Download - Urnas funerarias del templo de ehécatl
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URNA FUNERARIA TEXCOCANA NOS CUENTA SU HISTORIA
FUE OFRENDADA EN EL TEMPLO DE EHÉCATL-QUETZALCÓATL
Antr. Física Beatriz Ramírez Meza
Algunas personas, incluyendo a ciertos investigadores, piensan que el análisis de huesos
humanos expuestos al fuego (cremados) no proporciona mucha información. Pero la
realidad es que sí la hay, que puede ser obtenida y, con ello, nos ayudará a saber más de
las costumbres rituales de nuestros antepasados prehispánicos. En este artículo
resumiremos los resultados del análisis de una urna funeraria que fue localizada al
costado poniente del Templo de Ehécatl-Quetzalcóatl (dios del viento), durante la
primer temporada de excavación que se efectuó en los meses de febrero a abril de 2003.
Previamente a la descripción de los resultados conviene resumir lo que expresan
algunos autores acerca de la deidad a la que dicha urna texcocana fue ofrendada.
Ehécatl-Quetzalcóatl es uno de los dioses multifacéticos y de gran importancia para los
pueblos de Mesoamérica, especialmente para aquellos cuya sobrevivencia dependía de
la agricultura y, por lo tanto, del agua y de la lluvia, como fue el caso de la región
Acolhuacan. (Ofrendas a Ehécatl Quetzalcóatl. Tlatelolco 1999:206) lo describe como
“dios creador y benefactor por excelencia del hombre, a él se encomendaban los
comerciantes, los artistas y muchos enfermos. Le dedicaban ofrendas, autosacrificios y
víctimas de su agrado. Los tlaloque arraigaban su linaje en Ehécatl-Quetzalcóatl. Así,
podemos concluir que encontramos en él un verdadero aliento de la vida”.
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En la misma obra Guillem, citando a otros autores, señala que “la función más
trascendental de Ehécatl-Quetzalcóatl era barrer los cielos para que comenzara a actuar
Tláloc, el dios de la lluvia. Se erigían en su honor templos redondos para evitar los
ángulos que podían impedir el paso del viento. Ehécatl se identificaba con una máscara
peculiar en forma de pico de pato”.
“El aliento de la vida es uno de los atributos de este dios y su fusión a Quetzalcóatl
eleva su rango entre las deidades reverenciadas en el centro de México en tiempo de los
aztecas”. Es conveniente destacar, al respecto, que el templo parcialmente descubierto
en este sitio de Texcoco y que forma parte del centro ceremonial de nuestra ciudad
prehispánica, precisamente tiene esa forma semicircular (García y Coronel, Informe
Técnico INAH: 2003).
En cuanto a la ubicación de la ofrenda, ésta se localizó a 7m al poniente de la estructura
semicircular dedicada al Dios del viento, a unos 20 cm por debajo de una cisterna de
gasolina y a solo unos centímetros de sus cimientos, fue una fortuna localizarla ya que
pudo sobrevivir a la cimentación de la gasolinera, muy probablemente coexistió con
otros elementos arqueológicos que no tuvieron la misma suerte.
Corte Este Oeste del predio, donde se aprecia la ubicación de la ofrenda en relación con
el Templo semicircular.
Una vez excavada y liberada la urna funeraria, se pudo definir en 2 partes: Una olla
globular con 2 asas cilíndricas horizontales colocadas en la parte media superior del
cuerpo, con una altura de 17 cm y un cajete miniatura que tenía la función de tapa.
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Ambas piezas de cerámica de acuerdo a sus características físicas corresponden al
periodo Azteca III.
Ubicación de urna funeraria durante la excavación
Una vez retirada del área de excavación fue analizada y examinada en laboratorio,
donde los resultados del trabajo fueron los siguientes: En la parte exterior se encontraba
un cúmulo de restos óseos humanos mezclados con tierra. De ellos se identificaron
fragmentos de cráneo, maxilares, escápulas, costillas, fémures, tibias y un diente
(canino). En el interior de la urna se encontraron fragmentos de restos óseos humanos,
que pertenecían a un individuo adulto con una edad aproximada de 25 a 30 años, cuyo
sexo no fue posible determinar. El contenido de los restos óseos dentro de la urna abarca
un 80 por ciento y el restante es tierra. La posición que guardaba el individuo dentro de
la urna es intencional, pues se trató de darle una deposición en secuencia anatómica
normal, es decir que desde la parte superior se localizarían fragmentos de cráneo
siguiendo la caja toraxica y los brazos y en la parte más baja las extremidades inferiores,
hasta llegar a la base donde se encontraron los restos de los pies; Dándonos a entender
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que el individuo fue depositado de forma vertical, es decir, de pie. Tal hecho, asimismo,
sugiere que este individuo tenía un rol social importante para el grupo al que pertenecía,
pues el tiempo invertido1 en este proceso de colocación y tratamiento indican una
distinción jerárquica.
Además de la descripción de lo observado en el proceso de excavación y rescate, por la
coloración y forma que presenta el hueso, se puede hacer una interpretación basada en
algunos autores que han realizado estudios y observaciones en crematorios modernos.
De tal manera que la cremación que presenta el individuo es incompleta porque todavía
se observan fragmentos óseos. Bajo una temperatura cuya intensidad sea menor a los
700 grados centígrados se conserva la materia orgánica (hueso), por lo que se considera
que la cremación no fue total. Casos similares han sido reportados por otros autores,
entre ellos Chávez (Rituales funerarios en el Templo Mayor de Tenochtitlan 2002:138-
139).
También existen fragmentos de color negruzco en cráneo y tibias, lo que posiblemente
se deba a que la temperatura fue más intensa sólo en la parte media del esqueleto (desde
los brazos hasta los pies, incluyendo el tórax). Esto también sugiere que el esqueleto fue
cremado en posición extendida, se considera que el origen del fuego se iniciara en la
parte central del cuerpo. (Ubelaker Human skeletal remains: Excavation, analysis,
interpretation 1978:36).
1 “Los estudios de Sempowski y Storey se basan en el supuesto de que la variabilidad en las prácticas de enterramiento realizadas
por una sociedad reflejan distinciones sociales significativas, y que la complejidad o aspecto del tratamiento se ve afectado por el
rango o estatus de la persona en vida, fundamentalmente por la cantidad y variabilidad de los objetos ofrendados, la energía
empleada en la preparación del depósito funerario y el número de objetos ´raros o exóticos´ que acompañan al muerto (en Gómez y
Núnez 1999 : 88 citando a Binford, 1971 y a Sempowski, 1987).
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Fragmento de tibia donde se observan partes negruzcas
(Foto Beatriz Ramírez Meza).
Se observa, además de los diferentes tipos de coloración que presenta el hueso, una
fragmentación y la distorsión del mismo. La fragmentación posiblemente se deba a que
después de la cremación los restos óseos se trituraron para poderlos depositar en la urna.
Los fragmentos que se analizaron van de 3 milímetros a 7.2 centímetros. Gómez
Bellard, (El análisis antropológico de las cremaciones 1996:58), entre otros
investigadores, han informado de fragmentaciones óseas similares en contextos
distintos. La distorsión está asociada a la cremación del hueso con tejido (Chávez 2002:
139). Entre las características que presentan estos huesos figuran fisuras trasversales,
torsión, deformación, reducción, fragmentación longitudinal irregular, hecho indicativo
de que este individuo fue cremado con tejido blando, o sea, poco después de algunos
días de haber fallecido (Ubelaker 1978:35; Chávez 2002:139-149).
Fragmento de tibia donde se observan fisuras longitudinales y trasversales
(Foto Beatriz Ramírez Meza).
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Mckinley (Cremated bone: Handbook of archaeological sciences 2001: 283-284)
menciona que el rango de recuperación de huesos de un individuo adulto sometido al
proceso de incineración en crematorios modernos varía entre 1 kilogramo a 3.6
kilogramos. Tomando en consideración la proporción más alta propuesta, se tiene que
de acuerdo al contenido existente en esta urna texcocana, el peso total del contenido de
los huesos es de 842.6 gramos, por lo que podría considerarse que no se incineró el 23.4
por ciento del individuo y el 76.6 por ciento restante sí se calcinó. Además, dentro de la
urna se localizaron pequeños fragmentos de carbón proveniente de la madera, que fue el
material utilizado para cremar a este individuo.
De acuerdo a las fuentes históricas este tipo de rituales funerarios eran característicos de
individuos con un nivel jerárquico alto entre la población de la Cuenca de México
anterior a la conquista y de acuerdo a ello Fray Diego de Durán menciona:
“Todos los señores y reyes presentes tomaron sobre sus hombros el cuerpo del Rey
Auitzotl...y tomándolo en sus hombros lo subieron junto á los pies del ydolo, á donde lo
salieron á recibir todos los sacerdotes del templo,...y empezaron á encensar el cuerpo...
el bracero divino estaua ardiendo con mucha leña de corteza de árboles, que era leña
de los dioses, la qual haze muy hermosa brasa y muy durable, á donde los señores
arrojaron el cuerpo, así aderezado y compuesto como estaua, donde luego en aquel
punto los sacerdotes tomaron sus cuchillos de sacrificar, y uno á uno sacrificaron
todos aquellos esclauos que los reyes y grandes señores auian ofrecido, echándolos
despaldas sobre el atambor de palo con que auian venido tañendo los sones y cantos
funerales, encima del queal les abrian los pechos y les sacauan el coracon y lo
echauan encima del cuerpo que ardia, donde junto con el cuerpo ardian toda la noche,
hasta que hecho ceniza, ellos y todos lo que llevauan encima de grande riqueza, las
cogieron en una olla nueva y la enterraron junto á la piedra del sol,...” (Durán Historia
de las Indias de la Nueva España 1995 454-55).
Por otro lado Motolinía describe los funerales de los señores y principales indígenas,
desde la preparación del cadáver hasta el ritual, en donde eran llevados al templo
principal y quemados con copal y tea, los esclavos eran sacrificados. Después los restos
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parcialmente calcinados del señor eran depositados por los sacerdotes en la caja que
contenían sus cabellos.
En términos generales dicha urna es una pequeña muestra de la riqueza histórica y
antropológica que se sigue oculta bajo la mancha urbana de nuestra ciudad. Además de
la oportuna intervención con que se realizó ese rescate, que apenas rasgó una ínfima
parte de lo que fue el centro ceremonial de la capital del Acolhuacan, se salvaron
centenares de otros objetos y piezas de gran valor histórico y arqueológico, cuyo estudio
permitirá acrecentar el mayor y necesario conocimiento de la ciudad prehispánica de
Texcoco. Mientras no se continúen los rescates, aquello que quedó en el subsuelo
seguirá allí como simples restos mudos.
En cuanto a la relación de la urna funeraria y el Templo a Ehécatl, se aprecia que esa
persona calcinada es un personaje importante, de a cuerdo a las crónicas los calcinados
y enterrados en vasijas cerca de los templos eran de un nivel jerárquico elevado. Es de
esperar que tal vez se trate de un sacerdote aunque no se pueda afirmar completamente.