driver_fe_periferia_08.pdf

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www.menonitas.org 1 © 1997 Juan Driver y Ediciones Semilla, Cd. Guatemala,Guatemala. ISBN 84-89389-08-X http://www.semilla.org.gt/espanol/ediciones/edic.html Capítulo 8 Francisco de Asís y los Hermanos menores Juan Driver, La fe en la periferia de la historia: Una historia del pueblo cristiano desde la perspectiva de los movimientos de restauración y reforma radical «La regla y vida de estos hermanos es esta: vivir en obediencia, en castidad, y sin poseer nada suyo, y seguir las enseñanzas y las pisa- das de nuestro Señor Jesucristo, que dice: Si quieres ser perfecto, ve y vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven sígueme.» (Regla primitiva, 1, 1- 2). 1 «El Señor dice: «He aquí, os envío como a ovejas en medio de lobos; sed pues prudentes como serpientes y sencillos como palomas». Por lo tanto, todo hermano que, por inspiración divina, desea marcharse a los sarracenos u otros que no son creyentes, debe irse con el permiso de su ministro y hermano. … Y en cuanto a los hermanos que se marchan, ellos pueden vivir espiritualmente entre los sarrace- nos y no creyentes de dos maneras. Una mane- ra es no entrar en discusiones ni contiendas, si- no sujetarse a toda criatura humana por amor a Dios, reconociendo que son cristianos. Otra manera es proclamar la palabra de Dios cuan- do ven que le place al Señor. … Y todos los hermanos, dondequiera que estén, deben re- cordar que ellos se dieron a sí mismos y han entregado sus cuerpos para el Señor Jesucristo. Y por amor a Él, ellos deben hacerse vulnera- bles delante de sus enemigos, tanto los que son visibles como los invisibles, porque el Señor di- ce: «El que pierde su vida por mi causa, la sal- vará para vida eterna».» (Regla primitiva, XVI, 1-3, S-7a, 10-11) 2 «Altísimo, omnipotente, buen Señor, Tuyos son la alabanza, la gloria, el honor y to- da bendición: A ti solo te corresponden, 1 Regis J. Armstrong, y Ignatius C. Brady: Francis and Clare: The Complete Works, Nueva York, Paulist, 1982, p. 109. 2 Ibíd., pp. 121-122. Y ningún hombre es digno de nombrar tu nombre. Alabado seas, mi Señor, con todas tus criaturas, Especialmente el señor hermano sol, Que es el día y por medio del cual Tú nos das la luz. Y él es bello y radiante con gran esplendor; Y lleva tu semejanza, oh Altísimo. Alabado seas, mi Señor, por medio de la her- mana luna y las estrellas; En el cielo Tú las formaste, claras, preciosas y bellas. Alabado seas, mi Señor, por medio del herma- no viento, Y por medio del cielo, nublado y claro, con to- da clase de tiempo, Por medio de las cuales, Tú, a tus criaturas, das sustento. Alabado seas, mi Señor, por medio de la her- mana agua, Que es muy útil y humilde y preciosa y pura. Alabado seas, mi Señor, por medio del herma- no fuego, Por el cual alumbras la noche, Y él es bello y juguetón y robusto y fuerte. Alabado seas, mi Señor, por medio de nuestra hermana madre tierra, La que nos sustenta y nos gobierna, Y produce diversos frutos con flores coloreadas y hierbas. Alabado seas, mi Señor, Por medio de aquellos que perdonan por el amor tuyo, Y sostienen en la enfermedad y en la tribula- ción. Bienaventurados aquellos que permanecen en la paz, Pues por Ti, Altísimo, serán coronados. Alabado seas, mi Señor, Por medio de nuestra hermana la muerte cor- poral, De la cual ningún hombre viviente podrá esca- par.

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  • www.menonitas.org 1

    1997 Juan Driver y Ediciones Semilla, Cd. Guatemala,Guatemala. ISBN 84-89389-08-X http://www.semilla.org.gt/espanol/ediciones/edic.html

    Captulo 8

    Francisco de Ass y los Hermanos menores Juan Driver, La fe en la periferia de la historia:

    Una historia del pueblo cristiano desde la perspectiva de los movimientos de restauracin y reforma radical

    La regla y vida de estos hermanos es esta: vivir en obediencia, en castidad, y sin poseer nada suyo, y seguir las enseanzas y las pisa-das de nuestro Seor Jesucristo, que dice: Si quieres ser perfecto, ve y vende todo lo que tienes y dselo a los pobres, y tendrs tesoro en el cielo; y ven sgueme. (Regla primitiva, 1, 1-2).1

    El Seor dice: He aqu, os envo como a ovejas en medio de lobos; sed pues prudentes como serpientes y sencillos como palomas. Por lo tanto, todo hermano que, por inspiracin divina, desea marcharse a los sarracenos u otros que no son creyentes, debe irse con el permiso de su ministro y hermano. Y en cuanto a los hermanos que se marchan, ellos pueden vivir espiritualmente entre los sarrace-nos y no creyentes de dos maneras. Una mane-ra es no entrar en discusiones ni contiendas, si-no sujetarse a toda criatura humana por amor a Dios, reconociendo que son cristianos. Otra manera es proclamar la palabra de Dios cuan-do ven que le place al Seor. Y todos los hermanos, dondequiera que estn, deben re-cordar que ellos se dieron a s mismos y han entregado sus cuerpos para el Seor Jesucristo. Y por amor a l, ellos deben hacerse vulnera-bles delante de sus enemigos, tanto los que son visibles como los invisibles, porque el Seor di-ce: El que pierde su vida por mi causa, la sal-var para vida eterna. (Regla primitiva, XVI, 1-3, S-7a, 10-11)2

    Altsimo, omnipotente, buen Seor, Tuyos son la alabanza, la gloria, el honor y to-

    da bendicin: A ti solo te corresponden,

    1 Regis J. Armstrong, y Ignatius C. Brady: Francis and

    Clare: The Complete Works, Nueva York, Paulist, 1982, p. 109.

    2 Ibd., pp. 121-122.

    Y ningn hombre es digno de nombrar tu nombre.

    Alabado seas, mi Seor, con todas tus criaturas, Especialmente el seor hermano sol, Que es el da y por medio del cual T nos das

    la luz. Y l es bello y radiante con gran esplendor; Y lleva tu semejanza, oh Altsimo. Alabado seas, mi Seor, por medio de la her-

    mana luna y las estrellas; En el cielo T las formaste, claras, preciosas y

    bellas. Alabado seas, mi Seor, por medio del herma-

    no viento, Y por medio del cielo, nublado y claro, con to-

    da clase de tiempo, Por medio de las cuales, T, a tus criaturas, das

    sustento. Alabado seas, mi Seor, por medio de la her-

    mana agua, Que es muy til y humilde y preciosa y pura. Alabado seas, mi Seor, por medio del herma-

    no fuego, Por el cual alumbras la noche, Y l es bello y juguetn y robusto y fuerte. Alabado seas, mi Seor, por medio de nuestra

    hermana madre tierra, La que nos sustenta y nos gobierna, Y produce diversos frutos con flores coloreadas

    y hierbas. Alabado seas, mi Seor, Por medio de aquellos que perdonan por el

    amor tuyo, Y sostienen en la enfermedad y en la tribula-

    cin. Bienaventurados aquellos que permanecen en

    la paz, Pues por Ti, Altsimo, sern coronados. Alabado seas, mi Seor, Por medio de nuestra hermana la muerte cor-

    poral, De la cual ningn hombre viviente podr esca-

    par.

  • 2 Francisco de Ass y los Hermanos menores

    Ay de aquellos que mueren en el pecado mor-tal,

    Bienaventurados aquellos que la muerte halla en Tu santsima voluntad,

    Pues la segunda muerte no les har mal. Alabad y bendecid a mi Seor y dadle gracias, y servidle con gran humildad. (Cntico al her-

    mano sol)3

    Francisco de Ass y los Hermanos me-nores

    Francisco de Ass (1181-1226) naci con el nombre de Giovanni Bernardone en el pueblo de Ass, situado a unos cien kilmetros al norte de Roma en la parte central de Italia. Era hijo de un rico comerciante de telas y dedic los primeros aos de su juventud al trabajo de su padre. En su juventud era conocido por su gusto a la vida y su rebelda juvenil. A los veinte aos de edad fue re-clutado para defender los intereses de su pueblo natal contra las ambiciones comerciales de la ciu-dad vecina, Perugia. En este conflicto Francisco fue hecho prisionero y permaneci encarcelado durante varios meses, probablemente meditando sobre los caballeros guerreros, los conflictos inter-vecinales entre los pueblos, y sus amargadas vc-timas. Al regresar enfermo a su casa, experiment una creciente crisis personal que le llev finalmen-te a dedicarse a la oracin y a una vida ambulante de solidaridad y de servicio hacia los pobres.

    En una visita a Roma, fue profundamente conmovido por la condicin de los mendigos ante las gradas de San Pedro. Intercambi su vestimen-ta con uno de ellos y pas el da en su lugar pi-diendo limosnas. Se dedic al servicio itinerante, sirviendo especialmente a los leprosos y en la re-construccin de la iglesia de San Damin, cerca de Ass, que estaba en ruinas. Deca, Cuando estaba an en mis pecados, me pareca demasiado amar-go mirar a los leprosos, pero el mismo Seor me condujo entre ellos, y sent compasin de ellos. Cuando los dej, lo que antes me pareciera amar-go habaseme tornado dulce y fcil.4 Luego de utilizar el beneficio obtenido, de la venta de telas pertenecientes a su padre, para sus obras de bene-ficencia, Francisco fue desheredado por su padre.

    3 Ibd., pp. 38-39. Este cntico aparece en versin italiana

    en Leonardo Boff: Saint Francis: A Model for Human Li-beration, Nueva York, Crossroad, 1990, pp. 4344.

    4 Ibd. , p. 154.

    Francisco pas los prximos cuatro aos va-gando por Ass y sus alrededores, ministrando a los menesterosos y restaurando iglesias en ruinas. Entre stas estaba su favorita, la Porcincula, si-tuada en las afueras de su pueblo. Fue all que un domingo oy las palabras de Cristo a sus apsto-les, Yendo, predicad, diciendo: el reino de los cie-los se ha acercado. Sanad enfermos, limpiad lepro-sos de gracia recibisteis, dad de gracia. No os proveis de oro, ni plata, ni cobre en vuestros cin-tos (Mateo 10:7-14). El mensaje fue el mismo que unos treinta aos antes haba conmovido a Pedro Valdo, el rico comerciante de Lyon, en el sur de Francia.

    Francisco no tard en poner esta visin en prctica. El Altsimo me revel que yo deba vivir segn el modelo del santo evangelio.5 Se deshizo de su bastn y sus zapatos. Se puso una larga t-nica oscura con un cinto de cordn, asumi una pobreza apostlica, y se dedic a la evangelizacin itinerante. Dentro de poco tiempo se encontraba rodeado de una banda de hombres con una voca-cin similar.

    Para ordenar la vida de este grupo, Francisco redact una regla primitiva, basada principalmen-te en textos tomados de los Evangelios que inclua las exhortaciones de Jess. Con esta base, y acom-paado de una docena de sus compaeros, acudi a Inocencio III, por el ao 1209-10, para solicitar el reconocimiento papal, mismo que les fue otorga-do. Esta nueva asociacin se llamaba originalmen-te los penitentes de Ass. Ms tarde seran llama-dos por Francisco, los Hermanos menores, o Humildes.

    Los Hermanos menores eran una asociacin de imitadores de Cristo, unidos por el amor y el compromiso en la prctica de la pobreza. Iban de dos en dos, predicando el arrepentimiento, can-tando, colaborando en las tareas de los campesi-nos y labradores aldeanos, y cuidando a los lepro-sos y dems menesterosos. Los que no conocen un oficio, que aprendan uno, pero no con el pro-psito de recibir el precio de su trabajo, sino para dar un buen ejemplo y huir de la pereza. Y cuando no se nos d el precio de nuestro trabajo, recurra-

    5 Citado en Williston Walker: Historia de la Iglesia cristia-

    na, Kansas City, MO, Casa Nazarena de Publicaciones, 1991 (1." ed., 1957), p. 258.

  • www.menonitas.org 3

    mos a la mesa del Seor, mendigando nuestro pan de puerta en puerta.6

    En medio de una cristiandad en que la salva-cin se haba objetivizado en los sacramentos y donde stos se haban separado efectivamente de la realidad salvfica de relaciones restauradas en-tre los seres humanos, al igual que con Dios, la percepcin espiritual de Francisco fue notable. En su prctica de compartir su pan con los hambrien-tos pudo reconocer la presencia misericordiosa del Seor (el sacramento de la mesa del Seor) en medio del pueblo cristiano.

    Francisco de Ass vivi en medio de una socie-dad que luchaba por salir del dominio feudal opresivo, y al mismo tiempo estaba cayendo en manos del naciente mercantilismo capitalista. Ex-periment en carne propia los males de una socie-dad guerrera y materialista. La poblacin de los centros urbanos se compona de los pequeos, vctimas de los precios inflados, las guerras tanto internas como imperialistas, las temibles plagas y la opresin de los grandes, los ricos y acomodados. En la misma ciudad de Ass, estos dos partidos, en que estaba dividida la sociedad, llevaban los nombres de los menores y los ma-yores. Este trasfondo nos ayuda a comprender el significado sociorreligioso de la formacin de esta nueva asociacin de los Hermanos menores.

    La peregrinacin extraordinaria de Francisco comenz en el seno de su propia familia cuando tuvo que elegir entre los valores del mundo del comercio y la desesperacin de los pobres margi-nados. Como discpulo del Cristo pobre, eligi la solidaridad con los pobres a fin de poder restau-rarles la dignidad en medio de su humillacin. Pa-ra Francisco, el seguimiento de Cristo significaba un apostolado solidario hacia los desposedos. La espiritualidad de los franciscanos, ordenada por su regla evanglica, ms que meramente enrique-cer espiritualmente al individuo, desembocaba en su apostolado al mundo.

    Francisco manifestaba un profundo respeto por todos los seres humanos, tanto ricos como pobres. En lugar de enjuiciar a aquellos que no haban co-nocido la liberacin que surge de la renuncia de las riquezas y la libre asuncin de la pobreza, se consideraba a s mismo un siervo de todos por igual. Para stos, que consideraba sus hermanos,

    6 Ibd., p. 258.

    tuvo una palabra de advertencia solemne contra el afn por las ganancias y las injusticias y la opre-sin que acompaaban su estilo materialista de vida. Francisco anhelaba la liberacin de esa acti-vidad econmica esclavizante, en que la dignidad y felicidad humanas son sacrificadas por el afn de la acumulacin. Sin embargo, en Francisco pre-dominaba su opcin solidaria por los pobres. Por esto, los franciscanos primitivos tuvieron que re-pudiar tanto la riqueza feudal, como la del capita-lismo naciente.

    La pobreza asumida por Francisco no se limi-taba a una felicidad y paz interiores. Tambin propiciaba la paz social. Cuando el obispo de Ass se quejaba de que la austeridad y pobreza asumi-das por los Hermanos menores eran exageradas, Francisco respondi: Mi seor, si poseyramos bienes, necesitaramos las armas para defendemos. Por eso surgen las contiendas y los pleitos, y por esta causa el amor a Dios y a nuestros semejantes es disminuido muchas veces. Por lo tanto, hemos determinado no poseer propiedades terrenales en este mundo.7 El deseo de conservar lo adquirido lleva a los seres humanos a violar los derechos de sus semejantes y a negar el amor de Dios. A fin de fomentar la causa de la paz, Francisco opt por la pobreza.

    Las Pobres seoras de Ass

    A los dos aos de haber recibido los Hermanos menores la aprobacin papal para su misin, se inici, en 1212, una rama femenina, la llamada segunda orden. Clara Sciffi de Ass, (1194-1253) era la tercera de cinco hijos de una familia pudien-te de Ass. Clara, una jovencita del pueblo, doce aos menor que l, conoci a Francisco cuando s-te haba rechazado el servicio militar y el mundo del comercio para predicar su mensaje de peniten-cia y paz por las calles y plazas de Ass. Cuando su to hizo los arreglos para su casamiento con un joven de bienes, Clara se rehus y, con la ayuda de un empleado domstico, busc a Francisco para pedir su consejo.

    As fue que el domingo de Ramos, de 1212, Clara recibi de manos del obispo de Ass, una rama de palma simbolizando el martirio. Y al da siguiente se march a la Porcincula, donde Fran-

    7 Ray C. Petry: Francis of Assisi: Apostol of Poverty, Nueva

    York, AMS, 1964, p. 62.

  • 4 Francisco de Ass y los Hermanos menores

    cisco la recibi y escuch sus votos comprome-tindose a seguirle en el camino de la perfeccin evanglica. Francisco y sus Hermanos la llevaron a una casa benedictina; pero pronto, cuando otras mujeres se unieron al movimiento, se marcharon a San Damin, la primera iglesia restaurada por Francisco tras su conversin al seguimiento de Je-ss.

    En su relacin con Clara, Francisco manifest una ternura, un respeto, un amor hacia la mujer que es sorprendente en cualquier poca, y tanto ms en una sociedad altamente patriarcalista (por no decir machista), como lo era la sociedad me-dieval de aquellos aos; por una parte la mujer fue idealizada (vase, por ejemplo, la literatura caba-lleresca); por otra, fue un constante objeto de vio-lencias. El celibato y la castidad, libremente asu-midos en el movimiento franciscano, eran ms que una mera renuncia de las relaciones matri-moniales. Eran aspectos claves de su seguimiento de un Jess, que en su propio tiempo haba de-mostrado actitudes salvficas realmente revolucio-narias hacia la mujer y los dems marginados.

    Clara, junto con la comunidad que lleg a lla-marse las Pobres seoras de Ass, permaneci en esa casa unos cuarenta y dos aos, hasta su muerte en 1253. Dentro de poco tiempo se estable-cieron tambin otras comunidades filiales en Ita-lia, Francia y Alemania. La austeridad en que vi-van estas mujeres sobrepasaba los experimentos anteriores de las religiosas benedictinas y do-minicas. Aunque pronto suavizaron las normas, reglamentando la pobreza en las casas filiales, la comunidad en San Damin persisti en sus votos de pobreza absoluta durante la vida de Clara.

    Las Pobres seoras de Ass representan una va-lorizacin, en el espritu del evangelio, de la mujer y su papel en la sociedad. Se le reconoce el mismo privilegio y derecho a participar en la comunidad de pobreza apostlica que asumieron los Herma-nos menores.

    Los franciscanos terciarios

    En 1221, por iniciativa de Francisco (o quiz probablemente de su amigo y patrn, el Cardenal Ugolini) se organiz una tercera orden de Herma-nos y Hermanas penitentes con la participacin de laicos, involucrados en la vida secular, pero atra-dos al movimiento de los Hermanos menores, quienes formaron una comunidad terciaria. Esta

    institucin surgi del deseo de los laicos en la Iglesia medieval de encontrar oportunidades para dedicarse a vivir su fe en el espritu y las prcticas de las rdenes mendicantes.

    De modo que hombres y mujeres, viviendo en situaciones familiares normales, podan ahora as-pirar a la santidad personal, a la prctica de la jus-ticia, las obras de misericordia y paz y, a la vez, ser ejemplos en el mundo de un servicio humilde y de seguimiento a Cristo. Los terciarios procuraban vivir la perfeccin evanglica, a pesar de las limi-taciones impuestas por su vocacin secular. Las semejanzas entre estos grupos y las comunidades de amigos en el movimiento valdense de la misma poca seguramente no eran meras coin-cidencias. En ambos casos, respondan, a su mane-ra, a las corrientes de inquietud espiritual que co-rran por la cristiandad de entonces.

    Si el Cardenal Ugolini fue el principal respon-sable de la organizacin de los penitentes y de la regla que ordenaba su vida comn, stos deban a Francisco de Ass la inspiracin original de su vi-da, caracterizada por la sencillez, las obras de mi-sericordia y la paz. Su sencillez de vida, su modes-tia en el vestido y su rechazo de las diversiones dudosas de la sociedad medieval fueron parte del testimonio evanglico que compartan.

    Se caracterizaban por una espiritualidad msti-ca de recogimiento interior, oracin y confesin. Pero sta se expresaba concretamente en sus obras de amor y misericordia. En sus reuniones comuni-tarias solan escuchar la lectura de la Palabra Di-vina y ofrendaban para el sostn de los necesita-dos entre ellos, al igual que para el sostn del pro-grama de la iglesia en la regin. Ejercan una dis-ciplina comunitaria en lugar de apelar a las auto-ridades eclesisticas o civiles para la resolucin de las ofensas, e insistan en que se hiciera restitucin por los agravios cometidos en sus crculos.

    Los terciarios se exhortaban a una humildad espiritual y a la simplicidad de vida. Se les prohi-ba tomar las armas contra los semejantes por la razn que fuera. Y debido a este privilegio paci-fista, muchos laicos se apresuraron a unirse al movimiento para liberarse de la obligacin del servicio militar feudal. Esta objecin de conciencia contra el servicio militar dur hasta el ao 1289, cuando fueron instituidas ciertas excepciones re-servadas al criterio del clero: la defensa de la pa-tria, de la Iglesia y de la fe cristiana.

  • www.menonitas.org 5

    Otra provisin absolva a los Hermanos peni-tentes de la necesidad del juramento, con las ni-cas excepciones, las establecidas por el papa mis-mo. Este result ser un duro golpe dirigido contra el juramento feudal que obligaba al vasallo a ren-dir servicio militar bajo rdenes de los seores no-bles, fuera ste para la defensa de las propiedades feudales, o para las campaas de expansin impe-rialista del emperador. Esta provisin fue dura-mente atacada por el poder imperial de la poca.

    Aunque esta objecin de conciencia no pudo mantenerse en su forma absoluta por mucho tiempo, y finalmente cedieron a las presiones so-ciales de la cristiandad para tomar las armas en las causas que la Iglesia consideraba dignas, se haba infundido en la sociedad medieval un nuevo esp-ritu de paz y unidad. La simplificacin de la vida, mediante una pobreza libremente asumida en so-lidaridad con los necesitados y una dedicacin al servicio de los marginados y oprimidos, segura-mente representaba un ministerio que Francisco hubiera codiciado para todos sus hermanos en Cristo.

    Los franciscanos primitivos y el movi-miento valdense8

    Las semejanzas entre los comienzos de la orden franciscana y el movimiento valdense son real-mente notables. Surgieron en la misma parte de Europa: los franciscanos en Italia central y los val-denses en el sur de Francia y el norte de Italia. El movimiento valdense anticip al franciscano ape-nas unos treinta aos. Igual que Valdo, Francisco recibi su inspiracin de la vida de la comunidad mesinica reunida en torno a Jess. Francisco es-cribi en su testamento, nadie me mostraba lo que habra tenido que hacer, pero el Altsimo mis-mo me revel que tendra que vivir segn el mo-delo del Santo Evangelio.9

    Para ambos, la pobreza deba caracterizar la predicacin itinerante, como imagen de la pere-grinacin libre de la Iglesia en la historia. Median-te su pobreza apostlica (es decir, pobreza libre-mente asumida en funcin de la evangelizacin), tanto los frailes menores como los Pobres de Lyon

    8 Amedeo Molnr: Historia del valdismo medieval, Buenos

    Aires, La Aurora, 1981, pp. 71-74.

    9 Regis J. Armstrong, y Ignatius C. Brady, op. cit., pp. 154-155.

    deseaban presentar en vivo el evangelio entre los hombres a fin de poder comunicarlo con autenti-cidad. Mientras Valdo insista en los derechos del laicado a predicar, Francisco rehus ejercer la fun-cin de prior en el movimiento que, a pesar su-yo, se convirti pronto en una orden formal bajo el amparo de la institucin eclesistica. Los dos eran cristianos carismticos de extraccin burguesa que, confrontados con la vocacin evanglica al seguimiento de Jess, reaccionaron de maneras similares en situaciones semejantes.

    Entre las diferencias ms destacadas estaba la disposicin a permitir que el papa les impusiera un carcter sacerdotal a los franciscanos, cosa que Valdo y los diversos grupos valdenses jams estu-vieron dispuestos a aceptar. Su disposicin a so-meterse a la Santa Sede, a pesar de sus reticencias personales, explica la aprobacin que obtuvo Francisco de la Iglesia. Desde el principio, Inocen-cio III advirti que su programa de pobreza abso-luta y predicacin itinerante reflejaba los mismos mtodos y doctrinas valdenses. En el ao 1210, Francisco y sus primeros doce compaeros se hicieron clrigos recibiendo la tonsura de manos de las autoridades eclesisticas. Y de all en ade-lante, no expres la menor duda sobre la autori-dad del clero y su carcter sacerdotal basado en el poder sacramental de la ordenacin.

    Francisco y Valdo entendieron de maneras muy diferentes la obediencia evanglica. Para Francisco, la obediencia conllevaba someterse a la autoridad humana de la Iglesia porque en ella es-taba la gracia. Pero Valdo lleg a distinguir entre la autoridad de Cristo, y la de la sociedad consti-tuida encarnada en la institucin eclesistica. Para explicar la actitud de Valdo no hay que buscar sus causas en un individualismo de tipo moderno. Valdo tambin apreciaba las dimensiones comuni-tarias del evangelio, pero era ms severo en su cr-tica de las dimensiones sociales antievanglicas que predominaban en la cristiandad. Las diferen-cias en la actitud papal hacia estos dos movimien-tos de pobreza apostlica se deben, sin duda, a las diferencias de sus respuestas a la autoridad papal. Probablemente sea demasiado sugerir, como lo ha hecho el profesor Albert Hauck, que fue pura

  • 6 Francisco de Ass y los Hermanos menores

    cuestin de suerte que Valdo se haya convertido en un hereje y no en un santo.10

    Entre Francisco y los Pobres lombardos tam-bin hubo semejanzas en cuanto a sus actitudes hacia el trabajo manual. Francisco apreciaba el trabajo manual. Nunca habl del trabajo como maldicin o castigo por el pecado. Estuvo dispues-to a cumplir los servicios ms humildes, incluso entre los leprosos. Los Pobres de Lombarda tam-bin apreciaban el trabajo, se organizaron en co-munidades de fe y trabajo. Pero ambos grupos tomaran decisiones diferentes, en relacin con el sometimiento a la autoridad de la Iglesia institu-cional, que les llevaran en direcciones contrarias. Hacia el ao 1218, precisamente cuando los dos grupos tomaban estas decisiones, unos discpulos de Francisco se encontraron con algunos de los se-guidores de los valdenses italianos. Los francisca-nos sorprendidos, clamaron: Seor protgenos de la hereja de los lombardos y de la barbarie de los alemanes!11

    Para los franciscanos, el retorno a la pobreza evanglica resultaba ser un camino de perfeccin, reservado para pequeos grupos dentro de la cris-tiandad. Para los valdenses, el retorno a la pobreza evanglica significaba una solidaridad positiva, an ms autntica y ms directa, con los deshere-dados de la sociedad medieval. Para ellos, resulta-ba ser la nica posibilidad para conducir a la Igle-sia por la va de la obediencia al Seor. Por su par-te, ni Valdo ni los Pobres lombardos estaban dis-puestos a someter su movimiento al control de la iglesia oficial.

    Los franciscanos y los valdenses tuvieron en comn una disposicin a encarnar el evangelio en su propio ambiente y en la poca que les tocaba vivir. Los dos mantuvieron nexos con una civiliza-cin cada vez ms urbana, pero deseosa de una nueva espiritualidad, de lazos ms ntimos y di-rectos con Dios, y de reformas de raz en la comu-nidad de fe. Pero estos movimientos no fueron meros reflejos de su poca ni productos de las nuevas clases sociales que surgan. Los dos repre-sentaban expresiones de protesta contra una so-ciedad feudal, con sus estructuras inhumanas y

    10 Donald F. Durnbaugh: La Iglesia de creyentes. Historia y

    carcter del protestantismo radical, Guatemala, Semilla-CLARA, 1992, p. 50, n. 13.

    11 Amedeo Molnr, op. cit., p. 73.

    opresivas, y tambin contra la sociedad ciudada-na, con sus valores tambin alienantes y materia-listas.

    Conclusin

    En 1230, cuatro aos despus de la muerte de Francisco, el testamento que defina las relaciones dentro de la orden de los Hermanos menores fue modificado por el papa Gregorio IX, abrindoles la posibilidad de adquirir propiedades. Esto con-dujo a la formacin de un grupo disidente conoci-do como los espirituales. Esta tensin continu de-ntro de la orden y en 1318 Juan XXII tom una de-cisin contraria al grupo ms estricto, autorizando la adquisicin de bienes. Muchos de los espirituales salieron de la orden llegando a ser conocidos, en el espritu de Francisco, como los fraticelli.

    Para fines del siglo XIV y principios del XV, tras un perodo de creciente laxitud cuando los franciscanos experimentaron un aumento de prosperidad material, surgieron los observantes, un nuevo grupo reformista. Obtuvieron el reconoci-miento eclesistico en el Concilio de Constanza en 1415. Luego, tras un siglo de coexistencia con los conventuales, fueron declarados la verdadera Or-den de San Francisco en 1517. Para esta misma poca, en 1529, otra reforma, con miras a restaurar una simplicidad primitiva, llev a la organizacin de los capuchinos, que volvieron a enfatizar los ideales franciscanos de la pobreza y la austeridad en funcin de su predicacin evangelizadora.

    En el Poverello de Ass, encontramos a un hom-bre de una sinceridad que le llev a apostar su vi-da misma a fin de alcanzar sus ideales, desafiando los obstculos de todos los tiempos, la capitula-cin al materialismo y a la violencia en las relacio-nes sociales. Estamos en presencia de una autnti-ca voz proftica apuntando hacia los valores real-mente trascendentes y hacia el camino de la libe-racin humana.