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7/29/2019 NUESTRA GUERRA QUMICA- Jorge Rulli
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NUESTRA GUERRA
QUMICA
EL GENOCIDIO ARGENTINO
Nuestra guerra qumica - Por Jorge Rulli
A finales del ao 2006, en el prlogo al primer informe sobre Pueblos Fumigados que entregamos
alguna vez y con prioridad, en el despacho de la Presidencia de la Repblica, decamos: La
creciente expansin de los monocultivos de soja RR ha barrido con los cinturones verdes de
morigeracin de los impactos, que rodeaban los pueblos. Estos corredores estaban generalmente
constituidos por montes frutales, criaderos de animales pequeos, tambos y chacras de pequeos
agricultores. Ahora los monocultivos llegan a las primeras calles de las localidades y las
aerofumigaciones impactan en forma directa e inmisericorde sobre las poblaciones. Las mquinas
fumigadoras se guardan y se lavan dentro de las zonas urbanas contraviniendo toda norma de
prevencin, los aerofumigadores suelen decolar de los aeroclubes de las propias localidades y
cruzan los pueblos chorreando venenos cuando se dirigen o cuando retornan de sus objetivos sinque la autoridad municipal lo impida. Los granos se almacenan por razones de comodidad de los
sojeros, en enormes silos ubicados generalmente en zonas cntricas de los pueblos, y diseminan
con el venteo de los granos partculas txicas que afectan el corazn de las pequeas
urbanizaciones. Caravanas de miles y miles de camiones cargados de porotos cruzan los pueblos
ribereos hacia los puertos, dejando a su paso regueros de muerte en las poblaciones que viven a
orillas de las rutas.
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Luego continubamos: La agricultura industrial de la soja es sinnimo de desmontes, degradacin
de suelos, contaminacin generalizada, degradacin del medio, destruccin de la Biodiversidad y
expulsin de poblaciones rurales. Sin embargo, puede haber consecuencias an mucho ms
horrendas. Creemos haber descubierto a partir del caso de las madres del barrio Ituzaingo, los
elementos necesarios para confirmar una vasta operatoria de contaminacin sobre miles de
poblados pequeos y medianos de la Argentina. Se esta configurando una catstrofe sanitaria de
envergadura tal, que nos motiva a imaginar un genocidio impulsado por las polticas de las grandes
corporaciones y que solo los enormes intereses en juego y la sorprendente ignorancia de la clase
poltica logran mantener asordinado. El cncer se ha convertido en una epidemia masiva y
generalizada en miles y miles de localidades argentinas y el responsable es sin lugar a dudas el
modelo rural.
Las ancdotas de tanto dolor que hemos recogido en estos das superan la capacidad en nosotros
de registrar tanto sufrimiento. En un momento dado renunci a visitar a una enferma de ELA a que
me invitaban sus hijos hombres que la cuidan amorosamente. El ELA es una esclerosis lateral
amiotrfica, una enfermedad neuromuscular progresiva similar a la que sufre el cientfico StephenHawking, afeccin de la que los familiares insistan en responsabilizar a las fumigaciones habidas
aos atrs, cuando comenz en la zona el boom de la Soja. Este tipo de males y otros que
reconocimos en la zona, responden sin duda, a un hbitat enfermo, un hbitat en que debido a las
fumigaciones, es decir, a los txicos y disruptores hormonales que se asperjan continuamente,
causa el desplome de los sistemas inmunitarios de la poblacin, a la vez que genera en los
ecosistemas microbianos, desequilibrios y disturbios que propician la generacin de patgenos y la
multiplicacin de elementos de descomposicin incompleta en el suelo.
Aceptemos que no puede haber una poblacin sana en un hbitat enfermo, un hbitat en que el
hombre vive sobre un suelo donde las colonias de bacterias con capacidad de humificar, o sea de
digerir e incorporar, los restos orgnicos, tanto animales como vegetales, estn seriamente
disminuidas; donde la tierra est contaminada y las lombrices han desaparecido. La erisipela y
otras infecciones que pudimos comprobar en el entorno humano, las neumonas, los problemas
oculares, las diarreas intestinales, as como los casos de espina bfida de que nos hablaron, y en
general las malformaciones congnitas en nios que se han convertido en una pesadilla, son por
ello la consecuencia directa o indirecta de las fumigaciones y por lo tanto del modelo industrial de
la Soja, no importa cul haya sido la causa desencadenante de la patologa visible. Los procesos de
putrefaccin incompletos del suelo, resultado de los desequilibrios profundos en la qumica y en la
vida microbiana, y consecuencias de la contaminacin, son generadores de complejos procesos de
muerte, y atentan en forma persistente contra la vida del ecosistema en todas susmanifestaciones. Repetimos, dijimos esto en el 2006 y adems, se lo informamos a las mximas
autoridades del Gobierno. No pueden decir que no lo saban.
Algo ms tarde, en febrero del 2007, desde los micrfonos de la Radio Nacional y a propsito de
un viaje que realizramos por las localidades del sur de la Provincia de Entre Ros, decamos: Y
como si algo faltara para consumar estas batallas csmicas del GRR en que slo nos falta el
arcngel justiciero para ayudar a que acosada por los procesos de muerte y de devastacin logre
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sobrevivir la vida, debemos decir que en medio de tanto dolor y de tanto capitalismo salvaje y
globalizado, reencontramos nada menos que a uno de los exponentes ms crueles y aprovechados
del modelo de la Soja: me refiero a nuestro viejo conocido Gustavo Grobocopatel. S,
Grobocopatel, el dueo de la empresa Los Grobo, el sojero mayor de la Republiqueta, aquel que
organizara en Venezuela junto con el Ingeniero Carlos Cheppi, Presidente del INTA, la exposicin
de maquinaria agrcola conque pagamos los primeros fuel oil que nos enviara el presidente
Chvez, el mismo que una vez nos interrumpiera un debate en Carlos Casares gritndonos que la
Soja es bolivariana, y que result ser el dueo de uno de los pooles de soja mayores de esa zona
del departamento de Concepcin del Uruguay. Sus flotas de centenares de camiones se llevan en
cada cosecha la riqueza y los nutrientes del suelo entrerriano, para sus inmensos silos en la
Provincia de Buenos Aires y luego de marcar las pautas de la agricultura industrial que, con
escarnio para nuestra inteligencia, l gusta denominar como el poder del conocimiento, deja
detrs de s un escenario inenarrable de contaminacin, de devastacin y de muerte.
Y continubamos diciendo en nuestro Editorial: Los sojeros, los pooles y los polticos que los
respaldan y les aseguran las reglas de juego, han transformado a esos pequeos pueblosantiguamente paradisacos en un infierno difcil de describir. Han condenado a la vez, a las
poblaciones y en especial a las generaciones futuras a un destino pavoroso. No tienen justificacin
alguna. No tienen perdn tampoco las autoridades y los funcionarios en su actual indiferencia, en
la impunidad que les aseguran a los fumigadores y en la rentabilidad que le aseguran a las
Corporaciones que producen los txicos. No tiene justificacin ni perdn la progresa en ese
entusiasmo por transformarnos en un pas productor de Biocombustibles, en que todos y cada uno
de los actuales problemas, habr de multiplicarse exponencialmente hasta lo impensable
En junio del 2009, insistamos en carta ante la Presidencia diciendo: Seora Presidente, conforme
usted seguramente habr tomado conocimiento a travs de los diversos medios pblicos de la
Argentina, en los ltimos tiempos han trascendido serios cuestionamientos en relacin con la
aprobacin de los agrotxicos que se vienen utilizando en la produccin agrcola de nuestro pas.
Nuestras voces de alarma respecto a estos hechos se han anticipado en aos a estos
cuestionamientos actuales, tanto como GRR, y ello consta en nuestra propia pgina Web, como
particularmente lo he venido haciendo desde el Programa Horizonte Sur que conduzco en Radio
Nacional AM los das Domingos a las once horas. Lamentablemente, nuestras voces se han visto
tristemente corroboradas en los actuales momentos, por la opinin de expertos, los que, con
honestidad y valenta, han puesto las cosas en claro en punto a denunciar que muchas de las
sustancias agrotxicas se habran aprobado de un modo al menos temerario, sin las suficientes
comprobaciones necesarias para resguardar de forma conveniente y segura las salud de laspoblaciones que, durante aos fueron expuestas a estos venenos, as como de los diversos
ecosistemas que dan sustento a la vida en sentido integral. Todo ello consta asimismo en el
INFORME SOBRE PUEBLOS FUMIGADOS que le hiciramos llegar oportunamente y que, puede
hallarse en la pgina Web del GRR. Que, deseo recordar a usted, que, estos procesos que me
permitira considerar como de irregular aprobacin, han sido realizados en la rbita del Servicio
Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria, SENASA.
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Y luego, aadamos: Que, surge a consideracin la posibilidad que los funcionarios hubiesen
actuado en los marcos de un espectro probable que va desde la negligencia o el desconocimiento
de las implicancias y proyecciones de sus acciones, hasta la presunta lenidad en el cumplimiento
de sus funciones o acaso la eventual connivencia con las empresas. Lo cual de solo poder ser
imaginado o an sospecharlo, nos parece gravsimo, en particular, en materia tan trascendente
para la salud pblica como de la que se trata. Que si se me consiente esta aseveracin Seora
Presidente, resultara oportuno, urgente y necesario, que usted disponga la inmediata
intervencin del organismo en cuestin, a fin de deslindar responsabilidades y reordenar y revisar
toda la legislacin administrativa prohijada en esa dependencia, al menos desde la aprobacin de
las primeras semillas modificadas genticamente y los txicos que las acompaan.
La nica respuesta del Poder a estas numerosos apelaciones, fueron el silencio en primer lugar y
luego, el que despus de casi seis aos de trabajo radial, nos expulsaran de la Radio Nacional.
Tambin fueron lamentablemente, las de conseguir sumar al movimiento de los pueblos
fumigados, muchas de las internas del campo progresista, tales como las de responsabilizar con
impudicia tan solo a la Mesa de Enlace, por las consecuencias habidas sobre las poblaciones, delmodelo de pas que ellos gobernaban. Habitualmente, se porfiaba en esos tiempos, negar no ya el
genocidio que denuncibamos, sino la mera posibilidad de que hubiese impactos importantes de
las tecnologas agrcolas. Pero lo que era peor todava, se nos negaba, desde posiciones de
incredulidad y desconfianza hacia quienes lo afirmbamos o tal vez hacia la mera posibilidad de
poner en duda la fiabilidad del camino elegido hacia el crecimiento. En algunos casos y para quitar
del medio esa fantasmal postmodernidad que para el comn expresbamos con nuestras
denuncias sobre desvaros y exacerbaciones, se nos pedan pruebas que, por otra parte, habran
resultado absolutamente irrelevantes e innecesarias, porque bastaba con recorrer las provincias
para evidenciar la ausencia de fauna silvestre y bastaba recorrer los pueblos para comprobar el
altsimo porcentaje de nios nacidos con deformaciones. Sin embargo y como si solo pudiera verselo que se quiere ver, se naturalizaban las consecuencias del modelo sojero y en algunos casos, en
mbitos urbanos, los expertos en trabajo social se preguntaban graciosa y de manera hipcrita por
la razn de los altsimos ndices de discapacitacin en la Argentina, sin poder hallar alguna
respuesta que los conformara
Nos convencimos que la sojizacin y los procesos biotecnolgicos y de extrema contaminacin que
la acompaaban, interpelaban de una manera inadmisible para el comn, su precaria conciencia
desolada de habitantes del pas campamento que haban elegido, al decir tanto de Hctor A.
Murena como de Rodolfo Kusch, la urbanizacin y los no lugares, como refugio para su crispada
necesidad de llegar a ser alguien. S, nos convencimos que no estbamos denunciando solamentelas consecuencias del modelo de los Agronegocios y de la Sojizacin transgnica compulsiva, sino
que estbamos exponiendo la irreparable colonialidad de un modo de ser argentino. Era sin dudas
eso lo que debamos revisar, nuestra propia existencia en Amrica, desde ese arraigo a la tierra
que habamos perdido o que no habamos logrado tener, hasta ese rostro comn y solapado del
mestizaje, un rostro que tal vez, no haba llegado la hora de exponer, tal como nos lo haba
enseado alguna vez Rofolfo Kusch y ahora el zapatismo en Chiapas.
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Hoy, cuando el mundo entero se conmueve por las atrocidades de la guerra qumica y cuando el
mayor esfuerzo internacional se destina a impedir el ataque norteamericano a Siria y
probablemente la guerra que ello pueda provocar y que alcanzara lmites insospechados,
nosotros queremos recordar que la Argentina, vive desde hace muchos aos, su propia y verncula
guerra qumica, con aproximadamente unos 300 millones de litros de txicos que son arrojados
cada ao sobre sus poblaciones y su territorio, con la aprobacin de la propia clase dirigente y con
el respaldo de Corporaciones como Monsanto y como Syngenta. En nombre del Progreso y del
Crecimiento, y para lograr cada vez mayores rindes en la agricultura y aumentar las exportaciones,
somos permanentemente bombardeados con venenos de todo tipo y a diferencia de los conflictos
blicos reconocidos, pareciera que, carecemos del reconocimiento mnimo que les cabe a las
vctimas que son objeto de los llamados daos colaterales en las guerras modernas.
Jorge E. Rulli
RELACIONADO:Argentina guerra qumica contra la poblacin. Juicio por fumigacin
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