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TXT Revista de Creación
Noviembre 2009 Año 1 No. 1
Oliverio Girondo: La Mezcla
Inolvidables Olvidados: El Eclesiastés
En este número…
Conversando con Jorge Puccinelli
Relatos, poemas, reseñas y más…
¿El arte... helarte?
Noviembre-2009
Vol. 1. No. 1
PRESENTACIÓN
Diónisos y Apolo, Apolo y
Diónisos… la Mezcla....................III
¿El arte… helarte?.........................IV
CONVERSANDO CON…
Jorge Puccinelli............................VII
CONTANDO…
Garrotillo.......................................IX
¡¡¡MOEEE!!!..................................X
P....................................................XI
El día que unas palomas
derrocaron a un presidente..........XIV
Filomeno y Dictador....................XV
POLLIESIS
Pintando Lobos........................ XVIII
Infinitura..................................... XIX
INOLVIDABLE OLVIDADOS
Eclesiastés...................................XXI
NUESTROS OTROS MAESTROS
Álvaro Salom
Becerra......................................XXIII
RESEÑAS
Leyéndonos: “La Libertad
de Elegir”..................................XXVI
Mirándonos: “La Anarquía
Romántica”..............................XXVII
¡MIRA! ¿QUÉ PODEMOS DECIR?
Desde Cuba................................XXX
REVISTA DE CREACIÓN
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(Viene de la Revista de Humanidades)
AXEL CUEVA
FERNANDO CANCHANYA
CATHERINE SANDOVAL
CARLOS ROQUE CÓRDOVA
CINTIA LAMA
Ilustraciones
LEVY DEL AGUILA
RENATO ESPINOZA
KARL GUTIÉRREZ
ALEJANDRA HIGA
AUGUSTO HIGA OSHIRO
JOSÉ CARLOS MILLA
ENRIQUE MIRANDA
FERNANDO MUÑOZ
PABLO QUINTANILLA
ÁLVARO REVOLLEDO
JUAN NARCISO RETES
LUIS SALVATIERRA
TEÓFILO SUÁREZ
JOEL VARGAS
POLLERÍAS “NARCH” (…)
A todo ellos, un agradecimiento muy
especial, pues gracias a sus múltiples
colaboraciones hicieron posible la
aparición de esta revista. Gracias.
Presentación: Diónisos y Apolo, Apolo y Diónisos… la Mezcla
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III
Presentar la sección de CREACIÓN es siempre una tarea difícil si es que no se quiere caer
en el acostumbrado “nuestra revista tiene por objetivo difundir los trabajos creados por
jóvenes estudiantes y/o escritores” o “la esencia de nuestras publicaciones es contribuir en la
difusión de los textos en nuestra casa de estudios”. Es evidente que parte del objetivo de esta
revista es el que acabamos de citar; sin embargo, los amigos que iniciamos este proyecto
queremos comenzar expresando qué es para nosotros el arte; en una realidad donde casi todo
es posible creemos importante asumir una postura, siempre provisional, incluso con respecto al
tan humano e inefable terreno artístico: el arte es Apolo y Dionisos, Diónisos y Apolo, pureza e
impureza, carne y espíritu: el arte no es sino la más maravillosa manifestación de la mezcla…
No sólo
el fofo fondo
los ebrios lechos légamos telúricos entre fanales senos
y sus líquenes
no sólo el solicroo
las prefugas
lo impar ido
el ahonde
el tacto incauto solo
los acordes abismos de los órganos sacros del orgasmo
el gusto al riesgo en brote
al rito negro al alba con su esperezo lleno de gorriones
ni tampoco el regosto
los suspiritos sólo
ni el fortuito dial sino
o los autosondeos en pleno plexo trópico
ni las exellas menos ni el endédalo
sino la viva mezcla
la total mezcla plena
la pura impura mezcla que me merma los machimbres el almamasa tensa las tercas hembras
tuercas
la mezcla sí
la mezcla con que adherí mis puentes
La Mezcla, Oliverio Girondo1.
1 Gran, quizás algo olvidado, poeta argentino (1891-1967). “La Mezcla” forma parte del poemario En la
masmédula (1967). Un párrafo suyo será su mejor presentación: “¿Publicar? ¿Publicar cuando hasta los
mejores publican 1.071% veces más de lo que deberían publicar?... Yo no tengo, ni deseo tener, sangre de
estatua. Yo no pretendo sufrir la humillación de los gorriones. Yo no aspiro a que me babeen la tumba de
lugares comunes, ya que lo único realmente interesante es el mecanismo de sentir y pensar. ¡Prueba de la
existencia!” (París, 1922).
Presentación: Diónisos y Apolo, Apolo y Diónisos… la Mezcla
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IV
¿El arte… helarte?
Un suspiro que escapa…
Algunas / dos luces movedizas…
Sólo hace falta hablar la mezcla del mundo… o
El arte es el intento de sentir la lucha
inextinguible entre Apolo y Diónisos,
Diónisos y Apolo, que se resuelve (sólo por
un tiempo) a través del contacto vital
encarnado, del diálogo entre seres humanos.
La obra de arte es el conflicto, irresoluble de
manera absoluta, de un individuo que
necesita afirmarse dentro de una realidad que
se le ofrece como fragmentaria y adictiva; es
la singularidad que anhela incansable un
sentido individual y colectivo. El hombre
contemporáneo se enfrenta con una realidad
exterior que intenta unificarlo y darle
coherencia, pero a través de espejos, de
imágenes que falsean una libertad ética y
estética. Y abundan los premios, los círculos
y los grupos que se reparten el oro del tonto,
del éxito, indiferentes a toda dinámica que no
sea aquella que pulula en sus textos. En las
nubes del significante, se suele pasar por alto
que la singularidad anhela la coherencia,
incluso dentro de una implacable
multiplicidad que la extrovierte
desgarrándola en innumerables puntos, unos
incomunicables e incomunicados. Esta
exterioridad desorienta y pierde a todas las
singularidades; se nos vende babeante y
equívoca, escritural y anómica. Hoy nuestra
realidad se presenta como la indiferencia y la
improbable comunicación entre dos
divinidades de quienes hemos olvidado que
no son sino la misma entidad en movimiento:
Zeus niño y juguetón; Zeus adulto y
ordenador. Apolo nos conduce a la inefable
realidad del laurel que no es sino el yo
elevado a su máxima potencia; y Diónisos,
inmortal dios del vino, nos sumerge en el
carnaval, comunidad humana de la carne, que
es consciente de su fuerza como colectividad.
Hoy nuestra realidad es maniquea; cada
divinidad recorre un camino paralelo, en un
mismo espacio, sin encontrarse. Este carácter
maniqueo influye en las formas de lo que
solemos llamar arte o literatura. Este
fenómeno no es nuevo, ya que todo es
cíclico; es por eso que era y es necesario
como reflejo histórico de una realidad
material que se nos presenta como dividida e
irreconciliable; este maniqueísmo formal se
expresa en nuestra literatura contemporánea
en el barroquismo subterráneo y el rococó
académico que no son sino dos
objetivaciones estéticas y éticas (formas) que
luchan por sobrevivir sin sentir la necesidad
de verse las caras, sin atreverse a conversar
verdaderamente. Reconozco, sin reservas, las
creaciones producidas a partir de esta
situación y valoro profundamente a aquellos
artistas apolíneos o dionisíacos que poblaron
y pueblan nuestras existencias, nuestras
fantasías; sin embargo, ha llegado el
momento en que los dioses deben
encontrarse; debemos hallar lo apolíneo del
carnaval, debemos carnavalizar lo apolíneo.
Olvidamos que Apolo y Diónisos son la
inextinguible lucha en equilibrio. Los dioses
no desean imponerse el uno al otro, no desean
aniquilarse; este modo de experimentar lo
existente no conduce sino a la destrucción, a
la guerra: Peloponeso, Segunda Guerra
Mundial, Sendero Luminoso no son sino
formas históricamente objetivadas del
maniqueísmo. Debemos recordar que los
dioses son duales y conflictivos en el juego,
juegan a ser distintos; no debemos olvidar
que son dos espíritus universales que
informan el mundo e inspiran-producen,
además, las formas del arte. El maniqueísmo,
que se revela bajo el sucio disfraz de la
indiferencia y que prospera en nuestros
centros de estudios, falsea las naturalezas
apolínea y dionisíaca; la consecuencia es la
aparición de dos corrientes de creación-
producción literaria: por un lado, se cae en la
hybris del experimentalismo, es la desmesura
del texto descentrado y etéreo que se presenta
como goce onanista de un sombra aislada de
la realidad a quien no le queda sino consumir
significantes infinitos en el opresivo silencio
de un dormitorio o de una biblioteca solitaria.
La crítica sólo atina a decir que estos
productos son la expresión de lo fragmentario
del mundo contemporáneo, de la pérdida
completa de toda unidad y subrayan, sin
saberlo, su carácter inversamente hegeliano al
ofrecérsenos como el progreso de la
degeneración cuyo ¿espíritu absoluto? será el
ingente desvanecimiento de nuestras
entrañas: la pérdida del contacto humano. La
hybris del experimentalismo nos bombardea
de sentidos que no llegan a formar unidad
lúdica; este acto terrorista tiene como fin la
Presentación: Diónisos y Apolo, Apolo y Diónisos… la Mezcla
TXT
V
imposibilidad de comprender lo que leemos.
Si este barroquismo dionisiaco,
pretendidamente underground (aunque desde
la aparición de los blogs su situación está
cambiando) no hace sino reflejar un mundo
caótico, fragmentario y gravitante, ¿no está
llevando a cabo lo que ya Aristóteles había
prescrito en su Poética? ¿No está haciendo
acaso mímesis de la praxis; praxis que es,
vista siempre desde arriba (desde las dos
bocas que se deleitan con suaves y ciegos
bombones académicos), la realidad en su
múltiple y diverso despliegue? Sin duda, esta
forma literaria es posible por el apabullante
desarrollo de la fotografía y el cine: la
obsesiva necesidad de describir la realidad en
su inaprensible desenvolvimiento. Esta forma
ya no anhela recrear el mundo; simplemente
pretende reflejarlo de modo fulgurante,
grandilocuente, chocante; esta forma parece
decirnos que ya no podemos imaginar una
unidad, sólo nos queda tomarle una foto,
quizás, hacer una película. Es difícil saber si
esta forma cinematográfica de la creación-
producción de obras literarias (detesto los
términos texto y escritor, me quedo con el de
obra y autor) es verdaderamente una postura
o no es sino una impostura más de este
mundillo literario que planea falsear la
dinámica conflictiva, armoniosa y lúdica de
los dos dioses. Esta forma se hace un
producto exclusivo para críticos literarios
que, desesperados, intentan encontrarle un
sentido al caos, a lo fragmentario, a la
gravitancia: es el progreso (proyecto
ilustrado) de lo descentrado, de lo que se nos
viene después de dos guerras mundiales,
después de una reforma agraria. Estos
pretendidos fragmentarios o caóticos no son
sino los más tradicionales en cuanto a formas
literarias: lo que hacen es mímesis de la
realidad, hacen de la obra un documental
caótico de un mundo que parece no ofrecer
otra opción que el consumo y la soledad. Al
otro lado de la balanza, tenemos a los
apolíneos que, además de reflejar la realidad
(mímesis nuevamente) de manera ordenada,
inteligible, masticada y mercantil
(encarnando el auge de las novelas
groseramente autobiográficas, los testimonios
y la decimonónica, estilísticamente hablando,
novela realista), le ofrecen a los
consumidores un mero goce egoísta o un
efímero consuelo. Algunos de estos
productores se han convertido en
“historiadores” literarios e incluso en
“médicos” que buscan la salud emocional de
los pacientes-lectores: los libros de auto-
ayuda y sus millonarias ventas. Es la
literatura de mercado que no posee más fin
que vender y, colateralmente, ¿ayudar? a las
personas (a consumir más, ya que ¿“todos
podemos ser exitosos”?); que no hace sino
ayudar al propio productor de textos en un
furibundo despliegue hedonista y lucrativo.
La retórica de este rococó mercantil es la de
las novelas decimonónicas y, de vez en
cuando, utiliza algunos de los recursos de la
vanguardia narrativa latinoamericana de los
años 50 y 60. En este contexto, la lectura se
vuelve cosa vana, inútil, babosona, art pour
l'art; todo nos viene envasado, masticado,
listo para consumir. Esta forma no cuestiona
absolutamente nada. Su labor es ideologizar
al lector haciéndole creer que el arte y la
literatura son sólo instrumentos al servicio de
“lo oficial” que, en este nuevo siglo, no es
político sino económico, ¿neoliberal? Para el
hombre y la mujer contemporáneos, los libros
no son sino fuente de goce aislado de la
realidad, goce particular en las casas e
incluso en las aulas universitarias. La forma
contribuye a perpetuar un sistema que nos
ofrece una libertad falseada, un laissez faire
enmascarado bajo la prerrogativa del
consumo y del éxito individual a costa
incluso de las relaciones entre seres humanos.
Así el barroquismo consumista de
significantes y el rococó académico y sedante
se desarrollan paralelamente dentro de la
dinámica neoliberal: el primero es casi
olvidado y suele denominarse “subterráneo”
o underground (el fenómeno de los blogs ha
permitido que estos barrocos hagan su
aparición en el mercado, pero su número es
ínfimo; además, no se venden); el segundo
puebla las librerías y sus producciones son
compradas regularmente y, claro, se reparten
entre ellos los premios, el oro y todas las
congratulaciones que la Academia puede
otorgar a quien sigue pagando sus recibos de
luz mensualmente, a quien nunca se ha
quitado la corbata, a quien nunca ha visitado
a una hetaira en una callejuela del Centro. El
hombre es dual: es Apolo y Diónisos,
Diónisos y Apolo y, pasen los siglos que
pasen, siempre buscará su sentido, su
coherencia (sea esta diversa, múltiple o
Presentación: Diónisos y Apolo, Apolo y Diónisos… la Mezcla
TXT
VI
unificada). Apolo nos eleva hacia las alturas
buscando el mágico laurel que no es sino la
imagen creada-producida por nuestros egos;
laurel que nos saca del mundo en silencio.
Diónisos es el retorno a la colectividad, es el
respeto por la tradición viva de nuestros
antepasados. Apolo suele ser solitario,
callado, nos habla oracularmente; Diónisos,
incauto, torpe, masivo, es el carnaval en el
que todos hablan, pero sin un orden, sin el
anhelo de superación y búsqueda que
representa Apolo. En el carnaval de Baco,
todo hombre experimenta su carnalidad en
comunión con sus pares en el presente, no
piensa en el futuro, no recuerda el pasado; se
siente parte de un todo, se pierde en la
colectividad. No debemos amar a un solo
dios, debemos sentirlos a los dos por igual;
Apolo y Diónisos no son sino Zeus: el dios-
autor de la vida y de la obra. El diálogo entre
hombres de carne y espíritu es la conexión
entre los dioses; diálogo mediado por el
carácter individual, ordenado y profundo que
busca la lucidez y el sentido, propios de
Apolo; y por el carácter lúdico y colectivo de
Diónisos quien permite el regreso a la
realidad, al mundo. El diálogo entre seres
humanos, diálogo apolíneo y dionisiaco
simultáneamente (no en fusión sino en
incansable conflicto y equilibrio), es el único
capaz de religar al hombre con su realidad, a
la obra artística con su mundo y encontrar así
un ápice de sentido crítico en esta sociedad
que vive bombardeada por un lado y sedada
por otro. La obra literaria debe dialogarse
para que deje de producir significantes
“infinitos”, para que el ser humano sea capaz
de cuestionar, desde la lectura de la forma
artística y a través del diálogo con otro ser
humano, las formas éticas y estéticas que se
le pretenden imponer desde afuera
“oficialmente” no quedándole así otra opción
que perderse en la indiferenciada masa cuyo
goce es la producción y el consumo solitario
de objetos y significantes. La ruptura entre el
ser humano y la realidad, entre el arte y el
mundo, se media únicamente a través del
movimiento doble y constante: Diónisos-
Apolo-Diónisos-Apolo. “A poem is never
finished, only abandoned”, dijo Valery: el
poema se abandona porque se crea-produce
siempre en soledad, pero el hombre no puede
estar perpetuamente solo, reescribiendo su
poema, buscando la palabra precisa, le mot
juste. La palabra solamente escrita se vacía
gradualmente dentro de un mismo individuo:
es la inexorable tercera ley de la
termodinámica; es por eso falso que el poema
sea, para una misma persona, infinito; una
soledad profunda podría ser la causa de este
estado. Por el contrario, el poema, la obra de
arte, la vida se completan al encarnarse en el
diálogo con otros, es allí donde se encuentra
el sentido vital de lo escrito. Si respiramos
atrapados en la soledad, el poema será
siempre infinito, pero sinsentido, vacío
(aunque siempre contemos con el
autoengaño); será goce individual,
consumismo de significantes, relativismo,
texto y escritura. Hoy ya no podemos hacer
coro junto a Valery y decir que un poema
nunca se termina sino que solo se abandona;
por el contrario, debemos saber y sentir que
el poema, la obra de arte y la vida se
completan sin cesar (no como meta sino
como transformación con sentido) en el
diálogo real de ella misma. La vida y el arte
no tienen un fin único y monológico; lo que
anhelan es transformarse, cambiar, aparecer y
desaparecer, es el dolor y el placer: los
milagros, agujeros negros, que día a día
experimentamos porque la existencia es la
búsqueda del ensayo final que sabemos
imposible; toda vida es un ensayo que debe
tomarse cual si fuera el último, debe creerse
en él; es la necesidad de la fe, de creer y ser
en Apolo y Diónisos.
Enrique Miranda2.
2 Perdido, intentando encontrar un sentido, un ser
oscuro, desconocido para todos, grita a veces.
Nacido en un pueblo de la sierra peruana,
asentado en La Gris hace muchos años, Enrique
Miranda (1969-…), intenta encontrar algo,
ensaya.
Conversando con...
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VII
Estancias Vitales de Jorge Puccinelli Por: José Antonio Cosavalente
El tiempo es aun más fuerte que las distancias geográficas y su capacidad para alejar a unos
de otros es incalculable; tanto así que hoy a punto de cumplirse la primera década del siglo XXI
nos parece lejano todo aquello que ha ocurrido en el país hace solo unas décadas. Para muchos
jóvenes resulta nebuloso todo lo referente a los años del primer gobierno aprista y más aun
sucesos acaecidos hace treinta o cuarenta años. Esta incomunicación con nuestro pasado
reciente se acrecienta debido a que muchas personas se sienten desvinculadas de los escritores
en general y de lo escrito en particular. Es claro que el carácter ágrafo, por un lado, y la baja
capacidad de adquisición de libros, por otro ha generado que los libros sean un campo ajeno a
las personas. Por esta razón muchas personas se sorprenden al saber, contra todo pronóstico, que
autores de gran mención como Kauffman Doig, o Jorge Puccinelli siguen vivos y entregados a
sus investigaciones. El caso de Puccinelli es raro en nuestro medio, no todos los días un
estudiante de literatura que sueño en poder convertirse en un escritor de talento puede cruzar
una calle y entrar a una vieja casona miraflorina para poder intercambiar unas palabras, o más
seguramente escuchar, a uno de los intelectuales más destacado y accesibles que están con
nosotros.
Puccinelli, que nació hace 89 años, ha sido uno de los actores culturales más importantes de
las últimas décadas en el ámbito peruano. Testigo de primera mano de casi todo el dramático
siglo XX sigue teniendo la misma personalidad con la que lo recuerdan sus más viejos
condiscípulos y alumnos como fueron Mario Vargas Llosa, Carlos Araníbar, Hugo Neyra o
Blanca Varela. De carácter tranquilo, rehúye las reuniones masivas y más aun cuando estas
reuniones son en su nombre y prefiere como hace 50 años conversar en grupos pequeños. Tuvo
como profesor al gran historiador Raúl Porras Barrenechea en el colegio Raimondi, en el que
curso sus estudios secundarios. Como el mismo me aclara, no tuvo a Porras como profesor en la
universidad ya que Porras se encontraba en Europa haciendo trabajos de investigación y
diplomacia para el gobierno peruano. Recién se volverá a cruzar con Porras cuando pasó a
enseñar San marcos. “Cuando postulé a la universidad solo existía un examen de admisión
que me facultaba para ingresar tanto a San Marcos como a La Católica, como San Marcos
venía de ser cerrada por Sánchez Cerro, había mucho miedo de que volviera a ser, muchos
chicos se iban a Trujillo, Cusco o Chile ha seguir sus estudios, yo seguí un año como alumno
libre en el que asistí a la clase que dictaba Basadre y luego, al año siguiente, me fui a
estudiar a La Católica en donde hice mi carrera de forma integra, unos meses después me
encontré con Basadre y el me dijo que como estaba interesado en los temas históricos me
ofrecía un puesto en la biblioteca de San Marcos de la que el era director, ¡era un gran paso
solo para un alumno y además de alguien como Basadre ”
Hoy anda completamente retirado de toda labor docente y solo se dedica a dirigir el Instituto
Raúl Porras Barrenechea que tiene como finalidad divulgar el aporte de Porras a la
historiográfica en el país. Cuando le pido que cuente algo sobre Porras me bombardea con una
serie de fechas y títulos de libros de gran valor. “A diferencia de Basadre, Porras era más
animado, menos serio, y sí, más bromista, ambos eran excelentes profesores pero Porras era
más dinámico, recuerdo que su primera clase en el Raimondi la comenzó con una historia de
un escritor alemán que ahora no recuerdo, la historia era la siguiente: había una montaña de
roca maciza en donde un pajarito, todos los días se posaba y se frotaba el pico- después nos
miró y nos dijo- para que vean la pequeñez de la vida humana en comparación con los siglos
acumulados, cuando desaparezca la montaña solo habrá pasado un día para el universo y
después empezó a reír. En el Raimondi siempre nos llevaba de excursión y a veces llevaba a
clases un vitrola, de las antiguas, para que podamos escuchar canciones con temas
patrióticos”.
Cuando le cuento que Porras y la generación del centenario ya no son motivo de estudios y
debates por muchos jóvenes estudiantes no parece sorprenderse, ni tampoco cuando le insinúo
que con inventos como la televisión digital y la Internet cada vez menos personas se dedican a
Conversando con...
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VIII
la lectura. Se siente en extremo orgulloso de su labor como editor y de su gran amistad con
Arguedas y Blanca Varela, de la cual guardo los mejores recuerdos. “Yo era profesor en San
Marcos y tenía mucha relación con Arguedas, fuimos muy amigos, cuando me enteré que
había terminado de escribir Los ríos profundos le dije que teníamos que publicarlo en una
editorial que le asegurara una difusión en toda América Latina, yo en eso años trabajaba con
Losada que estaba exiliado en Argentina, él abrió una filial en Perú y me ofreció ser parte del
comité ejecutivo, cosa que yo acepte y lo convencí de que publicara la novela de Arguedas, así
fue que la primera edición fue argentina. Con Arguedas iba muy seguido a la peña
Bustamante y ahí fue que conocí a Blanca Varela, cuando aun era soltera. Años después,
cuando tuve que viajar al primer congreso fuera del Perú, que se realizó en Sevilla me
encontré con ella y con Fernando de Szyszlo que estaban viajando a Europa en luna de miel,
viajamos juntos los tres en tercera clase, en un barco que hizo una escala de un día en La
Habana, aun no había llegado ni batista ni Castro para derrocarlo, debían ser los primeros
años de los cincuenta y recuerdo una ciudad muy hermosa”
La generación del cincuenta es muy estudiada y una de las más prolíficas de las letras
peruanas pero él guarda un recuerdo aun más vivo de la generación del centenario “todos tenían
una vocación literaria, aun los que se terminaron dedicando a la docencia y a la historia
como lo fueron Porras y Basadre” me alcanza a decir. Cuando le pido que me de sus
impresiones sobre Vargas Llosa, que fue alumno de Porras y del que aprendió a fichar libros,
según el mismo Vargas Llosa cuenta: “Vargas Llosa era mi alumno en San Marcos y después
ya lo encontré cuando Porras le dio un puesto como asistente, venia en las mañanas a la casa
de Porras y lo dejaba en una de las habitaciones repletas de libros para que Mario los fiche.
A veces con fines pedagógicos nos daba un libro, de un autor renacentista por ejemplo, y nos
pedía que hiciéramos una monografía. Su casa estaba llena de libros en donde trabajábamos
sus alumnos, recuerdo que llegaba en su auto repleto de libros y nos pedía que los
ordenáramos. A Vargas Llosa también le consiguió un pequeño trabajo en el Presbítero
Maestro que consistía en ir al cementerio y apuntar en una hoja los nombres de las lapidas.
Cuando Porras murió dejó en su testamento toda su biblioteca a la Biblioteca Nacional, unos
días después de su muerte vinieron siete hombres con maquinas de escribir portátiles,
hicieron un inventario, nos dejaron una copia y se llevaron los libros, vi como dejaron la casa
completamente vacía, nosotros temíamos que la casa fuera abandonada pero yo hablé con
sus descendientes para que donaran la casa con la finalidad de hacer un centro cultural que
honrara su memoria, así fue que nació el Instituto Porras, sus libros, que hoy están en la
Biblioteca Nacional, ascendían a más de veinte mil pero con los años nosotros hemos ido
llenando otra vez la casa de libros como en los tiempos de Porras ”
Se excusa por sus muchas ocupaciones y me obsequia unos libros publicados por el Instituto
entre los que se encuentra “Un viajero y precursor romántico y cusqueño: Don Juan Manuel
Valdez Y Palacios” escritor peruano que huyendo de las persecuciones políticas de San Román
penetró en 1843 el Urubamba, después navego por el Ucayali hasta el Amazonas para, luego de
trece meses de penosa travesía, llegar a Brasil en donde permaneció hasta su muerte. Ya
afincado en Río de Janeiro escribió en portugués “Viagem da Cidade do Cuzco a de Belem do
grao pará” que en su edición carioca constó de tres volúmenes y que estuvo en los anaqueles de
la biblioteca municipal de Río de Janeiro hasta que Porras en 1933, de viaje por Brasil,
descubrió y empezó a traducir al español con miras a una posible edición peruana aunque la
muerte se lo impidió. Al despedirnos me da la mano fraternalmente y de inmediato los
empleados del Instituto lo rodean para que atienda sus múltiples labores. Supongo que aun
seguirá ahí, por algún tiempo más, perdido entre sus empleados, entre los miles de libros que
pueblan las paredes y las muchas fotos de Porras en diferentes estancias de su vida que lo
observan tranquilamente desde las paredes, una me llama la atención más que el resto. Una
visita del colegio Raimondi a una iglesia colonial en la que se puede ver a Porras rodeado de sus
estudiantes que no deben pasar de los doce o trece años, entre ellos uno jovencísimo Jorge
Puccinelli, sentado en el suelo de piernas cruzadas y contemplando el horizonte.
Contando…
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IX
Garrotillo Por: Augusto Higa Oshiro
I. Entre plaza Dos de Mayo y plaza Unión
había 130 pasos, quinientos ambulantes
desconsolados, mil transeúntes presurosos y
una infinidad fragosa de automóviles,
camiones, microbuses, carretillas, cuando el
joven Samuel Díaz, sin que cruzara hembra
descabellada alguna, se le paró el falo sin
querer.
En la mágica tarde de sol en abril, no
supo dónde esconder el rostro. Con la
sorpresa encima, siguió caminando todavía,
hizo un elegante movimiento de cintura, y el
monstruo quedo arrecostado a la derecha, en
ángulo de treinta grados. El mundo creció en
su derredor. Sintió que la gente lo observaba.
Un par de niñas murmuraron. Hubo risitas
por lo bajo, y creyó que alguien le decía:
¿Adónde vas con tu maldita boa?
II. Al doblar hacia Emancipación,
condujo las manos a los bolsillos. Esta vez el
animal se portó dócil: se acurrucó en la
calentura de la mano derecha, se apretó con
fuerza y erguido durmió una cómoda siesta
de tres cuadras, hasta la avenida Tacna. En
medio de la tromba de un gentío, apareció
una ricura de morena. Samuel Díaz le
calculó el pechito. La morena le obsequió un
quite de caderas, arriba-abajo, pato con
arroz. Cuando él voltea, ella muestra su
imponente totorrete.
Ahí nomás se despertó furiosa la boa, dio
un alarido y un salto que casi le rompe el
cierre del pantalón. “Quieta, quieta, Fifí”,
tuvo que decirle Samuel Díaz para calmarla.
Ahora, parado en la avenida, frente a la
muchedumbre de las cinco de la tarde, se dio
cuenta que había pasado más de una hora y
su fenómeno estaba como si nada: invicto,
unánime y más fuerte que nunca. Tuvo un
atisbo de vergüenza. Fue a la tienda, compró
ligas, se metió a un edificio, encontró el
tercer piso sin gente, abrió la bragueta y
amarró su animal al muslo izquierdo. “Allí te
quedas castigado”, le dijo. Salió a la calle y
caminó dando saltitos hasta el puente Santa
Rosa, como si tuviera lamparones en la
entrepierna.
III. Un presentimiento oscuro, un temor
en la conciencia, lo asaltó al ingresar a su
barrio del jirón Amazonas. Con avidez,
miedo, espanto, dirigió sus manos al muslo
izquierdo y palpó la bestia. Embelesado notó
que había crecido varios centímetros. No se
equivocaba. Sintió frío en los cojones. Era
cierto. Increíble. Al rato desbordaba de
alegría: macho cabrío descomunal,
magnífico, el de la pieza más grande del
mundo, un fenómeno.
Corrió en busca de los amigos. Los
encontró en la peluquería de don Pin Pin.
Samuel Díaz se acercó radiante se desajustó
el cinturón y mostró su belleza. Los
muchachos se asombraron. “Bárbaro”,
exclamó el peluquero. “A los peruanos
solamente nos crece eso”, agregó.
Media hora más tarde don Pin Pin tuvo
que cerrar el establecimiento. La gente
llegaba en oleadas, se amontonaba en las
sillas, la puerta, el mostrador. Iban, venían,
miraban y hacían comentarios incrédulos,
sobre el grosor del monumento. Una señora
se acercó, observó un rato, estiró el dedito, le
hizo cosquillas, y dijo tranquila: “Parece un
brazo de niño”. Después alguien cruzó
apuesta: “El muchachito no puede crecer
más de 50 centímetros”.
Al centro, subido en una mesa, con el
paraíso en los ojos, Samuel Díaz embriagado
por su suerte, feliz, monstruo, pendenciero,
salvaje, pedía cerveza, le ponía gorritos a su
pájaro, le dibujaba corbatitas, muñequitos, lo
disfrazaba de marinero, de cura francés, y
hasta quería afeitarlo. A la medianoche, todo
era una bacanal. Navegando en un mar de
cerveza, Samuel se vio a sí mismo cansado,
viejito, achacoso, arrugado, despatarrado, y
cargando su miembro al hombro. “La
naturaleza lo ha castigado”, decía la gente.
IV. Entonces, sólo entonces, en la
peluquería don Pin Pin, apareció volando
María Monteza. Era una mujer cuarentona,
vigorosa, de sonrisa frágil, conversación
aventurera, y una experiencia infinita de
hombres.
Vio al viejito Samuel Díaz con su animal
al hombro y soltó una risa de mariposa.
Alegremente lo examinó, lo tanteó, muy
suavemente le repasó la cintura, luego dio un
exacto y preciso capirotazo en las bolas. El
anciano dio un alarido. Se le nublaron los
Contando…
TXT
X
ojos. Percibió una masa negra. La cabeza
giraba. Perdió la conciencia. Al rato escuchó
la voz de su madre: “Despierta, Samuel,
tienes pesadillas”. Samuel Díaz se levantó de
la cama sudando. De golpe ingresó a la
realidad. Observó su cuarto. Se agarró la
cabeza. Fue la baño presuroso, se bajó los
pantalones y con alivio, escudriñó su antiguo
y minúsculo maní crudo.
¡¡¡MOEEE!!! Por: Juan Narciso Retes
Eras menester ingresar a aquella sala, en
la cual el agasajo se encontraba en su auge,
la mayoría de presentes bailaban
sabrosamente y de manera eufórica,
pareciera que disiparan sus frustraciones con
el baile. Otro grupo en un rincón algo
tambaleante buscaba de manera desesperada
como sacar el corcho del vino. En un intento
mas que desesperado, en este caso seria el de
suplicar preguntando entre los presentes si
ellos tuvieran un saca corcho en los bolsillos,
pero como la mayoría se encontraba en pleno
baile, hacia caso omiso a esta petición, mas
que descabellada era realmente innecesaria
para ellos, pues su predilección era la
cerveza y no el vino.
Después el grupo en insistir su búsqueda
al parecer frustrada quedaron quietos al
parecer charlando o formulando una
supuesta teoría de cómo destapar el vino.
Una joven salía repentinamente del baño con
sus ojos cansados y mordiéndose el labio.
Mirando al grupo que aun tambaleándose no
sabían como destapar el vino, ella al
recuperar sus fuerzas después de quedarse
parada en la puerta del baño unos cuantos
minutos se dirigió al grupo empujando a
todos los bailarines a su paso. Cuando se
encontraba cerca del grupo dio 2 brincos y
levanto sus brazos para así llamar la atención
de los frustrados, Estos al interrumpir su
coloquio quedaron callados y la miraron de
reojo, pero poco les importo puesto que uno
de ellos empezó de nuevo la charla y así las
intenciones de la joven fueron negadas. Al
ver este acontecimiento la joven
repentinamente de su bolsillo saco un saca
corcho, y lo mostró a los frustrados que al
percatarse de ello poca importancia tomaron
ya que en ese preciso instante la botella de
vino se encontraba a la mitad.
Entonces yo sin pensarlo extendí la mano
a esta fémina de estatura baja y tez canela,
ella acepto con sonrisa mi invitación; debo
confesar que no soy buen bailarín pero el
trago siempre me puso en una situación
contradictoria a esta afirmación. Después de
unos minutos de baile, habrá sido - supongo
– el sueño que me obligo a descansar mi
cabeza en su hombro izquierdo, o tenia la
necesidad de oler el aroma de su cabello; mis
labios sintieron la delicadeza de sus mejillas,
mientas que sus movimientos eran sutiles
para bailar.
Admito que me excedí y ella también,
simplemente no hubo palabras, solo fueron
actos, el silencio cupido, al instante de hablar
todo se fue arruinando. Y sinceramente se
iba arruinando porque yo balbuceaba
palabras incoherentes que ella no entendía,
pero eso poco importaba porque en verdad,
yo quería que no me entendiera, y para que
siga extrañada la abracé fuertemente, ella
suspiro e intento decirme su nombre pero
antes de decirlo puse mi dedo índice en sus
tiernos labios, ella me miro y entonces yo
respondí con una sonrisa, su mirada era
realmente intensa, por ellos los cerré con
delicadeza con mis temblorosos dedos, al
parecer ella esperaba un beso y extendió sus
labios esperando los mis, era mi oportunidad,
entonces me aleje de ella sin decir nada, mire
al grupo de los jóvenes que aun tenían el
vino lleno con su respectivo corcho,
entonces sonriendo me acerque a ellos
entregándoles el saca corchos, me abrazaron
y después de destapado la botella de vino
me sirvieron una copa bien llena para así
premiar mi hazaña. Y me percate que uno de
ellos tenía en la mano la otra botella de vino
llena de agua a la mitad.
Contando…
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XI
P. Por: José Carlos Milla
Tiene 27 años. Escribió lo que alguna vez
le dijo. El amor es una perpetua lucha
contra el olvido y fue en ese momento
cuando recordó las sudorosas palabras del
viejo a un ecuatoriano bajito y con cara de
buena gente en la factoría. ¿Has visto el
mapo3? Y recordó también el no, yo estoy
que pongo los leibos4, más bien vamos a
cambiarnos, solo faltan cinco minutos. Fue
hace doce años. Quiso poner “diez años” que
era el tiempo que realmente había pasado
después de aquel diálogo, pero juzgó que el
“doce” era un número que escrito se vería
mejor, más simbólico pues. No me pregunten
porqué; aunque me contó, después de
llamarme aquel día ya de madrugada, que
había leído algo acerca de la
despersonalización. Se fue cuando J.D. tenía
cinco años; vivió siempre con su madre y
regresó cuando cumplió los diecisiete. Nos
vamos me dijo. Y se lo llevó a EE.UU. El
pendejo se fue allá cuando yo era un chibolo,
allá había estado, mi madre no lo perdonó,
creo que ni le interesaba el viejo porque
mejor ándate con él, quizás allá haces más
plata y ayudas a tu madre que… ¡mira nomás
cómo tengo que vestirme! Muy coloquial,
¿no?, pensaba. Eran las 00 horas con 57
minutos cuando por última vez luchó contra
el olvido: lo quería sin duda. Nunca olvidaría
el juego de pelota en el antiguo parque
Salazar (o quizás no quería olvidar la foto
tomada por el viejo en la que él pateaba una
pelota blanca y percudida, no quería perder
el recuerdo por más artificioso o falso que
fuera: era suyo). Luchaba contra el olvido
trabajando otra vez en la factoría papelera
(ahora el papel era el arma de su lucha
personal) de New Jersey. Trabajó como un
burro, 6 meses, con un frío que lo hacía
llorar casi sin lágrimas todos los días cuando
se levantaba a las 5:30 a.m. para ir a la
agencia esperando que hubiese trabajo para
mí. Vamos, vamos, levántate y jalaba mis
3 En New Jersey, quizás en todo EE.UU., mapo
es un trapeador para inmigrantes latinos. De map.
4 Al igual que en la nota anterior, leibos son las
etiquetas que los inmigrantes ponen en los
productos mientras trabajan en las factorías. De
label.
frazadas, yo entre legañas y un bostezo
lechoso lo veía, ya mis pies completamente
fríos sin el calor de las tres frazadas, saltando
como un mono, uno dos uno dos y ya ves
que así te calientes al toque. Puta madre, se
repetía en silencio pues no quería verlo
enojado. Entonces, se levantaba e iba directo
al baño, se afeitaba, mal por cierto, se cortó
varias veces, se lavaba los dientes, la cara,
luego, aparecía con tanta ropa gruesa que su
delgado cuerpo había perdido cualquier
atisbo de forma humana. Unas tostadas, un
vaso de leche se metían en su cuerpo
soñoliento y, finalmente, ¿no te olvidas de
nada, no?, una negativa casi imperceptible y
el sonido de la puerta cerrándose detrás de
él. El viejo5 caminaba hasta la vereda donde
5 …se lo llevaron a los quince años / cargando
calurosos recuerdos teñidos de verde /
deseando deshacerse de sus encomiendas
desnutridas / de los capataces las lágrimas las
ampollas entre los dedos
al ver aquel indómito yermo se le reveló un
reflejo futuro… un destino / recordó las
palabras lejanas del maestro: “las iguanas
viven en los desiertos” / y en el arenal pensó:
¿por qué siempre la misma tristeza?
al llegar se inició la incesante lucha entre el
verde y el gris / había imaginado así el
infierno / tan ardiente que desbordaba el rojo
de los pies casi descalzos / bajo el bochorno
que produce lo desconocido
cada grano de arena luchó por una soledad
legendaria / no sabía en su silencio que
cedería al bullicioso gris / protagonista del
drama cuyo inicio -creían ellos- era la
recompensa / pasaron las lunas y la arena /
mas los soles nunca morían / quemaban y
mendigaban dentro de los pantalones
desgastados / abrasaban la piel tostada de
nuestros viajes
* * *
el recuerdo / peregrino incansable entre los
hombres / se cambia imitando una vida
anhelada que aún no le pertenece / que por
sangre era de otros
el atuendo cómplice lo acompaña a la
universidad / y aunque se cuenta que han
pasado mas de cuarenta años desde el primer
encuentro entre la piel y la arena / hoy frente
a la imponente Alejandría / con la sangre
ardiendo bajo el desodorante piensa en una
iguana / un poema
Contando…
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XII
yo lo esperaba y entonces era el estribillo
que siempre cantaba caminando, caminando,
un dos un dos, que se nos hace tarde. ¿Cuál
era la causa de todo esto? ¿De representarlo
otra vez martirizándose? ¿Por qué? ¿Cuál fue
durante más de diez años su personal lucha
contra el olvido, su amor? Ahora lo ven todo,
saben que…
Fueron los fantasmas, las apariciones, no
pudo evitar la necesidad de unos brazos
fuertes que lo cargaran. Ya eran sacos,
corbatas o la palabra alentadora y ¡plum! ya
y como por designio de un destino velado
para los ojos del hombre / repite la épica
travesía de su padre
este nuevo desierto de colosales ventanas / de
alturas descabelladas de asfixiante erudición /
será su nueva y personal conquista / la prueba
única de que el viejo nunca se equivocó al
quedarse aquí…
lo estaba viendo sin casi recordarlo,
intuyéndolo. Carlos fue el primer fantasma,
joven, larguirucho e inteligente; fue el
antídoto al vacío, el eficaz modo de conjurar
al lejano, quizás muerto, pensaba, mientras
estaba en secundaria. Nunca dejó de
necesitarlo, pasó una vida suplantándolo. Su
carne no importaba, sólo su voz, su mirada y
sus pantalones de poliéster, su camisa a
cuadros y una gruesa casaca azul marino.
¿Hoy me ayudas a corregir exámenes? Sabía
que no debería usar las cursivas pues no era
el viejo, sabía, o quizás no, que el lector no
entendería. No le importó. Él sabía qué
vendría después, lo anhelaba con seguridad
aunque una fina hebra hueca le anegaba,
nervioso, las manos en sudor que lentamente
desaparecía cuando pero primero hay que
almorzar pues, Juandi, y felizmente había
llevado plata y otras no importaba porque él
invitaba y si no lo abrazaba era por un
respeto ingenuo al Profesor de Historia que
era y si no me echaba en uno de sus hombros
era porque él se sentiría incómodo y una
relación tan ideal no tendría que echarse a
perder por tal efusión innecesaria. Pero él
estaba seguro (quería creerlo) que Carlos
sentía lo mismo por él. Carlitos, como a
veces lo llamaba, fue el primero, amado,
encarnación de lo que el otro lejano le había
dicho al oído una tarde en el parque Salazar
cuando él le había preguntado pa, ¿qué es el
amor? El siempre fue incompleto porque
nunca cenaron juntos con la madre, sólo era
suyo y él de Carlos en el colegio, dentro de
él. Así fueron varios: Gonzalo, profesor de
filosofía, Armando, profesor de literatura…
Aquí se detiene porque considera que la
numeración hiperbólica y exagerada no
ayuda sino aburre, además le da vergüenza
confesar que fueron más de diez en todos
esos años, temía confesar algunas
sensaciones híbridas, raras, poderosamente
estimulantes que había sentido con esos
hombres ficcionales. Así fueron varios y con
todos igual, los amaba supliendo su falta…
pero no era él, lejano, era el dolor del
inválido que siente lo que no está allí o está
allí pero no es la pierna… el padre. ¿Cómo
caminar sin piernas? ¿Cómo? Quisiera
agrandar el tamaño de letra pero decide que
captaría demasiado la atención del lector.
Era su padre, sí, y al atardecer, en el micro,
antes de comenzar con esto: pero nunca fue
él verdaderamente…
Contando…
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XIII
Luego de decidir entre el adverbio
terminado en -mente o el adjetivo precedido
por “de manera” giró la cabeza hacia la
izquierda y hundió su mirada húmeda en la
puerta del baño levemente abierta como una
cicatriz mal curada; él siempre supo como
volver a cerrar esa herida. Pero después bajó
la mirada y se encontró con el piso de losetas
rojas, rajadas; miró a su alrededor
encontrando las patas amarillentas, viejas y
fantasmales de una silla donde alguna vez
vio sentada a su madre. Subió la mirada y
ella, la puerta, le dijo levántate…ven a mí.
Ese espacio, ese otro lado era atravesar una
muerte doméstica, era el cruce, en esos
minutos inevitable, hacia lo premeditado,
hacia lo puntillosamente planeado como una
obra de arte que lentamente llegaba a su
final. Proyecto de inútil plasmación. Inútil
siempre… Siempre lo dejaba absorto,
oscuro, en los tres puntos… Esa puerta que
sangraba penumbra daba al pequeño baño
del departamento, una tina llena de agua y el
afilado verdugo lo esperaban, ya nunca más
fantasmas, ya nunca buscar entre sombras lo
que jamás consiguió, un amigo, pues cuando
le dijo su verdad, un puño le habló
arrojándolo por siempre al silencio de la
incomprensión, era la gran solución… pero
había otra, había otra. Gran final, ¿no?
Perdonen su falta de modestia. Al final, sólo
atinó a cagar y dudaba entre dejar esa
palabra tan en desacuerdo con el tono del
relato o cambiarla. Pero total, esto es lo que
me está pasando, es la necesidad de realismo
pues, y recordó malamente a Flaubert.
Terminó y decidió que sí, limpiándose y
pensando que escribir era la otra y que se
parecía mucho, pero mucho, a cagar.
* * *
Contando…
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XIV
El día que unas palomas
derrocaron a un presidente Por: José María Guzmán
Ya lo decía el viejo adagio de una vieja
cultura de la cual se perdió el nombre, mas
nunca la enseñanza: "nunca subestimes el
poder de una paloma". Aquel día el calor era
especialmente intenso. Un sol rojo jodía a los
pocos transeúntes que paseaban cansinos por
las calles en un viernes santo mas tortuoso
que de costumbre. La habitual curiosidad de
los turistas se había ido al carajo, como la
democracia de este pequeño país escondido
entre las tierras de la gran riqueza y los
límites del mundo, en los que debían vivir
enormes monstruos de siete cabezas, siete
colas y siete pitos (consecuencia lógica de un
azar infortunado). En resumen era un mal
día, y las palomas lo sentían también así. Yo
las veía desde mi cómoda posición, sentado
en un cafecito con olor a pichi a media
cuadra de la plazoleta que hacía las veces de
orgullo nacional para este golpeado y
vapuleado lugar nebuloso. Ninguna sonrisa,
uno que otro llanto de un niño regordete que
quería un helado porque el azúcar de su
cuerpo se consumía demasiado rápido para
lo que su adiposidad requería. Unos son
felices siendo gordos, y se quieren quedar así
pensé. Lo demás...estupor y molestia
silenciosa, un calvario llevado por cada uno
con una estoica cara de "estoy feliz y deja de
mirarme carajo".
Los guardias que custodiaban el palacio
de gobierno seguro pensarían en lo absurdo
de usar una chaqueta roja y pesada en pleno
verano. Pero a ellos no se les permitía ni el
ademán que genera lo absurdo en la cara, no
se les permitía ademanes, no se les permitía
pensar. Un mayor que obedecía a su vez a
otro mayor que tenia otro nombre pero que
igual mandaba sobre el mayor, y ad
infinitum hasta volver al monstruo mítico de
las siete cabezas, el que debía de mandar, se
suponía, a este lugar y los demás lugares,
esos que eran lejanos, esos que los de
chaqueta roja en verano no conocían. Y por
eso, cualquier oposición o crítica era
insostenible, porque iba dirigida contra algo
pero no alguien, contra mucho pero a la vez
nada. A joderse y a aguantar que el calor
pasara, y a 3600 m.s.n.m. en algún momento
el calor cede en su empecinamiento, y los
habitantes celebran con sonrisas las primeras
brisas de una tarde añorada como nunca, un
crepúsculo placentero.
La cuestión con las palomas no se
presentaba tan prometedora. Días, semanas y
meses se sucedían sin que se pudieran dar un
buen festín. Huelgas, paros, nuevamente
huelgas y una que otra bomba lacrimógena
hicieron de ese paraíso de migas de pan seco
y agua salida de la piletita de la plaza, un
infierno de palos, piedras, gritos y política, la
peor de la especies de lo detestable. Sus
cuerpos famélicos se cansaban de clamar
piedad en silencio, caminando alrededor de
los manifestantes para que estos aplaquen
sus furias ideológicas, y entonces una
volatilidad inusitada las poseyó en aquella
mañana de mierda. Yo las veía desde el
cafecito de la plaza con un miedo insipiente
ante su posible insurrección. Razones no
faltaban. Una brisa se llevo la urea del olor a
pichi y me dejo lo que debía ser el olor del
agua, o talvez de mis axilas sin desodorante
porque me olvide de comprar uno. Total que
importaba, yo era un turista en esta ciudad y
cualquiera que soportara el olor de mis
efluvios corporales lo haría solo por hoy,
pues mañana no seria mas que un molesto
recuerdo, el del idiota que se atrevió a venir
a la ciudad escondida, a la plazoleta
imponente, al cafecito orinado, sin
desodorante.
Eran las 10.50 de la mañana cuando
arranco la insurrección. La guía, una paloma
de pico filudo pero rajado en alguna pelea
por la supremacía de la bandada, camino
hacia uno de los guardias haciendo un
extraño gesto con la cabeza. A veces los
hombres somos tan estúpidos que no
comprendemos las señales inequívocas del
peligro eminente. El guardia la ignoro, grave
error. Yo debí bajar corriendo las escaleras
del cafecito, cruzar frente a la pileta y
advertirle al guardia que las palomas no
estaban jugando, que algo tramaban y que le
daban la posibilidad de evitar el
enfrentamiento directo. Pero el cansancio de
nada me venció, el aburrimiento del tipo del
que un filósofo dijo que puede causar las
elucubraciones más trascendentales en los
espíritus elevados, causo en mí el
aplastamiento más descarado. Era un cuerpo
Contando…
TXT
XV
inerte 10 veces más pesado de lo normal,
sentado en una sillita mediocre. Debí haber
bajado, pero la historia no se hace de debes
sino de hices. No baje, no advertí, no sude y
entonces la revolución se desato. Las
palomas emprendieron vuelo, raudas y
furiosas en círculos alrededor de la placita,
asustando a los turistas y de paso jodiendo
las fotos que les mandarían a sus familiares
en esos países bonitos pero aburridos, en los
que los cafecitos no olían a pichi ni las
palomas se rebelaban. Yo cogí mi lapicero y
escribí alguna grafía, ahora ininteligible, que
me recordaba rememorar el día en el que vi
que la conciencia de clase llegaba a los
animales. Pero entonces, al recordar la barba
abundante de Marx, la imagen de papa Noel
me obnubilo y mi revolucionario se torno un
burguesito de diez años esperando su regalo
cada 25 de diciembre.
Las palomas emitían sonidos míticos
salidos no de sus pequeños estómagos sino
del aire. El también se rebelaba, al igual que
las sillas, que las piletas y que los fusiles de
los guardias. Estaban hartos de tanto calor,
de tanto absurdo, de tanta huelga y de tanta
bomba lacrimógena. Los ojos de todos
parecían saltar con cada nuevo grito de
guerra. Querían revelarse y decir "carajo deja
de hacerme llorar con cada bomba que
lanzas, y que solo me afecta a mí, ojo que
llora".
El presidentito, un tipo pequeño y
regordete, se sobresalto ante tanto alboroto
fuera, pensó que tal vez la oposición venia a
derrocarlo, pero lo cierto es que la historia le
guardaba un destino mas digno. No sería el
cuchucientavo presidente en ser revocado
por un golpe en ese país, sino el primer (y
único) mandatario en ser revocado por la
furia informe de un todo hastiado. Las
palomas dirigían esa rebelión colectiva, e
incluso su teléfono celular confabulaba
contra él pues cuando quiso hacer una
llamada al servicio de control animales, la
línea se interfirió por algunos segundos,
frustrando la llamada. ¿Qué? ¿Un grupo de
pajaritos estúpidos le harían la vida
imposible a este presidentaso? ¡De ninguna
manera! Y salió casi corriendo de su
despacho hacia la puerta. Debí advertirle,
decirle que las palomas se lo comerían vivo,
pero un extraño morbo, mezcla de ganas de
verlo descuartizado por cientos de espíritus
santos y aburrimiento porque esa mañana era
viernes santo, y Ben Hur ya lo había visto
como 200 veces, me detuvieron. Me
acomode en la silla, el café supo mas
delicioso que nunca y su aroma me
transportaba a lugares insospechados, a
bosques de ébanos y brisas marinas ni frías
ni calientes. Tenia que pasar, era su destino,
y era el mío estar ahí.
* * *
Filomeno y dictador Por: Renato Espinoza Subiría
-¿Qué dicen del camarada mayor?-
pregunta un hombre viejo con un habano
colombiano, de muy mala calidad, entre el
índice y el medio de su mano izquierda.
Espera en la paciencia de sus facultades,
dado que es dueño de la soberanía del país
que habita, la respuesta de su fiel oyente;
mientras que inconscientemente enreda los
rugosos dedos de su diestra en la estrecha y
larga barba que le cuelga, haciendo las veces
de corbata.
Calvo y riguroso, el escudero, comienza a
inspeccionar la habitación. Repasa los
objetos como si en ellos encontrara pequeños
Contando…
TXT
XVI
atisbos de la ansiada respuesta. Dejando
sonar en las oscuras losetas el peso de sus
curtidas botas negras. Vuelve a pasearse por
el amplio salón, hostigando con su mirada
las descascaradas paredes disfrazadas de un
canela intenso. Imitando una vez más el
mustio improvisado mantenido desde su
ingreso al cuarto, sólo corrompido por la
seriedad de su semblante cuando daba la
espalda al venerable mandatario.
-Unos dicen que Filomeno ha fallecido,
algunos otros desean aquello... y el resto
afirma que usted ha vencido a la muerte-,
dijo cuando hubo llegado a la ventana que
contemplaba la salida de la casona (ubicada
al lado siniestro del áspero sillón que
sostenía al vetusto personaje). Luego
continuó deambulando.
La sala se llenó una vez más con el
sonido de las acompasadas pisadas. Dejando
el purillo en el cenicero de plata y cogiendo
la copa bañada en vino de cuarta, José „el re-
hén‟ Filomeno resucita en su mente las
hazañas que lo llevaron a hacerse con el
derecho dictatorial del estado. Recuerda las
mañanas en vela que paso en las entrañas de
la verde selva por culpa de encuentros
armados con el poder de turno. Las
incansables persecuciones que sufrió,
premiando su disconformidad en cuestiones
políticamente incorrectas. Y muchas otras
más anécdotas, que diariamente convergen
en su memoria en horas matutinas.
Pero una en especial es la que le quita el
sueño después de la merienda. El Incidente
de Sevilla, luego de armar gran revuelo con
prédicas a favor de la libertad conciente.
Apresado por los esbirros del gran inquisidor
de la región al haber sido encontrado in
fraganti acarreando supuestas herejías.
Llevado a la cárcel del Santo Oficio y, más
tarde, puesto en libertad al asumir en
silencio, mientras el acusador planteaba el
funcionamiento dialéctico del sistema, la
culpa que le impusieron. Usando mañas
similares, llega al poder de la nación,
conservando como valioso argumento el
encarcelamiento. Razón por la cual debe su
origen susodicho sobrenombre.
Sin embargo, bien es sabido que la añeja
inquisición dejó huella en la historia hace ya
muchos años atrás. Pero nadie dentro de la
patria conoce, ni desea aprender el valor de
verdad de la mencionada anécdota. Es real
en virtud de una facultad que la hace posible,
esto es la imaginación. Quien carga con la
pesada culpa es el más cuerdo de la región:
Gonzalo García Santisban, su sucesor y
actual consejero. Es él quién gasta los pasos
por los amplios corredores, trata de dar
lógica a esta absurda eventualidad.
-¿Cómo van las negociaciones con los
organismos internacionales? Finalmente
responde. -¿Siguen apoyándonos en nuestras
dificultades?
-Sí- dice sin mover la cabeza. -Nos
siguen brindando apoyo y nosotros no damos
nada a cambio. El último paquete de viáticos
fue vendido a un pequeño país del África
septentrional. Una parte de lo recaudado fue
usado para la cena de hoy. La otra, para los
sueldos de los funcionarios del desaparecido
ministerio de justicia, los pobres aún siguen
sufriendo la destitución.
-Debemos hacer todo lo posible para que
nuestra gente pare de sufrir, Gonzalo- Luego
se jala sutilmente la barba y se dispone a
levantarse. El consejero, intuyendo las
intenciones del vejete, se apresura a echarle
una mano. Con dificultad José logra
levantarse. Se acomoda ligeramente la
estrecha camisa y el apretujado pantalón,
luego de haber sido jalados por las manos de
su ayudante. Una vez en pie procede a darle
continuidad a sus débiles pisadas, hacia la
salida del salón. Contados unos veintitrés
descansa, estira sus cortos brazos, sujeta la
oxidada manija y sale al corredor. Gonzalo
lo sigue por detrás.
Caminan por un pasillo ancho. Las
paredes comulgan, en apariencia, con la
habitación anterior. Marchan sinuosamente
por largo rato, hasta que llegan al fin del
camino. Dos puertas bifurcan los senderos: a
la siniestra el comedor, la libertad aguarda en
el lado opuesto. Parados, el „rehén‟ golpea
tres veces una de estas. Dos hombres
elegantemente vestidos los introducen en la
sala. Uno de ellos, con patillas gordas y piel
Contando…
TXT
XVII
lechosa, recita mecánicamente: “Bonjour
Monsieur”.
-Non. Ces saletés là datent de nos papas!-
exclama afanosamente el abuelo.
El mozo pide las disculpas del caso y se
marcha. El otro los acompaña hasta la mesa.
Este, de contextura poco más gruesa y de
cabellos ensortijados, les anuncia el menú
del día: “Lomo al vino con legumbres y
judías salteadas”. Ambos dirigentes asientes,
el empleado vuelve a la cocina por una
puerta anexa en el cuarto.
Más tarde regresa el albino, armado de
pesadas bandejas cargadas con pomposas
porcelanas. Coloca discretamente el
almuerzo del día en una mesa oval,
descomunalmente vasta. Sirve en delicado
cristal la última cosecha de la viña “Le
Guignon”, orgullo y delicia nacional: mucho
reconocimiento, vino de cuarta. Enciende un
obsoleto y gastado gramófono,
sustancialmente dañado de muy mal gusto se
llega a escuchar uno de los actos de “Don
Giovanni”.
Probando un poco de las judías, Filomeno
comienza a saborear sus últimos bocados. En
la tercera cucharada el vetusto personaje
empieza a percibir la brusca sequedad de su
hosco alimento. Trata, inútilmente, de
alcanzar las paredes de su, ahora, desgarrada
garganta con los lobulillos de sus amígdalas.
Con dificultad, pero sin impaciencia, estira
su brazo hacia la copa: “necesito vino”, dice
farfullando. Luego de un largo trago entierra
la mirada en los ojos de su sucesor. Descubre
la malignidad encubierta en gestos, que sólo
uno percibe cuando se es cuidadoso. Mira a
su alrededor. Las sonrisas de los sirvientes lo
atormentan, lo agobian. Minutos más tarde
muere con la seguridad que tienen las
personas que han sido engañadas.
Ambos cocineros levantan el cuerpo y lo
llevan al cuarto anexo. Se levanta de la mesa,
camina lentamente, sale del comedor y cruza
el pasillo hacia la puerta del frente. Espera
contando con el taco de sus botas oscuras,
cuando hubo llegado a la docena escapa de la
habitación. Hacia la libertad.
-Noticias fúnebres son las que traigo
como emisor de la muerte mis amados
hermanos. Nuestro presidente Filomeno
acaba de fallecer, víctima de los caprichos de
la edad y de las necedades del corazón. Por
ello me veo forzado, momentáneamente, ha
ocupar el vacío dejado por nuestro recordado
e inmortal José „el rehén‟ Filomeno.
Con dolor en las nalgas, por la mala
calidad de las sillas de la región, García
Santisban representa un remedo de tragedia
ante las masas congregadas. Hombres,
mujeres, niños y ancianos comparten su
dolor. Muchos de ellos rompen en
miserables llantos asonantes, pero la mayoría
es incapaz de llorar por encontrarse en
régimen de austeridad. Poco a poco el
pueblo, dándose cuenta de que el sucesor
dejose ya de boberías griegas, comenzó a
salir de su congoja. Después el presidente
comenzó a saludar con manos abiertas y con
bolsillos cerrados. En la algarabía general los
cánticos de felicidad dejaban distinguir el
lema abandero de la prosperidad: «Te
saludamos en la inmortalidad, Gonzalo
García Santisban».6
6 Juan Narciso Retes (1985) es estudiante de
Finanzas en IFB, además, administra la pollería
“Narch”; en…. José Carlos Milla (1990) es
estudiante de Comunicación Social en la
UNMSM; José María Guzmán (1988) es
estudiante de Derecho de la UNA-Puno; Renato
Espinoza Subiría (1988) es estudiante de
Comunicaciones en la UL.
Poiesis
TXT
XVIII
Pintando lobos (Fragmento) Kart Gutiérrez Navarrete
1. La luna Despierta Así pasan los años; el cambio, el vestido, la ropa que no somos, eso; la noche desnuda sobre nuestros cuerpos desnudos, con las rodillas sobre el polvo y la sangre chirriante, eso; con miedo otros ante la esfinge regidora de ciudades y templos; ante el magnífico sentimiento real y poderoso, en frente, con el desierto a luz plena rayando el abismo, rasguñando con uñas sucias; eso somos, no como otros: los lobos igual despiertan para gritar en verso, lo que no escriben, o dicen, u orinan, lo que no podrán ser ni en mil años porque, aun impensable para el tiempo; con ojos inevitables en su casa e inimaginables en una viña: Cuando un lobo ve a los ojos a otro; o lo asesina o lo ama Se siguen, nos seguimos arrastrando; en mil años ya no seremos sangre entronada. 2. La garza A una garza, esa sí es entonada; canta bien mientras su corazón pequeño pulsa, se regocija en los parques riendo como niña con su primer regalo entre las manos… : en tu cuello se concentran todos los vahos; de la noche, todos los senderos: el último camino es el más pobre, el infame; ve olvidada, la última, tan perfecta, tus alas son vistosas y tu boca, vidriosa. Me ves a través de mil años de frutos y sufrimientos. ¿Hoy te has puesto tu piel negra para salir a cazar escarabajos? ¿Para qué has nacido? ¿para morir entre los dientes de un pastor? Tan solo vuela, aun porque los escarabajos más negros te seguirán hasta que cada pluma lentamente se oxide por la presión de tu aire. de cierta manera, tu veneno.
Poiesis
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XIX
3. La lechuza El cielo abre sus alas mientras la tierra intenta atarlas. Si vieras lo que soy, lobo, si supieras tanto: somos otra raza más en el mundo. Tu mirada telegráfica puede ver mucho, y más tu nariz intemporal, ser hambriento; pero los cráteres dentro mío ¿los ves? ¿Quién eres tu para saber algo de, por ejemplo, una garza que se arropa en la noche? ¿Quién te crees para ser mitad alma? Tú hueles y oyes cómo crecen los árboles, pero yo sé cómo galopan tus músculos cuando tu camino es pedregoso… oigo cada lamento tuyo, cada verso, cada rasguño en tu lengua, yo lo siento. Somos un manojo de tripas y no me gusta que lo plantees de esa forma: en mi naturaleza está ser eterna en ideas. Somos dos razas pero en mil años ya no oraremos para redimir nuestra bien merecida inteligencia.
infinitURA Luis Salvatierra
la poesía infinita, emoción tras emoción y una emoción q emociona… básico poesismo infinitismo …¡infinitURA!
Enrarecimiento de una laptop Soy el lugar frenético de los dedos que no experimentan lo sensual. Un poco fuera de la mente que sabe que no es un cuerpo lo que toca con tanto placer.
Poiesis
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XX
En mí es usual o humano la lógica de los agujeros negros Donde una pantalla se perpetúa una y otra vez Donde al fin no vale la pena hablar del hombre en si sino solo de sus dedos o lo q de ellos desaparece…
Exactamente… La mañana se reúne a espaldas de tu noche oscura de tu cuerpo joven mientras escribes ante una oscuridad que desespera no en tu origen declinado Te has dado cuenta que el hombre es muy solitario demasiado como para alejarte de él te has dado cuenta que esa composta que sostiene el anillo al dedo la moneda en la mano la cruz al pecho compone el útero de una sola madre más racional que tu lenguaje. Cómo abordar esta inequidad en los ojos cómo creer que es la mañana la que me derrumba y no mi órbita entre el papel y los hombres esta rotación desfigurada en palabras esta traslación que postula actitudes… Como creer que todo esto es más que literario, más que real
exactamente humanO…7
7 Karl Gutiérrez Navarrete (1988) de Comunicación Social en la UNMSM. Luis Salvatierra (19...) es
estudiante de Literatura en la PUCP.
Inolvidables Olvidados
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XXI
INOLVIDABLES OLVIDADOS es un espacio para aquellos autores que bajo nuestro
apuradísimo ritmo de vida no recordamos. Autores que quizás, debido al nuestro desmesurado
afán moderno de originalidad, dejamos relegados, muchas veces, sin saber que existen. Esta
sección es un foro para esos hombres de carne y espíritu que nos dicen cosas que muchas veces
dejamos de lado ocupados como estamos en nuestros quehaceres cotidianos: en la casa, en la
universidad. Nuestros Inolvidables Olvidados nos enseñan que siempre es bueno detenernos a
pensar las cosas para no caer en la vorágine del shock que ya anunciara Walter Benjamin hace
más de 50 años; más aún, la sencillez de estos autores nos deben hacer recordar aquella frase
de Confucio: “Lo peor para la paz es la confusión y el enrevesamiento de las palabras”; hoy
debemos estar pendientes y recordar esta sabiduría antigua sobre todo si vivimos
bombardeados de una grandilocuente jerga académica (no para dejarla sino para utilizarla
con mesura).
ECLESIASTÉS
Eclesiastés (traducción griega de Cohélet)
es “el que preside una asamblea”, un
predicador; se trata de un orador, un
conferenciante, hasta podríamos llamarlo un
filósofo, que reflexiona en torno a las
siguientes preguntas: ¿Cuál es el supremo
bien? ¿Qué es lo que más vale en la vida,
para que a ello dedique el hombre la suma de
sus anhelos y esfuerzos? El Eclesiastés es el
diálogo del autor consigo mismo, es el debate
interior de un hombre que ve cuán breve y
contradictoria es la vida humana, es un
honrado enfrentamiento con la realidad y es
un examen riguroso de lo que la generalidad
de los hombres considera valioso y persigue
empeñosamente. A pesar del pesimismo que
recorre las líneas del Eclesiastés, esa actitud
de honda y sincera reflexión consigo mismo
no debe ser olvidada nunca, incluso en un
mundo tan veloz como el nuestro.
Escuchemos, pues, al Predicador.
FRAGMENTO
“Palabras de Cohélet, hijo de
David, rey en Jerusalén. ¡Vanidad,
pura vanidad!, dice Cohélet. ¡Vanidad,
pura vanidad! ¡Nada más que vanidad!
¿Qué provecho saca el hombre de
todo el esfuerzo que realiza bajo el
sol? Una generación se va y la otra
viene, y la tierra siempre permanece.
El sol sale y se pone, y se dirige
afanosamente hacia el lugar de donde
saldrá otra vez. El viento va hacia el
sur y gira hacia el norte; va dando
vueltas y vueltas, y retorna sobre su
curso. Todos los ríos van al mar y el
mar nunca se llena; al mismo lugar
donde van los ríos, allí vuelven a ir. Todas las personas están gastadas, más de lo que se puede
expresar. ¿No se sacia el ojo de ver y el oído no se cansa de escuchar? Lo que fue, eso mismo
será; lo que se hizo, eso mismo se hará: ¡no hay nada nuevo bajo el sol! Si hay algo de lo que
dicen: «Mira, esto sí que es algo nuevo». En realidad, eso mismo ya existió muchísimo antes
que nosotros. No queda el recuerdo de las cosas pasadas, ni quedará el recuerdo de las futuras
en aquellos que vendrán después. Yo, Cohélet, he sido rey de Israel, en Jerusalén, y me dediqué
a investigar y a explorar con sabiduría todo lo que se hace bajo el cielo: es esta una ingrata tarea
que Dios impuso a los hombres para que se ocupen de ella. Así observé todas las obras que se
hacen bajo el sol, y vi que todo es vanidad y correr tras el viento. Lo torcido no se puede
enderezar, ni se puede contar lo que falta. Entonces me dije a mí mismo: Yo acumulé una gran
sabiduría, más que todos mis predecesores en Jerusalén, y mi corazón ha visto mucha sabiduría
y ciencia. Me dediqué a conocer la sabiduría, la ciencia, la locura y la necedad, y advertí que
Inolvidables Olvidados
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XXII
también eso es correr tras el viento. Porque mucha sabiduría trae mucha aflicción, y el que
acumula ciencia, acumula dolor” (Capítulo 1, 1-18).
* * *
“Alégrate, muchacho, mientras eres joven,
y que tu corazón sea feliz en tus años
juveniles. Sigue los impulsos de tu corazón y
lo que es un incentivo para tus ojos; pero ten
presente que por todo eso Dios te llamará a
juicio. Aparta de tu corazón la tristeza y aleja
de tu carne el dolor, porque la juventud y la
aurora de la vida pasan fugazmente.
Acuérdate de tu Creador en los días de tu
juventud, antes que lleguen los días penosos
y vengan los años en los que dirás: «No
encuentro en ellos ningún placer»; antes que
se oscurezcan el sol y la luz, la luna y las
estrellas, y vuelvan las nubes cargadas de
lluvia. En aquel día temblarán los guardianes
de la casa y se encorvarán los hombres
vigorosos; se detendrán las moledoras, que ya
serán pocas, y se oscurecerán las que miran
por las ventanas; se cerrarán las puertas de la
calle, mientras declina el ruido del molino;
cesará el canto de los pájaros y enmudecerán
las que entonan canciones. Entonces se
temerán las cuestas empinadas y los terrores
acecharán por el camino. El almendro estará
florecido, se pondrá pesada la langosta y la
alcaparra perderá su eficacia. Porque el
hombre se va a su morada eterna, mientras las
plañideras rondan por la calle. Sí, acuérdate
de él antes que se corte la hebra de plata y se
quiebre la ampolla de oro, antes que se haga
pedazos el cántaro en la fuente y se rompa la
cuerda del aljibe; antes que el polvo vuelva a
la tierra, como lo que es, y el aliento vuelva a
Dios, porque es él quien lo dio. ¡Vanidad,
pura vanidad!, dice Cohélet. ¡Nada más que
vanidad! Cohélet, además de ser sabio,
también enseñó la ciencia al pueblo; él pesó,
examinó y ajustó numerosos proverbios.
Cohélet trató de encontrar sentencias
agradables y escribió exactamente palabras
verdaderas. Los dichos de los sabios son
como aguijones y las colecciones de
sentencias, como mojones bien plantados,
dones de un solo pastor. Una advertencia
más, hijo mío: multiplicar los libros es una
cosa interminable y estudiar demasiado deja
el cuerpo exhausto. En conclusión: una vez
oído todo esto, teme al Señor y observa sus
mandamientos, porque esto es todo para el
hombre. Dios llevará a juicio todas las obras,
aun loa que está escondido, sea bueno o
malo”. (Capítulo 11, 9-10; 12, 1-14).
Referencias y fragmento: DIOS HABLA HOY.
La Biblia Versión Popular. Segunda Edición.
Sociedades Bíblicas Unidas: Corea, 1992.
Nuestros Otros Maestros
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XXIII
ÁLVARO SALOM BECERRA es uno de esos talentos literarios que fuera de su país, sólo
circulan en un reducido número de personas. Efectivamente, no deben ser muchas las personas
que han oído de él fuera de Colombia, esta situación me ha llevado a preguntarme cuales son los
factores que influyen de manera capital para que un escritor sea finalmente aceptado como
talentoso y que el público en general, independientemente de su profesión o intereses, pueda
tener la oportunidad de disfrutar de sus obras. A la hora de tomar la cuestión del artista, la obra
y la fama, es importante aclarar algunos puntos para evitar caer en malentendidos. El arte no
tiene que tener como finalidad la fama, si esta llega y es tan unánime como para hacer que la
obra alcance la universalidad solo será con el tiempo y gracias a los recursos del creador.
El oficio de escritor como ya han dejado claro tantos maestros más o menos reconocidos,
García Márquez entre ellos, es muy sacrificado y requiere muchas cuotas de trabajo en soledad
que tienen como única finalidad que lo que se está creando sea apreciado por un lector futuro, y
desconocido, con el tiempo. Más allá de las pretensiones personales de quien escriba como
pueden ser, efectivamente, llegar a ser famoso, despertar la admiración de los demás o llegar a
trascender la efímera vida del hombre común y corriente, que sin importar la época sigue siendo
un pensamiento vigente aun hoy, con una obra bien hecha que pueda resistir al tiempo.
Al leer Don Simeón Torrente… me di cuenta que estaba ante una de las obras más satíricas y
latinoamericanas con las que me había podido topar. En parte este mismo hecho podría darnos
una pista de su ausencia en las librerías de Sudamérica debido a la reiterada tendencia a
menospreciar la literatura que hace del humor su estilo total y no lo usa solamente como un
recurso para mantener el ritmo de la narración. Si dejamos este prejuicio de lado podremos
encontrar en la obra de Salom Becerra un humor que puede definirse como típicamente
colombiano y latinoamericano. Podemos comprender hasta que medida la satirización de
nuestras realidades puede ser un aliciente para la vida pero también un elemento para
encontrarnos y reconocernos.
La parcela propia, ya es sabido, si está bien lograda en la obra alcanza niveles inusitados de
maestría. Esto es precisamente lo que hace Salom Becerra. La obra que reseño es, como el autor
mismo lo dice, una negación del héroe clásico que representa tal vez la máxima expresión de su
sociedad y de los conflictos que su sociedad puede generar, ya sea en él mismo o en su entorno.
El personaje principal, Simeón Torrente, es por lo contrario un tipo más que ordinario ya que la
literatura latinoamericana esta acostumbrada desde la época del Boom de la nueva narrativa a
personajes populares que se encuentran bajo el arquetipo popular de Faulkner, Dos Passos y tal
vez Joyce, pero no de un hombre urbano con un toque de trópicos, cultura europea e indianismo,
utilizando el término a la vieja manera como aglutinador de los pueblos autóctonos de América.
La narrativa no esta plagada de personajes como profesores, conductores de micro, ya sea aquí
en Lima como en La Habana. Gente que no tiene grandes dramas que contar, más bien una
historia de pequeñas alegrías y tristezas repartidas a través de los años.
Nuestros Otros Maestros
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XXIV
FRAGMENTO
Usted va a leer- si esta explicación no lo
disuade de hacerlo- la historia de un hombre
mediocre, adocenado, del montón; de los que
viven y mueren sin dejar huella: de los que
no merecen “un supremo honor ni una
suprema ignominia”; de los que pasan a su
lado en la calle y se sientan junto a usted en
el bus. Y a un hombre así no se le pueden
pedir pasiones desenfrenadas ni actitudes
heroicas; ni exigírsele que ascienda a la
cumbre de la santidad o que se precipite a la
sima del vicio. Por tanto, no busque usted en
estas páginas emociones violentas ni
conflictos psicológicos ni tempestades de
angustia ni paroxismos de amor. El
personaje principal y los secundarios no son
lombrosianos ni freudianos ni dostoieskianos
ni kafkianos; son simplemente…bogotanos.
Ninguno de los protagonistas es paranoico;
ninguna padece del complejo de Edipo ni del
de Electra; ninguno es masoquista, fetichista
ni sádico. Por esta obra no desfilarán ángeles
ni demonios, sino modestos seres humanos.
En consecuencia, no hallará usted aquí más
alas que las de los sombreros de los actores
ni más cuernos que los que Simeón lució –
pero no en la cabeza sino en las manos-
alguna vez que, siendo niño hizo de toro.
El autor promete a usted solemnemente
que no encontrará en esta novela ningún
genocidio, homicidio, suicidio, pero ni
siquiera un caso de lesión personal ningún
hurto, robo, estafa, secuestro, estupro y,
sobre todo, ninguna falsedad…o sea que
todos los personajes observarán
estrictamente los diez mandamientos y no
violarán ninguna de las normas de código
penal. Estas páginas no se mancharán, pues,
con una sola gota de sangre ni con ningún
otro humor. Distinto del exiguo que pueda
comunicarle el autor a la narración.
El mundo está harto de violencia, ahíto de
brutalidad, hastiado de problemas
psicológicos, de episodios eróticos, de
romances cursis, de enigmas policíacos,
asqueado de literatura fecal. A la gente se le
ha olvidado reír y esta novela es un esfuerzo
orientado a que, por lo menos, sonría.
La obra que usted tiene en sus manos –si
aún no la ha soltado-ha sido escrita sin
ninguna técnica, porque el humor se ríe de la
técnica y además porque el autor no pudo
conseguir, aunque lo buscó con empeño, un
manual del perfecto novelista. El estilo, que
podrá parecerle ampuloso y grandilocuente,
es el de la época en que se cumplieron los
acontecimientos relatados.
Bogotá, a pesar de ser la capital política,
económica y espiritual de la nación, ha sido
desdeñosamente mirada por los novelistas
del pasado y del presente como escenario de
sus narraciones. Unos y otros prefirieron y
prefieren el marco de la hacienda
vallecaucana, los llanos de Casanare o la
aldea, real o imaginario, del litoral atlántico.
Y el bogotano que –por su originalidad y
pintoresca manera de pensar, de hablar, de
ver la vida- representa un rico filón para
cualquier novelista ha sido también
menospreciado por quienes cultivaron y
cultivan ese género literario. Rescatar del
olvido a Bogotá y al bogotano, ese
inconfundible espécimen entre circunspecto
y guasón, entre místico y escéptico, entre
galante y mordaz, es uno de los objetivos del
autor.
Se rememora en estás páginas, vistos con
el lente del humor, los principales episodios
cumplidos en Colombia y en el mundo desde
el nacimiento hasta la muerte de Simeón. El
novelista se permite tomar suavemente del
Nuestros Otros Maestros
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XXV
pelo a varones consulares, genios, héroes,
próceres vivos y muertos y vacas sagradas
del establo nacional e internacional. Eso sí,
sin falsear la verdad ni injuriar a nadie,
porque él lo mismo que sus personajes no
está dispuesto a violar el octavo
mandamiento ni a infringir los artículos 333
y 337 del Código Penal vigente.
Si usted es una persona grave y
trascendental, incapaz de soportar una burla
a sus ídolos, a las estatuas móviles o
inmóviles del país o del exterior suspenda
aquí mismo la lectura, devuelva este libraco
a la librería de origen y exija la devolución
de su dinero, pues le esperan malos
ratos…Pero su cree, con el autor que en
todas la situaciones de la vida por dramáticas
que sean hay aspectos jocosos y en los actos
de todo hombre, por solemne que parezca,
hay un fondo de comicidad, bien puede
continuar leyendo que, a lo mejor, va a
divertirse.
En síntesis: esta no es una novela de
aventuras (podría ser, más bien, ser de
desventuras) y no es tampoco una novela
romántica ni psicológica ni naturalista ni
existencialista ni nadaísta ni todoísta. Es un
recuento sencillo de las peripecias y
tribulaciones de un hombre cuya única
misión en la tierra fue ¡deber!
El autor ha tratado de suplir sus
deficiencias literarias con un vasto y
profundo conocimiento del tema tratado, ya
que él ha sido, es y será, -como su personaje-
un deudor incorregible y de ello pueden dar
fe sus incontables acreedores.
Si a pesar de las incontables advertencias
anteriores, se obstina en seguir adelante, allá
usted… Pero aún es tiempo de que cierre
este libro y lo coloque en ese rincón de su
biblioteca donde descansan para siempre los
“Anuarios de estadística”, las “Memorias de
los ministros al congreso”, “Como ganar
dinero fácilmente” y otras obras que no
sirven absolutamente para nada.
En el supuesto de que usted opte por
acoger la criatura, el creador, le pide de
antemano que tenga mucha paciencia con
ella, disimule sus defectos e imperfecciones
y acepte la expresión de una gratitud tan
incancelable… como las deudas de Simeón.
Y ahora si, lector amigo, olvídese de sus
problemas, enfrásquese en la narración de
los que abrumaron a Simeón y consuélese
pensando que, frente a estos, los suyos son
tortas y pan pintado (…).
Reseñas: Leyéndonos
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XXVI
El Valor de Elegir
Por: Jonathan Narciso
Fernando Savater es uno de los
intelectuales más reconocidos de la
actualidad no sólo como filósofo sino
también como escritor y dramaturgo; y ha
sido galardonado con el Premio Planeta del
2008 por su novela La hermandad de la
buena suerte. En esta oportunidad, entre sus
mucho libros quiero referirme a este ensayo
(El Valor de Elegir) aparecido en el 2003 ya
que su contenido me parece especialmente
relevante para todos nosotros. El libro de
Savater no es una exposición sistemática de
conceptos o teorías y mucho menos
especulaciones sobre el tema de la
“elección” que a su vez implica el tema de la
libertad. Tampoco nos encontramos con
alguien que, con pretendida objetividad, nos
muestre el “estado de la cuestión” de ser
libre en la actualidad. Nada de eso. En
realidad, es mas un diálogo escrito que
espera de la intervención del lector que una
formulación de ideas abstractas. Desde el
comienzo vemos una complicidad con el
autor que nos invita a una charla sobre algo
que hacemos todos los días: “elegir”.
La primera sección del libro es un intento
de establecer una “antropología de la
libertad”; es decir, establecer las condiciones
que hacen de alguien “libre”. De acuerdo con
el estilo del autor, nos enfrentamos no a
nociones “a priori” de la libertad sino que
partiendo de la cotidianeidad vemos nuestra
libertad expresada: el mero hecho de ser
hombres esta definido porque “actuamos”.
Pero esta “acción” no es solo fisiológica, es
decir, destinada a suplir carencias o
necesidades biológicas como otros animales.
Nuestra programación genética si bien nos
limita no explica en última instancia como es
posible que el hombre se haya superpuesto a
tales determinaciones y haya creado
comunidades y sociedades o sobrevivido a la
indiferente naturaleza que pudo destruirlo sin
necesidad de esfuerzo (quienes sepan un
mínimo de biología saben que como especie
somos francamente incompetentes).
Es más, no sería posible entender cómo
un “animal”, supeditado a las mismas leyes
genéticas al igual que los demás seres en la
naturaleza, ha sido capaz de desarrollar una
ciencia tan avanzada (que le permite
“descubrir” su propia determinación) sino
fuera porque tiene una cualidad que lo
difiere del resto de los animales. Esta sería,
según Savater, su capacidad “simbólica”. El
ser humano es capaz de moverse en un
ámbito diferente que el de los autómatas:
puede construir, crear, sintetizar, reflejar,
concebir a una escala distinta en la cual todo
es producto de su propio ser y no de
determinaciones biológicas, religiosas,
cosmológicas o míticas. Es en este ámbito,
creado por él mismo, donde se puede realizar
a sí mismo, en donde puede “actuar”, en
donde puede ser libre. En este punto Savater
se revela como “animal político” en el
sentido aristotélico del término. Cuando
tratamos de definir la “esencia” del hombre
(decir que es) vemos que solemos recurrir a
categorías extrahumanas: estamos hechos a
“imagen y semejanza” de Dios, somos un
compuesto de “partículas” subatómicas o
somos producto de fuerzas impersonales que
nos controlan tales como el “poder”, “la
Historia”, etc. En cambio, más saludable es
recordar que antes que ser algo el hombre
esta siendo algo. Lo que defina al hombre es
lo que ha hecho de su vida (su “acción”) no
su esencia (cosa de la que no nos ponemos
del todo de acuerdo) contra la que se rebela y
la transforma en el acto. Con cierto rezago
existencialista, Savater también nos recuerda
que estamos condenados a elegir; podríamos
añadir que, indiferentemente de lo que sea,
Reseñas: Mirándonos
TXT
XXVII
como una vez observó Sartre, eso no cambia
su condición de ser un proyecto, algo a
futuro, en perpetua elección. Es así que
vemos que ante la avalancha posmoderna
que intenta convencernos de sus propias
determinaciones, un elogio de la elección, de
la libertad, son más que necesarias
justamente por su rescate de lo más humano,
lo más auténtico que hay en nosotros: la
propia elección libre y sin cortapisas, la
propia determinación que cada uno elige
para su propia vida (es importante observar
como la vida diaria propia o ajena desmiente
tales fatalismos: si realmente estas personas
“creyeran” en estas sobredeterminaciones,
no se tomarían la molestia de trabajar,
vestirse, viajar o ahorrar para su vejez así
como amar, odiar , preferir, opinar, inferir ya
que estas acciones serían meros engaños,
delusiones con las que vivimos que ocultan
lo “real”-el discurso, la lucha de clases, la
castración edípica, etc.- que subyugan todo a
pesar de lo que “creamos”).
La vida misma nos impele a elegir
constantemente; si deponemos nuestra
libertad a favor de alguna fatalidad que
juzgamos necesaria, veremos casi
automáticamente que, si no somos
hipócritas, las cosas más básicas de nuestra
vida pierden valor o sentido y si las
seguimos haciendo es porque hemos elegido
(¡ay! qué paradoja) seguir con este engaño a
favor de nuestra propia supervivencia. Esto,
y muchas cosas más, explica Savater
(dialoga) a los lectores; pero quiero hacer
hincapié, como él también lo hace, en la
importancia de elegir la política. En la
segunda sección del libro, el autor nos
aconseja una serie de elecciones para vivir
con mayor inteligencia y libertad. Una de
estas es justamente la acción política.
Habiendo ya declarado nuestra capacidad,
nuestra “condena”, de elegir constantemente
como queremos ser, parece infantil no
preocuparse por la relevancia de nuestra
acción en la comunidad; es decir , en la vida
de nuestros semejantes. Siguiendo a
Aristóteles, la acción solo es posible en el
horizonte humano que es compartido por sus
semejantes. El solipsismo no es una evasión
de ello sino que es un tipo que acción
también, ya que implica el rechazo de algo,
de la polis que no atiende a nuestros anhelos
o caprichos. Savater es claro en este hecho:
si bien hay situaciones, como la muerte, que
son inevitables y que no podemos
transformar por voluntad propia (no se puede
elegir ser inmortal), hay ámbitos que sí se
pueden transformar a nuestro gusto ya que
están hechos, concebidos, por nosotros
mismos o nuestros semejantes. El ámbito de
lo político es el más inmediato de estos, ya
que atañe al lugar y las posibilidades de
nuestra acción. Para terminar, citando al
autor: “Piense lo que quiera, pero piénselo”,
yo quisiera recomendarle a usted: actúe de la
manera que quiera, pero “actúe pensando”8.
La Anarquía Romántica Por: Alexandra Higa
9
De quien podría terminar siendo el héroe
en Batman.
Debo confesar que compré y vi Batman
con mucho escepticismo. Ese que me dice
que una película taquillera no puede ser tan
buena, un prejuicio de por más injustificado.
Y este, a su vez, iba unido a la idea de que la
actuación de Heath Ledger no me parecería
tan buena, o por lo menos no tanto como me
la pintaban.
Creo que me equivoqué rotundamente. La
actuación de Ledger como Guasón es de
antología, la película es muy buena y las
reflexiones que plantea sobre la sociedad y
su orden, la moralidad y la condición
humana trascienden el cliché conservador
hollywoodense del buen cristiano.
Como ya había leído, la actuación del
fallecido actor (Ledger) como Guasón se
roba la de todos los protagonismos. Fuera de
causar risa con una personalidad trastornada
pero graciosa al fin, Guasón no es un villano
imbuido en su alter ego performativo (el del
payaso malévolo), sino un autentico
desadaptado que es a la vez él mismo y su
8 Jonathan estudia Literatura en la PUCP y es,
además, administrador de uno de los locales de
las pollerías “Narch”. 9 Alexandra estudia Diseño en Toulouse-Lautrec
desde el 2005. Ama tanto a Kubrick que su gato
se llama como él. ¿Ello la hace una loca de los
gatos como la de los Simpson? No lo sabe.
Reseñas: Mirándonos
TXT
XXVIII
personaje que inspira escalofríos. Y es
oscuro, perverso y a la vez un romántico e
idealista. Lleva al extremo una concepción
hobbesiana del hombre según la cual el
estado de naturaleza es inherentemente
violento en su conflictividad, y quiere
comprobar su teoría, lograr que con el caos
(en principio de Gótica), se llegue al estado
de naturaleza primigenio, en el que
prevalezca el “yo”. Pretende demostrar que
el hombre ha instituido un establishment que
le da seguridad, al precio de su irrestricta y
peligrosa libertad, para no sentir miedo, el
miedo al otro que lo amenaza, a él y a su
familia.
Y logra mucho, pues su razonamiento no
es incoherente, sino extremista, como nos lo
puede parecer el extremismo ideológico. Y
como todo extremismo, siempre encuentra
adeptos, uno de ellos, un hombre que ve
cegado su sentido del orden, de la justicia y
de la sociedad, el mismo que en principio
quería detenerlo, porque como todos, sentía
miedo, el fiscal de Gótica, Harvey Dent.
Lo que vemos en Dent es una
metamorfosis que vence la moral tradicional,
herramienta de la dominación política, para
configurarse un nuevo rango de lo bueno y lo
malo, lo justo e injusto, que en este caso
termina siendo la suerte, la indeterminación
del futuro, no predispuesto ya hacia lo
políticamente correcto (lo que ayudaría a la
preservación de la especie), sino a cualquiera
de las posibilidades que plantee un hecho
determinado (un horizonte de eventos). Y
así, el nuevo fiscal, la versión Mr. Hyde de
Harvey Dent, “Dos caras”, es capaz de matar
a un niño, al hijo del teniente Jim Gordon,
pues no existe ya en su mundo un imperativo
categórico que lo prohíba, una conciencia del
pecado o de la perversidad del acto.
Simplemente matarlo es la segunda
posibilidad, tan manifiesto como no matarlo,
un 50-50.
Entonces, ¿no podemos darle la vuelta al
asunto y ver al Guasón como el héroe de un
mundo esclavizado por sus propios miedos?;
esto sobretodo se vería reforzado porque lo
del Guasón es puramente ideológico. No
existe ni pizca de pragmatismo en sus
ideales, no es capaz de regularlos para que
sean más alcanzables. Es hasta cierto punto
la conciencia de la imposibilidad de la
perfección, el melancólico sueño
megalómano del Calígula de Camus, que
quería la luna y murió en tal empeño.
Cosa distinta encontramos en Batman,
quien es capaz de sacrificar cosas y personas
a fin de vencer el crimen, de restaurar el
orden. Siendo así, no se entrega a pesar de
las muertes que están asolando Gótica. Y no
lo hace precisamente por el sentido de
pragmatismo que acompaña su buena moral:
si se entregara, el crimen volvería a reinar y
nadie lo podría combatir.
Extremando el argumento, finalmente
Batman es otra de las víctimas del miedo que
consume a la sociedad. Hombre rico, teme el
desmoronamiento de su fortuna por efectos
del nuevo caos que se está apoderando de
Gótica. Y sus preceptos de buena conducta,
su clara distinción entre lo bueno y lo malo
podrían terminar siendo no más que la
cobertura ideológica de un sentimiento
primitivo, el mismo que comparte con todos.
No se trata de reducir su filantropía a un
interés mezquino y económico, eso sería
darle una lectura marxista al asunto, pero
definitivamente existe una conjugación de
factores en el accionar de Batman,
conjugación que pareciera no existir en
Guasón. Él vence el dogma del fin
económico como fin de toda acción humana,
reductible así a su mínima expresión. Y lo
hace en una escena en especial: cuando
recibe dinero por su accionar por parte de la
mafia (ese informe conglomerado de
maleantes de todo tipo que existe en Gótica),
y lo quema frente a uno de los jefes de la
misma. Porque, como él mismo lo dice, la
mafia actúa solo por dinero, haciendo
Reseñas: Mirándonos
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XXIX
cálculos de costo/beneficio. Y así también
actúa la policía, como conspiradora, ideando
planes y trazando estrategias, estableciendo
un orden y una predictibilidad aún en el
futuro, un correcto accionar que le devuelve
al hombre el control y seguridad en el
mundo. Y Guasón se encarga de romper ese
orden, de demostrar cuán endebles pueden
terminar siendo las estrategias trazadas por
grupos organizados, introduciendo el factor
pánico, miedo, descontrol en lo predictible
del desarrollo correcto de una captura
(policía) o un asesinato planeado (la mafia).
Pero así como se desata la lucha en el
accionar, y con ella una pugna argumental en
toda la película, finalmente vemos vencer a
una de ellas. Y el fin es el de esperar, y es en
lo que la película termina siendo análoga a
todas las demás, el “bien” vence, Guasón es
detenido y los dos ferris en los que Guasón
experimentaba (¡haré con ustedes un
experimento social!) la condición humana
como individualista, se salvan, y lo hacen
precisamente porque el hombre no es tan
hobbesiano como el villano creía, y el
sentimiento comunitario (o podría ser la
carga que acarrearía en la conciencia el
haber sido responsables de las muertes de
otros) hace que ninguno de los dos bandos
oprima el botón que hacía explotar al otro
barco. Batman sostiene una conversación,
convulsionada e invertida, con Guasón y en
ella bosqueja una explicación de todo. No se
matan porque no son como Guasón,
anarquistas hobbesianos, hombres que viven
irrestrictamente o mueren en el intento (lo
irrestricto, sin embargo, sería tan solo
exterior, pues los conflictos interiores
deberían seguir configurando una paradoja
difícil de vencer, no tanto así para Guasón
que parece estar convencido racionalmente
de su actuar). En su lugar, algo une a los
hombres en una comunidad que necesita
orden, ¿miedo?,¿cariño?, eso queda abierto
porque podría ser tanto una como la otra, o
una conjunción de ambas; otra vez, como un
punto medio que siempre prevalece, una
mesura lejana al romanticismo de Guasón, el
romanticismo oscuro y de la pura bondad de
la moral tradicional.
El punto cumbre, más que la muerte de la
primera víctima de la locura extremista de
Guasón, la del propio fiscal Harvey Dent,
pareciera ser el momento en el que Guasón
le muestra a Batman lo desesperante de su
situación. Batman no lo matará por un
informe sentido de la moralidad, que le
prohíbe matar aun a un hombre deplorable, y
Guasón no lo hará pues luchar con Batman
lo divierte.
El crimen continúa, pues toda sociedad
siempre lucha para combatir a las fuerzas
que van en contra de la legalidad instituida, y
Batman termina siendo el villano de una
ciudad en la que, como cualquiera, los
superiores son temidos por el conjunto, es el
villano perfecto para ser buscado y odiado,
pues su accionar siempre es ambivalente,
como el de todos, y por tanto odiado… como
el de todos.
¡Mira! ¿Qué podemos decir?... Desde Cuba
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Gabriela Ladrón nació en Cusco, fue
al colegio en la misma ciudad y si por
ella fuera seguiría allá. Estudia
Comunicación Audiovisual en la
PUCP desde el 2006 y estuvo por
Cuba en un encuentro de
Comunicación Social realizado en
Octubre. Gracias a su afición a la
fotografía, les presentamos éstas en
calidad de inéditas. Tómese esto
como que la revista tiene un
“corresponsal en Cuba”.
¡Mira! ¿Qué podemos decir?... Desde Cuba
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¿Qué podemos decir? ¿Qué puedes
decir tú? ¿Te imaginas lo que pueden
estar pensando las personas de estas
fotografías? Si quieres responder a
cualquiera de estas preguntas o poner
algo que se te venga a la mente, es
este el lugar para hacerlo.
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