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  • ALGUNAS NOTICIAS Y REFLEXIONES SOBRE LA "HISTORIA DE AL-AND ALUS"

    DE IBN AL-KARDABUS

    Felipe Mallo Salgado

    Hace ya algunos meses ultim y termin el estudio y la traduccin al castellano de los fragmentos relativos a al-Andals1 de la crnica Kitb al-iktif' de Ibn al-Kardabs (s. XII-XIII), traduccin y estudio que se hacan necesarios, en vista de que dicha crni-ca contiene noticias importantes y casi desconocidas sobre la historia de los reinos hispa-nos del medievo.

    Al efectuar la traduccin, dada mi formacin de historiador, prefer el traslado lite-ral al artstico; por ello, cindome estrechamente al texto, segu por lo regular el orden y la secuencia de las palabras rabes. Con todo, como la construccin sintctica rabe es muy diferente de la construccin castellana, me vi obligado a traducir, en ocasiones, una palabra por una perfrasis y, ms raramente, un sustantivo por un verbo o viceversa; mas, cuando eso sucedi, opt por dar en nota la traduccin exacta y poco idiomtica de las palabras o frases dificultosas.

    Ciertamente tal manera de traducir resultara odiosa en un escrito de tipo literario, pero no en un texto histrico, por cuanto su traduccin debe reunir, a mi juicio, unos requisitos imprescindibles: el poder ser manejado con rigor por el historiador no arabis-ta y el ser entendido sin dificultad por el simple lector ocasional.

    Efectivamente, slo partiendo de la literalidad del texto podr el historiador basar un aserto, establecer una hiptesis o subrayar una frase sin que le asalte la sospecha, al citar tal o cual enunciado, de que, quiz, ste haya salido de la imaginacin del traduc-tor. Por otro lado, me interesaba transmitir al no familiarizado con el rabe, de la forma ms precisa posible, el sentido especial que en el discurso histrico adquieren ciertos gi-ros y trminos arbigos, los cuales, por ser muchas veces intransferibles, revelan mejor que otras palabras o expresiones el verdadero genio de la lengua y la realidad mental que vehiculan2. Por ello decid que mi traduccin no deba sino responder a dos supues-tos: literalidad y comprensin.

    1 Actualmente en prensa en la Editora Nacional.

    2 Hago mas las palabras de Jean-Paul Sartre, quien afirmaba que el genio de un pueblo se revela-

    ba precisamente en las palabras intraducibies de su lengua.

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    Teniendo en cuenta estas dos nociones elementales que han presidido el trabajo rea-lizado, me propongo dar ahora una aproximacin a la crnica traducida mediante una serie de noticias las ms importantes y originales que en ella se guardan, entreveran-do ciertas reflexiones crticas acerca de las mismas. Mi designio me parece tanto ms opor-tuno, cuanto que la nueva versin de unos hechos puede dar lugar a la revisin de otros o, al menos, ayudar a verlos desde una perspectiva diferente.

    De cualquier manera que sea, la novedad y singularidad de las noticias que a conti-nuacin se enumeran no dudo suscitarn el inters de los medievalistas.

    I. Notas acerca de la conquista de al-Andals.

    Todos conocemos, por distintas fuentes rabes, cmo se realiz el desembarco de los musulmanes en la Pennsula y la relativa facilidad con que stos, una vez desembar-cados, procedieron a su conquista. Nuestro texto, sin embargo, da una versin ligera-mente distinta de ese hecho, cuya importancia histrica no es necesario subrayar.

    En efecto, Ibn al-Kardabs describe las operaciones de desembarco de Triq y su ejrcito con todo lujo de detalles, dndonos una informacin suplementaria extremada-mente valiosa. As, cuando los musulmanes estaban a punto de desembarcar en tierra europea, nos dice algo que choca con todo lo sabido hasta ahora:

    "[Triq] encontr algunos cristianos apostados en un lugar bajo [de la costa] en el que haba decidido el desembarco a tierra firme, pero ellos se lo impidieron. l, entonces, se apart de all durante la noche hacia un lugar abrupto, que l allan con los remos y las albardas de las monturas; de l descendi al campo abierto, mien-tras ellos (los cristianos) no lo saban. En ese punto lanz una algara contra ellos y cayndoles encima los hizo su presa".

    Este contexto resulta novedoso e importante por dos motivos: primeramente, por-que seala la realidad de una resistencia ante una invasin de la que los cristianos esta-ban puntualmente informados. Su presencia en el sitio donde se iba a producir y en el momento exacto en que aqulla se efectuaba no deja lugar a dudas. Esto, por otra parte, nada tiene de extrao que fuera as, toda vez que, segn la crnica, primero se haba dado la incursin de Yulyn a Algeciras y despus la de Tarif a Tarifa, de forma que el fenmeno de las incursiones provenientes de la costa africana se estaba convirtiendo en algo frecuente. En segundo lugar, advertimos por el texto una alteracin en los planes militares de los musulmanes, dados los cambios que stos tuvieron que hacer, a fin de realizar las operaciones de desembarco e invasin con xito. Cambios que podemos resu-mir en varias operaciones encadenadas: desembarco durante la noche, tras el fallido in-tento diurno, en lugar rocoso y poco accesible, o sea, por un lugar no vigilado, dada la supuesta imposibilidad de acceso; realizacin de tareas de nivelacin o igualacin de la aspereza del terreno, utilizando albardas y remos, para posibilitar no slo el desem-barco, sino tambin el ascenso de hombres y bestias a las rocas; y descenso a la llanura por el flanco, con el objeto de sorprender al enemigo antes de que ste se diese cuenta. Toda esta serie de maniobras, clave del xito, fueron fruto de una estrategia puesta a punto sobre la marcha.

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    En definitiva, los hechos relatados en este contexto, que a todas luces parecen ciertos3, ponen en tela de juicio la facilidad de la invasin y el supuesto desconocimiento que de la misma tenan los cristianos.

    II. Refutacin de la tesis del "desierto estratgico del Duero".

    Otra de las noticias ms significativas que nos proporciona la crnica la hallamos en las palabras que, en estilo directo, el autor pone en boca de Almanzor poco antes de su muerte, hablando con su camarlengo (hay ib) y esclavo if ata) Kawtar. Entre ambos personajes se entabla un dilogo vivo, expresivo y cargado de informacin cuando el dictador, en su lecho de muerte, rompe a llorar amargamente y el fata pregunta en la forma que sigue:

    "Por qu lloras, o mi seor? No llores!" l, entonces, le respondi: "Lloro por lo que he perjudicado a los musulmanes, pues aunque me matasen y quemasen no se haran pagar todo lo que les debo". El [fata] le pregunt: "y cmo eso? cuando t has fortalecido el Islam, conquistando ciudades, humillado a los infieles y has hecho transportar tierra a los cristianos desde sus ms lejanos lugares hasta Crdo-ba, cuando construste su mezquita algima en ella". l le contest: "cuando con-quist las tierras de los cristianos y sus fortalezas las repobl [y avituall] con los medios de subsistencia de cada lugar y las sujet con ellas hasta que resultaron favo-rables completamente. Las un al pas de los musulmanes y fortifiqu poderosamente y fue continua la prosperidad. Mas he aqu que yo estoy moribundo y no hay entre mis hijos quien me reemplace; mientras ellos se dan a la diversin, al goce y a la bebida, el enemigo vendr y encontrar unas regiones pobladas y medios de existen-cia preparados, entonces se fortalecer con ellos para asediarlas, y se ayudar, al encontrarse con ellos, para sitiarlas, y seguir apoderndose de ellas poco a poco, pues las recorrer rpidamente, hasta que se haga con la mayor parte de esta penn-sula, no quedando en ella sino unas pocas plazas fuertes. Si Dios me hubiese inspi-rado devastar lo que conquist y vaciar de habitantes lo que domin, y yo hubiese puesto entre el pas de los musulmanes y el pas de los cristianos diez das de marcha por parajes desolados y desiertos, aunque [stos] ansiasen hollarlos, no dejaran de perderse. Como consecuencia, no llegaran al pas del Islam sino en jirones, por la cantidad [necesaria] de provisiones de ruta y la dificultad del objetivo".

    Entonces le dijo el hyib: "T irs hacia el sosiego en breve si Dios quiere, man-da, pues, eso que has pensado". l le respondi: "largo de aqu! no me vengas con historias. Por Dios! si yo curase y ordenase lo que has indicado en verdad la gente dira: Ibn AbF 'Amir enferm y su enfermedad aduendose de su cerebro le ha vuelto loco y necio, ha devastado el pas de los musulmanes y al evacuarlos lo ha despoblado".

    Este contexto da cuenta de aspectos desconocidos no recogidos por otras fuentes. Almanzor aqu se nos presenta, ms que como caudillo guerrero, como organizador del territorio musulmn, al promover una poltica de asentamientos dentro del territorio ene-

    3 Ibn 'Idan en Al-Bayan al-Mugrib seala igualmente el empleo de albardas y remos por los mu-

    sulmanes en su ascenso a Yabal al-Jariq (Gibraltar).

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    migo: repoblado tierras, ciudades y fortalezas con gentes musulmanas, y proveyndose de lo necesario con los recursos que le ofreca el propio pas conquistado. Esto natural-mente, daba lugar a una organizacin territorial de tipo militar que permita, adems de poner en marcha la economa de una determinada comarca, la autosuficiencia en caso necesario, el desarrollo de las comunicaciones y la eficacia de los ejrcitos musulmanes en caso de ataque o de contraataque, fomentando as un campesinado militarizado y pa-liando, por este medio, la escasez de hombres y soldados en regiones desangradas por las luchas fronterizas4.

    Este sistema de poblamiento hay que ponerlo en relacin con el sistema bizantino de los themas5, y es posible que propiciara, mejorando la condicin social del campesi-no, la aparicin de una nueva categora social de pequeos propietarios libres en comar-cas cuasi autosuficientes.

    No sabemos hasta qu punto fue eficaz esta poltica de asentamientos, pero es obvio que era un arma de dos filos, puesto que en caso de debilidad del poder central y sin el envo peridico de aceifas a territorios cristianos, stos podan, con bastante facilidad, correr la tierra sin problemas de aprovisionamiento, en vista de que disponan de los re-cursos de unas tierras pobladas y cultivadas.

    Todo parece indicar que la mejor solucin, para contrarrestar los ataques cristia-nos, hubiera sido la desertizacin de una ancha banda a ambos lados de la frontera, pero tal solucin era inviable, puesto que, de hacerse, se devastara el propio territorio musul-mn y se daara a sus propias gentes; por cuanto se tendra que devastar y despoblar un territorio floreciente, poblado al parecer esencialmente por musulmanes. No olvide-

    4 Sabemos por Ibn 'Idanque al-Muzaffar, hijo y sucesor de Almanzor, siguiendo la poltica de

    su padre, tras la conquista de ciertos lugares proceda a su reconstruccin, repoblndolos con musulma-nes de forma inmediata. De ese modo afianzaba la victoria y la permanencia del Islam en tierras de infieles.

    Este proceder queda manifiesto en la aceifa efectuada por tierras catalanas durante el mes de rama-dan del ao 399 (julio 1003): "El hyib recomend a los musulmanes en el momento de la toma (de una fortaleza) que no quemasen casas ni demoliesen edificaciones, porque tena la intencin de aposentar en ellas a los musulmanes. As pues, orden enseguida su reparacin, comunicando a los musulmanes que quien quisiese inscribirse en el registro del ejrcito (drwri) por dos dinares al mes, lo hiciese, a condicin de que se estableciese en esa fortaleza (hisri), y tendra, adems de la casa, una tierra de labor. Entonces muchas gentes lo desearon y se establecieron en ella inmediatamente".

    "Cuando el hyib hubo terminado completamente lo que deseaba con esta fortaleza y establecido la palabra del Islam en ella, en una tierra donde no se vio jams el Islam, march de ella...". Cf. Al Bayn al-Mugrib, III, ed. E. Lvi-Provenal, Pars, 1930, pg. 7.

    5 Sabemos muy bien que el thema, como unidad administrativa territorial, era un elemento funda-

    mental del Estado bizantino durante la Edad Media. Al frente del thema estaba un funcionario con poder civil y mando militar; tena, por decirlo as,

    plenos poderes como un virrey. El sistema de themas impuls el desarrollo del campesino libre que, a la vez, haca de soldado. Este

    reciba, a cambio de servir en el ejrcito de forma obligatoria, unas tierras, cuya renta le aseguraba su mantenimiento y equipo. Tal sistema permita que existiesen en cada provincia unas milicias que podan, en caso de ataque, ser movilizadas en breve espacio de tiempo.

    Estos dos ltimos aspectos los encontramos en el sistema militar implantado, al parecer por Alman-zor, en las nuevas tierras conquistadas cerca de las fronteras. Aunque lo ms probable es que Almanzor tan slo se limitase a echar mano de un expediente empleado ya con toda seguridad por los abases en el 138/755, cuando queriendo guarnecer las plazas fuertes de la frontera bizantina debieron crear un do-ble incentivo para reclutar soldados, a saber, la promesa de repartir lotes de tierra en la zona adems de los 80 dirhemes de estipendio mensual por cabeza. Cf. Tabarf, Ta'rTj ahRiisul wa l-Mulk ed. M.J. de Goeje, Leyde, 1879-1901, III, pp. 121-125..

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    mos que a principios del siglo XI, coincidiendo con la mayor potencia militar musulma-na, es cuando el proceso de islamizacin y de atraccin cultural arabizante alcanza entre los habitantes de la Pennsula su punto lgido.

    En consecuencia, este texto pone en tela de juicio dos supuestos: el primero es que Almanzor no es slo el dictador duro y astuto que presentan otras fuentes rabes y cris-tianas; aqu, en vez de destruir y aniquilar, aparece como colonizador y repoblador. En segundo lugar, el texto niega rotundamente la cuestin tan trada y llevada del "desierto estratgico", (tesis sta tan querida desde el siglo XIX, que es todava defendida por re-putados medievalistas en la actualidad). Es obvio que ni Almanzor habra propuesto tal solucin, de haber sido llevada a la prctica en poca anterior a la suya, ni un hombre tan puntual como Ibn al-Kardabs, qu vivi siglo y medio despus de estos hechos, hu-biese consignado ese dilogo de no tener visos de noticia cierta y exacta.

    III. Nuevas sobre las tcnicas ideolgicas de conquista.

    Noticia interesante igualmente es la que el autor de la crnica nos transmite acerca de la astucia poltica de Alfonso VI, puesta de manifiesto durante el asedio a Zaragoza.

    En efecto, Al-Kardabs nos dice que Alfonso haba prometido que

    "l dara, a todo aqul que del Islam se le sometiese, justicia y proteccin, y bondad en lo privado y en lo pblico pues se tomara a pecho la equidad y la seguridad al frente de ellos. Les prometi que no estaran obligados a otra cosa que lo que la tradicin islmica haca obligatorio, y que en lo dems los dejaba en libertad. Era cosa bien sabida que haba distribuido a las gentes pobres de Toledo cien mil dinares para que se ayudaran con ellos en la siembra y el cultivo. Entonces las gen-tes de Zaragoza pedan aclaraciones sobre la veracidad de sus palabras y sobre la certeza de sus hechos".

    Este texto resulta sumamente expresivo en su letra y en su espritu. El rey cristiano promete la abolicin de todos los impuestos ilegales (muks) incompatibles con la Sun-na. Esta medida, a la que el pueblo sera tremendamente receptivo, estaba encaminada a restar credibilidad al rgimen establecido; no ya porque las cargas que los rgulos de taifas haban impuesto a sus subditos no estuvieran estipuladas por el Corn o por la Sunna, sino porque aqullas se incrementaban de da en da, hacindose el rgimen que las institua cada vez ms opresivo.

    Alfonso VI, en suma, utilizando como pretexto el querer restablecer la fiscali dad legal islmica, confera ttulos de legitimidad a su propia conquista (los almorvides no hicieron ms que emplear el mismo expediente) a la vez que minaba la base social en la que se sustentaba el rgimen de los Ban Hd. Si a esto se le aade la campaa de propaganda montada en torno a la ayuda monetaria de 100.000 dinares, concedida por el rey a los campesinos musulmanes arruinados por el prolongado sitio de Toledo (con el objeto de resarcirles de los daos y permitirles la compra de semillas para la siem-bra y, as, poner a producir sus tierras) y que de alguna manera poda eventualmente repetirse en Zaragoza, no hay duda de que tales medidas, acompaadas de promesas de justicia y equidad, suscitaran como efecto inmediato el germen de la duda entre las gen-tes de la ciudad y, despus, su consecuente divisin, surgiendo por lo mismo un talante,

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    cuando no un grupo, decididamente procastellano, que la lgica y el texto dejan en-trever.

    Y, aunque la toma de la ciudad no pudo llevarse a cabo por la venida de los almor-vides, no por ello el texto deja de tener valor, ya que ste nos ilustra acerca de una faceta no muy conocida de las guerras de conquista: la de la propaganda, que aparece, ya desde entonces, utilizada para fines militares como arma ideolgica de primer orden en el ase-dio de ciudades.

    IV. Bosquejo de la descomposicin de los reinos de taifas.

    La caracterstica ms sobresaliente de Ibn al-Kardabs es su manifiesto cuidado en dar informaciones exactas y correctas, esto especialmente se aprecia en las cifras que en ocasiones da de los efectivos militares. As, francamente, nos cuenta:

    "Entonces los cristianos se esparcieron por todas partes, causando daos en to-das las ciudades, pues los confines del pas de los musulmanes se convirtieron en pasto suculento para ellos".

    "Los cristianos llegaron a hacer una incursin a la vista de Almera, una despre-ciable canalla de ochenta hombres a caballo. Entonces Ibn Sumdih hizo salir a uno de sus generales y con l cuatrocientos de sus mejores soldados, pero cuando se encontraron con el enemigo fueron derrotados, pues ni se detuvieron [a hacerle frente] ni mostraron osada".

    Estamos bien lejos de la exageracin tendenciosa del autor de Rawd al-Qirts o de otros. En vez de hinchar las cifras de los enemigos nos hace ver, a pesar de sus insultos, el arrojo y valor de stos, as como el estado real de postracin en que se encontraba el Islam peninsular, donde menos de un centenar de hombres a caballo podan permitirse realizar operaciones militares, penetrando profundamente en el pas, sin que prctica-mente existiese, en algunas zonas, una fuerza organizada que les pudiese hacer frente o detener.

    Ese estado de disgregacin resalta an ms en algunas noticias escuetas cargadas de informacin:

    "Y en ese ao la codicia de una categora de cristianos creci sobre la Pennsula. Garca asedi Almera, Al-Fnt (el Infante?) Lorca, Alvar Fez siti Murcia, el Campeador, Jtiva".

    "Mientras, Al-Mu'tamid despach a su hijo Al-Rdfcon tres mil caballeros para encontrar al enemigo, maldgale Dios, que tena [tan slo] trescientos caballeros, pero su hijo fue derrotado ante l (el enemigo cristiano) y huy delante de l; enton-ces [el enemigo] aniquil su ejrcito, mat y cogi prisioneros a sus jefes. Y un obis-po franco edific en la orilla del mar el castillo de Sasana"

    Este contexto pone de relieve la enorme capacidad ofensiva de los castellanos del tiempo y sus ptimas cualidades militares, toda vez que podan salir vencedores de un encuentro en el que los enemigos estaban con respecto a ellos en una proporcin de diez a uno. Por eso no es extrao que el Islam peninsular fuese presa de cualquier aventurero

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    de fortuna, de cualquier jefe de partida que tuviese las dotes militares precisas y el arrojo suficiente, pues no necesitaba disponer de fuerzas considerables, mxime cuando poda procurrselas en el lugar mismo de las operaciones con bastante facilidad. Efectivamente,

    "durante este perodo se unieron al Campeador, y a otros (jefes cristianos), mu-sulmanes malvados, viles, perversos y corrompidos, y muchas gentes que actuaban conforme a la manera de obrar de ellos. Se les dio en llamar daw'ir. [Estos] lanza-ban algaras contra los musulmanes, violaban los harenes, mataban a los hombres y hacan cautivos a mujeres y nios. Muchos de ellos apostataron del Islam y recha-zaron la ley del Profeta, Dios le bendiga y salve, hasta el punto que llegaron a ven-der al musulmn prisionero por un pan, por un vaso de vino o por una libra de pes-cado, y a quien no se rescataba le cortaban la lengua, le sacaban los ojos o le solta-ban perros de presa que lo destrozaban".

    "Un grupo de ellos, que se haba unido a Alvar Fez, maldgale Dios as como a ellos, cortaba los miembros viriles a los hombres y las partes pudendas a las muje-res. Eran los criados y los servidores de l (Alvar Fez), que habiendo sido seduci-dos grandemente en [lo concerniente a] sus creencias, fueron perdiendo enteramen-te su fe".

    Esto da idea de la descomposicin social y moral a la que se haba llegado en el terri-torio islmico; si a esto se le une la atraccin que ejerca un enemigo cada vez ms fuerte y ms prestigioso, junto al aliciente de unas ganancias fciles y cuantiosas, se comprende el talante mutante de esos elementos de origen musulmn.

    Al autor, en suma, no le duelen prendas, con tal de dar una visin exacta de una realidad de la que estuvo cerca de ser coetneo.

    V. Muestra de tolerancia cristiana en la ocupacin de la ciudad de Zaragoza.

    Justamente donde ms se manifiesta la imparcialidad y exactitud de Ibn al-Kardabs es, quiz, en la nueva informacin que nos aporta respecto a la cada de Zaragoza y, especialmente, en los detalles que nos proporciona acerca de la emigracin (muy por de-bajo de la cifra que l supone) de los musulmanes de la ciudad y del tratamiento que se les dio.

    "La mayora de los musulmanes emprendieron la emigracin y la huida, lleg su nmero aproximadamente a 50.000 personas entre pequeos y grandes, mujeres y varones. Cuando estaban para partir de la ciudad, l (Alfonso I) cabalg en per-sona junto con los que le acompaaban y seguan, entonces se detuvo ante ellos or-denndoles que mostrasen todo lo que tuviesen de pequeo o grande, y as vio innu-merable cantidad de riquezas que no esperaba ver [ni] una parte de ellas en su vida. Entonces les dijo: "Si yo no hubiese sabido las riquezas que tenais habrais dicho: Si l hubiese visto algo de ellas no nos habra permitido la salida. Partid, pues, ahora adonde queris, bajo seguro".

    "Entonces envi con ellos algunos de sus hombres, quienes les acompaaron hasta los confines de su pas, y no les tom sino un metical por los hombres, [uno por] las mujeres y [uno por] los nios".

    Este_ contexto es raro en la pluma de un musulmn de la poca por su ecuanimidad, y digo ecuanimidad, porque un musulmn no exaltara la figura del conquistador cristi-

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    no, que ha amputado al Islam de una de sus ms bellas ciudades, sin motivos bien evi-dentes. Aqu, la poltica tolerante del rey aragons es puesta de relieve mediante la bon-dad de su comportamiento con los habitantes de la capital de lo que haba sido la Marca Superior; no slo les deja partir con unas riquezas de las que l en su vida no ver reuni-das ni una mnima parte, sino que, magnnimemente y sin haber sido burlado, pone a su disposicin una partida de sus hombres para que los escolten hasta salir del pas, co-brndoles nicamente un metical por cabeza.

    Aun sabiendo lo que este salvoconducto tena de medida poltica (permita desha-cerse de un foco de disidencia "poco productivo" seguramente formado por funcio-narios y adeptos al pasado rgimen y dejaba lugar para los repobladores) no es menos meritorio el hecho, teniendo presente que dispona de los medios para arrebatarles sus bienes por la fuerza y la justificacin moral para hacerlo, en vista de que las gentes de Zaragoza haban puesto resistencia y no se haban entregado en un principio.

    Vemos, pues, gracias a este texto, una dimensin nueva de las relaciones de toleran-cia entre los dos grupos tnico-religiosos dominantes y antagnicos de nuestro medievo, incluso en los momentos difciles de las capitulaciones, por ms que stas relaciones ven-gan personificadas en la figura y los actos de un rey.

    VI. Noticias sobre las Islas Baleares.

    Ibn al-Kardabs tambin nos da nuevas noticias sobre las Islas Baleares, contribu-yendo con ello a un mejor conocimiento de los hechos ocurridos en las Islas en un pero-do bastante mal conocido.

    "En el ao 508(1114-1115) se juntaron gentes de Pisa y Genova, construyeron trescientas embarcaciones y salieron hacia la isla de Ibiza de la jurisdiccin de Ma-llorca, entonces la dominaron, saquearon y cautivaron [a sus gentes]; luego, se fue-ron a la isla de Mallorca" 6.

    A continuacin nos relata la historia poltica de las Islas en el perodo de los reyes de taifas, as como el sitio de Mallorca por los cristianos, la peticin de ayuda a los al-morvides por los musulmanes de las Islas y, en fin, el envo de una flota desde frica al Archipilago.

    Este ltimo acontecimiento dio lugar a dos efectos: el primero fue la devastacin completa de las Islas por los cristianos. stos al verse imposibilitados para conservarlas

    6 Esta expedicin, cuyo principal objetivo era destruir el foco de piratera existente en las Islas Ba-

    leares, fue organizada como cruzada llevando por caudillo al conde de Barcelona, Ramn Berenguer III el Grande, el cual iba acompaado de gran cantidad de caballeros y magnates provenzales y catalanes, adems de contar con la ayuda de algunas repblicas italiarias, entre las que figuraban Pisa y Genova.

    Existen dudas sobre la fecha en que tuvo lugar dicha expedicin, pero se sabe que en 1114 los cruza-dos tomaron Ibiza y en 1115 Ramn Berenguer III pas a Mallorca (cosa que nuestro texto de alguna forma corrobora), siendo tomada su capital por asalto. Sabemos, asimismo, que el Conde permaneci un ao en las Islas. Cf. Jernimo Zurita. Anales de la Corona de Aragn, ed. A. Canellas Lpez, C.S.I.C, Zaragoza, 1967, p. 130.

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    optaron por una estrategia de tierra quemada. La segunda consecuencia importante se-ra el asentamiento y la dominacin almorvide, que tanta duracin y trascendencia tuvo para las Baleares, entre otras cosas, por sus aportes tnicos.

    El texto como siempre resulta ms expresivo y revelador:

    "Cuando el enemigo supo la salida de aquella flota, evacu las islas y sali [de ella] muy contento por los cautivos y las riquezas que llevaba. Cuando lleg la flo-ta, (los musulmanes de ella) hallaron la ciudad desierta, sus casas quemadas, ne-gras, oscuras y cegadas. Entonces el general de la flota Ibn Tqarts la reconstruy con aquellos almorvides y combatientes de la guerra santa (muyhidn) y otras ca-tegoras de gentes que estaban en su compaa. [Tambin] acudieron a l quienes haban huido de ella (de la ciudad) hacia las montaas; as pues, se establecieron en ella, la reconstruyeron y la habitaron".

    "Y la flota se march hacia su lugar, volviendo a su base y asentamiento".

    VIL Proyectos de unin territorial cristiano-islmica.

    Otra noticia sin desperdicio es la concerniente a las relaciones y proyectos de Alfon-so VII y Ahmad ibn Hd, seor de Rueda (el Zafadola de las crnicas cristianas); y no por la noticia en s, ya conocida, sino por la doble significacin que tienen los hechos que en ella se relatan, apareciendo ahora, gracias al texto de Al-Kardabs, con mayor transparencia.

    "El tirano emperador, el apodado como Sultanito, le escribi dicindole: "Sal de Rueda y yo te dar a cambio en Castilla lo que es mejor y ms ventajoso [para t], pues estars ms cerca del Occidente del pas de al-Andals. Luego yo saldr contigo personalmente, con mis ejrcitos y mis hroes y dominar contigo esos te-rritorios. T los invitars (a los musulmanes) a que te obedezcan, y a quien est con-forme contigo y entre en tu comunidad le dejars personas de confianza junto a l y nombrars a tus gobernadores sobre l; mientras, yo le proteger de los ataques cristianos, pues ser para ellos (para los musulmanes) como el padre solcito y com-pasivo. Espero que nadie se abstenga de aceptarte, pues ya los almorvides les han hecho gustar los ms intensos castigos y todos les aborrecen, y su deseo es que su rey, que est postrado, se manifieste. Y si ellos (los almorvides) pusiesen sus ma-nos sobre t, no quedara un [slo] hombre en su asamblea, pues a ellos (a los anda-luses) no les ha quedado de los descendientes de sus reyes uno, excepto t".

    Este texto nos ofrece, como hemos dicho, dos perspectivas desde las cuales se pue-den aquilatar unos hechos. Por un lado, el rey cristiano intenta hacer de al-Andals un pas vasallo de Castilla en un grado mucho mayor que lo sera posteriormente el reino de Granada (en tiempos de Fernando III). Se intenta de alguna manera la integracin del pas islmico peninsular dentro de la construccin poltica castellana, que se quiere y es multirr acial y multiconfesional. El medio de lograrlo es valerse como agente de Ahmad ibn Hd, nico magnate andalusi de linaje prestigioso e independiente de los al-morvides, (primero en su principado de Rueda y, despus, en las posesiones cedidas por el rey castellano en la frontera del Tajo, tras previo vasallaje).

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    Otro aspecto de consideracin, que resalta en el contexto, es la importancia que se le da al nacionalismo andalusi para la consecucin de los planes del rey cristiano: habida cuenta que la fuerza militar castellana por s sola no bastaba para dominar los territorios musulmanes, se haca necesario apelar al sentimiento nacional que la poblacin hispano-musulmana en estado de latencia mantena; por ello se pensaba que, al suscitarse un rey nacional, los almorvides, como extranjeros indeseables, seran abandonados por la ma-yor parte de la poblacin.

    Sin embargo, en esos clculos, parece haber existido una sobrevaloracin de la va-riable nacionalista y no una puntual justipreciacin de la misma, segn se desprende de lo que el texto dice unas lneas ms adelante.

    "(Los andaluses) teman, si se sometan a l (a Ahmad ibn Hd) que el enemigo (el cristiano) les dominara y obrara como dueo y seor de ellos, o los matara y hara perecer".

    As, a despecho del indudable prestigio que Ahmad ibn Hd tena entre los musul-manes hispanos del tiempo, la idea de perder la libertad y el temor a la absorcin juga-ron la baza definitiva, haciendo que el evidente sentir nacionalista quedase subsumido, en gran medida, en la variable religiosa, esto es, en el Islam, y que, consecuentemente, los proyectos de unin territorial del rey cristiano se vinieran abajo.

    Con todo, el texto sirve para probar una vez ms que los intentos de unin territo-rial, bajo frmulas semejantes, se ensayaron durante el medievo repetidamente por los cristianos, y especialmente por los castellanos; mas los fracasos a que dieron lugar tales intentos no dejaron dudas de su inviabilidad. Cuando esto ocurri, se comprendi que la solucin estaba, pura y simplemente, en la conquista militar y en la anulacin del contrario.

    Quede, pues, todo lo expuesto hasta aqu como muestra de las novedades que encie-rran los fragmentos que componen la obra traducida, junto con algunas de las conside-raciones que dichas novedades pueden motivar.

    En este mismo orden de cosas, tan slo me resta hacer la siguiente precisin: positi-vamente lo que confiere a la obra un valor especial no es, en rigor, la calidad de sus noti-cias (muy verdicas como demuestro en el estudio preliminar que acompaa la traduc-cin) sino el que stas, como se ha visto, puedan poner en tela de juicio, cuando no cam-biar, tesis adquiridas y consagradas por la historiografa actual que tienen hoy un carc-ter poco menos que axiomtico.


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