NIÑ@S TRABAJADORES Protagonismo y Actoría Social
Al movimiento Nacional de NATs Organizados del Perú y al Movimiento Latinoamericano
y del Caribe de NATs por su coraje y dignidad en su lucha por «un trabajo digno y una legislación
que lo proteja y los valore»
INTRODUCCIÓN
Ciertamente que los últimos tres años han significado para los Niños, Niñas y Adolescentes
Trabajadores del mundo una remarcable oportunidad de que su vida, sus problemas, sus
luchas por la dignidad se den a conocer de forma más amplia y en foros de mayor impacto
en la opinión pública internacional y regional. Pero lo importante radica en que los NATs
se presentan a sí mismos corno sujetos sociales con actoría política, con organización
propia, con pensamiento y voz que empiezan a tener que ser tomados en cuenta.
Los NATs de la Región han celebrado en 1995 en Santa Cruz de la Sierra en Bolivia su IV
Encuentro de NATs de América Latina y el Caribe. Y este año ha tenido lugar en Lima el V
Encuentro así como el Primer Mundialito de NATs con la participación de Asia, África,
Europa y América Latina y el Caribe. En esta misma oportunidad se ha llevado a cabo el IV
Seminario Pedagógico de Educadores de Nats. Todo esto luego de haber tomado parte en la
reunión de Kundapur en India convocada por el Grupo Internacional del Trabajo Explotado
de los Niños, Niñas en noviembre de 1996. Más recientemente, en febrero de este año los
NATs tomaron parte de la reunión de Ministros de Trabajo convocada por la OIT en
Ámsterdam. En junio de este año invitados por la Universidad de Tornheim en Noruega los
NATs se hicieron presentes, habiendo recibido la invitación para la Conferencia
Internacional sobre Trabajo Infantil en octubre de 1997.
Todo ello llevó al IFEJANT a considerar la pertinencia de un nuevo curso a distancia y que
versara sobre los “Niños Trabajadores, Protagonismo y Actoría Social”, contando con la
anuencia del Movimiento Nacional de Nats Organizados de Perú (MNNATSOP)
Se trata de un curso en dos Módulos. En su elaboración han participado miembros del
“Consorcio NATS-Infancia Perú, Solidaridad y Protagonismo” convocado y dirigido por el
MNNATSOP, También han colaborado destacados profesionales que han trabajado largos
años con NATs en nuestra Región. A todos ellos el IFEJANT agradece sus aportes y en
particular su testimonio de coherencia en el servicio a los NATs de América Latina y el
Caribe.
Abrigamos la esperanza de que este curso contribuya a que los educadores/colaboradores
de Nats renovemos no sólo nuestros referentes conceptuales, sino las razones profundas de
nuestra opción por ellos, nuestro empeño por prepararnos cada vez mejor para que nuestra
solidaridad comparta y se nutra de calidad. Asumir a los NATs como protagonistas con
actoría social, implica la exigente apuesta por redefinir permanentemente nuestro propio
protagonismo como adultos, como colaboradores.
Elvira Figueroa Sempértegui
Coordinadora
IFEJANT
PRIMERA PARTE
LOS NATs ORGANIZADOS:
UNA PORCIÓN EMBLEMÁTICA DE
LA INFANCIA
El objetivo de los capítulos que siguen es tener una visión general de los procesos y
orientaciones de los NATs organizados en América Latina y el Caribe. Para ello se
presenta un primer ensayo de Alejandro Cussiánovich que ofrece una reconstrucción
narrativa pero también críticamente reflexionada sobre el itinerario de la progresiva
manifestación del protagonismo social de los NATs m el continente. Luego se encuentra un
escrito de Manfred Liebel que intenta profundizar el sentido auténtico, de la emergencia de
este protagonismo, asumido tanto en su riqueza y potencialidad, así como en su
problematicidad y en los retos que enfrenta también con relación a la hostilidad de
distintas instancias institucionales. En fin, Andrés Sanz nos ilustra el horizonte nuevo que
recién se está abriendo, es decir el de una proyección internacional del protagonismo de
los NATs a nivel mundial.
CAPÍTULO I
DEL OLVIDO A UNA EMERGENTE VISIBILIDAD
SOCIAL DE LA ORGANIZACIÓN DE LOS NATS EN
AMÉRICA LATINA por: Alejandro Cussiánovich
Este capítulo pretende entregarnos un panorama amplio tanto del punto de vista histórico
como desde un primer balance analítico de lo que puede significar hablar de los NATs y de
su experiencia de organización en nuestra Región.
En efecto, consideramos que los NATs organizados, se vienen levantando como una
porción emblemática, vale decir, altamente evocadora e inspiradora del conjunto de la
infancia. Decimos porción porque si bien los NATs en el mundo y en la Región representan
cuantitativamente un volumen poblacional de consideración, su fuerza emblemática y
significación simbólica les viene no del número, sino de la ubicación social, de su
articulación al sistema económico, de su status social y cultural; pero fundamentalmente,
les viene, por contraste, por lo que ellos representan como negación y simultáneamente por
lo que ellos expresan como aspiración, como proyecto de vida, de sociedad.
Nuestra referencia es la de los NATs organizados y organizándose, es decir construyendo
sus herramientas de representación social, o como hoy suele decirse, de ciudadanía Más
precisamente, los instrumentos de su protagonismo social. La mera existencia de NATs
sueltos, como conglomerado, sin restarte mérito alguno, no constituyen ni para el
imaginario social, ni para el desarrollo de una cultura de infancia desde una nueva asunción
de los NATs como sujetos sociales, un factor de transformación.
La historia lo confirma, toda vez que, en gruesos sectores, la dominante siga siendo la
visión y actitud de compasión, en los casos más benignos, o la de la satanización, en los de
mayor agresividad simbólica, verbal y conceptual.
LOS NATS: PRESENTES... PERO IGNORADOS
Tradicionalmente en las sociedades predominantemente rurales, en economías campesinas
así como en las comunidades nativas de regiones y territorios amazónicos o de vegetación
tropical en general, los niñ@s participan desde muy temprana edad en las faenas de trabajo
de la familia o de la comunidad. Podemos decir, que se trata de niñ@s trabajadores aunque
no se les suela llamar así y ni el hacerlo, pudiera tener para ellos, el mismo significado
social e incluso económico que en el mundo urbano normalmente se le asigna. En efecto,
podemos recordar cómo hay sociedades que no tienen un concepto específico de trabajo
correspondiente al que hoy manejamos con cierta facilidad en el mundo occidental y
urbano.
Ciertamente sería una contradicción afirmar que dicha participación de niñ@s en la
reproducción de la vida en sus núcleos sociales, es algo a lo que la colectividad no le preste
valor alguno Sin embargo, en general no se ha sentido la necesidad de explicitar de forma
más sistemática y pública y en los términos en los que normalmente en las sociedades
urbanas se suele hacer, el valor político, la significación social y cultural del trabajo de los
niñ@s Podría decirse que esto, sin ser privativo de las sociedades rurales, puede expresarse
en el hecho de que normalmente los mismos niños del campo no se llaman a sí mismos
“niñ@s trabajadores”, hecho incluso cultural, que por otras razones se ha dado en las
sociedades occidentales también urbanas.
Esto significa que la cuestión del trabajo infantil ha constituido un tema intermitentemente
presente en la opinión pública, en las iniciativas caritativas y de atención. Sin embargo, en
nuestra región no conocemos que gobiernos y académicos hayan tomado distancia
significativa de las reflexiones, prácticas e incluso legislaciones vigentes en países del
norte.
a. Olvido en las historias de la infancia
En los ensayos de historia de la infancia, no se destaca de manera específica, a nuestro
entender, a los niñ@s trabajadores. En general aparecen como parte de los “menores”, de
los niños hijos de la pobreza, como parte de los niños peligrosos o “ad portas de la
delincuencia”,
Los estudios sobre historia del trabajo infantil a lo largo de este siglo en los países
industrializados, son por demás abundantes aunque muy fragmentados, en el sentido de que
carecemos de historias de aliento más global. Podemos decir que son más bien una
colección de testimonios a cual más dramático, más que una visión de conjunto y
periodificada en concordancia con procesos económicos, sociales y políticos en los que se
haya venido dando el fenómeno.
Recientemente se vienen intentando historias del trabajo infantil en países como en
Inglaterra para el siglo pasado, en Francia desde el siglo XIX y los inicios del presente siglo
XX, o en Italia durante los últimos doscientos años. Pero lo que queremos remarcar es el
hecho que en los estudios sobre infancia, poco es lo que encontramos que se haya hecho
para analizar el fenómeno del trabajo infantil como un hecho que permite una visión crítica
de las representaciones sociales dominantes de la infancia. Muy por el contrario, pareciera
que los niñ@s trabajadores han contribuido más bien a reforzar el contraste con una visión
ideológica del niño ideal y por lo tanto a incidir en una visión, que algunos han llamado
bacteriológica, de los niñ@s trabajadores cristaleros en el siglo XIX y XX en Chile.
b. Los Congresos Panamericanos del Niño y los NATs
Los Congresos Panamericanos del Niño a lo largo de este siglo, representan un privilegiado
indicador de cómo las representaciones oficiales de los gobiernos de nuestros países han
visualizado a la infancia, con qué presupuestos ideológicos, científicos, teóricos han
elaborado sus análisis y qué tipo de acciones han propuesto.
Es evidente que se trata de un punto de vista que no obligatoriamente representa el sentir de
otras posiciones, de experiencias y de debates que el oficialismo gubernamental no ha
recogido.
En el estudio más completo que hasta la fecha se conoce de la historia de dichos Congresos,
de su itinerario temático, de sus enfoques conceptuales y prácticos -elaborado por un
equipo de investigadores para el Instituto Interamericano del Niño podemos constatar que
los niñ@s trabajadores urbanos son, comparativamente, apenas enunciados y los del campo
están subsumidos en temas generales como la salud, la higiene, la mejora de la raza, los
niños indígenas, etc. Además, los niñ@s del mundo rural son abordados más como niñ@s
golpeados por el analfabetismo, la pobreza y el descuido de las políticas sociales, más que
como trabajadores del campo y, con frecuencia, sobre ellos recae además la discriminación
social o se les hace objeto de las políticas de mejora de la raza.
Sin embargo, en los primeros congresos se irán perfilando las características del niño ideal.
Entre éstas se anota que el niño deberá ser trabajador y esforzado, y que la escuela "debe
formar desde temprano en el alma juvenil el horror a la mendicidad y el concepto de la
dignidad del trabajo". Pero esto no significó tocar el tema de los niñ@s que trabajan, sino
de los que se preparaban para algún día trabajar. No obstante en 1919, sí se había tocado el
tema del niño trabajador o más precisamente, del niño obrero al abordar el tema de la
familia obrera. Se acordó, además que la jornada de trabajo de los menores de 19 años
debía ser de seis horas, prohibiéndose la venta callejera y el trabajo nocturno hasta la
misma edad, quedando prohibido el trabajo asalariado a los menores de 15 años. Luego en
algunos países se rebajaría la edad a doce y catorce años. Tenemos que recordar que ese
mismo año se crea la OIT y se dan las primeras leyes sobre trabajo de menores. Contexto
de post guerra en el que organizaciones como los Save the Children o Radda Barnen inician
una real cruzada por los derechos de la infancia que logrará en 1924 la dación de la llamada
Declaración de Ginebra.
El último Congreso celebrado en San José de Costa Rica en 1993, tiene una moción en la
que se resuelve que el Instituto Interamericano del Niño colabore y coopere, con asesoría y
estudios, con los programas de los Niños de la Calle y de los Niños Trabajadores en los
países de la región.
Consideramos que las circunstancias que rodean dicho Congreso, no permitieron que un
tema que ya ocupaba entonces la agenda social a nivel internacional, dejara de ser
tangencialmente abordado.
NATS:
EMERGENTE VISIBILIDAD SOCIAL Y ORGANIZACIÓN
En muchos de los países de la Región a fines de los 60 e inicios de los 70, se hicieron
importantes estudios sobre los niños trabajadores del mundo urbano. Destaca la labor del
Infa de Ecuador, así como diagnósticos y acciones en favor de los Gamines en Colombia.
Diez años después que en Perú, en Brasil surgirá el Movimiento en favor de los Meninos/as
de la calle.
Podemos ver que en nuestra Región, hay dos vertientes en los orígenes de los procesos
organizativos de NATs. Por un lado experiencias como la de MANTHOC desde
movimientos populares y la de otros países en que las iniciativas son de ONGs e
instituciones como iglesias. Desde la experiencia organizativa, consideramos pertinente
recoger la experiencia de Perú que se inicia en ese período.
1. Veintiún años organizando la esperanza de los NATs
Cuando en octubre de 1976 los militantes de la Juventud Obrera Cristiana despedidos de
sus centros de trabajo al ampara del DL 010 se preguntan por el futuro de los jóvenes del
mundo popular y del trabajo, llegan a la convicción que era necesario iniciar una labor de
organización de los niños/as y adolescentes trabajadores. Era previsible esperar una
juventud que por su falta de experiencia laboral o de participación en la organización
sindical, tendería a la inmovilización social, a la desafección por la política, a la
indiferencia o incomprensión de las luchas populares. En aquel entonces la extensión de la
droga entre los jóvenes de sectores populares no se percibía como un fenómeno masivo y
alarmante, tampoco la violencia armada se presentaba corno un horizonte cercano. Hacían
apenas unas semanas del asesinato de la dirigenta sindical Aurora Vivar y del dirigente
campesino Mario Pimentel. En un contexto de represión sobre las organizaciones
populares, se inicia una experiencia que en marzo de 1979 los mismos NATs decidieron
llamar MANTHOC, movimiento cristiano de adolescentes y niños trabajadores hijos de
obreros.
Sin embargo no se trataba de un simple acuerdo. Los jóvenes señalaron los siguientes
criterios o principios que debían guiar la concreción de la apuesta:
1. La organización no deberá ser el apéndice o la sección infantil de ninguna otra
organización, ni de jóvenes ni de adultos. Esto es lo que se reconocería luego como el
principio de autonomía orgánica.
2. La organización debe ser dirigida y representada por los mismos NATs, enunciándose
así el principio del protagonismo.
3. La organización tiene su razón de ser en la medida que su acción se mantenga abierta y
orientada hacia el conjunto de NATs.
4. La organización tendrá una vocación y dimensión nacional e internacional.
5. Más que aplicar el método con el que se trabaja con jóvenes, se deberá pensar y crear
una pedagogía que desde los NATs se adecue a ellos.
Tenemos que reconocer que nuestra falta de experiencia, la carencia en el país e incluso en
el continente de experiencias de referencia, hicieron que los dos primeros años fueran un
fracaso. Pero de ello se aprendió y la voluntad de los jóvenes no se doblegó. Es en el marco
de la huelga de hambre de obreros que se iniciara el 28 de Enero de 1978 con la toma del
templo de Santo Domingo, que la solidaridad de las comunidades cristianas del cono Sur de
Lima, permitió el encuentro con Jóvenes trabajadores Catequistas en sus parroquias y cuyos
niños y niñas eran mayoritariamente trabajadores.
Podemos decir que en el Perú la iniciativa de organización de los NATs nace de quienes en
su propia infancia fueron niños y niñas trabajadores, que vivieron las dificultades del
trabajo y la exigencia del estudio, que supieron de largas jornadas de trabajo en casa, en la
familia, en las calles, en los buses, en la chacra, en el cuidado de animales sea de perros
finos en las familias, sea de ganado huaccho en las alturas. La valoración crítica de la
propia condición de trabajador no es el discurso ideologizado de quienes no conocieron ni
pasaron personalmente por esas experiencias, ni un discurso fácilmente idealizador de una
de las cuestiones sociales más lacerantes de fines de siglo. Esos jóvenes trabajadores
afirmaron su dignidad precisamente porque eran plenamente conscientes de su negación
cotidiana, afirmación no sólo expresión de un reflejo espontáneo, sino resultado de una
paciente e inteligente labor de reflexión en sus organizaciones.
2. Paciencia o persistencia histórica.
Si bien los inicios fueron lentos y sin mayores éxitos, la experiencia fue afianzándose en
Lima y en provincias como Chimbote, Pucallpa, Ilo, Trujillo, etc.
Es apenas en 1986 que los NATs del MANTHOC deciden elegir su primera coordinación
de delegados nacionales. Diez años fueron necesarios para que se fuera haciendo realidad
asumida por los NATs el principio de contar con una organización “en las manos de los
niños/as” en expresión de una niña trabajadora de Pucallpa. El desarrollo del protagonismo
es tarea larga y delicada que presupone el respeto máximo de los procesos de los NATs
para reconocerse como tales y dotarse de las herramientas que lo hagan visible, vivible y
viable.
Ese mismo año en 1986 el MANTHOC apertura en el mercado de Ciudad de Dios al sur de
la capital, el Primer Programa Educativo para NATs, experiencia que se ha ido extendiendo
a otras regiones. Y el primero de mayo de 1986, el MANTHOC adquiere y abre su primera
Casa del NAT en Villa María del Triunfo con servicio de comedor, biblioteca y acogida. Se
habla trabajado durante diez años para consolidar la organización de NATs y ésta estaba en
condiciones de brindar, por iniciativa propia, la atención que estaba a su alcance, a ciertas
necesidades de los NATs de la zona. En 1988 y 89 se abrirían otras casas del NAT en
Yerbateros, Pucallpa, Ayaviri. Se trata de herramientas al servicio de los NATs y no al
servicio del movimiento. Así se iba dando forma concreta, aunque parcial, al principio de
apertura a la masa de NATs.
Pero han sido necesarios veinte años para llegar a una organización nacional de NATs del
Perú que no fuera creación burocrática y apurada. En efecto, el 21 de marzo de 1996, en el
multitudinario VI Encuentro Nacional de Organizaciones de NATs celebrado en Huampaní
con la participación de 1,000 delegados de más de treinta organizaciones de NATs, éstos
decidieron constituirse en el Movimiento Nacional de NATs Organizados del Perú, con una
orientación y plataforma en común, nombrando a sus once delegados nacionales. El
MANTHOC considera que este paso se encamina a dar concreción a la apuesta de los
inicios en 1976, de llegar realmente a ser una organización autónoma, con representación
nacional y capacidad de interlocución en la sociedad y ante el Estado. Veinte años de labor
para poder ahora empezar a trabajar a este nuevo nivel y dimensión.
Pero debe subrayarse que hoy existen no sólo treinta, sino muchas más iniciativas con
NATs a lo largo y ancho del país, aunque de muy desiguales, y hasta opuestas,
orientaciones.
3. Niñas y Adolescentes trabajadoras.
En el MANTHOC siempre se ha trabajado con grupos de niños y niñas trabajadores,
poniendo de relieve que es así como normalmente trabajan en las calle. Sin embargo, la
cuestión de género fue permanentemente una dimensión presente en la identificación de
problemas y de potencialidades en la organización. La experiencia demostró que las niñas
tenían más dificultades que los varones para obtener permisos y confianza para salir de
casa, viajar a provincias para extender el movimiento, pernoctar fuera del hogar, etc. Con
frecuencia de dos o tres hermanos miembros del movimiento, las niñas solían tener que
soportar mayores exigencias o presiones para quedarse en casa y los varones no siempre se
mostraron dispuestos a darles el relevo.
En la primera coordinación de delegados nacionales elegida en agosto de 1986, uno de los
criterios que se establecieron fue la designación de un varón y de una mujer por región. Si
bien este criterio podía aparecer como muy mecánico, se consideró que en el contexto
cultural de la relación niños/as era necesario establecerlo como norma, precisamente para
quebrar en el imaginario machista de los varones los prejuicios discriminatorios de la niña
POR SER MUJER. Los NATs, si bien conviven cotidianamente varones y mujeres, esto no
significa que se haya superado en ellos espontáneamente o por el sólo hecho de ser
trabajadores, la cultura machista y patriarcal dominantes. Diez años después, el criterio
inicial se ha flexibilizado, designándose delegados a quienes se juzgue que tienen las
condiciones, sea varón o mujer. Nuestra experiencia muestra, por ejemplo, que en algunas
regiones, no han encontrado compañeros varones idóneos para ser delegados nacionales y
sus representantes son mujeres por ser idóneas. Nos hemos encontrado con regiones en las
que el MANTHOC era sólo de varones. A nivel nacional surgieron reflexiones en torno a
este fenómeno que se percibía como extraño, pero más básicamente como empobrecedor.
Hoy, en las 17 provincias el movimiento está conformado por bases mixtas.
Una de las preocupaciones mayores a la que no se logra aún dar respuesta satisfactoria, es
el caso de los menores de edad en el servicio doméstico.
4. Diversidad de acciones, un mismo paradigma.
La convicción y la voluntad de ayudar solidariamente a los demás llevó al MANTHOC a
una serie de acciones, desde aquellas que podrían por su apariencia parecer como las más
asistenciales, como hacer una rifa para comprar un par de zapatos a un compañero para que
no abandone la escuela, hasta el luchar durante 20 años para obtener junto con otras 30
organizaciones, dar inicio al MOVIMIENTO NACIONAL de NATs ORGANIZADOS
DEL PERU.
Para los NATs dar respuesta cabal a una situación, a un problema o concretar una
aspiración o derecho, hace creíble sus discursos, sin caer en un chato pragmatismo que en
la práctica termina justificando todo con tal de que “se haga algo”.
Hoy el MANTHOC desarrolla un programa de acción con NATs en los cuatro conos de
Lima, en Pucallpa, en Cajamarca, Chiclayo y que apunta a concretar seguridad social,
educación, trabajo y organización en concordancia con lo estipulado en el Código de los
Niños y Adolescentes. Este programa tiene además proyecciones en Piura, Ica y se prevé su
extensión a nuevas regiones.
Se está elaborando una propuesta de reglamentación para el seguro social y ya está en
marcha el fondo de crédito para NATs.
El MANTHOC ha elaborado a partir de la experiencia de¡ Programa Educativo de Ciudad
de Dios una Propuesta Curricular Diversificable desde los NATs. Se trata de una propuesta
educativa que desborda lo específico de los NATs toda vez que constituye un ejercicio para
repensar la educación peruana.
En cuanto a organización, se viene promoviendo desde 1988 los Encuentros
Latinoamericanos y del Caribe de Organizaciones de NATs, habiéndose fijado, en el IV
Encuentro celebrado en mayo 1995 en Santa Cruz, la sede en Quito del V Encuentro para
1997, pero que finalmente se llevó a cabo en Lima. El MANTHOC formé parte junto con el
Movimiento de Meninos y Meninas de Rua de Brasil, Enda de Senegal y Bihma Sanga de
la India, de los organizadores del Encuentro Intercontinental de NATs previsto para octubre
de 1996 en Dakar.
Pero todas estas acciones encuentran en la promoción del protagonismo organizado de los
NATs, su eje articulante y su propuesta central. La promoción del protagonismo sale al
encuentro de paradigmas anclados aún en la mera protección del niño, niña y obliga a
reformular la cultura del adulto, la relación asimétrica infancia-adulto que en el paradigma
de la protección tiende a permanecer intocada.
La promoción del protagonismo organizado de los NATs tiene como premisa insoslayable
la valoración crítica del trabajo de los NATs.
El MANTHOC asigna además un valor instrumental estratégico a la organización propia de
los NATs como herramienta de prevención, protección, promoción, participación y de
ejercicio de representación e interlocución protagónica de los NATs en la sociedad y ante el
Estado.
Si bien la Convención Internacional de los derechos del Niño asume la doctrina de la
protección integral como el nuevo paradigma de la infancia, los movimientos sociales de
NATs en toda la Región son portadores de una visión y de una posición que recogen los
gérmenes de la búsqueda de un protagonismo social. En esta perspectiva viene trabajando
el MANTHOC en sus 21 años de vida.
REFLEXIONES NECESARIAS
Veintiún años son buena ocasión para evaluar los aciertos y desaciertos de una marcha
apasionante. Sabemos de las grandes carencias en la formación de los colaboradores que
trabajan con NATs, con frecuencia proporcionales al empeño y generosidad con las que se
entregan. Este es quizá uno de los desafíos más exigentes para el futuro próximo de los
movimientos de NATs en la Región.
Los niñ@s y adolescentes dejan de ser tales en breves años. La memoria histórica de las
experiencias es un factor determinante para asegurar continuidad y renovación en los
movimientos. El riesgo mayor está en que por lo general el mayor ciclo vital de
permanencia en las organizaciones de niños corresponde a los educadores adultos y no
siempre se mantiene la flexibilidad e inquietud necesarias para innovar.
La cuestión del protagonismo infantil constituye hoy una especie de llave maestra para
abrir la caja fuerte de ciertas agencias de cooperación, banalizándose así un concepto y una
práctica que hacen del protagonismo una finta de ejercicio de poder, de iniciativa
sacrificando la calidad o excelencia de lo que se hace. Por otro lado el protagonismo, que es
un derecho de todo individuo y sociedad, en el caso de los niños aparece como una
concesión del mundo adulto. En la experiencia del MANTHOC hacemos cotidianamente el
ejercicio, con frecuencia difícil, de articular el protagonismo de los NATs y el
protagonismo de los Colaboradores.
La valoración crítica del trabajo infantil, nos coloca ante el imperativo de luchar por la
transformación de las condiciones actuales de trabajo y la protección del NAT ante las
mismas. Los NATs viven a diario la tensión entre el goce de un derecho humano como es el
trabajar y el ejercicio del mismo en las actuales estructuras y condiciones.
Al iniciar su tercera década de vida, el MANTHOC se encamina con las demás
organizaciones de NATs del Perú a encarar los retos del nuevo siglo, con dignidad y
exigidos a asumir la necesidad de lograr un nivel óptimo de formación y capacitación.
Lo que constituye una novedad sin precedentes en la historia de la infancia trabajadora del
Continente es que los NATs cierran este siglo intentando hacer oír sus voces y
porfiadamente apuntando a ser realmente sujetos sociales, actores en la definición de lo que
concierna al conjunto de la infancia y de nuestros países.
Por todo ello bien podemos afirmar, sin demagogias fáciles, que los NATs están
construyendo y organizando la esperanza de nuestros pueblos.
CENTRO AMÉRICA:
UN PROCESO ININTERRUMPIDO Y ESFORZADO
El contexto político, económico, social y cultura] de los países centroamericanos y
caribeños en particular los que han conocido desde décadas la guerra, los bloqueos y sus
secuelas, explica no sólo lo cuantitativamente significativo del fenómeno de NATs, sino la
imaginación y tenacidad con la que desde una década se vienen organizando los NATs y
quienes en su favor han levantado propuestas y experiencias de trabajo con ellos y ellas.
Manfred Liebel nos entrega esta reseña.
a) Historia y perspectivas del movimiento regional
El Movimiento Regional surgió en el año del990 bajo el nombre “Movimiento Regional
Centroamericano, México y Panamá de Solidaridad por los Derechos de los Niños, Niñas
Trabajadores y/o de la calle”. Ya en 1986 se habían establecido relaciones por parte del
movimiento de Perú con Guatemala, Costa Rica, Panamá. En 1988 una adolescente
delegada nacional del Manthoc y una colaboradora visitaron Nicaragua, Guatemala, Costa
Rica y Panamá, a fin de preparar el 11 Encuentro Latinoamericano y del Caribe a celebrarse
en Buenos Aires en Abril de 1990.
Desde el año 1995 lleva el nombre “Movimiento Regional de Niños, Niñas y Adolescentes
Trabajadores del Istmo Centroamericano, México y el Caribe”.
El cambio del nombre señala que:
a. Está transformándose de un movimiento de adultos en solidaridad con los niños y niñas
a un movimiento de niños y niñas.
b. Está ampliándose hacia los países del caribe.
Desde el inicio participan los Movimientos Nacionales de los siguientes países: México,
Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica.
Temporalmente participaron: Panamá y Belice. Actualmente están integrándose los países
caribeños. Ya en 1990 participaron en Buenos Aires delegados de Haití y en 1995
delegados de Cuba y República Dominicana lo hicieron en Santa Cruz, Bolivia en ocasión
del IV Encuentro.
La historia del Movimiento se refleja en los Encuentros Regionales. El I Encuentro
Regional se realizó en los meses de marzo y abril del año 1990 en Guatemala. Su objetivo
principal fue: Establecer una comunicación entre los niños/as trabajadores y/o de la calle
a nivel regional para resolver los problemas. El Encuentro fue realizado bajo el lema: “Por
una organización solidaria de los niños/niñas”.
A pesar del lema el Encuentro no fue un encuentro en manos de niños, sino básicamente un
encuentro de instituciones con presencia de algunos educadores y niños. En efecto, no
hubo elección y preparación de niños, ni de educadores, sino solamente de directores de
ONGs y en el caso de Nicaragua de una Institución estatal.
El II Encuentro Regional se realizó en Septiembre del año 1991 en Costa Rica, bajo el
nombre “Encuentro de niñas y niños trabajadores que viven en la calle y la comunidad”, así
señalando la unidad de los entonces llamados niños trabajadores y niños de la calle. El
Encuentro fue preparado exclusivamente por educadores por lo cual se trató más bien de un
Encuentro de educadores con niños.
En el Encuentro se desarrolló una metodología muy participativa que permitió a los niños
expresarse libremente y desarrollar su identidad como niños/as trabajadores. Hubo
momentos como el de la conferencia de prensa en el que los niños manifestaron su
protagonismo. Era la primera vez que se concluyó con el propósito de “Propiciar la
organización autónoma de las niñas y niños”.
Cuando se realizó el II Encuentro ya existía en Nicaragua un Movimiento de educadores en
solidaridad con los derechos del niño, inspirado por el I Encuentro de Guatemala. El
propósito de propiciar la organización autónoma de niños trabajadores dio un impulso
significativo al Movimiento de Nicaragua para avanzar en ese sentido. Sin embargo no
todos los educadores e instituciones del país, en ese momento, estuvieron de acuerdo.
El III Encuentro Regional se realizó en octubre de 1992 en Nicaragua. Fue la primera vez
que un encuentro fue conducido por adolescentes facilitadores, previamente preparados en
reuniones de capacitación, lo que permite caracterizarlo como Encuentro de niños con
educadores,
El protagonismo de los niños/as adolescentes en el Encuentro reflejó los avances de la
organización infantil en la Región y especialmente en Nicaragua donde se había formado el
Movimiento de Niños y Niñas y Adolescentes Trabajadores en el mes de junio del año
1992, en ocasión el I Encuentro Nacional.
Al finalizar el III Encuentro Regional los participantes elaboraron un ambicioso plan de
trabajo para cada país poniendo énfasis en la promoción de movimientos infantiles y el
reclamo de una vida digna y justa de los niños y niñas trabajadores.
Es necesario recordar que entre los encuentros y en particular después del III Encuentro
Regional no se logró realizar actividades en conjunto, orientadas en conformidad con los
planes de trabajo elaborados en los encuentros. No se logró conformidad con una
comunicación permanente entre movimientos nacionales, ni realizar procesos de
capacitación a nivel regional. Pero los encuentros motivaron los esfuerzos en algunos
países por avanzar en la reflexión sobre el protagonismo y la organización infantil y el
papel de los educadores frente al reto de promover movimientos dirigidos por los niños/as
mismos.
b. Una nueva etapa en el movimiento regional
Desde el III Encuentro Regional se realizaron 3 reuniones de trabajo en las cuales
participaron niños/as y educadores/as de México y la mayoría de los países
centroamericanos. En estas reuniones se logró acuerdos sobre la estructura, los objetivos, la
misión y las políticas de participación, representación y financieras.
Los niñ@s y adulto@s de México, Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa
Rica expresaron la necesidad de conformar una organización en la que los protagonistas
sean los mismos niños dado que ellos son los que sufren más directamente las
consecuencias de las políticas neoliberales de nuestros gobiernos como son:
- Alto índice de mortalidad infantil
- Aumento del nivel de analfabetismo.
- Explotación indiscriminada a los niños y niñas que trabajan
- Maltrato y abuso con los niños y niñas trabajadoras.
Ellos y ellas concluyeron, en que, lo que menos se cumple es con la Convención (aprobada
por nuestros gobiernos) sobre los derechos de los niños, niñas y adolescentes.
En la reunión realizada del 21 al 28 de Octubre de 1995 en costa Rica se definió la misión
así:
- Lograr el protagonismo en niñas, niños y adolescentes trabajadores en el desarrollo de
su propio movimiento, a fin de que sean reconocidos como un sector social y que
aporten a la construcción de una sociedad más justa y democrática.
En esta misma reunión, se acordó realizar el IV Encuentro Regional con el siguiente
objetivo general:
- Desarrollar un proceso de reflexión y de debate sobre el trabajo infantil que abarque a
los niños, niñas y adolescentes trabajadores organizados de cada país de la región y que
permita homogeneizar una concepción y definir una respuesta como Movimiento
Regional.
Los objetivos específicos que se pretendían alcanzar son:
1. Profundizar el debate sobre el tema del trabajo infantil
- Realizar un auto-diagnóstico de las causas y condiciones reales y deseadas del trabajo
infantil.
- Determinar si el trabajo infantil juega un rol en la defensa de los derechos del niño y la
niña.
- Identificar los elementos componentes del trabajo y su dinámica interna.
2. Extraer conclusiones consensuadas que permitan definir una actitud como Movimiento
regional de cara al debate sobre el trabajo infantil.
3. Definir líneas de acción a nivel regional a tomar organizadamente en base a las
conclusiones alcanzadas.
4. Divulgar, promover y defender los derechos de los niños, niñas y adolescentes
trabajadores.
5. Generar integración, intercambio y socialización entre los niños, niñas y adolescentes de
la región.
6. Fortalecer el Movimiento regional.
El Encuentro Regional se realizó del 11 al 17 de julio de 1996, en Managua capital de
Nicaragua. Llegaron delegados y delegadas de Costa Rica, Guatemala, Hondura y
Nicaragua. Todos vinieron bien preparados después de realizar previamente talleres y
consultas sobre el tema principal del Encuentro: ¿”Trabajo infantil: Derecho o
Explotación”?
Desde México sólo llegó el representante de una ONG, como observador. No llegaron
delegados de El Salvador, por problemas de comunicación entre ONGs del mismo país. Los
países invitados del Caribe, Cuba, República Dominicana, Haití y Puerto Rico no
respondieron, posiblemente no enviaron delegados por falta de recursos para el pasaje. Con
los países de Panamá y Belice hubo problemas de comunicación ya antes del encuentro.
En los países que enviaron delegados u observadores, los movimientos nacionales se
encuentran en un proceso de reconceptualización y reorganización. Con excepción de
Nicaragua, hubo pocos avances en formar un Movimiento propio de los niños y niñas, pero
avanzó en el debate sobre el protagonismo infantil y la comunicación entre los NATRAS y
educadores afiliados a diferentes ONGs. En Honduras, Guatemala y Costa Rica se logró
realizar varios talleres de reflexión y encuentros a nivel local y nacional. En México hay
esfuerzos de formar organizaciones regionales de NATRAS en algunos Estados federales y
la capital.
Los obstáculos más grandes que enfrentan en la mayoría de los países de Centro América
son los celos y falta de colaboración entre las ONGs en promover el protagonismo de los
NATRAS y darles el estímulo y apoyo necesario para avanzar y dar continuidad a su
proceso de organización. Además faltan recursos para establecer una comunicación fluida y
encuentros de NATRAS y educadores de diferentes organismos. Estas reflexiones muestran
bien los procesos de organización de NATs - NATRAS, no sólo las dificultades, sino
también la forma de irlos resolviendo cuando se tiene claro hacia dónde se encamina el
esfuerzo por organizarse de los NATs - NATRAS y de sus colaboradores.
CONO SUR: LA CUENCA DEL PLATA VALE ORO
Argentina representa desde el punto de vista de la preocupación por la infancia un país
pionero en las políticas sociales, en particular lo que a educación y recreación se refiere. El
fenómeno de los NATs no es nuevo. En el campo de los niños/as han participado
secularmente y lo siguen haciendo. Quizá la novedad mayor y preocupante debe verse en el
largo ciclo de deterioro de las condiciones de vida, luego de haber sido un país
extensamente agraciado en recursos naturales y con una economía que le mereció ser un
país moderno e industrialmente avanzado.
Uruguay que hasta la década del 60 presentaba diferencias con los restantes países de
América Latina por su alto grado de urbanización, cobertura de salud, niveles de
alfabetización, etc. empieza, por los ajustes estructurales, a ver cómo repercute la crisis en
la infancia, se deterioran las condiciones sociales generales, disminuye la calidad de los
servicios y de las políticas sociales y se recortan los programas y políticas concretas
orientadas a la infancia.
Paraguay, de reciente entrada en las democracias constitucionales luego de un interminable
invierno político marcado por el autoritarismo, hasta finalizado 1995, poco o nada había
avanzado en relación a políticas dirigidas a la niñez. Hoy en Asunción, la capital, hay unos
26 mil NATs trabajando en las calles. Ha crecido el número de entidades privadas que han
abierto programas de atención. Experiencias como la de Callescuela y otras conforman una
amplia coordinación en favor de los derechos de los niñ@s en particular de los trabajadores
y en situación de calle.
Hoy en la región del cono sur, en especial en Argentina el fenómeno de migración interna a
grandes polos urbanos y de migrantes de países vecinos, a diferencia del siglo pasado e
inicios del presente en que la migración europea fue muy intensa, sigue siendo preocupante.
El problema de los NATs y de chicos de la calle ha cobrado en los últimos 30 años una
impresionante significación. Pero también las ciudades son el escenario de un crecimiento
de instituciones, programas, hogares, tanto por iniciativa de la sociedad civil como desde
instancias del Estado.
Los NATs de Avellaneda, Casa Pelota de Trapo participaron en el Primer Encuentro
latinoamericano de NATs en 1988 en Lima. Ellos son los promotores del Movimiento
Chicos del Pueblo y de la Revista «Pibes». Y Buenos Aires fue la sede del Segundo
Encuentro con una amplia participación de delegados de toda la Región, en 1990.
En 1990 las organizaciones de niños trabajadores argentinos sostuvieron un Congreso con
la CGT.
Más recientemente, en 1992 participaron en Guatemala al III Encuentro de NATs e
igualmente en 1995 al IV Encuentro de Santa Cruz Bolivia.
Actualmente se ha conformado el Movimiento Regional del Cono Sur con la activa
participación de Paraguay y Uruguay. En setiembre de 1996 se llevó a cabo el Primer
Encuentro de NATs de la Cuenca del Plata y el II Seminario de Educadores, ambos en
Buenos Aires. Córdoba ha sido sede de un nuevo encuentro nacional de NATs. Se estaba
concretando un paso importante del proyecto de la Región: la organización de los NATs
rioplatenses en procura y defensa de sus derechos como niños/as, adolescentes trabajadores.
EL MOVIMIENTO NACIONAL DE MENINOS Y
MENINAS DE RUA: LUCHA HEROICA
Las masacres de niñ@s de la cale en Brasil son el gesto que simboliza no sólo la
intolerancia social, la discriminación incluso racista, los estragos de un aparato estatal
humanitariamente deteriorado y de sectores de la sociedad deudores en la práctica, de la
indiferencia, la frialdad, el rechazo y hasta el temor frente a los niñ@s de sectores
empobrecidos y miserabilizados que se anidan en las culturas dominantes heredadas sobre
la infancia. Allí sin embargo se levantó el Movimiento de Menin@s como una conciencia
colectiva, activa y audaz para reivindicar la dignidad de la nación y el valor de la vida de
cada niñ@.
En 1986, por iniciativa de grupos e instituciones que desde años venían luchando por los
derechos de los millones de niños/as que en las ciudades como en el campo veían
conculcados sus más elementales derechos, se crea el Movimiento Nacional de Meninos y
Meninas de Rua. Se trata de una impresionante movilización de voluntades políticas en
todo el país en favor de estos niños y niñas. Sin que constituya demérito alguno, el
Movimiento de Menin@s es obra de ONGs, Iglesias, Organizaciones sociales. Tiene, en
este sentido un origen distinto. Por ello, consideramos que quizá más propio habría sido
llamarse movimiento en favor de los menin@s, pues sus representantes oficiales son
adultos.
Las intervenciones del movimiento han creado opinión internacional en favor de los niñ@s
de la calle más allá de las fronteras y acontecimientos estrictamente brasileros. Ya han
celebrado tres Encuentros Nacionales en Brasilia con una amplia convocatoria de impacto,
contando con la participación de delegados de otros países.
El Estatuto de las Crianzas y Adolescentes que movilizó amplios sectores poblacionales
incluidos los mismos niñ@s constituyó un referente obligado en la renovación de las
legislaciones de infancia en la Región.
El Movimiento, que comprensiblemente refleja la heterogeneidad propia de una cobertura
de las proporciones de un país como Brasil, cuenta además entre sus miembros, a
organizaciones y programas que se diferencian entre sí, como los grupos de la Pastoral do
Menor, proyectos de ONGs, etc.
Desde el punto de vista de su orientación en relación a los niñ@s trabajadores, por razones
legales y de principio, el movimiento se inscribe en las orientaciones de la OIT, del IPEC
con quienes además tiene un acuerdo pactado, incluyendo a la UNICEF y al Estado.
Actualmente el Movimiento cuenta con tres importantes Centros de Formación de
Educadores y recientemente se ha abierto otro en Río. A través de los mismos se realiza
una labor de información, capacitación y formación de amplio espectro.
CONSIDERACIONES
Se hace imprescindible que los educadores conozcan bien la historia de la organización de
los NATs en cada uno de nuestros países, Qué motivaciones, circunstancias, causas los
empujaron a organizarse; qué rol jugaron los educadores; qué impacto o influencia tuvieron
las experiencias de otros países; qué etapas jalonan su proceso, etc.
Una tarea que es permanente para los educadores, es el estudio, la profundización de la
realidad de los NATs en el propio país y en la Región. Sin información actualizada se corre
el riesgo de perder criticidad frente a lo que hacemos y a lo que pensamos. Esto entumece
la imaginación, reseca la creatividad y nos torna vulnerables ante los cuestionamientos que
se puedan hacer a nuestras prácticas y a nuestros argumentos. Esto no podemos dejarlo sólo
bajo la responsabilidad de los llamados expertos o académicos; es también tarea de los
educadores.
Para poder afirmar que nuestra opción por los NATs constituye una elección
epistemológica y una definición histórica por una porción emblemática de la infancia,
tenemos que desarrollar en la práctica la perspectiva más amplia que se abre desde los
NATs hacía el conjunto de los niñ@s. Si no se logra que los mismos NATs, sin ningún
atisbo de mesianismo, tomen conciencia y asuman desde su propio batallar como NATs su
responsabilidad frente al resto de niñ@s sin otra distinción que compartir con ellos las
condiciones de su clase de edad en una sociedad marcadamente adultocéntrica, los NATs
empobrecen su proyecto social, mutilan su mensaje humanizante, y comprometen
seriamente su representatividad en la sociedad y ante el Estado. Sin esta perspectiva, su
protagonismo carece de trascendencia política, cultural y ética.
CAPÍTULO II
NATs ORGANIZADOS Y DERECHOS
DE LA INFANCIA Por Manfred Liebel*
Cuando en el año 1976 nace el (MANTHOC) Movimiento de Adolescentes y Niños
Trabajadores Hijos de obreros Cristianos el primer movimiento de NATs
Latinoamericano, no se hablaba de derechos del niño con el énfasis con el que se haría
unos años más adelante. Aunque en muchos países que vivían bajo la presión de las
prácticas represivas de las dictaduras militares se exigía, de manera vehemente, el respeto a
los derechos humanos, como por ejemplo en la Argentina las Madres de la Plaza de Mayo.
Pero los niños no eran considerados aún como sujetos con derechos específicos. Esto
cambiaría recién a mitad de los años 80.
El segundo movimiento en favor de los niños nace bajo el nombre: Movimiento Nacional
de Meninos e Meninas da Rua (MNMMR) en Brasil en 1985. Este movimiento denuncia la
matanza y la opresión a los niños de la calle, prácticas heredadas de los regímenes militares
de entonces e insiste en el derecho de los niños a vivir y a ser respetados como ciudadanos.
En los años siguientes se forman otros movimientos también en otros países de
Latinoamérica, sobre todo en países del marco andino y en América Central. Desde 1988 se
da una coordinación internacional entre los movimientos (sobre la conformación de los
Movimientos infantiles: G. Schibotto 1993, Liebel 1994). A más tardar desde la aprobación * Texto traducido del alemán por Lorenzo Talaverano
de la Convención Internacional de los Derechos del Niño en el año 1989, todos los
movimientos invocan los derechos allí establecidos, pero también reclaman aquellos que no
fueron contenidos en la Convención, o también ponen en cuestión, la manera como
UNICEF, los gobiernos y las ONGs interpretan y asumen en la práctica esta Convención.
Trataremos el tema en base a tres preguntas:
1. ¿De qué se componen los elementos sustanciales de los movimientos infantiles?
2. ¿Qué significado tienen los derechos del niña en la praxis de los movimientos
infantiles?
3. ¿Qué preguntas plantean los movimientos infantiles para el debate actual sobre
derechos del niño y sobre qué aspectos ponen especial atención?
CARÁCTER DE LOS MOVIMIENTOS INFANTILES
Movimientos infantiles tal como lo entendemos son movimientos sociales, en los cuales los
niños dan la voz y donde son ellos los que tienen la última palabra. En el caso de grupos o
iniciativas de personas que se comprometen por los derechos de los niños no se debe hablar
de movimientos infantiles, sino de movimientos de derechos de los niños. Tampoco se
puede hablar de movimientos infantiles, cuando se le da a los niños la posibilidad de tener
influencia decisiva en determinados espacios con exclusivo objeto pedagógico (por
ejemplo, Los consejos estudiantiles en las escuelas) o la movilización puntual de los niños
con el objeto de hacer escuchar su voz (por ejemplo, La Cumbre infantil, el parlamento
infantil). Podemos hablar recién de movimientos infantiles cuando los niños en esfuerzo
común y responsable articulan sus propios objetivos y crean normas y estructuras
determinadas por ellos mismos.
En la discusión sobre movimientos infantiles en Latinoamérica y el Caribe las formas
espontáneas de auto-organización de los niños en su vida y en su lugar de trabajo se
diferencian de las formas de organización que disponen de una estructura a nivel nacional.
Mientras que en el primer caso se da normalmente un desarrollo a partir de la propia
iniciativa de los niños en confrontación con escépticos y grupos adultos hostiles, en la
segunda forma de organización normalmente la iniciativa nace de los adultos o de los
jóvenes, que abogan por los derechos y demandas de los niños. En Nicaragua por ejemplo
el “Movimiento de los niños trabajadores” (Movimiento de Niños, Niñas y Adolescentes
Trabajadores -NATRAS) nace del llamado “Movimiento solidario por los derechos de los
niños de la calle” el cual fuera fundado por educadores.
La influencia de los adultos y la vocación de autonomía de los movimientos infantiles no
están obligatoriamente en contradicción. A razón del estatus marginal de los niños y el bajo
reconocimiento social como sujetos capaces de organización y de negociación, el apoyo de
los adultos y jóvenes es desde este punto de vista inevitable y será incluso muchas veces
solicitado por los propios niños, sin embargo hay que observar, que los adultos no deben
cumplir un papel dirigente sino más bien de asesoría, apoyo y respeto a su articulación
independiente y a la organización de sus derechos e intereses. En ese sentido, en el contexto
de los movimientos infantiles Latinoamericanos se habla de Facilitadores (intermediarios)
o colaboradores.
Los protagonistas de los Movimientos de Niñ@s de Latinoamérica y el Caribe son niños
entre los 10 a 16 años y poseen muchas características en común. No se trata, desde la
perspectiva europea de niños que provienen de estratos sociales y de formación
privilegiada, sino lo que se dio en llamar “Niños en condiciones de vida especialmente
difíciles” (UNICEF). Gran parte de ellos viven en extrema pobreza y son envueltos de
manera directa en la lucha por la sobrevivencia, eso significa que deben asumir de la
manera más corriente y normal ya desde temprano el rol de adultos. Para asegurar su propia
sobrevivencia y la de su familia, deben trabajar bajo condiciones indignas. La mayor parte
de los niños activos en los movimientos infantiles trabajan en la así llamada Economía
informal, en la calle, en los mercados y otros espacios públicos de las grandes ciudades, y
son por eso mismo calificados como “Niños de la Calle”. Estos están aún lejanos de la
realización de los derechos del niño.
A la pregunta, cómo los niños devienen en actores sociales, se contraponen dos posiciones:
una de esas posiciones identifica a los niños de la calle y se centra mayormente en sus
experiencias negativas en la calle, esto supone que a través del esclarecimiento de sus
derechos y el trabajo pedagógico y solidario dirigido en grupos por educadores de la calle
(streetworker) y la transformación de las experiencias en la calle en un aspecto motivador a
la acción y a la organización en grupos para defender sus derechos e intereses. Esa posición
está sobre todo difundida en Brasil y juega en el Movimiento Nacional de los Niñ@s de la
Calle un rol muy importante.
La otra posición identifica a los niñ@s como niñ@s trabajadores y ve en la experiencia del
trabajo no obstante las condiciones negativas, una base positiva para su identidad social.
Afirma además, que con el asumir de las responsabilidades sociales y económicas los niños
desarrollan en relación a otros una capacidad mayor para definir de manera autónoma su
vida así como su conciencia, su significado y sus derechos en la sociedad. Esta posición
tiene influencia sobre todo en Perú, Bolivia, Colombia, México, Argentina, Paraguay y en
países de América Central.
Estas dos posiciones coinciden que los niñ@s no solamente tienen el derecho sino también
la capacidad virtual, de actuar como sujetos sociales y de asumir un rol protagónico en la
sociedad. Para esto se hace imprescindible, que los niños asuman ellos mismos sus
intereses en sus propias manos, y que puedan organizarse de una manera autónoma, eso
significa independiente de instituciones e ideologías dominadas por adultos.
SIGNIFICADO DE LOS DERECHOS DEL NIÑO EN LOS
MOVIMIENTOS DE NATS
El apelar a los derechos del niño juega un papel importante en la praxis de los movimientos
de niños y adolescentes. Pero ese es sólo uno entre otros aspectos. Los niñ@s entienden sus
movimientos no solamente como un instrumento para contraponerse o para ganar más
influencia frente a las instituciones dominadas por los adultos, sino también quizá en
primera línea como un espacio social, en el que se hacen nuevas experiencias y donde se
pueden ayudar mutuamente. En la práctica cotidiana de los movimientos infantiles los
encuentros tienen un significado muy importante, ya que son un espacio donde pueden
conocerse mejor, hablar de manera abierta, compartir sus experiencias con los demás y
también de divertirse y hacer amistades.
Se puede entender a los movimientos de NATs como comunidades de vida, en las que la
confrontación con diversos aspectos de su situación de vida está estrechamente ligada con
formas de expresión creativas y culturales. La atmósfera social y las formas de
comunicación muestran mucha espontaneidad y creatividad y motivan muchas veces a la
creación de ideas, deseos o reclamos, los cuales en condiciones normales serían difíciles de
crear.
Desde el punto de vista de los NATs organizados la exigencia de ser respetados y
respetarse mutuamente es una parte de los elementos substanciales de los movimientos. La
exigencia al respeto se basa en la conciencia sobre su propio rol económico en la sociedad
(como sujeto que con frecuencia apoya el sustento de la familia) y recurre cada vez más a
menudo también a los documentos y textos oficiales y a los derechos establecidos.
Desde la aprobación de la Convención Internacional por los Derechos del Niño y su
propagación a través de grupos de Derecho Infantil y ONGs, se ha hecho común en los
movimientos de niños y adolescentes invocar a sus propios derechos. Con el
reconocimiento del niño como sujeto de derecho la Convención ha contribuido a que los
niños se consideren como grupo social y se vean “en derecho de ejercerlo”. Los
movimientos infantiles aprovechan los derechos que tienen una relación con su realidad.
Esto significa, ellos preguntan de manera muy concreta qué derechos le son útiles y qué se
debería hacer para ponerlos en práctica. Los niños tienen una fina sensibilidad frente a los
discursos bonitos en los que la mención de los derechos del niño sólo sirve para demostrar
preocupación por los niños, sin que estos discursos sean acompañados por hechos. Ellos se
niegan a ser usados como coartada.
En un primer momento los niños se muestran escépticos o muestran poco interés en
relación a todo lo que tiene que ver con derechos y leyes. La esfera legal viene a ser un
dominio de los adultos. Los niños no pueden hacer leyes se dice y mucho menos ejercer
jurisprudencia, pues sus derechos políticos como ciudadanos, que son una condición para
ello, le son hasta hoy escatimados. Incluso la Convención de los derechos del niño fue
realizada sin ninguna notable participación de los niñ@, por lo que éste resulta ser un
documento de adultos para niños y seguirá manteniendo ese carácter aunque se trate de
traducir el vocabulario jurídico a un lenguaje presuntamente adecuado a los niños.
Que los niños tienen sus propios derechos, que son “sujetos de derecho”, y que su situación
puede mejorar por la vía legal”, son conclusiones a las que han llegado los adultos y
supuestamente sólo ellos pueden llegar a ello. El pensar y hablar en categoría jurídica fue
introducido por los adultos a los movimientos de niñas y adolescentes, sobre todo por
aquellos que como educadores se sienten responsables por los niños y que normalmente
conocen muy bien su situación. Ellos de cierta manera han convencido a los niños, que el
hecho de referirse a sus derechos les puede ser de gran utilidad.
La invocación a los Derechos del Niño avanza tanto en algunos Movimientos, que hasta
insisten en intervenir en la elaboración de leyes y a veces incluso en la dación de las
mismas. Sin movilización del Movimiento de los Niños de la Calle probablemente no
hubiera sido posible la creación del Estatuto del niño y el adolescente, el mismo que se
aprobara en Brasil en 1990. En contraste a la antigua legislación que comprendía a los
niños y adolescentes como meros objetos de medidas estatales, le son reconocidos en el
nuevo estatuto una serie de derechos sociales y civiles, como aquel que dice por ejemplo:
"Ningún niño o adolescente será sometido a cualquier forma de negligencia,
discriminación, explotación, violencia, crueldad y opresión, cualquier atentado a sus
derechos fundamentales, sea este por omisión o por el hecho será penado de acuerdo a ley.
Por otra parte: Es deber de la familia, de la comunidad, de la sociedad en general y de las
autoridades públicas, garantizar el cumplimiento de la ley con absoluta prioridad, la Salud,
Alimentación, Educación, Deporte, Tiempo libre, Formación profesional, Cultura,
Dignidad, Respeto, Libertad así como también lo concerniente a la vida familiar y en
comunidad.
En el Perú el Movimiento MANTHOC, apuesta sus esfuerzos para lograr que en la nueva
ley los niños y adolescentes trabajadores sean investidos de derechos económicos para de
esa manera librarlos de su situación ajurídica y potenciar su influencia en la mejora de las
condiciones laborales. De hecho el decreto promulgado en 1992 sobre los derechos del niño
rompe con la doctrina tradicional que pretende proteger a los niños a través de la
prohibición del trabajo infantil el mismo que si bien reconoce el derecho a trabajar lo
limita a partir de los 12 años, en tanto que la actividad laboral no signifique “un peligro
para el desarrollo de su salud emocional, psíquica y espiritual y que no perjudique ni
impida su asistencia regular a la escuela”.
En este nuevo decreto ley hay sin embargo un capítulo especial que regula el derecho de los
niñ@s trabajadores como por ejemplo el derecho de celebrar contratos de trabajo y de
congregarse en asociaciones para el mejoramiento de las condiciones de trabajo. Los
empleadores serán obligados a garantizar buenas condiciones laborales, que no perjudiquen
su dignidad humana y menos aún su proceso de formación. Los decretos ley no se
restringen solamente a los niños que reciben un salario sino que incluyen todos los lugares
y formas de trabajo infantil.
También en otros países los movimientos han tratado de ejercer una influencia en la
legislación nacional, pero, se trata todavía de iniciativas esporádicas que hasta ahora han
tenido poco éxito. Sin embargo estos movimientos han influido en el discurso de muchas
ONGs, las que hoy en día a comparación de hace 5 o 6 años les dan a los niños la voz en
toda decisión política importante.
Es así como se comprometen por ejemplo ONGs. de países de América Central, México y
Panamá en una conferencia que se llevara a cabo en Marzo de 1993 en Guatemala, a: "Usar
los espacios de participación que se disponen en el trabajo con las familias, escuelas,
acciones grupales y comunales, en la prensa “y” de superar los obstáculos para asegurar
una real participación de los niños en todo los asuntos que conciernen a su vida", y
propusieron: “Promover la organización propia de los niños” (Manfred Liebel 1994, pag.
150).
Los Movimientos de niños y adolescentes son en sí mismos una porción de participación
viva. En tanto sean referidos en los derechos reconocidos de los niños, esperan que los
gobiernos, ONGs. y las organizaciones internacionales como UNICEF no se limiten
solamente a los folletos relucientes ni a las alusiones afables para con los niños, sino a
hacer de eso una realidad. Pero ellos no solamente apelan ni se abandonan a la protección
de los adultos sino que asumen con sus propias manos su derecho a exigir la Equidad de
Derecho.
Una de las formas de acción más difundidas en los movimientos es la ayuda mutua en casos
de emergencia. Así posibilitan ellos por ejemplo, que un niño a quien robaron su caja de
lustrar zapatos se le de la posibilidad de procurarse una nueva, o se induce a la patrona de
una niña que se enfermó, de asumir los costos para el tratamiento médico necesario.
Algunos grupos de niños crearon un fondo de solidaridad el cual cubre los gastos de
algunos niños en casos de emergencia vital, que en otras circunstancias no podrían asumir.
El dinero para los fondos es solicitado a gente de negocio, a médicos y otras personas que
poseen recursos económicos, también aportan ellos mismos una parte de lo que ganan a
este fondo.
Una de las formas de auto-ayuda colectiva dignas de mencionar, es la que es practicada
desde hace algunos años en El Salvador y Nicaragua, la así llamada Campaña para el
Aguinaldo Navideño. Los NATs que venden diarios en la calle, chicles, etc., lustran zapatos
y ofrecen otros servicios, elevan los precios en las vísperas de Navidad o solicitan un pago
suplementario. En los mercados los niños incentivan a los vendedores y vendedoras a
promover apadrinajes o también se hacen actividades en los barrios, fiestas de solidaridad y
tómbolas. El “Aguinaldo Navideño” no es entendido por los niños como una limosna, sino
como un reconocimiento por su trabajo. El reparto del dinero se da de acuerdo a criterios
definidos por ellos mismos. Algunos niños entregan lo ganado a sus madres otros compran
con ello juguetes o útiles escolares o lo invierten en la compra de su propia caja de lustrar u
otras herramientas de trabajo.
Otra forma de campaña está dirigida al derecho a la educación. Con la privatización y con
la implantación del pago de la pensión escolar, muchos niños se ven imposibilitados de
asistir a la escuela. Los niños exigen en sus campañas de los directores de escuelas y de las
administraciones locales por lo menos de obviar la pensión escolar y otras tasas que los
padres no pueden pagar o exigen a los profesores de acabar con el trato discriminatorio a
los niños que no pueden costear un uniforme o aquellos que asisten a clases con pantalones
parchados o sin zapatos. En otros casos colectan dinero para dar la posibilidad a los niños
que tienen más necesidades de comprarse útiles escolares. De vez en cuando también se ha
tenido la iniciativa de contribuir a tomar en serio en clases su situación de vida y su
experiencia como niños trabajadores o incluso a la fundación de escuelas que sean acordes
a sus necesidades y ritmos de vida y en las cuales tengan una influencia en la pedagogía.
Cuando los niñ@s se organizan ponen en cuestión tarde o temprano la actitud muy
difundida entre los adultos de disponer de la voluntad de los niños. Ellos discuten por ejmp.
De manera muy abierta con los padres u otras personas, que obligan a los niños a hacer
cosas o a trabajar bajo condiciones que dañan su dignidad y hacen peligrar su salud. Un
hecho objeto de crítica muy frecuente es también cuando los padres limitan de manera
arbitraria su libertad de movimiento. Los padres prohíben muchas veces por ejmp... a las
hijas a participar en encuentros o actividades de los movimientos, en estos casos, deben
contar éstos con la posibilidad que los niños hagan visitas a las casas”, que hagan recordar a
los padres, que su hijo/a también “tiene derechos”. Frente a esta intervención los padres
muchas veces quedan perplejos, que se ven forzados a ceder o a reflexionar acerca de su
comportamiento.
Los movimientos de NATs forman un espacio social en el cual los niñ@s aprenden a
valorar sus derechos y donde pueden realizar nuevas experiencias que los pueda acercar
más a la realización de los mismos. En sus encuentros, campamentos y talleres, son ellos
mismos quienes determinan las reglas, las cuales rigen su vida y acción. Ellos aprenden a
respetar al otro y hacen la experiencia liberadora de respetarse a sí mismos. De esta manera
pueden por lo menos en esos momentos descargarse de las obligaciones o cargas a los que
son expuestos todos los días, sacar fuerzas y desarrollar nuevas ideas, y así poder enfrentar
su situación de vida diaria.
El hecho que los movimientos refuercen la autoconciencia y la capacidad de los niños a
formular sus intereses y de articularse en los espacios públicos, tiene un significado
especial. Mientras más tiempo de vida tiene un movimiento de niñ@s y mientras más
generaciones haya formado por encima de sus propias tradiciones, más variadas y múltiples
son las formas de expresión cultural. Cada movimiento de niñ@s y adolescentes crea sus
propias “Dinámicas”, una combinación entre juego y esfuerzo, de alborozo y meditación,
que motivan y hacen resaltar las cualidades y habilidades de los niños. Se crean canciones y
piezas teatrales que expresan sus experiencias y necesidades que fortalecen los lazos de
unión. En algunos movimientos se ha desarrollado una forma especial de expresión llamada
testimonio, en el cual los niñ@s de una manera muy personal comparten con los demás sus
experiencias de vida, sus preocupaciones y sus sueños (Grillo-Schibotto 1992; Milito/Silva
1995; Liebel 1996). A veces logran los niños producir algunos medios de comunicación:
Revistas, Programas de radio, producciones de vídeo, en los cuales ellos determinan los
contenidos, la forma y la línea editorial. La revista del Movimiento Nicaragüense de Niñ@s
llamado Hechos Reales y Fantasías, un nombre que bien podría ser también el de algún
otro medio de cualquier movimiento de niños.
Sin los movimientos de niñ@s y adolescentes los derechos del niñ@ quedarían como
normas abstractas y los niñ@s como inanimados sujetos de derecho, dependientes de la
buena voluntad de los adultos y de sus instituciones. Sólo en la medida en que los niñ@s
actúen como sujetos sociales y cuando pueden jugar un papel activo en la consecución de
sus derechos tal y como ellos/ellas lo consideran correcto. También en la misma medida
como los movimientos interpretan y practican los derechos del niñ@, acentúan y
cuestionan, aquello que no siempre será compartido con los “intérpretes oficiales de los
derechos del niño”. Los niñ@s también centran su atención en lo absurdo de los discursos
de los derechos del niñ@ y reclaman derechos que hasta ahora nadie ha pensado o ha
querido pensar.
INTERROGANTES ABIERTAS AL DEBATE SOBRE
DERECHO INFANTIL
El debate sobre derecho infantil gira hoy en día substancialmente alrededor de la
Convención Internacional de los Derechos del Niño. Luego de diez años de trabajo
preliminar, en el cual gran número de gobiernos y al final ONGs tomaron parte en 1989,
ésta fue finalmente aceptada por unanimidad en la Asamblea General de las Naciones
Unidas. El 2 de Setiembre de 1990 entra ésta Convención en vigor como derecho
internacional, luego que fuera ratificado hasta esa fecha por 178 estados. Los estados
firmantes se obligan a incluir estos acuerdos en su legislación.
La Convención formula tres formas de derecho que se describen bajo la denominación de
las tres "P": Protección, Previsión, Participación. En el primer ámbito se garantiza a los
niños (según la Convención, toda persona comprendida hasta los 18 años) protección frente
al maltrato, explotación económica y sexual, discriminación por motivo de raza, sexo o
estatus de minoría. En el segundo ámbito, ésta reconoce el derecho de los niños al
desarrollo de una infancia tranquila, a la formación escolar básica, atención a la salud y en
general la condiciones de vida humanas. En el tercer ámbito se le concede a los niños el
derecho a un nombre propio, a la ciudadanía, a la libre información y a la libertad de
expresión, a la participación en las decisiones sobre su bienestar y finalmente también el
derecho a reunirse pacíficamente y de formar sus propias asociaciones.
Veamos lo que nos dice el Informe de UNICEF “Sobre la situación de los niños en el
mundo 1996” (UNICEF 1995), así consta el adelanto sustancial (...) en el reconocimiento
del niño como individuo único. La Convención establece que el niño posee una identidad
propia en relación a sus propios padres o apoderados y que la comunidad tiene el deber, de
proteger esa identidad y de dar al niño la posibilidad de defenderse en los aspectos
relacionados con la tutoría o custodia. Estos temas deberían ser las ideas directrices
decisivas de los “mejores intereses de los niños” (UNICEF 1995, pag. 99 y 102).
Con el establecimiento de los derechos propios, la Convención supera una interpretación
del niño según la cual “su verdadera vida” recién comienza cuando éste es adulto. Tener
derechos propios significa para el niño, poder exigir desde su nacimiento una vida digna de
cuyo cumplimiento es responsable la sociedad. A través de ello se refuerza la posición del
niño en la sociedad y es en ese sentido como ya se ha descrito anteriormente también así
entendido por los movimientos infantiles. De la misma forma hay que preguntarse, qué rol
le concede la Convención al niño para la realización de sus derechos y la consecución de
una vida digna. Los movimientos infantiles exigen claramente que los niños no solamente
sean vistos como usufructuarios de derechos especiales que los adultos han definido a su
favor, sino como seres activos, con puntos de vista particulares, con capacidad y opinión.
Ellos esperan no solamente ser protegidos sino también ser respetados como personas
iguales que asumen las mismas tareas en la sociedad siendo capaces de asumir su vida en
libertad.
La manera y la forma como es reconocido el niño como individuo único en la Convención
hace que ésta misma sea insuficiente. La identidad del niño se basa según la Convención
solamente con el establecimiento de espacios protegidos por los adultos a manera de
cápsulas pero carente de un sentido positivo desde su origen y no será presentado como el
resultado posible de una activa y autoresponsable confrontación de los niños con su
realidad social y su participación activa en los asuntos sociales.
Los derechos de participación contenidos en la Convención son o bien formulados de
manera tan general (“Nombre propio”, “Ciudadanía”) o como hechos dependientes de las
condiciones, de tal manera que al final los adultos tienen la última palabra "en aras de los
intereses de los niños”. El derecho de los niños por ejemplo a la libertad de expresión
depende de su “capacidad a formarse una opinión propia”. Los Estados consideran entonces
la opinión de los niños exclusivamente en la medida que ésta sea “adecuada” y
“correspondiente a su edad y madurez”, lo cual insinúa una interpretación arbitraria a través
de las instancias dominantes y hace que el derecho formalmente: concedido se haga
finalmente superfluo (Palm-Risse 1996, pag. 9).
Dentro de la lógica determinista de la Convención el niño aparece en primera línea, como
un ser necesitado de ayuda y protección el cual debe ser acompañado por los adultos. La
admisión tímida y sujeta a condiciones de algunos derechos a la participación exhala ese
“airecito proteccionista” (Cussiánovich 1996 pag. 27). Otro crítico acusa incluso a los
“benefactores” o “protectores del niño” que están detrás de la Convención, de hacer de los
niños “objetos de ridiculez y convertirlos en especie de monos eruditos equipados con todas
las huachaferías jurídicas de los adultos” con los cuales no pueden hacer nada (Braudillard
1995, Pág. 17).
Mientras que el niño solamente sea atendido como sujeto de derecho, su aspiración a una
vida digna queda en abstracto. Según la Convención todos los niños tienen los mismos
derechos, pero de qué manera se pueden realizar esos derechos y que dificultades se deben
superar para lograr aquello, se ve más claro, cuando concebimos al niño concretamente
como persona que posee determinadas cualidades, preocupaciones, sueños opiniones,
necesidades, experiencias etc., y que viven bajo determinadas relaciones sociales que les
puede facilitar o dificultar el hacer uso de sus derechos y de realizarse como sujetos.
Los movimientos de NATs dan para esto ejemplos dignos de mención. Ellos no se refieren
solamente a su derecho como niños sino que ponen el dedo sobre la llaga a determinadas
caracterizaciones hostiles al sujeto en la sociedad en la que ellos viven y a la que dan
alternativas. Sobre todo parece que ellos no pueden aceptar que los niños sean excluidos de
una manera sistemática de su responsabilidad y de su actuación en la sociedad, lo que es
legitimado con una supuesta “inmadurez” e “imperfección”. Ellos ponen en cuestión de una
forma fundamental el rasgo substancialmente paternalista de la sociedad existente en el cual
no se resignan solamente a ser los “objetos” mandaderos de los adultos sino que también
insisten en una nueva distribución de los roles entre los diferentes grupos etáreos. Los niños
parecen no querer comprender, por qué la llamada “Fantasía infantil” es limitada a los
niños y la “responsabilidad” le es reservada a los adultos. Con esto se reclama una nueva
posición en la sociedad sin dejar de ser “niños”. Y también exigen una nueva comprensión,
podríamos decir también una cultura de la infancia así como también una nueva cultura de
la adultez. Sólo así finalmente, podrían tanto los niños como los adultos devenir en sujetos
sociales y serlos toda su vida.
Se puede ilustrar con estos tres ejemplos la manera cómo los niñ@s en América Latina se
confrontan con los adultos administradores e intérpretes de la Convención, estos provienen
de Nicaragua, pero también podría pasar de la misma manera en otros países.
Primer ejemplo
Para la preparación de su Tercer Encuentro Nacional, que se llevó a cabo en Setiembre de
1995 en Managua, el Movimiento de Niños, Niñas y Adolescentes Trabajadores
(NATRAS) organizó con más de mil niños en grupos de reflexión bajo la pregunta:
¿Consideran su trabajo como un derecho o como explotación? El resultado se resume en el
afiche de invitación al encuentro con estas palabras: “SI AL TRABAJO - NO A LA
EXPLOTACION”, eso significa ellos quieren trabajar, pero quieren ejercerlo en buenas
condiciones (sin explotación).
La oficina local de UNICEF que hasta ese momento había apoyado con benevolencia y con
cierta satisfacción al interés de los niños por sus derechos, reaccionó perpleja y rescindió su
apoyo al movimiento con esta argumentación: Los niños habrían abusado de la confianza
de UNICEF y tomado una posición que se contradice con la Convención y con la filosofía
de UNICEF: El cual tiene como objetivo: la abolición del trabajo infantil.
Evidentemente se trata de diferentes interpretaciones en aquello que es calificado por la
convención como "Derecho del niño" a ser protegido de la explotación. En ese sentido la
UNICEF ve en concordancia con muchos gobiernos y ONGs, en la abolición general del
trabajo infantil los invariables y mejores caminos para conseguir ese objetivo. Los niños
trabajadores en cambio ven la mejor posibilidad, para protegerse de la explotación
precisamente allí en su trabajo, sin el cual ellos y sus familias no podrían sobrevivir, ser
reconocidos socialmente y por lo menos ser dotados de los mismos derechos laborales que
le son concedidos a los trabajadores adultos. “Prohibir el trabajo a los niños significa, no
pensar en los niños”, es lo que ellos manifiestan.
Más candente aún se torna este conflicto por el hecho que quienes se oponen a la UNICEF
son precisamente los niños, a quienes la Convención les ha concedido el derecho a la libre
expresión. La conclusión que los niños entonces manifiestan, es que este derecho resulta en
realidad ser un trozo de papel barato, con el cual los adultos pueden hacer su voluntad. Y
efectivamente UNICEF manifiesta, que no es posible que los niños no hubieran arribado a
un juicio independiente en esta cuestión, que precisamente les ha faltado el conocimiento y
madurez necesarios.
Segundo ejemplo
También este ejemplo tiene que ver con UNICEF. Aún antes del conflicto del afiche,
UNICEF había asegurado un apoyo continuado al Movimiento bajo la condición de que se
firme un acuerdo. Cuando este contrato fue redactado, se subraya, que el Movimiento sólo
podría ser contraparte de UNICEF como “persona jurídica”. ¿Por qué no se preguntaron los
niños? pero tuvieron que constatar después que se necesitaría personas adultas de
confianza, ya que la constitución nicaragüense no concede estatuto jurídico para estos
asuntos a personas menores de 18 años, en otras palabras, niños desde el punto de vista de
la Convención. UNICEF parecía ya tener conocimiento anticipado de esto pues sus
representantes propusieron antes: “Para acortar todo el procedimiento” y “hacer las cosas
más sencillas” confiar todo esto a una ONG que cuente con la representación del
Movimiento de los niños. Al final los niños rechazaron la propuesta agradecidos, pues no
querian entregar su autonomía lograda en base a mucho esfuerzo por un poco de dinero.
Los niños se preguntan sin embargo qué pasa con el derecho del niño “a la libre asociación
con otros” (Art 15.1), si es que al mismo tiempo no se les reconoce a los niños para el
efecto la situación jurídica requerida. Finalmente cuan marginal es la valoración de este
derecho a la participación, se puede ver en el hecho que ni UNICEF ni las autoridades
estatales quieren reconocer en ello un problema o una contradicción interna en la
Convención, para cuya solución deberían comprometerse.
Tercer ejemplo
En el nuevo (Código de las Niñas, Niños y Adolescentes), que fuera presentado en el año
1995 como iniciativa de numerosas ONGs., al parlamento para adaptar la legislación
nacional de la Convención, está previsto también el derecho a la participación. Mientras
que se trate no solamente del derecho a la cogestión en instituciones pedagógicas, sino
también en lo que se refiere a derechos cívicos (“políticos”) así como también (el derecho a
elegir, presentar peticiones y así como obtener una respuesta en un plazo determinado de
las autoridades estatales responsables, u otros), debe incluirse entre estas condiciones, el
haber cumplido 16 años.
Luego que fueran invitados expresamente a participar en la elaboración de las leyes, los
niños activos en el movimiento se mostraron frente a esa condición bastante sorprendidos.
Ya que en su propia organización ellos determinan la mayoría de edad en 16 años y se ven
a si mismos como ciudadanos competentes y activos de su país. ¿Qué valor tiene este
derecho a la ciudadanía que la Convención nos concede?, preguntan ellos, cuando
precisamente somos excluidos totalmente del proceso político de la comunidad democrática
a razón de nuestra edad!, y cómo debe ser decidido finalmente aquello que se hace "en aras
de los intereses de los niños" cuando los propios niños no pueden participar en ello?. Los
políticos y los representantes de las ONGs., reaccionaron de manera perpleja, ya que
evidentemente con esto se toca un tabú de la sociedad paternalista el cual hasta ahora en el
debate sobre derecho infantil no se había tocado.
CONCLUSIONES
El trato práctico que le dan los movimientos de NATs a los derechos del niño y las
preguntas que se plantea en el debate actual permiten concluir lo siguiente: Ese cambio
radical que exige la convención, en el cual se le promete a los niños el derecho a un
presente digno y humano y a una identidad social autodeterminada, queda sin
consecuencias dignas de mencionar, mientras los niños sigan siendo considerados sobre
todo desde víctimas y discapacitados hasta seres protegidos. Este punto de vista implica que
se les niega a los niños la capacidad "de representar y reconocer sus intereses", y de allí que
el bienestar del niño deberá ser determinado por los adultos, llámese (padres, profesores,
trabajadores sociales, jueces, expertos, etc.). (Willk/Wintersberger 1996, pag. 34).
Sin duda los niños necesitan el apoyo de los adultos y un ambiente social que les facilite la
formación de sus capacidades y el ejercicio de sus intereses. Esto también deberá
comprender la protección de riesgos y peligros en determinados momentos limitados de su
vida. Pero algo substancia1 a considerar es, que nosotros “no vamos a proteger a los niños
sino sus derechos” (Farson 1975, pag. 115) al mismo tiempo que se amplíe su posibilidad a
la participación social.
Los movimientos de NATs - NATRAS hacen notar, que la participación social de los
niñ@s posee un componente político tanto como económico. Si bien todos los movimientos
de niños reclaman explícitamente el “Derecho a trabajar”, todos demandan el
reconocimiento de su rol económico en la sociedad y deducen de aquello la exigencia a una
mayor participación política. Ellos saben de su propia experiencia que básicamente recién
serán tomados en serio y podrán hacer pleno uso de sus derechos, cuando su posición en la
sociedad esté sustentada a través de una actividad económica útil y su capacidad de
garantizar un ingreso eventual propio.
El componente político de la participación social será articulado tarde o temprano en todos
los movimientos de manera irrenunciable. La razón para esto consiste en que los niños
sienten exactamente que pueden ser convertidos en una especie de pelota de intereses
ajenos aunque no tuvieran una influencia directa al éxito político (de ninguna forma sólo en
elecciones llevadas a cabo en forma periódica) y sus derechos pueden ser usados a voluntad
como una coartada por los adultos. También para contraponerse a la “deformada idea de los
adultos de lo que significa bienestar del niño” (Willk/Wintersberger 1996, paf. 34) lo que
experimentan día a día, no les queda a los niños otra cosa que hacerse independientes de la
voluntad de los adultos.
Bibliografía
Jean Baudrillard, Le continent noir de l'enfance, en : Liberation, 16 Oct. 1995.
Alejandro Cussiánovich: La convención Internacional del Niño - ¿sólo un saludo a la
bandera? En: Terre des Hommes (Hrsg): material de la Convención sobre los Derechos del
Niño, 7 edición corregida, Osnabruck 1996, pag. 26 f.
Literatura
Jean Baudrillard: Le continent noir de l'enfánce, en: Liberation, 16. Okt. 1995.
Alejandro Cussiánovich: Die Internationale Kinderkonvention - nur ein Grub an die Fahne?
In: Terre des Hommes (Hrsg.): Materialien UN- Konvention uber die Rechte der Kinder, 7.
überarbeitete Auflage, Osnabrück 1996, S. 26 f.
Denis Duclos: … ¿Protección para la infancia amenazada? En: Le monde... Edición
Alemana, Enero 1997.
Richard Farson: Derechos humanos para niños. La última minoría. Munchen: titulo
original: Birthrights, New York 1974).
Gemma Grillo/ Giangi Schibotto: “... y trabajan en todas las edades...” Testimonios de
niños trabajadores de América Latina. Lima 1992.
Manfed Liebel: Somos el presente. Trabajo infantil y movimientos de niños en
Latinoamérica... Frankfurt/M. 1994, 1995.
Diversos: Somos NATRAS. Testimonios de Niñas, Niños y Adolescentes Trabajadores de
Nicaragua. Managua 1996.
Claudia Milito/Hélio R.S. Silva: Vozes do Meio - Fio. Etnografía sobre a singularidade dos
diálogos que envolvem meninos e adolescentes ou que tomam a adolescência e a infância
por tema e objeto nas ruas da Cidade de Säo Sebastiao do Rio de Janerio. Rio de Janeiro
1995.
Martina Parm-Risse: Ayuda para los desamparados. La Convención sobre los derechos del
niño. En terre des hommes a.a.O., par. 7 ff.
Giangi Schibotto: Niñez invisible. Niñez en la economía informal. Frnkfurt/ M. 1993
(Titulo original: Niños Trabajadores. Lima 1990).
UNICEF: Sobre la situación de la infancia en el mundo 1996. Frankfurt/ M. 1995.
Liselotte Wilk/Helmut Wintersberger: Cambio de paradigmas en la investigación infantil y
política. El ejemplo Austria en: Helga Zeiher y otros ¿Niños como marginados? Cambio
radical en la percepción social de niños e infancia. Weinheim/Munchen 1996, pag. 29 y sig.
CAPÍTULO III
HACIA UNA COORDINACIÓN INTERNACIONAL
DE LOS NATs ORGANIZADOS Por: Andrés Sanz
Plantearse una coordinación internacional de movimientos y organizaciones de NATs no es
algo nuevo. Tanto en América Latina como en África hace ya algunos años que los NATs
organizados han tenido un interés especial por conocer las realidades de los otros países y
plantear estrategias comunes ante problemas cuyos orígenes, en muchos casos, hay que
encontrarlos en la internacionalización de lo que se ha dado en llamar el “pensamiento
único” de la economía neoliberal y en la aplicación a nivel nacional de políticas destinadas
a la expansión sin límites del capital.
La internacionalización de la economía y con ella la imposición de los planes de ajuste
estructural está causando un alarmante crecimiento de las desigualdades tanto en el interior
de los países como entre las distintas regiones del planeta. Junto a estos planes económicos
se está imponiendo también un modelo de organización social con unos valores en la
mayoría de los casos contrarios a la democracia y la solidaridad.
La organización de los niñ@s trabajadores es una forma de dar respuesta alternativa a este
modelo occidental, en el que más vale quien más tiene, y de plantear de nuevo la necesidad
de asumir valores comunitarios para un desarrollo que no éste basado en el simple
crecimiento económico sino en el reforzamiento de la participación y la ciudadanía, es
decir, un desarrollo democrático. Los NATs organizados no están sólo luchando por
mejorar y dignificar las condiciones de su trabajo sino por formar parte completa del
diálogo social, de la definición de las opciones de la comunidad, como auténticos
protagonistas.
Lógicamente, las organizaciones que lograron coordinarse de forma estable y eficaz en los
distintos países se plantearon no sólo la necesidad sino también la responsabilidad de
ampliar su capacidad de intervención y de lucha por los derechos ala escena internacional.
Y digo lógicamente porque se engaña quien piense que los NATs organizados no están al
tanto de las implicaciones que para su vida de todos los días tiene la imposición de
determinadas políticas económicas de ajuste a las nuevas normas de comercio
internacional. El protagonismo de los NATs en esta lucha por una democracia verdadera
que no les excluya, como si sus vidas y su trabajo no fueran necesarios para el desarrollo de
sus países, pasa, pues, por la solidaridad internacional.
Lo que se ha dado en llamar Primer Encuentro Internacional de Niñas/os Trabajadores, que
tuvo lugar en Kundapur (India) en diciembre de 1996, reunió por primera vez a
organizaciones de NATs de los tres continentes. La dimensión internacional a nivel
continental ya era una realidad en América Latina y África con anterioridad. En efecto, ya
en 1990 el Manthoc propuso y organizó, en ocasión del Seminario Internacional sobre
Trabajo Infantil en Verona, que se comenzara una coordinación intercontinental de NATs,
entre América Latina/Caribe, Asia y África. En esa oportunidad participó Enda-Senegal,
Terra Nuova. y por Asia, Butterflies. Kundapur supone pues un avance importante en esta
coordinación internacional que no habría sido posible sin la experiencia previa de
organización regional,
Y es un avance importante por cuanto supone un salto cualitativo en la percepción de la
dimensión internacional por parte de los niñ@s trabajadores. Historias como la expulsión
de una niña trabajadora de una fábrica en Marruecos, forzada por la intervención de un
equipo de televisión extranjera, provocaron reacciones de indignación y solidaridad entre
los representantes de los NATs reunidos en la India, que coincidían en que el caso
particular presentado no era sino un ejemplo de lo que les podría pasar a todos ellos si se
sigue insistiendo en definir las soluciones a los problemas de lo niños trabajadores desde
modelos de pensamiento y desarrollo ajenos a su vida y su realidad.
Es un salto cualitativo también porque los NATs de los tres continentes expresaron, con
claridad y sin fisuras, su interés en participar activamente en cualquier proceso
internacional que les afectara. En Kundapur se dieron cuenta de que el sistema
internacional de Naciones Unidas y sus agencias especializadas iba a desarrollar todo un
proceso de consulta sobre los niñ@s trabajadores del que, de entrada, estaban excluidas sus
organizaciones. Con el fin de logra su objetivo de participación, como sujetos sociales de
pleno derecho, en estos procesos de definición de políticas, los NATs exigieron en bloque,
a pesar de algunas diferencias de posición muy notables, su inclusión en la lista de
participantes en las conferencias de que se tratara, siempre en plano de igualdad.
Llegar a esta claridad en las exigencias no hubiera sido posible sin que los NATs tuvieran
una experiencia de organización, nacional y regional, suficientemente rica como para saber
fundamentalmente dos cosas: primero, que las políticas definidas y puestas en práctica por
las instituciones internacionales sin contar con la participación de los NATs han sido
generalmente más dañinas que los problemas que han querido solucionar, y segundo, que
sin una presión organizada, sin una coordinación de fuerzas y voluntades en la consecución
de este derecho a la participación, nadie vendrá a abrirles ninguna puerta.
De la constatación de estos argumentos, surgen, en la reunión de Kundapur, una voluntad y
estrategias claras de forzar la participación en esas “grandes” decisiones tomadas en los
salones enmaquetados de los hoteles de lujo.
Este encuentro de Kundapur tiene su historia, a la que llamaremos historia pequeña, por
cuanto no hubiera sido posible sin la presencia de esa otra historia, a la larga, que han ido
configurando las organizaciones de NATs a lo largo de los años.
Hace ya diez años que en América Latina esta necesidad de concretar el análisis de la
dimensión internacional llevó a los NATs de unos cuantos países de la región a reunirse en
el Primer Encuentro Latinoamericano de NATs en Lima (Perú), 1988. A este primer
encuentro, organizado por el MANTHOC, asistieron representantes de Argentina, Brasil,
Chile, Ecuador y Paraguay. Argentina en 1990 acogió el Segundo Encuentro, Guatemala el
Tercero en 1994 y Bolivia el Cuarto Encuentro Latinoamericano y del Caribe de NATs en
1995.
En África, por otra parte, un trabajo de muchos años de animación urbana con niños y
jóvenes trabajadores, llevado a cabo simultáneamente en distintos países del Oeste del
continente por ENDA TM, condujo a la aparición del Movimiento de Niños y Jóvenes
Trabajadores de África del Oeste. Una organización de NATs que nace ya con la clara
intención de superar las estrechas fronteras artificiales de la región y luchar por los
derechos y por la participación desde la dimensión internacional. Dos Encuentros
regionales, Barnkoi 1995 y Uagadugu. 1966 marcan el principio de esta organización y la
definición de las estrategias. La publicación “La lettre de la rue” se convierte en un
elemento de difusión importantísimo de este movimiento internacional.
Asimismo, y aunque todavía limitados por diversas circunstancias a la dimensión nacional
o incluso estatal, aparecen en los últimos años en la India dos realidades de organización de
niños trabajadores, una en la ciudad de Delhi, en el norte, Bal Mazdur, apoyado por la ONG
BUTTERFLIES, y otra en el sur, en el estado de Karnataka, Bheema sangha, apoyada
también por una ONG, CWC (Concerned for Working Children).
Simultáneamente a la organización de los NATs, las ONGs de apoyo y los adultos
colaboradores de los movimientos inician también una serie de conversaciones, algunas
veces informales, otras aprovechando la presencia común en reuniones o conferencias
internacionales, sobre la necesidad de apoyar y fomentar la organización internacional de
los NATs. Se inicia un intercambio de información entre las publicaciones de América
Latina y África y se envían mensajes de solidaridad siempre que se considera oportuno y
necesario. En 1991, durante la reunión de Goré, representantes del MANTHOC de Perú, de
Butterflies de Delhi (India) y de Enda (Dakar) y del MNMMR de Brasil comienzan a
plantearse la necesidad de una coordinación internacional para la defensa de los derechos
de los NATs, y muy especialmente, del derecho a la participación en la definición de la
políticas internacionales en los temas que les afectan como el establecimiento de una edad
mínima para trabajar o las campañas de boycott.
Por otra parte, la creación del IWGCL (International Working Group on Child Labour)
hace ahora cinco años, supone un importante empuje para la puesta en práctica efectiva de
esta dimensión internacional promoviendo y generando importantes recursos humanos y
financieros para este fin.
La situación de los niñ@s en el mundo, que representa en muchos países la mayoría de la
población, no deja de alarmar y levantar voces de protesta. Sin embargo, en la mayoría de
los casos, estas voces se alzan para reclamar una protección paternalista de unos seres a los
que se considera como personas incompletas incapaces de pensar sobre su situación y
buscar respuestas. Esta actitud hace que se lleven a cabo políticas de infancia en la que los
beneficiarios de las mismas, los niñ@s no pueden intervenir.
Los análisis que los NATs organizados hacen de su realidad les lleva a plantearse la
necesidad de ampliar su organización más allá de las fronteras establecidas. Para la
consecución de sus objetivos es necesario la asunción de su protagonismo por parte de la
sociedad. También la comunidad internacional debe, en los lugares de discusión política y
de toma de decisiones internacionales, aceptar que no se pueden seguir planificando
estrategias de acción sobre el trabajo infantil sin que los propios interesados participen
totalmente, es decir, como sujetos de pleno derecho en la identificación de los problemas y
las soluciones a aportar. Soluciones que, en muchos caos, trascienden evidentemente la
realidad de los niñ@s trabajadores y afectan en su conjunto a las sociedades en las que
estos niñ@s viven y trabajan.
La participación de los niñ@s, per sé, y en tanto que medida de protección de sus derechos
fundamentales, está contemplada en la Convención de las Naciones Unidas y aceptada por
la casi totalidad (excepto USA y Somalia) de países que la han ratificado. Los NATs que se
organizan a nivel internacional no pretenden sino hacer cumplir este derecho allí donde se
sitúan las raíces del crecimiento de la pobreza: en un sistema internacional que avanza a
pasos de gigante en la extensión de la injusticia. Un sistema en el que incluso los adultos
tienen cada vez menos posibilidades reales de participación. Un sistema en el que los
responsables políticos, aunque formalmente depositarios del poder popular, no son sino los
gestores de las políticas dictadas por el capital internacional, generalmente contrarias a los
intereses del pueblo al que dicen representar.
Sin embargo, aunque parezca paradójico, lo internacional no existe. Es un plano de la
sociedad en el que las organizaciones de NATs podrían empezar a perder referencias
inmediatas de su realidad. Es una dimensión que resulta difícil de hacer llegar a todos los
NATs, en tantas ocasiones demasiado ocupados en las tareas de la cotidiana supervivencia.
Y en esto radica el desafío de lanzar una coordinación mundial que no se aleje de los
métodos democráticos, que sea un verdadero reflejo de los intereses de todos y cada uno de
los niños trabajadores de estos países.
Su dificultad también radica en las grandes diferencias culturales, en las diferencias
económicas, en las distintas concepciones que se tiene de la infancia en el mundo. Cuando
los NATs organizados luchan por su derecho a la participación en la vida de la sociedad, no
están luchando solamente porque se reconozcan sus derechos como trabajadores, sino que
están planteando un nuevo modelo de infancia, una nueva relación de los niños y niñas con
la sociedad dominada hasta ahora por adultos. Y esta propuesta, este modelo alternativo, es
válido también para las sociedades opulentas de occidente. Sociedades en las que los niñ@s
están completamente marginados de la vida social. Estamos, no cabe duda, ante una
propuesta de magnitud similar a la de los obreros de principio de siglo o a la de la lucha de
la liberación de la mujer. Luchas que no se redujeron a los límites geográficos en los que se
desarrollaron, sino que plantearon novedades de carácter general.
Los lenguajes, los métodos de trabajo, los procesos que conducen a la instauración de
nuevas normas de cumplimiento pretendidamente universal, están encorsetados en una
ideología que excluye de entrada la voz de los niñ@s. Cuando, en febrero pasado, asistimos
a la conferencia sobre las formas más intolerables de trabajo infantil que la OIT y el
gobierno de Holanda organizaron en Amsterdam, la novedad de la presencia de los
representantes de los niños, además de otros efectos importantes que comentaremos más
adelante, demostró a todo aquel que lo hubiera querido ver, que ni el método, ni la
proporción en la participación, ni el lenguaje, ni el entorno en el que se desarrollaba la
conferencia favorecían una participación real de los NATs. Sin embargo, éstos, conscientes
del largo camino que aún queda por recorrer en la asunción por parte de la comunidad
internacional del principio de participación de los niñ@s, no sólo no se arredraron ante
semejante parafernalia, sino que reaccionaron con una extraordinaria madurez ante el
ínvite.
El resultado, que expresara el asesor enviado por la UNICEF para colaborar con la
intervención de los NATs, “fue como si tras años de enfrentarse a un inmenso muro de
piedra, los niños hubieran logrado abrir una grieta en esa gran pared y, colándose por la
estrecha ranura, estuvieran haciendo presión para ampliaría y hacerse un hueco”.
Las luchas populares no suelen ser en la realidad lo que sus objetivos de partida pretenden.
Generalmente están sometidas a enormes presiones y dificultades, y entre otras al propio
miedo del sujeto popular ante los cambios. En el caso de los niñ@s trabajadores, el miedo
se sustituye por la osadía y lo que en apariencia era un imposible, estar presentes en esas
conferencias internacionales, se hace realidad ante lo inevitable de su realidad de
organización. Si hace diez años hablar de educación en la calle y de escuela alternativa al
modelo oficial era casi una aberración, hoy nadie, ni siquiera los sectores más reaccionarios
y abolicionistas en el tema del trabajo infantil, se atreven a menospreciarla.
Nos encontramos en los albores de una organización internacional que viene a apoyar y dar
nuevas dimensiones al trabajo cotidiano en los barrios, pueblos y ciudades donde los NATs
luchan por la vida cada día. Pronto, estamos seguros, la presencia de representantes de
Movimientos y organizaciones de NATs en la escena internacional será la regla y no la
excepción.
DE KUNDAPUR A GINEBRA. EL PROCESO
En 1998, la OIT celebrará una asamblea general en la que se decidirán las bases para una
nueva convención sobre el trabajo infantil. Como es sabido, la OIT está compuesta de
representantes de los gobiernos, los sindicatos y las patronales. Esta composición tripartita
hace muy difícil la integración en los procesos conducentes a la toma de decisiones, como
es el que nos ocupa sobre la posible convención, de otros sectores organizados de la
sociedad. Nos referimos tanto a los movimientos y organizaciones de NATs como a las
ONGs de apoyo a las mismas.
El gobierno de los Países Bajos, tradicionalmente interesado por la infancia en el mundo,
decide organizar una consulta-conferencia sobre las formas más intolerables del trabajo
infantil -Amsterdam, febrero 1997 con las tres partes componentes de la OIT en
preparación al nuevo instrumento jurídico internacional y, por primera vez en este tipo de
consultas, invita a los representantes de los niñ@s trabajadores y de las organizaciones de
apoyo.
Ocho NATs, dos de África del Oeste y uno de Perú, Nicaragua, Brasil, Nepal, Tailandia y
la India, presentan durante cuarenta y cinco minutos sus propuestas y planteamientos ante
el pleno de la conferencia en donde había 28 ministros del mundo entero con sus
respectivos asesores, representantes de los sindicato y algunos de la patronal.
Este hecho inusitado despierta el interés de una prensa internacional poco habituada a
considerar a los niñ@s como algo más que personitas con las que jugar y, con frecuencia,
no tienen ni preparación ni documentación previas a sus entrevistas. Los NATs hacen un
esfuerzo enorme durante los días previos a la conferencia y en los descansos de la misma
para hablar con todo el mundo y explicar a qué han venido y qué quieren conseguir.
Algunas reacciones son muy positivas, otras, como es el caso de los sindicalistas,
demuestran una cerrazón inusitada ante algo por lo que el movimiento sindical se ha
destacado históricamente, el diálogo y la participación.
Uno de los grupos de trabajo invita a los NATs a participar en la presidencia y dos niñas, la
representante de Nicaragua y la de la India, se sientan con el director de la OIT y algunos
ministros en la mesa, disponen del mismo tiempo que ellos y sus propuestas pasan a formar
parte de la discusión para las conclusiones como el resto de las propuestas presentadas por
los asistentes. Parece que la brecha que se abrió en Kundapur se va ampliando.
El optimismo da paso a una cierta inquietud ante la oposición de muchos asistentes a invitar
a los niños a las siguientes Conferencias internacionales. El optimismo renace ante la
actitud de algunos ministros como los de Suecia, Filipinas y Senegal, que no sólo apoyan
las reivindicaciones de los NATs, sino que solicitan abiertamente la creación de un
observatorio de los derechos de los Niñ@s trabajadores en el que la limitación de la OIT a
los tres grupos de delegados trasciende su estrechez y se amplíe a los propios NATs y las
ONGs de apoyo.
El hecho excepcional de la presencia de los representantes de los NATs organizados en una
conferencia internacional de esta magnitud tiene su antecedente inmediato en lo que se
podría considerar como el primer momento fuerte del proceso de coordinación
internacional, el encuentro de Kundapur. Como decíamos anteriormente, este encuentro de
la India marca el inicio de la historia corta, de un proceso que, si bien acaba de nacer, no
habría sido posible sin una gestación de muchos años en la que los NATs han ido
configurando su propuesta alternativa y su reivindicación fundamental: la de ser tenidos en
cuenta como miembros completos de la sociedad, también en la comunidad internacional.
Pero el Encuentro de Kundapur tampoco surge del viento, ni de la varita mágica de un
bondadoso; es el resultado de todo un proceso de preparación que comienza en 1995 con
dos reuniones previas en Brasilia y Nueva York y una tercera en Goré (Senegal) en 1996.
Un comité de organización aseguró todo este proceso y coordinó la presencia en Kundapur
de los representantes de los NATs de 19 países de América Latina y el Caribe, 9 de África
y 4 de Asia. Formaban parte del comité el Movimiento de Meninos y Meninas da Rua de
Brasil, el MANTHOC de Perú, Bheema Sangha de la India, Movimiento de niños y jóvenes
trabajadores de África del Oeste con el apoyo del equipo Jeunesse Actión de ENDA TM,
del Concerned for Working Children CWC de Bangalore India, y del International Working
Group on Child labour CWGCL.
El trabajo que los NATs fueron capaces de sacar adelante durante los once días que duró el
encuentro no deja de ser sorprendente por cuanto demostraron una capacidad de diálogo y
tenacidad que, acostumbrados a las dificultades de comunicación en el plano internacional
de muchas organizaciones de adultos, demuestra una disposición nueva y prometedora en
este nivel de discusión. Máxime si tenemos en cuenta que los trabajos se desarrollaron en
siete lenguas y sin ningún apoyo técnico a la traducción más allá de la buena voluntad de
los traductores.
Durante la última reunión de preparación de Goré, los NATs decidieron celebrar el
encuentro en la India por dos razones fundamentalmente. Por un lado, la petición de los
movimientos asiáticos en el sentido de animar y reforzar su organización en el continente,
organización todavía muy joven y necesitada de cuidados y, por otro, por ser en el
continente asiático donde las campañas de boycot a los productos fabricados por niños son
más fuertes.
Al final de la reunión, los NATs de los tres continentes acordaron presentar al mundo una
plataforma común de reivindicaciones, lo que se ha dado en llamar los diez puntos de
Kundapur. Para llegar a este consenso, los NATs debatieron, a partir de la puesta en común
de sus diferentes realidades, los puntos que todos consideraron comunes tanto en el nivel de
la identificación de problemas como el de las propuestas de solución. Cabe destacar la
propuesta de la “carnetización” para luchar contra los abusos, el establecimiento de
sistemas educativos adaptados a su realidad de niñ@s trabajadores y realmente eficaces o la
garantía del acceso a la atención sanitaria.
La plataforma de los diez puntos requirió de un importante esfuerzo de diálogo constructivo
que demostró la capacidad y la madurez de estas organizaciones cuyos representantes
fueron capaces de discutir durante horas con un nivel de escucha y de respeto de las
diferencias que raras veces se ha visto en encuentros internacionales. El texto completo de
la declaración final quedó de la siguiente forma:
“Nosotros, niñ@s y jóvenes trabajadores, proponemos:
34 delegados de NATs, representando a 33 países de América Latina y de Asia,
formaron parte del primer encuentro internacional de NATs, en Kundapur
(India). En la presentación de las distintas experiencias fueron destacados una
serie de puntos comunes tanto en nuestros problemas como en nuestras acciones.
A partir de aquí se pudieron analizar los impactos de la acción y organización. La
conclusión fue una plataforma de diez puntos que sirve de base al protagonismo y
la solidaridad internacional de los niñ@s y jóvenes trabajadores.
- Queremos que se reconozcan nuestros problemas, nuestras iniciativas,
propuestas y nuestros procesos de organización.
- Estamos en contra del boicot a los productos fabricados por niñ@s.
- Queremos el respeto y la seguridad para nuestro trabajo.
- Queremos una educación con métodos adaptados a nuestra situación.
- Queremos una formación profesional adaptada a nuestra situación.
- Queremos tener acceso a buenas condiciones de atención a la salud.
- Queremos que se nos consulte en todas las decisiones que nos conciernan,
tanto a nivel local como nacional e internacional.
- Queremos que se lleve adelante una lucha contra las razones que originan
nuestra situación, y en primer lugar la pobreza.
- Queremos que haya más actividades en las zonas rurales para que los niños
no se vean obligados a emigrar a las ciudades.
- Estamos contra la explotación en nuestro trabajo pero estamos a favor de un
trabajo digno con horarios adaptados a nuestra educación y nuestras
diversiones.
En cuanto a las conferencias que van a tener lugar, queremos estar presentes a
partes iguales (Sí hay 20 ministros, que haya 20 niñ@s y jóvenes trabajadores).
Vamos a hablar con nuestros ministros pero no queremos que nos representen.
Estas propuestas se dirigen a:
- Los jefes de Estado, los decidores, las ONGs, los niñ@s y jóvenes trabajadores
de todo el mundo.
Como parte del Encuentro de Kundapur se organizó una consulta internacional con diversas
organizaciones de adultos. Instituciones como la OIT, o la UNICEF, gobiernos como el de
Holanda, Noruega o Suecia, ONGs como Radda Barnen, Red Barna, Terre des Hommes,
Save the Children Fund, Caritas, sindicatos, departamentos universitarios y educadores
estuvieron presentes en esta consulta y compartieron con los NATs sus puntos de vista
sobre la problemática y las distintas propuestas de solución.
Al término de esta consulta, la representante del gobierno holandés manifestó la intención
de invitar a los representantes de los niñ@s y jóvenes trabajadores a la Conferencia
Internacional sobre las formas más intolerables de trabajo infantil en Amsterdam en febrero
de 1997.
Llegados a Amsterdan con la plataforma común de los diez puntos y la intención de
analizar por dónde seguir avanzando en el proceso de coordinación internacional, los
representantes de los NATs, en este caso ocho niños y niñas, se reunieron para trabajar
intensivamente en los días previos a la conferencia en la sede del IIWGCL en Amsterdam.
Para este trabajo los NATs contaron con expertos de las ONGs de apoyo y de la UNICEF.
Estas reuniones sirvieron para conocer en profundidad el tema de la Conferencia, las
formas más intolerables del trabajo infantil, y la forma, el lenguaje y el método de este tipo
de conferencias internacionales. El trabajo fue exhaustivo y los resultados, aunque
positivos, un tanto decepcionantes, precisamente porque la consulta, forzada por la presión
de los NATs y sus organizaciones de apoyo, no obtuvo el resultado deseado, que no era
otro que la aceptación por parte de la comunidad internacional de la participación de los
NATs en la definición de políticas y normativas en todo lo que les concierne y,
consecuentemente, su presencia como delegados en todas las conferencias internacionales
sobre el tema. En palabras de uno de los asistentes se podría decir que “se ha ganado una
batalla, pero no la guerra”.
Durante los días de la conferencia de Amsterdam, los NATs se reunieron separadamente
con la directora general de la UNICEF y los ministros de Suecia, Holanda y Noruega.
Asimismo fueron constantes los encuentros con los medios de comunicación
internacionales. A la ministra de Noruega, los NATs le solicitaron ser invitados a la
conferencia de Oslo, octubre 97, que junto con la OIT el gobierno de Noruega está
preparando como parte del proceso par la nueva Convención. Amsterdam fue la
oportunidad también de citarse nuevamente en Lima Perú, en agosto de 1997, gracias a la
invitación hecha por los delegados de América Latina de asistir a su Quinto Encuentro
Latinoamericano de Niños trabajadores organizado por el Movimiento Nacional de Niñ@s
y Adolescentes Trabajadores Organizados del Perú (MNNTSOP).
Los NATs reunidos en Amsterdam aceptaron la invitación de Lima porque consideraron
que sería una oportunidad magnífica para, por un lado, conocer en profundidad la realidad
de la organización en ese continente y, por otro, hacer la evaluación sobre su propia
coordinación internacional de NATs y sobre- el proceso de una posible nueva convención
de la OIT sobre el trabajo infantil.
El quinto Encuentro Latinoamericano y del Caribe de NATs (Niñ@s y Adolescentes
Trabajadores) y “El mundialito” -que es como se ha decidido llamar a la reunión
internacional de los NATs- tienen como objetivo reforzar el protagonismo de los NATs en
la defensa de sus derechos y en el reconocimiento de sus organizaciones. Asimismo, es un
objetivo fundamental el desarrollo y refuerzo de los Vínculos internacionales de los NATs
de Asia, África y América Latina.
Se trata de profundizar el intercambio de experiencias de los distintos países sobre la forma
en que se vive el concepto de “protagonismo infantil” en cada una de las organizaciones y,
al mismo tiempo, evaluar las acciones llevadas a cabo a nivel continental e internacional
sobre este mismo tema: “el protagonismo de los niñ@s”.
Por otra parte, se pretende reforzar la sensibilización y el compromiso de los gobiernos, de
las ONGs y de la sociedad civil en general sobre los problemas y las soluciones propuestas
por los propios NATs. Para ello, será necesario continuar desarrollando y reforzando la
organización de NATs a nivel nacional, regional e internacional.
Parte importante de estos objetivos es comprender bien el proceso de elaboración del nuevo
instrumento jurídico internacional OIT sobre el trabajo infantil y las conferencias de Oslo y
Ginebra. Esto es muy importante si se quiere hacer real la participación de los niños y, por
lo tanto, el respeto de uno de los derechos fundamentales contenidos en la Convención de la
ONU. No cabe duda que es necesario que la voz de los niñ@s reunidos en Lima llegue lo
más lejos posible y obtenga respuestas adecuadas.
El Quinto Encuentro Latinoamericano y del Caribe y la Reunión Internacional de Lima, “El
Mundialito”, son posibilidades reales de contribuir a la consolidación del proceso de
construcción de la ciudadanía de los niños y, en especial, de los niñ@s trabajadores. Los
beneficios para la defensa de la democracia son indudables si se cuenta con la participación
organizada de los representantes de los NATs.
Durante las reuniones de Lima se prepararon documentos para la Conferencia de Oslo de
octubre de 1997 y Ginebra 1998. Simultáneamente a las reuniones de los NATs se realizó
el IV Seminario Pedagógico para Educadores adultos. Después de las reuniones habrá
encuentros nacionales y regionales de NATs donde se integrará la estrategia internacional
con las distintas estrategias locales.
En el caso del V Encuentro Latinoamericano y del Caribe, estamos ante un acontecimiento
que viene a subrayar la importancia y la continuidad del trabajo de organización de los
NATs en el Continente Latinoamericano. Durante diez años, los NATs han hecho avanzar
su experiencia de acción organizada para hacer frente a los numerosos problemas que
encuentran en su vida cotidiana, sobre todo a la pobreza y situaciones de violencia
inaceptable. En la mayoría de los países del continente los NATs organizados son
conocidos y han logrado tener presencia pública e impacto social. Hay autoridades que se
han sentido cuestionadas por los niñ@s trabajadores cuando éstos han tenido oportunidad
de presentarse en los medios de comunicación exigiendo que se haga realidad el
cumplimiento de sus derechos reconocidos en los Códigos y Estatutos tras su proclamación
en la Convención de la ONU.
La experiencia de estos diez años de Encuentros de NATs a nivel regional e internacional
nos enseña que hay una nueva forma de entender lo que es la participación de los niños y
niñas en las cosas que tocan sus vidas y las de sus comunidades. En palabras del
MNNATSOP, organizador del evento, “el Quinto Encuentro y el Mundialito quieren
contribuir a que se consoliden estos procesos de construcción de la ciudadanía de la
infancia y que se enriquezca la democracia con su participación organizada y
representativa”.
Los niñ@s trabajadores y sus organizaciones han contado, tanto para la historia larga como
para la corta, con el apoyo de las organizaciones de adultos sin el cual, seguramente, los
procesos no habrían tenido lugar. Esto no quiere decir que los adultos no hayan respetado el
protagonismo de los NATs también en el plano internacional, sino que su apoyo y su
disponibilidad han permitido catalizar un proceso que pertenece a los niñ@s trabajadores.
Si fuera de otra manera, esta coordinación internacional estaría condenada al fracaso.
Efectivamente, las organizaciones de apoyo a los NATs se están planteando muy
seriamente su forma de participar en este proceso sin interferir ni en los ritmos ni en las
propuestas que los propios niños se van dando. Para ello, se aprovechó la presencia en
Amsterdam, en febrero pasado, de los acompañantes de estas organizaciones para celebrar
una reunión de dos días en la que se definió cuáles serían las estrategias a adoptar y los
apoyos a ofrecer a la coordinación de los NATs.
A esta reunión asistieron representantes del MANTHOC y de NATRAS, tanto de los niños
como de los adultos, de BUTTERFLIES de Delhi, de Radda Barnen de Suecia, de ENDA
París, de ASMAE Bélgica y de la Revista Internacional NATs.
Se planteó una articulación internacional para fundamentalmente reforzar el protagonismo
de los niñ@s trabajadores, su representatividad y su ciudadanía, y para acompañar el
proceso internacional con un interés especial en el desarrollo del movimiento en Asia,
donde todavía es muy débil. Asimismo, se planteó profundizar el análisis del contexto
macro internacional y los impactos en cada país y región. Por otra parte, esta articulación
internacional debe servir para profundizar la imagen que se tiene del niño tanto en el norte
como en el sur y las distintas legislaciones existentes. Se trata también de desmontar la
nueva estrategia de los abolicionistas basada en ofrecer acciones de tipo "humanitario" que
tan bien venden en las sociedades occidentales. Para todo ello se veía como fundamental la
puesta en común de los recursos y redes existentes.
La revista “NATs”, en tanto que realidad internacional ya existente y con un recorrido que
la avala como portavoz de esta nueva coordinación, quiere ser un instrumento fundamental
en esta aventura. Los distintos componentes del comité de redacción y las instituciones de
apoyo tienen un papel fundamental que jugar en este proceso de asunción del protagonismo
de los niños trabajadores a nivel internacional. Para ello, se vio como muy necesario el
refuerzo de su estructura editorial y de distribución.
Este esfuerzo no será posible sin la suma de las voluntades no sólo de las personas y
movimientos ya implicados sino también de todos aquellos que quieran apoyar y reforzar el
debate internacional sobre la evolución de los derechos de los niños trabajadores.
Queremos concluir evocando las palabras que Vidal, un NAT de Perú dirigiera en
Amsterdam a nombre de todos sus compañeros y compañeras: “Es la lógica de las actuales
medidas económicas, de las legislaciones laborales que han traído por tierra tantos
derechos conquistados con tanto esfuerzo por las generaciones que nos han precedido, del
espiral de desempleo que azota nuestras sociedades y de otros estragos más, estamos ante
una cultura de muerte frente a la cual los NATs nos consideramos productores de vida.
No reconocerlo es añadir más marginación a la que ya se nos impone y una mentira
hablamos de ciudadanía".
En esta línea se inscriben la Declaración de Huampaní del V Encuentro Latinoamericano y
del Caribe y la de los educadores participantes al IV Seminario Pedagógico.
DECLARACIÓN DE HUAMPANI
“POR UN TRABAJO DIGNO Y UNA LEGISLACION QUE LO PROTEJA Y VALORE A LOS NIÑOS,
NIÑAS Y ADOLESCENTES TRABAJADORES”
Lima-Perú
PREAMBULO
Los niños, niñas y adolescentes trabajadores (NATs) reunidos en el V Encuentro Latinoamericano y del
Caribe, los educadores participantes al IV Seminario Taller Pedagógico: "Políticas Sociales y Legislación
Internacional sobre trabajo infantil", I Mundialito de NATs, eventos llevados a cabo en la localidad de
Huampani, distrito de Chaclacayo, Lima, Perú, entro los días 6 y 15 de agosto de 1997
CONSIDERANDO
Que el trabajo infantil es una realidad que involucra a millones de niños, niñas y adolescentes en todo el
mundo y que repercute profundamente en la vida de cada niño, niña y adolescente, en sus familias, a nivel
social, político y económico en general.
Que en la actualidad, y en relación a este tema, se está desarrollando un profundo debate en diversos
espacios institucionales, políticos, profesionales y sociales.
Que existe ya una importante experiencia de organizaciones sociales de niños y adolescentes, y de
organismos no gubernamentales, gubernamentales e intergubernamentales que actúan en este campo.
Que se han realizado diversos encuentros nacionales, regionales, continentales e internacionales de NATs y
de educadores y profesionales, y tomando en cuenta, en particular las conclusiones de los siguientes eventos:
- I Encuentro Latinoamericano y del Caribe de NATs, Lima, 1988
- II Encuentro Latinoamericano y del Caribe de NATs, Buenos Aires, 1990
- III Encuentro Latinoamericano y del Caribe de NATs, Guatemala, 1992
- Encuentro de Bouaké, Costa de Marfil, 1994
- IV Encuentro Latinoamericano de NATs, Santa Cruz de Bolivia, 1995
- Encuentro de Lomé, Togo, 1995
- Encuentro de Bamako, Mali, 1995
- V Encuentro Latinoamericano y del Caribe de NATs, Lima 1997
- I Encuentro Internacional de NATs, Kundapur India, 1996
- Encuentro de Ouagadougou, Burkina Faso, 1996
- I Mundialito de NATs, Huampani, Lima, 11-15 de Agosto 1997
Que nos posicionamos frente a esta realidad invocando un profundo respeto y valoración de la dignidad de
los niños, niñas y adolescentes, a quienes consideramos sujetos sociales y sujetos plenos de derechos, que
merecen vivir junto a sus familias y comunidades en un mundo que asegure a todos los hombres y mujeres la
posibilidad de nacer, crecer y desarrollarse en un contexto en el que la justicia y la paz funden la solidaridad
como expresión de amor y felicidad.
Que los Estados no han adoptado políticas sociales adaptadas a su realidad y destinadas a mejorar sus
condiciones de vida y de trabajo.
Que la existencia de un marco jurídico impreciso y ambiguo que no ha tomado en cuenta las opiniones de los
niños y adolescentes trabajadores manifestadas en los eventos anteriormente enunciados, propicia políticas
de corte abolicionista que no valoran la identidad del niño, niña y adolescente trabajador y que atentan
contra su derecho humano a un trabajo digno, en el marco de los derechos que los reconocen los
instrumentos de derechos humanos y la Convención de los Derechos del Niño.
DECLARAN:
PRIMERO: Reivindicar como derecho humano el derecho a trabajar de todas las personas sin distinción de
edad y que debe ser ejercido en el marco del conjunto de los derechos humanos, con la especificidad propia
de su condición de niños, niñas y adolescentes, garantizando el goce efectivo de los derechos laborales
individuales y colectivos en todo tipo de actividad laboral.
SEGUNDO: Reivindicar el protagonismo del niño, niña y adolescente trabajador como sujeto social,
económico y jurídico y su derecho a participar, a través de sus organizaciones, en el diseño de las políticas y
de las normas legales que afectan su vida.
TERCERO. Condenar la explotación económica y el abuso a los que se ven sometidos los niños, las niñas y
adolescentes trabajadores, reivindicando su derecho a condiciones dignas de trabajo y a una legislación que
los proteja.
CUARTO: Demandar políticas educativas que articulen educación y trabajo y que tomen en cuenta la
especificidad de su rol social.
QUINTO: Invocar a los organismos internacionales y multilaterales para que elaboren herramientas
jurídicas que consideren la compleja y diversa naturaleza del trabajo infantil distinguiendo la explotación de
la mano de obra infantil de las otras formas de trabajo que contribuyen al desarrollo integral de su persona
SEXTO: Demandar a los organismos gubernamentales, internacionales y multilaterales una voluntad política
real, en concordancia con los instrumentos jurídicos internacionales, hacia la erradicación de todas las
actividades ilícitas y/o delictivas, tales como la esclavitud, la servidumbre, la explotación sexual, la
pornografía, el enganche, el tráfico de drogas, y otras formo que atentan contra sus derechos humanos, y que
no pueden ser confundidas con nuestra concepción de trabajo infantil.
SEPTIMO: Exigir el reconocimiento y el respeto del derecho de opinión y de asociación consagrados en la
Convención Internacional de los Derechos del Niño, con el debido reconocimiento do la personería jurídica
de las organizaciones de los niños, niñas y adolescentes trabajadores.
OCTAVO: Proponer la adopción de un Protocolo Facultativo a la Convención de los Derechos del Niño que
tenga como ejes referenciales:
- el reconocimiento del derecho a trabajar como un derecho humano basado m la dignidad de niño y de
las niñas.
- el reconocimiento de la capacidad civil especial que supere la concepción clásica de la incapacidad
civil;
- el reconocimiento de sus organizaciones, dotándolas de la debida personería jurídica acorde con el
derecho de asociación reconocido en la Convención;
- ampliar la competencia del Comité de la Convención sobre los Derechos del Niño para que pueda
recibir informes también por parte de organizaciones de niños, niñas y adolescentes trabajadores sobre
la violación de los derechos de la infancia y expedir resoluciones ejecutables por los órganos
jurisdiccionales correspondientes en cada país.
NOVENO. Demandar a las Organizaciones gremiales de trabajadores que posibiliten la integración de las
organizaciones de los niños, niñas y adolescentes trabajadores.
DECIMO: Requerir a la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en cumplimiento de su constitución,
como organismo de las Naciones Unidas de carácter tripartito que incorpore a los niños, niñas y
adolescentes trabajadores organizados en los debates y decisiones que afecten su situación.
DECIMO PRIMERO: Presentar, desde la práctica pedagógica del trabajo con los niños, niñas y
adolescentes trabajadores y desde su experiencia cotidiana, los siguientes lineamientos de política social en
cuatro diferentes áreas: organización, educación-recreación, salud y trabajo.
Los educadores y las instituciones que representamos hacemos nuestro el mensaje de los niños, niñas y
adolescentes trabajadores:
- Sí al trabajo DIGNO, no a la explotación!
- Sí al trabajo PROTEGIDO, no al maltrato y al abuso!
- Sí al trabajo RECONOCIDO, no la exclusión y marginación!
- Sí al trabajo en CONDICIONES HUMANAS, no a condiciones indignas!
- Sí al DERECHO A TRABAJAR en libertad, no al trabajo forzado!
SEGUNDA PARTE
NIÑOS TRABAJADORES Y CULTURAS
DEL TRABAJO
El objetivo de estos capítulos es ofrecer una visión fundamentada de las culturas
del trabajo en general y en lo específico del trabajo infantil. Para ello Simone
Cappelli nos brinda en primer lugar una acuciosa reconstrucción histórica de cómo
han ido cambiando las actitudes y los sistemas valorativos de la sociedades con
relación al trabajo a lo largo de los siglos, hasta llegar al presente y a la no aún
resuelta tensión crítica sobre el sentido y el rol de los trabajadores en estos
horizontes post modernos. Enseguida Giangi Schibotto intenta bosquejar las
principales modalidades culturales de acercamiento al tema del trabajo infantil. En
fin, Alejandro Cussiánovich nos muestra el tramado ideológico y político que está
por detrás de estas distintas lecturas culturales del universo laboral de los adultos y
de los niñ@s y adolescentes.
CAPÍTULO IV
TRABAJO Y CULTURAS DEL TRABAJO: APUNTES
PARA UNA RECONSTRUCCIÓN HISTORICA Por: Simone Cappelli
Antes de hablar de una cultura del trabajo, quizá es más apropiado dar una definición de
aquello que se entiende por trabajo. Hacemos nuestra la definición que da L. Gallino, una
definición como veremos muy general. Trabajo es para él “aquella actividad humana
directa, aquella actividad humana dirigida a transformar las propiedades de cualquier
recurso, sea material o simbólico”. ¿Qué cosa quiere decir recurso? Quiere decir que es
trabajo tanto el trato que se le de a las materias primas para transformarlas en productos
acabados, sea el trato de los productos semi trabajados, sea también el trato de un bien final
(Se piensa por ejemplo en el comercio). Pero es trabajo también el trato a los recursos
simbólicos: lenguajes, imágenes, servicios no visibles. Por lo tanto trabajo es tratar
cualquier recurso para modificarle las propiedades, esto es por ejemplo el vender un libro,
pero modifica su fructuosidad (la de sus propiedades no materiales).
“Para que una actividad que modifica las propiedades sea trabajo debe tener como fin el
acrecentar la utilidad de aquellos recursos para si o para otros a fin de obtener medios de
subsistencia para una vía mediata o inmediata”. A primera vista esta primera parte de la
definición, pudiera parecer muy tradicional incluso superada: ¿Quizá que todo aquello que
no tiene que ver con la sobrevivencia no sea más trabajo? ¿y dónde termina la
sobrevivencia?
Sabemos bien que hay grupos bastante consistentes de personas que no han superado los
límites de la sobrevivencia pero también es verdad, sobre todo en el mundo occidental
industrializado, que han logrado sobrepasar este límite. Pero de todas maneras superado el
nivel mínimo de sobrevivencia física, ¿significa que se ha terminado con este problema?
No, porque la sobrevivencia se alarga inmediatamente hasta abarcar todas aquellas
actividades, cosas, recursos que sirven, sea para la reproducción física, sea para la
reproducción mental, psicológica, cultural de la población de una sociedad. Por lo tanto el
concepto de sobrevivencia, potencialmente se extiende hasta abarcar el juego, el
pasatiempo, actividades de todo tipo. En la práctica no hay un límite, teniendo en cuenta
también, las diversas diferencias subjetivas.
Pero dentro de la definición de Gallino, hay también la concepción de que el objetivo de
acrecentar la utilidad de los recursos está destinado sea al “consumo” propio o destinados a
otros, por lo tanto en el trabajo no hay una sino sólo la obra que se presta en dependencia de
algún otro a cambio de un salario sino que también está la actividad que se desarrolla
autónomamente. Y cuando decimos de actividad que se desarrolla autónomamente
pensamos ciertamente en el trabajo artesano y también a aquel trabajo del profesional libre,
pero también al trabajo que no puede ser contabilizado en términos monetarios, como por
ejemplo el trabajo para el autoconsumo, aquel que desarrollan las amas de casa, e incluso
también los quehaceres domésticos estas cosas devienen en trabajo incluso si están hechas
meramente por hobby en la medida que son también actividades substitutivas del recurso en
el mercado.
Por otro lado a las finales de la definición de Gallino, continúa en subrayar este concepto:
La vía inmediata es el precio del trabajo (salario a cambio de la satisfacción de
determinadas exigencias); pero Gallino habla también de una vía inmediata: el trabajo que
ofrece una utilidad inmediata a quien lo realiza, será siempre trabajo, con mayor razón si
nosotros nos desplazamos también sobre el plano de los recursos simbólicos.
Por lo tanto, como venos, el concepto de trabajo con el cual nos encontramos y con que lo
tenemos que abordar es mucho más amplio y comprensivo y mucho más amplio del
concepto tradicional de trabajo remunerado desde el inicio del proceso de industrialización,
por lo tanto, desde el nacimiento de la reflexión sociológica y económica sobre el trabajo.
Esta concepción consideraba trabajo sólo el trabajo productivo y remunerado, es decir, el
trabajo que daba un retorno en términos monetarios sea que fuera realizado de manera
autónoma o bien desarrollado bajo la dependencia de otros a cambio de un salario o de un
estipendio.
El antropólogo K. Melany, sobre este aspecto, ha desarrollado, un interesantísimo análisis
sobre lo que ha sido considerado como trabajo desde el siglo XIX en adelante; el centro de
toda su reflexión, la idea que se aúna también a la reflexión de los estudiosos de diversas
prominencias ideológicas y culturales según la cual la motivación fundamental para la vida
económica y para la experiencia laboral es la ganancia. La ganancia entendida como el
resorte que nos hace trabajar.
Es necesario reconocer que se trata de un estereotipo muy anclado, aquel que considera
como inscrito en la naturaleza humana el buscar el logro de una remuneración a partir de
las actividades.
Polani, desde la cima de su experiencia sobre sociedades arcaicas y primitivas, nos dice que
no es así, la proclamada naturalidad de la motivación de la ganancia, que sobre todo en el
enfoque interpretativo del liberalismo económico, es considerada base del trabajo, es un
postulado ideológico que no tiene ninguna referencia seria y concreta con la realidad de la
evolución de las sociedades humanas antecedentes a aquellas industrializadas.
No se puede encontrar una motivación similar al aprovechamiento en el intercambio
practicado en las sociedades primitivas. Los intercambios estaban ligados al beneficio o
aprovechamiento si no a las exigencias cuando sin más no estaban desligados del todo de
las exigencias primarias. Es decir que con frecuencia no había ninguna relación directa
entre el dar y el tener.
Todo esto para decir simplemente que no existe una única forma o concepción del trabajo
como si hubiera laguna razón intrínseca que fuera más justa en relación a todas las otras
concepciones.
La concepción que se ha venido afirmando en el occidente y luego difundido en el resto del
mundo (donde por otro lado ha interactuado con las culturas locales, dando lugar a
experiencias también muy particulares: ver por ejemplo los resultados de la mezcla entre
confusionismo e ideología en el sur este asiático) es sólo una de las muchas posiciones y
ella misma el resultado de una larga evolución.
Esta evolución no debiera por nada maravillarnos, porque es el resultado de cambios
culturales que a su vez son el resultado de sedimentaciones históricas. Además se debe
tener presente que el concepto de trabajo pertenece a aquellas categorías de pensamiento
por las cuales, como se ha visto, es quizá más fácil de encontrar una definición inmediata
mientras se evidencia más difícil explicitarlas en modo exhaustivo y aceptable por todos, el
significado profundo. La razón es también de carácter de la antropología cultural. En el
curso de la historia el hombre ha atribuido diversos significados a la idea de trabajo así el
concepto de trabajo al inicio o relativamente simple cómo luego poco a poco se ha ido
modificando y ampliando.
Así como ha sucedido en otros campos de la experiencia humana, la cultura del trabajo ha
cambiado con el cambiar del contexto histórico.
El proceso a través del cual ha nacido esta particular cultura sobre el trabajo que ha
permitido el nacimiento de la sociedad industrial ha requerido que el trabajo llegara a ser un
compromiso asiduo y natural y que la laboriosidad llegara a ser un valor, esto significó un
vuelco en la posición social del trabajo.
Hasta las finales del siglo XVIII en efecto el trabajar era considerado una actividad innoble,
y la mayor razón si era desarrollada manualmente y con dependencia: el trabajo agrícola
por otro lado era todavía servil. Con el advenimiento de la industria se llegó a que el trabajo
fuera legitimado y ennoblecido a tal punto de transformarlo sin más en ético: el primer
artículo de la constitución italiana dice que Italia es una república “fundada sobre el
trabajo”. Pero ¿cómo se ha llegado a tanto?
El prejuicio social sobre el trabajo tenía raíces profundas en la sociedad esclavista y
también en la feudal y había también mancomunado varias civilizaciones tanto la egipcia,
la griega como la romana,
Tanto Aristóteles como Cicerón consideraron las actividades de los artesanos como una
forma de trabajo servil incluso por ser trabajo manual. El ideal de los filósofos era el
“otium” noble privilegio de los hombres libres y que era considerada la forma más alta de
actividad, naturalmente en el sentido intelectual, Por entonces en la Grecia antigua “el
desprecio por el trabajo originalmente emanado de un apasionado impulso por la libertad
desde la necesidad, y de una no menos apasionada intolerancia por todo esfuerzo que no
dejara alguna huella, algún monumento, alguna obra digna de memoria, se difunde con las
crecientes exigencias de vida de la polis sobre el tiempo de los ciudadanos y con su
insistencia sobre su abstención de todo aquello que no sea actividad política hasta que
terminó por afectar cualquier cosa que requiriese un esfuerzo”. Así como en la Roma
Imperial, todos los oficios como el oficio de escriba, como el del carpintero, eran
inconvenientes para un ciudadano digno de este nombre y los peores son aquellos que
nosotros reteníamos como los más útiles como aquellos de “vendedores de pescado,
carniceros, cocinero, vendedores de pollo y pescadores”. Las bases sociales del prejuicio se
habían perpetrado gracias a la tradición religiosa judeo-cristiana. Biblia y evangelio dan al
trabajo una imagen un poco penosa: “comerás con el pan con el sudor de tu frente”, dice
Dios en el Génesis, echando fuera del paraíso al hombre, “el que no trabaja no debe
comer”, escribe San Pablo en la segunda epístola a los tesalonicenses. El hombre está
“justificado por las obras y no sólo por la fe” afirma Santiago en su epístola. Por lo tanto si
el trabajo es pena y condena, evidentemente la laboriosidad no puede ser considerada un
valor. Se puede ser laboriosos ciertamente, pero justo por necesidad.
Sin embargo aquella misma religión que había dado del trabajo una imagen de pena de
sufrimiento a soportarse en la tierra (quizá con alegría como lo quería San Agustín y santo
Tomás) encontró un camino para rescatar el trabajo. En efecto del cristianismo viene el
primer reclamo de la laboriosidad como un valor. Además del cristianismo una vez que
llegó a ser poderoso y corrupto vino el impulso que condujo a una renovación del espíritu
de la práctica religiosa los dos pasajes que han dado un rol relevante al trabajo
corresponden a la forma benedictina y a la luterana. La obra de la revalorización del trabajo
comienza en efecto con el fraile benedicto de Norcia que introdujo una reforma
verdaderamente explosiva con la audacísima equivalencia entre oración y trabajo. En la
vida cotidiana del monasterio se alternaba la lectura sagrada y las fatigas del huerto; no hay
más siervos; “trabajo es oración”; de donde la máxima "ora et labora” se entiende entonces
bien que se trata de un paso gigantesco hacía adelante en relación al trabajo como pura
necesidad o como actividad servil escoger trabajos manuales, humildes, útiles,
desarrollados con un fin comunitario y por lo tanto social, se contraponía en modo también
polémico a la opción del ermitaño contemplativo, y también a los privilegios sacerdotales.
Quien trabaja y ora es un testimonio de un espíritu de servicio que constituía una forma de
elevación a través de las obras y no solamente a través de la fe o de la oración.
La tradición laboriosa heredada de varias órdenes monásticas se refleja luego en la cultura
religiosa. Una de las obras de arte es Tomás de Kempis el cual en 1420 escribió en la
famosísima Imitación de Cristo, corazón de una nueva devoción “es triste que tú no hagas
mejor uso de tu tiempo...”. Esto es muy importante porque una decisiva contribución
posterior al espíritu de laboriosidad vino precisamente de aquella que será Hamada la
económica del tiempo, cuya exaltación parece comprender toda virtud religiosa y laica. Si
el mejor uso del tiempo ennoblece el trabajo, es precisamente porque se piensa en un
empleo laborioso. A este proceso contribuyeron sea laicos como religiosos. Ya en 1409
Francisco de Marco Danttini escribía a su hijo: “cuando tu pierdes una hora me parece que
tu pierdes miles porque nada en mi opinión es más precioso que el tiempo y me parece que
tu no sabes darle el justo valor”. En 1450 esta vez León Bautista Albert, gran humanista y
polígrafo florentino, escribió el famoso tratado de la Familia en el cual podemos encontrar
pasajes en los que aconseja saber administrar de manera racional y económica el alma, el
cuerpo, “y sobre todo su tiempo”.
Muy crucial al respecto de este punto fue por lo tanto la gran civilización del renacimiento,
donde se encuentran reflexiones fundamentales, prescripciones sobre el empleo, el ahorro,
y la medida misma del tiempo. Se fueron abriendo camino con el difundirse por un lado de
aquello que podríamos llamar mentalidad del comerciante, y por otro lado por las
innovaciones en la práctica mercantil y en el cálculo comercial, vuelven la contabilidad un
presupuesto de la laboriosidad.
La revalorización del trabajo fue relanzada con fuerza por otro religioso: 1537 cuando
Martín Lutero grababa sobre los portones de la catedral de Grottembeg sus 95 tesis a través
de las cuales el monje agustino se lanzaba con violencia contra la corrupta iglesia romana y
su comercio de las indulgencia, Lutero quería que los religiosos volvieran a la dureza
medieval a través de la laboriosidad y el artesanado.
El resultado final de la reforma fue ciertamente la fusión entre trabajo y oración anunciada
por Calvino: trabajo y oración quedan fusionados y no sólo acoplados como en la regla
benedictina. La reforma empuja al creyente a ser homo faber y artífice de sí mismo; fortuna
material y salvación espiritual mediante el trabajo.
Condena universal como aquella en la Biblia, el trabajo llega a ser por lo tanto un rescate
individual. La reforma protestante cambia el signo del trabajo: de una expiación originaria
llega a ser una fuerza interior.
La ética del trabajo y la moral del trabajo tienen su inicio aquí. No más prédicas dirigidas a
todos, sino exhortaciones dirigidas aquellos elegidos los cuales sabrán ser artífices de su
propia fortuna y de su propia salvación. Esta práctica la ha llamado Max Weber: “Ascesis
mundana”.
Estas son las llamadas virtudes puritanas, que proyectan sospecha sobre los motivos
económicos que era característica de teólogos medioevales y sumen en un halo de
santificación ética a las promesas del utilitarismo económico, y formularon un credo moral
en el cual el deber religioso y el llamado a los negocios ponían término a un largo contraste
entre ambos.
Así el radicalismo religioso y el radicalismo económico caminaban uno al lado del otro en
el desprecio por los sectores aristocráticos vistos como comechados y derrochadores.
Calvino se lanza en efecto contra el mal uso de la riqueza y no contra la riqueza mala, de
esta manera exalta la virtud de la burguesía urbana. Como señala bien C. Hill: “En una
sociedad que ya se estaba volviendo capitalista, el protestantismo facilitó el triunfo de los
nuevos valores”.
Sin embargo no fue fácil vencer el prejuicio contra el trabajo que ya desde siglos nutría la
aristocrática distancia en relación a todo tipo de actividad productiva. Todavía en 1798 un
filósofo de ideas avanzadas como J. G. Fichte recomendaba la siguiente actitud hacia las
clases inferiores: “Muéstrese respeto por sus ocupaciones, y se les haga entender que se
reconoce la dignidad de las misma”. El prejuicio se desvaneció del todo gracias a la
revolución francesa: El llamado lanzado por el abate E.J. Sieyes en 1789 al hombre del
tercer estado expresaba también el rechazo por la poca consideración social en la que se
tenía al trabajo, una valoración que el iluminismo habla vuelto ya del todo a la crónica de la
cual el fuego de la revolución hizo justicia.
Aparecieron sátiras e inventivas contra la inoperatividad de las clases pudientes, la
valorización del trabajo llegó a su climax con la teoría del valor trabajo lanzada por A.
Smith establecida por D. Ricardo y perfeccionada por K. Marx, la cual precisamente
descolgaba todo el valor agregado al producto (o plusvalía) en un complemento del
contenido del trabajo y de la fuerza productiva del trabajo mismo. “La misma actividad
laboral” independientemente de las circunstancias históricas y de su posición en la esfera
privada o la pública, posee una productividad que le es propia, por cuanto puedan ser
Fútiles y no durables sus productos. Esta productividad no consiste en alguno de los
productos del trabajo sino en el poder humano, cuya fuerza no se agota en la producción de
medios para la subsistencia o sobrevivencia, sino que es capaz de darnos un surplus es decir
más del necesario para la propia reproducción.
Estamos en los años de la gran revolución industrial y en esta fase o cumple un proceso que
ve la afirmación definitiva de este elemento fundamental del trabajo como una manera que
antes no existía: el concepto de productividad, precisamente.
En otro tiempo el artesano en sus bodegas tenía y usaba un concepto de reproductividad,
por lo menos porque si un operario era más veloz al trabajar se podía ciertamente producir
más y ganar más; por lo tanto es evidente el concepto de productividad que existía antes
pero no estaba asumido. La reproductividad era más que todo una opción personal, no habla
nada que empujase a realizar un producto en un lapso de tiempo o en otro porque lo que se
pagaba no era el tiempo de trabajo sino la obra en si misma, el resultado de la actividad-
cómo el artesano administraba su tiempo para producir lo que iba a vender era una cuestión
que tenía que ver sólo con él. Naturalmente quien trabajaba en dependencia (se piense por
ejemplo en la servidumbre medioeval) no tenía control sobre sus propios tiempos de
trabajo, pero quien trabajaba en la producción de bienes y servicios de una manera más o
menos independiente, no tenía el vínculo de la productividad. De todas maneras también a
quien trabajaba en dependencia no se le pedía ser productivo sino simplemente la
subordinación, no la libertad, la heterodirección.
Por el contrario la introducción de las máquinas en la industria acarrea una transformación
radical de las actividades productivas a medida que la fábrica moderna mecanizada
introduce en la manufactura el trabajo del hombre debe adaptarse a las máquinas sobre las
cuales aplica su trabajo, por lo cual el respeto de la regularidad temporal de los tiempos
técnicos, viene a ser la más importante prescripción normativa del mundo del trabajo. El
espíritu científico, racional, abstracto, que se impone con la revolución industrial hay que
relacionarlo por lo tanto al triunfo de la lógica de la máquina en la actividad productiva. El
tiempo de trabajo, la duración regular y pre establecida, controlado en la regularidad de los
contenidos, en las modalidades según las cuales era pagado, llega a ser para aquel que da
trabajo aún más importante que el resultado del trabajo mismo y de la capacidad
profesional del trabajador. La tensión se concentra cada vez más sobre la cantidad y la
regularidad del tiempo de trabajo. Una fábrica mecanizada, el sistema de máquinas, la
producción de bienes estandarizado introducen un nuevo interés por la productividad que
sustituye todo otro interés. La tarea principal del obrero es respetar la disciplina temporal,
la velocidad, el ritmo.
Esquematizando podríamos decir que la productividad constituye justamente la filosofía de
fondo de este modelo: el crecimiento entendido esencialmente como extensión cuantitativa
de volúmenes productivos.
El concepto de productividad por lo tanto nace y hace parte desde la revolución industrial
para adelante del concepto de trabajo; el proceso que se abre en estos años pone en valor el
concepto social sobre el cual se aprovechan los dueños de la industria.
Para el naciente sector de la industria capitalista la laboriosidad llegó a ser no sólo una
bandera sino una verdadera y real “ideología legitimadora”. Los industriales por otro lado
tenían necesidad de un reconocimiento social mientras “debían ajustar sus cuentas con el
insólito rol de ser conductores de la nación”.
Pero para la sociedad de la industria era importante algo más: una costumbre obrera que
estuviera a la altura de las virtudes puritanas. Pero ¿cómo inculcar la laboriosidad en quien
debía romperse el alma por los otros? Se trataba de una obra compleja de persuasión
aquella que buscaba difundir entre los obreros una laboriosidad interiorizada, es decir,
lograr que llegar a ser proletario y laico fuera un valor tanto como ser burgués y religioso.
En todo caso la moral laboriosa fue propagandizada como compendio de las buenas
virtudes: sermones dominicales en la iglesia, ejemplos edificantes sobre los diarios, fábulas
de los cantahistorias, máximas populares sobre almanaques y tantos proverbios tipo la
cigarra dormida como aquellas de B. Flankin quien fue un divulgador formidable.
Se desarrolló una literatura que presentaba retratos estúpidos del buen patrón, perfiles
agiográficos del trabajador tenaz. Al trabajador se le recomendaba cumplir con su propio
deber y estar en su puesto, pero no faltaba la insinuación que trabajara por si mismo desde
el momento que Querer es poder, como decía el título de un libro de M, Lessona publicado
en Turín en 1869.
Ciertamente no fueron sólo estas publicaciones las que determinaron la masiva difusión de
la laboriosidad incluso entre los estratos sociales obreros y sin embargo la revolución
industrial logró realmente constituirse en el punto cardinal, también desde el punto de vista
de la concepción y de la imagen social del trabajo.
Y esto porque como ya se ha dicho es con la revolución industrial que comienza a
distinguirse de manera definitiva trabajo productivo (que luego y por largo tiempo no es
otra cosa que el trabajo asalariado) y el trabajo improductivo. Y substancialmente podemos
decir que desde la revolución industrial para adelante el trabajo productivo se identifica
como trabajo simplemente, trabajo a secas.
Este concepto particularmente restringido del trabajo se irá perdiendo con el tiempo, pero
es real que en esta fase se presenta con estas características y su ola expansiva llegará hasta
nuestros días, no obstante todas las modificaciones que sufriría a lo largo del tiempo. Y
deja una importante herencia en la cultura del trabajo de las sociedades industriales
occidentales.
El trabajo productivo entendido como trabajo llega a ser el eje no sólo de las
representaciones de los problemas del trabajo del mundo capitalista del top manegement de
las empresas, o como cualquiera de éstas que se ocupan de la política económica industrial
a varios niveles y en varias esferas.
Pero la concepción del trabajo productivo, de trabajo por excelencia, llega a ser el centro y
el corazón también de la cultura obrera, incluso en sus versiones más radicales la difusión
de esta concepción no se debe tanto como ya se dijo en el Portafolio del Obrero escrito C.
Cantú en 1873 o el panfleto de 1890 de H. Carlyle con el titulo de " Trabajo, no te
desesperes", cuanto más bien a la intervención de un sujeto colectivo al cual se le da la
debida atención: El Movimiento Obrero, es decir, las organizaciones políticas y sindicales
de los trabajadores. En efecto en la industrialización se dio gran importancia a aquellos
ideales sociales políticos según los cuales el trabajo no es solamente un medio de
sobrevivencia sino también de transformación y quien trabaja debe reclamar por lo tanto y
obtener un mejor reconocimiento social: tantos estandartes y banderolas que desfilaban por
las calles y las plazas exaltando el trabajo en 1800 y en 1900 colocaban el trabajo como una
promesa y como un botín de rescate.
“Nosotros viviremos del trabajo, sólo peleando se morirá”, no es por casualidad que en el
himno de los obreros italianos escrito en el siglo pasado por E Dudati, así como la máxima
paulina “quien no trabaja no come”, haya penetrado tanto en la constitución soviética de
1918, a quitarnos la belleza de los años 70 hasta la reforma de 1989.
Por otro lado piénsese en las distinciones en este punto que hacían Marx y Engels entre
trabajo manual e intelectual; también ellos fundaban su propio concepto de trabajo, de
trabajo productivo y del “trabajo improductivo” como una visión particularmente negativa.
Pero lo mismo podríamos decirlo de las teorías de los socialistas utópicos vistas como Saint
Simon, Owen y Prodhon, para quienes el trabajo es directamente productivo si tiene un
valor social y en este caso debe Regar a ser el eje de la democracia del futuro en tomo al
cual se debe organizar la sociedad socialista. Incluso, vemos que los escritos de Gramsci y
de Gobetti están fundamentalmente ligados y centrados en la valoración del trabajo obrero,
es decir (directamente productivo), como el centro y el corazón de la sociedad.
Por lo tanto, sea para “la derecha” como para la “izquierda”, desde la revolución industrial
en adelante, el trabajo productivo, improductivo se separan y el concepto de trabajo está
directamente ligado al primero de los dos. Se piensa en relación a esto, en la simbología
que ha acompañado a todo el siglo XX hasta los años SO: el mito de las manos callosas, del
saber hacer, el overol y el mameluco del obrero de fábrica en torno al cual se construye la
existencia de los individuos. Sea pues con diferencias significativas entre un país y otro, se
afirma el principio según el cual trabajar debe ser ante todo responsabilidad del jefe de
familia, del así llamado el "bread winner", literalmente: aquel que procura el pan.
Se piensa cómo hasta ahora (por esto se ha dicho que llega hasta nuestros días la onda de
esta interpretación del trabajo) se tenga en los sindicatos y en los partidos una imagen si no
precisamente negativa, sin embargo ambigua del sector terciario. ¿Qué es lo que produce
un docente o un empleado de un municipio? Ha existido en suma una forma de prejuicio en
relación al trabajo no inmediatamente productivo con las debidas excepciones y diferencias,
piénsese por ejemplo en las enfermeras.
En general se puede decir que el mito de las manos callosas es la revalorización de la fatiga
física que ha sido necesaria y que por lo tanto todo bien producido lleva dentro de sí
respecto a aquellos otros oficios que no requieren tanta fatiga, o en todo caso no requieren
ninguna - eh aquí por qué el trabajo de las enfermeras si bien pertenecientes a la economía
terciaria, siempre ha sido asociado al trabajo obrero.
En síntesis, en los países donde la industria nacía o se estaba ya afirmando, los ideales
obreristas del movimiento obrero eran en general más seguidos, al menos al inicio, por
trabajadores que habían logrado una mejor calificación y cuyo trabajo se ennoblecía gracias
al orgullo profesional. Ambas, tendencias se disputaban en efecto el trabajo como un valor
del cual nadie se decía ser el único portador. “Esto llegaba a ser particularmente evidente
cuando las organizaciones obreras conciliaban los tiempos de producción o formulaban
alternativas productivas -esto incluso era evidente cuando los sindicatos proponían un
nuevo modelo de desarrollo o un nuevo modo de producir un automóvil, ellos daban
señales opuestas al mismo valor, “el valor del trabajo”.
Par el resto en el movimiento obrero estaban seguros que un trabajo libre, es decir liberado
de la explotación de los patrones, habría sido más productivo que cualquier otro. Esto
incluso era considerado más creativo y también más gratificante. Así el trabajo llegaba a ser
racionalizado y su valor trascendía la moral laboral llegando a ser una ética incluso una
ideología: pero laica, no más religiosa. A este punto en efecto por costumbre obrera tornaba
distancia de las virtudes puritanas porque los proletarios no buscaban la salvación
individual sino la emancipación universal: la laboriosidad valorada, valorizaba a su vez el
trabajo.
Llegamos así a la concepción del trabajo en nuestro tiempo. Se trata de una visión que en
parte mantienen y recupera elementos de las culturas procedentes y que en parte trata de
superarlas y de superar los límites proponiendo una universalización del valor del trabajo;
en esta nueva óptica, perfectamente interpretada por la definición de Gallino que hemos
citado al inicio, se entiende como trabajo toda actividad humana que tenga utilidad social.
Las sociedades modernas como se ha visto se han desarrollado en el rechazo de la
concepción tradicional del trabajo entendido como pena, como sufrimiento. Actividad
considerada “indigna” por el hombre libre.
De este rechazo ha nacido una ética del trabajo que ha ennoblecido la actividad por el
mercado definiéndola en términos de vocación; el trabajo se ha transformado así en una
actividad socialmente útil por antonomasia. Se trata de una actividad en la que cada cual da
cotidianamente prueba de una responsabilidad madura en relación con la colectividad. Es
en tomo a este pilar que han terminado estructurándose no sólo el tiempo de vida, sino
también la identidad colectiva e individual.
Esta puesta al día cultural, es también el resultado de la exigencia de dar una respuesta al
aumento de la desocupación, que ha llegado a ser un componente estructural de los
sistemas económicos. Estirar a todas las formas de actividad humana (socialmente útiles)
los valores comúnmente atribuidos al trabajo, entendido en sentido tradicional, significa
rechazar y limitar el valor del trabajo a su componente monetario para hacerlo un
instrumento de recompensa tanto terrena como divina y tiene como finalidad la satisfacción
personal y la utilidad social.
Esta evolución cultural está en la base una toma de conciencia que incluso con muchas
dificultades, parece hacerse camino: se comienza a pensar que no funciona en una sociedad
en la cual crecen contemporáneamente el número de las necesidades sociales insatisfechas
y de las personas sin trabajo.
En definitiva se puede decir que también, aunque en formas y con significados diversos, la
comunidad humana siempre ha sido una sociedad de trabajo. La vida de los hombres
siempre ha estado construida en torno al trabajo; se puede decir además que la figura del
hombre trabajador ha representado el ideal sobre todo en la sociedad de crecimiento. Al
término de pocas generaciones muchas cosas en referencia al trabajo han cambiado: ha
cambiado su organización, ha cambiado cómo se ha visto su cultura. Ha cambiado la
relación del hombre con el trabajo.
Pero las grandes transformaciones organizativas y culturales no han cambiado el corazón
del problema: el trabajo se mantiene como un elemento decisivo de identidad persona,
familiar, social. También en la sociedad moderna por tanto nosotros continuamos a “ser
también” en relación a “lo que hacemos”.
Quizá esta propiedad es menos compulsiva que de la decreciente duración del trabajo que
deja más espacio a los influjos del no trabajo pero contemporáneamente más exigente por el
incesante progreso de las tecnologías que aumentan su influjo sobre el trabajo.
Por lo tanto la cuestión del trabajo y sobre la identidad social en los individuos no parece
estar destinada a declinar o a disminuir ni siquiera los albores de aquella que por muchas
razones ha sido definida corno en la sociedad post industrial.
Por lo tanto es en el trabajo de todos los días que la identidad social de cada cual se
exterioriza y que con frecuencia se revela. Sucede con frecuencia que se descubre que una
persona es tanto más importante de cuanto se pensaba o quizá menos importante de lo que
se creía cuando se llega a saber qué trabajo hace. Con frecuencia basta ver a aquella
persona con ropa de trabajo o llegar a saber a qué hora se levanta para ir al trabajo para
adivinar cuál es su posición social.
Estar sin trabajo no significa necesariamente no hacer nada o estar muriendo de inanición
como sucedía con frecuencia en las generaciones que nos han precedido -o como todavía
puede suceder en muchas áreas del planeta. Pero significa siempre y en cualquier lugar
estar entre excluidos. La falta o la pérdida del trabajo comporta siempre una pérdida de
identidad, una disminución de los derechos de ciudadanía. Puesto que a través del trabajo es
que la sociedad afirma la efectiva igualdad de derechos y el reconocimiento de la paridad
de toda persona en la vida social.
En efecto la ciudadanía responde a un conjunto de derechos. Derechos civiles y políticos
pero también derechos sociales y son estos últimos que permiten reducir radicalmente la
tensión (contradicción) entre igualdad de derechos civiles y políticos y desigualdad social.
Los derechos civiles (en síntesis los derechos esenciales de la libertad individual) se
concretizan en los derechos de propiedad, sea de bienes sociales sea de bienes del trabajo;
su ámbito de referencia es el mercado de las instituciones correspondientes a las que
administran la justicia. Los derechos políticos expresan a su vez el derecho de participación
al ejercicio del poder y su ámbito de referencia es el sistema político y sus instituciones
correspondientes.
Los derechos sociales finalmente se refieren a los derechos de protección, de seguridad, de
producción, de pertenencia a una sociedad en desarrollo. Su ámbito de referencia es
entonces la sociedad civil, pero la progresiva promoción de criterios de repartición y de
regulación alternativos a aquellos del mercado.
Las instituciones típicas de los derechos sociales son los aparatos del estado social, el
sistema escolar, los sistemas de relaciones industriales.
Dentro de estos diversos elementos constitutivos de la ciudadanía, el trabajo asume
características y significados diferentes. Entre los derechos civiles, se inscribe en la
categoría de los derechos de la propiedad, nace por lo tanto un derecho al trabajo. Con los
derechos políticos y su plena aplicación, el trabajo entra en la sociedad política a través de
los partidos y contribuye con el movimiento sindical al nacimiento y a la afirmación de un
sistema de democracia pluralista. Lo que no quiere decir pluralismo en las instituciones,
sino pluralismo de instituciones. Esto es, de ordenamiento de poderes. Finalmente el
movimiento por la participación del trabajo, de los riesgos de un mercado librado a sí
mismo, constituye un paso para la afirmación de los derechos sociales en la sociedad
industrial, Es decir, el camino para la construcción de aquello que podríamos llamar
ciudadanía industrial.
He aquí pues, cómo el trabajo es la condición para realizar una sociedad que esté exenta de
áreas marginales, de zonas en la sombra, de sectores y grupos a los cuales casi por una
desconocida e insuperable diversidad se les reserve la suerte menos afortunada, una
participación menos intensa en la vida de la comunidad, una substancial desigualdad de
posición, un insalvable desnivel en las condiciones de existencia.
CAPÍTULO V
TRABAJO INFANTIL Y CULTURAS
DEL TRABAJO INFANTIL:
ECOSISTEMA, TABU Y VALORACION CRÍTICA Por Giangi Schibotto
E1 tema de las culturas del trabajo infantil remite a las actitudes que la sociedad en su
conjunto (y los grupos y los individuos que la componen) asume frente al niñ@ que se
responsabiliza y actúa para su propia sobrevivencia y el desarrollo económico-material de
su comunidad de pertenencia.
Se trata de un tema muy complejo, que no abordaremos desde una perspectiva de
reconstrucción histórica, lo que requeriría un camino demasiado analítico y
circunstancialmente documentado. Más bien intentaremos nuclear unas cuantas categorías
de carácter general, las mismas que puedan esbozar algunas de las principales modalidades
con que las diferentes sociedades se han relacionado, práctica, teórica y simbólicamente,
con el fenómeno del trabajo infantil.
Antes, sin embargo, es necesaria una premisa, que por ser elemental y casi obvia no deja de
ser el primer y obligado paso como para enmarcar el rumbo epistemológico de nuestro
discurso.
En efecto, sigue persistiendo el peligro de que el tema del trabajo infantil sea asumido
desde una perspectiva naturalizante o desde una óptica de universalismo ético, que mal se
conjuga con un esfuerzo de lectura cultural-antropológica. Perspectiva naturalizante
significa que la relación entre infancia y trabajo quedaría supeditada a supuestas leyes
naturales, biológicas y por ende inmutables, por lo menos según los lazos de tiempo de la
historia humana. Esta naturalización de fenómenos que en realidad surgen dentro de los
distintos contextos históricos y culturales en que se desarrollan los hombres es una forma ni
tanto encubierta de dogmatismo, pues la referencia a la natura se supone que legitime la
inmovilidad y la absoluta objetividad de una determinada realidad y de la interpretación
sobre la misma. Y cuando se trata de infancia la tentación es más fuerte, pues el ser niño es
en cierta medida también una condición biológica y ligada a procesos que tienen que ver
con la naturaleza. Así que muchas veces se comprueba que con relación a la infancia casi se
afloja el espíritu critico y que con mucha facilidad se retoman posturas dogmáticas que
olvidan el carácter en gran parte histórico e social de la construcción de la categoría de
infancia.
Por universalismo ético entendemos, a su vez, la actitud de quienes se presentan armados
con un decálogo moral cuya validez es absoluta y no puede relativizarse con relación a los
distintos contextos culturales. Se trata en este caso de un dogmatismo cuya fundamentación
no radica tanto en la “natura”, sino en una suerte de imperativo categórico que precede la
relativización cultural de las normas éticas. En este caso, por ejemplo, el trabajo infantil
representaría un fenómeno justamente inaceptable por lo que supuestamente seria una
universal conciencia común a toda la humanidad o que de toda manera sería deseable que
fuera común a toda la humanidad.
- Pensamos que tanto una como otra forma de dogmatismo resultan ser peligrosas, en
cuanto índices de posturas rígidas, fatalmente acriticas, oscurantistas en lo teórico y
autoritarias en lo práctico. Por ello pensamos importante asumir más bien una perspectiva
de confrontación critica, cuya premisa debe ser una aunque rápida reseña de las múltiples y
distintas culturas sobre trabajo infantil, sin borrar previamente ninguna de ellas en nombre
de tal o cual armadura ideológica.
LA CULTURA ECOLOGICA O ECOSISTEMICA
Han habido en el pasado y siguen existiendo en el presente contextos sociales que asumen
al trabajo infantil como un fenómeno no problemático o por lo menos sin una propia
problematicidad especifica, en el sentido que la labor de los niñ@s, sus responsabilidades
en las diarias tareas productivas, su empleo en las actividades que garanticen la
sobrevivencia y la reproducción no se perciben como una contradicción con el conjunto de
las condiciones contextuales del medio ambiente, entendido este último tanto en su
configuración natural y física, como, por supuesto, en su conformación cultural, ética,
normativa, valorativa y simbólica.
Ecología es una palabra griega y su explicación etimológica nos dice que se compone del
término “eco”, que significa “ambiente” y del término “logos”, que significa “lógica”, en el
sentido de racionalidad, coherencia, funcionalidad, integración articulada y sistémica de los
componentes de un discurso o una practica. Por ende cultura ecológica del trabajo infantil
es aquella que incorpora orgánicamente y sin mayores contradicciones la labor del niño y
del adolescente, sin que ello constituya ninguna grieta o ralladura en el edificio social. Al
contrario, el trabajo infantil se percibe y se maneja con una actitud integrativa, en el sentido
de que pasa con ser una expresión entre otras de un determinado sistema de producción, de
socialización, de valores, de relaciones sociales, de elaboración cultural, etc.
En este contexto cultural no cabe una desvaloración patologista del trabajo infantil como
manifestación de una enfermedad social, de una anomia incompatible con los mecanismos
reguladores de la sociedad. El niño que trabaje no es un elemento que contamina al
ambiente, sino más bien un componente integrado en un proyecto de adaptación creativa
del hombre al ambiente y del ambiente al hombre, como para hacer posible la vida y
mejorar su calidad. Con palabras y categorías contemporáneas, podríamos decir que el
trabajo infantil es asumido como componente de un modelo de “desarrollo sustentable”.
Muchos son los ejemplos históricos que podrían documentar esta cultura ecológica del
trabajo infantil, lo que nos lleva a rechazar una postura que simplemente asimile la actitud
de condena y desvaloración que nos llega de la cultura occidental contemporánea, pues de
esta manera otra vez estaríamos obedeciendo a un paradigma ajeno y dogmático.
En muchas etnias de África, por ejemplo, “toda la comunidad de la familia ampliada
participa de la educación del niño y en este contexto el trabajo forma parte de su vida.
Incluso el trabajo le permite aprender, descubrirse como capaz de producir, de crear, lo que
le ayuda a madurar rápidamente, a desarrollar su autoestima”.
Y si miramos a la cultura incaica, sobre todo en el campo los niños se empeñaban en ayudar
a sus padres y a la comunidad, cumpliendo tareas livianas, cuidando los más pequeños,
pastoreando, recolectando plantas alimenticias y medicinales. Se trataba también de un
proceso de socialización y educación informal través del trabajo, relacionado con las
capacidades físicas y psicológicas de los niñ@s.
El medioevo europeo conoció la experiencia de una embrionaria manufactura urbana en los
talleres artesanales de los siglos XIV y XV.
En estos talleres era normal y cohesionada con las demás manifestaciones sociales la figura
del aprendiz, fuera niñ@ o adolescente, que trabajaba en conjunto con los maestros
artesanos, muchas veces viviendo en sus casas. Todos los documentos históricos que
tenemos de este periodo, ya sea escritos como gráfico-pintóricos, nos declaran la
uniformidad del trabajo infantil con el conjunto de la normas y los valores considerados
aceptables y positivos. Más bien, lograr que un niño o un adolescente ingresara al taller
artesanal de un buen maestro era garantizarle un conveniente proceso de aprendizaje, de
preparación profesional y de inserción social.
Ya al finalizar el siglo XIX, en Italia el novelista Giovanni Verga nos retrata muchas
figuras de niños trabajadores. En un cuento titulado "Rosso Malpelo" nos muestra cómo el
trabajo infantil se insertaba sin mayores contradicciones en el sistema cultural de los
sectores populares de aquel entonces.
Por último podríamos recordar las muchas películas que nos muestran los niños pielrojas de
América del Norte que participan en la caza con sus padres y así van paulatinamente
aprendiendo los métodos y los secretos “profesionales” de su cultura. Discurso parecido se
podría hacer para muchos etnias de la selva amazónica o de la sabana africana.
Los ejemplos se podrían acumular sin fin, pero no nos interesa ahora hacer listados
completos. Lo esencial es tomar en cuenta que han habido y hay muchos contextos
culturales que no viven el trabajo infantil como algo chocante, expresión de una
contraveniencia anómica con lo que se considera normal y funcional. Por el contrario, en
estas culturas el niño trabajador es percibido y tratado como una figura positiva y
correspondiente a los mecanismos deseables de socialización y de inserción en los
mecanismos productivos y reproductivos.
Todo ello no significa avalar una visión idílica o románticamente acrítica de estos contextos
sociales. En ellos también se daban costumbres de explotación, maltrato y hasta crueldad y
violencia en contra de los niñ@s en general y en contra de los niños y niñas trabajadores en
particular. Más aún, no era tan sólo una violencia social, sino también muchas veces una
relación con la naturaleza y el medio ambiente muy difícil, no auxiliada por una eficiente
tecnología, marcada por autoritarias relaciones de poder, en el trasfondo de una existencia
que resultaba ser muy frágil y permanentemente expuesta a los estragos sociales y
naturales. Así que no estamos haciendo ninguna "laudatio temporis acti", ni nos anima tal o
cual nostalgia milenarística. El nuestro no es todavía un discurso valorativo, que opine
sobre el hecho si el trabajo infantil era bueno o malo. Más sencillamente registramos la
coherente asimilación de este fenómeno en variados medios culturales, en contextos en los
que al niño trabajador se le veía como algo normal y más aún como algo que interactuaba
sistemícamente con las otras articulaciones del cuerpo social, tanto en el ámbito de la
producción material así como en el ámbito de las superestructuras ideológicas. Esto es lo
que entendemos por cultura ecológica o ecosistémica del trabajo infantil. Tal vez un
ejemplo concreto pueda aclarar con mayor eficacia este concepto. Hace unos años en un
taller sobre derechos del niño se estaba animadamente debatiendo sobre si el trabajo infantil
fuese positivo o negativo para el desarrollo psicosocial de la persona. Habla también una
señora campesina de la sierra huancaína (sierra central de Perú) que se quedó sin hablar por
largo tiempo, dando sin embargo señas de alguna incomodidad. Luego intervino
abruptamente y nos preguntó por qué estábamos gastando el tiempo con algo que ella no
entendía de qué manera podía ser percibido como un problema y nos invitó hablar de cosas
serías e importantes. En el background de esta señora no cabía entonces la problematicidad
del trabajo infantil, no es que ella solucionara de una u otra forma el asunto, simplemente el
asunto no se presentaba como dilemático, no existía el interrogante. El niñ@ trabajador casi
no lograba destacarse como fenómeno social a parte, con su propia, distinta y significativa
especificidad. Estaba tan integrado, incorporado en el ambiente natural y humano que a la
señora le costaba siquiera individuarlo, reconocerlo, aislarlo y resaltarlo.
LA EZQUIZOFRENIA CLASISTA
En muchos contextos culturales se ha dado una valoración relativa del trabajo en general y
también del trabajo infantil, dependiendo de los grupos sociales interesados. Los griegos,
por ejemplo, tenían un ordenamiento social tripartito: los que dirigían, los que combatían y
los que trabajaban. Esta articulación triádica del cuerpo social se presenta también en el
medioevo cristiano, aunque con la inserción de un grupo (los curas) con una función
religiosa. Por otro lado la nobleza española siempre tuvo en sumo desprecio el trabajo, que
era considerado actividad apta para las clases inferiores. La misma actitud nos la relata
Tolstoy con referencia a los aristócratas rusos, ya al finalizar el siglo XIX.
Por ello que se puede decir que justamente uno de los valores nuevos que ha traído consigo
la clase burguesa, en su proceso de progresiva afirmación histórica ha sido una valoración
incondicional del trabajo, entendido como valor universal y justamente no relativo a los
distintos grupos sociales.
Las culturas que valoraban al trabajo sólo en cuanto actividad propia de determinadas
clases sociales tenían la misma actitud también con relación al trabajo infantil. En casi
todas las sociedades urbanas del pasado era considerado normal que el niño y niña de
sectores populares e incluso también de la clase burguesa baja o media trabajara desde
temprana edad, mientras que los hijos de la clase noble se dedicaban más bien a aprender el
ejercicio de las armas, a asimilar la etiqueta y los buenos modales, a veces a aprender los
elementos de una cultura abstracta y autocontemplativa.
Esta actitud esquizofrénica a nivel de la segmentación de clases o castas sociales no era sin
embargo específica del trabajo infantil, sino que más bien reflejaba una actitud general
frente al trabajo. En este sentido no podríamos equipararla a la actitud contemporánea de
quienes se horrorizan frente a los niños trabajadores en cuanto manifestación de una
perturbación social. Lo que se quiere decir es que el trabajo en cuanto tarea social, con su
carga de responsabilidad y de fatiga, se distribuía en el cuerpo colectivo según una
discriminación de clase y no de edad y la moratoria social frente al trabajo concernía
entonces cierto grupo social y no cierto grupo etárero.
También en este caso no queremos ahora valorar o desvalorar esta postura frente al trabajo
infantil. Pero si queremos detenernos en una reflexión sobre el uso ideológico que se podría
hacer de lo que acabamos de ilustrar.
Y es que del hecho que en muchos contextos el trabajo infantil se lo reserva a los niños de
las clases menos afortunadas, alguien podría inferir que ello es en sí la expresión de una
explotación de clase, en el sentido que resulta ser una condena social como para garantizar
los privilegios de unos pocos niños que sí pueden permitirse el lujo de no trabajar. Y de allí
pasar a sustentar la tesis de que el trabajo infantil se lo debe erradicar en cuanto expresión
de una discriminación clasista, es decir de un injusticia social.
Ahora, a pesar del hecho de que la discriminación se podría solucionar por el otro lado,
haciendo que también los niños privilegiados trabajen, sobre todo nos interesa subrayar que
de lo que aquí se trata no es un asunto relacionado con la infancia sino con la clase
trabajadora en su conjunto. Y si es verdad que para el proletariado el trabajo ha sido
también una maldición en cuanto instrumento de explotación, asimismo no se puede negar
de que el trabajo mismo ha sido el lugar sociológico, ético, simbólico y político de la
identidad positiva de los grupos sociales desposeídos, el lugar de sus luchas y de sus
reivindicaciones, el lugar de su desarrollo como sujetos sociales y protagonistas en la
construcción del presente y del futuro.
Ni el movimiento campesino ni el movimiento obrero han luchado como para liberarse del
trabajo, sino para liberarse de la explotación en el trabajo, además reivindicando,
justamente en cuanto trabajadores, mayor espacio de protagonismo social y mayor poder.
Esta actitud la confirma tajantemente el movimiento de las mujeres, que han asumido al
trabajo como uno de los principales derechos a conquistarse, en cuanto insoslayable
condición y expresión de una renovada actoría social.
¿Y por qué tendría que ser diferente con los niñ@s trabajadores? Reconocer que en muchas
culturas el trabajo era reservado sólo a niños pertenecientes a determinados grupos sociales
significa reconocer una discriminación clasista y al mismo tiempo un potencial patrimonio
de identidad social y de protagonismo. Ello es lo que muchas veces no entienden los que
interpretan el trabajo infantil tan sólo como un bárbaro atraso de civilización: que los
fenómenos sociales pueden tener variadas y hasta antagónicas significaciones según la
óptica con que los asumimos.
Así hoy día, si lo miramos desde el modelo del niño adinerado de occidente el trabajo
infantil aparece como una trampa de subdesarrollo. Pero se lo miramos desde la óptica de la
infancia trabajadora de nuestros países aparece como un elemento de construcción de
protagonismo social, el mismo que puede inclusive enseñar algo a los niños del norte, que
muchas veces reproducen a nivel etáreo la cultura rentista y “perezosa” de la antigua
aristocracia.
LA CULTURA DE LA VALORACION INSTRUMENTAL O
INDIRECTA
Otra forma de acercamiento cultural y valorativo al trabajo infantil se basa en un juicio
negativo de base, pero en una posterior recuperación instrumental del mismo. En otras
palabras el hecho de que el niño o el adolescente trabaje se considera como algo indeseable,
no correspondiente con los cánones que rigen el modelo ideal y normativo de infancia. Sin
embargo, en determinados contextos el trabajo infantil se recupera en cuanto instrumento
útil como para alcanzar determinados objetivos que se consideran positivos. En este caso la
labor de los menores no es un valor en sí, sino en cuanto mediatiza instrumentalmente,
indirectamente otros valores. En fin, se trata de una suerte de enmascarado maquiavelismo
por lo cual “el fin justificaría” a los medios.
En casi todos los países europeos y en los Estados Unidos durante las primeras décadas del
presente siglo el trabajo, por ejemplo, era considerado como un instrumento correccional
para los niños, adolescentes y jóvenes que habían roto el marco de la legalidad social o que
por ser vagabundos potencialmente amenazaban el orden establecido. En este caso el
trabajo, que no se consideraba bueno para los menores integrados a la sociedad, se
presentaba como una experiencia útil para una resocialización sustitutiva y coactiva de
niños “delincuentes”, vagos o pordioseros. Los elementos negativos del trabajo infantil eran
compensados en función de esta importante finalidad de una supuesta reintegración social.
Claro está que en esta categoría cultural de la valoración instrumental entran también las
peludas justificaciones del trabajo infantil que, sobre todo en el siglo pasado y al comienzo
del presente hicieron muchos patrones de fábrica y los representantes políticos de sus
intereses. Es evidente que aquí no se trataba de un real interés para el bienestar de los
chicos, sino tan sólo del disfraz de una motivación instrumental para la explotación
económica de la fuerza de trabajo de los chicos. Nos señala por ejemplo el historiador Jorge
Rojas Flores con relación a la historia chilena de comienzo de siglo, que “la defensa de la
participación laboral de los niños tuvo inicialmente un fuerte arraigo, esgrimiéndose para
ello tanto razones morales como económicas... Por ejemplo, en 1918, un autor señalaba que
muchos patrones creían cumplir un deber social al permitir el trabajo de los niños...”. Y sin
embargo, siempre en los mismos años “un joven egresado de derecho mencionaba la
justificación que algunos hacían del trabajo de los niños obreros al destacar las ventajas que
obtiene la economía industrial y social al aprovechar cuanto antes todo brazo capaz de dar
esfuerzos. (Flores p.57 y 58)
También en nuestros días encontramos rezagos de este tipo de actitud instrumental frente al
trabajo infantil, aunque a partir de motivaciones diferentes y a veces marcadas por un real
interés para la infancia trabajadora. Es en este marco que podríamos, por ejemplo, situar la
postura del realismo selectivo. En este caso el trabajo d los NATs se considera en si
negativo, pero hay que ser realistas y considerar que muchas veces no hay otras salidas para
ellos. Entonces, el objetivo de la sobrevivencia permite rescatar pero tan sólo
instrumentalmente el trabajo infantil, aunque necesite seleccionar (realismo selectivo) y
distinguir entre los trabajos malos y los buenos o “los menos malos”, es decir aquellas
ocupaciones que ofrecen ciertas garantías de que no haya sobreexplotación, violencia,
agresividad, y que, además, dejen un tiempo para el descanso, el juego y también para un
proceso, aunque parcial, de escolarización.
El elemento común a todas estas posturas, aparentemente tan lejanas entre ellas, es que de
una u otra forma asumen al trabajo infantil tan sólo como un medio para conseguir otros
fines, en el horizonte de una valoración utilitarista que no toca ni transforma todavía una
actitud de fondo que sigue siendo la misma: la infancia no tendría que trabajar, pero ya sea
para corregir a los delincuentes, ya sea para sacarle plusvalía a la fuerza de trabajo de los
chicos o en fin para permitirles sobrevivir a los “hijos de los pobres”, se acepta el trabajo
infantil como un mal menor o como el más adecuado instrumento para conseguir estos
fines.
También en éste como en los otros casos queremos por ahora abstenernos de una
evaluación crítica de esta forma de acercamiento y de tratamiento del tema que nos
convoca. Pero sí queremos hacer una breve reflexión que nos pueda ayudar a orientarnos en
el marco del debate actual. Esta reflexión se refiere al hecho de que muchas veces esta
postura de la valoración instrumental se identifica “tout court” con la de la valoración
crítica, de la que trataremos más adelante. Ha habido también quienes han acusado a los
que rechazan la postura abolicionista, en nombre de una recuperación estimativa del rol y
de la actoría social del niño trabajador, de instrumentalizar a los chicos que trabajan tal
como lo hicieron justamente los crueles empresarios de la revolución industrial de
engelsiana memoria o los directores de los internados carcelarios para menores infractores.
Nada más equivocado, pues por lo que atañe a la valoración crítica, hay una distinta lógica
cultural, valorativa y consiguientemente también política, en el sentido que en este caso el
trabajo se rescata por sí mismo, en cuanto portador de un valor propio, aunque muchas
veces las condiciones históricamente concretas en que se da el trabajo de los niños
defrauden y corrompan este valor. No se trata entonces en este caso ni de aguantar "obtorto
collo" (con la cerviz agachada) el trabajo infantil en vísperas de mejores tiempos, ni de
utilizarlo para otros fines de ganancia económica o de ganancia pedagógica y
renormalizadora. Más bien se trata de superar justamente este horizonte instrumental como
para asumir al trabajo infantil en su propia capacidad de expresar y producir valores
materiales, sociales, y culturales. Así, por ejemplo, si se trata de la relación entre trabajo y
educación una cuenta es valorar al primero porque permite al niño pobre comprarse sus
útiles escolares, mientras que otra perspectiva se abre si valoro al trabajo en cuanto
experiencia que en si misma contiene potencialidades pedagógicas y didácticas.
Esta es una distinción sumamente importante y seria necesario que todos aprendiéramos a
confrontarnos con las específicas y no genéricas posiciones propias de cada cual, sin
imputarle a uno los “pecados” de los otros. Todo ello tal vez conlleve un mayor
detenimiento en la labor de información e interpretación sobre las distintas posiciones, pero
podremos así contar con una mayor tasa de honestidad intelectual en el debate.
LA CULTURA DE LA ARTIFICIALIDAD
O DE LA REALIDAD POSTERGADA
Hay en la cultura occidental una aparente contradicción, pues mientras rechaza como algo
escandaloso y éticamente reprochable el trabajo infantil, al mismo tiempo es la que más ha
valorado al trabajo en ámbito pedagógico. En efecto ya desde el siglo pasado muchos
pedagogos europeos y norteamericanos subrayaron la importancia educativa del trabajo y la
necesidad de utilizarlo como experiencia altamente formativa. Figuras como
Kerschesteiner, Hessen, Freinet.
Dewey, el mismo Don Milani y también pensadores latinoamericanos como Encinas o
Germán Ríos, han proyectado curriculas formativas que tenían al trabajo como eje o uno de
los ejes fundamentales.
También hoy día, el concepto de trabajo infantil, que fuera del contexto pedagógico sigue
siendo casi satanizado, rechazado por la común conciencia ética, prohibido y obstaculizado
por la ley, dentro la escuela recupera todo su sentido positivo y se vuelve importante
herramienta de construcción de la personalidad, experiencia socializadora, momento de
aprendizaje teórico y práctico.
Rara disociación valorativa ésta, que mientras en el contexto social productivo horroriza
frente a la figura del niño trabajador, luego lo inciensa y lo santifica en la escuela. Y algo
parecido ocurre también en el contexto privado de la familia, cuando padres que nunca
permitirían que sus hijos trabajaran, pero sí les exigen que ayuden en los pequeños
quehaceres domésticos, como para responsabilizarse y aprender a compartir los
compromisos de la vida.
Se trata, como decíamos antes, de una contradicción más aparente que real. En efecto se
trata de un trabajo artificializado, desconectado de sus enchufes económico-productivos,
vaciado de su meollo más propio y resucitado como momia artificial en un contexto que lo
transforma en otra cosa. Pues se trata de una suerte de juego pedagógico, de entrenamiento
en un medio que no es la realidad social sino su reproducción maquillada. Algo parecido
pasa con las ejercitaciones escolares premilitares en algunos países, o en otros con el
consejo escolar como forma de preparación a la vida democrática.
La articulación del discurso cultural implícito en esta postura parte de una fundamental
desvaloración del trabajo infantil, considerado de todo modo como un fenómeno social
perturbador y negativo. Pero, al mismo tiempo, pues que en el futuro los niños van a ser
adultos y tendrán que trabajar, hay que recuperar la experiencia del trabajo pero sacándola
de su contexto social, limpiándola de todos los componentes que no sean compatibles con
la idea dominante de infancia, subordinándola a una lógica ya no económica sino educativa
y didáctica. En fin, postergando al futuro la confrontación con la experiencia del trabajo
real y mientras tanto haciendo una especie de aprestamiento con un simulacro de trabajo.
Una reflexión se nos ocurre con relación a este tipo de postura. De alguna forma aquí
aparece cierta conciencia de la contradicción que se da entre la desvaloración del trabajo
con relación a la edad infantil y su posterior valoración con relación a la edad adulta ¿Cómo
puede ser que algo malo para una persona de trece o catorce años a los quince o a los
dieciséis se vuelva milagrosamente buena y positiva? Es evidente que aquí hay un nudo que
no se deja desatar, pues no es posible que tan sólo el pase cuantitativo de los años opere
esta metamorfosis cualitativa con relación al trabajo.
La infantilización pedagógico-educativa del trabajo es posible que sea una forma corno
para intentar de cuadrar el círculo. Valorado en la edad adulta, pero menospreciado con
referencia a la infancia, el trabajo reaparece en el medio educativo pero ya con cara
aceptable y con rasgos oportunos, casi como una suerte de realidad virtual con la que uno
puede jugar sin correr ningún riesgo.
LA CULTURA DEL TABÚ
Desde un punto de vista antropológico la palabra "tabú" se refiere a los hechos, fenómenos,
actos o costumbres que sobrepasan el umbral de aceptabilidad por parte de la colectividad
social. Más aún el término “tabú” indica una introyección normativa tan fuerte que no
admite excepciones, o sea se trata de una prohibición que en ningún caso se puede
relativizar sino que se presenta con un carácter intangible de absolutez.
Toda sociedad ha elaborado un conjunto de "tabúes" y algunos de ellos se presentan con tal
continuidad e insistencia en la historia que casi se podrían interpretar como naturales y por
ende universales. En realidad también los “tabúes” son construcciones histórico-culturales.
Así si tomamos dos normas morales que hoy día nos parecen absolutas e infranqueables
como son la prohibición del incesto y de la antropofagia, tendríamos sin embargo que
reconocer que en otros contextos culturales (por ejemplo la civilización incaica en el primer
caso e la de algunas tribus africanas en el segundo) hay códigos éticos que no sólo permiten
estas prácticas, sino que las transforman en un privilegiado ritual mítico-religioso y
político.
Paródicamente hoy día, en estos tiempos tan liberales y culturalmente relativistas, frente al
trabajo infantil surge una nueva cultura del “tabú” que absolutiza la condena y el rechazo
de este fenómeno.
De hecho muchas veces personas, grupos, organismos e instituciones olvidan de que el
trabajo nos conduce a tratar elementos fundamentales de la condición humana y del sentido
mismo de la vida. Es verdad que el trabajo nos remite con dureza a la miseria, a la
coacción, a la explotación, a la violencia tanto de la naturaleza como de los hombres, tanto
estructural como comportamental. Tal vez por ello que el término trabajo procede de la
palabra latina “tripalium”, que era un instrumento de tortura. Pero el trabajo nos sugiere
también conceptos como desarrollo, progresión de las capacidades humanas, civilización,
cooperación, lucha para la emancipación y la libertad. En este sentido pensamos que el
trabajo sea, en la experiencia individual y colectiva de la humanidad, un lugar de tensión
dialéctica que mal se combina con una postura de absolución sin discriminación alguna así
como con preconstituidas sentencias de condena,
Sin embargo, en ésta que hemos llamado cultura del "tabú", la conciencia de esta tensión
dialéctica desaparece cuando de lo que se trata es del trabajo infantil.
En este caso es como si justamente interviniera una suerte de poderoso "tabú", que bloquea
las articulaciones analíticas y valorativas en favor de una condena que casi a uno le sale de
las entrañas, en favor de una actitud acusatoria sin posibles mediaciones.
Aquí el trabajo infantil, verdadero y real golpe al estómago para la conciencia moral, se
vuelve un escándalo, una vergüenza, un abominio, culpable de la pobreza, del
subdesarrollo, de la reproducción de las injusticias sociales, hasta de la pérdida de la
posibilidad de un futuro para los oprimidos del mundo. Moderno leviatano, monstruo
social, vaso de Pandora donde se amasan todos los males, el trabajo infantil se junta a la
prostitución, a la violencia contra los menores, a las guerras. En fin, todo en el mismo
caldero: trabajo infantil y comercio de órganos; trabajo infantil y turismo sexual; trabajo
infantil y minas matahombres.
El trabajo que en sí no es una dimensión negativa de la vida humana, aunque concretas
contextualizaciones históricas lo corrompan, con frecuencia lo perviertan, se vuelve
escándalo, barbaridad, anticivilización si se conjuga con la infancia, en un binomio
supuestamente maldecido e inaceptable para la conciencia moral.
Consecuencia práctica de esta postura cultural es la lucha sin mediaciones para la total
erradicación del trabajo infantil, con una actitud que por nacer justamente de un supuesto
"tabú" exaspera el dogmatismo, casi como si fuera una "guerra santa" que justifique la
satanización del adversario en el debate.
LA CULTURA DE LA VALORACION CRÍTICA
Valoración crítica del trabajo infantil, por lo menos en las que son sus manifestaciones que
no resultan en contradicción con el desarrollo psicofísico del niño, significa valorar los
elementos positivos, recuperar las potencialidades de una experiencia laboral que forma
parte integrante del proceso de socialización de gran parte de la infancia contemporánea,
sobre todo pero no exclusivamente en los países en vía de desarrollo.
Muchos hoy día, tanto en América Latina así como en África y en Asía van repensando
críticamente todo el asunto. Se ponen el interrogante si el trabajo no pueda jugar un rol
funciona¡ no tan sólo en garantizar la sobrevivencia física, sino también en un proceso de
reelaboración y consolidación de una identidad cohesionada y cohesionante, positiva, en la
recuperación de satisfactorios niveles de autoestima, en la afirmación de un rol social que
no sea tan sólo el de una víctima más o menos protegida y puesta bajo tutelaje
Hay en este caso la conciencia que no es posible construir ningún proyecto de liberación si
el acercamiento es al interior de un espacio, de un horizonte total y exclusivamente
negativo. Nuestras definiciones lexicales son también jaulas conceptuales, categorías
interpretativas, posturas axiológicas y premisas comportamentales. Niños pobres, niños de
la calle, niños en riesgo, niños marginalizados, niños infractores, niños en circunstancias
especialmente difíciles, niños violados, niños negados, niños postergados y hay también
quienes los tachan de niños esclavos o hasta de niños parias, Un universo de negatividad,
de carencias, de vacíos. No se niega que hay raíces dramáticamente concretas de donde
surgen estas categorizaciones, pero la pregunta que se hacen los que asumen la postura de
la valoración crítica es la siguiente: ¿qué identidad podrá construirse un niño trabajador que
escuche hablar en esta forma de su experiencia, de su realidad, de su vida, de “su” infancia?
¿Qué proyecto de vida, de participación, de educación, de liberación le podremos compartir
u ofrecer?
De qué otra manera se autoperciben los mismos niños trabajadores, y tal vez nosotros
tendremos que aprender a escucharlos mejor. Una vez estábamos acompañando de visita un
colegio de clase medio-alta a un grupo de niños trabajadores. uno de ellos, resumiendo sus
impresiones, nos dijo que los otros niños de allí eran unos “vagos”. Se volteaba entonces el
proceso de estigmatización: el ser trabajador se volvía la clave como para un rescate
psicológico, tal vez el único elemento de autoidentificación que le podía dar fuerza en la
confrontación con los otros niños tan diferentes, tan limpios, tan privilegiados. Por la
misma razón los niños trabajadores de Lagos llaman con desprecio a los hijos de las clases
pitucas "comilones de mantequilla". En Asunción, cuando los niños lustrabotas del
Terminal de los autobuses obtuvieron su carnet de identificación, rechazaron tajantemente
la propuesta de quienes querían identificarlos como "niños de la calle": nosotros, dijeron
con orgullo somos en primer lugar "niños trabajadores". Y ¿a qué otra cosa aluden los
NATs brasileños cuando utilizan la expresión "hacer el salario" sino justamente a la
conciencia de su rol económico, a la conciencia de la importancia de su contribución. “El
trabajo me ayuda a ser persona” escribió en un papelógrafo un delegado del MANTHOC, y
esta frase resume mejor que muchos análisis el sentido de la actitud cultural de la
valoración critica.
Max Neef, en sus famosos ensayos sobre la «economía descalza» nos enseñó a ver en la
"necesidad" no tan sólo el elemento de la carencia, de la ausencia, del vacío, sino también
el elemento dinámico del proyecto que se activa como para superarla. Así, frente al trabajo
infantil la cultura de la valoración crítica asume una postura dialéctica, aceptando su
problematicidad (y en ello es distinta de la cultura que hemos llamado ecológoca o
ecosistemíca), confrontándose con la nunca totalmente resuelta tensión entre dos opuestas
polaridades: por un lado el elemento de la coerción, de la violencia, de la explotación; por
el otro, sin embargo, el elemento de la reacción individual y colectiva contra la pobreza y la
exclusión, el elemento de una reactivación dinámica de las que se han llamado "respuestas
silenciosas" de los sujetos populares, en fin un horizonte experiencial y de socialización en
donde radican también identidades, reivindicaciones, esperanzas, proyectos.
Es allí en donde la cultura de la valoración critica encuentra su más significativa
herramienta teórico-práctica. Subrayar la identidad del niño trabajador, valorarla,
transformarla en un elemento de autoestima, de conocimiento y reconocimiento personal y
colectivo, elemento de inserción social, de educación y hasta de didáctica y de itinerarios
curriculares; por último, elemento de subjetividad social, de organización, de acción
transformadora y de poder político: todo ello abre nuevos horizontes capaces de romper los
esquemas paralizantes del asistencialismo salvacionista, del solidarismo autoritario, del
pietismo ético.
En otras palabras, valorizar críticamente al trabajo infantil no significa valorizar la
explotación y los explotadores, sino en primer lugar valorar los niños trabajadores en
cuanto potenciales actores de una crítica a los mecanismos de la injusticia, su emergencia
histórica, su derecho a ser reconocido como grupo social y no tan sólo como una sumatoria
de individuales desesperaciones. Un grupo social cuya actoría se pone antagónica a los
equilibrios del “estatus quo”, cuyo protagonismo apunta al cambio social y por ende se
hace premisa de un proyecto político innovador. También en este sentido la perspectiva de
la valoración crítica es cualitativamente y radicalmente distinta de la cultura ecológica del
trabajo infantil. Esta última tan sólo registra lo que se percibe como una suerte de armonía
predefinida, tradicional, casi natural y cumplida. Mientras que la valoración crítica asume
al trabajo infantil como el lugar de una tensión de donde sale un proyecto nuevo de
reconstrucción alternativa de la sociedad y de las relaciones humanas, proyecto que los
mismos niños trabajadores construyen y reconocen como propio a partir del descubrimiento
de un rol, de una función económico y social, de una visibilidad histórica que el mismo
«trabajo» les garantiza.
CAPÍTULO VI
INFANCIA Y TRABAJO:
DOS NUDOS CULTURALES EN PROFUNDA
TRANSFORMACIÓN por. Alejandro Cussiánovich
Los vertiginosos cambios y las radicales transformaciones que caracterizan en todo orden
de cosas el cierre de este milenio, han provocado el cuestionamiento de las culturas de
infancia y trabajo entre otras implicancias prácticas y teóricas. Dichas culturas hoy bajo
revisión, ven simultáneamente emerger nuevos paradigmas prácticos y teóricos que
permitan vislumbrar los desafíos que se vienen encarando no sólo en el plano de la acción
directa sino también en la elaboración teórica.
El creciente fenómeno del trabajo infantil en nuestra Región ha levantado en las últimas
décadas no sólo reacciones las más extremas, sino una serie de cuestiones de carácter
teórico y práctico. Entre esas interrogantes podemos señalar: ¿Por qué crece el trabajo
infantil en el mundo?, ¿qué entendemos hoy por trabajo infantil? ¿Es la pobreza la causa
del trabajo infantil o es éste causa de la pobreza! ¿Qué contradicciones se dan entre el
modelo de infancia y las representaciones sociales de los niños trabajadores?, ¿qué
significado social tiene la infancia corno fenómeno social y en particular los niñ@s y
adolescentes trabajadores?, ¿en que medida las transformaciones de la cultura del trabajo
hoy, inciden en la conceptualización del trabajo infantil?, ¿qué significación política tienen
los movimientos sociales de niños trabajadores o en favor e sus derechos?, ¿como se
articulan las organizaciones laborales con la cuestión de los niñ@s trabajadores?, ¿qué
incidencia tiene el trabajo de los niños del campo en la economía de sus comunidades?, etc.
Los niñ@s trabajadores constituyen un núcleo síntesis en el que las experiencias y
reflexiones de lo que llaman una nueva cultura de la infancia y una nueva cultura del
trabajo, nos ofrecen un nuevo marco de comprensión.
A. DEL CONTROL SOCIAL AL ROL SOCIAL
Y POLÍTICO DE LA INFANCIA
La infancia como institución social es algo contingente y relativamente reciente.
La distinción -no forzada ni siempre nítida- entre naturaleza y cultura es fundamental para
comprender los alcances y límites de nuestras representaciones sociales del niño y
prevenirnos contra toda tentación de universalizar algo que es un producto cultural, un
constructo social, y por ello mismo particular y comprensible en el contexto desde el que
emerge.
En este sentido sería más propio hablar de “infancias” diversas en contextos sociales
diferenciados. Gran parte de lo que solemos afirmar del niño, de su desarrollo, de su perfil
o modelo, no es ni natural ni universal; pertenece a lo cultural y es esencialmente relativo.
Su carácter no pertenece a la pretendida “naturaleza infantil”, sino que se inscribe en la
relatividad cultural, por esencia particular.
Esto representa un desafío al educador que está llamado a contribuir a un mejor
conocimiento del niño y a una mejor comprensión teórica del mismo desde las varias
disciplinas humanas.
Nos engañaríamos si pensáramos que siempre y en todas partes se ha tenido el concepto de
infancia con el que nosotros nos manejamos hoy No es así. Tampoco se tuvo siempre el
sentimiento de infancia que hoy suele ser común en nuestros países y en el mundo
occidental en general.
La historia registra una permanente evolución de cómo sociedades bien concretas han ido
construyendo la noción de infancia, de niño.
Y es necesario señalar que una nota dominante en las culturas occidentales ha sido el no
reconocimiento del niño como fenómeno social. Esto ha favorecido la paradójica tendencia
a cierto desconocimiento de la infancia como sector distinguible del resto de la
colectividad, a su reducción a una sumatoria de casos y a su privatización.
Según los historiadores, es entre los siglos XVIII y XIX que se va a plasmar en Occidente
el concepto moderno de infancia.
Este proceso implica el reconocimiento de la infancia como etapa distinguible y aislable de
la vida del resto de sectores. Pero no se trata sólo de construcciones ideológicas, sino de la
emergencia de un sentimiento de infancia que también ha venido evolucionando.
No puede por ello extrañar -aunque choque con el sentimiento que tenemos hoy que la
muerte de un niño no se considerara como una pérdida que mereciera los ritos de entierro y
duelo que actualmente se observan. Pero aún cuando el concepto moderno y el sentimiento
de infancia implican un reconocimiento de la niñez como fase separada de la edad adulta,
un rescate del niño de cierto anonimato, visto desde la participación y el papel que junto
con los adultos le son asignados al niño, tales conceptos y sentimientos no constituyen aún
un verdadero avance. Se trata de un reconocimiento apoyado todavía en la ideología de la
incapacidad y fragilidad “natural” del niño, con su natural inmadurez, con su exigencia de
tutela, de protección.
Paradójicamente, la emergencia de la infancia con perfil propio y del sentimiento
correspondiente coincide con su ocultamiento social. En efecto, el niño es separado del
adulto y confinado al ámbito de la familia. Al niño se le pretende preservar de la
contaminación de lo político y se le sumerge en el mundo de lo privado, de la privacidad de
la casa o de la escuela.
El ocultamiento social del niño se presenta en la elegante envoltura de su protección, del
desarrollo de políticas preventivas. El efecto es claro: su exclusión social y política. El niño
se toma socialmente invisible.
Pero, en los hechos, todo esto se contradice de manera flagrante con los procesos
económicos y sociopolíticos que expulsan violentamente del seno de la familia y de la
escuela a millones de niños forzados a trabajar en los campos y en la naciente industria.
Con ellos no funciona a cabalidad el modelo de infancia, pauteado desde el concepto
moderno y occidental. Desde entonces sentimos con mayor fuerza la incoherencia
intrínseca de un modelo que establece pautas de comportamiento social, que dicta y define
roles a la familia, a la escuela, a la sociedad adulta, al Estado; en fin, de un modelo a partir
del cual se pretende abolir y penalizar el trabajo infantil, en coherencia con la penalización
de los pobres. Precisamente porque el trabajo de los niños es, además de las condiciones
concretas en que se desarrolle, el hecho social que niega de manera frontal la vigencia y la
pretendida universalidad del modelo de niño del que es portador el concepto moderno de
infancia.
Ello nos puede ayudar a entender mejor la actitud vergonzante que subyace a todo el
discurso y legislación abolicionista del trabajo infantil que se refleja en la política de los
organismos como la Organización Internacional del Trabajo, OIT, y en las legislaciones
nacionales que le hacen eco.
Pero más allá de la descalificación del modelo, lo que está en juego es el desplazamiento de
la infancia, su exclusión bajo visos de ahorrarle “cosas de grandes”, del quehacer social,
político y cultural al que está convocada junto con otros actores sociales.
Sin embargo, fueron los llamados reformadores del siglo XVIII quienes, recogiendo una
larga tradición de espíritu crítico ante la situación de la infancia, crearon conciencia moral,
filantrópica y caritativa en la sociedad frente a la realidad desgarradora de la infancia. Con
su prédica y su práctica, forjaron una expresión de emergencia social de la infancia.
Lograron colocar la cuestión de la infancia en la opinión pública y como reivindicación
social ante el Estado. Su éxito radicó, posiblemente, en que sus luchas fueron perfectamente
compatibles y funcionales a la ideología del ocultamiento social del niño. Así, consiguieron
que se dictasen leyes y se aplicasen políticas sociales de atención y protección del menor,
fortaleciendo el modelo de niño y la concepción de infancia que la confina a la privacidad
social, al alejamiento-exclusión de lo público.
La emergencia de la infancia como tema moral, como bandera de lucha reivindicativa, no
saca a los niños del espacio doméstico sino que legítima su condición de
destinatarios-beneficiarios de las dádivas de la sociedad o del Estado. Se consolida así una
ideología negadora de la infancia como fenómeno y actor social.
Esta manera de concebir a la infancia y las obligaciones que para con ella tenían los
adultos, la sociedad, el Estado, es aún la matriz dominante, el paradigma enraizado en la
cultura de la infancia aún presente en occidente.
De forma aún germinal se vienen abriendo camino otros paradigmas. Es desde muchas
vertientes, experiencias, elaboraciones teóricas que el paradigma del protagonismo infantil
se ha ido plasmando en los últimos veinte años, por lo menos en el caso peruano.
Protagonismo que no es otra cosa que reconocer la vocación de todo colectivo social a
pensar, proponer y actuar con perfil propio, con imaginación propia, con capacidad de
autodeterminación propia; y propio no significa que todo venga de uno y que sea de
originalidad exclusiva, como si cada cual reinventara el mundo cada vez. Propio es lo que
se asume consciente y libremente aunque venga de otros y se pone en acción con otros.
Protagonismo no es sinónimo de jerarquía. Se emparenta más con autonomía, autogestión,
autodeterminación, interdependencia.
Desde esta perspectiva, desde el paradigma del protagonismo, se tiene otro abordaje de lo
que veníamos entendiendo por protección del niño, sinónimo de exclusión social, de
privatización y ocultamiento, cuando no de discriminación y de seguridad ante la
“peligrosidad” del niño. También se amplía el concepto de participación, que no puede ser
más una simple y elegante forma de ejecutar lo que otros definen.
Creemos además que desde el paradigma del protagonismo se pone el énfasis conceptual y
práctico en la promoción, en el desarrollo de las potencialidades del niño como estrategia
de prevención.
Pero para ser paradigma práctico el protagonismo requiere de expresiones organizadas en
instancias con representatividad social. No se trata entonces de un protagonismo individual,
sino del protagonismo de la infancia como colectivo social.
Si, con razón, se afirmó que la historia de la infancia es la historia de su control social,
desde el paradigma del protagonismo organizado y colectivo de los niñ@s apuntamos a que
la historia de la infancia sea la de su rol social, la de un rol como actor político, como
ciudadanía.
Pero no se puede avanzar si, entre otras cosas, no se reformula el papel del adulto tanto en
su relación más personal con el niño, cuanto con el tejido de las relaciones sociales y la
cuestión pública. A ello cabe añadir una revisión de las construcción social jerárquica,
sectaria, dominante y discriminante del niño-adolescente.
En este proceso de construcción de protagonismo infantil hay que señalar a los niños-niñas
trabajadores como una porción emblemática del conjunto de la infancia. Sin
predeterminismos o roles históricos a priori o por naturaleza adquiridos, son los niños-niñas
adolescentes trabajadores que van plasmando un tipo de voz orgánica y de presencia
organizada en el continente. Proceso que, vale recordarlo, es lento y germinal, pues ningún
triunfalismo al respecto permitiría acelerarlo y hacerlo madurar seriamente.
Señalamos algunas dificultades en este camino:
a. Los atavismos de la cultura dominante de infancia en la sociedad adulta como en los
mismos niños-niñas, que asigna a éstos una ubicación subordinada en el mundo de lo
privado.
b. La tendencia a una concepción liberal del protagonismo, de la autonomía corno
sinónimo de promoción del individualismo del prurito de figuración, del afán de
liderazgo del autoritarismo.
c. La carencia de mediaciones orgánicas, de mediaciones representativas y con capacidad
de interlocución. Esto tiene que ver con las fragilidades de los procesos y formas de
organización.
d. Los desafíos para construir identidad social de la infancia vista como fenómeno social.
Identidad social no sólo de los niñ@s, como categoría colectiva o como clase de edad,
sino del conjunto de actores en la vida actual del país.
e. La necesidad de comprender el protagonismo en la vida cotidiana del niñ@ y no sólo
en los tiempos fuertes, en los grandes tiempos políticos.
Otra categoría emergente es la de conceptualizar a la infancia como sujeto social, como
actor político.
La Convención ha consagrado al niño como sujeto de derechos, Este paradigma, cuyas
raíces se encuentran en los procesos de consolidación de la doctrina de los derechos
humanos, está referido a los derechos que consigna la norma para todos los niños.
Pero antes y después de la normativa, está el hecho de que los niños son parte estructural de
la sociedad y como tales están llamados a ser actores sociales, lo diga o no la ley. Es su
derecho. Es la socialización y la cultura las que imprimen un sello específico al cómo
deviene y se ejerce el derecho a ser sujeto social en una realidad concreta.
Lo que importa señalar es que la categoría de sujeto social propone que veamos a los niños
como fenómeno social. De no ser así, inevitablemente tendemos a la singularización, a la
individualización de la infancia, a la personalización privatizante de cada niño-niña. En
otras palabras, a vaciar el carácter social-público de la infancia como conjunto y de cada
niñ@ en particular, y a confinarlo al mundo de lo privado, de lo doméstico, del
ocultamiento de su naturaleza social como individuo y como colectivo social.
Aquí reside la posibilidad de recuperar el conjunto de paradigmas para una nueva visión y
rol de la infancia. Sólo una concepción de la infancia como fenómeno social nos puede
ayudar a diferenciarnos con claridad de la concepción liberal que lo reduce a la promoción
individualista o de la autonomía entendida como libertad personal sin responsabilidad
social, matriz del arribismo y negación de la interdependencia.
El concepto de actor social, de ejercicio de ciudadanía, de participación protagónica, es
antagónico a los viejos -pero aún presentes- paradigmas de la minoridad como inferioridad
e incapacidad, del control social y de la protección ante la potencial peligrosidad del niño.
Y si bien hoy día se habla más del niño y de la niña como sujetos, como actores
económicos, sociales y políticos, la práctica demuestra que es aún muy largo el camino y la
lucha conceptual, cultural y política que hay que sostener para que realmente los niños
devengan sujetos en acto.
Aquí es necesario enfatizar que no se trata de individuos aislados, sino de colectivos, de
una infancia que como fenómeno social mantiene una continuidad más allá de los fugaces
años de infancia de cada niño o niña La organización, las experiencias sociales de amplia
representatividad son indispensables para visualizar esta dimensión. Para dotar de
concreción, y por ello mismo parcial pero simbólicamente real, al discurso de la infancia
como fenómeno social. Sólo así se podrá ir pasando de la doctrina y práctica del control
social de la infancia a la doctrina y práctica del rol social de la infancia. Rol construido y
conquistado, ejercido y renovado desde el dinamismo de los movimientos sociales de y en
favor de los niños.
Sin embargo es necesario recordar que la reformulación práctica de una cultura de la
infancia sólo es posible si simultáneamente se reformula la cultura de adulto.
En efecto una sociedad adultocéntrica que pretenda elaborar una cultura de infancia en la
que ésta sea reconocida en su actoría social y política sólo puede lograrlo si está dispuesta a
transformar radicalmente su estructura social y política, cultural, ideológica que hace del
adulto sinónimo de ciudadano, de autoridad, de responsable, maduro, etc. De lo contrario,
sólo estaríamos frente a una ficción de cultura alternativa de infancia.
Pero este no es aún un aspecto seriamente trabajado y requiere de una paciente labor no
sólo teórica, sino pedagógica. En el fondo la verdadera emergencia y afianzamiento de una
nueva cultura de infancia que encarne lo mejor que la Convención ha aportado, lo más
novedoso que el Código de Perú ha avanzado y lo más desafiante que los Movimientos de
NATs y en favor de ellos, vienen planteando, constituye una transformación de las
relaciones sociales, un ejercicio distinto del poder en la sociedad.
B. DE LA RELIGIÓN DEL TRABAJO AL TRABAJO
COMO DERECHO HUMANO
Una de las características del trabajo hoy en el mundo es que se presenta como un enigma.
Una cierta rigidez de la organización del trabajo en el sentido que adquiere en la
producción fordiana, se mantiene hoy cuando la relación entre lo prescrito y la iniciativa
del trabajador no logran encontrar puntos de articulación satisfactorios. El hombre no ha
dejado de ser un elemento más en la cadena del sistema. En todo caso, el trabajo sigue
siendo una cuestión de primer orden no sólo para la economía, para las políticas sociales,
sino para la ética, para la constitución de la identidad personal y social, para la misma salud
mental y espiritual de nuestras sociedades. El trabajo infantil no escapa a estas dimensiones
y desafíos de las actuales transformaciones de la cultura del trabajo, a la luz de las cuales
tendrían que revisarse las representaciones que han marcado la normativa, las prácticas
educativas, asistenciales, de protección de los niños trabajadores.
1. En sociedades sin concepto específico de Trabajo
La historia, la antropología, la etnohistoria, así como la lingüística, nos alertan sobre el
hecho de que nuestro concepto moderno de trabajo, es eso, moderno y no universalizable.
(Ver M-Noelle Chamoux, "Societés avec et sans concept de travail, 1994). Que hoy en día
hay sociedades en las que no hay un "concepto de trabajo", lo que no quiere decir que no se
“trabaje”, sino que son actividades que tienen otra valencia social, cultural, económica, otro
significado en la subjetividad personal y social de una colectividad; nada de ello las hace
inferiores a nuestras sociedades en las que nos movemos con un cambiante concepto
moderno del trabajo. Las hace diferentes y nos convoca a no absolutizar, a no universalizar
ni hacer unívocas nuestras concepciones y construcciones sociales. Es lo que sucedió en
nuestras tierras cuando quinientos años atrás la llegada de los europeos significó la
imposición a sangre y fuego de una cultura del trabajo signada por la humillación, la
explotación (Autoeducación n. 32, 1992).
2. El Trabajo como Religión
Se sabe que antes del siglo XVIII no existía el “trabajo” en cuanto actividad única que
globalizara el resto de actividades de la vida humana. Esta dimensión englobante no se
daba y lo que se tenía era más bien un sinnúmero de actividades una de las cuales era el
trabajo manual.
Con el cristianismo surge una visión penitencial del trabajo como factor de redención, de
rehabilitación del ser humano. Esta función se le atribuye al trabajo por el carácter penoso,
tedioso de las labores manuales, y en este sentido no sublima ni idealiza al trabajo,
podríamos decir que le imprime un sentido redentor que lo carga de contenido religioso,
reparador.
Pero el concepto de “religión del trabajo” evoca fundamentalmente la centralidad que se le
acordara como factor de dignidad, como vocación del ser humano sin prestar mayor
atención a un horizonte más amplio, pues en el hecho mismo de trabajar se cumplía la
vocación al trabajo y su efecto rehabilitador.
Sin embargo, del cristianismo habría que recuperar el sentido de creación, de cocreación
del hombre con Dios en el transformar la naturaleza. Asimismo, la esencia colectiva del
trabajo, no es otra cosa sino es el conjunto de seres humanos que trabaja, que transforma,
que produce para el conjunto y por ende para cada cual. "El trabajo es el altar de los
cristianos, el lugar donde servían a Dios para ofrecerle el sacrificio de reparación y a la vez
colaborar en su obra" (José Comblin, "Tiempos de Acción", ed. CEP, 1986).
Toda esta visión sufrirá una radical transformación con la modernidad.
3. El Trabajo: Un concepto Moderno
La modernidad asigna al trabajo una centralidad en la vida del hombre. En una sociedad en
la que no se puede sobrevivir si no se trabaja, el trabajo adquiere un carácter compulsivo;
hasta cierto punto la modernidad gesta una civilización de trabajo “forzado” en sentido
analógico. En los países del “bienestar”, la compulsividad tiene fundamentalmente su
origen en la necesidad de la sobrevivencia del status del nivel social. Una como otra tienden
a centrar el trabajo humano en su estrecha lógica económica.
Con la revolución tecnológica, la cultura moderna del trabajo entra en una nueva y
desafiante transformación.
En este contexto se requiere ubicar las actuales representaciones del trabajo infantil en
nuestras sociedades, las del consumo y las de la pobreza. Las grandes transformaciones en
la conceptualización del trabajo infantil tiene que ver con los cambios en la economía
mundial. Curiosamente el aumento en el mundo de lo que podríamos llamar la población
económicamente activa en economías terciarizadas, es algo que obliga a redefinir el trabajo
no sólo de niños, sino de los adultos, de los jóvenes, y plantearnos la cuestión del empleo
como la cuestión social más enigmática con la que se cierra el milenio.
4. La Irrupción de los Trabajadores Niños - Niñas
Los más recientes estudios sobre trabajo infantil coinciden en señalar que estamos ante un
fenómeno que no deja de crecer, entre otras causas, por las medidas de ajuste. Sin embargo,
al aumento cuantitativo conviene agregarle estas otras características.
No son únicamente los más pobres o los provenientes de las familias más pobres los que
engrosan hoy las filas de niños y niñas trabajadores. El proceso de pauperización que afecta
de forma nunca antes conocida a las llamadas clases medias es un factor que expulsa a las
calles a trabajar a miles de hijos de ex-empleados públicos, maestros, enfermeras, etcétera.
Tampoco, al parecer, son los más pequeños los que más han aumentado proporcionalmente.
Se trata en realidad de adolescentes que trabajan.
Hasta cierto punto, los niños las niñas y adolescentes que trabajan están mejor vestidos.
Esto hace más notorio el contraste con aquellos niños que andan desarreglados,
aumentando así la desconfianza y la discriminación social y racial frente a otros menores.
Incluso ciertas formas de trabajo han sido copadas con ventaja por estos otros menores por
el lenguaje, la expresividad.
La cuestión es saber si estamos frente a un fenómeno puramente coyuntural
desaprovechado para repensar una nueva cultura del trabajo que quiebre los prejuicios que
en circunstancias de no emergencia económica se tiene respecto de él.
Sin embargo, todo parece indicar que no es sólo en nuestra Región, en el Africa y en Asia
donde el fenómeno de niños trabajadores deviene explosivo por el número, sino que
también en el Norte se observa un crecimiento relativo y bajo modalidades que ya no
pueden evocar las imágenes de niños trabajadores que nos dejara la revolución industrial.
Pero evidentemente la cuestión cuantitativa por más importante que sea no es el único
aspecto que nos preocupa; los aspectos cualitativos deben ocupar la atención de forma
prioritaria. Entre dichos aspectos es importante preguntarse por aquellos indicadores que
den cuenta en concreto de los NATs como sujetos sociales, como ciudadanos, como actores
políticos. Es necesario individuar los elementos que conforman y definen su identidad
social, su nivel de conciencia de trabajador, su autoestima y dignidad en cuanto tal.
Pero ¿cómo los mismos niños, niñas y adolescentes trabajadores forman conciencia de su
condición de trabajador y la desarrollan? Señalamos, a partir de nuestra experiencia algunos
elementos que no pueden ser asumidos como una secuencia ni lógica ni pedagógica, apenas
como elementos que se van articulando como dimensiones de un proceso.
a. Articular en todo discurso inicial dos realidades que vive el niño: ser pobre y tener que
trabajar para sobrevivir.
b. No entrar jamás en el tema de la pobreza y del trabajo como algo irremediablemente
negativo. Por el contrario, reforzar por todos los medios, sin demagogia ni idealización
alguna ni como simple táctica, que nosotros apreciamos y hasta admiramos que sepa
trabajar, que a través de su trabajo proclame cada día no sólo su voluntad y amor por la
vida, sino su fortaleza y "éxito" frente a las duras e inhumanas condiciones de
sobrevivencia.
c. Del inevitable contraste de nuestro discurso valorativo y su experiencia cotidiana de
saber que nadie valora su trabajo salvo como algo para traer plata a la casa, se inicia un
a veces doloroso proceso de rechazo a la negación y exclusión de la que se es objeto en
todos los planos y de inicial afirmación de saber que es y está llamado a ser alguien a
quien se debe respetar y valorar no sólo por no ser un zángano en la sociedad, sino más
precisamente por contribuir a la sobrevivencia propia y la de otros, más allá de cuántos
centavos gane.
d. Pero lo señalado hasta aquí puede quedar en un plano discursivo, ideológico, sin real
capacidad de ruptura y de apertura a una propuesta en la que se concrete la posibilidad
del discurso alternativo y se experimente la insustituible vivencia de ser constructor de
ese nuevo discurso sobre el niñ@ trabajador, Esto equivale a reconocer la importancia
psicológica, política y pedagógica de que exista una organización que se defina
públicamente por aquello que precisamente ellos sienten que les es negado: su auténtica
condición de niño trabajador. La organización, en este caso, más que reconocible por su
fuerza instrumental, lo es por su fuerza simbólico-expresiva, su potencialidad cultural y
su dinamismo espiritual.
La valoración del trabajo de los niñ@s lejos de ser una edición tardía y cuestionable de un
pietismo ético o de la religión del trabajo, es un factor que acelera la toma de conciencia
social y política de los niños trabajadores, y que, sin descuidar las dimensiones económicas,
las articula al reclamo por dignidad, por espacio social, por paz y cariño.
El papel de la organización desde el eje del trabajo en las múltiples formas que se dé no
sólo es importante en la construcción de una identidad grupal y en la conquista de un
espacio social, sino que tal organización es además una instancia en la que se puede ir
articulando economía, política, reivindicación moral y presencia social. En particular, la
organización como experiencia de convivencia, de participación y de valoración, cada cual
como posibilidad de asumir responsabilidades y ser solidario, tiene una potencialidad muy
significativa en el desarrollo del poder subjetivo, de la autoestima y confianza en sí mismo,
del sentimiento de pertenencia, de identificación social. Esta es nuestra experiencia de 20
años con NATs que si bien nos hacen vigilantes nos ponen en la antípodas de quienes hoy
desde sus oficinas se constituyen en predicadores de la desconfianza en los NATs y en
padres de la sospecha de que NATs organizado es NAT manipulado.
Pero no se trata sólo de un abordaje propositivo de los NATs, sino que este hecho permite
una revaloración de todos los niños y niñas como sujetos sociales, sujetos económicos,
sujetos políticos.
C. DEL PARADIGMA DE LA PROTECCIÓN AL PARADIGMA DEL
PROTAGONISMO
La ideología de la "protección" ha servido en la historia social de la infancia como
cobertura y legitimación de la separación del niño, de su ocultamiento social, de su
reducción al ámbito de lo privado y de las políticas de internamiento en instituciones so
pretexto de brindarles protección. El llamado "control social" de la infancia brindaba
sustento ideológico y práctico al paradigma de la protección. Este enfoque se supera a nivel
de orientación con la llamada "doctrina de la protección integral" que propone la
Convención de NNUU sobre los derechos del niño y que reemplazaría a la doctrina de la
situación irregular.
Si bien el Código se inspira en la doctrina de la protección integral al niñ@ consideramos
que responde más bien a lo que podría esbozarse como la doctrina de la "promoción
integral" del niño-adolescente. En efecto, desde dicha perspectiva, la promoción como
principio articulante de las prácticas sociales de atención, socialización, educación del niño
en todas las etapas de su vida y desarrollo, deviene el camino más seguro para la
prevención, la protección y la autoprotección. El DL, 26102 no es un código proteccionista
sino más bien un Código protector y promotor, para impulsar al niño como ciudadano. En
su inspiración promocional radica su potencialidad protectora y preventiva; en la capacidad
de promover basa su fuerza al proteger.
La tendencia marcante del Código recoger y favorece la participación y la promoción del
protagonismo de los niñ@s y adolescentes en aquello que les concierne.
En este sentido, desde la experiencia de los NATs a mediados de los 70 en el Perú, emerge
un paradigma práctico y conceptual que hace del protagonismo el eje articulante de las
iniciativas, de las propuestas, de la concepción del rol social de los NATs.
Paradigma éste que ha articulado la experiencia del MANTHOC en nuestro país y del
movimiento de NATs en Nicaragua, en Bolivia, México, en Argentina. El protagonismo no
es invención de quienes trabajan con NATs el de los niños es un protagonismo histórico
aunque no lo registren las historias escritas ni la memoria frágil de quienes en todas las
épocas y lugares intentan desconocer el carácter público de la infancia como fenómeno
social y su potencial de cambio. La concepción liberal del protagonismo hace de éste la
promoción del individualismo, de cierto vedetismo, en todo caso de un espíritu de liderazgo
personalizado. Lo que viene emergiendo en las organizaciones de NATs es un esfuerzo de
construcción de presencia social, de participación con personalidad propia, de organización
representativa y válida interlocutora.
El paradigma del protagonismo replantea las representaciones sociales de la infancia, el
sistema simbólico que legitima y regula la relación entre los niños y la sociedad, entre los
niños y la familia, entre ellos y la escuela, los profesionales, el Estado y sus servicios, en
una palabra, el mundo adulto. Es decir, el paradigma del protagonismo nos coloca en el
corazón de la cuestión de poder y de democracia.
D. LOS NIÑOS TRABAJADORES EN LA CONVENCIÓN
Recogemos brevemente dos cuestiones de carácter normativo antes de esbozar lo que
podríamos considerar algunas hipótesis sobre las tendencias posibles y probables del
trabajo infantil en nuestra Región.
La expresión “niño trabajador” como tal no la vamos a encontrar en la Convención, cosa
que como hemos ya señalado tampoco se da con lo de “niños de la calle”. Sin embargo un
año más tarde en ocasión de la Cumbre Mundial en favor de la infancia, se menciona
expresamente a niños de la calle (20-Jn) y en el Plan de Acción para el decenio se les
vuelve a señalar y por primera y única vez se utiliza la expresión "niños trabajadores" (22).
1. Se protege lo que se reconoce como un Derecho
Nadie en su sano juicio podría levantar objeción alguna a que se proteja al niñ@ en su
condición de trabajador.
El principio es además válido para todo hombre y mujer sin distinción de edad o cualquier
otro factor de distinción.
El artículo 32,1 dice a la letra: “Los Estados Partes reconocen el derecho del niño a estar
protegido contra la explotación económica y contra el desempeño de cualquier trabajo que
pueda ser peligroso o entorpecer su educación, o que sea nocivo para su salud o para su
desarrollo físico, mental, espiritual o social”.
El artículo sostiene una posición sibilina. No propugna la abolición del trabajo infantil, pero
tampoco lo reconoce corno un derecho. Protege al niño de algo que constituye la perversión
del trabajo humano, y esto queda reforzado en el inciso 2 del mismo artículo 32 por el que
se exige la adopción de medidas que garanticen la protección.
La estructura esencialmente proteccionista de este artículo lo hace inevitablemente
discriminador, en su proteccionismo radica su función segregacionista que lejos de hacer
justicia al niño trabajador, le niega el derecho a trabajar ¿En qué queda entonces el derecho
a ejercer el derecho a la vida, al desarrollo, a la dignidad, a ser sujeto activo, a la identidad?
Son pertinentes aquí estas anotaciones: “Para fines del siglo XIX, los Reformadores habrían
logrado hacer suyo y colocar el problema de la infancia en un lugar privilegiado de la
percepción social. Pero las tareas de protección de la infancia no se lleva a cabo en un
contexto políticamente neutro. La defensa de la sociedad es el parámetro último de la
legitimación de todas las acciones. Por eso no es de extrañar que la protección sólo pueda
concebirse bajo la múltiples variables de la segregación”. (E. García M.).
No ignoramos las implicaciones de reconocer a los niños el derecho a trabajar. Sin embargo
es la condición previa y de justicia para que toda medida de protección no devenga pieza
del cinismo social necesario para intentar acallar la conciencia vergonzante subyacente a
los discursos abolicionistas y proteccionistas.
2. Pragmatismo Proteccionista
Es que la ideología proteccionista encubre y revela una visión pesimista y hasta patológica
de los niñ@s trabajadores. En el mejor de los casos, expresa en el campo legal y de
prácticas sociales el pietismo de raíces religiosas y laicas.
Lejos de darle fuerza ética y capacidad innovadora, el proteccionismo refuerza una cultura
defensiva en lo legal, en las conductas y reflejos de la sociedad fomentando principalmente
el espíritu y la práctica del control social.
El articulo 32 como tal no tiene horizonte, no sirve para repensar e imaginar nada nuevo en
relación a los niños trabajadores. Es esencialmente contradictorio con el llamado que la
Declaración Mundial hace: “Entre otras colaboraciones, solicitamos muy en especial la de
los mismos niños. Les hacemos un llamamiento para que participen en esta tarea (22)”
¿Cuál? ¿la de promover, la de reconocer que son verdaderos trabajadores, sujetos
económicos en medio del descalabro de políticas neoliberales de hambre y desocupación?
Ojalá así fuera. El articulo 32 nos condena a movemos en coordenadas sin mayor aliento
proyectivo. Y esto no significa rechazar, desconocer o negar el significado histórico que la
Convención como hecho político, cultural y ético tiene. Pero tampoco el abogar por un
cambio de este artículo que lejos de mantener y profundizar su carácter no expresamente
abolicionista, constituya en aras de precisión jurídica, un real retroceso hacia posiciones
cerradamente abolicionistas.
El temor a las exigencias sociales que plantearía reconocer el derecho al trabajo también
para los niñ@s priva a la sociedad de posibilidades de repensarse a si misma, de renovar su
conciencia humanitaria, de imprimirle a sus proyectos políticos, educativos, económicos un
sentido inequívoco de vida, de perspectiva universal y solidaria.
No somos ingenuos de creer que un reconocimiento formal del derecho del niño a trabajar
haga milagros. No, se trata de un proceso y de un combate que arrastra tras de si la
exigencia y el desafío de múltiples transformaciones, todas ellas conflictivas y complejas.
Pero es un proceso y un combate que desde hace tiempo vienen dando a su nivel los
mismos niñ@s trabajadores en el mundo, sectores importantes de trabajadores sociales,
juristas, educadores, investigadores, etc.
Los pragmáticos dirán “mientras no se den esas transformaciones, protejamos y punto”.
Nada de punto, tendríamos que replicar. La búsqueda práctica y teórica de esas
transformaciones es tan urgente y necesaria como las medidas de protección. La
complejidad de las primeras no justifican ningún pragmatismo proteccionista a secas. La
tarea es contribuir a que artículos como el 32 de la Convención no terminen legitimando el
pragmatismo, finalmente castrante del potencial histórico de la infancia, y en particular de
los niños trabajadores.
E. LOS NATS EN EL CÓDIGO DE LOS NIÑOS Y ADOLESCENTES
Consideramos interesante dedicar un espacio suficiente a la presentación de cómo los
Niñ@s Trabajadores están considerados en el código peruano promulgado el 28 de
diciembre de 1992.
Los NATs representan en la Región y en el país no sólo una creciente población
económicamente activa sino por las características que el trabajo infantil tiene en el
contexto de las economías y políticas sociales inspiradas en el neoliberalismo se ha
transformado en una cuestión social. Y cuando decimos cuestión social, estamos aludiendo
simultáneamente. a la riqueza de su significación como fenómeno social y al desafío que a
la conciencia política y humanitaria plantea una infancia tan dura y despiadadamente
expuesta al maltrato, a la postergación -con frecuencia irreversible- de muchas legítimas
aspiraciones, al abuso y a la explotación.
El Código de los Niños y Adolescentes aprobado el 28 de diciembre de 1992, no es una
broma del “día de los inocentes”, un funcionario peruano de la OIT en San José de Costa
Rica, afirmó que ese Código no era valido pues no fue fruto de la democracia ya que fue
promulgado sólo por el ejecutivo; la pregunta que le hicieron era si las leyes laborales
aprobadas por el congreso, sólo por ello eran justas. Más allá de esta anécdota, representa
una herramienta que en manos de una sociedad celosa por los derechos humanos de sus
niños y de un estado con real responsabilidad social, da el marco legal que posibilita que en
el país se vaya amortizando la deuda social, política, cultural y espiritual que tenemos
secularmente con nuestros niños.
Pero más allá de lo particular del Código en relación a los NATs, consideramos que
estamos en una coyuntura que bien podría tener -en relación al debate- aspectos que evocan
lo que a fines del siglo pasado e inicios del presente se diera en el marco de la revolución
industrial.
Sin embargo, tres factores específicos dan al actual contexto un interés y significación sin
precedentes en la historia moderna.
El fenómeno actual del trabajo infantil no es más un hecho circunscrito a la Europa de la
primera revolución industrial. Hoy se ha “universalizado” y vuelto particularmente
heterogéneo en sus manifestaciones.
Los procesos de globalización de la economía, la explosión de las pobrezas en el mundo al
norte como al sur y de la mano con la incalculable acumulación de riquezas, colocan la
cuestión del trabajo humano, en general, y del trabajo infantil, específicamente, en el marco
de interpelación al orden económico internacional y de la deuda social mundial y no sólo en
los términos de las deficiencias de un modelo de desarrollo económico. De allí que la
consigna de la cumbre social de Conpenhagen de lucha contra la pobreza, debe entenderse
en lo que en sus tres líneas finales nos plantea como metas el Plan de Acción para el
decenio de 1990 aprobado por la NNUU el 30 de setiembre de 1990: “Ofrecer mejor
protección a los niños en circunstancias particularmente difíciles y eliminar las causas
fundamentales que conduzcan a tales situaciones”.
La emergencia de crecientes movimientos sociales de los mismos niños y adolescentes
trabajadores que les permiten ir construyendo y expresando su capacidad de ser válidos
interlocutores en la Sociedad y ante el Estado. Proceso que se da en los países de nuestra
Región y que va encontrando experiencias similares en continentes como el Africa y Asia.
Un fenómeno similar no ha sido registrado en las historias del movimiento obrero o laboral
de las europas del s. M y XX.
Veamos algunos aspectos de este “nuevo” código, aún insuficientemente conocido por
educadores, trabajadores sociales, padres de familias y autoridades políticas así como por
los propios niñ@s y adolescentes. Nos interesa poner el acento en lo que a los NATs se
refiere.
1. De una Cultura Estigmatizante a una Valoración Critica
Salvo raras excepciones, la cultura occidental y moderna ha oscilado entre lo que
podríamos llamar la religión del trabajo y su reducción a la lógica economicista, lógica que
en la actualidad ha conducido además al deterioro brutal de las condiciones de trabajo para
un altísimo porcentaje de la PEA. El fenómeno del trabajo infantil se ha enmarcado dentro
de esta impostación ideológica y ha encontrado en las prácticas de atención así como en la
legislación un reflejo de esta cultura, finalmente estigmatizante de la condición de
trabajador y del hecho de ser niño. Doble refuerzo al ocultamiento político y social de
quienes al mismo tiempo se les aprovechaba corno mano de obra barata, pero necesaria y
funcional al modelo de acumulación de la revolución industrial.
Sin embargo, no todo en la historia de las representaciones sociales de la infancia y de los
NATs, en particular, puede ser considerado como predominantemente estigmatizante.
David Nasaw, por ejemplo, registra para la historia de los niños trabajadores de las calles
de Nueva York, actitudes que van desde la represión hasta una actitud valorante de su
condición de trabajadores.
Nuestro Código de los Niños y Adolescentes refleja una visión positiva, valorizante del
niños que no sólo se expresa en el explícito reconocí miento de los niños como "sujetos de
derechos” desde el artículo II del título preliminar, sino que a lo largo de su articulado
concreta de forma nítida dicho reconocimiento. Así por ejemplo los articulados que regulan
las condiciones del trabajo de adolescentes, la participación en el consejo de familia, el ser
matriculados, los que se refieren a la administración de justicia, adopciones, etc.
Nuestro Código entonces puede inscribirse en forma más explícita en una visión que sin
desconocer la complejidad y la conflictividad del fenómeno de los niñ@s trabajadores, opta
por lo que llamamos una valoración crítica del trabajo infantil. En esto ha recogido la
experiencia más contundente de las organizaciones populares en su secular lucha contra la
pobreza, la exclusión. Pero también, por hacer eco de cómo los mismos NATs ven y
perciben su condición de trabajadores.
En el caso peruano, fueron los jóvenes trabajadores de la JOC, ellos mismos trabajadores
cuando niños y niñas quienes impulsaron en 1976 lo que hoy es el movimiento de NATs,
MANTHOC. Esos jóvenes habían conocido bien lo duro y lo dramático del trabajo al alba
de sus vidas; la fuerza moral que sostiene su visión valorante del trabajo, no poder ser
tachado ni de concesión a la pobreza ni de visión romántica del trabajo, objeciones hoy.
corrientes a quienes no sostienen posiciones abolicionistas del trabajo infantil.
2. Trabajar y Estudiar: creciente realidad
En el contexto de crisis prolongada, el fenómeno de niñ@s, adolescentes y jóvenes que
trabajan y estudian o que estudian y buscan trabajo, o que trabajan y quieren retomar sus
estudios parece ser una constante.
El Código consagra una serie de artículos sobre educación (artículo 14, 15, 16,17, etc.). Así
el artículo 19 sobre la modalidad educativa para el trabajo dice a la letra: “El Estado
garantiza el ofrecimiento de modalidades y horarios escolares especiales que permitan la
asistencia regular a los niños y adolescentes que trabajan”. Lo importante de esta primera
aseveración es que reconoce implícitamente que las modalidades y horarios hasta la fecha
ofrecidos a los NATs son también causa por la que éstos o no van a la escuela o la
abandonan. Podríamos decir que hay implícitamente una visión que reconoce el trabajo de
niños y adolescentes como válido y que la asistencia a la escuela no debiera ser razón para
dejar de trabajar, precisamente por reconocer que es la educación la que debe adecuarse.
Sin embargo, el texto parece reducir todo a la cuestión de modalidades y de horarios que
son los aspectos menos decisivos para una real propuesta educativa innovadora para los
NATs. Pero el artículo 19 continúa así: “Los directores de centros educativos velarán que el
trabajo no afecte su asistencia y su rendimiento escolar; debiendo reportar periódicamente a
la autoridad competente el nivel de rendimiento de los estudiantes trabajadores”. Podemos
colegir que se trata de que aún en las nuevas modalidades y horarios, el trabajo podría
seguir afectando al estudio y que sobre dicho trabajo también la escuela tiene la
responsabilidad de intervenir. Cabe destacar la expresión “estudiantes trabajadores” como
un reconocimiento de la compatibilidad de ambas experiencias. En esta misma línea el
artículo 57 al referirse a las condiciones para obtener la autorización de trabajar señala
como primera que “el trabajo no perturbe la asistencia regular a la escuela”. Exigiendo de
los empleadores, patronos y familiares de adolescentes en el servicio doméstico e incluso
los que hacen trabajo familiar no remunerado “La obligación de proporcionarles todas las
facilidades para garantizar su asistencia regular a la escuela” (articulo 67). Y el articulo 64
enfatiza: “los empleadores que contraten adolescentes están obligados a concederles
facilidades que hagan compatible su trabajo con su asistencia regular a la escuela”.
El espíritu del Código transmite una visión positiva de las posibilidades y de la obligación
de hacer compatibles el trabajar y el estudiar. Pero también, la responsabilidad de hacer que
esto en lo concreto sea factible sin menoscabo de ninguno.
3. De la Incapacidad a la Capacidad
Desde el título preliminar se afirma que el adolescentes goza de capacidad para la
realización de los actos civiles autorizados por este Código (artícu108).
Pero es en relación a los trabajadores que se concreta algunas de estas facultades. Así en el
artículo 69 se les reconoce “...capacidad jurídica para celebrar actos y contratos
relacionados con su actividad laboral y económica y con el ejercicio de su derecho de
asociación. Podrán conformar asociaciones civiles o constituir organizaciones sociales de
base para la obtención de mejoras en sus condiciones de vida y de trabajo. Podrán además
reclamar ante autoridades competentes administrativas y judiciales el cumplimiento de
todas las normas jurídicas relacionadas con su actividad económica, “sin necesidad de
apoderado”. Y en el artículo 70 sobre el ejercicio de derechos laborales colectivos se dice
que pueden tomar parte o constituir sindicatos por unidad productiva, rama, oficio o zona
de trabajo, los que podrán afiliarse a organizaciones de grado superior.
Si tenemos en cuenta que nuestro Código en su artículo 22 señala que “El Estado reconoce
el derecho de los adolescentes a trabajar, con las limitaciones que impone este Código,
siempre y cuando su actividad laboral no importe riesgo ni peligro para su desarrollo...”
podremos comprender mejor el por qué de reacciones como las de funcionarios de la OIT y
de la UNICEF que buscan modificaciones y cambios en este punto. Pero el reconocimiento
de un derecho humano como el de trabajar no puede como principio suprimirse por el
criterio de edad aunque debe normarse teniendo en cuenta criterios de salud, de desarrollo,
etc. Ciertamente que nuestro Código avanza en relación al artículo 32 de la Convención de
NNUU y consideramos que el reconocimiento de este derecho que concreta la visión
positiva que sobre el trabajo de los NATs recorre el Código, abre una camino de afirmación
de dignidad, identidad y rol social de los NATs.
En síntesis, si bien es cierto que el Código como cualquier otra norma, no transforma de por
si la compleja realidad de la infancia peruana, sí nos ofrece un horizonte innovador desde el
que vayamos encaminado una mejor comprensión de la realidad y desde el que se va
abriendo una etapa de profundas modificaciones en la cultura dominante de la infancia que
hemos heredado.
Como maestros de escuela y trabajadores sociales podemos asumir tareas como:
• Hacer del paradigma del protagonismo un criterio de nuestra práctica pedagógica, es
decir, los niñ@s como sujetos de la educación;
• Valorar en la escuela la condición de los niños y niñas que trabajan y estudian;
• Recuperar la experiencia de los NATs en los procesos de aprendizaje; Revisar los
textos escolares desde los nuevos enfoques del Código, en particular desde lo que
sería la perspectiva de los NATs.
• Contribuir a la implementación de una propuesta curricular desde los NATs y para
el conjunto de nuestra infancia.
• Participar en las defensorías de nuestro sector, etc.
Revisar nuestras prácticas profesionales y las motivaciones de nuestra opción por la
educación a la luz de la letra y del espíritu del Código, no será sólo de gratificación
personal, sino de un significativo aporte a la sociedad.
E. CATORCE TENDENCIAS POSIBLES Y PROBABLES
Quisiéramos cerrar esta reflexión señalando cómo en el último lustro de este siglo es
previsible que en la mayoría de los países de la Región puedan darse algunas de estas
tendencias o similares.
1. Se mantendrá, a no ser que aumente, el número de NATs en las grandes ciudades.
2. Las condiciones de trabajo serán las mismas, aunque podría darse una cierta facilidad
para que los NATs se organicen en pequeñas unidades productivas o empresas y gocen
hasta de ciertas formas de crédito, mejorando así sus condiciones de trabajo.
3. Habrá un esfuerzo por desarrollar desde el Estado políticas sociales que podrían
beneficiar también a los NATs en lo de educación, salud y recreación.
4. El Estado podría tomar la iniciativa de carácter masivo para atender a los llamados
niños de la calle y trabajadores y no obligatoriamente bajo las fórmulas operativas
actuales del IPEC.
5. Puede preverse el lanzamiento de una organización de masas de NATs bajo la iniciativa
de organismos del Estado y de carácter lúdico -deportivo prevalentemente.
6. Podríamos asistir a la promoción de una participación dirigida y a un protagonismo algo
parametrado de los NATs en particular si recrudeciera un clima de violencia, o si
organismos internacionales abolicionistas favorecieran formas de organización infantil
para sostener sus campañas.
7. Podría darse el fenómeno de un creciente número de adolescentes y jóvenes de los
sectores medios que incursionarán de forma masiva en el mercado de trabajo, de
mantenerse el proceso de pauperización de las clases medias.
8. Se puede preveer a mediano plazo una flexibilidad en los sistemas y modalidades
educativas para NATs en la ciudad como en el campo, manteniendo el principio
abolicionista en su versión “gradualista”.
9. Se puede afianzar la tendencia a la profesionalización y grado académico de los hoy
llamados “educadores de calle”, sea por iniciativa privada o estatal.
10. Podría esperarse, para el caso peruano, que en materia del Código de los Niños y
Adolescentes, el Estado mantenga el derecho a trabajar y los artículos sobre el régimen
laboral de los NATs, lo que daría una base legal importante para avanzar en materia
social y organizativa.
11. Crecerá la presión situacional por que se extienda el programa IPEC, el Estado peruano
y otros suscriban el Convenio 138 y acaten lo que se defina en Oslo 97 y en NNUU 98'
sobre trabajo infantil.
12. Organismos Internacionales como la OTI y programas como IPEC intentarán mantener
y reforzar la posición abolicionista de las organizaciones sindicales en especial de
países del norte.
13. Continuará, y quizá con mayor fuerza, la presión para que los recursos de la
cooperación internacional y de la solidaridad no se destinen a organizaciones de NATs
y ONGs no abolicionistas.
14. Ante la crisis de financiamiento, ONGs empezarán programas para NATs y sin mayores
ambages aceptarán las condicionantes ofertas de financiación, por organismos como
OIT, IPEC e incluso UNICEE
Finalmente, ejerciendo nuestro derecho de naciones y estados partes del cuestionado
sistema de las NNUU, debemos exigir un imparcial como exhaustivo informe del destino
de los recursos entregados al IPEC, haciendo público los sueldos de funcionarios, expertos
y consultores, los gastos de representación, de congresos y seminarios del aparato
institucional etc., y lo que realmente llega a los niños y niñas de la calle y trabajadores. Las
apariencias, en países como los nuestros y en otras regiones del mundo como Asia y Europa
del Este, no abonan en favor a una imagen positiva.
TERCERA PARTE
TRABAJO INFANTIL:
DE LAS TEORÍAS A LAS PRÁCTICAS
SOCIALES
Esta última parte se propone nuclear elementos conceptuales que permitan a los
educadores/colaboradores ubicar su práctica en el panorama actual de reflexiones y
acciones centradas en los NATs. Un primer y exigente ensayo de Alejandro Cussiánovich,
nos brinda elementos como para desentrañar los nudos conceptuales, epistemológicos,
éticos que substancian el transfondo de nuestras opciones prácticas. Los sucesivos dos
artículos de Juan Enrique Bazán sistematizan las coordenadas fundamentales del debate
sobre el tema y de allí arman una fundamentada crítica al pensamiento y al modelo de
acción social de los abolicionistas. Con ello, luego de muchas pero necesarias premisas se
retoma un rumbo delineado, como para otra vez rescatar la necesidad de construir
protagonismo social de la infancia trabajadora, a partir justamente de la valoración
crítica de su trabajo.
CAPÍTULO VII
CONSIDERACIONES PARA LA REFLEXIÓN Y
LA PRÁCTICA por: Alejandro Cussiánovich
PREMISAS: ¿PARA QUÉ?
Por su complejidad social, cultural, económica, jurídica, teórica, práctica, humana y por la
sensibilidad reinante en la sociedad frente al niño, en particular frente al de “tierna” edad, el
tema del trabajo infantil exige una mejor escucha de los argumentos que sustentan sus
diversos abordajes, incluso aquellos hechos desde posiciones antagónicas. En este sentido,
obligan por honestidad intelectual, pero primeramente por respeto a los mismos NATs, que
se sepa delimitar los alcances de nuestras aseveraciones y se mantenga su carácter abierto,
más cercano a la riqueza y libertad de la intuición que al esquematismo y parálisis del
dogma.
El consagrado principio del interés superior del niño nos convoca también a este esfuerzo, y
deberá permanentemente tenerse en cuenta e interpelar el sentido común, la conciencia
ética, la rigurosidad académica, la generosidad y audacia de los trabajadores sociales, la
mística y la pasión de los luchadores por la dignidad de los NATs. Pero insoslayablemente
también deberá asumirse el peso social y humano de la opinión, de la posición y de la
sensibilidad de los propios NATs en lo que a su condición de trabajadores se refiere. Y esto
en el más estricto reconocimiento de lo que pide la Cumbre Mundial en favor de la infancia
en su Declaración del 30 de setiembre de 1990, n. 22: “Entre otras colaboraciones,
solicitamos muy en especial de los mismos niños. Les hacemos un llamamiento para que
participen en esta tarea”.
La presencia y la voz del NAT Organizado en toda la región, constituye -más allá de su
actual desarrollo- un componente real y simbólico de toda reflexión y respuesta a los NATs
que se quiera socialmente válida y humanamente transformadora. La minusvaloración de
este emergente hecho social, cultural, político y ético, nos privaría de la pertinencia de sus
cuestionamientos y de la vitalidad de sus aspiraciones para imaginar y diseñar una sociedad
alternativa a la que hoy tiende a negarlos socialmente al mismo tiempo que reviste del
manto de la protección.
En el fondo, el asunto es cómo construir y ejercer el derecho al protagonismo desde la
exclusión que padecen los NATs en las sociedades actuales y que es paradigmática
expresión de la contradictoria situación a la que el conjunto de la infancia está sometida
hoy. Toda propuesta de abolición o de valoración crítica, debe tener en cuenta el impacto a
favor o en contra de la salvaguarda y desarrollo de esta vocación al protagonismo de la
infancia, en particular de los NATs.
Las premisas que presentamos merecen dos consideraciones. Por un lado, deben ser leídas
de manera acumulativa, pues ninguna en particular y aisladamente da cuenta cabal de
fenómeno del trabajo infantil, de su comprensión y de las posibilidades de diseñar y
desarrollar políticas y acciones que respondan a los desafíos mayores del trabajo infantil.
La segunda es que, ciertamente, hay otros aspectos de la cuestión del trabajo infantil que
merecen ser colocados en la línea de lo que llamamos premisas. Es decir, hay que asumir el
carácter no exhaustivo de las que presentamos.
Las grandes cuestiones que hoy preocupan a las sociedades- en particular de las vinculadas
a la economía, al desempleo, a la pobreza, al papel del trabajo y del ocio en el diseño de
una nueva civilización y en la vida personal, en el desarrollo del ser humano, así como el
conjunto de desafíos que abre la globalización, son otros tantos factores que directamente
tienen que ver con el fenómeno del trabajo infantil.
Las premisas que se señalan, más allá de referirse a los NATs, constituyen un preámbulo
necesario -aunque insuficiente- para la reflexión sobre el conjunto de la infancia, para
colocar componentes esenciales sobre los que deberá basarse la búsqueda de nuevas
culturas de infancia para nuestra realidad.
UNA DISTINCION NECESARIA: TRABAJO Y EMPLEO
El término empleo alude a las “condiciones de trabajo” o de ejercicio concreto del derecho
a trabajar. Comprende desde el autoempleo, el empleo dependiente, el temporal, el de
condiciones ventajosas o nocivas, etc. Se diseño incluso un paradigma de sociedad del
pleno empleo que hoy se ha abandonado dando cabida a una situación paradigmática y
paradojal en el marco de la globalización, una de cuyas “consecuencias” “abrumadoras” es
el alarmante y por ahora irreversible proceso de desempleo, en particular en los países
industrializados. El empleo, como ejercicio del goce al trabajo, no puede tener su sentido
profundo en la mera atención a las necesidades básicas, sino en garantizar las condiciones
para un desarrollo de todas las dimensiones humanas y a todos los niveles.
Esta realidad coloca a las sociedades basadas en el trabajo humano ante la imperiosa
necesidad de revisar las conceptualizaciones del mismo que se han “inventado” en los
últimos doscientos años y el rol que se le asigna en las posibilidades de hacer de la
humanidad una especie realmente humana.
Con toda razón se afirmó que el siglo XX no es más el siglo del trabajo sino del empleo.
La historia económica, social y política registra el largo debate y la exigente elaboración
teórica que se ha dado sobre el trabajo en las sociedades occidentales. En lo que a trabajo
infantil se refiere, las implicaciones prácticas de estas elaboraciones teóricas son de utilidad
innegable. Señalamos una, que en la actualidad es pertinente: las reacciones frente al
trabajo infantil hacen evidente que se refieren a las condiciones concretas en que la mayoría
de niños trabajan y desde allí se simplifica el discurso obviando la reflexión filosófica.
Sobre el trabajo a fin de acuñar lemas de fortuna como “el niño no debe trabajar” “trabajar
es negar la condición de niño”, “hay que abolir o erradicar el trabajo infantil”, “el trabajo
infantil es un crimen contra el país”, “hacia un nuevo siglo sin trabajo infantil”, etc.
Confundir las características de un fenómeno con su esencia no sólo es frecuente sino parte
de la trampa del off side como recurso para victorias pírricas. Pero tomar el rábano por las
hojas tiene efecto de bumerán. Esta simplificación conceptual y práctica del fenómeno del
trabajo infantil inhibe la instauración de un nuevo discurso sobre el trabajo que
simultáneamente comunique su valla axiológica, su esencia ética y su potencialidad
humanizadora, así como su exigencia insoslayable de luchar contra toda forma de
perversión que se dé en el ejercicio concreto del mismo.
Desde un punto de vista económico, tendríamos que preguntarnos si existe un mercado de
trabajo de niños. La mayoría de niños que laboran no está en el sector formal de la
economía, es decir bajo contrato legal con un empleador y con régimen de jornada laboral
claramente estipulada y aceptado por ambas partes y de acuerdo con las leyes laborales. El
trabajo de los niños que desempeñan en el sector no formal de la economía no es el
resultado “de una confrontación libre”, pues, en general, la decisión tomada por la familia
pone en juego todo un conjunto de consideraciones extraeconómicas. En este sentido,
propiamente hablando, no existe un mercado de trabajo de niños.
Esta primera premisa apunta a situar no sólo la reflexión sino las reacciones ante los
discursos que se apartan de posiciones que propugnan la abolición del trabajo infantil, sin
tener en cuenta los dos niveles a que se refiere esta acápite.
GOCE Y EJERCICIO DE UN DERECHO
Esta distinción básica que hacen los juristas, tiene una significación particular sobre la
cuestión del derecho a trabajar como un derecho humano, propio de la persona. El goce de
un derecho tiene su legitimidad en la condición de persona del individuo y no en la
circunstancia de su reconocimiento jurídico ni en la de su ejercicio. La necesidad de normar
sobre el ejercicio de un derecho tiene dos razones fundamentales. La primera es que todo
derecho de la persona directa o indirectamente está referido a un valor, a algo a lo que se le
asigna una valencia axiológica, a algo que expresa sentido de la vida, en definitiva a algo
que contribuye a garantizar a los humanos -individuos o colectivos sociales- la vigencia del
amor humano. De este nivel ontológico -y es la segunda razón- se deriva el imperativo
ético, jurídico, humano de velar porque lo que se reconoce como goce de un derecho no sea
negado en el ejercicio del mismo. Es decir, que el reconocimiento de un derecho no
devenga puerta abierta a cualquier forma de ejercicio del mismo, en franca y antagónica
contradicción con el derecho reconocido y lo que en éste subyace como sentido que
desborda el discurso jurídico stricto sensu. En esta perspectiva, el derecho no sólo está
centrado en el sujeto, en la persona humana y su circunstancia, sino que lo hace con tanta
mayor fuerza cuanto que sobre aquellas tiene una visión, una concepción, es decir, sus
categorías jurídicas expresan de alguna manera las concepciones extrajurídicas que la
nutren, muy en particular la filosofía y las ciencias humanas. En particular cabe señalar la
relación entre el derecho y la ética que precede, preside y transciende la normatización, la
positivización de un derecho en cuanto éste es un valor.
La evolución del concepto de trabajo tiene un impacto en su normatización.
Específicamente la historia del derecho al trabajo evidencia un proceso en el que puede
reconocerse la heterogeneidad de concepciones y de valoración social. El trabajo en su
concepción moderna no tiene trescientos años y el análisis jurídico puede centrarse en el
trabajo como objeto de derecho o en el trabajador como sujeto de derecho. Pero la cuestión
del derecho al trabajo es un debate que precede a su positivización y que tiene que ver
directamente con la reflexión y construcción teórica que en la historia de la humanidad ha
tratado de dar cuenta de la concepción del trabajo como actividad de los seres humanos y el
ejercicio de la misma en relación a los otros seres humanos, a la naturaleza, y a la vida
colectiva en todas sus dimensiones.
El reto es devolverle al trabajo su dimensión propiamente antropológica, negada por la
hegemonía de un enfoque económico que lo ha pervertido al mismo tiempo que lo ha
extendido a todas las dimensiones de la vida.
Contrariamente a lo que hoy podríamos pensar, el derecho al trabajo emerge en la historia
de sociedades occidentales como un derecho del Estado. En efecto, el trabajo está
estrechamente ligado a la situación de pobreza, de mendicidad y a sus secuelas sociales que
son materia de preocupación de la sociedad y del Estado. Al inicio del siglo XVI se piensa
que la medida principal de lucha contra el pauperismo consiste en organizar el trabajo. La
inactividad económica y la delincuencia social se confundían, lo que llevaba no sólo a
ofrecer trabajo a los menesterosos, sino a obligarlos a trabajar como ejercicio del derecho
del Estado y de la Sociedad al trabajo, en particular al trabajo de los pobres. El paradigma
que sostiene esta concepción y política social no es otro que el paternalismo arcaico de
poner a trabajar a las clases peligrosas para controlarlas y moralizarlas. En este sentido, el
Estado inicia grandes obras para darles trabajo, o más precisamente, para mantenerlas
útilmente ocupadas.
De una forma de encarar la pobreza, la mendicidad y el riesgo de delincuencia, se va a
poner el acento en una valoración económica del trabajo y de allí a una forma de derecho
del individuo. Cuando en 1789 se proclamará con fuerza el derecho a la asistencia y el
derecho a vivir del propio trabajo se puede considerar al trabajo como el medio de inserción
y de solidaridad sociales. Sesenta años más tarde, en 1848 E Vidal nos diría: “El derecho al
trabajo, que se sepa o se ignore, implica necesariamente la organización del trabajo; y la
organización del trabajo implica la transformación económica de la sociedad”. La
modernidad al paso que pervade la vida entera de las sociedades, va siendo portadora del
imperativo a trabajar funda razones económicas. Se va configurando una civilización del
trabajo, una ideología del trabajo.
Con el siglo XIX y la revolución industrial el pensamiento jurídico dará un significativo
vuelco en materia de lo que será el derecho laboral y en el que se podrá reconocer
influencias de la tradición romano-napoleónica o la germánica.
La idea de que el trabajo es un derecho de la persona va de la mano con la fuerza que cobra
el derecho a la vida. Por ser un derecho, entonces, su correlativo es la libertad y no la
sumisión. La reflexión entonces gira en tomo a la relación del trabajador con el trabajo, con
esa actividad llamada “trabajo”, en lo no separable ni negociable de la misma por ser parte
de la persona misma. La concepción contractualista del trabajo reforzará ineludiblemente la
visión del trabajo como mercancía y al mismo tiempo la acción de trabajar como ejercicio
aparentemente hecho en libertad.
Sin embargo, la desalineación del trabajo humano implica la resolución de cuestiones
mayores en el orden económico, en la reflexión filosófica sobre el tipo de sociedad que
queremos ser, del sistema de valores que podrían articular la vida personal y la convivencia
social y muy específicamente, el rol del trabajo de la humanidad en ese proyecto.
Otra cuestión que se plantea a propósito del derecho al trabajo es si éste es también una
obligación, un deber. Cuando el derecho al trabajo tenía como sujeto al Estado, la
obligación residía en el ciudadano pobre; cuando el derecho al trabajo es de la colectividad,
el deber de implicarse recae sobre el Estado pero ya no en relación al derecho de proveer
trabajo al que no lo tiene. El Estado asume la responsabilidad de las políticas sociales mas
no del reconocimiento de un derecho social.
Por otro lado, las grandes masas viven la dramática como cotidiana experiencia de un
discurso que proclama el valor del trabajo para su identidad, status y dignidad, y las cada
vez más desalentadoras condiciones de trabajo. Entre goce y ejercicio se vive muy poco
“gozosamente” la experiencia de trabajar.
Es esta civilización del trabajo que está en profundo cuestionamiento al cierre de este siglo.
Y la afirmación del derecho a trabajar como expresión concreta del derecho a trabajo que es
inherente a toda persona, requiere de una radical exigencia de protección jurídica a causa de
las actuales condiciones de deterioro de las condiciones de trabajo, no sólo de aquellas que
son nocivas a su salud física, sino aquellas que si bien pudieran considerarse condiciones
materiales aceptables, llevan a sacrificar dimensiones tan importantes como la educación, el
desarrollo cultura¡, la alegría de vivir, el entusiasmo por lo que se hace, la autoestima como
trabajador, el juego, las actividades políticas, etc.
Si reconocemos entonces que trabajar es un derecho de la persona, no hay razón alguna
para negárselo, en cuanto goce, a nadie, tampoco al niño. Pero precisamente por ser un
derecho que se ejerce en las coordenadas históricas en las que hoy toca sobrevivir a las
mayorías, y muy específicamente a los NATs, la exigencia de normarlo se torna en un
insoslayable imperativo ético y político.
Por otro lado, un derecho no es inexorablemente una obligación, no es compulsivamente un
deber, salvo en situaciones límite en las que el no ejercicio de un derecho devendría en un
mal mayor que su cumplimiento, en una irresponsabilidad de irremediables consecuencias.
La Constitución Política francesa de 1946 y 1958 decía: “Cada cual tiene el deber de
trabajar y el derecho a obtener un empleo”. El Código de los Niños y Adolescentes del Perú
si bien les reconoce a los adolescentes el derecho a trabajar, no les impone el deber de
trabajar, se trata de un derecho potestativo por ello la norma reconoce el ejercicio como su
omisión; en el anteproyecto de la ley orgánica de protección a la niñez y adolescencia de
Venezuela, leemos: “El trabajo es un derecho, un deber y un motivo de honor para el ser
humano. En consecuencia, los adolescentes que deseen emplear su capacidad creativa,
aptitudes y conocimientos en actividades productivas, recibirán protección integral para que
disfruten de un trabajo digno acorde a su edad...”.
En la reflexión sobre trabajo infantil, entre el derecho como goce y como ejercicio, entre
derecho y obligación.
Por ello entre una de las objeciones que se suelen hacer a quienes se inscriben en la
perspectiva de la valoración crítica, es que no mandan a sus propios hijos a trabajar. La
respuesta es simple; mandar a nadie, pero si el niño o el hijo solicitara trabajar, habría que
entrar a ver bajo qué condiciones se haría o no se haría. Tener la posibilidad de dialogarlo y
decidir junto con el niño es ya un privilegio, el privilegio de no estar bajo la tiranía de las
necesidades básicas que impone la sobrevivencia; diálogo que se basa en el goce del
derecho que asiste al niño y simultáneamente en el imperativo para que su ejercicio, en la
medida que podemos manejarlo, no atente contra el niño, contra el valor que se supone que
conlleva el reconocimiento de dicho derecho.
VALORACIÓN CRÍTICA
El fundamento de esta distinción entre goce y ejercicio, sustenta simultáneamente la
significación humana, ética, política, cultural y pedagógica de la valoración del niñ@
trabajador y de la crítica, vale decir, de la actitud vigilante y activa que se concreta, según
las circunstancias, en prevención o protección que incluye reglamentación, prohibición o
incluso erradicación. La valoración se refiere a la valencia humana, personal y social, que
tiene el trabajo como componente en los procesos de humanización de la especie y por ende
el goce de este derecho; la crítica se refiere al ejercicio del mismo habida cuenta de las
diversas circunstancias en las que se da. Ni glorificación del trabajo como reductivo del ser
humano, ni negación de su significación a partir de las actuales condiciones de ejercicio.
La valoración crítica del trabajo es una exigencia del derecho a no ser social, cultural y
políticamente excluidos. La ciudadanía supone la valoración también de la contribución
social como trabajador. Se podría arguir que reconocer el valor del trabajo como derecho de
la persona, no cambia en nada las actuales condiciones en las que los NATs viven y esto es
desgraciadamente cierto. Pero también es igualmente cierto que se trata de una visión que
no toma en cuenta otras dimensiones y presupone asignarle al derecho un rol mágico en la
transformación de la realidad negándole al mismo tiempo, más allá de esta limitación, su
rol como portador de valores, de un mensaje ético, de una fuerza cultural, de un contenido
filosófico y simbólico, de un elan movilizador.
La sensibilidad que acompaña al imaginario social sobre infancia, tiende a predisponernos
ante cualquier actitud o lenguaje que pudiera resultar permisivo del abuso o incompatible
con las imágenes de niño ideal que hemos heredado. Ante situaciones que lesionan grave y
con frecuencia irreparablemente la vida de NATs, toda sombra de concesión se presenta
como debilidad, falta de decisión ética y política, como capitulante ante la explotación y el
maltrato. Incluso la expresión “valoración crítica” tanto por lo de “valoración” como por lo
de “crítica”, puede no escapar a esta reacción; “crítica” parece una expresión pusilánime,
irónica e irénica frente a “abolición, erradicación, prohibición, eliminación”.
No se trata tanto de “crítica” lógica, es decir al sustento teórico, sino más bien de una
crítica valorativa de la realidad concreta en la que las palabras y las construcciones
conceptuales tienen su precedente. La crítica apunta al conocimiento de las condiciones de
posibilidad para que el ejercicio del derecho al trabajo no niegue lo que éste valora. En este
sentido, la crítica debe señalar con precisión qué posibilidades deben ser excluidas del
ejercicio. Pero no hay sólo una función alertadora, de sospecha o de prohibición en la
crítica. Esta no se condice con el dogma ni con la ideologización, pero además asume que
la realidad es también simbólica.
La relación entre valoración conceptual, socio-cultural, consistencia lógica y crítica
valorativa y lógica, permite abordar no sólo el presente del trabajo humano, y del trabajo
infantil, sino también lo que de aquel y de éste haremos en las próximas décadas.
La reserva crítica exige ser exigentes y radicales en relación no sólo al presente, sino
también en cuanto a las perspectivas de futuro que se avisoran para el trabajo humano en el
siglo XXI.
En esta dialéctica relación valoración-crítica, radica una posibilidad de superación de
visiones pietistas, con frecuencia patologistas de los NATs todo optimismo y espíritu
esperanzador, toda actitud que no pretenda hacer tabula rasa sin más trámite, requiere de
esta valoración-crítica que hacen los mismos actores y de la que hacen otros actores.
Dos acotaciones son necesarias al hablar de valoración. La primera se refiere a la exigencia
de dejar claro que la posición de valoración crítica se asienta en una clara, radical e
inequívoca incompatibilidad con la explotación del trabajo humano, de los NATs. La
segunda, que la valoración crítica no se condice en su esencia con ninguna complacencia ni
complicidad con las causas y los efectos de la pobreza. La pobreza no constituye ni el
fundamento conceptual ni fáctico del trabajo infantil, del trabajo humano en general. La
valoración crítica se emparenta con los esfuerzos y las luchas que apunten a la cancelación
de la explotación y de las causas de la pobreza y miseria en el mundo. Decirlo no cancela ni
la explotación ni la pobreza, pero afirmarlo es hacer memoria histórica que hasta allí debe
llegar el horizonte ético y político de nuestro paciente como calificado actuar cotidiano si
de veras nos duelen los millones de NATs en el mundo. Su permanente omisión, no sólo no
contribuye a un diálogo constructivo entre las diferentes posiciones frente al fenómeno de
los NATs, sino que tiende a hacer funcionales a la explotación y dominación internacional,
políticas, propuestas y programas de atención atrapados en el cerco del asistencialismo.
Pero la valoración crítica se refiere muy centralmente a la cuestión de la autoestima e
identidad del trabajador. Ciertamente que ambas tienen que ver con el contexto cultural,
con el significado que social y culturalmente se asigna al trabajo, a la finalidad del mismo,
a quien lo ejerce y a las condiciones en que se realiza. Los grandes cambios que hoy
conmocionan la dominante cultura moderna del trabajo, desafían frontalmente no sólo el
status del trabajador, sino la identificación con su condición de trabajador y con el trabajo
que realiza. Se instala un conflicto en los individuos y en los colectivos de trabajadores.
Esto es perceptible en las trabajadoras domésticas y en los mismos NATs que sufren e
internalizan la discriminación de que son objeto, los reproches que de maestros reciben en
la escuela por atribuir al hecho de trabajar el bajo rendimiento escolar, la indiferencia de
padres y adultos que sólo se interesan por cuánto dinero llevan diario a casa sin valorar
ninguna otra dimensión de cómo lo logran, etc. A las ya duras condiciones de vida se añade
el ignorarlos o minusvalorarlos socialmente. La incongruencia se torna interior y
exteriormente mayor cuando al cabo de unos años o de unos minutos al obtener la edad
“permitida” se les dice que trabajar es no sólo necesario sino bueno para ser tenido en
cuenta en la sociedad. Los discursos, las campañas, las legislaciones, los programas de
atención que no reconocen y valoran críticamente a los NATs, son reproductores de la
pobreza espiritual de nuestras sociedades, contribuyen a su vulnerabilidad afectiva y social,
los hacen menos resilientes (58), pero además inhiben sus propias políticas y programas de
la fuerza de transformación integral a la que pretenden apuntar, reforzando así su contenido
prohibitivo y con el riesgo de abonar en favor de la violencia simbólica y directa que se
cierne sobre los NATs .
La valoración crítica no sólo a nivel de la relación personal privada y circunstancial, sino
una valoración crítica pública, política de los NATs como fenómeno social es la que puede
transformar el abordaje práctico de su problemática, en un hecho ético y político de
significación para ellos y para la sociedad. Esta valoración, lejos de debilitar las necesarias
medidas de atención, de urgente erradicación de las formas más incuestionables de
explotación, maltrato y riesgo así como aquellas que demanden un proceso más complejo
como largo, las coloca en el marco social, axiológico, afectivo y político como un
componente de los esfuerzos de la humanidad por encontrar los derroteros de una
civilización más humana.
Esta perspectiva nos coloca ante la desafiante cuestión de la identidad personal y social y la
experiencia de trabajo. Este es un aspecto que ocupa y preocupa a psicólogos sociales,
psicoanalistas y psiquiatras en el marco del impacto sobre los trabajadores -obreros,
empleados, cuadros gerenciales- de la flexibilización del trabajo, pero casi exclusivamente
del trabajo dependiente y muy específicamente en el mundo de la empresa. Para lo que se
ha dado en llamar trabajadores “informales” - entre los que los NATs en la región son
mayoría- la cuestión de identidad, de conformación de su conciencia de sujeto individual y
social es aún un campo por explorar con mayor profundidad.
En un contexto general de invisibilidad o inexistencia de paradigmas confiables y
articulantes de la vida individual y social de las personas y colectivos sociales, todo lo que
debilite las posibilidades de construcción de identidades e identificaciones propositivas
marcadas por el valor de la persona humana, por su esencia y vocación al protagonismo
solidario, por el sentido y el amor a la justicia y a la vida, etc., no juega a favor del
desarrollo de personas con personalidad, con sentido de dignidad, con conciencia de
actores, con voluntad de ejercicio de ciudadanía.
Los comprensibles bloqueos frente a los NATs para situarnos en la perspectiva de su
valoración crítica, inhiben una labor que al mismo tiempo que efectiva en sus objetivos de
justicia social, pueda ser una matriz de construcción pedagógica de su identidad personal y
social. Entre esos bloqueos está la victimización de la infancia que va de la mano con su
exclusión social, la cuestión de la edad como el factor central de reticencias frente al NAT
y que refuerza la terrible imagen que nos ha legado cierta literatura de los niños
trabajadores en la revolución industrial y que historiadores consideran como más bien
excepciones que no pueden generalizarse. El trabajo es visto entonces bajo la óptica de un
“paradigma franca y brutalmente económico reduccionista” descuidando los factores
sociales, políticos, culturales e ideológicos.
La posición que por desnaturalizar su modelo ideal de niñ@ considera per se incompatible
la relación infancia y trabajo, tiende a provocar en los NATs una doble imagen de baja
autoestima, ni somos niños ni somos trabajadores. Pero dejar de trabajar, nos hace ser
alguien; es decir, un discurso exactamente en el sentido contrario de su vivencia y por tanto
colocando a los NATs en el limbo de la identidad personal y social. En estas condiciones,
se torna más difícil que los mismos NATs sean también los que defienden sus derechos y
protegen su integridad física y espiritual. Se refuerza así una identidad inestable, una
personalidad insegura por el desencuentro entre los medios personales de afirmarse como
alguien y las dificultades para lograr ser reconocidos públicamente como colectivo de
pertenencia. En el fondo se consolida un prototipo de niño objeto y no de niño actor, de un
niño funcional a una sociedad adultista de la que los NATs no escapan.
Una valoración crítica no tiene efectos mágicos y se inscribe en los tiempos de los grandes
cambios culturales, el de las identidades personales y sociales de los actores y sus
relaciones, y el de sus experiencias constitutívas de su desarrollo humano, entre ellas la del
trabajo.
LENGUAJE: IMPORTANCIA Y LÍMITES
La historia de la infancia y de sus representaciones sociales, ideológicas como
léxico-sintáctico-semánticas constituyen un claro ejemplo de la carga simbólica y directa de
las estigmatizaciones que han legitimado su exclusión, su minusvaloración. El concepto de
“menor” recuerda bien esta realidad o el de “piraña”, o “desechable”.
Una primera cuestión se refiere al empleo de la expresión y del concepto “trabajo infantil”
como sinónimo de trabajo que debe ser por principio, por su naturaleza misma, abolido
jurídicamente y erradicado como práctica. Esta concepción presupone que el trabajo no
puede ser considerado como un derecho de la persona, o que éste no es inherente a su
condición de tal. En segundo lugar, hace de la edad el criterio final sobre el que se basa la
abolición y la erradicación relegando así el criterio de las condiciones reales de ejercicio del
derecho como la base ética, social, humana y jurídica de toda regulación, normativización,
prohibición, delimitación del ejercicio de dicho derecho, de la erradicación de aquellas
formas concretas que pervierten el goce in actu del derecho.
Esto último es válido no sólo para ciertas edades convencionalmente delimitadas, sino que
se extiende a todo ser humano cualquiera sea su edad biológica.
Aquí radica una de las debilidades argumentativas de quienes sostienen la abolición o
erradicación del trabajo infantil sine glossa y al mismo tiempo hablan de su atención, de su
protección y destinan importantes recursos para programas con niños y adolescentes
trabajadores. Incluso, el discurso de quienes hablan de erradicar el trabajo “nocivo” resulta
siendo una contradicción, pues erradicar lo nocivo significa que aceptamos el trabajo no
nocivo y que éste debe tener algún valor, algún sentido y utilidad de la que una legislación
abolicionista resulta ser en esencia contradictoria con su propio horizonte conceptual de
“trabajo infantil”, concesiva en la practica, y vergonzantemente avara al no reconocerle
ninguna valencia humana.
Pero el valor del trabajo “humano” no radica primeramente en las condiciones en que se
ejerce, sino en la esencial potencialidad humanizante que lo define. Tendríamos que
concluir coherentemente desde la posición abolicionista que si se trata de abolir y erradicar
el trabajo infantil, tal como ellos lo definen, colocarle eso de “nocivo” sin abandonar su
definición de trabajo infantil, es quitarle seriedad a su argumentación y es inevitablemente
una resignación teórica que le resta fuerza política a las políticas y a las practicas que
apuntan hacia “ofrecer mejor protección a los niños en circunstancias particularmente
difíciles y eliminar las causas fundamentales que conduzcan a tales situaciones”. Es que
entre proyecto final y estrategias para el mientras tanto hay un iatus conceptual que no
explica por ejemplo por qué algo abolible tout court hasta cierta edad, deviene aceptable y
hasta recomendable a partir de otra edad. Pero esto explica también por qué a quienes se
ubican en una perspectiva de valoración crítica, se les llame “promotores-defensores”,
evidentemente de la definición que los abolicionistas se han fabricado en la que no cabe
valoración alguna por más crítica que sea.
Hacer de la expresión “trabajo infantil” sinónimo de algo inexorablemente negativo,
arrastra la cuestión de la identidad y de la autoestima que son factores centrales en el
desarrollo de la personalidad. El trabajo es un componente de identidad humana, un factor
de construcción de lo que algunos llaman el “poder subjetivo”, siempre y cuando se logre
arrancarle a la experiencia concreta un saldo positivo real de desarrollo; el trabajo como
cualquier otra experiencia humana, no es espontáneamente un factor de maduración.
Sabemos que los NATs, como la mayoría de los trabajadores hoy, están marcados por lo
duro de las condiciones en que trabajan y esto comprensiblemente es más fuerte que pensar
en lo positivo, en lo constructivo. Sólo si hay una relectura, una reapropiación de la
vivencia, una experiencia alternativa, se puede decir que se abren posibilidades de construir
identidad y de crecer en dignidad.
En un barrio de Caracas, una educadora andaba preocupada. Los chicos y chicas de la calle
que frecuentaban la casa que para ellos se había abierto, no querían reconocerse como
NATs. Ellos hablan logrado un nivel muy alto de producción de papel reciclado y gran
calidad en la elaboración artística de objetos con dicho papel, Se trataba de hablarles para
que se asumieran como NATs, porque ellos decían: “Estamos “jugando” no estamos
trabajando, esto no es trabajo”. Pero no se les dijo ni una palabra. La educadora esperaba,
quizá, otra cosa. Al día siguiente reflexionamos y vimos que los chicos tenían toda la razón.
Ellos vivían ahora una experiencia colectiva de trabajo, en un clima de compañeros y
compañeras, amigos, con adultos que les dan cariño, dedicación, que se preocupan porque
aprendan y hagan las cosas con calidad y estética, un espacio en el que ellos organizan y
dirigen la marcha de la casa... Eso no podía parecerse en nada a las experiencias de trabajo
de las que venían... aquello se parecía más al juego, a la diversión, a las actividades que en
ellos evocaban alegría, gusto, placer, camaradería. No querían utilizar la palabra “trabajo”
para describir una experiencia como esa. Y nos dijimos, el día en que trabajar sea tan
gratificante como lo es para esos muchachos que más allá de la cuestión económica y de
sobrevivencia gracias a su trabajo en equipo, sienten que en el trabajo se desarrollan
también otras dimensiones de sus vidas, estaremos en presencia de otra humanidad y de
otra organización de la vida de la sociedad. La experiencia de “trabajar en esto” como
dijeron luego esos muchachos, les había permitido revelarse y revalorarse a sí mismos,
reconocer su sociabilidad, su capacidad de relacionarse de otra manera consigo mismos y
con los demás de su entorno barrial, familiar, pero también comprobar que a su nivel ellos
aportaban algo al cambio, a la transformación de algunos aspectos del mundo, de su
mundo.
Otro aspecto que merece ser cuidadosamente tomado en cuenta es la sustitución o
equiparación conceptual y práctica de la cuestión de “explotación” por la de “nocividad”.
Es cada vez más corriente el empleo de explotación como sinónimo de abuso, de maltrato,
de exceso, de sobrecarga. En este sentido, si bien se gana en cuanto a extensión de la
noción por analogía, se pierde en cuanto a comprensión, es decir a poder precisar las
características de una situación. Distinguir entonces entre situación de riesgo, de alto
riesgo, nocividad, peligrosidad, exclusión, marginación, opresión, etc. y explotación, ayuda
a saber de qué estamos finalmente hablando.
En relación al trabajo de los NATs cabe preguntarse, ¿dónde empieza la explotación? en
particular si, en nuestro caso, la mayoría casi absoluta no es asalariada directa. Pero esto no
justifica que se confunda entre explotación y opresión o exclusión social que se refieren
más bien al estatus de la infancia en la sociedad, es decir al no reconocimiento de su rol
social, de su actoría económica y política. Precisamente la estigmatización de los niños
trabajadores subyacente a las llamadas posiciones abolicionistas sans nuances, añade a
situaciones con frecuencia intolerables de trabajo y de vida, la subvaloración social y
cultural de los NATs. Este tipo de visión de la infancia trabajadora, impacta negativamente
en todos los aspectos de su vida incluido el trabajo.
El concepto de nocividad se refiere a las condiciones de trabajo. Hablar de nocividad sin
referirse a las causas profundas que la generan y que dicen relación a estructuras
económicas, sociales, políticas, ideológicas, equivale a seguir hablando de combatir las
manifestaciones y las consecuencias de la pobreza, sin tocar la raíz estructural de la misma.
Paradójicamente, quienes hoy se afanan por ofrecer y proveer de fondos para paliar la
situación del trabajo infantil en el mundo, son los mismos que diseñan e imponen las
medidas de ajuste las nuevas legislaciones laborales, las políticas sociales neoliberales, las
políticas poblacionales neomaltusianas.
La afirmación del horizonte estructural en el que debe abordarse el trabajo infantil, no
equivale al inmobilismo frente a la situación cotidiana; pero hacerlo, es devolverle a la
cuestión de la infancia y de los NATs en particular, toda su fuerza histórica, es hacer que el
interés superior del niño sea asumido en primer término como interés de la sociedad,
porque lo que hace superior, a nuestro entender, el interés del niño -entendido como
fenómeno social- es que aquel coincide y nos remite insoslayablemente a los intereses del
conjunto de la sociedad. De otro modo, no sólo se torna antojadiza la comprensión y
aplicación del interés superior del niño, sino que se mutila su carácter público, se confina a
la infancia a la privatización de su rol social, a la negación de su vocación al protagonismo.
Pero queda como tarea, la construcción de instrumentos jurídicos conceptuales y prácticos
que hagan operativo el principio del interés superior así como su monitoreo.
Si bien no cabe forzar la distinción entre niñ@s trabajadores y niñ@s que trabajan, el uso
reciente de la segunda expresión como contrapuesta a la primera, indica una forma de
reducir el trabajar a algo no sólo circunstancial sino como un componente que no se
condice per se con la condición de niño y que por lo tanto no forma parte de un discurso
sobre identidad personal y social del niño, sobre su autoestima. En realidad, el modelo o
prototipo de niño que subyace a esta concepción es el del niño estudiante, reforzándose así
la tendencia a ver incompatibilidad entre trabajo y escolaridad que no encuentra, sin
embargo, sustento ni conceptual ni confiablemente estadístico, ni práctico. La escuela, la
que tenemos, compulsivamente impuesta como muro de contención sobre el mercado de
trabajo constituye uno de los factores centrales de la moratoria social y de ciclo vital de la
juventud, vale decir de la exclusión de las generaciones jóvenes; del estudiante visto como
un no-productivo, al inmaduro, no hay sino un paso.
Sin embargo este no es ni el espíritu ni la concepción del Código de los Niños y
Adolescentes del Perú al usar indistintamente la expresión niños trabajadores y niños o
adolescentes que trabajan, al afirmar y defender -en el artículo 19- la compatibilidad entre
trabajo y escuela, y que en su orientación general y específica sobre los NATs les reconoce
a los adolescentes capacidad civil, personería jurídica, organización incluso sindical y en
sus actividades económicas, reclamar sin necesidad de apoderado como señala el artículo
69. Este reconocimiento, del que de alguna manera no están excluidos los niños
trabajadores, fundamenta. el discurso de ciudadanía, de sujeto social y de derechos,
elementos centrales para repensar la cultura de infancia en el país. Suprimir al apoderado,
en el espíritu del art. 69, nos abre el camino a una restitución de poder a los NATs, a
sacudir a la infancia de su condición de “powerless” en una sociedad adultizada, nos invita
además a superar una visión en la que por "naturaleza" pareciera que los niños y niñas
requieren de tutoría como, sinónimo de carencia de estatus en la sociedad; capacidad civil y
no necesidad de apoderado son como expresiones emblemáticas que fundamentan la
ciudadanía de la infancia.
Finalmente nos parece pertinente recordar que el trabajo de los NATs no es un fenómeno
exclusivo de nuestros países en desarrollo. Nunca desapareció el trabajo de los NATs en el
mundo. Se modificó y se modifica incesantemente. Más aún, quienes pretenden decir que
eliminaron el trabajo infantil en sus países, no hacen gala sino de miopía conceptual y de
cinismo. Podríamos decir que algunos países lo redujeron y modificaron significativamente,
pero el sistema no lo eliminó, y aunque dice no serle técnicamente indispensable, lo
reproduce y crea las condiciones para que se mantenga e incluso crezca. La pobreza como
el consumo crean una situación de compulsividad al trabajo. Ambos distorsionan el sentido
humano del mismo al reducirlo a su dimensión económica, para sobrevivir en el primer
caso y para gastar, en el segundo. Se instaura la lógica del "work and spend" que,
paradójicamente empuja al aumento de las horas de trabajo e incluso a la aceptación
“voluntaria” de condiciones de deterioro.
CAPÍTULO VIII
TRABAJO INFANTIL:
TENDENCIAS CONCEPTUALES Y PRÁCTICAS Por: Juan Enrique Bazán
Quisiéramos poner sobre el tema del trabajo infantil, algunas percepciones y reflexiones; en
este sentido pensamos que son percepciones y reflexiones dentro del debate del fenómeno
del trabajo infantil; y, siendo parte de un debate, suman totalmente dos los puntos de vista
dialogables y controlativos.
Nos parece fundamental entrar en este debate en tanto, el censo de las opiniones puedan
contribuir a una mejor visualización del problema sobre trabajo infantil. Como son
reflexiones, por cierto no acabadas, éstas no tienen ningún sentido inequívoco, y decirnos
esto a pesar que se pueda estar de lado de una de las posturas.
Esta reflexión quisiéramos presentarla en tres partes: Primero dar nuestras definiciones
operacionales, luego mostrar lo que nos parece son las definiciones del abolicionismo y un
tercer punto sobre la crítica a la posición abolicionista.
I. PRELIMINARES DEFINICIONES OPERACIONALES
Sobre definiciones operacionales, nos parece que es importante tener en cuenta algunos
términos que están en juego; por cierto, hemos escogido algunos entre muchos términos
que subyacen a una serie de interpretaciones que van condicionando el mismo sentido del
debate. Estos términos quisiéramos vertirlos desde lo que tiene que ver con eje, corriente,
posición y lo que nos parece, es el rumbo; vamos a intentar hacer una definición
operacional de todo esto.
Primero partiremos por definir lo que es corriente. Operacionalmente nosotros podríamos
asumir lo que es corriente como: El curso que sigue un determinado fenómeno o hecho
social, para el caso asumimos el trabajo infantil como la corriente. El curso, por decirlo de
alguna manera natural, tiene que ver con el curso real y concreto del trabajo infantil
independientemente de nuestras voluntades, independiente de nuestra intervención en el
mismo fenómeno. En este sentido nos parece que no hay “las corrientes” sobre trabajo
infantil, sino lo que existe es un solo fenómeno social y por lo tanto, una sola corriente. Se
debe reconocer que este fenómeno social tiene un curso determinado y esto nos permite
asumirlo como un hecho de la realidad social del país, y el reconocerlo de esa manera nos
pone del lado de una u otra posición.
Desde el lado del abolicionismo debe reconocerse la objetividad del fenómeno, porque de
no hacerlo desde la óptica del trabajo social implícitamente a esto estaría subyaciendo una
labor mesiánica con respecto al trabajo de los niños y adolescentes.
Si concebimos que la corriente existe a partir de cómo nosotros nos entroncamos como
interventores sociales del mismo fenómeno, nos estamos atribuyendo un rol mesiánico,
diciendo que el Movimiento de Niños y Adolescentes Trabajadores o el conjunto de Niños
y adolescentes trabajadores necesitan para su desarrollo “mi” presencia, y creemos que ese
sentido mesiánico en términos de esfuerzos personales o de protagonismos personales, no
tiene nada que ver con la existencia de la corriente sino que tienen un rol concreto de aporte
o de cambio dentro del rumbo de esta corriente. De allí que plantear un afán mesiánico
sobre las posibilidades de un supuesto compromiso al holocausto, conforman una postura
que luego va a tergiversar lo que es el fenómeno social como realidad concreta.
Cuando el abolicionismo plantea que a partir de sus propuestas, están pretendiendo abolir
las condiciones perniciosas de explotación, y a partir de esto, la negación del conjunto de la
existencia del fenómeno social, está implícitamente otorgándose para sí, un supuesto rol
mesiánico de salvación hacia la infancia que trabaja.
Una segunda definición sería la de posición; el sentido de posición tiene que ver con la
ubicación o lugar de un individuo o grupo de individuos que asumen un rol con respecto al
curso de un fenómeno social, es decir con respecto a la corriente; vale decir, la posición que
nos permite asumir de tal o cual manera, el fenómeno concreto. La posición en razón a esa
visión, nos hace plantear una determinada misión para articulamos a esa corriente, a ese
curso del fenómeno real.
Al respecto estamos pensando en voz alta con todas las controversias que eso supone, pero
nos parece que hay dos grandes posiciones con respecto al trabajo infantil: Una primera, la
del abolicionismo y la otra que podría denominarse como la promoción del desarrollo
integral de los niños y adolescentes trabajadores, que más que un slogan, tiene que ver con
un asunto que concierne al reto del educador frente a los NATs.
Se han mencionado la existencia de dos posiciones, el Abolicionismo y la Protección, pero
consideramos que la protección es un componente específico de lo que debe ser la
promoción del desarrollo integral de los niños y adolescentes trabajadores, y que asumir
una postura proteccionista es reducir el sentido más cabal de la promoción del desarrollo
integral con respecto a la infancia, cuando se nos plantea como definición operacional.
También debemos definir ¿Cuáles son los ejes sobre el debate trabajo infantil?, pues si lo
tomamos figurativamente como el tema predominante, se presiente una falsa visión entre
abolición y protección. Pensamos que el eje predominante, es con respecto a la existencia
real de un fenómeno que es el fenómeno del trabajo infantil y la importancia del desarrollo
de la infancia en esta realidad concreta.
La posición abolicionista viene trabajando a partir de negar la propia existencia de esta
realidad social, es decir la existencia del trabajo infantil y por ende la de la infancia:
"niñ@s y adolescentes que trabajan".
El último término a tratar es sobre el rumbo. Nos parece que ocasionalmente podemos
definir la palabra rumbo, como aquella acción de la intervención consciente en la corriente
con la finalidad de influir en los cambios del curso que deba tomar, esto tiene que ver con
el reto del educador que a nuestro modo de ver, es el juicio que debe tomarse.
Resumiendo esta parte de la definición operacional: la corriente es la realidad concreta, la
posición es cómo estamos visionando desde un rol técnico profesional, promocional, esa
realidad concreta y cómo decidirnos introducirnos y articularnos en esa realidad. De otro
lado, el tema predominante del eje es el desarrollo de la infancia, y el rumbo es nuestra
participación consciente, para poder contribuir al cambio de aquello que nos parece injusto,
innecesario, explotador, pernicioso, pero también, nos permite visualizar el mejor camino al
menor plazo para el desarrollo de la infancia.
II. LAS DOS POSICIONES DE LOS ABOLICIONISTAS
En relación a la corriente del trabajo infantil, es decir en relación a la existencia real del
fenómeno social de NATs, se perciben dos posiciones técnico profesionales que podemos
tipificarlas con afán didáctico en posición A y V.
La primera posición -abolicionista- con respecto al fenómeno del trabajo infantil
independiente del análisis, de sus ensayos estadísticos resulta después de visionar las otras
posiciones, es decir, la definición del abolicionismo no está directamente en razón de la
realidad concreta, sino que está en relación a las posiciones que otras personas puedan tener
de esa realidad, surgiéndoles además con esto un problema de identidad propia. Por ello
señalan que en el ambiente hay tres posiciones.
La primera que plantea la eliminación del trabajo infantil como objetivo final y en esta
posición se halla tipificada la Organización Internacional del Trabajo -OIT- sin embargo,
desde esta postura A existe cierta ambigüedad en los documentos y parte de esto nos lo ha
testimoniado la Dr. Ana María Yañez en sus eventos (apuntes y otros).
La segunda posición habla de la reivindicación del trabajo como derecho humano. En
relación a esta posición los que postulan la postura A, indican que lo que más les preocupa,
por eso lo denuncian, son las supuestas y pervertidas intenciones que podría tenerse desde
esta perspectiva, esta es una denuncia casi colindante como el delito de apología en nuestro
país, es una denuncia como se dijo y que apela a supuestas ideologías desvanecidas en
realidades sociales contemporáneas que ya no existen en lo concreto, sin siquiera
molestarse en revisar que el trabajo infantil cuando se apela al derecho humano del derecho
a trabajar no se está pensando como un derecho anterior y superior al Estado.
Sin embargo, como un mecanismo en el debate para poder bloquear la actitud y la lógica, se
presenta en un sentido pervertido, en un sentido de mala intención a fin de poder bloquear
la reivindicación, no en el sentido apologista del derecho del niño/a trabajar, sino en el
sentido más genuino de reivindicación del derecho humano.
La tercera posición es la visión cortoplacista encaminada a mejorar las condiciones trabajo
de forma inmediata.
En otras palabras, nos parece que la postura A del abolicionismo, señala que en el ambiente
hay tres posiciones: las medianamente buenas, que podríamos endosarla a la OIT, en
cambio los “malvados” son aquellos que reivindican el trabajo como derecho humano, y los
ingenuos, los que tienen sólo una visión cortoplacista. Ellos no se autodefinen por el texto,
por un documento recientemente publicado, sino a través de otros documentos que plantean
la abolición del trabajo de manera desalentadora, la postura que abrigan es el desaliento al
trabajo infantil.
La otra posición abolicionista, la V, también utiliza el mismo mecanismo independiente del
ensayo estadístico: ¿Qué hacen?, regresan y miran en el ambiente quiénes son los que están
visionando el fenómeno y sobre ellos elaboran una tipificación compuesta por cuatro tipos
de posiciones: la primera quienes plantean la abolición inmediata, la segunda los que
plantean una abolición gradual, la tercera aquellos que plantean la protección y promoción
limitada, la cuarta seria la promoción del trabajo infantil.
Después de armar estas cuatro posiciones según el punto de vista V señala que nadie
propugna la abolición inmediata, es decir la posición primera, también indica que nadie
sostiene que el trabajo infantil debe ser promovido sin limitaciones.
Refiriéndose a la cuarta postura, es decir, en el análisis que ellos tienen para visualizar
cuáles son las posiciones con respecto al trabajo infantil, ellos en su propia tipología
inventan 2 tipos que son los dos extremos y después desmontan la invención de estas
posiciones indicando que nadie las sostiene, y con su postura lo que hacen es aportar cada
vez más daño al método caótico de pensamiento a los que nos tienen acostumbrados los
abolicionistas, embrollando constantemente la discusión que existe.
Si nosotros separáramos estas dos posiciones que ellos dicen que no existen, nos quedamos
solamente con la abolición gradual y del otro lado la promoción y protección limitada que
además a juicio propio, nos parecería que es un término forzado pues si la promoción es
limitada dejarla de ser promoción y no sabemos la diferencia o similitudes entre protección
y promoción que ellos manejan; en todo caso juntando lo que podría ser la Postura A y V
tendríamos por un lado el desaliento y la abolición gradual.
A través de la visión A el abolicionismo nos plantea mejorar las condiciones inmediatas, y
la postura V nos plantea la promoción limitada. La postura V nos plantea la importancia de
la protección, se refiere a la protección jurídica, pero como un derecho condicionado en
razón de mejorar las condiciones inmediatas. De estas posturas nos parece que la
conclusión es la misma, ambas posturas proscriben el trabajo infantil, ambas posturas están
desalentado el trabajo infantil, ambas posturas están por la abolición del trabajo infantil.
Critica a la Posición Abolicionista
En el fondo y más allá de los matices personales, profesionales e institucionales que puedan
haber entre quienes postulan A y V, quisiéramos en conjunto como una sola postura,
permitirnos plantear una crítica a la posición abolicionista desde tres ángulos por llamarlos
así : uno sería el de la crítica epistemológica y esto supone que es una crítica a la teoría y
método del conocimiento de este fenómeno social; una segunda crítica estaría dirigida a la
lógica que utilizan en el pensamiento, y un tercer campo seria la crítica a la ética
abolicionista.
Todo lo que estamos planteando repito, es una reflexión y una percepción totalmente
discutible, creo que es fundamental subrayar las permanentes posibilidades de equivocación
vs. la inequivocación que se plantea. Desde estas posibilidades de equivocación, de las
cuales hasta legítimo derecho tenemos y creo que también nos asiste el derecho a la duda
sistémica, tenemos que hacer el ejercicio de dudar. De otro lado se nos plantea así porque
no es un asunto de corte personal, sino. que es un asunto del que s¡ nos podemos poner en
el rol de ser tributarios al desarrollo de la infancia, tenemos que discernir o por lo menos
intentar discernir, que ésta es la mejor manera a fin de facilitar el tránsito para el desarrollo
de la infancia.
Crítica Epistemológica a los Abolicionistas
a) El conocimiento del fenómeno sobre trabajo infantil aún no se inserta en una matriz
multivariable que explique a cabalidad la correlación por ejemplo entre infancia,
empleo, educación, pobreza. Todavía no se puede afirmar si las asociaciones son
directas o inversas, fuertes o débiles. El nivel del desarrollo científico sobre el tema
en particular impide por el momento inferir estadísticamente y predecir el
comportamiento del fenómeno. Temporalmente sólo existen condiciones de
descripción estadística. Por ello en este campo las afirmaciones que los
abolicionistas presentan son sólo apriorísticas.
b) El fenómeno social de trabajo infantil es un hecho concreto de la realidad. Lo cual
es objeto de conocimiento científico. Su aprehensión es global y no sólo estadística.
Su estudio se basa en los componentes científicos y no sólo en los referentes
estadísticos descriptivos, porque deviene el concepto de NATs en la idea de niño
numerario.
c) El objeto del conocimiento científico, que en nuestro caso es el sujeto social NAT,
es estudiable no sólo en sus magnitudes sino en su calidad, no sólo en sus formas
sino en su esencia. El abolicionismo no logra avizorar estas distinciones, por eso no
está en condiciones de comprender veinte años de movimiento de NATs diez años
de movimiento latinoamericano y caribeño, ni de un movimiento nacional
recientemente constituido, y mucho menos proyectarse en esas perspectivas. El
conjunto de propiedades y cualidades de la participación y organización de NATs
así como la trascendencia del mismo están fuera tanto de la objetividad como de la
imaginación sociológica abolicionista.
d) Una antigua discusión epistemológica en las ciencias sociales es acerca del supuesto
dicotómico o de unidad entre teoría y práctica. Sobre el tema es menester señalar
que desde el abolicionismo se presenta dicotómicamente, y no en sentido de
supuesta coherencia entre su discurso y la práctica de proscripción que predican
sino más bien de distancia entre su posición y su articulación con niños y
adolescentes trabajadores. Por esta misma razón los NATs son sólo y
exclusivamente su objeto de estudio más no los visionan como sujetos sociales.
Crítica a la Lógica de los Abolicionistas
El segundo campo de observación crítica o comentario crítico es de orden lógico, y aquí
también quisiéramos presentar cuatro o cinco comentarios:
a) A nivel de la Región, y aquí nos salimos del escenario nacional simplemente como
ejercicio, creemos que la discusión peruana sobre el tema, es también una discusión
regional latinoamericana, y en parte creo que la discusión que existe en este
momento ha sido tributada desde el país, o sea desde el Perú, con las experiencias
de veinte años de Movimientos de Niños y Adolescentes Trabajadores que a
muchos les consta.
Hay quienes se preguntan cuando abordan los temas de trabajo infanto-juvenil:
¿Qué hacer con los hijos de los pobres?, esta vieja discusión se remite al siglo
XVIII, a propósito de esta pregunta de hace dos siglos, nosotros quisiéramos
recordar cuál fue la respuesta actualizándola, porque si es pregunta de hace dos
siglos es una pregunta que tiene su maña de vigencia en el presente y por lo tanto
también existe una respuesta en el presente.
La naturaleza de esta pregunta, es decir, el examen del concepto implícito en ella,
radica en una posición que a fines del siglo XVIII Malthus planteó, pero la
actualización vendría a ser una pregunta neornalthusiana que radicaría en el hecho
de que el trabajo infantil crece en términos geométricos mientras que el mercado de
empleo adulto crece aritméticamente.
A esta desproporción matemática, el abolicionismo le antepone su propia aritmética
moral y cronologista a la infancia: Tú, a partir de los 14 años eres bueno y puedes
trabajar, tú por debajo de los 14 años no eres bueno y no puedes trabajar, fijan una
aritmética moral que determina por cuenta propia ese rol, no se les ocurre que la
dinámica del empleo dependerá de otro tipo de razones que no sólo fueron
discutidas hace dos siglos, sino hace menos tiempo.
El siglo pasado se dio la respuesta a la pregunta que Malthus hacia en el siglo XVIII
¿Qué hacemos con los hijos de los pobres?, cuando Malthus plantea esta ley de
población, hay quienes después del año 1850 plantean “Esa es una ley relativa de
población”, porque ellos no visionan que la dinámica de empleo dependerá del
patrón de acumulación y reproducción del capital, generadora de sobrepoblación o
relativo al interés de dicho patrón como por ejemplo el mayor desempleo y bajos
salarios de adultos.
En el fondo, están concibiendo que hay excedente de población pobre, excedente de
niños pobres, y ello amerita ser regulado por el abolicionismo; por eso el
abolicionismo es correccionalista en esencia, porque plantea que hay un excedente
de pobres y ahora de niños que trabajan, y ese error de la sociedad tiene que ser
corregido.
b) Una segunda observación en este plano lógico sería la siguiente: cuando en
metodología se afilia un corte cronológico como definición operacional, en
principio esto metodológicamente resulta válido; sin embargo, se tiene que evaluar
el requisito que nunca se contradiga con la esencia de lo que representa
independientemente de que en esta misma razón el corte cronológico sea un
mecanismo jurídico como el que la Dra. Yañez explica, es decir, por algún lado
tiene que cortar, por eso decía “12 años y un minuto” porque por un lado debe
terminar la arbitrariedad del asunto, pero cuándo no es un asunto de normas
jurídicas las que regulan la relación real entre las personas, y cuando eso es asunto
de estudio académico, la cuestión es más flexible, y en esa flexibilidad esta
justamente cuidar de que cualquier corte cronológico nunca permita tachar la
esencia del objeto de estudio que en este caso es el sujeto libre.
Sobre ello hay que recordar lo que dice la Convención en el primer articulo: Niño es
toda persona menor de 18 años, dan un corte también de 18 años, pero si nosotros
asumimos que es toda persona humana, al niño también tenemos que asumirlo como
una persona humana; aquí radica toda la esencia distintiva de otras especies,
digamos que es justamente el trabajo independiente de la edad que se tenga.
Cuando hacemos un cuadro cronológico y conseguimos que a partir de tal edad se
puede trabajar y de tal otra no se puede hacerlo, estamos cortando el atributo
esencial al niño que se crió como persona humana, a través de arrebatarle la
propiedad que tiene en su condición humana como es la del trabajo inherente a ella.
c) Una tercera observación es que desde la abolición subyace la reducción totalitarista,
y esta intención nos parece que además está reflejando un problema de propia
identidad. En efecto, no guardan la validez del principio lógico del ser en sí mismo,
es más su autoconcepción es por negación y en compensación denominan a los
diferentes como contradictorios a ellos, Sin embargo pensamos que la abolición por
cuenta propia tiene su antagonismo en la existencia real del fenómeno social, así
como la desprotección tiene su contrario en la protección; pero ni la realidad como
status, ni la protección, ni la promoción a secas o limitada, dan cuenta ni
conceptúan, ni definen a cabalidad un enfoque distinto de promoción de desarrollo
integral de la infancia y en particular, de promoción del desarrollo integral del niño
y adolescente trabajador.
d) Un cuarto comentario u observación sería el siguiente: La abolición apela a la
categoría del círculo vicioso de la pobreza, para subrayar de que el trabajo infantil
es generador o perpetuador de pobreza, además se insiste cada vez más en esa
realidad. Antes habíamos indicado, que hace falta la suficiente información y
estudio de correlaciones estadísticas que estudien el tema con el rigor
epistemológico que se exige, pero es importante agregar que nos parece desde el
punto de vista lógico, incluir dentro del estudio a las categorías que son un conjunto
de conceptos articulados entre sí, para obtener explicaciones de orden genérico de
los hechos sobre el fenómeno social de estudio, en este caso sobre niños y
adolescentes trabajadores.
En este sentido se tendría que aplicar la categoría como fundamento de
interdependencia circular de causas acumulativas, y no solamente de manera
univariable como se viene haciendo, es decir, el trabajo infantil no solamente es
efecto de la pobreza, sino que ahora es un generador de pobreza y plantean que esto
está dado a través de la categoría círculo vicioso de la pobreza. Hay un error lógico
del círculo vicioso de la pobreza que sirve para aplicar a una sociedad en conjunto, y
apela a varios conceptos a los que agrupados, pueden dar una explicación genérica
de una situación no univoca y no en un sólo sentido; por lo tanto, allí hay un error,
pues además sabemos que el trabajo directamente no es generador de pobreza sino
que hay problema de empleo, problema de mercado, de condiciones de explotación,
etc., que dan cuenta más que suficiente, para poder desmitificar que el círculo
vicioso de la pobreza está generando trabajo infantil.
Critica ética a los Abolicionistas
Creemos que la cuestión ética va más allá de una crítica al abolicionismo, porque nos
hemos preocupado de estar atentos para percibir cuáles son sus principios y valores y no los
encontramos, pero sí hay o puede haber un andamio, una plataforma del lado de la
promoción del desarrollo integral de la infancia; lo que debemos subrayar en este punto, es
que lejos de encontrar un conjunto de principios, de valores y fundamentos que en conjunto
se entiendan por dimensión ética en el abolicionismo, sea implícita o explícitamente no deja
de preocuparnos no solamente la teoría y método del conocimiento, no solamente los
argumentos supuestamente lógicos o ilógicos que se puedan utilizar, sino las incurrencias
desde el punto de vista ético y de los principios y valores.
No estamos hablando de moral, sino del fundamento ético y sobre eso creemos que vale la
pena retomar lo que probablemente ya todos conocen o casi todos conocen desde hace
algunos meses atrás que es la carta Abolicionista dirigida a la comisión permanente del
Congreso Peruano. Fue a principios de año y sobre ella queremos señalar lo siguiente
porque entre otros argumentos totalmente discutibles, hay un problema de incurrencia ética.
En el tercer párrafo de la página segunda de dicha carta se dice: “Un niño fuera de la
escuela, sea por trabajar o por cualquier otra razón, es un PARIA”. Si percibimos
claramente el valor de este calificativo a los niños nos vamos a dar cuenta que la tesis
abolicionista incurre justamente en toda falta de principio y valor ético desde el punto de
vista científico. A nosotros nos parece lo siguiente: el concepto lingüístico de Paria, nos
indica el nombre que se da en la India, a los individuos privados de todos sus derechos por
razones de su nacimiento o por haber sido excluido de su casta; la idea de paria como
categoría legal, no la hemos logrado visualizar en la normativa jurídica sobre los Derechos
del Niño, es más en la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño, se señala a la
letra que “el niño debe ser protegido contra toda forma de discriminación”.
Al señalar esto los abolicionistas en una carta al Congreso, están incurriendo en la más
grande discriminación que hasta el momento habíamos registrado en sus documentos, pero
para la pedagogía que asume el reto que un niño siempre es formable, no puede identificar
el concepto de éste como paria y las connotaciones despreciativas del término en nuestro
medio, en tanto que se contradice con el fundamento de la amorosidad, se contradice con el
Eros de la vida, se contradice contra lo que algunos vienen sosteniendo como la pedagogía
de la ternura.
Desde el punto de vista demográfico, el análisis de población a través de las leyes de la
economía política, y en particular, aplicando la ley de población o sobrepoblación relativa
según diferencia de escuela, la idea o categoría de paria, no queda explicada, no aparece ni
siquiera el término con sentido analítico. No entendemos entonces por qué los
abolicionistas se han atrevido a llamar paria a los niños y adolescentes trabajadores.
Hay esa carta dirigida al Congreso para justamente plantear nuevas normas legales que
aborden esta postura. Creemos que en esto existe un problema ético como fundamento
científico, como desarrollo integral de los niños y adolescentes trabajadores.
III. TESIS EQUIVOCADAS DEL ABOLICIONISMO
Aquí quisiera plantear cinco de estas tesis que, a nuestro parecer, aparecen como
equivocadas:
1. La negación del derecho a trabajar como derecho humano. Se ha señalado, de que
el derecho sobre el trabajo es anterior y superior al estado, que el trabajo es
consustancial a la naturaleza humana; se menciona poco pero creo que es importante en
situaciones particulares como las que el país vive, de que el trabajo es el más grande
organizador de la vida individual y social de la persona humana; la persona humana
debe acceder por lo tanto cuando tiene necesidad de trabajar a que se le garantice el
trabajo, vale decir, cuando está expuesto a satisfacer sus necesidades propias, debe tener
el derecho a trabajar, debe tener la posibilidad de ejercer y gozar de ese derecho.
2. La escuela como lugar natural de la infancia. La escuela es un ente creado por la
sociedad, por lo tanto es de naturaleza esencial, educativa y pedagógica, pero de
naturaleza sociológica, pues es producto cultural de la sociedad, por lo tanto, un
producto criticable y totalmente renovable. La escuela no esta inserta en ninguna ley
biológica y naturista que le de constancia de ser incuestionable e invariable; pero la
escuela no reduce la dimensión educativa de la sociedad.
Desde el lado pedagógico y de las olas educacionales, la escuela y la educación es la
que debe de alejarse de los NATs y no los NATs de la escuela; este es un postulado que
la gente que trabaja en educación sabe perfectamente; la educación es quien se adecua
al niño no el niño es quien tiene que salir corriendo tras la escuela. De lo que se trata
creemos, es saberle garantizar a los niños y adolescentes trabajadores, el acceso a una
educación básica, saber garantizar el acceso a una educación fundamental; y es el estado
y la sociedad civil quienes están obligados a saber garantizarla. Además la postura V,
señala que el niño está obligado a estudiar y esto es falso desde el punto de vista por lo
menos educativo.
Cuando desde hace cuatro o cinco décadas se hablaba de la importancia de la educación
obligatoria, y eso fue por mando de la asamblea de la UNESCO en el año 47 o 48, se
planteaba en ese entonces que era importante la masificación de la educación, de tal
manera que la población infantil tenga acceso a una educación básica fundamental o
primaria en cuanto esto le permitía accesibilidad al mundo moderno. Pero si en el
espíritu de este acuerdo de obligación de la educación universal y obligatoria, no puede
ser exhibido así ¿Cómo queda el niño si es obligado a ir a la escuela?
El sentido de obligación esta en el habérsele garantizado el derecho del niño a la
educación, pero la obligación por lo tanto, queda para el estado y la sociedad civil, El
niño no está obligado, los profesores saben mejor que nadie que a los niños no se les
puede obligar a estudiar ni a ir a la escuela; esto seria contraproducente
pedagógicamente. Sin embargo, una de las posturas abolicionistas, habla de que el niño
queda obligado a ir a la escuela como manera de abolir el trabajo infantil.
3. La atomización de la infancia en niños trabajadores, en niños de la calle, en niños
infractores hijos de la pobreza. La postura A ha dicho y también la V de que esto es
materia de análisis distinto y de tratativa distinta, y nos planteamos la siguiente pregunta
¿cómo sostener esta atomización por ejemplo desde el punto de vista teológico?, nos
preguntamos si los niños trabajadores o entre ellos los niños de la calle y los niños
infractores ¿cuáles de ellos son hijos de Dios?, como si los niños que viven en la calle,
como si los niños infractores, no fuesen además niños trabajadores.
Nos parece una cuestión que, por razones de estudio o de explicaciones, se separen los
estratos o estamentos como modelos de conocimiento, y que se desarticule la realidad
concreta, pero según ello, ¿cómo conceptuaríamos por ejemplo a los adultos
desempleados? ¿Cómo conceptuaríamos a aquellos lesionados de la producción que por
riesgos laborales han quedado inhabilitados o psicosocialmente inhabilitados para el
trabajo? ¿Acaso el niño infractor no tiene una afección de orden psicosocial, con
respecto a su condición esencial de niño trabajador?, ¿cómo empezó conociendo la
calle?
El mismo niño que vive en la calle además de haber sido un niño trabajador, y que por
la perversidad de la sociedad al arrebatarle su condición de niño trabajador, ¿cómo
podemos entonces atomizarlos? Creemos que esta atomización separa una cosa de la
otra, una cosa son los niños trabajadores, otra cosa son los niños de la calle y otra cosa
son los niños ínfractores, nos parece que es una tesis equivocada del abolicionismo el
plantear la atomización.
4. El desvalor del trabajo infantil, que le otorga el abolicionismo. El abolicionismo
niega o desprecia el valor del trabajo infantil, también el valor cultural y el valor
intrínseco. No es poca cosa dos soles al día que un niño obtenga en una jornada de
trabajo limpiando lunas o cuidando carros, esos dos soles que el niño lleva a su casa
garantiza una lata de atún, los panes y la verdura, el tomate o la lechuga, y con eso
asegura la ingesta calórica proteica de toda su familia, y sólo con esos 2 soles. Por lo
tanto, el valor intrínseco del trabajo infantil en el intercambio de su fuerza de trabajo en
el mercado a través del dinero, tiene un valor importantísimo, y no solamente para la
sobrevivencia. Lo que pasa es que el abolicionismo no tiene un estándar o modelo para
que en las cuentas o en los balances se reconozca que el niño está aportando en la
economía familiar. No existe una regla entre las cuentas nacionales, donde el valor real
del trabajo del niño adolescente, pueda reconocerse; tampoco saben apreciar y por eso
hay un desvalor del trabajo, si el trabajo es dignificante para el hombre también es valor
de dignificación para el niño y adolescente y por lo tanto, la importancia de recuperar el
valor de la dignidad, es totalmente aparte del trabajo como niño y adolescente
trabajador.
Estas son valoraciones totalmente despreciadas por el abolicionismo y por lo tanto,
donde estén, señalan que el trabajo infantil no tiene ningún valor. Nos parece que esta es
una tesis equivocada.
5. Educación y trabajo como actividades excluyentes. Así lo plantea el abolicionismo,
es decir, la educación y el trabajo ya están planteadas como actividades contrapuestas y
esto es una objeción antojadiza y no tiene por qué ser así en el análisis, además no es así
en la realidad. Creemos que desde otro lado, una educación desde el trabajo y para el
trabajo, como existe en las distintas experiencias del MANTHOC, inclusive del propio
Ministerio de Educación que con un programa piloto de trabajo temprano, está tratando
de conceptualizar la manera de encontrar lo que nunca debió estar separado; lo que es
justamente la relación entre educación y trabajo, pero asumirlo no como actividades
excluyentes propio de una tesis abolicionista, que nos parece que tiene por algún lado
imperfecciones. Estas serían las observaciones o los comentarios de orden lógico, que
sin embargo son más bien una invitación a seguir reflexionando.
CAPÍTULO IX
POR QUÉ NO HACERLE CASO AL
ABOLICIONISMO Por: Juan Enrique Bazán
Este, es un título que puede aparecer como caprichoso. Sin embargo corriéndonos el riesgo
de tal sesgo, insistimos porque obviamente nos incomodan los postulados abolicionistas en
tanto encontrarnos en ellos lejanía del sujeto social, desprecio por el movimiento social,
incomprenden la tarea pedagógica del colaborador, visionan al sujeto numerariamente,
desvalorizan el trabajo, desestiman protección y promoción, incurren en desamor y
embelesamiento de poder.
Estas valoraciones, o tal vez desvaloraciones, que pretendemos comentar en las páginas
siguientes, y que nos permitimos atribuírselas a los abolicionistas, están ubicadas en la
crítica a la inaceptable por inmatizada proscripción al trabajo de niños y adolescentes.
Profundamente pensamos que aquellos niños y adolescentes que trabajan son esencialmente
personas humanas. Este reconocimiento más allá de ser un asunto jurídico de la normativa
internacional y de los Estados Partes es fundamentalmente un asunto ético de la humanidad.
Por esta razón la Convención Internacional sobre Derechos del Niño es un punto de suma
importancia, en el devenir histórico, pero es igualmente importante saber reconocer que
dicha norma no es el punto de partida ni el punto de llegada, de aquellas esencias inherentes
del ser humano, como la del trabajo.
Es importante expresar y saber recusar toda forma de relación económica que esté
sustentada en la explotación humana y particularmente saber abogar por que los niños que
trabajan estén protegidos contra ellos. Del mismo modo que rechazar las condiciones de
trabajo peligrosas y nocivas en la que se exponga a niños y adolescentes, interesándose por
el contrario en su protección y en la promoción de su desarrollo integral.
El trabajo siendo consustancial al ser humano resulta siendo de necesidad para el desarrollo
del niño y adolescente. Tributa en su proceso de formación y existiendo otras actividades
en las áreas de aprendizaje y formación, no tienen que ser obligatoriamente vistas como
opciones exclusivas y excluyentes.
Indistintamente de las actividades que realizan los niños y adolescentes a éstos les cabe a
plenitud la protección. Mantener el criterio de la equivalencia permite saberle garantizar el
goce y ejercicio de sus derechos. No se puede discriminar de la protección al niño y
adolescente que trabaja.
Tomar en cuenta la opinión y la organización social de los niños y adolescentes que
trabajan no sólo es una conducta de legítimo derecho sino además viabiliza las relaciones
sociales en la sociedad.
Con estas apreciaciones introductorias queremos ubicar el concepto POR QUE NO
HACERLE CASO AL ABOLICIONISMO. Señalaremos siete razones.
LEJANOS DEL SUJETO SOCIAL
Apreciamos en los abolicionistas una lejanía con respecto a los niños y adolescentes que
trabajan, señalaremos cuatro, entre otras. Primero porque los NATs constituyen para ellos
tan sólo un objeto de estudio estadístico Segundo porque su interés es sólo el diseño de
políticas públicas. Tercero porque no se deja ver su imaginación sociológica, analítica,
propositiva desde la perspectiva del ser sujeto social. Cuarto, porque no denotan una
contracción genuinamente pedagógica en los procesos de enseñanza aprendizaje con los
NATs.
A través de diversos escritos abolicionistas se puede apreciar que los niños y adolescentes
trabajadores de ser en la realidad personas humanas y sujetos sociales, quedan
reconvertidos en objetos numerarios (como luego lo veremos). De tal manera que de sujetos
pasan a ser objetos de tratamiento estadístico. El conjunto de propiedades inherentes de la
persona humana queda reducida a las observaciones y a la descripción de orden estadístico.
El pensar, el sentir, el actuar de los NATs que no se registra por el orden estadístico queda
desvanecido de toda posibilidad de valoración pedido incluso siquiera de ser observado por
parte de quienes propician la proscripción. Esta es una primera forma de adoptar posición
lejana de los NATs.
A partir de una manipulación estadística de los objetos, ya no de los sujetos, los
abolicionistas según su entender, realizan trazos y delinean políticas y estrategias acerca del
deber ser del rol público, De esta manera pretenden aplicar ciertos principios de la
estadística descriptiva y de alguna manera de la estadística social a la solución pública de lo
que entienden son problemas específicos del hecho y sujeto social. Pero en su
entendimiento, por diversos sesgos metodológicos sólo logran captar los objetos mas no los
sujetos en su integridad, a cabalidad como niños y adolescentes trabajadores. En este
proceder realizan una ingeniería social de diseño y formulación de una política pública
abolicionista, influyendo en la autoridad pública desde las fuentes del poder ya sea por
cercanía o ejerciendo el propio control. Este mecanismo que a los abolicionistas le permite
reproducirse a si mismo, pretende obviar lo que todo proceso social implica como
identidades, pertenencias, competencias, divergencias, y hasta conflictos. Esta seria la
segunda manera de la lejanía abolicionista de los NATs.
Los NATs como objeto humano numerario y corno objetos de políticas públicas
reproductoras de los mecanismos de poder en el concepto y la perspectiva abolicionista,
pierde visión e imaginación acerca de aquellos como sujetos sociales. La composición de
imágenes, de situaciones integrales y a cabalidad, la recombinación y reorganización de las
mismas sustentadas en componentes prospectivos, e innovadores impiden al abolicionismo
configurar nuevas estructuras culturales y de pensamiento para el análisis y la misión
propositiva sobre los NATs como sujetos sociales. La condición de personas humanas y de
su ser social, la valoración crítica acerca de sus quehaceres, la inherencia de las mismas en
su configuración, las posibilidades históricas de ir haciendo trascendentemente sus propias
vidas, como la realización de su protagonismo organizado y participatorio, suele rebasar en
el abolicionismo todo campo de imaginación sociológica, así como de todo imaginario
social que acaricie las posibilidades de cambio, cohesión, cooperación y desarrollo social.
Con estas características encontramos una tercera manera de lejanía abolicionista.
A los analistas y diseñadores de políticas no les basta decir, “los niños tienen que ir a la
escuela” o “mejores escuela: menos trabajo infantil”, para pensar que los abolicionistas
tienen contracción a la educación. Quienes tienen una práctica pedagógica piensan que
aquellos slogans son sólo pura fufulla o demagogia. Los educadores en su saber práctico y
en su saber académico reconocen la importancia del modo de ejecutar la educación, del
estado o calidad de la misma, pero principalmente del deseo, del gusto, de la voluntad, del
semblante y la disposición personal por educarse de parte de los niños y adolescentes
trabajadores. Los abolicionistas no conocen ni reconocen el talante educativo del NATs,
por ello están limitados para obtener una contracción genuinamente pedagógica en la
formación de éstos sujetos sociales. Siendo su cuarto modo de alejarse de los NATs.
DESPRECIAN EL MOVIMIENTO SOCIAL DE NATS
Tenemos la impresión que la falta de aprecio por parte de los abolicionistas sobre el
movimiento social de NATs, se debe a un combinado desconocimiento y confusión
interesada en su pensamiento desde el lugar que ocupan en los soportes de la “cultura del
apoderado”.
Piensan los abolicionistas que los NATs son sólo un agrupamiento de niños y adolescentes
que tienen por característica común trabajar y que de este modo forman una franja
estadística. En este sentido son concebidos como muchedumbre con cierto' tipo de
agregado, más no le reconocen capacidad de interacción social y menos con anterioridad.
Bajo esa idea considerarían que al reconocerlos y ejercer a plenitud sus derechos, puedan
transformarse en una turba que altere sus relativas visiones del orden público. En ese
sentido a los NATs se les seguirla pre concibiendo como niños y adolescentes peligrosos.
De igual forma confunden y descategorizan el movimiento social de NATs con la
movilidad social y la movilización social.
Los proscriptores parten del reduccionismo que a los NATs no les quepa posibilidad de
movilidad social sino contrariamente el estancamiento social, e incluso el rezago social. De
allí su educación de que los niños y adolescentes trabajadores son reproductores del círculo
de la pobreza. Si los abolicionistas no conciben que el niño y adolescente con la realización
de su fuerza de trabajo están reproduciendo la vida, menos se puede esperar que entiendan
la posibilidad, en términos de factibilidad y viabilidad de su ascenso social. Para los
abolicionistas está vetada la potencialidad y la realización de la fuerza de trabajo de los
NATs como vehículo de movilidad social, como si los factores condicionantes del nivel y
calidad de vida fuesen, con la fatalidad del status quo, estáticos y no alterativos a partir del
valor de la fuerza de trabajo.
Para los proscriptores, igualmente está reservada la movilización social, a aquellas medidas
de acción que sólo provengan desde el poder público. Negando capacidad a la sociedad
civil y dentro de ella a los NATs de organizarse autónomamente para plantear el sistema de
necesidades y el modo cultural de protección, garantía y satisfacción que justamente el
poder público tenga que brindar. De esta manera que los NATs se organicen, participen,
den su opinión, tomen iniciativas con respecto a las medidas de acción política en
educación, en salud, en asuntos legales, en otras palabras que busquen y ejerzan
protagonismo infantil, es censurado a priori y a posteriori por los proscriptores, irrogándose
para sí facultades de maestros y administradores de justicia, que hasta donde entendemos
nadie les confirió, ni los NATs ni nación alguna.
Muchedumbre o turba, incapacidad de ascenso social, incapacidad de movilización social,
como propiedades atribuibles a los niños y adolescentes trabajadores, en las elucubraciones
del pensamiento abolicionistas, reflejan la cultura del apoderado. Cultura sustentada sólo en
un pensamiento arcaico y en una apraxia social en relación al sujeto social NAT.
Los abolicionistas se apoderan por cuenta propia de las capacidades y potencialidades
sociales, civiles y políticas de los NATs. Las hacen suyas bajo el supuesto de representarlas
y deciden actuar sobre el sujeto social NAT con el único mandato del status de poder que
ostentan por cuenta propia pero que ninguna comunidad de NATs les Encomendó. El
apoderado abolicionista restringe la capacidad del sujeto social NAT, e impide la plenitud
de los derechos inherentes de los niños y adolescentes en su condición de personas. Sin
embargo intentando ponerse por encima de las contradicciones de las cuales forman parte,
pretenden ahora irrogarse la función de arbitraje. Es decir someter a decisión de ellos,
justamente lo que está en disputa con ellos. No comprenden que la cuestión de los niños y
adolescentes trabajadores como sujeto social que se plantea así como la prospectiva de su
abordaje rebasa el desacuerdo que ellos mismos provocan.
En términos figurativos podríamos decir que los abolicionistas no han tenido posibilidad de
observar -y no sólo ver- a los sujetos sociales cual si fuesen mimos, comunicando con la
elasticidad de su lenguaje cotidiano la infinidad de respuestas organizativas y
participatorias frente a la crisis y en la vida de los sectores populares. Tampoco, nos parece,
que han tenido oportunidad de escuchar -y no sólo oír- las voces, los reclamos, los
sufrimientos, las alegrías y las aspiraciones de los actores sociales en el escenario del
período más reciente. Los NATs son parte de ello. Son parte del sector popular, son sujetos
sociales que participan con su propio lenguaje, con sus propias voces en la realidad social
construyendo alternativas. Los abolicionistas tendrán que aprender ese idioma, para
empezar a entender, para no confundir y lo que es previamente más importante para
aprender a apreciar y no despreciar a los niños y adolescentes que trabajan. Pero también
tendrán que aprender a respetar a los colaboradores de los NATs y a los movimientos de
NATs, al relacionamiento social y pedagógico que entablan entre sí, desterrando
acusaciones de supuestas manipulaciones, de supuestas sospechas, por que ello les hace
vivir a los abolicionistas la más grave lejanía y despreciamiento de los niños y adolescentes
trabajadores.
INCOMPRENDEN LA TAREA PEDAGÓGICA DEL
COLABORADOR
Se ha señalado las limitaciones del abolicionismo para comprender el significado
pedagógico del talante educativo del NAT. Ahora queremos manifestar sus
incomprensiones acerca del rol pedagógico del colaborador.
El colaborador de niños y adolescentes trabajadores es quien coopera en las labores de los
procesos educativos de enseñanza aprendizaje. Es aquel que participa en la formación del
niño y adolescente trabajador fomentando su perfectibilidad desde la identidad del ser
NAT. El Colaborador posee el poder y la grandeza del influjo transitivo sobre los NATs, a
partir de centrar su rol en una preeminencia paidocéntrica como alternativa cultural al
adultocentrismo. En este sentido el colaborador se ubica en el marco del interés superior del
niño. Pero el poder y la grandeza no le vienen de motu propia, sino de la relación
pedagógica social que al entablar con los NATs, le permite, fomentando la trascendencia de
sus vidas, darle forma y contenido a su colaboración pedagógica. De esta manera el
protagonismo infantil, participatorio y organizado, que busca fomentar, se sustenta en el
reconocimiento de las capacidades sociales, civiles y políticas de los propios NATs.
Los abolicionistas pretenden disminuir la praxis del colaborador y la acción de la
colaboración. Implícitamente tienen hostilidad teórica y práctica sobre la obra que durante
años han venido construyendo los colaboradores con los mismos NATs, no sólo al
insinuarla malsanos o escondidos intereses, sino también al negarla o al desconocerla, cada
vez que a su pesar se topan con un niño y adolescente trabajador, de algún modo formado
por un colaborador del movimiento social de NATs. Probablemente esto se deba a la
influencia de la metódica cientificista que utilizan. Es decir a sus estudios de casos
numérico-cuantitativos vacíos de valor y exentos de intereses y finalidades educativas. A
diferencia de los colaboradores que cotidianamente atiende y promueve a los casos
presentes, imbuidos de valor y valoración, con pasado y futuro histórico como sujetos
sociales, formables hacia su perfección.
Los abolicionistas incomprenden la tarea pedagógica del colaborador de NATs por que
adolecen del privilegio del contacto sintético y de la relación transicional con estas
personas humanas. Adolecen en última instancia, de confianza, de creencia, de testimonio.
VEN AL NAT COMO NÚMERO
Resulta difícil identificar en qué momento del proceso de pensamiento abolicionista se
produce la conversión del niño persona humana en niño numerario. Proceso que desde el
concepto del ser individual y del ser social como expresión del ser humano, deviene en la
descripción estadística de ciertos caracteres numéricamente observables pero vacíos al fin y
al cabo con respecto a la idea central del ser humano en su doble condición en unidad.
El niño y adolescente trabajador es ante todo un ser humano. El número es sólo la
expresión de la cantidad contabilizada en relación a una unidad. Pero la unidad antes que
numérica, es fundamentalmente la propiedad de un ser, en este caso del NAT, en virtud de
la cual no puede dividírsele sin que afecte, se destruya o se altere su propia esencia.
Cuando el abolicionismo, a través de la estadística, separa determinados caracteres del
NAT, produce una alteración de la esencia de la unidad del ser NAT, y convierte a éstos en
cualquier objeto.
En la construcción de su pensamiento los abolicionistas no entablan relación vinculante
entre el ser, la esencia y la conciencia. Entre, el ser sujeto de individuación social, con
propiedades inherentes como las del trabajo, y el darse cuenta de ello. Los abolicionistas
parten de los estados variables, pensando que sólo determinadas características dan el
sentido al ser, a su esencia y a la conciencia.
La conciencia de los abolicionistas es el reflejo de los particulares caracteres que observan
del ser NAT, asumiendo que los mismos conforman su esencia. Aunque probablemente sea
al revés, es decir, que a partir de ciertos pre-juicios de valoración, los abolicionistas,
observan sólo ciertos caracteres, para indicar que aquellos constituyen su esencia y de esta
manera confirmar su propia conciencia.
Conciencia que probablemente radica en cierta aritmética moral. Es decir en el conjunto de
operaciones que aplican con los números, en base a técnicas de cálculo, acerca de las reglas
de conducta regulares de la infancia. De tal forma que los NATs pasan a constituir una
magnitud irregular entre los niños y adolescentes. Visto desde el esquema del balance es un
saldo en rojo, pasivo que no debe ser. Moralistamente es magnitud de lo malo.
Malthusianamente es el excedente de población con respecto a las conductas sociales
normales.
En este tipo de ópticas, el derecho a la actoría social de los NATs es arrebatado desde el
abolicionismo que sólo los ven como cosas. En su manipulación numérica no pueden
observar la intencionalidad del sujeto social. Pero además de las limitaciones de la cuestión
técnica tampoco quieren observar al NAT en su integralidad. En este caso implícitamente
muestran apatía, es decir estoicamente imperturbables para poder pensar sobre los
caracteres predefinidos que detectan en los NATs, pero nunca por ejemplo sobre la
condición del protagonismo organizado y participatorio de los NATs, porque ello alterarla
su reposo mental absoluto, por que la dinámica de la realidad del sujeto social NAT se les
presentaría como un estorbo en sus esfuerzos de la razón. Los abolicionistas buscan a los
números pero no a los sujetos sociales en su dimensión humana, dentro de la misma
realidad que los produce.
En otros términos el conocimiento sobre los NATs no empieza ni se agota en la empírica
abstracta a través de la cual el abolicionismo los reduce a números. De lo que se trataría es
de conocer cuál es la praxis social de los NATs y saber lo que ellos piensan, sienten y
valoran. Siendo requisito para eso tanto un pensamiento como valoración crítica.
Visionar al NATs supone, no quedarse en los caracteres observables ahora, sino ubicarse en
una perspectiva del devenir histórico social. El sujeto social, su esencia, y la conciencia
sobre ello, va más allá, del hecho hoy, del dato fresco pero estático. Apunta por el contrario
a la complejidad del tejido social de las relaciones humanas y dentro de ella a la utopía, a la
prospectiva de desarrollo humano. Donde nunca el NAT quedará reducido a un número,
sino más bien potenciado a través del imaginario social, en su actoría y rol social de
protagonismo infantil.
DESVALORIZAN EL TRABAJO DEL NAT
Los abolicionistas no toman en cuenta diversos puntos de vista a través de los cuales se
reconoce valor al trabajo de los NATs. Sólo consignan negación al valor del trabajo de los
niños y adolescentes.
Tal como se reconoce universalmente, el trabajo es una propiedad inherente al ser humano.
La idea de persona humana radica en el atributo de trabajo que ella tiene, distintivamente de
cualquier otra especie e independiente de otras condiciones: económica, social, política,
ideológica, cultural, jurídica, religiosa, biológica, racial, étnica, etc. El niño y adolescente
como a toda persona humana no le es ajena esta propiedad. Al niño y adolescente por el
hecho de ser tales, no se les puede arrebatar la atribución esencial que la conceptúa dentro
de la especie humana.
Lamentablemente el abolicionismo cae en relativismo, como el de los cortes cronológicos,
o de las normas proscriptoras que tratan de impulsar. No reconocen la ingerencia del
trabajo en la persona humana dado que los obligaría a la reversibilidad de reconocer el
valor del trabajo. Por ello menoscaban importancia y ofenden a los NATs, negándoles
titularidad en la configuración de su ser individual y social a partir del atributo o propiedad
del trabajo. Lo imperante en todo caso es que el trabajo es inherente a la persona humana,
es en ese sentido una condición ex-ante y fundamentalmente un atributo inviolable, que por
fuerza de la propia dignidad humana de los NATs debe bregarse en su defensa y garantía.
Los abolicionistas también suelen desestimar el valor intrínseco del trabajo de los NATs.
Los bajos ingresos que obtienen por su trabajo suelen ser despreciados desde su crítica.
Para los abolicionistas el trabajo de los NATs como mercancía tiene poco valor intrínseco
por provenir de ellos. No contextúan qué da valor económico a las mercancías fuerza de
trabajo y dinero. Simplifican su análisis con la categorización menor valor, extendiendo el
preconcepto de minoridad del niño y adolescente, no por examen de economía política, sino
por administrar una cultura adultocéntrica.
La falta de contacto y pertenencia con el mundo de los NATs le impide a los abolicionistas
ver el verdadero valor intrínseco del trabajo de los NATS, traducido en dinero con valor de
cambio socialmente utilizado en las estrategias de sobrevivencia de los sectores populares.
Y menos aún pueden observar culturalmente el valor de uso en su reproducción social, de
sus familias y comunidad.
El valor humano acerca del trabajo que realizan los niños y adolescentes no es captado por
la cultura de apoderamiento que poseen los abolicionistas. No saben percibir qué significa
para un NAT el aportar a su familia, la disposición que ellos tienen de cooperación para
solucionar las contingencias de sus respectivos hogares. Tampoco saben de los sentimientos
que los animan y gratifican con su esfuerzo, la autoestima que se fortalece en dicho proceso
al autoreconocerse y ser reconocido por el valor de su trabajo. No tanto en el sentido
pecuniario sino por el valor socialmente vinculante que provoca favorablemente en su
entorno familiar y comunal. Desde este punto de vista nos parece que a los abolicionistas en
su cosmovisión les falta referencias humanas.
DESESTIMAN LA PROTECCION Y PROMOCION
DE LOS NATS
Al desconocer los abolicionistas el trabajo social preventivo promocional desestiman su
importancia y se reducen a plantear una supuesta franja de protección concordante a sus
impulsos proscriptores.
Al abolir jurídicamente el trabajo de niños piensan que están garantizando la protección de
los mismos niños. Este planteamiento ingenuo en tanto se le atribuye implícitamente
omnipotencia a lo normativo para negar la realidad, demuestra no conocer lo que son las
dinámicas de los sectores sociales, las prácticas sociales, ni la realidad social y económica
concreta.
En el hipotético caso de que prospere la normativa jurídica abolicionista, con respecto al
trabajo de niños, en el sentido de proscribir, ¿cómo se protege al niño y adolescente que
todas formas se vea en la necesidad de trabajar?
Los abolicionistas confunden la proscripción con la protección. Ellos piensan que al abolir
por ley el trabajo infantil, se estaría protegiendo a los niños y adolescentes que trabajan. Si
bien el soporte jurídico puede jugar el rol de amparo frente a relaciones de esclavitud y de
explotación capitalista, no por ello se tiene que apelar a la fuerza de la ley para proscribir o
dejar de proteger, las contingencias cotidianas de trabajo de niños y adolescentes en las
cuales realizan su fuerza de trabajo sin estar bajo las condiciones de relaciones económico
sociales de esclavitud o directamente de explotación capitalista.
Justamente de lo que se trata es que ante la realidad de niños y adolescentes que se ven en
condiciones de trabajar, la sociedad pueda garantizar su protección así como la prevención
y promoción de su desarrollo integral.
Para los colaboradores de los NATs que se inscriben en una valoración crítica, la
protección constituye la vigía de los derechos del niño a fin de que no sean perpetrados.
Por el contrarío para que se preserve su ejercicio y goce a plenitud. Para estos mismos
colaboradores la prevención en su trabajo social significa la especial atención que se presta
a los NATs en la realización de su fuerza de trabajo evitando las condiciones perniciosas y
de explotación. Y la promoción social, los colaboradores de los NATs la asumen como el
trabajo social encaminado a valorar críticamente, el trabajo, las condiciones de empleo, los
procesos de participación organización y movilización social de los niños y adolescentes
que trabajan, el protagonismo de los NATs y de la infancia, la organización y elevación del
nivel de formación, de educación y escolaridad, la construcción de proyectos de vida sobre
la base de su identidad y trascendencia del ser trabajador, las proposiciones de derecho de
la seguridad social, educativas, de salud, de ciudadanía.
Los abolicionistas no visualizan las dimensiones de protección, prevención y promoción
social, porque expresamente niegan al sujeto social NAT. En su concepción y práctica
dicha negación pretende validar la proscripción.
OTRAS VAGUEDADES
Desamor
Muy propia de sus tiempos la doctrina de la situación irregular conceptúo al niño en la idea
de la minoridad y de la peligrosidad. La beneficencia y la caridad, como modelo político
social de intervención, acompasó culturalmente la atención del Estado y la sociedad civil.
El modo de vivir el amor con la infancia quedó así caracterizado.
Los abolicionistas, sin independizarse plenamente de una concepción correccionalista,
actualizan un relacionamiento entre ellos, como técnicos, con la infancia, como un
abstracto. De tal manera que su amorosidad queda expresada como objeto de la ingeniería
social bajo supuestas razones de Estado.
Hasta donde hemos podido explorar, los niños y adolescentes trabajadores no reconocen
ningún gesto, ni signo de amor desde los abolicionistas hacia los NATs. Y hasta donde
entendemos, a los proscriptores, no les sería suficiente el tecnicismo de cambiar la
dimensión de proyecto a programa abolicionista, así incluyan estrategias de
posicionamiento, para conseguir una relación socialmente amorosa.
Y es que la amorosidad de la sociedad con la infancia, desde las razones de Estado, así
como las razones de la civilidad, se tienen que afrontar como asunto de principios de
valoración y virtuosidad del consciente colectivo. Principio en tanto orienta socialmente los
impulsos constructivos de la sociedad para con una infancia que ahora realiza su fuerza de
trabajo, aunque no quede agotada sólo en ella. Valoración en tanto el trabajo que realizan
los niños y adolescentes recompone el crack entre normas y metas que la anómia societal
engendró y los perjudicó. Y virtuosidad, socialmente cultivable entre una sociedad civil que
vive la transición de reaprendizaje del modo cultural de organizar socialmente el sistema de
atención de las necesidades humanas de la colectividad, y del Estado quien debe garantizar
el ejercicio y goce de los derechos, para una infancia en su conjunto.
Desde este punto de vista la amorosidad es condición necesaria en el discurso de la
sociedad para con el conjunto de niños y adolescentes. Particularmente es imprescindible
en la prédica sobre el sujeto social de los NATs y por coherencia en la práctica social con
ellos. La proscripción, como premeditada acción destructora del ser sujeto social de los
NATs, impide contracción amorosa alguna.
Pero fundamentalmente la amorosidad se reconoce que queda sustentada en la irradiación
de las ideas y de los ideales de promoción del desarrollo sobre el sujeto social NAT. El
imaginario social desde el lado del amor resplandece al sujeto social NAT y visiona valores
que desde el abolicionismo resultarían invisibles.
Las relaciones sociales humanamente amorosas parten del encuentro social, d1 contacto
sintético y transicional entre los NATs y sus colaboradores. El amor oscila entre el sujeto
social NAT y la actoría del colaborador en el escenario de la realidad. No es que tal o cual
sujeto posea o no posea el tener amor. La amorosidad está en la relación social, en la
práctica social, en el relacionamiento recíproco y correspondido de identidades y
transcendencias. Los apráxicos, como son los abolicionistas, tienen suspendida esta
facultad.
El amor en la relación social con los NATs encuentra el poder propio que da la fuerza del
impulso constructivo. Al lado, el espíritu de lucha que une lo que construye y separa lo que
se le opone.
Pero además la amorosidad en la relación de la sociedad con los NATs es condición para el
protagonismo integral de la infancia. Asumir el rol protagonizo por parte de la infancia
constituye promover una cultura paidoscentrica, que sólo es posible desde el eros de la
sociedad hacia la infancia. Sociedad que si postula al goce y ejercicio de ciudadanía y
democracia, tiene que partir de los supuestos organizativos y participatorios, propositivos y
de responsabilidad, dignos y trascendentes, movilizadores en la realidad concreta y desde
las experiencias históricas vivenciadas por los mismos NATs.
El Poder
Todos los planteamientos de los abolicionistas parten del status del poder que ostentan.
Desde la tecnoburocracia y del ejercicio del profesionalismo cientificista se acercan al
Estado para proponerles un discurso cuya composición por un lado mutila al sujeto y por
otro lado predican el apoderamiento para si de las facultades que le son propias a dicho
sujeto.
En efecto, tal como visionamos, los abolicionistas no reconocen que los niños y
adolescentes trabajadores constituyen un sujeto social, presente en el escenario de la
realidad, con roles no sólo de sobrevivencia cotidiana sino de protagonismo en la infancia y
en la sociedad. Los proscriptores de este modo detectan un ser social mutilado, cercenan el
vínculo social de los NATs y con ello componen una predica de menor valía. De tal forma
que, las descritas incapacidades que en su predica les atribuyen a los NATs, quedan
deducidas para compensatoria protección en el redil de la abolición. Así se apoderan para si
del “deber ser” en un neo-correccionalismo.
Los abolicionistas por estas razones ostentan la más rancia y vanal manifestación de poder.
La exhibición de sus recursos económicos e influencias para imponer su voluntad aparece
casi ilimitada. Desde esos impulsos pretenden llevar a cabo sus deseos, políticas, normas,
manipular al sujeto social, influir en el Estado, sin pensar ni interesarles si éstos concuerdan
con sus ideas, con sus proposiciones, con su voluntad y cooperación.
A partir del tecnicismo de la normativa jurídica y de supuesto interés de bien común las
posiciones proscriptoras del abolicionismo pretenden hacerse más efectivas basándose en
una autorización legitimada. La lógica y mecanismos del poder que hacen uso los
abolicionistas se dirige a refrenar a los niños y adolescentes que trabajan y tenerlos bajo
control de lo que ellos entienden por “normal”. Se orientan antes que en conformidad con el
sujeto social NAT, a prescribir sobre ellos. Configurándose, en una camarilla de elite, como
circulo técnico-político, pretendiendo influir en las decisiones de Estado con consecuencias
sociales de responsabilidad que los abolicionistas no van a afrontar pero que quieren regir
para con los NATs.
Finalmente, no hay sociedad que se construya sin amor y sin revisión del poder. Los sujetos
sociales tienen derecho a amar a la sociedad y a ser amados por ésta, así mismo, tienen
derecho a replantear el poder y los mecanismos de reproducción. A los niños y adolescentes
trabajadores se les debe saber garantizar el ejercicio y goce de éstos derechos. De lo que se
trata es saberle reconocer a la infancia capacidades sociales, civiles y políticas dentro de
una sociedad que se pretenda jactar en ciudadanía democrática.