Download - Objetos Chocanos
T E X T I L E S
MARTA LUCIA BUSTOS
UNIVERSIDAD DE LOS ANDES
INSTITUTO ANDINO DE ARTES POPULARES DEL CONVENIO ANDRES BELLO - IADAP
OBJETOSCHOCOANOS
J U S T I F I C A C I Ó N
El Instituto Andino de Artes Populares del Convenio Andrés Bello, al tenor del Convenio de Cooperación Editorial suscrito con la Carrera de Textiles y Artes Plásticas de la Universidad de los Andes de Colombia, da comienzo a la serie divulgativa sobre "textiles precolombinos".
Esta entrega, que es el resultado de una exigente investigación, corresponde a "OBJETOS TEXTILES EN EL DEPARTAMENTO DEL CHOCO"; trabajo realizado por Marta Lucía Bustos Gómez, cuya finalidad es la de difundir los valores tradicionales del arte popular y, asegurar su proyección en la cultura nacional y regional; así como el de contribuir a que el IADAP vaya consol idando su fondo documental especial izado, en beneficio de la integración y el desarrollo cultural de nuestros pueblos.
COLECCIÓN 'Textiles"
OBJETOS TEXTILES EN EL DEPARTAMENTO DEL CHOCO Investigación de Marta Lucía Bustos Gómez
ISBN-9968-60-017-5
Editorial © IADAP Diego de Atienza y Av. América Telfs. : 553684 - 554908 Fax : 593.2.563096 Apartados postales: 17-07-9184 / 17-01-555 Quito - Ecuador
Derechos reservados conforme a la ley primera edición, marzo 1994, 1500 ejemplares
DIRECTOR EJECUTIVO DIRECTORA DE LA CARRERA DE TEXTILES Y ARTES PLÁSTICAS DE LA UNIVERSIDAD DE LOS ANDES COORDINADORA COMUNICACIÓN IADAP DISEÑO Y DIAGRAMACION IMPRESIÓN
Eugenio Cabrera Merchán
María Teresa Guerrero
Eugenia Ballesteros Ortíz Universidad de los Andes Unidad de Comunicación IADAP
PRESENTACIÓN
La intención que proyecta toda investigación en cualquier disciplina es la de lograr de hecho su difusión a través de todos los medios posibles, ya sean escritos, verbales, o de todos aquellos que colaboren para darles el alcance y la proyección requeridos dentro del círculo de los interesados.
Con el crecimiento y desarrollo de la enseñanza del tejido y sus áreas afines, varios profesores de los Programas de Textiles y Artes Plásticas de la Universidad de los Andes de Bogotá, adelantaron investigaciones durante el año de 1991 dentro de una gran convicción, tratando temas del campo textil y en especial, de grupos étnicos de algunas de las muchas regiones de Colombia.
Colombia, como muchos países latinoamericanos, posee una gran riqueza y variedad de razas y -por su misma naturaleza topográfica- ha luchado por conservar sus características, lo cual permite deducir que la divulgación de su legado cultural se hace cada día más apremiante.
La existencia de los grupos étnicos en nuestro continente, así como la preservación de sus manifestaciones, su "modus vivendi", sus costumbres, creencias y actividades desde épocas remotas, han motivado el estudio continuo por parte de investigadores de diversas áreas del conocimiento.
Con la aparición de la formación del tejido como disciplina profesional dentro de las universidades, la aplicación de ese legado se ha convertido en un problema primordial en la enseñanza y por ende, en fuente de investigación y estudio de nuestro sentir ancestral. A ello hay que agregar que el movimiento textil se alimenta en esencia del pasado: de un pasado que se remonta a la etapa anterior al descubrimiento y de un pasado que proviene también de los desplazamientos o de las mezclas y fusiones de los siglos posteriores. Se trata en
efecto, de un pasado que cobra actualidad y vigencia, no sólo para el investigador o el historiador, sino para el artista que está en búsqueda de nuevos formas y medios de expresión.
Es verdad, que los valores que poseen los grupos étnicos nos llevan a revaluar su presencia, a contemplarlos como dignos exponentes de la inmensa variedad de etnias, a admirar y aprender de su constante aporte a la riqueza existente del país. A partir de una serie de lineamentos prioritarios, se llevaron a cabo las diversas interpretaciones en campos que atañen al patrimonio vivo de los grupos étnicos y campesinos del textil, así como al análisis de la influencia de fuerzas externas del comportamiento humano y a su respuesta en la estética.
Por tratarse de dos programas innovadores y complementarios entre sí en la formación de los estudiantes, los Programas de Textiles y Artes Plásticas conjugan la labor de profesores con gran interés por buscar nuevos caminos de indagación, que brinden una dinámica de acción propia y una orientación "sui géneris" en las distintas áreas del proceso creativo. Al desarrollar nuevas propuestas orientadoras, se motiva al estudiante hacia un desarrollo profesional acorde con los tiempos actuales y con una gran proyección para su labor creativa en el futuro.
La amplitud de conocimientos en la formación universitaria, está fundamentada en la libertad de criterios y en la posibilidad de entender que la docencia -en continua interacción con la investigación- entra en un plano superior del entendimiento, que lleva al afianzamiento de una actitud reflexiva y al fortalecimiento de un espíritu crítico esencial para la actividad creativa. Combinando esta visión integradora, podemos contar con la formación de un material humano de gran valor para el futuro en el campo textil y en las artes plásticas.
Al incursionar en la indagación del patrimonio vivo textil, se plantea la importancia de levantar las fuentes acerca de las formas, los mitos y las costumbres de los indígenas, pues es el textil una actividad esencial, alrededor de la cual se concentra la actividad cotidiana de los indígenas, que nos permite aproximarnos al conocimiento de su cultura y nos impulsa a ayudar, rescatar, y, preservar el valioso aporte en cuanto al uso de materiales, técnicas y diseños, que corren el riesgo de desaparacer por el desconocimiento de su verdadero valor como legado para la humanidad.
El escaso material existente -tanto a nivel teórico, como en lo relacionado a los objetos en sí mismos- ha llevado a la realización de trabajos de campo y de detalladas investigaciones que recopilan la valiosa información obtenida.
El levantamiento histórico de temas que hasta el momento no han sido tratados -o que han tenido un desarrollo escaso en nuestro medio- es uno de los objetivos prioritarios para que esta serie de publicaciones adquieran una gran
dimensión, que sobrepasa el interés inmediato que posee para los especialistas en los campos tratados. Una de nuestras principales intenciones es la de ampliar el grupo de personas interesadas en conocer y profundizar en los diversos temas que aquí se manejan, con el fin de iniciar una verdadera interacción, un fructífero intercambio de ideas y conceptos, que nos lleven a compartir los conocimientos adquiridos en este proceso, así como el dinamismo que ha generado en nosotros la actividad investigativa.
Nuestro más cordial agradecimiento a Eugenio Cabrera Merchán, Director Ejecutivo del Instituto Andino de Artes Populares del Convenio Andrés Bello de Quito, cuyo entendimiento y comprensión han hecho posible la recopilación de estas investigaciones para su publicación. Esperamos que nuestra idea sea recibida con el entusiasmo propio de los que creen que en nuestro medio es posible aportar nuevos conocimientos a través de una actitud positiva y de un verdadero interés por construir, valorando el trabajo de nuestros creadores.
Esta serie, que se inicia con las siguientes investigaciones: Objetos textiles del departamento del Chocó de Marta Bustos; Objetos textiles guambíanos de Marcela Camelo; Textiles muisca y guane de Gladys Tavera de Téllez y Carmen Urbina; Textiles de la Sierra Nevada de Santa Marta: recopilación bibliográfica de Juana Rey, es el producto de una labor de investigación teórica y de campo, que se convierte en una prueba fehaciente de las innumerables posibilidades que la disciplina del campo textil puede llegar a desarrollar como área de investigación en Colombia.
MARÍA TERESA GUERRERO R. Directora
Programas de Textiles y Artes Plásticas Universidad de los Andes
Bogotá-Colombia 1993
INTRODUCCIÓN
El presente y pasado de los habitantes del departamento del Chocó es y ha sido inclemente, allí se han conjugado los extremos más increíbles de riqueza y miseria. Bajo su suelo se encuentran grandes yacimientos de oro, platino y plata, además de la riqueza vegetal y pesquera. Sin embargo siempre se ha considerado como un mundo aparte, malsano y caluroso donde solo sociedades primitivas como los negros e indígenas podían vivir. Frases como éstas encabezan casi siempre la mayoría de los escritos sobre el Chocó; parece ser que extremos, olvido e indiferencia son las palabras que nos recuerdan que el Chocó existe en nuestro país.
Desde la Conquista quienes han llegado allí (blancos y mestizos) lo han hecho de manera transitoria, sin pretensiones de colonizar o establecer en forma definitiva su hogar en esta agreste región, sólo los indígenas (sus primeros pobladores) y los negros han hecho de esta selva pluvial su habitat.
Entre el verde intenso de la selva y el calor sofocante se asoman pequeñas casas de madera con balcones de colores, hermosos calados y techos de paja, que van dibujando el perfil de innumerables poblados y caseríos de negros e indios; región de grandes contrastes, exhuberante, llena de vida y alegría, pero a la vez con muchas necesidades; uno de los casos más
evidentes, que permite ver con claridad este mundo de contrastes, es el hecho de que a pesar de ser una de las regiones del mundo con los niveles más altos de pluviosidad y de poseer gran cantidad de ríos, cortos pero con mucho caudal, la mayoría de las poblaciones carecen de servicios de agua y luz (o son muy deficientes donde los hay).
Bajo el cielo Chocó existe un mundo maravilloso que respira a través de su cotidianidad, de su hacer y sentir diario; día a día sus expresiones religiosas, mágicas, sociales y económicas les dan la fuerza a sus habitantes para que permanezcan y con cada uno de ellos todo su acervo cultural, único y posible solamente allí. Tambos de madera, canoas y canaletes que se descuelgan sobre los ríos, color que emerge de la naturaleza, del vestido y de la sonrisa de quienes lo habitan.
La intensa y húmeda selva, el gris y sombrío océano y los poderosos ríos han sido el escenario propicio donde se han sabido combinar de manera particular los tres elementos humanos que perfilaron su presencia actual: el indígena con el hermetismo y la sabiduría de su cultura; el negro africano con su festividad, jolgorio y los conocimientos propios; y, los españoles con las pautas o normas que la religiosa cultura europea trató de implantar durante la Época de la Conquista y la Colonia; el sincretismo cultural de esta región es ilimitado y se extiende a todos los rincones y expresiones del ser chocuano.
A pesar de poseer un mundo espiritual, cultural y material tan rico y variado y de lo mucho que se ha escrito, especialmente en los últimos años cuando el mundo occidental ha vuelto a descubrir el Pacífico como el mar del año dos mil y como una de las grandes reservas naturales del planeta, el departamento del Chocó sigue siendo al igual que en la Época de la Conquista algo muy lejano, brumoso y desconocido, incluso para los colombianos mismos.
Este trabajo ha nacido del interés por acercarnos y conocer el mundo textil que allí se desarrolla y permanece, de una u otra forma, a pesar de los constantes embates que han sufrido sus creadores. Aunque se conocen algunos aspectos relacionados a los textiles producidos en el departamento, especialmente descripciones técnicas y formales del trabajo de cestería
indígena, aquí se han querido condensar una visión global sobre los diferentes elementos que se ¡nterrelacionan y hacen posible que esta expresión exista y se concrete en una serie de objetos particulares no solamente a nivel del trabajo de la cestería sino también en la vivienda y en el vestido.
La información condensada fue recogida por medio del estudio y revisión bibliográfica de los diversos textos que tratan aspectos referentes a los habitantes y a los diferentes elementos que conforman el departamento del Chocó, además de la información recogida directamente en varias poblaciones durante los trabajos de campo realizados en períodos de tiempo variables desde el año 1989 hasta 1991, igualmente han sido muy valiosos los datos e informes recopilados a través de las conversaciones sostenidas con personas que han trabajado allí con comunidades indígenas y negras en diferentes áreas.
Para poder acercarnos, conocer y entender el mundo textil que allí se gesta se hace necesario ubicarlo dentro de su contexto, que lo hace vivo y valedero, por este motivo la primera parte de este trabajo corresponde a una ubicación general de tipo geográfico, histórico y social del entorno Chocó, de tal manera que más adelante nos adentramos con claridad en. el universo textil que allí se maneja, procesos productivos, división del trabajo, materias primas, y todo lo que se relaciona con los diversos procesos que se requieren antes de entrar en la elaboración de los objetos, que se involucran y forman parte de la vida diaria de las gentes de esta región.
La última parte corresponde al análisis de los objetos textiles, clasificados de acuerdo a su función; contenedores, vestido, vivienda y otros. Se hacen las respectivas descripciones técnicas y se toman en cuenta para su análisis, forma, función, color, uso, significado, etc.
Se ha relacionado de manera integral, tanto la producción de objetos textiles en las comunidades indígenas como en las poblaciones negras, porque se considera que no es posible aislar dos mundos que han estado tan ligados y que de una u otra manera se han sabido nutrir, a partir de sus respectivos desarrollos.
El presente trabajo trata de reunir algunos de los numerosos aspectos que
configuran el particular universo textil que se ha gestado en este
departamento, sin embargo son muchos los que hacen falta y los que no se
han tratado en profundidad, somos conscientes que éste es solo el inicio de
una larga labor que debemos continuar desarrollando.
Foto № 2 Pintura en tela de damagua, elaborada por los indígenas Waunanas
de la comunidad de Togoroma, Bajo San Juan, Chocó.
A. EL ENTORNO
Chocó es un rostro negro de sonrisa amplia, un rastro indígena, días de lluvia y
calor sofocante. Es un rincón noroccidental de la geografía colombiana,
enmarcado por el Océano Pacífico y la Cordillera Occidental; constituido por
46.536 km. de selva húmeda tropical, bosques, acantilados y playas que
recortan el frío océano a través de 350 km. en el Pacífico y 80 km. en el caluroso
caribe sobre el Golfo de Uraba.
A lo largo de su territorio corren innumerables ríos que marcan la vida cotidiana
y sobre los cuales se han concentrado la mayoría de los núcleos poblacionales,
ya que además de ser el medio de comunicación más eficaz, dan alimento y
proveen de recursos auríferos a los moradores de las riberas sobre las orillas de
dos de sus principales vías fluviales, (que nacen en las estribaciones de la
Cordillera Occidental y recorren gran parte del departamento, formando una
llanura de valles opuestos), como son el río Atrato que desemboca en el Caribe,
considerado uno de los ríos más caudalosos del mundo, y el río San Juan que
muere en el Pacífico, se encuentran ubicadas las poblaciones de Quibdó,
fundada hacia el año de 1690 y constituida hoy en día en capital departamental
y Lloró, (en el primero) y Tadó e Istmina (en el segundo) entre otras. Cabe
destacar además de estos, otros ríos que aunque no son tan caudalosos y
extensos, sí son parte importante en la vida del hombre chocó: el Truandó,
Baudó, Opagadó, Andagueda, Munguido, Capa y Jucio.
La división administrativa en este momento comprende los municipios de
Quibdó, Acandí, Alto Baudo, Bahía Solano, Bajo Baudó, Bojayá, Condotó, El
Carmen, Itsmina, Jurado, Lloró, Novita, Nuquí, Ríosucio, San José del Palmar,
Sipí, Tadó y Unguía, doce corregimientos y treinta y dos caseríos.
Esta región posee una geografía irregular y diversa con zonas pantanosas y
anegadizas, como el conocido Tapón del Dañen, en la parte norte del Valle del
Atrato, y otras propicias para los manglares cruzados de caños y esteros, como
sucede hacia el sur. Sobre su geografía se distinguen la Serranía del Baudó
(ubicada hacia el occidente paralela a la Costa Pacífica), la Serranía del Dañen,
los Farrallones del Citará y la Serranía de ios Paraguas. En términos generales
su clima se puede definir como cálido-húmedo con temperaturas que oscilan
entre los 28 y 35^C, pese a las fuertes lluvias que se prolongan durante todo el
año, aunque con mayor intensidad en los meses de mayo y julio.
El aislamiento del poder central en que esta zona se ha mantenido desde su
descubrimiento, ha sido también de tipo geográfico porque como se puede
observar existen zonas totalmente diversas y aisladas unas de otras por su
propia composición topográfica, es casi a partir de estos accidentes geográficos
que se ha generado la división de tipo social y el hecho que se hable y se haga
una diferenciación, dentro del mismo departamento, entre el habitante de la
parte norte y centro del departamento denominado atrateño y el del sur.
B. UN POCO DE HISTORIA
Desde aquel lejano septiembre de 1513 en que Balboa descubrió el mar del sur
y esta región se integró al "mundo" occidental, se empezó a gestar una nueva
historia con otros protagonistas que dejarían sus huellas firmemente marcadas
en el futuro desarrollo del litoral, aunque la mayoría fueron huéspedes de paso.
No se ha podido establecer con claridad la cantidad de grupos aborígenes que
poblaron esta región del Litoral Pacífico Colombiano, su ubicación y sus
relaciones; sin embargo algunos estudiosos del tema determinan a través de los
informes documentales la existencia bien diferenciada de varios grupos
indígenas : "Chancos en el río Garrapatas, Yacos en el alto Calima, Tooíumas e
Ingaraes en el Sipí, Noanamás en el bajo San Juan (Uaunamas), Surucos en el
río Quito, Poromeas en el Bojayá y Cunas en el bajo Atrato (Romali, 1975;
Isacsson, 1975), se sabe también que los Tamaña y los Sima del alto San Juan,
los Poya del área de la boca del Tamaña sobre el San Juan y los Citará del alto
Atrato eran subgrupos Embera, identificados como Chocó por los españoles
(Wassen, 1963: 22). 1
Inicialmente a la llegada de los españoles se denominaron Chocoes a los
grupos Emberaes pero poco tiempo después esta denominación se generalizó
para los demás habitantes del litoral. Los continuos roces generados por la
conquista y una colonización basada en la extracción y saqueo de los recursos
naturales hicieron posible el desarraigo y aniquilamiento de la mayoría de los
grupos a tal punto que solo tres: Cunas, Emberaes y Noanamaes lograron
permanecer hasta hoy en día.
A la historia de esta región hay que sumarle poco tiempo después de la entrada
de los españoles la presencia de los grupos negros traídos del África, que han
influido de manera determinante en la conformación del rostro chocó. Según
Alfredo Vania en su artículo Expresión Pacífico publicado en la Rev. Gaceta # 4,
el poblamiento del Litoral Pacífico se puede definir en la siguiente frase "de las
minas al mar", porque los primeros centros o poblaciones se crearon alrededor
de los campamentos mineros, único interés de los conquistadores y
posteriormente se fueron generando pequeñas poblaciones en la zona costera
con los movimientos cimarrones y la abolición de la esclavitud.
Cada vez que se necesitaba un campamento o un camino se construían; las
poblaciones se formaron con un criterio de hospedaje y aprovisionamiento, de
tal forma que se iban desarrollando desordenadamente, historia que se ha
repetido hasta hoy en día. Los blancos que traían esclavos por la ruta obligada
del Atrato, zona de fuerte movimiento comercial convirtieron a finales del siglo
XVII y principios del XVIII a Quibdó en punto estratégico y parada obligatoria en
el recorrido hacia el sur, para esta época ya era capital de la provincia que
formaba parte del estado soberano del Cauca.
Para evitar las posibles revueltas y movimientos cimarrones, se trajeron como
mano de obra para la extracción del oro grupos de negros heterogéneos,
provenientes de diferentes zonas del continente africano y se distribuyeron
caprichosamente por los "reales de minas" haciendo bastante difícil la
comunicación entre ellos mismos. Desde esta época se empezó a generar una
relación de mutua influencia y enfrentamiento entre las comunidades indígenas
y los esclavos negros que perdura hasta hoy, porque unos y otros se enfrentaron
en el pasado al dominio español y hoy en día, a los eventuales colonos.
C. PERFIL CHOCO
Se muestra predominantemente negro con una población de 250.000 personas
aproximadamente, conformada por grupos negros, indígenas y minorías blancas
de diversos orígenes. Desde la Época de la Conquista en que los españoles
describían esta región como "un abismo de horror, montañas, ríos y
tremendales" 2 , ésta ha sido objeto de la colonización de quienes en busca de
recursos naturales como el oro, el platino, las maderas, el caucho y actualmente
los recursos pesqueros, han llegado allí, arrasando con las comunidades
indígenas, sustituyéndolas y marginándolas a tal punto que en este momento
escasamente alcanzan a ser el 8% de la población total, y, a figurar en la lista de
la ONU como uno de los pueblos condenados a desaparecer. Del mismo modo
los grupos de negros pese a que son el 85%, se encuentran subsistiendo con un
bajísimo nivel económico y enmarcados en los últimos estratos de la sociedad.
Sin embargo, estos grupos que conforman sociedades tradicionales con
economías de autosubsistencia, permanecen y con ellos su inmensa riqueza
cultural, expresada a través de su forma de vestir, sus rituales, sus costumbres,
su música y sus objetos de uso diario.
Debido al continuo paso de colonos aventureros, esclavos negros y al
desplazamiento constante de las mismas comunidades indígenas, que son
esencialmente móviles se ha logrado, pese a la fuerte discriminación ejercida,
que muchas expresiones propias y costumbres de los diferentes grupos se
mezclen y combinen de tal manera que unos y otros las compartan; pero sin que
se hayan borrado los límites y diferencias existentes entre los tres grupos que
pueblan el departamento. Negros, indios y blancos compartiendo desde el siglo
XVI el mismo sol abrazador, las inclemencias del clima, los ríos y la exhuberante
vegetación.
Las minorías blancas han llegado casi siempre por razones de índole
económico, como la explotación de las minas de oro y los yacimientos de
platino entre otros, y por un motivo u otro se han ido arraigando especialmente
en la capital del departamento y en algunas de las principales poblaciones
donde se dedican generalmente a las actividades relacionadas con el comercio.
Los negros por su parte se encuentran diseminados a lo largo y ancho del
territorio chocuano de igual manera que las comunidades indígenas; las cuales
se conocen en forma genérica como Chocoes o Cholos y se agrupan en tres
grandes núcleos: EMBERAES, NOANAMAES o WAUNANAS y CUNAS
(términos que en sus respectivos idiomas significan "gentes"); el primero de
estos grupos es el más numeroso (entre 17.000 y 25.000) y de mayor dispersión
territorial; algunos de sus asentamientos se hallan ubicados en las cabeceras de
los ríos, especialmente sobre el Atrato y Baudó, pero también en otras regiones
del territorio colombiano como por ejemplo en Antioquia donde se les conoce
con el nombre de Catíos y al noreste de Risaralda donde se les llama Chamíes;
igualmente se encuentran en el Caquetá, en la provincia del Darién (Panamá),
en Córdoba y en Ecuador; dentro del Chocó se ubican varios grupos entre los
que se distinguen: el resguardo del Alto Andagueda, las comunidades de la
Carretera, de Beté, Alto Buey, Tagachí, Hoja Blanca, etc.
Los Noanamaes o Waunanas se localizan en el Medio y Bajo San Juan y en
algunos de sus afluentes como el Calima y el Docordó, es decir en la parte
meridional del departamento; también en el Darién (Panamá) y en el
departamento del Cauca; las comunidades más importantes y numerosas en el
Chocó son: comunidad Pichima-quebrada, Togoroma-quebrada, Pángala,
Puerto Pizario, Papayo, Chachajo, Lerma, etc., donde se reúnen alrededor de
4.000 habitantes. Tanto Noanamaes como Emberaes se han ido desplazando
cada vez más hacia el interior del departamento, a las cabeceras de los ríos en
las regiones más alejadas de los núcleos principales, debido a la constante
presión ejercida por los nuevos colonos que ven en estas tierras lugar propicio
para realizar sus sueños económicos.
Por su parte los Cunas, que habitan en Colombia, hace un tiempo se agrupaban
en siete poblaciones bastante numerosas en las regiones más septentrionales
del país en los límites con Panamá, sin embargo hoy en día su número no
sobrepasa a los 500 que se ubican en dos o tres poblados de Cutí, Arquia y
Caimán Nuevo en la parte occidental del Golfo de Urabá. Es quizás esta cultura
indígena, de las tres que en un inicio compartieron esta región, la que se ha
visto afectada de manera más drástica por la llegada de colonos al Chocó; poco
a poco las tensiones generadas por los intereses de la tenencia de la tierra y las
enfermedades de los blancos han desplazado y aniquilado estas comunidades
en el territorio colombiano; pese a que han sido parte fundamental en el
desarrollo e historia de la región, y de hecho representan una cultura bastante
fuerte en Panamá; hoy en día su presencia en nuestro país se ha desdibujado
notablemente, en Arquía donde se ubicaban tres de las más numerosas
comunidades en una reserva indígena de diez mil hectáreas de extensión, hoy,
viven doscientos cunas en apenas quinientas hectáreas que les proporcionan el
alimento y los recursos necesarios para sobrevivir.
Por este motivo, y sin negar en ningún momento su presencia e importancia,
centraremos nuestros intereses en el presente trabajo en las comunidades
Emberaes y Noanamaes del departamento.
D. ASPECTOS SOCIOCULTURALES
Estas comunidades comparten una base cultural similar, aunque hablan
diferentes lenguas y en algunos casos sus costumbres sociales varían. Sin
embargo se puede hablar de características análogas que permiten acercarse
al panorama en forma general. Habitan en tambos, viviendas construidas en
guadua sobre pilotes de madera y techo de paja (ahora reemplazado muchas
veces por las tejas de zinc) de formas circular y rectangular; no en poblaciones,
sino en caseríos dispersos por las orillas de los ríos, donde las casas
generalmente distan kilómetros unas de otras.
Ambos grupos dedican a la agricultura gran parte de su t iempo, haciendo
pequeñas plantaciones sobre las riberas de los ríos donde cultivan, según su
ubicación geográfica y lo que el clima les permita, plátano, caña, banano, yuca,
maíz, ñame y frutales como el chontaduro, la badea, el caimito, el pan de árbol,
etc, en los bosques cercanos a los caseríos; estos pequeños sembrados
cambian cíclicamente de lugar, cuando la producción de la tierra disminuye a
causa del agotamiento del suelo. El sistema de tumba y descomposición
utilizado por los indígenas para sus sembrados, también es practicado por las
comunidades negras que tienen una agricultura de subsistencia muy similar.
La caza y pesca además de constituir recursos básicos de su dieta,
complementan la agricultura y hacen parte del quehacer del hombre chocó,
junto con la talla de madera, las reparaciones de su vivienda, el corte y acarreo
de la leña. A las mujeres corresponde el trabajo de recoger el plátano,
transportar el agua, preparar alimentos, lavar, realizar algunas labores agrícolas,
elaborar la cerámica, que tiende a desaparecer en algunas de las comunidades,
especialmente en el Bajo San Juan donde la mayoría de las vasijas han sido
reemplazados por baldes plásticos, ollas de aluminio y demás utensilios que se
compran en los mercados, y la cestería que hoy en día se ha constituido en una
de las actividades que generan ingresos ocasionales a la íamilia.
La tala del monte (para las labores de agricultura), el corte de madera, de
palmas (para techar los tambos), la construcción de casas y la recolección y
siembra del maíz, etc., son actividades que se realizan en colectividad, ya sea
en grupos de hombres mayores (vecinos y amigos) o mixtos (parientes). En
algunas comunidades la extracción y recolección del oro es parte de sus
actividades, hombres y mujeres se sumergen en el río o quebrada con una
piedra en la espalda y remueven la arena, extrayéndola y echándola en una
champa. Mientras unos la sacan otros la lavan en bateas, separando el oro.
Foto № 3 Pintura en tela de damagua, elaborada por los indígenas Waunanas
de la comunidad de Togoroma, Bajo San Juan, Chocó.
Aunque manejan una extricta exogamia, que prohibe los matrimonios entre los
parientes, son los subgrupos o parentelas locales conformadas por familias que
se organizan en caseríos, la base social de estas comunidades. En los chocoes
se enfatiza la unidad de la familia nuclear, reconociéndose la descendencia
bilateral, es decir tanto por la línea materna como paterna; es muy común la
migración y subdivisión constante tanto del núcleo familiar como de la parentela,
unos miembros salen y otros se integran, ya que como se dijo anteriormente
estos grupos son esencialmente móviles cambian de localidad y se trasladan de
un lugar a otro por períodos de tiempo variables; cuando se forma un nuevo
grupo familiar, sus miembros pueden decidir libremente sin compromisos si
continúan habitando con los padres de cualquiera de los dos o se instalan
independientemente en la misma localidad u otra, puesto que el matrimonio no
conlleva deudas o convenios especiales.
La población negra se encuentra diseminada por todo el territorio chocuano,
unas veces concentrada en las principales ciudades; las cuales han sido
fundadas generalemente como campamentos a raíz de alguna explotación
minera, y donde se tienen grandes problemas de servicios públicos, educación,
salud, vivienda, etc., y, otras en caseríos sobre las orillas de los ríos -al igual que
las comunidades indígenas- en cuyo caso sus costumbres habitacionales,
alimenticias y actividades diarias, no difieren mucho, porque de ellas han
aprendido en gran parte a aprovechar el medio y a convivir con él; sin embargo
es de anotar que este hecho no presupone que las relaciones interétnicas entre
estos dos grupos se han desarrollado normalmente sin roces ni tensiones.
Para el negro chocuano la minería es un factor que constituye gran parte de su
pasado y presente ya que ha sido una actividad determinante en el desarrollo
de su historia. Es una labor desempeñada por un gran número de personas, en
la mayoría de los casos de manera artesanal, a través del mazamorreo (técnica
para sacar el oro de aluvión por medio de bateas de madera con las cuales se
escoge y separa). Existen poblaciones en las cuales el descubrimiento de una
mina vuelca a toda la población hacia esta actividad, dejando de lado cualquier
otra labor, de tal manera que su economía y sus costumbres se ven alteradas de
manera radical hasta el momento en que la mina agota su producción; en estos
casos se ven poblaciones de ancianos y niños esperando a que sus hombres y
mujeres vuelvan con unos cuantos gramos de oro al final de la jornada (si la
mina se encuentra cerca) o al final de la semana (en el caso de que esté retirada
del caserío).
A través de la venta y del intercambio de los productos que se obtienen en la
pesca, en los pequeños cultivos (de arroz y plátano especialmente) y de la
minería, se cimenta una estructura social que descansa en las relaciones de
parentesco, con una economía inmediata y de subsistencia. La mayoría de las
poblaciones rurales de negros están conformadas por grupos de familias que se
relacionan entre sí; es usual que las familias sean bastante numerosas y que
alrededor de ellas (padre y madre) se reúnen hijos, nietos y hasta primos o
sobrinos. La mujer es el eje y la responsable del grupo familiar, ella se encarga
de la manutención y la crianza de los hijos, de las labores agrícolas (unas veces
en compañía del hombre y otras sola), de la preparación de alimentos y de la
cestería.
Foto № 4 Pintura en tela de damagua, elaborada por los indígenas Waunanas
de la comunidad de Togoroma, Bajo San Juan, Chocó
II. MUNDO TEXTIL
"Cuando indagué insistentemente por ese otro universo, me dijeron que no
existía. Cuando me olvidé de él, el viejo Nanyama Domikó me tomó de la mano
y me dijo que buscara con mis ojos el punto donde se une la vista del uno con el
otro"
Antonio María Cardona
"La mitología Emberá otros ojos para mirar el mundo"
Al igual que todas las culturas, los chocoes poseen su particular visión del
mundo; su manera de ver y asumir la vida y su propia relación con el entorno
que de una u otra forma determina las costumbres, las necesidades y las
soluciones que a éstas se den. No podríamos hablar del textil en sí como
expresión aislada de todo un contexto cultural, puesto que para estas
comunidades representa una actividad de igual importancia a las otras que
desarrollan dentro de su cotidianidad, está intrínsecamente ligada con todos los
elementos y estructuras que componen su cultura y su vida diaria, está
íntimamente comprometida con los usos a los que se le designa sin perder su
belleza y encanto singular.
En esta región se han sabido desarrollar una gran cantidad de tejidos, que
transforman la vegetación que el medio les ofrece, en piezas con significados
socio-culturales intrínsecos, y con un papel fundamental como medio de
transporte, trabajo, conservación o protección. Es de destacar especialemente la
labor cestera que transforma la vegetación en cultura material creando objetos
estrechamente ligados al funcionalismo, de gran riqueza formal y técnica.
Estas comunidades tienen una tradición cestera tan rica y fuerte que ha logrado
extenderse a las poblaciones negras, quienes se han apropiado de las técnicas
de elaboración, llegando incluso a crear sus propias variantes dándoles una
función acorde a sus actividades. Aunque al hablar con algunas cesteras negras
ellas se refirieron a su cestería como propia y enfáticamente afirman que no la
habían aprendido de los diferentes grupos indígenas con los que se han
relacionado, aseguran que a pesar de que son las mismas técnicas e incluso los
mismos materiales sus productos son diferentes.
A partir de seis técnicas comunes, se derivan cantidad de variantes de acuerdo
a las necesidades de uso, a las materias primas que el entorno les ofrece, a las
destrezas y creatividad de cada grupo. Los Waunanas por ejemplo, aunque
conocen y tienen tradición en el manejo de la mayoría de los tejidos propios de
la cestería, en muchas comunidades los han dejado a un lado para dedicarse a
la producción de /visiguirres/ (canastos en forma de cántaro, tejidos en espiral
con armazón cogido en palma /weguerre/) para la venta; elaborados en una
variante de la técnica del enrrollado con espiral utilizado en el mundo entero y
considerada una de las técnicas textiles más antiguas.
Sin embargo el trabajo textil no solo se involucra dentro del universo del hombre
chocó a través de la cestería, sino también por medio de otros objetos que se
relacionan con el vestir (collares y adornos), a pesar que los cronistas
consideraban a los indígenas de esta zona como "desnudos de vestir" (Simón,
op.cit, t 5 p. 148), con la vivienda (construcción de techos), y con el uso de
"telas" de origen vegetal como la damagua y el cabecinegro.
El aprendizaje de las labores textiles se va haciendo en el vivir diario por medio
de la observación y la práctica; desde muy pequeñas las niñas se van
involucrando con el tejido, ya que no existe un momento o edad especial en la
cual se inicien en el ofico; de generación en generación se transmiten los
conocimientos por medio del hacer, enriqueciéndose y modificándose a través
de la experiencia. Este hecho se da tanto en las comunidades indígenas como
en las poblaciones negras, donde esta labor se constituye en una actividad de
tipo social dentro de la cual se presenta la ocasión de compartir las historias y
los cuentos del momento.
En muchas zonas donde se habían establecido misiones católicas, esta forma
de aprendizaje fue rota, porque desde pequeños los niños eran separados de
sus hogares para recibir una educación occidental, con lo cual se deshacía la
relación existente entre padres e hijos, de tal manera que la transmisión de los
conocimientos tradicionales eran interrumpidos y además subvalorados, porque
por ejemplo se inculcaba desde la nueva educación que la cestería denotaba
atraso, que hombres y mujeres debían vestirse, etc. Aquí, es importante anotar
que las relaciones entre los adultos y los niños en estas comunidades indígenas
es muy libre, está cimentada en la confianza y el respeto por el menor; permite
que el niño se desenvuelva con propiedad por el tambo y por la comunidad para
que aprenda todo lo relacionado a su medio, mediante su propia experiencia.
En los sitios donde aún es posible observar este sistema de transmisión de los
saberes, son las mujeres mayores, que tienen un mayor dominio de la técnica y
conocen todo lo relacionado con el oficio, quienes dan las pautas de calidad y
depuran el trabajo de las aprendices a través del suyo.
María Palacios, artesana cestera residente en Quibdó, cuenta como sus hijas
(jóvenes entre los 12 y 18 años aproximadamente) han ido aprendiendo partes
del oficio mirando lo que ella hace, jugando con los pedazos de fibras que se
dañan y ayudándole con ciertas partes del proceso. Sin embargo a las hijas de
María no les interesa aprender este oficio a cabalidad porque no es productivo y
porque de alguna manera ellas lo consideran demasiado demorado y
complicado, "cosas de las viejas", puesto que sus expectativas están centradas
en trabajos que tengan una aceptación social mayor con un pago más inmediato
y seguro.
Es muy probable que antiguamente existiera alguna relación de tipo mágico
religioso con la cestería e incluso con las materias vegetales con las cuales se
elaboran, sin embargo hoy en día ésto es imposible de asegurar; es difícil
encontrar historias o leyendas que confirmen este tipo de relaciones, y aunque
la cestería aún se encuentra ligada a su cotidianidad poco a poco va perdiendo
esos elementos fundamentales que la enlazan con las creencias de su mundo.
Foto № 5 Benita Palacios, artesana cestera de la población de Villa Contó, Chocó.
En proceso de elaboración de un cesto en palma de jinguru.
En otras regiones como la Chamí de Risaralda los indígenas Emberaes que allí
habitan "relacionan la cestería con la cerámica y con los diferentes procesos de
preparación del maíz a través del mito de Betata, personaje femenino que les
enseñó su construcción" 3; y en Córdoba se habla de "Dobeiba, diosa del río y
madre del trueno. Diosa de las artes y del trabajo. Era hermosa porque sabía
trabajar. Dio a las primeras mujeres las tinturas vegetales para el cuerpo y para
la cara. Enseñó los cultivos, la confección de adornos, cestería y demás artes y
oficios". 4
Sin embargo en las comunidades que habitan el departamento del Chocó hasta
el momento no ha sido posible recoger información que permita establecer con
claridad y certeza, alguna relación de este tipo; se han desdibujado tanto los
siginificados y las relaciones de la cestería con los otros estamentos de su
mundo que incluso los dibujos o diseños con los que se decoran los cestos
(esquemas geométricos logrados a través de la combinación de fibras en varios
colores o por efectos de luz y sombra) han perdido su simbología (o se ha
olvidado) y para muchos indígenas solo son figuras que se han aprendido y por
eso se repiten indefinidamente sin conocerse más que su forma de ejecución y
su nombre (los cuales generalmente aluden a nombres de animales); es muy
probable que solo sean los ancianos quienes recuerden y sepan esos
significados. Igual sucede entre las cesteras negras quienes aseguran que los
diseños no tienen ningún significado específico fuera de su valor estético.
Desafortunadamente las tradiciones han disminuido notablemente debido a que
estas comunidades como tantas otras en todo el país, han tenido que asumir
grandes cambios, puesto que su relación con el mundo social exterior se ha
llevado a cabo de manera abrupta y se incrementa notablemente en los últimos
años. A través de su introducción en el mercado, el uso del dinero y su relación
con la educación occidental, entre otros aspectos, se han ido perdiendo
paulatinamente gran parte de las costumbres y oficios tradicionales. Hoy en día
muchas comunidades compran ropa, cambian los cestos por otro tipo de
recipientes ajenos a su cultura y techan sus tambos con tejas de zinc.
Son en realidad muchos los factores que afectan directa o indirectamente la
pérdida de los valores y usos propios, ya que los procesos de interrelación con
la cultura de los "blancos" son diferentes y muy complejos en cada una de las
comunidades, de acuerdo al grado de relación y al tipo de contacto que se haya
establecido. Por ejemplo en las zonas de la montaña, los grupos ubicados en
terrenos aptos para el cultivo, generalmente se han convertido en campesinos
jornaleros; en el Bajo San Juan algunos poblados como Puerto Pizario, han ido
tomando características -en cuanto a su conformación arquitectónica- similares a
las de los poblados negros; en el caso de Pichima también en esta zona, se han
introducido elementos religiosos con muchísima fuerza, alterando su propia
concepción cosmogónica.
Ahora, esta pérdida de valores tradicionales no solo se ha dado en las
comunidades indígenas, sino también en los poblados de negros que día a día
borran de su vida costumbres y usos tradicionales. Las relaciones interétnicas
han generado una situación muy particular en la cual el racismo y la
diferenciación de las clases socioeconómicas no se queda por fuera de la vida
cotidiana de las gentes que viven en este departamento.
III. PROCESO PRODUCTIVO
Entre los Indígenas de la zona como entre las poblaciones negras, la
elaboración de la cestería está a cargo de las mujeres, ya que es una actividad
eminentemente femenina; aunque los hombres participan en algunos pasos del
proceso especialmente en la consecución de las fibras y en unas pocas
comunidades colaboran como asesores respecto al tamaño y forma de tejer
para lograr diversos diseños (estos casos son excepcionales) es regla general
que el tejido sea realizado por las mujeres. Todas saben tejer o pueden hacerlo,
en realidad no existe la especialización, quien quiera y practique lo suficiente
puede adquirir la habilidad de elaborar un excelente trabajo.
No importa la edad, tanto jóvenes como ancianas dedicaban parte de su tiempo
a esta labor, aunque como se explica anteriormente son cada vez menos el
número de jóvenes que quieren aprender y practicarlo, porque consideran, en el
caso de los negros, que es mal pago y requiere de mucho trabajo, y en las
comunidades indígenas a pesar de que hoy en día se constituye en una fuente
de ingresos, ha ido perdiendo sus raíces que la afianzaba como un elemento
más de su cultura.
La producción de un cesto se realiza individualmente, cada cestera conoce
cabalmente su oficio y lo puede realizar de principio a fin sin ayuda en su casa.
Sin embargo, no se puede hablar de un proceso totalmente individualizado por
que es usual que las amigas y/o familiares compartan la fibra o se colaboren
entre sí con sus trabajos; es común por ejemplo que las hijas ayuden a sus
madres con algunas partes del proceso como la elaboración de bases, remates,
etc., lo que hace normal que unas jóvenes, especialmente negras, solo sepan
rematar o hacer armes.
En algunas comunidades indígenas la elaboración se convierte en un proceso
colectivo que permite la participación de los miembros de la comunidad en
algunas de las etapas y que hace que las piezas trabajadas sean de quienes las
necesitan y no de quien las realiza; claro está que esto, no se puede generalizar
porque como se ha visto las condiciones son diversas y muy complejas.
Para muchos indígenas esta es una labor que continuamente se está realizando
porque siempre hay alguien que necesite un cesto, aunque no en todas partes
se producen grandes cantidades casi siempre hay un cesto para suplir una
necesidad. Como se explicaba anteriormente este es un oficio que aun forma
parte de la vida de algunas mujeres indígenas.
Las cesteras negras cuando dependen económicamente de este oficio, parte de
su día lo dedican a él, con ayuda de sus hijos y familiares o solas; cuando tienen
otros ingresos lo hacen ocasionalmente; la cestería se concibe como una forma
de producir dinero o como un pasatiempo no existe una relación vital que se
involucre con otros aspectos de su mundo como así sucede o sucedía en el
pasado con la cestería indígena.
En muchas poblaciones las cesteras dejan su labor para dedicarse a las minas
o a otros oficios (cuidar un CAÍ, hogares infantiles de IBF, o para cultivar). Por
ejemplo Benita Palacios residente en San Isidro, población de unos tres mil
habitantes aproximadamente, ubicada a 45 min. de Quibdó sobre el río Quito,
tiene a su cargo uno de los quince hogares comunitarios del lugar; ella lo
atiende en la mañana y parte de la tarde (tres o cuatro p.m.) de 10 a 15 niños de
tal forma que después de esta hora hace su comida, atiende a la familia y se
dispone a tejer sus cestos.
En la misma población vive Luisa con su esposo que es minero, ellos tienen 15
hijos, la mayoría dedicados a la minería, (tanto hombres como mujeres), en su
casa viven varios de ellos y gran cantidad de nietos (diez o doce niños entre los
dos meses y siete años), ella cultiva y minea en el monte desde las seis a.m.,
hasta las cinco p.m., hora en que llega a su casa con la leña y comida que ha
recogido; luego de preparar la comida (generalmente un plato de arroz con
plátano cocido) tiene el tiempo para tejer.
Por su parte en los tambos indígenas donde la familia generalmente es
numerosa, las actividades del quehacer diario se comparten de una forma muy
natural entre madres, hijas y nietas. Dentro del tiempo destinado a los oficios
que le corresponden y a sus actividades normales en la comunidad, la mujer
dispone momentos en los cuales se dedica a tejer, los cuales casi siempre se
convierten en "tertulias" o reuniones familiares, mientras ellas tejen los hombres
tallan bastones para ceremonias jaibanas, bancos, bateas para diferentes usos,
remos, etc y los niños juegan dentro del mismo tambo o en sus cercanías.
Antiguamente y aún hoy en día donde no se ha tenido mucho contacto con
blancos y negros, los canastos eran solo para su uso o para intercambiar por
otros productos con vecinos y amigos, se hacían cuando se requerían, se
producía para el autoconsumo, con una circulación interna; hoy, cada vez
tienden más a convertirse en un producto comercializable y en una fuente de
ingresos, las mujeres dedican mayor tiempo a su fabricación (claro está que sin
dejar de lado sus otros deberes con el hogar y con la comunidad), pues deben
producir en mayor cantidad, aunque la demanda genera la producción, siempre
se trabaja por encargo.
No se producen excedentes grandes que se tengan que acumular, siempre hay
lo suficiente para que quien pase se pueda llevar algo; por ejemplo algunas
comunidades indígenas que se encuentran ubicadas relativamente cerca de
Quibdó sobre la carretera que va para Medellín hacen cestería para vender a
sus vecinos negros, a los camioneros y algunas veces salen hasta Quibdó a
ofrecer sus mercancías.
Con las cesteras negras es diferente porque quienes tienen esta labor como
forma de sustento, constantemente están produciendo, lo que hace que se
acumulen muchos cestos que a veces no tienen a quien vender y tienen que
guardar por semanas o hasta meses. No se puede hacer un cálculo exacto del
volumen de excedentes y generalizarlo porque los casos son diferentes. Sin
embargo se puede afirmar que en los meses de junio, julio y diciembre y cuando
se aproximan las ferias artesanales de Medellín, Pereira o Bogotá se incrementa
la producción.
Los otros elementos que se involucran en el mundo textil de las comunidades
indígenas como son los collares y abalorios que adornan y complementan el
vestido, los realizan las mujeres en el caso de collares con chaquiras y los
hombres cuando son adornos realizados con monedas de plata martillada.
Estos objetos se hacían solamente para consumo dentro de la misma
comunidad, sin embargo hoy en día en algunas zonas se han empezado a
elaborar para la venta, (especialmente los collares de chaquiras); para esta
labor se dedican períodos de tiempo variables durante el día y de la misma
forma como sucede con la cestería se combinan con las demás actividades que
cada persona debe desarrollar dentro de la comunidad.
Foto № 6 Pintura en tela de damagua, elaborada por los indígenas Waunanas
de la comunidad de Togoroma, Bajo San Juan, Chocó.
Las condiciones climatológicas, la ubicación geográfica y la alta pluviosidad
hacen de esta zona uno de los ecosistemas naturales más ricos en el mundo y
una enorme fuente de recursos vegetales. En medio de una exhuberante flora
han subsistido indígenas y negros durante siglos, manteniendo siempre una
estrecha relación con el medio y obteniendo los recursos necesarios para su
supervivencia (medios de transporte, vivienda y sustento). Esta selva húmeda
tropical rica en variedad de especies, ofrece materias primas fáciles de obtener,
las cuales mediante sencillos procesos de preparación permiten extraer
variedad de fibras con propiedades de duración, flexibilidad y resistencia,
apropiadas para las construcciones y usos que requiere la zona.
Aunque existe enorme variedad de árboles y arbustos que aún no se han
reconocido ni clasificado en forma científica, se puede hablar en forma genérica
de los bejucos y las palmas como las materias primas por excelencia para la
elaboración de los objetos tejidos. A continuación presentamos un cuadro
donde se han dividido, las materias vegetales utilizadas en las diferentes
comunidades que habitan el departamento, en bejucos y palmas y a su vez en
blandos y duros (aquí nos referiremos a ellos con las denominaciones dadas en
la región y en algunos casos donde fue posible encontrar; su nombre científico
se mencionará a continuación).
Las materias primas que se describen en el cuadro son usadas en algunos
casos, indistintamente por comunidades indígenas y negras, para elaborar la
cestería, otras son de uso exclusivo de ciertas comunidades, porque como se
explicaba anteriormente la variedad geográfica permite que ciertos materiales
solo se den en determinadas zonas, por ejemplo algunos bejucos
(especialmente los gruesos) son utilizados por las comunidades ubicadas en las
estribaciones de la cordillera y otras palmas como el /weguerre/ pertenece a las
comunidades Waunanas del Bajo San Juan (Togoroma, Pichima, Puerto Pizario,
Chachajo, Papayo, etc.).
Son quizás muchas las materias primas que no se conocen, y que quedan fuera
de esta reseña, por que es común que aparezcan cada vez más, ya que las
comunidades indígenas cambian cíclicamente de lugar y cada vez que se
ubican en una nueva zona buscan materiales iguales o similares a los que han
trabajado, siempre están experimentando con las posibilidades que el nuevo
entorno les ofrece. También es importante recordar que las denominaciones
varían y que un bejuco o palma que en una región se conoce con un nombre
determinado, en otra se encontrara con uno diferente, sucediendo no solo entre
los negros e indígenas sino dentro de las mismas comunidades, estos hechos
hacen que el trabajo de recopilación y clasificación de las materias primas sea
mucho más complicado. Este es uno de los aspectos que esperamos en el futuro
se puedan investigar con mayor profundidad.
1. MATERIAS PRIMAS BÁSICAS
En términos generales las principales fibras que se trabajan en esta región son
las palmas, esto quizás se debe a que la mayoría de bejucos solo son
trabajados por algunas comunidades indígenas, los negros casi que solo
aprovechan las palmas, por tal motivo al hacer un balance se verán las palmas
como las materias primas más utilizadas. Entre las más sobresalientes están el
chocolatillo usado indistintamente por las comunidades indígenas que se ubican
a lo largo del departamento, tanto en las comunidades emberaes del Atrato
como en las waunanas del San Juan, donde se denomina /nemká/. De
chocolatillo es el "típico" canasto chocuano, que llega a nosotros a través de las
ferias artesanales.
De esta palma se extrae una "vena" fina, flexible y muy resistente que a medida
que se va secando cambia de color hasta adquirir un tono café rojizo. Sobre las
riberas y en las cabeceras de los ríos crecen silvestres las palmas compuestas
de varias "varas" de cuyo extremo superior salen una o vahas hojas ovaladas.
No se ha podido definir hasta el momento otra denominación o encontrar su
clasificación científica y por lo tanto no es posible asegurar que sea el mismo
que las cesteras negras denominan "jinguru" (fibra cuya planta es parecida a la
iraca pero de hoja más pequeña) del cual hacen una descripción muy similar a
la del chocolatillo y de donde se extrae una vena parecida además de la tripa o
corazón por medio de un proceso de preparación que sigue los mismos pasos.
Al hablar con las cestera negras sobre este tema, ellas negaron que pudiera ser
la misma planta "porque del jinguru la vena que sale es más dura y quebradiza y
no brilla tanto", sin embargo estas diferencias pueden presentarse porque los
indígenas tienen un manejo más cuidadoso de la fibra.
Además del chocolatillo y el jinguru -muy común entre la población negra-
también está la iraca, "que crece en las zonas templadas y se desarrolla muy
bien en los suelos húmedos preferiblemente en los arcillosos, arenosos y
sueltos. Esta palma es silvestre de tallo fibroso y delgado, de hojas abiertas en
forma de abanico con cuatro divisiones" (Plantas Útiles de Colombia, Pérez
Arbeláez). De la iraca solamente se aprovecha la vena (ni el cogollo ni la tripa
se usan) que tiene un color más claro que el de los anteriores, aunque mate. A
las mujeres negras les gusta trabajar con ella porque es flexible, más suave que
el jinguru y aunque se seca rápido (perdiendo flexibilidad) permite un trabajo
más fino. Es usual que tanto indígenas como negros la utilicen teñida en colores
fuertes como rojo, naranja o verdes que consiguen con las anilinas que compran
en el mercado. Esta fibra se usa especialmente hacia la parte norte y centro del
departamento.
La Hoja Blanca u Hoja de Catuja (Biaho) es otra palma que crece en las orillas
de los ríos, constituida por un tronco delgado provisto de grandes hojas
ovaladas en su extremo superior, según descripciones de las cesteras negras,
del aspecto de sus hojas se deriva su nombre, ya que están cubiertas de un
polvillo blanco. De esta palma se extrae una vena muy suave, flexible y de tacto
muy agradable que permite hacer tejidos suaves y delicados. En Quibdó se
encontraron en el mercado canastos de diez cm. de altura por tres y medio de
diámetro elaborados en vena de hoja blanca que tenía un ancho de tres cm.,
esto solo es posible con una fibra maleable y poco quebradiza, ninguna de las
palmas mencionadas anteriormente permiten elaborar objetos de estas
dimensiones.
El /sinsú/ o chusque es una especie de gramínea que puede alcanzar una
longitud hasta de 4 mts. y producir fibra durante todo el año. Es muy usada entre
las comunidades de emberaes del Alto Andagueda.
El Anta o corozo oleífera, es muy similar a la palma africana (a veces tienden a
confundirlas) tiene un tronco protuberante, semillas que crecen en racimos en
cada hoja y numerosísimos frutos anaranjados escondidos detrás de los
peciolos espinosos, se reproduce de los siete a diez años a partir de la semilla,
silvestre a la sombra de los bosques y en sitios pantanosos. Se obtiene una
vena color café oscuro, gruesa y áspera, generalmente se trabaja mezclado con
otras fibras, porque las artesanas dicen que es demasiado duro, poco flexible y
raspa o corta las manos cuando se está tejiendo.
La palma de /weguerre/ es utilizada solamente en las zonas del Bajo San Juan
donde habitan las comunidades Waunanas; de ella se obtiene una fibra
delicada, porque tiende a mancharse con la humedad, pero que es a la vez
sumamente fuerte. Se puede afirmar que esta es la única fibra que puede
convertirse en un hilo, ya que de los demás materiales mencionados siempre se
obtiene, por más delgada y fina que sea, una especie de laminilla que no puede
ser retorcida, que se usa tal cual. Claro está que estas diferencias en cuanto a la
fibra que se obtiene se debe a que lo que se aprovecha del /weguerre/ es el
cogollo de la hoja (hoja joven que aún no se ha madurado y que se encuentra
en la parte interna) y en el caso de las otras palmas lo que se aprovecha es el
tallo. La fibra del /weguerre/ es transparente, delgada y muy parecida al cumare
usado en los Llanos Orientales Colombianos por los indígenas Guahibos o
Sikuani.
En términos generales estas son las fibras más usadas en el trabajo cestero, las
otras que mencionamos en el cuadro anterior son usados pero por grupos o
comunidades muy reducidos donde su producción es limitada, lo cual no
significa que ellas no sean vitales e importantes dentro de su contexto
específico, cabe mencionar aquí también los materiales con los cuales no se
trabajan cestos pero que son de uso común en todo el departamento, nos
referimos al "cabecinegro" y la "damagua" telas vegetales que sirven como
bolsas para guardar alimentos o como estera para dormir.
El cabecinegro (Phytelephas Seemü) de hojas anchas (a veces utilizadas para
techar casas), de frutos o cápsulas que nacen en grupos de a seis o siete
pegados unos a los otros, cubiertos por una especie de bolsa, de color café
oscuro, que oscila entre los ochenta y cien cm. de largo; esta bolsa está
constituida por la aglomeración de pequeñas fibras que se entrelazan para
formar una "tela no tejida natural". La vida de esta palma es de diez a quince
años y su producción se prolonga por este mismo tiempo quitándole su período
de crecimiento que es de dos años. Comúnmente crecen en suelos bajos, de
poca calidad y arcillosos.
La damagua (Poulsenia Armata) llamada entre los Naomaes de Togoroma-
quebrada /teerjubure/, es un árbol de raíces tubulares, corteza gris y lisa, hojas
alternadas, pecioladas y acanaladas en la parte superior, produce un fruto
carnoso de agradable sabor; al igual que el cabecinegro tiene la posibilidad de
crecer y reproducirse fácilmente en suelos que tienen poco contenido de
nutrientes, de allí que se haga uso de ella en cualquier parte del departamento e
incluso en otras regiones del país, donde algunas veces es aprovechada de
formas diferentes.
Las materias primas vegetales son en esta zona principales por excelencia,
porque como se puede apreciar tienen múltiples posibilidades de utilización y
cubren casi todas las necesidades del hombre chocó, sin embargo en los
últimos años se han incorporado tímidamente algunos materiales no naturales,
como el hilo terlenka que ha empezado a sustituir cierto tipo de bejucos que se
usaban como tiras para cargar los cestos, el hilo de nylon para los collares y las
telas especialmente de terlenka que reemplazan las /parumas/ tradicionales.
Entre los materiales no naturales que se utilizan están las chaquiras y cuentas
de metal para la elaboración de los collares y adornos indígenas: las chaquiras
se consiguen en el mercado de los poblados de negros o en las ciudades
cercanas a un precio aproximado de $6.000 la libra o en las tiendas de los
caseríos., por ejemplo en algunos poblados indígenas se venden tiras
ensartadas de 80 o 90 cm. por $500, generalmente este tipo de elementos se
regalan entre hombres y mujeres, los jóvenes las obsequian a sus esposas o a
sus novias. Las cuentas de metal se procesan a partir de monedas de 50 ctvs.
antiguas (de figura de águila) o de $1 o 10 nuevas que se compran o
intercambian.
3. RECOLECCIÓN
En el trabajo de recolección del material para la cestería participan tanto el
hombre como la mujer, en las comunidades indígenas antiguamente se hacía
teniendo en cuenta los períodos de lluvia y las fases lunares que según ellos se
encuentran relacionadas con el ciclo vital de las plantas, el material de acuerdo
a ello adquiere determinadas características de flexibil idad, resistencia y
durabilidad que los hace más o menos aptos para el trabajo; pero estos
cuidados hoy en día casi no se tienen en cuenta porque como los canastos se
han convertido en un producto comercializable, cada vez se hace necesario
producir mayor cantidad lo cual no permite esperar tanto tiempo para la
recolección de la materia prima.
Las cesteras negras compran el material en la mayoría de los casos, muy pocas
mujeres salen a recoger la vena, porque en las regiones donde su uso ha sido
continuo, se ha generado una escasez de las materias primas en los
alrededores de los poblados a tal punto que se ha agotado y es necesario ir a
recogerlo río arrriba, en las cabeceras, muchas veces a varias horas de camino
(cinco o seis); cuando ésto sucede es el hombre quien la recoge y luego la
vende a precios variables de acuerdo a la dificultad en su recolección y a la
calidad de la vena, por ejemplo: En la población de San Isidro una docena de
varas de jinguru costaba cincuenta pesos a principios del año 90 (para tejer un
canasto pequeño se necesitaban dos docenas de varas).
Cuando es la propia artesana quien recoge el material, en el caso de las palmas
que crecen en los bosques bajos, busca el más adecuado teniendo en cuenta
que no esté muy verde, ni muy seco, que tenga un diámetro y largo adecuado
(que por lo menos salgan cuatro venas de cada palo) y que se encuentre en
buen estado; una vez selecionado se cortan a ras de piso con machete,
cuidando de cortar los tallos que se ubican hacia la parte exterior para que la
palma pueda seguir creciendo. Luego se quitan las hojas se agrupan y amarran
con un bejuco y se transportan a casa.
Este proceso es llevado a cabo cuando lo que se va a aprovechar es la vena o
tripa que produce el tallo de este tipo de palmas, pero cuando se requiere como
en el caso de la palma de /weguerre/ la fibra que produce el cogollo, no es
necesario cortar los tallos sino directamente el cogollo, aunque sucede que en
algunos casos se tumba toda la palma porque las hojas son demasiado altas y
generalmente los troncos vienen cubiertos de púas o espinas que dificultan
alcanzar las hojas jóvenes.
Los bejucos por su parte se encuentran mucho más adentro de la selva, en las
cabeceras de los ríos enredados en las copas de los árboles; para su
recolección se hace necesario tumbar el árbol para poder cortar con facilidad el
trozo de bejuco útil (se aprovecha la parte media desechando los extremos), una
vez seleccionado se procede a limpiar porque muchos vienen cubiertos de púas
y, a rajarlo a manera de tiras longitudinales, las cuales son llevadas a la casa,
para ser secadas a la sombra durante el tiempo conveniente. Se debe tener en
cuenta que cuando hay demasiado invierno los bejucos suelen recoger mucha
agua en su interior, lo que hace que se vuelvan blandos y demasiado flojos y
por el contrario cuando hace demasiado verano se resecan volviéndose
quebradizos y duros.
En todo el departamento actualmente se tienen grandes problemas con la
consecusión de los materiales, puesto que su uso continuado y la no renovación
han hecho que se vuelvan muy escasos y que sean cada vez más difíciles de
conseguir, en muchas ocasiones se requiere una jornada completa y del trabajo
de dos o tres mujeres para recogerlo. Esto sucede especialmente con el
chocolatillo, el jinguru y algunas especies de bejucos, en el caso del /weguerre/
todavía no es muy evidente este problema porque hasta hace poco tiempo era
utilizado solamente en dos comunidades -Togoroma y Pichima- y por lo tanto su
consumo era muy reducido; hoy en día su uso se ha extendido un poco más y
aunque aún no se siente como problema la escasez de las materias primas en
esta zona, es muy probable que la recolección indiscriminada y la no renovación
los lleve a padecer esta situación en poco tiempo.
Los procesos no varían mucho cuando se trata de la recolección de las telas
vegetales, en el caso del cabecinegro se emplea una escalera y un machete con
el cual se cortan las cápsulas (que contienen los frutos) desde el borde superior,
de cada cápsula sale un cabecinegro y una palma puede dar un corte de diez
cápsulas. Este árbol se reproduce cada tres meses, siendo cada nueva
reproducción tan abundante como las anteriores, usualmente las cosechas se
dan de febrero a abril y de octubre a noviembre. Cuando la tela del cabecinegro
es usada para la realización de objetos artesanales, como sucede en algunas
poblaciones negras (entre ellas Quibdó y Nuquí, etc.) las artesanas compran a t
los campesinos o indígenas los bultos de cien unidades a un precio de $6.000.
Para recoger la damagua es necesario ubicar, marcar y seleccionar los árboles
aptos, después se tumban, preferiblemente con motosierra porque es más
rápido y se daña menos el tronco, luego se procede al "desrame" o descope,
eliminando la copa y la raíz ya que solo se aprovecha el tronco al igual que en
los bejucos. Posteriormente se trocea o fracciona para facilitar su transporte, de
un árbol pueden salir tres telas de 1.70 x 0.70 cm. Estas telas ya preparadas se
consiguen en mercados de los pueblos a precios que oscilan entre los $ 1.500 y
$ 2.000. Como en el caso del cabecinegro son también los hombres indígenas y
negros quienes la recogen y la venden. La tala indiscriminada y la no
renovación de los árboles que se tumban para extraer la damagua, han creado
graves problemas de escasez en ciertas zonas, sin que hasta el momento se
desarrollen actividades para evitarlo.
Los materiales no naturales como el hilo nylon, el terlenka, las chaquiras y los otros que se necesitan para la elaboración de adornos personales se obtienen en intercambios con productos de cestería en los poblados de negros o los compran en los mercados de las poblaciones principales como Buenaventura, Quibdó, Cali, etc.; las monedas de plata para los collares que se consiguen por intercambio, aunque cada vez son más difíciles de adquirir porque las que más se utilizan son las que antiguamente se acuñaban debido a que resisten mucho mejor el proceso de martillado.
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La preparación del material la hace siempre la mujer, ella se encarga de realizar
los diferentes pasos que se requieren y que varían de acuerdo a la calidad de la
fibra que se desee obtener. En las palmas como se ha visto es posible extraer
delgadas laminillas que se denominan comúnmente "venas" cuando provienen
de la parte externa del tallo y "corazón o tripa" cuando son la parte interna;
igualmente es posible producir como una especie de película transparente y
delgada que se puede torcer como es el caso del /weguerre/. Para cada caso se
lleva un proceso de extracción diferente, aunque sencillo y fácil de realizar.
Cuando se quiere extraer vena, el primer paso es lavar las varas porque
siempre vienen sucias o manchadas, y aunque esto le quita calidad a las fibras
que se obtienen, no todas las cesteras lo hacen. Las varas se cortan para tener
un mejor manejo, según el tamaño del canasto que se va a tejer (generalmente
de una vara de 1.20 o 1.50 cm. se cortan dos pedazos), después se "tajarean"
haciendo dos cortes iniciales con cuchillo o machete en forma de cruz en uno de
sus extremos y a partir de allí la vara se rasga de tal forma que quedan cuatro
secciones más o menos uniformes.
Cada una de estas secciones se "desvenan" quitándoles la parte fibrosa que se
halla en su revés -denominada "corazón o tripa", y que algunas veces se usa en
la fabricación de cestos es, necesario aclarar que la obtención y utilización de la
tripa depende del tipo de materia prima que se esté procesando, (porque hay
palmas más fibrosas que permiten que se pueda extraer una tripa más apta para
trabajar y otras como la iraca de la cual solo se puede obtener vena). Esta
operación se lleva a cabo con las uñas y sin ayuda de ninguna herramienta,
porque si se hace con cuchillo, aseguran las artesanas negras, se dañan las
venas y aunque no es una operación difícil sí se requiere cierto manejo o
experiencia, ya que como consiste en separar las dos secciones, éstas tienden a
dañarse adelgazándose y partiéndose por la mitad, de tal manera que no sirven
ni por su tamaño ni por su calidad.
La vena óptima es aquella que logra sacarse delgada con un grosor parejo en
toda su extensión (es en este momento cuando se ve realmente la eficacia de
partir la vara a un tamaño que sea manejable). Estos son los pasos necesarios
para convertir la vara de jinguru, chocolatillo, hoja blanca, iraca, anta, etc, en
fibra posible de tejerse; la calidad de cada palma permite obtener variedad de
venas, que de acuerdo a su consistencia, dureza, grosor y largo brindarán
diversas posibilidades de combinación y manejo técnico.
En la mayoría de los casos se maneja la partida, el tajareo y la desvenada como
los procesos básicos para preparar la vena y la tripa, aunque en algunas
ocasiones se llevan a cabo después otros pasos o procesos especiales, que sin
ser demasiado complejos pueden ofrecer la posibilidad de mejorar el aspecto y
calidad de la vena. No son muy comunes y casi que en este momento solo las
comunidades indígenas los realizan, aunque las cesteras negras los conocen y
antiguamente los utilizaban. El primero de ellos se lleva a cabo después de
lavar la vara y consiste en raspar con un cuchillo la película verde que la cubre,
cuidando de quitar solo la delgada capa y de no cortar o "morder" las fibras que
la componen, se hace para que la vena una vez seca obtenga un tono más
claro, una textura lisa y pareja, sin manchas o impurezas; esta operación se
hace necesaria cuando la vena se piensa teñir, porque el color puede penetrar
más profundamente y de una forma pareja a todo lo largo de la vena.
La segunda operación que también tiene unos objetivos parecidos se realiza
una vez desvenado el material y requiere un poco más de tiempo; es necesario
hervir agua en una olla de aluminio e introducir en ella las venas enrrolladas por
un tiempo que oscila entre dos o cuatro horas según se requiera, se hace
especialmente con la vena de joro, palma amarga, conga, con la iraca y con la
hoja blanca para que tengan un color más claro, se hagan más resistentes y
elásticas. Usualmente, después de este proceso se extienden al sol hasta que
sequen y luego se tiñen si asi se desea o se procede a tejer. Algunas veces a la
iraca, al biaho y al sinsú o chusque se colocan sobre el fogón durante varios
días para que el humo y el calor les de más flexibilidad, durabilidad y
resistencia. En el caso del chusque se deja allí durante tres o cuatro días, luego
con machete se pela quitándole la corteza delgada color habano y se parte en
tres o cuatro tiras dependiendo del grosor, en este caso el proceso se hace
recién cogido el material en forma de vara.
Como se puede observar a través del proceso de preparación descrito
anteriormente se pueden obtener dos tipos de fibras que se usan en la
elaboración de los cestos, una es la vena, que posee una mejor calidad con más
flexibilidad, con un tacto y apariencia más suave y brillante; la otra es la tripa o
corazón que es más áspera, menos flexible, con una textura acanalada y color
café claro que a medida que se va secando se torna dorado.
La fibra obtenida del cogollo de la hoja de la palma de /weguerre/ se prepara de
forma diferente porque lo que se saca de la palma son unas pequeñas hojas
delgadas y alargadas que todavía están biches o verdes (de apariencia similar a
las de iraca), generalmente se trabajan en este estado, porque cuando se secan
es más difícil que se pueda obtener una buena fibra; lo primero que se hace con
los cogollos es quitarle los bordes que son un poco más gruesos, después se le
arranca con los dedos de un solo tirón y a partir del extremo más grande o de la
base, la epidermis, una película delgada y transparente que recubre la hoja.
La fibra que se obtiene alcanza una longitud de cincuenta o setenta cm. máximo
(que es el largo de la hoja) y un ancho de dos o tres cm., algunas veces cuando
es bastante ancha se parte en dos o si no se utiliza como sale para coser los
cántaros; la parte gruesa que queda no se desecha, se aprovecha para hacer el
enrrollado que rellena el tejido; después de separar las partes se ponen al sol a
secar hasta que queden blancos. El proceso es sencillo y lo hacen las mismas
mujeres que tejen, cada vez que se necesita fibra para seguir haciendo un
cántaro. No se requieren herramientas, las manos lo hacen todo.
Para convertir los trozos de bejucos que se recogen en el monte en fibras que
posibiliten la construcción de canastos se requiere un proceso sencillo pero
variable de acuerdo al tipo de bejuco (grueso o delgado). Lo usual es pelarlo
primero para quitarle la corteza que lo recubre y protege (en el caso de los
bejucos gruesos es áspera, dura y con espinas), esta operación se realiza con el
mismo cuchillo o machete con el que se cortó y la mayoría de las veces se hace
en el mismo sitio donde se recoge, porque de esta manera es más fácil
transportarlo hasta la casa, después de ésto se corta en tiras a lo largo de su
extensión aprovechando la dirección de sus fibras internas (dispuestas en
sentido longitudinal), dependiendo del grosor saldrán mayor o menor número de
tiras, lo que se tiene en cuenta al cortarlas es que sean lo suficientemente
resistentes y flexibles.
Cuando se trata de un bejuco delgado, algunas veces solo requieren del
raspado, para que se limpien o cambien de color (en algunas ocasiones sucede
lo contrario que en las palmas, pues tienden a oscurecerse tornándose más
hacia un color café), estos bejucos por sus dimensiones no siempre se rasgan
en tiras, el grosor que poseen una vez raspados es el adecuado y tratar de
dividirlos sería dañarlos, esta decisión siempre corresponde a la tejedora o en
algunos casos a la persona que lo recoge, ambos tienen la suficiente
experiencia para determinar si debe dejarse entero o no.
Para el cabecinegro (una de las telas vegetales) no requiere de preparación o
procesamiento especial, se necesita únicamente cortar los extremos de la bolsa,
estirar hasta obtener el grosor y el ancho deseado y sacudir para que salga una
especie de polvillo que la recubre (no es necesario lavar). Para la damagua el
proceso se inicia con el descortezado que consiste en cortar con hacha o
machete tiras lo más largas posibles, para luego retirarles la parte interna o
corteza. Una vez en este estado, se ablandan mediante golpes suaves y se
colocan en agua durante catorce o más horas. Este procedimiento se repite una
o dos veces más, según se requiera, y una vez blanda y libre de toda la resina
que la recubre, se pone a secar al aire libre. Algunas personas dependiendo del
uso que le vayan a dar a las telas, las lavan nuevamente en agua con jabón y
las blanquean con "límpido" (decol).
5. ALMACENAMIENTO Y CONSERVACIÓN
Como se explicaba anteriormente la casa el tambo, es el sitio de trabajo de las
cesteras chocuanas, allí preparan el material, lo convierten en cestos y guardan
los excedentes, así como no existe un espacio específico o exclusivo para el
trabajo es natural que tampoco exista una bodega, alacena o lugar para guardar
los materiales o herramientas de trabajo.
Es común que se recoja el material que se necesite para un pedido o para una
necesidad determinada. En el caso de las venas que se obtienen de las
diferentes palmas casi nunca se almacenan porque tienden a dañarse o secarse
en muy poco tiempo, cuando las varas se traen a casa se dejan unos días en el
monte cercano, frente o debajo de la casa, en el espacio creado por los pilotes
de madera que las levantan, algunas veces hasta metro y medio por encima del
nivel del piso (la casa se construye de esta manera debido al clima y a lo
agreste del medio, evitando de esta manera las inundaciones).
En el barrio la Yesquita de Quibdó donde vive María Palacios, las casas se
levantan algunas veces hasta dos metros sobre el piso, porque el barrio se
construyó a las orillas de un río que continuamente por las lluvias se desborda y
lo inunda, para entrar a él se construyeron una red de caminos en tablas que
comunican las casas entre sí. En las aguas que se depositan debajo de las
casas, María guarda sus varas de jinguru, el agua permite que el material no se
seque muy rápido pero a la vez lo mancha y muchas veces llega a podrirlo.
Aunque no existe un cuidado especial si se puede afirmar que las cesteras
indígenas son más cuidadosas con el material (esto inevitablemente se ve en la
calidad de los productos).
Cuando llega el momento de trabajar la vara se lleva a la casa y dentro de ella
se prepara, sucede algunas veces que cuando una mujer la prepara otra la teje
y de esta forma la vena se gasta inmediatamente y no se requiere almacenarla,
cuando hay excedentes o cuando se prepara para luego tejerla se guarda
dentro de la casa en el entretecho o se cuelga en algún rincón dentro de una
bolsa plástica. Una vez que la vara se ha convertido en vena no se puede
almacenar por mucho tiempo porque al secarse se vuelve quebradiza y dificulta
el tejido. Es poco común ver la vena regada por la casa, como se explicaba
antes entre los chocoes los tambos permanecen siempre limpios y con los
espacios libres.
Por lo que se pudo observar la mejor manera de conservar las varas de las
palmas es guardándolas entre el monte (por la humedad) o entre el agua, pero
una vez que se ha desvenado se debe mantener en seco porque la humedad o
el agua aunque les devuelve la flexibilidad puede mancharlas; la tripa es casi
imposible de almacenar por más tiempo de una semana al igual que la vena de
la hoja blanca y los bejucos no se conservan por mucho tiempo frescos, casi que
se usan inmediatamente.
Una vez que los cestos están construidos se van almacenando unos dentro de
otros en un rincón del área social, en un cuarto o en el entretecho. Solamente
cuando se encargan canastos con un pedido especial se tejen grandes
cantidades, de lo contrario solo se hace lo necesario para el consumo y uno que
otro para vender.
El caso del /weguerre/ es diferente porque la fibra extraída de el se puede
guardar por bastante tiempo sin que sufra ningún daño, lo importante es
mantenerla alejada de la humedad porque como se explicaba puede
mancharla, casi siempre se conserva en bolsas plásticas o costales de
polipropileno en el entretecho; aunque ésta es una de las pocas fibras que
presentan esta facil idad, es poco común que se almacene en grandes
cantidades, generalmente se guarda lo necesario, máximo para dos o tres
cántaros.
El almacenamiento de las telas vegetales puede hacerse por largos períodos de
tiempo, ya que se conservan fácilmente sin que sufran daños que afecten su
calidad, generalmente se guardan en costales o bultos de plástico. El paso del
tiempo (un año o más) hace que la tela del cabecinegro tienda a romperse con
mayor frecuencia y que se torne más oscura, al estar en contacto con el agua se
tiende a volver quebradiza y su capacidad de expansión se vuelve menor; la
damagua aunque se mancha con la humedad, es también muy resistente y no
requiere cuidados especiales.
Es importante anotar que aunque algunos materiales se pueden almacenar y
conservar por períodos de tiempo largos, casi nunca se tienen depósitos ni se
guardan grandes cantidades de materia prima, incluso en el caso de los
materiales no naturales; esto es quizás reflejo de uno de los rasgos que perfilan
el carácter del hombre que habita esta selva húmeda; y es que tanto el negro
como el indígena viven el momento presente, producen lo que necesitan,
manejan otros conceptos diferentes a la acumulación de los bienes y a la
producción en serie.
El lugar de trabajo tanto para negros como para indígenas está ubicado dentro
de la misma casa, la cual dependiendo de las condiciones socioeconómicas
puede variar entre una construcción sobre pilotes de base rectangular o circular
de madera con techo de paja, de una sola habitación y cocina como son los
tambos indígenas, hasta una casa de ladrillo (de arena de río) con tejas de zinc,
compuesta por varias habitaciones, cocina y un salón o espacio donde se come,
se charla y se hace visita, ubicado a la entrada.
Este último estilo de casas se ven casi siempre en las poblaciones negras
donde existe una cierta solvencia económica generada por la minería, el cambio
de los materiales tradicionales por el cemento, los ladrillos, y las tejas de zinc,
los materiales de construcción de las casas constituye actualmente un símbolo
de ascenso social.
Como se explicó anteriormente los poblados o caseríos están conformados por
una serie de diez o veinte casas de madera, usualmente muy similares en su
construcción y distribuidas sin ningún orden especial a partir de las orillas de los
ríos, donde el eje principal lo constituyen las casas ubicadas frente al río.
Cuando la mujer va a tejer los cestos busca un sitio dentro de la casa y dispone
su material de tal forma que tenga un cierto espacio donde moverse con
facilidad; casi siempre se ubica en el salón de la entrada ya que es el más
grande y donde no hay muebles o enseres que molesten su actividad y otras
veces en la cocina. Por lo común las casas y tambos de los habitantes del
Chocó disponen de pocos muebles: una que otra banca, una repisa y algunas
veces una mesa; generalmente están muy limpias y todas los objetos se
guardan en una especie de ático que se construye aprovechando la disposición
del techo. La mujer siempre trabaja en su hogar, cuando lo hacen en grupo casi
siempre todas pertenecen a la misma familia. Es importante recordar que sobre
todo los pequeños poblados están conformados por grupos de familia
relacionados entre sí, aquí los compadrazgos son parte fundamental en las
relaciones.
Las características que se aprecian en los sitios dedicados para la elaboración
de la cestería se repiten de manera similar cuando se necesita un lugar para
elaborar los abalorios o adornos que acompañan los vestidos, las telas
vegetales y demás objetos, porque como se puede observar los textiles en estas
comunidades están inmersos dentro de la cotidianidad y no se constituyen
todavía en un trabajo de tipo asalariado en el cual exista un proceso de
producción en serie, siempre los objetos son personalizados. Sobra aclarar que
de igual manera sucede en las poblaciones negras, aunque en ellas, algunas
de estas actividades si se conciben como un soporte económico.
Los implementos necesarios para el procesamiento y la elaboración de los
objetos textiles son mínimos, como se explicó anteriormente estas labores se
han desarrollado con ayuda de muy pocos elementos y las manos la mayoría de
las veces se convierten en la herramienta principal.
En el caso de la cestería las herramientas se reducen a un cuchillo con el cual
se puede recoger, procesar la fibra y hacer acabados. Casi siempre las
artesanas poseen un cuchillo o machete muy oxidado debido a la constante
humedad de la región. Cuando se realizan procesos de teñido se adicionan
una olla vieja de aluminio que se usa solamente para el teñido de la fibra y un
palo para remover y sacar el material.
Tanto para la cestería de /weguerre/ como para la elaboración de collares se
requiere de una aguja copotera que permite la construcción de los diferentes
tejidos; estas agujas en algunas comunidades del bajo San Juan que están muy
alejadas de las zonas de mayor poblamiento son muy estimadas y guardan con
mucho cuidado, porque además de ser muy difíciles de conseguir la humedad
las daña fácilmente.
Para la elaboración de los adornos se requieren, en el caso de los collares
tejidos en chaquiras, una base que generalmente está constituida por una tablita
de madera de no más de 50 cm. de largo y 10 o 15 cm. de ancho, sobre la cual
se disponen una hilera de 5 o 7 puntillas en cada extremo, que sirven para
soportar los hilos base del tejido. Esta herramienta la construye quien va a hacer
los collares y la ubica donde requiera trabajar. Para los collares y aretes con
metal martillado se necesitan un martillo (para machacar), un machete (para
cortar), limas (para dar forma y acabado), piedras de yunque o trozos de madera
(como soporte).
Para preparar las telas vegetales, se hace un proceso bastante sencillo y
rudimentario, que requiere en el caso de la damagua una olla para hervirla y
unos masos de madera (algunas veces son los mismos con los que lavan ropa)
con los cuales se golpea para ablandarla.
El traje tradicional de los habitantes de esta selva húmeda tropical era una
/paruma/ o tela vegetal enrrollada en la cintura, para las mujeres y un guayuco
para los hombres; complementados ambos, con adornos de metal martillado,
collares tejidos en chaquiras y pinturas corporales ricas en diseño y significado.
De acuerdo al contacto o acercamiento que ha tenido cada comunidad con el
"mundo occidental" los trajes tradicionales de las comunidades indígenas van
variando y transformándose paulatinamente; generalmente los indígenas al
entrar en contacto con el mundo del hombre "blanco" van adoptando prendas
como la camiseta, la pantaloneta, la blusa, etc.
En el traje de la mujer la transformación se ha dado más en términos de
materiales, porque se cambió la tela vegetal del árbol de la damagua por telas
compradas en los mercados las cuales no poseen las características apropiadas
para este tipo de clima porque tiene un tacto áspero y son poco frescas; se ve
que hay una especial predilección y gusto por las telas fabricadas con
materiales sintéticos como la terlenka, que duran bastante tiempo y se
consiguen en colores muy vistosos.
Cuando las mujeres se encuentran en sus comunidades usan diariamente la
paruma de tela terlenka como única prenda, los adornos solamente se utilizan
en los días en que hay una celebración especial y si salen a una población
negra o a las ciudades, algunas mujeres prefieren vestirse con una blusa. Por su
parte la mayoría de los hombres pasan el día muchas veces en pantaloneta y
camiseta, solamente los viejos conservan el guayuco como indumentaria.
En unas comunidades emberaes donde el uso de los trajes tradicionales se ha
perdido totalmente, se denomina a las personas de los otros grupos que todavía
los conservan con el nombre de /apurchobe/ que significa "que no usan ropa" o
como /ancadabú/ "que se les ve la cola".
Generalmente para las ceremonias y encuentros especiales tanto los hombres
como las mujeres deben vestir sus prendas tradicionales para poder participar
en ellas; en estas ocasiones el traje se complementa de manera particular con
adornos llenos de color y forma. Collares tejidos con chaquiras de vistosos
colores con dibujos -muchas veces tomados de la decoración de la cestería o
con abstracciones del paisaje y del entorno- collares y aretes de metal
martillado, flores en el cabello y pintura corporal que se dibuja como un
estampado sobre la piel.
Entre los collares o abalorios que adornan y enriquecen el traje del indígena
chocuano se pueden distinguir tres tipos: unos elaborados con semillas, flores y
hojas de plantas; otros hechos con chaquiras de colores y finalmente, otros que
combinan las chaquiras con figuras de metal provenientes de las monedas y
chaquiras.
Los primeros los elaboran los jóvenes mediante sencillas construcciones con
semillas, fibras vegetales, hojas de plantas, dientes de animales y algunas
veces chaquiras, combinando armónicamente y ensartando en hilos de nylon,
terlenka o cabuya silvestre. La elaboración consiste en ensartar los elementos
seleccionados uno tras otro, algunas veces separándolos con pequeños nudos,
o con las chaquiras de colores, rematando con nudos también de manera que
los extremos queden lo suficientemente largos para que se puedan amarrar.
Casi siempre este tipo de collares se elaboran con fines medicinales o de
protección además de adornar, en algunos sitios los jóvenes enamorados
construyen collares con hojas recién cogidas de ciertas plantas y semillas para
perfumarse y para atraer a su pareja.
Dentro de los collares que se elaboran con chaquiras existen dos tipos unos en
la zona del Bajo San Juan llamados /basilón/ que consisten en tejidos en forma
continua y rectangular o en una tira de chaquiras ensartadas en nylon con un
cuadrado tejido con las mismas en el centro, donde el bloque central se hace
ensartando en un nylon el número de chaquiras suficientes para cubrir el ancho
de una urdimbre sobre la cual se trabaja, a cada pasada de chaquiras le sigue
una de tafetán con el hilo, esta operación se repite hasta el final intercalando los
colores de acuerdo al dibujo que se quiera formar.
Tanto en las comunidades emberaes como noanamaes el uso de estos collares
es abundante y tan solo el costo de éstas restringe su uso. Es común que los
jóvenes regalen a las mujeres solteras y los hombres casados a su pareja.
En esta misma línea de adornos se encuentran las tiras de chaquiras ensartadas
en hilo que se envuelven en el cuello, las muñecas y algunas veces como
especie de falda o /pampanilla/ sobre las caderas; este adorno se denomina en
las comunidades emberaes /amburá/.
El otro tipo de collar de chaquiras, se denomina /okama/ o /kuruso/ y es
elaborado por los indígenas emberaes, generalmente son construcciones que
mezclan las chaquiras con figuras en metal.
En este último grupo se construyen collares con piezas de metal martillado
provenientes de las monedas de 50 ctvs. antiguas (de figura de águila) o las de
1 o 10 pesos actual, con variantes en su manejo técnico que permiten obtener
bien sea placas con figuras determinadas o bien un hilo; con los cuales se
hacen diferentes estilos y tipos de collares.
Por lo general los trabajan algunos hombres mayores y los usan tanto hombres
(muchachos casaderos y recién casados) como mujeres, este tipo de collares
también son objeto de regalo y se producen para el consumo interno en cada
comunidad, es muy difícil que se hagan para vender porque el proceso de
fabricación es largo y se considera duro y agotador.
Para realizarlos se lleva a cabo un proceso más o menos similar que puede
variar o alterarse dependiendo de quien lo realice. Para hacer las piezas
enteras el proceso se inicia dividiendo las monedas en 3 partes o más -segúnsu
tamaño- con un machete. Cada pedazo se martilla para darle forma (existen
varias formas o diseños que se explicarán más adelante) evitando martillar un
extremo sobre el cual se abre un agujero con una puntilla. Después de tener las
cuentas necesarias, se incrustan una por una en un pedazo de madera y se van
limando para darle la forma y pulir hasta que brillen. Cada cuenta necesita de
mínimo 20 min. de trabajo.
Una vez listas se ensartan en un nylon o hilo alternándolas con chaquiras
gruesas y con un tipo de cuentas homogéneas, ya que es extraño que se
mezclen las formas. Un collar tiene 20 o 40 cuentas de metal, en una o dos
vueltas de hilo.
Las formas que se realizan son diversas y se pueden definir entre cinco y siete
tipos, que pueden variar ligeramente en forma o nombre según el lugar donde
se elaboren. Dentro de algunas de las comunidades emberaes se encuentran
las siguientes denominaciones:
Lanza /dokankai/, en otras partes llamado cocuyo Pata /hini/
Forma romboidal (no muy frecuente) Cucharita /cuzara/
Conchitas, en otras partes llamadas cacañas Mano /hua/
Horqueta A/atae/
En el caso que se desee trabajar con el hilo del metal proveniente de las
monedas se hace necesario primero adelgazarlas con el martillado, luego
calentarlas en las brasas de tal manera que se puedan transformar en un hilo de
diferente calibre por el martillado.
Dentro de este grupo de elementos se Incluyen también los aretes que se
trabajan de manera similar entremezclando figuras recortadas de metal que
luego se unen con argollitas del mismo metal y con chaquiras. Estos elementos
al igual que los demás los fabrican los hombres pero son exclusivamente las
mujeres quienes los usan.
Dentro de los diferentes tipos de aretes que se producen se pueden distinguir
unos que se trabajan con aros de metal amarrados con chaquiras y que se
denominan entre los emberaes /pinos/ y otros que combinan argollas con placas
de metal martillado en complejos diseños.
Por lo que se ha podido observar casi siempre estos elementos se usan como
una forma de engalanar la figura de quien los lleva y como una forma de atraer,
su fin es decorativo aunque no se descarta que puedan tener otras
implicaciones, como en el caso de los que se realizan con semillas y plantas.
Los collares y adornos son muy apreciados por los indígenas, especialmente
por las mujeres porque aunque los hombres antiguamente usaban algunos, hoy,
en día es menos frecuente, solo los jóvenes solteros los llevan (en algunas
partes solo los pueden usar las mujeres y los hombres solteros, quienes los
llevan casi siempre de un color determinado).
Generalmente son las mujeres las que construyen los collares y solo en el caso
específico de los elaborados con chaquiras y figuras de metal martillado (y los
aretes con estos mismos materiales) sus artífices son los hombres. En algunos
sitios ya no existe quien los sepa hacer lo que hace que el hombre que tiene
este conocimiento tenga cierto prestigio dentro de la comunidad.
La variedad de adornos y la sutileza con que se llevan son una parte importante
en la indumentaria del indígena chocuano y aunque se construyen con
materiales no naturales y con objetos comprados, pertenecen y son parte
importante dentro de su cultura material. A través del manejo de unas técnicas
se permiten obtener objetos con rasgos particulares que conllevan su visión y
percepción de este mundo; el manejo y composición de las formas, los colores y
los decorados nos hablan de su mundo, de igual manera que lo puede hacer un
cesto.
No se puede hablar del traje del indígena chocuano sin referirse por lo menos
parcialmente a un aspecto que se relaciona con muchas esferas de su mundo,
que juega un papel tan importante y que es una manifestación estética muy
fuerte dentro de su cultura, como es la pintura corporal. Para nuestros ojos
occidentales es sorprendente ver rostros cobrizos y cuerpos pequeños y rollizos
de hombres, mujeres y niños pintados con infinitos dibujos que los protegen, los
curan, les dan fuerzas, etc, además de adornarlos bellamente.
Existe una gran cantidad de diseños que se usan de acuerdo a la ocasión y al
sexo, porque cada uno de ellos llevan consigo valores y significaciones
específicos. Tal vez se podría hablar de ellos como de una especie de alfabeto
que le brinda al indígena la posibilidad de entablar un diálogo entre él y la
naturaleza, las pinturas hablan, dicen cosas, comunican pero a través de
códigos visuales. La pintura representa en los cuerpos seres míticos y cotidianos
que pueden ser animales, plantas u objetos. Estos se pueden representar:
tomando una característica, asumiendo la identidad del ser en cuestión o
representándolo a manera naturalista.
Esta es una costumbre que está muy ligada con su mundo mítico, con sus
tradiciones y especialmente con las prácticas de los jaibanas (hombres,
generalmente mayores que tienen la sabiduría, el poder de comunicarse y
relacionarse con los jais o espíritus) los jaibanas son los "médicos" que ayudan
a la gente a curarse de sus males, a cuidar sus cosas, a mejorar las cosechas,
etc. (Realmente las prácticas jaibanas son aspectos de la cultura tradicional de
estos grupos muy importantes y complejos que en cierta manera se relacionan
con los objetos textiles producidos en la región, y por eso nos referimos a ellos,
sin embargo este acercamiento es muy somero).
Las pinturas se hacen en algunas partes en dos colores: el rojo extraído de la
Bixa Orellana llamada comúnmente en la región bija y el negro obtenido del
zumo del fruto de la Genipa Americana llamada localmente jagua. Estas plantas
son silvestres y se encuentran con cierta facilidad a lo largo del territorio
chocuano.
La jagua es la más utilizada y en ciertas zonas se usa sola sin combinación del
color rojo, su fruto es una pepa similar en apariencia a una pera pero más dura y
consistente, de unos 10 cm. de diámetro aproximados. Para producir el zumo
colorante es necesario rayar la pepa con cascara incluida y mezclar con un
poco de agua; en algunas ocasiones se deja por una noche en reposo -previo
proceso de colado- para que la tinta producida tenga mayor firmeza, las
pinturas hechas con jagua sobre el cuerpo pueden durar de 15 a 20 días o hasta
un mes.
Cuando se necesita tinta se prepara en el momento, es muy extraño que se
guarden excedentes por más de uno o dos días porque todos los miembros de
la comunidad la saben preparar. Una vez listo el tinte y preparados los cuerpos
se procede a la pintura con sencillas varas, ramas o pajitas que sirven de
pinceles con los cuales diestramente hombres, mujeres y niños se decoran
según la ocasión.
Como son tantos los cambios que se ha dado en los últimos tiempos y son
muchos los elementos que se han ido desdibujando y transformando a través
del paso del tiempo, se consideró importante recoger unos breves textos. A
continuación transcribimos unos breves textos que describen como algunos
investigadores han visto el traje y la forma de vestir en diversas comunidades
Noanamaes y Emberaes en diferentes épocas.
Una parte del vestido de "gala" de los hombres Chocó cabe anotarse, es una
faja de cuentas, fuera de una banda utilizada en la frente, y un collar de cuentas.
La faja se coloca sobre la tela que utilizan los hombres entre las piernas.
Orejeras montadas en plata, pahángde, y un collar, óburma - de pátkon, plata -
así como la pintura del cuerpo completan el vestido de "gala" de los hombres.
Las mujeres no llevan adornos exceptuando , ocasionalmente, un collar que no
es de plata y nunca aparece con pahángde. En ocasiones festivas las mujeres
utilizan una paruma limpia -si la tienen- y al igual que los hombres utilizan flores
en el cabello, constituyendo este último adorno la variedad en el vestido.
Descripción sobre el vestir entre los indígenas Noanamaes que habitan en la
Isla Munguido y en las estribaciones del río Docordó, hechas por el antropólogo
Henry Wassen en su libro: Apuntes sobre grupos meridionales de Indígenas
Chocó en Colombia, publicado en 1988 y realizado en 1935, p. 49.
Usan predominantemente bellos collares en plata adornados con cuentas de
vidrio que los indios mismos fabrican martillando en frío monedas de plata. Una
especie de medialuna enchapada en plata que cuelgan por grupos de una
cadena del mismo metal, -otra forma de pendiente-, los compran, no obstante, a
los orfebres ambulantes. Ibidem p. 44.
Los niños de ambos sexos utilizaban collares de dientes de animales, semillas
de plantas, pequeñas conchas, etc., a cada collar se le da el nombre de su
material. Ibidem p. 44.
"Al prepararse para la fiesta del encantamiento y describiré, todo, tanto hombres
como mujeres, empezaron a aparecer pintados con /chipará/ jagua, y también
de otras maneras para complementar su decoración personal. Los hombres se
ponían sus mejores collares, Ángel Pastor, siempre muy cuidadoso de su
arreglo personal, para esta ocasión se hizo una faja de chaquiras para la cintura
y detrás de las orejas se puso orejeras hechas en plata con hojas verdes. Las
mujeres usaban flores amarrillas en el cabello y también parumas nuevas".
Ibidem p. 80.
"De sus orejas pendían ramilletes de aretes en plata martillada, donde la noche
multiplicaba sus rayos; collares multicolores se escurrían altivos en la hendidura
de sus éntresenos. Su tronco desnudo se apretaba en la cintura bajo las vueltas
de una corta falda azul claro, estampada de flores blancas." La doncella de las
Palmeras, cuento recopilado por Antonio María Cardona, entre los indígenas
Emberaes del Bajo Sinú.
"Para las fiestas como la 'chicha cantada' concurren gentes con el cuerpo
pintado y con collares, aretes y coronas de índole diversa. Las coronas constan
de una base de cestería tejida sobre la cual se colocan las coronas propiamente
dichas elaboradas en plumas o lanas de colores. Se cuenta que en el pasado
se trataba de diademas tejidas con chaquiras" Estudio de la cultura material
Embera y Waunana y factibiJidad de comercialización de algunos de sus
elementos, Luis Guillermo Vasco, 1986, p. 24.
"Los collares con semillas y frutos de monte ensartados en cabuya silvestre, o de
dientes y colmillos de animales de cacería (tatabra, tigre, etc.) o de chaquiras
(bien simplemente ensartada en hilos o bien tejidas en complicados diseños
similares a los de cestería), o, finalmente, de cuentas metálicas elaboradas a
partir de monedas. Este mismo origen tienen los aretes, combinados a veces
con chaquiras". Ibidem.
Por otra parte en las comunidades negras encontramos que aunque el vestir no
representa un aspecto muy particular dentro del campo de nuestro estudio,
existe la bella costumbre entre las mujeres de trenzar sus cabelleras en
diferentes formas, haciendo posible entretejer hermosas composiciones,
jugando casi siempre con la estructura de la trenza de tres cabos. Dividiendo el
cabello en pequeñas trencitas que surcan la cabeza en todos los sentidos, se
componen los diseños; algunas veces se hacen pequeños moñitos que se
enroscan sobre si mismos formando el cabello en secciones de cuadrados,
hasta convertir la cabeza en una colcha de moñitos que se erigen sobre ella.
Las madres y las abuelas trenzan los cabellos de hijas y nietas durante tardes
enteras, sentadas en la puerta de su casa y aunque cuentan poco sobre esta
costumbre ellas silenciosas y sonrientes van tejiendo sus cabellos.
Como se habrá podido observar a través de este trabajo la labor cestera es uno
de los aspectos a los que quizá se han brindado mayor atención, porque la
variedad y riqueza de objetos que se producen, hacen que sea mucho más
extenso su estudio. En esta parte del trabajo vamos a acercarnos a varios
elementos que se involucran en la creación de la cestería: procesos de
elaboración, técnicas de fabricación, diseños, formas, colores, usos, etc.
Es importante recalcar que a través de estos elementos es que se materializa la
cultura de un pueblo en objetos útiles, donde cada uno posee una significación
particular y sus procesos de producción contienen en sí mucho más que simples
procesos de trabajo. Generalmente el trabajo cestero está ligado a la producción
y transformación de los productos agrícolas en alimentos, lo que implica de
cierta forma que en su producción cestera se manejen elementos cosmogónicos
donde se involucra su relación con el mundo y su concepción vital.
Para los indígenas de esta zona, quien elabora un cesto pone en él parte de su
ser, de su persona (sobre la cual es posible actuar) lo que hace que sea posible
identificar quien hizo determinado cesto, porque los procesos de producción son
personalizados y no seriados; para ellos cada cesto cuenta su historia, recogida
a través de su creador (si es nuevo) y de su uso. Por estas razones para algunos
grupos indígenas es difícil comprender el concepto de venta o intercambio
monetario de sus productos de cultura material. La producción está destinada a
los grupos que la producen, o para amigos o conocidos con los cuales hacen
intercambios, muchas veces sin que necesar iamente tengan una
correspondencia en su valor, se puede intercambiar un cesto que se trabajó por
un espacio de una semana por un animal, por un servicio, o por otro objeto que
en el momento se necesita. En muchas zonas sucede que se establecen
relaciones comerciales con negros y blancos, sin que al interior de la comunidad
funcionen o se desarrollen plenamente intercambios de tipo monetario, el dinero
es en muchos casos otro objeto más de intercambio que no se ve todavía como
un valor.
"Saber hacer un objeto, conocer sus técnicas de fabricación, elaborar productos
de buena calidad es motivo de orgullo para la gente, pero por lo que los objetos
y sus procesos de producción significan por sí mismos, más no porque puedan
representar dinero a cambio". 5
Foto № 7.
Tapa de cesto elaborado en vena de chocolatillo, por los indígenas Waunanas del Bajo San Juan, Chocó.
Este aspecto es uno de los más complejos que se presentan pues para cada
grupo o comunidad los casos son particulares, las condiciones pueden variar en
extremo de una zona a otra dependiendo del tipo de contacto interétnico que se
haya establecido. Existen zonas donde los procesos de aculturación han sido
muy fuertes y donde los objetos de cultura material se han ido transformando y
adaptando a las demandas de los compradores, perdiéndose en gran parte los
objetos tradicionales y llegando a crearse unos nuevos, otras donde se hace
una clara diferencia en la realización de objetos para vender y para consumo
propio, donde la calidad, cuidado en la elaboración e incluso las formas vahan
notablemente, y algunas donde no se plantean aún posibilidad de intercambio o
venta a extraños, solo se produce para consumo propio o para obsequiar a
algún conocido o amigo.
El trabajo de las cesteras negras está inmerso en muchos de los aspectos
referidos anteriormente, porque de manera general para ellas también el
elaborar un cesto representa elaborar un objeto de utilidad para su vida
cotidiana. Inicialmente estos objetos eran construidos para consumo dentro del
poblado, sin embargo cada día esta actividad se ha convertido más y más en
una entrada que en ciertos casos mantiene su economía de subsistencia,
haciendo que los cestos adquieran un carácter más seriado de producto de
venta.
Hoy en día es una actividad más, como buscar oro, cortar leña, atender una
tienda, etc.. Sus formas y diseños se adaptan a la vida actual y a los pedidos de
los compradores, se hacen en serie, según pedidos establecidos con
anterioridad. Usualmente las mujeres los venden a intermediarios que llegan a
Quibdó o van hasta los poblados cercanos para comprar a las artesanas su
producción a precios muy bajos; son muy pocas las mujeres que salen ellas
mismas a vender su producción en mercados fuera de Quibdó, casi siempre la
producción se comercializa con intermediarios.
Para los indígenas de esta región al igual que para los negros dentro de la
cestería se enmarcan objetos que sirven de contenedores (ya sea para
almacenar o transportar diversos elementos) que tradicionalmente han servido
para ayudar a realizar las muchas actividades relacionadas con su vivir. Pero
dentro de esta categoría no solo se encuentran cestos sino también otros
objetos que sin ser cestos propiamente dichos se fabrican con las mismas
materias primas y las mismas técnicas de producción, dentro de este renglón se
encuentran las pepenas y las trampas para pescar.
Es importante anotar que en este estudio se ha querido condensar una visión
global de la producción textil del departamento por lo tanto se han incluido
objetos que son producto de las relaciones enterétnicas establecidas entre
indígenas, negros y blancos, como son los sombreros, las esteras, los barrieles
o bolsos, las portameteras, los esquineros, los sombrilleros, etc, que aunque no
son objetos de cultura material, son variaciones y transformaciones hechas a
partir de los objetos tradicionales.
Como se ha venido reiterando constantemente cada vez las tradiciones se
pierden más y la cestería se ve afectada, al haber personas y en algunos casos
comunidades indígenas enteras donde ya nadie sabe construir un canasto y
donde poco a poco se han ido reemplazando , ya sea porque las mujeres lo han
olvidado o no lo han aprendido, o porque no hay materia prima disponible. Los
cestos se reemplazan por bolsas plásticas, baldes u ollas de aluminio.
1. PROCESO DE ELABORACIÓN
El proceso de elaboración de cualquier tipo de cesto implica tres pasos
consecutivos, el primero de ellos se refiere a la realización de la base o "arme";
el segundo al tejido o estructuración del cuerpo del canasto, y, el tercero al
remate; cada uno de estos pasos se desarrollan de acuerdo a quien lo ejecute, a
la técnica y a la forma del cesto (determinada por su función). El arme (que será
la base del cesto) se puede realizar, mediante el uso de cualquiera de las
estructuras iniciales:
a. Arme de Cruz (bases cuadradas)
b. Arme de Rosa (bases cuadradas)
c. Arme de Petaca (bases rectangulares o cuadradas)
d. Arme en tejido enrejado o cuadrilateral cruzado.
Foto № 8 Foto № 9. Foto № 10. Arme de cruz, tejido de Arme de petaca, tejido de Arme de rosa, sombrero cesto en vena de jinguru. cesto en vena de jinguru. tejido en vena de jinguru.
Estos son logrados a través de tejidos que entrecruzan sus elementos
desplazándolos secuencialmente para obtener las figuras que les dan sus
nombres. El a y el b se utilizan solamente para tejer bases cuadradas de las
cuales se pueden "quebrar" cuatro esquinas, el c, sirve para bases
rectangulares y cuadradas de dos o cuatro esquinas.
e. Armes en damero (bases cuadradas, rectangulares o redondas)
f. Arme en espiral (para los canastos de /weguerre/)
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Foto №11.
Base de cántaro, tejido de cesto en palma de weguerre.
Una vez que se tiene estructurado el arme (mediante éste se determina el
tamaño, forma y disposición del color en las paredes) se procede a levantar las
paredes; para ello es necesario localizar las esquinas o "rabos", por medio del
entrecruzamiento de las venas ubicadas en los vértices de la base y la
colocación de una vena adicional que permita hacer el "quiebre" -quebrar los
rabos es bastante difícil, se necesita tener experiencia porque hay que saber
localizar los puntos exactos en el tejido- ésto en el caso de los armes a, b, c, d, f;
para el arme e se requiere otro tipo de estructura acorde con su inicio, de tal
manera que no es necesario ningún tipo de entrecruzamiento especial,
simplemente se doblan las venas bases y se adiciona una que seguirá
ejecutando el tejido; para el arme f, que se desarrolla con un movimiento circular
espiral, sencil lamente se requiere parar el crecimiento de la espiral
manteniendo el diámetro deseado.
Foto №12.
Detalle de una esquina de canasto en vena de jinguru.
Las paredes pueden tejerse de diferentes formas, dibujando figuras de acuerdo
al tipo de entrelazamiento que se lleve, es allí precisamente donde se puede
adornar o decorar con mayor amplitud el cesto, las cesteras negras cuentan que
antiguamente se trabajaban diversos tejidos que hoy en día solo conocen las
abuelas y que con el tiempo se han ido perdiendo, porque las mujeres que aún
continúan con este oficio tienden a utilizar tejidos sencillos y rápidos para los
cuales no se necesita mucho material ni tiempo de trabajo.
La parte final de remate se ejecuta en base a dos sistemas, que logran dar una
excelente calidad y acabados firmes, armónicos e integrales con la totalidad de
la pieza.
1. Enrrollado entrecruzado con los soportes, para canastos tejidos en mimbre,
jaquelado y asargado recto.
2. Vuelta de chumbe, para cestos con tejido asargado diagonal, cuadrilateral y
enrejado; es una especie de asargado diagonal que forma un dibujo de hileras
en sentido horizontal.
Foto № 13.
Detalle de pared de cesto y remate en vuelta de chumbe.
En cuanto a las técnicas o sistemas de tejido utilizados para la elaboración de
los cestos podemos decir que han desarrollado diversidad de posibilidades para
la fabricación de objetos hechos a mano con la ayuda de muy pocos
instrumentos, utilizando combinaciones técnicas a través de las cuales se llegan
a obtener formas circulares, rectangulares y cuadradas con características de
resistencia y diseño de acuerdo a las exigencias y necesidades del medio. Es
importante aclarar que las técnicas usadas no son patrimonio particular de los
chocoes, ya que estas mismas son también trabajadas a lo largo del Litoral
Pacífico y en otras zonas del país como por ejemplo en los Llanos Orientales y el
Amazonas. En forma general se puede afirmar que son seis los tipos básicos
utilizados, indistintamente por las comunidades indígenas y por los grupos de
negros:
1. Hexagonal o enrejados: Compuesto por tres tiras o elementos que se
entrecruzan de manera que forman una superficie de textura calada uniforme.
2. Cuadrilateral cruzado o enrejado con capas superpuestas formado por tres
elementos superpuestos y/o entrecruzados.
3. Asargado recto: Formado por elementos tejidos en forma perpendicular con
una relación desigual que logra crear efectos en diagonal por el desplazamiento
secuencial de sus elementos. Se pueden obtener figuras de rombos, sargas
diagonales, espinas, etc. Una vez terminado su apariencia final es muy similar al
asargado diagonal.
3a. Asargado diagonal: Trabajado con tiras impares para conseguir una
evolución simétrica en las vueltas del tejido, forma tejidos elásticos, moldeables
que se pueden expandir a lo ancho.
4. Jaquelado o Damero: Constituido por dos elementos, uno estático y otro
activo, que se entrecruzan de manera equilibrada en una relación 1x1. Este tipo
de tejido es denominado tafetán dentro de la terminología de los textiles.
5. Mimbre o derecha en bardal: Tejido de relación 1x1, pero que maneja fibras
de diferente calibre de tal forma que logra superficies texturadas, equilibradas o
no.
6. En espiral con armazón cogida: Constituido por dos elementos, una armadura
que se encuentra como elemento pasivo y un elemento activo más flexible que
cumple la función de amarrar o fijar la forma marcada por la espiral. Produce un
tejido cerrado, compacto, muy fino y de movimiento circular espiral 6.
Foto № 14-15 y 16. Detalle del proceso de elaboración de una 'pepena' en vena de jinguru.
En cuanto a las formas de los canastos que se producen en la región podemos
afirmar que están íntimamente ligadas a su función (que es su fin y razón de
ser), por el sitio donde se producen, por las técnicas y especialmente por la
materia prima, que muchas veces es el punto de partida tanto del cumplimiento
de su finalidad como de su construcción y forma.
En cada lugar y en cada cultura existe una relación definida entre forma y
función, una relación que maneja un lenguaje visual a través de la apariencia
del material (liso, rugoso, áspero, etc.), la forma del cesto, el tamaño, la textura,
que nos informa de manera explícita la relación entre contenido y contenedor.
Así pues entre los Chocoes encontramos dentro de su cestería tradicional
canastos grandes y fuertes, tejidos en técnica cuadrilateral (de textura calada)
para cargar alimentos (yuca, café, etc.) y leña; canastos de tamaños variables y
elásticos destinados a algunos procesos de transformación del maíz (actividad
muy importante en algunas comunidades indígenas); canastos pequeños,
alargados y planos con tapa para guardar objetos personales o instrumentos de
pesca; grandes canastos con tapas de formas rectangulares para guardar ropa u
objetos grandes, como también cestos que se adaptan a las nuevas
circunstancias de la vida, de reciente elaboración.
Dentro del grupo de productos elaborados con la palma de /weguerre/
abundante y muy desarrollado debido a la demanda que en el mercado se tiene
de ellos, existen dos tipos básicos, los /visiguirri/ en forma de cántaro y los
platicos o cocas de forma cóncava circular; ricos en forma y decorados con
diseños propios, logrados a través de un buen manejo de la técnica que permite
el uso de tiras de diferentes colores (café, rojo, naranja) que se van alternando
paulatinamente hasta obtener los dibujos.
En los grupos negros que trabajan la cestería se puede contar de manera
general tres o cuatro tipos de canastos, de formas muy similares a los
elaborados por los indígenas, pero que se adaptan para dar soluciones a las
necesidades específicas, porque aunque los cestos cumplen en cualquier parte
donde se produzcan la función de guardar o conservar, quien los realiza, los
moldea según su visión interna, sus experiencias y su creatividad.
Como se puede ver las formas están condicionadas por su función y cada grupo
que los produce les da los elementos necesarios para su uso. A continuación se
describen de manera general las formas más comunes:
Canastos rústicos, en tejido enrejado o hexagonal de varios tamaños utilizados
para cargar alimentos o recoger la pesca.
De base cuadrada con tapa (de igual tamaño a la tercera parte del canasto),
tejido en asargado diagonal y/o rectos, usado para guardar ropa.
Similares a los anteriores pero con base y tapa rectangular.
Otros, canastos de base cuadrada cuerpo redondo, producidos por la demanda
del turismo, en tejido asargado diagonal con diferentes materias primas.
Como se puede ver las formas están condicionadas por su función y cada grupo
que los produce les da los elementos necesarios para su uso. A continuación se
describen de manera general los cestos más comunes con sus características, lo
cual permite ver con mayor claridad la diversdidad de la cestería chocuana.
Entre los chocoes es común que los cestos tengan una vida útil bastante larga
no solamente porque los materiales con los cuales se construyen son de
excelente calidad y las técnicas flexibles pero a la vez consistentes sino porque
a la mayoría de los canastos se les atribuyen varias funciones secundarias.
Cuando un cesto por ejemplo en tejido hexagonal construido para usarse en la
cocina se va acabando se le da otro uso, sirve de cesto que recolecta la basura,
o de gallinero, o de cama para los perros, etc. Dependiendo de la comunidad,
de sus usos y costumbres cada individuo le da un nuevo uso a sus cestos
aprovechándolos al máximo.
Aunque cada cesto se hace con una función específica (especialmente los que
son objetos de cultura material) no quiere decir que tengan una función única y
especializada, se adaptan a los requerimientos necesarios, son muy versátiles.
Los cestos los utilizan todos los miembros de la comunidad tanto hombres como
mujeres, jóvenes, ancianos y niños; como se fabrican para usos que están
relacionados con el quehacer diario de los individuos como por ejemplo
sembrar, recoger, transportar y guardar alimentos, todas las personas los
requieren en algún momento para sus servicios.
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Foto №17
Detalle de pintura sobre corteza de damagua.
Elaborado por los indígenas Waunanas del Bajo San Juan , Chocó.
2. EL COLOR -PROCESOS DE TEÑIDO-
A pesar que no se maneja una gran gama de colores, éste es un elemento que
enriquece enormenente el trabajo cestero chocuano. Básicamente los canastos
llevan el negro (que en algunas partes se convierte en café) y el rojo como
colores conseguidos a través de procesos de tinción (estos colores son usados
indistintamente por negros e indígenas) y toda la gama de los colores naturales
de la materias primas pasando del habano hasta el café rojizo.
En general en todo el territorio se utilizan procesos de tintura similares y aunque
los nombres de las plantas tintóreas varían de una zona a otra (incluso en
algunos casos es una misma planta con diferente denominación como sucede
con las materias primas) que en la mayoría de los casos los colores son
obtenidos a través de sencillos procesos de teñido con materias vegetales
propias (a excepción de algunas comunidades emberas donde se usan las
anilinas).
El proceso de tintura puede darse a través de varios sistemas, uno de ellos
consiste en macerar los hojas de la planta tintórea y extraer el zumo con el cual
se unta (en el caso de las palmas como el jinguru o la hoja blanca) la vara o
tallo, de esta forma el color penetra a la fibra. En este caso el color se da antes
del proceso de preparación que convierte la palma en fibra y se hace sin
necesidad de cocción.
Otra forma de dar color es extrayendo igualmente el zumo de la planta tintórea y
ponerlo al fuego con agua, para introducir la fibra durante dos o más horas. Aquí
se trabaja con las venas propiamente dichas y con la cocción.
Los dos casos anteriores se refieren a los posibles procesos usados cuando se
tintura con materias vegetales para obtener indistintamente negro o rojo, sin
embargo faltaría tratar el proceso realizado con barro y con el cual se obtiene
también el color negro. Este consiste en enterrar las venas en un barro -que
solamente en algunas zonas de la región se consigue- durante varios días de tal
forma que al sacarlas han adquirido un color negro profundo, esta forma de teñir
es propia de las comunidades indígenas.
Los waunanas usan para tinturar los bejucos y algunas palmas, el zumo extraído
de las hojas del /keboso/ (planta silvestre) mediante maceración, este zumo se
unta con la mano al tallo, dándole un color negro profundo, luego se coloca al
sol para fijarlo (una vez seco se sacan las tiras con las cuales se va tejer).
Cuando se tiñen materias primas como el jinguru o la hoja blanca es necesario
raspar primero el tallo para quitarle una película verde que lo cubre y no permite
el paso del color.
Para la palma de /weguerre/ si se quiere obtener un color negro o café oscuro,
se tiñe con el fruto de la jagua (el mismo utilizado para la pintura corporal) el
cual se raya para extraer un líquido transparente que se aplica a las fibras; si se
quiere lograr un color naranja se cocinan las tiras con el zumo de la /bija/. En la
región del bajo San Juan actualmente se están introduciendo mayor número de
colores para decorar los cestos de weguerre, mediante combinaciones de los
tintes o variando los procesos, se han empezado a ver cestos color café claro o
rojos y los colores usuales pero en tonalidades diferentes.
Entre los Emberaes solo se tiñen algunas palmas como el joro y la conga en
colores rojo y negro. El rojo se obtiene al cocinar las tiras de las palmas en agua
con hojas de /kisa/ (arbusto cultivado por algunos indígenas) y el negro al
enterrar las tiras en barro negro ("el que hacen los marranos es el mejor")
durante tres días o más, sacándolas luego para cocinarlas en las hojas de /kisa/.
En la comunidad de Pángala se tiñe el negro enterrando las venas en barro
negro y luego se hierven y el rojo hirviendo las venas con hojas de pucha; en
Icho se obtiene el color extrayendo el zumo de la /quipara o chipa/ y untándolo
directamente sobre la vara. Existen algunas comunidades donde ya no se usan
estos tintes y se recurre a las anilinas para obtener rojos, amarrillos, verdes, etc..
El uso del color no es muy común entre las comunidades negras, por que para
ellas este proceso implica mayor trabajo y mayor costo, sin embargo en ciertas
zonas todavía se utilizan colores también de origen vegetal conocidos por las
personas de mayor edad. Por ejemplo en San Isidro algunas artesanas usan las
hojas de envisca machacándolas en un pilón y escurriéndolas, para obtener una
tinta roja con la cual se pintan las fibras ("la hoja debe cogerse madura para que
el color perdure"), según algunas artesanas negras de esta planta se puede
obtener dos variedades que pueden dar color rojo o negro. El rojo también se
puede obtener de los frutos del achiote que se cocinan en agua hasta que
hiervan para obtener el tinte, el cual se puede guardar por mucho tiempo sin que
se dañe.
Las plantas tintóreas en esta región son silvestres, no se cultivan, se recogen en
el monte y dependiendo de la zona hay mayor o menor disponibilidad, para teñir
material para varios cestos se necesitan unas 15 o 20 hojas mínimo de la planta,
en este caso sucede igual que con las palmas, en los sitios donde se usa
demasiado se va agotando hasta que finalmente no se consigue más. Cruz
Elodia artesana cestera de San Isidro cuenta que ahora la envisca se consigue
sobre el río Pato, pero el viaje es muy demorado; cuando ella trabajaba con sus
cinco hijas trajo algunas raíces y las sembró en el patio de la casa, pero la
planta no se dio.
Como se puede ver la gama no es muy amplia, sin embargo con ella y con los
colores naturales de las materias primas se juega combinando de tal forma que
se logra una enorme riqueza expresiva. Donde existe mayor variedad en el
manejo de color es en las comunidades Waunanas allí se producen los cestos
de weguerre, cada día se introducen más cambios y el color se maneja más
libremente.
Foto № 18
Tejido de cesto en vena de jinguru con dibujo de mariposa.
Comunidad indígena Waunana del Bajo San Juan.
Así como el color los dibujos realizados en los cuerpos de los canastos son
elementos que se involucran y refuerzan no solo el contenido estético sino
también la significación que manejan los cestos de esta zona.
A excepción de los cestos trabajados en técnica espiral con la palma de
weguerre, en la totalidad de la cestería de la zona se logra los decorados a
través del manejo secuencial de las tiras que se entrecruzan.
A partir de las seis estructuras iniciales que se trabajan en toda región se han
ido creando variantes que forman diferentes ordenamientos con los que se
decoran las paredes de los cestos; los cuales toman nombres particulares en
cada zona, por ejemplo entre las cesteras negras de las poblaciones cercanas a
Quibdó (Villa Contó y San Isidro) y la región costera (Nuquí, Bahía, etc.) son muy
comunes los siguientes denominaciones:
Cordoncilb Camino Perdido
Rabo de Iguana Dos venitas Ojo colado Tejido de Childe Pecho de Pava Una pajita o Damero Costilla de vaca o Filigrana Tejido Guachorró De canasto Vuelta de Chumbe
Corazón Concha de Iguaco
Los nombres al igual que sucede con las materias primas varían, de comunidad
en comunidad, porque no existe una técnica específica que pertenezca a una
zona, en realidad todas se usan de manera general tanto entre indígenas como
entre negros.
El punto de partida básico para la creación de los dibujos o diseños es el tipo de
entrecruzamiento que se realice (agrupamiento, desplazamientos, etc.), sin
embargo éstos se pueden resaltar y definir más si se trabajan con variaciones
de color o textura (es muy común el uso del revés y envés de una fibra dentro
del mismo cesto) que crean efectos de luz y sombra. La combinación de
diferentes entrecruzamientos permite manejar figuras geométricas que
componen los particulares diseños.
En las comunidades negras no se ha detectado un significado específico de los
diseños, generalmente figuras geométricas en el caso de los armes o secciones
cruzadas de tiras de diferentes colores en el cuerpo del cesto. Poco a poco la
historia se ha ¡do perdiendo y son poquísimas las mujeres que se acuerdan
como se hacen los dibujos, cuales son sus nombres y cuales los significados,
hoy en día la decoración tiene poca importancia.
A diferencia de las comunidades indígenas para quienes el manejo de los
diseños hace parte fundamental en cada uno de los cestos los cuales están
profundamente ligados a la vida diaria y no solo son objetos de uso sino
también elementos de expresión; los diseños plasman a través de sencillas
figuras geométricas elementos de la vida diaria y del entorno.
A continuación se representan los diseños más usados tanto por Waunanas
como por Emberas:
"Aunque los indígenas consideren que estos no recogen lo que ellos son, ya
que los han arrancado del canasto". Vasco, Luis Guillermo. Semejante a los
dioses. Bogotá. Edit. Universidad Nacional. 1987
Diseño de Gusano Diseño de culebra Diseño de culebra
Diseño de culebra X
Diseño de mariposa
Diseño de posídi
Dos variantes del diseño de culebra
Diseño de caracol
Diseño de ojo
Diseño de daunono -Ojo e ibi-
Diseño de ibi
95
Hay muchas decoraciones que no se reconocen o tienen nombre porque
muchas veces quien lo realiza los deja incompletos o hace pequeñas
variaciones que lo dejan diferente a los conocidos; los diseños son abundantes
y se pueden combinar entre sí. Los nombres y significados varían mucho de una
comunidad a otra o de un poblado a otro.
Entre los Waunanas del Bajo San Juan que elaboran /visiguirris/ en palma de
weguerre en tejido espiral con armazón cogido es común encontrar los mismos
diseños de la cestería tradicional en vena de palma de chocolatillo, de esta
manera en algunos casos se ven dibujos de ibi, escaleras, gusanos, martillos,
anzuelos, etc., combinados con motivos nuevos que recrean un poco su entorno,
también se han empezado a involucrar figuras de hombres, perros y escenas de
la vida cotidiana como en el caso de las telas vegetales pintadas, además de los
motivos copiados de revistas de bordados.
Foto №19
Base de cántaro, en proceso de elaboración en palma de weguerre.
96
La decoración de este tipo de cestos siempre se hace por efecto de color
-cambiando el color del hilo que cose la estructura-. En los últimos años se han
venido realizando cestos en un solo color a pedido de los compradores. Hoy en
día en unos poblados de negros cercanos a las comunidades de indígenas
Waunanas que elaboran los cántaros de weguerre se ha empezado a trabajar el
weguerre y en sus cestos se puede apreciar la diferencia tanto en la calidad del
tejido como en los diseños, dibujos y color que los decoran.
Fotos № 20 y 21
Cántaros en palma de weguerre.
97
En esta región es muy común el uso de las telas vegetales constituidas por la
aglomeración de fibras. Como se explicó en el aparte de las materias primas
existen dos clases usadas indistintamente por indígenas y negros.
El cabecinegro es utilizado en su forma original como bolsa para guardar maíz o
semillas y como sombrero especialmente entre los negros -doblándolo para
formar una especie de gorro terminado en punta-. También se utiliza como tela,
confeccionándolo con máquina de coser. Este tipo de trabajo se viene
realizando desde hace mucho tiempo, en los años treinta empezaron a trabajar
un grupo de mujeres quienes lo enseñaron a otras en las ciudades Quibdó,
Tadó e Itsmina ; de esta forma se fueron organizando los primeros talleres que
producían bolsos, carteras, individuales, cuadros típicos, etc..
En el año 1973 el Sena (Servicio Nacional de Aprendizaje) promueve en la
zona unos cursos de capacitación de artesanías dentro de los cuales se enseña
a manejar la iraca (el cogollo) el fique, el cabecinegro y la damagua. Desde ese
entonces este tipo de trabajo se fue difundiendo hasta alcanzar hoy en día un
gran auge y popularidad, son muchas las mujeres que se encuentran dedicadas
parcial o totalmente a esta labor, devengando su sustento de ella.
Se elaboran gran cantidad de productos como bolsos, zapatillas, monederos,
tulas, pisapapeles, sombreros, flores, etc., generalemente los modelos son los
que ellas han aprendido a hacer en los cursos de muñequería o floristería, y
otros tomados de revistas o de objetos que ellas consiguen y luego reproducen.
Todos estos productos se venden en el mercado local especialmente para las
98
C. TELAS VEGETALES
épocas de fiestas (en el San Pacho por ejemplo que se realiza entre los meses
de septiembre y octubre) y en las diferentes ferias artesanales del país. La
damagua también es trabajada por las artesanas negras de esta misma manera
para realizar productos similares, muchas veces se hacen combinaciones con el
cabecinegro en un mismo producto o con conchas y caracoles.
Para confeccionar cualquiera de los productos mencionados anteriormente es
necesario primero preparar la materia prima, por lo tanto la damagua se lava
con jabón y la mayoría de las veces se blanquea con decol, se deja secar, se
estira y se plancha; el cabecinegro se recorta en los extremos, se estira, se
sacude y también se plancha, en esta parte es cuando se desechan los pedazos
maltratados o manchados. Una vez preparada la tela, se extienden varias capas
(casi siempre se trabaja con dos o tres capas, de tal forma que las de mejor
calidad se ubican en el exterior aprovechando para rellenar con las más
imperfectas) dibujan sobre ellas los moldes del producto que se quiere
confeccionar y se recorta junto con una pieza de interlón. Luego se le pasan
costuras transversales paralelas (este paso es llamado esterillado), después se
forran y se unen las piezas (tanto el cabecinegro como la damagua se
confeccionan de igual manera).
Esta labor u oficio no se transmite por tradición, las jóvenes no se sienten
interesadas por aprenderlo; la mayoría de las artesanas activas tienen edades
que oscilan entre los 30 y 60 años.
Entre los indígenas Waunanas se acostumbra a hacer dibujos con
representaciones de su quehacer diario sobre secciones de tela de damagua
con la tinta extraída de la jagua (negro) y la bija (naranja) para vender como
artesanía.
La damagua se usa generalmente entre los indígenas como estera para dormir
ya que es muy resistente y fresca. El proceso que se lleva a cabo para
procesarla es el mímino explicado anteriormente, ya que en este caso no
requiere ablandarla demasiado ni blanquear.
Foto № 22
Detalle de pintura sobre tela de damagua.
Elaborado por los indígenas waunanas del Bajo San Juan, Chocó
Existen algunos elementos o técnicas textiles que se involucran dentro de la
vivienda del hombre chocó, especialmente entre los indígenas. Ellos construyen
sus tambos con maderas y palmas de la región de manera sencilla, se arman
con cuatro pilotes de madera sobre los cuales crecen las paredes (cuando las
lleva) y un techo de palma trenzada sobre una estructura de madera,
acompañadas de escaleras de troncos de madera con muesca seguidas unas
de otras para formar las escalas.
El tambo tradicional indígena está compuesto por una planta y una plataforma
adicional que conforma la cocina, no tiene paredes ni divisiones interiores. Entre
los Waunanas se denomina /dichadí/ al tambo de una habitación y cocina aparte
y /di/ a los tambos que se han ido construyendo recientemente compuestos por
una planta con paredes interiores que dividen el espacio de cocina y cuartos.
En esta zona es muy común el aprovechamiento de la vegetación de la región
para construir sus casas los troncos de las palmas de weguerre por ejemplo, se
emplean para construir las bases de los tambos y de los trapiches.
Hoy en día se encuentran gran variedad de tambos; dependiendo del contacto
que tengan con negros y colonos, hay construcciones con bases y techos
rectangulares, con bases rectangulares y techos redondos, con paredes
interiores y exteriores, con techos de paja y zinc, con paredes de ladrillo, etc.
Este fenómeno sucede igualmente en los poblados negros donde también se
han ido transformando las construcciones hasta encontrarse poblados donde ya
no se construyen las casas tradicionales de madera con calados y vistosos
colores.
2. QUIPU
"Se dice que cuando un indio sale de travesía le deja a su esposa una cabuya
anudada de este tipo. Los nudos denotan cuantos días, o meses espera estar
ausente, y así la esposa sabe cuando debe fabricar chicha para celebrar su
regreso. Tales cabuyas también se utilizan a manera de invitación. Si por
ejemplo, un indio invita a otro a tomar chicha siete días después de la fecha,
entrega a su futuro invitado una cabuya con siete nudos. Entonces este último
desamarra un nudo por cada día, y así podrá saber cuando es hora de
prepararse para la fiesta" Wassen Henry. Apuntes sobre grupos meridionales de
indígenas Chocó en Colombia. 1988, p. 89.
Este sistema no solo se utiliza para calcular el tiempo sino también para llevar
cuentas de herramientas o comida. Sin embargo hoy en día son pocos sitios
donde todavía se conserva su uso.
3. ATARRAYAS
Como la pesca en muchos casos se constituye como una de las actividades
principales para la mayoría de los habitantes de esta región (indígenas y
negros) este elemento es indispensable para las gentes que habitan en las
costas o sobre las riberas de los ríos.
Las atarrayas usualmente se construyen en tamaños variables según las
necesidades y capacidad del pescador, con un hilo muy resistente y fuerte, pues
debe soportar la tensión y tracción de cargas pesadas casi todos los días.
Se elaboran con cuerdas o hilos de terlenka y es muy común que la mayoría de
las que se encuentran tanto en los tambos indígenas como en las casas de los
pescadores negros sean compradas en los mercados locales; muy pocas
personas se dedican a esta labor y aunque los hombres las saben reparar casi
nunca las elaboran completamente ellos mismos.
1. Arme: Base o inicio del cesto
2. Batea: Objeto usado para la extracción del oro. Hecho de madera tallada
3. Cabecinegro: Tela vegetal extraída de película que recubre el fruto del árbol Phytelepas Seemii
4. Colao: Canasto elaborado en tejido hexagonal muy usado en las labores de indígenas y negros
5. Cogollo: Hoja tierna y joven ubicada en la parte interna de la hoja de las palmas
6. Cuentas o Chaquiras: Elementos comprados en los mercados que sirven para la realización de los collares
7. Cundu: Denominación Waunana para el cesto elaborado en tejido elástico y flexible, elaborado para la venta
8. Champa: O Potro Denominación local para las canoas en madera muy utilizadas en la región como transporte
9. Chicha cantada: Ceremonia indígena
10. Cholos: Nombre genérico y despectivo empleado por los negros para denominar a los indígenas de la región
11. Damagua: Tela vegetal extraída de la corteza del árbol Poulsenia Armata
12. Desvenar: Parte del proceso de preparación de las venas que se extraen de las palmas de la región
13. Guayuco: Trozo de tela que sirve de vestido para los hombres indígenas
14. Jaibana: Nombre indígena para denominar a un hombre sabio y de gran conocimiento que puede comunicarse con los espíritus de la selva
15. Mazamorreo: Técnica artesanal para la extracción de oro del río, a través del uso de bateas
16. Rabos: Nombre dado por las cesteras negras para denominar las esquinas de la base de los cestos
17. Paruma: Nombre indígena para denominar el trozo de tela que cubre la parte inferior del cuerpo de las mujeres
18. Quipú: Sistema para llevar cuentas empleado por los indígenas de la región
19. Tambo: Nombre con el cual se denominan las construcciones de los indígenas
20. Tajareo: Parte del proceso de preparación de la materia prima con el que se elaboran los cestos de la región
21. Tripa o Corazón: Materia prima con la cual se elaboran algunos cestos de la zona, extraída de la parte interna del tallo de ciertas palmas
22. Vena: Materia prima para tejer cestos extraída de la parte interna del tallo de las palmas
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
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2 Friedeman, Nina. El Jaguar y la Anaconda. Ed. Carlos Valencia, 1989, p. 235
3 Vasco, Luis Guillermo. Semejante a los dioses. Ed. Universidad Nacional, 1987, p. 145
4 Cardona, Antonio María. Dioses, semidioses, espíritus y animales fabulosos. Rev. Arqueología, estudiantes antropología Universidad Nacional. # 10, 1989, p. 84
5 Vasco, Luis Guillermo. Estudio de la Cultura Material Embera y Waunana y factibilidad de comercialización de algunos de sus productos. Artesanías de Colombia. 1986
6 Mora de Jaramillo, Yolanda. Clasificación de la cestería en Colombia. Bogotá - Revista Colombiana de Antropología. Vol XVI, 1974
BIBLIOGRAFIA
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#10, Año 3, julio, 1989. Estudiantes de antropología. Bogotá: Universidad Nacional.
WASSEN, Henry.- Apuntes sobre grupos meridionales de Indígenas Chocó en
Colombia. - Bogotá: Edit. El Greco, 1988.
I N D I C E
PRESENTACIÓN 5
INTRODUCCIÓN 9
I. EL CHOCO 13 A. EL ENTORNO 13 B. UN POCO DE HISTORIA 15 C. PERFIL CHOCO 17 D. ASPECTOS SOCIOCULTURALES 20
II. MUNDO TEXTIL 25
III. PROCESO PRODUCTIVO 33 A. MATERIAS PRIMAS 37
1. Básicas 39 2. Secundarias 43 3. Recolección 44 4. Procesos de preparación 49
5. Almacenamiento y conservación 54
B. UN LUGAR PARA EL TRABAJO 57
O EQUIPOS Y HERRAMIENTAS 58
IV. TÉCNICAS DE PRODUCCIÓN 61 A. EL VESTIDO 61
B. CESTERÍA 72 1. Proceso de elaboración 75 2. El color -procesos de teñido- 86 3. Los diseños 90
C. TELAS VEGETALES 98
D. OTROS 100 1. Vivienda 100 2. Quipu 101 3. Atarrayas 102
GLOSARIO 103
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS 105
BIBLIOGRAFÍA 106
impreso en los talleres gráficos del Instituto Andino de Artes Populares
del Convenio Andrés Bello febrero 1994
Quito - Ecuador