e-veinte-quince

24

Upload: ciudad-futura

Post on 10-Mar-2016

212 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

e-veinte-quince+seis-puntos-para-la-ciudad-futura

TRANSCRIPT

Page 1: e-veinte-quince
Page 2: e-veinte-quince
Page 3: e-veinte-quince

territorio insurgente fue la definición de nuestro VI congreso. Para ha-cer cumplir la ley en los territorios. Esa que ganamos con política ese histórico 16 de diciembre. Esa que quisieron borrar con dinero ese 17 de diciembre. Porque parece que ser la primer ciudad del mundo en prohibir los barrios privados no es los suficientemente contundente para los indignos que concentran la tierra. Para los que especulan con lo único que tenemos los que no tenemos (ni queremos) nada. Con la tierra, con nuestro territorio, con la ciudad de todos. No vamos a permitirlo.

Por eso el territorio insurgente se levanta. Ante la mirada de todos. Porque este movimiento no se esconde. Nunca. Si se da una batalla, se la anuncia. Se dan sus razones, se las trata de explicar de la manera más didáctica posible. Se convoca a todos. Se hace público.

“Imaginen una ciudad. Grande, como esta. Imaginen que en esa ciudad, en lo estrictamente urbano de esa ciudad, los que mandan, mandan hace muchos años. Y son los mismos un año y el otro. Y la ciudad se hace cada vez más y más grande. Y a medida que crece en tamaño, en extensión, en calles y edificios, el silencio también crece. El silencio va tomando como una sombra cada rincón. Se apodera de una cuadra, después de una manzana, después del chico de la esqui-na, después de tu hermana y cuando nos queremos dar cuenta ya no podemos. Porque todo es sombra. Y es así, y siempre fue así. Sombra. Cada vez más grande. Con más calles, edificios y colores. Pero sombra, pero silencio. Imaginen una ciudad, como esta.

Pero un día, en otro año de esos años donde siguen mandando los mismos que los otros años, aparecen unos que dicen algo más o me-nos distinto. Que no están dispuestos a perder dos veces. A perder porque las calles y los edificios pretenden llegar allí donde no había ni calles ni edificios. Y a perder porque tras de sí viene la sombra a completar el paisaje de sombra y de silencio. Imaginen por último, que a estos otros, después de varios años de decir muchas cosas, de-ciden decir Ya Basta! Decir ya basta no es fácil. Decir ya basta no es lo mismo que decir simplemente no. Decir ya basta implica la responsa-bilidad que de que a ese no le oponemos un sí, una propuesta, una construcción. En nuestras espaldas hay seis años de construcción en los territorios. Una lucha cotidiana que intentamos sea lo más visible posible. No para que nos conozcan, aunque es lindo que a uno lo es-cuchen. Sino para que sea pública, que sea de todos. Lo más pública posible era la idea. Porque en un mundo donde lo que abunda es la oscuridad, si las luchas no echan luz sobre ciertos asuntos de todos, no son luchas. Son sólo corporaciones ajustando cuentas, y mañana más opacidad amanece. Porque en cambio cuando una lucha es pú-blica, se trasparenta, se hace más “mirable”. Hay más que sólo dos que luchan. Y si hay otros, hay argumentos. Y si hay argumentos la cosa se pone más interesante. Y hay más que mirar, y hay más que miran. Más trasparencia y en definitiva, más luz. No somos los únicos, ni seremos los primeros ni los últimos en decirlo. A no confundir luz con ilumi-nismo. De los viejos errores ya aprendimos, y luchamos a diario, no? Pero si, quizá seamos pocos, o únicos, los que decidimos ocuparnos de esos “asuntos menores”, de lo local, de nada más y nada menos que de la ciudad. Esa cosa donde producimos nuestras vidas, pero que para “La política” (así con mayúscula) parece de relevancia meramen-te administrativa. De pequeñas cosas, de que “La cosa” pasa por otro lado, por “Lo nacional”. Tanto los “revolucionarios” (así, con minúscula) como los administradores, coinciden en eso. Entonces la política pier-de terreno, y los administradores quieren convencernos de que para los baches fueron electos, y los revolucionarios que esperemos que la macroeconomía nos de las respuestas”

Hace apenas seis años, nacía esto que hoy es un movimiento. Con algunas certezas y muchas más preguntas, cuyas repuestas estábamos de-cididos ir a buscar a la práctica política, a los te-rritorios. Ahora, meses después de haber herido de muerte a uno de los símbolos del neolibera-lismo y del capitalismo, luego de enterrar para siempre y por primera vez en el mundo a los ba-rrios privados, nos sentamos a reflexionar. No son muchos los que en tan corta vida, pue-den adjudicarse semejante combate y victoria. Sin ánimo de grandeza, pero con la convicción de haber ido siempre a la batalla, estuvimos siempre. Sin especulaciones. De ningún tipo. Con nuestras armas. Sea quien sea el que esté enfrente, cuando sentimos que algo era justo, allí estuvimos. Oficialismos u oposiciones. Cor-poraciones locales o internacionales. Si por algo se caracterizaron las luchas del movimiento Gi-ros fueron por darlas de frente. Con nombres y apellidos. Con los nuestros y los de enfrente. Y de cara a la ciudad. Público, como nos gusta a nosotros que se hagan las cosas acá, en los te-rritorios.

Fue gracias a esa autonomía esta historia po-sible. Esa autonomía que más que efusiva de-claración de principios es una búsqueda y una construcción. Sin esa autonomía, sin ser un mo-vimiento autónomo esas luchas no se hubieran podido siquiera librar. Porque hubieran estado atadas a la especulación macro política de de-terminado proceso o determinado burócrata. Revolucionario o reformista. Pero burócrata en fin. Ahora bien, sin esas luchas, sin esas victorias concretas en territorios concretos, la verdadera autonomía tampoco sería nada.

Es por ello que libres nacimos, libres nos hicieron los territorios. Su contundente territorialidad nos alejó para siempre de las especulaciones de lo políticamente correcto. En ellos moriremos, libres.

Sin que parezca lo anterior una enormidad apo-calíptica o mera licencia poética, son esos los tiempos que este movimiento se decide afron-tar. Porque después de años caminando (co-rriendo, sería más acorde con la velocidad que imprimen nuestros territorios) contra la corrien-te, muchas cosas cambiaron pero muchas otras siguen impunemente inmutables.

Por eso nuestra primera declaración, que ya ha-brán leído. Por eso pasar de territorio rebelde al

Page 4: e-veinte-quince

Eso anunciábamos cuando dábamos el grito inaugural del Ya basta! En julio del año pasado. Donde sin quererlo tal vez, identificamos cual sería de ahora en más nuestro principal enemi-go: el poder privado que controla lo público. Los monopolios. Las corporaciones. Ese es el princi-pal enemigo de esta ciudad, y muchos, muchí-simos, otros territorios, rurales y urbanos. Y es la batalla por la cual estamos dispuestos a dejar todo. Libres.

En suma, para hacer cumplir la ley que en los te-rritorios no se cumple declaramos insurgente a nuestro territorio rebelde madre. Nuevo Alberdi pasa así autodeterminarse. Hay quienes dicen que en el mundo se está desatando una guerra. Y que esa guerra, a dife-rencia de las conocidas durante el siglo XX, es-talla a cada momento y en cualquier lugar, bajo cualquier circunstancia. Esa guerra tiene una particularidad que la hace distinta a las anterio-res: los bandos en pugna tienen algo en común, comparten el territorio. La lucha entonces es por reconfigurar ese territorio. Destruirlo y volverlo a construir, pero con otras lógicas. “Sí, las gue-rras ahora no se conforman con conquistar un territorio y recibir tributo de la fuerza vencida. De manera simultánea a la destrucción y el des-poblamiento, se opera la reconstrucción de ese territorio y el reordenamiento de su tejido social, pero ahora con otra lógica, otro método, otros actores, otro objetivo. En suma: las guerras im-ponen una nueva geografía” dice el sub coman-dante Marcos.

Corporaciones (con distintas relaciones con los gobiernos) arrasando territorios con el único fin de que dejen de ser lo que son y se conviertan en otra cosa. Soja en un caso. Barrios privados en otros. Centros comerciales o bases militares. Guerra psicológica con ejércitos culturales, gue-rra militar con invasiones, o guerra económica con ejércitos financieros. Empresarios locales, nacionales, transnacionales. Da lo mismo, ya que siempre el objetivo es destruir. No por mero afán destructivo, sino porque deben reconstruirlo a imagen y semejanza del modo de vida corpo-rativo, propuesto como la base de sustento del nuevo siglo. El territorio donde se planifica esto se llama Planisferio.

Por ello no nos vamos a cansar de decir, y de-cirnos, que cada avance de una corporación so-bre un territorio es una batalla perdida que vale mucho. Porque se resigna un espacio q u e podría haber encarnado otro modo de vida. Un territorio que se destruye. Y que, antes, se des-puebla. Se desaloja.

Pero siempre están “los otros”, que resisten por no ser avasallados. Y a eso nos dedicamos noso-

tros acá con relativo éxito todo este tiempo. A defender el territorio que es lo único que tenemos lo que no tenemos ni queremos nada. Pero creemos ahora que hay que ir por más. Salir a la batalla distintos porque el tiempo juega a favor del enemigo.

Por eso nos declaramos insurgentes. Pero esa es sólo una parte de esta historia, que como empezaba alguna vez hace 6 años, recién em-pieza.

Para que la ciudad se parezca más a nuestros sueños, para que no existan más los indignos y los monopolios que gobiernan la ciudad, hace falta más que eso. Por eso la Estrategia 20-15. Porque planifica-mos a largo plazo, porque este sueño llegó para quedarse. Porque la ciudad futura nos espera.

Si, la revolución. En la ciudad. Eso es lo que estuvimos intentando, con algún grado de éxito, hacer hasta ahora. Si como dice Fidel, “revolu-ción es cambiar todo lo que deba ser cambiado”, eso hicimos nosotros. Nos encontramos con una realidad injusta y fuimos a transformarla. Y cambiaríamos todo lo que debiera ser cambiado y no ahorraríamos sudor militante. Aunque para algunos militantes, la ciudad, lo local no lo merezca tanto. Es por todo eso, por no ahorrar energía militante, por dejar todo y por cambiar todo lo que deba ser cambiado, que nosotros decimos: no especulamos. Y es por eso que pudimos hacer nacer desde el llano a un movimiento social de nuevo tipo y tan sólo seis años después, enterrar para siempre a uno de los símbolos del neoliberalismo. Al principal, si de las ciudades hablamos.

Pero como decía otro revolucionario “o inventamos o erramos”, y a eso nos dedicamos acá también. Le pusimos mucho esfuerzo y trabajo. Y eso hicimos, y en eso andamos. Inventando para no errar.

Generar una alternativa política no es tarea fácil en estos, y en ningún tiempo. Pero de que hay que inventar estamos convencidos. No por negar nuestra historia larga. Jamás anular nuestra memoria histórica. De esas experiencias anteriores estamos forjados. De las luchas que dieron otros. De otras formas.

Pero esa memoria histórica es la que también nos invita a inventar para no errar. Hoy más que nunca se requieren de nuevas experien-cias políticas. Convocantes e innovadoras. Masivas y dispersas. En las calles y la Web. En el mundo y en la ciudad. Públicas y amables. Duras, pero sin perder la ternura jamás.

Decía Mariátegui: "Las masas reclaman la unidad. Las masas quieren fe. Y, por eso, su alma rechaza la voz corrosiva, disolvente, pesimista de los que niegan y de los que dudan, y busca la voz optimista, cor-dial, juvenil y fecunda de los que afirman y de los que creen".

Una experiencia que se vuelva un faro para las construcciones políti-cas de estos tiempos, del siglo XXI, es el desafío construir. O un peque-ño fósforo al menos. Pero que esté dispuesta a inventar y convocar.Y a eso estamos dispuestos nosotros. Eso es E20-15.Como decimos siempre, Todos, menos los indignos, están invitados.

Page 5: e-veinte-quince

Antes de enumerar cada una de las líneas estra-tégicas que hacen a E20-15, un compañero pide la palabra. “Creo que debemos aclarar que estas líneas son eso: líneas. Que no son grandes pre-tensiones teóricas las que nos animan, porque si así fuera no nos animaríamos (justamente) a publicarlas. Son sólo reflexiones que estuvimos obligados a sistematizar para poder seguir ca-minando. Nada es definitivo aquí. Nada de ma-nuales”.

Todo aquí tiene el carácter transitorio de nuestra propia práctica. De esta etapa de la historia, de nuestra ciudad, de nuestro país, de nuestro con-tinente que nos toca vivir. Y allí radica su dificul-tad. No estamos nosotros analizando la realidad del continente desde arriba. Estamos en el lodo del día a día, construyendo un movimiento, a la vez interpelando a otros sectores, resistiendo en los territorios, convidando nuestras experiencias a otros y nutriéndonos de otras experiencias.

Por ello nada aquí es puro ni pretende serlo. Disculpas entonces a los que buscan exactas de-finiciones o leen esto con el único objetivo de buscar el error. De correr por izquierda a no se sabe quién. Al carajo con eso. Esto somos, esto hacemos y a todo estamos dispuestos.

Nuestra palabra no tiene más que la autoafirma-ción de su propia práctica, los errores de su ve-locidad y su tozudez y el encanto de la victorias que deja tras de sí. Grandes o pequeñas, pero nuestras.

Entonces encontrará usted aquí nuestra palabra empeñada, comprometida y, por qué no, osada. Que a riesgo de errar en algún análisis, en algu-na caracterización, prefiere inventar y proponer caminos. Alternativas. Con la seguridad y la con-vicción de creer en un proyecto radicalmente transformador para nuestras sociedades. Revo-lucionario. Con los pies en la tierra que pisamos todos los días. Desde ahí pensamos. En este “mientras tanto” con el cual convivimos los nue-vos movimientos sociales. Desde ahí pensamos, y así encaramos esta propuesta, esta estrategia a 2015. Con un ojo que mira la zapatilla que ca-lienta en el asfalto y otro en el horizonte que marca nuestro destino.

Pero esta estrategia tiene más a complicaciones aún. Es que acá, en los territorios, nunca nos gus-ta buscar los caminos fáciles. Eso tiene poca gra-cia. Y poco resultado. (Basta con mirar a nuestro alrededor). Vamos más bien nosotros, por las ru-tas inexploradas, por los caminos sinuosos. Esos que llevan semanas de preparación sólo para empezar a caminarlos. Esos que, fundamental-mente, nadie espera. Porque eso también nos

gusta a nosotros. Estar donde nadie espera que estemos. O simple-mente caminar caminos que no existen. Que hay que crearlos para avanzar. Eso nos gusta más todavía. Y es así cómo logramos algunas cosas en estos últimos tiempos.

Entonces la otra complicación que tiene E20-15 es que busca hablar-les a todos. Pretende nada más y nada menos que la política sea un asunto de todos. DE TODOS y no solo de algunos, militantes, activis-tas, profesionales de la política. A todos queremos que llegue la pala-bra empeñada de los territorios.

Por eso, además de los objetivos específicos que persigue cada una de las líneas estratégicas, hay un objetivo, que más que objetivo es un anhelo.

Terminar de una vez y para siempre con la dimensión paralela en la que solemos vivir. Esa que indica que “los que luchan” tienen un tiem-po, una realidad y un espacio. Y nada queda para “los que no luchan”, esos que se conformen con debatir boludeces cada dos años cuando hay elecciones y ya. No saben nada de todas formas. Ellos, los que no luchan.

Ya basta de eso!

Ya basta de luchas que al interior del “campo popular” parecen las ul-timas y definitivas, pero afuera “las gentes” ni se enteran. Ya basta de nuestros “medios alternativos” que más que medios son fines. De final. De agotamiento. De peluquerías de barrio militante.

Si queremos hacer una revolución. Debemos, como mínimo, incluir. No expulsar. Hablar claro y sencillo. Actuar éticamente.

El zapatismo tiene, como en otros tantos casos, una metáfora que sintetiza de manera brillante esta situación. O por lo menos, cómo podemos interpretar con ese cristal de la situación de allá, nuestra cosa acá:

“nosotros tenemos este reloj, el reloj de la derecha es el reloj de la sociedad civil, el de los ciudadanos, decimos nosotros, y el reloj iz-quierdo es el reloj de la guerra, el reloj del Ejército Zapatista de Libe-ración Nacional; cuando nosotros usamos dos relojes queremos decir que estamos en esta dicotomía, en esta dualidad de que somos un movimiento armado, clandestino, pero al mismo tiempo estamos tra-tando de construir una relación con los ciudadanos, con la sociedad civil, decimos nosotros, con el resto del país, en este caso de México, y la disparidad de las horas es que nuestra apuesta es que sea posi-ble construir una sola hora, que no sea necesario dos relojes que nos estén marcando esta dicotomía, sino que se pueda hacer una sola; nosotros decimos que cuando se unan las dos horas, entonces será la hora de la paz para nosotros y para los pueblos indios”

Para eso nosotros acá creamos la idea de “territorio cero”. Que no es momento aquí poner en detalle. Puede que ya lo hayan leído en otro lado. Pero un compañero pide nuevamente la palabra e intenta sin-tetizarlo. Lo tenemos que explicar, aunque sea a vuelo de pájaro en la introducción, dice el compañero y arranca:

Territorio entendido como lugar genuino, legitimo y único desde

Page 6: e-veinte-quince

donde se genera poder popular y desde donde el Movimiento Giros construye. El territorio es la síntesis de la negación por la que nace Giros como proyecto histórico. Y “cero” como todo lo que queda por fuera del territorio de base, del polvo, de la periferia, de la exclusión. Lo cero, por su parte, es lo asociado al campo más amplio de militancia en las esferas de la disputa de sentido. La comunicación como fusil de ese territorio es lo estratégico que pusimos en marcha.

En términos de reloj, podríamos plantear que el reloj de la izquierda, el del movimiento, es el te-rritorio organizado, el del Territorio Rebelde, lo ya logrado y en construcción. Es decir, los barrios integrados al proyecto y su grado de organiza-ción real, los delegados territoriales alcanzados, las luchas libradas y ganadas, etc. A eso debemos sumar en el mismo reloj la expansión del movi-miento, los nuevos compañeros, los avances en la consolidación de la organización, la formación de cuadros, la mística alcanzada, la referencia y la visibilidad. Ahora bien, al mismo tiempo navega a nuestro lado el reloj de la derecha, el de las So-ciedades Civiles, que se acerca y se aleja, que va y viene. Es interesante plantearlo, si caer en una sobreabundancia de metáforas, en términos de dos barcos a la par. De este modo el territorio cero sería esa lanza que se tira desde el territo-rio hacia el reloj de la derecha intentado llevar los barcos más o menos a la par. Intentando que no se distancien demasiado, pero sabiendo que son, en definitiva, por ahora dos barcos distin-tos. Con gente distinta y con destinos distintos. Así la lucha primigenia es por llevar adelante ese reloj/barco de la izquierda lo más rápido posi-ble a su destino revolucionario. Y la disputa en el territorio cero, esa lucha por mantener cerca al otro barco/reloj, con la intención de que sean uno, y con la convicción de que uno no llega a destino sin el otro. Concluye el compañero.

E 20-15 es ese esfuerzo. Ese intento de no con-formarse/encerrarse en nuestras propias luchas y construcciones y salir al encuentro. Reconocer esas multiplicidades que componen el comple-jo entramado donde producimos nuestras vidas llamado Ciudad. Porque un proyecto político que no reconoce a los otros y plantea estrategias concretas para incluirlo, es un territorio conde-nado a la muerte y al olvido.

Pero como no queremos morir, y muchísimo menos ser olvidaos, Estrategia 20-15 intentará acercar esos dos relojes. Pasar, como dicen en tierras bolivianas, de Movimientos Sociales a So-ciedades en Movimiento.

Se cumplen 10 años, este año, de aquel 2001 que significó tantas cosas para nuestro pueblo. Sig-nificó una de las peores crisis de nuestra historia, y así de doloroso lo recuerdan muchos. Significó un despertar y hacerse cargo de muchos otros, y

con esa pasión y alegría se recuerdan las asambleas. Fue todo eso y mucho más aquella rebelión popular donde el pueblo argentino fue protagonista. Pero No fue, sin duda, el momento para generar una alternativa política real.

Pasaron 10 años. Algo debemos haber aprendido.

Pedimos 5 más. Porque creemos que podemos hacerlo.

Por eso E-2015.

Todos están invitados, obligados, a inventar para no (volver a) errar.

Page 7: e-veinte-quince

contingencias sólo existen bajo la condición de ser una expresión de una contradicción. En nuestro caso, las contingencias son expresión visible de la concentración de la tierra en mano de las corporaciones, y de la lucha incesante de un movimiento por la democratización de un bien común. En esas condiciones nos hicimos y en otro horizonte las transformamos.

Sin este factor, el 16 de diciembre, el capítulo final de los barrios priva-dos hubiera sido un hecho también en las tierras que los monopolios ocupan. Pero no fue así. El primer paso hacia la “desprivatización” de la ciudad, se vio ante un nuevo reto: las topadoras y la judicialización del conflicto, a pocas horas de ser aprobada una ordenanza que decía, justamente, que ese reto no tenía más legitimidad legal.

¿Cómo se explica que siga sucediendo? Bueno, 18 concejales votaron a favor de la prohibición de los barrios privados, más de 90 periodistas de los principales diarios, radios y otros medios de la ciudad dieron su aval. La operación política y mediática, por ende, sería más difícil de lo normal. Entonces, el camino elegido fue el territorial, mediante la forma más tradicional. Los desalojos, la mentira, el asedio judicial, la persecución diaria a vecinos y vecinas.

La disputa volvió a hacerse carne en los territorios, al igual que otras veces: bajo dos expresiones antagónicas. Las topadoras conducidas por los indignos, frente a los cuerpos que, cansados de vivir en el des-arraigo, decidieron un día levantarse.

Los mismos cuerpos que en 2008 explotaron de vergüenza al saber que sus tierras estaban incluidas en el plan urbano como zona para countries.

Los que en 2009 fueron presa de un triste episodio policial, para luego contarle a toda la sociedad que el 9% de lo que llamaban “la ciudad” pertenecía al mismo grupo económico. Que el 9% de la ciudad ya es-taba privatizado, entregado.

Los cuerpos que le dieron final a la posibilidad de llenar de muros a la ciudad de Rosario el 16 de diciembre de 2010.Los mismos que le dieron nombre a una utopía llamada “Ciudad Fu-tura”.

Pero esta vez, luego de 6 años de lucha y siendo los mismos cuer-pos… hubo algo distinto. Siempre hay algo distinto. Esta vez, decidi-mos hacer lo que ya veníamos pensando pero que debía retrasarse constantemente por las dificultades que nos traían en el territorio las decisiones políticas que se toman “allá arriba”, en algunas secretarías del municipio, y en algunas oficinas de las corporaciones.

Porque las cosas cambiaron. Algo cambio en esos cuerpos que com-ponen lo que llamamos Movimiento Giros. Más aún, algo cambió en la forma de ver a nuestros territorios rebeldes. Pudimos constatar que la desidia a la que arrojaron a los territorios quienes decidieron sa-carse esta disputa de encima, sumado a la capacidad de las corpora-ciones para dominar el espacio y producirlo, daba como resultado la necesidad urgente de acelerar la creación de una nueva geogra-fía política. A menos que quisiéramos jugar siempre desde una posi-

“No hay que irse ni quedarse, sino resistir (se)”Juan Gelman

En el VI congreso del Movimiento Giros de-cidimos darle fin al territorio rebelde y co-menzar a construir el Territorio Insurgente. Después de haberse aprobado la ordenanza que prohíbe los barrios privados en toda la ciudad, vimos como la voracidad de los mo-nopolios no tenía límites. Que la ley allí, no significa demasiado. Entonces, no nos alcan-zaba. Ni con la ley estancada en sus propias palabras, ni con el territorio rebelde, estanca-do en su trabajo territorial que debe mostrar mucho más poder del que hoy muestra. Pero la respuesta no podía ser sólo la mera reac-ción. “Cuidar un poco más”. Así que decidimos retomar lo que alguna vez postergamos: la construcción de Ciudad Futura. Perdón, de su primer paso: el Territorio Insurgente. El territorio insurgente significa una y muchas cosas a la vez. Porque es uno, pero compuesto de muchos. Mejor aún, es uno donde caben mu-chos.

Más bien, es la defensa concreta del territorio ante el avance de los privados;

Es el primer núcleo de ciudad futura;

O la referencia práctica sobre la alternativa po-lítica que queremos construir; esto es, poner la cabeza allí donde está el verdadero Poder.

También la expresión territorial de un modo de vida; y la demostración de que, allí donde iba a haber alambres, hoy hay semillas;

Pero sobre todo, es la constatación de que las comunidades de la periferia no sólo pueden tener otro rol en torno a la producción y la ali-mentación en la dinámica urbana del siglo XXI, sino que pueden ser mucho más. Pueden ser el modelo de autonomía en la construcción de sus vidas y en la vida de las ciudades.

En fin, el Territorio Insurgente puede ser definido como un territorio geopolítico de experimenta-ción para las nuevas formas de vida propues-tas por los movimientos sociales. Un territorio donde la autogestión significa la capacidad propia de construir un nuevo modo de vida, con la capacidad suficiente para incidir en el sistema político.

Significa, sin más, un proceso. Pero de los ver-daderos. Los procesos que existen gracias a su integración dinámica entre las estrategias, el territorio y las contingencias que, en los con-flictos reales, suelen ser cotidianas. Porque las

Page 8: e-veinte-quince

ción de debilidad y ser prontamente destruidos, avasallados por el poder privado que controla lo público.

No tenemos la menor intención de asimilarnos a quienes conciben a las ciudades como un lu-gar imposibilitado para una práctica política genuina. Esos que suelen ser llamados pesimis-tas, y con razón. Porque además, son pesimistas desinformados, carentes de conocimiento en las problemáticas reales que hacen a la ciudad lo que es. Esto, sin contar que a su vez, legitiman el discurso pro privatista. Si las ciudades no tienen futuro, ¿porque oponerse a los embates de los monopolios que gobiernan y convierten a las grandes urbes, en centros de poder político? Hu-mildemente, desde nuestro lugar, no podemos dejar de pensar que cada territorio que ocupa una corporación, sea en el lugar que sea, es un paso atrás en la urgente y necesaria tarea de construir una experiencia política que transfor-me la vida de las “inmensas mayorías”, en pala-bras de un gran hombre como Antonio Gramsci. Otros, menos pesimistas, más informados y crí-ticos, reconocen una realidad. Saben de la nula existencia de espacios geopolíticos propios para los movimientos sociales, como también de la ausencia de instancias de autonomía en los te-rritorios de las periferias urbanas. Una realidad insoslayable que tuvimos y tenemos que enfren-tar.

En nuestro caso, creemos firmemente que esas condiciones pueden generarse, siempre que exista un problema real, en un territorio real, con una militancia real. Nadie puede arrogarse la potestad de saber dónde y cómo deben dar-se las luchas. Quienes se autodenominan como “campo popular” suelen ser los primeros en caer en la tentación. Así, un día la lucha está en la de-fensa de los trabajadores tercerizados. En otros momentos, son los hermanos de la comunidad Qom, para luego hacer un salto gigante hacia los más desprotegidos en capital federal, los sin techo. Todo ello, en el lapso de 2 meses. Nadie puede construir un territorio geopolítico propio bajo esta concepción. Nadie puede hacer una apuesta si el esquema militante dice que “hoy, la lucha esta en…”

Por ello, el territorio insurgente es resultado de un momento. Pasaron 10 años desde el 2001. En los años posteriores enarbolamos las bande-ras de la construcción de poder popular autóno-mo. Una motivación acertada (la construcción de instancias de poder popular legitimadas por los territorios en disputa y por quienes son el su-jeto plural de una nueva transformación llamada cambio social, alejada de los dogmatismos), con un objetivo acertado (mostrar un poder distinto, ni más ni menos). Sabiendo que “mostrar” sig-nifica, entre otras cosas, visibilizar algo. Hacerlo público. Transparentarlo. Volverlo un conflicto

identificable para una sociedad que, en definitiva, será la única capaz de hacer de un conflicto territorial, una experiencia mayoritaria. Anu-lar la posibilidad de una guerra de aparatos, para abrir la intervención a muchos otros.

Si miramos mucho más de la mitad del vaso vacio, es sencillo darse cuenta que todo esto no sucedió. Latinoamérica cambió, y mucho. Aparecieron preguntas por doquier. Preguntas que, en muchos casos, fueron contestadas con viejas respuestas. En otros casos, las expe-riencias desbordaron y hoy se debaten de cara al futuro, aunque con límites muy claros.

Pero es indudable que cambiamos el determinismo absoluto de los partidos tradicionales por la laxitud del “cambio social”, que puede ser definido y medido desde un emprendimiento productivo, hasta la modificación de un cántico para que se respeten los principios de la lucha de género. Un cambio grande, pero no por eso con característi-cas de empoderamiento.

El cambio social se convirtió en un horizonte interno, sólo presente en la vida de los militantes. Una realidad paralela que, cuanto más compleja es su convivencia con la realidad política actual, menos inci-dencia tiene como posible alternativa.

El territorio insurgente también es el resultado de una disputa, una forma de llenar ese vació político práctico, el vacío de experien-cias y referencias que muestren, efectivamente, un poder distinto. De allí su condición de punta de lanza para la construcción de la ciudad futura. De allí su rol como despliegue territorial. Como la única forma de afrontar la indiferencia de la vida política ante la ocupación y el saqueo total de las corporaciones en las ciudades de Latinoamérica y el planeta.

Por último: el territorio insurgente es el resultado del análisis concreto de una situación concreta y una visión estratégica en la construcción de un cambio social. En medio de grandes repliegues y despliegues, decidimos echar camino hacia la construcción con-creta de Ciudad Futura, como la única forma de construir un poder distinto, que permita el autogobierno de los territorios en disputa. En palabras de Hernán Ouviña: apostar al fortalecimiento interno (a través de la creación y consolidación de espacios de autogobierno conectados orgánicamente a la vida cotidiana) y, por el otro, intentar generar de manera constante instancias de articulación y confluen-cia, en niveles que simultáneamente excedan y contengan la dimen-sión local y regional de sus luchas.

Estas dos premisas son parte de nuestra práctica hace tiempo. El Ya basta! es una prueba de ello. Sin embargo, hoy se vuelve necesario materializar un sueño.

De más está decir que “materializar” no significa la ambición repenti-na por los objetos, por “lo material” como el único estimulo para hacer política. Lejos estamos de eso, básicamente porque todo lo construi-do hasta hoy carece de beneficios materiales. Los “Estados” no han tenido en estos años la política de fortalecer territorios estratégicos de la ciudad, salvo con inversión privada. Vale decir que, producto de la lucha de 5 años, el olvido estatal se convirtió en abandono terri-torial. Lo cual hace necesario que quienes están allí en el territorio asuman dos tareas ineludibles: gobernar y gobernarse. Lejos de qui-tar esfuerzos en la tarea de exigir al estado que se ponga en el lugar que debe, no sólo mediando en una disputa sino escuchando a quie-nes desean lo que el mismo estado debería desear: la justicia para los territorios, asumida por sus propios habitantes como un horizonte.

Page 9: e-veinte-quince

Por todo esto, territorio insurgente será un he-cho, y queremos que todos lo escuchen, lo vean, lo sientan. Incluso el mismo estado, con el que hemos construido puentes que, en muchos ca-sos fueron fructíferos y en otros no. Podemos hacerlo sin el, pero eso no depende de nosotros, sino de la voluntad política para un diálogo que no debería minarse por prejuicios y mezquinda-des.

Lo que sí depende de nosotros es esa construc-ción, que “será” de todas maneras, porque es justo y necesario que así sea. Y por ser justo y necesario, es fundamental construir una expe-riencia que no se agote en un espacio diminuto (aunque 250 ha de la segunda ciudad del país no lo sean tanto), sino que pueda irradiarse y ser un faro para el resto de los territorios existentes. In-fluir más allá de su lugar concreto, convidar una concepción del mundo y una forma de construc-ción política. La visión de una sociedad futura.

Una sociedad futura que se construye y se vive en el presente. Lo que llamamos Prefiguración. El cambio no está en este presente, donde la pa-labra humano no engloba ni siquiera a la tercera parte de la población. Por eso siempre decimos “No es lo que somos, sino adonde vamos”.

Los Movimientos Sociales pensamos en cómo construir una utopía futura hoy. Que aquí y ahora, nuestros objetivos y nuestra visión de la sociedad estén vivos en los propios medios que usamos para vivir el cotidiano. Ese es el va-lor máximo de la Ciudad Futura. Su cambio más radical. Por eso la autonomía, por eso la auto-gestión. Porque construye sujetos capaces de transformar su vida y la de los demás, con el sólo acto de levantarse contra las miles de injusticias que tocan sus cuerpos, hoy débiles ante tantos golpes.

Además de la capacidad para gobernar y go-bernarse, el territorio insurgente debe marcar que la única forma de sobrevivir de la política es mutar en un proceso donde participen las mayorías, transformando el sentido común y las instituciones tradicionales, fundamentalmente las normas de las corporaciones locales/globa-les y su modo de vida. Se cambia todo, o no se cambia nada.

Para incidir políticamente, se debe mostrar el modelo que se propone, por más pequeña que sea su influencia, siempre y cuando se pretenda que esa influencia cale profundo en las inmen-sas mayorías. Aclarar, y aclararnos, qué es lo que está más allá del estado. Lo que hemos buscado siempre y aún no hemos encontrado.

El 17 de diciembre de 2010 se inauguró, sin saber, un nuevo rumbo. Con novedades, sen-saciones, debates y definiciones. Con algunos

proyectos, que también son la identidad del Movimiento, porque su lema principal es “Militancia, Ética y Territorio”. Son las tres palabras que mejor los representan. Como dicen los Patrulleros del Movimien-to Giros, “empezar a construir en el territorio proyectos educativos, productivos y comunicacionales de escala, que al modelo de privati-zación de la periferia, antepongan la ciudad futura”.

Un contador de cuentos radiales decía que “el cariño por el lugar don-de uno nace y en el cual ha decido morir, es similar al cariño que uno siente por su familia”.

Hasta entonces, habrá que enfrentarse a las corporaciones haciendo lo mismo que ellas, ocupando el espacio y produciéndolo, material y simbólicamente. O, más en criollo, habrá que patear el chancho, hasta que aparezca el dueño.

Las diferencias, ya las sabemos.

Desde el territorio insurgente, sembrando rebeldías y esperanzasMovimiento Giros

PD: No tardará el día en el que nadie envidie a los que viven en la ciudad fragmentada, y donde nadie crea en otra cosa que no haga sonreír. Hay quienes dicen que en ciudad futura no habrá otra cosa que dormir, soñar, levantarse, luchar y ganar.

Page 10: e-veinte-quince

Un escritor que ya no está entre nosotros, decía que la democracia “está en un altar, como un santo del cual ya no se esperan milagros, funcio-na sólo como una referencia”. Lastima que no se aclare de qué tipo de referencia estamos hablan-do. Sospechamos que es una referencia testimo-nial, que termina por justificar el actual estado del mundo. No es nada nuevo, porque no somos los únicos que sospechamos lo mismo.

Así, se nos ha dado el “soberano” derecho a la re-belión. El levantamiento contra lo que se conoce como “el orden publico”. Lo cual quiere decir que lo único que se entiende por “poder ciudadano” es la posibilidad, muy remota y en situaciones extremas, de derribar un gobierno de turno que haya cometido errores tan sustanciales como para legitimar su caída. Lo que se llama habitual-mente “pueblo” tiene ese derecho inalienable.

Mientras tanto, las decisiones realmente impor-tantes, trascendentes, para construir un nuevo modo de vida, quedan en las manos de las cor-poraciones, que usualmente tienen su repre-sentatividad social y política. Su hegemonía. Lo que nosotros llamamos el poder privado que controla lo público. Mientras el pueblo espera su soberano derecho, los territorios son destruidos y entregados al poder privado. Para levantarse contra el orden publico, debemos esperar que nos derroten antes. Mientras tanto, no podemos ofrecer ninguna alternativa.

Esa es la lectura que ha quedado desde el 2001. El 2001 sólo se observa desde el prisma de un sector disconforme con el gobierno de turno, que tiene el derecho de habitar la plaza por un momento dado, y pedir la renuncia de cuanto funcionario represente las malas decisiones de “los últimos años”.

Todo vestigio de prácticas que se reconfiguran como un nuevo saber político, como la construc-ción efectiva de poder de las mayorías, es leído como una práctica social por tiempo limitado, anecdótica, parcial. Lo que se llama “política de segunda”. La única imagen que sugieren los agi-tados días de diciembre se asemejan a la “crisis”, y no a las oportunidades y preguntas abiertas, con el objetivo de fundar nuevas relaciones so-ciales y materializarlas en territorios concretos.

Pasando en limpio. No podemos seguir hablan-do de democracia, cuando quienes efectiva-

mente gobiernan el planeta, no son elegidos democráticamente por el pueblo. Por esta razón, tampoco podemos adjudicarle a ese pueblo el único derecho de sublevarse ante una situación extrema. Porque la destrucción de los territorios para su transformación a imagen y se-mejanza de la vida corporativa, toma formas mucho más sutiles que las del tirano que esclaviza a regiones enteras sin mediación alguna. Debemos poder construir una alternativa antes que eso suceda. Al menos, salvar lo que nos queda.

Por ello, no es la voluntad espontánea, sino la organización, y no es el sujeto individual sino el sujeto colectivo, quienes deben darle susten-to en el tiempo a la dignidad rebelde.

Por acá, en los territorios, nos reconocemos como hijos del 2001, y no justamente por los motivos del orden público. Nos reconocemos en el 2001 porque creemos que fue el resultado de un intento por cons-truir otras formas de hacer política. La culminación de un proceso de maduración de una digna rabia contra quienes impusieron un modo de vida supuestamente homogéneo, sin historia y, por ende, sin hom-bres y mujeres capaces de construir esa historia.

Nosotros somos el 2001, y nuestros territorios son insurgentes. No porque, como dice el diccionario, nos “levantamos contra el orden público”, sino, simplemente, porque NOS LEVANTAMOS. Así, a secas. No creemos que nuestra única función como “ciudadanos” sea el de derrocar gobiernos. Menos en la actualidad.

Para nuestros territorios, el levantamiento significa decir Ya Basta! a la destrucción de los territorios. Y ello es un levantamiento permanente. En todos los territorios del mundo. Y se hace todos los días. Y se cons-truye. Y se muestra. Con armas. No de fuego. Pero armas, en fin.

Nuestras armas son sólo tres: Militancia, ética y territorio. Y, con ellas, lo que contamos párrafos atrás: la prefiguración.

De la primera, militancia, se habla mucho y en muchos lugares. Cual-quier espacio político, desde los más tradicionales a los más alternati-vos, toma como leitmotiv de su construcción al acto de “militar”.

En nuestro caso, creemos que la militancia es un modo de vida. Una forma de vivir. El núcleo fundamental desde donde pensamos, vivi-mos y construimos nuestras relaciones. No es un trabajo; no es una actividad que se hace en el tiempo libre que nos queda cuando ya cumplimos con todas las tareas cotidianas. No es una salida individual con aditamento colectivo. Porque esos militantes tienen la respon-sabilidad de hacer realidad sus sueños. De que, como decimos en el territorio, la ciudad tome la forma de nuestras luchas.

Ese es el horizonte común que debería tener el mundo, si no fuera como es. La socialización de lo común, aquello que pretende contro-lar el poder privado, y el deber colectivo para construir una sociedad donde lo que prime no sea la especulación sino la realización de una vida digna.

Nuestra militancia tiene como precondición la creación y experimen-tación de vínculos políticos no escindidos de lo cotidiano. A nivel

Page 11: e-veinte-quince

territorial gestionamos nuestra propia vida (en términos educativos, económicos, políticos, cul-turales, sanitarios) Ese es nuestro principal triun-fo político.

Por ese objetivo ponemos el cuerpo. No para que nos elijan en las urnas ni para rellenar un aparato. Ponemos el cuerpo para transformar efectivamente la realidad. Transformación que no se realiza a costa de violar los principios de nuestra ética. Que, vale decir, es muy distinta a aquella que propone el modo de vida de las cor-poraciones.

Nuestra ética es la ética del territorio, la que apuesta por un modo de vida colectivo, que apuesta a la capacidad de quienes los habitan para convertirse en sujetos políticos, que deci-den y actúan sobre su destino, y no esperan que les regalen nada, ni se subsumen a la voluntad del poderoso que intenta quitarles los pocos derechos que les quedan. La ética de todos los territorios que piensan por si mismos y que sa-ben que su rol es aportar a un cambio entre mu-chos otros iguales. Mucho trabajo para aquellos a quienes se acusa de no querer trabajar, ¿no?

Estas son nuestras armas. E intentamos que sean visibles, y que hagan ruido con sus gritos de Ya basta! Cada vez más. Que lleguen a los oídos, los ojos y los corazones de quienes no han llegado. El principio fundamental que las atraviesa es que cada una de esas armas vale lo que valen los hombres que la empuñan. Por lo cual se asu-me que la disputa y las armas con las que se da, depende de la voluntad de muchos que deciden construir un mundo distinto. En cada uno de los territorios de ese mundo actual, globalizado pero fragmentado.

Cada una de esas armas, Militancia-ética-terri-torio, es un elemento clave de nuestra forma de construcción política. Son las 3 palabras que llenan de significado nuestras banderas. Porque se basan más en la convicción que en la certe-za. Porque esa convicción, la de cada uno de los que conforman ese otro modo de vida que se construye en el día a día, es el compromiso con nuestra época. Es el factor X del que hablaba el Che; el factor que diferencia una batalla que se da para ganar, de una batalla que solo se da para ser políticamente correcto. Para quedar bien, como se dice.

Por eso nos organizamos. Porque creemos que el pensamiento y la acción no se introducen des-de afuera, sino del seno mismo de quienes com-ponen un sujeto colectivo. En nuestro caso, del Movimiento Giros y sus territorios.

Todo esto, para traer la política a sus fuentes na-turales, históricamente expropiada por la profe-sionalización y la elitización. Volver a la política

desde y para el territorio. La única forma de construir una experiencia política distinta.

Nuestras armas se hacen visibles a través de dos espacios fundamen-tales: los proyectos estratégicos y las patrullas rojas del movimiento giros.

Algunos de los proyectos estratégicos que están en camino:

Entre otros, un Centro Integral de Producción, el punto más alto que debe alcanzar la autogestión territorial. ¿El objetivo político? Pro-ducir. Para quienes piensen que esto es insuficiente, solo hace falta venir por aquí a ver si eso no es difícil. Dicho más heroicamente, no parar hasta demostrar que el rol de las periferias puede ser otro, entre otras cosas, por el hecho de poder producir alimentos.

La Escuela del Territorio Insurgente “Camino Andado” (E.T.I.C.A), inspirada en la experiencia de Bachilleratos Populares que transitan otros territorios, en la provincia de Buenos Aires. Con ella, un movi-miento social se hace cargo de la educación en el territorio, y ella es la expresión de quienes atraviesan este proceso. Precedentes hay, desde 2009, con el proceso de Alfabetización Futura llevado adelante por el Movimiento Giros en el territorio de Nuevo Alberdi. Hoy, 40 es-tudiantes y 15 docentes le dan vida. Pronto, serán muchos más.

El Multiproducto Masivo de Producción en Red, compuesto por Radio Rebelde (90.5) y el Centro de Formación Digital, cuyo objetivo es terminar también con el analfabetismo digital en los territorios. Y como para ello falta mucho, también queremos tener un medio de comunicación propio. Porque también somos capaces de producir, hacer circular, “viralizar” como dicen hoy, la información. La nuestra, la de otros, la del mundo. Para eso, estamos instalando el corredor WiFi del noroeste.

La Tienda Iconográfica- Textil “Hecho de Dignidad”, que ya es un hecho desde hace dos años, con la diferencia que en el presente, las mujeres y los pocos hombres que la conforman, también se encarga-ran de que hasta los hijos de los dueños de la ciudad usen sus pren-das. Todo aquello que este Hecho de Dignidad, por más que algunos no quieran, será parte de la ciudad.

A la hora de tomar la decisión de declarar insurgente a nuestro te-rritorio madre, se conformó lo que llamamos Patrullas Rojas del Mo-vimiento Giros. Porque la disputa por los territorios comenzó hace tiempo. Porque, por las características de esta guerra, quienes se los disputan conviven en ellos, y porque allí se darán las principales ba-tallas.

Las patrullas rojas nacen con la primera declaración del territorio in-surgente. Pero como todo lo nuevo en nuestros territorios, suele aso-marse desde un tiempo antes, cuando aún no se ha encontrado la forma de llamarlo.

El grito del “Ya Basta! Los monopolios no gobiernan la ciudad”, grito que se pronunció por primera vez aquel 15 de julio de 2010 con la his-tórica caminata por la ciudad de Movimientos Campesinos, Indígenas y Urbanos, fue aumentando su volumen, fuerza e intensidad durante los meses siguientes, hasta llenar de rojo las gradas del Concejo, los caminos del Monumento a la Bandera y las sombras de los árboles de una plaza que fue rebautizada el 16 de Diciembre de 2010, cuan-do entre lágrimas, sonrisas, emociones, sorpresas, abrazos y cantos

Page 12: e-veinte-quince

enterramos al símbolo más importante del neo-liberalismo en las ciudades: los barrios privados.

Algo estaba cambiado, algo nuevo estaba na-ciendo, algo nuevo estaba por venir: la invita-ción a militar en un Movimiento Autónomo, la invitación a ser protagonistas de la historia, la invitación a cambiar todo lo que deba ser cam-biado, que se hacía carne en un gran puñado de hombres y mujeres que desde diversos orígenes se encontraban allí siendo parte, sintiéndose parte de algo verdaderamente revolucionario.

Por supuesto, luego de un hecho como este, las consecuencias eran inevitables. Y los ataques lo recibían una vez más nuestros territorios en dis-puta. Otra vez desalojos, otra vez aprietes, otra vez amenazas.

Así, con la tapa de del diario de “Estoy imaginán-dome otro lugar” bajo el brazo, el rojo de Ciudad Futura debió trasladarse para desplegarse con mayor intensidad en sus territorios. Era momen-to de defender nuestro modelo poniendo, lite-ralmente, el cuerpo a los avances privatistas, era momento de hacer cumplir aquel cartel- home-naje que se encuentra en el Tambo La Resisten-cia: “usted está en territorio rebelde. Acá el pueblo manda: el gobierno y los monopolios obedecen”.

“¿Lenguaje bélico?” Dirán ustedes. Pero tendrían que estar ahí y verlo. Las casas, que son expre-sión de la exclusión y la marginalidad, convivien-do con los pinos de futuras mega urbanizacio-nes, cada vez mas cerca. Pintadas con el color del dinero. Color que simboliza las futuras urbaniza-ciones, tan planificadas sin que se enterasen, ni quienes habitan esas tierras hace años, ni nadie. Ni siquiera ustedes, ciudadanos informados.

Ese faro se levanta y se vuelve fundamental si lo que se construye son nuevas figuras de mili-tancia, tan necesarias en un momento histórico en que los significados sobre la militancia, sobre cuales son las necesidades fundamentales para garantizar una transformación efectiva del or-den actual, son variopintos.

Las patrullas estarán en todos los lugares que deban estar. En el territorio insurgente, con las comunidades de la periferia, en las universida-des, en las veredas del macrocentro, en la puerta de los distritos municipales. Estarán haciendo lo que saben hacer, patrullar. Llevando las bande-ras de lucha a otros territorios, irradiando la vo-luntad de construir otro mundo, con otra forma.

Públicamente. Todos las verán.

El paisaje será rojo, como el color que llevan en su vestimenta. Aquel que representa al planeta tierra y que es expresión del hombre, su filosofía, su pensamiento y el conocimiento.

El color que deberá tomar la historia verdadera. La que hacen los hombres y las mujeres dignas.

Porque no es lo que somos….sino a donde vamos

Page 13: e-veinte-quince

Este podría haber sido uno de los puntos más espesos, más densos y dificultosos de escribir teniendo en cuenta un contexto que tiene en si mismo estos mismos adjetivos. “Posicionarse” en lo que se conoce como la “realpolitik” suele ser complejo. Por lo menos para los que no vivi-mos de eso. Y para los que nos jugamos la ética a cada paso en nuestra construcción.

Pero ya dijimos tantas cosas antes, en todas las páginas anteriores, que quedó chica, casi de re-pente, esa pirámide del poder que, como bien decía Pasollini, es aparentemente monolítica por fuera y tremendamente imbricada en su in-terior. Con semejantes cosas dichas, y compro-misos tomados, decir de/sobre la realpolitik es menos pesado para nosotros-ahora. Y no es la primera vez.

Nosotros le decimos realpolitik a “la política real”, la que existe hoy. La “realmente existente”. Mejor dicho, a lo que creemos que la mayoría entiende por política. Los políticos. El estado. Las eleccio-nes.

Esa política que se auto asume como la del arte de lo posible, frente a la “mera” utopía, pero en la cual se terminan, la mayoría de las veces, definiendo “las cosas”. Y de la cual muchos, mu-chísimos, participan. Votando, criticando o im-pugnando. En cualquiera de ellas, prestándole atención.

Muy distinta, claro, a la política que hacemos no-sotros. Muchas veces ya lo hemos dicho. Nues-tra política está en otra parte, nuestra política es otro modo de vida. Militancia ética y territorio. Y muchas veces más hemos tratado de comu-nicárselo a otros, encarando grandes proyectos como “La otra campaña”. Pero, así y todo, son muchos los que todavía piensan que la política está en un sólo lado y ese lado es el Estado. Los partidos. Las elecciones.

Y no está mal. Por algo todavía, a 10 años del 2001, el sistema político sigue tal cual ese mismo sistema explotó.

Se ve que nadie pudo o nadie quiso, armar un sistema distinto. Aunque son muchas las buenas experiencias, no pudimos/no supimos masifi-carlas. Por eso no está mal que, hoy, la cosa siga como estaba entonces y muchos vuelvan a creer en este mismo sistema. El de la realpolitik que, por algo, es real.

Entonces así son las cosas en nuestro país: hay muchos que piensan que la política pasa por la realpolitik y concurren entusiasmados a vo-tar y hay otros, bastante menos hay que decirlo, que pensamos que hay más formas, más caminos. Que hay, en definitiva, otra alternativa.Pero la idea, lejos de agudizar las diferencias, es encontrar caminos de diálogo. Que esas visiones no antagonicen y puedan construirse verdaderas alternativas para las mayorías. ¿Qué debe hacer, entonces, un movimiento social que no se presenta a elecciones y que tiene otras prioridades de construcción política en los territorios, cuando las mayorías creen en que es por allí que pasa la cosa?

Semejante pregunta podría usarse de cierre para este extenso docu-mento. Pero lejos de tener una respuesta clara, sí sabemos (estamos convencidos) de qué es lo que NO debemos hacer.

No podemos ser indiferentes ante aquellos que ven en alguna fuerza electoral alguna esperanza.

No podemos suponer que todos ellos están simplemente “equivoca-dos” o “confundidos”, como ciertos iluministas con pocas luces pre-tenden alumbrar.

Eso es sin duda lo que no debemos hacer. Ser indiferentes y preten-derse superiores. Jamás. Nosotros acá, en los territorios, somos muy estrictos con eso.

Entonces bien, qué queda. Unirse de forma orgánica al que sintamos “menos peor” de todas las opciones y ser “la pata social” de un frente. Tampoco.

Sí, debemos tener la responsabilidad de señalar algunas cosas. Humil-demente, con nuestra palabra empeñada. Los que practicamos polí-tica a diario, sobre todo en los territorios, aprendimos algunas cosas y vimos algunas otras. Vivimos la política de otra manera y creemos que esa experiencia no sólo debe servirnos a nosotros, sino que debemos acercarles esos elementos a otros. Para que conozcan, para que elijan. Nosotros sólo podemos hoy ofrecer un prisma. Un lugar desde donde mirar la realidad que nos rodea. Ni más ni menos.

Usualmente, las organizaciones discuten y definen, hacia su interior, qué se hace en el cuarto oscuro. Excepto aquellas que presentan can-didatos propios a los que votaran sus militantes, las que no los pre-sentan, autónomas casi todas, deben tomar una decisión. En algunos casos, la mayoría, la decisión es impugnar. O introducir un voto rei-vindicativo. El Movimiento Giros lo hizo cuando llevo adelante La otra Campaña. En otros casos, se apunta al candidato que “mejor repre-senta los valores tradicionales de la izquierda”, en un guiño genérico a las opciones del campo popular.

Pero aquí no le estamos hablando a “la militancia”. Le hablamos a mu-chos que están más cerca o más lejos, pero están por ahí, y que cada vez que ven un cartel con cara sonriente y slogan, se preguntan “a quién votar, sin caer en el mal menor, ni en el conformismo y la pasi-vidad”. De esos, hay muchos. Están cerca y, muchas veces, buscan una respuesta en nuestro Movimiento.

Y tener ese lugar construido, implica también una gran responsabili-dad. Qué decir, qué no decir, importa y mucho. Por lo menos a noso-tros y a algunos muchos-pocos que con oído sincero, como nuestra palabra, nos escuchan y nos hablan.

Page 14: e-veinte-quince

Es así que creemos que brindar desde nuestro movimiento una visión sobre lo que pasa en nuestro país, en nuestra ciudad y en nuestra provincia es importante. Es el primer paso para no ser indiferentes. También es nuestra “prueba de amor”, para todos aquellos que creen en la realpolitk. Nuestra “concesión” para sentarnos a hablar, nosotros bajamos la bandera primero. Como debe, el que propone el dialogo.

Sería mucho más fácil para nosotros mantener-nos al margen, más en un año electoral. Decir que todo es lo mismo y que mejor “ni vayas” a votar porque para qué. No son pocos los que creen que la autonomía es una distancia pru-dente. El “ni esto ni lo otro”. Sería más fácil y más cómodo. Calladitos. Sin hablar si nadie pregunta y ahorrarnos las “críticas” de todos lados que, se lo aseguramos, van a venir.

Pero esa postura tiene en principio un problema. Que no la creemos. Y nuestra ética y la de los te-rritorios no nos lo permitirían. No nos permiti-rían decir algo que de verdad no creemos. Ya se lo dijimos: nosotros no especulamos. Decimos lo que creemos, lo que sentimos y ya. A otra cosa.

Nosotros en los territorios, sabemos que no es todo lo mismo. Que quien esté arriba, en el gobierno, no da lo mismo para los territorios. Y eso que nuestra experiencia no es muy buena en este sentido. Una ciudad gobernada hace 12 años por el Partido Socialista y la vimos muy dura en los territorios. Sin embargo sabemos, y esperamos, que el peor intendente desde la vuelta de la democracia, haya sido ya lo peor del socialismo. Y no haya uno más peor, esperamos.Pero esa misma experiencia negativa de tener un intendente absolutamente funcional al po-der privado, también nos muestra (desde el re-verso) que no todo es lo mismo.

No es lo mismo que cuando la policía (esa ran-cia cara descarada de la peor cara del estado) se lleva a compañeros presos sólo por eso, por ser compañeros, exista alguien de ese estado que ponga un límite. Y los compañeros salgan al rato. No es lo mismo. Para nosotros, acá, en los territorios.

También sabemos, y no nos dejamos llevar por ningún amague de la coyuntura, de que igual-mente la mayoría de las cosas se mantiene como están. Independientemente de quien este en el gobierno. El status quo suele ser lo que tienen en común los diferentes gobiernos, por mas diferentes que parezcan. Pero sí hay algo de esa cosa llamada estado que se modifica o que esos que se llaman gobernantes pueden administrar con algún grado de autonomía, eso sólo, por más pequeño que sea, vale la pena defenderlo. No ser indiferente. Porque muchas veces, en esas pequeñeces se nos va la vida a

nosotros acá, en los territorios. En esas cosas que definen allí arriba.

Por eso es que nuestra ética no nos permitiría decir cosas que no pen-samos, o que sabemos que no son así. Tal vez es más fácil decirlo para un burócrata que hace política desde algún oscuro cuarto de oficinas. En los territorios pasan otras cosas.

Y esas cosas que pasan en donde nosotros vivimos y construimos, son las que nos hacen decir lo que decimos. Son las que nos hacen decir que no todos los que gobiernan son los mismos, pero también nos deja ver las diferencias de cada cual. Y, fundamentalmente, los límites de todos.

Pero como somos más generosos que otros, aunque no comparta-mos su política y nos indignemos con sus límites (en el mejor de los casos) igual creemos que hay que hablar. Porque hay muchas cosas en juego. Nuestra vida, y las de muchos otros, por ejemplo.

Aquí estamos, para decir lo que nos parece. Lo que vemos en los terri-torios. Ofrecer nuestro prisma, que es todo lo que tenemos. Para que usted, si quiere, se asome a mirar.

Intentaremos aquí poner y proponer en palabras eso que sentimos cada vez que hay elecciones en nuestros territorios. Y eso que sen-timos cada vez que nos encontramos con esos que gobiernan o sus políticas, también acá en los territorios.

No vamos aquí a contarles las historias de los punteros, de las ran-cias estructuras partidarias, etc. Porque son las cosas que ya saben y no creemos que mucho aporten. Son esas algunas de las razones por las cuales decidimos dejar de delegar el poder y asumir el destino en nuestras manos, vamos a mostrarle en cambio otros aprendizajes, que conviven con estos. Algo que quizá nunca escuchó.

Luego de mucho debatir acá, llegamos a una conclusión.

Y estamos convencidos que en la medida que nosotros, los de acá abajo, no podamos presentarle a la sociedad toda un instrumento superador a las actuales formas de democracia representativa-dele-gativa, o sea los partidos, debemos tener una gran responsabilidad a la hora de referirnos a esos procesos que no(s) son ajenos. Y como no estamos de acuerdo con la teoría de la hecatombe, mejor dicho, odia-mos esa teoría que especula justamente con nosotros los de abajo, creemos que hay que tratar, en la medida de lo posible, de avanzar.

Decíamos antes que 2001 fue muchas cosas y entre otras una rebe-lión popular. Rebelión porque la rabia salía a las calles de a monto-nes y por todos lados; y popular porque lo hacía de diversos sectores. Pero de esa diversidad, de esa rebeldía múltiple no se logró cons-truir un instrumento político que pudiera sintetizarlas. Hacerlas confluir en una alternativa real de poder.

Quedaron sí, un sinfín de organizaciones y experiencias. Aprendiza-jes históricos de los cuales debemos seguir aprendiendo. Incluso este movimiento se reivindica como hijo de aquellos. Pero si algo no logra-mos y sí lograron otros fue encontrar una salida. Otro camino posible.

Creemos que hoy, 10 años después, los movimientos, más por errores propios que por virtud del enemigo, no tenemos esa alternativa, ese instrumento político superador para ofrecerle a la sociedad.

Page 15: e-veinte-quince

Hoy, marzo de 2011, en vísperas electorales, no hay ningún instrumento político para ejercer el poder del estado nacional que sea una supera-ción al kirchnerismo. Y por ende, debe continuar. Por ahora. Duele, y lamentamos decirlo, pero es así. Algunos dirán “pero hay otras opciones”. Es cierto, pero estamos hablando de un instru-mento político que gobierne un país. Las “otras opciones”, llámese Proyecto Sur entre otros, ni siquiera pueden posicionar a su líder principal como presidenciable y, además, su estructura organizativa es dudosa. Por ende, no puede con-siderarse un instrumento político, y no puede considerarse una opción inmediata. Ni siquie-ra un lugar desde donde acumular, porque no podemos poner esperanzas en un movimiento que se arma en base a “una persona” y que más allá de eso, no hay nada. Eso dejémoslo para los amigos del bipartidismo, no para las que se pre-tenden opciones realmente populares. También tenemos al flamante Frente Amplio Progresista, un intento por aglutinar dirigentes de distintas fuerzas que se reconocen como verdaderamen-te progresistas (como lo hacen todos, hasta Al-fonsin hijo), bajo la única experiencia de gestión realmente existente que pueda legitimarlos: Hermes Binner. No hace falta decir que todo lo que se construye desde arriba, se destruye des-de arriba, y eso se demostró a los pocos días de su presentación en sociedad. A esta potencial opción le caben los mismos reparos que con su aliado y ex aliado, Pino Solanas. Más líneas no podemos escribir, porque no hay mucho más. Y, se sabe, en política la transparencia no es la única condición para construir un instrumento político serio.

Duele, porque después de nada más y nada me-nos que diez años, podríamos tener aunque sea una discreta herramienta. Que no represente hoy una alternativa, pero que al menos sí con-fiemos que puede serlo en algunos años y exista una estrategia para ello. Pero no.

Por eso decimos que debemos tener responsa-bilidad. Llegamos a donde llegamos. Y debemos aportar a que no se retroceda. Y poder avanzar. Cada uno en sus territorios. Pero avanzar. Y si hay un marco de posibilidades mejor. Sabemos que Cristina Kirchner no va a hacer la revolución, ni mucho menos, pero hasta que no construyamos un instrumento que lo supere… que siga ella pues. No es muy complicado el razonamiento.

En la provincia de Santa Fe, más o menos lo mismo. No hay mucho más que dos opciones. El Frente para la Victoria o el Partido Socialista representan un no retroceder, con sus matices y grandes diferencias. Depende de usted cual le gusta más. Tampoco le vamos a decir qué hacer.Sólo queremos con esto dar un marco de refe-

rencia. Con experiencias concretas de la política del día a día en los territorios. Usted sabrá en quien confiar, si confía en alguno. Y si va a votar. Nosotros creemos que mejor que sigan estos y que no vuelvan los otros. Que en la nación no vuelvan los radicales neoliberales ni los peronistas ultra neoliberales (porque lo peronista siempre es una exageración). Que no vuelvan los Duhalde, los De la Rúa a la nación. Que no vuelvan los Reutemann a la provincia. Eso sería retroceder. ¿Se entiende?

Por ende, si va a votar, hágalo más o menos por alguna de las opcio-nes que representan un no retroceder.

Avanzar en un avance que seguramente no será el que quisiéramos y propondríamos, pero avance al fin. Y no estamos hablando aquí de la vieja dicotomía reforma-revolución. Sino de algo mucho más simple. Avanzar para no retroceder. Sin mezquindades políticas y asumiendo las contradicciones pero sin dejarse confundir. Nunca perder nuestro horizonte. Autónomo y revolucionario.

Como nuestra lucha no es contra gobiernos, entonces, no esta tan mal que sigan los que están ahora. Que en una relación dialéctica dan – damos marcos de posibilidad para que surjan determinadas nuevas cosas. Esos avances también dependen de nosotros.

¿

Nosotros desde la izquierda autónoma, donde nos reconocemos como movimientos, visualizamos un escenario global que hace más necesarias nuestras iniciativas, la de los movimientos, como reasegu-ro de construir un rumbo distinto para nuestros pueblos. Un rumbo que no es nacional sino regional. Latinoamericano. Creemos que hay modelos en disputa en nuestra América. Contradictorios, distintos entre sí de acuerdo a cada país. Pero disputa de modelos al fin. No asumir esos modelos en disputa en nuestra América es, al menos, peligroso. El silencio no es neutral, ya que como decimos siempre “la indiferencia es la meseta de la historia”.

Por el lado de Latinoamérica, también surgen con mayor claridad, al menos para el análisis, tres modelos en disputa: ALCA, UNASUR/MERCOSUR, ALBA. Proyectos estratégicos que explican los principales impactos en la producción y distribución de la riqueza, que tienen re-presentatividad territorial y, definitivamente, tienen claros ganadores y perdedores.

Insertar una perspectiva de proceso histórico, productos de correla-ciones de fuerzas de cual todos formamos parte, se vuelve central. Cambiar el prisma hacia un análisis en perspectiva histórica es la pro-puesta. Ir más allá de la simplificación kirchnerismo - anti kirchneris-mo es el desafío: encontrar formas de articular nuevos deseos, viejos anhelos y avances conseguidos.

Desde abajo, desde construcciones genuinas, desde las luchas au-tónomas que venimos sosteniendo desde hace años por la tierra en Rosario, creemos que hoy nuestras iniciativas asumen responsabilida-des distintas. Por eso nuestra propuesta. Por eso avanzar en concreto para no retroceder en la totalidad. Desde la autonomía pero yendo al encuentro. A producir espacios de acuerdo concretos para avances concretos. Con pluralidad. Marcando un rumbo. Con responsabilidad en las acciones y convicción en las iniciativas.

Hay que generar desborde. Para que ese (sano) desborde haga im-posible un retroceso. Que avancemos todos en nuestros territorios como forma de afianzar las conquistas logradas y discutir hacia de-

Page 16: e-veinte-quince

lante con ese piso.

¿Cómo hacerlo más allá más de la especulación macro política? Produciendo hechos políti-cos desde los movimientos autónomos que muestren cual es el rumbo más allá del que se fija desde arriba. Y que no son sólo expresiones de deseo o pliegos reivindicativos. Porque (y esto hay que saberlo) lo que se produce des-de arriba, se tumba desde arriba. Garantizar la participación popular de absolutamente todas las iniciativas de acá en más es el desafío y el rea-seguro de un futuro mejor.

La ordenanza del Ya Basta! donde sepultamos a barrios privados desde ahora y para siempre, creemos, fue una de esas formas. De compro-meterse con los tiempos que nos tocan vivir y actuar en consecuencia. Y de que ese sea un convite colectivo.

Porque estamos de algo muy convencidos, y porque además somos un poco tercos también: decimos que las condiciones para ciertas luchas y ciertos cambios pueden generarse. Y esto es fundamental. Es lo que une nuestras inicia-tivas, nuestra anti teoría de la hecatombe y nuestra idea de no retroceder en lo electoral.

Es un razonamiento bastante simple, pero vale la pena detenerse un poco y explicar. No todos lo que esto leen tienen los términos tan a mano.Nuestro movimiento no construye a partir del caos. De aumentar la “conflictividad social”, del cuanto peor mejor. De esa macabra teoría, tan cara para nuestra historia. Teoría que, muy bási-camente, dice que cuanto peor son las condicio-nes de vida de nuestro pueblo más posibilidades tenemos nosotros, los revolucionarios, de hacer nuestra revolución. De que si los trabajadores son mas explotados, mejor porque se van a or-ganizar contra el patrón. Que si los campesinos viven en peores condiciones más fácil van a ver la necesidad de una reforma agraria. Que si a “la gente” le sacan los ahorros del banco mejor por-que se van a dar cuenta que el sistema financie-ro es un robo en sí, y así podremos seguir toda la noche.

Esa misma teoría, que por sí a algún despreve-nido se le ocurre demasiado ilógica, no sólo se sigue aplicando en muchas prácticas políticas de hoy sino que en el pasado llevó al paroxismo de que organizaciones (o sus dirigentes) que se decían revolucionarias apoyaran golpes de esta-do bajo esta premisa.

Mal que nos pese, este razonamiento sigue en pie, en el trasfondo más oscuro de algunas orga-nizaciones, pero sigue en pie. Sino algunas cosas de las prácticas de hoy no se podrían explicar. Quizá sea el gran vicio de la izquierda tradicio-nal, que sigue costando erradicar de nuestras

prácticas.

Entonces, si acá no practicamos esos principios, y apostamos a generar condiciones pero dentro de la mejoría en las condiciones de vida de los territorios, se hace entendible la idea de “encon-trar formas de articular nuevos deseos, viejos anhelos y avances conseguidos”.

En suma, Giros cree que la lucha del SXXI es contra las corpora-ciones, por ende hay momentos que, en la medida que se pueda, los gobiernos deben ser “un aliado”. No fue nuestro caso, ya que todo lo que hicimos lo hicimos a pesar del gobierno o los gobier-nos de turno. Pero sabemos que el estado es una relación social. Es dual, contradictorio. Además, como no construimos a partir del “cuanto peor mejor”, sino que creemos en la capacidad de ge-nerar condiciones propias para la lucha, al no haber podido los de abajo generar una instrumento político propio se debe ase-gurar el no retroceder y poder así “encontrar formas de articular nuevos deseos, viejos anhelos y avances conseguidos”. Para las próximas elecciones a nivel nacional el no retroceso lo represen-ta la reelección de Cristina Kirchner y a nivel provincial lo pueden representar tanto Agustín Rossi (aun con las contradicciones mis-mas del peronismo en santa fe), como el candidato de socialismo Antonio Bonfatti (aun con un gobierno que no ha llevado adelan-te cambios profundos). Para la ciudad, por ser nuestro principal territorio y tener mayor incidencia, haremos un párrafo a aparte.

Listo, lo dijimos.

¿Contentos algunos, enojados otros? ¿Nos falta contundencia? ¿Nos tenemos que expresar más claramente y apoyar a un sólo candidato? Esto es lo que pensamos y lo que sentimos. Lo que vivimos en los territorios y que creemos justo comunicarle al resto. Nuestro humilde prisma que brindamos desinteresadamente y sin especulaciones. Son esos. Con sus dilemas, sus limites, sus alcances.

“Que boludos” nos dirán otros, “les van a decir que son kirchneristas y no metieron ni uno en “las listas” y no “les bajaron nada, están que-dando pegados al pedo”. Puede ser. Pero una de las principales ta-reas para crear o remodelar el nuevo instrumento político es que hay que cambiar primero la cultura política de la izquierda y su visión de la política. Por eso decimos esto sin esperar nada a cambio. Si alguien tiene algo mejor, que lo muestre.

Podemos enumerar un sinfín de críticas a las estructuras políticas y de poder que sustentan a estos candidatos. Los límites propios de estos instrumentos, pero lo creemos poco productivo. De eso nos encar-gamos a lo largo del año y por eso es que ustedes nos ven hablando con unos y no con otros. Acusando despiadadamente a algunos y reconociendo sinceramente a otros. Pero todos ustedes saben, que nuestra política, nuestra construcción va más allá de ese territorio que llamamos realpolitik. El cual creemos importante y por eso aposta-mos al diálogo, pero no creemos que hoy sea el esencial. Como de-cimos siempre, nuestra política está en otro lado, nuestra política es otra forma de vida.

Sin perjuicio de lo expuesto, dirían los abogados, la apuesta de nues-tro movimiento es apostar por la generación de un instrumento po-lítico propio de los territorios, de “los de abajo” le dicen otros. Un ins-trumento, le llamamos, porque no necesariamente es un partido sino un instrumento político que canalice, potencie y contenga a todas

Page 17: e-veinte-quince

aquellas expresiones que luchan por cambiar de plano la realidad. Por un proyecto radical y trans-formador.

Pero para que eso sea posible se necesita cons-truir, antes que la plataforma, una fuerza motor de enunciación y soporte de esos cambios. Que ya los prefigure ahora y que tenga la vocación de poder real para masificarlos. No importa su esca-la, sea nacional, provincial o municipal o global. La base para ello, sin duda existe. No hay pro-yecto radical de cambio que no se sustente en la vasta experiencia que desarrolló la izquierda autónoma a lo largo y ancho del país. Ese es el piso, pero hace falta algo más. Una estrategia. Y también, hay que reconocerlo, esa proyección política debe aprovechar ciertos debates que se abrieron “desde arriba”. Que abrió, para no hacernos los desentendidos, el Kirchnerismo. Que más allá de su intencionalidad, son avances que debemos valorar. Sin entrar en una enume-ración de medidas que creemos quedan cortas para expresar la idea que queremos ponderar. Si hay algo que signifique un avance concreto para los sectores populares y que realizó exclu-sivamente el Kirchnerismo, fue mostrar que exis-ten otros poderes. Y qué mejor para los que lu-chamos día a día con esos poderes que se instale esa discusión a nivel nacional y masivo, como sólo (hoy) un gobierno puede instalarlo.

Esto debemos aprovecharlo. Reconocerlo. Dejar de ser una izquierda llorona que acusa de que “los de arriba” nos roban las banderas y desa-rrollar estrategias propias que nos depositen de lleno como protagonistas. Ya Basta! de adjudi-carle a los gobiernos, nuestros propios errores e impotencias. Si “nos roban las banderas” es por-que nosotros no sabemos defenderlas. Porque el pueblo no nos conoce, no sabe que venimos luchando por esas causas hace muchos años. Porque no supimos - no pudimos generar nues-tros propios medios de comunicación, masivos. Porque no pudimos “colarnos” en los medios he-gemónicos con un discurso contrahegemónico. Dejemos de llorar y pongámonos a trabajar, a militar seriamente. Seamos nosotros quienes definamos las intencionalidades de instalar dis-cusiones, para que las banderas no se las que-den otros.

Sólo prefigurando proyectos transformadores de escala, que vayan más allá de las relaciones entre “compañeros de la militancia”, podremos construir un instrumento político capaz de dis-putar poder real.

Sólo reconociendo los avances sociales que se producen en nuestras sociedades y saliendo del micro-mundo militante podremos establecer un diálogo fecundo con nuestro pueblo.

En Rosario sucedió algo similar, pero con el partido Socialista. Si bien los sucesivos gobiernos municipales no se caracterizaron por instalar discusiones, ni siquiera con intenciones difusas (como es el caso del gobierno nacional), sí lograron conformar a un grueso de la sociedad. A veces con medidas “novedosas” para ser un municipio, otras veces instalando su capacidad de gestión y sobrellevando los cimbronazos que afectaron a todo un país en la miseria. Sin más, se adaptaron. Y adaptarse puede ser bueno o malo. Lo bueno, ya está dicho. Lo malo, la burocracia, el estancamiento, las desviaciones de la originalidad de un proyecto político. Pero eso no suele percibirse tan rápidamente. El socialismo no se “robó las banderas de lucha” como el kirchneris-mo. Simplemente, las llevó a un plano subterráneo, las reemplazó por otras banderas, más “digeribles”. Con el tiempo, los límites se vieron, al menos en algunos aspectos, como ser la complicidad del gobierno municipal con el poder privado. Sin embargo, la ciudad también se resignó a esta alternativa. “Si a nivel nacional no se pudo construir nada, menos se podrá aquí” dicen algunos que piensan que la ciudad es un adorno de la política verdadera. Un complemento. Un soporte de lo que pasa “allá”, en Buenos Aires.

Así los últimos 8 años de Gobierno Socialista en Rosario simplemente se recostaron en el poder privado, en la Fundación Libertad y en los frutos del agronegocio para dejar un gobierno absolutamente de-pendiente de estos grupos. Y si a eso le sumamos la tecnocracia que tomó al ejecutivo municipal y la falta de los cuadros históricos del socialismo, ocupados en su trabajo en Santa Fe, se completa el paisaje neoliberal que hoy vive la ciudad y el transformismo absoluto que sufrió el Partido Socialista en Rosario.

Es por eso que, si bien mantenemos la misma visión que con respecto a la provincia y en la ciudad, el no retroceder lo garantizan Mónica Fein y Héctor Cavallero (del PS y el FPV respectivamente), debemos hacer la salvedad del brusco cambio de rumbo que deberá hacer la intendenta en caso de ser elegida. Que debe traducirse no sólo en un gabinete digno sin tecnócratas, necios y corruptos (léase: que no que-de casi nadie del actual gabinete) sino también en efectos de demos-tración política que marquen la autonomía del ejecutivo con respecto a los grupos de presión que se sintetizan en la fundación libertad. Sino, todo seguirá como ahora y el retroceso será casi definitivo.

Nosotros estamos decididos a cambiar todo lo que deba ser cambia-do, empezando por aquí. Por la ciudad. Irradiando a otras ciudades, en todos sus territorios. Fundiéndonos con otros.

Hemos construido, con esfuerzo, una forma de entender el mundo y actuar en consecuencia. Aprendimos algo, y lo sintetizamos para que pueda verse. Vemos la realidad, la inmediata y proponemos una agenda política para transformarla: los 6 puntos para la ciudad futura.

“Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta; pero no convenceréis, porque convencer significa persuadir. Y

para persuadir necesitáis algo que os falta: razón y derecho en la lucha.”Unamuno

“Los 6 puntos para la Ciudad Futura son el resultado de una forma de entender el mundo y actuar en consecuencia. Es la síntesis de los aprendizajes que desde el territorio fuimos construyendo juntos con otros. Es la urgente necesidad de plantear una agenda política de avanzada para que la ciudad se parezca más a nuestros sueños”.

Page 18: e-veinte-quince

Así comienza la carta que escribimos a cada uno de los candidatos a gobernador, intendente, di-putados y concejales. Esta vez no se trata sólo de “dialogar” con otros, como ya lo hemos hecho. Se trata de una oferta por tiempo limitado. Se trata de nuestro sueño puesto en marcha. De lo que hicimos y lo que vamos a hacer, sin depen-der de la respuesta.

¿Por qué?

Después de tanta injusticia, pero también del crecimiento en la experiencia de un movimien-to que se hizo a sí mismo resistiendo el avance corporativo de los privados, lo que queda es de-mostrar que se puede hacer más explicito el mo-delo alternativo propuesto. Sin más, construirlo. Y mostrarlo.

Pero no vamos a confundir la construcción terri-torial con la desaparición del escenario público del poder. Para corregir este posible error, nues-tro movimiento decidió que la retirada significa la planificación de un nuevo despliegue territo-rial. Y como los territorios no son sólo un pedazo de tierra, ni un “barrio” en particular, hay muchos lugares para ir a mostrar la fortaleza de todo lo que se hizo en estos años. Más aún, de todo lo que se reflexionó. Y de lo que debemos construir. En 2009, cuando llevamos adelante La Otra Campaña, decíamos que el clima electoral es uno de los pocos momentos en que algunos deciden prestar atención a las discusiones que, más o menos, definen destinos para toda la po-blación. Eso no le da más “legitimidad” ni corrige los groseros errores de la política tradicional y sus límites durante todos estos años.

Pero sí nos abre la posibilidad de hacer lo que siempre intentamos con relativo éxito los últi-mos años. Generar, desde la autonomía, hechos políticos contundentes, visibles, que muestren que los movimientos sociales no son fenóme-nos, sino también alternativas. Que esa alterna-tiva se construye libre, como los territorios que las hacen nacer, y tienen el poder suficiente para hacerse realidad. Ser una victoria. Pequeña o grande. Pero victoria, en fin.

De eso se tratan los 6 Acuerdos que deben ser la base para una revolución en las ciudades lati-noamericanas. Y del planeta, porque no.

Cada paso que da un movimiento en su territo-rio, vale por miles de pasos de esos que dan en la construcción de frentes electorales las fuerzas políticas existentes. De eso somos consientes hace años.

Este principio nos permitió soñar, y cumplir lue-go el sueño, de dar muerte a los barrios priva-dos, apoyándonos en un territorio que se nos hacía cuesta arriba: el poder legislativo. Allí fui-

mos, al encuentro. No tuvimos que construir un “programa” forzado desde el cual pensar todo lo que hacemos. Ni tuvimos que recurrir a su hermano menor: el pliego reivindicativo. Ambos dos, pasan una crisis de significado y de realidad. Sólo fuimos con un análisis concreto de una situación concreta, cons-truimos una propuesta, y fuimos a buscar que otros la legitimaran en el ámbito institucional que se ocupa de los asuntos de todos. Fuimos, como dijimos mil veces, sin especular.

Construimos propuestas. De eso se trata. De la capacidad de superar la reivindicación, el mero deseo, y hacerlo posible.

Pero también existe una diferencia fundamental entre lo que los te-rritorios entienden por “Propuestas” a lo que un candidato puede en-tender como tal.

Las nuestras llevan el nombre de Propuestas, sólo para que puedan ajustarse al tan racionalista lenguaje electoral. Para nosotros el nom-bre real es Utopía. Cada quien tiene la suya. Si, señores lectores, sim-patizantes, adversarios, enemigos, amigos, compañeros, y más. Todos tienen su utopía. Y es hora de comenzar a contrastarlas. Cargill la tie-ne, Monsanto también, al igual que Clarín, y la Fundación Libertad o Rosental. Es momento de que cada candidato/proyecto, muestre cuál es la suya.

" Yo creo que todavía no es demasiado tarde para construir una utopía que nos permita compartir la tierra.”

García Marquéz

Hay una situación, señor/ra, que el mundo está viviendo. Y eso que pasa allá, pasa también acá. Por eso creemos que usted tiene algo que decir y fundamentalmente que hacer.

Usted nos conoce. Y esto que venimos a decirle debe tomarlo casi como una oferta por tiempo limitado. Esto que venimos a decirle es lo que vamos a hacer. Podemos hacerlo con usted, si tiene la voluntad política, y también podemos hacerlo solos. Tenemos la gente, las ar-mas (las nuestras), el territorio y por sobre todas las cosas la firme con-vicción de cómo dice Fidel “cambiar todo lo que deba ser cambiado”. Y a todo estamos dispuestos. Porque cada día que pasa donde alguien se adueña de un pedazo de tierra, donde alguna decisión pública la toma un privado, se lleva consigo también un pedazo de nuestras vi-das. Y porque ya no hay más tiempo.

Tenemos la suficiente racionalidad y pragmatismo como para haber hecho aprobar la histórica ordenanza del Ya Basta! en el concejo mu-nicipal. Pero también tenemos la suficiente imaginación para pensar y hacer un mundo distinto. “Un mapamundi que no contenga Utopía no vale la pena mirarlo siquiera” decía Oscar Wilde y de eso se trata un poco todo esto.

Hay quienes dicen que en el mundo se está desatando una guerra. Y que esa guerra estalla a cada momento y en cualquier lugar. Esa gue-rra tiene una particularidad que la hace distinta a las anteriores: los bandos en pugna tienen algo en común, comparten el territorio. La lucha entonces es por reconfigurar ese territorio. Destruirlo y volverlo a construir, pero con otras lógicas.

Corporaciones (con distintas relaciones con los gobiernos) arrasan-do territorios con el único fin de que dejen de ser lo que son y se

Page 19: e-veinte-quince

conviertan en otra cosa. Soja en un caso. Barrios privados en otros. Centros comerciales o bases militares. Y siempre “los otros” que resisten por no ser avasallados.

Y a eso nos dedicamos nosotros acá con relativo éxito todo este tiempo. A defender el territorio que es lo único que tenemos lo que no tenemos ni queremos nada. Pero creemos ahora que hay que ir por más. Salir a la batalla distintos porque el tiempo juega a fa-vor del enemigo. Por eso dos decisiones hemos tomado en nuestro VI Congreso:

-. Empezar a construir nuestra utopía, Ciudad Futura de carne y hueso, y por eso declaramos insurgente a nuestro territorio madre.

-. Salir a proponer una agenda política a la altura de esa utopía, porque creemos que es momento de contrastar utopías. Todos las tienen, es hora de mostrarlas.

Por eso los 6 puntos de acuerdo para la Ciudad Futura. Por eso empezar a contrastar nuestra utopía, que es seguramente la de muchos, con la utopía de ellos. La de Monsanto que se basa en la creencia que la naturaleza puede ser mani-pulada al antojo del hombre y del capital inde-finidamente, con la utopía de Clarín que piensa pensar por nosotros, con la utopía de Rosental que cree que hay un “uno” dueño del suelo que pisamos “todos”.

Por eso esperamos que en cuanto a usted de-penda, cumpla o haga cumplir estos acuerdos que esperamos poder celebrar.

Porque si bien tenemos modos de construcción distintos y varias diferencias, y eso usted tam-bién lo sabe, creemos que podemos construir algunas políticas para enfrentar a nuestro ene-migo común: las corporaciones privadas que controlan lo público.

Ese es por lo menos nuestro deseo sincero. Por-que no es lo que somos, sino a donde vamos.

Desde Territorio Insurgente.Movimiento Giros, sembrando rebeldías y espe-ranzas. Hacia la Ciudad Futura(Fin de la carta)

“El problema no es / si te buscas o no más problemas / El problema no es de quien vino y se fue o viceversa / El problema no queda en la gloria / ni

en que falten tesón y sudor. / El problema vital es el alma / El problema es de resurrección / El problema señor / será siempre sembrar amor”.

Silvio Rodríguez

El problema no es si el glifosato contamina (aunque lo haga): el problema es compartir la utopía de Monsanto y de Cargill.

Esa utopía que cree que la naturaleza, la tierra y las semillas pueden ser manipuladas por el hombre y el capital indefinidamente por el mero lucro. Un mundo donde un solo grupo reparte a lo largo y an-cho del planeta las semillas y los fertilizantes, dice cómo y qué sem-brar para que otro lo haga y ellos lo compren y vendan. Es decir, ellos ponen todo menos la tierra el trabajo y el riesgo. Y así están al prin-cipio y al final de la cadena y poniendo las reglas de juego mientras destruyen para siempre la tierra, que es una y no hay ya otra más que arruinar.

Un mundo donde los que ganan son siempre los mismos, y no so-mos nosotros. En la utopía de Monsanto y Cargill no gana nadie, sino Monsanto y Cargill. Todos quedamos afuera de ese mundo, incluso los que piensan que son parte.

El problema no que Clarín mienta (aunque lo haga): el problema es compartir la utopía de Clarín.

Esa utopía que no sólo piensa pensar por nosotros, sino que quie-re construir una democracia basada en el imperio de su propia pre-potencia. Pretende controlar la circulación de todo discurso sobre la vida en nuestro país al punto de considerar cargo menor la presiden-cia del mismo. El mudo donde la posibilidad de la palabra tiene precio y condición.

Un mundo donde los que ganan son siempre los mismos, y no somos nosotros. En la utopía de Clarín no gana nadie, sino Clarín .Todos quedamos afuera de ese mundo, incluso los que piensan que son parte.

El problema no es que no hay crédito para vivienda (aunque no haya): el problema es compartir la utopía de Rosental.

Esa utopía basada en la concentración de la tierra, en el derecho in-constitucional de cerrar parte de una ciudad y en la acumulación es-peculativa de suelo para comerciar en la bolsa. El problema es creer que el urbanismo es un negocio (y que el gobierno de turno acompa-ñe) y actuar en consecuencia. La utopía de Rosental y todos lo que es-peculan con el suelo duerme tranquila confiando en que nadie nunca va a preguntarse ¿de qué uno es el suelo que pisamos todos? Sin esa tranquilidad no podrían abrir paso a su utopía día tras día moldeando la ciudad a su imagen y semejanza. Una ciudad que toma la forma de su nueva aristocracia mientras nos expulsa a todos de ella.

Un mundo donde los que ganan son siempre los mismos, y no somos nosotros. En la utopía de Rosental no gana nadie, sino Rosental .Todos quedamos afuera de ese mundo, incluso los que piensan que son parte.

Ningún proyecto de territorio, es decir, de País, de Provincia o de Ciu-dad puede confiar de estas utopías. Mucho menos estar basada en

Page 20: e-veinte-quince

ellas. No puede tampoco intentar siquiera amol-darse a ellas.

A estas utopías, parafraseando al Che, “ni tanti-to nada”. ¿Por qué? Simplemente porque lo que está en juego no es solamente nuestra propia vida, sino las condiciones mismas de posibilidad de la vida.

Porque cualquier utopía necesita un espacio físico de realización. Y por eso la guerra que se desata. “Si las guerras ahora no se conforman con conquistar un territorio y recibir tributo de la fuerza vencida. De manera simultánea a la destrucción y el despoblamiento, se opera la reconstrucción de ese territorio y el reordena-miento de su tejido social, pero ahora con otra lógica, otro método, otros actores, otro objetivo. En suma: las guerras imponen una nueva geo-grafía”. Dice el sub comandante Marcos. Y por eso el EZLN hace lo que hace y de la manera que lo hace.

Es nuestro deber pues, y el de muchos otros, no sólo atacar estas utopías, mostrar su verdadera carácter sino construir la nuestra propia. Mos-trar que es posible otro modelo. Y hacerlo aquí y ahora. En este espacio y en este tiempo.

Dicen que Cargill a la hora de pensar y diseñar sus estrategias de mercado, dónde cómo y con qué seguir expandiéndose, utiliza un mapa físi-co del mundo. Es decir, un planisferio donde no existen fronteras, países o estados. Solo mares, ríos, montañas y llanuras. Y en base a eso, sin importarle lo que “realmente” hay allí, inicia su avanzada. Luego verá como se llama esa ciudad, ese país y que tipo de gobierno opera. Es secun-dario. Porque si hay que desviar un río o ensan-charlo, lo hace. Si hay que operar entre fronteras, se hace. Y si hay que llevar un tipo de cultivo a un lugar que nunca supo de eso, porque tiene las vías de acceso que abaraten los costos de traslado, también se hará. Va e impone el cultivo. Casos sobran, y de hecho en nuestra provincia un ex gobernador puso en sus sueños la utopía de Cargill cuando dijo “el Paraná es una ruta, hay que convertirlo en una autopista”. De eso se tra-tan las utopías.

Es por ello que hoy, la lucha no se centra exclu-sivamente en el estado nacional sino que cada territorio es susceptible de ser trasformado. Para bien, o para mal. Eso depende de qué utopía la trasforme.

Dicen que las ciudades toman la forma del de-sierto al que se oponen, es momento entonces de contrastar esas Utopías. Quien las tenga que las muestre. Quien quiera oír, que oiga.

Eso son los 6 puntos para la Ciudad Futura.

Aquí solo se incluye el espíritu de estos 6 puntos para la ciudad fu-tura. Desde el punto 0, el comienzo de una revolución urbana, hasta el punto 6. Las ideas que guían un nuevo paradigma para pensar la construcción de otra sociedad. Un nuevo prisma desde donde mirar la política como transformación del mundo. Las propuestas que los componen y materializan, por cuestiones de extensión, pueden en-contrarse en www.ciudadfragmentada.com.ar

Desde el Movimiento Giros estamos convencidos que existen 6 pun-tos que hay que empezar a construir, a pensar y a debatir para un futuro mejor para nuestro pueblo:

Creemos que hay que Recuperar el Poder Público ante las corporacio-nes privadas para comenzar;

Que tenemos que reclamar nuestro Derecho al Territorio al Poder y al Gobierno para decidir;

Que debemos construir un nuevo paradigma donde la Seguridad Te-rritorial y no la propiedad, brinde las condiciones para la vida digna;Que podemos reemplazar el modo de vida basado en el consumismo para apostar por el Buen Vivir para las mayorías;

Que exigimos Libertad de Movimiento, de Acción y Pensamiento para el desarrollo humano;

Que proponemos la Autonomía Alimentaria para terminar con el hambre y desarrollar un consumo sano, justo y responsable.

Para recuperar la utopía

Contra la gestión técnica administrativa, concepción que, además de ser atemporal, no cumple, efectivamente, con el deber de gobernar ni resuelve los problemas fundamentales de la sociedad actual. Los estados son parte del botín que pretenden las corporaciones, por lo tanto, debe tomar y proponer métodos de lucha junto a las socieda-des civiles. Debe establecerse a si mismo nuevos objetivos (nuevas secretarías, áreas y dependencias, una nueva forma de organización) para hacer cumplir las responsabilidades que otros estados o corpo-raciones no cumplen.

Lejos de desestimarlo, el estado municipal es quien primero debe asumir la responsabilidad de hacer cumplir responsabilidades. Es quien tiene los problemas más concretos. Convive con ellos, en el mismo territorio que gobierna.

Por ende, debe asumir todas las responsabilidades de la vida urbana y rural que lo componen. En cuanto a él depende y de lo que no de-penda también.

Plantear la recuperación del poder público es contestar la pregunta acerca de dónde está el poder. Es la urgente necesidad de desnatu-ralizar las actuales relaciones y realidades más injustas que nos to-

Page 21: e-veinte-quince

can vivir. Es poner en cuestión la legitimidad de las corporaciones económicas como principal agente de nuestras vidas. Es ponerle límites, frenos, o directamente darle muerte a la perma-nente conquista y destrucción del territorio por parte de las corporaciones. Es terminar con los lobbys y sus “fundaciones”. Es rescatar el rol del estado en las esferas cada vez más invadidas por los monopolios y que, casualmente, son donde se juegan nuestros derechos básicos. La tierra, la vivienda, el agua, la salud, la comunicación.

Es discutir la indiscutible idea de que una ciu-dad, una provincia, un país, un territorio, debe ser “competitiva y atraer inversiones” para crecer. Y que de esas inversiones dependemos todos. Es, en definitiva, plantear los interrogantes de un modelo distinto y sugerir caminos a recorrer. En la Ciudad Futura lo público siempre está primero y no se negocia jamás, aunque la oferta sea ten-tadora para los pragmáticos.

“No hay poder privado”, dicen en la Ciudad Fu-tura, “que pueda más que un territorio organi-zado”.

Para consolidar a la política como asunto de to-dos y para terminar con la idea de que, como dice nuestra constitución nacional “el pueblo no gobierna, ni delibera sino a través de sus repre-sentantes”. Para construir una democracia real que garantice los derechos de todos.

Es el territorio como bien común contra la idea de la tierra como mercancía y la crítica al modelo de “participación ciudadana” donde los consen-sos se limitan a lo administrativo y las verdade-ras decisiones son impuestas por las corporacio-nes que gobiernan la ciudad.

Pensar al territorio como derecho nos lleva di-rectamente a la idea de tener voz y voto en el destino de ese territorio y su posibilidad de ejercer un poder distinto que lo gobierne, que lo preserve, lo cuide y lo proteja. En la Ciudad Futura la tierra es de todos y no existe un uno que decida por nosotros.

Es, no sólo cambiar el orden de las prioridades, sino también interrogarse acerca del “cómo” hay que hacer lo que hay que hacer.

Preguntan los que debaten en la Ciudad Futu-ra como hacían antes que nadie les pregunta-ba nada y hacían por ellos. Dicen también, que nunca vieron a tantos hombres y mujeres ha-ciendo tanto.

Como uno de los núcleos duros de nuestro pensamiento, la Seguri-dad Territorial es un giro copernicano que interpela de lleno no sólo el modo de vida actual sino fundamentalmente la base misma de la sociedad capitalista. Al mismo tiempo plantea alternativas que vayan en camino de construir ese nuevo paradigma y que, fundamental-mente, pueden ser aplicadas en el marco del sistema actual.

¿Qué es lo que les da seguridad hoy a las personas? O, mejor aún, ¿qué es lo que las personas piensan que les da seguridad? Décadas atrás, una fuerza bruta llamada liberalismo trajo consigo el lema que rezaba que la propiedad era la fuente de toda seguridad. Hoy, la pri-vatización de la vida en su totalidad, y la concepción de que todo ciu-dadano es un cliente potencial termina por cerrar la utopía de esta forma de pensamiento y dominación de territorios. El mundo globali-zado no es más que un montón de partes que rezan un “sálvese quien pueda”. “Quien pueda” debe ser propietario, “quien pueda” tiene sa-lud, “quien pueda” tiene educación.Para nosotros, la seguridad no es eso. Lo que nos brinda seguridad a los hombres y mujeres es la construcción colectiva de un territorio co-mún. La palabra seguridad debe ser sinónimo de cercanía, confianza, solidaridad, cooperación. La seguridad territorial es una nueva insti-tucionalidad donde hacer pié para la reconstrucción del tejido social desde una perspectiva emancipadora.

Hay quienes aseguran que ya no recuerdan, en la Ciudad Futura, como era eso de que cada uno vale por lo que tiene.

Plantear la necesidad del Buen Vivir como paradigma responde al agotamiento de un modo de vida basado en el consumo como pilar fundamental. Una práctica que lejos de satisfacer necesidad se volvió en nuestras sociedades un fin en sí mismo. El consumo por el consu-mo no sólo no es sustentable y mucho menos accesible para todos, sino que implica un mundo sin objetivo, sin sentido. Y una propuesta de vida acorde a ese sinsentido. La mega producción de productos para el consumo a ultranza, agota la capacidad del planeta, y demues-tra que el crecimiento por el crecimiento de la economía, es inviable.Las preguntas por el buen vivir apuntan de lleno al “sentido de la vida” y el “desarrollo y el crecimiento”. ¿Una ciudad necesita o puede cre-cer continuamente? ¿No debemos interpelarnos acerca de qué que-remos de nuestros territorios? Mejores, seguro. Más dignos también. ¿Pero más y más grandes? ¿Ciudades de cientos de millones de per-sonas y pueblos vacíos? ¿Un país centralizado en dos o tres megaló-polis del poder? ¿Vale la pena vivir en un mundo así? ¿En qué mundo queremos vivir? es la pregunta colectiva a la que invita el buen vivir.

Dicen que quienes viven en la Ciudad Futura solo saben de encon-trarse y compartir lo que cada uno tiene. Dicen también, que nadie vio seres con tanta riqueza.

Exigir libertad y construirla es la tarea permanente del hombre en la historia. La ciudad, el mundo actual que fragmenta y excluye impide cada vez más el encontrarse, compartir y reconocerse en el otro. La

Page 22: e-veinte-quince

segregación territorial mediante la expulsión y el desalojo y la movilidad y planificación “centri-ficada”, la persecución al distinto y la privatiza-ción de la comunicación y la libre circulación de la información son los pilares de actual estado de cosas y el reaseguro del statu quo.Construir una Ciudad Futura múltiple, plural, conectada y sin persecuciones de ningún tipo, donde la información y el conocimiento fluyan y sean parte constitutiva de las nuevas subjeti-vidades, donde el desarrollo humano se basa en la solidaridad y la colectividad, en lo múltiple, es el desafío.

Afirman los que duermen en la Ciudad Futura que al día siguiente no habrá hombre y mujer que llegué y no sea bien recibido.

Romper con la antinomia campo-ciudad, con el rol pasivo y consumista de la ciudad, y desmi-tificar la incapacidad de la ciudad de producir alimentos, es la apuesta de la Ciudad Futura. El perverso modelo del agronegocio basado en el monopolio de las grandes corporaciones del transgénico y la centralización en pocas manos de la cadena productiva, genera un campo sin campesinos y pocos, malos y costosos alimentos para la ciudad. El esquema global del alimento como mercancía es tal vez la batalla más estra-tégica que debemos asumir. Desde la Ciudad Futura proponemos una alianza comprometida entre la ciudad y los movimientos campesinos que sumado a la función social de la tierra urba-na y el área metropolitana para producir alimen-tos, puede acabar con el hambre en las ciuda-des y fortalecer a las comunidades campesinas en su heroica lucha por no ser arrasadas por las corporaciones y junto con ellas las posibilidades mismas de la vida en la tierra.

Dicen que en la Ciudad Futura no habrá quien no tenga un pedazo de tierra para producir y alimentarse rico, y que el hambre será un mal recuerdo pero siempre presente para seguir trabajando.

Page 23: e-veinte-quince
Page 24: e-veinte-quince