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PREGÓN SANTA CRUZ DE EL BUITRÓN
2010
PREGONERO: ALEJANDRO CRUZ NAIMI
Estimados Presidente de la Santa Cruz del Buitrón y Mayordomos de la
Cruz y la Bandera.
Queridos amigos del Buitrón y hermanos de la Cruz.
Apreciados visitantes a nuestra aldea y buenas gentes de otros lugares…
Muy buenas noches…
En Enero de este año y en la casa del cura, recibí la encomienda del
pregón de la Santa Cruz. Mi primera reacción fue la de sorpresa.... Tuve
nervios, y una mezcla de emoción y alegría a la vez. ... la misma sensación
que tengo ahora ciertamente.
Había dudas que orbitaban en mi cabeza....
"¿Qué cosas puedo contar?
¿Qué temas pueden interesar?
¿Seré el pregonero que el Buitrón y esta institución de más de
500 años se merece?..."
Casi me desanimó la responsabilidad y estuve en un tris de pasarle el
testigo a cualquiera de mis hermanos que podrían ser también dignos
pregoneros.
Pero sentí que traicionaba al corazón y después de todas estas cábalas y
vacilaciones me dije...
...¿No es esta una excelente ocasión para proclamar a los
cuatro vientos lo que sientes por el Buitrón?
No podía decir que no. Acepté el reto sin más dilación y aquí estoy, entre
vosotros, en el mejor escenario del mundo, como pregonero de mi
maravillosa aldea, de su Santa Cruz, porque este es mi sitio y vosotros sois
mi gente.
Quiero agradecerte públicamente Eugenio, esta invitación y que me hayas
ofrecido la oportunidad de coger el relevo de otros estupendos
pregoneros, empezando por la sabia pluma y la bella palabra del añorado
Juan Carlos Vélez y que luego han continuado personas muy
comprometidas con la aldea. En todo caso, el listón ha quedado bien alto.
Para mí, repito, es una auténtica distinción y espero estar a la altura.
Al Buitrón siempre lo he tenido en mi cabeza y en mi corazón, ha sido
siempre mi referente. He tenido la suerte de conocer muchos lugares de
España ya sea por trabajo o por ocio, he disfrutado de paisajes y de gentes
encantadoras, pero hay una gran diferencia; aquí he tenido vivencias y
momentos fantásticos de gran transcendencia que me han marcado
siendo un chavalín y más tarde siendo mozo. Esas vivencias las voy a llevar
conmigo toda la vida y han cimentado mi manera de ser y mis
preferencias, valores y principios...
Por eso quiero contaros algunas cosas acerca de personas y vivencias que
me acompañaron en esas fases de mi vida y que seguramente también
han acompañado a muchos de vosotros. Aquí me empapé de campo, de
tradiciones rurales y de un sentimiento aldeano que nunca viví en otros
lugares y caí encandilado de tus mágicos encantos……Buitrón.
Son muchas, muchas las cosas que me unen al Buitrón y a muchos de
vosotros. Aunque mi partida de nacimiento dice que he nacido en Madrid,
yo me siento hijo del Buitrón como el que más. Me lo decía muchas veces
mi añorado Félix, que nos ha dejado hace poco... ¡Tú eres de aquí....
porque aquí te has criado....! Y cómo me identificaba con eso, Feliciano ¡!
Con ello hago mío el dicho que anuncia que el buey no es de donde nace
sino de donde pace.
Soy y me siento buitronejo, desde la primera vez que caminé entre estas 4
benditas calles. Mi aldea ha terminado enganchándome de manera
crónica, y sigo injertándome aquí cada vez más, como las raíces de un
olivo.
Aquí llegué por primera vez un verano del 73, con 8 años, de la mano del
Tío Pepe Polo, triguereño y buitronejo a la vez, y cuyo padre, D. Manuel
Polo, maestro nacional se comprometió en la noble labor de educar a
chicos y mayores de la aldea. Sus esfuerzos y anhelos, se han visto
reconocidos, otorgando su nombre a la primera calle que nos
encontramos al entrar al Buitrón.
El tío Pepe, desde los madriles, se erigió en un auténtico evangelizador
buitronejo. Gustaba de acompañar a nuestras meriendas, juegos y paseos
con comentarios, apostillas y mensajes subliminares sobre la aldea. Poco a
poco fue alimentando esa ilusión en nosotros. Antes incluso de venir por
primera vez al Buitrón, sitios como el Portugués, la Ribera, su casa en la
vieja escuela, o propio párroco D. Luis Arrayás ya nos resultaban
familiares.
Como os decía en aquel agosto de 1973 llegamos por vez primera a la
aldea, y aquello marcó claramente un antes y un después en nuestras
vidas.
Tras largos viajes en tren, la ilusión y la espera de periodos sin disfrute
buitronejo estallaban en puro nerviosismo cuando tomábamos la
carretera desde el empalme. Durante esos 3 kilómetros y medio, las
pulsaciones se disparaban como en las primeras citas adolescentes con tu
novia y alcanzaban sus máximos latidos cuando desde el alto de la
estación ya divisábamos los primeros tejados de nuestro pequeño
universo rural aldeano.
Hoy, con unos cuanto años más, siento todavía ese cosquilleo cada vez
que vuelvo a mi aldea y entro en este "campo magnético" que conforman
esos 3 kilómetros y medio entre el Buitrón y el empalme. Como veo que lo
sienten también mi hija Julia y mis sobrinos Lucía y Rodrigo. Me reconforta
y me ilusiona enormemente saber que el encanto aldeano también ha
atrapado a nuestros pequeños.
Guardo perfectamente en la retina mi primer encuentro con la entonces
chiquillería buitroneja en aquel verano de 1973. El tío Pepe, nos llevó de la
mano al corral de Manolo el de la Orita para que iniciásemos nuestros
primeros contactos y juegos, allí que yo recuerde, el propio Manolo el de
la Orita, Quijuan, Eugenio y el Cano, andaban enfrascados con un bicho
alado y con plumas que en un primer momento no supe identificar (…y al
que hoy llamo tórtola). Lo tenían en una pequeña jaula de madera y
estaban discutiendo si llevarlo o no a una finca llamada el lejío (ya el
nombre me decía que el sitio debía estar bien lejos…), pero no tenían muy
claro si seleccionar ese ejemplar como reclamo (¿qué será eso del reclamo
por Dios?... me preguntaba yo). Lo que quiero destacar no es la cantidad
de dudas que me asaltaban ante tantos términos que no entendía, sino lo
más bonito: cómo ese grupo de chiquillos, hoy hombres hechos y
derechos, nos acogió rápidamente y nos integró en sus juegos y andanzas.
Enseguida nos sentimos admitidos en el grupo. No nos vimos fuera de
lugar, pese a nuestra diferente procedencia. Inmediatamente y de un día
para otro nos hicimos participes de juegos y salidas campestres
Recuerdo nuestras excursiones en borrico y sus preliminares.
Normalmente la solíamos preparar el día anterior y era una auténtica
aventura para aquellos niños que en su vida habían montado un jumento.
El primer punto era elegir el lugar de destino. Habitualmente solía ser el
Charco del Portugués, aunque esporádicamente las hacíamos al Charco de
la Revuelta o al Dique de la Mina, donde la captura de galápagos, solía ser
más fructífera. Otro de los temas que también nos preocupaba era la
elección de la caballería. Tras la experiencia acumulada y los consejos de
Eulogio ya teníamos nuestras preferencias, uno de ellos era el burro del
recordado Luis Rabadán, fuerte, noble y que apenas cabeceaba ante los
tirones de nuestras inexpertas manos. Otros eran el burro y la burra de
Ángel Rabadán que eran también clementes ante nuestra falta de manejo.
Recuerdo también a la burra Antonia o Isidora de mi querido Salvador
Carranza, que según el día adoptaba un nombre u otro, aunque esta
última era la menos disponible ya que solía estar muy ataviada con las
tareas que le encomendaba su diligente dueño.
Especialmente gracioso y doloroso a veces, era el momento de bajar por la
cuesta del Portugués, donde llegábamos resignados a la irremediable
caída y rodada cuesta abajo con las correspondientes risotadas del grupo.
A mi abuela Luisa, con sus años, también le tocó dar con sus huesos en el
suelo más de una vez. Durante estas excursiones, disfrutábamos de los
fantásticos valores naturales de los campos buitronejos y aprendíamos de
plantas, de pájaros, de fuentes y manantiales, engordando cada vez más
nuestra enciclopedia de vivencias por estas tierras.
Evoco ese fin del verano cuando tras nuestras inolvidables estancias
estivales en la aldea teníamos que partir de vuelta hacia Madrid, ¡Que
duro era ese momento! La noche anterior era difícil conciliar el sueño.
Siendo más chiquillos planeábamos incluso perdernos por los campos ese
fatídico día para no tener así que partir. Con un doloroso nudo en la
garganta como si te arrancasen las entrañas, había que dejar nuestra
aldea. Los vecinos venías a despedirse y sentíamos que nuestra congoja
era también la suya. En su despedida, además del sentir de nuestra
marcha, nos obsequiaban con tomates, huevos o chacina para que nos
llevásemos los sabores aldeanos a los madriles, en un acto de
acompañamiento y sentimiento que yo nunca había vivido. Estos detalles,
entre otros, son los que me han hecho querer a mi aldea y sentir pasión
por ella. Nuestra melancolía duraba todo el mes de Septiembre,
desganados, apáticos y doloridos hacíamos frente a nuestra vida cotidiana
en la meseta, añorando todo lo que evocaba a nuestro Buitrón.
Afortunadamente guardo mucha correspondencia de esos años, y
concretamente de esos difíciles momentos postvacacionales. Esas cartas
eran un buen bálsamo para hacer más llevadero esos siempre difíciles
periodos. De vez en cuando las releo y recuerdo esas vivencias con
nostalgia.
Rememoro esas fantásticas noches en los riscos de la carretera con pipas
y golosinas de la tienda de Avelina siendo niños, o más tarde, siendo no
tan niños, con el regustillo a los pucheros de aguardiente que habíamos
tomado ya en el casino de Celedonio. Estos riscos, muy próximos a nuestra
casa de la hermandad, fueron:
Testigos mudos de nuestros sueños y vivencias y el asiento de
conversaciones y secretos.
El duro colchón donde dormíamos alguna tranca de aguardiente con
los temas de Triana y Pink-Floyd acurrucándonos.
El mejor observatorio astronómico para disfrutar de un firmamento
jamás visto.
El destino de las chinas de la marimanta, ese fantasma que algunos
decían haber avistado.
El lugar donde planeábamos excursiones, fechorías o andanzas.
El terreno donde entrábamos en trance con el programa nocturno
"Media noche" de Antonio José Alés y quien nos hizo indagar más
de una noche, los fantásticos cielos estrellados en busca de Objetos
Volantes No Identificados.
Estos riscos nos atrapaban a menudo hasta altas horas de la madrugada,
donde disfrutábamos de una paz y de un silencio a veces roto por el ulular
del mochuelo o de la brisa serrana. En fin... 4 o 5 piedras sobre los que
pasamos momentos inolvidables y mágicos en definitiva. Siento que estos
riscos hayan quedado hoy enterrados, pero quedan siempre en nuestra
memoria.
Añoro profunda y dolorosamente mis conversaciones con los que nos han
dejado, a los que también dedico de todo corazón este pregón. Coloquios
y testimonios de los mayores, especialmente de los de piel morena y
curtida por años de duro trabajo en el campo o la mina, de los de la cara
partida por el blanco de la gorra que les cubría la cabeza. Ellos me
enseñaron intensamente a amar a esta aldea. Cuánto os tengo que
agradecer y cuánto os recuerdo: Salvador, Francisco José y Carmelo
Carranza, Luis Rabadán, Cipriano Ramírez, Feliciano García, el Capitán y
muchos más....Podría seguir dando referencias de otros mayores que
compondrían cualquier novela, gente sencilla y tremendamente admirable
y digna. Guardo en mi memoria conversaciones generosas, pausadas,
sabias, gentiles, y muy llenas de sabiduría popular.... Testimonios en
definitiva, de grandes personas que ya han dejado de existir y que eran
auténticos libros abiertos, contadores y mantenedores de la historia viva
del Buitrón.
Gracias, gracias de todo corazón por todo lo que me habéis dejado.
Retengo y afortunadamente aún disfruto, de toda esa explosión de olores
silvestres de romero, de hierbaluisa y otras plantas ribereñas y del suelo
mojado, en mis excursiones y paseos por estos campos. Como en aquellas
caminatas tempraneras por la carretera del empalme.
Conservo y felizmente aun me recreo con los estupendos sabores
aldeanos que siempre llevo conmigo, de los fantásticos lomos y
salchichones que llevan la esencia, dedicación y esmero de cada casa y
que no se pueden encontrar en ninguna otra parte. Los sabrosos tomates
de la huerta. El ahora casi prohibitivo para nuestro hígado aguardiente de
Zalamea, que tanto nos acompañaba en nuestros años locos y que era el
fermento para conversaciones acaloradas de fútbol o política en el casino
con Anselmo o el Cano mayor. Los gurumelos que sabiamente cogía del
campo el amigo Eulogio para luego engullirlos en un exquisito revuelto,
que preparaba su madre Rocío. La leche fresca de las vacas de Manuel y
Visitación que acompañaba a mis ricas meriendas infantiles, las sabrosas
calderetas de carne de chivo con patatas que cocinaba el tío Pepe, con el
que mojábamos el migoso pan de telera. Los exquisitos fritos elaborados
con ese mimo, dedicación y oficio de años y tradiciones heredadas,
auténticas ambrosías enmeladas con ese almíbar serrano y debo decir que
últimamente mi gran descubrimiento están siendo las tartas caseras de
galleta y chocolate que prepara Rosa Mari que no se pueden encontrar en
el mejor obrador pastelero y que se han constituido en una auténtica
excelencia de la repostería.
Y qué puedo decir de mis expresiones aldeanas, del acento de mis gentes,
de ese "vaaamos" como forma característica de saludo en el cruce por
cada una de nuestras tres calles, o un "irse por coño" o el "no ni ná" y el
"el naíta" que siempre me llamaron la atención porque fue aquí donde lo
escuché por vez primera, incorporándolos inmediatamente a mi glosario
de expresiones.
Dentro de mi patrimonio sonoro aldeano me quedo con los arranques de
fandanguitos escuchados esporádicamente en el casino. Con el siseo de la
lechuza en el ventanuco trasero de la iglesia cuya resonancia, amplificada
por la reverberación de las paredes nos hipnotizaba en el trayecto hacia
nuestras casas, cuando medio Buitrón dormía,... ¡cuántas veces
intentamos su captura siempre en vano! O con el característico timbre de
las campanas dobladas con el ritmo que marcaba Josefa Inés para llamar a
los santos oficios.
Tras un tiempo de ausencia con la aldea coincidiendo con la venta de la
casa del tío Pepe inicialmente y con su fallecimiento después, estamos
recuperando ese tiempo perdido gracias a la "genial locura" de mi madre,
cuando hace ya casi 4 años decidió convertirse en una buitroneja más y
dejar la capital. En este sentido quiero hacer un llamamiento de gratitud a
todos vosotros por haberla facilitado su integración en la aldea, por
hacerla sentir como en su casa, por recibir vuestro cariño y cercanía. Está
feliz y esto se debe a vosotros. Habéis hecho que la distancia con su
familia en Madrid haya sido más llevadera, pese a su coste emocional. Al
principio, nos preocupó mucho su decisión, pero no hay más que ver las
ganas de vivir que muestra y su entusiasmo al estar entre vosotros.
Gracias por ello y gracias a ti madre, por esa decisión que al principio nos
costó entender. Con ello nos has dado de nuevo la oportunidad de volver
a la aldea. No te has equivocado, tu decisión ha sido admirable y nos has
dejado unas grandes lecciones sobre ello.
En todas estas vivencias y recuerdos aldeanos, siempre ha habido un
compañero de viaje, mi buen amigo y compadre Javier Mejías, el Buitrón
ha sido y es nuestro principal nexo de unión y nos embaucó por igual, nos
vio crecer y es parte indisoluble de nuestras vidas, forjando una amistad
indestructible.
No quisiera olvidar en este pregón a nuestra juventud buitroneja a este
conjunto de fantásticos chavales y chavalas que formáis un grupo
estupendo. Disfruto, viendo cómo disfrutáis, con ese buen rollo que
destiláis. Quiero deciros que sois parte de una aldea maravillosa, aunque
seguro que ya lo sabéis, que lleváis el relevo de los valores aldeanos que
yo más admiro: La solidaridad, la generosidad y la tradición y que espero y
estoy seguro que así será, que seréis los auténticos bienhechores y
transmisores de estos valores. Vuestros padres, vuestros abuelos y
bisabuelos a los que a algunos de ellos tuve la suerte de conocer han sido
gente fantástica y luchadora. No perdáis por favor esos referentes y en
ningún momento dejéis de recordar nuestro pasado. Defended en todo
momento la historia, la esencia, el espíritu aldeano y el admirable legado
que han configurado sus 4 siglos de historia.
Llevamos un tiempo sin ver nuestra espadaña, nuestro noticiero. Como
todo pregón tiene su parte reivindicativa, permitidme la libertad de
aprovecharlo para hacer una llamada a su resurgimiento. Todos la
necesitamos… no puede decaer. Demasiado empeño e ilusión ya puestas
en el horno como para que se pierda. Pongamos todos de nuestra parte
para que no muera, porque forma parte ya de nuestra identidad.
Tampoco quisiera omitir lo que supone la mayordomía, a los que son, a
los que fueron y serán. Encomiable labor la vuestra, sacando fuerzas de
flaqueza y tiempo a veces de donde no lo hay. Condenando un merecido
reposo después de jornadas de trabajo, sirviendo mientras los demás nos
divertimos y recaudando un dinero necesario para mantener el latido de
la Hermandad y honrar mejor a la Santa Cruz. Sirva este pregón también
para proclamad un justo reconocimiento a vuestra faena.
Y desde luego la gran protagonista es nuestra Santa Cruz, la que guarda la
salida y la entrada del pueblo, apostada ahí al pie de la carretera,
mirándonos… vigilante y alerta de todo cuanto nos acontece…
protegiéndonos como una madre a sus crías. Mi devoción crucera
despierta en el 2007, ya que anteriormente no tuvimos la oportunidad de
disfrutarla. Desde entonces, el primer domingo de mayo ya lo tengo
reservado y señalado de por vida. Me hice hermano y esto me une, aún
más si cabe, a Buitrón. Estos son sus días y es admirable comprobar la
veneración con la que se vive, especialmente a los ojos de un foráneo en
estas fechas como yo lo fui hasta entonces.
Quiero que este pregón tenga su momento de plegaria y como de la Cruz
hablamos y ahora nos escucha, aquí lanzo mi rogativa:
Para que la Santa Cruz, sea el bálsamo permanente de nuestros
mayores, especialmente de aquellos que sufren de dolencias y
achaques.
Para que sea la buena compañera de aquellos que están o se
sientan solos, por las distintas desavenencias que te traza la vida.
Para que vele por nuestros jóvenes, aquellos que comienzan a
labrarse su futuro ante estos duros momentos de incertidumbre.
Para que otorgue fuerza y rumbo a su Hermandad y su Junta de
Gobierno y pueda continuar en sus tareas y seguir engrandeciendo
este noble proyecto y sus más de 4 siglos de historia.
Para que colme de paz, salud y bienestar cada uno de los hogares
buitronejos y la de todos los hermanos que la veneran durante
estos días y durante el resto del año.
Y para que en definitiva, el mundo sea cada vez un poquito mejor,
menos malo y más humano.
Queridos hermanos de la Santa Cruz, disfrutemos sanamente estos días y
hagamos divertirse a los que nos visitan. Que entre todos consigamos
mantener al Buitrón en lo más alto, para que sus fiestas se sigan
recordando como las más animadas de entre las aldeas. Que año tras año
se constituyan para propios y extraños en una cita obligada a la que no se
pueda faltar.
Sólo me queda daros las gracias por escucharme y por dejar que
manifieste mi admiración y devoción por mi aldea, y deseaos con toda
sinceridad unas merecidas y felices fiestas de la Santa Cruz.
Mientras con ansia guardo tu ausencia En el corazón te llevo Buitrón
En la mente, las noches estrelladas Y en mi alma, a tus gentes.
Y ahora por favor, quisiera que os levantarais un momento… que cojáis y
agarréis fuerte vuestras manos los unos con los otros y que digáis
conmigo:
¡VIVA LA SANTA CRUZ!
¡VIVA EL BUITRON POR SIEMPRE!
¡Un fuerte y sincero abrazo a todos!