HOMILÍA XXIX DOMINGO TIEMPO ORDINARIO – 2016
CICLO “C”
PROCLAMA LA PALABRA DE DIOS
I.- LAS LECTURAS
* Libro del Éxodo 17,8-13. Mientras Moisés mantenía los brazos en
alto rezando a Dios, Israel vencía. Moisés es un signo profético del orante.
* Salmo Responsorial 120. El auxilio me viene del Señor que hizo el
cielo y la tierra. Confiemos en el Señor.
* Segunda Carta de San Pablo a Timoteo 3,14-4,2. El hombre de
Dios está bien equipado para realizar toda obra buena. Seamos constantes
en proclamar la Palabra de Dios a todos.
* Evangelio según San Lucas 18,1-8.La constancia de la mujer
viuda consigue que el juez inicuo le haga justicia. Dios salvará a los que
perseveren en la fe y en la vida cristiana hasta el final.
II.- ENSEÑANZAS DEL PAPA FRANCISCO
“El predicador “debe ser el primero en tener una gran familiaridad
personal con la Palabra de Dios: no le basta conocer su aspecto lingüístico
o exegético, que es también necesario; necesita acercarse a la Palabra con
un corazón dócil y orante, para que ella penetre a fondo en sus
pensamientos y sentimientos y engendre dentro de sí una mentalidad
nueva” (PDV 26). Nos hace bien renovar cada día, cada domingo, nuestro
fervor al preparar la homilía, y verificar si en nosotros mismos crece el
amor por la Palabra que predicamos (…) Las lecturas del domingo
resonarán con todo su esplendor en el corazón del pueblo si primero
resonaron así en el corazón del Pastor” (EG 149).
“Antes de preparar concretamente lo que uno va a decir en la
predicación, primero tiene que aceptar ser herido por esa Palabra que
herirá a los demás, porque es una Palabra viva y eficaz, que como una
espada, “penetra hasta la división del alma y el espíritu, articulaciones y
médulas, y escruta los sentimientos y pensamientos del corazón”
(Heb.4,12). Esto tiene un valor pastoral” (EG 150).
Quien quiera predicar, primero debe estar dispuesto a dejarse
conmover por la Palabra y a hacerla carne en su existencia concreta. De
esta manera, la predicación consistirá en esa actividad tan intensa y fecunda
que es “comunicar a otros lo que uno ha contemplado” (Sto. Tomás).
“También en esta época la gente prefiere escuchar a los testigos: “tiene sed
de autenticidad (…). Exige a los evangelizadores que le hablen de un Dios
a quien ellos conocen y tratan familiarmente como si lo estuvieran viendo”
(EN 68)” (EG 150).
“Lo indispensable es que el predicador tenga la seguridad de que Dios
lo ama, de que Jesucristo lo ha salvado, de que su amor tiene siempre la
última palabra” (EG 151).
Unas palabras del Beato Pablo VI: “el hombre contemporáneo
escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan o si
escuchan a los que enseñan es porque dan testimonio (…) Será sobre todo
mediante su conducta, mediante su vida, como la Iglesia evangelizará al
mundo, es decir, mediante un testimonio vivido de fidelidad a Jesucristo,
de pobreza y desapego de los bienes materiales, de libertad frente a los
pobres del mundo, en una palabra, de santidad” (EN 41).
JUBILEO DE LA MISERICORDIA
OBRAS DE MISERICORDIA CORPORALES
Dar de comer al hambriento Dar de beber al sediento Vestir al desnudo. Dar posada al peregrino. Visitar a los enfermos Redimir al cautivo Enterrar a los muertos
OBRAS DE MISERICORDIA ESPIRITUALES
Enseñar al que no sabe Dar consejo al que lo necesita Corregir al que yerra Perdonar las injurias Consolar al triste Sufrir con paciencia los defectos del prójimo Rogar a Dios por los vivos y difuntos
III.- SUGERENCIAS PARA LA HOMILÍA
1.- Permanece en la fe que has recibido
Escribir estas palabras, leerlas, meditarlas y comunicarlas a otros
es una gracia de Dios que debemos agradecer siempre. Por eso una primera
sugerencia que comparto con todos vosotros, hermanos y amigos en el
Señor, es guardar estas palabras como hermoso regalo que nos hizo y nos
hace el Señor a través de nuestros padres, de nuestros catequistas, de
nuestros sacerdotes…¡Ayúdanos, Señor, a mantener viva la
fe que nos diste y a transmitirla con gozo!.
A.- Permanecer en la fe significa en primer lugar guardar la fe –
los artículos de la fe-, que se resumen en el Credo de la Iglesia, que nos ha
entregado la Iglesia el día de nuestro Bautismo, que nuestros padres nos
enseñaron cuando éramos niños, que nuestros catequistas nos explicaron y
que recitamos y confesamos sobre todo en la celebración de la Eucaristía y
también en la Solemne Vigilia Pascual cada año.
Procuremos guardar la fe no exponiéndola a corrientes
ideológicas contrarias a ella: ateísmo, agnosticismo, indiferencia
religiosa…, antes bien hemos de comprometernos a formar nuestra fe
mediante la lectura de libros religiosos y teológicos adecuados, mediante la
asistencia a cursos de teología, mediante la participación en cursillos,
charlas formativas...
No olvidemos que en estos tiempos y siempre los cristianos
debemos estar bien formados y dispuestos para dar razón de nuestra fe y
de nuestra esperanza a quien nos la pida.
No debemos olvidar los cristianos que debemos hacer realidad el
diálogo “fe-cultura”, “fe-vida”, “fe-política”… No nos quedemos con los
brazos cruzados o caídos…El Espíritu Santo nos urge a proponer la fe a
nuestros hermanos los hombres y mujeres de nuestro mundo. Los cristianos
laicos tienen que realizar en este diálogo amplio y variado una tarea muy
importante que no deben omitir ni descuidar.
El Papa Francisco enseña que “el diálogo entre ciencia y fe
también es parte de la acción evangelizadora que pacifica. El cientismo y
el positivismo se rehúsan a “admitir como válidas las formas de
conocimiento diversas de las propias ciencias positivas (…) La fe no le
tiene miedo a la razón; al contrario, la busca y confía en ella, porque “la luz
de la razón y la de la fe provienen ambas de Dios” y no pueden
contradecirse. La evangelización está atenta a los avances científicos para
iluminarlos con la luz de la fe y de la ley natural, en orden a procurar que
respeten siempre la centralidad y el valor supremo de la persona humana
en todas las fases de su existencia” (EG 242).
Para terminar este apartado, os recuerdo las palabras de San Pablo a
Timoteo:
“Querido Timoteo, conserva el depósito de la fe que te ha sido
confiado. No hagas caso de la estéril y mundana palabrería ni de las
contradicciones de una falsa ciencia; algunos, por hacer caso de ella, han
perdido la fe” (ITim. 6,20-21).
B.-Permanecer en la fe lleva consigo guardar la fe personal que el
Concilio Vaticano II describe así:
“Cuando Dios revela hay que prestarle la obediencia de la fe
(Rm.16,26; cf. Rm.1,5; IICort.10,5-6), por la que el hombre se confía libre
y totalmente a Dios, prestando “a Dios revelador el homenaje del
entendimiento y de la voluntad”, y asintiendo voluntariamente a la
revelación hecha por Él.
Para profesar esta fe es necesaria la gracia de Dios que previene y
ayuda, y los auxilios internos del Espíritu Santo, el cual mueve el corazón y
lo convierte a Dios, abre los ojos de la mente y da “a todos la suavidad en
el aceptar y creer la verdad”.
Y para que la inteligencia de la revelación sea más profunda, el
mismo Espíritu Santo perfecciona constantemente la fe por medio de estos
dones” (DV 5).
Al terminar de escribir estas palabras del Concilio pienso en tantos
cristianos que en otro tiempo eran cristianos practicantes, fervorosos,
piadosos…y, con el paso del tiempo y los cambios sociales y
culturales…se han alejado de la Iglesia, ya no reciben los sacramentos, han
perdido la fe…se han vuelto ateos, indiferentes…Para no pocos Dios ha
desaparecido de sus vidas. Les queda a lo sumo un rescoldo religioso en su
corazón, unos recuerdos religiosos de su infancia…
No nos quedemos ni nos mostremos indiferentes ante quienes se
han alejado de la Iglesia, de los sacramentos, de Dios. Pongamos en marcha
la nueva evangelización para ayudarles a recuperar el gozo de ser
creyentes.
Terminamos este párrafo con unas palabras del Papa Benedicto
XVI: “Quien cree está unido a Dios, está abierto a su gracia, a la fuerza de
la caridad. (…) La fe, en efecto, es encuentro con Dios que habla y actúa en
la historia, y que convierte nuestra vida cotidiana, transformando nuestra
mentalidad, juicios de valor, opciones y acciones concretas (…) El
Cristianismo, antes que una moral o una ética, es acontecimiento del amor,
es acoger a la persona de Jesús. Por ello, el cristiano y las comunidades
cristianas deben ante todo mirar y hacer mirar a Cristo, verdadero camino
que conduce a Dios” (Benedicto XVI).
C.- Nuestro Sínodo Diocesano. Precisamente nuestro Sínodo
Diocesano, que por gracia de Dios estamos celebrando, nos llama y nos
urge a “buscar, renovar y fortalecer la fe” para transmitirla y comunicarla a
los demás “en esta nueva etapa evangelizadora” que vivimos.…
Ayudados y sostenidos por la gracia divina, hagamos un nuevo
esfuerzo para ir realizando el lema sinodal y el primer tema: “el anuncio
del Evangelio y la transmisión de la fe”.
De igual modo hemos de afrontar con lucidez y
responsabilidad el cuarto tema del Sínodo: “la organización pastoral de
la Diócesis”.
2.- Oremos siempre
En el Evangelio de este domingo, Jesús nos invita y nos exhorta a
orar con insistencia, sin cansarnos nunca, ni desfallecer, aunque nos
parezca que nuestra plegaria no llega a los oídos de Dios o no recibe de Él
respuesta alguna. Si tal vez nos encontráramos en esta situación, no nos
desanimemos, sino que perseveremos en la oración aunque pasemos por
momentos, tiempos, etapas…en las que sintamos la sequedad, la
aridez…en nuestra oración.
El Papa Francisco comenta este evangelio y nos dice:
“Jesús relata una parábola sobre la necesidad de orar siempre, sin
cansarnos (…) Dios nos invita a orar con insistencia no porque no sabe lo
que necesitamos, o porque no nos escucha. Al contrario, Él escucha
siempre y conoce todo sobre nosotros, con amor. En nuestro camino
cotidiano, especialmente en las dificultades, en la lucha contra el mal fuera
y dentro de nosotros, el Señor no está lejos, está a nuestro lado; nosotros
luchamos con Él a nuestro lado, y nuestra arma es precisamente la oración,
que nos hace sentir su presencia junto a nosotros, su misericordia, también
su ayuda. Pero la lucha contra el mal es dura y larga, requiere paciencia y
resistencia, como Moisés, que debía tener los brazos levantados para que su
pueblo pudiera vencer. Es así: hay una lucha que conducir cada día; pero
Dios es nuestro aliado, la fe en Él es nuestra fuerza, y la oración es la
expresión de esta fe (…) Si se apaga la fe, se apaga la oración, y nosotros
caminamos en la oscuridad, nos extraviamos en el camino de la vida. Por
lo tanto, aprendamos de la viuda del Evangelio a orar siempre, sin
cansarnos (…) Rezar siempre, pero no para convencer al Señor a fuerza de
palabras. Él conoce mejor que nosotros aquello que necesitamos. La
oración perseverante es más bien expresión de la fe en un Dios que nos
llama a combatir con Él, cada día, en cada momento, para vencer el mal
con el bien” (Ángelus. Domingo. 20-X-2013).
Jesús en los momentos dolorosos del huerto de Getsemaní dijo a
sus discípulos: “velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el
espíritu está pronto, pero la carne es débil” (Mc.14,38).
Leamos y meditemos estas palabras de San Pablo:
“De igual manera, el Espíritu viene también en ayuda de nuestra
flaqueza. Como nosotros no sabemos pedir como conviene, el Espíritu
mismo intercede por nosotros con gemidos indescriptibles. Y el que
examina el interior de las personas y sabe lo que anhela el Espíritu, y que,
cuando intercede en favor de los santos, lo hace conforme a la voluntad de
Dios” (Rm.8,26-27).
Por eso pidamos a Jesús como uno de sus discípulos: “enséñanos a
orar”. Jesús, orante y maestro de oración les regaló y nos regala hoy la
oración del “Padre Nuestro”.
Imitemos a Jesús que comenzaba el día con la oración y desde la
oración, donde acogía el Amor del Padre para ofrecerlo después a los
hermanos, especialmente a los más pobres y necesitados.
Os invito a contemplar con fe y amor a Jesús en su oración al Padre
en el Huerto de Getsemaní antes de adentrarse por los caminos de su
pasión y de su muerte en la cruz. Jesús oró así al Padre:
Abba ……….. Jesús tiene conciencia de ser el Hijo del Padre
eterno. Así lo invoca
Aquí estoy: el realismo de la encarnación de Jesús.
Por ellos: Jesús entrega su vida pro al salvación de todos
Para gloria de tu Nombre…Todo en Jesús está referido al
Padre.
A la luz de la oración de Jesús podemos y debemos preguntarnos:
¿rezo todos los días?
¿cómo es mi oración?
¿escucho la Palabra de Dios en mi oración¿?
Terminamos. Unidos en el Señor
Cáceres,10 de octubre de 2016.
Florentino Muñoz Muñoz
Mensaje del Papa con motivo del 14º Encuentro
Nacional de "Manos Abiertas"
Queridos amigos y amigas de "Manos Abiertas":
Están reunidos en este Encuentro Nacional que tiene como tema: "Misericordia, un viaje
del corazón a las manos". Tomamos dos textos del Evangelio: cuando el Buen samaritano
encuentra a ese hombre en el camino, dice el Evangelio que siente compasión en el
corazón, y después, se bajó del caballo, lo tocó, lo curó; la compasión del corazón lo llevó
a hacer un trabajo con sus manos. Otra escena del Evangelio nos habla de Jesús, a la
puerta de la ciudad de Naím, que ve salir ese cortejo fúnebre de un joven hijo de la madre
viuda, y la madre atrás; y sintió compasión por esa madre sola, se acercó, le dijo: "No
llores"; y empezaron a actuar sus manos, después tocó el cajón, y dijo: "Joven, levántate".
Un viaje del corazón a las manos. Así es Jesús, así nos enseña el Evangelio: a hacer, pero
desde el corazón.
El corazón, sea el del Buen samaritano como el de Jesús, fue tocado por la miseria: la
miseria que vio allí, la miseria de esa madre viuda que vio Jesús, esa miseria de dolor, y la
miseria de ese hombre apaleado que vio el samaritano. El corazón se junta con la miseria
del otro y eso es misericordia. Cuando la miseria del otro entra en mi corazón siento
misericordia, que no es lo mismo de tener lástima, la lástima es otro sentimiento. Yo puedo
tener lástima frente a un animal herido o a una situación, pero misericordia es otro
sentimiento, es cuando la miseria del otro, o una situación de dolor, o de miseria, se me
metió en el corazón y yo permití que esa situación tocara mi corazón. Yo diría: es el viaje
de ida, el viaje de la miseria al corazón. Y este es el camino: no hay misericordia si no se
parte del corazón, un corazón herido por la miseria del otro, por una situación dolorosa del
otro, un corazón que se deja herir.
Es distinto tener buenos sentimientos, eso no es misericordia, son buenos sentimientos.
Es distinto hacer filantropía con las manos, eso no es misericordia, es bueno, es bueno, no
es malo hacer filantropía, pero no es misericordia, es otra cosa. Misericordia es ese viaje
de ida desde la miseria a mi corazón, asumida por mi corazón, que conmueve mi corazón
y que, a veces, lo conmueve de tal manera que el corazón es como una brújula en el Polo
Norte, no sabe dónde está parado por eso que está sintiendo.
Claro, alguno de ustedes me puede preguntar: ¿Padre, cómo se tiene misericordia y no
lástima? Bueno, primero hay que pedir la gracia de tener misericordia, es una gracia, y se
la tienen que pedir al Señor. Pero el único camino para tener la misericordia es a través del
propio pecado reconocido por uno y perdonado por el Señor, a través del pecado
reconocido y perdonado. Solo se puede ser misericordioso si uno se siente realmente
misericordiado por el Señor, sino no podés ser misericordioso. Si vos sentís que tu pecado
es asumido, perdonado, olvidado por Dios, sos misericordiado, y desde ese ser
misericordiado, podrás ser misericordioso. Si la misericordia no parte de tu corazón así, no
es misericordia.
Y aquí empieza el viaje de vuelta. Si el viaje de ida fue dejarme herir el corazón por la
miseria de los demás, el viaje estable en mi corazón es reconocer mi pecado, mi miseria,
mi bajeza y se sentirme perdonado y misericordiado por el Señor, ahora empieza el viaje
de vuelta, del corazón hacia las manos.Y así el camino va desde mi miseria
misericordiada,a la miseria del otro; desde mi miseria amada por Dios, al amor de la
miseria del otro; desde mi miseria amada en mi corazón, a la expresión con mis manos, y
eso es misericordia. Misericordia es un viaje del corazón a las manos. ¿Qué hago, abro las
manos o mi corazón? Las dos cosas. Dejáte herir el corazón por la miseria, por la de los
otros y por la tuya; dejáte misericordiar y empezá el viaje de vuelta, y con tus manos
misericordiáa los demás derrochando misericordia y amor.
Que Dios los bendiga y les haga pasar un encuentro fecundo, fructuoso para toda la
comunidad de "Manos Abiertas". Y por favor, no se olviden de rezar por mí.
CANONIZACIÓN DEL OBISPO MANUEL GONZÁLEZ
Felicitamos a las Hermanas MISIONERAS EUCARÍSTICAS DE
NAZARET
Mensaje de la Comisión Permanente de la Conferencia
Episcopal Española con motivo de la canonización del obispo
Manuel González.
Un modelo de fe eucarística para nuestro
tiempo
Damos gracias a Dios porque el próximo día 16 de octubre de este Año jubilar de la
Misericordia el Papa Francisco canonizará en Roma al beato Manuel González García,
obispo de Palencia y antes de Málaga, junto a con los beatos José Sánchez, José Gabriel del
Rosario Brochero, Salomone Leclercq, Lodovico Pavoni, Alfonso Mª Fusco y Sor Elisabeth
de la Santísima Trinidad (Elisabeth Catez).
La vida y obra del nuevo santo obispo español, centradas en la Eucaristía, constituyen un
modelo para la Iglesia y para nuestro tiempo, tan necesitados de espíritu contemplativo, de
entregada actividad caritativa y de volver a la mesa eucarística donde Cristo se hace
presencia cercana y Pan vivo que alimenta y fortalece (cfr. Jn 6, 22-59).
El obispo Manuel González nos ha dejado en sus fundaciones y en sus obras (escritas con el
gracejo y sabiduría de un excepcional párroco y catequista) la invitación a una fuerte vida
eucarística que ayude a los cristianos a vivir y testimoniar su fe. Más aún, el santo obispo
animó siempre a los fieles a participar en la Santa Misa y a vivir lo que ella significa en el
servicio a los pobres y excluidos, no menos que a relacionarse frecuentemente con el Señor,
realmente presente en el sagrario. Una presencia de Amor no siempre
correspondido: entrar a la adoración eucarística para abrazar y salir paraservir.
Por otro lado, al nuevo santo no le fue ahorrada la cruz en su vida y así experimentó, en no
pocas ocasiones, la dura tribulación del desafecto; sufrió también callada y ejemplarmente
el destierro en la España de los dramáticos años 30 del siglo pasado. Al mismo tiempo es
justo también subrayar que él supo siempre perdonar a todos al calor de Cristo-Eucaristía,
que une lo dividido y reconcilia lo enemistado (cfr. Ef 2,14). “Porque el pan es uno,
nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo, pues todos comemos del mismo pan”
(1 Cor 10, 17).
1. Corresponder al amor de Cristo
Don Manuel González había nacido en 1877 en Sevilla. De su catedral fue niño cantor
(seise), y en esta misma ciudad fue ordenado sacerdote por el beato cardenal Marcelo
Spínola el 21 de septiembre de 1901. Se recuerda aún su primera labor pastoral en la
localidad sevillana de Palomares del Río, donde robusteció y forjó su espiritualidad
eucarística y su amor por los más pobres. Ante el sagrario solitario de esta parroquia tuvo
una experiencia interior sobrenatural que marcaría toda su vida y mensaje: “Allí de
rodillas… mi fe veía a un Jesús tan callado, tan paciente, tan bueno, que me miraba… que
me decía mucho y me pedía más, una mirada en la que se reflejaba todo lo triste del
Evangelio… La mirada de Jesucristo en esos sagrarios es una mirada que se clava en el
alma y no se olvida nunca. Vino a ser para mí como punto de partida para ver, entender y
sentir todo mi ministerio sacerdotal”.
Esta vivencia marcó su entera existencia y misión, verdaderamente ejemplar para una
genuina espiritualidad sacerdotal. Así, cuando en 1905 es nombrado párroco de Huelva, al
encontrarse con una situación de indiferencia religiosa, su amor y celo apostólico abrieron
caminos para reavivar la vida cristiana de sus feligreses y se preocupó también de la
situación de las familias más necesitadas y de los niños, para los que fundó escuelas. El 4 de
marzo de 1910 ante un grupo de colaboradoras manifestó el gran anhelo de su corazón:
“Permitidme que yo, que invoco muchas veces la solicitud de vuestra caridad en favor de
los niños pobres y de todos los abandonados, invoque hoy vuestra atención y cooperación
en favor del más abandonado de todos los pobres: el Santísimo Sacramento. Os pido una
limosna de cariño para Jesucristo sacramentado… Os pido, por el amor de María
Inmaculada y por el amor de ese Corazón tan mal correspondido, que os hagáis las Marías
de esos sagrarios abandonados”. Así, con la sencillez del Evangelio, nació la “Obra para los
Sagrarios-Calvarios” para dar una respuesta de amor reparador al amor de Cristo resucitado,
real y verdaderamente presente en la Eucaristía.
Cuando en 1920 fue nombrado obispo de Málaga, de la que era auxiliar desde 1916, lo
celebró reuniendo, en una comida festiva, a los niños pobres, a quienes autoridades,
sacerdotes y seminaristas sirvieron en una mesa que era verdadera prolongación de la mesa
eucarística.
2. Apostolado eucarístico
Don Manuel es también conocido como el fundador e impulsor de la gran familia
seglar “Unión Eucarística Reparadora”.Fundó además en 1921 la congregación de
las Misioneras Eucarísticas de Nazaret (conocidas popularmente como “Hermanas
Nazarenas”), presentes con su labor apostólica en ocho países de dos continentes, y puso en
marcha, fruto de su gran afán evangelizador, la popular revista El Granito de Arena, con un
especial acento en la propagación del amor a la Eucaristía.
El santo obispo llegó a la diócesis castellana de Palencia en 1935, después de cuatro años de
forzada ausencia de su diócesis anterior. Aceptó ser obispo de Palencia con un verdadero
amor pastoral hasta su muerte, acaecida en Madrid el 4 de enero de 1940. Enterrado en la
capilla del Sagrario de la catedral palentina, sobre su tumba se lee una última voluntad que
es también humilde súplica: “Pido ser enterrado junto a un Sagrario, para que mis huesos,
después de muerto, como mi lengua y mi pluma en vida, estén siempre diciendo a los que
pasen: ¡Ahí está Jesús! ¡Ahí está! ¡No lo dejéis abandonado!”.
Sus enseñanzas poseen permanentes valores teológicos e intuiciones que se asoman a una
piedad eucarística renovadora, como desea el Concilio Vaticano II que sea impulsada en la
Iglesia, ya que “la Liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo
tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza…, la renovación de la Alianza del Señor con
los hombres en la Eucaristía enciende y arrastra a los fieles a la apremiante caridad de
Cristo” (Const. A. Sacrosanctum Concilium, n.10; cf. Ritual de la Sgda. Comunión y del
culto a la Eucaristía fuera de la Misa, n.25).
3. Adoración y caridad
Por esto mismo, la propuesta cristiana que propagaba don Manuel González de
“eucaristizar” la vida, de trasformarla en adoración, ofrenda y compromiso permanente,
constituye un valioso programa de vida cristiana también para nuestro tiempo. Él nunca
separó la Eucaristía del servicio a los excluidos, ya que siempre la orientó hacia el
descubrimiento del rostro de Cristo pobre y abandonado en las múltiples marginaciones de
cada día. El santo obispo de Palencia dio forma concreta en su vida pastoral a lo que
pediría el papa Benedicto XVI al afirmar que “sólo en la adoración (eucarística) puede
madurar una acogida profunda y verdadera. Y precisamente en este acto personal de
encuentro con el Señor madura luego también la misión social contenida en la Eucaristía y
que quiere romper las barreras no sólo entre el Señor y nosotros, sino también y sobre todo
las barreras que nos separan a los unos de los otros” (Exh. A. Sacamentum caritatis, 66).
Es así como don Manuel González fue un hombre de su tiempo y los avatares de la España
en que le tocó vivir dejaron honda huella en sus preocupaciones y realizaciones pastorales.
No predicó la huida del mundo, sino que siempre contempló la presencia de Cristo en la
Eucaristía como un momento de intimidad particular para después movilizar a los fieles
hacia el compromiso social y caritativo. Esta actividad la veía no como un lugar sin retorno,
sino como medio para retornar de nuevo a la intimidad con Cristo al que se había escuchado
y servido en el propio quehacer apostólico, ya que, como señala el Papa Francisco, “para
nosotros toda persona y más si está marginada, si está enferma, es la carne de Cristo”
(Disc. Caritas Internationalis, 16-05.2013). ¿Cómo no reconocer en esta intuición un bello
ideal de vida cristiana para nuestro tiempo?
4. Actualidad de su mensaje
“Sería triste –señalaba S. Juan Pablo II en la misa de beatificación de D. Manuel el 29 de
abril de 2001- que la presencia amorosa del Salvador (en la Eucaristía), después de tanto
tiempo, fuera aún desconocida por la humanidad. Esa fue la gran pasión del beato Manuel
González García…, (el nuevo beato) es un modelo de fe eucarística, cuyo ejemplo sigue
hablando a la Iglesia de hoy”.
Efectivamente, ochenta y seis años después de su muerte, la vida y mensaje del nuevo santo
español recobran actualidad. Siempre cerca de Cristo-Eucaristía, nos ayuda a descubrir, en
contraste con los olvidos humanos, las palabras y latidos más profundos de la misericordia
divina y nos señala insistentemente al Santísimo Sacramento, que como dice el Vaticano II,
es fuente y cumbre de toda vida cristiana, no menos que expresión concreta de la unidad del
pueblo de Dios (cf. LG, n. 11). Precisamente, el “camino, recorrido por Jesús hasta el
extremo (cf. Jn 13,1), se hace presencia y memoria permanente para nosotros en este
sacramento. Por eso nosotros, ante Jesús-Eucaristía, queremos renovar nuestra unión con Él
y nuestro seguimiento (cf. Col 3,9-15) y lo hacemos manteniendo vivo su proyecto
compasivo, como nos pide el Papa Francisco: «En este Año Santo, podremos realizar la
experiencia de abrir el corazón a cuantos viven en las más contradictorias periferias
existenciales, que con frecuencia el mundo moderno dramáticamente crea. ¡Cuántas
situaciones de precariedad y sufrimiento existen en el mundo hoy! Cuántas heridas sellan la
carne de muchos que no tienen voz porque su grito se ha debilitado y silenciado a causa de
la indiferencia de los pueblos ricos». (Misericordiae vultus, 2015, nº 15)” Contemplando el
misterio de la Eucaristía y configurados por él, trabajemos por una cultura de la compasión
(Comisión E. de Pastoral Social. Mensaje para el Corpus Christi-2016).
5. Con el ejemplo de la Virgen María, “primer sagrario” y “mujer
eucarística”
San Juan Pablo II nos pedía que siguiéramos “la enseñanza de los santos, grandes
intérpretes de la verdadera piedad eucarística. Con ellos la teología de la Eucaristía adquiere
todo el esplendor de la experiencia vivida, nos «contagia» y, por así decir, nos «enciende».
Pongámonos, sobre todo, a la escucha de María Santísima, en quien el Misterio eucarístico
se muestra, más que en ningún otro, como misterio de luz. Mirándola a ella conocemos la
fuerza trasformadora que tiene la Eucaristía. En ella vemos el mundo renovado por el amor”
(Ecclesia de Eucharistia, n.62).
Con estos sentimientos, deseamos que la canonización de D. Manuel González, en el
marco del Jubileo Extraordinario de la Misericordia que estamos celebrando, anime a los
fieles de la Iglesia en España a una verdadera y frecuente adoración del Señor en el
sacramento de la Eucaristía, así como a una mayor vivencia personal y comunitaria del
Domingo y a cuidar con esmero la reserva del Santísimo Sacramento. Esto nos ayudará a
avanzar en el camino de la santidad y de la misericordia, y a generar una verdadera cultura
del encuentro y la compasión en nuestro mundo mediante el testimonio cristiano de la
caridad.
Madrid, 28 de septiembre de 2016
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