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Ojos en fuga
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Ojos en fuga
Ignacio Bermúdez
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Quiero agradecer con todo mi corazón a mi madre, a mi
hermana, a mis tíos, a mi abuela Tita y un especial cariño
profundo a Silvia y Horacio Anizton que hicieron posible este
libro.
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Nacho Bermúdez: El poeta de la vida que canta
por Carlos Garrido Chalén
Decía que el negro es la sombra del blanco y el blanco,
la luz del negro; que el espíritu se refleja en la materia y la
materia sólo se muestra para revelar el espíritu; que la
materia es la letra del espíritu; y el espíritu el pensamiento
de la materia. Para él, si no existiera la sombra, la luz no
sería visible; y si no existiera la luz, la sombra sería
inapreciable e informe. «Dios escribe en la página negra
de la noche —alegaba— con el esplendor de las estrellas y
en la página blanca del día con la negrura de la tierra. La
vida única serpentea entre el día y la noche y se mantiene
para su equilibrio. Esta sombra y esta luz existen también
en el pensamiento. El pensamiento indecible es la sombra,
el pensamiento accesible al verbo es el día. Nuestra sombra
es el día de Dios y la luz de Dios es para nosotros una
sombra infinita». Y es que en todo ese mundo de símbolos,
a veces alucinantes, y de verbos que promueven vida, hay
mucho por descubrir. No estoy muy seguro si el negro es
la sombra del blanco o si el blanco es la luz del negro, pues
de repente cuando descubramos toda la verdad, cuando
nos sean quitadas las vendas de los ojos, el negro resulte
blanco y el blanco resulte negro y la luz y la sombra
procedan de la misma cantera en donde se manufacturan
los sueños más epónimos. El poeta argentino Ignacio Nacho
Bermúdez, en su libro «Ojos de Fuga», anda, parece, en
esas búsquedas, que no son más que ir hacia sí mismo —
ahora que él cree que la creación es un monosílabo— para
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ver a los demás —a los suyos, a los tuyos, a los nuestros—
e interiorizarse —poniendo su cuerpo en la perspectiva
del tigre— en el sumun de su propia cartomancia —la de
sus cartas echadas al viento, no la que pregonan los reptiles
y chacales—, para encontrar una respuesta a su visionario
sentir de hombre, buscador de caminos y silencios, ahora
que «el pueblo carcajea/ del leviatán/ para cortejar» y su
«respiro en manada, cerca del contenido» lo hace decir,
que «el venerado es una cicatriz que está por llegar», una
fogata inextinguible. Se representa con centelleos y anillos
y el vientre siente su ausencia. Con daga y tinta sombras
miran su olvido. Y víctima del fuego hojas en un telar de
plagiarios en una espalda por sobriedad sepultan imágenes
del futuro. Detrás de las urbes crucifico o traiciono.
(Encuentro) Nacho Bermúdez es en ese entrar al cielo y al
infierno, en ese tratar de coger la luna con sus sueños y al
propio sol desde el perfecto silencio de sus hábitos secretos,
un poeta que mismo Juan Bautista clama en el desierto, no
para trazar un plano del paraíso,– convencido que el
infierno es el olvido de Dios, sino para demarcar, mismo
león – no el de Judá – sino el del trópico de su propia
estructura molecular, un territorio que le es propicio,
porque tiene el temple y la ilusión, la fortaleza y el talento
de un poeta. El cielo aparta. La edad hela. Debo certeza.
Murmuro como idiota. Temo que hundas las manos ahora
que entiendo que hasta la crueldad tiene amor. Y tengo la
expresión de aquel vidente. que levanta la imagen del
destierro. Cada solitario tiene rostro y en la tierra, las
estrellas son un signo hecho de luz y de sombra inacabable.
Al amante lo cruza la ingenuidad y la ventaja de la mentira
desespera. Morir sin morir, vivir sin vivir y me esculpo en
las olas de tu nombre.(Ríe) «Casi la escalera del caracol/
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rompe el doble./ Miro y no encuentro nada tan querido./
A través de la ley / la sangre es consagrada./ La última
campanada del cielo / desparrama en campos./ Hacia allí
agobia/ la aspiración de la rosa./ El ritmo corteja./ En
amor todo es olvido./ Mi deseo es saciar/ con mi beso/ el
espíritu. /Con ojos de gato/ vi el otoño./ El límite del
espejo/ deambula el puerto./ Ebrio en un palacio de
poesías./ Cisnes en edificios/ trasmiten las centellas./ Con
pretextos echo».(Equilibrio) Dormí en la parte trasera de
un auto y llegué con razón de perplejidad con un poema
en la mano que hace relucir el asiento contra los vidrios
para almorzar párpados. (Descanso) A la poesía de Nacho
Bermúdez va por eso la historia, que es la vida resumida;
pero también esa búsqueda por una palabra que no la
ofrece el mercado público, que no está allí para que la tomen
los badulaques y vacíos de alma, sino que llega del Cielo,
exactamente cuando nadie la busca, que está allí, como
una rosa que se abre, para mostrar su exuberancia
perfumada. Por eso es que busca «la hora madura de los
racimos», los «balcones que se dividen en sí mismos» y
esos «caminos con follajes que penetran el muro del
abismo». Allí donde él está «tiembla la turba» y «un tedio
navega los naufragios», «en cuatro paredes los broches
cuelgan» y «el amor canta su llanto» (Amantes entre
caminos) Mira y dobla la página. Aquí donde la niebla es
real: ante la pupila, hacia el jardín de los costados. (Mirada
al dormitorio) A lo largo del tiempo curaba alazanes con
el toque de espuma. (Contacto) Pone el arrojo que alza al
instante la vibra del patrono del océano y hasta los quietos
del cielo rimaron los besos y sus formas. (Caminar) Años
como piedras en el vapor del barco terminaron con la
soledad hacia la envoltura de oro. Comerse con la vista al
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canto. Espántense; traigo vacío un meteoro. (Izquierda y
derecha) La familia rodea al enfermo. Se adueñan del aire
en la casa del dolor. (Termómetro) No te tendré mañana,
y faltarán palabras. Es momento de partir del otro lado: la
justa manera. (Edificaré) Como muestra, basta un botón.
Estamos ante un poeta cabal, que irrumpe desde el fondo
de su alma con sus propias palabras y entelequias, con su
terquedad sin fondo y sus clamores, como un tsunami que
arrecia a causa del movimiento de fuego de su corazón
pletórico de alianzas con la vida, ahora que «las uñas de
los dedos del verano/ transforman las mijarras/ del pie
de la montaña» (Recostado), y «entre lo que ve y siente la
poesía se dice y se entiende» (Poética) y se le ocurre
vallejiano reconocer que nació un día de mayo «en que
valían los versos con sin sabor/ o los látigos de Rouseau
en líquido» y vivió «con propia nube y propio barro» un
día «en que salpicaba sangre/la frente de los obreros»
Muertos en casa bajo recuerdos de un rayo contra espíritus
que oyen el espacio sentados en luz. Quizás sin ojos vea
millones tropezar o crecer electricidad en el límite de la
frontera mientras arrojan caramelos de amapolas al río.
Todo es espacio en el lomo del árbol. Cazando rapaces en
la montaña yo fui paraíso y fui infierno. (Out of nowhere)
Este vicio de vivir enamorado de cuanta mujer aparezca y
ante el espanto de mirarte al espejo y darte el último abrazo
con conciencia de causa y heroína la porcelana que
perdimos en la fuerza de la tormenta o la desdicha de
deslizar sin fijarnos en la máquina del sol. Celebro por eso
la aparición de «Ojos en fuga», como ese poemario valioso
en el que Nacho Bermúdez atraviesa ojos hambrientos
«contra la música que arrasa/y los diptongos»; que se hace
vida cuando «el viento sopla dedos» la «cintura de
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espuma» de su amada «roza hostias» (palabras y más
palabras) y una «furiosa gracia» lo levanta «hacia la cima
de los besos» y «las uñas de sus dedos «están hechas de
arena» (Nupcias de la luz). Justo cuando Francisco de
Quevedo — «que un día volverá» — sale del túnel «para
comerse al león/ de hojas/ que aterraban/ pueblos/
aledaños»; y él resurge como poeta «a orillas del olvido»
(ira) «para dominar los cauces/de las golondrinas» «harto
de pecar en la gloria del éter» y «revuelto en fango y
calefón» y «un callo de rodillas», lo convence que existe,
sin importarle que «los sentidos escondan arcanos/ que
nadie podrá penetrar». Aleluya.
Carlos Hugo Garrido Chalén nació en el distrito de Zorritos de
la provincia de Tumbes, Perú, el 16 de octubre de 1951.
Realizó estudios superiores de derecho y periodismo en
la Universidad Nacional de Trujillo.
Fue reconocido en 1997 por el Instituto Nacional de Cultura (INC
de Tumbes, con la distinción «Patrimonio Cultural Vivo de la
Nación».
Ganador del premio mundial de Literatura «Andrés Bello», versión
poesía, el año 2009 en Venezuela.
Este poeta ha sido declarado Patrimonio cultural vivo de la
Nación por el Instituto Nacional de Cultura (INC) de Tumbes.
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Continente
A de recordarte América.
Propongo concentrar fuego en llantos.
Si quieres puedo ser el hueco de tu alma
o la alfombra del viento de Los Andes,
y si el acero de la noche desgarra tus heridas,
las lameré
untaré gotas dominicales.
Con espíritus
donde la tarde se oye
te oye tanto, con corazón en alerta.
Si me oyes con tus cicatrices
diré mil cuchillazos en soledad.
Barca en América
si quieres sientes
los ojos secos
la más amplia rosa
que un día fermenta lluvia
del día, del sol, del fresco.
Se quedan a medio trazo los póstumos
llamándonos por nombres efímeros.
¿Qué será del continente si su sonido de apuesta es
al sol?
Ojos soñadores que mueren en soledad,
pondré en vida amplia el limbo
sonido y luz
por ascendida sombra
andando con cadenas hasta el fin.
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Tanta noches
tantas manos y cuerpos
derritiendo la noche rumiante.
Padre te ofrezco al nuevo espíritu
hasta para morir prefiriendo
en esa donde esa hija
es Argentina
y esa madre es España.
¡Señor…! ponles silencio.
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Ensoñamiento
Te soñé.
Heraldos infinitos.
Suspiran escalas.
Un muelle
se ahoga.
Pronto al cementerio resbalarás.
Te soñé.
Ataúd desprovisto.
Perro y sus pupilas.
Buzo de araña.
Tus brazos dan siempre
sed.
Al callar tragedias.
Al abrir juegos.
Al descifrar ascuas.
Te soñé.
Libre.
Sola.
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Mordida
Como todos los traidores
un cigarrillo para dejar de lado.
Combatiendo
ir abajo y casi al indiviso
sentir muerte precisa
o en tiempo de cada mano
al escribir
con café y en noche
un lapso sin Eva ni Adán.
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Cantares
Busca nuestras manos como fusiles.
Esconde sospechas bajo el rey.
El pájaro se mudó de estrella.
Nubes se aíslan.
Sobre las constelaciones está la elegancia.
Golondrinas contemplan su nombre.
Aquellas lágrimas, no volverán, serán millones en otro.
Te quejas porque tus quinqués no son.
Siempre escribiré tu seudónimo. Suspiros y risas en el
diván.
Ha llovido y las ramas aún están.
Una espada, ya sabe su destino.
Del otro lado del espejo se entregó.
Respondo al puesto de ministro de lenguas extranjeras.
En la noche y el paraíso perdido te viste.
Lento en el albor de la tenebrosidad, el polvo se hizo
mármol, aplicó avenidas geométricas.
Morirá y me da condena. Correría hasta la flor.
Mis brazos están de reversa.
Detrás de la sombra hay otros.
Regresaste al hogar conyugal. Milton fue testigo.
Sin pétalos el mundo no puede vivir.
No sé cuál es tu continente. Ni tu figura.
Del pájaro y del hombre nació el hierro.
Tus pasos fueron ecos.
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No sé el antipoema de héroes.
No leeré ciego ni blando.
Traza cuentos, en donde la arena sea hiena.
El tejido del hombre trastoca.
Ese aroma evoca vírgenes.
Al aliento le digo:
no perturbes a los hijos del fruto.
Es falso el desayuno. Uno y otro.
Miró los retazos de astros.
Una jungla de alfombra y ballet.
Soltar, aliviar, cosificar la frialdad.
Te hundiste.
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Izquierda y derecha
Comerse con la vista al canto del ser y el tiempo.
Espántense traigo vacío un meteoro de luz.
Me gusta andar con el compás.
Una cruz se ha dispuesto.
Callan los anteriores criadores.
Y todos se inclinan.
El tambor llama con ritmo ascendente.
Entre las ramas se ve el horizonte.
¿De dónde proviene la oreja?
Manuscritos indicaron derechos.
Debería reclamar muebles y menos aves.
Paz sobre la muerte que agita.
Quise imitar la eternidad.
Quise ser principal.
Arrastré el mar al lecho.
Sobre mis oídos siento resbalar.
Humo en una mirada.
El corazón ascendió.
El espejo dice que estoy.
No lo sé.
No hablemos del rey.
De él se escucha.
Y un trueno podría planear.
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Antojarse
Quiéreme
como sombra.
A la vez huye.
Estoy triste.
Es el final de mis manos.
Destino de libro.
Delirio de la memoria que se bate.
Cuerpo sin paisaje.
Íntimo linaje.
Escena del abdomen
con roca.
Distancias
caminos no cesan
El calendario naufraga
por bocas y amores.
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Creciente
En mis manos un trébol
con crisol, enredé mis dientes en algodón.
Yo era la niña, la dispuesta a quemar el farol.
Sin la más grande muerte, de girasol.
Es azul y estoy viviendo, el rey y su abdicación
al trono mayor de días con íntima aducción.
Desgarraduras, y vienen las sombras con acción.
Hoy insisto en decirte, entre el espejo y yo; hay
admiración.
En él y lo que pienso que soy yo; hay adición.
En algún lugar tan abierto, prefiero la acumulación
a la afirmación.
Los ojos hablan lo justo, agudización.
Suavizo al canto lejano, con adoración.
Acocan campanas o sin ella arreglo la adornación.
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Súbdito
Debajo del ruin
se esconden ballenas;
a flor de piel
y establos
en vigilancia austral.
Moriré y los
ángeles irán.
Se retiró sin distancia.
Embriagó su piel.
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La vida es un pesar
Conocemos en parte lo apreciado.
Nuestro cosquilleo entre sus estatutos.
Sueño con virtud.
Freno los huesos.
El alma, pesa a cada instante.
Miro la trinchera.
Dejé que me guiaran.
Conduje con neblina.
La aflicción nos parece.
Recuerdo otra conciencia.
Rocíos caían trémulos.
Sin apuro, donde retozan.
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Unidos
Rostros sin vida
parecen contemplarlos.
Como si formaran parte.
Una mirada
iguala al amor.
En deseo
a los lejos
gimen.
Tras la piedra
desaparecen.
Con ternura
formamos olas.
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Gravedad
Acelera el cuerpo. Veo tu forma en oro.
Charlas y sonrisas alteran centros del planeta. Como sol,
bebes las partículas.
Prendes el campo y deformas la tierra.
La energía oscura expande sangre, devora.
Repelas labios. Escoges órbitas de otros colores.
Lunas alrededor de la tierra despliegan éter y pierden vida.
Lirismo de verano: efecto geométrico.
Voces curvan la canción, encierran heridas.
El vaso se deforma en esquinas.
Mis ilusiones y fuerzas rezan una despedida.
Son los ríos huérfanos de soles. Ni siquiera cumplen su
plaza.
Es el hecho de sangrar por el prójimo.
Resiste el vigor en tu cabeza.
Vigila horizontes por una ventana o una lisonja.
Silencio en la tierra sin tinieblas.
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Ensoñación
Mi centella realza.Abyecta fantasía de su alarido.Hay furia, pues los gritos son tensión.
Las palabras dichas son sonidos dispuestos a lasemejanza.El poeta miente con cada beso.
Las variaciones nos tocan.Fuimos rápidos a quemar las rosas.Cosecho, abstractos pájaros, cantan, los dejo en mismanos.
Veo que camina por la luna y no quiero soltarla.Murmuro tu nombre en un cristal.
Mañana recogeré ternuras del jardín, lanzaremospiedras al sol.Corre hacia vos, la brisa; derrama silencio.
Es la araña, la que no me deja ver la Diana.Libre de confusión, te hablo, oído tras oído, enmudecen.
Pronto cae el sol, no estoy seguro si lo quiero.
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Ruptura
Rosa quemada con fósforo
atribuida, acumulación de versos,
sus corazones, como hojas;
en final, de tiempos hallan oro.
Si comprendieras la dicha infinita del alma
o abrazaras corazones innatos,
deberíamos atribuirlos a estos vientos;
pasos extravagantes encima del aroma.
Observaba aún los astros
con dos flores en mis manos pendientes,
emprendes caminos por algunos sirvientes;
hallo el tiempo, el aire en nosotros.
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Fundamentos
Fundo la palabra anódica
corro en tiempo
prolongando instantes,
malogro material sin remedio;
así conjugo.
Alondra de palabras.
Crudo y bestial
hasta el final.
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Gata
Vuelve los ojos sobre mis hombros.
Trepa el árbol, caza con sus garras de vuelo, un pájaro
que viaja al norte.
Sus patas dan el salto infinito. Son cuatro lágrimas del
mundo.
Pasa y vuelve con su cola, el pelaje por los techos.
Desgárrame. Que sus semblantes sin savia parecen
contemplar.
Es un crimen que estés siempre lejos. Tu instinto te ciega
y advierte.
Ondeas la cola con sangre.
Felino que la tierra dio.
Gata callejera y gata domestica, juntas entre los boscajes.
Flexibles como el dios que las creó, conviven en sí.
Soñaste un escape. Donde nadie te moleste, ni toque, ni
acaricie… pero
elegiste la visión del óleo y el amor.
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El cielo
Área de astros.
Magullado por rayos.
Relámpagos atacan los vigores.
Hay bordes que lloran nubes.
Planetas vecinos son mártires.
Quiero besar el arcoíris y reflejar colores.
El azul es desventura de licores.
Partículas coloras reciben los tiempos.
Apenas irradian mis besos.
Al final será luz.
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Ave de rapiña
El cuervo, la paloma.
Cubren memorias.
El corazón entre sol y luna presiente.
Estoy solo y escribo.
Escribo para el espejo.
Nadie me aguardó.
Nadie me aguardó al viento.
El agua tiembla.
Expuesta a la ebriedad.
Compro plata a medida.
En un cofre de cenizas
bestias dividen al niño.
Caída libre en el dibujo desértico.
Bajo la precipitación
poemas del muro.
Arrancar a puñados.
Jugamos sonrisa a sonrisa para anticipar días.
Llora bajo el tiempo que golpea.
Faltan palabras, falta poesía.
Pudiera ser tan feliz.
Sólo la sed, silencios, mentiras;
aletean con llaves.
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Encuentro
El pueblo carcajea del leviatán para cortejar el pan.
Respiro en manada, cerca del contenido.
Mi vida repela.
Mis ojos ven mugre.
Trato de hallar placidez,
en una pileta ociosa.
El venerado es una cicatriz que está por llegar.
Se representa con centelleos y anillos vulgares
que reciben la cerdas.
El vientre pide ausencia.
Parásitos amanecen
sangre.
Luz que fue obra.
Biblia sin fin.
Del infierno al edén.
Lo que es llanto es oro.
Con el corazón en mano
como puñal.
Con daga y tinta.
Sombras hasta ver.
Como campana.
Víctima del cuero.
Hecho pez, nado a caudal.
Metáfora de ángel.
Miles de litros
estremecen.
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Hojas en un telar de plagiarios con espátulas.
En una espalda por sobriedad.
Adormecida sepultó imágenes del futuro.
Azul el almíbar, amante de bostezos.
¿Qué vio el ciego?
Firmar bofetada.
Lo que debió el espíritu
delató la voz.
Con puertas, con féretros, maldiciendo.
Apelemos los químicos.
Historia de hojas al caer, no más mentiras.
De otras ha sido la limadura.
Detrás de las urbes
se hallan valles.
Crucifico o traiciono.
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Muertos en cadenas
Es preciso
no aparecer
no dormir.
Preparen sus mediocres
esquinas
llenas de puntos.
De una alborada
despertó vistas.
Cada vez que voy a ver agua
es veneno
es sangre.
Uno va y descarrilla
en fiebre por descarte.
Parecerá obligado
venir a la tierra
Vive su idilio
entre vías de aire
Llaves se enroscan
en pinceles.
Furia real de verte.
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Mendoza fuera de perales
Versos que vagan en azul
terminan de enamorar a la víbora sin cuerpo.
Ondea quien va a partir
por detrás.
En tragedia
tintas
se hace casta.
Lirismo ignota vida;
burla el ataúd.
La sangre
de
ojos invisibles.
Hoy he visto montañas.
Aquí nomás,
rosas para codiciar.
Fabrico quimeras
jamás acostado en la mar.
Mendoza polvorienta
castigaré con pisadas
tu angular.
Será como librar tierra a Tucumán.
Será como inflamar fuego a Rosario.
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Será como auxiliar lluvia de Córdoba.
Será como perderse en Buenos Aires.
Y todavía, ayer mismo,
corrompí carne.
Tragué sustancia solar.
Entregué.
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Juventud
Eterna, te vas y no sé si vuelves
como mil aves.
Al venir tentación de quedarte
el niño que no vuelve a tomar el arte.
La miro con voluntad
acercarme un tanto más, para conquistar su
amistad.
Colando un amor de excesos
dejaría mis besos caprichosos.
Un manto con una gentil princesa
abarata, aunque yo eterno y retraído, en esa.
Cada puesto en su lugar,
como el corazón para abrigar.
Vísperas inmortales
atrayendo corazones de princesa.
Caballos atropan en burguesa
mientras se acerca el sol, con copas florales.
Eterna, te quedas con labios
de cristal que desean ser absorbidos.
Transparente sin pan, es dos
castillos de plomo, con el señor.
¿Por qué no me dijeron que los domingos
de fiestas son despertantes para el corazón?
La muerte de rodillas con chapuzón
arriesgándose a ser vergüenza sin apegos.
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Pasos del hombre
Criarlos para ahogarlos.
Acantilados por luz.
Contengo las mías.
Bebo sangre de la tierra.
Estrujón de manos.
Mantengo hocicos en velo.
Amparo comer con ojos,
sin recetas.
Defiendo el gentío.
Volver solo del betún.
Solicitar un introvertido.
Alquilar válvula.
Maciza el salmo.
¿Cómo olvidarte cerca del mar?
Vivimos esperando la muerte.
El corazón expira pincelazos.
Embrollar la harina.
Pide deleite
al sol del fuego.
Con espejo de espejos.
Rotulo del letrero.
La pobreza es despojarse.
¿Por qué en tu sueño es mitad de otro?
Y ¿cuántas veces ladran sin mí?
Aniquilo la historia con lengua. Sinfonía.
Subir a la galantería.
Ampliar luz.
Exponer gracia.
Batería de ángeles.
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Jugar con palabras.
Somos y seremos.
Somos y sabremos.
Somos y saldremos.
42
Temblor
Cuando la noche
se hace
pañuelo
ni flores
ni laureles
Tembló sol.
¿Cuánto tiempo durará la anestesia?
A lo largo de la sala, sirve su protección.
Se escuchan quejas.
No es risueño morir, ni vivir, señor de arriba.
Y si hallo un lapso para esconderse, diré que es la
muerte, disfrazada.
Esperaré compañía.
En cama, en vida.
43
Impune
Los pesares del esfuerzo
otorgan sangre.
Aquellos
tienen memoria del acomodo.
Una habitación con sus piñones
marcan el cielo.
Amé los dos plenos.
Arrastro mi ironía. Cuerpo a cuerpo.
Ballet de flores en primavera.
Relámpagos impiden el gusto.
44
Matemáticas
Frente al futuro, confitado con tiempo.
Los números convulsionan.
Hay espacio donde mueren las golondrinas.
Ponte cabellos para mares.
Cuya inversa es continua.
¿Recuerdas el espejo?
Entidades formulan vidas. Hazme caso.
Envías mensajes con símbolos.
Oyes al demente decir el análisis lógico de
construcciones abstractas no cuantitativas.
La x es una aplicación, un lenguaje, una poesía.
Los números y puntos sirven para recordar el pasado.
Vienen salvaciones, con fuego y símbolos.
Tus axiomas son carne.
Las carcajadas, geometrías en rostros.
¡Qué me importa el homeomorfismo! Yo veo circular.
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Escribo palabras sin mirar el techo
Sufro la inocencia.
¿Pido el silencio?
Revelo anillos de ceniza.
En el paraíso, las piedras de este mundo.
Dice que no sabe del poema.
Sacudir el jugar, las palabras.
Anclar en algún lugar tanto frío y viento.
Veo la aurora encendida
curtida la voz
el telar de tierras.
Insisto en cavar el cielo.
Con remordimiento
vuelco de una sola vez.
la memoria.
Muerto con el corazón en tinta.
El puente y la palabra lastimados.
Barcos sobre huesos como suicidio.
Un miedo, algo horrible,
una sonrisa.
Sí al instante
que diga que se halló así misma.
Por supuesto.
Culpan recuerdos.
Partir desnudo
el día de la sustancia.
¿ave muerta?
Desangrarme ingenuo.
Para reconocer en mí el amor,
hay que oler el bosque como cuerpo inocente.
46
Para atrapar en mí,
hay que sonreír de costado a la luna.
Para dibujar en mí,
hay que lanzar a correr la muerte.
¿Y qué de la pesadilla?
Pesadilla arremetiendo contra el desequilibrio de
sangre.
Volvió de Europa.
Y no un niño engañado por viajes.
(Turned on itself)
Eras mía
de verdad.
Ya no eres
mi carne.
Fuego en salas oscuras. Donde vivir vanas al
tiempo y luz.
Como vivir vanas.
47
Sombras de edificios
Mi lluvia, mi voz.
Señales cercenadas.
Silencio en sed.
Estrella
con camisa en balas.
No vendrá.
Será polvo.
Muerte lejana al viento.
Al respirar, brillan huecos.
El ser y espacio;
me atrae la mirada al otro
el que fui
sentado
hablando con
el que soy.
La mudez cierta.
Conlleva virtud y deseo.
Recuerdo que bebía.
Y dejaba el fondo para los sedientos.
Escribía solo, sin cerrar.
Detrás, a punta de armas
al baldío con dos naranjas.
De pronto, era su hijo,
al viento lleno.
Escribo para no estar solo.
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Excusas los vocablos.
Estoy solo. Muy solo. Y muy acompañado.
Conmigo.
49
Colocar diamantes
Errar es humano.
También callar la orquesta
de forma abrupta:
así; rudo ahoga infierno.
He soñado irme al cielo; por siempre
también dudad de su existencia
a lo largo de un bosque que se acucia.
Como un pico mayor la melancolía en pre.
Martirios de luz
convirtiendo rayos en esquirlas.
Con murmullos de sepultura, el avestruz.
Pero amada, la muerte es exquisita
secando a pausas
la adjunta.
50
Agua
Regia vena con líquido
estimulando vinos de alondra.
Vienes y vas, ante vientos sos traicionada.
De tu esbelta mayor, el regreso que coincido.
Trago árbol; bajo forma ambigua.
Trazo coñac continua
detrás del cerro sin cumbre, analizo la mutua.
Cada cual distingue su risa ingenua.
En vaso la acumulativa
acuña centros de ávida
sin ella, morimos en el aire, crujimos con huesos y
palabra.
51
Tierra de canto
En los ramajes,
aquel de larga fama se detiene afora,
hace señas, no duerman, no fuera que aburra.
Alzó la mirada y descubrió un semblante que
aflora
sin limitación, con sonido de voz acogerá.
Al tomar la piedra da fin a la obra.
Cual ecos despertare,
que burlara
en el momento de estar.
Himnos con su amada
escuchando hasta que marchara.
Arrojó luz de alta copa
¿en cuánto tiempo alabará?
A cada albor, gotea él
bajo desenfreno
rutila el campo con hierba.
De aquellos que dividen La Pampa
se halla el payador muerto.
Distante vate a vencer
bate el potro que señaliza batallas.
Luego, presa en movimiento
zarandea la montura
mas no cae ni en veloz inclinación.
52
El sol de frente
el talante
Buenos aires, Buenos Aires.
Arriba del ombú, se haya el encanto,
del sol y sus rayos
fama del payador muerto.
Por ramas
nuestra serpiente sutil
amenaza con cundir miedo al pueblo.
53
El fuego (al callar los labios cantan)
Quemas los ojos que vuelven. Son pocos pero son.
Leñas a fuerza de volar en vano.
Arden alondras de ayer.
El humo contamina. Da sed al infinito.
Tus pies regresaron del infierno.
Por las cenizas encuentro el ramalazo.
La providencia de la tarde se irá.
Tus ardores dan órdenes.
En la tragedia enciendo pétalos.
Luzco para fragor en labios.
Ilusiones se hacen humo.
Más tarde que temprano llorarás. Arrojarás piedras.
54
La siesta
En sombras donde circunda el olvido, se halla el vientre
de campanarios. De un ser que no piensa.
Almuerzo un corto aliento, para fulgurar.
Es la hilacha de una escaramuza.
Tus pies con castidad se estiran.
Eres ceguera a la carne.
Con crema en nervios, supiste llegar al sismo.
Lloras en una fiesta de café.
Camilo José Cela con pijama, Padrenuestro y orinal.
Al borde de la intimidación o de carcomer las sobras,
bordé el inconsciente.
Mueres a cada instante. Respiración párrafo a párrafo.
Churchill en Cuba besó el rumor.
Practicás la expiración. La llave que abre.
55
¿Cómo miran los poetas?
Vida rosa en soledad
porque así deseo amarte
más llorarte
con ojos desde brújulas
arriba
mirándote
rotunda visión
apenas hacia la meta
paso a paso
estás conmigo
sembrándome
al revés de la sombra.
más feliz quedarte arriba
desde cumplir observando
los pequeños deseos
de ojos ancestrales
que besé sin vacilar
desde tempestad
hasta la fiebre
otra visión
que podríamos decir
con alucinación
como primera medida
con orgullo y pertenencia.
56
Oyendo, cayendo
Devienen en zozobras
payasos que enjoyan
la reyerta junto
al plebeyo.
Recluyó y poseyó
la cláusula
de sus obras al cabo
del buey.
Arguyó
como bocoy
y poseyendo
dos virreyes.
Yo yerro el cayo
caigo hacia el lacayo
voy , vaya muy dócil.
57
Diré lo que dije
Buscando mis amores
iré a afianzar atmósferas
donde palpitan noches y adiestramientos.
Clavado aplico dos razones.
Elección de votos e infiernos.
Callando, agora al árbol.
Por despreciar,
apunta agnado, el fin.
Con basta
dos, Antares ambas.
Incautas, avanzo
aúnas prosas con pasos
en un aguajero negro
que antes encontré,
plural
Expiado
pulmones con ancladas.
Afora, en la oscuridad
está el peligro.
58
Término medio
Hasta una cúspide
maldice
su decoro.
Con estructura de puñal
se alimenta.
Voces
alborotan
el cementerio.
El dicho apego
lo hacen amor
o el rojo vino.
Jerigonza fue
de un niño
desafiando.
Uno va por el mundo
aprovechando el olvido.
Me levanto y duermo
martillando
tu boca.
Aquellos príncipes
contrajeron velas.
59
¿Es roca en el alcohol de la luna?
Su aliento
hipnotiza.
Ojos y bembos
dan abrigos.
Muecas como ocaso
pasman hogar.
60
Huida
Te fuiste sin descarga.
Espero en una comunión de copas, tengo sed, en la nube
del mar.
A la mañana, en los álamos, no anda mi cuerpo.
Bajo orfandad en cada instante, instalo el ser con
huertas.
Pasamos la muerte, al borde de la pureza, sin embargo te
corriste y
ya no queda más que las lilas.
Tus pies mostraban entre risas la retirada.
Y hoy llueve. Busco bendecir cada gota.
Poseo otras rosas para bucear, pero ese no es el caso.
Necesito una caída de luminosidad y no de chaparrón.
Veo en cada llanto una mujerzuela. Pero no sos vos, soy yo.
Fuiste hasta el dolor. Ahora me queda el funeral.
61
Reloj de arena
Regreso del desierto y veo que la maquinaria se apoderó
del personaje.
Trenza energías. Mide la gravedad.
Cede el tiempo.
Y has de esperar sentada. Mientras el receptáculo corre.
La pieza llora hasta que se apaga.
Está al borde de lo fugaz. El orden tuerce líneas.
Y naves inclinan.
Soy dulce, con ella en manos, rellenándose entre la
mitad y tres cuartos.
El orificio del centro enaltece la carne. Un puñal resbala.
Al inicio, el bulbo permanece, hasta que el movimiento
dispone.
Tiempos tardan en pasar. Ni tu voz, ni tus nervios lo
permiten.
Fluye de arriba hacia abajo, cumpliendo su prometido.
Ella lo acomoda y vuelve a empezar.
62
I
Existimos de una existencia irreal.
O de una verdadera.
Lo que me aflige es el tiempo.
Cuánto tiempo ha de tener.
Un signo falso en la santidad del lapso.
Crease o no, el tiempo es espacio en expansión.
Tanto como pudo haber sido creado.
La lengua expresiva.
Existe, cómo lengua.
Atardecer como libro.
Alarde con tiempo y lugar.
Más tiempo visible será necesario.
II
La poesía circunda como fuego.
Vemos ciertos dominios alrededor, que callan.
Se hace visible.
Detrás de murales están las flores que acaricio por
las mañanas.
Se hace tremendo el día.
Se hace propicio al leer más poesía.
Aquí ser visible es la realización del ejercicio.
Los ricos leen árboles.
Sufren el verde del día. En el glacial lo blanco
La corona en el viento se desnuda.
Cómo leer hojas vacías.
Rey y corona son un modo.
63
III
Voces cercan.
Como cercan canciones.
Y mirar un mirlo en plena montaña.
No habrá en el paraíso una playa o voces.
Solo cantos.
Voces prófugas de palabras.
Cantos, más cantos.
Frío congela el aire.
Quema la garganta.
Cambia la estación. Cambia la blancura. Cambian
las voces.
Sobre curvas; soledad. Tanto como el viento.
Un ejercicio extremista cae como estupor sobre
ardor.
64
Azulado
Ve con la donosa luz
el anciano mira hacia la flamígera cabeza.
Y mientras alza,
deja cumbre y apunta: «en ella, sobrecruz».
¿Esperarás el sol del verano?
Dejarás los versos perpetuos en mesas.
Y si por tu tesoro hablara, mezquino
pasado. Podría aburrirte con alcaldesas.
Sentirás el placer de verte transparente
este reciente hijo cubre mis vicios y salpica el aire
con diferencia.
Morirás un primero, robándote.
Deja al hijo que morirá,
así el sol con su tez dorada
un sueño será.
65
Súplica
¡Señor; finita con los bandidos, aunque sufran
destierros!
Y todos cuando vagan
espacien con ardor
el aumento del agua
apretando
la serpiente de antaño.
Cuidadosa de la antigua.
Ha sido apenas,
Ha sido arenas.
De núcleo poco amaba
de reproche
inculcando antes que todo
sin decir poco a las seducidas
parece despedirse con fieras.
66
Cercanía
Mi alba pared tiembla.
Como palabras en la boca respirando
canto… «me fui, me fui con seda».
Dice que no sabe del miedo a la muerte
y rompe con ladrillos su entorno.
Con espejos
sabios animales.
Pequeña viajera
en la noche, piedras blancas, representan agujeros.
Pequeña déjate.
La que murió con su vestido puesto
me pide muerte de los muertos
condena los nombres al instante.
Manos seguramente vendrán.
Sube un canto en silencio.
Recuerdo el aliento de la luz.
¿Lavaría el infierno?
Arrástrese enamorada
el tiempo necesario
por los pisos no ungidos
del rey.
67
¡Viajera arremete!
¿Quedarán fundas?
Irme me dijo.
Sin más.
Irme.
Otra vez.
Irme
sin cosecha
sin despechos
sin sangre o espasmos.
Irme.
68
Metido
Desperté en lluvia
con cuenta literaria
¿Cómo? ¿Rescate? ¿Amnistía?
Tu prisionero orgulloso, otro; todavía.
¿A mí? trataría de verla
un espacio, una falta tardía de ella.
Fuera del paraíso, permanecía
cauteloso con abundancia.
Un día con pelo de Huarpe
el desembarazo con salidas.
Prohibir descanso, ver cosechas.
Alabo cada piedra, cada quinientas.
Comienzo leve.
69
De día
Estrellas encubrieron. Condujo las piernas. Continuó
con dificultad. Ardió el coro.
El sacerdote indicó. Cayó. Una mujer lo levantó.
—Prefiero la dureza del suelo —contestó.
La dama se deleitó, mientras el joven continuó. Movía
sus remos, parecía nadar hasta las gradillas. Miró la luna.
Derribó polvo blanco. Lo aspiró y revivió.
Salió de las escaleras para montar un caballo.
Quedó sin ojos, tuvo que aterrizar. Una sensación de
despojo lo hundió. Sombra como carne al caminar. Alargó
los pasos. Topó con un amigo y le dijo:
—Tuve que trepar un muro para estar aquí. Estoy
agotado. ¿Tenés algo para mí?
—Una crema que refrescará tu garganta.
La ungió y se la pasó por la lengua. Al minuto saltaba.
Bailaba de regodeo.
—Lo traje de un viaje por Virginia —indicó Lucas
Durán.
Una niña cercó el cuello del caballo, y le dijo:
—Retírate de este lugar… demasiados son los muertos
que galopan. El ciruelo ve ahí, detrás del auto, mostrará el
corazón. Nieblas, sencillez arrancan del méndigo sus patas.
Pequeño el gorrión achicó el vuelo. Y no puedo estar en
dos lugares, debo elegir uno. ¡Estar vivos!, no es por nada,
pero tuve muchos quilombos. Agaché el hombro a beber
leche. ¡Así quién puede vivir, carajo! recién en el amanecer
del verano pude concluir con la multitud. Llegó junto a
70
mí. Como cualquier sapo de pozo, desplegó su sonrisa,
tratando de morir. El suicidio no se comete así—le dije.
—¿De qué ciudad?
—Nací en un campo de uvas, o algo así. El día que mi
madre me parió, había muerto una estrella importante del
mundo. Prosperé, un céfiro construyó juegos. Cada juego,
un hueso. Así, por lo menos, me indicó antes de nacer. En
un tribunal lleno de jueces, proyectaron rayos y compasión.
Debería renacer allí. Hijo, compasivo, hijo, malevo.
—El poder de la iniciación es así –relató Lucas-. Por
eso estoy aquí. La fuerza me hizo nacer. ¿Hacia dónde
debería continuar?
—El oeste por calle Rufino Ortega. Busca a Hérculos
dos cuadras hacia abajo.
Corría el horóscopo. Multitud de vecinos ardían al ver
los árboles incendiar el asfalto. Desplomaban como
pendientes, uno detrás del otro. El dominó, en fila ínfima.
Tomé la bandera que nos representaba y salpiqué el
vientre. Algunos de los caminantes continuaron el canto.
Frío, cuellos de señores. ¡Pobre gente!
Información sutil, armoniosa con lo debido. Así fue que
la pena se retiró con la herida. Cubrió un gran médico…
¡vive!
La voz desde dentro del azul viajó. Fluían en la negrura
de la calle. Esquivé pozos. Ruedas sin estallar. Bendije a
los acompañantes
Uno de ellos, acometió al volante. Disipando dudas.
Gatos limpiaron. Rodeado de seres por pertenecer a una
clase estricta de diabéticos. Aves merodearon el área. No
jugué. Mi tobillo se hundió al patear. La circunferencia
vibraba por las líneas. Colombia incorporó jugadores. Una
vuelta más. Dos rayas.
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Consulté cuál era su método de éxitos.
—Uno más uno, es dos.
No entendí. Avancé hasta calle Paso de los Andes. En
la esquina un pordiosero me miraba. Aquellos que vigilan
los autos se mataban de risas.
Caen lágrimas. El viejo es amado. Parto sus manos, no
puedo llegar a él. Es corazón, flama balance.
Barrotes controlaron mi pesar. Seguí en el camino.
Grité a la vieja de ojos celestiales, garganta de león,
sopla, lleva el cabello. Mira con cercanía. No puedo llegar.
La chica dividí. O eso intentaba.
Siempre hay algún desprevenido que deja las puertas
abiertas.
Con su mochila incorporaba lo que encontrase. La vi.
Grité por algún policía. La muchacha corrió. Quedé quieto,
se esfumó en la esquina.
Al irse, un río de leche bajó por la ciudad. Dando
alimentos a miles.
En una casa de pared. Entré patinado y vi una anciana
tendida en el sofá. Estaba muerta. Lloré, me hizo acordar
a mi abuela.
Una niña, con trenzas sonreía:
—Dejen de llorar, la muerte es chiste.
En el casamiento, los novios dijeron ¡sí!, con champagne
entre las piernas, fui al baño. Desoí las voces que me
incitaban a expeler y tomar al salir.
El pasto, esos costosos, fastuosos, por donde se vean,
más boca abajo…
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Índice
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pie de imprenta
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