulcro en Jerusalén. Pero en el siglo XI los turcos seldyúcidas,
fanáticos musulmanes, se apoderaron de Palestina y pusieron en peligro a Bizancio, cuyo emperador
solicitó ayuda de la iglesia de Occidente. En el Concilio de Clermont (1095) el Papa Urbano II invitó a los
fieles a "tomar la cruz" y a rescatar Tierra Santa de los infieles. Durante los siglos XII y XIII millares de
cruzados se dirigieron a Palestina, por mar y por tierra, con el fin de reconquistar Tierra Santa para la
cristiandad.
Los cristianos conquistaron grandes triunfos y, temporalmente, pudieron establecer su dominio sobre
Jerusalén y otros lugares. Mas, a la postre, los musulmanes lograron mantener su posición.
A pesar de que las Cruzadas no consiguieron su fin, tuvieron enormes efectos sobre Occidente. Se
estrecharon los contactos con Oriente, los europeos conocieron una cultura que en muchos aspectos era
superior a la propia, se abrieron los mercados asiáticos y se intensificó el comercio internacional. Los
mercaderes italianos se encargaron de llevar a Europa caña de azúcar del Líbano y Siria, y sedas,
especias, tejidos finos y piedras preciosas del Cercano y del Lejano Oriente.
EL DESARROLLO ECONOMICO,
EL RESURGIMIENTO DE LA VIDA URBANA Y EL DESARROLLO CULTURAL
Desarrollo económico y social
En los primeros tiempos de la Edad Media la economía tuvo un carácter casi exclusivamente agrícola.
Recién a partir del siglo XI empezaron a renacer los mercados, los centros urbanos y el comercio
internacional.
A raíz de las Cruzadas aumentó el intercambio comercial entre las ciudades italianas y el Cercano
Oriente. Con el tiempo, la cantidad de bienes traídos de Oriente llegó a ser tan grande que ya no pudieron
ser consumidos por los mismos italianos. Los mercaderes empezaron a cruzar los Alpes y a vender sus
mercaderías en los países del norte.
El comercio internacional se desarrollaba desde el este hacia el oeste. Las exportaciones de China y la
India eran llevadas a los puertos del Golfo de Persia y del Mar Rojo. De ahí las caravanas de camellos y
caballos partían a Alejandría en Egipto o a los puertos de San Juan de Acre y de Jafa en Palestina. Allí
las mercaderías eran cargadas en los barcos y llevadas a las ciudades del norte de Italia, a Venecia,
Génova y Florencia.
Un segundo sistema de comercio internacional se desarrolló en los mares del norte. Lana inglesa y paños
flamencos eran llevados en barco por el Mar del Norte y el Mar Báltico a los puertos escandinavos y
bálticos donde eran intercambiados por cueros, pieles, granos y madera.
Para la economía cerrada de las aldeas, sólo habían existido mercados locales, donde los siervos de la
villa podían vender semanalmente los pocos excedentes de su producción agrícola y los productos de su
industria doméstica. A raíz del crecimiento del comercio internacional los señores feudales
establecieron ferias, que se celebraban una vez al año y donde se juntaban los comerciantes
provenientes de todas partes de Europa. Particularmente famosas eran las ferias de la Campaña de
Francia. El señor concedía su protección armada a la feria a cambio de lo cual se le pagaba un tributo.
El aumento del comercio se relacionó con un aumento del uso de la moneda y del dinero circulante. En
las ferias algunos comerciantes se dedicaron a los negocios de dinero: establecieron su banco para
cambiar monedas; recibían dinero en depósito y giraban letras de cambio para poder efectuar pagos en
otras plazas. También prestaban dinero cobrando intereses. Esta práctica fue prohibida en un comienzo
por la Iglesia como usura. Mas con el tiempo se establecieron leyes para impedir la usura y establecer
una tasa justa de intereses.
Al mismo tiempo renació la vida urbana. Muchas ciudades se formaron al pie de los muros de un castillo o
al lado de un palacio episcopal o de un convento. Otras se establecieron a orillas de los ríos, las vías
naturales del comercio.
En aquellos tiempos belicosos, las ciudades, al igual que los castillos, tuvieron que rodearse de
poderosos muros y fortificaciones. En el centro de la ciudad había una plaza en que se celebraba el
mercado semanal. A su costado se elevaban la Iglesia, el palacio del ayuntamiento y las casas de los
principales gremios y de los patricios. Como el recinto urbano era reducido, las calles eran estrechas y las
casas angostas de varios pisos.
La vida urbana era muy distinta de la vida del campo y, por lo tanto, las ciudades tuvieron que darse sus
propias leyes y su propia organización.
El gobierno de la ciudad era ejercido por un Concejo Municipal, cuyos miembros eran elegidos por las
corporaciones. Solían pertenecer a las familias patricias, esto es, las familias más antiguas y ricas. El
Concejo estaba presidido por un alcalde. El gobierno municipal cuidaba de la defensa de la ciudad y de la
seguridad pública, percibía los impuestos, administraba el dinero municipal, nombraba a los jueces y
jurados, administraba las escuelas y los hospitales y fijaba la política económica.
En un comienzo las ciudades dependieron del señor en cuyo territorio habían sido fundadas. A partir del
siglo XI las ciudades se levantaron y, mediante negociaciones y violentas luchas, obtuvieron
gradualmente su independencia, quedando sujetas directamente al rey. Los impuestos que las ciudades
pagaban al rey aumentaban su riqueza y, por lo tanto, también su poder sobre los nobles. Las ciudades
se convirtieron en aliados importantes de los reyes en su lucha por consolidar el poder central y quebrar la
resistencia de la nobleza feudal.
Con el fin de reglamentar las actividades comerciales, los mercaderes se organizaban en asociaciones o
guildas. Sólo los miembros de una guilda estaban autorizados para vender sus mercaderías en
determinados distritos, de modo que gozaban de un monopolio en esa región. El tribunal de la guilda
juzgaba los conflictos entre los miembros y castigaban a comerciantes deshonestos. La guilda ayudaba a
sus socios en la vejez y mantenía casas para los pobres.
Los artesanos tenían sus propias asociaciones, los gremios. Para cada actividad artesanal había un
gremio correspondiente: joyeros, zapateros, peleteros, armeros, etc.
Para poder ejercer algún oficio, era indispensable pertenecer a un gremio. Este fijaba los precios y
reglamentaba la cantidad y la calidad de la producción. Se debía realizar el trabajo por el honor del oficio
y no por afán de lucro.
La formación de un buen artesano tomaba largo tiempo. Un aprendiz entraba de niño al taller de un
maestro donde permanecía entre cinco y doce años. Vivía en la casa del maestro donde recibía comida y
vestuario, pero ninguna remuneración. Al terminar el aprendizaje se convertía en oficial y empezaba a
recibir un salario. Para completar su formación, los oficiales debían salir de viaje y trabajar en distintos
talleres.
Vueltos a la ciudad natal, presentaban su obra maestra y rendían un examen para ascender a maestros.
Las ciudades y los gremios muchas veces establecieron tratados y alianzas con otras ciudades y otros
gremios para concederse mutuos privilegios y unir sus fuerzas en la lucha contra los piratas, los
salteadores de caminos y las ciudades rivales. La más importante de estas asociaciones fue la Liga
Hanseática que, hacia fines del siglo XIV, incluyó a cientos de ciudades y puertos del norte de Alemania,
de los Países Bajos, Inglaterra, Escandinavia y Rusia y que logró establecer su monopolio sobre el
comercio marítimo de todo el norte de Europa.
Con el desarrollo de la ciudad y de la población urbana apareció un elemento nuevo en la sociedad
europea. El habitante de la ciudad o burgo, el burgués, a diferencia del noble, estaba interesado en el
comercio y el trabajo y no en la guerra. En la ciudad no existía la servidumbre: "El aire de la ciudad hace
libre". Los vecinos eran hombres libres que se sentían orgullosos de sus derechos, de su riqueza y de su
poder.
Desarrollo cultural
El surgimiento de las ciudades, la formación de una próspera clase media, las reformas monásticas y el
contacto con otras culturas estimularon el desarrollo cultural. Los príncipes y la Iglesia necesitaban de
personas instruidas en las leyes. El comercio internacional y las operaciones de dinero requerían de un
mayor grado de instrucción. Con el fin de responder a estas exigencias se formaron asociaciones de
profesores y estudiantes, comparables a los gremios con sus maestros y aprendices. Estas corporaciones
de estudio recibieron el nombre de Universidades. La primera fue la Escuela de Bolonia, famosa por sus
juristas.
Luego, los príncipes y reyes fundaron Universidades en toda Europa. La fundación debía ser aprobada
por el Papa. Cada Universidad recibía sus estatutos propios. La Universidad estaba dividida en las cuatro
Facultades de Artes, Medicina, Derecho y Teología. El primer grado universitario era el Bachillerato. El
título de Magister confería el derecho de enseñar en la Universidad. Los estudios culminaban en el
Doctorado.
Las Universidades servían a la formación profesional y preparaban a los profesores, médicos y abogados
que la sociedad necesitaba. Pero su tarea más elevada consistía en la búsqueda e interpretación de la
verdad. Los sabios cristianos estaban convencidos de que la razón y la fe se complementaban. La
filosofía y la teología debían explicar los misterios de la revelación divina. El sabio más famoso de la Edad
Media fue Santo Tomás (1225-1274), el principal representante de la Escolástica, quien creo con su
Summa una síntesis de la filosofía aristotélica y del pensamiento cristiano.
Durante toda la Edad Media el latín fue la lengua de la Iglesia, de las Universidades y de la ciencia. Al
formarse las nacionalidades europeas, éstas desarrollaron sus propias lenguas, que luego encontraron
también expresión literaria. En España nació como primer documento literario de la lengua vernácula el
Poema del Cid. Se considera que la obra literaria más grandiosa de la Edad Media es la Divina Comedia,
del poeta italiano Dante. Esta obra, que narra la historia del viaje mítico del poeta por el infierno, el
purgatorio y el cielo, es auténtica expresión del espíritu religioso de la Edad Media.
La religiosidad medieval encontró también su expresión en las creaciones del arte y, en especial, en la
arquitectura. A partir del siglo X se desarrolló el arte románico, que se caracteriza ante todo por el empleo
del arco de medio punto y la bóveda y la cúpula de media naranja. En el siglo XII nació en Francia un
nuevo arte que recibiría el nombre de gótico. Sus elementos más típicos son el arco apuntado u ojiva, las
ventanas de lancetas, los rosetones y las vidrieras de múltiples colores. La catedral gótica, con sus altas
torres y sus altas naves era expresión de una profunda religiosidad y de la mística esperanza del hombre
medieval de unirse a Dios.
Ver, además, Edad Media, pestes y hambrunas
Fuente.
"Breve Historia Universal", Ricardo Krebs
EDAD MEDIA, LEGADO
La Edad Media dejó como legado o herencia principal al mundo conocido, entre otras cosas, el haber
permitido la propagación y defensa de la fe católica, la construcción de templos o basílicas donde tenía
efecto el culto a Dios, la creación y formación de los Estados Nacionales llamados Monarquías
(Inglaterra, Francia, España), la difusión de la Biblia y la trasmisión cultural por parte de los monjes y
sacerdotes, la latinización del mundo; es decir, de la utilización del latín como lengua universal.
El sistema político y económico llamado feudalismo fue un sistema contractual de relaciones políticas,
económicas y militares entre los miembros de la nobleza de Europa occidental durante la alta edad
media.
El feudalismo se caracterizó por la concesión de feudos (casi
siempre en forma de tierras y trabajo) a cambio de una
prestación política y militar, contrato sellado por un juramento
de homenaje y fidelidad. Pero tanto el señor como el vasallo
eran hombres libres, por lo que no debe ser confundido con el
régimen señorial, sistema contemporáneo de aquél, que
regulaba las relaciones entre los señores y sus campesinos.
El feudalismo unía la prestación política y militar a la posesión
de tierras con el propósito de preservar a la Europa medieval
de su desintegración en innumerables señoríos
independientes tras el hundimiento del Imperio Carolingio.
Orígenes
Cuando los pueblos germanos conquistaron en el siglo V el Imperio romano de Occidente pusieron
también fin al ejército profesional romano y lo sustituyeron por los suyos propios, formados con guerreros
que servían a sus caudillos por razones de honor y obtención de un botín. Vivían de la tierra y combatían
a pie ya que, como luchaban cuerpo a cuerpo, no necesitaban emplear la caballería. Pero cuando los
musulmanes, vikingos y magiares invadieron Europa en los siglos VIII, IX y X, los germanos se vieron
incapaces de enfrentarse con unos ejércitos que se desplazaban con suma rapidez.
Primero Carlos Martel en la Galia, después el rey Alfredo el Grande en Inglaterra y por último Enrique el
Pajarero de Germania, cedieron caballos a algunos de sus soldados para repeler las incursiones sobre
sus tierras. No parece que estas tropas combatieran a caballo; más bien tenían la posibilidad de perseguir
a sus enemigos con mayor rapidez que a pie. No obstante, es probable que se produjeran acciones de
caballería en este mismo periodo, al introducirse el uso de los estribos. Con total seguridad esto ocurrió
en el siglo XI.
Los caballos de guerra eran costosos y su adiestramiento para emplearlos militarmente exigía años de
práctica.
Carlos Martel, con el fin de ayudar a su tropa de caballería, le
otorgó fincas (explotadas por braceros) que tomó de las
posesiones de la Iglesia. Estas tierras, denominadas ‗beneficios‘,
eran cedidas mientras durara la prestación de los soldados. Éstos,
a su vez, fueron llamados ‗vasallos‘ (término derivado de una
palabra gaélica que significaba sirviente). Sin embargo, los
vasallos, soldados selectos de los que los gobernantes Carolingios
se rodeaban, se convirtieron en modelos para aquellos nobles que
seguían a la corte.
Con la desintegración del Imperio Carolingio en el siglo IX muchos
personajes poderosos se esforzaron por constituir sus propios
grupos de vasallos dotados de montura, a los que ofrecían
beneficios a cambio de su servicio. Algunos de los hacendados
más pobres se vieron obligados a aceptar el vasallaje y ceder sus
tierras al señorío de los más poderosos, recibiendo a cambio los
beneficios feudales. Se esperaba que los grandes señores
protegieran a los vasallos de la misma forma que se esperaba que
los vasallos sirvieran a sus señores.
Feudalismo clásico
Esta relación de carácter militar que se estableció en los siglos VIII y IX a veces es denominada
feudalismo Carolingio, pero carecía aún de uno de los rasgos esenciales del feudalismo clásico
desarrollado plenamente desde el siglo X.
Fue sólo hacia el año 1000 cuando el término ‗feudo‘ comenzó a emplearse en sustitución de ‗beneficio‘
este cambio de términos refleja una evolución en la institución. A partir de este momento se aceptaba de
forma unánime que las tierras entregadas al vasallo eran hereditarias, con tal de que el heredero que las
recibiera fuera grato al señor y pagara un impuesto de herencia llamado ‗socorro‘.
El vasallo no sólo prestaba el obligado juramento de fidelidad a su señor, sino también un juramento
especial de homenaje al señor feudal, el cual, a su vez, le investía con un feudo. De este modo, el
feudalismo se convirtió en una institución tanto política como militar, basada en una relación contractual
entre dos personas individuales, las cuales mantenían sus respectivos derechos sobre el feudo.
Causas de la aparición del sistema feudal
La guerra fue endémica durante toda la época feudal, pero el feudalismo no provocó esta situación; al
contrario, la guerra originó el feudalismo.
Tampoco el feudalismo fue responsable del colapso del Imperio Carolingio, más bien el fracaso de éste
hizo necesaria la existencia del régimen feudal. El Imperio Carolingio se hundió porque estaba basado en
la autoridad de una sola persona y no estaba dotado de instituciones lo suficientemente desarrolladas.
La desaparición del Imperio amenazó con sumir a Europa en una situación de anarquía: cientos de
señores individuales gobernaban a sus pueblos con completa independencia respecto de cualquier
autoridad soberana. Los vínculos feudales devolvieron cierta unidad, dentro de la cual los señores
renunciaban a parte de su libertad, lo que era necesario para lograr una cooperación eficaz. Bajo la
dirección de sus señores feudales, los vasallos pudieron defenderse de sus enemigos, y más tarde crear
principados feudales de cierta importancia y complejidad. Una vez que el feudalismo demostró su utilidad
local reyes y emperadores lo adoptaron para fortalecer sus monarquías.
El feudalismo alcanzó su madurez en el siglo XI y tuvo su máximo apogeo en los siglos XII y XIII. Su cuna
fue la región comprendida entre los ríos Rin y Loira, dominada por el ducado de Normandía. Al conquistar
sus soberanos, a fines del siglo XI, el sur de Italia, Sicilia e Inglaterra y ocupar Tierra Santa en la primera
Cruzada, establecieron en todas estas zonas las instituciones feudales.
España también adoptó un cierto tipo de feudalismo en el siglo XII, al igual que el sur de Francia, el norte
de Italia y los territorios alemanes. Incluso Europa central y oriental conoció el sistema feudal durante un
cierto tiempo y en grado limitado, sobre todo cuando el Imperio bizantino se feudalizó tras la cuarta
Cruzada.
Los llamados feudalismos del antiguo Egipto y de Persia, o de China y Japón, no guardan relación alguna
con el feudalismo europeo, y sólo son superficialmente similares. Quizá fueran los samurais japoneses los
que más se asemejaron a los caballeros medievales, en particular los shoguns de la familia Ashikaga;
pero las relaciones entre señores y vasallos en Japón eran diferentes a las del feudalismo de Europa
occidental.
Características
En su forma más clásica, el feudalismo occidental asumía que casi toda la tierra pertenecía al príncipe
soberano —bien el rey, el duque, el marqués o el
conde— que la recibía "de nadie sino de Dios".
El príncipe cedía los feudos a sus barones, los
cuales le rendían el obligado juramento de
homenaje y fidelidad por el que prestaban su
ayuda política y militar, según los términos de la
cesión. Los nobles podían ceder parte de sus
feudos a caballeros que le rindieran, a su vez,
homenaje y fidelidad y les sirvieran de acuerdo a
la extensión de las tierras concedidas. De este
modo si un monarca otorgaba un feudo de doce
señoríos a un noble y a cambio exigía el servicio
de diez caballeros, el noble podía ceder a su vez
diez de los señoríos recibidos a otros tantos caballeros, con lo que podía cumplir la prestación requerida
por el rey.
Un noble podía conservar la totalidad de sus feudos bajo su dominio personal y mantener a sus
caballeros en su señorío, alimentados y armados, todo ello a costa de sufragar las prestaciones debidas a
su señor a partir de su propio patrimonio y sin establecer relaciones feudales con inferiores, pero esto era
raro que sucediera ya que los caballeros deseaban tener sus propios señoríos. Los caballeros podían
adquirir dos o más feudos y eran proclives a ceder, a su vez, parte de esas posesiones en la medida
necesaria para obtener el servicio al que estaban obligados con su superior. Mediante este
subenfeudamiento se creó una pirámide feudal, con el monarca en la cúspide, unos señores intermedios
por debajo y un grupo de caballeros feudales para servir a la convocatoria real.
Los problemas surgían cuando un caballero aceptaba feudos de más de un señor, para lo cual se creó la
institución del homenaje feudatario, que permitía al caballero proclamar a uno de sus señores como su
señor feudal, al que serviría personalmente, en tanto que enviaría a sus vasallos a servir a sus otros
señores. Esto quedaba reflejado en la máxima francesa de que "el señor de mi señor no es mi señor" de
ahí que no se considerara rebelde al subvasallo que combatía contra el señor de su señor. Sin embargo,
en Inglaterra, Guillermo I el Conquistador y sus sucesores exigieron a los vasallos de sus vasallos que les
prestaran juramento de fidelidad.
Obligaciones del vasallo
La prestación militar era fundamental en el feudalismo, pero estaba lejos de ser la única obligación del
vasallo para con su señor. Cuando el señor era propietario de un castillo, podía exigir a sus vasallos que
lo guarnecieran, en una prestación denominada ‗custodia del castillo‘. El señor también esperaba de sus
vasallos que le atendieran en su corte, con objeto de aconsejarle y de participar en juicios que afectaban
a otros vasallos. Si el señor necesitaba dinero, podía esperar que sus vasallos le ofrecieran ayuda
financiera.
A lo largo de los siglos XII y XIII estallaron muchos conflictos entre los señores y sus vasallos por los
servicios que estos últimos debían prestar. En Inglaterra, la Carta Magna definió las obligaciones de los
vasallos del rey; por ejemplo, no era obligatorio procurar ayuda económica al monarca salvo en tres
ocasiones: en el matrimonio de su hija mayor, en el nombramiento como caballero de su primogénito y
para el pago del rescate del propio rey.
En Francia fue frecuente un cuarto motivo para este tipo de ayuda extraordinaria: la financiación de una
Cruzada organizada por el monarca. El hecho de actuar como consejeros condujo a los vasallos a exigir
que se obtuviera su beneplácito en las decisiones del señor que les afectaran en cuestiones militares,
alianzas matrimoniales, creación de impuestos o juicios legales.
Herencia y tutela
Otro aspecto del feudalismo que requirió una
regulación fue la sucesión de los feudos. Cuando
éstos se hicieron hereditarios, el señor estableció
un impuesto de herencia llamado ‗socorro‘. Su
cuantía fue en ocasiones motivo de conflictos.
La Carta Magna estableció el socorro en 100
libras por barón y 5 libras por caballero; en todo
caso, la tasa varió según el feudo. Los señores se
reservaron el derecho de asegurarse que el
propietario del feudo fuese leal y cumplidor de
sus obligaciones. Si un vasallo moría y dejaba a
un heredero mayor de edad y buen caballero, el
señor no tenía por qué objetar su sucesión. Sin embargo, si el hijo era menor de edad o si el heredero era
mujer, el señor podía asumir el control del feudo hasta que el heredero alcanzara la mayoría de edad o la
heredera se casara con un hombre que tuviera su aprobación.
De este modo surgió el derecho señorial de tutela de los herederos menores de edad o de las herederas y
el derecho de vigilar sobre el matrimonio de éstas, lo que en ciertos casos supuso que el señor se eligiera
a sí mismo como marido. La viuda de un vasallo tenía derecho a una pensión de por vida sobre el feudo
de su marido (por lo general un tercio de su valor) lo que también llevaba a provocar el interés del señor
por que la viuda contrajera nuevas nupcias. En algunos feudos el señor tenía pleno derecho para
controlar estas segundas nupcias.
En el caso de muerte de un vasallo sin sucesores directos, la relación de los herederos con el señor
variaban: los hermanos fueron normalmente aceptados como herederos, no así los primos. Si los
herederos no eran aceptados por el señor, la propiedad del feudo revertía en éste, que así recuperaba el
pleno control sobre el feudo; entonces podía quedárselo para su dominio directo o cederlo a cualquier
caballero en un nuevo vasallaje.
Ruptura del contrato
Debido al carácter contractual de las relaciones feudales cualquier acción irregular cometida por las
partes podía originar la ruptura del contrato. Cuando el vasallo no llevaba a cabo las prestaciones
exigidas, el señor podía acusarle, en su corte, ante sus otros vasallos y si éstos encontraban culpable a
su par, entonces el señor tenía la facultad de confiscar su feudo, que pasaba de nuevo a su control
directo. Si el vasallo intentaba defender su tierra, el señor podía declararle la guerra para recuperar el
control del feudo confiscado.
El hecho de que los pares del vasallo le declararan culpable implicaba que moral y legalmente estaban
obligados a cumplir su juramento y pocos vasallos podían mantener una guerra contra su señor y todos
sus pares. En el caso contrario, si el vasallo consideraba que su señor no cumplía con sus obligaciones,
podía desafiarle —esto es, romper formalmente su confianza— y declarar que no le consideraría por más
tiempo como su señor, si bien podía seguir conservando el feudo como dominio propio o convertirse en
vasallo de otro señor. Puesto que en ocasiones el señor consideraba el desafío como una rebelión, los
vasallos desafiantes debían contar con fuertes apoyos o estar preparados para una guerra que podían
perder.
Autoridad real
Los monarcas, durante toda la época feudal, tenían otras fuentes
de autoridad además de su señorío feudal. El renacimiento del
saber clásico supuso el resurgimiento del Derecho romano, con su
tradición de poderosos gobernantes y de la administración
territorial. La Iglesia consideraba que los gobernantes lo eran por la
gracia de Dios y estaban revestidos de un derecho sagrado.
El florecimiento del comercio y de la industria dio lugar al desarrollo
de las ciudades y a la aparición de una incipiente burguesía, la cual
exigió a los príncipes que mantuvieran la libertad y el orden
necesarios para el desarrollo de la actividad comercial. Esa
población urbana también demandó un papel en el gobierno de las
ciudades para mantener su riqueza.
En Italia se organizaron comunidades que arrebataron el control del
país a la nobleza feudal que incluso fue forzada a residir en
algunas de las urbes. Las ciudades situadas al norte de los Alpes
enviaron representantes a los consejos reales y desarrollaron
instituciones parlamentarias para conseguir voz en las cuestiones
de gobierno, al igual que la nobleza feudal. Con los impuestos que obtuvieron de las ciudades, los
príncipes pudieron contratar sirvientes civiles y soldados profesionales. De este modo pudieron imponer
su voluntad sobre el feudo y hacerse más independientes del servicio de sus vasallos.
Decadencia
El feudalismo alcanzó el punto culminante de su desarrollo en el siglo XIII; a partir de entonces inició su
decadencia. El subenfeudamiento llegó a tal punto que los señores tuvieron problemas para obtener las
prestaciones que debían recibir. Los vasallos prefirieron realizar pagos en metálico (scutagium, ‗tasas por
escudo‘) a cambio de la ayuda militar debida a sus señores; a su vez éstos tendieron a preferir el dinero,
que les permitía contratar tropas profesionales que en muchas ocasiones estaban mejor entrenadas y
eran más disciplinadas que los vasallos.
Además, el resurgimiento de las tácticas de infantería y la introducción de nuevas armas, como el arco y
la pica, hicieron que la aballería no fuera ya un factor decisivo para la guerra. La decadencia del
feudalismo se aceleró en los siglos XIV y XV. Durante la guerra de los Cien Años, las caballerías francesa
e inglesa combatieron duramente, pero las batallas se ganaron en gran medida por los soldados
profesionales y en especial por los arqueros de a pie.
Los soldados profesionales combatieron en unidades cuyos jefes habían prestado juramento de homenaje
y fidelidad a un príncipe, pero con contratos no hereditarios y que normalmente tenían una duración de
meses o años. Este ‗feudalismo bastardo‘ estaba a un paso del sistema de mercenarios, que ya había
triunfado en la Italia de los condotieros renacentistas.
Su papel en el desarrollo político
La figura jurídica del feudo estaba contenida en el derecho consuetudinario de Europa occidental y en
aspectos feudales como la tutela y el matrimonio, la reversibilidad y la confiscación, que continuaron en
vigor después de que la prestación militar hubiera desaparecido. En Inglaterra las posesiones feudales
fueron abolidas por ley en 1660, pero se prolongaron en algunas zonas de Europa hasta que el derecho
consuetudinario fue sustituido por el Derecho romano, proceso concluido por el emperador Napoleón a
prLos musulmanes en España
Después de conquistar muchas tierras del Levante mediterráneo y todo el norte de África en el 711, los
musulmanes decidieron invadir la península Ibérica. Derrotaron a las fuerzas de los visigodos mandadas
por su rey don Rodrigo.
Esta batalla que duró unos tres días vio el triunfo de los
musulmanes y el fin del reino visigodo en España.
El rey desapareció ya que no se pudo encontrar su cadáver en el
campo de batalla y, según la crónica, sólo se encontraron su
túnica, su corona, su calzado de oro y su caballo en un hoyo lleno
de barro cerca del río Guadalete (Andalucía) donde tuvo lugar la
batalla.
Tanto la vida como la desaparición de don Rodrigo han venido a
nutrir las leyendas y, a su vez, muchas obras literarias.
Una vez exterminadas las fuerzas visigodas, los musulmanes
conquistaron fácilmente toda la península, salvo algunos valles en
los montes cantábricos. Los victoriosos ejércitos árabes pasaron
los Pirineos e invadieron Francia y la habrían conquistado si los
ejércitos francos no los hubieran derrotado en la batalla de Poitiers
(Tours).
Esta rápida conquista de la Península no sólo se puede explicar
mencionando la derrota sufrida por los visigodos en el Guadalete.
Hay que añadir que ya antes de la llegada de los moros en el
Norte de África el reino visigodo sufría de una gran inestabilidad política, también era injusto hacia grupos
minoritarios y entre estos los judíos; además, los labradores estaban muy explotados por la nobleza.
Los árabes trataron a los judíos mucho mejor y también mostraron una gran tolerancia hacia los
cristianos. Muchos de estos cristianos se convirtieron al Islam (muladíes), pero los que permanecieron
fieles a su fe pudieron continuar practicándola en sus iglesias. Es también cierto que las autoridades
musulmanas intervenían en el nombramiento de los obispos de los que ahora se llamaban mozárabes; es
decir, cristianos que vivían bajo el dominio árabe.
Don Rodrigo, rey de España
visigoda en 711
Durante los primeros cuarenta años de la
ocupación de la Península había muchísimas
luchas y peleas entre las diferentes facciones que
querían controlar el poder. Estas luchas
reflejaban en España (Al-Andalús) lo que estaba
aconteciendo en Damasco, donde los Abasíes y
los Omeyas se disputaban el poder.
Los Omeyas perdieron y la mayor parte de esta
familia fue asesinada, con la excepción de un
joven que consiguió huir y llegar a España, donde
sus partidarios le entregaron el gobierno.
Abderramán (Abd-er-Rahman), que así se
llamaba este noble refugiado, se instaló en
Córdoba y fue durante su emirato que se empezó
la construcción de la Gran Mezquita, cuya belleza
y grandeza se puede admirar hasta nuestros
días.
Abderramán I se independizó del dominio del califato de Damasco (756), pero continuó siendo emir
(gobernador). Al-Andalús continúa siendo un emirato hasta la creación del Califato de Córdoba (912) por
Abderramán III.
La dominación musulmana se puede dividir en cuatro partes: I. Emirato dependiente de Damasco (711-
756). II. Emirato independiente (756-912). III. Califato de Córdoba (912-1030). IV. Reino taifas (1030-
1492).
Desde los primeros años de la conquista árabe de la península hasta 1030 cuando el Califato de Córdoba
se desintegra en una serie de reinos árabes llamados "taifas," los musulmanes poseían una gran parte del
territorio de lo que hoy es España y Portugal. Los cristianos habían establecido unos reinos y condados
que correspondían, en gran parte, a una zona montañosa formada por los montes cantábricos y los
Pirineos.
Es importante recordar que estas dos culturas estuvieron
conviviendo durante mucho tiempo. A estas dos culturas tenemos
que añadir otra, la judía o hispano hebrea. Aunque fuera ésta
minoritoria, tuvo muchísima importancia por la contribución que hizo,
tanto en las ciencias como en las letras, a la España tanto
musulmana como cristiana.
Durante el Califato, Córdoba era una ciudad que resplandecía tanto
en su planta física como en su cultura. En esa época tanto Londres
como París eran ciudades pequeñas y sucias, pero Córdoba se
extendía kilómetros y kilómetros por ambas riberas del Guadalquivir
con una población de casi medio millón de habitantes.
Cerca de Córdoba, Abderramán III construyó Medinat-ez-Zahra para
su esposa favorita. Lo que asombra es que se construyó en
poquísimos años y llegó a ser una verdadera joya arquitectónica que
por su gran belleza inspiró a muchos poetas. Hoy sólo quedan las
ruinas y sobre ellas los arqueólogos de hoy, junto con los arquitectos
del Patrimonio nacional van poco a poco reconstruyendo algunos de
los edificios.
Claro está que nunca se volverá a ver esos salones con columnas de mármol y paredes cubiertas de oro.
Según los pocos escritos que han llegado hasta hoy y que cantan la gloria de esos lugares, entrar en
Medina Azahara (Medinat-ez-Zahra) era pasar al mundo encantado de Las mil y una noches.
Batalla de Guadalete
Don Rodrigo, en el museo de cera
de Madrid
Sin duda alguna, Córdoba era, en el siglo X, una de las ciudades de gran esplendor cultural. Se podía
comparar favorablemente con la Constantinopla y Bagdad de esa época. Esta ciudad junto como otras
que no podemos olvidar tales como Sevilla, Toledo y Granada produjeron individuos que alcanzaron un
gran renombre en las matemáticas, astronomía, botánica, historia, geografía, filosofía, etc.
Este gran saber se debe al hecho de que los
árabes tradujeron y estudiaron las obras clásicas
de los griegos. El pensamiento árabe le debe
mucho a la filosofía griega y a su vez los filósofos
y teólogos cristianos deben mucho a los
comentaristas árabes, ya que sus escritos
traducidos al latín se difundieron por la Europa
cristiana.
Averroes (Ibn Rushd, 1126-1198) en su
aristotelianismo trató de reconciliar la fe y la
razón, la ciencia y la religión. Entre los grandes
pensadores hispano-hebreos destaca el cordobés
Maimonides (Moses Ben Maimon, 1139-1205)
que contemporáneo de Averroes.
Después de la muerte del gran general Almanzor
en 1002, Al-Andalús se vio envuelto en una serie de crisis que resultaron en la fragmentación del Califato
(1035).
Esta creación de los reinos taifas vino a debilitar el poder de los musulmanes en España y a partir de este
momento la iniciativa militar está en manos de los reinos cristianos.
La Reconquista que así se ha llamado a esta serie de guerras y luchas que los cristianos llevaron a través
de ocho siglos para volver a poseer las tierras que antes fueron de los visigodos, no acabó antes con la
presencia mora en España debido principalmente al hecho que estos reinos cristianos se pasaban mucho
tiempo luchando entre si.
Otra razón fue que invasiones de moros de Marruecos vinieron a dar más vigor militar a los reinos árabes
de la península. Fue durante estas invasiones de almorávides (1086), almohades (1146) y benimerinos
(1212) que los reinos cristianos se unían para hacer un frente común a los nuevos invasores que tenían
su propia idea de reconquistar.
Las grandes ciudades árabes y los reinos taifas que representaban fueron cayendo poco a poco en poder
de los reyes cristianos: Zaragoza, Toledo,
Córdoba, Sevilla, Valencia, y finalmente,
Granada.
Este Reconquista resultó ser tan lenta que entre
la toma de Toledo por Alfonso VI de Castilla en
1085 y la caída de Granada en 1492 pasaron
más de cuatro siglos; aunque después de caer
Sevilla a mediados del siglo XIII bajo el poder de
Castilla y Valencia ahora en el poder de Aragón,
el dominio cristiano es hegemónico.
El reino de Granada sobrevivió por razones
político-económicas. Los emires o reyezuelos
granadinos pagaron tributos en oro durante
muchísimos años antes que los Reyes Católicos
decidieran eliminar por completo de la península
la presencia musulmana.
El origen de las Cruzadas
Califato de Granada hacia el 1002
(ampliar imagen)
Interior de la mezquita de Córdoba
La I Cruzada fue predicada por el Papa Urbano II en el Concilio de Clermont (1095), tras la conquista de
Jerusalén por los turcos seljúcidas (1076) y las peticiones de ayuda del emperador bizantino Alejo I
Comneno.
Aparte de la recuperación de los Santos Lugares, con su clara connotación religiosa, los Papas vieron las
Cruzadas como un instrumento de ensamblaje espiritual que superase las tensiones entre Roma y
Constantinopla, que además elevaría su prestigio en la lucha contra los emperadores germanos,
afianzando su poder sobre los poderes laicos. También como un medio de desviar la guerra endémica
entre los señores cristianos hacia una causa justa que pudiera ser común a todos ellos, la lucha contra el
infiel.
El éxito de esta iniciativa y su conversión en un fenómeno
histórico que se extenderá durante dos siglos, se deberá
tanto a aspectos de la vida económica y social de los siglos
XI al XIII como a cuestiones políticas y religiosas, en las que
intervendrán una gran variedad de agentes: como la difícil
situación de las masas populares de Europa occidental; el
ambiente escatológico, que hacía de la peregrinación a
Jerusalén el cumplimiento del supremo destino religioso de
los fieles; o los intereses comerciales de las ciudades del
norte de Italia que participaban en estas expediciones y que
encontraron en las cruzadas su oportunidad de intensificar
sus relaciones comerciales con el mediterráneo oriental,
convirtiéndose en las grandes beneficiarias del proceso.
Los comerciantes Italianos reabrieron el Mediterráneo
oriental al comercio occidental, monopolizaron el tráfico y se
convirtieron en intermediarios y distribuidores en Europa de
las especies y otros productos traídos de China e India.
También tuvo su papel la necesidad de expansión de la
sociedad feudal, en la que el marco de la organización señorial se vio desbordado por el crecimiento,
obligando a emigrar a muchos segundones de la pequeña nobleza en busca de nuevas posibilidades de
lucro. De esta procedencia eran la mayoría de los caballeros franconormandos que formaron la mayor
parte de los contingentes de la primera cruzada.
Espiritualmente dos corrientes coinciden en las Cruzadas. Por un lado, la idea de un itinerario espiritual
que enlaza la cruzada con la vieja costumbre penitencial de la peregrinación. Así se intenta alcanzar la
Jerusalén celestial por vía de la Jerusalén terrestre. Ambas a ojos del cristiano del siglo XI resultaban
prácticamente inseparables.
Y más que para los caballeros para las masas populares
imbuidas de unas ideas mesiánicas y en extremo anarquizantes,
que chocaron repetidamente con el orden social establecido.
Son las llamadas cruzadas populares, como la de Pedro el
Ermitaño, que precedió a la expedición de los caballeros, la de
los Niños (1212) y la de los Pastoreaux (1250). Por otro lado,
está la idea de una "guerra santa" contra los infieles, en la que
Jerusalén no constituye el único objetivo, se lucha contra el
Islam.
Las ocho Cruzadas
La historiografía tradicional contabiliza ocho cruzadas, aunque en
realidad el número de expediciones fue mayor. Las tres primeras
se centraron en Palestina, para luego volver la vista al Norte de
África o servir a otros intereses, como la IV Cruzada.
La I cruzada (1095-1099) dirigida por Godofredo de Bouillon,
Cruzadas: buen negocio
Raimundo IV de Tolosa y Bohemundo I de Tarento culminó con la conquista de Jerusalén (1099), tras la
toma de Nicea (1097) y Antioquia (1098), y la formación de los estados latinos en Tierra Santa: el reino de
jerusalén (1099), el principado de Antioquia (1098) y los condados de Edesa (1098) y Trípoli (1199).
La II Cruzada> (1147-1149) predicada por San Bernardo de Clairvaux tras la toma de Edesa por los
turcos, y dirigida por Luis VII de Francia y el emperador Conrado III, terminó con el fracasado asalto a
Damasco (1148).
La III Cruzada (1189-1192) fue una consecuencia directa de la
toma de Jerusalén (1187) por Saladino. Dirigida por Ricardo
Corazón de León, Felipe II Augusto de Francia y Federico III de
Alemania, no alcanzó sus objetivos, aunque Ricardo tomaría
Chipre (1191) para cederla luego al Rey de Jerusalén, y junto a
Felipe Augusto, Acre (1191).
La IV Cruzada (1202-1204), inspirada por Inocencio III ya contra
Egipto, terminó desviándose hacia el Imperio Bizantino por la
intervención de los venecianos, que la utilizaron en su propio
beneficio.
Tras la toma y saqueo de Constantinopla (1204) se constituyó
sobre el viejo Bizancio el Imperio Latino de Occidente,
organizado feudalmente y con una autoridad muy débil.
Desapareció en 1291 ante la reacción bizantina que
constituyeron el llamado Imperio de Nicea, al tiempo que Génova
sustituía a Venecia en el control del comercio bizantino.
La V (1217-1221) y la VII (1248-1254) Cruzadas, dirigidas por
Andrés II de Hungría y Juan de Brienne, y Luis IX de Francia, respectivamente, tuvieron como objetivo el
sultanato de Egipto y ambas terminaron en rotundos fracasos.
La VIII cruzada (1271) también fue iniciativa de Luis IX. Dirigida contra Túnez concluyó con la muerte de
San Luis ante la ciudad sitiada.
La VI Cruzada (1228-1229) fue la más extraña de todas, dirigida por un soberano excomulgado, Federico
II de Alemania, alcanzó unos objetivos sorprendentes para la época: el condominio confesional de
Jerusalén, Belén y Nazareth (1299), status que sin embargo duraría pocos años.
España no tuvo mucho que ver en estas Cruzadas, varios miles de españoles se alistaron para combatir
al "infiel". En el año 1180 el papa Alejandro III emitió una bula reconociendo la Orden de los Caballeros de
Nuestra Señora de Montjoie, fundada por un español, el conde Rodrigo, siete años más tarde muchos
hermanos se pasaron a las otras Órdenes Militares nacionales y otros se retiraron a Aragón, la conocida
Orden de Trufac. La Orden del Temple los
absorbió.
Estas Órdenes Militares extranjeras —la
Hospitalaria de San Juan o de los Caballeros de
Malta, el Temple y los Caballeros Teutónicos— sí
fueron las que actuaron ayudando a las
españolas, pues, como dijo Fernando II de
Castilla "No faltan moros en mi propio país".
Esta Cruzada no es ni más ni menos que la
Reconquista, iniciada, según muchos, por Pelayo
en el año 722 en la famosa Batalla de
Covadonga. Duró 770 años, hasta 1492, la caída
de Granada en manos cristianas.
El siguiente gran paso hacia la reconquista fue la
toma de Toledo en el año 1085. al-Andalus se
Ricardo Corazón de León
Importantes pero infructuosas
había convertido en un lugar donde los musulmanes nacían y morían.
Consecuencias
Las Cruzadas influyeron en múltiples aspectos de la vida medieval, aunque, en general, no cumplieron los
objetivos esperados.
Casi todas las expediciones militares sufrieron importantes derrotas. Jerusalén se perdería en 1187 y lo
que quedó de las posiciones cristianas tras la III Cruzada hasta su definitiva pérdida en el siglo XIII (San
Juan de Acre -1291) se limitaba a una estrecha franja litoral cuya pérdida era cuestión de tiempo.
Además, los señores de Occidente llevaron sus
diferencias tanto a las propias Cruzadas (Luis VII
de Francia y Conrado III en la II Cruzada; Ricardo
Corazón de León y Felipe II Augusto en la III)
como a los estados cristianos fundados en Tierra
Santa, donde los intereses de los diferentes
grupos dieron lugar a numerosos conflictos.
En el intento de reensamblar las cristiandades
latina y griega, no sólo fallaron las Cruzadas, sino
que se acentuó el odio y la diferencia entre ellas,
convirtiéndose en causa última de la ruptura
definitiva entre Roma y Bizancio.
Cierto es que Bizancio pidió ayuda a Occidente,
pero al modo tradicional, pequeños grupos de
soldados que le ayudasen a recobrar las
provincias perdidas, no con grandes ejércitos
poco dispuestos a someterse a la disciplina de los mandos bizantinos, o que se convirtieran en poderes
independientes en las tierras que ocupasen o en la propia Constantinopla, como ocurrió en la IV Cruzada.
Historiadores como Ana Comneno o Guillermo de Tiro nos han dejado testimonios del impacto del paso
de los cruzados por las tierras bizantinas y el choque entre la brutalidad de costumbres de los
occidentales y el refinamiento cultural bizantino.
Por último, y a pesar de los réditos políticos que las Cruzadas tuvieron para el Papado como director de la
política exterior europea, pronto se encontró Roma con voces que criticaban su uso como instrumento al
servicio de los intereses papales, sobre todo desde que no se limitaron a los musulmanes, y se dirigieron
también contra los disidentes religiosos o los enemigos políticos.
La expansión del comercio y el crecimiento de la población
El mundo feudal europeo se caracterizaba por relaciones personales verticales dictadas por reglas
estrictas basadas en la costumbre. La relación entre el señor y sus siervos suponía apelar a un sistema
de obligaciones mutuas y de servicios, desde lo más alto a lo más bajo, establecidas en función de la
posesión de la tierra. Los servicios que el siervo debía al señor y los que el señor debía al siervo, por
ejemplo frente a un ataque o el estallido de una guerra, eran todos convenidos y cumplidos según la
costumbre.
Los señores de Occidente
La posesión de la tierra implicaba su explotación agrícola
con base en un sistema comunal; cultivándose
colectivamente los campos abiertos y estableciéndose
acuerdos contractuales para el reparto de las cosechas, el
uso de las máquinas, herramientas, y la prestación de los
servicios por parte de los vasallos hacia su señor.
De esta organización participaba activamente la Iglesia,
poseedora de una gran cantidad de tierras, las cuales
ampliaba frecuentemente en virtud de las donaciones que
recibía en calidad de herencia por parte de los señores.
El rasgo más importante en lo económico de los dominios
feudales, se refiere a que sea cual fuere la relación entre
patrono y trabajador, ya se tratara de un estatuto
tradicional, de una obligación o de una compulsión, el
hecho es que los productos se entregaban pero no se
vendían.
Sobre este orden de dominio de la tierra, junto con toda
suerte de compulsiones y exacciones respecto al trabajo, van a ocurrir desde el siglo X importantes
cambios vinculados a dos hechos estrechamente vinculados entre si: la expansión demográfica y el
crecimiento de la actividad comercial.
Hacia comienzos del siglo XII la presión demográfica comienza a provocar una disminución del control de
la tierra por parte de los señores, mientras que la expansión del comercio trae aparejadas nuevas
relaciones contractuales para el trabajo y para los intercambios. En principio, incluso algunos señoríos se
convierten en factores de animación económica y en reguladores de los movimientos de la producción y
de los intercambios. Posteriormente, dan paso a la organización de los mercados en torno a las ferias y a
la emergencia de poderosos centros urbanos funcionando como redes articuladas de comercio.
Mapa conceptual
Relaciones verticales medievales.
Estrechamente vinculado a la expansión demográfica, el movimiento de expansión del espacio agrícola, la
multiplicación de los núcleos urbanos y de colonización regional, representan la expresión tangible del
crecimiento económico de la Europa de los siglos medievales tempranos; proceso que continuará durante
toda la Edad Media, aunque sometido a significativas perturbaciones.
El aumento de las roturaciones y la intensificación del uso de
los terrazgos existentes determinarán el incremento de la
producción agrícola.
El desbloqueo de una situación precaria sirve de incentivo para el desarrollo de otras actividades
productivas, particularmente la industria artesanal y el comercio.
En conjunto con esta evolución, comienza a gestarse una red de relaciones personales horizontales para
el trabajo, para los préstamos y la compraventa de mercancías, apoyándose en un esquema cooperativo
del todo diferente al existente en el señorío feudal tradicional; una red de relaciones comerciales y de
intercambio de servicios entre centros urbanos y poblados rurales; y una red comercial interregional que
abarcará prácticamente toda Europa y amplias zonas de comercio con regiones del Cercano Oriente, el
norte de África y Asia oriental.
Actuando como causa al mismo tiempo que como consecuencia, al unísono o de forma aislada, una serie
de factores se van a correlacionar para tener efectos significativos en la ampliación de los intercambios y
en la vinculación de los espacios comerciales.
Entre estos factores destaca, en primer lugar, las mejoras de las vías y de los medios de comunicación
como expresión de los adelantos técnicos que se estaban gestando en los transportes, especialmente en
los fluviales y marítimos.
Sirva como ejemplo la región de Lombardía, donde en los últimos decenios del siglo XII los municipios
urbanos acometen una relevante obra de renovación de las rutas y de las vías navegables. La posibilidad
de que la más remota aldea se hiciera accesible en barco o en carro desde la ciudad, promoviendo los
intercambios, agilizó los acuerdos comerciales entre centros urbanos y localidades rurales, reduciéndose
los costos de transporte implicados.
Un hecho colateral testimonia la importante mejora de las
vías de navegación, incentivada por la dinámica comercial
regional e internacional europea. Es el aumento constante
de la capacidad de carga de los barcos mercantes.
Hacia 1320, las galeras venecianas que se dirigían a Chipre
o Flandes tenían una capacidad de carga de
aproximadamente 110 a 115 toneladas métricas; un siglo
después la capacidad de carga había aumentado a 170
toneladas métricas; y hacia 1550 dicha capacidad se había
elevado hasta 280.
Pero quienes se convierten en los líderes de las
embarcaciones con una gran capacidad de carga,
provocando que la productividad de los transportes se
dispare, son los genoveses. Hacia finales del siglo XIII se
observarán barcos genoveses que exceden la capacidad de
flete de 450 toneladas de las naos catalanas, consideradas
hasta ese momento las de mayor tonelaje.
Este avance genovés tiene su explicación en la necesidad de transportar unos productos pesados a bajo
precio para asegurar el abastecimiento de la ciudad. Los grandes navíos no eliminan a los pequeños y la
circulación de éstos es un buen indicador de una coyuntura económica favorable.
Un segundo factor que potencia el funcionamiento de redes de producción y de comercio se observa en la
instalación de los mercados locales, floreciendo mayoritariamente en el norte de Europa. En Inglaterra, la
Corona era la otorgante de las cartas de establecimiento de estas ferias y mercados, llegando a entregar
cerca de dos mil.
Mayor uso del suelo.
Auge comercial y productivo.
Algunas ferias comerciales llegaron a ser muy
importantes, como las ferias de Champaña,
logrando concentrar un gran número de
compradores y vendedores de los más variados
productos.
Sin embargo, hacia finales del siglo XIV las ferias
comenzaron a decaer, al ser paulatinamente
sustituidas por mercados permanentes ubicados
en áreas urbanas, y en la medida que seguían
reduciéndose los costos de transporte de las
rutas de comunicación marítima entre el norte y el
sur.
Cabe destacar que en las ferias ya se percibía,
además de las operaciones comerciales de productos, la instauración de un incipiente sistema de cambio
monetario. Los días finales de una determinada feria eran dedicados a las transacciones financieras,
implicando cambios de diferentes monedas, una vez pesadas y evaluadas; negociaciones de préstamos,
pago de deudas antiguas; se honraban cartas de crédito y se hacían operaciones con letras de cambio.
El aspecto anterior está vinculado con el hecho de que la ampliación de la base monetaria para que las
transacciones se lleven a cabo y el dinero adquiera algunas de sus funciones especializadas, se venía
gestando en Europa desde la época carolingia.
Cerca del año mil, existía una gran variedad de monedas en circulación, respondiendo a varias
tradiciones monetarias. El sistema evoluciona en la dirección de desarrollarse hacia un plurimetalismo y,
simultáneamente, hacia un régimen de monometalismo plata, vinculado relativamente a la explotación de
las minas de plata (Bohemia, Cerdeña, Tirol, Sajonia).
Desde el siglo XIII tres tipos de monedas se utilizan con diferentes propósitos. El vellón es la moneda de
los intercambios cotidianos (pan, vino, limosnas, portazgos, censos); la plata es la moneda de los
mercaderes y de las transacciones del mercado local; el oro y las letras de cambio están reservados al
comercio internacional, a los príncipes y a la
aristocracia.
Hacia mediados del siglo XIII, la propia dinámica
comercial impone que las monedas más sólidas,
como las monedas de oro emitidas en gran
cantidad en ciudades muy activas
económicamente, terminen convirtiéndose en el
patrón de referencia para la fijación de los tipos
de cambio. De hecho, se ha presentado al Florín,
emitido en Florencia, como la moneda que en el
siglo XV representaba el papel del dólar en el
presente.
Los primeros y principales usuarios de las
monedas de oro van a ser los propios italianos, en la medida que son ellos quienes manejan buena parte
del comercio internacional, pero también los operadores de los fondos de los principados y del papado.
En los años centrales del siglo XIV la moneda de oro se diversifica y es emitida por diversos reinos,
perdiendo así el florín su situación de cuasi monopolio y siendo este aspecto un síntoma de una
verdadera integración de la moneda de oro en la economía europea.
Un tercer factor detrás de la expansión comercial se relaciona con que, trátese de la producción rural o de
la producción urbana, ésta adquiere unas nuevas cualidades derivadas del papel imputable a cambios,
aunque rudimentarios, en la organización de las tareas, y la preeminencia que va adquiriendo el trabajo
asalariado. La unidad industrial típica lo constituye el taller agremiado, formado por el maestro artesano
produciendo junto con sus trabajadores, siendo el mismo a menudo fabricante y vendedor a la vez. Por lo
Activos mercados locales.
Galera veneciana.
general, las materias primas para elaborar sus productos le pertenecían, así como las herramientas con
las cuales trabajaba.
Esta rudimentaria especialización, a pesar de sus limitaciones, significó contar con una mano de obra
cada vez más cualificada.
La aparición del trabajo asalariado denota uno de
los cambios más significativos provocados por la
expansión del comercio y el incremento de la
población.
La introducción de los salarios posibilita una
mejor medida del ingreso del trabajador tanto en
términos monetarios como en términos reales,
asociado a los cambios de los precios, la oferta y
la demanda de trabajo.
Las consecuencias del incremento de la
población provocarán la caída del salario real,
elevándose el nivel de precios de los principales
rubros, fundamentalmente los agrícolas, la
dinámica contraria generará un incremento del
salario real del trabajador.
Un cuarto factor relevante es la división del trabajo que comienza a operar entre la producción urbana y la
producción rural, estableciéndose una red de intercambios alrededor de ellas.
Los núcleos urbanos se concentraron en la producción de artículos manufacturados y en el comercio; el
campo, ampliado cada vez más en la medida que se incorporaban tierras de frontera para su cultivo, se
especializó en la producción de los rubros agrícolas necesarios para abastecer el creciente mercado,
conformado tanto por los que ya no producían sus propios alimentos, así como por los negociantes de
materias primas obtenidas del medio rural.
Los intercambios involucraban además la movilización de campesinos y artesanos hacia las ciudades, en
la medida que factores como la expansión demográfica y el propio crecimiento del comercio los impulsaba
a buscar nuevas oportunidades.
Un ejemplo característico de estas relaciones
urbano-rurales se puede visualizar en el papel
que cumplía la producción de vino, que hasta la
época carolingia fue tenido por un cultivo de lujo.
El desarrollo de los viñedos se da con fuerza a
partir del siglo XI, cuando la viticultura campesina
coexiste, y en muchos casos sustituye a la
viticultura eclesiástica.
En la medida que se amplió la producción
vinícola, consecuentemente se expandieron las
redes rurales y urbanas para su comercio, contribuyendo a difundir mejores técnicas para su producción,
el trabajo asalariado, y un mayor desarrollo de la tonelería y la organización para su transporte y
exportación.
La manifestación más palpable del impulso adquirido por los intercambios comerciales, lo representa la
aparición de nuevos núcleos urbanos y la consolidación o crecimiento de los existentes.
Las ciudades generarán una gran dinámica, propiciando la creación de nuevas instituciones políticas y
económicas, como el gremio, la confraternidad, la universidad, nuevas normas para los negocios y las
finanzas, y nuevas actitudes hacia aspectos como el tiempo, el riesgo, el trabajo.
Movimiento comercial en puerto medieval.
Florín de oro, 1347.
La expansión del comercio independizó las transacciones basadas en la necesidad de especificar el
conjunto de los bienes a transar. Al ampliarse, por ejemplo, los pagos en metálico, la balanza se inclinó
hacia nuevas formas contractuales más eficaces, que reducían los costos de transacción implicados.
El surgimiento de comunidades que operaban
dentro de un sistema de relaciones sociales, de
producción y distribución diferente al régimen
feudal imperante, se logró en algunas regiones
con la cooperación de los mismos estamentos
feudales; empero, en otras regiones comportó
una intensa pugna con éstos, en la medida que
las nuevas relaciones amenazaban sus
beneficios y privilegios.
Las causas subyacentes al origen de las
ciudades medievales es tema de controversia y depende sobremanera de las condiciones particulares,
variantes de región a región y de un país a otro.
En ciertas ciudades, los factores más influyentes parecen haber sido el aumento de la densidad de
población y unas particulares condiciones geográficas, en otras ciudades el elemento de mayor peso para
su surgimiento lo constituyó la expansión del comercio.
No se puede descartar que las variables mencionadas hayan actuado al unísono en algunos casos, ni que
otras causas puedan ser consideradas.
Al parecer, algunas ciudades se originaron a partir de un aumento de la densidad de población en ciertos
medios rurales, por lo cual existió, al menos en un principio, una continuidad entre comunidad aldeana y
comunidad urbana. Así, ciertas ciudades inglesas, por ejemplo Manchester, pueden haber tenido un
origen puramente rural, aunque su desarrollo urbano fue imputable a una buena posición geográfica,
como un fiordo, o la cercanía al estuario de un
río, determinando su conversión en centros
comerciales.
Otra tesis, debida a Pirenne (1980), encuentra la
explicación del resurgimiento de las ciudades en
el establecimiento de grupos de comerciantes y
artesanos bajo las murallas de un monasterio o
un castillo, no sólo por la protección militar que
éste proporcionaba, o por su situación favorable
sobre una ruta comercial ya existente, sino
también porque allí se le ofrecían ciertos
privilegios a cambio de proveer algunas
necesidades demandadas por los feudos.
El factor decisivo para este resurgimiento fue el renacimiento del comercio marítimo en el Mediterráneo,
trayendo como consecuencia el movimiento de caravanas comerciales transcontinentales y, en su
momento, el asentamiento de colonias locales de mercaderes.
Ejemplos de ciudades constituidas bajo estas condiciones serían Londres y, en Europa continental, París,
Colonia en los márgenes del Rin, y ciudades germanas y flamencas como Bremen, Magdeburgo, Gante y
Brujas.
Venecia sirve de modelo de desarrollo de la ciudad-estado mercantil. Desde el siglo VIII sus barcos
transportan hacia Constantinopla los productos de las regiones que la rodean; aceite, trigo y vinos de
Italia, sal de las lagunas, maderas de construcción, vidrio, armas y, a pesar de las prohibiciones de la
Iglesia, esclavos que consiguen sus marinos en los pueblos eslavos de las costas del Adriático. En pago
reciben los valiosos tejidos en seda y de muselina que fabrica la industria bizantina, así como especias
que Constantinopla recibe de Asia.
Ciudades más pobladas.
Artesanos productivos.
Influyó sobremanera en este comercio lo altamente apreciadas que eran en Occidente las especias de la
India, principalmente la pimienta, que incluso llegó a utilizarse en algunos sitios como medio de pago;
también eran muy demandada la nuez moscada, así como el jengibre, la canela y el azafrán, junto con las
sustancias aromáticas provenientes de Asia Menor, como el incienso, el bálsamo, la mirra.
Ya en el siglo X y los dos siguientes el nivel de
comercio veneciano alcanza grandes
proporciones, combinándose el auge de riqueza
con un sistema organizado de poder, una
organización política y administrativa que la
coloca en un plano hegemónico dentro de su área
de influencia, y aun más allá, hacia el interior de
Europa.
Las Cruzadas determinarán el aumento de la
influencia comercial de Venecia, pero también
provocarán un impulso de la misma naturaleza
sobre otras ciudades italianas y, en menor
medida, posteriormente, sobre las ciudades de la
región de Cataluña, particularmente Barcelona.
El eje comercial incorporará rápidamente a
Florencia, Milán, Génova y Pisa. Se forma así un comercio triangular entre estas ciudades, algunas
regiones de Asia y el norte de Europa. Dentro de este movimiento económico van surgiendo las industrias
que ayudan a conformar una matriz donde el comercio no sólo se basa en productos agrícolas.
Las ciudades italianas se convierten, irradiando hacia el espacio mediterráneo, en una amplia red
comercial textil, sustentada fundamentalmente en la pañería de lana, pero incluyendo también los tejidos
de lienzo y de seda.
En efecto, a la circulación Occidente-Oriente de los paños y de los lienzos corresponde, en sentido
inverso, la de la seda y el alumbre (mordiente indispensable para la industria textil). Debido a que este
tipo de comercio complementario implicaba para las ciudades italianas la exportación de productos
pesados de bajo costo, frente a la importación de ―bienes de lujo‖ con mayor valor agregado y un tráfico
comercial más costoso, el intercambio con Oriente sólo pudo ser equilibrado por medio de masivas
exportaciones desde Occidente.
Esta corriente internacional de comercio tuvo la particularidad de afianzarse por encima de la situación de
amenaza política que significó para Europa el avance turco. Más allá de la importancia de la expansión
islámica en los destinos del mundo, ésta no cambió la situación de preeminencia comercial que las
ciudades italianas acababan de adquirir en el Levante.
La ofensiva islámica se concentraba en tierra firme, puesto que los turcos tenían una flota débil. En
realidad, antes que perjudicarlos, el comercio de los italianos con las costas de Asia menor los
beneficiaba. Por intermedio de este comercio, las especias traídas por las caravanas de China y de India,
podían transitar hacia Siria, donde eran embarcadas por los comerciantes italianos.
La persistencia de la navegación creó el efecto de un mecanismo de mutuo beneficio, que a la par de
incrementar el poderío económico de las ciudades italianas, también mantenía la dinámica de la actividad
económica de las regiones turcas.
Por otra parte, aunque el tráfico comercial con Asia se sustentó en la importación de especias, es un error
considerar que se limitaba exclusivamente a estos rubros. Hacia 1200 la variedad de productos que se
importaban de China, India y el mundo musulmán, incluirían arroz, naranjas, albaricoques, higos, pasas,
perfumes, medicinas, materias para teñir. Hay que agregar el algodón y la seda bruta, cuyo comercio
aumenta ostensiblemente en la medida que se desarrolla la industria textil italiana y flamenca.
Comercio textil floreciente.
De manera similar a la red comercial de centros
urbano-rurales italianos se enmarcan las
actividades realizadas por las ciudades de la Liga
Hanseática.
Aunque de las regiones del Mar del Norte y hacia
el Báltico fluía desde el siglo X un significativo
comercio, manejado entre otros por
escandinavos, flamencos, franceses y los
habitantes de las islas Gotland, fueron los
alemanes de las ciudades ribereñas, apoyados
en una tecnología naval superior, quienes
aportaron aires renovadores al comercio,
logrando desplazar a sus competidores.
La creación de la Liga tuvo su punto de partida en
la fundación de la ciudad de Lubeck, en 1158, pero la fecha efectiva del nacimiento de la Hansa fue el año
1161, cuando los mercaderes alemanes que frecuentaban la isla Gotland, el mayor centro comercial de la
zona, hicieron un pacto de mutua solidaridad, protección y apoyo mercantil.
Un eje comercial unía la ciudad de Novgorod, situada en Rusia, con Londres, con etapas intermedias en
Lubeck, Hamburgo, Brujas, desde donde partían ramales transversales. De Oriente llegaban pieles,
cueros, miel y cera; de Occidente, paños de lana y sal; de los ramales intermedios, cobre y hierro de
Escandinavia, pescado en conserva de Islandia, cereales y madera de Prusia y Polonia, minerales de
Hungría, vino de Alemania meridional y Francia. Las ciudades hanseáticas añadían a este mercado sus
propios productos: cerveza, paños de lino, sal y cereales.
En los puertos bálticos, por tanto, se embarcaban productos voluminosos y de bajo valor, en tanto que en
los del Mar del Norte las mercancías eran más reducidas pero de mucho más elevado precio.
El eje principal Este-Oeste era cruzado por otro Norte-Sur, de menor importancia, atravesando el valle del
Rin y llegando hasta Francia e Italia, al frente del cual estaba la ciudad de Colonia.
A Venecia, los mercaderes de la Hansa, que tenían su propia sede en el ―Almacén de los Alemanes‖,
traían joyas de ámbar y piezas de lino de Westfalia, en tanto que adquirían especias, seda y frutos del
Mediterráneo. Igualmente, los mercaderes italianos mantenían almacenes y representantes en todas las
regiones del norte europeo.
La Liga Hanseática era poderosa, y en el
momento de su máximo apogeo formaban parte
de ella más de un centenar de ciudades
diseminadas en un área de más de 500
kilómetros, asegurándose el control de
prácticamente todo el comercio de Europa
septentrional con el resto del mundo.
En realidad, constituyeron una especie de Estado
en sí mismo, que celebraba acuerdos
comerciales, protegían sus naves mercantes con
sus propios navíos de guerra, y realizaba
asambleas gubernamentales en las cuales se
elaboraban sus leyes particulares.
A diferencia del comercio mediterráneo, donde
las ciudades italianas importaban desde el
Oriente bienes mucho más refinados que los que exportaban, la Hansa exportaba mayoritariamente
bienes manufacturados e importaba de Oriente bienes voluminosos provenientes fundamentalmente de
las estepas rusas.
Lubeck
Comercio y prestamistas, se potencian.
Por ello, aunque el volumen del comercio hanseático tal vez superaba el comercio mediterráneo, el valor
de las exportaciones y de las importaciones de mercancías requerían de menores capitales con respecto
al más sofisticado comercio practicado por los italianos, los cuales obtenían mayores utilidades con un
volumen transportado mucho menor.
Es probable que esta sea la razón por la cual no se encuentren en las ciudades de la Hansa los
poderosos hombres de negocios de la Italia medieval, que terminarán por convertirse en los banqueros
dominantes del sistema financiero europeo de la época.
Sirva, a propósito de destacar estas amplias redes de producción y comercio, importación y exportación,
mostrar en sus rasgos esenciales la trama de uno de los productos más representativos de la economía
medieval: los tejidos de lana.
La materia prima de la industria textil procedía del medio rural inglés, de donde se exportaban alrededor
de 3.000 a 4.000 toneladas anuales en la segunda mitad del siglo XIII, principalmente hacia Flandes y
Florencia, para abastecer la demanda de estos dos importantes centros de producción de tejidos. La
transportación estaba controlada por barcos de la Liga Hanseática. La especialización derivó en el
desplazamiento del artesanado rural, cuya calidad de confección no podía competir con la organización
industrial urbana, que suponía una mayor división de las tareas de producción y la posibilidad de contar
con fondos capitalistas.
Hacia finales del siglo XIII, los mercaderes italianos no sólo compraban la lana directamente en Londres,
sino que también adquirían, en las ferias de Champaña, el paño sin teñir. Luego el paño era teñido en
Florencia y Siena, obteniendo una mejor calidad de tejido, permitiendo satisfacer mejor los exigentes
gustos de sus clientes orientales.
En el siglo XIV, se produce un relativo declive de la industria pañera flamenca y florentina. Este hecho fue
aprovechado por Inglaterra que, al disminuir la demanda de su materia prima, destinó los excedentes de
lana a su propia industria.
Hacia mediados del siglo XV la economía inglesa procesaba un poco más del cincuenta por ciento de su
lana, basada en un sistema de producción rural más que urbano. El resultado fue la producción de tejidos
de más baja calidad, pero de menor costo, dirigidos a un mercado ampliado, prefigurando la producción
en masa.
Los centros de industria pañera italianos, flamencos y ahora ingleses, estimularon la demanda de lana
castellana, apreciada por su alta calidad. De manera que la articulación comercial da otro giro,
incorporando a la región de Castilla, promoviendo la transformación de ciudades como Burgos, que se
convirtieron en importantes centros comerciales.
En resumen, la expansión del comercio europeo entre las diversas regiones y con Asia se convirtió en
una dinámica económica mutuamente beneficiosa, toda vez que se estableció a partir de cierto grado de
especialización.
El patrón de especialización de la producción europea se basó en sus condiciones demográficas,
geográficas y climáticas. La variedad de recursos y condiciones climáticas originaba una amplia
diferenciación de cultivos y ganados, por una parte, y de producción de bienes manufacturados y servicios
(transporte, servicios de crédito) por otra, permitiendo un amplio abanico para el intercambio.
En las regiones donde el factor a aprovechar ventajosamente era la tierra, la oferta incluía productos
voluminosos como madera, grano, lana, que eran intercambiados por bienes manufacturados, producidos
en los asentamientos más densamente poblados, donde el factor relativamente abundante era la mano de
obra, posibilitando el desarrollo de la industria artesana.
La condición ventajosa de los emplazamientos urbanos y rurales se correspondía relativamente con la
situación respecto a las zonas fronterizas, por las salidas marítimas, la dirección de los cursos fluviales, y,
de manera menos importante, por el relieve del suelo. Esto determinó que ciertas regiones se convirtieran
en centros de alta densidad poblacional, capaces de concentrase en la producción de bienes
manufacturados y servicios, articulando unas redes comerciales de amplio alcance y un importante
desarrollo.
Aunque de forma más tardía, el modelo original de expansión del comercio europeo se va a repetir con
características similares en otras sociedades no occidentales. En efecto, varias regiones de Japón
experimentaron un auge económico importante.
Edo, inicialmente una población pesquera en el siglo XVI, se convertirá hacia comienzos de 1700 en un
gran centro comercial, junto con el eje conformado por Osaka y Kioto, constituyendo una red de
conexiones provinciales que incentivaban nuevas técnicas de compra, incluyendo sistemas de crédito y
operaciones con letras de cambio y de compensación de saldos.
Los lineamientos del desarrollo comercial japonés, igual que en el caso de las regiones europeas, se
basaron en cierta especialización, división del trabajo y una mayor atención a las señales de la demanda.
Este proceso fue mucho más rápido en la nación nipona en la medida que disfrutaba de ventajas
reflejadas en doscientos cincuenta años sin guerras; transporte acuático más barato y de mejor acceso;
una sola cultura y un solo idioma; abolición de barreras al comercio doméstico; y desarrollo de una ética
comercial común.
Transición del feudalismo al capitalismo
Hacia mediados del siglo XV el Sistema Feudal gozaba de
buena salud, había sorteado con relativo éxito la terrible peste
negra del siglo anterior (1348) que había diezmado los campos
de mano de obra servil y las ciudades se fueron recuperando
poco a poco.
Pero hacia 1543 los turcos tomaron definitivamente
Constantinopla y avanzaron sobre Europa oriental con lo que
cortaron todo el comercio terrestre con el Asia y amenazaron a
Europa con invasiones permanentes. Esto significó
prácticamente el bloqueo europeo, ya no llegaron más las
especias ni el metal precioso ni las sedas, para colmo el
Mediterráneo inmediatamente se infestó de piratería
musulmana.
El respiro para la crisis económica que se produjo vino de
manos de portugueses, primero, y españoles, luego. Pero en el
descubrimiento de América y en las ingentes cantidades de
metal precioso estaría el germen de la destrucción del sistema
feudal que tardaría al menos doscientos años en producirse.
La acumulación originaria del capital
Las grandes travesías y expediciones de los siglos XV y XVI reforzaron las tendencias del intercambio y
fomentaron el comercio, ya que se creó un enorme circuito comercial que abarcó a casi todo el globo
terrestre.
Además, el descubrimiento del Nuevo Mundo y la entrada en Europa de enormes cantidades de metales
preciosos provenientes de aquellas tierras produjeron un trastrocamiento de las relaciones feudales
puesto que el orden económico resultante de estos acontecimientos fue un sistema en el que
predominaba lo comercial o mercantil; es decir, cuyo objetivo principal consistía en intercambiar bienes.
Con lo que la producción eminentemente rural, patrimonio de los señores feudales, paso a segundo
plano.
Este proceso fue capitalizado por la burguesía, la que al aumentar su poder económico (la clase social
que encabezó la revolución comercial) y al acumular riquezas, estuvo dispuesta a eliminar a sus
principales opositores: los Señores Feudales y a manejar los resortes de la economía.
Pronto se hizo necesario, para abastecer al mercado mundial, ingentes cantidades de mercancías que el
sistema tradicional de producción industrial, es decir los gremios, no podía satisfacer por sus rígidas y
costosas estructuras de producción. El antiguo sistema fue lentamente reemplazado por sistemas de
producción de manufacturas artesanales listas para entrar en el mercado de la Economía–Mundo,
Caída de Constantinopla.
aprovechando el abaratamiento del costo de la moneda, que hacía que los costos de producción fuesen
accesibles.
El sistema doméstico: este sistema de producción de usó predominantemente en Inglaterra a partir de
mediados del siglo XVII y consistía, básicamente, en la elaboración de manufacturas artesanales en los
hogares campesinos: en sus tiempos libres y con toda la familia, el campesino recibía materia prima de
manos de comerciantes de la ciudad y la transformaba usando herramientas artesanales. El pago era en
función de la cantidad de mercadería manufacturada que el comerciante recibía, al que se le descontaba
el costo de la materia prima.
Este sistema permitió lanzar al mercado importante volúmenes de mercadería y además permitir una
entrada extra de dinero para el campesino, que pronto se dedicaría a esto, abandonando la actividad
rural.
Los talleres manufactureros: este sistema de producción se dio principalmente en Francia: Fueron el
antecedente de la fábrica, entendida como lugar de producción y ensamblado de piezas. Lejos de la
moderna línea de montaje, en estos talleres diversos especialistas construían las manufacturas
requeridas por el mercado y cada uno de ellos elaboraban una parte de dicho producto, cada especialista
tenía a su cargo uno o varios obreros a los que dirigía.
Estos cambios en la producción de mercaderías no hubiesen sido posibles si no hubiese existido
una clase social, la burguesía, que acumuló fortunas producto del inmenso tráfico comercial que unió a
todo el mundo desde el siglo XVI y que usaría esa fortuna como capital para nuevas experiencias
económicas.
Las transformaciones en el campo
Gracias a su enorme poder económico, la burguesía no tardó en buscar nuevas inversiones y si bien el
trabajo rural había pasado a segundo plano, todavía era necesario para alimentar a las grandes urbes de
la época. Por lo que comenzó a invertir en la compra de tierras, favorecida por el abaratamiento general
de los precios de los campos y de los productos agrícolas.
Esta inyección de dinero en las áreas rurales
implicó una importante concentración de la
propiedad terrateniente, la burguesía pudo
adquirir las tierras porque se las compró,
generalmente a los pequeños propietarios y a los
arrendatarios que en gran número poblaban el
espacio rural, entrando en franca competencia
con los Señoríos nobiliarios que todavía eran los
principales productores agrícolas.
No solamente se compró tierras sino que además
las cercó, expulsando a los habitantes de esos
solares que en su gran mayoría arrendaban las
tierras, se trataba de pequeños productores y de
aquellos que se dedicaban al sistema de producción doméstico de manufacturas; que tuvieron que ir a
vivir a las ciudades. Esa mano de obra fue reemplazada por peones asalariados disminuyendo
sensiblemente los costos de la producción.
Los expulsados pasaron a integrar esta nueva especialidad de mano de obra o se convirtieron en
indigentes que engrosaron las filas de los desocupados en las grandes ciudades de la época y se les
tendría reservado un lugar en la historia económica y social de la humanidad.
Burguesía dominante.
Humanismo: una nueva visión del ser humano
Cuando la cultura occidental ha tratado de buscar sus raíces, aparece siempre el humanismo. Esto es lo
que sucedió en el Renacimiento: la vuelta a la antigüedad no fue sino la justificación de una nueva
concepción del hombre, "el hombre universal". También en la Ilustración, con esa búsqueda kantiana
formulada en la pregunta "¿qué es el hombre?".
También el nacionalismo es un signo de identidad cultural, pero particular, excluyente y acrítico. El
vínculo de unión es siempre emotivo y sentimental, basado en unos rasgos comunes que sólo unos pocos
pueden compartir. Por el contrario, el humanismo es universal, integrador y crítico; se refiere a todos los
hombres y se basa en la razón. En consecuencia, la identidad nacionalista es siempre mítica: los
nacionalismos generan mitologías; mientras que la identidad humanista es siempre filosófica.
El término Renacimiento expresa un modo de concebir ciertos aspectos de la cultura occidental en torno
a finales del siglo XV y principios del XVI como momento inicial de la Edad Moderna. Hay que desechar la
idea de un modelo único de Renacimiento (básicamente el italiano, basado en el Arte), sino que se da en
todos los países de Europa pero con diversas características e intensidad.
Aceptando esa diversidad, en todos los países hay factores comunes a ese momento de transición:
desarrollo del capitalismo mercantil, crecimiento de la burguesía, preocupación por el conocimiento y
explotación de la naturaleza (descubrimientos y empuje técnico-científico), cambios sustanciales
artísticos, culturales.
El término humanismo se usa con gran
frecuencia para describir el movimiento literario
y cultural que se extendió por Europa durante
los siglos XIV y XV. Este renacimiento de los
estudios griegos y romanos subrayaba el valor
que tiene lo clásico por sí mismo, más que por
su importancia en el marco del cristianismo.
Entre 1440 y 1530 aproximadamente, en
algunas de las ricas ciudades del norte de Italia
comenzó a desarrollarse un movimiento cultural
relacionado con la imagen del mundo que
tenían los burgueses: el humanismo.
Los humanistas fueron hombres de las
ciudades que se ocuparon de la enseñanza, de
la investigación y que fueron muchas veces
secretarios de personas importantes. Ocuparon
esos cargos no por su riqueza o nacimiento,
sino por su cultura.
Con sus obras, buscaban sentar las bases de
una nueva cultura independiente de la tradición cristiana escolástica. En contraposición al sistema
jerárquico de la sociedad feudal, afirmaron la dignidad y el valor de cada individuo.
La imagen humanista del mundo se expresó en la literatura, la filosofía y el arte. En el arte fue donde
alcanzó sus realizaciones más coherentes, continuas y originales. Sin embargo, estas manifestaciones
culturales eran conocidas sólo entre los grupos privilegiados, y tuvieron escasa difusión entre el conjunto
de la sociedad europea.
Desde mediados del siglo XVI, la nueva imagen del mundo construida por los humanistas del siglo XV
comenzó a difundirse progresivamente por Europa. Pero como el grado de desarrollo de las nuevas
actividades económicas burguesas era desigual en los diferentes países, la aceptación de los cambios
varió de una sociedad a otra.
En el siglo XVII, algunos miembros —burgueses y nobles— de
los grupos privilegiados advirtieron que los principios del
humanismo amenazaban sus posiciones de poder. Por eso,
mantuvieron y reforzaron su adhesión a los valores tradicionales
del orden cristiano feudal.
A diferencia de lo que ocurría en la Edad Media, donde el
hombre era considerado fundamentalmente desde una
perspectiva teológica, los humanistas valorarán al hombre
desde una perspectiva mundana, no-divina, es decir, el hombre
será visto como un ser natural e histórico.
La religión, aparte de su función redentora, es considerada ante
todo en su función civil. Así, tanto la religión como la tolerancia
religiosa son instrumentos válidos para asegurar el ideal de la
paz civil. La creencia en la unidad última de todas las religiones
es afirmada, consecuentemente, desde esta caracterización.
El humanismo de Lorenzo Valla, de Vives, de Budé, de Tomás Moro, está impregnado de una visión del
ser humano como ser natural e histórico que debe realizarse en el uso de la libertad. Tal humanismo lo
podemos considerar entroncado en el de Erasmo de Rotterdam (1467-1536).
La vida humana es comprendida por Erasmo como una cooperación del hombre con Dios. El hombre no
es malo por naturaleza (la naturaleza humana no queda corrompida por el pecado original, nos dice
Erasmo, contrariamente a lo que sostendrán los reformadores).
Una virgen humanizada.
La paz civil: un ideal humanista.
Los elementos bíblicos y evangélicos, junto con la gracia, permitirán al hombre aspirar a la salvación, para
lo que es necesario el uso de la libertad. El hombre ha sido privado por el pecado original de los bienes
sobrenaturales que Dios le había concedido, pero conserva las facultades y las fuerzas que requiere una
vida moral. Una de estas facultades precisamente la libertad.
Tomás Moro Erasmo de Rótterdam
La afirmación de la libertad humana es necesaria para obtener la salvación. El hombre, ayudado por la
gracia y eligiendo libremente el recto comportamiento moral puede aspirar a la recuperación de los bienes
perdidos con el pecado, puede aspirar a la salvación. La gracia sola no bastaría.
La salvación está al alcance del ser humano, pero necesita quererla y buscarla en el ejercicio de su
libertad, aunque no dependa exclusivamente de ella, ya que, sin la gracia, la libertad sola tampoco
bastaría para conseguirla.
Reforma
A partir del siglo XVI el Papado en Roma empezó a perder su poder y la Iglesia se sumió en una profunda
crisis. La riqueza material fue causa de corrupción. Muchos miembros del clero descuidaban sus
obligaciones religiosas y disfrutaban del lujo y de los placeres mundanos. Cundieron las herejías. Bajo la
influencia de las corrientes renacentistas los hombres empezaron a criticar las doctrinas y los ritos de la
Iglesia.
Los reyes, que luchaban por aumentar su poder, extendieron su autoridad sobre el clero cuya riqueza
ambicionaban y trataron de reducir los derechos del Sumo Pontífice.
Los reyes de Francia obligaron a los Papas a trasladarse de Roma a Aviñón en el sur de Francia, donde
el Papado permaneció durante setenta años (1309-1378). Al final de este "cautiverio babilónico" los
Cardenales franceses eligieron a un Papa francés que permaneció en Aviñón, mientras que los italianos
eligieron a un Pontífice romano que gobernaba en Roma. El Gran Cisma repercutió en toda la cristiandad
y suscitó en todas partes violentos conflictos. Cundió la confusión y se empezó a exigir una reforma de la
Iglesia en "su cabeza y en sus miembros".
La oposición contra la Iglesia Romana se hizo particularmente violenta en Alemania donde los arzobispos
habían conquistado un fuerte poder político, gobernando como verdaderos príncipes sobre extensos
territorios. Los alemanes protestaban contra las grandes sumas de dinero que se colectaban en Alemania
y se enviaban a Roma. Causa de especial indignación era la venta de las indulgencias mediante las
cuales, con el pago de una cierta suma, el pecador podía librarse de las penas del purgatorio.
En el año 1517 el monje agustino Martín Lutero publicó 95 tesis en que protestaba contra los abusos
que se cometían en la venta de las indulgencias.
Martín Lutero (1483-1564), siguiendo los deseos de su padre, había comenzado a estudiar las leyes. Pero
el problema de la salvación eterna de su alma lo sumió en tanta desesperación que decidió hacerse
monje. Como resultado de sus meditaciones y de la lectura de las Sagradas Escrituras llegó a la
conclusión de que la salvación sólo era decidida por Dios, sin requerir de los sacramentos, de las
ceremonias de la Iglesia ni del sacerdote.
Mientras que la Iglesia Católica enseñaba que el hombre se salvaba por la fe y las buenas obras, Lutero
empezó a enseñar que las obras eran inútiles ante Dios y que el hombre se salvaba exclusivamente por la
fe. De nada servían tampoco las indulgencias.
En el momento de publicar las 95 tesis Lutero sólo pensó en protestar contra algunos abusos. Sin
embargo, al poco tiempo se puso de manifiesto que su pensamiento significaba una doctrina nueva que
no podía ser aceptada por la Iglesia.
En el año 1520 el Papa excomulgó a Lutero por hereje. El emperador Carlos V convocó la Dieta de
Worms y citó a Lutero. Este fue invitado a retractarse de sus ideas, mas Lutero se negó e insistió en que
sólo las Sagradas Escrituras contenían la verdad; mientras que el Papa se podía equivocar. El
emperador, apoyado por los príncipes que se mantuvieron fieles a la Iglesia Romana, acordó proscribir a
Lutero y condenarlo a las penas que recaían sobre los herejes.
Mientras tanto la doctrina luterana ya se había propagado por gran parte de Alemania y Lutero encontró el
apoyo de varios príncipes.
El edicto de proscripción no se pudo hacer efectivo. Lucero empezó a organizar su propia Iglesia, la
Iglesia evangélica, que negaba la obediencia al Papa. De esta manera se produjo la división confesional
de Alemania. Las autoridades imperiales tomaron medidas contra los luteranos, ante las cuales éstos
protestaron, lo que dio origen al nombre de protestantes.
Después de apasionadas discusiones teológicas y violentos conflictos que condujeron a la lucha armada,
protestantes y católicos llegaron a un acuerdo en la paz religiosa de Augsburgo del año 1555 que estipuló
que cada príncipe podía elegir entre el catolicismo y el luteranismo y que los súbditos debían seguir la
religión de su príncipe.
La doctrina luterana se difundió por numerosos países de Europa y se pudo imponer completamente en
los países escandinavos.
Luego surgieron otros reformadores que, si bien se inspiraron en Lutero, siguieron caminos distintos.
Ginebra, una ciudad independiente, había aceptado el protestantismo. En el año 1536 llegó de visita a
Ginebra Juan Calvino, un teólogo protestante francés, quien fue invitado por los ginebrinos a permanecer
en su ciudad para organizar la nueva Iglesia.
Juan Calvino (1504-1564) se había hecho famoso por su libro "Institución de la Religión Cristiana"
(1534), cuya idea central era la idea de la predestinación: Dios, en demostración de su poder absoluto,
crea el mundo y el hombre y elige a unos para su salvación y condena a otros para su eterna perdición. El
hombre no puede alterar su suerte. La única función que el hombre tiene en la tierra es honrar a Dios.
Calvino organizó en Ginebra un régimen teocrático que no sólo controlaba la vida religiosa, sino también
la política, la economía, la educación, las entretenciones y la vida de la familia. Impuso una moral austera,
sosteniendo que era un pecado ante Dios usar joyas y vestidos lujosos, bailar, jugar a las cartas y cantar
canciones frívolas.
El calvinismo ejerció una fuerte influencia sobre el desarrollo económico, ya que Calvino enseñaba que el
trabajo formaba parte de la vida religiosa, en vista de que mediante el trabajo el hombre honraba a Dios.
Aplicación al trabajo, voluntad realizadora e iniciativa fueron consideradas virtudes cristianas, y la
prosperidad y el éxito fueron interpretados como señales de ser elegido para la salvación eterna.
Muchas personas llegaron a Ginebra para escuchar los sermones de Calvino. Luego volvieron a sus
países para reorganizar la Iglesia según el modelo calvinista. La Iglesia Reformada de Calvino se impuso
en gran parte de Suiza. En los Países Bajos se estableció la Iglesia Reformada Holandesa y en Escocia la
Iglesia Presbiteriana. El calvinismo pudo penetrar también en Francia donde sus representantes
recibieron el nombre de Hugonotes.
En Inglaterra la reforma fue decidida no tanto por razones religiosas, cuanto por asuntos políticos.
Enrique VIII (1509-1547) se quiso divorciar de su mujer, la infanta española Catalina de Aragón, porque
no había podido tener de ella ningún hijo varón y por haberse enamorado de una dama de su corte, Ana
Bolena.
Como el Papa le negó el divorcio, Enrique VIII nombró a un nuevo arzobispo de Canterbury quien le
concedió el divorcio. El Parlamento proclamó el Acta de Supremacía (1534) en virtud de a cual Enrique
VIII fue designado jefe de la Iglesia en Inglaterra.
Después de la ruptura con el Papa, las puertas quedaron abiertas para que las doctrinas protestantes
penetraran en Inglaterra. La reina Isabel I (1558-1603) aceptó un protestantismo moderado y organizó la
Iglesia Anglicana como iglesia oficial del reino.
Contrarreforma
Reforma de la Iglesia Católica
Frente a la propagación de las doctrinas protestantes se produjo una reacción de la Iglesia Católica que
pudo superar la crisis que la estaba afectando desde hacía tanto tiempo. La reforma católica o
Contrarreforma permitió a la Iglesia reafirmar su posición en Europa e iniciar la evangelización de los
nuevos territorios descubiertos en ultramar.
La Iglesia se vio robustecida por la fundación de nuevas órdenes religiosas.
Los capuchinos, orden derivada de los franciscanos, se dirigieron ante todo a los pobres y los enfermos.
Las Ursulinas, congregación de monjas, se dedicaron a la educación femenina.
La orden más famosa e importante fue la Compañía de Jesús, fundada por San Ignacio de Loyola en
1534. Los jesuitas, sujetos a una disciplina particularmente rigurosa, se pusieron incondicionalmente al
servicio del Papa al cual quedaban unidos por voto de absoluta obediencia. Los jesuitas se hicieron
famosos por sus excelentes colegios, su influencia sobre los príncipes y las cortes y su labor misionera en
América, África y Asia.
A lo largo de toda su historia la Iglesia había celebrado Concilios con el fin de resolver sus problemas
centrales. También ahora muchos clamaron por la reunión de un nuevo concilio con el fin de resolver los
problemas internos de la Iglesia y de tomar medidas contra los movimientos protestantes.
El Papa Pablo III convocó el Concilio de Trento que, con dos interrupciones, estuvo reunido desde 1545
hasta 1563 y que confirmó la doctrina tradicional de la Iglesia a la vez que introdujo importantes reformas
referentes a la administración y la disciplina. El Concilio ordenó reformas de la vida monástica y decidió la
fundación de Seminarios para la formación de los sacerdotes.
Con el fin de impedir la propagación de las doctrinas heréticas, el Papado reorganizó el Tribunal de la
Inquisición y lo colocó bajo la vigilancia de la Congregación del Santo Oficio (1543) y estableció el Índice
de los libros prohibidos.
La Iglesia Católica, reorganizada y rejuvenecida, pudo detener el avance del protestantismo y restablecer
la fe católica en Hungría, en Polonia, en varios territorios de Alemania y en el sur de los Países Bajos. Sin
embargo, no logró restablecer la unidad de la fe en toda Europa. La división religiosa se mantuvo.
Descubrimientos geográficos
Durante gran parte de la Edad Media los conocimientos geográficos de
los europeos se limitaron a su propio continente y a los países de la
cuenca del Mediterráneo. A raíz de lasCruzadas se estableció un
estrecho contacto con el Oriente. En el siglo XIII el venecianoMarco
Polo viajó por tierra a la remota China y vivió durante varios años en la
corte del emperador mongol Kublai Kan. A su regreso a Europa dio a
conocer las maravillas que había visto.
El comercio con Asia se hacía por mar y tierra. Todas las mercaderías
pasaban por muchas manos y cada mercader deseaba hacer su
ganancia. Los más beneficiados eran los mercaderes italianos ya
que ellos tenían prácticamente un monopolio sobre las rutas del
Mediterráneo. Como consecuencia los consumidores en el resto de
Europa debían pagar elevados precios por las especias, sedas y otras
codiciadas mercaderías del Oriente.
Los europeos tenían un fuerte interés por las mercaderías importadas, pero no deseaban pagar los altos
precios. Los comerciantes de la Europa occidental empezaron a buscar medios para quebrar el monopolio
de los italianos y para hacer todo el comercio por mar.Debía ser posible descubrir una ruta marítima
directa a las Indias.
Desde el siglo XII la navegación hizo considerables progresos. Los hombres aprendieron a construir
barcos más grandes y seguros. Especial importancia tuvieron dos inventos: la brújula y el astrolabio.
Antes un capitán sólo había podido orientarse por el sol y las estrellas, pero no había podido calcular la
posición del barco. Por eso los barcos preferían mantenerse a la vista de la costa y temían salir a alta
mar. En el siglo XII navegantes europeos empezaron a usar la brújula que pueden haber conocido de los
árabes o en la China. El astrolabio que se empezó a usar en el siglo XV, era un instrumento que permitía
determinar la posición de un barco mediante la observación de los astros. A partir del siglo XIII los
navegantes pudieron disponer de portulanos, mapas bastante exactos de los puertos y de las costas.
El deseo de descubrir nuevas rutas marítimas impulsó a los hombres a emprender audaces viajes en el
curso de los cuales no sólo exploraron mares desconocidos, sino que también descubrieron nuevas
tierras y nuevos continentes.
Los primeros que se atrevieron a abandonar las costas conocidas
fueron los portugueses. El infante portugués Enrique, el
Navegante (1394-1460), deseoso de aumentar el poder de
Portugal y de difundir la fe cristiana, consagró toda su vida y sus
medios al estudio científico de la navegación en el Atlántico y a la
exploración de la costa africana. Fundó una escuela de navegación
en Sagres y contrató a los mejores capitanes y cartógrafos. Sus
barcos navegaron hasta las Azores, Madeira, las Islas de Cabo
Verde y la Costa de Oro.
En 1487 Bartolomé Díaz llegó hasta el extremo sur de África al
cual dio el nombre de Cabo de las Tormentas. Su viaje ofreció la
prueba de que había una pasada al Oriente. La buena noticia
indujo al rey de Portugal de cambiar el nombre del cabo por el de
Cabo de la Buena Esperanza.
En julio de 1497 Vasco de Gama zarpó de Lisboa con cuatro barcos. En noviembre del mismo año pudo
bordear el Cabo, luego navegó por la costa oriental de África hacia el norte y cruzó el Océano Indico. En
mayo de 1498 llegó a Calicut en la India. En septiembre de 1499 estuvo de vuelta en Lisboa donde
recibido con delirante entusiasmo. Había perdido dos barcos y las dos terceras partes de la tripulación. La
venta de las especias y joyas que había comprado en la India arrojó una suma sesenta veces mayor que
todo el costo de la expedición. Finalmente, se había descubierto una ruta marítima directa a las Indias que
permitía prescindir de todos los intermediarios y romper el monopolio de los comerciantes asiáticos e
italianos.
Marco Polo
Bartolomé Díaz
Mientras tanto España, por su parte, había iniciado la exploración
de un camino directo a la India. Cristóbal Colón, proveniente de
Génova en Italia, estaba convencido de que la Tierra era redonda
e, influido por las ideas del astrónomo florentino Toscanelli pensó
que la ruta a la India por el oeste era más corta que por el
este.
Colón ganó el apoyo de los Reyes Católicos, Fernando e Isabel.
El 3 de agosto de 1492 Colón partió con tres barcos del puerto de
Palos. El 12 de octubre de 1492 descubrió la isla de Guanahani,
una isla de las Bahamas. Luego siguió viaje a Cuba e Hispaniola
(Haití) y regresó triunfante a España. En tres viajes posteriores
exploró gran parte de las Antillas y las costas de Venezuela y de
América Central. Convencido de que había descubierto el camino
del oeste, dio a las tierras descubiertas el nombre de Indias.
Los Reyes Católicos, con el fin de asegurar sus derechos sobre las nuevas tierras, recurrieron al Papa
Alejandro VI el cual en 1493 les garantizó por medio de tres Bulas la posesión de las tierras situadas a
100 leguas al oeste de las Azores.
La decisión pontificia fue desconocida por la corte de Lisboa.
Surgió el peligro de que estallara la guerra. Mas las
dificultades pudieron ser superadas y en 1494 España y
Portugal firmaron el Tratado de Tordesillas en el cual se
trazó una línea de demarcación de polo a polo fijada a 370
leguas al oeste de las islas de Cabo Verde (48º oeste de
Greenwich).
El mundo quedó dividido en dos hemisferios: Occidente para
España, Oriente para Portugal. Como exploraciones
posteriores demostrarían que el extremo oriental de
Sudamérica quedaba al este de la línea de demarcación,
Brasil llegaría a ser portugués. En Asia, por otra parte, las
islas Filipinas pasarían a ser posesión española.
En los primeros decenios del siglo XVI la exploración del Nuevo Mundo hizo rápidos progresos. Europa
recibió las primeras noticias más detalladas sobre las nuevas tierras a través de los relatos de Américo
Vespucio, italiano que participó en algunas expediciones españolas y portuguesas a la costa oriental de
Sudamérica. El geógrafo Martin Waldseemüller, creyendo que Américo Vespucio era el descubridor del
Nuevo Mundo, propuso en 1507 dar al continente el nombre de América.
Los viajes exploratorios culminaron en la expedición de Hernando de Magallanes que por primera vez
dio la vuelta al mundo. Magallanes, portugués al servicio del monarca español Carlos V, partió en 1519 de
España con 5 barcos y 243 hombres. Cruzó el Atlántico, avanzó por la costa del Brasil y Argentina y
atravesó el estrecho que lleva su nombre. Cruzó el Pacífico y llegó hasta las Filipinas donde fue muerto
por los naturales. Uno de sus oficiales, Sebastián Elcano, tomó el mando, cruzó el Indico, dobló el Cabo
de Buena Esperanza y pudo regresar a España, después de casi tres años de ausencia, con un solo
barco y 18 tripulantes.
Volvía a Europa el primer barco que había dado la vuelta al mundo, demostrando que la Tierra era
redonda y, que América era un Nuevo mundo.
Séptimo Básico, Historia y geografía
Actividades de estudio para la Unidad 3
Tema: El Feudalismo
1.- Definir el concepto de Feudalismo.
2.- Explicar cómo surge el feudalismo como sistema social y político en la edad media.
Cristóbal Colón
Américo Vespucio
3.- ¿Qué significado tiene la idea de vasallaje y de protección en el mundo feudal?
4.- ¿Cómo funciona la herencia del feudo?
5.- ¿Qué características tiene la actividad económica en este periodo?
6.- ¿Por qué decae el Feudalismo?
Tema: Encuentros y desencuentros entre Oriente y Occidente: los musulmanes en España y las
Cruzadas.
1.- Respecto a la invasión musulmana de España, completar el siguiente cuadro:
Líder musulmán Periodo o años Expansión Territorial Características
2.- Explicar el valor histórico de las Cruzadas.
3.- Respecto a las Cruzadas, completar el siguiente cuadro:
Cruzada Líder y periodo Territorio ocupado
4.- Indicar las principales consecuencias de las Cruzadas.
Tema: La aparición de las ciudades y el resurgir del comercio: el incipiente capitalismo.
1.- Explicar cómo se entendía el dominio de la tierra en la época feudal.
2.- ¿Cómo se entiende la expansión del comercio en este periodo?
3.- Explicar el valor de las nuevas vías y de los medios de comunicación para el desarrollo del comercio.
4.- ¿Cómo influyen los llamados mercados locales en el desarrollo económico de la época?
5.- ¿Cómo funcionaba el sistema y el uso de la moneda en el comercio de la época?
6.- ¿Qué significado va teniendo la aplicación del trabajo asalariado y la nueva organización del trabajo?
7.- Explicar la relación comercial entre el campo y la ciudad.
8.- ¿Qué caracteriza a las nuevas ciudades del mundo medieval?. ¿Cuales son los nuevos centros
urbanos de la época?
9.- ¿Qué fue la llamada Liga Hanseática?
10.- Explicar brevemente otras economías de la época como la inglesa, la italiana, etc.
11.- Explicar el sistema en el que predominaba lo comercial o mercantil.
12.- ¿Qué valor se le atribuye a la burguesía en este proceso de desarrollo del capital y el comercio?
13.- ¿Cómo se transformó el campo en esta época y qué valor se le otorgaron a sus tierras?
Tema: Los fundamentos del mundo moderno: el humanismo renacentista, la Reforma religiosa, la
revolución científica y el Estado moderno en la época de la expansión de Europa, los
descubrimientos.
1.- Indicar los periodos en que se extiende la época moderna.
2.- Explicar la época moderna en cuanto a sus rasgos de creencias religiosas, cultural, socioeconómicos,
políticos,
3.- ¿Qué es el Humanismo?
4.- ¿De qué forma afectan los descubrimientos geográficos a la sociedad moderna?
5.- ¿Qué son la Ilustración y el despotismo ilustrado?
6.- ¿Qué es el Estado Moderno?
7.- ¿Quiénes son los principales exponentes del humanismo renacentista y cuáles son sus aportes
culturales?
8.- Explicar las principales ideas de los reformistas religiosos del Renacimiento:
Reformador Características
Martín Lutero
Juan Calvino
9.- Respecto a la Contrarreforma de la Iglesia Católica, explicar el rol de San Juan Ignacio de Loyola
10.- En relación a los descubrimientos geográficos, explicar el rol de los siguientes personajes:
Personajes Aportes
Marco Polo
Bartolomé Díaz
Vasco de Gama
Cristóbal Colón
Américo Vespucio
Hernando de Magallanes
Tema: Relación entre América y Europa en la Época moderna.
1.- Explicar el sistema económico de la época moderna.
2.- Indicar las principales tierras descubiertas por la corona española, sus personajes y años más
significativos.
3.- Explicar el rol del Papa Alejandro VI en la cuestión del reparto de las tierras descubiertas.
4.- Indicar la forma como se organizan política y administrativamente las colonias americanas de España.
5.- Respecto a la cultura española, indicar sus aportes a la cultura americana, en relación a lo social,
económico y cultural.
6.- Señalar brevemente las consecuencias demográficas, económicas y culturales de la expansión
española por América.