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LOS MILITARES EN LA FRACTURA DE 1973
Carlos Sandoval AmbiadoMagster en Educacin
Doctor en Historia
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LOS MILITARES EN LA FRACTURA DE 1973
EXORDIO
Sorprende e (algunas veces) indigna escuchar o leer noticias en las que
estn involucrados uniformados o ex uniformados. Ya sea en delitos comunes
(como huyendo de la Justicia) o en prebendas institucionales, que involucran
incluso el presupuesto nacional.
Resulta tedioso enumerar estas excepciones; no obstante se hace
necesario, para comprender la intencionalidad y propsito de este trabajo,
mencionar algunas de ellas.
La ingente forma de financiamiento que beneficia a la Fuerzas Armadas
a travs de la ley reservada del cobre que permite entregar a los cuerpos
castrenses el 10% de las ventas cuprferas.1
La discriminacin positiva a que estn afectos al poseer justicia
especial y propia cuyas facultades se extienden hasta sobre civiles, en
determinados supuestos2.
La calidad de garantes de la institucionalidad, que le otorga la
Constitucin Poltica de 1980 y, reformada a fines de sta dcada, despus de
transacciones polticas entre el conglomerado de Partidos Polticos por la
Democracia y el gobierno militar.
La construccin de recintos especiales para que los militares,
condenados por los Tribunales de Justicia, pudieran (aceptaran?) cumplir con
las penas de reclusin, a que fueron sometidos.
1Segn la ley n 18.628 del 23 de junio de 1987 las Fuerzas Armadas reciben el 10% del ingreso en moneda extranjera
por la venta al exterior de la produccin de cobre y sus subproductos de la Corporacin Nacional del Cobre de Chile, y el10% del valor de los aportes en cobre al exterior que efecte la empresa, "debern ser depositados en el Banco Central de
Chile, en moneda dlar de los Estados Unidos de Amrica, en la Tesorera General de la Repblica. Ver en
http://www.ftc.cl/home_archivos/temas/leycu.htm . Portal de Codelco.2 La modernizacin de la justicia militar un desafo pendiente Jorge Mera Figueroa Profesor de Derecho Penal.Universidad Diego Portales. Ver en http://www.udp.cl/DERECHO/publicaciones/justicia_militar.pdf .
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Las presiones a travs de gestos y smbolos a que sometieron al
gobierno de Patricio Alywin (boinazo ejercicio de enlaces) generando la
obvia preocupacin de la llamada clase poltica y, en alguna medida, a la
ciudadana.
En definitiva, reiteramos, no son escasos los eventos militares que, de
una u otra forma, alteran la buena y sana convivencia ciudadana, generando
de este modo hechos polticos que marcan la historia de nuestro pas.
No obstante, ello no podemos tomarlo como una novedad post-
dictatorial que obedezca a reminiscencias o nostalgias pinochetistas. Si
hacemos un breve, brevsimo recorrido por la devenir histrico nacional, nos
encontramos con mltiples y sucesivas intervenciones militares. Algunas
puntuales, otras no tanto.
As, en el primer tercio del siglo XX nos topamos, por ejemplo con el
llamado ruido de sables, el golpe de Estado ibaista, la abrupta instalacin
de la Repblica socialista con Marmaduque Grove, el cmico intento de golpe
del general Ariosto Herrera.
O, ms tarde, en la segunda mitad del siglo pasado, se nos ofrece
diversos episodios de intervencin militar, ya voluntaria, ya a solicitud. As
encontramos la participacin de militares en trabajo de carceleros en Pisagua;
de restauradores del orden como fue la labor del General Horacio Gamboa
(mandatado por el gobierno de Ibez) para que repusiera la tranquilidad
pblica, alterada por el estallido social los das 2 y 3 de abril de 1957 en la
capital del pas.
Sin olvidar, por cierto, que el ao 1963, bajo el gobierno de Jorge
Alessandri Rodrguez, la poblacin Monseor Jos Mara Caro fue cercada y
reprimida por tropas de la Aviacin, dando muerte a ocho personas y ms de
cuarenta heridos.
A mayor redundancia, dos sucesos en los que los militares nuevamente
se visibilizan: el asesinato colectivo de mineros cuprferos de El Salvador (ao
1966) y, la llamada huelga militar del General Roberto Viaux Marambio (1969)
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y que, en opinin de Vernica Valdivia, es un caso ms complejo, por cuanto
sufri una evolucin poltica a partir de octubre de 19693.
En pocas palabras: las intervenciones militares (cualquiera que sea el
uniforme que usaran) durante el perodo previo a la llegada del Gobierno de la
Unidad Popular, sumadas al creciente influjo de los Estados Unidos (pactos de
ayuda recproca y doctrina de seguridad nacional) en los cuerpos castrenses
despus de finalizada la segunda conflagracin mundial, permite pensar que la
actitud de las Fuerzas Armadas (en tanto parte del aparato de Estado) sera
de, al menos, rechazo a los intentos de transformar la estructura social y
econmica del pas (aunque slo se hubiese limitado a que fuera con
empanadas y vino tinto) que propona el programa gubernamental de Salvador
Allende.
Aparentemente, de esto la Izquierda no haba realizado un anlisis ms
exhaustivo. De hecho en los planteamientos polticos, provenientes de las
partidos populares, se detecta ms intensidad en afirmad que las Fuerzas
Armadas se caracterizaban por ser constitucionalistas, no deliberantes y
profesionales. Es decir que no se metan a operar en la contingencia. Esto, en
nuestro pensar, era ms fruto de un deseo que de la realidad histrica. La
Unidad Popular y el resto de la Izquierda, al no contar con una poltica militar
(que no se debe confundir con lucha armada que supone la creacin de
cuerpos armados propios y que no necesariamente se contradice con tener
una poltica hacia los militares) optaron por confiar en supuestas tradiciones
institucionales.
Los militares irrumpieron (irrumpen?) en lo poltico contingente con msfrecuencia que las que polticos y la ciudadana deseara. Lo hicieron (a
principios del siglo XX) desde lo social-popular y, ms tarde (ao 1973) con
una clara posicin anti-popular. En esta aparente contradiccin hay algo comn
en ambas situaciones: los afanes de re-fundar modelos de dominacin. Primero
generando condiciones para el desarrollo de un tipo de Estado supuestamente
3El golpe despus del golpe. Leigh vs. Pinochet 1960-1980.Valdivia Vernica. Pgina 43. Editorial LOM.
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de compromiso, cooptacin y benefactor. Luego estableciendo las bases
institucionales para un modelo neoliberal, excluyente y cercenador de la
soberana ciudadana.
Por consiguiente, en el golpe o fractura de 1973 oper, en gran
medida, no slo la manida intervencin yanqui, sino adems el
desconocimiento de la historia y cultura de los militares, causando de este
modo la incapacidad de generar adecuadamente una poltica, dirigida a los
militares que desbordara las medidas de orden corporativo o gremial, que
tentaba a los cuerpos polticos gobernantes.
Sin perjuicio de lo ya dicho, no podemos desconocer que, en tanto
avanz el proceso de transformaciones, implementado por el gobierno
allendista, hubo algunos sectores de la izquierda que esbozaron una poltica
militar, pero con un claro tinte de defensa de la Constitucin y en confrontacin
con los sectores golpistas. Tentativas que quedaron en eso, por la fuerte
rplica de la propia institucionalidad vigente.
Nos referimos a la estridente (as planteada por la derecha y los propios
cuerpos armados) denuncia de infiltracin de la marinera en agosto de 1973
que llev a la prisin a centenas de marinos rasos y suboficiales bajo el
mandato de Salvador Allende4. Ms aun, los juicios militares en la aviacin, pos
golpe, en contra de aviadores oficiales, sub-oficiales y rasos por aquella
hipottica infiltracin, son otro ejemplo de sta limitada y estril lnea de accin
poltica.
Por consiguiente, el desafo que en este trabajo nos hemos planteado, es
demostrar que hubo complicidad no deseada entre las Fuerzas Armadas y la
Izquierda para dar a luz instalar en la historia de Chile una nueva fractura, con
la consiguiente edificacin de un nuevo modelo de dominacin.
4Movimiento de Izquierda Revolucionaria. 1970-1973. Coyunturas, Documentos y Vivencias. Sandoval
Ambiado Carlos. Ao 2004. Editorial Escaparate. Concepcin. Chile
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A esto se suma, sin titubeo, la estricta y acuciosa lnea derechista y/o de
oposicin que le entreg armas legales (Ley de Control de Armas o Ley
Carmona) a los uniformados y, sobre todo legitimidad ante los ojos de la
ciudadana para operar en lo contingente.
Profesionales, constitucionalistas y no deliberantes?
Ms all de los dramticos momentos vividos entre el 4 de septiembre y
4 de noviembre de 1970, hubo dos hechos o episodios que pueden ayudarnos
a comprender, un poco ms, el camino escogido por los uniformados ante el
proceso de cambios y la ausencia de respuesta inicial por parte del gobierno
electo y la izquierda chilena.
El primero de estos episodios fue protagonizado por un grupo de oficiales
de la marinera, el otro por la cpula mxima del Ejrcito.
Para fines del ao 1970, el Comandante en Jefe, General Ren
Schneider Chereau, estaba inquieto con la posibilidad real de que se instalara
en La Moneda, un gobierno de clara ideologa marxista y dispuesto a iniciar un
proceso de transformaciones. Esa, al parecer, no fue una variable analizada
previamente.
Esta inquietud llev a la mxima autoridad castrense formar un equipo de
generales y comisionarlos para inquirir detalles de las pretensiones de las
futuras autoridades. Esta comisin qued compuesta por los generales
Schaffhauser, Ervaldo Rodrguez y Mario Seplveda, los que procedieron a se
reunirse con el senador comunista Volodia Teitelboim, quien haba sido
responsabilizado por Allende para los efectos de llevar adelante dichas
conversaciones.
La pretensin de los oficiales para el encuentro con el parlamentario
comunista, era manifestarle "los puntos de vista", del Ejrcito, frente al
proceso que se abrira a partir de noviembre o, mejor dicho, del instante que
Allende se instalara en el palacio gubernamental.
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Estos puntos de vista se tradujeron en seis grandes inquietudes. Era un
verdadero coktail de expectaciones, en el que se mezclaron asuntos
estrictamente polticos, con aspiraciones gremiales y corporativas.
As, los mencionados generales le expresaron a emisario comunista que
el Ejrcito aspiraba a que el Ministro de Defensa fuera una personalidad (por
cierto que les diera garantas) que los Subsecretarios "fuesen oficiales
activos" y que no se interviniera en la Junta Calificadora.
Estos tres primeros requerimientos fueron, a no dudar mucho, una
flagrante intromisin en las facultades inherentes (constitucionalmente
establecidas) a la investidura del Presidente de la Repblica. Pero adems,
haber pedido que los subsecretarios de Defensa fueran militares activos y que
no se procediera a intervenir en la Junta Calificadora, expres --al menos--
desconfianza hacia el nuevo gobierno y una relativa permeabilidad a la
propaganda derechista.
El petitorio castrense continu. Se le comunic a Teilteibom las
esperanzas que las designaciones y promociones en las filas militares, fueran
hechas respetando los escalafones jerrquicos. Esta petitoria devela no slo la
aspiracin a preservar los cuerpos, sino tambin el temor a que el nuevo
gobierno hiciera cambios en el alto mando apuntando a que la correlacin de
fuerza militar le fuera favorable.
Otra exigencia o representacin que es bastante reveladora, respecto
de la adhesin de la Jefatura castrense a los mecanismos e instrumentos que
Estados Unidos haba creado, para relacionarse con los militares
sudamericanos. Estamos hablando del llamado Pacto de Ayuda Militar y que los
generales comisionados pretendan que el gobierno allendista no lo
desahuciara.
No podemos dejar de aquilatar la importancia de esta parte del petitorio
porque de una u otra forma nos revela la permeabilidad (fuere por razones
polticas, ideolgicas o profesionales) al influjo norteamericano. No debemos
soslayar el hecho que durante el gobierno demcrata-cristiano, se haba
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Ahora bien, qu fue lo conversado con el presidente electo?
Difcil resulta desentraar lo que conversaron aquellos Almirantes con el
Presidente Allende; no obstante algo, del espritu de los marinos, es posible
descubrir a travs de las palabras de Osvaldo Puccio, uno de los hombres ms
cercanos al lder de la Unidad Popular, toda vez que lo acompaaba -- como su
secretario privado desde haca aos.
En su libro, Puccio recuerda que "Habamos programado una
concentracin en Valparaso.Adems, Allende iba a tener conversaciones con
unos almirantes... El da domingo, Rodolfo Ortega y yo salimos muy temprano a
buscar a estos dos seores a Via. Los dos seores eran los almirantes
Montero y Jos Toribio Merino... El almirante Merino era en ese momento
comandante en jefe de la escuadra; el almirante Montero era segundo
comandante y jefe del estado mayor, creo. Segn la antigedad, l era el
segundo hombre y Merino el tercero, dentro de la Marina... el compaero
Allende estaba esperndonos. Merino, Montero, el doctor, el compaero Toh y
yo tuvimos una larga conversacin.
El compaero Allende buscaba a quien iba a designar comandante en
jefe de la Armada. El almirante Montero plante su punto de vista con seriedad.
No as Merino, que trataba siempre de encubrir las cosas... En el momento de
salir, Merino me llev a un rincn y me dijo: "-Osvaldo, Ud. es un hombre..."
Ms no pudo decir, porque en ese momento pas Toh al lado nuestro. Lo tom
de un brazo: "Uds. dos son hombres que estn muy cerca del Presidente.
Dganle que se cuide del almirante Montero. Es un hombre de los
norteamericanos. Con l, nunca vamos a llegar al socialismo!-"9
.
Paradjico recuerdo con lo ocurrido aos ms tarde. No obstante, por los
dichos de Puccio, el fantasma de los norteamericanos tambin era usado entre
los uniformados y es fcil concluir que la no participacin, de los militares en
poltica activa, era ms un deseo que una realidad.
9Un cuarto de siglo con Allende. Puccio Osvaldo, pgina 256. Ed. Emisin, diciembre de 1985. Santiago
Chile.
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Cmo enfrent la Unidad Popular este circunstancial, pero simblico
apremio castrense?
Aunque pudiera considerarse que la opcin de ganar tiempo (muy
propio del presidente Allende en la coyuntura) era un tipo de accionar poltico
aplicable a mltiples situaciones, en este caso a los requerimientos militares. No
obstante no podemos dejar de pensar que fue la ms ineficaz que a alguien se
le pudo haber ocurrido. Precisamente, en la respuesta del senador comunista
encontramos este razonamiento de obtener ms tiempo, de dilatar al mximo la
necesidad de entregar respuesta.
Segn Carlos Prat Gonzlez en sus memorias10, Teitelboim le habra
indicado que el ministro de Defensa sera un "civil intachable". Bajo el concepto
de civil intachable subyace la idea de que quien ocupase la cartera de
defensa, le dara plena confianza y garanta a los militares. Este papel lo
cumplira Alejandro Ros Valdivia, nombre que satisfizo plenamente al General
Schneider. Y cmo no ser de este modo si Ros Valdivia reuna caractersticas
que lo alejaban de cualquier sospecha ser marxista.
Este ministro de defensa era un antiguo militante del Partido Radical.
Destacado acadmico de la Universidad de Chile en la Escuela de Ciencias
Polticas y Administrativas y; adems haba acompaado a Gonzlez Videla en
el gabinete como encargado de Educacin en los aos 46 y 47. Este ltimo
antecedente le daba la solvente y necesaria blancura que ansiaban los
militares: quien haba participado de un gobierno persecutor de los marxistas,
jams podra ser un peligro para la integridad de las Fuerzas Armadas.
El resto de las preocupaciones castrense, no tuvo respuesta inmediata.
Por el contrario, Teitelboim le comunic que por el momento no poda dar
respuesta alguna, que ello an no era discutido en el gobierno, por tanto
cualquier opinin deba diferirse para ms adelante. Volodia Teitelboim,
10 General Prat, Gonzlez Carlos. Pgina 179. Op. Cit.
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Terminada dicha conflagracin, se abre un nuevo perodo poltico
mundial, cuyo rasgo principal es la bipolaridad y la Guerra Fra11. Este nuevo
ordenamiento poltico en el que Mosc disputa Washington la hegemona
planetaria obliga a ambos pases a crear zonas de influencia.
Y como Estados Unidos haba experimentado la apata
latinoamericana, durante el perodo anterior, tom las debidas precautorias. Por
ello es que vuelca su atencin hacia los cuerpos castrenses de Sudamrica por
medio de dos lneas de accin. Una, que podramos llamar teora o ideolgica,
como fue la Doctrina de Seguridad nacional. La otra, ms prctica y de
estrechamiento de lazos, la asistencia tcnico-militar por medio del Pacto de
Ayuda Mutua (o recproca) entre los ejrcitos. Esto es lo que podramos
denominar una lnea poltico-militar cuyo norte era asegurar, para el pas del
norte, el apoyo de estos pases ante la disputa con la Unin Sovitica por la
hegemona mundial.
Son, entonces, estos canales por los que los militares chilenos transitan
desde el prusianismo (de la primera mitad del siglo XX) hacia el rea de influjo
norteamericano12.
Si bien, pudo haber quedado en las filas uniformadas remanentes de la
poca anterior y que, de una u otra forma, se diferenciaron de lo que Valdivia
llama oficiales anti-comunistas, ello no significa necesariamente que
representaran una opcin constitucionalista o respetuosa del poder civil. Bajo el
sello del prusianismo, las Fuerzas Armadas tambin haban entrado en la
escena de la poltica nacional.
Asumida la ideologa de la seguridad nacional y aceptando la lgica del
enemigo interno, a nadie puede sorprender la conducta de los militares
durante el perodo de la Unidad Popular y, por cierto, bajo el rgimen militar. En
la primera cumpliendo con el deber patritico de preservar el orden pblico y,
11Valdivia, Vernica Op. Cit. Pgina 27 a 31.
12Ibd.
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en la segunda, aniquilando cualquier posibilidad que amagara sus intenciones
de re-fundar un nuevo modelo de dominacin.
Papel de las Fuerzas Armadas durante la Unidad Popular:
Colaboracin institucional o copamiento gradual?
El gobierno de la Unidad Popular inaugura un nuevo perodo poltico
cuyo rasgo, para algunos, es de ensanchamiento de las libertades
democrticas13 haciendo vivir a los chilenos el momento ms democrtico
de la historia poltica de Chile14.
Los elementos constitutivos de esta novedosa etapa son muchos.
Mencionemos slo algunos.
Primero la debilidad de los Estados Unidos para enfrentar el avance de
algunas revoluciones como fue el caso de Cuba, primero, y, luego en el sudeste
13 Movimiento de Izquierda Revolucionaria. 1970-1973. Coyunturas, Documentos y Vivencias.
Sandoval Ambiado Carlos. Ao 2004. Editorial Escaparate. Concepcin14
Fracturas. De Pedro Aguirre Cerda a Salvador Allende (1938-1973). Moulian, Toms. Pagina 307.
Editorial LOM. Ao 2006. Santiago.
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asitico. Esto llevaba a quienes aspiraban a realizar cambios polticos
nacionales adquirieran mayor confianza en su cometido. Del sueo de las
transformaciones, pasando por la necesidad de los cambios, arribaron a la
certidumbre de stos.
Luego, en Chile, se construye una amplia coalicin de partidos polticos,
cuyos ejes centrales era dos organizaciones de clara definicin marxista (e
incluso con el adjetivo de leninista) como fueron el Partido Socialista y el
Partido Comunista. Esta coalicin, dotada de un Programa cuyos contenidos
hablaban de una profunda transformacin de las estructuras sociales,
econmicas y polticas del pas, logra triunfar en un torneo electoral
presidencial.
Enseguida tenemos participando, en este nuevo gobierno, a la
organizacin sindical ms poderosa: la CUT, a travs de Ministros como fue el
caso de Luis Figueroa Mazuela (1972-1973). O, en su defecto, a Secretarios de
Estado de claro origen obrero, como es el caso de Amrico Zorrilla (Hacienda
en 1970) Esta situacin impresiona como un gobierno realmente propio de los
trabajadores y no solo con afanes electoralistas
Este sentido de propiedad dio mayor confianza a quienes procuraban
un aceleramiento del proceso con lo que, a partir de acciones directas como
toma de terrenos urbanos, fundos e industrias, incorporndose por este medio a
la lucha poltica con organizaciones propias, locales y sectoriales15.
Este contexto que incorpora a nuevos sectores sociales (pobres del
campo y la ciudad llam el MIR) y son ellos quienes, con canales de
participacin auto-generados, emplazaron al gobierno y, por supuesto, alteraron
el orden pblico. Todo esto, sumado al hecho que haba bajado
15Surgen con fuerte dinamismo y no escasa espectacularidad organizaciones de pobladores (Movimiento de
Pobladores Revolucionarios) de campesinos (Movimiento Campesino Revolucionario) y de trabajadores
industriales (Frente de Trabajadores Revolucionarios) que, sin duda aprovechando el ambiente de libertades
democrticas, buscaron resolver sus problemas superando la institucionalidad. Ver Sandoval, Carlos. Op. Cit.
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ostensiblemente la represin policial16, llev a la oposicin centro-derechista a
acusar al gobierno de la UP como cmplice de stos grupos.
Ms an, la oposicin foment fuertemente la idea de que, desde el
mismo gobierno, se estaba estimulando las acciones violentistas y la creacin
de grupos armados ilegales. Ya antes que asumiera Allende, a travs del
senador Toms Pablo Elorza (demcrata cristiano) se denunci la febril
existencia de una contingente de guerrillero hngaros que se aprestaban a
ingresar al pas17.
El temor real de la oposicin (aunque no se compadeca con la fuerza
militar efectiva que tenan esos grupos) llev a sta a pensar en la alternativa
de entregarle (y as restarle fuerza militar al gobierno allendista) la custodia del
orden pblico a las Fuerzas Armadas. Dicho de otra forma, se le dio la
posibilidad, a los uniformados castrenses, que actuaran con un respaldo legal,
en la persecucin de los llamados grupos armados. Por eso se explicara la
iniciativa del senador demcrata cristiano, Juan de Dios Carmona, de promover
la Ley de Control de Armas. En lo sustantivo ste cuerpo legal le entreg a las
Fuerzas Armadas un papel preponderante en la investigacin y control de
delitos, que tuvieran relacin con armamento que supuestamente hubiesen
cometido civiles.
El riesgo principal para aquellos momentos era que dicho cuerpo legal le
daba un papel policial a los cuerpos castrenses del Estado. A pesar de la
resistencia y denuncia que hicieron algunos sectores polticos (socialistas y
miristas principalmente) la Ley de Control de Armas se puso en vigencia y con
todos los efectos que ello implic, en trminos de presencia territorial de losmilitares en bsqueda de armamento, lo que se tradujo en violentos hechos de
represin.
16No se debe olvidar la promesa del Presidente Allende en cuanto a disolver el tristemente clebre Grupo
Mvil. Cuerpo policial de Carabineros especializado en la represin callejera. Por cierto que ello no signific
la ausencia total de equipos policiales especializaos en la mantencin del orden pblico. Pero stos
estuvieron bajo el control de Intendentes que aplicaban un criterio ms elstico para que actuaran.17
Ver Sandoval, Carlos. Op. Cit.
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Pero no slo la derecha abri compuertas, para la visibilizacin activa de
las Fuerzas Armadas, en la poltica contingente. El gobierno de Salvador
Allende tambin aport lo suyo.
La monumental ofensiva poltica que enfrent el gobierno allendista en
octubre de 1972 y que fue incapaz de resolver sin recurrir a la Fuerzas
Armadas, dio origen a una coyuntura al menos de fuertes contradicciones al
interior de la Izquierda. Por una parte hubo sectores que visualizaron la decisin
gubernamental como una tctica para ganar tiempo, aprovechando el carcter
institucional y profesional de los militares, para fortalecer el proceso y as
avanzar consolidando (Allende, el Partido Comunista ms sectores reformistas
de centro del socialismo) y, por otra, hubo quienes indicaron que era una
relativa claudicacin del gobierno ante las presiones de la derecha y el
fresmo.
La sntesis de esta percepcin la entreg un titular de la revista filo-
mirista Punto Final que encabez su portada con la frase Gabinete UP-
Generales. Entre quienes aplicaron esta lgica estuvo el MIR y sectores
radicalizados de la Unidad Popular.
La embestida opositora, acaecida en la primavera del 72, fue originada
por un fuerte movimiento de masas que, para unos estaba constituido
principalmente por la pequea burguesa enardecida18 y, para otros por un
movimiento social de clases medias19 que paraliz totalmente al pas,
colocando de relieve la incapacidad del sistema democrtico, para resolver los
18Ver en Sandoval, Carlos. Pgina 177. Op. Cit.
19Ver en Moulian, Toms. Pgina 255. Op. Cit.
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problemas que viva el Chile20. Sin perjuicio de la tipificacin distinta que podra
hacerse de este grupo social, en lo que existe plena coincidencia es que dicho
movimiento fue hegemonizado y conducido las fracciones burguesas
dominantes que tuvieron el arte de hacer piso comn con las capas medias, en
trminos de reivindicacin de intereses21. Adems, la peculiaridad de este
movimiento fue que mostr (quizs por primera vez en la historia) una relativa
autonoma respecto de los Partidos Polticos.
Por otra parte, en aquellas jornadas surgi la imagen de una lucha
gremial pura22. Sin embargo, creemos que la presencia de connotados
dirigentes gremiales y profesionales con militancia partidista activa (Guillermo
Medina, Manuel Rodrguez, Ernesto Vogel etc.) o simpatas poltico-partidistas
relevantes (Cumsille, Vilarn) nos viene a dar razn respecto del relativismo de
aquella manida gremializacin de las acciones de octubre del 72.
A su vez, la respuesta del gobierno allendista fue, desde un principio,
recurrir a los uniformados, con el pretexto de conservar el orden pblico y
asegurar e normal desarrollo de las actividades. No podemos olvidar que,
desde las primeras semanas, se opt por la declaracin de zonas de
emergencia, con la consiguiente salida a las calles de patrullas militares.
Esta opcin poltica de Allende coloc en la escena de la lucha poltica, a
un agente que pocas veces se haba visto fuera de sus cpsulas (cuarteles) y
que a pocos se les haba cruzado por la cabeza, que ocurrira bajo un gobierno
popular. Lo inusual, al menos para el gobierno, se convirti en necesario, sin
advertir, por ejemplo que con ello se corra el peligro de acostumbrar a los
chilenos a la cotidianeidad del contacto directo con las Fuerzas Armadas enlabores que no le eran propias, como era el control del orden pblico. Cabe
hacer notar, de forma relevante, que en aquella ocasin los cuerpos castrenses
tuvieron una doble presentacin: al gobierno ingresaron profesionales de las
20 El profesor y socilogo Toms Moulian habla del estreno en sociedad de una ideologa y de un
movimiento social cuyo centro era la critica a las ineficiencias de la democracia liberal. Ibd.21
Ver en Moulian, Toms. Pgina 259. Op. Cit.22
Ibd.
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armas y a ttulo personal (por ejemplo los Generales Prat, Bachelet, Ruiz
Danyau etc.) en cambio para los efectos de cumplir con el cometido encargado
por el Presidente Allende (control del orden pblico) actuaron como
instituciones y, quizs en ello se podra radicar el actuar cohesionados para el
da del Golpe de Estado.
Este actuar directo (en el control del orden pblico) con la poblacin,
sumado a la legitimidad entregada por la convocatoria de Allende a las Fuerzas
Armadas a hacerse parte del conflicto, ms el respaldo legal (Ley de control de
Armas) permitieron que los uniformados contaran con las condiciones
adecuadas para ir copando (al menos territorialmente) el pas. De ah la
facilidad relativa con que actuaron el 11 de septiembre del 73.
Digamos que, la contingencia de la lucha de clases, la incapacidad de
la Izquierda para resolver los conflictos propios de una aguda crisis de
dominacin y la osada campaa opositora permitieron que, incluso, los militares
ejercitaran las acciones blicas que desataran meses ms tarde en los
campos, industrias y tambin centros educacionales.
Al respecto recordemos las palabras de una campesina mapuche a
propsito del allanamiento.
Eran tres helicpteros que bajaron a las nueve de la maana. La gente
estaba cada cual en su trabajo, todos desparramados por el campo. Pusieron
camiones para cortar la entrada al Centro de Produccin y se encerraron en la
casa patronal (hoy posta) y la ma. A m me plantaron fuera de la casa y me
allegaron a la pared con la guagua en los brazos mientras rebuscaban adentro,
y me quebraban todas mis cosas. Las armas que me hallaron a m fueron la
plata, cuatro mil doscientos escudos que ahora echo de menos, unas sabanas y
unas frazadas. No daban ninguna explicacin, nos ponan a todos puertas
afuera, hasta que lleg uno que haca de jefe y nos hizo reunirnos en la casa
patronal. Para que sepan, nos dijo, traigo una orden presidencial para hacer un
allanamiento y para interrogar algunas personas. Y entonces empez a leer
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nombres de compaeros y detuvieron a los primeros tres, los dirigentes del
Centro de Produccin y el hijo de uno de ellos23.
A modo de colofn.
Las lecturas que se puede hacer, del papel jugado por las Fuerzas
Armadas durante el perodo de la Unidad Popular, debieran ser controversiales.
No podra existir, por las complejas caractersticas polticas de aquella etapa de
la historia nacional, un ojo nico.
No obstante sera apropiado aceptar que hubo actuares y opciones
polticas que permitieron la histrica derrota de las fuerzas izquierdistas y su
proyecto de cambio.
Una de aquellas falencias fue, la ausencia de una real y efectiva poltica
militar, que no se detuviera exclusivamente en el carcter profesional, no
deliberante y de respeto al poder legalmente constituido, por parte de las
Fuerzas Armadas.
Hubo en la izquierda, al parecer, desconocimiento del fuerte influjo
norteamericano en las filas castrenses. O, cuando ese conocimiento se poseyo construy, se hizo un uso ms bien panfletario de l. Consignas como
soldado tu puesto est a este lado o soldado no dispares contra el pueblo,
muy propio de los miristas, no dan cuenta de la seriedad que ameritaba, el
desplegar seducciones hacia los cuerpos armados del Estado.
Cul sera la fuerza con que penetr la Doctrina de Seguridad Nacional
en los militares chilenos, independiente de la rama a que pertenecieran?
El almirante Jos Toribio Merino, uno de los clebres golpistas, nos
ensea la importancia que tuvo, entre la oficialidad joven (por consiguiente
muchos de ellos aun estn activos) de la marinera, la doctrina anti-marxista
(seguridad nacional o de enemigo interno) propugnada por Estados Unidos. Al
23 El sur bajo rgimen militar. Artculo escrito por Luca Seplveda en revista Punto Final del 11 de
septiembre de 1973. Pginas 2 y 3. Santiago de Chile. Ver en Movimiento de Izquierda Revolucionaria.1970-1973. Coyunturas, Documentos y Vivencias. Sandoval Ambiado Carlos. Ao 2004. Editorial
Escaparate. Concepcin
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respecto el alto oficial recuerda un emplazamiento hecho por sus subalternos:
Hemos sido educados en nuestra Escuela Naval en un sistema democrtico y
esencialmente antimarxista; de ello consta en los textos que la superioridad nos
ha entregado en los diferentes niveles de educacin(...). Y el Presidente de la
Repblica (Allende) ha expresado pblica y enfticamente ser marxista (...).
Hemos condicionado nuestra permanencia en la institucin a que sta acte
decididamente para desterrar el marxismo en Chile24.
24Bitcora de un Almirante. Jos Toribio Merino. Ao 1998. Extracto publicado en La Nacindel 14 de
noviembre del 2004.
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Fuentes consultadas
Libros
Fracturas. De Pedro Aguirre Cerda a Salvador Allende (1938-1973).
Moulian, Toms. Pagina 307. Editorial LOM. Ao 2006. Santiago.
Movimiento de Izquierda Revolucionaria. 1970-1973. Coyunturas,
Documentos y Vivencias. Sandoval Ambiado Carlos. Ao 2004. Editorial
Escaparate. Concepcin
Un cuarto de siglo con Allende. Puccio Osvaldo, pgina 256. Ed.
Emisin, diciembre de 1985. Santiago Chile.
El golpe despus del golpe. Leigh vs. Pinochet 1960-1980. Valdivia
Vernica. Pgina 36. Editorial LOM.
Memorias. Testimonio de un Soldado, Prat, Gonzlez Carlos. Pgina
179. Editorial Pehun, Tercera edicin, marzo de 1987 Santiago, Chile.
Otras fuentes
Revista Punto Final
Diario La Nacin.
La modernizacin de la justicia militar un desafo pendiente Jorge
Mera Figueroa Profesor de Derecho Penal. Universidad Diego Portales. Ver en
http://www.udp.cl/DERECHO/publicaciones/justicia_militar.pdf .