Download - Periódico Parroquial “COMUNIDAD” #87
Monterrey, N. L ., México Diciembre de 2012 No. 87
M uy queridos hermanos y hermanas en el Señor:
La Navidad evoca de inmediato al
Niño que nace para nuestra
salvación. Nos trasladamos rápidamente a la escena maravillosa de
Belén, donde en una humilde gruta nace Aquél que sin dejar
de ser Dios se hace hombre, por el infinito amor que nos tiene.
Ha llegado la plenitud de los tiempos y Dios ha enviado a su
Hijo nacido de una mujer (cfr. Gál. 4,4-5) y los cielos y la Tierra se alegran por este gran acontecimiento: Jesús nace en Belén para salvarnos.
Se han cumplido las profecías. Las voces de Daniel, de
Isaías, de Miqueas y demás profetas que nos fueron dando
los datos hoy son una realidad: Cristo ha nacido en Belén de
Judá, de una madre virgen, pues han transcurrido las 70 semanas de años previamente anunciadas.
Este nacimiento nos llena de alegría, porque en el Niño Dios
contemplamos el infinito amor de Dios que nos ama y quiere redimirnos y al contemplarlo nuestro corazón late lleno de gozo.
Nuestra celebración del nacimiento de nuestro Señor
Jesucristo ha de durar más que 24 horas, ha de durar todos los días y así, en una celebración comprometida, manifestar en nuestros pensamientos, palabras y acciones que creemos en El, que es nuestro Salvador y que queremos vivir como El nos ha enseñado.
Ahora que estamos viviendo el “Año de la Fe”, este
acontecimiento de gracia que es la celebración de la Navidad, ha de ser camino para renovar nuestra fe en
nuestro Redentor y junto con
nuestra alegría, nuestros cantos, nuestros regalos,
entregar a Jesús
nuestra vida, esta vida, que se nos
ha prestado para
realizarla plenamente.
Litúrgicamente la Navidad no es sólo un día, es un
tiempo, en el que meditaremos, con-
templaremos, el misterio del amor de Dios por nosotros, y así nos llenaremos de ese amor de Dios para darlo siempre a los demás.
Navidad es alegría, es gozo, es gratitud por el amor de Dios
a nosotros, y es compromiso de ser mejores cada día, para responder así con amor a la entrega infinitamente generosa de nuestro Señor Jesucristo por nosotros.
Cantemos la Navidad y vivamos nuestra fe. Alegrémonos y gocémonos por el amor del Niño de Belén para nosotros y
llevémoslo especialmente a los más alejados de ese amor, a los más pobres y necesitados, espiritual y materialmente.
¡Felices pascuas de Navidad!
Pbro. Juan Carlos Castillo Ramírez
Párroco
Por su reportero Capsulito
1) Muy contento por la celebración de la Navidad, les deseo que
Jesús los llene de su gracia y de bendiciones, que se prolonguen
para siempre y que les hagan realizar todos sus proyectos en el Nuevo Año.
2) Vivimos el Adviento con mucho gusto y nos preparamos para
la Navidad. Cada vela que encendimos en la corona nos ayudó a forjar un compromiso, sobre todo el de quitar el egoísmo y
prepararnos a celebrar dignamente la Navidad.
3) Participamos en el inicio de la Campaña del Diezmo 2012, el
sábado primero y el domingo dos de diciembre.
4) El día cuatro se celebró el Rosario y Misa mensual del Santo
Padre Pío, con muy buena asistencia.
5) El día cinco nos fuimos a la Arena Monterrey para participar
en la Misa del inicio del episcopado en Monterey de nuestro nuevo Arzobispo, Monseñor Rogelio Cabrera López, donde con muchos hermanos y hermanas en el Señor le dimos la bienvenida. Ahí un grupo de integrantes del Apostolado de Fátima de nuestra
Parroquia participó en la conducción del rezo del Santo Rosario.
6) Por ahí vimos al Padre Juan Carlos, nuestro Párroco, y al
Padre Humberto, nuestro Vicario parroquial. Todos, laicos, consagrados y sacerdotes y diáconos, seminaristas y los más de 80 obispos participantes, muy contentos, por el inicio del
ministerio episcopal de nuestro nuevo Pastor de la Arquidiócesis.
7) El señor Cardenal Francisco Robles Ortega, anterior
Arzobispo, le entregó el báculo, signo del pastoreo que habrá de realizar como nuestro nuevo Pastor, teniendo como modelo a Jesús, el Buen Pastor. ¡Bienvenido!, Monseñor Rogelio.
8) El día 01 tuvimos un concierto de Navidad, con el coro “Voces
de Monterrey”, con muy buena asistencia.
9) El 11 los grupos parroquiales le ofrecieron su “serenata” a la
Virgen de Guadalupe, ofreciéndole su canto como una oración por
la paz y por las familias de la Parroquia, sus bienhechores y amigos. Alfredo Flores Zaher la filmó y la subió a los
medios electrónicos. Les recomendamos verla y disfrutarla al igual
que el concierto de Navidad.
10) La Unión de Enfermos Misioneros tuvo su Misa por los
enfermos el 13 y ese mismo día celebró anticipadamente su
“posada”.
11) Ese mismo día se efectuó la convivencia de adviento y
Navidad de los grupos parroquiales.
12) El día 15 se llevó a cabo la Asamblea Parroquial, donde se
asumió trabajar el 2013 de manera especial por la COMUNION, su espíritu y acción concreta para seguir con la renovación
parroquial de acuerdo al Plan de pastoral Orgánica de la Arquidiócesis y promover que la Parroquia sea casa y escuela de comunión.
13) También que el 2013 dentro del Año de la Fe se tendrá la
profundización sobre el Concilio Vaticano II y el Catecismo de la Iglesia.
14) El grupo juvenil “Lolek” preparó el 19 la Misa en memoria
del Beato Papa Juan Pablo II.
15) El grupo Impulso, en nombre de nuestra Parroquia de Santa
Beatriz de Silva, realizó su misión en Mina, N. L., del 20 al 23 de diciembre.
16) Celebramos la Noche Buena el 24 y la Navidad el 25 con
gran alegría.
17) El 27 tuvimos el Concierto en honor de la Sagrada Familia y
pedimos por las familias de la Parroquia, de nuestros
bienhechores y amigos.
18) Cerramos el año con la Misa de acción de gracias el 31.
¡Bendito sea Dios, que nos permite caminar día a día con su amor y su misericordia! Roguemos a Santa Beatriz de Silva interceda
por nosotros ante Jesús para un mejor y feliz Año Nuevo.
¡Felicidades!
¡Hasta la próxima! Si Dios quiere.
Les dice “Capsulito”, su reportero favorito.
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Continuamos entrando al contenido del motu proprio del Papa Benedicto XVI: “Porta fidei” (la puerta de la fe). Nos dice el Papa que para acceder a un conocimiento sistemático del contenido de la fe, todos pueden encontrar
en el “Catecismo de la Iglesia Católica” un subsidio precioso e indispensable. Es uno de los frutos del Concilio Vaticano II.
“En la Constitución apostólica “Fidei depositum”, firmada precisamente al cumplirse trigésimo aniversario de la
apertura del Concilio Vaticano II, el beato Juan Pablo II
escribía: Este catecismo es una contribución importantísima a la obra de renovación de la vida eclesial…Lo declaro
como regla segura para la enseñanza de la fe y como instrumento válido y legítimo al servicio de la comunión
eclesial”, nos dice el Papa.
Añade que precisamente en este horizonte, el Año de la fe
deberá expresar un compromiso unánime para redescubrir y estudiar los contenidos fundamentales de la fe, sintetizados
sistemática y orgánicamente en el Catecismo de la Iglesia Católica.
“En efecto, agrega, en él se pone de manifiesto la riqueza
de la enseñanza que la Iglesia ha recibido, custodiado y
ofrecido en sus dos mil años de historia. Desde la Sagrada Escritura a los Padres de la Iglesia, de los Maestros de
teología a los santos de yodos los siglos, el Catecismo ofrece una memoria permanente de los diferentes modos en
que la Iglesia ha meditado sobre la fe y ha progresado en la doctrina, para dar certeza a los creyentes en su vida de fe”.
Nos dice que en su misma estructura el Catecismo de la Iglesia Católica presenta el desarrollo de la fe hasta abordar los grandes temas de la vida cotidiana. A través de sus páginas se descubre que todo lo que se presenta no es una
teoría, sino un encuentro con una Persona que vive en la Iglesia. A la profesión de fe, de hecho, sigue la vida sacramental, en la que Cristo está presente y actúa, y
continúa la construcción de su Iglesia. Sin la liturgia y los
sacramentos, la profesión de fe no tendría eficacia, pues
carecería de la gracia que sostiene el testimonio de los
cristianos. Del mismo modo la enseñanza del Catecismo
sobre la vida moral adquiere su pleno sentido cuando se
pone en relación con la fe, la liturgia y la oración.
“Así, pues, el Catecismo de la Iglesia Católica, podrá ser en este Año un verdadero instrumento de apoyo a la fe,
especialmente para quienes se preocupan por la formación de los cristianos, tan importante en nuestro contexto cultural. Para ello, he invitado a la Congregación para la
Doctrina de la Fe a que, de acuerdo con los Dicasterios competentes de la Santa Sede, redacte una Nota con la que
se ofrezca a la Iglesia y a los creyentes algunas indicaciones para vivir este Año de la fe de la manera más eficaz y
apropiada, ayudándolos a creer y a evangelizar”, nos propone Benedicto XVI.
Indica que en efecto, la fe está sometida más que en el
pasado a una serie de interrogantes que provienen de un cambio de mentalidad que, sobre todo hoy, reduce el ámbito
de las certezas racionales al de los logros científicos y tecnológicos. Pero la Iglesia nunca ha tenido miedo de mostrar cómo entre la fe y la verdadera ciencia no puede
haber conflicto alguno, porque ambas, aunque por caminos distintos tienden a la verdad. “A lo largo de este Año será decisivo volver a recorrer la
historia de nuestra fe, que contempla el misterio insondable del entrecruzarse de la santidad y el pecado. Mientras lo primero pone de relieve la gran contribución que los
hombres y las mujeres han ofrecido para el crecimiento y desarrollo de las comunidades a través del testimonio de su vida, lo segundo debe suscitar en cada uno un sincero y
constante acto de conversión, con el fin de experimentar la
misericordia del Padre que sale al encuentro de todos”, nos
manifiesta el il. Añade que durante este tiempo tendremos
la mirada fija en Jesucristo, “que inició y completa nuestra fe” (Heb. 12, 2): en él encuentra su cumplimiento todo afán y todo anhelo del corazón humano. La alegría del amor, la respuesta al drama del sufrimiento y el dolor, la fuerza del perdón ante la ofensa recibida y la victoria de la vida ante el
vacío de la muerte, todo tiene su cumplimiento en el misterio
de su Encarnación, de su hacerse hombre, de su compartir
con nosotros la debilidad humana para transformarla con el
poder de su resurrección. En él, muerto y resucitado por nuestra salvación, se iluminan plenamente los ejemplos de
fe que han marcado los últimos dos mil años de nuestra
historia de salvación.
En este texto dice el Papa Benedicto que por la fe, María acogió la palabra del ángel y creyó en el anuncio de que
sería la Madre de Dios en la obediencia de su entrega (cfr. Lc. 1,38). En la visita a Isabel entonó su canto de
alabanza al omnipotente por las maravillas que hace en quienes se encomiendan a él (cfr. Lc. 1,46-55). Con gozo y temblor dio a luz a su único hijo, manteniendo intacta su virginidad (Lc. 2, 6-7). Confiada en su esposo José, llevó a Jesús a Egipto para salvarlo de la persecución de Herodes
(cfr. Mt. 2, 13-15). Con la misma fe siguió al Señor en su predicación y permaneció con él hasta el Calvario (cfr. Jn.
19, 25-27). Con fe, María saboreó los frutos de la
resurrección de Jesús y, guardando todos los recuerdos en su corazón (cfr. Lc. 2, 19.51), los transmitió a los Doce,
reunidos con ella en el Cenáculo para recibir al Espíritu Santo (cfr. Hech. 1, 14; 2,1-4).
“Por la fe, los apóstoles dejaron todo para seguir al Maestro (cfr. Mt. 10, 28). Creyeron en las palabras con las que
anunciaba el reino de Dios, que está presente y se realiza
en su persona (cfr. Lc. 11,20). Vivieron en comunión de
vida con Jesús, que los instruía con sus enseñanzas, dejándoles una nueva regla de vida por la que serían
reconocidos como sus discípulos después de su muerte (cfr. Jn. 13, 34-35). Por la fe, fueron por el mundo entero
siguiendo el mandato de llevar el Evangelio a toda creatura (cfr. Mc. 16, 15) y, sin temor, anunciaron a todos la alegría de la resurrección, de la que fueron testigos fieles”,
continúa.
Igualmente nos dice el Santo Padre Benedicto XVI que por la fe, los discípulos formaron la primera comunidad reunida en torno a la enseñanza de los apóstoles, la oración y la celebración de la Eucaristía, poniendo en común todos sus bienes para atender las necesidades de los hermanos
(cfr. Hech 2, 42-47).
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ASI ERA EL PAPA
JUAN XXIII
En el marco del Año de la fe, les ofrecemos un
artículo del sacerdote-escritor José Luis Martín
Descalzo (+) de su libro “Yo amo a la Iglesia”.
Nos da en él un retrato del Papa Juan XXIII,
que convocó al Concilio Vaticano II, del que
conmemoramos 50 años de su apertura, y
estamos invitados por el Papa Benedicto XVI a
conocerlo y profundizar en su contenido.
Al morir (el Papa) Pío XII muchos católicos
sintieron como si vacilasen las columnas que
sostenían la Iglesia. ¿Dónde se encontraría un
hombre de la calidad de Eugenio Pacelli?
Repasaban los nombres de los cardenales que
entraron en el cónclave y concluían que nadie
sería capaz de llenar el hueco dejado por Pío
XII. Y empezó a hablarse de que se elegiría un
Papa de transición.
La idea creció cuando en el balcón de San Pedro
apareció Ángel José Roncalli , que tenía en
aquel momento 78 años y cuyo carácter parecía
el de un hombre bueno no llamado
precisamente a revolucionar nada.
El propio Papa contribuiría a difundir estas
ideas hablando siempre de sí mismo entre
sonrisas. El mismo día de su elección se miró en
el espejo y se dijo a sí mismo: “¡Ay, Juan, Juan,
qué feo vas a resultar en televisión!” Y al día
siguiente, subiría el sueldo de los portadores de
la silla gestatoria, dando como razón “que él
pesaba el doble que Pío XII”.
Pero nadie imaginó entonces lo que aquella
sonrisa iba a revolucionar en la Iglesia. Sólo
mucho más tarde descubriríamos el milagro de
la luz y espiritualidad que había encerrado en
aquella sonrisa.
Había nacido en una familia de humildes
labradores un pueblecito cercano a Bérgamo,
en el Norte de Italia. Una familia tan pobre
como cristiana, de la que Ángel José se sintió
siempre legítimamente orgulloso.
Su carrera clerical no fue excesivamente
brillante. Era un seminarista oscuro y piadoso
en el que brillaba muchos más el corazón y el
sentido común que la lumbrera de su
inteligencia. Nunca supo más lenguas que su
italiano natal y un francés no demasiado bien
pronunciado. Y a lo largo de su carrera como
nuncio hubo , en realidad, más fracasos que
grandes éxitos.
El mismo confesaría más tarde que su único
mérito en la vida había sido dejarse llevar por
la Providencia a hombros, lo mismo que de niño
lo llevaba su padre a la escuela. Cuando Pío XII
le nombra para la difícil nunciatura de París,
recién acabada la Guerra Mundial, recibe la
noticia con asombro y comenta: “Cuando faltan
los caballos, tienen que trotar los asnos”.
Sin embargo, al ser elegido Papa, lo asumió con
la mayor naturalidad del mundo, sin dejarse
contagiar por complejos y sin asustarse por las
dificultades. Se cuenta que, en una de sus
primeras noches como Papa, no lograba
dormirse ante varios graves problemas. Y,
entonces, sentándose en la cama, se dijo a
sí mismo: “¿Vamos a ver, Juan, quién 5
dirige la Iglesia, el Espíritu Santo, o tú? El
Espíritu Santo, ¿no? Pues, entonces ¡duermes,
Juan!”
Y, con la santa ingenuidad de los hijos de Dios
se lanzó a empresas que habrían hecho temblar
a los papas más emprendedores. Famosas
fueron sus primeras salidas del Vaticano, con
las que rompía la vieja tradición de
enclaustramiento de los papas. Un día,
inesperadamente, acudió a visitar la cárcel de
Roma, la “Regina Coeli” y aún se recuerdan las
primeras palabras que dijo a los presos: “Como
ustedes no podían venir a verme, he venido yo”.
Y comenzó a ganarse al mundo con su visita a
un hospital infantil. Allí se derramó su corazón
de padre, charlando con los niños, haciéndolos
reír, ante la emoción de los médicos y
enfermeras que no podían creerse lo que
estaban viendo.
Pero la gran sorpresa se la dio al mundo el 25
de enero de 1959, muy pocos meses de su
elección pontificia, anunciando un CONCILIO
ECUMENICO, cuando ya nadie esperaba este
tipo de asambleas y contra los consejos de
algunos de sus consejeros que temían que todo
concilio trae graves problemas.
Pero Juan XXIII pensaba y decía que “sin un
poco de santa locura no puede la Iglesia
ensanchar sus pabellones”. Y a Roma llegaron
los obispos para realizar el más revolucionario
concilio de la Iglesia contemporánea.
Una revolución que él vivió con plena
serenidad. El día de la apertura del Concilio
escribió en su diario: “Después de tres años de
preparación, laboriosa ciertamente, pero
también feliz y tranquila, aquí estoy a los pies
de la montaña sagrada. Que el Señor me
sostenga para llevar todo a buen término”.
Pero Dios, que, como a Moisés, le había
permitido ver de lejos la tierra prometida,
no le dejóconcluir la gran aventura. Y le
llamó a su seno habiendo celebrado sólo la
primera sesión.
Pero le dio tiempo para encarrilar, en libertad y
audacia, aquel gran camino. Y para escribir dos
de las encíclicas fundamentales de nuestro
siglo: la *Mater et magistra* y la *Pacem in
terris”.
Y el 3 de junio de 1963, tras sólo cuatro años de
pontificado, escribió la mejor de sus encíclicas:
aquella muerte ecuménica que conmovió al
mundo entero. En aquellos días escribió ese
*testamento espiritual* que resume
perfectamente toda su vida:
“Nacido pobre, pero de honrada y humilde
familia, estoy particularmente contento de
morir pobre, habiendo distribuido al servicio de
los pobres y de la Santa Iglesia, que me ha
alimentado, cuanto he tenido entre las manos –
poca cosa por otra parte- durante los años de mi
sacerdocio y de mi episcopado. Doy gracias a
Dios por esta gracia de la pobreza de la que hice
voto en mi juventud, pobreza real y de espíritu
que me ayudó a no pedir nunca nada, ni
puestos, ni dinero, ni favores, ni para mí, ni
para parientes o amigos.
A mi queridísima familia según la sangre –de la
que, por otra parte, no he recibido ninguna
riqueza material- no puedo dejar más que una
grande bendición, con la invitación a que se
mantengan en el temor de Dios, que siempre
me la hizo tan querida y amada, sin
avergonzarme de ella jamás y que es su
verdadero título de nobleza.
La bondad de que fue objeto mi pobre persona
por parte de todos los que encontré en mi
camino, ha hecho tranquila mi vida. Recuerdo
también ante la muerte a todos y a cada uno, a
los que me han precedido en el último paso, a
los que me sobrevivirán y seguirán. Que oren
por mí. Se lo compensaré en el purgatorio o en
el paraíso, donde espero ser escuchado, lo repito
una vez más, no por mis méritos, sino por la
misericordia de mi Señor”.
(El artículo fue escrito el 13 de Abril de 1986). 6
MENSAJE DEL
PADRE VICARIO
Navidad en familia
Cuando recordamos las navidades
celebradas en nuestros años pasados,
vienen siempre a nuestra mente, esos
momentos de felicidad que pasamos con
nuestros padres, abuelos o hermanos que
ya no están con nosotros, pero que un día
compartieron todo lo que para nosotros era
celebrar el nacimiento del Hijo de Dios.
Quizás nunca nos hemos imaginado como
celebrarían la navidad José y María; pero
lo cierto en que ellos no pudieron celebrar
sino vivir la Navidad. Si; ellos vinieron y
contemplaron el plan de salvación de Dios
que envió a su Hijo único, para perdonar
nuestros pecados.
José y María sintieron en carne propia el
dolor y el sufrimiento del Emmanuel que
ofrecía su vida por amor a sus hermanos.
Jesús y María construyeron no sólo un
hogar sino una familia y como esposos
hicieron su alianza o promesa de amarse
verdaderamente en la salud y en la
enfermedad.
Ellos estuvieron juntos en el momento del
alumbramiento de la Luz del mundo, como
los esposos que entran a la sala de
maternidad cuando llega el divino
momento del nacimiento del hijo que han
esperado juntos por nueve meses.
María y José no han podido, ni han tenido
tiempo de hacer compras para recibir con
muchos regalos a su amado hijo; ellos
confiaron en que juntos lucharían para que
a su precioso niño no le faltara el alimento
ni el mejor abrigo; pues estaban dispuestos
a darle su corazón y su vida al Mesías ya
esperado por todo Israel.
Dos mil años después del cumplimiento de
la promesa de Yahvé y de todo lo que
anunciaron los profetas encontramos
muchos papás que consientes de su
responsabilidad como padres; protegen,
cuidan y aman a sus hijos, no con regalos y
cosas materiales; sino con un buen ejemplo
y educación llena de los valores del reino
de Dios.
Dentro de la octava Navidad es decir de
ese gran día que abarca toda una
semana, recordamos la Sagrada 7
Familia formada por; Jesús, José y María y
contemplamos el amor en momentos de
trabajo, de conciencia de sufrimiento y de
muchísima alegría; siempre juntos
viviendo: la paz, la armonía y la comunión
de Dios.
José y María no celebraron, sino que
vivieron la verdadera navidad y son el
modelo que podemos y debemos seguir si
es que queremos terminar con el
sufrimiento y el dolor de la soledad y de
todo lo que trae como consecuencia el
pecado de los pleitos y falta de respeto en
la familia, que nos llevan a la destrucción
de lo más sagrado que Dios nos concede:
como lo es la familia.
Rogamos a Dios, para que todos ustedes
vivan una navidad en donde reine el amor
y que juntos superen las dificultades y
problemas, pidiendo a Dios su ayuda y
creyendo que para El no hay nada
imposible.
Que las preocupaciones y tristezas no
apaguen la luz de la navidad.
Que tengamos la esperanza que el día de
mañana pasará toda tormenta y que
después de la tempestad viene la calma.
Vivamos como familia, la Navidad y
recibamos las bendiciones que nos trae el
Hijo de Dios y nuestro hermano Jesucristo.
¡FELIZ NAVIDAD Y VIVA LA
FAMILIA!
P. Humberto Torres Hernández
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