Revista trimestral publicada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura con la colaboración de la Comisión Española de Cooperación con la Unesco, del Centre Unesco de Catalunya y Hogar del Libro, S.A. Vol. X L , n u m . 3, 1988 Condiciones de abono en contraportada interior.
Redactor jefe: Ali Kazancigil Maquetista: Jacques Carrasco Ilustraciones: Florence Bonjean Realización: Mónica Vergés
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Temas de los próximos números Modernidad, cultura y desarrollo. El impacto mundial de la Revolución Francesa.
Ilustraciones: Portada: «Los misterios del infinito» detalle de un grabado del artista francés Grandville (1803-1847). Derechos reservados.
A la derecha: «La torre de Babel», dibujo de Livius Creyl y grabado de C . Decker, 1670. Derechos reservados.
REVISTA INTERNACIONAL DE CIENCIAS SOCIALES
Septiembre 1988
Las relaciones locales-mundiales 117
Chadwick F. Alger
Mats Friberg y Björn Hettne
Majid R a h n e m a
Johan Galtung
D a n A . Chekki
Ilona Kovács
Los nexos locales-mundiales: su percepción, análisis y enfoque 339
Movilización local y política del sistema mundial 359
Poder y procesos regenerativos en los microspacios 379
El movimiento por la paz: su articulación en el plano local y mundial 395
Las redes transnacionales en el desarrollo mundial: Canadá y el Tercer M u n d o 401
Influencias locales en las relaciones internacionales de Hungría 417
Tribuna libre
M o h a m e d Arkoun Importancia del problema de la persona en el pensamiento islámico 425
Judith Lazar ;Hacia dónde van las ciencias de la comunicación? 441
Servicios profesionales y documentales
Calendario de reuniones internacionales
Libros recibidos
Publicaciones recientes de la Unesco
Números aparecidos
449
451
453
455
Los nexos locales-mundiales: su percepción, análisis y enfoque
Chadwick F. Alger
Los cambios decisivos registrados en la tecnología de los transportes, las comunicaciones y la producción, ilustrados por los motores de reacción, los satélites de comunicación y la producción transnacional de automóviles, han transformado considerablemente los medios de relacionarse de las personas que habitan en asentamientos humanos m u y distantes unos de otros. A resultas de dichos cambios, la mayor parte de la población mundial vive hoy sumergida en una multitud de intercambios mundiales, com o consumidores de productos y de recursos de todo el mundo , c o m o empleados de corporaciones transnacionales o de otras empresas que compiten con ellas, com o desempleados cuyos puestos se han suprimido y c o m o consumidores de m o das musicales y vestimenta-rias. Al mismo tiempo, m u chas personas que viajan tienen miedo del terrorismo ya sea de estado o bien contra el estado y tratan de vencer los temores de los niños, y los suyos propios, de que bombas lanzadas desde miles de millas de distancia puedan en cualquier momento reducir a cenizas su ciudad.
Barreras que se oponen a la percepción y a la comprensión
Aunque la población de cualquier parte del m u n do necesite adquirir de manera extremadamente urgente los conocimientos necesarios para hacer
Chadwick F. Alger es profesor en el Mershon Center y en el Departamento de Ciencias Políticas, State University de Ohio, Columbia. Ohio, 43201, U S A , y antiguo Secretario G e neral de la Asociación Internacional de Investigación para la Paz. Investigador pionero de las relaciones entre los procesos mundiales y locales, tiene numerosas publicaciones, incluyendo algunos artículos en esta Revista (vol. XXII, n u m . 4, 1970; vol X X V I , n u m . 1. 1974 y vol. X X I X , n u m . 1, 1977). Alger ha sugerido el tema de este número y ha colaborado como asesor de la editorial. Estamos m u y agradecidos por su valiosa contribución.
frente en la vida cotidiana a las relaciones que se plantean a escala mundial, las ciencias sociales no son de mucha ayuda. Impedir el estudio, y hasta la percepción, de las relaciones entre los asentamientos humanos y los fenómenos mundiales, corresponde a una concepción del m u n d o c o m o un sistema de estados. Esto ha creado una división del trabajo entre los que estudian las relaciones interestatales y los que estudian el comportamiento dentro de los estados. Así, los especialistas en
las relaciones internacionales tienden a acumular las actividades interestatales en totalidades estatales. Su paradigma del estado les impide proseguir el estudio de esta actividad hasta sus raíces en asentamientos humanos concretos. Al m i s m o tiempo, se ha impedido a los especialistas en diversos tipos de asentamientos humanos seguir el curso de las actividades locales que atraviesan las fronteras de los estados. Los resultados justifican la afir
mación de Crawford Young de que el sistema de los estados actúa c o m o una «reja de hierro que se abate pesadamente sobre la realidad» (Young, 1976,66).
N o obstante, algunos especialistas en diversas disciplinas se han dejado intimidar por la tiranía que la ideología del sistema de los estados ejerce sobre la línea central de su disciplina. William McNeill, especialista en historia mundial, nos ayuda a situar en una perspectiva histórica los vínculos actuales entre los asentamientos humanos y el m u n d o , lo que permite desechar definiti-
RICS 117/Set. 1988
Los nexos locales-mundiales: su percepción, análisis y enfogue 341
mientos humanos del m u n d o deben afrontar las complicaciones mundiales de la vida diaria lo m e jor que puedan, pese a la falta de conocimientos necesarios para poder percibirlas, comprenderlas y abordarlas. N o obstante, tienen que hacer frente a los cierres de fábricas, la disminución de sueldos, la migración a ciudades superpobladas, el «terrorismo», la pobreza, las violaciones de los derechos humanos y el temor a las armas nucleares, y han respondido con políticas para fomentar el comercio y las inversiones del extranjero, para ayudar a los productores locales a hacer frente a la competencia extranjera, para transformar la producción militar en artículos de consumo, para combatir el apartheid en Suráfrica, para ofrecer protección a los refugiados, para excluir las armas nucleares de su territorio e incluso para ofrecer asistencia a asentamientos humanos remotos. Estos esfuerzos, especialmente cuando sobrepasan los límites de lo que los paradigmas teóricos prescriben, merecen la atención de los que desean comprender hoy las realidades de la política m u n dial.
Este artículo constituye en cierto m o d o un informe sobre el estado actual de los trabajos (Alger, 1984-1985) destinados a identificar los diversos estudios realizados sobre el nexo local-mundial. Este número de la Revista Internacional de Ciencias Sociales tiene por objeto conseguir que colegas de diferentes disciplinas aporten su apoyo a esta empresa. Para el autor de este artículo, especialista en ciencias políticas en el campo de las relaciones internacionales, este método de investigación lo condujo a campos del saber con los que no estaba familiarizado. Sin duda quedan aún campos que debieran ser tratados, pero hay que confiar en que este artículo aliente a otros a participar en esta empresa. El estudio que hemos efectuado hasta el m o m e n t o permite exponer dos tem a s principales. El primero se basa en las investigaciones destinadas a explicar las repercusiones de la producción transnacional y el surgimiento de una nueva división internacional del trabajo para: 1) las ciudades, 2) las zonas rurales, 3) las familias, y 4) las mujeres. Esta parte concluye con un examen de las numerosas peticiones de estudios sobre las reacciones de las poblaciones locales a las intrusiones de las empresas económicas transnacionales. Nuestro segundo tema se centra en los crecientes esfuerzos locales para responder a las cuestiones de política extranjera que se derivan del sistema estatal y que se han considerado tradicionalmente c o m o cuestiones que deben ser
tratadas estrictamente por los gobiernos nacionales. Este tema incluye las respuestas locales a problemas tales c o m o la creación de zonas desnuclea-rizadas, la conversión de la producción de armas militares en una producción con fines pacíficos, la lucha contra el apartheid y las campañas en favor de los derechos humanos , así c o m o los programas destinados a vencer la pobreza en el m u n d o .
En lo que respecta al primer tema, el primer objeto de preocupación tiende a ser la poderosa producción exterior y las organizaciones financieras que tienen repercusiones actualmente en la calidad de la vida de las ciudades y de las zonas rurales. E n el segundo tema, el primer objeto de preocupación tiende a ser las «políticas extranjeras» de los estados y su impacto real y potencial en la calidad de la vida de los asentamientos h u m a nos. Cada tema ofrece un análisis de c ó m o los antiguos paradigmas que impiden la comprensión del lugar que ocupan los asentamientos humanos en el m u n d o están empezando a desmoronarse frente a los profundos estudios teóricos que se están llevando a cabo y la reacción creativa local a las intrusiones en el espacio local.
El contexto mundial de las ciudades
Al adoptar una perspectiva de los sistemas m u n diales, Timberlake señala que «los procesos de desarrollo urbano suelen ser estudiados por los especialistas en ciencias sociales c o m o fenómenos aislados en el tiempo que se explican únicamente desde el punto de vista de otros procesos y estructuras de alcance bastante reducido, circunscritos a las fronteras de esas zonas c o m o naciones o com o regiones dentro de naciones.... Concretamente, procesos c o m o el del desarrollo urbano pueden comprenderse m á s cabalmente si se empieza por examinar las diversas maneras en que se articulan con las corrientes más vastas de la economía m u n dial que penetran las barreras del espacio, traspasan los límites del tiempo e influyen en las relaciones sociales a diferentes niveles» (Timberlake, 1985, 3). D e especial interés para los que analizan el desarrollo urbano en el Tercer M u n d o ha sido el fenómeno del «superdesarrollo urbano», debido a la migración de poblaciones desde las zonas rurales a los centros urbanos del Tercer M u n d o . Según la descripción de Wellisz ( 1971, 44; citado por Timerlake y Kentor, 1983, 493), «el superdesarrollo urbano es esencialmente una corriente "perversa" de migración que agota la energía económica del
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interior del país sin proporcionar las correspondientes ventajas a la producción urbana. En vez de ser un indicio de desarrollo, el superdesarrollo urbano es un síntoma de enfermedad económica». Al tratar de comprender las causas de este fenómeno, los analistas de los sistemas mundiales han examinado la participación de las ciudades del Tercer M u n d o en la economía mundial.
En un estudio basado en datos, Timberlake y Kentor (1983) encuentran argumentos en apoyo de la tesis según la cual la dependencia del capital extranjero conduce al superdesarrollo urbano, definido ya sea c o m o la proporción de los habitantes de un país que vive en las ciudades en relación con el nivel de crecimiento, sea c o m o la relación entre los servicios y los trabajadores industriales. Al mismo tiempo, consideran que el aumento del superdesarrollo urbano se acompaña sistemáticamente de una regresión relativa del crecimiento económico por habitante, aunque los efectos de los altos niveles de desarrollo urbano no parecen impedir el crecimiento económico.
Otros especialistas han analizado el impacto de los sistemas de producción transnacional, com o es el caso del estudio de Richard Child Hill sobre la industria de automóviles, particularmente el sistema de producción de Toyota instalado en la ciudad de Toyota y el de Nissan dirigido desde lokio-Yokohama. Estos sistemas de producción constituyen una serie de unidades de explotación que comprenden miles de firmas de diversos tamaños que «van desde las gigantescas compañías transnacionales a los talleres familiares; todas ellas interrelacionadas dentro de un sistema que funciona a nivel regional, nacional e internacional con diversos grados de precisión y eficacia logística» (Hill, 1987, 2). Hill se basa en el trabajo de Sheard (1983, 53) para indicar que el sistema medio de producción de automóviles en Japón comprende 171 grandes firmas (300 o m á s trabajadores), 4.700 firmas medianas (30-299) y 31.600 pequeñas firmas (1-30). Estas firmas de producción «asocian en un solo sistema las fábricas de motores más altamente automatizados y de montaje final de vehículos en el m u n d o y talleres instalados en patios traseros atestados de gente, en los que las familias fabrican pequeños troqueles en prensas manejadas con los pies durante 10 horas diarias, seis o siete días a la semana» (Hill, 1987,6).
Hill llega a la conclusión de que «sería falso considerar que las firmas en el sistema japonés de producción de automóviles sean personajes inde
pendientes que participan en las relaciones de intercambio en el mercado con un gran fabricante de automóviles. Sería más acertado considerar que cada firma constituye un elemento dentro de un sistema total de producción organizado en torno a una compañía matriz transnacional» (Hill, 1987, 10). Naturalmente, el objetivo de la compañía matriz es la acumulación de beneficios en la sede. «He ahí la base de un conflicto estructurado entre los intereses de desarrollo regional de los gobiernos locales y nacionales y las estrategias de producción de las corporaciones transnacionales» (Hill, 1987, 16).
Si bien los especialistas en los sistemas m u n diales tienden a ocuparse sobre todo del impacto de las empresas capitalistas en las ciudades y países del Tercer M u n d o , Hill observa que el impacto local de los sistemas transnacionales de producción «es tan válido para los Grandes Lagos o los gobiernos de West Midlands ... c o m o para los planificadores del desarrollo de Malasia o de la R e pública Popular de China...» (Hill, 1987, 17). Ross y Trachte han destacado este punto en los estudios sobre el impacto «del capitalismo m u n dial» en los trabajadores de Detroit o de la ciudad de Nueva York. Atribuyen la regresión de la vida económica en Detroit (Trachte y Ross, 1985) a una creciente movilidad del capital y más concretamente a la transferencia de las facilidades de producción de Detroit a zonas en que se pagan salarios inferiores. Señalan que la transferencia de las facilidades de producción y la amenaza de transferirlas han contribuido a altos grados de dependencia social, a una disminución de los ingresos de los trabajadores y al desempleo. Estos cambios en las antiguas ciudades industriales indican que la Nueva División Internacional del Trabajo (NIDL) ha sustituido a la antigua, caracterizada principalmente por la producción de productos manufacturados en Europa Occidental, Estados Unidos y Japón, y la producción de materias primas por los países de Asia, Africa y América latina.
La N I D L refleja varias transformaciones en la economía mundial. En primer lugar, cabe m e n cionar la difusión internacional de la producción industrial; en segundo lugar, la difusión internacional de servicios relacionados con las empresas, particularmente los bancos multinacionales, las firmas jurídicas, las firmas de contabilidad, las firmas de publicidad y las firmas de contrata; y en tercer lugar, el desarrollo de un sistema de mercados financieros internacionales menos sujeto a la
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regulación de los bancos nacionales, pero dependiente de las necesidades de las grandes firmas internacionales y de los grandes bancos multinacionales (R.B. Cohen, 1981). La N 1 D L surge no sólo del deseo de las firmas de utilizar fuentes de trabajo menos caras y situaciones m á s rentables para la producción, sino también de lograr un control m á s flexible sobre las operaciones a la luz de las incertitudes geopolíticas, que responda al creciente poder de negociación de algunos países en desarrollo para hacer frente a la creciente c o m petencia internacional y evite las dificultades de los trabajadores organizados y de la reglamentación gubernamental.
U n a de las consecuencias del aumento de la producción transnacional es la aparición de una jerarquía de las ciudades, con ciudades mundiales en la cumbre de esta jerarquía ( R . B . C o h e n , 1981). El estudio de Ross y Trachte de la ciudad de Nueva York sitúa a ésta en la clase de «ciudades mundiales» en que están situados los centros de dirección de la toma de decisiones financieras y empresariales. Ciudades c o m o Nueva York, Londres y Tokio «concentran la producción de artículos culturales que hacen del capitalismo m u n dial una trama de jerarquía y de interdependencia material y simbólica». E n estas ciudades, se encuentran «las sedes de los grandes bancos y de las corporaciones multinacionales que extienden una red de comunicaciones electrónicas y de corredores de transporte aéreo a través de las cuales se distribuye y redistribuye el capital y se transmiten las decisiones fundamentales sobre la estructura de la economía mundial». Pero hay una paradoja en las ciudades mundiales, «las contradicciones de la existencia de tal concentración física de capital y de control sobre el m i s m o y la condición de la clase trabajadora que reside en esos lugares» (Ross y Trachte, 1983, 393-394). La internaciona-lización del capital ha producido una disminución de los empleos industriales en la ciudad de Nueva York, con una pérdida de m á s del 50 % de puestos industriales desde 1950. Por ello, los sueldos en la industria han disminuido vertiginosamente en relación con lo que eran en Estados Unidos hace treinta años; los rentistas han perdido poder adquisitivo, un número creciente de ellos es pobre, y en la ciudad de Nueva York existen zonas con un alto índice de mortalidad infantil, m á s típicas de las condiciones de la periferia que del centro. Así, llegan a la conclusión de que: «... en la ciudad mundial, se encuentran empleos, salarios y niveles de vida que reflejan la diversidad de con
diciones de vida y de trabajo de la clase trabajadora en todo el m u n d o , incluidas las regiones pobres del m u n d o » (Ross y Trachte, 1983, 429). Saskia Sassen-Koob aplica asimismo el término de paradoja a la aparición simultánea de «una clase burguesa acomodada con altos ingresos» y de una regresión (económica) inexorable en la ciudad de Nueva York» (Sassen-Koob, 1984, 147).
En relación con el futuro, Cohen prevé que las corporaciones tengan un carácter cada vez m á s internacional y produzcan varias contradicciones en la jerarquía mundial de las ciudades. Prevé que las grandes corporaciones multinacionales y bancos «debilitarán la política establecida de los gobiernos o se opondrán a ella». Ello contribuirá al «derrumbamiento de determinados centros tradicionales de la política de los gobiernos, donde las oficinas centrales de las corporaciones o las principales instituciones financieras tienen una representación reducida» (Cohen, 1981, 308). Prevé asimismo conflictos entre los centros financieros, que son centros del mercado del eurodólar, y otros m á s antiguos y de carácter m á s nacional. Predice especialmente un gran impacto de la nueva división internacional del trabajo en las ciudades de los países en desarrollo, c o m o resultado de la creación acelerada de sucursales extranjeras de las corporaciones transnacionales, con ayuda de los bancos transnacionales. Basándose en el trabajo de Friedmann y de Sullivan (1975), prevé que «los costos salariales relativamente elevados y la inversión subvencionada de capital en el sector corporativo llevará a un mayor desarrollo de la utilización intensiva de capital y a una disminución de la capacidad de absorción de los trabajadores de este sector». Esto creará «una crisis urbana incluso en los casos en que el producto nacional bruto de un país se encuentre en expansión, debido a la incapacidad de las compañías industriales para crear suficientes nuevos empleos, la destrucción de empleos en el sector de la empresa familiar y la afluencia acelerada de personas a las ciudades» (Cohen, 1981, 309).
El contexto mundial de las zonas rurales
Gran parte de lo que se ha escrito sobre las ciudades en el contexto de la economía política m u n dial se aplica asimismo a las zonas rurales. Por otra parte, hay pruebas de que el contexto rural produce a veces consecuencias distintas, c o m o lo
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¿•Au m.
«Sobre la ciudad», de Marc Chagall, A . D . A . G . P .
muestra el estudio de Aihwa O n g sobre el impacto de la instalación de fábricas dependientes de corporaciones transnacionales en las zonas rurales de Malasia (Aihwa Ong, 1983, 431 ). O n g utiliza este ejemplo para impugnar la hipótesis m u y extendida de que las fábricas dependientes de corporaciones transnacionales en el Tercer M u n d o producen necesariamente una «aristocracia obrera». El gobierno malayo ha alentado a las corporaciones transnacionales a instalar fábricas en las zonas rurales, para que las campesinas malayas puedan trabajar c o m o obreras industriales sin abandonar el hogar, y evitar así la migración a los centros urbanos. C o m o resultado, las aldeas malayas ofrecen «un ejército de reserva de m a n o de obra» para las fábricas de las compañías transnacionales, aunque los trabajadores de las fábricas sigan dependiendo de sus aldeas nativas para la seguridad social. Desde la perspectiva de O n g . estas fábricas rurales están produciendo el «acampesinamien-to» del trabajo asalariado más que la proletariza-ción de los campesinos, c o m o se supone generalmente.
Una perspectiva opuesta, en relación con la instalación de fábricas en las zonas rurales, figura en un estudio sobre el desarrollo de fábricas a pequeña escala en las comunidades rurales de Taiwan (HrTai Li, 1983). Estas fábricas «auxiliares» de propiedad familiar son proveedoras de fábricas o compañías comerciales nacionales más importantes y orientadas a la exportación. Desde 1970, en un solo pueblo surgieron unas 20 pequeñas fábricas que originan una fuerte competencia para el trabajo de subcontrato. Al mismo tiempo, las fluctuaciones de la demanda se suman a las incertidumbres de las familias que han invertido en maquinaria. En contraste con el ejemplo malayo, estas pequeñas fábricas de Taiwan han surgido espontáneamente, sin planificación gubernamental, respondiendo en parte a la escasez de terreno para nuevas fábricas urbanas. C u a n d o disminuye la demanda, estas pequeñas fábricas auxiliares son las primeras afectadas. N o obstante, los agricultores dicen que «hacer el trabajo en casa da mayor libertad» (Hr Tai Li, 1983, 403). Por otra parte, estas fábricas rurales están destru-
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«La frontera», 1931, de Maurice Henry, A . D . A . o . p .
yendo la autosuficiencia agrícola. En la aldea estudiada por Hr Tai Li, la industria rural a pequeña escala no ha fortalecido la vulnerable posición económica de los trabajadores ni resuelto los problemas de desempleo cíclico.
Otra perspectiva rural figura en los cuatro estudios por países (Colombia, México, Tanzania y Bangladesh) de Rosemary E . Galli, titulado «Peasants, ¡niernational Capital and the State» en el que «en cada estudio de caso se destaca la interacción de las estructuras internacionales, nacionales y locales» (Galli, 1981, 1 ). Se hace hincapié en: 1) los intereses del capital internacional (particularmente los organismos de desarrollo y los inversores internacionales), 2) las necesidades de la acumulación nacional (desde el punto de vista del estado y de los grupos dominantes y explotados) y 3) un análisis de las estructuras sociales (de clase) de la zona rural de que se trata. Galli estima que la baja productividad campesina no es únicamente «una cuestión de escasez de tierra, de capital y de tecnología, sino también una reacción a las estructuras sociales que impiden el desarrollo» (Gal
li. 1981,27). Sobre la base de los cinco estudios de casos, Galli llega a la conclusión de que los gobiernos nacionales no están dispuestos a dar a los campesinos la posibilidad de mejorar su productividad y su situación. En cambio, observa que los gobiernos nacionales y los organismos internacionales poseen intereses mutuos de clase que los llevan a mantener el orden social existente (Galli. 1981,224).
El estudio de Richard N . A d a m s de la región Atlántica de Nicaragua describe el esfuerzo de la población indígena para evitar la intervención del gobierno nacional en la satisfacción de las necesidades definidas a nivel local. C o m o resultado de la falta de apoyo satisfactorio de los «españoles» de Managua , la población indígena del Atlántico consideró necesario crear sus propias organizaciones de ayuda mutua, c o m o en el caso de la Alianza para el Progreso del Miskito y Suma ( A L P R O M I S U ) , que en un comienzo, por lo m e nos en parte, fue un medio para comercializar los fríjoles y el arroz producidos localmente. A L P R O M I S U acabó por «adquirir una personalidad
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étnica más distintiva» y adhirió a un Consejo R e gional de Poblaciones Indígenas, por conducto del cual se afilió al Consejo Mundial de Poblaciones Indígenas. Al mismo tiempo, c o m o resultado del apoyo de las autoridades religiosas locales, estableció vínculos con el Consejo Mundial de Iglesias. A d a m s llega a la conclusión de que la A L -P R O M I S U «había surgido claramente c o m o el principal medio de supervivencia política de las poblaciones indígenas de la región septentrional de la zona atlántica (de Nicaragua)» (Adams, 1981, 15). Por otra parte, los vínculos de la A L -P R O M I S U con el Consejo Mundial de Iglesias pueden formar parte de una estrategia externa aplicada por las misiones religiosas extranjeras. .ac«Así, la A L P R O M I S U se encuentra en una situación problemática; puede ser un instrumento que empezó siendo dependiente, pero que con el paso de los años se ha vuelto m á s autónomo; y ... sus miembros pueden estar esperando solamente el momento de utilizarlo de la mejor manera posible sin ser utilizados. Entre tanto, sus jefes siguen pensando que es útil...» (Adams, 1981, 18).
El contexto mundial de las familias
Al presentar un volumen que recoge conferencias sobre Households and the World Economy (Las familias y la economía mundial), Smith, Wallerstein y Evers observan que las familias de hoy «no constituyen "respuestas" a un m u n d o capitalista, sino que constituyen partes y parcelas de dicho m u n d o . Las familias no se consideran aisladas ni c o m o pequeñas unidades de organización social relacionadas con las economías nacionales, sino c o m o unidades básicas de un sistema mundial naciente» (Smith, Wallerstein, Evers, 1984, 7, 8). Consecuente con esta perspectiva, Friedman opina que las familias forman parte integrante de un proceso transnacional, impugnando con ello «los estudios sobre la sociología de las familias, que contemplan "su estructura y función" c o m o la consecuencia de una sola línea continua de desarrollo desde el fin de la "industrialización"». «Cabría considerar por lo tanto que la relación entre las familias y las estructuras de la fuerza de trabajo en la economía del m u n d o capitalista están determinadas por las fluctuantes transformaciones económicas a largo plazo dentro de las cuales se sitúan y a las que son en gran medida una respuesta» (Friedman, 1984, 43).
C o m o señala Friedman, la familia se convir
tió en objeto de estudio para los investigadores de los sistemas mundiales cuando éstos observaron «dos anomalías sorprendentes» en la fuerza mundial de trabajo: 1) sólo una minoría de la población mundial participa de manera constante a lo largo de la edad adulta en la fuerza de trabajo asalariada, y 2) los sueldos en las zonas caracterizadas por los bajos salarios no son suficientes para mantener y reproducir la fuerza de trabajo durante largos períodos de tiempo. Los esfuerzos para comprender los arreglos institucionales y las relaciones sociales que hacen posible la reposición de la fuerza de trabajo en estas condiciones llevaron a estudios sobre la familia, los cuales pusieron de manifiesto que los que recibían salarios inferiores a los necesarios para poder sostenerse a lo largo de toda la vida tenían acceso a una ayuda exterior además de sus propios salarios. Así, en este contexto, la familia «se refiere al conjunto de relaciones entre personas que imponen obligaciones compartidas» (Friedman, 1984, 46). E n general, los miembros de la familia viven bajo el mismo techo, aunque este no es siempre el caso. Las familias pueden reunir los ingresos procedentes de cinco fuentes: 1) el trabajo asalariado, 2) el trabajo fuera de las relaciones de mercado que se traduce en bienes fungibles directamente, 3) el trabajo que lleva a la venta de artículos en el mercado, 4) las relaciones contractuales en lo que respecta a la utilización de la tierra, los animales, el equipo, y 5) el dinero que se traduce en ingresos por concepto de arriendos, regalos o subsidios. Se considera que los límites de las familias son elásticos, y que dependen de los cambios a largo plazo en la fuerza de trabajo y los procesos productivos, de los ciclos y variaciones económicas a plazo medio entre las zonas de la economía mundial en los que están situados, así c o m o en el interior de estas mismas zonas.
Se estima por ende que la familia proporciona un servicio indispensable al capitalismo m u n dial, al suministrar una fuerza de trabajo flexible sostenida por la familia mientras sea necesario, ya que los miembros de ésta comparten no sólo los ingresos salariales, sino también las fuentes de ingresos que no provienen de un salario:
«Las estructuras asociadas con la producción de m a n o de obra barata son cruciales en la formación del propio proceso de trabajo capitalista. Así, resulta particularmente irónico, c o m o señala Baerga, que las costureras permaneciesen al margen de un movimiento laboral (en
Los nexos locales-mundiales: su percepción, análisis y enfoque 347
Puerto Rico) que tenía por objeto organizar a los trabajadores de la caña de azúcar cuyo trabajo dependía en gran medida del de sus esposas (las costureras). El trabajo a corto plazo y cíclico, y que engendra altos índices de movilidad, exige la presencia de estructuras que mantengan activos a los antiguos trabajadores asalariados durante los períodos de desempleo» (Smith, Wallerstein, Evers, 1984, 10).
D e este m o d o , la familia permite que existan grandes disparidades en los salarios y una fuerza de trabajo fácilmente disponible para los empresarios.
El contexto mundial de las mujeres
E . Boserup (1970) sitúa la actual situación social y económica de las mujeres del Tercer M u n d o en el contexto histórico de una regresión causada por la intrusión combinada de las autoridades coloniales y de las empresas capitalistas. Las mujeres fueron las principales productoras agrícolas, pero debido a la introducción de cultivos comerciales, los hombres adquirieron el control de las nuevas técnicas agrícolas, las semillas y los préstamos, y las mujeres quedaron relegadas a la producción agrícola de subsistencia. Con la difusión de los sistemas económicos de mercado, el trabajo se redefinió de forma que resultase prácticamente sinónimo de aquel que se remuneraba con dinero efectivo o con otras formas de retribución. Otra actividad productiva, reconocida antaño como trabajo, se consideraba a la larga insuficientemente «económica» (Staudt, 1984, 5). Al m i s m o tiempo, el estado colonial imponía una distinción entre lo público y lo privado, que relegaba las actividades de las mujeres al ámbito privado, el cual se confiaba, a su vez, a las misiones religiosas. «La ideología y las actividades de las misiones conciben y organizan la realidad estableciendo una extrema dicotomía de géneros de acuerdo con las normas anticuadas de la época de la Reina Victoria» (Staudt, 1985, 16). C o n la introducción de la extracción de materias primas, la situación de las mujeres se volvió m u c h o menos sólida a medida que los trabajadores de sexo masculino se contrataban desde lugares situados lejos'Üe las explotaciones agrícolas dejando el trabajo agrícola de subsistencia a las mujeres, los niños y las personas ancianas. Las mujeres se vieron aún más marginadas con la in
troducción, después de la independencia, de planes económicos de substitución de las importaciones (Ward, 1986, 3).
Pero en la fase siguiente, a principios del decenio de 1960, las mujeres se convirtieron en la m a n o de obra preferida a medida que las compañías transnacionales recurrían al trabajo barato en la periferia para las labores de montaje o de acabado, especialmente en la industria electrónica y textil. Muchos empleos que habían sido ocupados por mujeres en los antiguos países industrializados se transfirieron al Tercer M u n d o , principalmente a mujeres entre los 20 y los 24 años de edad. En sus estudios sobre la migración de las mujeres a estos empleos, Saskia Sassen-Koob adopta una perspectiva más amplia que los estudios típicos centrados en las situaciones y responsabilidades familiares de la mujer. Esta autora ha «tratado de añadir otra variable que asocia la migración femenina a los procesos básicos en la fase actual de la economía capitalista mundial» (1984, 1.161). Señala que «en las regiones en que se han desarrollado nuevas zonas industriales, la vasta movilización de las mujeres y su incorporación a la fuerza de trabajo ha contribuido a la disgregación de las estructuras del trabajo no asalariado en las comunidades de origen: los jóvenes se han quedado sin esposas y compañeras, las familias han quedado privadas de un elemento de trabajo fundamental» (1984, 1.151).
Y , actualmente, en otra nueva etapa de la industria transnacional, se contrata a mujeres del Tercer M u n d o en los viejos países industrializados para ejecutar algunas de estas mismas tareas. U n ejemplo de ello es el Silicone Valley, en Estados Unidos de América, en donde 70.000 mujeres forman el grueso de la fuerza del trabajo de producción y ocupan del 80 al 90 % de los puestos operativos y de trabajo en el nivel inferior de las fábricas. D e estas mujeres, de un 45 a un 50 % procede del Tercer M u n d o : se trata, en su mayoría, de asiáticas recién llegadas (Katz y K e m -nitzer, 1983).
Ward señala que, para algunos investigadores, los empleos que proporcionan las compañías transnacionales han dado a las mujeres oportunidades económicas de liberarse de la marginación económica y de las presiones patriarcales locales (por ejemplo I. Tinker, 1976; L . Lim, 1983). En estos estudios, se afirma que las mujeres que trabajan para las compañías transnacionales gozan de mejores condiciones de trabajo y de mejores
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sueldos que las que trabajan en fábricas y en e m pleos locales, adquiriendo así experiencia y obteniendo una situación fuera del marco familiar que les permite aplazar el matrimonio y obtener a la larga un mayor poder de decisión dentro de sus familias. Pero Ward señala asimismo que otros investigadores sostienen que dichos e m pleos no son para la mujer más que una simple transferencia de una forma a otra de control patriarcal. «A corto plazo, los empleos que proporcionan las compañías transnacionales favorecen parte de las oportunidades económicas de las mujeres. N o obstante, a largo plazo, estas mujeres tienen menores posibilidades de empleo, debido a los posibles efectos del subdesarrollo y a la inestabilidad del empleo industrial. Así, a largo plazo, las inversiones y los empleos de las compañías transnacionales no hacen más que recomponer y reintensificar la subordinación de la mujer» (Ward, 1986, 8).
Al estudiar la incorporación de las mujeres del Tercer M u n d o al trabajo a gran escala, Sas-sen-Koob señala la coexistencia «teóricamente perturbadora» del alto desarrollo del empleo en algunos lugares del Tercer M u n d o y de las altas tasas de migración de estos mismos lugares a Estados Unidos. Esta aparente contradicción se debe, según Sassen-Koob, a que las zonas industriales del Tercer M u n d o son incubadoras de emigración. La autora opina que «la incipiente occidentalización en las zonas de trabajo» reduce la posibilidad de que la m a n o de obra femenina regrese a sus comunidades de origen. Al mismo tiempo, la vida en las zonas industriales del Tercer M u n d o , en las que hay un elevado número de extranjeros, ofrece una información atractiva sobre la vida en los países «desarrollados» (Sassen-Koob, 1984, 1.150-1.152).
Sassen-Koob prosigue su análisis de las formas en que las fuerzas económicas mundiales han creado las condiciones necesarias para la absorción de las mujeres inmigrantes en la fuerza de trabajo de las grandes ciudades de Estados Unidos. Destaca la creciente necesidad de m a n o de obra barata producida por el creciente n ú m e ro de empleos de salarios bajos en la industria que tiene que competir con las fábricas en el extranjero. Al mismo tiempo, observa que la aparición de «una burguesía acomodada con altos ingresos» en Estados Unidos está también creando la necesidad de una m a n o de obra barata en las tiendas gastronómicas, particularmente en las tiendas caras que caracterizan las zonas comer
ciales con altos ingresos. Este fenómeno contrasta con las actividades de autoservicio de las zonas suburbanas de la clase media, que exigen una utilización intensiva de capital.
Respuesta local a las intrusiones mundiales
Cunde cada vez más la preocupación de que el creciente interés académico por las repercusiones de las intrusiones mundiales en el espacio local no se haya acompañado de la debida atención a la respuesta local. Dos antropólogos que trabajan en América central se han ocupado de esta cuestión. Al exigir que la historia local de Guatemala se sitúe en un contexto mundial, Carol A . Smith critica a los antropólogos que se limitan a reconocer las fuerzas mundiales pero subestiman «la forma en que los sistemas locales influyen en las estructuras económicas y políticas regionales, en las que actúan las fuerzas mundiales». Al mismo tiempo, observa que los especialistas en las demás ciencias sociales «tienden aún más a considerar los sistemas locales c o m o los destinatarios pasivos de los procesos mundiales» (Smith, 1985, 109-110). Basándose en su trabajo en Nicaragua, Richard A d a m s reconoce las repercusiones de la expansión capitalista mundial. N o obstante, observa que es necesario reconocer que la «vida y la cultura locales siguen produciendo nuevas entidades sociales, nuevas formas que pueden adaptarse y que surgen c o m o medio de supervivencia y de reproducción a través del trabajo específico del capitalismo y pese a éste» (Adams, 1981, 2).
Otro antropólogo, John W . Bennett, refiriéndose al contexto de las «relaciones microcosmo-macrocosmo» en la sociedad agraria de Estados Unidos de América, nos ha puesto en guardia contra las suposiciones infundadas de que la comunidad local esté dominada por influencias externas y ha hecho hincapié en las formas en que «el sistem a espacial local conserva gran parte de sus instituciones "tradicionales", utilizándolas para manipular y controlar las fuerzas externas» (Bennett, 1967,442).
Wallerstein señala que la «familia, como unidad agrupadora de ingresos, puede considerarse una fortaleza tanto de la adaptación a los m o d e los de distribución de la fuerza de trabajo favorecida por los acumuladores, c o m o de la resistencia a dichos modelos» (Wallerstein, 1984, 21). Res-
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paldan su conclusión los instructivos estudios de familias en Oaxaca (México) y Davao City (Filipinas), en los que se analiza la capacidad de las familias para resistir a los esfuerzos del estado para «ayudare a los trabajadores marginales y pobres a hacer frente a la intrusión de los procesos económicos mundiales en sus vidas cotidianas. En este estudio, Hackenberg, Murphy y Selby critican a los teóricos de la dependencia, e implícitamente a la mayoría de los teóricos de los sistemas mundiales, observando que sus teorías .ac«se interesan menos por las reacciones y esfuerzos de los explotados que por definir las fuerzas históricas, sociológicas, culturales y económicas que contribuyen a explotarlos». Debido a que la teoría de la dependencia describe la familia urbana c o m o «bastante desamparada», los autores «abandonan la teoría de la dependencia» y describen la familia c o m o una institución vital que se esfuerza por proteger sus intereses resistiendo a los programas estatales que debilitarían la integridad de la familia mediante las «oportunidades que genera el desarrollo», las cuales explotarían «los deseos de algunos miembros de la familia de mejorar su posición económica a expensas de los demás miembros» (Hackenberg, Murphy y Selby, 1984, 189-190).
Después de describir los medios utilizados por las familias para resistir a la intrusión exterior, los autores dividen la población de Oaxaca en categorías económicas marginales, pobres y medianas y aplican un modelo de regresión en el que se experimentan los efectos de los métodos específicos familiares. Los resultados tienden a mostrar que los métodos utilizados por las familias para oponerse a los programas estatales tales c o m o la reducción y la educación de la población, son eficaces: 1) la clave para aumentar los ingresos familiares en cada categoría económica consiste en aumentar el número de personas de cada familia que trabajan; 2) la clave para la supervivencia de las familias marginales es la inserción de los trabajadores en la economía informal; 3) mientras que los grupos pobres y medianos pueden sacar provecho de sus inversiones en la educación del jefe de la familia, las inversiones en los trabajadores secundarios de estos grupos constituyen una pérdida, ya que estos pertenecen en general a la categoría marginal; 4) la clave de una distribución efectiva de un mayor número de trabajadores es la organización familiar, concretamente la gestión del presupuesto que saca provecho de las economías de escala en el consu
m o ; 5) la organización familiar entraña la organización e incluso la manipulación de los parientes, especialmente de los yernos y las nueras. Así, los autores llegan a la conclusión de que los esfuerzos del gobierno mexicano para reducir la fecundidad, basados en la creencia de que «la familia poco numerosa vive mejor», no son válidos habida cuenta de la distribución actual de los ingresos y de la riqueza en México:
«... los grupos marginales pobres tienen un solo recurso: replegarse en sí mismos y organizarse en vastas colectividades, estrechamente relacionadas y que trabajan unidas para sobrevivir. Los niños y su procreación son importantes facetas de esta estrategia ... las familias numerosas viven mejor por buenas y suficientes razones».
Al m i s m o tiempo, el gobierno alienta a las familias a que hagan sacrificios para educar a sus hijos. Pero este estudio revela que «en la medida en que las familias en los grupos marginales pobres adoptan la estrategia de la "economía informal", la educación equivale generalmente a un despilfarro».
Esta estrategia parece prudente, puesto que la economía informal se está difundiendo m á s rápidamente que el empleo en el sector formal. Por supuesto, hay personas que se liberan de la pobreza por medio de la educación.
Pero cuando los miembros educados de la familia se van, dejan tras de sí las ruinas de la única estrategia que podría haber ayudado a sus familias a salir de la pobreza de la que ellos mismos escapan (con suerte y perseverancia)». En conclusión, en las condiciones actuales, los autores comprueban que hay un «diálogo hostil permanente entre las familias de la mayoría y el aparato del estado» (Hackenberg, Murphy y Selby, 1984, 212-213).
Otros especialistas critican a sus colegas por no aportar los conocimientos que serían útiles para crear movimientos políticos capaces de superar la dependencia local. Richard Child Hill, en una reseña general de la «aparición, consolidación y desarrollo» de la economía política urbana, hace esta tajante declaración:
«Si, c o m o algunos especialistas lo dan a entender, la ciudad se ha transformado en el "eslabón débil" del sistema capitalista m u n dial, los temas más urgentes de investigación
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urbana deben entonces centrarse hoy en el estudio de las condiciones en que las contradicciones mundiales-locales ... originan movimientos políticos y políticas oficiales encaminados a transformar la estructura y la dinámica del sistema translocal» (Hill, 1984, 135).
Craig Murphy hace una crítica análoga del estudio de los sistemas mundiales en «un alegato en favor de la inclusión de los estudios de movilización social en el programa de investigaciones del sistema mundial», pidiendo que se elabore «una teoría del papel que desempeñan la conciencia política y la movilización social en la dinámica del capitalismo mundial» (Murphy, 1982, 1). Murphy sostiene que Global Rift (1981), la popular historia del Tercer M u n d o de Stavrianos, señala el camino a seguir, ya que «relata la historia del Tercer M u n d o centrándose continuamente en la movilización contra el capitalismo ... N o obstante, los trazos generales de la historia de Stavrianos necesitan completarse con estudios detallados de los distintos movimientos políticos de casos únicos y repetidos de poblaciones convencidas de actuar contra el capitalismo ... la materia de la movilización social efectiva» (Murphy, 1982, 17).
Otros especialistas señalan que ya están surgiendo movimientos locales que impugnan la dependencia. E n sus análisis de la experiencia india, el punto de partida de Rajni Kothari es ciertamente análogo al de los analistas de los sistemas mundiales, en la medida en que percibe tendencias:
«que tratan, por una parte, de integrar la economía organizada en el mercado mundial y, por otra, sustraen millones de personas de la economía arrojándolas al basurero de la historia -empobrecidas, desamparadas, despojadas de sus propios recursos y desprovistas de las condiciones mínimas de salud y de nutrición, privadas del «derecho» al alimento, al agua, a la vivienda-, en resumen, un grupo h u m a n o inútil e innecesario cuyo destino parece estar "condenado"» (Kothari, 1983, 558).
En respuesta, observa que surgen «movimientos de masas y formaciones al margen de los partidos» que se arraigan «en un profundo estímulo de la conciencia y de la comprensión intuitiva de una crisis que podría transformarse en un catalizador de nuevas oportunidades» (Kothari, 1983,
604-605). Estos nuevos movimientos están tratando de «abrir nuevos espacios políticos» fuera de los ámbitos tradicionales de los partidos y del gobierno.
Kothari pide que «se revisen las posiciones ideológicas que siguen situando los intereses establecidos en las situaciones locales y su liberación de ellos en los procesos distantes -el estado, la tecnología, las vanguardias revolucionarias» (Kothari, 1983,615).
Kothari observa que se ha redefinido incluso el contenido de la política. Cuestiones que «no se consideraban hasta ahora c o m o conducentes a la acción política ... entran hoy en el ámbito de la lucha política» (Kothari, 1983, 606). Estas cuestiones incluyen la salud de la población, los derechos sobre los bosques y otros recursos comunitarios, y los derechos de la mujer. La lucha no se limita a reivindicaciones económicas y políticas, sino que se extiende a problemas ecológicos, culturales y educativos. A este respecto, los ejemplos comprenden los movimientos populares para impedir la tala de árboles en las estribaciones del Himalaya, la lucha de los mineros de Chhat-tisgarh (una zona principalmente tribal en M a d -hya Pradesh), una organización de activistas sin tierra en Andra Pradesh y una organización de campesinos de Kanakpura (Karntaka) contra la explotación y la exportación de granito.
Aunque Kothari basa su análisis en la experiencia india, considera que estos movimientos forman parte de un «fenómeno que tiene una aplicación más general». Dichos movimientos responden, en su opinión, a «una nueva... fase en la estructura de la dominación mundial, un cambio del papel que desempeña el estado en el á m bito nacional y subnacional, y una relación que ha experimentado cambios drásticos entre las personas y lo que llamamos (medio en broma y medio por considerarlo un engaño) "desarrollo"» (Kothari, 1983, 613).
Kothari considera el surgimiento de estos nuevos movimientos de masas m u y «importantes en la formación del m u n d o en que vivimos, particularmente en relación con las expectativas de supervivencia». En eso, dice el autor, «reside la esperanza».
N o obstante, advierte que «nadie con un mínim o de sentido de realismo y de sensiblidad al poder colosal del orden establecido puede permitirse ser obtimista respecto de estos movimientos o de cualquier otro proceso transformador en acción» (Kothari, 1983,610).
Los nexos locales-mundiales: su percepción, análisis y enfoque 351
Intervención no gubernamental en el plano local sobre problemas de política exterior de los estados
El segundo tema principal estudiado nos permite ilustrar c ó m o van alcanzando los ciudadanos una comprensión cada vez m á s clara de las incidencias de las políticas exteriores de los estados en sus comunidades locales, y muestra c ó m o intentan responder a esa situación, organizando intervenciones en el plano local. Los que toman este tipo de iniciativa deben luchar contra tradiciones firmemente arraigadas, para las cuales tiene valor de postulado la idea de que toda intervención en materia de «política exterion> es esencialmente asunto de las autoridades, en la capital nacional. Los paradigmas dominantes de los medios de la investigación y la enseñanza universitaria contribuyen a perpetuar esas tradiciones, que hace que parezca impensable una intervención en el plano local sobre problemas de «política exterior. Hay sin embargo grupos locales en Europa Occidental, América del Norte y Japón que logran escaparse de esas trampas, en particular afirmando que: «hay que pensar desde un punto de vista mundial, pero actuar en el plano local». Ese lema equivale a afirmar que un problema mundial es algo que, por definición, afecta a todo tipo de colectividad humana. Si ése es el caso, ha de ser posible intervenir con motivo de manifestaciones locales de un problema mundial, ya se trate de la carrera armamentista, los derechos humanos, la pobreza o los refugiados. Presentaremos primero brevemente algunos ejemplos de intervención no gubernamental en el plano local centrada en 1) la lucha contra la guerra y en pro del desarme, 2) la pobreza y 3) los derechos humanos. Mostraremos después c ó m o los movimientos locales han conseguido obligar a las autoridades locales a ocuparse de estos problemas.
En el plano local, los ciudadanos empiezan a estar cada vez mejor informados por lo que respecta a las relaciones entre los gastos militares y la capacidad que tiene una sociedad de satisfacer las necesidades humanas, así c o m o sobre las m a nifestaciones concretas de la situación de su propia comunidad local c o m o instrumento en la producción y el despliegue de armamentos. E m piezan a comprender hasta qué punto, en el plano local, tienen los ciudadanos que pagar impuestos para sufragar presupuestos militares; empiezan a estar al tanto de tal o cual contrato militar particular en el plano local, de la produc
ción local de equipo militar y de la naturaleza de las actividades de las bases militares locales. Son cada vez m á s numerosos los grupos locales que elaboran estrategias destinadas a dar la mayor publicidad posible a esas manifestaciones locales de la política militar. Y elaboran también, en la medida de lo posible, nuevas estrategias a fin de intentar que esas actividades militares se ajusten a sus propios valores y a sus propias preferencias políticas.
Los planes locales de reconversión de la producción militar en producción civil intentan mostrar a los trabajadores cuáles son sus verdaderos intereses, utilizando para ello estudios com o el que publicó el gobierno de Estados Unidos, en el que se señalaba que una inversión de mil millones de dólares en la producción para «defensa» crea 76.000 empleos, mientras que la mism a inversión puede crear m á s de 100.000 e m pleos en la producción civil (Ministerio de Trabajo de Estados Unidos, 1972, citado por Lindroos, 1980). El más célebre de los proyectos de transformación de este tipo tal vez sea el Plan Combinado que publicaron los trabajadores de la industria aerospacial {Lucas Aerospace Workers) en Inglaterra, en 1976. En este plan de 1.000 páginas se señalan 150 nuevos productos posibles, presentados con las correspondientes propuestas de reorganización de la producción. El plan estaba destinado a salvaguardar tanto los empleos c o m o la producción de bienes útiles para la sociedad. En palabras de los autores del plan: «hemos intentado ... empezar a cuestionar los postulados económicos actuales y contribuir de algún m o d o a demostrar que los trabajadores están dispuestos a luchar por el derecho a la creación de productos que favorezcan realmente la solución de los problemas de los hombres, en vez de suscitar nuevos problemas» (Wainright y Elliot, 1982, 243).
Otro tipo de intervención en el plano local es la lucha por impedir el despliegue de determinadas armas. El movimiento mejor conocido al respecto tal vez sea el de las «Greenham C o m m o n W o m e n » en el Reino Unido, movimiento de m u jeres que intentó llevar a cabo un bloqueo de las bases estadounidenses en dicho país. El movimiento entabló también un pleito ante los tribunales de Estados Unidos, aduciendo el carácter anticonstitucional de los misiles «Cruise»; afirm ó que la rapidez y el secreto que caracterizarían el lanzamiento eventual de dichos misiles iban a privar al Congreso de su derecho a declarar la
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guerra, y que -al representar una «amenza para la vida y la libertad sin el correspondiente proceso»- violaban tanto lo dispuesto por la Quinta Enmienda a la Constitución c o m o diversas normas del derecho internacional, ya que sus efectos potenciales serían duraderos y globales. Centenares de grupos religiosos, comités pro desarme y organizaciones de trabajadores intervinieron com o partes (amici curiœ) en el pleito así entablado; pero el tribunal americano interesado desestim ó el caso.
En el plano local otro tipo de intervención referente a asuntos de política militar es la utilización de la disuasión por parte de los ciudadanos. Durante la campaña del «Compromiso de Resistencia», los participantes decidieron emprender ya sea vigilias de protesta, ya sea actividades de desobediencia civil no violenta, si las autoridades de Estados Unidos decidían por su parte invadir, bombardear, enviar tropas de combate o incrementar de m o d o importante su grado de intervención en América Central. Unas 42.000 personas habían firmado ya dicho Compromiso en enero de 1985. Los grupos locales han elaborado en su propio nivel planes para campañas de desobediencia civil y participan ya en actividades de entrenamiento para la acción no violenta (CO-PRED Peace Chronicel, febrero/abril, 1985, 5).
Durante los dos últimos decenios, los programas de asociaciones voluntarias en los países industrializados encaminados a aportar una ayuda de tipo humanitario a los países del Tercer M u n do se han convertido poco a poco en programas encaminados a luchar contra la pobreza mediante el desarrollo económico y social a largo plazo. La participación en el desarrollo del Tercer M u n do ha hecho que los dirigentes de las asociaciones de ayuda privadas tengan que participar, a su vez, en un proceso político sumamente complejo, ya que tienen éstos que intentar, a un tiempo, obtener dinero de los ricos en los países industrializados, y poner ese mismo dinero al servicio de los intereses de los pobres en el Tercer M u n d o . Lissner, en su obra The Politics of Altruism ( 1977), ha puesto de manifiesto de m o d o m u y expresivo la oposición virtual entre las esperanzas de muchos de estos donadores y los deseos de los que administran los programas de ayuda en el Tercer M u n d o . Según Lissner, los donadores tienden a considerar que la ayuda es una «ayuda en recursos» que ha de permitir una mejora del nivel de vida mediante el suministro de diversos servicios sociales (por ejemplo: educación, salud.
agricultura) en el marco de una estructura económica y política determinada. Por otro lado, los que participan en la dirección de los programas en los países interesados suelen creer, por su parte, en la necesidad de una «ayuda estructural», esto es, en la necesidad de transformar las condiciones económicas y sociales locales mediante «la concienciación gracias a la alfabetización, la creación de organismos de crédito rural y de cooperativas rurales, y el apoyo a las organizaciones sindicales y a los movimientos de liberación» (Lissner, 1977, 22). Y es aún más difícil hacer comprender a los ricos donadores una verdad com o ésta: «que muchos problemas de los países pobres (aun cuando no todos) han sido originados -y son mantenidos- por factores y políticas de los países industrializados; y que muchos esfuerzos de ayuda gubernamental y privada "sobre el terreno" (aun cuando no todos) son de escasa utilidad si no nos enfrentamos simultáneamente con las raíces de los problemas que se encuentran en los propios países industrializados» (Lissner, 10).
Al tropezar con obstáculos de este tipo, las organizaciones privadas que participan en programas de desarrollo en el Tercer M u n d o han ideado programas de «educación sobre el desarrollo» para sus propios países. Dichos programas de educación sobre el desarrollo han sido fomentados sobre todo en Europa y en Canadá. La educación sobre el desarrollo es en gran medida, y en lo esencial, una educación en materia de economía política mundial, y proporciona un marco para la comprensión del tipo de relación entre los habitantes de las comunidades locales, tanto del Tercer M u n d o como del Primer M u n d o , con el sistema económico mundial. Puede favorecerse así la elaboración concreta de políticas en el plano local, en los países del Primer M u n d o , en las que se tengan debidamente en cuenta las necesidades de las comunidades locales del Tercer M u n d o .
N o es de extrañar, desde luego, que algunos establezcan una relación entre los gastos de armamento en el Tercer M u n d o y la pobreza en esos países. D e ahí la inquietud que suscitan, claro está, las ventas de armamento a los países del Tercer M u n d o por parte de los fabricantes y los gobiernos del Primer M u n d o ; inquietud que se manifestó por ejemplo en la Conferencia Internacional sobre el Comercio de Armas que se celebró en los Países Bajos en noviembre de 1984. En mayo de 1985, el movimiento británico «Campaña
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La ciudad mundial. Nueva York vista por el fotógrafo francés Ra imon Depardon. Magnum.
contra el Comercio de Armas» ( C A A T ) patrocinó una Semana de Acción Nacional con el lema «Pan, y no bombas», a fin de denunciar públicamente los efectos nocivos del comercio de armas en los países del Tercer M u n d o . La campaña se centró en el caso de Reino Unido, por ocupar este país el cuarto lugar en la lista de los grandes proveedores mundiales de armas para el Tercer M u n d o , y se dio particular importancia a las posibilidades de intervención en el plano local.
D e acuerdo con la ideología del sistema estatal, se suele considerar que corresponde a los estados asegurar el respeto de los derechos h u m a nos tal c o m o se definen en la Declaración Universal de Derechos H u m a n o s . Sin embargo, los dos Pactos elaborados a fin de poner en práctica la Declaración (el Pacto internacional de derechos civiles y políticos, y el Pacto internacional de derechos económicos, sociales y culturales) afirman en sus respectivos preámbulos:
«... que el individuo, por tener deberes respecto de otros individuos y de la comunidad a que pertenece, está obligado a procurar la
vigencia y observancia de los derechos reconocidos en este Pacto».
Entre las organizaciones que intentan cumplir efectivamente con esa obligación, hay que m e n cionar aquí a Amnistía Internacional (AI), y en particular las actividades que llevan a cabo los grupos locales de AI en numerosos países en pro de la liberación de prisioneros de conciencia del m u n d o entero. El principal método utilizado por estos grupos consiste en hacer presión sobre los gobiernos interesados mediante la publicidad, la intervención de otros gobiernos, las cartas o las llamadas telefónicas.
En cuanto a la lucha contra el apartheid en Suráfrica, se ha podido llevar a cabo también en el plano local mediante el boicot, en determinados países, a los bancos y las firmas que continúan haciendo negocios en Suráfrica, así c o m o mediante intervenciones en las reuniones de accionistas, a fin de intentar que esas entidades cambien de política. Se han realizado también campañas en muchas universidades para hacer presión sobre los organismos económicos que
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participan en las juntas directivas de centros de enseñanza superior y conseguir que no inviertan fondos en firmas que hacen negocios con Suráfri-ca. Se trata sobre todo, en estos casos, de las inversiones en fondos de dotación.
Otra forma de actividad en pro de los derechos humanos en el plano local es la labor encaminada a proporcionar un nuevo hogar a los refugiados que huyen de la opresión política, de la guerra o de la pobreza. Esto significa, por regla general, ayudar a inmigrantes que disponen de la correspondiente autorización a instalarse en comunidades locales; en Estados Unidos, sin e m bargo, el movimiento «Asilo» se encarga de acoger y proteger actualmente a refugiados que vienen de El Salvador y que se encuentran en una situación ilegal pero que, según el movimiento, se exponen a sanciones e inclusive a la muerte, si tuvieran que volver a su país. Desde 1981, más de 200 congregaciones religiosas han decidido conceder ellas mismas el derecho de asilo. El m o vimiento afirma contar actualmente con más de 50.000 miembros. Los participantes afirman que el movimiento «Asilo» está actuando de m o d o legal, de acuerdo con lo dispuesto en la Ley de Refugiados (Refugee Act) de 1980, en la que se declara que ha de concederse asilo a los que sufren persecuciones o «tienen motivos de peso para temer ser perseguidos en sus propios países». Consideran que son fieles así a una tradición nacional, c o m o la que representaba por ejemplo la organización del «Sendero Clandestino» que ayudaba a los esclavos que rompían sus cadenas y huían durante la Guerra Civil. Hacen observar que, ya en aquella época, se acusaba y encarcelaba a los que contribuían a que otros hombres intentaran escapar de la opresión.
Otro tipo de intervención local en pro de los derechos humanos es la que se ha realizado en el marco de la campaña I N F A C T , en Europa Occidental y en América del Norte, contra la firma Nestlé y sus métodos de comercialización de alimentos para niños lactantes en el Tercer M u n d o . Las actividades de I N F A C T comprendieron boicots en el plano local de los productos Nestlé, campañas de retirada de fondos y esfuerzos en los planos nacional e internacional con miras a la elaboración de normas de comercialización de alimentos para niños lactantes en el Tercer M u n do. Esta intervención desembocó en la aprobación de normas recomendadas por la Asamblea de la Organización Mundial de la Salud. El único voto en contra en la Asamblea fue el del repre
sentante de Estados Unidos. Y se consiguió así, finalmente, que la firma Nestlé aprobara las normas de la O M S .
Intervención en el plano de las autoridades locales sobre problemas relacionados con la política exterior de los estados
Tal vez la m á s seria impugnación de los procedimientos tradicionales de formulación de la «política exterioD> haya consistido en los esfuerzos cada vez mayores que han efectuado algunos grupos para obligar a las autoridades locales a discutir y tomar posición sobre los problemas internacionales y a someter los asuntos de política exterior a los electores en consultas locales. Se ha intentado, por ejemplo, que las juntas municipales hagan declaraciones o tomen decisiones sobre problemas internacionales c o m o la lucha contra el apartheid, la congelación del desarrollo de las armas nucleares, la creación de zonas desnuclea-rizadas, la prohibición de las pruebas nucleares, el derecho de asilo y los planes de reconversión de la producción militar en producción civil. En las campañas contra el apartheid en el plano local se ha intentado conseguir ante todo que los fondos municipales -en particular para pensiones- no sean invertidos en firmas que realizan a su vez inversiones en Suráfrica. El Comité A m e ricano para Africa (American Committee on Africa) declaró que 54 municipios habían tomado ya la decisión de retirar inversiones de ese tipo en 1986. Se considera también que las discusiones sobre el apartheid en las juntas municipales, así como las declaraciones de ciudadanos ante dichas juntas, favorecen considerablemente las posibilidades de educación sobre el apartheid en el plano local (Love, 1985).
El C N D (Campaña en pro del Desarme N u clear) ha iniciado en Gran Bretaña un movimiento de «zonas desnuclearizadas» en el plano municipal; 150 «consejos locales» han aprobado ya la propuesta, lo que representa más del 60 % de la población. Según The New Abolitionist (Movimiento Antinuclear Americano, Baltimore, Maryland), se han creado ya 2.003 zonas desnuclearizadas en comunidades de 16 países: República Federal de Alemania (95), Argentina (1), Australia (92), Bélgica (281), Canadá (62), Dinamarca (8), España (350), Estados Unidos (132), Grecia (1), Irlanda (117), Italia (53), Japón (385), Nueva
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Zelanda (98), Noruega (106), Países Bajos (71) y Reino Unido (151).
En Europa ha surgido un movimiento encaminado a la formulación, en los ayuntamientos, de políticas de cooperación para el desarrollo, que se ha manifestado por ejemplo en la conferencia organizada en Florencia, en octubre de 1983, por la Unión Internacional de Autoridades Locales, la Federación Mundial de Ciudades Unidas y la Unesco. Se dio particular importancia a las actividades encaminadas a «hermanar» ciudades de Europa y ciudades del Tercer M u n do, así como a la sensibilización de la población local hacia los problemas del Tercer M u n d o . Según el informe sobre la conferencia: «El interés cada vez mayor por estos problemas, así como el deseo que han manifestado los habitantes de determinadas localidades de contribuir de algún m o d o ellos mismos a su solución, ha obligado en muchos casos a los ayuntamientos a enfrentarse con estas cuestiones. El problema de la cooperación para el desarrollo aparece cada vez más frecuentemente en el orden del día de las discusiones de los ayuntamientos» (IFDA Dossier, marzo/ abril de 1984, 27).
En el informe sobre la conferencia figuran ejemplos de políticas de cooperación con el Tercer M u n d o en el plano municipal en algunos países del norte de Europa. En Bélgica, se está llevando a cabo una campaña para que se nombre en cada municipio a un concejal encargado de la cooperación para el desarrollo. En Brujas, el concejal para el desarrollo participa en las actividades de un comité para el Tercer M u n d o de 15 miembros, compuesto por todas las organizaciones que se ocupan de la cooperación para el desarrollo en Brujas. Este Comité está encargado del asesoramiento del ayuntamiento de Brujas en todo lo relativo a la cooperación para el desarrollo, lleva a cabo actividades de sensibilización de la población de Brujas y se encarga también de la coordinación de las iniciativas de las diversas organizaciones locales que participan en actividades relacionadas con el Tercer M u n d o . En los Países Bajos, el municipio de Leiden decidió en 1979 dedicar 10.000 florines por año a actividades de información sobre la evolución de la situación en el Tercer M u n d o . En Tilburg, el alcalde y los concejales elaboraron también en 1979 un proyecto de «dictamen» sobre los «asuntos exteriores» en el que se examinaban las formas en que pueden las autoridades municipales contribuir al fomento, en la población local, de una
conciencia del carácter desigual de las relaciones entre países industriales - c o m o los Países Bajos-y países del Tercer M u n d o . Se llegó así a la creación de una Junta Consultiva en junio de 1980, compuesta por miembros del ayuntamiento y representantes de organizaciones de la comunidad. Se estableció pues un inventario de las organizaciones locales que participaban en actividades de cooperación para el desarrollo, y se decidió que convenía que se llevara a cabo una labor de educación sobre el desarrollo desde estos dos puntos de vista: 1) la situación en el Tercer M u n d o y 2) la situación en los Países Bajos (la de los trabajadores de la industria textil, por ejemplo). Se decidió también la creación de un fondo para educación local y programas directamente relacionados con determinadas situaciones en el Tercer M u n do. El ayuntamiento aporta a dicho fondo una contribución anual de 50.000 florines.
Conclusión
En nuestro intento de comprensión del nuevo tipo de vinculación que se ha establecido entre los planos local y mundial hemos utilizado primero (primer tema) los estudios que muestran cómo la producción transnacional y la Nueva División Internacional del Trabajo transforman el tipo de relación entre las ciudades, las zonas rurales, las familias y en particular las mujeres, y el resto del m u n d o . H e m o s visto después (segundo tema) cóm o , en los países industrializados, los ciudadanos elaboran en el plano local estrategias para controlar -en ese nivel- políticas que suponen una intervención en problemas mundiales como la producción y ubicación de armas, los derechos humanos y la pobreza. Al hacerlo, estos ciudadanos impugnan una tradición que autoriza a las autoridades estatales a dirigir por su cuenta dichas políticas en nombre de los «intereses nacionales» tal y como se definen dichos intereses en los centros del poder. Al abordar el primer tema, he criticado una tendencia que se manifiesta en los estudios analizados, que suelen ocuparse preferentemente de la incidencia que tienen en el plano local las fuerzas económicas mundiales, y pasan por alto, al mismo tiempo, las consecuencias de las reacciones de los ciudadanos en ese mismo nivel local. Claro está que otros autores han aportado contribuciones a la comprensión de los movimientos populares del Tercer M u n d o que están reaccionando ante su nueva situación
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en el marco de la economía mundial. Para nuestro segundo tema, hemos utilizado sobre todo algunos elementos de información sobre movimientos con una base local. Los problemas que abordan estos movimientos suelen adscribirse tradicionalmente a la esfera de las relaciones internacionales y de la política exterior. C o m o los especialistas que se ocupan de estos campos han centrado sus análisis en las políticas y actividades de los representantes oficiales de los estados en los modelos teóricos que presentan se suele hacer caso omiso de estas iniciativas locales.
N o cabe duda de que la división tradicional del trabajo entre los investigadores que se ocupan de fenómenos locales y los que estudian fenómenos internacionales y mundiales está impidiendo que los especialistas en ciencias sociales proporcionen conocimientos que puedan ayudar a los ciudadanos a enfrentarse con todo lo que, en los acontecimientos de su vida diaria, se refiere a un plano mundial, ya que no proporcionan conocimientos que permitan poner de manifiesto los vínculos que les unen al m u n d o entero, no definen debidamente los problemas relacionados con esos vínculos y son incapaces de percibir la importancia potencial de los movimientos y las instituciones que pueden permitir a los ciudadanos enfrentarse, en el plano local, con estos problemas. Pero, pese a la existencia de una educación y una socialización fundadas en un sistema de «compartimientos estancos», son cada vez más numerosos los ciudadanos que, al intentar resolver problemas que irrumpen en sus vidas diarias, han sido capaces de liberarse a sí mism o s . Esta situación entraña lecciones importantes para los especialistas en ciencias sociales. Tal vez necesitemos establecer relaciones m á s estrechas con personas que viven en las mismas comunidades que nosotros y que participan activamente en organizaciones y movimientos locales dedicados a problemas mundiales. Tal vez puedan ayudarnos a ser observadores m á s perspicaces de un m u n d o que empieza en las puertas de nuestras casas.
Pero hay también investigadores que desean aumentar su propia competencia para poder así proporcionar conocimientos útiles a los ciudadanos que intentan enfrentarse con esas incidencias de la situación mundial en su vida diaria: tal vez estos investigadores sientan el deseo de someter a un nuevo examen su labor de investigación y sus métodos de enseñanza, teniendo en cuenta para ello los nuevos planteamientos de sus cole
gas que trabajan en determinadas situaciones en el Tercer M u n d o . Particularmente estimulantes al respecto son los intentos encaminados a hacer que disminuya la gran distancia que existe actualmente entre la investigación y la participación; Anisur R a h m a , por ejemplo, afirma que la participación es una mezcla de investigación, reflexión (análisis), elaboración de decisiones y aplicación de dichas decisiones. N o menos estimulante es la conclusión a la que llega Mamali: « N o puede haber una distribución justa del conocimiento social sin democratización de su proceso de producción» (Mamali, 1979, 13-14). LaBel-le, por su parte, hace resaltar la importancia de la necesaria vinculación entre los programas educativos y la aplicación que hacen los hombres de esos conocimientos en sus vidas diarias (LaBelle, 1976). ¿Qué conclusiones hay que sacar realmente de este tipo de planteamiento? ¿Puede haber un desasrrollo en función del pueblo, y no en función de la producción, sin las correspondientes modificaciones en la investigación y en la enseñanza, tanto en los medios industrializados como en los del Tercer M u n d o ? Habida cuenta de las normas que rigen la conducta y la vida universitaria en los medios en los que trabajan la mayoría de los,investigadores y docentes especializados en ciencias sociales, ¿se atreverán éstos a abordar seriamente tales problemas? El movimiento Lokayan, en la India, nos proporciona un ejemplo de lo que puede ser un intento de establecer vínculos entre la investigación y la acción, gracias a una relación directa entre investigadores y grupos militantes. Según D . L . Shelh, Lokayan «intenta modificar el modelo que rige actualmente los estudios sociales en la India, intenta transformar la producción de nuevos conocimientos sociales, así como su utilización, para que se relacionen más estrechamente con los problemas relativos a la intervención y la transformación social». Este tipo de iniciativa supone un encuentro entre los principales animadores de grupos militantes e «intelectuales, periodistas y hasta, a ser posible, miembros de servicios oficiales interesados» (Sheth, 1983, 11).
Tenemos que tratar también de comprender las relaciones virtuales que hay entre los que participan en estos dos tipos de vinculación con el resto del m u n d o en el plano local (los dos temas que hemos estudiado); esto es, tanto la actividad de los que reaccionan ante la incidencia cada vez mayor de las fuerzas económicas mundiales, com o la de los que reaccionan frente a las inciden-
Los nexos locales-mundiales: su percepción, análisis y enfoque 357
cias locales de las «políticas exteriores» de los estados. Hay desde luego puntos de contacto entre ambos temas, en lo que se refiere a problemas com o la justicia social y los derechos humanos; aun cuando los militantes de medios acomodados, atentos a los problemas de «política exterior», tiendan a ocuparse m á s activamente de la situación de poblaciones remotas que de la de sus vecinos más desamparados. El empleo, por ejemplo, es una preocupación común de ambos sectores; si bien los militantes interesados por la «política exterior» suelen ver sobre todo en la creación de empleos mediante la reconversión de la producción militar en producción civil un medio de lucha contra la violencia, mientras que los que se interesan ante todo por las consecuencias del sistema económico mundial consideran al empleo c o m o el objetivo final. Hay empero un cierto grado de convergencia entre ambos sectores, c o m o lo muestra el movimiento de educación sobre el desarrollo, que se ha desarrollado a partir de soluciones anteriores del tipo «ayuda al extranjero». Todo esto conduce ya a una comprensión de las semejanzas -y de la interdependencia- entre las situaciones de los dos tipos de Tercer M u n d o : uno en Africa, Asia y América latina, y el otro en la periferia de las ciudades industrializadas.
¿Hasta dónde pueden llegar los intentos cada vez más numerosos que realizan los ciudadanos en el plano local para poner en práctica su comprensión cada vez m á s honda de sus relaciones con el resto del m u n d o ? Refiriéndose a la experiencia del movimiento Lokayan en la India, D . L . Sheth considera que se asiste a la gestación de un nuevo tipo de actividad política que traspasa las fronteras regionales, lingüísticas, culturales y nacionales. U n a actividad que abarca los movimientos pacifistas y antinucleares, ecologistas, feministas, y en pro de la autodeterminación de grupos culturales, minorías y tribus, así c o m o el movimiento que defiende las culturas, los saberes y técnicas y las lenguas no occidentales. Punto de vista éste que se asemeja mucho al de dos autores que participan en este número de la revista, los economistas suecos Friberg y Hettne, a juicio de los cuales estamos asistiendo al nacimiento de un movimiento mundial «Verde» que representa una alternativa frente a las soluciones «Azules» (el mercado, el liberalismo, el capitalism o ) y «Rojas» (el Estado, el socialismo, la planificación). Desde este punto de vista «Verde», consideran que «el ser humano o las pequjñas comunidades de seres humanos son los actores so
ciales esenciales» (Friberg y Hettne, 1982, 23). Sheth declara por último que necesitamos un
nuevo tipo de movimiento político que «no sea prisionero de la lógica estrecha de los que intentan únicamente apoderarse del poder estatal». Y concluye que lo importante es establecer: «una dialéctica entre la práctica microsocial y la teoría macrosocial que dé vida a la nueva política del futuro ... En resumen, lo que necesitan ante todo estos grupos y movimientos es una concepción global, y sólo podrán conseguirla mediante una asociación cada vez m á s estrecha entre militantes e intelectuales en el proceso de transformación social» (Sheth, 1983, 23).
Rahnema (autor que ha aportado también una contribución a este número de la revista) hace resaltar la aparición de redes no formales que permiten no sólo establecer relaciones «entre los movimientos de la base en el Sur, sino también crear nuevas formas de acción mancomunada entre dichos movimientos y los que actúan en el Norte» (Rahnema, 1986, 43). Y concluye, por último: «En resumen, tenemos que inventar nuevos métodos y nuevos instrumentos que permitan, ante todo, dar a los distintos grupos la posibilidad de informarse, de comprender mejor lo que son los otros grupos y culturas, definidos por los distintos sistemas que permiten mantener su existencia; esto es, ser capaces de apreciar las diferencias y aprovechar sus enseñanzas. A este respecto, sólo una red de individuos y grupos extremadamente descentralizada, no burocrática, e intercultural en vez de internacional, puede ser capaz de satisfacer estas necesidades» (Rahnema, 1986, 44).
Pese al carácter sumamente estimulante de estas reflexiones sobre la fuerza potencial de estas redes de base capaces de traspasar las fronteras nacionales, podemos tener buenos motivos de ser un tanto escépticos en cuanto a su capacidad de no dejarse dominar por las estrategias de «paz» y «desarrollo» de las macroinstituciones, ya sean éstas estados u organizaciones intergu-bernametnales, organizaciones no gubernamentales o empresas transnacionales. Majid Rahnem a es consciente del problema, puesto que afirma que «el porvenir de todo proceso de desarrollo genuino ... depende más que nunca de la actitud que decidan tomar los gobiernos y las organizaciones intergubernamentales hacia las iniciativas básicas», y observa por último que tienen éstas «muy escasas probabilidades de supervivencia a corto plazo» si los que tienen el
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poder deciden que esas iniciativas representan «un peligro para ellos, por razones políticas o de otra índole». Pero este autor pone también de relieve «situaciones dramáticas» en las que «la decisión, tomada por gobiernos aparentemente poderosos, de responder con la violencia a iniciativas que gozaban de un fuerte apoyo popular, ha desembocado únicamente en enfrentamientos aún m á s violentos que han llevado a alzamientos revolucionarios» (Rahnema, 1984, 50). Pero Rah-n e m a , por otra parte, ve también claramente los resultados provechosos, tanto para las autoridades c o m o para los movimientos de base, que pueden resultar de la comprensión, por parte de los gobiernos, de la importancia de las iniciativas populares, y de la capacidad de dichos gobiernos de establecer con los movimientos un proceso de aprendizaje y acción recíproca.
Y señala por último que «si logra establecer en su relación con esas comunidades un proceso de aprendizaje recíproco, un gobierno puede obtener enseñanzas sumamente provechosas en lo referente a la dinámica de un proceso de desarrollo auténticamente popular y participativo» (Rahnem a , 1984,51).
Digamos, a m o d o de conclusión, que tanto los funcionarios nacionales e internacionales c o m o
los universitarios que puedan tender a subestim a r la capacidad de comprensión de los ciudadanos en lo referente a las relaciones fundamentales entre los planos local y mundial, pueden reflexionar provechosamente sobre el siguiente comentario, hecho por una trabajadora de Jamaica que sólo ha recibido una educación primaria, y que describe la incapacidad del director de su fábrica ante la situación de Jamaica en el comercio internacional: «Faltan envases desde hace dos semanas. El Sr. James (el director) no ha sabido llenar correctamente los formularios para obtener divisas para comprar el material. Viene de Canadá. Ahora el representante del F M I lo verifica todo, ¿sabe?, o sea que hay que tener cuidado. Necesitamos ese material, la producción no puede continuar, y los que lo pagan son los obreros. El Sr. James no sabe lo que hace. Le hemos preguntado: ¿dónde está el material?, y ha dicho que iba a llegar. Pero sabemos que se ha metido en un lío. E n Jamaica ya no hay dinero. Cada fábrica tiene que esperar su turno para obtener divisas. M e he enterado de que los envases están en un muelle de Toronto, en espera de que se les envíe aquí» (S. Lynn Bolles, 1983, 155).
Traducido del inglés
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Movilización local y política del sistema mundial
Mats Friberg y Björn Hettne
Introducción: superación del paradigma representado por el «estado central»
Hay una contradicción entre el paradigma dominante de las relaciones internacionales y la naciente ideología inherente a los nuevos movi mientos sociales: la contradicción entre lo nacional y lo transnacional. Con la palabra «transnacional» se da a entender aquí que nos encontramos ante algo que va más allá del estado-nación y del sistema de estados nacionales, mientras que la palabra «internacional» se utiliza para referirse a actividades llevadas a cabo entre estados-nación que cooperan entre ellos.
La cooperación internacional (o más bien, intergubernamental) se realiza en función de intereses nacionales. Se trata únicamente de una extensión de lo nacional; buena prueba de ello nos la da el sistema de las Naciones Unidas, donde lo característico es el conflicto entre los diversos intereses nacionales. Pero lo transnacional rebasa los limites de lo nacional.
Esta superación supone también una contradicción, c o m o puede comprobarse con las dificultades cada vez mayores con que se enfrentan los estados-nación que quieren llevar a cabo programas nacionales de política económica en el marco de una economía mundial «interdependiente». D e ahí que muchos estados-nación estén viviendo
Björn Hettne es profesor de Investigaciones sobre la Paz y Director del Departamento de Estudios sobre la Paz y el Desarrollo de la Universidad de Göteborg. Entre sus publicaciones figuran estudios sobre la teoría del desarrollo y las relaciones entre paz y desarrollo. Se ocupa actualmente de la coordinación del Proyecto sobre Perspectivas de Europa en la Universidad de las Naciones Unidas. Mals Friberg es profesor adjunto de Investigaciones sobre la Paz en la Universidad de Göteborg. H a publicado estudios sobre la teoría de la paz, los nuevos movimientos sociales y las alternativas de desarrollo en los países nórdicos.
como una crisis la transformación actual de la estructura de la economía mundial.
Sin embargo, «crisis» significa también nuevas posibilidades y oportunidades para personajes que se encuentran así menos sujetos a las trabas que impone el marco nacional. Entre los actores sociales de este tipo sobresalen, claro está, las empresas transnacionales. En este artículo, sin embargo, nos ocuparemos sobre todo de los nuevos movimientos sociales y de sus repercusiones
en las relaciones internacionales.
Es acaso posible que la transfomración a nivel m a crosocial (nacional y m u n dial) sea el resultado de mi-croprocesos, de movimientos sociales organizados en función de problemas m u y diversos y que suelen ser además locales? Creemos que la respuesta ha de ser afirmativa, y ello por varias razones.
Importa comprender, en primer lugar, que las dis
tinciones tradicionales que suelen establecer los especialistas de las ciencias sociales entre varios niveles (micro, intermedio, macro; o local, nacional, internacional) son sólo simplificaciones analíticas, abstracciones que no reflejan de m o d o exacto los verdaderos procesos sociales. Entrañan, pues, deformaciones que nos llevan a subestimar el efecto acumulativo de fenómenos dispersos y localizados.
En segundo lugar, hay una interacción dinámica entre el macrosistema funcional y el microsis-tema territorial. La aparición de movimientos po-
RICS 117/Set. 1988
Movilización local y política del sistema mundial 363
Estudiante precoz y actor del sistema mundial: «El navegante en casa», sobre 1560. Roger-Vioiiet.
economía esencialmente agraria. Desde esa época, esta economía ha llevado a cabo la integración de un número cada vez mayor de sociedades que eran antes relativamente aisladas y autosuficien-tes en un sistema complejo de relaciones funcionales3. Dicha expansión se plasmó en la existencia de un pequeño número de estados-metrópolis que han transformado en zonas periféricas lo que era antes una enorme región exterior. Entre estos estados-metrópolis y la periferia encontramos unas semiperiferias que desempeñan un papel decisivo en el funcionamiento del sistema.
N o existe, en rigor, una teoría del sistema mundial. Se trata m á s bien de un planteamiento global, de un proyecto teórico o de un intento de reconstrucción de una ciencia social histórica liberada de toda una serie de deformaciones que han paralizado tanto la historia c o m o las ciencias sociales durante los dos últimos decenios: evolucionismo, reduccionismo, eurocentrismo, estado-centrismo o excesiva especialización. C o m o algunas de estas deformaciones son también las de la teoría marxista, el modelo del sistema mundial está siendo atacado tanto desde la derecha c o m o
desde la izquierda. A decir verdad, pueden encontrarse también restos de estas deformaciones en el propio modelo del sistema mundial.
H a de verse pues en el modelo del sistema mundial un proyecto4, con el que se intentan corregir los defectos señalados anteriormente. Se trata sólo de un inicio, no de una obra ya acabada, que podríamos rechazar considerándola c o m o una concepción falsa m á s . Participan en el proyecto todos los que comparten una postura crítica ante las ciencias sociales tradicionales, así c o m o determinados supuestos teóricos fundamentales sobre lo que ha de ser un modelo distinto, aun cuando su concepto de lo que será el resultado final -esto es, la nueva ciencia social histórica-pueda no ser idéntico. Se trata, pues, de un proyecto colectivo, del que Wallerstein es sencillamente su defensor m á s prolífico. A u n cuando se pudiera mostrar que este autor está fundamentalmente equivocado, el proyecto c o m o tal seguiría existiendo, por la sencilla razón de que corresponde a una necesidad. La ciencia social elaborada a partir del supuesto erróneo de que hay una especie de historia natural de los estados-nación está
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condenada al fracaso, por lo que tenemos que buscar otra solución.
Aun así, existe desde luego el riesgo de que los teóricos del sistema mundial no den la debida importancia a las dimensiones culturales, a la influencia de los actores políticos y al efecto c u m u lativo de los movimientos políticos que actúan en el plano local. Conviene, pues, que se tengan en cuenta las consecuencias culturales de los cambios de ubicación geográfica de determinados centros, así c o m o la capacidad de movilización potencial de sistemas culturales en los que los valores y las instituciones occidentales sólo han penetrado parcialmente. Y , además, no hay que olvidar que el porvenir del sistema mundial no puede emanar sencillamente de tendencias históricas o de algún tipo de lógica interna descubierta.
La concepción estructuralista y determinista del cambio social es incapaz de explicar la aparición de la sociedad tecnicoindustrial altamente desarrollada. La conciencia y la voluntad h u m a nas han desempeñado un papel decisivo en ese proceso. La sociedad no es sólo reproducción y adaptación; es también, como dice Alain Tourai-ne5, creación y autoproducción. La sociedad no es simplemente lo que es, sino lo que hace de sí mism a . Es el resultado de luchas entre actores con conceptos distintos del futuro deseable. La actual sociedad industrial es una utopía parcialmente realizada, en la que la consecución de algunos proyectos está en cierto m o d o separada de las situaciones concretas; puede que éste sea el caso, por ejemplo, de las inversiones en proyectos arriesgados c o m o los vuelos espaciales o las centrales nucleares. Lo que orienta el devenir de la corriente principal de las sociedades occidentales es una utopía, y ello en idéntico grado que todos los m o vimientos de oposición que han intentado construir comunidades utópicas en toda la historia occidental. La única diferencia consiste en que la «utopía principal» dispone de un algo del que las otras carecen: el poder.
Puede considerarse también que las teorías del sistema mundial dan una importancia exagerada a la dinámica mundial con respecto a la dinámica local. Hay diversos movimientos sociales -los «nuevos movimientos políticos», c o m o se les llam a a veces- que tienden también, en el plano local, a traspasar los límites del estado-nación y contribuyen así a transformar las condiciones mismas de funcionamiento del sistema mundial.
Marc Nerfin ha propuesto un marco teórico útil para la elaboración de categorías de los diver
sos tipos de actores políticos en el proceso de desarrollo, asociando los «nuevos movimientos políticos» a lo que llama el Tercer Sistema. Podríamos , pues, decir que los nuevos movimientos políticos son la «Política del Tercer Sistema»6.
El concepto de Tercer Sistema ha sido utilizado tanto por el World Policy Institute como por la Fundación Internacional para Alternativas de Desarrollo (FIAD), de manera ligeramente distinta. Los investigadores de ambos centros contemplan el Tercer Sistema c o m o un sistema de poder en el que se manifiesta la acción de individuos o de grupos a través de instituciones y asociaciones voluntarias. Es el principal portador de concepciones y valores nuevos y, por ende, el principal agente de transformación social. El Primer Sistem a es el del poder constituido por las estructuras de gobierno de los estados, es decir, el sistema estatal. Sin embargo, para la F I A D el Segundo Sistem a está asociado al poder económico, al mercado y a las fuerzas que en él actúan, c o m o las compañías y los bancos. Para el World Policy Institute dichos actores económicos han de incluirse en el Primer Sistema, mientras que las organizaciones intergubernamentales -las Naciones Unidas, por ejemplo- forman parte del Segundo Sistema. E n la terminología de la F I A D , las organizaciones internacionales (intergubernamentales) forman parte del Primer Sistema7.
Puesto que el sistema intergubernamental es una manifestación de la lógica de los estados-nación, preferimos utilizar aquí la terminología de la F I A D propuesta por Nerfín, lo que nos permite distinguir además y de m o d o más claro entre el poder económico (las empresas transnacionales) y el poder político (los estados), representando desde este punto de vista el poder popular un tercer tipo de poder, fundado en la conciencia, la organización y la acción. Por consiguiente, podríamos hablar, para simplificar, de tres actores principales: el Principe (el Primer Sistema), el Mercader (el Segundo Sistema) y el Ciudadano (el Tercer Sistema). D e ese m o d o , los ciudadanos, cuando no buscan el poder gubernamental o económico, constituyen el Tercer Sistema.
¿Qué es lo que busca entonces el Ciudadano? ¿Cuál es la esencia de la Política del Tercer Sistema? Se trata fundamentalmente de una defensa del poder autónomo, originalmente en manos del pueblo, frente a las intrusiones tanto del Primer como del Segundo Sistema (del Príncipe y del Mercader). Históricamente, esas intrusiones han estado asociadas con la formación de los estados y
Movilización local y política del sistema mundial 365
el desarrollo del capitalismo. E n este proceso se ha llegado a veces a un compromiso entre los intereses del Príncipe, los del Mercader y los del Ciudadano, pese a los numerosos conflictos objetivos que hayan podido surgir. H o y en día, sin embargo, el Príncipe y el Mercader han alcanzado dimensiones monstruosas y su poder transnacional, económico y militar, representa una amenaza para la existencia m i s m a del Ciudadano. Esta a m e naza comprende también la de la exterminación mediante la guerra nuclear. N o cabe extrañarse por lo tanto de que surjan conflictos entre los diversos proyectos socialmente incompatibles dimanantes de cada uno de los tres sistemas, particularmente en lo que atañe al desarrollo, la paz y al medio ambiente.
Cabe hacer al respecto una observación particularmente importante: los actores del Segundo y Tercer Sistema, en su intento de realizar sus respectivos proyectos, están traspasando los límites del estado-nación; el Tercer Sistema, en particular, actúa en el plano mundial, a través de los m o vimientos ecológicos y pacifistas. Los nuevos tipos de violación de las legislaciones nacionales que llevan a cabo los militantes de estos movimientos se han convertido ya en noticia de primera plana de los periódicos. La represión de dichas violaciones, que son producto de una conciencia transnacional o. mundial, van a ser cada vez m á s difíciles de justificar, lo que quiere decir que hay un sector cada vez mayor de la población que las considera ilegítimas.
Elementos de un modelo no determinista
En las concepciones del desarrollo, la corriente principal es de tipo determinista: «La marcha progresiva de la civilización sigue un curso natural e inevitable, dimanante de la ley de la organización humana» (A. Comte) . H a y una concepción enteramente opuesta a ésta, que ve en el futuro algo fundamentalmente abierto. Pero el voluntarismo es a decir verdad algo tan problemático com o el determinismo. E n este capítulo intentarem o s contribuir a una síntesis de ambas posiciones.
El pensamiento utópico es desde luego importante, aunque necesitemos también un utopismo realista, esto es, un utopismo que proponga soluciones fundadas en el análisis crítico de la importancia relativa de las diversas fuerzas que se opo
nen al sistema. N o pretendemos que haya que pasar bruscamente del determinismo al voluntarismo m á s absoluto. Ver sólo actores, haciendo caso omiso del sistema, es estar tan equivocado c o m o los que ven sólo sistemas sin actores. Tenemos , pues, que trabajar partiendo del supuesto de que nos encontramos ante actores que actúan en un sistema. Si esos actores no gozan de una libertad absoluta para hacer todo lo que desean, tampoco están enteramente sometidos a las leyes del sistem a . El modelo del sistema mundial es desde luego un buen punto de partida, pero nuestro análisis tiene una orientación m á s voluntarista.
Durante los cuatro o cinco últimos siglos, el m u n d o occidental ha experimentado fenómenos c o m o la expansión geográfica y demográfica, el desarrollo de las relaciones comerciales y el incremento de los ingresos monetarios, el aumento de las dimensiones de las empresas productivas, el crecimiento de las ciudades, la expansión de la burocracia central y del poder estatal, así c o m o de la ciencia y de la enseñanza superior, el crecimiento de la megatécnica. etc. En ese m u n d o hemos asistido al mismo tiempo al ocaso y a la ruina de un orden social y tecnológico fundado en las comunidades locales y en las grandes unidades familiares, en la economía de autoabastecimiento y en la ayuda mutua, en las biotecnologías y técnicas de usos múltiples, los saberes tradicionales y la religión.
A partir de estos datos podría elaborarse un modelo dualista o dialéctico del cambio social, con los siguientes elementos: la existencia de un sistema/orden dominante durante una época determinada; uno o varios contrasistemas/órdenes que se oponen al sistema dominante; el postulado según el cual la expansión o contracción del sistema/orden dominante es el resultado de una lucha continua entre actores instalados en los distintos sistemas/órdenes; el postulado según el cual los sistemas/órdenes sociales son también producto de la actividad humana , resultado de concepciones, normas rectoras y utopías de los actores y movimientos innovadores, elaborados y modificados a su vez por las generaciones ulteriores.
Nunca hubo un orden social global que determinara todas las actividades sociales, sin excepción. Siempre hay grietas en el edificio del orden dominante por donde consiguen infiltrarse otros tipos de racionalidad. El estado normal al respecto es un equilibrio m á s o menos frágil entre órdenes que se encuentran en un estado de oposición dialéctica. En toda organización formal hay tam-
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bien una red no formal que funciona en cierto m o do c o m o un mecanismo de defensa frente a las exigencias del sistema formal.
Es la existencia de distintos órdenes, y su oposición, lo que hace que los hombres dispongan de alternativas. El cambio social no es, por tanto, ni un simple proceso de reproducción del sistema establecido ni un estado provisional de transición de un sistema a otro. Es más bien una ruptura del equilibrio entre un orden dominante y su contrario.
En último término, los órdenes sociales son también producto de la actividad humana , resultado de proyectos sociales. Las grandes innovaciones en los sistemas suelen acontecer a lo largo de períodos de breve duración impulsadas por unas pocas élites creadoras c o m o respuesta a los grandes retos o a las crisis del antiguo orden establecido8. La crisis es campo abonado donde pueden brotar nuevos tipos de racionalidad. A fin de cuentas, los hombres tienen que elegir, lo que a su vez implica una lucha entre actores que cuestionan de manera distinta uno u otro de los dos órdenes. Este modelo del cambio social hace que pueda sortearse tanto el escollo del evolucionismo-determinismo c o m o el de la utopía voluntarista9.
La economía mundial capitalista ha sido el sistema social dominante de la época moderna y, según Wallerstein, seguirá siéndolo a lo largo de los próximos 50 a 200 años. Este es el tiempo que necesita la dinámica interna del sistema para alcanzar los límites de su expansión.
El proceso de penetración económica y social del sistema dista mucho de haber acabado. Hay todavía, en el plano mundial, una «contraeconomía» en la que los hombres no trabajan esencialmente por dinero y en la que los bienes y servicios no se consiguen con dinero, ni se financian con el impuesto. En el Tercer M u n d o , este sector es probablemente crucial para la mayoría de la población. Hasta en las zonas urbanas, la gente logra sobrevivir gracias a la producción de valores de consumo. La economía no formal es importante hasta en los países industrializados altamente desarrollados: su magnitud, medida en horas de trabajo, debe ser aproximadamente equivalente a la de la economía monetaria.
D e acuerdo con la teoría del sistema mundial, el m u n d o entero es capitalista y todos los países están integrados en el sistema. Se trata desde luego de una simplificación. Siguen reproduciéndose actualmente algunos elementos de los sistemas anteriores. Para algunas teorías recientes de inspi
ración marxista, en la mayor parte de los países del m u n d o hay una articulación de dos modos de producción por lo menos -uno capitalista y otro no capitalista- y el m o d o de producción capitalista ejerce una dominación cada vez mayor sobre el otro10. La idea de penetración capitalista, o de intensificación del capitalismo, supone la existencia de un contrasistema que es penetrado. Volvemos así al concepto de dualismo que introdujera la teoría hoy desacreditada de modernización.
El proyecto de sociedad moderna es un proyecto integrado que surgió de la totalidad de la cultura occidental al final de la Edad Media y que estaba íntimamente vinculado al humanismo universalista del Renacimiento, a la ética protestante del trabajo, al movimiento científico, a la aparición de los estados absolutistas, a las revoluciones burguesas, etc. Fue fomentado por la nueva élite capitalista, por las burocracias estatales y por los científicos y tuvo que hacer frente a la resistencia de numerosos grupos y élites tradicionales. Los principales vehículos de la transformación han sido el capitalismo, la burocracia estatal y \& universidad, al actuar íntimamente relacionados uno con otras hasta constituir el orden dominante.
Estos tres elementos actúan de acuerdo con una lógica social que les es análoga. En el proyecto de sociedad moderna sólo hay un valor absoluto y es la dominación (indisolublemente unida a la expansión, al crecimiento y al rendimiento). A este respecto, la lógica de la acumulación del capital, la de la expansión estatal y la del desarrollo científico coinciden. La sociedad moderna ha cobrado así todas las características inhumanas de una m á quina social. Estamos encerrados en una «jaula de acero» fabricada por nosotros mismos, afirma M a x Weber. Esta realidad es la traducción de una concepción determinada del m u n d o , la concepción mecanicista y cuyos primeros propagandistas fueron los precursores de la ciencia en los albores de la Edad Moderna" .
El proyecto de sociedad moderna fue iniciado por las élites en Europa Occidental para ser impuesto después a las periferias internas y externas mediante la expansión del aparato estatal, la colonización, el comercio, las misiones, etc. Puede verse en la modernización un proceso transnacional de penetración que incidió en el m u n d o entero a través de la expansión del sistema mundial capitalista y de las instituciones que le son inherentes. Los centros «nacionales» de los países del Tercer M u n d o han quedado vinculados de m o d o m á s o menos estrecho al supercentro global del sistema
Movilización local y política del sistema mundial 367
y//////////// / /Soc iedad moderna/
/(socialista/
Sociedad no moderna (precapitalista)
/Sociedad m o d e r n a ' / ' (capitalista) '/////
1.500 2.000 2.500
Sociedad no moderna (precapitalista)
Sociedad no moderna (postcapitalista)
1.500 2.000 2.500
mundial moderno, convirtiéndose a su vez en los artífices de la construcción de los estados-nación y en los agentes de la modernización, y contribuyendo a la extensión de las instituciones modernas en sus propias periferias.
El sistema capitalista, a nuestro entender, va a llegar al límite extremo de su expansión m u c h o antes de que hayan desaparecido de nuestro planeta todos los modos de producción no capitalista, es decir, antes de que todos los productores hayan acabado por convertirse en proletarios. N o pueden suprimirse los modos de producción familiares y comunitarios sin suprimir con ello la propia humanidad. El coste social -enajenación, dependencia, delincuencia y enfermedades m e n tales- sería sencillamente insoportable. N o deja de ser ya obvio que los estados modernos prósperos han dejado de ser capaces de enfrentarse con esos problemas sirviéndose sólo de los consabidos métodos burocráticos. En realidad, la economía capitalista es un parásito de la economía no capitalista, ya que no paga el coste total de la reproducción de la fuerza de trabajo, c o m o tampoco paga la reproducción de los recursos naturales. En un sistema parásito de esa índole hay un límite
superior a la expansión. Del m i s m o m o d o que los parásitos del m u n d o natural detienen la expansión al eliminar la mayor parte de sus organismos huéspedes, la expansión de la economía mundial capitalista se detendrá m u c h o antes de que los modos de producción no capitalista hayan sido completamente eliminados. El proyecto de sociedad moderna no logrará nunca realizarse hasta sus últimas consecuencias.
N o hay que creer que la expansión del sistema en la época moderna haya sido un proceso automático, sino que es el resultado de una lucha entre las fuerzas modernizadoras y un movimiento continuo de resistencia12. Hasta la fecha, los moder-nizadores, ya sean socialistas (rojos) o liberales (azules), han salido vencedores en la lucha, pero hoy en día resulta evidente que la resistencia es cada vez mayor, con lo que se abona el terreno para una estrategia alternativa (verde).
D e este m o d o nos encontramos ante dos caminos m u y diferentes y que llevan a un m u n d o postcapitalista:
El camino Rojo de la continuación del proceso de modernización. Se trata en este caso de llevar el proyecto moderno hasta sus consecuencias finales
368 Mats Friberg y Björn Hettne
lógicas: un orden mundial socialista sometido a un gobierno mundial. En esta concepción, el proletariado podrá realizar dicho orden cuando la economía mundial capitalista haya alcanzado el límite máx imo de su expansión, esto es. cuando la modernización haya llegado a todos los rincones del planeta.
El camino Verde de la modernización. Se trata en este caso de abandonar gradualmente la economía mundial capitalista moderna e iniciar la realización de un nuevo proyecto de desarrollo, no moderno ni tampoco capitalista, a partir de los elementos «progresistas» de los órdenes sociales precapitalistas y de las innovaciones ulteriores13.
¿Cuáles son las condiciones sociales e históricas de un desarrollo Verde? ¿Qué tipo de actor y de movimiento social puede contribuir a la realización de una estrategia Verde? ¿Cuál ha de ser su situación en el sistema mundial capitalista? Los elementos de la respuesta pueden deducirse de nuestro modelo, integrado ahora por los siguientes elementos esenciales:
-el dualismo socioeconómico entre instituciones modernas y no modernas;
- u n proyecto moderno (Rojo y Azul) cuyo objetivo es la dominación/expansión/crecimiento/ rendimiento, proyecto legitimizado por un tipo de pensamiento evolucionista/determinista:
- u n proyecto Verde cuyo objetivo es la plena realización de los seres humanos, la creación de comunidades y un desarrollo aceptable;
-la incompatibilidad entre la modernización y el nuevo tipo de desarrollo.
Nuestra hipótesis principal es que la fuerza del movimiento Verde en el plano mundial emana de tres fuentes bastante diferentes.
En primer lugar, los tradicionalistas, los que se resisten a la modernización porque conocen un m o d o de vida no moderno y desean defenderlo. La penetración del m u n d o moderno, en forma de comercialización, es el principal motivo de su movilización. La fuerza de la resistencia se encuentra en este caso en algún tipo de contraposición: civilizaciones y religiones no occidentales, viejas naciones y tribus, comunidades locales, grupos de parentesco, campesinos y productores independientes, economías no formales, cultura feminista, etc.
En segundo lugar, los marginados, que no consiguen encontrar un sitio en el sector moderno. Están sometidos a un proceso fundamental que podríamos llamar marginado». Son individuos expulsados del sistema o que nunca han consegui
do entrar en él. D e un m o d o u otro, están encadenados a acogerse al sector no moderno. Pertenecen a este grupo los desempleados, los trabajadores temporeros, las mujeres, los jóvenes, los que no tienen el nivel educativo necesario, los enferm o s mentales, los impedidos y los trabajadores con ocupaciones mecánicas y despersonalizadas (por lo que se sienten marginados en un sentido psicológico).
Por último, los postmaterialistas, los que impugnan el proyecto moderno en la medida en que lo que buscan es la identidad propia. Los m i e m bros de este grupo disponen, además, de recursos y posibilidades que les permiten intentar realizar sus propios proyectos. Aunque el proceso de au-toemancipación esté situado, en parte, fuera del ámbito del análisis sociológico, está sin embargo íntimamente vinculado con las posibilidades que suministra la moderna sociedad de bienestar. Encontraremos, pues, en este grupo, a muchos vastagos de los miembros de la élite moderna. Son jóvenes, tienen un buen nivel educativo y adoptan valores no materiales. Suelen también preferir las actividades profesionales en las que las relaciones con los individuos son más importantes que las relaciones con las cosas.
Estos grupos están distribuidos de m o d o desigual en el centro y en las periferias mundiales. Se encuentra un número sumamente elevado de tradicionalistas en las periferias locales y mundiales, mientras que los marginados están en el nivel intermedio, y los postmaterialistas cerca de los centros.
La rebelión contra la modernidad
Tras esta definición de los actores y de las fuerzas sociales que se oponen al «proyecto moderno», vamos a evaluar las posibilidades de que se llegue a una relación más equilibrada en el plano de las civilizaciones. Las verdaderas fortalezas del «proyecto moderno» se encuentran en los aparatos estatales, puesto que los procesos de oc-cidentalización e introducción de relaciones de mercado se apoyan en estructuras estatales dominadas por las «élites modernas». Es, pues, importante saber si el poder estatal, y el de la élite m o derna están disminuyendo y si. por ende, las comunidades locales -nuestro tercer nivel de análisis- vuelven a afirmar su autonomía.
En tanto que fundamento esencial del poder de las élites modernas en el Tercer M u n d o , el
Movilización local y política del sistema mundial 369
mantenimiento del aparato estatal no sólo consum e numerosos recursos, sino que constituye, además , el ruedo donde se lleva a cabo la lucha por el poder entre los distintos sectores de la élite moderna y el pretexto de la represión contra los que no forman parte de ella, es decir, el pueblo. Añádase a esto la existencia de una competición, con el consiguiente ambiente de desconfianza y de miedo, entre las distintas élites de países con fronteras comunes que desemboca en la dinámica destructora del rearme y de los conflictos internacionales.
La concepción occidental del m u n d o ha sido presentada c o m o la concepción del m u n d o y ha pretendido tener validez universal. Sus defensores afirmaron la inferioridad de todos los países colonizados o influidos por ella: inferioridad cultural, de religión o de raza. Sin embargo, las dos guerras mundiales, el proceso continuo de resistencia en las colonias y la asimilación gradual de la ciencia y la técnica occidental en los nuevos países independientes han acabado por socavar la hegemonía del m u n d o occidental. A partir de 1945, las potencias coloniales tuvieron que retirarse de Asia y de Africa. Algunos países no occidentales, c o m o Japón y China, han surgido c o m o actores en la escena mundial, gracias a soluciones y logros alcanzados por sus propias fuerzas.
Los países del Tercer M u n d o con verdaderas posibilidades de elegir soluciones indígenas, y no occidentales, para resolver sus problemas, son los que disponen de un patrimonio cultural importante. Al fin y al cabo, los países occidentalizados no representan m á s de la cuarta parte de la población del planeta. En la mayoría de los países del Tercer M u n d o , la élite moderna occidentali-zada representa un sector poco numeroso de la población y su control sobre el resto del país es poco menos que precario, particularmente durante los períodos de transformación estructural profunda. Queda siempre, pues, una posibilidad de reafirmación de las tradiciones e instituciones indígenas.
¿ C ó m o han conseguido sobrevivir algunas naciones y civilizaciones tradicionales, pese a la agresión occidental? El primer elemento de respuesta nos lo dan los pocos países (Japón, China, Irán, Turquía, Afganistán, Etiopía y Tailandia) que han conseguido evitar en los tiempos modernos la colonización de las potencias occidentales durante largos períodos. En los tres últimos casos, la dificultad de acceso y el aislamiento han desempeñado probablemente un papel m á s im
portante que la fuerza de la civilización tradicional. Lo que fue decisivo en otros casos ha sido la fuerza interna del país m i s m o . Si examinamos más atentamente la historia de esos países, c o m probaremos que China, Japón e Irán consiguieron crear la base territorial y cultural de sus propios estados muchos siglos antes de que tuvieran que enfrentarse con el desafío del m u n d o occidental. H a y que tener también en cuenta en esta evaluación del potencial indígena los «nuevos estados independientes» que, aun cuando fueran colonizados, han logrado conservar la integridad territorial del país, c o m o Egipto, Marruecos, Vietnam y Sri Lanka. Lo m i s m o podría decirse de la India, si no tenemos en cuenta claro está las consecuencias del separatismo musulmán.
U n hecho digno de mención a este respecto es que la mayor parte de los «estados independientes» creados sobre el territorio de naciones o civilizaciones antiguas han iniciado procesos revolucionarios o de profunda transformación nacional y social que les han permitido conservar al m e nos parcialmente su patrimonio cultural. Pertenecen a esta categoría China, Irán, Egipto y Vietn a m , pero también, hasta cierto punto, México, Turquía, Japón y la India. Puede considerarse, pues, que estos países representan las principales fuentes, reales o potenciales, de las alternativas posibles frente al modelo de desarrollo occidental.
El Tercer M u n d o puede dividirse en diversos grupos macroculturales, es decir, en grupos de sociedades que comparten una misma cosmología social. H e m o s intentado, en lo que sigue, distinguir entre zonas culturales occidentales y no occidentales. «Occidental» es aquí un concepto cultural que se refiere tanto al núcleo de zonas occidentales originales c o m o a las zonas donde prevalece una concepción del m u n d o social de tipo occidental. Ni que decir tiene que este esquem a teórico es un simple trabajo preliminar14.
Los Mundos Occidentales:
/. Europa Occidental 2. Europa Oriental (incluyendo la parte rusa
de la Unión Soviética) 3. Euroamérica (Canadá, Estados Unidos y la
América latina «latina») 4. Eurooceanía (Australia, Nueva Zelanda)
Los Mundos no Occidentales:
/. M u n d o arabigoislámico
370 Mats Friberg y Björn Hettne
2. Africa Sub-Sahariana 3. M u n d o afroamericano (el Caribe y parte
del Brasil) 4. M u n d o indoamericano (en particular
América Central y Perú) 5. Oriente islámico (Irán, Pakistán, Indone
sia) 6. Subcontinente indio 7. Extremo Oriente (China, Japón, Vietnam) Claro que no es posible emprender aquí un
examen pormenorizado del fundamento cosmológico de las distintas civilizaciones, pero hay que hacer resaltar que la metodología del estudio de las cosmologías sociales (a decir verdad todavía algo provisional) ha de influir tanto en la definición que de ellas damos c o m o en nuestra propia concepción de sus interacciones15. El m u n d o islámico, por ejemplo, puede considerarse en cierto m o d o c o m o parte del m u n d o occidental, puesto que el islamismo y el cristianismo tienen un mismo origen. Pero los tipos de extensión e interacción de las religiones son m u y diversos, y las características que cada una de ellas puede adquirir durante ese proceso no pueden explicarse únicamente desde un punto de vista religioso. Hay, por ejemplo, diferencias evidentes entre las formas arábiga y oriental del Islam, y ha sido posible presentar realmente al cristianismo c o m o un tipo de religión afrooccidental16.
Los modos de relación entre culturas y civilizaciones son, pues, sumamente complejos. En la misma cultura puede haber distintas orientaciones, en un proceso de interacción dialéctica, com o el de la corriente principal y la corriente contrapuesta de las teorías occidentales del desarrollo.
Desde una perspectiva histórica más amplia, Johan Galtung distinguió de manera análoga entre un modo de expansión y un modo de contracción de la civilización occidental; puede decirse que el primero corresponde, aproximadamente, a lo que llamamos la corriente principal y el segundo a lo que llamamos la corriente contrapuesta. El pronóstico de Galtung es que el m o d o de contracción va a caracterizar los próximos siglos. Esta hipótesis plantea un nuevo problema: ¿qué fuerzas culturales van a conseguir llenar el vacío mundial creado por esa contracción del m u n d o occidental?
A u n cuando todas las culturas no occidentales hayan tenido que asimilar para ello las enseñanzas de Occidente, en particular en los campos de las ciencias y las técnicas, y experimentar autén
ticas revoluciones del pensamiento y la acción, la mayoría han sido capaces de adaptarse y superar su crisis mediante un proceso de reelaboración y adopción selectiva de elementos de la cultura occidental. Y hasta puede decirse que algunas culturas asiáticas han sido ya capaces de lanzar un contraataque frente a la ofensiva de la civilización occidental.
Hoy en día, las iniciativas vienen de Extremo Oriente. A este ámbito pertenecen la gran civilización china y las que de ella han derivado en Japón, Corea, Vietnam y otros países de Asia Su-doriental. Europa y China son los dos polos opuestos que imantan la actividad cultural del planeta. Hay muchas razones para considerar que el Extremo Oriente representa la principal opción sustitutiva frente a la sociedad occidental. En China vive la quinta parte de la humanidad. Pese a la sucesión de invasiones y sublevaciones que ha experimentado. China ha seguido constituyendo una entidad políticamente unificada y culturalmente integrada durante más de dos mil años.
China es probablemente la civilización que ha sabido defender mejor su identidad cultural tradicional.
La crisis del estado del Tercer Mundo y la aparición de la política del Tercer Sistema
En el Tercer M u n d o , la voluntad de resistir a la penetración del capitalismo internacional es por regla general m u c h o menos fuerte en el plano del aparato estatal que en el plano cultural o de la comunidad local. Refleja esto la ambigüedad de la posición de la élite moderna, que ve en la participación en el desarrollo de la economía m u n dial un m o d o de ampliar su propia base económica, aun cuando haya considerado al m i s m o tiempo que la creación de una comunidad nacional y de una conciencia de tipo nacionalista era también indispensable por razones de legitimidad política.
Nos encontramos, pues, ante estados que son en cierto m o d o estructuras políticas, administrativas y militares al servicio de la élite moderna, y cuyo poder tiene un fundamento a la vez externo e interno. Por regla general, la dependencia externa generará una oposición interna y, de igual m o d o , los intentos de ampliación de la base interna de ese poder mediante la movilización
Movilización local y política del sistema mundial 371
U n actor del sistema local: cartero repartiendo el correo en las montañas, Córcega, Francia. R . Picard/ Imapress.
política y la aplicación de estrategias de desarrollo en función de intereses nacionales generará una oposición externa e intentos de desestabilización.
El concepto de élite «moderna» es desde luego ambiguo y problemático. Al utilizarlo, nos referimos a un grupo social relacionado con una situación sumamente específica: la aparición de los sistemas políticos coloniales y, por consiguiente, la necesidad de utilizar a funcionarios indígenas en los niveles inferiores de la administración colonial. El origen de la élite moderna es, desde luego, enormemente importante si se quiere c o m prender la dinámica de la lucha por el poder de las fuerzas anticolonialistas.
Pueden distinguirse cuatro fases características en el desarrollo de la lucha por el poder en el movimiento anticolonialista: la guerra de resistencia, la resistencia de las élites tradicionales, la oposición de la élite moderna y, por último, la movilización de masas. La duración de la primera fase depende en gran medida del tipo de organización política de la sociedad precolonial. D u rante la segunda fase se producen movimientos de rebelión esporádicos que traducen la incom
patibilidad entre la lógica de la sociedad colonial y los valores tradicionales que siguen vigentes. La oposición ulterior de la élite moderna, en la tercera fase, no refleja de m o d o primario la contradicción entre valores occidentales y valores no occidentales, sino más bien el sentimiento, en la élite moderna, de no disponer de una posición acorde con la educación de tipo occidental que ha recibido. La cuarta fase, la de la movilización de masas, que suele desembocar por regla general en la independencia, ha estado caracterizada por la alianza entre las élites modernas y las masas, una alianza que para los dirigentes de esa élite ha supuesto la adopción de una plataforma política de tipo semipopulista. El compromiso entre los valores importados de la élite moderna y los valores tradicionales del campesinado no era en principio m u y fácil; de ahí muchas de las tensiones que han caracterizado la época postcolonial en esos países. Se llega así a una quinta fase de esa lucha de liberación; se trata ahora de la liberación de los que no forman parte de las élites.
Esta fase supone la crisis del estado en esos países, ya que los grupos que no forman parte de la élite suelen identificarse a sí mismos con siste-
372 Mats Friberg y Björn Hettne
mas subnacionales (regiones o comunidades locales) y ven en el estado, en la economía moderna, en los partidos políticos y en otras grandes organizaciones los instrumentos de la dominación de las élites occidentalizadas. La movilización y la oposición de los grupos que no forman parte de la élite son formas de la política del Tercer Sistem a : se trata de tipos de organización espontánea y de redes que surgen en medio de una crisis económica y política que se manifiesta en algunos casos por una explotación aún mayor de los h o m bres y de la naturaleza, y en otros casos por el hundimiento del poder estatal. Al mismo tiempo, esos movimientos representan también un renacimiento de sistemas de valores y tradiciones anteriormente sofocados.
La modernización suele tender a debilitar las formas de vida tradicionales en la periferia. El grupo familiar que se autoabastece, el consejo de la aldea, las relaciones de parentesco y demás elementos de la cultura tradicional tienden a desintegrarse ante el avance del sistema moderno. A n te esa evolución, la primera reacción de los grupos de la periferia es intentar refugiarse en las antiguas instituciones. Ahí se encuentra la clave de la actividad política del campesinado; se trata en último término de una reacción conservadora frente a la modernización, reacción que en una fase ulterior adquiere con frecuencia un carácter revolucionario y, paradójicamente, desemboca en un nuevo proceso de modernización17.
Muchas de estas posibilidades de autonomía han quedado m u y debilitadas pero no han desaparecido completamente. El debilitamiento a su vez de las infraestructuras modernas y de la posición misma de la élite moderna va a traer consigo un robustecimiento relativo de las autonomías locales y una importancia cada vez mayor del movimiento político del Tercer Sistema.
Se ha dicho del campesinado que es sobre todo un « m o d o de vida»; es, pues, evidente que no es sólo su autonomía económica la que está a m e nazada por la llamada «modernización». Respecto a su autonomía política, los campesinos solían estar organizados en algún tipo de consejo de aldea, pero se sobreponían a éste las típicas relaciones de protección y clientela que limitaban esa autonomía política y los intereses de los campesinos se supeditaban a los de la élite local o regional.
Por lo que respecta a la autonomía social, los campesinos disponen en el plano de la comunidad de recursos como los que proporcionan las
relaciones de parentesco y otras formas de solidaridad primaria. Están éstas fundadas en la relación inmediata de parentesco, aunque puedan ir también más allá hasta abarcar a la comunidad religiosa, grupos que utilizan un lenguaje determinado o grupos aún más extensos con usos sociales particulares18.
Por lo que respecta a la autonomía cultural, los campesinos representan lo que Robert Red-field llamó la «pequeña tradición», capaz de oponerse y adaptarse a un tiempo a la «gran tradición» que se extiende a partir de los centros urbanos. Wertheim considera que la «pequeña tradición» es una fuerza ideológica contrapuesta al centro19.
La élite moderna ha conseguido el monopolio de la utilización del espacio en el ámbito nacional y logra fortalecer su posición mediante la creación de un sistema funcional que por sí mism o llega a socavar la vida territorial20. Los grupos que no forman parte de la élite pueden ser fácilmente dominados desde los «puestos de mando» del sistema funcional. Los movimientos políticos del Tercer Sistema, los que actúan fuera del marco de los partidos, son las únicas fuerzas que pueden oponerse eficazmente al poder de la élite moderna. Poder puede también querer decir «posibilidad de disponer de uno mismo», esto es, autonomía opuesta a la penetración económica, política y cultural. Las reacciones contra esa penetración, que intenta destruir la autonomía de las comunidades locales, las clases y las minorías étnicas, han desembocado en algún caso en explosiones de rebeldía, pero puede decirse que, globalmente, los movimientos políticos no partidistas capaces de actuar de m o d o permanente han sido hasta una fecha m u y reciente algo sumamente poco frecuente en el Tercer M u n d o . E n estos países, el «espacio nacional» ha sido ocupado por macroorganizaciones que han conseguido un dominio absoluto. Pero esta situación tiene que cambiar.
Las manifestaciones de los movimientos políticos del Tercer Sistema se distinguen de la política tradicional de los partidos por su carácter sumamente heterogéneo, lo que hace m u y difícil todo intento de sistematización. Se trata, además, de un campo m u y poco estudiado, no sólo por ser reciente, sino también porque no entra fácilmente en ninguna de esas casillas que c o m p o nen las ciencias sociales occidentales.
V a m o s a empezar por algunas consideraciones de índole general. La aparición de la política
Movilización local y política del sistema mundial 373
del Tercer Sistema es el resultado tanto de la fuerza intrínseca cada vez mayor de diversas asociaciones, redes y grupos 'como del debilitamiento del poder gubernamental y, en último término, del estado m i s m o . En el Tercer M u n d o , el poder estatal suele ser impugnado esencialmente por dos tipos de fuerzas internas. En el primer caso el conflicto es de tipo horizontal; esto quiere decir que se trata de una lucha entre élites que actúan en el espacio nacional, por un lado, y élites regionales o locales, por otro lado. La lucha de estas últimas por su autonomía traduce una tendencia a la descomposición del sistema nacional. El segundo tipo de conflicto es vertical: la élite política lucha por conservar el poder estatal frente a la oposición de los grupos sociales oprimidos. E n la medida en que dichos grupos representan intereses distintos de los de la élite política, puede decirse que este tipo de movilización es la manifestación de una tendencia a la transformación del sistema político y de la estructura del poder. Los movimientos políticos no partidistas representan un tercer tipo de impugnación, puesto que lo que se busca en este caso es sólo la posibilidad de controlar la propia actividad, o sea la autonomía.
La segunda observación de índole general es que el desarrollo de movimientos políticos del Tercer Sistema en el espacio nacional que deja libre el debilitamiento del poder estatal suele desembocar en nuevos conflictos, cuya manifestación había quedado anteriormente sofocada por un poder estatal fuerte que buscaba la unificación nacional. Estos conflictos son a veces sumamente violentos, hasta tal punto que algunos llegan a preferir la existencia de un poder estatal represivo a. por ejemplo, las guerras étnicas o los enfrentamientos entre extremismos religiosos.
Pasemos a la tercera observación. La política del Tercer Sistema está más estrechamente relacionada con lo local que con lo funcional, aun cuando los problemas políticos planteados puedan superar ese ámbito local. Los problemas a m bientales, por ejemplo, suelen adquirir una dimensión espectacular en el plano local, pero tanto las fuentes de la contaminación y la explotación c o m o las soluciones se encuentran en sistemas situados en un plano superior, y hasta en algunos casos transnacional. Las organizaciones funcionales que están desempeñando un papel de representación de las masas empobrecidas de esos países han fracasado, en gran medida, desde el punto de vista de las masas, aunque han sido
instrumentos eficaces en m a n o s de las élites. Disponemos al respecto de no pocos datos so
bre la India, ya que en este país los movimientos de oposición tienen una larga historia y hay una tradición de estudios sociales relativamente importante, en cuyo marco pueden llevarse a cabo investigaciones originales y poco convencionales21. Pero saber qué es lo que está ocurriendo exactamente en otros países del Tercer M u n d o es ya más difícil. V a m o s a mencionar, sin embargo, simplemente a m o d o de ejemplo, algunos datos tomados de la obra de Roy Preiswerk, que fue un atento observador de las realizaciones en el campo de la autonomía local (ya que se trataba, según él, del plano m á s importante)22.
En el Camerún (donde los servicios oficiales de abastecimiento de agua sólo funcionan en aglomeraciones urbanas de más de 10.000 habitantes), en millares de aldeas los habitantes han creado sus propios sistemas de distribución de agua. Los Consejos de Aguas de las aldeas se ocuparon de reunir el dinero necesario, así c o m o de la organización de un programa de trabajo colectivo. En el Senegal, un agricultor logró organizar un gran movimiento que agrupó unas 20.000 aldeas; éstas, gracias a sus propias cooperativas, compran todo lo que necesitan y se ocupan de la comercialización de sus productos. En Colombia, los campesinos han creado zonas autónomas (llamadas en algunos casos «repúblicas independientes») donde se ha efectuado una redistribución de las tierras y cuyo objetivo social principal es la satisfacción de las necesidades fundamentales. Los comités de ayuda mutua han surgido en V e nezuela en situaciones de conflicto con el gobierno; por ejemplo, contra la intervención de excavadoras en los «barrios», contra el aumento del desempleo, o bien en algunas situaciones en las que el mal funcionamiento de los servicios públicos mínimos ha llegado a ser intolerable. En Trinidad, el Servo! (Service Volunteered for All), que empezó a funcionar tras la rebelión del Poder Negro en 1970, se ha convertido en una gran organización de centros llamados Centros de Vida; estos centros reúnen en todo el país a albañi-les, fontaneros, soldadores y carpinteros, formados mediante autoaprendizaje.
Podríamos mencionar millares de ejemplos de situaciones de este tipo. Algunas, claro está, pueden haber sido tal vez idealizadas; otras pueden haber dejado ya de existir o dependen únicamente de fondos exteriores. D e los ejemplos mencionados por Preiswerk se desprende tam-
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bien que las relaciones con el poder estatal pueden ir de la cooperación a la oposición, aunque, en la medida en que todas ellas reflejan una lucha por la autosuficiencia o la autonomía, en un m o m e n t o u otro se manifestarán forzosamente las contradicciones.
Nos encontramos aquí, a decir verdad, ante un c a m p o sumamente extenso para futuras investigaciones comparativas. El primer problema que se plantea al respecto es el de disponer de una visión de conjunto de todas estas iniciativas que no se realizan en el marco de sistemas económicos y políticos «clásicos», ya que rara vez son éstas lo suficientemente espectaculares c o m o para ser consideradas c o m o noticias interesantes por los medios de difusión. Los investigadores de las ciencias sociales que se ocupan de m o d o preferente de las macroorganizaciones no suelen ocuparse tampoco de ellas. Además , es imposible apreciar la viabilidad de los nuevos tipos de organización sin un buen conocimiento de la dinámica de la organización local. Por último, no es siempre fácil saber si las manifestaciones explícitas de procesos políticos no partidistas representan una auténtica expresión del poder de las m a sas o si se trata de un proceso manipulado desde arriba.
Los nuevos movimientos sociales en el mundo occidental
La crisis del m u n d o occidental no es sólo económica. A u n suponiendo que se restableciera el proceso de crecimiento económico con su anterior dinamismo, quedarían por resolver toda una serie de problemas graves: la crisis del medio a m biente, la explotación de los países más pobres, la militarización y la guerra, la marginación, la impotencia de los ciudadanos, la desintegración social, la crisis espiritual, etc. N o es posible resolver estos problemas con la aplicación de las viejas recetas del siglo xix, ya sean éstas liberales (Azules) o socialistas (Rojas). D e ahí. pues, la aparición de nuevos movimientos sociales que intentan expresar de m o d o coherente una concepción del m u n d o distinta: los movimientos ecológicos, de solidaridad, pacifistas, feministas, comunitarios, regionales, de jóvenes, de realización individual o de renovación social, y tantos otros.
Nuestra tesis es que los nuevos movimientos sociales del m u n d o occidental forman parte de
una corriente a escala mundial en defensa de las comunidades naturales y de búsqueda de soluciones substitutivas del proceso actual de modernización. Hay, pues, semejanzas que no son superficiales entre las estructuras subyacentes de esos movimientos y los movimientos del campesinado del Tercer M u n d o . A m b o s tipos pueden ser analizados en función de dos ideas esenciales: el concepto de dualismo socioeconómico entre instituciones modernas y no modernas y la idea de movilización de la periferia c o m o reacción frente a la penetración procedente de un centro moder-nizador.
Si se examina más atentamente la dialéctica entre modernización y resistencia en la historia del m u n d o occidental, puede distinguirse en ella la existencia de tres fases por lo menos. Durante siglos, los hombres han luchado contra una m o dernización que se presentaba c o m o construcción de un aparato de estado y extensión de las relaciones mercantiles (Fase I), aunque a partir de la revolución industrial, prefirieran aprovechar en la medida de lo posible esa situación (Fase II). A partir de 1960 surgió un nuevo movimiento de resistencia (Fase III), pero el proceso de modernización había alcanzado ya tal grado de desarrollo que el nuevo movimiento se vio obligado a inventar una contraestructura opuesta a la estructura formal-racional de la sociedad m o derna.
La primera fase no deja de tener alguna semejanza con lo que está ocurriendo actualmente en muchas regiones del Tercer M u n d o , aun cuando el contenido particular de los conflictos pueda ser diferente. A lo largo de la Edad Media los hombres vivieron en pequeñas comunidades, con instituciones tradicionales no capitalistas. La vida se desarrollaba en torno a la familia, la m a n sión del señor feudal, la aldea, el pequeño burgo, la iglesia o el monasterio. A fines de la Edad M e dia, el m o d o de vida tradicional empezó a ser sometido a la presión cada vez mayor del capitalism o mercantil y de las estructuras estatales en gestación. Las guerras fueron uno de los principales factores determinantes de esa evolución, al imponer un sistema de impuestos cada vez más eficaz y suscitar la aparición de una burocracia estatal racionalizada. La protesta más enérgica contra esta intrusión del estado vino del campesinado y de los artesanos. Las rebeliones contra los impuestos, los motines provocados por la escasez de alimentos, los movimientos contrarios al reclutamiento forzado, así c o m o otras formas
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de desobediencia civil local, surgieron con frecuencia en toda Europa entre los siglos xvi y xix. Los hombres lucharon en todas partes por conservar sus formas de vida tradicionales y sus derechos ancestrales frente a las exigencias del poder central moderno que necesitaba impuestos, soldados, abastecimientos y un orden público estricto. Pero, a la larga, fueron vencidos.
La revolución industrial hizo que el sistema moderno racionalizado penetrara aún más profundamente en la sociedad; las antiguas formas orgánicas de vida de las aldeas rurales fueron desintegrándose y desapareciendo poco a poco. Los hombres se vieron forzados a abandonar, con el consiguiente desarraigo, una Gemeinschaft (comunidad) fundada en el autoabastecimiento y la ayuda mutua, y a entrar en una Gesellschaft (sociedad) fundada en el trabajo asalariado en un medio fabril y racionalizado.
La disminución de la importancia relativa de la familia, de la comunidad y de los demás grupos primarios, se vio acompañada por un enorm e incremento del conjunto de las necesidades sociales. El obrero industrial se encontró así, desamparado, en un m u n d o que le era ajeno, gobernado por mecanismos de mercado impersonales y centros de poder lejanos. Al no poder recurrir a una instancia independiente que pudiera darle apoyo, al no verse protegido por un sistema natural de ayuda mutua y seguridad social, el trabajador tuvo que adoptar una nueva estrategia para sobrevivir: apostó por el éxito de la sociedad industrial moderna.
El gran cambio en las formas de acción colectiva se produjo durante la segunda mitad del siglo xix, en un m o m e n t o en que el sistema industrial se encontraba ya arraigado profundamente en la mayor parte de los países europeos21. La acción local, de defensa, fundada en pequeños grupos comunitarios, fue sustituida por acciones nacionales, fundadas en la ofensiva a través de organizaciones complejas. El movimiento popular empezó a exigir determinados derechos y situaciones en el seno mismo del sistema moderno. El movimiento m á s activo durante este período -el movimiento obrero- luchó por conseguir, frente a los gobiernos, el derecho de voto, el derecho a la igualdad y a la seguridad social, c o m o luchó por conseguir frente a los patronos incrementos de salario y mejores condiciones de trabajo. Puede decirse que, en su conjunto, obtuvo lo que deseaba: mejores salarios, menos horas de trabajo y un estado que tras democratizarse
se transformaría al cabo en estado de bienestar. El proyecto elaborado por el movimiento
obrero forma íntegramente parte del proyecto moderno, no sólo por lo que respecta a sus objetivos -una sociedad de bienestar-, sino también por lo que atañe a los medios escogidos: las organizaciones de masas y el estado. El elemento principal de la estrategia del movimiento obrero ha sido el intento de controlar a los empresarios capitalistas a través de esas instituciones.
Sin embargo, la expansión del estado es, por sí misma, una amenaza para las economías no formales y para las comunidades locales, ya que la intervención estatal exige determinados m e dios financieros y no es posible gravar con impuestos las actividades económicas no formales. D e ahí que al estado le interese que la economía capitalista consiga penetrar en las comunidades locales. Esta penetración contribuye a la desaparición de las actividades económicas no formales y hace que los ciudadanos acaben por depender de nuevas intervenciones estatales, creándose así un círculo vicioso. Cuando los obreros exigen la intervención estatal, lo que hacen de esa forma es contribuir a la penetración y a la modernización capitalistas. Puesto que el capital, el estado y la ciencia han venido fortaleciéndose mutuamente desde hace ya cinco siglos, ¿qué sentido tiene ver en el estado un contrapeso frente al capitalismo? El conflicto político entre una izquierda favorable al público y una derecha que prefiere el sector privado no deja de ser en realidad una especie de querella doméstica sin demasiada importancia.
Los trabajadores, hoy en día, se identifican con el sistema de producción industrial a gran escala y con sus propias organizaciones, y éstas tienden a reproducir las mismas características racionales y formales comunes al sistema moderno. D e ahí que sus partidos y sindicatos no representen ninguna amenaza para el sistema establecido. A decir verdad, su integración en el sistema ha contribuido m á s bien a estabilizar la estructura institucional del orden capitalista. Hasta podría afirmarse que la «socialdemocracia» reformista es la forma normal de integración política de la clase obrera en la sociedad capitalista24. Esa incorporación de las organizaciones obreras al sistema de poder estatal ha hecho que los movimientos obreros acabasen por perder todo potencial de transformación hasta presentar hoy en día unos síntomas inequívocos de decadencia.
Pero en este terreno, c o m o en otros, no hay nada definitivo. N o hay que olvidar que el actor
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más importante de movilización de un grupo social es la defensa de recursos y derechos que se está a punto de perder; deberíamos, pues, asistir al renacimiento de una auténtica actividad política de la clase obrera industrial una vez que ésta empiece a sentirse amenazada por el desempleo en masa originado por la revolución tecnológica de la automatización y por las nuevas aplicaciones de la informática, procesos que van a suprimir cada vez más puestos de trabajo en la producción, la distribución y la administración. Otro fenómeno que hay que tener en cuenta es la aparición de la competencia de nuevos países en el mercado mundial de productos industriales. La capacidad industrial de algunas zonas del Tercer M u n d o , en particular en Asia, representa un trem e n d o desafío para las viejas metrópolis industriales occidentales: en algunos sectores económicos tradicionales de estos países ha empezado ya un verdadero proceso de desindustrialización (en el calzado, los textiles, el acero, la construcción naval, la relojería, el automóvil, etc.).
Estos dos procesos paralelos de automatización y desindustrialización pueden llegar a quebrantar las bases mismas de la existencia de la clase obrera. U n sector cada vez m á s importante de esta clase se sentirá probablemente atraído por el proyecto de desmodernización del movimiento Verde, aun cuando el «núcleo» organizado de la clase siga aferrándose al antiguo proyecto.
Al final de los años sesenta surgió en las sociedades occidentales y, particularmente, en los m e dios estudiantiles e intelectuales, un movimiento de protesta sumamente profundo contra la sociedad centralizada y tecnocrática y contra su ideología de consumo de masas. La expresión más notable de este movimiento fue la llamada Nueva Izquierda, que llevó a cabo una crítica de la sociedad industrial moderna, tanto en su forma capitalista como en su forma socialista de estado. Este movimiento quería sustituir la racionalidad economicotécnica unilateral de la sociedad industrial por valores humanistas revolucionarios. La Nueva Izquierda comprendía, a decir verdad, corrientes ideológicas m u y diversas y, aun cuando una de ellas fuera marxista, es probablemente justo decir que su corriente principal revestía una forma todavía poco elaborada de socialismo Verde. Tal fue el caso en particular de Estados Unidos, donde siempre hubo una fuerte tradición populista, mientras que en la Europa continental el marxismo ha sido la ideología de oposi
ción dominante durante muchos años. Sin embargo, puede decirse que la Nueva Izquierda manifestó -incluso en Europa- un gran interés por la fase premarxista del movimiento socialista. El socialismo utópico, el anarquismo, el sindicalism o revolucionario y el socialismo de gremios volvieron a renacer porque estas teorías expresaban una actitud de crítica hacia la extensión universal del modelo industrial y proponían la m a nera de integrar instrumentos y máquinas perfeccionados en una estructura comunitaria local.
El origen de las nuevas ideas no estaba únicamente en la esfera cultural occidental. Tuvieron una fuerte influencia en ellas los movimientos de liberación del Tercer M u n d o ; el socialismo campesino de M a o -cuya influencia fue particularmente importante-, representó un ejemplo de modelo de desarrollo en el que «se tenía realmente en cuenta al pueblo». Otras de las características de la época fue el interés por la filosofía oriental -el budismo zen, el yoga tántrico o la meditación transcendental- entre los miembros de la llamada contracultura. Hay que distinguir al respecto entre estas dos tendencias del movimiento. La Nueva Izquierda representaba una impugnación del orden establecido a un plano político e intelectual (la revolución macrosocial), mientras que la contracultura representaba una crítica a la pobreza sociocultural y afectiva de la sociedad occidental. La contracultura perseguía una revolución de la conciencia en la vida diaria, así c o m o la elaboración de formas de vida substitutivas (la revolución microsocial). La unificación de las dos tendencias se realizó en el movimiento de protesta contra la guerra del Vietnam.
En el decenio de los años setenta, las nuevas corrientes aparecidas en los países industriales entraron en una segunda fase de desarrollo. Las ideas de la rebelión estudiantil de 1968 se extendieron a círculos mucho m á s amplios, en particular entre las clases medias. Podemos mencionar aquí, por ejemplo, el notable desarrollo de los movimientos ecologistas, los movimientos de liberación de la mujer, los grupos de intervención local, los movimientos que buscaban nuevos estilos de vida, o los nuevos movimientos religiosos (véase el Apéndice). Esta nueva tendencia se m a nifestó también en el ámbito de la política parlamentaria con el desarrollo de los partidos Verdes y con la aparición de tendencias ecologistas en el seno de los partidos tradicionales25.
Durante el decenio de los años setenta el m o -
Movilización local y política del sistema mundial 377
vimiento Verde empezó a crear y a poner en práctica sus propias soluciones alternativas: colectores solares y turbinas eólicas, macrobiótica y horticultura orgánica, alojamiento en colectivos y sencillez voluntaria en los estilos de vida, cooperativas de producción y experiencias con m o neda de validez local limitada, vacaciones en bicicleta y viajes espirituales por las vastas regiones de nuestra vida interior. El movimiento llegó a querer crear «sociedades alternativas» y « c o m u nidades utópicas», cuyos miembros vivirían y trabajarían juntos. La lucha contra la energía nuclear fue en particular uno de los factores de m o vilización m á s importantes.
N o hay que olvidar tampoco los movimientos de reforma en el seno de las instituciones establecidas. El decenio de los años setenta fue un período caracterizado por numerosas experiencias a pequeña escala de creación de soluciones alternativas de carácter radical en materia de sanidad, enseñanza, investigación, administración, urbanismo, democracia industrial, etc. En casi todos los ámbitos institucionales hubo individuos que trabajaron con tesón para aportar nuevas soluciones fundadas en principios humanistas y en métodos globales; baste con mencionar al respecto las numerosas terapias radicales, los experimentos educativos con métodos de enseñanza concebidos en función del alumno, el movimiento sobre la calidad de las condiciones de trabajo o los movimientos antipositivistas y multidisci-plinarios en el campo de la investigación científica2''.
Conviene recordar, sin embargo, que estos movimientos antiautoritarios que hemos m e n cionado no son los únicos en la escena social. U n a presentación completa de la situación actual debería abarcar también las tendencias neocon-servadoras, el renacimiento del integrismo religioso, los aspectos violentos de la cultura juvenil y los movimientos racistas.
N o s encontramos ante una asombrosa variedad de nuevos movimientos de tipo antiautoritario organizados en torno a un solo problema (véase el Apéndice). Algunos - c o m o los movimientos de la paz y ecologistas- acabaron por conseguir en un m o m e n t o u otro algún apoyo considerable de todas las capas sociales del m u n do occidental. Estos movimientos organizados en torno a un solo problema no sólo cuentan con militantes que proceden de los grupos sociales m á s diversos, sino que integran además numerosas corrientes ideológicas distintas. Sin embargo,
de una investigación m á s atenta se desprende que en todos estos nuevos movimientos hay un núcleo c o m ú n , social e ideológico. Encontramos en ellos un pequeño grupo dirigente formado por individuos con un alto nivel de educación y que suelen trabajar en el sector «no productivo» de la economía. Este grupo ha adoptado una nueva ideología coherente que simboliza el color verde, c o m o el azul simboliza la ideología liberal y el rojo la socialista. Su objetivo final es sustituir la sociedad actual, fundada en el crecimiento industrial, por una sociedad descentralizada y aceptable desde un punto de vista ecológico, fundada en el desarrollo h u m a n o y la creación de comunidades.
Los ideólogos del movimiento Verde son m u y numerosos; es demasiado pronto todavía para formular hipótesis sobre quién pasará a la posteridad c o m o el principal forjador de la ideología. Algunos candidatos son Lewis Mumford , E . F . Schumacher, Ivan Illich, R . Bahro, F . Capra y J. Galtung. Difícil sería afirmar que representan una escuela intelectualmente coherente, aunque sin embargo comparten algunos postulados comunes: un profundo interés por la ecología, actitudes no patriarcales, una postura científica prospectiva e interdisciplinaria, aunque no positivista, un comportamiento abierto hacia las enseñanzas espirituales del m u n d o oriental y un profundo interés por el desarrollo h u m a n o , la democracia directa, la descentralización, la justicia social y mundial y la no violencia. Comparten también la creencia en un fracaso fundamental de la sociedad tecnológico-industrial moderna y tienden a estar de acuerdo en la necesidad de concebir de manera innovadora, sin precisar todavía su contenido, la sociedad deseable. Creen en una sociedad fundada en grupos comunitarios y equilibrada desde el punto de vista ecológico, en la que el simple ciudadano tenga la posibilidad de organizar su trabajo y su vida mediante la cooperación y la participación directa y con un mín imo de intervención por parte de los grupos dirigentes y poderes centrales. En este tipo de sociedad futura disminuiría considerablemente la importancia del desarrollo capitalista, la burocracia central y la tecnociencia.
Es evidente que el proyecto Verde requiere una nueva estrategia de transformación social27. Si el objetivo final de esa estrategia es la construcción de una sociedad organizada en función del hombre, a partir de pequeñas unidades y de acuerdo con el principio de la autogestión, no
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puede utilizarse el poder estatal c o m o principal instrumento de transformación. El fallo de todas las revoluciones anteriores, tanto liberales c o m o socialistas, ha consistido precisamente en que todas acabaron por fortalecer al estado a pesar de que su objetivo último fuera la reducción del poder estatal. Esto es desde luego lo que ocurrió con la gran revolución «azul» o francesa ( 1789) y con la gran revolución «roja» en Rusia (1917).
El estado tiene su propia lógica: la lógica de la dominación burocrática y territorial. Los que se apoderan del estado son a su vez víctimas de esa lógica. La supervivencia o la expansión del estado se convierten en el objetivo principal. Cuando los representantes de los trabajadores se apoderan del estado a fin de dar el poder al pueblo, lo que realmente ocurre es que el estado se apodera de los representantes de los trabajadores y los pone a su servicio, para que actúen de acuerdo con la lógica del estado. Y es obvio recordar que ninguna élite estatal contribuyó jamás a su propia desaparición.
Los Verdes son partidarios de la participación popular y se han negado a meterse en un callejón sin salida, proponiendo la idea de una retirada del poder. D e lo que se trata es de conseguir la autonomía mediante la creación de una sociedad de auténtica cooperación, liberada de toda lógica impersonal, ya sea la del capital o la del estado. La sociedad tendría que funcionar de acuerdo con una lógica distinta: la de la cooperación voluntaria condicionada por las solidaridades locales y las tradiciones de los simples ciudadanos, hombres o mujeres. Se trata en este caso de transformar la sociedad, no ya después de apoderarse del poder central, sino a través de un proceso de creación, desde la base, de modos de vida alternativos.
Supongamos que numerosos grupos de ciudadanos, así c o m o comunidades de tipo espiritual y empresarios Verdes ponen en práctica esta estrategia en el plano local, particularmente en las regiones y los centros urbanos afectados por la crisis; supongamos también que dicha estrategia pueda desarrollarse durante medio siglo, por ejemplo. Se llegará así a una economía de tipo dualista, con un sector compuesto por grandes unidades burocratizadas c industriales y otro sector organizado en comunidades locales autónomas. Representaría tal situación una amenaza considerable para la élite central, habida cuenta de la descentralización generalizada que tal proceso entraña. Las posibilidades de intervención
de las grandes organizaciones (gubernamentales, industriales, científicas o de otro tipo) se verían frenadas o mermadas a escala nacional y las élites organizativas se verían condenadas a buscar nuevos medios de robustecer su posición, intentando, por ejemplo, intervenir en el plano municipal. Este esquema de evolución desembocaría en un estado descentralizado que tomaría la form a de una federación de municipalidades relativamente autónomas pero basadas en un principio dualista.
Conclusión
Este artículo demuestra que la transformación social o rural mundial será el resultado de una intervención cada vez m á s importante de los actores sociales no estatales. H e m o s señalado la capacidad de intervención potencial de determinados actores y estructuras: civilizaciones no occidentales, viejas naciones y tribus, comunidades locales y economías no formales, campesinos, trabajadores independientes, marginados en general, la élite postmaterialista en el m u n d o occidental, etc. Ni que decir tiene que la intervención de esas fuerzas no va a tener una orientación única.
Por el momen to , la principal fuerza innovadora que ha contribuido a la aparición de nuevos movimientos sociales en el m u n d o occidental ha sido la élite posimalerialista situada cerca de los centros de decisión de la sociedad moderna. Las posibilidades de que dispone gracias a su relativa prosperidad le permite superar los límites de la sociedad programada y crear un movimiento contracultural cuyo objetivo es la autoemancipa-ción y la autenticidad en las relaciones sociales.
Las élites postmaterialistas parecen ser también el vivero de donde surgen los dirigentes de los nuevos movimientos en el Tercer M u n d o , aunque sean allí mucho menos fuertes, ya que en ese marco social las clases medias todavía son víctimas del espejismo de las «nuevas expectativas». Es difícil hablar de postmaterialismo allá donde la gente no ha experimentado todavía las satisfacciones que puede proporcionar el materialismo.
Los marginados, cuyo número es cada vez mayor, constituyen una fuerza de características enteramente distintas: son el producto de procesos tales c o m o la proletarización. la introducción de relaciones de mercado y la automatización. Procesos generadores de desigualdades, tanto
Movilización loca! y política del sistema mundial 379
desde el punto de vista geográfico c o m o por lo que respecta a la distribución de sus resultados económicos. El problema de los marginados se presenta desde luego tanto en el Norte c o m o en el Sur, aunque en el m u n d o industrializado se trate de una realidad m á s reciente. Mientras se creyó en la idea del pleno empleo, se consideró que la marginación era una de las características del subdesarrollo; sin embargo, seguía presente en Europa Oriental donde la palabra «subempleo», se aplicaba a la utilización parcial del tiempo de trabajo. En muchos países de Europa Occidental el desempleo afecta actualmente a m á s del 1 0 % de la población activa y son pocos los que creen que volverá a alcanzarse de nuevo el pleno e m pleo.
Si bien es verdad que los marginados, tanto en el Norte c o m o en el Sur. constituyen potencialmente una fuerza social importante, parece difícil prever actualmente cuál será su orientación ideológica. Su número seguirá aumentando en función de la continuación de la crisis actual y no cabe duda de que contribuirán al aumento de las tensiones que se manifiestan en el sistema. Pero pueden convertirse en partidarios de organizaciones y movimientos políticos de índole m u y diversa -rojos, verdes o pardos- o ser manipulados por el sistema y contribuir a la aplicación de soluciones reformistas.
El tercer elemento decisivo en el proceso de desmodernización es el que representan los tradicionalistas; éstos, por razones evidentes, son sobre todo fuertes en situaciones sociales premo-dernas y semimodernas. En el plano religioso, los tradicionalistas se están resistiendo cada vez más al proyecto de modernización a través de las diversas formas de fundamentalismo. Parecen tener una influencia cada vez mayor en los medios marginados. El feminismo representa también una forma de tradicionalismo, aunque, claro está, de índole m á s progresista. Por ello conviene dedicar algún espacio al movimiento feminista.
La cultura femenina puede contemplarse com o el contrapunto de una sociedad dominada por el sexo masculino. La cultura dominante ha sometido a una fuerte presión a la cultura femenina durante estos dos últimos decenios, tanto en el Norte c o m o en el Sur. El complejo de fuerzas modernizadoras se ha introducido en nuevas esferas durante la fase postindustrial, por ejemplo, en el ámbito de la reproducción. El estado desarrollado se encarga de un número cada vez m a yor de funciones en los campos de la educación
de los niños y los adultos, la asistencia a ancianos y la seguridad social en general. Muchas de estas tareas eran antes asumidas por las mujeres y éstas las llevaban a cabo con arreglo a una lógica social distinta. D e igual m o d o , la modernización agrícola del Tercer M u n d o suele minar el papel que desempeñaba tradicionalmente la mujer. La autonomía y la estabilidad de la institución familiar y de las subculturas locales se han visto considerablemente mermadas por la expansión del complejo de fuerzas de modernización. La política del Tercer Sistema constituye también una actividad de defensa o de salvación para estos grupos e instituciones.
Por consiguiente puede considerarse que los nuevos movimientos sociales son reacciones ante la nueva intrusión de la sociedad programada en la vida diaria de sus miembros. El proceso de penetración sigue siendo, pues, una de las causas principales que permiten explicar la aparición de nuevos movimientos sociales no sólo en los países de la periferia sino también en las metrópolis. En otro estudio demostraremos c ó m o estas fuerzas contribuirán a un reverdecer del m u n d o 2 8 .
Lo que nos ocupa aquí es, sobre todo, la dimensión transnacional de dichos movimientos y sus posibilidades de convergencia. Los nuevos movimientos son, a un tiempo, subnacionales y transnacionales. Los planos situados por debajo y por encima del nivel del estado-nación van a desempeñar un papel importante en el futuro de la política mundial. Lo que estará en peligro, en uno y otro caso, son los intereses ligados al m a n tenimiento del estado-nación. El movimiento de la paz en Europa, por ejemplo, ha puesto de m a nifiesto contradicciones fundamentales en la conducta de los estados-nación. El tradicional movimiento de la paz creía en la posibilidad de mejorar las relaciones entre los estados y dentro de los sistemas de negociaciones supranaciona-les; el nuevo movimiento de la paz empieza a comprender que el estado-nación es parte del problema. El nuevo movimiento por la paz. es más movimiento que organización, está más ligado a los pueblos que a los estados: la paz depende de la existencia de una sociedad estable y aceptable (paz positiva) y no se trata sólo de una situación de ausencia de guerra (paz negativa). Parece haber, pues, una convergencia en ese sentido entre el movimiento de la paz y otros movimientos llamados alternativos.
Los individuos que tienen una conciencia auténticamente transnacional y cuyos sentimientos
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de lealtad van más allá de la realidad nacional («ciudadanos del mundo») serán tolerados (al menos en los sistemas políticos pluralistas) con tal de que no sean m u y numerosos, pero si ese número aumenta empieza a socavarse uno de los fundamentos del estado nacional, esto es, el sentimiento de identidad nacional. D e ahí que los nuevos movimientos no sean vistos con mucha simpatía tanto en los países del Este c o m o en el m u n d o occidental. En cada campo se considera que el movimiento de la paz es el arma secreta del enemigo y los militantes pacifistas han de saber que se les considerará por lo tanto c o m o traidores. Es interesante al respecto que algunos vean en el movimiento de la paz una amenaza justamente para la «paz», del mismo m o d o que hay quienes estiman que el movimiento Verde es una amenaza para el «desarrollo». Es evidente que nos encontramos aquí, esencialmente, ante un enfrentamiento entre dos concepciones del m u n d o que puede llegar a convertirse en enfrentamiento entre fuerzas políticas a escala m u n dial.
Muchos de estos movimientos se han desarrollado en torno a un solo problema. Pero, a un nivel más profundo, puede hablarse asimismo de convergencia temática en la medida en que se trata de problemas relacionados con la incapacidad del estado nacional de proponer soluciones ante amenazas indiscutiblemente presentes. Pero, por lo que respecta a una posible convergencia organizativa, es decir, de creación de coaliciones con miras a la transformación social, el establecimiento de canales horizontales de comunicación y de lazos organizativos verticales plantea serios problemas, lo que no se debe únicamente al relativo particularismo de los nuevos movimientos, sino también a la necesidad de no caer en las viejas trampas que representan las macroorganizaciones, hábilmente utilizadas por las élites para defender sus propios intereses. V a a ser, pues, menester crear nuevas formas de organización; muchos grupos, tanto en el Norte com o en el Sur, parecen haberlo comprendido. Su tipo de relación con el sistema oficial de partidos ha sido hasta ahora -y sigue siéndolo- un asunto decisivo, en la medida en que la ilusión de apo
derarse del poder estatal no ha desaparecido enteramente entre ellos.
Los grandes problemas políticos con que nos enfrentamos hoy en día son -habida cuenta de sus consecuencias- mundiales. Ni la amenaza nuclear, ni la contaminación ambiental, respetan las fronteras internacionales. Pero empieza a abrirse camino la idea de que pueden, hasta deben, ser resueltos en el plano local. Hay buenos motivos para creer que la existencia de un m u n do de comunidades relativamente autónomas y de regiones vinculadas por numerosos lazos transnacionales entrañaría un grado menos importante de explotación de la naturaleza, de los otros países y de los seres humanos. Sería, por consiguiente, más pacífico, más favorable a la participación y más humano que el m u n d o actual. Pero, ¿cómo conseguir que llegue a existir ese mundo?
Hay pocos instrumentos de intervención a nivel mundial y los pocos que existen están dominados por élites. Por ello, una estrategia realmente popular debería descender hasta aquellos niveles en los que los simples ciudadanos, h o m bres y mujeres, pueden actuar con fuerza y de m o d o permanente; se trata de ese espacio local que es el marco de sus vidas y de su trabajo. Los nuevos movimientos hacen suyo el lema: «pensar desde un punto de vista mundial, actuar en el plano local». Consideran, pues, que es posible cambiar el m u n d o desde abajo, a partir de innúmeros esfuerzos en los niveles inferiores. Desde ese punto de vista, los nuevos movimientos representan una fuerza novedosa en la política mundial, con una base social potencialmente importante tanto en el Norte c o m o en el Sur.
Las estrategias Azules y Rojas elaboradas en función del estado son una creación del Norte. La estrategia Verde ha surgido de m o d o independiente en numerosas partes del m u n d o . Por vez primera en la historia de nuestro planeta asistimos a la aparición de un auténtico diálogo m u n dial, de una ideología y de un movimiento que han sabido echar raíces en todos los rincones del planeta.
Traducido del inglés
Movilización local y política del sistema mundial 381
APÉNDICE: LOS NUEVOS MOVIMIENTOS SOCIALES EN EL M U N D O OCCIDENTAL
Crisis Movimientos Alternativas propuestas
Límites externos de la sociedad industrial:
1. Problemas ambientales Movimiento ecologista
2. Explotación de los países Movimiento de solidari-m á s pobres dad
3. Militarización y guerra Movimiento por la paz
Límites internos de la sociedad industrial:
Recursos renovables, reconversión, agricultura orgánica, energía blanda y vinculación a la naturaleza.
N u e v o orden económico internacional, autonomía, reforma agraria, ayuda muytua, ayuda intercomunitaria.
Zonas desnuclearizadas, no alineación, desarme, menor vulnerabilidad, armas exclusivamente defensivas, defensa civil.
1. Represión
2. Sobreconsumo
3. Marginación
4. Impotencia
5. Crisis social
6. Crisis espiritual
Movimiento en pro de los derechos h u m a n o s
Movimiento de los consumidores
Movimientos de: jóvenes, mujeres, jubilados, minorías regionales, trabajadores, otras minorías.
Movimento de descentralización
Movimiento de ocupación ilegal colectivo de alojamientos vacíos
Movimiento de la N u e va Era Neospiritualismo
7. Enfermedades mentales y Movimientos terapéuti-físicas eos, movimiento del de
sarrollo h u m a n o
Negativa de los ciudadanos a cooperar con el gobierno, ayuda mutua entre individuos.
Productos duraderos y de calidad, objetos fabricados por uno m i s m o , sencillez voluntaria.
Producción en función del uso, ciclos económicos locales, economía no formal, tecnologías substitutivas, aumento del número de mujeres e nía producción, aumento del número de hombres en el hogar.
Democracia de participación, autogestión, descentralización, federaciones de unidades locales, cooperativas.
Colectivos, comunas, cohabitación, redes, iniciativa individual y ayuda mutua.
Paradigma neoholista, producción autón o m a de conocimientos, meditación, nuevos estados de conciencia.
Estilos de vida alternativos, medicina holís-tica, autorrealización, etc.
382 Mats Fnberg y Björn Heltne
Notas
1. Se trata claro está de una afirmación que puede prestarse a discusión. Pueden oponérsele, por ejemplo, los numerosos casos en que los nuevos movimientos sociales se han ocupado específicamente de problemas ,ac«locales». Cari Boggs. en un estudio reciente sobre los nuevos movimientos sociales en Europa Occidental y Estados Unidos, señala lo siguiente. «El nuevo populismo, amparándose en la eficacia de sus intervenciones en torno a problemas particulares, consiguió esquivar por regla general los problemas políticos polémicos, así como logró eludir toda discusión de problemas económicos generales» (Boggs, C . Social Movements and 1'olmcal Power. Temple University Press. Philadelphia. 1986). A nuestro entender, hay en los nuevos movimientos sociales una lógica transnacional que va a manifestarse de m o d o cada ve/ más claro. Es también lo que sugiere Chadwick Alger en ,ac«Bridging the Micro and the Macro in International Relations Research». Alternatives, vol. x, n u m . 3. invierno 1984-1985.
2. El modelo de sistema mundial -que suele asociarse al nombre de Wallerstein y al del Centro Fernand Braudcl de Binghamton no es más que uno de los componentes de una serie cada vez más numerosa de estudios dedicados a la investigación del sistema mundial, que son «planteamientos m u y diversos que tienen en común la utilización de conceptos elaborados en función de los problemas mundiales y no de los del estado-nación» ( W . Ladd Hollist y James N . Roseneauy. [eds.]. World System Structure Continuity and Change. Sage. Beverly Hills v Londres, 1981).
3. Véase 1. Wallerstein. El Moderno Sistema Mundial. Siglo \xi de España Editores. Madrid. 1979 (edición original Nueva York. 1974); e I. Wallerstein. El Moderno Sistema Mundial. T. II. Siglo \xi de España Editores. Madrid 1984 (ed. orig. Nueva York, 1980). Puede decirse que hasta un autor como Peter Worsley, que ha criticado el modelo del sistema
mundial, acepta este postulado fundamental: «La fuerza principal de la teoría del sistema mundial estriba en su demostración de que los fundamentos del Tercer M u n d o fueron creados hace ya casi cinco siglos, y no durante el decenio de los años cincuenta, y que el desarrollo de cualquier país viene hoy determinado por la situación de éste en la división del trabajo a escala mundial» (P. Worsley, The Three Worlds. Culture und World Development. Weidenfeld and Nicolson. 1984. pp. 33-34). Véase también lo que dice Stavrianos: «Una simple yuxtaposición de historias nacionales en el Tercer M u n d o no va a permitirnos definir la estructura y la dinámica del conjunto» (L.S. Stavrianos. (iloluil Rift. The Third World Comes ot Age. William Morro» and C o m p a n \ . Nueva York. 1981. p. 23).
4. P.J. Taylor. «The World-System Project», en R.J. Johnsson y P.J. Taylor, A World in Crisis'.' Geographical Perspectives. Basil Blackwell. Oxford v Nueva York. 1986.
5. Alain Touraine. Production de la société. París. Editions du Seuil, 1973.
6. Terminología propuesta por Marc Nerfin (Presidente de la FIAD) en una conferencia celebrada en Gotemburgo en noviembre de 1983. Lo que sigue debe mucho a las ideas expuestas en esa conferencia. Utilizamos, pues, la noción de política del Tercer Sistema como concepto capaz de sintetizar lo que se suele llamar «movimiento verde» en el m u n d o occidental y «nueva política» o «política no partidista» en diversas zonas del Tercer M u n d o . Nuestro análisis no abarca la Europa Oriental, pero hay que señalar al respecto que el concepto de «antipolítica» presentado por George Konrad pertenece a la misma tendencia. Véase Konrad, G . , Antipolitics. N e w Left Books, Londres, 1984.
7. R . Falk. «Normative Initiatives and Demilitarization: A Third System Approach», Alternatives. vol. 6, n u m . 2, 1980.
8. Arnold Toynbee. Estudio de la historia, edición en un solo volumen. En particular las Partes II y III.
9. En nuestro modelo nos inspiramos en parte en la obra teórica de Alain Touraine (op cit.. ñola 5).
10. Véase, por ejemplo. John G . Taylor, From Modernization to Modes of Production. Londres, 1979.
11. J .H. Randall Jr.. The Making <>t the Modern Mind. Columbia University Press. 1976 (1926). H a transcurrido más de medio siglo desde su primera edición, pero este libro sigue siendo precioso para todos los que quieren desentrañar las raíces históricas del pensamiento moderno.
12. Eric R . Wolf. Enchas campesinas del siglo \ \, México. Siglo xxi. 1984 (ed. orig. 1969).
13. Hay que hacer resaltar, a este respecto, la expresión «elementos progresistas»; no ignoramos que hay pequeños sistemas sociales precapitalistas sumamente jerarquizados, explotadores e inhumanos. Creemos sin embargo, que un sistema social igualitario y organizado en función del hombre ha de ser por fuerza de dimensiones reducidas. Por ello hav que reconocer que entre los sistemas sociales precapitalistas encontraremos las dos situaciones más opuestas, los mejores y los peores sistemas concebibles.
14. Mencionemos aquí varios estudios importantes en los que nos hemos inspirado: el Estudio de la historia de Toynbee; Joseph Needham. Science and Civilization in China, vols. 1-4. Cambridge University Press. 1954-1971; Anouar Abdel-Malek, Civilizations and Social Theory (vol. 1 de Social Dialectics) y Kation and Revolution (vol. 2 de Social Dialectics). MacMillan Press, Londres. 1981; Johan Galtung. «Social Cosmology and the Concept of Peace», Journal of Peace Research, vol. XVIII. n u m . 2, 1981.
15. Según Johan Galtung (op. cil ). para el estudio de una cosmología
Movilización local y política del sistema mundial 383
social hay que partir de datos relativos a los seis puntos siguientes: espacio, tiempo, conocimiento, relaciones individuo-naturaleza, relaciones intenndividualcs, relaciones entre individuo y sociedad.
16. A . A . Mazrui, «Eclecticism as an Ideological Alternative - A n African Perspective», Alternatives, vol. I, n u m . 4, diciembre 1975.
17. Véase nota 12.
18. C . Gcertz (ed.). Old Societies and New Stales, Nueva York. 1963.
19. Sobre la oposición entre «gran tradición» y «pequeña tradición», véase Redfield, R . . Peasant Society and Culture. UniversiU of Chicago Press. 1956.
Hay que señalar aquí lo que debe nuestra utilización del concepto de contraposición a W . F . Wertheinr. véase «The Rising Waves of Modernization» en Emmanuel de Kadt y Gavin Williams (eds.). Sociology of Development, Londres. 1974.
20 J. Friedman y C . Weaver, Territory and Function. The Evolution of Regional Planning, Edward Arnold Ltd.. Londres, 1979.
21. Véase por ejemplo las publicaciones relacionadas con el proyecto Lokayan, como H . Sethi y S. Kothari (eds.), The Non-Party
Political Process: Uncertain Alternatives, UNRISD/Lokayan , 1983.
22. R . Preiswerk, «Self-Reliance in Unexpected Places», IFDA Dossier, 3Ü, julio-agosto, 1982.
23. Es lo que mostraron los Tilly en una obra precursora. The Rebellious Century 1830-1910. Harvard University Press, 1975.
24. Anthony Giddens. La estructura de clases en las sociedades avanzadas. Alianza Editorial. Madrid, 1983 (p. 285 de la edición original. Londres, 1973).
25. Los estudios relacionados con los nuevos movimientos sociales en el mundo occidental son cada vez más numerosos. Véase por ejemplo: Ronald Ingelhart, The Silent Revolution, Princeton University Press, 1977; Alain Touraine. Lu voix et le regard, Pan's, Ed. du Seuil, 1978; Philip C e m y (ed.). Social Movements and protest in France, Frances Pinter. Londres, 1982; Jo Freeman (ed.). Social Movements of the Sixties and Seventies. Longman, Nueva York & Londres, 1983; Rudolf Bahro, From Red to Creen. Verso-NLB. Londres. 1984; Mats Friberg & Johan Galtung (eds.). Riirelserna («Los movimientos»), Akademilitteratur. Londres, 1984; Elim Papadakis. The Green Movement in West Germany. Croom Helm, Londres, 1984; Charlene Spretnak & Fritjof
Capra, Green Politics, Paladin, Londres. 1985; Carl Boggs, op. cit., 1986 (véase nota 1).
26. Se describen y analizan no pocas soluciones substitutivas en obras como: Godfrey Boyle & Peter Harper (eds.). Radical Technology, Pantheon Books, Nueva York, 1976; Mark Satin. New Age Politics, Delta Books, Nueva York, 1978; Marilyn Ferguson, The Aquarian Conspiracy, 1980; Jonathan Porritt, Seeing Green, Basil Blackwell, 1984; Paul Ekins (ed.). The Living Economy, Routledge & Kegan Paul, Londres, 1986; Peter Bunyard & Fern Morgan-Grenville. The Green Alternative, Methucn, Londres. 1987.
27. Se examinan extensamente los dilemas con que se enfrenta la estrategia de transformación Verde en: Mats Friberg «Three Waves of Political Mobilization in Europe and the Coming of a Fourth», en M . Friberg (ed.). A'Í'M- Social Movements in Europe, Documento de United Nations' University Project (de próxima publicación en 1988). •
28. Friberg. M . y B . Hettne. «The Greening of the World: Towards a Non-Deterministic Model of Global Processes», en Addo, H . et. al. (eds.). Development as Social Transformation, United Nations University, Tokyo, 1984.
Poder y procesos regenerativos en los microspacios
Majid Rahnema
Introducción
La percepción de los microspacios todavía está condicionada en gran parte por la ¡fluencia de los conocimientos y el poder predominantes en los círculos políticos y vinculados al desarrollo. Mientras que en los años cincuenta los microspacios y sus habitantes se consideraban ante todo como elementos del planteamiento económico y de la movilización de los «recursos» necesarios, m á s tarde la necesidad de captar a las poblaciones locales para el m i s m o proceso dio origen a un enfoque más cercano, más orientado hacia el terreno y más favorable a la participación. En los años cincuenta, las bases del desarrollo se asentaron con una perspectiva aerofotográ-fica. En los años setenta, el enfoque orientado hacia el terreno dio lugar a lo que se podría denominar una aerofotografía desde helicóptero, porque los expertos podían decir que desde un helicóptero que volaba m á s bajo podían tener una visión m á s precisa de sus poblaciones objetivo. Incluso podían aterrizar en cualquier parte entre la gente para indagar qué opinaba. Sin embargo, los nuevos dispositivos tecnológicos no alteraron básicamente su antigua visión cuidadosamente organizada de la realidad, puesto que siguieron pensando que su percepción era más clara que la de las poblaciones «subdesa-rrolladas» que vivían allí abajo.
En ambos casos, los microspacios siguen siendo percibidos c o m o los últimos vestigios de un
Majid Rahnema, miembro iraní del Consejo Ejecutivo de la Unesco y representante del P N U D en Mali, es especialista en cuestiones de desarrollo y educación, temas sobre los que ha publicado numerosos libros y artículos. Actualmente está interesado en el campo de los procesos alternativos de desarrollo e imparte clases en diferentes universidades americanas. Su dirección: Cité marine de la Galère, 06 - Théoule, Francia.
m u n d o llamado a desaparecer tarde o temprano, un m u n d o compuesto de personas «subdesarro-lladas», improductivas, prescindibles, pobres y sin poder, que se han convertido en un problema no sólo para sí mismas, sino también para los que tratan de salvarlas (o desarrollarlas).
Esta «problematización» de la abrumadora proporción de la población mundial clasificada c o m o «subdesarrollada» por los mismos grupos que inicialmente crearon el problema, es en sí un
problema epistemológicamente m u y interesante1, porque su estudio podría arrojar mucha luz acerca de la forma en que las personas y las instituciones que se hallan en el pináculo del m u n do perciben a los habitantes desde sus centros de observación computadorizados.
La discusión sobre tan vasto problema está evidentemente más allá de los límites de este artículo. En cambio, voy a tratar de problemas más concretos: la forma
en que un determinado sistema de percepción controlado y dirigido, o estatal, contempla una cantidad de fenómenos esenciales para nuestra comprensión de la realidad, en oposición con otras form a s posibles de percibirla, concretamente las diferentes manifestaciones del poder dentro de los microspacios y macrospacios. En una segunda parte, se estudiarán las relaciones entre ambos espacios desde una perspectiva integral. E n la tercera y ultima parte del artículo se examinarán los problemas de las comunidades de base en su búsqueda de posibilidades y espacios regenerativos nuevos.
RICS 117/Set. 1988
386 Majid Rahnema
Problemas de percepción
Por dos razones, la vista desde arriba ofrece una percepción borrosa y distorsionada de la realidad.
En primer lugar, la realidad considerada se reduce a una fotografía o a una imagen basada en datos. Además, la retícula de análisis utilizada para la interpretación de la imagen no es adecuada para la comprensión de la realidad.
En segundo lugar, esta imagen inevitablemente se ve afectada por la posición del observador y por el sistema de poder del que forma parte. El observador colocado en esa posición transfiere al microspacio las características de su propio m u n d o , frecuentemente en una perspectiva etno-céntrica2. C o m o el m u n d o homogeneizado de arriba se halla compuesto de unidades intercambiables que dan escasa o ninguna cabida a lo imprevisible de la persona humana, los microspacios se perciben como un conglomerado de objetos a analizar científicamente o utilizar. Esta visión tiende a codificar (concepto comparable al de Marx utilizado por A i m é Césaire) los microspacios y sus poblaciones, sobre todo en términos de su utilidad política o económica. Las comunidades étnicas se reducen a meros números o grupos de ciudadanos que pueden suministrar recursos humanos a la nación; no son percibidas c o m o realidades conformadas histórica y culturalmente ni son reconocidas y respetadas por sus peculiaridades3.
La realidad, evidentemente, es diferente. U n microspacio humano y culturalmente conformado es un universo complejo y viviente por sí mism o que tiene una historia y generalmente una sola lengua. Es un espacio poblado por seres humanos que tienen algo en común , que se relacionan con ese espacio o que se identifican como pertenecientes a él. Sus relaciones están definidas por reglas y normas de conducta que, aunque no escritas, se hallan bastante bien establecidas, sean respetadas o violadas en la práctica. Los hogares, las familias numerosas, los mohallas o mahallehsA, los poblados, las formaciones rurales, «de falda de montaña»5, nómadas, pastorales y otras formaciones de base análogas, son los microspacios de que estamos hablando.
Cualquiera que sea su tamaño (que generalmente es mayor), las comunidades étnicas también se pueden considerar c o m o microspacios en la medida en que comparten muchas de las mismas características.
N o todos los microspacios están constituidos cultural y endógenamente. Hay microspacios creados artificialmente (distritos, divisiones, campos, etc.), que son producto de decisiones administrativas o políticas tomadas a alto nivel. C o m o tales, son partes pequeñas -en realidad, atomizadas- del macrospacio que las ha creado, y no microspacios conformados culturalmente, que son el tema central de este trabajo.
Sociedades cerradas y sociedades abiertas
Los microspacios formados culturalmente representan sociedades «cerradas» o sociedades «abiertas», o bien una combinación de ambos tipos.
Las sociedades cerradas son espacios que se han rodeado de membranas casi impermeables de protección contra las influencias externas. Frecuentemente estas membranas les han ayudado a desarrollar fuertes sistemas de inmunización que les permiten preservar y reproducir sus formas de vida en las condiciones más difíciles6. La falta de apertura de estas sociedades a las influencias externas ha llevado a algunas a mantener tradiciones rígidas y estructuras socioculturales represivas. Estas estructuras tienden a convertirse en un grave lastre cuando las sociedades son sometidas a una presión de cambio fuerte e inesperada. El «pequeño m u n d o » de Gretchen en Fausto de Goethe es un ejemplo de esta clase de sociedad cerrada7.
Buena parte de los actuales movimientos de comunidades de base del Tercer M u n d o inspirados en el fundamentalismo religioso son otros ejemplos del mismo fenómeno.
M u y diferente es ciertamente el caso de otros movimientos de comunidades de base que se perciben c o m o espacios abiertos y consideran sus tradiciones c o m o búsqueda permanente de la m o dernidad en su significado original (o sea la necesidad de estar en el presente y en relación con él) y c o m o garantía de dicha modernidad.
Para estos movimientos lo importante es regenerar un espacio vital mediante un proceso au-toimpulsado de interacción con cualquier elemento que facilite dicho propósito. Movimientos c o m o ChipcoK. Lokayan9 y A N A G E D E S " 1 son expresiones modernas de estas «sociedades abiertas». Volviendo al Fausto de Goethe, la cabañita de las dunas de Filemón y Baucis, con su capillita
Poder y procesos regenerativos en los microspacios 387
i^fHi.
«Ubu Imperator» (1923), óleo de Marc Ernst (1891-1976). El padre U b u . es un hombre estúpido y sediento de poder creado porei escritor Alfred Jarry ( 1 873-1 907). Spadem
388 Majid Rahnema
y su jardín lleno de tilos, que durante muchos años ofreció ayuda y hospitalidad a los marineros náufragos y a los viajeros errantes, es otro ejemplo de «sociedad abierta». La pareja de ancianos personificaba lo mejor que el viejo m u n d o podía aportar al abrirse a toda la buena gente. C o m o tal, el respeto de la tradicionalidad también representaba la quintaesencia de la verdadera modernidad.
Sus tradiciones de hospitalidad los llevaban a estar siempre presentes en el m u n d o que querían preservar y a cultivarlos en todo su esplendor, sin aceptar nunca su destrucción por parte de los au-toprocl amados profetas de un concepto abstracto y artificial de la modernidad.
En realidad, ninguna sociedad contemporánea de base es enteramente abierta o cerrada. Todas las comunidades representan una mezcla de a m bas características. En todo espacio dado, cohabitan los fundamentalistas que resisten a toda clase de cambio y los tradicionalistas modernos" que tratan de dar mayor sentido y belleza a la vida. Mientras que los primeros suelen ayudar a activar los procesos de degeneración de la vida y a cerrar sus sociedades a los cambios necesarios para preservar la savia vital de sus miembros, los segundos, en forma autárquica pero abierta, tratan de fomentar todas las oportunidades autogenerati-vas de los «comunes».
La existencia permanente de ambos grupos y de otros intereses creados dentro de cada formación humana particular señala otra característica c o m ú n de todos los microspacios.
Contrariamente a la falacia tan difundida entre algunos críticos románticos de la modernidad, la mayor parte de los microspacios adolecen de muchos de los mismos males y de las mism a s contradicciones que afectan a todas las sociedades.
Las comunidades distan mucho de ser lugares idílicos en que cada uno vive en paz y en armonía con todos los demás. La opresión, la violencia, la disensión y el odio son frecuentes dentro de las comunidades y entre ellas. Básicamente, lo que las caracteriza es que la vida dentro de los microspacios todavía está definida por los seres humanos que pertenecen a ellos, con toda su riqueza y sus debilidades, su complejidad, su singularidad y su imprevisibilidad; para el macronivel, en cambio, la vida es el producto de elementos, profesiones e instituciones frecuentemente anónimos, intercambiables y triviales que reemplazan a los seres humanos.
El problema del poder
Comúnmente se piensa que las pequeñas comunidades de base son, por lo general, débiles o que no tienen poder. Su pequeña dimensión, su falta de recursos económicos y su pobreza general, junto con el hecho de que suelen depender de fuentes de poder sobre las cuales tienen poco o ningún control, son algunos de los muchos factores que sirven de asidero a esta creencia.
Se supone pues que de todas formas dichas comunidades son demasiado pequeñas y débiles para sobrevivir por sí mismas sin integrarse en entidades más grandes y más poderosas, que les son indispensables para tener acceso a los recursos económicos y de otro tipo que tanta falta les hacen para su desarrollo. Según un supuesto más progresista, dada su falta de poder, dichas comunidades deberían ser dotadas de él para desempeñar una parte activa en el proceso.
A m b o s supuestos deben ponerse en entredicho y volverse a examinar seriamente puesto que son en gran parte causantes de las muchas confusiones y de las falsas percepciones corrientes relativas al poder c o m o dialéctica y c o m o praxis. Las siguientes observaciones tienen por objeto proseguir este cuestionamiento.
Según el sobresaliente análisis de Michel Foucault, el poder no es ni lo que la gente piensa ni está donde ella lo piensa, sino que es la expresión de centenares de microprocesos que definen diversas corrientes provenientes de una multitud de fuentes diferentes12.
Los que detentan el poder en las altas esferas se consideran poderosos sólo por estar en una posición que les permite aprovechar cantidad de infraestructuras y determinados dispositivos (técnicas, formas de acción, conocimiento y dialéctica) que pueden generar poder político. Las posiciones estratégicas que ocupan, junto con el control que ejercen respecto a dichos dispositivos (medios de poder), les permiten transformar rápidamente su potencial que de otra forma sería exiguo en poder instantáneo sobre los demás. Por ejemplo, el Presidente de Estados Unidos se halla en una posición en que realmente puede iniciar una guerra nuclear apretando un botón. U n alto burócrata puede decidir comenzar un proyecto de varios millones de dólares, darle forma a voluntad o detenerlo sin siquiera informar a los concernidos. Centenares de políticos, juristas o economistas ejercen poder respecto a otras personas desde sus posiciones con base en la política del poder, la uti-
Poder y procesos regenérateos en los microspacios 389
lización de los medios informativos, la ley, los conocimientos de economía u otras formas profesionales de conocimiento.
Identificar esta faceta única de poder político con las muchas corrientes que forman los procesos complejos e interrelacionados de la formación del poder constituye evidentemente una forma demasiado simplista de observar el fenómeno. Es, en primer lugar, adscribir todos los fenómenos de poder a las infraestructuras de poder vigentes (por ejemplo, el aparato estatal con sus armas represivas, primitivas y colonizadoras). E n segundo lugar implica ignorar que, «el estado, a pesar de toda la omnipotencia de su infraestructura, dista m u c h o de llegar a ocupar todo el campo de las relaciones reales de poder, y además (...) el estado sólo puede operar con base en otras relaciones de poder ya existentes»13.
El sistema de poder dominante o metapoder estructurado puede ciertamente producir, en form a sistemática y a veces instantánea, una fuerza de choque bastante visible y efectiva. Sin embargo, «sólo puede sostener y asegurar su posición cuando se halla arraigado en toda una serie de relaciones múltiples o indefinidas de poder que proveen la base necesaria para las formas negativas de poder»14.
L o que a veces falta en la percepción del fenóm e n o del poder desde arriba es el hecho de que los que viven en los microspacios son precisamente los que forman la base del poder. Ellos son el poder y tienen poder, aunque de diferente forma. Tienen el poder de la semilla del árbol que da al árbol todo su potencial de crecimiento y le permite reproducirse.
En cambio, el poder de los gobernantes que se hallan arriba es en cierta forma artificial, si no ilusorio. Se parece al del leñador, al del propietario o vigilante temporal de un árbol, que puede servirse de su posición y de diversos medios (hachas, abono, agua, etc.) sea para destruir el árbol o para ayudarle a crecer.
El poder de las poblaciones de base tiene otras características, que lo distinguen del que es propio de los que detectan el poder al macronivel.
En primer lugar, éste es el poder que en tiempos normales regula y preside la vida real del pueblo. En segundo lugar, es una forma m u c h o menos visible de poder en la medida en que su visibilidad suele paradójicamente ser un impedimento y un peligro para su completo despliegue. Por últim o , es un poder generalmente m á s difícil de m o vilizar c o m o fuerza política organizada.
Se pueden proponer las siguientes explicaciones: la primera es que los muchos microspacios invisibles de poder ascendente - o de resistencia al poder- no son regulados ni coordinados por m e canismos organizados o institucionales, que son de nivel estatal. Esta falta de visibilidad y esta autonomía ayudan evidentemente a los diversos centros de resistencia a actuar con m á s libertad y eficacia. Su evasividad y fluidez hace difícil localizarlos o sorprenderlos. Esta es una de las razones de que las acciones subversivas o las de tipo guerrillero ganen al no estar vinculadas o dirigidas por un punto focal centralizado fácil de localizar, de destruir, o de captar. Sin embargo, esta misma ventaja se vuelve un inconveniente cuando los mismos centros de resistencia invisibles (o clandestinos) necesitan transformar su poder en fuerza política o de choque al macronivel.
A d e m á s de la falta de un sistema centralizado de coordinación y comunicación entre los micro-centros de resistencia, hay otros factores que les impiden materializar y movilizar su potencial de poder cuando se presenta la necesidad. Algunos de ellos, incluido el fenómeno de esclavitud voluntaria, se examinarán en la última parte de esta monografía; a pesar de estos obstáculos, la historia está llena de ejemplos que muestran que las microfuerzas también se pueden transformar en poder político al macronivel. Sólo que tienen sus propias maneras de hacerlo. El problema consiste en entender mejor la dinámica específica de esta forma peculiar de movilización. Hace falta más investigación para descubrir las condiciones en que este proceso se produce, la combinación de factores que, en determinadas circunstancias, produce situaciones de cohabitación o tensiones pacíficas, mientras que en otras lleva a formas m á s abiertas y violentas de lucha tales c o m o rebeliones y revoluciones.
El concepto de conferir poder
La discusión sobre la dinámica de la formación del poder nos puede ayudar ahora a examinar nuevamente el concepto de conferir poder, que estuvo bastante de m o d a a finales de los setenta y que todavía promueven algunas organizaciones de base.
Este concepto plantea la siguiente pregunta fundamental: si uno supone, c o m o acabamos de hacer, que la gente es poder y tiene poder, ¿cómo puede ser dotada de poder? y ¿por qué debería
390 Majid Rahnema
estarlo? La pregunta se puede evitar si la suposición anterior se reemplaza por las siguientes: a) la forma de poder que se ha de conferir es el poder político conocido al macronivel, poder que representa sólo la facultad de ejercer una cierta forma de poder mediante el control de determinadas herramientas (o infraestructuras) necesarias para dicho efecto; b) este poder es el más decisivo y el único que cuenta; c) esta forma de poder puede transferirse a otros en cualesquiera circunstancias con buenos resultados, y d) si dicha transferencia fuera posible, aumentaría indudablemente el poder del pueblo sin afectar negativamente de ninguna manera el ejercicio del poder.
Es alentador que una cantidad cada vez mayor de activistas y teóricos que trabajan en comunidades básicas y estrechamente asociados con ellas se estén dando cuenta de que dichas premisas no sólo son infundadas sino también engañosas15. Dichos activistas y teóricos sostienen que el poder no es un bien universal que haya que transferir; que cada formación humana tiene sus propias formas de crear y ejercer el poder, con una larga historia de resistencia y autodefensa en su haber. Estas formas familiares, tradicionales de ejercicio del poder suelen adaptarse al m á x i m o a la cultura y a las oportunidades de cada grupo particular; no se pueden descartar sencillamente por pasadas de m o d a o inútiles. T a m p o c o se pueden sustituir por fórmulas universales de poder que no son aplicables en cada caso, sino que sólo se pueden mejorar o actualizar para adaptarlas a las situaciones cambiantes.
El movimiento gandhiano se basó en la premisa de que las comunidades rurales de la India estaban facultadas con poder. El problema se reducía entonces a que sus dirigentes entendieran la dinámica del movimiento y que ayudaran a las poblaciones a recobrar la confianza en su propio poder para utilizarlo y regenerarlo plenamente. El m e n saje permanente de Gandhi era que el poder de macronivel del gobierno colonialista no era real y que los que le oponían resistencia no debían tampoco tratar de apoderarse de él16. E n la misma línea, M a o calificó al poder imperialista de «tigre de papel» y ayudó a la multitud de centros de resistencia del pueblo a organizar sus propias form a s de poder con base al concepto de guerra de guerrillas. M á s tarde, las mismas premisas llevaron a H o Chi Minh , a Amílcar Cabral y a otros líderes de movimientos de liberación a regenerar las tradiciones populares de manejo y ejercicio del poder. En una reciente visita a Ghana , una pareja
de activistas africanos de comunidades de base m e dijo que había sido gracias al poder autoorga-nizado y autodependiente de las comunidades africanas c o m o el país había evitado un colapso total después de los golpes sucesivos que lo habían desestabilizado por lo menos durante dos décadas.
Evidentemente, cada vez hay mayor cantidad de personas y comunidades que efectivamente se han quedado sin poder c o m o resultado del desarrollo o de otras estrategias que han destruido su capacidad tradicional de realzar su poder vital. Sin duda las poblaciones así afectadas por dichas políticas necesitan regenerar su poder. Sin embargo, interactuar con dichos grupos para reforzar sus posibilidades de autorregeneración no es lo mismo que someterlas a procesos de adquisición de poder, que suelen dejar de lado la realidad propia de su cultura e inclusive les impiden desplegar su propia forma de poder.
Las anteriores reflexiones permiten formular la hipótesis de que en la mayoría de sociedades hay por lo menos dos campos identifícables de poder: el formal y el informal. El primero representa el poder del «Príncipe» y el «Derecho» con sus instituciones formales: el segundo, el de la multitud de personas, grupos e instituciones que interactúan con el poder formal sometiéndose a él cuando no hay forma de evitarlo, tratando de conducirlo a sus propios fines cuando quiera que sea posible, siempre intentando sacar el m á x i m o provecho de sus propias capacidades y poder de resistencia17. Los contribuyentes que engañan al fisco, los jóvenes que evitan el servicio militar, los granjeros que aceptan subsidios o equipo para proyectos de desarrollo pero que los emplean para sus propios fines, los técnicos o los obreros de reparación que trabajan sin autorización ni licencia, los maestros oficiales que usan la clase para denunciar los abusos de autoridad del gobierno, son algunas de las muchas manifestaciones de este poder.
Esas formas de poder (y de conocimiento) constituyen, por parte de los subyugados, la expresión creativa de la búsqueda de una red de centros de resistencia al poder formal. Ayudan a los oprimidos a sobrevivir y m u y frecuentemente a vencer a los que detentan el poder legal oficial. Es mediante la creación y el fortalecimiento de estas formas de poder, c o m o el pueblo, las mujeres, los campesinos y los marginados, las minorías confesionales o raciales, los disidentes y los subyugados de toda laya han podido vencer muchos de los
Poder y procesos regenerativos en los microspacios 391
Filemón y Baco reciben a Zeus y a Hermes disfrazados de viajeros. Héroes de la leyenda frigia, mencionada por el poeta romano Ovidio (43 a . C - 1 8 ) , simbolizan la hospitalidad y la apertura. Obra del artista francés Jean Restout (1692-1768). Girandon.
obstáculos formales con que tropiezan en la vida. La historia da suficiente prueba de las formas en que estos diferentes grupos han preservado su unidad y su libertad a pesar de las leyes y las restricciones socioculturales m á s discriminatorias. Lo han hecho sin esperar que un día se abolieran esas leyes o que viniera algún emisario que les confiriese poder. Las victorias así conseguidas han sido menos el resultado de un reconocimiento formal de sus derechos - o de las m á s espectaculares acciones masivas que les sirvieron para dicho fin- que de la infinidad de pequeños caminos y entradas que la gente corriente frecuentemente ha podido abrir para penetrar en el bastión formal del poder. La historia real es, de hecho, la historia de innumerables personas corrientes en el ejercicio diario de su imaginación, su ingenio y sus capacidades creativas de autoorganización.
¿Tienen posibilidad de vida las pequeñas comunidades?
Otra premisa de la que habría que desconfiar
es la de que las pequeñas comunidades no tienen posibilidades de vida. El ejemplo del estado-nación nos ha condicionado durante largo tiempo para creer que dichas comunidades no tienen futuro a menos que se integren en unidades m á s grandes y m á s poderosas.
Las políticas seguidas en nombre de este principio sacrosanto difícilmente convencieron a las poblaciones m á s directamente afectadas de que fueran por su bien. Las m á s de las veces, la integración forzada de las pequeñas comunidades y los pequeños grupos étnicos en entidades políticas m á s grandes ha debilitado m u c h o m á s a aquéllos. En otros casos, ha conducido a su destrucción física o cultural18. Esta integración sólo ha servido a la infraestructura estatal de macronivel para ejercer formas m á s diversificadas de control y de represión. Se necesita investigación m á s imparcial para establecer si dicha integración ha fortalecido los estados en cuestión o los ha tornado m á s capaces de defender la independencia de las partes integradas (o, para el efecto, la de la nación c o m o un todo) contra las presiones extranjeras. Es hora de
392 Majid Rahnema
que los pueblos directamente concernientes examinen nuevamente de forma más crítica lo falso y lo verdadero del concepto de estado-nación.
La investigación sobre las relaciones entre el micronivel y el macronivel ha adolecido de confusión entre la realidad y la apariencia: lo que en realidad es y lo que es sólo apariencia para el observador.
Para los que planifican, todo lo pequeño está pasado de moda , es improductivo o, en el mejor de los casos, es simplemente bonito. Lo grande es lo que realmente cuenta y vale la pena tratar. Ocuparse de microproyectos es perder tiempo y energía mental.
Además , las actividades de base son sólo esfuerzos a pequeña escala que producen efectos locales. Esto los descalifica para constituir «verdadero» desarrollo, que debe abarcar áreas suficientemente grandes c o m o para producir efectos importantes y duraderos. La mejor manera de ayudar a las poblaciones de base es por tanto cambiar también esta realidad al macronivel.
El problema consiste en que: a) lo que les parece pequeño a los planificadores es la medula mism a de lo grande que ellos piensan que les interesa; y b) pensar en grande no significa gastar grandes cantidades en macroplaneamiento y macroreali-zaciones sino, en última instancia, trascender la dicotomía artificial entre lo pequeño y lo grande.
La visión tecnocráticodesarrollista de las realidades de base está estructuralmente incapacitada para comprender y tratar los procesos verdaderos, por las siguientes razones:
a) La realidad de la cual se ocupa a menudo no es m á s que un objetivo predeterminado que trata de alcanzar en su propia imaginación. Es un futuro abstracto que se va a crear en base a un plan diseñado profesionalmente y concebido políticamente. Esto tiene poco que ver, en primer lugar, con el verdadero futuro en preparación y, en segundo lugar, con la realidad que se vive y cobra forma dentro de una cultura específica.
b) L a concepción desarrollista está a n i m a d a por motivaciones (económicas, políticas, culturales) prácticamente ajenas a las poblaciones m á s directamente concernidas. N o tiene en cuenta cóm o estas poblaciones perciben sus propios problem a s ni c ó m o h a n aprendido a resolverlos. U f a n a de la superioridad d e sus propios sistemas de conocimientos y técnica, aplica u n a concepción de macronivel que se s u p o n e que contiene todas las respuestas a los p rob lemas pendientes.
c) L o que dicha concepción busca para legiti
m a r s e son resultados rápidos y a veces espectaculares. L o s donantes (gobiernos, organizaciones de asistencia, empresas transnacionales, etc.), y el público q u e se supone q u e provee legitimidad están condicionados t ambién para esperar dichos resultados.
d) L a concepción desarrollista parece incapaz de comprender que en un macrospacio no puede haber ningún cambio verdadero y durable si no proviene de cambios de sus microspacios constitutivos. Sólo cuando el pueblo mejora su situación, a nivel de las comunidades de base, pueden hacerse realidad cambios más amplios a gran escala. Consiguientemente, en lugar de percibir a esas comunidades c o m o los agentes m á s indispensables de cualquier cambio a todo nivel, la concepción desarrollista a menudo las percibe (al m e nos el 70 % de la población mundial) c o m o des-cartables, considerando indispensable sólo el resto (o sea el 30 % útil para una cierta idea de la economía)19.
Por todas estas razones, en el paradigma estatal, lo que parece pequeño carece, en definitiva, de importancia y constituye una pérdida de tiempo y de recursos. Este modelo, además, rara vez tiene en cuenta que «lo grande» que trata de cultivar suele ser la parte más irreal de la realidad. Confunde «pensar a lo grande» con gastar y planear «a lo grande» lo que en última instancia tiene pequeñísimo efecto en dicha realidad. En la m e n te de los políticos y los burócratas, se pierde de vista la unidad general dialéctica que hay entre lo grande y lo pequeño y lo mismo sucede con la gran riqueza y complejidad de la vida del microcosmos de los seres humanos.
Nueva mirada al microcosmos humano
Examinemos ahora más de cerca algunas de las características de estos microcosmos tan frecuentemente olvidados en la visión estatal, sistematizada de la realidad. C o m o una primera característica, las pequeñas comunidades de base, aparentemente aisladas y de dimensión local, corresponden en efecto a espacios y a horizontes de dimensiones mucho mayores. Gustavo Esteva observa lo siguiente: «Los campesinos mexicanos siguen siendo gente que nace en un espacio colectivo concreto, tanto física como culturalmente, espacio al que pertenecen y que les pertenece. [Estos espacios son] localizados -es decir, están ubi-
Poder y procesos regenerativos en los microspacíos 393
cados en un lugar específico- pero ilimitados, o sea sin límites definidos»20.
Para el m i s m o autor, los espacios a los que pertenece la gente educada son, en cambio, espacios no localizados y limitados.
«En ese m u n d o , según la tradición occidental, "nosotros" vemos fronteras físicas y culturales que definen nuestras relaciones con los " d e m á s " que viven m á s allá de esas fronteras: los forasteros, los extranjeros, los bárbaros...»
En la percepción del campesino, «el espacio exterior se percibe c o m o un horizonte, no c o m o una frontera»2'.
Millones de personas de otros lugares viven en microspacios similares, localizados pero sin fronteras. Están sumamente apegadas a sus espacios cultural y geográficamente definidos, aunque viajan m u c h o y reciben gran cantidad de visitantes de otras comunidades. Por la m i s m a razón, la mayoría de gente que vive en Africa y en Asia suele hablar dos o m á s idiomas. Los pequeños m u n d o s en que viven siempre tienen relación con m u n d o s m á s amplios, generalmente m á s reales que el m u n d o internacional abstracto de los desa-rrollistas de la «jet set» que se confinan a las fronteras limitadas de su realidad artificial.
U n a segunda característica de los microspacios de base es que en su interior no hay ninguna frontera que separe los diferentes aspectos de la vida. N o hay ninguna diferenciación artificial, sectorial, entre vivir bien, comer, trabajar y orar. Estas actividades no se hallan disociadas en grupos llamados educación, salud, alimentación, trabajo y religión, y que requieran servicios de expertos profesionales especializados. Por el contrario, aprender, sentirse bien, compartir una comida o sentarse alrededor de un sofreír1, cultivar la tierra, trabajar u orar son actividades integradas de índole cultural. E n otras palabras, cada microacti-vidad h u m a n a es al m i s m o tiempo parte de un m a c r o m u n d o que representa millares de años de vida comunitaria y una memoria o una sabiduría colectivas que van m u c h o m á s allá de cualquier actividad particular.
El enfoque sectorial propuesto por algunos expertos y organizaciones de desarrollo crea fronteras artificiales que no tienen cabida en las sociedades tradicionales básicas. Este enfoque no guarda relación con realidades que, por naturaleza, no se pueden disociar ni atomizar.
El swadeshi (o sea la dedicación a la propia localidad) de Gandhi , con su noción tradicional subyacente de dharma se basa en la creencia de
que la conducta de todo ser h u m a n o tiene un alcance universal. Dharma significa orden cósmico y deber de cada persona de mantener este orden en la forma singular propia de dicha persona. Por lo tanto, todos los esfuerzos humanos , por pequeños que sean, forman parte de un esfuerzo m u n dial por crear perpetuamente normas y prácticas dirigidas a armonizar m á s la vida con el orden cósmico. L o pequeño y lo grande son aquí dos facetas combinadas de una realidad única integrada.
La comprensión de esta visión integralista es importante para la acción participativa de la investigación encaminada a descubrir junto con las poblaciones concernientes, las formas m á s pertinentes de reordenar sus espacios vitales a un mi-cronivel y a un macronivel.
Todos los seres humanos , ya sean considerados individualmente o c o m o partes integrantes de espacios socioculturales, son pues en mayor o menor grado universos expandidos o en expansión, cuya escala tiene poco que ver con su riqueza o su complejidad interiores. Sin embargo, el espacio vital de cada uno es el centro de un conjunto de círculos concéntricos en continua expansión, de los cuales los que se hallan m á s cerca del núcleo definen m á s concretamente el m u n d o singular de las preocupaciones, las aspiraciones y las esperanzas individuales23.
La necesidad de regenerar este espacio c o m o parte de los círculos en expansión permanente que lo rodean es básica para todas las formaciones humanas. Sin embargo, la tarea es s u m a m e n te difícil, en particular en el m u n d o contemporáneo en que innumerables elementos violentos, divisores y alienantes se van infiltrando en diversas formas en todos los espacios vitales, tanto al macronivel c o m o al micronivel. H a y que tratar drásticamente la contaminación generalizada de los espacios humanos antes de intentar luchar contra sus causas y sus efectos.
Mundos externos y mundos internos
Actualmente, los espacios humanos de nivel básico se hallan sometidos a influencias cada vez m á s inhibidoras provenientes de los macromundos que los rodean. A nivel internacional se han analizado extensamente los efectos de fenómenos tales c o m o el imperialismo político, el imperialism o cultural, el colonialismo, el neocolonialismo.
394 Majid Rahnema
la monetarización de la vida, etc. Pero sólo recientemente la investigación ha trascendido las sistematizaciones y las dicotomías generales propias de la corriente de pensamiento político y económico de principios del siglo: un m u n d o dividido solamente entre imperialistas y extranjeros por una parte, y las naciones colonizadas y avasalladas por la otra. Así. respetables teóricos y pensadores del Tercer M u n d o sostienen que ninguna consideración política o ideológica abstracta debería justificar el silencio o las actitudes no críticas cuando los intereses de los oprimidos se hallan en peligro. Hay que proseguir la búsqueda de la verdad inclusive cuando la autocrítica puede ser aprovechada por los opresores para servirse indebidamente de ella en pro de sus propios objetivos. En este contexto, es natural y vital que la investigación trate en forma radical y abierta cuestiones tales c o m o el colonialismo interno, las características violentas y colonizadoras de las ideologías modernizantes, las formas etnocidas de desarrollo, el terrorismo estatal, sin excluir tabúes como los conceptos mismos de estado-nación y desarrollo. Entre otras, las obras de Rajni Kothari, Ashis Nandy. D . L . Seth y sus colegas del Centro de Estudio de las Sociedades en Desarrollo, de Delhi, las de Gustavo Esteva. Orlando Fais Borda, y otros, son verdaderos hitos en esta búsqueda general de una nueva verdad respecto a las comunidades de base.
Los trabajos de estos investigadores reflejan desde luego un cuadro desolador de la situación en que viven los oprimidos del m u n d o . Indican que en muchos países las élites y las instituciones del poder ya no están combatiendo a los que en otra época trataron de imperialistas y colonialistas, sino a su propio pueblo. Cada vez que los oprimidos toman iniciativas para defender su espacio vital contra las influencias destructivas y degeneradoras exteriores, sus propios gobernantes los eliminan o los reprimen. En casi todas partes, las naciones se hallan divididas en dos mundos distintos24, frecuentemente opuestos entre sí: los de arriba, que viven gracias a un sistem a combinado de ayuda extranjera y explotación nacional, y los de abajo, reducidos a formas m o dernas de servidumbre y pobreza. Cualesquiera que sean sus países y sus culturas de origen, los grupos de arriba han creado para sí mismos un macrospacio «universal» homogeneizado que refleja los valores y las aspiraciones de la cultura monetarizada e industrial dominante. Los mecanismos políticos, financieros, militares e indus
triales de que disponen les deparan los medios necesarios para infiltrarse y contaminar todos los demás espacios humanos.
El único elemento alentador de este cuadro global es que al mi smo nivel se están abriendo otros espacios paralelos. Mientras las alianzas entre estados (Norte-Norte, Norte-Sur, y paradójicamente hasta Sur-Sur) fortalecen los vínculos en la cumbre, a menudo en detrimento de los oprimidos, se forman nuevas alianzas que agrupan movimientos de base y organizaciones no gubernamentales de todos los países. El alcance cada vez mayor de esta fuerza emergente está, de hecho, aportando a los microspacios de los países en desarrollo posibilidades de acción nuevas, sin precedentes.
Los peligros externos para el potencial regenerador de los microspacios se combinan con una serie de procesos deteriorantes que amenazan con destruir su trama desde dentro.
LIn primer grupo de problemas está relacionado m u y directamente con los efectos desintegradores que las intervenciones modernizantes tienen en la vida de la gente: proyectos de desarrollo que destruyen economías de subsistencia: sistemas escolares implantados con efecto divisorio, que alienan a los jóvenes de sus raíces culturales y provocan el éxodo rural; la introducción de servicios que crean dependencia y de bienes de consumo que conducen a la erosión gradual de los sistemas de inmunización25, y una cantidad de otros elementos que reducen significativamente la confianza de la población en sus propias capacidades de regeneración.
Estos elementos tienen efectos sinérgicos en una segunda serie de fenómenos de origen cultural m á s profundo, que siempre han sido características de las sociedades tradicionales, entre los cuales se hallan: a) la interiorización de los valores y de las formas de poder producidos por las élites dominantes, fenómeno que en los tiempos modernos ha sido un importante factor de «colonización intelectual»26; b) el fenómeno patológico, pero bastante c o m ú n , de «servidumbre voluntaria» o «voluntad de esclavitud»27; c) el temor de la libertad que a veces produce un síndrome de falsa seguridad (gente desesperada que trata de obtener una sensación m á s grande de libertad personal dejándose captar para conseguir tranquilidad mental o algunas ventajas materiales inmediatas, reduciendo así aún m á s su libertad y su poder); d) un enfoque cerrado y acrítico de las tradiciones y la etnicidad, que se traduce
Poder y procesos regeneramos en los microspacios 395
Lo pequeño, ¿es viable? La diminuta república de San Marino (61 K m 2 , 17.000 habitantes) en territorio italiano. Este estado, uno de los más antiguos de Europa, ha sido siempre independiente. Roger vioiiet.
en violencia y en negación fundamentalista de todas las formas de cambio, y que fomenta divisiones fratricidas y autodestructivas; e) problemas relacionados con la incapacidad de reconocer al verdadero enemigo y la índole de su poder, agravada por una percepción errónea del propio poder y de las propias debilidades, etc.
A pesar de todos estos elementos negativos que impiden los procesos regenerativos de m u chos microspacios humanos, las organizaciones y los movimientos de base están en acción en casi
todo el m u n d o . C o m o apunta Rajni Kothari:
«En todo el m u n d o hay pruebas de que grandes sectores de desposeídos, tras haber creído m u c h o tiempo en la gracia de Dios y en la gracia del César, están cobrando conciencia en forma turbulenta, y desde hace un tiempo se han dado cuenta de que no hay gracia (ni "compasión" ni "piedad") entre los poderosos, y de que sólo por medio de la lucha pueden esperar algo»:s.
396 Majid Rahnema
Las fuerzas emergentes no son en absoluto uniformes. Algunas sólo expresan la necesidad de sobrevivir a toda costa. Otras reflejan la voluntad de un grupo específico de hallar una solución inmediata y concreta a un problema local, pero sin ninguna intención de poner en tela de juicio la legitimidad del poder dominante. Otras representan formas diferentes de desafiar ese poder, a veces de manera destructiva y deliberada, otras veces con la idea de reemplazarlo por una forma de poder más humana, no violenta.
Las más significativas y más prometedoras son desde luego las que consideran que la solución de los problemas locales nunca está disociada de una visión m á s amplia del m u n d o a que pertenecen. Sus esfuerzos tienden a representar soluciones locales de problemas mundiales, pero sin ningún intento planeado de su parte, ni de la de ninguna otra institución establecida, a dicho efecto. En este caso, "macronivel" y "microni-vel" son sólo expresiones diferentes del mismo proceso. N o son contrarios polarizados de una estructura piramidal sino contextos coexistentes en una trama de variaciones y diversidades, todas ellas autónomas e interrelacionadas»29.
Perspectivas futuras
La importancia de movimientos e iniciativas com o Chipco. Lokayon o A N A G E D E S es precisamente que no se perciben a sí mismas c o m o organizaciones abstractas, profesionales y no localizadas que tienen por misión universal cambiar el m u n d o desde arriba. Tampoco se proponen llevar a cabo un plan faustiano o quijotesco para introducir dicho cambio basándose en la premisa de que tienen el conocimiento y el poder de decidir sobre las características del cambio.
Dichos movimientos e iniciativas saben que pertenecen a una comunidad específica, a una cultura y a un espacio humano que son vitales para su bienestar espiritual y físico. A m a n su mi-crospacio y se preocupan por él, saben hablar y entablar relaciones con la gente de su comunidad y escuchar lo que dice. Escrutando el horizonte de su espacio, descubren lo que podría y debería hacerse para tornarlo más bello, m á s sociable y más humano. Y c o m o tienen la tradición de la hospitalidad, reciben gustosamente en su hogar a todos los amigos del extranjero y disfrutan de su hospitalidad cuando viajan a visitarlos. Mediante estos intercambios aprenden y reciben mucho
unos de otros y de sus respectivas culturas. Nadie trata decambiar o de desarrollar al otro, y sin embargo todos cambian y maduran gracias a lo que aprenden. Los microspacios que de esta form a se van moviendo uno hacia otro crean nuevos macrospacios que enriquecen el espacio vital de todos. Dicho proceso orgánico les permite a todos descubrir que no existe ninguna dicotomía entre un microspacio y un macrospacio, cuando éste se percibe c o m o el producto natural de culturas y formas de vida auténticas que inte-ractúan libremente entre sí. La dicotomía aparece solamente cuando un determinado microspacio, impuesto artificialmente, tratade colonizar microspacios naturales para expandir sus horizontes.
N o cabe duda de que los movimientos auténticos, como los mencionados, suelen encontrarse frente a frente con macrospacios hegemónicos y foráneos. Su autorregeneración y su acceso a los macrospacios que escojan resultan, pues limitados. Sus posibilidades de éxito dependen mucho de las características del poder (o del gobierno) que les controla el espacio. Las situaciones son bastante diferentes según los gobiernos sean a) m u y represivos, b) manipuladores y demagógicos, c) paternalistas, d) bastante democráticos o e) más o menos favorables a la base.
N o intentamos explicar aquí estas diferentes situaciones ni establecer una tipología de posibles interacciones. Por consiguiente vamos a concluir con un número de consideraciones generales que pueden ayudar a la investigación.
/. Ningún gobierno (o estado) podría o debería ser considerado fuente monolítica y omnipresente de poder. Aunque hay regímenes políticos marcadamente totalitarios o represivos, ninguno puede extender su poder negativo a todos los espacios vitales en todo momento . D e hecho, las más de las veces, las áreas que escapan al poder político central son generalmente mucho más amplias que las que dicho poder controla realmente, y suelen ser precisamente los mismos espacios en que es real y efectivo el poder informal de los subyugados. También son espacios en que los procesos generales y continuos de formación de poder se van desarrollando y conduciendo a cambios cualitativos en el equilibrio de poder. Así, no hay ninguna situación que excluya determinadas posibilidades de acción eficaz, inclusive en las circunstancias más adversas. El problema de cada grupo (o inclusive de cada persona) es por tanto identificar estos espacios y aprovechar-
Poder y procesos regenerativos en los microspacios 397
los al m á x i m o utilizando todas las formas creativas (y a veces tradicionales) de poder características de su identidad cultural.
2. U n a percepción orgánica, «biofílica» y no violenta de esta última forma de poder puede ayudar considerablemente a diversificar los enfoques y las actividades encaminados a regenerar el espacio vital. Podría, además, hacer innecesario recurrir a la violencia, al enfrentamiento directo o a alardes de fuerza espectaculares c o m o únicas formas de lucha. N o es que dichos métodos de acción deban descartarse sistemáticamente ni que haya que negar su importancia, pero la historia parece indicar que a m e n u d o resultan ilusiones contraproducentes. H a y pruebas abundantes de que las insurrecciones, o aun las revoluciones, encaminadas a apoderarse del poder estatal, lo único que consiguieron a la postre fue reforzar dicho poder, en disfavor de los que habían ayudado a iniciar el proceso. El poder cambia de m a nos sin transformar a sus nuevos dueños.
Por todas esas razones, otras formas de resistencia no violenta a todo nivel, en particular la que se da en los puntos capilares en que se enfrentan el poder opresivo y el del pueblo, están captando ahora la imaginación de los movimientos de base. A este respecto, los métodos de lucha gandhianos c o m o la satyagraha, la pasividad y la desobediencia civil, parecen producir efectos m u c h o m á s profundos y de mayor duración en la naturaleza del poder. D a d o que tales métodos combinan los medios c o m o partes integrantes de los fines que se van a lograr, generan procesos de autotransformación que aumentan la toma de conciencia - y por consiguiente el poder efectivo-de todos los agentes a medida que avanzan. El poder así obtenido, a nivel individual o colectivo, nunca se pierde ni m e r m a en tiempos de derrota y, contrariamente al poder engañoso que se ejerce sobre los demás, rara vez corrompe o se corrompe. T a m p o c o depende solamente de la posesión temporal de ciertos instrumentos de poder. Por último, cuando llega la hora de que dicho poder se manifieste a nivel m á s político y visible, tiene mayores posibilidades de seguir siendo una fuerza liberadora y de no convertirse en una forma opresiva.
El pleno uso del derecho es otra forma de a m pliar el espacio de libertad en los países en que todavía es posible. Lamentablemente, este camino permanece cerrado allí donde el derecho sólo sirve para apoyar la hegemonía estatal, el terrorismo o la ley de la selva.
3. Hasta la fecha, la visión estatal, piramidal, del poder ha desempeñado un papel capital en la confusión de las posibilidades y en el oculta-miento de los verdaderos blancos de la lucha popular. Se indujo a los subyugados a creer, sobre todo en los países del Tercer M u n d o , que el m u n do estaba dividido en dos campos bien distintos: en el primero sólo había las fuerzas «malas» com o el imperialismo, el colonialismo, los complejos militares e industriales, los ricos y los extranjeros; en el segundo sólo estaban las fuerzas «buenas» c o m o los países en desarrollo, los nuevos estados nacionales y sus ciudadanos, sus m a sas populares, sus comunidades tradicionales y sus pobres. Reconocer que muchas tragedias actuales fueron causadas por el primer grupo ha contribuido en gran parte a una mayor comprensión de las situaciones contemporáneas, ahora bien, nada podría distar m á s de una posición objetiva que pensar que ésta es toda la verdad y sólo la verdad. Los macrospacios en que vivimos son demasiado complejos c o m o para permitir esas abstracciones globalizantes, y lo m i s m o vale para los microspacios compuestos también de muchas contradicciones y áreas oscuras.
Así, pues, la investigación acerca de estos temas debería no sólo ir m á s allá de las categoriza-ciones simplistas y reduccionistas sino también explorar los diferentes aspectos de las contradicciones y de las complejidades peculiares de cada espacio. M u y probablemente dicha investigación pueda revelar gran parte de la verdad subyacente de dichas categorías, pero también ayudar a descubrir las falsedades o medias verdades que m u chos de nosotros no resistimos a cuestionarnos críticamente. A veces dicho cuestionamiento puede ser perturbador o amenazante, pero es lo único que nos puede ayudar a analizar debidamente, los espacios vitales a fin de regenerarlos.
La lucha por nuestras fronteras de libertad efectiva se produce sobre todo en un espacio localizado y dentro de horizontes dados. Es dentro de este lugar localizado donde hay que distinguir a los amigos y a los enemigos, y donde hay que identificar y fortalecer los nexos humanos y liberadores y denunciar y cortar los vínculos inhumanos y opresivos. Sin duda, dicha tarea debe tener en cuenta siempre las macrofacetas de cada actividad, pero ninguna razón de estado, ninguna ideología sagrada ni ninguna estrategia de planeamiento de futuro puede justificar que se desdeñen los intereses de la gente. Los sacrificios basados en consideraciones políticas o ideológicas
398 Majid Rahnema
o en cálculos de penalidades10 sólo son posibles
cuando el pueblo está dispuesto a aceptarlos vo
luntariamente.
4. La regeneración de los espacios locales co
m o base para la solución de los problemas globa
les implica pues muchas actitudes y nuevos enfo
ques, para que desde un principio se consideren
las circunstancias ecológicas locales en todas las
macropolíticas encaminadas a preservar la vida
dentro de espacios globales m á s amplios. T a m
bién supone descubrir y posibilitar nuevas afini
dades y alianzas para realzar la interacción entre
diferentes espacios locales. U n nuevo examen de
los centros de resistencia a las fuerzas ecocidas y
etnocidas a nivel global haría posible que estos
espacios locales aprendieran uno de otro y defi
nieran la contribución de cada uno al reordena
miento del espacio c o m ú n en toda su dimensión.
Ese nuevo examen quizá mostraría m á s clara
mente que las clasificaciones basadas en el estado
y las categorizaciones que actualmente definen
los intereses comunes dejan m u c h o que desear.
Pondremos un ejemplo: se supone que las co
munidades de un país dado están culturalmente
m u c h o m á s cercanas a sus instituciones naciona
les que las «extranjeras». Los hechos rara vez va
lidan esta suposición cuando dichas comunida
des viven dentro de las fronteras de estados que
ignoran completamente sus necesidades y sus as
piraciones. D e un m o d o análogo, es verdad que
los gobiernos nacionales son, por definición, ser
vidores y amigos de aquellos en cuyo nombre tra
bajan. Y sin embargo, también en este caso, es
difícil negar que muchos gobiernos y funciona
rios gubernamentales hablan m u c h o mejor las
lenguas de sus contrapartes internacionales que
la de su propia gente. Dichos gobiernos y sus
contrapartes parecen compartir las mismas con
cepciones del conocimiento y el poder. E n c a m
bio, muchas organizaciones no gubernamentales
del Norte se hallan m á s próximas a sus contra
partes del Sur que a sus propios gobiernos.
La búsqueda c o m ú n de microspacios afines
para aprender uno acerca del otro y trabajar jun
tos ha conducido a muchos de ellos, sobre todo
en las últimas décadas, a asociarse formando re
des o agrupaciones. Estas redes de complicidad y
colaboración se están extendiendo a través de las
fronteras nacionales y emergiendo c o m o pione
ras de la creación de nuevos macrospacios pro
metedores. M u c h a s de estas redes están desarro
llando nuevas formas de interacción, de solidari
dad y de hospitalidad recíproca. M u c h o se po
dría ganar estudiando m á s a fondo las posibilida
des que abren tales lazos. Las ideas y los recursos
que ofrecen no sólo ayudarán a los participantes
a cobrar mayor fuerza para regenerar sus propios
microspacios, sino quizás también, a crear un m a -
crospacio m á s h u m a n o y m á s hospitalario para
todos.
Traducido del inglés
Notas
1. Véase Arturo Escobar. «Discourse and Power in Development: Michel Foucault and the Relevance of his work to the Third World», Alternatives, X , invierno 1984-1985, pp. 377-400.
2. La percepción que las poblaciones de base tienen de las personas y las instituciones de arriba está igualmente distorsionada. En general, las perciben como abstractas e inalcanzables, frecuentemente personificadas por las características particulares de los representantes locales. Por ejemplo se identifica al Ministerio del Interior con el policía local, y su imagen se forma de acuerdo con el comportamiento del policía.
3. Véase Chadwich F. Alger,
«Bridging the micro and the macro in international relations research». Alternatives. X , 1984-1985. 328-331.
4. Moka I las y Mahal lehs, palabras india y persa, respectivamente, que se podrían traducir de manera aproximada como «vecindarios».
5. En Rwanda y Burundi se define una comunidad según la falda de la montaña o la colina en que está localizada.
6. Véase Majid Rahnema, « O n a Socio-cultural variety of A I D S and Its Pathogens», Alternatives, XIII, I, 1988.
7. Véase Marshall Berman, All That Is Solid Melts Into Air,
Simon & Shuster, Nueva York, 1982, p. 59.
8. El movimiento Chi peo (que significa «los que abrazan los árboles») es la expresión contemporánea de un movimiento rriás antiguo que comenzó hace 25,0 años en una población del Rajasthan. Su primer líder fue Amrita Devi, una joven a quien se le había enseñado a amar y proteger los árboles. Cuando el Maharaja de Jodhpur mandó a sus hombres a cortar los árboles que rodeaban el pueblo de la joven para construir un palacio, Amrita y sus amigos se opusieron a ellos abrazando los árboles. C o m o consecuencia. 363 personas, en su mayoría mujeres, fueron muertas a hachazos. La tragedia perturbó tanto al Maharaja que decidió
Poder y procesos regenerativos en los microspacios 399
cancelar la operación. El actual movimiento Chipco fue iniciado a comienzos de los sesenta por un grupo de jóvenes trabajadores sociales de Utlar Pradesh del Norte. En los años setenta debieron enfrentarse a intereses comerciales. U n a acción concreta del movimiento fue dar origen a una ley india que prohibiera la tala de árboles por encima de los 1.500 metros de altura en toda la cordillera del Himalaya. Véase Vandana Shiva y J. Bandyopadhyay, «The Evolution. Structure and Impact of the Chipco Movement», Mountain Research and Development, vol. 6, n u m . 2, 1986. pp. 133-142.
9. Lokayan (que significa diálogo) es otro movimiento de base cuya praxis se funda en un diálogo continuo y sostenido entre los principales agentes involucrados en el bienestar de las poblaciones marginadas, sobre todo en las áreas rurales. Lokayan publica un boletín regular (dirigirse a 13, Alipur Road. Delhi - 110054).
10. Según uno de sus principales animadores. Gustavo Esteva. A N A G E D E S (Autonomía, autogestión y descentralización) «es un espacio informal compartido por campesinos, marginados e intelectuales desprofesionalizados. El nombre se aplica formalmente a un espacio de coordinación de organizaciones técnicas al servicio de unas cuatrocientas organizaciones de campesinos y de marginados. Hay unos setecientos intelectuales desprofesionalizados y «técnicos» sea en esas organizaciones «técnicas» o trabajando y viviendo con las comunidades. En total participan unas 500.000 personas. A N A G E D E S en sí mismo no es una organización que ofrezca servicios profesionales, ni una sociedad económica, ni un movimiento social, sino que está evolucionando hacia lo que podría denominarse el concepto de «hamaca», es decir, algo que da apoyo cuando uno lo necesita, que está disponible, que uno se puede llevar, y que toma la forma de uno.
11. En este sentido, Gandhi podía evidentemente considerarse un tradicionalista moderno, y un partidario de las «sociedades abiertas». Gandhi siempre abogó decididamente por el apego a las raíces culturales, aunque nunca
hizo el elogio del poblado hindú //; tolo Tampoco exhortó nunca a volver al pasado, sino que aceptaba algunas tradiciones y rechazaba otras (como era el caso de su actitud respecto a los
«intocables»). Por otra parte, deseaba incluir elementos de modernidad como vectores críticos. Ashis Nandy. «Cultural Frames for Transformation», Alternatives, XII, n ú m . 1, 1987, pp. 114-116.
12. Véase Michel Foucault, Power/Knowledge, The Harvester Press, 1980. pp. 96-99.
13. Ibid.: 122.
14. Ibid.
I 5. La idea de desarrollo «como teoría del poder internacional mediatizada por las políticas económicas y sociales de las élites gobernantes de los países del Tercer M u n d o (...) refrena eficazmente toda iniciativa económica, política y cultural de los pobres, de los agentes no estatales y de sus organizaciones encaminadas a obtener una pequeña parte de autonomía política, de autarquía económica y de vitalidad cultural». Por otra parte, «el modelo estructural alternativo sitúa la fuente de los problemas del Tercer M u n d o en la acción del sistema capitalista mundial». En ambos casos, «el lugar de acción necesaria sea para reformar o para transformar el sistema es el estado. A m b o s cifran gran confianza en la reconstrucción del poder (aunque sin ver cómo y mediante qué poder) más que en cambiar las formas de otras organizaciones (no estatales) de la sociedad o en cambiar la conciencia que legitimiza la perpetración de la injusticia y que fomenta su padecimiento por parte de las poblaciones víctimas». D . L . Seth. «Alternative Development as Political Practice», Alternatives, XII, 1987, p. 158.
16. Se necesita una nueva política que «no se halle limitada por la lógica obtusa de apoderarse del poder del Estado (...). Es la dialéctica entre el micronivel y el macronivel de pensamiento lo que hará efectiva una nueva política del futuro». D . L . Seth. «Grass-Roots Stirrings and the Future of Politics», Alternatives, IX, 1, 1983. p. 23.
17. Las fuentes de este poder informal residen en que «los experimentos y las experiencias regocijantes del pasado se convirtieron en experiencias triviales cotidianas». « U n sinnúmero de actos heredados, acumulados indiscriminadamente y repetidos hasta hoy mismo se convierten en hábitos que nos ayudan a vivir, nos aprisionan, y deciden por nosotros a lo largo de la vida». F. Braudel, Afterthoughts on Material Civilization and Capitalism, Johns Hopkins University Press. Baltimore. 1977, pp. 7-8.
18. George Pierre Castile (ed.). Persistent Peoples, University of Arizona Press, Tucson, 1981 y Chadwick F. Alger.
19. Véase Rajni Kothari, «On H u m a n Governance», Alternatives, XI, n u m . 3, 1987, p. 282.
20. Gustavo Esteva, «Regenerating people's space». Alternatives, XII, n u m . 1, 1987, p. 132.
21. Ibid.: p. 132.
22. Sentarse alrededor de un sofreh (o mantel) es, como comida, una expresión vernácula persa que alude a una serie diversificada de actos de convivencia y de interacciones entre los miembros de un hogar o de una comunidad en el curso de una comida.
23. Véase M . K . Gandhi. Panchayat Raj, Navajivan Publishing House, Ahmedabad, 1959, pp. 9-10.
24. Véase el discurso de Rahni Kothri con motivo de la recepción del Premio a la Vida Modelo, en Estocolmo, Lokaran Bulletin, Delhi, 1986, 3/6.'
25. Véase Majid Rahnema, From Aids to AIDS, trabajo elaborado para seminarios en la Facultad de Pedagogía de la Universidad de Stanford, octubre 1983.
26. Los intelectuales espiritualistas del Tercer M u n d o cada vez están más preocupados por «la colonización de la mente» que muchos la consideran, a largo plazo, más destructora de la integridad que la colonización de los territorios, puesto que coloniza desde dentro. El proceso es fomentado por instituciones
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organizadas prof'esionalmente que utilizan armas m u y avanzadas e
«invisibles» de una nueva clase (ideologías, educación, recetas tecnológicas y económicas de salvación) que manipulan la mente con habilidad para impedir que la gente piense y actúe como personas inteligentes y autónomas. Véase Ashis Nandy, The Intimate Enemy, Oxford University Press, Delhi, 1983; ver también, Paulo Freire, The Pedagogy of the Oppressed, The Seabury Press,
N e w York, 1973 y Albert M e m m i , Le Portrait du colonisé, Payot, París, 1973.
28. Y a en el siglo xvi, el ensayista francés Etienne de la Boétie estudió el dilema de la servidumbre voluntaria en Discours de la Servitude volontaire (1577). Traducción al inglés de William Flygare, The will to Bondage, Ralph Myles Publisher, Colorado Springs, 1974.
29. Rajni Kothari, «The Non-Party Political Process», Economic and Political Weekly, X I X , n u m . 5, 1984, pp. 218. '
30. Ibid.: p. 223.
31. Véase Ashis Nandy: «Development and Authoritarianism: A n Epitaph on Social Engineering». Journal für Entwicklungspolitik, N o v . 1986.
El movimiento por la paz: su articulación en el plano local y mundial
Johan Galtung
Antecedentes sociohistóricos del movimiento por la paz
Cuando tras el feudalismo surgió en Europa el estado moderno, el gobierno (en el sentido europeo de gabinete) asumió algunas de las funciones que hasta ese m o m e n t o habían sido prerrogativa del Príncipe, el Rey o el Emperador. En las democracias parlamentarias el gobierno respondía ante el parlamento y éste ante los partidos o el pueblo. En los regímenes de partido único el presidente o el secretario general del partido respondía hasta cierto punto ante una asamblea m á s o menos reducida. En este caso existía y sigue existiendo un cierto principio de responsabilidad. La idea general de heredar el manto del príncipe feudal era prácticamente la misma. N o obstante, la responsabilidad estaba limitada a un campo importante.
El príncipe feudal de Europa surgió de una casta militar, la aristocracia. N o era ni clérigo ni comerciante. El poder que detentaba era militar y no cultural ni económico; era el poder de la coerción/destrucción y no el de las ideas/instrucción ni el del intercambio/construcción. En otras palabras, si bien se puede discutir hasta qué punto el príncipe tenía la última palabra en asuntos religiosos, ideológicos o económicos, no se podría poner en tela de juicio que el príncipe era la autoridad máxima en cuestiones militares. Estas eran su territorio, su dominio, la base misma de su poder. Así surgió la idea de que
Johan Gallung es profesor de estudios sobre la Paz. Deparlamento de Ciencias Políticas. Universidad de Hawaii, en Manoa , Honolulu 96822. U S A . Tiene numerosas publicaciones sobre sociología, economía y política.
un estado moderno podía dar libertad a los ciudadanos en el ámbito cultural y económico, pero no en el militar. La forma física de ejercer el poder, el cañón o el fusil, para decirlo en forma ruda, era la ultima ratio regis, el argumento definitivo del Rey. Y se convirtió en el argumento definitivo del gobierno, del presidente, del secretario general. La palabra «argumento» es interesante en este caso, ya que expresa precisamente que hay un lenguaje más allá y detrás del razonamiento verbal,
sea c o m o decreto o c o m o diálogo: la coerción pura y simple. Desde luego, el psicólogo puede argüir que hay un lenguaje incluso detrás del nivel de coerción, a saber, la cultura en su sentido m á s profundo c o m o código que define cuándo puede aplicarse legítimamente la coerción, con lo que establece la sutil distinción entre rey y tirano, distinción ésta heredada por los sucesores del rey. Sin embargo, es posible que haya algo definitivo
en un argumento que emana del cañón de un arm a de fuego.
En la historia de Occidente han sido numerosos los movimientos que impugnan el monopolio de la élite en cuanto al poder económico y cultural. La larga tradición de lucha por la libertad religiosa, por la libertad de hablar la lengua materna y decir prácticamente todo lo que se quiera constituye un claro testimonio de su importancia, así c o m o la larga lucha de la clase mercante o burguesa por la libertad de utilizar la propiedad para adquirir nuevas propiedades. En la Revolución
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402 Johan Baltung
Francesa se produce una unión m u y importante de esas dos clases: la burguesía asciende en la escala social, gana poder y ejerce su influencia en dos direcciones: económicamente como empresarios libres a quienes no interponen obstáculo alguno ni el rey ni sus sucesores, y culturalmente c o m o portadores de nuevas ideas en cuanto a religión, concepción del m u n d o y cultura.
Les droits de l'homme et du citoyen son la expresión de esa unión entre la libertad económica y la cultural. N o se especifica, sin embargo, en la lista de derechos humanos ninguna libertad del ciudadano, por ejemplo, para rechazar el servicio militar o negar el poder de un gobierno que hace la guerra, mucho menos si ésta es de agresión. Por el contrario, podemos incluso sostener que casi al mi smo tiempo que la Declaración de los Derechos H u m a n o s y el servicio militar obligatorio para hombres aptos, empezó a figurar en la historia de Europa el quid pro quo del nuevo contrato social. Se otorgó mayor libertad en el ámbito cultural y económico, con detrimento de la libertad en cuanto al poder militar. Cabe observar asimismo que los deberes relacionados con el reclutamiento para el servicio militar, así c o m o la tributación, se impusieron al hombre y no a la mujer, ya que ésta no gozaba de derechos c o m o empresario independiente por estar sujeta al marido. Tampoco se suponía que iban a emplear la libertad de expresión; todo esto vendría uno o dos siglos más tarde c o m o parte de la lucha del movimiento feminista.
Desde luego, se presentaron reacciones de oposición conforme se generalizaba la libertad cultural y económica. Varios estados intentaron apoderarse nuevamente del control cultural y económico o, por lo menos, no hacer más concesiones a las demandas de la clase media. Se produjeron entre el proletariado ciertas tentativas de defender la población contra ideas que no se quería aceptar, lo que constituye un autoritarismo proveniente de las clases bajas, utilizado por quienes estaban en la cumbre para fortificar sus tendencias autocráticas. También hubo entre el proletariado un movimiento de defensa contra las graves repercusiones dei dinamismo empresarial, en form a de capitalismo, conocido c o m o movimiento laboral con sus sindicatos, partidos socialdemó-cratas. socialistas o comunistas, etc.
Es interesante observar que el poder militar paso por lo general desapercibido. El centro era el poder político o el poder de decidir sobre el uso y el abuso de los otros tres tipos de poder. Se desafió al monopolio político; la base para el ejercicio de
ese poder se amplió paulatinamente mediante círculos concéntricos que integraban cada vez a más ciudadanos en el electorado democrático. Este proceso ha sido y sigue siendo lento y casi nunca se ha efectuado sin lucha. Sin embargo, se ha mantenido la tendencia a concebir el poder militar c o m o relativamente sacrosanto en el sentido de que no se le impugna o debate seriamente. Se dio por sentado que había una sabiduría indiscutible en los altos poderes del estado, en sus profundidades más recónditas, incluso en los edificios mismos de los ministerios. Al interés personal del príncipe sucedió no el interés personal de sus sucesores, sino el «interés nacional», lo que probablemente comprende tanto a dirigentes com o a dirigidos.
El ejercicio del poder coercitivo se legitimó com o medio para proteger las libertades recién obtenidas en el ámbito cultural y económico e incluso tal vez para extenderlas a otros grupos. La noción de «seguridad» se sitúa también en este campo: los medios son militares, pero los fines son culturales, políticos y económicos, y preservan los logros obtenidos. La mística heredada de períodos anteriores tendería a legitimar aún más el ejercicio de un poder militar definitivo dentro de un estado y entre estados, lo que agrega al contrato social prerrogativas de élite y confiere a éstas un aura sagrada.
El movimiento por la paz es al poder militar lo que los demás movimientos mencionados fueron y siguen siendo respecto al poder cultural, económico y político. En una perspectiva histórica, el cometido esencial del movimiento en favor de la paz es poner en tela de juicio en un estado moderno el control monopolístico del gobierno sobre la coerción, en general, y el poder militar, en particular. C o m o éste debería ser uno de los principales objetivos del poder político de una democracia, el movimiento por la paz constituye al m i s m o tiempo un reto para la democracia, por afirmar que sus instituciones c o m o el parlamento y los ministros del gabinete responsables ante el parlamento han fracasado en el ejercicio de esa importante función. Además , el movimiento por la paz sostiene que se abusa del monopolio del poder militar c o m o anteriormente sucedió con el monopolio del poder cultural, económico y político, independientemente de que esté en manos públicas o privadas, o en unas y otras.
Así, pues, el argumento básico del movimiento por la paz es que el estado abusa del poder militar. Es una expresión de profunda desconfianza
El movimiento por la paz: su articulación en el plano local y mundial 403
Marcha por la paz: un grupo de 750 personas cruzaron Estados Unidos, llegando a Nueva York el 23 de OCtubrc de 1986. Slephen Terry/Gamma.
en los funcionarios oficiales, sean éstos militares o civiles, en los numerosos expertos contratados para estudiar los asuntos relativos a la seguridad y las relaciones exteriores, así c o m o en los políticos, sean o no miembros del parlamento, que se ocupan de esos asuntos.
E n esta perspectiva, el movimiento por la paz se convierte en parte de la historia social de Europa y. por lo mismo , tal vez en modelo para otros lugares del m u n d o , aspecto éste que se examinará más adelante. En este punto sólo quisiéramos formular algunas observaciones sobre la manera c o m o el movimiento en favor de la paz concibe la alternativa al monopolio estatal del poder militar.
Alternativas al monopolio estatal del poder militar
El movimiento por la paz propugna no sólo un reto al monopolio estatal, sino además una reducción general de los instrumentos de violencia, hasta llegar a la abolición de la guerra c o m o una insti
tución social. En su expresión más radical esa reducción toma la forma de un movimiento en pro del desarme, o sea, una orientación general a favor de acabar con los instrumentos de destrucción, en otras palabras, la abolición de las fuerzas armadas tal y c o m o las conocemos. La filosofía general que sustenta esta posición es tan sencilla que raya en lo simplista: esos instrumentos de poder no pueden utilizarse legítimamente de ningún m o d o y, por consiguiente, la única posibilidad es abusar de ellos.
H a y una segunda postura que, a mi juicio, es más responsable: el transarmamentismo1, es decir, prescindir de las armas más peligrosas, destructoras, ofensivas (en los dos sentidos de la palabra) y mantener únicamente las que sean necesarias para la defensa, sin desconocer que éstas pueden utilizarse también para ejercer una forma importante de violencia nacional. Así, pues, el movimiento por la paz trata de distinguir entre el uso y el abuso de los instrumentos de violencia y sostiene que algunos de ellos son legítimos y otros ilegítimos. Esta posición es menos absolutista y.
404 Johan Ballung
en cierto sentido, constituye un reto aún mayor. El transarmamentismo es más político, mientras que el desarmamentismo más moralista. El desarmamentismo se propone la abolición total del sector militar, el transarmamentismo su limitación. El primero puede considerarse tan radical que se convierte en utopía y, por lo m i s m o , en un reto menor; el segundo puede considerarse c o m o una injerencia en el ámbito legítimo del sector militar, junto con sus prolongaciones políticas, incluidos los comités parlamentarios de defensa y de asuntos exteriores, los expertos, etc.
N o es éste el lugar para examinar pormenorizadamente esas dos posiciones. Baste decir que hay otras muchas dimensiones que son también de importancia para el movimiento en favor de la paz. Algunas son de índole política a nivel nacional y se refieren al ejercicio del control político sobre el sector militar. Otras tienen objetivos políticos a nivel internacional y se relacionan con la naturaleza de los conflictos internacionales y su posible solución, así c o m o con las instituciones internacionales que ejercen o deberían ejercer el control político sobre esas relaciones.
Tal vez la esencia del movimiento de la paz se remonta aún más , hasta los orígenes mismos del estado moderno2 . Quizá sea un reto a ese vestigio de feudalismo, el derecho a ejercer la violencia, conferido al dirigente del estado moderno c o m o sucesor del príncipe feudal que, a su vez, ejercía su poder sobre la vida y la muerte por gratia dei. Y quizás el desarme, el transarmamentismo y la política nacional e internacional tengan un solo c o m ú n denominador: desafiar lo indesafiable, limitar y compartir la ultima ratio regis.
Algunas observaciones sobre la estrategia del movimiento por la paz
Desde una perspectiva mundial el movimiento en favor de la paz es un fenómeno pequeño, localizado especialmente en la parte noroccidental de Europa. E n un contexto de O T A N / P a c t o de Varsóvia es un fenómeno importante que amenaza la solidez de esas alianzas, en particular porque las grandes potencias van tan retrasadas que se produce una asincronía, con las consiguientes fallas en el sistema. Si las grandes potencias avanzaran al m i s m o ritmo que los dirigentes de alianzas m e nos importantes, que deben reflejar por lo menos cierto grado de sentimiento popular, podrían encontrar más fácilmente soluciones mutuas. En la
situación actual, hay confrontaciones no sólo entre el pueblo y su gobierno o sus dirigentes, en general, sino también entre los gobiernos de los aliados y los de las grandes potencias.
En Europa existe ya una cierta ruptura de las alianzas: la región norte y Grecia son menos fiables para la O T A N , y la región sur menos fiable para el Pacto de Varsóvia. Esta es la única repercusión que ha tenido a nivel nacional el movimiento por la paz, limitado en realidad a la región noroccidental, ya que dicho movimiento es principalmente estatal en la región sudoriental. Sin embargo, en todas partes se ha abierto una vez m á s el debate sobre las teorías militares, en general, y la disuasión, en particular, con lo que se ha impugnado lo impugnable. La cuestión básica que se plantea es la que se debiera formular siempre, ya que constituye en último término el interrogante del movimiento de la paz, a saber: ¿no se podría abolir la guerra c o m o institución social? ¿ N o podría la guerra correr la misma suerte que la esclavitud, el colonialismo y el imperialismo, aunque persistan en algunas regiones del m u n d o ciertos vestigios que ya no se consideran legítimos?
Para llevar a cabo este gran cometido se requiere una articulación estratégica: lo que hay que saber es en qué dirección. El movimiento por la paz no puede por sí m i s m o detener los misiles o la militarización ni tampoco abolir la guerra.
A nivel nacional es indispensable que el movimiento en favor de la paz se vincule a los movimientos de los otros tres ámbitos del poder. M á s particularmente, es preciso que se establezca una cooperación sólida con el poder cultural, que en el caso se define sencillamente c o m o unas élites religiosas/ideológicas e intelectuales que pueden formular alternativas políticas concretas. M e refiero pues a los ideólogos de la iglesia y el estado y, en la actualidad, a los especialistas también en investigaciones sobre la paz. Igualmente indispensable es una buena articulación con el campo de la política, lo que significa la existencia de «emisarios» que puedan tomar el mensaje y llevarlo a los círculos del poder en que se toman las decisiones. E n las democracias occidentales esto significa los partidos políticos c o m o los socialdemócratas y los verdes; en los regímenes de partido único de Europa Oriental, las facciones dentro del partido, las distintas generaciones o los nuevos estratos sociales.
¿Qué decir del campo del poder económico? A mi juicio, deberá probarse de m o d o convincen-
El movimiento por la paz: su articulación en el plano local y mundial 405
te que la misión del movimiento por la paz vale la pena para todos o al menos para la mayoría de los sectores de la sociedad. Deberá demostrarse que la población estará en peores condiciones para soportar el peso del armamento; que es posible transformar gran parte de la industria de armamentos; y que en un m u n d o no acosado por los conflictos bélicos podrían alcanzarse niveles más elevados de prosperidad económica para toda la población. N o es m u y difícil demostrar todo esto sobre el papel, pero sí lo será convencer a los principales interesados c o m o las empresas estatales y privadas, y los trabajadores.
Por último, puede sostenerse que el movimiento por la paz deberá además tener vínculos con el sector militar. Sus planteamientos deberán formularse dentro del ejército. En otras palabras, el movimiento en favor de la paz habrá de ser un agente cristalizador y catalizador que movilice el poder cultural, político, económico y militar y los aune de una manera sinergética que pueda transformar el orden social. Y si las personas que han experimentado alguna transformación son las que mejor pueden llevar a cabo la transformación social, entonces no sólo la táctica, sino además la estrategia del movimiento por la paz debería ser producto de esa clase de experiencia personal.
Todo esto contribuye en grado considerable a explicar por qué el movimiento por la paz es m u cho m á s que un grupo de presión que trata de cambiar el pensamiento y la acción de los dirigen:
tes. Es también un m o d o de vivir la paz, de crear nuevas relaciones entre las personas, de llevar a la práctica los objetivos de los movimientos. E n este sentido puede compararse con el movimiento por los Derechos Civiles en Estados Unidos, cuyo mensaje más convincente no eran tanto los objetivos públicos c o m o el hecho de que dentro de él blancos y negros trabajaban unidos. C o m o en la actualidad blancos y negros trabajan menos unidos que durante el conflicto, dicho movimiento ha perdido importancia. Asimismo cabe preguntarse en qué medida un movimiento en favor de la paz puede tolerar disputas y conflictos internos antes de que la opinión pública empiece a formularse la siguiente pregunta: «¿Son en realidad pacíficas esas personas? ¿Podrán lograr un cambio pacífico si ni siquiera pueden mantener la paz entre sí?»
A nivel internacional está claro que el movimiento habrá de tener una red m u y amplia de enlaces. Será preciso transnacionalizar los cuatro ámbitos del poder y lo propio cabe decir del agente catalizador del Centro. Esto es exactamente lo que sucedió en la década del ochenta: ideólogos de inspiración religiosa y secular encontraron un terreno c o m ú n , lo que ocurrió, sin duda alguna, con los especialistas en investigaciones sobre la paz. H a y cooperación (aunque m u y inferior a la que habrá de lograrse ulteriormente) entre partidos de ideología similar en cuanto a las cuestiones relativas a la paz; se procura internacionalizar los movimientos de proselitismo, incluso si aún son débiles. Existen importantes organizaciones transnacionales c o m o Generals for Peace y el m o vimiento mismo por la paz, que c o m o era previsible dada su dirección británica (tal había sido el caso de los movimientos contra la esclavitud y el colonialismo), adquirió también un carácter transnacional en la campaña europea en pro del desarme nuclear ( E N D ) con sus conferencias internacionales de Bruselas (1982), Berlín (1983), Perusa ( 1984), Amsterdam ( 1985), París ( 1986) y Coventry (1987).
En todas esas conferencias los diferentes países desempeñan una función específica, de manera m u y similar a lo que sucede en la O T A N . Los nórdicos y los holandeses son moralistas. Los británicos son m u y políticos y consideran el movimiento por la paz c o m o una extensión del ala izquierda del Partido Laborista. Los representantes de Europa Oriental informan en las reuniones que hay otras cuestiones con mayor índice de prioridad y, por tanto, propugnar un m i s m o grado de prioridad es traicionar su causa. Los europeos m e ridionales procuran por todos los medios ponerse al día y, por lo demás, están llevando a cabo una inmensa actividad de educación de adultos en países en los que la élite comparte m u y poco con la población.
Los alemanes, los mejores de todos en lo tocante a la ética, la política y el saber, se mantienen en silencio no sea que se les acuse de nacionalismo excesivo, lo que también es el caso de los franceses, m u y nerviosos de que se traiga la colación el tema de su b o m b a .
Traducido del inglés
406 Johan Ballung
Notas
I. En mi libro There Are Allemal ives! (Spokesman, Nottingham. 1984) se interpreta el transarmamentismo c o m o el paso de una posición militar basada en armas ofensivas y disuasión por represalias una basada en armas defensivas y disuasión. Esto se examina en
el marco de una política alterna de seguridad mucho más amplia tomando a Suiza c o m o ejemplo m u y apropiado, aunque presente algunos problemas. Véase además Jacques Freymond, «Switzerland's Position in the World Peace Structure». Political Science Qualerly, vol. LXVII ,
diciembre 1952, pp. 521-533.
2. U n brillante análisis de la transición del feudalismo al estado moderno puede leerse en «Part III Conclusions», de la obra de Perry Anderson Lineages of the Absolutist State, N L B , Londres, 1974.
Las redes transnacionales en el desarrollo mundial: Canadá y el Tercer Mundo
Dan A. Chekki
El sistema mundial y las crisis contemporáneas
El m u n d o , entendido c o m o sistema total, puede considerarse una comunidad de comunidades. El progreso tecnológico nos ha acercado a la c o m prensión del concepto de «aldea mundial». Para los especialistas en ciencias sociales, resulta difícil entender los problemas y los procesos de cambio microcomuitarios sin tomar en cuenta las estructuras y los procesos mundiales globales. E n términos m á s concretos, los procesos vinculados al desarrollo en los planos comunitario, regional, nacional e internacional adquieren todo su sentido mediante el estudio de las diversas maneras en que se articulan las corrientes m á s amplias de las fuerzas políticas y socioeconómicas mundiales que penetran las fronteras nacionales e influyen en los procesos de desarrollo en diferentes niveles en numerosas comunidades del m u n d o entero.
Alger (1984, 1987); A m a r a (1980); Boulding (1985); B r o w n (1972, 1981); Galtung (1980, 1987);Toffer (1970, 1980); Wallerstein (1974, 1980), entre otros, han puesto de relieve la urdimbre de vínculos socioeconómicos y la interdependencia ecológica entre las comunidades y las naciones. En este sistema mundial, se sostiene ( M e -sarovic y Pestel, 1974) queel crecimiento de cualquiera de las partes depende del crecimiento o del estancamiento de las otras. Por lotanto, el crecimiento indeseable de cualquiera de las pates
Dan A . Chekki es profesor de sociología en la Universidad de Winnipeg, Manitoba, Canadá. También ha impartido clases en la Universidad de Bombay y en la de Karnatak. El Dr. Chekki ha publicado numerosos artículos y ocho libros sobre la familia, los cambios sociales, la sociología de la sociología, el desarrollo de la comunidad y las políticas urbanas. Es director de la Library of Sociology Series y secretario del Comité de Investigación sobre Estudios Locales de la Asociación Internacional de Sociología. Su obra más reciente se titula American Sociological Hegemony.
constituye una amenaza no sólo para esa parte, sino también para el conjunto. Las crisis contemporáneas c o m o la pobreza, la expansión demográfica, la contaminación y el riesgo de guerra nuclear son unos cuantos indicios de la formación de un sistema mundial unitario cuya complejidad va en aumento. Resulta cada vez m á s frecuente que los problemas comunitarios y mundiales tengan características y orígenes comunes. Las soluciones a estas crisis pueden hallarse en un contexto
mundial . Se estima que la mayor parte de los problemas mundiales pueden abordarse mediante una acción colectiva, local y m u n dial.
Este artículo tiene por objeto definir las pautas de la interdependencia y los vínculos de las comunidades del Canadá con sus redes internacionales en los países del Tercer M u n d o , con especial referencia al desarrollo comunitario sostenido «centrado... en la población» en
los países menos avanzados. Nuestro interés gira principalmente en torno a las funciones de las organizaciones gubernamentales y no gubernamentales y a la participacón de las comunidades y los ciudadanos en los procesos de desarrollo. Consideraremos la índole y la calidad de la participación local que tiene lugar en el contexto de las relaciones entre los planos local y global. A d e m á s , examinaremos las influencias locales y generales que limitan o amplían las posibildades de participación local. Sin embargo, las limitaciones de espacio no nos permitirán evaluar en qué medida
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408 Dan A. Chekki
las relaciones globales permiten una influencia local sobre los procesos generales.
Aunque se han realizado varios estudios sobre el desarrollo de la comunidad (Chekki, 1979, 1986; Christensen y Robinson, 1980) en los planos locales y sobre las relaciones entre subdesa-rrollo y desarrollo (Hoogvelt, 1981; Frank, 1981) en los niveles globales, no se ha intentado hasta ahora, salvo escasas excepciones, describir y estudiar las pautas de desarrollo que revelan la existencia de vínculos entre las estructuras y procesos locales y globales dentro de una perspectiva m u n dial. Intentaremos aclarar teóricamente y examinar empíricamente algunas formas de articulación de las pautas de desarrollo con la morfología y la dinámica del sistema mundial.
Según Alger (1984-1985), el paradigma del sistema estatal que incorpora una ideología estadista ha contribuido a una división del trabajo entre la función del estado y la de la «gente corriente» en los asuntos mundiales. Sin embargo, el paradigma micro-macro presenta el desarrollo humano c o m o el resultado de la interacción entre el desarrollo individual y social, en la medida en que los individuos participan en actividades que trascienden una serie de dominios territoriales. Además, el desarrollo humano en las comunidades locales requiere que los individuos perciban, comprendan e influyan en las fuerzas que van desde la dimensión local a la mundial y que dominen o reorienten esas fuerzas. Hay quien sostiene (Alger 1978-1979; 1983: 1984; 1986; 1987) que a medida que las comunidades locales y regionales mejoran su competencia en las relaciones transnacionales, apoyan la acción en el Tercer M u n d o y en los países industrializados para oponerse a las repercusiones transnacionales indeseables.
Además , algunos problemas locales y mundiales c o m o el hambre, la expansión demográfica, la contaminación, el sexismo, el racismo y el militarismo exigen transformaciones mundiales y locales: la consigna es «pensar en términos mundiales y actuar en términos locales». Es fundamental permitir a la gente participar en ese proceso de transformación y establecer una relación entre los esfuerzos que se realizan a nivel local y los movimientos mundiales relacionados con los problemas del medio ambiente, la paz, la pobreza y la calidad de vida. N o cabe duda de que esta tendencia cada vez mayor a que las poblaciones locales participen en la concepción de las transformaciones mundiales (Alger, 1984-1985) es un progreso ejemplar de capital importancia.
Según este modelo micro-macro, trataremos de demostrar que la participación de la comunidad y de los ciudadanos canadienses, por conducto de las organizaciones no gubernamentales, en el desarrollo del Tercer M u n d o ha sido considerable, está en aumento y es bastante eficaz. Willy Brandt (1980) insiste en que «la configuración de nuestro futuro común es demasiado importante para dejarla exclusivamente en manos de los gobiernos y de los expertos». Reconoce la función que puede cumplir la gente corriente, capaz de comprender hasta qué punto su trabajo y su vida cotidiana están íntimamente ligados a los de las comunidades que viven en las antípodas. La interdependencia socioeconómica y ecológica requiere el establecimiento de relaciones de solidaridad entre la gente corriente, con independencia de cuál sea su lugar de residencia. La solidaridad con la lucha por la igualdad, la justicia y el cambio en los países del Tercer M u n d o , permite descubrir las dimensiones y las vinculaciones globales y locales de problemas similares en la sociedad nacional.
En estos últimos años ha surgido un número cada vez mayor de redes mudiales (Lipnack y Stamps, 1984), porque la gente ha empezado a comprender que el nacionalismo, el crecimiento ilimitado y la hegemonía política son ideas anticuadas que ignoran la realidad de una especie que habita en un pequeño planeta de un sistema solar remoto de miles de millones de galaxias que giran en el espacio.
El desarrollo en el contexto mundial
Según Russell Ackoff (1986), el desarrollo es la capacidad, definida por la población, en virtud de la cual se puede hacer lo necesario para mejorar su calidad de vida y la de los demás. Desde este punto de vista, el desarrollo es un deseo de mejora y la capacidad de lograrla. Es m á s bien una cuestión de motivación y conocimientos que de medios económicos.
En los últimos cuarenta años, los problemas más graves del desarrollo han sido la pobreza, el deterioro del medio ambiente, la paz y la capacitación de la población mediante una mayor participación en el proceso de desarrollo. En este artículo se pretende abordar el proceso de desarrollo desde una perspectiva mundial. Frente a un desarrollo indiferenciado, centrado básicamente en la producción y fragmentado, tratamos de con-
Las redes transnacionales en el desarrollo mundial: Canadá y el Tercer Mundo 409
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T
U n a escena de invierno en Canadá. Ian Berry-Magnum.
templar un modelo de desarrollo orgánico, centrado en la población y sostenido.
El concepto de desarrollo centrado en la población (Körten y Klauss, 1984) considera que las iniciativas creadoras de la población son el recurso principal del desarrollo y que la finalidad a la que se orienta ese proceso es su bienestar material y espiritual. Desde este punto de vista, se concede la mayor importancia a la realización y al apoyo de los esfuerzos autónomos de los desfavorecidos por hacer frente a sus propias necesidades. A lo largo de ese proceso se espera que los organismos de desarrollo creen y favorezcan las capacidades de las comunidades para una administración autónoma y productiva de los recursos locales. En el modelo de desarrollo centrado en la población, la gente y el medio ambiente son las variables endógenas, fundamentales.
La lógica predominante en este paradigma es la de una ecología humana equilibrada. El desarrollo centrado en la población concede gran importancia a las iniciativas y a la diversidad locales. Constituye sistemas autoorganizados en torno
a unidades de organización de dimensiones humanas y a comunidades autónomas. Implica un grado considerable de descentralización de los procesos de adopción de decisiones. Los sistemas autoorganizados de aprendizaje sirven de c o m plemento a las estructuras oficiales con una serie de técnicas de organización menos formales y m á s rápidamente adaptables. Entre ellas, tienen importancia las redes informales creadas en función de la población, los valores y la circulación de la información c o m o respuesta a los intereses concretos y a las necesidades según lo exijan las circunstancias.
Se ha afirmado (Bruntlard, 1987) que el marco de la integración de las políticas relativas al medio ambiente y las estrategias de desarrollo debe basarse en un desarrollo sostenido, que trate de cubrir las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para hacer frente a sus propias necesidades. Se estima que la pobreza generalizada ha dejado de ser inevitable, y el desarrollo sostenible exige cubrir las necesidades básicas de todos y dar a todos la opor-
410 Dan A. Chekki
tunidad de realizar sus aspiraciones a una vida mejor, garantizando que los pobres tengan una participación equitativa en los recursos necesarios para sustentar el crecimiento económico. Contribuirían a este proceso los sistemas políticos que permiten una participación real de los ciudadanos en la adopción de decisiones y una mayor democracia en la toma de decisiones internacionales.
Los objetivos del desarrollo sostenido y el carácter integrado de las dificultades mundiales en materia de medio ambiente y desarrollo plantean problemas tanto a las instituciones nacionales com o internacionales. Se reconoce, por ejemplo, que la guerra, la pobreza y la expansión demográfica suponen graves amenazas para el medio a m biente, la paz y el desarrollo. Los gastos mundiales en material bélico, que suponen más de un billón de dólares al año, privan al m u n d o de los fondos que se necesitan con urgencia para fines constructivos. Los retos son interdependientes e integrados, por lo que exigen unos planteamientos a m plios y la participación popular.
La capacidad de resolver los problemas sociales mediante la acción de autoayuda de la comunidad no ha sido suficientemente estudiada. Cabe establecer una importante distinción entre las actividades gubernamentales orientadas a satisfacer las necesidades y las que apuntan a crear un m e dio propicio en el que la población pueda hacer frente por sí misma con más eficacia a esas mismas necesidades. La mayoría de las actividades gubernamentales que se llevan a cabo en nombre del desarrollo tienden a socavar las capacidades locales de autoayuda. A diferencia de las enormes organizaciones burocráticas gubernamentales, se estima que «lo pequeño es hermoso» y, con frecuencia, más eficaz. Las redes que conectan a individuos y grupos primarios se consideran una importante técnica, con un enorme potencial de organización a escala humana. U n o de los principales fenómenos sociales de los últimos diez años ha sido, c o m o señalaba Körten (1984), la creciente importancia de las redes extraoficiales, que se han convertido en importantes factores del despertar de una conciencia mundial de la crisis ecológica, los derechos humanos, la pobreza y la explosión demográfica. Esas redes han desempeñado un destacado papel en las iniciativas locales relacionadas con problemas tan variados c o m o la pobreza, la paz, el medio ambiente y el racismo. Estas operan mediante la acción de la comunidad para configurar la realidad local, al mismo tiempo
que influyen en los procesos y problemas nacionales y mundiales.
Las estructuras oficiales jerárquicas y los procesos extraoficiales de las redes no pueden sustituirse mutuamente, sino complementarse. U n a de las grandes dificultades del desarrollo sostenido centrado en la población consiste en dar una nueva orientación a las principales burocracias gubernamentales encargadas del desarrrollo para que mejoren la calidad de vida de aquéllos a cuyo servicio se supone que están. Las redes y coaliciones han servido para reducir la resistencia estructural de las organizaciones gubernamentales a todo cambio fundamental.
Antes de examinar las redes transnacionales de organizaciones no gubernamentales y grupos de ciudadanos de Canadá en las actividades de desarrollo del Tercer M u n d o , veamos qué función cumple el Gobierno de Canadá en este sentido. Trataremos de mostrar que el Organismo Canadiense de Desarrollo Internacional (CIDA) ha fomentado, pese a las dificultades políticas y económicas, la participación ciudadana y la autoayuda en el Tercer M u n d o .
En los años cuarenta, Canadá prestó su contribución a los programas humanitarios internacionales y de ayuda en caso de catástrofe. Canadá participó activamente en el Plan de Colombo, concebido para ayudar a los países de Asia Meridional que habían accedido a la independencia a comienzos de los años cincuenta. Posteriormente, sus actividades de desarrollo en el extranjero se ampliaron a los países del Caribe, Africa y América latina en los últimos años del decenio de 1950 y en los años sesenta.
El C I D A se creó en 1968 c o m o un departamento del Gobierno Federal dependiente del Secretariado de Estado de Asuntos Exteriores. Este organismo cuenta con más de 1.200 empleados y se ve sometido a fuertes influencias y a dificultades políticas. Independientemente de las normas básicas de la ayuda canadiense que configuran su administración, el C I D A sufre presiones de distinto grado para adaptar su política exterior a corto plazo y sus objetivos comerciales (Cámara de los Comunes , 1987).
¿Comunidades sin fronteras?
La política oficial canadiense de ayuda al desarrollo tiene tres objetivos: a) aliviar los sufrimientos humanos y fomentar la justicia social; b) aumen-
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tar la estabilidad y las oportunidades de paz en el m u n d o ; y c) sustentar el crecimiento económico de los países en desarrollo y estimular al mismo tiempo el comercio internacional y las perspectivas económicas de Canadá a largo plazo.
En estos últimos años, la ayuda al desarrollo del Canadá ha ampliado su alcance, perdiendo parte de su carácter de transacción entre gobiernos y convirtiéndose más en una interacción entre la sociedad canadiense y quienes están facultados para acelerar el progreso en el Tercer M u n d o .
Este paso de las transacciones gubernamentales a una relación más amplia entre las sociedades ha sido gradual y ha reflejado un proceso de aprendizaje en materia de cooperación para el desarrollo, que es un ámbito totalmente nuevo de los asuntos internacionales. Canadá ha pasado de un primitivo concepto simplista y exageradamente optimista, influido por el éxito del Plan Marshall en Europa, a una concepción m u c h o más compleja del potencial y las causas del desarrollo, a través de etapas graduales de aprendizaje.
Este cambio parece deberse a las acerbas críticas de que fue objeto el C I D A por sus prioridades erróneas, despilfarro, mala gestión y otras deficiencias en su primera política de ayuda al desarrollo y en la ejecución de proyectos. Además, los encargados de formular las políticas han c o m prendido que la ayuda al desarrollo con «cuentagotas» en numerosos países del Tercer M u n d o no funciona y que ha llegado la hora de cambiarla. Se ha puesto de manifiesto la importancia de fomentar los proyectos locales mediante políticas adecuadas destinadas a mejorar las condiciones humanas en el Tercer M u n d o .
Esta transformación se refleja en un aumento constante del porcentaje de apoyo del C I D A a las organizaciones no gubernamentales que participan en el desarrollo del Tercer M u n d o . Así, en 1971 se asignó a las organizaciones no gubernamentales el 2,4 % del presupuesto del C I D A , en tanto que ese porcentaje fue superior a 10,18 % en 1985-1986. Además, es importante señalar que en 1983 Canadá fue el segundo de los 14 países miembros de la O C D E ( O C D E , 1985) por la cuantía de su contribución (8,7 %) a las organizaciones no gubernamentales que trabajan para el desarrollo del Tercer M u n d o .
En estos últimos años, la ayuda al desarrollo del Canadá ha ampliado su alcance, perdiendo parte de su carácter de transacción entre gobiernos y convirtiéndose más en una interacción entre la
sociedad canadiense y quienes están facultados para acelerar el progreso en el Tercer M u n d o .
El Programa Oficial de Ayuda al Desarrollo (CIDA, 1986) es uno de los principales instrumentos que Canadá pone al servicio de la justicia social internacional, centrándose especialmente en los países pobres y en los más necesitados dentro de ellos. Se trata de alcanzar estos objetivos por canales bilaterales oficiales, instituciones multilaterales de desarrollo y apoyo a las actividades de las organizaciones no gubernamentales del sector privado. En 1985-1986, Canadá dedicó 2.200 millones de dólares a la ayuda oficial al desarrollo, con objeto de financiar las más diversas iniciativas en Africa, Asia, América latina y el Caribe, que iban desde la ayuda a las víctimas del hambre y los terremotos a distintos proyectos de autoayuda relacionados con la agricultura, la industria, la sanidad y la educación.
El C I D A , a través de sus programas especiales, apoya las iniciativas de organizaciones no gubernamentales que actúan en más de 90 países sobre más de 1.000 proyectos. Además , los gobiernos provinciales ayudan a las organizaciones no gubernamentales que operan en los países en desarrollo. Se presta la mayor atención a la autonomía de la comunidad y a la utilización óptima de los recursos locales con objeto de fomentar y financiar soluciones imaginativas e innovadoras a los problemas prácticos; al mismo tiempo que se reconoce la importancia de la dimensión cultural y de las relaciones interpersonales.
El programa de las O N G que apoya la contribución del C I D A fomenta los proyectos de desarrollo de bajo costo que responden rápidamente a las necesidades locales y favorecen la autosuficiencia. El programa de los Servicios Institucionales de Cooperación y Desarrollo (ICDS) alienta las iniciativas canadienses que aumentan las capacidades de recursos humanos de los países en desarrollo, en particular sus infraestructuras institucionales y profesionales. El Programa de Participación Pública con el que se financian las organizaciones no gubernamentales ha resultado útil para ayudar a los canadienses a obtener m á s información sobre la cooperación internacional y el desarrollo. Otro vínculo importante es el Programa de Gestión para el Cambio, concebido para ayudar a consolidar las capacidades de gestión de los países en desarrollo por medios innovadores, centrados en la resolución práctica de problemas. Gracias a él, ejecutivos y decisores de Canadá y países en desarrollo colaboran en problemas con-
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cretos de gestión, y, durante ese proceso, los unos aprenden de la experiencia de los otros. Estos programas especiales del C I D A , basados en una filosofía de asociación y beneficio mutuo, han brindado oportunidades para definir las necesidades y dirigir los recursos que permiten responder a ellas. A lo largo de ese proceso, se han fortalecido las relaciones transnacionales entre los canadienses y la población de las naciones en desarrollo.
En un informe relativo a la ayuda oficial canadiense al desarrollo (Cámara de los Comunes , 1987), se afirma que: «La función que debe c u m plir hoy en día y en el futuro la ayuda al desarrollo no consiste en realizar las tareas propias del desarrollo en las poblaciones del Tercer M u n d o , sino en apoyar sus propios esfuerzos y ayudarles a construir sus propias instituciones y a fortalecer sus recursos humanos». Además , recomienda una modificación importante en las prioridades del C I D A , de proyectos de capital a gran escala a programas de recursos humanos. La asociación entre los canadienses y los países del Tercer M u n d o se considera fundamental para el desarrollo internacional. Gracias a esos vínculos, las comunidades locales y las organizaciones del m u n d o en desarrollo tienden a estar mejor preparadas para resolver por sí mismas los problemas que el desarrollo plantea, y los canadienses han comprendido mejor su propio potencial de participación en el desarrollo del Tercer M u n d o . Tales redes transnacionales contribuyen a la formación de comunidades sin fronteras.
Los vínculos mundiales y locales del desarrollo
Existen en Canadá varias organizaciones benévolas que se dedican a diversos problemas internacionales. Muchos canadienses, pese a una considerable falta de interés en los asuntos mundiales, participan en el desarrollo del Tercer M u n d o por conducto de muchas organizaciones internacionales no gubernamentales ( O N G ) , que están mejor capacitadas para trabajar directamente con grupos locales en los países en desarrollo. Las organizaciones no gubernamentales procuran operar en un plano de masas con las poblaciones más pobres, favoreciendo la autonomía al ayudar a las comunidades a ayudarse a sí mismas, lo que obliga a fomentar el potencial local y a brindar formación para satisfacer sus necesidades y resolver problemas.
Los resultados de una importante encuesta realizada por el Club de R o m a (Schneider, 1985) ponen también de relieve que las organizaciones no gubernamentales, incluso las de los países en desarrollo, han sentado en estos últimos años las bases de un planteamiento del desarrollo rural basado en la autoayuda y han contribuido en gran medida a la formación de la población rural en ese contexto. El Club de R o m a calcula que unos 100 millones de personas se benefician directa o indirectamente de esas actividades. Se han reconocido las ventajas de las organizaciones no gubernamentales en la medida en que llegan a los pobres, recurren a la participación en las decisiones y la ejecución de proyectos, son innovadoras y experimentales y llevan a cabo proyectos baratos ( O C D E , 1985).
U n o de los objetivos fundamentales de las O N G es colaborar con los habitantes de los países en desarrollo, sobre todo con los más desfavorecidos, para que puedan hacer frente a sus necesidades básicas. Varias organizaciones no gubernamentales canadienses han financiado los esfuerzos de autoayuda de grupos locales del Tercer M u n d o para obtener una alimentación segura, agua potable, servicios sanitarios o capacitación laboral. Gracias a esa ayuda, los habitantes de pueblos distintos se reúnen para comentar sus necesidades, identificar sus problemas y planear proyectos. Por ejemplo, Mennonite Economie Development Associates ha ayudado a los agricultores del cacao de Haití en la producción y en la comercialización, así c o m o en la organización de 6 comunidades en cooperativas con 1.400 miembros. Este tipo de desarrollo de la comunidad mejora la producción, las prestaciones y los servicios e incrementa los ingresos rurales.
Hay grandes diferencias en el carácter y en el alcance de las actividades de desarrollo que llevan a cabo las organizaciones no gubernamentales en los países del Tercer M u n d o . Así, el Canadian Save the Children Fund y el Inter-Church Fund for International Development tienen dimensiones suficientes para ejecutar programas importantes. Otras, c o m o los Rotary Clubs y la Coalition of Organizations against Apartheid, son grupos que se mueven para recaudar fondos para otros grupos similares de países en desarrollo. En 1985-1986, los programas de las organizaciones no gubernamentales financiaron más de 3.500 proyectos y programas relacionados principalmente con la educación, la sanidad, la población, el medio a m biente y las comunicaciones.
Las organizaciones cooperativas brindan una
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oportunidad excelente de relacionar los problemas locales y mundiales. Al crear instituciones locales para hacer frente a las necesidades, las cooperativas tejen redes entre las comunidades y las naciones. La Cooperative Union of Canada es un ejemplo m á s de la eficacia de este tipo de organizaciones en el proceso de desarrollo y se ha convertido en participante activo de un movimiento mundial al crear fuertes vínculos internacionales. Se están realizando más de 100 proyectos en colaboración con cooperativas en Africa, Asia, el Caribe, y América latina. Las relaciones interpersonales mediante el intercambio de correspondencia, fotografías y visitas, han humanizado la participación en el proyecto concreto de desarrollo durante un período determinado. U n a vez que el programa queda concluido, los participantes del país en desarrollo están un paso m á s cerca de la autosuficiencia, y los participantes canadienses entienden mejor la vida en los países en desarrollo.
Los Rooftops Canada Foundation es una organización singular a través de la cual los miembros de las cooperativas canadienses de viviendas participan en los problemas de la vivienda y desarrollo del Tercer M u n d o . Esta organización, que recibe apoyo del programa de educación para el desarrollo de la C U C , ha creado una red de voluntarios en todo Canadá y ha iniciado proyectos cooperativos de vivienda en Kenya, Mozambique, Chile, India, Jamaica y Nicaragua. Estos vínculos internacionales han favorecido la amistad, la cooperación y la comprensión cultural.
Las mujeres del Tercer M u n d o están empeñadas en un combate incesante contra el subdesarro-11o y la discriminación sexual. U n o de los medios por los que las mujeres del Tercer M u n d o han hecho frente a estos problemas ha sido la creación de pequeñas cooperativas de producción, de las que obtienen una fuente de ingresos sumamente necesaria. D e este m o d o las mujeres adquieren un nuevo sentimiento de su propio valor y la capacidad de contribuir y de apoyarse mutuamente. Las cooperativas se convierten en centros de aprendizaje donde se presta la máxima atención a la puericultura, la nutrición, la planificación familiar y la adquisición de nuevos conocimientos prácticos. Asimismo las mujeres descubren lo que pueden conseguir cuando trabajan con otras mujeres que han de afrontar los mismos problemas. El Canadian University Service Overseas ( C U S O ) apoya cooperativas femeninas de producción en América latina, Asia, el Pacífico Austral y Africa, pres
tando asistencia inicial de capital para formar a los miembros de la cooperativa en técnicas de producción, gestión cooperativa y comercialización.
Las organizaciones no gubernamentales suelen concebir el desarrollo c o m o un amplio proceso social y económico que exige una gran participación del sector público y pequeños proyectos basados en la comunidad, en tanto que en el m u n d o de los negocios se presta mucha m á s atención a las iniciativas del sector privado y a la necesidad de aprovechar las capacidades empresariales y comerciales. Por su parte las universidades insisten en el desarrollo de los recursos humanos mediante la enseñanza y la formación avanzadas. C o m o señalaba el Consejo Canadiense de Cooperación Internacional, las organizaciones no gubernamentales están especialmente capacitadas en empresas a pequeña escala; en adaptar tecnologías adecuadas, por lo general bastante sencillas, al medio local, y realizar proyectos que tomen en consideración los factores sociales y ambientales; además, la flexibilidad que tienen la mayoría de estas organizaciones, debido a sus dimensiones y a su presencia directa sobre el terreno, las capacita particularmente bien para la experimentación y la innovación.
Muchas organizaciones no gubernamentales constituyen una red de comunidades de desarrollo en todo el Canadá. Por conducto de estas organizaciones, los canadienses han respondido de forma impresionante al hambre en Africa y a otras diversas catástrofes naturales en Asia y América latina. Según una encuesta de opinión pública ( 1986), los canadienses eran m u y conscientes del hambre y de la pobreza en el m u n d o y defensores ardientes de la ayuda canadiense encaminada a mitigarlas. Contar con un público informado, activo y favorable es a todas luces fundamental para fomentar un auténtico desarrollo a largo plazo en el plano mundial. El apoyo del público se obtiene a lo largo de un proceso de educación para el desarrollo que relaciona a los canadienses con el Tercer M u n d o , tratando incesantemente de llegar a más personas. M á s allá del horizonte de las preocupaciones inmediatas, se trata de preparar a la próxima generación para asumir sus responsabilidades.
Con objeto de aumentar el grado de conciencia de los canadienses sobre la participación de su país en el desarrollo internacional, el Programa de Participación Pública del C I D A favorece el desarrollo de la educación a través de los proyectos realizados por las organizaciones no gubernamentales. Este programa (PPP) se orienta a: a) informar m e -
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jor al público sobre los diversos aspectos y problemas del desarrollo; b) propiciar un interés y una participación mayores del público en el desarrollo internacional; c) incrementar la ayuda al desarrollo que presta el público canadiense. Los principales instrumentos de la educación para el desarrollo son la investigación, la información y la comunicación, que son relativamente deficientes en Canadá. La educación para el desarrollo recurre a una diversidad de estrategias, pero centra su atención en el importante cometido que cumplen los m e dios de comunicación de masas, más concretamente la televisión. La «Broadcasting for Interna-tional Understanding» es una pequeña organización que se dedica a tratar las relaciones Norte-Sur en la televisión popular. Otra prioridad de la estrategia de la educación para el desarrollo consiste en fortalecer la investigación y la enseñanza sobre el desarrollo internacional en la instrucción postsecundaria y en facilitar un foro público para debatir los problemas del desarrollo.
El Canadian University Service Overseas es una organización independiente, consagrada al desarrollo internacional, que participa en programas destinados a edificar un m u n d o más justo, y que se ocupa de los países en desarrollo y de proyectos de concienciación de la comunidad en Canadá. Desde 1961. miles de canadienses han colaborado con el CLISO en Africa, Asia, el Caribe. América latina y el Pacífico Austral. Estos colaboradores del C U S O han tenido una experiencia directa de los problemas del desarrollo, de las causas del subdesarrollo y de los esfuerzos locales por ponerles término. El C U S O ha ayudado a ciertos grupos a cobrar conciencia y a elaborar programas de acción para el desarrollo del Tercer M u n d o . Varios proyectos de agricultura, educación, desarrollo de la comunidad, sanidad y tecnología adecuada han contribuido a que las poblaciones locales se ayudaran a sí mismas.
Canada World Youth ( C W Y ) , es otra organización no lucrativa que ofrece intercambios de jóvenes entre el Canadá y los países del Tercer M u n d o . Creada por un grupo de ciudadanos canadienses interesados por el papel que desempeña la juventud en las sociedades contemporáneas, C W Y estim a que la gente debe adquirir tolerancia y apertura hacia los valores que le son extraños > debe participar en los complejos problemas del desarrollo.
En «Our C o m m o n Future», informe presentado por la Comisión Mundial sobre el Medio A m biente y el Desarrollo (Bruntland. 1987), se indica
ba que las crisis ecológicas y económicas que amenazan no sólo el bienestar de los seres h u m a nos, sino incluso los sistemas que permiten la vida en la Tierra, suponen un desafío para todos los gobiernos y las poblaciones para que aborden de un m o d o distinto los problemas comunes antes de que sea demasiado tarde. Además , en dicho informe se afirmaba que el primer paso es el reconocimiento de que la mayoría de los problemas ecológicos y económicos que hasta ahora se han abordado por separado, están de hecho m u y relacionados entre sí y exigen una acción integrada en el plano mundial. En el informe se pone también claramente de manifiesto que la ecología y la economía, en el plano local, regional, nacional y mundial, se entremezclan cada vez más para convertirse en una red compacta de causas y efectos.
El desarrollo socioeconómico es la clave que permite romper el círculo vicioso de la pobreza y la degradación del medio ambiente en este m u n d o nuestro regido por la interdependencia. N o es posible mejorar el medio ambiente si la pobreza arruina la vida de la población y no puede superarse sin un desarrollo económico y un nivel de vida más alto. Para la mayor parle de los canadienses, los años setenta fueron un período de creciente concienciación y preocupación por el medio a m biente, y los medios de comunicación de masas, los grupos ecológicos y las organizaciones no gubernamentales se mostraron m u j activos en materia de deterioro del medio ambiente y de sus perniciosos efectos para el sistema ecológico. E n el último decenio, las encuestas han confirmado que a los canadienses les preocupa más el medio a m biente que casi todos los demás problemas. M á s del 85 % no desean que se suavicen las leyes de protección ecológica; el 83 % estima que la protección del medio ambiente es más importante que mantener los precios bajos; el 60 % opina que debería hacerse más por proteger ei medio ambiente, incluso si en ese proceso se pierden puestos'de trabajo.
Ciertos grupos y organizaciones, como «Pollution Probe» y «Green Peace», han desplegado una actividad considerable en diversos problemas a m bientales en el plano local, nacional e internacional. Dichos grupos han iniciado programas formativos y de acción con el fin de impedir el deterioro del medio ambiente. La pobreza y la degradación ecológica se explican muchas veces por el rápido crecimiento demográfico, que provoca un aumento de las necesidades humanas y una mayor pre-
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«La bella caridad», grabado de Grispin du Passe, siglo XVII . Edimedia.
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sión sobre los recursos existentes. Es cada vez m á s general el reconocimiento de que la superación de la pobreza, los problemas demográficos y la degradación ambiental del Tercer M u n d o exige unos términos comerciales m á s justos y una mayor cooperación internacional a través de proyectos patrocinados por la comunidad para proteger los recursos renovables. Es evidente que, a largo plazo, los países en desarrollo y los desarrollados tienen un interés común en evitar el subdesarrollo y la destrucción progresiva de los recursos naturales que acarrea.
La conciencia pública es un elemento sumamente importante para abordar los problemas a m bientales y del desarrollo. La situación actual exige más esfuerzos para aumentar los conocimientos y la participación del público. L a preservación del medio ambiente depende a todas luces del apoyo de una opinión pública informada y alerta, así com o del de las organizaciones gubernamentales y no gubernamentales. Los medios de comunicación de masas deben informar al público de las relaciones que existen entre medio ambiente y desarrollo. La acción mundial de protección exige la cooperación de los gobiernos nacionales, pero, en definitiva, la opinión pública es la fuerza m á s importante para configurar y modificar las políticas vigentes.
Todos compartimos un m i s m o m u n d o y un futuro c o m ú n . Es fundamental aprender a pensar en términos mundiales y a actuar localmente para salvaguardar el medio. En los últimos 20 años, varias comunidades de Canadá se han opuesto vigorosamente a los reactores nucleares, a los generadores de energía nuclear, a los vertederos nucleares y a las industrias contaminantes. Pese a que sin duda necesitan trabajo y oportunidades económicas, muchos ciudadanos de pequeñas y grandes comunidades se han organizado para oponerse a esos proyectos que suponen una amenaza en potencia. La calidad de la vida y un desarrollo sostenido son su preocupación principal a largo plazo.
Las organizaciones eclesiásticas, c o m o «Project Ploughshares» y «Peacemakers», la Organización Católica Canadiense para el Desarrollo y la Paz, así c o m o la Alianza Canadiense por la Paz, cuentan con numerosos voluntarios en distintas comunidades. La meta que persiguen es sensibilizar a la comunidad a una paz que no sea una mera ausencia de guerra, a la búsqueda de la justicia y la igualdad en todos los países. Al participar en la educación por la paz, estas organizaciones insis
ten en la necesidad de dedicar a fines socialmente útiles los cuantiosos recursos que se destinan a gastos militares. D e una reciente encuesta de opinión ( 1986) se desprende que el número de canadienses dispuestos a afrontar una guerra nuclear es menor ahora que en 1962, lo que indica que el movimiento pacifista ha tenido algún efecto. C o n todo, el número de personas que trabajan para la paz sigue siendo bajo, y los gastos militares mundiales siguen creciendo a un ritmo alarmante.
Diversos grupos pacifistas de todo el Canadá vienen trabajando con miras al desarme nuclear y a la paz mundial, permitiendo al público c o m prender mejor la relación que existe entre los enormes gastos mundiales en armamento y la correspondiente desatención a las necesidades humanas básicas y a los derechos humanos. E n sus esfuerzos por movilizar la opinión pública para que procure, en el plano nacional e internacional, controlar la carrera de armamentos y desviar los gastos militares hacia la paz y el desarrollo, esos grupos pacifistas han participado en acontecimientos c o m o la «Marcha por la Paz», «Forum por la Paz», la «Caravana de Petición de Paz», etc. Gracias, sobre todo, a los esfuerzos de millares de pacifistas que actúan colectivamente en diversas comunidades, casi siete millares de canadienses viven actualmente en jurisdicciones que tratan de liberarse del riesgo de una guerra nuclear. Las provincias de Manitoba y Ontario, los territorios del noroeste y 148 municipalidades de todo el país se han declarado zonas no nucleares.
Recientemente (marzo de 1987) los grupos pacifistas han adoptado una nueva estrategia para su campaña, que se conoce con el nombre de Canadian Peace Pledge (Voto Canadiense por la Paz), y que será probablemente uno de los mayores esfuerzos coordinados que haya realizado nunca un movimiento pacifista. Su objetivo es que los ciudadanos voten únicamente a aquellos candidatos que se comprometan a actuar por la paz, impidiendo toda participación y apoyo del Canadá a la guerra de las galaxias, y que trabajen por una utilización pacífica del espacio, conviertan el Canadá en una zona libre de armamento nuclear e insten a las potencias a que pongan fin a la experimentación de armas nucleares. U n pequeño grupo de graduados superiores, llamado «Students Against Global Extermination» ( S A G E ) , se ha dedicado a combatir la frecuente convicción de los adolescentes de que durante su vida se producirá una guerra nuclear y de que no se puede hacer nada por impedirlo. Los voluntarios de esta organización han
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visitado centenares de escuelas secundarias de C a nadá y Estados Unidos, tratando de convencer a los jóvenes de que pueden impedir un conflicto nuclear. El S A G E ha ejercido una gran influencia, ya que los estudiantes han constituido grupos pacifistas en aproximadamente el 90 % de las escuelas visitadas y se está formando en Canadá una red de esos grupos. Es alentador comprobar que el S A G E influye también en los políticos federales.
Las coaliciones locales y nacionales de ciudadanos se han esforzado por obtener recursos humanos y materiales para ayudar a la población y a las comunidades de América latina, África y Asia. Así, la Coalición de Ayuda a Nicaragua opera en m á s de 100 comunidades de una costa a otra, procurando edificar la paz y contribuir al desarrollo en Nicaragua. La campaña de «Instrumentos por la Paz» permite a millares de personas donar fondos o artículos necesarios para equipar directamente a la población de bienes prioritarios. C o n estas actividades, «Instrumentos por la Paz» se ha convertido en el mayor esfuerzo de ayuda no gubernamental de este tipo dedicado a Nicaragua. Los agricultores canadienses han constituido una serie de cooperativas y ejecutado programas de formación sobre funcionamiento y mantenimiento de tractores. Los agricultores de Canadá participantes en la ayuda a los agricultores nicaragüenses han aprendido que los pobres pueden organizarse y hallar por sí mismos soluciones a sus problemas. El programa de «Instrumentos por la Paz» inform a también a los canadienses sobre las condiciones políticas y socioeconómicas de Nicaragua y América Central. Numerosos canadienses de todos los horizontes y diversos grupos y organizaciones se han unido para apoyar la democracia, el desarrollo y la autodeterminación en toda América Central.
Oxfam-Canada, organización internacional de desarrollo, estima que el desarrollo consiste en que los pobres consigan una participación equitativa en el bienestar (trabajo, educación, servicios sanitarios y una vivienda digna). El desarrollo consiste también en la inexistencia de discriminación y de represión política. Oxfam-Canada financia proyectos en países del Tercer M u n d o que mejoran directamente las condiciones de vida. Enseña a los canadienses los efectos del subdesarrollo (pobreza y opresión) y acerca a personas que comparten necesidades comunes, concentrando sus energías en soluciones similares. E n el extranjero, Oxfam-Canada opera con pequeños colectivos de agricultores, cooperativas de producción, grupos
de mujeres, habitantes de barriadas pobres, sindicatos, movimientos de liberación, grupos religiosos, organizaciones de estudiantes, asociaciones profesionales y centros interculturales.
El Comité Canadiense del U N I C E F presta ayuda a los países en desarrollo para proyectos relacionados con el bienestar de los niños. Millares de voluntarios, donantes y escolares han financiado proyectos de desarrollo del U N I C E F en el Tercer M u n d o . Asimismo el Mennonite Central C o m mittee de Canadá ha participado en actividades de desarrollo de la comunidad, paz y ayuda material. Algunos voluntarios han trabajado c o m o maestros, ingenieros, agricultores y animadores sociales para fomentar el cambio a largo plazo y favorecer unas mejores condiciones de vida para las comunidades locales. Gracias al Programa Internacional de Intercambio de Visitantes, algunos jóvenes viajan a América del Norte para facilitar una mejor comprensión internacional por medio de la vida y el trabajo.
En todas las grandes ciudades de Canadá existen varias organizaciones no gubernamentales similares que se ocupan de la educación para el desarrollo internacional. Apoyan un desarrollo local e internacional orientado a la satisfacción de las necesidades humanas espontáneas y no impuestas, al fomento de la autonomía y al desarrollo de todas las posibilidades del individuo y de la comunidad, así como a un desarrollo ecológicamente coherente.
La Organización Católica Canadiense para el Desarrollo y la Paz tiene por objeto fundamental fomentar la solidaridad entre los canadienses y la población del Tercer M u n d o . Su actividad se centra en la cooperación internacional en el desarrollo socioeconómico de los países pobres, así c o m o en informar a los canadienses sobre los problemas del subdesarrollo. Trata de conseguir una participación más efectiva de los grupos locales del Tercer M u n d o en su desarrollo, orientaciones, prioridades y evaluaciones. C o n objeto de provocar un cambio social a largo plazo, se considera esencial la participación de la población local en distintos proyectos de desarrollo de la comunidad.
Diversas organizaciones eclesiásticas se ocupan de programas de ayuda de urgencia, servicio a los refugiados y apoyo a proyectos locales de desarrollo, así c o m o programas de información y educación sobre el Tercer M u n d o . Se estima que el desarrollo es lo contrario de la dependencia y se entiende c o m o la liberación de la opresión social, económica y política. Es la capacidad de acep-
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tar la responsabilidad del propio destino. Algunas organizaciones han financiado programas destinados a la población canadiense desfavorecida, en particular la población nativa1. Así. la Iglesia A n glicana financia programas destinados a mitigar la alienación y la pobreza de los nativos, permitiéndoles presentar sus reivindicaciones de sus derechos aborígenes y de autodeterminación. El programa de educación ecuménica y acción facilita información, análisis y recursos a las comunidades locales sobre aspectos clave del desarrollo2.
Clarke y Swift (1982), en su estudio de los vínculos de Canadá con el Tercer M u n d o , describen un sistema mundial que produce desigualdad y pobreza de m o d o deliberado y no casual, en el que Canadá participa a través de la ayuda al extranjero, las empresas transnacionales y los m e dios de comunicación de masas. Según ellos, la función que ha cumplido Canadá en los asuntos mundiales no ha consistido simplemente en impedir el desarrollo, sino en pervertirlo, sostienen la necesidad de un cambio radical y piden a todos los canadienses que trabajen solidariamente con los numerosos movimientos populares del Tercer M u n d o que luchan por la justicia social.
Hacia un nuevo modelo de desarrollo mundial
El complicado problema de la participación del Estado y de la comunidad en el desarrollo del Tercer M u n d o tiene trascendencia mundial. La participación de la comunidad (Midgley, 1986) requiere la intervención directa de la gente corriente en los asuntos que afectan a su bienestar. Las condiciones locales y mundiales pueden mejorarse drásticamente implicando a la población local en la adopción de decisiones y en la ejecución de programas. A diferencia del estado, las O N G tienden a ser dinámicas, flexibles y con preocupaciones sociales. Su personal suele estar m u y motivado por ideales humanitarios y de participación. Las organizaciones humanitarias son más eficaces para favorecer la participación de la comunidad porque son innovadoras y adaptables. Además , estas O N G abogan por unos programas radicales que aporten cambios sociales y ventajas importantes a las comunidades locales y contribuyan en su día a la realización de transformaciones regionales, nacionales y mundiales. M á s importante aún es que las actividades de esas organizaciones h u m a nitarias han resultado hasta la fecha mucho m á s
eficaces a la hora de obtener recursos para los proyectos de desarrollo, sobre todo por loque respecta a las organizaciones no gubernamentales con conexiones internacionales.
Para abordar los problemas de la pobreza y la miseria generalizadas, el deterioro del medio a m biente y el militarismo en el Tercer M u n d o se requiere una acción concertada a cargo del estado. Si bien se deben fomentar la autonomía y las actividades humanitarias, los problemas del Tercer M u n d o no pueden abordarse meramente en el plano local. Las políticas nacionales, la cooperación internacional y, sobre todo, una mayor participación de los ciudadanos contribuirían en gran m e dida a erradicar la pobreza, el hambre, las enfermedades y el analfabetismo en el Tercer M u n d o .
En un estudio de evaluación (C1DA, 1986a) del programa de organizaciones no gubernamentales del C I D A se pone de manifiesto que la participación de los canadienses en el desarrollo del Tercer M u n d o ha sido eficaz y ha alcanzado con éxito sus objetivos declarados. Se calcula que entre 1978 y 1983, el total de las contribuciones públicas a las organizaciones no gubernamentales canadienses aumentó, por término medio, en 84,5 % en dólares constantes de 1978. El número de O N G canadienses participantes en el programa ha pasado de unas 120 en 1980 a m á s de 200 en 1986. La flexibilidad y el carácter innovador del enfoque de las O N G se pone de manifiesto en la gran variedad del radio de acción y del tipo de proyectos, la diversidad de las poblaciones a cuyo servicio se orientan y la cantidad y calidad de los recursos movilizados para ejecutar los proyectos. A lo largo de los años se han establecido numerosos vínculos de asociación entre las O N G canadienses y sus equivalentes en el extranjero. Aproximadamente el 90 % de los proyectos han alcanzado al menos algunos de sus objetivos en condiciones generalmente difíciles.
El ochenta por ciento de los proyectos seguían funcionando al mismo nivel cinco años después de haber cesado el apoyo de Canadá, y el 39 % de todos los proyectos que seguían en pie habían logrado la autosuficiencia financiera. Sesenta por ciento de los proyectos contribuyeron a originar modificaciones positivas en las organizaciones no gubernamentales locales por lo que se refiere al mantenimiento de los beneficios, el efecto multiplicador y el fortalecimiento de las organizaciones no gubernamentales locales. Casi dos tercios de la totalidad de los proyectos se orientan directa-
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mente a ayudar a las poblaciones rurales pobres, y aproximadamente un tercio ejercieron un importante efecto positivo en las mujeres. La participación de la comunidad se consideró un elemento determinante fundamental del éxito de los proyectos. En el estudio de evaluación se observa una participación considerable de las poblaciones en los proyectos de las O N G . M á s del 75 % de las poblaciones participaron en la definición de las necesidades y en la ejecución de los planes, el 66 % por ciento en la planificación de los proyectos y el 49 % en la evaluación. Desde este punto de vista, estos proyectos de las O N G lograron tener un efecto importante de desarrollo.
El programa de organizaciones no gubernamentales del C I D A , que se creó en 1968, ha sido un gran éxito, y más tarde ha servido de modelo para otros países miembros de la O C D E . El Programa de Servicios Institucionales de Cooperación y Desarrollo (ICDS), el Centro de Investigaciones sobre el Desarrollo Internacional (IDRC), el Programa de Gestión para el Cambio y, sobre todo, el Programa de Participación Pública del CID A , podrían ser buenos ejemplos para que los adoptaran otros países que participan en la cooperación para el desarrollo.
El modelo del C I D A , por lo que respecta a las políticas y los programas destinados al desarrollo del Tercer M u n d o , requiere ser mejorado. Se precisa un enfoque sistemático de descentralización del poder y de la adopción de decisiones para obtener una mejor respuesta a las necesidades de los países en desarrollo. Sería conveniente una mayor participación de los países en desarrollo en todas las fases de adopción de decisiones. U n a mayor coherencia entre las necesidades del Tercer M u n do y la programación de Canadá, así como una coordinación y cooperación mejores con otros países miembros de la O C D E , mejorarían la calidad de la aplicación de los programas. Sobre todo, habría que insistir más en los programas de desarrollo basados más bien en valores humanitarios que en intereses económicos o políticos. El C I D A debería, en su contribución al desarrollo del Tercer M u n d o , alcanzar 7 % del P N B , que es el objetivo fijado por las Naciones Unidas.
El modelo canadiense dista de ser perfecto. Sin duda necesita cambios para poder ajustarse a las transformaciones que se producen en el Tercer M u n d o . Es necesaria una investigación sistemática bien concebida en numerosísimos campos y sectores, que no es viable hoy por hoy. Con todo, hace falta m á s investigación para resolver algunas
cuestiones básicas c o m o las siguientes: ¿cómo se puede estimular a más personas para que participen activamente en muchas facetas del desarrollo del Tercer M u n d o ? ¿ C ó m o pueden las poblaciones participar de m o d o más efectivo en la mejora de los aspectos cualitativos y cuantitativos del desarrollo?
La enumeración de todas estas actividades, que dista de ser completa, indica que la participación de los ciudadanos canadienses en los asuntos locales y mundiales ha sido importante, va en aumento y es bastante eficaz. Ahora bien, la gran mayoría de la población no participa en la cruzada de desarrollo local y mundial. Siguen existiendo defectos de percepción y participación. Persiste la creencia de que los esfuerzos locales no pueden dominar las fuerzas mundiales. Muchos ciudadanos parecen incapacitados para hacer frente al sistema mundial debido a la importancia que conceden a las normas sociales vigentes, que tienden a producir un ciclo de apatía y un mito de incompetencia.
Los esfuerzos encaminados a la consecución del objetivo de una participación responsable de la gran mayoría en los problemas locales y m u n diales deben proseguir y aumentar. N o es posible subestimar la importancia de informar al m u n d o sobre las vinculaciones locales que pueden favorecer la comprensión de las conexiones simbióticas internacionales que contribuyen a un compromiso consciente, a la evaluación y, en definitiva, a la participación responsable en los problemas locales y mundiales. El poder de la población, gracias a los esfuerzos combinados en el ámbito local y en el mundial, podría convertirse en un movimiento mundial de masas que influyera en las decisiones de los gobiernos y de las empresas multinacionales para impedir un holocausto nuclear, el deterioro del medio ambiente, el hambre, la pobreza y el militarismo.
En este m u n d o de interdependencia, las crisis actuales parecen reflejar una tendencia constante inherente al proceso de desarrollo mundial. Es fundamental que la implantación de todo mecanismo de solución de problemas se lleve a cabo en un contexto global a largo plazo y por conducto de la cooperación internacional. El desarrollo sostenido requiere una conciencia mundial a través de la cual cada ciudadano sepa cuál es su función como miembro de la comunidad mundial y se identifique con las generaciones venideras.
Hasta ahora, los esfuerzos de las comunidades locales por influir en los problemas nacionales y
420 Dan A. Chekki
mundiales y controlarlos han tenido unos resultados modestos o parciales. U n a gran mayoría de personas experimentan en su vida cotidiana el efecto de los macroprocesos. Muchas comunidades han perdido su autonomía y autosuficiencia, habiendo quedado a merced de las vicisitudes de fuerzas externas que parecen sustraerse a su control. Se ha generalizado un sentimiento de impotencia, desamparo y apatía. Sin embargo, un pequeño grupo de activistas comprometidos puede y debe motivar a la gran mayoría.
Habría que aumentar la frecuencia y mejorar la calidad de la participación de los ciudadanos en el desarrollo mundial. Es preciso informar sobre el sistema y los procesos mundiales que c o m prenden los nexos socioeconómicos, ecológicos y políticos a gran y pequeña escala. A d e m á s , en lugar de una representación y participación simbólicas, los ciudadanos deben participar en las decisiones sobre todos los problemas que afectan a sus vidas. Las necesidades actuales y futuras de la población, tanto del Tercer M u n d o c o m o de los paí
ses industrializados, únicamente podrán cubrirse si se establecen unas relaciones simétricas e interactivas entre las comunidades locales del m u n d o entero. U n a vez m á s , este requisito pone de relieve la necesidad de capacitar a las comunidades locales para hacer frente a los problemas locales y m u n diales. Habida cuenta del carácter integrado de las crisis mundiales, de la velocidad y magnitud de los cambios, y de las dificultades del desarrollo, para alcanzar la meta de un desarrollo sostenido se precisa un cambio radical de las estructuras gubernamentales nacionales y de las organizaciones internacionales.
Los problemas exigen unos planteamientos amplios y la participación popular. U n a fuerte voluntad política, junto con el aprendizaje de la participación a través de la comunidad, contribuirá a un desarrollo sostenido, centrado en la población durante el próximo decenio y en el siglo xxi.
Traducido del inglés
Notas
1. La población «nativa» de Canadá está integrada por la población aborigen, conocida * como indios canadienses, esquimales o inuit, y los mestizos de origen mixto (europeos y nativos).
2. El autor desea manifestar su agradecimiento a George Hamilton y a Laureen Norafson por su ayuda en el acopio de los datos relativos a las organizaciones no gubernamentales canadienses que se ocupan del desarrollo
internacional, a Margaret Cathy-Carlson, Presidenta del O D A , por su asesoramiento y el material proporcionado sobre ese organismo, y a Chadwick F. Alger por sus comentarios sobre la primera versión de este artículo.
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Influencias locales en las relaciones internacionales de Hungría
liona Kovács
Introducción
En las ciencias políticas contemporáneas se perfilan dos tendencias divergentes en la interpretación de las relaciones internacionales.
La primera -que se considera c o m o la teoría prevaleciente- sostiene que las relaciones internacionales se caracterizan por conflictos y que la constelación internacional del poder es fundamentalmente bipolar. Parsons y sus seguidores, que mantienen que el consenso m á s que las aspiraciones hegemónicas lo que puede conducir a la armonía en las relaciones internacionales, están perdiendo terreno paulatinamente1.
D e los estudios sobre los conflictos no se han podido deducir hasta ahora resultados que permitan determinar de forma clara el origen de los conflictos internacionales. El enfoque tradicional trata de hallar relaciones entre los conflictcos nacionales y los internacionales. Jean Bodin ya puso de relieve que los conflictos extranjeros robustecen la cohesión nacional de las sociedades y que, por otra parte, los conflictos internos desembocan con frecuencia en los conflictos internacionales.
Otros, siguiendo a Tocqueville, arguyen que un gobierno democrático constituye un obstáculo para una política extranjera eficiente2.
Sin embargo, parece haber un acuerdo general en limitar las relaciones internacionales o transnacionales a los contactos entre los estados. N u e vas perspectivas no tratadas hasta el m o m e n t o
liona Kovács es investigadora adjunta del Centro de Estudios Regionales de la Academia Húngara de Ciencias. Su trabajo se centra principalmente en la estructura y los problemas operacionales del gobierno local. Recientemente, ha iniciado investigaciones empíricas sobre los mecanismos de la toma de decisiones en política local.
pueden surgir de un enfoque consistente en que los actores dentro de cada estado (organizaciones, personas, entidades locales, etc), puedan participar directamente en la conformación de las relaciones internacionales3.
E n el presente artículo se trata de esbozar las posibles contribuciones de un país socialista com o Hungría a esta nueva perspectiva de las relaciones internacionales, tomando c o m o punto de partida las relaciones entre el estado (o sea, el go
bierno central) y las comunidades laborales.
Variaciones históricas en la interpretación de la relación entre la micropolítica y la macropolítica
Se parte aquí de la premisa básica de que el grado en que los diferentes agentes locales pueden participar en las acti
vidades internacionales o transnacionales depende principalmente de la posición que dichos agentes tengan dentrode la estructura política nacional. La distribución del poder dentro de una nación se puede describir desde diferentes ángulos. E n la teoría marxista, el aspecto primario (o específico del sistema) es la cuota de poder que tienen las distintas clases y los diferentes estratos de una sociedad. Ahora bien, el m i s m o problema se puede analizar desde el punto de vista de la tipología estructural y de las instituciones. U n problema constitucional básico es la separación
RICS 117/Set. 1988
424 Ilona Kovács
de poderes entre el legislativo, el ejecutivo y el judicial, o la función de los partidos políticos, el estado, las corporaciones y los órganos sociales en el proceso de decisión inherente a las cuestiones del poder. Otro factor importante es la distribución regional del poder, considerada aquí en form a un tanto simplificada c o m o la división del trabajo entre los órganos centrales y los órganos locales del estado.
Los nexos entre la política local y la política nacional han seguido un curso histórico peculiar, que nos permite elaborar diversos modelos de relación entre el nivel del estado (macronivel) y el nivel local (micronivel). En uno de estos modelos ambos niveles son idénticos. La ciudad-estado de los antiguos griegos o las modernas ciudades-estados, c o m o San Marino o Monaco , no están estructuradas ajustándose a la pauta de los niveles central y local gubernamentales. Pero, aparte de estos raros ejemplos, los estados están siempre divididos en unidades territoriales más pequeñas.
Históricamente, la relación entre el nivel central y los niveles locales gubernamentales ha estado siempre sometida a cambios. A comienzos del feudalismo, algunos asuntos se consideraban fundamentalmente locales y la autoridad de la corte real o de la monarquía estaba limitada por el poder de los señores feudales, por los fundos y por el gobierno local. Antes de la eliminación de la anarquía feudal y de su desintegración, el modelo típico era un modelo de interrelación entre a m b o s niveles, en que la política internacional central dependía también del poder local. Por ejemplo, el ejército del rey se reclutaba entre los siervos de los señores feudales. Tras la consolidación del poder del estado, o sea el paso de las monarquías absolutistas feudales al ideal burgués de la nación-estado, siguió predominando el tipo de relación entre ambos niveles con ligeras modificaciones. C u a n do la soberanía del estado se erigió en principio constitucional preponderante los órganos del poder central se constituyeron en los depositarios únicos del poder estatal. El concepto, enraizado en el derecho natural, de que los asentamientos - c o m o las familias- son unidades soberanas, independientes del estado por ser históricamente anteriores a él. quedó prácticamente olvidado4. La Constitución de 1839 de Bélgica, que designaba al gobierno de los asentamientos c o m o cuarta rama del poder además de la legislativa, la ejecutiva y la judicial, más tarde resultó ser una mera ficción.
El principio que abre la puerta al poder local
independiente fue introducido -y adoptado- por un nuevo orden social: la Constitución soviética de 1918 declaró que los soviets (consejos) poseían el poder absoluto. Los soviets locales habían de delegar representantes a los órganos de nivel superior para controlarlos y proponer modalidades de actuación. Esta estructura ilustra la integración de los niveles local y nacional, en la cual el nivel local (micronivel) desempeña un papel importante, sumándose ambos niveles. Esta estructura constitucional, denominada «federalismo geográfico», no tuvo sin embargo vigencia durante largo tiempo. Esta estructura podía concebirse solamente en un período en que el poder estuviera organizado por niveles, asentamiento por asentamiento, o sea, cuando el poder central estuviera realmente construido de abajo arriba.
La Constitución de 1936 de la Unión Soviética, considerada todavía c o m o modelo, creaba una nueva estructura estatal. Especificaba que los miembros de los soviets debían ser electos directamente de forma que el Soviet Supremo recibiera la autoridad del electorado y se convirtiera en único depositario de la soberanía del estado. C o m o el poder de los soviets locales se derivaba del poder central, los gobiernos locales independientes dejaban de existir (local versus estatal). Este concepto de unidad de poder, llamado centralismo d e m o crático, ha creado una estructura estatal fuertemente jerárquica, dentro de la cual los órganos locales no pueden aspirar a la independencia, aunque en años recientes se han dado tentativas de modificar ese carácter de subordinación. Sin embargo, esas tentativas no pueden cambiar el hecho de que la relación entre el centro y las regiones sea básicamente jerárquica.
Actualmente, se dan varias tendencias que pueden contribuir a la renovada independencia de los gobiernos y las comunidades locales, y que pueden permitirles tomar parte más activa en los procesos de política mundial. Por una parte, se han producido cambios fundamentales en la división del trabajo dentro del estado, tanto en los países capitalistas c o m o en los socialistas. Realmente, es obvio que el grado de centralización estatal siempre depende del alcance y la calidad de las funciones que el estado desempeña o cumple. Por ejemplo, en tiempos de guerra la eficacia de la defensa nacional resulta favorecida por una dirección fuertemente centralizada. Reconocer este hecho fue importante para modificar el modelo estatal soviético. La economía centralizada y la política nacional del «comunismo de guerra» fueron
Influencias locales en las relaciones internacionales de Hungría 425
Jinetes húngaros con trajes regionales. Agence Rapho/K. Szoiiosy.
426 Ilona Kovács
principalmente consecuencias de las amenazas provenientes del extranjero.
En un principio, el Estado socialista se proponía proveer suministros, servicios y seguridad social a toda la sociedad. Dentro de este modelo idealizado, cada ciudadano individual no tenía sino que trabajar ocho horas diarias y obedecer. El fracaso de esta fórmula se nos ha hecho patente a todos ahora, dado que el estado no puede cumplir todas las promesas. La «socialización» encubierta, y a veces abierta, de las funciones gubernamentales comenzó hace ya varios años. El «ciudadano obediente», sin embargo, no encaja dentro de la nueva fórmula y, dado que este ciudadano representa un papel cada vez mayor en el desarrollo de la infraestructura, el mantenimiento de los servicios sanitarios, educativos y de otro tipo, le parece justo participar también en el proceso de decisión. En estas circunstancias, la descentralización del control estatal es un paso necesario, el primero que tomar para eliminar el estatismo.
Por otra parte, se han producido también cambios en los procesos mundiales; problemas c o m o la protección del medio ambiente, el mantenimiento de la paz, y el desarrollo de las ciencias van más allá de las fronteras nacionales. Además , ni siquiera los países más altamente desarrollados y más grandes pueden confiar en la autarquía en nuestros días. Es esta motivación económica en particular lo que fuerza a los estados nacionales a pensar dentro de un contexto más amplio. El estado, que, con la concepción liberal, funcionaba más que nada c o m o un «celador nocturno» se siente hoy con derecho a intervenir en la economía so diversos pretextos, c o m o consecuencia de lo cual las relaciones económicas transnacionales amplían al m i s m o tiempo el alcance de las economías nacionales. N o es raro que los estados establezcan arreglos con compañías, bancos, etc., en sus relaciones transnacionales.
U n factor importante de este proceso es que las compañías transnacionales se han convertido en los principales agentes de integración de la economía mundial. Arnold Toynbee dice que la principal causa de las dificultades económicas m u n diales reside en la contradicción entre los estados nacionales geográficamente restringidos c o m o estructuras políticas tradicionales y una estructura económica basada en organizaciones multinacionales que va más allá de las naciones. Toynbee consideraba este hecho c o m o la base económica de un m u n d o futuro exento de fragmentaciones políticas y culturales5.
Rasgo común de ambas tendencias es el predominio del principio y la restricción del consenso en las relaciones entre el estado y la sociedad o entre los estados, en lugar del poder. Ello puede conducirnos a la conclusión de que la línea de «armonía» de Parsons ha encontrado una justificación socioeconómica efectiva y que parece razonable suponer que los conflictos son típicos tan sólo de la superficie.
Puede residir aqú la dinámica m á s importante para la integración mundial de los microprocesos (micro + macro = mundial).
Potencial de las relaciones transnacionales a nivel local (micronivel) en Hungría
La Constitución de 1949 de la República Popular de Hungría investía al Parlamento de todos los derechos derivados de la soberanía del pueblo. El Parlamento tiene la «autoridad de las autoridades», o sea, el derecho a definir la autoridad de los órganos estatales subordinados. Así, la autoridad de los órganos locales se deriva del nivel superior. Aunque las funciones del gobierno local se han expandido en Hungría, el país sigue estando fuertemente centralizado.
En la relación entre el estado y los órganos locales no se ha definido claramente qué se debe considerar c o m o «asunto local», aunque la última Ley de Consejos de 1971 especifica que la competencia de éstos comprende lo relativo a asentamientos, desarrollo y servicios. La ejecución de dichas tareas se ve impedida, sin embargo, por la falta o escasez de fondos locales, ya que la política de descentralización no ha ido seguida por una reforma tributaria distributiva.
Las disposiciones constitucionales que tratan de las relaciones internacionales del estado ni siquiera mencionan a los órganos locales. Antes de 1982 no había en realidad ninguna disposición referente a si los órganos estatales tienen el derecho de establecer oficinas en el extranjero o concertar contratos con socios extranjeros. Hasta esa fecha era el principio jurídico internacional de la reciprocidad lo que determinaba la división de tareas entre los órganos gubernamentales.
N o es fácil descentralizar y democratizar la política extranjera del gobierno. Los principales actores de las relaciones internacionales en H u n gría son el Parlamento, el Presidium, el gobierno, los ministerios y los órganos que tienen autoridad a escala nacional6.
Influencias locales en las relaciones internacionales de Hungría 427
Esto no significa por supuesto que los órganos locales no tengan ninguna influencia en las relaciones internacionales del gobierno. Sin embargo, el alcance de esta influencia depende siempre del grado en que la administración esté descentralizada y sea democrática.
La política extranjera del gobierno no se expone por lo general públicamente. Los actores del proceso de toma de decisiones en este c a m p o son los miembros del partido y los órganos gubernamentales especialmente establecidos a este fin. El Parlamento tiene m u y poco control de los asuntos extranjeros, ni siquiera por medio de su comité de relaciones exteriores. C o m o suele ser el caso, rara vez se toman en cuenta factores de política interior al tomar decisiones respecto a las actividades internacionales del estado. Esto parece justificar que en el proceso de toma de decisiones respecto a los asuntos extranjeros no se haga publicidad ni participen los órganos locales.
La vida política de los países socialistas se caracteriza por el papel preponderante de los partidos comunistas. El funcionamiento del partido difiere sin embargo bastante de aquel de los órganos estatales. C o m o desafortunadamente suelen prevalecer las consideraciones ideológicas en las relaciones internacionales y de política exterior, es evidente que el partido comunista representa un papel determinante en este sector de las actividades gubernamentales, c o m o consecuencia de lo cual las relaciones internacionales se tratan con los métodos menos abiertos del partido. Por otra parte, el hecho de que Hungría pertenezca a un bloque de potencias también contribuye a la restricción de la publicidad.
Así, los órganos locales pueden ejercer solamente una influencia limitadísima en los asuntos transnacionales, indirectamente por conducto del gobierno central. Sólo puede concebirse una influencia local más fuerte en la política extranjera del estado en las naciones que tienen un gobierno m á s descentralizado y que funcionan m á s d e m o cráticamente. Pero también hay algunos casos especiales al respecto. E n los estados federales, por ejemplo, las entidades federales desempeñan un papel m á s influyente en las actividades del estado central, incluida su política extranjera. Sin embargo, los estados federales han adoptado una gran variedad de soluciones, constitucionalmente y en sus procesos políticos efectivos.
La influencia que los órganos gubernamentales locales pueden ejercer en las relaciones transnacionales a través del filtro del gobierno central es m í
nima, sobre todo en un estado centralizado c o m o Hungría. La única excepción a esta regla puede ser en el caso de las transacciones internacionales que conciernan directamente a una región o a un asentamiento. Buen ejemplo de ello es la construcción en curso de una presa que se está llevando a cabo en Hungría con cooperación internacional. Aparte de las dudas respecto a sus ventajas y su eficiencia económicas, cada vez va habiendo m a yor preocupación por su seria repercusión a m biental y por la completa transformación del c a m po circundante. Los ciudadanos locales, incluyendo los miembros del Parlamento que representan a sus distritos, no recibieron en absoluto ninguna información respecto de esta inversión antes de que se adoptara la decisión. A u n q u e la construcción va avanzando ante sus ojos, la gente no tiene ninguna manera de representar y proteger los intereses locales. Quizás estudios de casos de conflictos similares podrán capacitar a los investigadores para comparar las experiencias internacionales.
Pasemos a examinar ahora las oportunidades de participación directa, aun cuando su importancia sea mínima, en las relaciones interestatales. A continuación presentamos ejemplos de casos en los que el nivel gubernamental local puede participar directamente en asuntos internacionales.
Hermanamiento de ciudades
U n a de las costumbres m á s difundidas es el hermanamiento de ciudades7, uso que casi constituye una actividad diplomática, y que durante largo tiempo estuvo tan ignorada que ni siquiera estaba reglamentada. La Federación Mundial de Ciudades Unidas representó un papel m u y activo en el establecimiento de este tipo de relaciones. Desde 1957 esta Federación inició y ulteriormente estimuló la extensión de este tipo de cooperación. Parte similarmente activa ha representado la Unión Internacional de Autoridades Locales. E n Hungría estas relaciones asumían inicialmente un carácter estrictamente oficial, y los municipios no tomaban iniciativas de relaciones de hermanamiento. E n Hungría los asentamientos no tienen ninguna organización nacional que represente sus intereses y que promueva dichas actividades. Los consejos locales están controlados por el gobierno central quien, por intermedio de la Oficina de los Consejos del Presidium, administra en realidad el funcionamiento de los Consejos. La actitud de esta
428 Ilona Kovàcs
Oficina es bastante burocrática puesto que no se interesa en absoluto ni en fomentar las actividades internacionales de los consejos ni en representarlos. Jurídicamente, las relaciones entre las ciudades hermanadas y la autorización de los viajes de negocios en el extranjero están reguladas por una normativa de bajo nivel: la constituida por las directrices del Presidente de la Oficina de los Consejos del Presidium. Todo ello ilustra claramente que el gobierno central reduce las relaciones internacionales de los consejos a un problema administrativo y que ejerce estricto control sobre ellas. Por ejemplo, los consejos elaboran planes anuales de actividades internacionales que, si son aprobados por un subpresidente del gobierno, los autoriza a establecer relaciones con el extranjero. U n a posible explicación de este sistema es la escasez de divisas extranjeras que impone estrictos límites respecto ala frecuencia y la intensidad de las relaciones. Los viajes de negocios al extranjero son considerados por la población c o m o un privilegio debido a los dirigentes políticos. N o cabe ninguna duda de que la población local expresa cierta antipatía cuando, al referirse a los viajes de negocios a las ciudades hermanas por parte de los líderes locales, los llaman «turismo político». Esta actitud también se puede explicar por el poco prestigio de que disfrutan los consejos locales c o m o consecuencia del formalismo del sistema electoral. Este formalismo crea entes representativos que, por su composición mi sma , no pueden funcionar y representar los intereses locales eficientemente. Por otra parte, la posición objetiva de los consejos los imposibilita para satisfacer las demandas de la población (debido al fuerte control central y a la escasez de fondos). E n estas circunstancias, las relaciones internacionales de los consejos no pueden tratar asuntos locales importantes, y la población no se interesa por ellas. Las actividades internacionales de los consejos podrían tornarse m á s participativas si disminuyera el formalismo actualmente vigente en las relaciones exteriores, mientras que al m i s m o tiempo aumentaría la confianza social y política que se tiene en los consejos.
El formalismo disminuiría si las relaciones se establecieran en base a un determinado interés com ú n entre las ciudades o los distritos hermanados. Este interés no tendría que ser necesariamente de carácter económico, sino más bien cultural, por ejemplo, parentesco étnico, tradiciones históricas comunes, similitudes... H o y en día se promueven cada vez m á s las relaciones entre ciudades hermanadas en función de una base de este tipo.
Cooperación entre regiones fronterizas
U n rasgo específico de las relaciones entre las regiones fronterizas es que el contacto directo de la tierra, la población, las aguas, el aire, etc., fomenta la cooperación intensiva. U n a estipulación tradicional del derecho internacional, relativa al tráfico entre regiones fronterizas, facilita los intercambios entre la gente que vive en las regiones fronterizas.
Estas relaciones están reglamentadas por tratados bilaterales interestatales y su forma y contenido dependen m u c h o de la relación general existente entre los estados concernidos. Hungría, por ejemplo, no estableció tráfico en las regiones fronterizas al m i s m o tiempo y en la m i s m a forma con todos sus vecinos. E n el telón de fondo de estos problemas desafortunadamente rara vez se hace mención de las dolorosas cuestiones de las minorías para cuya solución no han bastado las normas jurídicas internacionales. Las regiones fronterizas representan casos específicos de geografía política, derecho internacional, derecho civil internacional, antropología social e historia. Su tratamiento o su solución, sin embargo, dependen de diferentes situaciones especiales bipolares e internacionales. Estas regiones no pueden servir c o m o modelo estándar y de aplicación general para deducir un paradigma nuevo de la cooperación transnacional.
Las fronteras húngaras son relativamente recientes, y las relaciones de este país con sus vecinos son dispares. La calidad de estas relaciones se refleja claramente en la densidad de puestos fronterizos a lo largo de los distintos tramos de la frontera. El establecimiento de buenas relaciones es también importante por razones económicas, políticas y sociales.
Aunque las relaciones económicas con las regiones fronterizas son relativamente intensas, el control central del comercio exterior no permite la flexibilidad necesaria. Las solas excepciones son las empresas que han obtenido el derecho a desarrollar el comercio internacional, cuyo número está aumentando gradualmente. En general, podem o s concluir que las relaciones entre las regiones fronterizas dependen básicamente de las relaciones que existen entre los países colindantes. Si estas relaciones no son amistosas, la cooperación resulta imposible (respecto a la economía en el abastecimiento de agua, la protección del medio ambiente, la infraestructura, etc.). Las relaciones precarias entre las regiones fronterizas frenan el
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desarrollo, y las comunidades locales van adquiriendo características de tugurio que desembocan en conflitos internos.
Otras redes internacionales
Las relaciones internacionales m á s eficientes, m á s dinámicas, y quizá las menos restrictivas son las establecidas por las organizaciones o las entidades profesionales independientemente de las relaciones estatales. La influencia internacional - y las relaciones internacionales- de estas entidades vienen evidentemente determinadas por la «convertibilidad» de su función. La cooperación científica, por ejemplo, tiene una larga tradición en Hungría, con formas bien establecidas y con órganos de coordinación para el intercambio de información y experiencias. N o puede decirse lo m i s m o respecto a las relaciones jurídicas, aunque los abogados de la mayoría de los países se han percatado ya de que los campos m á s importantes de la cooperación internacional -tales c o m o el comercio, las cuestiones de derechos de autor, el turismo- requerirían o una legislación unificada cuando sea posible, o al menos esfuerzos por elaborar un sistem a internacional unificado de normas de derecho civil o derecho privado. Todavía queda por decidir c ó m o podría Hungría participar en la labor de las organizaciones internacionales establecidas después de reconocida esta premisa8.
El problema más general es que la creciente independencia concedida a las instituciones para establecer relaciones internacionales no ha ido acompañada de una coordinación nacional. Por ejemplo, no hay ninguna fuente de información acerca de las conferencias o eventos con participación internacional celebrados en el país o en determinadas ciudades durante un período dado.
El alcance de este artículo no permite un análisis detallado de la complicada red que constituyen las relaciones económicas internacionales. Lo único que deseo mencionar aquí es que las transacciones internacionales de las firmas están controladas vigorosamente por el gobierno central por medio de la administración financiera y sectorial, por un lado, y mediante empresas de comercio exterior monopolísticas, por otro. Las compañías y las e m presas mixtas que tienen derecho a practicar el comercio exterior son m u c h o m á s libres a este respecto. La Cámara de Comercio, órgano que representa los intereses de las empresas, funciona también c o m o rntidad coordinadora y representativa
de las compañías que tienen relaciones comerciales exteriores. Sin embargo, el control central del comercio exterior sigue siendo un problema. Las relaciones de los sectores empresariales transnacionales se caracterizan generalmente por el hecho de que su papel y su influencia no están determinados por los requisitos o las necesidades particulares de los participantes, sino que son transacciones controladas, que dependen de las opciones de la política internacional del país.
Las relaciones internacionales m á s autónomas , aparte de las estatales (y las motivadas por razón de estado) pueden desarrollar las entidades objetivamente menos dependientes del estado. A este respecto, los países socialistas difieren considerablemente de las democracias burguesas. El estado, junto con el partido, representa un papel preponderante en la vida política y esta forma de estatismo deja m u y poco margen para movimientos sociales autónomos. U n c a m p o prometedor para las relaciones transnacionales directas, independientes del estado, puede radicar en el movi miento de las organizaciones sociales. Las N N U U pueden desempeñar una función particularmente importante al respecto. Existen varias organizaciones sociales en Hungría cuyas actividades están estrechamente vinculadas con las N N U U . Es bastante significativo el hecho de que estas organizaciones operen no sólo a nivel nacional sino que cumplan también una función realmente social, que según se pudo ver, surgieron tan sólo recientemente, c o m o resultado del espíritu de la reforma política. La Comisión de Hungría para las N N U U no está registrada ni tiene representaciones locales'. Varias organizaciones sociales llegaron a establecerse c o m o resultado de la participación húngara en ciertos movimientos internacionales: sin embargo, dentro del país, no tienen contactos con los grupos o las funciones que representan. Son estas características obvias de una situación en la que mecanismos políticos estatales y centralizados sólo otorgan relativa autonomía a las organizaciones sociales. N o sólo es éste el caso, sino que además esas organizaciones se hacen representar con frecuencia en tribunas internacionales c o m o verdaderas organizaciones sociales, cuando en realidad son órganos casi estatales.
Los movimientos sociales autónomos han aparecido recientemente en áreas «exentas de ideología». Movimientos similares florecen en todo el m u n d o . La protección y la configuración del m e dio ambiente arquitectónico, cultural y natural suscitan exigencias que requieren una representa-
430 Ilona Kovács
ción institucionalizada. Estos grupos de interés todavía no han conseguido una representación por separado, y cuando se manifiestan en forma de organización social o sindicato, el gobierno reacciona con nerviosismo, tratando de oponerles trabas administrativas. En esta situación -la cual es bastante extraña- es el fuerte apoyo internacional el que podría reforzar la aceptación más generalizada de estos movimientos sociales. Hay varios ejemplos de organizaciones internacionales que influyen en las relaciones dentro de un país suscitando movimientos internos, ello no es tan frecuente en el caso inverso. La relación entre las organizaciones internacionales y sus sectores dentro de los estados miembros está determinada por lo primero, por lo cual debemos concluir que el nuevo paradigma de relaciones internacionales también está construido de arriba abajo. Las restricciones de que hablamos continuarán en tanto las fronteras nacionales sigan limitando el alcance de las entidades nacionales.
Conclusión
Y a en 1969. J. Wiatr argumentaba que una teoría moderna de las relaciones internacionales sólo se puede desarrollar c o m o disciplina que integre los resultados y los enfoques de las diferentes ciencias sociales, primordialmente la sociología"1. El reconocimiento de este hecho queda confirmado por la teoría de los sistemas, cuyas categorías se adaptan al análisis de las relaciones internacionales. Wiatr proclama también que el medio ambiente del sistema político internacional es el conjunto de todos los medios ambientes de los sistemas políticos nacionales. Habrá de ser objeto de estudios
empíricos poner de manifiesto si el sistema internacional entra en relación con su medio ambiente exclusivamente por conducto de los sistemas nacionales (estados miembros) o si también es posible que haya insumos y productos directos".
Aunque el m u n d o tiene por resolver multitud de problemas mundiales que sólo se pueden atacar a nivel transnacional, se siguen manteniendo las relaciones entre los distintos estados individuales; estas relaciones son engorrosas, imbuidas de formalismo y están mezcladas con intereses ideológicos. Pese a las tendencias descritas, que inevitable-mente p o n e n de relieve el papel de las organizaciones sociales y de las personas en un número de sectores de la vida cada vez mayor, no podemos decir ni que las estructuras políticas de los estados ni que las instituciones de las relaciones internacionales se hayan adaptado a las nuevas tendencias. La prosperidad, la reducción de las desigualdades regionales, la eliminación del peligro de crisis crónica en determinadas regiones, la liberalización y la descentralización generales de los sistemas políticos nacionales, son las condiciones que deben cumplirse si se desea implantar la tendencia de la socialización mediante la supresión de funciones estatales.
A pesar de las características nacionales, históricas, geográficas e ideológicas específicas del sistema, la experiencia húngara muestra que el nuevo paradigma de las relaciones internacionales se puede realizar tan sólo en base a patrones políticos considerablemente más democráticos y más descentralizados. Las iniciativas que ya se pueden apreciar en la mayoría de los países aún deben ser completadas.
Traducido del ingles
Influencias locales en las relaciones internacionales de Hungría 431
Notas
1. T . Parsons, «Order and Communi ty in the International Social System», en International Politics and Foreign Policy. (Div. de la pub. J .N. Rosenau), The Free Press, Nueva York, 1961.
2. A . Ágh, «A nemzetközi konfliktusok eiméletének fejlòdése: a konfliktusok "nagy elméletétol" a "nagy konfliktus" elméletéig» (El desarrollo de la teoría de los conflictos internacionales: de la gran teoría de los conflictos a la teoría de los grandes conflictos), en Poliuka-Tiidománv, n ú m . 4, 1986. pp. 3-24.
3. C h . F. Alger. «Bridging the micro and the macro in International Relations Research». Alternatives, invierno I984-1985. pp. 319-344.
4. O . Bihari, A: iillamhatalmi-kepxiseleti szervek ehnélete (La teoría del poder estatal y de los órdenes representativos), Akadémiai Kiadó, Budapest, 1963.
5. A . Toynbee. «Are Businessmen creating a N e w Pax Romana?» Forbes Magazine, 1974, p. 68.
6. Decreto n u m . 27 N E T / 1 9 8 2 sobre los procedimientos que se deben seguir en los contratos internacionales.
7. En Hungría es escasa la literatura sobre el tema. Véase O . Farkas, «A tanácsok nemzetközi kapcsolatai» (Las relaciones internacionales de los consejos). Allant és lgazgalás 8/1976, pp. 669-682 y 1/1987 pp. 47-60.
8. Tamas Ban, «A magyar igazsàgszolgáltatás nemzetközi kapcsolatai» (Las relaciones internacionales de jurisdicción húngara), en Magvar Jog, 7-8/1987. pp. 577-589.
9. A . Á d á m . A tärsadalmi szervezetek fogalma, tipusai és ¡ogúllása de lege ferenda (El concepto de organizaciones sociales, sus clases y su estatuto legal), Budapest, 1987.
10. J. Wiatr. «Sociologiczne ujecie miedzv - narodowych» en Studia Nauk'Politvczmch, 1969/3, pp. 55-70.
1 I. J. Wiatr. .1 poltlikai viszonyok szociolétgiája (La sociología de las relaciones políticas), Budapest. Kossuth Kiadó, 1980.
Importancia del problema de la persona en el pensamiento islámico
Mohamed Arkoun
«El hombre es un problema para el hombre» A b u Hayyân al-Tawhîdî, m . 414/1023.
« Y cuando dijo tu señor a los ángeles: H e aquí que yo pondré en la tierra un jalifa, dijeron: ¿Es que pondrás en ella a quien la corrompa y vierta la sangre, y nosotros loamos con tu loor y te santificamos? - ¡En verdad, yo sé lo que vosotros no sabéis!»
Corán, II, 28 (traducción de Rafael Cansinos Assens)
«La persona es la antinomia encarnada de lo individual y lo sacral, de la forma y la mate-ria, del infinito y lo finito de la libertad y el destino.
Nicolas Berdiaev, Cinq méditations sur l'existence. Aubier, París 1936, p . 180.
Un problema de islamologia aplicada
M o h a m e d Arkoun es profesor del Instituto de Estudios Islámicos, Universidad de París III, 13,rueSanteuil, 75005 París, Francia. Especialista en pensamiento islámico y literatura e historia árabes, ha publicado numerosos libros y artículos sobre estas cuestiones. Ha participado con frecuencia en la filosofía y los proyectos de ciencias humanas de la Unesco.
E s bien conocido el lugar tan importante q u e el Islam y los musulmanes ocupan en los medios de comunicación de los países occidentales, y sabemos en qué tono y con qué representaciones a la vez antiguas y enriquecidas todos los días, se continúa alimentando la imaginación occidental sobre ese m u n d o lejano, diferente, hostil, violento, atrasado y, sin embargo, geográfica e incluso socialmente m u y cercano.
En las sociedades musulmanas mismas, la información a este respecto no es m á s objetiva, más abierta ni más positiva que en Occidente; está cuidadosamente controlada por estados preocupados por asegurarse su continuidad y su legitimidad. Por esta razón, el islam es una levadura ideo
lógica, un tema de apología ofensiva o defensiva, y sólo rara vez materia de estudio y fuente de valores positivos para combatir factores de subdesa-rrollo c o m o la ignorancia, los brotes de violencia, la corrupción y la intolerancia.
Ante estos datos masivos, ante las exigencias apremiantes de sociedades m u y desestabilizadas y ante un creciente desorden semántico incluso en las sociedades occidentales que se supone deberían dominar los problemas del desarrollo y la
modernidad, ¿qué respuestas, qué actitudes de pensamiento proponen desde la Segunda Guerra Mundial los pensadores, los investigadores, los artistas, la clase política, en una palabra, la élite intelectual y política?
H a y que distinguir entre la islamologia clásica y la islamologia aplicada. Se trata de una distinción metodológica y de una clasificación epistemológica, y no de una oposición irreductible entre dos prácticas de una misma
disciplina. En términos generales, diría que la islamologia clásica se ciñe exclusivamente a textos considerados a priori representativos de una tradición religiosa, de un pensamiento, de una cultura y de una civilización.
Se han estudiado durante m u c h o tiempo los textos clásicos escritos entre los siglos i y vu de la Hégira (S. vii-xiii) y se siguen estudiando tanto m á s cuanto que se está lejos de terminar la fase de su primera exploración, m á s aún, de su descubrimiento; son muchos los manuscritos que quedan por publicar por primera vez o incluso por descu-
R1CS 117/Set. 1988
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brir. Por esta razón la islamología clásica sigue siendo una práctica indispensable.
La selección de textos como punto de apoyo para conocer el islam y las sociedades musulmanas es m á s discutible y más peligrosa cuando se aborda el período contemporáneo: los siglos xix-xx y, en particular, la historia candente de los años 1945-1987. La lectura que por lo general se hace de esos textos desorienta en vez de esclarecer los problemas reales de la evolución en curso, de las fuerzas rivales, de las ambiciones colectivas y de los modelos de desarrollo impuestos en dichas sociedades.
Es en este aspecto donde la islamología aplicada adquiere todo su sentido y se impone c o m o necesidad científica. En efecto, para los textos contemporáneos no se plantean los problemas inevitables de la lectura filológica c o m o en el caso de los textos medievales.
Escogí el tema de la persona precisamente para i lustrar con un ejemplo particularmente rico las posiciones y los métodos epistemológicos que requiere un enfoque del islam que combine la experiencia, las exigencias de la islamología clásica y los interrogantes, los procedimientos de análisis y los objetivos prácticos de la islamología aplicada.
C o m o introducción al estudio de este tema plantearé los siguientes interrogantes:
/. ¿ C ó m o surge en las sociedades musulmanas contemporáneas el problema de la persona com o realidad indeclinable?
2. ¿De qué bagaje intelectual, de qué recursos científicos y culturales dispone el pensamiento islámico contemporáneo para dar al problema planteado respuestas nuevas que respeten a la vez la enseñanza positiva de la tradición y los imperativos irrecusables de la modernidad?
3. ¿ C ó m o situar la respuesta «islámica» al problema de la persona entre las concepciones y las actitudes concretas que impone el pensamiento científico moderno? Planteada de esta forma, la pregunta nos obligará a aplicar una crítica radical a la posición hegemónica del pensamiento occidental que, por su avance científico y tecnológico, parece comprometer por mucho tiempo el destino de la persona humana .
Persona y sociedad
La rica definición de N . Berdiaev citada c o m o epígrafe muestra que sólo se podrá llegar a la no
ción de persona si se está en condiciones de recurrir a diversas disciplinas. En primer lugar a la historia social y jurídica, ya que son el orden social y el derecho los que hacen que una persona sea de una manera y no de otra; y después a la psicología, la sociología, la antropología, la filosofía y, en el caso de las grandes tradiciones religiosas, la teología.
Marcel Mauss tuvo el mérito de elaborar ya en 1938 el concepto de persona presentándolo c o m o «una categoría del espíritu humano». Puede leerse un interesante desarrollo de ese primer ensayo en una reciente obra de M . Carruthers, S. Collins y L . Lukes titulada The Category of lhe person. Anthropology, philosophy, history, Cambridge University Press, 1985.
En la línea filosófica han prestado particular atención a esa noción y ese tema algunos pensadores cristianos. Ivan Gobry formula en su breve ensayo La Personne (P.U.F. , 3a. ed. 1975), una visión precisa a ese respecto.
En el m u n d o islámico el tema de la persona está m u y presente en diversas corrientes del pensamiento clásico. Sin embargo, no es posible contentarse con el marco religioso, ético, jurídico y filosófico, legado por el pensamiento islámico especulativo, sino que es preciso iniciar una reflexión crítica partiendo de las nuevas condiciones de evolución histórica de las sociedades musulmanas desde los años cincuenta.
En un estudio anterior1, demostré c ó m o la presión demográfica, la incorporación de la economía industrial, la aparición de un estado autoritario, anónimo, separado de la sociedad civil, más aún. opuesto a ésta, la dependencia creciente de la tecnología moderna, el atraso cultural y la ruptura dramática con la realidad ecológica y el terruño (campesino, montañés o nómada) se han conjugado para cambiar radicalmente las condiciones de aparición y formación de la persona.
La revolución agraria efectuada en todas partes con gran fervor ideológico privó al m u n d o campesino y a la civilización del desierto (operación de sedentarización de los nómadas llevada a cabo por los estados independientes con una agresividad tanto más destructora cuanto que la tecnocracia de los ministerios ignoraba todo sobre el m u n d o nómada), de las bases ecológicas, territoriales y agrarias con las que había funcionado desde tiempos inmemoriales bajo el nombre de Código de honor (cird). Antes y después del islam ha venido rigiendo ese Código para mantener el orden dentro de cada grupo; precisamente la inte-
Importancia del problema de la persona en el pensamiento islámico 435
riorización de un sistema de valores cuyo culmen es el honor permite a cada individuo elevarse a un rango cada vez más alto (afdal, fadl; cany, ofyâri) y gozar de la autoridad propia de la persona: autoridad del espíritu sobre los demás espíritus, lo que conlleva la aquiescencia libre de la conciencia a los valores encarnados y aplicados por el maestro, el jefe o el sabio (sayyid, shaykh, imam, mahdi, wãli, mrãbct, etc.).
El código de honor de las sociedades tradicionales, hoy m u y menoscabadas en todo el m u n d o , no está escrito, sino que se vive e interioriza en forma de hábitos que rigen la conducta individual y colectiva; no se transmite mediante una enseñanza teórica, sino que se reproduce en la vida cotidiana en toda su complejidad formal, ritual, social y simbólica. Se dispone de muchas descripciones relativas a grupos m u y diversos y m u y alejados en el espacio. M e permito citar los trabajos de Pierre Bourdieu sobre la Kabilia: Le sens pratique (ed. de Minuit, París, 1980); la reciente obra de Lila Abu-Lughod: Veiled Sentiments. Honor and poetry in a Bedouin Society (University of C a lifornia Press, 1986); y Germaine Tillion: Le Harem et les Cousins (ed. Seuil, Paris. 1966).
Estos ejemplos muestran la importancia del enfoque etnológico y de la problemática antropológica para estudiar la condición de la persona en el ámbito islámico. Sin duda alguna, el islam aportó grandes cambios al imponer un estado centralizador, una escritura que compitió con la tradición oral, y una ley que creó conflictos con las costumbres locales. N o obstante, la extensión sociológica de esos instrumentos de «domesticación» de las sociedades «salvajes» estuvo limitada en todas partes por la resistencia del modelo so-cial-histórico condenado por el Corán con el n o m bre de Jâhiliyya, término adoptado por los militantes contemporáneos c o m o Sayyid Qutb en Egipto para designar a las sociedades descarriadas bajo la dominación de poderes ilegítimos antiislámicos.
La islamología clásica no prestó mayor atención a este dato determinante para el conocimiento de las sociedades musulmanas de ayer y de hoy. Al separar completamente las curiosidades de la filología historicista y la investigación propia de la etnografía, la etnología y la antropología, se confinó en los textos sabios para construir un islam ideal conforme al de los teólogos y juristas musulmanes.
N o se pueden determinar ni la condición ni las funciones de la persona de ayer o de hoy sin un
análisis sociológico de la ley islámica. En una sociedad c o m o Egipto, Arabia Saudi, Indonesia, Turquía, etc., el derecho musulmán no se aplica de la misma manera en todos los grupos o clases que coexisten en un espacio social. El derecho beduino, el derecho beréber, el derecho curdo y otros, todos unidos a un saber local, se resistieron durante largos años al deseo del estado musulmán de dominar para siempre los elementos «rebeldes» (por ejemplo, blâd al-siba en Marruecos)2.
También el grado de penetración de la lengua y la cultura árabes determina los tipos de persona que aparecen en cada medio sociocultural. En K a bilia, región m u y poblada del norte de Argelia, no lograron imponerse antes de la independencia en 1962 ni el derecho musulmán, ni la lengua, ni la cultura árabes. El islam propagado por los mara-butos se vio obligado a asimilar y consagrar el código de honor local y un capital de simbolismo especialmente resistente a las influencias exteriores. Lo mismo puede decirse de los bereberes marroquíes o libios, de numerosos grupos africanos, etc.
Los estados nacionalistas, nacidos en la mayoría de los casos de las guerras de liberación que tuvieron lugar en los años cincuenta, combaten encarnizadamente las divisiones etnoculturales y confesionales, que constituyen un obstáculo a la unidad nacional y, en consecuencia, a la estabilización y generalización del poder central. N o hay excepción alguna a este voluntarismo político que ya bajo Atatürk, en los años veinte, quería terminar en Turquía con la división, la dispersión, las supersticiones, la religión popular, los movimientos místicos, en una palabra, con todo lo que en la sociedad «salvaje» constituía la eficacia social del código de honor y. por ende, la fuerza de la persona formada por dicho código.
Cabe observar que esa lucha implacable entre sociedad «salvaje» y sociedad «domesticada» comenzó con el Profeta en la Meca y Medina, y recibió no sólo una expresión ideológica ejemplar en el Corán, sino un fundamento ontológico que trascendentaliza una oposición de esencia antropológica. Sabemos con qué vehemencia el Corán y todo el pensamiento islámico ulterior oponen las «tinieblas de la Jâhiliyya» a la «luz del islam». La Jâhiliyya es la fase de la historia en que los hombres aún no habían recibido la Revelación, el Conocimiento Verdadero (cihn) enseñado por Dios para que cada creyente ajuste sus actos a la perspectiva de la salvación eterna; el islam es la irrupción de ese cilm que guiará a todos los fieles hacia la Salvación.
436 Mohamed Arkoun
En términos de antropología social y cultural la Jâhiliyya es la sociedad árabe y su código de honor antes del islam; éste logró imponer un nuevo simbolismo, un horizonte escatológico en el que se conservan los valores del código de honor, pero sacralizados, ontologizados, trascendentalizados por el discurso de la Revelación. El grupo reducido de los primeros creyentes (mûminûri) asume mediante su compromiso de fe y el combate en pos del Profeta (Jihâd) la promoción histórica de la «persona» musulmana y, por ende, de una sociedad igualmente musulmana. El modelo de formación de la persona en el islam, su poder de superación de todas las fronteras culturales, su recu-rrencia irreprimible en todas las coyunturas de efervescencia social e ideológica y su expansión actual ante el reto de la civilización industrial se explican por los siguientes factores determinantes:
/ . El carácter formativo y la estructura mítica del discurso coránico.
2. La fuerza dinámica y alentadora del ritual religioso por el cual se actualizan para cada creyente (= persona) y para la Comunidad los contenidos semánticos y el anhelo de esperanza escato-lógica, creados por el discurso coránico y amplificados por el discurso islámico.
3. La institución y la persistencia de un estado centralizador que toma a su cargo la «religión verdadera» (la ortodoxia) y c o m o contrapartida busca en ella su legitimidad.
4. La instauración, durante la fase de fundación del islam (610-632), de una representación políticorreligiosa que asimilará continuamente las representaciones «ortodoxas» del islam primitivo, para producir una historia «islámica» que se mostrará en todos los casos c o m o la aplicación del modelo de conducta individual y colectiva inaugurado por el Profeta.
Jamás se insistirá lo suficiente en el papel y la fuerza recurrente de las representaciones políticas y religiosas instauradas a las que he denominado la Experiencia de Medina. Es precisamente gracias a dichas representaciones c o m o se produjeron los hechos históricos de envergadura en el m u n d o islámico, hechos que suponen un tipo de persona que ha interiorizado todas las representaciones, todas las imágenes simbólicas ideales transmitidas por el discurso islámico tradicional.
Se puede reescribir toda la historia de las sociedades que recibieron ese modelo de acción mostrando la interrelación constante entre las representaciones políticorreligiosas comunes a to
dos los fieles y la razón analítica, conceptual y lógica de los intelectuales que intentan introducir una coherencia racional en un campo m u y cultivado por las representaciones del discurso oficial (el estado «islámico») o de los discursos concurrentes mejor adaptados a los códigos simbólicos locales. Así, Lila A b u Lughod demostró claramente que entre los Awlâd cAlí del desierto occidental de Egipto coexisten dos formas de discurso: uno personal que expresa valores íntimos y se utiliza únicamente en círculos restringidos (jóvenes, parientes) y otro público, que exalta los valores comunes al grupo. La persona se forma y se manifiesta así en dos planos separados del m o d o y del lugar de expresión, pero integra los dos sistemas de valores que definen y sostienen el grupo1. A los dos discursos propios de los Awlâd cAlî, así c o m o a otros grupos etnoculturales del espacio globalmente calificado de musulmán, se superponen otros dos discursos más generales: el discurso islámico c o m ú n a toda la tradición nacida de la experiencia de Medina, discurso retomado y difundido ampliamente por los movimientos islamistas desde los años treinta y, con mayor fuerza aún, desde los años setenta; y el discurso oficial del Estado nacionalista que difunde los valores seculares de la economía y las instituciones políticas tomadas de Occidente.
¿ C ó m o se jerarquizan, articulan o excluyen esos discursos concurrentes? Debemos estudiar la persona como centro de libertad en el que se operan las selecciones, las eliminaciones y las combinaciones que constituirán cada personalidad ç impondrán eventualmente a nivel de grupo local, de nación o de comunidad creyente (Ummd), el personaje, el líder, el I m a m . Tal estudio se hace indispensable si se quieren reconstituir los sutiles m e canismos que rigen en definitiva el destino individual y la evolución histórica de las sociedades.
T o m a n d o c o m o base estas observaciones se podría trazar una serie de cuadros que permitirían explicar las condiciones de aparición y proyección, o por el contrario de eliminación y fracaso de los «grandes hombres» de cada sociedad. Además , valiéndose del ejemplo islámico se podría retomar la elaboración del concepto de personalidad de base, proclamado hace poco por Kardiner, pero abandonado por los antropólogos. Y a he esbozado un procedimiento a ese respecto en dos ensayos anteriores: uno dedicado a Ghazâlî y el otro a la aparición de los líderes del m u n d o m u sulmán contemporáneo4.
¿Qué filosofía de la persona sustentan e impo-
Importancia del problema de la persona en el pensamiento islámico 437
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Clase de alfabetización en el Sahara. Colección Vioiici.
nen personalidades c o m o Bourguiba, Hassan II, Boumedienne, Nasser. Kadhafi, Saddam Hus sein, Hafez al-Asad, Ziau-al-Haq, Khomeini ... que tanto influyen en la historia de las sociedades musulmanas de hoy?
N o basta con describir las concepciones generales, las condiciones de acceso al poder, los métodos de gobierno o los grados de popularidad de esos líderes, sino que sería preciso conocer la génesis cultural y social de su personalidad, así com o las convicciones íntimas que sostienen c o m o personas privadas. La distancia entre la persona privada y el personaje público traduciría entonces la capacidad efectiva de la persona de crear y encarnar valores que exaltan la sociedad, así c o m o , por otra parte, las limitaciones y restricciones impuestas por la sociedad a las iniciativas emancipadoras de la persona.
Otra categoría de personas, en este caso seleccionadas en la sociedad civil, permitiría completar, corregir y consolidar las indicaciones del estudio sobre los líderes. Cuanto más la fuerza anóni
m a del estado autoritario inhibe o ignora los horizontes de esperanza de la sociedad civil, tanto m á s ésta suscita en sus profundidades contrapersonalidades o contralíderes cuyas protestas, reclamaciones o propuestas remiten a otra filosofía de la persona. C o n frecuencia se han evocado figuras de militantes c o m o Sayyid Qutb, teórico de los Hermanos Musulmanes, ejecutado bajo Nasser en 1966; el jeque ciego c A b d al-Hamíd Kashk, I m a m de la mezquita c A y n al-Hayât de El Cairo, en la que pronunció sermones que despertaron el fervor popular más allá de los límites de Egipto (amplia difusión de casetes en el m u n d o de habla árabe); c A b d al-Salâm Faraj, autor de «La obligación canónica ausente» (el Jihâd) y teórico del movimiento al-Jihâd que asesinó a Sadat en 1981 ; H a san al-Turâbî, jefe de los Hermanos Musulmanes de Sudán; A b u cAlî al-Mawdûdî, dirigente de los musulmanes paquistaníes, cuya enseñanza ha franqueado las fronteras del m u n d o musulmán; cAli Sharí cati que contribuyó a dinamizar el m o vimiento de la revolución iraní; Shukhri Mustafa,
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el líder de Takfîr H'al-Hijra; Rached Ghannou-chi, uno de los dirigentes del Movimiento de tendencia islámica de Túnez, etc. Se podría alargar indefinidamente la lista de esos movimientos de oposición y acción violenta cuyos nombres evocan con frecuencia un ambicioso programa de retorno al «verdadero islam» (como el Jihâd islámico, el Partido de Alá, la Justicia Islámica, las Juventudes de M a h o m a , etc.).
Aunque esos movimientos no cuentan con un amplio respaldo popular, su discurso expresa adecuadamente las esperanzas fallidas, los sentimientos de frustración y opresión, la angustia y la necesidad de esperanza de las generaciones nacidas después de 1950. Esos jóvenes nacieron y crecieron durante las guerras de liberación, en la fase de euforia de una nación que renace; conocieron luego la inmensa decepción de la derrota de 1967, del retroceso de la gran nación árabe exaltada por Nasser, de la destrucción de las libertades, de la negación de los derechos humanos, de los apetitos imperialistas, del desarrollo desordenado, ineficaz y con frecuencia destructor de los valores tradicionales, del desempleo, de las concentraciones urbanas, de la distribución desigual de los recursos, del despilfarro, de la corrupción... Lo que se ha logrado en cuanto a sanidad pública, instrucción gratuita (pero no educación), seguridad, transporte y comodidades domésticas no puede compensar los estragos causados a la persona por la destrucción de las estructuras ecológicas, sociológicas y agrarias (sistemas de parentesco, normas de control de la circulación de bienes, estrategia matrimonial), en que reposaban todos los valores ancestrales confirmados y sacralizados por el islam.
Entre los líderes que detentan el poder, con los tecnocratas que los rodean, y los contralíderes que aspiran al poder; entre la cultura oficial y la contracultura de los movimientos contestatarios está el m u n d o de los intelectuales más o menos afectados por la modernidad y el m u n d o de los cUlamâ que intentan salvaguardar su monopolio c o m o depositarios de los valores religiosos. Estas dos categorías sociales desempeñan un papel importante en la determinación de las condiciones de formación, realización o alienación de la persona. Esa función aparecerá cuando se estudie el bagaje intelectual y los horizontes del pensamiento islámico contemporáneo. Anotemos por ahora que los ' Ulamã y los intelectuales se ven atraídos con m u c h a frecuencia hacia la esfera de influencia del .estado. En efecto, están empleados y pagados por
el estado y, por consiguiente, obligados a mantener al menos una actitud de reserva si no comprometidos explícitamente al servicio de una ideología de legitimación del estado. Así pues la función crítica -censura teológica y moral- de los cUlamâ tradicionales queda abolida completamente; y los intelectuales, seducidos por la independencia de sus homólogos occidentales, prefieren el exilio, la autocensura o la búsqueda de un reconocimiento oficial justificado por la necesidad que tiene toda sociedad de poder recurrir a un magisterio «científico». En la fase cronológica que va desde la independencia hasta nuestros días, ninguna sociedad musulmana ha permitido la eclosión, la m a nifestación, la acción continua de un grupo de intelectuales independientes, críticos e influyentes que puedan representar la instancia de autoridad indispensable a la realización plena de la persona. La dette du sens5 de Gauchet es la que hace que la persona se convierta en conciencia obligándose a entrar en comunicación con otras conciencias que hacen referencia a la autoridad de verdades convincentes. Es aún difícil encontrar el tipo de intelectual, artista o líder que afirme, proteja y designe la vocación de la persona c o m o punto y objetivo últimos de toda filosofía.
En todos los países es, sin duda alguna, peligroso y aleatorio firmar un manifiesto contra esta o aquella decisión u orientación política de un gobierno. En efecto, se ha detenido y encarcelado a intelectuales por haber querido defender los derechos del hombre en países en los que esa defensa había constituido la esencia misma de la lucha de liberación nacional. N o obstante, por encima de esa explicación política, es preciso considerar además un grave fenómeno de ruptura en el interior de la conciencia islámica, al que nos referirem o s más adelante. Baste recordar en este punto que el ethos distintivo de la conciencia islámica es la relación con Dios c o m o experiencia Absoluta en la repetición ritual que imponen las obligaciones canónicas, en la meditación de la Palabra de Dios, la contemplación de la obra de Dios en el universo y las criaturas, la obediencia alegre a la Ley, la reducción de la razón al papel de siervo, y el rechazo radical de todo politeísmo que pudiera relativizar a Dios y detuviera la búsqueda de lo Absoluto.
¿Qué queda de ese ethos (intención moral y espiritual) en las conciencias dedicadas a competiciones implacables para la conquista del poder (político, económico, cultural), o en la conducta de la clase media, ávida de ascenso social, o bien
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en las representaciones de quienes militan por la instauración de un régimen islámico «auténtico»? ¿Existe una instancia de la autoridad en que la persona pueda retornar a las fuentes primitivas y comprobar la validez y el alcance de los valores que la constituyen y la imponen c o m o tal en la sociedad?
Para responder a este interrogante, vamos en primer lugar a plantear otro: ¿dispone hoy en día el pensamiento islámico de los recursos intelectuales y culturales, de las libertades y marcos sociales indispensables para promover una filosofía moderna de la persona?
Horizontes e instrumentos del pensamiento islámico
Se ha venido hablando desde hace largo tiempo del subdesarrollo económico y social de las sociedades del Tercer M u n d o sin prestar la m i s m a atención al atraso cultural dramáticamente acentuado por la imposición de modelos occidentales en todo lo que tiene que ver con la modernidad material. Todas las sociedades musulmanas sufren hoy las consecuencias de la disparidad entre la demanda desenfrenada que alimenta la civilización de consumo y el rechazo o incluso la represión de la modernidad intelectual y cultural. Las universidades construidas durante los últimos años en varios países, en particular, los más ricos en divisas c o m o Arabia Saudita o Argelia, presentan una ilustración sobrecogedora del divorcio que existe entre la exigencia de modernidad material -arquitectura voluntarista, laboratorios bien equipados de ciencias «exactas», apertura hacia la tecnología y el m u n d o de la producción industrial- y la desconfianza frente a las ciencias h u m a nas y sociales. C o m o religión, el islam sigue siendo un campo reservado a las facultades de teología o a las universidades tradicionales c o m o Al-Azhar. La Zitouna o Qarawiyyin. Estas proclam a n desde hace muchos años el deseo de modernización, pero siguen siendo los guardianes y los lugares de reproducción de la «ortodoxia islámica» adonde vienen a buscar inspiración los animadores de los movimientos islamistas ya m e n cionados.
El empleo mi smo de la expresión «pensamiento islámico» se ha vuelto problemático dada la medida en que el discurso islámico común de esencia ideológica y apologética impone sus esquemas, sus postulados, sus referencias y su des
orden semántico incluso entre los cUlamâ y los intelectuales a quienes incumbe continuar, defender, proteger, ampliar y renovar la función crítica y la reflexión creadora tan ricamente ilustrada por los pensadores clásicos. Existen intentos de integración de la modernidad intelectual en un pensamiento que procura merecer también el calificativo de «islámico», pero lo han realizado personas ya sea aisladas y dispersas en Occidente, o desconocidas, poco apreciadas o violentamente impugnadas en sus propios países.
D e concesión en concesión, de la sumisión táctica a la interiorización de los «valores» transmitidos por las representaciones comunes, los intelectuales afectados por la crisis de la modernidad vienen a confundir a su vez las necesidades de la construcción nacional -lo que implica un c o m promiso ideológico- con la primacía del esfuerzo propiamente intelectual, cultural y espiritual para promover, proteger, ejercer el derecho del espíritu a la verdad. En efecto, en esta distinción fundamental reside la posibilidad de afirmación y realización de la persona.
Llegamos en este punto a una dificultad central de las ciencias humanas y sociales. Movido por el deseo de la objetividad, el investigador no se permite intervenir c o m o persona cuyo destino se juega en todo acto de conocimiento. Cuando el objeto de estudio es la fe religiosa, rara vez encuentra el investigador la posición adecuada entre una actitud parcial y un análisis simplista. El clim a pasional que predomina hoy en las sociedades musulmanas hace imposible el estudio científico de un gran número de problemas importantes.
¿En qué se convierte la condición real de la persona cuando el derecho a pensar, a expresarse, a publicar, a vender y comprar escritos de toda clase está estrictamente controlado por el ministerio de información o por la «orientación nacional»? La expresión derecho del espíritu a la verdad puede parecer pomposa o irrisoria a un occidental habituado a gozar de todas las libertades en el á m bito intelectual y cultural. Para un musulmán la lucha por el derecho del espíritu a la verdad se ha librado siempre en el interior del marco dogmático. A este respecto evoco el combate sostenido por los filósofos para aligerar el predominio de los teólogos-juristas sobre el ejercicio de la razón; y es bien conocido c ó m o la ortodoxia terminó eliminando las «ciencias racionales» calificadas de intrusas (dakhíla).
La ideología nacionalista y la reivindicación del retorno a un islam mítico ejercen hoy sobre la
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razón científica la misma presión que el magisterio jurídico y teológico en la Edad Media. C o m o veremos m á s adelante, el pensamiento llamado islámico jamás ha reflexionado sobre la función ideológica del discurso religioso. Así, se tienen siempre por verdaderos los discursos derivados del Corán, a condición de que estén garantizados por los doctores, fundadores de escuelas, o por los c Ulamâ consagrados c o m o autoridades por consenso de los creyentes.
La persona formada en el interior de ese marco dogmático no puede reflexionar sobre el problema de la ideología, sino que, por el contrario, aceptará c o m o totalmente verdadero un texto com o Al-Farida-1-ghã'iba, que vamos a examinar ahora. Conozcamos primero este principio de lectura adoptado:
Se dirá que en el pensamiento islámico hay una desviación ideológica en todos los casos en que un autor - m á s o menos fiel a una escuela, una comunidad o una tradición- exige en un sistema cognoscitivo cerrado un discurso coránico inicial-mente abierto.
Al reivindicar la existencia de un discurso coránico cognoscitivamente abierto, no entro en el marco dogmático cuyos peligros acabo de señalar, sino que considero el Corán c o m o una entidad lingüística en la que funcionan al mi smo tiempo y se entrecruzan diversos tipos de discurso (profético, legislativo, narrativo, sapiencial...). El análisis puramente lingüístico y semiótico (véanse mis Lectures du Coran) permite deducir la existencia de una estructura mítica central que utiliza el símbolo y la metáfora para conferir a todos los enunciados coránicos virtualidades de significación, actualizadas sin cesar en situaciones existenciales recurrentes.
Así, pues, la oposición que planteo en este m o mento entre lo cerrado y lo abierto no es especulativa o fideísta. sino que puede ser verificada lingüística e históricamente descubriendo la interacción constante entre las tres instancias en que se elabora el sentido: lengua, historia y pensamiento. La lectura del Corán nos obliga a unir esas tres instancias, que por lo general son examinadas separadamente por los especialistas (lingüistas, historiadores y filósofos)
Provistos de estas indicaciones, veamos lo que puede enseñarnos la obra Al-Farlda-l-ghaiba respecto al funcionamiento del pensamiento islámico y de la persona que busca en él sus principios de pensamiento y de vida.
Presentación de la obra Al Farída-l-gha'iba
Diversas razones motivaron la selección de este texto. E n primer lugar, plantea con fuerza el problema de la persona desde el punto de vista del islam militante actual. E n efecto, fue escrito por M u h a m m a d ' A b d al-Salâm Faraj, ejecutado con los asesinos del Presidente Sadat el 15 de abril de 1982. «La obligación canónica ausente» que el autor quiere imponer c o m o condición primera para el restablecimiento de un gobierno islámico en Egipto y en otros países es el Jihâd, el combate armado contra los infieles para garantizar la aplicación integral, permanente, sin concesiones, de la Ley revelada. Así, pues, el argumento central es la justificación del asesinato de toda persona que, c o m o el Presidente Sadat, imponga un régim e n contrario a la Ley revelada.
E n segundo lugar, con toda razón, este texto es presentado y comentado ampliamente por los islamizantes occidentales para dar a conocer la visión del m u n d o del radicalismo islámico. A d e más de los breves comentarios de G . Kepel en Le Prophète et Pharaon (París, 1984 pp. 205-212), Johannes J .G. Jansen acaba de hacer la traducción inglesa y una larga presentación del texto. El traductor destaca que «quien lea el texto de " L a obligación canónica ausente" quedará impresionado por su coherencia y la fuerza de su lógica» (p. XVII , el subrayado es mío). Sin embargo, no precisa el tipo de coherencia y de lógica que se utilizan para impresionar al lector, ni habla sobre el sistema cognoscitivo que rige el funcionamiento del discurso y permite una amplia recepción por parte del público musulmán. Cabe puntualizar que la impresión que deja la obra en el lector occidental es diametralmente opuesta al fervor sagrado que suscita en el lector o auditor musulm á n : en el primer caso, el lector se inquieta, m á s aún, se angustia ante la «lógica» de la fe que desdeña la persona h u m a n a tal c o m o la definen los estados constitucionales de Occidente, es decir, con derecho al respeto universal; en el segundo caso, la fe se siente herida a causa de los «tiranos» que sustituyen el Juicio de Dios por sus leyes arbitrarias. Los islamologistas occidentales comprueban esta diferencia de recepción, abren un abismo entre la visión occidental de la persona h u m a n a y la visión terrorífica del «islam radical»6, y consolidan así la convicción de que el Occidente deberá eventualmente estar dispuesto a contener la violencia del islam militante.
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Hacer un acto de pensamiento radical para superar esta dicotomía de esencia teológica, m e tafísica, apologética e ideológica (según el acento que los autores den a todo lo que está en juego en ese comparativismo) constituye la tercera razón que m e indujo a leer el Manifiesto de los asesinos de Sadat.
N o m e detendré en las fuentes del texto, las condiciones políticas y sociales de su aparición, la eficacia psicológica de sus impugnaciones, sus promesas o sus afirmaciones. Jansen ha definido todo esto con m u c h a claridad. Resta por evaluar la condición del texto desde el punto de vista de la crítica epistemológica, no sólo de su método o su problemática, sino más esencialmente, del sistema cognoscitivo que funda su «coherencia» y su «lógica». Este trabajo exige dos fases:
- en primer término, aplicar las reglas y los principios de la crítica practicada por el pensamiento islámico clásico;
- en segundo lugar, aplicar las reglas y los principios de la crítica epistemológica moderna. Sometiendo el pensamiento islámico a la crítica moderna se le integrará en el movimiento general del conocimiento y se le obligará a pronunciarse sobre la condición de la persona no a partir de los presupuestos de la fe «ortodoxa» o de una filosofía occidental, sino en la perspectiva de una crítica generalizada de su valor.
Leer la totalidad del texto exigiría otro libro aún más voluminoso que el de Jansen. M e permito recomendar al lector que dé preferencia a la versión árabe debido al sistema de connotaciones en el interior de la logosfera islámica. Los principales títulos de algunos párrafos permiten ver con toda claridad la orientación ideológica del conjunto de AI-Farîda-1-ghâ 'iba:
1. Enfoques del islam: varios hadith sobre el estado islámico y el restablecimiento del califato.
2. Respuesta a quienes desesperan. 3. La Casa (dar) en que vivimos: dâr al-islãm
= dar al-harh = el territorio (o el domicilio) del islam en oposición al territorio de guerra.
4. El Jefe que gobierna con leyes diferentes de las de la Ley revelada.
5. Los actuales dirigentes de los musulmanes son apóstatas.
6. Comparación entre los mongoles y los dirigentes de hoy.
7. Las recopilaciones de Falwa de Ibn Tay-miyya son útiles para el tiempo presente.
8. ¿ C ó m o calificar según la ley a los soldados musulmanes que se niegan a servir en el ejército de los mongoles?
9. Condición de los bienes de los mongoles (según Ibn Taymiyya).
10. Condición del combate contra los m o n goles.
/ /. Condición del que se convierte en cliente de los mongoles contra los musulmanes.
12. Las sociedades (asociaciones) de beneficencia.
13. Obediencia, educación, abundancia de obras pías.
14. La formación de un partido político. 75. El afán de acceder a posiciones elevadas
(sociales). 16. Propaganda únicamente no-violenta. 17. La emigración (Hijra). 18. Dedicación a la investigación del conoci
miento (cilim). 19. ¿Por qué la U m m a difiere de todas las de
m á s comunidades en su combate en nombre de Dios? (porque Dios ordenó el Jihâd armado).
20. La revuelta contra el dirigente. 21. El enemigo próximo y el enemigo lejano. 22. Respuesta a quienes sostienen que el Ji
hâd es sólo defensivo. 23. El versículo de la espada (IX,5). 24. La sociedad de la M e c a y de Medina. 25. Combatir es hoy un deber de todo musul
mán. 26. Los aspectos del Jihâd no son fases suce
sivas (Jihâd al-nafs-jihâd Iblîs; Jihâd al-mushri-kîn wal-munâjlqin).
27. El temor al fracaso. 28. El m a n d o (en el combate). 29. El juramento de fidelidad para combatir
hasta la muerte. 30. Incitación al Jihâd por la causa de Dios. 31. El castigo por falta de Jihâd. 32. Dificultades legales y su refutación. 33. Reglamento ético-jurídico del Jihâd. La mera lectura de estos títulos permite des
cubrir una «argumentación» simple y suficiente para movilizar a todos los «musulmanes que desesperan», es decir, a todos los que han quedado al lado de la lucha nacionalista, del estado-patrón, del desarrollo económico alimentado y sostenido por Occidente; a las víctimas del desarraigo sociocultural, de la pauperización, de la marginación... Esos millones de hombres y mujeres
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que son ciudadanos en potencia, a quienes la religión abre la posibilidad de convertirse en personas a la imagen de Dios, se encuentran de hecho privados de los derechos elementales (derecho al trabajo, a la vivienda, a la información, a la educación, a la participación política), así c o m o del marco adecuado de expresión religiosa. Esto constituye una situación intolerable que hace caduca la promesa divina, aniquila la obra del Profeta e impone, por consiguiente, el recurso al combate en nombre de Dios, es decir, para permanecer en la alianza (mîthâq) establecida entre Dios y sus criaturas. Así, la evolución política es leída con la ayuda del paradigma sociorreligioso de Medina y exige una solución idéntica a la utilizada por el profeta contra los infieles y reactualizada por Ibn Taymiyya en Siria contra los m o n goles.
Dicha solución está explícitamente definida e impuesta por Dios m i s m o en el versículo de la espada. Vale la pena leer el párrafo relativo a ese versículo al que he dedicado un largo análisis en «Les sciences de l ' homme et de la société appliquées a l'étude de l'islam» (Les Sciences Sociales en Algérie, O . P . U . Alger, 1986):
«La mayoría de los comentadores del Corán se han referido a cierto versículo que han denominado el versículo de la espada (IX.5), cuyo texto es el siguiente: "Pero cuando fueren pasados los meses sagrados, matad a los asociadores dondequiera que los halléis, y cogedlos y apretadlos y armadles emboscadas en toda dirección"» (traducción de Rafael Cansinos Assens).
El exegeta del Corán, Ibn Kathír, ha señalado en el comentario de este verso: «Al-Dahhak ibn Muzâh im ha dicho: "Este versículo anula todo tratado entre el Profeta -a él bendición y salud- y el infiel, así c o m o todo contrato y todo acuerdo"». AI-cUfi ha dicho a propósito de ese versículo, bajo la autoridad de Ibn cAbbâs: «Desde que se reveló la disolución de las obligaciones fijadas por tratado, no se reconocía a un infiel ni contrato ni pacto alguno de protección».
El exegeta Muh-ibn A h m a d ibn Juzayy al-Kalbi dice: «La abrogación del mandamiento de estar en paz con los infieles, perdonarlos, estar expuestos pasivamente a ellos y soportar sus insultos precedió en este caso el mandamiento de combatirlos. Esto hace supérfluo repetir la abrogación del mandamiento de vivir en paz con los infieles en todos los pasajes del Corán. Ese m a n
damiento figura en 114 versículos distribuidos en 54 suras. Todo esto queda abrogado por los versículos IX,5 y XII.216 (se ordena combatir)».
(El texto continúa con otras citas de autoridades reconocidas por la tradición «ortodoxa».)
El sistema cognoscitivo del discurso islámico común En mi estudio «L'islam dans l'histoire», en Maghreb-Machreq, n ú m . 102, esbocé una definición de ese sistema. Baste agregar algunas precisiones a partir del Manifiesto de llamamiento al Jihâd.
Cabe observar, en primer término, el lugar de la cita: el Corán, el Hadíth, las enseñanzas de autores c o m o Ibn Taymiyya llamado «el Maestro del Islam», y Ibn Kathír, otra autoridad hanbali-ta, ocupan la mayor parte del Manifiesto. Los musulmanes, suficientemente familiarizados con esos textos clásicos para consultarlos directamente, intentan minimizar la importancia del Manifiesto utilizando el prejuicio moderno contra las citas. D e hecho, la fuerza persuasiva y moviliza-dora del discurso islámico es tanto m á s eficaz cuanto que los textos sagrados o sacralizados por el consenso de los fieles (como es el caso de Ibn Taymiyya) son reactualizados y aplicados de nuevo a situaciones sociales y políticas vividas por un sinnúmero de personas. En el pensamiento islámico, la cita podrá discutirse en cuanto a su pertinencia semántica, su relación con el contexto, la legitimidad teológica del llamamiento al Corán y al Hadith; hay además diversidad de escuelas hermenéuticas y de métodos que en la época clásica conllevaban una utilización diferente de la cita. Cabe observar a este respecto que el consenso político logrado entre los movimientos islámicos a partir de los años setenta tiende a hacer olvidar los problemas teológicos y los debates historiográficos considerados decisivos entre los pensadores clásicos. Así, pues, hay un desplazamiento epistémico dentro del sistema cognoscitivo propio del pensamiento islámico: se mantiene, más aún, se intensifica el principio del retorno a los textos fundadores. N o obstante, la manipulación semántica y discursiva de los textos está plenamente subordinada a una finalidad ideológica que excluye todos los procedimientos «científicos» (sintaxis, semántica, retórica, historia, teología e incluso filosofía) que debía dominar todo doctor de la Ley (Imam mujtahid).
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E n esta perspectiva pierde todo significado y toda pertinencia la noción de autor. M u h a m m a d c A b d el Salàm Faraj es apenas el eco de una voz colectiva, de una representación social en espera de todas las connotaciones, todas las resonancias políticas y religiosas, todos los impulsos de esperanza que suscitan los textos recopilados en el Manifiesto. Millares de sermones pronunciados en las mezquitas, arengas públicas, artículos, conferencias y obras que transmiten y difunden ampliamente la misma carga emocional con las mismas citas y el mismo vocabulario, que obran con mayor eficacia cuanto más se reutilizan de manera ritual. C o m o un río abundante que recoge a su paso los elementos más diversos, se convoca la rica tradición islámica de protesta en nombre de lo Absoluto revelado por Dios para que desempeñe el mismo papel revolucionario de su manifestación primera en La Meca y Medina. En efecto, el Jihâd fue la respuesta militar del Profeta a las amenazas de eliminación que los «politeístas» y los «infieles» (denominaciones polémicas erigidas en el Corán a categorías religiosas marcadas para la eternidad) hacían pesar sobre los «creyentes» y los «fieles» (de hecho, el grupo minoritario de musulmanes que está apareciendo como nueva fuerza social, política y cultural). El Corán incriminaba a los beduinos incrédulos (no solidarios con la nueva causa) que se negaban a tomar parte en el Jihâd, con la mism a vehemencia y la misma indignación «espiritual» que la voz colectiva que habla en el Manifiesto.
Así, la experiencia de Medina incorporó un paradigma de la acción histórica con la ayuda de un discurso que al unir el ímpetu espiritual a la necesidad de la lucha política funciona c o m o una narración de fundación1 para la comunidad creyente.
Del sistema cognoscitivo que sustenta todo el Manifiesto y todo el texto colectivo, del que sólo es un fragmento, se pueden destacar los siguientes rasgos:
/. Todo se lleva a cabo dentro del marco dogmático delimitado por el texto coránico y las disquisiciones semánticas, jurídicas y teológicas tal y c o m o las ha seleccionado, consagrado y transmitido la tradición «ortodoxa».
2. Se centra la atención en el Mandamiento divino y la obligación de obedecerlo, impuesta a cada fiel.
3. La prioridad y la primacía de la norma que fija la conducta práctica en la sociedad de los cre
yentes llevan incluso a abolir los 114 versículos que representan, sin embargo, una enseñanza impartida por Dios a lo, largo de varios años de apostolado. En otras palabras, lo jurídico prevalece sobre lo teológico.
4. La cuestión crucial de la abrogación queda definitivamente solucionada por «autoridades» consagradas por la tradición (de hecho, los doctores clásicos no concuerdan ni en el principio ni en las modalidades).
5. Y a no se considera a los politeístas, los infieles o los fieles c o m o grupos sociales en competición, sino como una condición teológica y jurídica que recibe la misma calificación legal (hukm) en los contextos históricos más diferentes.
6. Las contingencias históricas y sociológicas iniciales que motivaron los Mandamientos de los versículos IX,5 y 11,216 son sublimados y tras-cendentalizados gracias al marco general de significación, instaurado por el fenómeno de la Re velación.
7. Las autoridades consagradas por la tradición participan de pleno derecho y de manera auténtica en el fenómeno de la Revelación: c o m o su información es indiscutible y sus interpretaciones infalibles, constituyen otros tantos puntos de referencia dogmática que garantizan el funcionamiento «lógico» y «coherente» del discurso islámico común .
Los siete rasgos que se acaban de realzar son otros tantos postulados que forman la armazón epistémica de todo discurso islámico tal y c o m o funciona desde que el Corán se constituyó en Cuerpo oficial cerrado (Mushaj) de enunciados revelados y fue leído c o m o tal por doctores autorizados. Las ampliaciones e incluso las exposiciones semánticas de los enunciados revelados son ilimitadas y recurrentes, c o m o lo prueba el Manifiesto. N o obstante, las estrategias de lectura ortodoxa han engendrado marcos dogmáticos m á s o menos estrechos según las exigencias cognoscitivas (filósofos, teólogos, místicos) o ideológicas (juristas, militantes), dirigidas al Corán en su conjunto.
Dentro del marco dogmático presentado com o el espacio único e insustituible de la «verdad» ortodoxa se forma y afirma la persona « m u sulmana». Se tiene así al mismo tiempo todo el espacio de lo pensable musulmán que designa implícitamente el espacio de lo impensable al que la persona sólo puede acceder transgrediendo las fronteras del marco dogmático.
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Las extensas citas que figuran en el Manifiesto, tomadas de textos de Ibn Taymiyya confirm a n todos los rasgos característicos del sistema cognoscitivo islámico. Se recurre a una autoridad del siglo xiv para remontarse a la experiencia de Medina y para dar testimonio de la validez trans-histórica de la protesta islámica -todavía adecuada al siglo x x - contra los desórdenes de la ciudad inicua dirigida por «infieles»: Sadat, el Shah, Ta-merlán son otras tantas encarnaciones del Faraón, del jefe opresor que sustituye por leyes profanas la política legal (Siyâsa shar ciyya) enseñada por el Corán, aplicada por el Profeta, explicitada y periódicamente recordada por los doctores-reformadores.
En todo esto, el historiador historicista y el sociólogo denunciarán el anacronismo, la abolición de la historicidad del sentido sujeto a los avatares políticos, económicos y culturales de la sociedad. En realidad, es preciso leer una ruptura entre el sistema cognoscitivo propio de las sociedades del Libro8 y el que proclaman nuestras sociedades industrializadas, unificadas por la tecnología y secularizadas. La historia narrativa y la sociología descriptiva deben ceder la palabra a la antropología social y cultural: el sistema cognoscitivo musulmán es de esencia mítica, y, por consiguiente, sería erróneo juzgarlo o presentarlo únicamente en su perspectiva de conocimiento histórico racionalizante, más aún, positivista o historiográfico en el caso de muchos historiadores musulmanes y occidentales.
El problema de este enfoque teórico es la definición exacta de la condición de la persona en las sociedades del Libro. En efecto, el acceso a esta condición depende del principio de legitimación de la autoridad proclamado en esas sociedades. La legitimación se adquiere únicamente por el llamamiento a los «piadosos Ancestros» (al-Salaf al-sálil) contemporáneos de la edad inaugural de la historia de la comunidad prometida a la salvación (Al-Firqa al-Nãjiya). Todos los individuos no son personas y las personas serán tanto m á s eminentes (afilai) cuanto m á s se acerquen al ideal de piedad exigido por el Corán, y a la familia del profeta (Ashrâj).
Este principio general de clasificación de las personas y los individuos se hace m á s complejo por las definiciones legales de la condición del hombre, de la mujer, del niño y del esclavo (hasta la abolición de la esclavitud). El Manifiesto para el restablecimiento del Jihâd en la fase histórica actual tiene por objeto detener la evolución m o
derna que tiende a confundir al individuo y la persona imponiendo la noción laica de ciudadano en igualdad de derechos para desempeñar funciones y tareas abiertas a todos en la sociedad. Es bien conocido en qué medida la condición de la mujer es objeto de candentes controversias en las sociedades musulmanas en las que se enfrentan cada día m á s el modelo tradicional (restablecimiento de la Ley revelada) y la declaración m o derna de los derechos del hombre.
En la perspectiva del Manifiesto, y cabe recordar que también es la de la Europa de las Cruzadas y las guerras de religión (lo que denomino las sociedades del Libro), el combate está dirigido contra los infieles que son no-personas y pueblan el territorio de guerra (dar al-harb). Se llega pues a la siguiente visión jerárquica:
Ante esta visión que «legitimiza» las tragedias de ayer y de hoy, precisa preguntarse c ó m o será posible salir del marco dogmático. Occidente ha trazado la vía del secularismo que ha atenuado las tensiones entre poder religioso y poder político e impuesto campos autónomos de actividad c o m o la economía, la justicia y la investigación científica, pero aún no ha logrado convertir en objeto científico los valores morales y espirituales que reclaman cada vez m á s nuestras sociedades modernas. En otras palabras, sigue planteándose el problema de la persona, tras una larga práctica política y científica fundada en el postulado de la decadencia ineluctable de la religión. Durkheim había expresado con elocuencia esta convicción «científica» en los siguientes términos:
«En sus orígenes, (la religión) se extendió a todos los campos: todo lo que era social era religioso; los dos términos eran sinónimos. Paulatinamente la función política, económica y científica se liberan de la función religiosa, forman campos separados y toman un carácter temporal cada vez más acusado. En cierto m o d o . Dios, que estaba presente en todas las relaciones humanas, se va retirando lentamente y abandona el m u n d o a los hombres y a sus disputas. Si aún sigue dominándolos es desde arriba y de lejos»1'. Antes de examinar la forma en que el pensa
miento científico actual trata de superar esta teoría reductora de la religión, es preciso destacar que el pensamiento islámico, encerrado siempre en su marco dogmático, ni siquiera ha conocido la trayectoria educativa y las soluciones pragmáticas que se han producido en las sociedades oc-
Importancia del problema de la persona en el pensamiento islámico 445
Dar-al-Islâm Dâr al-Harb
M u m i n u m /(l) Musulmanes \(2) Pueblos del Libro Mushrikûn-Kafirun
Hombres
Mujeres
Niños
Da c wa - Llamamiento
-*i a la conversión
Jihâd
Esclavos
N.B. Cuanto más.desciende la flecha, tanto más inferior es la condición. Los pueblos del Libro son creyentes y reproducen la misma jerarquía: hombre/mujeres/niños/esclavos, pero dependen de jurisdicciones que les son propias.
cidentales desde el siglo xvm. Este aspecto constituye lo que he denominado «lo impensado» en el pensamiento islámico y explica la necesidad de confrontar este pensamiento con el científico, a reserva de permanecer vigilantes en cuanto a la cuestión de cientificidad.
Pensamiento islámico y pensamiento científico
Ni que decir tiene que el pensamiento islámico tal y c o m o se ejerce en el discurso islámico com ú n rechaza sin examen el principio m i s m o de dicha confrontación: estrategia de rechazo bien conocida en todo el sistema cognoscitivo d o g m á tico. N o obstante, de ese rechazo puede destacarse una exigencia legítima: en la medida en que el pensamiento científico reconocido por la c o m u nidad de investigadores está unido a la experiencia histórica y a las lenguas occidentales, es preciso evitar el error del aristotelismo que erigió en categorías universales las que Aristóteles había definido en la lengua griega.
Por lo demás, el problema de la confrontación es hoy c o m o ayer el fundamento último de los valores que instituyen la persona y determinan su pensamiento y su acción. Las religiones tradicionales han designado ese fundamento y logrado arraigarlo en la convicción de todos; el
pensamiento científico ha delimitado las expresiones, y los términos dan testimonio de la existencia mental de ese fundamento: «gesto, palabra, texto, edificio, institución, asamblea, ceremonia, creencia, vínculo, tiempo, persona, grupo»10, pero sigue fracasando en cuanto a objetivar la naturaleza de lo religioso.
Esto no significa que sea preciso ceder a la ola actual de religiosidad que cubre con un velo espiritualista exigencias psicológicas y políticas claramente unidas a la transformación estructural de nuestras sociedades. Discierno dos líneas c o m plementarias de investigación para superar las teorías reductoras, los rechazos dogmáticos y las especulaciones espiritualistas sobre los «valores» y los principios de legitimación:
- la antropología religiosa deberá integrar en su investigación las tres religiones reveladas y dejar de excluir el ejemplo islámico;
- el pensamiento islámico deberá salir de su marco dogmático para beneficiarse de los instrumentos e interrogantes de las ciencias sociales enriquecidas por la problemática de las sociedades del Libro.
El islam ejerce a la vez una fascinación y un rechazo sobre los investigadores occidentales; se está dispuesto a escuchar lo que los musulmanes dicen de sí mismos, su religión y sus sociedades, pero se rechaza la reflexión sobre el hecho religioso a partir del ejemplo islámico. C u a n d o se
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piensa en qué medida el cristianismo, beneficiario de un entorno científico m u y estimulante, va a la zaga de los movimientos de pensamiento innovador, se podrá comprender lo m u c h o que el islam sigue atado a las representaciones colectivas de masas desheredadas. Principalmente entre los antropólogos existe una especie de consenso para no abordar el campo de las religiones reveladas, si bien dedican gran energía al estudio de las más antiguas sociedades tribales de Africa, Australia, Oceania y América". Tal vez se pueda explicar esa «prudencia» porque los investigadores pertenecen a religiones que todavía desempeñan un papel esencial en su sociedad: judaismo, cristianismo e islam están en pie de igualdad a este respecto.
¿Renuncia, prudencia, indiferencia de los investigadores? Por lo que atañe al islam, es preciso agregar la estrategia de ocultación que practican muchos islamizantes: desde que los estados nacionalistas esbozaron los límites de la exploración permitida, no se llevan hasta sus últimas consecuencias los análisis efectuados en direcciones que conducirían a la supresión de los tabúes acumulados por el islam oficial. Así, la comunidad científica, en principio libre de abordar todos los temas y descubrir todos los mecanismos de disfraz de los problemas reales de toda vida social, prefiere la complicidad ideológica con los grupos dominantes. M á s aún, la literatura apologética sobre el islam se enriquece gracias a ciertos «orientalistas» de renombre.
Hay un bloqueo de la investigación sobre el islam c o m o religión porque los musulmanes se ven sometidos cada vez m á s a imposiciones políticas, culturales y psicológicas que se hacen cada vez m á s fuertes en sus sociedades, mientras que los islamizantes fascinados por la eficacia política de los «fundamentalistas» hacen prevalecer una combinación de ciencias políticas y sociología política de corta duración sobre la necesidad de un nuevo análisis crítico del soporte epistémi-co del sistema cognoscitivo islámico considerado en una perspectiva de larga duración.
T o m a n d o en cuenta esta carencia, he procurado demostrar (véase «The notion of Revelation», op. cit.) que el fenómeno de la Revelación no es un problema reservado a los teólogos, sino un lugar de intervención estratégica para el historiador (historia del texto coránico y de la literatura exegética), para el lingüista y el semiólogo (teoría del discurso religioso y crítica del discurso teológico), para el sociólogo (sociología de la creencia,
la esperanza, el discurso religioso, la práctica religiosa unida al Corán o las tradiciones locales arcaicas), para el psicólogo (interiorización de los «valores» del capital simbólico religioso y función de la «Revelación» en la integración psico-sociocultural de la persona), para el jurista (orígenes y fundamentos de la Ley llamada religiosa), y para el antropólogo (la Revelación c o m o discurso que legitima todas las dominaciones: políticas, económicas, psicológicas, simbólicas: dominación del hombre sobre la mujer, del adulto sobre el niño y el adolescente, del patrón sobre el obrero, del jefe sobre el ciudadano-sujeto, del santo sobre el fiel, del maestro espiritual sobre el aspirante-discípulo, del clero [câlim] sobre el laico...).
Todas estas jerarquías siguen funcionando y mantienen la validez de un sistema cognoscitivo fundado en la primacía de la Revelación. D e vez en cuando se pueden reconstruir todos los mecanismos socioculturales en que se funda el orden social y la «legitimidad» del orden político que, a su vez, condicionan estrechamente la condición y la evolución de la persona.
Sin duda alguna se pueden encontrar esos problemas, tratarlos a partir de temas corrientes c o m o el estado, la sociedad civil, la autoridad y el poder, el mito y la historicidad, el sistema de producción e intercambio, las estructuras elementales de parentesco, la sociología del derecho, etc. La práctica científica occidental se ve favorecida cuando reserva, evita o elimina la cuestión religiosa. Por esta razón se pueden encontrar ensayos dedicados a los diversos temas que se acaban de enumerar. N o obstante, se trata de ensayos con mucha frecuencia limitados en su ambición científica, su información, su aporte práctico y teórico y sobre todo su número. ¿Cóm o legitimar científicamente el descarte, la suspensión metodológica o la eliminación explícita de lo religioso en sociedades en las que contrariamente a lo que observaba Durkheim a comienzos de siglo, «Dios» está presente en todos los niveles de la existencia social y del discurso que la expresa? ¿ N o se puede considerar que el pensamiento científico puede y debe explotar el ejemplo de las sociedades del Libro en las que la religión se abre a la cultura sabia y racionalizada, y perpetúa prácticas simbólicas que transforman las realidades mentales en orden social obligatorio?
A este respecto las sociedades musulmanas contemporáneas son laboratorios m u y ricos en enseñanzas para las ciencias sociales, pero no se
Importancia del problema de la persona en el pensamiento islámico 447
han analizado suficientemente y se conocen m u y
mal porque los lugares de formación de los inves
tigadores son insuficientes o inapropiados, los
métodos y el bagaje conceptual disponible son
inadecuados para descifrar situaciones, prácticas,
creencias, instituciones, evoluciones con frecuen
cia específicas. M e refiero a la sexualidad, a las
estructuras de parentesco, a los códigos jurídicos
que combinan el derecho musulmán y los dere
chos modernos, a las confrontaciones del código
de honor y de los imperativos de la economía in
dustrial, a las contradicciones entre el estado de
derecho y el estado patrimonial, a las tensiones y
rupturas entre la visión utópica de la autoridad
y el ejercicio de poderes opresores, etc.
El patrimonio cultural, intelectual y espiritual
acumulado en la tradición islámica sigue alimen
tando la aspiración al ideal de la persona -el
hombre perfecto, al-insân al-Kâmil- tal como
Dios determinó sus rasgos y medios de realiza
ción, tal c o m o los santos, los místicos y los pen
sadores esbozaron su itinerario a la vez en su vi
da personal y en los apuntes que dejaron de su
experiencia. U n a sobrecogedora nostalgia del ser,
inseparable del «duro deseo de durar» de Apolli
naire que atormenta a todo espíritu que haya si
do estimulado con la promesa de eternidad,
alienta al musulmán a la par que al creyente ju
dío y cristiano, sustentados por las promesas de
las Sagradas Escrituras. Este dato irreductible en
el hombre nacido en las sociedades del Libro lu
cha por expresarse y reencarnarse en las múlti
ples formas y tipos de existencia propuestos por
la modernidad. Es un hecho que el pensamiento
científico trata de reducir este dato constitutivo
de la persona en vez de integrarlo en su esfuerzo
por engrandecer al hombre por medios diferentes
de las representaciones racionalizadas que con
frecuencia sustituyen las representaciones míti
cas.
Traducido del francés
Notas
1. M . Arkoun, «Emergences et problèmes dans le monde musulman contemporain ( 1960-1985)», Islamochrisliana, 1986, n u m . 12. pp. 135-161.
2. Problemática antropológica expuesta por Cl. Geertz en Savoir local, savoir global, P . U . F . , 1986.
3. L. Abu Lughod. Veiled Sentiments, op. cit. p. 233.
4. Véase M . Arkoun, «Révélation. Vérité et Histoire dans l'œuvre de Ghazâlî», Essais sur la pensée islamique. 3.a. ed., París. 1984
«Imaginaire social et leaders dans le monde musulman contemporain», en AFL4BICA, 1988/3.
Para una problemática antropológica más elaborada, véase M . Godelier: La production
des grands hommes, Fayard, París, 1982, y Cl. Geertz, op. cit.
5. Concepto esencial para toda nuestra investigación sobre la persona; lo utilizo en la perspectiva definida por M . Gauchet en Le Désenchantement du monde, Gallimard, París, 1982.
6. Título de una obra de E . Sivan: Radical Islam. Medieval theology and modern politics, Yale Univ. Press, 1985.
7. Se encuentran varios ejemplos en las epopeyas antiguas, la Biblia y el Corán. Véase M . Arkoun: Lectures du Coran, 2a. ed., París, 1988.
8. Sobre este concepto, véase mi estudio. «The notion of Revelation: from Abd al-Kitab to the peoples of the Book», Die Welt des Islam, Festsehift F.. Steffat,
Brill, Leiden, 1988.
9. De la division du travail social, 4a. ed. París, Alean 1922, pp. 143-144.
10. Emile Poulat, «Epistémologie», en Marc Guillaume (ed.): L'état des sciences sociales en France, Paris, ed. La Découverte, 1986. p. 400.
11. C o m o lo confirman la obra de Cl. Lévi-Strauss y la obra colectiva La notion de la personne en Afrique noire, editada por G . Dieterlen. París. C N R S . 1973. La bibliografía antropológica sobre las sociedades musulmanas confirma la separación ya anotada entre historia narrativa, sociología descriptiva, islamología clásica, por una parte, y etnografía, etnología y antropología, aún mal definidas en relación con el etnografismo, por otra.
448 Mohamed Arkoun
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¿Hacia dónde van las ciencias de la comunicación?
Judith Lazar
Introducción
Actualmente, las ciencias de la comunicación han alcanzado el nivel de maduración suficiente c o m o para ser consideradas dignas de un serio respeto.
Las nuevas teorías han permitido que el crecimiento de la disciplina acabe con la célebre frase de los años cincuenta de Berelson ( 1959): «la investigación en materia de comunicación ya está mustia». Este veredicto levantó numerosas polémicas entre todos los interesados en la investigación sobre la comunicación. Debates, querellas y discusiones siguieron a esta cita junto con algunas crisis durante los 25 años siguientes. Aunque la investigación en comunicación sigue un buen camino, aún no ha sido posible resolver ciertos problemas, y quedan, pues, m u chas cuestiones relacionadas con las nuevas tecnologías sin respuesta y las necesidades implícitas insatisfechas.
Las ciencias de la c o m u nicación aún son demasiado jóvenes para examinar aproximaciones teóricas y epistemológicas. M a x Weber, Ferdinand Tönnies y Charles Cooley figuran entre los precursores del estudio de la comunicación, los que le dieron impulso entre 1930 y 1950, son el matemático Lazarsfeld, convertido a la sociología, el psicosociólogo Lewin, el psicólogo experimental Howland y el politólogo Lass-well. Estos cuatro investigadores acotaron el campo de la investigación en comunicación durante muchos años. Pese a ello, abandonaron esa rama y retornaron a sus respectivas disciplinas antes de
Judith Lazar es miembro del Programa McLuhan sobre Cultura y Tecnología, Universidad de Toronto. Imparte clases de sociología en la Universidad de París. X , Nanterre y también en l'Ecole d'Art et de Communication. París. H a publicado Ecole, communication, television (1985) y La television, mode d'emploi pour l'école
que pudiera conformarse un verdadero cuerpo central en la materia.
A finales de 1950, el campo de la comunicación parece totalmente abandonado. Las «grandes teorías», que imprimieron un empuje indiscutible a las investigaciones en comunicación, desertan de un terreno en el que no se han instalado todavía otras nuevas. Hasta comienzos de 1960, la investigación en comunicación se caracteriza por el vaivén de los investigadores de distintas
disciplinas. Sociólogos, poli-tólogos, psicólogos, lingüistas, entre otros se interesan en ese campo de estudio, pero lo dejan después de haber colmado su curiosidad intelectual. D e m o d o que. c o m o lo señala W . S c h r a m m (1980), es cierto que en ese momento el estudio de la comunicación se parece m á s a un «gathering place» que a una disciplina propiamente dicha.
Ese incesante movimiento de los investigadores con
llevará una consecuencia inevitable: la ausencia de una estructura institucional de la investigación. La diversidad de los investigadores constituirá un factor de riqueza incuestionable y, a la vez obstaculizará la integración de teorías y m o delos. Empero, la situación se modifica a partir de 1960 y 1970. Se crean departamentos de comunicación; al mismo tiempo, se multiplican las misiones de investigación y los apoyos comienzan a afluir. Así se instaura paulatinamente un ámbito específico de la investigación en comunicación, cada vez más afinada y especializada.
RICS 117/Set. 1988
450 Judith Lazar
El campo de las ciencias de la comunicación
Suele entenderse casi siempre que el estudio de la comunicación es el estudio de los medios de comunicación de masas. Sin embargo, el estudio de la comunicación no se limita únicamente a las comunicaciones de masas. Abarca un c a m p o m u c h o m á s vasto en el que los estudios de esos medios sólo representan una etapa. La mayoría de los investigadores aceptan que es idónea la división del c a m p o de la comunicación propuesta por McQuail (1987). Según este autor, las ciencias de la comunicación se dividen en varios niveles conforme a la organización social de una sociedad. McQuail ilustra su presupuesto mediante una pirámide en cuyo ápice se sitúa la comunicación de masas.
- el nivel que abarca a la sociedad entera (por ejemplo, la comunicación de -masas) / \
- El nivel institucional/u organi- / \ zacional / \
- El nivel intergrupos o aso- / \ elaciones / \
- el nivel intragrupos / \ - El nivel interpersonal / \ - El nivel individual Z A
Figura 1. El proceso de la comunicación en la sociedad.
Todos los niveles engloban problemas particulares y dan lugar a teorizaciones.
Por ejemplo, en lo que atañe al nivel individual, el estudio se concentra en la adquisición de la información personal y en el intercambio con el entorno. En cuanto al nivel interpersonal y en el interior del grupo, la investigación privilegia las formas del discurso, los modelos de interacción, el control, la jerarquía, la influencia y la transmisión de las ideas. E n lo que hace referencia al nivel organizacional e institucional se reflexiona especialmente sobre el problema del control de la información y en la eficacia de su transmisión.
E n realidad, las preguntas que se formulan en relación a todos los niveles de la comunicación son m á s o menos idénticas: ¿quién se comunica con quién? (fuente y receptor); ¿por qué hay comunicación? (función y objeto de la comunicación); ¿cómo se lleva a cabo la comunicación? (canal, lenguaje, código); ¿cuáles son las consecuencias de la comunicación?
Así, pues, la comunicación de masas es sólo un nivel en el conjunto de los procesos de la comunicación, y se trata de un nivel que abarca a toda la
sociedad y es fácilmente identificable por sus características institucionales. Otros procesos de condición semejante -en términos de ubicuidad y de extensión- son los relativos al gobierno, la educación y la religión. Todos esos procesos están dotados de su propia red institucional y se parecen m u c h o entre sí en lo que hace referencia a la transmisión de ideas y de informaciones. N o obstante, el proceso de la comunicación de masas abarca a m á s personas, en el tiempo y el espacio, que los otros, y puede englobar los niveles inferiores. N a die niega que los medios de comunicación ocupan un lugar importante en los intercambios h u m a nos. Sin los mass media es difícil imaginar la existencia de la mayoría de los otros mecanismos. Esto explica el predominio de la investigación relativa a la comunicación de masas respecto del conjunto de las prácticas de la comunicación. Precisamente porque guarda relación con la totalidad de la vida social, la comunicación de masas está fuertemente influida por la cultura y los acontecimientos históricos.
Las dos grandes escuelas de las ciencias de la comunicación
El estudio de la comunicación se divide en dos grandes escuelas y cada una de éstas se caracteriza por una ideología, un método de investigación y unos procedimientos de verificación que le son propios. U n a es la «escuela empírica» y la otra es la «escuela crítica»1.
La escuela empírica de la comunicación nació en la Universidad de Chicago (Departamento de Sociología), en torno a la personalidad de R . E . Park. Este investigador, miembro de la Escuela de Chicago de 1904 a 1941, ejerció una influencia extraordinaria en toda la investigación en c o m u nicación del continente norteamericano.
En términos generales, la escuela empírica se caracteriza por el método cuantitativo, el funcionalismo y el positivismo. Se nutre del positivismo de Augusto C o m t e y de Emilio Durkheim, así com o de las ideas de M a x Weber y de Ferdinand Tönnies. Los investigadores de esta escuela se interesan prioritariamente en los efectos de la comunicación, haciendo prácticamente caso omiso del contexto en el cual todo acto de comunicación se inscribe.
En cambio, la escuela crítica privilegia el contexto social en el que tiene lugar el acto de la comunicación. Para los investigadores que se agrupan en torno a esta tendencia, ninguna teoría de la
¿Hacia dónde van las ciencias de la comunicación? 451
comunicación tiene sentido si no se apoya en una teoría total de la sociedad. Sus orígenes se remontan al Frankfurt Institut für Sozialforschung (la Escuela de Francfort), fundada en 1923 por M a x Horkheimer y cuyos miembros m á s conocidos fueron T . Adorno, L . Lowenthal, E . F r o m m y H . Marcusse.
La escuela crítica está marcada por una considerable influencia del pensamiento marxista.
La escuela crítica hace hincapié en el contexto social, político y económico de la sociedad en el que tiene lugar la comunicación. El campo académico de la comunicación no está separado de los demás campos de investigación de las ciencias sociales.
Pese a sus divergencias, ambas escuelas coinciden en la necesidad de aplicar el análisis de contenido, aunque cada una de ellas lo explota de m a nera diferente. Los empiristas utilizan ese análisis para presentar el contenido de los medios de comunicación en forma de datos cuantitativos que analizan para probar sus hipótesis. Los miembros de la escuela crítica, que con frecuencia desdeñan el aspecto cuantitativo, recurren sobre todo al análisis semiológico. Por esa razón, los empiristas les reprochan el ser menos objetivos y el estar influidos por ideas preconcebidas. Los empiristas, por regla general, atribuyen al efecto directo de los medios de comunicación una importancia menor que la que le adjudican los críticos. Para los empiristas se impone comprender los efectos que esos medios ejercen en la audiencia y se sirven del análisis de contenido para ayudar a comprenderlos; por su parte, los investigadores críticos subrayan la importancia que tiene el control de los sistemas de comunicación y, en consecuencia, aplican el análisis de contenido para extraer conclusiones sobre las instituciones de los medios de comunicación.
El traslado a Estados Unidos de América de la Escuela de Francfort, cuyos miembros debieron escapar del nazismo en el decenio de 1930, facilitó la mutua penetración de las ideas. Por una parte, favoreció la integración de las ciencias sociales estadounidenses en la escuela crítica; por la otra, permitió introducir las ideas de la escuela empírica en Alemania y en los demás países europeos.
Pese a la desaparición de los investigadores de la Escuela de Francfort, su influencia persiste. El gran pensador de la corriente crítica es en la actualidad Jürgen Habermas (1987), quien propone una teoría de la sociedad desde el punto de vista de la comunicación. Trata de definir las condiciones institucionales que permitirían a la mayoría de los ciudadanos participar en la actividad de la comunicación.
Sería una simplificación excesiva afirmar que todos los investigadores americanos pertenecen a la escuela empírica y que todos los europeos son partidarios de la escuela crítica. Actualmente, esta aseveración sería inexacta. M u c h o s profesionales en Norteamérica se han adherido a la escuela crítica y viceversa. Aunque la teoría corresponde a un análisis poco profundo del acto de la comunicación, ahora, muchos profesionales intentan combinar ambas teorías con diferentes niveles de éxito.
El paradigma lineal
La investigación en comunicación no carece de distintos paradigmas. N o obstante, la mayoría de los especialistas reconoce que Shannon y Weawer (1949) formularon el paradigma de base para la investigación en este campo.
El modelo ideado por Shannon y Weawer , que elaboraron una «teoría matemática de la comunicación», ha revolucionado el campo de la comunicación. Se trata de un modelo lineal por el que el proceso de la comunicación se concibe c o m o un acto lineal de transmisión de un mensaje entre una fuente (el emisor) y un público (el receptor). Este modelo de ingeniero, por cuestionable que hoy sea, ejerció una considerable influencia a lo largo de decenios. A juicio de Shannon, un esquem a de «sistema general de comunicación» consistía en una cadena de elementos: la fuente de información que produce un mensaje, el emisor que transforma el mensaje en señales, el canal que es el medio utilizado para transportar las señales, el receptor que reconstruye el mensaje (a partir de las señales) y el punto de destino del mensaje enviado.
Esa teoría matemática penetró profundamente en diversas disciplinas, tanto en Estados Unidos c o m o en Europa. N o sólo dejó huellas entre los ingenieros, sino también entre psicólogos y lingüistas, por no mencionar a los sociólogos. Cé lebre e innovadora en su m o m e n t o , una gran parte de los investigadores en ciencias sociales cuestionó la teoría lineal a partir de 1960. N o obstante, hubo que esperar el surgimiento de los sistemas de comunicación interactivos para que los investigadores le dieran la espalda definitivamente.
La aparición de los sistemas de comunicación interactivos, marcó un viraje decisivo. La historia de la investigación en comunicación se ha hecho en respuesta a las innovaciones tecnológicas. El estudio de cada medio de comunicación ha atravesado la m i s m a serie de etapas. La primera
452 Judith Lazar
pregunta que se formulan los investigadores es la siguiente: ¿quiénes son los usuarios? Después de haberlos definido, se procura saber si están o no satisfechos del nuevo medio de comunicación. A esto siguen estudios sobre los efectos sociales (positivos y negativos) y, por último, los análisis de las «verdaderas» significaciones. Ese ciclo de análisis tiene absoluta pertinencia para medios de comunicación como la prensa, la radiofonía o la televisión, pero no es funcional en lo que respecta a los medios de comunicación interactivos. La revolución tecnológica a la que asistimos actualmente crea nuevas necesidades de investigación y éstas, a su vez, exigirán la creación de nuevos m o delos.
H . Innis, uno de los teóricos más importantes de la comunicación, decía que el cambio producido en el plano tecnológico de la comunicación conlleva inevitablemente un cambio del m o d o de pensar y de la organización social. El descubrimiento de los sistemas de comunicación interactivos impone, en consecuencia, la necesidad de reexaminar los viejos paradigmas.
Después de la vasta difusión de microcompu-tadoras baratas, en el decenio de 1980 se ha asistido a la aparición del cable, de la fibra óptica, el vídeo y la videocasete, el télétex, el videotex. El corazón de esos sistemas es la computadora, que proporciona el elemento interactivo. E n consecuencia, los investigadores en comunicación deben tener en cuenta esos instrumentos y colaborar con los ingenieros especializados en medios de comunicación.
El presente
Si bien puede caracterizarse el pasado de las ciencias de la comunicación por el predominio de algunos grandes paradigmas, el presente está influido por el derrumbe de las teorías, el eclecticismo de los modelos y la ampliación del campo geográfico de la investigación.
La investigación en comunicación ya no está acotada por una teoría «todopoderosa» - c o m o fue el caso en el pasado con la teoría lineal- y ello se debe a que las condiciones políticas, económicas y culturales de la actualidad exigen una investigación más compleja y profunda. El mayor defecto que investigadores de todos los países achacan a los viejos modelos es que, diseñados para ser operacionales a cualquier precio, no toman prácticamente en cuenta el campo de observación y el contexto de la comunicación. Cunden hoy en todo el m u n d o los estudios revisionistas que analizan tales lagunas.
Al m i s m o tiempo, se ha tornado m á s acuciante la necesidad de contar con una comprensión teórica. Prueba de ello es que aumenta el número de universidades que establecen programas de investigación en comunicación. Pero persisten aún muchas divergencias de índole teórica.
U n o de los obstáculos es la división que existe entre la investigación sobre la comunicación interpersonal y la relativa a la comunicación de m a sas. C o n frecuencia, esas dos corrientes se han manifestado en un plano de rivalidad, aunque los investigadores de uno y otro campo reconocen que tal oposición es artificial. El problema se encuentra hoy en vías de solución debido al impacto de nuevas tecnologías cuyos efectos se ejercen en el campo de la comunicación de masas, pero que también se observan en la comunicación interpersonal e intergrupal.
Esas nuevas tecnologías imponen un cambio en la investigación. Los fenómenos que de aquéllas se desprenden en materia de descentralización y democratización interesan considerablemente a los investigadores.
Junto a las investigaciones interactivas comienza a cristalizarse un campo nuevo. Se caracteriza por la complejidad de una investigación centrada en la problemática de la alfabetización. Tres enfoques diferentes prevalecen en este tipo de investigación. El primero se ciñe al examen de los efectos cognoscitivos de la alfabetización y de la relación que ese proceso tiene con la cultura en la que el alfabetizado está inserto (S. Scribner y M . Cole, 1981); según esta concepción, la alfabetización no puede evaluarse aisladamente de las demás prácticas sociales, porque no existe fuera de un contexto.
La segunda corriente privilegia el análisis de la relación que existe entre la alfabetización y el reparto del poder. La cuestión fundamental consiste en saber si la alfabetización es un medio que facilita la coparticipación en el poder o, por el contrarío, un instrumento para servirse del poder (L. Soltow, 1981; H . Graff, 1982; D . Cressy, 1980).
El centro de interés del tercer enfoque es el conjunto de las teorías que examinan los efectos de la alfabetización en relación con el tipo de comunicación dominante en cada época. Este últim o enfoque, que pareciera a la vez el m á s complejo y el más fructífero para las ciencias de la c o m u nicación, se origina en los trabajos de H . Innis ( 1950, 1951), que no despertaron un interés particular en el momento de su aparición, pero que hoy constituyen el eje central de la investigación en comunicación (Eisenstein, 1982; W . O n g , 1982; J. Goody, 1968; D . Olson, 1985).
Durante un largo período abundaron particu-
¿Hacia dónde van las ciencias de la comunicación? 453
El m u n d o de las Comunicaciones. Sipa-Press. Malárica.
larmente los estudios cuantitativos de análisis de los medios de comunicación. En efecto, este m é todo, que se reputa riguroso, atrajo a muchos investigadores. Actualmente se admite que un estudio cualitativo puede asimismo llevarse a cabo con rigor científico, sobre todo si se apoya en datos establecidos con objetividad.
U n a nueva tendencia, basada en lo que se denomina agenda-setting, ha despertado la atención de los investigadores de ambos lados del Atlántico. Según H . Chaffee (1978), «agenda-setting es uno de los dos o tres enfoques de investigación más fértiles que se han formulado en este campo en los últimos años». El término fue acuñado por M c C o m b s y Shaw (1972) para describir en términos generales los fenómenos que se observan durante una campaña electoral. Según esta tesis, la función de los medios de comunicación consiste en dirigir la atención de la opinión pública hacia determinados problemas durante una campaña electoral. La hipótesis es la siguiente: existe una
relación entre el orden jerárquico de los acontecimientos, tal c o m o son reflejados por los medios de comunicación, y la jerarquía de la significación que el público y los políticos otorgan a esos mism o s problemas. Los medios de comunicación definen el calendario de los acontecimientos y la jerarquía de los problemas. Esa función de estructuración del tiempo y de los acontecimientos asume una importancia considerable, pues conduce a centrar la atención en determinadas cuestiones y a desviarlas de otras. Sería insuficiente -con frecuencia, tal ha sido el caso en el pasado- llevar a cabo una investigación limitada al análisis de contenido de los medios de comunicación y al público. N o se puede hablar con propiedad del calendario de los acontecimientos sin tomar en cuenta a los comunicadores que lo establecen.
La «teoría del cultivo» de G . Gerbner no se aleja mucho de esta última idea. Dicha teoría demuestra que -contrariamente a lo que se ha afirm a d o anteriormente- la televisión ejerce un efec-
454 Judith Lazar
to a largo plazo en la formación de la opinión pública. Según Gerbner, el objeto de un medio de comunicación no consiste únicamente en inform a r y recrear al público, sino también en formar y cultivar actitudes, gustos y preferencias mostrando una «imagen ideal» de la sociedad. El mensaje de la televisión se aparta de la realidad en los aspectos esenciales. Esas distorsiones atañen sobre todo a la familia, el trabajo, las personas de edad, la muerte, la educación y la violencia.
Esta concepción aplica una metodología m u y compleja con la que, por una parte, se estudia el medio de comunicación -análisis de contenido-y, por otra, el público que recibe e interpreta los mensajes. Esa metodología es una muestra cabal de que el estudio cuantitativo y el estudio cualitativo se pueden combinar perfectamente.
El futuro
Las ciencias de la comunicación tienen un pasado brillante y un presente en ebullición: ¿qué les reserva el porvenir?
El estudio de la comunicación abarca un campo considerablemente vasto. La expresiónfrcien-cias de la comunicación» es objeto de una confusión mayúscula y refleja concepciones que oscilan entre el empirismo extremado y la teorización m á s abstracta. Agregúese a ello que la comunicación está de m o d a : comunicación en la empresa, comunicación interindividual, comunicación política, comunicación mediatizada, etc.; la lista es interminable. La palabra está totalmente desgastada. Y en esa cacofonía en torno a la comunicación, la comunicación per se está perdiendo su sentido. Esta suprema apertura es un arma de doble filo. N o hay dudas de que ha permitido atraer la atención de muchos investigadores procedentes de diversas disciplinas y que han aportado una riqueza inestimable a esta rama del conocimiento. Empero , esa afluencia de investigadores de diferente formación obliga, en determinado m o mento, a una cierta selección. Son legión quienes hoy se autotitulan «expertos en comunicación», pero los resultados de su labor son limitados y aun m u y dudosos desde el punto de vista científico. Ello confirma las desconfianzas y las inquietudes expresadas a su respecto: «La comunicación se ha convertido ... en una suerte de centón de cursos dispersos en el programa universitario, que a m e nudo imparten personas cuyo déficit intelectual es penoso» (McCormack, 1986).
E n el plano institucional, las ciencias de la comunicación no gozan de reconocimiento oficial. Para citar un solo ejemplo, la disciplina de la co
municación no tiene en Francia categoría académica. El «Centre National de Recherche Scientifique» ( C N R S ) carece de una sección de comunicación. Así, pues, los jóvenes investigadores que acuden con un proyecto relacionado con la c o m u nicación se encuentran con jurados totalmente competentes en sus propias disciplinas, pero que ignoran todo lo relativo a las ciencias de la c o m u nicación. En Estados Unidos, pese a que la necesidad de crear departamentos de comunicación se dejó sentir tempranamente y existen excelentes instituciones para formar a las futuras generaciones en esa rama del conocimiento, se observa que la investigación en comunicación de índole académica poco espacio ocupa en las políticas científicas (Reeves y Baughman, 1983).
Las ciencias de la comunicación son las ciencias del porvenir. N o obstante, para cumplir su vocación necesitan imponer orden en sus filas. Hay tres tareas esenciales y urgentes. En primer lugar, es imprescindible definir las fronteras de esta disciplina. En los últimos años, muchos sociólogos se han interesado por ese problema, pero aún no se ha logrado acotar con precisión su centro teórico. Mientras persista tal imprecisión, podrá considerarse que ese c a m p o acepta aportaciones sin discriminación alguna.
En segundo lugar, debe lograrse que se admita la legitimidad de la disciplina. ¿Por qué las ciencias de la comunicación no son reconocidas c o m o ciencia?
Para que así ocurra -y esa es la tercera tarea-hay que elaborar un curso universitario claramente definido y que gane el consenso de la profesión, a fin de garantizar la formación científica de las jóvenes generaciones de investigadores y de profesores.
C o n el objeto de impedir que la disciplina sea invadida por quienes, después de esfuerzos infructuosos en el campo científico que eligieron inicialmente, afluyen con desembarazo a las aguas de las ciencias de la comunicación, es indispensable establecer algunos criterios de afiliación. Hasta el presente nunca ha sido posible trazar la frontera que existe entre la formación de los periodistas y la de los demás universitarios. Y , sin embargo, hay una diferencia. P. Bourdieu (1980) ha puesto de relieve la diferencia esencial que separa la sociología del periodismo: «Existe una diferencia objetiva. N o es una cuestión de prestigio. Hay sistemas coherentes de hipótesis, conceptos, métodos de verificación, todo lo que c o m ú n m e n te conlleva la idea de ciencia».
El problema se plantea de manera aún m á s aguda entre los científicos de la comunicación y los periodistas, aunque sólo sea por el hecho de
¿Hacia dónde van las ciencias de la comunicación'! 455
que las ciencias de la comunicación han nacido a da las diferencias entre estudio académico y estu-
m e n u d o en los departamentos del periodismo. E n dio profesional.
consecuencia, hay que establecer en su justa med i - Traducido del francés
Nota
I. P.F. Lagarsfe distinguió entre «investigación administrativa» e investigación crítica», en «Remarks on Administration and Critical Research», Studies in Philosophy and Social Science, 1941, n u m . 9.
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Servicios profesionales y documentales m Calendario de reuniones internacionales La redacción de la RICS no dispone de información adicional sobre estas reuniones.
1988 4-9 sept. Hamburgo Sociedad Internacional de criminología: 10." Congreso Internacional.
(R. F. de Alemania) 10. ' Congreso Internacional de Criminología, Hamburg Messe und Kon-gress. GmbH, P.O. Box 302480, D-2000Hamburg 36 (República Federal de Alemania)
10-21 sept. Burdeos (Francia) Centro Internacional de investigación e información sobre economía pública y social: 17.° Congreso Internacional. CIRIEC, B.P. 287, 75624 Paris Cedex 13 (Francia)
19-23 sept. Clairvivre, Limousin Instituto europeo interuniversitario de acción social. Seminario (Tema: (Francia) Ganar con los perdedores: estrategias colectivas y nuevas solidaridades
sociales en Europa). 1EIAS, 179 rue du Débarcadère, B-6001 Marcinelle (Bélgica)
6-8 octubre
21-23 octubre
Omaha (Estados Unidos)
East Lansing (Estados Unidos)
University of Nebraska: 13.* Annual European Studies. Conference Louise Morgan, Conference Secretary, College of Continuing Studies, PKCC, University of Nebraska at Omaha, Omaha. Nebraska (Estados Unidos).
1988. Conferencia Internacional sobre las mujeres, el desarrollo y la salud: Examen de la relación entre el cambio socioeconómico y la salud de la mujer en el Tercer M u n d o . Rita S. Galhn, M omen in Internat. Development Office, 202 Center for International Programs, East Lansing, Michigan 48824-1035 (Estados Unidos)
1 noviembre
2-3 noviembre
Rotterdam (Países Bajos)
Rotterdam (Países Bajos)
1-12 noviembre Dakar
20-25 noviembre Kingston (Jamaica)
Universidad de Erasmo: Coloquio (Tema: ¿Qué es lo dañino de la felicidad?) Dr. Ruut Veenhoven, PB. 1738, 3000DR Rotterdam. (PaísesBajos).
Universidad de Erasmo: Coloquio (Tema: ¿Nos ha afectado realmente la crisis?) Dr. Ruut Veenhoven, B.P. 1738, 3000 DR Rotterdam (Países Bajos).
Unión Internacional para el estudio científico de la población: Congreso regional africano de población. UIESP, rue des Augustin 34, 4000 Liège (Bélgica)
Assoc, for the Advancement of Policy, Research and Development in the Third World: 8.a conferencia anual. (Tema: Hacia la década mundial de cooperación científica y tecnológica para el desarrollo internacional). AAPRD, P.O. Box 70257, Washington, DC. 20024 (Estados Unidos)
458 Servicios profesionales y documentales
8-10 diciembre París Centre national de la recherche scientifique: Centre de recherche sur l'imaginaire: Coloquio internacional (Tema: Sociología de la vida cotidiana). Centre de Recherche sur l'Imaginaire, Maison des Sciences de l'homme, 54 Bid. Raspai!, 75006 Paris (Francia).
1989
30 marzo - 6 abril Barcelona (España) y Pcrpiñán (Francia)
30 marzo - 1 abril Baltimore (Estados Unidos)
Asociación internacional de semiótica: 4 . ' Congreso (Tema: El hombre Y sus signos). Assoc. Internat, de sémiotique, 4ème Congrès, c/o IRSCE, Université de Perpignan, Chemin de la Passió Vella, 66025 Perpignan Cedex (Francia)
Population Association of America: Reunion. PAA, P.O. Box 14182, Benjamin Franklin Station, Washington, DC 20044 (Estados Unidos)
7-10 agosto
21-25 Agosto
Santiago (Chile)
Auckland (Nueva Zelanda)
Asociación científica del Pacífico: 6.° intercongreso (Tema: El Pacífico, ¿puente o barrera?) Prof. F. Orrego, Institute of Internat. Studies, University of Chile, P.O. Box 14182 Sue. 21, Santiago (Chile).
Mental Healt Foundation of N e w Zealand: Congreso mundial. WFMH, Dr. Max Abbott, P.O. Box 37-438, Parnell. Auckland. (Nueva Zelanda)
2-7 octubre Tokvo Federación Internacional de Organizaciones de ciencias sociales: 9.a conferencia general. IFFSO, Holmens Kanal, 7, DK-1060 Copenhague K (Dinamarca)
Libros recibidos
Generalidades, ciencia y conocimiento
Commission des Communautés européennes. XXIe Rapport general sur l'activité des Communautés européennes, J987. Bruselas; Luxembourg, Commission des C o m m u nautés européennes, 1988. 438 pp., cuadros. 9,50 Ecu; 400 F . B . 64 F.F.
Cohen, Bernice. The Cultural Science of Man: A New Synthesis, vol. I: The Seamless Weh - Discovering Cultural Man; vol. 2: The Origin of Civilisation- An Explanation of Dynamic Cultural Change; vol. 3: Global Perspectives: The Total Culture System in the Modern World. Londres, C o d e c k Publications, 1988. 1.144 pp., cuadros, diagr., ilustr. (The Cultural Science of M a n ; A N e w Synthesis). Tela. £ 59.85; Rústica £ 32.85. juego.
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. Catálogo de Publicaciones 1982-1986. San José, F L A C -S O , 1987.320 pp.
International Labour Office. Employment Creation Policies and Strategies: An Annotated Bibliography, c o m p . Laurel Dryden. Ginebra International Labour Office, 1987. 400 pp. (International Labour Bibliography, 3).
Inter-Parliamentary Union / Union Interparlamentaire. List of Books and Articles Catalogued / Lisle d'ouvrages et articles catalogués, n.° 24. Ginebra Interparliamentary Union, 1988.58 pp.
Teoría del conocimiento
Lerbet, Georges. L'Insolite développement: Vers une science de Ventre-deux. Maurecourt, Editions universitaires U N M F R E O , 1988. 207 pp., fig., bibliogr. (Mésonance-Altérolo-gie). 108 F .F .
Ciencias sociales
Narain, Iqbal; Atal, Yogesh (eds.). Social Sciences and the Government:
The Asian Scene. Nueva Delhi. Lancer International in assoc. with A A S S R E C , 1987. 140 pp.. cuadros, 115 Rs.
Polkinghorne, Donald E . Narrative Knowing and the Human Sciences. Nueva York, State University of N e w York Press, 1988. 232 pp. ( S U N Y Series in Philosophy of the Social Sciences). Tela. $ 44.50; Rústica $ 14.94.
Sociología
Kellerhals, Jean; Coenen-Huther, Josette; M o d a k , Marianne. Figures de l'équité: La construction des normes de justice dans le groupe. Paris, Presses universitaires de France, 1988. 225 pp., bibliogr., indice. (Le sociologue). 110 F.F.
Levine White, Avron (ed.). Lost in Music: Culture, Style and the Musical Event. Londres; N e w York, Rout-ledge and Kegan Paul, 1987. 264 pp. £10.95 (Sociological Review M o n o graph, 34).
Vermes, Geneviève; Boutet, Josiane (bajo la dir. de) France, pays multilingue, t.L: Les langues de France -un enjeu historique et social; t. 2 Pratiques des langues en France. Paris, Editions L'Harmattan, 1987. 204 pp. 209 pp., (Coll. Logiques Sociales). 110 F .F . volumen.
Población, demografía
Organisation mondiale de la santé. Bureau régional de l'Europe. Les tendances démographiques dans la région européenne. Bajo la dir. de Alan D . Lopez et Robert L . Cliquet. Copenhague, Organisation mondiale de la Santé, 1987. 198 pp., fig., cuadros. ( O M S , Publications régionales. Série européenne, 17). 22 Fr.S.
United Nations. Department of International Economie and Social Affairs. A Comparative Evaluation of Data Quality in Thirty-Eight World Fertility Surveys. Nueva York, United Nations, 1987. 463 pp., fig. cuadros.
United Nations. Department of International Economie and Social Affairs. Family Bui/ding, by Fate or Design: A Study of Relationships between Child Survival and Fertility. Nueva York, United Nations, 1987. 103 pp., cuadros.
United Nations. Department of International Economic and Social Affairs. World Population Policies, vol. 1: Afghanistan to France. N u e v a York, United Nations. 1987. 245 pp., m a p a , cuadros. (Population Studies. 102).
Ciencias políticas
«Des Africains revendiquent leur histoire», Genève - Afrique / Geneva - Africa, vol X X V (2), 1987. Ginebra, Institut universitaire d'études du développement; Berne, Société suisse d'études africaines. 235 pp. 20 Fr.S.
Nobel, Peter (ed). Refugees and Development in Africa. Uppsala, Scandinavian Institute of African Studies, 1987. 121 pp.
Ciencias económicas
Gaspard, Michel. Les services contre le chômage. Paris, Editions Syros -Alternatives, 1988. 220 pp., gráficos. (Alternatives économiques) 59 F.F.
Italia. Ministère del Lavoro e délia Previdenza Sociale. Report 87: Labour and Employment Policies in Italy. R o m a , Renato Brunetta and Mario Dal C o . . 1988. 205 pp., figs., cuadros.
Organisation de coopération et de développement économiques. Rapport 1987: Copération pour le développement - Efforts et politiques poursuivis par les membres du Comité d'aide au développement, par Joseph C . Wheeler. Paris, O C D E , 1987. 291 pp., gráficos, cuadros.
United K i n g d o m . Department of Employment. The Finances of British Trade Unions, 1975-1985. por P. Willman y T . Morris. Londres,
460 Libros recibidos
Department of Employment, 1988. 123 pp., figs., cuadros. (Research Paper, 62).
Jurisprudencia
Díaz Velasco, Manuel. La relación jurídica dominical. Madrid, Manuel Diaz Velasco, 1987.285 pp.
Administración pública
Le rôle de la participation communautaire dans la prestation des services municipaux en Asie, réd. par Y . M . Yeung, et T . G . M c G e e . Ottaw a , Centre de recherches pour le développement international. 1987. 291 pp., figs., ilustr., cuadros.
Acción y previsión social
Gelles, Richard J.; Lancaster, Jane B . (eds.). Child Abuse and Neglect: Biosocial Dimensions. Nueva York. Aldine de Gruyter. 1987. 334 pp., ilustr., cuadros, bibliogr., índice. Tela: 108 D M . Rústica, 64 D M .
Organisation mondiale de la santé. Bureau régional de l'Europe. La lutte contre l'alcoolisme, bajo la dir. de Marcus Grant. Copenhague, Organisation mondiale de la santé, 1987. 160 pp., fig., cuadros. ( O M S , Publi
cations régionales. Série européenne, 18). l9FrS.
Organisation mondiale de la santé. Bureau régional de l'Europe. La prescription médicamenteuse aux personnes âgées. Copenhague, Organisation mondiale de la santé, 1987. 151 pp.. indice. 25 Fr S.
Enseñanza
Echo. Des rendez-vous manques?La classe de seconde: Une équipe d'enseignants témoigne. Maurecourt, Editions universitaires. U N M -F R E O , 1988. 232 pp., cuadros, bibliogr. (Mésonance-Altérologie) 108 F.F.
Antropología social y cultural
Pina, Carlos. Crónicas de la otra ciudad. San José, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, 1987. 185 pp. (Serie Libros F L A C S O , Chile).
Vuorela, Ulla. The Women's Question and the Modes of Human Reproduction: An Analysis of a Tanza-nian Village I Ippsala, The Scandinavian Institute of African Studies,
1987. 234 pp. , bibliogr. ( M o n o graphs of the Finnish Society for Development Studies, I - Transactions of the Finnish Anthropological Society, 20). 120 S E K .
Ciencias aplicadas
International Development Research Centre. Solar Drying in Africa: Proceedings of a Workshop held in Dakar, Senegal, 21-24 July 1986, ed. por M . W . Bassey y O . G . Schmidt. Ottawa, I D R C , 1987. 285 pp.. figs., ilustr., cuadros. (También edición francesa.)
Historia
Schwok, René. Interprétations de la politique étrangère de Hitler: Une analyse de l'historiographie. Paris, Presses universitaires de France: Ginebra. Institut universitaire de hautes études internationales, 1987. 217 pp., bibliogr., indice. 150 F F .
Chrétien, Jean Pierre (ed.). Histoire rurale de l'Afrique des Grands Lacs: Guide de recherches. Paris, Centre de recherches africaines; Bujumbura, Université de Burundi, 1983. 285 pp.. m a p a , bibliogr.. índice. (Travaux du Centre de recherches africaines, Paris I, n.° I).
Publicaciones recientes de la Unesco (incluidas las auspiciadas por la Unesco*)
América Latina: Enseñanza del derecho internacional público. Caracas, Unidad Regional de Ciencias Humanas y Sociales para América Latina y el Caribe; París, Unesco, 1987. 131 pp.
Bibliographie internationale des sciences sociales: Anthropologie /International Bibliography of the Social Sciences: Anthropology, vol. 30, 1984. Londres, Nueva York, Tavistock Publications /for/ The Internat. Committee for Social Science Inform, and D o c , 1987. 677 pp. (Diffusion: Offilib, Paris). 650 F.F.
Bibliographie internationale des sciences sociales: Science économique / International Bibliography of the Social Sciences: Economics, vol. 34, 1985. Londres, Nueva York, Tavistock Publications /for/ The Internat. Committee for Social Science Inform, and. Doc. 1987.618 pp. (Diffusion: Offilib, Paris) 650 F.F.
Bibliographie internationale des sciences sociales: Science politique / International Bibliography of the Social Sciences: Political Science, vol. 33. 1984. Londres, Nueva York, Tavistock Publications /for/ The Internat. Committee for Social Science Inform, and D o c , 1987. 598 pp. (Diffusion: Offilib., Paris) 650 F.F.
Bibliographie internationale des sciences sociales: Sociologie / International Bibliography of the Social Sciences: Sociology, vol. 34. 1984. Londres, Nueva York, Tavistock Publications /for/ T h e internat. Committee for Social Science Inform, and D o c , 1987. 427 pp. (Diffusion: Offilib, Paris). 650 F.F.
Didáctica sobre cuestiones universales de hov. París, Unesco; Barcelona, Editorial Teide, S .A. 1987. 248 pp. 100 F.F.
Directory of Social Science Information Courses 1st ed. / Répertoire des cours d'information dans les sciences sociales /Repertorio de cursos de información en ciencias sociales. Paris, Unesco; Oxford, Berg Publishers Ltd., 1988. 167 pp. (World social Science Information Directories Series). 100 F.F.
Dominios prioritarios de cooperación en la esfera de juventud en América Latina. París, Unesco, 1987. 38 pp., bibliogr. (SHS/87/WS/7-1) .
Educación y drogas: Prevención. París, Unesco, 1987. 76 pp., ilustr., cuadros. 42 F .F .
Index translalionum: Répertoire international des traductions, vol. 35, 1982 / International Bibliography of Translations / Repertorio Internacional de traducciones. París. Unesco, 1988. 1.110 pp. 320 F.F.
Integración: Nuevos desafios y alternativas, por Germánico Salgado. Caracas. U R S H S L A C ; Unesco, 1987.239 pp.
La mujer en los sistemas de producción rural: Problemas y políticas, por Deniz Kandiyoti. París, Unesco; Barcelona. Serbal, S .A . 1987. 142 pp., cuadros. 65 FF.
Selective Inventory of Information Services, ¡985. 2nd ed. /Inventaire sélectif des services d'information / Inventario de servicios de información. París, Unesco 1985. 247 pp. (World Social Science Information Services III / Services mondiaux d'information en sciences sociales, III / Servicios mundiales de información sobre ciencias sociales, III). 60 F.F.
Sociedad y derechos humanos, ed. por Luis Barriga Ayala. Caracas, Unidad Regional de Ciencias H u manas y Sociales para América latina y el Caribe; París, Unesco, 1987. 320 pp., mapas, cuadros, bibliogr.
Sociólogos y sociología en Venezuela, por G . A . Castro. Caracas, Fondo Editorial Tropikos; París, Unesco, 1988. 455 pp., cuadros.
Statistical Yearbook, 1987 /Annuaire statistique / Anuario Estadístico. Paris, Unesco, 1987. v.p. 350 F.F.
Study Abroad, XXV ¡987-1988 / Etudes à l'étranger / Esludios en el extranjero. Paris. Unesco, 1986. 1.348 pp., 68 F.F.
Unesco Statistical Digest, 1987 / Ré
sumé statistique de ¡'Unesco / Resumen estadístico de la Unesco. Paris, Unesco, 1987. 335 pp., cuadros. 40 F.F.
Unesco Yearbook on Peace and Conflict Studies, 1985. Paris, Unesco; Nueva York, Greenwood Press, 1987. 312 pp., bibliogr., indice. 260 F.F.
World Directory of Human Rights Teaching and Research Institutions, 1st cd. / Répertoire mondial des institutions de recherche et de formation sur les droits de l'homme / Repertorio mundial de instituciones de investigación y deformación en materia de derechos humanos. París, Unesco, Oxford Berg Publishers Ltd., 1988. 216 pp. (World Social Science Information Directories). 125 F.F.
World Directory of Peace Research and Training Institutions, 6th ed. / Répertoire mondial des institutions de recherche et de formation sur la paix / Repertorio mundial de instituciones de investigación y de formación sobre la paz. París, Unesco; O x ford, Berg Publishers Ltd., 1988. 271 pp. (World Social Science Information Directories Series). 150 F.F.
World Directory of Social Science Institutions, 1985, 4th ed. rev. /Répertoire mondial des institutions de sciences sociales / Repertorio mundial de instituciones de ciencias sociales. Paris, Unesco, 1985. 920 pp. (World social Science Information Services, II / Services mondiaux d'information en sciences sociales. Il / Servicios mundiales de información sobre ciencias sociales, II). 100 F.F.
World List of Social Science Periodicals, 1986, 7th ed. /Liste mondiale des périodiques spécialisés dans les sciences sociales / Lista mundial de revistas especializadas en ciencias sociales. Paris, Unesco, 1986. 818 pp., indice, (World Social Science Information Services, I / Services mondiaux d'information en sciences sociales, I / Servicios mundiales de información sobre ciencias sociales, I). 100 F .F .
462 Publicaciones recientes de la UNESCO
* Cómo obtener estas publicaciones: a) Las publicaciones de la Unesco que lleven precio pueden obtenerse en la Oficina de Prensa de la Unesco, Servicio Comercial ( P U B / C ) , 7, Place de Fontenoy, 75700 París, o en los distribuidores nacionales; b) las publicaciones de la Unesco que no lleven precio pueden obtenerse gratuitamente en la Unesco, División de Documentos ( C O D ) ; c) las co-publicaciones de la Unesco pueden obtenerse en todas aquellas librerías de cierta importancia.
Números aparecidos
Desde 1949 hasta 1958, esta Revista se publicó con el título de International Social Science Bulletin/Bulllelin international des sciences sociales Desde 1978 hasta 1984, la RICS se ha publicado regularmente en español y, en 1987, ha reiniciado su edición española con el número 114. Todos los números de la Revista están publicados en francés y en inglés. Los ejemplares anteriores pueden comprarse en la Unesco. División de publicaciones periódicas, 7, Place de Fontenoy, 75700 París (Francia). Los microfilms y microfichas pueden adquirirse através de la University Microfilms Inc., 300 N Zeeb Road, Ann Arbor, M I 48106 (USA), y las reimpresiones en Kraus Reprint Corporation, 16 East 46th Street, Nueva York, N Y 10017 (USA). Las microfichas también están disponibles en la Unesco, División de publicaciones periódicas.
Vol. XI, 1959
N u m . 1 Social aspects of mental health* N u m . 2 Teaching of the social sciences in the
U S S R * N u m . 3 The study and practice of planning* N u m . 4 Nomads and nomadism in the arid zone*
Vol. XII. I960
N u m . 1 Citizen participation in political life* N u m . 2 The social sciences and peaceful co-opera
tion* N u m . 3 Technical change and political decision* N u m . 4 Sociological aspects of leisure*
Vol. XIII. 1961
N u m . 1 Post-war democratization in Japan* N u m . 2 Recent research on racial relations* N u m . 3 The Yugoslav c o m m u n e * N u m . 4 The parliamentary profession*
Vol. XIV. 1962
N u m . 1 Images of w o m e n in society* N u m . 2 Communication and information* N u m . 3 Changes in the family* N u m . 4 Economics of education*
Vol. XV. 1963
N u m . 1 Opinion surveys in developing countries* N u m . 2 Compromise and conflict resolution* N u m . 3 Old age* N u m . 4 Sociology of development in Latin Ameri-
Vol. XVI, 1964
N u m . 1 Data in comparative research* N u m . 2 Leadership and economic growth* N u m . 3 Social aspects of African resource develop
ment* N u m . 4 Problems of surveying the social science and
humanities*
Vol. XVII, 1965
N u m . 1 M a x Weber today/Biological aspects of race*
N u m . 2 Population studies* N u m . 3 Peace research* N u m . 4 History and social science*
Vol. XVIII, 1966
N u m . 1 H u m a n rights in perspective* N u m . 2 Mode rn methods in criminology* N u m . 3 Science and technology as development fac
tors* N u m . 4 Social science in physical planning*
Vol. XIX, 1967
N u m . 1 Linguistics and communication* Num. 2 The social science press* Num. 3 Social functions of education* Num. 4 Sociology of literary creativity*
Vol. XX. 1968
Num.
Num. Num.
Theory, training and practice in management* Multi-disciplinary problem-focused research* Motivational patterns for modernization*
N u m . 4 The arts in society*
Vol. XXI, 1969
N u m . 1 Innovation in public administration Num. 2 Approaches to rural problems* N u m . 3 Social science in the Third World* N u m . 4 Futurology*
Vol. XXII, 1970
N u m . 1 Sociology of science* Num. 2 Towards a policy for social research* Num. 3 Trends in legal learning* Num. 4 Controlling the h u m a n environment*
464 Números aparecidos
Vol. XXIII, 1971
N u m . 1 Understanding aggresion N u m . 2 Computers and documentation in the social
sciences* N u m . 3 Regional variations in nation-building* N u m . 4 Dimensions of the racial situation*
Vol. XXIV ¡972
N u m . 1 Development studies* N u m . 2 Youth: a social force?* N u m . 3 The protection of privacy* N u m . 4 Ethics and institutionalization in social
science*
Vol. XXV, 1973
N u m . 1/2 Autobiographical portraits* N u m . 3 The social assessment of technology* N u m . 4 Psychology and psychiatry at the cross
roads*
Vol. XXVI, 1974
N u m . 1 Challenged paradigms in international relations*
N u m . 2 Contributions to population policy* N u m . 3 Communicating and diffusing social scien
ce* N u m . 4 The sciences of life and of society*
Vol XXVII, 1975
N u m . 1 Socio-economic indicators: theories and applications*
N u m . 2 The uses of geography N u m . 3 Quantified analyses of social phenomena N u m . 4 Professionalism in flux
Vol. XXVIII. 1976
N u m . 1 Science in policy and policy for science* N u m . 2 The infernal cycle of armament* N u m . 3 Economics of information and information
for economists* N u m . 4 Towards a new international economic and
social order*
Vol. XXIX, 1977
N u m . 1 Approaches to the study of international organizations
N u m . 2 Social dimensions of religion N u m . 3 The health of nations N u m . 4 Facets of interdisciplinarity
Vol. XXX, 1978 N u m . 1 La territorialidad: parámetro político N u m . 2 Percepciones de la interdependencia m u n
dial N u m . 3 Viviendas humanas: de la tradición al m o
dernismo N ú m . 4 La violencia
Vol. XXXI, 1979 N u m . 1 La pedagogía de las ciencias sociales: algu
nas experiencias. N u m . 2 Articulaciones entre zonas urbanas y rura
les N ú m . 3 Modos de socialización del niño N ú m . 4 En busca de una organización racional
Vol. XXXII. 1980
N ú m . 1 Anatomía del turismo N ú m . 2 Dilemas de la comunicación: ¿tecnología
contra comunidades? N u m . 3 El trabajo N ú m . 4 Acerca del Estado
Vol. XXXIII, 1981
N ú m . 1 La información socioeconómica: sistemas, usos y necesidades
N ú m . 2 En las fronteras de la sociología N ú m . 3 La tecnología y los valores culturales N ú m . 4 La historiografía moderna
Vol. XXXIV, 1982
N ú m . 91 Imágenes de la sociedad mundial N ú m . 92 El deporte N u m . 93 El hombre en los ecosistemas N ú m . 94 Los componentes de la música
Vol. XXXV, 1983
N ú m . 95 El peso de la militarización N u m . 96 Dimensiones políticas de la psicología N ú m . 97 La economía mundial: teoría y realidad N ú m . 98 La mujer y las esferas de poder
Vol. XXXVI, 1984
N ú m . 99 La interacción por medio del lenguaje N ú m . 100 La democracia en el trabajo N ú m . 101 Las migraciones N ú m . 102 Epistemología de las ciencias sociales
Vol. XXXVII, 1985
Num. 103 International comparisons N ú m . 104 Social sciences of education Núm. 105 Food systems Num. 106 Youth
Vol. XXXVIII, 1986
N u m . 107 Time and society N u m . 108 The study of public policy N u m . 109 Environmental awareness N u m . 110 Collective violence and security
Vol. XXXIX, 1987
N u m . 111 Ethnic phenomena N u m . 112 Regional science N u m . 113 Economic analysis and interdisciplina
rity N u m . 114 Los procesos de transición
Vol. XL. 1988
N ú m . 115 Las ciencias cognoscitivas N ú m . 116 Tendencias de la antropología
•Números agotados
SUPERIOR DE INVESTIGACIONES C ENTIFICAS
A\xbòx ENERO 198B
Francisco J. Ayala: ¿Es la
macroevolución compatible
con el neodarwinismo?
Julio Rodríguez Villanueva:
Relaciones científicas entre la
Universidad y las Empresas.
Helen J. Groóme: El
desarrollo de la política
forestal en el Estado español
desde la Guerra Civil hasta la
actualidad
Javier de Lorenzo: Historia
de la Matemática. Problemas
Métodos.
^fiborl
FEBREHO 1988
José M. Perlado,
José M3 Martínez-Val y
Mírela Piera: Magnitud
potencial de las fuentes
de energi'a.
Juan B. Olaechea Labayen-
Problemas y perspectivas de
la revolución informática
Andrés Rivadulla Rodríguez:
Metodología crítica y
racionalidad científica.
Alvaro Delgado-Gal: ¿Porqué
prefiere Lévi-Strauss la
pintura Pompier?
Manuel Pereira- La espiral
inquieta
cicncM
M A R Z O 198B
FILOSOFIA DE LA TECNOLOGIA
Miguel A. Qulntanilla: Bases
para la Filosofía de la Técnica.
( La estructura de los sistemas
técnicos).
José Sanmartín: Reflexiones
en torno a la cuestionable
primacía de lo teórico o
semblanza del cachivache.
Fernando Broncano: Las
posibilidades tecnológicas
Una línea de demarcación
entre Ciencia y Tecnología.
Javier Aracil: De la
Automática a la Teoría de
Sistemas
Margarita Vázquez Campos:
Planificación y control en
los sistemas artificiales.
Manuel Liz. Estructura de
las acciones tecnológicas y
problemas de racionalidad
José F. Tobar-Arbulu:
Tecnología, hacia un nuevo
luramento hipocrático
ven/amiento
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Número 41 (enero-marzo 1988)
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concepto de «estrechez del ámbito empresarial- en España. M A N F R E D W A L L E N B O R N : Paro juvenil en la República Federal de Alemania
y España. ENRIC SANCHIS: Valores y actitudes de los jóvenes ante el trabajo. JOSE M . TORTOSA: La economia sumergida en la provincia de Alicante: El
juego de las máscaras.
Notas de investigación
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Crítica de libros
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Vol LV (3) México, julio-septiembre de 1988 Núm. 219
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S U M A R I O Crecimiento y estabilización en Corea 1962-1984
Teorías de la Gran Depresión: ¿por qué importaba la rentabilidad?
Cambio técnico, rentabilidad y crisis
El capitalismo periférico tardío, según Prebisch: Reflexiones
La reforma financiera uruguaya de los setenta: de la liberalización a la crisis
Las políticas financieras y la distribución del ingreso en México
Ariel Buira: El ajuste con crecimiento y el papel del FMI
Eduardo J. A m a d e o : P. Bridei, Cambridge monetary thought, the development of the savin-ginvestment analysis from Marshall to Keynes, Londres. Macmillan, 1967 .
La resolución de la crisis económica mundial.
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