Download - Valores Periodisticos
1
(CAPÍTULO CINCO)
LAS NOTICIAS Y LA TÉCNICA LITERARIA
Con el paso de los años, ciertos tipos de periodismo se han desempeñado mucho más
allá de su vida útil normal. Al menos en este sentido, supongo que se han podido ganar
el calificativo de literatura. Recordemos a Addison y Steele y a los autores de los
Papeles Federalistas que se iniciaron como una serie de editoriales en el periódico.
Más recientemente, la corresponsalía de guerra de Ernie Pyle y los artículos de A.J.
Liebling han sobrevivido a sus creadores y parece probable que sobrevivan al papel en
el cual se imprimieron originalmente. Espero que los informes y las críticas de James
Agee y las columnas de Red Smith sean revividas periódicamente y continúen teniendo
seguidores.
Nada de esto plantea ningún problema que sea singularmente periodístico, del tipo que
pudiera iluminar la práctica en la actualidad. Las obras sublimes que tocan de manera
poderosa temas atemporales tienen la posibilidad de ser leídas por las generaciones
posteriores, ya sea que sus autores los hayan presentado originalmente como poemas
épicos o columnas en un periódico. Se podría discutir hasta la saciedad si la mera
supervivencia indica calidad. Incluso se podría tener desacuerdos desagradables
respecto a si el periodismo puede jamás igualar la gracia de la poesía, del drama o de
la ficción. Pero este no es mi propósito.
El periodismo utiliza cada día más técnicas de la ficción. Entretanto, la ficción, tanto la
seria como la puramente entretenida, ha comenzado a tratar de utilizar historias casi tan
inmediatas como la noticia. En un tema un poco menos controvertido, ha tomado
prestado del periodismo ciertos métodos diseñados para mejorar la verosimilitud.
Todos estos enredos han profundizado la ambigüedad respecto a lo que hace de la
ficción ficción y del periodismo periodismo.
2
Esto a veces confundirá al público, al cual se le puede perdonar si pierde de vista cuál
programa de televisión ‘basado en’ una noticia reciente es ficción, cuál es
supuestamente una re-creación periodística del acontecimiento, y cuál es una pieza de
periodismo tradicional con la cámara mostrando gente real haciendo cosas reales y al
reportero contando únicamente lo que sabe. No es solamente la televisión la que
genera la incertidumbre. En el periodismo impreso existen artículos y libros escritos por
reporteros que alegan decir la verdad respecto a las noticias desde el punto de vista de
las personas y no desde su propio punto de vista, al igual que el tratamiento
ficcionalizado de los acontecimientos reales.
El público no es el único confundido. Los propios periodistas a veces también parecen
perdidos. Esta fusión de formas plantea interrogantes significativos respecto a cuáles
son los métodos de ficción apropiados para el periodismo y no existe consenso al
respecto. Algunos periodistas muy afamados utilizan técnicas que parecen estar
reñidas con la disciplina básica de la verdad y la profesión reacciona de manera
incoherente, a veces castigándolos y a veces honrándolos, sin establecer una diferencia
clara entre el uso apropiado e inapropiado de la técnica literaria. En 1994, un jurado
para el premio Pulitzer seleccionó como finalista una obra que presentaba un crimen
atroz desde el punto de vista de los participantes, un grupo de jóvenes que no había ido
a juicio en el momento de publicarse el artículo.
Entre tanto, los directores de los periódicos tradicionales como Shelby Coffey del Los
Angeles Times piden a los periódicos que produzcan más trabajo que merezca el
calificativo de “periodismo literario”1 y casi todos los demás reconocen que, para encajar
en un entorno de información que ofrece a los clientes una cantidad siempre creciente
de alternativas y gran inmediatez, deben abordar la tarea del periodismo de maneras
nuevas y poco convencionales. Por consiguiente, no podemos darnos el lujo de perder
más tiempo para definir dónde pertenecen los hechos reales y dónde la ficción.
1 Shelby Coffrey, “Newspapers in the 90s.” Conferencia 28 en la Serie de Conferencias Prensa-Empresa(Riverside, California), presentada el 3 de febrero de 1993 en la Universidad de California – Riverside.
3
LA VERDAD DE LA FICCIÓN
La cuestión no se inició con Truman Capote. Aristóteles lo había dicho antes:2
La diferencia entre el historiador y el poeta no es que el uno escribe en prosa y el
otro en verso —se podría colocar la obra de Heródoto en verso y seguiría siendo
una especie de historia; el asunto consiste realmente en esto: que el uno escribe
la cosa que ha sido, y el otro la clase de cosa que podría ser. Por lo tanto, la
poesía es algo más filosófica y de mayor importancia que la historia, ya que sus
estándares son de la naturaleza más que de lo universal, mientras que los de la
historia son singulares.
Obsérvese lo que Aristóteles dijo sobre el reclamo de veracidad. No sostenía que fuese
muy importante el hecho de que la poesía fuese inventada y la historia no pudiera serlo.
Ambas tienen la responsabilidad de decir la verdad pero son de órdenes diferentes.
Para Aristóteles, la poesía se refería a verdades más elevadas y la historia a unas más
bajas.
Cleanth Brooks y Robert Penn Warren siguen una línea similar en Understanding
Fiction donde se presenta un buen resumen de las principales diferencias entre la
historia (o periodismo) y la ficción:3
A menudo se piensa en la ficción como algo opuesto a la realidad. Pero en un
sentido muy real, ésta es una proposición falsa. Es simplemente cuestión de qué
clase de hechos puede utilizar la ficción y de la forma como los puede utilizar.
Ellos diferencian entre la verdad de la “correspondencia” con los hechos, que orienta la
historia, y la verdad de la “coherencia”, o consistencia interna, que orienta la ficción. Y
lo explican enumerando los elementos que se incluyen en la verdad de la ficción:4
2 Poetics, en The Complete Works of Aristotle, op. cit., 2333.3 Clenath Brooks y Robert Penn Warren, Understanding Fiction, y Edición (New York; Appleton-Century-Crofts, 1971), 26.
4
(1) la coherencia y facilidad de comprensión del carácter
(2) la motivación y la creatividad de la acción; y
(3) la aceptabilidad del significado total. (Énfasis en el original.)
Ellos sostienen que la ficción, de manera también característica, ofrece una línea
narrativa en la cual algo significativo cambia. Los escritores de ficción incorporan su
significado en este movimiento. Obviamente los que no escriben ficción también
podrían proceder de esta forma ya que muchas historias, biografías y piezas
periodísticas lo hacen. Pero, en la opinión de Brooks y Warren, la ficción puede lograr
efectos que ni la historia ni el periodismo pueden. “La vida real”, escriben, “bien sea
actual o pasada, nunca da al escritor de ficción la clase de hechos por los cuales se
interesa más porque dichos hechos se refieren a procesos psicológicos y motivos
humanos.”5
No estoy seguro de que Brooks y Warren valoren realmente el potencial de coherencia
que tiene el periodismo. Quienes escriben historias en primera persona pueden
producir obras que tienen los elementos que Brooks y Warren identifican, sin tener que
inventar nada. Tomemos como ejemplo “Colleagues” de Dispatches, de Michael Herr, 6
un extenso y vívido recuento de la vida que llevaban los corresponsales de guerra en
Vietnam. Representa un retrato coherente de carácter —el de Herr. De hecho, la única
objeción seria que se puede plantear a la asombrosa corresponsalía de guerra de Herr
es que contaba más sobre el propio Herr y sus colegas que sobre Vietnam. La visión
alucinante y dura de la experiencia —una visión tan impactante que se ha establecido
como la visión prevalente de la guerra— era una representación más adecuada de la
perspectiva de los corresponsales con educación universitaria asignados a Saigón que
se aventuraban ocasionalmente a salir al campo, que a los jóvenes combatientes
atascados allí sin esperanza. Sin embargo, esto no le resta ni a la credibilidad de las
acciones que representa Herr en Colleagues ni a la aceptación de su significado. La
forma en que la visión de Herr ha echado raíces demuestra su poder retórico.
4 Ibid., 27.5 Ibid., 25.6 Michael Herr, Dispatches, 187.
5
Todo lo que parece faltarle a los recuentos de Herr, según la definición que hacen
Brooks y Warren de la ficción, es una línea narrativa fuerte, que es cuestión de elección
del autor y no una limitación fundamental que imponen a Herr los valores del
periodismo. “Colleagues” cuenta muchas historias pero realmente no se siente como
una obra de ficción porque Herr no las cuenta principalmente a través de la acción. No
permite que el significado se quede más que todo en los acontecimientos. Sus historias
ilustran el significado como lo hacen las anécdotas. No lo encarnan como lo hace la
ficción.
Veamos un ejemplo. Herr plantea su punto en la forma de una pura exposición:7
Era necesario ‘des-aprender’ muchas cosas antes de poder aprender algo,
incluso cuando uno sabía que no era así, no se podía evitar la forma en que se
mezclaban las cosas, la propia guerra con aquellas partes de la guerra que
simplemente eran como en el cine,…
Luego, después de media página de florilegios ensayistas sobre ese tema, se lanza a
relatar un momento durante la ofensiva de Tet en 1968 en Hue cuando David
Greenway, que entonces trabajaba para la revista Time, y él le pidieron a un infante de
marina que los cubriera mientras ellos corrían de un sitio para otro bajo el fuego
enemigo.
David y yo corrimos encorvados, ocultándonos cada cuarenta metros más o
menos detrás de trozos de muros destrozados, del tamaño de rocas, y en mitad
de todo esto me puse a reír, mirando a David y meneando la cabeza. David era
el más culto de los corresponsales, un bostoniano de buena familia y educación
impecable, algo patricio, aunque no le importaba nada de eso. Éramos bastante
buenos amigos y estaba dispuesto a creerme cuando le decía que realmente
había algo gracioso, y el también rió.
7 Ibid.
6
“¿Qué pasa?” preguntó.
“Hombre, ¿te das cuenta que acabo de pedirle a ese tipo que se quedó atrás que
nos cubriera?”
Me miró con una ceja ligeramente levantada. “Sí,” dijo. “Sí, lo hiciste. Oh, ¡es
maravilloso!”
Es una historia pero no parece una ficción convencional. Tampoco aprovecha
plenamente la capacidad que tiene al punto de vista de la primera persona para hacer
una observación íntima e interna.
Esto realmente no se diferencia entre los artículos de Herr y las otras obras que casi
todo el mundo aceptaría como ficción. La gran ficción a veces se escribe para que se
lea como una exposición. Piensen ustedes en las historias de Jorge Luis Borges o
ciertos aspectos de las novelas de John Dos Pasos. Herr pudo fácilmente haber
planteado sus puntos exclusivamente a través de la narración de los eventos en los que
participó, como lo hizo Norman Mailer en Armies of The Night y Miami and the Siege of
Chicago. ¿Hubiera esto convertido a “Colleagues” en una historia corta?
Para mí, en principio es difícil diferenciar entre los relatos en primera persona como los
de Herr y la ficción, a menos que utilice un elemento de juicio para el cual el propio texto
no necesariamente aporta evidencia. Una de estas pruebas sería si el autor representa
los acontecimientos y las personas en el mundo de una manera que él cree
razonablemente que refleja de manera fiel su realidad a todos los niveles. Otra prueba
podrían ser las expectativas razonables de los lectores en cuanto a la veracidad de la
historia.
Obviamente, incluso si se satisfacen estos elementos de juicio, no significa
necesariamente que el recuento haga honor a todas las disciplinas periodísticas. El
libro de Herr decididamente no cumple con la regla de oro, por ejemplo, por cuanto no
ofrece un recuento generoso de la comprensión de la guerra que no sea la suya propia.
Y no es en absoluto modesto en las conclusiones que saca.
7
EL NUEVO PERIODISMO
Los dos libros de Mailer fueron ejemplos anteriores a Herr de un género que llegó a
conocerse como el Nuevo Periodismo. Algunas de las primeras obras en esta
modalidad fueron escritas por novelistas experimentados quienes dijeron que para esos
libros habían vivido según las reglas de los reporteros. Pero la mayor parte del Nuevo
Periodismo —ya sea escrito por novelistas o periodistas— nunca se acercó al
cumplimiento de la disciplina de la verdad. Lewis Lapham ha llamado a estas obras “el
primer engendro del melodrama sintético que lleva, más o menos directamente, a
Oprah y Geraldo y Joe McGinniss pretendiendo ser Teddy Kennedy.”8
La novedad del Nuevo Periodismo desapareció hace tiempo, y sus reclamos y prácticas
no merecerían ser mencionadas como algo más que una moda pasajera si no hubieran
dejado una marca profunda en el periodismo que vino después. Nació por 1960 como
una de las muchas audacias de la década. El Nuevo Periodismo incluyó figuras tan
diversas como Jean Genet y George Plimton, Hunter Thomson y Garry Wills.
Alcanzaba la notoriedad especialmente cuando aparecía en los periódicos o era escrito
por personas cuyos nombres se identificaban con los periódicos, por su violación
fundamental de las antiguas tradiciones del oficio, comenzando con la tradición de una
expresión sin colorido.
En este sentido, todo el periodismo está en deuda con el Nuevo Periodismo, ya que sus
adeptos reconocieron desde el comienzo que los reportajes vívidos e instantáneos de la
televisión exigían un cambio en el periodismo. Ya no se podía contar con ser el primero
con un hecho, de manera que debía aportar algo más que el hecho. Una cosa que
aportaba era el estilo y la calidad de su escritura. La gente acudía con creciente
frecuencia al periodismo escrito más por el placer de leer y menos para obtener los
simples hechos. Pero ahora que la novedad se está perdiendo, surge nuevamente la
preocupación por la verdad y la calidad del reportaje. Al deshacer las convenciones
8 Lewis Lapham, “Advertisments for Themselves: A Letter from Lewis Lapham,” New York Times Book Review, 24 de octubre de 1993, 3.
8
tradicionales, el Nuevo Periodismo también creó las condiciones, con las cuales ahora
deben convivir todos los que trabajan en los periódicos, para que hubiera confusión
entre el público respecto a lo que es periodismo y lo que es invención.
El practicante más audaz del Nuevo Periodismo, Tom Wolfe, también se convirtió en su
principal teórico. Después de obtener su Ph.D. en Estudios Americanos en la
Universidad de Yale en 1957, se puso a trabajar en los periódicos y terminó en 1962 en
el New York Herald Tribune que en ese momento vivía sus últimos años. Según Wolfe,
su objetivo era, al igual que el de muchos otros periodistas de la época, escribir una
novela.9 Con su característica modestia exagerada, Wolfe describió la visión general de
la novela entre los escritores de mitad de siglo: “La novela no era una mera forma
literaria. Era un fenómeno psicológico. Era una fiebre cortical. Pertenecía en el
glosario de una introducción general al psicoanálisis, en un lugar entre el narcisismo y
las neurosis obsesivas.”10
Luego sucedió algo asombroso. Descubrió una manera de satisfacer su narcisismo y
conservar su trabajo diurno. Leyendo el trabajo de periodistas de más edad, como
Jimmy Breslin, y luego experimentando con sus propias piezas, Wolfe comenzó a creer
que no solamente podía rendir pleitesía a la novela recogiendo algunas de sus técnicas
sino que podía entregar el equivalente a la ficción en su periodismo. Para una
sensibilidad como la de Wolfe hay muy poca distancia entre esto y la idea de que él y
sus colegas “destronarían la novela como el principal género literario, iniciando la
primera nueva dirección en la literatura en medio siglo”.11 La estética de Wolfe gira
sobre el asunto del estado social. “El terreno más rico de la novela, en opinión de
Wolfe, es “la sociedad, el retablo social, sus modales y moral, todo el asunto de cómo
vivimos hoy, según la frase de Trollope.”12 Para que nadie piense que pretende dejar
mucho a los otros planteamientos novelísticos, Wolfe arguye además que la única
9 Tom Wolfe, “The New Journalism,” en The New Journalism by Tom Wolfe, ed. Tom Wolfe y E. W. Johnson (New York; Harper & Row, 1973), 5.10 Ibid.,7.11 Ibid.,3.12 Ibid.,29.
9
técnica novelística digna del genio es el realismo.13 Ni siquiera el realismo simple sirve.
Solamente el realismo social, la representación vívida de las manifestaciones del estado
social, hace que el genio realmente se destaque. Algo que no sorprende en un realista
social, Wolfe parece pensar que es cuestión de determinismo biológico. “Me siento
fascinado por el hecho de que quienes experimentan con la psicología del cerebro…
parece que van encaminados hacia la teoría de que la mente o la psique humana no
tiene una existencia interna discreta… durante cada momento de la consciencia está
enlazada directamente con señales externas respecto al estado de la persona en el
sentido…social”,14 escribe.
Obviamente, el juego del estatus puede inspirar una ficción interesante. La Hoguera de
las Vanidades escrita por Wolfe es un ejemplo divertido de los placeres y limitaciones
de la ficción social realista. Tuvo un considerable éxito comercial debido tanto al
ingenio agudo de Wolfe como a la capacidad que tiene la caricatura para agradar a las
multitudes porque lleva a todos al mismo nivel básico.
Pero el realismo social no es la única base para una ficción interesante y es difícil
imaginar a alguien hoy que se tome muy en serio los pronunciamientos estéticos
doctrinarios de Wolfe. Sin embargo, sería un error pasar por alto su discusión de la
técnica, porque ahí es donde él y sus contemporáneos ejercen una influencia duradera.
El poder de la escritura novelística en el periodismo, escribe, se deriva de cuatro
métodos básicos: (1) “construcción escena por escena, contar la historia pasando de
una escena a la siguiente y recurriendo lo menos posible a la mera narrativa
histórica;”15 (2) “el registro de los gestos, hábitos, modales, costumbres, estilos de
mobiliario, trajes cotidianos y demás detalles ‘que simbolizan la vida de las personas en
su estatus16’”; (3) diálogo realista (que) involucra al lector de una manera más completa
13 Ibid.,34.14 Ibid.,33.15 Ibid.,31.16 Ibid.,32.
10
que cualquier otro método”; 17 (4) “la técnica de presentar al lector cada escena como a
través de los ojos de un personaje específico, dando al lector la sensación de estar
dentro de la mente de cada personaje y experimentar la realidad emocional de la
escena tal como dicho personaje la experimenta.”18
Los primeros dos no plantean ningún problema fundamental para el periodismo. El
tercero podría, dependiendo de cuánta libertad se permita para la reconstrucción de las
citas. Pero la cuarta, que señala muchos de los recuentos supuestamente no ficticios
hechos por los periodistas en la actualidad, es supremamente problemática a la luz de
la disciplina de la verdad.
LO QUE SIGNIFICAN LAS COMILLAS
No es necesario ser un Nuevo Periodista para meterse en dificultades con las citas.
Janet Malcolm demostró eso en su trabajo sobre Jeffrey Masson, antiguo archivista de
Freud aparecido en el New Yorker, donde siguió las líneas convencionales de la no
ficción.19 El artículo era típico de Malcolm, atacaba con todas las armas e incluía
algunas citas realmente estúpidas atribuidas al propio Masson. Masson lo demandó por
difamación, diciendo que Malcolm había inventado las citas. Durante el juicio original,
Malcolm tuvo que reconocer que había reconstruido una y modificado otra. Otras tres
no aparecían en las cintas de su entrevista sino en las notas mecanografiadas que dijo
haber preparado posteriormente. El primer jurado falló en su contra después de decidir
que había fabricado cinco citas, aunque no pudo decidirse respecto a cuánto daño
había causado.20 Malcolm fue exonerada durante un segundo juicio sobre la base de
que no había inventado deliberadamente ni había tergiversado maliciosamente las
citas.21
17 Ibid.,31.18 Ibid.,32.19 Janet Malcolm, “Trouble in the Archives I,” New Yorker, 5 de diciembre de 1983, 59; “Trouble in the Archives II,” New Yorker, 12 de diciembre de 1983, 60, publicado nuevamente como In the Freud Archives (New York; Alfred A. Knopf, 1984).20 Jane Gross, “Impasse over Damages in New Yorker Libel Case,” New York Times, 4 de junio de 1993.21 “New Yorker Writer Cleared in New Trial” (Associated Press), Chicago Tribune, 11 de enero de 1994, sección 1.
11
Cuando un escritor está tratando de hacer lo que Wolfe llama “diálogo realista”,
especialmente cuando se recrean conversaciones que ocurrieron fuera de su presencia,
la tentación de mejorar el original o llenar los espacios en blanco se torna peligrosa. Si
ustedes nunca han tratado de tomar notas en taquigrafía, les insto a que sintonicen C-
Span cuando estén mostrando un panel de discusión, pongan a funcionar una
grabadora y comiencen a escribir todo lo que se dice. Transcurridos diez minutos más
o menos, transcriban las notas. Luego corran la cinta y compárenla con su versión. Si
ustedes no tienen una máquina de taquigrafía de las que se usan en los tribunales o al
menos toman taquigrafía ustedes mismos, no existe ninguna posibilidad de haber
capturado fielmente una parte significativa del original.
Ahora ensayen otro experimento. Enciendan una grabadora durante algunas
conversaciones en su casa o en su oficina. A los pocos días, pidan a los participantes
que recuerden lo que se dijo. Hagan lo mismo personalmente con una conversación en
la cual ustedes hayan participado. Comparen la recreación con el original.
Si usted tiene madera de reportero, su versión capturará la esencia de lo que se dijo.
Pero probablemente pasará por alto algunas cosas y con seguridad se equivocará con
respecto a las palabras y las secuencias exactas.
La mayor parte de la palabra humana se presenta en ráfagas y frases, no en oraciones.
Los gestos le sirven de puntuación y las expresiones faciales agregan las palabras
faltantes. Quienes hablan se devuelven, repiten, omiten, dejan que el silencio termine
la idea. Es raro el escritor de ficción que realmente produce un diálogo realista porque
la realidad no se adapta a muchos propósitos. Una excepción es George V. Higgins,
cuyos libros sobre crímenes se desarrollan casi completamente mediante
conversaciones en una representación tan exacta que ofrecen un vistazo de lo que
sería un diálogo real en una página impresa. (“No me gustan los guantes,” dijo el
gordo. “En este clima especialmente, no me gustan los guantes. Qué diablos, alguien
me detecta, viene la ley y estoy muerto de todos modos. Los guantes no me van a
12
ayudar. Usted espera como si dijera que me va ayudar, nadie sabrá jamás que estuve
aquí hasta que todo el mundo haya estado por ahí manoseando las cosas y demás)”.22
Tengo la corazonada de que Higgins aprendió a capturar las extrañas cadencias del
habla real al leer las transcripciones de las intervenciones telefónicas cuando era
Asistente Fiscal del Distrito Federal.
Aunque es muy difícil hacerlo eficazmente, convertir el habla humana en un diálogo
realista no plantea ningún problema estético para el escritor de ficción, haya o no haya
escuchado las intervenciones telefónicas o sepa o no tomar taquigrafía. Simplemente
debe decidir el efecto que desea y luego afinar el diálogo para producirlo.
Sin embargo, para el periodista abundan los problemas. En primer lugar, posiblemente
no tenga toda la cita en sus notas pero sí cree que la puede completar de memoria. O
quizá se esté apoyando en la memoria de otro, quizá mucho después del hecho, y la
persona que la recuerda puede tener un prejuicio. Tal vez tenga una versión perfecta,
registrada en una cinta de claridad cristalina sin palabras tragadas ni ruidos de fondo
que tapen al orador, pero las citas van por todos lados sin jamás llegar al grano. O el
orador revela su ignorancia o utiliza un lenguaje crudo y el escritor quiere limpiarlo para
proteger a la persona de manera que no parezca tonta (o para hacerla parecer más
fidedigna o simplemente para no distraer a los lectores del punto principal del artículo).
En todos estos casos es necesario hacer juicios y ésos no siempre hacen honor estricto
al principio de la fidelidad. Por ejemplo, muy pocos periódicos citan a una persona de la
calle en el vernáculo perfecto, a menos que tengan una razón retórica muy poderosa
para hacerlo. En la prensa americana, quienes han abandonado la escuela secundaria
generalmente hablan en oraciones que se pueden diagramar. A menos, claro está, que
exista una cámara de televisión en los alrededores, en cuyo caso el reportero sabe que
su versión se podría comparar con el original. De ahí proviene el creciente uso de
pequeñas grabadoras para capturar la totalidad de las palabras, en caso de que se
necesiten completas.
22 George V. Higgins, the Digger’s Game (New York; Alfred A. Knopf, 1973), 3.
13
Si todos a veces arreglan las citas y las reconstruyen de memoria, ¿por qué causó tanta
controversia profesional el uso del diálogo en el Nuevo Periodismo? “Esto no puede
estar bien…” imagina Wolfe que piensan los periodistas convencionales. “Esta gente
debe estar inventando, improvisando, creando el diálogo… Dios, quizá estén
inventando todas las escenas, estos tontos inescrupulosos (les digo que esos son
escupitajos los que están lanzando).”23
Algunos periodistas tradicionales se han sentido amenazados por el periodismo y la
redacción superiores y han querido un árbitro para que los vuelva a dejar entrar en el
juego. Pero muchos simplemente se han sentido incómodos porque los Nuevos
Periodistas están tomando las pocas excepciones tradicionales al principio de la
fidelidad y las están convirtiendo en regla. Estos periodistas tradicionales quizá no
hayan articulado las restricciones que guiaban sus vidas, pero sí se controlaron porque
pensaban que la verdad lo requería. A los Nuevos Periodistas parecía no importarles.
Ha llegado el momento de establecer algunas normas claras en este campo porque uno
de los legados del Nuevo Periodismo ha sido ofrecer una excusa para prácticas que no
aguantan un escrutinio bajo la luz.
Comencemos con la proposición de que un periodista solamente debe utilizar las
comillas cuando tiene un registro razonablemente confiable de lo que se dijo. Si hace
algún cambio en una cita o tiene alguna razón para poner en duda la confiabilidad de la
cita, debe informar al lector lo que ha hecho. Puede hacerlo utilizando corchetes en las
citas para indicar las palabras que se han agregado o eliminado y puntos suspensivos
para indicar lo que se ha omitido. Puede decir explícitamente lo que ha hecho. (Por
ejemplo, podría indicar que el siguiente diálogo se presenta según lo recuerda Pedro
Pérez cinco años después.)
Yo haría algunas excepciones a esta regla general.
23 Wolfe, “The New Journalism,” op. cit., 25.
14
Ya en varias ocasiones en este libro he utilizado citas recreadas con base en mi propia
memoria y no creo haber ofendido la disciplina de la verdad. El lector pudo saber
fácilmente su origen (estaban incorporadas en anécdotas personales recordados desde
una distancia considerable, de manera que un lector razonablemente atento pudiera
juzgar qué tan perfectas pueden ser). Ciertamente fui más allá de lo exigido por el
deber y señalé lo que estaba haciendo. Pero, incluso sin esa pista, creo que las
personas pueden comprender lo que significa recordar una conversación. No necesitan
una declaración formal de que el recuerdo puede no ser perfecto. Si un lector
razonable24 puede dilucidarlo fácilmente sin que se lo digan, déjelo así.
Bajo circunstancias normales, limpiar los lapsos gramaticales en las citas no perjudica
la verdad. Esta excepción no se aplicaría cuando la inteligencia o el nivel educativo de
quien habla sea importante para evaluar lo que dijo. Tampoco se aplicaría cuando el
orador es suficientemente destacado como para que dependan muchas cosas de sus
palabras. El Presidente es el ejemplo usual. (¿Algún periódico utilizaría jamás la
palabra “¡Puta!”? Únicamente, dice el director prudente, si el Presidente lo ha dicho en
la televisión). Esta categoría podría incluir a otras personas además del Primer
Ejecutivo del país, pero es muy reducida. Desdichadamente, los profesionales del
lenguaje probablemente formarían parte de esta categoría, aunque no sea más que
porque su uso puede afectar los diccionarios. El que a hierro mata, a hierro muere.
Yo permitiría a los reporteros utilizar sus memorias para llenar los vacíos en las citas
que aparecen en sus cuadernos siempre y cuando hayan tomado las notas
recientemente y puedan recordar bien lo que se dijo. Aquí no opera ninguna regla
clara, pero mientras más vívido o importante sea el lenguaje, menos deseable es
depender de la memoria. Los reporteros deben utilizar grabadoras cuando sea posible
si tienen intenciones de utilizar citas directas. (Obviamente, en muchas circunstancias
la grabadora no funciona, bien sea porque el reportero tiene que hacer la entrevista al
24 Klaidman y Beauchamp, the Virtuous Journalist, 32 y ss.
15
vuelo o en circunstancias por lo demás difíciles, o porque la grabadora inhibe a la
persona entrevistada.)
Puede haber ocasiones en las cuales el reportero pudiera atribuir citas correctamente al
Señor X que hayan sido obtenidas del Señor Y sin indicar el verdadero origen de la
información, pero no se me ocurre ninguna. Tal vez si la cita es suficientemente inocua
o la fuente del reportero tiene suficiente evidencia convincente (notas estenográficas,
por ejemplo), podría justificarse. Pero yo siempre sacrificaría los efectos literarios en
aras de la disciplina de la verdad.
Cuando se tengan dudas, lo mejor es que el periodista revele exactamente lo que ha
hecho. Debe olvidarse de la pose de la precisión absoluta. Debe decir lo que oyó
directamente y lo que obtuvo de segunda mano. Al igual que cuando se reconoce un
error, la franqueza respecto a lo que uno sabe con seguridad y lo que no, aumenta la
credibilidad.
EL PUNTO DE VISTA Y OTROS TRUCOS DE LA LECTURA DE LA MENTE
De todas las técnicas enumeradas por Wolfe que desdibujan la diferencia entre el
periodismo y la ficción, escribir desde el punto de vista de otra persona es la que más
choca con la disciplina de la verdad. Sin tener alguna intimidad con los personajes, la
redacción noticiosa no puede crear la sensación de una novela realista tradicional.
Pero cuando hay demasiada intimidad, la redacción de noticias acepta un nivel de
verdad excesivamente bajo.
El punto de vista literario tiene muchas complejidades, pero permítanme hacer un
simple bosquejo de la forma como lo utilizan muchos escritores.25 La diferencia más
elemental se encuentra en la narración en primera o en tercera persona. En la primera
persona, el narrador habla directamente al público sobre lo que él mismo ha pensado y
25 En mi discusión sobre el punto de vista literario utilizo extensamente a Wayne C. Booth en The Rhetoric of Fiction, 2ª edición (Chicago; University of Chicago Press, 1983).
16
ha hecho. En la tercera persona, el narrador puede relatar las percepciones y
pensamientos de otros. En la ficción en primera persona, el narrador puede no ser el
propio autor. Marlowe en Lord Jim no era Joseph Conrad. Tampoco necesita el autor
implícito que escribe la parte del narrador ser la misma persona que produce el escrito,
así como la persona del columnista de un periódico no tiene exactamente la
personalidad real del columnista. De igual manera, en la tercera persona el narrador
puede referirse al autor como un personaje (como, por ejemplo, en The Education of
Henry Adams y Armies of The Night de Mailer).
El narrador en tercera persona puede ser omnipresente —puede meterse en el cerebro
de todos— o puede estar limitado de alguna forma. El narrador puede adoptar un punto
de vista individual para un solo capítulo o una sección y luego cambiar a otro punto de
vista. El escritor también puede adoptar diferentes niveles de intimidad con los
personajes de su punto de vista. Podría simplemente describir la escena presente
desde el punto de vista físico de un personaje particular. (Pedro Pérez se volvió. Ante
él descollaba un hombre pálido con un parche negro sobre un ojo). Podría reportar
algunas reacciones internas obvias. (El hombre tenía un aspecto horrible. Y cuando
habló, Pérez se echó hacia atrás, luchando en vano por reprimir un escalofrío).
También podría meterse completamente dentro del personaje. (¿Quién es este
monstruo? Nadie que yo conozca. No es hombre. Yo no soy hombre. Fue lo que dijo
el cíclope, ¿no es verdad? En clase de inglés. Sentí miedo entonces también. Miedo
de las monjas). Las variaciones son infinitas porque los grados de intimidad forman un
continuo.
La narración en tercera persona puede ser totalmente ‘objetiva’, es decir, que reporta
únicamente los detalles físicos que cualquiera puede observar. Pero también en este
caso existen variaciones, dependiendo de si el narrador lo ve todo o ve únicamente
desde una posición particular, lo cual lo convierte en un personaje con un solo punto de
vista.
17
Por último, se podría narrar en segunda persona —como ustedes han seguido esta
frase en la segunda persona. Pero esto es torpe y poco común en formas extensas.
De todas las técnicas de punto de vista, la narración en primera persona es la que
desperdicia el mayor número de oportunidades literarias y conlleva el menor número de
riesgos para los periodistas de los diarios. Desdichadamente, en algún momento
durante la búsqueda de la objetividad profesional, los periódicos prácticamente
abandonaron la primera persona. Eso fue un error. La primera persona puede ser un
ejercicio en egoísmo, obviamente, pero si se maneja correctamente (y sería bien
recibida una instrucción impartida sobre este tema en las escuelas de periodismo) el
periodismo en primera persona en los informes de noticias puede ser algo cautivante y
sincero.
El periodista en primera persona no pretende ser omnipresente. Puede confesar cuáles
son las cosas que restringen su punto de vista o sesgan sus reacciones. Existen dos
ejemplos de cómo se utiliza esta técnica de la primera persona. Son tomados del
trabajo de un reportero consumado, Homer Bigart, y se refieren al bombardeo de
Alemania del 26 de febrero de 1943:26
Una base de bombarderos americanos, en algún lugar de Inglaterra, 26 de
febrero de 1943 —Nuestro objetivo era Wilhelmshaven. Golpeamos la base del
Fuehrer Adolf Hitler en el Mar del Norte desde el sudoeste, después de pasar por
una esquina especialmente caliente del tercer Reich durante lo que pareció una
pequeña eternidad.
No podía distinguir claramente nuestro objetivo específico para aniquilación, los
muelles de los submarinos, porque a nuestra altitud las instalaciones que
bordeaban Jade Busen (Bahía Jade) no se veían más grandes que la cabeza de
26 Homer Bigart, “Reporter Rides Fortress in Wilhelmshaven Raid” en Forward Positions: The War Correspondents of Homer Bigart, ed. Betsy Wade (Fayetteville, Ark., University of Arkansas Press, 1992), 9.
18
un alfiler. Pero el patrón de las calles del pueblo prusiano se destacaba
perfectamente visible así como el gran suburbio de Rustringen, bahía abajo.
A los pocos días, Bigart envió otro informe sobre el ataque aéreo para el New York
Herald Tribune: 27
…La verdadera perspectiva es algo difícil de mantener en las horas
inmediatamente posteriores a una asignación en la cual el propio cuello ha
estado directamente en peligro. Es probable que uno sienta que ha tenido un
asiento junto al ring en la batalla más importante desde Waterloo o ese último
juego entre los Yanquis y los Cardenales en el estadio.
Esas piezas fueron excelente periodismo para 1943, y serían excelente periodismo hoy:
vívido, preciso, debidamente modesto en sus reclamos de verdad.
La narración en primera persona también permite al escritor producir en el lector efectos
difíciles. Un ejemplo de ello es la serie “La Historia de Rosa Lee”, galardonada con el
premio Pulitzer y escrita por Leon Dash del Washington Post.28 Cuenta la dolorosa
historia de la vida de una familia pobre y llena de problemas —incluyendo delitos,
farmacodependencia y el vergonzoso comportamiento de la propia Rosa— a la vez que
mantiene en el lector una empatía por los sujetos de la obra. El uso de la primera
persona permite a Dash reconocer los efectos de su presencia en la acción, las
interacciones que observó y el efecto que tuvieron sobre él las cosas que vio, lo cual
ayuda guiar a las reacciones del lector.
VARIEDADES DEL VENTRILOCUISMO.
Wolfe no se contenta con quedarse dentro de su propio consciente: 29
27 Homer Bigart, “Raid on Wilhelmshaven: A Lesson in Perspective, en ibid., 13.28 Leon Dash “Rosa’s Story”, Washington Post, 18 – 25 de septiembre de 1994, sección Outlook, I.29 Wolfe, “The New Journalism”, o. cit., 21.
19
Solamente a través de las formas de periodismo más escudriñadoras es posible,
en la no-ficción, utilizar escenas enteras, diálogos extendidos, puntos de vista y
monólogos interiores. Eventualmente, otros y yo seríamos acusados de
“meternos en las mentes de las personas”… ¡pero exactamente! Yo pensé que
ése era simplemente otro timbre que tendría que tocar un reportero.
El problema es que la puerta realmente nunca se abre y el hombre que hay dentro es
un mentiroso reconocido.
Es posible tener diversos grados de intimidad en la narración periodística en tercera
persona. Veamos primero este pasaje de In Cold Blood: 30
Mientras el señor Clutter se afeitaba, duchaba y vestía con pantalones de pana,
chaqueta de ganadero, en cuero, y suaves botas para montar, no sentía temor a
perturbarla; no compartían la misma alcoba. Durante varios años había dormido
solo en la alcoba maestra en el primer piso de la casa —una estructura de
catorce habitaciones, de dos pisos, hecha con marcos y ladrillos. Aunque la
señora Clutter guardaba sus ropas en los armarios de este cuarto y mantenía sus
pocos cosméticos y su pléyade de medicinas en el baño adjunto de baldosín azul
y ladrillos de cristal, había tomado para ocupación seria la antigua alcoba de
Eveanna la cual, al igual que la de Nancy y la de Kenyon, se encontraba en el
segundo piso. (Se agregó el énfasis.)
Capote nos da una idea del punto de vista de Clutter describiendo las abluciones
matutinas y luego indicando que no tiene temor de despertar a su esposa, un
pensamiento interno no manifestado necesariamente en sus expresiones o acciones.
¿Cómo pudo saber Truman Capote que el señor Clutter no tenía temor? No pudo
haberle preguntado al hombre, porque el señor Clutter había sido víctima de un
asesinato y Capote hizo todo su reportaje sobre el delito después del hecho. Pero pudo
inferirlo con base en ciertos datos que había recopilado y tiene la gentileza de presentar
30 Truman Capote, In Cold Blood (New York; Random House, 1965), 9.
20
la evidencia para el lector de manera que esa frase de “no tenía temor” encuentre
apoyo en la evidencia externa.
Compárese esto con un pasaje de The Final Days, por Bob Woodward y Carl Bernstein,
donde se describe un intercambio entre el Presidente Nixon y Henry Kissinger, poco
antes de la renuncia del Presidente: 31
Él (Kissinger) entró a la alcoba. Ahí estaba el Presidente en su silla, como lo
había visto en tantas ocasiones. A Kissinger realmente no le gustaba el
Presidente. Nixon le había convertido en el hombre más admirado del país y, sin
embargo, el Secretario no podía llegar a sentir afecto por su benefactor. Se
sentaron largo rato a recordar acontecimientos, viajes, decisiones compartidas.
El Presidente estaba bebiendo. Dijo que iba a renunciar. Sería mejor para
todos. Hablaron calladamente —la historia, la decisión de renunciar, los asuntos
extranjeros…
“¿Me tratará la historia con más gentileza que mis contemporáneos?” Preguntó
Nixon con lágrimas en los ojos.
Ciertamente, definitivamente, dijo Kissinger. Cuando termine todo esto, al
Presidente se le recordará por la paz que ha logrado. El Presidente no pudo
contenerse y sollozó.
Kissinger no sabía qué hacer. Sentía que lo habían colocado en el papel de
padre.
¿Cómo saben los autores que Kissinger no podía sentir afecto por Nixon o que cuando
Nixon lloró, Kissinger sintió como si lo hubieran colocado en el papel de padre? Hay
muy pocas emociones más íntimas que estas. El contraste entre la presencia
usualmente distante y gélida de estos líderes mundiales y la intimidad de los
31 Bob Woodward y Carl Bernstein, The Final Days (New York; Simon & Schuster, 1976), 422.
21
pensamientos de Kissinger da a la escena su dramatismo (está bien, melodrama). A
diferencia de Capote, Woodward y Bernstein no regalan al lector ninguna prueba para
sustentar las inferencias que les llevan hasta los pensamientos íntimos del personaje
del punto de vista. Un poco más adelante en la escena escribieron que Kissinger habló
con otras personas sobre el incidente, de manera que es imposible siquiera tener
confianza en que el propio Kissinger los haya relatado. Pudo haber llegado a los
escritores de segunda o tercera mano, convirtiendo así la inferencia en algo más tenue.
Pero, incluso si Kissinger le hubiera dado a los autores la historia personalmente,
¿cuánto deben creer ellos o sus lectores? La naturaleza del afecto y los sentimientos
paternales es compleja y variable aún en las mejores circunstancias. Y en este caso la
persona con los sentimientos es una de las figuras más sutiles de la historia americana
reciente, un genio para manipular las imágenes públicas. Se necesitaría un psicólogo
más ingenioso que Kissinger para inferir con cierto grado de confianza la verdad de la
persona que se oculta detrás de su puerta.
Ahora examinemos este pasaje de Wolfe: 32
Todas estas gotas de lluvia están drogadas o algo… el avión se desplaza hacia
la pista para despegar y esta estúpida agua infartada corre lateralmente
atravesando la ventana. Phil Spector, de 23 años de edad, magnate del Rock
and Roll, productor de Discos Philles, el primer magnate adolescente de los
Estados Unidos, observa… esta acuosa patología … está enferma, fatal. Aprieta
su cinturón sobre el estómago… aumenta el zumbido dentro del avión, sale un
chorro de aire a través de la ventilación encima del asiento de alguien, algún
imbécil enciende un cono de luz, hay un aviso plantado al lado de la pista, unas
instrucciones locas, crípticas, insanas para el piloto —Pista número cuatro.
¿Tienen los Laps de los cilindros el lado principal hacia ABAJO? Gotas de lluvia
esquizoides. El avión se parte en dos al despegar y todos los pasajeros de la
mitad delantera vienen disparados hacia Phill Spector en un río de cuerpos
envueltos en un espeso y naranja –¡NAPALM! No, sucede en el aire; hay una
32 Tom Wolfe, “The First Tycoon of Teen,” citado en The New Journalism, op. cit., 20.
22
larga rasgadura en el costado del avión, simplemente se rasga, puede ver como
se rasga la parte superior, doblándose hacia atrás en enfermizos rizos, como un
enfermo huevo de Dalí, y Phill Spector sale volando por la abertura, oscuridad
congelante. (Énfasis en el original.)
Eso sí es íntimo. Está muy cerca de la corriente del pensamiento consciente. Las
percepciones sensoriales de un momento al siguiente, las palabras precisas e
inteligibles sobre un aviso en la pista de despegue, la vívida y detallada fantasía de una
pesadilla. ¿Pasó eso realmente por la cabeza de Phill Spector en ese mismo instante?
¿El naranja espeso de las llamas del NAPALM? ¿Los coágulos enfermizos como un
huevo de Dalí? ¿Todo esto? Tom Wolfe no da absolutamente ninguna evidencia con
base en la cual se pueda juzgar la veracidad del pasaje, excepto la verosimilitud (o falta
de ella) del propio texto. Yo tengo mis razones para dudar. Pero eso puede ser
simplemente porque mis temores durante el despegue generalmente no tienen la forma
de un monólogo de Robin Williams.
Generalmente son más prosaicas, una tensión en los músculos, un pensamiento sobre
mi esposa y mis hijos, esa clase de cosas. En su ensayo sobre el Nuevo Periodismo,
Wolfe sostiene que Spector dijo que le había parecido fiel el pasaje citado. “Esto no
debe sorprender a nadie,” escribió Wolfe, “debido a que cada detalle del pasaje fue
tomado de una larga entrevista con Spector sobre exactamente cómo se sentía en ese
momento.”33 Pero eso no pone punto final al asunto, porque la descripción de una
persona —en este caso sus descripciones jubilosas— después del hecho no
necesariamente representan ni siquiera se aproximan a representar las emociones del
momento. Otra forma de expresarlo: esta descripción nos permite inferir más sobre la
manera de hablar que tiene Spector sobre sí mismo que respecto a lo que realmente
estaba sintiendo en el momento del decolaje. El hombre que se encuentra al otro lado
de la puerta con frecuencia miente sobre su estado interior. Incluso puede mentirse a sí
mismo.
33 Wolfe, “The New Journalism,” op. cit. 20.
23
Por último, veamos un libro que desencadenó una controversia: el tratamiento que hizo
Joe McGinniss del senador Edward Kennedy, The Last Brother: 34
Miró nuevamente el reloj. No era todavía la una y cuarenta. Si solamente, en
este momento, en este preciso minuto, pudiera agarrar todos los papeles que
tenía sobre su escritorio, embutirlos en el portafolio junto a sus pies, levantarse y
abandonar el Senado, dejando a Prouty con la palabra en la boca, irse a casa
para ducharse y ponerse en contacto con Claude para salir a tomar algunos
tragos…
Tener que escuchar a Winston Prouty, en un viernes por la tarde la semana
anterior al Día de Acción de Gracias, sermonear sobre los males de utilizar el
dinero de los contribuyentes para comprar libros en las bibliotecas, era lo más
metido en el sargaso que se había encontrado Teddy hasta el momento.
Este pasaje se presenta en un recuento de los momentos inmediatamente anteriores a
que Kennedy se enterara de que su hermano Robert había sido asesinado. No es tan
íntimo como el pasaje de Wolfe, pero sí incluye una fantasía (el senador soñaba
simplemente con levantarse e irse) y un juicio interno de autocompasión (un momento
trivial le parecía al senador el sargaso más profundo en el que se había encontrado,
incluso más profundo, según McGinniss nos lleva a suponer, que el lodoso fondo de
Chappaquiddick). Y lo asombroso es que McGinniss reconoció que lo había inventado.
O al menos esa es una inferencia razonable.
En una “nota del autor” McGinniss reportó que la familia Kennedy se había resistido a
su investigación, de manera que aparentemente nunca habló con el senador sobre lo
que estaba sintiendo en ese momento de tedio antes del horror. Pero sí había tenido
“muchas docenas de entrevistas” con conocidos de Kennedy y se había sumergido en
enormes cantidades de material publicado sobre el senador. “A partir de esta base de
conocimientos existentes y fuentes verificables,” escribió, “he tratado de transmitir al
34 Joe McGinniss, The Last Brother (New York; Simon & Schuster, 1993), 33 – 34.
24
lector cómo pudo haber sido estar en el lugar de Teddy Kennedy”. (Se agregó el
énfasis). 35
Los periodistas respetables atacaron la idea misma. El veterano escritor político Jon
Margolis escribió en el Chicago Tribune:36
Este libro debe ser estudiado por todos los americanos, no por sus valores
intrínsecos —porque no tiene ninguno, absolutamente ninguno— sino como una
ilustración de exactamente qué tan corrupta y decadente ha llegado a ser nuestra
vida cultural, intelectual y política.
Francis X. Clines del New York Times llamó desvergonzado a McGinniss y declaró que
sus métodos literarios eran “licenciosos”.37 Ninguno de esos reporteros ni sus
periódicos han sido afectos al abordaje novelístico pero incluso el crítico de libros del
Washington Post, Jonathan Yardley, proclamó que The Last Brother era “un ejemplo
clásico de ética periodística y editorial chapucera” agregando que representa “una burla
incluso de las normas más mínimas que se deben seguir para escribir una biografía.”38
Naturalmente, existe una diferencia entre Final Days y The Last Brother por cuanto
Woodward y Bernstein sostienen que alguien les dijo todo lo que reportaron en el libro y
McGinniss admite que dio ese salto de la imaginación. Pero esa distinción corta
demasiado delgada la disciplina de la verdad, especialmente debido a que Woodward y
Berntein no revelan quién dijo qué. Excepto en los casos en los cuales la propia
aseveración es noticia (por la persona que la hizo), el problema para los periodistas no
es si alguien dice algo sino si existe razón para creer que ese algo es cierto. Y como lo
sugiere el ejemplo de Kissinger, Woodward y Bernstein son tan vulnerables como
McGinniss en ese aspecto.
35 Ibid., 618.36 Jon Margolis, “The Last and the Lost,” Chicago Tribune, agosto 1, 1993, Sección Libros.37 Francis X. Clines, “See What You’ve Done Now, Camelot Dweeb?” New York Times Book Review, 22 de agosto de 1993.38 Jonathan Yardley, “The Rise and Fall of Teddy Kennedy,” Washington Post, julio 28 de 1993, Sección Style.
25
La intensidad de la reacción al libro de McGinniss fue peculiar ya que McGinniss fue
ligeramente más franco que la mayoría de los autores respecto a su método. Y el libro
fue mucho menos duro en sus inferencias respecto a la vida interior de Kennedy que
muchos otros sobre el mismo tema. Cuando Joyce Carol Oates publicó Black Water,
una desvelada roman à clef dedicada exclusivamente a los momentos durante los
cuales una jovencita se ahoga en un automóvil enviado al agua a toda velocidad por un
destacado político, no suscitó gritos similares de indignación aunque fue mucho más
severo respecto al sujeto de la vida real que el libro de McGinniss.
Sería alentador si el revuelo en contra de McGinniss fuera el comienzo de un
replanteamiento de todo el género, un paso hacia el desarrollo de algunas normas
sobre lo que es aceptable en la práctica periodística y lo que se considera mentir. Pero
me temo que la controversia respecto a The Last Brother tuvo más que ver con la
vulnerabilidad de McGinniss después de su choque con Janet Malcolm que con
cualquier preocupación fundamental y sostenida respecto a ese elemento de nuestro
oficio.
EL ALCANCE DE LA INFERENCIA
La disciplina de la verdad no impide a los periodistas hacer inferencias. Los reporteros
lo hacen cuando clasifican los hechos y los argumentos, incluso sobre los asuntos más
rutinarios. (Se cometieron robos similares en tres casas de un vecindario de la Calle
Principal anoche. La policía se niega a decir que los delitos están relacionados entre
sí). Tampoco se debe prohibir a los periodistas hacer inferencias respecto al estado
interior de las personas sobre quienes escriben. (Recién salido de la escuela para
candidatos a oficiales, el subteniente Ron Jackson se encontraba parado en un claro de
la selva dándole vueltas al mapa reticulado cubierto en plástico, tratando en vano de
orientarse con las líneas de los árboles y los arrozales que se extendían hasta el
horizonte. Sus hombres le miraban con recelo. Si quería tener alguna esperanza de
que lo siguieran, tendría que comenzar inmediatamente. “Sargento”, gritó, “¿dónde
diablos estamos?”).
26
¿Hasta dónde se deben sentir los periodistas en libertad de ir cuando hacen estos
juicios? ¿Y hasta qué punto deben informar a sus lectores sobre las bases de lo que
han hecho? Uno de los factores debe ser el grado de incertidumbre que se tiene
respecto a una declaración. Si yo no hubiera hablado ni con el señor Clutter ni con el
senador Kennedy, me sentiría más tranquilo diciendo que el señor Clutter no temía (o,
con más exactitud, no tenía razón para temer) despertar a su esposa que para decir
que el día en que fue asesinado su segundo hermano, el senador Edward Kennedy
fantaseaba sobre dejar la presidencia de una aburrida sesión del Senado e irse a beber
con Claude. El grado de confianza depende de todas las circunstancias, no solamente
de que una persona nos lo haya dicho.
Con sólo mantener los ojos abiertos, un reportero que viaje con una unidad de
infantería aprendería lo suficiente sobre el teniente para comprender que estaba
tratando de ganarse la confianza de sus hombres ateniéndose al conocimiento superior
de ellos. Obviamente, podría haber otras explicaciones para las acciones del teniente.
Pudo haber entrado en pánico y, sin embargo, pudo haber tenido suficiente serenidad
para ocultar su temor. Pero, al no haber una indicación de que la inferencia más obvia
es incorrecta, generalmente se puede elegir sin peligro. Por otra parte, si alguien a
quien un reportero considera mentiroso o no se encuentra en posición de conocer las
cosas que dice saber, dice algo al reportero, no es una base para publicarlo como un
hecho. Si el senador tuviera la costumbre de esconder sus hábitos de bebida, el admitir
que había estado pensando en irse a tomar un trago con Claude podría tener cierta
fuerza. Pero si fuera una persona depresiva, que abusara de sí mismo, me preocuparía
el hecho de que quizá se hubiera inventado un cuento humillante y sensiblero. Y si
Claude o un paje del Senado contara la historia de lo que estaba pasando por la mente
del senador, yo tendría muchas dudas.
La incertidumbre aumenta a medida que se estrecha la intimidad con el personaje del
punto de vista en la narración. El escritor puede decidir dónde piensa ubicar su
narración en el continuum. A cierta distancia, existe muy poca razón para preocuparse
27
por las inferencias porque su alcance es pequeño. (Jim O´Leary prácticamente no
podía silbar por sonreir mientras caminaba por la calle Park después de recibir la carta.
Decía que su hijo había sido aceptado en Harvard. Harvard. Aunque solamente
distaba unas pocas millas de su vecindario del Sur de Boston, hasta que Jim Junior
comenzó a presentar un desempeño espectacular en el colegio, la universidad ubicada
al otro lado del río Charles era como otro país para la gente de la comunidad de
O´Leary, con una frontera que a su clase no le era permitido atravesar.) Aunque
novelesco en cierto sentido, este ejemplo se basa en algunos hechos sencillos y
determinables: la expresión en la cara de O´Leary, su comportamiento, la llegada de la
carta, la forma en que su comunidad consideraba a Harvard.
Si se profundiza un poco más en el punto de vista del personaje, las inferencias se
hacen más problemáticas. (El olor de repollo hervido atacó fuertemente la nariz de
O´Leary, algo tan conocido como la cocina de su madre. ¡Cuán orgullosa se sentiría!
Su propio nieto asistiendo a la escuela donde habían asistido los Kennedy. Aunque
sonreía mientras silbaba una pequeña giga, había también una punzada. Ella se habría
enseñoreado por encima de todos en el vecindario, se les hubiera impuesto como los
olores de su ventana durante el verano, así no les gustara el repollo.) Aquí el autor
coloca unas impresiones sensoriales precisas y unos recuerdos en el momento
específico y les da una expresión vívida, incluso tratando de utilizar ritmos y palabras
vernáculas distintivos que sugieren el modo de hablar del personaje de punto de vista.
A menos que el propio Jim O´Leary le hubiera dicho todo esto al autor, las inferencias
son bastante audaces.
Pero no son nada comparadas con lo que se hace en el planteamiento más íntimo: la
corriente del pensamiento consciente. (¡O´Leary triunfante! ¡O´Leary el rey! ¿Le
llevaban los propios Kennedy alguna ventaja hoy? Demonios, ¿no se habían metido
todos sus muchachos en una u otra clase de problema? Pero Jim Junior, ese sí era un
muchacho. Pudo haber sido un cura, tan dedicado a su deber. No se iba a hacer
tonterías con cada chica que le mostrara un poco de pierna.) Únicamente la
generosidad podría describir este tipo de informe como una inferencia a partir de la
28
evidencia. Se aproxima tanto a invención como puede hacerlo un escritor con
personajes que tienen una vida real fuera del papel. Este abordaje no tiene cabida en
el reportaje de noticias.
Otros factores para tener en cuenta cuando se decide hasta dónde llevar una inferencia
deben ser la naturaleza de lo que se arriesga y las consecuencias de equivocarse.
Cualquier error de juicio tiene la posibilidad de causar dolor a la persona cuyos
pensamientos internos son mal representados por el reportero. Pero una cosa es inferir
ciertos sentimientos en un recuento cálido y halagador sobre el orgullo de un padre al
ver que su hijo lanza su primer juego en el béisbol profesional y otra tratar de adivinar lo
que le pasó por la mente a un policía cuando hizo el disparo que mató a un chico
inocente. Por eso es totalmente inadecuado tratar de hacer una nota desde el punto de
vista de las personas que esperan a ser juzgadas por un delito. Su estado mental es la
misma esencia de la cuestión legal y ningún periódico debe pretender conocerlo. De
igual manera, no estoy de acuerdo con la mayoría de los esfuerzos por hacer retratos
íntimos, internos, de las figuras políticas poderosas, especialmente cuando sus estados
internos (de conocimiento o motivación) tienen mucha injerencia en las decisiones
públicas. Esta ciertamente era la situación política cuando se publicó The Final Days.
Nixon había renunciado, pero otros de los personajes del libro estaban tratando de
sobrellevar esos días o estaban ya haciendo planes para su regreso.
Esto plantea otro factor: el paso del tiempo. McGinniss, defendiéndose de las críticas
con que fue recibido su libro sobre Kennedy, utilizó tres ejemplos de historia y de
biografía bien aceptados en los cuales los escritores describían la vida interna de sus
sujetos. Uno era un libro sobre Mozart, otro sobre la revolución francesa y el tercero
sobre Samuel Johnson. Sin entrar en los temas historiográficos que pudieran plantear
dichos libros, yo podría comentar que, incluso reconociendo la importancia de las
lecciones que enseña la historia, el daño individual que estos recuentos podían causar
era pequeño porque los acontecimientos representados eran tan remotos en el tiempo
que todos los personajes representados en ellos estaban muertos.
29
Desdichadamente, mientras mayor sea la incertidumbre y mayores los riesgos
contemporáneos, mayor es la tentación de escribir un recuento interiorizado. Este
abordaje se ha convertido en algo popular sencillamente porque en esas circunstancias
la curiosidad es mucha. Pero si la disciplina de la verdad significa algo, es que los
periodistas se deben resistir a esa tentación.
LA CONDUCCIÓN DE LAS PRUEBAS
Incluso cuando un periodista tiene confianza en las inferencias más modestas que haya
hecho respecto a lo que está sucediendo en la mente de su personaje, sigue teniendo
con el lector el deber de revelar las bases de su juicio y manejar todos los argumentos
contrarios legítimos. Regresando a los elementos de la disciplina elemental de la
verdad, la honestidad intelectual exige como mínimo que, cuando un escritor hace un
juicio, debe plantear la evidencia que lo apoya o lo refuta. Y cuando el asunto es
controvertido (una idea de la verdadera naturaleza de la relación entre Kissinger y
Nixon, por ejemplo, pudo haber matizado la percepción del público sobre Kissinger lo
suficiente para que no hubiera sobrevivido hasta la administración de Ford), podría ser
mejor para el escritor reservarse el juicio.
Es curioso que el novelista Truman Capote parecía entender la necesidad de estos
controles mejor que muchos periodistas. Capote en In Cold Blood encuentra muchas
veces formas ingeniosas y sutiles de reunir evidencia y hacer que sus inferencias sobre
el estado interior de sus personajes sea verosímil para el lector, así como reunió la
evidencia del pasaje que cité arriba para demostrar por qué el señor Clutter no temía
despertar a su esposa. Por ejemplo, al inicio del libro cita extensamente una carta
enviada a Perry, uno de los asesinos, por un amigo de la prisión. Allí se plantea una
serie de observaciones importantes:39
“Usted es fuerte, pero existe una falla en su fortaleza y, a menos que aprenda a
controlar esa falla, resultará ser más poderosa que su fuerza y le derrotará.
39 Capote, In Cold Blood, 43 – 44.
30
¿Cuál es la falla? Una reacción emocional explosiva desproporcionada respecto
a la ocasión. ¿Por qué? ¿Por qué se presenta esta ira irrazonable al ver a otros
felices o contentos, este creciente desprecio por las personas y el deseo de
hacerles daño? Está bien, usted piensa que son tontos, los desprecia por su
moral, su felicidad es la fuente de la frustración y del resentimiento de usted.
Pero esos son enemigos terribles que usted lleva en su interior —con el tiempo
destruyen tanto como las balas.” (El énfasis aparece en el original).
Esto plantea el elemento de la motivación del asesino que Capote desarrolla durante el
resto del libro. Pero el hecho de que alguien que conocía bien al asesino creyera
respecto a él no es suficiente para sustentar el peso que descarga Capote en este
análisis, de manera que se da a la tarea de establecer un lazo estrecho con la
autoevaluación del asesino. “Perry,” reporta, “halagado por ser el sujeto de este
sermón, había permitido a Dick leerlo”.40 En otras palabras, alguien que observó de
cerca a Perry había sacado conclusiones sobre su constitución emocional y Perry había
aceptado ese juicio. Obviamente, esto no significa que el lector deba aceptar la nota
sobre el estado de ánimo de Perry, ni Capote insiste en que lo haga. La evidencia da al
lector un medio para la evaluación. Incluso la arquitectura de In Cold Blood parece
cuidadosamente diseñada para permitir a Capote reunir de manera persuasiva la
evidencia de los motivos y vidas emocionales de sus personajes. La primera sección
termina con el descubrimiento del asesino de los cuatro integrantes de la familia Clutter.
Pero lo que sucedió exactamente sigue siendo un misterio. Aunque Capote desde el
comienzo muestra ciertos aspectos de las personalidades de los dos asesinos que
ayudan a explicar cómo pudieron haber cometido una acción tan sanguinaria, nunca
sugiere en la primera mitad del libro exactamente el porqué, ni siquiera la razón por la
cual seleccionaron a los Clutter. Esto establece el escenario para un desarrollo
cuidadoso de la evidencia.
En primer lugar, Capote muestra lentamente los detalles físicos —dónde yacían los
cuerpos, cómo fueron asesinadas las víctimas, diversos detalles como una radio portátil
40 Ibid.,44.
31
desaparecida. Luego siguen los arranques en falso de las investigaciones policiales
hasta que una pista de un informante da tanto el primer eslabón para llegar a los
asesinos como la primera sugerencia de por qué seleccionaron a los Clutter para el
ataque. Entre tanto, Capote hace cortes periódicamente para regresar a los dos
asesinos mientras van hasta México y vuelven, luego a la Florida, pero solamente
juguetea con el lector por la periferia del misterio. Al comienzo, se mantiene a suficiente
distancia de sus estados de ánimo para que el lector no sepa nada sobre lo que pueden
estar pensando respecto a la terrible acción que han cometido. Luego, poco a poco, les
permite hablar brevemente entre ellos sobre el asunto, ocultando tanto como revelan.
Únicamente cuando la policía los captura e interroga se atreve Capote a sugerir lo que
realmente estaba pasando por sus mentes cuando planearon y ejecutaron los
asesinatos.
Quizá un novelista, de manera natural, aborda con cuidado lo que creerán los lectores.
Debido a que de ordinario todo lo inventa, sabe que tiene que lograr que el público
suspenda su incredulidad. A diferencia de los periodistas, quienes a menudo dan por
sentado que el lector acepta la verdad básica de lo que reportan, el novelista tiene que
utilizar todos sus trucos para llevar al público hasta ese punto. De modo que, cuando
quiere persuadirlos, no de que la historia es buena sino de que realmente es verdadera,
no debe sorprender que sus aseveraciones sean modestas y que reúna su evidencia
con cuidado. Por esto se ganó cierta crítica amable de Wolfe, quien le regañó por no
utilizar el punto de vista de una forma tan sofisticada como lo hacía él en sus novelas.41
De hecho, el abordaje de Capote es muy sofisticado, entrando y saliendo de la intimidad
a medida que cambia el nivel de incertidumbre en el transcurso de la historia y aumenta
la disposición del público a aceptar sus inferencias.
Los periodistas tienen mucho que aprender de los novelistas sobre las técnicas
retóricas. Bien harían si comenzaran estudiando el abordaje ingenioso y controlado de
In Cold Blood. Capote comprende bien la retórica; y la necesidad de persuadir a los
lectores escépticos da forma a todos los aspectos de esta pieza desde su estructura
41 Wolfe, “The New Journalism”, op. cit., 116.
32
básica hasta los detalles de las oraciones individuales. Los periodistas que quieren
utilizar las técnicas literarias deben reconocer que este tipo de cuidado extraordinario es
la forma como se produce la ficción literaria.
¿QUIÉN SE LO DIJO AL ESCRITOR?
El abordaje de Capote es muy ilustrativo pero su obra es un ejemplo imperfecto para los
periodistas en un aspecto importantísimo. Rara vez atribuye la información a la fuente
donde la obtuvo. Esto no debe sorprender. La disciplina periodística de la atribución
generalmente entra en conflicto con el uso de técnicas literarias sofisticadas por parte
de un escritor.
En la escritura tradicional de noticias, el lector no tiene que afrontar mucha ambigüedad
respecto a qué y en quién el autor quiere que el lector crea. El reportero del periódico
simplemente cuenta la historia de la manera más directa y accesible que conoce. La
voz de la obra es la del escritor y éste pretende que se le tome como alguien sincero y
conocedor. No es que el lector del periódico acepte todo lo que se le dice. Y no debe
hacerlo. Pero la sencillez de la comprensión general del lector en cuanto a la escritura
de noticias —o prácticamente de cualquier tipo de ensayo—, es muy diferente a la
complejidad que presenta la ficción.
Cuando el periodismo adopta las técnicas narrativas de la ficción asume también
algunas ambigüedades que le pueden dificultar la misión de cumplir con los requisitos
básicos de la disciplina periodística. Por ejemplo, ¿cómo debe un escritor de noticias
cumplir con su obligación de revelar la fuente de su información cuándo está
escribiendo desde la perspectiva de otra persona? Un escritor de ficción no tiene ese
deber y la ambigüedad de la relación entre el narrador y el autor implícito, para no
hablar de la deliciosa ambigüedad entre el autor implícito y el real, ofrecen parte del
placer de la actividad, tanto para el escritor como para el lector sofisticado. El escritor
de ficción solamente necesita mantener las cosas verosímiles para que, cuando
muestre que un personaje sabe algo, al lector le parezca verosímil que lo sepa.
33
Un escritor que no sigue las disciplinas del periodismo tiene mucha flexibilidad en este
campo. ¿Cómo se enteraron los asesinos respecto a los Clutter? Un informante se
presenta y dice que le habló a uno de los asesinos sobre la familia. El escritor también
puede dar una pista de cómo obtuvo ciertos detalles sin presentar una recitación
pesada sobre sus fuentes. Capote lo hace magistralmente. Tomemos como ejemplo el
sencillo pasaje que describe un momento durante el último día de la vida de la hija de
los Clutter y del cual nadie fue testigo: “Descalza, en pijama, Nancy bajó corriendo por
las escalas”.42 Al comienzo, esta referencia es tan misteriosa como la motivación de los
asesinos. El lector escéptico se pregunta cómo Capote espera que no crea que
simplemente se lo inventó. Luego, dos páginas más adelante, entra a la oficina de su
padre donde otra persona la ve. ¡Ajá! Así fue como Capote se enteró de lo que llevaba
puesto. Y en cuanto a la carrera, pudo haber sido un embellecimiento o una
descripción que escuchó sobre su comportamiento general y luego aplicó a este caso
específico mediante una pequeña inferencia. El problema es que Capote nunca dice
que el hombre que estaba en la oficina de su padre le dijo cómo iba vestida Nancy esa
mañana, ni tampoco revela quién le describió la manera de corretear de la muchacha
por las escaleras. No puede hacerlo sin introducirse a sí mismo en la historia
demasiado pronto, violando así la cronología básica que ha establecido.
Un periodista que escribiera la misma historia tendría que utilizar otro abordaje que le
permitiese identificar, en puntos importantes de la narración, quién le dijo qué. Esto es
especialmente aplicable cuando informa detalles que son denigrantes para una persona
que se puede identificar, porque en esas circunstancias la equidad hace más fuerte la
necesidad de la atribución.
Un escritor puede lograr esto de varias formas y la mayoría de ellas destruyen la ilusión
de que el lector está escuchando la historia desde el punto de vista de alguien diferente
al escritor. Esto puede causar angustia al escritor que quiere exhibir su pureza
novelística. Pero creo que el periodista serio debe ver esto como una ventaja. La
42 Capote, In Cold Blood, 17.
34
atribución no solamente ofrece la base fáctica que los lectores merecen encontrar en
los escritos para periódicos sino que ayuda a establecer una simple relación entre el
lector, el narrador y el escritor. Teniendo al reportero presente en la historia mediante
su atribución de la información importante, se aclara la voz de la narración. El lector ya
no tiene que preguntarse a quién debe creer. Deber creer al reportero que siempre está
presente.
Pueden persistir ambigüedades entre el autor implícito y la persona real que escribe.
Tal vez no registre todas sus comentarios sinceros respecto a la historia por su
autocontrol periodístico o porque escribe a través de un personaje que no muestra
todas las emociones que él mismo tiene. Pero incluso estas complejidades son menos
importantes cuando el escritor establece su presencia claramente durante toda la
narración.
Por esta razón, la atribución regular es mejor que el uso de notas para el lector al final
de las historias para establecer de una manera general los orígenes de la información.
(El Herald reconstruyó el robo del National Bank of Centerton después de entrevistar a
las siguientes personas..). Debido a que estas declaraciones tan generales usualmente
no hacen una atribución detallada de los hechos específicos (quién dijo qué respecto a
qué), creo que no son aconsejables.
LA VISIÓN LITERARIA
Durante casi toda mi vida de adulto me he ganado la vida en el periodismo. En ese
tiempo, he publicado cinco novelas 43 y sigo escribiendo ficción. En diversas ocasiones
la gente me ha sugerido que hay algo extraño, incluso conflictivo, respecto a esta doble
vida. Más de una vez he escuchado la advertencia que hizo Hemingway en el sentido
de que un poco de periodismo es bueno para el escritor siempre y cuando lo abandone
43 Convergence (New York; Doubleday & Co., 1982; Chicago; University of Chicago Press, Phoenix Fiction, 1991); Fragments (New York; William Morrow & Co., Inc., 1984); Mass (New York; William Morrow & Co., 1985); Our Fathers’ Shadows (New York; William Morrow & Co., 1987); Legends’ End(Londres; Hodder & Stoughton, Coronet Books, 1989).
35
antes de que le arruine. También he oído decir que un periodista que escribe ficción se
arriesga a que no le tomen en serio en ninguna de las dos modalidades. Estas
advertencias pudieron haber tenido cierta validez, pero las he desestimado y he
encontrado que las dos clases de escritura, lejos de estar en conflicto, se apoyan entre
sí en cosas grandes y pequeñas.
La mera práctica es una de ellas. Para la mayoría de nosotros, aprender a escribir lleva
más de una vida y ese aprendizaje se lleva a cabo con la acción. Uno escribe y re-
escribe. Uno ensaya cosas. Uno fracasa. Luego las intenta de otra forma. Uno trata
de recordarlo para poderlo utilizar nuevamente. La expresión sofisticada para esto es
encontrar su propia voz. Yo lo llamaría ejercicios para cinco dedos, poner las notas
correctamente debajo de los dedos. En ese proceso a menudo se encuentra en una de
las modalidades pequeños trucos y descubrimientos autoriles que resultan útiles en la
otra modalidad.
Mientras navegaba por la Internet en cierta ocasión encontré una cita de Robertson
Davies, un maravilloso cuentista canadiense que también ha trabajado como reportero,
director y hombre de negocios. “Todo esto”, escribió “lo considero necesario para mi
vida como escritor. Me he apartado en buena medida de esa inútil preocupación por mí
mismo que es una de las peores enfermedades de la vida literaria.” 44 La otra cara de
lo que dice Davies es que la escritura también ayuda a seleccionar lo que es importante
en el otro trabajo. Aunque a menudo me han preguntado cómo puedo seguir
escribiendo mientras enfrento otros retos, el verdadero interrogante es cómo podría
detenerme y conservar mi equilibrio.
En términos más estrictamente estéticos, la práctica del periodismo —su disciplina de
los hechos y esos encuentros con la realidad que conlleva el periodismo— me otorga
cierta inmunidad contra la tendencia de moda de ver la creación de la literatura como el
único tema apropiado para la literatura. En las manos correctas, el trabajo reflexivo
puede ser hermoso. Pero últimamente ha habido exceso de eso y muy poco es bueno.
44 Robertson Davies, One Half of Robertson Davies (New York; Viking Press, 1977).
36
Nos ha mostrado el lado oscuro de aquel antiguo consejo para los escritores de que
deben escribir únicamente lo que saben.
La mayoría de las personas que escriben ficción tienen que hacer otra cosa para
sostenerse a sí mismas y a sus familias. En una época, esto obligó a la mayoría de los
escritores a meterse en situaciones —a veces exóticas o crudas— en las cuales
también encontraban material. (Me recuerda una caricatura donde aparecía un
peregrino que atravesaba un lodazal miserable llamado “Ciénaga del Desánimo”. El
peregrino dice a un enjuto compañero: “Solamente estoy recogiendo material para una
novela.”) Los escritores tienen hoy maravillosas oportunidades para sostenerse
enseñando su arte, pero me temo que esto ha llevado a una estrechez en nuestra
literatura. Las limitaciones de la ficción académica son bien conocidas. La comunidad
universitaria recompensa lo conceptual y lo abstracto. Sus preocupaciones pueden
llegar a apartarse mucho de la vida común de la sociedad y los intereses del público
letrado general. Esta puede ser la razón por la cual tenemos tanta ficción literaria hoy
cuyo interés principal parece ser el invento formal más que la expresión de una visión
humana fundamental.
Obviamente, muchísimos escritores excelentes han evitado de manera brillante los
problemas académicos. Como lo dijo Henry James, un escritor debe tratar de ser una
persona para la cual nada pasa desapercibido.45 Pero para alguien como yo, para quien
pasan desapercibidas muchas cosas, el periodismo ha resultado un contacto estrecho
con una gama extraordinaria de comportamientos humanos que ha ayudado a alimentar
mi ficción. Fue para mi la manera de experimentar los momentos más abrumadores de
mi vida, durante la cobertura de la guerra de Vietnam. Como escritor, sigo viviendo del
capital que acumulé durante mis años como reportero policiaco. Incluso en ese asunto
rarificado de la página editorial no era extraño ver a las personas en el momento de la
crisis —el candidato político atrapado en una mentira, el funcionario público a punto de
45 Henry James, “The Art of Fiction,” en Essays, American and English Writers, ed. Leon Edel y Mark Wilson (New York; Library of America, 1984), 53.
37
ser acusado formalmente, el líder comprometido en una batalla por la supervivencia de
su causa.
Como lo ha dicho Graham Greene, existe una astilla de hielo en el corazón de cada
escritor.46 Me recuerda un momento durante la invasión de Camboya. Yo estaba con
una unidad de reconocimiento y de repente una explosión enterró un retorcido pedazo
de metal en el cuerpo del hombre que estaba parado junto a mí. El hombre cayó. Un
médico se acercó corriendo. Mi primer instinto fue girar y tomar una fotografía. Todavía
tengo copia de esa fotografía para recordar tanto los peligros físicos como espirituales
que corren nuestros corresponsales.
Para bien o mal, la ficción es como esa fotografía. Se alimenta de los momentos de
intensidad, cuando se dejan ver las cosas elementales de la naturaleza humana.
Trabajar en la ficción ha profundizado y fortalecido el periodismo también, porque la
ficción, al igual que el periodismo, es una forma de descubrir la verdad. El periodista
podría preguntarse qué puede aprender alguien sobre el mundo real inventado una
historia sobre un mundo que existe únicamente en la mente del escritor.
Obviamente, el novelista podría contestar que el periodismo también involucra la
proyección de la visión del escritor sobre su material. No puede evitarlo. Ver el mundo
es una actividad, no solamente la recepción pasiva de los datos sensoriales. Durante
cada momento de vela imponemos orden al flujo de experiencias mediante un acto del
cerebro que pudiera describirse como imaginación. De manera que no debe sorprender
que el ordenamiento imaginativo resulte ser común para la escritura tanto de hechos
como de ficciones, o que la una pueda informar a la otra de maneras fundamentales.
La necesidad que tiene la ficción de establecer plausibilidad convierte la relación entre
la descripción y la realidad en una novela en algo diferente pero no menos importante
que en el periodismo, incluso cuando el escritor está tratando de crear toda una realidad
alterna. Sin importar qué tan radicalmente diferente sea el mundo de ficción respecto a
46 Graham Greene, A sort of Life (New York; Simon & Schuster, 1972); 188.
38
la situación terrenal en la cual nos encontramos arraigados, la única razón por la que
reclama nuestra atención es que, de alguna manera, ilumina nuestra situación.
Cuando me siento a escribir una novela o una historia corta, es una especie de
experimento del pensamiento. Comienzo con algunos personajes y una idea inicial de
cómo complicarles la vida. Luego los suelto para que resuelvan la situación. En ese
proceso, los personajes me dicen algo. Con mayor frecuencia de la que me gustaría
admitir, he trabajado con personajes que comienzan a morir en la página incluso
mientras trato de insuflarles vida. Son como muñecos de ventrílocuo. Dicen lo que yo
les obligo a decir, pero mis labios se mueven para que todos los vean.
Cuando esto sucede, significa que algo me ha salido muy mal. Podría ser un error
pequeño como comprender mal la relación inmediata entre los personajes. Esto me
sucedió cuando estaba escribiendo la novela Mass. Había establecido dos personas
distanciadas durante centenares de páginas preparándolas para una confrontación y,
cuando por fin se encontraron, todo lo que hicieron era tratar de renovar sus vínculos.
Al final tuve que concederles sus deseos, con lo cual se hizo la escena.
Este tipo de problemas es más fácil de resolver que aquel que se refiere a la esencia de
la historia. Más de una vez he escrito una buena parte del borrador de una novela y, de
repente, descubro que la historia la estaba contando la persona equivocada o que he
cometido algún otro error estructural fundamental. Y cuando finalmente descubro el
error, veo que ha violado la verdad de aquello que yo había puesto en movimiento
cuando por primera vez coloqué a los personajes en la situación difícil.
Cuando una historia cae en un error, me atasco. Y mientras no descubra exactamente
qué anda mal y encuentre otra manera, no soy buena compañía. Pero una vez se me
presenta la alternativa, el efecto es pasmoso. Las palabras aparecen sobre la página
sin esfuerzo. Los personajes hablan a través de mí en vez de ser al contrario y, al final,
no creo que sea demasiado decir que he aprendido algo sobre la naturaleza de las
cosas.
39
Lo que he aprendido es una nueva forma de ver. Eso se puede trasladar al periodismo.
Uno de los editoriales que ganó el premio Pulitzer en 1986, un ensayo sobre el
aniversario de Hiroshima, fue una declaración directa de algunas de las cosas que me
fueron reveladas cuando escribí Mass. He hecho trabajos sobre políticas de
inteligencia que probablemente hubieran sido imposibles si no hubiera intentado, por
medio de las novelas Convergence y Legends’ End, dar alguna coherencia a lo que
había visto cuando trabajaba en el Departamento de Justicia. Las ideas sobre el
escepticismo radical que elaboré en Convergence me ayudaron a escribir obras sobre
temas tan diversos como el relativismo moral y la jurisprudencia de la intención original,
para no hablar de algunas partes anteriores de este libro. En Fragments trabajé sobre
la cuestión de la libertad y la responsabilidad en situaciones extremas. Las cosas que
aprendí sobre la ambigüedad en el manejo del material crudo sobre la guerra me
ayudaron a pensar en el determinismo, el castigo penal y la base para la sociedad
abierta.
La ambigüedad aparentemente no tiene nada que ver con el periodismo, especialmente
sus formas polémicas, como los editoriales. El propósito de una editorial, como regla
general, es persuadir a los lectores para que acepten la posición que propone el
editorial sobre políticas públicas. Se supone que los argumentos marchan hacia una
conclusión brillante, no que se atascan en el gris. Es necesario tomar decisiones en
este mundo y los editoriales pretenden influir en ellas.
Naturalmente, la ficción tiene un propósito distinto. Lo que es una virtud en un editorial
es un vicio terrible en una novela. Una novela polémica generalmente es peor que un
melodrama, y eso ya es muy malo. Ocasionalmente este tipo de obra está tan bien
hecha que, al igual que una caricatura política, tiene su propia clase de validez artística.
Candide y 1984 son dos ejemplos que recuerdo. Pero, por lo general, los personajes
de una novela polémica son planos, no presentan la vida con el tipo de totalidad que
inspira la gran ficción, y esa plenitud —junto con el fomento del libre juego del
lenguaje— ofrece la mejor excusa para liberar a la ficción de la disciplina de los hechos.
40
La mayor parte de la ficción que admiro comparte lo que el psicólogo Roy Shafer
describe como “visión trágica”: 47
La visión trágica se expresa a través de una marcada reactividad a los grandes
dilemas, paradojas, ambigüedades e incertidumbres que se encuentran en todas
las acciones y experiencias subjetivas del hombre. Se manifiesta en un estado
de alerta a los peligros, terrores, misterios y absurdos inevitables de la existencia.
Le exige a uno reconocer los elementos de la derrota en la victoria y de la victoria
en la derrota; el dolor en el placer y el placer en el dolor; la culpabilidad en una
acción aparentemente justificada; la pérdida de oportunidades que implica toda
elección y el crecimiento en cualquier dirección; el revés de fortuna que se cierne
sobre aquellos que son orgullosos o felices o merecedores por el hecho de que
es la naturaleza del ser humano inclinarse a revertir sus propias fortunas así
como a ser vulnerables a los accidentes y consecuencias imprevistas de sus
acciones y las acciones de los demás.
Este sentido trágico también informa al periodismo en el nivel más rico. Enlaza el
reportaje de noticias con una visión de la naturaleza humana que subyace la sociedad
abierta y el sistema de la libre expresión. Ayuda al periodismo a ser intelectualmente
honesto ofreciendo un antídoto para la arrogancia. Y ofrece una razón poderosa para
respetar los puntos de vista ajenos.
Sin embargo, el periodismo debe hacer su propio trabajo. Debe tomar en serio los
acontecimientos y debe tratar de llegar a alguna resolución respecto a su significado.
Debe reconocer que la visión trágica puede llevar a la parálisis y que en el mundo de
los asuntos es necesario actuar. Cuando la ficción quiere obligar a la gente a tomar
decisiones imposibles, el periodismo necesita ayudar a la gente a conocer sobre los
acontecimientos que les afectan y decidir qué es lo mejor que se puede hacer en todas
las circunstancias. La ficción saborea la riqueza de la ambigüedad. El periodismo trata
de resolverla, al menos tentativamente, para luego seguir adelante.
47 Roy Shafer, A New Language for Psychoanalysis (New Haven; Yale University Press, 1976), 35.
41
En última instancia, los mundos de la ficción y del periodismo se pueden enriquecer
mutuamente al compartir técnicas, experiencias y visiones fundamentales. Pero deben
permanecer separados, incluso en el alma de un solo escritor que aparentemente no
puede evitar hacer ambas cosas.
1
PARTE TRES
EL FUTURO DE LOS PERIÓDICOS
(SEIS)
EL RETO DE LA COMPLEJIDAD
No hay nada nuevo en la complejidad. Simplemente, lo que parece complicado
continúa cambiando. En otra época los periódicos encontraban que era un reto tratar
de comprender y comunicar la forma en que las bacterias producen las enfermedades o
cómo funciona un teléfono. (En 1906, Henry Adams expresó su asombro por las
complejidades del motor Daimler.1) Ahora estas cosas se han tornado familiares, pero
la retrovirología humana y la fusión fría son otra cosa.
El conocimiento se está fragmentando; las disciplinas intelectuales se están haciendo
más insulares y especializadas. Cada una requiere apuestas anonadadoras para poder
entrar en el juego: jergas impenetrables, caprichos metodológicos, profundos estratos
de información de antecedentes que las discusiones académicas asumen que son
compartidos por todos los participantes. Buena parte de esto probablemente es
innecesario. En mi experiencia, mientras más formidable sea el intelecto, más probable
es que la persona que tenga esa bendición exprese sus argumentos de manera clara.
Obviamente, en las matemáticas, las ciencias físicas y las ramas empíricas de las
ciencias sociales, es necesario primero expresar los modelos en formas cuantitativas y
posiblemente abstractas. Pero la traducción puede seguir muy pronto si existe la
voluntad y la brillantez para hacerla. El principio de la elegancia, después de todo,
presupone que la verdad tiene una belleza simple, que debe poderse comunicar.
Desafortunadamente, no todos los académicos ven la importancia de escribir para ser
comprendidos.2 Sin embargo, nunca ha sido más importante que las personas no
especialistas comprendan lo que los estudiosos e investigadores tienen que decir. Las
1 Henry Adams, The Education of Henry Adams, ed. Ernest Samuels y Jayne N. Samuels (1918; reimpresión, New York; Library of America, 1983), 1067.2 Véase Patricia Nelson Limerick, “Dancing with Professors: The trouble with Academic Prose,” New York Times Book Review, 31 de octubre de 1993, 3.
2
decisiones públicas se basan cada día más en los resultados de los debates entre
expertos. Y los enormes compromisos fiscales que se hacen para adelantar teorías
científicas o convertir abstracciones en instrumentos reales de paz y de guerra son sólo
el comienzo. Nuevas ramas de la ley —ambiental, salud y seguridad ocupacional,
incluso las definiciones constitucionales de las libertades individuales (como el derecho
al aborto)— se basan directa y específicamente en hipótesis que todavía son tema de
debate científico. El manejo del papel del gobierno en la economía tiene las
características de un choque de teorías intelectuales. La tecnología y el pensamiento
de punta ahora dan forma a la acción gubernamental tan innegablemente como forman
la actividad comercial. Y mientras las comunicaciones rápidas y la competencia feroz
acortan el tiempo entre la formulación de una idea y su aplicación a manos de quienes
toman las decisiones, el público fácilmente puede encontrar que se ha quedado a
oscuras.
Entre tanto, las apuestas en el juego intelectual —no solamente la gloria sino también el
dinero— han aumentado. El mecanismo mediante el cual los valores profesionales
básicos pasan de generación a generación ha tenido tropiezos y, como resultado,
algunos integrantes importantes de los mismos grupos con los cuales cuenta la
sociedad para que digan la verdad han caído en hábitos de deshonestidad intelectual.
Todo nuevo riesgo médico y del medio ambiente parece tener sus proponentes
académicos dispuestos a aterrorizarnos: el agotamiento de la capa de ozono, el
calentamiento global, el enfriamiento global, para no hablar del amianto, los químicos
tóxicos en las manzanas y el riesgo del SIDA pediátrico. Detrás de ellos hay fuertes
intereses con agendas políticas y económicas más amplias. Lo mismo se aplica a los
sanalotodos, desde el salvado de avena hasta la competencia controlada en la industria
de la atención médica. Y los periodistas están demasiado dispuestos a trasmitir mala
información técnica.
Este no es el lugar para profundizar en la naturaleza y las causas de este cambio en el
entorno intelectual. Pero si la especialización y la complejidad han proliferado, y si los
integrantes de las profesiones que cuentan la verdad (incluyendo los académicos,
3
científicos investigadores y periodistas) han perdido su sentido de claridad respecto a la
obligación de tener honestidad intelectual, entonces el papel de los periódicos se ha
hecho crucial. Deben ser árbitros en un debate que tiene cada día menos reglas y
deben ayudar a la gente a desglosar los asuntos técnicos complejos que dan forma a
sus vidas.
Estas son tareas desafiantes. Es mucho más fácil hacer el comentario sabio de que la
percepción es la realidad y luego manejar la percepción que luchar con las barreras
formidables que impiden la comprensión y la comunicación de las realidades complejas
respecto a las cuales se forman con facilidad percepciones equivocadas. Pero, en
algunos de los campos más complicados, las percepciones erradas pueden significar
errores en políticas sociales que conllevan consecuencias mortales, y en todas ellas las
percepciones equivocadas llevan a una mala asignación de recursos escasos y a un
mal uso del dinero de los contribuyentes.
EJEMPLO DE TEXTO
El 1989 el Tribune publicó una sección de dieciséis páginas, sin publicidad, dedicada a
una nota por John Crewdson donde se detallaba la historia y el misterio del
descubrimiento del virus que causa el SIDA y el desarrollo de una prueba de sangre
para detectarlo.3 Si hubiera sido una historia convencional, el artículo hubiera podido
ser mucho más corto y accesible. Pero los recuentos que hicieron los principales
científicos sobre su trabajo no cuadraban con los hechos, y eso hizo que la historia
fuera muy importante y muy difícil de contar.
Algunas partes de la historia ya habían salido a la luz pública cuando un grupo de
científicos franceses del Instituto Pasteur de París entabló una demanda legal para
disputar la patente americana sobre una prueba de sangre que había hecho posible el
aislamiento del virus del SIDA. Cuando la demanda fue arreglada por una intervención
3 John Crewdson, “Special Report: The Great AIDS Quest,” Chicago Tribune, 19 de noviembre de 1989, sección 5.
4
diplomática en ambos lados del Atlántico, los científicos contendores escribieron una
historia oficial. Tenía muy poco que ver con lo que había sucedido realmente, tanto por
lo que decía como por lo que callaba. El artículo de Crewdson mostraba en detalle las
discrepancias entre lo que había reportado el equipo americano del Instituto Nacional
de Salud en sus doctos artículos y declaraciones públicas y lo que mostraban los
registros de su laboratorio y otros documentos. Esa no era una historia en la cual los
participantes se hubieran sentado de buen agrado con el reportero a explicarle los
detalles. Los principales científicos del laboratorio del Instituto Nacional de Salud se
negaron a cooperar y dedicaron sus energías más bien a impedir que Crewdson
terminara su reportaje y que el Tribune lo publicara.
Para comprender las enigmáticas notas de laboratorio, los documentos y los
memorandos, Crewdson tuvo que familiarizarse completamente con el campo de la
retrovirología (el estudio de un tipo especial de virus que se ha demostrado que causa
en los humanos una forma de leucemia y el SIDA). Después de dominar este tema,
llevó a cabo el trabajo detectivesco de organizar miles y miles de páginas de material y
luego hacer más consultas para llenar los vacíos de manera que pudiera reconstruir la
historia. Finalmente, tuvo que salir del oscuro mundo de la retrovirología y encontrar la
forma de contar la historia a aquellos como nosotros cuyo conocimiento de los virus
comienza y termina con un caso de influenza.
Crewdson y sus directores, entre los que me contaba yo, no logramos hacer frente al
reto de crear una retórica apropiada para la tarea. El artículo exigía demasiado al
público. La ciencia ya es bien difícil de comunicar cuando la información es clara y
directa. (Explique rápidamente las bases de la mecánica cuántica.) Pero cuando la
evidencia está dispersa, no existe o está camuflada, se crea otra gruesa capa de
dificultades. Las mentiras directas hacen aún más difícil contar la historia. Con
frecuencia ya es suficiente reto seguir un reportaje investigativo sobre un fraude
financiero convencional, y eso que todo el mundo sabe cómo funciona el dinero. La
dificultad de las historias de investigación surge de la necesidad de manejar evidencias
y argumentos encontrados y de explicar las bases sobre las cuales se sacan las
5
inferencias más importantes. Con frecuencia el reportero no sabe todo lo que quisiera
saber. Después de todo, no tiene el poder de expedir órdenes de comparecencia y no
puede obligar a nadie a declarar so pena de perjurio. De manera que, para hacer una
buena labor, el escritor tiene que reconocer los vacíos en su información y manejarlos
abiertamente. Esto con frecuencia le impide hacer una presentación en línea recta.
En la investigación sobre el descubrimiento del virus del SIDA hubo otro factor de
complicación. Sabíamos que teníamos que llegar y persuadir no solamente a nuestro
público básico sino también a la comunidad científica. Si los científicos no nos tomaban
en serio, el trabajo de Crewdson no habría servido de nada. Y la comunidad científica
no estaba muy deseosa que digamos, de aceptar la idea de que pudieran enterarse de
algo en el Chicago Tribune que no pudieron conocer en Nature and Science (la principal
publicación docta sobre el tema). Sabíamos que la primera línea de defensa de la
comunidad científica para no aceptar el trabajo de Crewdson sería que el recuento
periodístico era muy simplista, que como lego, Crewdson no comprendía nada sobre los
matices. Si hubiésemos simplificado excesivamente la historia habríamos sido presas
de la reacción inmunitaria de la ciencia contra las críticas externas. De manera que
transigimos entre los públicos —el público general y el público especializado reducido—
lo cual dejó el trabajo como algo cuya lectura era más desafiante que cualquiera otra
publicación que hubiésemos hecho en el Tribune.
Entretanto, el reportero y los directores tenían que asegurarse de que todas las
aseveraciones estuvieran documentadas, de que los investigadores tuvieran la
oportunidad de plantear sus propias opiniones (oportunidad que rara vez
aprovecharon), y que los argumentos contrarios importantes fueran manejados de una
manera responsable. En este respecto, el artículo tuvo éxito. Todas las acusaciones
importantes que aparecieron en el artículo de Crewdson han sido confirmadas.
El artículo reportaba que no podíamos llegar a la conclusión de si había ocurrido robo o
contaminación en el laboratorio del científico americano, y la evidencia sobre este
asunto sigue siendo inconcluyente. Pero la mayoría de los científicos que presta
6
cuidadosa atención a estas cosas acepta ahora los hechos fundamentales del
descubrimiento del SIDA como los planteó Crewdson y han rechazado las múltiples
declaraciones erradas de los científicos del Laboratorio Nacional de Salud. Los
principales elementos son los siguientes: pese a muchas declaraciones del doctor
Gallo en sentido contrario emitidas en el transcurso de muchos años, las muestras del
virus que fueron enviadas a su laboratorio en el Instituto Nacional de Salud por los
científicos del Pasteur eran prácticamente idénticas en términos genéticos al virus que
decía haber descubierto y luego utilizado en las pruebas de sangre que patentó.
(Debido a que el virus del SIDA presenta mutaciones rápidas, Crewdson llegó a la
conclusión de que tuvo que haber habido una contaminación accidental o un robo en el
laboratorio del doctor Gallo.) Pese a las muchas declaraciones del doctor Gallo en
sentido contrario, su laboratorio estaba cultivando el virus francés en cantidades
suficientes para llevar a cabo un gran número de experimentos. Y la cepa de células en
la cual logró el crecimiento continuo del virus del SIDA no era creación de su propio
laboratorio, como lo insinuaban originalmente los artículos y declaraciones que salían
de su laboratorio, sino algo desarrollado previamente por otro científico. De manera
que los americanos no crearon el medio en el cual se pudo cultivar el virus así como
tampoco descubrieron el virus que causa el SIDA. “Descubrieron” un virus que los
franceses ya habían identificado como el causante del SIDA y, bien accidental o
intencionalmente, se lo apropiaron.
Varios de estos temas tienen una importancia mucho más que histórica. El
reconocimiento por parte del laboratorio del doctor Gallo de la verdadera identidad de la
línea celular únicamente hubiera permitido a los investigadores fuera de su laboratorio
un avance más rápido, ya que la línea celular se podía obtener fácilmente. Según el
panel de científicos de la Academia Nacional de Ciencias que revisó la investigación del
Laboratorio Nacional de Salud, el doctor Gallo fue “esencialmente inmoral” en su
renuencia a compartir las muestras de la línea celular que utilizó.4 Una y otra vez,
resultó que Crewdson tenía razón en cuanto a la ciencia y a la historia y se demostró
4 Informe de Frederic M. Richards (profesor emérito Sterling, Departamento de Biología Molecular y Bioquímica, Universidad de Yale) a Bernadine Healy, director de los Institutos Nacionales de Salud (National Institutes of Health), 19 de febrero de 1992.
7
que el doctor Gallo estaba equivocado. Pero pese a este caso de periodismo que
ayudó a corregir importantes declaraciones científicas erróneas, no sé si la mayoría de
los científicos aún hoy acepta la idea de que los periódicos tienen su papel en la
investigación de tales asuntos. Tampoco estoy seguro de que la mayoría de los
reporteros y directores de los periódicos piense igual.
¿DEBEN LOS PERIÓDICOS INVESTIGAR LAS CIENCIAS?
¿Qué pueden los periódicos presumir que agregue algo al intercambio abierto y a la
competencia entre los científicos que se supone desarrolle el conocimiento y corrige
errores importantes? Nunca nos podremos constituir en institutos de investigación en
ninguna ni en la totalidad de las múltiples especialidades en las cuales se ha
fragmentado la ciencia. Siempre seremos generalistas atrapados en un laberinto
diseñado por expertos. Siempre seremos los aficionados, los que están afuera mirando
hacia adentro, los que se meten en asuntos que están más allá de su comprensión.
Sin embargo, si uno plantea la pregunta al contrario, queda claro que los periódicos
tienen un papel apropiado en el examen crítico de la ciencia. Se supone que el
periodismo ilumina los asuntos de interés público y esto incluye el trabajo de descubrir
información significativa que de otra forma podría quedar oculta. De modo que el
periodismo tiene que abordar la ciencia (y otras disciplinas especializadas que utilizan
grandes sumas de fondos públicos y tratan asuntos públicos de gran interés) con el
mismo escepticismo disciplinado con el cual aborda las actividades de un consejo
municipal o un gobernador.
La comunicación y la competencia abierta entre los científicos ofrecen claramente el
mecanismo más poderoso para perfeccionar el estado del conocimiento a través del
descubrimiento. Pero la ciencia no necesariamente se corrige a sí misma con la
suficiente rapidez para evitar la desviación de los dineros públicos o el abuso de la
confianza del pueblo. Tampoco corrige necesariamente a los científicos a tiempo para
impedir que influyan adversamente sobre las decisiones públicas, incluso sobre temas
8
tan apremiantes como una peste mortífera. Y la investigación sobre el SIDA no es un
ejemplo aislado de este asunto. Después, Crewdson reveló que parte de los datos de
un importante proyecto de investigación sobre cáncer de mama habían sido
sistemáticamente falsificados. Un editorial en el Journal of the American Medical
Association expresó: “Lo que sorprende, lo que realmente es del todo inexplicable, es
que tuvimos que enterarnos de todo esto en el Chicago Tribune y no a través de una
publicación científica, y que hayamos tenido que esperar tanto para enterarnos.”5
Los científicos, especialmente aquellos que trabajan en la punta de lanza del
descubrimiento, pueden no estar específicamente interesados en revisar los detalles del
trabajo ajeno a menos que haya algo extraño en él lo cual, por medio de un examen
crítico, pueda resultar útil para su propio trabajo. Un científico con suficiente influencia
puede, si es suficientemente despiadado, utilizar ese poder para atemorizar a otros
colegas que, de lo contrario podrían sugerir imperfecciones en su trabajo. El interés de
los otros científicos no es, y probablemente no debe ser, proteger la integridad del
proceso mediante el cual se expiden las partidas gubernamentales para la investigación
ni la calidad de la información que se utiliza en la toma de decisiones del gobierno.
Estos son asuntos más relacionados con los intereses tradicionales de los periódicos.
LA CIENCIA Y EL DEBIDO PROCESO
La propia comunidad científica recientemente estableció un mecanismo formal para
complementar el juego informal, imperfecto y libre del intercambio de información. Las
instituciones de investigación públicas y privadas tienen procedimientos complejos para
manejar las acusaciones en el sentido de que los científicos se han comportado
indebidamente en algún sentido. Pero estos procedimientos en sí se han convertido en
algo terriblemente engorroso a medida que se unen y adoptan los estándares de un
sistema legal adversativo.
5 “Breast Cancer: How to Mishandle Misconduct,” Journal of the American Medical Association, 20 de abril de 1994, 1205.
9
El descubrimiento de la causa del SIDA nos ofrece un ejemplo vívido. El doctor Gallo y
su jefe de laboratorio, Mikulas Popovic, fueron hallados culpables de mala conducta
científica por los funcionarios del Departamento de Salud y Servicios Humanos
encargados de examinar los asuntos relacionados con la integridad de la investigación.
El panel de científicos externos de la Academia Nacional de Ciencias al cual el Instituto
Nacional de Salud le pidió revisar sus investigaciones, criticó fuertemente al doctor
Gallo. Reportaron que habían encontrado en el asunto “un patrón de comportamiento
de parte del doctor Gallo que repetidamente falsea, suprime y distorsiona los datos y
sus interpretaciones.” Y acusaron al doctor Gallo de “un alto grado de imprudencia
intelectual” y de la “apropiación intelectual del aislado viral francés”.6
Ambos científicos acusados apelaron los hallazgos oficiales de mala conducta (el
informe emitido por sus distinguidos colegas era de naturaleza asesora y no era
apelable). La junta de apelaciones de abogados (no científicos) reunida por el
Departamento de Servicios Humanos anuló la acusación de mala conducta científica en
contra del doctor Popovic, diciendo que el registro de sus audiencias no respaldaba
dicho hallazgo. Sostuvo que, a menos que las declaraciones hechas en publicaciones
científicas no se puedan interpretar de una forma razonable que se ajuste a la verdad,
no puede haber hallazgos de mala conducta. La junta de apelaciones también redujo
significativamente el caso que plantearon los investigadores contra el doctor Gallo. En
ambos casos el panel excluyó toda la evidencia del contexto más amplio que vertía luz
sobre lo que los científicos habían hecho y lo que querían que la gente creyera por
medio de lo que habían escrito y dicho. Esto se hizo sobre las bases de la “equidad
fundamental”.7 Después de estas decisiones de la junta de apelaciones, la Oficina de
Integridad del Servicio del Departamento de Salud y Servicios Humanos retiró su caso
contra el doctor Gallo aunque expresó públicamente que no había cambiado su opinión
respecto a la conducta del mismo.
6 Richard Report op. Cit.7 En el asunto del Dr. Robert Gallo, fallo sobre oferta de prueba del ORI, Junta de Apelaciones del Departamento de Salud y Servicios Humanos, caso no. A-93-91, p. 4.
10
Desde el comienzo, Crewdson había estado sometido a los ataques de los escritores
científicos del Washington Post, de las revistas Science y Nature, etc. Por consiguiente,
no hubo sorpresa cuando, luego de las decisiones de la junta de apelaciones y de que
el Departamento de Salud y Servicios Humanos retirara los cargos, la revista Time dijo
que el doctor Gallo había sido vindicado pese a que el Tribune le había crucificado. 8 El
director de ciencias del New York Times, Nicolas Wade, en la revista Times Sunday
Magazine llegó a la conclusión de que los críticos del doctor Gallo, incluyendo a
Crewdson, “habían sido demasiado lentos para corregir su juicio equivocado sobre el
único héroe científico que había surgido hasta el momento en la lucha contra el SIDA.”9
Entre tanto, un voluminoso informe de un comité del Congreso apoyó las aseveraciones
de Crewdson. Y Frederic M. Richards, profesor emérito de la Universidad de Yale que
trabajó como consultor científico para el director del Instituto Nacional de Salud en la
investigación de Gallo, pidió que se abriera nuevamente la investigación.10
La historia tendrá que comenzar donde los procedimientos del gobierno concluyeron.
Pero el paso del asunto por la burocracia sugiere algo respecto a la naturaleza de los
mecanismos oficiales para manejar las acusaciones de mala conducta científica,
incluyendo el fraude.
Para cuando el caso llegó a su conclusión, ya se había reducido a unos puntos muy
específicos referentes al comportamiento de los científicos. Esta fue, en parte, la
consecuencia de un abordaje legalista que a menudo se concentra en acciones
individuales, aisladas, en vez de reflexionar sobre una serie de comportamientos en su
totalidad.
Al abordar el asunto desde el punto de vista legal, se puede ver alguna justificación
forzada para que los abogados del panel de apelaciones del Departamento de Salud y
8 Christine Gorman, “Victory at Last for Besieged Virus Hunter,” Revista Time, 22 de noviembre de 1993, 61.9 Nicholas Wade, “Method and Madness: The Vindication of Robert Gallo,” New York Times Sunday Magazine, 26 de diciembre de 1993, 12.10 “Advisor in the Gallo Case Calls for Reopening Probe, ”Science & Government Report, 15 de mayo 1994, 1.
11
Servicios Humanos decidiera como lo hizo. La equidad y el debido proceso son
conceptos enloquecedoramente elásticos que ofrecen a los abogados mucha
discreción. También estaban en juego otros valores. La regla que interpreta todas las
declaraciones ambiguas hechas en artículos científicos a favor de una interpretación
veraz tiene el efecto de permitir a los científicos una flexibilidad considerable en la
expresión, muy parecida a la libertad que tienen los periodistas bajo la regla establecida
en el caso New York Times vs. Sullivan 11 (y en normas como la “Regla de
interpretación inocente” de Illinois12) para escribir sobre asuntos de interés público sin
un temor indebido a las demandas por difamación. Según Times vs. Sullivan, los
tribunales americanos no pueden responsabilizar a un periódico a menos que se
demuestre que intencionalmente ha mentido o actuado de manera irresponsable al no
tener en cuenta la verdad. (La norma de la veracidad para los científicos es
considerablemente menos exigente. La Junta de Apelaciones del Departamento de
Salud y Servicios Humanos indicó que creía que las pautas federales no sancionaban a
los científicos por nada que no fueran mentiras intencionales, de manera que las
tergiversaciones irresponsables no serían consideradas actos de mala conducta).13
Si creemos que en la ciencia, al igual que en la política, un sistema libre y abierto de
expresión tiene la máxima oportunidad de acercarse a la verdad, es necesario respetar
la decisión de la Junta de Apelaciones de interpretar la ambigüedad a favor del autor,
aunque haya tenido que forzar el idioma inglés hasta el límite para encontrar
ambigüedades en las declaraciones impugnadas. Esto no refleja necesariamente falta
de desprecio por la violación del deber moral de decir la verdad. Simplemente reconoce
que un deber legal estricto podría inhibir la comunicación abierta de la cual depende el
sistema. El problema es que el régimen legal puede ser confundido con el régimen
moral de manera que las personas que deberían estar motivadas por la disciplina ética
estricta se confunden. En la ciencia al igual que en el periodismo, los practicantes
11 New York Times v. Sullivan, 376 U.S. 255 (1964).12 Chapski v. Copley Press, 92 Ill. 2d 344 (1982).13 Decisión re: Mikulas Popovic, M.D., HHS Departmental Appeals Board Research Integrity Adjudications Panel, 3 de noviembre de 1993.
12
pueden tomar su derecho de salirse con la suya cuando tergiversan la verdad como una
licencia para mentir.
La diferencia entre el deber moral y el deber legal ayuda a explicar la razón por la cual
los integrantes del panel de la Academia Nacional de Ciencias vieron claridad allí donde
los miembros no científicos de la Junta de Apelaciones vieron ambigüedad. Los
científicos utilizaron una obligación más estricta para su medida.
Desdichadamente, el planteamiento legalista está ganando terreno en el campo
puramente científico. Los laboratorios del gobierno, donde el impacto de la mala
conducta sobre el gasto de dineros públicos y sobre la discusión de políticas públicas es
mayor, se inclinan fuertemente hacia el modelo legal. Esto se debe a que el gobierno
puede tomar medidas que afectan adversamente a los individuos (incluso a los altos
funcionarios gubernamentales como los médicos que manejan los grandes laboratorios
que reciben el apoyo público) solamente después de seguir procedimientos que
conceden al individuo la garantía del debido proceso legal. Pero, incluso en
instituciones privadas, donde serían más apropiados unos métodos menos legalistas, el
modelo adversativo se está adoptando con una frecuencia creciente. Charles
Maechling, Jr. , profesor de leyes y ex-asesor general diputado de la Fundación
Nacional para las Ciencias, escribió: “Esto está distorsionando la delicada tarea de
investigar las prácticas dudosas en la investigación y podría causar daños permanentes
a la salud de la ciencia en los Estados Unidos.”14
Maechling no es el único que tiene esta preocupación. A continuación presentamos
una declaración aprobada por el Consejo de la Academia Nacional de Ciencias y varios
otros grupos:15
14 Charles Maechling, Jr., “Laboratory Is Not a Court-room”, Issues in Science and Technology (Spring 1992), 73.15 Declaración de los concejos de la Academia Nacional de Ciencias e Instituto de Medicina y el Concejo Ejecutivo de la Academia Nacional de Ingeniería, Actas de la Academia Nacional de Ciencias 91 (26 de abril de 1994), 3479.
13
Las decisiones recientes del Departamento de Salud y Servicios Humanos en
casos específicos han sido interpretadas por algunos científicos como limitantes
de las actividades que se definen como mala conducta en las ciencias. Esas
decisiones no se deben interpretar como que significan que la comunidad
científica puede reducir sus esfuerzos en asuntos éticos. Además, otros
problemas, como las prácticas investigativas cuestionables, requieren nuestra
atención constante. Como miembros de la comunidad de investigadores
profesionales debemos luchar por desarrollar y mantener normas más generales
que las que se tienen en cuenta dentro del marco legal y regulatorio del gobierno
para el manejo de la mala conducta en las ciencias. (El énfasis está en el
original).
Si continúa, la tendencia hacia el modelo legalista del debido proceso para tener en
cuenta las acusaciones de mala conducta científica— especialmente la mentira
respecto a la investigación— nos dejará en la siguiente situación: el método informal de
la auto-corrección científica operará muy lentamente, si es que opera. El mecanismo
formal tolerará muchas violaciones de la disciplina de la verdad para que no se inhiba la
libre expresión la cual, a la larga, ofrece el mejor camino para adelantar el
conocimiento. De manera que, a menos que la prensa, que también tiene cierta
flexibilidad legal, u otras instituciones privadas sometan los asuntos científicos a un
escrutinio detallado e independiente, con frecuencia no quedará satisfecho el interés de
la comunidad por una corrección rápida de las inexactitudes cometidas por los
científicos dedicados a los proyectos que tienen importancia pública inmediata y
significativa.
Por esta razón, el periódico debe comenzar a mirar con ojos más críticos el trabajo de
las ciencias y otras especialidades complejas que afectan tan poderosamente las vidas
de las personas. Probablemente es más importante que los periódicos ejerzan la
vigilancia en términos del fraude en estas áreas que en los lugares más tradicionales
donde a éstos les gusta investigar (como la concesión de contratos gubernamentales, la
14
selección de personal para empleos, etc.), simplemente porque el trabajo es tan difícil
que muy pocas otras personas se dedicarán a hacerlo.
Crewdson escribió sobre esto en un artículo titulado “Perky Cheerleaders”, en Nieman
Reports en el cual regañó a los escritores de ciencias por su credulidad respecto a la
ciencia, la medicina, la salud, la tecnología y el medio ambiente, credulidad que él llama
“complejo tecnológico”.16
La falla del periodismo americano estriba en algo más que no haber mantenido la
honestidad en las ciencias. Se trata de no haberse hecho tan sofisticados respecto a lo
que sucede dentro del complejo tecnológico como lo son en las finanzas, la política o
los asuntos internacionales. En última instancia, el complejo tecnológico no se refiere a
las ciencias. Se trata de asuntos vitales de las políticas públicas, respecto a cómo se
gastan sumas enormes del dinero público, respecto a cómo se salvan y se pierden
vidas humanas, y respecto a cómo se viven esas vidas. El complejo tecnológico es
demasiado importante para dejárselo a los reporteros que gustan de las ciencias, los
reporteros que están más interesados en por qué explotan los volcanes y cómo se
aparean las abejas.
Obviamente, existe un lugar para la explicación de por qué explotan los volcanes. Es
parte de lo que hacen los periódicos a favor de sus lectores. Pero Crewdson tiene
razón al decir que el periodismo científico también debe meterse en ese otro campo.
Eso nos deja con el interrogante de cómo pueden hacerlo los periódicos cuando los
temas en cuestión con frecuencia son muy oscuros y difíciles.
LA CLASE DE PERIODISTAS QUE NECESITAN LOS PERIÓDICOS
La respuesta está en la educación de los periodistas y las expectativas que tienen los
periódicos de ellos. Hubo una época en que los reporteros de los periódicos solamente
necesitaban el don para trabajar con las palabras y suficiente empuje para entrar por la
16 John Crewdson, “Perky Cheerleaders;” Nieman Reports (Winter 1993), 16.
15
puerta. Después de eso, aprendían sobre la marcha. Aprendían a escribir noticias
duras y artículos especiales. En algunos periódicos, incluso pudieron haber tenido una
‘prueba’ del trabajo en una revista. Aprendieron las técnicas para obtener información a
través del teléfono y personalmente. También aprendieron sobre el mundo,
generalmente a partir del departamento de policía.
Obtenían una educación anecdótica respecto a las instituciones, a menudo mientras
tomaban unos cuantos tragos en el bar local después del trabajo. (“¿Oíste lo que dijo
ese tonto superintendente hoy? Dijo que iba a colocar todas las patrullas en zonas
predeterminadas en autos con un solo hombre. Sería como darles a los malos un juego
de llaves maestras.”) De hecho, el aprendizaje se iniciaba por el final y no por el
comienzo. Se basaba en los asuntos de actualidad y no en un fundamento de
conocimientos generales y habilidades analíticas.
Esto sí tuvo el efecto saludable de preparar a los reporteros de los periódicos para
sentirse cómodos manejando asuntos nuevos para ellos. Debido a que con frecuencia
carecían de educación formal, casi todo era nuevo para ellos. Y cuando no era nuevo,
muy a menudo sus percepciones reflejaban la sabiduría impartida por las instituciones
que ellos cubrían. No es sorprendente, entonces, que los periódicos hayan tardado
tanto en manejar de manera decisiva asuntos como la brutalidad policial y la
discriminación racial y sexual. Para cuando un reportero alcanzaba suficiente prestigio
para buscar historias como esa, podía ya haber dejado de considerarlas noticia. A
veces fueron necesarios los periodistas descontentos o los extraños obsesivos para
romper con la opinión convencional.
La educación en las habilidades y valores del oficio de las noticias funcionaba de la
misma manera. Los reporteros y los editores de textos aprendían sobre la marcha
(“¿Cómo se llama esto, compañeros? ¿Poesía? Déjenselo a los intelectuales. Un
periódico entrega las noticias de manera directa y simple.”) Aprendieron de sus
compañeros y de las fuentes de noticias dónde estaban los límites, dónde era seguro
bravuconear y quién podía responder a un ataque. Observaron a algunos reporteros
16
embellecer los hechos y obtener buen despliegue. Observaron a otros mentir por
teléfono y obtener resultados. Nadie les dio un libro de reglas y nadie quería debatir la
ética en detalle. Una noche, cuando estaba trabajando en el Chicago Daily News, el
director de noticias para la ciudad en el turno de la noche estaba sentado meneando la
cabeza ante una columna sindicada que estaba leyendo en el teletipo. “Miren esto.
Pone a George Rommey haciendo una pausa para tomarse un trago de escocés.
Rommey es un mormón. Aprende esta lección muchacho. Cuando el viento sopla, haz
que las cortinas se muevan.” La capacitación sobre ética en el trabajo era
despiadadamente práctica.
Las escuelas de periodismo aportaban cierto contrapeso. Fueron instrumentales en la
profesionalización del reportaje de las noticias, su edición y su redacción. A menudo
incluían clases obligatorias sobre la historia del periodismo, el papel social de la prensa
y los problemas legales y morales que afrontaba el negocio. Impartieron a los
egresados la osadía para insistir en la independencia para publicar las cosas que
pudieran estar en conflicto con los intereses de los anunciantes, para poner en tela de
juicio prácticas como el engaño y la exageración que se habían usado durante años.
Usualmente, el pénsum de pregrado exigía a los estudiantes tomar cursos que se
concentraban en una ciencia social, como las ciencias políticas, la historia o la
economía, para aportar una base de conocimientos sobre las instituciones respecto a
las cuales escriben los periódicos. En el ámbito de post-grado, el pénsum podría
adaptar esas lecciones a las necesidades específicas de los periodistas. (Cuando
enseñé un seminario sobre legislación del periodismo a un grupo de post-grado, uno de
los grandes desafíos pedagógicos que tuve que afrontar fue hacer comprender a los
alumnos que enseñarles a cubrir un juicio no era una manera especialmente buena de
aprovechar su valioso tiempo.) Y en todos los niveles había grandes cantidades de
entrenamiento práctico, “de laboratorio,” sobre la escritura y la edición.
Estos elementos de la educación en periodismo —instrucción práctica en la escritura de
noticias y las aptitudes para la edición, la introducción a las dimensiones sociales y
morales del trabajo y unas bases generales en una disciplina académica tradicional—
17
se deben replantear para que la educación en periodismo ayude a transformar las
prácticas del negocio del mañana tan eficazmente como la profesionalizó en el pasado.
La importancia de ofrecer una base firme en los imperativos sociales y morales de una
prensa libre no ha disminuido, aunque al leer las publicaciones profesionales parecería
que demasiadas personas estuvieran luchando la última guerra. La necesidad de ser
independientes de los anunciantes para poder hacer juicios sobre las noticias ha
quedado bien establecida así como la necesidad de mirar las distintas instituciones
importantes en la comunidad desde una distancia crítica. Pero la relación correcta entre
las funciones de noticias y de mercadeo requiere un examen cuidadoso al igual que el
tema de cómo deben las noticias manejar los reportajes sobre percepciones cuando la
noticia tiene un papel tan decisivo en la formación de dichas percepciones.
Necesitamos que las escuelas fuercen a los alumnos a pensar sobre temas clave, como
la manera en que los periódicos pueden tener una voz única y un sentido más o menos
coherente del mundo y permanecer fieles a su disciplina de la verdad. Me gustaría ver
más discusiones penetrantes que relacionen los problemas del periodismo con las
principales corrientes del pensamiento moral. Dios sabe que no carecemos de debates
éticos. A veces parece que es lo que más nos gusta, pero no tenemos la clase de
discusión que lleva el entendimiento más allá del uso apasionado de los clichés. Las
escuelas de periodismo necesitan refrescar la discusión en el negocio de las noticias
por medio de lo que sus profesores publican y a través de lo que los alumnos envían a
la sala de redacción.
Las habilidades prácticas en el reportaje y la edición de noticias no se tienen que
enseñar en la universidad. El tiempo de los estudiantes es limitado y las otras
necesidades pedagógicas son enormes. El antiguo modelo de aprender en el trabajo
los fundamentos del reportaje y la escritura de las noticias convencionales y el dominio
de otras técnicas básicas funciona muy bien. Lo mejor que puede hacer una
universidad es tratar de simular la experiencia de una sala de redacción real, bien sea a
través de laboratorios o publicando un periódico o una revista. Por otra parte, debido a
que la naturaleza de la escritura de las noticias está cambiando —desapareciendo las
18
formas antiguas y quedando únicamente los elementos más clásicos— es necesario
fortalecer el componente básico de la escritura en la educación periodística.
En los periódicos de hoy necesitamos escritores que puedan pensar hasta llegar al
abordaje correcto de cada historia en vez de simplemente ajustar sus notas a la
categoría de periodismo que más se aproxime —noticias duras, artículo especial o
interés humano. Y necesitamos directores que estén dispuestos a publicar los
resultados. En este exigente arte, no basta una vida para aprender todo lo que necesita
saber un escritor. Y a medida que el mensaje se hace más complicado, crece el reto.
Necesitamos periodistas que puedan contar una historia como la del descubrimiento del
SIDA de una manera que llegue y persuada tanto a los científicos como al público
general. Las facultades de inglés en general han abandonado la tarea de enseñar este
tipo de escritura. Es demasiado frecuente que también hayan abandonado la práctica
de este tipo de escritura, como lo demuestra una mirada casual a la mayoría de las
publicaciones académicas sobre crítica literaria y escolástica. A los periodistas jóvenes
les será difícil aprender en el trabajo el tipo de escritura cuya necesidad los periódicos
apenas están descubriendo. De manera que el trabajo intenso en las facultades
universitarias o de postgrado sobre los elementos clásicos de la buena redacción deben
ser el centro de todo los pénsumes de periodismo, incluso a expensas de la
capacitación general y la práctica en la redacción de noticias, edición y diseño de
páginas.
Pero, ¿cómo preparar a los periodistas para afrontar asuntos tecnológicos complejos?
La costumbre de apoyarse en las lecciones de la historia o de las ciencias políticas,
aunque esas disciplinas son útiles para ayudar a los estudiantes a formarse una idea
coherente de cómo funciona la sociedad en general, no necesariamente les preparará
para escrutar los campos técnicos de la investigación. Los periódicos no pueden
subdividir las áreas en estos campos como las universidades han subdividido las áreas
académicas; temas tan reducidos no serían suficientemente productivos a largo plazo.
De hecho, cuando un periodista recibe una asignación demasiado prolongada a un
campo determinado, corre el riesgo de ser capturado por la visión del mundo que tiene
19
la institución que cubre, así como por los temas que fueron de mayor actualidad durante
los primeros años del reportero en el campo. Así los periodistas roten o no roten a
través de asignaciones especializadas, deben ser más generalistas que expertos
técnicos y a la vez deben estar en capacidad de manejar a los expertos desde una
posición de fuerza.
Yo tengo algunas sugerencias.
En primer lugar, los periodistas tendrán que familiarizarse y sentirse más cómodos con
la tecnología. El componente científico de una educación en periodismo, si lo hay,
generalmente no involucra más que un solo año de estudio. Debe aumentar. Al menos
el periodista de hoy debe estar totalmente familiarizado con las computadoras y lo que
pueden hacer si quiere tener una oportunidad de comprender nuestro mundo o de
ayudar a la organización noticiosa a navegar a través de los cambios que impulsa la
tecnología. Esto se aplica a todos los periodistas, no sólo a aquellos que tienen
intenciones de reportar sobre temas científicos o comerciales, hacia los cuales
típicamente gravitan quienes se interesan por la tecnología. Un crítico de cine no puede
comprender lo que sucede en la pantalla sin entender las técnicas modernas de las
filmaciones computarizadas. Un escritor deportivo no puede comprender cómo se crea
un equipo atlético —ni como se obtienen ganancias en el deporte— sin prestar atención
a las maquinarias médicas y de otra índole. Al escribir sobre la moda, los alimentos, lo
que sea, la ignorancia de la tecnología es tan abrumadora en el periodismo de hoy
como lo era la ignorancia de la historia hace cien años.
En segundo lugar, probablemente necesitemos más periodistas que hayan tenido una
educación rigurosa en una disciplina especializada. Ya no es raro encontrar abogados
trabajando como reporteros y directores. Algunos periódicos tienen médicos en su
plantilla de reporteros. La educación académica en literatura, música o arte a menudo
prepara a los jóvenes periodistas para carreras como críticos. Un trabajo intenso en el
ámbito de postgrado da a la persona el vocabulario, las habilidades analíticas y la
confianza para afrontar temas complejos. Le debe preparar para afrontar temas que se
20
encuentren por fuera del campo específico en el que fue entrenada. El reportero con
unas buenas bases en economía verá que, después de sumergirse en esta difícil
disciplina, puede comprender más rápidamente un campo de las ciencias físicas que si
nunca hubiera tenido que trabajar con masas complicadas de datos y abstracciones
matemáticas de orden superior.
En este aspecto, necesitamos que la educación en periodismo sea un mayor reto
intelectual por derecho propio. En vez de poner a los estudiantes a leer trabajos escritos
para los generalistas o específicamente para periodistas, deben leer textos originales
sobre filosofía, ciencias, leyes y otras disciplinas que sean tan difíciles como las que
tendrán que manejar en el trabajo. Debido a que a la mayoría de los periodistas nunca
se les enseña a leer críticamente un artículo en una revista científica, no es
sorprendente que en sus reportajes traten como definitivas, investigaciones con fallas y
consideren generales algunas conclusiones limitadas.
Quizá sea necesario utilizar con más frecuencia la educación en mitad de la carrera con
el fin de preparar a los periodistas para asignaciones específicas. Los departamentos
editoriales de los periódicos son notoriamente deficientes en la capacitación que
ofrecen. Han comenzado a despertar a la necesidad de dar a los nuevos directores
cierta exposición a las técnicas gerenciales modernas a través de programas como los
del Centro de Administración de Medios de la Universidad de Northwestern. Y algunos
han enviado el personal a aprender idiomas extranjeros antes de ser asignados a
puestos en ultramar. Los programas como el curso de un año que ofrece para
periodistas la Escuela de Leyes de Yale son prometedores, aunque recuerdo un
comentario hecho por el finado Fred Rodell, un excéntrico profesor de la Escuela de
Leyes de Yale, en el sentido de que un año en la facultad de leyes hace que una
persona se sienta demasiado bien dispuesta hacia las leyes, mientras que una
permanencia de tres años produce una antipatía más apropiada. Los programas cortos,
como los ofrecidos por la Fundación para las Comunicaciones Americanas para dar a
los periodistas bases en áreas específicas como economía, leyes o ciencias
ambientales, ofrecen un valioso antídoto para parte de la ignorancia general sobre esos
21
temas. Pero, sencillamente, son demasiado modestos como para preparar a alguien
para investigar las ciencias u otros campos técnicos con la profundidad y la
independencia que necesitamos hoy.
Por ultimo, necesitamos informar a los reporteros que esperamos que produzcan
trabajos en campos complejos que se sostengan bajo un examen sofisticado. No
podemos aceptar el tipo de ignorancia, como la de los métodos estadísticos básicos,
que con frecuencia lleva a escandalosos reportajes sobre las aseveraciones
científicas.17 La simple pose anti-intelectual tan común en las salas de redacción ya no
es aceptable y todos los reporteros de nuestro personal editorial deben comprenderlo.
El menosprecio es tan poco profesional como la credulidad, y el hecho de no mirar
críticamente es tan inaceptable en los campos técnicos como lo sería en un reportaje
sobre la asignación de contratos para la construcción de carreteras.
LOS DEBERES DE LOS DEMÁS PARA CON LA VERDAD
No importa el vigor que exhiban los periódicos para reportar sobre las complejidades de
la ciencia, la medicina y la tecnología, no habrá sustituto para un nuevo examen por
parte de aquellas instituciones de lo que es su propio compromiso con la disciplina de la
verdad. La causa de la honestidad intelectual, que últimamente ha sido una batalla
perdida, debe ser revivida en todas las esferas de la sociedad. Se debe aclarar la
confusión que existe entre lo que la ley exige y lo que requieren la decencia y el respeto
propio. El análisis legal es vital pero se debe mantener en su lugar. Las sociedades
ilustradas deben ser más activas en estos asuntos. Sus publicaciones, y otras que
atienden campos especializados, deben asumir parte de la carga de hacer lo que hacen
los periódicos en el examen crítico de la conducta de quienes están dedicados a la
investigación importante y deben publicar sus conclusiones cuando encuentren algo
incorrecto. La competencia podría motivar a los periódicos a ampliar su cobertura; y la
necesidad de un reportaje cuidadoso y detallado en estos campos es tan grande que
17 See Jon Van, “Press Blew Away Secondhand Smoke Truths,” Chicago Tribune, 19 de junio de 1994, Sección Perspectiva; y Max Frankel, “Innumeracy2,” The New York Times Magazine, 5 de marzo de 1995, 24.
22
indudablemente habrá suficientes oportunidades para que todos escriban su historia.
Entre tanto, los líderes de las ciencias, la medicina y la tecnología deben aprender a
recibir bien el escrutinio del mundo exterior y a crear los medios para que haya un
mayor examen desde el interior. Es hora de reconocer que estas disciplinas necesitan
ayuda para cumplir con sus obligaciones éticas.
Si los periódicos no prestan a las ciencias, la medicina y la tecnología la clase de
atención que se ha acostumbrado a dar a los presidentes, gobernadores, alcaldes y
legisladores, los periodistas merecerán ser ridiculizados cuando hablen orgullosamente
sobre su propósito social esencial, porque los líderes de la ciencia y la tecnología de
hoy marcan una diferencia en la vida de las personas más grande que la que marcan
los jefes de Estado. Por razones que discutiré en el próximo capítulo, el público
también debe interesarse más por ellos.
(SIETE)
CÓMO AYUDAR A LAS PERSONAS A DOMINAR SU MUNDO
La gente de los periódicos siente satisfacción al hacer notar que el futuro de los diarios
y el futuro del auto-gobierno tienen una relación vital. Supongo que esto para ellos
significa que todos los ciudadanos de bien se deben comprometer a ayudar a los
periódicos a prosperar en bien de la república. Desafortunadamente, la relación entre
los periódicos y la salud política de una comunidad es una espada de doble filo.
La lectoría de los periódicos depende en buena medida del nivel de interés que tenga el
público por las instituciones de elección democrática. Muéstrenme alguien que participe
activamente en los intríngulis de las tomas de decisiones públicas y yo les mostraré un
adicto a la lectura de los periódicos. Muéstrenme alguien a quien no le importa el
gobierno, la política o los asuntos públicos, que opina que no tiene control de la manera
cómo se toman las decisiones gubernamentales y otras decisiones sociales
importantes, y yo les mostraré a alguien a quien corremos el riesgo de perder como
lector, si es que no lo hemos perdido ya.
Desafortunadamente, existe mucha evidencia que sugiere que un número creciente de
personas prefiere no prestar atención al debate social y político. La tendencia general
de la participación en las elecciones federales ha descendido desde la década de
1960.1 Parece que la gente simplemente está perdiendo el interés. Cuando pronuncio
discursos sobre el tema a menudo pregunto al público cuántas personas pueden
nombrar inmediatamente a los legisladores estatales de su distrito. Muy pocos, incluso
entre los periodistas, pueden hacerlo fácilmente. ¿Por qué? Simplemente no les
importa. Entre tanto, la gente se ha hecho más cínica. Esto se refleja en los datos
tomados de la encuesta nacional de opinión Yankelovich. En 1990, 36% de los
encuestados reportó que estaban enojados por las promesas hechas durante las
1 Statistical Abstract of the United States 1994, 14th ed., U.S. Department of Commerce; America at the Polls: 1994 (Storrs, Conn.: Roper Center for Public Opinion Research, 1995), 15.
campañas y que luego no se cumplieron. Para 1994, 45% reportó que estaban
enojados por esa razón.2 El tiempo es un factor importante en el creciente
distanciamiento del público respecto a la política y el gobierno. ¿Existe alguien que no
haya sentido que todo se ha acelerado y produce más tensiones durante los últimos
diez o veinte años? ¿Dónde está el tiempo para la reflexión, para colocar los pies en la
baranda y contemplar el curioso comportamiento social de las aves y los animales
superiores? ¿Debemos asombrarnos porque la gente no se interesa por la política
como solía hacerlo? Pero me temo que eso no es todo. La gente encuentra el tiempo
para saciar su curiosidad sobre otras cosas —los deportes, el entretenimiento, el auto
desarrollo. ¿Por qué se ha ido desplazando el interés por el bien común?
A medida que la movilidad y la escala de la sociedad aumentan, las relaciones
personales con la política se atenúan, se mediatizan. Es más difícil sentirse
comprometido con un político en la televisión que sentir un lazo personal con alguien a
quien se ha visto en persona. La experiencia de mirar la televisión es pasiva. El
televidente no está totalmente comprometido. Eso también ha cobrado su precio al
espíritu de la participación. La decadencia de los partidos políticos y las maquinarias
políticas de las grandes ciudades han eliminado de la vida comunitaria un poderoso
elemento del contacto personal. Nadie de la organización se acerca ya a su puerta
para ayudarle a cortar un árbol o a conseguir un empleo de verano para su hijo
adolescente y a pedir a cambio su ayuda para el día de las elecciones. La televisión, y
no los trabajadores del barrio, se ha convertido en la forma de hacer llegar el mensaje
del jefe a la sala de estar.
Una conversación que sostuve en 1990 me hizo comprender la magnitud del cambio.
La organización política creada por el finado alcalde Richard J. Daley de Chicago tenía
dificultades para encontrar a alguien dispuesto a asumir la presidencia del partido. Le
pregunté al hijo de Daley, el alcalde Richard M. Daley, qué pensaba de esa situación
asombrosa. Sonrío y dijo: “¿Quiere usted el puesto?”
2 The Yankelovich Monitor c. 1993: Trend Reference Book - Volume 1 (Norwalk, Conn., 574; The Yankelovich Monitor c. 1994: Trend Reference Book – Volumen 1 (Norwalk, Conn., 1994), 622
Los repetidos escándalos y las reformas que provocaron, incluyendo el ataque del
sistema federal judicial al patrocinio político, abolieron cualquier remanente que hubiera
podido quedar de la maquinaria política en la era de la televisión. Además, el escándalo
creó un pozo profundo de dudas entre el público respecto de si alguien en el gobierno
estaba jugando limpio. Obviamente, los periodistas desde hace mucho han aprendido
la lección del pecado original como se lo expresó Willie Stark a un reportero que
contrató para averiguar los aspectos obscuros en la novela política All The Kings Men,
de Robert Penn: “El hombre es concebido en el pecado, nace en la corrupción y pasa
del hedor del pañal al de la mortaja. Siempre hay algo.”3 La experiencia de los
periodistas generalmente demuestra que si esperan lo peor, no quedarán defraudados.
Pero esta opinión tiene consecuencias graves. Cuando incluyen este supuesto en sus
informes noticiosos, sugieren la visión muy simplista de que todos los problemas
sociales se podrían resolver si las personas que los están tratando de solucionar fueran
honestas. Y lo que es peor para el posible sufragante: si todos los políticos son iguales,
entonces ¿por qué molestarse en conocer sus nombres, y menos aún mantenerse al
tanto de sus actividades a través del periódico? Además de los cambios en nuestra
forma de vida, grandes cambios en nuestra forma de pensar han alienado a las
personas de las instituciones de la comunidad y las han distanciado del debate
comunitario. Algunas de las ideas unificadoras que hacían más fácil mantener las
cosas en perspectiva han colapsado, con lo cual se dificulta más mantener el control de
los acontecimientos que dan forma a nuestro mundo. La guerra fría, por ejemplo, y la
creencia de que la ciencia significa progreso solía ofrecer una tranquilidad constante de
que comprendíamos —o al menos teníamos la capacidad de comprender— por qué
sucedían las cosas y lo que presagiaban. Incluso cuando las noticias eran malas, no
parecían fortuitas. Los antiguos prejuicios también tenían un efecto de ancla, lo cual
ayuda a explicar la intratabilidad de ciertas formas de prejuicio. El cerebro parece tener
un tropismo por la explicación que todo lo abarca y, cuando fallan los sistemas ricos de
la comprensión, otros sistemas pobres ocupan su lugar.
3 The Yankelovich Monitor c. 1993: Trend Reference Book - Volumen 1 (Norwalk, Conn., 574; The Yankelovich Monitor c. 1994: Trend Reference Book – Volumen 1 (Norwalk, Conn., 1994), 622.
En otras palabras, las personas necesitan amarres mentales. Albert North Whitehead
comentó una vez a su colega filósofo Bertrand Russell: “Tu, Bertie, eres cándido; yo soy
malicioso.” William Barrett explica la diferencia en su libro The Illusion of Technique: A
Search for Meaning in a Technological Civilization: 4
Las personas cándidas se aferran a los fragmentos claros de los hechos que se
encuentran en primer plano y no hacen caso del fondo complejo de la realidad
contra la cual surgen dichos hechos. Las personas maliciosas, por el contrario,
están tan enfrascadas en esa complejidad del fondo que es parte de cada átomo
de un hecho que la claridad de expresión surge tenuemente, si es que surge.
La mayoría de las personas encuentran que ser malicioso es demasiado incómodo para
tolerarlo durante mucho tiempo. La metáfora usual es caminar en la niebla. Lo peor es
que, ocasionalmente sale al azar un rayo de la oscuridad, sin advertencia, sin razón.
Así se siente cuando los hechos abruman a una persona. ¿Nos debe sorprender
entonces que estas personas pierdan el interés?
La sobrecarga de información se manifiesta emocionalmente como un profundo sentido
de pérdida de control. Obviamente, incluso en épocas mucho más sencillas la gente no
sentía que controlaba todo lo que afectaba sus vidas. Las enfermedades, las guerras,
las fuerzas de la naturaleza, hacían sentir humilde al hombre. Pero en la época en que
la gente podía recurrir a la oración más que a la ingeniería, tenía acceso a un tipo de
control que hoy prácticamente hemos perdido. Neil Postman describe esto de una
forma un poco romántica en su libro Technopoly: The Surrender of Culture to
Technology:5
4 William Barrett, The Illusion of Technique: A Search for Meaning in a Technological Civilization (New York: Doubleday, 1978), 14.5 Neil Postman, Technopoly: The Surrender of Culture to Technology (1992; reimpresión, New York: Vintage Books, 1993), 59.
Los hombres y mujeres corrientes (en las sociedades pre-tecnológicas) tal vez no
capten claramente cómo encajan las duras realidades de su vida en el gran y
benévolo diseño del universo, pero no tienen ninguna duda de que existe tal
diseño, y su sacerdote y sus chamanes pueden perfectamente hacerlo, mediante
la deducción a partir de un puñado de principios, sino totalmente racional, al
menos coherente.
Incluso cuando uno no puede cambiar algo, puede obtener cierta medida de control
sobre ello encuadrándolo firmemente en un sistema de creencias. No podemos detener
la muerte pero podemos controlar su influencia en nuestras vidas a través de una sabia
comprensión y diversas formas de fe. Cuando los acontecimientos internacionales
plantean prospectos atemorizantes, ninguno de nosotros puede cambiar la situación y,
sin embargo, todos buscamos conocimientos sobre las situaciones para poder obtener
el control de nuestro entorno intelectual y emocional —si bien no de nuestro entorno
físico.
De esta extraña forma Henry Adams se percató del fenómeno y sus implicaciones más
generales antes que nadie, viéndolas en un dispositivo tecnológico que hoy parece
simple (aunque realmente sigue siendo muy misterioso):6
El imán en su nueva relación (con el dínamo) asombró su nueva educación por la
evidencia que representaba de una creciente complejidad y multiplicidad e
incluso contradicción en la vida. No podía escaparse a ello; en la política y la
ciencia, la lección era la misma, y en cada paso obstruía su camino, girara hacia
donde girase. La encontró en la política, se tropezó con ella en la ciencia; la
halló en la vida cotidiana, como si fuera todavía Adán en el Jardín del Edén,
entre Dios que era unidad y Satanás que era la complejidad, sin manera alguna
de decidir cuál era la verdad.
6 Henry Adams, The Education of Henry Adams, 1083.
En la actualidad, los asuntos que dan forma a nuestro futuro se han hecho tan
complejos que a veces parecen sencillamente demasiado difíciles de comprender,
incluso al nivel más elemental, y mucho menos de ubicar dentro de un contexto que nos
permita ejercer control sobre ellos. Piensen en la energía nuclear, la política monetaria
internacional, la aparición del tribalismo violento, la epidemia del SIDA. Piensen en la
sarta de noticias que nos advierten que este o aquel factor de la dieta es mortal y
después viene otro informe que sugiere lo contrario.
Cuando el conocimiento se fragmenta es una invitación a la clase de competencia de
adversario que está suplantando rápidamente todas las demás formas de discurso.
Expertos duelistas a sueldo esgrimen afilados fragmentos contra sus opositores
mientras la muchedumbre espera ver sangre. Al no existir una forma de relacionar las
aseveraciones competitivas con ningún sistema de pensamiento que ayude a
explicarlas o evaluarlas, la gente está lista para recibir la visión del pecado original
según los periodistas. La gente está dispuesta a pensar lo peor respecto a todos,
incluyendo al propio periodista. La complejidad es una invitación al cinismo y el cinismo
eventualmente hace que la gente pierda el interés.
La unidad y la multiplicidad, la coherencia y la complejidad, la claridad y la ambigüedad,
la candidez y la malicia, la creencia en la perfeccionabilidad y el cinismo, el control y el
caos, la idea del progreso y el temor del futuro. Estos opuestos son el marco del
paisaje retórico de hoy.
CÓMO VENCER EL MALESTAR
Durante su agitada presidencia, Jimmy Carter pronunció un memorable discurso sobre
el espíritu de la época. Los periodistas dijeron que estaba hablando respecto a un
“malestar” y, de repente, el descontento público tuvo nombre. El discurso fue una
terrible revelación de un secreto por todos conocido. Este es un ejemplo del problema
que conlleva el malestar social; es muy difícil para cualquiera que esté involucrado en
asuntos políticos (incluyendo a los periódicos) hablar al respecto. No fue por
coincidencia que el hombre que derrotó a Carter fuera cándido. Las personas querían
alguien que les diera una homilía vieja, sentimental y confiada, aunque realmente ya no
creyeran en ella. Pero a pesar de lo difícil que es manejar honestamente el malestar o
como uno quiera llamar, esta condición contemporánea, los periódicos están
profundamente interesados en atacarla y revivir la fe del público en la eficacia de la
participación pública, como medio para que una comunidad pueda controlar la mayoría
de los determinantes de su felicidad. Es uno de los puntos en los cuales coincide el
interés público de los periódicos y los intereses más amplios de la sociedad.
No pretendo ofrecer un abordaje exhaustivo pero sí puedo sugerir algunos elementos.
La tecnología no es toda la respuesta, pero sí una parte; al espíritu moderno lo forma la
tecnología, incluso cuando se levanta en una oposición Luddita. Es prácticamente
imposible escaparse a los efectos omnipresentes de los medios electrónicos actuales, o
incluso controlarlos —como podrá atestiguar cualquier padre que trate de limitar las
películas que sus niños pueden observar.
Postman no es el único que ve los avances en la tecnología de las comunicaciones
como una razón fundamental para que las personas sientan que las cosas están fuera
de control. Muchos periodistas probablemente compartirían su punto de vista:7
La tecnología aumenta la oferta de la información disponible. A medida que
aumenta la oferta, se esfuerzan los mecanismos de control. Se requieren
mecanismos adicionales de control para hacer frente a la nueva información.
Cuando los mecanismos de control adicionales en sí son técnicos, aumentan
más la oferta de información. Cuando ya la oferta de información no se puede
controlar, se presenta una falla general de la tranquilidad psíquica y el propósito
social. Sin defensas, la gente no tiene forma de encontrar significado en sus
experiencias, pierde su capacidad para recordar, y le es difícil imaginar futuros
razonables.
7 Postman, Technopoly, 72.
En parte tiene razón. Los mecanismos técnicos de control por sí mismos no pueden
manejar la abundancia de información y, de hecho, pueden empeorarla. (Piensen en el
fax y luego en la basura que llega por fax.) Pero cuando la tecnología impulsa un
fenómeno no podemos darnos el lujo de pasar por alto los medios técnicos para
canalizarlo. La tecnología no es mas que el conocimiento en acción. Cuando nace, al
menos en una sociedad abierta, cambia la situación de una manera inalterable. El mero
rechazo no funciona; nunca ha funcionado. Para los periodistas, las nuevas
tecnologías de la información ofrecerán enormes posibilidades. También impondrán
sus propias restricciones y tendrán sus propios efectos sociales significativos, sin
importar la manera en que se desplieguen. La única manera de ponerlas al servicio de
la causa de informar a un pueblo soberano y ayudarle a restablecer el interés por las
instituciones de elección pública es que los periodistas lleguen a dominarlas.
En términos simplistas, se reduce a lo siguiente: ¿Quién va a controlar a los nuevos
medios? Si los reporteros y los directores de los periódicos se alejan, pueden estar
seguros de que habrá otros dispuestos a formar el futuro para sus propios fines, los
cuales no tendrán necesariamente nada que ver con el mejoramiento de las
instituciones del auto gobierno y la libre elección.
Si como periodistas creemos verdaderamente que tenemos la obligación de brindar la
información y educación cotidianas que requiere el público para que una sociedad
abierta funcione correctamente, ignorar este nuevo medio de llegar a las personas sería
un delito, especialmente en vista de que un número creciente de personas está
comenzando a utilizar los nuevos medios para informarse. Por otra parte, los
periodistas deben reconocer que los nuevos medios técnicos para controlar la
información —bien sean sistemas interactivos que ofrecen a las personas más
alternativas o software que filtra el correo electrónico— por sí mismos no pueden crear
significado. Ese sigue siendo el trabajo de la retórica, la cual siempre comienza con un
sentido de propósito.
Tenemos que resistirnos al impulso del cinismo: Las organizaciones noticiosas deben
comenzar a ejercer más autocontrol sobre sus más oscuros hábitos de pensamiento.
Watergate pudo haber dañado al periodismo más de lo que dañó a la Presidencia.
Algunos periodistas forjaron sus reputaciones simplemente mostrando hostilidad hacia
el Presidente y sus hombres. Quienes equivocadamente dudaron que la Casa Blanca
pudiera hacer tal cosa fueron desacreditados. La lección fue esta: se pueden encontrar
grandes beneficios al suponer lo peor —con frecuencia de una manera barata,
simplemente asumiendo una posición— y existen grandes riesgos cuando se somete al
cinismo a una debida disciplina periodística.
A partir de Watergate, las disputas sobre política y políticas se han transformado
rutinariamente en indagatorias criminales. Se ha creado un nuevo mecanismo, el fiscal
especial legal, que constituye una invitación para que eso suceda y luego lo convierte
en un espectáculo. La investigación acusatoria del Congreso —con todas sus
limitaciones y su capacidad para la injusticia— se ha convertido en el método estándar
para el cubrimiento de las investigaciones, lo cual solamente fomenta más
investigaciones. Las buenas y antiguas discrepancias respecto a la manera de
construir o defender una buena sociedad parecen carecer de color cuando se las
compara con estas batallas a muerte. Y la implicación es clara: a menos que algo sea
penal o inconstitucional, no es malo.
Mediante todo esto, el periodismo se ha convertido en el medio por el cual, al igual que
los pueblos de los mitos primitivos, ungimos y luego matamos a nuestros reyes. No son
solamente los presidentes quienes reciben este tratamiento. Prácticamente a
cualquiera a quien los periodistas ayuden a encumbrar, se puede estar seguro de que
tratarán de derribarlo.
Esto ha tenido su precio, especialmente en la disminución del interés por los periódicos.
Pero es fácil pasar por alto la conexión, porque cuando una historia es suficientemente
‘caliente’, realmente vende periódicos. Podríamos pensar, entonces, que si la gente
desea esa clase de historia, debemos darle más. Según este razonamiento, sin
embargo, el Tribune podría comenzar a colocar fotografías de modelos desnudas en la
primera página. Les garantizo que vendería periódicos y luego mataría la franquicia.
Llama la atención a costa de la credibilidad, lo cual es como comerse el grano que se
debe apartar para semilla. Esta visión reductora del gobierno y la política puede
provocar asentimientos de cabeza entre los lectores conocedores, pero únicamente
hasta que dejen de leer por quedar convencidos de que todo es un juego amañado en
su contra.
No estoy sugiriendo que las organizaciones de noticias abandonen su papel como
críticos e investigadores. Todo lo contrario. Necesitan ampliar las áreas en las cuales
aceptan este reto. Pero sí creo que necesitan hacer una pausa antes de suponer lo
peor, contenerse cuando se hacen las acusaciones hasta desarrollar alguna prueba
fidedigna que respalde los cargos. Esto requiere coraje porque los competidores que
no reconocen o no aceptan la necesidad de esta disciplina acusarán al periódico
cuidadoso de ser timorato o, peor, de tener algún interés venal en proteger al sujeto de
la acusación. Y a veces significará que un malhechor quede sin desenmascarar
durante algún tiempo. Pero vale la pena correr el riesgo. Hasta que todas las buenas
organizaciones de noticias se den cuenta de que lo que están haciendo a la comunidad
y se están haciendo a sí mismas al saltar instintivamente a la conclusión maligna,
seguirán siendo tanto la causa como la víctima de sus acciones.
Necesitamos ayudar a crear la discusión pública: los periódicos deben comenzar a
tomar medidas creativas para revivir la clase de discusión pública que invita a los
alienados a participar nuevamente de la conversación. Una firma consultora de
Bethesda, Maryland, llamada Grupo Hardwood ha hecho una serie de informes para la
fundación Kettering y otros grupos, que dan mucho que pensar, en este mismo sentido.
Después de extensas discusiones con pequeños grupos de enfoque formados por
estadounidenses de diversas trayectorias, el grupo de Hardwood llegó a la conclusión
de que los estadounidenses no se han apartado de la política: se “abstienen de la
política” porque el debate político de hoy no los involucra ni siquiera muestra algún
interés particular en ellos.8 La intimidad ha desaparecido y las personas ya no se
pueden ver reflejadas en los ojos del sistema político.9
Algunos periódicos como el Charlotte Observer han experimentado con nuevas formas
de invitar a las personas a participar de una discusión pública más amplia y
satisfactoria, utilizando al periódico como centro de conversación y los resultados aún
no son claros.10 Otros periódicos han buscado formas de involucrar a las personas por
lo menos en la toma de decisiones del propio periódico. El Sun-Sentinel de Fort
Lauderdale, Florida, por ejemplo, tiene un programa de “conocimiento del lector” que
invita a la gente a la sala de redacción a intervalos regulares para discutir con los
reporteros y los directores sus ideas y reacciones ante el periódico. Al menos en una
ocasión, el Sun-Sentinel consultó a los lectores cómo debía narrarse una historia antes
de publicarla en el periódico.
El emergente medio de información electrónica interactiva ha demostrado el poder que
tiene para provocar y facilitar las conversaciones, las discusiones y el debate. El nuevo
medio puede ofrecer a los periódicos nuevas y poderosas formas de conectarse con las
personas al conectarlas entre sí. Puede ser un medio para ayudar a encender
nuevamente la llama de la discusión pública y colocar nuevamente a los periódicos en
el centro de dicha discusión.
Necesitamos escribir y editar con criterios de coherencia: una de las cosas más
interesantes que descubrió el Grupo Hardwood en su investigación fue el gran apetito
de “coherencia” en la forma de presentar la información relacionada con los asuntos
públicos. Un informe de 1993 lo describió así:11
8 “Citizens and Politics: A View from Main Street America,” preparado para la Fundación Ketteering (Dayton, Ohio) por el Grupo Hardwood, 1991, 37.9 Esta frase la sugiere “Educating for the Public Soul,” un discurso pronunciado por Richard C. Hardwood ante la Conferencia sobre el Diario en la Educación, de la American Newspaper Publishers Association Foundation. 10 Edward D. Miller, “The Charlotte Project: Helping Citizens Take Back Democracy,” The Poynter Papers: No. 4 (St. Petersburg, Fla.: The Poynter Institute for Media Studies, 1994).
A veces parece que se presta más atención a la cantidad y la novedad de la
información que a su calidad; de hecho, a la gente se la bombardea diariamente
con hechos y cifras, revelaciones sobre noticias viejas, declaraciones
contradictorias o inconexas respecto a un interés público. A menudo las
personas no pueden encontrar sentido en toda esta información —carece de
coherencia.
En otras palabras, la gente quiere conocimientos, no solamente hechos o datos. No
importa lo que aleguen los escépticos radicales, la gente sigue creyendo
apasionadamente en el significado. Quiere la imagen completa, no parte de ella. Y
está recelosa de los polémicos que se encuentran en todas partes. Está cansada de
las discusiones polarizadas, del modelo del Grupo McLaughling para el discurso
público. Quiere escuchar, hablar, ser escuchada, pero también quiere que se le rete a
pensar.
Esto nos lleva de regreso a algunas de las ideas discutidas en capítulos anteriores. La
aceptación de una cantidad módica de opinión en las noticias ofrece contexto y
coherencia y comunica significado. La disciplina de la honestidad intelectual se resiste
al tratamiento polémico de los asuntos públicos y sirve de antídoto contra la
polarización.
En el Chicago Tribune hemos luchado por encontrar una forma sencilla de describir
nuestro propósito fundamental. La frase que hemos acuñado es: “Ayudar a la gente a
dominar su mundo a través del conocimiento”. En algunos aspectos estas palabras se
derivan de una especie de antigua religión de los periódicos, donde se cree que el
conocimiento da poder al pueblo. Pero incluso cuando reafirmamos esta antigua
verdad, tenemos que reconocer que el futuro de los periódicos es el cambio drástico y
no hay marcha atrás. No debemos rendirnos ante la tecnología sino que debemos
11 “Meaningful Chaos: How People Form Relationships with Public Concerns,” un informe preparado porla Fundación Kettering por el Grupo Hardwood, 1993, 44.
moldearla para nuestros fines. los cuales se deben ceñir a los intereses sólidos,
decentes y subyacentes del público libre y soberano.
Sin embargo, existen actualmente muchos periodistas que dudan que los periódicos en
un contexto comercial y de forma empresarial puedan aspirar a esto. Esta sensación se
ha hecho tan generalizada que merece un examen detenido, porque está en el meollo
de la cuestión del futuro de los periódicos.
(OCHO)
CÓMO PRODUCIR DINERO PRODUCIENDO PERIÓDICOS
Al finalizar el siglo pasado, los periódicos estadounidenses habían inventado las tiras
cómicas, el titular sensacionalista, las ediciones extra y el periodismo amarillo. Se
vendían por uno o dos peniques, tratando de alcanzar a la mayor cantidad de público
que pudieran. Algunos barones de la prensa como Joseph Pulitzer y William Randolph
Hearst tenían imperios que abarcaban todo el continente y ejercían un fuerte y unificado
poder político. En las grandes ciudades, los periódicos diarios proliferaban, tanto en
inglés como en los idiomas nativos de los inmigrantes. Muchos hogares compraban
más de un periódico al día, simplemente para mantenerse ocupados o para triangular la
verdad, ya que muy pocos periódicos sentían el llamado de la honestidad intelectual.
Eran partidistas por cuanto sus directores encontraban su mayor influencia dentro de
una de las grandes organizaciones políticas. Pero principalmente exponían las
preferencias desvergonzadas de sus dueños. Entre tanto, los directores subían y
bajaban de acuerdo con las ventas en los kioscos, de modo que se preocupaban sin
cesar por lo que iba a colocar el director del periódico vecino en la primera página de la
siguiente edición.
Al terminar el siglo veinte, los periódicos estadounidenses han creado la pieza de
opinión/editorial, la gráfica noticiosa, las páginas informativas breves, y el análisis de la
noticia. Los periódicos se venden desde 25 hasta 75 centavos durante la semana. La
mayoría de los hogares no compra un periódico todos los días. El número de ciudades
donde se encuentran diarios que compiten ha disminuido peligrosamente. Entretanto,
más allá de los límites urbanos, los periódicos que sacian el apetito de noticias locales
que sienten quienes viven en los suburbios han ido erosionando la participación de los
periódicos metropolitanos en el mercado. Y los directores se preocupan respecto a si
los empresarios son enemigos de la seriedad e independencia de la prensa.
Aunque nos parezca extraño a quienes recordamos todavía cómo era trabajar para
periódicos de propiedad privada, existen periodistas que añoran esa forma institucional.
Parece que han olvidado algunas de sus peores características: el sistema de gerencia
autoritario en el cual los directores eran como niños ante un padre poderoso; el uso de
la cobertura del periódico para los fines personales de los propietarios (mi padre solía
contar una historia muy cómica: tenía que encontrar a alguien que le diera el precio
diario de los conejos después que el dueño de un periódico que gustaba del
Hasenpfeffer fue a comprar liebres y sintió que había sido estafado; la manera de
establecer las posiciones editoriales en el periódico bandera e imprimirlas en todos los
demás diarios de la cadena, sin tener en cuenta cómo podían encajar con las
condiciones locales; la mezcla de recursos de tal manera que un fotógrafo podía verse
asignado a tomar las fotografías para la tarjeta de navidad del dueño; la desvergonzada
voluntad de dar a los anunciantes (y a los favoritos personales del propietario) acceso
privilegiado a las columnas de noticias del periódico.
Pero, más allá de la nostalgia, lo que realmente da origen al supuesto contraste entre
las glorias del pasado de la propiedad privada y las depredaciones de la forma
empresarial tiene que ver con algo mucho más elemental: los periódicos de empresas
no solamente producen dinero sino que hablan de ello regularmente. Los antiguos
barones de la prensa también ganaban dinero, pero hablaban de otras cosas.
El argumento básico que plantean los periodistas críticos en contra de la forma
empresarial es que las empresas han sacado dinero de los periódicos mucho más
rápidamente de lo que lo hacían los dueños privados.1 No tengo los datos históricos de
otros periódicos pero, en la década de 1920, durante el apogeo del Tribune, cuando el
coronel Robert R. McCormick era el propietario, cuando el alcance del periódico llegó a
ser global con corresponsales por todo el mundo y una edición separada en París, la
compañía producía más utilidades por dólar de ingresos que durante la década de 1980
con sus altos vuelos y recortes de costos. El margen operativo llegó a casi 29,8% en
1 Véase Jim Squires, Read All About It! The Corporate Takeover of American Newspapers (New York Times Books, 1993.
1929, comparado con 24,6% que ha sido el máximo en los años posteriores. Incluso
durante la Gran Depresión, los márgenes del periódico nunca fueron menos del 10%.
Tradicionalmente, los periodistas han estado recelosos de los negocios porque se
consideran a sí mismos como la voz de los que no tienen poder (lo cual, de paso, es
una manera eficaz para hacerse amigo de grandes cantidades de lectores de quienes
se puede tener la seguridad que se sienten ofendidos). Pero ya estén arraigados en la
lucha por la circulación o en un sentido más profundo de populismo, los periódicos han
atraído hacia su personal editorial a muchas personas que opinan que el periodismo
difiere de los demás negocios porque tiene alma. Por lo tanto, es natural que se sientan
incómodas cuando oyen a sus editores hablar abierta y desvergonzadamente sobre sus
metas de costos y utilidades.
Muchos reporteros y directores ven las cosas al contrario. Las utilidades no son la
meta; la meta es el beneficio social. Probablemente estarían de acuerdo con la
siguiente declaración de Bill Kovach, curador de la Fundación Nieman, ex director del
Atlanta Journal and Constitution, y director para Washington del New York Times:
“Inherente en la libertad que se da a los dueños de los periódicos a través de la Primera
Enmienda se encuentra una obligación de ofrecer la clase de información de servicio
público que necesita un pueblo autónomo.” Agrega que el negocio de un periódico es
aportar los fondos para cumplir con ese propósito social.2 Obviamente, parte de esto es
una hipérbole. La Primera Enmienda no impone ninguna obligación. Ese es el punto.
Pero si el propósito social de los periódicos es ofrecer la información que la gente
necesita para tomar sus decisiones soberanas, deben ser independientes del gobierno
y demás intereses sobre los cuales presentan sus informes. Y para ser independientes
deben ser financieramente fuertes. El coronel McCormick solía asombrar a sus
estudiantes en la Escuela Medill de Periodismo de la Universidad Northwestern
diciéndoles que el primer deber de una prensa libre es obtener utilidades. Más que
2 Joshua Shenk, “A Pope of the Press,” Harvard Magazine (November/December 1993), 62.
nadie, McCormick comprendía que el negocio de los periódicos tiene un tesoro mayor
que el dinero.3
Gustaba del negocio porque le daba un medio para expresar con fuerza sus opiniones,
de marcar una diferencia. Pero entendió que para tener con qué lograr el éxito en el
mercado de las ideas, un periódico tiene que tener éxito en el mercado económico.
Fuera de eso, el mercado ofrece cierta indicación de si un periódico tiene éxito en las
comunicaciones. Un periódico que llegue a las personas con la información que ellas
quieren y necesitan, atrae la publicidad y, a menos que sea mal manejado en algún otro
aspecto, producirá buenas utilidades. Un periódico que gusta a sus escritores y
directores pero no desempeña un papel vital en la vida de la comunidad será un fracaso
comercial porque es un fracaso retórico.
De tal manera que, ya sea porque la independencia requiere fortaleza financiera o
porque el éxito comercial es una de las medidas de si un periódico está trasmitiendo su
mensaje, la cuestión no es si un periódico debe servir a los intereses del público o a los
intereses financieros de sus dueños. La cuestión es cómo alinear las dos de la mejor
forma.
INDEPENDENCIA EDITORIAL
La revista Time, poco dada a excesos de modestia, usualmente se lleva el crédito por
originar la metáfora de la Iglesia y el Estado para describir la relación correcta entre las
funciones editoriales y de negocios en una organización de noticias. El lado comercial
no aprobará ninguna ley que establezca una política editorial ni que acote el libre
ejercicio del criterio noticioso. Estos exagerados términos para la comparación sugieren
la intensidad de los sentimientos de los periodistas sobre el tema. La independencia
editorial respecto a la intromisión de la parte comercial es un credo por el cual luchar.
3 Véase Robert R. McCormick, What Is a Newspaper? (Chicago: The Chicago Tribune Public Service Bureau, 1924).
Y debe ser así, al menos de acuerdo con las condiciones en las cuales surgió el credo.
La separación de la Iglesia y el Estado en las organizaciones noticiosas se inició como
una doctrina para impedir que los anunciantes obtuvieran el control de las columnas de
noticias. Las razones para esta separación han demostrado su validez muchas veces.
En primer lugar, la independencia editorial respecto al control de los anunciantes se
deriva directamente de la disciplina de la verdad en el periodismo, que no es compatible
con reportar los hechos para satisfacer al mejor postor. Incluso en términos del puro
interés propio, las organizaciones noticiosas no pueden darse el lujo de entregar el
criterio de sus noticias a nadie, especialmente a personas u organizaciones con las
cuales tienen relaciones de negocios. Los periódicos afrontan un público escéptico,
incluso cínico, que ha visto que la línea que divide el entretenimiento de las noticias ha
sido desdibujada intencionalmente, un público que se ha tornado cada vez más
desconfiado bajo el ataque de incidentes tan graves como el escándalo Watergate y tan
insignificantes como los cantantes famosos que fingen cantar en sus conciertos. Ese
tipo de público siempre está atento a los ejemplos de anunciantes (y otros como
políticos que están en posición de ayudar a los periódicos a aumentar sus ingresos) que
reciben tratamiento favorable en las noticias. Nada erosiona más la confianza que la
sospecha de venalidad.
Mantener la línea puede ser difícil. Se ha sabido de anunciantes enojados que retiran
millones de dólares en ventas a un periódico para castigarlo por imprimir algo que
consideran contrario a sus intereses. Las publicaciones más pequeñas tienen el
problema más grande porque su base de apoyo económico puede ser reducida, por lo
cual el retiro de cualquier negocio es proporcionalmente más doloroso. (Imagínense las
dificultades que podría afrontar una publicación gremial en la industria de cosméticos si
comenzara una cruzada en contra de la crueldad por el uso de los animales para los
ensayos de laboratorio.) Pero incluso en los periódicos grandes surgen problemas
dolorosos, lo cual aumenta la importancia de preservar y reforzar el significado original
de la separación entre la iglesia y el estado.
Desafortunadamente, la grandeza y la imprecisión de la metáfora han llevado a
confusiones. Establecer a los periodistas una especie de sacerdocio ha introducido un
elemento de fariseísmo en las salas de redacción que ha agravado la inclinación natural
de los periodistas a considerarse a sí mismos como personas que viven en un mundo
aparte de las preocupaciones mercenarias corrientes. La noción de la iglesia y el
estado también propugna por una separación de funciones y propósitos en los
periódicos que es demasiado cavernosa para el propio bien de los periodistas. Y éstos
se sienten incómodos cuando tienen que pensar en lo que es bueno para la vitalidad
económica de la publicación —incluso cuando no hay de por medio una sugerencia de
permitir que los intereses económicos influyan en la edición de las noticias. Esto a
veces conduce a resultados irracionales.
Tomemos, por ejemplo, el asunto de las secciones regulares y las esporádicas que
debe publicar un periódico. Típicamente, el departamento de publicidad presenta una
idea. Por ejemplo, los vendedores de publicidad creen que pueden lograr que las
compañías de entretenimiento doméstico coloquen anuncios en una sección tabloide
especial dedicada a ese tema. A algunos periodistas no les gusta este tipo de arreglo
porque, aparentemente, permite a los anunciantes seleccionar el contenido noticioso del
periódico. Incluso se ha discutido si es apropiado que los periódicos produzcan
secciones regulares sobre los temas de alimentos o decoración del hogar o propiedad
raíz o moda, ya que estas secciones están diseñadas claramente para reunir a los
públicos que están especialmente interesados en lo que desean vender determinados
anunciantes. Pero el periódico no viola la disciplina de la verdad en estas situaciones a
menos que prometa al anunciante cierto tipo de informe noticioso en la sección
(favorable al sonido o al precio de los discos compactos, por ejemplo, o que muestre
desaprobación de los esfuerzos por censurar los juegos de vídeo). El departamento
editorial puede ejercer su criterio independiente para decidir lo que debe decir sobre el
tema y los anunciantes tienen que correr el riesgo —como lo hacen en todos los demás
sitios del periódico— sabiendo perfectamente que el periodismo se siente atraído por la
controversia.
Es cierto que los anunciantes pueden sugerir algunos temas para las secciones que no
se deberían incluir en el periódico, aunque se reporten y editen de manera
independiente. La mayoría de los periódicos probablemente no producirían una sección
basada en el mercado para ayudas sexuales. Probablemente tampoco considerarían,
en esta época, una sección dedicada exclusivamente a las bebidas alcohólicas. Pero
aquí el conflicto se limita a sí mismo, siempre y cuando los anunciantes sepan que
deben esperar que haya independencia editorial. No es muy probable que una
compañía tabacalera quiera estar en una sección del periódico dedicada a los informes
presentados por los periodistas sobre el tabaquismo.
Esto plantea el siguiente tema: si se debe permitir a los anunciantes hacer sus propias
secciones, marcadas claramente como anuncios y totalmente pagadas por ellos, para
ser introducidas en el periódico. En este caso, es difícil encontrar una regla
perfectamente clara. Los periódicos animan a los anunciantes a que utilicen sus
páginas para enviar el mensaje al público. Insertan un gran número de suplementos
impresos separados –anunciando los especiales de una tienda de víveres, por
ejemplo— cada semana. El problema surge únicamente cuando el diseño del
suplemento imita el aspecto de un periódico o una revista dominical. De manera que,
incluso con una rotulación apropiada, existen varias razones para decir no a la sección
de un anunciante. El suplemento sobre ayudas sexuales no sería más apropiado como
publirreportaje que como sección editorial, quizá incluso menos apropiado. Por otra
parte, permitir a las organizaciones de caridad preparar suplementos especiales para el
periódico puede prestar un servicio social. Es necesario usar buen criterio en cada
caso, con base en lo que pueda pensar el lector al encontrar la sección de publicidad,
si puede o no confundirlo con la voz del periódico, o de alguna otra forma rebajar su
opinión de la integridad del periódico cuando encuentra allí el suplemento.
También surgen otros problemas. Al diseñar secciones regulares o especiales, un
periódico debe comprender con claridad su carácter fundamental y nunca debe hacer
nada que esté en conflicto con él. Ningún periódico necesita ser mortalmente serio de
cabo a rabo, pero la mayoría debe preocuparse por no ser demasiado frívolo o dar la
apariencia de alcahuetear gustos crudos. Los periódicos también necesitan erigir una
fortificación alrededor de aquel trabajo que pretende informar a las personas los hechos
y argumentos que necesitan comprender para funcionar eficazmente como ciudadanos
de una comunidad autónoma. Si la mayoría de los anunciantes no quiere estar en una
sección dedicada a la cobertura de las elecciones, entonces esa sección tendrá que
publicarse casi toda con contenido editorial. Si los anunciantes se han cansado de los
informes sobre el descontento nacionalista en Europa y la antigua Unión Soviética, el
periódico debe escuchar con educación y seguir cubriendo esta historia, la cual
seguramente modificará el futuro de sus lectores. Por último, el periódico debe decidir
qué parte de sus recursos editoriales dedicar a las secciones diseñadas para satisfacer
la curiosidad de segmentos específicos del público a los cuales los anunciantes quieren
llegar. Si un periódico dedica demasiado esfuerzo a esos proyectos, puede quedarse
corto en sus otras coberturas. Por otra parte, si hace este trabajo con eficacia, deberá
producir los ingresos necesarios para sustentar el informe de noticias básicas. El truco
es encontrar el tono y el equilibrio correctos, y encontrarlos separará a los periódicos
excelentes de todos los demás.
EL FORMATO EMPRESARIAL
Cuando los críticos de las firmas periodísticas contemporáneas condenan la forma
empresarial, realmente están hablando de la propiedad anónima. La forma societaria
en sí simplemente tiene ciertas consecuencias tributarias y de responsabilidad civil y
algunos requisitos formales respecto a la gobernabilidad. Incluso los dueños únicos
pueden ser empresas y a principio de este siglo muchos periódicos eran sociedades
cerradas cuyas acciones pertenecían a una sola persona o a miembros de una sola
familia.
La propiedad anónima introduce otros elementos significativos. En primer lugar, separa
la gerencia de la propiedad. Los propietarios tienen muy poca injerencia directa en lo
que hace el negocio. Una junta directiva, cuyos miembros son ratificados por los
accionistas, tiene el deber de encargarse de que la gerencia cuide los intereses de los
accionistas. En consecuencia, los gerentes cumplen con su deber para con los
accionistas de una manera impersonal. Típicamente, la gerencia consulta a los
propietarios directamente sólo durante las reuniones anuales, cuando busca —y por lo
general obtiene fácilmente— delegación de poderes de los accionistas para ratificar
ciertas decisiones empresariales básicas. Por otra parte, en las empresas de un solo
propietario la gerencia y la propiedad generalmente están en manos de una sola
persona. En las sociedades cerradas, con un número suficientemente pequeño de
propietarios, a cada uno se le consultaría individualmente respecto a las grandes
decisiones.
Los activistas en pro de los accionistas se han quejado de que la gerencia de la
sociedad anónima moderna opera sin una responsabilidad eficaz hacia los accionistas.
La importancia de estos argumentos ha crecido con el incremento en el poder
económico de los inversionistas institucionales. Directores externos en varias firmas
grandes y visibles se han opuesto a la gerencia de manera dramática, y eso ha obligado
a que la gerencia de otras compañías preste más atención a las expectativas de sus
propietarios. Entre tanto, en las batallas por compras hostiles, los tribunales han
revertido decisiones que dan apoyo a los planes de la gerencia para resistirse cuando
los jueces opinan que dicha decisión no ha protegido adecuadamente los intereses de
los accionistas. Sin embargo, la propiedad anónima no tiene ni puede tener el mismo
potencial para que haya un impacto directo e inmediato de los propietarios sobre las
decisiones gerenciales, como lo tiene la propiedad en manos de un número reducido de
personas o en un único dueño.
A diferencia de la mayoría de las compañías de propiedad cerrada, las sociedades que
se negocian en las bolsas de valores deben reportar sus resultados financieros de
manera abierta y regular. Fuera de los requisitos legales, las compañías anónimas
promueven los intereses de sus accionistas discutiendo sus negocios en diversos foros,
con la esperanza de estimular el interés por sus acciones en el mercado y aumentar su
precio. El proceso de cortejar a los inversionistas da gran influencia a elementos de las
publicaciones de negocios, a los analistas de bolsa que siguen un campo específico, y
los grandes inversionistas institucionales como los fondos de pensiones cuyas
decisiones de inversión, por sí solas, pueden causar oscilaciones en el precio de una
acción.
Una relación pública con los inversionistas, obviamente, aumenta la fuente potencial de
fondos y reduce el costo del capital. Las sociedades anónimas cerradas afrontan
desalentadoras restricciones legales sobre la venta del patrimonio y, por consiguiente,
con frecuencia deben ir al mercado de instrumentos de deuda cuando necesitan hacer
inversiones que sobrepasan sus reservas de efectivo. Al mismo tiempo, la propiedad
anónima también puede llevar a que se ejerzan presiones para obtener resultados a
corto plazo a expensas del desempeño a largo plazo, en las compañías periodísticas al
igual que en todas las demás. Por último, una sociedad anónima tiene el deber de
maximizar el valor económico de los accionistas mientras que un propietario puede
optar por recibir menos rentabilidad en términos monetarios para poder satisfacer un
apetito no financiero —de poder, de gloria, o la satisfacción de servir al público.
Existen otras características que diferencian a las sociedades anónimas. Pero la
separación de la propiedad y la gerencia, el requisito de los informes públicos sobre la
situación financiera, la necesidad de comercializar abiertamente las acciones de la
sociedad, la facilidad de acceso al capital de inversión y la necesidad de que las
sociedades anónimas maximicen el valor económico de los accionistas son los más
pertinentes para evaluar si los críticos de la propiedad anónima para los periódicos
pueden señalar algún conflicto irreconciliable entre los valores del mercado y los valores
de las noticias de una compañía cuyas acciones se negocian en la bolsa.
La separación de la propiedad y la gerencia no hace que las sociedades anónimas no
sean aptas para operar periódicos. Incluso protege a los periodistas de las presiones
directas para que se sustituyan las preferencias personales del propietario o los
intereses financieros individuales por el criterio editorial guiado por la disciplina de la
verdad. Así como es más fácil manejar la presión de los anunciantes cuando un
periódico tiene una base amplia de ingresos también es más fácil manejar los intereses
del propietario cuando los propietarios son muchos y variados. Esto no quiere decir que
las sociedades cerradas no puedan producir periodismo profesional. Muchos periódicos
familiares se han comprometido con la excelencia y la disciplina de la verdad.
Solamente quiero decir que la propiedad anónima ha promovido la independencia de
los criterios periodísticos al dividir el poder de los propietarios.
Jay Rosen, profesor asociado de periodismo de la Universidad de Nueva York, ofreció
esta descripción de la historia del cambio de propiedad privada a propiedad anónima en
los periódicos:4
Una de las maneras más sencillas de comprender la objetividad es simplemente
decir que es un contrato entre los periodistas por una parte y sus empleadores
por la otra. El contrato dice lo siguiente: Editores, ustedes nos dan el derecho
de reportar las noticias independientemente y nos dejan tranquilos y a cambio
nosotros no les causaremos demasiados problemas metiendo nuestra política en
las páginas de las noticias. La objetividad es una especie de contrato entre [un]
grupo de profesionales que llamamos periodistas y la gente que ofrece la planta
y el equipo para que ellos hagan su trabajo. Este contrato surgió en los años
1920 y 1930 cuando se transformó la base del periodismo. Salieron los
directores propietarios y entraron las sociedades anónimas. De tal manera que
surgió una paz negociada entre los periodistas y los empleadores societarios. El
nombre de esa paz negociada es objetividad.
El siguiente relato de una ganga guarda tanta relación con la historia real como la
historia de John Locke sobre el contrato social. Pero sí plantea con precisión el punto
de que la separación de la iglesia y el estado se presento aproximadamente en la
misma época en que surgió la propiedad anónima y reflejó la separación entre la
propiedad y el control operativo. Esto pudo haber sido poco más que una división del
trabajo a medida que fue introduciendo la gente entrenada en el negocio, reconociendo
que no tenían ninguna experiencia ni interés en la evaluación y presentación de las
4 Jay Rosen, “Beyond Objectivity,” Nieman Reports (Winter 1993), 49.
noticias. Pero cualquiera que sea la razón, la separación se ha convertido en una
característica común de los periódicos estadounidenses modernos.
La preocupación de la gerencia por la opinión de los inversionistas —consecuencia de
su deber fiduciario, su temor a la intervención legal o de la junta directiva, y sus
esfuerzos para aumentar la demanda y el precio de las acciones– probablemente ha
dado origen a más críticas originadas en el interior de las filas de los periodistas que
cualquier otro factor. La necesidad de comunicarse con el mercado significa que los
líderes de las compañías noticiosas hablen públicamente con gran periodicidad
respecto a asuntos financieros. Les preocupan los costos y lo dicen una y otra vez.
También se preocupan los inversionistas, quienes comparan las compañías sobre la
base de cómo manejan esta variable. Los funcionarios empresariales hablan
insistentemente sobre márgenes de utilidad, lo cual ha llevado a que los periodistas
crean que la propiedad anónima los ha elevado a niveles inauditos. Y no hablan mucho
sobre los valores noticiosos.
La propiedad anónima sí significa un control estricto de costos, pero la propiedad
privada no necesariamente significa lo contrario. No hay más que examinar los salarios
de las salas de redacción a principios de siglo para ver que los propietarios también
cuidaban los gastos. Y había muchos periódicos de propiedad privada que no gastaban
un porcentaje tan grande de sus ingresos en la recolección de noticias como lo hacen
actualmente muchos periódicos de propiedad abierta. Obviamente, algunas empresas
periodísticas de propiedad abierta han arruinado periódicos reduciendo sus
presupuestos tan drásticamente que no pueden trabajar adecuadamente. La presión
del pensamiento a corto plazo se debe manejar con cuidado, en parte teniendo una
historia persuasiva para contar sobre los prospectos para el futuro porque, de lo
contrario, la presión para que se obtengan retornos inmediatos hará que los periódicos
rebajen los costos hasta que sufran una desnutrición que deja morir de hambre a los
valores noticiosos que mantienen a los periódicos fuertes y vitales. Esto no es
inevitable, aunque el riesgo es grande, a menos que las empresas dueñas de
periódicos tengan planes claros para el futuro de la actividad periodística y la confianza
para llevarlos a cabo.
La historia de la propiedad abierta de los periódicos ha sido variada. En algunos casos
los periódicos han mejorado. En otros se han abaratado. En general, veo mejoría.
Pero ya sea una sociedad anónima, o una propiedad cerrada, una compañía bien
manejada debe encontrar un equilibrio. Debe prestar atención a los costos pero no
debe dudar en gastar lo que tenga sentido en términos financieros para hacer el trabajo
con éxito.
La facilidad de utilizar los mercados de crédito para obtener capital se convierte en un
factor importante para las compañías de noticias por varias razones. Les ayuda a
diversificar, lo cual puede equilibrar los ciclos descendentes de las utilidades que
dependen de la publicidad en los periódicos durante los períodos de economía lenta.
Eso puede disminuir el porcentaje de los activos de la compañía representado por los
periódicos, lo cual es bueno siempre y cuando los periódicos sigan comprendiendo la
importancia de los valores en las noticias, tanto para la comunidad como para el éxito
comercial. Pero si la compañía más amplia se distancia demasiado de las
peculiaridades del periodismo, pueden producirse dificultades y el negocio puede sufrir.
La capacidad para dedicarse a actividades que requieren mucho capital —mediante la
adquisición o el crecimiento interno— puede llegar a ser importante para las
organizaciones noticiosas a medida que se dirigen hacia una época que promete
cambios significativos en la forma en que la gente obtiene su información. Muchas
compañías periodísticas se han diversificado ingresando a la televisión y otros intereses
electrónicos así como a negocios mucho más apartados como el de poner tinta sobre
papel. Incluso el negocio tradicional de poner tinta sobre papel implica recursos
sustanciales de capital por concepto de sistemas de producción, prensas y equipo de
empaque. A medida que las comunidades metropolitanas se extienden por áreas
geográficas cada vez más amplias, un número creciente de periódicos querrá
descentralizar su capacidad de impresión como lo ha hecho The Los Angeles Times.
Esta es una actividad costosa así como lo es aumentar la capacidad para imprimir
colores en las prensas con el fin de mantenerse en posición de atender las necesidades
de los anunciantes. Además, los anunciantes y los lectores están exigiendo un
periódico más focalizado. En este momento, el Tribune, el Los Angeles Times, el
Philadelphia Inquirer, el Newsday, entre otro, ofrecen varias versiones del periódico
cada día, y cada una de ellas orientada a una zona geográfica específica con el fin de
proporcionar las noticias locales más pertinentes para los lectores de cada zona. Esta
entrega segmentada también ofrece a los anunciantes la forma de dirigirse a los
lectores en áreas tan pequeñas como una sola zona postal. En el futuro, los periódicos
quizá tengan que entregar un producto adaptado a lectores específicos, dando a cada
lector las secciones especializadas que más le interesa, o que a los anunciantes más
les interesa asegurarse de que el lector reciba. Todos estos avances requerirán
inversiones considerables.
Uno de los argumentos más fuertes en contra de que las compañías anónimas sean
dueñas de periódicos es que las exigencias del mercado obligan a esas compañías a
no hacer inversiones que incrementen la franquicia para el futuro. Esto no debería ser
así, a menos que los inversionistas se muestren pesimistas respecto a las perspectivas
a largo plazo del periódico. Y tampoco diferencia entre las sociedades abiertas
anónimas y las cerradas. A menos que la razón para una inversión tenga sentido en
términos económicos, los propietarios de las compañías cerradas deberían resistirse
ante ello también, si no consideran a la empresa como una forma de filantropía.
Esto nos lleva a la última diferenciación. Un propietario podría estar dispuesto a recibir
menos rentabilidad con el fin de promover el bien público. El gerente de una compañía
pública tiene el deber de maximizar el valor para los accionistas de manera que no
puede aceptar menos. Pero para que el tipo de propiedad preste un mejor servicio a los
valores públicos, el propietario no solamente debe ser caritativo con su propio dinero,
sino que tiene que estar dispuesto a utilizarlo de una manera altruista en lugar de usarlo
simplemente para promover sus propias causas. Debe adoptar personalmente los
valores noticiosos, incluso cuando ceñirse a ellos dañe sus propios intereses.
Obviamente, han existido personas así y quizá existan algunas en la actualidad. Pero,
a pesar de que los periódicos son vitales para el futuro de la sociedad, no se puede
dejar que el futuro de los periódicos dependa de la caridad.
LA DECISIÓN DE GASTAR
He aquí otra manera de expresar este punto. El futuro de los periódicos tendrá la
máxima seguridad si las decisiones que se refieren al periódico tienen sentido
financiero. Este es un requisito absoluto en las sociedades anónimas, donde el deber
fiduciario hacia los accionistas convierte esta perspectiva en un requisito legal. Pero
también es válido para los propietarios únicos, porque las decisiones antieconómicas
solamente perduran un determinado tiempo antes de que comiencen a minar la
viabilidad de la empresa. El coronel McCormick tenía razón. El primer objetivo de un
periódico es obtener utilidades. Los verdaderos interrogantes son cuántas ganancias
obtener en un año determinado y cuanto reinvertir.
Este no es el lugar para una discusión a fondo de cómo se debe tomar ese tipo de
decisiones. Siempre es una lucha y no siempre es racional. Las mejores pautas son la
prudencia y un sentido de equilibrio. El análisis en el periódico de cuánto es suficiente
no difiere fundamentalmente del análisis que se hace en cualquiera otra empresa.
Una inversión se debe hacer si su tasa de rentabilidad es mayor de lo que se puede
obtener a través de otra inversión alterna. Pero la selección de una tasa de rentabilidad
comparable depende del nivel de riesgo que se considera implícito en la inversión, y
eso refleja un criterio sobre la fortaleza competitiva que tendrá la empresa en el futuro.
Si uno cree que los periódicos se están muriendo lenta pero inevitablemente, que los
gustos de la gente han cambiado en su contra de manera irrecuperable, entonces uno
haría solamente inversiones muy módicas para mantener la empresa en operación
mientras va muriendo lentamente, sacando todo el efectivo posible de la empresa para
crecer en otras áreas. Si, por el contrario, uno considera que los periódicos están listos
para la renovación, que el camino hacia el futuro parece construido para ellos, entonces
la rentabilidad proyectada sobre las inversiones sería mayor que bajo el supuesto
pesimista, el riesgo sería menor y tendría muchísimo sentido invertir dinero en la
empresa para colocarla en posición de despegue. Lejos de utilizar los periódicos
solamente como generadores de efectivo para otros proyectos, incluso se podría llegar
a pensar en aceptar una rentabilidad más baja hoy con el fin de lograr las cosas que
produzcan utilidades considerablemente mayores en el futuro. Varios factores se han
unido recientemente para producir incertidumbre respecto al futuro de los periódicos.
La recesión de principios de los años noventa, los problemas en segmentos del
comercio al detal que tradicionalmente han sido clave para los ingresos de los
periódicos por concepto de publicidad, la fragmentación de los medios por el
crecimiento de la televisión por cable, y el prospecto de una mayor fragmentación a
causa del despliegue masivo de sistemas interactivos para los consumidores. Tanto en
el interior como en el exterior de la industria de los periódicos se oyó hablar de “caída
secular”. Incluso si la economía se recuperara, se decía, los periódicos nunca lo harían.
Naturalmente, no hacía mucho, en plenos años ochentas, lo que se decía era todo lo
contrario. Los periódicos eran licencias para imprimir dinero —y lo serían durante todo
el tiempo imaginable.
Esta volatilidad de la sabiduría convencional es extraña. La recesión de principios de
los años noventa se llegó a conocer como la peor depresión de los periódicos en la
historia y, sin embargo, la mayor parte de las utilidades de los periódicos continuaron en
niveles que serían motivo de envidia para otras industrias. Ha habido dificultades en
algunos de los negocios de nuestros anunciantes, pero han surgido otros anunciantes
para tomar su lugar. Han salido fuertes competidores por el dinero de la publicidad, pero
existen razones para creer que la mayor parte de nuestros clientes quiere utilizar los
periódicos para llegar a sus clientes, pero sólo si los periódicos pueden tomar medidas
para ofrecer la clase de servicio que requieren esos anunciantes. Los periódicos
resistentes indiscutiblemente tienen debilidades que deben tratar de eliminar; el
desempeño de los periódicos en 1994 hizo que “la caída secular” de los periódicos
pareciera el informe de una muerte que ha sido enormemente exagerada.
El éxito a largo plazo de los periódicos depende de la forma en que encajen dentro del
nuevo entorno fragmentado de la información cuyas características incluso ahora
apenas se vislumbran. Este será el tema del último capítulo. Baste decir que el éxito
no se podrá alcanzar sin una medida de confianza tanto dentro como fuera de la
industria periodística en el sentido de que los periódicos podrán dominar el nuevo
entorno. Si los buenos periodistas miran este medio con hostilidad o lo tratan como
apto únicamente para un entretenimiento tibio, entonces no será extraño que los
inversionistas decidan que los periódicos no tienen futuro. Pero si los periodistas se
dedican a la tarea de traducir los valores noticiosos y llevar a los clientes a las
modalidades nuevas que se utilizan para llegar al público, harán que invertir en las
actividades de los periódicos sea mucho más atractivo.
Para lograr cualquiera de las cosas que puedan llegar a ser necesarias para preservar o
mejorar la posición de los periódicos en el futuro, éstos tendrán que ser muy adaptables
y muy seguros de lo que son realmente. La división entre iglesia y estado, aunque es
importante para hacer cumplir los valores del periodismo, también hace difícil que los
periódicos sean suficientemente flexibles para afrontar los retos que se aproximan.
LAS DOS CULTURAS
Para los ejecutivos que no han crecido con ello, el hecho de que una empresa maneje
un periódico podría parecer un acto antinatural. En qué otro tipo de compañía una
subsidiaria atacaría los productos de otra, publicaría información embarazosa sobre sí
misma o alabaría a un competidor? Sin embargo, estas son cosas que aquellos
periódicos que forman parte de compañías diversificadas quizá tengan que hacer para
cumplir con sus obligaciones respecto a la disciplina de la verdad. Recordemos el
informe de A. H. Raskin sobre la huelga en el New York Times 5 o la decisión tomada
por el director del periódico de St. Petersburg, Florida, de poner la noticia de su arresto
por manejar bajo la influencia del alcohol en la primera página del periódico. 6 En el
5 Véase capítulo 1. nota 9.6 “Times Editor Arrested,” St Petersburg (Fla.) Times, 6 de julio de 1976.
Tribune tenemos mucha experiencia en estos asuntos ya que la Tribune Company es
propietaria del equipo Cachorros de Chicago. Se lastiman sentimientos cuando el
periódico critica a los Cachorros o la WGN – TV publica información embarazosa sobre
el periódico. Pero en una compañía que comprende la importancia de los valores
noticiosos, estas tensiones se aceptan como parte del negocio.
Eso es nada más el comienzo de las peculiaridades de la gestión de las empresas
noticiosas. Los periódicos son negocios complicados que deben ser manejados con
mano firme en todas las áreas, especialmente la editorial, donde los juicios más críticos
son subjetivos y los resultados a menudo difíciles de cuantificar. Al mismo tiempo,
deben atraer y retener a las personas que tienen el don de cuestionar la autoridad, cuya
primera lealtad es hacia la verdad y que florecen con la controversia.
Una consecuencia de estos elementos de juicio para la selección es que muy pocos
periodistas han pensado completamente en la relación entre el éxito comercial y su
independencia para hacer su trabajo, y esto a menudo produce un reflejo antagónico
entre la sala de redacción y otras partes del periódico. La implacable presión por
controlar los costos no hace más que profundizar la hostilidad de los periodistas. Sería
muy poco común escuchar a alguien, en una reunión sobre presupuestos o gastos
dentro de un departamento editorial, hacer referencia, incluso indirecta, al deber que se
tiene con el accionista. Sería mucho, mucho más raro, de hecho, que una discusión
entre los integrantes de un grupo de finanzas o de publicidad sobre la necesidad que
tiene el periódico de correr riesgos comerciales por presentar informes honestos y
corajudos. Cuando llegué al cargo de director me invitaron a dar una charla sobre el
departamento de publicidad. Hablé sobre la cooperación entre los dos aspectos del
negocio, pero también dejé en claro que el departamento editorial no estaba interesado
en proteger a los anunciantes cuando tomaban decisiones sobre noticias. Después de
esa charla le pregunté a una vieja amiga en el departamento cómo creía que había sido
percibido el mensaje. “Tal vez se quejen de ello,” pero aquí nadie quiere trabajar para
un comprador.”
En la práctica, la separación entre iglesia y estado desafortunadamente ha significado
que los periodistas opinan que el comercio les ensuciaría. Aunque la situación en la
parte comercial no es tan antagónica, es fácil para los profesionales de ese lado
desarrollar hostilidad hacia lo que ellos llegan a considerar como mojigatería impráctica
e irreflexiva del departamento editorial. Como consecuencia, ninguno de los bandos
puede aceptar plenamente las metas y valores del otro, aunque los valores de ambos
bandos sean esenciales para el éxito de la empresa.
La propiedad en manos de los empleados —a través de programas de opción de
compras de acciones o planes de jubilación basados en las acciones— debería acercar
más los intereses de todos pero, de todos modos, en las compañías grandes la mayoría
de las decisiones individuales parecen tener un efecto tan insignificante sobre el
desempeño de las acciones de la empresa que la propiedad en acciones sigue teniendo
un efecto muy sutil sobre el comportamiento. (Si tuviera un efecto demasiado grande,
supongo, no tendríamos que preocuparnos por una insidiosa orientación a corto plazo
ya que todo el mundo trataría, mediante todas las decisiones, de aumentar el precio de
las acciones, día a día. El peligro, que he oído plantear por algunos periodistas, de que
los directores pudieran mostrarse renuentes a destacar una historia por temor a que el
mercado reaccione negativamente, es tan remoto que da risa).
Las organizaciones periodísticas tienen que trabajar mucho para unir las dos culturas
sin amenazar la independencia de criterio que se requiere para que el periódico haga
honor a la disciplina de la verdad. Los directores y vendedores de publicidad, los
reporteros y los analistas financieros, los fotógrafos y los ingenieros, los diseñadores
gráficos y la gente de circulación, todos necesitan asumir la responsabilidad de
reconciliar los intereses de los accionistas con un cumplimiento riguroso de los valores
noticiosos, porque estos son fundamentales para el éxito comercial del periódico, y el
éxito comercial es fundamental para la vitalidad de los valores noticiosos. Como primer
paso, una organización de noticias debe identificar los valores que realmente considera
fundamentales. En el Tribune, este proceso ha sido muy satisfactorio aunque ha sido
muy difícil llevarlo más allá de la alta dirección y convertirlo en algo que llegue a todos
los miembros de la organización. Las discusiones sobre los valores también pueden
ser dolorosas porque pueden revelar la falta de un sentido profundo y compartido de
dichos valores y la discrepancia al respecto puede tomar una intensidad casi religiosa. 7
El ejercicio exige que una organización llegue a alguna conclusión sobre lo que
constituye la esencia de la empresa. En la parte comercial, esto significa considerar
las fortalezas y las debilidades, las oportunidades y las amenazas competitivas que son
típicas de los métodos de planeación estratégica en la mayoría de las organizaciones.
La parte más desafiante es para los periodistas quienes generalmente no se
encuentran entrenados para hacer planeación estratégica y con frecuencia se hayan
orientados hacia la preservación de lo que existe sin discriminar mucho entre lo vital y lo
superficial.
A principios de los años noventa el Chicago Tribune comenzó a preparar los detalles de
su sociedad informal con la Tribune Broadcasting Company con el fin de producir un
canal de televisión por cable para presentar noticias 24 horas al día. La idea era dar al
canal de cable acceso a todas las noticias que estaba desarrollando el periódico, en
tiempo real, y sacar al aire a los periodistas del Chicago Tribune como parte del equipo
de reporteros del canal de cable. La respuesta inicial a esto en la sala de redacción no
fue de apoyo unánime. Para ayudarles a pensar bien en nuestra participación, los
principales directores del periódico hicieron un ejercicio en el cual tratábamos de
imaginarnos cómo veríamos el Tribune después de jubilados. Cuando nos orientamos
para mirar desde esa perspectiva aquello en lo que se habría convertido el Tribune, nos
preguntamos qué nos haría sentir satisfechos por haber logrado que la empresa
atravesara esos cambios intacta. ¿Qué tendría que hacer el Tribune del siglo veintiuno
para que nosotros sintiéramos que lo habíamos dejado mejor de lo que lo habíamos
encontrado?
Produjimos una lista corta. Tendría que ofrecer información tan autorizada, seria y
exhaustiva como la necesitara la comunidad para gobernarse a sí misma. Tendría que
7 Véase Ken Auletta, “Opening up the Times,” New Yorker, 28 de junio de 1993, 55.
ofrecer el valeroso liderazgo de la comunidad al que han aspirado tradicionalmente los
periódicos. Y tendría que incluir una redacción excelente para fomentar y satisfacer el
apetito de la lectura, el cual asociamos con la capacidad para pensar
independientemente que requiere una república autónoma para prosperar.
No consideramos vital que el periódico siguiera con la forma de tinta sobre papel.
Tampoco consideramos que todos los aspectos del periódico tendrían que ser escritos
(como no lo son en el periódico tradicional, que tiene elementos gráficos y fotográficos).
Este ejercicio nos permitió comprender más fácilmente lo que necesitaba hacer el canal
de cable para convertirse en una extensión útil del periódico. Yo creo que se inició un
proceso que nos permitió sentirnos más cómodos para experimentar con otros medios
no tradicionales de entregar las noticias.
No estoy seguro si será posible afrontar los cambios que se nos avecinan a los
periódicos en la actualidad sin llegar a un acuerdo fundamental sobre lo que son y lo
que valoran. Será mucho más fácil para nosotros tener la confianza para cambiar si
estamos seguros de que todos estamos de acuerdo respecto a lo que debe perdurar.
De hecho, es peligroso iniciar el proceso de cambio sin prestar atención al núcleo de
nuestras creencias. Peligroso no solamente porque, sin una brújula moral, fácilmente
nos podemos desviar. Peligroso además porque, a medida que se fusionan los medios
de comunicación, puede ser fácil pasar por alto los aspectos del periódico que han
conservado el interés de la gente durante años. Al ser pasados por alto, podrán ser
descartados. Y si los descartamos, podríamos estar tirando las cosas que den a los
periódicos su mayor ventaja competitiva en el nuevo entorno.
Nadie sabe con seguridad cómo se desarrollarán los nuevos medios interactivos ni
cómo podrán dar forma al mensaje que entreguen. Tenemos que adivinar sobre eso
hoy, experimentar con la nueva tecnología y tratar de comprender cómo se relacionará
la gente con ella. Pero al hacerlo, tendremos que estar muy seguros de nuestros fines.
El medio puede afectar el mensaje, pero el mensaje está primero. Al igual que con el
uso de las técnicas de mercadeo, tenemos que saber lo que queremos decir antes de
decidir la mejor manera de hacer llegar el mensaje a las personas que queremos
movilizar con él.
1
(NUEVE)
¿HABRÁ ALGUIEN DEBAJO DE ESA VENTANA?
A finales de la carrera del coronel Robert R. McCormick como director del Chicago Tribune, cuenta la historia, un joven reportero de fuera de la ciudad le entrevistó en su grandiosa oficina del piso 24 del edificio Tribune Tower. "Usted tiene un periódico y emisoras de radio y televisión en la ciudad de Nueva York," dijo el reportero. " Usted ha tenido periódicos en Washington, D.C. y en París. ¿Por qué ha permanecido en Chicago?"
El coronel se irguió al máximo detrás de su gran escritorio de mármol, señaló la magnífica vista del edificio Wrigley, el puente de la Avenida Michigan y el río Chicago que se veía abajo.
"Todos los días me siento sobre ese alféizar y miro hacia abajo," dijo, "con una docena de rosas en una mano y un puñado de tierra nocturna en la otra. Y eventualmente todos pasan por debajo de esta ventana."
Confieso que no puedo demostrar que esta historia sea cierta. Tal vez no sea más que parte de la leyenda. Una vez la repetí en una charla a la que asistió a la viuda del coronel, y ella sonrió. Esa es la mejor evidencia que tengo.
De todos modos, la anécdota es indiscutiblemente fiel a la actitud que el coronel compartía con otros directores de diarios de su época. Esos barones de la prensa confiaban en que el mundo pasaría desfilando ante ellos porque la prensa era el principal portón de entrada a la mente de las personas.
Pero incluso entonces se preocupaban porque el cambio tecnológico pudiera desplazarlos del centro. La mayoría de los directores de los periódicos sentía tanto miedo de estos cambios que trataron de utilizar todo su poder económico y político para oponerse al crecimiento de las nuevas tecnologías. Más les hubiera servido tratar de detener el cambio de las estaciones.
Aunque políticamente el coronel McCormick era muy conservador, también era un hombre de negocios astuto y un amante de la tecnología que a menudo se jactaba de sus inventos. Dos veces se separó de sus colegas y directores, se negó oponerse al desarrollo de los medios electrónicos y fue pionero de las estaciones de radio y televisión en Chicago, dando a ambas las letras de identificación WGN las cuales, humildemente, representaban las palabras World’s Greatest Newspaper (el mejor periódico del mundo), la empresa de la cual habían nacido.
En la actualidad, la gente está preocupada una vez más por si los periódicos —o cualquier forma popular de escritura— sobrevivirá al ataque de los nuevos
2
medios electrónicos. Se han unido varios factores para que esta pregunta sea especialmente incómoda. El incremento en la lectoría de los periódicos no ha tenido el mismo ritmo que el crecimiento de la población, pero aproximadamente 70% de toda la población adulta lee al menos el periódico dominical1. Y las personas que gozan de prosperidad económica son las más letradas y las que con mayor probabilidad leen un periódico todos los días. Más de las tres cuartas partes del 20% más letrado de la población son lectores habituales del periódico.2 La generación de los babyboomers no se ha convertido en lectora habitual de los periódicos con la misma facilidad que lo hizo la generación de sus padres y esto generalmente se atribuye a que nació bajo el resplandor de los televisores. Las generaciones que siguen a la de los babyboomers, sumergidas en los juegos y muy conocedores de las computadoras, causan aún más preocupación. Sus mayores se preguntan sí la única alfabetización que obtendrán será la relacionada con las computadoras. Estos factores unidos a la disminución en la calidad del sistema educativo de los Estados Unidos, el crecimiento de una clase urbana sub-privilegiada y la proliferación de medios visuales y auditivos, levantan el espectro de una nueva Edad del Oscurantismo en la cual la mayoría de la gente abandonará completamente la lectura y regresará a una cultura oral.
Entretanto, está surgiendo un nuevo y poderoso sistema de entrega de información que podía resultar tan radicalmente diferente a la televisión como lo fue la televisión respecto a los periódicos. Ese sistema amenaza con cambiarlo todo. Las cadenas de televisión ya han visto una reducción en sus teleaudiencias a medida que los medios visuales se han ido fragmentando como consecuencia del crecimiento del cable y las grabaciones en videocasete. Algunos dicen que en la "supercarretera de la información" las estaciones tradicionales de televisión dejarán de existir porque habrá tantas alternativas que las personas podrán elegir el espectáculo que deseen, cuando lo deseen, en lugar de tener que escoger entre lo que está disponible en la televisión diaria. En ese ambiente, el programa será el gancho y no el canal por el que se pasa. El uso generalizado de los controles remotos de televisión ya ha dado inicio a ese proceso, haciendo mucho más fácil vencer la inercia y navegar el espectro de la televisión.
A medida que los canales de cable reducen el número de televidentes de las cadenas al perseguir segmentos específicos en lugar de tratar de alcanzar a las masas, las estaciones afiliadas a las cadenas con frecuencia responden dirigiéndose a un mercado más bajo. Las noticias locales en la mayoría de las estaciones de televisión llegaron a un nivel tal que el crítico de televisión del Tribune las describió como "un collage suelto de sexo, muerte y osos
1 “Facts about Newspapers ´94: A Statistical Summary of the Newspaper Business Published by the Newspaper Association of America” (Reston, Va., 1994), 7.2 Irwin S. Kirsch, Ann Jungeblut, Lynn Jerkings, y Andrew Colstad, “Adult Literacy in America,” National Center for Education Statistics, U.S. Department of Education, septiembre de 1993.
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bailarines”.3 Entretanto, las emisoras metropolitanas afrontan cada día más dificultades para tratar de cubrir un mercado geográfico en expansión en el cual el crecimiento y la afluencia se presentan en la periferia. Esto crea las condiciones para una mayor segmentación del mercado a manos de los competidores. Las noticias por cable podrían ser programas específicamente para diversos segmentos geográficos. Así fue como los diarios suburbanos fueron reduciendo la participación del mercado de los diarios metropolitanos. Ya existe la tecnología para hacer esto en cable y los nuevos sistemas de entrega de noticias simplemente lo harán más fácil.
Como reacción a estos cambios, algunos periódicos parecen decididos a tratar de competir con la televisión convirtiéndose en algo igual a ella. USA Today ha sido el experimento más interesante de este tipo pero hay otros que también han tratado de poner énfasis a los textos cortos, poner más listas, sustituir las narraciones textuales por gráficos, etc. Muchas de estas innovaciones han sido intrigantes y útiles pero juntarlas en un periódico tradicional de tinta sobre papel y enviarlas a competir directamente con la televisión es como una compañía petrolera de principios del siglo que trata de competir con la energía eléctrica logrando que el petróleo produzca una llama más brillante y menos humo.
Todos los medios tienen fortalezas y debilidades, las mismas que imponen a los mensajes que transportan. Los medios nuevos usualmente no eliminan a los medios viejos; simplemente los empujan a áreas donde tienen ventajas comparativas. El periódico impreso existirá durante mucho tiempo y no solamente porque los hábitos de la gente cambian con lentitud. Los nuevos medios nos están mostrando las ventajas de la comunicación sobre el papel que nunca se había pensado antes de comenzar a ver las alternativas - La portabilidad, la facilidad de disposición, la facilidad para hojearlo, etc.. Existe una razón por la cual la oficina sin papeles no fue una consecuencia inmediata de la diseminación de las computadoras en el lugar de trabajo. Pero sería un error subestimar hasta qué punto la nueva tecnología de las comunicaciones afectará la forma en que vivimos y aprendemos, o sobrestimar nuestra capacidad para predecir sus consecuencias finales.
EL NUEVO MEDIO Y SU MENSAJE
Cuando los herreros del Siglo XV experimentaron con nuevas formas de extraer el metal del mineral en bruto, no pretendían revolucionar la forma en que la gente pensaba sobre sí misma. No dedicaron un instante de sus ajetreados díasa pensar en el futuro de la poesía ni la posibilidad de la novela, y mucho menos a la descomposición de la autoridad y el auge del individualismo. Cuando Johannes Guttenberg tomó dinero prestado para comenzar a utilizar los descubrimientos de los herreros en sus experimentos con los tipos móviles, no pensó en ayudar a Martín Lutero a sacudir los cimientos de la iglesia Católica
3 Rick Kogan, “Whatever It is, it isn´t News,” Chicago Tribune, 13 de febrero de 1992, Tempo Section.
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Romana. Se preparaba para imprimir una Biblia latina y quienes les siguieron en su oficio convirtieron en un buen negocio la producción masiva de cartas de indulgencia. En el siglo XIX, cuando James Clerk Maxwell propuso su teoría sobre la propagación de las ondas electromagnéticas no estaba pensando en reducir el lapso de atención del niño promedio de 12 años ni en obligar a los líderes políticos a hablar en bites de sonido. Guglielmo Marconi no tenía idea de que estaba a punto de obligar a los hombres de Estado a tomar decisiones con más rapidez ni de qué iba a cambiar para siempre la calidad de las conversaciones familiares.
En la actualidad, los inventos en diversas disciplinas han comenzado a reducir los costos de las comunicaciones de forma dramática a medida que la tecnología de los microchip ha reducido el costo del poder de computación durante las últimas dos décadas. Esto no es más que el comienzo. Para tener una idea de la posible escala de lo que pudiera suceder en los próximos años, basta pensar en lo que ha significado la reducción en el costo de la computación. En casa, en mi escritorio, tengo una computadora personal IBM original. Un amigo de la universidad que se dedicó al campo de la programación de computadoras me sorprendió un día cuando me dijo que este antiguo instrumento tiene tanto poder de cómputo como tenía todo el centro de cómputo de la Universidad Northwestern cuando nosotros estábamos estudiando. Y la computadora laptop en la cual estoy escribiendo estas palabras en el avión es varios órdenes de magnitud más potente que aquella antigua PC IBM.
El costo de la transmisión de datos disminuirá porque el ancho de banda aumentará, siendo el ancho de banda una medida de la cantidad de información que puede transportar un canal. Esto significa que mañana será más barato, mucho más barato, enviar una película de largo metraje, en colores, al hogar de alguien que lo que cuesta hoy enviar una señal al localizador personal. Y nadie puede predecir las implicaciones con certeza, como no pudieron hacerlo Guttenberg ni Marconi.
La mayor parte de las personas que trabajan en este campo espera que el abaratamiento radical de las comunicaciones permitirá a los consumidores asumir un mayor control de los mensajes que reciben. Cuando los equipos baratos para cintas de video reemplazaron el costoso y engorroso proyector de cine casero, la gente pudo ver la película que quería, cuando la quería, sin tener que conformarse con lo que estuvieran exhibiendo los teatros o la televisión. De igual manera, a medida que disminuyen los costos de la transmisión, el cliente podrá, a bajo costo, llamar lo que desea y el proveedor de información podrá ganar dinero sin tener que distribuir masivamente sus productos.
Adicionalmente, muchas personas que han tratado de predecir el curso del nuevo medio creen que implicará la participación activa del cliente de otras formas. La interactividad no significa solamente control por el consumidor sino también conversación. A medida que disminuya el costo de comunicarse, es de
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esperar que las personas lo hagan con más frecuencia enviando fotografías así como texto y sonido, sosteniendo conversaciones remotas mucho más largas que antes, con sus bancos, sus tiendas de víveres, sus políticos o su iglesia.
Una consecuencia de todo esto será acelerar la caída del mercadeo masivo. Las comunicaciones baratas significan que los mensajes serán individualizados y focalizados porque la retórica básica y el mercadeo enseñan que un llamado dirigido a las necesidades y gustos individuales de una persona generalmente es más eficaz que un llamado que trata a la persona como alguien del montón.
La focalización también puede hacer más difícil que este gran y diverso país encuentre elementos comunes. La radio y la televisión ayudaron a eliminar la Biblia como un texto que todos conocían. La televisión por cable continuamente ha reducido la importancia de los noticieros vespertinos de cadena como el capítulo y verso comunes del día. Los multimedios interactivos —esa frase torpe que describe la nueva manera de comunicarse— puede ejercer presiones adicionales sobre los lazos sociales.
En el momento de escribir estas palabras, buena parte de la especulación referente al nuevo medio interactivo implica la entrega de cosas como películas por demanda o compras desde el hogar. Es natural que las primeras cosas que nos vienen a la mente sean extensiones de los productos y servicios que tuvieron éxito con las antiguas tecnologías. La televisión fue en una época radio con imágenes. Las computadoras solían hacer primordialmente cálculos matemáticos como lo hacía una calculadora. El nuevo medio interactivo seguramente no sorprenderá tanto como lo hicieron los inventos anteriores.
No obstante, parece probable que el nuevo medio elimine las diferencias entre los medios más antiguos —los cuales se especializaban en entregar texto o sonido de alta calidad o imágenes en movimiento. En el nuevo medio todo se enviará y recibirá a la vez. Los clientes podrán elegir la mezcla que desean: la integralidad y la participación mental que proporcionan el texto, las imágenes concentradas del video, las cualidades evocadoras del sonido.
No nos debe sorprender, en una era de escepticismo radical, que algunas personas estén diciendo alegremente a que el nuevo medio derrocará la autoridad de todos los textos, estableciendo por fin al público como el verdadero creador del mensaje. La idea parece ser que algunas personas han estado anhelando una forma de liberarse de la tiranía de los argumentos lineales y de las narraciones convencionales que encarnan los textos escritos tradicionales. Este nuevo medio, según la predicción, les permitirá lograr lo que desean y de esta forma romper la autoridad del autor y llevar la consulta en cualquier dirección que deseen.
Pero, como hemos visto, la premisa básica tiene un sesgo fundamental. La gente busca más, no menos coherencia. Quieren orientación respecto al
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significado de las cosas y los argumentos lineales y las narraciones directas son la mejor manera de comunicar ese significado. Parte del reto que afrontan los pioneros del nuevo medio es diseñar formas para que se pueda satisfacer el anhelo que tiene el público de encontrar significado. Esto exigirá a los periodistas aceptar y dominar las lecciones de la retórica porque su tarea no será nada menos que la de crear toda una nueva modalidad de expresión y persuasión.
Esta tarea se complica por el hecho de que el público es un blanco móvil. Los jóvenes y los pioneros en el uso de las computadoras han sido los primeros en adoptar este nuevo medio y, naturalmente, los jóvenes y los pioneros son inquietos. A través de la televisión y el juego de video, los jóvenes han desarrollado lapsos de atención que sólo la caridad nos permitiría describir como fugaces. Pero sería un error darle a esto demasiada importancia sin una investigación crítica. Siempre existe la tentación de mirar el comportamiento de los jóvenes y proyectarlo en línea recta durante todo su proceso de maduración. Con esa metodología se habría dicho que la generación de los babyboomersseguiría jugando con las drogas y la política radical. Para predecir si alguien seguirá leyendo textos en el futuro será necesario investigar asuntos más profundos que las generaciones.
EL FUTURO DE LA PALABRA ESCRITA
De cuando en cuando la moda literaria se fija en la idea de que la civilización ha llegado a un punto en el cual todas las formas antiguas son obsoletas, como cayó la poesía épica ante la palabra escrita. ¿Cuántas veces hemos oído decir que la novela está muerta, que la historia se ha convertido en un anacronismo en un mundo aleatorio, violento y sin sentido? El número de ficción del New Yorker para 1994 traía una caricatura que mostraba una versión actualizada del conocido profeta barbudo del Apocalipsis caminando por las calles de Nueva York. Pero, en lugar de llevar una pancarta, llevaba sobre sus hombros un televisor en cuya pantalla aparecían las palabras “¡Se acerca el fin del material escrito!” 4 Con un poco más de seriedad, el novelista John Barth publicó en 1967 un ensayo titulado "The Literature of Exhaustion” (La literatura del agotamiento) en el cual suspiraba cansadamente por el fin de la ficción en prosa. 5
Si Barth trabajara para un periódico, podría estar escribiendo un ensayo titulado "El periodismo del agotamiento" para describir un ambiente post-moderno en el cual la televisión parodia antiguos géneros abandonados de los periódicos mientras coquetea con los medios que tienen encanto en la televisión o se llenan de engreimiento académico que toma la falta de interés del público como síntoma de decadencia moral. Alguna gente de las noticias incluso sugiere que más le vale al periodismo serio comenzar a considerar que llena un nicho en el
4 The New Yorker, 27 de junio de 1994, 182.5 John Barth, “The Literature of Exhaustion,” in the Friday Book (New York: G.P. Putnam´s Sons, 1984), 62.
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mercado, aunque eso signifique abandonar el ideal de ofrecer el cuerpo común de conocimientos cotidianos que necesita un pueblo libre para tomar sus decisiones soberanas.
¿Se convertirá la lectura sobre la realidad en un gusto adquirido, como las óperas de Wagner o las anchoas?
Pese a los síntomas de deterioro del hábito de lectura hay razones para sentirse optimista respecto al futuro a largo plazo del periodismo escrito. Esto no quiere sugerir que los periódicos puedan darse el lujo de prestar oídos sordos al mensaje que les está enviando la disminución en la lectoría. Tampoco es pasar por alto el incremento del analfabetismo —tanto a nivel nacional como global—ni el impacto que tienen sobre las personas educadas las alternativas que ofrecen los medios electrónicos audiovisuales al trabajo de la lectura. Pero estaríamos abdicando a nuestro propósito social en una sociedad abierta si aceptáramos una visión del futuro en la cual la ignorancia bárbara triunfe entre todos a excepción de una pequeña élite, lleguen a su fin los siglos de progreso que mostraba el descubrimiento del lenguaje escrito y nos preparamos para caer nuevamente en una cultura oral.
LA DURABILIDAD DE LA LECTURA
Piensen por un momento en la historia de la lectura. El lenguaje escrito apareció inicialmente en la China, Egipto y Mesopotamia a hace aproximadamente 5.000 años. Según Henri-Jean Martin, la invención de la escritura "aparece cada vez que una revolución en las comunicaciones y los intercambios estimula una fusión para formar un todo más grande".6 El auge de la escritura coincide con el auge de lo que conocemos como civilización y cada lengua toma su forma de la forma individual de la cultura que la ocasiona. La disminución de la lectura en la Edad del Oscurantismo no se produjo como resultado de un cambio en los gustos o el desarrollo de un nuevo medio de comunicación. Se produjo porque tribus analfabetas conquistaron a las letradas, lo cual es un riesgo completamente diferente. Y el riesgo aumenta cuando los letrados comienzan a dudar del valor perdurable de su cultura, cuando pierden su coraje.
Una manera de ver el lenguaje —escrito u oral—- es considerarlo como una tecnología, como la fibra óptica. Comparado con otras tecnologías que surgieron aproximadamente en la misma época que la escritura, el lenguaje es tan increíblemente sutil y complicado que su desarrollo independiente en tantos lugares diferentes sugiere que no fue descubierto. Sugiere que los componentes básicos del lenguaje —incluyendo el desarrollo de la palabra escrita— fueron programados por la evolución en el cerebro humano. La mente tiene un apetito de lectura que, aunque se puede desviar o mal nutrir, se vuelve a imponer hasta que el cerebro evolucione nuevamente de una forma radical.
6 Henri-Jean Martin, The History and Power of Writing, trans. Lydia G. Cochrane (Chicago: The University of Chicago Press, 1994), 86.
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Y debemos estar agradecidos por esto porque la lectura facilita el desarrollo de los humanos como seres libres e individuales. La relación entre el lector y la palabra escrita es diferente a la relación que tiene con las palabras que salen de la televisión o de un ser amado. Mirar la televisión es un acto intelectual tan pasivo que no es raro quedarse sentado esperando un momento específico —el segmento del tiempo dentro del noticiero, por ejemplo— y que el momento pase sin darse cuenta.
Poco después de perder su campaña electoral para la presidencia del Perú, el novelista Mario Vargas Llosa presentó una charla titulada "La literatura y la libertad." Fue una declaración elocuente de la conexión que existe entre el reino íntimo de la lectura y la vida pública de la comunidad.7
Debido a la soledad en que nace, la velocidad con la cual se puede reproducir y circular, el secreto con el cual transmite su mensaje y la huella duradera que dejan en el consciente de las personas las imágenes literarias, la palabra escrita ha demostrado una terca resistencia a dejarse esclavizar.
...a diferencia de los libros, el producto audiovisual tiende a limitar la imaginación, a adormecer la sensibilidad y a crear mentes pasivas. Yo no soy un retrógrado alérgico a la cultura audiovisual. Por el contrario; después de la literatura nada me gusta más que el cine y disfruto profundamente de un buen programa de televisión. Pero el impacto del audiovisual nunca se compara con el efecto de los libros sobre el espíritu: es efímero y la participación del intelecto y la fantasía del espectador o el escucha es mínima comparada con la del lector.
En otras palabras, la lectura no solamente sobrevivirá sino que tiene que sobrevivir. Las características básicas del nuevo medio son alentadoras en este respecto. Requiere la participación de la audiencia. Después de todo, la interactividad es una de las cualidades que lo diferencian. Se invita al participante a asumir un control imaginativo. Al igual que la lectura, alienta la independencia mental. Como lo expresó un pionero del nuevo medio, tiene "el alma del medio impreso."8
Los instrumentos escritos de información general también deben sobrevivir porque son el medio por el cual la sociedad del mañana comprenderá los eventos del momento. Tener una base común de información para la discusión y la acción se hace más importante a medida que la sociedad se segmenta. Los periódicos son unas de las pocas instituciones fuertes y unificadoras que tienen
7 Mario Vargas Llosa, “El Poder de la Palabra Escrita,” impreso en el Chicago Tribune, el 24 de marzo de 1992, sección 1.8 Gerald Levin, “Playing the interactive Game,” alocución inédita ante la Newspaper Association of America, New Orleans, 26 de abril de 1995, 3.
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oportunidad de prosperar en esa clase de entorno. Hay otros que ya están fracasando. Las ciudades, que solían ofrecer centros firmes de atención alrededor de los cuales organizar el transporte, las comunicaciones y el pensamiento de una región, han perdido su singularidad. El área metropolitana, cuya ciudad central solía considerarse como un núcleo que mantenía sus suburbios como electrones en órbita, comienza a parecerse a una molécula conformada por varias ciudades, con vínculos débiles por la periferia. La perspectiva masiva para el mercadeo y las comunicaciones ha sufrido profundas fracturas. Estamos aprendiendo a celebrar la diversidad de las culturas de los pueblos y en ese proceso podemos pasar por alto sus elementos comunes. Sabemos cómo aumentar de forma exponencial el número de señales que pueden llegar a una persona de modo que sus alternativas sean prácticamente ilimitadas.
La segmentación de la sociedad no terminará pronto. Tampoco el proceso de doble filo del multiculturalismo que realza el ideal americano de aceptar a los muchos, pero aumenta la dificultad de convertirlos en uno. No obstante, la historia sugiere que contra esas fuerzas centrífugas hay una potente fuerza centrípeta que todavía nos une.
La historia de los Estados Unidos ha estado señalada por un juego entre lo diverso y lo compartido, la fisión y la fusión; y esto es inherente en la noción paradójica de unos estados unidos. Los autores de la Constitución comprendían la tensión cuando crearon los compromisos que establecieron el sistema federal, un juego complejo de equilibrios interconectados entre el centro y los extremos. Tocqueville reconoció que la segmentación podía ser una fuente de poder y también Frederick Jackson Turner. Como escribió el historiador contemporáneo Robert Wiebe: "Lo que ha mantenido unidos a los estadounidenses es su capacidad para vivir separados".9
Aunque actualmente la dinámica social parece favorecer la fragmentación, la dinámica de la historia sugiere que el principio subyacente encontrará la manera de imponerse. Esta es una de las razones por las cuales veo una gran oportunidad para los periódicos mientras que otros medios informativos se dividen tanto que ya no nos interconectan. Si los periódicos utilizan su capacidad de brindar a públicos específicos acceso a un trabajo que para ellos es de especial interés y a la vez siguen proporcionando un núcleo común de conocimientos y enjaezado el poder que tiene el nuevo medio interactivo para crear comunidad, se asegurarán un papel duradero.
¿EL DIARIO QUIÉN?
No todos comparten esta opinión. En el Laboratorio de Medios del MIT, por ejemplo, creen que el futuro de los periódicos es algo que ellos denominan El Diario Yo, una recopilación de artículos, entregados electrónicamente, que se 9 Robert Wiebe, The Segmented Society (1975; reimpresión, Oxford University Press, 1978), 46.
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ajustan a los intereses individuales del lector y son seleccionados por "agentes de inteligencia" computarizados que toman materiales de toda clase de fuentes (periódicos, documentos oficiales, comentarios individuales, cualquier cosa que fluya digitalmente por el canal electromagnético). 10
¿Es éste el futuro? ¿Satisfaría El Diario Yo el apetito que llenan los periódicos, o quedaría faltando algo?
Es tentador pensar que las noticias consisten únicamente en hechos, bits y bytes de información. Y el periódico contemporáneo incluye mucho de eso —las tablas de las acciones de bolsa y las casillas de los resultados deportivos, por ejemplo, y las listas del entretenimiento. La entrega de este material se podría ajustar a los intereses individuales sin perder mucho. No hay razón para darle a una persona un informe sobre todas las acciones de todos los mercados, todos los días si solamente se interesa por media docena (o por ninguna); no hay razón para dar a alguien una casilla con los resultados del hockey si esa persona considera que el deporte es demasiado violento como para merecer su atención. Pero como hemos visto, los lectores esperan que los periódicos les den algo más que bits y bytes útiles y debemos tener cuidado de no perder de vista esa expectativa cuando tratemos de navegar los cambios que se avecinan.
Los periódicos tienen una naturaleza humana. El primer problema de El Diario Yo es que no la tiene. Al nivel más elemental, no ofrece ninguna serendipidez. Debido a que un ser humano tan único y complejo como el lector elige lo que se incluye en un periódico tradicional, el lector tiene la posibilidad de encontrar allí cosas que satisfagan un interés que no sabía que tenía. Uno de los artículos más intrigantes publicado recientemente por el TrIbune explicaba minuciosamente la física de cómo se forma el hielo en el lago Michigan. Yo no me paso las noches en vela pensando sobre esto ni tampoco lo incluiría en una lista de cosas que me gustaría leer. Pero un reportero con una mente cautivante escribió esa pieza y un editor con una mente cautivante la colocó en el Tribune. Respondieron la pregunta que yo nunca hubiera planteado y ahora agradezco que lo hayan hecho.
Yo tuve una secretaria que leía varias docenas de periódicos y revistas todas las semanas y recortaba los artículos que creía me podrían interesar. Ella sabía que a mí me gustaba la música de jazz y las novelas. Sabía cuáles autores conocía y me gustaban y a cuáles detestaba. Sabía que yo estaba interesado en el Tribunal Supremo de los Estados Unidos, etc. Este era un servicio muy práctico. Yo me emocionaba mirando los recortes todos los días. Respecto a los temas de un interés intenso o inmediato, me alegraba poder leer todo lo que ella pudiera encontrar. También era divertido ver lo que ella creía que me podía interesar. Pero yo también necesitaba leer un periódico. El servicio de recortes era demasiado parecido a un espejo, cuando lo que yo necesitaba era una ventana al mundo. 10 Nicholas Negroponte, Being Digital (New York: Alfred A. Knopf, 1995), 153.
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Entonces, ¿Por qué no programar serendipidez en las computadoras que editan El Diario Yo? Podríamos introducir un elemento aleatorio en sus criterios de selección para que incluya piezas que estén por fuera de los campos usuales de interés del lector. ¿No sería eso suficiente? No lo creo.
La gente acude al periódico deseando una presencia humana unificadora: el narrador en la obra de ficción, el guía que conoce el camino o el colega cuyas opiniones uno valora. Quieren el sintetizador que pueda formar un mundo a partir de los fragmentos.
Cuando las personas se sumergen en la nueva tecnología es fácil para ellas olvidar que la interactividad es simplemente una palabra fantasiosa para decir conversación. La conversación incluye elementos que van más allá de las palabras. Existe la voz, por ejemplo, la calidad que ayuda a identificar al orador para poder evaluar lo que dice. Las propias palabras usualmente significan más de lo que dicen porque, unidas, proyectan emoción, personalidad e incluso carácter. Un periódico comunica todo esto y la gente espera que lo haga.
Como hemos visto, los lectores no quieren solamente retazos aleatorios de información que les lleguen volando por el éter. Quieren información coherente, que tenga sentido, que tenga cierto orden. Los lectores quieren información más que hechos escuetos, y quizá incluso un poco de sabiduría.
También esperan personalidad. Y no quiero decir celebridad. Los columnistas famosos tienen algo que ver con la personalidad del periódico, pero sólo son una parte de ella. La voz de un periódico no es un aria, es más como un coro, pero inconfundible. Como la orquesta sinfónica de Chicago de Sir Georg Solti o el gran quinteto de Miles Davis.
Quieren recibir una idea de carácter. Quieren que su periódico represente algo. Esto comienza con la honestidad y los valores noticiosos que se le relacionan pero puede también incluir cualidades como la compasión, la firmeza de opinión, el coraje moral y tal vez un poco de terquedad. Un poco de buenos modales también serían bienvenidos en estos días. El carácter es vital para el futuro de los periódicos, no importa cómo los entreguemos, porque es la fuente más real y duradera de la credibilidad.
Y la gente quiere liderazgo. El Diario Yo no puede brindarla porque no llega a ninguna comunidad. Es privado. Mira hacia dentro. Es solitario.
Quienes promueven El Diario Yo reconocen que este es un problema. Su respuesta es dejar que los lectores pidan a sus agentes electrónicos artículos seleccionados para otros lectores. Por ejemplo, yo podría pedir que me muestren la totalidad o parte de El Diario Usted, o podría pedir una selección de historias escogidas para personas de mi cuadra, mi ciudad o mi compañía.
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En última instancia, los lectores probablemente querrán las selecciones de quienes hacen elecciones interesantes. A esos los llamamos editores. En este punto estamos tan cerca al modelo antiguo que sería bastante más sencillo para el lector electrónico simplemente pedir el Chicago Tribune, el Washington Post, el Atlanta Constitution o el Los Angeles Times, sabiendo que incluirá una mezcla de artículos de los que cautivan a otras personas que conoce o quisiera conocer.
Los periódicos no solamente atienden sino que crean sus comunidades y luego les sirven de líder. Yo no sé de qué forma el solipsista El Diario Yo esperaría hacer eso. No obstante, el nuevo medio interactivo puede ser una poderosa herramienta en este aspecto. Si hay algo que ya se ha visto respecto a los servicios en línea es ese fuerte afán de las personas por formar una comunidad. Producto de una era fragmentada, este nuevo medio parece atraer su público en buena medida por la forma en que reúne a las personas. En ese medio se pueden encontrar comunidades de personas que probablemente no se hallarían unas a otras por otro medio. Navegue la Internet y encontrará una gran cantidad de charlas entre vecinos— aunque los interlocutores pueden estar a miles de kilómetros de distancia y hayan desconocido la existencia de los demás participantes hasta que aparecieron en el mismo espacio virtual.
Los periódicos nacen del suelo de la comunidad. Siempre han sido una especie del Diario Nosotros. Los periódicos deben aprovechar este elemento comunal cuando intenten enjaezar el poder del medio interactivo. La fragmentación de la sociedad incomoda a las personas. Necesitan formas nuevas de encontrarse y conectar. Necesitan algo sobre lo cual entablar conversaciones. Eso es lo que siempre ha proporcionado el periódico común y tradicional.
Ya se entregue en papel o electrónicamente, el periódico debe tener editores humanos. Debe seguir encarnando las complejidades de la personalidad humana, demostrando criterio y carácter, teniendo una voz distintiva que se identifique bien con la comunidad la cual sirve. Todos estos elementos se reúnen en lo que a la gente de mercadeo le gusta llamar ‘identidad de marca’ lo cual, en un ambiente fragmentado y focalizado, será vital para diferenciar entre fuentes de información.
EL PERIÓDICO ELECTRÓNICO
¿Cómo sería un periódico electrónico orientado hacia un público muy definido? Consistiría en texto, video a color con movimiento completo y sonido. Permitiría a los lectores ojear la superficie y profundizar en los temas que más les interesan —llamando el texto completo de un discurso, por ejemplo, un video del mismo, antecedentes sobre un caso de asesinato o mapas detallados y estadísticas demográficas sobre un país en crisis. El periódico electrónico eliminaría la velocidad y la intensidad de la televisión como ventajas competitivas. Algunos estudiosos del emergente medio interactivo sostienen que
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traerá un renacimiento del periódico.11 Yo tengo la esperanza de que sí, pero eso únicamente sucederá si los periódicos de hoy comienzan a adquirir habilidades en la recolección y la presentación de noticias en video y audio que el nuevo medio les exigirá dominar.
Si tengo razón respecto a lo que la gente espera de los periódicos, cualquier periódico electrónico tiene que comenzar con un informe de noticias generales que presente lo que, a juicio de los editores, debe saber cada día un integrante de la comunidad, además de algunos artículos que sean simplemente intrigantes. La edición del periódico básico sería mucho más estricta que hoy, algo parecido al informe básico que aparece en alguno los periódicos nacionales británicos. Luego habría adiciones editadas específicamente para satisfacer undeterminado grupo de intereses. El aficionado a los deportes recibiría muchos más deportes que el aficionado a las artes. El que lee por negocios recibiría tablas financieras mucho más completas que el adicto al entretenimiento. Habría segmentos regulares para personas con hijos o que quieran ver el mundo a través de los ojos de un niño. Habría informes sobre salud y cultura física para quienes se inclinan por ello; informes sobre comidas para llenar a quienes no tienen esa inclinación. Toda clase de cosas.
Pero cada una incluiría información seleccionada por editores cuyo trabajo es presentar un informe coherente sobre un tema específico. Todos serían coherentes en su tono y aproximación con el informe central.
Habría también un servicio automático de recortes de prensa como en el Diario Yo, no para reemplazar el periódico general, editado, sino para complementarlo. La gente del MIT no se equivoca. De hecho, lo que están viendo será parte del futuro de la información. El hecho es que tienen razón sólo en parte.
La abundancia de alternativas que se le presenten a las personas dará más —no menos— seguridad a la función de aquellos que ayudan a tomar esas decisiones. Cuando las personas puedan obtener cualquier información disponible en cualquier sitio, necesitarán simplificar el proceso de selección. Necesitarán formar hábitos para ahorrar tiempo y necesitarán formas de sacar sentido del caos.
Esta es una de las razones por las cuales los nombres de marca tienen poder. En el tumulto de productos que se presentan en un anaquel de supermercado se destacan algunos pocos por su confortable familiaridad. En el nuevo supermercado de las noticias sucederá lo mismo. Las organizaciones que tengan la mayor lealtad a la marca —conseguida a base de haber permanecido cerca a sus comunidades y de ceñirse estrictamente a los valores noticiosos correctos— serán las que prosperen.
11 George Gilder, “Digital Darkhorse-Newspapers,” Forbes ASAP, 25 de octubre de 1993, 139; Newspaper and Electronic Delivery of Information,” Goldman Sachs Investment Research, 7 de mayo de 1983, 1-9.
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Repito que un periódico que quiera sobrevivir a los cambios en la forma como se entrega la información tendrá que aferrarse a la necesidad de ofrecer un informe diario completo y coherente de las cosas que la gente necesita saber para poder vivir en un mundo cada vez más complicado. No creo que la nuestra se convierta en una sociedad modelada en el estante de las revistas especializadas, un sitio narcisista donde solamente estamos dispuestos a aprender sobre las cosas que ya sabemos: el jazz normal, el sexo no tan normal o el esquí en las Montañas Rocosas. La naturaleza humana lleva a la gente a interesarse por lo que no conoce. Ya sea por esperanza, desesperación o celos, sus ojos son atraídos por aquello que está más allá. Como describió e. e. cummings este instinto profundo y de la naturaleza humana: "Escucha: hay un maravilloso universo ahí al lado; vamos para allá".12
El nuevo medio interactivo amenaza al status quo y a la vez promete una forma nueva y emocionantes de enterarnos sobre el mundo. Entiendo los temores de algunos que se preocupan porque pueda dañar la forma en que pensamos y nos gobernamos, pero este no es el momento de retirarse al monasterio y suspirar por el pasado. Es mejor buscar un renacimiento.
El negocio de los periódicos es más emocionante hoy que nunca porque el reto es grande y hay tanto en juego. Si somos suficientemente ingeniosos y rápidos, encontraremos la forma de utilizar el nuevo medio para atraer al público ofreciendo información que tenga relevancia. Si mantenemos bien nuestros valores noticiosos podremos seguir obteniendo utilidades monetarias a la vez que ayudamos a la sociedad a conservarse abierta y fuerte.
12 “Pity this busy monster, Manunkind,” en Poems of e. e. cummings (New York: Harcourt Brace Jovanovich Inc., 1972), 554.