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SINOPSIS Flix, Tarragona, noviembre de 2015. Lucas y Sara han captado las imágenes de lo que podría ser una nueva especie de depredador subacuático. Después de colgar las imágenes en YouTube, reciben en poco tiempo miles de visitas hasta convertirse en un fenómeno viral. Un inspector de policía con problemas de alcoholemia tendrá que aclarar si las desapariciones sufridas durante las últimas semanas se deben a este nuevo hallazgo. Algo se mueve sobre las aguas del pantano, y no son peces.

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Relato breve perteneciente a la colección: “Frases que hacen nidos”

23/04/2015

Manuel Julián

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Sinopsis

Flix, Tarragona, noviembre de 2015. Lucas y Sara han captado las imágenes de lo que podría ser una nueva especie de depredador subacuático. Después de colgar las imágenes en YouTube, reciben en poco tiempo miles de visitas hasta convertirse en un fenómeno viral. Un inspector de policía con problemas de alcoholemia tendrá que aclarar si las desapariciones sufridas durante las últimas semanas se deben a este nuevo hallazgo. Algo se mueve sobre las aguas del pantano, y no son peces.

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“Dulce noviembre de café, libros y canciones que se posan suavemente sobre un suelo de hojas crujientes y silencios rotos por tu recuerdo”

Manuel Julián

Pueblo de Flix, Tarragona, sábado 8 de noviembre de 2014

Todo lo que se podía cosechar en el campo de

Eduard Palli eran alcachofas, los peritos decían que el ph de la tierra, la acidez

era únicamente propicia para este tipo de hortalizas. Esa mañana se había

levantado muy temprano para preparar algo de almuerzo y bebida que guardó

en una cesta de mimbre. Hoy tenía todo el día por delante y se iría a pescar

con su mejor amigo Bernat, el hijo del panadero. Condujeron en la vieja

camioneta hasta el pantano de Flix, un camino abrupto y repleto de matojos,

baches y pedruscos que se adentraba muy cerca de la reserva natural de

Sebes. El sigiloso frío de noviembre se colaba por las rendijas de las puertas

mientras que la música de la radio crepitaba por las interferencias.

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Seguramente que volverían a hablar de la quietud que se respiraba en el

pueblo, de cómo cada cosa que pudiera tener algún interés se convertía

rápidamente en la comidilla de todos sus habitantes.

Bernat recordó que de niño, era su abuelo quien caminaba a su lado hasta la

orilla del pantano:

—Cuando voy a pescar, me acuerdo de mi abuelo.

Recordó una mañana de sábado en que caminaba por la vía muerta cogido de

su mano…, era un día entelado de gris. Las vías relucían por la humedad como

si les hubieran sacado brillo. Su abuelo no era un gran conversador, pero sus

monosílabos no evitarían las elaboradas teorías del joven Bernat sobre las

cosas que le desagradaban de la vida. En realidad no eran tantas, quizá tres o

cuatro, pero todas ellas absolutamente insignificantes; algo sobre las chicas, o

el equipo de básquet, su sempiterna dificultad con las matemáticas. Cualquier

excusa era buena para una conversación.

—Tienes que esforzarte más, —me dijo. —El esfuerzo siempre tiene

recompensa.

Y desde entonces, por una extraña razón he vivido siempre esperando ese

momento.

—¿Qué momento?

—El de la recompensa…

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Eduard le miró con cierto atisbo de condescendencia: —Nunca me habías

hablado de tu abuelo, pero creo que, si esperas demasiado de la vida, puedes

llevarte una gran decepción.

—Tú sí que sabes romper la magia del momento…

—No, en serio. Es mejor que dejes de pensar en el milagro. Cada día se

parece más al día anterior.

—Pues ayer no fuimos a pescar, así es que hoy no es como ayer.

—Está bien, continua soñando, es barato, pero luego no me digas que no te lo

advertí.

Media hora después llegaron al lado norte del lago, la hierba del suelo aún

crujía por la escarcha:

—Aquí nunca pasa nada, —dijo Eduard mientras preparaba un nuevo

anzuelo.

—Y, ¿qué es lo que tiene que pasar? ¿No es mejor que sea así, que podamos

disfrutar de esta tranquilidad? —Respondía Bernat tensando el nylon de su

caña. —Además, pronto tendremos la fiesta de la calabaza, esta vez tenemos

que acertar el número de botellines—

Durante la fiesta de la calabaza, se exhibía un reluciente descapotable en cuyo

interior había varios miles de botellines de un conocido whisky escocés, quien

acertara el número exacto de los pequeños embases se llevaría el coche. La

verdad es que todavía no lo había conseguido nadie. El segundo premio era

para el que más se aproximara a la cifra, a este último se le obsequiaba con su

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propio peso en whisky. Para ello se instalaba una balanza gigante en medio de

la feria, en el primer plato se sentaba el ganador y en el segundo se cargaban

las cajas del escocés hasta equilibrar el peso.

—Esta vez tenemos que conseguirlo —continuaba Bernat.

Eduard lo miró de nuevo con aquella mirada: —Eres demasiado ingenuo,

además ¿qué harías con ese descapotable, el reparto de la bollería?

La pregunta de Eduard quedó suspendida en el aire como una etérea nube

evanescente. Para él la mayoría de las chicas de su pueblo eran o demasiado

gordas, flacas, altas, bajas, poco comunicativas, extrañas…, en cambio a

Bernat le gustaban todas, incluso las menos favorecidas. Él no haría ascos a

estar con una chica, y el coche era su puerta estelar hacia la fama.

Bernat continuaba conduciendo su imaginario Cabriolet, rodeado de bellezas,

cuando Eduard le interrumpió:

—Voy a la nevera, ¿te apetece algo frío? Las decepciones pasan siempre

mejor con una cerveza.

Bernat estaba todavía sumido en su hilarante sueño, cuando algo sobre las

aguas le despertó de su soporífero idilio. Era algo extraño, arrastrado

lentamente por la corriente, parecía un tronco, pero se trataba de un cuerpo, sí

una persona, quizá una mujer, su pelo largo y rubio flotaba sobre el agua. Soltó

su caña y se dirigió hasta ella, las botas de Bernat se hundían pesadamente en

el sedimento de lodo, casi había llegado cuando algo enorme se dirigió hasta

él, algo que se desplazaba deprisa y sinuosamente. La extraña criatura abrió

sus fauces y se lo tragó de un solo bocado, instantes después todo quedaba de

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nuevo en calma, como si nada hubiera sucedido. Eduard estaba en la orilla

sosteniendo dos cervezas sin tener la más remota idea de dónde se había

metido su amigo.

A ciento cuarenta kilómetros de allí, el profesor Isaac

Guardiet pagaba la carrera de su taxi desde el aeropuerto de Barcelona. Había

llegado sobre las diez en vuelo procedente de Múnich para pronunciar una

conferencia en el [CSIC] Centro Superior de Investigaciones Científicas.

—Bienvenido profesor, —musitó una de las azafatas del auditorio, —¿puede

acompañarme? —Su voz joven y cantarina era como un refrescante gajo de

fruta tropical.

Con motivo del 75 aniversario del CSIC, se habían convocado a diferentes

expertos para el seminario: “Diagnóstico medioambiental y estudio del agua”.

Hoy se desarrollaba la última jornada, y el programa era más intenso. El

profesor traía en un portafolio de piel, los resultados de sus nuevas

investigaciones.

Media hora después llegó el momento de su intervención:

—Apreciados alumnos, damas y caballeros, no he venido hasta aquí con la

intención de alarmarles, este ciclo de conferencias no es un reality show sobre

ciencia. No les pido que me crean, por lo menos no inmediatamente, pero los

datos que hoy expondremos ya han sido contrastados por nuestros biólogos y

especialistas:

El pantano de Flix está enfermo. Después de más de un siglo de vertidos

químicos, el agua está hoy extremadamente contaminada. Como bien sabrán

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hace tres años se realizó un estudio denominado “la docena sucia”, una lista de

doce sustancias que, según el Convenio de Estocolmo sobre Contaminantes

Orgánicos Persistentes, se debían eliminar cuanto antes. Estos agentes

invasores se dividen en tres grupos principales: Contaminantes radioactivos.

Los metales pesados; como el cobre, níquel, mercurio, zinc, cromo, cadmio y

arsénico y finalmente los compuestos organoclorados.

Los altos contenidos de residuos tóxicos, unas 300.000 toneladas de vertidos

hasta hoy, han alterado la biología de la fauna subacuática e insectívora. (Tras

una leve indicación se suavizó la intensidad de la luz, a continuación, el

auditorio pudo contemplar la primera diapositiva).

—La imagen muestra una aguda mutación en mosquitos, libélulas y ranas. Se

han adaptado y están sobreviviendo en un entorno hostil. Todavía no

conocemos las consecuencias a corto o medio plazo sobre lo que podría

provocar la picadura de uno de estos mosquitos, pero las analíticas no

presagian nada bueno. Aún no podemos determinar el alcance, el daño que se

ha causado en la población acuífera y en la interrupción de la cadena

alimenticia.

A pesar de ello, desde este momento comunicamos de forma oficial, que ya se

han implementado los nuevos dispositivos de alerta y erradicación de plagas.

Un equipo cualificado de aplicadores fitosanitarios se dirige hasta el pantano

para fumigar todo su perímetro, después, a nosotros nos tocará inventariar y

determinar la gravedad de los hechos y sus consecuencias.

Caballeros, durante años, se han vertido en el lago toda clase de sustancias

procedentes de la industria de la zona, será necesario visitar las fábricas e

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inspeccionar sus sistemas de evacuación de residuos. Esto nos llevará algo de

tiempo y podría representar un conflicto de intereses dado que la mayoría de

los trabajadores de esas poblaciones no tienen otro medio de subsistencia. Sin

embargo, si no lo hacemos, nos exponemos a la que podría ser la peor

contaminación del agua que podemos recordar.

Como decíamos, todavía no es posible calcular su repercusión económica y

para la salud que a corto plazo puede provocar la filtración de estas sustancias

en las capas freáticas. Pero de lo que no hay duda es que ya roza la tragedia y

nosotros somos los únicos que podemos evitarlo. Necesitamos una mayor

implicación de los estamentos científicos y ecológicos para crear una comisión

que traslade el resultado de este estudio al gobierno, al departamento de

agricultura y medioambiente o a cualquier organismo con capacidad de

decisión que pueda escucharnos.

Desde los orígenes del hombre, el agua ha sido fuente de vida. Pues bien

señores, en nuestras manos está que continúe siéndolo.

Como dijo el poeta británico Wystan H. Auden: "Miles de personas han

sobrevivido sin amor; ninguna sin agua".

El auditorio rompió en aplausos y la sala recuperó su iluminación original.

Mientras el presidente agradecía la claridad de la exposición, el profesor

recogía el bosquejo de su discurso. De manera distraída, como era habitual en

él, lo dobló y lo guardó en el bolsillo de su desgastada americana, después

pudo sentarse a limpiar sus gafas.

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El simposio continuaría otras tres horas más, y

mientras tanto el equipo de fitosanitarios no podía localizar al oficial de primera

Jaime Guash.

El jefe del grupo se comunicó con la central para pedir un equipo de rastreo:

—No, no responde al celular, la última vez que lo hemos visto realizaba una

segunda ronda de fumigación…

—Sí, en la orilla sur del lago. No, no recibimos ninguna señal acústica del

PASS (Sistema de seguridad que se activa cuando alguien queda atrapado o

detenido más de treinta segundos)

—No, los perros tampoco han encontrado su rastro, sencillamente ha

desaparecido.

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Domingo por la tarde

El comisario Balsera llamó al timbre de la familia

Conti, le acompañaba su ayudante, el oficial Paulino. Menudas bromas

gastaban en comisaría con su acento mexicano y la casi coincidencia de su

nombre con la popular cantante —¡Hey Pauli, cántanos el sexy dance! —El

comisario, en un intento de reafirmar su auto estima, le llamaba por su apellido

Rogerson [Roger].

—¿Cuándo fue la última vez que vieron a Martina? —Francesca sujetaba la

mano de su esposo Leandro, en la otra llevaba un pañuelo con el que se

secaba constantemente las lágrimas. La denuncia de su desaparición había

llegado a las dependencias policiales ese mismo lunes: “joven de diecisiete

años, Martina Conti, pelo rubio, algo rizado, ojos azul oscuro. En el momento

de su desaparición vestía pantalón tejano, blusa de pequeñas flores verdes,

chaqueta de nobuk envejecido y botas de suela gruesa. Llevaba también una

pulsera de oro y teléfono móvil.

—Lo lamento, pero todavía no hemos encontrado nada —El comisario volvió a

dar un sorbo a su taza de café: —¿Tiene amigos? ¿Hay algún chico? ¿Se

había ausentado antes tanto tiempo? ¿Qué tal le va en la escuela?

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Leandro le miró severamente: —Mi hija no es de esa clase de chicas que se

“ausentan”, por supuesto que tiene amigos, es una persona muy querida en el

pueblo y una buena estudiante…, no sé que pretende, pero parece que no está

siendo de mucha ayuda ¿no le parece?

La señora Conti volvió a mojar con sus lágrimas las galletas de mantequilla. El

comisario era consciente de la crispación que provocaban sus preguntas:

—Disculpe mi torpeza, comprendo que no están pasando por un buen

momento, nosotros hacemos todo lo que podemos… ¿sería posible dar un

vistazo a su habitación?

Leandro accedió de mala gana: —De acuerdo, pero preferiríamos que no

tocaran nada.

—Tiene mi palabra. ¡Roger!, suba conmigo.

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Lunes al mediodía

El pueblo de Flix, con una superficie de apenas cien

kilómetros cuadrados podía recorrerse fácilmente en una bicicleta, ya eran casi

la una del mediodía y Sergi volvía del colegio. De vez en cuando desobedecía

la instrucción de sus padres sobre regresar a casa sin detenerse. ¿Qué tenía

de emocionante apegarse siempre a la misma rutina? Hoy volvería a dar un

rodeo cruzando por el bosque, para él era como una refrescante sensación de

libertad. Pedaleaba sin cansarse, él controlaba bien la curvatura del camino y el

ramaje del arbolado le era familiar, pero no vio aquella piedra entre la

hojarasca. Su rueda delantera se dobló como un cuatro y calló rodando por un

talud de musgo y barro.

Si Hitchcock era el maestro del suspense, Sergi era el maestro del suspenso, a

pesar de ello le compraron aquella bicicleta, pero ahora estaba destrozada. El

golpe con la piedra en el bosque, ¿qué excusa inventaría ahora? No podía

decir que había estado allí, porque lo tenía prohibido, su madre le había

insistido hasta la saciedad: ¡ven siempre directamente a casa!, pero él

necesitaba vivir la aventura de cruzar el bosque.

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Sergi se preguntaba cómo podría explicarle a su madre lo de la bicicleta,

cuando algo atrajo su atención, era una manta de cuadros tendida en el suelo

bajo un árbol y sobre ella una chaqueta de nobuk. Hurgó en los bolsillos y

encontró unos envoltorios de chicles y un smartphone sin batería. Guardó el

teléfono en su mochila y empujó la bicicleta hasta casa. Quizá la historia del

teléfono abandonado podría desviar la atención sobre lo de la bicicleta y eludir

un castigo.

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Hace algún tiempo llegó un hombre al pueblo, vino

andando con una mochila como único equipaje, le llamaban “el inglés”, en

realidad era de Irlanda. No tenía trabajo ni ocupación, simplemente tomaba el

sol, paseaba y daba de comer a las palomas. En poco tiempo, el inglés se

había mimetizado con el entorno, rebuscando, no se sabe muy bien el qué, en

los contenedores de basuras. Alguna vez había agitado su taza en la puerta del

supermercado pidiendo limosna. Nadie se había preguntado nunca dónde o

cómo vivía, pero esa fría mañana de noviembre, mientras empujaba su carro

de la compra repleto de desperdicios, se cruzó con el inspector Balsera. Se

detuvo delante de él y señalándole la nariz con el dedo: —Aquí están pasando

cosas, y usted no está haciendo nada para evitarlo. —Su fétido aliento

empapado en alcohol, no era menos desagradable que la oscura intención de

sus observaciones, después se alejó hacia el aparcamiento, tambaleándose.

El inspector miró su reloj de pulsera y luego entraron en un restaurant de

menús baratos. —¿Tienes hambre? —Preguntó a Roger.

La camarera parecía simpática, pidieron dos platos combinados y algo de

postre con nata. Era la hora de las noticias, después de un puñado de anuncios

emitieron el resumen del día; crisis internacionales, protestas, desacuerdos,

corrupción política, lo de siempre, y luego las noticias locales:

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“Tierras del Ebro.

Algo extraño está sucediendo en el pequeño pueblo de Flix. Dos

jóvenes se encuentran en paradero desconocido desde hace 9 días

y algunos afirman que una inquietante criatura se mueve entre las

aguas del pantano. Las autoridades locales no han podido

determinar el origen de las desapariciones. Un portavoz de la central

de policía de Tarragona ha declarado que los rumores sobre

criaturas fantásticas no solo son infundados sino que deberían

evitarse porque están creando un innecesario clima de crispación

social entre la población. La mayoría de sus habitantes son

operarios de las industrias próximas a Flix y creen que estos

rumores han sido filtrados por un grupo ecologista que afirma que el

agua está contaminada con vertidos tóxicos”… Después

entrevistaron a un aficionado a la pesca que se quejaba de la

precariedad y mala calidad de las capturas.

Balsera pagó la cuenta y se fue refunfuñando. Roger salió precipitadamente

tras él sin tiempo para apurar su café. Se refugiaron en la comisaría durante

toda la tarde. El comisario pegó dos fotografías a un flipchart que ocupaba la

mitad de la pared de su despacho. Debajo de las fotografías había rotulado dos

nombres: Bernat y Martina. Cuando estuvo solo cogió un vaso desechable del

dispensador de agua y lo llenó de ginebra. Hacia las nueve Roger llamó a su

puerta: —Jefe, tiene una visita. —La señora Carmen irrumpió en el despacho

sin ser invitada, llevaba casi a rastras a su hijo, el joven Sergi y dejó sobre su

mesa un teléfono móvil que afirmaba que pertenecía a Martina.

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Segunda semana

Registraron cada metro que rodeaba la manta

de cuadros donde una vez estuvo sentada Martina, todavía podían recogerse

muestras de sus cabellos, pero no había indicios claros de quién podía haber

sido su acompañante. A escasos metros de allí, el agua del lago se mantenía

en calma reflejando el verde oscuro del arbolado.

Balsera miraba el remanso de agua con suspicacia. Fue en el noventa y seis

cuando su hijo de diecisiete años decidió pasar unos días con sus amigos en

Huesca. Durante el segundo día de acampada comenzaron a caer las primeras

lluvias, poco después, las tormentas y los deshielos precipitaron un torrente

acuoso que devoró una amplia extensión de terreno. La riada irrumpió con su

devastadora furia arrastrando troncos, animales muertos y desolación. En lo

que los científicos llamaron el cono de deyección se calculó una media de

quinientos metros cúbicos de agua por segundo; como resultado, ciento

ochenta y tres heridos y ochenta y siete muertos. Su hijo Dani se encontraba

entre ellos. Dieciocho años después, lo ocurrido en Biescas era todavía hoy

una herida sin cerrar.

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—Comisario, ¡jefe! —Rogerson intentaba que Balsera regresara del lugar al

que le habían arrastrado sus recuerdos y la botella de su archivador. Como una

reacción instintiva se giró hacia él con la mano sobre el arma que ocultaba bajo

su brazo. De pronto comprendió dónde se encontraba. Roger y otros dos

oficiales le estaban mirando expectantes. Algo confusos, aquellos dos

individuos esperaban que cometiera un último error, uno más que bordara su

cadena de fracasos. Un solo pretexto para excluirlo y retirarle la placa, Balsera

llevaba tiempo haciendo equilibrios sobre la línea, sus métodos e insoportable

carácter le había granjeado la antipatía de la mayoría del cuerpo.

Aquellos dos, eran los de siempre, la gran pareja de baile de la policía

científica. Uno de ellos se aproximó con desprecio al comisario: —Ya puede

retirar a sus hombres, nosotros nos ocuparemos del caso.

Acudieron al supuesto lugar de los hechos y acordonaron la zona. En seguida

se hizo de noche. Mientras se alejaban del lago en un coche modelo berlina del

dos mil cinco, el teniente Gámez aprovechó para ponerles al día:

—Hemos revisado a fondo el teléfono: fotografías, mensajes de audio y de

texto, correos, registro de llamadas. Nada. No hay nada que pueda orientarnos.

—¿A quién corresponden la mayoría de las llamadas? —Preguntó Balsera

—Se trata de un compañero del instituto, se llama Franc Ros

—Muy bien, y ¿dónde vive?

Llamarón al 112 de la calle Santa Eulalia, los padres de Franc dijeron que

estaba en el garaje reparando su moto, pero allí no había nadie, ni el

muchacho ni su moto.

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Se había anunciado una jornada de puertas

abiertas en el ayuntamiento para las once de la mañana, el tema del día tenía

que ver con las desapariciones. Dos confirmadas y otras dos sin confirmar,

estas últimas correspondían a un técnico en aplicaciones fitosanitarias y a un

vagabundo conocido como “el inglés”.

El alcalde, Guiu Bagés, tomó la palabra, todavía había muchas manos alzadas

esperando su turno para preguntar.

—Apreciados ciudadanos —tuvo que comenzar de nuevo, interrumpido por

más de doscientas personas hablando todas a la vez. —Apreciados

ciudadanos… por favor mantengan la calma y guarden silencio, intentaremos

responder a todas sus preguntas.

La corresponsal y columnista de La Vanguardia llevaba un buen rato con la

mano alzada hasta que le indicaron que podía hablar: —¿Es cierto que todavía

no tienen ninguna pista sobre las desapariciones?

—La policía está realizando un gran esfuerzo conjunto para analizar las

pruebas y esclarecer todo este asunto. Aún no disponemos de una versión

oficial, llevará algún tiempo, no deseamos hacer conjeturas, más bien

queremos atenernos a los hechos: Hay cuatro personas, cuatro ciudadanos de

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nuestro pueblo “supuestamente” desaparecidas, aunque esto último también

está por determinar. —De nuevo se produjo un sonoro alboroto. Algunos se

sentían ofendidos ante las dudas, esas personas no había regresado a sus

hogares, y por lo tanto estaban desaparecidas, nadie las había vuelto a ver.

—Comprendo cómo deben sentirse pero necesitamos mantener la calma,

discutir entre nosotros no nos llevará a ningún lado.

—¡¿Por qué no mueve el culo y organiza una jornada de búsqueda?!, Todos

nosotros podemos colaborar, habría que peinar toda la zona y alrededores. No

tiene nada más que pedirlo. —Aludió voz en cuello el panadero. Tenía motivos

personales tras la desaparición de su propio hijo, Bernat.

—De acuerdo, de acuerdo, si así os vais a sentir más tranquilos, nos

reuniremos mañana a las nueve de la mañana en Ca Don Ventura.

Cuando el comisario se enteró, lanzó de un puntapié la papelera fuera de su

despacho: —¡Menudos inútiles, entrometidos, domingueros e idiotas! Con toda

esa gente caminando de un lado para otro se perderán todas las pistas que

estamos buscando. Balsera miró a través de su ventana, al otro lado de la calle

se formaban grupos de gente que se detenían para organizar la búsqueda. Uno

ofrecía su camioneta, otro sus perros, alguno sugirió ir armados con sus rifles

de caza (por si acaso), era todo demasiado surrealista y la seguridad de la

gente de Flix se le estaba yendo de las manos.

—¡Roger!, nos vamos.

Subieron al coche y continuaron la búsqueda del muchacho cuyas llamadas

aparecían con tanta frecuencia en el móvil de Martina Conti.

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La mayoría de los periódicos de la mañana

habían cubierto la noticia de la búsqueda. Además, se publicaron las

fotografías de Martina Conti y de Bernat que aparecían en el libro del instituto.

El revuelo mediático había atraído a algunos curiosos hasta Flix. Entre ellos se

encontraba Lucas Castell y su chica Sara Mas, dos frikis de los dibujos

animados japoneses y licenciados en criptozoología. Aparcaron su

autocaravana en el lado norte del lago, en un lugar discretamente apartado.

Lucas había participado en algunos proyectos europeos, entre los que se

encontraba el SHOAL de robótica subacuática para la British Maritime

Technologies; unos peces de plástico provistos de cámaras y auto-

propulsados. En esta ocasión había montado una cámara de vídeo en el

extremo de una sonda capaz de, a pesar de las partículas en suspensión que

producían los sedimentos del lecho acuoso, registrar imágenes de cierta

calidad.

Durante la noche, cenaron y acordaron ajustar los monitores en posición de

automático, al menor movimiento, recibirían un aviso parecido al sonar de un

submarino. Pero no ocurrió nada. Al día siguiente, todo se mantenía en calma.

La sonda registraba la actividad del lago cada dos minutos, eran grabaciones

aburridas que luego había que revisar y volver a visionar.

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Ya serían casi las ocho, cuando la pantalla comenzó a emitir una oscilación,

había detectado algo y estaba aproximándose:

—¿Qué es eso?, parece grande… —Miraron hacia el lago, pero todo

continuaba en calma. De pronto escucharon un revoloteo, los pájaros

emprendía su vuelo en bandadas, era como si huyeran del bosque. Después

se hizo el silencio, no se movía nada y entonces lo vieron, era como un enorme

pez con patas y garras, una especie de Godzilla de más de cuatro metros,

tenía ojos con membranas de reptil, una espina bífida con protuberancias; todo

sucedió muy deprisa, abrió sus afilados dientes y se tragó la cámara. Los

monitores quedaron a oscuras y perdieron la señal.

Lucas y Sara se había retirado del panel de observación como si las pantallas

de los monitores fuesen a estallar, no se movían, no se atrevían a hacer nada:

—¿Lo has grabado?

—Ha quedado todo registrado. ¿Quieres volver a verlo?

Lo visionaron otra vez y decidieron salir de allí cuanto antes. Subieron a la

autocaravana y ni siquiera se entretuvieron en recoger las sillas de camping.

Después de casi una hora de trayecto en silencio se detuvieron en un bar de

carretera y tras terminar la tercera cerveza, colgaron las imágenes en

YouTube, con el título: “Early, La criatura del pantano” en pocas horas el clip se

convertía en algo viral con miles de visitas difundiéndose entre millones de

usuarios. Lo de Early fue idea de Sara, porque el avistamiento se había

producido muy temprano.

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El pueblo de Flix había dejado de ser un lugar

tranquilo. En solo tres días se habían agotado todos los alojamientos y los más

avispados ofrecían el alquiler de sus habitaciones particulares. Habían acudido

domingueros de todas partes, policías, científicos, bomberos, periodistas,

biólogos marítimos, miembros de Greenpeace, delegados de La Confederación

Hidrográfica del Ebro, submarinistas y toda clase de pronosticadores de

sucesos. La plaza mayor era un gran circo mediático y todo el mundo esperaba

poder fotografiar la nueva versión del monstruo del lago Ness.

La comisaría se había colapsado de llamadas, avisos y correos electrónicos, se

cancelaron las clases en los colegios y prohibido a los niños salir solos de casa

sin la compañía de sus padres. Los Mososs d’Escuadra detuvieron la

autocaravana de Luis y Sara en la autopista AP-7 en dirección a Francia.

Dieron positivo en alcoholemia y otras sustancias adictivas, inmovilizaron la

autocaravana y fueron conducidos a la jefatura de policía de Gerona.

Lucas se enfrentó a uno de los policías aduciendo abuso de autoridad y trato

injusto, —Tengo el vehículo cargado con mi equipo de investigación, si lo

abandona ahí, me van a desvalijar y cuesta una pequeña fortuna.

—Lo lamentamos, pero usted no puede conducir en este estado.

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Se les acusaba de imprudencia temeraria, conducta peligrosa e incitar al

pánico. Lucas y Sara pasarían varios días respondiendo preguntas.

Guiu Bagés, el alcalde de Flix celebró una reunión extraordinaria con todos los

concejales, con los maestros, con los empresarios más relevantes y el

comisario Balsera. Debían emitir un comunicado oficial y tenían que redactar el

texto menos comprometido, uno que no agrediera la reputación de su

municipio. No iba a ser fácil, pero debían hacerlo.

Mientras tanto, Leandro Conti cargaba en su todo terreno el calibre 39 y varias

cajas de municiones, su esposa no pudo disuadirlo en su determinación. Era

una locura. Al llegar al embarcadero, soltaría las amarras de su barca de pesca

y se adentraría en el lago para vengar la desaparición de su hija. Nada ni nadie

le detendría.

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Interrogatorio de Franc Ros

—Ya le he dicho todo lo que sabía. A penas hacía un mes que nos veíamos y

fuimos a merendar al lago.

Roger le puntualizó: —¿Quién ha hablado de meriendas? En el lugar donde

encontramos la manta de cuadros no había restos de meriendas, ni envases, ni

comida ni nada, solo la manta y la chaqueta de Martina. ¿Por qué nos estás

mintiendo?

—De acuerdo…estábamos fumando, ¡¿vale?!

—¿Marihuana?

—Sí la cultivo detrás del cobertizo de mi padre. Oiga, no hemos hecho daño a

nadie…

—Está bien, ¿qué ocurrió?

—Ya se lo he explicado una docena de veces: Martina se quitó las botas y

metió los pies en el agua, debía estar helada. Era como una broma, un juego.

Ella me dijo que yo era un miedica y que no me atrevería a acompañarla.

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Cuando por fin me decidí y comencé a desatarme las bambas, apareció esa

cosa en el agua. No había visto nada igual. La arrastró y desapareció.

—¿Por qué no acudiste a la policía?

—Tuve miedo, ¡Qué quieren que les diga!, su padre me la tiene jurada.

El inspector Balsera entró en la sala de interrogatorios con una taza de café y

una carpeta con papeles y fotografías. —Gracias Roger, déjanos solos.

Cuando ya hubo salido, tiró el portafolio sobre la mesa:

—Hurtos, tenencia ilícita de drogas, reiteradamente expulsado del instituto, hijo

único, que vive con su papá, quien costea todos sus caprichos, como este

Smartphone de última generación, o ¿también lo has robado?

—Ese teléfono no es mío, es de Martina.

—Muy bien, muchacho, como yo lo veo: discutiste con Martina y se te fue la

mano. ¿Qué hiciste? ¿La ahogaste? Estoy cansado de que nos mientas. Vas a

comenzar a ser sincero ahora mismo. —Balsera dio un fuerte golpe sobre la

mesa. —Estas agotando mi paciencia, hijo. Como no me expliques

exactamente lo que sucedió, te vas a pudrir en la penitenciaría de Brians.

En ese momento, uno de los oficiales pidió permiso para entrar. Habían

encontrado un cuerpo flotando en el agua, una chica, rubia. Balsera tenía que

acudir al depósito de cadáveres.

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La autopsia del cadáver daría mucho

trabajo al forense debido a su avanzado estado de descomposición, pero no se

trataba de Martina. El ADN correspondía a una prostituta de los países del

este, una joven que ejercía en la carretera y que se alojaba en el pueblo

vecino. Sus compañeras del Black Cat reconocieron la pulsera, un pendiente y

la blusa de satén carmesí.

El teléfono del Comisario vibró en su bolsillo. La llamada procedía de la

secretaria de Enric Borrás, propietario de ACROST CHEMICAL una de las

industrias más prestigiosas de la zona.

—Esta tarde; si le va bien.

—Sí a las ocho es buena hora. —Muy bien, allí estaré

El despacho del señor Borrás estaba decorado en madera oscura, bambú y

estilo minimalista. Su librería se hallaba bien nutrida por varias colecciones del

Reader’s Digest encuadernadas en piel y algún trofeo de golf.

—¿Desde cuándo recibe estos mensajes?, Preguntó Balsera.

—Hace aproximadamente un mes. —Respondió Borrás.

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El contenido de las cartas, estaba repleto de dibujos y palabras recortadas de

periódicos y revistas, las frases conformaban un texto amenazante de odio y

vejación.

—¿Quién más conoce el contenido de estos mensajes?

—Solo Germán, mi guardaespaldas y el subdirector de la compañía.

—¿Y su esposa?

—¡No!, mi esposa no debe enterarse. Lea este otro. —Borrás guardaba el

último mensaje que había recibido en el bolsillo de su americana. Balsera

sostuvo el papel entre sus manos y leyó en voz alta: “Tu retoño pagará por ti.

Lo que hiciste no se ha olvidado”

—Señor Borrás, ¿tiene usted enemigos?

—¿Quién no los tiene? ¿Creé usted que podemos obligar a los demás a que

nos quieran?

—Es cierto, no podemos, pero Roger, mi ayudante, le ayudará a completar una

lista de personas que usted considera que le odian o podrían estar interesadas

en perjudicarle. Además necesito una lista de todos sus empleados de los

últimos diez años hasta hoy. Nombres, datos personales, qué puesto

ocupaban, motivo de su cese si ya no trabajan en su fábrica, lo necesito en

media hora, así es que llame a su director administrativo y facilite las fichas a

mi ayudante.

Balsera guardó las notas amenazantes en una bolsa aséptica para posterior

estudio en el laboratorio.

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Leandro Conti estaba sentado sobre su barcaza en

medio del lago, ya no le quedaban ni whisky ni lágrimas, pero sí disponía de

ciento cincuenta balas del calibre 39 y mucha, mucha tenacidad y constancia.

Unos gansos emprendieron precipitadamente el vuelo, sus sombras y

graznidos se proyectaban en el agua como pinceladas grises sobre un lienzo

aceitoso de linaza.

Estaba absorto en su determinación cuando un golpe por babor, le obligó a

mostrarse alerta. Quitó el seguro de su rifle y se preparó, de nuevo un golpe

zarandeó la embarcación. Leandro quiso poner en marcha el motor MAN de la

embarcación, pero el dispositivo “hombre al agua” lo había desconectado.

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El flipchart en la pared de la comisaría

contenía varios de los mensajes de Borrás, algunas fotografías, frases

recogidas de los SMS del teléfono de Martina y toda suerte de detalles y

fragmentos de una investigación muy compleja y agotadora. El pueblo se

hallaba sumido en el caos: manifestaciones de ecologistas, domingueros,

periodistas… la comida ya escaseaba en los supermercados, y la radio local

entrevistaba al alcalde del pueblo, que leyó su comunicado oficial.

Prácticamente todos escucharon la entrevista, pero mientras algunos creían

firmemente que un ser espantoso habitaba las aguas del pantano, otros más

suspicaces desconfiaban.

Roger se dirigió al comisario: —Mire, jefe. En el 2010 hubo un ERE de veinte

despidos. Esta es la lista. Balsera consultó la web de una hemeroteca. En

2011 hubo varios altercados a consecuencia de algunos desahucios, un

nombre de la lista aparecía en el periódico. Roger comenzó por este y le llamó

por teléfono, como era de esperar, no respondió nadie.

—Roger, vamos a dar un paseo, y tráete la ficha del auxiliar de laboratorio Joan

Pauner. Quizá le hagamos una visita.

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Roger cogió la carpeta con los datos y siguió a Balsera hasta el aparcamiento,

cada vez que el comisario tenía una corazonada, bueno cada vez que eso

sucedía, podía ocurrir cualquier cosa.

Condujeron en silencio por la calle mayor y pronto alcanzaron la carretera C-12

que comunica Flix con Mayals. Un buen rato después:

—Gire aquí Roger.

—¿Está seguro?, esto es un camino de cabras.

—Haga lo que le digo y deje de cuestionarme.

Se adentraron por un camino serpenteante jalonado por mazorcas de maíz,

secas y crujientes, que terminaba a las puertas de una masía con granero. Las

gallinas picoteaban la paja sin inmutarse con la visita de los recién llegados.

Balsera se asomó por la ventana. Desde el interior de la casa se podía oír la

octava sinfonía de Dvorak. No había timbre y llamó con los nudillos. En la parte

de atrás de la casa había un pequeño embarcadero de madera agrietada. Y un

garaje para tractores. Balsera le hizo un gesto a Roger para que se apartara de

la puerta y empuñando su arma abrió despacio. Después de asegurarse bien,

le indicó a Roger que ya podía acompañarle.

La luz del sol se filtraba a través de las gruesas cortinas de saco produciendo

el efecto de una fotografía en sepia. A un lado había un banco de trabajo sucio

y manchado de azufre sobre el que descansaba un aceitoso cigüeñal. Entre la

penumbra, más al fondo, yacía un Gordini oxidado, que aún conservaba sus

grandes faros redondos y extenuados.

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—¿Qué es eso? —Preguntó Roger señalando a una figura voluminosa que

colgaba del techo. Balsera retiró la lona grasienta que lo cubría y esbozó una

sonrisa.

—Aquí tienes a tu monstruo del Lago Ness.

Roger se había quedado atónito.

—¿Cómo lo sabía?

—Los chicos del laboratorio me dieron el resultado de las pruebas. Uno de los

mensajes conservaba trazas de aceite para motores y azufre. Pauner es

conocido en el pueblo por sus habilidades mecánicas.

Del techo colgaba un monstruo de silicona de color verde con garras y fauces

horripilantes. Una maqueta construida con goma endurecida inyectada sobre

moldes y pintura resistente al agua. Un auténtico Alien al que Roger fotografió

con su teléfono móvil.

Mientras regresaban, Roger quiso saber algo más:

—Entonces, si el monstruo no existe, ¿dónde están las personas

desaparecidas?

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—¿Señor Borrás?, —Tiene una visita. —Es el

inspector Balsera, sí señor, el comisario. —¿Quiere que le haga pasar?..., sí,

muy bien…en la sala principal.

Balsera y Roger esperaban en la sala de reuniones mientras acudía el

propietario de ACROST CHEMICAL. Enric Borrás no tardó en acudir:

—Siéntense señores. (Después del protocolo de hospitalidad) —Ustedes dirán.

—Disculpe que no hayamos concertado una cita, solo queríamos hacerle un

par de preguntas. Usted tiene un hijo de diecinueve años, Toni Borrás, ¿no es

cierto?

—Sí. —El empresario estaba algo confuso, ¿Qué tenía que ver su hijo en toda

esta historia?

—¿Sabe usted dónde está su hijo, ahora?

—Sí, está en Londres, de turismo, ya sabe, quería visitar algunas galerías de

arte e ir de compras…

—¿Ha ido solo?

—No, ha ido con unos amigos, compañeros de estudios de la universidad.

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—Hemos hablado con todos sus amigos de la universidad y están en

Barcelona, nadie había previsto viajar a Londres. —Enric Borrás estaba

sorprendido.

—¿Qué está estudiando su hijo Toni?

—Quiere ser productor de cine. Ganó un premio en el último festival de Sitges

al corto con mejores efectos especiales en categoría ficción - fantástico.

—¿Efectos como un monstruo articulado de goma endurecida y resistente al

agua?

—¿A dónde quiere ir a llegar con todo esto, comisario?

—No se impaciente Sr. Borrás, ya casi hemos terminado. —Después,

dirigiéndose a su ayudante: —Muéstraselo Roger.

El oficial Roger buscó en su Smartphone la galería de imágenes, era uno de

esos teléfonos de última generación con los que podías pasar las fotografías

con solo deslizar el dedo sobre la pantalla.

—Sr. Borrás, es usted muy afortunado, es la primera persona de Flix en ver al

“monstruo”, sin duda su hijo Toni tiene grandes dotes artísticas. Ahora bien:

¿qué relación tiene su hijo con Joan Pauner?

—¿Con quién?, perdone pero no le sigo, no sé de qué me está hablando.

—Roger, por favor. —El oficial Paulino Rogerson le acercó el dossier de un

antiguo empleado.

—Joan Pauner Castellví, 48 años. Licenciado en químicas por la Universidad

de Barcelona, técnico de procesos. Usted lo despidió hace diez años, tenía un

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hijo enfermo, no pudieron llegar a tiempo porque no disponían de ahorros para

pagar la medicina privada. El dinero se acabó y fueron desahuciados, ocuparon

una masía abandonada que nadie reclamó. Nosotros hemos estado allí.

Digamos que tiene un refinado gusto musical; encontramos esta fotografía.

—Balsera la dejó sobre la mesa, dónde pudiera verla detenidamente. En la

imagen había tres adultos y un niño de unos tres años, Pauner rodeaba con su

brazo a Toni Borrás y a la chica. —El empresario había enmudecido.

—Sr. Borrás, ¿tiene usted propiedades en Flix?

—¿Qué tipo de propiedades?

—Casas grandes, con sótanos, garajes, u otros espacios al que no haya

acudido recientemente.

—He invertido en un negocio inmobiliario, compré algunos apartamentos en las

subastas.

—¿Esos inmuebles procedían de los desahucios?

—Solo sé que estaban a la venta —Borrás se sentía muy incómodo con el giro

que había tomado la conversación.

—Discúlpeme, ¿no tiene ninguna propiedad abandonada?

—Lo único que poseo sin que se esté usando en estos momentos, es la planta

de almacenado de residuos orgánicos policlorobifenilo. Ya no almacenamos

nada, hace años que nadie va por allí, se encuentra en uno de los sótanos de

la fábrica.

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El comisario pidió refuerzos desde la radio de su

vehículo, después con un plano y la autorización del empresario se aventuraron

a entrar en lo más recóndito de la fábrica. El montacargas, se detuvo en el

Level -3. La luz era muy tenue y tardaron algo de tiempo en adaptar la vista, los

laberínticos pasillos recordaban a un refugio antiaéreo.

—¿Qué estamos buscando, jefe?

—Es sencillo Roger, si no existe el monstruo, los desaparecidos tienen que

estar en algún lugar.

—¿Y usted cree que puedan estar aquí?

Sucedió muy rápido, les estaban esperando. El golpe en la cabeza dejó a

Balsera inconsciente en el suelo, el oficial Paulino, ni siquiera pudo

desenfundar.

Es posible que pasaran varias horas, eso es algo que no recordarían, pero lo

que no podrían olvidar era aquel olor nauseabundo a corrompido.

Juan Pauner les dio su bienvenida especial arrojándoles un cubo de agua

sobre sus rostros tumefactos por los golpes.

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—Todo iba bien hasta que metieron las narices donde no les llamaban, no

podían simplemente haber hecho como todo el mundo e ir a fotografiarse con

el monstruo, tenían que continuar indagando…

—El monstruo es una farsa y sea lo que sea que haya pensado hacer, no se

saldrá con la suya. —Pauner golpeó con una barra de hierro el pecho del

comisario y este se tambaleó colgando de la cuerda en la que estaba

maniatado.

No estaban solos, al otro lado del almacén estaban dos muchachos y otros dos

hombres, encadenados a la pared. La chica, sí, recordó la fotografía, se trataba

de Martina.

Sobre sus cabezas se cerró una puerta y alguien descendió por las

herrumbrosas escaleras de hierro que conducían hasta ellos, era un chico de

pelo lacio, casi rubio y con ropa cara. Se detuvo delante del comisario, su

mirada era una mezcla de arrogancia, miedo y desesperación.

—Espero que puedan disculpar los rudimentarios métodos de mi compañero.

Seguramente se preguntarán qué hacemos aquí, y la respuesta es ganar

mucho dinero.

—Eres Toni, el hijo de Borrás, el cree que estás en Londres, ¿Vais a pedir un

rescate a tu padre?

—¿Mi padre? ¿Qué sabes tú de mi padre? Es un ser despreciable y podrido de

dinero. No tiene afecto a nadie excepto a sí mismo.

—Espero que sepas lo que estás haciendo, todavía no es tarde, si nos liberas

ahora, podemos declarar en tu favor que sufrías un estado de enajenación

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mental. Como mucho te caerían dos años, y con buen comportamiento podrías

salir antes.

—¡¿Creé que soy estúpido?! Guárdate toda esa basura para ti. Te voy a contar

algo que muy pocas personas saben. La hermana de Pauner era mi chica,

tuvimos un niño, nació enfermo y mi padre los desahució, el niño murió en la

camilla de un hospital esperando que alguien pudiera atenderle, aún no había

cumplido los cuatro años. Mi padre hizo un par de llamadas para que mi hijo no

tuviera ninguna oportunidad, así es que ahora, si quiere volver a verles con

vida, tendrá que pagar el peaje.

—¿Qué tienen que ver estas personas con tu padre?

—¿Todavía no lo ha descubierto?, está usted oxidándose, comisario. Martina

es la hija de su primer matrimonio, mi hermanastra. Y el chico es su sobrino, mi

primo, el otro es un vagabundo que se había acercado demasiado y el que está

a su lado un estúpido aplicador de plaguicidas.

—Así es que tú eras quien escribías los mensajes.

—Hace demasiadas preguntas, comisario.

—Lo sé, tengo este defecto.

Pauner volvió a golpearle con su barra de hierro.

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En la comisaría de Tarragona se había

celebrado una reunión de emergencia. Minutos después, cuatro vehículos de

policía además de un furgón blindado abandonaban la plaza de Orleans. La

última indicación del GPS de Balsera se detenía en ACROST CHEMICAL, la

antigua fábrica de compuestos químicos. Llegarían en menos de veinte

minutos.

Pauner y el hijo de Borrás lo tenían todo previsto. Mientras la mayor parte del

pueblo y alrededores buscaban a “Early, el monstruo del pantano”, una buena

comitiva de la policía perdería su tiempo buscando a Balsera y al resto de

supuestos desaparecidos en los sótanos de la fábrica.

Después de diez años de calcular y cuidar hasta el último detalle, parecía que

el plan estaba cumpliendo con el horario, en media hora entrarían en la base

de datos de Enric Borrás y descargarían todas las claves de acceso de sus

cuentas en Suiza. Minutos después emprenderían vuelo hasta Venezuela,

refugio y paraíso de ex convictos y desde allí se mimetizarían con los

lugareños.

Cuando los Mossos rescataron por fin a Balsera, ya había pasado más de una

hora. Toni Borrás llevaba tiempo pirateando el portátil de su padre hasta

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descubrir los passwords secretos de sus cuentas. Sería tan sencillo como

pasar la compra por un lector de código de barras. El señor Borrás estaba

ausente, había reservado una habitación de hotel en Praga, donde ya le

esperaba su secretaria.

La policía controló carreteras, servicios de trenes y las salidas desde los

principales aeropuertos. No había ni rastro de Pauner y su socio. Y mientras

Enric Borras se regodeaba con su secretaria en el jacuzzi tomando cava a

seiscientos euros la botella. Dos individuos en viaje de negocios sobrevolaban

el azul Atlántico de camino a sus sueños.

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Flix, un año después

Hoy era el día del sorteo durante la fiesta de

la calabaza. Bernat llevaba toda la tarde merodeando el descapotable rojo

repleto de botellines de whisky. Ya había entregado su papeleta con el número

15.891. La cifra parecía una barbaridad, o al menos eso es lo que opinaba su

buen amigo Eduard Palli. El escrutinio se anunció por la megafonía a bombo y

platillo, el momento que todos esperaban, por fin había llegado. Atrás había

quedado la pesadilla del año anterior, con la búsqueda de un monstruo en las

aguas del pantano. En cualquier caso, el pueblo había sido noticia y como

resultado, esta había sido una de las ferias con mayor afluencia de los últimos

años.

—¡Damas y caballeros!, debo anunciarles de que después de un exhaustivo

recuento, ya tenemos un ganador, este año sí. La cantidad exacta del número

de botellines es de…—El alcalde realizó una pausa deliberadamente larga para

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causar más expectación…—el número acertado es el…15.891 y el propietario

de la papeleta es el joven Bernat, el hijo del panadero.

Martina Conti le abrazó felicitándole, después de pasar tantas horas en los

sótanos de la fábrica, parecía que algo había crecido entre ellos.

Flix era un aburrido pueblo en el que nunca pasaba nada, pero ahora, al lado

de Martina y conduciendo su flamante descapotable rojo, Bernat comprendía

mejor lo que le había confesado su buen amigo Palli: “Lo mejor era disfrutar de

esta maravillosa tranquilidad”.

Fin

En el año 2008 se invirtieron 162 millones de euros para descontaminar el pantano de Flix. La primera fase del proyecto consistía en levantar un muro de planchas de acero que se clavarían en el fondo del agua para cercar los residuos y evitar su dispersión. Después se instalaría una enorme cinta transportadora para trasladar los residuos hasta una planta donde serían descontaminados para su transporte. Después de más de treinta meses de extracción de lodos, se consiguieron evacuar más de 300.000 toneladas de residuos tóxicos, a pesar de ello, el vertido de sosa cáustica proveniente de las industrias, por más de cien años ya habían causado daños irreparables.

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PERSONAJES

Bernat Hijo del panadero. Desaparecido Jaime Guash Aplicador fitosanitario.

Desaparecido Martina Conti Estudiante. Desaparecida “El inglés” Vagabundo. Desaparecido Isaac Guardiet Científico y orador. Joan Pauner Auxiliar de laboratorio Toni Borrás Hijo del empresario Enric Borrás Propietario de ACROST CHEMICAL

Balsera Comisario de policía Paulino Rogerson Oficial Teniente Gámez Policía científica

Sergi Niño de la bicicleta Franc Ros Amigo de Martina Conti Guiu Bagés Alcalde de Flix

Lucas Castell 1er Friki Sara Mas 2º Friki Leandro Conti Padrastro de Martina